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I. Preámbulo
En la constitución de una sociedad, existen dos planos relevantísimos que la
estructuran de cuerpo entero: a) el plano humano, que concierne a la voluntad de los
socios de constituir una sociedad y trabajar conjuntamente por un propósito económico
en común (sea lucrativo o no lucrativo), y b) el plano económico, adunado a la
capacidad ingénita de la sociedad de tener un capital autónomo disímil del que posea
el socio. Así, pues, se explica una retahíla de principios manejados en la sociedad:
autonomía patrimonial, responsabilidad limitada, personalidad jurídica, entre otros. Lo
expuesto en el punto “b)” es atañedero a una institución societaria denominada “capital
social”, que se compone de los llamados “aportes”, emisión de corte dinerario o no
dinerario, conformante de este monto pasivo e inmutable prima facie (Elías 2018, p.
161)1.
Entendemos los aportes como aquellas prestaciones con valor pecuniario de carácter
dinerario o no dinerario que el socio se compromete a pagar a la sociedad para
conformar el capital social y, mediante él, obtener determinados derechos en el ámbito
de la sociedad. Se entiende, como enuncia Montoya Manfredi, que estas aportaciones
son un derecho expectaticio que concibe como titular a la sociedad y, como obligado,
al socio promitente, con el objetivo de integrar el fondo social 2 (Montoya y Montoya
2004, p. 147). Los aportes pueden constituir una obligación de dar o hacer, gestionada
en la transmisión de bienes dinerarios (dinero líquido) o no dinerarios (inmuebles,
muebles, títulos valores, documentos de crédito o servicios3) a la sociedad. Resulta
pertinente aclarar que también pueden ser transferidos bloques patrimoniales como
aportes, siempre que, en el sentir de Elías Laroza, «[...] el valor que se le asigne debe
corresponder al menos al patrimonio neto resultante de tales activos y pasivos» (Elías
2018, p. 137). La doctrina extranjera también expone que los aportes son «[...] la
obligación que asume el socio de entregar bienes o derechos susceptibles de
valoración económica, equivalentes al valor nominal de las participaciones o acciones
que suscribe» (Valpuesta 2018, p. 171). Se entiende de toda la composición
conceptual que los aportes son ese elemento primario de donde surge, ad ínitium, el
patrimonio con el cual la sociedad iniciará sus operaciones en el campo de desarrollo
previamente configurado en el pacto social; por eso, Nissen desliza que «[...] el capital
social se forma inicialmente con los aportes de los socios y sin aquel no existe la más
mínima posibilidad de desarrollar el objeto de la sociedad» (Nissen 2006, p. 104).
Respecto de las obligaciones que tiene el aportante podemos señalar la más evidente,
que es el cumplimiento de la promesa de transferencia a la sociedad del bien dinerario
o no dinerario estipulado, so pena de consecuencias que afecten directamente el
derecho del socio (como poseer la calidad de moroso y aplicarse los efectos del
artículo 79, en el caso de sociedades anónimas4) o, en su defecto, se destine el
1
Elías Laroza explica que es menester no tergiversar la terminología mediante la equivalencia
conceptual entre “capital” como monto, patrimonio o caudal, y “capital social”. Este último es un
pasivo u obligación signada frente a los socios, que será devuelta en algún momento por la
sociedad, y una garantía para los terceros, en cuanto se tiene en orden de prelación superior el
pago de deudas contraídas con ajenos por la sociedad sobre la devolución del capital a los
socios, en caso se impetre la reintegración; es decir, si sobra algún monto luego de pagar las
deudas de la sociedad en favor de terceros, se retribuye a los socios.
2
Aunque el profesor Ulises Montoya refiera “fondo social” y no “capital social”, esto es
irrelevante, toda vez que el propio artículo 22 de la vigente LGS dice que constituye todo
«aporte todo por lo que se haya comprometido [el socio] a aportar al capital».
3
Se debe recordar que la premisa de aportar servicios al capital social no se cumple en todas
las formas societarias. La LGS proscribe taxativamente el aporte de servicios en sociedades de
capital, constituyéndose, cuanto menos, en prestaciones accesorias, mas no en daciones que
generen un derecho social. Solo en las sociedades de personas pueden constituirse como
participaciones.
4
Artículo 79 de la LGS: El accionista moroso no puede ejercer el derecho de voto respecto de
las acciones cuyo dividendo pasivo no haya cancelado en la forma y plazo a que se refiere el
proceso ejecutivo que declara la misma LGS para la cobranza efectiva del aporte
prometido y, si fuere la situación, excluir definitivamente al socio moroso vía proceso
sumarísimo. Osvaldo Zunino, comentando el artículo 1 de la Ley General de
Sociedades argentina, expresa lo siguiente respecto a la obligación de los socios por
el aporte: «[...] El obligarse los socios a realizar aportes, según continúa la norma [que
define a la sociedad como acuerdo entre las partes – tesis contractual –], hace a la
condición de tal y a la esencia del contrato asociativo: [...] solo es socio en cuanto se
asuma concretamente la obligación de realizar aportes [...]» (Zunino 2019, p. 8). Lo
resaltante de ello es la referencia a los contratos asociativos, que vinculan a personas
naturales o jurídicas a un determinado objetivo económico. Si vislumbramos
brevemente la óptica del esta figura societaria, advertiremos que su esencia radica en
la voluntariedad de los sujetos para obligarse a la participación temporal de un negocio
por un fin en común, por lo que no sería descabellado afirmar que, al obligarse los
socios al aporte de un cúmulo de elementos valorables en peculio, lo realizado es
muestra de la esencia del contrato asociativo ínsita en la conformación de la sociedad.
Esto, consideramos, no obsta la particular posición que elucide válida la doctrina sobre
cuándo se toma por existente la sociedad, habida cuenta de que todas estas ópticas
coinciden en el objetivo común de los socios: el desarrollo del fin por el que se
constituye.
Nuestra actual normativa figura el carácter de obligatoriedad que inviste al aporte del
socio comprometido y la vincula – si se incumple tal prestación – a la imagen del
“socio moroso”. Vislúmbrese, por ejemplo, en la sociedad anónima, los efectos de la
mora al no pagar, por lo menos, la cuarta parte del valor individual de cada una de las
acciones suscritas (originando así los dividendos pasivos): nula titularidad del derecho
al voto sobre aquellas acciones no pagadas, descarte de aquellas acciones para el
cómputo del cuórum para las votaciones, supresión del derecho de suscripción
preferente sobre tales acciones, entre otras. Por otro lado, se alude a la transferencia
de aquellos aportes a la sociedad a título de propiedad, salvo que se opte por otro
título diverso (uso o goce). Valpuesta, describiendo el artículo 60 de la Ley de
Sociedad de Capitales, concluye que, al no expresarse cuál será la modalidad de
aporte, se sobreentiende la transferencia a título de propiedad (derecho de uso), de
modo que se resguarda la certidumbre y versatilidad necesaria de este tipo de
sociedades (Valpuesta, 2018 p. 175). Sin embargo, recordemos que este precepto (en
nuestra ley) se ubica en las reglas aplicables para toda sociedad: ¿qué sucede en las
sociedades de personas, donde no es imprescindible esta naturaleza cierta de los
aportes? Es válido afirmar que una simple transmisión de derechos de uso y goce a la
sociedad también es coherente a la expresión pecuniaria del capital social o de las
mismas prestaciones accesorias; sin embargo, al solo otorgársele a la sociedad un
derecho para usar un bien y no sobre el bien de forma integral, no podrá consignársele
como propiedad per se de la sociedad; ergo, no sería apta para ser liquidada en caso
de procesos de extinción de la sociedad. Sin embargo, creemos que los socios – si no
indican alguna fórmula expresa de transmisión – estarán siempre refiriéndose al
traspaso de propiedad, ya que no manifiestan un acercamiento personal al bien que
permita solamente usarlo, es decir, escasea la intención de seguir teniendo en su
propiedad tal aporte. Esto, porque, sea que fuere el aporte a título de propiedad o de
uso, con la liquidación de la sociedad, se extinguen todas las relaciones jurídicas de la
sociedad con socios y terceros, por lo que, ante el socio aportante de un derecho de
uso o usufructo, únicamente se devolverá la posesión del bien y se obtendrá la cuota
de liquidación asignada por el aporte. (Valpuesta, 2018 p. 175)
El artículo de que se trata vislumbra también los plazos para realizar el pago, ciñendo
esta previsión en lo dispuesto por el pacto social o los órganos de la sociedad (Junta
General de Accionistas y Directorio).
Es un hecho interesante atalayar que el Anteproyecto de la LGS contempla el
supuesto de bilateralidad que concurre en la obligación por el aporte: si el que se ha
comprometido a aportar no lo hace, responde solidariamente con todos los
transferentes predecesores (es decir, con todos los que hayan transferido previamente
el aporte, sin contar – evidentemente – a los que ya eran accionistas con antelación);
esto es, los comprometidos podrán ser impelidos a pagar la totalidad del aporte
restante por los demás socios, en el entendido de que ellos son los más interesados
en el modo y cumplimiento de aquella expectativa a la sociedad. El plazo de caducidad
se ha instaurado en 3 años; esto, en razón de que la naturaleza dinámica y versátil del
mundo societario exige que los derechos subjetivos (que entroncan deberes
correlativos) no se prolonguen excesivamente. Como manifiesta Montoya Manfredi,
«[e]l derecho societario es un derecho rápido, dinámico, es un derecho que debe ser
muy claro y muy bien delimitado», por lo cual es inimpugnable que el resultado de
conclusión del plazo provoque la caducidad (Montoya y Montoya 2004, p. 175). Se
entiende que la cuantificación de tres años se realiza a partir de que la figura de
responsabilidad solidaria también afecta el derecho de la sociedad, por cuanto – si el
plazo resultase menor (por ejemplo, de dos años, al no referirse concreción alguna) –
el transferente deudor no respondería por lo que otros adeudan, restringiendo la
posibilidad de exigir de forma íntegra a quien puede pagar el débito total 9, aun cuando
pudiere hacerlo. Aquí también se advierte el resguardo de los aportantes, habida
cuenta de extinguir toda responsabilidad por aquellas deudas que no le competen
prima facie. Esto también se complementa sistemáticamente con la posibilidad de
exigir el monto pagado a quienes lo suceden en la titularidad de las acciones o
participaciones, tal como señala el Anteproyecto.
V. Conclusiones y reflexiones
El artículo 26 del Anteproyecto de la Ley General de Sociedades busca organizar de
forma precisa y cohesionada todos los asuntos atañederos a la obligación de los
aportantes, regulando – además – las acciones con prima de emisión (en casos de
aumento de capital). Debe agregarse también que la forma y plazo designados por la
sociedad no solo se expresa en el pacto social, sino también por acuerdo de los
9
Colóquese la situación donde X, Y y Z (en tiempos distintos) se comprometen a aportar a la
sociedad Panoramix S.A.C. sendos bienes muebles e inmuebles. El aportante X es el primero
que es exigido a cubrir el monto restante; luego, Y; y finalmente, Z (seis meses de espacio
temporal entre cada uno). Si la responsabilidad de X (aun cuando podía haber pagado el
íntegro del aporte adeudado entre los 3) caduca al culminarse el plazo de 3 años, solo
responderá por su aporte restante, excluyéndose la obligación plurisubjetiva solidaria que tenía
con Y y Z frente a la sociedad.
órganos societarios fortifica la relevancia superna que estos poseen en el manejo y
decisión prudencial (de acuerdo con las circunstancias) de las actuaciones que maneja
la sociedad, cosa que no regula en artículos propincuos la actual LGS. Finalmente, la
responsabilidad solidaria y su plazo de caducidad son una innovación que, en una
consideración estrictamente personal, es relevante y de eminencia pragmática.
Nótese, pues, mi aquiescencia por esta prolija alternativa normativa.
VI. Referencias
Elías Laroza, Enrique. 2015. Derecho Societario Peruano, Tomo I. Lima: Editorial
Gaceta Jurídica. Segunda edición.
Esquivel Oviedo, Juan Carlos; García Sánchez, David Jonatan et allí. 2013.
Diccionario Civil. Lima: Editorial Gaceta Jurídica. Primera edición.
Marh Delgado, Carlos. “La emisión de acciones con prima”. Revista Española de
Financiación y Contabilidad, 960 – 971 (1974).
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2482659 (Consultado el 02 – 10 –
2021).
Montoya Manfredi, Ulises; Montoya Alberti, Ulises y Montoya Alberti, Hernando. 2004.
Derecho Comercial, Tomo I (Parte General – Derecho de Sociedades – Derecho
Concursal – Derecho del Consumidor – Derecho a la Competencia). Lima: Editora
Jurídica Grijley.
Nissen, Ricardo Augusto. 2006. Curso de Derecho Societario. Buenos Aires: Editorial
Ad Hoc. Segunda edición.
Zunino, José Oswaldo. 2019. Régimen de sociedades: Ley general 19.550. Buenos
Aires: Editorial Astrea. Vigesimoctava edición.
I. Introducción
Es de suyo ineluctable reparar en la esencia económica que posee la sociedad, más
aún, cuando la propia Ley General de Sociedades peruana advierte ello en su
artículo 110, así como en un rosario de artículos vinculados a las utilidades,
desarrollo de actividad comercial – económica con terceros, compra y venta de
acciones, valor nominal y de colocación de acciones, entre otras. Por eso, cuando
Montoya Manfredi expone que la sociedad es «[...] la manifestación jurídica del
esfuerzo organizado de una pluralidad de personas para realizar determinadas
actividades económicas» (Montoya y Montoya 2004, p. 139), quiere decir que un
cúmulo de individuos se organizan para desbrozarse de los impedimentos propios
que conlleva comercializar individualmente y sin ninguna figura jurídica
resguardante, con el propósito de obtener un beneficio económico en común. No
obstante, este fin debe sustentarse en alguna entidad pasible de movilizar la
actividad aquí expuesta: el capital social11, que se conforma de moléculas
independientes llamadas “aportes”. Por último, queda vincular esta noción de
“aportes” a un contenido en estricto pecuniario y determinado, ya que una sociedad
no puede recibir algún tipo de elemento que no pueda ser valorado, habida cuenta
de una adecuada utilización de la materia prima con que inicia.
1. Similitudes
Ambas normativas comparten la intención legislativa de procurar un correcto y
transparente manejo de los aportes dinerarios, ya que circunscriben la realización o
2. Diferencias
La primera divergencia concurrente es la de una omisión: en el Anteproyecto no se
enuncia taxativamente que el aporte se desembolsará en la oportunidad y
condiciones en que figure dentro del pacto social. Consideramos que esta supresión
llega en tono de fraguar todas las regulaciones atinentes en las secciones de cada
forma societaria. Siguiendo nuevamente la expresión del profesor Elías Laroza,
solamente este precepto alcanza a las sociedades colectivas y en comandita simple.
(Elías 2015, p. 141)
Por otro lado, se evidencia que en el Anteproyecto no se aborda expresamente la
cuestión de cooperativas de ahorro y crédito, holgándose la labor mediante la
asunción de la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP. Es relevante este
cambio, por cuanto la tipificación de la vigente LGS no determina cuál es la entidad
más importante para la supervisión y registro de entidades bancarias, financieras o
cooperativas en general. Por ello, el control de transparencia no es más uno
genérico, y desemboca en una figura administrativa de mayor confiabilidad. Por
ende, nos hallamos de acuerdo con esta modificación.
Finalmente, ha de advertirse que la LGS actual no establece concretamente el
18
Desde el ámbito del derecho comparado, es interesante verificar que el abono a una cuenta a
nombre de la sociedad vía empresa bancaria o financiera no es el único móvil por el cual
realizar este aporte: como relata Valpuesta, un medio alternativo de realizarse es a través de la
entrega de los montos a un notario para que este sea quien constituya estos pagos a nombre
de la sociedad. Sin embargo, concluye que podrían existir determinadas situaciones donde
luego de que el notario generase la cuenta a nombre de la sociedad, los socios fundadores
retirasen esos montos, banalizando esta comprobación notarial (Valpuesta 2018, p. 180).
momento de cotejamiento o acreditación del desembolso realizado, cosa que sí
hace el Anteproyecto, declarando que este debe realizarse antes del otorgamiento
de la escritura pública de constitución. No basta, creemos, con que se “presuma” el
desembolso efectivo, sino que es necesario un paso de verificación para que no
concurra algún tipo de vicio o impropiedad al momento de efectuar el aporte
dinerario, tal y como se haría – aunque de modo reducido – en la aportación no
dineraria.
VII. Bibliografía
Elías Laroza, Enrique. 2015. Derecho Societario Peruano, Tomo I. Lima: Editorial
Gaceta Jurídica. Segunda edición.
Vitolo, Daniel. 2016. Manual de Derecho Comercial. Buenos Aires: Editorial Estudio.
Primera edición.
Zunino, José Oswaldo. 2019. Régimen de sociedades: Ley general 19.550. Buenos
Aires: Editorial Astrea. Vigesimoctava edición.
I. Exordio
1. Suscripción
2. Pago
3. Emisión
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El artículo 285 del ordenamiento de que se trata prescribe que al constituirse la sociedad
comercial de responsabilidad limitada, el capital debe estar pagado en no menos del 25 % de
cada participación. Una suerte de parangón deja a la vista que si el artículo 84 de la vigente
LGS arguye que es necesaria la completa suscripción y el pago no menor del 25 % del valor
nominal de cada acción, también ocurre lo mismo con el artículo 285, dado que – por su
esencia – conserva un híbrido entre la sociedad colectiva (por el intuito personae y affectio
societatis) y la sociedad anónima (por cuanto los socios responden limitadamente por el capital
aportado a la sociedad) (Elías 2018, p. 216).
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Para Richard y Muiño, se trata de una “simbiosis” entre la sociedad en comandita simple y la
sociedad anónima, por lo que existe un acoplamiento armónico entre ellos. (Richard y Muiño
2000, p. 63)
aportes.
Resulta, para culminar, importantísima esta alusión analógica que se realiza para
las formas societarias que trabajan vía participaciones; más aún, en la sociedad de
responsabilidad limitad que, creemos, es el acicate ideal para regular por defecto a
las demás sociedades bajo el mismo rasero. Trasunta Elías Laroza que los aportes
en estas sociedades son de naturaleza económica, es decir, con una valoración
pecuniaria; de ello, queda claro que los servicios se proscriben, igual que en las
sociedades anónimas (Elías 2018, p 221). Richard y Muiño opinan que estas
sociedades mantienen la correspondencia de las sociedades de capital
(negociabilidad versátil de las acciones), pero conciben la mezcolanza con las
sociedades de personas en vista de que estas no originan una excesiva
concurrencia de socios. (Richard y Muiño 2000, p. 354). Estos autores arguyen, por
otro lado, que, justamente, preservando el principio de totalidad de las sociedades,
el capital debe ser suscrito en su totalidad al momento de la constitución, rigiéndose
para su integración (o emisión) el 25 % de los aportes en dinero que concibe el valor
nominal de cada participación o cuota26 (Richard y Muiño 2000, p. 364).
Elías Laroza, Enrique. 2015. Derecho Societario Peruano, Tomo I. Lima: Editorial
Gaceta Jurídica. Segunda edición.
Elías Laroza, Enrique. 2015. Derecho Societario Peruano, Tomo II. Lima: Editorial
Gaceta Jurídica. Segunda edición.
Gago, Carlos Bernardo; González, Luis Mario y De Lía, José Alberto. 1980.
Sociedades por acciones. Estudio Teórico – Práctico, Tomo I. Santa Fe: Rubinzal y
Culzoni S.C.C. Editores.
Zunino, José Oswaldo. 2019. Régimen de sociedades: Ley general 19.550. Buenos
Aires: Editorial Astrea. Vigesimoctava edición.
I. Asuntos preliminares
La expresión «valuación» es definida por el DRAE como «Acción y efecto de valuar»,
mientras que «valuar» se registra como «valorar (||señalar el precio)». Sucede que la
Corporación Matritense comparte el significado que asigna el derecho societario para
una figura como la valuación de aportes no dinerarios, ya que, si se recuerda, el aporte
no dinerario tenía como peculiaridad la de no ser expresamente un monto líquido, sino
más bien un objeto o derecho pasible de ser calificado en un quantum monetario.
Asimismo, es menester observar cuál es la regulación vislumbrada para todos aquellas
entidades medibles pecuniariamente dentro de la Ley General de Sociedades (LGS),
cuanto más por el nimbado grado de certeza que debe investir a cada acto
concurrente para la formación de las sociedades o cambios relevantes en estas. Por
último, restará contrastar los cuerpos normativos tratados (la vigente LGS y el
Anteproyecto de LGS) y brindar reparos sobre la estructuración o añadiduras que se
estime trascendente.
27
Por ejemplo, no resultaría pertinente alegar que se aporta el auto X, valuado en 50 000 soles
en el mercado, pero con el añadido de que es un bólido de gran valor sentimental, cosa que
incrementa su valor en 75 000 soles.
28
No existe una dictaminación expresa del monto en que debe consignarse el valor del bien; sin
embargo, gran cantidad de informes figuran solo el valor nominal en soles.
29
El subrayado es nuestro.
de legitimados para efectuar la valorización. ¿Por qué en la praxis el gerente general
es el más solicitado para hacerlo? Entendemos que esto responde a las funciones que
recaen sobre él, ya que es el ejecutor de las actividades emanadas del Directorio;
entre ellos, la regular y veraz administración de los documentos contables allí inscritos.
Por ello, en la figura del gerente general se concentra un halo de seguridad, garantía y
determinación que, improbablemente, pueda rezumarse de la sola calidad de socio.
Creemos, finalmente, que el artículo 27 de la LGS deja un numerus apertus
inconducente sobre quién debe realizar este informe: no afirmamos que deba
efectuarse exclusivamente por un perito especializado (como sí adopta cierta parte de
la legislación comparada), ya que ello contravendría la esencia que busca forjar la
normativa, sino que ha de vislumbrarse una cualidad mínima que permita obturar
cualquier incertidumbre o duda surgida de tal informe. Nótese que no presentará la
misma confiabilidad un documento elaborado y firmado por el mismo socio, en razón
de buena fe, que uno expedido por el gerente general de la sociedad o un perito
zahorí. Finalmente, este artículo no menciona alguna cosa respecto de la
responsabilidad investida por un manejo negligente en tal documento o la
manipulación dolosa del mismo para alterar el valor real del aporte no dinerario.
Consideramos que esta es una omisión patente, ya que hechos de esta magnitud
pueden afectar sobremanera a la sociedad, por lo que debería estar regulado en las
reglas generales. El artículo 76 del cuerpo normativo en comento vislumbra algunas
consecuencias que surgen de una valoración inconsistente, pero no endilga
responsabilidad manifiesta al socio aportante o al emitente del documento, si es que lo
hubiere. Ello, como veremos, se enmienda en el Anteproyecto.
V. Conclusiones y reflexiones
Aunque la regulación actual no es sumamente deficiente en general, consideramos
que el tratamiento normativo que ofrece el Anteproyecto respecto del informe de
valorización de los aportes no dinerarios es más completo y aborda mayor cantidad de
supuestos, incluyendo principalmente la característica de responsabilidad extendida
contra el emisor del documento de valorización y el alcance solidario de esta sobre el
socio aportante cuando este haya actuado con grave negligencia o en conciliábulo con
el experto para sobrevaluar o infravaluar el bien no dinerario materia de aporte. Esta
no ha sido una inserción literal de diversas normativas comparadas, sino la
adecuación correcta al contexto societario actual, que más que ser un óbice para el
versátil desenvolvimiento de la actividad societaria, se convierte en contrapeso de
ciertas libertades que pueden resultar peligrosas para el correcto desempeño de la
misma.
VI. Bibliografía
Castro Reyes, Jorge. 2011. Manual de derecho comercial. Lima: Jurista Editores.
Elías Laroza, Enrique. 2015. Derecho Societario Peruano, Tomo I. Lima: Editorial
Gaceta Jurídica. Segunda edición.
Montoya Manfredi, Ulises; Montoya Alberti, Ulises y Montoya Alberti, Hernando. 2004.
Derecho Comercial, Tomo I (Parte General – Derecho de Sociedades – Derecho
Concursal – Derecho del Consumidor – Derecho a la Competencia). Lima: Editora
Jurídica Grijley.
Muguillo, Roberto. 2009. Conflictos societarios. Buenos Aires: Editorial Astrea. Primera
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En el caso de infravaluación, sostiene Nissen que la Ley General de Sociedades argentina no
la declara improcedente, en vista de que conserva el principio de intangibilidad del capital social
(en su sentido positivo, ya que no es lo mismo pecar por exceso que por defecto). Sin embargo,
parece inconsistente tomar una postura de aceptación sobre uno y negación sobre el otro, toda
vez que la afectación recaería en los acreedores que verían disminuida su garantía de cobro de
las obligaciones contraídas por la sociedad al haberse valorado en menor cantidad un
determinado bien, cuando su verdadero valor real es mayor. Somos de la idea de que ambos
extremos presentan entuertos, por lo que siempre será mejor la certeza que la irrealidad.
edición.
Nissen, Ricardo Augusto. 2006. Curso de Derecho Societario. Buenos Aires: Editorial
Ad Hoc. Segunda edición.
INFOGRAFÍAS
ARTÍCULO 26 ANTEPROYECTO LISTO
ARTÍCULO 27 ANTEPROYECTO EN DESARROLLO
ARTÍCULO 28 ANTEPROYECTO
ARTÍCULO 29 ANTEPROYECTO
ARTÍCULO 30 ANTEPROYECTO LISTO