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Sí afectó a su imagen corporativa. A raíz del grave accidente con uno de los coches
fabricados por Toyota en la que se vio cómo el conductor no podía controlar el coche a
causa de una aceleración repentina, los clientes de Toyota dejaron de asociar a la
marca los valores de confianza y calidad, principios básicos de la compañía. Como
consecuencia se estimó que sus ventas en EE UU en enero caería un 11% respecto al
mismo mes del año anterior, y su cuota de mercado en este país alcanzaría su punto
más bajo desde 2006.
Por lo tanto, a causa del incidente, se desmoronan los principales valores de la
compañía, causando mucha desconfianza en los usuarios, algunos incluso con miedo a
coger el coche y que les pudiera pasar lo mismo.
Finalmente, Toyota se vio obligada analizarlo todo con más cuidado e ir más allá para
poder identificar la raíz del problema y poder solucionarlo.
Toyota reconoció que el problema derivaba de una combinación de alfombrillas
sueltas que pueden interferir con el pedal de aceleración y el propio pedal, que puede
quedarse atascado cuando el conductor lo pisa. Antes del pasado agosto, Toyota había
puesto en marcha tres retiradas de producto limitadas para sustituir las alfombrillas y
cambiar una pieza interior que podía engancharse con el acelerador. Sin embargo,
Toyota sigue centrándose en esas dos causas del problema, cuando deberían ir más
allá y analizar la electrónica ya que muchos piensan que esta es la causa del problema.