Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
EMOR
CAPITULO XXI
Y DILES. Rashí, citando a Sifrá, explica la fórmula poco habitual: {emór… ve-amartá}
en este sentido. Diles a los sacerdotes (a cada uno de ellos), tú les dirás (vale decir, a
los niños). Los sacerdotes deben velar por la santidad de la familia, poniendo en guardia
a cada uno de sus hijos, contra la impureza ritual. Maimónides precisa en referencia a
la puntualización del Talmúd (Yeb. 114a): “Los Cohaním adultos, no deben exponer a
los niños a la impureza ritual. Sin embargo, las autoridades religiosas, no están
obligadas a intervenir cuando un niño va, de propio grado, a contraer una impureza.
Corresponde al padre educar a su hijo, según las leyes de la santidad”. Esta regla de
conducta que los Rabinos repiten igualmente en ocasión de ciertas leyes relacionadas
con los alimentos, (ibíd.) se aplica, de una manera general, a todas las prohibiciones de
la Toráh como lo destaca Najmánides. No obstante, esta interpretación Talmúdica,
numerosos exegetas han creído descubrir en la triple repetición del verbo {amór} el
indicio de que numerosos Cohaním tenían la costumbre de asumir, a causa de su
bondad natural, los últimos deberes en relación con los muertos, llegando incluso a
rasurarse la cabeza y a sajarce la carne, en su honor. Pero el Zóhar recuerda que el
verbo {emór} sobrentiende un lenguaje expresado en un tono dulce (Rashí, Exodo XIX,
3). Es el tono que convierte a los Cohaním, cuyo servicio debe efectuarse en silencio,
{belájash}, como se ha observado en Com. Lev. X, 9. El recinto sagrado donde se
desenvuelve su sacerdocio, refleja las esferas de pureza celestial, sobre las que reina
el silencio del absoluto. Eso es por lo que la Toráh introduce este importante capítulo
repitiendo la palabra {emór} en tres ocasiones. Para los Sabios del Medrásh, en fin, la
repetición subraya la importancia que la Toráh le asignan a la trasmisión de las leyes
de pureza ritual, de padre a hijo. La salvaguardia de esta pureza, le incumbe a todas
las generaciones de Cohaním, sin relación con la presencia o la ausencia del Templo
de Jerusalén. La pureza ritual constituye en efecto, el aporte personal de los Cohaním
y esta les confiere una dignidad permanente, independiente de su título de nobleza
hereditaria, que los habilita para el ejercicio del sacerdocio y del servicio de sacrificios
(Najmánides).
3 – TAMBIEN POR UNA HERMANA SUYA, VIRGEN, QUE VIVE JUNTO A EL, QUE
NO HA SIDO CASADA, POR ELLA, PODRÁ IMPURIFICARSE.
LE TENDRÁS POR SANTO. Rashí explica: Trátalo con santidad otorgándole prioridad
al comenzar cualquier cosa sagrada, y pronunciar la bendición el primero en las
comidas. El Shulján ‘Arúj declara: “Está prohibido, incluso en nuestros días, hacerse
servir por un Cohén. Actuar así sería como un acto de sacrilegio, a menos que él
renuncie al honor que se le debe” (Oraj Chayím § 128,45). El Cohén no puede,
ciertamente, abdicar y desistir de sus deberes que emanan de su privilegio por
nacimiento, pero él puede, según ciertas opiniones, renunciar a los honores que se le
hacen. Maimónides va más allá e impugna este derecho de renuncia. La discusión se
prosigue por los comentaristas del Shulján ‘Arúj.
A FUEGO SERA QUEMADA. “Se sabe que cuando el hombre comete un pecado, le da
lugar a las fuerzas del mal, que actúan de ahí en adelante con un ardor acrecentado.
El único medio de detener un desastre, es entregar la pasión del mal al fuego y servir a
Dios con la llama del amor y del entusiasmo”. Cf. Com. Deut. XIII, 17.
Rabí Tanjúm establece una relación entre estos dos capítulos de la Toráh que tratan
sobre las leyes de pureza y cuya salvaguardia se le confía a los miembros de la tribu
de Leví. Se trata de nuestro capítulo y del de la vaca bermeja, {pará adumáh}, (Núm.
XIX) que son complementarios. Pues mientras que nuestro capítulo obliga a los
Cohaním, con la mayor severidad de velar por su pureza ritual y le prohíbe al Sumo
Sacerdote “abandonar su estado de pureza”, el segundo capítulo establece
formalmente el caso de excepción. En efecto, cuando un Cohén debe proceder al acto
de purificación de un Israelita que se ha vuelto impuro por contacto con un cadáver,
éste a su vez se vuelve impuro (ibíd. vers. 8). La Toráh nos enseña aquí que el Cohén
tiene el deber de mantenerse puro y santo en todo lo que concierne a su persona, pero
no debe vacilar en volverse impuro para ayudar a su prójimo a recobrar su estado de
pureza.
13 – Y HA DE TOMAR MUJER CON SU VIRGINIDAD.
Por otra parte, el autor del acentúa la armonía espiritual de los esposos en la unión
conyugal. Esta armonía no debe estar alterada por el pensamiento puesto sobre una
persona extranjera, hombre o mujer, que uno de los esposos hubiera podido conocer
anteriormente. Esa es una de las condiciones requeridas para que los hijos nacidos del
acto conyugal sean dignos y normalmente sanos y susceptibles a acceder un día al
grado de santidad que distingue a los padres. Eso es por lo que la esposa del Sumo
Sacerdote no debe haber conocido a ningún hombre antes de unirse a él.
14 – VIUDA. Según una frase del Profeta Yejezkél XLIV, 22 que figura en la Haftaráh
de nuestra Sidrá, le estaría incluso prohibido a un Cohén común casarse con una viuda;
sólo se le permitirá con la viuda de un Cohén. Las explicaciones dadas por el Targúm
y Rashí no parecen demostrar porqué. Sin embargo, Rabí Yehudáh adelanta que los
Cohaním se abstenían de casarse con una viuda cuyos descendientes fueran de origen
dudoso; sólo la viuda de un Cohén ofrecía a sus ojos las garantías requeridas de pureza
de origen (Kid. 78b). La prescripción del Profeta reposa, en cualquier caso, sobre una
medida de precaución, venida ulteriormente a añadirse a la Ley Mosáica (Hoffman),
pero que no se adaptó definitivamente.
También debe retirarse a la edad de cincuenta años. Pero el Cohén está llamado a ser
el preceptor del Pueblo; mientras más edad tiene, más gana en sabiduría. Lejos de
compartir estos puntos de vista racionales, Najmánides adelanta que los defectos
corporales hacen al Cohén impropio para el servicio porque ellos son el reflejo de ciertos
defectos de orden moral. Esta observación se cita en el Zóhar a nombre de Rabí Yisják,
mientras que Rabí Shim'ón Bar Yojái le da a nuestra ley una luz completamente
diferente (Zóhar I, 181a). Sitúa la ley relativa a la invalidez, a las deformaciones y
malformaciones, del Cohén en el cuadro general del problema del origen del mal, que
se plantea igualmente en sus variados aspectos con respecto a la existencia del
sufrimiento en el mundo, del mal físico, del mal moral en la naturaleza humana. Las
fuerzas del mal existen en la naturaleza y concluyen, en la medida en que obedecen la
disciplina común a la salud general. Su presencia es tan necesaria para la armonía de
la creación, como la mezcla natural para la solidez de un mineral. Pero la observación
de la naturaleza, nos revela que está permitido cierta influencia, en un cuadro limitado
y esto en vista de su neutralización. Ahora bien, se alcanza esta meta dejando que este
poder se extienda por la cubierta exterior de los objetos y los seres, sin que por esto
afecte su alma. El mal afecta al cuerpo pero no el alma: esa es la importante verdad
que proclama nuestra Ley. La personalidad del Sacerdote, que es la encarnación de la
pureza y de la santidad, no está ciertamente al abrigo de las fechorías del mal. Pero su
alma permanece fuera de cualquier esfera, y la Toráh tiende a subrayarlo formalmente,
declarando que si el Sacerdote no puede acercarse al altar a causa de su invalidez,
debe al menos consumir “el pan de su Dios, que proviene de ofrendas santas y muy
santas” (vers. 22). Esta prescripción tiene como objetivo, en efecto, elevar la carne de
los animales de sacrificio al nivel de la santidad, gracias a lo cual los oferentes
encuentran su expiación: {ha-kohaním ojlím veha-be'alím mit-japerím… los sacerdotes
lo comen y sus dueños se purifican}. Pero este fin supone la pureza y la integridad moral
del Cohén que la consume. Y al ordenarle precisamente este consumo al Cohén afligido
por una invalidez, la Toráh confirma firmemente que su mal es puramente exterior,
mientras que su alma ha conservado íntegramente su valor moral. Sobre la concepción
de la Cabaláh Luriánica del origen del mal, ver nuestro Com. Deut XXVIII, 59. Rabí
Shim'ón Bar Yojái, se refiere en sus explicaciones al símbolo de la luna. Aparece
igualmente, a causa de su mengua y desaparición mensual casi total, como si estuviera
afectada de un defecto en comparación con el sol, siempre resplandeciente de luz. Es
así, desde lo alto del firmamento, testigo universal de la existencia del mal, pero revela
igualmente a los hombres, que el mal no afecta la esencia (o el alma) de la criatura, de
manera que ella recobra cada mes la plenitud de su fuerza. Y el Profeta Yeshayáhu
evoca la época en la que “la luz de la luna igualará la del sol” (XXX, 26) como en la
época de los orígenes. Entonces desaparecerán igualmente las imperfecciones que
afligen a las otras criaturas.
24 – Y DIJOLO MOSHE. Rashí explica que él le transmite las órdenes “a todos los hijos
de Israel” a fin de que el Tribunal (es decir el Gran Sanhedrín) se haga responsable de
la santidad de los sacerdotes. Maimónides, basándose en Mishnáh de Midót, precisa
que el Sanhedrín que tenía su sede en el recinto del Templo tenía como tarea
constante, fijar los casos de incapacidad (por tara física) o de indignidad sacerdotal (por
tara familiar). La investidura del Sumo Sacerdote, por otra parte, formaba parte de las
atribuciones principales de Sanhedrín. Estas disposiciones legales se refieren al
principio de que el Estado Judío se basa en primer lugar en los individuos que forman
la Nación, y a continuación sólo en los diferentes órganos representativos de las
instituciones. Pues, desde sus principios, fue la Nación entera la que, en la Alianza
concluida con Dios, se hizo responsable colectivamente del mantenimiento y del
respeto de la Ley, sin interposición de un ser humano o de una autoridad civil
cualquiera. Y como el Rey, los Cohaním son responsables de sus actos frente a Dios,
pero también frente a la Nación, cuyos derechos de soberanía están representados por
el Sanhedrín, y esto a pesar del hecho de ser reconocidos como representantes de
Dios, {shelujé shamáyim}. Cf. Maimónides Nedarím VI, 5.
YA TODOS LOS HIJOS DE ISRAEL. Las órdenes relativas a los Aharónidas conciernen
igualmente a los Israelitas en el sentido de que les corresponde velar por su apariencia
impecable y por su dignidad moral en el cuadro de su “pequeño Santuario”, que
representa la Sinagoga.
CAPITULO XXII
El texto del versículo significa: Que (los Cohaním) no profanen, (en la medida en que)
los hijos de Israel estén en estado de santidad, según mi opinión. Si ese no es el caso,
los Cohaním no habrán cometido ninguna profanación. Pues la presencia sagrada de
la Shejináh en el Templo, se debe, no al servicio de los Cohaním, sino al del Pueblo.
También permanece allí la Shejináh aunque sean impuros.
Y MUERAN POR ELLO. Hemos aprendido, explica Rashí, que se trata de la muerte por
el Tribunal Celestial. Esta pena afecta al Cohén que consume carne sagrada de los
sacrificios en estado de impureza, mientras que el consumo de santidades como
{teruma} y {bikurím} es castigado con la pena de Karét. Según Rashí (Shabbat 25a) la
pena de muerte (bidé shamáyim… en manos de los cielos) no afecta más que al
pecador, mientras que la de Karét se extiende a sus hijos. Los Tosafistas estiman que
esta última afecta al pecador hasta una edad determinada (60 años, según el Talmúd
Babilónico; 50 años según el Talmúd Yer.), mientras que {mitáh bidé shamáyim… por
manos de los cielos} no estaría ligada a ninguna edad. Para Maimónides la ejecución
de la pena de Karét estaría reservada al mundo futuro. Parece que en todo caso {mitáh
bidé shamáyim} puede ser considerada como una forma anticuada de {karét}, pena que
conlleva diversos grados, como se nota en el Com. Lev. XVIII, 29.
19 – A FIN DE QUE SEAIS ACEPTOS (HABRÁ DE SER) MACHO SIN TACHA, ORA
SEA DE LA VACADA, ORA DE LOS CORDEROS O DE LAS CABRAS.
22 – CIEGO, O QUE TENGA FRACTURA, O MUTILADO. Cf. Com. Lev. XXI, 18-19.
ESTARÁ SIETE DIAS CON SU MADRE. Antes de este lapso de tiempo, explica
Maimónides, se considera como un aborto y asimismo el hombre no podrá
circuncidarse, sino después de un lapso de siete días (Guía de los Desc. III, 49). Pero
los Sabios del Medrásh ven en este lapso de tiempo la manifestación de la compasión
Divina con la madre. Sería cruel arrebatar a su pequeño desde su venida al mundo (así
como cita Rabí S.R. Hirsch). Esta motivación no contradice en lo absoluto la Mishnáh
de Berajót 33b, que prohibe atribuir los decretos Divinos al sentimiento de la compasión.
Pues la Mishnáh prohibe ante todo la referencia, en el cuadro de la oración, a la
compasión Divina, tal como se manifiesta por ejemplo en la ley del “nido de pájaro”
(Deut. XXII,6). Es en efecto, posible que otros motivos originen estas leyes. Pero no
está prohibido en lo absoluto, invocar teóricamente dicha razón como la explicación de
una ley. En fin, varias fuentes Medráshicas establecen todavía el acercamiento entre
nuestra ley y la de la circuncisión, ambas ligadas a la fecha del octavo día. Rabí Leví
explicaba el motivo de esta fecha citando la parábola siguiente: Un rey viene a visitar
una de sus provincias y manda anunciar públicamente. Todos los que quieran rendirme
homenaje, deben saludar antes a la reina. Así, el Señor proclama: El que quiera
ofrecerme su sacrificio debe inclinarse antes frente a la reina Shabbat. Tampoco se
aceptan sacrificios antes del octavo día y no se puede celebrar la alianza de la
circuncisión antes del octavo día, de manera que el recién nacido haya rendido
homenaje al Shabbat (Medrashím y Zóhar). Así como el ser humano, no puede
pretender formar parte de la Alianza de Abrahám, sino después de haberse inclinado
ante la Ley Divina, por consiguiente ante el Shabbat, así el animal no puede entregarse
en sacrificio hasta haber recibido su consagración, gracias a la santidad que emana del
Shabbat (Cf. Com. Gén. XVII, 12).
La forma más elevada de la “santificación del Nombre de Dios” sigue siendo sin
embargo el martirio. La Ley Judía exige, por parte de cada Israelita, de perder la vida
antes que profanar el Nombre de Dios mediante una pública denegación (Y. D. § 157).
Cuando en la época de las guerras de persecución del Emperador Adriano, el fervor
por el sacrificio del martirio alcanzó tales proporciones, que comenzó a poner en peligro
la supervivencia del Pueblo Judío. Los Sabios ordenaron que la muerte debía preferirse
antes que la violación de los tres pecados cardinales: el asesinato, la idolatría y el
adulterio. En cuanto al acto voluntario de la Reina Esther, que cohabitó con el Rey
Asuero, ver a los Tosafistas en Yev. 103b, que justifican su actitud por diferentes
razones).
CAPITULO XXIII
CONVOCACIONES. {ashér tik-reú otám}, las fiestas del Eterno a las que estáis
invitados. Tal es la interpretación del Zóhar, siguiendo la significación de la palabra
{keruim}, invitados, como en I Sam. IX, 13. “El Eterno le dice a los Israelitas: Hijos míos,
vosotros penáis todos los días con vuestro trabajo y vuestros asuntos, excepto estos
días que son los Míos, porque Yo he invitado a un huésped venerable, al ángel de
santidad. Acogedlo con alegría, preparadle grandes festines alrededor de mesas bien
vestidas, para que Mi huésped sea bien recibido por vosotros, y que la alegría sea
perfecta…”
3 – SEIS DÍAS SERA PERMITIDO TRABAJAR, MAS EN EL DIA SEPTIMO (DE CADA
SEMANA) HABRÁ UN REPOSO ABSOLUTO, CONVOCACION SANTA; NINGUN
TRABAJO HAREIS; DESCANSO CONSAGRADO A ADONAI, SERA EN TODAS
VUESTRAS HABITACIONES.
3 – SEIS DIAS. Rashí explica: “¿Qué relación tiene el Shabbat con las fiestas? Eso te
enseña que el que profane las fiestas, está considerado como si profanara el Shabbat
y el que observe las fiestas “está considerado como si observara los Shabbats”. El autor
citado anteriormente responde a la pregunta suscitada por Rashí, al referirse a la regla
enunciada en Exo. XXX, 29 según la cual “todo lo que toque los objetos Sagrados del
Santuario se vuelve santo” y es capaz de propagar esta característica de santidad (Zev.
87a). Ahora bien, el principio mismo que sirve como base de esta regla, es válido
igualmente para la consagración de las fiestas por los Israelitas. Estos (o su
representación del Sanhedrín) no pueden declarar santos los días fijados por ellos sino
gracias a la santidad, de la cual han sido impregnados ante todo por el cumplimiento
de las leyes relativas al Shabbat, fuente suprema de la santidad que emana del Eterno.
El Shabbat ocupa de alguna forma el mismo rango que los objetos Sagrados del
Santuario: todo lo que toca se vuelve santo y es capaz de propagar esta santidad. Es
así que se explica la fórmula empleada en la liturgia {mekadésh ha-Shabbat ve-Yisraél
veha-zemaním}. El Eterno santifica el Shabbat, que comunica a su vez su santidad a
Israel, si bien éste puede consagrar los días de fiesta. He aquí por qué la ley del Shabbat
inaugura la serie de los días de fiesta. Ver también Com. Exo. XXXII, 14.
4 – ESTOS SON LOS DIAS CONSAGRADOS A ADONAI. Rashí observa: “Antes habló
del año y ahora habla de la santificación del mes”. Estas dos tareas, la que consiste en
decidir el intercalar un mes en el año (por los motivos citados por Rashí vers. 2) y el
que se relaciona con la fijación de la neomenia, formaban parte, en otros tiempos, de
las atribuciones del Sanhedrín, suprema instancia jurídica y halájica de la Nación. El
ajuste del calendario se había hecho necesario para hacer concordar el año lunar con
el curso del sol. Esta doble cuenta del año judío tiene su origen en el carácter doble de
nuestras fiestas judías. Históricas, recuerdan sucesos de importancia capital en nuestro
pasado. Naturales, se colocan en ciertas épocas del año y establecen una relación con
el ciclo de la evolución del año. Pésaj marca el comienzo de la cosecha y está prescrito
que se deben ofrecer sus primicias al Eterno. En Shavu'ót, al final de la cosecha, hay
que llevarle “una ofrenda nueva”, sacada de la nueva cosecha. Sucót viene después
que se han hecho “entrar los productos del area y del lagar”. Ahora bien, la fecha de
nuestras Fiestas debe fijarse consecuentemente con este doble objetivo. El
acontecimiento histórico está ligado a la fecha del calendario lunar, que es el nuestro
inicialmente, pero la significación natural o agrícola está determinada por el curso de
las estaciones que dependen del calendario solar. Si no tuviéramos en cuenta más que
este último, la fiesta de Pésaj podría, por ejemplo, coincidir un día con el mes de
diciembre o con el período de las grandes vacaciones. Para evitar esto es que los
Sabios han establecido un sistema preciso, aunque complejo, que debe rectificar poco
a poco los desvíos inevitables. Este sistema comprende entre otros el decimotercer mes
complementario. Confiado a la competencia del Sanhedrín, este sistema de fijación del
calendario de nuestras fiestas y de la proclamación de la Neomenia, basada en la
observación de la luna nueva por testigos oculares, se ha prolongado hasta el final del
período de los Emoritas, después del abandono de la Tierra Santa. El calendario
permanente, basado en cálculos precisos, fue instituido entonces por el Patriarca Hillél
el Joven. Pero el sistema precedente, que se apoyaba en la libre determinación y
proclamación de los representantes del Pueblo, tenía la ventaja de hacer aparecer las
fiestas como días de reunión, (mo'éd}, fijados de común acuerdo entre Dios e Israel. El
calendario permanente corría el riesgo, por el contrario, de escamotear esta cualidad
de “convocatoria santa” y de rebajar las fiestas a la categoría de una institución Sagrada
de culto a la naturaleza, si los Sabios no hubieran mantenido el día de fiesta
suplementario, {yom shení shel galuyót} a pesar de la desaparición de los motivos
originales, y salvaguardado así su carácter de fiesta espontánea, celebrada en honor a
Dios. Ver en detalle los Comentarios ofrecidos por Rabí S.R. Hirsch en Exo. XIII, 2 y la
explicación de Racanati en Com. Núm. XXVIII, 25.
8 – SIETE DÍAS. Ver sobre la significación del número siete nuestro Comentario Gén.
VIII, 2.
Bnei Isshajar responde que el Shabbat corriente puede ser calificado de Pésaj por la
razón siguiente: las dos fiestas se caracterizan por el hecho de que están determinadas
por el Cielo y no en absoluto provocadas por los méritos de la tierra. Fueron igualmente,
y esto a título de excepción, promulgadas por “la iniciativa de los poderes situados en
lo alto” {hit-‘arutá dil – ‘éla}.
17 – TRAEREIS DOS PANES. El hecho de que dos panes de harina fina deben ser
traídos a la fiesta de Shavu'ót requiere una justificación especial. El legislador ha
querido atraer nuestra atención sobre el fenómeno del dualismo que observamos desde
el momento en que apartamos nuestra mirada del recinto del monoteísmo absoluto. Del
mismo modo que las dos tablas de la ley nos muestran que el dualismo es la base
fundamental de todo lo terrenal, las dos partes del pan {sheté ha-léjem} nos hacen
comprender que en el dominio material todo está sometido a la misma ley. (Zóhar).
18 – Y JUNTAMENTE CON EL PAN PRESENTAREIS SIETE CORDEROS DE
PRIMER AÑO, SIN TACHA, Y UN NOVILLO JOVEN Y DOS CARNEROS; SERÁN
HOLOCAUSTO A ADONAI, CON SUS OFRENDAS VEGETALES Y SUS
LIBACIONES; OFRENDA IGNEA DE OLOR GRATO A ADONAI
Rabénu Chayím Ben ‘Attar señala que, si la espiga olvidada no se menciona aquí, es
porque la Toráh quiere mostrar solamente las omisiones concernientes al campo, es
decir, las de la rebusca y el rincón del campo; dicho de otro modo: dado el sacrificio del
‘Omer al comienzo de la cosecha, podría creerse que todo sacrificio sería inútil en lo
adelante; también la Toráh nos acaba de precisar que los sacrificios ligados al objeto,
es decir, al campo, serán siempre necesarios, mientras que el que se relaciona con el
sujeto, a saber la espiga, no lo es en absoluto. Ver, sin embargo, el Comentario Levítico
XIX, 9 sobre el significado de estos preceptos.
Sin embargo, Rashí hace alusión a los tres textos de oraciones que acompañan el sonar
del Shofár; la palabra {zikarón} indica la idea esencial en torno a esto, pues significa la
providencia de Dios, que no olvida y no abandona a nadie en el día de su aflicción.
Nóaj, en la historia del diluvio, ofrece la mejor prueba de esto, como hemos señalado
en el Com. Gén. VIII, 1. El capítulo siguiente se llama Shofarót, y nos indica cómo va a
ser utilizado el Shofár al final de nuestros días. El capítulo de introducción de los tres
textos se llama Maljiyót. Este capítulo contiene la exaltación de Dios sobre toda la tierra
y todos los hombres. Así, démosle prioridad a la aceptación del Reino Divino, {kabalát
‘ol maljút shamáyim}, sobre el de las Mitzvót {kabalát ‘ol Mitzvót}.
27 – EL DIA DECIMO. Es el Día del Gran Perdón. ¿Por qué fue fijado en esa fecha
precisa? Nuestros Sabios responden en el Medrásh, que la razón debe encontrarse en
el Rosh Hashanáh que la precede. Según Rabí Ell'ézer, cuya teoría es aceptada por la
Halajáh, Rosh Hashanáh es el aniversario de la creación del mundo, o más
exactamente la fecha en la cual fue creado Adám, de manera que el 25 de Elul nació el
Mundo (ciertos pensadores dicen que la idea de la creación data, del primero de Nissán,
pero su ejecución solamente de Tishrí). Esta es la razón por la cual la fecha natural del
Perdón se sitúa en Rosh Hashanáh; es la fecha que contempló la creación o aparición
del hombre, lo que nos remite a los orígenes de su formación. Hemos señalado la
misma circunstancia favorable para el hombre, cuando la Toráh nos dice en Gén. II, 8
que el hombre encuentra refugio en el Oriente, su tierra natal. La misma orientación se
vuelve a encontrar cuando la Toráh nos habla de ciudades de refugio que ubica en el
Este. (Deut. IV, 41). El hombre encuentra ahí la Patria de los refugiados. Esta
circunstancia, que favorece al hombre en la época en que vino al mundo, está separada
por diez días del Gran Perdón, el tiempo que hace falta para adquirir la fuerza del
arrepentimiento, y para ir desde el remordimiento en potencia hasta el remordimiento
en los actos. El hombre encuentra entonces el Gran Perdón, fecha en la cual Moshé
volvió antiguamente, con las segundas Tablas de la Ley entre las manos y proclamó el
Perdón Divino para el pecado del “becerro de oro”. Es en este contexto, y en el de su
venida al mundo, donde se encuentra todavía la más favorable acogida para el perdón
de sus pecados.
35 – EN EL DIA PRIMERO HABRÁ CONVOCACION SANTA. Ver. Com. Exo. XXIII, 15.
El primer día, precisa el texto: Se trata del décimo quinto día del mes y no del primero.
Nuestros Sabios han interpretado que es el primer día para la cuenta nueva de los
pecados; pues desde Yom Kipúr nuestros pecados se benefician de una moratoria, que
expira el primer día de Sucót.
Ahora bien, el octavo día es nombrado {‘atzéret}, lo cual significa “detención”; ese día
no hay más que un toro para siete corderos. Rashí comenta que la explicación en el
Medrásh Agádico es la siguiente: como todos los días de la fiesta ellos han ofrecido
sacrificios correspondientes a setenta naciones, Dios dice (a Israel) en el momento de
la partida: “Te retengo conmigo” como un rey que ha invitado a sus hijos a un festín
durante un cierto número de días: cuando llegó el momento de despedirse, dijo “Hijos
míos, les ruego que se queden conmigo un día más, vuestra partida Me es dolorosa”.
El Día de {sheminí ‘atzéret} se convirtió en Israel en un día de gozo exuberante,
realzado por la clausura de la lectura de la Toráh. Los signos exteriores de la fiesta han
desaparecido. No existen ya ni la Sucáh, ni “cuatro especies, ni sacrificios. Lo único que
existe es la alegría entre Israel y su Dios.
39 – EL DIA QUINCE DE ESTE MES SEPTIMO. Uno se pregunta por qué la Toráh
repite la Mitzváh de Sucót, después de haber ya comentado “En el quinto día de ese
séptimo mes” y por qué no da las órdenes relativas a la toma del ramillete de cuatro
especies, más que en esta repetición. La razón es que el año de la salida de Egipto, el
día de Pascuas cayó un jueves. Ahora bien, las reglas del calendario estipulan que en
ese caso el primer día de Sucót caiga un sábado. Por este motivo, la Toráh explica las
leyes de Sucót comenzando por el caso en que el primer día de esta fiesta cae un
sábado: en tal mes (“este” séptimo mes) todos los trabajos están prohibidos el primer
día de la fiesta, ya que resulta ser un sábado; y omite toda referencia a las cuatro
especies, que nos sirven el sábado (ver Com. vers. 24). Después solamente da
instrucciones relativas al décimo quinto día del séptimo mes de cualquier otro año (ver
otras interpretaciones en Hoffman, Levítico).
42 – EN CABAÑAS HABITAREIS POR SIETE MAS; TODO AQUEL QUE SEA DEL
LINAJE DE ISRAEL HABITARA EN LAS CABAÑAS,
CAPITULO XXIV
3 – AFUERA DEL VELO QUE ESTA DELANTE DEL ARCA DEL TESTIMONIO, EN
LA TIENDA DE REUNION, AHARON LA ADEREZARA (PARA QUE ARDA) DESDE
LA TARDE HASTA LA MAÑANA, DELANTE DE ADONAI DE CONTINUO:
ESTATUTO PERPETUO DURANTE VUESTRAS GENERACIONES.
7 – Y PONDRÁS SOBRE CADA ORDEN OLIBANO PURO, PARA QUE SEA POR
SAHUMERIO PARA EL PAN: COMO OFRENDA POR FUEGO SERA A ADONAI.
EL HIJO DE UNA MUJER ISRAELITA. Rashí cita además dos explicaciones de la Sifrá
y de Vayikrá Rabbá. Rabí Leví dijo: “salió” — el hijo de una mujer Israelita — ¿pero, de
dónde salió? “de su mundo”. Como está escrito, a propósito de Goliát (I Shemuel XVII,
4): “Entonces salió de los campos de los filisteos un hombre… llamado Goliát, de Gat”.
En cuanto al Sifrá, a la pregunta ¿de dónde salió? responde: “del Tribunal de Moshé”.
Pues había querido plantar su tienda de campaña en un campo de la tribu de Dan. ¿Con
qué autoridad, se le preguntó, plantarías la tienda de campaña en los campos de Dan?
Desciendo de Dan por las mujeres — respondió él. Se le contestó que el texto precisa:
Cada uno bajo su bandera, de acuerdo con los signos de su casa paterna, así
acamparán los hijos de Israel” (Núm. II, 2). Se dirigió al tribunal de Moshé, quien lo
condenó. Fue en ese momento cuando debió producirse su blasfemia. Lo más difícil de
explicar, es el razonamiento de Rabí Leví: “puesto que el hombre es un microcosmo, el
hecho (para el hijo de mujer Israelita) de haber salido “de su mundo” significa que salió
de ahí de su condición de microcosmo; la exasperación lo ha hecho de alguna manera
“salirse de sus casillas” (Rabénu Bajyáh); al blasfemar a Dios, se rebajó al estado de
animal, y aún más bajo, de manera que no tenía derecho ni siquiera a llamarse hombre
(considerado como microcosmo) ya que se habría pervertido y apartado gravemente de
la condición humana (Matanát Ke-hunáh). Salió de su mundo, a saber, de la residencia
gloriosa del Altísimo, que se oculta [se desaparece] (= “mit-‘além”, de la misma raíz que
“Olám” = Mundo) cubriendo los mundos que ha creado. (Rabí David Lúria sobre el
Medrásh Rabbá.) El hecho de que la blasfemia equivale a la desaparición de Dios en
el hombre, a la transformación del hombre en algo inhumano, ha sido explicado
claramente por el Séfer Hajinúj. La base de la prohibición de la blasfemia contra Dios,
es que el hombre se vacía de todo bien a través de esta mala palabra, y todo el prestigio
de su alma se vuelve maléfico. Heló ahí comparable a las bestias, pues por la misma
razón que el Eterno lo había distinguido y convertido en un hombre — por el don de la
palabra que lo diferencia del género animal — se distingue ahora en el sentido negativo,
para mal, y se excluye completamente de todo dominio de la conciencia,
transformándose en un gusano repugnante y asqueroso, e incluso inferior a esto.
También la Toráh nos ha puesto en guardia contra este pecado: pues Dios desea
nuestro bien, y toda palabra que provoca una reducción de nuestro bien es contrario a
Su Santa Voluntad. (Sección Mishpatím, Mandamiento LXX). En el lugar en que este
asunto — la salida del hombre de su mundo y su despojamiento de todo su prestigio —
se relata, es el Levítico, y confirma esta concepción del Séfer Hajinúj. Rabí Yisják
‘Arama, autor del Akedát Yisják lo ha subrayado, mostrando, cómo el blasfemo está en
contradicción absoluta con todo el contenido de las Sidrót precedentes. Así como Rabí
Naftalí Hertz Wesseley dijo en el Biúr: La razón por la cual este relato aparece ahí, se
debe a que el Levítico, desde sus comienzos hasta nuestros días, sólo se ocupa de
cuestiones relacionadas con la santidad: santidad de los sacrificios, alejamiento de las
impurezas, relaciones prohibidas, fiestas santas de Dios, y toda la sección “Kedoshím”;
además, después de ocuparse de la santidad del cuerpo y de los preceptos
relacionados con ella, pasa a ocuparse de la santidad del país como son el año sabático
y el año del jubileo. Ahora bien, la sección Kedoshím comienza por “A cada uno {ish},
madre y padre, reverenciaréis” (XIX, 3): el Hombre, creado a la imagen de Dios, cuya
voluntad suprema se realiza con la colaboración de los padres —los cuales participan
en su creación — está obligado a respetar y a honrar a sus padres. Del mismo modo,
el pasaje sobre los castigos (XX,9) comienza por la frase: “El que {ish, ish} insulte a su
padre o a su madre será condenado a muerte”; pero la blasfemia contra Dios no está
ni prohibida ni castigada, aunque este pecado sea todavía más grave que el insulto a
los padres, ya que no corresponde a la dignidad del Altísimo ponerse en guardia contra
la blasfemia del Nombre tan honrado y respetado, por lo cual es incuestionable que los
hijos de Israel, que conocen al Eterno, lo maldigan. Es en efecto inverosímil que,
sabiendo que Él es el Único, que dé El procede todo, y que nadie debería oponérsele,
se Le maldiga… a menos que la persona haya enloquecido. Tampoco la prohibición de
insultar a Dios se menciona. Y sin embargo este escándalo se produjo, como lo cuenta
la Toráh, en un contexto que se presta a ello particularmente. La cuestión planteada por
Moshé y la respuesta que recibe nos enseñan — en forma de relato — la manera de
tratar un caso semejante.
EN MEDIO DE LOS HIJOS DE ISRAEL. Esto nos enseña, dice Rashí, que él se había
vuelto judío. Sobre esta aseveración, como sobre la del Medrásh Rabbá según la cual
este hombre era {mamzér}, un judío bastardo, véanse las observaciones del Malbím:
un hombre que blasfema contra el Eterno no puede ser sino un individuo que no tiene
sangre judía en las venas. (Ver también Najmánides, Don I. Abarbanel, etc.).
21- DE MANERA QUE EL QUE MATARE UNA BESTIA HARÁ RESTITUCION; MAS
EL QUE MATARE A UN HOMBRE, SERA MUERTO.
23 – ASI HICIERON LOS HIJOS DE ISRAEL. Aunque las disputas se entablaran entre
judíos y el hijo de una madre judía, los hijos de Israel no buscaron ninguna conciliación,
sino que ejecutaron al blasfemo, como le había ordenado el Eterno a Moshé.