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Pa r a s h a t Va y ji

VAYJI

28 – Y YACOB VIVIO EN LA TIERRA DE EGIPTO DIEZ Y SIETE AÑOS; Y FUERON


LOS DIAS DE YACOB, LOS AÑOS DE SU VIDA, CIENTO CUARENTA Y SIETE
AÑOS.

28 – Y YACOB VIVIO…: La Sidrá que relata la muerte de Yacob tiene por título: Yacob
vivió. De igual modo, la que cuenta la muerte de Sara se titula: {Jayè Saràh} “la vida de
Sara”. “Los justos siguen viviendo más allá de la tumba”, dirán los Sabios (Ber. 18b),
gracias al ejemplo que nos dan y al patrimonio espiritual que le legan a la posteridad.
Por esta razón, como dice Rashí en XLIX, 33, Yacob, nuestro padre, no ha muerto”.
Esta última Sidrá del Libro del Génesis proyecta sobre el final de la vida de Yacob la
dulce luz del crepúsculo. La existencia del Patriarca se ha visto sacudida varias veces
por violentas tempestades y sus propias bases se han tambaleado. Ahora, tendido en
su lecho de muerte, Yacob les concede a sus hijos la suprema bendición. Está en paz
con Dios y ya no teme a la muerte. “¡Quiero dormir con mis padres!”, dice. A través de
sus últimas palabras, oímos la siguiente oración: “¡En tu salvación espero, Señor!” Pues
él sabe que nunca podrá alcanzar su meta sin la ayuda de Dios. También está en paz
con sus semejantes: Esav, Labán, Dinah y Yosef. ¡Qué acumulación de luchas,
sufrimientos y penas ha supuesto para él cada uno de estos dramas! Sin embargo,
Yacob muere prodigando bendiciones. Sus comienzos han sido los de un “hombre
tranquilo morador de tiendas”, pero que nunca se ha apartado de las cosas de este
mundo. Desde luego, Yacob no ha sido infalible, pero posee una virtud que muy pocos
hombres tienen: la de ver en cada prueba enviada por el destino el bien que encierra
de cara al futuro. Así pues, ha errado y tropezado, pero siempre ha vuelto a recuperar
su nivel de perfección moral. Su admirable entereza se ha forjado en el yunque del
sufrimiento. El Zohar dice que Yacob pasó en la tierra de Egipto los mejores años de
su vida. Allí, libre por fin de preocupaciones, disfrutó de una existencia tranquila, de la
paz familiar y de los homenajes que le tributaron los egipcios gracias al prestigio del
que Yosef gozaba entre ellos. Además, tuvo también el placer de ver a su familia “crecer
y multiplicarse sobremanera”, como nos lo ha indicado el anterior versículo. La relación
directa que existe entre este hecho y la “verdadera vida” que Yacob tuvo por fin el
privilegio de vivir en Egipto, explica, según el Zohar, la ausencia de separación entre
las dos secciones, cosa muy excepcional en la Escritura.
Rashí invoca dos motivos distintos para explicar esta falta de solución de continuidad:
“Después de la muerte de Yacob, los ojos y el corazón de Israel “se cerraron”, como la
nueva sección que, al estar encadenada a la anterior carece de apertura, debido a los
sufrimientos de la esclavitud, pues ya empezaban a esclavizarlos”. Esto alude
forzosamente a la servidumbre espiritual, puesto que, Rashí indica en Ex. VI, 16 que la
esclavitud propiamente dicha no empezó antes de que murieran todos los jefes de tribu.
El segundo motivo invocado es el siguiente: “Yacob quería revelarles lo que iba a
suceder al final de los tiempos, pero se le “cerró” la visión. (Véase al respecto nuestro
Comentario en XLIX, I).

S.R. Hirsch profesa, sin embargo, una opinión muy distinta. Dice lo siguiente:
Hubiéramos podido pensar que los diecisiete años de vida apacible que Yacob pasó en
Egipto constituyeron la época más importante de su existencia y que, por lo tanto,
merecían figurar en un capítulo aparte, separado de los demás. Por el contrario, la
Torah sitúa esta época feliz en la prolongación de los años de sufrimientos y
tribulaciones, sin señalar en absoluto la transición. Esto es porque los años de
sufrimiento fueron los que le permitieron a Yacob convertirse en Israel y preparar a su
familia a su futura vocación mesiánica. Desde el punto de vista nacional, aquellos años
tan difíciles fueron los que más importancia tuvieron, mientras que los años felices
vienen a ser como el coronamiento de la existencia del Patriarca, pero sólo desde una
perspectiva puramente individual. Por eso la Escritura los presenta como la simple
consecuencia natural de toda la vida anterior.

DIECISIETE AÑOS: Yosef era el vivo retrato de su madre. Cada vez que Yacob le
miraba, le parecía ver a Raquel, su amada esposa, que le había sido arrebatada
prematuramente. Por esta razón, el Patriarca se sentía inmensamente feliz cuando
tenía a Yosef a su lado. Pero cuando Yosef cumplió los diecisiete años, el destino se lo
arrebató también. (XXXVII, 2), y, desde entonces, Yacob lloró, día tras día, su felicidad
perdida. Por este motivo, el Eterno quiso compensarle de todos sus sufrimientos
concediéndole, al final de su vida, otros diecisiete años en compañía de su hijo Yosef.
(Zohar). Desde luego, puede resultar sorprendente que los mejores años del Patriarca
hayan sido los que pasó en el Exilio, tras abandonar la Tierra Prometida. Pero este
hecho nos permite comprender mejor las observaciones iniciales que Rashí hace sobre
la Sidrá y que ya hemos mencionado más arriba: A pesar de la vida feliz y
despreocupada que los hijos de Israel llevaron en Egipto, a pesar de la bendición que
les aseguró aquel “crecimiento prodigioso”, sus “ojos y sus corazones se cerraron”, es
decir, que se replegaron sobre sí mismos a causa de “la servidumbre espiritual” que los
amenazó desde su llegada a Egipto; y, por otra parte, el don visionario del Patriarca
empezó a debilitarse hasta el punto de que no pudo revelarles a sus hijos el porvenir.
Pues si la vida acomodada y las riquezas materiales son patrimonio de las naciones del
mundo, la inspiración profética y la luz de la verdad son prerrogativas de la Tierra Santa.
La Sidrá de {Vayetzè} nos ofrece un ejemplo análogo. No está subdividida en párrafos
ni en {Parashàh Petujàh}, ni en {Parashàh Setumàh}; y, por ende, se presenta como
una “sidrá cerrada”. Su contenido se refiere al primer viaje que el Patriarca efectúa fuera
de la Tierra Prometida con el propósito de fundar un hogar. Sus hijos nacen y crecen
en tierra extraña, pero, a la hora de educarlos, Yacob “cierra los ojos y el corazón” a su
entorno pagano. El Patriarca vuelve obstinadamente sus pensamientos y sus miradas
hacia la Tierra de sus antepasados.

Y FUERON LOS DIAS DE YACOB LOS AÑOS DE SU VIDA: Al principio de este


capítulo, Najmánides, fiel a la tesis que hemos expuesto anteriormente (XLIII, 14)
explica que el “descenso” de Yacob a Egipto es una anticipación del “descenso” de su
posteridad a la tierra de exilio en la que nos encontramos actualmente: El Imperio
Romano, llamado también Edom. La analogía se extiende a una serie de circunstancias:
en ambos casos, fué “el odio gratuito entre hermanos” lo que provocó el destierro. Al
igual que Yacob, quien creía dirigirse hacia el país de un rey amigo, Agripa, el último
rey de la Palestina judía, marchó a la corte romana para estar junto a Cayo Calígula,
que era íntimo amigo suyo. En cuanto a los habitantes de la Jerusalem sitiada, fueron
hechos cautivos a causa del hambre; y el hambre fué también lo que obligó a la familia
de Yacob a emigrar. En los dos casos, el exilio se prolongó mucho más de lo que se
podía prever, y “su término permaneció oculto.” No obstante, el profeta Isaías ha
anunciado el día en que “traerán… a todos vuestros hermanos de entre todos los
pueblos, a caballo, en carros, en literas… a Mi Santo Monte, en Jerusalem” (Hoshe`a.
LXVI, 20); de igual modo, los egipcios llevaron finalmente los restos mortales de Yacob
a la Tierra Santa con los más grandes honores.

CIENTO CUARENTA Y SIETE AÑOS: El número pequeño, 47, precede en el texto al


más importante, 100, lo cual es contrario a la regla general. Esto es para colocar el
número 47 junto a las palabras {Shenè jayàv}, que designan los años durante los cuales
Yacob “vivió verdaderamente”, es decir, feliz, ‘gracias a la presencia de Raquel o a la
de Yosef. El total de estos años fué de cuarenta y siete, como lo indica Rabi Haim Ben
Attar.

29 – SE ACERCARON ENTONCES LOS DIAS EN QUE ISRAEL HABIA DE MORIR,


POR LO CUAL LLAMO A SU HIJO YOSEF Y LE DIJO: “SI ES QUE HE HALLADO
GRACIA EN TUS OJOS, RUEGOTE QUE PONGAS TU MANO DEBAJO DE MI
MUSLO, Y USES CONMIGO VERDADERA MISERICORDIA. RUEGOTE NO ME
SEPULTES EN EGIPTO.
29 – SE ACERCARON ENTONCES…: “Cuando la Torah dice de alguien que se acerca
a la muerte, quiere dar a entender que no alcanza la edad de sus padres” (Rashí). Este
verbo sugiere, por lo tanto, que va a llegar prematuramente. Véase nuestro comentario
en XLVII, 9 sobre los motivos por los cuales Yacob no alcanzó la edad de sus
antepasados.

LOS DIAS EN QUE ISRAEL: En el versículo anterior que trata de la vida del Patriarca,
el texto designa a éste con el nombre “Yacob” mientras que aquí a propósito de su
muerte, le llama “Israel”. El contrario hubiera resultado más lógico, ya que la Escritura
suele emplear el nombre “Yacob” cuando el Patriarca se encuentra en un estado de
debilidad, y el nombre “Israel” en el caso opuesto. Por esta razón, Rabi Yoséf explica
que, enfocados desde la perspectiva de su próxima muerte, todos “los días” de la vida
del Patriarca se nos aparecen como rodeados por la aureola de gloria que confiere el
nombre “Israel”. Lo que significa que, a la hora de su muerte, este santo varón
comparecerá ante el Juez de los Cielos con el título de nobleza más alto que posee.
(Zohar).

HABIA DE MORIR: ¿Cómo supo que iba a morir? Tenía por entonces 33 años menos
de los que tenía su padre cuando murió; ¿no está escrito acaso que cuando un hombre
se acerca a la edad a la que murieron sus padres, debe estar preocupado cinco años
antes y cinco años después? (Rashí XXVII, 2). Lo que ocurre, dice Najmánides, es que
sintió sus fuerzas declinar y su cuerpo debilitarse, sin estar realmente enfermo. Nada
hay más alejado de la verdad, replica Rabi Haim Ben Attar; la debilidad física no
constituye una prueba de la proximidad de la muerte. Pero los justos son capaces de
detectar ciertos síntomas durante los treinta días que preceden su fin, es decir desde
el momento en que se decreta su muerte en las esferas celestiales. La imagen de Dios
que ven reflejada en el rostro humano empieza a oscurecerse a partir de entonces.

SI ES QUE HE HALLADO GRACIA A TUS OJOS RUEGOTE…: El anciano se torna


suplicante ante su hijo e implora su gracia, (Na) tres veces en la misma frase. Esto
demuestra la importancia excepcional que le concede a la plegaria que va a formular.
Yacob no quiere que en ningún caso y bajo ningún pretexto se le entierre en Egipto, ni
siguiera a título provisional. Esta voluntad suya le ha sido dictada por varias razones.
Por un lado, desea dejar bien sentado, ante los egipcios, que la familia de Israel no se
considera aún de nacionalidad egipcia, y que su corazón sigue perteneciendo a su
antigua patria. Además, desea anclar en el corazón y la mente de sus hijos – y también
de su posteridad, hasta el final de las generaciones – la convicción de que su verdadero
patrimonio no es otro que la Tierra Prometida. Ningún medio podía servir más
eficazmente este propósito que el que consistía en trasladar a Canaán sus restos
mortales. Yacob sabía que, de esta manera, era posible crear lazos sentimentales
indestructibles entre el país en el que descansaban los antepasados y la familia de sus
descendientes, fuese cual fuese su país de residencia. Sabía que estos
experimentarían el deseo de ir a inclinarse, periódicamente, ante la sepultura de sus
padres y de defender contra sus enemigos la tierra donde se encontraban las tumbas
de los tres Patriarcas, Abraham, Isaac y Yacob. La medida decidida por Yacob era tanto
más urgente cuanto que sus hijos habían empezado ya a “dejarse poseer por la tierra
de Goshen” como lo ha indicado ya el texto anteriormente (véase el comentario del
versículo 27). Corrían el riesgo de verse influidos profundamente por la vida que
llevaban en Egipto. No tardarían en confundir el Nilo con el Jordán, y dejarían de
considerar su estancia en Egipto como un Galut (exilio). Los argumentos invocados por
Rashí para explicar la decisión del Patriarca son, sin embargo, muy distintos. Según él,
a Yacob le repelía la idea de ser enterrado en un país “cuya tierra iba a convertirse en
gusanos” en la época de las diez plagas. Esta explicación nos deja entrever el deseo
que tenía el Patriarca de proteger sus restos mortales contra la acción destructora de
los insectos roedores. Y esta preocupación de Yacob es, a su vez, reveladora del
concepto que tenía del cuerpo, pues el cuerpo era, según él, la envoltura del alma, la
cual procede de las esferas celestiales, y como tal, merece ser tratado, incluso más allá
de la muerte, con la mayor consideración. Sus hijos, que entendieron la lección,
dedicaron los restos mortales de su padre toda la solicitud y la veneración de lo que
fueron capaces (véase el comentario del capítulo L, v. 2). Su forma de tratar el cuerpo
del difunto se ha convertido en uno de los aspectos fundamentales de la tradición judía.

Otro de los motivos que tenía el Patriarca para no querer ser enterrado en Egipto es el
que Rashí expresa de la manera siguiente: “No quisiera que los egipcios me rindan un
culto idólatra.” Pero, ante todo, lo que Yacob deseaba era poder descansar en Tierra
Santa, pues sabía que su suelo les aportaba a los muertos la paz eterna. Rashí cita al
respecto una sentencia del Talmud (Ket. 111b) que expresa esta verdad en los
siguientes términos: Los muertos que están fuera de Tierra Santa sólo resucitarán a
costa de los sufrimientos provocados por las migraciones subterráneas que habrán de
efectuar para llegar a ella. Aunque no tenemos la pretensión de interpretar con exactitud
el sentido de esta metáfora, creemos lícito admitir que el cuerpo humano aspira por
naturaleza a reunirse con su tierra de origen y que sufre cuando permanece alejado de
ella. “El polvo vuelve a la tierra, allí donde estaba, y el espíritu se torna a Dios quien le
ha dado.” (Eclesiastés XII, 7). Esta tendencia natural a volver a los orígenes es común
a todos los elementos de la Creación.

Ahora bien, cuando Dios creó al hombre “del polvo de la tierra”, tomó este polvo del
lugar donde se alzó ulteriormente el altar del Templo de Jerusalem, como nos lo enseña
una tradición bastante difundida (Leyes del santuario Cap.2). Allí se encuentra el
“ombligo del mundo” y el punto de origen de la criatura. Esto nos permite comprender
porque es precisamente en aquel lugar y en sus contornos donde los restos mortales
del hombre encuentran, más que en cualquier otra parte, la paz y el descanso que
anhelan.

Es importante que conozcamos todos estos motivos, concluye el Zohar, pues, si no


existieran, hubiera sido más lógico, dado los sentimientos paternales del Patriarca, que
dejase su sepultura junto a sus hijos y a sus descendientes. Hubiera sido para ellos un
objeto de consuelo y protección en medio de los sufrimientos y de las calamidades que
el exilio egipcio iba a infligirles.

RUEGOTE QUE PONGAS TU MANO DEBAJO DE MI MUSLO: Alude al miembro de la


circuncisión. En la época de los Patriarcas, esta mitzvá constituía el único objeto
sagrado que poseían, y la costumbre de prestar juramento sobre él perduró hasta el día
de la promulgación de la Torah. (P.R. Eliezer, 39). Sin embargo, debido a un sentimiento
de pudor bastante natural, Yosef se abstuvo de hacer el gesto que le pedía su padre y
se limitó a prometerle que cumpliría su deseo. (Targ. Yonatán). En una situación
bastante análoga, Eliezer, el esclavo de Abraham, puso su mano debajo del muslo de
su amo, según consta en la Escritura (capítulo XXIV, v. 9); pues él no experimentaba
los sentimientos que pueden cohibir a un hijo.

Y USES CONMIGO DE VERDADERA MISERICORDIA: “Con verdad”: es decir,


revélale al Faraón lo que te he dicho, no trates de ocultar con burdos pretextos los
verdaderos motivos que han inspirado las últimas voluntades de tu difunto padre. “Con
benevolencia”, pues será la última prueba de afecto filial, la que le compensará a Yacob
de todas las decepciones de las que sus hijos han sido responsables, de todas las
deserciones cometidas por ellos. Verdad y benevolencia, he aquí el testamento de
Yacob y la divisa que guiará la conducta de sus hijos en el futuro, la que les servirá de
brújula a lo largo de los años de opresión. (S.R. Hirsch).

30 – SINO QUE DESCANSE CON MIS PADRES, ASI QUE TU ME LLEVARAS DE


EGIPTO, Y ME SEPULTARAS EN EL SEPULCRO DE ELLOS. Y EL RESPONDIO:
“YO HARE CONFORME A TU DICHO.”

30 – SINO QUE DESCANSE CON MIS PADRES: Hemos indicado ya en el comentario


del capítulo XXV, v.8, que esta expresión no alude al hecho material de la sepultura,
sino al descanso del alma. Ahora bien, esta parte de la frase precede la secuencia en
la que Yacob le da a su hijo la orden de transferir sus restos mortales y de enterrarlos
en la sepultura familiar. El Midrash Hagadá infiere de ello que: el descanso del alma
precede el del cuerpo. El alma “se reúne con las de los antepasados”, sea cual sea el
lugar donde reposa el cuerpo.
31- MAS EL DIJO: “¡JURAMELO!” Y SE LO JURO. ENTONCES ISRAEL SE
INCLINO SOBRE LA CABECERA DE SU CAMA.

31 – “¡JURAMELO!”: Esto no significa que Yacob sospechaba que su hijo no cumpliría


su palabra. Si le hizo jurar fué porque sabía que el favor que le pedía constituía una
afrenta para el país que le había brindado su hospitalidad. Quiso pues que su hijo se
sintiese atado por un juramento solemne que pudiese invocar en el caso de que, a la
muerte de su padre, tuviese que enfrentarse con una negativa por parte del Faraón. Y,
efectivamente, lo que Yacob había previsto se realizó. El Faraón accedió a la instancia
de Yosef sólo porque éste le mencionó el juramento que le había prestado a su padre.
(Najmánides). He aquí lo que dice Rashí al respecto. “De no ser por tu juramento, no te
daría mi consentimiento.” El Faraón tenía miedo de decirle: Viola El juramento. Pues
Yosef le hubiera contestado entonces: Si ha de ser así, también violaré la promesa que
te hice de no revelar el hecho de que tu ignoras la lengua santa, mientras que yo
conozco esta lengua además de las setenta exigidas, como está escrito en el Tratado
Sotá”. (L.6).

ISRAEL SE INCLINO SOBRE LA CABECERA DE SU CAMA: Según el Talmud (Megg.


16b), “la cabecera” alude aquí a Yosef. El anciano Patriarca rindió honores al que
estaba entonces “a la cabeza” de sus descendientes, y Rashí cita al respecto el
siguiente refrán: “Inclínate ante el zorro, cuando le llegue su hora”. Pues Yosef era el
único de sus hijos que tenía el poder de cumplir su última voluntad. Sea lo que fuere,
así pudo realizarse uno de los sueños que Yosef había tenido hacía ya 39 años, el
sueño en el que veía al sol, es decir, a su padre inclinarse ante él. Este gesto de Yacob
constituye el homenaje supremo del Patriarca al virrey de Egipto quien acaba de
comprometerse a prestarle un servicio en el que arriesga el favor del Faraón. Pero
también podemos interpretar esta prosternación como una expresión de gratitud hacia
Dios pues, como lo indica Rashí, los enfermos suelen sentir sobre su cabeza la
presencia de la Shejiná. El Midrash Rabbá nos da otra interpretación más de esta frase
que ya hemos citado en nuestro comentario del capítulo XXIX, v. 30.

CAPITULO XLVIII

1 – Y ACONTECIO, DESPUES DE ESTAS COSAS, QUE SE LE DIJO A YOSEF: “HE


AQUI, TU PADRE ESTA ENFERMO”•’ Y EL TOMO CONSIGO A SUS DOS HIJOS,
MENASHEH Y EFRAYIM.

1 – Y ACONTECIO, DESPUES DE ESTAS COSAS: Esta fórmula suele aludir no sólo


a “hechos” propiamente dichos sino también a “reflexiones”. En este caso, las
reflexiones son las que obsesionaban al Patriarca desde el momento de su llegada a
Egipto. Yacob se preguntaba si iba a morir en aquel país y ser enterrado allí y si sus
hijos iban a establecerse definitivamente en aquella tierra y perderse entre su población.
El juramento de Yosef disipó estas graves preocupaciones. Gracias a él, el Patriarca
comprendió que la promesa que el Eterno le había hecho, se realizaría puntualmente.
“Subiré de Egipto contigo y Yosef te cerrará los ojos”. Fué después de estas reflexiones
tranquilizadoras cuando Yacob cayó enfermo, lo cual le hizo comprender que la hora
de su muerte estaba ya cercana. (Midr. Hagadàh).

QUE SE LE DIJO A YOSEF: Rashí explica: “Un mensajero le trajo la noticia. Algunos
dicen que era Efrayím, quien solía estudiar junto a Yacob. Cuando éste cayó enfermo
en Goshen, marchó a la capital para anunciárselo a su padre.” Podemos deducir de
ello, dicen los Tosafistas, que Yosef no acostumbraba a estar con su padre. Pues temía
que le hiciese preguntas sobre las circunstancias de su venta como esclavo en Egipto,
y que estas preguntas le obligasen a denunciar el incalificable comportamiento de sus
hermanos. Quería evitar ante todo que su padre los maldijera, cosa que hubiera
acarreado la destrucción de la familia. ¿Acaso no había perdido a su madre, estando
ella aún en la flor de la edad, a causa de una palabra imprudente que su padre había
pronunciado a la ligera? (XXXI, 32).

HE AQUI, TU PADRE ESTA ENFERMO: “Siete prodigios se han producido en el mundo


después de la creación del Cielo y de la Tierra. El cuarto fué un fenómeno natural, el
de la enfermedad. Desde la Creación, ningún hombre había padecido nunca ninguna
enfermedad antes de su muerte. (Véase Tos. B.B. 16b). Se hallase donde se hallase,
de camino hacia algún lugar o incluso en un mercado, se limitaba a estornudar y moría
en el acto. Pero Yacob imploró al Eterno diciéndole: “¡Amo del mundo! No permitas que
te devuelva mi alma antes de haber tenido tiempo de hacer penitencia y de dictarles
mis últimas voluntades a mis hijos.” El Eterno accedió a su ruego y le infligió una
enfermedad pocos días antes de su muerte. Las naciones descubrieron entonces con
asombro este fenómeno. Y, desde entonces, tenemos la costumbre de desearle a
nuestro prójimo buena salud cuando le oímos estornudar, para que esta reacción
repentina y convulsiva no tenga efectos mortales.” (P. de R. Eliezer 52; 230, 7).

Y EL TOMO CONSIGO A SUS DOS HIJOS: Como sabía que su abuelo Isaac había
esperado el momento en que sintió su muerte cercana para bendecir a sus hijos, Yosef
tomó entonces a sus dos hijos para que pudiesen beneficiarse al mismo tiempo que él
de la suprema bendición de su padre. Las últimas advertencias también suelen
pronunciarse durante los días que preceden la muerte, por los cuatro motivos indicados
por Rashí. (Deut. I, 3). Yosef deseaba asegurar, a través de su propia posteridad, la
continuidad de la gran tradición familiar. Este ardiente anhelo le incitó a llevar a sus
hijos ante su padre con el fin de que, antes de morir éste, recibiesen su bendición y,
con ella, la de sus antepasados Abraham e Isaac. Esta escena en la que vemos a un
padre tener la alegría de presentarle sus hijos a su propio padre y de hacerlos bendecir
por él constituye la apoteosis de la vida de Yosef y le ofrece a cada padre judío la
estampa ideal de la armonía perfecta que existe entre las generaciones pasadas y
futuras cuando las unen las mismas santas aspiraciones. En cuanto a Yosef, la
bendición que Yacob les concedió a sus hijos debió proporcionarle una inmensa
satisfacción después de la lucha heróica que había tenido que mantener en Egipto para
salvaguardar la fe ancestral dentro de su propio hogar.

2 – Y SE DIO AVISO A YACOB, DICIENDO: “HE AQUI TU HIJO YOSEF VIENE A


TI.” ESFORZOSE, PUES, ISRAEL, Y SE SENTO SOBRE LA CAMA.

2 – ESFORZOSE, PUES, ISRAEL: Se preparó a recibir la inspiración profética para


dispensar su bendición paterna. Desde que vivía en el destierro, la inspiración se le
presentaba sólo en medio de las tinieblas y de forma intermitente, como un relámpago
que cruza la noche. Pero se hizo más luminosa cuando se fué acercando la muerte,
como la llama de una vela que aumenta de pronto antes de apagarse definitivamente.

3 – ENTONCES DIJO YACOB A YOSEF: “EL DIOS OMNIPOTENTE ME APARECIO


EN LUZ, EN LA TIERRA DE CANAAN, Y ME BENDIJO.

3 – EL DIOS OMNIPOTENTE ME APARECIO EN LUZ: La palabra {ve`atà} que


encabeza el versículo 5 da a entender claramente que el privilegio de primogenitura
concedido a Yosef mediante la investidura de sus dos hijos como jefes de dos tribus
distintas, debe hallar su justificación en la explicación de los versículos que lo preceden.

4 – Y DIJOME: “HE AQUI QUE YO TE HARE FECUNDO Y TE MULTIPLICARE, Y TE


CONSTITUIRE EN CONGREGACION DE PUEBLOS; Y DARE ESTA TIERRA A TU
SIMIENTE DESPUES DE TI POR POSESION PARA SIEMPRE.

4 – TE CONSTITUIRE EN CONGREGACION DE PUEBLOS: “Dios me ha anunciado


que de mí saldría una congregación de pueblos. Aunque Él me dijo: Un pueblo y una
congregación de pueblos (XXXV, II). El pueblo es Benjamín, pues los demás hijos
habían nacido ya cuando Yacob tuvo esta revelación. Y la congregación de pueblos
designa dos pueblos que han de sumarse al de Benjamín. Ahora bien, desde aquella
revelación, no he vuelto a tener hijos. He comprendido pues que una de mis tribus habrá
de subdividirse en dos. Y, ahora, este privilegio, yo te lo concedo a ti.” (Rashí).

Hemos expuesto ya, en nuestro comentario del capítulo XXXV, 23, los motivos por los
cuales Yacob quiso atribuirle a Yosef dicho privilegio. Cabe añadir que, de manera
general, Yacob procuró siempre hacer prevalecer el mérito personal sobre el privilegio
que otorga el nacimiento. Véase, más lejos, el comentario de los v. 14 y 20.
Por último, no debemos perder de vista que Leví, el tercer hijo de Yacob había sido
destinado por su padre, desde hacía ya mucho tiempo, a la celebración del Culto Divino;
por los motivos indicados en el comentario del capítulo XXVIII, v. 22. La tribu que
procediese de él, quedaría pues excluida del reparto territorial de la Tierra Prometida
(Deut. XIV, 27). De esta manera, el número doce que era el número de tribus entre las
cuales había de efectuarse el reparto como se había dispuesto desde los orígenes;
véase el comentario del capítulo XXXV, v. 22, estaba preservado. En otras palabras,
Yacob quiso restablecer el número doce poniendo a Menashé y a Efrayìm en el lugar
de Leví y del mismo Yosef, ya que, como lo explica Rashí en el capítulo L, v. 13, este
último no debía figurar entre las doce tribus.

5 – AHORA PUES, TUS DOS HIJOS, EFRAYIM Y MENASHEH, QUE TE NACIERON


EN LA TIERRA DE EGIPTO ANTES QUE YO VINIESE A TI A EGIPTO, SON MIOS;
COMO REUVEN Y SHIM`ON, MIOS SERAN.

5 – EFRAYIM Y MENASHEH: El valor numérico de estos dos nombres corresponde al


de {Reuvén ve Shim’ón} (Ba`al ha-Tùrim). Los dos hijos de Yosef gozaron de los
mismos derechos que los hijos de Yacob y, durante las peregrinaciones de Israel a
través del desierto, sus dos tribus tuvieron su propio estandarte.

6 – MAS TUS HIJOS QUE HAYAS ENGENDRADO DESPUES DE ELLOS, SERAN


TUYOS; SERAN LLAMADOS CON EL NOMBRE DE SUS HERMANOS EN SU
HERENCIA.

6 – MAS LOS HIJOS QUE HAYAS ENGENDRADO DESPUES DE ELLOS…: No


formarán tribus nuevas y no llevarán nombres particulares, sino que se incorporarán a
las de Efrayìm y Menashéh. Rashí estima, en efecto, que el territorio se repartió “en
función del número de hombres” es decir, que todos recibieron partes iguales excepto
los primogénitos que recibieron doble porción y fueron los únicos en heredar el título y
el nombre del fundador de la tribu. Según esto, la distinción que Yacob establece aquí
es puramente honorífica. Pero Najmánides no comparte el punto de vista de Rashí. El
mantiene que el país fué dividido en doce partes iguales y que dos de ellas les
correspondieron a Efrayím y Menashéh debido a la primogenitura que le habían
atribuído a su padre, Yosef. En cambio, los descendientes de los otros hijos de Yosef
recibieron una sola parte de acuerdo con la norma de reparto en vigor, es decir, “según
el número de hombres”. (Números XXVI, 54); norma que se aplicaba a las familias, pero
no a cada tribu considerada globalmente. Además, contrariamente a Rashí, Najmánides
e Ibn Ezrá opinan que Yosef tuvo otros hijos después de Efrayìm y Menashéh.
7 – EN CUANTO A MI, CUANDO HUBE VENIDO DE PADAN, SE ME MURIO
RAQUEL EN LA TIERRA DE CANAAN, POR EL CAMINO, FALTANDO TODAVIA
ALGUN TRECHO PARA LLEGAR A EFRATH; Y LA ENTERRE ALLI EN EL CAMINO
DE EFRATH (LA CUAL ES BETH-LEJEM).

7 – CUANDO HUBE VENIDO DE PADAN: Esta frase, que no parece tener relación con
el tema desarrollado hasta ahora, ha sido explicada por Rashí de la manera siguiente:
“Bien sé que te impongo grandes molestias pidiéndote que me lleves a Canaán para
enterrarme allí, a pesar de que yo no hice lo mismo por tu madre, y sin embargo, ella
murió muy cerca de Beth-lèjem…Pero has de saber que si la sepulté en aquel lugar fué
por orden de Dios, para que pueda socorrer a sus hijos cuando Nabucodonosor se los
lleve camino del destierro y pasen por allí. Raquel saldrá entonces de su tumba y llorará
e implorará para ellos la Misericordia Divina, como está escrito en el Libro de Jeremías
(XXXI, 15). La palabra {badèrej… “en el camino”} alude a la ruta de aquel exilio futuro.
Para Najmánides, sin embargo, el motivo alegado por Yacob para justificar el hecho de
no haber enterrado a Raquel en la sepultura familiar de Majpelá, es muy distinto; puede
deducirse del mismo texto bíblico y de su manera de recalcar que Raquel murió
repentinamente “en el camino”. Confrontado con las enormes dificultades que implicaba
el tener que hacerse cargo de una familia tan numerosa y de un ganado tan
considerable, Yacob, que, por otra parte, carecía en el camino de medios apropiados
para trasladar los restos mortales de su esposa con todos los honores que le debía,
renunció a efectuar este traslado. No obstante, declara Najmánides, estos argumentos
aducidos por el Patriarca eran sólo los motivos aparentes de la decisión que había
tomado, los que le sirvieron de pretexto. Las verdaderas razones, que hemos expuesto
en nuestro comentario del capítulo XXXV, v. 18, se sitúan en un plano totalmente
distinto, y nos permiten comprender, al igual que la explicación de Rashí citada más
arriba, que el hecho de haber inhumado a Raquel “al borde del camino” tenía un
significado profundo. Es por ello por lo que Yacob no pudo acceder al deseo expresado
por Yosef (Pesiktá R.) de trasladar el cuerpo de su madre a la Cueva de Majpelá.

8 – ALCANZO A VER ENTONCES ISRAEL A LOS HIJOS DE YOSEF Y DIJO:


“¿QUIENES SON ESTOS?”

8 – “¿QUIENES SON ESTOS?”: Rabi Samuel B. Najmán observa que el espíritu


profético se retiró de Yacob en dos ocasiones: cuando quiso bendecir a sus dos nietos
y cuando, más adelante, quiso revelarles a sus hijos el final de los tiempos. (Tanj.)
También su padre y su abuelo habían tropezado con cierto tipo de obstáculos a la hora
de bendecir a su descendencia. Pues para poder prometerle a alguien prosperidad,
poder y sabiduría, para poder pedirle a Dios que le conceda su protección, es preciso
que el beneficiario dé la bendición y su descendencia hayan alcanzado un nivel muy
alto de valor moral. Al sentir que se le escapaba la inspiración, Yacob comprendió que
los descendientes de sus nietos no debían ser dignos de recibir su bendición. En
cambio, Efrayìm y Menashéh, a quienes conocía desde hacía 17 años, le inspiraban
una confianza absoluta. El Patriarca vió no con sus ojos, ya que el texto dice poco
después que “los ojos de Israel estaban tan achacosos por la vejez que apenas podían
ver”, sino por medio de una visión interior que “de Efrayìm habían de nacer un dia
Jeroboam y Ajab, y de Menashéh, Jehá y sus hijos” (Rashí). En efecto, en la historia
judía, las tribus de Efrayìm y Menashéh fueron responsables de la defección que
desembocó en la catástrofe nacional del reino de Israel, hasta el punto de que, para los
profetas, Efrayìm, quien representaba a las tribus del Norte, se convirtió en un símbolo
de infidelidad y de traición (por ejemplo, en Oseas, capítulo IV-VII). Aunque también era
el símbolo de algo más positivo, como los explicamos en nuestro comentario del v. 19.
Dijo entonces: ¿Quiénes son éstos? ¿De dónde salen estos? o sea, sus dos nietos
(ibid.). Lo primero que pensó Yacob es que podían haber heredado alguna tara. ¿Acaso
su madre, Asnat, que el Faraón le había dado por esposa a Yosef, no era de origen
pagano? Yosef le enseñó entonces a su padre “su acta de compromiso y su acta
matrimonial” (ibid.); y le enseñó el objeto que atestiguaba el origen abrahámico de su
esposa (véase nuestro comentario XLI, 45). Luego fué a implorar la Misericordia Divina,
y el Espíritu Divino volvió a visitar a Yacob quien pudo entonces bendecir a sus nietos.
Pues Yosef pensó: Aunque Abraham se había abstenido de concederle su bendición a
Isaac, el Eterno no vaciló en hacerlo, aun sabiendo que esta bendición alcanzaba
también a Esav (véase el comentario del capítulo XXV, II). El hecho de que sus hijos
fuesen a tener algunos descendientes impíos no era pues suficiente motivo para
negarles la bendición.

9 – Y RESPONDIO YOSEF A SU PADRE: “SON MIS HIJOS, LOS QUE ME HA DADO


DIOS AQUI.” Y EL DIJO: “TRAEMELOS, POR FAVOR, PARA QUE LOS BENDIGA.”

10 – EMPERO LOS OJOS DE YACOB ESTABAN OFUSCADOS POR LA VEJEZ; YA


NO PODIA VER. YOSEF, PUES LOS HIZO LLEGAR A EL, Y EL LOS BESO Y LOS
ABRAZO.

10 – EMPERO LOS OJOS DE ISRAEL ESTABAN OFUSCADOS POR LA VEJEZ: Lo


Cohanim cierran los ojos cuando dan su bendición. Pues está escrito que tanto Yacob
como su padre Isaac (XXVII, I) y también el profeta pagano Balam (Números XXIV, 3)
mantuvieron los ojos cerrados cuando la Shejiná descendió sobre ellos para inspirarlos
en su bendición (S. Hasidim; ed. Freimann, N°. 1588). Cuando el hombre está bajo el
influjo del Espíritu Superior que emana de las esferas sagradas, debe sustraer a su
mirada todo lo que pertenece al mundo exterior con el fin de dirigir todos sus
pensamientos hacia el espíritu que le alienta en aquel momento y le confiere el poder
de bendecir.

EL LOS BESO Y LOS ABRAZO: “Quiso experimentar una alegría profunda a través de
este contacto con sus amados hijos, para que la Shejiná entrase en él, pues ella no
reside en medio de la tristeza y del abatimiento sino allí donde reinan la alegría y la
serenidad” (Midr. Agadá). Pero cuando vió que la Shejiná tardaba en darle la
inspiración, se puso a hablar de otros temas, como consta en el versículo siguiente,
hasta que Yosef, postrándose en tierra ante él, imploró la Gracia Divina para que le
concediese a sus hijos la bendición paterna.

11 – ENTONCES DIJO ISRAEL A YOSEF: “NO PENSABA VER NI AUN TU ROSTRO,


Y HE AQUI QUE DIOS ME HA HECHO VER TAMBIEN TU DESCENDENCIA.”

11 – NO PENSABA VER NI AUN TU ROSTRO…: Según Rashí, la palabra {fifàlti}


significa pensar. Pero Onkelos la traduce por “no esperaba” y Rashbam por “no me
consideraba lo bastante digno para…”. En los Midrashim, encontramos la interpretación
siguiente: Ni siquiera he rezado para volverte a ver, pues creía que habías muerto.”

12 – LUEGO LOS SACO YOSEF DE ENTRE LAS RODILLAS DE YACOB, E


INCLINOSE A TIERRA DELANTE DE SU ROSTRO.

12 – LUEGO LOS SACO YOSEF DE ENTRE LAS RODILLAS DE YACOB: En sentido


figurado: “Los sacó de su regazo y les dijo: Dejad de considerar los honores
principescos de los que sois objeto y que son sólo temporales; rezad más bien para que
el Espíritu Divino inspire a vuestro abuelo y para que él pueda así concederos su
bendicion.” (Midr. Hagadol). He aquí la verdadera razón por la que Yosef se llevó
consigo a sus hijos e insistió tanto para que su padre los bendijera. A lo largo del
Génesis, la bendición patriarcal viene a ser, en efecto, como la investidura de la
vocación mesiánica característica del pueblo judío.

13 – Y TOMO PUES YOSEF LOS DOS, A EFRAYIM EN SU MANO DERECHA, HACIA


LA IZQUIERDA DE ISRAEL, Y A MENASHEH EN SU IZQUIERDA, HACIA LA
DERECHA DE ISRAEL, Y ACERCOLOS A EL.

14- ENTONCES ‘EXTENDIO ISRAEL SU MANO DERECHA Y LA PUSO SOBRE LA


CABEZA DE EFRAIM QUE ERA EL MENOR, Y SU IZQUIERDA SOBRE LA CABEZA
DE MENASHEH, GUIANDO ADREDE LAS MANOS, AUNQUE MENASHEH ERA EL
PRIMOGENITO.

14- Y LA PUSO SOBRE LA CABEZA: La mano no es sólo el instrumento por excelencia


con el que el cerebro humano ejecuta sus decisiones; también puede ser el órgano de
transmisión del Espíritu Divino en ciertas ocasiones, por ejemplo, en la ordenación,
(Números XXVII, 18) en la consagración (Levit. I, 4) y en la bendición (ibid. IX, 22). esta
relación directa que existe entre el Espíritu y las manos del hombre nos permite
comprender la traducción que nos da Onkelos de las palabras {sikèl et yadàv}: “puso
las manos inteligentemente”; pues {sikèl} se deriva de {Sèjel… “inteligencia”, no de la
raiz de {sajòl… “necedad”, como lo subraya Rabì Y. Arama en su obra `Akedáh.

GUIANDO ADREDE LAS MANOS: Así es como Rabi Janan-el, citado por Bajyáh,
interpreta estas palabras. En lugar de cambiar de sitio a sus dos nietos, como lo afirma
este comentarista, Yacob prefirió cruzar las manos sobre sus cabezas, para “no humillar
a Menashéh, que era el primogénito” (Maharshal). Por eso debemos traducir las
palabras {Ki Menashèh ha-bejòr} como “pues Menashéh era el mayor” y no como
“aunque Menashéh era el mayor”, como lo propone Rashí. La preocupación de Yacob
por no humillar al primogénito de Yosef resulta tanto más comprensible cuanto que el
Patriarca había manifestado ya en varias ocasiones su predilección por el hijo menor,
lo cual había provocado unas crisis bastantes graves en el seno de la familia. Desde
luego, no trataba de ocultar esta predilección, por los motivos que hemos expuesto en
nuestro comentario del capítulo XXXVII, v. 14; pero consideraba, sin embargo, que era
necesario tratar a Menashéh con ciertos miramientos para salvaguardar la concordia
entre los dos hermanos.

En cuanto a los motivos de su preferencia por el menor, el mismo Yacob los expone:
“el mayor, dice, se convertirá también en un pueblo y será también grande pero su
hermano menor será más grande que él y su posteridad será una muchedumbre de
naciones.” El Patriarca atribuye pues la preeminencia del más joven a lo que sabe de
su futuro destino, no al efecto de su bendición; pero cabe suponer que la distinción con
la que honra a Efrayìm se debe también a consideraciones de orden moral. Ahora bien,
Efrayìm había pasado diecisiete años estudiando nuestra ley, junto a su abuelo,
mientras que Menashéh, quien desempeñaba el cargo de intendente en el palacio de
Yosef (Rashí XLII, 23 y XLVIII, I), se había dedicado a los asuntos temporales. Estas
diferencias de personalidad entre Efrayìm y Menashéh le confirmaron a Yacob una
verdad que la experiencia le había enseñado ya en varias ocasiones, a saber, que el
hermano menor suele salvaguardar mejor que el mayor la vocación moral y espiritual
de la familia. Así pues, una vez más, el Patriarca actuó de acuerdo con esta verdad,
mientras meditaba en el futuro lejano de las tribus de Efrayìm y de Menashéh, aquel
futuro sombrío que acababa de entrever en su visión profética. El propósito de su
bendición fué pues el de invocar, para sus nietos, el “mérito de los padres” (Zejùt Avòt)
y la protección Divina.
15- Y BENDIJO A LOS HIJOS DE YOSEF DICIENDO: “EL DIOS DELANTE DE
QUIEN ANDUVIERON MIS PADRES, ABRAHAM E ISAAC; EL DIOS QUE ME HA
GOBERNADO DESDE QUE EXISTO HASTA EL DIA DE HOY.

15- BENDIJO A LOS HIJOS DE YOSEF DICIENDO: Según Najmánides, Yacob bendijo
a Yosef al bendecir a sus hijos. Pues la bendición suprema para un padre, es la que
colma a sus hijos. Pero Ben Attar interpreta el versículo de la siguiente manera: “Bendijo
a Yosef, y luego, les dijo a sus hijos, etc…

EL DIOS DELANTE DE QUIEN ANDUVIERON MIS PADRES…: El primer hemistiquio


de este versículo evoca el mérito de los padres, supremo recurso en los casos graves,
como lo demuestra la plegaria de Moisés en Ex. XXXII, v. I3 y la de Salomón, en el
Salmo CXXXII, v. 10 (y véase Ex. Rabbá c. 8). Pero los términos empleados dan pie a
dos interpretaciones distintas que figuran ambas en el Midrash Rabbá: La expresión
“andar delante de Dios” puede aludir al heraldo que precede al Rey para anunciar su
llegada o al pastor que sigue a su rebaño para poder vigilarle mejor. La primera
interpretación pone de manifiesto la contribución que los antepasados de Yacob
aportaron a la gloria de Dios, y la segunda los honores que Él les tributó. Yacob parece
darle a la citada expresión su segundo significado, pues dice, refiriéndose
modestamente a su propia persona: “El Dios que vela por mí”, por lo que se refiere al
tiempo presente de los verbos {Ha-Goèl, ha-ro`eh oti}, véase nuestro comentario del
capítulo XXXV.

16 – EL ANGEL QUE ME RESCATO DE TODO MAL, BENDIGA A LOS


MUCHACHOS; Y SEAN LLAMADOS DE MI NOMBRE, Y DEL NOMBRE DE MIS
PADRES, ABRAHAM E ISAAC, Y MULTIPLIQUENSE ABUNDANTEMENTE EN LA
TIERRA.

16 – EL ANGEL QUE ME RESCATO DE TODO MAL: La bendición de Yacob hace


referencia a dos “objetos”: el sustento diario y la salvación de todos los peligros
(Parnasah y Gueulàh). Según el Midrash, el primero está implícito en las palabras: “Dios
me apacienta”, que evocan la imagen de la Providencia guiando al hombre hacia su
“pasto”. Ambos “objetos”, prosigue Rabi Eliezer en el Midrash Yalkut, proceden, en
opinión del Patriarca, de un milagro cotidiano; y lo que hace Yacob, al darles su
bendición a sus nietos, es pedir para ellos esta solicitud que la Providencia le demostró
a él.

No obstante, Yacob establece una distinción entre los dos favores. Atribuye el sustento
diario a la intervención Divina {Ha-Elohim} y la salvación de los peligros a la acción del
àngel tutelar {Ha-Mal-àj}. Filósofos y exegetas se han esforzado por hallar la explicación
de esta diferencia y han llegado a la siguiente conclusión: El sustento que consiguen
diariamente todas las criaturas, desde las más grandes hasta las más pequeñas, es un
fenómeno sobrenatural del que sólo Dios “detiene la clave” (Ber. 35a). Esto significa
que dicho fenómeno no procede de las leyes que rigen la naturaleza sino de una
intervención providencial. ¡Cuántas veces en el curso de su larga existencia, en la que
los años de miseria y de duro trabajo alternaban con los años de prosperidad, el
Patriarca había podido comprobar la realidad de aquel prodigio, ¡el prodigio de la Gracia
Divina que nunca abandona a los que tienen fe en ella! Por eso, al final de su vida,
expresa el ardiente deseo que sus amados nietos puedan beneficiarse a su vez de esta
bendición.

El segundo tema en el que piensa Yacob es el de la protección constante de la que ha


tenido la suerte de beneficiarse en medio de las amenazas de muerte, de los chantajes,
de las artimañas desleales, de las agresiones de sus enemigos, y, en general, de los
innumerables altibajos que ha registrado su ajetreada existencia desde los tiempos de
su juventud. Esta “salvación de todo mal”, el Patriarca se la atribuye al àngel de la
guarda, al {Ha-Mal-àj} que tantas veces sale a nuestro encuentro en el camino de la
vida. Nuestros Sabios admiten, en efecto, que, cuando Dios crea a un hombre, le asigna
un àngel de la guarda encargado de protegerle de los múltiples males que entraña para
él el mundo físico, como también de los peligros no menos considerables que le
acechan en medio de la vida social. Es el àngel tutelar al que alude al “Cántico sobre
las fuerzas maléficas {Shir shel Pega`im}”: “No ha de alcanzarte la desgracia, ni la plaga
rondará tu tienda, pues El dió orden a sus ángeles de protegerte en todos tus caminos”
(Salmo XCI, 11). Esta función protectora corresponde pues a uno de los factores
integrantes de la Creación, sin tener por ello el carácter de una ley natural ni tampoco
el de un don concedido por la Gracia Divina a todas las criaturas indistintamente. Esto
explica que debamos implorarla continuamente y que Yacob, convencido de ello,
formule el siguiente deseo: “Que el àngel que me ha librado de todo mal, bendiga a
estos jóvenes…”

BENDIGA A LOS MUCHACHOS: En el libro titulado Emunàh Ramà, el filósofo Abr. Ben
David Haleví explica el singular empleado aquí: Aunque el verbo en cuestión tiene
también por sujeto al Dios mencionado en el anterior versículo, como el àngel no es
más que el representante de la Divinidad y su instrumento, no hay más que un solo
agente. (pp.83-84)

Y SEAN LLAMADOS DE MI NOMBRE, Y DEL NOMBRE DE MIS PADRES…: ¡Ojalá


sean lo bastante dignos para que mi nombre y el de mis padres Abraham e Isaac estén
vinculados a los suyos! (Seforno). La importancia que el Patriarca le concede aquí al
honor familiar y que es fundamental en la noción judía de {Yijùs} puede observarse
también en la contrapartida, es decir, cuando Yacob expresa claramente el deseo de
distanciarse de sus dos hijos Shim`ón y Leví, quienes han mancillado su nombre: “Con
su compañía no se junte mi honor!” (XLIX, 5).

Pero el texto admite también la siguiente interpretación: “Que mi nombre sea invocado
por ellos.” Es decir que el Patriarca expresa en su bendición el deseo de que su propio
nombre y el de sus antepasados lleguen a ser conocidos y célebres gracias a las obras
y a los méritos de sus descendientes. Desea que la conducta ejemplar de sus hijos y
de sus nietos sea el motivo por el que el mundo exalte el nombre del padre. No cabe
mayor ni más hermosa bendición.

Y MULTIPLIQUENSE: Rashí explica: que se multipliquen a imagen de los peces (ve-


yid-gù) que fructifican y proliferan sin que los alcance el mal de ojo. La palabra hace
referencia al acto de procreación como lo indica Rashí en Yoma 75a. Esta bendición
del Patriarca se realizó cuando el pueblo de Israel llegó a Canaán, tras la travesía del
desierto. Pero como en el momento de la salida de Egipto, las tribus de Manasé y
Efrayìm no eran más numerosas que las demás, sucedió que la fracción de Tierra
Prometida que se les había atribuído en función del censo efectuado antes del éxodo,
vino a ser insuficiente cuando llegaron a Canaán. Esta es la razón por la que “los
descendientes de Yosef presentaron la siguiente queja ante Yosué: ¿Por qué nos has
asignado una sola porción, un solo distrito, a pesar de que formamos un pueblo
numeroso por lo mucho que el Eterno nos ha bendecido? Yehoshu`a les contestó: “Si
sois tan numerosos, subid al bosque… la montaña será vuestra, etc..” Yehoshu`a (XVII,
v. 14). Les dió este consejo, añaden los Sabios del Talmud, porque quería preservarlos
del mal de ojo y pensaba que, ocultándolos en un bosque, los protegería mejor. Temía
en efecto que su excepcional proliferación despertase la envidia de los demás. Pero las
dos tribus en cuestión rechazaron esta propuesta (ib. v. 16) alegando que eran
descendientes de Yosef y que, por lo tanto, eran invulnerables al mal de ojo debido a
la bendición ancestral (B.B. II8b).

Fué tal la importancia que llegó a tener esta parte de la bendición que el pez se convirtió
en el emblema de la tribu de Efrayìm y figuró en su bandera (Cf. de M. M. Kasher).
Algunas poblaciones paganas lo consideraron como el dios de la fertilidad y lo adoraron.
Y hoy día, incluso, son muchos los que siguen utilizando el emblema del pez como
talismán para conjurar los efectos del mal de ojo. Estos efectos proceden del poder
oculto que tienen los celos, el rencor y la envidia de nuestro prójimo.

Si Yosef fué considerado digno de ser protegido del mal de ojo, y si su descendencia
se benefició también de esta protección, fué porque había tenido el gran mérito de
“cerrar los ojos” ante la tentadora, la esposa de su amo, cuando servía en la casa de
Putifar. {ben poràt `alè `àyin}. Él era el hijo benemérito “a causa del ojo”; por eso recibió
la bendición paterna que lo elevó “por encima del mal de ojo” (XLIX, 22), como lo indica
Rabi Abahù (Zeb. II8b). Yosef mereció el calificativo de {Tzadik} porque consiguió
santificar su mirada {Kedushat ha`ayin}.

No obstante, Yacob pudo tener otros motivos para evocar el mundo de los peces.
Hemos subrayado ya, en varias ocasiones, su afición a la vida solitaria, su tendencia a
apartarse de las poblaciones autóctonas, su preocupación por educar a sus hijos de la
mejor manera posible, en un entorno homogéneo, libre de influencias extranjeras
(véase el comentario del capítulo XXXV, v. 27). Por eso, al darles la bendición a sus
hijos, se le presenta a la mente la imagen del mundo acuático. En efecto, los peces
viven su vida aparte, en un entorno distinto; su existencia transcurre sin problemas en
unas profundidades inaccesibles a las miradas de los hombres. Como estos moran en
otro elemento, ignoran la vida alegre, despreocupada y feliz que aquellos seres se
transmiten de generación en generación. Pues bien, es así como el Patriarca desea
que sus descendientes vivan, sólo que {be-kerev ha-aretz} en el centro de la tierra. El
Patriarca desea que prosperen, felices y seguros, en su propio elemento, y allí donde
el mundo que los rodea no pueda seguirlos ni sospechar el significado profundo de su
existencia. Estarán entonces, como dice Onkelos en su interpretación de este versículo,
“en medio de la humanidad, en la tierra, como los peces en el mar.”

17 – MAS COMO VIESE YOSEF QUE SU PADRE PONIA SU MANO DERECHA


SOBRE LA CABEZA DE EFRAYIM, PARECIOLE MAL, Y ASIO LA MANO DE SU
PADRE PARA TRASPASARLA DE LA CABEZA DE EFRAYIM A LA CABEZA DE
MENASHEH.

17 – MAS COMO VIESE YOSEF: Algunos comentaristas afirman que hizo el gesto de
desplazar la mano de su padre antes que éste pronunciase las bendiciones referidas
anteriormente, pues el texto no dice “su padre puso la mano derecha sobre…”,
empleando el pasado (shat) sino el futuro {yashìt}. Yosef vió que su padre iba a poner
la mano derecha sobre la cabeza de Efrayím, y esto le disgustó. En efecto, Yosef tenía
presentes a la mente los dramáticos incidentes que había provocado ya varias veces,
en el seno de la familia, la preferencia de Yacob por su hijo menor, preferencia que
manifestaba abiertamente. Consideró pues que tenía derecho a emplear todos los
medios posibles para evitar que semejantes conflictos surgiesen también entre sus
propios hijos. Pero su padre no compartía su manera de ver, como podemos deducirlo
de su respuesta. Todo esto explica el enfrentamiento breve, aunque vehemente al que
asistimos aquí entre el padre y el hijo, y el gesto imperativo esbozado por éste.

SU MANO DERECHA: Sobre la importancia atribuida a la mano derecha, véase Rashí,


Ex. XV, 6 y comentarios, más nuestro comentario del v. 14.
Y ASIO LA MANO DE SU PADRE PARA TRASPASARLA DE LA CABEZA DE
EFRAYIM A LA CABEZA DE MENASHE: El padre reaccionó a este gesto audaz
diciendo: “¿Quieres quitar una mano que ha luchado contra el àngel del Señor y le ha
vencido? Rabi Yojanán decía: Los brazos de Yacob se parecían a las dos columnas de
los palacios de Tiberíades.” Estas sentencias ponen de manifiesto la firme
determinación del Patriarca de darle la bendición a aquel de los nietos que él había
escogido.

18 – Y DIJO YOSEF A SU PADRE: “NO ASI, PADRE MIO, PUESTO QUE ESTE ES
EL PRIMOGENITO; PON TU DERECHA SOBRE SU CABEZA.”

19 -PERO REHUSO SU PADRE, DICIENDO: “LO SE, HIJO MIO, LO SE; ESTE
TAMBIEN VENDRA A SER PUEBLO, Y EL TAMBIEN SERA GRANDE; Y SIN
EMBARGO SU HERMANO MENOR SERA MAS GRANDE QUE EL; Y SU LINAJE
VENDRA A SER UNA MULTITUD DE FAMILIAS.”

19 – LO SE HIJO MIO, LO SE: Rashí explica: Sé que es el mayor. Y el Midrash


interpreta la segunda afirmación {yad`àti} de la manera siguiente: También estoy
enterado del asunto de Reuvén y de Bilhà, y del de Yehudàh y Tamar. Con esta alusión,
prosigue el Zohar, Yacob quiso darle a entender a Yosef los motivos que tenía para
sentir tan poco aprecio por la primogenitura. Sabía, en efecto, que el mayor de sus hijos,
y también el primero de ellos en autoridad, habían cometido delitos de costumbres,
mientras que Yosef, el pequeño, se había comportado como un verdadero hijo suyo
{benì}, a pesar de haber vivido alejado de su padre durante tantos años. La conciencia
que tenía de ser el hijo de un hombre santo era, en efecto, lo que le había impedido
sucumbir, en el momento crítico, a la tentación de pecar con la mujer de Putifar. (Véase
el comentario del capítulo XXXIX, II).

PERO REHUSO SU PADRE, DICIENDO: Véase el comentario del capítulo XXXIX, 8.

SU HERMANO MENOR SERA MAS GRANDE QUE EL: Pues de él, dice Rashí, saldrá
Yehoshua, quien le dará a Israel en herencia la Tierra Santa y le enseñará la Torah.
Hemos indicado ya anteriormente que el estudio de la Torah era patrimonio de Efrayim
(véase el comentario del v. 14) y que esta vocación espiritual fué el motivo por el que
el Patriarca le concedió a él la preeminencia. Pero, por otra parte, la tribu de Efrayim se
distinguió por su sentimiento de fidelidad hacia la Tierra Santa. Pues además del hecho
de que Yehoshua tuvo el mérito de llevar a cabo la conquista de Canaán, lo que
constituyó una hazaña de alcance universal, mucho antes de su advenimiento, la tribu
de Efrayim demostró su profundo apego a la tierra de los antepasados, sacudiendo el
yugo de la esclavitud egipcia y emigrando colectivamente para ir a establecerse en ella.
(San. 92). Esta tentativa de liberación prematura se terminó por la derrota de los
valientes guerreros de Efrayim, pero sus cadáveres, que cubrían el valle del país de los
Filisteos, resucitaron en los tiempos del Profeta Ezequiel, quien proclamó: “Así habla el
Señor: Yo abriré vuestras tumbas, os haré salir de vuestros sepulcros, ¡oh pueblo mío!
y os llevaré a la tierra de Israel…” (XXXVII, 12). Aunque es cierto que la tribu de Efrayim
había cometido un pecado rompiendo las cadenas del exilio antes de que sonara la
hora fijada por la Providencia para la liberación, sus intenciones no dejaban por ello de
ser puras. Lo que la movía era la nostalgia de la Tierra Santa, y si aspiraba a sacudir el
yugo egipcio, era porque deseaba vivir allí donde pudiese servir mejor a Dios. Por esta
razón, la voz del Profeta reconoce sus méritos en el discurso consolador que les dirige
a los hijos de Raquel: “Ya oigo, dice el Eterno, el lamento de Efrayím: “Me has castigado
y he aceptado el castigo, como un novillo indómito; acógeme de nuevo y volveré a ti,
pues tú eres el Eterno, mi único Dios… me he arrepentido; he comprendido mis faltas
y me he golpeado el pecho; lleno de vergüenza y confusión, reconozco que expío el
oprobio de mi juventud.” ¿Es para mí Efrayím un hijo tan querido, un niño tan regalado
que, cuanto más hablo de él, más quiero recordarle? Sí, mis entrañas por él se
conmueven, tendré compasión de él, dice el Eterno” (Jer. XXXI, 18-20). Estos fueron
también los sentimientos del Patriarca cuando entrevió el futuro de sus hijos. Para él
también, Efrayím era “el hijo querido, el niño regalado” (Zohar).

Y SU LINAJE VENDRA A SER UNA MULTITUD DE FAMILIAS: El nombre “Efrayím”


puede tener un significado colectivo y designar sobre todo en los libros de los profetas,
el Reino del Norte, el que constituyeron las diez tribus que después “desaparecieron”
dispersándose entre las naciones. “Efrayím, dice Oseas, se confunde con las demás
naciones” (VII, 8). ¿Fué acaso esta dispersión a escala mundial lo que tenía en mente
el Patriarca cuando pronunció esta frase profética? Algunos de nuestros comentaristas
lo afirman. Desde luego, la dispersión fué un castigo nacional, debido a la infidelidad y
a la iniquidad de los descendientes de Efrayim (Oseas, lb.); no obstante, Yacob la
integra a su bendición, pues sabe que la posteridad de Efrayim “volverá a Dios” y que
tendrá su parte en el mundo futuro (San. 110). Rabi Akivá añade: “Hasta las tinieblas
en las que se han extraviado las diez tribus acabarán por resplandecer como el día”
(según la versión de Abot de Rabi Natán, 36). ¿No nos enseña acaso la historia que los
hijos de Abraham, Isaac y Yacob que se esparcieron por las demás naciones, las
“iluminaron” aportándoles ciertas nociones fundamentales sobre el Dios de sus
antepasados, enseñándoles a conocerle y a amarle como nunca dejaron de hacerlo
ellos mismos? Por lo tanto, las diez tribus tienen su propia vocación mesiánica y su
Mesías {Mashíaj ben Yosèf} (Sukáh 52a), llamado también {Mashíaj ben Efrayìm} (Targ.
Yonatán, Ex. XL II) contribuirá a la redención de la Humanidad en calidad de precursor
del {Mashíaj ben David}, del Mesías hijo de David. Si tenemos en cuenta todo esto, no
nos sorprenderán estas palabras cariñosas que el profeta Jeremías le tributa al Reino
de Efrayim, y que tanto se parecen a aquellas otras palabras del mismo profeta citadas
anteriormente: “Ve pues, dijo el Eterno, a anunciarle lo siguiente al Reino del Norte.
Dirás: Vuelve, ¡Oh Israel!, la renegada. Dejaré de descargar mi ira sobre vosotros, pues
yo soy amor, dice el Eterno; no estaré airado eternamente… Volved, hijos rebeldes,
pues quiero establecer una alianza con vosotros. Os tomaré, uno de cada ciudad, dos
de cada familia, y os conduciré a Sion” (III, 12). A la luz de este pasaje, la frase “su
posteridad llenará las naciones”, que pronuncia aquí el Patriarca, reviste el significado
de una bendición.

20 – Y LOS BENDIJO EN AQUEL DIA, DICIENDO: “EN VUESTRO NOMBRE


BENDECIRAN (LOS HIJOS DE) ISRAEL, DICIENDO: ¡HAGA DIOS QUE SEAS
COMO EFRAYIM Y COMO MENASHE!” DE ESTA SUERTE PUSO A EFRAIM ANTES
DE MENASHEH.

20 – Y LOS BENDIJO EN AQUEL DIA, DICIENDO: El texto no dice {Bayòm hazèh}


“este día”, sino Bayòm hahù, lo que significa, según Rashí, el día en que alguien quiera
bendecir a sus hijos. Pero el Targum Yonatán precisa: el día de la circuncisión de un
recién nacido. De hecho, las comunidades judías de oriente han incorporado al ritual de
esta mitzvá la bendición de nuestro versículo. El primer {lemòr} diciendo que figura aquí
con su forma plena significa, como en muchos otros casos, {lemòr la-doròt} “para que
se repita en las generaciones futuras”, es decir que las palabras de Yacob tienen aquí
especial “plenitud”.

EN VUESTRO NOMBRE BENDECIRAN (LOS HIJOS DE) ISRAEL DICIENDO: De


acuerdo con la usanza antigua vigente aún en nuestros días, en cada noche de
Shabbat, los judíos piadosos ponen la mano sobre la cabeza de sus hijos y los bendicen
diciendo: “Haga Dios que seas como Efrayim y Menashéh.” En sus dos nietos, Yacob
ve el triunfo del ideal por el que ha luchado durante toda su vida. Nacidos en tierra
extraña, los dos hijos de Yosef se habían criado en un entorno totalmente ajeno a los
principios ancestrales, mientras que los hijos de Yacob habían tenido la suerte de crecer
en el hogar patriarcal y de recibir allí su educación. Pero, a pesar de las tentaciones y
de las seducciones a las que estaban expuestos en la sociedad que los rodeaba, los
hijos de Yosef habían permanecido fieles a la fe de sus antepasados. Nunca se les
había ocurrido cambiar su judaísmo por la prestigiosa situación social o la brillante
carrera política que les ofrecía el Estado egipcio. Al contrario, desertando las filas de la
alta aristocracia egipcia, se habían identificado abierta y voluntariamente a aquellos
parientes “extranjeros”, a aquellos pastores despreciables que acababan de inmigrar.
Totalmente basada en un ideal de vida, y guiada enérgicamente por un padre
consciente de su deber, la educación que recibieron Menashéh y Efrayim fué pues
ejemplar. Y Yacob expresa aquí el deseo de que cada padre judío rece para que sus
hijos demuestren tener la misma devoción por su padre y por el Dios de su padre que
la que demostraron en su tiempo Efrayim y Menashéh y que puede servirles de modelo
a todas las generaciones. Es así como, haciendo abstracción de las sombrías
perspectivas que le han revelado sus visiones, el Patriarca contesta cabalmente a la
imploración que le ha dirigido Yosef. (Véase el comentario del v. 8).

DE ESTA SUERTE PUSO A EFRAYIM ANTES DE MENASHEH: Una vez más, la


Escritura pone de manifiesto el hecho de que el Patriarca le concede al hijo menor la
preeminencia sobre el mayor. Esta es la tercera vez que Yacob reitera semejante
comportamiento. Primero, siendo joven aún, le había denegado la primogenitura a su
hermano; luego, en su calidad de padre, había privado a Rubén, su primogénito, del
mismo derecho, y se lo había atribuído a Yosef. Y ahora, haciendo uso de su autoridad
de Patriarca y abuelo, “pone a Efrayim delante de Menashèh”. Es obvio que este
comportamiento obedece a un principio bien definido: Yacob estima que el mérito
personal está por encima de los privilegios conferidos por el nacimiento.

Rabì Yitzjàk Arama, quien analiza esta cuestión en su libro titulado “Akedàt Yitzjàk”
(XXIII) expone la concepción bíblica sobre el particular citando, a modo de ilustración,
la siguiente parábola: En uno de los grandes reinos de la Antigüedad, existía la
costumbre de elegir para el cargo de rey al ciudadano más sabio, digno y valiente de
todos. El principe real no heredaba la corona. Pero sucedió que uno de los monarcas
que ocuparon el trono consiguió una popularidad extraordinaria, porque además de
bueno era sabio y había llevado a cabo conquistas y reformas acertadas. Sus súbditos,
que le tenían mucho cariño y deseaban expresarle su gratitud, le juraron establecer su
dinastía sobre el reino e instituir a partir de entonces un sistema de monarquía
hereditaria en el que, los derechos de sucesión le correspondiesen automáticamente al
primogénito del rey. El pueblo cumplió su palabra durante varias generaciones, pero
sucedió que el primogénito de uno de los descendientes del ilustre fundador de la
dinastía resultó ser un hombre incapaz, un mentecato y un desvergonzado; y que su
hermano menor, en cambio, resultó ser virtuoso, inteligente y valiente. Los súbditos del
rey decidieron entonces organizar un gran banquete en honor al principe heredero
después de la muerte del rey, y cuando el pretendiente al trono acabó de beber y de
deleitarse con todos los apetitosos manjares que le habían servido, los sabios del reino
fueron a hablarle de las abrumadoras responsabilidades y de los sacrificios personales
que implicaba el ejercicio del poder, y le aconsejaron encarecidamente que renunciase
a él en favor de su hermano menor, para poder así entregarse libremente a todos los
placeres que le brindaba la vida. El principe aceptó; acto seguido, el Consejo del Reino
se reunió, proclamó rey al hijo menor y decidió abolir la cláusula del derecho hereditario
que le había sido concedida antaño al primogénito en homenaje al eminente fundador
de la dinastía.

Esta parábola ilustra la evolución histórica de la primogenitura tal como podemos


observarla en la Biblia. Originalmente, el nacimiento no confería ningún tipo de
privilegio: Ejemplos como el de Set, el hijo de Adam, y el de Shem, el hijo de Noàj, nos
demuestran que los hijos menores desempeñaban entonces un papel preponderante.
Pero cuando Abraham, el hijo predilecto de Dios, hizo su aparición en el escenario de
la historia, el Señor le convirtió en el “padre de una muchedumbre de naciones” y
estableció con él y con sus descendientes, una alianza perpetua. A raíz de ello, el
primogénito pasó a ser el depositario del mensaje Divino. Pero a partir de la tercera
generación, el primogénito, Esàv se reveló indigno de asumir la sucesión. Yacob, su
hermano menor, le ofreció entonces un banquete en el curso del cual le compró su
primogenitura. A partir de entonces, Yacob comprendió que era preciso abolir este
privilegio y volver al derecho inicial, el que le concedía la preeminencia al más digno y
más sabio de los hermanos. La Escritura nos confirma, ella también, que, en Israel, el
privilegio de los primogénitos sólo estuvo en vigor muy pasajeramente. Fueron
designados para la celebración del culto y del servicio Divino cuando los primogénitos
de los egipcios murieron a consecuencia de la décima plaga (Ex. XIII, 15). Pero
demostraron ser indignos de este honor ya que, poco después, cometieron, como los
demás, el pecado del becerro de oro. A partir de aquel momento, fueron los Levitas
quienes tuvieron que sustituir a los primogénitos (Números III, 45). En el terreno
legislativo, la institución del {Pidiyòn Bejòr} parece confirmar que la Toràh no considera
la primogenitura como un derecho absoluto. La posibilidad de comprar este derecho ha
sido prevista expresamente por nuestra Ley.

21 – ISRAEL DIJO ADEMAS A YOSEF: “HE AQUI, YO ME MUERO; MAS DIOS


ESTARA CON VOSOTROS, Y OS HARA VOLVER A LA TIERRA DE VUESTROS
PADRES.

21 – ISRAEL DIJO ADEMAS A YOSEF: “He aquí que voy a morir. Más Dios estará con
vosotros…”. el hecho de que estas palabras sean pronunciadas frente a la muerte les
confiere una dimensión profética. Le aportan a Yosef la absoluta certeza de que Dios
permanecerá junto al pueblo de Israel durante su exilio y que le liberará para llevarle de
vuelta a la tierra de sus antepasados. Por eso, esta frase se ha convertido, para Israel,
en una fuente inagotable de confianza en Dios a lo largo de los siglos de destierro y
aflicción. Yosef se la repetirá casi textualmente a todos sus hermanos, antes de morir
(capítulo L, v. 24), añadiendo algunas alusiones a los signos anunciadores de la
liberación {Simanè Gueulàh} tal como se los ha oído formular a su padre. Y, como lo
subraya Rashí (en Deut. XXXIII, v. 28) también Moshéh hace referencia, antes de morir,
a esta promesa solemne de liberación del pueblo judío enunciada por el Patriarca en
su lecho de muerte.

22 – Y YO TE DI A TI UNA PORCION MAS QUE A TUS HERMANOS, LA QUE TOME


DE MANO DEL EMORITA CON MI ESPADA Y CON MI ARCO.

22 – Y YO TE DI A TI: Rashí explica el sentido literal de este versículo. Pero el Midrash


Rabbá, por su parte, da la siguiente interpretación: Yosef recibió dos obsequios de su
padre, Yacob se los regaló en señal de cariño y también para compensarle de las
injusticias que había tenido que soportar durante tanto tiempo por parte de sus
hermanos. (Najmánides). El primero fué la ciudad de Shejem, en el territorio de Canaán,
lugar donde le inhumaron. Yacob había conquistado esta ciudad con “su espada y su
arco” cuando los reyes emoritas habían atacado a la familia del Patriarca para vengarse
de los estragos que habían causado en ella dos de sus hijos. (Véase el comentario del
capítulo XXXV, 5). El Patriarca había escogido esta ciudad porque, gracias a la castidad
que había sido capaz de observar en casa de Putifar, Yosef había borrado el acto de
depravación afrentoso que había tenido lugar en Shejem, ciudad donde Dinah había
sido violada por un extranjero. Así pues, la reputación de perfecta moralidad que tenía
la familia de Yacob antes de los acontecimientos de Shejem, y que había sufrido cierto
menoscabo en aquella ocasión, pudo restablecerse gracias a la conducta ejemplar de
Yosef. Por otra parte, Shejem era la ciudad donde Yosef había ido antaño a reunirse
con sus hermanos, y, por lo tanto, el lugar donde se había iniciado el dramático proceso
de su deportación a Egipto (XXXVII, 13). Por último, Yacob podía hacer valer los
derechos de Yosef sobre Shejem. En efecto, el principe de esta ciudad se la había
donado a Dinah, y Asnat, la hija de Dinah, era la esposa de Yosef (véase el comentario
del capítulo XLI, v. 45); por lo tanto, este último era legalmente propietario de dicha
ciudad.

El segundo obsequio es el “vestido de Adam”, la valiosa prenda que Rebeca le había


puesto a Yacob cuando se disponía recibir la bendición paterna. Esta “túnica de pieles”,
que había desempeñado en aquella ocasión, un papel decisivo, había permanecido
desde entonces en posesión de Yacob. Este se la había quitado a su hermano por
considerar que Esàv había demostrado ser indigno de tenerla, pues “se comportaba
como un emoreo”. No obstante, las únicas armas que Yacob había utilizado para
arrebatársela eran las de “la sabiduría y las de la oración” (Rashí). Estas {Kotnòt `or}
procedentes del Paraíso, que el mismo Dios había confeccionado, habían pasado ya
por muchas manos, como lo hemos indicado en nuestro comentario del capítulo XXVII,
v. 27. Los primogénitos considerados como los primeros siervos de Dios de su
generación las revestían para celebrar su investidura. (Números Rabbá cap. 4). Esta
es la razón por la que Yacob se las legó a Yosef cuando le dió “la porción suplementaria”
(Shejèm ejàd) a la que su primogenitura le daba derecho. Es lícito imaginar una relación
entre dichas túnicas y el “vestido abigarrado” que Yacob le diera a Yosef más de
cuarenta años antes, y que la Escritura designa también con la palabra {Kotnòt}
(XXXVII, 3). Las fuentes midrájicas antiguas la identifican, en efecto, con los vestidos
procedentes del Paraíso. Esta túnica de Yosef volvió, ensangrentada, a las manos de
Yacob y estuvo a punto de destruir la concordia que reinaba en la familia del Patriarca.
Ahora, a las puertas de la muerte, Yacob vuelve a entregársela a su amado hijo,
confirmando así que mantiene su antigua elección. Los sucesos que han marcado su
atribulada existencia le han dado la razón.

UNA PORCION MAS QUE A TUS HERMANOS: Rashí añade: “En recompensa por la
molestia que vas a tomarte ocupándote de mí sepultura, te doy en patrimonio un
territorio donde serás inhumado. ¿Y cuál es este territorio? El de Shejem”. Véase el
comentario del capítulo XXIII, v. 17.

CAPITULO XLIX

1 – ENTONCES LLAMO YACOB A SUS HIJOS, Y DIJO: “JUNTAOS, Y OS HARE


CONOCER LO QUE OS SUCEDERA AL FIN DE LOS DIAS.

1 – ENTONCES LLAMO YACOB A SUS HIJOS: “Yacob empezó su bendición allí donde
Yitzjak había terminado la suya.” En efecto, la palabra {Vayikrà} con la que Yacob
comienza su discurso enlaza con aquel otro empleado por Isaac en XXVIII, I. Y, a su
vez, Moisés tomó la continuación de la bendición de Yacob (las palabras {vezòt asher
dibèr abihèm}, Deut. XXXIII, I, son un eco de la frase final de Yacob {vezot ha-erajàh},
v. 28). Por último, David empezó sus himnos allí donde finalizaban las bendiciones de
Moisés (las palabras {ashrè ha-ìsh, Salmo I, v. I, repiten el último deseo expresado por
la Torah {ashrejà Yisrael} Deut. XXXIII, 29). Así pues, cada una de las tres fases
sucesivas de la historia judía va acompañada de la bendición ancestral que les da la
inspiración a los jefes de las generaciones siguientes. El propósito de la bendición de
Yacob, quien la basó en la que había recibido de su padre, fué la consolidación de la
familia de la que había de proceder el pueblo de Israel. Moisés bendijo a su pueblo en
el umbral de la Tierra Prometida con miras a su conquista, y en ella se inspiró de la
bendición solemne de los Patriarcas. En cuanto a David, su Libro de Salmos puede
considerarse como una bendición que le prodigó a Israel con el fin de dotarle del medio
de expresión universal necesario para la propagación de la fe monoteísta y la
realización de su tarea mesiánica. Desde esta perspectiva, la bendición de David viene
a ser la perpetuación de las bendiciones anteriores.

La bendición ocupa, en toda la Escritura y, sobre todo en el Libro de Génesis, un puesto


eminente. Desde el día en que Dios le confió a Abraham el poder de bendecir “a quien
quisiera” (Rashí, XII, 2), la bendición ha ido desempeñando un papel cada vez más
importante. Cuando el que la pronuncia es un hombre justo, suele atribuírsele un origen
metafísico que le confiere eficacidad. La capacidad de bendecir es un privilegio
concedido por Dios. La bendición es una dimensión “sui generis” que se inscribe en el
marco general de la vida humana. Como es sabido, existen elementos imponderables
en las realidades sociales y económicas, pues la ley de la casualidad que rige nuestra
existencia presenta ciertos fallos y da lugar a que los esfuerzos realizados por el hombre
estén amenazados por cierto grado de incertidumbre. Nada es totalmente seguro; nada
puede preverse de manera absoluta. Para explicar este fenómeno, los hombres suelen
alegar un factor abstracto denominado “suerte” al que atribuyen un papel preponderante
en nuestra vida diaria. Algunos economistas ingleses han demostrado el inmenso
impacto de este “agente cualquiera” que puede revestir varios aspectos, incluso el de
un don, talento o habilidad personal.

Este elemento imponderable, la doctrina judía lo concibe bajo una forma más directa y
más personalizada. Allí donde los hombres no ven más que el efecto de un azar ciego,
el judaísmo sabe reconocer la intervención de la Providencia. La Providencia toma la
apariencia de un factor inmaterial, independiente de la voluntad humana, que procede
de una esfera sobrenatural y se inserta en el denso tejido de nuestras actividades
económicas, sociales, científicas o culturales para ejercer en ellas una influencia
determinante. Este factor no es otro que la bendición Divina, la que aporta al esfuerzo
del hombre el elemento de éxito y prosperidad que hace crecer y florecer sus empresas
y que se sustrae a cualquier previsión, cálculo, evaluación o especulación. El deseo de
“buena suerte” que solemos formular cada vez que nuestro prójimo se lanza en alguna
empresa nueva, y que revela nuestra creencia en la intervención de un factor metafísico
en la vida económica, no es otra cosa que la traducción laica de la bendición Divina.
Esta constituye uno de los factores más constructivos y creadores de nuestra
existencia, pues como dice el autor de los Proverbios “La bendición del Eterno es lo que
enriquece” (X, 22). Este es el momento en que “los hijos de Israel” se disponen a
emprender la tarea histórica de constituirse en nación independiente; por eso, antes de
abandonar esta vida, el Patriarca pide a Dios que los bendiga para que tengan éxito en
esta empresa de alcance universal.

JUNTAOS: En el versículo siguiente, Yacob repetirá: “Reuníos y escuchad, hijos de


Yacob.” La unión de sus hijos, la indefectible solidaridad de las familias que componen
el pueblo de Israel constituyen para Yacob la primera condición para que se cumpla la
bendición. Pues el pasado le ha enseñado que la discordia, el odio y los celos pueden
causar un daño considerable. El Patriarca sabe que él es el elemento de cohesión de
toda la familia. Por eso, al pensar en los tiempos en los que él había dejado de existir,
nada le parece más urgente de cara a la constitución de la futura nación que la
existencia de una unión a toda prueba entre los hermanos. Desea pues que los “hijos
de Israel” formen un grupo indisoluble. Y, por ende, intocable; que la furia de sus
enemigos se rompa contra un frente unido, un espíritu de fraternidad inquebrantable. El
primer imperativo es el de unirse: el segundo, el de “escuchar a Israel, su padre.” Los
hijos de Yacob deberán inspirarse a cada instante en la herencia espiritual de los
Patriarcas, continuar con perseverancia la labor inacabada y guiarse, en cualquier
circunstancia, por las palabras proféticas de los “tres padres”; ésta es la voluntad
suprema del moribundo.

Y OS HARE CONOCER LO QUE OS SUCEDERA AL FIN DE LOS DIAS: “Yacob quería


revelarle lo que iba a suceder al final de los tiempos, pero como la Shejiná se apartó de
él, se puso a hablar de otra cosa.” Esta observación de Rashí procede de que las
palabras pronunciadas por Yacob a continuación no corresponden a su promesa de
revelar “lo que acontecerá en los tiempos mesiánicos” (según Najmánides, las palabras
{be-ajarit hayàmin} han sido interpretadas unánimemente de esta manera). El Talmud
cita al respecto el siguiente comentario de Rabi Simón Ben Lakish: Cuando, al querer
revelarles a sus hijos el final de los días, Yacob sintió que la Shejiná se apartaba de él,
dijo: “Es posible que de mi lecho haya nacido un hijo indigno, como Ismael, que fué hijo
de Abraham o como Esàv, que fué hijo de mi padre Isaac.” Sus hijos le contestaron
entonces: “Escucha, Israel, el Eterno es nuestro Dios, el Eterno es uno.” Así como para
tu corazón, el Eterno es el único Dios, para el nuestro, también lo es, nuestro corazón
no alberga ninguna duda al respecto. En aquel momento, Yacob exclamó: Alabado sea
por siempre jamás el nombre de su glorioso reino: {Barùj Shem Kevod Maljuto le` olàm
va`ed} (Pesajim 56a).

La idea de Yacob de revelarles a sus hijos el final de los tiempos procedía sin duda de
su deseo de aportarles el consuelo moral que podían necesitar dadas las
circunstancias. En efecto, ante ellos se abría entonces la sombría perspectiva de una
vida de esclavitud y de exilio que había de perdurar durante varios siglos, pues todos
sabían que así se lo había anunciado Dios a Abraham. El “final mesiánico” representa,
para Israel, la eterna esperanza, la confianza inquebrantable y la certeza del triunfo del
bien sobre el mal. Por eso Yacob quiso transmitirles a sus hijos esta fe en el final de los
tiempos que las circunstancias habían de fortalecer.

Pero la Shejiná se apartó de él y no pudo anunciarles lo que quería. Hemos indicado


ya, a propósito de la alianza “entre los animales partidos {ben habetarìm} ” establecida
por Dios con Abraham, que la Providencia ha envuelto en el más profundo misterio la
fecha en que acabarán los sufrimientos del exilio (véase el comentario del capítulo XV,
v. 13). Además de los motivos que os hemos expuesto entonces, existe otra razón para
ello, según lo da a entender el diálogo entre Yacob y sus hijos citado más arriba: Los
hijos de Israel no necesitarán conocer el término de sus tribulaciones mientras les
mantenga su {Shem`à Yisrael} Pues esta frase, que viene a ser el manifiesto del
monoteísmo, expresa una fe absoluta en la misión histórica que les ha sido
encomendada, y por lo tanto, debe bastar por sí sola para infundirles valor,
perseverancia y entusiasmo hasta el final de los tiempos. La fe que encierra esta frase
deberá llenar sus corazones de tal manera que el deseo de alcanzar los objetivos
mesiánicos que son la meta de su vida, deje relegada a segundo plano la espera de
una próxima redención. En otras palabras, la fe debe constituir un motivo más poderoso
de fidelidad a Dios que la esperanza de la salvación. Al hombre que tiene fe, ¿qué más
le da saber o no saber cuándo llegará el término de sus sufrimientos? Por esta razón,
cuando el Patriarca oyó a todos sus hijos proclamar unánimemente la profesión de fe
del futuro pueblo elegido, exclamó: {Barùj Shèm etc} ¡Alabado sea Dios por siempre
jamás! Y, más adelante, los Sabios intercalaron esta frase en la oración de la Shemá,
ordenando, no obstante, que se recitase en voz baja porque no figura en el texto de la
Torah (Pes. ib.). En este contexto las palabras {Shem`à Yisrael} pronunciadas por
primera vez ante el lecho de un moribundo, significan: “Escucha, Israel, nuestro padre”;
y la tradición del Talmud se apoya en el hecho de que el versículo que dice {ve-shim`ù
el Yisrael avijèm} prolonga como un eco estas palabras.

2 – JUNTAOS Y OID, OH HIJOS DE YACOB, Y ESCUCHAD A ISRAEL, VUESTRO


PADRE.

2 – JUNTAOS: Desde los orígenes de la humanidad hasta ahora, ha habido, en cada


generación, un solo individuo elegido por Dios, una sola persona en quien pudiese
morar la Shejiná. He aquí que, por primera vez, un grupo entero es hallado digno de
recibir esta distinción. Este grupo constituye el núcleo del futuro pueblo elegido (Kuzari
I, 95).

Y OID, OH HIJOS DE YACOB: Según el Gaón Sa`adiá, el propósito de Yacob, al lanzar


esta solemne convocatoria, era darle a cada uno su bendición de padre. Pero Ibn Ezrá,
quien considera errónea esta interpretación, opina que el Patriarca quería informar a
sus hijos acerca del contenido de sus visiones proféticas. Por último, Isaac Abarbanel
estima que las palabras de Yacob contienen cuatro mensajes que enuncian
simultáneamente: la bendición que va unida a la plegaria, la reprimenda, la profecía y
las precisiones sobre la parte de Tierra Prometida que cada cual recibirá en el futuro.

Y ESCUCHAD A ISRAEL, VUESTRO PADRE: Yacob adopta un estilo poético para


enunciar sus últimas palabras. Por eso observamos en ellas un “paralelismo” y un ritmo
característico de la poesía hebráica. Este versículo constituye la introducción al tema
central del capítulo. En él, el Patriarca les exige a sus hijos que presten la mayor
atención al mensaje que va a comunicarles y del que dependen sus destinos.

3 – ¡REUVEN, TU ERES MI PRIMOGENITO; MI VIGOR, Y EL PRINCIPIO DE MI


FUERZA; EL PREEMINENTE EN DIGNIDAD, EL PREEMINENTE EN PODER!

3 – REUVEN, TU ERES MI PRIMOGENITO: Isaac Abarbanel expresa de la siguiente


manera el propósito esencial al que obedecía Yacob cuando se dispuso a bendecir a
sus hijos: “Antes de morir, el Patriarca quiso que todos supiesen a cuál había escogido
para el título de rey. Su don profético le habia revelado que su descendencia sería
extremadamente numerosa. Era indispensable, por lo tanto, designar a un jefe que
pudiese, en el futuro, imponer la disciplina y servirles de guía a todos los hermanos.
Además, Yacob comprendió que debía comunicarles personalmente a sus hijos el
nombre de este importante personaje si quería evitar que estallasen conflictos entre las
tribus. Por eso dedicó sus últimas reflexiones a la búsqueda y designación del mismo.
El Patriarca se vió pues en la necesidad de pasar revista a todos sus hijos y de
examinarlos, uno tras otro, destacando los méritos y defectos de cada uno. Esto explica
que sus bendiciones revistan a veces el aspecto de una advertencia, de una lección o
de una recomendación en lugar de ser una simple expresión de benevolencia paterna.

Por empezar, he aquí que debe destituir al mayor del puesto de jefe que le corresponde
dada su calidad de primogénito. Pues no olvida que el pecado cometido antaño por
Rubén, cuando “profanó el lecho paterno” (XXV, 22) ha revelado su temperamento
fogoso “como agua que bulle” (Rashí explica: La impetuosidad y la precipitación con las
que te enojaste se parecen a las aguas que fluyen apresuradamente). Es cierto que
Rubén ha hecho penitencia, pero, aunque ha conseguido así rehabilitarse a nivel
personal, como jefe de sus hermanos, está descalificado. Pues la penitencia no ha
modificado el fondo de su carácter.

¿Significa esto que Rubén no merecía la bendición paterna? No sería del todo justo
afirmarlo ya que las palabras que le dirige Yacob pueden ser interpretadas tanto
favorable como negativamente. Volvemos a encontrar aquí, en el comentario elaborado
por el Midrash (Rabá c. 98), la controversia entre Rabi Yehoshu`a y Rabi Eliezer, por
un lado, y Rabi Eleazar Hamudaì, por otro, que os hemos referido en nuestro
comentario del capítulo XXXV, v. 22, a propósito del relato bíblico del pecado de Rubén.
En el pasaje que nos interesa ahora los dos primeros tanaím citados atribuyen a las
palabras dirigidas por Yacob a su hijo mayor un sentido más peyorativo, más severo,
que Rabi Eleazar Hamudaì. Ante esta discrepancia de pareceres, que pone de
manifiesto la ambigüedad de los términos empleados por el Patriarca, los Sabios, a
modo de conclusión ponen las siguientes palabras en la boca de Yacob: “Ni te alejo ni
te acerco; dejo el asunto pendiente hasta la llegada de Moisés quien actuará contigo
como le parezca.” ¿Hemos de comprender acaso que Yacob quiso aplazar la decisión
definitiva y hacerla depender de la conducta futura de su hijo? Esto es, en efecto, lo que
podemos inferir de la parábola citada por el Zohar al respecto: “Estando en su lecho de
muerte un padre de familia, el Rey fué a visitarle. Al verle, el moribundo dijo: Depositaré
mi fortuna entre las manos del rey para que la guarde y se la entregue a mi hijo cuando
le considere digno de poseerla. Es así como actuó Yacob con Rubén. Le concedió su
bendición, pero se la dejó en reserva en espera del día en que se mostrase digno de
ella.”

Tres siglos más tarde, aproximadamente, Rubén consiguió su rehabilitación póstuma


desde el punto de vista moral, si bien no recuperó las prerrogativas de su primogenitura.
Moisés le declaró entonces digno de beneficiarse de la bendición paterna cuyo
usufructo le había sido denegado hasta aquella fecha, y anulando las palabras
afrentosas que Yacob había pronunciado contra su primogénito, exclamó: “¡Viva
Reuvén y no se extinga…!” Y Sifré añade (Deut. XXXIII, v.6): Que viva por el mérito que
adquirió salvando a Yosef de las manos de sus hermanos, y que no vuelva a evocarse
el asunto de Bilha. (Véase el comentario ib. sobre el principio de compensación). Como
Moisés era también bastante irascible, juzgaba sin duda con mayor indulgencia el
carácter arrebatado de Reuvén. Pero fueron sobre todo las tribus quienes intervinieron
en su favor. Le dijeron a Moisés: Sólo te pedimos una cosa: que nos permitas
reconciliarnos con nuestro hermano mayor. Esto se deduce de las dos frases
siguientes: {Yajad shivtè Yisrael… Yeji Reuvèn} las tribus de Israel, unánimes,
exclamaron: ¡Viva Reuvén! (Sifré, ibìd.).

4 – BULLENTE COMO AGUA, NO SERAS EL PREEMINENTE, POR CUANTO


SUBISTE AL LECHO DE TU PADRE: ENTONCES, SUBIENDO, MI TALAMO
PROFANASTE.

4 – BULLENTE COMO AGUA: Los que adoptan la interpretación favorable explican el


versículo de la manera siguiente: “Tú mereces la preeminencia en dignidad y la
preeminencia en poder (v.3), pues te precipitas como el torrente, serás el primer pionero
que se lanzará a la conquista de Canaán; Números XXXII, v. 17; no te faltará pues
ningún hombre, no se te escapará ninguna víctima en la guerra. Y porque subes al
lecho de tu padre (alusión a la Tierra Prometida, según XXVIII, 13 {ha-àretz asher ata
shojèv `alèha}, derribas al enemigo; la palabra {jalalàt} se deriva de {jùlal} derribar, para
permitirme a mí que ascienda hacia mi lecho” (Nadar Zekenim; en el Medràsh Rabbá
figuran otras interpretaciones favorables).
5 – SHIM`ON Y LEVI HERMANOS SON; SON HOMBRES DE VIOLENCIA DESDE SU
NACIMIENTO.

5 – SHIM`ON Y LEVI HERMANOS SON: Tras la destitución del hijo mayor, los honores
de la primogenitura debían haberles correspondido a los hermanos que le seguían
cronológicamente. Sin embargo, ni el segundo, ni el tercer hermano fueron
considerados dignos de dichos honores. En Shejem, a raíz de la desgracia de Dinah,
(capítulo XXXIV) ambos habían demostrado tener un sentido de la solidaridad fraternal
del que su padre se hubiera enorgullecido si no hubiera degenerado en actos de
violencia desenfrenada totalmente indignos de los herederos de Yacob. El hecho de
vengar el honor de una hermana ultrajada atestigua indiscutiblemente la existencia, en
el vengador, de un elevado concepto de la pureza. Pero esta loable exigencia dista
mucho del furor vengativo que ocasionó la matanza perpetrada por los dos hermanos.
La violencia de éstos es peligrosa, su salvaje desenfreno puede tener graves
consecuencias. Por lo tanto, ninguno de ellos merece ser investido de la autoridad que
le corresponde al jefe. Con Shim`ón y Leví, Yacob se enfrenta al mismo dilema que le
ha planteado Reuvén. ¿Debe acaso tener en cuenta sus desenfrenos temperamentales
y negarles su bendición a dos hijos cuyos descendientes van a formar parte, al igual
que las demás tribus del pueblo de Dios? La honradez y rectitud de su carácter le hacen
vacilar, y finalmente, decide, una vez más, conceder su bendición, dejando, no
obstante, en manos del futuro Profeta, del hombre que estará más cerca de Dios que
él mismo, la responsabilidad de su atribución. Ahora bien, cuando a este Profeta, que
no era otro que Moisés, le llegó la hora de bendecir a las tribus de Israel, se encontró
con que la situación había evolucionado, pues los dos hermanos, antaño inseparables,
se habían distanciado considerablemente el uno del otro (Zohar). Leví se parecía por
entonces a “un hombre que, tras pedirle prestada al rey una suma de dinero, se la
devuelve y está incluso en condiciones de prestarle dinero a su vez. En cambio,
Shim`ón era como el hombre que le ha pedido un préstamo al rey y que no sólo no se
lo devuelve, sino que vuelve a endeudarse con él. “En efecto, Leví había contraído una
deuda con Dios participando a la matanza de Shejem. Pero luego, había “reembolsado
su préstamo” en el desierto, cuando, en el episodio del becerro de oro había sido la
única tribu en contestar a la llamada de Moisés. “¡Que el que está a favor del Eterno,
venga conmigo!” Es más, fué un hijo de la tribu de Levi, Pinjas, el sacerdote, quien tomó
la iniciativa de defender la causa de Dios, en Shitim, “apartando así la cólera de Dios
de los hijos de Israel” (Números XXV, 10). Con Shim`ón, sucedió todo lo contrario. No
solo siguió siendo deudor de Dios por los crímenes perpetrados en Shejem, sino que
además cometió otro pecado en Shitim, cuando Zimri, jefe de una familia shim`onitas
por el lado paterno, se entregó públicamente a la depravación con una mujer madianita.
(ibìd.). En esta ocasión, las dos tribus cuyos antepasados habían sido inseparables, se
enfrentaron violentamente la una a la otra. El acto profanatorio perpetrado por los
Shimeonitas fué vengado, una vez más, por el acto de devoción incondicional a la causa
Divina protagonizado por los Levitas. Por eso Moisés le dió su bendición a Levi mientras
que se la denegó a Shim`ón, y, sin nombrarle siquiera, integró la bendición que le
correspondía a la que le dió a Yehudah (Sifré, Deut. XXXIII, 8; véase Najmánides ibìd.).
Pues “la posesión que les tocó a los Shim`onitas estaba en medio de las de los hijos de
Yehudàh.” (Yehoshù`a XIX, 1).

6 – ¡EN SU CONSEJO NO ENTRE MI ALMA, NI CON SU ASAMBLEA SE JUNTE MI


ESPIRITU, PORQUE EN SU SAÑA MATARON HOMBRES, Y EN SU CAPRICHO
DESJARRETARON TOROS!

6 – EN SU SAÑA MATARON HOMBRES, Y EN SU CAPRICHO DESJARRETARON


TOROS: Rashí explica: “Quisieron derribar a Yosef a quien la Escritura califica de toro
en Deut. XXXIII, 17.” Pero esta interpretación presupone que Yacob estaba enterado
del asunto de la venta de Yosef y del papel que desempeñaron en él Shim`ón y Levi,
cosa que no ha podido demostrarse de manera irrefutable. Por esta razón, la mayoría
de los comentaristas opinan que la palabra {Shor} se aplica ora al ganado, ora a la
muralla de Shejem que los dos hermanos habían destruido.

7 – ¡MALDITA SEA SU IRA, PORQUE FUE VIOLENTA, Y SU FUROR, PORQUE FUE


CRUEL! LOS DIVIDIRE EN YACOB, Y LOS ESPARCIRE EN ISRAEL.

7 – MALDITA SEA SU IRA: “Incluso en la hora de la amonestación, dice Rashí, no es


a ellos a quien Yacob maldice sino a su cólera.” Hemos subrayado ya en nuestro
comentario del capítulo XXXIV, v. 30 que los reproches del Patriarca no están dirigidos
contra los motivos que inspiraron el comportamiento de sus hijos, sino más bien contra
los métodos que emplearon para vengarse. Podemos deducir de ello que Yacob
rechaza rotundamente el principio según el cual el fin justifica los medios. Rashí
prosigue citando la exclamación Bil`ám: “¿Cómo voy a maldecir yo lo que Dios no ha
maldecido?” Véase el comentario del capítulo XXXIV, v. 13: Dios no había condenado
la decisión que habían tomado los hermanos de vengar a Dinah, “ya que había sido
deshonrada”. Los excesos de furor y violencia son los únicos que incurren en la
maldición del Patriarca y este veredicto que Yacob pronuncia en el momento de
consagrar a la futura nación judía, es de fundamental importancia. Pues, en oposición
con la norma adoptada por la mayoría de las naciones, proclama que los principios
morales no deben aplicarse sólo en el terreno de la vida privada sino también en el de
la vida colectiva de las naciones y de los grupos sociales. Yacob condena aquí
claramente el recurso a la fuerza bruta, incluso en los casos como el de la violación de
Dinah, en los que están en juego los intereses de la colectividad o sus ideales éticos.
Esta es la enseñanza que el Patriarca desea legarle a la posteridad, y la que conservará
eternamente su valor.

Y LOS ESPARCIRE EN ISRAEL: La tribu de Levi no formará un grupo aparte dentro


del estado judío; debido a sus atribuciones sacerdotales, los Levitas tendrán su
domicilio en determinado número de ciudades levíticas que se distribuirán sobre toda
la superficie del territorio. En cuanto a la porción de Shim`ón, estará enclavada en la de
Yehudàh. (Yehoshù`a, ibìd.). De esta manera, quedará neutralizada la amenaza que
constituyen para Israel los hábitos de violencia y la falta de sociabilidad de las dos tribus
en cuestión. Por otra parte, su dispersión entre las demás tribus iba a resultar
sumamente saludable para el conjunto de la nación. En efecto, Shim`ón y Levi fueron
de gran ayuda para todos sus hermanos, sobre todo en las épocas de persecución y
derrota, pues les brindaron el apoyo de sus cualidades naturales: su valentía, su fuerza,
su fervor religioso, y el noble orgullo que sentían de pertenecer a la nación judía.
Además, la actividad espiritual que desarrollaron ambas tribus fué realmente ejemplar.
“A los pobres, a los copistas de la Torah y a los maestros que enseñan a los niños, sólo
los encontrarás en la tribu de Shim`ón” (Rashí). En cuanto a los Levitas, “enseñan las
leyes Divinas a Yacob y la Torah a Israel” (Deut. XXXIII, 10). La fuerza física de las dos
tribus fue pues absorbida por esta nueva vocación y, al convertirse en potencial
espiritual, halló un campo de acción más propicio y más fértil, un campo donde los
hermanos pudieron emplear su vigor y su generosidad en beneficio de todos. Fué, así
como el mal inicial se transformó en una fuente de bendiciones al servicio de Dios.

8 – YEHUDAH, A TI TE ALABARÁN TUS HERMANOS: TU MANO SERA SOBRE LA


CERVIZ DE TUS ENEMIGOS; ANTE TI SE INCLINARÁN LOS HIJOS DE TU PADRE.

8 – YEHUDAH, A TI TE ALABARAN TUS HERMANOS: Tras eliminar a los tres


mayores, Yacob reconoce que su cuarto hijo posee las cualidades necesarias para
ocupar el puesto de jefe. Según Isaac Abarbanel, los motivos que le incitan a elegir a
Yehudah son cuatro: En primer lugar, sabe que este hijo suyo posee una autoridad
natural ante la cual sus hermanos se inclinan sin experimentar celos de ninguna clase.
Además, Yehudah ha salido vencedor de todas sus empresas, consiguiendo incluso
restablecer finalmente la paz y la armonía entre los hermanos. No es impetuoso como
Reuvén, ni violento como Shim`ón y Leví. Posee en cambio la calma majestuosa que
confiere la confianza en la propia fuerza. Esto explica la metáfora del león con la que
su padre exalta la impresión de majestad y de fuerza que se desprende de su
personalidad.
ANTE TI SE INCLINARÁN LOS HIJOS DE TU PADRE: como son hijos de varias
mujeres, Yacob no dice: “los hijos de tu madre” como lo había dicho Isaac (XXVII, v.
29). El Zohar añade: Todas las tribus, incluidas las que se separaron y formaron el reino
del Norte, reconocieron la autoridad de la Monarquía que tenía su sede en Jerusalem y
se prosternaban ante los reyes de Yehudah, cuando iban a Jerusalem. De igual modo,
la autoridad de los Exilarcas, descendientes de los reyes de Yehudah, fué acatada por
todo el pueblo judío.”

9 – CACHORRO DE LEON ES YEHUDAH; DE LA PRESA, HIJO MIO, SUBISTE. SE


ARRODILLA, YACE CUAL LEON Y COMO LEON, ¿QUIEN LO LEVANTARA?

9 – CACHORRO DE LEON ES YEHUDAH: En ti se hallan reunidos el coraje de la


juventud y la reflexión de la edad madura. Rashí dirá: Primero Yacob le compara con
un cachorro de león, luego con un león. No disfrutas ni en la batalla ni en el saqueo, no
eres ni una hiena ni un lobo, sino un león, pues desprecias la matanza de los
depredadores.

DE LA PRESA, HIJO MIO, SUBISTE: Véase el comentario del capítulo XXXVII, v. 33,
donde relacionamos esta frase con los acontecimientos referentes a la venta de Yosef,
de acuerdo con la interpretación de Rashí. La mayoría de los comentaristas atribuyen,
sin embargo, un sentido diferente a esta parte del versículo. Lejos de entregarse a la
brutalidad y al desenfreno después de haber conseguido la victoria, Yehudah “vuelve a
subir” a su nivel moral tras efectuar su captura y llevarse su trofeo. (Palabra derivada
de tèref, triunfo).

10- NO SE APARTARÁ DE YEHUDAH EL CETRO, NI LA VARA DE GOBERNADOR


DE ENTRE SUS PIES, Y LE ESTARAN SOMETIDAS TODAS LAS TRIBUS HASTA
QUE VENGA SHILO (EL PROFETA AHIYYA DE SHILO).

10- NO SE APARTARÁ DE YEHUDAH EL CETRO: Rashi explica: “A partir de David.


En Babilonia, serán los Exilarcas quienes mandarán sobre el pueblo con su cetro, pues
serán nombrados por el rey.

NI LA VARA DE GOBERNADOR DE ENTRE SUS PIES: Alude a los discípulos de la


Torah; a los Principes del Sanedrín de Tierra Santa.

HASTA QUE VENGA SHILO: El Mesías a quien pertenece la corona.” Rashí sigue aquí
la traducción de Onkelos sobre la cual Yoséf Albo hace el siguiente comentario en su
libro “Ha -`Ikkarim”: “la fe mesiánica estriba en la tradición, pues, de acuerdo con la
tradición, Onkelos, el prosélito, el discípulo de Shema`ayá y Avtalión, que eran
contemporáneos del segundo Templo, interpreta la frase citada como una alusión al
Mesías. Esta interpretación se ha perpetuado hasta nuestros días y no podemos
rechazarla. Pues si lo hiciéramos, también podríamos rechazar toda nuestra fe religiosa
y explicar los versículos de distinta manera. Todo estriba pues en la tradición.” (IV, 42).

Al contrario de Maimónides, para quien la fe mesiánica forma parte de los trece artículos
de fe de la doctrina judía, Yoséf Albo mantiene que la creencia en el Mesías está
anclada en la tradición, como lo atestiguan varios pasajes de los Profetas relativos al
Redentor, sin ser por ello objeto de un artículo de fe específico. Pues esta creencia,
que, por lo demás, no es exclusiva de la religión mosáica, se deriva del principio de la
retribución del bien y del mal. Procede de la esperanza en la victoria final del bien. Sea
lo que fuere, nuestro versículo es la primera alusión bíblica al advenimiento del Mesías
en un lejano futuro, y, por tanto, el primer fundamento de dicha creencia. Es el que
nuestros Sabios suelen citar para apoyar nuestra fe en la venida del Redentor, y el que
han invocado siempre, durante la Edad Media, los dignatarios más entendidos de las
comunidades judías en las numerosas disputas que tuvieron que mantener con los
representantes de las demás religiones. Una amplia literatura exegética y apologética
se ha constituído en torno a este pasaje bíblico que admite muchas interpretaciones,
pero cuyo significado fundamental no ha sido alterado por el paso del tiempo. En
cambio, lo que sí puede dar lugar a dudas es la intención a la que obedecía el Patriarca
cuando pronunció esta frase. ¿Cuál era su propósito? ¿Adelantar un pronóstico sobre
la forma en que iban a evolucionar las cosas o decretar de manera imperativa que la
tribu de Yehudah era la única “tribu real”, y que las demás estaban excluidas de esta
dignidad? Esta última opinión es la que profesan Maimónides (Leyes de la Monarquia
Cap. 1, Par. 9) y Najmánides, quienes consideran como usurpadores a los reyes
procedentes de cualquier tribu que no fuera la de Yehudah. Así explican que el reinado
de estos monarcas hayan sido generalmente Instante breve, como en el caso de los
jashmonèos, que eran descendientes de los Levitas y cuyo poderío se hundió en la
deshonra al cabo de algunas generaciones. Además de sus muchos pecados, la
dinastía jashmonèa había practicado el cúmulo de las funciones sacerdotales y reales,
lo cual está prohibido por la ley enunciada en Números XVIII, 7.

Pero Rabi Nissim de Gerondi objeta que, si interpretamos las palabras del Patriarca en
el sentido de una orden, tendremos que admitir que todos los soberanos del reino de
Israel fueron usurpadores y que, por otra parte, la orden de Yacob no se aplicó nunca
al pie de la letra excepto en la época de David y de Salomón quienes reinaron sobre
las doce tribus. Llega pues a la conclusión de que las palabras, del Patriarca debe
interpretarse como una profecía o una bendición que se aplica a la época en la que los
judíos tuvieron su independencia nacional, lo cual excluye por tanto a la disnastía
jashmonea; y que concierne exclusivamente el período histórico iniciado por el rey
David (véase Rashí), ya que David marcó el principio del reinado de la tribu de Yehudah,
el reinado de Saúl no está pues en cuestión. A partir de entonces, el cetro no se escapó
nunca totalmente de las manos de Yehudah (Discurso 7). Los Tosafistas también
opinan que nuestra frase tiene el valor de una bendición (Yomá 26a) que se cumplió
sólo parcialmente debido a la conducta indigna de algunos representantes de la estirpe
davidiana (Sam. II, 7).

Y EL LEGISLADOR NO SE APARTO DE ENTRE SUS PIES: Esta bendición, se realizó


en la época de los descendientes de Hilel, procedentes por tanto de la tribu de Yehudah,
que fueron Principes o Presidentes del Sanedrín, en Tierra Santa. (San. .5a). Los
sucesores de estos últimos fueron los Exilarcas de Babilonia que recibían su autoridad
de los reyes de aquel país y que, gracias a su ascendencia davidiana, gozaban de un
inmenso prestigio dentro y fuera de las fronteras del reino. Según Seder Olam, el último
representante de este linaje de Exilarcas fué Bostenay, quien vivió en Persia en la
primera mitad del siglo VII, bajo la dominación árabe. Existen varias leyendas en torno
a este personaje histórico de quien el Gaón R. Sherira afirma ser un descendiente (53,
Igueret Rashàg).

HASTA QUE LLEGUE SHILO: “Es el rey Mesías a quien pertenece la corona” (Rashí).
Hasta su advenimiento, Yehudah detendrá el cetro y reinará sobre su nación, pero el
Mesías, hijo de David, reinará sobre la congregación de todos los pueblos, {velò yikehàt
`amìm}

En su Enciclopedia del Pentatenco, M. M. Kasher cita las once interpretaciones distintas


que se han dado de la palabra {Shilò}. La tradición judía, por su parte, sólo ha recogido
la de Rashí y Onkelos quienes le atribuyen el sentido de “Mesías”, por los motivos que
Rashí expone. Algunos comentaristas cristianos admiten que la palabra Shiló designa
al fundador del cristianismo, tesis que carece de fundamento. En este orden de ideas,
la frase “hasta que llegue Shiló” se ha convertido en el argumento predilecto de los
rnisionarios cristianos que intentan convertir a los judíos ignorantes o poco conocedores
de la Sagrada Escritura. Cabe advertir, sin embargo, que esta traducción se remonta
sólo al año 1534, fecha en la que aparece por primera vez en la Biblia alemana de
Sebastián Münster. En la actualidad, ha sido definitivamente descartada por todos los
especialistas que han estudiado el tema en profundidad. En sus Consultas, (T. IV No.
187) el Rabino Salomón Ben Aderet, que vivió en el siglo 13, presenta el informe
detallado de la disputa pública que mantuvo contra el sabio y predicador Martini sobre
este versículo: Según su contradictor, el versículo en cuestión constituía la prueba de
que el Mesías había llegado ya. Los mismos argumentos figuran también en el Sefer
{Disputa de Barcelona} (Constantinopla, 1710) donde se relata la disputa que tuvo lugar
en Barcelona, en 1263, entre Najmánides y el monje dominicano Fray Paolo, judío
converso de Ailontpellier, en presencia del Rey Don Jaime de Aragón. En este informe
consta, entre otros argumentos, la respuesta que le dió Najmánides al rey: El Mesías
vendrá, con toda seguridad; y además será un hombre cuyos padres, es decir tanto el
padre como la madre, procederán del linaje de David; como está escrito: {`ad ki yavò
Shilòh} “hasta que venga su hijo” pues la palabra Shilòh = que se deriva de {Shiliyàh}
significa hijo “su hijo pequeño”, como en Deut. XXVIII, 57. El Mesías vendrá pues al
mundo normalmente, como todos los seres humanos. Puede hallarse una refutación
detallada de los argumentos cristológicos que se apoyan en este versículo en el {Libro
de Jizùk Emunàh}; Breslau, 1873, primera parte, capítulo 14.

LE SEGUIRA LA REUNION DE LOS PUEBLOS: Es una alusión a la congregación que


formarán los pueblos alrededor del Mesías, hecho que menciona también el profeta
Isaías (XI, 10) como lo precisa Rashí. (Xl, 10). Pero Ibn Ezrá y Rabi Kimjì proponen la
traducción siguiente: “Los pueblos le obedecerán” (como en Proverbios XXX, 17).
Según estas dos interpretaciones, Yehudah personifica aquí a toda la nación judía. El
Patriarca quiere dar a entender que los judíos ejercerán una hegemonía moral sobre la
congregación de los pueblos y que sus principios se impondrán poco a poco a todas
las naciones hasta desembocar en la revolución final que el Mesías consumará. El será
el Principe de la Paz, en el sentido de que el objetivo final de su misión será la paz, la
armonía universal, pues según la etimología de Seforno, la palabra {Shilò} se deriva de
{Shalo}, que es la raíz, de {Shalvàh} y de {Shalom}, “felicidad y paz”. Entonces, el cetro
de Yehudah no reinará sólo sobre su propia nación sino sobre la “congregación de los
pueblos.”

11 – EL ATARA A LA VID SU POLLINO, Y A LA PARRA EL HIJO DE SU ASNA,


LAVARA EN VINO SU VESTIDO, Y EN SANGRE DE UVAS SU MANTO.

11 – EL ATARA EN LA VID SU POLLINO: “Es así como Yacob entrevé al Mesías. Pero
¿cómo le ve? Le ve como el vencedor de la humanidad, montado no en un caballo sino
en un pollino. El asno es la bestia de carga que simboliza universalmente el bienestar
apacible y la grandeza nacional pacífica, al contrario de los caballos, que representan
la potencia bélica. Por eso, de todos los animales impuros, el asno ha sido consagrado
por la expresión {Pèter jamòr} como el representante de todos los bienes muebles. Este
es el animal que transporta, con paso sosegado, al hombre y sus pertenencias. Esto
explica que el poder de los reyes judíos no pudiese expresarse en número de caballos
y que le estuviese prohibido al monarca {le-harbòt sus}. El futuro redentor de Israel y de
la humanidad se nos presenta pues aquí asociado con el asno, y esta imagen suscita
una doble visión de paz y bienestar material. Pues el hecho de poder atar al animal, y
sobre todo al {`ayìr}, el impetuoso “pollino”, a la vid, es revelador de un desarrollo
prodigioso de la naturaleza, gracias al cual la vid adquiere la robustez de un árbol y de
una abundancia extraordinaria. La imagen del Mesías “montado en un asno” es también
la que se le aparece al profeta Zejariyàh en su visión mesiánica, cuando dice: “¡Salta
de júbilo, hija de Sión, alégrate, hija de Jerusalem! He aquí que tu rey viene hacia ti,
justo y victorioso, humilde y montado en un asno, en la cría de una asna” (IX, 9, S.R.
Hirsch).

Y A LA PARRA EL HIJO DE SU ASNA: Hay dos alusiones al nombre de Dios en este


versículo: La letra {Yud} empleada corno sufijo del verbo {asar}, forma, con la letra {he}
que completa la palabra {ayir} y en substitución de la vav, el nombre Divino {Ya-h}. Y
este mismo nombre vuelve a aparecer en la combinación de la letra {Yud}, sufijo de
{ben}, con la letra {he}, sufijo de {Sherak} (forma habitual de la palabra, como en Jer. II,
21). Esta doble alusión nos recuerda que la misión del verdadero Mesías sólo podrá
cumplirse “cuando toda la tierra reconozca la soberanía de Dios” (Zohar).

12 – ESTARAN ENCENDIDOS SUS OJOS CON EL VINO, Y SUS DIENTES,


BLANCOS CON LA LECHE.

12 – ESTARAN ENCENDIDOS SUS OJOS CON EL VINO: Como lo subraya Rashí, los
versículos II y 12, evocan de manera hiperbólica la abundancia de bienes que producirá
la tierra cuando se cumplan los tiempos. Para Yacob, la era mesiánica cuya fecha de
advenimiento ha intentado revelarles a sus hijos al principio, pero sin conseguirlo, se
presenta como un rejuvenecimiento de la naturaleza, como un retorno al Paraíso. Las
bendiciones del Cielo y la concordia que reinará entre los hombres crearán un estado
de felicidad temporal en el que el hombre dejará de edificar su grandeza a base de
esclavizar o aniquilar a sus semejantes. Los vestidos de los poderosos de este mundo
no llevarán manchas de sangre humana; la generación del Mesías rebosará vitalidad,
tendrá los “ojos brillantes” y vigor, sus “dientes serán más blancos que la leche”.

El ideal mesiánico del judaísmo es inseparable de la noción de bienestar material, “cada


cual se sentará bajo su vid y a la sombra de su higuera”, dice el profeta Miqueas; IV, 4.
Contrariamente a las demás religiones, el judaísmo no ha despreciado nunca la esfera
de lo material, ni lo ha considerado indigno de sus enseñanzas. Su ambición es
proporcionarle, en este mundo, a cada indivíduo y a cada colectividad la felicidad a la
que aspiran legítimamente, y elevar a todos los hombres a un nivel de holgura material
y de cultura que, lejos de obstaculizar el desarrollo de la virtud, facilita al contrario su
ejercicio, a condición que sepamos utilizarlos con tiento. Basta con pasar revista a las
muchas promesas que contiene la Torah en relación con los bienes terrenales para
darse cuenta de que la religión de Israel no ha merecido nunca el reproche “de ser un
opio para el pueblo.” Su legislación configura un amplio sistema social y económico en
el que los bienes materiales son valorados como corresponde, y cuyo objetivo no deja
de ser por ello el ennoblecimiento de todos los aspectos de la vida humana, gracias a
una atmósfera de pureza y santidad, en medio de una humanidad pacificada y feliz.
Tras encontrar en Yehudah al jefe a quien buscaba para dirigir a la futura nación, el
Patriarca se vuelve hacia sus otros hijos. Les concede también a ellos su bendición
asignándole a cada uno, en función de sus aptitudes particulares, el papel que habrá
de interpretar en el concierto de las doce tribus.

13- ZEBULUN HABITARA A LA RIBERA DE MARES, Y EL MORARA AL LADO DE


UN PUERTO DE NAVIOS; Y SU COSTADO ESTARA HACIA SIDON.

13- ZEBULUN HABITARA A LA RIBERA DE MARES: En la última bendición de Moisés,


Zebulón está citado también antes que (sajar, a pesar de que éste último es el mayor
de los dos. Rashí explica lo siguiente al respecto: “Zebulùn e Yisajar se habían
asociado. Habían decidido que Zebulùn viviría a orillas del mar, que saldría con sus
navíos a comerciar y a enriquecerse y que mantendría a (Yisajar. Este llevaría una vida
sedentaria y se dedicaría a estudiar la Torah; por eso Zebulùn está mencionado antes
que (Yisajar, porque la Torah de Yisajar le debe su existencia a Zebulùn” (Deut. XXXIII,
18). Sin embargo, este orden de prioridad es válido exclusivamente en aquellos casos
en que el estudioso de la Torah depende, para su sustento, de un hermano menor. En
los demás casos, se le debe conceder la preeminencia al representante de la Torah
sobre cualquier otro personaje, aunque se trate de un alto dignitario, como lo demuestra
el ejemplo de Efrayim, el defensor de la Torah, y Menashéh, el representante del poder
temporal (Ha`Emèk Davàr, XLVIII, 20).

Y SU COSTADO ESTARA HACIA SIDON: En la bendición que les concede a los dos
hermanos, Moisés añade: “Ellos invitan a los pueblos a ir a la montaña”, cosa que Rashí
(ibìd.) explica de la manera siguiente: “Atraídos por el comercio de Zebulùn, los
mercaderes extranjeros penetran en su territorio mientras él permanece dentro de sus
fronteras; dicen: ya que nos hemos tomado la molestia de venir hasta aquí, vayamos
hasta Jerusalem, veamos cual es la Divinidad que esta nación venera y cuáles son sus
costumbres. Descubren que todo Israel adora a un solo Dios y sigue el mismo régimen
alimenticio, al contrario de lo que sucede en las demás naciones, donde el dios de los
unos no se parece al dios de los otros y donde el alimento de los unos difiere del de los
otros. Dicen entonces: “No existe ningún pueblo tan puro como éste” y se convierten
allí, como está escrito: “Allí ofrecen sacrificios piadosos” {sham yizbeju zivjè tzèdek}.
Según otra versión atribuida por el Midrash Rabbá cap. 99 a Rabi Asha, la conversión
de los pueblos que el comercio de Zebulùn atraía hacia la Tierra Santa se debía a la
admiración que sentían por la tribu de (Yisajar, pues a pesar de estar dedicada a los
estudios religiosos, ésta disfrutaba de una situación acomodada. Yisajar proporcionaba
pues “el material para los prosélitos {Jamòr gàrem}, en otra lectura {jòmer la gerìm}.

14- YISAJAR ES UN ASNO DE ROBUSTA OSAMENTA QUE SE RECUESTA EN


LOS REDILES.

14 – YISAJAR ES UN ASNO DE ROBUSTA OSAMENTA: Véase el comentario del


capítulo XXX, v. 16.

QUE SE RECUESTA EN LOS REDILES: Esta es la traducción de los Targumim. Desde


el punto de vista geográfico admite varias interpretaciones, citadas, todas ellas, en la
Enciclopedia del Pentateuco (M.M. Kasher). Pero la misma Enciclopedia recoge
también una sentencia del Yalkut de los yemenitas que explica el sentido figurado de
esta frase: Las palabras “entre las fronteras” significan: entre el misterio de la Creación
y el de la teosofía. Lo cual parece aludir a la contribución esencial que la tribu de (Yisajar
aportó a la vida religiosa de Israel, es decir al establecimiento del calendario mediante
el cómputo de los meses y de los años embolísmicos; contribución que nos confirma el
Libro de las Crónicas cuando dice: “de los hijos de Yisajar, buenos conocedores de las
fechas…” (I, XII, 33). Estos cálculos estriban, en efecto, en el discernimiento entre las
dos esferas, la de la Creación, que se rige por el año solar y la de la religión, que se
centra en el año lunar. El calendario judío se sitúa precisamente en la frontera que
separa estas dos zonas, las palabras {ben ha-mishpetàyim}, entre las fronteras o límites
son un eco de la frase: {Yod`e binàh}, I Crónicas ibìd., “capaces de discernir una esfera
de la otra para el cómputo del tiempo”.

15- Y COMO VIESE QUE ERA BUENO EL DESCANSADERO, Y QUE LA TIERRA


ERA AMENA, BAJO SU HOMBRO PARA CARGAR, Y PARO EN TRIBUTO SERVIL.

15- Y COMO VIESE QUE ERA BUENO EL DESCANSADERO, Y QUE LA TIERRA ERA
AMENA: Rashí explica: Vió que tenía una tierra bendita, buena para producir frutos, y,
sin embargo, inclinó el hombro para llevar el yugo de la Torah y se convirtió en el
esclavo tributario de Israel al aceptar la carga que consistía en fijar para ellos las
decisiones de la Torah y en contestar a sus preguntas.

En cambio, Malbim y S.R. Hirsch toman al pie de la letra la palabra {ha-àretz} y traducen
la frase por: “Vió que el trabajo del campo era agradable.” En efecto, si Yehudah es la
tribu real y Zebulun la tribu comercial, la de Yisajar representa la agricultura y constituye,
por ende, el núcleo del pueblo judío. El hombre judío no trabaja por amor al trabajo y al
lucro; trabaja con miras a asegurarse la {Menujàh …tranquilidad}. Deja para los demás
el poder y la riqueza y considera que el ocio conseguido mediante el esfuerzo personal
es el bien más valioso que puede proporcionarle su labor. Por esta razón, Yisajar se
dedicó a explotar las riquezas espirituales de la nación. El conocimiento profundo de la
Torah no se adquiere mediante una dedicación exclusiva a los asuntos profesionales,
sino gracias a las horas de ocio que constituyen el producto más apreciable del trabajo:
{Menujàh ki tov} Yisajar comprendió pues que la agricultura era el medio más eficaz
para alcanzar el estado ideal en el que el hombre “hace de la Torah su meta principal y
del trabajo una ocupación accesoria.” Y fué así, aceptando pagar “el tributo del trabajo
agrícola {Vaihi lemàs `ovèd},” como consiguió convertirse en la tribu más intelectual de
la nación judía.

16-DAN JUZGARA A SU PUEBLO, COMO CUALQUIERA DE LAS TRIBUS DE


ISRAEL.

16- DAN JUZGARA A SU PUEBLO: En su visión profética, Yacob recibe la revelación


de la grandeza y de la decadencia de la futura tribu de Dan. Esta tribu había de hacer
pareja con la de Yehudah, pues formó la retaguardia del campamento de Israel durante
su travesía de cuarenta años por el desierto (Números X, 25), mientras que la tribu de
Yehudah constituía la vanguardia del mismo (ib., 14). pero, al contrario de lo que hacía
Yehudah, quien atacaba siempre a los enemigos de frente, con la valentía de un león,
Dan se dedicaba a atacar por sorpresa armando emboscadas. Semejante a la
serpiente, “el más astuto de los animales”, “muerde los talones del caballo y hace caer
hacia atrás al jinete.” Esta sentencia de Yacob suele aplicársele a Sansón, que fué el
juez y el vengador de su pueblo (según el doble sentido de la palabra {yadìn}, y el
representante más perfecto de la tribu de Dan, de la que procedía. Como lo hacen
constar Najmánides y Rashí, sus métodos de lucha contra los Filisteos correspondían
a la descripción que nos hace aquí Yacob. Pero, aunque defendió valerosamente a su
pueblo y llevó a su tribu a la gloria, acabó por hundirse en la deshonra y el oprobio. “Fué
el único de los jueces de Israel que cayó en manos del enemigo.” (Najmánides).

17 -SERA DAN SERPIENTE EN EL CAMINO, CERASTA (VIVORA) JUNTO A LA


SENDA, QUE MUERDE LOS TALONES DEL CABALLO, DE MODO QUE CAE SU
JINETE HACIA ATRAS.

18 – ¡TU SOCORRO DE TI LO ESPERO, OH SEÑOR!

18 – ¡TU SOCORRO DE TI LO ESPERO, OH SEÑOR!: Esta imploración que cierra la


parte del discurso dirigida a Dan resulta perfectamente comprensible si pasamos revista
a los acontecimientos que el destino le reservó a dicha tribu. Desde el punto de vista
geográfico, la posición que ocupaba la tribu de Dan en la Tierra Prometida, era la más
expuesta de todas. Pero, además, Dan era también vulnerable a nivel moral. Nuestros
Sabios le designan claramente como “la oveja negra” de Israel, y explican que
necesitaba estar rodeada por las dos tribus beneméritas de Asher y Neftalí (Números
Rabbá cap. 2). Dan se nos presenta, en efecto, como la “tribu de los idólatras”. En su
territorio encontraron los exploradores el ídolo de Misha (Jueces XVIII), el mismo que
la tribu se había llevado consigo al salir de Egipto (San. 103b), y los hijos de Dan fueron
los únicos que adoraron los becerros de oro fabricados por el Rey Yerov`àm (Reyes 1,
XII, 30). Esta infidelidad al verdadero Dios fué lo que detuvo a Abraham, muchos siglos
antes, cuando perseguía a sus enemigos durante la guerra de los cuatro reyes. (Véase
el comentario del capítulo XIV, v. 14). Al entrever, en su visión profética, este futuro tan
sombrío, Yacob temió que toda la tribu corriera la misma suerte trágica que Sansón, su
representante más eminente, aquel cuya caída se debió también a su matrimonio con
una mujer de origen extranjero. Por eso imploró el socorro Divino para la tribu de Dan.

19 – GAD, TROPAS LE ACOMETERAN; MAS EL ACOSARA SU RETAGUARDIA.

19 – GAD, TROPAS LE ACOMETERAN: Con esta breve frase el Patriarca rinde


homenaje a la fuerza victoriosa de Gad. Ella era la que guardaba la frontera, y en varias
ocasiones, rechazó los ataques de los Amonitas, de los Moabitas y de los Arameos
(Najmánides). Moisés compara a la tribu de Gad con una leona cuya fuerza serena,
rapidez y valentía consiguen reprimir cualquier intento enemigo de violación de las
fronteras. Nuestros maestros relacionan las palabras proféticas de Yacob con otros
acontecimientos de la historia de la tribu, pero Ibn Ezrá hace la siguiente observación:
“Hemos perdido la memoria de todas las tribulaciones por las que han atravesado
nuestros antepasados.”

20 – DE ASHER, EL PAN ACEITOSO, Y EL DARA DELEITES DE REY.

20 – DE ASHER, EL PAN ACEITOSO: Hemos referido ya, en nuestro comentario del


capítulo XXX, v. 13, con motivo del nacimiento de los dos hijos “de la felicidad”, Gad y
Asher, las circunstancias que le permitieron a Asher redimir la falta de su hermano Gad.
Al presentar aquí las bendiciones de los dos hermanos una detrás de otra, y al añadir
al nombre “Asher” el prefijo “M” (de), la Escritura alude al mérito de éste: Es como si
dijera que la bendición de Gad proviene “de Asher”. Además del sentido literal de la
bendición, que Rashí explica, y que le atribuye a Asher el primer puesto en lo referente
a la producción agrícola, encontramos también otra interpretación: los Sabios del
Midrash opinan, en efecto, que esta tribu fué bendecida “por la belleza de sus mujeres
a las que pretendieron reyes y sumos sacerdotes.” Ya, en el momento de nacer Asher,
su madre había formulado el siguiente presagio: “¡Para felicidad Mía! (beosh-rì), pues
las mujeres de mi descendencia me felicitarán.” Cabe precisar que la palabra
{ma`adanè… “deleites”} alude a los aderezos de piedras preciosas que llevan las
princesas, según consta en Sam. II, I, 24. Esto explica que las joyas figurasen en el
estandarte de Asher. (Rabbá, Números, 2).

21 – NAFTALI ES UNA GACELA SUELTA; EL PROFERIRA DICHOS ELEGANTES.

21 – NAFTALI ES UNA GACELA SUELTA: “Las tribus de Israel están comparadas con
animales” (Sotá 11b). Yehudah está comparado con un cachorro de león, Yisajar con
un asno huesudo, Dan con una serpiente, Naftalí con una gacela y Benjamín con un
lobo. Esta observación del Talmud tiene, según S. Edels, un significado preciso que
procede de su contexto. Su propósito es insistir en el hecho de que los rasgos distintivos
que caracterizan a cada una de las tribus deben conservar la fuerza elemental del
instinto y no verse nunca afectados por las taras de la sociedad y de la civilización,
como sucede en el caso de los animales que encarnan estas características.

“Los señores acostumbran a enviarse gacelas los unos a los otros. Las gacelas que
nacen en los países nórdicos se crían en las cortes de los paises del sur. Si se les ata
un mensaje en los cuernos, salen disparadas en dirección a su ciudad natal,
convirtiéndose así en mensajeras “de felices noticias” (imrè shèfer). He aquí lo que
podemos leer en el Talmud de Jerusalem: El emperador romano Diocleciano les
imponía excesivos gravámenes a los habitantes de Panaje, hasta el punto de que éstos
decidieron abandonar su ciudad. Un consejero le dijo entonces al emperador: “Si se
marchan, volverán, pues es ley de naturaleza. Hagamos la experiencia enviando a
algunas gacelas de nuestro país a una comarca alejada. Acabarán por regresar.” Así
se hizo. Las gacelas fueron enviadas a Africa, y allí las ataron para que no se
escaparan. Cuando se les devolvió la libertad, al cabo de 13 años, volvieron
inmediatamente a su tierra de origen” (Najmánides).

Naftalí era el prototipo del hombre satisfecho “colmado de favores, lleno de la bendición
del Eterno” (Deut. XXXIII, 23). Además, tenía el don de la elocuencia, y “cuando abría
la boca en alguna reunión, su palabra corría como la miel” (Targumin; el nombre
{Naftalì} se compone de las palabras {nòfet lo}, “la miel que le corre”, como en
Proverbios XXIV, 13). Esta facilidad que tenía para expresarse le predestinaba a ser el
portador de buenas noticias. El mismo Naftali había tenido ya la oportunidad de
desempeñar esta función, en algunos textos consta, en efecto, que él fué el primero en
anunciarle a Yacob la noticia de que Yosef estaba aún vivo. (Targ.). En lo sucesivo, sus
descendientes demostraron ser diplomáticos natos pues aliaban al encanto de su
elocuencia, la habilidad y el tacto. (Tanj.). Naftalí se convirtió en el mensajero ideal;
nunca traicionó la misión que le encomendaban; además, era capaz de encargarse de
las operaciones más audaces, pues su espíritu penetrante e inspirado y su gracia
irresistible hacían de él el mejor portavoz de todos los hermanos, en la más noble
acepción de la palabra.

22 – RAMO FRUCTIFERO ES YOSEF, RAMO FRUCTIFERO CERCA DE UNA


FUENTE, CUYOS VASTAGOS SE EXTIENDEN SOBRE EL MURO.

22 – RAMO FRUCTIFERO ES YOSEF: La expresión {Ben Poràt} significa, según Rashí,


“hijo magnífico”; según Ibn Ezrá, “ramo fértil” y, según Onkelos, “hijo fructífero”. Los
gramáticos citados por Najmánides dan la siguiente traducción: ¡Hijo! ramificado está
Yosef, ¡hijo! ramificado desde la fuente, pues la palabra {ben} figura aquí en su estado
absoluto ya que lleva un {sère} en lugar de un {sègol}. La repetición contenida en la
frase hace referencia a los dos ramos que nacieron de Yosef: Efrayim y Menasheh.

La bendición que Yacob le dedica a Yosef está cuajada de palabras de cariño. El


Patriarca, le llama dos veces “¡hijo!” a secas y le tributa las mayores alabanzas, las
expresiones más tiernas. El hijo que tanto ha sufrido recibe aquí, a modo de
recompensa, un juicio exclusivamente favorable.

Desde luego, el jefe incontestable de los hijos de Israel, era Yehudah. “Tus hermanos
te rinden su homenaje” le había dicho su padre. Yehudah gozaba de una autoridad
natural y de una popularidad que nadie le discutía mientras que Yosef, cuyas aptitudes
físicas y espirituales eran sin duda más brillantes aún que las de Yehudah había
despertado desde el principio los celos y el odio de sus hermanos. “Le han atormentado,
le han asaetado, se han ensañado contra él los arqueros.” Por esta razón, no pudo
aspirar al puesto de jefe. Sin embargo, Yosef era superior a Yehudah en grandeza moral
y en virtud. No fué Yehudah sino él quien mereció el calificativo de {Tzadik… “justo”},
que le atribuye la tradición judía (Yomá 35b). Su padre le llama aquí el “coronado entre
sus hermanos”, pues lleva la diadema invisible de la perfección moral. Este homenaje
excepcional que el Patriarca le rinde a su hijo desde su lecho de muerte se debe a la
fuerza de carácter y a la magnanimidad que Yosef ha demostrado en dos ocasiones,
en relación con dos acontecimientos cuya importancia ha sido determinante en su vida.
Yacob los recuerda aquí discretamente, a través de las palabras eufémicas que le dirige
a su hijo.

La primera victoria moral que Yosef consiguió fué la castidad que observó en Egipto en
medio de las múltiples seducciones a las que estaba expuesto diariamente. “Cada día,
exclama Rabi Yojanán, el Eterno glorifica él mismo la virtud del soltero que vive en una
gran ciudad sin entregarse al pecado” (Pes. 113a) . En Egipto, la perversión de las
costumbres y los desenfrenos sexuales había llegado a los más innobles extremos,
como lo atestigua la propia Torah. (Levít. XVIII, 3). Pero Yosef permaneció
soberanamente insensible a la depravación que le rodeaba. Supo incluso resistir a la
tentación constante del pecado al que la esposa de su amo le invitaba y defender su
virtud a riesgo de perder la vida – pues ella había formulado amenazas de muerte –
mientras que Yehudah se había entregado a un acto de depravación en un momento
de debilidad. Yosef nunca conoció semejantes debilidades, a pesar de que su belleza
era tan extraordinaria que “las muchachas caminaban en lo alto de la muralla” para
contemplarle cuando pasaba. Había sabido dominar sus instintos “reprimiendo su
fuerza viril.” {vatèshev be-etàn kashtò}. (véase el comentario del capítulo XXXIX, v. 12;
según Sotá 36b). “Su virilidad se había esparcido por sus manos” {va-yafòzu zero`e
yadàv}, dice Rashí”, gracias a la energía moral que poseía y que se debía a la influencia
remota del “poderoso Yacob” (ibìd.). El recuerdo de su padre era, en efecto lo que había
retenido a Yosef impidiéndole caer en el pecado, incluso en Egipto. (Véase el
comentario ib., v. II). Así pues, El Patriarca, la “roca de Israel”, guía a su hijo como un
pastor {ro`e èven Yisrael}, desde lejos. El salmista también glorificará el extraordinario
ascendiente que el padre ejercía sobre aquel hijo perdido en un país lejano desde hacía
ya muchos años: “Pastor, Israel, escucha; tú que guías a Yosef como un rebaño…
{nohèg ka-tzòn Yosèf}” (LXXX, 2).

Este dominio de sí mismo que Yosef demostró en su lucha contra sus impulsos
sensuales, volvió a confirmarse en otro ámbito moral. Yacob alude a ello en su
bendición cuando entrelaza los dos principales méritos de su hijo. Sus hermanos, dice,
le hostigaron y “los arqueros le asaetearon”, pero él no aprovechó la magnífica
oportunidad que tuvo de devolverles el daño que le habían hecho. Aunque se convirtió
en el virrey de Egipto, con poderes casi ilimitados, supo olvidar, mostrarse generoso y
renunciar a saciar un apetito de venganza que estaba justificado. Lejos de volver su
arco contra ellos, cuando estuvo en condiciones de hacerlo, “lo dejó descansar”, a pesar
de que “los brazos de sus manos estaban ya adornados de oro”, alusión a las joyas
reales”. Este cambio milagroso que se había producido en su vida, Yosef se lo debía a
la misma Providencia que había guiado los pasos de Yacob. También el Patriarca había
reconocido en Dios la “fuerza Todopoderosa” {Abir} (como en Isaías I, 24) que le había
sacado de las profundidades de la aflicción. En todas las fases de su existencia, Yacob
había sentido a Dios como un pastor que le guiaba como luego guió a su hijo Yosef, y
que volcaba toda su solicitud en aquella “piedra de Israel {Evèn Yisrael}” que no era
otra que la que antaño había consagrado convirtiéndola en Beth- El, en la piedra angular
de la familia que había de pertenecer a Dios {ve-haèven ha-zòt} (XXVIII, 22). Esta
piedra, en la que Yacob había reclinado su cabeza cansada poco después de salir
huyendo de la casa paterna donde su hermano le había amenazado con matarle, había
constituido desde entonces para él el símbolo de su más profundo desamparo y, al
mismo tiempo, el de la maravillosa bendición Divina que había recibido en sueños en
aquel lugar. Esta bendición se había realizado totalmente; por eso, en el atardecer de
su vida, Yacob le dedicó sus pensamientos a esta “piedra de Israel”, con el corazón
rebosante de gratitud. (Hirsch). En cuanto a Yosef, el Patriarca reconoció en él al hijo
que mejor había comprendido la misión moral del hombre. Él era el verdadero heredero,
“el elegido entre sus hermanos”, el auténtico “justo” que aliaba la nobleza de
sentimientos con los dones excepcionales que le había prodigado la naturaleza. Yosef
merecía el título honorífico de {Tzadik}. porque, en los momentos de mayor tentación,
había sabido dominarse y permanecer inquebrantablemente fiel a la fe y al Dios de su
padre. Por esta razón, es al “Dios de su padre, {me-El Avìja} “a quien Yacob implora
para pedirle que siga protegiendo a su hijo Yosef.

23 – AUNQUE LO AMARGARON Y LO ASAETARON, Y LO ODIARON LOS


DIESTROS FLECHEROS.

24 – SIN EMBARGO, PERMANECIO SU ARCO EN FORTALEZA, Y FUERON


ROBUSTECIDOS LOS BRAZOS DE SUS MANOS; DE LAS MANOS DEL
PODEROSO DE YACOB, DE ALLI (YOSEF VINO A SER) EL PASTOR Y LA PIEDRA
DE ISRAEL.

25 – DE PARTE DEL DIOS DE TU PADRE, QUE TE AYUDARA, Y DEL


OMNIPOTENTE QUE TE BENDECIRA CON LAS BENDICIONES DE LOS CIELOS
DE ARRIBA, CON LAS BENDICIONES DE LOS PECHOS Y DE LA MATRIZ.

25 – DEL OMNIPOTENTE… {VE-ET SHA-DAI} Rashí interpreta estas palabras de la


manera siguiente: “era con Dios con quien tu corazón estaba cuando no escuchaste a
la mujer de tu amo, y será él quien te bendiga.” La palabra {et} es aquí una preposición
y significa “con”. Pero el Zohar la interpreta como un sustituto del nombre Divino {E-l}.
La Torah, dice, ha preferido la palabra {et} porque, como empieza por una alef y se
termina por tav ilustra la noción de totalidad, mientras que el nombre {E-l} se termina
por “lamed” y representa sólo, por tanto, la mitad del alfabeto. Ahora bien, lo que las
palabras siguientes del Patriarca ponen de realce es precisamente el carácter universal
de las bendiciones Divinas.

En efecto, Yacob había sido colmado de bendiciones, y estas sobrepujaban


considerablemente las que habían recibido sus antepasados, como lo hemos señalado
en el comentario del capítulo XXVIII, v. 14. Isaac le había concedido las “bendiciones
del cielo y las de las profundidades de la tierra, {birjòt shamayim me`al}”, con las
palabras {mitàl ha.shamayim u-mishmane ha-àretz} (XXVIII, 14). Esta bendición “que
rebasaba las de sus antepasados, (gaverù `al birjot horaì) abarcaban el mundo entero,
hasta sus últimos confines. Sin embargo, Yacob no había aprovechado personalmente
las generosas bendiciones que le habían correspondido; había preferido reservarlas
para los tiempos futuros (véase el comentario ib. 4). Ahora, había llegado para él el
momento de legárselas a aquel de sus hijos que parecía más digno de recibirlas. Este
hijo era Yosef, el {Tzadik}, pues es preciso “que el instrumento del bien sea también
bueno …. {Megal-gelim zejùtal yedè zakài}” (Shab. 32a). Y es conveniente, por tanto,
que “las bendiciones reposen sobre la cabeza del justo” (Prov. X, 7).

LAS BENDICIONES DE LOS PECHOS Y DE LA MATRIZ: Según el Midrash Rabbá,


esto alude a Raquel, la esposa inolvidable, la madre de Yosef. Antes de su muerte,
Yacob quiso evocar su recuerdo para que su hijo supiera las muchas bendiciones que
le debía a aquella cuyos pechos le habían amamantado y cuyo vientre le había
alumbrado. En cambio, Rashí y Onkelos relacionan esta frase con la fecundidad de los
descendientes de Yosef. De hecho, la bendición del Patriarca sólo pudo realizarse
durante un período de tiempo limitado. Pues en lo sucesivo, los descendientes de Yosef
se comportaron de manera indigna, por lo que Oseas, el primer profeta que anunció la
caída del Templo, exclamó hablando de ellos: “Dales, Eterno… ¿qué les darás?, ¡Dales
un seno estéril y unos pechos resecos!” (IX,14).

26 – LAS BENDICIONES DE TU PADRE SUPERAN A LAS BENDICIONES


RECIBIDAS DE MIS PADRES PROGENITORES, MAS QUE LAS DE LOS MONTES
ETERNOS: ¡VENGAN ESTAS SOBRE LA CABEZA DE YOSEF Y SOBRE LA
CORONILLA DEL SEÑOR DE SUS HERMANOS!

26 -Y SOBRE LA CORONILLA DEL SEÑOR DE SUS HERMANOS: La abstinencia


observada por Yosef en Egipto le hace merecedor del título de nazir, como lo hemos
indicado anteriormente. Esta virtud explica el calificativo de “coronado entre sus
hermanos”, implícito también en la palabra {Nazìr}.

Yosef se presenta aquí como el hermano que ocupa, junto a Yehudah, el puesto más
eminente en el seno de la familia de Israel. Esta se sitúa en efecto entre dos polos, el
de la autoridad del jefe (Maljùt) y el de la piedad y la rectitud (Tzadik). La historia bíblica
aparece marcada en todo su recorrido por esta bipolaridad cuyos orígenes se remontan
a la bendición de Yacob. Pero contrariamente a la tribu de Yehudah que permaneció
fiel a su vocación mesiánica, los descendientes de Yosef se apartaron del buen camino.
Consiguientemente, la concordia que la tribu real y la tribu más piadosa intentaron
establecer entre sí no resistió el paso del tiempo. El cisma que se produjo entre el reino
de Yehudah y el de Yosef, Efrayim ilustra este trágico antagonismo. No obstante, el
profeta Ezequiel nos ha anunciado, en nombre del Eterno, la reconciliación que tendrá
lugar en los tiempos mesiánicos entre ambas tribus: “Tomaré el árbol de Yosef con el
árbol de Yehudah y haré de ellos un solo tronco, que sea una sola cosa en mi mano.
Tendrán todos un solo, rey y dejarán de formar dos naciones; ya no estarán divididos
en dos reinos” (XXXVII, 19-22).

27 -BENJAMIN, CUAL LOBO, RAPAZ: POR LA MAÑANA COMERA LA PRESA, Y


A LA TARDE REPARTIRA LOS DESPOJOS.

27 – BENJAMIN, CUAL LOBO, RAPAZ: En su interpretación de las palabras dirigidas


aquí a Benjamín, Rashí sigue fiel a la tesis según la cual todas las bendiciones de Yacob
son profecías relativas al destino futuro de cada tribu. En esta perspectiva el propósito
de la convocatoria solemne del Patriarca era el de asignarle a cada uno de sus doce
hijos la vocación histórica que había de marcarle hasta el final de los tiempos.

Pero el Zohar y los Targumìm relacionan esta última frase con los sacrificios rituales
que habrían de celebrarse en el territorio de Benjamín cuando se edificase en él el
templo de Jerusalem (Zeb. 44b). Para Yacob el porvenir glorioso del más joven de sus
hijos estaba ligado a este privilegio excepcional que le fué concedido a Benjamín por
los motivos expuestos en nuestro comentario del capítulo XXXIII, v. 2 y XXXV, V. 18.
Según esta teoría, el versículo debe interpretarse de la manera siguiente: “Benjamín es
un lobo devorador” alude al altar donde se consumían los animales sagrados, también
llamado {Ariel}, el león de Dios, porque el fuego celestial se parecía a un león
agazapado. (Véase Rashí, Isaías XXIX, 1). “Por la mañana se sacia con la presa” alude
al sacrificio matinal que se ofrece todos los días {`olàt ha-bòker}. La ofrenda de la
mañana es una manifestación de amor con la que el hombre expresa el deseo que tiene
de elevarse hacia Dios desde que despunta el día. La palabra {`ad} que figura en este
hemistiquio es como un eco de aquel otro {ve-shavtà `ad” Ado-nài Elo-hèja} que
tenemos en la frase: “volverás al Eterno, tu Dios” (Deut. XXX, v.2). Y “por la tarde reparte
el botín” alude a las generosas bendiciones prodigadas por el Cielo al atardecer, gracias
al altar y al culto que se celebra en él cada mañana.

Y A LA TARDE REPARTIRA LOS DESPOJOS: Según S.R. Hirsch, tras acompañar a


sus hijos en las tribulaciones de la historia, a través de su visión profética, el Patriarca
prevé que será el más pequeño, el más joven de ellos el que, al final de los tiempos,
rechazará al “lobo rapaz”, al eterno Amalek, y lo alejará del rebaño de Israel deben
traducirse por: despedazará al lobo”, ya que el texto no dice: {zeèv yitraf}. Cuando llegue
la era de la justicia y del amor, será el más debil de los hermanos, no el más fuerte ni
el mejor armado, el que consiga triunfar de la fiera. En la mañana de su historia, será
Shaúl, el Binyaminita, quien derrote momentaneamente a los Amalekitas, pero, cuando
caiga el crepúsculo de los tiempos, Benjamín los destruirá definitivamente y repartirá
sus despojos. “Los más jóvenes del rebaño los rechazarán” (Jer. XLIX, 20).
Al comparar las bendiciones de Yacob con las de Moisés, al final de la Torah, Isaac
Abarbanel sostiene la tesis según la cual este último tenía en mente el próximo
establecimiento de las tribus en el territorio de la Tierra Prometida mientras que las
palabras de Yacob se referían al carácter y vocación de cada uno de sus hijos. Esto
podría explicar la diferencia que observamos entre las dos bendiciones destinadas a
Benjamín: Yacob le califica de lobo rapaz y Moisés, en cambio, le designa con las
siguientes palabras: “Amado del Eterno… el Señor ha hallado en ti su eterno refugio y
mora entre tus hombros.” Alusión al Templo y a las colinas de Jerusalem.

28 – TODAS ESTAS SON LAS TRIBUS DE ISRAEL, DOCE, Y ESTO FUE LO QUE
LES DIJO SU PADRE CUANDO LOS BENDIJO: A CADA UNA LA BENDIJO
CONFORME A SU PROPIA BENDICION.

28 -TODAS ESTAS SON LAS TRIBUS DE ISRAEL: Todos los hijos de Yacob son
iguales en piedad, todos ellos son {Tzadikím} (Targ. Yonatán) a pesar de los defectos
que el mismo padre acaba de señalar. Los doce hijos son dignos del Patriarca, dignos
de formar parte de las {Shiv-tè Yisrael… “tribus de Israel”}, título honorífico que aparece
aquí por primera vez. Cuando la raíz es buena, dirá Abarbanel, todas las ramas, y todos
los tallos son buenos también. Así pues, la labor de selección del bien y de eliminación
del mal, empezada a través de la descendencia del primer Patriarca, con miras a la
creación de la nación santa (véase el comentario del capítulo XVI, v. 15), acaba aquí
en la posteridad del tercer Patriarca, “Su lecho era totalmente perfecto” dirá Rashí
(XLVII, 31).

DOCE: Véase el comentario del capítulo XLVI, v. 27. La Escritura reafirma aquí el
número doce, que es el que fijó ya en el capítulo XXXV, v. 22, a pesar del
desdoblamiento de la tribu de Yosef que se ha producido desde entonces. La tribu de
Yosef cuenta como una sola entidad en todos los casos en que Leví figura entre los
hijos de Yacob, y cuenta en cambio por dos cuando el texto trata del campamento de
Israel en el desierto o de la instalación de las tribus en el territorio de Canaán.

A CADA UNA LA BENDIJO: La bendición no es uniforme. Varía en función de la


personalidad de cada hijo. Pues la nación de Israel está basada en la idea de unión
dentro de la pluralidad, como lo hemos explicado en nuestro comentario del capítulo
XXXV, II. Cada una de las doce tribus es llamada a desempeñar una función particular
que se deriva tanto de su personalidad propia como de su situación geográfica dentro
del país. El resultado es la institución de un sistema de “división del trabajo” que
determina la vida económica y cultural de la nación. Rubén, Gad y Menashéh, que
ocupaban Transjordania, se especializaron en la cría de ganado y el pastoreo (Números
XXXII); Shime`ón le proporcionó a la nación sus escribas y sus maestros (Rashí, Supra
V. 7) e Yisajar sus sabios (Jueces V, 14). Leví le dió sus sacerdotes y Yehudah sus
reyes y sus funcionarios públicos. Efrayim y Menashéh suministraban los mejores
soldados (Salmo LXXX, 3) mientras que Zebulùn se dedicaba al comercio exterior y al
transporte marítimo. Asher, por su parte, sobresalía en agricultura, y Naftalí, quien
compartía con él esta especialidad, poseía además el dominio de la elocuencia y de los
deportes. Por último, Dan se distinguía por su competencia en los asuntos jurídicos
(Pes. 4a).

Las características atribuidas a las doce tribus por el Patriarca, las marcaron de manera
indeleble. A la par que permanecían fieles a su fe común, estas desarrollaron sus
respectivos particularismos, reconociendo su legitimidad. Estos particularismos son los
que originaron la diversidad de los rituales de oraciones en los diferentes sectores de
la nación judía. “Son doce las puertas del Cielo que corresponden a las doce tribus.
Cada una de éstas posee su propio tipo de oraciones y las eleva a Dios por una de
aquellas puertas. No es conveniente, por tanto, modificar las costumbres establecidas
(Minhaguìm) ver Maguèn Abrahàm Cap.8 del Shuljàn `Arùj.

A CADA UNA LA BENDIJO: Comentario de Rashí: “El texto debió decir: A cada tribu la
bendijo, de acuerdo con su propia bendición. ¿Por qué dice: las bendijo? Porque cada
una, en particular, se benefició de la bendición colectiva {otam} y porque todos los
hermanos, en conjunto, se beneficiaron de cada bendición individual.

29 – Y LES DIO ORDEN, DICIENDOLES: “YO VOY A SER AGREGADO A MI


PUEBLO; SEPULTADME CON MIS PADRES, EN LA CUEVA QUE ESTA EN EL
CAMPO DE EFRON EL HITITA.

29 – Y LES DIO ORDEN, DICIENDOLES: Según Najmánides, si Yacob les ordena


ahora imperativamente a todos sus hijos enterrarle en Tierra Santa, a pesar de haber
conseguido ya anteriormente que Yosef se lo prometiera, es porque teme que el Faraón
se oponga a su voluntad por miedo a perder a Yosef. Esta es pues la razón por la que
Yacob les dicta a todos sus hijos aquí reunidos las consignas más estrictas al respecto,
añadiendo ciertas precisiones referentes al transporte de su ataúd, “que no debía ser
tocado por ningún incircunciso”. (Midrash y Rashí L, I3). El relato detallado de las
últimas disposiciones tomadas por el Patriarca antes de morir figura dos veces en el
texto bíblico, al principio y al final de la Sidrá; esta repetición pone de manifiesto la
importancia excepcional que la Escritura le concede a la Tierra Santa y a su suelo,
importancia que hemos explicado ya en nuestro comentario del capítulo XLVII, v. 29.
Con esta nota enfática dedicada a la Tierra Santa y con la larga descripción de la
inhumación de Yacob en la tumba de los Patriarcas finaliza el Libro del Génesis.
30 – EN LA CUEVA QUE ESTA EN EL CAMPO DE MAJPELAH, QUE ESTA
ENFRENTE DE MAMRE, EN LA TIERRA DE KENA`AN, CAMPO QUE HABIA
COMPRADO ABRAHAM DE EFRON EL HITITA, PARA POSESION DE
SEPULTURA.

30 – EN LA CUEVA QUE ESTA EN EL CAMPO DE MAJPELAH: Véase el comentario


del capítulo XXIII, v. 17.

31 – ALLI ENTERRARON A ABRAHAM Y A SARA, SU MUJER, ALLI ENTERRARON


A ISAAC Y REBECA, SU MUJER Y ALLI ENTERRE YO A LEA.

31 -ALLI ENTERRARON A ISAAC Y A REBECA: Aunque es cierto que está prohibido


llamar a un padre por su nombre, incluso después de su muerte, está permitido hacerlo
si se coloca junto al nombre la fórmula: “mi padre”, {Abà} (Agrà Yorèh De`ah, 242
Pequeño Par.36). Yacob procede de esta manera ya que hace preceder los nombres
citados aquí por la palabra {avotài}, mis padres. Según el Ritvàh, los nombres de los
Patriarcas eran apelativos específicos puestos por Dios, y esto le daba derecho al hijo
a pronunciarlos. Puede hacerse la misma observación sobre el capítulo L, 24.

32 – EL CAMPO CON LA CUEVA QUE EN EL ESTA, COMPRADO DE LOS HIJOS


DE JET.

33 – Y CUANDO HUBO ACABADO YACOB DE ORDENAR ESTO A SUS HIJOS,


RECOGIO SUS PIES EN LA CAMA, Y EXPIRO, Y FUE AGREGADO A SU PUEBLO.

33 -Y CUANDO HUBO ACABADO YACOB DE ORDENAR ESTO A SUS HIJOS: El


justo, conserva, hasta el último suspiro, su dominio sobre la muerte. Esta espera, en
cierto modo, que él haya terminado de dictarles a sus hijos sus últimas voluntades. En
efecto, Yacob forma parte de los seis justos que se sustrajeron al poder del ángel de la
muerte y que murieron por un beso de Dios. (B.B. I6a; sus cadáveres no fueron
devorados por los gusanos. lb.)

Rashí, por su parte, cita una sentencia talmúdica (Taanit 5b) en la que se hace constar
que la palabra “muerte” no ha sido pronunciada por la Escritura a propósito de Yacob.
¿No dicen acaso nuestros maestros que “Yacob, nuestro padre, no ha muerto?” Esta
observación que, como lo precisan los comentaristas, no debe interpretarse al pie de la
letra, tiene un sentido figurado que hemos explicado ya en nuestro comentario del
capítulo XLVII, v. 28, al principio de la Sidrá. A los que preguntan por qué es Yacob el
único de los tres Patriarcas a quien la Escritura ha considerado digno de este
tratamiento, Bajyáh les contesta recordándoles que Yacob realizó en su persona la
unión armoniosa de las virtudes que sus antepasados habían cultivado por separado:
el amor a Dios y a los hombres, que era atributo de Abraham, y el espíritu de obediencia
y disciplina incondicionales, que era el rasgo más característico de Isaac. Entre
Abraham quien encarnaba el principio del {Jesed… amor} y su hijo Isaac quien
encarnaba el del {Din… derecho y legalidad}, Yacob trazó el camino real, el del término
medio (Rajamin = Tiferet, constituido por el amor que suaviza la justicia (véase el
comentario del capítulo XXV, v. 27). Esta vía abierta por Yacob es la de la armonía y la
de la verdad (titèn emèt li-Ya`akov. Y contrariamente al amor y a la justicia que pueden
conocer, en el curso de la Historia, fases de eclipse y derrota y que además contienen
cada uno el germen de su recíproca negación, la vía de la unión armoniosa de ambos
conceptos (Rajamin ve-din) triunfa en todas las épocas y en todas las latitudes. Perdura
eternamente sin atravesar momentos de decadencia o apagamiento. El principio básico
de Yacob se cierne sobre la muerte o está por encima de la muerte.

Y FUE AGREGADO A SU PUEBLO: Véase el comentario del capítulo XXV, v. 8.

CAPITULO L

1 -ENTONCES CAYO YOSEF SOBRE EL ROSTRO DE SU PADRE, Y LLORO


SOBRE EL, Y LO BESO.

1 -Y LO BESO: Rabi Ch. Ben Attar hace la siguiente observación: “No es conveniente
besar a un muerto, porque su impureza se transmite al que le está besando. No
obstante, Yacob era una excepción, pues seguía viviendo en el sentido espiritual de la
palabra. La muerte no le alteró.” Rabi Yehudah Jasid declara en el párrafo cuarto de su
testamento que trae mala suerte abrazar a un hijo difunto, y A.Z. Eisenytadt añade que
ésto es cierto en aquellos casos en que el muerto es un hijo o una hija, pero no cuando
es uno de los padres, como se infiere del ejemplo de Yosef.

2 – Y MANDO YOSEF A SUS SIERVOS, LOS MEDICOS, QUE EMBALSAMARAN A


SU PADRE; Y EMBALSAMARON LOS MEDICOS A ISRAEL.

2 -Y MANDO YOSEF A SUS SIERVOS, LOS MEDICOS, QUE EMBALSAMARAN A SU


PADRE: Rashí discute con los Sabios acerca de si esta orden de Yosef es o no es
acertada. Por lo que a él respecta, la considera inoportuna, idea que expresa poniendo
las siguientes palabras en la boca de Dios: ¿Acaso no hubiera podido proteger Yo
mismo a este justo? No diré acaso de él: “¡El gusano no verá a Yacob, a los restos
mortales de Israel! Ya vengo yo en tu ayuda, dice el Eterno” (Isaías XLI, 14). Yosef tuvo
pues que sufrir las consecuencias de esta falta. En cambio, los Sabios alaban la
decisión de Yosef por considerar que corresponde a una orden de su mismo padre,
como se deduce del versículo 12: “Sus hijos actuaron con él de acuerdo con lo que les
había ordenado.”
Estas dos opiniones reflejan dos tesis opuestas sobre el embalsamiento. Según los
unos, este procedimiento constituye una ofensa para el cuerpo humano, el cual
conserva su inviolabilidad incluso después de la muerte, y, además, retrasa u
obstaculiza el fenómeno de descomposición que forma parte de las condiciones
requeridas para la expiación, como lo enseña el Talmud en Sanh. 476 (Yesh. Landau y
M. Sofer, Responsa). Situándose en un plano más general, S.R. Hirsch observa que el
embalsamiento constituye una de las manifestaciones más características de la
divergencia existente entre las concepciones judía y pagana de la muerte y del más
allá. Los egipcios embalsamaban los cuerpos con el fin de conservar la individualidad
de la persona. Pensaban que el alma no conservaba su identidad, que sufría numerosas
transmigraciones, y que iba de cuerpo en cuerpo, encarnándose incluso en los
animales; en fin, que se metamorfoseaba continuamente. Los judíos, por el contrario,
afirman que el alma es perenne y que el cuerpo se disuelve “en el polvo de la tierra.”
Consideran como una mitzvá el retorno inmediato a la tierra del cuerpo del difunto. El
cuerpo se asimila entonces a la tierra y puede pasar por todas las transformaciones que
afectan a las cosas terrenales. Porque creen en la metempsicosis, los egipcios procuran
proteger al cuerpo contra cualquier alteración; mientras que los judíos dejan que el
cuerpo sufra la misma suerte que cualquier substancia física porque creen en la
existencia eterna e individualizada del alma. Fué sin duda la negación de esta creencia
lo que incitó a los egipcios a embalsamar los cadáveres y a construir aquellas colosales
pirámides que servían de moradas para los muertos: Como se suponía que el alma
transmigraba continuamente, se trataba de retener al menos a los cuerpos. Y si Yosef
tuvo en cuenta esta costumbre egipcia tan opuesta a las concepciones escatológicas
judías, fué sin duda para evitar que le echasen en cara su falta de piedad filial.

El Zohar, por su parte, sostiene una tesis fundamentalmente distinta. No creas, dice,
que el propósito de Yosef al embalsamar el cuerpo de su padre era conservarlo intacto
durante el largo viaje que tenía que efectuar hasta Canaán. Lo embalsamó para cumplir
la voluntad de su padre quien sabía que su cuerpo había alcanzado el grado supremo
de la santidad y estaba pues exento de toda impureza levítica. En efecto, Yacob se
parecía a Adam, física y moralmente, y su vida era complementaria de la del primer
hombre como lo hemos explicado en el comentario del capítulo XXVII, v. 28. Por
consiguiente, sus restos mortuarios debían descansar en la cueva de Majpelá, junto a
los de Adam quien había sido creado por las manos de Dios y había de conservar, por
lo tanto, eternamente, su integridad original. Era pues “justo y necesario” que el cuerpo
de Yacob permaneciese también intacto. Así interpreta el Zohar la frase que dice:
{Ya`akov avinu no murio} El cuerpo de los hombres santos que mueren por el beso
Divino, no está afectado por la impureza levítica. (Najmánides, Números XIX, 2. Véase
también Toss. Ket. 103b).
Y EMBALSAMARON LOS MEDICOS A ISRAEL: El Patriarca había ordenado que se
mantuviesen apartados de su ataúd todos los egipcios y también los nietos suyos que
estaban casados con mujeres cananeas (Rashí, v. 13), con el fin “de no alejar a la
Shejiná” (Midr.). ¿Cómo se explica entonces que Yosef les entregase a los médicos
egipcios el cuerpo de su padre para que lo tratasen? Rabi Yehudah Jasid trata de
contestar a esta pregunta demostrando que los médicos actuaron sólo por mediación
de los criados que habían adoptado la fe de Yosef o de los propios hijos del Patriarca.
S. Jasidim 1563).

3 – Y CUMPLIERON CON EL CUARENTA DIAS; PORQUE ASI SOLIAN CUMPLIRSE


LOS DIAS DEL EMBALSAMAMIENTO; Y LO LLORARON LOS EGIPCIOS SETENTA
DIAS.

3 – Y CUMPLIERON CON EL CUARENTA DIAS: Don Isaac Abarbanel estima que la


conservación artificial del cadáver se logró mediante el empleo de substancias
balsámicas tras la extirpación del encéfalo, de los intestinos y de los órganos toráxicos.
Pero Moshé Sofer, basándose en un texto del Zohar, mantiene que el embalsamiento
de Yacob pudo llevarse a cabo excepcionalmente sin extirpar dichos órganos. (Yoré
Dea, 336).

4 – Y CUANDO HUBIERON PASADO LOS DIAS DEL LLANTO POR EL, HABLO
YOSEF A LA CASA DE PARO, DICIENDO: “SI ES QUE HE HALLADO GRACIA EN
VUESTROS OJOS, OS RUEGO QUE HABLEIS EN OIDOS DE PARO, DICIENDO.

4 – Y CUANDO HUBIERON PASADO LOS DIAS DEL LLANTO POR EL: A la muerte
de Moisés, la Escritura dice: {Veyitemù yemè bèji} “se cumplieron así los días del llanto”
(Deut. XXXIV, 8). Esta diferencia de formulación se explica por el hecho de que Moisés
murió a las puertas de la Tierra Prometida. Los hijos de Israel vivían entonces con la
feliz perspectiva de poder acceder en un futuro cercano a la condición de pueblo libre
residente en su propia tierra. Por esta razón, el luto de Moisés acabó al expirar el plazo
habitual de treinta días. En cambio, la desaparición de Yacob tomó las proporciones de
una desgracia nacional, pues con él se apagaba el último representante de la época de
los Patriarcas. Al morir él, sus descendientes sintieron que perdían a su gran protector
y que, a partir de entonces, su situación en Egipto iba a volverse más precaria. Por este
motivo, “los días de luto pasaron” sin llegar por ello a su fin, al contrario de lo que
sucedió con Moisés.

YOSEF HABLO A LA CASA DE PAR`OH: Si Yosef prefirió dirigirse a la gente de la


corte en lugar de hablar directamente con el Faraón, no fué sólo porque no podía
presentarse ante éste vestido de luto o porque no quería interrumpir las lamentaciones.
Según el Midrash, Yosef temía que los cortesanos se opusieran a la petición que
contaba someterle al Faraón. Actuó pues de acuerdo con el refrán que dice: Empieza
por convencer a tu oponente, si quieres evitar que te lleve la contraria. Se vió obligado
a hablar primero con la peluquera de la reina, quien influyó sobre su ama; y ésta
defendió a su vez la causa de Yosef ante su esposo. (Rabbá cap. 100).

Pero, observa S. Edels, lo que Yosef temía ante todo era que el Faraón se opusiera a
dejar salir el ataúd de Egipto. Sabía, en efecto, que el Faraón y sus súbditos
consideraban a Yacob como un santo que “desde su llegada a Egipto, les había traído
la bendición del Cielo, pues la racha de hambre había terminado y el Nilo había vuelto
a tener crecidas.” (Rashí). Era pues de esperar que el Faraón quisiera asegurarle a su
país la presencia benéfica del ataúd del Patriarca. (Sotá 36a). Finalmente, después de
que varias personas hubiesen intervenido en vano a favor de Yosef, el Faraón cedió,
pero sólo porque temía que el virrey descubriese un secreto cuya revelación podía
costarle a él el trono, como lo explica Rashí en el v. 6. “De no ser por el juramento que
le prestaste a tu padre, no te habría dado mi consentimiento.” El Faraón temía pedirle
que violara su promesa pues sabía que Yosef le contestaría entonces: “Si ha de ser así,
violaré la promesa que te hice de no revelar que yo conozco la lengua sagrada además
de las setenta exigidas por el reglamento y que tú en cambio, no la conoces”, lo que
significa, según la ley en vigor, que no tienes derecho a ocupar el trono. (Véase el
comentario del capítulo XLI, v. 39).

5 – MI PADRE ME JURAMENTO, DICIENDO: “HE AQUI, YO ME MUERO; EN LA


SEPULTURA QUE EXCAVE PARA MI, EN LA TIERRA DE CANAAN, ALLI ME HAS
DE ENTERRAR.” AHORA, PUES, PERMITE QUE SUBA, Y SEPULTE A MI PADRE;
Y VOLVERE.”

5 – EN LA SEPULTURA QUE CAVE PARA MI: El Midrash citado por Rashí interpreta
la palabra {kariti} en el sentido de: “he comprado”. Yosef pensó sin duda que el
argumento de querer enterrar a su padre en una sepultura que éste había adquirido con
su dinero convencería más al Faraón que el motivo invocado por el propio Yacob: el de
querer descansar junto a sus antepasados.

6 – Y RESPONDIO PAR`OH: “SUBE Y SEPULTA A TU PADRE, COMO EL TE


JURAMENTO.”

7 – YOSEF, PUES, SUBIO PARA ENTERRAR A SU PADRE; Y SUBIERON CON EL


TODOS LOS SIERVOS DE PAR`OH, LOS ANCIANOS DE SU CASA, Y TODOS LOS
ANCIANOS DE LA TIERRA DE EGIPTO.

7 – YOSEF, PUES, SUBIO PARA ENTERRAR A SU PADRE: Quiso cumplir


personalmente la mitzvá a pesar de su cargo de virrey “Medida por medida”, declara la
Mishná. Fué el más grande de los mortales, Moisés, quien se ocupó a su vez del entierro
de Yosef.” (Ex. XIII, v. 19; Sotá 9b).

8 – Y TODA LA CASA DE YOSEF CON SUS HERMANOS, Y LA CASA DE SU


PADRE; SOLAMENTE A SUS NIÑOS, Y SU GANADO MENOR Y SU GANADO
VACUNO, DEJARON EN LA TIERRA DE GOSHEN.

9 – SUBIERON TAMBIEN CON EL CARROS Y GENTE DE A CABALLO; Y ERA EL


CORTEJO MUY GRANDE.

9 – SUBIERON TAMBIEN CON EL CARROS Y GENTE DE A CABALLO: “El cortejo


iba para honrar al difunto, pero los carros y los caballeros estaban destinados al
combate” (Midr.). Yosef preveía en efecto, una batalla campal contra Esav y sus tropas,
pues tenía la sospecha de que Esav intentaría quitarle a su hermano Yacob la última
plaza disponible de la cueva de Majpelá. Sus sospechas estaban fundadas, y Flavio
Josefo, en sus “Antigüedades”, nos hace el relato de los enfrentamientos bélicos que
tuvieron lugar entre ambos bandos, delante de la gruta ancestral. El nieto de Esav, {Tzfo
ben Elifàz}, fué hecho prisionero en el curso de un asalto contra los hijos de Israel y
llevado a Egipto donde permaneció cautivo hasta la muerte de Yosef. Luego consiguió
evadirse y se refugió en Italia donde se convirtió en el primer rey de Roma y en el
constructor de su primer palacio (Najmánides, véase el comentario del capítulo XXV, v.
23).

10- Y LLEGADO QUE HUBIERON A LA ERA DE ATAD, QUE ESTA AL OTRO LADO
DEL YARDEN, ALLI HICIERON EL DUELO CON GRANDE Y MUY DOLOROSA
LAMENTACION; PUES HIZO YOSEF POR SU PADRE DUELO DE SIETE DIAS.

10- Y LLEGADO QUE HUBIERON A LA ERA DE ATAD (DE LOS ESPINOS): El nombre
{Itèd} no puede ser más que simbólico, pues no está mencionado en ningún otro lugar
de la Escritura, dice Rabi Samuel Ben Najmán (Jer. Sotá I, 10). He aquí lo que Rashí
explica al respecto, basándose en el Talmud (Sotá I3a): “Le pusieron este nombre a
aquel lugar porque había sido el teatro de cierto acontecimiento: todos los reyes de
Canaán y los principes de Ismael se habían juntado allí para librar batalla. Cuando
vieron la corona de Yosef colgada del ataúd de Yacob, colgaron también sus coronas
en él, de tal manera que el ataúd quedó rodeado de coronas, al igual que una era de
granja cercada por una valla protectora de espinos”. Las coronas que rodeaban el ataúd
del Patriarca eran 36; además de la de Yosef, estaban las de los principes de Israel,
que eran doce, y las de los principes de Esàv, que eran 23. (Rashí ib.). Como éstas, las
coronas que los reyes de las naciones regalan a veces a los judíos, en un arranque de
generosidad, suelen estar, desgraciadamente cubiertas de espinas.
La interpretación del Zohar es, sin embargo, distinta. Se apoya en la frase del texto que
dice: “Este es un gran luto para los egipcios” (Abel Mitzrayim); para los egipcios, no
para los hijos de Israel. En efecto, los sabios egipcios habían acogido con gran alegría
la noticia del fallecimiento de Yacob, el santo cuya presencia bastaba para proteger a
su descendencia contra cualquier intento de dominación por parte de la población
autóctona. Pero al llegar a Atad, nombre que significa “espina”, los adivinos egipcios
leyeron en los astros que el porvenir de su pueblo estaba cargado de espinas y que su
poderío no sobreviviría al advenimiento de la nación judía. La palabra {Ited} cuyo valor
numérico es idéntico al de la palabra {Yad}, mano (14), alude a la “mano grande” (Yad
ha-jazakàh) que el Eterno extendió contra los egipcios” (Ex. XIV, 31) para hundirlos en
las aguas del Mar Rojo. Los astrólogos vieron pues una mano dirigida contra los
egipcios con espinas entre los dedos dispuestas a pincharlos sin piedad. Entonces se
sumieron en un “gran luto”, un luto “doloroso” y “por eso se le puso al lugar… el nombre
de “Luto de Egipto”.

QUE ESTA AL OTRO LADO DEL JORDAN: La palabra {be`ever} puede significar “más
allá de” o “del lado de acá”. {El Jizkùni} expresa la segunda acepción del vocablo, pues
entiende que el texto se refiere a la tierra de Canaán. En efecto, fueron los habitantes
de Transjordania quienes presenciaron el “gran luto” celebrado en Atad, en Canaán.
Desde su punto de vista, Atad se encontraba “más allá del Jordán” (Rashbam, Deut. I,
1, y otros comentaristas comparten esta opinión).

HIZO YOSEF POR SU PADRE DUELO DE SIETE DIAS: Rabi Abraham Ibn Ezra afirma
que estos siete días siguieron a la ceremonia del sepelio, pero los Tosafistas opinan,
por el contrario, que en la época presinaítica, la semana de duelo precedía el entierro
(M. K. 20a) como parece indicarlo el texto. Sea lo que fuere, lo que sí podemos afirmar
es que la costumbre de observar un luto de siete días se remonta a la época de los
Patriarcas. Maimónides decreta lo siguiente al respecto: “Según la Torah, el luto ha de
durar sólo un día, el día de la muerte y del entierro. La semana de luto no corresponde
a ninguna ley sinaítica a pesar de que la Escritura dice: “Guardó por su padre un luto
de siete días”. Pues la Torah que Israel recibió después, estableció, al respecto una
nueva ley que redujo a un día la duración del duelo. Los siete días de luto, así como los
siete días del banquete de bodas (Leyes de Luto Cap. 1 Halajàh 1) fueron instituidos
para Israel por nuestro Maestro Moisés” (véase el comentario del capítulo VII, v. 4).

11 – Y CUANDO VIERON LOS CANANEOS, HABITANTES DE LA TIERRA, EL


DUELO EN LA ERA DE ATAD, DECIAN: “DUELO MUY DOLOROSO ES ESTE PARA
LOS EGIPCIOS: POR TANTO, SE LE PUSO EL NOMBRE DE ABEL MITZRAYIM,
QUE ESTA DE LA OTRA PARTE DEL JORDAN.
11 – POR TANTO, SE LE PUSO EL NOMBRE DE ABEL MITZRAYIM: La población
local quedó tan impresionada por la amplitud de aquel funeral nacional celebrado por
la superpotencia egipcia que decidió inmortalizar con este nombre el amor y la
veneración de los que había sido objeto un patriarca judío en una nación extranjera.

12- ASI, SUS HIJOS HICIERON CON EL SEGUN LES HABIA MANDADO.

12 – ASI, SUS HIJOS HICIERON CON EL SEGUN LES HABIA MANDADO: ID significa
también “con sinceridad” (por ejemplo, en Proverbios XI, 19). Los hijos de Yacob
actuaron, pues, con sinceridad; es decir sin tratar de comprender los motivos que
habían incitado a su padre a repartirlos según el orden que describimos a continuación.

Actuaron de aquella manera sólo porque él les había “ordenado” que así lo hicieran.

13 – PUES LO LLEVARON SUS HIJOS A LA TIERRA DE CANAAN, Y LO


SEPULTARON EN LA CUEVA DEL CAMPO DE MAJPELAH, CAMPO QUE
COMPRO ABRAHAM PARA POSESION DE SEPULTURA DE EFRON EL HITITA,
ENFRENTE DE MAMRE.

13 – PUES LO LLEVARON SUS HIJOS A LA TIERRA DE CANAAN: Rashí explica lo


siguiente al respecto: “Sus hijos, no los hijos de sus hijos. Esto es lo que les había
ordenado Yacob: “No quiero que el encargado de llevar el ataúd sea un egipcio, ni
tampoco uno de vuestros hijos, pues sus madres son mujeres cananeas. Quiero que lo
transportéis vosotros mismos”. Y Yacob le asignó un puesto a cada uno. Puso a tres de
ellos en cada punto cardinal, siguiendo el orden que más adelante habrían de adoptar
las tribus en su marcha por el desierto. Leví quedó excluído, porque estaba destinado
a llevar el Arca Sagrada. Tampoco Yosef figuraba entre los que sostenían el ataúd,
pues era rey. Menashéh y Efrayim habían de ocupar el puesto de estos dos hijos. “Cada
bandera acampaba según los signos (Números II, 22), es decir según las indicaciones
que les había dado su padre para el transporte de su ataúd.”

Este orden de marcha establecido por el Patriarca, que fué también el que reprodujeron
las tribus cuando organizaron su campamento, era el siguiente: El puesto de
vanguardia, al este, estaba ocupado por las tribus de Yehudah, Yisajar y Zebulun que
asumían el mando político y espiritual de la nación. Al sur se agrupaban las tribus de
Simeón y de Gad bajo la dirección de Rubén, prototipo del {Bà`al Teshuvàh}. Este lado
representaba pues el gobierno moral de Israel. En el polo opuesto, al norte, acampaban
las tres tribus de Dan, Asher y Naftalí, las que detenían las riquezas materiales de la
nación. Por último, al oeste, estaba la retaguardia, compuesta por las tribus de Efrayim,
Menashéh y Benjamín que cargaban con la responsabilidad de la defensa (Salmo
LXXX, v. 3).
Esta distribución reproduce, en el ámbito reducido de la organización social y nacional,
la armonía preestablecida que reina entre las fuerzas elementales a nivel universal. El
profeta Ezequiel descubre parcialmente el misterio cuando nos revela la disposición de
las cuatro fuerzas que rodean el carro celestial donde reposa la Majestad Divina (I, 10).
En su visión, la primera de estas cuatro {Jayòt}, o fuerzas universales, estaba situada
al este y tenía rostro humano; en efecto, esta fuerza representaba la supremacía del
espíritu, prerrogativo del hombre; y su localización al este se debía a que el oriente es
la cuna de la humanidad, el lugar “en el que puso Dios al hombre creado por El” (Gen.
II, 8). La segunda, situada al sur, tenía “la cara del león”. Ahora bien, el rey de los
animales simboliza el elemento fuerza, pero el colmo de la fuerza no es de orden físico,
sino de orden moral. “Más vale el que se domina a sí mismo que el que conquista
ciudades.” (Prov. XVI, 32) pues es preciso tener “el coraje del León” para poder ser fiel
a Dios. (Avot v. 23). La tercera fuerza, situada al norte del carro Divino tenía cara de
toro y representaba los atributos físicos y materiales de la estructura universal. Por
último, la cuarta {Jayà-h} tenía cara de águila. Símbolo de majestad y de victoria, el
águila garantiza la perennidad de las fuerzas existentes. Desde el puesto que ocupa, al
oeste, vela “sobre su nido, revolotea sobre sus polluelos, despliega sus alas para
acogerlos y los lleva sobre sus robustas plumas” (Deut. XXXII, II).

A esta ordenación preestablecida de las fuerzas del carro de la vida universal


corresponde el orden funcional del campamento de Israel. Las doce tribus que
gravitaban en torno a los cuatro elementos estaban organizadas de acuerdo con las
leyes eternas que gobiernan el cosmos. Y, de esta manera, el macrocosmo quedaba
reflejado en el microcosmo constituido por Israel. Cuando el Rey Salomón construyó el
Templo de Jerusalem, quiso materializar este ideal de armonía entre las esferas de
arriba y las de abajo. Construyó un mar de fundición, un estanque muy grande y, para
sostenerlo, puso doce bueyes, tres de ellos vueltos hacia el septentrión, tres hacia el
poniente, tres hacia el sur y tres hacia el oriente. El “mar” descansaba sobre ellos y la
Shejiná flotaba sobre él, de la misma manera que, al principio de la Creación, “el soplo
de Dios aleteaba sobre la faz de las aguas” (Reyes I, VII, 25, según el Zohar). Estas
mismas visiones proféticas fueron las que inspiraron las últimas disposiciones de
Yacob.

Y LO SEPULTARON EN LA CUEVA: “Cuando llegaron a la cueva, Esàv se les adelantó


y les impidió entrar, alegando que la última plaza de la fosa familiar le pertenecía a él.
Ellos le contestaron que había vendido no sólo su primogenitura sino también su parte
de la herencia paterna que correspondía a una sola plaza en la cueva de Majpelá
(Rashí, v. 5). Esàv les dijo: “Enséñenme el contrato de compra, pues adivinó que no lo
llevaban consigo.” Enviaron entonces a Naftalí a Egipto, pues era rápido como una
gacela, para que fuera en busca del contrato. Pero en aquel momento, Jushim un hijo
de Dan, que era algo sordo, preguntó lo que estaba sucediendo. Le contestaron que
Esàv se oponía a que efectuasen el entierro antes del regreso de Naftalí. Jushim replicó
entonces: “¡Y vamos a infligirle esta deshonra al abuelo hasta que Naftalí vuelva de
Egipto!” Acto seguido, cogió un mazo y le asestó a Esàv un golpe en la cabeza. Esta
cayó y rodó a los pies de Yacob. Y fué, así como se cumplió la profecía de Rebeca
quien se había lamentado de tener que perder a sus dos hijos el mismo día (véase el
capítulo XXVII, v. 45; Sota I3a).

14 -Y DESPUES DE HABER SEPULTADO A SU PADRE, VOLVIOSE YOSEF A


EGIPTO, EL Y SUS HERMANOS, Y TODOS LOS QUE HABIAN SUBIDO CON EL AL
ENTIERRO DE SU PADRE.

14 -Y TODOS LOS QUE HABIAN SUBIDO CON EL: No faltaba ni un sólo hombre
cuando la comitiva regresó a Egipto, a pesar de las batallas que los hijos de Esàv habían
librado contra los hijos de Yacob para vengar la muerte de su padre, después de que
Yosef hubiese sepultado al suyo. Estos asaltos efectuados por los ejércitos de Esàv
desencadenaron una serie de guerras entre pueblos enemigos y también entre antiguos
aliados, que afectaron a numerosos países de Asia Menor y de Africa, extendiéndose
incluso hasta Italia, país donde un nieto de Esàv consiguió instituir la monarquía. Yosef
Ha Cohen Ben Gurión, presunto autor de los libros de Crónicas Sefer Yashar y Yosipon,
nos hace una descripción de este momento histórico.

15 – MAS VIENDO LOS HERMANOS DE YOSEF QUE ERA MUERTO SU PADRE,


DECIAN ” QUIZAS NOS ABORRECERA YOSEF Y NOS DEVOLVERA TODO EL
MAL QUE NOSOTROS LE HICIMOS.”

15 – QUIZAS NOS ABORRECERA YOSEF: Tenemos aquí un caso particularmente


significativo de mala conciencia que no consigue apaciguarse. La conciencia de los
hermanos de Yosef interpreta los gestos de éste de una manera fantasiosa y les hace
ver fantasmas en todas partes. Por ejemplo, en vida de su padre, Yosef solía, por
deferencia hacia él, invitar a sus hermanos a su mesa y compartir su comida con ellos.
Pero dejó de hacerlo cuando Yacob murió. Esto no significa, añade Rabi Tanjumah,
que las intenciones de Yosef no fuesen puras y que actuase movido por el rencor. Lo
que ocurre es que su padre le había asignado en la mesa el sitio de honor que le
correspondía en realidad a Reuvén, el primogénito, o, en todo caso, a Yehudah, el jefe.
Al morir Yacob, le resultó embarazoso seguir ocupando este asiento en presencia de
sus hermanos. Otro ejemplo: De regreso del entierro, Yosef hizo un rodeo y se detuvo
delante del pozo al que había sido arrojado antaño, antes de que le vendiesen a los
Ismaelitas. Los hermanos interpretaron este gesto como el despertar de los antiguos
rencores. Y, sin embargo, lo único que se proponía Yosef era rendirle homenaje al Dios
que le “había prodigado un milagro en aquel lugar” (Tanj.).

Rashí explica detenidamente que la conjunción {lu} significa en este caso “quizás”,
hecho único en toda la Escritura. A los que preguntan entonces por qué emplea el texto
esta palabra aquí en lugar de {ulài}, Rabenu Ch. Ben Attar les contesta que el primer
sentido de {lu} es: “ojalá o con tal que”, y que ésta es la idea implícita en la frase de los
hermanos. En efecto, en el secreto de sus corazones, ellos pensaban lo siguiente:
“¡Ojalá Yosef se ponga a odiarnos y a devolvernos todo el daño que le hemos hecho!
No quedaría entonces ningún rastro de nuestro pecado y no tendríamos motivos para
temer que recayese sobre nuestros hijos o sobre nuestra posteridad.” De hecho, el
pecado de los hermanos de Yosef permaneció impune ya que la sanción de la justicia
Divina intervino sólo varios siglos más tarde, en la época de los diez mártires (véase el
comentario del capítulo XLIV, 17).

16 -DE SUERTE QUE MANDARON DECIR A YOSEF: “TU PADRE MANDO, ANTES
DE SU MUERTE, DICIENDO.”

16 -TU PADRE MANDO, ANTES DE SU MUERTE, DICIENDO: “En aras de la paz,


alteran un poco la verdad. Yacob no había dado tal orden pues estaba absolutamente
convencido de que Yosef no les había guardado rencor a sus hermanos.” Rashí cita
aquí la sentencia talmúdica que saca la siguiente conclusión de nuestro versículo: Está
permitido recurrir a una mentira piadosa cuando se trata de salvaguardar la paz” (Yeb.
75b). Pero el Sefer Hasidim (No. 4 2 6) aporta una restricción a esta licencia, pues dice
así: “Si un hombre, judío o no judío, te pide un préstamo y tú no quieres concedérselo
porque temes que no te lo reembolse, no tienes derecho a mentirle y a decirle que tu
situación económica no te lo permite, pues la licencia que te ha sido otorgada de recurrir
a una mentira piadosa en beneficio de la paz sólo concierne los hechos que pertenecen
al pasado, no los que pertenecen al futuro.” El autor del Maguèn Abraham llega a la
misma conclusión. (ver en 156, 2).

Pero, ¿mentían realmente los hermanos de Yosef al atribuirle a su padre la frase en


cuestión? De ninguna manera, contesta S. Edels (Yeb. ib.). Pues habían oído a Yacob
bendecir a Yosef con las siguientes palabras: “Le hostigaron y le asaetearon… aquello
procedía del poderoso Dios de Yacob…del Dios de tu padre, del Omnipotente, etc..”.
Con estas palabras, el Patriarca había atenuado considerablemente la responsabilidad
de los hermanos. Y su referencia explícita a la intervención de la Providencia que había
orientado los destinos de Yosef podía ser interpretada como una manera indirecta de
exhortar a éste a que se mostrara magnánimo con ellos. En cuanto a Yosef, su
respuesta demuestra que había sacado la misma conclusión de las palabras de su
padre. Por lo tanto, los hijos de Yacob no pueden ser acusados de haber mentido. Lo
único que hicieron fué modificar la formulación de la frase, pues al decir “Te rogamos
que perdones el delito de los siervos del Dios de tu padre” aludían a las palabras
pronunciadas por Yacob {me-El Avijà}.

17 – ASI DIREIS A YOSEF: PERDONA, A MI RUEGO, EL DELITO DE TUS


HERMANOS Y SU PECADO; PORQUE SE PORTARON MAL CONTIGO. AHORA,
PUES, PERDONA, TE ROGAMOS, EL DELITO DE LOS SIERVOS DEL DIOS DE TU
PADRE.” Y LLORABA YOSEF MIENTRAS HABLABAN CON EL.

17 -Y LLORABA YOSEF MIENTRAS HABLABAN CON EL: Durante los largos años de
sufrimientos y humillaciones, no le habíamos visto llorar ni una sola vez. Sin embargo,
Yosef lloraba con facilidad cuando le embargaba la emoción; esto sucedió, por ejemplo,
cuando volvió a ver a sus hermanos, tras haber estado separado de ellos durante tantos
años, y cuando ellos le recordaban a su padre, como en este caso. A pesar de ser un
gran político y un economista eminente, Yosef era un soñador y un sentimental.

18 -VINIERON TAMBIEN SUS HERMANOS, Y CAYERON DELANTE DE SU


ROSTRO, Y DECIAN: “¡HENOS AQUI POR SIERVOS TUYOS!”

19 – PERO YOSEF LES DIJO: ” NO TEMAIS, ¿PUES SOY YO ACASO EN LUGAR


DE DIOS?”

19 – ¿PUES SOY YO ACASO EN LUGAR DE DIOS?: Véase el comentario del capítulo


XXX, v 2. Onkelos precisa: “Yo le estoy subordinado.”

20 – VOSOTROS OS PROPUSISTEIS CONTRA MI EL MAL, PERO DIOS LO


PROPUSO PARA BIEN, A FIN DE HACER LO QUE HOY SE VE; A SABER:
CONSERVAR LA VIDA DE MUCHA GENTE.

20 – VOSOTROS OS PROPUSISTEIS CONTRA MI EL MAL: “Es cierto que teníais


todos malas intenciones hacia mí, pero en la mente del Santo Bendito sea, vuestros
malos designios estaban al servicio del bien. ¿Cómo entonces podría yo haceros
daño?” (Rashí). ¿Perdonó Yosef a sus hermanos o no los perdonó? ¿Debemos admitir
acaso que el mero hecho de atribuirle a la Providencia los efectos positivos de sus
malos designios implica absolución por parte de Yosef? No hay nada menos seguro;
prueba de ello es que nuestros comentaristas no se han puesto de acuerdo sobre el
particular, tanto más cuanto que el texto no dice en ninguna parte que Yosef les
concedió formalmente su perdón.

Algunos piensan que el hecho de que las malas acciones de los hijos de Yacob
estuviesen al servicio del bien anula su culpabilidad hacia Yosef, pero no hacia Dios.
(S. Hasidim, ed. M. N. p. 437). Otros piensan, por el contrario, que, aunque Dios no les
tuvo en cuenta su delito, por considerar que había sido el instrumento de un gran bien,
los hermanos seguían en deuda con la justicia de los hombres. La sanción fué sólo
aplazada pues se aplicó más adelante, en los tiempos de los diez mártires, de acuerdo
con el principio según el cual Dios “castiga la iniquidad del padre en los hijos.” (Bajyáh).
Por último, otros tercian enunciando la siguiente opinión, que ha sido bastante
controvertida: El hecho de que la Providencia haya escogido a los hijos de Yacob para
servir de instrumento del bien demuestra que no eran culpables ni ante Dios ni ante los
hombres. Por lo demás, los hermanos de Yosef habían actuado sin conocimiento de
causa y su conducta procedía de un juicio equivocado. (Ver Bejòr Shòr y Or Ha-
Chayim). Por último, el Zohar estima que el arrepentimiento manifestado por ellos en
varias ocasiones les había dado derecho a la absolución. Por lo tanto, es de suponer
que Yosef les había perdonado. Es más, Yosef consideró de su deber consolarlos y
apaciguar el sentimiento de culpabilidad que experimentaban desde que la muerte le
había arrebatado a su padre, “el àngel tutelar” de la familia. En efecto, sus hermanos
creían que debían interpretar el exilio y sus sufrimientos, cuyo tremendo rigor
empezaban a presentir, como un castigo que Dios les enviaba para que expiasen su
delito. “No temáis”, les repitió Yosef, “yo os mantendré”, es decir, yo seguiré
protegiéndoos contra los males que entraña la vida en el exilio.

Lo que podemos deducir de tan diversas opiniones es que persisten ciertas dudas en
torno a la rehabilitación moral de los hermanos de Yosef. ¿No será esto una
confirmación de lo que nos enseña Rabi Meír, a saber, que los principios en los que se
basa Dios para absolver a los hombres no le han sido revelados a ningún mortal, ni
siquiera a Moisés, que fué el más grande de los profetas? (Ber. 7a). Pues debemos
persistir en el camino del bien y de la virtud independientemente de nuestras
perspectivas de gracia y de perdón.

21 – AHORA, PUES, NO TEMAIS, YO OS SUSTENTARE, A VOSOTROS Y A


VUESTRAS FAMILIAS.” ASI LOS CONSOLO, HABLANDOLES CARIÑOSAMENTE.

22 – YOSEF, PUES, HABITO EN EGIPTO, EL Y LA CASA DE SU PADRE. Y VIVIO


YOSEF CIENTO DIEZ AÑOS.

22 – YOSEF, PUES, HABITO EN EGIPTO: La palabra {vayeshev} sobreentiende a


menudo el concepto de “instalación”. Yosef decidió “instalarse” en el exilio porque se
acordó de las palabras que Dios le había dirigido a su padre: “No temas descender a
Egipto, le había dicho, pues Yo haré de ti un gran pueblo” (XLVI, 3). Ni él ni la familia
de su padre intentaron proveerse de los medios necesarios para salir de Egipto.
Decidieron confiar en la palabra de Dios y esperar el final del exilio (ibìd.) que Él les
había prometido. Y Yosef, quien sabía que este final no podía estar muy lejos puesto
que se acercaba la “cuarta generación” cuyo regreso a Canaán había sido anunciado
por Dios, XV, 16, se limitó a revelarles a sus hermanos los signos precursores de la
futura liberación. Fué lo último que hizo antes de morir (v. 24).

Y VIVIO YOSEF CIENTO DIEZ AÑOS: “Los cargos públicos acortan la vida humana.
Fíjate en Yosef: Si dejamos de lado a Benjamín, era el más joven de sus hermanos, y
sin embargo murió antes que todos ellos”. Además, Yosef desempeñaba ya sus
funciones de virrey cuando cometió el error de faltarle el respeto a su padre (véase el
comentario XLIII, 28), pecado que expió con la reducción de sus años de vida (véase
Rashí Ex. XX, 12: “Respeta a tu padre y a tu madre para que tus días se alarguen. Si
los respetas, se alargarán; si no se acortarán).”

23 – Y YOSEF VIO LOS HIJOS DE EFRAYIM HASTA LA TERCERA GENERACION;


TAMBIEN LOS HIJOS DE MENASHEH FUERON CRIADOS SOBRE LAS RODILLAS
DE YOSEF.

23 – Y YOSEF VIO LOS HIJOS DE EFRAYIM: Según Ibn Ezrá, el texto alude aquí a
los hijos de la tercera generación, pues la palabra {bene} estado construido. Lo que
podemos deducir de este versículo es que, a pesar de lo que acabamos de decir, Yosef
conoció la felicidad de ser abuelo en mayor grado que cualquiera de sus hermanos. La
Torah nos ofrece pues, al final de su vida, una ilustración de la sentencia midrájica que
dice: “Al contrario de lo que sucede con los impíos, la vida de los justos empieza con
sufrimientos y acaba en la felicidad” (Gen. Rabbá cap. 66). Efectivamente, ninguno de
sus hermanos había sufrido tanto como él.

LOS HIJOS DE MAJIR: Majir tuvo un hijo llamado {Gui-àd} que fué el antepasado de
Tzelòfjad; aquel cuyas hijas eran célebres por su extraordinario apego a la Tierra
Prometida (I Crónicas, VII, 15). Esta alusión interviene en el preciso momento en que
Yosef expresa su deseo de ser inhumado en Tierra Santa. Significa pues que la
Escritura quiere recalcar la gran influencia que la fe de un antepasado puede ejercer
sobre las generaciones de sus descendientes, incluso las más lejanas (Bajyáh).

SOBRE LAS RODILLAS DE YOSEF: Es una alusión al hecho de que Yosef efectuó
personalmente la circuncisión de sus nietos (Targ. Yonatán).

24 – Y YOSEF DIJO A SUS HERMANOS: “YO ME MUERO; MAS DIOS DE SEGURO


OS VISITARA, Y OS HARA SUBIR DE ESTA TIERRA A LA TIERRA QUE TIENE
JURADA A ABRAHAM, A ISAAC Y A YACOB.”

24 – Y YOSEF DIJO A SUS HERMANOS: “YO ME MUERO”: Véase el comentario del


capítulo XLVIII, v. 21.
MAS DIOS DE SEGURO OS VISITARA: Las palabras {Pakòd y Zajòr} suelen anunciar
la entrada en escena de la Providencia Divina {Hash-gajàh}. Dios “se acuerda” de los
méritos de los hombres o del mérito de sus padres cuando los ve sumidos en la aflicción,
y decide “ir a socorrerlos”. Este fué el caso de Noàj, cuando estaba en medio del Diluvio;
el de Sara, cuya esterilidad no tenía remedio, y también el de los hijos de Israel
reducidos a la esclavitud por los egipcios (véase el comentario del capítulo VIII, v. I).

Cuando, en la zarza ardiente, el Eterno le confió a Moisés la misión de ir a liberar a los


hijos de Israel, le prometió que “ellos escucharían su voz”. Y Rashí explica lo siguiente
al respecto: “Con tal que les digas: {Pakòd pakàdti etjèm} Exo. III, 16: “ciertamente, os
he visitado”…) escucharán tu voz. Pues esta señal les ha sido transmitida en los
tiempos de Yacob y de Yosef. Saben que estas palabras son las que han de anunciarles
su liberación. En efecto, Yacob y Yosef les habían dicho {Pakòd yif-kòd Elo-him etjèm}
(lb. v. 18. Yosef repite dos veces esta frase; la primera vez, cita las palabras que le ha
oído pronunciar a su padre, y la segunda, afirma lo mismo por su cuenta. El. Mizràji). El
primero a quien le había sido revelado este auténtico “lenguaje de la liberación” era
Abraham. Luego Abraham se lo había transmitido a Isaac, Isaac a Yacob y Yacob a
Yosef. Este a su vez les comunicó a sus hermanos la fórmula anunciadora, y ellos se
la enseñaron a Sàrah hija de Asher, la única de todos los nietos de Yacob que vivía aún
en los tiempos de Moisés. Cuando éste se puso a la cabeza del pueblo de Israel, los
ancianos le preguntaron a ella si las palabras del Maestro correspondían a la tradición
secreta que ella conocía. {Sàraj} les contestó afirmativamente, y entonces creyeron en
las palabras de Moshe. (Pirke. de R. Eliezer, cap. 48).

A LA TIERRA QUE TIENE JURADA A ABRAHAM, A ISAAC Y A YACOB: No deis


crédito a ningún profeta que pretenda liberaros para conduciros a un país que no sea
la Tierra Prometida. Sobre el empleo por el hijo del nombre del padre, véase nuestro
comentario del capítulo XLIX, v. 31).

25 – Y YOSEF JURAMENTO A LOS HIJOS DE ISRAEL, DICIENDO: “DE SEGURO


OS VISITARA DIOS, Y HAREIS LLEVAR MIS HUESOS DE AQUI.

25 – Y YOSEF JURAMENTO A LOS HIJOS DE ISRAEL: En el versículo anterior, los


interlocutores de Yosef eran sus hermanos, ahora son los hijos de Israel, y el texto
añade la palabra 1nN7 que significa “para repetirlo”. De lo que el Targum Yonatán
infiere que Yosef le tomó aquí juramento a toda la posteridad. Ella será la que dos siglos
más tarde, tendrá que encargarse de trasladar a Israel los restos mortales de Yosef.
“Pero ¿por qué no hizo jurar a sus hijos que le llevasen inmediatamente a Canaán,
como Yacob se lo había hecho jurar a él? Porque Yosef se dijo: Yo soy el amo de Egipto
y tengo bastante poder para conseguir el traslado de los restos de mi padre. Pero los
egipcios no les permitirán a mis hijos hacer otro tanto conmigo. Así que les hizo jurar
que se lo llevarían consigo al salir de Egipto.” (Rashí Ex. XIV, v. 19). El Targum hace
constar además que la toma de juramento suele tener también un valor de advertencia.
Aunque la advertencia no está expresada explícitamente en nuestro versículo, su
sentido es bastante evidente: “Cuando seáis esclavos en Egipto, dice Yosef, no os
atreváis a volver a Tierra Santa antes de que llegue el Redentor y os diga: {Pakòd yif-
kòd}.

DE SEGURO OS VISITARA DIOS: Los recuerdos son dos: {Pakòd yif-kòd} Uno de ellos
hace referencia a Moisés, y el otro al Rey Mesías. Así pues, las últimas palabras que
Yosef les dirige a los hijos de Israel son una exhortación a confiar en Dios a pesar de
todos los infortunios que pueda depararles el futuro. Dios “se acordará” y enviará a su
Redentor, no sólo para salvar a su pueblo de la tiranía egipcia, sino también para librarle
de todos los tormentos, hasta el advenimiento final del Rey Mesías. Yosef, quien había
experimentado tantos cambios milagrosos a lo largo de su vida, estaba más calificado
que sus hermanos para considerar la confianza en Dios como el balance de sus
experiencias que había acarreado, si bien involuntariamente, el descenso de toda la
familia a la tierra de exilio. Por eso quiso transmitirle, antes de morir, su certeza de que
el pueblo de Israel conseguirá un día su liberación nacional.

Antes de volver la página y de llevarnos, con el segundo Libro, a los abismos de dolor
que los judíos conocieron en Egipto, la Escritura abre aquí solemnemente las
perspectivas de salvación mesiánica, confirmando así nuestra eterna creencia de que
Dios proporciona el remedio antes de enviar el mal (Megg. 13b).

Y HAREIS LLEVAR MIS HUESOS DE AQUI: Como sabía por tradición que la cueva de
Majpelá estaba reservada para los Patriarcas y la primera pareja, Yosef no precisó el
lugar de su sepultura. Se limitó a decirles: Enterradme donde queráis (Najmánides
XLIX, 31). Lo único que le importaba realmente era que le inhumasen en Tierra Santa.
Finalmente, fué en Shejem, Yehoshù`a. XXIV, 32) donde los hijos de Israel enterraron
su ataúd; lo llevaron pues al lugar donde antaño le habían vendido como esclavo, para
reparar así, por lo menos parcialmente, la falta cometida por sus antepasados. La
inhumación de Yosef se llevó a cabo con todos los honores que suelen tributársele a
un principe que ha vivido y que ha muerto como un santo, en el lugar que había sido
antaño el teatro del odio y de la tragedia.

Según el Zohar “los cuerpos de los justos que no han conocido nunca el pecado, no
alteran, al ser inhumados en Tierra Santa la pureza levítica del país. En cambio, los
cuerpos impuros de los impíos, lo mancillan. En cuanto a los que, tras salir del país,
contraen en el extranjero la impureza de las naciones y luego vuelven para ser
enterrados en Tierra Santa, he aquí lo que dice el Profeta de ellos: “Venís, profanáis mi
tierra y convertís mi heredad en un lugar abominable” (Jer. II, 7). Yosef, por su parte,
había conservado la pureza perfecta de su cuerpo, a pesar de haber vivido fuera de
Tierra Santa. Sin embargo, no quiso que su cuerpo fuese sepultado en Canaán.
Contrariamente a su padre, se limitó a pedir que “llevasen allí sus huesos”, solamente
sus huesos. i Bienaventurados los que viven y mueren como justos en Tierra Santa y
que preservan así su cuerpo y su alma para la eternidad!”

Inspirándose en estas concepciones y en las tesis análogas citadas en Ket. lila)


Maimónides decreta: Todo aquel que es enterrado en Tierra Santa, consigue allí su
absolución (según Deut. XXXII, 43: {ve-jipèr ad-matò `amò}, “su suelo absuelve a su
pueblo”. No obstante, el que es acogido por esta tierra después de su muerte, no se
parece al que ha habitado en ella durante su vida. A pesar de esto, nuestros sabios han
hecho transportar su cuerpo allí, como lo demuestran los ejemplos de Yacob y de Yosef.
(Melajim V, 11).

DE AQUI: Cuando la Escritura, en el Libro del Exodo (XIV, 19), menciona este
juramento que Yosef les tomó a sus hermanos, añade la palabra {itejèm}, “con
vosotros”, lo cual da lugar a la siguiente interpretación de Rashí: “Podemos deducir de
ello que también se llevaron consigo los huesos de todos los jefes de tribu, pues está
escrito: “con vosotros” o sea, al mismo tiempo que los vuestros.

26 – MURIO, PUES, YOSEF DE EDAD DE CIENTO DIEZ AÑOS; Y LO


EMBALSAMARON, Y LO PUSIERON DEPOSITADO EN UN ATAUD EN EGIPTO.

26 – MURIO, PUES, YOSEF DE EDAD DE CIENTO DIEZ AÑOS: La repetición de este


dato confirma su importancia para la cronología de los acontecimientos. La Torah nos
proporciona a menudo indicaciones de esta clase que nos permiten situar los
acontecimientos bíblicos en la historia. Yosef murió pues 54 años después que su
padre. En su calidad de virrey, había presidido a los destinos de Egipto durante 80 años,
sin interrupción, lo que constituye un caso realmente excepcional. Yosef tenía, en
efecto, treinta años cuando compareció ante el Faraón, XLI, 46. Habían transcurrido ya
71 años desde la llegada de Yacob a Egipto, 71 años de vida apacible para los hijos de
Israel. Esta existencia tranquila se prolongó hasta la muerte de Kehàt, el hijo de Levi,
que figuraba entre los que habían descendido a Egipto; es decir durante 149 años más.
Los 210 años de servidumbre y esclavitud empezaron sólo después de esta época feliz
que cubrió 220 años. (Rashí Ex. VI, 16). Todas estas consideraciones cronológicas
ponen de manifiesto el hecho de que el Eterno abrevió el período de servidumbre y
opresión, pues había previsto que durase cuatrocientos años (XV, 13) y, finalmente, lo
redujo a 210. El amor que sentía por Israel fué lo que incitó al Eterno a socorrerle y a
llevarle a la Tierra Prometida antes de que finalizara la época prevista para sus
sufrimientos. El Cantar de los Cantares celebra en forma alegórica esta liberación
prematura que salva los obstáculos y no respeta las etapas. “¡Es la voz de mi amado!
He aquí que viene, saltando por encima de los montes, brincando por los collados (II,
8, véase Rashí, ib.).

LO EMBALSAMARON: ¿Quienes tomaron la iniciativa de embalsamar a Yosef?


¿Fueron acaso sus hermanos, porque querían honrarle como él mismo había honrado
a su padre?

¿O los médicos egipcios, porque deseaban tributar a sus restos mortales los honores
reales de acuerdo con la usanza del país? Yehudah y Rabi Pinjas (Rabbá cap. 100)
profesan distintas opiniones al respecto. Pero, sea lo que fuere, el embalsamiento de
Yosef no pudo tener el mismo significado que el que le dieron al de su padre, por los
motivos que hemos expuesto más arriba, en el comentario del v. 2.

Y LO PUSIERON DEPOSITADO EN UN ATAUD: La palabra {aròn} se aplica también


al Arca Sagrada donde se guardan las tablas de la ley. La fórmula exacta que se emplea
para designarla es, en efecto, {Aròn ha-Berìt}, “Arca de la alianza” (Yehosù`a. III, 6). El
texto ha duplicado la letra Yod en la palabra {vayìsem} para aludir al segundo {aròn}, al
arca sagrada simbólica en la que Yosef tuvo el honor de ser acogido. En efecto, Yosef
había merecido el título de “Yosef el Justo”, gracias a su gran virtud, que era la castidad.
La santidad que había adquirido había convertido su persona en un {Aròn ha-Berìt}, un
arca de la alianza, pues era un testimonio más en la tierra de la Majestad Divina. Yosef
descansó pues, en Egipto, en un {aròn} que vino a ser el duplicado del arca sagrada
donde descansó su alma en las esferas celestiales. (Zohar).

EN EGIPTO: como el texto no menciona el entierro propiamente dicho, nuestros Sabios


llegan a la conclusión de que los egipcios hicieron descender el ataúd en las
profundidades del Nilo con el fin de que “sus aguas fuesen bendecidas.” Rabi Natán,
por su parte, enseña que el ataúd fué inhumado en “el laberinto de los reyes.” Sea lo
que fuere, Moisés necesitó implorar un milagro para poder encontrar la localización
exacta de la tumba (Sota I3a). Cualesquiera que fuesen los motivos precisos por los
que Yosef no solicitó el traslado inmediato de su sarcófago a Canaán, contrariamente
a su padre, no debemos menospreciar el hecho de que su espíritu permaneció junto a
sus hijos durante los años de cruel sufrimiento que les tocó vivir “en Egipto”. La última
palabra del Libro del Génesis es pues una palabra de consuelo.

El final de la época patriarcal no es sinónimo de acabamiento; corresponde, por el


contrario, a un principio de realización, al nacimiento de una esperanza. En efecto, el
núcleo del futuro “pueblo de sacerdotes” está ahora sólidamente constituido, dispuesto
a entrar en la época de los grandes padecimientos, en el crisol de donde su valor moral
saldrá forjado para la eternidad.

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