Está en la página 1de 14

CRÍMENES

IMPERCEPTIBLES, DE
GUILLERMO MARTÍNEZ
14 enero, 2020 • La vida infinita (Libros y Lecturas)

A partir de
Crímenes imperceptibles, de Guillermo Martínez
No imaginó al llegar becado desde Buenos Aires para una estadía de un
año en el Instituto de Matemática de Oxford, que se encontraría con la
leyenda de las matemáticas, Arthur Seldom; que residiría en la casa de otra
leyenda, menor, la señora Eagleton, ayudante de Alan Turing para
descifrar los códigos nazis de la máquina Enigma; que debería tratar con el
inspector Petersen de Scotland Yard; ni que se vería involucrado en los
crímenes conocidos como la serie de Oxford.

No imaginó que Seldom en su libro sobre las series lógicas incluyera un


capítulo sobre los crímenes en serie, y tuviera toda una teoría al respecto:
que estos crímenes son más bien rudimentarios, caracterizados por la
monotonía y la repetición, que los que son por motivos intelectuales, a lo
Raskolnikov o De Quincey no son del mundo real. ¿O sí?
No imaginó que el célebre lógico que buscaba desentrañar con él y el
inspector de Scotland Yard la serie de Oxford, temiera “las consecuencias,
las derivaciones infinitas, los monstruos que producen los sueños de la
razón”. Antecediendo cada asesinato, un mensaje: “el primero de la serie”
con un símbolo, comenzando por un círculo. ¿Cada símbolo buscaba se
descifre el siguiente?, ¿cada símbolo refería a una persona real?, ¿cometía
el asesino asesinatos o buscaba desafiar a una mente brillante?

Cavilaba con él Seldom, basado en el Teorema de Gödel rechazaba el


mecanismo de corroboración axiomático de Aristóteles y Euclides: hay
enunciados que no pueden ser demostrados ni refutados a partir de
axiomas. Corolario de Tarski: hay una diferencia entre la verdad y la parte
de verdad que puede demostrarse. Corolario filosófico: “cualquier sistema
filosófico que parte de primeros principios tendrá un alcance limitado”.

¿Podrían entonces descifrar el símbolo inscrito, un círculo, en el primer


mensaje, completar la serie, referirla a una persona real, desentrañar los
motivos?

Seldom le pasó al inspector Petersen los códigos que completaban la serie.


El, joven estudiante argentino en Inglaterra, encontró una pista.

“La grieta entre lo verdadero y lo demostrable” se comprobaría, a la vez


confirmando y refutando a la lógica matemática, ante un mundo, de
crímenes, de temores personales inexplicables –monstruos hijos de la
razón que nos acechan-, siempre más complicado que nuestras verdades,
pretenciosas y limitadas.

COMPÁRTELO:

cerca de las verdades imperceptibles


 19 NOVIEMBRE 2015 

 SILVIA GRACIELA DOMÍNGUEZ 

 SIN COMENTARIOS 

 CATEGORÍAS: ENSAYOS
“…un crimen verdaderamente imperceptible, me di
cuenta, no necesitaba ser ni siquiera un crimen…” (Seldom).

  La trama de Crímenes imperceptibles es bastante sencilla: en el año 1993, un matemático


argentino va a Inglaterra, becado por Oxford para hacer un postgrado. A poco de instalarse,
se produce la muerte de Mrs. Eagleton, la anciana dueña de la casa donde se alojaba,
iniciándose así una serie de muertes que, tomarán estado público.

De este modo, el narrador, utilizará su tiempo durante toda la historia para intentar descubrir
el móvil de esos crímenes, con la guía de uno de los lógicos más renombrados del siglo,
Arthur Seldom, amigo de la fallecida.

Los razonamientos que se desplegarán para resolver estos decesos, actúan a la vez como
disparadores de antiguos enigmas, atravesados, de uno u otro modo, por series matemáticas.

A partir del transcurso de la historia, se podrá ver que estos enigmas están mezclados con un
secreto, con el juego entre azar y destino y quedará de manifiesto que más allá de los
razonamientos siempre subyace la intimidad de los seres humanos, sus afectos, los cuales son
el motor de toda actividad.

Para enfatizar la idea de que hay algo más allá de la superficie mostrada, algo oculto a partir
de una marca, en suma, algo semejante a un secreto, Martínez apela a varios recursos, entre
ellos las imágenes visuales.

Es claro que lo invisible del secreto está “a la vista de todos” pero nadie puede (aún) ver. El
narrador se plantea este problema en términos de sus propias percepciones oculares: “…Creo
que ahora lo empiezo a ver…”; “…Sentí de nuevo (…) que estaba a punto de ver…”;
“¿Cuánto más había en cada uno de los casos que no habíamos sabido ver?…”

Hay una relación estrecha entre la luz, lo visible y el conocimiento.


Los crímenes aparecen siempre junto a símbolos Estos signos se presentan en forma de
preguntas o “enigmas” que hacia el final deben ser resueltos mediante la reconstrucción
causal de los acontecimientos. Tanto los matemáticos como la policía buscan que tales
signos, en un principio, incomprensibles y oscuros sean descubiertos, “iluminados”, por
causa y efecto de la razón, o formen parte de algún proceso deductivo que permita arribar al
culpable.

Además de este recurso Martínez narra en primera persona y en forma retrospectiva la serie
de muertes que averigua y resuelve. Interactúa   con un interlocutor calificado, quien     lleva
adelante la elucidación y esclarecimiento de los hechos.

El enunciador tiene menor competencia, y los sucesos que se relatan están contados desde su
punto de vista: el joven estudiante que asiste “

Este recurso es muy utilizado por Guillermo Martínez y resulta sumamente útil en este
género. La ignorancia, o el menor conocimiento del narrador agilizan un intercambio verbal
que permite la explicación o el desarrollo de temas filosóficos, literarios o científicos –

“… Pero fíjese que estamos razonando todo el tiempo sobre significados que asignamos a lo
que son en principio solamente dibujos, líneas sobre el papel. Esta es la pequeña malicia de
la serie: que resulta difícil despegar a estas tres figuras de su interpretación más obvia e
inmediata. (…)

-Lo que usted quiere decir que en nuestro caso, para determinar el contexto necesitaríamos
por lo menos un término más…”

¿Cuál es la importancia y la rentabilidad de este recurso?

Esta estrategia habilita al lector para que pueda ir acompañando el progreso de la


investigación.

También se puede reconocer otra estrategia enunciativa, propia del género y altamente
funcional a la dinámica del texto: las conjeturas. Dentro de la ficción se manifiestan como
suposiciones, creencias, teorías. Implican un distanciamiento que asume el investigador al
tomar una inferencia para someterla a verificación y hallar la regla general, procedimiento
inverso de la deducción, que parte de la regla e infiere un resultado necesario.

En Crímenes imperceptibles, todos conjeturan: los matemáticos, el jefe de policía, la


psiquiatra en la construcción del perfil del asesino, la amiga del narrador, fanática de las
novelas policiales, el periodista del diario que desde el comienzo intuye al verdadero
culpable: “…Yo diría que se trata de alguien que imagina que los matemáticos son algo así
como el paradigma de la inteligencia y por eso busca medir fuerzas directamente con
ellos…” dice Seldom.“…La psiquiatra se inclina a pensar que M es un homosexual
reprimido que vive solo, pero no descarta que pueda haberse casado y que aún ahora tenga
una vida familiar convencional, que enmascare estas actividades secretas” comenta
Petersen a Seldom.“…Es verdad que usted tiene otra idea…personas que están viviendo de
algún modo una sobrevida, más allá de lo esperable…” acota Seldom al enunciador
Y más adelante se pregunta: “… ¿Qué es la investigación criminal sino nuestro juego de
siempre de imaginar conjeturas, explicaciones posibles que se amolden a los hechos, y tratar
de demostrarlas?…”

La conjetura funciona en la obra como el método para acercarse a la verdad.

“…Por primera vez me sentí en un territorio seguro. Por primera vez podía seguir una
conjetura, tan encarnizadamente como quisiera, y al borrar el pizarrón, o tachar una página
equivocada, regresar limpiamente a cero, sin consecuencias inesperadas. Hay una analogía
teórica, sí, entre la matemática y la criminalística: como dijo Petersen, ambos hacemos
conjeturas. Pero cuando usted plantea hipótesis sobre el mundo real introduce, sin poder
evitarlo, un elemento de actividad irreversible que nunca deja de tener consecuencias…”.  

Hay crímenes, pero el foco no está puesto en ellos sino en las conjeturas que se tejen
alrededor, en las versiones y suposiciones que explican en forma verosímil, la sucesión de
muertes.

Los valores de verdad son otros: saber ver no implica ir más allá de la superficie de las cosas,
sino, al contrario, estar más acá, permanecer en ellas, para volver a verlas (leerlas) de otro
modo.

Desde esta perspectiva, hay una doble circulación de la intriga, por un lado, la búsqueda de la
verdad desde la investigación puramente policial, ensayando análisis deductivos, y la
búsqueda de la verdad en sí misma, desde la mirada lógico-matemática o filosófica.

Es Seldom quien describe y cuestiona “la mirada tradicional” de la criminología, cuando ésta
sobreestima la evidencia material:

“…Y también errores, quiero decir, errores teóricos de la criminalística, quizá mucho más
interesantes. (…) El primero, el más evidente, es la sobrevaloración de la evidencia física.
(…) Desafortunadamente [los inspectores] se guían por el principio de la navaja de
Ockham: en tanto no surjan evidencias físicas en contrario prefieren siempre las hipótesis
más simples a las más complicadas. Este es el segundo error. No sólo porque la realidad
suele ser naturalmente complicada sino, sobre todo, porque si el asesino es realmente
inteligente, y preparó con algún cuidado su crimen, dejará a la vista de todos una
explicación simple, una cortina de humo, como un ilusionista en retirada…”.

Tanto Seldom como el narrador se alejan premeditadamente de este tipo de errores más
propios del razonamiento metódico del policial clásico que de los planteos matemáticos.

“…Empecé a leer sistemáticamente historias de crímenes reales, revisé los informes de los
fiscales a los jueces, estudié la forma de valorar las evidencias y de vertebrar una sentencia
o absolución en las cortes judiciales. Volví a leer, como en mi adolescencia, cientos de
novelas policiales. Empecé a encontrar de a poco una multitud de pequeñas diferencias
interesantes, la estética propia de la investigación criminal.

“Con el primer término estamos todavía completamente a oscuras; no podemos ni siquiera


resolver sobre esa primera bifurcación: si debemos considerar al símbolo como un trazo
sobre el papel, o intentar atribuirle algún significado. Desgraciadamente no nos queda más
que esperar”.
A partir de este planteo se introduce una mirada de lo que subyace en la novela Hay una
diferencia entre la verdad y la parte de la verdad que puede demostrarse: Dice Seldom: “…
Por supuesto, los jueces, los forenses, los arqueólogos, sabían esto mucho antes de que los
matemáticos. Pensemos en cualquier crimen con sólo dos posibles sospechosos. Cualquiera
de ellos sabe toda la verdad que interesa: yo fui o yo no fui. Pero la justicia no puede
acceder directamente a esa verdad y tiene que recorrer un penoso camino indirecto para
reunir pruebas: interrogatorios, coartadas, huellas digitales… Demasiadas veces las
evidencias que se encuentran no alcanzan para probar ni la culpabilidad de uno ni la
inocencia del otro. En el fondo, lo que mostró Gödel en 1930 con su teorema de
incompletitud es que exactamente lo mismo ocurre en la matemática…”

Irónicamente, esto que dice Seldom sobre la criminalística, bien puede decirlo sobre la
matemática.

“…Lo que probé, básicamente, es que si una pregunta matemática puede formularse dentro
de la misma “escala” que los axiomas, estará en el mundo habitual de los matemáticos y
tendrá una demostración o una refutación. Pero si su escritura requiere una escala distinta,
entonces corre el peligro de pertenecer a ese mundo sumergido, infinitesimal, pero latente en
todos lados, de lo que no es ni demostrable ni refutable…”

“…Tal vez tenga que ver con ese capítulo de mi libro sobre los crímenes en serie – dijo
Seldom –; lo que yo sostengo allí es que, si uno deja de lado las películas y las novelas
policiales, la lógica oculta detrás de los crímenes en serie (…) es en general muy
rudimentaria, y tiene que ver sobre todo con patologías mentales. Los patrones son muy
burdos, lo característico es la monotonía y la repetición, y en su abrumadora mayoría están
basados en alguna experiencia traumática o una fijación de la infancia. Es decir, son casos
más apropiados para el análisis psiquiátrico que verdaderos enigmas lógicos. La conclusión
del capítulo era que el crimen por motivaciones intelectuales, por pura vanidad de la razón,
digamos, a la manera de Raskolnikov, o en la variante artística de Thomas de Quincey, no
parece pertenecer al mundo real…”

El escritor emplea un lenguaje sencillo, casi de divulgación, para introducir nociones


complejas como el teorema de la incompletitud de Gödel, el método axiomático, los
enunciados indecidibles y el principio de incertidumbre de la física cuántica, de modo que
parecen fluir naturalmente como reflexiones que autorizan al personaje a concluir con una
comparación     entre la matemática y la criminalística. Dice Seldom: “…Como sea, me
dediqué entonces a estudiar, en otros ámbitos, lo que yo llamo para mí la estética de los
razonamientos. Empecé, como siempre, por lo que me pareció el modelo más sencillo, o por
lo menos, más cercano: la lógica de las investigaciones criminales. La analogía con el
teorema de Gödel me pareció verdaderamente llamativa…” (Ver reportaje al final del
propio Guillermo Martínez explicando este tema)

Sin embargo, ninguno de los métodos usados alcanza para resolver la incógnita principal:
quién comete los crímenes y por qué lo hace. El ejemplo más elocuente de esta irresolución
está en la sorprendente simpleza de la formación de la serie (“el secreto mejor guardado de la
secta”), descubierta a partir de la lectura del libro La hermandad de los pitagóricos, a cargo
del narrador: “…Uno, dos, tres, aquello era todo, la serie no era más que la sucesión de los
números naturales…” Pero esto no es lo mismo que haber encontrado un vínculo necesario
entre ese símbolo y la próxima muerte. Ni tampoco la clave de cómo evitarla:
“…Esa es la dificultad cuando usted conoce sólo el primer término de una serie: establecer
el contexto en que debe ser leído el símbolo. Quiero decir, si debe considerarse desde el
punto de vista puramente gráfico, digamos, en el plano sintáctico, sólo como una figura, o
bien en el plano semántico, por alguna de sus posibles atribuciones de significado…”

La inconexión entre los enigmas (de la matemática y de la criminalística) y las muertes no


impide arribar a conclusiones o verdades parciales. Del lado de la matemática, estos
resultados están en la propia tesis de Seldom, en los enunciados de Gödel, en la demostración
del teorema de Fermat, en la teoría de Wittgenstein, etcétera. Del lado de la criminalística,
también se pueden recoger logros parciales en los informes forenses o en los perfiles
psiquiátricos aportados por los inspectores. Sin embargo, cada uno de los métodos empleados
muestra la escasa capacidad de alcance para resolver la incógnita principal:

La semiótica que propone Seldom está más allá del género mismo, incluso más allá de la
literatura, desplazando la lectura al ámbito restringido del lenguaje matemático. Descubrir el
sentido de la serie implicaría un desafío sólo para los conocedores de ese lenguaje. El secreto
de la novela estaría reservado a unos pocos lectores. Entonces, ¿cómo seguir leyendo?

Un elemento importante a destacar es la presencia de un secreto. Hay un secreto que atraviesa


todo el relato y la mejor manera de ocultarlo es hacerlo visible.

Sin embargo con el transcurrir del texto surge la siguiente pregunta: ¿Existe verdaderamente
un secreto? De ser así, ¿conocerlo nos llevará a la verdad?

La novela articula la presunción de un secreto con la voluntad de saber de los lectores -tanto
de los personajes-lectores como del público lector de la novela, con el fin de producir una
reflexión acerca de los distintos mecanismos de acceso a ese secreto y, extensivamente, de las
diferentes concepciones de la lectura, del sentido y de la verdad puestas en juego en esos
mecanismos.

El punto máximo de la manifestación en la novela acerca de la relación entre la verdad, el


secreto y la magia ocurre en el capítulo de en el que René Lavand representa sus trucos de
magia. “…creí entender por qué Seldom había insistido en que debía ver la
representación…” ¿Qué es lo que “debía ver” el narrador? La escena teatral, con su actor y
su público; las cartas echadas sobre la mesa; el esfuerzo visual para descifrar el truco: todo
reenvía a la puesta en escena de los crímenes en serie, y al modo en que se fueron
percibiendo los signos en cada paso de la investigación.

¿Qué deberíamos ver como lectores? Así propone el mago: “¡Luz! ¡Más luz!”; “Quiero que
lo vean todo, que nadie pueda decir: era un efecto de humo y penumbras…”. En el desafío
de Lavand hacia su público resuena el desafío de Seldom hacia el narrador “…Traté de
decírtelo de todas maneras posibles…”, confiesa Seldom .

Las reflexiones que hace el narrador sobre el espectáculo de Lavand podrían tomarse como
una metáfora sobre el género en el cual se enmarca la novela:

“…Cada uno de los números que siguieron fueron extraordinariamente simples, y a la vez
extraordinariamente limpios, como si el viejo mago hubiera accedido a una instancia áurea
en la que ya no precisaba ninguna de sus manos. Parecía además divertirlo secretamente ir
quebrando una por una las reglas del oficio. Había repetido trucos, había sentado durante
toda la función gente a sus espaldas, había revelado técnicas con las que otros magos en la
historia habían intentado lo mismo que él…”

Por su parte, el mago señala las raíces comunes entre los antepasados matemáticos y la
magia, evocando los tiempos en que el saber, el conocimiento, todavía no se había
desembarazado del poder de la superstición y del ilusionismo: “…Sí, la matemática y la
magia tienen una raíz común, y custodiaron durante mucho tiempo el mismo secreto…”

En la novela de Martínez el método no conduce a la Verdad, a la Solución; por el contrario, la


aplicación del método matemático se encuentra condenada a la frustración y al naufragio
intelectual. Cuando a partir de la investigación en antiguos libros pitagóricos se quita el
manto de complejidad de la serie quedando al desnudo su natural claridad, en ese mismo
momento, el método nos enseña su escasa capacidad de alcance: puesto que el enigma y los
crímenes pertenecen a dos terrenos diferentes – el primero es de orden abstracto y los
segundos son de índole fáctica – el método sólo puede funcionar dentro de los límites del
rompecabezas de la serie pero no más allá. Un ejemplo oportuno puede servir para ilustrar lo
anterior:

Al final de la historia veremos que todo fue un ardid armado por Seldom quien, disimula un
asesinato usando las herramientas de su disciplina a fin de ocultar un secreto. La verdad
escapa a la órbita de la razón, simplemente reside en la relación paternal y sentimental entre
el célebre profesor y Beth, su hija. Esta construcción del enigma por Seldom es, en definitiva,
la puesta en escena de las coartadas que utilizan los autores de novelas policiales: como sabe
más que el resto puede manipular los acontecimientos, engañar al lector, y conducirlo
premeditadamente hacia un lugar estratégico. Así se expresa casi al final:

“…Si yo hubiera estado a solas allí – explica Seldom – supongo que hubiera intentado
borrar las huellas, limpiar la sangre, hacer desaparecer la almohada. Pero estaba con usted
y tuve que hacer el llamado…”.”…Por supuesto – declara Seldom sobre el final -no estaba
dispuesto a cometer los asesinatos. No estaba seguro de cómo resolvería esto, pero tampoco
tenía demasiado tiempo para pensarlo (…) Yo sabía que si Petersen se centraba en ella
estaba perdida. Y sabía que para instalar la teoría de la serie debía proporcionarle cuanto
antes un segundo asesinato. Afortunadamente usted me había dado en esa primera
conversación que tuvimos la idea que me faltaba, cuando hablamos de crímenes
imperceptibles. Crímenes que nadie viera como crímenes…”

La noción de “crimen imperceptible”: “Crímenes que nadie vea como crímenes”, se


encuentra en el umbral del crimen perfecto. Si dejamos de lado la primera muerte, los
crímenes parecen accidentes. (¿Se ha cometido un crimen?)
El vínculo entre el enigma y el crimen, que
en los relatos detectivescos no presenta mayores complicaciones – resolver el enigma
equivale a resolver el crimen –, encuentra en la novela de Martínez una peculiar asimetría: la
resolución del rompecabezas, de la serie lógica, no se corresponde con la solución de los
crímenes. En otras palabras, a pesar de que los personajes descubren el sentido de la serie no
pueden saber quién es el “asesino” y tampoco pueden detener estos sutiles hechos de sangre:

“…Los estudiamos al pasar en una materia de la carrera: Historia de la Medicina. Creían


en la transmigración de las almas, ¿no es cierto? Hasta donde me acuerdo tenían una teoría
muy cruel sobre los deficientes mentales, que después llevaron a la práctica los espartanos y
los médicos de Crotona… La inteligencia era el valor supremo y creían que los retardados
eran la reencarnación de las personas que habían cometido en sus vidas anteriores las faltas
más graves. Esperaban a que cumplieran catorce años, la edad crítica de mortandad en el
síndrome de Down, y a los que sobrevivían los usaban como conejillos de Indias para sus
experimentos médicos. Fueron los primeros que intentaron transplantes de órganos…”

Las víctimas, que en un principio parecían trece, un número bastante significativo, son sólo
once y todo se reduce a dos crímenes en lugar de cuatro: en el primero, Beth asesina a Mrs.
Eagleton, y en el segundo, mueren diez niños por culpa de Johnson.

El método matemático, en este caso, se opone a la metodología moderna del policial que
conduce hacia una Verdad única y segura; las operaciones de los matemáticos, en Crímenes
Imperceptibles, sólo gestan preguntas inestables que desembocan en el fracaso rotundo del
método. Así pues, la investigación no puede avanzar.

En otro orden de cosas, el azar es un elemento indispensable en el desarrollo de la novela, es


la fuerza invisible que hilvana perfectamente toda la red de complejos e innumerables
acontecimientos. En este caso, el azar no representa una similitud que deviene en diferencia
sino que es en sí mismo. Lo hace ligando estos conceptos al relato de vida que Seldom
realiza, donde cuenta cómo él siente que su historia personal se encuentra ligada a una cadena
de desgracias signadas por el azar:

“…Que fuera inofensiva…Sabe, me pasaron algunas cosas realmente atemorizantes cuando


era muy chico….como señales…señales intermitentes pero demasiado repetidas…digamos…
la cadena de efectos que provocaba cualquier pequeña acción mía en el mundo real.
Probablemente coincidencias desgraciadas…desde temprano… había notado que las
conjeturas que hacía sobre el mundo real se cumplían…pero por caminos extraños de las
maneras horribles, como advertencias…”un factor completamente ajeno a la narrativa
detectivesca.

El nudo invisible que une a las muertes con los símbolos se encuentra más allá de los límites
del lenguaje y entendemos que “al otro lado sólo está el sinsentido”, el azar, la casualidad, la
incertidumbre, la sinrazón.

Tenemos, entonces, en un plano general, que la idea que atraviesa toda la novela, la coartada
de Seldom, provienen de maniobras del azar. Luego, en lo que atañe a los crímenes y a la
serie correspondiente que los une a todos, encontramos, de pronto, la presencia irrefutable de
la casualidad. La muerte de Clark, en el hospital, puede ser considerada como una muerte
natural, predecible; mas la muerte del percusionista, sólo se debe a la fatalidad. Sabemos que
Seldom había pensado en el tercer símbolo, el triángulo, como continuación de la serie; sin
embargo, él estaba esperando un accidente automovilístico en el “triángulo ciego”, la
autopista en donde había fallecido su mujer. La irrupción del destino es evidente:

“…El concierto… el concierto fue la primera señal de lo que más temía. La maldición que
me persigue desde siempre. Dentro de mi plan, yo estaba esperando que se produjera un
accidente de tránsito exactamente en el lugar que eligió Johnson para despeñarse. Era el
lugar donde yo mismo me había accidentado y la única posibilidad que se me ocurría para el
tercer símbolo de la serie, el triángulo. Pensaba en enviar un mensaje a posteriori que
reclamara ese accidente vulgar como un crimen, un crimen que había llegado a la máxima
perfección: la de no dejar ningún rastro. (…) Pero entonces ocurrió lo del concierto. Era
una muerte y yo estaba buscando muertes. (…) Quizá lo más extraordinario es que aquel
hombre que moría estaba tocando el triángulo. Parecía una señal benévola, como si mi plan
hubiera sido aprobado en una esfera más alta y la vida me allanara el camino. (…) Había
tenido una ayuda extraordinaria del azar. (…) Pero al día siguiente [Johnson] seguramente
leyó en el diario la historia completa. Vio la serie de símbolos, una serie de la que él sabía la
continuación. Sintió, como yo, que desde alguna esfera superior le daban una posibilidad
para su plan. El número de chicos del equipo de básquet coincidía con el número del
Tetraktys. Todo parecía decirle: esta es la oportunidad y es la última oportunidad. Esto es lo
que trataba de explicarle en el parque, la pesadilla que me acompaña desde la infancia: las
consecuencias, las derivaciones infinitas, los monstruos que producen los sueños de la
razón. Sólo quería evitar que ella fuera a prisión y ahora llevo once muertos sobre mí…”

En el ejemplo anterior podemos observar los procesos ininteligibles de la coincidencia, los


intrincados caminos de la casualidad.

Como diría el propio Guillermo Martínez: ¿No creen acaso los matemáticos en las
casualidades?

En Crímenes imperceptibles, la mención del teorema de incompletitud resulta fundamental


dentro del espacio filosófico de la novela. El pensamiento de Gödel se ensambla, como una
red de líneas que se interceptan, con los intertextos antes mencionados y analizados; todos
ellos, en conjunto, generan un efecto deconstructivo respecto del policial clásico.

En la novela, es Seldom quien se encarga de introducir el teorema de Gödel:

“…En el fondo, lo que mostró Gödel… es que exactamente lo mismo ocurre en la


matemática. El mecanismo de corroboración de la verdad que se remonta a Aristóteles y
Euclides, la orgullosa maquinaria que a partir de afirmaciones verdaderas… avanza por
pasos estrictamente lógicos hacia la tesis, lo que llamamos, en una palabra, el método
axiomático, puede ser a veces tan insuficiente como los criterios precarios de aproximación
jurídica. (…) Gödel mostró que aún en los niveles más elementales de la aritmética hay
enunciados… sobre los que ningún juez podría dictaminar su verdad o falsedad, su
culpabilidad o inocencia…”.

Seldom traduce el pensamiento de Gödel al lenguaje de la criminalística:

“…La analogía con el teorema de Gödel me parecía verdaderamente llamativa. En todo


crimen hay indudablemente una noción de Verdad, una única explicación verdadera entre
todas las posibles; por otro lado, hay también indicios materiales, hechos que son
incontrastables o están, al menos, como diría Descartes, más allá de toda duda razonable:
éstos serían los axiomas. Pero entonces ya estamos en terreno conocido ¿Qué es la
investigación criminal sino nuestro juego de siempre de imaginar conjeturas, explicaciones
posibles que se amolden a los hechos, y tratar de demostrarlas?…”

También el teorema de Fermat interactúa de una manera significativa con la trama:

“…Me temo que tiene que ver con uno de los libros que le presté yo mismo al inspector
Petersen. Un libro sobre la historia del teorema de Fermat. Es el problema abierto más
antiguo de la matemática (…) Hace más de trescientos años que los matemáticos luchan
contra él y posiblemente mañana en Cambridge logren por primera vez demostrarlo. En el
libro se rastrea el origen de la conjetura a las ternas pitagóricas… El libro sostiene que el
propio Fermat pertenecía a una logia más moderna, pero no menos estricta, de pitagóricos.
Había anunciado en la famosa anotación en el margen de la Aritmética de Diofantes que
tenía una demostración de su conjetura, pero después de su muerte ni esa ni ninguna otra de
sus demostraciones pudo ser encontrada entre sus papeles. Aunque supongo que lo que
alarmó a Petersen son algunas muertes curiosas que rodean la historia del teorema…”

Para finalizar creo necesario señalar la evidente reminiscencia de Crímenes


Imperceptibles con alguno de los cuentos policiales de Jorge Luis Borges. Incluso el propio
autor considera su novela un homenaje al autor de “La muerte y la brújula”. En este relato,
cuatro hechos de sangre se ordenan a partir de una serie lógica. Borges comienza la historia
con un procedimiento deconstructivo análogo al de Crímenes imperceptibles: “Observemos
que Borges – explica Martínez – ya ha mencionado en estos dos primeros párrafos todos los
elementos cruciales del cuento. Ha dispuesto sus piezas como al comienzo de una partida de
ajedrez. Se ve aquí otra vez su intención de ‘declarar’ todos los términos del problema”.
Siguiendo otra de las reflexiones de Martínez, descubrimos que Borges presenta en “El jardín
de senderos que se bifurcan”, relato que Borges, en el prólogo correspondiente, enmarca
dentro del policial, presenta un patrón esencial que se reitera en Crímenes imperceptibles: el
azar. En el cuento cuyo protagonista es Yu Tsun, la casualidad es la fuerza principal que
manipula todos los hechos. Las vías del azar son los múltiples caminos musicales que
presenta el fantástico sendero que se ramifica inagotablemente, caminos impensables en la
narrativa de enigma, que se caracteriza por la única y última senda, la senda del método.

El crimen perfecto, nos enseña Martínez, no es la vana utopía inalcanzable que persigue el
policial; el crimen perfecto, y acaso este es el rasgo deconstructivo más importante, es posible
y Seldom lo imagina: “Nos topamos, finalmente, con la fatalidad: “…En el fondo, todo
crimen, toda muerte, agitaba apenas las aguas y se volvía pronto imperceptible…”
EL TEOREMA DE GÖDEL, SOBRE LA VERDAD Y LA DEMOSTRABILIDAD

por GUILLERMO MARTÍNEZ

El teorema de incompletitud de Gödel es uno de los resultados más profundos y paradójicos


de la lógica matemática. Es también, quizá, el teorema que ha ejercido más fascinación en
ámbitos alejados de las ciencias exactas. Autores como Lacan, Kristeva, Deleuze, Lyotard,
Debray y muchos otros han invocado a Gödel y sus teoremas en arriesgadas analogías. Junto
con otras palabras mágicas de la escena posmoderna, como “caos”, “indeterminación”,
“aleatoriedad”, el fenómeno de incompletitud se ha asociado también a supuestas derrotas de
la razón y al fin de la certidumbre en el terreno más exclusivo del pensamiento: el reino de las
fórmulas exactas.

El teorema de Gödel trata de la distancia, y la diferencia, entre la verdad en matemática y la


parte de verdad que puede demostrarse a partir de axiomas, en esos textos con fórmulas y
pasos lógicos encadenados que los matemáticos llaman demostración. En otras disciplinas es
claro que lo verdadero no necesariamente coincide con lo demostrable. Basta pensar en un
crimen en un cuarto cerrado con dos únicos sospechosos junto al cadáver. Cada uno de estos
dos sospechosos sabe toda la verdad sobre el crimen, que puede resumirse en la frase “Yo
fui” o “Yo no fui”. Sin embargo, si el juez no dispone de la confesión directa del culpable,
debe intentar un camino indirecto: recolección de evidencias materiales, verificación de
horarios y coartadas, etcétera.

Muchas veces este camino indirecto no alcanza a


demostrar, de acuerdo con los estrictos requisitos legales, ni la culpabilidad de uno ni la
inocencia del otro. También en la arqueología hay una obvia distancia entre la verdad (las
costumbres y rituales de una civilización extinguida tal como fueron) y la parte de verdad que
puede ser reconstruida a partir de hallazgos en las excavaciones. Sin embargo, en su
disciplina, los matemáticos siempre pensaron -por lo menos hasta el siglo XIX- que los
mundos de lo verdadero y lo demostrable eran identificables, y que cualquiera fuera la verdad
que pudieran observar en el cielo platónico de los objetos matemáticos (cierto orden, ciertas
conexiones, cierto patrón de regularidad), esa verdad podría reobtenerse “por escrito”
mediante el método axiomático, como tesis de una demostración.

Gödel probó que cualquiera fuera el sistema de axiomas que se propusiera para la aritmética,
si ese sistema era consistente (es decir, si no llevaba a contradicciones) había enunciados
verdaderos que no podían ser demostrados por el sistema.

Es decir, el teorema de Gödel replica la situación del crimen con dos sospechosos: para cada
sistema axiomático propuesto para la aritmética, hay enunciados que, por la exigencia del
protocolo fijado, el sistema no puede ni probar ni refutar.

El teorema de Gödel destruyó una por una todas las esperanzas de Hilbert: en primer lugar
mostró la imposibilidad de fundar toda la aritmética sobre axiomas. Aún peor, uno de los
enunciados no demostrables exhibidos por Gödel fue, justamente, la propiedad de
consistencia, lo que liquida también el plan de Hilbert de dar una fundamentación última y
absoluta para la matemática a partir de la aritmética. Como una última ironía, la demostración
dada por Gödel para su teorema sí es perfectamente “segura” y cumple todos los requisitos
formales.

Bibliografía

Ayer, Alfred, “Introducción”, “Capítulo III: La naturaleza del análisis filosófico”, “Capítulo
V: Verdad y probabilidad”, “Capítulo VII: El sujeto y el mundo común”, “Capítulo VIII:
Solución de las más importantes disputas filosóficas”, en Lenguaje, verdad y lógica, Buenos
Aires, Orbis, 1984.

Borges, Jorge Luis, “Abenjacán el bojarí, muerto es su laberinto”, “La muerte y la brújula”,
“El jardín de senderos que se bifurcan”, “Emma Zunz”, en Obras completas, Buenos Aires,
Emecé, 2002.

Lojo, María Rosa, “Principios inciertos” en La Nación, Buenos Aires, Domingo 28 de


diciembre de 2003.

Martínez, Guillermo, Acerca de Roderer, Buenos Aires, Planeta, 1999.

Martínez, Guillermo, Borges y la matemática, Buenos Aires, Eudeba, 2003.

Martínez, Guillermo, Crímenes imperceptibles, Buenos Aires, Planeta, 2003.

1986.

Guillermo Martínez – LA NACION – Buenos Aires, 2009

Contenido

Número 9: El policial en Argentina

 Índice
o Artículos
o Cine
o Ensayos
o Ficciones: el umbral de Tántalo

Tantalia en las redes


 

 Acerca de

 Nuestro equipo

 Ingresar

© Tantalia 2014 - 2021


Director / Propietario: Sergio Alberino 
http://lapalabraenelumbral.com.ar/articulos/ensayos/acerca-de-las-verdades-imperceptibles/?i=1

También podría gustarte