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EL GÉNERO POLICIAL

Surgimiento del género: el desarrollo de las ciudades modernas

En la historia de la literatura, el policial es un género bastante reciente. Su


origen se remonta apenas a la segunda mitad del siglo XIX. Los especialistas coinciden
en identificar un motivo claro para el nacimiento de este nuevo género narrativo: en el
siglo XIX, el desarrollo industrial (el desarrollo de las fábricas, del ferrocarril, de la
tecnología) y el cambio de la economía mundial provocaron que muchísima gente
abandonara la vida rural (el trabajo en los campos como campesinos) para irse a las
ciudades, donde había más actividad comercial y trabajo. Las ciudades crecieron a una
velocidad enorme y esto generó un fenómeno novedoso: el anonimato. Antes, en la
vida de las aldeas rurales, todos los habitantes se conocían; ahora, en las ciudades se
mezclaban hombres y mujeres que deambulaban por sus calles sin conocerse: todos
eran extraños. Sumado a esto, la superpoblación y la miseria (no todos conseguían
trabajo, y los que sí lo hacían, recibían salarios muy bajos) tuvo como consecuencia el
aumento de la criminalidad. Obviamente, este problema no pasó desapercibido para
el periodismo, que también en esa época comenzó a desarrollarse masivamente. La
sociedad en general se interesó por el tema, puesto que, a la par de la
industrialización, creció también el alfabetismo (por primera vez en la historia los
gobiernos se empezaron a ocupar de enseñar a leer y a escribir a las clases bajas de la
sociedad).

En este contexto, el escritor estadounidense Edgar Allan Poe (1809-1849)


escribió tres cuentos que son considerados los primeros del género policial,
protagonizados por el detective Auguste Dupin: “Los crímenes de la calle Morgue”
(1941), “El misterio de Marie Roget” y “La carta robada”. Poe creó, sin saberlo, el
prototipo del detective clásico, ya que Dupin era una especie de máquina de pensar.
No se sabe mucho sobre su familia o su vida sentimental, es como si su actividad
intelectual bloqueara las otras facetas de su vida, como la emocional. Dupin es un gran
observador que se limita a razonar a partir de los datos que obtiene de la escena del
crimen.

Algunos años después, Arthur Conan Doyle (1859-1930) imitó el modelo


publicando en 1887 su primera novela: Estudio en rojo. Su detective Sherlock Holmes
se convertiría con el tiempo en el más famoso de todos los detectives de la literatura.
Tanto, que mucha gente cree que existió de verdad. Otros autores famosos del género
fueron Agatha Christie (1890-1976), con su inteligente detective Hércules Poirot, y
Gilbert K. Chesterton (1874-1936), creador del célebre Padre Brown, un sacerdote con
aspecto de ingenuo del cual nadie sospecharía que en realidad es capaz de resolver los
crímenes más complicados.
El corazón del género: un enigma

Desde sus comienzos, la literatura policial se ocupa de presentar un problema


de difícil (casi imposible) solución: el enigma. Ocurre un crimen, se le presentan al
lector los detalles (es decir, las pistas), se relata la investigación que hace el detective y
en la última escena el protagonista comunica la solución del problema. En resumen, un
cuento o novela policial viene a ser un acertijo extendido. Pero atención: cada hecho
que se presenta en el relato policial es dudoso, ya que el narrador lo puede haber
incluido con el exclusivo fin de engañar o despistar al lector.

El descubrimiento del crimen es el hecho que desencadena la trama en un


relato policial, ya que este presenta tres incógnitas que el detective deberá resolver:
quién lo cometió (el culpable), por qué lo hizo (el móvil o motivo) y cómo lo llevó a
cabo (modus operandi).

A partir de ese momento comienza el nudo de la historia, que es el relato de la


investigación que realiza el detective utilizando el método deductivo: observa los
detalles de la escena del crimen, interroga a los testigos o sospechosos… Todo,
absolutamente todo, en un relato policial, puede ser un indicio que permita
desentrañar el misterio. Por eso, el género policial exige del lector una lectura atenta y
activa. El detective toma todos los indicios que encuentra, hasta los más
insignificantes, para elaborar distintas hipótesis. Generalmente, las hipótesis iniciales
suelen ser erradas. A medida que las vaya descartando y descubra nuevas pistas, se
acercará a la resolución del caso.

Al final de todo, el enigma es resuelto prácticamente siempre. La resolución es


importante porque de esta manera se restaura el orden que se había perdido con el
crimen. Esto es así porque la literatura policial surge como un intento de enfrentarse a
la problemática real de la delincuencia que crecía en las ciudades, y los lectores
deseaban el castigo del criminal y el triunfo de la ley, aunque solo fuera en la ficción…

¿Es realista el género policial?

Esta es una pregunta difícil de resolver. El marco narrativo siempre es realista,


ya que se ubica en ciudades reconocibles en el mundo real e incluso se presentan
referencias concretas como nombres de calles, estaciones, periódicos, etc. El lector
reconoce desde el principio que el mundo representado es semejante a la realidad y
que, por lo tanto, los hechos narrados también lo serán. Generalmente, los sucesos
sobrenaturales no están presentes en el género policial, y es importante que la acción
del detective resulte posible en la vida real.

Sin embargo, hay un pequeño problema de verosimilitud, ya que las


deducciones de los detectives, muchas veces, son bastante forzadas o difíciles de llevar
a la práctica. O sea, hay que admitir que en algunos casos los razonamientos de los
detectives son exageradamente perfectos. Además, el hecho de que al final siempre se
resuelva el enigma no coincide con la realidad. Por estos motivos, el género policial no
puede considerarse como completamente realista.

Las dos historias

Un rasgo típico de este tipo de narraciones es la coexistencia de dos historias:


una oculta (la del crimen) y otra conocida (la de la investigación). Lo que se narra
desde el comienzo (es decir, lo que el lector conoce primero) es la historia de la
investigación: el descubrimiento del crimen, la acción del detective, la captura del
culpable. Recién al final se devela la historia del crimen, que suele ser relatada en el
último capítulo por el detective o, en algunos casos, por el mismo criminal en forma de
confesión.

Los personajes

 El detective: es el encargado de resolver las preguntas que se plantean al


comienzo del relato. Es el personaje más emblemático del género. Se
presenta como una persona fuera de lo común, ya que, a diferencia de
otros personajes que también pueden estar dedicados a la investigación
(como otros policías o detectives), este logra ver más allá de lo evidente.
Su principal característica, casi siempre, es la de ser un gran razonador. La
inteligencia del detective es la que le da las posibilidades de triunfar, a
diferencia de otros héroes que triunfan gracias a sus aptitudes físicas. (Su
inteligencia y, debemos admitirlo, un buen toque de suerte).
 El criminal: es el autor del crimen y funciona como la contracara del
detective, ya que se trata de un personaje con características similares: una
inteligencia superior a la norma. La diferencia es que este la utiliza para
atentar contra la ley. El detective y el criminal están en una abierta
competencia por saber quién es el más inteligente de los dos.
 Los testigos o sospechosos: son los personajes que interactúan con el
detective en la reconstrucción del caso. Mediante el interrogatorio, el
detective intentará sonsacarles la verdad que ellos no pueden ver (testigos)
o que intentan ocultar (sospechosos). A través de los testimonios, el
detective podrá reconstruir la serie de hechos que llevaron al crimen.
 La víctima: por supuesto, es un personaje fundamental en la narrativa
policial. Incluso si se trata de un personaje que está muerto al comienzo de
la narración, el detective deberá ir averiguando quién era, cómo era su vida
y su entorno familiar, etcétera, para poder vislumbrar la identidad del
culpable y los motivos por los cuales alguien podría querer causarle daño.
 El ayudante: no siempre está presente este personaje, pero es muy
habitual. Suele ser atento y fiel, con cualidades positivas y de respeto del
orden, pero de una inteligencia inferior a la del protagonista. Muchas veces,
el ayudante tiene dos funciones: sirve como pretexto para que el detective
hable sobre lo que está pensando y de esa manera el lector se entere de
cómo van sus razonamientos; y también sirve para narrar la investigación.
En general, el ayudante y el lector suelen estar al mismo nivel en cuanto al
conocimiento del caso.

Duelo de inteligencias

Como ya dijimos, la principal competencia se establece entre el detective y el


criminal. Pero también hay una competencia entre escritor y lector. En este género, el
relato debe reproducir el camino intelectual recorrido por el detective para resolver el
caso. Para lograr esto, el escritor tiene que manipular los recursos de la narración de
manera tal que esta avance sin permitir que el lector descubra demasiado rápido al
culpable. Es decir que el escritor va dejando indicios aquí y allá como para orientar al
lector pero al mismo tiempo le dará algunos indicios falsos para despistarlo. Esto es así
porque el objetivo es que, al final, el lector se sorprenda. De esta manera, el escritor
logra provocar dos efectos fundamentales en este género: la intriga y el suspenso.
Hasta el final, nosotros no estaremos seguro de si nuestras hipótesis son correctas y el
deseo por verificarlas nos llevará a leer la historia hasta la última página. Si el misterio
es demasiado evidente, el lector dejará de leer y el libro, por supuesto, será un
completo fracaso.

Dos tipos de policial: el clásico y el negro

Actualmente, es común clasificar a los relatos policiales en dos grandes grupos.


Hasta acá, los rasgos descriptos pertenecen al más común, que es llamado policial
clásico o de enigma.

Sin embargo, alrededor del año 1930 surgió en Estados Unidos un nuevo estilo
de policial, llamado policial negro. En estos relatos se describe una sociedad mucho
más corrompida que en los del policial clásico. El centro de la narración ya no es el
enigma como acertijo intelectual, sino el turbio mundo del crimen: conflictos de poder,
dinero, corrupción, drogas, etcétera.

El crimen no es tan difícil de resolver, lo difícil es atrapar al culpable. Por esta


razón, mientras que en el policial clásico el detective pasa mucho tiempo razonando
dentro de su estudio, en el policial negro hay muchísima más acción: persecuciones,
violencia, sangre… Claramente, es otro tipo de detective: más agresivo, menos
intelectual y, a veces, corrupto. No duda en usar la violencia si es necesario, o en
cruzar los límites de la ley si hace falta.

Mientras que en el policial clásico suele representarse una sociedad refinada y


aristocrática, el policial negro retrata la vida de los barrios marginales donde la
delincuencia es moneda corriente. Por supuesto, la visión de la sociedad en este
subgrupo dentro del género policial es muchísimo más pesimista. De hecho, el
detective no resuelve el crimen por el placer intelectual de resolver un enigma o por
deseo de justicia, sino simplemente porque es su trabajo. Por eso, mientras que el
clásico suele presentar un detective aficionado que no cobra por sus servicios, el
detective del policial negro es un profesional (policía la mayoría de las veces) que
trabaja solo por su sueldo.

Por otro lado, la ley que este representa no siempre está exenta de delitos. Es
que luego de las dos guerras mundiales, la sociedad dejó de confiar en las autoridades,
y es por esto que la ley y las fuerzas de seguridad aparecen, en el policial negro, como
representantes de la corrupción tanto como los delincuentes. De alguna manera,
podríamos decir que el negro es un policial más realista que el clásico.

Los autores más representativos de este subgénero son los estadounidenses


Dashiell Hammett, Raymond Chandler y Patricia Highsmith.

Las reglas del policial

En el año 1930, muchos escritores fundaron el “Detection Club”, donde se


reunían a definir las reglas básicas del género, y también escribían novelas entre
varios. Así crearon algunas reglas que, según ellos, debían cumplir todos los textos
pertenecientes al género policial:

1. El criminal debe ser alguien mencionado al principio de la historia, pero no debe


ser nadie cuyos pensamientos el lector pudo seguir.
2. Todos los elementos sobrenaturales deben descartarse.
3. No está permitida la existencia de más de una habitación o pasaje secretos.
4. No se pueden usar venenos que no hayan sido descubiertos al momento de
publicación de la novela, ni ningún aparato que todavía no exista o sea
científicamente imposible.
5. En la historia no debe figurar ningún loco que asesina sin motivo.
6. Ningún accidente o golpe de suerte puede ayudar al detective, ni él puede tener
una inexplicable intuición que resulte ser correcta.
7. El detective no puede ser el que cometió el crimen.
8. El detective no puede presentar pruebas que no se le presenten también al
lector.
9. El amigo del detective, el típico Watson, no puede ocultar los pensamientos que
pasan por su mente; su inteligencia debe estar ligeramente por debajo del
lector medio.
10. Los hermanos gemelos, y los dobles en general, no pueden aparecer a menos
que hayamos sido preparados para ello. No pueden aparecer como último
recurso y de manera inesperada al final de la novela.

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