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Introducción.
El Ordenamiento Ambiental del Territorio.
La Evaluación de Impacto Ambiental.
La Educación Ambiental.
El Sistema de Diagnóstico e Información Ambiental. Régimen de Libre Acceso a la Información Pública
Ambiental (Ley N° 25.831).
INTRODUCCIÓN: Tal como lo vimos en la Unidad 8, la Ley General del Ambiente –seguramente la más
trascendente entre las de Presupuestos Mínimos– se estructura en tres partes.
Una primera parte en la cual se abordan cuestiones de carácter general: cuáles son los objetivos que se propone la
política ambiental de la Nación, cuál es el ámbito de aplicación de la ley, qué pautas de interpretación se establecen en
la materia, cuáles son los Principios Ambientales que informan a todo el ordenamiento destinado a la tutela del
ambiente y qué rol cabe a la administración en orden al cumplimiento de tales principios.
También se aclara qué debe entenderse por Normas de Presupuestos Mínimos y cuál es el contenido que éstas tienen;
y por último se establecen las reglas de competencia en materia jurisdiccional.
En la segunda, a partir del art. 8, la Ley General del Ambiente (LGA) se aboca al tratamiento de los Instrumentos de
Gestión Ambiental. En primer término los enumera –el Ordenamiento Ambiental del Territorio, la Evaluación de
Impacto Ambiental, el Sistema de Control sobre el Desarrollo de las Actividades Antrópicas, la Educación Ambiental,
el Sistema de Diagnóstico e Información Ambiental y el Régimen Económico de Promoción del Desarrollo
Sustentable (Art. 8)– y luego los regula someramente.
Y por último, la LGA destina unos cuántos artículos a conceptualizar el daño ambiental, brindando algunos
lineamientos formales y procesales en orden a la Acción por Daño Ambiental Colectivo y el acceso a la jurisdicción.
En esta Unidad vamos a estudiar los Instrumentos de Gestión Ambiental.
De modo muy sintético podemos decir que los Instrumentos de Gestión Ambiental son las herramientas de las que se
valen, tanto la Administración Pública como los particulares, para el cumplimiento de los objetivos que se fija la
política ambiental de la Nación (la protección del ambiente, de sus elementos y recursos, la preservación de la
biodiversidad y del equilibrio de los ecosistemas y, en definitiva, el mejoramiento de la calidad de vida de los
habitantes). Consisten, a grandes rasgos, en distintas regulaciones normativas, mecanismos de incentivo o promoción
de ciertas actividades y control o prohibición de otras y modos de generar conciencia acerca de las buenas prácticas
necesarias para la protección del ambiente.
Si bien están reguladas en el ámbito local, la totalidad de los instrumentos han merecido consagración internacional –
y, en algunos casos, como la información, la participación ciudadana, la evaluación de impacto ambiental, entre otros,
elevados a la categoría de principios ius ambientales– en los distintos instrumentos jurídicos existentes en la materia.
El art. 8 de la LGA efectúa una enumeración de los Instrumentos de Gestión que no resulta taxativa. Sin perjuicio de
que la norma comienza expresando “Los instrumentos de la política y la gestión ambiental serán los siguientes:
…” para luego nombrar los que ya hemos mencionado sin dar lugar –en apariencia– a la existencia de otras
herramientas, ello no debe ser entendido de tal modo.
En efecto, la propia ley, luego de brindar la regulación –de modo muy conciso, por cierto– sobre algunos de ellos (el
Ordenamiento Ambiental, la Evaluación de Impacto, la Información y Educación Ambientales), dedica luego algunos
artículos para el tratamiento de otros (como la Participación ciudadana y el Seguro Ambiental) que no habían sido
enunciados en el art. 8.
De igual manera, ciertos mecanismos de estabilidad fiscal, o de incentivos financieros utilizados para la promoción de
ciertas actividades beneficiosas para el ambiente (como la generación de energías limpias) constituyen herramientas
de política ambiental, aún cuando no estén enunciadas como tales.
A continuación analizaremos algunos de ellos.
3. La etapa de discusión. La tercera etapa es el momento en el que se pone en crisis el estudio de impacto ambiental,
en donde se debate acerca de la procedencia, la veracidad y la rigurosidad técnica y científica del mismo. En otros
términos: efectuada la manifestación por parte del interesado sobre cuáles son las características fundamentales de su
obra o actividad y qué efectos nocivos prevé que la misma puede ocasionar (o incluso si se estima que los mismos no
se producirán), llega el momento de verificar si dichas previsiones se ajustan presumiblemente a la realidad y tienen
un adecuado margen de razonabilidad.
Este debate se realiza en una doble instancia: por un lado es la propia Administración la que evalúa si el e.i.a. cumple
con los requisitos de fondo y de forma previstos en la legislación respectiva y si, por sobre todo, reúne los recaudos de
procedencia y pertinencia en materia técnica.
Para el cumplimiento de tal cometido suele valerse de organismos o instituciones idóneos para efectuar dicho mérito
(que, genéricamente, no son otros que los que elaboran los e.i.a. centros de investigación, ONG dedicadas al quehacer
científico, universidades, etc.) que se expiden a través de lo que se denomina dictamen técnico.
Esta es uno de los elementos de valoración que tiene la Autoridad para evaluar el e.i.a. y decidir sobre su aprobación.
El otro es el resultado de la participación ciudadana, la otra instancia de debate.
La discusión del proyecto o estudio de impacto efectuado en el marco de la participación de la ciudadanía es, en
primer lugar, un requisito de validez del procedimiento. Es esencial y obligatoria, a tal punto que el no cumplimiento
de esta instancia (o su cumplimiento defectuoso) implica la nulidad de todo el procedimiento y la consiguiente
responsabilidad de los funcionarios públicos encargados de velar por la legalidad del mismo).
Hemos puesto de resalto en muchas ocasiones la importancia de la participación de la ciudadanía en los temas
relacionados con el ambiente. El art. 19 L.G.A. dice: “Toda persona tiene derecho a ser consultada y a opinar en
procedimientos administrativos que se relacionen con la preservación y protección del ambiente, que sean de
incidencia general o particular, y de alcance general”.
La participación ciudadana –además de resultar un recaudo de legalidad del procedimiento– cumple una función de
igual trascendencia: la de validación social del proyecto, es decir, la de otorgar legitimidad al mismo.
La denominada licencia social resulta ser un factor de trascendental importancia para que obras o actividades
usualmente reñidas con las buenas prácticas ambientales (o que directamente implican un riesgo de impacto
ambiental) puedan desarrollarse sin obstáculos ni interferencias.
En este sentido, sobran los ejemplos de proyectos (por ejemplo, relacionados con la actividad minera) que han sufrido
paralizaciones y hasta han tenido que desestimarse, por la férrea oposición y el boicot permanente de los vecinos y
aledaños de los lugares donde pretendían asentarse y de organizaciones comprometidas con la preservación del
ambiente.
Otro de los aspectos sobre los que resulta menester indagar, es el relacionado a los mecanismos de participación, es
decir, a los medios o métodos mediante los cuales las personas intervienen, expresas sus ideas, opiniones, objeciones,
etc.
Al respecto el art. 20 de la LGA estipula que “Las autoridades deberán institucionalizar procedimientos de consultas
o audiencias públicas como instancias obligatorias para la autorización de aquellas actividades que puedan generar
efectos negativos y significativos sobre el ambiente…”.
De todos modos, es necesario señalar que lo que importa es garantizar una participación auténtica, genuina, libre e
informada de las personas, independientemente de los mecanismos que la traduzcan, que pueden ser múltiples y
variados y que, en la práctica, exceden largamente los mencionados en la norma. Así, si bien la audiencia pública es el
mecanismo más difundido y utilizado (sobre todo en materia de E.IA.) ello no invalida la existencia y utilización de
otros instrumentos que pueden resultar igualmente útiles: los plebiscitos, los referéndums, las consultas públicas y las
consultas por escrito, las encuestas, etc.
Lo importante, se reitera, es asegurar la participación. El art. 21 de la LGA es meridianamente claro al respecto: “La
participación ciudadana deberá asegurarse, principalmente, en los procedimientos de evaluación de impacto
ambiental y en los planes y programas de ordenamiento ambiental del territorio, en particular, en las etapas de
planificación y evaluación de resultados”.
Uno de los aspectos que mayores controversias ha generado en la doctrina ambientalista es el relacionado con el
carácter vinculante o no que asume la participación ciudadana o, en otras palabras, si los resultados o conclusiones de
dicha instancia resultan de cumplimiento u observancia obligatoria para la autoridad, de modo que deba ajustar su
decisión final a dichos resultados.
La cuestión ha sido resuelta por la LGA en sentido negativo. El art. 20, segunda parte, expresa: “…La opinión u
objeción de los participantes no será vinculante para las autoridades convocantes; pero en caso de que éstas
presenten opinión contraria a los resultados alcanzados en la audiencia o consulta pública deberán fundamentarla y
hacerla pública”.
Previo a ingresar en el análisis de la razonabilidad de la norma, debe señalarse que la redacción de la misma es
bastante confusa, aunque es posible no obstante interpretar lo que el legislador quiso expresar: la Administración no
está atada a los resultados de la instancia de participación ciudadana y, en consecuencia, puede apartarse al momento
de resolver, del dictamen o las conclusiones de la misma. De tal modo, puede aprobar el estudio de impacto ambiental
haciendo caso omiso a las opiniones u objeciones de la ciudadanía y, a la inversa, puede desestimarlo aún cuando la
audiencia pública (o el mecanismo que hubiere sido utilizado) hayan visto con buenos ojos el informe (aunque este
será el caso más improbable).
Pero –dice el art. 20– si la decisión de la Autoridad va en sentido contrario a las conclusiones de los participantes,
entonces debe ser fundada y, además, debe hacerse pública.
Ciertamente, la norma no ha estado exenta de críticas, la más importante de las cuales apunta a la falta de sentido y
utilidad que tiene una instancia de participación que no resulte obligatoria para la autoridad.
En otros términos: se dice que si la autoridad puede resolver a su arbitrio, sin considerar los resultados de la audiencia
pública, esta reviste carácter meramente “formal” y, en consecuencia, la tan mentada participación resulta estar vacía
de contenido.
Se agrega, además, que ello implica un riesgo inminente de que la autoridad resuelva conforme los intereses privados
o las necesidades coyunturales, desentendiéndose de la protección del ambiente.
Entendemos que ello no necesariamente es así, por varias razones.
En primer término la participación implica, precisamente, la posibilidad de intervenir en el procedimiento, de expresar
ideas, opiniones, críticas, sugerencias, de controlar la legalidad del mismo y velar por el cumplimiento de todas sus
etapas. Pero no se sigue de ello que toda esa actuación deba redundar en una síntesis que resulte vinculante para la
Administración.
Por otra parte, aunque muchas veces la participación ciudadana es informada, responsable y animada por el noble
propósito de tutelar objetiva y desinteresadamente el ambiente, en algunos casos se advierte la interferencia de otros
intereses o el despliegue de estrategias obstruccionistas que pueden poner en riesgo políticas de desarrollo necesarias
para la satisfacción de las necesidades de los habitantes.
En subsidio, llegado el caso de una autorización otorgada en desmedro de la legalidad del procedimiento, o de la
normativa vigente en materia de protección ambiental o, incluso, en consideración de intereses espurios y alejados de
los objetivos propios de la administración, los ciudadanos siempre tendrán a mano las herramientas jurisdiccionales
que provee el ordenamiento para corregir –y, en su caso, sancionar– dicho proceder. La interposición de una acción de
amparo ambiental (en su caso, con más una medida cautelar de no innovar) será el remedio procesal adecuado y
oportuno para detener cualquier obra o actividad que se encuentre degradando el ambiente y cuyas manifestaciones no
hayan podido ser detectadas.
Por lo demás –y más allá de experiencias lamentables (que, para peor, no son tan aisladas) que nos generan una
inclinación natural a sospechar del Estado– lo cierto es que es en la administración en quien debemos confiar y
delegar las decisiones que hacen al bienestar general y a la puesta en práctica de los programas de gobierno elegidos
por la ciudadanía. En última instancia, en eso consiste nuestra forma republicana de gobierno.
Sin perjuicio de ello, sí es criticable la disposición que ordena a la administración fundar las resoluciones que se
oponen a las conclusiones surgidas de las audiencias públicas. Los actos administrativos siempre deben ser fundados,
pues de lo contrario resultan arbitrarios y, por ende, inconstitucionales.
4. La declaración de impacto ambiental. Finalizado el debate acerca de la procedencia del e.i.a., llega el momento en
que la Administración debe expedirse. Y lo hace a través de la declaración de impacto ambiental.
La declaración de impacto ambiental es el acto administrativo final de la Autoridad que se dicta luego de ponderado el
Estudio de Impacto Ambiental y que declara la existencia o no de impacto ambiental. Existen tres posibilidades:
Que se aprueba el estudio de impacto ambiental.
Que no se apruebe el estudio de impacto ambiental.
Que se ordenen efectuar modificaciones, aclaraciones etc.
En el último caso, conforme el carácter previo que tiene el procedimiento, las observaciones deben ser evacuadas
antes de que el estudio sea finalmente aprobado.
Como todo acto administrativo, la declaración de impacto ambiental debe estar adecuadamente fundada y, con ella, se
pone fin formalmente al procedimiento. El requisito de la motivación del acto es de cumplimiento ineludible,
conforme ocurre con todos los actos de gobierno.
Sin perjuicio de ello, y conteste también con la forma republicana que asume nuestro Estado, aun cuando en ese
administrativa el acto ponga fin al procedimiento, el mismo puede ser revisado, tanto administrativa como
judicialmente.
La instancia judicial de revisión es también recaudo inevitable, de modo que siempre existirá la posibilidad de que la
declaración de impacto ambiental sea sometida al análisis de los órganos jurisdiccionales correspondientes, según las
reglas propias de los códigos de procedimientos locales.
5. El Certificado de Aptitud Ambiental: Aprobado el estudio de impacto ambiental, es decir, cuando la declaración de
impacto ambiental es positiva, se emite el certificado de aptitud ambiental.
El Certificado de Aptitud Ambiental es el documento expedido por la autoridad administrativa que acredita el
cumplimiento satisfactorio del procedimiento de Evaluación de Impacto Ambiental a los fines de la aprobación o
autorización de la obra, actividad o proyecto que se desea realizar.
En virtud de las constancias de este certificado, el titular o interesado en llevar adelante la obra o actividad en
cuestión, acredita que la misma no es susceptible de ocasionar impactos ambientales negativos relevantes o que,
siéndolo, se han adoptado las medidas y recaudos necesarios para que tales impactos no se produzcan o se vean
reducidos a una mínima expresión, aceptable desde el punto de vista de la tutela del ambiente.
La obtención del certificado de aptitud ambiental, no obstante, no implica la autorización lisa y llana para comenzar
con los trabajos o comenzar a desplegar la actividad en cuestión, sino sólo que las previsiones necesarias en materia de
tutela ambiental han sido suficientemente satisfechas.
Por ende, habrán de completarse el resto de las diligencias y recaudos propios de los procedimientos en materia de
habilitación, autorización, etc. necesarios según la actividad de que se trate.
6. El plan de seguimiento o monitoreo (o auditoría) : Si bien el cumplimiento de esta etapa se verifica, en esencia, por
fuera del procedimiento de E.I.A. (pues hemos visto que su conclusión formal arriba con la declaración de impacto
ambiental y, en su caso, la obtención del certificado de aptitud ambiental), en sentido amplio el plan de seguimiento o
monitoreo es parte del procedimiento, pues sirve para verificar si el estudio de impacto ambiental ha resultado idóneo
en orden a la prevención de posibles impactos ambientales negativos.
Además, como se recordará, el e.i.a. debe prever, en su contenido, este programa de control de las medidas
inhibitorias o mitigadoras de los efectos nocivos que la obra o actividad bajo análisis pueden ocasionar, de modo que
la comprobación de la efectividad de las mismas resulta un dato esencial no sólo para establecer si el e.i.a. ha sido
adecuado y su implementación positiva, sino para velar por la efectiva tutela del ambiente, que no es sino
efectivamente el objeto primordial del procedimiento de E.I.A.
El seguimiento de la actividad debe efectuarse por parte del propio interesado, quien tiene la obligación de denunciar
ante la autoridad cualquier irregularidad que pueda advertir en tal sentido, pero también está en cabeza de la
administración, como parte del poder de policía propio de sus funciones.
LA EDUCACIÓN AMBIENTAL: El término Educación Ambiental es propuesto por primera vez en la Conferencia
de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) realizada en París en 1948, por Thomas
Pritchard, quien sugirió un cambio del término “educación para la conservación”, por la alternativa “Educación
Ambiental”. Sin embargo, podría decirse que a finales del siglo XIX y principio del siglo XX, comienza a surgir el
movimiento de ‘‘escuela nueva’’ donde se establecieron ciertas ideologías como el respeto y contacto con el entorno
natural como el instrumento más apropiado para el desarrollo moral e intelectual del individuo.
En el año 1949 la Organización de las Naciones Unidas, celebra en Nueva York una primera Conferencia sobre la
problemática del medio ambiente, con escasas repercusiones.
Es en los años 60´ cuando la preocupación ambiental se convierte en el foco de atención de organismos y entes
gubernamentales internacionales, lo cual a través de numerosas conferencias se puede observar un recorrido por
distintos escenarios de discusión y análisis; desde el impacto del accionar humano sobre el planeta, así como
específicamente la conceptualización de la Educación Ambiental.
Es en el transcurso del Siglo XX donde puede observarse el surgimiento de la Educación ambiental no sólo como una
nueva disciplina sino como una nueva dimensión que requiere tratamiento interdisciplinario y transdiciplinario.
MARCO LEGAL PROVINCIAL: Mencionemos ejemplos donde ha sido recogido este instrumento de gestión
ambiental en algunas provincias de Argentina:
Santa Fe: Ley N° 11.717 del Ambiente (art. 2 inc. K) y su decreto reglamentario N° 101 de 2003.
Entre Ríos: Constitución Provincial (art. 84 y 260). Ley Provincial de Educación N° 9890/09 (art. 11) y su Programa
de Educación Ambiental. Ley de Educación Ambiental N° 10.402 del 2015 5
Buenos Aires: Ley N° 1687 de Educación Ambiental del 28/04/2005.
Rio Negro: Ley Orgánica de Educación N° 4819, de 2012. Ley de Educación Ambiental N° 3247, de 1998.
Chaco: Ley N° 4910 Plan de Educación Ambiental del 2001. Programa Provincial de Educación Ambiental de 2013.
Plan Estratégico de Educación Ambiental de 2018.
Misiones: Ley N° 4182 de Educación Ambiental de 2001.
Chubut: Ley N° 5439 (ahora Ley XI N° 35) del Código Ambiental de la Provincia de Chubut. Decreto N° 350/12 –
Plan de Educación Ambiental Permanente.
Córdoba: Ley N° 10208 de Política Ambiental de 2014. Programa de Capacitación y Educación Ambiental.
LEY GENERAL DEL AMBIENTE: Como lo refiriéramos en la Unidad 8 la LGA debe ser utilizada para la
interpretación y aplicación de la legislación específica sobre la materia, la que mantiene su vigencia en tanto no se
oponga a los principios y disposiciones contenidas en aquélla.
En su artículo 2° plasma los Objetivos de la política Ambiental Nacional y entre ellos está el de "organizar e integrar
la información ambiental y asegurar el libre acceso de la población a la misma"
En concordancia con aquel objetivo general, la ley especifica cuál es la importancia que representa para el Estado
contar con dicha información ambiental, determinando que es básica para la toma de decisión en el ámbito privado,
para el ciudadano que aspira a un ambiente digno y que tiene a su cargo la obligación de preservarlo, para las
organizaciones no gubernamentales cuyo objeto principal es la preservación y conservación ambiental y de sus
componentes, y para los investigadores que permanentemente aportan a la generación de dicha información con
distintos fines.
En efecto, como lo hemos referido en la introducción, entre los distintos instrumentos de política y de gestión
ambiental, se contempla expresamente en el inc. 5° del art. 8° "El sistema de diagnóstico e información
ambiental", previsión que se amplía en los arts. 16 al 18 que conforman el capítulo "Información ambiental".
Entonces, la información ambiental se constituye como un elemento imprescindible de toda política y gestión
ambiental, tanto en el orden nacional, provincial como municipal, considerando el ámbito de validez territorial de la
LGA.
A través del art. 16 se impone a todas las personas físicas y jurídicas, públicas y privadas, la obligación (el deber) de
proporcionar la información que esté relacionada con la calidad ambiental y la referida a las actividades que
desarrollan.
Tal como lo sostiene Ricardo Lorenzetti "La cuestión ambiental introduce la categoría de las informaciones privadas
de impacto social, que son todas aquellas que una empresa tiene dentro de su esfera privada, pero que afectan al
ambiente, y por ello se permite el acceso a las mismas” 17
Avanzando un poco más sobre la información ambiental que administra el Estado, el párr. 2° del mismo art. 16,
reconoce el derecho de todo "habitante" a obtener dicha información, en tanto no se encuentre contemplada
legalmente como "reservada".
Remarcamos estos dos conceptos que retomaremos al analizar la Ley de Acceso a la Información Pública Ambiental.
En el artículo 17° se asigna a la autoridad de aplicación nacional, hoy Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible
de la Nación la responsabilidad de:
a. desarrollar un sistema nacional integrado de información que administre los datos significativos y relevantes
del ambiente, y evalúe la información disponible, y
b. proyectar y mantener un sistema de toma de datos sobre los parámetros ambientales básicos, estableciendo los
mecanismos necesarios para la instrumentación efectiva a través del Consejo Federal de Medio Ambiente
(Cofema).
A tales efectos la autoridad nacional ha construido el sitio web https://www.argentina.gob.ar/ambiente
Por su parte el artículo 18° determina que las autoridades serán responsables de informar sobre el estado del ambiente
y los posibles efectos que sobre él puedan provocar las actividades antrópicas actuales y proyectadas. Entendemos que
la responsabilidad legal mencionada, alcanza tanto a las autoridades nacionales, provinciales como a las municipales,
y esa obligación está planteada de manera independiente al eventual requerimiento que puedan realizar los habitantes.
En el ámbito nacional, además de la obligación genérica citada en el párrafo precedente, el Poder Ejecutivo debe, a
través de los organismos competentes, elaborar un informe anual sobre la situación ambiental del país,
específicamente debe contener un análisis y evaluación sobre el estado de la sustentabilidad ambiental en lo ecológico,
económico, social y cultural de todo el país.
El Ejecutivo Nacional por años ha incumplido con la obligación impuesta por el LGA, sin perjuicio de ello a partir del
año 2016 se ha regularizado la presentación de los informes pudiendo encontrarse ellos en el sitio
web https://informe.ambiente.gob.ar/ .
LEY DE ACCESO A LA INFORMACIÓN PÚBLICA AMBIENTAL: ARTICULO 1° — OBJETO. La presente
ley establece los presupuestos mínimos de protección ambiental para garantizar el derecho de acceso a la información
ambiental que se encontrare en poder del Estado, tanto en el ámbito nacional como provincial, municipal y de la
Ciudad de Buenos Aires, como así también de entes autárquicos y empresas prestadoras de servicios públicos, sean
públicas, privadas o mixtas.
ARTICULO 2° — DEFINICIÓN DE INFORMACIÓN AMBIENTAL. Se entiende por información ambiental toda
aquella información en cualquier forma de expresión o soporte relacionada con el ambiente, los recursos naturales o
culturales y el desarrollo sustentable. En particular:
a) El estado del ambiente o alguno de sus componentes naturales o culturales, incluidas sus interacciones recíprocas,
así como las actividades y obras que los afecten o puedan afectarlos significativamente;
b) Las políticas, planes, programas y acciones referidas a la gestión del ambiente.
ARTICULO 3° — ACCESO A LA INFORMACIÓN. El acceso a la información ambiental será libre y gratuito para
toda persona física o jurídica, a excepción de aquellos gastos vinculados con los recursos utilizados para la entrega de
la información solicitada. Para acceder a la información ambiental no será necesario acreditar razones ni interés
determinado. Se deberá presentar formal solicitud ante quien corresponda, debiendo constar en la misma la
información requerida y la identificación del o los solicitantes residentes en el país, salvo acuerdos con países u
organismos internacionales sobre la base de la reciprocidad.
En ningún caso el monto que se establezca para solventar los gastos vinculados con los recursos utilizados para la
entrega de la información solicitada podrá implicar menoscabo alguno al ejercicio del derecho conferido por esta ley.
ARTICULO 4° — SUJETOS OBLIGADOS. Las autoridades competentes de los organismos públicos, y los titulares
de las empresas prestadoras de servicios públicos, sean públicas, privadas o mixtas, están obligados a facilitar la
información ambiental requerida en las condiciones establecidas por la presente ley y su reglamentación.
ARTICULO 5° — PROCEDIMIENTO. Las autoridades competentes nacionales, provinciales y de la Ciudad de
Buenos Aires, concertarán en el ámbito del Consejo Federal de Medio Ambiente (COFEMA) los criterios para
establecer los procedimientos de acceso a la información ambiental en cada jurisdicción.
ARTICULO 6° — CENTRALIZACIÓN Y DIFUSIÓN. La autoridad ambiental nacional, a través del área
competente, cooperará para facilitar el acceso a la información ambiental, promoviendo la difusión del material
informativo que se genere en las distintas jurisdicciones.
ARTICULO 7° — DENEGACIÓN DE LA INFORMACIÓN . La información ambiental solicitada podrá ser
denegada únicamente en los siguientes casos:
a) Cuando pudiera afectarse la defensa nacional, la seguridad interior o las relaciones internacionales;
b) Cuando la información solicitada se encuentre sujeta a consideración de autoridades judiciales, en cualquier estado
del proceso, y su divulgación o uso por terceros pueda causar perjuicio al normal desarrollo del procedimiento
judicial;
c) Cuando pudiera afectarse el secreto comercial o industrial, o la propiedad intelectual;
d) Cuando pudiera afectarse la confidencialidad de datos personales;
e) Cuando la información solicitada corresponda a trabajos de investigación científica, mientras éstos no se encuentren
publicados;
f) Cuando no pudiera determinarse el objeto de la solicitud por falta de datos suficientes o imprecisión;
g) Cuando la información solicitada esté clasificada como secreta o confidencial por las leyes vigentes y sus
respectivas reglamentaciones.
La denegación total o parcial del acceso a la información deberá ser fundada y, en caso de autoridad administrativa,
cumplimentar los requisitos de razonabilidad del acto administrativo previstos por las normas de las respectivas
jurisdicciones.
ARTICULO 8° — PLAZOS. La resolución de las solicitudes de información ambiental se llevará a cabo en un plazo
máximo de treinta (30) días hábiles, a partir de la fecha de presentación de la solicitud.
ARTICULO 9° — INFRACCIONES A LA LEY. Se considerarán infracciones a esta ley, la obstrucción, falsedad,
ocultamiento, falta de respuesta en el plazo establecido en el artículo anterior, o la denegatoria injustificada a brindar
la información solicitada, y todo acto u omisión que, sin causa justificada, afecte el regular ejercicio del derecho que
esta ley establece. En dichos supuestos quedará habilitada una vía judicial directa, de carácter sumarísima ante los
tribunales competentes.
Todo funcionario y empleado público cuya conducta se encuadre en las prescripciones de este artículo, será pasible de
las sanciones previstas en la Ley N° 25.164 o de aquellas que establezca cada jurisdicción, sin perjuicio de las
responsabilidades civiles y penales que pudieren corresponder.
Las empresas de servicios públicos que no cumplan con las obligaciones exigidas en la presente ley, serán pasibles de
las sanciones previstas en las normas o contratos que regulan la concesión del servicio público correspondiente, sin
perjuicio de las responsabilidades civiles y penales que pudieren corresponder.
La ley de acceso a la información publica tiene ciertas particularidades: todas las leyes de acceso a la información
pública tienen lógicas comunes. Esta ley es una ley de presupuestos mínimos (tiene un alcance en todo el país, y las
legislaciones provinciales no pueden ponerse por encima de ella).
Los sujetos obligados a producir esta información son: 1) El estado (nacional, provincial y municipal); 2) Los entes
autárquicos; y 3) Las empresas prestadoras de servicios públicos en cuanto son financiadas por el estado. La actual ley
de información pública en general, establece esta obligatoriedad de brindar información a todo aquel que recibiera
subsidio por parte del estado para realizar su actividad.
¿Qué rol tiene el estado? Proyección de un sistema de colección de datos, centralización, sistematización y
facilitación del acceso oportuno. La calidad de la información brindada por el estado debe ser clara, organizada, veraz,
objetiva, contínua y fluida, completa, fiable, de fácil acceso y tempestiva.
¿Qué entendemos por información ambiental? se entiende por información ambiental toda aquella información en
cualquier forma de expresión o soporte relacionada con el ambiente, los recursos naturales o culturales y el desarrollo
sustentable. – Ley de acceso a la información pública ambiental argentina.
Convención de Aarhus 1998: "toda información disponible en forma escrita, visual, oral o electrónica o en cualquier
otra forma material y que se refiera a:
a) El estado de los elementos del medio ambiente tales como el aire, la atmósfera, el agua, el suelo, las tierras, el
paisaje y los sitios naturales, la diversidad biológica y sus componentes, incluidos los organismos modificados
genéticamente, y la interacción entre estos elementos;
b) Factores tales como las sustancias, la energía, el ruido y las radiaciones y las actividades o medidas, en particular
las medidas administrativas, los acuerdos relativos al medio ambiente, las políticas, leyes, planes y programas...
c) El estado de salud del hombre, su seguridad y sus condiciones de vida, así como el estado de los sitios culturales y
de las construcciones en la medida en que sean o puedan ser alteradas por el estado de los elementos del medio
ambiente..."
Cuando hablamos de proveer información estamos hablando en el concepto más amplio de acceso a la información,
debe darse toda la información que se tenga cuando ésta es solicitada.
- Caracteres del acceso: 1) Libre y gratuito (salvo los gastos) cualquier persona puede solicitar información; 2) Sin
invocación de causa porque la única causa es el simple interés de solicitar información; 3) La solicitud deberá ser
por escrito y suscripta por un residente. Sin embardo, en este tercer aspecto, la ley general del ambiente es más amplia
y establece que puede solicitarlo cualquier habitante, sea o no residente; por lo cual, es aplicable la ley general del
ambiente.
- Causales de denegación de la información: El principio es que todos tenemos acceso a la información, salvo estas
excepciones:
1) cuestiones de seguridad y defensa judicial.
2) cuando la información se encuentra bajo proceso judicial.
3) cuando la información es de propiedad industrial e intelectual.
4) cuando la información se encuentra en casos de confidencialidad de datos personales.
5) en casos de que la información sea parte de una investigación científica aun no publicada.
6) aquella información designada como clasificada o secreta por otras leyes.
7) cuando la solicitud es imprecisa.
- Infracciones a la ley: 1) Obstruccion, 2) Falsedad, 3) Ocultamiento, 4) Falta de respuesta oportuna, 5) Denegatoria
injustificada. En casos de infracción habrá responsabilidad tanto penal como administrativa.
Sin lugar a dudas el acceso a la información ambiental es motivo de tensiones. Para dar cuenta de las mismas
analizaremos el fallo de la Corte Superema de Justicia de la Nación en el caso GIUSTINIANI c/ YPF18 en el cuál
podremos analizar, el alcance del derecho al acceso a la información pública ambiental, la aplicación de las
excepciones y la titularidad de la información. A tales efectos acompañamos adjunta la guia para analizar el caso.
ACUERDO DE ESCAZÚ: En Escazú, Costa Rica, el 4 de marzo de 2018, se suscribe el Acuerdo Regional el cual
tiene por objetivo “garantizar la implementación plena y efectiva en América Latina y el Caribe de los derechos de
acceso a la información ambiental, participación pública en los procesos de toma de decisiones ambientales y acceso
a la justicia en asuntos ambientales, así como la creación y el fortalecimiento de las capacidades y la cooperación,
contribuyendo a la protección del derecho de cada persona, de las generaciones presentes y futuras, a vivir en un
medio ambiente sano y al desarrollo sostenible.” (art. 1°)
Este acuerdo, de suma importancia para hacer efectiva la triada de los accesos en la región, como lo refiriéramos
precedentemente, tiene su antecedente en la Convención de Aarhus de la cuál toma mucha de sus disposiciones y
mecanismos.
En su texto se reglamenta las condiciones mínimas que los estados deberán garantizar en cuanto a:
a. el acceso a la información ambiental, las causales de denegación, las condiciones para su entrega, la
generación y divulgación de información ambiental
b. la participación pública en los procesos de toma de decisiones ambientales
c. Acceso a la justicia en asuntos ambientales
Establece mecanismos de revisión independientes con el objeto de promover la transparencia en el acceso a la
información ambiental, fiscalizar el cumplimiento de las normas, así como vigilar, evaluar y garantizar el derecho de
acceso a la información.
Regula de manera novedosa la situación de los Defensores de los derechos humanos en asuntos ambientales, con ello
pretende no sólo proteger a aquellos que arriesgan hasta su propia vida para defender causas ambientales, sino generar
las condiciones básicas para el ejercicio eficaz de los derechos consagrados..
Más de una vez hemos repetido el axioma “no hay derecho sin acción”. Escazú va más allá y, con él, podemos decir
que “no hay acción sin actores” pues, al regular la figura del “Defensor Ambiental”,
Por otra parte suma como elemento diferenciador el reconocimiento de la diversidad cultural, a través de la
incorporación de dispositivos que tengan en cuenta a las poblaciones con mayor grado de vulnerabilidad, en especial
los pueblos originarios.
A su vez entre sus principios incorpora en forma expresa “el principio de no regresión”.
Otra particularidad de este instrumento del Derecho Internacional Ambiental fue su mecanismo de negociación el que
estuvo abierta a la participación del público ya sea en forma presencial o a distancia. Esta participación no sólo estuvo
en cabeza de sectores organizados, como la red Iniciativa de Acceso, sino que también involucró la participación del
público en general, a través de representantes designados en forma directa por votación electrónica.
Estos, además de asistir a las discusiones entre los países, podían hacer propuestas concretas para el texto del acuerdo,
siempre y cuando al menos un país estuviera de acuerdo en que se discutiera la propuesta.
En virtud del Plan de Acción de Guadalajara (México) 19, en el que los países signatarios de la Declaración sobre la
Aplicación del Principio 10 en América Latina y el Caribe acordaron establecer un Mecanismo Público Regional en el
que los interesados pudieran inscribirse completando un formulario breve y que estaría disponible en el sitio Web de
la CEPAL https://www.cepal.org/es/acuerdodeescazu/mecanismo-publico-regional. Este Mecanismo persigue
mantener informado a los interesados del Acuerdo de Escazú y permitir su vinculación, coordinar la participación del
público en las reuniones internacionales y contribuir a la transparencia.
Tal como lo señalan Damien Barchiche, Elisabeth y Andrés Napoli “La experiencia de Escazú también subraya la
importancia y el valor añadido de una participación pública efectiva en las negociaciones. Esta participación,
apoyada por expertos regionales e internacionales, permitió a los actores del proceso de negociación alcanzar una
visión compartida de los temas y mantener un alto nivel de ambición a lo largo de las discusiones” 20