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UNIDAD 4: HACIA EL NACIMIENTO DE UN NUEVO DERECHO

 La metamorfosis del Estado. La cuestión ambiental como problema sociopolítico. El rol de las Organizaciones
No Gubernamentales.

 Caracteres del Derecho Ambiental. Su vinculación con otras ramas del derecho.

 La incorporación de la dimensión ambiental en el Derecho Privado Argentino.

 El rol de los principios en el Derecho, las particularidades en el Derecho Ambiental. Principios Ius
Ambientales.

La metamorfosis del Estado. La cuestión ambiental como problema sociopolítico. El rol de las Organizaciones No
Gubernamentales.

Con la finalización de la segunda guerra mundial asistimos a una modificación del modo de relacionarse los estados
entre sí así como el del papel de los mismos fronteras adentro, en especial en la definición de sus funciones.

Así, en el ámbito internacional, asistimos al nacimiento de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1945; y
de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y la Organización de las
Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en el mismo año, que guardan relación estrecha
con la protección del ambiente, del patrimonio cultural, etc.

En el ámbito interno, especialmente los estados occidentales desarrollados, experimentaron un cambio muy
importante -que se había comenzado a gestar luego de la crisis económica de los años 30 del siglo pasado-, pasando
de sólo atender las funciones clásicas de Estado de Derecho (salud, justicia, seguridad y educación básica) a
incorporar nuevas misiones que implicaban la presencia activa del estado en el desarrollo de las actividades
económicas (también denominado Estado-Providencia o Welfare State, Estado compensador, Estado incitador, etc).

En este nuevo contexto el Estado, saliendo de su reserva, pretende conducir un cambio social en cada una de sus
dimensiones: explotación de los recursos estratégicos, agricultura, industria, empleo, transportes, finanzas, salud,
educación, cultura, etc.

El primer y principal efecto de este cambio fue que el Estado, transformado él mismo en industrial, en agricultor, en
transportista, en comerciante y hasta en banquero, movilizó todos sus recursos (financieros y normativos) para
garantizar el indiscutible objetivo del “crecimiento”.

La suba del producto bruto interno y el pleno empleo se imponían como normas supremas de la acción colectiva.
Todo parecía tener que ceder ante la ley del progreso entendido esto desde una perspectiva occidental.

De este cambio de roles del Estado, éste pasa, en gran medida, a agravar la alteración de los ecosistemas.

Así, irónicamente, el primer factor explicativo de la emergencia de un Derecho Administrativo Ambiental es la


transformación del Estado, convirtiéndose simultáneamente en contaminador y en el encargado de luchar contra
los atentados al ambiente.

Concomitantemente con ello en 1948 se creó en Francia la IUCN 1 (Unión Internacional para la Conservación de la
Naturaleza), cuya sede se encuentra en la actualidad en Gland, en las proximidades de Ginebra, Suiza, y que desde
horas tempranas ha cumplido una importante tarea en materia de conservación de los recursos naturales.

Por esos años el mundo académico también comienza a dar cuenta de los problemas que acarreaba este modelo de
producción y consumo. Ya en 1949 Henry Fairfield Osborn Jr. (Pte. de la Sociedad Zoológica de N.Y) alertaba sobre
los riesgos creado por la humanidad en “Le planete au pillage”.2

El replanteo filosófico producido a nivel mundial en la década del ´60 del Siglo XX, que tuvo tuvo un gran impacto en
materia política y social, tuvo dos claros exponentes en el Mayo francés y el Movimiento hippie en los Estados
Unidos, los que -entre otros movimientos sociales- comenzaron a cuestionar fuertemente el modelo de la sociedad
de consumo capitalista que imperaba en occidente, al tiempo que remarcaron la necesidad de redefinir los
conceptos de “crecimiento” y “desarrollo”.
De igual modo se produjo una reacción en el ámbito de la comunidad científica internacional –que no estuvo exenta
de críticas y controversias– orientada a despertar la conciencia de las personas sobre los problemas ambientales
cada vez más acuciantes que afectaban a la humanidad.

En efecto, a partir de 1960 varios estudios científicos comenzaron a advertir sobre la finitud y el agotamiento de los
recursos naturales, la contaminación, los riesgos deparados por el desarrollo desmedido de la tecnología y las
consecuencias negativas que el veloz crecimiento demográfico, sobre todo en algunas regiones del mundo, estaban
teniendo sobre el ambiente. Uno de los más significativos -y que ya hemos referido al estudiar Filosofía en la Unidad
2- fue la obra de la bióloga norteamericana llamada Rachel Carson, denominada Silent spring en la cual refería los
efectos ambientales negativos que estaba demostrando el uso de los agroquímicos en la agricultura.

Entre otros trabajos de estos años podemos señalar “Science and Survival” del biólogo norteamericano Barry
Commoner; “The economics for  the  Comming Spaceship Earth” de Kenneth Bouling, “The population bomb” de la
Academia Nacional de Ciencias de EEUU, en el que se hace referencia al agotamiento de los recursos y explosión
demográfica, “Population, Resources, and Enviroment” de Paul y Anne Ehrlich sobre el crecimiento demográfico y su
impacto en el ambiente y “Only one earth” de René Dubois y Barbara Ward.

Es de destacar en esta etapa el nacimiento de dos grandes ONGs destinadas a la protección del ambiente,
la WWF3 en Morgés (Suiza) en 1961 y Greenpeace4 en Vancouver (Canadá) en 1971.

El campo institucional tampoco estuvo ausente de esta ola contestataria. Uno de los principales propulsores del
cambio de paradigma en el modelo de relacionarse el hombre con la naturaleza fue el Club de Roma 5, una
organización constituida hacia 1968 por un grupo de personalidades destacadas del quehacer científico, académico,
político, etc. a nivel mundial, que promovían y financiaban investigaciones encaminadas a demostrar las
consecuencias negativas que traería al planeta el desarrollo desmedido que se observaba, entre las cuales sobresalía
-por cierto- las que se verificaban en materia ambiental.

En 1970 el Club de Roma encargó al Massachussetts Institute of Technology (MIT) la realización de un estudio sobre
las tendencias y los problemas económicos que afectaban al mundo. Dicho informe fue publicado en 1972 bajo el
título Los límites del crecimiento, aunque también fue conocido con el nombre de Informe Meadows, en honor al
Director del equipo que había llevado adelante la investigación, Profesor Dennis Meadows.

Para la realización de la investigación se utilizaron las técnicas de análisis de dinámica de sistemas más avanzadas de
la época. El estudio, en sí, consistió en la combinación entre sí de una serie de variables (producción, recursos
naturales existentes, crecimiento demográfico, contaminación, etc.) con el objeto de calcular tendencias a futuro,
para lo cual se introdujeron dichos criterios y datos estadísticos en un ordenador y se utilizó un programa de última
tecnología.

El resultado fue ciertamente desalentador: si los niveles de consumo, reservas naturales, contaminación y
crecimiento poblacional se mantenían, auguraba una grave crisis en materia de producción (y, por ende, alimentaria)
hacia el año 2000, que invertiría el proceso de crecimiento de la población.

Algunas modificaciones y variantes que se introdujeron luego en los criterios de análisis, poco y nada alteraron los
resultados finales, que resultaban poco menos que apocalípticos.

Una de las conclusiones más importantes del Informe, rezaba: “Si la industrialización, la contaminación ambiental, la
producción de alimentos y el agotamiento de los recursos mantienen las tendencias actuales de crecimiento de la
población mundial, este planeta alcanzará los límites de su crecimiento en el curso de los próximos cien años. El
resultado más probable sería un súbito e incontrolable descenso, tanto de la población como de la capacidad
industrial…”.6

Si bien la publicación de este Informe implicó una alerta para la comunidad internacional y auspició un replanteo
conceptual en muchos órdenes, sus conclusiones fueron también objeto de crítica.

Más allá de este informe, el balance de la salud del planeta en los inicios de los años ´70 se revelaba tan catastrófico
que ya no era posible esconder el hecho a la población. Por todos lados aparecían las del calentamiento del
clima como consecuencia de aumento vertiginosos de la producción de gases con efecto invernadero, como el
famoso CO2; la pérdida de la calidad de la atmósfera, atacada por los CFC y otros compuestos
clorados produciéndose un debilitamiento de la capa de ozono; la perdida de la calidad de la tierra como causa de
la dolencias deforestación indiscriminada la que produce desertificación y reducción vertiginosa de la
biodiversidad; el envenenamiento del aire, del agua, y de la tierra por los residuos tóxicos y sofocamiento bajo
montañas de basura.

Ante estas circunstancias el Estado es intimado a reaccionar y la reacción llega, a principio de los años setenta, al
mismo tiempo que aparecen las primeras crisis del Estado providencia (el primer choque petrolífero data de esta
época).

Todo está así preparado, en un marco de tensión entre países desarrollados y países en vías de desarrollo, para la
aparición de una nueva rama del Derecho, en el marco de la la Primera Conferencia Mundial sobre Medio Ambiente.

Como explica Gonzalo Sozzo, “el surgimiento de la conciencia acerca del problema ambiental y de la existencia de
una ‘crisis ambiental’, tiene diferentes vertientes –muy heterogéneas– para concebirla y que postulan distintos
medios para hacerla efectiva. En el plano jurídico institucional la reacción tomó mayormente la fisonomía de una
rama del Derecho, el Derecho Internacional Ambiental, que se encarga de regular el problema ambiental –
principalmente el origen, la cuestión de la contaminación y la administración de las recursos naturales– empleando
para ello los conocimientos de una nueva disciplina científica emergente la ecología.” 7

La incorporación de la dimensión ambiental en el Derecho Privado Argentino.

En el apartado anterior analizamos los caracteres del Derecho Ambiental y, siguiendo a diferentes autores de
distintas latitudes, lo catalogamos como invasor, abarcativo, mutante, herético y decodificante.

Y bien podríamos afirmar que el Derecho Privado Argentino ha dado clara cuenta de ello.

En efecto, el Derecho Ambiental se ha introducido en la médula del Derecho Privado Argentino, a través del
denominado proceso de constitucionalización del derecho privado, y ello ha provocado también la introducción de la
visión paradigmática del derecho, en la que la interpretación de la letra de la norma debe ser integrada de forma
armónica con los Tratados Internacionales de Derechos Humano y los principios y los valores jurídicos.

Además, esta “invasión” ha desplazado el eje clásico de regulación del Derecho de los códigos decimonónico –es
decir, la persona y sus bienes– introduciendo los bienes colectivos y la ponderación de la satisfacción de estos por
sobre los individuales en los casos en que estén en colisión.

Asimismo, se produce una ampliación de la teoría del abuso del derecho y se condiciona el ejercicio de los derechos
individuales, inclusive el de propiedad, generándose una función ecológica de la propiedad7.

También se introduce el microsistema de los consumidores, a partir de art. 1094 y el concepto de consumo
sustentable.

Por su parte, el instituto de la responsabilidad civil tampoco ha quedado indemne, al introducirse la “función
preventiva”. Para hacerla operativa y recordando el apotegma de que “no hay derecho sin acción”, se establece la
acción de prevención.

Finalmente, y como una muestra más de las huellas que ha marcado este novel derecho en el nuevo Código Civil y
Comercial, podemos remarcar la incorporación del esquema de las cargas dinámicas de las pruebas -instrumento
propio del derecho procesal que encuentra fecundo campo de aplicación en herramienta  como la Evaluación de
Impacto Ambiental- y la aplicación del Principio Precautorio.

Todos estos temas son analizados con claridad en el siguiente video por el Dr. Nestor  Cafferatta:

www.youtube.com/watch?v=4DrRWL7_R1Y&t=1s

También podrán  encontrar mayor información en el artículo que les proponemos a continuación, “Derecho
ambiental en el Código Civil y Comercial de la Nación” del Dr. Néstor A.Cafferatta, el que podrán encontrar en
nuestro blog http://bibliotecaderechoambiental.blogspot.com/p/libros-y-puclicaciones.html.
El rol de los principios en el Derecho, las particularidades en el Derecho Ambiental.

Introducción.-

El derecho está compuesto por un conjunto de normas, que se integran con reglas y principios.

Joseph Esser8 encuentra en los principios de derecho, razones, criterios o justificaciones de una directiva del obrar
humano ante una situación determinada.

Ahora bien debieramos en primer lugar determinar que entendemos por principios. Ricardo Lorenzetti9 señala que la
voz "principio" puede tener muchos usos "tienen una función evocativa de los valores fundantes de un
ordenamiento jurídico, también alude al inicio de algo que comienza, a las nociones básicas de una ciencia (principios
de ética o de matemática), a los caracteres esenciales de un ordenamiento que representan su 'espíritu'. En la
jurisprudencia el principio es concebido como una regla general y abstracta que se obtiene inductivamente
extrayendo lo esencial de las normas particulares o bien como una regla general preexistente. Para algunos son
normas jurídicas para otros reglas del pensamiento, para algunos son interiores al ordenamiento mientras que para
otros son anteriores o superiores al ordenamiento".

En cuanto a la obligatoriedad de los principios se ha señalado que cuando decimos que un determinado principio es
un principio de nuestro derecho, lo que eso quiere decir, es que los funcionarios deben tenerlo en cuenta como
criterio que lo determine a inclinarse en uno u otro sentido. También se ha sostenido que la juridicidad
(obligatoriedad) de los principios viene de su intrínseca razonabilidad. Los operadores del derecho (jueces,
legisladores, abogados), recurren constantemente a ellos por su capacidad para guiar racionalmente su actividad.

Funciones de los principios.

Entre las múltiples funciones que cumplen, se pueden citar:

a. Sirven como criterio orientador del derecho para el operador jurídico:

b. Son el fundamento o razón fundamental del sistema jurídico ambiental;

c. Se erigen con el soporte básico del ordenamiento, prestando a este su verdadera significación;

d. Orientan al legislador para que las leyes que se dicten se ajusten a ellos;

e. Tienen una función interpretadora, operando como criterio orientador del juez o del intérprete;

f. Sirven de filtro o purificador, cuando existe una contradicción entre estos principios y determinadas normas
que, quieran aplicarse a la rama específica;

g. También suelen servir como "diques de contención", ante el avance disfuncional de disposiciones legales
correspondientes a otras ramas del derecho.

En resumen, de las funciones que cumplen los principios podemos destacar las siguientes: a)


función de información; b) función de interpretación; c) los principios como filtros; d) los principios como diques; e)
los principios como integradores del derecho.

En el caso del Derecho Ambiental Silvia Jaquenod de Szögön 10 nos dice que son principios rectores “los postulados
fundamentales y universales que la razón especula, generalizando por medio de la abstracción las soluciones
particulares que se obtienen partiendo de la justicia y la equidad social”  y agrega “son principios rectores generales
por su naturaleza y subsidiarios por su función, porque suplen las lagunas de las fuentes formales del derecho”.

En tanto Eduardo Pigretti sostiene que “el Derecho Ambiental constituye a su vez, un nuevo ámbito de
responsabilidad, con criterios, principios e instituciones singulares“

¿ Cómo se aplican los principios?


Atendiendo a las diferentes funciones de los principios, su modo de aplicación no es unívoco como lo es en el caso
del derecho reglado en el cual acudimos a la subsunción, por el contrario en ante la colisión entre principios
encontraremos multiples forma de resolución y para ellas deberemos acudir a los juicios de ponderación.

El Tribunal debe resolver esta colisión, estableciendo una precedencia entre los dos principios relevantes,
condicionada a las circunstancias del caso concreto. Resolver un caso mediante la ponderación significa decidirlo por
medio de una regla teniendo en cuenta los principios que juegan en sentido contrario (principio de
proporcionalidad).

El juicio de ponderación lleva al intérprete a identificar campos de tensión, buscar la alternativa más económica y el
punto óptimo de equilibrio. Conlleva la necesidad de ponderar valores en juego. Cumplir con el principio aplicable en
forma prevalente o preponderante, sin que ello implique sacrificar o afectar otros principios en juego, pues se trata
de bienes valores equivalentes, que se complementan, en los que no existe una competencia excluyente o agresiva.

Juan C. Cassagne11, apunta la siguiente diferencia entre normas o reglas y los principios, "mientras las normas
responden a cierta estructura lógica, donde tanto la proposición jurídica constituida por el supuesto que ella
determina, como su consecuencia se encuentran formulada 'con similar propósito de precisión', los principios
aparecen con un margen de indeterminación y abstracción que los lleva a requerir siempre de un acto posterior que
los precise en una formulación más detallada, ya sea en su incorporación al derecho positivo o a falta de este, en su
aplicación al caso concreto. Los principios carecen de supuestos de hechos, los que deben ser cubiertos, en principio,
por los legisladores o jueces, dadas las restricciones que pesan sobre la Administración para determinar su propia
competencia".

La colisión entre principios y valores, destaca Lorenzetti 12, "no produce el efecto de exclusión, ya que la aplicación de
un principio no desplaza al otro, sino que lo precede en el caso concreto. Los principios tienen diferente peso en el
caso concreto, pero no son inválidos. La contradicción no puede resolverse señalando que uno de los principios carece
de validez y eliminándolo del sistema, ni tampoco consagrando una excepción de validez permanente en el futuro. No
se trata de antinomia en el sentido tradicional, sino de un campo de tensión. El conflicto entre principios se soluciona
mediante un juicio de ponderación de intereses opuestos. La decisión no consiste en una opción, sino en un juicio de
ponderación".

Un principio sólo muestra la dirección (la dimensión) en que debería buscarse la decisión. A su vez, cuando existe un
conflicto entre principios, la dimensión significa que el principio con mayor peso desplaza al menos importante.

Así, los principios son mandatos de optimización; ello significa que su aplicación nunca es absoluta, sino que deben
ser entendidos como una aspiración a lograr su máxima satisfacción posible en el caso.

Señala Lorenzetti que en la aplicación del juicio de ponderación hay que realizar distintos paso lógicos:

1. identificar un campo de tensión entre principios contrapuestos;

2. buscar la alternativa más económica, si se puede encontrar una solución que permita el cumplimiento de un
principio sin afectar al otro;

3. inaplicabilidad del juicio de ponderación: se advierte no obstante, que en algunos casos en los que el
derecho ha prohibido algunos principios o hay un conflicto entre bienes no comparables o se trata de bienes
que gozan de una protección máxima, no susceptible de restricciones;

4. en los casos de principios competitivos hay que dar a cada uno lo suyo, de allí que el juez deba considerar
cuál es el punto de equilibrio entre lo que se da a unos y se saca a otros y cómo ponderar los valores en
juego.

Los principios y los valores.

Los valores son los fines del derecho ambiental. Los principios el fundamento mismo, su espíritu e identidad, pero al
mismo tiempo señalan un camino.

Los valores son como el canto de la sirena, nos llaman o atraen, dando un sentido a lo que hacemos, marcan una
dimensión axiológica, una orientación a las razones técnicas.
Los "valores ambientales" son portadores de la ética ambiental13 y se levantan como la dimensión axiológica de
nuestra disciplina.

La Ley General del Ambiente N° 25.675 14 contiene los fines o metas de la especialidad o valores jurídicos en su
artículo 2 y los principios jurídicos (artículos 4º y 5º), que constituyen la base misma de esta novísima disciplina
jurídica.

En cuanto al valor, la Corte Suprema, dijo que el ambiente es un "bien colectivo" 15 y como tal de naturaleza
indivisible, supraindividual, de pertenencia comunitaria, y que se ubica en la esfera social de los individuos, pero
también puso de manifiesto el deber de preservar.

Así, la tutela del ambiente requiere decisiones complejas en el plano de los valores jurídicos.

En ese sentido, cabe destacar que el artículo 1º - Fuentes y Aplicación del Código Civil y Comercial-, establece como
regla que la interpretación "debe ser conforme con la Constitución Nacional" (fórmula del derecho privado
constitucional). Aunque sabido, se recuerda especialmente, que a partir de la reforma de 1994, el Derecho
Ambiental es un derecho constitucional. De manera que la Autoridad de Aplicación de la norma (la administración o
el juez), deberá ponderar el juicio, a luz de las reglas y los principios constitucionales de derecho ambiental.

Además el artículo 2º- Interpretación del Código Civil y Comercial, dispone que "la ley debe ser interpretada teniendo
en cuenta los principios y los valores jurídicos".

Desde la doctrina, se han ensayado diversas denominaciones, tales como "principios rectores" de derecho ambiental
o "principios generales del derecho ambiental" o "principios jurídicos del nuevo derecho de la sustentabilidad". O
como lo prefiere denominar la ley 25.675, "Principios rectores de las políticas medioambientales".

Regla, valor y principios se complementan (e integran). Su interpretación.

Desde el punto de vista de la especialidad, es importante que el Código unificado, incluya en el Título Preliminar,
artículo 1º, la interpretación de las leyes "conforme con la Constitución Nacional" y artículo 2º, "Interpretación", "los
principios y valores jurídicos", porque nuestro derecho ambiental es un derecho constitucional, con todo lo que ello
significa en la labor de aplicación normativa y porque los principios y valores cumplen un papel relevante en la
función de defensa del ambiente.

Ello, sumado a lo dispuesto en los artículos 14 (abuso del derecho en su versión colectiva), 240 (derechos
individuales y de incidencia colectiva) y 241 (normas de presupuestos mínimos) de esta misma ley 26.994 16 introduce
el derecho ambiental en el derecho privado, que regula la vida civil y comercial del país. La sociabilidad en el
ejercicio de los derechos individuales, es contraria al ejercicio ilimitado de los mismos, los que deberán articularse
con el ejercicio de los derechos de incidencia colectiva (en especial el derecho ambiental), lo que pretende hacer
realidad el orden público ambiental, basado en la idea de coordinación.

Una reflexión final en esta introducción a la temática de los principios de derecho ambiental, no debemos olvidar
que toda esta disciplina jurídica es portadora del "paradigma ambiental".

Este paradigma ambiental es un modelo de pre-comprensión de los problemas o cuestiones jurídicas, pero que
presenta características de un principio estructural u organizativo, un meta valor, con pretensiones de regulación
continua y de ajuste o 'coherencia a posteriori, todo lo cual adelanta la complejidad de la labor interpretativa,
porque constituye una novedad sistémica, de carácter revolucionario en el derecho en general.

Lorenzetti advierte de "la concepción expansiva del paradigma" (ambiental) "fundada en la idea de armonizar el
derecho con la naturaleza", para destacar que: "no estamos en presencia de una nueva especialidad, sino de un
sistema jurídico que incorpora la cuestión ambiental en todos sus aspectos. Por esta razón se introducen principios
jurídicos, valores y objetivos con capacidad para dar una nueva estructura al sistema legal. El pluralismo de fuentes y
la regla de precedencia que da prioridad a la tutela ambiental también contribuyen para dar un 'color verde' al
derecho".

De lo expuesto surge que el "diálogo de fuentes" que se impone al operador jurídico, en especial al Juez, constituye
una fortaleza del derecho ambiental, en ámbitos del derecho privado. El llamado Diálogo de Fuentes “implica la
necesidad de armonizar o coordinar, mediante la prioridad conceptual, basada en principios. La vigencia del principio
tal como el principio protectorio, en casos de vulnerabilidad o debilidad, propio del derecho ambiental, ya que uno de
los primeros problemas que encuentra el operador jurídico, cada vez que le toca resolver un caso ambiental, es la
pluralidad de fuentes, que lo conduce a la implementación de un diálogo entre ellas. Se trata entonces de construir
una decisión razonablemente fundada. Un nuevo modelo de decisión judicial, basada en textos conjugados.”

Agrega Ricardo Lorenzetti que el anclaje de determinación del derecho ambiental son los bienes y valores colectivos,
al mismo tiempo que el derecho ambiental se nutre de principios.

El derecho ambiental no es un derecho neutral (contiene una obligación de resultado). En ese sentido, se recuerda
que el "paradigma ambiental", es "valorista" es decir, establece una orientación a la razón técnica. La existencia de
un valor permite señalar una finalidad a la acción. El ambientalismo introdujo nuevos valores que han ingresado en
los textos constitucionales, y que cumplen una función material para la legislación.

Principios Ius Ambientales.

Nuestra legislación nacional ha establecido diez principios, los que podemos clasificar en aquellos vinculados al
accionar de los distintos niveles del estado, los relacionados al modelo de desarrollo sustentable y la equidad
intergeneracional, la trilogía prevención-precaución-responsabilidad y los de referidos a la implementación.

PRINCIPIO DE CONGRUENCIA: Este principio pone de relieve la necesidad de una interpretación armónica de las
normas estableciendo la preponderancia de la Ley General del Ambiente (LGA) sobre el resto del marco jurídico
infraconstitucional.

Como abordaremos en profundad al tratar el constitucionalismo ambiental, sobre la materia en ciernes tienen
competencia legisferante los diferentes niveles del estado (nación, provincias y municipios) y, a su vez, tenemos
normas generales y especiales y, además, principios iusambientales 17. Ante ello podemos encontrarnos frente a una
colisión de normas y entonces debemos determinar cuál es la que predomina, es decir, aquella a partir de la cual
debe estructurarse el sistema normativo.

El principio de desarrollamos plantea la subsunción de toda norma a la LGA y a sus principios y disposiciones,
condicionando a ello su aplicación.

El Dr. Néstor CAFFERATTA18 asocia este principio al de “regulación jurídica integral”, sosteniendo que exige del
legislador en primer término y del intérprete en la fase de aplicación, tener una  perspectiva “macroscópica e
integradora”.

Desde inicios de la aplicación de la LGA la jurisprudencia ha dado cuenta de la aplicación de este principio y lo vemos
en los siguientes ejemplos:

“Partiendo del derecho instituido por el artículo 41 de la CN, la materia ambiental debe regirse en principio por la Ley
25675, en virtud de la cual la legislación provincial y municipal referida a lo ambiental deberá ser adecuada a los
PRINCIPIOS y normas establecidas en la presente ley; en caso que así no fuere, éste prevalecerá sobre toda otra
norma que se le oponga y por el marco normativo provincial que se compone con la Ley General del Ambiente N.º
5961 y las normas de contenido particular para situaciones especiales” 19.

“En materia ambiental rige el denominado PRINCIPIO DE CONGRUENCIA, reglado por la Ley General del Ambiente
25675, extremo éste oportunamente consagrado, en el ámbito Regional, en el artículo 1 del Tratado de Asunción del
MERCOSUR, Ley 23981. Allí se describe estableciendo la necesidad que la legislación provincial y municipal referida a
lo ambiental deberá ser adecuada a los principios y normas fijadas en la presente ley, en caso que así no fuere, éste
prevalecerá sobre toda otra norma que se oponga” 20.

PRINCIPIO DE SUBSIDIARIEDAD: El derecho humano a un ambiente sano comparte las particularidades de los DDHH
de tercera generación, es decir que es un derecho-deber y consecuentemente está en todos y cada uno de nosotros
la obligación primaria de trabajar en su defensa.
Ello quiere decir que el Estado no es quien tiene la responsabilidad principal de la defensa del ambiente sino que la
tenemos todos los que habitamos este planeta, este país, esta ciudad. El Estado en este caso tiene una función
subsidiaria (lo que le da nombre al principio).

Tal como lo señala la doctrina, este principio en relación al Estado tiene dos caras, una positiva y otra negativa. La
primera radica en que el Estado debe acudir ante la necesidad, la negativa reside en que la autoridad debe
abstenerse de asumir funciones que pueden ser cumplidas eficientemente por los particulares. Es decir que la
participación del Estado es concurrente y residual. 

Este principio se basa en la idea de que un nivel superior no puede asumir actividades que un nivel inferior puede
cumplir eficazmente. En ese sentido, el Estado nunca debe allanar, absorber ni asumir las competencias propias que
los particulares, individual o asociativamente, pueden ejercer con eficiencia 21.

El maestro Germán Bidart Campos, sobre el particular expresa que "El Estado no debe hacer lo que pueden hacer los
particulares con eficacia, porque el Estado debe ayudarlos, pero no destruirlos o absorberlos" 22.

PRINCIPIOS DE SOLIDARIDAD y DE COOPERACIÓN: Ambos principios ponen su foco en los sistemas ecológicos


compartidos.

El primero de los principios –el de Solidaridad- es recogido de las Declaraciones Internacionales 23, cobra un valor
especial a la luz de los Objetivos del Desarrollo Sustentable (ODS) e incorpora una visión bifronte en cuanto la
solidaridad intra e intergeneracional.

Silvia Jaquenod de Zsögn24, sostiene que este es uno de los Principios Rectores del Derecho Ambiental por los
caracteres sistémicos, las dimensiones espaciales indeterminadas y la preeminencia de los intereses colectivos.

En el carácter de Principio Rector y ante la eventualidad de ocurrencia de un daño transfronterizo, hace concurrir
otros principios:

1. de información, en sus dimensiones Estado a Estado, Administración a Administración e Información


ciudadana.

2. de buena vecindad

3. de cooperación

4. de patrimonio universal: se ha dicho en el apartado II pto, 11 de la Declaración de Vancouver sobre


Asentamientos Humanos de 197625 que “el medio ambiente es patrimonio común de la humanidad y su
protección incumbe a toda la comunidad internacional”.

La formulación de la LGA pone el foco en la responsabilidad de los diferentes niveles del Estado en la prevención y
mitigación de los efectos ambientales transfronterizos adversos de su propio accionar, así como de la minimización
de los riesgos.

El segundo de los principios -el de Cooperación- sienta sus bases en la necesidad de hacer un aprovechamiento
racional y equitativo de los recursos naturales compartidos, por una parte, y por la otra parte en el no
reconocimiento de los límites políticos de las afecciones al ambiente, lo que torna vano cualquier esfuerzo individual.

La Declaración de Río de Janeiro´92 resalta este principio en las palabras iniciales al expresar que su objetivo es el
de “establecer una alianza mundial nueva y equitativa mediante la creación de nuevos niveles de cooperación entre
los Estados, los sectores claves de las sociedades y las personas”.

Todos conocemos la finitud de los recursos naturales, así como el interés de cada estado de aprovechar de esos
recursos. A nivel internacional este principio suele entrar en colisión con el Principio de Soberanía de los Estados
respecto de sus recursos naturales, mas esa tensión no existe en el ámbito interno, aunque sí los conflictos por la
utilización de los recursos compartidos, claro ejemplo de ello son los conflictos por el uso del agua y la gestión de las
cuencas hídricas entre distintas provincias argentinas.

Esta gestión cooperativa en el uso racional de los recursos y en la mitigación de los daños, como lo señala Raúl
Estrada Oyuela, “no es otra cosa que una necesidad biológica y de subsistencia” 26.
Principios vinculados al modelo de desarrollo sustentable y la equidad intergeneracional.

Uno de los principios más importantes del derecho ambiental es el de desarrollo sustentable. El desarrollo
sustentable es un modelo de desarrollo, pero al mismo tiempo es un principio que intenta conjugar dos variables
ciertamente contrapuestas: el desarrollo y el ambiente. Este principio es más bien una conjunción de dos principios:
el de equidad intergeneracional y el de sustentabilidad. El modelo de desarrollo sustentable el aquel modelo de
desarrollo que permite la satisfacción de las necesidades de las generaciones presentes, sin comprometer la
capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades. Fue tomado por nuestra CN en el art.
41.
¿En qué consiste este modelo? Implica la dualidad simultanea de poder atender, por un lado, las necesidades básicas
de los seres humanos, pero utilizando los recursos naturales y cuidando el ecosistema de modo que las generaciones
venideras también puedan satisfaces sus necesidades futuras.

Equidad intergeneracional e intergeneracional: es necesario que aseguremos que todos los integrantes de nuestra
generación y de las próximas, tengan igualdad de oportunidades para que pueda garantizarse el desarrollo
sustentable.
La idea de desarrollo implica pluralidad: respetar la diversidad que existe en todo el marco social, el respeto por la
identidad cultural de las personas, respeto por las costumbres, las historias, las tradiciones.

La trilogía prevención-precaución-responsabilidad

Lo primero es prevenir y si no obstante ocurre el daño, lo siguiente recomponer, y por último será indemnizar


(resarcir) o en el caso del daño ambiental colectivo compensar ambientalmente.

La Prevención y la Precaución constituyen la Regla de  oro  del Derecho Ambiental

PRINCIPIO DE PREVENCIÓN:

Desde la óptica de la especialidad, todo el instrumental jurídico ambiental está orientado para evitar la consumación
del daño. Cuando se actúa después que ocurrió el hecho dañoso la solución tardía es inútil, porque el daño
ambiental es expansivo, multiplicador, continuo o permanente

El ingreso del principio de prevención al Código Civil y Comercial, fortalece la postura de defensa del ambiente.
Adoptar medidas que eviten o disminuyan la magnitud de un daño, o no agravar el daño si ya se produjo, es una
fórmula perfecta para el derecho ambiental.

El énfasis "preventivo" (frente al riesgo cierto) o "precautorio" (en situaciones de peligro de daño grave o irreversible
aun cuando hubiera ausencia de información o de certeza científica), son características salientes del derecho
ambiental.

Dice el artículo 41 de la Constitución Nacional que “Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano,
equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades
presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo…”.

Al respecto, y con relación se recuerda que la Corte Suprema de Justicia de la Nación,  ha expresado: "La tutela del
ambiente importa el cumplimiento de los deberes que cada uno de los ciudadanos tienen respecto del cuidado de los
ríos, de la diversidad de la flora y la fauna, de los suelos colindantes, de la atmósfera. Estos deberes son el correlato
que esos mismos ciudadanos tienen a disfrutar de un ambiente sano, para sí y para las generaciones futuras, porque
el daño que un individuo causa al bien colectivo se lo está causando a sí mismo. La mejora o degradación del
ambiente beneficia o perjudica a toda la población, porque es un bien que pertenece a la esfera social y
transindividual, y de allí deriva la particular energía con que los jueces deben actuar para hacer efectivos estos
mandatos constitucionales"27.

La ley General del Ambiente en su artículo 4 (principios) establece que “Las causas y las fuentes de los problemas
ambientales se atenderán en forma PRIORITARIA E INTEGRADA, tratando de prevenir los efectos negativos que sobre
el ambiente se pueden producir”  este principio es conocido también como el Principio de corrección en la fuente.
Como lo analizaramos en el punto de la incorporación de la dimensión ambiental en el Derecho Privado Argentino, la
incorporación de la función preventiva a la responsabilidad civil ha sido uno de los mayores aportes en la
preservación del ambiente.

PRINCIPIO DE PRECAUCIÓN: Mucho se ha discutido en el último tiempo sobre el principio precautorio o de


precaución en el derecho ambiental

El avance de la industria en pos del desarrollo y el bienestar, entendido como el acceso a mayores y mejores bienes y
servicios para la mejora en nuestra calidad de vida, ha provocado y continúa provocando contextos y situaciones
inciertas hacia el futuro. Tal situación nos coloca frente a contextos desconocidos de los cuales muchas veces no
tenemos certeza de sus futuras consecuencias. El propio avance de la ciencia y la tecnología, si bien nos permite un
progreso (inmediato) en nuestra calidad de vida, en muchas ocasiones nos posiciona ante riesgos inesperados que
no podemos visualizar o prever y mucho menos prevenir.

Es en este sentido que el principio precautorio es uno de los pilares fundamentales del derecho ambiental y una
herramienta de vital importancia para dirimir aquellas circunstancias en que el regulador se enfrenta a un posible
daño ambiental (grave o irreversible) y que en virtud de la incertidumbre o la falta de información se torna
dificultosa una decisión.

Lorenzetti enseña que el principio precautorio es relativamente reciente en el campo ambiental, pero se ha
expandido con rapidez inusitada. Se trata de un principio de derecho y como tal, vinculante u obligatorio, que
produce como lo sostiene la CSJN, una "obligación de previsión anticipada y extendida en cabeza del funcionario
público",  pero que alcanza en primer lugar, a los particulares, o titulares del emprendimiento (obra o actividad) que
introduce semejante riesgo en la comunidad. Es por lo expuesto, un principio sustantivo o estructural del derecho
ambiental.

Se inscribe dentro de los instrumentos de política y gestión ambiental, que se ubican en la etapa ex ante o de pre-
daño y conduce a la necesidad de adoptar medidas eficaces en función de los costos para impedir la degradación del
ambiente.

El principio precautorio, dice Lorenzetti28, “genera una obligación de previsión extendida y anticipatoria. Se trata de
un principio proactivo en la adopción de decisiones, es un concepto jurídico indeterminado, es una norma jurídica, no
una mera declaración y la incerteza debe existir al momento de adoptar las decisiones”.

Este principio parte de la base de la “incerteza”, duda o incertidumbre. Se debe observar que, por el contrario,
cuando se habla de “daño”, de “daño jurídico” o de “daño reparable” se parte del concepto de “certeza”. El daño
ambiental es muchas veces incierto, impersonal, indiferenciado y en ocasiones se presenta como un daño futuro
incierto, de manera que encontramos una especie de derecho de daño —el daño ambiental— que curiosa o
paradójicamente no cumple con ninguno de los requisitos clásicos del derecho de daño.

Por ello Ricardo L. Lorenzetti apunta los siguientes requisitos:

1. Amenaza de daño grave o irreversible: Identificación de un producto, actividad o sustancia. Identificación de


un daño futuro. Debe tratarse de un daño grave (casos extremos).

2. Incertidumbre científica; La evaluación científica no permite evaluar el riesgo con suficiente exactitud para
actuar.

Siguiendo a este autor sostenemos que en la aplicación de principio precautorio deberá tenerse en cuenta que:

1. Se aplica con un criterio caso por caso, no se aplica de manera absoluta sino con un criterio relativo,
dependiendo de las circunstancias del caso en particular.

2. Deberán agotarse las posibilidades de reducir la incertidumbre, aunque uno de los presupuestos del
principio precautorio es justamente la incertidumbre.

3. La aplicación es dinámica y adaptativa.

4. Es equitativa.
5. Produce el traslado del riesgo, del riesgo de la duda, de la demora, probatorio la inversión de la carga de la
prueba y del desarrollo.

En una situación de incertidumbre, el principio precautorio se basa en un  factor de atribución de responsabilidad de


riesgo, es decir, el factor de atribución de responsabilidad del principio precautorio, es el riesgo, es el peligro o es la
amenaza. “Peligro de daño grave o irreversible” y “falta de certeza científica absoluta”.

Como lo expresáramos la ausencia de información o certeza científica es una particularidad muy característica en la
política regulatoria ambiental y el derecho ambiental en general.

Es indiscutible que la gran mayoría de los problemas o conflictos ambientales trae aparejado cuestiones de índole
científica y económica de muy compleja resolución.

Es normal que los reguladores o las autoridades se encuentren en situaciones de desconocimiento o incertidumbre
frente a actividades antrópicas que puedan provocar posibles reacciones adversas en el ambiente. Por supuesto que
se pueden prever ciertas reacciones o consecuencias frente a determinadas actividades pero no siempre tales
previsiones son factibles, sea por falta de información, desconocimiento o simplemente imposibilidad científica.
También es muy cierto que en muchas ocasiones la “certeza” puede llegar muy tarde cuando el daño ambiental ha
ocurrido y su recomposición o restablecimiento es de difícil o imposible cumplimiento.

Frente a esta circunstancia no queda más remedio que priorizar el desarrollo de mayor y mejor información.

Es en dicho contexto que podemos argüir que el principio precautorio pretende tener carácter proactivo a diferencia
de las tradicionales estrategias regulatorias reactivas (recomposición) aplicadas a riesgos individuales o particulares.

Ante esta incerteza, la evaluación científica del riesgo de producción del daño es un elemento central en
la aplicación del principio precautorio.

Es en esta instancia en que se encuentra (el legislador o el regulador) frente a un contexto de muy difícil análisis ya
que no existe una elemento cierto o concreto para anticipar la existencia de un riesgo. El agente encargado de
efectuar dicha evaluación no cuenta con elementos concretos que pueda sopesar a efectos de mensurar un posible
daño.

A diferencia del principio preventivo (artículo 4º de la Ley 25.675), el cual también tiende a evitar un daño futuro
pero cierto y mensurable, en el caso del principio precautorio, la evaluación del riesgo del daño es mucho más
compleja dada la falta de certeza de su producción.

Roberto Andorno afirma que “en el caso de la “prevención”, la peligrosidad de la cosa o de la actividad es bien
conocida, y lo único que se ignora es si el daño va a producirse en un caso concreto. En cambio, en el caso de la
“precaución”, la incertidumbre recae sobre la peligrosidad misma de la cosa, dado que los   conocimientos científicos
son todavía insuficientes para dar respuesta acabada al respecto”.

Es decir que pese a la existencia de un peligro o amenaza de ocurrencia de un daño, es de extrema dificultad prever
que ocurra y qué daños ocasionará.

Ahora bien no cualquier daño es capaz de despertar la aplicación del principio precautorio. La  Ley General de
Ambiente establece la necesidad de que exista una amenaza de daño grave o irreversible, lo cual genera, a criterio
de Ricardo Lorenzetti dos objeciones:

a. No se especifica cuan grave debe ser el daño para comenzar a actuar y;

b. Es contradictorio exigir un hecho comprobable (amenaza de daño grave) que al mismo tiempo debe ser
incierto para que se aplicable la precaución.

Como primer medida debemos decir que la necesidad a la cual apunta el principio precautorio de que el daño sea
grave o irreversible, implica imponer un marco de razonabilidad en la aplicación del mismo, lo cual significa que no
pueda ser aplicado a cualquier tipo de situación sino que más bien sea aplicable a casos de daños de extrema
gravedad y que a priori sean irreversibles.
Por último la aplicación de este principio nos lleva a una modificación importante del esquema de la carga
probatoria.  Sin entrar en mayores profundidades respecto al proceso ambiental, es importante aclarar que a raíz de
la incorporación de los principios de prevención y precaución al esquema regulatorio ambiental nacional, existe una
inversión de la carga probatoria dado que no estamos frente al principio de quien alega un hecho (en este caso un
potencial daño) debe probarlo, sino que es el promotor de la actividad potencialmente dañosa quien debe probar la
inexistencia de esa amenaza o peligro de daño.

En palabras del Dr. Antonio Benjamin 29, “...ya no cabe a los titulares de los derechos ambientales probar los efectos
negativos (ofensividad) de emprendimientos llevados a la apreciación del bien público, como es el caso de los
instrumentos afiliados al régimen de simple prevención, por ejemplo, el estudio de impacto ambiental, (sino que) se
impone a los degradadores potenciales la carga de probar la inofensividad de la actividad propuesta.”

Se advierte una tendencia jurisprudencial, en casos que alojan situaciones de riesgo dudosas, que nuestros
tribunales, movidos por motivos de prudencia, recurren a este principio, aunque en ocasiones para fortalecer la
aplicación del principio de prevención. Ello ha llevado a una más enérgica actuación de la Justicia, en etapas previas a
la consumación del daño. Ejemplo de ello es el caso "Salas, Dino c. Provincia de Salta y otros” (CSJN del año 2009) en
el que la CSJN, en su pronunciamiento del 29 de diciembre de 2008, dispuso el cese provisional de los desmontes y
talas de bosques nativos en los departamentos de San Martín, Orán, Rivadavia y Santa Victoria, autorizados por la
Provincia de Salta durante el último trimestre del año 2007. “

Dice Lorenzetti que “somos conscientes desde el punto de vista jurídico, que este novedoso e "inescrutable" principio
precautorio, despierta esperanzas (en la mayoría de los ambientalistas), y desconfianza (principalmente, en sectores
ligados a la actividad productiva o de riesgo).

Esperanza,  porque partiendo del presupuesto de hecho que se trata de adoptar medidas de seguridad cuando se
desarrolla actividades de riesgo (peligro, amenaza) de daño grave o irreversible, aun en frente a la duda técnica
(ausencia de información o falta de certeza científica), por lo que se debe exigir la adopción de medidas eficaces en
función de los costos, para impedir la degradación del ambiente.  Desconfianza, porque asusta la potencialidad de
este instrumento de defensa ambiental, que según esta versión, transformaría a la misma, en un valor absoluto,
contrariando el riesgo del desarrollo o poniendo rápido freno sin mayores justificativos, a toda alteración del
ambiente.”

Diferencias entre prevención y precaución.

El principio precautorio es el principio básico, esencial del Derecho ambiental. Dicho principio, al igual que el de
prevención, opera sobre las causas y las fuentes de los problemas, de manera integral, holística, totalizadora.

La diferencia es que el principio de prevención se encarga del riesgo sabido, conocido, verificado, comprobado, real,
en tanto que el de precaución interviene sobre el riesgo hipotético, sospechado, el posible.

La diferencia es de grados, es una diferencia de visión, ya que la prevención no escapa de la lógica jurídica clásica. La
lógica jurídica clásica se basa en el concepto de la certeza y la prevención opera sobre el riesgo cierto, en tanto que
la precaución lo hace sobre el riesgo incierto.

PRINCIPIO DE RESPONSABILIDAD:

Este principio que no es otro que el denominado “principio contaminador pagador”, en virtud del cual, quien
introduce el riesgo en la comunidad (riesgo ambiental) o quien produce daño ambiental, debe hacerse cargo de los
costos económicos, de la prevención y de la reparación o de la recomposición del daño ambiental.

Tal como aparece enunciado en la ley 25.675 apunta a reforzar la idea de internalización de costos ambientales
sobre todo en cabeza del generador degradante del ambiente, conforme el principio 16 en la Declaración de Río
sobre el Medio Ambiente y Desarrollo, ONU, 1992: "Las autoridades nacionales deberían procurar fomentar la
internalización de los costos ambientales y el uso de instrumentos económicos, teniendo en cuenta el criterio de que
el contamina debería, en principio, cargar los costos de la contaminación, teniendo debidamente en cuenta el interés
público y sin distorsionar el comercio ni las inversiones internacionales".
Asimismo sienta las bases para desarrollar un sistema de legislación nacional relativa a la responsabilidad y la
indemnización respecto de las víctimas de la contaminación y otros daños ambientales (principio 13) de la misma
Declaración de Río: "Los Estados deberán desarrollar la legislación nacional relativa a la responsabilidad y la
indemnización respecto de las víctimas de la contaminación y otros daños ambientales. Los Estados deberán
cooperar, asimismo de manera expedita y más decidida en la elaboración de nuevas leyes internacionales sobre
responsabilidad e indemnizaciones por los efectos adversos de los daños ambientales causados por las actividades
realizadas dentro de su jurisdicción, o bajo su control, en zonas situadas fuera de su jurisdicción".

La Constitución en el artículo 41 prevé que “…el daño ambiental generará prioritariamente la obligación de


recomponer…” Se enfatiza que la norma constitucional establece que el Estado proveerá a la protección de ese
derecho, incluyendo el patrimonio natural y cultural.

Dice el artículo 4 de la Ley General del Ambiente con respecto a este principio que  “El generador de efectos
degradantes del ambiente, actuales o futuros, es responsable de los costos de las acciones preventivas y correctivas
de recomposición, sin perjuicio de la vigencia de los sistemas de responsabilidad ambiental que correspondan.”

En la actualidad existe un consenso prácticamente generalizado en cuanto a que la responsabilidad civil entendida
sólo como un mecanismo tendiente al resarcimiento de daños ya acaecidos es insuficiente. Por el contrario, se
propicia la introducción de mecanismos y técnicas que, desde el Derecho de Daños -con todo lo que ello implica-,
vayan dirigidas concretamente a la evitación de perjuicios probables o previsibles y también a la sanción de aquellos
agentes que actúen a través de conductas cuya gravedad merezca una reacción adicional.

Es ésta la línea que han seguido los autores del nuevo Código al incluir dentro de la sección dedicada a regular las
disposiciones generales sobre la responsabilidad civil, la normativa contenida en el artículo 1.708: “Funciones de la
responsabilidad. Las disposiciones de este Título son aplicables a la prevención del daño, a su reparación, y a los
supuestos en que sea admisible la sanción pecuniaria disuasiva”

Con respecto a la función preventiva, sostiene la jurisprudencia que “Se deben instrumentar las herramientas que en
una clara actitud de "evitación" sean capaces de lograr que se obtenga el objetivo apuntado en el artículo 41 C.N. "El
derecho ambiental debe tener un carácter eminentemente preventivo por motivos funcionales y teleológicos" y
"desde el punto de vista del análisis económico del derecho, la preferencia por los instrumentos de actuación "ex
ante", frente a los instrumentos "ex post", origina dudas serias sobre la utilidad del instituto de la responsabilidad"

Por último veremos los principios vinculados a la implementación del Derecho Ambiental.

PRINCIPIO DE PROGRESIVIDAD: En los últimos años hemos asistido y seguimos asistiendo a un intenso proceso de
regulación ambiental, pero en muchos casos esta regulación no tiene en cuenta la denominada línea de base ni las
posibilidades reales de aplicación inmediata, o las consecuencias socio-económicas que traería aparejada.

Por su parte muchas veces nos vemos expuestos a una debilidad de la dimensión ambiental frente a las dimensiones
económicas y sociales. Un ejemplo que se da recurrentemente es el de poblaciones que reaccionan contra las
acciones de clausura de fábricas que contaminan, porque generan el despido de trabajadores.

A la luz del artículo 41 de la Constitución Nacional es menester que el operador ambiental (legislador, gestor, juez,
etc.) tenga presente las tres dimensiones del modelo de Desarrollo Sustentable de las que diéramos cuenta en el
Principio de Sustentablidad en un pie de equilibrio, y para ello las soluciones no podrán encontrarse de la noche a la
mañana ya que son múltiples los intereses a considerar.

Tal como lo expresan Natalia Giacosa y Juan Sebastián Lloret 30 “El principio de progresividad permite la armonización
del derecho colectivo ambiental y los derechos individuales patrimoniales en conflicto con aquél. Éste es el
fundamento del principio. Por ello, si bien el Estado debe ser realista a la hora de proyectar metas ambientales
(principio de realidad), debe utilizar el principio de progresividad para que los cambios exigidos a los administrados
sean paulatinos, y no para justificar sus falencias de gestión”.

En el ámbito normativo la Provincia de Salta ha sido pionera en la institución del gradualismo al establecer que “se
reconoce que dadas las condiciones económicas y culturales de la Provincia, la degradación de la calidad ambiental,
no puede ser superada de un día para el otro, por lo tanto la autoridad pública y la sociedad civil deberán cooperar
con las empresas públicas y privadas para implementarlas medidas de control, contención y prevención del daño
ambiental. El cambio debe ser incremental para permitir un gerenciamiento y manejos adaptativos” 31.

A juicio de Cafferatta, del principio de progresividad derivan dos sub principios:

 Proporcionalidad, referido a la razonabilidad en los tiempos que insumen los cambios impuestos por la
normativa, el equilibrio de medios y fines, la equidad, en suma, la viabilidad en el cumplimiento de las
exigencias;

 Gradualidad, que también se extrae del Protocolo adicional al Tratado de Asunción sobre Medio Ambiente.

De no adoptarse este principio es muy probable que las políticas públicas estén destinadas directamente al fracaso,
ya que no contarán con la apropiación de la ciudadanía sino, por el contrario, recibirán su rechazo. En materia
ambiental resulta imposible mejorar las condiciones de un día para el otro, lo imperdonable es no iniciar nunca el
proceso para lograrlo.

La Corte Suprema de la Nación ha recogido reiteradamente este principio. Un ejemplo de ello es el conocido caso
Mendoza o LA CAUSA DEL RIACHUELO, cuando dispuso:

“Requerir al Estado Nacional, a la Provincia de Buenos Aires, a la Ciudad de Buenos Aires y al COFEMA para que en el
plazo de 30 días y en los términos de la Ley 25675: Presenten un plan integrado (artículo 5: Los distintos niveles de
gobierno integrarán en todas sus decisiones y actividades previsiones de carácter ambiental, tendientes a asegurar el
cumplimiento de los PRINCIPIOS enunciados en la presente ley), basado en el PRINCIPIO DE PROGRESIVIDAD (art. 4)
el que prevé que los objetivos ambientales deberán ser logrados en forma GRADUAL, a través de metas interinas y
finales proyectadas en un cronograma temporal”.

PRINCIPIO DE NO REGRESIÓN: tanto en el ámbito internacional como en el nacional aparece en escena un nuevo
principio, el de NO REGRESIÓN, que aparece como una consecuencia, continuación o contracara del principio de
progresividad. El Principio de No regresión aún no ha logrado ser incorporado en el derecho positivo.
Muchas veces vemos cómo con el objetivo de mejorar la competitividad en momentos de crisis económica los países
acuden al reblandecimiento de la tutela al ambiente y el repertorio de regresiones posibles es múltiple, no sólo en el
ámbito legislativo sino, también, en el diseño y la ejecución de políticas públicas y judiciales que convalidan este tipo
de políticas.
Ejemplos de estos retrocesos encontramos en el retiro de compromisos internacionales, la desclasificación o
reducción de áreas naturales protegidas, la elevación de mínimos de tolerancia o variación de estándares fijados por
diferentes leyes sectoriales, lo cual, además, pone de relieve la injerencia experta en torno a la determinación de los
cánones protectorios y sus modificaciones.
Ante ello nace la idea de NO REGRESIÓN que, como nos dice José Esaín, es una de las manifestaciones de la
progresividad que radica en que “el esfuerzo hecho por el Estado en cuanto a la protección del ambiente no puede
disminuir, sino que debe ser cada vez mayor, sobre todo a la sazón de las reglas derivadas de los instrumentos
internacionales de derechos humanos”32.
En consecuencia podemos decir que a través del Principio de Progresividad  el Estado se ve obligado a implementar
de modo gradual, constante, sostenido medidas de carácter legislativo, administrativo y judicial, que tengan como
finalidad el incremento de la protección ambiental. Ahora bien, a través del Principio de No Regresión cada Estado
debe adoptar todas las medidas necesarias para asegurarse de no abolir los derechos alcanzados, ni retrotraer su
protección.
El Profesor Michel PRIEUR33 nos plantea tres modos diferentes de los estados de expresar la no regresión:

 A través de una proclama expresa,


 A través de una exigencia de protección del ambiente mediante medidas nacionales a un nivel que sea como
mínimo, igual al nivel de protección internacional,
 A través de cláusulas de incompatibiliad con otros acuerdos, o en caso de competencia o diferencia entre
varios convenios, confirmar la superioridad o preeminencia del tratado que propone mayor protección al
ambiente.

El Parlamento Europeo a través de la resolución del 29 septiembre del 2011, sobre la elaboración de una posición
común de la Unión Europea en vistas a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sustentable
(Rio+20), demandó la introducción del principio de no regresión como principio autónomo.
Se puede decir que esta conferencia internacional, en este aspecto, fue un éxito a medias porque si bien no acató el
principio en forma expresa, en uno de los párrafos del documento final llamado “ El futuro que queremos” se plasmó
la expresión “no dar marcha atrás” en relación a los compromisos asumidos en 1992, expresión que engloba la idea
principal de la no regresión.
En este contexto, la construcción de un principio de no regresión aplicable al ambiente se constituye como una lucha
contra tales retrocesos actuales o eventuales y una herramienta vital para cumplir con el Principio de Equidad
Intergeneracional.
Este principio ya empieza a ser recogido por la Jurisprudencia al sostener que “ al entrar en el análisis del principio de
progresividad aparece la interdicción de retroceso. En tal sentido se afirma que "...exige un involucramiento
incremental que -si bien responde a una idea de temporalidad- lo es en una dirección unívoca, ya que -en virtud de
este principio- cuando se toma la decisión de avanzar gradualmente en una mejor calidad de vida, no debe
retrocederse"34.
En el mismo sentido respecto del ordenamiento territorial se ha planteado: "….Desentenderse de los efectos que
sobre el ambiente urbano y el patrimonio cultural pueda provocar la iniciativa de reformas normativas estaría reñido
con el principio de progresividad vigente en esta materia (art. 4, ley 25675; C.S.J.N.  Fallos 329:2316) que, al tiempo
que procura la mejora gradual de los bienes ambientales, supone que los estándares de protección vigentes o
actualmente logrados no sean sustituidos por otros, inferiores u ostensiblemente ineficaces…"35.

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