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PATRICIA SALAZAR CUÉLLAR

Magistrada ponente

SP3631-2018
Radicación n°53066
(Aprobado Acta n° 288)

Bogotá D.C., veintinueve (29) de agosto de dos mil


dieciocho (2018)

1. VISTOS

Correspondería a la Sala pronunciarse sobre la admisión


de la demanda de casación presentada por el defensor de
ALCIDES VARGAS ROMERO y JOSÉ JULIO RUIZ en contra
del fallo proferido el 13 de marzo del presenta año por el
Tribunal Superior de Bogotá, que confirmó la condena
emitida el 29 de septiembre de 2017 por el Juzgado
Cincuenta Penal del Circuito de esta ciudad, de no advertirse
que la acción penal se encuentra prescrita desde antes de
que se emitiera la resolución de acusación.

2. HECHOS
Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

Rosa Elvina Gil Ruíz y ALCIDES VARGAS ROMERO


convivieron durante más de 20 años. Cuando la mujer
hizo evidente su intención de lograr la declaratoria
judicial de la unión marital de hecho y de la respectiva
sociedad patrimonial, el procesado realizó dos acciones
orientadas a defraudar sus derechos frente a un
inmueble que adquirieron durante su convivencia, a
saber: (i) se lo transfirió a un hermano (Mario Vargas
Romero), a través de una venta simulada, que se
materializó el 15 de agosto de 2000 con la protocolización
de la respectiva escritura pública, ante la Notaría 61 del
Círculo de Bogotá; y (ii) como el 15 de marzo de 2001 su
consanguíneo reversó la transferencia, también a través
de escritura pública, cuando se enteró de que podía estar
incurso en un delito, VARGAS ROMERO acordó con
JOSE JULIO RUÍZ la creación de un título valor ficticio,
con el que promovieron un proceso ejecutivo ante el
Juzgado Quinto Civil Municipal de la misma ciudad, que
terminó con el remate y la consecuente adjudicación del
inmueble a un tercero. El Juzgado de Familia que tuvo a
cargo el proceso promovido por la señora Gil Ruíz le
asignó a esta el 44.24% del inmueble en mención, pero
ello no pudo materializarse en virtud de las decisiones
tomadas por el Juzgado Quinto Civil. Los hechos
ocurrieron entre los años 2000 y 2003. Hasta donde se
tiene conocimiento, el inmueble no fue reincorporado al
haber social.

3. ACTUACIÓN RELEVANTE

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Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

Por estos hechos, la Fiscalía dispuso la indagatoria de


MARIO VARGAS ROMERO, ALCIDES VARGAS ROMERO y
JOSE JULIO RUIZ. Al calificar el mérito del sumario,
dispuso la preclusión a favor del primero y formuló
acusación en contra de los dos restantes, por el delito de
fraude procesal, consagrado en el artículo 453 del Código
Penal.

La resolución de acusación fue apelada por la defensa, y,


a la postre, confirmada por la Unidad de Fiscalía Delegada
ante el Tribunal Superior de Bogotá, mediante proveído del
23 de enero de 2013.

El 29 de septiembre de 2017 el Juzgado Cincuenta Penal


del Circuito de esta ciudad condenó a los acusados a las
penas de 72 meses de prisión y 60 meses de inhabilitación
para el ejercicio de derechos y funciones públicas, así como
multa de 200 salarios mínimos legales mensuales vigentes,
por encontrar fundado el cargo formulado por la Fiscalía.
Además, los condenó “al pago de la indemnización por
daños y perjuicios”. Consideró improcedente la suspensión
condicional de la ejecución de la pena, pero les otorgó la
prisión domiciliaria.

Al resolver el recurso de apelación interpuesto por la


defensa, el Tribunal Superior de Bogotá confirmó la
condena, mediante proveído del 13 de marzo de 2018, que
fue objeto del recurso de casación impetrado por el mismo
sujeto procesal.

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Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

Por resultar de interés para la solución de este asunto,


debe resaltarse que durante la fase de juzgamiento la
defensa solicitó la preclusión de la instrucción, bajo los
siguientes argumentos: (i) el delito se consumó en el año
2003; (ii) la resolución de acusación quedó ejecutoriada el
23 de enero de 2013; y (iii) la pena máxima prevista para
este delito, antes de la entrada en vigencia de la Ley 890 de
2004, era de 8 años.

Esta solicitud fue desestimada, en esencia porque el bien


objeto de remate aún seguía en manos de un tercero, por lo
que los efectos del fraude procesal se extendieron hasta la
resolución de acusación, esto es, cuando ya había entrado
en vigencia la Ley 890 de 2004, que incrementó a 12 años
el extremo máximo de la pena para el referido delito.

4. LA DEMANDA DE CASACIÓN

Primer cargo: Violación indirecta de la ley sustancial,


por inaplicación de las normas civiles que regulan las
uniones maritales de hecho.

El censor resalta que los juzgadores no tuvieron en


cuenta las normas que regulan esta materia, y, por ello,
dejaron de considerar que ALCIDES VARGAS ROMERO le
vendió a su hermano el inmueble atrás referido cuando la
sociedad patrimonial producto de la convivencia marital no
existía, pues no había sido declarada judicialmente. Por
tanto, este procesado estaba jurídicamente habilitado para
enajenar el predio.
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Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

Segundo cargo: Violación indirecta de la ley sustancial,


por aplicación indebida del artículo 453 de la Ley 599 de
2000.

Bajo los mismos argumentos, planteó que VARGAS


ROMERO adquirió la obligación con JOSÉ JULIO RUÍZ
antes de que la sociedad patrimonial de la pareja “naciera a
la vida jurídica”, pues esto ocurrió el primero de marzo de
2001 y el título valor se suscribió cuatro meses antes.

Basado en estos argumentos, solicita a la Corte casar el


fallo impugnado y emitir uno de reemplazo, de carácter
absolutorio.

5. CONSIDERACIONES

No es jurídicamente viable el análisis de la demanda


de casación, porque la acción penal estaba prescrita para
cuando se emitió la resolución de acusación. Incluso si se
aceptara, para la discusión, que ese fenómeno jurídico no
se materializó para ese momento procesal, también es claro
que tuvo ocurrencia durante la fase de juzgamiento.

En efecto, se tiene que la Fiscalía y los juzgadores


hicieron alusión a dos conductas que, aunque obedecían a
la misma finalidad (defraudar los derechos de la
demandante frente un inmueble que hacía parte del haber
social), se llevaron a cabo bajo circunstancias de tiempo,
modo y lugar perfectamente diferenciables, a saber: (i) la
transferencia simulada del inmueble a MARIO VARGAS

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Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

ROMERO, para lo que, según la acusación y la sentencia,


se hizo incurrir en error al notario que protocolizó la
respectiva escritura pública; y (ii) el proceso ejecutivo
promovido ante el Juzgado Quinto Civil de Bogotá, para el
que se utilizó un título valor que no correspondía a una
obligación cierta.

Aunque en ambos escenarios procesales se omitió el


análisis sobre el concurso de conductas punibles, que, sin
duda, se avizoraba, es evidente que frente a la primera
operó el fenómeno jurídico de la prescripción, toda vez que:
(i) la conducta se realizó en agosto de 2000; (ii) en marzo de
2001 la transferencia ficticia fue reversada, lo que implica
que, a partir de ese momento, cesó cualquier efecto de la
actuación tildada de ilegal; (iii) para ese entonces no había
entrado en vigencia la Ley 890 de 2004; (iv) la pena máxima
prevista para el delito de fraude procesal era de ocho años;
(v) la resolución de acusación quedó ejecutoriada el 23 de
enero de 2013, esto es, cuando habían transcurrido casi 12
años después de los hechos; y (vi) si el término de
prescripción equivale al máximo de la pena –siempre y
cuando no sea inferior a cinco años-, es notorio que el
mismo estaba ampliamente vencido cuando se hizo el
llamamiento a juicio.

La otra conducta se inició con la presentación de la


demanda ejecutiva ante el Juzgado Quinto Civil de Bogotá.
Ese trámite se finalizó en el año 2003, cuando se llevó a
cabo el remate y la consecuente adjudicación del bien a
quien fue considerado el mejor postor. No se requiere

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Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

ahondar en otros pormenores de la premisa fáctica porque,


según se verá, estos datos son suficientes para resolver
sobre la prescripción.

Si se entiende que el delito de fraude procesal se


consuma con la última actuación dentro del proceso en que
se realiza la conducta fraudulenta, sería evidente que ello –
la consumación- acaeció en el año 2003, cuando el trámite
adelantado por el Juzgado Quinto Civil Municipal de Bogotá
llegó a su fin con la diligencia de remate y adjudicación de
la propiedad; (ii) de ser así, el término de prescripción sería
de ocho años, porque aún no había entrado en vigencia la
Ley 890; (iii) si se tiene en cuenta que la resolución de
acusación quedó ejecutoriada el 23 de enero de 2013,
fácilmente se advierte que el término de prescripción estaba
ampliamente superado para ese entonces; y (iv) sin el
referido incremento, el término de prescripción, luego de la
formulación de acusación, también estaría cumplido,
porque sería equivalente a cinco años –el término mínimo
para que este fenómeno opere en esta fase procesal-, los
cuales, contados a partir de la ejecutoria del llamamiento a
juicio, se cumplieron el 24 de enero de 2018, antes de que
se emitiera el fallo de segundo grado.

Por el contrario, si, como lo entendieron los juzgadores


a partir de algunas decisiones de esta Corporación, la
consumación del delito se extiende hasta cuando la decisión
judicial obtenida fraudulentamente siga “produciendo
efectos”, así el respectivo proceso haya llegado a su fin,
sería igualmente claro que la acción penal no prescribió,

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Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

toda vez que: (i) según los juzgadores, esos efectos consisten
en que el bien que los compañeros Vargas Gil adquirieron
durante su convivencia permaneció en cabeza de un tercero
hasta una fecha posterior a la entrada en vigencia de la Ley
890 de 2004, lo que no se discute; (ii) según la
jurisprudencia de esta Corporación –que no hace parte del
tema de debate-, si durante la comisión de un delito
permanente entra en vigencia una ley que consagra una
pena más gravosa, es esta la que debe aplicarse; (iii) lo que
implica que el término de prescripción es de 12 y no de
ocho años; (iv) ese término no se había vencido para cuando
se emitió la acusación; y (v) bajo esa misma lógica, la
prescripción en la fase de juzgamiento operaría el 24 de
enero de 2019, esto es, seis años después de emitida la
acusación –la mitad de la pena máxima prevista para el
delito, con el incremento dispuesto en la Ley 890-.

A la luz de la realidad fáctica que acaba de indicarse,


sin mayor dificultad se advierte que la decisión sobre la
prescripción de la acción penal depende de lo que se
resuelva sobre la consumación del delito de fraude procesal,
cuando la conducta se lleva a cabo en un trámite judicial en
el que, merced al error en que se hace incurrir al
funcionario, este emite una decisión contraria a la ley, que
modifica la situación jurídica de un bien por un término
superior a la duración del respectivo proceso.

Para abordar este problema jurídico, la Sala seguirá el


siguiente derrotero: (i) establecerá las diferencias entre la
consumación y el agotamiento del delito; (ii) ratificará su

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Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

jurisprudencia sobre el sentido y alcance de la prescripción


de la acción penal; y (iii) aclarará sus precedentes sobre la
consumación del delito de fraude procesal, en situaciones
fácticas iguales o análogas a las referidas en los párrafos
anteriores.

5.1. La consumación y el agotamiento del delito

Las consecuencias del delito pueden extenderse más


allá de su consumación. Los ejemplos son tan múltiples
como ilustrativos: el hurtador que logra su propósito de
obtener provecho económico; los efectos, diferidos en el
tiempo, de la falsificación y uso de un documento privado;
las consecuencias que pueden derivarse de una resolución
o sentencia manifiestamente contraria a la ley; etcétera. De
ahí que en el derecho comparado se establezca la diferencia
entre “delitos permanentes” y los “efectos permanentes del
delito”, para resaltar que la primera categoría atañe a la
consumación y, la segunda, al agotamiento 1. En tal sentido,
la Sala ha precisado que

Dentro de las fases del recorrido criminal la consumación difiere


del agotamiento, en tanto la primera apunta a la ejecución de
todos los elementos del tipo penal, mientras que la última está
relacionada con alcanzar aquella especial finalidad que como
ingrediente subjetivo traen determinadas descripciones,
supuestos en los cuales, por exigencia legal, la conducta se
considera típica simplemente con la ejecución del comportamiento
previsto, siempre que se realice con el propósito específico, pero
sin que interese si éste se obtiene. Alcanzar tal meta ni niega ni

1
En la sentencia 166, del 11 de abril de 2018, el Tribunal Supremo Español reiteró
esta diferenciación en el contexto de un delito de falsedad documental.
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Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

aumenta la tipicidad, simplemente refiere al agotamiento del


delito.

Los efectos indeseables del agotamiento del delito son


indiscutibles. Precisamente, al Estado le corresponde, en
primer término, evitar que los delitos se cometan. Luego,
lograr el esclarecimiento de los hechos y la sanción de los
responsables. Y, además, impedir, en cuanto sea posible,
que los efectos del delito se perpetúen. Lo primero puede
lograrse con labores de prevención eficientes. Lo segundo,
con el adecuado ejercicio de la acción penal, con apego al
principio de legalidad. Lo último, con el uso de las
herramientas que consagra el ordenamiento jurídico, entre
ellas, la extinción del dominio de bienes obtenidos de
manera ilícita (Ley 1708 de 2014), la excepción al principio
de la “cosa juzgada” cuando la decisión ha sido obtenida
mediante fraude o violencia (Art. 21 de la Ley 906 de 2004),
la penalización del “lavado de activos”, entre otras.

5.2. Sentido y alcance de la prescripción de la


acción penal

La Sala también ha resaltado que los derechos de las


víctimas y el legítimo interés de la sociedad en que los
delitos sean esclarecidos y sus responsables sancionados,
debe armonizarse con el derecho de los ciudadanos a que el
reproche penal de sus conductas tengan un límite temporal,
lo que constituye una expresión del debido proceso y se
erige en presupuesto de la seguridad jurídica. En tal
sentido, a la luz de sus propios precedentes y de la

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Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

jurisprudencia de la Corte Constitucional, ha insistido en


que

La prescripción de la acción penal es “un instituto liberador, en


virtud del cual se extingue la acción o cesa el derecho del Estado
a imponer una sanción” (C-556 de 2001 y C-1033 de 2006). En el
último de los fallos en cita, la Corte Constitucional destacó que la
prescripción de la acción penal

[e]ncuentra fundamento en el principio de la seguridad jurídica


ya que la finalidad esencial de la prescripción de la acción penal
está íntimamente vinculada con el derecho que tiene todo
procesado de que se le defina su situación jurídica, pues “ni el
sindicado tiene el deber constitucional de esperar
indefinidamente que el Estado califique el sumario o profiera una
sentencia condenatoria, ni la sociedad puede esperar por
siempre el señalamiento de los autores o de los inocentes de los
delitos que crean zozobra en la comunidad”. 2

Además, la prescripción hace parte del núcleo esencial del


debido proceso puesto que su declaración tiene la consecuencia
de culminar de manera definitiva un proceso, con efectos de cosa
juzgada, contrariamente a lo que ocurre con los fallos
inhibitorios, que no resuelven el asunto planteado y que dejan
abierta la posibilidad para que se dé un nuevo pronunciamiento 3.
En suma, la declaratoria de prescripción contiene una respuesta
definitiva fundada en derecho que pone fin a la acción iniciada.

Bajo el entendido de que “toda persona se presume inocente y


debe ser tratada como tal mientras no se produzca una sentencia
condenatoria sobre su responsabilidad penal” (art. 7 de la Ley
600 de 2000, art. 29 de la Constitución Política), la prescripción
de la acción penal tiene entre sus consecuencias obvias el
afianzamiento de este derecho, simple y llanamente porque no

2
Sentencia C-176/94 M.P. Alejandro Martínez Caballero
3
Ver al respecto la Sentencia C-666/96 M.P. José Gregorio Hernández Galindo
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Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

será posible la emisión de una sentencia definitiva sobre la


responsabilidad penal y, por tanto, quien tuvo la calidad de
procesado debe ser tratado como inocente.

Sobre las consecuencias de la extinción de la acción penal por


prescripción, de tiempo atrás la Sala ha precisado lo siguiente:

[l]a declaratoria de prescripción constituye, en efecto, una


sanción para el Estado, en virtud de la cual pierde la potestad
legal para continuar con el ejercicio del ius puniendi, de allí que
la acción penal queda extinguida y debe por tanto disponerse la
cesación de procedimiento mediante auto interlocutorio que tiene
la virtud de dar por terminado el proceso (CSJ AP, 18 Abr. 2007,
Rad. 26328).

5.3. La consumación del delito de fraude procesal,


en situaciones fácticas análogas a las del caso
objeto de estudio

En los últimos 20 años la Sala ha emitido múltiples


decisiones sobre este tema.

En fallo del 27 de junio de 1989, analizó los siguientes


hechos:
[e]n el año 1965 el ciudadano Pedro José Amaya Pulido compró a
los esposos Helena Castillo de Olano y Guillermo Olano Villate
un lote de terreno que afirma pagó por cuotas en su totalidad por
un precio total de $55.000 del que le entregaron la posesión mas
no le hicieron escritura. Posteriormente Amaya dio en
arrendamiento el lote a Hermelinda Ladino Jiménez. El 25 de
mayo de 1982, la sindicada Helena Castillo de Olano, confirió
poder a la abogada (…) para iniciar querella policiva de
lanzamiento por ocupación de hecho, lo que se ventiló en la
Inspección 1ª Distrital de Policía. Se aportaron dos declaraciones
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Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

falsas de (…), así como la escritura y a través de dichas pruebas


se logró que con fecha de 27 de diciembre de 1982 se dictara
sentencia por parte del funcionario policivo decretando el
lanzamiento de los ocupantes del lote (…), resolución que fue
apelada y que la Alcaldía Mayor de Bogotá confirmó mediante
proveído de fecha 14 de octubre de 1983.

En sede del recurso extraordinario de casación, la


defensa planteó la prescripción de la acción penal. Al efecto
expuso que

[e]l delito de fraude procesal es de mera conducta que se


consuma con la sola intención del agente de obtener un resultado
fraudulento y que en el caso sub examine, el momento
consumativo y para los efectos de la prescripción debe contarse
desde el momento en que se presentó la demanda para iniciar la
querella policiva, de lanzamiento por ocupación de hecho,
actividad que se realizó el 25 de noviembre de 1982 (…).

Para resolver este caso, la Corte tuvo en cuenta lo


siguiente:

Representa el delito de fraude procesal una innovación en el


Código Penal vigente y consiste la conducta punible en inducir en
error a un empleado oficial por cualquier medio fraudulento con
el propósito de obtener sentencia, resolución o acto
administrativo contrario a la ley (…).

Por norma general, el momento consumativo de todo delito


coincide con la realización de la conducta descrita en el verbo
rector y éste en el tipo penal que se analiza es el de “inducir” en
error a un empleado oficial por cualquier medio fraudulento con
el propósito de obtener sentencia o resolución contraria a la ley.
Se requiere entonces, para que la conducta ilícita se considere
consumada, la inducción en error mediante la ejecución de
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Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

ciertos hechos fraudulentos o engañosos, sin que sea


indispensable que se obtenga el resultado esperado que como
todo ingrediente subjetivo no es necesario que se produzca, sino
que exista como propósito orientador en la conciencia del
delincuente.

Corolario de lo anterior, es que el delito de Fraude Procesal, si


bien no exige que se produzca el resultado perseguido por el
agente, sólo debe considerarse consumado, cuando el autor en
desarrollo de su actividad fraudulenta y dolosa, induzca en error
al funcionario y perdura mientras subsista el error, porque la
vulneración del interés jurídico protegido por la norma se
prolonga a través del proceso durante el tiempo en que la
maniobra engañosa siga produciendo sus efectos sobre el
empleado oficial4. De ahí, que para los fines de la prescripción
de la acción penal, el término sólo debe contarse a partir del
último acto de inducción en error, o sea desde cuando la ilícita
conducta ha dejado de producir sus consecuencias y cese la
lesión que por este medio se venía ocasionando a la
administración de justicia.

A partir de esta regla, la Corte consideró equivocado el


planteamiento de la defensa, según el cual el término de
prescripción debe contarse a partir del momento en que se
presentó la demanda ante las autoridades de policía, pues
el engaño siguió surtiendo efectos al interior de ese
proceso.

En 19955 la Corte emitió otro pronunciamiento sobre


esta temática, que resulta trascendente en la medida en que
sirvió de soporte a otras decisiones, tal y como se indica
más adelante. Los hechos analizados en esa oportunidad se

4
Negrillas fuera del texto original.
5
CSJSP, 17 Agos. 1995, Rad. 8968.
14
Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

contraen a un proceso civil de “restitución de bien mueble”,


en el que se indujo en error al funcionario judicial a través
de documentos falsos. Sobre la fecha de consumación del
delito de fraude procesal, la defensa planteó que ello ocurrió
cuando se admitió la respectiva demanda, pues,
simultáneamente, el juez se enteró de la tacha de falsedad y
del inicio de un trámite penal por el supuesto atentado
contra la fe pública. En esa oportunidad la Sala señaló que

En relación con el delito de fraude procesal, es preciso que se


insista en que este hecho punible "surge cuando la actividad
judicial se ve entorpecida por la mendacidad de los sujetos
procesales quienes gracias a la desfiguración de la verdad,
consiguen que la decisión judicial sea errada y por ende, ajena a
la ponderación, equidad y justicia, que es su objetivo primordial"
(Cas. junio 28 de 1994, M.P. Dr. Jorge Enrique Valencia M.). Sin
embargo, se agrega, puede tratarse de un delito cuya consumación
se produzca en el momento histórico preciso en que se induce en
error al empleado oficial, si con ese error se genera más o menos
de manera inmediata la actuación contraria a la ley. Pero si el
error en que se indujo al funcionario, se mantiene durante
el tiempo necesario para producir la decisión final
contraria a la ley cuya finalidad se persigue, y aún con
posterioridad a ésta, si requiere de pasos finales para su
cumplimiento, durante todo ese lapso se incurre en la realización
del tipo y la violación al bien jurídico tutelado, pues durante ese
tiempo se mantiene el fraude a la administración de justicia.

Por ello, "para los fines de la prescripción de la acción penal, el


término sólo debe contarse a partir del último acto de
inducción en error, o sea desde cuando la ilícita conducta ha
dejado de producir sus consecuencias y cesa la lesión que por este
medio se venía ocasionando a la administración de justicia "(C.S.J.

15
Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

Sala de Casación Penal. Sentencia del 27 de junio de 1989. M.P.


Dr. Jorge Carreño Luengas).

Lo anterior, porque aunque el funcionario puede permanecer


indefinidamente en error, al estar convencido que la decisión que
tomó era la jurídicamente viable y la más justa de acuerdo con la
realidad a él presentada, para todos los efectos jurídicos sean
sustanciales o procesales, debe haber un límite a ese error, y
este límite no puede ser otro que la misma ejecutoria de la
resolución o acto administrativo contrario a la ley, cuya
expedición se buscaba, si allí termina la actuación del funcionario,
o con los actos necesarios posteriores para la ejecución de aquélla,
pues de lo contrario, la acción penal se tornaría en imprescriptible,
lo cual riñe con el mandato constitucional al respecto.

Hechas estas precisiones, en relación con el caso que ocupa la


atención de la Sala, resulta pertinente destacar, pues así lo indica
el proceso, que si bien es cierto el Abogado Ramos Palencia indujo
en error al funcionario judicial con la finalidad de obtener fallo
contrario a la ley, en la fecha de la presentación de la respectiva
demanda -junio 28 de 1985, su conducta se prolongó en el tiempo
con nocivos efectos para la administración de justicia, pues no
debe olvidarse que el 4 de julio del mismo año se admitió la
demanda formulada con base en el contrato espurio, se insistió en
mantener en error al funcionario cuando para contestar el
incidente de tacha de falsedad propuesto por la demandada, el
mismo abogado anexó las facturas que a la postre también
resultaron falsificadas en memorial que presentara el 17 de
octubre de 1985 y, por último, luego de practicada la diligencia de
embargo, nada hizo para clarificarle al juez que la realidad fáctica
era distinta a la presentada por él en la demanda, sino que optó
por dejar que el proceso siguiera su curso hasta culminar con la
sentencia proferida el 5 de febrero de 1990, en la cual se accedía
a sus pretensiones como representante judicial de María del
Carmen Pérez de Cárdenas.

16
Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

Si a lo anterior se aúna que con fundamento en la ilegal


determinación tomada por el Juzgado Dieciséis Civil Municipal de
Bogotá, el 29 de marzo de 1990, se dirigió despacho comisorio a
una Inspección de Policía de Turismo del Distrito con el fin de
ejecutar la sentencia, no queda otro camino que concluir que es
desde esta fecha cuando se debe empezar a contar el transcurso
del tiempo para efectos de la pretendida prescripción de la acción
penal, pues aún en ese último trámite procesal el juez actuó
convencido de la legalidad de su decisión, cuando en
verdad el soporte fáctico era distinto de la verdad
procesalmente presentada6.

De esta sentencia, debe resaltarse lo siguiente: (i) tiene


marcada analogía fáctica con el que caso que ahora se
analiza, pues en ambos se trató del engaño a un
funcionario judicial; (ii) la Corte decidió si, en ese caso en
particular, el fraude procesal se consumó con la
presentación de la demanda o cuando se produjo la última
actuación en el respectivo proceso; (iii) este aspecto se
resolvió a la luz de lo establecido en la sentencia del 28 de
junio de 1989, analizada en precedencia; (iv) se reafirmó lo
expresado en aquella oportunidad, en el sentido de que el
delito se mantiene hasta cuando el funcionario permanezca
inmerso en el error pretendido por el sujeto activo; (v) se
hizo hincapié en la necesidad de establecer un límite a “ese
error”, a efectos de establecer, entre otras cosas, el término
de prescripción; y (vi) cuando se hizo alusión a actuaciones
posteriores a la decisión judicial, se aclaró que estas deben
corresponder al mismo proceso, como, en ese caso, el
despacho comisorio dirigido a las autoridades de policía con
el fin de que se ejecutara la sentencia.

6
Negrillas fuera del texto original.
17
Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

En 19967 la Corte emitió otra decisión frente al mismo


tema, en la que se hicieron aclaraciones trascendentes. En
cuanto a los hechos, se trató de acciones fraudulentas al
interior de un proceso judicial de carácter civil. La defensa,
alegó, en esencia, que el término de prescripción debía
contarse desde el momento de la presentación de la
demanda ejecutiva “y que los actos cumplidos por el
funcionario inducido fueron mera permanencia en ese error,
es decir, el resultado de aquél”. Otro de los demandantes y el
delegado del Ministerio Público presentaron posturas
semejantes. En esa oportunidad, la Corte hizo las siguientes
precisiones:

Pues bien; el comportamiento del agente activo del delito en el


fraude procesal es de los que producen la lesión al bien jurídico
amparado por el Estado a partir de un momento dado,
prolongándose esa lesión en el tiempo hasta cuando se pone fin a
la conducta. Es pues, un tipo penal de conducta permanente.

Se inicia con el acto de incoar la pretensión mediante la inducción


en error al funcionario oficial, bien sea que esa pretensión se
mantenga con el único e inicial acto, o con la impulsión del
procedimiento mediante actos posteriores igualmente de
inducción dependientes de las eventualidades
sobrevinientes orientados a la consumación del hecho punible y
que por consiguiente asumen la condición de hitos reiterativos
del iter criminoso, con trascendencia propia para efectos de la
prescripción. La consumación del delito continúa pues, mientras
dura el estado de ilicitud, que no es otro que el de la inducción
ejercida en el funcionario.

Ello se explica porque el fin perseguido por el agente es el logro


de un determinado pronunciamiento del funcionario oficial y,
7
CSJSP, 30 Oct. 1996, Rad. 9134.
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Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

siendo lo común que para arribar a ese objetivo antecedan una


serie de actos tanto de las partes trabadas en la litis
-cuando de estas se trata- como del juez en desarrollo del
procedimiento, resulta evidente la permanencia cronológica de la
conducta ilícita en tanto el funcionario se halle en el error. No a
otra interpretación puede conducir el contexto de la norma
tipificante del delito, el artículo 182 del C.P.

El hecho de que el funcionario oficial víctima del error inducido


cumpla determinados actos en desarrollo del procedimiento a que
está sujeto previos al pronunciamiento finalísticamente perseguido
por el inductor, solo significa que el error está surtiendo su
dañoso efecto, que se completa con la emisión del antedicho
pronunciamiento, conformativo del resultado de la acción. Tal es
la expresión del delito de fraude procesal, como tipo que es de
conducta permanente, por cuya característica prolonga el tiempo
de la acción hasta la producción del resultado.

Por eso ha dicho esta Sala, reiterando su conocido criterio


jurisprudencial en torno al asunto, que "la vulneración al interés
jurídico protegido por la norma se prolonga a través del proceso
durante el tiempo en que la maniobra engañosa siga
produciendo sus efectos sobre el empleado oficial8".

Siendo claro que la lesión del interés jurídico protegido cesa con la
ejecutoria de la providencia fraudulentamente obtenida, se explica
que también la Sala haya precisado en concomitancia con lo
anterior: "De ahí que para los fines de la prescripción de la acción
penal, el término sólo debe contarse a partir del último acto de
inducción en error; o sea desde cuando la ilícita conducta ha
dejado de producir sus consecuencias y cese la lesión que
por este medio se venía ocasionando a la administración de
justicia.". (auto 26 sept. 1995, Rad.8903 M.P.Dr. Páez Velandia).

8
Negrillas fuera del texto original.
19
Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

De esta decisión debe resaltarse lo siguiente: (i) reitera


la tesis adoptada por la Corte en la sentencia del 28 de junio
de 1989; (ii) aclara aun más que cuando se habla de las
consecuencias de la conducta del sujeto activo, como criterio
para establecer el momento de la consumación de la
conducta y el consecuente inicio del término de prescripción,
debe entenderse que se trata de las acaecidas dentro del
respectivo proceso, en la medida en que incidan en el
“empleado oficial” competente para emitir la decisión; y (iii)
todo bajo el entendido de que el proceso conlleva la
realización de plurales actuaciones, organizadas lógicamente,
por lo que es posible que las maniobras engañosas se
difieran a lo largo del trámite.

En el año 20009 la Sala se pronunció frente a una


demanda de revisión que giraba en torno a la prescripción de
la acción penal en un caso de fraude procesal. En el contexto
de un proceso civil (de pertenencia), se planteó que a través
de falsos testigos se hizo incurrir en error al juzgador. En esa
oportunidad reiteró su jurisprudencia sobre el momento de
consumación de este delito, que no es otro que la última
actuación dentro del proceso donde se realizó la conducta
orientada a inducir en error al servidor público competente
para tomar la decisión: Dijo:

Por ello no resulta aceptable la tesis del demandante consistente


en que en el asunto objeto de revisión, el “Iter Criminis” comenzó
con la presentación de la demanda ante el Juzgado 22 Civil del
Circuito de Bogotá, para derivar de allí que con ese solo acto se
agotó la conducta y a partir de allí, septiembre de 1985, empezó
a transcurrir el término de prescripción.
9
CSJSP, 04 de octubre de 2000, Rad. 11210.
20
Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

Para la Sala no hay duda de que las maquinaciones


fraudulentas de los procesados JUAN MANUEL GONZALEZ LEON
y Mercedes Sierra de Murcia se iniciaron el día en que aquél
presentó la demanda de pertenencia ante el Juzgado 22 Civil del
Circuito y que dicha ilicitud se prolongó por todo el tiempo que
duró el proceso hasta el momento en que el Tribunal
Superior de Bogotá desató el grado jurisdiccional de
consulta10 a que fue sometido el fallo del a quo, mediante el cual
confirmó la decisión de declarar “que Mercedes Sierra de Murcia
adquirió por prescripción ordinaria el predio ubicado en la
carrera 6ª No 27-38, 27-38ª. 27-42 y 27-46 de esta ciudad, con
matrícula inmobiliaria No 050-0301716, cuya especificación y
linderos quedaron consignados en esta providencia” (fls 115 al
123 C. O).

Fue hasta esa fecha, Octubre 20 de 1989, cuando quedó


ejecutoriada la sentencia del Tribunal, que los funcionarios
judiciales permanecieron en el error porque estaban convencidos
que la decisión se ajustaba a derecho; de otro modo, no la
habrían confirmado. Dicho de otra manera, de haber
desaparecido la lesión de la que fue objeto la administración de
justicia no se habría llegado al punto de declarar, mediante
sentencia en firme, la adquisición por prescripción el inmueble de
marras, por parte de la procesada Leonor Sierra de Murcia.

Varios han sido los pronunciamientos que en ese sentido ha


efectuado la Sala, respecto del momento en que se debe empezar
a contabilizar el término de prescripción en el delito de Fraude
Procesal. Uno de ellos, es del siguiente tenor:

“…El delito de Fraude Procesal, si bien no exige que se produzca


el resultado perseguido por el agente, sólo debe considerarse
consumado, cuando el autor en desarrollo de su actividad
fraudulenta y dolosa, induzca en error al funcionario y perdura
10
Negrillas fuera del texto original.
21
Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

mientras subsista el error, porque la vulneración al interés


jurídico protegido por la norma se prolonga a través del proceso
durante el tiempo en que la maniobra engañosa siga produciendo
sus efectos sobre el empleado oficial. De ahí, que para los fines
de la prescripción de la acción penal, el término sólo debe
contarse a partir del último acto de inducción en error, o sea
desde cuando la ilícita conducta ha dejado de producir sus
consecuencias y cese la lesión que por este medio se venía
ocasionando a la administración de justicia”. (Sentencia del 27
de junio de 1989, M. P., Dr Jorge Carreño Luengas).

Y, en providencia un poco más reciente se dijo:

“El hecho de que el funcionario oficial víctima del error inducido


cumpla determinados actos en desarrollo del procedimiento a que
está sujeto previos al procedimiento finalísticamente perseguido
por el inductor, solo significa que el error está surtiendo su
dañoso efecto, que se completa con la emisión del antedicho
pronunciamiento, conformativo del resultado de la acción. Tal es
la expresión del delito de fraude procesal, como tipo que es de
conducta permanente, por cuya característica prolonga el tiempo
de la acción hasta la producción del resultado.

“Por eso ha dicho esta Sala, reiterando su conocido


criterio jurisprudencial en torno al asunto, que ‘la
vulneración al interés jurídico protegido por la norma se
prolonga a través del proceso durante el tiempo en que la
maniobra engañosa siga produciendo sus efectos sobre el
empleado oficial’

“Siendo claro que la lesión al interés jurídico protegido


cesa con la ejecutoria de la providencia fraudulentamente
obtenida, se explica que también la Sala haya precisado
en concomitancia con lo anterior: ‘De ahí que para los
fines de la prescripción de la acción penal, el término sólo
debe contarse a partir del último acto de inducción en
22
Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

error; o sea desde cuando la ilícita conducta ha dejado de


producir sus consecuencias y cese la lesión que por este
medio se venía ocasionando a la administración de
justicia…’.” (Sentencia del 30 de octubre del 1996, M.P., Dr
Dídimo Páez Velandia).

Esta decisión sirvió de referencia a otras, en las que se


analizó lo atinente a la consumación y el agotamiento del
delito de fraude procesal. Por ejemplo, en el fallo CSJSP, 02
Sep. 2002, Rad. 17703, a la luz de este precedente y en el
contexto de una conducta llevada a cabo en un proceso
judicial, se resaltó que se trata de

[u]n tipo de mera conducta en razón a que se perfecciona cuando


se logra la inducción en error del servidor público por medios
engañosos o artificiosos idóneos y sus efectos se prolongaran en
el tiempo en tanto perviva el estado de error y se obtenga la
decisión pretendida, aun después si se necesita para su
ejecución de actos posteriores. Es decir, no requiere el logro de la
decisión anhelada, sentencia, resolución o acto administrativo
ilegal que de producirse configuraría su agotamiento11.

En el año 2008 la Corte emitió un fallo relevante frente


al tema objeto de análisis, sobre una base fáctica que tiene
diferencias notorias con las consideradas en las decisiones
atrás relacionadas. En esa oportunidad, se analizó el caso de
un funcionario que, con documentos falsos, tramitó la
pensión ante una autoridad administrativa (Fondo de
Previsión Social del Congreso de la República). Producto de
ese engaño, esa entidad no solo reconoció la pensión, sino
que, además, dispuso mes a mes el pago de la acreencia y

11
Negrillas fuera del texto original.
23
Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

resolvió, en su momento, las respectivas solicitudes de


reajuste. En esa oportunidad, la defensa pretendía que se
decretara la prescripción de la acción penal, bajo el
argumento de que el delito se consumó una vez quedó
ejecutoriada la decisión a través de la cual se reconoció la
prestación periódica.

Como el impugnante trajo a colación varias decisiones


de esta Corporación, la Sala hizo un recorrido por sus
propias decisiones y, a la luz de la jurisprudencia vigente
para ese entonces, que no fue modificada, sino
complementada, en cuanto se generó una sub-regla
específica para la referida variable fáctica (la decisión
estaba en firme, pero la entidad tenía que resolver
periódicamente sobre el pago de las mesadas), reiteró que el
término de prescripción se contabiliza a partir del último
acto orientado a hacer incurrir en error al servidor público
competente para tomar la respetiva decisión. En todo caso,
aclaró que se trata de actuaciones dentro del trámite o
proceso en cuyo contexto se realizó la conducta típica, y que
ello había ocurrido en ese caso, toda vez que:

a) José Ignacio Castañeda Neira presentó solicitud con el fin de


que le fuera reconocida y, por ende, pagada una prestación
periódica: su pensión de jubilación, para lo cual aportó
certificaciones con las que acreditaba el tiempo de servicio
necesario para ese fin. Unas de ellas, las relativas a su
desempeño en el cargo de Secretario del Concejo Municipal de
Jenesano, resultaron ser apócrifas.

El Fondo de Previsión Social del Congreso de la República, con


base en esos documentos y al encontrar acreditadas las
24
Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

condiciones legales, dictó la resolución 633 del 19 de diciembre


de 1988 por la cual “reconoce y paga una pensión mensual
vitalicia de jubilación”. En la parte resolutiva dispuso, entre otras
cosas, (i) reconocer a su favor el derecho a disfrutar de una
pensión mensual vitalicia de jubilación en cuantía de $
195.323,59; (ii) que el Fondo pagaría al interesado esa suma de
dinero, y (ii) que las operaciones de orden contable a que hubiere
lugar serían efectuadas por la Oficina de Planeación y Sistemas
de esta entidad, así como los reajustes de ley a que tenga
derecho.

La maniobra engañosa ejercida sobre esa autoridad inició su


consumación con la presentación del documento apócrifo, con la
cual se indujo en error al servidor, que tuvo como legal, válido y
ajustado a la realidad la información allí contenida, y, contrario a
lo afirmado por el recurrente, ese ardid no finalizó con la
expedición del acto administrativo del 19 de diciembre de
1988, porque:

El acto cuya expedición se pretendía no era de simple


reconocimiento de pensión, sino de reconocimiento y pago
de la misma en forma periódica (mensualmente), mesada
que fue cobrada por el procesado incluso hasta la fecha en
que se profirieron los fallos de instancia. Ese pago mensual,
aunque tiene en cuenta cuotas partes de otras entidades, está a
cargo de la misma autoridad, quien es la que luego repite en
contra de aquellas.

b) De manera pues que el Fondo de Previsión Social, esto es, la


misma autoridad ante la que se inició el ardid, continúa
engañada, tanto que mes a mes sigue pagando la mesada
pensional, confiada en que su beneficiario cumple con los
presupuestos legales para ser merecedor de ella. Es claro que
de haberse percatado del engaño al que fue inducida
habría podido suspender los pagos y revocar, con las
formalidades que exige la ley, su acto administrativo.
25
Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

c) La administración tiene la facultad legal de revocar su propio


acto en cualquier tiempo, acudiendo a la figura de la revocatoria
directa contenida en el Código Contencioso Administrativo
(artículos 69 y 73), es decir, por ser evidente que el acto ocurrió
por medios ilegales. Esa posibilidad de revocatoria,
concretamente tratándose de pensiones reconocidas
irregularmente, la asintió el legislador de 2003 en la Ley 797
(artículo 19), y le impuso, además, un deber de verificación
oficiosa sobre el cumplimento de los requisitos necesarios para la
adquisición del derecho correspondiente.

Por consiguiente, la inducción en error se mantuvo en


tanto la administración ni siquiera hizo uso del
mecanismo de la revocatoria directa.

Varios años después (CSJSP, 18 Marzo 2009, Rad.


27710) la Sala introdujo algunas modificaciones relevantes
al desarrollo jurisprudencial atrás indicado. En esa
oportunidad, se declaró probado que el procesado, con el
ánimo de defraudar los derechos de su compañera frente a
un automotor adquirido durante su convivencia, simuló
ante las autoridades de tránsito la venta del mismo a uno
de sus hermanos y, luego, ante la autoridad judicial que
tenía a cargo la liquidación de la referida sociedad, hizo
valer esa situación. Según la defensa, el delito de fraude
procesal se consumó cuando se terminó el trámite de
registro ante la autoridad de tránsito. La Sala desestimó
estos argumentos, principalmente porque el censor no tuvo
en cuenta que la conducta del procesado se extendió hasta
el trámite judicial. Agregó que si se aceptara, para la
discusión, que el fraude procesal acaeció solo en el trámite
administrativo, debía admitirse que su consumación se
26
Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

extendió hasta cuando permaneció la anotación obtenida


irregularmente, sin perjuicio de considerar que la acusación
constituye un hito ineludible para calcular el término de
prescripción.

Para arribar a dicha conclusión, retomó sus propios


precedentes, especialmente la decisión 28562 de 2008, para
concluir que los “efectos jurídicos” del fraude se
extendieron hasta que se ordenó la cancelación del referido
registro, lo que ocurrió en la resolución a través de la cual
se calificó el mérito del sumario. Además de referirse a la
reglamentación del registro de vehículos, hizo hincapié en la
posibilidad de que la administración acudiera a la
revocatoria directa para corregir los efectos del engaño
generado por el sujeto activo. Dijo:

Entonces, de acuerdo con lo señalado en precedencia, es claro


que la inscripción en el Registro Terrestre Automotor, como se
denominaba para la época de los hechos o, ahora, en el Registro
Nacional Automotor de un acto que afecte la situación jurídica de
un vehículo, tendrá consecuencias mientras no se proceda a su
modificación o cancelación.

Por consiguiente, como en el caso particular se tiene que hasta al


momento de calificar el mérito del sumario, es decir, el 20 de
noviembre de 2003, se decidió “ordenar la cancelación del
registro fraudulento del automotor hecho en la oficina de
tránsito”12, lo cual se vino a concretar el 15 de diciembre de 2005
a través de la Resolución No. 454 de la Secretaría de Tránsito de
Cali13, de allí se sigue que los efectos de la maniobra engañosa

12
Cfr. folio 201 del cuaderno del sumario.
13
Cfr. folios 440 y 441 del cuaderno de la causa.
27
Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

del traspaso a Jairo Ramírez Rodríguez perduraron hasta aquélla


época.

Así, es evidente que en esta parte de la decisión 14 la


Sala asume una postura diferente sobre lo que debe
entenderse por “efectos jurídicos de la conducta”, como
parámetro para establecer la consumación del delito de
fraude procesal y el consecuente inicio del término de
prescripción, pues ya no los limitó, como lo hizo antes, a lo
acaecido dentro del proceso donde el sujeto activo hizo
incurrir en error al servidor público, sino que los extendió al
tiempo de duración de las consecuencias de la decisión
contraria a la ley. Cabe reiterar que esta decisión tuvo como
soporte determinante el fallo 28562 de 2008, y que en este
se hizo énfasis en que la consumación del delito se extendió
en el tiempo porque la entidad engañada tenía que emitir
decisiones periódicas, correspondientes a cada mesada
pensional y a las solicitudes de actualización.

Esta postura fue reiterada en la decisión CSJAP, 08


Jul. 2015, Rad. 46204, donde se analizó el caso del registro
de un inmueble en la respectiva dependencia pública, para
lo que se falsificó un poder. La defensa alegó que la
conducta se consumó cuando se terminó el trámite ante la
Oficina de Registro, parámetro a partir del cual había
operado la prescripción de la acción penal. Este argumento
fue desestimado, porque las consecuencias de la conducta
punible se extendieron mucho más allá. La Corte señaló
que

14
Recuérdese que la razón principal del fallo es que el sujeto activo también realizó
maniobras fraudulentas en el proceso judicial.
28
Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

De manera bastante conveniente el recurrente busca acomodar a


su pretensión los hechos y, entonces, sin explicar por qué parte
de ese momento, de buenas a primeras advierte que la
consumación del delito se remite al mes de agosto de 2002 y,
entonces, computa 8 años, término máximo establecido por la ley
para el delito de fraude procesal, que desde luego se cumplen
antes de ejecutoriarse la resolución de acusación –ocho de agosto
de 2011-.

Sucede, empero, que los hechos no corresponden a la visión


ofrecida por el demandante, quien desconoce la condición de
delito permanente bajo la cual se rotula el fraude procesal, por
cuyo efecto, no es en el instante en que se registraron las
escrituras espurias en la correspondiente oficina, que deben
entenderse materializados los dos punible atribuidos a ambos
acusados, sino cuando estas conductas dejaron de producir
efectos, asunto que se remite, cuando más, a fecha reciente,
pues, el expediente informa que pese a varias solicitudes de la
Fiscalía, no fue posible que los registros en cuestión fueran
cancelados.

Incluso, lo que aquí se anota fue puntualmente expuesto por el


Fiscal en la resolución del 6 de octubre de 2010 que, durante el
trámite de instrucción, resolvió la prescripción propuesta por el
defensor –mismo profesional que presentó la demanda de
casación-, advirtiendo cómo los registros fraudulentos no habían
sido cancelados para ese momento, razón por la cual seguía
produciendo efectos el delito permanente.

Por las mismas razones, fueron desestimados los


argumentos planteados en una acción de revisión, en un
caso de fraude procesal cometido en una dependencia de

29
Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

tránsito (CSJSP, 11 Oct. 2017, Rad. 49517), donde se


resaltó que

[d]e acuerdo con el aludido criterio jurisprudencial15, en el delito de


fraude procesal la lesión del bien jurídico tutelado se prolonga
durante todo el tiempo en el que la autoridad se mantenga en el
error y aun después si se llevan a cabo actos de ejecución y
consumativos de ese proceder. En palabras de la Sala:

Si bien no se exige la producción del resultado perseguido, se


entiende consumada cuando el agente, de manera fraudulenta,
induce en error al servidor. No obstante, perdura mientras dura el
estado de ilicitud y aun con posterioridad si se requiere de pasos
finales para su cumplimiento.

El carácter permanente del delito implica, entonces, que la lesión al


bien jurídico tutelado se prolonga durante todo el tiempo en el que la
autoridad se mantenga en el error y aun después si se requiere de
actos de ejecución.

Ahora, en lo que toca con la prescripción, la jurisprudencia ha


aclarado que ese término no empieza a contarse, no a partir de la
firmeza del acto administrativo, este caso, sino del último acto de
inducción en error, entendiendo éste no como aquel momento
histórico en el que el servidor público dictó el acto contrario a la ley
-cuando ello alcanza a materializarse- sino hasta cuando la ilícita
conducta ha dejado de producir sus consecuencias y cese, en
consecuencia, la lesión que por ese medio se venía ocasionando a la
administración16(subrayado ajeno al texto).

Acorde con lo anterior, si el fraude procesal se remonta, conforme a


la situación fáctica precisada en la acusación y acogida en las
instancias, a la presentación el 3 de abril de 2003 de documentos
falsos ante la Secretaria de Tránsito y Transporte de Mosquera
(Cundinamarca), con el fin de registrar la propiedad del vehículo
objeto del debate en favor de la empresa del señor Jaime Jaramillo

15
Providencia del 17 de agosto de 1995, radicado 8968, reiterada en la
sentencia del 18 de junio de 20008, radicado 28.562, y la providencia
del 4 de julio de 1989, radicado 3268.
16
Ver, entre otros, la providencia del 4 de julio de 1989 (radicado
3268) y el fallo del 18 de junio de 2008, ya citado.
30
Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

Gutiérrez y obtener la respectiva tarjeta, sin que con posterioridad a


ese acto el acusado incurriera en otra acción para mantener el error
al aludido funcionario de administrativo, hasta cuando el 26 de
enero de 2005 la Fiscalía ordenó la cancelación del respectivo,
deviene indiscutible que con sujeción a la línea jurisprudencial los
efectos de ese delito cesaron en esa última fecha, antes de que se
emitiera y quedara en firme la resolución de acusación (el 20 de
enero de 2009).

Sin embargo, debe advertirse que esta postura no ha


sido pacífica. En efecto, recientemente (CSJSP, 05 Oct.
2016, Rad. 48804), la Sala tomó una decisión diferente
frente a unos hechos análogos a los estudiados en los
últimos proveídos relacionados, pues daban cuenta del
registro de un inmueble logrado a partir de la utilización de
decisiones judiciales falsas 17. Por su importancia para el
presente análisis, resulta necesario trascribir los
argumentos expuestos en esa oportunidad:

Los hechos que dieron origen a la acusación por el delito de fraude


procesal en concurso homogéneo se vinculan con el acto de
inscripción en la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos de
Bogotá Zona Centro de las sentencias falsas de 7 de julio y 12 de
diciembre de 1997, llevado a cabo el día 20 de diciembre de 2001,
y el acto de inscripción en la misma oficina de la escritura pública
669 de 21 de marzo de 2002, realizado el 12 de abril de 2002.

2. La prescripción de la acción penal en asuntos regidos por la


Ley 600 de 2000, como el que se estudia, opera en un término
igual al máximo de la pena privativa de la libertad fijada para el
delito por el que se procede, contados a partir de su

17
No se trató de un fraude ocurrido en un trámite judicial, precisamente porque se
estableció que las sentencias nunca existieron –eran falsas- y fueron utilizadas para
hacer incurrir en error a los funcionarios de la Oficina de Registro.
31
Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

consumación. Y en la mitad de ese término cuando media


resolución de acusación en firme, contabilizados a partir de su
ejecutoria, sin que en ningún caso pueda ser inferior de cinco (5)
años.18

3. El delito de fraude procesal, para la fecha en que sucedieron


los hechos (20 de diciembre de 2001 y 12 de abril de 2002), se
encontraba sancionado con pena privativa de la libertad de 4 a 8
años de prisión, según se establece del contenido original del
artículo 453 del Código Penal, antes de la modificación
introducida por el artículo 11 de la Ley 890 de 2004, que la fijó
entre 6 y 12 años, siendo por tanto la primera de las referidas
penas la llamada a regular el caso, en virtud del principio de
legalidad,.

4. Esto significa que el término de prescripción para este delito,


en la instrucción, es de ocho (8) años, contabilizados a partir de
su consumación, y en la fase del juicio, de cinco (5) años,
contados a partir de la ejecutoria de la resolución de acusación.
Los hechos, como ya se dijo, ocurrieron en los meses de
diciembre de 2001 y abril de 2002, cuando se materializó el
registro fraudulento de los actos de adquisición y venta. Y
la acusación causó ejecutoria el 8 de noviembre de 2010,
después de haber sido debidamente notificada a los sujetos
procesales, exigencia que se imponía en virtud de lo dispuesto en
el artículo 176 inciso segundo del estatuto procesal (CSJ, SP, 6
de julio de 2006, casación 25156; CSJ, AP, 16 de febrero de
2012, revisión 35306, entre otras).

5. Realizados los cómputos respectivos, se establece que cuando


la Unidad de Fiscalía Delegada ante el Tribunal de Bogotá acusó
a PRISCILA POLONIA GUEVARA CHÁVEZ por el delito de fraude
procesal en concurso homogéneo, y confirmó la acusación

18
Artículos 80 y 86 del Decreto 100 de 1980 y 83 y 86 de la Ley 599 de 2000.
32
Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

dictada por el fiscal de primera instancia contra de los otros


procesados, la acción penal ya estaba prescrita, como quiera que
habían transcurrido más de ocho (8) años desde la consumación
de los delitos. Y que cuando el Tribunal dictó la sentencia de
segunda instancia, el término de prescripción para la fase del
juicio, que es de cinco (5) años, también había transcurrido, pues
la acusación causó firmeza el 8 de noviembre de 2010 y la
sentencia fue dictada el 5 de abril de 2016.

6. Dado que el fenómeno prescriptivo, de acuerdo a lo que se ha


dejado visto, se consolidó antes de haberse dictado la sentencia
de segunda instancia, y esto afecta su legalidad, la Sala la
casará parcialmente y en su lugar declarará la prescripción de la
acción y cesará todo procedimiento en contra de los acusados
por el referido delito. Consecuentemente, declarará la
prescripción de la acción civil, de conformidad con lo dispuesto
en el artículo 98 del Código Penal, y se abstendrá de
pronunciarse sobre la demanda de casación presentada por la
apoderada de la parte civil por ausencia de objeto.

7. Como se advierte que la fiscalía, en decisiones de 9 de


noviembre y 2 de diciembre de 2005, dispuso la nulidad de
las escrituras 3217 de 21 de diciembre de 2001 y 669 de
21 de marzo de 2002, al igual que la cancelación de los
registros fraudulentos realizados en la Oficina de
Instrumentos Públicos19, la Sala se abstiene de tomar
decisiones al respecto.

Resulta fácil advertir que los “efectos” de la conducta


ilícita se extendieron hasta el nueve de noviembre de 2005,
cuando la Fiscalía ordenó la cancelación de los registros.
Sin embargo, la Corte estimó que el delito de fraude
procesal se consumó entre diciembre de 2001 y abril de
2002, “cuando se materializó el registro fraudulento de los

19
Negrillas fuera del texto original
33
Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

actos de adquisición y venta”. A la luz de esa interpretación,


declaró prescrita la acción penal y dispuso la cesación del
procedimiento.

En el presente caso, la interpretación sostenida en las


decisiones 27710 de 2009, 46204 de 2015 y 49517 de 2017
fue tenida en cuenta por el Juzgado y el Tribunal para
negar la solicitud de prescripción que, en su momento,
presentó la defensa. La Sala debe resaltar que estos
precedentes, además de su falta de uniformidad, no tienen
la suficiente analogía fáctica con los hechos del presente
juicio, en esencia, porque en esas decisiones se hizo alusión
a trámites adelantados ante autoridades administrativas, lo
que, incluso, permitió traer a colación la posibilidad de la
revocatoria directa, trámite impensable, bajo cualquier
ropaje jurídico, luego de que la decisión judicial queda
ejecutoriada.

Como quiera que el presente asunto tiene que ver con


actuaciones surtidas en un trámite judicial, caracterizado
por la delimitación precisa de su inicio y finalización, y en el
que, por regla general, no son viables decisiones periódicas
(como en el caso de las mesadas pensionales), o la
posibilidad de que la autoridad pueda, en cualquier
momento y por iniciativa propia, revocar la decisión cuando
la misma ha quedado en firme, la Sala hará énfasis en las
reglas orientadas a establecer el momento de la
consumación del delito de fraude procesal en este tipo de
asuntos, y el consecuente cálculo del término de
prescripción. Ello, por obvias razones, no implica un
pronunciamiento sobre las reglas jurisprudenciales
34
Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

atinentes a realidades fácticas disímiles, como las descritas


en precedencia.

Según se indicó en otro apartado, en diversas


oportunidades (8968 de 1995, 9134 de 1996 y 11210 de
2000, entre otras) la Sala ha precisado que cuando el
fraude procesal ocurre en un trámite judicial, la
consumación tiene como hitos relevantes la ejecutoria de la
providencia, salvo que se requieran actos posteriores para
su ejecución (como en el caso donde se estimó que la
consumación del delito ocurrió cuando el juez sobre quien
recayó el engaño libró un despacho comisorio, orientado a la
materialización de la decisión). Ello, sin perjuicio de que la
consumación del delito ocurra en una etapa inicial o
intermedia de la actuación, lo que deberá evaluarse caso a
caso.

En esta oportunidad, la Sala reafirma esa postura


hermenéutica frente a los delitos de fraude procesal
ocurridos en trámites judiciales, porque la misma resulta
ajustada al ordenamiento jurídico, básicamente por las
siguientes razones:

Primero. Si se tiene en cuenta la denominación


jurídica, así como los elementos del tipo consagrado en el
artículo 453 del Código Penal, es claro que: (i) la conducta
debe realizarse en un proceso, independientemente de su
naturaleza; (ii) la misma consiste en realizar maniobras
fraudulentas para hacer incurrir en error al funcionario; (iii)
con el propósito de que profiera una sentencia, resolución o

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Alcides Vargas Romero

acto administrativo contrario a la ley; (iv) dichas maniobras


deben ser idóneas para propiciar el error 20; y (iv) bajo el
entendido de que el bien jurídico protegido es la “recta y
eficaz administración de justicia”.

Segundo. El proceso, según el sentido natural de la


palabra, entraña un “conjunto de fases sucesivas”. En el
ámbito judicial, las mismas están orientadas a que un juez
resuelva una controversia o tome una determinada
decisión. Por tanto, es probable que el engaño a que es
sometido el servidor público, con la finalidad atrás indicada,
se extienda a lo largo del trámite, como bien lo ha precisado
la jurisprudencia analizada en otros apartados.

Tercero. Los trámites judiciales se caracterizan por la


regulación legal de su inicio y finalización. Por regla general,
el proceso termina cuando la decisión que resuelve la Litis
queda ejecutoriada, salvo que deban tomarse decisiones
orientadas a su materialización, como en los casos referidos
en precedencia21. Una vez finiquitado el trámite, por regla
general el juez no está habilitado legalmente para modificar
sus decisiones, sin perjuicio de que, excepcionalmente,
puedan iniciarse otros “procesos” orientados a cuestionar
la decisión judicial, como sucede con la acción de tutela y la
acción de revisión. De otra manera, la seguridad jurídica
sería un bien jurídico de difícil materialización.

20
CSJSP, 02 Sep. 2002, Rad. 17703, entre otras.
21
En casa caso debe evaluarse si esas actuaciones o decisiones posteriores hacen
parte del mismo proceso, o si son producto de otras maniobras engañosas del sujeto
activo, en trámites diferentes, lo que podría dar lugar a un concurso de conductas
punibles.
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Alcides Vargas Romero

Cuarto. Es posible que una vez finalizado el proceso


dentro del que se llevó a cabo la conducta ilegal, los efectos
del delito se extiendan en el tiempo, lo que puede suceder
prácticamente con cualquier conducta punible, según se
indicó en el numeral 5.1. Ahora bien, aunque los “efectos
permanentes” del delito no liberan al Estado de adelantar la
actuación penal en los tiempos establecidos por el
legislador, el mismo ordenamiento jurídico le otorga
mecanismos para evitar que esos efectos o consecuencias se
perpetúen, incluso cuando ha operado el fenómeno jurídico
de la prescripción (ídem).

Y, quinto. Si se tiene en cuenta que la prescripción


constituye una garantía para el ciudadano, que se erige en
un límite para el ejercicio de la potestad sancionatoria del
Estado (5.2.), no son admisibles los criterios interpretativos
que, finalmente, conduzcan a la imprescriptibilidad de la
acción penal, lo que bien puede suceder, por ejemplo, si se
confunde la prolongación de los efectos o las consecuencias
del delito, con la consumación del mismo.

5.4. El caso sometido a conocimiento de la sala

Según se indicó en los anteriores apartados, es claro


que está prescrita la acción penal frente a las actuaciones
realizadas por ALCIDES VARGAS ROMERO ante el Notario
61 del Círculo de Bogotá, orientadas a la transferencia
simulada del ya referido inmueble, pues esa acción se llevó
a cabo en el año 2000 y fue reversada en el año siguiente, lo
que hizo que cesaran los efectos de la acción ilegal. Así,

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Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

incluso a la luz de la postura más radical frente al término


de prescripción en estos casos, es claro que para cuando
quedó en firme la resolución de acusación habían
transcurrido alrededor de 12 años luego de la consumación
del delito, lo que supera ampliamente el monto máximo de
la pena prevista para el punible de fraude procesal para ese
entonces (8 años), que debe tenerse como referente para
establecer la materialización de este fenómeno jurídico,
según lo establecido en el artículo 83 del Código Penal.

En cuanto al trámite surtido ante el Juzgado Quinto


Civil de Bogotá, se tiene lo siguiente: (i) la demanda fue
presentada el 16 de julio de 2001; (ii) el 25 de julio siguiente
se libró el respectivo mandamiento de pago; (iii) luego de
decretadas y materializadas las medidas cautelares, el 27
de septiembre de 2002 se dispuso el respectivo remate; (iv)
el 27 de febrero de 2003, luego de un intento fallido, se llevó
a cabo el remate del bien, que fue aprobado mediante auto
del 17 de marzo siguiente; (v) el 10 de abril del mismo año
el Juzgado aclaró algo concerniente a la identidad del
demandante y el rematante; (vi) el 11 de agosto de 2003 se
hicieron algunas aclaraciones al acta de remate, atinentes a
la identificación del inmueble; y (vii) el 30 de septiembre del
mismo se hicieron algunas aclaraciones sobre este último
aspecto.

Lo expuesto en el anterior párrafo no ha sido objeto de


discusión. De hecho, el Tribunal, al resolver el recurso de
apelación interpuesto en contra del auto a través del cual se

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Alcides Vargas Romero

denegó la solicitud de preclusión, resaltó que ello no era


procedente porque

[n]o obra en la actuación constancia de que el Juez 5º Civil


Municipal de Bogotá o alguna otra autoridad judicial haya
reversado el remate y adjudicación del bien (…) para reintegrarlo
al patrimonio de Alcides Vargas Romero y así pueda hacer parte
del haber social de la sociedad marital de hecho (…). Es decir, la
consumación del fraude procesal investigado aún subsiste en la
actualidad, puesto que el bien continúa en cabeza de tercero a
quien fue adjudicado y por ende, la actividad que la Fiscalía
considera como engañosa sigue produciendo sus efectos
adversos.

Claramente se advierte que el Tribunal extendió la


consumación del fraude hasta las consecuencias de la
conducta, cuando ya se había agotado completamente la
posibilidad de intervención del funcionario.

De otro lado, aunque la acusación y la condena no se


emitieron por actuaciones irregulares al interior del proceso
promovido por la señora Gil Ruiz ante la Jurisdicción de
Familia, es del caso aclarar que esa actuación se terminó el
21 de agosto de 2003, con la decisión emitida por el
Tribunal Superior de esta ciudad frente al trabajo de
partición aprobado en primera instancia mediante
sentencia del 11 de diciembre de 2002.

En todo caso, es claro que el delito por el que se


emitieron la acusación y la condena se consumó antes del
2004, año en que entró en vigencia la citada Ley 890.

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Casación No. 53066
Alcides Vargas Romero

En consecuencia, según se indicó en la primera parte


de este proveído, el término de prescripción para la etapa de
investigación era de ocho años (pena máxima asignada para
ese delito), el que se venció en el año 2011, mucho antes de
que se emitiera la resolución de acusación (23 de enero de
2013). El mismo fenómeno se presentó durante el
juzgamiento, toda vez que el término de prescripción para
esta fase procesal era de cinco año, contados a partir de la
resolución de la ejecutoria de la resolución de acusación (23
de enero de 2013), el que se venció el 24 de enero de 2018,
antes del fallo de segundo grado (13 de marzo de 2018).

Así, la Sala emitirá las siguientes decisiones: (i) casará


parcialmente y de oficio el fallo impugnado; (ii) declarará
prescrita la acción penal, por el delito objeto de acusación y
condena; (iii) al tenor de lo dispuesto en el artículo 98 del
Código Penal, tomará la misma decisión frente a la acción
civil; (iv) ordenará la libertad inmediata de los procesados y
dispondrá la cancelación de las órdenes de captura que
estuvieren vigentes, emitidas a raíz de estos hechos; y (v) se
abstendrá de pronunciarse frente a la demanda de
casación, por las razones indicadas en la primera parte de
este proveído.

En mérito de lo expuesto, LA CORTE SUPREMA DE


JUSTICIA, SALA DE CASACIÓN PENAL, administrando
justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley,

RESUELVE

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Alcides Vargas Romero

Primero: CASAR parcialmente y de oficio el fallo


impugnado.

Segundo: Declarar prescrita la acción penal por el


delito de fraude procesal.

Tercero: Cesar todo procedimiento en contra de los


acusados ALCIDES VARGAS ROMERO y JOSÉ JULIO
RUÍZ.

Cuarto: Ordenar la libertad inmediata de los


procesados ALCIDES VARGAS ROMERO y JOSÉ JULIO
RUÍZ, así como la cancelación de las órdenes de captura
emitidas a raíz de estos hechos.

Quinto: Declarar prescrita la acción civil.

Sexto: Abstenerse de pronunciarse sobre la demanda


de casación presentada por el apoderado de los procesados.

Contra esta decisión no proceden recursos

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LUIS ANTONIO HERNÁNDEZ BARBOSA

JOSÉ FRANCISCO ACUÑA VIZCAYA

JOSÉ LUIS BARCELÓ CAMACHO

FERNANDO ALBERTO CASTRO CABALLERO

EUGENIO FERNÁNDEZ CARLIER

EYDER PATIÑO CABRERA

PATRICIA SALAZAR CUÉLLAR

LUIS GUILLERMO SALAZAR OTERO

NUBIA YOLANDA NOVA GARCÍA


Secretaria

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