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ANALISIS SENTENCIA C-233 DE 2021

KATYA NUÑEZ MORON

Ponencia, de autoría de la magistrada DIANA FAJARDO RIVERA

Demanda de inconstitucionalidad contra el Artículo 106 de la Ley 599 de 2000,


“por la cual se expide el Código Penal”, El Cual Dice “ARTÍCULO 106. HOMICIDIO
POR PIEDAD. El que matare a otro por piedad, para poner fin a intensos
sufrimientos provenientes de lesión corporal o enfermedad grave e incurable,
incurrirá en prisión de dieciséis (16) a cincuenta y cuatro (54) meses.”

La demanda en contra de la norma del Código Penal fue admitida respecto de tres
cargos por la violación o desconocimiento de los artículos 11, 12 y 16 de la
Constitución: derecho a la vida digna, prohibición a no ser sometido a tratos y
penas crueles, inhumanas y degradantes y libre desarrollo de la personalidad.

PROBLEMA JURIDICO

De la demanda surge un problema jurídico de fondo complejo, que consiste en


establecer si el artículo 106 del Código Penal, que prevé el delito de homicidio por
piedad, desconoce la dignidad humana, en sus dimensiones de vivir como se
quiera o respeto por la autonomía del ser humano y vivir bien, o garantía a la
integridad física y moral del ser humano.

De acuerdo con esta nueva decisión, el artículo 106 del Código Penal (Ley 599 de
2000), el cual consagra el tipo penal de homicidio por piedad, es exequible en el
entendido de que “no se incurre en el delito de homicidio por piedad, cuando la
conducta: a) sea efectuada por un médico, b) sea realizada con el consentimiento
libre e informado, previo o posterior al diagnóstico, del sujeto pasivo del acto, y
siempre que, c) el paciente padezca un intenso sufrimiento físico o psíquico,
proveniente de lesión corporal o enfermedad grave e incurable”.

Recordemos que la decisión paradigmática sobre este tema es la sentencia C-239


de 1997, con ponencia del magistrado Carlos Gaviria Díaz, en la que la Corte
declaró la exequibilidad condicionada del mismo tipo penal del antiguo Código
Penal (Decreto 100 de 1980). En dicha oportunidad la Sala condicionó la
exequibilidad de la norma en el entendido que “en el caso de los enfermos
terminales en que concurra la voluntad libre del sujeto pasivo del acto no podrá
derivarse responsabilidad para el médico autor, pues la conducta está justificada”.

De acuerdo con el Magistrado Lizarazo, la ampliación del condicionamiento para la


exequibilidad de la norma que hace la nueva sentencia parte de recoger el
desarrollo que ha hecho la Corte sobre el derecho a morir dignamente desde
1997, y busca facilitar el acceso a la eutanasia teniendo en cuenta las barreras
que existen para acceder a ella como consecuencia de la negativa del Congreso
para regularla.

Para la Corporación, “en el marco del respeto por la dignidad humana, no puede
obligarse a una persona a seguir viviendo, cuando padece una enfermedad grave
e incurable que le produce intensos sufrimientos, y ha adoptado la decisión
autónoma de terminar su existencia ante condiciones que considera incompatibles
con su concepción de una vida digna”.

La Corte planteó tres consideraciones en torno a este debate:

- Existen barreras para su ejercicio que resultan irrazonables y desproporcionadas,


entre las que se destaca la inexistencia de una regulación integral con jerarquía
legal”.

- A pesar de que en el Congreso se ha iniciado el trámite de distintos proyectos


con esta finalidad, ninguno ha sido aprobado, lo que comporta un vacío normativo
que, a su vez, se traduce en una desprotección inadmisible desde el punto de
vista constitucional, en torno al derecho a morir dignamente”.

- Mantener la restricción de enfermedad en fase terminal para acceder a la


eutanasia termina por agravar, de facto, las citadas barreras”.

En vista de lo anterior, la Corte explicó que la Constitución “no privilegia ningún


modelo de vida y, en cambio, sí asume un serio compromiso con la autonomía y el
libre desarrollo de la personalidad que implica contar con la opción autónoma de
elegir un modo de muerte digna”.

La Corte también se refirió a otros elementos que hacen parte de esta garantía
relacionada con la expresión de la voluntad de los pacientes y la valoración de su
dolor, los cuales también han sido desarrollados jurisprudencialmente.

El alto tribunal concluyó que “es imperativo avanzar en el precedente de la


Sentencia 239 del 97, en el sentido de ampliar los supuestos de circunstancias
médicas respecto de los cuales el sujeto puede ejercer su derecho a morir
dignamente sin que, en estas circunstancias, sea penalizado el médico que acude
en apoyo del paciente para protegerlo del sufrimiento y preservar su dignidad”.

Agregó que “ante este escenario es obligación del Estado ofrecer y prestar los
servicios, técnicas y asistencia necesaria para la protección de la vida, la
disminución del dolor y el tratamiento terapéutico, sin perjuicio del derecho del
sujeto a decidir autónomamente sobre su muerte, siempre que este padezca
lesiones corporales o enfermedad grave e incurable que le cause intenso
sufrimiento”.

COMO CONCLUSION:

“El derecho a morir dignamente no es unidimensional, ni se circunscribe


exclusivamente a servicios concretos para la muerte digna o eutanásicos. Abarca
el acceso a cuidados paliativos, la adecuación o suspensión del esfuerzo
terapéutico o el ejercicio de la voluntad para la terminación de la vida, con ayuda
del personal médico, respecto de lesiones corporales o enfermedades graves e
incurables, que le producen intensos sufrimientos.

Finalmente, la corte reiteró que corresponde al paciente elegir la alternativa que


mayor bienestar le produce, en el marco de su situación médica, con la orientación
adecuada por parte de los profesionales de la medicina, y, en cualquier caso, en
ejercicio de su autonomía.

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