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APRENDER Y ENSEÑAR EN TIEMPOS DE PANDEMIA

Por Horacio R. Maldonado (*)

Por estos días una calamidad nos acosa sin contemplaciones. Como bien sabemos, una
alternativa para afrontarla es respetar la cuarentena, esto es, abandonar las calles y los
espacios públicos de manera casi total. El aislamiento hogareño parece componer una
fórmula exitosa para sojuzgar el virus y disuadir los contagios, razón por lo cual la
aplaudimos sin retaceos. No obstante, tal opción está provocando un sinfín de efectos
colaterales; las rutinas de la vida cotidiana han sido fuertemente alteradas cuando no
subvertidas.
Deseamos hacer foco y analizar ahora lo que sucede en uno de los ámbitos sociales de
mayor predicamento: el ámbito educativo. Como era más que aconsejable, los centros
educacionales cerraron sus puertas apenas anunciado el aislamiento social, preventivo y
obligatorio, lo cual también resulta plausible. A partir de allí se ha puesto en
funcionamiento un colosal operativo destinado a que los estudiantes puedan continuar
aprendiendo las asignaturas escolares en sus respectivas viviendas. En estas coordenadas
se están suscitando una cuantiosa gama de vicisitudes pedagógicas, psicológicas,
familiares y sociales, por no abundar.
Repentinamente ha ocurrido una suerte de inversión copernicana. Constatamos que
enormes contingentes de niñas, niños, adolescentes y jóvenes ya no se desplazan
diariamente a las instituciones educacionales, a fin de apropiarse allí de los conocimientos
estipulados por lxs docentes, sino que son éstos quienes acuden a los hogares de forma
virtual. Ingresan allí intangiblemente a fin de ejercer la enseñanza, apelando a
inverosímiles opciones, de los contenidos que corresponden y que prescriben las
curriculas. He aquí un fenómeno inédito, por demás interesante y digno de investigar.
Sin dudas, el lugar tradicional pergeñado desde la modernidad para aprender y enseñar se
ha trastocado rotundamente. Las aulas tal cual las conocemos no cumplen su función
histórica por estas horas; el aprender de forma colectiva, en el marco de instituciones, con
múltiples pares, condiscípulos y maestrxs en su dimensión corpórea, tampoco. Hoy lxs
alumnxs estudian solos o tienen otros interlocutores (familiares, mascotas, etc.) en los
espacios físicos que encuentran para hacerlo. Las tareas les llegan ahora del ciberespacio,
en muchos casos en volúmenes desaconsejables; el indispensable vínculo entre docentes-
alumnos sufre metamorfosis inciertas, lxs enseñantes rauda y en ocasiones abrumando,
incursionan en el micro mundo de lxs estudiantes a través de inusuales tecnologías de la

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información y comunicación. Una mayoría de ellos muestra, a pesar del corto tiempo de
que todo esto comenzó, una versatilidad y eficacia sorprendente para utilizarlas en sus
tareas educativas. A la vez cabe subrayar que las desigualdades socioeconómicas
existentes en la comunidad educativa, se tornan muy patentes en lo que hace a la
disponibilidad de recursos tecnológicos para afrontar los encargos de lxs maestrxs.
A éstxs, por su parte, les toca aprender el uso de otros dispositivos antes de estar en
condiciones de poder enseñar. Los tienen que aprender vertiginosamente como condición
sine cuan non para poder ejercer la enseñanza; casi al unísono, aprenden y procurar
enseñar. Les toca desplegar, como muy pocas veces, alternativas para aprender a utilizar
dispositivos ignotos y en esas instancias la cooperación con colegas es más que
indispensable para que tales aprendizajes sean viables en ínfimos tiempos. Quizá como
nunca antes lxs docentes experimentan el hecho de que aprender y enseñar van de la
mano, que mantienen una íntima articulación.
Asimismo, verificamos que la pandemia está provocando efectos inesperadamente
benignos y saludables. Está interpelando algunas rutinas vetustas de la enseñanza
tradicional; está impactando de lleno contra ciertos instituidos de la organización escolar y
ciertos modos arcaicos de transmitir la cultura. De alguna manera está poniendo en el
tapete la indispensable necesidad de pensar otra educación, de entender que ello es
posible, necesario y por qué no, urgente.
Este corto tiempo de aislamiento, que quizá insuma treinta, sesenta, noventa días, o
algunos más, puede convertirse en un catalizador y viabilizar la
emergencia/aparición/parición de novedosas y productivas formas de enseñar y otras
novedosas y productivas maneras de aprender. La pandemia per se constituye un reto, un
desafío insoslayable a la creatividad de lxs profesorxs, quienes, quizá sin tantas ataduras y
condicionamientos administrativo-pedagógicos, puedan desarrollar, en caso que se
autoricen y atrevan, nuevas habilidades y destrezas en el arte y en la profesión de
enseñar.
Lxs estudiantes casi seguro le darán la más amplia bienvenida a esas nuevas
circunstancias. Festejarán estas heterodoxas formas de aprender, las cuales,
eventualmente, les permitirán desplegar un mayor protagonismo epistémico. A lxs
aprendientes casi nunca lxs complican las novedades; a menudo se muestran
genuinamente abiertxs y ansiosxs de explorar territorios no excesivamente dañados por
las didácticas añejas o por aquellas que gustan de controlar en demasía sus intentos de
creatividad y soberanía intelectual.
Transitamos una época de educación extraordinaria. Lejos (y paradójicamente muy cerca)
han quedado los días de la educación ordinaria, esa que discurría en el marco de
sistemas y subsistemas establecidos, con variantes, desde la modernidad. Esa que ocurría
según pautas más o menos ortodoxas y redundantes. Transitamos momentos extraños

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para una gran mayoría de lxs docentes, horas y días donde nada es menos indicado que
reproducir, a través de la WEB y mediante toda suerte de dispositivos técnicos (Aulas
virtuales, correo-e, whatsapp, instagram, etc, etc), las mismas prácticas probadamente
ineficientes y obsoletas que generan apatía y desazón en las aulas de siempre. La cantidad
excesiva de tareas que en algunos casos se solicitan, no parece una opción muy
recomendable; sí, como dice N. Chomsky, “es momento de enseñar a los niños a entender
el mundo”, o como enfatiza F. Tonucci, “no perdamos este tiempo precioso dando
deberes”.
La realidad que hoy nos conmueve, lamentable, temida y letal, también nos otorga, en un
mismo acto, la excepcional oportunidad de crear, de experimentar, de innovar nuestras
estrategias para enseñar. Ojalá que la pandemia ayude a instalar órdenes originales y
diversos, neo órdenes en todos los órdenes. Ordenes más justos, más democráticos, más
solidarios. Ojalá que ayude a instalar un nuevo orden en eso de aprender y enseñar; que
tenga lugar una fusión entre los mejores aspectos de la educación tradicional y los
mejores aspectos de la educación que hoy nos posibilitan las herramientas digitales que
pululan por doquier. Nos queda un ojalá: ojalá que nuestra visión no sea otra cosa que un
exceso de optimismo.
Sería maravilloso que la educación que “heredemos” de esta pandemia, la educación post
pandemia, emerja renovada y no retorne a su antiguo cauce. Que sí tribute culto a la
libertad, a la libertar de aprender y la libertad de enseñar. Al deseo de aprender y de
enseñar. A la construcción de buenos vínculos en la comunidad educativa, vínculos más
republicanos, pacíficos, justos, saludables y productivos. Que haga un culto a la enorme
responsabilidad social que le cabe a cada uno de los aprendientes y a cada uno de los
enseñantes en este tramo histórico. Si esto sucede en algún grado, el malestar que
vivimos por estos días de aislamiento no habrá sido en vano.

Córdoba, Argentina. Abril de 2020.

(*) Psicólogo. Profesor titular emérito. Facultad de Psicología, Universidad Nacional de


Córdoba. Argentina.

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