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Pedagogía
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Rompiendo esquemas
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alumnos. Esto causo que a o largo de todo el año, los métodos se vayan modificando
y puliendo, a través de la “prueba y error”. Los espacios cambiaron, ya no estaba la
escuela, ese lugar físico, el lugar donde muchos encarnaban un sentido de partencia,
su segunda casa, ya no existía como tal a donde los chicos sabían que tenían que ir a
estudiar, y por otro lado los tiempos se vieron afectado, se desvanecieron, ya no
estaba claramente definido el espacio temporal de cada materia, como por ejemplo
una hora de matemáticas y luego 15 minutos de esparcimiento. La tecnología logro
achicar la brecha, donde la escuela dejó de ser un edificio y toma un rol más
metafórico, no es necesario asistir para aprender y se puede aprender en cualquier
momento y lugar. Pero esta nueva forma de aprender no es para todos. Las diferentes
clases sociales se marcaron aún más, en cuanto a la escolarización; chicos sin acceso
a la tecnología ni internet encontrar dificultades, pero ahora en el momento de querer
adquirir conocimientos nuevos y reforzar los ya aprendidos mediante un dispositivo
que hasta hace poco no era tan esencial. Ellos, fueron el desafío más difícil para la
nueva educación.
Esta búsqueda de estabilidad en las nuevas metodologías de enseñanza se desarrolló
durante de un año y medio, aproximadamente, hasta que de a poco comenzó a volver
la presencialidad escolar. Pero esa “vuelta a clases”, venia con nuevos desafíos.
Todos separados, con barbijos cubriendo los rostros, impidiendo que las expresiones
gestuales demostraran algo y careciendo de aspectos esenciales entre pares, como el
compartir lo cal ya no estaba permitido. Dos metros de distancia impedían que la
relación, docente-alumno, se fortalezca. Dejaron de existir las faltas, no había una
obligación para/con la escuela.
Fueron tiempos difíciles, pero de a poco se puedo volver a una “nueva normalidad”.
Con una mezcla de la antigua escuela, donde existe una obligatoriedad y los alumnos
tienen que acreditar los saberes para poder promover al siguiente año, y de una nueva
escuela, más descontracturada, donde también jugando se aprende, dejando de existir
la marcada diferencia entre el trabajo y el ocio. Donde insertamos y aceptamos el uso
de las nuevas tecnologías, y doy un ejemplo burdo, las reuniones de padres, no hace
falta hacerlas presenciales, ni en horario escolar, utilizamos plataformas de
videollamadas, que a través de las computadoras o celulares se accede y se esta
presente como si estuviéramos en la escuela.
Esta mezcla entre lo conocido y lo nuevo nos plantea la pregunta: ¿Es mejor? Los
nuevos dispositivos nos acercan y vinculan, nos da una nueva herramienta que nos da
la posibilidad de obtener una respuesta rápida a un tema en particular de cualquier
parte del mundo, no existen fronteras. Pero nos hace olvidar que tenemos una voz y
que detrás de esa voz existe un rostro. Los docentes son mas que robots que
mecánicamente repiten contenidos año tras año. Ellos utilizan todas las herramientas
corporales y gestuales para transmitir conocimientos y a la vez saber si estos son
captados de forma correcta, ellos se apropian de los sentimientos de cada uno de sus
alumnos, empatía mutua que se pierde detrás de una pantalla, aunque esta opción es
la mas sencilla. Entonces… ¿Aceptamos esta nueva forma de vida en la que la
tecnología nos aleja acercándonos?
No hay duda que, hoy en día, tenemos acceso indiscriminado y masivo a la
información, solo falta saber cuál es el límite. Si en la escuela aprendíamos, con
internet también aprendo. ¿Es necesario la escolaridad obligatoria? Y acá estamos
frente a un nuevo desafío, una competencia entre docentes y maquinas, donde los
chicos maman nuevas tecnologías, incurriendo quizás en información no
necesariamente correcta, y están obligados a comprenderlas y adaptar su curriculum
para lograr captar intereses en sus alumnos, método dinámico, cambiante, donde,
como decía Stephen Ball (1994), “… el desarrollo del juego dependerá de lo que
hagan los jugadores y del azar.”, y como sostenían Dussel y Caruso (1996) “La
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escuela no debe renunciar a proyectos de transformación. Quizás de esta crisis
devenga algo positivo…”
A modo de conclusión, cito a Fernández (1994) donde reflexiona, “Quizá una vía real
para mejorar la enseñanza tenga que partir del análisis de nuestras actuaciones reales
y la reflexión sobre qué objetivos se favorecen a través de ellas, y si son educativos o
no, valiosos o no. Y después tendremos que plantearnos qué tenemos que hacer
nosotros(as) para que las tareas de enseñanza que ofrezcamos en la clase sean
educativas.” Debemos poner en equilibrio la vieja escuela y la nueva, para no
confundir libertad con libertinaje. Los padres deben confiar en la capacitación docente,
ellos son los que se prepararon. Son ellos los poseedores de las herramientas
necesarias para afrontar los desafíos de la modernidad, que, con base en la
pedagogía actual, complementando con el uso discriminado de las nuevas
tecnologías, son los que logran crear ciudadanos preparados para el mundo.
Bibliografia:
ARENDT, HANNA. (1996) “Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la
reflexión política.” Barcelona, Península. Cap. “La crisis de la educación”.
BOURDIEU, Pierre. (1983) “Campo de poder y campo intelectual”. Folios Ediciones,
Buenos Aires.
NASSIF, Ricardo. (1974) “Pedagogía general”. Buenos Aires, Kapelusz.
Amós Comenio, Juan, Didáctica Magna, México, editorial Porrúa, edición décimo
primera.
Dussel I, Caruso M. Capítulo Yo tu él, quién es el sujeto. De Sarmiento a los
Simpsons. Ed Kapelucz 1996.
Dussel, I. (1997). Currículum, humanismo y democracia en la enseñanza media (1863
– 1920). Buenos Aires: FLACSO/UBA (Oficina de publicaciones del CBC).