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LEON GRINBERG

Y
REBECA GRINBERG

IDENTIDAD
Y
CAMBIO
OISWVD
À \
avaiiN30i

biblioteca de psicología profunda


editorial paidós
Erikson ha señalado que "en nuestra época el estudio de ia identidad es tan
estratégico como lo fue la sexualidad en tiempos de Freud". El análisis a fondo
del concepto de identidad implica este cuestionario básico: ¿Cuál es la natura-
leza de la identidad?: ¿es un sentimiento? ¿es una fuerza que mantiene la cohe-
sión de la personalidad? ¿es como uno se ve o como es visto por los demás?
¿cuándo surge?: ¿desde el comienzo de la vida? ¿se va gestando gradualmente
en el curso de la evolución o emerge en ciertos momentos, como producto de
crisis vitales? ¿Qué papel desempeña el cuerpo en la identidad? Individuación,
mismidad e identidad, ¿son conceptos intercambiables? ¿Qué relaciones existen
entre la identidad y el cambio? ¿Cuáles son los límites de cambio tolerable sin
que la identidad se dañe irreparablemente?
León Grinberg y Rebeca Grinberg contestan a estos interrogantes con la agudeza
y lucidez habitual en sus obras. Muestran cómo el sentimiento de identidad se
adquiere a través de un proceso ele interrelación continua entre tres vínculos
a los que denominan vínculos de integración espacial, temporal y social. En este
encuadre iluminan conceptos fundamentales como identidad sexual, self, senti-
miento de mismidad, sentimiento de pertenencia, mecanismos de identificación
y experiencia emocional de la identidad. Principales temas examinados por los
autores: el concepto de identidad y los vínculos de integración temporal y social;
yo y self, su delimitación conceptual; vínculo de integración espacial, cuerpo,
esquema corporal e identidad sexual; vínculo de integración temporal, evolución
del sentí miar: Lo de identidad y sus crisis; vínculo de integración social; impor-
tancia de las relaciones objetales y de las identificaciones. Angustia frente al
cambio y duelo por el self. identidad e ideología. Perturbaciones de la identidad;
despersonalizacióri. Migración e identidad; la adquisición del sentimiento de
identidad.
Otras obras c i mismo autor publicadas por Paídós:
L e í . i C ir.be Teoría de la identificación
Grinberg ai ¡ta resueltamente un tema capital y muestra su dominio de maestro: la teoría de la
identificación, básica para entender los procesos centrales en la estructuración del aparato
psíquico, del yo, el su1 'vó, el carácter y la identidad. Actualiza la teoría de la identificación
y esclarece su diferenr relación con los conceptos conexos de "internallzación", "introyec-
cicn", "incorporación", ¿tera. Después de proporcionar un estudio crítico de la identificación
en la obra de Freud, Melanie Klein, Bion, Rosenfeld'y Meltzer, el autor brinda sus propias ideas,
clasifica los mecanismos vinculados con la Identificación, distingue una identificación primitiva
y una identificación madura, desarrolla su enfoque sobre las modalidades de identificación pro-
yectíva y amplía su conocido concepto de la "contraidentificación proyectlva".
J. Bleger, P. Giovacchini, L. Grinberg, R. Grinberg y otros: La identidad en el adolescente
Contiene un valioso trabajo de León Grinberg y Rebeca Grinberg sobre psicopatoiogía de la
identidad del adolescente.
León Grinberg: La supervisión psicoanalilica
Una exposición clara y ordenada de los problemas' de la supervisión. Sumario de los principajes
contenidos: aspectos teóricos, prácticos y técnicos de la supervisión; elección del supervisor y
del supervisado, del momento de comienzo, del caso para supervisión y del método de registro
del material. Intercambio de supervisiones grabadas. Encuadre específico y finalidad de la
supervisión. Problemas derivados de la personalidad del supervisor y de la personalidad del estu-
diante. Contratransferencia y contraidentificación proyectiva en la supervisión. Supervisiones
colectivas; supervisiones entre pares. Enseñanza a supervisores. Diálogo con un grupo de psico-
analistas acerca de ia teoría y la técnica de la supervisión. La actitud "sin memoria ni deseo"
en ia técnica psicoanaiítica: su inclusión en la supervisión. Ilustración clínica de una reunión
de supervisión. Síntesis teóríco-clínicas de supervisiones.
León Grinberg: Culpa y depresión. Estudio psicoanalitico
Examina ei intento de la sociedad enferma de inocular e incrementar la culpa en el individuo,
convirtiéndolo en víctima expiatoria; la calidad conflictiva, cuipigena y confusionante de ia rela-
ción que mantiene el grupo familiar y el grupo social con sus miembros enfermos y su incidencia
en ei desencadenamiento de la delincuencia juvenil, la adicción a las drogas, la psicopatía y
otras enfermedades. Rebeldía juvenil, suicidio y guerras: papel de la culpa persecutoria en estas
calamidades.
L. Grinberg, M. Langer, E. Rodrigué: Psicoanálisis en las Américas
Resumen de su contenido: el proceso psicoanalitico^ la transferencia y la contratransferencia.
Este libro tiene el excepcional valor de exponer las coincidencias y discrepancias en estos
temas entre los psicoanalistas norteamericanos y latinoamericanos.
León Grinberg, M. Langer, E. Rodrigué: Psicoterapia del grupo
Libro ya clásico que expone con autoridad y lucidez, la teoría y la práctica de este método. Da
la ubicación histórica y científica de esta técnica y muestra su desarrollo en conexión con sus
dos fuentes principales: el psicoanálisis y la sociología. En el terreno práctico explica cómo se
constituye el grupo terapéutico, cómo se inicia y se integra. Describe las vicisitudes por las
que atraviesa en su proceso curativo, analiza los mecanismos de curación y examina los distin-
tos tipos de grupos: psicosomáticos, psicóticos, infantiles, de experiencia, preformados y fabriles.
El libro se cierra con un examen de la literatura (Schilder, Slavson, Foulkes, Bion, Ezriel).
Algunas otras obras sobre identidad publicadas por Paidós:
Erik H. Erikson: Identidad, juventud y crisis; H. M. Ruitenbeek: El individuo y la muchedumbre.
Identidad y sociedad de masas.
IDENTIDAD Y CAMBIO
BIBLIOTECA DE PSICOLOGIA PROFUNDA

6. C. G. Jung: LA PSICOLOGIA DE LA TRANS- 30. A. Garma: NUEVAS APORTACIONES AL


FERENCIA. PSICOANALISIS DE LOS SUEÑOS.
7. C. G. Jung: SIMBOLOS DE TRANSFOR- 31. Arminda Aberastury: APORTACIONES AL
MACION. PSICOANALISIS DE NIÑOS.
10. C. G. Jung y R. Wilhelm: EL SECRETO 32. A. Garma: EL PSICOANALISIS. Teoría,
DE LA FLOR DE ORO. clínica y técnica.
11. O. Rank: EL MITO DEL NACIMIENTO DEL 33. R. w . White: EL YO Y LA REALIDAD EN
HEROE. LA TEORIA PSICOANAUTICA.

12. C. G. Jung y W. Pauli: LA INTERPRETA- 34. M. Tractenberg: LA CIRCUNCISION. Un


CION DE LA NATURALEZA Y LA PSIQUE. estudio psicoanalltico sobre las mutilacio-
nes genitales.
13. W. R. Blon: ATENCION E INTERPRETA-
CION. 35. w . Reich: LA FUNCION DEL ORGASMO.

14. C. G. Jung: ARQUETIPOS E INCONSCIEN- 36. J- Bleger: SIMBIOSIS Y AMBIGÜEDAD.


TE COLECTIVO.
37. J- Sandler, Ch. Daré y A. Holder: EL PA-
16. C. G. Jung: FORMACIONES DE LO IN- CIENTE Y EL ANALISTA.
CONSCIENTE.
38. M. Abadi y otros: LA FASCINACION DE
17. León Grlnberg y Rebeca Grinberg: IDEN- LA MUERTE. Panorama, dinamismo y pre-
TIDAD Y CAMBIO. vención del suicidio.

18. A. Garma: PSICOANALISIS DEL ARTE 39. S. Rado: PSICOANALISIS DE LA CON-


ORNAMENTAL. DUCTA.

19. L. Grlnberg: CULPA Y DEPRESION. Estu- 40. Anna Freud: NORMALIDAD Y PATOLOGIA
dio psiooanalltico. EN LA NIÑEZ.

20. A. Garma: PSICOANALISIS DE LOS SUE- 41. A. Garma: EL DOLOR DE CABEZA. Géne-
ÑOS. sis psicosomátlca y tratamiento pslcoana-
lítico.
21. O. Fenlohel: TEORIA PSICOANAUTICA DE
LA NEUROSIS. 42. S. Leclalre: DESENMASCARAR LO REAL.
El objeto en psicoanálisis.
22. Marie Langer: MATERNIDAD Y SEXO.
43. D. Liberman y D. Maldavsky: PSICOANA-
23. Harry Guntrip: ESTRUCTURA DE LA PERr LISIS Y SEMIOTICA. Sentidos de realidad
SONALIDAD E INTERACCION HUMANA. y categorlzaciones estilísticas.

24. Han na Segal: INTRODUCCION A LA OBRA 44. I- Berensteln: FAMILIA Y ENFERMEDAD


DE MELANIE KLEIN. MENTAL.

25. W. R. Bion: APRENDIENDO DE LA EXPE- 45. I. Berenstein: EL COMPLEJO DE EDIPOi


RIENCIA. ESTRUCTURA Y SIGNIFICACION.
26. E. Jones: LA PESADILLA. ' 46. A. Armando: LA VUELTA A FREUD. Mito y
realidad.
27. L. Grinberg, M. Langer y E. Rodrigué:
PSICOANALISIS EN LAS AMERICAS. El 47. L. Grinberg: TEORIA DE LA IDENTIFICA-
proceso analítico. Transferencia y contra- CION.
transferencia.
48. j . Bowlby: EL VINCULO AFECTIVO.
28. Carlos A. Paz: ANALIZABILIDAD.
49. J. Bowlby: LA SEPARACION AFECTIVA.
20. C. G. Jung: PSICOLOGIA Y SIMBOLICA
DEL ARQUETIPO. 50. j . Bowlby: LA PERDIDA AFECTIVA.

Volumen 17
LEON GRINBERG
REBECA GRINBERG,

IDENTIDAD
Y CAMBIO

EDITORIAL PAIDOS
BUENOS AIRES
IMPRESO EN LA ARGENTINA
(PRINTED IN ARGENTINA)
Queda hecho el depósito que previene la Ley N<? 11.728.

La reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma que


sea, idéntica o modificada, escrita a máquina, por el sistema "multigraph",
mimeògrafo, impreso, etc., no autorizada por los editores, viola derechos
reservados. Cualquier utilización debe ser previamente solicitada.

J¡) Copyright tie todas las ediciones en castellano by

IUHIOK1AI, CAIDOS
N.A.I.O.K
Deten»« !>W, lev. |Hm> Hílenos Aim
A nuestros hijos
INDICE

Introducción, 11

Primera parte
y. I. El concepto de identidad y los vínculos de integración espa-
cial, temporal y social, 17
Síntesis, 26
Referencias bibliográficas, 26
II. Yo y self. Su delimitación conceptual, 28
Introducción, 28
Historia de los conceptos psicoanalíticos sobre el self, 29
Intento de sistematización, 33
Esquema final, 36
Recomendaciones semánticas, 37
Síntesis, 39
Referencias bibliográficas, 39
^ III. Vínculo de integración espacial. Cuerpo, esquema corporal
e identidad sexual, 41
Identidad sexual, 47
Síntesis, 54
Referencias bibliográficas, 54
X^V. Vínculo de integración temporal. Evolución del sentimiento
de identidad y sus crisis, 56
Síntesis, 66
Referencias bibliográficas, 66
)L V. Vínculo de integración social. Importancia de las relaciones
objetales y de las identificaciones, 68
Síntesis, 77
Referencias bibliográficas, 78

9
-/-VI. Angustia frente al cambio y duelo por el self, 79
Síntesis, 88
Referencias bibliográficas, 88
VII. Identidad e ideología, 89
Síntesis, 102
Referencias bibliográficas, 103

Segunda parte
VIII. Perturbaciones de la identidad, 107
Síntesis, 114
Referencias bibliográficas, 114
IX. Un caso de perturbación transitoria de la identidad: desper-
sonalización, 116
Síntesis, 136
Referencias bibliográficas, 137
X. Migración e identidad, 138
Parte A. Dificultades en la adquisición del sentimiento de
identidad, 138
Situación familiar, 140
Reconstrucción sintética de su análisis hasta el período
premigratorio, 140
Después de su casamiento, 145
La fantasía del hijo, 146
Durante el embarazo, 147 • ¿
Durante la lactancia, 147 ^
El destete, 148 i
Referencias bibliográficas, 149
XI. Migración e identidad, 150
Parte B. Efectos del proyecto de migración sobre el
sentimiento de identidad, 150
Identidad femenina, 154
La "identidad de vidrio", 156
Sueño de los espejos, 160 '
Síntesis, 163
Referencias bibliográficas, 164
< XTI. Si yo fuera usted, 165
Síntesis, 178
Referencias bibliográficas, 178
XIII, Interpretación psicoanalítica de "Las cabezas trocadas", 179
Algo Nobre el autor, 179
Kl nudo <le !a cuestión, 180
Un "nirconto", 184
l'.l futuro «le los "trocados", 187
NhiletiU, I9H
Mt>fet«tii:ÍM» hililiográficiis, l'M)

10
INTROD UCCION

El hombre ha dirigido en este siglo su interrogación hacia sí


mismo, tanto en el nivel individual como en el social. "El hecho de
dominar al mundo sin haber podido ser dueño de sí mismo crearía
la peligrosa posibilidad de una orgía destructiva en masa" *.
Este puede ser uno de los motivos que llevaron a afirmar que
"el estudio de la identidad en nuestra época es tan estratégico como
fue en tiempos de Freud el de la sexualidad" **.
Muchos son los interrogantes que se suscitan cuando se intenta
analizar a fondo el concepto de identidad. ¿Cuál es la naturaleza
de lo que llamamos identidad? ¿Es una estructura? ¿Es un símbolo?
¿Es un vínculo? ¿Es una fuerza que mantiene la cohesión del self?
¿Es una relación entre múltiples relaciones? ¿Es un sentimiento? ¿Es
la expresión de una fantasía inconsciente específica? ¿Es como uno
se ve, o como es visto por los demás? ¿Es una combinación de ambas
perspectivas, o algo más, o distinto? ¿Existe desde el cjinienzo de
la vida, o se va consolidando paulatinamente en el curso de la
evolución? ¿Qué papel desempeña el cuerpo en el sentimiento de
identidad? ¿Son conceptos intercambiables individuación, mismidad
e identidad? En caso de no serlo, ¿cuáles son sus diferencias?
Por otra parte, ¿qué relaciones tiene con el cambio y no-cambio?
¿Cuál es el límite de cambio tolerable sin que la identidad se dañe
irreparablemente? ¿Qué ocurre frente a los cambios del ambiente
exterior, del cuerpo o de la mente?

* Guntrip, H.: Estructura de la personalidad e interacción humana, Buenos


Aires, Paidós, 1965.
** Erikson, E.: ''The problem of Ego Identity". J. Arn. Psycho-Anat. Ass.,
IV, 1956.

11
Y, encarándolo desde otra perspectiva, ¿cuál es el resultado de
la presión de estímulos provenientes de instituciones, organizaciones
o sociedades que atacan la identidad?
Hasta no hace mucho tiempo la mayoría de los individuos
parecía aceptar sin cuestionar, o por lo menos sin excesivo análisis,
sus respectivas identidades. Algo similar ocurre con el cuerpo y los
propios órganos: cuando funcionan en forma estable, parecen no
existir. Sólo los niños pequeños, los adolescentes, los filósofos, los
artistas y alguna personas enfermas se preocupaban constantemente
por los problemas que les planteaba su identidad.
Pero en la época actual, y en función de los vertiginosos cambios
que se suceden en el ámbito socio-político-económico, la identidad
ha pasado a ser preocupación de primera magnitud para todos sin
excepción. Cada cual necesita replantearse muchas veces quién real-
mente es. Ese mismo cuestionarse es ya una parte importante del
proceso de adquisición del sentimiento de identidad.
Por nuestra parte, el tema de la identidad despertó nuestro
interés hace mucho tiempo y nos hemos ocupado de él tanto en
forma separada como conjunta en distintas conferencias, artículos y
publicaciones, algunos de los cuales aparecen en este libro.
La elaboración de nuestras respectivas ideas desarrolladas en
esos trabajos nos llevó, hace unos años, a la presentación de una
comunicación ante un Congreso Psicoanalítico Latinoamericano, en
la que planteamos por primera vez nuestra concepción acerca de la
adquisición del sentimiento de identidad como resultante de un
proceso de interrelación continua entre tres vínculos que hemos
denominado vínculos de integración espacial, temporal y social res-
pectivamente. Esta idea —que nos parece central— se encuentra
contenida en forma implícita en la mayor parte del libro, pero la
hemos expuesto y desarrollado explícitamente en los capítulos tercero,
cuarto, quinto y octavo. El vínculo de integración espacial com-
prenderla relación entre Jas distintas partes del self entre sí, inclu-
yendo el self corporal, manteniendo su cohesión y permitiendo la
comparación y contraste con los objetos; tiende a la diferenciación
self-no self: individuación. El vinculo de integración temporal com-
prende las relaciones entre las distintas representaciones del self
en el tiempo, estableciendo una continuidad entre ellas y otorgando
la base del sentimiento de mismidad. El tercero o vínculo, de inte-
gración social es el que se refiere a la connotación social de la
H I C I I I ¡dad y está dado por la. relación entre aspectos 'del self y
HSJM'Í los de los objetos mediante los mecanismos de identificación
prnyr» Uva <• introyectiva.
l'.Hir vínculo de integración social, con todas sus vicisitudes,
pimi-nlii en la actualidad una importancia decisiva, dadas las
< niiii Ifil«l¡( ;IN específicas que connotan una organización social en
»tl»l* <011 la» implicaciones inherentes a las situaciones de cambio
ILI« AUN culi ni liimx fundamentales.

12
La capacidad de seguir sintiéndose el mismo en la sucesión de
cambios forma la base de la experiencia emocional de la identidad.
Implica mantener la estabilidad a través de circunstancias diversas
y de todas las transformaciones y cambios del vivir.
Pero la evolución de cada individuo es una serie ininterrum-
pida de cambios, pequeños y grandes, a través de cuya elaboración
y asimilación se va estableciendo el sentimiento de identidad, ya
que la falta de crecimiento y de cambio es equivalente al estanca-
miento psíquico y a la esterilidad emocional: en otras palabras, a
una muerte psíquica.
Sin embargo, existen circunstancias en que el sujeto puede
no tolerar los cambios que ocurren en sí mismo o en la realidad.
Esto puede hacer que tambalee su sentimiento acerca de la "iden-
tidad" del mundo externo y, concomitantemente, el sentimiento de
identidad del self. Eso lleva entonces a una angustia frente al i
cambio que determina la necesidad de reasegurarse de que todo '
permanece igual, de que las estructuras no se modifican, ya que eso
implica para ese tipo de individuos una amenaza a su sentimiento
de identidad. La tendencia o necesidad de evitar cambios puede
alcanzar, en ocasiones, un alto grado de patología, llevando a una
compulsión a la repetición, a la necesidad de conservar a cualquier
costo (a veces la neurosis misma, la enfermedad somática, la psi-
cosis) los aspectos y modalidades de la realidad y del self que no
se quiere exponer al cambio.
La consolidación del sentimiento de identidad depende no
solamente del mundo interno del individuo sino también de una
serie de factores sociales y económicos que pueden obrar en el sen-
tido de facilitarla u obstaculizarla.
Acontecimientos que impliquen cambios sociales importantes
pueden convertirse en factores desencadenantes de reacciones de
extrema angustia, porque son vividos por muchos individuos como
pérdidas o amenazas de pérdida de aspectos de la identidad del self.
El cambio implica inevitablemente una incursión en lo desco-
nocido, comprometerse con hechos futuros que no son previsibles
y afrontar sus consecuencias. Inexorablemente esta situación pro-
voca dudas, sentimientos de ansiedad y depresión, y la tendencia
a aferrarse a lo conocido y familiar para evitar lo nuevo.
Un enfoque actual del campo político-social, económico y aun
científico, nos muestra un panorama sumamente complejo, confuso
y confusionante. El desarrollo tecnológico ha adquirido un impulso
que nunca había tenido antes y que la mente humana no puede
absorber al mismo ritmo. La terrible velocidad de las comunica-
ciones en todo el mundo hace que el individuo esté recibiendo
simultáneamente gran cantidad de mensajes desde toda clase de
distancias, de distinta calidad y carácter, que no puede metaboli-
zar ni sintetizar. Por el contrario, se transforman en mensajes que
pueden llegar a ser ambiguos o contradictorios. El "ambiente" se

IB
hace muy vasto desde una edad muy temprana. La "comunicación
masiva" que lleva a la incomunicación, la publicidad de toda clase,
el uso estupefaciente de la televisión, la alienación creada por las
condiciones de trabajo, la violencia —en todas sus expresiones-
como pautas culturales intrusivas, y los sistemas represivos de toda
clase son algunos de los muchos factores responsables de la confu-
sión alienante del sentimiento de identidad que, por actitud reactiva
o defensa desesperada, empuja —a veces— a tina elección compulsiva
de una determinada ideología para salir del caos y evitar el peligro
del derrumbe de la identidad.
De acuerdo con las características de los individuos que las
profesan, el uso de las ideologías podrá quedar fijado a mecanismos
muy primitivos de la evolución, mostrando idealizaciones y disocia-
ciones extremas. Contrariamente a los anteriores, otros individuos
se caracterizan por un uso más evolucionado y elaborado de las
ideologías: éstas no están saturadas, sino abiertas al desarrollo, con
tendencias reparadoras en las que predominan la preocupación y la
responsabilidad por la vida y el destino del individuo y de la comu-
nidad; luchan contra los sistemas esterilizantes y estimulan el cambio.
Asumir en forma madura una identidad basada en una ideo-
logía progresiva que tiende al conocimiento, presupone también
un duelo, porque implica la ruptura de estructuras establecidas e
"identidades" previas para reintegrarse luego de una manera dife-
rente. Constituye un verdadero cambio revolucionario porque el
individuo tiene que pasar por la experiencia dolorosa de períodos
de desorganización de sistemas psíquicos, estructuras establecidas y
vínculos objetales, para integrarse en una reorganización que lo
lleve a configurar una nueva identidad. Creemos que tales expe-
riencias son momentos creativos que rescatan lo auténtico y enri-
quecen la condición de "ser uno mismo" para sí y para los demás.

14
. PRIMERA PARTE
CAPÍTULO I

EL CONCEPTO DE IDENTIDAD Y LOS VINCULOS


DE INTEGRACION ESPACIAL, TEMPORAL
Y SOCIAL *

"Yo soy yo" es la expresión corrientemente utilizada para rele-


rirse al sentimiento de identidad y traduce una experiencia de auto-
conocimiento.
La noción de identidad es una de las más controvertidas tanto
en el terreno filosófico como psicoanalítico.
En la literatura psicoanalítica, quien introdujo el término iden-
tidad fue Víctor Tausk en su clásico trabajo sobre el origen del \
"aparato de influencia" (16) . En ese artículo, Tausk estudió cómo
el niño descubría los objetos y su self, afirmando que el hombre,
en su lucha por la supervivencia, debe constantemente encontrarse
y experimentarse a sí mismo.
, Freudf utilizó el término identidad solamente una vez en toda— 1
su obra, y lo hizo en forma incidental y con una connotación psico-
social. Fue cuando trató de explicar en un discurso su vínculo con
el judaismo y habló de "oscuras fuerzas emocionales que eran tanto
más poderosas cuanto menos se las podía expresar con palabras y
una clara conciencia de una identidad interior" que no está basada
en raza o religión, sino en una aptitud común a un grupo a vivir en
oposición y estar libres de prejuicios que coartarían el uso del
intelecto (6) (la bastardilla es nuestra). Se refiere, pues, a algo
medular del interior del individuo, que tiene relación con un
aspecto esencial de la coherencia interna de un grupo.

* Las ideas principales de este capítulo aparecieron publicadas en un*


trabajo de L. y R. Grinberg con el título de: "La adquisición del sentimiento de
identidad en el proceso analítico" (9).

17
— Erikson (3), al comentar esta afirmación de Freud, deduce
que el término identidad expresa "una relación entre un individuo
y su grupo" con la connotación de una persistente mismidad y un
persistente compartir cierto carácter esencial con otros. Volveremos
sobre este concepto porque lo consideramos esencial para la con-
ceptualización de la identidad como un sistema en el que importa
establecer la relación solidaria entre todas las partes que lo com-
ponen.
La formación de la identidad es un proceso que surge de la
asimilación mutua y exitosa de todas las identificaciones fragmen-
tarias de hi niñez que, a su vez, presuponen un contener exitoso
cíe las introyecciones tempranas. Mientras ese éxito depende de la
relación satisfactoria con la madre y luego con la familia en su
totalidad, la formación de la identidad más madura depende, paira
Erikson, del desarrollo del yo, que obtiene apoyo para sus funciones
de los recursos de una comunidad más amplia. La gradual selección
•de las identificaciones significativas, la anticipación de la identidad
y la resíntesis al final de la adolescencia, serían trabajo del yo.
Es a esa parte del trabajo del yo que Erikson llama "identidad
del yo" (3) para diferenciarla de la "identidad ilusoria" que no
responde a un sentimiento de la realidad del ser en su realidad social.
Sin embargo, la denominación "identidad del yo" parecería
implicar que sólo el yo está involucrado en el sentimiento de iden-
tidad, y no queda claro que se trata de un logro del yo. Los que
objetaron esa limitación propusieron en cambio el término "forma-
ción de identidad" en el sentido de que se trata de un desarrollo
progresivo, y agregaron que "la captación del self como una entidad
organizada y diferenciada, separada y distinta del ambiente que la
rodea, que tiene continuidad y capacidad de seguir siendo la misma
en la sucesión de cambios, forma la base de la experiencia emocional
de la identidacl" (10). Se trataría, pues, de una \ "identidad delj
self", criterio al que nos adherimos y que tenemos presente cuando
hablamos de "sentimiento de identidad", como preferimos denomi-
narlo.
Otros autores relacionan la aparición del sentimiento de iden-
tidad con el desarrollo psicosexual (7). Destacan especialmente dos
aspectos: uno que acentúa las semejanzas consigo mismo, y otro las
diferencias específicas entre el self y los otros, que surgen de la com-
paración y contraste con los demás. Es decir, tiene identidad un
individuo cuyas partes componentes están suficientemente integra-
das cu la organización de un todo, de manera que produzcan efecto
de unidad, y que al mismo tiempo tiene características únicas que
permiten distinguirlo de todos los demás. Greenacre sostiene que
r! m'it leo del yo incipiente y posteriormente la imagen del self es
la imagen corporal; destaca la relación del niño con los objetos a
través tic la piel y la boca, con la cooperación de ojos y manos;
gefiahi que el rostro y los genitales son las áreas más significativas

18
2 /"para el reconocimiento del cuerpo propio y ajeno. Destaca la im-
portancia de la visión de los genitales del sexo opuesto, que se
1 fusiona con la del propio cuerpo, de los seis meses al año y medio
^ L de edad. Después, el incremento de las sensaciones genitales provoca
un componente sensorial endógeno que se agrega a las percepcio-
nes visuales y táctiles de los genitales. Pero cuando el niño está
temprana y frecuentemente expuesto a ver los genitales de los
otros, la incorporación primaria de esas percepciones conduce a
problemas de identidad, más aún si esta situación ocurre cuando
ya es mayor.
Las regiones del cuerpo más significativas en la comparación
y el contraste para el establecimiento de un reconocimiento indi-
vidual del yo corporal, así como del de los demás, son el rostro
y los genitales (7). Quienes estudiaron las perturbaciones de la
identidad en los cuadros de autismo y simbiosis sostienen que el
sentimiento de identidad está determinado por nuestras sensaciones
corporales, siendo la imagen corporal la base de dicha identidad (14).
Las_ percepciones visuales son importantes en la formación de
la identidad. Ocurre también que un ritmo de estimulación y
presencia de la madre que alterna con ausencia es necesario para
diferenciarse.
El sentimiento de la identidad es el conocimiento de la persona
/v ^de ser una entidad separada y distinta de las otras (11). Todo
^ a q u e l l o que el individuo considera "suyo" está incluido en los
^ "límités'Tluctuantes del self", corresponde" al self con sus pertenen-
^ cias (5). Por su parte, algunos autores entienden por identidad
j^.la unidad del individuo en el tiempo, en la comparación consigo
mismo, lo que se relaciona con su continuidad y mismidad (13),
considerando el logro de la individuación-diferenciación como sus
prerrequisitos (15).
Uno de nosotros (8) ha estudiado el sentimiento de identidad
vinculándolo con los estados de duelo determinados por la pérdida
de objetos y de partes del self. En su definición señala que "este
sentimiento implica la noción de un self que se apoya esencialmente
en la continuidad y semejanza de las fantasías inconscientes referi-
das a las sensaciones corporales, a las ansiedades y emociones expe-
rimentadas por el yo, a los impulsos y afectos <en relación con el
mundo interno y el externo, el superyó, al funcionamiento especí-
fico de los mecanismos de defensa y al tipo particular de identifi-
caciones asimiladas resultantes de los procesos de introyección y
proyección. La dinámica de estas fantasías inconscientes presentará
una cierta uniformidad en sus diferentes expresiones, que estará
determinada por las series complementarias desarrolladas por Freud;
es decir, aquella que comprende los factores constitucionales, repre-
sentaciones heredadas, evolución embrionario-fetal, trauma de naci-
miento y experiencias post-natales". Agregaríamos ahora que estos
mismos elementos que entran en juego para mantener la semejanza

19
del individuo (otiNÍgo mismo son los que sirven a los fines de raan-
lener la dilcteniiadón de cada individuo con respecto a los demás
y le dan el caiáí (er de único. "La interacción específica y continua-
da entre lodos estos elementos brindará al self un estado de cohe-
sión, stisiento de la identidad, que se mantendrá dentro de ciertos
límites que podrán experimentar alteraciones o pérdidas en deter-
minadas circunstancias. Esto sucederá inevitablemente a lo largo
de la evolución, pero en forma tal (cuando ocurre normalmente)
que dará tiempo al yo para elaborar los duelos ocasionados por
tales pérdidas, y restablecerse de las transitorias perturbaciones de
la identidad que la mayor parte de las veces pasan desapercibidas.
En casos patológicos se producirán graves perturbaciones de la
identidad (psicosis, estados 'como si', psicopatías, despersonalizacio-
nes, etcétera)."

II

Actualmente pensamos que el sentimiento de identidad es la


resultante de un proceso de interacción continua de tres vínculos
ele integración que denominamos espacial, temporal y grupa!, * y
que desarrollaremos a lo largo de este libro.
liemos podido estudiar estos vínculos en nuestro campo espe-
cífico de i raba jo: la experiencia de la relación paciente-analista en
el u a i . l í m e n l o psicoanalítico. Por lo tanto presentaremos una sín-
tesis de las complejas vicisitudes que subyacen a la adquisición del
sentiinieiiio de identidad en el proceso analítico. De ahí se podrán
extraer inferencias acerca de cómo se configura la identidad, y
también de cómo se producen sus perturbaciones, en el desarrollo
del individuo y en su relación con la sociedad.
Partimos del supuesto de que los pacientes que llegan el aná-
lisis tienen su identidad afectada, en mayor o menor grado, por
los conflictos que los aquejan. Precisamente, creemos que uno de
los motivos conscientes o inconscientes por el que acuden al análisis
es la necesidad de consolidar su sentimiento de identidad.*
Los cuadros obsesivos y los esquizoides marcarían los extremos
de una gama de trastornos de la identidad, configurando la identi-
dad rígida y poco plástica por un lado, opuesta a la excesivamente
débil y fragmentaria, por el otro.
La puesta en marcha del proceso que conduce a la adquisición
o maduración del sentimiento de identidad coincide con el comienzo

* El sentimiento de identidad expresa en el nivel preconsciente y consciente


1111a serie de fantasías inconscientes que, integradas, constituyen lo que podría-
mos llamar la "fantasía inconsciente del self", concepto que será tratado en el
capítulo II.
En otras palabras, el sentimiento de identidad tiene una parte consciente
;
y otra inconsciente. ——

20
V
mismo del proceso analítico, pues el mismo encuadre ;m;ilíCi<o
provee de un "continente" que sirve de contención y línnir pura
las proyecciones que vehiculizan "pedazos de identidad". Al mismo
tiempo, ese continente será el crisol donde tendrán lugar las com-
plejas operaciones que sufrirán esos "pedazos" hasta poder ser
integrados.
Al hablar de "pedazos de identidad" usamos una metáfora que
creemos que describe las fantasías inconscientes de ciertos pacientes,
subyacentes a la falta de relación entre distintos niveles de regre-
sión yoica, partes disociadas de su yo, determinados roles o bien
identificaciones con distintos objetos que funcionan independiente-
mente unos de otros, como "islotes", hasta cierto punto desvincu-
lados entre sí.
Si bien es cierto que con la imagen que acabamos de describir
nos referimos más bien a las características de la identidad dispersa,
propias de la esquizoidía, creemos que la noción de continente es
igualmente válida para los otros tipos de perturbación de la iden-
tidad, que afectan a las otras formas clínicas de neurosis y psicosis.
Quisiéramos aportar otra imagen plástica que nos parece ilus-
trativa para la comprensión del significado de la situación analítica
y de su encuadre, como límite y continente: es la que representa al
analista como brazos y, más regresivamente, como una piel que
contiene todas las partes del bebé-paciente (1).
Estamos de acuerdo con M. Mahler (14) cuando señala la im-
portancia de la experiencia del contacto corporal placentero con
la madre en que se libidiniza la superficie del cuerpo, percibiéndose
esta superficie como límite entre el yo y el mundo. Agrega que la
madre debe servir de buffer frente a los estímiüos internos y exter-
nos difíciles de tolerar, como condición para el establecimiento del
sentimiento de identidad.
Este concepto se acerca al de la capacidad de rêverie (2) o
ensoñación de la madre, que puede hacerse cargo de la intensa an-
gustia "de muerte del niño. Podríamos decir que la madre-analista
coñtiene, se hace depositaría, del germen de la identidad rudimen-
taria del paciente, su memoria, su función sintética: el analista
contiene el germen y la argamasa de la identidad del paciente.
Creemos que con la garantía del continente-piel-análisis el ana-
lizado puede aceptar más fácilmente la regresión que, en estas con-
diciones, implica menos riesgos.
La regresión es otro de los factores esenciales dentro del pro-
ceso de adquisición de identidad en el análisis, ya que lleva al pa-
ciente a revivir distintos momentos de su evolución, que determina-
ron la patología de su identidad.
Tenemos en cuenta los conceptos de Winnicott (17), Kris (12)
y Erikson (4) acerca de la regresión que permite la actividad crea-
tiva, como aplicables también al problema que estamos estudiando.
Sobre todo Winnicott es quien ha acentuado la regresión como un

21
If iióiiiriio que lornui parle de la curación, ya que permite volver
tiltil» ptiiii deshacer el "lalso self" y reinstalar, en cambio, el selí
»un'niii o,
luí < Unios casos se producen regresiones extremas en las que
lo» ptu ¡entes buscan "tocar fondo", como respondiendo a la fanta-
sía IIKonsciente de un nacer de nuevo, con otra identidad.
Otra de las características importantes del encuadre de la situa-
ción analítica es que determina, además, una dosis de frustración
que creemos necesaria y útil, como motor de progreso, en cuanto
la ansiedad que determina impulsa a la búsqueda de las capacidades
potenciales del propio self. Naturalmente, un exceso de frustración
sería contraproducente, ya que anularía una de las garantías básicas
que debe ofrecer el encuadre analítico en su función de marco
estable y permanente. Por la misma razón, la técnica de apoyo, en
ocasiones inducida por requerimiento del paciente angustiado, así
como ocurre con las madres sobreprotectoras que coartan la posibi-
lidad de independencia de los hijos, dificulta el proceso de diferen-
ciación de la identidad propia.
Es importante considerar también las relaciones objetales y
los mecanismos de identificación que operan en el escenario del
proceso analítico, mediante la relación transferencial. Las relaciones
objetales son trascendentales en la formación de la identidad, por
la necesidad de depositarios que se hagan cargo de las angustias
persecutorias y depresivas que el paciente no puede tolerar, y cuya
intensidad impide al yo estar en condiciones de organizarse y esta-
bilizarse adecuadamente.
También son importantes por ser fuentes de elementos de
identificaciones, necesarias en la construcción de la identidad. Por
otra parte, sirven de puntos de referencia indispensables para la
diferenciación.
Todas estas funciones, que cumplen las relaciones objetales, se
realizan por medio de los mecanismos de identificación proyectiva
e introyectiva respectivamente.
Debido al déficit de su sentimiento de identidad muchos pa-
cientes pueden mostrar gran resistencia al análisis, por la fantasía
persecutoria de sentirse invadidos por el analista con la amenaza
de que éste les imponga su propia identidad. En otros casos, por
el contrario, buscan ser "tragados" o instalarse dentro de la identi-
dad del analista para asumir, indiscriminadamente, las cualidades
que se le adjudican (identificaciones maníacas) o identificándose
totalmente con sus ideologías o teorías.*
Nos hemos referido a algunos de los trastornos de identidad
que presentan los pacientes que acuden al tratamiento psicoanalí-

* Estos mecanismos pueden ser tolerados y, a veces, inducidos por el propio


analista que, por problemas narcisistas o contratransferenciales (muchas veces
debidos a conflictos de su propia identidad), necesita tener "hijos incondicio-
nales" que refuercen y mantengan su identidad en el mundo externo.

22
tico, y a los aspectos "continente" del analista y del encuadre que
intervienen en la modificación de esos trastornos.
Es precisamente esa función "continente", junto con la Inlioi
interpretativa, lo que dará lugar"jaique leí proceso de elaborac ión
contribuya a la consolidación del sentimiento de idciiiiriari. l'or
la acción de este proceso se podrá aceptar la pérdida de las panes
infantiles del self, y también el desprendimiento de aquello» ¡ispee-
tos regresivos que bloquean el camino para el establecimiento de
ios aspectos adultos.
Al hablar de la elaboracióri tenemos presente el concepto de
duelo involucrado en ella, ya que creemos que se trata de dos proce-
sos íntimamente relacionados. Se puede hablar igualmente de un
"trabajo de elaboración" y de un "trabajo de duelo", como refe-
rencia a la penosa labor que debe realizar el paciente en su enfren-
tamiento con las inevitables pérdidas y adquisición de nuevos logros.
Una de las renuncias más significativas, con particular gravitación
para el desarrollo auténtico del sentimiento de identidad, es la
renuncia a la omnipotencia.
Estos trabajos de elaboración y duelos son los que permitirán
alcanzar el sentimiento de autenticidad dado, a nuestro juicio, por
la capacidad de discriminación, producto de sucesivos momentos
de insight que implican la toma de conocimiento directo de la
realidad interna y externa.

III

Hemos considerado el encuadre analítico y el papel del analista


como un frisol "continente" que integra los "pedazos de identidad"
del paciente, a través de un proceso que se desarrolla en el tiempo,
permitiendo integrar imágenes del self de momentos distintos fun-
cionando con vínculos objetales diferentes proyectados en la relación
transferencial. Sobre la base de los conceptos expuestos, queremos
plantear la idea de que la identidad es la resultante de un proceso
de interrelación de tres vínculos de integración: espacial, temporal'
y social respectivamente.
El primero comprende la relación entre las distintas partes
del self entre sí, incluso el self corporal, manteniendo su cohesión
y permitiendo la comparación y el contraste con los objetos; tiende
a la diferenciación self-no self:/ individuación, (J Lo denominamos
vinculo de integración espacial. ¡
El segundo apunta a señalar un vínculo entre las distintas repre-
sentaciones del self en el tiempo, estableciendo una continuidad
entre ellas y otorgando la base al sentimiento de mismidad. Lo de-
nominamos vinculo de integración temporal.
El tercer vínculo es el que se refiere a la connotación social
de la identidad y„„está dado, a nuestro juicio, por la relación entre

23
ftjifi iim (]t*l hcli y .iHprcios (le los objetos, mediante los mecanismos
S«• idnililH,u¡úi» pioyet(iva e introyectiva. Sería el vinculo de inte-
ghit II'III social.
¿(Vmio se (i!»servan y evolucionan estos vínculos en el proceso
¡tnnllliío?
Kn lo que se refiere al vínculo de integración espacial, en las
primeras etapas del proceso analitico, el paciente.no se siente inte-
grado ni es capaz de discriminarse del analista (discriminación
sujeto-objeto); por el contrario, las características de este primer
período son de extrema dependencia que se intenta neutralizar me-
díanle el aumento del acting out y la intensificación de defensas
parauoide-esquizoides y maníacas.
Ya nos habíamos referido anteriormente a que la vinculación
de las distintas partes del self entre sí puede establecerse y conso-
lidarse gradualmente mediante la utilización del encuadre y del
analista como continente.
En cuanto al ¡segundo vínculo, el de integración temporal»
mientras el paciente se encuentra en plena fase p a r a n oide-esquizoide.
la disociación esquizoide se produce también en el tiempo, con
predominio del proceso primario, de modo que la noción de mis-
muTací en el tiempo es muy lábil. El paciente suele hablar de
su pasado, pero manteniendo su yo anterior disociado de su yo
aclual, o sin rapacidad para prever el futuro.
Kn es(e seiilido, la continuidad y regularidad de las sesiones es
un aspecto del encuadre que fortalece el sentimiento de continuidad
j de las distintas representaciones del self en el tiempo. Por la misma
razón es útil poder hacer interpretaciones-síntesis que esclarezcan ei
sentido o el movimiento de todo un período de análisis.
El tercer vínculo, el de integración social, implica la noción
i de pertenencia a un grupo que, en la situación analítica, es ei
¡constituido por la pareja paciente-analista que reproduce el primer
i vínculo grupal madre-hijo.
La ¡incorporación del padre ¡que, en la situación analítica estaría
dada por la doble connotación transferencial materno-paterna del
analista, amplía los límites grupales.
Si bien con un propósito didáctico y de mayor claridad hemos,
descripto separadamente cada uno de estos vínculos, debe enten-
derse que funcionan simultáneamente e interactuando. Las distin-
tas partes del self no podrían integrarse a lo largo del tiempo sin
encontrarse integradas espacialmente; sobre la base de estas inte-
graciones espaciales y grupales el sujeto podrá vincularse con los.
objetos del mundo externo (vínculo social) de una manera real y
discriminada.
l'or otro lado, la patología incluye también todos los vínculos
al mismo tiempo, aunque puedan predominar los trastornos de u n a
de ellos mientras los otros vínculos permanecen más preservados.
Así por ejemplo, en los estados esquizoides, en la despersonaliza-

24
ción y en la confusión, la patología más importante se prcimnM cu
el nivel del vínculo espacial; en los estados seniles, ciertas loiim»»
de esquizofrenia, lesiones cerebrales, el trastorno mayor se mani-
fiesta en el vínculo temporal; en la simbiosis, acting out, psicopa-
tías, paranoia, el vínculo más afectado es el social.
Estos tres vínculos que se caracterizan al comienzo del análisis
por su precariedad y falta de consistencia, se van consolidando pau-
latinamente a medida que, con la evolución del proceso analíiico,
disminuyen las identificaciones proyectivas y aumentan las identi-
ficaciones introyectivas, brindando mayor fuerza y cohesión al yo,
con adquisición de insight y mayor capacidad de discriminación
entre mundo interno y externo, sujeto y objeto, fantasía y realidad,
y con una elaboración de los duelos por aspectos del self y del
objeto; es decir, todo lo que lleva a la elaboración de la posición
depresiva.

IV

El, sentimiento de identidad, resultante del proceso de inter-


acción de esos tres vínculos, integración espacial del self, integra-
ción temporal del self e integración social, pasa por distintas crisis
a lo largo de su evolución en el proceso psicoanalítico.
Estas crisis comienzan, generalmente, con marcadas característi-
cas paranoide-esquizoides y se resuelven por medio de mecanismos
depresivos. Claro está que en los primeros períodos predominan
los aspectos paranoide-esquizoides de estas crisis, especialmente
cuando las seudoidentidades y fachadas empiezan a desmoronarse.
Pueden surgir entonces estados de confusión, despersonalización, o
pueden manifestarse psicosis latentes, como consecuencia de la rup-
tura de las defensas. Las separaciones pueden actuar como factores
desencadenantes de estos episodios.
Más avanzado el análisis, y sobre todo en sus etapas finales,
predominan los aspectos depresivos de estas crisis de identidad,
especialmente cuando se produce la elaboración de los duelos.
Las distintas crisis descriptas que ocurren duranlr el procedo
analítico corresponden a las crisis que surgen desde las pnint:niN
épocas del desarrollo. A partir de la primera separación inudt'c-hijo
en el momento del nacimiento, seguida de una elapa < onliiNional
y un período paranoide-esquizoide, que se resuelve en una primera
posición depresiva, estos ciclos se repiten a lo largo de Ja vida. Asi
se producen crisis como consecuencia del destete, en la culminación
de la situación edípica resuelta en la latencia, en la eclosión puberal
resuelta al final de la adolescencia y en el acmé de la edad media
de la vida, donde surge por un más cercano enfrentamiento con la
fantasía de muerte y se resuelve por una nueva elaboración de la
posición depresiva. Un nuevo repunte de ansiedades paranoide-

25
esquizoides se produce en la crisis de identidad de la senectud, que
debería poder resolverse también en forma depresiva. Esto justifica
la utilidad del análisis a cualquier altura de la vida, como una
forma de garantizar la adquisición y mantenimiento de un sólido
sentimiento de identidad, expresión de salud mental.

SINTESIS

En este primer capítulo pasamos revista a las definiciones del


concepto de identidad más aceptadas en la literatura psicoanalítica.
Exponemos luego nuestro punto de vista, de acuerdo con el
cual el "sentimiento de identidad" es la resultante de un proceso
de interacción continua de tres vínculos de integración, que deno-
minamos espacial, temporal y grupal.
Consideramos como vinculo de integración espacial la relación
entre las distintas partes del self entre sí, que permite correlativa-
mente la diferenciación self-no self; el vínculo de integración tem-
poral es el que establece una continuidad entre las distintas repre-
sentaciones del self en el tiempo; el vínculo de integración social es
el que relaciona aspectos del self con aspectos de los objetos, me-
diante los mecanismos de identificación proyectiva e introyectiva.
Describimos luego estos procesos de integración, en el campo
de la relación paciente-analista durante el tratamiento psicoanalítico
y las funciones que cumplen, en ese sentido, el encuadre, la relación
transferencia! y la posibilidad de elaboración de los duelos.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

1) Bick, E.: ''La experiencia de la piel en las relaciones de objeto tempranas".


Rev. de Psic., XXVII. 1. 1970.
2) Bion, W. R.: Aprendiendo de la experiencia. Buenos Aires. Paidós, 1966.
3) Erikson, E. H.: "The problem of Ego identity". J. Am. Psycho-Anal. Ass.,
IV, 1956.
4) Erikson, E. H.: Childhood and society. Nueva York, Norton Co., 1963,
edición.
5) Federn, P.: "Panel on child analysis", The Annual Survey of Psychoanalysis.
Ed. by J. Frosch and N. Ross. Nueva York, Int. Univ. Press, V, 1959.
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7) Greenacre, Ph.: "Early physical determinants in the development of the
sense of identity", J. Am. Psycho-Anal. Ass., VI, 1958.
8) Grinberg. L.: "Sentimiento de identidad y elaboración del duelo por et
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1071, 2' edición.
9) (¡ihibcrg, L. y R.: ''La adquisición del sentimiento de identidad en el pro-
<:<•«<> analítico", Rev. Urug. de Psic., VIII, 3, 1966.
1(1) |iu<il)«(in, E.: The self and the object world. Nueva York, Int. Univ. Press»
1009.

26
11) Kramer, P.: "Problems of identity". Comunicación ;i l;i ). Am 1'iyi Im /Vmil
Ass., VI> 1958.
12) Kris, E.: Psicoanálisis y arte. Buenos Aires, Paidós, 195.1.
13) Lichtenstein, H.: "Identity and sexuality". J. Am. I'syrlw-Anal. /J,v.»„ IX.
2, 1961.
14) Mahler, M.: "Problems of identity". Panel publicado en In ./. Am. I'sytlm-
Anal. Ass., VI, 1958).
15) Royer, G.: "Dificultades en el duelo, en relación con los procesos «le (lile
renciación e individuación". Presentada en la Asoc. Psicoatial. Av^cnllm»,
1963.
16) Tausk, V.: "Sobre el origen del aparato de influencia en la esquizofrenia",
Rev. de Psic., II, 3, 1944-45.
17) Winnicott, D.: "Metapsychological and clinical aspects of regression within
the psychoanalytical set-up". Int. J. Psycho-Anal.. XXXVI, 1, 1955.

27
Capítulo II

Y«i V SI.I.I'. SU DELIMITACION CONCEPTUAL*

I
INTRODUCCION

Antes de desarrollar separadamente cada uno de los vínculos


consliiolivos de la identidad a los que nos referimos en el capítulo
anterior, consideramos conveniente intercalar un capítulo en el que
se intenten aclarar las diferencias entre los conceptos de yo y self.**
En la literatura analítica los términos yo y self son de uso
corriente. Sin embargo, su empleo choca con dos dificultades. Una,
conceptual, ya que los términos no están claramente separados entre
sí. Otra, semántica, porque no existe un criterio uniforme para
definir qué se entiende por self, no obstante tratarse de un con-
cepto cuya debida comprensión es realmente operante dentro del
estudio del proceso analítico.

* Este capitulo es una versión modificada del trabajo del mismo título
realizado por León Grinberg y la colaboración de un Grupo de Estudios inte-
grado por J. L. de Cvik, N. Cvik, T . Gioia, I;. Guiard, A. Perrota, M. Rabih,
R. Raimondi, G. Stein y J. Szpilka, y publicado en la Revista de Psicoanáli-
sis. (6)
** Probablemente, la primera cuestión que podría suscitarse es si en
inglés "self" significa estrictamente "sí mismo". Por lo tanto, consideramos útil
la siguiente nota que aclara brevemente las implicaciones, usos y significados que
"self" ha tenido en su idioma original a lo largo del tiempo.
La palabra "self" usada como prefijo tiene significado reflexivo con res-
pecto al segundo elemento del compuesto; y de los trece compuestos originales
del Viejo Inglés, solamente ha llegado hasta nosotros '"selfwill". Como pro-
nombre y adjetivo pronominal, tiene el sentido del latín "ipse" (sí mismo) y
en relación con un sustantivo o pronombre, indica enfáticamente que la refe-
rencia se hace a la persona o cosa nombrada y no a otra.

28
Es ventaj&sa la posibilidad de trabajar con conceptos a.wqulblf
y manejables al punto de permitir comparaciones, poder csiablc« ci
coincidencias y disidencias, y tener así una visión panorámica »leí
todo, cotejando al mismo tiempo esquemas tan dispares corno el de
M. Klein, el de Hartmann-Jacobson y el de Wisdom. Es desven-
tajosa la simplificación a veces excesiva que puede —por lo menos
aparentemente— dar una idea ingenua de planteos complejos.

II

HISTORIA DE LOS CONCEPTOS PSICOANALITICOS


SOBRE EL SELF

La problemática en torno al concepto psicoanalítico del self


comienza explícitamente con Hartmann (7) cuando hace la distin-
ción ej^re el yo - como sistema psíquico— y el self —como concepto
referido al "uno mismo"—. Hartmann afirma que "yo", como
concepto^psicoanalítico, no es sinónimo de "personalidad" ni de
"individuo"; no coincide con "sujeto" como opuesto al "objeto"
de la experiencia y es algo más que la concíentización del senti-
miento de "sí mismo". Según este autor, en la teoría psicoanalítica,
"el yo es un concepto de muy diferente orden, es una subestructura
de la personalidad y se define por sus funciones". Agrega que
nunca se ha hecho una clara diferenciación entre yo, self y perso-
nalidad *, pero que hacerla es esencial si uno desea ver claramente
los problemas relativos a la psicología estructural de Freud. "Ac-
tualmente —dice— al usar el término 'narcisismo', dos conjuntos
opuestos parecen fusionados en una sola cosa. Uno se refiere al self
(sí mismo) en contraposición al objeto. Otro se refiere al yo (como
sistema psíquico) distinguiéndolo de otras subestructuras de la
personalidad" (7).
El contraste entre estos conceptos y los expresados por JEL_Hgi-
mann (10) en 1942 ilustra los diferentes criterios al respecto, que
llevan a la confusión. Por yo, ella entiende "la suma de los senti-
mientos, emociones, impulsos, deseos, capacidades, talentos y fanta-
sías del individuo, es decir, todas las fuerzas y formaciones psíquicas
que una persona identificaría como algo propio, experimentando
la sensación: 'ese soy yo'".
Freud insistió repetidamente en la importancia del j o corporal
en el desarrollo del yo (4): esto se refiere a la influencia de la
imagen del cuerpo en la diferenciación del self del mundo de los
objetos, pero también al hecho de que las funciones de los órganos
que establecen contacto con el mundo exterior, caen gradualmente
bajo el control del yo. Esta postulación conduce a Hartmann, para

* En nuestro trabajo, empleamos "personalidad" como sinónimo de self.

29
«vitar la confusión, a la necesidad de discriminar el self, como sí
mismo, en contraposición al yo como sistema orgánico. El mismo
problema se lo plantea al definir al yo por sus funciones: debe
conceptualizar la interrelación que existe entre las estructuras psí-
quicas como sistema (yo, ello, superyó) o como subestructuras (fun-
ciones del yo), y la persona total.
La palabra "yo" está empleada para denotar "un conjunto de
procesos psicológicos tales como pensar, percibir, recordar, sentir,
que tienen una función organizativa y de regulación en relación
con el self y que son responsables del desarrollo y ejecución de un
plan de acción para lograr la satisfacción de los impulsos internos
por un lado, y por otro de las exigencias ambientales." La palabra
"self" indica "las formas en que el individuo reacciona ante sí
mismo, en que se percibe, piensa y valora a sí mismo y cómo, me-
diante diversas acciones y actitudes, trata de estimularse o defen-
derse". El self es, por lo tanto, un concepto intermedio entre los
relacionados con los fenómenos intrapsíquicos y los concernientes a
la experiencia interpersonal.
Las primitivas ideas de Hartmann (7, 8) dieron a Jacobson
(IB) la posibilidad de elaborar más profundamente el concepto de
self que engloba —según ella— a la persona total del individuo,
incluyendo al cuerpo y sus partes y a la organización psíquica^ sus
partes. Esta autora piensa que en la primitiva etapa de indiferen-
ciación yo-ello existe lo que denomina el "self psicofisiològico pri-
mario" en el cual hay simultáneamente fuerzas libidinosas y fuerzas
agresivas que, tomando por objeto a este self psicofisiològico prima-
rio, dan nacimiento al narcisismo y al masoquismo primario *.
Cuando se inicia el desarrollo del yo, éste incorpora en su acervo
mnémico representaciones de los objetos, y a medida que el indivi-
duo crece, va diferenciando lo interno de lo externo y, por lo tanto,
el self de los objetos. Así se diferencian también las "representa-
ciones en el yo" que paulatinamente se separan en "representacio-
nes de objetos" y "representaciones del self". El masoquismo y el
narcisismo secundarios corresponderían a cargas agresivas y libidino-
sas de estas representaciones del self, contenidas en el yo y ya dife-
renciadas.
Sobre el tema de la representación del self dentro del yo,

* Este concepto parece encerrar una contradicción, ya que si hay fuerzas


que toman por objeto al self, es necesario también que haya un sujeto (yo) que
sea capaz de establecer el vínculo entre estas fuerzas y el self. Se hace imprescin-
dible, por lo tanto, la ratificación de la existencia de un yo temprano, tal como
lo postula la escuela kleiniana. También se nos ocurre que parece existir cierto
par ali li, mire lo que Freud denominó yo corporal y el concepto de Jacobson de
srlf |>N¡< oliNiológico primario. Finalmente, le dejamos planteada una pregunta
ul lot loi ; cuando Freud decía que el yo es ante todo un yo corporal, ¿se refería
» (|tit> t i yo en ;mle lodo un self, puesto que él consideraba a las funciones yoicas
mtiii» de ¡ipiuicióM lardía?

30
liaremos una, breve digresión. Según Jacobson, esta representación;
surge de dos íuentes: * *
1) Por incorporación directa de las sensaciones que emanan
de la actividad Tuñcional del organismo, tanto psíquico como físico.
2) Por la percepción indirecta —a la_manera de la percepción
sensorial— del self tomado como objeto del yo.
En él comienzo de la vida se confunden dentro del yo tanto
las fuentes directa e indirecta que dan lugar a la representación
del self cuanto las percepciones que dan lugar a las representacio-
nes de objeto. Al no estar diferenciadas las representaciones del
self de las representaciones de ^íbjétb^ tampoco lo están las nociones
de mundo interno y mundo externo que se asientan, naturalmente,
en una clara discriminación en el yo de ambos tipos de represen-
taciones. Este estado primitivo de indiferenciación es un punto
regresivo al cual se vuelve en la enfermedad psíquica, perdiéndose
la diferenciación lograda entre self y objetos, entre mundo interno
y mundo externo, entre realidad y fantasía. Esto correspondería,
dentro de la nomenclatura kleiniana, a una regresión particular
por fracaso de los mecanismos disociativos, que lleva a la indiferen-
ciación entre realidad-fantasía, sujeto-objeto, mundo interno - mun-
do externo, símbolo - objeto simbolizado.
La representación del self en el yo contiene:
í) Las características, potencialidades, funciones del cuerpo, la
apariencia corporal, su anatomía y fisiología.
2) La imagen del yo, de los sentimientos, pensamientos, deseos,
impulsos y actitudes —conscientes y preconscientes— y la idea de
la propia conducta física y mental,
3) El ideal del .yo y el superyó. Ideales y escalas de valores
conscientes y preconscientes. Una estimación del grado de efectivi-
dad de lafaútocrítica.
4) La parte del ello que comunica con el yo.
5) Un concepto de la suma total de los aspectos parciales arriba
mencionados, que integra al self en una entidad organizada y dife-
renciada de su ambiente.
De la diferenciación y permanencia de las representaciones
del self en el yo depende el sentimiento de la identidad. El indi- f
viduo sabe que es ¿1 mismo a través de los cambios, en la medida j
en que su yo contiene una clara representación de su self y de los /
cambios que éste ha experimentado en el transcurso del tiempo, j
con conservación de su unidad.
El yo es, al comienzo, ese aspecto del funcionamiento mental
encargado de ordenar la realidad en figura y fondo en relación con

** La percepción sensorial externa es excluida como fuente de la repre-


sentación del self en el yo.

31
loa «tUmuloi del momento y con las experiencias pasadas, lo cual
permite diferenciar al selí (figura) del no-self (fondo) (2). Por
<iüu pin (r, el lado y el dolor son experiencias que contribuyen al
logro <lc esta diferenciación (12).
I ,u identidad contiene dos aspectos: uno referido al self y otro
referido al yo y vinculado con su función sintética.
I.o que se evidencia en el self son las infinitas secuencias de
transformaciones corporales y de conducta que ocurren durante la
vida del individuo. La percepción del self permite obtener una
constante, derivada de esa multitud de transformaciones. Esta cons-
tante es una característica de nuestro muñdó interno y una expe-
riencia de nuestro self. El self tiene una dimensión temporal "tjue
abarca las fases cambiantes de la niñez, la adolescencia y la adultez.
La vida futura se incluye en la experiencia de nuestro self, que
también engloba todos los "selves" pasados de la vida y los poten-
ciales no vividos aún (16). Nos cabe una pregunta: ¿es posible
definir al yo como el agente actual del self, como receptor, orga-
nizador y efectoir jdéL self en cada momento? Creemos que sí.
En la organización psicótica se desarrolla un falso self desti-
nado a proteger al verdadero hasta el momento en el cual una
situación ambiental más favorable —o la regresión inducida por la
situación analítica— permite "descongelar" la situación y que el
verdadero self, que había quedado encubierto, sea reconquistado
por el yo ('.'. i).
Kn M, Klein (14, 15) aparece mencionado el self, pero es
difícil establecer si ella tenía una exacta delimitación del concepto.
Con j 11. Segal (l'J) las cosas se aclaran un poco, ya que ella se
refiere a la identificación introyectiva como consecuencia de la
introyección del objeto en el yo (que adquiere así alguna o todas
las características de aquél) y a la identificación proyectiva como
el resultado de la proyección de partes del self en un objeto. M.
Klein dice al referirse a la identificación proyectiva: "implica expe-
ler substancias peligrosas (excrementos) fuera del self y dentro de
la madre. Junto con estos peligrosos excrementos, expelidos con
odio, partes disociadas del self son también proyectadas en la
madre o —como preferiría decirlo— dentro de la madre" (15).
- | J . O. Wisdom (22) se ha ocupado del tema que nos interesa
y sus"~traBajós nos resultaron particularmente atractivos, porque
trató de relacionar sus propias ideas con los conceptos de Hart-
mann y Jacobson. De Wisdom transcribimos, en versión simpli-
ficada '*, y como memento, el esquema con el cual este autor obje-
tiviza sus concepciones. Más adelante, y tomando este esquema
como antecedente, nosotros incluiremos el nuestro.
Wisdom (23) distingue

* La versión completa puede consultarse en Comparación y desarrollo de


las teorías psicoanallticas sobre la melancolía, de J. O. Wisdom (23).

32
de_jmobjeto al mundo interno: 1) El objeto incorporado puede
f5mjr"~parte de lo que él llama la "órbita" y ser visto por el m il

m
OBJETOS REALES

1. O T b i t a y objetos orbitales
2. Relaciones objetales internas
3. Objetos nucleares introyectados

como un objeto interno que mantiene con él relaciones objetales


internas. A este proceso él autor lo dénomina "identificación o in-
troyección orbital". 2) El objeto puede ser incorporado al núcleo,
formando parte así de la perspectiva del self, que no tiene relacio-
nes objétales con este objeto, sino que por el contrario, unido a él,
mira al mundo tanto externo como interno. Aquí se trata de una
"icleñtifícación o introyección nuclear". Según Wisdom, la identi-
ficación y la identificación introyectiva, tal como se mencionan
en la literatura, se refieren probablemente a la introyección nuclear.
El concepto de self es empleado por él "en su sentido ordinario"
que supone límites elásticos: es a veces equiparado con el núcleo:
a veces con el núcleo y la totalidad del mundo interno; a veces
incluye, otras excluye al cuerpo. En la introyección nuclear, el
self siente "con" el objeto. En la orbital, siente "hacia" el objeto.
Tal como se ve en el dibujo, Wisdom considera que su núcleo y
su órbita son equivalentes de la representación del self y las repre-
sentaciones .de objeto de E. Jacobson, respectivamente.

III

INTENTO DE SISTEMATIZACION

Trataremos aquí de dar forma coherente a los múltiples con-


ceptos considerados hasta ahora. Esto supone establecer nexos
entre puntos distantes; separar, para hacer distintos, conceptos de-
masiado cercanos; tener en cuenta críticas propias y ajenas inten-
tando obtener un instrumento útil, que sea confiable y permita
continuar la investigación, aunque su utilidad sólo sea operante
dentro de condiciones limitadas. Creemos posible el siguiente en-
sayo o diferenciación:
a
) XPI- Es la estructura psíquica descripta por Freud, que
incluye la fantasía inconsciente del s e l f e n el yo. Corresponde al
núcleo del esquema de Wisdom y contiene la representación del
self de E. Jacobson.
b) Ji No-Yoj - Está dentro del self y comprende lo orbital de Wis-
dom (objetos internos, y. entre ellos uno que tiene características
propias: el superyó) y las representaciones de objeto ,de la nomen-
clatura de E. Jacobson. Empleamos, como se ve, de una manera
distinta a la corriente, la denominación de no-yo. Para nosotros,
el no-yo está dentro del self y cuando se extiende más allá del self,
se transforma en no-self. Así como el self necesita del no-self como
espacio-tiempo, el yo necesita del no-yo para hacer sobre él las
proyecciones intrapsíquicas.
c) _ S E L F - Incluye al yo Y al no-yo. Es la totalidad de la propia
persona. Incluye también al 'cuerpo con todas sus partes. la estruc-
tura psíquica con todas sus partes^el vínculo con los objetos exter-
nos c internos y al sujeto como opuesto al mundo de los objetos.
d) N O - S E I . F - Puesto que nosotros no consideramos al yo como
equivalente de persona total, el no-self comprende los objetos ex-
ternos y el mundo externo.
e) F A N T A S Í A INCOSCIENTE DEL SELF E N E L YO -,. Si bien la deno-
minación "representación del self en el yo" comprende los cinco
ítems descriptos por E. Jacobson que transcribimos antes, nosotros
consideramos incompleta esta enumeración, porque ella no incluye
las fantasías inconscientes. Tampoco nos satisface la expresión "re-
presentación del self" porque se refiere a lo consciente y precons-
ciente, y nos parece preferible hablar de "fantasía inconsciente del
self en el yo" para designar el conjunto de fantasías inconscientes,
vinculadas con los elementos constituyentes de la representación
del self en el yo.
Sobre este último punto, unos párrafos que lo complementan.
Normalmente, todos los aspectos del self están integrados en
la fantasía inconsciente del self en el yo. Naturalmente, en los
cuadros psicopatológicos, esta situación se altera (17) y se produ-
cen variaciones cualitativas y cuantitativas que pueden tener distin-
tas consecuencias. Uno de nosotros (5) señala que puede ocurrir,
por ejemplo, que aspectos del self sean sentidos por el yo como
pertenecientes al no-self. Esto se debe a que la fantasía inconsciente
del self en el yo, una vez integrada en el curso del desarrollo,

34
puede perder cohesión por el funcionamiento patológico »Ir 1»
identificación proyectiva. Recalca la importancia de I O N inri M U Í »
mos obsesivos más evolucionados o "realistas" que permiten el cou
trol de las partes del self proyectadas en el objeto y sirven puní
mantener un cierto grado de integración y diferenciación del arlf,
Cuando, por diferentes motivos, el yo siente una amenaza rom ra el
estado de cohesión del self, estos mecanismos de control tienden ti
incrementarse. En ocasiones, sin embargo, el estímulo es Hulidcri«
temente intenso como para inhibir de manera temporaria o perma-
nente el funcionamiento de estos mecanismos. La consecuencia
inmediata puede ser una pérdida del control de los aspectos pro-
yectados, lo cual desencadena una desorganización en el estado del
self, cuyos efectos son los trastornos del sentimiento de identidad,
la sensación de extrañamiento y la perturbación de la relación
objetal que caracterizan al fenómeno de la despersonalización.
Otra consecuencia posible es la vuelta a la utilización del control
omnipotente y la caída en estados regresivos psicóticos confusionales.
Otra alteración que podemos considerar es la que se produce
cuando se sienten como perteneciente^ al self, aspectos que ya no
forman parte de él. Esto sucede cuando no se-puede elaborar el
duelo por las partes perdida;? del self, y un caso extremo ilustra el
"miembro fantasma", cuadro en el cual se sigue percibiendo dolo-
rosamente el miembro amputado. Este cuadro confirma las ideas
de Hoffer acerca de la importancia del dolor para lograr la discri-
minación entre self y no-self.
Otro aspecto de la cuestión puede ser la consideración de la to-
pografía de la disociación en el yo y en el self y los diferentes jplanos
en que puede producirse. Seguimos parcialmente a Thorner (20) al
decir que, por ejemplo en la hipocondría, la disociación se hace si-
guiendo el límite mente-cuerpo, a los efectos de poder mantener ubi-
cados en el cuerpo los objetos internos perturbadores. Podríamos decir
que la mente queda en el núcleo y un aspecto del cuerpo en la
órbita, funcionando para el núcleo como un objeto con el dial
tiene relaciones objetales. En otros casos, cuando se proyectan
objetos internos malos, muy unidos al yo, se proyectan mu ellos
partes del yo mismo. La disociación atraviesa el centro del yo o,
según nuestra particular opinión, el núcleo.
Una cita de P. Heimann (11) nos parece ilustrativa. Al iel'e
rirse a la combinación de mecanismos de defensa que •< da en
ciertos estados paranoides, muestra cómo "el t i p o p a r a n o i d e de
introyección internaliza un objeto odiado y temido y la situación
intrapsíquica que resulta de esta introyección repite y continúa la
relación entre el individuo y su perseguidor externo. El mismo
sadismo que el sujeto —el 'yo como totalidad'— dirige hacia el objeto
exterior, es vuelto por el yo (como parte sistematizada de la perso-
nalidad total) contra su objeto introyectado". Una parte del yo

35
aquella que ¡ilberga al objeto introyectado perseguidor— es sacri-
ficada, es disociada del resto y puesta aparte de la organización
del yo, perdiendo así su calidad yoica. Esta disociación es com-
parada por P. Heimann con la técnica de autonomía de los lagartos,
los cuales si son aprisionados por la cola, la separan del cuerpo y,
aunque mutilados, escapan. Perder la calidad yoica significa que
la parte disociada deja de pertenecer a la fantasía inconsciente del
self en el yo. Para la fantasía inconsciente esto es tan concreto
como la pérdida de una parte del cuerpo para el lagarto. En otras
palabras, la parte así disociada deja de estar en el núcleo y no
forma ya parte de la identidad.

IV

ESQUEMA FINAL

Nos resultó útil —por eso lo transcribimos— un esquema que


derivamos del de Wisdom a los fines de objetivar, aunque sea par-
cialmente, la sistematización que acabamos de mencionar. Este
gráfico corresponde a la geografía de una fantasía inconsciente que
estarla ubicada dentro del yo y desde la cual el yo vería todo el
territorio correspondiente a su aparato psíquico.
Creemos (pie es suficientemente explicativo de por sí. Estamos
lejos de pretender que sea completo ya que —como todo esquema
de tipo figurativo bidimensional— tiene limitaciones y restricciones.
Es estructural y, por lo tanto, no es posible ubicar dentro de él
sino los elementos para situar los cuales fue concebido. Podríamos,
por ejemplo, explicar dónde está el ello, pero nos sería imposible
dibujarlo, aunque se puede inferir que —al igual que en la concep-
ción freudiana— el yo emerge del ello. Quizá sería preferible pres-
cindir de estos modelos visuales, pero el presente tiene alguna
ventaja: permite cierta ubicación dentro de lo que hasta hace
poco era "tierra de nadie". Al mismo tiempo, incluye conceptos
como la idea de una membrana permeable entre el núcleo y el resto
del self, entre el yo y el no-yo y entre el self y el no-self, que tiene
profundas raíces en nosotros, aunque utiliza símiles biológicos. Otro
tanto hace Bion con su modelo digestivo, lo mismo hizo Freud con
su modelo de la ameba. Con todo, el esquema que presentamos
puede ser modificado por el lector y admite múltiples variantes.
Puede ser configurado en un modelo tridimensional, en el cual
todo el esquema "flote" en el ello indiferenciado, o cualquier otra
forma. Lo importante es que vale, si tiene utilidad, aunque sea
parcial.

36
I ÍSelf
(incluye la línea límite)
1. Objetos orbitales (Wisdom)
Representaciones de objetos (Jacobson)
2. Núcleo ("Wisdom)
Representación del self (Jacobson)
3. Objeto interno
4. Objeto externo

V
RECOMENDACIONES SEMANTICAS

Dos palabras sobre el aspecto semántico de la cuestión. En la


literatura analítica en nuestro idioma —especialmente en las tra-
ducciones— el self es denominado "yo", "personalidad", "persona",
"sí mismo",« "uno mismo", "ser", etcétera. La consecuencia inme-
diata es que conceptos originariamente claros se tornan confusos
y ambiguos. Por lo tanto, creemos conveniente recomendar la in-
corporación definitiva a nuestro idioma del vocablo "self", de la
misma manera que se ha hecho con otros términos psicoanalíticos
como "insight", "acting out", etcétera.
Igualmente sugerimos desistir de cualquier intento de intro-
ducir más términos para designar al self y, al mismo tiempo, cuidar
en los trabajos y traducciones de emplear bien discriminada la
palabra "yo" cuando se refiera a la estructura psicoanalítica clásica-
mente descripta por Freud; y "self" cuando se refiera a la persona
total.

VI *
En la misma línea, quisiéramos clarificar los conceptos de "tem-
peramento", "carácter" y "personalidad", de acuerdo con el criterio
de la mayor parte de los autores que estudiaron esos temas.

* Este último apartado no pertenece al artículo original "Yo y self. Su


delimitación conceptual".

37
Kl Irtlililio leniperainenlo designa los fenómenos característicos
de In i m H i i i i l t V i i
emocional de un individuo, fenómenos entre los
< UXLR* NC encuendan su susceptibilidad a la estimulación emocional,
mi liileiwídad y velocidad de respuesta habituales, la cualidad de
«ti esiado de ánimo predominante y todas las peculiaridades de
lluetnación e intensidad de su estado de ánimo. Estos fenómenos
son considerados dependientes de su estructura constitucional y,
por lo tanto, como de origen principalmelEte hereditario (1).
El carácter del hombre estaría determinado por la sociedad.
Kl medio impone frustraciones específicas, obstruye ciertos modos
de reacción a ellas y facilita otros. Sugiere ciertas actitudes de los
otros como modelos, contribuye a formar sistemas de referencia
internalizados en la misma medida en que lo hacen las instancias
más profundas. Las capas más superficiales del carácter represen-
tan, por regla general, las adquisiciones más recientes. Aunque no
siempre esto es así. Las regresiones complican el cuadro. El orden
en que las diferentes capas van apareciendo en el análisis, puede
ser diferente de su orden histórico original, como lo es la profun-
didad relativa de las capas geológicas con respecto a su antigüedad
histórica.
Las actitudes caracterológicas son compromisos entre los im-
pulsos instintivos y las fuerzas del yo que tratan de dirigir, orga-
nizar, postergar o bloquear tales impulsos. Freud dijo que "los
rasgos permanentes de carácter son o bien perpetuaciones intercam-
biables de impulsos originales, o bien sublimaciones de éstos, o for-
maciones reactivas contra los mismos".
Para Wilhelm Reich.. (18) el carácter es, en esencia, un meca-
nismo de protección narcisista que se ha hecho crónico y rígido,
por lo cual lo denomina "coraza caracterológica". Su desarrollo
proviene principalmente del conflicto entre las demandas instinti-
vas y el mundo exterior frustrante. Tiende a evitar la angustia y,
al mismo tiempo, la absorbe. Por otra parte, satisface indirecta-
mente el principio del placer, otorgando gratificaciones libidinosas
como en el caso del "carácter genital-narcisista".
Se ha señalado frecuentemente que la característica esencial
del hombre es su individualidad, o sea el hecho de que el hombre
es un resultado único en su género, que no se puede parecer aca-
badamente a ningún otro hombre, y se comporta siempre de una
manera que le es propia.
Generalmente, se ha utilizado el concepto de personalidad para
designar esta individualidad psicológica. La definición que propone
Filloux es la siguiente: "La personalidad es la configuración única
que toma, en el transcurso de la historia del individuo, el conjunto
de los sistemas responsables de su conducta" (3).
Mientras el carácter es considerado por algunos como un as-
pecto de la personalidad (su aspecto expresivo para unos, o su

38
aspecto estático para otros), el ronéepto de personalidad se refiere
más bien a los factores dinámicos de la conducta, a sus motivaciones,
incluyendo el aspecto profundo y menos evidente de la individua-
lidad.
A nuestro juicio, la personalidad, en la medida en (juc resulta
de la individuación-diferenciación, expresa la unicidad del hombre:
110 sólo el ser sino el ser unido.
Se nos plantea como interrogante en qué forma podríamos
relacionar el sentimiento de identidad, con el concepto .de persona-
lidad, ya que este último está referido al individuo tal como es
visto por un observador.
El sentimiento de identidad, en cambio, es experimentado por
ej, sujeto como resultado del proceso de.individuación-diferencia-
ción, base del sentimiento de unicidad (ser uno y único) y del
sentirse él mismo a través del tiempo, base del sentimiento de
mismidad, con su corolario de integración social.
Todo ello estaría incluido en la fantasía inconsciente del self
que tiene su asiento en el yo, base del sentimiento de identidad;

SINTESIS

Este capítulo tiene por objeto aclarar términos que se utilizan


en conexión con el concepto de identidad: básicamente la delimi-
tación teórica de los conceptos de yo y self, así como los de "tem-:
peramento", "carácter" y "personalidad", de acuerdo con el criterio
de autores que estudiaron esos temas, al que agregamos el nuestro.'
En relación a "yo" y "self", vocablos de uso corriente en la
literatura psicoanalítica, estudiamos la historia y evolución de ese
uso, para llegar a un intento de sistematización que relacione
coherentemente estos términos y otros a ellos vinculados: yo, no-yo,
self, no-self y la fantasía inconsciente del self en el yo.
Finalmente, proponemos un esquema, derivado del formulado
por Wisdom, a los fines de objetivar esta sistematización. El gráfico
propuesto corresponde a la geografía de una fantasía inconsciente
que estaría ubicada en el yo, y desde la cual el yo vería todo el
territorio correspondiente a su aparato psíquico.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

1) Allport, G. W.: Psicología de la personalidad. Buenos Aires, Paidós, 1961.


2) Bellak, L.: Esquizofrenia. Barcelona, Herder, 1962.
3) Filloux, J. C.: La personalidad. Cuadernos de Eudeba. Buenos Aires, Ed.
Univ. de Buenos Aires, 1960.
4) Freud, S.: El Yo y el Ello. S. E. 19, 1923,

39
ft) Oilnlioitf, I..: "The trial ionship between obsessive mechanisms and a state
nf wlf tlUluiliaiHc: Depersonalization". Int. J. Psycho-Anal., XLVII, 1966.
(1) (liinbriR l„ y col.: "Yo y self. Su delimitación conceptual". Rev. de Psic.,
XXIII. ft. 1!WC>.
1) I liu liiuinn. II.: "Comentarios a la teoría psicoanalítica del Yo" en Psycho-
iintils'lu: Study of the child. Nueva York, Int. Univ. Press, V, 74-96, 1950.
H) I l.i i tniaiui, H.: La psicología del Yo y el problema de la adaptación. Mé-
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10) Heimann, P.: "Contribución al problema de la sublimación y sus rela-
ciones con los procesos de internalization". Rev. de Psic., VIII, 4, 1951.
11) Heimann, P.: "Una combinación de mecanismos de defensa en los estados
paranoides" en Nuevas direcciones en psicoanálisis, M. Klein y col., Buenos
Aires, Paidós, 1965.
12) Hoffer, W.: "La boca, la mano y la integración del Yo". Rev. Urug. de
I'.iic., III, 4, 1960 y "El desarrollo del Yo corporal", Rev. Urug. de Psic., III,
4, I960.
13) Jacobson, E.: The Self and the Object World. Nueva York, Int. Univ. Press,
1964.
14) Klein, M.: Las emociones básicas del hombre. Buenos Aires, Nova, 1960.
15) Klein, M.: Desarrollos en psicoanálisis. Buenos Aires, Hormé, 1962.
16) Lichtenstein. H.: "Towards a metapsychological definition of the concept
of self" y "The dilemma of human identity", J. Am. Psycho-Anal. Ass.,
XI, 1, 1963.
17) Miller, I.: "Confrontation, conflict and the Body image". J. Am. Psycho-
Anal. Ass., XI, 1, 1963.
18) Reich, W.: Análisis del carácter. Buenos Aires, Paidós, 1957.
19) Segal, II.: Introducción a la obra de Melanie Klein. Buenos Aires, Paidós,
1905.
20) Tliorner, H. A.: "Tres defensas para la persecución interna" en Nuevas
Direcciones en Psicoanálisis, M. Klein y col. Buenos Aires, Paidós, 1965.
21) Winnicott, D. W.: "Metapsychological and clinical aspects of regression
within the psychoanalytical 'set-up'". Int. J. Psycho-Anal. XXVI, 1, 1955,
22) Wisdom, J. O.: "A methodological approach to the problem of hystery".
Int.. J. Psycho-Anal., XLII, 3, 1961.
23) Wisdom, J. O.: "Comparación y desarrollo de las teorías psicoanalítica«
sobre la melancolía".\Rev. Urug. de Psic., V, 1, 1963.;

40
CAPÍTULO III

VINCULO DE INTEGRACION ESPACIAL.


CUERPO, ESQUEMA CORPORAL E IDENTIDAD
SEXUAL

A El vínculo de integración espacial ¡¡comprende la relación entre


las distintas partes del seíf entre sí, incluyendo el self corporal,
manteniendo su cohesión y permitiendo la comparación y el con-
traste con los objetos; tiende a la diferenciación self-no self.j
El sentimiento de identidad se encuentra estrechamente vincu-
lado con la ..evolución psicosexual. La noción del cuerpo resulta
esencial para la consolidación de la identidad del individuo. Todo
el mundo se experimenta a sí mismo como ligado inextricablemente
a su cuerpo. En la medida en que uno percibe que está vivo,
siente que es real y sustancial. En la medida en que se siente eon-
substanciado con su cuerpo, tendráTTambién un sentido de su conti-
nuidad personal en el tiempo (11), y de la continuidad de sus
relaciones objetales y sociales ocurridas durante el curso de dicho
tiempo. Los ojos, las manos y en general el rostro y los genitales
son las áreas más significativas para el reconocimiento del cuerpo
propio y ajeno (6). El sentimiento de la propia identidad deriva
de la experiencia del contacto con tora 1 placentero con la madre,
en el sueño y..en la vigilia, en el que se libkbni/aTaT"superficie ctel
cuerpoy percibiéndola como Tímite entre el yo y el mundo. M.
Mahler (15) opina que las dos fases cruciales en la formación de
la identidad son la fase de separación-individuación que para la
autora se completa entre el año y medio y los tres años, reforzada
por las experiencias locomotoras, y la fase de la resolución de la
identificación bisexual, en la etapa fálica. Su tesis es que la madre
debe servir de buffer frente a los estímulos internos y externos per-

41
ttillii iiitn g¡mhndinenle el arribo de las tensiones energéticas de
JIM óigMUON n Iii superficie del cuerpo y la depositación en ella,
que »<• vivencia enionces como límite interno y externo. En la
ic^uudu lase, en (|ue el interés se centra en zonas genitales de la
imagen corporal, es importante la identificación exitosa con el
progenitor del mismo sexo y la actitud emocional de ambos padres.
Una primera objeción que formularíamos a estas afirmaciones
de M. Mahler se refiere a la época en que ubica la fase de separa-
< ión-individuación. Para nosotros, comienza más precozmente y
depende de la formación del yo, que coincide prácticamente con
el nacimiento, aunque se trate de un yo rudimentario, de cohesión
débil y fluctuando entre la integración y la desintegración. Sin
embargo, el surgimiento de este yo temprano es simultáneo con el
establecimiento de las relaciones objetales. El yo utiliza funciones,
mecanismos y defensas primitivas, en especial los de disociación e
identificación proyectiva, desde el primer momento para protegerse
de la actuación del instinto de muerte dentro del organismo y
para controlar activamente al objeto. Esta disociación, defensiva al
principio, se transforma en un factor primordial para la función
discriminativa ulterior entre el self y el objeto.
La situación inicial de integración precaria es corroborada por
observaciones de bebés de pocas semanas que, al quedar sin ropas,
se agitan e intranquilizan, a veces con sacudidas de todo su cuerpo,
como sintiéndose en peligro; o se aterran a las ropas de la madre
o a lo que tengan a su alcance. E. Bick (2) lo interpreta como ex-
presión de la fantasía de desparramarse o derramarse como si estu-
vieran en estado líquido, y el miedo a caer sin fin como volcándose
de sí mismos. Necesitan aferrarse cuando tienen miedo de desin-
tegrarse, porque sentirían no contar aún con una "piel", vivida
como propia, que los contenga. Es una ansiedad específica: puede
ser la sensación de desangrarse hasta morir como si se escapara toda
la sangre, por ejemplo. Se puede observar más tarde en situaciones
traumáticas, en niños o adultos, cuando hay una pérdida de control:
un no poder contener los límites del cuerpo, como en momentos de
incontinencia de materia fecal, u orina, vómitos, etcétera.
La observación muestra que solamente el pezón en la boca,
"como un tapón para una botella", o los brazos que sostienen estre-
"í chámente, calman el terror del niño de que nadie lo contenga
/integrado y sus partes unidas endeblemente se separen y se caigan.
El bebé se va integrando en base al holding materno: el pezón en
la boca, la introyección del pezón, la proyección del pezón, etc.,
operaciones que van configurando un objeto bueno interno y una
"piel" continente que sostiene y separa del objeto malo que se
expulsa. A partir de este momento hay también una mayor conexión
con el objeto externo-madre.
Lo que E. Bick destaca especialmente es que la piel del bebé

42
y sus objetos primarios constituyen factores_de cohesión de las partes
dé la personalidad 'qüe""se vivencian desunidas. Pero la función
interna de la piel —de contener las partes del self— depende uiicTal-
mente de la introyecdón de un objeto externo. Hasta que no se
hayan introyectado las funciones de contención, es imposible que
aparezca el concepto de un espacio dentro del self y se ponen de
manifiesto todas las confusiones relativas a la identidad. En el
estado infantil no integrado, la necesidad de encontrar un objeto
contenedor lleva a la frenética búsqueda de un objeto susceptible
de ser vivenciado como algo que une las diversas partes de la per-
sonalidad. Eluobjeto óptimo jes el pezón dentro de la boca, junto
— ' •-, — '
con la madre que sostiene al bebé, le habla y de la cual emana
un olor familiar. El objeto que sirve como continente se vivencia
concretamente como una piel.
Al instalarse lajposición degresiva/ hay un momento de re-cono-
cimíento, en que toaosTos conocimientos fragmentarios adquiridos
hasta entonces por el bebé se estructuran con un nuevo significado.
Lo que hasta ahí había sido una voz, unas manos, un olor, una
calidez, un contacto, un sabor, algo que calmaba el miedo o el
dolor, algo que causaba miedo o dolor, es ahora todo eso, pero donde
todo eso mantiene ciertas relaciones entre sí: es una persona, la
madre. El bebé, mientras mama, empieza a mirar alternativamente
el pecho y la cara de la madre, uniendo ambos: es el comienzo
de ver que el pecho y la cara se pertenecen el uno al otro, comienzo
de una relación de objeto total: como si el mirar permitiera hacer
la síntesis pecho-cara.
Para saber que la madre es esa totalidad, el bebé deja de lado
como algo distinto cantidad de otras cosas que conoce, pero que
no son la madre. Delimita así un objeto, mediante la combinación
de elementos que guardan entré sí una' relación constante, con lo
cual determina lo que Poincaré (16) denominó "el hecho seleccio-
nado".* Este "hecho seleccionado" es el elememqjque coheren-
cia a los objetos de la posición ésquizojaaranoide, e inicia de este
modo la posición depresiva.
Para ese entonces, al sentirse más integrado tanto en el espacio
como en el tiempo, el bebé no se angustia tanto por estar des-
vestido o suelto, sino que puede, póPel^cóhtrario, enojarse cuando
le ponen los pañales, porque son restricciones, limitaciones. Esta
es la diferencia fundamental: antes la ansiedad provenía del temor
a caerse y romperse, en pedazos, o volcarse, y ahora lajiificuitad es
* Más adelante, el niño aplicará el mismo proceso para reunir elemento»
que están dispersos, pero que guardan una relación constante, por medió de un
"nombre" o denominación, que le permitirá "integrarlos para delimitar el ob-
jeto y reconocerlo. La palabra "mamá" servirá entonces para juntar y otorgar
significado al conjunto de lo que antes sólo eran un pecho, una voz, unos
brazos, un olor, etcétera. De la misma manera, usará su propio nombre para
reconocerse e identificarse.

43
^»firiiliii I» dependencia, los cambios y la existencia del tiempo:
qu<" Tas (oStiH empiecen y terminen. Al principio la necesidad era
e*litr dentro de nn continente; luego, cuando ya se está "separado"
y "fifueta" en un continente j»opio,"^á5receiT""í6dos' los• problemas
de la» relaciones con los otros como ."tales, asumir Ta propia identi-
dad y la dependencia de los otros.
Un aspecto esencial en el desarrollo de la integración corporal
de la identidad lo constituyen las reacciones del niño frente al
espejo. Wallon (19) señaló que el niño llega a reconocer la imagen
especular de los otros mucho antes que la suya propia. Para él, el
reconocimiento de la propia imagen implica haber podido integrar
cabalmente el espacio óptico, los datos provistos por la imagen
con los ofrecidos por su propia presencia corporal.
Por su parte, Lacan (10) postuló la importancia de lo que
denominó la "fase del espejo" en torno del problema de la identi-
dad.. En esa experiencia que, según Lacan, conserva todo su sentido
KaStii los diez y ocho meses de edad, el niño conquista fundamental-
mente una determinada imagen: la de su propio cuerpo, y es la
que estructura al yo antes de que el sujeto se comprometa en la
dialéctica de la identificación con el prójimo por la mediación del
lenguaje. También Lacan sostiene que el niño tiene al principio
Una fantasía de su cuerpo fragmentado, con dispersión de sus miem-
bros. La unidad del cuerpo es el resultado de una conquista. La
fundón del espejo consistirá en poner fin a la dispersión angus-
tí» ule al integrar al niño dentro de una dialéctica que lo constituirá
como sujeto. La Jase del espejo se puede descomponer en tres
etapas. En primer término, el niño percibe su reflejo en el espejo
como si fuera un ser real al que intenta captar. Posteriormente, el
niño se dará cuenta de que la imagen del espejo no es un ser real
y ya no trata de aprehenderla. Finalmente, reconoce que la imagen
del espejo es su propia imagen. A través de esta dialéctica del ser
y la apariencia, se obtendría la conquista de la identidad del sujeto,
por la imagen total anticipante de la unidad del cuerpo. La iden-
tificación primitiva de la fase del espejo sería la raíz de todas las
posteriores identificaciones del sujeto.
La percepción del cuerpo como unidad sirve de base para la
noción de "esquema corporal" como unidad somato-psíquica pro-
puesta por Schilder (17). El esquema corporal se basaría en el "yo
corporal" de Freud, más los afectos y actitudes motrices asociadas
a toda percepción *. Cuando Freud señaló que "el yo es primero

* Desde el comienzo de sus investigaciones, Freud comprobó la íntima


interconexión entre lo que llamamos "mente" y lo que conocemos como "cuer-
po". Además, al constatar el papel que las emociones —la vida instintiva—
desempeñan en la conducta normal y patológica, Freud fue construyendo un
esquema del desarrollo total del individuo desde la infancia hasta la madurez,
estableciendo la interrelación constante entre cuerpo y mente, como una unidad
psico-física. La mente es una entidad que nace con las primeras sensaciones.

44
y sobre todo un yo corporal... no sólo un yo superficial sino incluso
la proyección de una superficie" (4), estaba poniendo el acento en
uno de los factores más importantes que forman los cimientos de
la identidad. Schilder consideró la imagen del cuerpo humano
como una estructura antropológica, a la vez que fisiológica y psico-
lógica, y la concibió así no sólo como un factor decisivo en toda
acción humana, sino como una parte constitutiva de la persona
humana misma. Por imagen del cuerpo humano entiende aquella
representación que nos formamos mentalmente de nuestro propio
cuerpo. ¿Cómo^se integra esta imagen? Disponemos de ciertas sen- * J- ¿
saciones; vemos algunas partes de la supCTfkie cgrporalj teneixios
impresiones táctiles, dolorosas, musculares y viscerales. Todo ello
conduce á la experiencia":inmediata de que existe una unidad a^:-
poral^Ea cxpresión^esquema corporal" pertenece a Head (7) que
describió el modelo postural del cuerpo. El_esquema corporal es
la .imagen . tridimensional que todo el mundo tiene de sí mismo.
Pero la noción del esquema corporal comprende además de la expe-
riencia kinestésica y de las estructuras posturales, una relación espa-
cial y temporal *. La imagen corporal se expande más allá de los
límites del cuerpo. Así, por ejemplo, las personas que manejan
coche, habitualmente lo consideran una extensión de su esquema
corporal, incluyéndolo en el lenguaje como parte de sí mismos: "me
chocaron", "por aquí no quepo", etcétera.
Lasxggggs,;también pasan a formar parte de la imagen corporal.
Cuando el hombre primitivo se coloca máscaras terribles para sus
ritos religiosos, y se tatúa el cuerpo, su figura se agiganta, provoca
miedo, se identifica con los dioses a quienes representa.
Los_objetos que han estado alguna yezjánculados^CQlLel cuerpo A
retienen parte de la cualidad de la imagen corporal. Todo aquello |
quejse origina en el cuerpo o que emana de él, sigue formando parte
de la imagen corporal aun cuando ya se haya desprendido física-
mente de aquél ^ X a voz, el aliento, el olor, los excrementos, el flujo
menstrual, la orina y el semen siguen siendo parte de la imagen

las primeras manifestaciones corporales de placer y de malestar. El instinto


es un fenómeno que tiene una doble modalidad de expresión, ya que se evi-
dencia mediante manifestaciones fisiológicas en su faz somática y mediante
fantasías inconscientes en su faz psicológica.
* Para Schilder (17), la noción de esquema corporal es esencialmente
dinámica, por lo tanto no la considera una Gestalt (estructura) sino una Ges-
taltung (estructuración) .
Para Clifford Scott (18) , el esquema corporal es una "integración cons-
ciente o inconsciente de las situaciones, percepciones, afectos, recuerdos e imáge-
nes del cuerpo, desde la superficie a la profundidad, y desde aquí a los límites
del espacio y el tiempo". Sostiene, además, que la división del yo corporal
y yo psíquico es el resultado de un mecanismo de defensa que lleva a una de
las primeras disociaciones: división cuerpo-alma.
E. Pichon-Riviére (15), sugiere un proto-esquema-corporal que se integra
alrededor de un eje ya estructurado prenatal, formado por estímulos intercep-
tivos, propioceptivos, etcétera, producto de los estímulos de la vida fetal.

45
<oijxdal aun cuando en el espacio se hayan separado del cuerpo.
1.a imagen corporal es además un fenómeno social. Un cuerpo es
siempre el cuerpo de una persona, y toda persona tiene ¿mociones,
seniimieiiios, tendencias, motivos y pensamientos. La /percepción
del cuerpo de los demás y de su expresión de la emoción es tan
primaria como la percepción del propio cuerpo o de la propia
expresión emocional. Las emociones están dirigidas , siempre a los
demás; por lo tanto siempre son sociales. Muestra propia imagen
no es^ posible sin las imágenes corporales de otras personas. Yo y
tú no son posibles el uno sin el otro. Un cuerpo es siempre la
expresión de un yo y ele una personalidad, y está dentro de un
mundo.
La constitución progresiva del otro como objeto de la experien-
cia es necesaria para que el niño pueda convertirse progresivamente
en un objeto respecto de sí mismo. En el transcurso de los primeros
períodos de vida se produce una importante diferenciación entre el
propio cuerpo y los objetos exteriores al cuerpo. Como consecuen-
cia de diversas experiencias, el niño ya no trata a su propio cuerpo
como a un extraño y, poco a poco, lo va individualizando. Prime-
ramente individualiza las partes del cuerpo, pero sin integrarlas
en un conjunto; luego se efectúa la integración. El niño cobra
conciencia del carácter "total" de su cuerpo al mismo tiempo que
el "otro" llega a ser para él un objeto "total". Entonces ve su
propio cuerpo en la misma forma en que ve el cuerpo ajeno. Eso
ocurre en primer lugar con la madre, que es el primer ser frente
al cual el niño se sitúa.
La metamorfosis de Kafka ilustra elocuentemente la relación
entre el esquema corporal y el sentimiento de identidad. Como
, hemos visto, el esquema corporal está implícito en el resultado
de lo que introyectamos y proyectamos; es decir, de nuestra relación
con los objetos y el mundo. De modo que se comprende fácilmente
que la (omepción de nuestro cuerpo guarde estrecha relación con
los cutidos afectivos que residían de los vínculos con los objetos
más a - i i i i n o s . Se desprende entonces que cuando Gregorio, el pro-
tagonista de la novela de Kafka, se despierta una mañana convertido
en una especie de insecto, está expresando con dicha metamorfosis
toda una serie de fantasías inconscientes que se traducen por medio
de la introyección en su cuerpo de los aspectos más conflictivos
de su relación con sus familiares. Entre otras razones, se transforma
en parásito como represalia por haber vivenciado a sus familiares
como parásitos que vivían a expensas de él, ya que era el único
que trabajaba. En otro nivel, representa la búsqueda de una satis-
facción regresiva para poder participar en forma permanente de
la vida familiar, mediante una elección masoquista de identidad
que lo llevaría inevitablemente a sucumbir ante sus tendencias
autodestructivas.

46
\
IDENTIDAD SEXUAL

El sentimiento de identidad sexual se basa en experiencias cor-


porales desde la más temprana infancia hasta la adultez (tocar 'y
verlos genitales propios y ájenos y experimentar 'sensaciones, ten-
siones y gratificaciones en relación con ellos), correlativas de fanta-
sías inconscientes muy complejas, de carácter libidinoso y agresivo
en relación con sus objetos primarios, preedípicos y edípicos.
A las fantasías básicas y universales, que tomarán un carácter
específico en cada individuo en función de su historia personal y
la experiencia vivida, se agregan los significados asignados a la
masculinidad y feminidad por las pautas culturales en cada~sbciedad
o grupo, en una época h i stó ríe a o e t crin iñ a da!
La experiencia de la identidad sexual no descansa exclusiva-
mente en la observación y comparación de los genitales propios y
ajenos, sino que se complementa con la curiosidad acerca ele las
actividades sexuales propias y de los demás.
Desde muy temprano en la vida del niño, las manos son objeto
de especial curiosidad, que contempla, mueve, junta y con las que
juega ya a los tres meses.
Cuando logra adquirir el dominio y manejo de sus manos,
éstas serán usadas para realizar nuevos hallazgos: jxglorar su cuerpo,
descubrir sus pies, tratar de atraer y apartar de sí disHntas partes
dé su cuerpo como puede obtener y rechazar objetos, y en esta
exploración el niño encuentra también su genital. Este descubri-
miento lo resarcirá de la dolorosa pérdida implicada en el destete,
éñ la medida en que siente la relación perdida. Es algo que per-
mite la fantasía de la relación de pareja: de entrar en alguien o de
recibir a alguien dentro de sí.
Será útil agregar unas palabras más acerca de cómo se irán
delineando las respectivas identidades sexuales del varón y la mujer
a través de su evolución (9).
El destete, primera experiencia de pérdida después del naci-
miento, como acabamos de señalar, desencadena un estado de
duelo, que el niño trata de elaborar intentando rehacer el vínculo
de oirá manera, con otra zona corporal de satisfacción (genital) y
cón ótro objetó: el pene del padre que sustituirá, en la fantasía,
al pecho d e j a madre y con cuya inclusión se inicia la situación
edipica~jEríángular. Ante la imposibilidad 'de~safisfácer las fantasías
genitales con la madre, el varón pasa por una fase femenina tran-
sitoria que se instala bajo el dominio de impulsos y fantasías incons-
cientes orales, uretrales y anales, en relación con el objeto primario:
el pecho de la madre. Al desplazar parte de sus deseos libidinosos
al pene del padre, lo fantaseará como un órgano bueno y creador
que le dará bebés como se los da a su madre. Estos deseos feme-

47
niños constituyen la raíz de un complejo edípico invertido y forman
la base de las primeras fantasías homosexuales. Pero la imagen
positiva del pene paterno es también una condición previa para
la identidad masculina que capacita el desarrollo de /los deseos
odípicos positivos. ;
La imagen del pene será predominantemente buena o mala
según Hayalídolta relatíóBTcon el pecho. De modo ^ue si lo que
se transfiere sobre el pene es una relación negativa, y el padre real
resulta incapaz de modificar esa imagen, el pene será vivido como
perseguidor y castrador, y llevará al sometimiento pasivo antes que
a la asunción de una identidad masculina.
También la niña busca una satisfacción genital con el pene
del padre, en sustitución de la relación con el pecho, y sobre el
modelo de las relaciones orales: una cavidad que recibe un órgano
que nutre.
La frustración inevitable de los deseos genitales en esta fase,
que se agrega a la peligrosidad que de por sí involucran por estar
estructurados sobre la"Base de la frustración oral, hace que, tanto
para el varón como para la niña, la relación que los padres man-
tienen entre sí pase a ser el centro de su atención, curiosidad, riva-
lidad, celos y envidia. Aumenta el odio hacia la madre como rival
que, pala lit fantasía del niño, recibe todo lo anhelado del padre,
y odio liaría rl padre que da todo lo bueno a la madre y a su vez
H!t il«' todo lo bueno de ella. Las fantasías de venganza por esta
nltu.il íi'in rnlrafitm ataques a la pareja en coito, al vientre de la
iiiiidie y al pene «leí pudre.
listas fantasías están en la base de futuros temores a los órganos*
genitales, y a ser vaciado retaliativamente en la relación sexual,
tanto en el hombre como en la mujer; de no ser elaboradas, difi-
cultan la asunción de la identidad sexual, dando lugar a sus diver-
sas perturbaciones, como la homosexualidad u otras perversiones.
De todos modos, el inevitable fracaso de la "fase genital tem-
prana" (1) lleva, por regresión, a la que P. Heimann denominó
"fase perversa polimorfa" (8) durante la cual, como al nacer, se
trata de recuperar el vínculo con el objeto a través de todo el
cuerpo, que se carga de sensaciones erógenas como también de fan-
tasías crueles y agresivas.
La "fase anal expulsiva" que sucede a la anterior en el desa-
rrollo libidinoso, aparece como una forma de preservar el vínculo
con un objeto bueno, evacuando a los padres malos internalizados,
atacados por las sucesivas frustraciones (destete, frustración genital
y odio por la escena primaria). Esta fase expulsiva actúa también
como defensa frente a la confusión.
Con el control ck__esfínteres..y la actuación de los mecanismos
obsesivos se instala la "fase anal retentiva" en la que hay una

48
mayor capacidad de discriminación entre los objetos a expulsar y
los objetos a retener.
Es recién después de haber atravesado todas estas etapas cuando
el niño siente que ha expulsado los objetos peligrosos y ha sido
capaz de retener los valiosos, manteniendo el dominio sobre los
esfínteres, que puede volver a las fantasías de una nueva "fase 1
genital" en que el niño desea a la madre y la niña al padreé 1
La^rivalidad con elprogenitor del mismo sexo despierta inten-
sas ansiedades: en"el varón, básicamente, surge él temor a ser pri-
vado de sus genitales de diversas maneras, y en la mujer el miedo
a ser vaciada, que subyace a lo que puede manifestarse como envidia
al pene, cuyo carácter es defensivo.
Con todo, los deseos edípicos no se reprimen solamente por \
la angustia de castración (femenina y masculina), sino también por \
la percepción, por parte del niño, de que la muerte del padre (al
que fantasea sustituir) sería dolorosa para la madre, y también por
el dolor y la pena que el niño siente frente a ese padre, y los deseos
de preservarlo.
El conflicto edípico se resuelve por la identificación introyec-
tiva de la imagen positiva y permisiva del progenitor del mismo
sexo *.
El establecimiento de la identidad sexual implica una renuncia
al sexo que no se tiene. En rigor de verdad, cada paso hacia la
aceptación de la propia identidad y de lo que cada uno es obliga a
la elaboración del duelo por lo que uno no es.
Sin duda, la relación con la madre otorga una base esencial
para la constitución y desarrollo de la identidad sexual. En el
"espejo" del vínculo simbiótico hijo-madre, la niña se identificaf
con la feminidad que representa la imagen materna, y el niño sel

* Al comentar la importancia del complejo de Edipo, J. Lacan(lU) se-


señala que se debe incorporar un ^cuartopersonaje, introducido a través del
padre, que representa la estructura o código social que rige las relaciones entre
el niño, 'la""5oSafe"y~el' páarie.' "Está" función' paterna denominada "falo" o la ley
del padre, y diferenciada del pene concreto del padre, sería de gran impor-
tancia en la evolución y resolución del conflicto edípico que, según Lacan, se
desarrolla en tres tiempos. En el primero, el niño busca la relación inmediata
con el padre pero descubre que la madre no está libre, que su relación con
ella está mediatizada y depende de algo exterior a ella: el falo. Trata de iden-
tificarse con el objeto de su deseo, el falo del padre que todavía no diferencia
del pene; el niño quiere convertirse concretamente en el falo del que la madre
carece. Pero esa identificación no satisface a la madre. En el segundo tiempo,
el padre aparece activamente en la relación con la madre, y es el agente
directo de la prohibición. Priva a la madre de la posesión del falo ya que es
él quien lo tiene, y separa al niño de la madre, haciendo cumplir la ley. En
el tercer tiempo, el niño descubre que lo que el padre tiene no es falo sino
pene, y lo importante es identificarse con quien lo posee. El padre deja de ser
omnipotente: no es el falo. Al reconocer al padre como hombre y no como
ley, se introyecta el falo como símbolo, como normas, se lo instala como ideal
del yo. se resuelve el complejo de Edipo, y comienza la vida moral en términos
de valores.

49
identjfjca cruzadamente con la masculinidad inconsciente de su
madre, o con el objeto masculino amado y deseado por ella. Una
madre normal podrá también devolver a su hijo las identificaciones
proyectivas relacionadas con su identidad sexual masculina depo-
sitadas en su pareja, ayudándolo en su establecimiento y reforza-
miento. Si la madre tiene problemas con su propia identidad
sexual, con conflictos no resueltos en relación con un posible rechazo"
de lo masculino, fomentará en su hijo la asunción dé una identidad
con características femeninas.
El papel desempeñado por el padre es igualmente fundamental
para consolidar la identidad sexual de su hijo varón, ofreciéndose
como modelo de identificación para el niño en sus aspectos mascu-
linos, y facilitando que su hija mujer se identifique con el objeto
femenino amado y deseado por él. Para ello será imprescindible
•que su presencia en el hogar sea regular y constante y —lo que es
esencial— que sus roles de hombre en la pareja matrimonial y de
padre en el ámbito familiar, no queden desdibujados o excluidos
por la intervención de una esposa-madre dominante y castradora.
¡ Erikson (3) se refiere a las características diferenciales de la
noción de espacio en relación con la identidad sexual. Realizando
tests especiales a niños y niñas de diez a doce años, notó ciiferencias
•que se repetían en las configuraciones de sus juegos. Así, por ejeni-
plo, las niñas desarrollaban esos juegos predominantemente en un
•espacio interior y los varones en el espacio exterior. En los juegos
de las primeras aparecían muñecos representando personas o ani-
males dentro de espacios cerrados (habitaciones, casas) y en posi-
ciones estáticas; a veces había intrusión de figuras peligrosas. En
los juegos de los varones, los acontecimientos ocurrían en lugares o
espacios externos (calles, plazas) o que presentaban partes salientes
como conos, cilindros, torres, etcétera, y predominaban la acción
y el movimiento. En el contenido manifiesto de los sueños, muchas
veces es posible detectar el sexo del soñante, no sólo por la apari-
ción de símbolos o por la estructura del lenguaje con que es narrado
el sueño, sino por la calidad de las configuraciones espaciales que
aparecen en él. El hombre sueña "contenidos" dispuestos a "me-
terse en", y las mujeres sueñan "continentes" dispuestos a "recibir
a", como expresión de sus respectivas fantasías inconscientes del
esquema corporal, tendencia sexual y rol social.
Las diferencias biológicas conducen a desempeñar distintos roles
sociales, o a desempeñar de manera distinta los otros roles. El es-
pacio interior productivo de las mujeres es la base sobre la cual
se organiza su vida, se vinculen directamente con eso o no sus acti-
vidades. Lo que no es lógico es el concepto de Freud de lo feme-
nino, partiendo del pene que no tiene, en vez de partir de aquello
que sí tiene: el espacio interior productivo. Sería atribuir a la
mujer una identidad negativa, como ser no-hombre.

50
Esta manera de ver proviene de pautas culturales que, como
hemos señalado, ejercen una influencia de primer orden en la apre-
ciación y determinación de la identidad sexual. Hasta no hace
mucho tiempo se aceptaba en forma taxativa el mito de la superio-
ridad del hombre sobre la mujer, "superioridad" que parecía corro-
borarse por estudios científicos provenientes de distintas disciplinas.
Freud mismo, siendo un observador revolucionario y crítico de los
demás conceptos psico-biológico-sociales, no pudo sustraerse al con-
cepto "falo-céntrico" de su época y desarrolló su teoría psicosexual
femenina sobre la base de la "envidia al pene". Es decir, que la
mujer, considerada desde los puntos de vista biológico, psicológico
y cultural inferior al hombre, deseaba entonces como objetivo su-
premo obtener un pene y convertirse en hombre.
Los factores culturales que caracterizaban la sociedad victo-
riana perdieron su fuerza y se fueron modificando en el curso de
los años posteriores. El papel social de la mujer en todos los terre-
nos experimentó un cambio sustancial, sobre todo en las últimas
décadas. Sin embargo, y a pesar de la creciente liberación lograda
por la mujer en el campo sexual, subsistían —hasta hace pocos
años— algunos de los viejos prejuicios que interferían en el desa-
rrollo y consolidación de su identidad sexual. Los adolescentes
varones —por lo general— seguían gozando de la prerrogativa de
acercarse al conocimiento de los "secretos" del sexo y a las expe-
riencias sexuales con mayor libertad, mientras que las convencio-
nes y tabúes sociales determinaban que la niña adolescente se
avergonzara del crecimiento de sus pechos y del desarrollo de su
cuerpo, imponiéndosele un clima de misterio acerca de su condi-
ción femenina. Paulatinamente fue perdiendo vigencia el mito de
la superioridad biológica del hombre en la medida en que la mujer
consiguió afianzarse en su identidad sexual y social. A la sostenida
"envidia del pene" se opuso la "envidia del hombre por la capaci-
dad productiva" de la mujer. En la actualidad ya no se plantea
la superioridad o inferioridad en lo que respecta a las identidades
sexuales, sino que son reconocidas como distintas aunque equipa-
radas en su valor.
Pero el problema no termina allí. La mayor libertad sexual
adquirida por la mujer no determinó que lograra idénticas venta-
jas en otros contextos de su vida profesional y social. Este es el
leitmotiv principal que subyace a los actuales movimientos de pro-
testa de la mujer, definidos por la búsqueda de sus derechos y de
su liberación (women-liberation). Una de sus más conocidas de-
fensoras, Betty Friedman, sostenía que las viejas convenciones y
actualmente una nueva mística femenina alentaban la ignorancia
de la mujer acerca del problema de su identidad más allá de su
biología, y que "así como la cultura victoriana no permitía a las
mujeres aceptar la gratificación de sus necesidades sexuales, nuestra.

51
cultura no permite a las mujeres aceptar su necesidad de crecer
y satisfacer sus potencialidades como seres humanos que no están
definidos sólo por su rol sexual" (5).
En función de los cambios ocurridos en la evolución del con-
cepto y de la vivencia de la identidad sexual, cabe preguntarse
cómo se establece dicha identidad en el presente y cómo funcionará
en un futuro cercano. Nos parece que una de las respuestas más
lúcidas frente a esta problemática está contenida en unos sustan-
ciosos párrafos escritos por M. Langer, algunos de los cuales pasa-
mos a transcribir: " . . . e l niño nace, anatómicamente ya definido,
a un mundo de dos sexos. ¿Cómo logra diferenciarlos y ubicarse
frente a sus padres? Antes eso le era fácil. El ser que poco a poco
iba a configurar el concepto y a la persona 'madre' para él, lo
tapaba si tenía frío, lo acunaba si tenía sueño, y lo alimentaba,
apoyado contra algo blando y caliente, con una punta carnosa que
se introducía en su boca y de la cual salía leche. El padre entraba
más tarde en su vida, con características muy distintas. Era más
móvil, más duro al tacto, alzaba al niño, para jugar con él, para
hacerlo volar por el aire. Hasta olía distinto. Además, solía apare-
cer solamente a determinadas horas cuando uno se despertaba o ya
NC iba a dormir; mientras que mamá estaba siempre. Así el pequeño
Nrr, que percibía confusamente su propio sexo, aprendía, al distin-
guir el de los padres, a adaptarse más a uno de ellos, tomándolo
como modelo, y a complementarse más con el otro. Así formaba,
paulatinamente, la base de su identidad sexual.
'VPero cómo ocurre este proceso ahora? Tomemos un joven
matrimonio porteño, de estudiantes, empleados o profesionales.
Ambos estudian o trabajan. Se llevan bien. Ambos comparten las
tareas de la casa. Ambos se aman; deciden postergar la pildora y
tienen un niño. Ambos lo atienden y lo alimentan. Pero no será
fácil para este bebé distinguirlos. Mamá ya no canta, porque cuando
el bebé no duerme enseguida le ponen un lindo long-playing. Eso
sería lo de menos, igualmente podría haber una mamá. Pero
cuando lo alimentan, empieza la confusión. El bebé se siente apo-
yado sobre unas rodillas recubiertas por la tela tosca de vaqueros,
sostenido firmemente por brazos musculosos y percibe, al mamar,
simultáneamente con el aroma de la leche último modelo y de la
tetina de goma o plástico, el olor a tabaco que impregna las manos
del ser indefinido mamá-papá que lo alimenta. El bebé aumentará
bien de peso, será fuerte e inteligente, pero tardará, en un nivel
muy de fondo de su ser que poco tiene que ver con lo racional,
•en darse cuenta de quién es mamá, quién es papá y cuáles son sus
funciones.
"El tiempo pasa. Sus padres, ya lo dijimos, estudian o trabajan
y se ganan la vida. Supongamos ahora que ella gane más que él
o que, por razones de trabajo, él tenga que quedarse en casa y ella

52
deba salir afuera. Dijimos también que ellos se quieren. Pero sien-
ten, a veces, cierto malestar. El marido de la pareja, con el superyó
hombre-y-padre del pasado ya no se siente a la altura de su hombría.
El superyó cultural postula que debe salir al mundo de afuera, para
mantenerlos, mientras que el lugar de su esposa está en la casa.
Si llegara a hacerlo consciente, se dará cuenta de que se siente
bastante en menos, a pesar de sus logros, frente a su padre o a su
abuelo ('Este todavía era un hombre de veras').
"A su mujer le ocurre, en cierto sentido, lo contrario. Quiere
a su madre. Pero se sorprende, a veces, pensando en ella en térmi-
nos despectivos, en la fregona, sometida, dispuesta a aceptar cual-
quier destino. Y eso también le causa malestar, porque llegar mucho
más lejos que el padre (o la madre) de uno interfiere con el
placer del logro y le quita realidad.
"Cuando la pareja joven se casó, todo lo que acabo de describir
importaba poco. Se querían y con eso bastaba. Pero con el tiempo
el malestar iba en aumento y ya no se querían tanto. Después
dejaron de estimarse y finalmente se separaron. El nene tenía tres
años, entonces. Según la ley iba a quedarse con mamá. Pero como
mamá enseñaba como profesora en un colegio en el turno de la
mañana y en otro en el de la tarde, eso no era posible. Papá era
contador y se llevaba la mayor parte de su trabajo a casa. Así el
nene se quedó a vivir con papá y mamá venía los sábados y los
domingos a sacarlo en su autito y a llevarlo a pasear por el puerto
o al campo. El nene sigue desarrollándose sano e inteligente, pero
su dificultad de definir su identidad sexual va más bien en aumento.
" . . . podríamos seguir contando cómo, algunos años después, la
imagen que este niño tiene de 'papá' y 'mamá', de 'hermanos' y de
'familia' se ha vuelto más confusa aún, porque tendrá a un 'papá
y su segunda mujer', a una 'mamá y su amigo' y a hermanos de
diferentes clases de parentesco.
"¿Cómo será su futuro y el de sus compañeros? Tendrán una
adolescencia confusa que se prolongará en el terreno sexual, a me-
nudo dentro de la adultez. Identidad significa diferenciarse del
otro e identidad sexual significa mantener bien claras las diferen-
cias entre hombre y mujer, que se están borrando en muchos
aspectos" (12).
Creemos que estas líneas, si bien parecen llegar a una conclu-
sión pesimista, reflejan una realidad cruda y contienen u n mensaje
de aguda advertencia frente a ciertas características de la actual
sociedad que condiciona y favorece la eclosión de ese fenómeno,
sin proveer las posibilidades de su corrección y evitación del peligro
de pérdida de los atributos de la identidad sexual madura.

53
SINTESIS

A lo largo de este capítulo, hemos pasado revista a los prin-


cipales elementos constitutivos del vínculo de integración espacial
de la identidad. Señalamos la importancia de la noción del propio
cuerpo con la fantasía inconsciente de una "piel-continente" que
contrarresta la ansiedad de desintegración y "desparramo" de los
primeros períodos de vida. La percepción del cuerpo como unidad,
a través de las reacciones del niño frente al espejo, contribuyen al
establecimiento de la noción del esquema corporal que se extiende
más allá de los límites del cuerpo, comprendiendo —además de
las experiencias kinestésicas y las estructuras posturales— una rela-
ción espacial y temporal. Presentamos brevemente las característi-
cas de la evolución de la identidad sexual del niño y de la niña
durante las etapas preedípicas y edípicas del desarrollo, ya que
son las que determinarán las condiciones en que se establecerá la
identidad sexual adulta. Finalmente, planteamos la problemática
de esa identidad sexual a la luz de las pautas culturales y de su
gravitación en las diferencias entre el hombre y la mujer en la socie-
dad victoriana, y en el borramiento de esas diferencias tal como
se viene presentando en la sociedad actual y como parece que se
configurará en la sociedad del futuro, a menos que se produzcan
cambios radicales en su estructura y en la relación entre los indi-
viduos.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

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54
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1948.
19) Wallon, H.: Los orígenes del carácter en el niño y Estudios sobre psicologia
genética de la personalidad. Buenos Aires, Lautaro.

55
CAPÍTULO IV

VINCULO DE INTEGRACION TEMPORAL.


EVOLUCION DEL SENTIMIENTO DE IDENTIDAD
Y SUS CRISIS

El vinculo de 'integración tempor aly comprende/ las relaciones^


entre las distintas representaciones del self en "el tiempo está"5Ie^
cíendo una continuidad entré ellas, base del sentimiénto de mis-
medad. "'"""
Las sucesivas integraciones espaciales que se van produciendo
entre distintas partes de sí mismo y del objeto, y que hemos des-
cripto en el capítulo anterior, son correlativas de las integraciones
temporales correspondientes entre las imágenes de sí mismo y del
objeto, en diferentes momentos de la experiencia vivida.
Las integraciones temporales se basan en recuerdos de las expe-
riencias pasadas, a la vez que configuran nuevos recuerdos que
quedan almacenados en el inconsciente. Estos recuerdos incorpora-
• dos, asimilados y automatizados, posibilitan el proceso de aprendi-
zaje y el reconocimiento de la propia identidad a través del tiempo.
La capacidad de recordarse en el pasado e imaginarse en el futuro
hace que el individuo sepa que es el mismo que fue ayer y que
será mañana.
En condiciones normales, el individuo no necesita interrogarse
todos los días acerca de quién es, como no necesita pensar cada vez
que realiza alguna actividad aprendida y asimilada (caminar, hablar,
etc.) por haber quedado incorporada en su inconsciente, permi-
tiéndole su reproducción en forma automática. En los individuos
con trastornos serios de su identidad, como los esquizofrénicos, el
aprendizaje no se realiza por identificaciones proyectivas e intro-
yectivas que permiten su asimilación, sino que se hace por imita-

56
ción: cada vez que repiten una determinada actividad tienen que
ponerse a pensar en ella, como si la hicieran por primera vez. Lo
mismo les ocurre respecto de su identidad.*
Desde la perspectiva de un observador, se puede describir el
devenir temporal del individuo y las sucesivas crisis de su vida,
que establecen y sacuden, de distintas maneras, su sentimiento de
identidad. A las crisis evolutivas (destete, situación edípica, ado-
lescencia, edad media de la vida, vejez ) se agregan las crisis vitales
particulares, determinadas en cada individuo por las vicisitudes de
su historia, única y personal.
Al hablar de "crisis", no usamos ese término con la connota-
ción de experiencia catastrófica que muchas veces se le ha atribuido,
sino en el sentido en que fue utilizado por Erikson (4) y otros
autores: como algo que designa un momento crucial, un punto
crítico necesario en el que el desarrollo debe tomar una u otra
dirección, acumulando recursos de crecimiento, recuperación y
diferenciación ulterior.

II

Si el sentimiento de identidad depende de la posibilidad del


individuo de sentirse "separado y distinto" de otros (vínculo espa-
cial) , tendríamos que pensar que un incipiente sentimiento de esta
naturaleza debe acompañar cada paso de la progresiva diferencia-
ción que el niño hace entre el self y no-self desde su nacimiento.
El nacimiento físico de un nuevo organismo vivo en el mundo
inaugura procesos que avanzan rápidamente, y en virtud de los
cuales en un tiempo sorprendentemente breve el niño se siente
real y vivo y posee un sentido de ser una entidad, con continuidad
en el tiempo y un lugar en el espacio. "Por lo tanto, el individuo
puede experimentar su propio ser como real, vivo, entero; como
diferenciado del resto del mundo, en circunstancias ordinarias, tan
claramente que su identidad y su autonomía no se pongan nunca
en tela de juicio; como un continuo en el tiempo que posee una
congruencia interior, sustancialidad, autenticidad y valor; como es-
pacialmente co-extenso con el cuerpo; y, por lo común, como
comenzando en el nacimiento, o poco después de él, y como ex-
puesto a la extinción por la muerte." (9)
Muchos factores concurren para que esto sea así. La no-pre-
sencia permanente del pecho, cuyas apariciones y desapariciones no

* Bion (3) explica que ese trastorno esquizofrénico se debe a la inca-


pacidad de discriminación entre consciente e inconsciente, y entre sujeto y
objeto, debida a una falla en el funcionamiento de la ''barrera de contacto"
formada por los elementos alfa. Por otra parte, el esquizofrénico no aprende
sino que imita, y no se identifica por excesivo uso de la identificación proyec-
tiva y déficit de la identificación introyectiva.

57
coinciden exactamente con los deseos del bebé ni satisfacen la fan-
tasía omnipotente de suministro incondicional e inagotable, va esta-
bleciendo un principio de discriminación entre un sujeto que desea
y un objeto que satisface o frustra. Ese ritmo de apariciones y desa-
pariciones del pecho, que condiciona ciclos de satisfacción y necesi-
dad, junto con |o$ ciclos .sueño-vigilia,, contribuye a desarrollar la
experiencia temporal.
Al mismo tiempo, el niño descubre que la madre que lo
gratifica y la madre que lo frustra son una y la misma. Ha alcan-
zado a integrar entonces las imágenes provenientes de distintos
momentos de su experiencia. Esta integración de la figura de la
madre en el tiempo, es correlativa de su propia integración temporal.
La posición depresiva infantil marca un jalón muy importante
en la evolución del niño. Al colocarse en primer plano la posición
depresiva, se inicia el desarrollo ulterior en la línea de integración
y síntesis. Estos procesos de síntesis actúan en la totalidad del
campo de las relaciones de objeto externas o internas. Los diversos
aspectos de los objetos se unen y esos objetos son ahora personas
totales.
Cuando el bebé llega a integrar las múltiples impresiones, pre-
viamente muy aisladas y disociadas, en el concepto de una persona,
sejencuentra en realidad con dos personas, la madre y el padre, y
esta situación incluye la relación entre ellos. El campo de sus expe-
riencias emocionales no sólo aumenta cuantitativamente, sino tam-
bién cambia cualitativamente, porque constituye el tipo triangular
de relación objetal: este temprano escenario triangular representa el
origen del complejo de Edipto (6).
Si esto es así, el bebé no sólo ha descubierto que hay cosas
que no son la madre, y que él no es la madre, sino también que
él no es ni el padre ni la madre.

III

El desprendimiento culmina con la cri sisdeldes te te que plantea


la inexorable necesidad de elaborar el abandono de la relación
idílica con la madre y aceptar en forma definitiva la presencia del
padre, como alguien distinto de la madre y distinto de sí mismo.
Este ser distinto implica estar "separado", pero poder juntarse,
encontrarse con los otros. En ese sentido, el descubrimiento de los
geniialcs otorga la convicción de poseer un instrumento para los
teciu neutros.
I¿n el plano mental, la creciente capacidad simbólica permite
ir, npriar los'óbjéTos perdidos en la mente, recreándolos mediante
el picgo y la palabra. Los juegos de pérdida y recuperación, cum-
plloiiiln «¡mbólkamenfc fantasías que no puede realizar con su

.w
cuerpo, permiten elaborar la depresión originada por el destete y
por reconocerse diferente y "separado".
Por supuesto, estas diferenciaciones no se mantienen con mucha
claridad. La relación entre los padres despierta cantidad de reac-
ciones intensas en el bebé, que atribuye a los padres un estado
constante de gratificación mutua, de naturaleza oral, anal y genital.
Estas peorías sexuales forman la base de las "figuras parentales com-
binadas" (8) tales como: la madre que tiene el pene del padre o
al padre en su totalidad; el padre que contiene el pecho materno
o la madre en su totalidad; los padres fusionados inseparablemente
en la relación sexual. Estas figuras combinadas aparecen como
variadas imágenes monstruosas en los mitos y los sueños. A medida
que se desarrolla una relación más realista con los padres, el lactante
llega a considerarlos en forma más estable como individuos separa-
dos, reconociendo y diferenciando la identidad de cada uno de
•••líos.
Del mismo modo, la diferenciación de las distintas partes del
propio cuerpo es también resultado de un largo proceso de confu-
siones y discriminaciones, que parte de una fantasía en que todos
los orificios del cuerpo parecen intercambiables en sus significados
y funciones (en que, por ejemplo, cada parte del cuerpo puede
ser como una boca: las manos, los oídos, los ojos, la vagina, el ano,
el pene, etc.) para diferenciarse e integrarse paulatinamente.

IV

Cuando el niño se pone de pie y adquiere la posición vertical


ve el mundo desde una nueva perspectiva. En J o muy inmediato
y concreto, cuando el niño se mantiene parado y defeca, la materia
fecal se cae, se separa de él, poniéndolo ante la evidencia de que
algo que hasta ese momento le era propio, puede separarse y per-
derse. Este fenómeno despierta angustia porque es vivido como
pér dida_de ide rUi dad. Es por ello que, a veces, reacciona constipán-
dose, intentando retener así partes de sí mismo cuya pérdida es
sentida como pérdida de vida.
La repetición de la experiencia, sin embargo, en la medida en
que el niño puede "aprender de la experiencia", y la adquisición
¿el_control de sus esfínteres le permite tolerar la pérdida de esas
sustancias, orina o materia fecal, que representan partes de sí
mismo y de sus objetos, hacer el duelo por ellas, porque descubre
que conserva la capacidad de recrearlas.
La confianza en las capacidades yoicas es uno de los sustentos
más importantes de la identidad ya que, en la medida en que per-
miten recrear aspectos del self y objetos internos perdidos, aseguran
la permanencia y estabilidad a través del tiempo. Esta confianza,

59
basada en las experiencias pasadas, adquiere una función prospec-
tiva que garantiza el mantenimiento de la integridad en el futuro.
En este período, la diferenciación que el niño puede establecer
entre sí mismo y los demás es más notoria, en cuanto tiene cada
vez mayor control de sus movimientos, aprende a caminar, puede
acercarse a sus objetos y alejarse de ellos. Es en función de estas
capacidades crecientes, que hacen sentir al niño cada vez más inde-
pendiente y dueño de sí mismo, que M. Mahler (10) ubicó en
esta etapa una de las fases cruciales en el desarrollo de la identidad.
Hacia los tres años, el niño demuestra diferenciar claramente
las acciones propias de las ajenas, y los objetos propios de los
ajenos, lo que se manifiesta en el lenguaje: deja de usar la tercera
persona para designarse y comienza a utilizar adecuadamente los
pronombres de primera persona: yo y mío. Sin embargo, como ya
hemos dicho, basándonos en los conocimientos proporcionados por
la teoría kleiniana, pensamos que este proceso ya ha comenzado
mucho antes, y se va desarrollando a través de sucesivas crisis, de
pérdidas y reencuentros. Podríamos decir que toda crisis implica
una pérdida y obliga a la elaboración de un duelo: en la evolución
normal, se relacionaría con las pérdidas de una etapa evolutiva
para estructurar la siguiente.

Cuando las pulsiones genitales vuelven a tomar la primacía,


después del primer intento durante la llamada "fase genital previa/'
(1) en el desarrollo del complejo de Edipo temprano, una nueva
crisis se desencadena, que llevará al niño a identificarse y recono-
cerse. La renuncia a la gratificación directa de los deseos sexuales
dirigidos a la madre o al padre, implica el reconocimiento del niño
de que es "como" el padre pero no "es" el padre. Al referirse al
complejo de Edipo y a las relaciones con el superyó, Freud señaló
como mandato de aquél: "Así (como el padre) debes ser" pero "así
(como el padre) no debes ser: no debes hacer todo lo que él hace,
pues hay algo que le está exclusivamente reservado" (5). Esto
supone no sólo la prohibición del incesto, sino también un estímulo
para la discriminación. Encesta afirmación aparecen contenidos en-
tonces dos factores muy importantes para el establecimiento y con-
solidación del sentimiento de identidad: identificación y discrimi-
nación.
Esta crisis, que implica la necesidad de elaborar el duelo por
la madre perdida como objeto sexual, promueve a su vez cambios
en distintas áreas: se consolida su capacidad de espera y de aceptar
postergaciones, en función de una imagen futura de sí mismo, como
adulto y pareja sexual. Se intensifican las sublimaciones_^ug_gosi-

60
bi 1 itan 1 a e scola r id adj la latencia sexual hace al niño menos de-
fendiente de la vida sexual de los padres y lo pone en condiciones
de abrirse a nuevas experiencias y un nuevo mundo social: la
escuela, donde asumirá roles nuevos y donde proyectará y de donde
recibirá nuevas imágenes de sí mismo.
Los juegos "con reglas" de esta época, si bien son expresión del
incremento de los mecanismos obsesivos que refuerzan la represión
de las fantasías edípicas y la masturbación, son también intentos
de limitar la omnipotencia. Estos juegos alternan, sin embargo, con
aquellos en que el niño "se viste de" adulto o de un personaje
admirado, en que participan tanto el mecanismo de identificación
proyectiva en su carácter de imprescindible como una etapa de
aprendizaje, como las fantasías mágico-omnipotentes en que "po-
seer" algo del otro es "ser" ese otro.
De este interjuego de identificaciones, de calidades realistas y
mágicas, se continuará construyendo la experiencia de la identidad,
como una integración de estados sucesivos de la mente, y en que
la identificación con un objeto por introyección dará fuerza y soli-
dez a ese sentimiento, mientras que la identificación con un objeto
por proyección lo hará ilusorio en cuanto a completud y unicidad.

VI
La relativa estabilidad lograda durante los años de latencia y
mantenida a costa de la represión de las fantasías sexuales, los me-
canismos obsesivos y las fuertes disociaciones, entra en crisis cuando
irrumpe l a ' pubertad,j[ con la reaparición de la masturbación y la
ruptura de la disociación diferenciadora obsesiva, rígida y exagerada
de la latencia, que permitía saber muy tajantemente qué era bueno
y qué malo, qué femenino y qué masculino, etcétera.
En cuanto comienza la adolescencia, por el contrario, todo es
confusión, que da lugar a nuevas y variadas disociaciones como
defensa.
La experiencia de identidad es altamente fluctuante, depen-
diendo del tipo de experiencia psíquica que predomine en cada
momento: identificaciones proyectivas e introyectivas. Esta ^fluctua-
ción/ produce la cualidad característica de inestabilidad emocional
que se ve en el adolescente, y puesto que se basa en procesos diso-
ciativos, los estados mentales sucesivos están muy poco en contacto
unos con otros: por ello le es tan difícil asumir una responsabilidad,
que implica continuidad en el tiempo: ser el mismo en el momento
de hacer algo que el que era cuando pensó que lo haría o que no
lo haría. Esa fluctuación se evidencia también en la persistente
búsqueda de la firma que lo identifique, a través de reiterados
ensayos en que escribe su nombre una y otra vez, siguiendo distintos
modelos, hasta encontrar la firma que mejor lo represente.

61
Mu los momentos de mayor confusión, resurgen las incertidum-
liies con respecto a las diferenciaciones interno-externo, bueno-malo,
masculino-femenino, características de la evolución pre-genital. A
estas inc ertidumbres se agrega la confusión entre las zonas erógenas,
unidas a la confusión entre amor sexual y "sadismo. Cuando la
reaparición de la masturbación trae consigo una fuerte tendencia
regresiva a abandonar la propia identidad y a tomar la identidad
de un objeto por intrusión en él, el adolescente será presa de ansie-
dades confusionales, más intensas que las que todos los adolescentes
experimentan en cierta medida. Esta es la confusión acerca de los
cuerpos, que aparece con el primer vello pubiano, el primer creci-
miento de los senos, la primera eyaculación, etcétera.
El adolescente se pregunta de quién es el cuerpo que ve en el
espejo: si es el propio o es el de su padre, joven, de sus recuerdos
infantiles y objeto de su admiración y envidia infantiles y al que
ahora se parece. En otras palabras, no puede distinguir con certeza
su estado adolescente de las ilusiones infantiles de adultez, induci-
das por la masturbación con fantasías de identificación proyectiva.
Esto es lo que subyace detrás de la preocupación del adolescente
por sus ropas, arreglo, peinado, tanto en los varones como en las
niñas (11). El camino hacia la aceptación del cuerpo como propio
pasa por la elaboración del duelo por la pérdida del cuerpo infantil
y la pérdida de la imagen de los padres de la infancia (2).
En la adolescencia se produce también, además de la cada vez
más amplia integración social, como veremos en el capítulo siguien-
te, la integración de la sexualidad en el self, luego de las vicisitudes
variables desarrolladas en el capítulo anterior. Las relaciones sexua-
les prematuras pueden ser huidas de la masturbación y equivalentes
a ella. Por eso, cuando priman las fantasías masturbatorias y la
identificación proyectiva, la relación sexual es sentida como algo
que pone en peligro la propia identidad, por el temor a diluirse
en el otro. Por el contrario, en condiciones de mayor madurez,
habiendo hecho las paces consigo mismo, aceptado el propio cuerpo,
renunciado a la omnipotencia bisexual masturbatoria y aceptado
el cuerpo del otro, la relación sexual se integra en una relación
más completa y real, que completa también al individuo y fortalece
su sentimiento de identidad.
Para consolidar su identidad, el adolescente busca también for-
marse un sistema de teorías, valores éticos e intelectuales, que pue-
den organizarse en una ideología, que trascienden su existencia in-
dividual y se revisten de un carácter de permanencia e inmortalidad.
Al término de esta convulsionada época de crisis, la disociación
del yo habrá cedido paso a una nueva integración y mayor capa-
cidad dé discriminación; y los objetos habrán pasado de ser una
multitud de objetos parciales a ser una familia de objetos totales
en el mundo interno, modelo según el cual se manejarán las rela-

62
ciones con los objetos externos. Habrá sido necesaria la ruptura de
estructuras establecidas e identidades previas, para reintegrarse
luego de una manera diferente.

VII

Un nuevo período de crisis aguarda al ser humano, que entraña


una nueva crisis de identidad, cuando debe enfrentarse con una de
las verdades más angustiantes: el envejecimiento y la. jneludibilida>d-
de la propia muerte. Esta fase particular ha sido denominada por
E. Jacques (7) la "crisis de la edad media de la vida".
Generalmente, las referencias explícitas en relación con este
período de la edad adulta, toman en cuenta un factor biológico al
cual supeditan las distintas alteraciones que se expresan en el plano
psíquico. Así, por ejemplo, se ha destacado el temor, en la mujer,
a los futuros cambios determinados por la menopausia, como así
también el temor al climaterio en el hombre.
Sin embargo, la crisis de la edad adulta a la que nos referimos
abarca mucho más que los síntomas o consecuencias de esa alterna-
tiva fisiológica que, en todo caso, es un factor más dentro de la
complejidad del cuadro.
Las fantasías y ansiedades específicas que surgen durante tales
crisis son de distinta clase. Pueden estar referidas a la salud y al
propio cuerpo: son fantasías hipocondríacas que abarcan toda clase
de preocupaciones y temores a enfermedades, por ejemplo, el cáncer
o el infarto; pueden estar vinculadas con una inquietud económica:
temor al descalabro financiero aunque no exista una base real, o
a no poder incrementar los ingresos para mantener o reforzar el
estándar de vida; o bien fantasías que se relacionan con el temor
de perder el status social o el prestigio alcanzado, etcétera.
La base inconsciente de muchas de estas fantasías está conectada
con el problema de la identidad y el profundo temor al cambio.
Para decirlo en otras palabras e introducir un elemento que
consideramos fundamental en estas crisis, es el problema de la ela-
boración patológica del duelo por el self que afecta a esta edad
de la vida lo que debe ser encarado esencialmente.
Cuando el individuo siente que ha llegado al punto medio de
la vida, comprueba que ha dejado de crecer y ha comenzado a en-
vejecer. Debe enfrentar un nuevo conjunto de circunstancias exter-
nas. Ya ha vivido la primera fase de la vida adulta. Ha establecido
su familia y su ocupación (o debiera haberlas establecido). Sus
padres han envejecido o han muerto y sus hijos están en el umbral
de la adultez. La niñez y la juventud pasaron y se fueron, y debe
realizar el duelo por ellas. El logro de la adultez madura e inde-
pendíente se presenta como la principal tarea psicológica. La para-

63
doja consiste en que se entra en la etapa de plenitud pero la
muerte acecha.
Este enfrentamiento con la realidad e inevitabilidad de la pro-
pia muerte es el rasgo central y crucial de la fase de la mitad de
la vida; es lo que determina la naturaleza crítica de este período.
En lugar de concebirse la muerte como una idea general, o un acon-
tecimiento experimentado en términos de la pérdida de algún ser,
se convierte en un problema personal: la eventualidad real y actual
de la propia muerte. Una actitud relativamente frecuente ante la
posible pérdida de un ser allegado es reaccionar como frente a una
advertencia para cuidar la propia vida: entonces aparecen decisio-
nes de tener un tipo de vida mejor, permitirse mayores gratifica-
ciones, no postergarse, etcétera. Se busca estar preparado y "sacarle
más jugo" a la vida, lo cual implica, hasta cierto punto, una acep-
tación mayor de la eventualidad de la muerte.
El individuo se enfrenta con un verdadero duelo por las cosas
que ya no volverá a tener. Es el duelo por diferentes pérdidas: por
los años de juventud que quedaron atrás y no se recuperarán, por
las posibilidades frustradas, por todo lo ambicionado y no alcan-
zado, por el tiempo perdido.
Muchas veces este sentimiento depresivo no es tolerado; se
busca, por el contrario, la actividad maníaca, el placer y el éxito
fácil.
l,os ¡metilos compulsivos, en muchos hombres y mujeres, por
permanecer jóvenes son frecuentes. Surgen las distintas estrategias y
las técnicas engañosas como tentativas de correr una carrera contra
el tiempo. En algunos, emerge la necesidad perentoria de la pro-
miscuidad sexual: aventuras extraconyugales, búsqueda de amantes
o divorcios y nuevos matrimonios, para convencerse de que todavía
tienen la juventud y la potencia. Otros tienden a volcarse febril-
mente en una actividad, o realizar viajes o mudanzas, o tener hijos
a una edad madura. Por supuesto, ello no significa que si cualquier
persona que está pasando por este período realiza alguna de estas
actividades (mudanzas, viajes, etc.), haya que dudar de su auten-
ticidad y considerarlo u n acto maníaco y de negación de su angus-
tia. Nunca se puede analizar ni valorar un hecho aislado sino que
debe ser enfocado dentro de su contexto global.
Pero cuando estas actitudes son sintomáticas de una defensa
maníaca, además del empobrecimiento de la vida emocional que
implica, produce un verdadero deterioro del carácter y del senti-
miento de identidad, incremento del odio y de la envidia, y de las
tenencias destructivas.
En cambio, la solución saludable sería poder elaborar esta
vivencia depresiva sin tener que recurrir a los mecanismos maníacos
o a cualquier otro tipo de defensa extrema. Es poder utilizar la
propia capacidad de amor y la confianza en uno mismo para mitigar

64
el odio y los impulsos destructivos, para reparar las cosas <juc se
sienten dañadas y contrarrestar los temores de muerte con los
deseos de vivir. La envidia destructiva es neutralizada por la ad-
miración y la gratitud. Renace la esperanza a través de la sensación
profunda de que los tormentos del duelo, la culpa y la persecución
podrán ser tolerados y superados si se enfrentan con una reparación
auténtica.
Sólo así se podrá llegar a transformar el componente ele miedo,
del miedo a morir, en una experiencia constructiva. La idea de
muerte es percibida de otro modo y aceptada conscientemente. Se
podrá vivir con ella sin la sensación de persecución abrumadora.
Se experimenta la capacidad de elaborar la depresión actual y la
reactivación de todos los duelos infantiles.
Se gana, de esta manera, la posibilidad de disfrutar mucho más
de la vida adulta; de una profundización en la toma de conciencia
de las cosas, en la comprensión y en la autorrealización. Se podrá
sentir más la autenticidad de las cosas, viviendo más plenamente el
momento presente, sin omnipotencia ni negación, y con un mayor
respeto por la propia persona y por la de los demás.
Esto no significa que la integración y maduración que se
pueda haber logrado, con el consiguiente fortalecimiento del sen-
timiento de identidad, no se vuelva a perder y re-encontrar perma-
nentemente, y que no hayan de precipitarse nuevas crisis accionadas
por acontecimientos internos y externos durante la edad adulta.
Cambios en el medio social, político o económico, migraciones,
muerte de familiares, etcétera, ponen a prueba el sentimiento de
identidad y obligan a continuas re-elaboraciones.

VIII

También la vejez implica una nueva crisis que se caracteriza


esencialmente por las ansiedades determinadas por las limitaciones
de la capacidad física agravadas por enfermedades, la disminución
parcial o total de la capacidad y oportunidades de trabajo, y el
recrudecimiento de los temores frente a la muerte. Surge, a veces,
un sentimiento de desesperación, por no aceptar la muerte como
límite definitivo. La desesperación traduce la vivencia de que el
tiempo es demasiado corto para el intento de iniciar otro tipo de
vida y para probar diferentes alternativas en el futuro. Se puede
expresar por misantropía, el desprecio hacia personas o institucio-
nes, y una actitud permanente de queja y desagrado (4).
En cambio, la capacidad de dar y recibir amor de los hijos y
de identificarse con ellos, permite enfrentar la muerte con menor
persecución, mantener unido el propio pasado con el presente, que

65
lo aprendido en el pasado sea recuperado para el presente, mantener
el interés en el futuro, y que la vejez sea la edad de la sabiduría.

SINTESIS

En este capítulo destacamos las sucesivas integraciones tempo-


rales de la identidad que se producen en el individuo entre las
imágenes de sí mismo y del objeto, en diferentes momentos de la
experiencia vivida. Estudiamos también las características de sus
crisis evolutivas —a lo largo de la vida— con sus correspondientes
resoluciones que van estableciendo, de distintas maneras, su sen-
timiento de identidad. Señalamos además, que la capacidad de se-
guir siendo el mismo a través de la sucesión de cambios forma la
base de la experiencia emocional de la identidad y que, en algunos
individuos, surge una "angustia frente al cambio" determinada,
fundamentalmente, por fantasías de pérdida o aniquilación de
dicha identidad.
La progresiva diferenciación que el niño va estableciendo entre
su self y el no-self, a partir de su nacimiento, pasa por distintas
vicisitudes en el curso de sus diferentes crisis evolutivas como las
que ocurren en el destete, en el conflicto edípico, en la latencia,
en la pubertad y adolescencia, en la edad media de la vida y en
la vejez. Estas crisis, relacionadas no sólo con el vínculo temporal
sino también con el espacial y el social, promueven la necesidad
de elaborar duelos por las experiencias pasadas, por la inevitable
transformación sufrida en la calidad de los vínculos objetales y por
los aspectos perdidos del self en cada uno de los períodos de la
evolución. La adecuada elaboración de tales duelos en las etapas
correspondientes contribuirá a consolidar en el individuo el senti-
miento de ser una entidad real diferenciada, con continuidad en el
tiempo y un lugar en el espacio, y con la capacidad de recuperar
en el presente lo aprendido en el pasado.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

1) Aberastury, A.: "La fase genital previa", Rev. de Psic., XXI, 3, 1964-
2) Aberastury, A. y col.: "Adolescencia y psicopatía. Duelo por el cuerpo, la
identidad y los padres infantiles" en Psicoanálisis de la manía y la psico-
patía. Ed. por A. Rascovsky y D. Liberman. Buenos Aires, Paidós, 1966.
3) Bion, W. R.: Aprendiendo de la experiencia. Buenos Aires, Paidós, 1966.
4) Erikson. E. H.: Identidad, juventud y crisis. Buenos Aires, Paidós, 1971.
5) Freud, S.: El Tío y el Ello. S.E. 19.
6) Heimann, P.: "Algunas funciones de introyección y proyección en la tem-
prana infancia" en Desarrollos en psicoanálisis, de M. Klein y col. Buenos
Aires, Hormé, 1962.
7) Jacques, E.: "La crisis de la edad (media de la vida". Rev. de Psic., XXIIi,
4, 1966.

66
8) Klein, M.: "Algunas conclusiones teóricas sobre la vida emocional del
lactante" en Desarrollos en psicoanálisis de M. Klein y col. Buenos Aires,
Hormé, 1962.
9) Laing, R. D.: El Yo dividido. Un estudio sobre la salud y la enfermedad.
México, Fondo de Cultura Económica, 1964.
10) Mahler, M. S.: "Problems of identity", presentado en la J. Am. Psycho-
Anal. Ass., VI, 1958.
11) Meitzer, D.: "El conflicto de la identidad en el adolescente". Conferencia
inédita.

67
CAPÍTULO V

VINCULO DE INTEGRACION SOCIAL.


IMPORTANCIA DE LAS RELACIONES OBJETALES
Y DE LAS IDENTIFICACIONES

I I vínculo de integración social se refiere a la connotación


social de la identidad y está dado por la relación entre aspectos
del sclf y aspectos de los objetos mediante los mecanismos de iden-
tificación proyectiva e introyectiva.
En el momento de nacer, el niño no tiene noción de la dife-
renciación entre su persona y el mundo circundante. Las experien-
cias placenteras por un lado y las penosas por el otro irán condicio-
nando la primera separación. El niño tiende a rechazar y expulsar
hacia afuera todo lo que siente desagradable. Se trata de un movi-
miento psíquico de tipo centrifugo al que se agrega otro contrario,
centrípeto, que tiende a incorporar lo placentero. Estos dos meca-
nismos, proyección e introyección, dan origen a dos mundos psico-
lógicos, el externo y el interno, poblados de objetos, externos e
internos también, y se pueden considerar como los cimientos que
reforzarán el primer estado rudimentario de la identidad determi-
nada por el nacimiento. Pero el lactante no reconoce, en un co-
mienzo, otra experiencia que la suya propia; para su fantasía incons-
ciente, el pecho materno no es más que una parte de sí mismo. Y
es precisamente la experiencia angustiante y dolorosa determinada
por la amenaza de aniquilación de los impulsos tanáticos o la vi-
vencia de una pérdida abrumadora, lo que pone en marcha el
proceso tendiente a la discriminación del objeto como algo exterior
a uno mismo. Empieza a diferenciarse el no-self del self, poniendo
en funcionamiento los fenómenos de disociación y proyección.
Se ha señalado que los sentimientos de confusión forman parte

68
del desarrollo normal y que, en la más temprana infancia, el niño
vive en un estado de no-integración en el cual la percepción es
incompleta y los estímulos externos e internos, los objetos externos
e internos y las partes del cuerpo a menudo pueden no ser diferen-
ciados. Durante la etapa esquizo-paranoide no siempre se logran
mantener separados los objetos buenos y malos y, por lo tanto, se
los siente como mezclados o confundidos. Estos son estados con-
fusionales de desintegración y déficit de identidad que se relacio-
nan con los estados confusionales esquizofrénicos. El astado confu-
siqnal está asociado a una a n g i ^ a _ e > ^ e m a porque al confundir
las pulsiones libidinales y las destructivas, toda la personalidad
está en peligro de destrucción. Como defensa se busca reforzar
los mecanismos de disociación. Tales defensas disociativas, si bien
disminuyen la confusión y alivian la angustia, producen desinte-
graciones progresivas con el consiguiente trastorno de identidad,
debido a la fragmentación del self (19).
Melanie Klein y sus colaboradores (10), al estudiar exhaustiva-
mente los primeros períodos de la vida del niño, se ocuparon espe-
cialmente de las fantasías inconscientes básicas subyacentes a la
relación con los objetos. Una vez que el niño aprende a distinguir
las cosas que lo gratifican de las que le producen dolor, aprende a
dividir el mundo en dos clases de objetos: buenos y malos. Ama
a los primeros y odia a los segundos. La leche y el pecho son malos
si en alguna forma lo han frustrado. Son buenos, en cambio, cuando
él se siente bien y ha sido gratificado por ellos. En esta primera
etapa, el niño experimenta todas estas impresiones y sensaciones
principalmente a través de sus fantasías que están referidas tanto
a su cuerpo como a sus afectos y a los objetos hacia los cuales
estos afectos están dirigidos. Como el niño tiene pocos recursos
para expresar su amor o su odio, utiliza los productos y actividades
corporales como medios para expresar los deseos y emociones con-
tenidos en sus fantasías. El aliento, la orina yj la materia fecal
i
serán "buenos" o "malos' según las fantasías correspondientes. De
modo que las fantasías, que atañen primordialmente al cuerpo, re-
presentan impulsos dirigidos hacia los objetos. Al no diferenciar
aún la fantasía de la realidad, los actos fantaseados de incorpora-
ción (pecho, leche, aire, etcétera) o de expulsión (heces, orina,
saliva, etcétera) son equivalentes a los reales para su experiencia.
Esto puede conducirlo a la convicción de que ha dañado o destruido
realmente a su madre (sí así lo hizo en la fantasía), lo cual le
provoca culpa y el sentimiento de ser perseguido por su agresión.

II

Ahora bien, las relaciones con los objetos se establecen fun-


damentalmente por~me3To ele los mecanismos de identificación.

69
Ya l'reud se había referido a la ^identificación como la forma
más temprana de relación con un objeto al que se considera como
modelo. "La identificación es conocida en psicoanálisis como la
manifestación más temprana de un enlace afectivo a otra persona,
y desempeña un importante papel en la prehistoria del complejo
de E d i p o . . . " "La identificación es, además, desde un principio,
ambivalente, y puede concretarse tanto en una exteriorización cari-
ñosa como en un deseo de supresión. Se comporta como una rami-
ficación de la fase oral de la libido, durante la cual el sujeto incor-
poraba al objeto amado, comiéndoselo y al hacerlo así lo des-
truía." (3) El primer deseo es, pues, incorporar el objeto y ser
el objeto; el segundo paso en la evolución es tener el objeto, es
decir, la elección objetal, pero que puede volver a la fase de identi-
ficación por regresión. "La sustitución del objeto abandonado o
perdido, por la identificación con él, o sea la introyección de este
objeto en el yo, son hechos observables en la vida infantil." (3)
Al yo le es más fácil diferenciar entre distintos objetos que
entre self y objetos. En relación con esto es posible considerandos
tipos de identificación: 1) la identificación primitiva, en la cual
la fantasía inconsciente del self y las fantasías de objetos no se han
diferenciado aún o, por un proceso de regresión, se han vuelto a
unir después que la diferenciación ha tenido lugar. Esto corres-
ponde a la simbiosis total y al tipo de relación objetal primitiva
que se da entre el lactante y su madre. La identificación es masiva
y total, todo el objeto está dentro de la representación del self y
viceversa; 2) la identificación madura que tiene como requisito
previo una clara diferenciación entre representaciones del self y re-
presentaciones de objeto, además de un conveniente grado, de ma-
durez del yo. Esta identificación es selectiva, toma aspectos par-
ciales del objeto y estos aspectos parciales son incorporados en forma
estable a la representación del self en el yo, enriqueciéndola con
una nueva habilidad o cualidad. Para ello es necesario que se trate
de una verdadera relación de objeto y no de una simbiosis. La
identificación primitiva y la identificación madura corresponderían,
en la nomenclatura kleiniana, a la identificación proyectiva y la
identificación introyectiva, respectivamente.
La , identificación introyectiva / es parte del desarrollo normal.
La madre y, en realidad, primeramente el pecho, es el primer objeto
de los procesos introyectivos y proyectivos del bebé. La internaliza-
ción es de gran importancia para los procesos proyectivos y, en
particular, el buen pecho internalizado actúa como un punto focal
en la formación del yo, desde el cual pueden provocarse los senti-
mientos buenos; y ésa es la precondición para lograr un yo inte-
grado y estable y buenas relaciones objetales. Un buen objeto esta-
blecido en forma segura da al yo un sentimiento de riqueza y

70
abundancia que permite proyectar libido y partes buenas del self
al mundo externo sin sentirse vaciado. El yo puede entonces tam-
bién reintroyectar el amor proyectado, o lo bueno de otras fuentes,
y sentirse enriquecido en todo el proceso (11).
El concepto de que el desarrollo y el afianzamiento del senti-
miento de identidad se basan en las identificaciones introyectivas
asimiladas está implícito, de una u otra manera, en casi todas las
definiciones de identidad. Pero r a r a que ello pueda ocurrir, es
necesario que en el curso de la evolución se produzca un predominio
de las identificaciones introyectivas sobre las identificaciones pro-
yectivas, especialmente las de naturaleza patológica que ejercen una
influencia perturbadora en la adquisición y mantenimiento de la
identidad. Dada la importancia que tiene este último mecanismo
en el problema que nos ocupa, será útil que nos refiramos a él más
detalladamente sobre la base de algunos estudios realizados por
uno de nosotros (6).
En condiciones normales, la identificación proyectiva determina
la relación de empatia con el objeto,"rio sólo porque permite poder
situarse en el lugar del otro y comprender mejor sus sentimientos,
sino también por lo que evoca en él. El sujeto produce siempre
alguna resonancia emocional en el objeto, por la actitud con que
se presenta ante él, la forma en que lo mira o le habla, o por el
contenido de lo que dice o de sus gestos, etcétera. Quiere decir
que siempre están funcionando las identificaciones proyectivas que
emanan de las distintas fuentes que las originan y despiertan las
respuestas emocionales correspondientes: simpatía, enojo, pena, hos-
tilidad, aburrimiento, etcétera. Esto suele ocurrir dentro de ciertos
límites, con sus respectivos umbrales, en toda relación humana y
forma la base de la comunicación. El objeto, a su vez, también
funciona con sus respectivas identificaciones produciéndose un in-
tercambio en ambos sentidos.
La identificación proyectiva tiene además una participación
fundamental en la formación de los símbolos.
La calidad normal del funcionamiento de la identificación pro-
yectiva dependerá, en un alto grado, de la calidad con que funcio-
naron las identificaciones proyectivas de las primeras relaciones
objétales (tanto con los objetos parciales como totales). No sólo
interesa conocer en qué forma funcionaron las identificaciones pro-
yectivas del sujeto condicionadas por sus diversas fantasías o im-
pulsos, sino también cómo lo hicieron las identificaciones proyecti-
vas de los objetos primitivos y el tipo de repercusión que produjeron
en el sujeto.
Las tendencias y fantasías correspondientes a cada una de las
fases libidinosas condicionarán la emergencia de identificaciones
proyectivas con contenidos orales, anales, uretrales y genitales que

71
otorgarán modalidades específicas a las respectivas relaciones objé-
tales.
Apoyándose en el estudio de las identificaciones, Freud pudo
otorgar particular importancia a la influencia del medio en el
desarrollo del individuo como lo destacó al describir las "series
complementarias" para la comprensión profunda del origen de las
neurosis. Al investigar la interacción entre un mundo de objetos
externos y un mundo de objetos imaginarios internos, puso el
acento en la teoría del superyó como una teoría operacional que
explica en qué forma la sociedad actúa sobre el individuo. El super-
yó es un sistema constituido por ciertas características específicas de
todos los objetos internos. De esta forma, la sociedad —con toda
la complejidad de sus instituciones— pasa a ser una entidad interna
asimilada a la estructura íntima del individuo. Este descubrimiento
del psicoanálisis, más que ningún otro, superó la antinomia del
siglo pasado entre individuo y sociedad. No se puede hablar de
ellos aisladamente ya que ambos están por igual representados en
la naturaleza íntima del yo y del superyó.

III

F,l ii¡lío, desde los primeros instantes de la vida, está en contacto


constante ion el ambiente social, entonces representado por la
madre. Si bien es cierto que cada individuo nace con un determi-
nado bagaje constitucional, su personalidad se organizará, además,
según la calidad e intensidad de la influencia ambiental, simboli-
zada inicialmente por sus familiares y, más específicamente, en
primer término la madre y luego el padre y los hermanos.
En la adolescencia, el desequilibrio y la disolución de las rela-
ciones estables entre los sistemas psíquicos, y la perturbación cre-
ciente e inevitable en los vínculos objetales, gravitan enormemente
en la patología de su identidad. Las crisis confusionales de las
que hemos hablado, provocadas por las vicisitudes del desarrollo
psicobiológico y aumentadas por el fracaso del grupo familiar y
social para solucionarlas (debido a sus propias crisis), crean mo-
mentos de verdadera despersonalización que se reflejan dramática-
mente —en ocasiones— en la búsqueda desesperada por instalarse
en una determinada identidad. Se ha señalado que el adolescente,
por su propia problemática, es representante de una estructura en
crisis que comprende la familia y la organización social; se trans-
forma entonces en portavoz de los grupos sociales marginales justa-
mente por ser él mismo un sujeto en transición y por estar margi-
nado en nuestra sociedad (4).
Los ritos de pubertad en las sociedades primitivas constituyen
un claro ejemplo de las severas limitaciones impuestas por las

72
prohibiciones del superyó social para que no se trasgredan ciertas
normas del grupo privilegiado adulto amenazadas por las pujantes
tendencias del joven adolescente alimentadas por su revolución psi-
cobiológica. Eso explicaría las sospechas y la desconfianza que
suelen instalarse en la relación entre el adolecsente y sus padres,
y que lo llevan a buscar constantemente sustitutos parentales frente
a quienes está más libre de conflicto y que, por lo tanto, resultan
más capaces de satisfacer sus aspiraciones.
En el mundo familiar del adolescente las fricciones son frecuen-
tes. En ocasiones, se presentan como enfrentamientos similares a
los de la lucha de clases en los que los factores económicos juegan
un papel importante. Los padres suelen usar la dependencia eco-
nómica como poder autoritario sobre los hijos, lo cual aumenta el
resentimiento social que se plantea entre las dos generaciones (1).
A menudo los padres no entienden la complejidad del con-
flicto que surge como consecuencia de haber sido desídealizados
por sus hijos adolescentes y que forma parte del importante cambio
que experimentan frente a las ideologías, sistemas de valores y de
las nuevas perspectivas desde las que contemplan el mundo. Esta
experiencia por la cual los padres dejan de ser los admirados ídolos
omnipotentes, forma parte de la serie de duelos por los que atraviesa
el adolescente durante su desarrollo, duelos que también los padres
deben elaborar.
¿Cómo se elaborarán esos duelos? Es prácticamente imposible
estudiar la adolescencia sin considerar la sociedad en que se desa-
rrolla. Spiegel (20) destacó que tanto el superyó como el ideal
del yo del adolescente derivan de la familia y de la sociedad que
lo rodea. Agregó que gran parte de las frustraciones que incre-
mentan la neurosis puberal es impuesta por la sociedad y la clase
social representada por su grupo familiar.
En realidad, el "mundo adolescente" debe ser considerado como
una verdadera estructura social cuyos integrantes conforman una
multitud ansiosa que oscila entre dos polos: 1) la inestabilidad de-
terminada por sus cambios psicobiológieos y la inseguridad que le
ofrece el ambiente social, y 2) la búsqueda de un continente estable
que confiera solidez y garantía a su insegura identidad.
Ese continente es buscado en la vida grupal, en que distintas
partes de sí mismo pueden ser proyectadas en los diferentes miem-
bros del grupo, al mismo tiempo que en la relación interpersonal
¡os otros asumen roles que complementan y permiten asumir el
propio (así como para ser padre se necesita que alguien sea hijo).
Por otra parte, la inclusión en grupos permite "hacerse oír" por
otros, que pueden representar a los padres, ya que no poder hacerse
oír hace dudar de la propia realidad.
Se comprende entonces por qué Freud había señalado que el

73
psicoanálisis es ante todo una psicología social, ya que siempre
¡nleresa la relación del individuo con el otro, su semejante.
Hubo otros investigadores que destacaron también, en forma
especial, la influencia del medio externo de la sociedad en el desa-
rrollo del individuo. Entre ellos, Kardiner llegó a definir la per-
sonalidad básica de la siguiente manera: "Se trata de una configu-
ración psicológica particular, propia de los miembros de una deter-
minada sociedad, que se manifiesta por un determinado estilo de
vida sobre el cual los individuos tejen sus variantes singulares. Es,
pues, una especie de 'matriz' que constituye el fundamento de la
personalidad para todos los miembros del grupo" (9).

IV

En los estudios psicoanalíticos acerca de la identidad, algunas


definiciones incluyen como elemento básico el desempeño de roles
y otras lo excluyen deliberadamente. Según D. de Levita, algunos
autores señalan que "la identidad es la totalidad de los roles de
un individuo en la comunidad", mientras otros sostienen que "iden-
tidad es el núcleo esencial del individuo, que se hace visible sola-
mente después que todos sus roles han sido dejados de lado" (15) .
D. de Levita, por su parte, opina que en la conducta humana
generalmente el rol tiene un modelo, no tan fijo como el libreto
de un ador, pero dado por la comunidad y es, en ese sentido, una
especie de contrato entre un individuo y un grupo. Por definición,
el rol sería desempeñable por distintos individuos y, por lo tanto,
los individuos que desempeñan un rol, sustituibles.
Kluckholm y Murray (12) consideran que la identidad es la
combinación específica de roles de cada individuo, y la individua-
lidad la manera en que llenan esos roles. La suma de la identidad
más la individualidad hacen de cada ser humano un ser único.
El rol permite vincular a las personas entre sí y con respecto
a su sociedad. Al pensar en otros, de inmediato los estamos ubicando
implícitamente en u n rol. Los conceptos de self verdadero y falso
podrían resultar más útiles si se los considerara vinculados con el
concepto de rol. Por ejemplo, la "deprivación del rol" se asocia fre-
cuentemente con el "empobrecimiento del yo", como en el caso de
individuos que parecen "parásitos" en su rol. Cuando quedan
separados de su rol, como ocurre al jubilarse o perder su trabajo,
pueden sufrir algún tipo de breakdown mental o físico, una regre-
sión grave, o hasta la muerte. Y es a través de los "requisitos del
rol" como se transmiten e imponen al individuo muchas de las nor-
mas y valores de la sociedad.
El "rol" es la función que regula el comportamiento individual
con ciertas normas del grupo, relacionadas con la conducta que "se
espera" del individuo en función de su edad, sexo, especialización

74
\
\

profesional, estado civil, etcétera. ISIo todas las categorías de "roles"


influyen de la misma manera en la formación de la personalidad.
Esto se debe, en primer término, a que no lodos los "roles" son
igualmente obligatorios: unos están prescriptos, los otros simple-
mente permitidos; unos son adquiridos (facultativos), los otros
adscriptos (imputados). Parece ser que las características de los
"roles" que se ofrecen al individuo durante el transcurso de la
evolución, son rápidamente introyectados; de este modo, se trans-
forman en normas de conducta inconsciente. El individuo puede
llegar a formarse un ideal de sí mismo en función de su "rol" dife-
rencial y comienza a adquirir, en función del sistema de clasificación
que tiene vigor en su sociedad, otras características que lo distin-
guen más claramente de sus semejantes en quienes percibe otras
posiciones o "roles". Posiciones y "roles" sirven, pues, de sistemas
de referencia para comunicar a los individuos entre sí, pero cada
individuo asume su "rol" de una manera que le es propia.
G. H. Mead dice: "El niño no completa directa o inmediata-
mente su propia experiencia en términos de yo, sino que lo hace
en la medida en que primero se convierte en un objeto para sí
mismo, exactamente como los otros, en su experiencia, son objetos
para él; y sólo se convierte en un objeto para sí al hacer suyas las
actitudes que los otros tienen para con él en un ambiente social
determinado" (16). Piaget (18) nos proporciona muchas indica-
ciones sobre el proceso por el cual el niño internaliza las reglas
que le sirven de sistema de referencia para percibirse y, a la vez,
para percibir a los otros. Al respecto, sus estudios sobre la función
formativa del juego son reveladores. El juego, en cuanto se socia-
liza, implica la percepción de normas que uno "debe" seguir y de
las cuales "no debe" apartarse. En algunos juegos, estas normas son
precisamente "roles" que el niño asume momentáneamente y de
modo recíproco. De este modo el niño aprende a insertarse en la
trama de las relaciones sociales y a identificarse con los "roles" de
los otros y con su propio "rol". El niño, al desempeñar en el
juego los "roles" que su sociedad prescribe a los otros, al jugar a
"ser" un individuo en su ambiente, copia las formas de comporta-
miento observadas, no de manera simplemente imitativa, sino de
modo que incluyen la interacción entre él y el otro. Según parece,
los trabajos de Piaget y de Mead confirman que, en la infancia, el
hecho de asumir o sentir las actitudes de los otros respecto de sí
mismo es una condición sine qua non de la conciencia de sí. Asu-
miendo sucesivamente los diferentes "roles" es como el niño se ha-
bitúa a estimularse a sí mismo en la misma forma en que el otro
lo estimula a responder a sus propias acciones como el otro res-
ponde a ellas y, finalmente, a cobrar conciencia de su propia perso-
nalidad en la medida justa en que ha cobrado conciencia de la
personalidad de los otros y de la manera en que los otros lo ven*

75
í
W. James (8) señala que todos tenemos necesidad de ser
"reconocidos" por los otros. Cooley (2), autor de la teoría deno-
minada del "yo-espejo" (looking-glass self), destacó el papel que
la imaginación desempeña en la interacción social. Según él, nuestro
yo es función de cómo nos imaginamos percibirlo en la mente de
los otros.
Laing sostiene que "la identidad 'propia' de una persona nunca
puede ser completamente abstraída de su 'identidad para los otros'.
Su identidad, en cierta medida, depende de la identidad que los
otros le atribuyen, pero también de las identidades que él atribuye
a los otros, y por lo tanto de la identidad o identidades que él
supone que los otros le atribuyen a é l . . . " (13). Plantea la función
de complementariedad por la cual el sentimiento de identidad re-
quiere la existencia del "otro" por el cual uno es conocido. Esto
puede aplicarse a los aspectos de la identidad que se expresan por
medio del ejercicio de determinados roles: una madre necesita de
la existencia de un hijo para poder ser madre.
Sin embargo, los roles también pueden servir como disfraces de
la identidad. Esto lleva a uno de los problemas más arduos rela-
cionados con el tema: la autenticidad de la identidad de cada indi-
viduo. Así, por ejemplo, muchos autores, siguiendo a Erikson, pare-
cen aceptar que el individuo logra la consolidación de su auténtica
identidad cuando encuentra en su contexto social aspectos especiales
con lo» (pie pueda identificarse claramente y funcionar en la forma
en que la sociedad espera que funcione. Uno de nosotros (5) ha
sostenido que "en términos demasiado simplificados podría decirse
que la identidad auténtica es el 'ser algo', mientras que el estar
funcionando 'como algo' es una seudoidentidad". A. Melillo (17),
al comentar el párrafo precedente, escribe: "Pienso que la afirma-
ción de 'ser algo' se hace, implícitamente, frente a otra cosa que
no es, en términos de diferenciación y oposición, con la consi-
guiente apertura de un proceso dialéctico, mientras la relación se
mantenga. En cambio, al funcionar 'como algo' se asume indiscri-
minadamente a la otra parte, y se regresa a una situación indiferen-
ciada, simbiótica, anterior a todo lo que se puede llamar identidad. . .
Si tomamos como los polos de una relación el individuo y la socie-
dad, que el individuo funcione como la sociedad espera de él ('como
algo') configuraría lo que Grinberg llama seudoidentidad y, sin
embargo, en el sentido que le dan Lynd y Wheeles, y tal vez Erikson,
el resultado sería un sentimiento de identidad auténtico".
Ratificamos el criterio de que desempeñar roles para funcionar
"como algo", o sea como la sociedad lo exige, implica una identidad
precaria, falsa, que se asume por carecer de la capacidad para "ser
algo" y que expresa el sometimiento pasivo a la sociedad y a sus
exigencias. P. Heimann (7) ya había señalado que un niño que es
"demasiado bueno" absorbe indiscriminadamente sus objetos, con-

76
tinúa Riendo un receptáculo de personificaciones c imitaciones y
no llega, a tener "personalidad". Los adolescente» que se rebelan
sin aceptar los roles que la sociedad les impone y ludían por modi-
ficar losl sistemas sociales opresores, buscan —en realidad — la ma-
nera de (lograr el objetivo de una identidad más auténtica: "ser
algo".
Según la terminología de Lévi-Strauss (14), el individuo pacía
implícitamente con la "sociedad", comprometiéndose a renunciar a
los beneficios de una etapa, por ejemplo, la niñez, y a aceptar ciertas
restricciones para poder optar a los beneficios de la etapa siguiente,
la adultez. Vamos asimilándonos gradualmente a nuestra cultura
a través de una sucesión de pactos, y nos hacemos complacientes y
coherentes con las instituciones aceptadas. Aceptamos los roles que
nos han sido asignados y funcionamos según ellos.
Estos pactos pueden llegar a traicionar aspiraciones y necesi-
dades básicas del individuo, pero se mantienen por el grado de
angustia que despierta la posibilidad de un cambio social.
Ante el cambio, el individuo reacciona no sólo con angustia
frente a la situación nueva y desconocida sino también con senti-
mientos depresivos, ya que el cambio significa también la pérdida
de las estructuras previas (duelo por el objeto) más la pérdida de
los aspectos del propio self ligados a ellas (duelo por el self) . Si
este duelo no puede elaborarse, condicionará también, como la
angustia, la resistencia al cambio ya que estas pérdidas de partes
del self son sentidas como amenazas de pérdida de la identidad,
como veremos más adelante.
Por otra parte, el no-cambio puede implicar el mantenimiento
de seudoidentidades.
El gran problema que enfrenta el individuo, en este sentido, es
resolver cómo puede vincularse creativamente con los otros y, al
mismo tiempo, mantener un contacto suficiente consigo mismo y su
propia integridad, para evitar transformarse en una pieza más del
sistema social, alienada de sus propios valores verdaderos y de su
propia experiencia auténtica.

SINTESIS

Nos referimos en este capítulo a la connotación social de la


identidad, en función de las relaciones objetales y los mecanismos
de identificación que operan en esas relaciones. En ese sentido,
consideramos dos tipos fundamentales de identificación: 1) la iden-
tificación primitiva, en la cual la fantasía inconsciente del self y
de los objetos no están diferenciadas (relación que se da en la sim-
biosis) y que en la nomenclatura kleiniana correspondería a la
identificación proyectiva; 2) la identificación madura, que se basa

77
en una previa diferenciación entre las fantasías inconsciente^ del
Ktilf y objetos, que es selectiva, incorporando aspectos parciales de
Jos objetos que enriquecen al self; sería la que en términos Jileinia-
nos se denomina identificación introyectiva. 1
Estudiamos la función del desempeño de "roles", en (-elación
ton la adquisición del sentimiento de identidad, en sus aspectos
positivos y negativos, que pueden llevar al desarrollo de pseudo-
identidades: a funcionar "como algo", alienado de sí misino, en vez
de "ser algo".

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

1) Aberastury. A.: "El adolescente y la libertad". Rev. Urug. de Psic., XI, 2.


1969.
2) Cooley. C. H.: Human nature and the social order, 1902.
8) Freud, S.: Psicologia de las masas y análisis del Yo, S.E. XVIII.
4) García Reinoso, D.: "Adolescencia, familia y sociedad". Presentado en la
Asoc. Psic. Argentina. 1970.
5) Grinberg, L.: ''El individuo frente a su identidad". Rev. de Psic., XVIII,
4, 1901.
0) (¡rinbcig, L.: "Contribución al estudio de las modalidades de la identifi-
cación pioyectiva". Rev. de Psic., XXII, 4, 1965.
7) 1 Icimaun, 1'.: "Algunas funciones de la introyección y proyección en la
(CIII|IIIIII¡I Infancia" en Desarrollos en psicoanálisis de M. Klein y col. Bue-
non AIICN, llm-nié, 1962.
H) Jumen, W.: Principios de psicología, Madrid, Jorro, 1916.
9) Kiirdlner, A.: El individuo y su sociedad. México, Fondo de Cultura Eco-
nómica, 1945.
10) Klein, M. y col.: Desarrollos en psicoanálisis. Buenos Aires, Hormé, 1962.
11) Klein, M.: "Sobre la identificación" en Nuevas direcciones en psicoanálisis.
Buenos Aires, Paidós, 1965.
12) Kluckholm, C. y Murray, H.: Personality in nature, society and culture.
Knopf, 1949.
13) Laing, R. D.: Self and others. Londres, Tavistock Publications, 1969.
14) Lévi-Strauss, C.: Totemism. Merlin Press, 1964.
15) Levita, D. de: The Concepì of Identity. La Haya, Mouton & Co., 1965.
16) Mead, G. H.: Espíritu, persona y sociedad. Buenos Aires, Paidós, 1953.
17) Melillo, A.: "El conflicto en el desarrollo de la identidad". Monografía
presentada en el Instituto de Psicoanálisis de la Asoc. Psic. Argentina, 1968.
18) Piaget, J.: El juicio moral en el niño. Madrid, Beltrán. 1935.
19) Rosenfeld, H.: ''Notas sobre la psicopatologia de estados confusionales en
esquizofrenias crónicas". Rev. Urug. de Psic., XI, 4, 1969.
20) Spiegel, L. A.: "Identity and adolescence" en Adolescents. A psychoanalytic
approach to problems and therapy de S. Lorand y H. I. Schner. Nueva York,
Hocher Medical Division, Harper & Row Publishers Inc., 1964.

78
CAPÍTULO VI

^ANGUSTIA F R E N T E AL CAMBIO Y D U E L O
P O R EL SELF

La capacidad de seguir sintiéndose el mismo en la sucesión de


cambios, forma la base de la experiencia emocional de la identidad.
Implica mantener la estabilidad a través de circunstancias diversas
y de todas las transformaciones y cambios del vivir.
Pero la evolución de cada individuo es una serie ininterrumpida
de cambios, pequeños y grandes, a lo largo de cuya elaboración y
asimilación se establece el sent ¡miento de identidad.
Ante los cambios, el individuo reacciona no sólo con angustia
frente a la situación nueva sino también con sentimientos depre-
sivos, ya que el cambio significa la pérdida de vínculos previos
(duelo por el objeto) más la pérdida de los aspectos del propio self
(duelo por el self). Si este duelo frente a cada cambió ñópuecle
sér elaborado, condicionará también, como la angustia, la resistencia
al cambio.
Tal vez valdría la pena detenernos un momento para recordar
qué es angustia, ya que puede presentarse de muy diversas formas.
Es uno de los sentimientos displacenteros más universales. Subje-
tivamente, puede ser vivida como un sentimiento de aprensión, di-
fuso, vago, o bien como un estado emotivo de incertidumbre y des-
amparo. Presenta una constelación de síntomas físicos, principal-
mente respiratorios y circulatorios, como disnea, palidez, aceleración
del pulso y latidos cardíacos, estremecimiento, transpiración, sensa-
ción de vacío en el estómago, etcétera. En casos excepcionales,
cuando la angustia llega a ser muy intensa, puede transformarse
en pánico que impulsa la huida desesperada y descontrolada. Cuan-

79
/
tío la huida no resulta posible, puede provocar una desintegración
temporaria de la personalidad con el resultado de una crisis psicò-
tica. Muchas veces se exterioriza a través de formas indirectas, como
por ejemplo, estados de malhumor, i r r i t a b i l i d a d o franra ¡qcrresión,
Engeneral, se asocia la angas tia
es importante poder diferenciarlas.
puede señalar que la angustia constituye una reacción del individuo
frente a un peligro, en la que el individuo manifiesta su deseo de
sobrevivir, se prepara para la lucha o para la fuga, según el caso.
Aparece ante la inminencia de un ataque dirigido contra el yo, y
se relaciona más con el futuro.
En cambio en la depresión, el yo se encuentra paralizado, el
deseo de vivir ha sido sustituido por el deseo de morir y el yo se
siente impotente para enfrentar los peligros que lo amenazan: se
manifiesta por apatía, tristeza, decaimiento, vivencias de impotencia
y desesperanza. Esta suele ser consecuencia de experiencias que
tienen que ver con el pasado.
¡Freud planteó inicialmente una teoría acerca de la angustia
que luego modificó, aunque sin abandonarla del todo. En un prin-
cipio la había considerado una consecuencia de la represión de los
impulsos libidinosos y, por lo tanto, como una transformación auto-
mática de la energía instintiva. Más tarde, en cambio, la consideró
una "señal de alarma" originada en el yo y que lo alertaba acerca
de la inminencia de algún peligro, movilizando las defensas que
pudieran ser necesarias (4).
Cabe distinguir, sin embargo, según el mismo Freud, entre la
que llamó "angustia real" y la "angustia neurótica", que tiene con-
siderables implicaciones en relación con nuestro tema. Porque la
primera aparece frente a situaciones concretas de peligro; en cambio,
la angustia neurótica es producida por el yo por motivos internos
y, por lo tanto, puede estar muy disociada de la realidad externa.
En este caso, la angustia no funciona ya como guía, activando
la capacidad de defensa frente a peligros reales, sino que tiene una
calidad destructiva, pues incapacita al hombre para reconocer la
realidad, evaluarla y actuar frente a ella utilizando su capacidad de
aprendizaje que contribuye al crecimiento y al cambio.
La angustia real o angustia ante el peligro es concebida pro-
fundamente como el miedo a la castración que se convierte en
miedo a la propia conciencia moral y en miedo social.
Freud plantea además el siguiente interrogante: "¿Cuándo la
separación del objeto [que implica un cambio] produce angustia,
cuándo tristeza y cuándo quizá sólo dolor?"... "El dolor es IT
verdadera Teacción ante la pérdida de objeto mientras que la an-
gustia lo es al peligro que tal pérdida trae consigo"... "La tristeza
surge bajo la influencia del examen de la realidad que impone la
separación del objeto, puesto que el mismo no existe ya."

80
Ror su parte, Melanie Klein (6) ha señalado que la angustia
está determinada por la vivencia del peligro de aniquilación del
organismo proveniente del instinto de muerte, y sugiere que ésta
es la causa primaria de la ansiedad. Estableció además una diferen-
ciación entre dos formas principales de angustia: la angustia perse-
cutoria y la depresiva. La primera se relaciona fundamentalmente
con la fantasía de amenaza de aniquilación del self. La segunda,
con la fantasía del daño hecho a los objetos internos y externos
por los impulsos destructivos del sujeto. La ansiedad depresiva
está estrechamente vinculada con los sentimientos de culpa y ten-
dencia a la reparación.

II

El ¡ oimbio^implica inevitablemente una incursión en lo desco-


nocido; implica comprometerse con hechos futuros que no son pre-
visibles, y afrontar sus consecuencias. Inexorablemente esto provoca
sentimientos de ansiedad y depresión, y la tendencia a aferrarse a
lo conocido y familiar y sucumbir a la compulsión repetitiva para
evitar lo nuevo.
La "compulsión a la repetición" fue considerada clásicamente:
1) como uñá~expreiíón de la inercia de la materia viva para man-
tener y.„ repetir "experiencias intensas, implicando —además— la
periodicidad de las pulsiones instintivas;' 2) como una tendencia
de lo reprimido a buscar una vía de descarga, constituyendo el
núcleo de las características repeticiones psiconeuróticas, como las
así llamadas "neurosis de destino" en las cuales el paciente provoca
y repite periódicamente el mismo tipo de experiencias; 3) como
repetición de hechos traumáticos en forma regulada con el objeto
de lograr su control (2).
Las hipótesis de Freud sobre la compulsión repetitiva se basa-
ban en tres evidencias f éñ la transferencia, por medio de la repeti-
ción actuada en el "aquí y ahora" de la sesión analítica de ciertas
experiencias infantiles para no recordarlas; en el juego de los niños
en los que se repite en forma activa aquello que fué sufrido pasiva-
mente; y en los sueños traumáticos de las neurosis de guerra que
desafiaban el principio de placer que, supuestamente, debía gober-
nar el contenido manifiesto de los sueños.
Para Meltzer (7), los ritmos y ciclos en la vida mental son diri-
gidos por la compulsión a la repetición que parece constituir el
principio-guía del ello, en el que el sentido del tiempo quedaría
reemplazado por la cualidad primitiva de dichas secuencias rítmica
y cíclica.
I'eio repetir —y no la compulsión repetitiva— podría también
formar parte de un proceso de cambio como lo sostienen algunos

81
/

¡uHores. Así, por ejemplo, Perrotta (9) detalla las condicione^ que
posibilitan el proceso de cambio: 1) la capacidad del objete/ para
cambiar el agente de cambio sin ser destruido por él; 12) la
necesidad de que este agente, así contenido, entre en un proceso
de asimilación y no en un proceso de expulsión o destrucción; 3)
que el proceso de asimilación tenga en cuenta las posibilidades
latentes de cambio del objeto dentro de una magnitud compatible
con su supervivencia; 4) que el agente de cambio, además de deter-
minar cambios por sí mismo, ponga en marcha —éste sería el desi-
derátum— los mecanismos latentes que en el objeto tienden a cam-
biar espontáneamente; 5) que el proceso tenga lugar en un marco
de suficiente estabilidad; 6) que el resultado final del proceso man-
tenga suficiente armonía con el medio que lo rodea, como para que
no sea a su vez destruido por él; y 7) que el estadio final tenga
suficientes puntos de contacto con el estadio original, como para
que por algún medio sea claramente reconocible el vínculo entre
ambos.
En todo proceso de cambio hay elementos que evolucionan y
otros que permanecen estables (como si se repitieran a sí mismos).
La finalidad de esta doble dinámica es permitir el cambio y evitar
la desintegración del objeto total que cambia; de modo que las
partes que uo cambian —o que casi no se alteran— asimilan lo nuevo
nnuileiiiendo la coherencia de la identidad. En otro momento, esas
parles podrán cambiar ponderablemente, mientras otras quedan casi
estables. Kst.a» parles aparentemente constantes son elementos clave
que funcionan como organizadores de una multitud de otros ele-
mentos secundarios para estructurar juntos el basamento en el que
se genera el sentimiento de identidad.
Freud (3) señala también que la repetición constituye una
manera de recordar y, se podría agregar, de recordarse a sí mismo
en medio del caos, pequeño o grande, del proceso de cambio. "La
repetición (o mejor dicho, el 'cambio mínimo' percibido como repe-
tición) de ciertos modelos de conducta en una parte de la perso-
nalidad, permite que otra parte de la personalidad cambie." (3)
Uno de nosotros (5) ya ha señalado que "en cada individuo
habría una unidad del self que permanece constante aunque otros
contenidos del self cambien rápida o lentamente, en forma transi-
toria o duradera". Sin embargo, hay ocasiones en que el senti-
miento de identidad tambalea y aparece la angustia frente al
cambio. Se procura u n reaseguramiento de que nada cambie; de
que el yo no envejezca; en tales casos la aspiración a evitar cambios
o una discontinuidad temporal que distinga el pasado del presente
forma parte de la lucha del individuo, en última instancia, contra
su temor a la muerte.
Puede comprenderse entonces la razón de la paradoja de no
poder tolerar cambios que implican progresos, porque significan

82
\

—a la vez— un riesgo de alteración, en algún grado, de ese self


conocido (identidad) por otro self aún mejor, pero distinto.

III

Bion destaca las vicisitudes posibles para el místico o el genio


que introduce una idea revolucionaria en la sociedad. Serla función
de la sociedad poner a disposición de sus miembros al genio o a la
"idea mesiánica" que éste postula. Esto se hace mediante las leyes,
si se trata de una sociedad; o de los dogmas, si se refiere a una
religión; o de las reglas o leyes si corresponde a una ciencia. Debido
a que la idea nueva puede ser vivida como disruptiva para el medio,
el grupo-sociedad puede fracasar en su función de contenerla ade-
cuadamente y podrá reaccionar como un "continente" que ahoga
y priva de vida al "contenido-idea nueva" a la que atribuye el
peligro de un "cambio catastrófico" (1).
La angustia frente al cambio puede surgir entonces no sólo
como consecuencia de los conflictos internos del individuo sino tam-
bién en estrecha relación con el mundo externo (vínculo de inte-
gración social de su identidad). Por lo general, el individuo tiene
la sensación de que hay algo que permanece constante en él, cuales-
quiera que sean los cambios y las vicisitudes que ocurren externa-
mente a su persona. Sin embargo, existen circunstancias en que el
sujeto puede no tolerar los cambios que ocurren en la realidad.
Esto puede hacer que tambalee su sentimiento acerca de la "iden-
tidad" del mundo externo y, concomitantemente, el sentimiento de
identidad del self. Eso lleva entonces a una angustia frente al cam-
bio que determina la necesidad de reasegurarse de que todo perma-
nece igual, de que las estructuras no se modifican, ya que eso implica
para ese tipo de individuos una amenaza a su sentimiento de
identidad. La tendencia o necesidad de evitar cambios puede
alcanzar, en ocasiones, un alto grado de patología, llevando me-
diante la compulsión a la repetición, a conservar a cualquier costo
(la neurosis misma, la enfermedad somática o la psicosis) los aspec-
tos y modalidades del mundo externo y del yo que no se quiere
exponer al cambio.
Es importante señalar entonces que la falta de crecimiento y
de cambio equivale al estancamiento psíquico, a la esterilidad emo-
cional; en otras palabras, a una muerte psíquica. Por influjo de
la angustia neurótica se tiende a la compulsión a la repetición, a
seguir modelos viejos, estructuras previas, evitando reemplazarlas
por nuevos modelos, privando así al individuo de la posibilidad de
vivir y moverse en el mundo de la realidad externa y de la realidad
psicológica.
También acontecimientos que impliquen cambios sociales im-

83
portantes pueden convertirse en factores desencadenantes de (reac-
ciones de extrema angustia, porque son vividos por muchos indivi-
duos como pérdidas o amenazas de pérdida de aspectos de la iden-
tidad del self. La ansiedad aparece cuando emergen los primeros
indicios del cambio. La posibilidad de los cambios sociales puede
dar lugar a que surjan de distintos campos de la ciencia o de la
política individuos que asumen el rol de oponerse al cambio, o sea,
que representan la resistencia al cambio, a fin de mantener las
estructuras existentes e impedir la modificación (10). Hay motivos
importantes desde el punto de vista político, económico y social
que intervienen en esa resistencia frente al cambio, pero quisiéramos
señalar cómo en los individuos que asumen estos roles puede darse,
como motivación psicológica profunda, la angustia frente a la situa-
ción de cambio, angustia que puede llevar a veces a institucionali-
zarse de una manera tal que configura una serie de fenómenos
colectivos, con toda clase de racionalizaciones para justificar la evi-
tación del cambio y contrarrestar de este modo la angustia. Tal
como lo señaló Pichon-Riviére (10), las actitudes de resistencia a
los cambios tienen por finalidad destruir las fuentes de la ansiedad
que el cambio acarrea. Tanto el individuo como la comunidad
deben enfrentar miedos primarios: miedo a la pérdida de estruc-
turas ya establecidas y a la pérdida de acomodación a pautas pres-
iriplas en el ámbito social, que generan graves sentimientos de inse-
guridad, incrementan el aislamiento y la soledad y, fundamental-
mente, d e b i l i t a n el sentimiento de pertenencia a un grupo social
establecido. O t r o tipo de miedo que coexiste con el anterior es el
miedo al ataque que aparece porque el individuo siente que ha
salido de su estereotipo anterior y no se ha instrumentado suficien-
temente como para poder protegerse de los peligros que él atribuye
a la nueva situación.
El cambio social es también resistido por los efectos que pro-
duce sobre los sistemas inconscientes defensivos de los individuos
(8). En otras palabras, el individuo puede llegar a aceptar más
fácilmente el cambio que él mismo ha contribuido a promover o
aquellos cambios en los que participa activamente, pero le cuesta
aceptar los que han sido producidos por un factor o agente de
cambio exterior a él mismo e independiente de su propia elabora-
ción.

IV

A lo largo del desarrollo se presentan diversas situaciones que


amenazan la integridad e identidad del self, exponiéndolo a expe-
riencias de dolor, daño y pérdidas parciales que producen respuestas
depresivas. Así, por ejemplo, tanto el trauma del nacimiento como

84
el destete y todas las experiencias equivalentes, además de produ-
cir angustias intensamente persecutorias determinan reacciones de-
presivas relacionadas con la vivencia de daño y pérdida de aspectos
del self que están involucrados en ellas (5).
Vivir implica necesariamente pasar por una sucesión de duelos.
El crecimiento en si, el pasaje de una etapa a la otra implican
pérdidas de ciertas actitudes, modalidades y relaciones que, aunque
son sustituidas por otras más evolucionadas, impactan al yo desen-
cadenando procesos de duelo que no siempre son suficientemente
elaborados. Suele darse el fenómeno paradojal de que los mismos
mecanismos de defensa utilizados por el yo contra la angustia se
conviertan, a veces, en factores atentatorios contra la estructura e
integridad del self, provocando su debilitamiento. Esto ocurre, es-
pecialmente, con los procesos de disociación, splitting, identificación
proyectiva, negación, etcétera.
En su lucha contra las ansiedades persecutorias, el self se
disocia o fragmenta y sus partes se separan y son proyectadas afuera,
generalmente sobre los objetos. Muy a menudo, el yo teme que esas
partes desprendidas no retornen jamás, sintiéndolas como pérdidas
definitivas. Esta clase de sentimientos son los que configuran, pre-
ferentemente, una reacción depresiva con el consiguiente duelo por
el estado en que queda el self.
El proceso evolutivo (cuando ocurre normalmente) da tiempo
al yo para que elabore sus pérdidas y se restablezca de los transito-
rios y tolerados momentos de trastorno de la identidad que, la
mayor parte de las veces, pasan desapercibidos. En casos patológicos,
y por fracasp en la elaboración de esos duelos, se producen graves
perturbaciones de su identidad (psicosis) o formaciones patológicas.
Uno de nosotros (5) ha desarrollado extensamente el proble-
ma del sentimiento de culpa en conexión con la depresión y el
duelo, distinguiendo dos diferentes calidades de culpa: una culpa
persecutoria que se experimenta frente al objeto y al self que deter-
minará la aparición de duelos patológicos, y una culpa depresiva,
que creará la posibilidad de una auténtica reparación del self y
del objeto.
Citaremos algunos ejemplos clínicos que ilustran la calidad de
las respuestas de ciertos pacientes frente al problema de los cambios
y a los sentimientos de angustia, depresión y culpa que despiertan
en el yo.
Una paciente, habitualmente descuidada y mal vestida, durante
un período de su análisis en que había logrado grandes progresos
(acababa de rendir un examen con mucho éxito después de haber
superado su angustia frente a ellos) llegó a una sesión ostensible-
meiiic cambiada en su aspecto y con un bolso nuevo, moderno y
ciegan le. Sus sentimientos contrastaban, sin embargo, con su aspec-
to: decía sentirse deprimida y angustiada a la vez. Le habían dicho

85
(¡uc la veían muy bien vestida y peinada y que parecía "otra mujer".
Expresó que le desagradaba que la vieran tan distinta y que, en
realidad, le gustaba llevar sus cosas en paquetes descuidados y des-
hechos (descripción de su "locura"), como había sido su costumbre
toda la vida. Se mostró luego extrañada de preferir su desaliño y
habitual aspecto de miseria a todo lo nuevo que traía en esa sesión.
Se le ocurrió entonces, como explicación de su angustia, que "así
le parecía no pertenecer más a su familia", donde lo característico
era la "desprolijidad" y el "desorden". Asimilaba, de ese modo,
su propia identidad a la identidad familiar, reaccionando con ansie-
dad y depresión ante el cambio. Deseamos recalcar que no se tra-
taba tan sólo de sentimientos de culpa persecutoria y depresiva ante
su familia por el hecho de haber mejorado, sino también de una
culpa persecutoria frente a un aspecto de sí misma que le exigía
mantenerse igual, impidiéndole el progreso. Pero, simultáneamente,
operaba en ella una culpa depresiva que la había llevado a repa-
rarse y permitirse el progreso. Claro que aún existía en ella una
fluctuación entre ambas calidades de culpa, que explicaba la natu-
raleza de los sentimientos con que había llegado a la sesión.
Otra paciente, con una personalidad esquizoide bastante mar-
cada, no podía tolerar los cambios de vestidos de su analista, ale-
gando que la "trastornaban y desconcertaban, ya que nunca sabía
cómo la iría a encontrar", temiendo desconocerla. Se trataba no
sólo de la proyección de su temor a la pérdida de su identidad, sino
también de que temía que sus propios aspectos depositados en la
analista sufrieran modificaciones sustanciales, equivalentes a su pér-
dida. Entre otras cosas, temía que su analista diera al dinero con
que le pagaba un uso distinto del que ella le hubiera dado. Natu-
ralmente, predomina aquí la ansiedad persecutoria frente al destino
de lo proyectado y depositado en la analista y el temor de perder
el control y el manejo de esas partes propias.
Hay cambios importantes en la vida como el matrimonio, em-
barazo, nacimiento de hijos, graduación como profesional, etcétera,
que pueden convertirse simultáneamente en factores desencadenan-
tes de reacciones depresivas intensas porque son vividos, en un
plano, como pérdida de ciertos aspectos de la identidad del selí.
Todos conocemos la experiencia de la depresión consecutiva a
determinados logros, que significan verdaderos éxitos. General-
mente, esa depresión es interpretada como correspondiente al sen-
timiento de culpa por el triunfo conseguido y sus implicaciones en
relación con el objeto. Ahora bien, por nuestra parte, consideramos
que en ciertas ocasiones esa depresión puede ser también conse-
cuencia de la vivencia de pérdida de la parte del self que contenía
el anhelo o la expectativa del logro. En otras palabras, cuando
se desea íntimamente algo y ese deseo es satisfecho, obviamente se
siente placer; pero surge un sentimiento depresivo simultáneo por

86
I.i desaparición del deseo o de las "ganas". May individuos que
tienden a postergar continuadamente el placer para no exponerse
a sufrir la. depresión de su pérdida, una ve/. logrado. Hay quienes,
por el mismo motivo, se postergan constantemente en la vida.
Puede ocurrir, por ejemplo, que después del orgasmo surja
también un sentimiento depresivo. Siguiendo con la idea anterior,
una de las razones que podría justificarlo sería la vivencia de
pérdida del aspecto yoico que deseó alcanzar el placer y que se
siente desaparecido una vez logrado.
Cuando el temor a la pérdida adquiere características patoló-
gicas puede producir frigidez o impotencia. Una de las fantasías
inconscientes, frecuentemente contenida en dicha ansiedad, es la
de perder porciones del self que se desintegran o diluyen en la
pareja. Una paciente frígida comparaba la obtención del orgasmo
con la caída en la psicosis por pérdida de todo control y de toda
noción de sí misma. En cierta oportunidad experimentó durante
un orgasmo la sensación concreta de que su cuerpo y su cara se
deformaban convirtiéndose en algo amorfo. Se trataba, pues, de
una fantasía dramáticamente expresada de pérdida de su identidad.
Quisiéramos hacer hincapié en el hecho de que los sentimientos
depresivos por el self son mucho más frecuentes de lo que es gene-
ralmente admitido. Más todavía, creemos que puede postularse su
existencia —aún como estados leves de depresión— entre los fenó-
menos de la psicopatología de la vida cotidiana. Consideramos que
tener en cuenta la aparición de estas microdepresiones y microduelos
por el self, nos ayudaría a comprender mejor la razón de ser de
muchos estados de ánimo que, sin ser registrados como depresiones
francas, se perciben como malhumor, apatía, cansancio, aburrimiento,
irritabilidad, etcétera. Un determinado propósito que no se realiza,
un sueño que no se recuerda, una aspiración que no se cumple, un
desencuentro, un viaje, una mudanza, cualquier tipo de cambio
o frustración donde puede estar incluido un aspecto del self, son
algunos de los múltiples factores que diariamente desencadenan
microrreacciones depresivas, como también amenazas fugaces al
estado de identidad. El hecho de que se resuelvan favorablemente
como procesos leves o se conviertan en depresiones más severas
dependerá, entre otras cosas, de la forma en que pudieron haberse
resuelto las depresiones correspondientes a los primeros estadios de
la vida.
Para hacer una buena elaboración del duelo concerniente a la
vivencia de pérdida de los objetos, resultará indispensable —a nues-
tro juicio— haber podido elaborar previamente, de un modo satis-
factorio, el duelo por la pérdida de las partes del self.
De ese modo, el individuo se encontrará en mejores condiciones
para enfrentar y superar la angustia y la depresión determinadas
por las experiencias de cambio.

87
SINTESIS

Consideramos en este capítulo la capacidad de seguir siendo


el mismo en la sucesión de cambios, como la base de la experiencia
emocional de la identidad.
Los cambios despiertan tanto ansiedades persecutorias por lo
desconocido en cada situación nueva, como ansiedades depresivas
por la pérdida de las situaciones familiares y conocidas con el temor
a la pérdida de las partes del self ligadas a ellas y, como consecuen-
cia, el temor a la pérdida de identidad.
Estos sentimientos depresivos acerca del self forman parte de
la p.sicopatología de la vida cotidiana y condicionan microduelos
(pie necesitan ser elaborados para poder enfrentar la elaboración
ele los duelos por las pérdidas objetales.
En función de las ansiedades a las que nos hemos referido,
el yo puede movilizar resistencias al cambio. Diferenciamos, sin
embargo, la compulsión a la repetición, de la repetición necesaria,
como condición de la estabilidad que permite los cambios sin
riesgo de perder la identidad.

Il El< ERENCIAS BT BLIOGR AFICAS

1) Morí, W. R.: Attention and interprétation. Londres, Tavistock Publications,


1970.
2) Fcnichel, O.: Teoría psicoanalitica de las neurosis. Buenos Aires, Nova, 1957.
S) Freud, S.: Recuerdo, repetición y elaboración, S.E. XII.
4) Freud, S.: Inhibición, síntoma y angustia. S.E. XX.
5) Grinberg, L.: Culpa y depresión. Estudio psicoanalitico. Buenos Aires, Paidós,
1971 (2» edición) .
0) Klein, M.: "Algunas conclusiones teóricas sobre la vida emocional del lac-
ladle" en Desarrollos en Psicoanálisis de M. Klein y col. Buenos Aires, Hor-
mé, 1962.
7) Meitzer, D.: "Motivation and mind". Inédito.
8) Menzies, I. y Jacques, E.: Los sistemas sociales como defensa contra la an-
siedad. Buenos Aires, Hormé, 1969.
9) Perrotta, A.: "Repetición e identidad". Inédito.
IO) Pichon-Rivière, E.: Del psicoanálisis a la psicologia social. Buenos Aires,
Galerna, 1971.

88
CAPÍTULO VII

IDENTIDAD E IDEOLOGIA

El término "ideología" es polisémico: se ha empleado, por


ejemplo, para caracterizar un sistema filosófico, un enfoque político,
una jerarquización de valores o una interpretación del mundo y
del hombre en una época y una sociedad determinadas. Algunos
autores eligen una de sus connotaciones al referirse a la ideología
y otros pensadores eligen otra de ellas.
La palabra ideología fue creada por Antoine Destutt de Tracy
(3) como designación de una disciplina filosófica destinada a formar
la base de todas las ciencias. Cuando Francia pasó de república de-
mocrática a la autocracia napoleónica, el concepto de ideología
adquirió una connotación despectiva. Bonaparte la criticó dura-
mente, considerándola producto de una actitud teórica que no
concordaba con la realidad.
Estas dos posiciones antagónicas reaparecen ulteriormente en
otros contextos, de distintas maneras y con diferentes formulaciones,
en las postulaciones de pensadores, filósofos y políticos. Para algu-
nos de ellos, la ideología ofrece la base para la comprensión racional
del mundo y de las relaciones entre los individuos. Otros objetan
precisamente ese carácter y destacan su aspecto ilusorio que distor-
siona la realidad y oculta el conocimiento. Así, por ejemplo, la
teoría marxista considera la ideología como un sistema deformado
y falseado de la realidad, y propone una teoría científica para ex-
plicarla. Según dicha teoría, el contenido de las ideologías estaría
formado por dos tipos de sistemas: los sistemas de ideas-representa-
ciones sociales (ideologías en sentido estricto) y los sistemas de acti-

89
tudcs-comportamientos sociales (costumbres). Los primeros abarcan
las ¡cleas políticas, jurídicas, morales, religiosas, estéticas y filosóficas
de una sociedad determinada. Estas ideas se dan bajo la forma de
diversas representaciones del mundo y del papel del hombre dentro
de él. Las ideologías no serían representaciones objetivas, cientí-
ficas del mundo sino representaciones de carácter imaginario: más
que describir una realidad, expresan deseos, esperanzas y nostalgias;
son una relación imaginaria con las condiciones reales de existencia.
La ideología sería una perspectiva parcializada y específica,
relacionada con la ubicación del individuo, sea en una clase social
o en una praxis determinada.
La teoría de los "ídolos" de Bacon o la de las imágenes de
una falsa deidad se refiere a que el espíritu humano se puede
comparar con un espejo cóncavo que "transforma los rayos de los
objetos por su propia forma y curvatura" haciendo que "los con-
ceptos falsos se posesionen del entendimiento humano, estén firme-
mente adheridos a él y dominen el espíritu en una forma que difi-
culta el acceso a la verdad". Bacon señalaba que se debía corregir
dicha deformación para que el hombre, en vez de "ídolos", tenga
"ideas". Mannheim (10) considera que la teoría de los ídolos de
Bacon es la precursora del concepto moderno de ideología.
Independientemente de que el término ideología haya sido
aplicado a un enfoque filosófico, político, sociológico o religioso
del mundo y del hombre no hay duda de que en el momento actual
el término ideología es usado corrientemente en forma más genérica
corno una manera de ver el mundo en función de una convicción
socio-política valorativa de los vínculos existentes entre los indivi-
duos y la sociedad a la que pertenecen. Estas convicciones incluyen
en cada individuo fantasías inconscientes específicas.
A lo largo de este capítulo, tomaremos en general esta connota-
ción más corriente, tratando de discriminar las ideologías progresi-
vas que se movilizan hacia el cambio y el conocimiento, de las
ideologías regresivas, evitativas del cambio y que creen "poseer" el
conocimiento.

II

La ideología cohesiona a los individuos en sus roles, en sus


funciones y en sus relaciones sociales. Impregna todas las activida-
des del hombre y gobierna los comportamientos familiares de los
individuos y sus relaciones con los otros hombres y con la naturaleza.
Está presente en sus juicios acerca del "sentido de la vida". La
ideología participa de todos los actos y gestos de los individuos;
por ello, todo análisis de lo vivido está profundamente marcado
por la acción de la ideología. Si bien las ideologías comportan

90
representaciones, imágenes, ideas, actitudes-comportamientos socia-
les, etcétera, estos elementos considerados aisladamente no hacen la
ideología; es la selección de esos elementos y su modo de combinarse
lo que les da un sentido, lo que determina su significado y función.
Los sistemas ideológicos están destinados a satisfacer distintas
necesidades del individuo, de los grupos y de la sociedad. Entre
las necesidades psicológicas de los individuos se encuentra, especial-
mente en los jóvenes, la de afianzar lo más firmemente posible el
sentimiento de identidad, lo que los lleva a buscar integrarse en
grupos ideológicos. Los grupos ideológicos pueden llegar a funcio-
nar, precisamente, como un continente que abarca y delimita, a la
vez que discrimina y consolida, la ideología y la identidad de los
miembros que lo constituyen. Les garantiza también el manteni-
miento de su identidad al proponerles un plan de vida con vínculos
sociales y temporales, asegurados por la pertenencia a un grupo que
tiene su continuidad en el futuro. Aunque los integrantes del grupo
cambien o las personas evolucionen en sus características, la ideo-
logía se mantendrá básicamente igual a través del tiempo (si bien
ésta puede sufrir ciertas modificaciontes en el sistema que relaciona
sus representaciones). El individuo se encontrará integrado y más
completo, pues sentirá sus partes proyectadas en el grupo y en su
ideología, controladas y aseguradas, sabiendo dónde están en el
presente y dónde seguirán estando en el futuro.
Creemos que el carácter "continente" y prospectivo que ofrece
la ideología es uno de los elementos en los que reside su fuerza y
su atractivo; la inclusión del futuro, implícita en toda ideología,
contribuye por la omnipotencia que se le adjudica, a veces, a reforzar
la fantasía de inmortalidad mediante su proyección en la ideología
que, por su esencia, puede perdurar a lo largo de los tiempos. El
futuro actúa como un continente que garantiza y salvaguarda todo
lo depositado en la ideología. Se trataría de un intento del indivi-
duo, contenido en la adhesión a una ideología, de contrarrestar su
angustia persecutoria frente a la muerte.
Esto explicaría algunas de las motivaciones profundas que sub-
yacen a la disposición de ofrecer la propia vida en holocausto por
una causa. Es una forma de procurar elaborar el duelo por la
posible pérdida de uno mismo. La frase "Viva mi patria aunque
yo perezca" podría expresar dicha fantasía.
Desde otra perspectiva, y a través de un contenido poético,
Pablo Neruda expresó un sentimiento análogo en uno de sus poe-
mas titulado "Mi partido" (11), en el que incluye la siguiente
estrofa:

"Me has hecho indestructible


porque contigo no termino en mí mismo".

91
I oda ideología participa también del carácter de "idea me-
siánica", tal como la postula Bion (1) al señalar que, de tanto en
tanto, surgen en las religiones y filosofias de todos los tiempos y
en los centros de discusión científica, ideas y hombres diversamente
descriptos como místicos o genios. Aplicando su modelo "continen-
te-contenido", sugiere que debido a que la idea mesiánica ejerce un
efecto disruptivo sobre el medio en que actúa, la institución o el
grupo social pueden fracasar en su función de recibirla, y pueden
reaccionar entonces como un continente que ahoga y priva de vida
al "contenido-idea me siánica" al que se le atribuye un peligro poten-
cial. Creemos que la relación "continente-contenido" es fructífera
cuando el "continente" sociedad se deja fecundar por el "contenido"
ideas nuevas.
Uno de los elementos importantes para la consolidación del
sentimiento de identidad es el interjuego dialéctico entre la seme-
janza y la diferencia; semejanzas y diferencias con uno mismo en
el tiempo, con el otro en el plano grupal y con los otros. Si lo rela-
cionamos con lo que ocurre en un grupo ideológico, veremos que el
individuo necesita poder diferenciarse de los demás, aunque com-
parta la ideología común en función de semejanza para no ser
"tragado" por el grupo; pero también la pertenencia al grupo basada
en la semejanza le permite diferenciarse de todo lo que no es el
grupo, o sea del resto de la comunidad. El grupo ideológico puede
ofrecer entonces la solución para el dilema entre correr el riesgo
de diluirse en el grupo demasiado grande, anónimo, el de la socie-
dad o bien tener que ceñirse a una identidad individual, necesi-
tando rigidificarse para mantenerse con caracteres propios y no
compartidos con nadie. El excesivo individualismo lleva al aisla-
miento, a la incomunicación y a la vivencia de pérdida de los
"otros", incluidos en el grupo.
A lo dicho anteriormente se puede agregar la gravitación del
factor "continuidad", tan importante en la ideología, como acaba-
mos de ver, que la vincula con la identidad; ésta se caracteriza
precisamente por la trascendencia de la continuidad del sentimiento
del yo: "Yo soy el mismo que fui ayer y seré mañana". De ahí que
podamos inferir que la ideología pueda ser necesaria en algunos
individuos para asegurar su identidad.

III

Otro aspecto que merece ser estudiado detenidamente es el de


la elección de la ideología. Es cierto que adoptar una actitud ideo-
lógica determinada está influido predominantemente por el ámbito
socio-político-económico que rodea al individuo, el grado de sensi-
bilidad y educación para registrar los problemas inherentes a dicho

92
ambiente y la gravitación directa o indirecta que ciertas figuras
puedan ejercer sobre él. Pero a esos factores se agregan motiva-
ciones profundas apoyadas en fantasías inconscientes específicas y
en la historia y naturaleza de las respectivas relaciones objetales
infantiles con sus correspondientes identificaciones.
La elección de la ideología se relaciona también con la fantasía
inconsciente correspondiente al sentimiento de la propia identidad.
Trataremos de explicarlo con mayor claridad. Hemos destacado ya
que la identidad es el resultado de la relación de tres vínculos de
integración: el espacial, el temporal y el social. Desarrollamos
también el concepto de que la personalidad de cada individuo se
organizará según la calidad de sus relaciones objetales a lo largo
de toda su vida. Las principales respuestas emocionales de un indi-
viduo dependen de la existencia del otro y de la naturaleza del
vínculo establecido con ese otro: su semejante. La forma de viven-
ciar la relación con el otro, objeto-individuo u objeto-sociedad,
como base de una weltanschauung persona], otorgará una connota-
ción específica al contenido de la ideología que se elige. Una se
caracterizará por un enfoque más egoísta o egocéntrico; la otra, por
un enfoque más responsable por el objeto. El sentimiento de iden-
tidad, en uno y otro caso, se organizará sobre la base de fantasías
inconscientes diferentes. El "yo soy yo sin importarme el otro" del
primer caso, connota una ideología que tiende más a una identidad
basada en la autosuficiencia, en la manía y en la omnipotencia
arrogante. El "yo soy yo, pero me importa el otro" representa una
ideología que da lugar a una identidad más depresiva y madura
con sentimientos de solidaridad y objetivos de reparación. El con-
tenido de la ideología emergente de esta identidad buscará luchar
contra la injusticia social, la opresión y el hambre.
¿Se podría sostener que los individuos que comparten una
misma ideología poseen elementos comunes en su tipo de persona-
lidad que han pesado en la elección ideológica? ¿Sería algo así
como que cada cual tiene la ideología que "se merece"? Aún si
fuera así, como todos los fenómenos psicológicos están sobredeter-
minados los resultados posibles son múltiples. Las ideologías pro-
vienen de distintas partes de la personalidad, tanto de las partes
sanas como de las enfermas. Si predominan las primeras, se llegará
a la ideología como producto de un proceso de elaboración que
permitirá una clara y meditada decisión e implicará un conoci-
miento más auténtico de los motivos que orientaron dicha elección.
Si predominan las segundas, será el conflicto neurótico el que em-
puje a asumir la ideología, muchas veces en forma compulsiva y
como respuesta a una necesidad interior perentoria e impostergable.
Se podría aplicar a las ideologías el concepto de las "series comple-
mentarias" descripto por Freud. No sólo interesa el contenido de
la ideología que se elige sino también la forma en que se la asume,

93
ya que esta forma de asunción puede constituir una ideología per se.
Existen casos límites como los de individuos que adoptan ciertas
ideologías "por sometimiento". Ello ocurre, en ocasiones, por temor
a quedar excluidos de un determinado grupo al que se habían
unido por motivos distintos. En otras oportunidades, se debe a la
falta de convicciones propias suficientemente fuertes como para que
permitan al individuo defenderse de la imposición de la ideología
de otros. En tales circunstancias, la ideología "por imposición"
actúa como un superyó parásito que controla y domina la vida
interior del individuo. Se trata, por supuesto, de individuos que
presentan un sentimiento de identidad deficitario.
En otros casos, el mecanismo de la "identificación con el agre-
sor" puede actuar como motivación principal para adoptar una
determinada ideología. El individuo intenta así proyectar afuera
su parte de víctima y transformarse en el objeto perseguidor.

IV

A modo de ilustración, nos agradaría hacer un paréntesis para


señalar brevemente algunos de los significados contenidos en la
obra de Ionesco El rinoceronte (8). Queremos destacar en forma
específica aquellos aspectos relacionados con el sentimiento de iden-
tidad que están entroncados con el planteo ideológico-social y que
aparecen, en forma tan evidente, ligados tanto con la angustia de
la pérdida de identidad como con la necesidad, sentida como inexo-
rable, de adoptar la identidad del grupo.
En síntesis, la obra se refiere a un acontecimiento singular que
conmueve a los habitantes de un pequeño pueblo ante la aparición
cada vez más numerosa de rinocerontes que invaden las calles,
productos de la transformación tipo endémica que van sufriendo
progresivamente los seres humanos y asumen la identidad del rino-
ceronte. Uno de sus protagonistas, Bérenger, aficionado a la bebida,
expresa cuál es el conflicto básico que lo ha llevado al alcohol y
que se refiere fundamentalmente al problema de su identidad.
Dice por ejemplo: "En todo momento siento mi cuerpo como si fuera
de plomo o como si cargara a otro hombre sobre mis espaldas. No
me he habituado a mí mismo. No sé si soy yo. En cuanto bebo un
poco, el fardo desaparece y me reconozco, vuelvo a ser yo". En los
momentos finales de la obra, cuando la pareja constituida por
Bérenger y Daisy parece quedar como sobreviviente única de los
efectos del cambio que convirtió a todos los demás en rinocerontes,
procuran reconfortarse mutuamente para evitar sucumbir a la trans-
formación. Pero se sienten aislados, acorralados y perseguidos por
el bando mayoritario de los rinocerontes que los acosan constante-
mente con berridos y sacudidas, invadiendo todos los medios de

94
comunicación (radio, teléfono, etcétera). La persecución contra la
identidad se hace cada vez más aguda y difícil de controlar. Daisy
es la primera en ceder. "Hay (pie ser razonable. Hay que encontrar
un modus vivendi y tratar de entenderse con ellos. No hay otra
solución". Bérenger insiste en la defensa: " Todavía podemos hacer
algo. Tendremos hijos y nuestros hijos tendrán también hijos.
Llevará tiempo, pero quizá podremos regenerar a la lunuanidad. . .
Hay que salvar al mundo". "¿Para qué salvarlo?" responde Daisy
" . . .después de todo quizá seamos nosotros los anormales". Y luego
acercándose y aceptando cada vez más la nueva identidad de rino-
ceronte, dice refiriéndose a los ruidos que emiten: "Oye, ¡qué bien
cantan!" —"No cantan, lanzan berridos". —"Te equivocas, cantan,
y además juegan y danzan". Y luego de señalar que la vida en
común con Bérenger ya no es posible, se aleja para integrarse a la
manada.
Bérenger se desespera, se resiste. Grita: "No lo comprendo, no
los imitaré. Sigo siendo lo que soy. Soy un ser humano, un ser
humano". Luego: "La única solución es convencerlos. Pero ¿con-
vencerlos de qué? Y, las mutaciones, ¿son reversibles? Es preciso
que aprenda su idioma. O que ellos aprendan el mío. Pero, ¿qué
idioma hablo yo?" Luego, mirándose al espejo: "El hombre no es
feo, el hombre no es feo. Sí, me reconozco, soy yo. Pero no soy
hermoso. Ellos sí son hermosos. Cometí un error, no tengo cuernos.
¡Cómo quisiera ser uno de ellos! ¡Ay! Jamás me convertiré en
rinoceronte. Ya no puedo cambiar. ¡Qué feo soy! ¡Malditos los
que quieren conservar su peculiaridad! Pues bien, tanto peor. Me
defenderé de todos. Soy el último hombre y seguiré siéndolo hasta
el fin. ¡No capitulo!"
Esta obra admite diversas interpretaciones según el enfoque
con que se la estudie. Pero, en este momento, lo que queremos
destacar es cómo la "identidad-rinoceronte" puede representar la
ideología del grupo mayoritario que convierte a los individuos de
identidad más endeble (aspecto Daisy del personaje) que se iden-
tifican con ellos y asumen su ideología-identidad por imposición.
Bérenger mismo a pesar de que concluye diciendo que no capitula
y defiende su condición negándose a "rinocerontizarse", profunda-
mente ha capitulado también: se ve feo y lamenta no ser "uno de
ellos".
Complementariamente, se puede ver en el personaje una an-
gustia frente al cambio que lo lleva a proyectar todo lo malo en
el afuera, aferrándose rígidamente a su precaria identidad y a su
ideología anti-cambio. Como no puede elaborar el cambio, termina
asumiéndolo en forma imitativa o impuesta como una seudoiden-
tidad.

95
VIII

La asunción de ideologías puede equipararse, en algunos casos,


al uso de una categoría de ideas, teorías o hechos caracterizado por
su inautenticidad y que sirve a un fin predominantemente defen-
sivo. En tales casos, es común que se utilice el cuerpo de ideas
coherentes que corresponden a una determinada ideología para
no dejarse penetrar por ninguna otra, que no ofrece o puede atacar
los beneficios secundarios proporcionados por la primera. La ato-
mización de ciertas tendencias políticas mostraría hasta qué punto
cada uno de sus partidarios busca salidas, a través de la ideología,
a conflictos o necesidades individuales.
Las elecciones sanas o neuróticas de las ideologías se relacionan
con la clasificación sugerida por Erikson (3) quien apoyándose en
Freud diferencia las "ideologías del superyó" de aquellas que pro-
vienen de la influencia del "ideal del yo". El superyó está concebido
como el representante más arcaico de la moralidad "ciega" que
perpetúa el pasado, las tradiciones y exige obediencia y sumisión a
esas tradiciones. "De este modo, dice Freud, el superyó del niño
no es edificado, en realidad, conforme al modelo de los padres
mismos, sino al del superyó parental; recibe el mismo contenido,
pasando a ser el substrato de la tradición de todas las valoraciones
peí mancilles que por tal camino se han transmitido a través de las
gci«radones. Adivinaréis fácilmente —agrega— qué importantes
auxilios para la comprensión de la conducta social de los hombres,
y acaso también qué indicaciones prácticas para la educación, resul-
tan de la consideración del superyó. La concepción materialista
de »la historia peca probablemente en no estimar bastante ese factor.
Lo aparta a un lado con la observación de que las 'ideologías' de
los hombres no son más que el resultado y la superestructura de sus
circunstancias económicas presentes. Lo cual es verdad —dice signi-
ficativamente Freud— pero, probablemente, no toda la verdad" (5).
Tal como lo destacó Pichon-Riviére (14), Freud como agente
de cambio de la psicología revolucionó la moral de su época, con-
movió los cimientos de la ética victoriana y promovió- una nueva
actitud de comprensión del hombre, al cual abarca en toda su
profundidad y su historicidad.
Pero si bien alcanzó a vislumbrar la visión integral del pro-
blema de la interrelación hombre-sociedad, no pudo desarrollar su
enfoque dialéctico. Insistió en que "la humanidad no vive jamás
por entero en el presente; en las ideologías del superyó perviven
el pasado, la tradición racial y nacional que sólo muy lentamente
ceden a las influencias del presente" (5).
El ideal del yo representa más el aspecto social, como lo señaló
Freud al afirmar que "tiene gran importancia para la comprensión

96
de la psicología del grupo. Además de su aspecto individual, tiene
un sentido social". La ideología elegida por la parte sana del indi-
viduo procura transformar al superyó en ideal del yo, y el yo tiende
a identificarse con él.

VI

Hasta ahora nos hemos referido a ideologías grupales o colec-


tivas, pero queremos destacar que existen las ideologías "individua-
les" o "privadas" que corresponden a ciertas "filosofías de vida" en
el nivel personal, que pueden provenir también tanto de las partes
sanas como del sector enfermo de la personalidad. Es como una
"filosofía de vida" aplicada a lo cotidiano. A veces suelen ser ex-
presiones de conflictos neuróticos. Así, por ejemplo, la "ideología
privada" de un paciente consistía en sostener que si lo habían traído
al mundo, los padres y por extensión la sociedad entera debían
mantenerlo durante toda su vida. Sus dificultades para trabajar y
llevar una vida independiente aparecían racionalizadas por ese
principio ideológico. Otra paciente parecía asumir una ideología
similar al afirmar que, por ser mujer, correspondía que su marido
la mantuviera sin que ella tuviese que realizar ningún esfuerzo.
Tanto el uno como la otra se ubicaban en un rol en forma tan
exclusiva que les impedía el ejercicio de los demás roles y atribuían
a dicho rol una serie de características y derechos que hacían a la
totalidad de su vida. El ser "hijo-bebé" o "mujer-dependiente"
parecían constituir no sólo la expresión de una ideología particular,
sino también la de una identidad circunscripta a dicho rol.
Freud (4) describió el tipo caracterológico de los "seres ex-
cepcionales" que afirman haber sufrido tanto que reclaman el dere-
cho de que se los exima de toda clase de exigencias y de que se les
acepte que son acreedores a las mayores compensaciones. Ricardo III
de Shakespeare responde a esta descripción, como se desprende del
siguiente párrafo: " . . . Yo, groseramente construido... privado de
la bella proporción, desprovisto de todo encanto por la pérfida
Naturaleza; deforme, sin acabar, enviado antes de tiempo a este
mundo. . . ya que no puedo mostrarme como un amante. . . he deter-
minado portarme como un villano. . . "
Schilder (13) señala también que toda familia tiene su ideo-
logía privada y puede llegar a cubrir todo el ámbito de la vida.
Agrega que el individuo puede llegar a creer firmemente en ideo-
logías de muy diversa naturaleza, sin reparar en sus contradicciones.
Parte de las ideologías se elaboran por identificación y parte por
imitación; emergen de la situación libidinal de la primera infancia
y se hallan en íntima relación con las actitudes emocionales del
niño frente a sus padres y a otras personas que lo rodean.

97
Afirma, además, que es innegable que el nivel social del indi-
viduo incide sobre su ideología. Toda clase lleva su ideología, que
puede ser la propia o ajena. No extrañará que las clases dirigentes
y los sistemas imperantes estén interesados en que los niños se
impregnen de las suyas cuanto antes. Las ideologías de cada indi-
viduo están profundamente arraigadas en su historia vital, que han
llegado a cristalizar con un considerable caudal emocional. No obs-
tante, las ideologías carecen de la rigidez de las ilusiones y, muchas
de ellas, lejos de pertenecer al mundo privado del individuo, son
compartidas por grupos, constituyendo el lazo que mantiene en
contacto a sus integrantes.

VII

La ideología puede llegar a ser jerárquicamente más impor-


tante que la nacionalidad y el idioma, para el establecimiento de
los lazos afectivos entre los individuos. Las diferencias ideológicas
determinan que la gente se relacione con vínculos parcializados,
interferidos por tensiones y recelos.
Una ideología no compartida puede llegar a socavar la relación
de una pareja hasta entonces armónica o tolerante con otro tipo
de divergencias. Puede destruir largas amistades o hacer reconciliar
a enemigos recalcitrantes. En cambio, los individuos que comparten
una ideología, aunque sus vínculos sean también parciales, tienen
un lenguaje común lleno de sobreentendidos, con un código parti-
cular con el cual entender al mundo y los acontecimientos de la
vida cotidiana.
Los partidarios de una determinada ideología estrecharán filas
con sus sostenedores en otros países, más allá de las fronteras del
lenguaje y de la religión y aun en contra de sus propios connacio-
nales y familiares si llegara a ser necesario. Recordamos aquí una
frase muy elocuente de un joven profesional que por sus conviccio-
nes ideológicas abandonó su país, su familia y su posición para ir
a luchar activamente por sus ideales. Refiriéndose luego a su propia
familia, escribía a uno de sus camaradas: —"Si a ellos llamo herma-
nos, ¿cómo debo llamarlos a ustedes?"
Es que cada ideología está enraizada con los cimientos de la
identidad. Todos los integrantes de una comunidad ideológica se
sienten "hermanados" no sólo por compartir idénticas aspiraciones
y luchar solidariamente por concretarlas, sino por ser depositarios
de un objeto idealizado común que para cada uno representa su
objeto primario amado. Es por ello que toda ideología está tan
cargada emocionalmente. En otras palabras, la ideología representa
objetos internos incorporados al núcleo del yo y "a través de cuyos
ojos" (según la expresión de Wisdom) (14) el sujeto ve el mundo.

98
VIII

Un enfoque actual del campo político-social, económico y aun


• milito no» muestra un panorama sumamente complejo, confuso
rtmliipiionantc. La terrible velocidad y variedad de las comunica-
iMiMt rn loilo el mundo hace que el individuo joven reciba simul-
iilPBiiifiite gran cantidad de mensajes desde toda clase de distan-
mi, de distinta calidad y carácter, que no puede metabolizar ni
nlcti/ar. Por el contrario, se transforman en mensajes que pueden
llegar a ser ambicios o contradictorios. El "ambiente" se ha hecho
muy vasto desde una edad muy temprana. La "comunicación ma-
HÍVII" que lleva a la incomunicación, la publicidad de toda clase,
el tiso estupefaciente de la televisión, la alienación creada por las
«ondiciones de trabajo, la violencia —en todas sus expresiones—
«orno pautas culturales intrusivas y los sistemas de represión ideo-
lógica de toda clase son alguno» de los muchos factores responsables
de la confusión alienante del sentimiento de identidad que, por
actitud reactiva o defensa desesperada, empuja —a veces— a una
«•lección compulsiva de una determinada ideología para salir del
<aos y evitar el peligro del derrumbe de la identidad.
Es importante comprender, por ejemplo, la esencia de los mo-
vimientos de protesta. En un congreso psicoanalítico se discutió si
tales expresiones de rebeldía, especialmente en la gente joven, im-
plicaban fallas en su integración y dificultades en la adquisición
de su identidad o, por el contrario, indicaban una identidad mejor
establecida con fuerza suficiente para hacerse voceros de verdades
que otros niegan. Nos inclinamos por este último criterio, aunque
por todo lo descripto anteriormente se haga difícil para muchos
adquirir una identidad y una ideología suficientemente elaboradas
y maduras, y puedan tender a soluciones ideológicas inmaduras,
compulsivas, que reflejan una seudoidentidad.
Sin embargo, en la auténtica reacción de rebeldía de los jóvenes
contra las generaciones mayores hay una búsqueda perentoria de
un cambio radical en las actuales estructuras sociales y de una
nueva "identidad social", por así decirlo. Estas manifestaciones de
protesta por parte de la juventud tienen en común el rechazo de
la sociedad de los mayores y la lucha contra el conformismo, el des-
potismo y la violencia encubierta.
Merced a la necesidad de destruir lo viejo y lo enfermo para
construir lo nuevo y sano se pone de manifiesto la tendencia repa-
ratoria de la juventud.
IX

Otro aspecto a investigar es el de la relación entre ^identidad


profesional e ideología. La identidad profesional conformaría uno

99
de los aspectos complementarios importantes vinculados con la
identidad total del individuo. Algunos la consideran como una
subidentidad o identidad parcial. Eso dependería de la importancia
y lugar que esa actividad ocupe en la vida del individuo, de la
continuidad con que sea ejercida y de cuánto de sí mismo sienta
comprometido en ella.
Al hablar de_jdentfdád profesional, trataremos de ilustrar con
aquella que nos resulta más cercana y conocida, como lo es la iden-
tidad psicoanalítica. Pero antes de considerar dicha identidad como
una ideología, correspondería precisar en qué medida resulta lícito
tratar al psicoanálisis mismo como una ideología. Por supuesto, se
trata de Una cuestión polémica que difícilmente llegaremos a
resolver aquí.
Uno de nosotros (7) señaló la dificultad de ubicar el psico-
análisis en algún sector determinado de las distintas disciplinas
científicas o humanistas. Se trata de una teoría especial, resultado
de un descubrimiento revolucionario que rompió con los esquemas
psicológicos dé su época, transformándose en el instrumento de
investigación más importante realizado teóricamente para desen-
trañar los secretos de la mente humana.
Garbarino (6) se refiere a dos posiciones existentes frente al
problema de considerar al psicoanálisis como una ideología: 1) Para
algunos, el psicoanálisis es sólo una ciencia y una técnica aprendidas
por el psicoanalista para tratar los padecimientos neuróticos; aparte
de eso, el analista sería un hombre como cualquier otro que, fuera
del campo de su actuación científica, puede compartir cualquier
ideología. 2) Para otros, el psicoanálisis es una ciencia pero al
mismo tiempo una ideología, o sea que "posee un sistema de juicios
de valor y pautas de conducta que le son propios". Para el paciente,
manifiesta o latente (consciente o inconsciente) su analista tiene
una ideología, es decir, una valoración específica y personal, en con-
sonancia con su doctrina, de lo político y de lo social, de los pro-
blemas del sexo, de la agresión, de la religión, de la muerte, de la
familia, de los hijos, etcétera. Por otra parte, agrega Garbarino,
si aceptamos la segunda posición que sostiene que el psicoanálisis
implica una ideología habría que plantearse cuál es y hasta dónde
es compatible con otras ideologías filosóficas, políticas o religiosas,
sin delatar una contradicción interna en el psicoanálisis.
Por nuestra parte, pensamos que el análisis es una teoría cien-
tífica que se ideologiza en su práctica.
Erikson (3) sugiere la necesidad de cada psicoanalista de pre-
guntarse qué particular configuración de impulsos, defensas, capa-
cidades y oportunidades lo llevó a la elección de su actividad. Agrega
que, al parecer, una particular "identidad psicoanalítica" se ha
transformado en la piedra fundamental dé su existencia como hom-
bre, profesional o ciudadano.

100
IVio, cii loria comunidad ideológica, es importante' totiiirienu
t[Ué tt» y cómo es la ideología para cada uno de sus inlcgniiitrN, ya
tpw «liria cual puede otorgarle una interpretación o una deforma
i léii pm tit ular, dada uno tendrá también su maneta especifica y
jiitioiiid de Pinatar los objetivos de su quehacer común, determi-
<l,t pul un ideología y que determina, a su vez, su identidad
• imtt.rilliia personal.
I.NN Ideologías políticas, filosóficas o de otra índole que el
P <u i i m i a l i N l a pueda sustentar, participan en forma directa o indi-
ii'i la rn su actividad específica. Algunos opinan que debería man-
ironías totalmente excluidas de su labor, ya que obrarían como
laclóles perturbadores del campo de trabajo. Otros, en cambio,
piensan que tal exclusión es imposible y que el analista está presente
tirmprc con la totalidad de su identidad, incluyendo sus ideologías.
Coincidimos con este último punto de vista y creemos que se puede
establecer una analogía con la evolución del concepto de contra-
transferencia en la teoría y técnica psicoanalíticas. Sabemos que
Hiempre fue conceptualizada como un síntoma correspondiente a la
patología del analista, hasta que por los trabajos de Racker y P.
I leimann, las respuestas emocionales del analista fueron considera-
das instrumentos útiles para detectar las fantasías inconscientes del
paciente y que podrían ser incorporadas en forma sublimada a la
técnica psicoanalítica. Del mismo modo, la ideología debería ser
concientizada por el analista e instrumentada teóricamente. Un
analista sin ideologías, cómo sin contratransferencia, sería un robot.
M. Langer se pregunta también: "Pero, ¿qué se espera del pa-
ciente?". Y dice que "eso dependerá de cada analista y de su idea
(o ideología) de la normalidad (o norma) que, junto con la perso-
nalidad de cada paciente, configurará su criterio de salud respecto
de él". En otro párrafo agrega: "¿Queremos adoctrinar a nuestros
analizados en contra de toda técnica y ética analíticas? De ninguna
manera, pero creemos indispensable tener conciencia de que influi-
mos en la evolución total de ellos" (9).

Volviendo a las ideologías en general, desde el punto de vista


de su evolución se podría hablar de distintas "categorías de uso"
de las ideologías que a partir de formas de uso primitivas y rudi-
mentarias pueden llegar a altos niveles de abstracción, configurando
complejos sistemas de ideas. Quizá no sería demasiado audaz hablar
de protoideologías, como aquellas que corresponden a las primeras
fantasías inconscientes relacionadas con el pecho idealizado. Ideo-
logía serla todo sistema de fantasías, ideas y juicios de valor,
que satisfacen necesidades muy profundas del sujeto. De acuerdo

101
con las características de los individuos que las usan, las ideologías
quedarán "fijadas" a los mecanismos primitivos de la evolución,
mostrando idealizaciones y disociaciones extremas: en estos casos,
la ideología propia acapara todas las virtudes y la "verdad absoluta",
proyectándose todo lo negativo en las ideologías ajenas. Se trata de
ideologías regresivas saturadas, porque están cerradas a toda posi-
bilidad de cambio o desarrollo; son omnipotentes, arrogantes, rígi-
das, dogmáticas y a las que el individuo se adhiere en forma
fanática.
Contrariamente a los anteriores, otros individuos usarán las
ideologías en forma más evolucionada con notable disminución de
los mecanismos regresivos, especialmente los de idealización y omni-
potencia. La disociación se transformará en discriminación; no
están saturadas sino abiertas al desarrollo; manifiestan tendencias
reparadoras con predominio de Eros, preocupación y responsabili-
dad por la vida y el destino del individuo y de la comunidad;
luchan contra el sistema esterilizante y estimulan el cambio ten-
diente al crecimiento de un nuevo tipo de hombre. Naturalmente,
los individuos con esta calidad de uso de las ideologías resultarán
con identidades más evolucionadas y sólidas.
Asumir en forma madura una identidad, basada en una ideo-
logía progresiva que tiende hacia el conocimiento y permite el
cambio, presupone un duelo porque implica la ruptura de estruc-
turas establecidas e identidades previas, para reintegrarse luego de
una manera diferente. Constituye un verdadero proceso revolucio-
nario interno porque el individuo tiene que pasar por la experien-
cia caótica de períodos, aún transitorios, de desorganización y diso-
lución de sistemas psíquicos, valores establecidos y vínculos objé-
tales, para integrarse en una reorganización que lo lleva a confi-
gurar una nueva identidad. Creemos que tales experiencias son
verdaderos momentos creativos que rescatan lo auténtico de cada
«no y enriquecen la condición de "ser uno mismo" para sí y para
los demás.

SINTESIS

Hemos querido incluir un capítulo sobre identidad e ideología


ya que, tal vez en este momento histórico más que en otros, resulta
ser un factor de suma importancia para la consideración del vínculo
de integración social, en continua interacción con los de integración
espacial y temporal, en la adquisición del sentimiento de identidad.
Ideología es un término muy controvertido usado con distintas
acepciones y significados, y también con distintas connotaciones
valora tivas.
Lo tomamos en su acepción más corriente, como una manera
de ver el mundo, en función de una convicción valorativa de los

102
vínculos entre los individuos y la sociedad pero que, a nuestro
juicio, incluyen en cada individuo fantasías inconscientes específicas.
La ideología impregna todas las actividades del hombre, está
presente en todos sus actos y gestos y gobierna sus relaciones con
los otros hombres.
Describimos las funciones que cumplen las ideologías y los gru-
pos ideológicos para el individuo, los significados de la elección
de las ideologías y el uso que de ellas puede hacerse.
Diferenciamos las elecciones maduras de una ideología en fun-
ción de un sentimiento de identidad sólidamente establecido, de
las elecciones por imitación, por sometimiento, por identificación
con el agresor o por otras razones de origen neurótico, en individuos
inmaduros y con sentimiento de identidad precario.
Finalmente, diferenciamos dos categorías de uso de las ideo-
logías que permite distinguirlas como regresivas y progresivas. Con-
sideramos regresivas aquellas ideologías dogmáticas, rígidas que no
admiten cambios y se adjudican la posesión absoluta de la verdad.
Las ideologías progresivas, por el contrario, serían aquellas no satu-
radas, abiertas al cuestionamiento y al cambio, y que conducen al
conocimiento.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

1) Bion, W. R.: Attention and Interpretation. Londres, Tavistock Publications,


1970.
2) Destutt de Tracy, L. A.: Elements d'idéologie. Bruselas, 1826. Citado pon
Barth, H.: Verdad e ideología. México, Fondo de Cultura Económica, 1951.
3) Erikson, E. H.: "The problem of Ego identity". J. Am. Psycho-Anal. Ass.,
IV, 1956. Traducido en la Rev. Urug. de Psic., V, 2-3, 1963.
4) Freud, S.: "Algunos tipos caracterológicos revelados por el psicoanálisis".
S.F.. XIV.
5) Fxeud, S.: "La división de la personalidad psíquica" en Nuevas aportaciones
al psicoanálisis. S.E. XXII.
6) Garbarino, H.: "Comentarios sobre ideología psicoanalítica". Rev. Urug. de
Psic., III, 2-3, 1960.
7) Grinberg, L.: "Ideas nuevas. Conflicto y evolución". Rev. de Psic., XXVII,
1970.
8) Ionesco, E.: El rinoceronte. Teatro. Buenos Aires, Losada.
9) Langer, M.: "Psicoanálisis y/o revolución social". Presentado en la Asoc. Psic.
Argentina, 1971.
10) Mannheim, N,: Ideología y utopía. México, Fondo de Cultura Económica,
1941.
11) Neruda, P.: "Mi partido", poema. De una grabación L.P. 45 por el autor.
12) Pichon-Riviére, E.: Del psicoanálisis a la psicología social. Buenos Aires, Ga-
lerna, 1971.
13) Schilder, P.: Tratado de psicoterapia. Buenos Aires, Paidós, 1945.
14) Wisdom, J. O.: "Comparación y desarrollo de las teorías psicoanaliticas sobre
la melancolía". Rev. Urug. de Psic., V, 1, 1963.

103
SEGUNDA P A R T E
CAPÍTULO VIII

P E R T U R B A C I O N E S DE LA IDENTIDAD

En la medida en que el sentimiento de identidad proviene de


la interrelaeión de los tres vínculos de integración (espacial, tem-
poral y social), las perturbaciones de dicho sentimiento reflejan
situaciones en que por distintos motivos y de diferentes maneras se
manifiestan fenómenos de des-integración de esos vínculos.
No estudiaremos en detalle los cuadros clínicos caracterizados
por trastornos del sentimiento de identidad y de los vínculos de
integración que lo sustentan, porque ello implicaría encarar el estu-
dio de toda la psicopatología, incluyendo las neurosis y psicosis,
lo cual escapa al alcance y objeto de este libro.
Sólo trataremos de describir muy brevemente, a lo largo de
este capítulo, algunas de las expresiones de las perturbaciones de
la identidad que aparecen en los estados confusionales, en el autis-
mo y la simbiosis, en las personalidades esquizoides, en la desper-
sonalización, en las psicopatías, en los maníacos, en los melancólicos,
en las personalidades "como si" y en las personalidades ambiguas,
etcétera, para dar una idea de cómo se presentan esos fenómenos.
En el capítulo IX expondremos detalladamente un tipo de pertur-
baciones del sentimiento de identidad, la despersonalización, me-
diante la descripción de un caso clínico.
A partir del nacimiento se producen en el niño, en forma
simultánea, identificaciones proyectivas e introyecciones en relación
con el pecho materno que determinan, por su misma simultaneidad,
u n estado confusional en el que el niño no puede mantener sepa-
radas la libido de la agresión, la proyección de la introyección, la
fantasía del cuerpo propio de la fantasía del cuerpo de la madre.

107
(lomo lo ha señalado Rosenfeld (11), los sentimientos de con-
fusión que aparecen antes de la etapa esquizoparanoide forman
parte del desarrollo normal. En la más temprana infancia el niño
vive en un estado de no integración en el cual la percepción es
incompleta y los estímulos externos e internos, los objetos externos
e internos y las partes del cuerpo a menudo pueden no ser diferen-
ciados. También en la etapa esquizoparanoide y por fracaso del
mecanismo de disociación no siempre logran mantenerse separados
los objetos buenos y malos y se sienten, por lo tanto, como mez-
clados o confundidos. Estos estados confusionales acarrean un sen-
timiento de déficit de identidad y se relacionan con los estados
confusionales esquizofrénicos. El estado confusional está asociado
a una angustia extrema porque al confundir las pulsiones libidi-
nales y las destructivas, toda la personalidad está en peligro de
destrucción. En los casos de confusión, los que están primordial-
mente alterados son los vínculos de integración espacial y social,
ya que no se pueden distinguir aspectos del self ni tampoco dife-
renciar a éste de los objetos.
Los trastornos extremos de la identidad son el autismo y la
simbiosis, ele los que se ha ocupado extensamente Margaret Mahler
(10), Esta autora considera que en el curso de su evolución el niño
pasa normalmente por varios períodos: 1) un período o fase autista
normal desde el nacimiento hasta el tercer o cuarto mes; 2) una
fase simbiótica desde el cuarto mes hasta el año, y 3) una fase de
separación-individuación desde el año hasta los dos años y medio.
De acuerdo con la patología de estas tres fases, describe tres tipos
de psicosis infantiles en las que aparecen muy marcadas las pertur-
baciones de la identidad, del esquema corporal y el sentido de
realidad.
En las psicosis autistas (autismo precoz de Kanner) los pa-
cientes presentan conductas mecánicas, deshumanizadas y desvitali-
zadas, en relación con ellos mismos y con el mundo; hay un extremo
retraimiento y una oposición violenta a todo cambio y a toda inter-
ferencia a su manera de conducirse. Para el autista, los demás son
sólo cosas que se pueden manipular mecánicamente, más que per-
sonas por las cuales se pueden sentir afectos.
Los síndromes simbióticos se caracterizan por un vínculo de
dependencia muy estrecho con un objeto externo; existen proyec-
ciones masivas sobre dicho objeto que permanece indiferenciado
con respecto al self.
El tercer tipo de trastorno está constituido por psicosis infan-
tiles más benignas caracterizadas por la utilización simultánea o
alternativa, pero menos estereotipada, de mecanismos autistas y sim-
bióticos.
Muchos de los cuadros esquizofrénicos de los adultos presentan
características de estas psicosis infantiles.

108
La patología de la identidad se manifiesta claramente también
en las personalidades esquizoides.
En primer lugar, la característica más importante de la esqui-
zoidía es la disociación del yo, disociación que tiene que ver esen-
cialmente con el self y que se manifiesta entre el adentro y el afuera,
entre sujeto y objeto, entre pensamiento y emoción, entre cuerpo y
mente, etcétera. La utilización excesiva de este mecanismo junto
con el de la identificación proyectiva debilita al yo, produciendo
una perturbación notoria del sentimiento de identidad.
Otra característica es la introversión, por la que el esquizoide
se repliega en su mundo interno con gran riqueza de fantasías e
imágenes.
Hay aislamiento, soledad y falta de relación con los objetos
externos. Los esquizoides parecen estar suspendidos entre el mundo
interno y el mundo externo sin que, aparentemente, nada les im-
porte. Suelen ser susceptibles y su desconfianza es grande.
Se presentan sin compromiso emocional y con carencia de
afectos. Actúan como observadores no participantes. Sus vínculos
aparecen vaciados de todo contenido afectivo porque no quieren
correr riesgos; para ellos, experimentar emociones de cualquier na-
turaleza equivale, automáticamente, a perder sus contenidos más
valorados. Están, generalmente, con el cuerpo presente y la mente
ausente.
En todo caso lo que predomina es el sentimiento de futilidad,
que es el precio que pagan por mantener su alejamiento: el mundo
y la vida misma aparecen opacos y sin sentido. Además, en su
Fantasía, sienten haber sido despojados de todo vigor.
Acuden, frecuentemente, a la autosuficiencia, al sentimiento
omnipotente y a la desvalorización del objeto como defensas com-
pensatorias frente a la dependencia.
Por todo lo cual estas personalidades suelen caracterizarse por
el predominio del "tomar" sobre el "dar". Para su fantasía incons-
ciente, "dar" significa perder "concretamente" contenidos corpora-
les y mentales, y "tomar" es igual a ganarlos y acumularlos. Sienten
que se agotan en los contactos sociales y en la relación con el objeto.
Por eso reprimen los afectos para no empobrecerse. Es característica
su tendencia a la artificialidad.
Por lo mismo, y como consecuencia de lo anteriormente des-
cripto, tienen tendencia a mostrar y a exhibir para no arriesgarse
a perder. Representan roles o personajes; de ese modo se aseguran
que no son ellos quienes quedan expuestos a la pérdida.
Hay predominio de la intelectualización sobre la afectividad
para evitar el compromiso emocional. Usan entonces las ideas y los
pensamientos (a menudo erotizados) en sustitución de los afectos.
En síntesis, estas personalidades presentan una considerable t

109
perturbación en los tres vínculos de integración que afecta decidida-
mente a su identidad.
En los estados de despersonalización encontramos un trastorno
de identidad caracterizado por la alteración de las cualidades inhe-
rentes al self mental y corporal, con perturbación de la percepción
de la realidad circundante. Los pacientes se sienten invadidos por
una sensación de extrañamiento y desrealización. Confunden los
límites de su esquema corporal y la relación con Jos objetos. Tam-
bién en estos cuadros clínicos se manifiestan los trastornos en los
tres vínculos de integración, aunque predomina la perturbación del
vínculo espacial, fundamentalmente.
Las personalidades psicopáticas expresan el déficit de su senti-
miento de identidad a través de su conducta versátil, la falta de
responsabilidad y la necesidad de satisfacer perentoria e inmedia-
tamente todos sus deseos, sin soportar ninguna postergación. No
son capaces de tolerar tensiones ni esperas debido a la labilidad
de su yo y a su intolerancia a la frustración. Su impulsividad pato-
lógica es sintónica con el yo y representa un esfuerzo desesperado
para conseguir una ilusoria seguridad y la confirmación de su omni-
potencia sobre el mundo externo, para negar la frustración y el
peligro de ser rechazados y castigados. Se caracterizan además no
sólo porque caen en repetidas actuaciones no precedidas por pensa-
miento reflexivo sino, especialmente, porque hacen actuar a los
demás.
Es particularmente significativo que el psicópata, a pesar de
la labilidad de su yo, su incapacidad para tolerar la frustración, el
trastorno de su pensamiento, su necesidad de usar el lenguaje de
acción, sus fuertes componentes narcisistas, la utilización especial-
mente intensa de la omnipotencia, el splitting y la identificación
proyectiva de tipo inoculativo, mantenga su contacto con la realidad
sin caer en la categorización de psicòtico. Pensamos que la razón
fundamental está dada por el uso de los mecanismos obsesivos de
"control realista" (9) que mantienen el control sobre los aspectos
proyectados en el objeto y el contacto con la realidad. Estos meca-
nismos confieren al yo u n sentimiento de cierta cohesión, a pesar
de la intensidad con que funciona la identificación proyectiva. El
fracaso en el funcionamiento de dichos mecanismos puede significar
un desastre para el mantenimiento del precario equilibrio y cohe-
sión de su self, con el consiguiente desmantelamiento del sentimiento
de identidad, la caída en la psicosis o en los estados de despersona-
lización. En estos pacientes, el déficit mayor ocurre en el vínculo
de integración social, por el manejo de los objetos externos a quienes
tratan como prolongaciones de su propio self.
Las personalidades maníacas presentan también un debilita-
miento de su sentimiento de identidad que intentan contrarrestar
por medio de la negación, la omnipotencia y la idealización. Se

110
sienten triunfadores, con un optimismo exagerado y con «enrienda
a establecer múltiples relaciones objétales aunque de car.'mer pre-
cario y superficial. La teoría kleiniana (l¡J) señaló tina Ufada de
sentimientos que es típica de estas personalidades: control, triunfo
y desprecio. El control sirve para negar la dependencia; el triunfo,
que comprende la omnipotencia, está al servicio de la negación de
la depresión, y el desprecio es una defensa frente a los sentimientos
de envidia, pérdida y culpa. Algunas de esas características, típicas
del maníaco, surgen de la calidad con que funcionan sus identifica-
ciones proyectivas dirigidas predominantemente hacia un objeto
interno idealizado y dotado de una omnipotencia absoluta. Partes
de su self quedan revestidas de esas cualidades que impregnan a
su vez a los vínculos que mantienen con los objetos externos. Para
decirlo en otras palabras, el yo del maníaco se proyecta dentro de
un objeto interno idealizado y omnipotente con el cual se identi-
fica proyectivamente, y desde dentro de dicho objeto interno trata
con desprecio y sentimientos de triunfo al objeto externo. Se des-
prende de todo lo dicho que el maníaco se caracteriza por mantener
una seudoidentidad precaria y superficial, por medio de la utiliza-
ción de los mecanismos de identificación proyectiva, negación, om-
nipotencia e idealización.
En los melancólicos, la identidad queda perturbada muy fre-
cuentemente por el tipo particular de identificación que establecen
con el objeto perdido. Por medio de dicha identificación tienden a
incorporar atributos, gestos o actitudes del objeto y, en ocasiones,
asumen los síntomas de su enfermedad. Abraham (1), uno de los
primeros discípulos de Freud, relata cómo encaneció pasajeramente
a raíz de la muerte de su padre que tenía la cabellera y la barba
blancas. Freud (6) cita el caso de un niño que, profundamente
apenado por la muerte de su gato, se identificó totalmente con él.
Declaró haberse transformado en dicho animal y comenzó a andar
en cuatro patas, negándose a sentarse a comer a la mesa.
La clásica frase "la sombra del objeto cae sobre el yo" repre-
senta gráficamente la alteración de la identidad del melancólico, al
asumir la identidad del objeto abandonado o perdido.
La personalidad "como si" (as i f ) fue estudiada especialmente
por Helen Deutsch (4). Se trata de individuos aparentemente nor-
males, con capacidad intelectual intacta y expresiones emocionales
que parecen adecuadas; pero algo indefinible se interpone entre
ellos y sus semejantes que hace que los demás se pregunten: ¿qué
les pasa? Las personas "como si" no tienen conciencia de su pro-
blema ni de la extrañeza que provocan en los demás. Los vínculos
afectivos que parecen normales derivan de una actitud imitativa,
ya que no sienten calor ni afectos y se nota la falta de autenticidad
en su conducta. Captan fácilmente las señales del mundo externo
y procuran adaptarse a ellas, pero sin experimentar profundamente

111
los mol ¡vos que podrían justificar su respuesta. Hay una falta de
individualidad y originalidad en sus reacciones. Carecen de prin-
cipios asimilados y de ideologías. Si manifiestan algunos, son refle-
jos de otros que asumen por imitación o comodidad. Se someten
fácilmente a influencias ajenas; son sugestionables debido a la pasi-
vidad que demuestran en sus relaciones con los demás. Presentan
trastornos en el proceso de sublimación e imposibilidad de sintetizar
las distintas identificaciones en una personalidad integrada y sin-
gular.
Lo que caracteriza específicamente a las personalidades "como
si" es el peculiar trastorno de identidad con falta de relaciones
estables e identificaciones compatibles.
La personalidad ambigua, tal como la describió Bleger (3),
está caracterizada por su indiferenciación que equivale a decir
"déficit de discriminación y de identidad, o déficit de diferencia-
ción entre yo y no-yo". Esta personalidad configura una organiza-
ción peculiar con un yo cambiante que no tiene falta del sentido de
realidad, sino que tiene "otro sentido de la realidad" distinto al
del individuo normal. Hay coexistencia de una multiplicidad de
núcleos que no se han integrado y alternan entre sí sin dar lugar
a confusión ni contradicción. El yo de la personalidad ambigua
no es un yo definido o "cristalizado"; sé halla superpuesto o "fusio-
nado" (con los objetos). El sujeto ambiguo toma rápidamente como
propias ideas o actitudes diferentes de distintos objetos. Bleger
compara la personalidad ambigua con la personalidad "como si"
descripta por H. Deutsch, con la que se superpone en muchos
aspectos.
Creemos que este tipo de personalidades ambiguas, "como si",
la de impostor, etcétera, así como las "personalidades múltiples" que
presentan rasgos esquizoides, histéricos y psicóticos pronunciados, se
caracterizan por trastornos peculiares de su identidad con falta de
relaciones estables. Lo que parece inclinar la balanza hacia el dé-
ficit en el proceso evolutivo es el predominio y la calidad de las
identificaciones proyectivas utilizadas por estos pacientes, que dan
como resultado actitudes imitativas y seudoidentificaciones en lugar-
de identificaciones asimiladas.
Freud (7) señala precisamente que "cuando tales identifica-
ciones llegan a ser muy numerosas, intensas e incompatibles entre
sí, se produce fácilmente un resultado patológico... El secreto de
los casos llamados de 'personalidad múltiple' reside quizás en que
cada una de tales identificaciones atrae hacia sí, alternativamente,
a la conciencia. Pero aun sin llegar a ese extremo pueden surgir
conflictos entre las diversas identificaciones en las que el yo queda
disociado".
Así como el medio externo puede proveer las condiciones nece-
sarias para el desarrollo y consolidación del sentimiento de identi-

112
dad (vínculo de integración social), también puede perturbarlo y
anularlo hasta límites insospechados.
Las estructuras del yo necesitan estímulos como alimento para
su mantenimiento. Gilí y Rapaport (8), estudiando sujetos en
condiciones de privación de estímulos en cámaras oscuras y silen-
ciosas con las posibilidades de movimiento reducidas al mínimo,
comprobaron que: 1) los individuos acusaban una gran disminu-
ción en su capacidad de seguir secuencias mentales ordenadas y
presentaban fantasías autistas, y 2) la información verbal repetida
en esas condiciones, sobre un fondo carente de estímulos, produjo
enorme impacto y la tomaron como una "verdad", manteniéndose
su efecto durante varias semanas después de finalizada la experiencia.
Del mismo tipo son los procedimientos usados para los "lava-
dos de cerebro" que pueden convertir al individuo en un autómata
a las órdenes del medio. Por ejemplo: 1) falta de un retiro privado
donde la persona no pueda ser observada; 2) constante lluvia de
determinadas informaciones y órdenes; 3) idioma simplificado a
órdenes, sin connotaciones de expresión individual; 4) saboteo de
la memoria, destruyendo libros y archivos que son reemplazados
por una nueva versión adaptada a las circunstancias del momento,
lo que provoca una pérdida de la continuidad con el pasado; 5)
fomento del miedo a un castigo desconocido.
En los campos de concentración, el procedimiento para con-
vertir a los individuos en autómatas fue crear "situaciones extremas"
de necesidad y peligro, y ataque a la identidad. En tales condi-
ciones de extrema necesidad, el sujeto concede a quien gratifica
un mínimo de sus necesidades, un poder tal que significa esclavitud
y pérdida total de la autonomía. El ataque a la identidad opera
por la regresión inducida y la vuelta a la dependencia infantil de
una autoridad arbitraria. A eso se agrega la falta de información
general y de estímulos, y una corriente continua de información
humillante. La privación contribuye a la derrota de la autonomía,
aumentando la necesidad y procurando un fondo adecuado al im-
pacto constante y avasallador del medio, cuyas informaciones inten-
cionadas, en ausencia de otros estímulos, se hacen tan poderosas
que ponen al individuo a su merced.
Queremos insistir entonces en que los trastornos del sentimiento
de identidad se presentan no sólo como consecuencia de los con-
flictos internos del individuo, sino como producto de sus relaciones
conflictívas con los seres del mundo que lo rodea y de los estímulos
patógenos que inciden sobre él. En los últimos tiempos, importantes
investigaciones marcaron la influencia preponderante ejercida por
el ambiente de la familia en el origen y agravación de la enfermedad
mental del individuo. El paciente neurótico o psicòtico suele ser
el depositario de las ansiedades y culpas persecutorias de su grupo
familiar.

113
Ilii valioso estudio realizado por un equipo de investigadores
(',',) demostró la influencia nociva del tipo de comunicación deno-
minada de "doble vínculo" (comunicación falseada con incongruen-
cia de los metamensajes) entre los miembros de la familia del esqui-
zofrénico, que contribuye a la génesis de su trastorno. El niño some-
lido a esa relación de "doble vínculo" con sus padres, se encuentra
en una situación paradójica cuando se lo obliga a responder a dos
(¡pos de actitudes parentales que son incompatibles entre sí. Por
ejemplo, se le exige que afirme su personalidad y al mismo tiempo
se le impone obediencia absoluta. Este tipo de conducta familiar,
llena de incongruencias, determina que el niño "busque una salida"
en la enfermedad con el inevitable colapso de su sentimiento de
identidad.
Muchos de los niños delincuentes o psicópatas provienen de
hogares en que fueron sometidos a reiteradas experiencias de aban-
dono y maltrato por parte de sus padres. Su conducta antisocial es
una forma de venganza y de ataque contra una sociedad que con
sus incongruencias ha gravitado en el desencadenamiento de la
enfermedad familiar y de la propia.
Al examinar el problema de la identidad no podemos separar
la crisis de identidad de la vida individual y las crisis contemporá-
neas en el desarrollo social, porque unas y otras contribuyen a
definirse recíprocamente (5).

SINTESIS
En este capítulo hemos pasado somera revista a las expresiones
de los trastornos del sentimiento de identidad y de sus vínculos de
integración espacial, temporal y social en algunos cuadros clínicos
neuróticos y psicóticos, como ser: estados confusionales, autismo,
simbiosis, esquizoidías, despersonalización, psicopatías, manía, me-
lancolía, ambigüedad y personalidades "como si". Destacamos asi-
mismo las influencias perturbadoras del ambiente exterior, sea por
la acción de estímulos nocivos o por la privación de estímulos, en
el desencadenamiento de enfermedades mentales, transitorias o per-
manentes, que comprometen seriamente la identidad de los indi-
viduos. Finalmente, señalamos el efecto patógeno del grupo familiar
y de la sociedad sobre sus integrantes enfermos, a quienes hacen
depositarios de sus ansiedades y conflictos. La conducta familiar,
por medio de la comunicación falseada e incongruente del "doble
vinculo", obliga al individuo a buscar la solución en la enfermedad
iiicnlal, con el consiguiente deterioro de su identidad.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

I) AI>IHIIM.III, K.: " Hirve estudio de la evolución de la libido a la luz de los


ii.iniiiinuü meiilales" en Psicoanálisis clínico. Buenos Aires, Hormé, 1961.

114
2) Bateson, G.; Jackson, D.; Haley, J. y Weakland, J.: "Toward a theory of
schizophrenia". Behavioral Science, I, 251-264, 1956.
3) Bleger, J.: Simbiosis y ambigüedad. Estudio psicoanalitico. Buenos Aires,
Paidós, 1967.
4) Deutsch, H.: "Algunas formas de trastorno emocional y su relación con la
esquizofrenia". Rev. de Psic., XXV, 2, 1968.
5) Erikson, E. H.: Identidad, juventud y crisis. Buenos Aires, Paidós, 1971.
6) Freud, S.: Psicología de las masas y análisis del Yo. S.E. XVII.
7) Freud, S.: El Yo y el Ello. S.E. XIX.
8) Gilí, M. y Rapaport, D.: Aportaciones a la teoría y técnica psicoanalítica.
México, Pax, Asoc. Psic. Mexicana, 1962.
9) Grinberg, L.: "Aspectos regresivos y evolutivos de los mecanismos obsesivos:
el control omnipotente y el control adaptativo". Rev. de Psic., XXIV, 1967.
10) Mahler, M.: "Autismo y simbiosis: dos trastornos extremos de la identidad".
Iiev. de Psic., XXVI, 1, 1968.
11) Rosenfeld, H.: "Notas sobre la psicopatologia de estados confusionales en
las esquizofrenias crónicas". Rev. Urug. de Psic., XI, 4, 1969.
12) Segal, H.: Introducción a la obra de Melanie Klein. Buenos Aires, Paidós,,
1965.

115
CAPÍTULO IX

UN CASO DE PERTURBACION TRANSITORIA DE


1,A IDENTIDAD: DESPERSONALIZACION *

Es sabido que durante el desarrollo de la neurosis transferen-


cial el paciente revive sus conflictos arcaicos, pero esta vez referidos
a la persona del analista; repite así, no sólo los impulsos y angustias
incluidos en aquellos conflictos, sino también las defensas especí-
ficas con que su yo intentó luchar contra ellos. Por lo común, el
tipo de neurosis de transferencia que desarrolla el paciente responde
al tipo de neurosis que lo llevó al análisis; por lo tanto, el enfermo
seguirá en la transferencia una línea obsesiva, paranoica o depre-
siva, de acuerdo con su enfermedad. Por otra parte, ya se ha dicho
que el problema de la elección de la neurosis se encuentra estrecha-
mente ligado al de la elección de los mecanismos de defensa; y, en
última instancia, sabemos que el análisis de los mecanismos defen-
sivos contribuirá eficazmente a desentrañar la naturaleza de los
conflictos. Durante la evolución del tratamiento, y en la medida
en que progrese el análisis de la situación transferencial, se apre-
ciarán cambios evidentes en las características sintomáticas del ma-
terial y se modificarán, incluso, los aparentemente rígidos mecanis-
mos de los planos superficiales.
El objeto de este capítulo consiste, precisamente, en exponer
las alternativas de un fenómeno de despersonalización y extraña-
miento que apareció en un enfermo después de un tiempo de trata-
inienio, con características especiales en lo que a su modo de pre-
sentación y evolución se refiere. Consistían en estados transitorios,
de aparición exclusiva en el curso de las sesiones analíticas en directa

* Grinberg, León (10).

116
relación con la situación transfcrencial, surgiendo como una reac-
ción defensiva frente a la intensidad de sus conflictos reactivos, e
influenciables por las interpretaciones.

II

Se trata de un paciente de treinta y cuatro años de edad, inte-


ligente y bien parecido, aquejado por un problema de impotencia
aparecido desde los primeros contactos sexuales con prostitutas; a
esto se agregaba una ereutofobia y tics consistentes en movimientos
bruscos de cabeza y hombros, con compulsión a tocarse los ojos y
la boca. En relación con el primer síntoma, manifestaba sentirse
profundamente amargado por su inferioridad sexual porque le ori-
ginaba enormes dificultades en el plano social y en los demás
aspectos de su vida. En consecuencia, se sentía embargado por una
depresión que consideraba insuperable ante el pesimismo con que
vivía su problema. Experimentaba ansiedad toda vez que partici-
paba en una reunión por pequeña e íntima que ésta fuera y aun
cuando conversaba a solas con un amigo. Su temor constante era
que surgiera en la conversación alguna referencia sexual porque
de inmediato percibía el enrojecimiento de su rostro. Le angustiaba
la idea de que pudieran descubrir que era impotente, y que por
ello lo despreciaran y ridiculizaran. Las dificultades de su potencia
consistían en pérdida de la erección y retardo o imposibilidad de
llegar a la eyaculación. Respecto de los trastornos de su capacidad
eréctil solía utilizar expresiones, cada vez que se refería a ella, que
indicaban su relación con el proceso de despersonalización que
estudiamos. Decía, por ejemplo, que "el pene se le moría" al intro-
ducirlo en la vagina y que dejaba de percibirlo, como si ya no le
perteneciera. Su conflicto con la vagina se debía a la reviviscencia
de sus primitivas frustraciones orales frente al objeto, como se verá
más adelante en el material. Para su inconsciente, su pene adquiría
el significado de una boca hambrienta que amenazaba a la vagina-
pecho con la destrucción y, a la vez, lo identificaba con el objeto
frustrador (pecho vacío que no da leche) que sufría las consecuen-
cias de su sadismo oral proyectado sobre la vagina-boca.
El paciente es el tercero de cuatro hermanos: una hermana,
siete años mayor, el que le precede, varón, le lleva cinco años, y
la menor, nació cuando él contaba un año y medio. Poco antes de
que naciera la hermana, el padre dejó a la familia en el extranjero
y se trasladó a nuestro país. La separación duró tres años al cabo
de los cuales se reunieron con él. Durante la ausencia de su padre,
recordaba que su madre no le prestaba mucha atención, atareada
por mantener el hogar y atender a la hermanita. Por otra parte
siempre había demostrado preferencia por su hermano, obeso en
la actualidad, a quien consideraba dotado de las mejores cualidades

117
y liarla objeto de sus mimos. Sus esperanzas de encontrar una com-
pensación afectiva por parte de su padre se vieron frustradas porque
éste no sólo resultó ser un hombre frío y reservado en sus afectos,
sino que además era sumamente severo y exigente; sólo con la
hermana menor se permitía, de vez en cuando, algunas manifesta-
ciones cariñosas. Intolerante e irascible, solía reprenderlo ante la
mínima falta y recuerda castigos violentos ante el fracaso en sus
estudios por su dificultad en aprender (repitió los primeros grados).
Sus ulteriores referencias a su madre la describían como una mujer
simple, sufrida, totalmente sojuzgada por el padre y que, según la
expresión del paciente, "no cortaba ni pinchaba" en la casa. A
raíz de su muerte, ocurrida durante el transcurso del tratamiento y
con posterioridad a la aparición de los brotes de despersonalización,
manifestó que a veces tenía la impresión de que su madre estaba
muerta desde mucho tiempo atrás. No pudo dar datos respecto de
cómo había sido su lactancia, pero su vivencia era "que lo poco
que su madre tenía para dar, lo había dado íntegramente a sus
hermanos sin que quedara nada para él".
Durante los primeros meses de su análisis, el paciente presentó
una conducta predominantemente obsesiva con dificultades en la
asociación libre y con la utilización de los típicos mecanismos de
aislamiento y anulación. Además, sus sesiones transcurrían de acuer-
do con un molde rígido en que tanto la actitud en el diván, como
el tono de su voz y hasta la naturaleza del material se repetían
con una monotonía continua. Cuando se profundizó el análisis de
la situación transferencial, fueron cediendo sus anteriores actitudes
y aparecieron, primero en forma esporádica y luego con mayor fre-
cuencia, las reacciones de despersonalización que ocurrían exclusiva-
mente durante las sesiones con las peculiaridades que pasaré a
describir.
En un momento dado de la sesión, y consecutivamente a una
interpretación, o bien en virtud de determinadas asociaciones que
le repercutían hondamente, interrumpía bruscamente su exposición
quedando en silencio; al cabo de unos instantes, manifestaba que
se sentía invadido por una sensación muy extraña y que tenía difi-
cultades para hablar debiendo realizar grandes esfuerzos para articu-
lar las palabras. Le asustaba escuchar su propia voz; sentía que no
era la suya, como si proviniese de otra persona, y aún lo que decía
le parecía no tener sentido como si se tratara de un idioma extraño
para él; otras veces tenía la impresión de que su voz venía de tan
lejos que la distancia le impedía entender el significado de las
palabras. A esto se agregaba, como fenómeno constante y de mayor
repercusión, una alteración de la percepción consistente en la sen-
sación de alejamiento de los objetos; sentía que el cuadro que tenía
delante de su vista se distanciaba progresivamente hasta que su
tamaño quedaba muy reducido y sus contornos borrosos. En otras

118
ocasiones, no sólo el cuadro sino también las paredes de la habita-
ción eran las que se alejaban, y tenía entonces la impresión de
quedar flotando en el vacío. Percibía simultáneamente alteraciones
corporales consistentes en sensaciones de agrandamiento o disminu-
ción de distintas partes del cuerpo. A veces, decía sentirse como
muerto o como si partes de sí mismo se le hubieran desprendido.
En un comienzo, el fenómeno solía ser bastante fugaz, pero
posteriormente su duración se prolongaba hasta el término de la
sesión, a menos de que se interrumpiera por el efecto de una inter-
pretación adecuada.
La primera aparición del síntoma en el análisis fue vivida por
el paciente con sorpresa y perplejidad, pero sin angustia. En esa
oportunidad tan sólo constató las alteraciones de su yo perceptor
frente al mundo externo; luego se agregaron las sensaciones de
extrañeza por modificaciones sufridas en su esquema corporal. Hasta
ese entonces, la mayor parte de su material consistía en quejas con
respecto a su impotencia y a las dificultades que encontraba en sus
escasas relaciones con prostitutas; resultaba llamativa la poca refe-
rencia al material sexual infantil y a sus fantasías masturbatorias
que, por otra parte, habían estado casi totalmente reprimidas.
En la transferencia se sentía inferiorizado ante mí y pensaba
que yo lo despreciaba y rechazaba por considerarlo poco culto e
incapaz de una buena actuación social. Atribuía su incapacidad a
su problema sexual. Me veía —como a su padre— severo, exigente y
poco afectuoso para con él. Además, no creía merecer mi afecto.
En las raras ocasiones en que se atrevió a expresar algún pensamiento
agresivo contra mí, sentía gran temor por mi reacción y tendía a
anularlo. Paulatinamente, fue comprendiendo que su conducta
obsesiva tenía por objeto aislar el afecto de sus vivencias transfe-
renciales, y entonces apareció material homosexual en sus asociacio-
nes. A partir de ese momento, fueron modificándose sus actitudes
en el análisis y surgieron los mecanismos de despersonalización
descritos anteriormente.

III

Para la mejor comprensión de la estructura y significación de


este proceso, comenzaré transcribiendo una de las sesiones que pode-
mos tomar como modelo.
(Silencio inicial) . . . "Me siento muy confuso, cansado y como
si me faltara la respiración. Pensé si me encontraría bien de salud,
si tendré buenos pulmones, cómo funcionará mi corazón, cómo
estarán mis restantes órganos . . . Nuevamente se me ocurrió que
usted se desentiende de mis problemas, que cree que no vale la pena
ocuparse de mí; hasta lo estuve insultando pero, es curioso, no

119
|,i¡t«iitt ic|niii ION insultos porque ya no los recuerdo. (Queda en
«límelo) . . . O l í a vez siento que se aleja el cuadro y la cortina
Me rúenla hablar .. .Ayer tardé mucho en dormirme, fantaseaba
nobrr Irmas sexuales y temía tener una polución, que efectivamente
luvr después. No recuerdo qué soñé pero era algo sexual . . .Siento
algo raro en la boca, como si la lengua realizara un movimiento
rítmico que no puedo dominar; pienso que puede representar un
arto masturbatorio .. .Ayer tuve que ir a la casa de mi tío para
quedarme unas horas; no había nadie . . . Q u é raro, al mencionar
a mi tío sentí una sensación extraña en la frente, como si hubiera
aumentado de tamaño . . .ahora se extiende a la cabeza y todo el
cuerpo . . .Es como si me viera desde afuera que me estoy agran-
dando cada vez más ...Bueno, cuando estaba en esa casa vacía
luve deseos de masturbarme y era algo que me evocaba una situa-
ción anterior . . . la época de mi infancia, cuando me masturbaba.
Subí a la habitación de arriba, tal como la que había en la casa
donde vivía de chico, y allí me recosté sobre una cama. No me
masturbé a pesar de lo excitado que me encontraba, pero experi-
menté una sensación rara en la boca como la que le referí antes
.. .Me olvidé de decirle que al subir vi un gato que se escapó y eso
me trajo recuerdos de algunos juegos sexuales con animales .. .Aho-
ra que le digo esto recuerdo que soñé con animales feroces y que
había algo sexual con ellos .. .De nuevo siento que las cosas se
alejan y me voy quedando en el vacío.. Ahora me siento aturdido
. . . no consigo tener el dominio de lo que digo . . . ni siquiera en-
tiendo. Ahora siento que es la boca la que se agranda, parece una
cavidad inmensa . . .Pero lo raro de todo esto es que lo vivo como
si le sucediera a otra persona en lugar de a mí m i s m o . . . "
Como antecedentes inmediatos de esta sesión citaré los siguien-
tes datos: últimamente, y en relación con el material aparecido, le
había interpretado que su posición en la vida era la de quien espe-
raba recibir algo pero sin atreverse a pedirlo por considerarse sin
derechos para hacerlo, o por temor a verse defraudado; al poco
tiempo me expresó su deseo de aumentar el número de sus sesiones
y al no poder satisfacerlo en forma inmediata le aclaré que lo haría-
mos a la brevedad posible. Mi negativa fue vivida por el paciente
como un rechazo que reactivaba las primitivas frustraciones a las
que se encontraba fijado, y comenzó la hora analítica siguiente
con un silencio prolongado que sólo interrumpió cuando se lo
relacioné con su vivencia de frustración. Con su silencio me expre-
saba que me seguía esperando; por otra parte, representaba una
UaiiNacción entre su resignación y su protesta. Desde el punto de
viHia de la dinámica de la interpretación, ésta tuvo por objeto
Inicrrk consciente que su silencio expresaba una necesidad y que
iidrinri* implicaba una protesta. Manifestó, entonces, que se sentía
11 mi uso y c ansado; reconoció su cansancio por la espera prolongada

120
(por todo lo que tuvo que esperar infructuosamente en su vida),
y se sentía confundido por el sentimiento de protesta que acababa
de concientizar.
Sus ulteriores referencias mostraron la preocupación y extra-
ñeza hipocondríacas respecto de sus órganos, lo que en sí ya consti-
tuía un anticipo del estado de despersonalización que luego afloraría
plenamente. Por medio de la autoobservación hipocondríaca hacía
un reconocimiento de sus necesidades corporales insatisfechas y de
los órganos que, en consecuencia, habrían quedado dañados. La
falta de aire representaba no sólo la frustración que había sufrido
por parte del objeto, sino también su pérdida; y el órgano afectado
—el respiratorio—, tan estrechamente ligado a la oralidad, era la
parte de su self dañada por dicha pérdida. La referencia al corazón
significaba que, como resultado de esta pérdida parcial de su self,
por faltarle el objeto, ya no podría percibir afectos.
Frente a los conflictos removidos surgió la reacción hipocon-
dríaca '*. Al desplazar sobre los órganos su lucha con el objeto
—vivido como perseguidor— se atrevió a encarar directamente el
aspecto transferencial de su conflicto que, en un primer plano, surgió
con un contenido agresivo que implicaba una identificación con el
agresor en la medida en que la frustración fue vivida como un
ataque. Pero los insultos representaban, por otra parte, su protesta
a gritos; mejor dicho, su tentativa ele protestar a gritos, porque
éstos fueron ahogados e inmediatamente olvidados. La represión
de los insultos tenía el sentido de preservar al objeto ante el peligro
de destruirlo y perderlo definitivamente, repitiendo su situación de
frustración. Por otra parte, existía un aumento de su ansiedad
determinada por la amenaza retaliativa del objeto presumiblemente
agredido que se transformaba de este modo en perseguidor. Ante
la agudización de sus temores, recurrió a un mecanismo más regre-
sivo para protegerse del incremento de angustia y surgió entonces
la despersonalización. Se manifestó por la sensación de alejamiento
de los objetos del ambiente y representaba una regresión a su situa-
ción traumática infantil. Volvía a convertirse en un niño y veía la
habitación con sus dimensiones alteradas, con la misma perspectiva
con que habría visto las habitaciones en su infancia. Sentía que se
había achicado en relación a lo que lo rodeaba. AI notar su difi-
cultad para hablar, era como si hubiera reconocido que lo que le
estaba ocurriendo en estos momentos ya lo había experimentado en
una época anterior, de muy niño, cuando aún no sabía hablar.
Tardó mucho en dormirse: reproducía la situación del niño frus-
trado oralmente que no podía conciliar el sueño a causa del hambre.
Tenía la necesidad de ser amamantado para poder dormirse rápida-

* Tausk (17) la considera una defensa contra el exceso de carga libidinosa;


por ese mecanismo el yo se defiende y considera al órgano alterado como algo
ajeno a su integridad corporal.

121
>.i< t<< |i(M ruó ími tascó sobre temas sexuales que, de acuerdo con
i! 11 t-i 111 IHI apollado, representaban contenidos orales, temiendo que
« |niMlu)na la polución. Lo que en realidad temía era que no se
I ti 11<) 111< • t »i la polución, es decir, no obtener la gratificación oral
amiiiilii; finalmente la consiguió mediante la alucinación del pecbo
(ii.iiiliculoi'. (En otro plano, la polución se relacionaba con su
t e m o r de sufrir la retaliación del objeto.) Al referir estas vivencias,
«pie inconscientemente expresaban la búsqueda del placer oral, ex-
perimentó la sensación rara en la boca consistente en el movimiento
rítmico de la lengua que comparó a un acto masturbatorio y que
por los movimientos de la succión reproducían el amamantamiento.
Sus ulteriores secuencias asociativas revelan ya más profundamente
los contenidos de la fantasía que le angustiaba y que determinaron
la aparición, en la sesión, de los procesos defensivos. Se debía fun-
damentalmente a la correlación que estableció entre su situación
traumática infantil, reproducida regresivamente al comienzo de la
sesión y la vivencia transferencial experimentada en el momento
actual. Mencionó que fue a la casa del tío y que estaba vacía, no
había nadie: la casa vacía lo representaba a él mismo sin sus ob-
jetos, sin su madre que lo atendiera y alimentara y sin el padre
que lo había abandonado (el tío ausente). Al nombrar a su tío,
proyectado en la figura del analista, sintió que todo su cuerpo au-
mentaba progresivamente de tamaño y le pareció que contemplaba
su agrandamiento desde afuera. Representaba, en parte, el cre-
cimiento de su yo infantil. En otro plano, y dada la relación am-
bivalente con la significación paterna y superyoica de la imagen
tío-analista, se reactivaron sus angustias de castración ante el con-
tenido de sus fantasías masturbatorias. Ello provocó la sensación
de agrandamiento compensatorio de su cuerpo que se convertía así
en un gigantesco pene que entraba en erección al aparecer su tío
en el campo de sus asociaciones para contrarrestar la amenaza pu-
nitiva que éste le sugería.
La reactivación de sus angustias frente al superyó determinó que
se reavivara su sometimiento homosexual ante él mismo. Sintió'
deseos de masturbarse evocando situaciones análogas de su época
infantil, pero no llegó a hacerlo y en su lugar experimentó la sensa-
ción en la boca que reprodujo al comienzo de la sesión. La repre-
sión de la masturbación se debió a la captación de su significado'
homosexual y de sus contenidos oral-sádicos. Durante el transcurso
de la sesión llegó a percibir que sus fantasías del día anterior, en
el presente, eran experimentadas con más intensidad y hacia un ob-
jeto real y cercano: el analista. El resultado fue un incremento en
su ansiedad; por eso olvidó referir que mientras subía hacia la ha-
bitación alcanzó a ver un gato que se escapaba: eran sus impulsos
sádico-orales rechazados. Asoció a continuación con juegos sexuales
realizados ion animales y recordó el sueño reprimido en cuyo con-

122
tenido manifiesto aparecía una situación erótica con animales fero-
ces. Expresaba su actitud homosexual destinada a aplacar la peli-
grosidad de las figuras superyoicas, entre ellas la del analista. Se
había movilizado la angustia ligada a los conflictos latentes condi-
cionados por la siguiente serie: fantasías edípicas —amenaza de cas-
tración— sometimiento homosexual. Los animales feroces represen-
taban, por otra parte, sus impulsos agresivos que, al no ser tolerados,
fueron reprimidos.
Todo ello determinó que apareciese de nuevo la sensación de
alejamiento, por medio de la cual no sólo rechazaba y proyectaba
aquellos aspectos de su yo que entraron en conflicto con el objeto
y que contenían las tendencias orales condenadas, sino que también
significaba volver a la situación primitiva de quedarse en el vacío.
Se sintió aturdido: era debido a la confusión que le producía notar
que se le alejaban y perdían los límites de su yo, y no poder dis-
criminar la distinción y separación entre él y el objeto. A conti-
nuación percibió que la boca se le agrandaba hasta transformarse en
una cavidad inmensa, todo su yo se convertía en una boca enorme
y vacía como expresión magnificada de su yo totalmente frustrado,
y como una tentativa de identificarse con el objeto frustrador —el
ambiente que le rodeaba— para alterar sus proporciones. En otro
plano, representaba su fijación oral pasiva al pene del analista - tío -
padre. Y, como no podía admitirla, la proyectaba atribuyéndola a
otra persona.
La fantasía básica de esta sesión, apoyada en las vivencias in-
mediatas anteriores, podría resumirse y expresarse mediante las mo-
dificaciones de su yo corporal sufridas en dos momentos de la sesión:
el agrandamiento del cuerpo que representaba el pene gigante y el
aumento de la boca que estaría destinada a recibirlo. La formula-
ción boca-pene expresaba su relación con el objeto, con los dis-
tintos contenidos y defensas que aparecieron durante el curso de la
sesión transcripta.

IV

Durante un período de su análisis en que este tipo de fenóme-


nos se repetía con cierta frecuencia, pero alternado con las ma-
nifestaciones obsesivas características de la primera época, pude
comprender la relación existente entre ambas expresiones sintomá-
ticas y por qué se sucedieron en ese orden cronológico, en la medida
en que se atrevía a acercarse más directamente a los objetos. Aun-
que dejaré para más adelante el estudio comparativo de ambos
tipos de procesos, señalando sus elementos comunes y la razón por
la que los mecanismos obsesivos fueron sustituidos por los de la
despersonalización, citaré tan sólo el hecho de que al comienzo de

123
•,u tratamiento, impresionaba como un ser totalmente desprovisto
de .sentimientos o emociones. Ya me referí antes a las actitudes rí-
gidas que asumía en el diván y a la monotonía de su voz; aun su
rostro aparecía a menudo como carente de toda expresividad. Si
tuviera que definir la modalidad de su vinculación conmigo en
aquel entonces, diría que se exteriorizaba por palabras que expre-
saban exclusivamente pensamientos pero no afectos; y cuando alguno
de dichos pensamientos encerraba un contenido que lo aproximaba
al objeto tendía a bloquearlo; quedaba entonces en silencio y al cabo
de algunos minutos manifestaba que se había olvidado lo que quería
decir y continuaba con una secuencia muy distinta a la anterior. Ese
tipo de bloqueo se repetía frecuentemente, y de ningún modo podía
ser confundido con las oscilaciones y cambios bruscos en el conte-
nido del material observables en el curso de las asociaciones libres.
Se desprendía de esta forma de actuación su profundo temor
de conectarse con los objetos del mundo externo; sólo lo hacía
por medio de gestos y palabras comunes que representaban única-
mente las partes más periféricas y superficiales de su yo. Frente a
algunas de estas actitudes, mi impresión contratransferencial era
de que si pudiera despojarlo de su revestimiento externo en lugar
de descubrir los contenidos presumiblemente ocultos tras esa facha-
da, me hubiera encontrado ante la nada, como si se tratara de un
maniquí hueco; estaba captando de este modo su vacío interior, que
después pude comprobar nítidamente en su material *. Paulatina-
mente fue modificando su conducta y se atrevía a sentir y reconocer
sus afectos; parecía experimentarlos por primera vez, dada la per-
plejidad con que los vivenciaba: constituían las primeras expresio-
nes de extrañamiento, aunque en aquel momento no alcancé a
apreciarlas como tales. Pero cuando la naturaleza de sus afectos
adquiría una tonalidad francamente libidinosa o agresiva procedía
de inmediato a su anulación o volvía a bloquearse. Su relación
conmigo se tornaba cada vez más estrecha y por momentos resulta-
ba llamativa la vivacidad de algunas de sus expresiones.
La frustración por parte de sus primitivos objetos condiciona-
ron su aislamiento frente a aquéllos del mundo externo sobre los
que proyectaba los internos, ante el temor de repetir sus traumá-
ticas experiencias; por lo tanto siempre había tratado de poner dis-
tancia entre él y aquellos objetos.
Uno de sus mayores conflictos residía en no saber cómo acer-
carse al objeto sin destruirlo o ser destruido por él. Esta era la
consecuencia de la intensa frustración oral que condicionaba su te-
mor a ser dañado, proyectando sobre el objeto sus propios impulsos
de devorar y destruir (aunque ya se ha señalado que esto último
es la defensa frente a la angustia de ser devorado por el hambre) .

* Mi sentimiento contratransferencial correspondía también a la captación del


hiiiiln <M|IIi/niilr <fc ti personalidad del paciente, subyacente a sus síntomas (16).

124
Cada vez que el paciente percibía que podía llegar a conectarse
conmigo, experimentaba la necesidad de recurrir a una alteración
de su distribución libidinosa, en un esfuerzo por evitar la emergen-
cia de aquellas tendencias que podrían conducirlo a una situación
catastrófica; para su inconsciente la catástrofe estaba representada
por un aniquilamiento no sólo de su 70 sino también del objeto con
quien entraba en contacto, y la forma de salvarse de ese desastre
era utilizar una solución transaccional constituida por la pérdida
temporaria de los núcleos parciales de su seíf vinculados a dicha
relación objetal.

El material ligado a las primitivas frustraciones orales era el


que más frecuentemente provocaba la eclosión del fenómeno. A raíz
de haber fracasado en una reciente experiencia sexual, llegó a la
sesión deprimido y se refirió a las distintas circunstancias en que
percibía encogimiento de su pene. A continuación relató el siguien-
te sueño: "Estaba en una azotea y me ponía unos perritos dentro
del pantalón que me succionaban y mordían el pene. Me causaba
placer y dolor". Asoció que la azotea le recordaba el lugar donde
se había masturbado, con fantasías basadas en relatos de que en las
casas de placer las parejas tenían relaciones sexuales al mismo tiem-
po que comían y que el placer de la comida era equivalente al
sexual. Llegaba al orgasmo imaginando que masticaba algo con
fruición, sin saber especificar qué era. Manifestó, luego, que en oca-
sión de su fracaso sexual había percibido conscientemente su temor
a introducir el pene, ya que éste "moría dentro de la vagina". De-
bía retraer el pene que, como boca peligrosa, amenazaba destruir
al objeto. Por otra parte, atribuía al genital femenino el poder suc-
cionar y triturar su pene (por proyección de sus tendencias des-
tructivas) y sentía que éste "moría un poco para no morir del todo".
Le ocurría con su pene lo que experimentaba con algunas de
sus vivencias psíquicas y corporales durante los brotes en que se
despersonalizaba: se trataba de pérdidas parciales y de poca dura-
ción para salvarse de la pérdida total y definitiva. Por esta razón,
la impotencia le significaba, en un plano, una forma de despersona-
lización limitada a su yo-pene en ocasión en que éste entraba en
relación con el objeto-vagina. En un momento dado recordó el frag-
mento de otro sueño en que veía a una criatura mamando de un
pene. Se interrumpió bruscamente y con dificultad me comunicó
que había fantaseado que se daba vuelta sorpresivamente y me en-
contraba con el pene descubierto. A partir de este instante, mani-
festó que los objetos se le alejaban y percibía que su cuerpo se em-
pequeñecía a la vez que sentía extrañamiento frente a la tonalidad

125
de su voz. La fantasía transferencial, basada en los sueños y en el
material asociativo, volvía a colocarlo dentro del circuito peligroso
de dañar y ser dañado, sin otra salida que la despersonalización.
Es interesante destacar que la sesión comienza con referencias
al encogimiento del pene, y finaliza con un "encogimiento de su self
psíquico y corporal" frente a la ansiedad determinada por el acer-
camiento al analista.
El mecanismo de proyectar sus tendencias, surge con claridad
en este otro sueño: "Estaba con M (su novia) y en un momento
dado se acercó y quiso besarme en la boca; sentí un pánico intenso
y la rechacé con un gesto. Me pareció un bicho que quería pren-
derse de m í . . . como una sanguijuela... como si quisiera chupar
la sangre.. .; la veía como algo voluptuoso pero que me despertaba
temor". Asoció con una sobrinita suya que solía hacerle efusivas
demostraciones de cariño y a veces en forma tan exagerada que no
se desprendía de él. Recordó, luego, haber visto a su cuñada ama-
mantando al bebé y le pareció que no debía mirar sus senos que
lo excitaban e impresionaban. Al notar que hablaba con mucha
dificultad, se lo señalé y me aclaró, entonces, que no podía emitir
las palabras porque percibía un obstáculo en la boca, como una
barrera, que impedía su salida; al mismo tiempo, tenía que realizar
grandes esfuerzos para abrir la boca, porque sentía que un impulso
extraño lo obligaba a mantenerla cerrada. Agregó en seguida que
los objetos se distanciaban y que tanto él como las cosas que le ro-
deaban e inclusive la situación en sí le parecían muy extrañas. Cuan-
do aparecía el trastorno del lenguaje, que se repetía con cierta fre-
cuencia, la emisión de la voz y la pronunciación de las palabras se
le tornaban sumamente difíciles; no se trataba de un tartamudeo
sino más bien de un silabeo; las palabras surgían entrecortadas y a
veces con marcadas pausas entre una y otra letra.
Al cabo de unos minutos de haberle aparecido la sensación de
extrañamiento, le señalé que estaba vinculado al contenido del sue-
ño y expresaba su defensa frente al temor de sentirse una sangui-
juela ante quienes quería acercarse afectivamente y que temía vivir
esa situación conmigo; por eso había experimentado la dificultad
para abrir la boca y el impulso de mantenerla cerrada. Quedó en si-
lencio y por su actitud me di cuenta de que la sensación le persistía;
me dijo entonces, con mayor dificultad para hablar que antes, que
mi voz también le resultaba extraña y parecía provenir de la lejanía,
y que no llegaba a comprender qué le decía. Reparé, esta vez con
mayor atención, en el gran esfuerzo que realizaba para expresarse, y
pude comprender más claramente que sus palabras no representaban
sólo un medio para dar expresión al contenido de sus ideas (en este
momento angustiantes) sino que representaban directa y concreta-
mente esas mismas tendencias y los objetos ligados a ellas. La ba-
rrera que percibía en su boca era el obstáculo que quería oponer
126
a la emergencia de dichos impulsos. Las pausas entre las palabras,
las sílabas entrecortadas y aún la separación entre las letras, se de-
bían a la tentativa de aislar y separar los distintos núcleos de su yo,
tal como ocurría en el mismo proceso de despersonalización, en que
unos aspectos yoicos se desconectaban y perdían relación con los
demás ante quienes aparecían como extraños. (También signifi-
caba u n esfuerzo para reintegrar su personalidad, una vez despo-
jado de sus contenidos angustiantes.) Cuando completé la inter-
pretación, agregando la significación de su dificultad para hablar,
el fenómeno desapareció.
En otra oportunidad, y en relación con el contexto del material
asociativo, pudo evidenciarse otro significado vinculado con el tras-
torno del lenguaje. Se quejaba de un padecimiento gástrico que
sufría desde hacía dos días y lo describía como si tuviera un agujero
en el estómago, con sensación de hambre intensa. Recordó un sue-
ño, analizado hacía un tiempo, en el que veía a su madre muerta
con u n boquete en la frente, y lo relacionó con el "agujero" de su
calmar así su hambre, pero paradójicamente el alimento no le ali-
estómago. Sentía la necesidad de tapar ese agujero con comida y
viaba sino que aumentaba sus dolores y determinaba la necesidad
de defecar repetidamente pero sólo eliminaba escíbalos con grandes
esfuerzos. Atribula, en parte, sus malestares digestivos a haber co-
mido verduras que "le habían caído mal", en lugar de un plato de
.su predilección que había pedido a su hermana y que ella no sa-
I isíi/o acusándole de egoísmo por sus exigencias. Se refirió poste-
r i o r m e n t e a los reproches que le hacía su padre por regresar tarde
cumulo M i l l a con SU novia. En ambos casos se consideró tratado in-
just ¡miente,
A medida que iba refiriendo el citado material se incrementaba
su dificultad para hablar, manifestando: ..."Siento que las pala-
bras salen como si fueran de p i e d r a . . . me cuesta pronunciarlas, como
8i las letras fueran pedazos de granito que tengo que ir juntando
para formar las p a l a b r a s . . . " al mismo tiempo que describía el ex-
trañamiento que acompañaba, por lo general, a ese tipo de pertur-
baciones. Las palabras representaban, pues, los escíbalos que tenía
dificultad en eliminar, la mala comida que no pudo digerir y "le
había caído como piedra". La frustración sufrida por parte de la
hermana, sustituto materno, al negarle el alimento deseado obligán-
dolo a ingerir otro, reactivaba el trauma infantil de sentirse dañado
y agujereado como consecuencia de la agresión de su madre frus-
(i adora por haberle dado leche mala que no podía digerir y lo de-
jaba con hambre. En el sueño trataba de superar la posición depre-
siva proyectando sobre el objeto materno la vivencia de su propia
destrucción y muerte. Por otra parte, también el padre al privarlo
del alimento bueno, prohibiéndole su genitalidad, condicionaba su
i egr esión a sus fijaciones orales. Expresó luego que había notado

127
la agravación del trastorno cuando se le ocurrió que me podía pe-
dir prolongar la hora de sesión; últimamente las sesiones le resul-
taban cortas, pero le parecía un abuso pretender que le dedicara
más tiempo.
Considerando todo el material aportado le interpreté su difi-
cultad para expulsar los aspectos malos de sus objetos internalizados
que le habían hecho padecer hambre, por quienes se sentía castrado,
que no le habían permitido tomar de la vida más que lo desprovisto
de gusto y placer, y a quienes estaba masoquísticamente fijado. Le
había angustiado la posibilidad de que yo fuera como ellos. Por otra
parte, temía agredirme con sus palabras (arrojarme piedras) y me
pedía tiempo suficiente para comprobar que no me dañaba y pro-
yectar sobre mí las partes buenas de sus objetos. El tiempo repre-
sentaba, también, el alimento bueno esperado, pero se angustiaba
ante la idea de exigirme tanto que me vaciara de mis cosas buenas.
Después de estas interpretaciones, el trastorno desapareció.
Otra de las perturbaciones características de sus momentos de
despersonalización era la noción de la continuidad temporal: algu-
nas situaciones presentes las vivía como si pertenecieran al pasado,
etcétera.
En una ocasión este trastorno se manifestó en una forma muy
singular: expresó, a poco de iniciada la sesión, que al estrecharme
la mano tuvo la impresión de que el tiempo se eternizaba, como si
esta escena quedara fijada en una fotografía. AI mismo tiempo, y
envuelto en la atmósfera de] extrañamiento, se sentía como trans-
portado de una habitación a otra, queriendo significar con ello que
se trasladaba a otra época *. En efecto, apareció material infantil,
con especiales referencias a su padre. Se desprendía de sus asociacio-
nes que paralizaba el momento actual, en el que me veía como pa-
dre bueno, para tener tiempo de retroceder en busca del padre de
su niñez y traerlo al presente y superponerlo a mi imagen. Es dable
suponer, dada su evolución, que hubo aspectos positivos en sus
imagos infantiles en los que necesariamente hubo de apoyarse, y
considero que el padre puede haber representado esa parte positiva
durante el primer año y medio de vida del paciente, antes de au-
sentarse.
Ya mencioné que una de las características de la despersonali-
zación cíe este paciente, tan estrechamente ligada a la situación
transferencia 1, era su influenciabilidad por la interpretación. Sucedía,
a veces, que la interpretación provocaba su aparición por el mon-
tante de angustia consiguiente que se movilizaba. Una vez establecido
el fenómeno con las características ya descriptas, sufría modifica-
ciones en su intensidad de acuerdo con el material surgido, pero

* Análogamente a lo que ocurre en la dramatización onírica donde la


sucesión en el tiempo está representada espaciaímente por el pasaje de un lugar
a otro.

128
solía persistir hasta que una interpretación adecuada y oportuna
lo hacía desaparecer. La frecuencia con que observé esta relación
de causa a efecto tenía casi el valor de un test de verificación de
la exactitud de una interpretación.
Resultó interesante comprobar, por otra parte, en qué forma
se efectuaba la reversibilidad del proceso, especialmente en aquellos
casos en que predominaba la sensación de alejamiento y deforma-
ción de las cosas que lo rodeaban. Percibía entonces que los objetos
se acercaban y readquirían sus formas habituales; a esto se agre-
gaba, a veces, la sensación de que una ola de calor invadía todo
su cuerpo, cobrando mayor intensidad en la zona de los genitales,
y acompañada de deseos de llorar: cuando lograba hacerlo se sentía
aliviado. Debido a la angustia de castración había proyectado sobre
los objetos la vivencia de sus genitales destruidos como también
otras partes dañadas de su yo: al sentirse castrado se había sentido
muerto. A través del llanto y la sensación de calor percibía la rein-
tegración de su yo como una recuperación de los genitales (supera-
ción de la angustia de castración) y de sus objetos perdidos, con
la significación de un renacer.
A veces, el fenómeno se presentaba con ciertos caracteres de
especificidad relacionados con las vivencias que lo originaban. Esto
ocurrió, por ejemplo, durante una de las sesiones en que elaboraba
contenidos homosexuales en la transferencia. Después de referir un
sueño en que me veía acostado en la cama, gordo, "con mucha
barriga", asoció con su hermano obeso y que desde la muerte de
su madre duerme en la cama matrimonial. La noche anterior su
hermano había bromeado con él, empujándolo con el vientre; le
parecía que había algo sexual en estos juegos y le desagradaban
profundamente. A continuación se le presentó la imagen de un ave
de rapiña (un buitre * j ) con un cuello largo y negro, que amena-
zaba picotearlo. Comprendió el significado fálico de dicha imagen
y la relacionó con su vivencia homosexual. En este momento sus
palabras se le hicieron ininteligibles y percibió que las paredes
ile la habitación se deformaban apareciendo ensanchadas y convexas,
agrandándose cada vez más hasta llegar a cubrirlo y envolverlo
i olalmente; al mismo tiempo experimentaba, como otras veces, las
i (picas sensaciones bucales, casi infaltables en la ocurrencia de estos
procesos. Los juegos con el hermano encubrían su deseo profundo
de recuperar el vínculo oral con su madre muerta; esto estaba re-
presentado por la sensación del objeto convexo-pecho que se le
acercaba y que hacía resurgir sus impulsos sádico-orales contra él
mismo (buitre) .
La pérdida de los límites del self del paciente se debió a su
identificación con el pecho materno al haber asumido las cualidades
del mismo por su incorporación oral; pero al mismo tiempo íden-

* El buitre representaba, en otro plano, la agresividad del objeto.

129
tificado con el objeto se sentía expuesto a ser devorado. Por otra
paite, a través de la alteración de sus percepciones, expresaba su
fantasía de retorno al vientre materno, representado por el objeto
que lo envolvía y dentro del cual resurgían nuevamente sus tenden-
cias sádico-orales, pero esta vez contra los contenidos de ese vientre
(embarazo) (12).
El síntoma surgió, en otra oportunidad, como consecuencia de
una sensación de pérdida de una parte de su self identificada pro-
yectivamente con una paciente que salía a su llegada, y que por
otra parte, representaba el objeto libidinoso que temía perder. . ..
"No pude hablar hasta ahora porque desde que me acosté tuve nue-
vamente la sensación de que las cosas se alejaban y, como otras
veces, también tenía dificultad para referírselo. . . . Noto también
que hay una falta de control de los movimientos y que los tics se
intensificaron . . . Además siento otra dificultad que recuerdo haber
experimentado en otra ocasión .. .me resulta difícil explicársela
. . . la siento dentro de la boca, como si tuviera que tragar algo y
no pudiera, y al mismo tiempo experimentara la necesidad forzosa
de tragarlo . . . creo que debe estar vinculado a M .. .la última
vez que tuve esa sensación fue cuando temí no volver a verla y
sentía que la necesitaba . . . Me pareció que hablaba solo, es decir,
que usted se había ido. Lo que siento en la boca es como si qui-
siera retener algo .. . Quería decirle que al llegar encontré en la
escalera a la paciente que salía y al saludarla noté que su voz era
ronca y me acordé de mi propia voz en algunas ocasiones en que
salía deprimido de acá .. .Sentí mucha pena por e l l a . . . "
Le interpreté que era una parte suya, deprimida y abandonada,
que se había desprendido de él y que había dado origen al síntoma
al iniciar la sesión. Por otra parte, representaba la sensación de
pérdida de su novia a quien quería retener y conservar. La sensa-
ción en su boca era la expresión física de su necesidad de introyec-
tarla. Le relacioné estas vivencias con su temor a perderme y nece-
sidad de recuperarme. Le señalé que su dificultad para tragar
estaba condicionada por su ambivalencia para reincorporar aquellos
aspectos de su yo y de los objetos con los que estaba en conflicto.
A continuación manifestó que en un momento dado de la sesión se
encontró contando los pliegues de la cortina y recordó que horas
antes, estando en un comercio sintió la compulsión irreprimible a
contar las piezas de género de un estante y lo hacía con desespera-
ción, sin poder dominarlo. En ese momento estaba pensando en su
novia y en su intenso deseo de volver a verla; rememoraba los
placeres que habían gustado y necesitaba verla para comprobar que
no la había dañado con sus besos y caricias. Le interpreté que su
síntoma compulsivo de contar también estaba relacionado con su
temor a perderla y a perderme, y era una forma de constatar nuestra
existencia.

130
La angustia y los sentimientos de culpa originados por las
caricias íntimas que tenía con su novia y que le determinaban su
intenso temor a perderla, estaban condicionados por su someti-
miento a las figuras superyoicas que le prohibían dar libre curso
a toda manifestación libidinosa. La sensación de pérdida de la novia
representaba la angustia ante la pérdida de las porciones de su
self que contenían los vínculos libidinosos hacia ella. Esas inter-
pretaciones determinaron —como en otras ocasiones— la desapari-
ción de las sensaciones y el retorno a la normalidad.

VII

A continuación me referiré brevemente al contenido de los tics


observados en el paciente, ya mencionados entre los síntomas que
le aquejaban al comenzar su análisis. Consistían en movimientos
bruscos de cabeza y hombros y compulsión a tocarse la boca y los
ojos. Si bien pude comprobar que estos movimientos, casi perma-
nentes durante el transcurso de las sesiones, sufrían modificaciones
notorias en relación con la situación transferencia!, lo que me llamó
particularmente la atención fue la aparición de un tic que, según
el paciente, nunca había tenido antes y era de ocurrencia exclusiva en
la hora analítica, análogamente a lo que sucedía con el fenómeno
de despersonalización. Se trataba de un movimiento rítmico de la
cabeza por el cual la separaba del diván, y presentaba la caracte-
rística de intensificarse mientras hablaba, desapareciendo cuando
escuchaba mis interpretaciones. En un primer momento lo había
interpretado como una sustitución desplazada hacia arriba de con-
flictos genitales.
Entre su material corroborativo citaré el siguiente, surgido en
ocasión de la intensificación del síntoma: al querer referirse a mí
IIIVO un lapsus y mencionó el nombre del médico que lo había aten-
dido por su impotencia; asoció que cada vez que visitaba a dicho
facultativo se acostaba en una camilla, sin los pantalones, y aquél
le "introducía un caño en el pene a través del cual le inyectaba un
líquido". En el último período del tratamiento le había practicado
masajes prostáticos. Sentía que ese médico lo había castrado y
leminizado convirtiendo su pene en una vagina a través de la cual
Iti poseía. Frecuentemente había comparado ambos tratamientos y
(cmla que al ocuparme de su mente, cabeza (genitales), lo castrara
y nomeliera homosexualmente, y se defendía de esta angustia ale-
jiiudo su r aheza de mí. Más tarde pude comprobar que, en un plano
UIISN profundo, el síntoma estaba ligado a sus frustraciones orales y
icpMurninlm el movimiento del lactante en búsqueda del pecho
(tíltfUogH dignificación tenían los tics de llevar la mano a la boca
y a lo* ojos como intento de recuperación del objeto). Revisando

131
i
el material citado antes llegué a verificar que también había un
contenido oral en la descripción del tratamiento médico efectuado:
recibir leche a través de su pene-boca. Recibir mi interpretación
tenía el significado de recibir mi leche; de ahí que se calmaran sus
movimientos de búsqueda *.
En el paciente, los tics tenían relación con los brotes de desper-
sonalización, no sólo por lo que a su forma de presentación se
refería, sino también porque se intensificaban durante su ocurren-
cia. Tendrían el valor de grupos musculares que al adquirir una
autonomía propia se independizaban del poder de la voluntad y
de la acción reguladora del yo; por lo tanto, la actividad de estos
músculos aparecía extraña y carente de familiaridad para el resto
del self, como si hubieran sufrido los efectos de una despersonali-
zación parcial. Con frecuencia, el enfermo se refería a sus tics como
si se tratara de movimientos efectuados por otra persona y que por
dicho motivo no podía gobernar. A veces se expresaba en relación
con sus tics en los siguientes términos: "No sé qué quieren ni lo
que buscan" **. Representaban porciones yoicas reprimidas con la
compulsión a repetir sus primitivas experiencias traumáticas consis-
tentes no sólo en la pérdida del objeto, sino además en la tentativa
de su recuperación.

VIII

En la medida en que fueron cediendo los mecanismos obsesivos


y aparecieron los de despersonalización, el análisis de estos últimos
permitió suponer que se trataba de técnicas arcaicas que presumi-
blemente habían surgido por los conflictos con sus imagos primitivas
y como consecuencia de estados de angustia que su yo, débil, no
había podido soportar (6). Pude obtener la plena confirmación de
dichas suposiciones cuando el paciente logró recordar, con sentida
emoción, después de un tiempo de analizar estos procesos, que los
había experimentado en su niñez. Consiguió evocar con precisión

* Fenichel (5) , entre otros, estudió los tics como conversiones pregenitales;
algunos demuestran, por su comportamiento narcisista y por la pérdida incons-
ciente de objeto, haber sufrido regresiones profundas cuya forma más pronun-
ciada es la estereotipia catatónica. Ferenczi considera fundamental la pérdida
de objeto en el enfermo con tic. Todo lo que es apto para disminuir las catexis
de objeto y aumentar las narcisistas facilitará la génesis de este fenómeno.
** Configuraban un evidente trastorno del vínculo de integración espacial
de su identidad. Aplicando las ideas referentes a los tres tipos de vínculo de
integración de la identidad, podríamos decir que las interpretaciones relaciona-
das con el vinculo social (relación objetal) producían en el paciente un impacto
sobre la fantasía de esquema corporal y el sentimiento de desintegración de su
self correspondiente al vinculo espacial-, y, en la medida en que le hacían evocar
cosas de su pasado que habían estado escindidas, lograban introducir modifica-
ciones con el vinculo temporal, que le permitían integrar su pasado con su
presente.

132
dos episodios: uno le ocurrió ante un médico y otro frente a un
maestro entre los cinco y ocho años. Poco después, rememoró que
había sufrido perturbaciones similares al acostarse por las noches,
durante un período de su niñez en que dormía en la misma habi-
tación que su hermana. Lo explicó como intentos de eludir la apro-
ximación sexual con aquélla por las burlas de sus compañeros, vivi-
das muy traumáticamente, ante quienes se había jactado de haberla
poseído.
La íntima relación psicológica existente entr¿ los mecanismos
obsesivos y la despersonalización se basa primordialmente en la
semejanza de los elementos que los integran. Son características,
en uno y otro caso, las técnicas de desplazamiento y generalización.
T. Reik (15) afirma en su trabajo que "no se ha valorado suficien-
temente el parentesco entre la neurosis obsesiva y la despersonali-
zación. Así como en la primera la perturbación de la capacidad
umatoria conduce a la duda que finalmente lo invade todo, en la
»egunda ocurre un retiro de la catexis en la libido que se extiende
también a todas las personas y cosas. El sentimiento de culpa del
obsesivo y los sentimientos de insuficiencia del melancólico se acer-
< a 11 mucho, psicológicamente, a la sensación de falta de sentimientos
del despersonalizado". Se puede inferir entonces que si la defensa
obsesiva fue sustituida por la despersonalización —más regresiva
históricamente— se debió a la gran semejanza entre los significados
luientes de ambos síntomas. El mecanismo obsesivo se encontraba
Incorporado a la estructura caracterológica y, por lo tanto, no era
•Unepliblr «le ser con« ¡entizado como tal por el paciente; en cam-
bín In denpeisoimlIziM ión surgía como un fenómeno de inusitada in-
iPluiditiI y en foltnn aguda, absorbiendo completamente la atención
del yo, l'ero el común denominador de ambas situaciones estaba
rniisliluido por ht parálisis afectiva en uno y otro caso.

IX

Sensaciones fugaces de extrañamiento o reacciones leves de des-


(ífisonalización ocurren con más frecuencia de lo que suele supo-
HPlNe y pertenecerían a la categoría de los procesos psicopatológicos
lie la vida cotidiana.
I'reud (!)) describió una experiencia personal de extrañamiento
y tlespersonalización y los calificó como mecanismos defensivos ten-
dientes a ocultar algo al yo por medio de la negación de una parte
dfll mundo externo y de una porción del self. Por otra parte los
mu hirió como síntomas con una estructura patológica semejante al

utrn ciertas clases de perturbaciones de la atención y per-


¡ i que todos hemos experimentado alguna vez, y que están

133
emparentadas con los procesos que estudiamos. Entre ellas se puede
citar la sensación del "déjá-vu", que comprende toda una serie de
fenómenos análogos. La sensación de haber tenido una relación
previa con la situación, de manera que ésta no resulta enteramente
nueva, sirve para eludir la ansiedad implícita en lo desconocido.
Durante el trabajo de duelo se observa, a veces, una sensación
de vacío o carencia de afectos en lugar del desborde afectivo
esperado.
Se explica por el conflicto de ambivalencia que existe frente a
la pérdida del objeto. Helene Deutsch (2) cita la indiferencia
observada en el niño después de la muerte de un familiar. Se debe
a que el yo del niño está poco desarrollado para soportar el sufri-
miento del duelo y utiliza mecanismos de autoprotección narcisista.
Según Helene Deutsch, cuando una pena que amenaza la integridad
del yo es muy intensa pueden ocurrir dos cosas: 1?) una regresión
de tipo infantil expresada por angustia, o 2C-) la movilización de
defensas para proteger al yo de la ansiedad: la expresión más ex-
tensa de ese mecanismo sería la omisión total del afecto. De este
modo aparecerían elementos comunes con la despersonalización.
Durante el tratamiento psicoanalítico suelen presentarse distin-
tas clases de estados y sentimientos similares. Se pueden citar, entre
otro», ciertas formas de bloqueo afectivo, algunas sensaciones de
mareo o vértigo, la autoobservación, etcétera.

Quisiera referirme también a las ideas de Lewin (13), con el


propósito de dejar claramente establecida la estrecha correlación
entre los fenómenos descriptos como precursores del dormir, sobre
la base de la libido oral y los sucesos de despersonalización sufridos
por mi paciente. Los elementos comunes que dicen de la seme-
janza de estos dos tipos de fenómenos han sido planteados en el
curso del material clínico expuesto hasta ahora.
Lewin, basándose en los fenómenos hipnagógicos descriptos por
Isakower (11) en los que interpreta los bultos convexos del mundo
circundante como pechos que se van aplanando al acercarse al dur-
miente, planteó su concepción de que la pantalla del sueño está
representada por el pecho. En relación a que en el dormir se
pierden los limites del self, afirma que eso ocurre por medio de
un acto oral a través del cual el durmiente no sólo se ha comido
el objeto, sino que identificándose con él, ha devorado partes de
sí mismo. Siguiendo lo sostenido por Freud de que dormir es un
retorno al seno materno, agrega que dicho retorno se produce
por medio de la boca, ya sea pasiva o activamente: "O somos devo-
rados por la madre o nos abrimos paso a mordiscos". Se refiere

134
finalmente a que dormir está asociado psicológicamente a la idea
de muerte, y que ésta implica profundamente el deseo infantil de
unirse con la madre.
Freud (7) (8) señaló que en el momento de dormirse se
abandona el contacto con la realidad y tiene lugar una regresión
al estado de narcisismo absoluto donde se reproducen las condicio-
nes de vida intrauterina; hay, pues, una sustracción de cargas de
las representaciones objetivas con el consiguiente aumento de la
libido del yo. Federn (3) (4) establece que el sentimiento del yo
desaparece; el yo corpóreo sufre más las consecuencias del retiro de
catexis libidinosas que el yo mental: partes del cuerpo son percibi-
das en forma vaga y se las siente desplazadas en distintas direccio-
nes. Para Isakower (11), se produce una alteración de las cargas
por las que existe una instancia que critica y observa, en agudo
contraste con el yo corporal cuyos límites se borran y fusionan
con el mundo externo.
En el despertar, la síntesis del yo se opera gradualmente me-
diante la reconstrucción de las relaciones intra e interpersonales.
Existen constantemente síntomas de extrañamiento que se hacen
más perceptibles cuando el individuo se dirige hacia un objeto.
Los fenómenos de desintegración y restitución del yo, señalados
en el dormir y en el despertar respectivamente, se desarrollan —con
mayores o menores alternativas— en el paciente durante los proce-
sos de despersonalización; enunciados esquemáticamente serían: al-
teración de la percepción de la realidad circundante y de las cuali-
dades inherentes al propio yo mental y corpóreo por perturbación
de la distribución libidinosa que afecta tanto a la libido del yo;
predominancia de las modificaciones sufridas en las percepciones
corporales con las típicas y constantes sensaciones bucales que, junto
con el material asociativo, confirmaban plenamente el sustrato oral
que existía en el fondo de todos estos procesos; fantasías de retorno
al vientre materno, elaboradas y expresadas en vivencias basadas
en la alteración de las percepciones; disociación en un yo observador
y un yo que sufre una regresión profunda y es objeto de las alte-
raciones descriptas; sensación de extrañamiento frente a los objetos
y a sí mismo; intento de restablecer el contacto con la realidad y
de recuperar sus objetos.
Si he puesto énfasis en la remarcación del paralelo existente
entre estas dos categorías de procesos, no se debe a que lo considere
privativo y específico del caso que presento, ya que son bien cono-
cidas las analogías entre el dormir, el soñar y la psicosis (1). Mi
Intención se basó primordialmente en el deseo de homologar el
cuadro que presentaba el paciente con algunas cualidades especia-
Ir» NCHaladas en el mecanismo de dormir. Freud recalcó que no
¡loriemos soportar las excitaciones del mundo externo de una ma-
nfla ininterrumpida y, por lo tanto, tenemos que sumirnos tempo-

135
raímente en el estado en que nos hallábamos antes de nacer. El
dormir debe ser considerado, pues, no sólo como una protección
contra el exceso de fatiga física y mental, sino también contra deter-
minadas situaciones de la realidad que se tornan displacenteras. El
deseo de dormir "por aburrimiento" encubre frecuentemente una
defensa frente a angustias más profundas. Además, Freud caracte-
rizó el dormir como un fenómeno eminentemente activo, debido
a la intervención de factores conscientes y voluntarios que determi-
nan el retiro de interés por el mundo externo, etcétera. Por otra
parte, si bien el dormir lleva implícita la vivencia de muerte, trae
aparejada al mismo tiempo la noción del renacer en cada mañana:
ya señaló que en este hecho debe residir una de las raíces más
profundas de la creencia en la propia inmortalidad.
Análogamente, se puede afirmar que el paciente no podía so-
portar en forma ininterrumpida los impactos surgidos durante el
curso de la neurosis transferencial, especialmente después que per-
diera el reducto representado por la neurosis obsesiva de la primera
época. Por lo tanto, sufría periódica y activamente el proceso de
regresión, parcialmente vivido como desastre, por la desintegración
del yo que implicaba. Pero había como un conocimiento a priori
de la transítoriedad y reversibilidad del fenómeno que, como en el
despertar, le significaba volver a recuperar sus vínculos con la vida
y sus relaciones con los objetos.

SINTESIS

En el presente capítulo se expone la aparición de estados de


extrañamiento y despersonalización en u n paciente, con la particu-
laridad de que ocurrían exclusivamente durante el transcurso de
las sesiones analíticas. Se describen las características del síntoma
en lo que a su modo de presentación se refiere, con alteraciones de
la percepción en el yo mental y corporal, y se señala el hecho
significativo de que dichos mecanismos surgieran después de haber
profundizado el análisis de la transferencia, determinando que
cediera su típica conducta obsesiva anterior y fuera sustituida por
aquéllos.
Se presenta material de distintas sesiones del que se desprende
que lo que provocaba con más frecuencia la eclosión del fenómeno,
era su intenso temor de relacionarse con el objeto sin destruirlo
o ser destruido por él, exponiéndose así a repetir sus traumáticas
experiencias infantiles condicionadas fundamentalmente por las
frustraciones orales. La solución transaccional para superar sus
ansiedades paranoides y depresivas consistía en la pérdida tempo-
raria de aspectos parciales de su self vinculados con dicha relación
objetal, solución a la que, como luego se pudo comprobar, había
recurrido también en su infancia.

136
Se destaca la influenciabiliclad de estos episodios por la inter-
pretación, como también la forma en que se operaba su reversi-
bilidad.
Se comparan luego los procesos de desintegración y restitución
del yo que ocurren durante el dormir y el despertar con los fenó-
menos similares de la despersonalización del paciente, estableciendo
también la analogía entre la regresión y la recuperación ulterior.
Se establece la íntima relación psicológica entre sus mecanis-
mos obsesivos y la despersonalización, basándose en la semejanza
de los elementos que los integran.
Se señala la analogía entre estos fenómenos y otros como el
"déjà-vu", el mecanismo de duelo y algunos estados que surgen
durante las sesiones analíticas.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

1) Alvarez de Toledo, L. G. de: "Mecanismo del dormir y despertar". Rev. de


Psic., VIII, 2, 1951.
2) Deutsch, H.: "Absence of grief". The Psicho-Anal. Quarterly, VI, I, 1937.
3) Federn, P.: Ego psychology and the psychoses. Nueva York, Basic Books Inc.,
1952.
4) Federn, P.: "The awakening of the Ego in dreams". Int. J. Psycho-Anal., XV,
part 1, 1944.
5) Fenichel, O.: The psychoanalytic theory of neurosis. Nueva York, Norton Co.
Inc., 1945.
6) Feigcnbaum, D.: "Depersonalization as a defence mechanism". The Psycho-
Anal. quarterly, VI, 1, 1937.
7) Freud, ,S.: "Introducción al narcisismo". Obras completas, Tomo XIV.
8) Freud, S.: "Adición nietapsicológica a la teoría de los sueños. Psicología de
las masas y análisis del Yo". Obras completas, Tomo IX.
9) Freud, S.: "Almanach für Psychoanalyse", citado por Feigenbaum en The
Psycho-Anal. Quarterly, VI, 1, 1937.
10) Grinberg, L.: "Sobre la despersonalización en el curso de la neurosis trans-
ferencial". Rev. de Psic., XI, 3, 1954.
11) Isakower, O.: "A contribution to the pathopsychology of phenomena as-
sociated with falling asleep". Int. J. Psycho-Anal., XIX, 1938.
12) Klein, M.: "Notas sobre algunos mecanismos esquizoides". Rev. de Psic., V,
1, 1947.
13) Lewin, B.: "El dormir, la boca y la pantalla del sueño". Rev. de Psic., V,
1, 1947. ¡
14) Lewin, B.: "Psicoanálisis de la exaltación". Conferencia pronunciada en la
Asociación Psicoanalítica Argentina, 1953.
15) Reik, Th.: "Psicología y despersonalización". Rev. de Psic., II, 3, 1945.
16) Rosenfeld, H.: "Analysis of a schizophrenic state with depersonalization".
Int. J. Psycho-Anal., XXVIII, 1947.
17) Tausk, V.: "Sobre el origen del 'aparato de influencia' en la esquizofrenia".
Rev. de Psic., II, 3, 1945.

137
CAPÍTULO X

MIGRACION E IDENTIDAD

PARTE A

DIFICULTADES EN LA ADQUISICION DEL


SENTIMIENTO DE IDENTIDAD

Este capítulo estará dedicado al estudio de las perturbaciones


en el sentimiento de identidad, ocasionadas por circunstancias de
la realidad externa: en este caso, el fenómeno migratorio y su vincu-
lación con los trastornos de las identificaciones introyectivas y
proyeci ivas, mediante el análisis de Marisa, tratada por uno de
nosotros
Estos trastornos, y muy especialmente la dificultad en estable-
cer buenas identificaciones introyectivas, eran consecuencia, a su
vez, en gran parte, de migraciones previas de importancia en la
vida de la paciente y la poca confianza que podía depositar en sus
objetos, que por sus características ofrecían pocas garantías de
estabilidad.
Las migraciones, cambios que abarcan un gran espectro de las
relaciones objetales externas, agravadas en este caso particular por
haber sido repetidas y no elaboradas, quitaron estabilidad a su self
y, en consecuencia, a su sentimiento de identidad.
La perspectiva de una nueva migración, que surgió durante su
análisis, permitió ver la dificultad de elaborar los múltiples duelos
que ésta suponía y la emergencia de ansiedades confusionales, per-
secutorias y depresivas, caída en estados de regresión ** con incre-
mento de los mecanismos de disociación, omnipotencia e identifi-

» C.rinberg, Rebeca: "Migración e identidad". Trabajo clínico presentado


cu versión .iiir|iliada en Ja Asociación Psicoanalítica Argentina (3) .
• * A. Kascovsky ((>) lia (»presado en numerosas ocasiones sus ideas respec-
to dr I.IH I<III\reunidas del fenómeno migratorio, a la luz de sus descubrimientos
«i rruí lid |r,m|iiiNitio l'elíil. Considera que es un acontecimiento altamente trau-
la Al ico |MII l.m iiMiiifi'imiiN | >«'*!< I i< las <|iie implica y que, como tal, induce una
«gredóll Imilla ulvek1» leíale» del |iHÍ(|U¡.smo.

i:m
cación proyectiva, y la necesidad de recurrir a exteriorizaciones
psicopáticas con actitudes maníacas, aunque controladas por meca-
nismos obsesivos.
El concepto de que el desarrollo y afianzamiento del senti-
miento de identidad se basa en las identificaciones introyectivas
asimiladas está presente, de manera explícita o implícita, en casi
todas las definiciones sobre identidad. Y sabemos también que las
identificaciones resultan del interjuego de los mecanismos de intro-
yección y proyección.
Citando a M. Klein: "Un buen objeto establecido en forma
segura da al yo un sentimiento de riqueza y abundancia... y es
precondición para lograr un yo integrado y estable" (4).
Esta estabilidad permite mantener la continuidad y mismidad
que todos los autores consideran como características que definen
la identidad y hace posible que, por contraste, cada individuo sea
distinto de los demás aunque con caracteres comunes a otros y,
en consecuencia, único.
Este es el punto de encuentro con nuestra preocupación: la
migración. Las alternativas normales del desarrollo de los indivi-
duos incluyen una permanente elaboración de los distintos cambios
que constituyen el vivir: continuamente se ven enfrentados con la
necesidad de sufrir y aceptar la pérdida de estadios anteriores ela-
borando esos duelos y de afrontar el temor a lo desconocido que se
presentará en los estadios subsiguientes.
La migración es un cambio, sí, pero de tal magnitud que no
sólo pone en evidencia, sino también en riesgo la identidad. La
pérdida de objetos es masiva, incluyendo los más significativos y
valorados: personas, cosas, lugares, idioma, cultura, costumbres,
clima, a veces profesión y medio social o económico, etcétera, a
todos los cuales están ligados recuerdos e intensos afectos, como
así también están expuestos a la pérdida partes del self y los vínculos
correspondientes a esos objetos.
Siendo un cambio que afecta simultáneamente muchos vínculos,
se disminuyen las posibilidades de que algunas partes del self, me-
nos afectadas, permanezcan estables y sirvan de soporte a las que
están sufriendo los cambios. Es una conmoción que sacude toda la
estructura psíquica, por supuesto más expuesta a sus consecuencias
cuanto menos consolidada se encuentre.
Por otra parte es indudable que las condiciones en que se
realiza la migración determinan el tipo de ansiedades que se movi-
lizan predominantemente, así como su intensidad, las defensas que
se erigen contra ellas y las posibilidades de elaboración.
Son distintos en su contenido los duelos que haya que realizar
por un país perdido como consecuencia de persecuciones, con el
i onsiguiente incremento de ansiedades paranoides, de los vincu-
lados con un abandono voluntario, en relación con el cual pueden

139
predominar la culpa y ansiedades depresivas. Y es infinita la can-
tidad de factores y situaciones que, en cada caso, llevan a configurar
distintas fantasías inconscientes, tanto en relación con el propio
país, perdido o abandonado, definitiva o temporariamente, como
con el "otro país", amenazante o seductor, perseguidor o idealizado.
Veremos cómo se dan estos fenómenos en un caso particular:
Marisa y su migración, a la luz de los conceptos expuestos. Queda
entendido que se ha extractado del historial clínico exclusivamente
el material atingente al tema.

II

SITUACION FAMILIAR

Los motivos que trajeron a Marisa al análisis cuando tenía


20 años y en vísperas de su casamiento, estaban estrechamente vincu-
lados con sus dificultades en la introyección: anorexia, temores hipo-
condríacos difusos aunque particularmente referidos al tracto oral-
digestivo, dudas con respecto a su próximo matrimonio, temor ante
las relaciones sexuales y un estado de permanente angustia.
El clima de falsedad y engaño estaba permanentemente pre-
sente en la vida de Marisa, incrementando su desconfianza frente
a sus objetos e impidiéndole saber qué era y qué tenía.
El padre había pertenecido al servicio diplomático, que final-
mente había abandonado para instalar un estudio como abogado.
Ella no sabía por qué medios el padre había obtenido su fortuna.
La madre había abandonado una carrera universitaria al nacer la
paciente, hija mayor, a la que siguió una hermana a los dos años.
El padre era de carácter violento. En ciertos períodos caía en
crisis melancólicas con fantasías de suicidio.
La madre, muy seductora, parecía siempre "ocultar cosas".
La paciente era aparentemente la persona más centrada de la
familia, mediadora entre los padres, y entre éstos y la hermana
en los frecuentes conflictos familiares, pero siempre enferma física-
mente.

III

RECONSTRUCCION SINTETICA DE SU ANALISIS HASTA


E L PERIODO PREMIGRATORIO

Su primer contacto conmigo fue de naturaleza contrafóbica.


Trató de mostrarse muy segura de sí misma en la entrevista, dán-
dole u n carácter muy formal. Me informó escuetamente de los mo-
tivos por los cuales quería analizarse y que el doctor X, con quien
había mantenido una entrevista, me la enviaba para iniciar trata-

140
\ •
miento. Había concurrido a aquella consulta alarmada por intensos
ataques de ansiedad y miedo a enloquecer ante la inminencia de
su casamiento.
Marisa manifestó que no había tenido intenciones de analizarse
con el doctor X porque prefería una analista mujer, y que había
acudido a él solamente para que le recomendara a alguien con
quien tratarse.
Sin embargo, en su primera sesión, lo primero que me dijo
comentando la entrevista fue: "Me desilusioné al verla. La imagi-
naba más masculina, con traje sastre y pelo oscuro y recogido; tal
vez un rodete".
Pudimos ver luego que esperaba encontrar en mí la proyección
de su propia imagen corporal, identificada con una madre fálica,
y a través de la cual realizaría, además, la fantasía de analizarse
con el doctor X.
Ella misma usaba rodete. La cabeza y el peinado aparecieron
reiteradamente en su material durante el primer período de su
análisis, asociado a frecuentes sueños en que el análisis era repre-
sentado por una peluquería y en que yo, como peluquera, cuidaba
o atacaba, alternativamente, su abultada cabeza que simbolizaba,
en ocasiones, un vientre embarazado o un pecho extremadamente
lleno.
Esta imagen me parece trascendental, pues era la expresión por
intermedio del cuerpo, de su fantasía básica transferencial en que
yo sería una madre con toda la omnipotencia del pensamiento,
físicamente visible en la cabeza, y donde estaría concentrado tam-
bién todo el poder del padre (doctor X).
En ese sentido, la erotización del pensamiento y sobrevalora-
ción de la inteligencia correspondería a una erotización de la rela-
ción con el pezón de ese pecho omnipotente (rodete), confundido
con un pene. Quería analizarse con una mujer, pero de aspecto
masculino.
El vínculo transferencial que se estableció desde las primeras
sesiones (donde externalizó sobre mí diversos personajes de su
infancia) señalaba una doble disociación: arriba-abajo (mente-
cuerpo) y bueno-malo. (Dificultades en el vínculo de integración
espacial.)
La primera imagen que proyectó sobre mí fue la de médico, que
luego comenzó a alternar con la de peluquera. La relación con-
migo como peluquera era una relación de a dos, y la relación conmigo
como médico era una relación de a tres, en la que intervenía el doc-
tor X, pero como una parte mía disociada. Representábamos dos
imágenes de médicos de su infancia. Colocó sobre el doctor X la
imagen del médico agresivo que la había maltratado de niña, acri-
billándola a inyecciones. Yo, en cambio, resultaba ser un médico
cariñoso como uno que la había atendido alguna vez y le daba ca-

141
/
i
ramelos, pero al que los padres despidieron porque el médico "malo''
ganaba la confianza de los padres. j
La situación traía de todos modos un planteo edípico muy
franco al vivirme como médico hombre, pero demasiado manifiesto:
recordó que quería casarse con el médico bueno, aunque tenía una
hija de su misma edad.
La aparición de ese material edípico era precoz y no corres-
pondía a la situación real de la paciente.
Lo que se estaba expresando realmente eran sus ansiedades per-
secutorias que trataba de mantener alejadas del vínculo transíeren-
cial, movilizadas en relación con la situación actual de casamiento
y su terror durante el coito frente a los ataques sádicos del padre
malo, pero vivido como objeto parcial: pene-inyecciones que yo
debía contrarrestar con un pene-cara meló.
Al surgir en las asociaciones "las enfermedades" por las cuales
los médicos habían hecho irrupción en la vida de la paciente y se
habían convertido en personajes que integraban el cuadro familiar,
se pudo apreciar la extensión e intensidad de su angustia persecu-
toria en niveles más regresivos y esta vez en relación con el objeto
materno.
Desde su infancia había sufrido una variada sintomatología
oral-digestiva, predominando la anorexia y una constipación perti-
naz, síntomas que se mantenían al iniciarse su análisis.
Esta modalidad de funcionamiento retentivo se evidenciaba en
el trato que daba a las interpretaciones: no se refería nunca a algo
que yo le hubiera dicho en la sesión, ni acusaba recibo de inter-
pretación alguna, sino hasta la sesión siguiente, después de haberlas
llevado a su casa y desmenuzado en lugar seguro, lejos de mi pre-
sencia. Surgía así su ansiedad y desconfianza frente al alimento, y
a todo lo que la madre le podía meter dentro, consecuencia de
los conflictos de su lactancia, como veremos luego, y del extremo
control que debía ejercer sobre su esfínter para ponerse a cubierto
de la posibilidad de que le sacaran sus contenidos por la fuerza.
Estas fantasías se confirmaban por un acontecimiento muy trau-
mático que surgió como un recuerdo un tanto confuso. A los doce
años, en un período en que su padre empezó a desempeñar cargos
en el extranjero y sufrió varios cambios de destino sucesivos que
le creaban una situación de incertidumbre, sus trastornos se agu-
dizaron, y en uno de los países de tránsito tuvieron que tomarle
radiografías del aparato digestivo. Pero no pudo eliminar la "leche
opaca" que le dieron: hizo un cuadro grave de retención intestinal
y hubo que extraerle el bolo fecal formado.
Recurrió, profundamente, a la disociación entre el país de ori-
gen —leche buena— que se había visto obligada a abandonar, y el
país nuevo —leche mala— que asumía las características persecuto-
rias. Esta última estuvo representada por la "leche de bario" que

142
\
l
\

era\la leche mala que se le metía para "mirarla" desde adentro y


delatarla, como ahora su analista, mostrando lo que había en su
interior. Este episodio estaría denunciando, además, una reacción
melancólica frente a la pérdida del país, por medio de la retención
masoquista del bario.
Pero no era ésa su primera situación de migración. Su lactan-
cia también había transcurrido en otro país, por razones familiares.
Esta lactancia se prolongó hasta los dos años, porque su madre des-
confiaba de los alimentos que se podrían obtener en el "otro país".
En esa época no padecía anorexia y era un bebé rollizo. Pero esa
leche que recibía iba acompañada de fantasías paranoicas de la
madre a una edad en que necesitaba otro tipo de alimentos, creán-
dole la sensación de que "todo lo de afuera era malo", y llevándola
a una regresión con incremento de la idealización dei pecho, en
última instancia, del "adentro" *. Un pecho que daba leche pero
poco contacto afectivo, tal vez por la depresión de la madre por la
misma situación de migración. Esto se puede deducir de algunos
sueños que surgieron durante el análisis.
La otra situación importante que gravitó en sus posibilidades
de identificaciones introyectivas fue haber cursado parte de la
escuela primaria en una institución de una colectividad extranjera
a la que no pertenecía, sintiéndose extranjera entre sus compañe-
ras, en su propio país, por ser argentina. Al mismo tiempo la direc-
tora de esa escuela era su profesora particular, ya que el padre
estaba interesado en que aprendiera el idioma del país al que pro-
bablemente sería destinado. En síntesis, era "diferente" porque era
extranjera, o porque no lo era donde todos lo eran (colegio),
porque era muy rica (le daba vergüenza mostrar su casa excesiva-
mente ostentosa), porque gozaba de privilegios (la directora) o
porque podía perder todos los privilegios al menor cambio político.
El acontecimiento de la leche de bario se vinculó también
para la paciente con la menarca, que se tiñó a su vez con las mismas
fantasías catastróficas de tener el interior atacado violentamente y
robado. La madre se refería a su menstruación preguntándole si
estaba "enferma", y en general tendía a fomentar sus preocupacio-
nes hipocondríacas, sugiriéndole frecuentemente que visitara a dis-
tintos médicos porque suponía que pudiera padecer de una u otra
enfermedad. Desde ya, con esta actitud, la madre condenaba su
femineidad: ser mujer era ser enferma.
Ella se mostraba muy disgustada por ser mujer, a pesar de lo
• nal hacía las cosas que consideraba que una mujer "debe" hacer:
ii ;i la peluquera, modista, etcétera, pero despreciaba estas activi-
dades, ya que lo único valioso era ser inteligente y estudiar.

* l,a adscripción a cada lugar de un estado de ánimo distinto, habiendo


jiinyi i lado la disociación interna en el espacio, es característica de estos pacien-
ÍM iinurac lanslroíóliiios, como los describió J. Mom (5).

MS
La valoración de la "cabeza", sede de la mente y de la /tan
preciada inteligencia, contrastaba con el desprecio que manifes/aba
por su cuerpo *. (
La madre parecía una figura poco significativa, pero cuando
surgió por primera vez en el análisis fue en conexión con situacio-
nes de "asco" y "engaño".
Pudimos ver que sentía vergüenza porque la madre no era
muy refinada a pesar de parecerlo, y que su propia anorexia estaba
vinculada a su sadismo oral, del que se defendía con una formación
reactiva, como la madre que no comía carne. Pero vimos también
que el no comer significaba de todos modos dañar, porque vivía
a su madre como alguien para quien la carne era el pene del
padre despreciado. Y su asco e intolerancia frente a la comida e
interpretaciones, expresaba una fantasía oral con el pene, sádica y
despreciativa.
Por la época en que se trabajó este material, su constipación
comenzó a mejorar y también lentamente su anorexia, haciéndose
presentes, recién entonces, todas las dificultades que habían estado
encubiertas en el área psíquica y en su relación con el mundo
externo.
No he hablado aún de su pareja, porque esta elección objetal
se hace más comprensible en posesión de los antecedentes que acabo
de exponer. Ricardo era de su misma nacionalidad, pero lo había
conocido en el extranjero. Era una elección de objeto basada, entre
otras cosas, en una actitud paranoica, ya que identificada proyecti-
vamente con la madre, desconfiaba de los "hombres del otro país".
Sin embargo, al mismo tiempo, había elegido a alguien que, en al-
gún sentido, era "extranjero" para su familia; siendo sus padres ca-
tólicos practicantes, y para quienes el serlo era factor importante en
su posición social, se había enamorado de un judío.
En las relaciones sexuales, que habían iniciado compulsivamente
a instancias de Marisa (contrafóbicamente), ella era frígida. Estas
relaciones la angustiaban en grado sumo, apareciendo numerosas
veces en sus sueños al comienzo de su análisis el temor a que la des-
cubrieran o a que "se le notara en la cara".
El comienzo de su actividad genital, que ponía en funcionamien-
to un nuevo aspecto de su identidad sexual, la angustiaba hacién-
dole sentir que toda su identidad tambaleaba: no era solamente que
su cara pudiera delatarla, que todo aquello por lo que se sentía cul-
pable quedara en descubierto, sino que dejara de ser ella, que tuvie-
ra otra cara **.

* García Reinoso (1) dice: "La disociación cuerpo-mente sería un conflicto


producto de las tempranas ansiedades paranoides y de las defensas esquizoides
contra dichas ansiedades. La mente aparece con frecuencia como el objeto bueno
y el cuerpo como el objeto malo".
** Ph. Greenacre (2) se refiere especialmente al rostro y los genitales como
elementos significativos de la identidad.

144
\
)

Tanto sus relaciones sexuales como su casamiento eran actos de


aparente rebeldía contra el padre. Hacer algo sin su intervención
y que, para su vivencia, sólo podía ser "contra él". Sólo podía dife-
renciarse estando en contra. Luego de la tormenta familiar desatada,
el padre transó y aceptó que se casara: comenzó entonces a abrumar-
la de regalos que ella no podía disfrutar porque sentía que la ataba
con ellos. Su vivencia era que nunca le habían cortado el cordón
umbilical y podía diferenciar lo que le habían dado y le era "propio"
(identificación introyectiva o vínculos internos asimilados que for-
man parte del self y contribuyen al sentimiento de identidad) de lo
que era "del otro". Vivía así también todas mis interpretaciones,
sintiendo que yo siempre las reclamaría como mías.
Pero, a pesar de sus quejas porque no le cortaban el cordón
umbilical, la ansiedad predominante con respecto al casamiento, de
naturaleza paranoide, tomaba forma de miedo al empobrecimiento
expresado en términos de dinero: perdería a la familia, quedando
"sola y pobre" a merced del marido (médico malo que pincha sá-
dicamente y saca contenidos del cuerpo).
En realidad, el nuevo estado, la nueva casa, eran el "otro país".
Casarse era para ella una nueva migración.
Quiero recalcar, porque importa a los fines de este capítulo, la
participación de las experiencias de migración en el incremento de
las ansiedades persecutorias frente a las situaciones de cambio y ad-
quisición de nuevos roles.
El análisis de todo este material permitió a Marisa afrontar el
casamiento, algunos meses después de la fecha fijada primitivamen-
te, sin crisis agudas de ansiedad.
Para ese entonces Marisa estaba más sólidamente instalada en
el análisis, aunque su comunicación seguía siendo difícil; en las se-
siones había silencios largos y pesados, y se llevaba las interpreta-
ciones a casa para "rumiar".

DESPUÉS DE SU CASAMIENTO

En sus intentos de recuperar los vínculos con la familia que


sentía perdidos al irse a vivir a otra casa, se activaron sus mecanis-
mos psicopáticos. Este tipo de conducta fue su respuesta a la "mi-
gración", como intento de recuperar los objetos que corría el riesgo
ile perder y por los que no podía hacer el duelo. La psicopatía se
ponía en marcha como defensa contra la depresión.
Provocaba peleas constantes con el marido por motivos fútiles
mientras seguía siendo "razonable" con los padres y "componedora"
en los altercados entre ellos. En estas situaciones su figura se agigan-
taba, se hacía importante y se sentía "vivir". Es fácil suponer que
ilutaba de provocar sutilmente las situaciones de ese tipo que le

145
permitían vivir, al mismo tiempo que negaba participación alguna
en su génesis, cosa que sólo se descubría en el análisis ,
En las sesiones trataba de provocar impacto y sorpresa. A me-
nudo comenzaba con una frase de gran efecto como: "Me pasó algo
t r e m e n d o . . . " seguida de un largo silencio, con lo cual tendía a ma-
nejar psicopáticamente la relación transferencial, procurando crear
un suspenso y despertar mi interés, para que yo me volviera muy
dependiente de ella y de lo que contaría.
Comenzó a tener problemas con el estudio: no lograba concen-
trarse y entró en una situación de rivalidad insuperable con el ma-
rido, que seguía estudiando además de trabajar. Esta rivalidad esta-
ba muy negada, mientras toda la persecución se desplazaba hacia los
obreros que terminaban de decorar su casa y las muchachas que po-
dían robarle cosas, aun cuando adoptaba una conducta muy confiada,
dejando joyas y objetos valiosos al alcance de sus manos, como para
tentarlas.
Frente al temor de la pérdida de su rol intelectual y despre-
ciando el de ser esposa, encontró como salida el convertirse en madre.

LA FANTASÍA DEL HIJO

Tener un hijo en forma inmediata calmaba angustias de dis-


tintas fuentes. 1) Le era urgente como reparación maníaca y tenta-
tiva de negar el vacio interior y consolidar su identidad instalada en
el rol materno. 2) Anulaba el temor de que el marido la hubiera
-vaciado intelectual y económicamente sin asegurarse de que le diera
algo a cambio. 3) Disimulaba el fracaso que implicaban sus dificul-
tades en el estudio, muy doloroso para una alumna que había sido
brillante. 4) Adscribía, además, a este hijo que vendría, una fantasía
mesiánica: él uniría a la pareja y le permitiría tener orgasmo. En
ese sentido, la frigidez la angustiaba en cuanto la sentía como au-
sencia de una parte del cuerpo, que no le permitía integrar su
esquema corporal y su identidad: era una parte que no le pertene-
cía. La excitación que experimentaba cuando estaba metida en un
lío de familia era sentida como sustituto de la excitación genital,
con el significado de "vivir" junto con sus cosas. 5) Era un medio
de triunfar sobre el marido en la relación competitiva. 6) Por últi-
mo, el hijo era también un medio para renovar la dependencia de
los padres, creándose una situación económica más difícil, y para
aplacarlos al mismo tiempo ofreciéndoles el hijo; decía: "Papá ten-
drá que mantenerlo y mamá que cuidarlo, porque yo tendré que
estudiar".
El análisis detallado de estas fantasías le permitió postergar un
tanto la urgencia de embarazarse y retomar lentamente el estudio,
llegando a rendir algunas materias. Pero en la primera interrupción

146
del análisis por vacaciones, se embarazó. Evidentemente no podía
tolerar la separación sin apelar a un recurso maníaco y lo vivió como-
robo, ocultándome el hecho durante varias sesiones.

DURANTE EL EMBARAZO

El tema central y permanente de su análisis íue su necesidad de


defenderse de esa madre tan perseguidora que, de mil maneras según
aparecía en múltiples sueños, trataría de arrebatarle el hijo. Imago
ésta que se proyectaba en la transferencia, alternando con la de una
madre permisiva que la protegía de aquélla.
La maternidad no lograba llenarla, no le pertenecía, por la
presencia constante de la madre persecutoria que amenazaba vaciar-
la. En algunos sueños pudimos ver que esperaba tener una nena,
que la representaba tanto a ella como a la hermana con la que es-
taba muy ligada.
Las preocupaciones hipocondríacas pretendieron ocupar de
nuevo el escenario de sus sesiones pero, en este momento, tenían por
función probar si me asustaba, si yo era la madre, y ante mi res-
puesta interpretativa desaparecieron rápidamente.
El parto transcurrió normalmente, pudiendo utilizar el entrena-
miento adquirido para realizarlo sin dolor. En vez de un cuadro de
retención del feto, que hubiera podido temerse dados sus anteceden-
tes, sólo se enojó con el partero por opinar que se lo habían sacado
demasiado rápidamente.
Pero le era muy difícil separarse de la niña que había nacido:
la consideraba parte de su self y trataba de reforzar con ella su iden-
tidad. Y desde el primer momento mantuvo con ella un contacto
de mucho amor, pero en el que se hacía difícil diferenciar el cui-
dado, de la sobreprotección y negación de la separación.

DURANTE LA LACTANCIA

Hubo un viraje: la imagen persecutoria de la madre fue despla-


zada sobre el padre y el marido, y en la transferencia sobre mí,
adjudicándome en este período caracteres paternos. Reiteradamen-
te aparecían "los hombres" y "los analistas" como "locos y ladrones"
(la locura era robar) en los más variados contextos.
Al mismo tiempo buscaba la ayuda de su madre para el cuida-
il.irio de la niña, aunque controlada, sin dejarla en sus manos.
Lo más significativo era el tipo de relación que mantenía con
l.i liija: una relación ideal e incondicional, de la que no permitía
participar al marido. Limitó a un mínimo su contacto con el mun-
do externo y también su contacto sexual porque, según decía, "no

147
/
podía hacerle eso a la nena". En ese tiempo abandonó sus estudios,
según ella, con carácter definitivo, despreciando la carrera que antes
valorizaba tanto: podía prescindir de la "cabeza omnipotente" mien-
tras poseía el "pecho omnipotente".
Este tipo de ligamen con la hija iba más allá de lo que pu-
diera entenderse como la natural estrecha relación madre-hijo de los
primeros períodos de la vida del niño; se trataba de una actitud
autista frente al mundo externo, donde formando con la niña una
unidad simbiótica se apartaba de él.

EL DESTETE

Una sesión comenzó con un anuncio dramático: "Se me fue la


leche y me apareció la menstruación. Es horrible verme el pecho
así; antes estaba duro y lleno, y ahora está blando, caído, como
muerto [destete catastrófico, en el que revive el parto y el propio
nacimiento]. Con usted siento como si también fuera el fin. Qui-
siera regalarle algo lindo pero no puedo, porque tengo poca plata".
La hija contaba a la sazón siete meses, había comenzado su
dentición y el pediatra había aconsejado ya un "cambio" de comida.
Pero Marisa estaba inconsolable: no podía elaborar la separación
y vivía la pérdida del pecho (identificada con la nena destetada)
como vaciamiento interno (pérdida de leche y menstruación) que la
dejaba "muerta" y sin capacidad de reparar ("con poca plata"). Los
sueños de esta época fueron siniestros y reaparecían de distintas ma-
neras fantasías de "descuartizamientos".
La elaboración de este material marcó un momento muy impor-
tante en el análisis de Marisa, ya que pudo, en esa situación de
frustración y cambio, evitar la repetición de sus viejas técnicas hi-
pocondríacas y psicopáticas, y retomar un contacto más positivo con
el mundo externo.
Sus relaciones con el marido sufrieron un profundo cambio y
sus relaciones sexuales se hicieron más satisfactorias. Por otra parte,
disminuyó su rivalidad con él y pudo volver a estudiar y presentar-
se a examen en varias materias, obteniendo buenas calificaciones
pero, especialmente, volvió a interesarse por lo que estudiaba y a
experimentar esa gratificación como más importante que las califi-
caciones. ;
El mayor logro era poder estudiar sin enfermarse (vieja diso- ;
dación mente-cuerpo) ni abandonar los roles de esposa y madre,
partes de su identidad que se toleraban en sus respectivas funciones.
El hecho de que pudiera estudiar y mantener relaciones sexuales
sin que resultaran actividades excluyentes, fue consecuencia de la
elaboración de las múltiples implicaciones de la situación expresada |
•en los "sueños del destete". Así, pudo comprender que en sus in- :

148
tentos de dejarse despedazar la mente para salvar el cuerpo, es decir,
sacrificar la parte estudiante masculina, según ella (identificada con
el marido que estudiaba) para salvar la parte femenina, el pecho
y el vientre, estaba también sacrificando sus partes sexuales, porque
el marido no era sólo estudiante: era su compañero sexual, y al des-
cuartizarlo estaba descuartizando simultáneamente su parte sexual
ligada a él.
Pudo permitir que la muchacha cocinara la papilla para la
nena y la atendiera en su ausencia, sin ser presa de asco y fantasías
de contagios y envenenamiento. Mejoró su anorexia y su silueta
adquirió forma, ya que después del parto había vuelto a quedar muy
delgada, y se quitó el rodete (falsa identidad-pecho omnipotente).
Si podía permitir que la muchacha cocinara, empezaba a poder
permitir que yo cocinara las interpretaciones y no temer comerlas
aceptándolas como mías: esto significaba que la relación conmigo
como depositaría de sus identificaciones proyectivas estaba lo sufi-
cientemente bien establecida como para que se vislumbrara la po-
sibilidad de mi aceptación como pecho nutricio, del cual pudiera
introyectar alimentos que llenaran el vacío anterior.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

s 1) García Reinoso, D.: "El esquema corporal en el contexto de la sesión psico-


analítica". Trabajo presentado ante el I Congreso Psicoanalítico Latino-
Americano, Buenos Aires, 1956.
2) Greenacre, Ph.: "Early physical determinants in the development o£ the sense
of identity". J. Am. Psycho-Anal. Ass., VI, 1958.
3) Grinberg, R.: "Migración e identidad". Trabajo presentado ante la Asocia-
ción Psicoanalítica Argentina, 1965.
4) Klein, M.: "Sobre la identificación" en Nuevas direcciones en psicoanálisis.
Buenos Aires, Paidós, 1965.
5) Mom, J.: "El Yo y su control a través de los objetos en la agorafobia". Tra-
bajo presentado ante la Asociación Psicoanalítica Argentina, 1953.
6) Rascovsky, A.: El psiquismo fetal. Buenos Aires, Paidós, 1960.

14Q
CAPÍTULO XI

MIGRACION E IDENTIDAD

PARTE B

EFECTOS DEL P R O Y E C T O DE MIGRACION SOBRE


EL SENTIMIENTO DE IDENTIDAD

El precario equilibrio que Marisa acababa de lograr fue seve-


ramente amenazado cuando se abrió para ella la perspectiva de una
nueva migración. Fue cuando su marido obtuvo un contrato ven-
tajoso, que ofrecía posibilidades importantes para su futuro, pero
en "otro país".
Esta situación desencadenó nuevamente sus angustias en rela-
ción con su identidad y la vivencia de vacío ante la pérdida de los
roles conocidos.
La perspectiva de la migración actuó como amenaza de desin-
tegración. Cuando había podido llegar a desempeñar más de un
rol significativo simultáneamente, sin sentirlos excluyentes, es decir,
con un esbozo de integración, la nueva situación la llevó a un in-
cremento intenso de sus mecanismos esquizoides con caracteres que
amenazaban convertirla en catástrofe por reactivar sus migraciones
previas.
La función del análisis en estas circunstancias fue la de apun-
talar la capacidad de funcionamiento de las identificaciones intro-
yectivas para evitar que se vaciara nuevamente por sus identifica-
ciones proyectivas. En otras palabras, llevarla a reintroyectar todas
las partes propias proyectadas y dispersas, y poder reconocer como
propias sus pertenencias y sus decisiones. Sólo entonces podrían
verse las motivaciones de la decisión, que finalmente tomó, de acom-
pañar al marido e irse: tanto las motivaciones que implicaban la
actuación de mecanismos maníacos, como las que contenían una
tendencia reparatoria.
Afrontar la migración entrañaba afrontar la pérdida simul-
tánea de numerosos objetos, vínculos, ámbito familiar e idioma, y

150
ser capaz de una flexibilidad y estabilidad suficientes como para
desarrollar la vida cotidiana en el otro país.
Es decir, implicaba la necesidad de elaborar un duelo por pér-
didas múltiples y recuperar las cargas libidinales de objeto necesa-
rias para establecer vínculos nuevos.
El tema del contrato y de la eventual separación que traería
aparejada fue surgiendo en el análisis, al principio como mera fan-
tasía, luego como un proyecto con dudosas posibilidades de reali-
zación, hasta que se convirtió en una situación real en la que
Marisa se sintió, de pronto, instalada.
Durante este desarrollo surgieron y fueron analizadas, sucesi-
vamente, una serie de situaciones. En primer lugar recrudeció la
rivalidad con el marido; según ella, ahora que había retomado sus
estudios con regularidad y en forma exitosa, él no se lo toleraba y
pretendía acelerar su propia carrera y, más aún, obtener un contrato
muy codiciado y de alto grado de exigencia.
En otro plano, sin embargo, el marido era ella misma que no
se toleraba los recientes éxitos y buscaba un medio de fugarse de
las crecientes responsabilidades que los logros traían aparejadas:
como, por ejemplo, cuando decía "ahora que puedo estudiar, estoy
obligada a recibirme".
En la transferencia, significaba escapar de tener que enfren-
tarse con la fantasía de haberme despojado de todo lo valioso que
me atribuía y verse expuesta al castigo y la retaliación. Por otra
parte, se pudo ver también que era un intento de independiza-
ción violenta del padre demostrándole que no lo necesitaba, al mis-
mo tiempo que se sometía a sus mandatos porque iría a vivir al
país correspondiente al colegio al cual él la había enviado de niña.
Simultáneamente con ese deseo de independizarse, no toleraba que
la hermana quedara en casa porque "ocuparía su lugar" y la des-
plazaría totalmente.
Esto ilustra también un aspecto de sus dificultades con su iden-
tidad: no podía asumir totalmente ningún rol porque creía que
automáticamente perdía todos los anteriores, perdía su propia con-
tinuidad en el tiempo (vínculos de integración social y temporal).
En un nivel más regresivo sentía que no podía dejar el pecho
sin correr el riesgo de perder totalmente a su madre, porque la her-
mana quedaba "en la barriga".
Luego de las primeras sesiones en que se vio el impacto cau-
sado por la obtención del contrato y la certeza del viaje, con la
vivencia de pérdida del rol en la familia y su lugar en el análisis,
miedo a la confusión y fantasías de muerte, en que sería matada y
reemplazada por la hermana, intentó rearmar sus defensas. Hizo
una verdadera "fuga a la realidad" durante algunas semanas: des-
plegó gran actividad, organizó planes para el futuro, estudió inten-
samente y logró rendir un examen satisfactoriamente.

151
Pero en una sesión, después de haber llegado a un punto en que
todo parecía responder a sus necesidades de reaseguramiento, ha-
jiendo podido elegir entre los lugares posibles de destino uno "quí
no fuera muy frío", intercaló: "¿Sabe que a mi partero se le murió
una paciente?"
De ahí en más reaparecieron sus angustias con toda intensidad
y la perspectiva de separación fantaseada como castración, como des-
tete y como nacimiento, pero siempre involucrando peligro de muer-
te: la migración sería un "nacimiento catastrófico".

II

En los meses que siguieron las fantasías giraban alrededor de


intentos de volver a establecer una relación idealizada con el pecho
o con el interior de la madre donde también estaba el pene; no
estudiaría más, en el otro país tendría un hijo y se encerraría con
él en una torre de marfil, no necesitaría más relaciones sexuales, no
saldría y no tendría necesidad de hablar el otro idioma, etcétera.
Estas fantasías llenaban una doble finalidad: expresaban su hosti-
lidad contra el marido, contra el otro país y contra mí, a quien
vivía como pareja del marido, que queríamos echarla de la teta
para tener otro hijo; y al mismo tiempo implicaba una negación
de la vivencia de ser "sacada de adentro", que era sinónimo de
muerte. Fantaseaba instalar un vientre en el "otro país".
Frente a un incremento de la persecución, huía hacia una si-
tuación regresiva maníaca donde se cargaba libidinosamente la ima-
gen de un objeto interno idealizado.
Recordaremos, a este respecto, su migración durante la lactancia
y la actitud paranoica de la madre, que la mantuvo al pecho para
defenderla de la comida "envenenadora" del otro país, y su desalojo
de ese pecho por la gestación de una hermana que la sustituiría,
dejándola librada a los peligros del otro país. Intentaba también
en esa fantasía ser como la madre de entonces, ante la angustia de
no saber cómo iba a ser.
Pero los riesgos que percibía en esta fantasía de regresión tam-
bién eran graves. Al pensar en tener un nuevo hijo, recordaba su
situación cuando había nacido su hija, Inés, y aunque intentaba
negar su angustia diciendo "sin análisis igual hubiera salido", agre-
gaba a continuación: "A veces me asusto cuando pienso cómo estaba
y hasta qué punto me sentía fuera del tiempo; en realidad pienso
que sin análisis me hubiera vuelto loca después del parto".
Ante el peligro que significaba esta regresión buscó una salida
por medio de la actuación, estableciendo un vínculo con alguien que
representaba al padre con el que planeó instalar un negocio vivido
como "fabuloso", con mercaderías de origen dudoso, pero para el

152
cual hubiera debido invertir todas sus pertenencias, volviendo a va-
ciarse de todo lo logrado.
Se mete en un lío con un hombre, en un negocio fantaseado
como "comercio sexual", cuando se asusta de la fantasía homosexual,
regresiva y sádica conmigo, que aparecía en sueños en que pandi-
llas de delincuentes juveniles mataban a una mujer que tenía mu-
chas botellas, quedando la paciente encerrada con esa mujer.
La forma en que se estableció la relación con este hombre está
plena de significados e ilustra sobre el funcionamiento de la iden-
tificación proyectiva. El incremento de la ansiedad persecutoria de-
terminado por la carencia (hambre-migración) era otro de los
factores que inhibían la identificación introyectiva y hacían au-
mentar los mecanismos proyectivos.
Este era un comienzo de sesión de esa época: "Estoy completa-
mente loca. Inés ayer tenía hambre y la chica no le tenía la comida
lista, porque estoy muy ocupada estudiando y si yo no miro las
cosas en casa no marchan, y empezó a lloriquear. Yo me turbé mu-
cho y me salieron dos grandes gotas de leche de los pechos (silen-
cio) . Hay otra cosa: estuve pensando en Z. Parece que tiene de
todo, pero anda buscando un socio. A veces lo miro, no sé, así
nomás. Pensé cómo me sentiría si yo fuera él. El percibió las mi-
radas. Al principio parecía nervioso y seco, después se tranquilizó.
Me da vergüenza contar algo así tan adolescente".
Estaba impresionada al ver el miedo que tenía de quedarse sola
y muerta de hambre.
Por eso sintió que tuvo que recurrir a la omnipotencia de sus
pechos y pezones que le procuraran las gotas de leche, en casos de
extrema necesidad. También quiso estar en posesión de un pene
omnipotente para disponer de su eyaculación en todo momento por
lo que buscaba meterse en Z ("si yo fuera él"), mientras con la mi-
rada trataba de poner en él su parte hambrienta ("busca un socio").
Prosiguió: "En realidad se parece a papá. Fue lo primero que
me llamó la atención, y tiene los ojos claros como la nena y como
usted".
Aunque parecía ser un acting out edípico, en otro plano inten-
taba realizar por su intermedio una fantasía de autoabastecimiento.
Para ello necesitaba tener pezones omnipotentes que dieran leche
permanentemente evitando la menor frustración, o un pene om-
nipotente, que intentaba obtener metiéndose en un hombre por
identificación proyectiva. La intensidad con que utilizaba ese me-
canismo le hacía sentir que tambaleaba su identidad, sintiéndose
enloquecer.
Mediante su regresión, además, no solamente negaba el tiempo
que había transcurrido sino que pretendía controlar el tiempo fu-
turo (vínculo temporal), anulando la intolerable espera hasta que

153
se fuera: Z era ya el "otro país", idealizado para no temerlo ("ne-
gocio fabuloso").
La relación con Z era, por sus características que no puedo de-
tallar aquí, también un intento de regresar a ser adolescente y la
nena de papá. Manifestaba así su necesidad de recuperar, antes de
irse, una parte de su vida que había salteado, casándose apresurada
y contrafóbicamente. Antes había "escapado hacia adelante" (po-
dríamos decir claustrofóbicamente); ahora estaba asustada de las
consecuencias que tenía que afrontar y quería, fóbicamente (agora-
fóbicamente) "escapar hacia atrás" *.
No era extraño que necesitara volver justamente a la adolescen-
cia, ya que es la época de la vida en que se produce la mayor crisis
de identidad, en relación con los cambios corporales y cambios en la
imagen de los padres en la infancia.
Marisa no había podido superar esa etapa; en la adolescencia
estaba nuevamente presente la nena, la nena de la pandilla, la nena
que mataba a la mamá para separarla del papá. En ese sentido,
vivía el irse a otro país como escaparse de mí para casarse con el
padre, dejándome sola y sin pareja.
Esta regresión a situaciones infantiles de disociación perversa
y sádica, recuerda sueños de la época del destete de la hija, en que
una pandilla de adolescentes descuartizaba a la pareja combinada en
el altillo.
Vemos que, frente a la angustia de separación actual, reacciona
con el modelo de respuesta catastrófica ante el destete, en la que
ocurre una regresión a fantasías sádico-orales y actuadas por múlti-
ples partes disociadas: la pandilla de delincuentes.
En el intento de acting out, las partes que se habían disociado
de la relación transferencial eran su parte infantil femenina (la nena
hambrienta) y la parte masculina (pene omnipotente).

III

IDENTIDAD FEMENINA

Su identidad femenina no podía sostenerse sobre la base de esas


fantasías narcisistas y "hambrientas" que le impedían acercarse a la
resolución normal de su Edipo positivo.
Volvió a caer entonces, como consecuencia del "hambre" desen-
cadenada por la situación de migración, en la confusión de sexos
y la rivalidad con el marido y los hombres.
"Papá me quiso dar dinero. Pero ahora me trata como a una

* J. Mom (3) dice: "...maneja e1 Tiempo como espacio. 'Controla' el


Tiempo (situación depresiva) negándolo, transformándolo en Espacio al cual
'puede' dominar mejor, 'dividiéndolo' ".

154
mantenida: no quiere que Ricardo lo sepa; sólo faltaría el tapado
de visón... Ultimamente estoy otra vez mal con Ricardo. Debe
influir la nena: se despierta de noche y grita llamándolo, y dice
'mío, mío'; pronuncia bien ahora. El otro día dijo que papá era
malo porque no le quería poner un caramelo ahí, y se señalaba la
vagina".
El hecho de que la madre no le hubiera servido para una buena
identificación de su rol sexual maduro, ya que "todo lo que viene
de mamá es falso" y que el padre hubiese estimulado preferente-
mente un tipo de relación perversa ("la mantenida") o las tenden-
cias infantiles masturbatorias ("el estudio como distracción") hizo
abortar sus posibilidades de consolidar su identidad femenina y su
relación con los aspectos de la realidad en la que tenía que funcio-
nar como tal.
El déficit de su identidad femenina la impulsaba a la fantasía
de la posesión de un pene omnipotente puesto en el intelecto, con el
cual poder castrar al padre. La misma frustración edípica tempra-
na le incrementaba sus impulsos oral-sádicos, localizados en una va-
gina hambrienta que ambicionaba tomar posesión del objeto ("mío,
mío") para quedarse con él.
Este fracaso en su identidad femenina la llevaba al manteni-
miento de un tipo de sexualidad infantil con características perver-
sas, que impregnaba sus fantasías edípicas.
Ante la proximidad de la separación por las vacaciones de ve-
rano, para ella anticipo de la gran separación, el material que se
repetía con matices de desesperación era la sensación de desubica-
ción, de no tener dónde estudiar, ambulando por las calles, porque
"todos los bares estaban cerrados y no había ni un lugar donde
sentarse". Entre otras cosas, se sentía perdida y desamparada por
quedarse sin la comida del análisis, y dicho sentimiento constituía
la expresión de su mayor ansiedad referida a la separación por su
viaje, y a la vez de su dependencia y hambre de mí, que le costaba
tolerar.
Era lógico que la separación por las vacaciones le significara en
esta ocasión enfrentarse con toda la ansiedad contenida en la mi-
gración. Pero quisiera destacar, sobre todo, la forma en que trató
de protegerse frente a los sentimientos que le resultaban intolera-
rables: dependencia y hambre. Se hizo más manifiesto su rechazo
a admitir su dependencia oral del análisis. Los bares cerrados en la
realidad (vacaciones del análisis) reflejaban, esta vez, algo que ha-
bía constituido una realidad psíquica interna durante todo este pe-
ríodo premigratorio: el "bar cerrado" interno aunque hubiera aná-
lisis, por su incapacidad de identificarse introyectivamente con un
pecho de buena leche. Le era muy difícil sentir que ella tenía
algún valor para mí, si no era viéndome muy necesitada de ella,
y pensaba que si volviera, yo no la reconocería: no existiría para mí.

155
La vivencia de que "no le daban" no estaba referida a que no
le dieran cosas materiales, a que el pecho no hubiera dado leche,
sino que no había sentido contacto afectivo real: "en mamá todo
parece falso".
Yo, revestida de esa imagen materna, sólo la atendía "por la
plata": las heces omnipotentes que servían para atacar, para con-
quistar, para aplacar o para autoabastecerse. El hecho de que yo
no me opusiera activamente a su viaje, tratando de retenerla, era
vivido como que no la necesitaba y no me importaba que se fuera.
Esto le significaba, entre otras cosas, "no existir", como así también
haber perdido su identidad. Ella creía "no ser nadie" que pudiera
importar.
Pienso que necesitaba también invertir la situación, sentirse
muy omnipotente, ya que cuando ella necesitaba mucho y no le
daban, se sentía no existir.
E. Bick (2) dice que cuando el niño llora y la madre no acu-
de se siente humillado y siente que no existe para la madre.
Por lo tanto recurrió nuevamente a introyecciones patológicas
de "figuras fuertes" (yo, yéndome de vacaciones) desde dentro de
las cuales por identificación proyectiva intentaba controlar sádica y
omnipotentemente a sus objetos. Pero, ¿qué ocurría? Dentro de ella
esas figuras se mezclaban con aspectos diferentes de esos objetos to-
tales y parciales, que la hacían entrar en confusión, ya que entonces
no podía discriminar lo bueno de lo malo, con un serio trastorno
de su identidad (locura) y con el peligro de que su buena relación
conmigo (padre) se perdiera por sus ataques provenientes del sec-
tor identificado con sus objetos malos.

IV

LA "IDENTIDAD DE VIDRIO"

Después de las vacaciones su disociación reapareció en diversas


formas, particularmente a través de referencias a "la nena", para
poder controlar los dos objetos simultáneos: el "otro país", nuevo,
desconocido y el original.
Esta situación se vio claramente en una sesión en que comentó
que la hija había descubierto que en el vidrio de la ventana se
veían los muebles de la habitación y la calle, y que también la silla
estaba "adentro" y "afuera" en la ventana.
Analizando este material pudimos ver que, por una parte, ella
deseaba sentirse la silla, con el significado de estar "dentro y fuera"
a la vez, es decir, poder estar en dos lugares a un mismo tiempo,
con lo cual intentaba negar omnipotentemente la separación, la
pérdida y la situación traumática de la migración. Pero, por otro

156
lado, la fantasía básica era sentirse identificada con el "vidrio", en
quien podían reflejarse los demás objetos.
Así era como ella veía el rol del analista, quien debía ser so-
lamente eso: pantalla de los analizados sin existencia propia, mamá
y papá que sólo existían cuando ella se reflejaba en ellos. Pero aún
así, no era una pantalla en la que se pudiera confiar; devolvía una
imagen confundida con lo que se veía por transparencia. Era una
pantalla-pecho permeable que le comía la identidad.
En última instancia, sentirse vidrio constituía la expresión de
su falta de identidad y el sentimiento de estar vacía de pertenencias
propias.
"Cada cosa que voy a decir, pienso que es prestada de Ricardo,
de interés de él o influida por usted. Entonces me siento comple-
tamente vacía. Adoptaría la forma de cualquiera, podría ser 'la
esposa de XX'. Recuerdo la película 'La señora y sus maridos'; me
siento como si no fuera nadie".
El material de "La señora y sus maridos" demostró además la
utilización que hacía de sus objetos como depositarios de todo lo no
tolerado, pero donde se le iba todo lo propio valorado, vaciándola.
Para ello los fragmentaba (muchos maridos) como para repartir
la peligrosidad de lo proyectado y disminuir el peligro de la intro-
yección.
El aspecto negado en este material es que "la señora" de la
película imprimía un destino igual a todos sus maridos: los enri-
quecía ("les daba suerte") y después se morían. Marisa tenía, efec-
tivamente, también la vivencia de haberme enriquecido (como al
marido) pero era tanto el temor de matarme que no podía asumir
ninguna responsabilidad por lo que ocurría en la relación; todo era
con "la plata de papá" de la que ella era simple intermediaria, como
lo era mamá: un vidrio en el que no queda huella de lo reflejado.
A medida que se aproximaba la fecha de la partida, sus ansie-
dades depresivas aparecieron con más fuerza, pero de tal modo que
se le hacían intolerables y se intensificó su necesidad de recurrir
nuevamente a la disociación e identificación proyectiva.
Este último período de su análisis fue importante porque mar-
có un acmé en su regresión, y sus tentativas de tomar este viaje
como repetición de las migraciones anteriores en que había sido
un elemento pasivo, sometido, transportado, en que no había deci-
dido irse ni quedarse.
Todo esto se hizo muy notorio cuando tuvo que empezar a to-
mar medidas concretas en relación con el viaje, que implicaban
"moverse" asumiendo algún grado de responsabilidad por sus mo-
vimientos.
Pudimos ver que, además, "moverse" estaba también asociado
profundamente para ella con el "movimiento intestinal"; es decir,
"ignificaba "salir" de su constipación y de un aspecto de su parálisis

1R7
interna. Implicaba, por otra parte, el riesgo de "poner en movi-
miento" sus contenidos fecales que, vividos como aspectos concretos
de su self, podían quedar desparramados en el afuera, exponiéndola
nuevamente al vaciamiento. Tampoco quería enfrentarse con todo
aquello que pudiera provocarle dolor.
Tenía que alquilar o vender su departamento y no quería mos-
trarlo a la gente que venía a verlo para no sufrir. Ella se iba de la
casa y dejaba al marido para que lo mostrara.
La interpretación en ese material se centró en señalarle que ésa
era su actitud respecto de su situación interna: para no sufrir por
lo que dejaba, no quería ver qué era lo que tenía. Por otra parte,
proyectaba en el marido, junto con las pertenencias del departa-
mento, todo lo negado en ella: tener cosas, querer irse para tener
más de algunas y sufrir por irse y perder otras.
Al hacer que el marido fuera quien mostraba el departamento,
estaba disociando y proyectando en él el sufrimiento, tomándolo
como hermano menor que tiene que sufrir ser echado de la casa,
posiblemente porque la hermana debe haber nacido cuando la des-
tetaron; ahora ella intentaba irse maníacamente, dejando en un
hermano la parte en que se sentía echada, como también la parte
que debía sufrir las ansiedades claustrofóbicas.
Estos hermanos eran también los posibles analizados que ocu-
parían su lugar cuando se fuera. Se había enterado de que algunas
personas de su conocimiento me habían solicitado análisis, pedidos
que no pude satisfacer. Esto le producía gran placer porque tenía
en quien proyectar su vivencia de sentirse echada y se defendía de
los celos hacia la persona que ocuparía sus horas, indicándome a
quién debía tomar. Pero no podía evitar sus fuertes sentimientos
de envidia frente a mí, al pensar que podía tener otros hijos, lo que
le hacía suponer que ella, entonces, perdía todo valor "propio"
para mí.

En esta época el análisis se centró alrededor de algunos sueños-


clave muy ricos que no puedo entrar a detallar, pero que hablaban
de su incapacidad para la acción: su "estar sentada, sin hacer nada
y pensando todo, todo, hasta sus últimas consecuencias", que la
enloquecía. Eran maneras de masturbarse con los pensamientos, fan-
taseando que tenía que "pensar por todos". Su falta de sentimiento
de identidad "propia" encubría una fantasía omnipotente, en que
suponía "ser todos".
Sus mayores esfuerzos estaban dirigidos a "no ver" la realidad,
no ver quién era ella ni ver a los otros. En uno de esos sueños yo
aparecía como una profesora que quería limpiar los vidrios de las

158
ventanas de su casa, a lo que ella se oponía desesperada. En esos
días perdió también su libreta con los nombres y direcciones de
"todo el mundo", y soñaba reiteradamente situaciones que impli-
caban quedarse en mi interior.
Fluctuaba entre su necesidad de no nacer, "no salir afuera",
identificada con la hermana que quedaba dentro de la madre y,
por otra parte, volver a la utilización de sus mecanismos de diso-
ciación e identificación proyectiva mediante los cuales se proyec-
taba en muchos objetos. Si salía afuera, ya era "en pedazos": se
vaciaba en cada cambio.
Con todo, para no perderse totalmente en los objetos, trató de
mantener un manejo obsesivo de su disociación, rotulando a cada
uno con los roles adjudicados, incluso tratando de retener un aspec-
to suyo con el que se autodefinía: "Lo único que reconozco como
mío son las peleas"; era el único rol admitido en ese momento, la
parte "peleadora", aspecto parcial de su identidad.
Comenzó a preguntar a los demás cómo la veían, y trataba de
que el marido le hablara de ella, como un recurso desesperado para
saber qué rol tenía frente a él, y en qué estado se encontraban sus
partes proyectadas en los otros.
Estaba lanzada a la búsqueda de sus partes dispersas y empe-
zaba a traerlas a sesión, pero sintiendo que ella no podía contener-
las, no podía reintroyectar esos aspectos propios, aún amados, porque
le eran desconocidos y además temía que se le mezclaran dentro. Ma-
terial ulterior hace pensar que los temía porque los suponía robados,
;
ajenos. ' ' •
"Ricardo me dijo algo que me dejó totalmente desorientada;
dijo que yo era apasionada. Muy soprendida, le pregunté cuándo,
y dijo: 'Siempre, después de los primeros tiempos'. Yo no entiendo.
Una amiga me dijo que era cariñosa. Que me digan eso me con-
mueve, y entonces siento que tengo algo que ver con lo que pasa.'
Pero también siento bronca, porque si él sabía ¿por qué no me lo
dijo antes?"
Experimentaba resentimiento contra sus partes apasionadas y
tiernas que querían volver, por haber estado afuera tanto tiempo,
por haberse hecho extrañas, y también contra sus objetos que sa-
bían de esas partes, como si la hubieran estado robando, porque les
había dado algo sin darse cuenta.
Al mismo tiempo, vemos que algunos aspectos son más fácil-
mente reintroyectados que otros; admitía con más facilidad ser tierna
que apasionada, estableciéndose una competencia entre las partes
proyectadas para ser aceptadas nuevamente.
El que denominamos, con la paciente, el "sueño de los espejos"
ilustra sobre el estado de su identidad en ese momento.

159
SUEÑO DE LOS ESPEJOS

"Yo iba a un hotel con un hombre a solas, no sé, y era un


hotel dudoso, de parejas, por horas, como ése de la vuelta de su
casa. En la ventanilla de entrada, el conserje miraba muy fijamen-
te y la catalogaba a una. Había también gente respetable y parejas
raras; uno era profesor, mis tíos, gente de mi familia. . . El conserje
me preguntaba si yo pensaba que el hotel era 'mersa', y yo le decía
que no, pero pensaba que era de parejas. Yo quería que vieran que
yo era una persona bien. Después iba otra vez al hotel con compa-
ñeras. En la ventanilla había espejos y uno se veía, y entre los
espejos se veía una fila de mujeres como si fueran telefonistas. En
el espejo yo tenía el pelo corto como hace unos meses, que me
quedaba mejor. Me parece que me lo voy a cortar de nuevo".
De este sueño, que fue importante en este período, tomaré sólo
aquellos aspectos relacionados con los intentos de la paciente por
conocer e integrar los distintos aspectos de su identidad (vínculos
de integración espacial, temporal y social).
El hotel era el análisis donde en cada hora hay otra pareja
analista-paciente. Además, las distintas parejas son las que formaba
conmigo por medio de sus distintos roles. Sentía que cada vez que
venía yo la observaba fijamente para "catalogar" con qué rol venía
y cuál sería entonces su relación conmigo, proyectando en mí su
mirar escrutador, en función de su curiosidad y necesidad de control.
Pero uno de los aspectos más importantes del sueño corres-
pondía a su tentativa de discriminar entre las diversas figuras in-
troyectadas, para conocer los diferentes aspectos de su identidad:
las figuras respetables y las "raras", las no aceptadas, las extrañas
para sí misma.
También vimos que el sueño en sus dos partes representaba
dos momentos de su análisis. En la primera parte, ella llegaba al
hotel-análisis, no sabía bien si sola o acompañada por una parte
masculina que, habíamos visto, estaba incluida en su rodete-pene-
pezón omnipotente.
En la segunda parte, en la misma ventanilla, en lugar de un
conserje que la escruta y al que tiene que ocultar la verdad, hay
espejos donde ella puede verse. El pecho-espejo devuelve la imagen,
no la come como el pecho-vidrio.
Pero el espejo está aún fragmentado: son muchos espejos, ella
es ella y muchas compañeras; yo soy muchas telefonistas. Pero las
telefonistas están entre los espejos, tratando de comunicar unos con
otros. Respondía a su necesidad de que yo tuviera una parte para
reflejar cada parte de ella y, por otro lado, integrara sus distintos
aspectos.
Cortarse el pelo implicaba la aceptación de la pérdida de la

160
fantasía omnipotente de "ser" la pareja y verse más linda como
mujer. Esto implicaba reconocer la existencia del otro sexo y su
necesidad de él, situación que normalmente se elabora en la ado-
lescencia (1).

VI

Otro ejemplo de su dificultad para admitir sus logros se puede


ver en este fragmento de material:
"El lunes fue gracioso, porque me dolían las muelas y creía
que estaban enfermas y no se lo dije a usted, y le hablaba en cam-
bio de ir a ver a un médico para consultar por masajes en el vientre,
y por las pastillas esas. Y usted me interpretaba mi relación sexual
como algo de comer y yo no decía nada; no sé por qué no lo rela-
cioné, como si no tuviera nada que ver. Y después fui al dentista
y es que me está saliendo la muela del juicio".
Encubre su crecimiento, satisfaciendo la fantasía de estar en-
ferma. No lo dice porque cree que crecer la separa de mí y que, en
cambio, el estar enferma la une conmigo como ocurría con mamá.
Parece que para ser aceptada debe ser la nena sin dientes y sin
juicio propio.
En este material vemos que la dificultad de admitir sus logros-
y pertenencias va unida a la dificultad de adquirir nuevos roles
porque implicaba perder la conexión con la madre, y que todo,
ello reside en la fantasía de que los logros, el crecimiento y los ro-
les nuevos que consolidan la identidad, significan adquirir muelas-
juicio con los que se puede descuartizar a mamá y no poder recu-
perarla.
La dificultad de recibir y contener sus partes y el temor hacia
esas partes hace que me pida que se las reúna y mantenga, expre-
sando de las más diversas maneras su miedo a la desintegración como
consecuencia de nuestra separación, como correspondiendo a la fan-
tasía que su parte bebé sintiera: que la madre abre los brazos que la
sostenían y la deja caer y hacerse añicos.

VII

Ya estábamos en el último mes antes de su partida; el marido


tenía fecha fija para irse, pero ella pudo tomar la decisión, que la
angustiaba mucho, de quedarse el tiempo que necesitara para re-
cibirse.
Esto era importante en varios sentidos: 1) Tomar la decisión
de "cuándo" irse implicaba también aceptar que estaba decidiendo
irse, es decir, que estaba aceptando una parte de su identidad como
"mujer en pareja". 2) Que si decidió irse en el momento en que

161
se recibiera, estaba decidiendo "cómo" irse, estaba admitiendo otra
parte de su identidad como "persona con intereses propios", o
"profesional".
En los días en que quedó sola, después de la partida de Ri-
cardo, buscó un escribano entre "sus" amistades, para liquidar sus
asuntos, en lugar de utilizar las vinculaciones del padre. Descubrió,
con gran sorpresa, que nunca se había preocupado por saber a
nombre de quién estaba su departamento, e incluso alcanzó a arre-
glar algunas cosas que el marido, antes de irse, había dejado en
manos de personas poco responsables.
Finalmente, dio la última materia de su carrera y se recibió.
Llegó con la cara radiante y dijo:
"Me recibí. La iba a llamar por teléfono pero no lo hice: lo
siento como un trámite más".
Le señalé la disociación entre lo que decía y su expresión y el
tono de su voz.
"Papá vino a esperar al examen, cosa que yo no esperaba. Al
principio estuvo muy contento, pero en seguida empezó a arrui-
narlo. Dijo que si yo fuera inteligente ahora no tocaba un libro
más. Pedí una llamada por teléfono para avisarle a Ricardo y papá
se empezó a poner nervioso. Después vino mi tío y dijo que había
u n lío y tendrían que pagar mucho dinero; papá se puso como si
hubiera muerto alguien."
Le interpreté que estaba celosa del dinero de papá, heces om-
nipotentes que parecían valer para papá más que las que ella podía
producir, y que creía que por recibirse hacía perder esa plata tan
valiosa a papá, que mataba a alguien valioso.
"Es que además quería hablar con el auxiliar que me ayudó a
preparar esta materia y como estaba papá no pude".
Le dije que la parte de ella sometida a papá y culpable ante
él, no le había permitido comunicarse con la parte de ella que va-
lorizaba haberse recibido, y con quien la ayudó a lograrlo, como
no puede comunicarse conmigo para decirme que está contenta,
sino sólo para decirme que cumplió con un trámite. Tampoco está
comunicada con mamá que no aparece en todo esto.
" S í . . . No sé por qué no incluí a mamá. Justamente ayer me
llamó para decirme que se enteró por otros de que a papá le está
yendo bien y a ella no le dijo nada; después de aguantar todos estos
años de líos, cuando empieza a rendir frutos no se lo dice."
No me incluyó, como papá no incluyó a mamá, no me comu-
nicó que le estaba yendo bien: teme que yo esté enojada porque
ahora que el análisis empieza a rendir frutos, se va.
"La verdad es que mamá cambió mucho. Antes se burlaba de
mí diciendo que de lo único que me iba a recibir era de mamá,
pero después me ayudó bastante con la nena para que yo pudiera
estudiar; sin ella no me hubiera podido recibir.

162
"Ayer yo sentía que no podía hablarle al auxiliar, ni agrade-
cer a mamá, ni llamarla a usted. Me doy cuenta de que la ubiqué con
las personas a las que más les importa que me reciba. Pero pasa
una cosa rara, no puedo expresar el agradecimiento porque si digo
eso, ya no es cosa mía" (como si temiera aún vaciarse nuevamente).
Me dice que mi imagen dentro de ella cambió mucho, que
piensa que la ayudé a recibirse, pero que necesita que yo pueda
comprender y aceptar su imposibilidad de agradecerme, aunque el
reconocimiento de esa imposibilidad lleva implícito su deseo de agra-
decer, que es lo máximo que puede ofrecerme en su lugar.
El hecho de que mi imagen como madre hubiera cambiado
dentro de ella evitó que tuviera que recurrir a una total negación
de sus logros, aunque sus ansiedades persecutorias y depresivas no
habían disminuido lo suficiente como para expresar agradecimiento
sin sentir que perdía esos logros.
En las sesiones finales alternaron las fantasías y planes con res-
pecto al futuro y la ansiedad por la separación.
"Es increíble; me ofrecieron sacar una visa independiente para
trabajar, en lugar de la familiar y acepté. En el formulario dice
profesión, y por primera vez puse la mía; me emocionó. Ahora que
me recibí tengo más ganas de trabajar, hacer algo y no ser siempre
sólo una estudiante. Pero esa sensación no me dura todo el tiempo.
"A veces pienso que la separación con usted es espantosa y
sufro por lo que no aproveché del análisis, y otras pienso que apro-
veché bastante bien y la separación no es tan horrible".

SINTESIS

La migración es una situación traumática múltiple que implica


numerosos cambios de la realidad externa con la consiguiente reper-
cusión en la realidad interna.
La posesión de un vínculo con un "buen objeto interno, esta-
blecida en forma segura" da al yo la capacidad de tolerar y elaborar
esos cambios externos e internos, y aún de enriquecerse con ellos.
Sabemos que ésa no era la situación de Marisa, cuyo historial
infantil nos la muestra expuesta a experiencias de cambios traumá-
ticos, y a la relación con objetos muy poco estables, en quienes
difícilmente podía confiar.
La tan repetida frase "partir es morir un poco" adquiría con-
tornos dramáticos cuando Marisa decía: "Es como asistir a la propia
muerte; todos hablan del futuro y hacen planes en los qus uno ya
no cuenta". Y cuando se refería al "otro país" decía: "Nadie me
conocerá; allá no seré nadie".
Este sentimiento de "de no ser nadie" reactivaba el que había
experimentado frente al pecho.

163
La migración enfrentaba a Marisa con una nueva situación de
nacimiento que, en su inconsciente, había sido equiparado a muer-
te, después de la cual dejaría de ser; es decir, en el "otro país" no
sería nada, estaría de nuevo ante un pecho que la ignoraría. La
fantasía de nacimiento estaba cargada con todas las vivencias deri-
vadas de su destete tardío y la represión en el uso de sus dientes,
el retardo en el "cambio de comida" y las consiguientes fantasías
de descuartizamiento del pecho y del pene y el interior de la madre
por la frustración en la etapa genital temprana.
Es decir, ese nacimiento implicaba para ella un vaciamiento de
todos sus contenidos, que pienso que es la fantasía inconsciente que
subyace al temor a la pérdida de identidad.
La fantasía de vaciamiento provenía de distintas fuentes: 1)
fantasías de desparramo de sus partes por identificación proyectiva
en las situaciones de separación: nacimiento, destete, viaje; 2) di-
ficultad de reintroyectar esas partes por sentirlas peligrosas y por la
desconfianza de que el pecho pudiera disminuirles la peligrosidad;
3) introyección e identificación proyectiva ulterior en un pecho
vaciado hasta el agotamiento; 4) actuación de los mismos mecanis-
mos respecto de una imagen de la madre vaciada por fantasías
hostiles, movilizadas por la envidia, y los celos de la fase edípica
temprana; B) fantasías, confirmadas por acontecimientos traumáti-
cos reales, de haber sido vaciada vengativamente por la madre; 6)
fantasías de que el pene la vaciara en la relación sexual.
Todo eso correspondía a la fantasía de un nacimiento catastró-
fico, que era lo que determinaba el carácter extremadamente per-
secutorio de la vivencia de migración.
La posibilidad de que el abandono del propio país tenga un
carácter de "nacimiento depresivo" y no "catastrófico" depende en
cada caso de todo lo que, a lo largo de su evolución, haya permitido
al individuo sentirse "rico y lleno". Es decir, tener suficientes per-
tenencias internas adquiridas por identificaciones introyectivas, un
objeto interno estable y seguro y, consecuentemente, un sentimiento
de identidad sólidamente establecido, para poder hacer frente a las
tremendas pérdidas que supone una migración, que expone siempre
al riesgo del "nacimiento catastrófico".

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

1) Aberastury, A. y col.: "Adolescencia y psicopatía". Trabajo presentado en el


Simposio sobre "Manía y psicopatía", organizado por la Asociación Psicoana-
lítica Argentina, 1964.
2) Bick, E.: Seminarios dictados en Londres en 1965.
3) Mom, J. "El Yo y su control a través de los objetos en la agorafobia". Tra-
bajo presentado en la Asociación Psicoanalítica Argentina, 1953.

164
CAPÍTULO XII

SI Y O FUERA USTED *

El título de una conocida novela del escritor francés Julien


Green me pareció sumamente apropiado para encabezar las consi-
deraciones que deseaba plantear acerca de ciertas vivencias experi-
mentadas desde los primeros períodos de la vida.
Ante todo quisiera hacer resaltar la universalidad y la muy
frecuente —por no decir casi constante— aparición del sentimiento
"si yo fuera usted", predominantemente en forma inconsciente, en
la conducta humana en general. Lo que varía son las motivaciones
que, en cada caso o circunstancia particular, generan ese deseo con
el profundo anhelo de convertirlo en realidad.
Me agradaría pasar revista a los diferentes procesos emocio-
nales que, desde la más temprana infancia, determinan el impulso
al "si yo fuera usted".
Hay un primer período en la vida del niño en que ese senti-
miento no existe prácticamente porque no percibe la diferenciación
entre su self y todo lo que no es self.
El lactante no reconoce, en un comienzo, otra existencia que
la suya propia (el pecho materno no es más que una parte de sí
mismo). Cuando los deseos de alimentación y afecto se encuentran
gratificados, aquél siente el mundo como algo inmensamente bueno,
porque sus propias sensaciones constituyen su mundo, y todo le
resulta placentero. Pero cuando no tiene leche y no encuentra bie-
nestar, o se siente torturado por la rabia de una frustración o el des-
consuelo de experiencias dolorosas, todo el mundo es para él un
solo sufrimiento.
Y es precisamente esta última experiencia, la dolorosa y angus-
tiante, ya sea determinada por la vivencia de una pérdida abru-

* Grinberg, León (4) .

165
madora o por la consecuencia de los propios impulsos agresivos
ligados a la frustración o al sufrimiento, la que pone en marcha
el proceso tendiente a la discriminación del objeto como algo exterior
a uno mismo. Empieza a diferenciarse el no-self del self, poniendo
en funcionamiento el fenómeno de la identificación proyectiva. Pero
la proyección no sólo interviene como un mecanismo fundamental
para la adquisición del juicio de la realidad, sino que al mismo
tiempo es aprovechada como defensa contra las propias reacciones
emocionales. Todas las sensaciones y sentimientos desagradables y
penosos son automáticamente confinados fuera de nosotros.
La angustia, el sentimiento de culpa, el temor a la crítica de
nuestras instancias censoras o el miedo a la represalia determinan
que ubiquemos en el mundo exterior todo lo que consideramos
negativo, prohibido o peligroso. Por eso suele ser tan común que
lo malo, lo destructivo y dañino sea atribuido al otro, al rival, al
partido político opositor o al país enemigo. En cambio, con cuánta
rapidez y facilidad se tiende a considerar que las intenciones propias
son siempre puras y, sobre todo, justas. En toda relación conflic-
tiva surgida entre padres e hijos, marido y mujer, patrones y obreros,
siempre se está dispuesto a encontrar, sin vacilación alguna, el ma-
yor de los egoísmos y de las agresiones... en las actitudes de la
parte contraria.
Pero también se proyectan sentimientos y actitudes positivas,
como veremos más adelante, para poder crear y mantener buenos
vínculos con los demás. Sin embargo, es más frecuente la utiliza-
ción de ese mecanismo en los casos en que predomina la angustia
por la aparición de las situaciones emocionales como las anterior-
mente descriptas.
Se preguntarán, quizá, qué relación existe entre todo lo dicho
y el proceso del "si yo fuera usted". Precisamente, una de sus bases
fundamentales reside en poder movilizar, desplazar y sustituir de-
terminadas cargas afectivas, ubicándolas en diferentes lugares.
Si consideramos por un momento —para ilustrar esos conceptos—
el caleidoscòpico panorama de las fantasías del niño, comprobare-
mos con qué intensidad y frecuencia participan los mecanismos
proyectivos en ellos. El niño no sólo se identifica con prodigiosa
facilidad con los distintos aspectos de los personajes que él hubiese
querido ser (estimulado por la admiración, la envidia o el temor),
sino que "fuerza" a intervenir en dichas identificaciones a sus com-
pañeros de juego, a los adultos y, muy especialmente, a sus juguetes
y muñecos. Basta con observar los diferentes tratos o roles asignados
a sus muñecos para comprender de qué manera el niño dramatiza
sus respectivas identificaciones. No resultará aventurado suponer,
por ejemplo, que en la tortura y destrozos despiadados a que somete
a sus juguetes están contenidos —por lo menos en parte— el odio
y la agresión experimentados contra alguno de sus padres o el her-

166
mano rival; o contra sí mismo en la medida en que inconsciente-
mente quiera castigarse por su vivencia de culpa. En la exquisita
ternura y actitudes maternales con que una niña trata a su muñeca
está claramente reflejada su intensa aspiración a ser como su madre,
pero simultáneamente se proyecta en la muñeca para recibir el trato
que idealmente hubiera deseado de parte de su propia madre.
Entre los primitivos se han observado mecanismos de identifi-
cación muy similares en sus concepciones profundas a los descriptos
en el niño, y que se manifiestan esencialmente a través de las téc-
nicas mágicas. En mi trabajo sobre el Tabú (5) me he referido
con cierto detalle a las distintas formas de magia primitiva. Men-
cioné, en aquella oportunidad, a la "magia imitativa" que caía en
el error de suponer que dos cosas que se parecían eran una misma,
y la "magia contaminante" que aceptaba que dos cosas que habían
estado alguna vez en contacto seguían estándolo. Tanto una como
otra se basan en el esquema proyectivo del "si yo fuera usted". Así,
por ejemplo, fabricar una efigie con la imagen representativa de
un enemigo a quien se desea la muerte, dañarla con la seguridad
de estar destruyendo automática y simultáneamente al enemigo,
constituye una demostración evidente del deseo del cumplimiento
mágico de la fantasía agresiva por medio de la utilización de los
mecanismos de proyección, desplazamiento e identificación.

II

Había dicho poco antes que me quería referir a las dife-


rentes tendencias o sentimientos que, desde la niñez, originan el
ansia del "si yo fuera usted". El que surge en primer término por
la enorme importancia e influencia decisiva en el desencadena-
miento de este proceso es el sentimiento de envidia.
La envidia reside esencialmente en la rabia y el enojo que nos
provoca que otra persona posea y goce algo deseado por nosotros.
El impulso envidioso tiende a robarlo para gozarlo o bien destruir-
lo para hacer desaparecer la fuente del displacer y sufrimiento. Se-
gún Melanie Klein (6) el primer objeto que se envidia es el pecho,
porque el lactante siente que éste posee todo lo que él desea y ne-
cesita: una ilimitada corriente de leche y amor que supone se guar-
da para su propia gratificación. Quiere decir que desde el contacto
más precoz con un objeto aparece la envidia y concomitantemente
el deseo de convertirse en este objeto para apropiarse de todo Jo
bueno que éste posee.
Este sentimiento reaparece incrementado en determinadas cir-
cunstancias durante la evolución del niño, especialmente en aquéllas
vinculadas a la situación edípica por todos conocida. Por distin-
tos motivos (envidia, celos o rivalidad), el niño anhela ocupar el

167
lugar de sus padres y sentirse dueño de todas sus pertenencias.
Para la fantasía del niño, el padre adulto y poderoso lo posee todo,
entre otras cosas porque posee a la madre. Otras veces, es el na-
cimiento del hermano menor, odiado y profundamente envidiado,
lo que provoca la angustiosa y, en ocasiones, dramática necesidad
de identificarse con el mismo para conseguir las privilegiadas gra-
tificaciones que, según supone, aquél recibe en forma ilimitada.
Entonces pueden observarse las transformaciones regresivas que su-
fre el niño impulsadas por el "si yo fuera... el bebé": deja de ha-
blar con la fluidez que poco antes le enorgullecía para expresarse
con el lenguaje entrecortado y balbuceante del menor; pierde la
capacidad de controlar sus esfínteres provocando las reacciones in-
conscientemente esperadas con el problema de la enuresis; se niega
a comer o vestirse por sus propios medios, exigiendo que lo ali-
menten y lo atiendan, etc. En suma, se ha puesto en el lugar del
recién nacido, convirtiéndose, en su fantasía, en él.
La envidia por el otro sexo es otra de las situaciones relativa-
mente frecuentes que promueven la fantasía del "si yo fuera usted".
Uno de los componentes más importantes ele dicha envidia lo
constituye el sentimiento de carencia y el deseo de adquirir algo
que no se posee. Se relaciona literalmente con los aspectos corpo-
rales y las funciones que nunca se tendrán. La mujer puede en-
vidiar al hombre su pene y sus diversas clases de "potencia" que
le adjudica en la vida: su fuerza física, sus poderes intelectuales,
su capacidad de tomar iniciativas o de ganarse la vida, etc. Si este
sentimiento se presenta en forma muy aguda, la mujer buscará
inconscientemente la forma de llevar a la práctica el "si yo fuera. ..
hombre", colocándose en situaciones en que intentará demostrar
que su capacidad es equiparable a la del hombre. En casos extre-
mos, renunciará —siempre en el plano inconsciente— a sus atributos
femeninos, desvalorizando las satisfacciones que podría conseguir
en su condición de mujer (amor, hijos, etc.) y procurando reafir-
marse en la masculinidad apetecida. Naturalmente, me estoy re-
firiendo a un aspecto parcial del problema con fines ilustrativos,
pero quiero dejar sentado que pueden intervenir muchos otros fac-
tores en el condicionamiento de estas situaciones.
La envidia del hombre por la mujer no es menos frecuente, pero
suele ser menos reconocida y comprendida. La razón principal de
esta envidia se relaciona con las, para él, misteriosas funciones y
procesos que tienen lugar en el interior del cuerpo de la mujer;
sobre todo con la capacidad creadora de su función maternal: tener
hijos. En forma sublimada esta aspiración se pone de manifiesto
en los artistas (pintores, escritores, etc.), quienes satisfacen —en
cierto sentido— esta parte femenina de sus personalidades, "dando
a luz" sus trabajos como lo hace una mujer en el parto después
de un tiempo de preñez. Quizás el ejemplo más gráfico y pinto-

168
resco que pueda proporcionar, correspondiente a la aplicación del
"si yo fuera... mujer" de acuerdo con lo anteriormente señalado,
es el rito primitivo conocido con el nombre de couvade. Según
dicho ceremonial, el hombre cuya esposa está por dar a luz se
comporta exactamente como lo hace su mujer durante todo el pe-
ríodo que dura el parto. Simula tener dolores, se queja y repite
todos los síntomas de la parturienta. Recuerdo el caso de un ana-
lizado que durante la permanencia de su mujer en el sanatorio
cuando estaba por nacer su primer hijo, pasó por un estado típico
de couvade. Sufrió una crisis intensa de cólicos intestinales con
fantasías de expulsión, tipo parto, y sueños donde se evidenciaba
claramente el deseo de ocupar el lugar de la mujer. En la sesión
siguiente tuvo varios lapsus confirmatorios de esta situación, pero
por primera vez y en franco contraste con su modalidad habitual,
reaccionó airado rechazando mis interpretaciones. A los pocos mi-
nutos cambió su actitud y confesó sentirse apenado por el "emba-
razoso" (expresión textual) episodio ocurrido.
En otras ocasiones, el motivo que condiciona el deseo incons-
ciente de ubicarse en el lugar femenino, no es ya sólo la envidia
sino la necesidad profunda de recibir pasivamente las atenciones
y el afecto de un hombre (que representa al padre), y da lugar así
al surgimiento de una de las formas clínicas de homosexualidad.
Veamos otro ejemplo del funcionamiento de estos medios de
identificación con la mujer, aunque con características diferentes.
Un hombre maduro, de unos cincuenta años, que residía en una
ciudad del interior, acudió a consultarme por un problema de ho-
mosexualidad recientemente aparecido según él, y que se le había
vuelto torturante. Tenía varias hijas mujeres, una de ellas casada,
y su enfermedad surgió prácticamente después del nacimiento del
primer nieto. A partir de entonces se le manifestó una llamativa
y exagerada ternura y dedicación por el nieto a pesar de haber sido
siempre muy reservado en sus afectos, incluso con sus propias hijas.
Pero lo alarmante para él fue que paulatinamente hizo extensiva
esa ternura a niños de corta edad y hasta a jovencitos por quienes
se sentía intensamente atraído por deseos sexuales. Este fue el co-
mienzo de su homosexualidad que poco después se hizo manifiesta
impulsándole a la búsqueda de jóvenes y niños a quienes sentía
necesidad de hacer objeto de toda clase de caricias para poder ob-
tener placer orgástico. Sus antecedentes familiares fueron muy sig-
nificativos. Había sido hijo único; su padre murió cuando él con-
taba tres años y se crió al lado de una madre terriblemente severa
que nunca le brindó afecto y que sostenía que de ese modo lo
haría hombre. Sin entrar a considerar las otras posibles causas
que hubieran surgido durante un tratamiento analítico, podemos
plantearnos un esquema de una de las situaciones básicas que con-
dicionaron su perversión. Una parte suya, desdoblada, se identifi-

169
caba con su madre y actuaba como hubiese querido que ella actuara
con él, mientras su otra parte infantil se proyectaba en los niños
o jóvenes a quienes prodigaba las caricias que él hubiese deseado
recibir. La formulación inconsciente sería lo siguiente: "Si yo fuera
mi madre, me hubiese tratado de este modo". Mediante sus sín-
tomas dicha formulación se convertía mágicamente en: "Yo soy mi
madre. .. y trato con todo cariño y deseo sexual a mi parte infan-
til colocada en este niño".
Otro aspecto del problema puede evidenciarse en la situación
de celos. Uno de los rasgos específicos es el sentimiento de humi-
llación que invariablemente lo acompaña, debido al agravio que
representa para la propia autoconfianza y seguridad. La persona
celosa cree profunda e inconscientemente que si no es amada, o le
parece no serlo, es porque no es digna de ese amor. Suele reaccionar
con furia y agresión para encubrir y contrarrestar sus sentimientos
de humillación y culpa y la vivencia de carecer de cualidades y va-
lores suficientes para merecer dicho amor. El peligro del abandono
y la amargura del desamparo, refuerzan e incrementan el meca-
nismo proyectivo por el cual intentan aliviarse, odiando y conde-
nando a su pareja o, en forma más desplazada, a su rival. La
maldad, los defectos y la culpa se ven en el otro y se le condena
implacablemente por ello. Quiero aclarar cómo funciona aquí la
identificación proyectiva. En los ejemplos anteriores el objetivo
consistía en querer ser el otro por lo que el otro tenía o represen-
taba, sin preocuparse mayormente de su destino ulterior. En esta
situación se busca esencialmente no tanto ser el otro, sino dejar
de ser lo que se es, ubicando lo rechazado en el rival, quien de este
modo se transforma en uno mismo. En este caso, el "si yo fuera
usted" adquiere más el sentido de "si usted fuera yo" que rápida
y automáticamente se convierte en "usted es yo", "entonces puedo
acusarlo de todo aquello que no me puedo reprochar a mi mismo,
porque si no sufriría las desastrosas consecuencias que quiero evi-
tar"-, es decir, la propia condena y la pérdida del ser amado.
En El retrato de Dorian Gray tenemos u n claro ejemplo de
identificación proyectiva de este tipo que consiste en ubicar en el
otro, el retrato, todo lo malo y rechazado de uno, con el catastró-
fico resultado de la reintroyección posterior.
En ocasiones, los celos aparecen como resultado de un empo-
brecimiento del amor, pero por parte de la persona celosa precisa-
mente que —de este modo— procura ocultar inconscientemente su
culpa, atribuyendo la falta de amor a su pareja. El análisis breve
de esta situación nos permite apreciar lo siguiente: funciona en
primer término el mecanismo de negación: "no soy yo quien no te
ama"\ en segundo lugar surge el proceso proyectivo: "la parte
mía que no ama se encuentra ubicada en ti; luego, eres tú quien
no me quiere".

170
Un analizado que pasó por un período de depresión intensa
en que se sentía atormentado por fuertes sentimientos de desvalori-
zación, desarrolló un episodio agudo de celos con su novia, condi-
cionados precisamente por sus ideas depresivas. Su razonamiento,
inconsciente por supuesto, había sido el siguiente: "Si yo fuera
tú.. . no podría quererme y me despreciaría por lo poco que valgo".
Este sentimiento reprimido lo llevó a aceptar como realidad una
situación sólo existente en su fantasía y como resultado de haberse
"ubicado" en el lugar de su novia.
A veces el impulso de ubicarse en el lugar del otro se basa en
una necesidad perentoria de vida. El siguiente episodio lo ilustrará.
Un paciente que por especiales circunstancias tenía la convicción de
una muerte inminente, llegó a la sesión y después de estrecharme
la mano cayó en un estado de despersonalización, perdiendo la no-
ción de sí mismo y asistiendo con extrañeza a todo lo que se estaba
desarrollando a su alrededor. ¿Qué había ocurrido? Ante la intensa
angustia de su temor a la muerte intentó en forma omnipotente fu-
sionarse conmigo o, mejor dicho, transformarse en mí para poder
sobrevivir a través de mí. Es como si hubiera dado cumplimiento
mágico al "si yo fuera usted" a través del contacto físico con la mano,
asegurando así su sobrevida.

III

Si hasta ahora me he referido a las motivaciones generales que


determinan el proceso del "si yo fuera usted", quisiera considerar a
continuación algunos casos específicos de su funcionamiento, per-
fectamente delimitados desde el punto de vista psicoanalítico.
En primer lugar, mencionaré u n típico mecanismo defensivo
conocido con la denominación de "identificación con el agresor". (3)
Se trata de la elaboración de una determinada experiencia angus-
tiante o traumática mediante la incorporación e identificación con-
secutiva con su agente provocador. Este mecanismo es utilizado en
gran escala en las fantasías y juegos de los niños, la identificación
con el maestro o el médico, o con algunas de las actitudes agresivas
de los padres e interviene fundamentalmente en la formación del
superyó. Se encuentra naturalmente en la conducta cotidiana de los
adultos, sobre todo en una forma de comportamiento que es la que
quiero destacar especialmente aquí. Y consiste en la repetición
activa de lo que se ha sufrido o temido sufrir pasivamente. Es decir,
mediante la transformación en el otro, en el agente de la agresión,
se consigue satisfacer simultáneamente dos aspiraciones: negar que
se ha sido víctima de la agresión y convertirse en lo que se hubiera
querido ser, el fuerte, el activo, el agresor.
Me parece conveniente traer a colación un ejemplo clínico don-
de puede apreciarse nítidamente este tipo de identificación a través

171
de los cambiantes contornos dramáticos del "si yo fuera usted". Se
trata de una paciente de un colega que acudió al análisis por ideas
compulsivas que la angustiaban enormemente y por la creencia ob-
sesiva y aparentemente irreductible de ser una asesina. A raíz de
un crimen que, en su momento, apasionó a la ciudad, le pareció
que la acusaban a ella cuando iba por la calle o viajaba en algún
vehículo, arraigándose cada vez más dicha convicción hasta el pun-
to de identificarse totalmente con el criminal. Nada podía con-
vencerla de lo contrario, ni siquiera la detención del asesino, ni el
descubrimiento de la identidad de la víctima. Su angustia fue en
un momeno paralela a sus autoacusaciones por la conducta crimi-
nal. Sus nuevas presuntas víctimas resultaron ser chicos de corta
edad a quienes sentía la compulsión de estrangular a toda costa.
Le parecía que sus manos incontroladas tenían el poder de ahor-
carlos a distancia. Lo especialmente significativo fue que poco antes
de la aparición de estos síntomas había quedado profundamente im-
presionada con la lectura de Crimen y castigo, experimentando la
sensación, por vez primera, de haber sido ella la que cometió el
crimen. Poco después sufrió otro fuerte impacto al leer La meta-
morfosis de Kafka, planteando directamente su angustia en el aná-
lisis por la captación de que se trataba de su propia transformación.
Todo su drama estaba determinado por la fluctuación entre la acep-
tación y el rechazo de su feminidad para poder convertirse en varón.
Odiaba a su madre porque a poco de nacer quedó sin leche y no
la pudo seguir alimentando; y la segunda frustración por parte de
aquélla fue el nacimiento de un hermano que representaba a los chi-
cos que mataba en su fantasía. Pero tampoco podía identificarse
plenamente con su padre porque lo había vivido como seductor,
frustrador y especialmente agresivo. Rechazaba todo lo sexual por-
que le repercutía en forma angustiante. Sus fantasías sexuales siem-
pre habían estado asociadas a contenidos de muerte y destrucción,
ya que su vivencia del coito entre sus padres había sido terrible-
mente sádica. En síntesis, procuraba a toda costa la identificación
con el hombre para evitar ser la agredida, la víctima, tal como en
sus fantasías veía a su madre, a quien por sus celos y agresión de-
seaba la muerte. La ansiedad llegó a ser tan grande que necesitó
recurrir a la identificación proyectiva, ubicándose en el Raskólnikov
de Crimen y castigo. De este modo satisfacía su deseo de matar la
imagen de la madre para quitarle sus bienes. Y esta ansiedad, al
incrementarse, requirió la identificación con un ser real, el asesino
buscado por la policía, y así fue cómo sintió haber cometido ella
el crimen. Al ver publicada la fotografía del criminal, le parecía
estar viendo su propio rostro, confundiendo de tal modo su mundo
interno con el externo: ella era él.
Puede probarse, así como en los ejemplos anteriores, que el

172
"si yo fuera usted" pasa a convertirse automáticamene para el in-
consciente en "yo soy usted".
Otro mecanismo específico relativamente frecuente es el de la
"renuncia altruista". Reside precisamente en la abdicación de los
impulsos instintivos y ambiciones de diversa índole a favor de otras
personas. Ejemplos típicos de la utilización de este mecanismo los
encontramos en aquellos individuos que se privan resignadamente,
en apariencia, de toda clase de placeres; pero que se desviven y lu-
chan denodadamente para que quienes ellos eligieron puedan ad-
quirirlos y disfrutarlos al máximo. De esta manera consiguen la
autosatisfacción instintiva en forma indirecta, burlando las prohi-
biciones de su superyó a la vez que liberan las actividades o la
agresividad que sentían debían inhibir. La mujer altruista luchará
para que sus amigas alcancen a realizar sus proyectos más ambi-
ciosos. Se desvelará para lograr que luzcan bien y las pondrá en
contacto con los hombres que ella hubiese querido conquistar.
La inexorabilidad y rigidez frente a sus propias actitudes se trans-
formará en sorprendente y excesiva tolerancia ante las de los demás.
Algunas mujeres, al ligarse afectivamente con determinados hom-
bres, tienden a "ayudarlos" o a estimularlos en forma bastante coer-
citiva, a veces, a que consigan lo que ellas, por distintos motivos,
no pudieron lograr; por ejemplo que, en lugar suyo ("si yo fuera
usted") adquiera fama o riqueza, o estudie determinada profe-
sión. .. o se analice. De lo que se desprende que egoísmo y al-
truismo se combinan en proporciones diversas. Cuántos padres —y
aun conscientemente— desean cumplir las ambiciones no logradas a
través de sus hijos, se "sacrifican" para darles todos los gustos,
los "gustos" que ellos hubieran querido tener. Resulta claro que
los objetos de amor en favor de quienes se renuncia, son sustitutos
de los propios sujetos, es decir, aspectos propios que se ubicaron en
el otro. La formulación sería: "Si yo fuera tú.. . me permitiría lo
que me prohibo a mí mismo y sólo puedo permitirme en ti".
El logro personal de determinadas aspiraciones puede signifi-
car para el inconsciente de estos individuos la realización de algo
catastrófico; de ahí la necesidad de satisfacerlas a través del otro.
Así, por ejemplo, en el análisis de una mujer estéril que se desvivía
por sus sobrinos, pudo comprobarse que una de las motivaciones
que más intensamente participaron en el condicionamiento de su
esterilidad había sido su temor de ocupar el lugar de su madre
identificándose con ella. Profundamente le significaba aniquilarla
y destruirla, por el contenido de sus fantasías infantiles cuando se
había sentido excluida de la relación entre sus padres. El senti-
miento de culpa basado en el intenso cariño que había experi-
mentado por su madre, simultáneamente con sus celos y envidia,
le impedía aceptar lo que para su inconsciente equivalía automá-
ticamente a destrucción, con el consiguiente peligro de su propio
fin por retaliación.

173
IV

Es evidente que las películas cinematográficas, como tam-


bién las representaciones teatrales, ofrecen excelentes posibilidades
para vivenciar, a través del otro, contenidos emocionales reprimidos,
dando lugar al funcionamiento frecuente e intenso del "si yo fuera
usted". El enorme atractivo que despierta el cine, el interés y la
asiduidad con que es frecuentado por gente de todas las latitudes
y diferentes clases sociales, no hacen más que confirmar la eficacia
y universalidad de este medio proyectivo técnica y psicológicamen-
te hablando, para la satisfacción de distintas clases de tendencias e
impulsos, directa e indirectamente lograda por medio de la iden-
tificación con los personajes o situaciones de las películas.
Quisiera destacar la repercusión específica que tienen, a veces,
en los pacientes de análisis y su aprovechamiento como material
especialmente significativo por las secuencias elegidas en los comen-
tarios, las reacciones emocionales correspondientes y los matices per-
sonales incluidos en la descripción e interpretación de las diversas
escenas.

Si nos ubicamos por un instante en el escenario de un grupo


terapéutico, tendremos oportunidad de apreciar con qué frecuencia
y nitidez surgen los mecanismos de identificación. Se podría asegu-
rar que es allí donde el proceso del "si yo fuera usted" se manifiesta
en forma objetiva y casi "palpable", si cabe la expresión. Cuando
varias personas se encuentran en un grupo, cada una de ellas pro-
yecta sobre las demás distintos objetos y conflictos de sus fantasías
inconscientes, intentando recrear, de este modo, las relaciones espe-
cíficas que hayan tenido con ellos. Es como si cada integrante pro-
curara, inconscientemente, ubicar a los restantes en ciertas posiciones
"como si fueran piezas de un juego de ajedrez". Pero las distintas
oscilaciones que se suceden en el movimiento de un grupo respon-
den esencialmente a los ya mencionados mecanismos de identifi-
cación. El ser humano, por su propia esencia, ha sido siempre y
continúa siendo miembro de un grupo: familiar, de la escuela, del
trabajo, de las amistades, etcétera. Por lo mismo, ha debido man-
tener inevitables (como también anheladas) relaciones con los
integrantes de los diversos grupos a los que ha pertenecido. Pero
la calidad de los vínculos creados con el primer grupo, el familiar,
determinaron un molde básico, un patrón de reacción diríamos, que
continuó rigiendo e influyendo sus restantes y ulteriores relaciones.
La forma y el contenido de "dar" o de "recibir" de los demás,

174
condicionados por el "recibir" y "dar" primitivos, se fueron repi-
tiendo incesantemente en las distintas circunstancias y en los di-
versos escenarios hasta llegar al actual, el del grupo terapéutico,
dispuestos y preparados, inconscientemente, a repetir una vez más
su "destino". Es por esta razón que en la distribución automática
de roles y funciones que ocurre en un grupo apenas integrado, cada
cual tenderá a colocarse en el rol que por motivos inconscientes de
su constelación personal, se habrá sentido obligado a desempeñar
toda su vida. Así, por ejemplo, suelen encontrarse los que actúan
como sumisos, agresivos, escépticos, chivos emisarios, optimistas, de-
presivos, etc. Sin embargo, y aquí entra a funcionar el "si yo fuera
usted", es común que haya una variación y alternancia en el de-
sempeño de los diferentes roles; lo cual constituye una caracterís-
tica esencial de la dinámica del grupo terapéutico. Es decir que,
muy frecuentemente, cada participante no sólo adopta el rol del
vecino, sino que le adjudica a su vez aquel aspecto de su propia
personalidad que, por distintos motivos, prefiere rechazar. Cuando
en un grupo sus miembros reaccionan airados contra uno de ellos
criticándole su egoísmo, puede deberse a que lo han utilizado in-
conscientemente como depositario de la parte egoísta de cada uno
de los demás. Por otra parte, no es raro que una persona habitual-
mente inhibida se "ubique" en la posición de la que había actuado
con desenvoltura. Estas situaciones, tan comunes en el grupo, die-
ron lugar a que Foulkes las denominara "reacciones de espejo" (2).
Cada individuo logra tomar conciencia de sus sentimientos profun-
dos, dándose cuenta de sus actividades y formas de conducta por el
hecho de poder "verse reflejado en los demás". Pero al mismo tiem-
po sirve de espejo a los otros, en la medida en que se ubica o se
transforma, aunque más no sea transitoriamente, en el otro.
En varias parejas, a quienes he tratado por conflictos matrimo-
niales con la misma técnica que aplico a los grupos terapéuticos (la
pareja constituye, en este caso, un grupo especial integrado por dos
personas), pude apreciar con particular intensidad el funciona-
miento de dichos mecanismos proyectivos. Resulta especialmente
llamativo por comprobarlo "in situ", en el mismo instante en que
se están produciendo; es decir, mientras se adjudican o atribuyen
características ajenas o propias recíprocamente, dramatizando el "si
yo fuera usted".

VI

M. Klein, en su trabajo "On identification" (7), hace una ex-


celente intrepretación de las fantasías del personaje centra], Fabián,
del libro de Julien Green Si yo fuera usted. Al mismo tiempo pre-
senta uno de los estudios más completos del funcionamiento de la

175
identificación proyectiva. Considero útil incluir aquí un muy breve
resumen de las vicisitudes por las que atraviesa el protagonista de
la obra, a quien le es conferido el poder mágico de transformarse
en otras personas como resultado de un pacto con el demonio. Di-
chas transformaciones, operadas al conjuro de la pronunciación de
su nombre (función mágica), son claros ejemplos de identificacio-
nes proyectivas determinadas, como lo demuestra M. Klein, por la
intensa avidez y resentimiento del protagonista, indicando su pri-
vación y frustración en la temprana infancia. El impulso, entre
otros, de compensar la temprana muerte de su padre y conservarlo
vivo, contribuyó al impetuoso y voraz deseo de Fabián de introdu-
cirse en los demás y apoderarse realmente de sus vidas. Veamos los
significados inconscientes de sus diferentes identificaciones proyec-
tivas. Su transformación en Poujars (su patrón) estaba determina-
da por una violenta envidia, voracidad y odio porque, para la
fantasía del niño, el padre adulto y potente lo posee todo porque
posee a la madre. En u n intento de identificación con el cama-
rero se aprecia su anhelo de transformarse en su madre nutricia.
Cuando se ubica en la personalidad de Esmenard, joven y fuerte
pero que se siente rechazado por la mujer que ama y a la que fi-
nalmente llega a estrangular, se denota su parte asesina y celosa
provocada por su Edipo positivo. En su identificación con Fruges
pueden apreciarse características que le eran propias, pero que se
manifiestan con mayor intensidad en su problema religioso. Era evi-
dente su ambivalencia ante Dios a quien recrimina por haberlo
creado como una pobre criatura, pero a quien también agradece por
haberle otorgado vida a él, en lugar de otros (sus hermanos que
no nacieron). Finalmente cuando se transforma en Camilo, casado
con Elisa, reconoce en los ojos de ésta algo familiar que resulta ser
la mirada de Fabián de cuya identidad se había ido olvidando a
través de sus sucesivas transformaciones. Proyectándose, de este modo,,
en Elisa expresaría su parte femenina y pasiva y el deseo de amor
homosexual por su padre.

La importancia atribuida al nombre de Fabián (en la utiliza-


ción de la fórmula) —señala M. Klein— denota que la identidad
está ligada a aquellas partes del yo que quedaron atrás y que re-
presentan el núcleo de la personalidad; y cuando bajo la influencia
de Elisa experimenta el impulso de recuperar su yo primitivo, la
primera cosa que se le ocurre es el nombre de "Fabián". Sostiene,
además, que los procesos subyacentes a la identificación proyectiva
están concretamente descriptos por el autor de la obra. Una parte
de Fabián literalmente abandona su ser y entra "dentro de su vic-
tima", mientras la otra yace dormida hasta que vuelve la parte
disociada de su yo, y representa, según M. Klein, aquel aspecto o
componente del yo que los pacientes, inconscientemente, sienten

176
haber retenido mientras las otras partes fueron proyectadas sobre el
mundo exterior y perdidas.

VII

No siempre el "si yo fuera usted" responde a sentimientos de


envidia, egoísmo, rivalidad, celos, miedo, angustia o agresión. Para
hacerle justicia, debemos considerar también sus aspectos y moti-
vaciones positivas, como, por ejemplo: la simpatía, la solidaridad, el
auténtico amor, el deseo de reparación, etcétera. ¡
Muchas veces sentimos la necesidad de "ponernos en lugar"
de otras personas por un deseo de comprenderlas. Esta capacidad de
identificación representa un factor importantísimo en las relaciones
humanas en general, y es también una condición esencial para la *
consolidación de un amor fuerte y genuino. Hasta cierto punto
somos capaces de sacrificar nuestros propios deseos y anteponer por
un tiempo los intereses de otras personas, porque compartimos la 1
satisfacción que les estamos dando.

VIII

Los pacientes que acuden al análisis traen, como uno de los


elementos primordiales y de mayor gravitación en su equipaje de'
conflictos, el "si yo fuera usted" referido a distintas circunstancias,
presentes y pasadas, y con la variedad de características y motiva-1
ciones desarrolladas a lo largo de esta exposición.
Pero traen, además, la principal derivación de este intrincado
proceso, constituido por los factores emocionales causales y meca-
nismos ejecutores: es decir, la conversión práctica, en el inconscien-
te, del "si yo f u e r a . . . el otro" y "yo soy ya.. . el otro".
Como consecuencia de haberse "ubicado", inconscientemente,
en el otro se sienten aquejados de una serie de padecimientos y
conflictos que les producen angustia, culpa o temor, y que les de-
terminan grandes dificultades en sus relaciones con los demás.
Recordará el lector los diferentes ejemplos de "Si yo fuera el
bebé... el h o m b r e . . . la m u j e r . . . la m a d r e . . . el asesino...", et-
cétera. Este "si yo f u e r a . . . el otro", convertido ya en "yo soy...
el otro", representa una de las mayores aflicciones del analizado y
determina, a la vez, uno de los más auténticos pedidos de ayuda
que configuran el objetivo terapéutico. Su formulación sería: "Quie-
ro dejar de ser el otro.. . para volver a ser yo mismo".
Es un profundo anhelo de liberación y de recuperación de los
aspectos abandonados del self. Es como si hubiesen vivido restrin-
gidos por un yo muy limitado e insuficiente y sintieran la imperiosa

177
iin mhlntl de completarlo como un índice de integración y de vida.
I'.n el plano transferencial de la situación analítica se desarro-
lla, en muchos casos, este esquema conflictivo del "si yo f u e r a . . . "
convertido en el "soy yo. . ." con el anhelo de "quisiera dejar de
ser. .. el otro".

S I N T E S I S

Sobre la base del título de una conocida novela de Julien Green


se plantean ciertas consideraciones acerca de vivencias y sentimien-
tos experimentados muy frecuentemente desde los primeros períodos
de la vida y que están perfectamente encuadrados en dicha expresión.
De los distintos sentimientos participantes, la envidia es el que
ejerce una influencia más decisiva en el desencadenamiento de di-
cho proceso. Después de reseñar los últimos conceptos de Melanie
Klein sobre este tema, se pasa revista a las diferentes circunstancias
de la evolución del niño y del adulto en las que opera al máximo el
mecanismo de identificación proyectiva contenido en el "si yo fue-
ra usted".
Se estudian luego en detalle las alternativas de la actuación
de dicho proceso en algunas situaciones específicas en las que de-
sempeña una función importante, por ejemplo: en la identificación
con el agresor, en la renuncia altruista, en el juego de identificaciones
observadas en el escenario del grupo terapéutico y, fundamental-
mente, en el plano de la situación transferencial analítica. Se apor-
tan ejemplos clínicos donde se aprecian claramente los distintos
mecanismos participantes.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

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Medical Psychology, XXIX, 1950.
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Grune & Stratton, 1949.
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Anna Freud, II. Nueva York, Int. Univ. Press, 1966.
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proyectiva". Rev. de Psic., XIV, 5, 1957.
5) Grinberg, L.: "Motivaciones psicológicas de la superstición y el tabú". Acta
Neuropsiquiátrica Argentina, IV, 3, 1958.
6) Klein, M.: "Envidia y gratitud" en Las emociones básicas del hombre. Bue-
nos Aires, Nova, 1960.
7) Klein, M.: "Sobre la identificación" en Nuevas Direcciones en psicoanálisis,
de M. Klein y colaboradores. Buenos Aires, Paidós, 1965.

178
CAPÍTULO XIII

INTERPRETACION PSICOANALITICA DE
"LAS CABEZAS TROCADAS" *

ALGO SOBRE E L AUTOR

Thomas Mann es considerado, indudablemente, el más distin-


guido hombre de letras alemán de su generación.
Las cabezas trocadas es una de sus obras menores, apenas men-
cionada por sus biógrafos. Sin embargo, el mismo autor dice en
Sketch of My Life: "La verdad es que cada obra es una realización
fragmentaria, pero completa en sí misma, de nuestra individualidad,*
y esta especie de realización es la dolorosa y única manera en que
podemos expresar la experiencia personal".
Este cuento largo puede tomarse como el intento de elabora-
ción de las situaciones de disociación y conflicto que motivaron su
preocupación por la identidad engañosa o ilusoria.
El tema del artista-estafador se repite con mucha frecuencia en
la obra de Mann. Personajes de identidad dudosa aparecen en va-
rios de sus cuentos y novelas: el farsante, el hipócrita, el charlatán,
el ocultista, el imitador. Baste recordar su Félix Krull, en base al
cual J. Zac (25) desarrolló un trabajo muy completo sobre "el im-
postor".
Thomas Mann se veía a sí mismo como suma de contradiccio-
nes. Ante todo tenía conciencia de su dualidad como hijo de un
alemán y de una criolla del Brasil, y de ser artista en una familia
de comerciantes, si bien algunos de sus miembros tuvieron actua-
ción en la política y en las letras.
Los Buddenbrook, su primera gran novela, presentación artísti-
ca de su generación y crónica de un proceso de transformación so-

* Grinberg, Rebeca (10).

179
cial, es también la descripción de su conflicto entre "bohemia" y
"burguesía". En La montaña mágica, obra central de su creación
literaria, se complace en presentar, junto a temperamentos opuestos,
teorías antitéticas, así como el contraste mismo y la distancia entre
el mundo activo, de abajo, y los habitantes de "aquí arriba", los de
la montaña, entre los que obviamente se incluye como artista.
A partir de entonces hay una evolución en los escritos de Mann.
Dice Dujovne (2): "Después del tiempo histórico de La mon-
taña mágica la política ya no le es indiferente. El escritor se decide
a pronunciarse sobre 'las cuestiones del día': no elude ya las defi-
niciones por creerlas extrañas al artista".
Varias de sus obras de entonces aluden simbólicamente al
nazismo y sus peligros, a través de la dramatización de la seducción
demoníaca ejercida por personajes que representan las propias ten-
dencias tanáticas: así, Mario y el hipnotizador y Doctor Faustus.
Expresa su respeto por la obra de Freud, considerándola un
elevado ejemplo del esfuerzo humano por comprender lo incons-
ciente, lo instintivo, y un auxiliar inigualable para llegar al fondo
de la historia, la religión y el mito.
En 1933 se exilia voluntariamente, radicándose en Suiza y en
1938 en Estados Unidos. Es allí donde termina su enjundiosa tetra-
logía José y sus hermanos y escribe Las cabezas trocadas, pequeña
joya de frescura y gracia.
En esta obra, bajo la forma juguetona y satírica se oculta, sin
embargo, la vivencia siniestra de ruptura del vínculo entre dos
partes de sí mismo, a la que no debe ser ajena su migración. Pa-
recería que frente a la percepción de su propia disociación dolorosa
tiene que recurrir a las defensas maníacas, que se hacen especial-
mente notorias en el estilo irónico de la narración. Pero el desen-
lace pone en evidencia su toma de conciencia del destino trágico de
esa disociación y de que concibe la identidad del hombre como una
totalidad, resultante del vínculo entre todas sus partes.

II

E L NUDO DE LA CUESTION

Thomas Mann desarrolla el conflicto de Las cabezas trocadas


en el marco solemne, aunque irónico, de una "leyenda india", como
la subtitula.
Al ubicarlo en ese contexto, nos instala de lleno en un mundo
mágico y fantástico en el que todo se hace creíble, y donde plantea
el nudo de la situación dramática, en términos inimitables.
Nanda y Chridaman eran dos jóvenes "poco diferentes en años
y casta" que, en lejanos tiempos y en la remota India de los brah-
manes, mantenían estrecha amistad. Juntos compartían sus horas

180
I

\ de ocio, hallando gran placer en su mutua compañía, y si salían


| a cumplir encargos o trabajos repartían sus provisiones y la carga.
Juntos se encontraban también discurriendo sobre religión y el
conocimiento de las esencias cuando sorprendieron, casualmente y
sin que ella lo notara, a Sita, hermosa muchacha que estaba toman-
do su baño ritual en un río sagrado.
Chridaman quedó prendado de ella y Nanda, que la conocía,
se ofreció a pedir su mano a los padres, como mediador, para su
amigo.
Los hechos de esta historia sucedieron cuando habían trans-
currido seis meses desde que se habían casado la hermosa Sita y
el noble Chridaman. "Los recién casados acordaron con su amigo
Nanda hacer un viaje hacia los padres de Sita que no habían vuelto
a ver a su hija desde que abrazara a su esposo, y que deseaban con-
vencerse de cómo le sentaba el placer conyugal. Aunque Sita es-
peraba, desde hacía algún tiempo, las alegrías maternales se arries-
garon a la expedición... Viajaban en un carro entoldado y encor-
tinado del que tiraban un buey cebú y un dromedario; y Nanda,
el amigo, guiaba la yunta."
En ese viaje se fueron haciendo manifiestos, para cada uno de
ellos, los sentimientos que estaban latentes desde mucho tiempo
atrás, y la lucha entre la tentación de los deseos y la lealtad.
Tenemos ya planteada la situación triangular en que hay un
tercero, Nanda, que controla a la pareja: "guiaba la yunta". Y, en
Chridaman, se hicieron agudamente dolorosos los celos que le ator-
mentaban al percibir las miradas que se cruzaban entre su amigo,
tan preciado, y su mujer, tan querida.
El amigo guiaba, pero su gran ambivalencia hizo que "equivo-
cara" el camino y, en lugar de llegar a la aldea natal de Sita, fue-
ron a dar ante un templo tallado en las rocas que reconocieron como
un santuario de Kali. Obediente a un impulso interior, Chridaman
dio a conocer su deseo de bajarse y venerar a la diosa. Abandonó
el carro, diciendo que lo esperaran un instante, mientras entraba
a orar.
"La imagen de Kali despertaba terror. Rodeado de un arco
de calaveras, y de manos y pies cortados, el ídolo salía de la roca.. .
en el cráneo que una de sus manos llevaba a su boca humeaba la
sangre...
"Chridaman se quedó con la mirada fija, con un terror que de
momento en momento crecía hacia el éxtasis, y rogó: '¡Eterna, an-
terior a todo lo creado! ¡Madre sin esposo, cuyo vestido nadie le-
vanta! . . . déjame que regrese a ti de nuevo por la puerta del cuer-
po materno, que me deshaga de este yo y deje de ser Chridaman'.. .
"Pronunció estas oscuras palabras, tomó del suelo la espada,
y se separó a sí mismo la cabeza del tronco."
Se había cumplido el primer acto de la tragedia.

181
Si pensamos en los motivos inconscientes que determinaron este
episodio debemos tomar en consideración la actuación de una ten-
dencia psicopática en Nanda que, profundamente, debe haber sen-
tido la necesidad de influir sobre Chridaman para "llevarlo", equi-
vocadamente, al santuario de Kali; como también la tendencia
regresiva de Chridaman que, ante la frustración y los celos, tuvo que
recurrir a la relación con una imago materna más primitiva.
El terror que le inspiró su aparición incrementó al máximo
sus tendencias suicidas y masoquistas, llevándolo a actuar la diso-
ciación cabeza-tronco, pre-existente como veremos, con la máxima
crueldad y ofrecer a la madre su propio cráneo ensangrentado. Con
este acto atacaba también, y en forma definitiva, su identidad: "que
me deshaga de este yo y deje de ser Chridaman".
Entretanto, los que le esperaban fuera comenzaron a inquie-
tarse por la tardanza y Nanda decidió entrar al templo en su bus-
ca, donde se encontró con el horrible cuadro.
"Ahí yacía su amigo, la cabeza color de cera con el turbante
suelto, separada del tronco, y su sangre deslizándose hacia el foso.
Inclinado hacia adelante hizo movimientos indecisos hacia el Chri-
daman dividido en el suelo, no sabiendo a qué parte dirigirse, cuál
abrazar, a cuál hablarle, si al cuerpo o a la cabeza".
La culpa persecutoria que experimentaba por sus sentimientos
hacia la mujer y por haberlo "llevado" hasta allí se hizo intolerable
para el desolado Nanda. "Yo quería quemarme contigo y de la mis-
ma manera quiero desangrarme contigo. . . y ejecutó con sus fuer-
tes brazos y de la manera más exacta la sentencia que había pro-
nunciado contra sí mismo, de modo que su cuerpo cayó atravesado
sobre el de Chridaman, y su simpática cabeza rodó junto a la de
su amigo, donde quedó yaciendo con los ojos revueltos."
Nanda se inmola ahí ante el padre, por la culpa proveniente
de sus deseos cd(picos hacia Sita, y se mata con la misma muerte
cpie piensa haber c a u s a d o al padre: se decapita, se castra, como
siente haber decapitado y (asilado. Por otra parte, en esta deter-
minación estaba presente, al mismo tiempo, la satisfacción de un
deseo de someterse homosexuaIntente al padre. Más regresivamente
aún, deseaba desangrarse con él, fundirse en uno solo. Además,
Nanda representa también una parte de Chridaman, de modo que
su decapitación significa, a la vez, una entrega pasiva a la madre
castradora y ávida de sangre a la cual se ofrece también en holo-
causto.
Finalmente, "también la hermosa Sita bajó del carro, y se puso
en camino hacia la casa de la (diosa) madre donde se encontró
con la sangrienta y terrible escena. Cayó sin conocimiento al suelo.
Pero, ¿de qué le valía esto? El horrible estropicio podía esperar,
como ya había esperado, mientras Sita creía, por su parte, estar
esperando; permaneció sin mudanza tanto tiempo como hizo falta,

182
| y cuando la desdichada volvió en sí de nuevo todo estaba como
l
^ntes". Luego de las presumibles lamentaciones, comenzó a acu-
carse de ser la causante de semejante desastre y se dispuso a estran-
gularse con las lianas que pendían de una higuera.
Ella también se sentía culpable no sólo por haber provocado
el conflicto entre el esposo y el amigo, sino que, además, identifi-
cada con la diosa Kali, se sentía profundamente inspiradora de esas
muertes. Por otra parte, también ella en su calidad de hija some-
tida a la madre cruel, buscó un tipo de muerte similar: el estran-
gulamiento como una forma de decapitación.
Cuando estaba a punto de realizar sus designios "le llegó una
voz de los aires que indudablemente sólo podía ser la voz de la
misma Kali, la inabordable, la oscura Madre de los Mundos".
Luego de un largo diálogo, tan sabroso como irónico, en que
discurrieron sobre el destino y sobre si las cosas podían o no haber
sido de otra manera, la diosa concluyó: "Me compadezo, ¡qué hacerle!
aunque no lo mereces, de ti y del pálido ciego germen que está en
tu seno, y también de los dos jóvenes que están adentro. Abre,
pues, tus orejas y escucha lo que te digo: deja en paz ahora esa
enredadera y vuelve a mi santuario, ante mi imagen y el estropicio
que tú has ocasionado. Ahí no hagas melindres y no caigas des-
mayada, sino que toma las cabezas por la coronilla y vuélvelas a
encajar en los pobres troncos... No acerques demasiado aprisa las
cabezas a los cuerpos, a pesar de la gran fuerza de atracción que
vas a sentir entre cabeza y tronco para que la sangre vertida tenga
tiempo de regresar. La cosa se produce con celeridad mágica, pero
se necesita un momentito!... ¡Hazlo bien, y no vayas en tu atur-
dimiento a ponerles las cabezas al revés y anden con la cara en la
nuca"...
En el fondo, detrás de lo que manifiestamente aparece como
actitud más benévola, persiste la intención sometedora y castradora,
ya que insinúa la condición homosexual en que coloca a los jóvenes.
"La hermosa Sita dio un salto y corrió con toda rapidez... y
comenzó la obra prescripta, ante el rostro terrible de la diosa, con
una actividad afiebrada y voladora"... Pero una vez finalizada su
tarea, "cuando surgieron ante ella los jóvenes, la miraron y se mi-
raron a si mismos; o más bien: al hacerlo se miraron el uno al otro
pues para mirarse a sí mismos hubieran debido mirar el uno al otro:
de este modo habían sido reconstituidos". ¿Qué había ocurrido?
Sita había encajado y afirmado con la bendición, en el uno la cabeza
del otro: "en Chridaman la cabeza de Nanda (si a ese tronco sin
la cosa principal cabe designarlo todavía como Chridaman) y la
cabeza de Chridaman en Nanda, si es que todavía era Nanda un
Nanda sin cabeza"...
¿Quién será ahora Nanda y quién Chridaman? ¿Quién será

183
I

ahora el esposo y quién el amigo? ¿Quién es el padre del niño pór J


nacer? i
He ahí el tremendo problema. )
1
i

III

UN "RACCONTO"

El mismo Thomas Mann nos ha de aportar los antecedentes


que ayuden a profundizar en la explicación de lo ocurrido.
Por de pronto, nos habla de la confusión que precedió al epi-
sodio trágico. Cuando se refiere al viaje que los condujo al desastre,
dice: "Preferían avanzar bajo el ala de la noche, para evitar el peso
del sol del centro del día. Pero ellos tenían sus propias razones para
hacerlo. Pues como en sus almas habitaba la confusión, y la oscu-
ridad favorece la confusión, aprovecharon, sin saberlo, la oportu-
nidad de expresar en lo espacial la confusión en su interior y se •
confundieron de camino... situación correspondiente al extravío
de sus ánimos; pues Chridaman y Sita, situados tras de Nanda, que
guiaba, no habían dormido nada, sino que, con los ojos abiertos,
consintieron que aquél guiara hacia el extravío".
Nanda, equivocando el camino, fue la parte ejecutora de lo
que estaba latente en los tres. Cada uno de los protagonistas se
debatía en la mayor confusión de sentimientos, hacia cada uno
de los otros. Sita era la mujer de Chridaman, pero pensaba en
Nanda. Y no hubiera sido más feliz casada con Nanda, porque hu-
biera pensado en Chridaman.
La amistad de los dos hombres, por su parte, no dejaba de ser
complicada por la emergencia de deseos perturbadores del uno hacia
el otro.
Toda esta confusión de sentimientos, que tuvo su desenlace en
una total confusión de identidades, estaba cimentada sobre una di-
sociación previa que se hacía manifiesta, especialmente, como di-
sociación cuerpo-mente que no pudo resolverse en discriminación
cuerpo-mente.
Thomas Mann se deleita en detallar esta situación minucio-
samente.
El joven Chridaman, comerciante e hijo de comerciantes, "des-
cendía en línea paterna de una estirpe de brahmanes versados en
los Vedas... La línea de su nariz era delgada como el filo de un
cuchillo y tenía ojos apacibles de pupila y párpado, y además una
suave barba en forma de abanico alrededor de las mejillas. Suaves
eran también sus miembros... en parte brahmánicos, en parte de
mercader.
"No así Nanda, el hijo de Garga. Su karma era otro y nunca

184
sé había entregado —a impulsos de la tradición y de la sangre— a
lo espiritual, sino que era como era, un hijo del pueblo y con una
alegre simpleza, oscuro de piel y pelo, y hasta ostentaba en el pe-
cho 'el rizo de ternero de la suerte'... De la herrería tenía fuertes
brazos, y del pastoreo, además, una buena estampa".
El de Chridaman "era un cuerpo como para servir de accesorio
y colgante a una cabeza noble y sabia, que en el conjunto resulta-
ba lo esencial, mientras que en todo Nanda el cuerpo era, por así
decirlo, la cosa esencial, y la cabeza tan sólo un lindo accesorio".
Estas diferencias que no eran capaces de aceptar, eran causa
de sentimientos de envidia recíprocos, e impulsaban a ambos a de-
fenderse de ella mediante el desprecio maníaco y el uso de la iden-
tificación proyectiva, así como también llevaban a actitudes pasivas
y disminución de la autoestima.
Cuando el autor describe a Nanda, agrega: "Todo esto gustaba
a Chridaman en comparación consigo mismo. Sin embargo, Nanda
se burlaba un tanto, bajo cuerda, de la grasa clara de Chridaman
y su atinado hablar, mientras que Chridaman lo hacía de la nariz
caprina de Nanda y su simpática vulgaridad".
El narcisismo de las pequeñas diferencias, del que habla Freud,
debe ser también un medio de defender una identidad que se sien-
te precaria. Pero, además, estas diferencias suscitaban la burla,
como defensa maníaca, porque eran diferencias que cada uno de .
ellos envidiaba en el otro y hacían deseable el "trueque" con el otro.
La admiración y la envidia que Nanda sentía por Chridaman*
lo impulsaban, en primer término, a querer tomar posesión del ob-
jeto para adquirir parte de sus cualidades. Esto lo llevaba a una
utilización intensa de un tipo de identificación proyectiva de fina-
lidad posesiva, pero que comprometía aspectos de su self colocados
en el objeto, con la consiguiente relación simbiótica que haría im-
posible la vida de uno sin el otro.
Este es el aspecto pasivo y autodestructivo de la envidia que
he destacado en otro trabajo (9) que implica, en primer término,
un ataque al propio self con disolución de su integridad y debili-
tamiento del sentimiento de identidad.
Por otra parte, de las palabras de Nanda se desprende una
declaración de amor homosexual, ya que habla de quemarse ante
la posibilidad de separación, como si se considerara la viuda de
Chridaman. Esta entrega homosexual constituiría otra evidencia
del atentado a su identidad masculina que afecta, indudablemente,
la posibilidad de consolidación de su self adulto.
Chridaman, por su parte, había enviado a Nanda a pedir la
mano de su amada, utilizando el hecho de que aquél la conocía,
porque el día en que había sido elegida "Virgen del Sol", él "la
había mecido al sol con sus fuertes brazos": es decir, la conquista-
ba utilizando el cuerpo fuerte y admirado de su amigo.

185
Parecía ser que cada uno de ellos necesitaba de la presencia
del otro para completar su identidad. Necesidad ésta, que como ya
señalé, podría estar en la base de su relación homosexual latente.
En otras situaciones, Nanda expresaba sus deseos por boca de
Chridaman que sabía ponerlos en correctas palabras, como cuando
por ejemplo, proponía simplificar el Culto volviendo hacia otro más
antiguo. Y resultaba entonces que Chridaman hablaba con palabras
correctas y cultas en favor de lo simple y Nanda hablaba, a la ma-
nera del pueblo, en apoyo de los brahmanes. Es decir, también en
ese sentido había una disociación y ninguno de ellos se sentía inte-
grado en su grupo social, con las consiguientes consecuencias en
cuanto a su sentimiento de identidad. Recurrían, también en esta
situación, a la identificación proyectiva recíproca para compartir
los sentimientos de culpabilidad que derivaban de su rebeldía fren-
te a los dioses (reforma del culto) a la par que mantenían su so-
metimiento ante ellos.
El clima en que transcurre todo el cuento es mítico y la religión
juega un importante papel. No deja de tener trascendencia, por
ejemplo entre las motivaciones que llevaron a Chridaman a castrar-
se, la culpa que experimentaba por los sentimientos que surgieron
en él cuando vio a Sita por vez primera y sus fantasías escoptofílicas *.
Chridiman no sólo se sintió excitado como hombre ante la
visión de la mujer desnuda, sino que más profundamente quedó
ímpactado ante la perfección e integridad de aquel cuerpo que, en
ion traste con el suyo, armonizaba tan adecuadamente con su cabeza.
Se regocijó de que no pareciera disociado, por lo menos aparente-
iiiciiie, como él. Después de haber apreciado los encantos de su
« nerpo "pudieron comprobar que esa encantadora figura no estaba
desvalorizada y privada de su significación por un feo rostro, sino
que mi\* bien existía unidad, y que la gracia de la cabecita confir-
imiliii por lompleto In del cuerpo".
A todo rufo, ¿qué ocmrfii en Sita? El autor no se dedica mu-
«lio td estudio tlr ese personaje. Sin embargo, comienza la historia
< iimo "In de In esliellu Sil« - hija de Sumantra, un criador de vacas
defendiente de giierieros— y cíe sus dos esposos (si así puede de-
tltse)". Es decir que, desde un primer momento, destaca la diso-
ciación de Sita, aunque proyectada en el objeto. Es por eso que
eligió dos hombres que debían formar parte en realidad de uno mis-
mo, pero que representaban partes que ella necesitaba mantener
separadas y controladas: se casó con uno, pero mantuvo siempre
cerca al otro. Al mismo tiempo, cada uno de ellos, por su propia
disociación, se prestó a su juego.
Si tratamos de indagar las razones profundas que obraron en
Sita para hacerle cometer "el error" de trocar las cabezas, encon-

* En un trabajo anterior, Los significados del mirar (9), destaqué las dis-
tintas fantasías inconscientes contenidas en el acto de mirar.

186
traríamos varias explicaciones. Por de pronto, hubo una influencia
de la diosa Kali al prevenirle que tuviera cuidado de no equivo-
carse, actuando como un superyó corrupto que induce las actuacio-
nes maníacas y psicopáticas.
Vemos entonces la importancia de conocer las identificaciones
proyectivas que el sujeto ha recibido de sus objetos primitivos.
Además "el error" equivalía a un retorno de lo reprimido, ya
que su fantasía omnipotente era poseer al objeto idealizado con
todas sus perfecciones: la cabeza ele Chridaman y el cuerpo de Nan-
da, como veremos luego. Se trataba, en el fondo, de una nueva
disociación donde se tendía a poner todo lo bueno en un objeto y
todo lo malo en otro.
En función de la culpa por haber desencadenado esta tragedia
Sita sentía la necesidad perentoria y urgente de repararla, pero sólo'
podía hacerlo por medio de una reparación maníaca y a costa de
una nueva disociación.
Pero había más. En el diálogo de Sita con la diosa Kali, cuan-
do ésta le impide ahorcarse, Sita se disculpa por "el estropicio" que
ha desencadenado. Y se refiere a su propia disociación en una ima-
gen carnal y otra espiritual de sí misma y de su objeto. "Sólo me
preguntaba, con todo mi respeto hacia él —refiriéndose al esposo-
si realmente le competía el hacerme mujer y enseñar a mi frialdad
desdeñosa la dulce y terrible seriedad de los sentidos; siempre me
pareció como si no le compitiera, que no fuera cosa digna de él y
no le cayera bien, y siempre cuando su carne se levantaba contra
mí en las noches conyugales me parecía que era una vergüenza para
él y un rebajamiento de su finura". Sita, inconscientemente, guar-
daba rencor contra Chridaman por haber atentado contra su iden-
tidad de muchacha virgen, de "frialdad desdeñosa", y haberla trans-
formado en mujer.
En este contexto, y fluctuando con las distintas disociaciones,
era Chridaman quien representaba al padre temido y odiado por
su potencia viril —aunque profundamente idealizado— mientras que
Nanda simbolizaba la imagen materna protectora que la acogía en
sus brazos.
Sus deseos de venganza contra ese padre impulsaban también
sus fantasías de infidelidad con Nanda en su significación masculi-
na. " . . . é l (Chridaman) me abrió con poder masculino... cam-
biada estoy desde entonces, y el pecado tiene poder con irresistible
dulzura sobre mis sentidos abiertos".

IV
EL FUTURO DE LOS "TROCADOS"

El primer momento fue de estupor. "El que tenía la cabeza de


Nanda se tentaba, examinándose los miembros, el cuerpo que antes

187
había pertenecido como accesorio a la noble cabeza de Chridaman;
y éste, Chridaman según la cabeza, comprobaba lleno de estupefac-
ción que era suyo el que había sido la cosa principal unida a la
cabeza linda de Nanda."
En cuanto a Sita oscilaba entre el júbilo y el dolor.
Mientras les hablaba se dirigía a ellos llamándolos por el nom-
bre de sus respectivas cabezas. Ellos la perdonaron y "los tres
se unieron, abrazándose en íntimo grupo con lágrimas y risas".
Parecía que "Sita había hecho bien en dirigirse a los renacidos por
sus cabezas, pues éstas eran lo decisivo; por las cabezas se definie-
ron indudablemente los sentimientos del yo y de lo mío y se sentía
ser Nanda el que llevaba sobre sus hombros estrechos y claros la
cabeza popular del hijo del herrero, y se portaba con aplomo como
Chridaman aquel que tenía sobre sus hombros magníficos y oscuros
la cabeza del nieto de brahmanes".
Aparece aquí el sentimiento de identidad ("se sentía ser")
ligado a la conducta ("se portaba") como elemento revelador.
Todos parecían satisfechos y creían haber logrado la solución
ideal: pretendían, maníacamente, tomar como integración la nue-
va forma de disociación.
Chridaman decía: "Siempre he deseado para mí tal corporei-
d a d . . . Ahora estarán de acuerdo las inclinaciones de mi espíritu
con mi íigura corporal, de modo que ya no tendré nada de ina-
decuado ni trastrocado si hablo en pro de la simplificación (reli-
giosa) pues me resulta adecuado y es mío ahora lo que me era
ajeno".
Pero además de la reacción maníaca que primaba en toda la
situación, había también un atisbo de duelo por lo perdido y una
tristeza por lo logrado. "Hay sin duda una cierta tristeza en esto
de (pie Jo ajeno se haya vuelto mío ahora y no sea ya un objeto
de deseo y admiración, a menos que me admire a mí m i s m o . . . "
lÍHte sentimiento parece corresponder a la depresión consecu-
tiva a detemiinados logros por la pérdida de la parte del yo que
contenía el anhelo o la expectativa del logro. En este caso, a esa
parte del yo se agregaba la pérdida de otra, muy concreta: la que
representaba su cuerpo que ya no le pertenecía. Es de hacer notar
que sólo aparecen pocas frases que pueden sugerir la existencia
de alguna preocupación por el cuerpo perdido cuando, más ade-
lante, Chridaman da instrucciones a Nanda con respecto a los cui-
dados que debe prodigar al que fuera su cuerpo.
Pero, por otra parte, su tristeza provenía más explícitamente
de la pérdida de la relación objetal; haber quedado sin objeto a
quien admirar y quedar reducido a la relación narcisista, regresiva
o involutiva, tomándose a sí mismo como objeto.
También Nanda estaba contento con el cambio: . . ."también
he deseado siempre para mí un cuerpo tan fino como el que ahora

188
tengo, y si en el futuro defiendo el culto ritual de India contra la
simplificación me caerá mejor que antes a la cara, o por lo menos
al cuerpo, que para ti, Chridaman, fue un accesorio pero que para
mí es lo principal".
Pero ya muy pronto se pudo ver que las cosas no quedaban
tal cual parecía en un primer momento. Los cuerpos empezaron
a demostrar que también tenían algo que decir.
Por de pronto el lenguaje, producto mental y expresado por
la cabeza, comenzó a sufrir extrañas influencias del cuerpo: en el
discurso cíe Chridaman se mezclaban palabras del vocabulario de
Nanda, mientras éste le corregía (cosa que Chridaman solía hacer
con él) y le reprochaba que dejara que su lenguaje fuera influido
por sus miembros aldeanos.
Nanda, por otra parte, empezó a hablar no sólo en nombre
de su cabeza sino en el de su nuevo cuerpo y defender sus dere-
chos en cuanto al futuro conyugal con Sita. "Para mí, mi cuerpo
es lo principal y por eso pienso yo (que soy el marido), siguiendo
el sentido del matrimonio, en que también el cuerpo es lo prin-
cipal, ya que con él se engendran los hijos y no con la cabeza."
La discusión, en última instancia, parecería planteada entre
la cabeza y el cuerpo de una misma persona por la primacía, la
paternidad y la identidad. Y todo ello acaecía simultáneamente
en el mundo interno de Sita, que sollozaba: "Vuestras palabras
me han revuelto la cabeza y dividido el corazón, de modo que
una de sus mitades replica a la otra, como vosotros os replicáis el
uno al otro." Con ello se estaba refiriendo también a la diso-
ciación de sus afectos.
Como ella no pudiera salir de su ambivalencia, Nanda propuso
pedir la mediación "de un tercero, o mejor dicho, de un cuarto".
Con el lapsus también hace notar que el amigo y él son uno solo.
Y sugirió como juez a un viejo asceta que vivía como eremita en
la selva.
Después de muchas eludas y elucubraciones dictó sentencia a
favor de Chridaman, aseverando que "la cabeza es el más alto de
todos los miembros". Sita y Chridaman se miraron felices, ya que
ahora él podía ofrecerle no sólo la cabeza que ella amaba sino
también el cuerpo que había deseado.
Los dos primeros tiempos de este nuevo matrimonio fueron
idealmente perfectos. T. Mann los describe como el paraíso, sin
limitaciones, prohibiciones ni renuncias, "allí donde lo permitido
y lo prohibido, que aquí son tan distintas cosas, se desarrollan en
unidad y donde lo hermoso prohibido lleva la corona espiritual
de lo permitido, mientras que lo permitido, para colmo, adquiere el
encanto de lo prohibido"... Sita "era la mujer más favorecida del
mundo, pues se hallaba en posesión de un esposo que, si puede
decirse, estaba compuesto de puras partes principales".

189
Este paraíso parecía estar caracterizado por la realización má-
gica y omnipotente de deseos, tal como puede ocurrir en una fan-
tasía de regresión fetal (todo había ocurrido en la cueva de la
diosa, pidiendo entrar "por la puerta del cuerpo materno") con
la participación de los típicos mecanismos maníacos, como los ha
descripto A. Rascovsky (20) .
Las gentes no se extrañaron demasiado de la transformación
del esposo por "la significación decisiva y sin lugar a dudas que
la cabeza tiene a los ojos de todos, para la identidad de una per-
sona humana". Por otra parte, el nuevo cuerpo fue vestido "con
arreglo a las leyes de la cabeza", pero además con el tiempo el
cuerpo deseado y adquirido del amigo fue cambiando. "Ahí es-
taba el error que Sita cometió con el error. .. no había pensado, y
su felicidad no lo quería admitir, que el cuerpo de Nanda unido a la
nariz delgada de Chridaman, sus ojos mansos y pensamientos y
la barba suave en forma de abanico no era ya el mismo, no era
ya el alegre cuepo de Nanda sino otro."
Chridaman no era herrero ni pastor, sino que siguió comer-
ciando con muselinas, sedas y alcanfor, al mismo tiempo que leía
los Vedas en los intervalos, "y no es milagro que los brazos de
Nanda disminuyeran en su robustez y se hicieran más delgados,
su pecho se estrechara y se aflojara, se hiciera más ralo el rizo del
'ternero de la suerte'... y todo en conjunto: el alegre cuerpo
del amigo, lo principal en su anterior composición, se conviritó
en humilde accesorio y colgante de una cabeza, a cuyos nobles im-
pulsos no podía ya seguir respondiendo con perfección paradi-
síaca".
También la cabeza de Chridaman, determinante de los senti-
mientos del yo y de lo mío, estuvo sometida a cambios de adapta-
ción. "Sus labios, antes tan finos y delgados dentro de la barba,
se hicieron más satisfechos y llenos. . . su nariz, un tiempo delgada
como el filo de un cuchillo, aumentó en carnosidad y hasta mostró
una innegable inclinación a bajar y caer en lo caprino y sus ojos
adoptaron la expresión de una cierta alegría r o m a . . . A la larga,
fue un Chridaman con un cuerpo de Nanda afinado y cabeza de
Chridaman embastecida."
Estas transformaciones que no llevaron, con todo, al restable-
cimiento total de las identidades primitivas, parecían indicar un
fracaso de la disociación y de la buscada distribución definida de
las respectivas partes buenas y malas. La dilución de los rasgos
hacía reaparecer nuevamente la amenaza de la confusión y un re-
surgimiento de la angustia por la pérdida de la identidad.
Estos cambios, negados al principio, fueron desilusionando a
Sita y despertando nostalgia por el alejado, a quien suponía, y con
razón, haber sufrido cambios correlativos.
Entretanto, había nacido el niño que fue de tez un poco clara

190
y algo miope, pero no del todo "pálido y ciego" como Kali se había
referido a él, apenas concebido, cuando impidió que Sita se ahor-
case. Sus ojos de gacela tenían un resplandor cautivador y se pare-
cía en todo a su madre "que era la parte clara e indiscutida de SÍU
ascendencia".
Y sucedió que cuatro años después, Sita no pudo soportar la
nostalgia por el lejano amigo y aprovechando una ausencia del
esposo, tomó a su muchachito y se fue en su busca. Sita parecía
representar el yo, que trataba de recuperar el control sobre la ubi-
cación de sus partes y objetos. Encontró a Nanda, "con sus brazos
fuertes como aquellos que la habían mecido al sol, pero su nariz
ya no caía sobre sus labios abultados, de manera que así no podía
ser llamada caprina... y sobre el pecho el rizo del 'ternero de la
suerte' ".
Tuvieron su noche de amor, pero al día siguiente llegó Chri-
daman que sabía dónde podía encontrar a su mujer. "Sus celos
no eran del estilo cotidiano... por la conciencia de que era su
propio cuerpo de antes aquel con el que Sita había reanudado el
matrimonio, cosa a la que tanto se podía llamar acto de fidelidad
como de traición". Lo recibieron con agrado, pues reconocían que
donde hubiera dos de ellos faltaría siempre el tercero, y decidie-
ron acatar lo que Chridaman hubiera decidido para los tres.
Este había llegado a la conclusión de que "el amor pide la
totalidad" y como su dignidad rechazaba la poliandria, no Ies que-
daba otro camino que unirse en la muerte.
El fracaso de la reparación maníaca los precipitó en la situa-
ción melancólica, encontrando como única salida el suicidio.
Chridaman propuso hacerlo de modo tal que asegurara el ho-
nor y el futuro de su hijo. Volverían a suicidarse, pero esta vez
matándose mutuamente: se batirían con espadas y cada uno debía
atravesar el corazón del otro.
Salvaban así el honor —sugiere irónicamente el autor— ya que
eran rivales, al mismo tiempo que —agregamos nosotros— satisfa-
cían su fantasía de un coito homosexual.
Sita, como digna viuda, se incineró viva con el cuerpo de
ambos, por lo que su hijo disfrutó' de los beneficios dispensados por
la comunidad en esas ocasiones. Un brahman versado en los Vedas
lo tomó bajo su custodia y le enseñó gramática, astronomía y ló-
gica. Por otra parte, su miopía "le protegía de vivir demasiado
en lo corpóreo y mantenía su cabeza en lo espiritual", mientras
sobre su pecho se desarrollaba el rizo del "ternero de la suerte".
El hijo parecía condensar las partes salvadas del desastre de
Sita, Chridaman y Nanda. Se parecía a la madre y tenía rasgos de
ambos padres: era versado en los Vedas y poseía el "rizo del ter-
nero de la suerte". Resultaba ser el continente de las identifica-

191
ciones proyectivas de lo que debía quedar vivo, preservado y re-
parado.
Con todo, la condición de ser "hijo de viuda con monumento"
era toda la identidad que podían darle y, por supuesto, resultaba
un tanto precaria. Por otra parte su miopía, que lo matenía ale-
jado de la realidad, facilitando su inmersión en la fantasía, reedi-
taba la disociación que había sido el mecanismo esencial contenido
en el conflicto de sus padres.

Toda esta historia podía tomarse como un fantasía onírica


en la que puede descubrirse la actuación de distintos mecanismos
ligados a perturbaciones del sentimiento de identidad y del es-
quema corporal.
Por de pronto, está clara la evidencia de la participación del
mecanismo de identificación proyectiva, posibilitada por una di-
sociación previa: cuerpo de un personaje y cabeza de otro, como
ya anteriormente había sido la diferente valoración de cabeza y
cuerpo en cada uno de ellos: idealización de una parte ("princi-
pal") y desprecio de la otra ("accesorio").
D. García Reinoso (6) señala que la división cuerpo-mente es
una elaboración posterior de la primitiva disociación entre bueno
y malo, referida a la más precoz relación de objeto que se establece
desde el primer momento luego del nacimiento.
Si desde un principio la disociación normal entre bueno y malo
no se logra, este fracaso, ligado a la envidia, dice M. Klein (12),
trae frecuentemente como resultado la disociación entre un objeto
omnipotente ideal y otro muy malo. La otra consecuencia del fra-
caso de la disociación normal es la confusión entre objeto bueno
y m a l o , que es la base de cualquier estado confusional ulterior.
Rosenfeld ('.'.I) explica más el concepto, partiendo de la base
de que en la más temprana infancia el niño vive en un estado de
no-integración, en que la percepción es incompleta y los estímulos
externos e internos, objetos exlernos e internos y partes del cuerpo
pueden no ser diferenciados. Considera que esta confusión es
normal, y todo progreso en el desarrollo puede producir confusio-
nes transitorias hasta que se produzca un nuevo ajuste. En la fase
paranoide-esquizoide, en los momentos en que por circunstancias
externas o internas predominan las pulsiones agresivas, no se pue-
de mantener la disociación entre bueno y malo y los objetos bue-
nos y malos se mezclan, se confunden. Esto produce gran angustia
porque al mezclarse las pulsiones libidinosas y destructivas, las se-
gundas amenazan destruir a las primeras. La salida normal de esta
situación es diferenciar entre amor y odio, y la salida patológica

192
consiste en reforzar los mecanismos de disociación y mantener las
partes buenas y malas a mayor distancia, lo que constituye uno
de los móviles inconscientes de la identificación proyectiva. De ahí
que, en el caso que estudiamos, la primitiva disociación "principal-
accesorio" se convirtió en "cabeza de uno-cuerpo del otro".
En cierto sentido podría equipararse esta situación a la del
fenómeno del doble, estudiado por Freud (4), Rank (19) y, entre
nosotros, por A. Rascovsky (20), C. Plata (17) y colaboradores, como
íntimamente relacionado con la disociación paranoide-esquizoide
del yo formulada por M. Klein y que, en la situación fetal, repre-
senta el antecesor de ese mecanismo. Una de las descripciones que
Rank hace del doble, coincide con varios elementos de esta histo-
ria: se trata de un doble que se parece o tiene afinidad con el héroe
p e r o . . . "contraría siempre sus empresas y, generalmente, es a pro-
pósito de una mujer que estalla la catástrofe, que es a menudo el
suicidio". Es un fenómeno, agrega Plata, que evoluciona de una
significación positiva a una persecutoria.
M. Klein (14), en su trabajo sobre la soledad, se refiere a otro
aspecto del "doble" que corresponde a una de las connotaciones
que Freud le atribuye: el de "todas las aspiraciones del yo que no
pudieron cumplirse". En este sentido menciona la necesidad de ser
comprendido por el objeto bueno internalizado, agregando que este
deseo se expresa en la fantasía universal de tener un mellizo o alma
gemela, que representa todas las partes disociadas que el sujeto
anhela recuperar para completarse.
En los personajes de la obra podemos comprobar que había
una proyección mutua tanto de partes buenas, valoradas y queri-
das, como de partes rechazadas y desvalorizadas. Chridaman, culto
y refinado, veía en Nanda el cuerpo fuerte y vigoroso que no se
permitía tener, ya (pie cuando lo obtuvo lo modificó anulando las
cualidades que había admirado en él, y Nanda apreciaba la sabi-
duría, el buen sentido y la palabra fácil y correcta del nieto de
brahmanes. Estos aspectos valorados eran proyectados para ser pre-
servados de los ataques destructivos por parte de las imágenes in-
ternas persecutorias. Sin embargo, las proyecciones involucraban
también partes denigradas, tal vez por sentirlas peligrosas. Así, Chri-
daman sentía la fortaleza primitiva de Nanda también como tosca
y ordinaria y Nanda, a su vez, veía en la finura de Chridaman de-
bilidad y flaqueza.
Esto implicaba el peligro de que los aspectos buenos y malos
proyectados pudieran confundirse en el objeto, lo que llevó a una
nueva disociación ahora en el objeto: cuerpo-mente.
No se descarta que los aspectos malos proyectados pudieran
provenir no sólo de la fuente mencionada (aspectos propios deni-
grados) , sino que se hubieran tornado malos luego de la proyec-

193
ción al ser atacados ya en el objeto, por envidia, al sentir ya como
ajenos esos aspectos propios.
¿Por qué habrían hecho estos dos personajes tal intensivo uso
de la identificación proyectiva? Parece indudable que se debe a la
intensidad de su ansiedad persecutoria. Si recordamos la descrip-
ción de la diosa Kali como imagen de una madre que bebe sangre,
se comprende el grado de ansiedad paranoide despertada. La diosa
en un nivel representa a la madre cruel y en otro, la proyección de
la imagen de una boca-vampiro, es decir, el amor oral destructivo.
Es la imagen de la madre filicida-Moloc descripta por Racker
(18), basada en las características del dios de los fenicios y asirios,
Moloc, a quien se sacrificaban niños, colocándolos en el interior de
las estatuas que lo representaban y quemándolos luego.
La identificación proyectiva sería un intento de preservar lo
valioso poniéndolo en el otro, a salvo de esta parte voraz; pero,
como tantas veces, en la defensa resurge lo que se quería evitar-
la identificación proyectiva resulta entonces una manera de "hacer-
se devorar", alimentando al otro con la propia sangre.
Entre Nanda y Chridaman se había establecido un equilibrio
simbiótico de identificación proyectiva dirigida en ambos sentidos,
que fue amenazado por la aparición de Sita (re-encarnación de la ma-
dre) y llevado a su punto de ruptura por el embarazo de la mujer.
El embarazo introdujo la confusión que se debió, fundamen-
talmente, al incremento de las pulsiones agresivas desencadenadas
y la intensificación de los deseos regresivos de identificación con
el feto, reeditando la más primitiva fusión madre-hijo.
¿Por qué podía haberse incrementado la agresión en Chridaman
en esos momentos? En la situación manifiesta, por celos y deseos
hostiles hacia Nanda. Más profundamente, la hostilidad iba diri-
gida hacia Sita por la envidia frente al embarazo y los celos frente
al hijo y, al mismo tiempo, la amenaza que éste significaba para el
mantenimiento de la disociación, pues el hijo podría revelar que
era fruto de Chridaman como de Nanda (con quien "Sita soñaba
durante el abra/o conyugal") y por tanto obligarlo a integrarse con
sus partes proyectadas en Nanda.
En esta situación, no sólo actuaban angustias confusionales,
sino que también se agregaba una confusión defensiva: no querer
saber quién era quién ayudaba a eludir la responsabilidad y la cul-
pa, la fantasía de matar al padre por los deseos edípicos y a la
madre por la frustración y la envidia.
Al mismo tiempo ello implicaba otro hecho igualmente impor-
tante: tener que hacerse cargo de su paternidad. Poder hacerse cargo
de la paternidad o la maternidad es un jalón trascendente en el
desarrollo de la identidad.
En nuestro personaje se puede apreciar que las ansiedades al-
canzaron justamente su punto álgido cuando llegó el momento que

194
debió ser el de maduración instintiva y logro de la genitalidad
adulta y su corolario, la paternidad-maternidad. En ese momento
hizo crisis todo lo que previamente había dificultado el desarrollo
de una buena integración, que es condición indispensable de un
sólido sentimiento de identidad.
Esta crisis se debió, en gran parte, al temor y la culpa ante el
pecho de una madre sanguinaria (Kali-Moloc) de quien fantaseaba
haber bebido sangre, así como por las fantasías anales y uretrales
de quemar y ser quemado, que se actualizaban y reforzaban ante
la diosa-madre prohibidora de la genitalidad "cuyo vestido nadie
levanta".
En el momento de mayor temor, que podríamos considerar una
crisis adolescente psicòtica, la disociación es máxima: la decapita-
ción. M. Klein dice que en situaciones de ansiedad, el rasgo cons-
tante es que aumenta la disociación y se utilizan la proyección y la
introyección para mantener los objetos persecutorios tan alejados
como sea posible de los objetos ideales, a la vez que se intenta man-
tener ambos bajo control.
Corresponde, en un aspecto, a una fantasía maníaca en una
situación melancólica en que el sujeto se suicida, al creer su muerte
inevitable, para mantener el control sobre sus perseguidores y su
propia muerte: pensar que se mata cuando él quiere y por su
propia mano.
Tanto Chridaman como Nanda habían mostrado ya anterior-
mente, en el curso de los acontecimientos, la actuación de tenden-
cias suicidas. Así, cuando el primero se enamoró de Sita pensó
directamente en suicidarse sin intentar siquiera conquistarla, como
no pudiendo tolerar la ansiedad de espera, mientras no sabía si
podría conquistarla o no.
Lo que quiero resaltar aquí es el concepto de que todos los
conflictos de los distintos períodos del desarrollo, incluyendo los
más precoces, se agudizan y edosionan en el momento en que el
individuo se ve abocado a enfrentar su madurez genital.
Y eso hace que la adolescencia, en que esta situación se actua-
liza y el cuerpo posibilita la realización de las fantasías de procrea-
ción, sea un momento tan trascendente, de verdadera crisis, en la
evolución de la identidad.
Al hablar del cuerpo debemos referirnos a una noción más
completa de él para poder establecer su relación con el self y la
identidad. Esta noción está incluida en el concepto de esquema
corporal que, según Schilder (23), es "la experiencia inmediata
de que hay unidad en el cuerpo". Agrega que esta unidad es per-
cibida y es "la imagen tridimensional que cada uno tiene de sí".
Esta definición interesa para el concepto de identidad. E. Ja-
cobson (11) se refiere a las representaciones del self sobre las que
basa el sentimiento de identidad, incluyendo en ellas las represen-

195
taciones del cuerpo y sus partes y del aparato mental y sus partes.
Schilder desarrolla su concepción con un criterio dinámico, con-
siderando que "el esquema corporal está en continuo cambio, en
función de nuevas actividades de estímulos, que proceden tanto del
mundo interno como externo".
C. Scott (22) dice que "el esquema corporal es una integridad,
un todo compuesto no sólo con lo que se encuentra dentro del
límite, sino también con lo que se encuentra fuera del límite, como
el límite mismo". Lo considera un esquema único que incluye las
experiencias heredadas y adquiridas, internas y externas: es decir,
incluye el tiempo y el espacio, cosa que Schilder había ya entrevisto.
Ph. Greenacre (8), apoyándose en la afirmación de Freud de
que "el yo es ante todo un yo corporal", señala que el núcleo del
yo y posteriormente la imagen del self es la imagen corporal, cen-
trando su atención en la relación con los objetos a través de la piel
y la boca con la cooperación de ojos y manos.
E. Jacobson (1) dice que "las bases de las precoces imágenes
del self están en los trazos de memoria, con sensaciones placenteras
o no, que bajo la influencia del autoerotismo y de las investiga-
ciones generales que hace el niño de su cuerpo, así como de sus
actividades funcionales, se asocian con imágenes corporales".
Margaret Mahler (15) hace derivar "el sentimiento de la pro-
pia identidad de la experiencia de contacto corporal placentero con
la madre, en el sueño y en la vigilia, en que se libidiniza la super-
ficie del cuerpo percibiéndose como límite entre el yo y el mundo".
De distintas maneras, el cuerpo y su representación mental, el
esquema corporal, se nos muestran en la base del desarrollo mismo
del sentimiento de identidad. Mahler sostiene que la madre debe
servir de buffer frente a los estímulos internos y externos, permi-
tiendo gradualmente el arribo de las tensiones energéticas de los
óiganos a la superficie del cuerpo y la depositación en ella, que se
vivencia c o m o límite interno y externo. Desde ya, Kali como imago
materna no parece corresponder a la de una madre adecuada a
(ales fruiciones.
D. García Reinoso, en su trabajo Sobre el esquema corporal (5),
postula algunos conceptos que vinculan los límites del cuerpo con
los límites del self. Dice: "el límite de alguien en el sentido del
yo-no yo coincide con la superficie corporal únicamente cuando pue-
de lograrse una buena síntesis del yo".
Todos los autores coinciden en la idea de unidad, integridad,
síntesis, de modo que sólo podemos pensar que una profunda di-
sociación en el yo y en el esquema corporal como la que vimos en
nuestros personajes puede llevar a interrogantes como los que se
plantean en la obra: ¿dónde tiene su asiento la identidad?, ¿en
qué parte del cuerpo: en la cabeza o en los genitales?, ¿en el cuerpo
o en la mente?

196
El corolario de la experiencia de unidad es que: "del mismo
modo, sólo cuando existe una buena integración del yo —continúa
D. García Reinoso— no causan angustia aquellas ocasiones en las
que el límite del yo se borra temporalmente como en el orgasmo
o el sueño".
Habíamos dicho que Chridaman no parecía haber podido ad-
mitir la paternidad de su hijo, y pensamos que aceptar la creativi-
dad (como padre o madre) implica poder amar sin temor. Es decir,
con su yo poco integrado y su identidad endeble como lo demues-
tra su relación con Nanda, no debe haber podido tolerar sin an-
gustia la experiencia del orgasmo, vivida como desintegradora, y la
prueba por el embarazo de que algo de él estaba en la mujer, como
fantasía muy deseada y muy temida. La ansiedad que surge es la
de deshacerse y vaciarse, y se equipara a enloquecer. Fue justamen-
te eso lo que actuó nuestro personaje en la gruta de la diosa.
El miedo de amar, de desintegrarse en el otro, proviene de un
vínculo con una madre-Moloc. Racker (18) cita material de pa-
cientes que experimentaban el amor directamente como morir: "era
como si el amor que tengo por mí mismo se desprendiera de mí;
era como un perderse, disolverse". Considera que en estos casos
ha habido graves frustraciones orales. El peligro de amar es tan
grande porque la vivencia amorosa anterior, la frustración oral sen-
tida como "ser chupado", ha sido tan traumática.
Es interesante hacer notar que Thomas Mann ubica esta his-
toria fantástica entre gentes cuya religión sostiene la creencia en
la reencarnación. Esta creencia agrega a la disociación mente-cuerpo
fomentada por todas las religiones (el alma y la carne) la idea de
que el alma puede habitar, sucesivamente, distintos cuerpos.
Él concepto de la metamorfosis ha sido estudiado recientemen-
te por Searles (24), que la considera una "regresión filogenética",
un retorno simbólico a un estado anterior para comenzar la evolu-
ción nuevamente. Sugiere que todos los procesos psicológicos ocu-
rren en un movimiento pendular entre identidad y no identidad.
La diferencia entre los individuos normales y los casos patológicos
no estaría dada por una diferencia de calidad sino por la amplitud
de oscilación del péndulo.
Según las religiones hindúes, el proceso se produce de acuerdo
con la ley de Karma, palabra que se menciona fugazmente en la
novela. Karma significa "acción", cuyos efectos se cumplen en "la
otra vida": su consecuencia es la reencarnación.
Los continuos deseos producen constantemente nuevo "karma"
y así sigue la ronda de nacimientos y renacimientos.
Renacer eternamente es considerado como un castigo por los
deseos que impulsan a vivir, y el vivir es fantaseado como estar pri-
sionero en un cuerpo del cual es imposible librarse. Esto coincide con
la descripción de la ansiedad claustrofóbica descripta por M. Klein,

197
producida como consecuencia de la intrusión en un objeto por iden-
tificación proyectiva, objeto que se vuelve altamente persecutorio.
La contraparte de esta fantasía es la del Nirvana en que la
absoluta falta de tensiones implica la satisfacción inmediata de todos
los deseos, equivalente a la permanencia en un estado fetal y con-
dición maníaca en un objeto idealizado (20).
Es probable que esta fantasía de Nirvana, como último jalón
liberador de la ansiedad claustrofóbica, se hallara contenida en el
objetivo suicida a que recurrieron los personajes de esta obra: "reu-
nirse con el ser universal", propósito explicado por uno de ellos,
representaría la tentativa de fundirse con el objeto idealizado.
Por un lado, buscaban liberarse de sus cuerpos denigrados y
temidos, destruyéndolos por el fuego, pero por otro el hijo resultó
el cuerpo que siguió albergando aspectos proyectados y renacidos en
él, pero en el cual, tal como lo he señalado, se reeditaba la diso-
ciación como mecanismo principal, significando una nueva amenaza
para su sentimiento de identidad.
Sentimiento de identidad que, como nos lo recuerda Eedern (3),
"'depende de la unión entre los sentimientos del yo mental y los del
yo corporal".
Bergman (1) lo ilustra con versos de Lucrecio, uno de los úl-
timos poetas y filósofos del paganismo, cuando dice: "nosotros sola-
mente somos nosotros, mientras almas y cuerpos en un mismo marco
concuerden".

S I N T E S I S

La historia de "Las cabezas trocadas" condensa los tres temas


que ejercían una especial fascinación sobre Thomas Mann: la seduc-
ción por lo demoníaco, el encanto de la duplicación de imágenes y
el de la eternidad de los renacimientos.
Se trata de u n mito en el que dos jóvenes intercambian, por
error, sus respectivas cabezas. El aspecto demoníaco está representado
por una imagen materna superyoica y cruel (diosa-demonio) que, por
sus características persecutorias, induce a una regresión acompañada
de una intensa disociación cuerpo-mente manifestada por el fenó-
meno de la duplicación, como expresión de un profundo trastorno
de la identidad.
La aparición de la mujer, imagen de la madre seductora y te-
rrorífica, y la necesidad de enfrentar la situación edípica y de hacer-
se cargo de ía paternidad sin haber podido elaborar el duelo por
las pérdidas previas, amenazan el mantenimiento de las defensas,
conducen a la confusión y obligan a reforzar más aún la disociación.
Esta disociación, dramatizada por la decapitación y las identi-
ficaciones proyectivas por el trueque de cuerpos y cabezas, eviden-

198
cia con máxima intensidad la perturbación de la identidad por
la ruptura del vínculo mente-cuerpo y la enajenación de las partes
disociadas y proyectadas.
A su vez, los cambios sufridos por los cuerpos, dada su enorme
magnitud, atentan contra la posibilidad de restablecer el sentimien-
to de identidad, aun precario, que antes tenían.
El acontecimiento del trueque, que marca un momento límite
en la regresión, lleva a un "renacimiento" en condiciones más pa-
tológicas y con funcionamiento de mecanismos más arcaicos.
Los personajes renacidos tienen características más explícitas
de "doble", uno para el otro, y su relación se torna más persecutoria.
La.fantasía del continuo renacer tiene un contenido persecu-
torio claustrofóbico, pero T. Mann la desarrolla y elabora en un
nivel simbólico adaptado a la realidad, sosteniendo la recurrencia
de los mitos y lo arcaico que renace con cada ser y se repite a través
de las generaciones.
Sin embargo, su insistencia en el tema de los renacimientos en-
cubre una fantasía latente de inmortalidad que expresa el deseo de
asegurar la continuidad de su identidad y ponerla a salvo de la
"tentación demoníaca", en realidad tanática, de perderse en "el otro"
y perder la propia identidad.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

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chology". J. Am. Psycho-Anal. Ass., XI, 1, 1963.
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I l) Klein, M.: "On loneliness". Presentado en el XXI Congreso Psicoanalítica
Internacional, Copenhague, 1959.

199
15) Mahler, M.: "Probletms of identity". J. Am. Psycho-Anal., Ass., VI, 1958.
16) Mann, T.: Las cabezas trocadas. Buenos Aires, Sudamericana, 1957.
17) Plata, C.: "El fenómeno del doble y sus relaciones con el psiquismo fetal" en
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18) Racker, H.: "Sobre un caso de impotencia, asma y conducta masoquística".
Rev. de Psic., V, 1947-1948.
19) Rank, O.: "Der Doppelgaenger". Imago, 13, 1914.
20) Rascovsky, A. y col.: El psiquismo fetal. Buenos Aires, Paidós, 1960.
21) Rosenfeld, H.: "Notas sobre la psicopatologia de estados confusionales en
esquizofrenias crónicas". Rev. Urug. de Psic., XI, 4.
22) Scott, C.: "A problem of Ego structure". The Psycho-Anal. Quarterly, 1948.
23) Schilder, P.: The image and appearance of the human body. Nueva York,
Int. Univ. Press, 1950.
24) Searles, H.: The non-human environment in normal development and in
schizophrenia. Nueva York, Int. Univ. Press, 1960.
25) Zac, J.: "El impostor. Contribución al estudio de las psicopatías", presentado
en la Asoc. Psic. Argentina, 1963.

Este libro se terminó de imprimir el 23 de Junio de 1976 en


Del Carril Impresores, Av. S. M. del Carril 2639/41, Buenos Aires

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