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Los viajes de Cristóbal Colón (1492-1504) proporcionaron a la corona

española tierras, nuevos súbditos y oro. Sin embargo, muy pronto


el proyecto colombino, consistente en instalar factorías en las Antillas,
fue sobrepasado por los hechos, los intereses de la corona y de los
compañeros de Colón. La dimensión de los nuevos dominios y las
excesivas atribuciones otorgadas al Almirante en las Capitulaciones
de Santa Fe, provocaron un giro en la política de los Reyes Católicos.
Una empresa originalmente privada, bajo responsabilidad de Colón,
se transformó en un proyecto de colonización, explotación económica
y evangelización, sustentado por la monarquía. Por una parte, se
autorizó la intervención de particulares en la exploración y conquista
de nuevos territorios, y por otra, la corona se reservó el derecho de
administrar las flamantes posesiones y nombrar funcionarios que
velaran por los intereses reales. Expresión de esto último fue el envío
de Nicolás de Ovando como gobernador de La Española en 1502, el
cual arribó al frente de 2.500 personas que venían a asentarse en la
isla. En España, mientras tanto, se creaba la Casa de Contratación en
1503.

Las Antillas constituyeron la primera colonia


española en América. Se fundaron numerosas
ciudades y aldeas, siendo Santo Domingo la más
importante; se dispuso que los nativos debían
trabajar para los españoles mediante
diversos sistemas laborales, como el
repartimiento y la encomienda se
crearon instituciones y cargos administrativos,
como la Real Audiencia de Santo Domingo en 1511; y se enviaron
misioneros para que adoctrinasen a la población nativa en la religión
católica.

La base económica de esta colonia fue el oro que se


obtenía en los ríos. Durante las dos décadas iniciales
del siglo XVI se extrajeron unos 15.000 kilos de este
valioso metal y se enviaron a la corona remesas
importantes correspondientes al impuesto del quinto
real sobre este producto. No obstante, este metal
precioso se agotó rápidamente y ya a principios del
siglo XVI hubo que buscar otras fuentes de
subsistencia. De esa manera, se potenció el desarrollo agrícola,
combinando productos autóctonos (mandioca, frutas, etc.) con
semillas traídas desde Europa (trigo).
El agotamiento de los lavaderos de oro, la caída
de la población indígena y la creciente
emigración de los colonos hacia otras regiones de
América, obligaron a buscar soluciones para
retener a la población española en las Antillas y
mejorar las condiciones de vida. En ese contexto
apareció en escena un producto que marcó para
siempre el destino de las Antillas: el "Rey
Azúcar". En efecto, la caña de azúcar se había adaptado
extraordinariamente bien al medio ambiente antillano y en Europa
aumentaba la demanda por este artículo. A partir de 1520 los ingenios
azucareros se multiplicaron y aumentaron sus rendimientos. Las cada
vez mayores cantidades de azúcar producidas requerían de gran
cantidad de mano de obra, lo cual se resolvió mediante la importación
masiva de esclavos negros provenientes de África. Desde entonces, el
azúcar y la población negra, con sus tradiciones, penurias y ritmos,
son inseparables de la historia antillana.

El objetivo que más tardó en


concretarse fue la evangelización
de los indígenas. Durante el ciclo
colombino hubo muy
pocos religiosos que integraron
los viajes de exploración y, por
lo tanto, la conversión de los
taínos no pasó de ser una
quimera. Recién con el establecimiento de las Órdenes Religiosas de
los Mercedarios, Franciscanos y Dominicos en La Española, en la
primera década del siglo XVI, se promovió más activamente la
cristianización. Pero a esas alturas, la realidad era dramática, pues casi
no quedaban indígenas por convertir a la fe católica. En vista de ello,
los Dominicos alzaron su voz en contra de los abusivos sistemas
laborales a que eran sometidos los aborígenes y criticaron el pesado
tributo que debían entregar a las autoridades de la corona. Emergieron
así las figuras de Antón de Montecinos y Fray Bartolomé de las Casas,
quienes dedicaron su vida a la defensa del desamparado indígena.

Podemos concluir que el


asentamiento español en las
Antillas tuvo consecuencias
fatales para la población taína, la
cual pagó el precio más alto de
todo el proceso de conquista de la
América Indígena. También sentó
las bases de lo que sería
el mestizaje entre indígenas, europeos y africanos que, en última
instancia, generó la cultura y la sociedad características de nuestra
América Latina.

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