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HOMERO.

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Clio_____

Historia de la Filosofía Occidental

1º Grado en Historia

Facultad de Geografía e Historia


Universidad de Sevilla

Reservados todos los derechos.


No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
HOMERO

La Ilíada​, La transformación de la Justicia

Se empieza estudiando las acciones movidas por dos tipos de venganza y sus
consecuencias sociales e individuales, de tal forma que acabe con una explicación unitaria.

Primer tipo de venganza: ​(canto III de la Ilíada)


La obra narra los últimos momentos de una guerra, cansancio, ganas de volver a
casa. Aparis, el actual marido de Helena, cree que se podría resolver entre él y su rival, y

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ambos aceptan, viéndolo como algo razonable. Lo resuelven con un duelo y juramentos
solemnes, dependiendo del capricho de los dioses. Menelao, el anterior marido de Helena, y
anfitrión de Aparis, impreca a Zeus: ​<<¡Zeus soberano! Concédeme vengarme del que
antes ha hecho mal, del divino Alejandro, y hazlo sucumbir bajo mis manos, para que
también los hombres venideros se estremezcan de hacer mal al que aloje un huésped
y le ofrezca amistad>>​.
Pide venganza personal sobre el que lo ofendió, usándose también como función
disuasoria para el futuro (cosa que sigue utilizándose en la democracia actual). Se
considera venganza al tomársela por sí mismo, pero la justicia ahí la toma el héroe.
El individuo actúa con total racionalidad, siendo esta venganza un plato que se sirve
frío.

Para el héroe el honor es su patria, con un excepcional poder sobre su


comportamiento. Sin embargo, esto va cambiando y permitiendo la evolución emocional e
interpersonal, acercándose cada vez más a la humanidad.

Segundo tipo de venganza:​ ​(canto XXI de la Ilíada)


Aquí el elemento fundamental es la ira de Aquiles, siendo ‘’​menfis’’ ​(ira) la primera
palabra del verso. Es justamenta la discusión entre Agamenón y Aquiles, y la deserción del
ejército por este último, lo que provoca el ataque de los troyanos. Patroclo, mejor amigo de
Aquiles, le pide que vuelva, pero al ir en contra de su honor lo rechaza. Sin embargo, le
regala su armadura, conocida entre los enemigos, para infundir miedo.
En la batalla, Héctor reconoce dicha armadura y sabiendo que no la lleva Aquiles, lo
reta a un duelo y lo mata. Aquiles reacciona a esto con un dolor terrible que lo hará volver a
la batalla, rompiendo su promesa. Hace esto cegado por la ira, el odio y la sed de
venganza, prometiéndolo en el propio exordio a Patroclo: ​<<Ahora, Patroclo, ya que voy a
ir bajo tierra después de ti, no te tributaré las exequias hasta que traiga aquí las
armas y la cabeza de Héctor, el asesino tuyo, oh magnánimo amigo. Degollaré delante
de tu pira a doce ilustres vástagos de los troyanos, irritado por tu muerte>>​.
Es un homenaje anticipado a la barbarie, y en este caso la venganza no va dirigida a
ninguna persona, sino que crea una culpabilidad universal hacia todos los troyanos.

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La inocencia pasa a ser culpable si es de origen troyano. Es la primera gran
deshumanización, la del verdugo, al que sólo le queda el dolor acompañado por los jinetes
del apocalipsis. No son las acciones individuales las que marcan el delito, sino el ser
colectivo.
Penetra en el río de Janto y a golpes de espada logra enrojecer las aguas de este
río de origen divino. El primer en caer en sus garras es Licaón, hermano paterno de Héctor,
quien intenta acogerse a la piedad reconociendo a Aquiles como divinidad, pero no lo
consigue. Incluso cambia la argumentación en medio del discurso, renegando de sus
vínculos con Héctor y anteponiendo así la vida al honor: ​<<No me mates; pues no soy del

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mismo vientre que Héctor, el que dio muerte a tu dulce y esforzado amigo>>​,
mostrando las transformaciones sociales y aristocráticas de la época, ahora reflejadas en la
figura del héroe. Igual que se deshumaniza al verdugo, se deshumaniza a la víctima.
En el discurso explicando por qué le niega el perdón, uno de los motivos de Aquiles
es que Patroclo ya está muerto, mostrando así que la cólera también le ha nublado la razón.
Ante el cadáver de Licaón sus palabras son aún más duras: ​<<Descansa ahí entre los
peces tranquilos que te lamerán la sangre de la herida. No te colocará tu madre en un
lecho para llorarte, sino que serás llevado por el voraginoso Escamandro al vasto
seno del mar. Y algún pez, saliendo de las olas en la negruzca y encrespada
superficie, comerá la blanca grasa de Licaón. Así perezcáis los demás troyanos hasta
que lleguemos a la sacra ciudad de Ilio, vosotros huyendo y yo detrás haciendo gran

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riza>>​.
Teniendo en cuenta que el enterramiento era algo sagrado en la sociedad, se nos
muestra aquí una ruptura con los valores culturales y el concepto de humanidad alcanzada
por una mente desestabilizada por la ira y la cólera.

El primer tipo de venganza que hemos visto puede considerarse racional aunque
sea personal, va asociada con la justicia tomada por la mano del héroe, y su fin utilitario es
resarcir el daño y servir como modelo para la sociedad; un uso equivalente al derecho penal
hoy en día.
El segundo tipo, brota directamente de un dolor lacerante y las acciones que
provoca desembocan directamente en las tinieblas del corazón, antitéticas a las pasiones
positivas. De estas emociones dependerá la conducta de la persona, incluso llegando al
odio hacia la colectividad y transformando su visión de la realidad. Da lugar a
consecuencias impensables en condiciones normales. La consecuencia es la
deshumanización del verdugo así como de la víctima, rechazando los parámetros humanos.

Hay también una tercera deshumanización: la del espectador neutral o imparcial. El


río Escamandro se personaliza (prosopopeya) y mantiene una conversación con Aquiles,
otro río y otros dioses. En un primer momento, el río acepta pasivamente la lucha,
enrojeciéndose y haciéndose sangre, pero el exceso de esta acaba por enfurecer al río, que
se vuelve contra Aquiles.
Se muestra entonces la irritación de este: ​<<¡Oh Aquiles! Superas a los demás
hombres tanto en el valor como en la comisión de acciones nefandas; porque los
propios dioses te prestan constantemente su auxilio. Si el hijo de Crono te ha
concedido que destruyas a todos los troyanos, apártalos de mí y ejecuta en el llano

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tus proezas. Mi hermosa corriente está llena de cadáveres que obstruyen el cauce y
no me dejan verter el agua en la mar divina, y tú sigues matando de un modo atroz>>​.
Si bien podría verse una empatía natural hacia los más débiles, está unida intrínsecamente
a sus propios intereses, respondiendo con gran violencia únicamente al verse obligado a
participar en esa acción. La ira de río provoca la huida de Aquiles, quien apostrofa a los
dioses pensando que va a morir. El Escamandro cambia la naturaleza de su discurso en la
última fase de furor, apelando a la ayuda de otro río para defender a los troyanos: ​<<Pero el
Escamandro no cedía en su furor; sino que, irritándose aún más contra el Pelión,
hinchaba y levantaba a lo alto sus olas y a gritos llamaba al Simoente:

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- ¡Hermano querido! Juntémonos para contener la fuerza de ese hombre, que pronto
tomará la gran ciudad de Príamo, pues los troyanos no le resistirán la batalla>>​.

Canto XXIII: ​clímax de la Ilíada, enfrentamiento entre Héctor y Aquiles. Podría haber
acabado aquí, pero Homero ya sabía que después de la muerte también hay vida.
Príamo y Hécuba, los padres de Héctor, le pidieron que no luchase, mostrando el
dolor que les causaría su muerte, dándole también consejos estratégicos como no cederle
el honor de su muerte. Sin embargo, Héctor tenía un honor granítico, e igual que ignoró a
Andrómaca lo hace con su padre.
Cuando Héctor se queda sólo ante la batalla, el miedo se apodera de él y huye,

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<<delante, un valiente huía, pero otro más fuerte lo perseguía con ligereza>>​, siempre
hay pasiones por encima del honor.
Al enfrentarse, Héctor pide un pacto: ​<<Pongamos a los dioses por testigos, que
serán los mejores y los que más cuidarán de que se cumplan nuestros pactos: yo no
te insultaré cruelmente, si Zeus me concede la victoria y logro quitarte la vida; pues
tan luego como te haya despojado de las magníficas armas, oh Aquiles, entregaré el
cadáver a los Aqueos. Pórtate tú conmigo de la misma manera>>​. El hecho de que se
produzca esta petición siendo lo habitual en la batalla, nos adelanta la respuesta de Aquiles,
que se produce con una virulencia destructiva. Este considera que entre desiguales no hay
pactos, uno manda y otro obedece, suprimiendo toda la cultura, donde todo es lícito sin
humanidad porque no hay norma. ​<<No me hables de convenios. Como no es posible
que haya fieles alianzas entre los leones y los hombres, ni que estén de acuerdo los
lobos y los corderos, sino que piensan continuamente en causarse daño unos a
otros, tampoco puede haber entre nosotros ni amistad ni pactos>>​.
Tras la batalla, estando Héctor ya moribundo, asume la posición de superioridad y
divinidad de Aquiles y le suplica: ​<<Te lo ruego por tu alma, por tus rodillas y por tus
padres: ¡no permitas que los perros me despedacen y devoren junto a las naves
aqueas! Acepta el bronce y el oro que en abundancia te darán mi padre y mi venerada
madre, y entrega a los míos mi cadáver para que lo lleven a mi casa, y los troyanos y
sus esposas lo entreguen al fuego>>.
Aquiles muestra entonces toda su dehumanización al no mostrar ni un ápice de
piedad; sino, en su lugar, sólo crueldad: ​<<No me supliques, ¡perro!, por mis rodillas ni
por mis padres. Ojalá el furor y el coraje me incitaran a cortar tus carnes y
comérmelas crudas>>​. Desciende entonces a lo más bajo y profundo de la humanidad.
Sobre el propio cadáver de Héctor, todos los anteriormente aterrorizados por este, se
engrandecen y lo acuchillan. Hacia el abismo hay varias vías, y a través de esta la

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deshumanización se vuelve algo social, llevando al mismo punto la cobardía que la

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venganza. Se podría decir que se le hace homenaje a la cobardía, rindiéndoselo al valor
que anteriormente les infundió tanto miedo.

Hemos visto entonces la separación de venganza dependiendo de si desemboca en


justicia o en injusticia. La que acaba en justicia, se supone un acto racional entendiendo la
racionalidad como algo instrumental, que se resuelve mediante un duelo personal con un
castigo al infractor y, generalmente, con función disuasoria.
Este sistema de justicia sólo acaba en la muerte, castigando de la misma forma
distintos delitos, ya que la deshonra hacia el sujeto puede aparecer de distintas maneras y
afectar de la misma. Por eso se hace necesaria la proporcionalidad, el castigo nunca debe
ser mayor que el delito.
¿Qué nos garantiza que la razón siempre va a estar presente, que vayan a ser
proporcionales? En este caso se es juez y parte, respetando el elemento formal de la

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justicia. Pero si uno realiza la justicia, puede acabar siendo el ajusticiado. La justicia
necesita distancia, abstracción.

En cambio, la venganza que se convierte en injusticia nace de un dolor lacerante


que lleva a la ira, y esta misma al odio y la venganza. Sin embargo, un matiz oculto que
provoca ese dolor lacerante en este caso es la culpa.
El dolor arde porque nace directamente con la ira al conocer quién le da muerte. Lo
primero que se resiente es su propia cordura, su capacidad de razonar, siendo el primer
paso para la deshumanización que se produce. La venganza del verdugo produce
venganza.
Aunque el dolor sea muy grande, si no hay algún elemento más, el desarrollo de la
impiedad no hubiese sido tan grande.
En el ​canto XVIII se nos cuenta que Aquiles le prometió al padre de Patroclo que su
hijo volvería vivo de la batalla y más rico. La culpa no le deja ser flexible, ya que fue él quien
llevó a Patroclo a la guerra. No puede responsabilizarse de él, y aún así lo hace. Lo nefasto
de esa promesa es que no sabía si iba a poder cumplirla, ya que creer que puede controlar
el destino es digno de un dios, único poseedor del poder absoluto. El poder debe estar
siempre limitado, aquel que dice ‘’yo quiero’’ y puede tiene una potencia tan alta que olvida
los límites y la moderación, el ​sofrosine o​ ​sofrosina.
La idea se sofrosine va a intentar incluir la idea de moderación, afín a la democracia,
eliminando el poder extremo, controlando racionalmente las pasiones con prudencia.
También se asocia el concepto de ​enkrateia​, el poder sobre uno mismo, sobre las propias
pasiones y el instinto, el autodominio.

En el ​canto I, ​Zeus le dice a su hija que va a proteger a Aquiles, desprotegiendo a


los aqueos, cosa que Hera, su mujer, le recrimina, plantándole cara al rey de los dioses y
enfadándolo. Hefesto, hijo de ambos, participa en la discusión diciéndole a su madre que no
enfurezca al más poderoso de los Olímpicos para que no cargue contra ellos. Le pide
sumisión a su madre y le concede todo el poder a su padre, justificando así la justicia del
más fuerte.

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Hasta el momento nos hemos topado con dos tipos de venganza, la primera
identificada con la justicia, y la segunda como su directa negación. La justicia quedaría a
partir de ahí emancipada definitivamente de ambas, porque en la primera está la raíz
potencial de la segunda. Pero esa emancipación inicia una serie de nuevas divisiones más
o menos estrechamente enlazadas con la primigenia, dando origen a un proceso que en la
propia Grecia tardará siglos en consumarse, y cuando lo haga no siempre será definitivo,
sobre todo en el primer caso, el de la escisión entre moral y justicia. A eso, y a la escisión
entre voluntad personal y justicia del segundo caso, dedicaremos el resto del análisis.

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Canto XXIII: ​Aquiles, cumpliendo su promesa hecha a la muerte de Patroclo, celebra una
exequia en su honor. La primera parte consiste en un concurso entre héroes y
combatientes, una carrera de cuádrigas, con premio para los dos primeros. En medio de la
carrera, el agonismo de los dioses altera el desarrollo de la misma: la lid entre Apolo y
Atenea se salda con la caída del protegido de este. Emuelo, de quien hablamos, no se
retiró, sino que prosiguió hasta el final a pie, cruzando la meta herido y tirando de los
caballos. La compasión se adueñó a través de los ojos de los corazones de los asistentes, y
el mismo Aquiles, conmovido por la mala suerte de quien consideraba el <<mejor>>, decidió
asignarle el premio inicialmente establecido para el segundo. Aquiles tomó la decisión por
cuenta propia, pero contaba con el beneplácito de todos.

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Al haber hecho la promesa de los premios en público, deja de ser un acto privado
para ser uno público, lo que hace injusto que cambie las reglas del juego aunque sea por
compasión o por piedad. Había una excepción en ese <<todos>>: Antíloco, el que llegó en
segundo lugar. Rechaza la decisión de Aquiles y la aclamación del resto y desafía
públicamente a quien intentara quedarse con su yegua: ​<<¡Aquiles! Mucho me irritaré
contigo si cumples esa promesa. Pues va a quitarme el premio en atención a que han
sufrido un accidente los rápidos caballos, el carro y quien es muy noble. Pero a los
inmortales debía haber rezado; así no habría llegado el último en la carrera>>, <<Pero
esa yegua no la pienso soltar. Que intente hacerse con ella el hombre que quiera
llegar conmigo a las manos y a la lucha>>​.
El hecho de que fuese un acto público le otorga a Antíloco el derecho a reclamar su
premio públicamente establecido. Este derecho tenía mayor validez que el consenso
general para cambiarlo, que de ser un hecho público habría sido un acto tiránico. Ese acto
de bondad suprema se convierte en un acto impío, mostrando que la moral puede pisar lo
jurídico.
Se puede ser injusto por querer ser bueno, lo cual supone un terremoto en el mundo
de lo normativo: si podemos ser injustos queriendo ser buenos significa que no todo aquello
que consideramos un bien es compatible entre sí; que las diferentes esferas normativas en
las cuales aquellos se integran no lo son tampoco; que moral, derecho y religión pueden
declararse la guerra en algún momento; que ningún sujeto podrá entonces reunir todo los
bienes encerrados en el término general de virtud para disciplinar el conjunto de su
conducta; que pierden su conexión con la verdad si pueden ser contradictorios. Y que el mal
no puede eliminarse del mundo. Ser injustos al querer ser buenos es la primera máxima
tremenda en la que se expresa la condición trágica de la existencia humana.

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La Odisea,​ La condición humana

En la Odisea se pasa de hablar de guerra a hablar de viajes, no tal y como los


conocemos hoy en día, sino como un proceso de aprendizaje y cambio. En todos los
tratados de educación modernos se veía el viaje como algo obligatorio.
Odiseo se encuentra con un mundo extraordinario al salir. En el canto XI, desciende
a los infiernos, donde se encuentra con Aquiles. En contraposición con todo lo que vimos de
él en la Ilíada, Aquiles le dice ​<<preferiría ser labrador y servir a otro, o un hombre

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indigente que tuviera poco caudal para mantenerse, a reinar sobre todos los
muertos>>​, palabras que nunca nos imaginaríamos en labios de un héroe al comienzo de
su historia, y revolucionando el concepto del mismo.

Canto VII: Odiseo llega al palacio de Alcinoo como único superviviente del naufragio, y los
feacios lo acogen de la mejor forma posible en su época: con un banquete. Tras verlo limpio
y aseado, lo comparan con una deidad, a lo que él responde: ​<<Mas dejadme cenar,
aunque me siento angustiado; que no hay cosa tan inoportuna como el vientre, que
nos obliga a pensar en él aun hallándonos muy afligidos o con el ánimo lleno de
pesares como me veo yo ahora, nos incita siempre a comer y a beber, y en la
actualidad me hace echar en el olvido los trabajos que he padecido, mandándome

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que lo sacie>>​. Con esto queda finalmente impuesto lo material sobre lo espiritual, lo
humano sobre lo heroico. También muestra sus emociones al habla de vuelta a casa, con
nostalgia, ya que a pesar de la ansia de conocimiento y de viajar que lo hicieron partir, el ser
humano siempre siente la necesidad de volver a la tierra de los padres, la patria, el lugar de
origen.

Canto V: ​Odiseo se encuentra atrapado en una isla remota, después de que Calipso lo
salvase, y sin manera de volver a casa. Es entonces cuando los dioses intervienen, y Venus
manda a Hermes para que Calipso libere a Odiseo. Ella vivía en una isla alejada de todo, e
incluso en ella vivía en una cueva cercada; ​calipsei​ significa ocultar.
El destino de Odiseo era volver, ​<<porque no es su destino morir lejos de los
suyos sino que la Moira tiene dispuesto que los vuelva a ver, llegando a su casa de
elevada techumbre y a su patria tierra>>​. SIn embargo, Calipso no acepta muy bien esta
decisión, ya que era algo habitual que los dioses interviniesen cuando las diosas se
acostaban con mortales, a pesar de que ellos sí podían hacerlo.
Mientras tanto, Odiseo no dejaba de sufrir, ​<<Sin que sus ojos se secasen del
continuo llanto, y consumía su dulce vida suspirando por el regreso>>, <<pasaba el
día sentado en las rocas de la ribera del mar y consumiendo su ánimo en lágrimas,
suspiros y dolores, clavaba los ojos en el ponto estéril y derramaba copioso llanto>>​.
El ser humano no está hecho para vivir solo y oculto. Calipso acepta de mala gana dejarlo
marchar, a pesar de querer convertirlo en inmortal, pero aún así intenta convencerlo una
última vez de que se quede: ​<<Así, pues, deseas irte en seguida a tu casa y a tu patria
tierra. Sé, esto no obstante, dichoso. Pero si tú inteligencia conociese los males que
habrás de padecer fatalmente antes de llegar a tu patria, te quedarás conmigo,
custodiando esta morada, y fueras inmortal, aunque estés deseoso de ver a tu
esposa, de la que padeces soledad todos los días>>​. Con todo, y afrontando su destino,

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soportará todos los males por su regreso, ya que con él se recupera todo: personas,

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recuerdos, paisajes; todo esto se encuentra en el ánimo de Ulises muy por encima del resto.

Canto IX: ​Cuando llegan a la tierra de los lotófagos van a investigar quiénes de aquellos
hombres comían pan y no sólo manjares y flor de loto. El problema llegó cuando algunos de
los tripulantes lo probaron: ​<<cuantos probaron este fruto, dulce como la miel, ya no
querían llevar noticias ni volverse; antes deseaban permanecer con los lotófagos,
comiendo loto, sin acordarse de volver a la patria>>​. Odiseo los arrastra a la fuerza a la
nave para luchar contra el olvido; se reduce entonces la humanidad a la memoria, todo lo
que los hacía ser quienes eran. Pierden la humanidad al centrarse únicamente en el placer,
no son capaces de razonar y pasan a ser únicamente una prolongación en la vida del loto.

En este mismo cántico, llegan a la tierra de los cíclopes, una isla remota alejada de

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rutas comerciales de la que supuestamente no sabían nada, pero Odiseo lo cuenta como
narrador que no lo vive en el tiempo en el que sucede. Encuentra una sociedad que no
trabaja, un suelo sin labrar, cuando la agricultura era el principal medio de subsistencia; esto
puede dar a pensar que son únicamente carnívoros.
<<No tienen ágoras donde se reúnen para deliberar, ni leyes tampoco, sino que
se viven en las cumbres de los altos montes, dentro de excavadas cuevas; cada cual
impera sobre sus hijos y mujeres y no se entrometen los unos con los otros.>> ​No
tienen ley ni asambleas, viven en cuevas y separados, no forman una sociedad ni ciudades,
por lo que es coherente la ausencia de normas. Esa forma suprema de población que para
un griego es la polis, que ellos ven como la mejor y la única organización que permite el
bienestar material y ser animales políticos, es inexistente entre los cíclopes.
Descubren cuevas de dimensiones enormes al inspeccionar la isla, con grandes
almacenes de queso de cabra; Odiseo ante esto quiere saber si son humanos o son
bárbaros, ya que a pesar de las carencias de trabajo si cumplían con la hospitalidad y la
piedad seguían entrando dentro del canon griego de humanidad. A pesar del miedo, se
quedan por el ansia de de conocimiento.
Ven a un gigante monstruoso, con mente perversa y comportamiento asocial.
Cuando habla, Odiseo se sorprende y se aterrorizan, el sonido era brutal. Les pregunta que
qué hacen allí, y ellos piden hospitalidad y piedad hablando en nombre de los dioses. Al
ofrecerse como suplicantes, se muestran como seres inferiores, por lo que en ningún
momento hubo diálogo, ya que este requiere igualdad. Polifemo, el cíclope, les responde
despreciando a los dioses y situándose por encima de ellos, declarándose omnipotente e
imponiendo su voluntad por la fuerza. Volvemos entonces al ‘’quiero y puedo’’, creador de
seres terribles; cada vez que haya un poder reconocido debe haber un poder limitado.
Decide prepararse la cena con dos de allí, anticipando el destino de todos los
demás, por lo que necesitan huir de allí. ¿Cómo pueden huir de una fuerza absoluta?
Recurren a la astucia y a la fuerza de voluntad, usando tres elementos para imponerse a la
fuerza bruta utilizando sus virtudes en su contra: primero dice que se llama Utis (nadie),
medida de precaución; después aprovecha que el cíclope no conoce ninguna regla de
moderación ni de control al considerarse invulnerable para emborracharlo ofreciéndole vino
hasta que cae dormido. Aprovecha entonces Odiseo para clavarle una estaca en el ojo,

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dejándolo ciego; es el precio pagado por su inmoderación. Al chillar de dolor, la gente se
acerca y pregunta que quién lo ataca, a lo que responde ‘’​Utis’​ ’.
Al día siguiente, salen enganchados al lomo de las cabras. Cuando finalmente están
fuera, Odiseo se ríe de él y le dice que si alguien le pregunta quién le causó eso, le diga que
fue Odiseo. Lamentablemente, la soberbia también será pagada, ya que Polifemo era
protegido de Poseidón, quien al enterarse se vengará con vientos.
Del mal absoluto de las cualidades de la fuerza bruta, sacan el bien que los va a
permitir seguir con la vida y con el viaje.

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Canto XII: ​Las sirenas eran conocidas por atrapar a los marineros con su canto irresistible
con único destino que es la muerte. En este caso, Odiseo les cuenta a todos el plan de la
diosa Circe, y les pide que lo aten al mástil mientras ellos se tapan los oídos con cera para
evitar la atracción. El ansia de conocimiento siempre acompaña a Odiseo, pero deja
instrucciones de que no se le desate en ningún momento.
El canto de las sirenas decía: ​<<¡Ea, célebre Odiseo, gloria insigne de los
Aqueos! Acércate y detén la nave para que oigas nuestra voz. Nadie ha pasado en su
negro bajel sin que oyera la suave voz que fluye desde nuestras bocas; sino que se
van todos después de recrearse con ella, sabiendo más que antes, pues sabemos
cuántas fatigas padecieron en la vasta Troya argivos y Teucros, por la voluntad de los

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dioses, y conocemos también todo cuanto ocurre en la fértil tierra>>​. El hecho de
prometerle el conocimiento absoluto lo convierte en una tentación irresistible para Odiseo.
Justo la seducción es el halago y el ego, poniendo al que escucha bajo su poder. Otra vez
aprende eso Odiseo a través del dolor, sabiendo que de no haber sido amarrado, habría
perecido él también bajo el canto de las sirenas.

Canto VIII: ​Odiseo llega a la isla de los feacios, donde es agasajado. Lo convencen para
que no regrese de inmediato y les cuente su historia. Se reúne en un banquete la
aristocracia de la isla, con un aedo que cantará la guerra de Troya, haciendo a Odiseo sentir
una emoción indescriptible que se traduce en lágrimas. Este llanto mezcla tanto el dolo y la
añoranza como algo más: resulta que cuando oye hablar de la guerra, él es uno de los
participantes, sabiéndose ya en boca de todos y no en manos de sí mismo; ya no tiene
control de su imagen ni de sus actos, ya es un héroes que forma parte de la memoria
colectiva y del proceso de identidad. Esto provoca una disociación que hace que el destino
de su figura de héroe no le pertenezca, ya no es ni será nunca más un individuo, ya no se
pertenece a sí mismo.
La vida se desdobla y, en ese desdoblamiento, nace la historia, empezando a tener
un destino independiente a su propia voluntad y formando parte de la identidad general.

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