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La ética de Antígona, las leyes no escritas y el error de Creonte 17

LA ÉTICA DE ANTÍGONA,
LAS LEYES NO ESCRITAS Y EL ERROR DE CREONTE*

ANTIGONE’S ETHICS, THE AGRAFOI NOMOI AND CREON’S MISTAKE

EUSEBIO FERNÁNDEZ GARCÍA


Universidad Carlos III de Madrid

Fecha de recepción: 20-5-15


Fecha de aceptación: 10-6-15

Resumen: En el presente trabajo analizamos la tragedia Antígona, la famosa obra de


Sófocles, especialmente los conflictos morales en torno a la ley de la ciudad,
la ley de la familia, la política y el poder. La tragedia griega sigue siendo un
importante referente de reflexión filosófica para el pensamiento contemporáneo,
principalmente de filosofía moral, jurídica y política. En nuestro trabajo vemos
las leyes no escritas (nomoi agrafoi) y sus interpretaciones.

Abstract: This papers consists of a study of the tragedy ‘Antigone’, the famous work of
Sophocles, with particular regard to the moral conflicts about the law of the
polis, the law of the family, politics and power. The Greek tragedy continues to
be an important reference of philosophical reflection for contemporary thought,
in particular in relation to moral, legal and political philosophy. The focus is on
the unwritten laws (nomoi agrafoi) and their interpretations.

Palabras clave: conflictos trágicos, leyes no escritas, desacuerdos morales.


Keywords: tragics conflicts, agrafoi nomoi, moral discords.

1. INTRODUCCIÓN

Hace ya varias décadas C.M. Bowra comenzaba el Prefacio de su co-


nocido libro La Atenas de Pericles con estas palabras: “son innumerables los

* La realización de este trabajo ha tenido lugar en el marco del proyecto de investiga-


ción Identidades y Ciudadanías. Fundamentos político-jurídicos de la diversidad (DER2012-36142),
que dirige el profesor José María Sauca.

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autores que han estudiado desde todos los ángulos, la historia de Atenas en el siglo
V a.C., especialmente en los años centrales asociados a Pericles; puede por ello,
parecer innecesario volver a abordar el tema. Y sin embargo, cada generación, in-
voluntariamente, ve el pasado a su manera y halla en él algo aplicable a sus pro-
pias necesidades y experiencias. Este continuo cambio de enfoque mantiene vivo el
pasado”1. La descripción de las cuestiones que afronta C.M. Bowra en este
párrafo es perfectamente trasladable a nuestro tiempo. Y podemos atrever-
nos a hacer el experimento de sustituir Atenas por la tragedia Antígona,
esa obra maestra de Sófocles. Tanto han aumentado en los últimos tiem-
pos los buenos estudios sobre la Atenas de Pericles como lo han hecho los
autores y obras consagradas a analizar y valorar el papel y el alcance de
la Antígona de Sófocles. Y no hay temporada de teatro en cualquier po-
blación importante donde no se represente Antígona. Y por supuesto una
Antígona frecuentemente adaptada a las necesidades y experiencias de
cada generación, tomada ésta en su enriquecedora diversidad y no como
un todo compacto y uniforme. De ahí la pluralidad de interpretaciones que
brindan los papeles de Antígona, Creonte o Polinices. Además, como seña-
la C.M. Bowra, este continuo cambio de enfoque mantiene vivo el pasado.
Esto parece una apreciación acertada a la que se podría añadir que, en el
caso de Antígona, su oportunidad y continua vitalidad se encuentra tam-
bién en la importancia de las cuestiones que trata y en la riqueza humana
de sus personajes. La excelencia de la conciencia moral individual, la nece-
sidad de las leyes y el orden político, la lealtad familiar, los deberes sociales
y la obligación política, los condicionamientos del destino, la muerte, la
libertad, la desmesura a que puede llegar el gobernante, los peligros del
poder político, las atrocidades de toda tiranía, la responsabilidad moral y
política, la existencia de leyes morales superiores a las leyes positivas y a
los mandatos del poder político o las consecuencias y justificaciones del
desafío a la autoridad pública son algunas de las cuestiones contempladas
en esta tragedia de Sófocles que contactan con problemas permanentes de
la Ética, la Filosofía Política o la Filosofía del Derecho.
Por ello, no debe sorprendernos que existan autores, contemporáneos
nuestros, que se identifiquen con Antígona (me parece que los más) pero

1
C.M. BOWRA, La Atenas de Pericles, trad. de Alicia Yllera, Alianza Editorial, Madrid,
1974, p. 9. Acerca de la personalidad de C.M. Bowra puede leerse el capítulo dedicado a él por
Isaiah BERLIN en sus Impresiones personales, comp. Henry Hardy, introd. de Noel Annan y
trad. de J.J. Utrilla y A. Coria, Fondo de Cultura Económica, México, 1984, pp. 242 y ss.

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también los hay que piensan que la tragedia, a pesar de su nombre, es la


tragedia de Creonte o que éste es el “centro de atención” del poeta2, incluso,
quien expresa claras simpatías políticas por Creonte3.
La adscripción de Creonte a la terrible razón de Estado es puesta en
duda por Bernard Lévy, al mismo tiempo que Martha C. Nussbaum ana-
liza de manera brillante las relaciones entre la ética griega y la fortuna,
dedicando un apartado especial a Antígona, mientras que otros autores
ven en el desarrollo argumental de la tragedia de Sófocles los atisbos de
la democracia deliberativa4. Ya G. Steiner nos ha puesto al tanto de la
variedad de interpretaciones y lecturas que se han hecho de Antígona,
insistiendo, por su parte, en que «no es un texto “cualquiera”. Es uno de los
hechos perdurables y canónicos en la historia de nuestra conciencia filosófica,
literaria y política»5.
Respecto al título, podemos adelantar que en este trabajo se quiere en-
salzar la actitud ética de Antígona (independientemente de las razones que
la sostienen y del alcance y riesgos teóricos que conlleva la referencia a las
leyes no escritas, aunque sin poder soslayar esas importantes cuestiones), se
desea insistir en los peligros de toda utilización desmesurada y no sujeta a
límites y controles morales y jurídicos del poder político y se quiere hacer un
pequeño homenaje a la defensa del individualismo moral y al imperativo de
la disidencia.

2
J. Mª LUCAS DE DIOS, Introducción a su traducción de Sófocles. Áyax, Las Traquinias,
Antígona y Edipo Rey, Alianza Editorial, Madrid, 1988, p. 43.
3
A. TOVAR, Antígona y el tirano o la inteligencia y la política, artículo publicado en la re-
vista falangista Escorial, 1942, recogido en su libro Ensayos y peregrinaciones, Ed. Guadarrama,
Madrid, 1960, pp. 1 y ss.
4
B.H. LÉVY, El testamento de Dios, trad. de Joaquim Sala-Sanahuja, El Cid Editor,
Buenos Aires, 1979, pp. 95-96. M.C. NUSSBAUM, La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la
tragedia y la filosofía griega, trad. de Antonio Ballesteros, Ed. Visor, Madrid, 1995, pp. 89 y ss. E.
HERRERAS, “Antígona y la democracia deliberativa”, en Sistema. Revista de ciencias sociales,
núm. 212, Madrid, sept. 2009, pp. 87 y ss.
5
G. STEINER, Antígonas. La travesía de un mito universal por la historia de Occidente, trad.
de Alberto L. Bixio, Ed. Gedisa, Barcelona, 2009. Se puede leer con provecho el trabajo de Mª
O. SÁNCHEZ MARTÍNEZ, “Las Antígonas merecen ser vividas. Reflexiones sobre género
y paz”, en E. FERNÁNDEZ y J. I. MARTÍNEZ GARCÍA (eds.), Los derechos en el contexto éti-
co, político y jurídico, El Tiempo de los derechos 1, Consolider-Ingenio 2010, Tirant lo Blanch,
Valencia 2014, pp. 235-261.

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2. TEMAS DE ANTÍGONA

Voy a dar por conocida la estructura de la tragedia Antígona. En su lu-


gar voy a seleccionar textos extraídos de tres momentos de su desarrollo.
Para un análisis del texto, me parece recomendable dirigirse al tratamiento
que han hecho estudiosos insignes de la tragedia griega, y de la aportación
de Sófocles a ella, como Karl Reinhardt en su libro Sófocles6 o Albin Lesky en
su obra La tragedia griega7. Su manera sencilla y concisa de efectuarlo puede
ser más recomendable, en un primer momento, que otras interpretaciones
más singulares. En cuanto a los párrafos seleccionados en tres lugares de la
tragedia, es indudable que el segundo es el que contiene más ideas y cuestio-
nes aprovechables para este trabajo.
1º. Después del diálogo de Ismene y Antígona y de conocer Creonte,
por boca de un guardián que alguien ha manipulado el cadáver de Polinices,
el Coro, en la Estrofa 1ª, exclama:

“Muchas cosas asombrosas existen y, con todo, nada más asombroso que
el hombre. El se dirige al otro lado del blanco mar con la ayuda del tempestuoso
viento Sur, bajo las rugientes olas avanzando, y a la más poderosa de las diosas,
a la imperecedera e infatigable Tierra, trabaja sin descanso, haciendo girar los
arados año tras año, al ararla con mulos”8.

A esta referencia de admiración hacia la especie humana y al trabajo agrí-


cola añadirá, en la Antistrofa 1ª el aprendizaje humano de la caza y la pesca,
y en la Estrofa 2ª los conocimientos acerca del lenguaje, el pensamiento, las
reglas civilizadas del comportamiento y las maneras de protegerse contra las
inclemencias del tiempo. Y también se insistirá en distinguir entre el bien y
el mal, a la vez que tomará nota de los beneficios de vivir en sociedad, cum-
pliendo las leyes humanas y las divinas.
Este acento prometeico puede comprobarse en el texto de la Antistrofa:

“Poseyendo una habilidad superior a lo que se puede uno imaginar, la des-


treza para ingeniar recursos, la encamina unas veces al mal, otras veces al bien.

6
K. REINHARDT, Sófocles, trad. de Marta Fernández-Villanueva, Ed. Destino,
Barcelona, 1991.
7
A. LESKY, La tragedia griega, trad. de Juan Godó, revisada por Montserrat Camps y
present. de Jaume Pòrtulas, El Acantilado, Barcelona, 2001.
8
SÓFOCLES, “Antígona”, en Tragedias, introd. de José S. Lasso de la Vega, trad. y no-
tas de Assela Alamillo, Ed. Gredos, Madrid, 1998, p. 261.

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Será un alto cargo en la ciudad, respetando las leyes de la tierra y la justicia


de los dioses que obliga por juramento. Desterrado sea aquel que, debido a su
osadía, se da a lo que no está bien. ¡Que no llegue a sentarse junto a mi hogar ni
participe de mis pensamientos el que haga esto!”9.

Esta teoría optimista sobre la especie humana que aquí desenvuelve


Sófocles es análoga a la que encontramos enunciada por el sofista Protágoras,
su contemporáneo, en la evocación hecha por él del mito de Prometeo10 en el
diálogo platónico Protágoras. Resulta paradójico un elogio de la vida política,
la existencia de las leyes y la necesidad de obediencia y respeto a ellas en una
tragedia que va a girar en torno a las razones para un acto de desobediencia,
de tal magnitud, a las leyes emanadas del poder político. Werner Jaeger en
su conocida Paideia. Los ideales de la cultura griega, ha comentado al respecto:

“(primer canto del coro) El coro entona un himno a la grandeza del hombre
creador de todas las artes, dominador de las poderosas fuerzas de la naturaleza me-
diante la fuerza del espíritu y que como el más alto de todos los bienes ha llegado a la
concepción de la fuerza del derecho, fundamento de la estructura del estado (…).Y
en el ritmo del coro de Sófocles podemos comprobar el orgullo prometeico que do-
mina este primer ensayo de una historia natural del desenvolvimiento del hombre.
Pero con la ironía trágica peculiar de Sófocles, en el momento en que el coro acaba
de celebrar al derecho y al estado, proclamando la expulsión de toda sociedad huma-
na de aquel que conculca la ley, cae Antígona encadenada (…)”11.

2º. El segundo texto, el núcleo de la tragedia, ya en pleno dialogo entre


Creonte y Antígona, contiene la arenga de ésta:

“No fue Zeus el que los ha mandado (se refiere a los decretos de
Creonte) publicar, ni la Justicia que vive con los dioses de abajo la que fijó tales
leyes para los hombres. No pensaba que tus proclamas tuvieran tanto poder
como para que un mortal pudiera transgredir las leyes no escritas e inquebran-
tables de los dioses. Éstas no son de hoy ni de ayer, sino de siempre, y nadie
sabe de dónde surgieron. No iba yo a obtener castigo por ellas de parte de los
dioses por miedo a la intención de hombre alguno”12.

9
Idem p. 262.
10
Ver, al respecto, el libro de C. GARCÍA GUAL, Prometeo: mito y literatura, Fondo de
Cultura Económica, Madrid, 2009, pp. 220 y ss.
11
JAEGER W., Paideia. Los ideales de la cultura griega, trad. de Joaquín Xirau y Wenceslao
Roces, Fondo de Cultura Económica, México, 1990, p. 259.
12
SÓFOCLES, Antígona, cit. p. 265.

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Sófocles sabe muy bien retratar las dos posturas irreconciliables de


Creonte y Antígona. Lo son tanto en el carácter como en la manera de com-
portarse ante auténticos y trágicos retos a la convivencia y al bien de la polis.
Pero también es una lucha entre dos normas éticas, la intemporal amparada
por los dioses y la que protege la vida de la ciudad, y dos derechos, el cons-
tituido por las normas no escritas y de la tradición familiar y el derivado de
los mandatos del soberano. En este punto Sófocles debería haber sabido que
estaba aportando a la posteridad un tema de debate moral, político y jurídico
que ha continuado hasta el presente. Y, por último, aunque Hegel y muchos
de sus seguidores en esta línea, diera lugar a una interpretación preponde-
rante que sitúa en el mismo plano moral a Creonte (pretensiones legítimas
del poder político soberano) y a Antígona (pretensiones justificadas en la
tradición y el derecho familiar), no parece que ésta sea la última palabra eva-
luadora. Tras una lectura atenta de la tragedia de Sófocles deberíamos coin-
cidir con Albin Lesky en su opinión: “Antígona lucha realmente por las leyes no
escritas e inquebrantables de los dioses, como ella dice, leyes a las que la polis jamás
debe oponerse. Pero Creonte, en su comportamiento, no representa en modo alguno
a esa polis, la voz de esta polis, unánime, está de parte de Antígona (vv. 733 ss.), la
disposición del tirano se basa absolutamente en la arrogancia y la maldad”13.
3º. Y llegamos al final. Antígona, fiel a su familia, a su ética y a las leyes
no escritas se suicida, da la vida por sus convicciones y nos ayuda a compro-
bar su valentía y su coherencia. Creonte, por otro lado, cambia de parecer,
impresionado y miedoso, al oír a Tiresias, pero ya es tarde. No muere, pero
su derrumbe moral es más que evidente. Éste es consecuencia de su desme-
sura. Leamos:

Creonte: “(…) Mientras que yo, ya que he cambiado mi decisión a ese


respecto, igual que la encarcelé, del mismo modo estaré presente para liberarla.
Temo que lo mejor sea cumplir las leyes establecidas por los dioses mientras
dure la vida”14.

Antígona está llena de llamadas a la reflexión y a la prudencia. Su última


enseñanza está recogida en las líneas finales:

Corifeo: “La cordura es con mucho el primer paso de la felicidad. No hay


que cometer impiedades en las relaciones con los dioses. Las palabras arrogan-

13
A. LESKY, La tragedia griega, cit. p. 209.
14
SÓFOCLES, Antígona, cit. pp. 290 y 291.

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tes de los que se jactan en exceso, tras devolverles en pago grandes golpes, les
enseñan en la vejez la cordura”15.

En el caso de Creonte, y como ha señalado Karl Reinhardt: “La tragedia con-


cluye no tanto con el juicio y el castigo del culpable, ni con la expiación del acto delezna-
ble, sino sobre todo con la imagen del superviviente inútil (…). No es siquiera la falta que
ha cometido la que le precipita en su caída, sino la forma y la manera de su ser”16.

3. LAS LEYES NO ESCRITAS

La orden que contenía la prohibición de dar sepultura a los traidores


(y Polinices es un traidor a Tebas, su patria) cuenta a su favor con la doble
justificación de provenir de un poder político legítimo, aunque Creonte se
comporte aquí como un tirano, y de tratarse de una norma jurídica san-
cionadora vigente en Atenas y en muchas otras partes. Por el tono que en-
contramos en algunos fragmentos de la tragedia no podríamos decir que
Antígona no sea consciente de este dato y de la responsabilidad que com-
porta la desobediencia a la ley (positiva). La validez y la vigencia de la nor-
ma jurídica que prohíbe dar sepultura a los traidores puede ser documen-
tada en la Helénicas de Jenofonte y en la Historia de la guerra del Peloponeso
de Tucídides. En el discurso de Euriptólemo, con motivo del proceso en
Atenas a los estrategos de las Arginusas, que nos narra Jenofonte, se hace
referencia a la existencia de una ley contra los saqueadores de templos y
traidores que rezaba: “si uno traiciona a la ciudad o roba objeto sagrado, sea juz-
gado ante un tribunal, si fuere condenado, que no sea enterrado en el Ática, y sus
bienes sean confiscados”17. Por su parte Tucídides cuenta el interesante caso
del enterramiento de Temístocles, de esta manera: “pero sus huesos, según
cuentan sus parientes, fueron repatriados por disposición suya y enterrados en el
Ática a escondidas de los atenienses, pues no era lícito sepultarlo dado que era un
exiliado acusado de traición”18.
El caso Antígona versus Creonte, lleno de numerosos y variados matices
y sujeto a interpretaciones y valoraciones enfrentadas, puede ser visto, en
15
SÓFOCLES, Antígona, cit. p. 299.
16
K. REINHARDT, Sófocles, cit. p. 134.
17
JENOFONTE, Helénicas, Libro I, 7, 22, trad. y notas de Orlando Guntiñas Tuñón, in-
trod. general de F. Javier Gómez Espelosín, Ed. Gredos, Madrid, 2000, p. 36.
18
TUCÍDIDES, Historia de la guerra del Peloponeso, Libro I, 138, 6, introd. general, trad. y
notas de Juan José Torres Esbarranch, Ed. Gredos, Madrid, 2000, p. 252.

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palabras de Luís Gil, de esta manera: “una muchacha muere por desobedecer un
mandato del poder establecido que pugna con imperativos ético-religiosos de orden
superior, un gobernante, accedido al poder en trágicas circunstancias, bienintencio-
nado quizá, pero en exceso celoso de su mando, incurre en la hybris de un autócrata
tiránico; por último el derrumbamiento de éste, con la reacción en cadena de suici-
dios que su actitud, modificada demasiado tarde, provoca”19.
Parece, por tanto, que hay que leer Antígona como la pugna entre lo
perdurable y siempre válido de las leyes no escritas (e inquebrantables de
los dioses) y las leyes de los hombres que se enfrentan a los contenidos de
aquellas. La superioridad y la primacía en su respeto de las leyes no escri-
tas sobre las del poder político es, sin lugar a dudas, la primera consecuen-
cia que podemos y debemos sacar de la narración de la tragedia Antígona.
Ello significa dejar de lado una interpretación muy seguida desde que
Hegel la expusiera en su Estética (II, 2, I), o en su Filosofía del Derecho (Parte
Tercera, sección primera, 166), describiéndola como un conflicto entre dos
derechos, el familiar y el estatal, igualmente válidos. En todo caso, la últi-
ma palabra y la jerarquía superior la tienen las leyes no escritas de carácter
divino. Y por ello es repudiado Creonte por parte de su hijo y prometido de
Antígona, por parte de los dioses por medio del adivino Tiresias, y por su
propia esposa Eurídice. Y, además, no parece haber dudas en el hecho de
que no solo las simpatías, sino las convicciones de Sófocles estén del lado
de Antígona. Por ello no es difícil coincidir con Albin Lesky, cuando, fren-
te a la interpretación hegeliana, ha señalado que “trasladada a Antígona, la
teoría de los valores igualmente legítimos que chocan entre sí es una interpretación
errónea”20.
La fórmula que hace su aparición en uno de los momentos cumbre de
la Antígona: “leyes no escritas e inquebrantables de los dioses” no admite gran
discusión en cuanto al objetivo de su utilización por parte de Sófocles. Parece
incuestionable que las leyes no escritas son las leyes seguras e intemporales
de los dioses, es decir, la ley divina. Pero ya en la época de Sófocles la propia

19
L. GIL, Presentación a su traducción de Sófocles. Antígona, Edipo rey y Electra, Ed.
Labor, Madrid, 1986, p. 5.
20
A. LESKY, Historia de la literatura griega, versión española de José Mª Díaz Regañón
y Beatriz Romero, Ed. Gredos, Madrid, 1989, p. 307. En este sentido se expresa también el
juicio de José S. LASSO DE LA VEGA en su Introducción a Sófocles. Tragedias, Ed. Gredos,
Madrid, 1998, pp. 78 y 79. Ver, también, la breve presentación de Antígona en Esquilo, Sófocles,
Eurípides. Obras completas, bajo la coord. de Emilio Crespo, Ed. Cátedra, Madrid, 2004, pp. 523
y 524.

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idea de ley no escrita amplió su significado a otras leyes, igualmente univer-


sales, fijas e intemporales que no tienen necesariamente un origen religioso
o divino. Y a ello no es ajena la evolución social y política, el pensamiento
ilustrado de los sofistas y los avatares de la ley democrática en Atenas. J. de
Romilly utiliza este dato como una de las aportaciones que la Grecia clásica
ha regalado a la cultura universal: “Ahí reside el prodigio, ya que ese pueblo, he-
chizado por la escritura y las bases seguras que ofrecía a todos, inventó, sin embargo,
la idea de las leyes no escritas para todo aquello que se sitúa más allá del terreno de
las leyes. Esas leyes no escritas son muy conocidas gracias al elogio que hizo Sófocles
en Antígona y en Edipo rey. Imponen, por ejemplo, el respeto por los suplicantes y
los heraldos, el entierro de los muertos y la ayuda a los oprimidos. Pero lo importante
es que son, contrariamente a las leyes escritas, universales”21. Y pone como ejem-
plos además textos de Jenofonte, Isócrates y Aristóteles.
Volviendo al caso de Sófocles, este autor hace uso de esa fórmula, en el
sentido de ley divina, también en un conocido texto de su tragedia Edipo rey,
cuando, en un momento de su desarrollo, el coro resalta:

“¡Ojalá el destino me asistiera para cuidar de la venerable pureza de todas


las palabras y acciones cuyas leyes son sublimes, nacidas en el celeste firma-
mento, de las que Olimpo es el único padre y ninguna naturaleza mortal de los
hombres engendró ni nunca el olvido las hará reposar! Poderosa es la divinidad
que en ellas hay y no envejece”22.

Según el análisis de W.K.C. Guthrie: “la expresión “leyes no escritas” se


aplicaba, en primera línea, a ciertos principios morales tenidos por universalmente
válidos o válidos, al menos, para todo el mundo griego. Sus autores eran los dioses, y
ninguna infracción podía quedar sin castigo”23. Este sería el caso que nos ocupa,
aunque además, unas líneas más tarde, añade, lo siguiente: “A mediados del
siglo V iba ganando terreno una tendencia secular de pensamiento, a expensas del
teísta que, de todas formas, no desapareció del todo”. Y aquí es donde debemos
situar la utilización que de la fórmula “ley no escrita” hace Pericles en su

21
J. DE ROMILLY, ¿Por qué Grecia?, trad. de Olivia Bandrés, Ed. Debate, Madrid, 1997,
p. 251. Ver, también, otro de sus libros, Problèmes de la démocratie grecque, Ed. Hermann, París,
1975, pp. 80 y 81.
22
SÓFOCLES, “Edipo rey” (863 y ss.), en Tragedias, introd. de José S. Lasso de la Vega,
trad. y notas de Assela Alamillo, Ed. Gredos, Madrid, 1986, pp. 343 y 344.
23
W. K. C. GUTHRIE, Historia de la Filosofía griega, tomo III, siglo V: Ilustración, trad. de
Joaquín Rodríguez Feo, Ed. Gredos, Madrid, 1988, p. 134.

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discurso fúnebre, que nos ha narrado Tucídides en su Historia de la guerra del


Peloponeso, cuando destaca con vehemencia:

“Si en nuestras relaciones privadas evitamos molestarnos, en la vida pú-


blica, un respetuoso temor es la principal causa de que no cometamos infraccio-
nes, porque prestamos obediencia a quienes se suceden en el gobierno y a las le-
yes, y principalmente a las que están establecidas para ayudar a los que sufren
injusticias y a las que, aun sin estar escritas, acarrean a quien las infringe una
vergüenza por todos reconocida”24.

Según ha señalado J. de Romilly en referencia a las leyes no escritas en


general, tanto las religiosas, como las laicas, se trata de leyes admitidas por
los hombres, no incluidas en ningún código jurídico, que venían a solucio-
nar las insuficiencias de las leyes escritas y que se veían como universales e
intemporales. Una demostración de la preeminencia de lo eterno sobre lo pe-
recedero y de lo seguro sobre lo precario. Y además se encontraban inscritas
en la conciencia de los hombres. Cuando por influencia de postulados más
ilustrados en el siglo V a.C. ganan en contenido moral y pierden en el reli-
gioso, pretenderán sustentarse más en un simple, pero reconocido, consenso
humano.
Por ello, de la lectura de Antígona podemos concluir, coincidiendo con
J. de Romilly, que “contra la legalidad política encarnada en Creonte, Antígona
representa un orden de los dioses, evidente para el corazón de los hombres y sancio-
nado por unos y otros”25. Y quizá ahí radique el hecho de que la lectura de esta
tragedia de Sófocles no haya perdido interés y oportunidad con el paso del
tiempo.

4. ANTÍGONA EN LA FILOSOFÍA DEL DERECHO

En las historias del Derecho Natural y de la Filosofía del Derecho no es


raro encontrar referencias a la Antígona de Sófocles, concretamente al texto
donde se enfrentan las “leyes para los hombres» con «las leyes no escritas e in-
quebrantables de los dioses. Éstas no son de hoy ni de ayer, sino de siempre, y nadie

24
TUCÍDIDES, Historia de la guerra del Peloponeso, Libro II, 38, 3, op. cit. pp. 344 y 345.
Ver, al respecto, la obra de N. LORAUX, La invención de Atenas. Historia de la oración fúnebre en
la “ciudad clásica”, trad. de Sara Vassallo, Ed. Katz, Madrid, 2012.
25
J. DE ROMILLY, La ley en la Grecia clásica, trad. de Gustavo Potente, Ed. Biblos,
Buenos Aires, 2002, p. 31.

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sabe de dónde surgieron”. Pero un problema que surge inmediatamente es si


esa idea de leyes no escritas nos remite a la ley natural o a la ley divina o a
un combinado de ambas. Es difícil encontrar una respuesta clara y segura a
esta pregunta. Así, por ejemplo, en un texto de Derecho Natural, claramente
inspirado en un iusnaturalismo tomista, Miguel Sancho Izquierdo y Javier
Hervada señalan respecto a la tragedia Antígona: “Ya Aristóteles se refiere a
ella y es difícil encontrar escritos sobre el derecho natural que deje de aludirla. En
términos poéticos, no filosóficos, Sófocles plantea en esta tragedia un dilema de todos
los tiempos: qué hacer ante el mandato de la autoridad que contraviene la ley divina,
manifestada en los dictados de la propia conciencia. Y lo resuelve en el sentido que
la conciencia universal ha captado como el único recto: hay que obedecer antes la ley
divina que la humana”26.
Para Antonio Truyol y Serra, Sófocles suscita el posible antagonismo en-
tre las leyes humanas y divinas, a la vez que “proclama que hay límites infran-
queables para la acción del legislador”27. Para Guido Fassó el contraste ley huma-
na –ley superior (divina, eterna e inmutable) está descrito con claridad en la
Antígona, dándose los primeros pasos de una concepción iusnaturalista que
admitirá expresiones variadas desde el siglo V a.C. hasta nuestros días, pero
una predominante y unívoca función: la de cuestionar la existencia, el carác-
ter y el valor de las normas del derecho positivo cuando se enfrentan a dicha
ley superior. O lo que es lo mismo, plantea un triple problema: “Problema
jurídico, porque a propósito de este tema surge la discusión acerca de la validez de
las leyes, pero también moral, porque se apela a la íntima conciencia del hombre, y
político, porque contempla los límites del poder del Estado”28.
Y junto a esta breve lista de intérpretes iusfilosóficos de la tragedia de
Sófocles, no pueden faltar las reflexiones y las emotivas palabras que Ernst
Bloch dedicó a Antígona en su Derecho Natural y dignidad humana:”Antígona
tiene por violencia e injusticia la orden de Creón, y opone a ella el viejo Derecho no
escrito de los lazos de la sangre. La tragedia de Sófocles no está construida como un
problema ético-político, ni basada en un conflicto de deberes, sino basada en el conflic-
to entre dos Derechos. De un lado, el Derecho natural demetérico, del que Antígona

26
M. SANCHO IZQUIERDO y J. HERVADA, Compendio de Derecho Natural, I, Eunsa,
Pamplona, 1986, p. 82.
27
A. TRUYOL Y SERRA, Historia de la Filosofía del Derecho y del Estado, De los orígenes a
la baja Edad Media, Ed. Revista de Occidente, Madrid, 1970, p. 127.
28
G. FASSÓ, Historia de la Filosofía del Derecho, 1º. Antigüedad y Edad Media, trad. de
José F. Lorca Navarrete, Ed. Pirámide, Madrid, 1978, pp. 25 y 26.

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DOI: 10.14679/1018 Número 34, Época II, enero 2016, pp. 17-30
28 Eusebio Fernández García

dice: “su existencia no es de ahora o de ayer, sino de siempre”; de otro lado, el nuevo
Derecho, el Derecho masculino o de Zeus, al que se aferra Creón como rey”29.
La discusión sobre la distinción entre legalidad y justicia, deudora, en
parte, de las teorías iusnaturalistas, en la que reaparece el principal moti-
vo, ya señalado, de la Antígona de Sófocles como pretexto, sigue siendo una
cuestión actual de la Filosofía del Derecho. No en vano Hasso Hofmann en
su Filosofía del Derecho y del Estado, en su segunda parte Derecho injusto del
Estado y Derecho por naturaleza nos encontramos un capítulo primero con el
título La ira santa de Antígona, donde leemos: “La imposición jurídica injusta
de un poder estatal tiránico y la espantosa envoltura de rígida sofistería son, si bien
se mira, antiguas y siempre repetidas experiencias. Por ello Antígona y Creonte en
su lucha en torno al entierro de Polinices nos hablan directamente hoy, más allá de
la profundidad del abismo de los tiempos (…). El sacrificio de Antígona rubrica el
carácter inextinguible de la pregunta por la justicia conforme con el derecho o de los
límites de la legitimidad del derecho”30.
Y un filósofo del Derecho actual, tan poco dado a veleidades iusnatura-
listas, como Luigi Ferrajoli, ha escrito: “La primera consecuencia de la primacía
axiológica de la persona, con la que hemos identificado el “punto de vista externo”, es
su autonomía en caso de conflicto entre derecho vigente y derechos fundamentales.
La cuestión tiene antiguas resonancias, que evocan el conflicto entre derecho y mo-
ral, es decir, entre obligación política de obedecer las leyes aun cuando sean injustas
y autodeterminación moral de las personas. La opción por la autonomía de la persona
frente al estado se encuentra expresada de manera ejemplar en la tradición griega por
la figura de Antígona”31.

5. CONCLUSIÓN: HACÍA UN NUEVO IDEAL DE CIUDADANÍA

29
E. BLOCH, Derecho Natural y dignidad humana, trad. de Felipe González Vicén, Ed.
Aguilar, Madrid, 1980, p. 117. Ver, al respecto, el excelente artículo de F. GONZÁLEZ VICÉN,
“Ernst Bloch y el Derecho Natural”, en Sistema, núm. 27, noviembre de 1978, pp. 45 y ss. Incluido
en su libro Estudios de Filosofía del Derecho, Ed. Facultad de Derecho de la Universidad de La
Laguna, La Laguna, 1979.
30
H. HOFMANN, Filosofía del Derecho y del Estado, trad. de Luís Villar Borda,
Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2002, pp. 108 y 110.
31
L. FERRAJOLI, Derecho y razón. Teoría del garantismo penal, prólogo de Norberto
Bobbio, trad. de Perfecto Andrés Ibáñez, Alfonso Ruiz Miguel, Juan Carlos Bayón Mohino,
Juan Terradillos Basoco y Rocío Cantarero Bandrés, Ed. Trotta, Madrid, 1997, p. 920.

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La ética de Antígona, las leyes no escritas y el error de Creonte 29

Teniendo en cuenta el papel tan determinante que juegan las leyes


inquebrantables de los dioses en la interpretación de las leyes no escri-
tas, cabe preguntarse si el papel crítico de éstas se agota en su sentido
religioso.
El análisis del contenido de la Antígona podría llevar a una interpreta-
ción más amplia y generosa que, sin olvidar las interconexiones entre políti-
ca y religión, se fijara más en la actitud de nuestro personaje Antígona que en
las razones utilizadas para desobedecer las leyes humanas.
¿Cabe una lectura de la tragedia de Sófocles que de lugar a la exaltación
de un heroísmo cívico, más allá de la defensa de una religiosidad arcaica?
Francisco Rodríguez Adrados se ha hecho una pregunta similar32 y me pa-
rece que el tratamiento de su posible contestación posibilita una respuesta
afirmativa, al insistir que la obra añade al temor del castigo al impío otra
perspectiva nueva. En su trabajo Religión y política en la Antígona, recogido
años más tarde en el libro Democracia y literatura en la Atenas clásica, señala
que “la Antígona descubre una nueva libertad, la virtud cívica del ciudadano que se
opone a los abusos del tirano (…). No es esto, evidentemente, lo más importante des-
de el punto de vista de Sófocles, pero sí seguramente desde el de la posteridad. Esta
reaccionaria, defensora sin esperanza de un rito fúnebre tradicional, funda casi sin
darse cuenta el derecho a la discrepancia abierta frente al poder que quiere poner a su
servicio la vida y las creencias todas del ciudadano (…). Sófocles abre de otra parte,
con el sacrificio de Antígona, la vía para un futuro más humano”33.
En esta interpretación de la postura de Antígona, no estaríamos muy le-
jos de la defensa de la obligación moral de desobediencia al poder tiránico,
de las razones morales para la desobediencia a las leyes injustas o del impe-
rativo de la disidencia que se ha evocado anteriormente.
Y lo mismo se podría concluir del tratamiento de otro catedrático de
Griego, compatriota también, y estudioso de la Antígona de Sófocles por la
misma época. Para Luís Gil habría que seguir la línea, paradójica al fin y
al cabo, de ver a Antígona como la defensora de una moralidad negativa o
crítica con el poder tiránico. Él nos recuerda que Antígona “defiende hasta el
sacrificio de la vida una norma de derecho divino –la de recibir sepultura– que es a la

32
F. RODRÍGUEZ ADRADOS, Religión y política en la Antígona, Revista de la
Universidad de Madrid, núm. 13, 1964, pp. 493-523 e Ilustración y política en la Grecia clásica,
Ed. Revista de Occidente, Madrid, 1966, pp. 316 y ss.
33
F. RODRÍGUEZ ADRADOS, Democracia y literatura en la Atenas clásica, Alianza
Universidad, Madrid, 1997, pp. 211 y 212.

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30 Eusebio Fernández García

vez un derecho humano”34. Y a la hora de desentrañar el sentido que Sófocles


quiso dar a su tragedia y la enseñanza que quiso extraer de ella para los ciu-
dadanos de Atenas, cabría entenderlo como “un nuevo modelo de heroísmo cí-
vico contrapuesto al ideal heroico”, “Antígona sería un anticipo mítico de un ideal
de ciudadanía que habría de encontrar años más tarde su más cabal encarnación en
Sócrates”35.

EUSEBIO FERNÁNDEZ GARCÍA


Instituto derechos humanos Bartolomé de las Casas
Universidad Carlos III de Madrid
c/Madtrid, 126
Getafe 28903 Madrid
e-mail: eusebio.fernandez@uc3m.es

34
L. GIL, Presentación a Sófocles. Antígona, Edipo rey y Electra, cit., p. 14.
35
Op. cit. pp. 16 y 17. Ver su artículo “Antígona o la areté política. Dos enfoques:
Sófocles y Anouilh”, Anuario de Letras, II, México, 1962, pp. 159-190.

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