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LA PEDAGOGÍA COMO OBJETO

LUIS HUMBERTO BOLAÑOS

La pedagogía como saber, como objeto y como actitud, existe desde la antigüedad.
El nombre que adquirió fue el de Paideia. En la época del cristianismo, todavía
existía paideia y, sólo en el siglo III y IV d.c., empezó la construcción de un nuevo
modelo de pedagogía que se llamó Escolástica, y que tendría su mejor época en la
creación de las universidades en el siglo XII y XIII. Después de este modelo se
creó el modelo humanista o pedagogía racional que antecedió a los cambios
producidos por la Revolución Francesa (1789). En el siglo XIX se empezó a
construir un nuevo modelo de pedagogía que estuvo muy vinculado a la ciencia, la
experimentación y el trabajo y que se concretó en los postulados de la Escuela
Nueva (1920). El siglo XX empezó a transformar la escuela nueva, la
experimentación y nuestra relación con el trabajo por la aparición de la tecnología
y la técnica que está a punto de cambiar la pedagogía por otra forma pedagógica
atravesada por el currículo, las ciencias de la educación, las pedagogías críticas y
las pedagogías de la emancipación.

En la antigüedad, el instrumento de comunicación fueron los idiomas griego y el


latín antiguo. La pedagogía luego adquirió la forma de pedagogía católica cuando
se convirtió en un instrumento del latín medieval, posteriormente, la pedagogía la
encontramos desarrollada en diferentes idiomas, sobre todo en Alemán y español.
Sólo a partir del siglo XVII se definió como pedagogía racional, su relación con el
inglés, fue fundamental para que adquiriera su forma práctica y aplicada. En el
siglo XIX la pedagogía se estructuró como una ciencia humana y ya en el siglo XX
adquirió un último sentido, como un conjunto de ciencias y de técnicas, producto
de cambios, no sólo en relación con los idiomas, sino también, y sobre todo, con
fuerzas económicas, tecnológicas, sociales y discursivas.

La pedagogía emerge, entonces, como producto de construcciones geopolíticas


más que como dispositivo lingüístico, como había sido su tradición. (…..)

Pensar la pedagogía es definir su ser. Establecer una epistemología es construir la


crítica del ser de la pedagogía y pensar la ética es ubicar el lugar de la ética en la
educación. Estas tres operaciones hay que hacerlas simultáneamente, como si
organizáramos los planos de una casa, la casa del ser, el espacio de la pedagogía.
La mejor forma de pensar la educación es hacerlo desde la pedagogía. Esta
perspectiva la usaron en la antigüedad, Griega, Romana y Cristiana. En la época
clásica todavía la pedagogía era el instrumento, el saber, la filosofía para pensar y
organizar la educación. Una de las características de la época contemporánea es el
de olvidar la pedagogía para dirigirse a la educación. La pedagogía fue sustituida
por el curriculum, por la ciencias de la educación y por la teoría crítica de la
enseñanza. Lo pedagógico, en estos campos o espacios de saber, si bien existe no
lo hace del mismo modo como existía en otras sociedades y culturas. Pero no es
que la pedagogía haya perdido valor, lo que ha pasado es que existen ciertos
saberes y conocimientos sobre la educación que no le dan valor a la pedagogía.
Este panorama no es total. Existen críticas y reflexiones contemporáneas que
quieren rescatar la pedagogía y, con ello, la forma como se ha pensado la
educación. Esta actitud es la que consideramos que puede ocupar el lugar de una
epistemología de la pedagogía y la ética la podemos pensar como el valor y la
responsabilidad de nunca olvidar una posición crítica para hablar del ser y de
nuestro ser. ¿Qué es la educación? ¿cuál es su ser? Responder estas dos preguntas
puede hacerse desde dos maneras, desde el devenir educativo, es decir, desde la
historia de lo que ha sido la educación o desde lo que es actualmente. Optamos
pues por no separar lo que ha sido la educación de lo que es, dicho más
precisamente, lo que es, es lo que ha sido. El ser es un devenir. Lo que nos lleva a
preguntamos por el devenir del ser. Esta orientación que consideramos
epistemológica, la encontramos en ciertas reflexiones y construcciones
pedagógicas, no, en todas, y en algunas formas de pensar la educación. Esta
perspectiva tiene un sentido claro de afirmar y sostener el presente, lo cual el
tiempo actual y el tiempo de la educación. En otras construcciones, se presenta
una tendencia por recuperar el pasado, por mantener la memoria de lo que fue,
por establecer una continuidad aún con la antigüedad. A pesar del velo que cubre
las reflexiones educativas, se puede percibir, en lo que existe, en su forma y
contenido, que la educación es algo más de lo que se dice de ella. Es tener una
actitud epistemológica, el considerar que frente a una cosa hay algo que sabemos
de ella y algo que nos escapa, y lo que se escapa es lo que hay que construir. Decir
cuál es el objeto de la pedagogía, debe considerar lo que ha sido su objeto, y que
tenemos memoria de ello y lo que se nos escapa de ese objeto, y no está presente.
Decir qué es, es, también, decir qué no es.

En esta dirección construiremos nuestro discurso sobre la pedagogía, en español.


Esta construcción es una reconstrucción, pues parte de recoger y hacer memoria
de los postulados, proposiciones y saberes más importantes de la pedagogía para
situarlos como los postulados actuales de la pedagogía. Sobre los planos y trazados
en la pedagogía construiremos nuestro plano y nuestro trazado. Este viaje empieza
en Grecia, continúa en la cultura Renacentista, en la época clásica y termina en la
contemporánea. Nuestra historia no es una cronología y una evolución sino una
memoria. Memorizar es recoger pedazos de aquí y de allá. Memorizar es también
construir otros pedazos de aquí y de allá. Contar es recoger e inventar. Si
narramos este cuento o historia no sólo la inventamos sino que también la vivimos.

LA PRIMERA FORMA HISTÓRICA DE LA PEDAGOGÍA: LA PAIDEIA

Conocer lo que han sido los objetos pedagógicos, sus conceptos, temas y
problemas, es preocupación de especialistas. No obstante, nos preguntamos ¿cuál
ha sido nuestro contacto con estas experiencias muchas de las cuales no son las
nuestras? ¿Cuál es nuestra relación con el mundo antiguo, medioeval y moderno?
¿Qué idea de antigüedad y de sus valores, figuras y secretos tenemos? Dado el
caso de que no tengamos, ninguna relación con estos modelos y experiencias, ¿qué
cosa o quién! nos ha alejado de ellas? Es claro que la escuela, el colegio y la
universidad '¡juegan un papel preponderante para enseñarnos lo que ha sido el
tiempo ,pasado y para enseñamos cual ha sido la pedagogía que ha existido; o
para indicarnos por medio de señas precisas la forma de llegar a estas
experiencias.

Si en nuestra educación, y en nuestras instituciones, existe este vació, llenarlo es


un problema. ¿Cómo enseñar el mundo antiguo? La escuela, el colegio y la
universidad nos han dicho que el medio más adecuado para conocer la antigüedad
son las exposiciones del profesor, los libros, las lecciones, las indagaciones y los
ejercicios. ¿No habrán otros medios, formas y contextos? Para hallarlos hay que
salirse de estas experiencias institucionales y ubicamos en otras experiencias;
salirse, pues, de la forma escolar, de la forma tradicional y buscar otra forma.
¿Cuál? Ubicar la forma propia griega, el modo griego de pensar la pedagogía.
Encontrar el camino que hallaron los propios griegos cuando se preguntaban por la
educación, la enseñanza y el aprendizaje. Esto significa ir a la paideia, entendida
como un saber que esta fuera de nosotros, el otra parte, en otro espacio y tiempo,
sino un saber que puede ser comprendido si comprendemos lo griego, si pensamos
como lo haría un griego. De un modo ético, es ir a lo griego con la subjetividad
griega, como sujetos griegos. No ir como sujetos del siglo XXI, profesores o
estudiantes ubicados en otra experiencia, sino ir como sujetos del siglo IV a. C. Lo
cual quiere decir como filósofos.

La paideia existió en Grecia, por supuesto, pero no sólo en Grecia.


Si creemos al Eterno Retorno, o a que todo retorna, hay experiencias griegas
después de los griegos, experiencias muy aproximadas a la forma como la sentían
los griegos. Estas experiencias son individuales, colectivas y sociales. Por ejemplo,
el Renacimiento Italiano es una experiencia en donde lo Griego está presente de un
modo vivo. Lo que se conoce como la Bildung es una muestra de cómo pensaban
los griegos. Una obra como Años de andanzas y aprendizajes de Wilhem Meister de
Goethe (1775-1830) nos da la imagen o la idea de la vida griega, de la educación
Griega, de la paideia. Cualquier persona, individuo, que muestre que ha luchado
solo, que ha vencido al mundo y a su propia condición, que se ha preocupado de sí,
que ha cuidado y que se conoce y conoce a los demás, por la forma de relacionarse
con ellos, se puede decir, en principio, que ha sido formado en la paideia. La
paideia es una forma histórica pero es también un principio de educación. Este
principio nos dice que la educación son conocimientos que se adquieren en la vida.
La forma de adquirirlos se puede dar al estar en contacto con el medio, las cosas y
las experiencias. Los griegos negaron este sentido de la educación, para ellos la
educación se adquiere por uno mismo; cuando uno se preocupa de su existencia,
elige ser educado, por lo tanto, llegar a un conocimiento. Antes de conocer, uno se
preocupa, se cuida, se protege y dirige su vida. Esto es la educación.

Puestos en este lugar (un lugar parecido al griego) uno se hace las preguntas e
indagaciones muy parecidas a las que se hicieron los antiguos. Es decir, el pasado
puede ser conocido si nos ponemos en el lugar de los antiguos y en el contexto de
sus preguntas. ¿Cuál era la pregunta pedagógica?: ¿Quién soy yo? ¿Cómo hago
para poderme educar yo mismo? ¿De qué maestro me valgo para llegar a la
verdad, tanto la verdad de las cosas, como mi verdad? ¿Por qué medios llego a
transformar mi vida para poder llegar a la libertad, la verdad y el conocer? Desde
la antigüedad griega, sabemos que la pedagogía es la mejor manera de conocer la
educación, porque son dos cosas bien distintas la educación y la pedagogía: la
educación, objeto del pensar y la pedagogía, instrumento para pensar. Si usamos
los dos conceptos separamos las dos prácticas. Pensar la educación es mejor
hacerlo desde fuera de ella, para eso se creó la pedagogía. Pensar la educación
desde la educación nos quita visión, al no tener distancia y perspectiva. Este modo
de acercarnos a la educación, desde la pedagogía, se lo debemos a los Griegos. En
este libro lo vamos a usar. Otra cosa notable de la cultura griega fue considerar
que la educación es un objeto que se puede pensar de muchas maneras y no de
una sola forma. Los griegos lucharon por crear muchas miradas para ver las cosas,
lucharon por crear varios sentidos y romper la unidad del sentido, lo que son las
cosas depende de muchas perspectivas. El sentido de una cosa son muchos
sentidos.

Los griegos entendieron por paideia (pedagogía) la conjunción de varias miradas,


lenguajes y experiencias para dirigirse o representarse la educación. Reconocieron
varios conocimientos: el del sabio, el del estadista, el del sacerdote, el del filósofo,
el del sofista y el del pedagogo o esclavo que llevaba los niños a la escuela. Los
griegos apoyaron y promovieron estas diferentes
miradas y experiencias. Se opusieron a una sola mirada. Cuando una sola mirada,
y un sólo discurso, se posa en la educación, desaparece la paideia. ¿Cómo lograron
pensar esta multiplicidad de miradas, cómo organizaron este juego de
posibilidades? ¿Cómo articuló la paideia los discursos de la moral, del Estado y de
la filosofía? ¿Cuál fue su ideal: crear una totalidad o un fragmento de cultura?

El maestro, el pedagogo y el filósofo estaban separados., En Grecia y en Roma


existían escuelas en donde se le enseñaban a los niños el idioma, las artes y las
ciencias. Esta educación era necesaria porque, además, era una manera de
mantener la tradición por Homero, por los grandes autores, poetas, estadistas y
moralistas. Pero los griegos sabían que el hombre se educaba verdaderamente en
otras partes, en la guerra, en contacto con grandes maestros, con los dioses y con
las experiencias de la naturaleza. 1. La educación estaba repartida y diferenciada
entre la educación obligatoria, 2.la educación de la cual hablaban los filósofos, los
solistas y 3. La educación que se daba y se expresaba en obras de teatro. en la
relación con los dioses y en el mundo natural.

Al sujeto iban dirigidas todas estas distintas representaciones de la educación,


unas veces mediadas por la ciudad, otras por el culto, otras por el discurso de
sabios. filósofos y solistas. La pedagogía se mostraba como el juego entre estas
diferentes posibilidades; la educación del individuo contenía diferentes formas
prácticas y, correspondía al individuo decir, y definirse, sobre sus diferentes
opciones, lo cual implicaba un conocimiento y una preocupación sobre cada una de
las situaciones, de los discursos y de los fines a donde conducía la educación.
Este juego de posibilidades y realidades era lo que se llamaba paideia.

Quizás se nos haga difícil entender esta forma de pensar antigua, en parte, porque
no es la nuestra y, en parte, porque es extraña. Para pensarla mejor
acerquémonos a la cultura alemana En esta cultura, la educación es entendida
como ilustración; no son los estudios, tampoco los libros que uno ha leído, ni el
tener una profesión. Uno es educado cuando ha vivido. El vivir es el experimentar,
el sufrir, el arriesgarse, el entregarse de lleno a una empresa, proyecto o meta.
Son las transformaciones operadas cuando uno se dedica a algo lo que lo educan.
Vivir con pasión, vivir con intensidad, poniendo el pecho al destino es lo que los
alemanes definían como educación y que se expresa en la palabra alemana
Bildung.

Esta palabra significa educación, tal y como la pensaron los griegos. Uno de los
autores que mejor nos dice qué es la Bildung es Goethe que es, quizás, el gran
intérprete de la Bildung. Este concepto significa la educación que uno mismo se da.
En esto se parece a lo que se decía en la Grecia antigua aunque se diferencia de
ella, de la experiencia Griega, en que, para Goethe, el hombre que lucha por ser
alguien en la vida, por creer en sus deseos, por reconocer su identidad de la cual
sabe desde que nace, al final de su vida, en momentos posteriores, reconoce que
puede mas la Naturaleza, el destino, el azar que su propia lucha. Como si la lucha
no valiera la pena porque al final se impone el sentido de fuerzas que él desconoce.
La educación se define, entonces, como un doble juego: por un lado el juego
consciente, el juego del hombre en lucha consigo mismo, por salir adelante. Por el
otro, un juego que él desconoce, donde fuerzas juegan a su modo, sin importarle la
vida del individuo. El resultado de la educación está en saber extraer del juego que
juegan las fuerzas desconocidas (los dioses para los griegos) elementos que
ayuden para sacar adelante la propia vida del modo más digno posible. La
dignidad, la lucha, el valor, el sentido de la educación no está en salir adelante y
vencer las dificultades sino en reconocer que eso no basta, que al vencerse a sí
mismo no se vence a nadie, que la verdadera victoria es encontrar detrás del
vencimiento propio, otro mayor del cual no somos jugadores, a lo mas
espectadores, y que por esa condición tenemos del hombre una baja estima, un
desprecio, como si la vida fuera un combate infantil.

En nuestra cultura, y en lo que tenemos de memoria, podríamos decir que más o


menos hemos sentido algo parecido a la educación de los griegos ya la educación
de los alemanes con la Bildung. La gran diferencia es que en Grecia y en Alemania
estas experiencias educativas se escribieron, las leyes incorporaron estas ideas y
principios, las instituciones las aplicaron. En Grecia. Platón escribió varios diálogos
en donde aparece la paideia y, en Alemania. Goethe escribió varios libros entre
ellos el Fausto y Wilhelm Meister. Entre nosotros, en nuestra educación, en sus
discursos y escritos nunca apareció una palabra parecida a paideia o a Bildung.
Nosotros no venimos de la paideia o de la Bildung sino de la educación escolástica,
que es la educación medieval. Esta educación nos enseña que el hombre se educa
por la intervención de una autoridad y que el individuo nunca se puede educar él
solo. El hombre depende, el hombre está determinado, el hombre es subordinando.
En Grecia y en Alemania, el hombre es el que se educa sólo, por eso sufre.

Si bien es cierto que en nuestro medio cultural no tuvimos paideia o Bildung en


forma de leyes educativas o de instituciones, sean discursos, obras o pedagogos, si
hemos tenido paideia en la literatura.
Por ejemplo, los personajes de García Márquez y de Álvaro Mutis viven como si
fueran educados en la paideia. Florentino Ariza o Macqroll el Gaviero pueden,
perfectamente, ser griegos, educados en la paideia. La educación de florentino fue
así, tal y como se narra en El amor en los tiempos del cólera no fue a la escuela,
no fue educado por maestro alguno, no tuvo prácticamente familia, sólo su madre,
que en lugar de ser madre era una amiga. Nunca estudió en clases, no tuvo la
experiencia de exámenes o evaluaciones. Su educación fue en contacto con la vida,
con las cosas, con objetos. Todo lo que aprendió le vino por medio de aventuras,
juegos, pasiones, locuras, desafíos, retos e imposibles. Después de fracasos,
soledades, angustias, dramas y perdiciones, Florentino entiende cuál es su sentido
de la vida, cuál es su ser, su destino. Pasa de no ser nadie a ser lo que él, sólo él,
quiere ser. Florentino aprende a leer sin maestros y escuela. Pero, sobre todo,
Florentino aprende a conocerse a sí mismo, aprende a reconocer sus fuerzas
propias, sus vacíos, temores y posibilidades. Esta educación la hace en la escuela
de la vida y no en la escuela donde un maestro es el que impide ser.

¿Por qué Florentino no es un ejemplo para nosotros? ¿Por qué esa educación que
se ve en esta obra no constituye un principio para nuestra educación? Porque
creemos que la educación es ir a la escuela, al colegio ya la universidad; porque
creemos que la educación es ser profesional; porque creemos que ser educados es
aceptar lo que dicen las leyes, el Estado y los maestros. Nos han enseñado, desde
la escuela, que la literatura es leer para descansar; al griego se le decía, al alemán
se le dice, que la literatura es lo que uno debe ser, es su ejemplo, su verdadera
educación, que la educación que existe en las escuelas e instituciones es, y a la vez
no es; representa una necesidad, pero no es lo que de verdad es importante en la
vida. Lo más importante es lo que uno hace sólo, lo que uno hace sin que se lo
hagan, uno se educa sólo, enfrentando sólo los peligros, siempre y cuando se
entienda que uno debe educarse sustituyendo la educación que nos da la escuela y
siendo más rigurosos con nuestra educación que la que produce la escuela. Uno es
su propio maestro, su educación, su ideal y su meta.

Otro ejemplo que hemos tenido de paideia es el de Bolívar: no fue a la escuela, a


ningún colegio o universidad. Si bien tuvo maestros, ellos fueron más bien
instructores. No tuvo maestros en el sentido de alguien que lo educa a uno. Su
educador fue él mismo. Muy pronto supo encontrar que el camino, el sentido de la
vida, la guía, la conducción hacia sus metas las debía hallar en su propia vida y en
su propia existencia. Para lograrlo, debía educarse a sí mismo, por mano propia. A
esta tarea se dio durante toda su vida. Encontró que la mejor forma de educación
se lograba viajando, en todos los sentidos: viendo y conociendo otros países,
pueblos, culturas, razas, experiencias. Su mejor método de viajar fue a caballo, así
recorrió toda la América conocida. A caballo gobernaba y amaba, a caballo escribía,
pensaba y meditaba, a caballo entendió la escritura. Escribía después de meditar
en sus largas travesías que lo conducían a la batalla o a la espera. Escribió cartas,
pues la carta era el mejor modo de explicar lo que era pensar, escribir y vivir: en la
carta uno piensa en el otro. Le escribe, le cuenta, espera y sabe que es vano
esperar porque no hay respuesta posible ya que la respuesta se queda en el
silencio, en el vacío de otro que no puede responder lo que uno quiere. La muerte
final de Bolívar es una muerte de un guerrero. Muere al no poder comprender, en
una sola unidad, lo que es el otro y uno. Él, que siempre luchó por unir estas dos
partes, el uno y el otro, supo al final que era imposible. Por eso se deja morir, deja
morir el uno, como si el victimario, él mismo, fuera otro.

Insistimos en la pregunta ¿Por qué Bolívar no es nuestro modelo de educación?


Porque lo que nos han dicho de Bolívar es que es un hombre político, que fue un
libertador, que fue un gran hombre, pero no nos han dicho que, para serio, tuvo
que haber sido educado para ser libertador de sí mismo. Libertador de sí mismo es
casi imposible que surja de una educación que no sea la de la paideia o de la
Bildung. Bolívar, fue Bolívar porque fue educado a la manera griega, en la paideia.
Si Lino quiere ser libre tiene, en la paideia, el modelo.

LA SEGUNDA FORMA HISTÓRICA DE LA PEDAGOGÍA:

LA ESCOLÁSTICA

La Paideia histórica antigua termina o desaparece al nacer el Imperio Romano


(Siglo III. d.c), una nueva educación empieza a construirse. San Casiano,
Clemente de Alejandría y San Agustín, son las primeras expresiones de la nueva
educación que podríamos llamar cristiana o pedagogía cristiana que tuvo que
esperar su consolidación universal hacia los siglos XVI y XVII, cuando aparecen las
obras de notables pedagogos, escritores y educadores como Vives, Loyola, Demià,
Comenio y La Salle. Estos pedagogos retoman o heredan lo que se había
construido en la Edad Media y lo fundamentan a nivel mundial como una pedagogía
de tipo cristiano, en sus dos versiones, católica y protestante.

Entre el siglo III y el siglo XVII se crea, entonces, la segunda experiencia educativa
en occidente, la educación como un discurso o el discurso de la educación. Esta
experiencia aparece cuando se olvida el mundo antiguo, el mundo de la paideia. ¿
que era la Paideia? Era un modo de educación por medio del cual el griego o el
heleno se educaba a si mismo, sabía que se tendría que educar a sí mismo,
preocuparse y cuidarse y que no bastaba que la escuela y los maestros lo hicieran.
Esta cultura o experiencia educativa desaparece o se transforma cuando surge la
Escolástica se rige por principios diferentes a los de la paideia.
Como principio central de la escolástica podemos señalar que el Sujeto es
sustituido por un maestro. El sujeto depende del maestro es el maestro el que
conduce al sujeto, lo lleva, lo dirige, le dice qué hay qué hacer y cómo. La Iglesia
Católica fue el primer maestro, el primer pedagogo, la máxima autoridad
pedagógica, pues, en Grecia no había autoridades, existían maestros, pero allí el
maestro, no era el dirigía, criaba o educaba el niño. El maestro era un personaje
que emitía discursos, que tenía experiencias, que sabia educar pero no le imponía
a nadie esta forma de educar. no le imponía su experiencia. Invitaba a que cada
uno construyera su experiencia.

En la obra El pedagogo, de Clemente de Alejandría, la Iglesia Católica es el


maestro, el pedagogo, la que conduce, la soberana. Es la que educa al sujeto. La
iglesia representa los dogmas, las doctrinas, las máximas, las reglas y las normas
producidas por la propia Iglesia y su cuerpo doctrinal, llamado comunidad, discurso
y norma. Las distintas comunidades religiosas, los Jesuitas, los Franciscanos,
Domenicos, jansenistas, entre otros, acogieron esta forma de educar, esta cultura:
conocer el individuo para conducido y guiado hacia sí como hacia los otros. En sus
primeros momentos históricos la escolástica se representaba la educación por
medio de la formación de los sacerdotes, lo que interesaba era el ejercicio del
sacerdocio, para lo cual se requería un mínimo de conocimientos: literarios
(litúrgicos y los del oficio divino), los científicos (el cómputo pascual) y artístico (el
canto). Estos conocimientos se daban en la Iglesia, lugar, espacio, y símbolo y no
en la ciudad, en donde existía la escuela antigua. La escolástica enseñaba lo
necesario para celebrar el santo oficio y cantarle: el salterio, las horas canónicas.
Todo se hacía de forma oral, de memoria; la lectura era un auxilio de la memoria:
"la memoria permitía únicamente reconocer, lo que ya sabían, y no descubrir algo
nuevo; por ello la importancia de la lectura era muy limitada" (Aries, 1987, 192,
193). Después, la escuela medieval se unió con la escuela antigua y allí se
enseñaban las artes liberales, el Trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el
Cuadrivium (geometría aritmética, astronomía y música). Cuando aparecen las
universidades, se encargarán de la enseñanza de estas artes liberales, usando,
para ello, maestros privados y no clérigos.

Philippe Aries nos describe la transición de la escuela antigua a la escolástica en


estos términos: "La escuela antigua esta separada de la escuela medieval por una
llueva discontinuidad; de la escuela medieval a nuestro modo de instrucción
contemporáneo se pasa, por el contrario, sin interrupción, mediante retoques
invisibles. La comparación de ambos regímenes parece, a priori, un anacronismo
monstruoso, pero esta comparación imposible es (hay que reconocerlo) inevitable.
Leyendo los textos y documentos que tratan de la enseñanza medieval, no
podemos evitar establecer una relación entre esas costumbres de entonces y las
nuestras, ya que no tenemos otro modo de imaginarias.

En primer lugar, lo que retiene nuestra atención son las diferencias. , Desde fines
de la Edad Media, se abrió a los laicos, y desde ese momento no dejó de
extenderse a capas de la población cada vez más amplias. Sin, embargo, hasta
mediados del siglo XVIII, la escuela continuo siendo latina, y cuando se volvió
francesa, cuando el empleo del francés dejo de ser condenado, el estudio del latín
continuo siendo el centro de los programas secundarios. Esta preferencia por el
latín se explica generalmente por las fuentes clásicas de nuestra cultura. En efecto,
hay que remontarse por encima de las épocas que practicaron del culto deliberado
de la Antigüedad romana, hasta esa Edad Media, en la que el latín era, en primer
lugar, el lenguaje de los clérigos y de sus escuelas profesionales. Durante muchos
siglos se enseño el latín como lengua viva, más que como lengua de cultura,
necesaria tanto al clérigo como al jurista o al administrador de bienes. Solamente
al principio del siglo XVIII prevaleció su función moderna de formación general. La
persistencia del latín se debe principalmente al origen medieval de nuestra
tradición escolar.

Segunda diferencia: la ausencia de enseñanza primaria. La Primaria tal y como


nosotros la concebimos hoy día, no es una enseñanza técnica, ni una enseñanza
de cultura general. Se aprende en ella la lectura, la escritura, el uso de la lengua
materna y todo lo preciso para desenvolverse el la vida, en cualquier profesión o
condición a la que se pertenezca. Ahora bien, en la Edad Medieval, y a principios de
la era moderna, esos conocimientos elementales y empíricos no eran objeto de
enseñanza escolar: se adquirían en la familia o en el oficio, por medio de un
aprendizaje. La utilidad de la escuela comenzaba con el latín y terminaba cuando
se llegaba al nivel de estudios latinos necesarios para el uso que se quisiera hacer
de ellos. Un cura párroco de una iglesia rural podia contentarse con saber de
memoria los textos litúrgicos, mientras que un futuro procurador debía ser más
exigente. Claro que existía en la escuela medieval una enseñanza elemental del
latín: la del Salterio, en el que se aprendía a leer y que sin duda alguna ha
inspirado la primaria moderna, como veremos más adelante. Pero el Salterio es
únicamente el rudimento de la escuela latina, con técnicas propias del latín.
Transfiriéndole al francés de la "escuela elemental''' cambió la orientación y,
entonces, resultó algo muy diferente.

Tercera diferencia: la ausencia de Enseñanza Superior de Letras y de Ciencias. Es


cierto que existían Facultades de Teología, Derecho, Medicina, y éstas han
subsistido hasta nuestros días con los mismos nombres. Pero, en Francia, no había
nada superable con las formaciones superiores de mundo helenista, esencialmente
científicas, retóricas y filosóficas, ni a nuestras Facultades de Letras y Ciencias,
nacidas a principio del siglo XIX, con la Universidad Napoleónica. Esta laguna
sorprende cuando se piensa en la importancia de la filosofía en la vida intelectual
de la edad Media. El descubrimiento de obras desconocidas de Aristóteles, y la
Gran Síntesis Tomista, deberían haber favorecido una enseñanza distinta de las
Artes liberales y de la Teología. En efecto, la moral y la metafísica ocuparon en los
programas un espacio tal, que una parte de las Artes fue absorbida por la Filosofía.
Así, la antigua dialéctica del trivium desapareció en beneficio de la Lógica, que la
sustituyó de modo duradero en la terminología escolar; Lógica se volvió, desde ese
momento, sinónimo de filosofía. ¿Podía esa Filosofía coexistir con la gramática y
con las forma rudimentarias de ésta o, se separaría de ella para convertirse en una
disciplina superior? En este aspecto, la evolución ha sido diferente en Francia y en
Inglaterra" (Aries, 1987, 196. 197).

Quizás no conozcamos la escolástica en su forma histórica, pero conocemos la


escolástica aplicada, la escolástica como experiencia. Esta educación escolástica
nos viene de nuestra relación con la Iglesia Católica las comunidades religiosas,
con la liturgia católica, la misa, el matrimonio, la familia, la escuela cristiana.
Hemos sido educados con curras dogmas, principios religiosos, doctrinas morales,
experiencias morales y con una cultura que se encuadra en lo que se conoció como
escolástica histórica. La forma de estar en la escuela, nuestras ideas del tiempo, de
la vida, nuestra formación, la relación con la ciencia, con la personas y con nuestra
subjetividad han sido profundamente escolásticas. Lo cual quiere decir que hemos
tenido una educación que no fue griega: no tuvo la Bildung, no fue racionalista,
como lo fue la educación en la época de Rousseau.

Ser escolástico haber sido educados por instructores, en una escuela cerrada, en
todos los sentidos, arquitectónicos y simbólicos, con portero, por medio de
exámenes orales y escritos, vigilados y castigados. Haber aprendido a leer de
memoria, repitiendo; haber aprendido a escribir de modo mecánico y como si fuera
una técnica; haber aprendido a considerar que la educación son las materias, las
clases, el estudio, las lecciones. La escolástica divide el mundo en un afuera y un
adentro, nos divide en dos, alma y cuerpo, divide la vida en dos, la buena y la
mala, divide y fragmenta y en esa dispersión nos perdemos, perdemos la
existencia.

La escolástica unió de una forma inverosímil el exterior con la educación y, de este


modo, creó tres grandes figuras, símbolos y experiencias de la educación: la
educación como crianza, convirtiendo la educación en un desarrollo; como
instrucción, al hacer de la educación una adquisición; y como formación, al hacer
de la educación un hábito. La crianza, la instrucción y la formación son los
principios fundamentales de nuestra educación. La crianza, nos asemeja a plantas,
a niños, a seres débiles e indefensos. El que es criado es porque necesita
protección y cuidados. Una autoridad fuerte, imponente, capaz de dirigir la
conducta, el alma y ser de una persona. Donde hay crianza, hay sometimiento y
servidumbre. La escolástica hizo creer que la educación es una crianza.

Que un individuo es como una planta o un niño y que por lo tanto es necesaria
para educar esta autoridad fuerte que Dios creó, la Iglesia recogió y que los curas
y maestros aplican.

La escolástica asimiló, por segunda vez, la educación a la instrucción.

Decir, mandar, ordenar, imponer, llevar al otro a hacer algo, cambiar la conducta,
dirigir los actos, transformar el cuerpo, imponer, obligar, decirle al otro lo que tiene
que hacer, se entendió como si fuera una educación, en la forma de la instrucción.
Como si nadie pudiera aprender a leer ya escribir, aprendiera a reconocer su
cuerpo ya reconocer el mundo a los otros, sin esa voz de mando, de autoridad, sin
ejercer el poder, la imposición. La palabra, el lenguaje, el discurso se volvió
instructivo: obedecer el discurso, aceptar la palabra, adecuar el cuerpo y el espíritu
a lo que dice la oración el texto, el escrito. Leer es correr a aplicar lo que nos dice
el texto; escribir es pasar inmediatamente a la acción sin que medie nada, ni una
sola representación propia, sólo la que nos dice el texto. Instrucción y ser
instruidos no podía ser sino aceptar el mundo, el exterior, sin tener que pasar por
aceptarnos, Mediarnos. Esta instrucción y esta educación hacen invisible el sujeto,
la existencia. Lo anulan. El sujeto se anula al ser instruido.

El tercer principio es de la formación. Quizás la formación nació con la


escolástica con esta educación que al someter al sujeto a una crianza y una
instrucción, lo conduce a adquirir una forma a exterior: la forma del que habla, la
forma del que conduce, la forma del que impone que, en su lenguaje educativo, es
entender que educado es ser criado, instruido y formado. Esta tercera condición se
cumple cuando el individuo aplica sobre sí lo que ha aprendido en la crianza y en la
instrucción y por esta condición y estos medios logra adquirir una forma. La
formación se entiende como el llegar a la forma que otro produce. Se nos forma,
se nos inventa, se nos crea. Formación es aceptar de modo instruido que no
podemos darnos la forma que queramos. Las clases, las tareas, el aprender, la
enseñanza, las lecciones, son formas pedagógicas de la escolástica que se ponen al
servicio de la crianza, la instrucción y la formación.

Uno de los mayores efectos de la escolástica es que nos ha enseñado a hacer


discursos sobre la educación, nos ha enseñado a hablar del; educación. Se es
escolástico cuando nos podemos representar la educación sin representamos a
nosotros, nuestra existencia, es decir, cuan no nos comprometemos con lo que
decimos. La escolástica es un discurso, estilo o manera de hablar que nos hace
separar la erudición de nuestra vida, que no nos permite aplicar la erudición a
nuestra existencia y a nuestras experiencias. Rousseau ya lo había presentido
cuando proponía hablar como es uno, unificar pensamiento y vida, palabras y
actos, significaciones y hechos. Descartes lo había señalado cuando piensa que
debe abandonar sus maestros, preceptores, instructores y guías por un
pensamiento solitario, de meditación y metódico que los lleve también a abandonar
sus prejuicios, ilusiones y falsas sensaciones.

La escolástica nos afecta de tal modo que nos divide, haciendo que pensemos una
cosa y hagamos otra, que discurramos por un lado y actuemos por el otro, que nos
representemos las cosas y que esa representación la alejemos de nosotros. Para la
escolástica, pensar es decir lo que es; para Descartes, pensar es meditar en lo que
nos pasa; para Rousseau, es unir pensamiento y actuación; para kan; es pensar
dentro de una experiencia posible, haciendo intervenir el sujeto. La escolástica la
encontramos, en nuestra experiencia, convertida en el discurso que hacemos y nos
hacemos sobre el conocer. ¿Qué significa que la educación sea un discurso por
medio del cual conocemos? Significa que la educación es una imagen que el
individuo crea sobre sí mismo como sujeto educado. Que la educación sea una
imagen, quiere decir que la educación es aquello que el sujeto puede conocer y que
es su objeto de conocimiento. El sujeto cree que la educación es un objeto que
está frente a él y que se puede representar en términos de la naturaleza, las cosas
o la realidad. Todo aquello que el sujeto hace para desarrollar este objeto o para
mejorarlo es conocimiento del objeto y, todo aquello que sea conocer ese objeto,
lleva al sujeto a perfeccionarlo. Tanto el niño como el adulto entran en el proceso
educativo o están en proceso de educación cuando tratan de conocer lo que es la
educación y cuando son educados. Esto quiere decir que la educación es un
discurso, pues, siempre hay que hacer de ella una representación, lo que significa
crear percepciones y observaciones desde ella. Discurso que es simple y familiar en
las primeras edades, en las primeras experiencias y en los primeros contactos
pero: que, luego, se puede desarrollar hasta llegar a un conocimiento científico,
esto es, cuando conocemos de modo complejo, claro, objetivo, completo, continúo
y acabado las cosas.

Todo sujeto puede construir un discurso sobre la educación pues la educación es


un objeto que existe para ser conocido. Esta proposición, y lo que significa, es muy
nueva con relación a la Antigüedad y la época de la Ilustración pues allí la
educación no era un objeto para ser conocido sino para ser vivido, experimentado,
era pues una experiencia individual y personal. La escolástica renovada nos dice
que, según como sea la forma que se lleve la vida, así será la educación y la
experiencia sobre el educar. Cuando la educación es un discurso, se separa la vida
y la existencia del conocer. La educación se puede conocer sin que ello signifique
que nos conocemos. Nos representamos la educación como un objeto, que se da
en la exterioridad, en la naturaleza, y por fuera de nosotros. Nos representamos la
vida como un modo de ser, de llevar la existencia separada de la educación.
Concluimos que la educación existe a espaldas de nuestra existencia cuestión o
problema que no existía en la Antigüedad, en donde la exterioridad era parte de la
interioridad. En la escolástica, conocer o desconocer un objeto no afecta la
existencia. Aspecto que, para la cultura antigua, es lo esencial: conocer y existir
iban unidos, hasta tal punto que la vida, el conocer y el existir estaban
comunicados y se afectaban entre sí.

Que la educación sea un discurso es porque es un objeto del cual se puede hablar,
se le puede nombrar, llegar a observar, a contemplar y, aún, comprender. Todas
estas operaciones se llaman conocer el objeto, o construir un discurso sobre él,
decir oraciones, frases, proposiciones, que no comprometen para nada nuestra
existencia. El conocimiento de este objeto que está fuera de nosotros depende del
lugar, la posición, la situación, la relación y la capacidad con que enfrentemos este
conocimiento. Un niño tiene del objeto poco conocimiento, pues sus facultades, al
no estar desarrolladas, no alcanzan a totalizar el objeto. Una persona ignorante,
que no sabe leer, escribir y comprender también tiene dificultades para conocer el
objeto. El objeto tiene en sí, en su modo de existir, en sus cualidades, en su forma
como un objeto, un valor y una significación. El sujeto que quiera conocer y tener
de este objeto una comprensión total debe estar a la altura de él, en distancia,
posición y comprensión. No hay remedio, del objeto hay que hacer un discurso
para saber qué idea se tiene de él. Según sea este discurso, el objeto aparece en
su totalidad o en su parcialidad.

Con la escolástica, la educación es un discurso, hay que hacer discursos sobre la


educación para poder saber si se conoce o no la educación. Esto conduce a una
proliferación de discursos de lo cual resulta un cuadro, un orden, un método, una
forma conceptual. De esta organización o clasificación se puede después decir qué
discurso está a la altura del objeto y cual se desvía de su trayectoria. El discurso
de un sujeto que no ha sido educado no es un discurso que pueda decir que sabe
de la educación; también carece del saber educar el discurso de un sujeto que no
se ha preocupado por observar, por mirar atentamente, por distinguir y precisar la
educación. Saber y conocer, es tener discurso completo, total de la educación o,
dicho de otra forma, el saber de la educación es aspirar a tener un discurso porque
todo discurso es conocer completamente un objeto.

LA TERCERA FORMA HISTÓRICA DE LA PEDAGOGÍA:

LA PEDAGOGÍA DE LA RAZÓN

Con la entrada de la Modernidad se replanteó, para Europa, el lugar de la


educación. Los humanistas (Montaigne, Erasmo. Rabelais), jugaron un gran papel
como críticos de la educación medieval. El estado de cosas era parecido a la
siguiente situación: si una persona quería tener un oficio, quería estudiar, cultivar
un saber, ocupar un poder, debía pasar por el camino escrito y fijado de
antemano: ser primero religioso, cristiano y católico, antes de llegar a ser lo que
quería ser. La escuela quedaba en el convento, que era a la vez centro de
formación centro religioso y universidad. La comunidad del convento dirigía y eran
los maestros de la escuela y de los colegios, aunque éstos no estuvieran dentro del
convento y eran también profesores en la universidad. A un niño, al ingresar a la
comunidad religiosa, se le hacía más fácil estudiar el ciclo completo de la escuela,
el colegio y la universidad. Cosa que no ocurría si intentaba educarse por fuera de
la comunidad o de su estilo de educación. En Colombia, cuando era colonia
española, entre los siglos XVII y XVIII, la escuela, el colegio y la universidad
funcionaban en un mismo espacio. Para poder entrar en él se requería decidir ser
religioso. Si dado el caso no llegara a serlo, llegar a ser de la iglesia, esa educación
le servia para ocupar un puesto destacado en la administración publica.

En este espacio común había un plan de estudios, pautas y principios educativos


cuya columna vertebral era la teología, el latín, la pertenencia a la comunidad y la
asistencia regular a los cursos y lecciones. Descubrir, por medio de la lectura y el
canto, los secretos de la sabiduría de los textos bíblicos y de los Padres de la
Iglesia era el objetivo fundamental de los estudios. Los humanistas y los
reformadores se opusieron a esta cultura y a esta forma de pensar la educación
sobre la base del tres puntos: abrir los
espacios de educación, relacionar los estudios con el conocimiento del mundo
antiguo y sus idiomas y entender que la naturaleza no era conocida. Lutero insistió
en el primer punto; Rabelais y Erasmo, en el segundo y, Bacón y Descartes, en el
tercero.

En el campo de la educación, Comenio con sus escritos y su vida pública contribuyó


a modificar la escolástica y el poder de la Iglesia Católica sobre la educación y la
pedagogía. Sus libros, la Didáctica Magna Orbis pictus, la Pampedia los más
conocidos en español expresan una nueva forma de entender la educación. Con
Comenio la naturaleza aparece como un objeto muy importante para ser conocido.
La naturaleza son los objetos naturales, los objetos del conocimiento y los objetos
producidos por la humanidad. Conocer est0s objetos exteriores y conocer la forma
para llegar a ellos es fundamental para Comenio. Si bien Dios le da al hombre los
instrumentos para conocer, es el hombre el que debe saber cómo hacerlo, y en
esto contribuye decididamente la educación, pues, es ella la que forma la razón
que, Comenio entiende como un conocimiento de la naturaleza, un conocimiento
de los textos sagrados, un conocimiento del hombre y un conocimiento de las
ciencias y de la lógica.

Otro aporte de Comenio a la educación fue el haber insistido en el método en la


construcción de instituciones educativas adaptadas a la edad del hombre, sus
estudios y sus fines. El método surgió de los modelos de la ciencia natural, de la
propia naturaleza y de objetos como las plantas, las cosas, los seres y los objetos
creados por Dios. En tercer lugar, el método es producto de saber relacionar la
enseñanza y el aprendizaje en una institución para la enseñanza de las ciencias y
los conocimientos. La pedagogía de Comenio es una pedagogía que quiere producir
un individuo racional, un individuo obediente y un individuo ligado a Dios y a la
teología. Este individuo se produce bajo la forma de la educación o sea los espacios
de disciplina, de orden y de moral. Si el hombre no es educado en espacios
previamente organizados, vigilados, ordenados, controlados y adecuados para
transmitir un saber especializado, el hombre no puede ser educado conforme a la
razón. En Comenio, la escuela, el colegio y la universidad, son la base para educar
y, la pedagogía es la que conoce de estas instituciones. Con ello, Comenio
mantiene el poder del maestro, de la autoridad moral y religiosa, aunque se nota
que su discurso intenta explicar objetivamente y de modo racional el
funcionamiento de estas instituciones.

Descartes va más allá de Comenio. En sus obras clásicas así como en las de sus
contemporáneos el Método, las Reglas, las Meditaciones y los Principios, nos
plantea otra forma de entender la razón. En convenio, el hombre se vuelve
razonable por medio de la educación, o sea, por medio de la escuela, el colegio y
la universidad. El hombre sólo llega a tener razón y a hacer de su vida razonable a
través de la educación, por la intervención del maestro, la disciplina, la moral y el
método científico. Ser razonable es obedecer, aceptar a Dios, conocer como conoce
la ciencia, saber explicar lo que son las ideas mayores de la humanidad: el bien, el
mal, Dios, lo justo y la verdad. Para Descartes, la razón no se produce en un lugar
cerrado, no se adquiere por medio de un maestro y por medio de la disciplina de la
obediencia. Todo lo contrario, la razón no está fuera del sujeto está en el sujeto,
no se le produce al sujeto por medio de autoridades, instituciones, poderes, sino
que el sujeto las adquiere por su propio esfuerzo, por la dedicación y la
concentración que el sujeto pone en sus actos, en sus pensamientos, en sus
razonamientos y en cada uno de sus gestos

El método, en Descartes, es un proceso personal, de meditación, de razonamiento


sobre su propia vida, su pasado, la forma como fue educado, sobre sus maestros.
El método es una meditación de desprendimiento de los prejuicios, de las falsas
ideas y valores inculcados por la educación y las instituciones educativas. El
método es, también, un conocimiento de la naturaleza, de sus leyes, de sus
procesos lógicos, de sus formas y del camino propio de los objetos. Descartes
encuentra que la naturaleza tiene un orden, unas leyes y un sistema que el sujeto
por iniciativa propia debe conocer. Tanto el sujeto tiene un orden, como cualquier
objeto, el conocer este orden común permite conocer tanto al propio sujeto como
cualquier objeto de la naturaleza.

Rousseau va más lejos que Comenio y Descartes en su intención de separarse de


la escolástica y de crear un nuevo modo de razonar, de pensar la naturaleza y de
establecer nuevos principios de pedagogía. Esta separación y creación no es, para
Rousseau, de tipo intelectual, o sea, no es un producto de nuevas ideas,
intenciones o deseos. Es formar un nuevo ser en su totalidad, como ser natural y
como ser social. En el Emilio muestra cómo llevar a cabo este proyecto: Emilio se
educa por fuera de las instituciones educativas, el educador de Emilio es la
naturaleza, como guía, camino, búsqueda y fin. El maestro es un personaje
secundario. Emilio tiene como proyecto único el conocerse a sí mismo. Toda su
educación consiste en este viaje y aventura. El conocimiento de sí mismo es un
conocimiento de las propias fuerzas físicas, de los deseos, y de los sentimientos
propios. Es conocimiento de la exterioridad, una por una, los objetos, las ideas, los
conceptos, las abstracciones, y los grandes dilemas y conflictos de la humanidad.
Si el hombre llega a conocerse, puede conocer los otros, el semejante, así como la
diferencia, la sociedad, el Estado, los pueblos, las razas y las mujeres.

Para Rousseau, el conocimiento mediado por otro impide que el hombre se conozca
y conozca su exterioridad y la diferencia que existe en todos los seres y en la
sociedad. Para Rousseau, la semejanza no es el rasgo esencial de la cultura sino la
diferencia y, ésta no se puede conocer sino por la semejanza interna, la que se
establece entre el yo, la interioridad y la exterioridad. ¿Cómo educar en la
diferencia? Primero, se forma el uno, es decir, el hombre se educa a sí mismo.
Segundo, se forma el otro, que es conocer lo que define lo humano. Tercero, se
conoce la diferencia, los valores, los problemas, y el pasado de la humanidad.
Todo, con el fin de construir un próximo futuro. En la totalidad de esta construcción
la naturaleza participa, actúa y acompaña al hombre como su pedagogo. La
pedagogía, en Rousseau, es la dirección que le da la naturaleza al hombre. La
naturaleza sabe siempre qué decirle al hombre, cuando éste la busca como su guía
y como su amigo.

La época, cuyo objeto es construir la razón, el ser humano y el pensamiento es


bien distinta a la escolástica, cuyo objeto es aprender a no ser, a dejar de ser, se
termina con una de las obras mayores de la humanidad, como es la de Goethe, que
ya se ha mencionado a propósito de la Bildung. En sus libros, el Werther, Años de
aprendizaje y el Fausto, Goethe construye el alejamiento máximo de la escolástica
y la creación más novedosa de la razón. El hombre no puede ser educado ni por la
Iglesia (escolástica), ni por el maestro, la escuela y el método (Comenio), ni por la
propia razón (Descartes), ni por la naturaleza (Rousseau). El hombre se educa por
el sufrir, por la tragedia, por las contradicciones que no resuelve, por el
desamparo, por su debilidad, por su situación abismal. Una larga cadena de
estudios, preocupaciones, inquietudes, indagaciones, pensamientos, cuidados,
pasiones, terminan no en éxitos, tampoco en conquistas y en adquisiciones, sino
en la desilusión de saber que el camino es infinito, que nada favorable se ha
resuelto, que la vida es inútil, que todo está demás. Como si el hombre fuera una
barrera para el sujeto. Goethe destruye la idea de hombre que se pretendía
anteponer a la idea de Dios. Toda la época clásica creyó que educar el hombre
servía para abandonar la Edad Media y conquistar el progreso. Goethe cree que lo
que hay que hacer es abandonar la idea del hombre. Desde esta idea, nada se
conquista porque todo son falsas ilusiones.

Goethe abre las puertas a Nietzsche que va a ser el filósofo que más lejos va llevar
la idea de abandonar a Dios, al hombre y la razón. El abandono de estas falsas
ideas y creencias significó un retorno a lo griego. Emprendido por Goethe, Schiller
y Nietzsche. Se volvía al mundo antiguo con el fin de pensar la educación y la
pedagogía desde Grecia y oponer esta cultura a la educación que se presentaba en
Europa y concretamente en Alemania que era, a la sazón, uno de los polos
mayores de la cultura, junto a Italia y Francia. Lo que estaba en juego era la
construcción de una nueva cultura, un tipo de hombre, de moral, de civilización
que fuera distinto al ideal de la cultura católica, escolástica y cerrada, propia de la
Edad Media. Dos Filosofías, dos formas de pensar y dos modos de civilización se
opusieron: una cultura de la razón, de la ciencia, del individuo, del utilitarismo, de
la dialéctica y de la crítica, contra una civilización de la naturaleza, el arte, lo sobre
humano, la afirmación de la vida y del instinto. Un pensamiento de lo humano,
contra un pensamiento de lo más allá de lo humano; en definitiva, otra forma de
entender el hombre, el sujeto, el individuo y la cultura.

La vía de la ciencia y de la razón, o vía de lo humano, arranca, pues, de Comenio


y, en su transcurrir, se presentaron diferentes opciones o proyectos de pedagogía
que, en últimas, confluyeron en consolidar la pedagogía como una ciencia humana.
Comenio, construyó una primera versión de la pedagogía en donde ésta es
pensada como un método. La pedagogía era prácticamente un saber sobre la
enseñanza, que más tarde se llamaría Didáctica. Locke y Rousseau, se acercaron a
otra postura pedagógica al inventar Locke, en su libro Pensamientos sobre la
educación, la pedagogía como un modo de pensar la educación, Rousseau, en el
Emilio, la pedagogía como un modo de pensar y conducir el hombre. Kant, en sus
Lecciones de pedagogía, a finales del siglo XVIII, reordena la pedagogía al darle el
sentido de una teoría, una hipótesis y una ciencia. Pero es Durkheim, en su libro
Educación y sociología, el que separa radicalmente la pedagogía y la educación
como si fueran dos objetos muy distintos. La educación, una teoría, lo mismo que
la ciencia; solo que la pedagogía es una ciencia practica. A mediados del siglo XX,
la pedagogía adquiere el estatuto de una ciencia plural e interdisciplinaria al hacer
parte de las Ciencias de la Educación. Una respuesta escolar (académica diríamos
en nuestro medio) diría que la pedagogía es saber enseñar, tener un método
adecuado para enseñar. Otra respuesta, un poco más elaborada, ensayaría a decir
que es la teoría práctica de la educación (Durkheim) y otra, más compleja, diría
que definir la pedagogía implicaría asumir los distintos discursos que desde la
paideia griega se han situado en una actitud pedagógica, esto es, en el campo de
la pedagogía, valga decir, la Didáctica, la Ciencia de la Educación y las Ciencias de
la Educación.

La otra vía para pensar la pedagogía no nació de problemas escolares, o para


resolver dilemas institucionales, estatales o religiosos. Goethe fue el primero que
pensó, como si fuera un griego, sus problemas contemporáneos. Su obra Años de
andanzas y aprendizajes ( 1790-1830) inaugura lo que se conoció como novela de
formación que es entender la educación como un problema de la cultura y ésta
como una forma de selección y de jerarquización para la creación de seres
elegidos, distintos. Con Goethe se empezó a pensar la educación del niño, del
joven, de la mujer, por fuera del proyecto o del ideal de la Revolución Francesa, de
la sociedad capitalista, de las formas de la racionalidad, el progreso, la felicidad, el
trabajo y la identidad. Goethe concibió una educación como formación,
transformación del hombre y de la mujer por fuera de los modelos institucionales
que se ofrecían en su época, la escuela, el colegio, la academia. Es decir, las
formas del orden del encierro, del conocimiento, de la construcción de la identidad,
del ser, del ideal para el trabajo y la felicidad. La idea de educación en Goethe es
extraña para la razón, la ciencia y el sujeto porque es una idea que piensa la
educación como un devenir, un juego con la naturaleza, sus leyes, misterios y sus
encantos. La educación como la formación del individuo, en lucha consigo mismo,
por conquistar no una identidad sino una aventura que lleve al individuo cada vez
más a nuevas experiencias. Por eso, el viaje, el arte, la escritura, la cultura, la
Filosofía, se convierten en los verdaderos símbolos formadores. La educación
pensada por fuera de las figuras institucionales, consagradas y tradicionales.

El modelo educativo de Goethe es el modelo que vemos en la educación de todo


artista, científico, filósofo y pensador. Modelo que se mantuvo en la tradición crítica
de Nietzsche, Benjamín, Novalis, Heidegger, Freud, Bergson, Holderlin, Rilke,
Handke, Blanchot y Bataille, entre otros. Podemos decir que es el modelo filosófico-
artístico. El otro modelo, es el que vemos en la escuela, en el colegio y en la
universidad y que construyó su discurso basado en la racionalidad, la realidad, el
conocimiento, el trabajo, la virtud y el saber. Este modelo tuvo su momento clásico
en Rousseau y Pestalozzi que hicieron posible la construcción de la Ciencia de la
educación. En el siglo XX, a la Ciencia de la Educación la sucedió las Ciencias de la
Educación, que nacen después de la Segunda Guerra Mundial. Este es un modelo
positivo, experimental y formal.
Estamos, pues, ante la presencia de dos modelos muy diferentes de educación y de
pedagogía. El primero, el filosófico-crítico busca una educación por fuera de toda
institucionalización; en este sentido, rechaza aplicarse, formalizarse porque piensa
la educación como un sistema de corrección y control de la vida. Se plantea por
fuera de criterios como la norma, la ley, el reglamento o el discurso científico de la
educación. El otro modelo es el que se ha institucionalizado, es el que reconocemos
en la educación, en la pedagogía, y ha servido para diseñar los diferentes
esquemas de enseñanza, de didáctica, formación y profesionalización. Este modelo
es copia del primer encierro educativo del mundo, la escuela; y, si nombra la
liberación de este encierro, es por buscar otra forma de control, ya sea en el
trabajo, en las profesiones y en el hombre que, hoy, se presenta con los ropajes de
la liberación, la emancipación, la fragmentación y el querer individual de la
sociedad globalizada y neoliberal.

Pedagogía es el nombre de estos tres caminos por medio de los cuales se quería
conocer y construir la educación. La diferencia con Grecia es total, allí la
pedagogía, era la lucha de discursos sin una realidad única, más bien por construir
una realidad. En la época clásica era la lucha entre discursos por hacer aparecer la
única realidad que se veía, que era la naturaleza. Lo clásico es tener un suelo, una
tierra, para recorrerla. La educación siempre está acompañada por una
representación, y esto desde que existe la educación como una práctica y como un
objeto: como práctica en la Antigüedad y como objeto en la Modernidad. Como
práctica, la educación es más abierta, exterior, inmediata y con un sentido de la
profundidad. Como objeto, la educación es cerrada, localizada, firme y mediata.
Cuando se dice que la educación es práctica se desborda una primera
representación, la que aparece a la mirada y a la percepción, como si la educación
se diera en un más allá. Este más acá es el objeto de la educación, la
representación consciente. Estos dos sentidos de la educación siempre se han
mantenido: como exterior y como idea. Para decir este doble sentido, aparecieron
distintos razonamientos, representaciones de lenguaje, el primero en parecer fue el
discurso filosófico moral, que desde la Antigüedad hasta la modernidad fue casi la
única forma de dirigirse a la educación. La pedagogía era un discurso moral, una
ética, que se expresaba en consejos, en máximas, en cartas y reflexiones
generales dirigidas a los hombres en forma de conducción de su conducta.

Después, aparecieron la ciencia y el Estado como dos nuevas formas de


representación de la educación; la primera, usó el método y la razón para unir
lenguaje y realidad; la otra, estableció el poder social, general y total de la
sociedad sobre el individuo por medio de disposiciones orgánicas. Esta doble
aparición o emergencia no significó el olvido del discurso moral sobre la educación.
Si bien éste se mantuvo, se desvió y adquirió un nuevo sentido presionado por las
nuevas fuerzas, las de la naturaleza, el lenguaje, la razón, la cultura de la corte y
de las villas y el nuevo ser del hombre. El discurso filosófico moral se transformó
en literatura, desde donde emergió la novela por su forma singular de pensar la
educación. En la modernidad se dieron, entonces, tres formas para pensar la
educación: el discurso moral transformado en novela; la ciencia y su método y, el
Estado y sus políticas.

La ciencia, la razón, la lógica, el pensar la educación se separó del discurso moral.


La educación adquirió un doble sentido de realización, por medio de una ciencia
precisa y por medio de prácticas. La ciencia creó una institución para educar, muy
distinta a las instituciones que existían, que eran instituciones sin método, amplias,
abiertas, naturales y exteriores, penetradas por el sentido moral y ético de educar.
El método y la ciencia crearon la disciplina, como lógica de pensamiento y lógica
práctica, en la forma de una escuela, un colegio y una casa de estudios.

Pisar la tierra e imaginaria llena de aventuras misteriosas y hermosas, sufrientes y


felices, así se la imaginó Goethe, en su doble versión de la ciencia (El Fausto) y de
la novela (Años de andanzas y aprendizajes de W. Meister). Ser educado era
perder el alma y conquistar la ciencia, perder la familia, la tradición y conquistar el
ser hombre. Pisar la tierra y recorrerla desde sus primeras visiones y sensaciones
hasta sus altas cumbres, así la describió Descartes (Discurso del Método). Comenio
convirtió la tierra en un espacio cerrado, método, disciplinado, de corrección y
vigilancia que llamó educación. Locke, hizo un gran esfuerzo por construir un
discurso educativo que no tuviera los dos extremos, el de Goethe - perder la vida
para llegar a saber - o, como en Comenio,' perder la libertad para ser educado. Se
inventó un camino intermedio: un pensamiento sobre la educación que recorriera
el mundo, los pueblos, las culturas, las costumbres y las cosas. Un pensamiento
que recorriera el mundo educado, el de la familia, la escuela, el colegio y la
universidad; el mundo de la política, de las ciudades y Estados. El mundo del
hombre interior, de sus sensaciones, percepciones, ideas y concepciones
universales. La educación como una totalidad, como una unidad, un poco más
abierta, extensa, universal, más libre, y que hiciera del dilema de vida y muerte,
padecimiento y felicidad, algo más intelectual, un juego de la imaginación, de la
enseñanza y de la propia educación. Rosseau continuó con este juego aunque le
dio su particular brillo. Enfatizó mucho más la educación como un viaje, una
aventura, un recorrido por la naturaleza, en sus dos dimensiones, natural,
campestre, salvaje y la naturaleza interior, llena de fuerza y descontrol, la
naturaleza animal. Se imaginó que había un camino que hiciera soportables estas
dos vías naturales, el camino de la verdad, del hombre, de su propia vida, el
camino de la naturaleza. Un camino por donde el hombre encontraría su propio
ser, sin grandes pérdidas, gastos y sacrificios. Este camino le gustó a Kant, pues,
él también había ideado uno similar para la ciencia y la filosofía.

El ideal de esta época fue crear la unidad hombre con discursos, realidades y con el
Estado. La forma lenguaje o forma saber: el discurso, la ciencia, la novela y la
técnica. La forma institucional o forma ser: las normas, las leyes y las reformas. La
forma fuerza o forma devenir: criar, instruir y formar.
El concepto de pedagogía que se formó en estos dos siglos (XVII Y XVIII) fue un
compuesto de discursos, reflexiones, ideas, esquemas, fuerzas y practicas sociales
e institucionales sobre la educación. Este concepto estuvo constituido
fundamentalmente por tres tipos de discursos o conocimientos: los de la ciencia, la
novela y la escuela. Con estos conocimientos se formó el concepto moderno de
pedagogía. El objeto de esta pedagogía era educar el hombre en todos sus
aspectos, cuerpo, alma e inteligencia. La pedagogía tenía, pues, un doble sentido:
combinar conocimientos y dirigirlos hacia el hombre. Para hacerlo, se construyeron
tres tipos de experiencias: un discurso cerrado y disciplinado atravesado por el
método, llamado Ciencia;' un espacio, cerrado y disciplinado, constituido por
correcciones y vigilancias, llamado Escuela y, un discurso abierto, espiritual,
natural y filosófico, llamado Novela. Ciertos libros clásicos sirvieron para
institucionalizar la ciencia: la Didáctica Magna de Comenio, el Discurso del Método
de Descartes, Pensamientos sobre educación de Locke y las Lecciones de
Pedagogía de Kant. La institución fundamental que apoyó la escuela como lugar de
educación fue el Estado, para ello difundió leyes, reformas y políticas educativas.
Las novelas educativas más famosas fueron El Quijote de la Mancha de Cervantes,
Años de andanzas y aprendizajes de Goethe, (1796). Antón Reiser de Moritz
(1785) el Emilio de Rousseau
(1762) historia de Agatón de Wieland y Enrique de Ofterdingen de Novalis.

Por pedagogía se entendió, en este período, el educar el hombre completo, tanto


en su integridad personal como en su totalidad cultural. Para lograr esta totalidad,
este ideal de unidad, se crearon tres formas de educación, muy distintas entre
ellas, la educación que se pensaba por los pedagogos, la educación que
efectivamente se daba en las escuelas producto de políticas estatales y la
educación que aparecía en las novelas de la época.

La Escuela Nueva creada en 1922, los métodos activos, las nuevas pedagogías y
las nuevas teorías sobre la educación que se producen en todo el siglo XIX
recogieron estos discursos, experiencias, políticas y reformas de la educación del
período clásico y construyeron lo que se conoce como la pedagogía científica o
pedagogía nueva. Los Griegos vieron que vivían en un río que pasaba por debajo
de sus pies. Los cristianos alzaron los pies y se elevaron por encima del río. Los
clásicos cayeron del cielo y se posaron sobre una tierra nueva. En este nuevo
espacio, lugar y condición levantaron sus discursos y sus experiencias educativas
que cada vez más olvidaban que habían nacido de la tierra. Los discursos
terminaron por perder todo contacto con el río y con la tierra. La Escuela Nueva y
la Pedagogía científica se construyeron e idearon con discursos abstractos, alejados
de los primeros contactos. La tierra un método, el hombre una representación de
discursos, la educación una serie de caminos que conducen al lugar de la Nueva
Escuela: una tierra imaginada, inventada para proteger esta nueva especie de
hombre que había que conducir hacia una cultura proyectada por los hombres de
Estado, los hombres de las religiones, los hombres de ciencia, los hombres de la
pedagogía institucional.
El siglo XIX en educación es la desaparición de la lucha de discursos y experiencias
sobre el hombre, su ser, el ser de la naturaleza y el ser de la educación. Contra
esta ese olvido, y decadencia se opuso la filosofía de Nietzsche que vuelve a
recordar la paideia, el Renacimiento. A Lutero, a los verdaderos clásicos. Nietzsche
recuerda, nos recuerda que la educación es un camino de experiencias contrarias,
diversas. Antagónicas, opuestas, divergentes, múltiples. La educación es río de,
discursos que descansan sobre un río de realidades. Es falso, equívoco y
decadente, y no le hace ningún servicio a la vida, decir que la educación es el
camino que se levanta desde la casa, la escuela, el colegio, la universidad y el
trabajo. Es una falsa representación producida por el discurso del Estado, por las
Reformas, por la Iglesia y aun por la Ciencia.

Nietzsche. Heidegger, Bergson, Sartre, escritores como Musil, Proust, hombres de


letras y sabios piensan que la educación no es sólo la educación estatal,
institucional, producto de políticas sociales, nacidas de las urgencias de las
economías y las tecnologías. Está muy bien, ésta es la educación para todos, para
las masas, pero el individuo, el ser individual, la existencia, no es una masa, es
otro ser. La educación de este ser no es la misma que la que produce la masa. La
educación de la existencia no pasa por la escuela, el trabajo y la tecnología. El
hombre, la vida, las fuerzas, las energías, el sexo, pasa por la institución, el estado
y la ciencia pero no la existencia, el sujeto. Educar el sujeto plantea otra forma de
pedagogía. Este sujeto o la existencia no se educa como todos, se educa para sí,
para su libertad y se educa recordando como se educaba el hombre antiguo, el
renacentista y el clásico, con la cultura que nace de las novelas, del arte, de la
ciencia intuitiva, de las letras y de las experiencias existenciales.

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