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eV! s f a'I-avan c e QUINCE^NAÍ


Año 1. N ú m . 1. La H a b a n a , M a i z o i r¡ dn 19::7

30 CYS.

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5 U rvl A R I o :
•^' '<'\:"' il milicia, por "Los cinco".—VanmiardiMno, jior Jorge M^ñach,—
I Jia esencia para para imiiiorantes ri.'os. por Luis Araquistáin.—Arle y Ar~
^'^ias: liaíael lüaiieo. |„i,. Martí Casanovas.—('na versión poética, por Ma-
ñano Bnill.—Kl piiiriareado. por José Rafael Pocaterra.-^í'ríliea y oontra-
'líiira. j.or Francisco Ichaso. —Almanaque: Kxposieicui (iaUoriio.—Unstra-
<-i''iies ,le Adia AI. Viini;ers, Aníelo. llafael Ulanco, Luis López Jlóndez y
Amonio (laltonio.

APARTADO 2228
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Año I. Núm. 1. La Habana, Mano 15 de 1927

EDITORES:
Alejo Carpentier
Marti Casanovas
revista'^•'avance Francisco Ichaso
Jorge Mañach
J u a n Marlnello
A p a r t a d o 2228.-La H a b a n a

AK^ r.EVAR Et. ABíOt.A


Hé aquí un nuevo bajel en los mares que pretendamos "tupirlos" en redes in-
de nuestra inquietud. Lleva al viento un telectuales. Salimos, pues, rigurosamente
gallardete alto, agudo y azul. Para la emer- a la aventura, a contemplar estrellas —que
gencia posible, banderín rojo. Lo que no es siempre una sana faena—, a ver, en fin,
va en su bagaje es la bandera blanca de si por azar nos topamos con algún ish 'e
las capitulaciones. que no tenga aire provinciano y donde uno
Pues, aunque el decirlo suene un poco se pueda erguir en toda la estatura.
enfático, zarpa esta embarcación con cier- Modestos como somos, llevamos, eso sí,
to brío heroico, dispuesta a hundirse, como nuestra pequeña antena, lista para cuan-
tantas otras, si le soplase viento adverso; tos mensajes de otras tierras y de otros
pero negada de antemano a todo patético mares podamos interceptar en nuestra ru-
remolque. Al fin y al cabo, su tripulación ta. Los descifraremos, y hasta puede que
es escasa y todos, mal que bien, sabemos seamos alguna vez osados de contestarlos.
nadar. Ahora no embarcamos más que cinco.
¿Adonde va esta proa sencilla que dice Temimos que la navecilla pudiera zozo-
"1927"f. ! brar si la cargábamos, así de buenas a pri-
Si lo supiéramos, perdería todo gusto la meras, con mucha pesadumbre letrada. Lo
aventura. W^ goce fecundo de la vida, di- cual no obsta para que, a cada- salida, to-
cen con razón que no está en la contempla- memos a bordo algún que otro pasajero de
ción de los propósitos, sino en la gestión discreta compañía. Ni que decir tiene que
por conseguirlos. Vamos hacia un puerto no hay en "1927" cabida ni escondite para
—¿núticof ¿incierto?— ideal de plenitud; los polizones de la literatura.
hacia un espejismo tal vez de mejor ciuda- Una explicación importante: hemos es-
danía, de hombría más cabal. crito en la proa ese nombre, ese número:
Pero no nos hacemos demasiadas ilusio-
nes. Lo inmediato en miestra óoncicncia, es 1927
un apetito de claridad, de novedad, de mo-
vimiento. Por ahora sólo nos tienta la diá- No que creamos que 1927 signifique na-
fana pureza que se goza mar afuera, lejos da, sin embargo. El año que viene, si aún
de la playa sucia, mil veces hollada, donde seguimos navegando, pondremos en la proa
se secan, ante la mirada irónica del mar, "1928"; y al otro, "1929"; y así... ¡Que-
los barcos inservibles o que ya hicieron su remos movimiento, cambio, avance, hasta
jornada. ¡Mar afuera, hasta que se sienta en el nombre! Y una independencia absolu-
un hervor de infinito bajo los pies!. ta —¡hasta del Tiempo!
Tampoco hay afán de pesca incidental Ya está arriba el ancla. A los que nos
en la excursión. Los peces están ya dema- saluden cordialmente desde otros barcos
siado apercibidos contra esta laya de bar- o desde la playa, nuestro saludo.
quitos literarios, y no somos tan ingenuos LOS CINCO.
EL M A L E C Ó N , por Angelo

IJ A M
Parece (jue ya va siendo i)ertineiite afi- formar Protestantismo o Piomanticismo,
lar la'palabra " vanji'uardia" con ese categorías.
ISMO de inilitanlia. Porcipe, elomontrd- Ya lo de vanguardia a secas pertenece
nicnte considerado, lodo ISMO es como a un trivium dejado atrás. El vocablo,
..na proa en que se juntan, fortalecen y con ser tan metafóricamente expresivo,
afinan las cuadernas de un velero social. señala una época de proposiciones, de tan-
Indica, por lo pronto, la profcsionaiiza- teos, de entusiasmos apostólicos y aisla-
eión, la cor[)orizaeión militante de una dos. Pero ya aquella aeiiíiul petulante de
actitud que, liabiendo sido en su comien- innovación, aquel gesto desabrido hacia
zo vaga y dispersa, ha logrado alistar todo lo aquiescente, lo estático, lo, pres-
muchedtnn.bro de secuaces apasionados y tij^ioso de tiempo, aquella furia de nove-
determinar un amplio estado de concien- dad que encarnaron Marinetti, Picasso,
Max Jacob, han formado escuela. Termi-
eu!. ISMO vale tanto como decir éxito de
nó la prédica de los manifiestos. La cru-
lina acción, o por lo inenos, de un llama-
zada es boy de milicia no digamos orga-
miento. Es el gallardete que se le pone a
nizada, pero sí copiosa y resuelta, con sus
un intento doctrinal; es lo que da, a cier- camparaentors y sus juntas de oficialidad-
tüfi concepciones históricas, dejo de cla-
Ahora bien: cuando esto sucede, cuan-
rín- Protestantes o románticos, por ejem-
do las actitudes individuales de excep-
plo, no fueron nada en tanto no lograron ción se convierten en avances gregarios
de minoría, ya no es posible tolerar más po de novedad es ésta? ¿Novedad absbo-
la vaguedad inicial de doctrina. Vague- luta, o relativa? ¿Novedad de esencia, o
dad ; es decir, puras negaciones o simples de formas? ¿Qué cosa es, en fin de enjer-
sugerencias positivas. El ISMO es un tas, lo nuevo? ¿Qué busca, qué se propone
compromiso múltiple que exige su credo i'sta muchachada del día que hace pintu-
diáfano: üiia responsabilidad a la cual ras vulgarmente tenidas por ' ' f e a s " , mú
le urge precisar sus condiciones. sica ingrata a tantos oídos, literatura
Se me dirá que no es posible que se ininteligible para muchos espíritus?
ionne legión en torno de una incertidum- Contra la ijrctensión de lo.s jóvenes cpie
l're. Pero, sobre que la historia nos tiene clamamos por un arte nuevo, se opondrá
liarlo demostrado lo contrario, basta re- siempre, con ademán poderosamente es-
cordar la calidad ingenua y confiada de céptico y peligrosa fuerza de simpatía,
los entusiasmos de grupo. El individuo la ^•ieja convicción de que tiihil novum
aislado es exigente de concreciones; en Eub solé. ¿Cómo contestarla?
(compañía no lo es, porque siempre presu- En faenas sucesivas, quisiera aventu-
ine que su camarada ve claro lo que a él rar un ensayo de solución a este proble-
^e le figura borroso- Esta confianza, este ma que punza a cada instante la probi-
Aago sentido de complemontación es lo dad de nuestras conciencias, pues nada
que hace tan peligrosas a las multitudes, hay tan intelectualmente angustioso co-
capaces siempre de ensoberbecerse y ai- mo una adhesión espiritual que no acer-
i'arse por un mito que sus componentes, tamos a cohonestar racionalmente.
"no a uno, no sabrían sustentar. Más que Jorge Mañach.
las concepciones claras, más que las ne-
tas convicciones, han contagiado siempre
"Las otras grandes unidades do
•'íu lirismo las meras actitudes de i'eac-
cultura couiienzan a fatigarse:
''"'•n o de discrepancia, por cuanto ellas
tres siglos de esfuerzo eoiiti
tienen do redentor de la rutina, es decir,
miado por fuerza embotan las
de mera innovación. La simple novedad
retinas que han ])ermaneei lo
^••' para muchos espíritus «ensibles, una
de hito eu hito fijas en los mis
Pntelequia. De a(iuí que resulte de veras
mos temas. Todo el que sepa
habitual |[¡\ie todo movimiento ,renova-
leer entre líneas y oír entre
dor, como los¡ sistemas astrales, comien-
palal)ras percibe esta sitúa
cen por una nebulosa.
ción- El relativo descanso de
Pero a la postre, repito, nutrido el mo- España, la mocedad de nuestra
vimiento, por lo mismo que gana en ex- America tienen que ser la fuer
lentíión cosmopolita lo que pierde en con- za de reserva que acude a la
tactos y en sugestiones personales de con- brecha- Tenemos que pensar y
lanza, se impone la urgencia de definir- escribir, no sólo para la ciudad,
lo, de formular su teoría. sino ])ara el orbe. Es hora, pues,
Y este e.s el problema- ¿Cuál es el cos- de sacudir los restos de provin
tcnido ideal del vanguardismo? ¿Cuál su cialismo y montar las almas en
razón seria de ser? más procer disciplina. Hay que
Ya he apuntado que decir " l a innova- resolverse a pensar y a sentir
ción, la novedad, así sin más, equivale a en onda larga-"
posponer el problema con un vocablo. Por José Ortega y Gasset-
que enseguida cabe preguntar: ¿y qué ti- en "Gaceta Literaria", de Madrid
Una Escuela para Inmigrantes Ricos
Privilegio inestimable es para "1927" el poder renta años para hacerse un seguro de la
insertar en su 1er. número el siguiente ar-
tículo de Luis Araqiuist&in, una de las cabe- vejez. Su ideal era retirarse de todo es-
zas pensantes más nobles de la España de fuerzo los últimos diez, veinte años de su
boy. La presencia en la Habana del gran vida, precisamente cuando su larga expe-
ensayista y novelador es también un gratí- rieu'.'ia }' sus recursos podían permitirle
simo regalo para nuestros espíritus y una tj-ansformarsc en un gran organizador de
ocasión de tánicos estímulos para la juven-
tud cubana, que con tan cordial devoción capitales, en un artista de la creación eco-
ha sabido acogerle. A la atención de todos nóinica. Gozaba vegetativamente de sus
los cubanos y españoles de buena voluntad rentas, y al morir, con frecuencia en sazón
ofrecemos la valerosa enjundia de estas prematura, por desuso vital, su fortuna
apreciaciones de Araquistáln. pasaba a unos hijos educados en la ocio-
sidad y el despilfarro, que liquidaban
He leído que en España se va a abrir pronto los dineros atesorados con tanto
una escuela para emigrantes. Bien está. sacrificio. De cien veces, noventa, se cum-
A los emigrantes pobres les será muy pro- plía el dramático refrán antillano: padre
vechoso adquirir las nociones necesarias bodeguero, hijo caballero, nieto pordiose-
para enriquecerse lo más pronto posible. ro. El capitalismo español de América
Pero tampoco fuera malo que al propio ha sido una incesante tela de Penélope.
tiempo se creara una escuela para emi-
Salvo excepciones, que las hay en esto
grados ricos. Elsta idea que sugiero no
como en todo, el inmigrante español no
de,be confundirse con la enseñanza que
ha sentido hasta ahora el espíritu de la
proponía Bernard Shaw para millonarios.
gran empresa. Capitalista del mostrador,
El irlandés quería enseñar a los millona-
abandonaba las grandes industrias—los
rios cómo gastar sus millones, un arte,
'ransportes, la banca, las minas, la fabri-
en verdad, más difícil e inteligente de lo
cación en gran escala, el comercio al por
que parece. La escuela que yo insinúo as-
mayor—a los capitales extranjeros, que
pira más bien a enseñar a los ricos de
entraban en cada nación como en país
América cómo deben seguir enriquecién-
conquistado. Dejaba que los manirrotos
dose y, sobre todo, cómo deben enrique-
e impróvidos Estados de la América his-
cer a la nación donde han amasado su
])ánica acudiesen ai Londres o Nueva
fortuna, que es un modo de asegurar su
York a mendigar empréstitos, ,que se co-
independencia.
braban no sólo con sus buenos réditos,
Salvo tres o cuatro Repúblicas hispano- sino con girones de la soberanía nacional,
americanas, hay que reconocer que las de- dando en prenda la intervención de sus
más son poco menos que colonias econó- aduanas y muchas veces el derecho de
micas del capitalismo extranjero. Yo atri- una intervención armada. Y en esas cru-
buyo este grave mal a la impreparación cifixiones de pueblos, nunca ha faltado
de los inmigrantes españoles para las for- el correspondiente Judas.
mas más complejas y vastas del gran ca- ¿A cuánto se eleva el capital de los es-
pitalismo moderno. Centavo a centavo, el pañoles en América? Debe ser una cifra
inmigrante español acumulaba un peque- fabulosa. Ahora se ha puesto de moda la
ño capital: cien mil, quinientos mil, un insulsa prédica de que los pueblos hispa-
millón de pesos. Trabajaba treinta, cua-
noamericanos deben ahorrar para eman-
ciparse de la tutela económica extran- ique ba ido eliminando el capital extran-
jera. (Naturalmente, no estimo como ex- jero y ba asimilado las formas más in-
tranjero el capital de los espaíioles resi- trincadas del industrialismo. Sencilla-
dentes en América, porque en la mayoría mente, porque el español se formó en el
de los casos se queda y disuelve en el país estrecho horizonte de la tienda, porque
donde se ha formado). Pero el ahorro que carecía de una fuerte ambición creadora
existe es ya inmenso. ¿Quién duda, por y porque, en última instancia, le intere-
ejemplo, que la riqueza sobrante de los saba poco el destino político de los pue-
españoles en Cuba bastaría para explotar blos donde elaboraba una modesta for-
sus transportes y toda la industria azu- tuna. ¿Surgirán algún día los Hernán Cor
carera y para proveer al Estado cubano tés, los Pizarro de la economía hispano-
de todos los empréstitos que le fueran americana. ¿No habría que temerlos, por-
precisos para sus necesidades públicas? que sus coiYluistas prepararían la autén-
¿Por qué se inhibe esa riqueza de esas tica emancipación de América, como las
grandes funciones nacionales y se las en- otras prepararon la libertad política,
treoía lal capitalismo norteamerijcano'/ acabando con el milenario despotismo a-
Por poquedad de espíritu económico, por borigen. Y el nuevo despotismo económi-
''lue, a excepción de rarísimos casos, el es- co es mucho peor.
pañol de América no deja nunca de ser He aquí, pues, la escuela que hace fal-
'^m pequeño tendero, porque las formida- ta : una escuela para los españoles ricos
bles concepciones del capitalismo moder- de América, que les enseñe a organizar
no no le caben en la cabeza. su riqueza sobrante a beneficio de la in-
Yo no creo que el capitalismo ni el na- dependencia hispánica, enájinchando la
cionalismo sean fórmulas definitivas de angosta visión de sus comercios y renun-
organización económica y política. Han ciando al pobre ideal de una vejez tranqui
<^'e superarse, se están superando ya; la la y estéril. Veo qne la Institución Hispa-
Historia no se detiene. Pero han de pasar nocubana de Cultura quiere traer econo-
Poi' esas fases los pueblos que aspiren a mistas españoles; pero que no sean meros
esia alta jerarquía histórica; la alterna- técnicos, sino hombres, ante todo, de pro-
tiva es convertirse en pueblos proleta- fundo sentimiento hispánico y larga vis-
rios, al servicio de las grandes potencias ta histórica. Y una revista como estos
capitalistas, en colonias asalariadas suje- anales que empiezan en " 1 9 2 7 " puede ser
tas como el paria manual, a la ley de bron- una excelente propedéutica a la escuela
ce de la servidumbre económica. Ya no de emigrados ricos que convendrá ins-
basta la independencia política, que mu- taurar.
chas veces es sólo la máscara y no el ros- Luis ARAQUISTAIN.
tro. La otra independencia, la de la eco-
nomía, la más honda, la verdadera, sólo Jlabana, Marzo de 1927.
se legra nacionalizando la riqueza, recon-
fiuistándosela a los extranjeros.
Molestan los academizantes, profe
í^^ta hubiera debido ser la obra de los
españoles en muchos países do América, y sionales del clasieisimo; pero mo
"O lia sido. ¿Por qué? ¿Por incapacidad lestan más todavía, los profesio
"e la raza para la gran empresa? No lo nales de la rebeldía, de la litera
admito; lo desmiente también la rarísima tura sin gramática y del arte
organización del capitalismo en España, sin Arte.
A R T E & A R T I S T A S

R A F A E L B L A I V C O
I Víctor Manuel García, Antonio Gattor-
Ija primera etapa, la etapa inicial de no, Domingo Ravenet, Eduardo Abela,
nuestras promociones iiietóricas, la má« líamón Loy — La obra de ese grupo
peligrosa y la más propensa al fracaso, se caracteriza, e impone su valor, por un
])orque en ella se camina a la aventura y lirismo intenso y desbordante, por una
al azar, etapa de balbuceos e indecisio- fogosidad impulsiva y vehemente, cpie,
nes, lia sido vencida y superada. De San constituyendo el tono inicial de la obra
Alejandro, bajo la dirección tutelar de de todos ellos, se afina, se depura y en-
liomañach, el único de nuestros pintores riquece, sin perder empero, nada de su
(]ue, sin recelos y sin reservas se ha dado vigor y de su vehemencia.
con amor y vocación a la enseñanza, con Todavía en pie de batalla y en las lí-
una ijenerosidad ejemplarísima en nues- neas de avanzada, RomaCiach, con su li-
tro medio, lian surg'ido, destacándose de rismo colorista, a fuerza de objetivo y
entre las ligideces de la enseñanza aca- realista, sacrificando el interés escénico
démica, las fi<i;uras hoy día militantes de y literario de su obra en aras a su plas-
nuestra generación, iiomañacli, artista ticidad y a su valor estrictamente pictó-
esencialmente personal, artista de cora- rico, abrió el camino: Y, perseverando en
zón, ha sabido infiltrar a sus- alumnos, él, la obra de nuestra generación joven
(pie lo son todos los que integran la fa- Se afirma e impone, con todo su in-
lange juvenil, su espíritu y su fe; ha sa- menso valor, por una abundancia asom-
bido despertar en ellos la pa.sión creado- brosa de genio, de temperamento y de
ra, estimulando su libre iniciativa y su acometividad; por el imperativo personal,
liersonalidad. Y hoy ya, una crítica va- '(|ue pesa sobre el contenido expreso y li-
lorativa de nuestro movimiento artístico, teral de su obra, revelándose a través de
presenta, gracias a esa labor abnegada esa, con empuje avasallador. El tempera-
del Maestro, una tónica, característica mento, impulso instintivo e impondera-
en aquel, que se revela como una orien- ble, respira y delátase a través de la ma-
tación unánime entre los nombres más teria pictórica, dándole a ésta un conte-
representativos de nuestra generación,— nido estético y emotivo, no por una exal-
tación ponderada de sus valores propia-
mente expresivos, sino por su exaltación
cuantitativa, intensa y desbordante, en
cuanto refleja el genio y el temperamen-
to del artista, y trasuda el torbellino de
sus pasiones.
Cuando el temperamento,—ígenio, im-
pulso creador, personalidad, entendiendo
con esa terminología un imperativo per-
sonal imponderable, esencialmente diná-
mico y biológico,—es, de por sí, todo el
contenido estético y emotivo de la obra
artística, en la génesis y gestación de es-
en nuestras artes. Y ¿cómo siendo nuestra
pintura espontánea e instintiva, sin ini-
cios intencionales, caminando a la aven-
# > > / tura, traduce ese autoctonismo y ese hon-
do sentido racial? ¡Como ¿partiendo de un
/ realismo estricto y literal, impersonal a
fuerza de objetivo, como lo es el realis-
mo de Romañach, avanzamos hoy por las
sendas de un convencionalismo tenden-
cioso y completamente subjetivo? Por
las voces obscuras del instinto; por un
ascendiente racial invencible; por una ley
biológica inconvertible, ágenos por
completo a todo propósito y a toda espe-
culación. Esa firmación racial y cubaní-
sima, está no en el contenido, sino en la
materia.
II
Rafael Blanco, nuestro gran carica-
la lio inedia el factor consciente o inten- turista, es, posiblemente,—cubano, esen-
cional. De una enorme fuerza emotiva, cialmente cubano, cubanísimo,—desde sus
intensa y avasalladora este arte es un fru- primeros pasos y los inicios de su obra,
to natural y espontáneo, fatal y biológi- el único que sigue una norma contraria y
co ; obedece a instintos ocultos y subcons- obedece a distintos impulsos. Contra el
cientes ; pero camina a tientas, sin norte lirismo, desbordante y vehemente, que
y ^in guía. Su emotividad y su valor esté- caracteriza la obra y el esfuerzo de
tico, más que eu su contenido intrínseco nuestra generación, Blanco, dotado de
y ponderable, están en la vehemencia y un sentido crítico formidable, y a la par,
apasionada exaltación con que se expre- sabio administrador de los recursos ex-
sa : Nos emociona no por las cosas que di- presivos de su arte, especula, consciente y
ce, sino por la forma como las dice: Por deliberadamente sobre la materia de que
su. ascendencia sugestiva, no por la vía se vale. Su obra, diciendo lo que quiere de
convictiva. cir, pero nunca más de lo que pretende
Así se produjeron en sus primeras épo- decir, es de una avara elocuencia,—ava-
cas, García y Ravenet, y si bien hoy ya sus ricia que no implica pol;reza, sino sabia
obras responden a un propósito y un in- y deliberada dministración.—Nuestro ca-
terés emotivo inicial, y la emoción está ricaturista no es ciertamente, un anti-lí-
cu el contenido, no en la exaltación dis- rico, porque en su obra el sentimiento lí-
cursiva, el nervio, la médula y la savia rico contenido, sostenido, medido y pon-
de que se fecunda su obra, están en esa derado, está latente y en tensión cons-
pasión latente y circulante, que constitu- tante; es sí, Un contra-lírico, que refrena
ye su característica y su valor personal. ese lirismo y los impulsos de su tempera-
Abrigamos la creencia, esperauzadora e mento vigoroso, para hacer de aquel la
impaciente, tal vez, de que estamos en los savia, fecunda y circulante, y la carna-
inicios de una revelación autóctona, per- dura de su arte. No es pues, la actitud
sonalísima, inconfundiblemente cubana. espiritual y emotiva de Rafael Blanco, una
actitud refleja, sino reactiva. Cada uno ción con ciento cincuenta caricaturas. Pe-
de sus rasgos y todas y cada una de sus ro abandona pronto ese género para dar-
obras, responden a soluciones delibera-
se al costumbrismo,—escenas populares,
daiuente previstas y persoguidas, no a ha-
tipos callejeros, escenas del vivir euotidia
llazgos fortuitos y afortunados.
Y así, en su obra, la materia expresiva no,—buscando en ellas y a través de ellas
es parca, precisa y medida, sabiamente la revelación latente del alma popular y
administrada, no usando más que aquella del sentimiento racial, y campo propicio a
que estrictamente se requiere para decir Sus especulaciones y a su avidez, que supe-
y expresar aquello que se propone e.xpre- ran, ciertamente, el interés anecdótico e
sar. Nuestro artista sabe de antemano lo inmediato de la caricatura personal. En
que va a decir, hasta donde pretende lle- el Salón de 1916, primero que se celebra
gar, y cual es su norte; ello le permite en nuestra ciudad, Blanco presenta una
ahorrarse palabras y actitudes vanas, y
serie reducida, pero valiosa, de apuntes
le evita indecisiones, permitiéndole mo-
costumbristas: Unos cartones recios, en
verse dentro de una estricta y severa eco-
los que el color, parco y avaro, es medi-
nomía. Y aún no siendo un ' ' f a u v e " , des-
cribiéndonos con su arte, singular y pa- do y administrado con sabia maestría y
radójico, imáigenes vivientes y concretas, eficiente estrategia, sin darle más de lo
de un objetivismo real y efectivo, no es- estrictamente preciso e indispensable, y
tados emocionales, elabora su obra según sin excederse a la cantidad requerida. Y
el postulado fauvista, dentro la máxima no obstante esa avaricia y esa economía,
intensidad y con el mínimo esfuerzo, o el color se destaca en esas obras, con cla-
sea, con la máxima economía posible de ridad diáfana, porque ese no es en ellos
niateria expresiva. De tal forma, que esa un recurso atributivo, sino que responde
l< y de economía, es, posiblemente, la no-
a una intención expresiva deliberada, e
ta más característica y sumamente pecu-
íntegra de una. manera substancial el con-
liar y esencial del arte sin par de Rafael
Blanco. tenido propiamente expresivo, al par que
emotivo, de aquella.
ni
Esta que podríamos calificar, por lo Ese costumbrismo, típicamente local, que
que se refiere a los asuntos y a la esce- iniciara con su aportación al Salón de
nificación, serie cubana de su obra, serie 1916, Blanco, no ha de abandonarlo ya.
que año tras a'.lo, viene mostrándonos en Del 1918 al 1920, estudia en N. York; el
los Salones de Humoristas, comienza el 20 y 21, recorre México, seducido por la
1921. Antes de esa fecha, empero, Blanco belleza, recia y franca, de su arte indíge-
prefiere y se da j'a, con especial predilec- na. Pero, a través de las influencias y las
ción a las escenas típicamente locales, de sugestiones múltiples que esos viajes des-
marcado sabor popular. piertan en él, ese tipismo, de un intenso
Ingresó en la Escuela de San Alejandro y substancioso sabor popular, Blanco no
en 1903. El 1912, en el entonces <'Ateneo lo abandonará ya, antes bien, se afirma
y Círculo de la H a b a n a " celebra su pri- en él, y en él afirma y justifica su intenso
mera exposición individual, con un cente- y profundo cubanismo.
nar de caricaturas personales, mordaces Mas, he aquí una cuestión ,que nos in-
y sagacísimas; el 1914 en la "Academia teresa dilucidar. El cubanismo de Rafael
de Artes y Letras", una segunda exposi Blanco, ¿no será de índole argumental, de

8
Una Versión Poética de Mariano Brull
El- KEORESO
De Henry Vaughan.

Felice de los días tempranos la fragancia


cuando mi ser gozaba, como un ángel, su infancia;
antes que conociera en la tierra el camino
señalado a mi vida en su nuevo destino;
y turbara a mi alma no otro virgen anhelo
que un blanco pensamiento hijo del cielo;
cuando me hallaba apenas en lo alto del sendero
a una jornada de mi amor primero,
y, mirando hacia atrás la corta vía,
su faz, maravillosa, se veía;
cuando en la flor o en la dorada nube
suspensa, el alma penserosa tuve,
espiando en sus glorias pasajeras
paso de sombras imperecederas;
antes de que tuviera mi lengua la experiencia
para herir con palabras la paz de mi conciencia
o aprendiera en la, vida el arte fementido
que dispensa un pecado para cada sentido:
pero sintiendo en mí por la voz de lo externo
el fluir incesante de lo eterno en lo eterno.

¡ Oh cuánto anhelo regresar! ¡Cuánto espero


oír el son de mis pasos por el viejo sendero;
y una vez más me allegue a la campiña llana
donde dejé primero mi feliz caravana;
desde donde el espíritu mira, en su plena vida,
las palmas que coronan la ciudad prometida!
Pero i oh deliquio, donde vaeilantlíe se pierde
mi alma, en el camino de la campi'áa verde!
Así como otros marcan su rumbo hacia el ocaso,
yo anhelo ir a mi aurora—^volver atrás el paso;
y cuando ya mi polvo reciba en tierra el beso
mi espíritu, cual vino, emprenderá el regreso.

^m localismo estrictamente geográfico e que, para el arte de Rafael Blanco. Deten


insular? ¿Estará en la superficie, y no gamos, pues.
en la entraña y el alma de su arte? ¿Se- M ^ ^ í OASANOVAS.
rá de orden escénico y descriptivo? Ilustraciones de Rafael Blanco.
He aquí el secreto y la piedra de to- (Seguirá.)

n
K 1. i % T K I A I ^ C 3 i %
José Kafael Pocaterra—cuyo nombra no sonará
por primera vez eu el oído eiipiritual del
gran público cubano, pues lo l:an dado a
conocer aquí las admirables ' ' Cartp.s hi-
perbóreas" que viene hace tiempo publi-
cando uno de nuestros diarios—figura en
el primer rango de los prosistas venezola-
nos de la hora actual. Ni sería tal voz
aventurado decir que es uno de los cncriío-
res más intensos y más recios, uno de los
cuentistas más poderoso:; de las nixevas le-
tras americanas. Haüibrc que aiina la ac-
ción a la prédica, la sensibilidad moral a
la estética, Pocaterra se lia hecho adjuirar,
aaemas, do todos los espíritus libras de
nue.stras tierras por la intrépida dignidad
con que vlens militando desde hace mu-
chos años, en su patria y on el destierro,
contra la bocliornosa tiranía de Juan Vi-
cente Gómez. '' 1927'' acoge con singular
complacencia este vigoroso cuento inédito
que Pocaterra se ha servido enviarnos. líieros, e s t a m p a s a n t i g u a s , el r e t r a t o de
Un caudillo local 3- dos c a r a b i n a s : u n a
I f l a m a n t e , la o t r a r e a j u s t a d a su culata
D e ü n ' i m o s le;-; (;;ba)lo,s a ¡a c r u r a d a del con a l a m b r e s y trozos de cuerda. Le han
patio, dontie x'" corta hi'u.scanrente e¡ sen- p u e s t o al e x t r e m o del ca-aón un Jiiechon-
dero, ábrese a m w.ora de p!;i>:oicta y si- cito de algodón p a r a calcular la mira y
gne, iras d;> ¡a choza, hacia el oeste, ca- hacer fuego c e r t e r o en la oscuridad,
líiino del río. c u a n d o la b a n d a d a de báquiros asalta los
E]i un cielo claro, d,e azul absoluto, u n s e m b r a d o s eon .su a v a l a n c h a de colmillos,
frag'mento de luna, una estrella. Los ár- de ])ezuñas, de almizcle.
boles íirarides y o s c u r o ; en la zona del III
ajrua; las pasto-í ver,!ps, ya altos, desji- J']n mitad del gentío una mesa cubier-
ñcn Kus ex1rei!udad(>; aüK-riilenías en esa ta de ciavellijias y de flores de la sal)a-
p u n t a de éxodo conque a i'iius de esta- na. Y r o d e a d o de aquellas flores que el
ción tóeanso los cogollos del maizal. vaho de sudor, de alcohol y de humazo d •
•Clavado a una e :tae;i, un candil que los candiles va m a r c h i t a n d o , el c a d á v e r
a c a b a b a n de e n c e n d e r al lado de la puer- de un niño, vestidito de l)lanco. Las ma-
ta- nitos y e r t a s , de cera, el semblante abo-
Y en d e r r e d o r de bi casa, caballos ata- t a r g a d o , a ú n m á s v e r d o s o ; le m a n t i e n e n
dos a horcones, o sueltos, a r r a s t r a n d o las los ojitos abiertos con f r a g m e n t o s de pa-
r i e n d a s , p a s t a n d o por ahí. los de fósforo e n t r e los p á r p a d o s pesados
de e t e r n o s u e ñ o ; y se ve lo pupila dilata-
TI da, opaca, que apena.s refleja la luz de las
La sala, la a]col)a Dos e s t a n c i a s : velas de sebo como el fondo de u n p l a t o
u n a saleta eon techo de t r a m o s y piso de de peltre. Le han hecho s u j e t a r e n t r e los
b a r r o , apisonado, y m u r o s como el te- dien.tecillos blanquísimos u n clavel me-
cho de los que c o l e a b a n yerbajos salu- nos blanco.

10
La ceremonia de velar " e l angelito" mento se queja y llora a ratos como un
lia durado seis días. Para que no se des- chico pertiido en un robledal. Afirma los
componga el cadáver le lian hervido ya eaideroiies desolados, profundos, el vio-
dos veces. Por eso a ratoó se siente un Jóíi de! iionjl.ae blanco liue está sentado
olor a excelente carne sazonada por toda y contrmp.la fijamente al suelo, como si
la casa. ¡¡o.uldo l)or un destino f^tal e inexorable
Cerca del nniertecito llora una mucha- úeljicíe siciiipre dar la misma nota tras
cha. Tiene los ojos grandes, y humillada 1,1 misüi^i ])im:-;;! por los siglos de los si-
de rodillas junto al hermanito muerto, la glos.
línea ondulatoria, fuerte, de un cuerpo ('í)iiiplrla el Cuarteto un mocetón ale
joven, marea bajo la i'opa muy holgada, gic, de pantalón arie^azado y ojos reilo-
muy ai)]anchada, cierto género de dolor iic-; que rasca sii guitarra al desgaire, in-
que en algunas mujeres no es más que un íiii'ci''. i'ite al sitio, al cauto y a cuanto pa-
espasmo orgánico. sa cu deriedor. .SóJo tiene miradas fnrti-
Por instantes, se enjuga ¡as lágrimas y \a sji,Mi-a Ja iiiucliaeiía que llora allí cer-
mira a hurtadillas el grupo de los músi- c:i ,secándose las lágrimas con la guede-
cos O va a decir algo en la estancia ve- ja.
cina.
La antífona es dulce y su cadencia y
Es más pequeña ésta. Acuclilladas, ba- su riiiüo niarcaü la resignación (piejum-
jo las hamacas recogidas en lo alto, mu- i;rosa, e! dolor estu])idizado e igual.
jeres. Una de .ü'i-eña alborotada, desespe- E-:iride un poco en los finales.
rada, con los ojos en lágrimas y el cuello
Cuando cesa el canto fúnebre, la ma-
torcido de sollozos. Otra le habla, conso-
(U\', a (juicji aquella música parte su po-
ladora; las demás rezan, endomingadas,
bre corazón de nuijer sumisa que paro y
el fustán crujiente de almidón. La triste
l-c-a, ;jr¡la la pena única. Es la pausa
calla y llora.
;'esi;e1uosa del jolgorio; la anuncia ál-
La madre del niño.
:. iiicn. a;i!oriíario, co)no un rito funeral:
IV
--d'arcn ¡os músicos ])a' que llore la
Entra de tiempo en tiempo un liombre
mama !
y toma de un escondrijo una botella de
aguardiente verdoso y un pequeao vaso
desportillado, sucio, para obsequiar la
concurrencia que invade lo techado y el
frente de la choza.
Es un indio avejentado, canijo, de an-
dar sigiloso y barba rala.
El padre.
V
Cuatro labradores se aproximan al ni-
f'o muerto. Uno es muy viejo, con la voz
C'-íscada; guía éste la antífona rústica que
aeorda otro, robustísimo, de seis pies de
aítnra, en un violíii minú'-eulo, sumer-
Sido entre el pai|uete de músculos de su
liombro y gimiendo de angustia bajo el
puno peludo y formidabble. El instru-

11
Y se eleva el acento desgarrador, úni- solo motivo en dos tiempos truncos de
co. baile; y de seguidas, el vejete que ento-
•—Ay! m'hijo, ay m'hijito de mi alma nara aquel doloroso de-profundis hacía
¡ qué me está pasando, Dios mío! un instante, se aclara el pecho y rompe
Calla; solloza abatida, y mientras la a cantar con una voz eunuca:
asisten rumorosas las otras, el cantador Cuando taremos nojotros
entona su ingenuo responso: como los pies der Señó:
. . . . ique en las puertas der cielo el uno oraiba del otro
aonde lo vido er señó y un clavito entre los dos!
de su padrino 'y madrina
le varga la bendición.... El jaleo se extiende pesadamente por
la atmósfera como una mancha de aceite
Y el del violón, fatídica, ineludible- en una cobija.
mente, pa-sa el arco como una hoz que de- De súbito una voz autoritaria, reclama
capita el acorde desde el umbral del cuarto de las muje-
. . . . ay! te varga la vendición! res:
—Que pare el baile un momento pa'
VI que llore la, madre!
Torna a cesar la fiesta. Las mujeres
La fiesta y el alcohol y el vaho de hem- bajan los ojos, se arreglan el refajo. Los
bra sudada sin perfume que flotan en el hombres tienen una mirada animal, luju-
ambiente, unidos a ese olor característico riosa, triste.
y penetrante de las clavellinas y el de las Hace un instante, la chica que derra-
telas ordinarias cuyo engomado licúa la maba lágrimas junto al hermanito, se ha
traspiración, enervan a los viejos que se deslizado fuera
emborrachan de prisa y alebrestan la En la orquesta falta el de la guitarra.
gente joven. Afuera patean impacientes —^Domitila !•—grita de repente el indio
los caballos; la racha del monte despei- viejo a cuya oreja se inclina, susurrante,
na la cabellera roja del candil que está la comadre <que reparte tocino :—lAh! Do-
en la puerta. Lo demás es noche lóbrega; mitila!
y una recua de nubes cargadas de agua Corre hacia la puerta:
pasa por un cielo distante que se aclara —Aónde está Domitila?
un tanto hacia la raya de la sabana. Se oye un relincho El galope de
Muchas veces se ha vaciado el litro de un caballo
alcohol que el padre torna a llenar mis- Un hombre responde en la sombra:
teriosamente en la espita del barrilillo. —iSe jué con el guitarrero, compadre,
Detrás de la casa hay otra choceja donde con Panchote, ese que llaman er ÑaUire!
se va a devorar raciones de puerco, plá- La comadre se ha plantado en mitad
tanos, dulces en azúcar negro. Rige allí del patio, en jarras, y prorrumpe, iracun-
una comadre con los pechos como odres, da, con una ira falsa y aguardentosa:
la enagua prendida a la cintura, los pies —Me se puso que tenían ese plan! Yo
en chanclos y un mandador para alejar los vide.. . El hijo de la grandísima der
a los granujillas que pululan en derredor Ñaure! y el sinvergüenza de Balbino
de las ollas. que estaba de trae y lleva!
La orquesta ejecuta, interminable, el Haciendo la mímica de cabalgar con
' ' j o r o p o " , el aire mixto que disuelve un una mujer en brazos, informa el del vio-

12
Ion que sale por ahí, de entre unos ma- —¿A quiénes, comadre?— pregúntale
torrales : airada la mujerona de la cocina.
—Yo me estaba cinchando cuando los •—^A los tres, que los tres me duelen!
aguaité: la lleva alante, en la silla. Bal-
IX
bino va atrás en el zaine mocho.
El indio viejo regresa a la casa. Atado
VII a un caballo traen un cuerpo envuelto
en una manta.
Todos los hombres, tras breve plática Los hombres depositan aquel fardo en
alterada, echan pierna a los rocines. El el suelo. Hay un corro de espanto que no
padre descuelga la carabina, silencioso. Se atreve a tocarlo. La voz ronca del pa-
La madre ve al muertecito desde la otra dre, sin inflexiones, álzase dominante:
habitación, con los ojos agrandados, pen- -—Ahí tiene su hija Vélela junto
sativos con ''el angelito". De los angelitos dis-
—Arza arriba! pone Dios en el cielo; de las hijas malas,
Un momento después todo queda en si- la mano de su padre aquí en la tierra.
lencio. Oyese un galopar frenético. Y ce- Y cuando la madre lanza un alarido de
sa el rumor. animal apuñaleado y las mujeres corren,
Una detonación, otra otra locas, gritando, el indio va al rincón, se
sirve un vaso de aguardiente y grita al
VIII
grupo sombrío de hombres:
Las mujeres rodean a la madre que so —A ver! los músicos que cojan sus
ha tirado de rodillas frente al muerteci- enstrumentos; siga el velorio! Mi com-
to: padre Narciso -que vaya por otra media
—Virgen del Carmen, por el alma de carga de ron a Guardatinajas y se traiga
mi muchachito que en tu gloria esté, sál- a la autoridáz!
vamelos, que no los cojan ! José Rafael POCATERRA.
Ilustraciones de LUIS LÓPEZ MÉNDEZ

CRITICA Y CONTRACRITICA
No se ha comentado bastante, al me- sea por lo que tiene de despectivo para
nos entre nosotros, el último gesto de un sector de la crítica literaria que cuen-
Azorín frente a las opiniones de la crítica ta con dos figuras, por lo menos, bastan-
madrileña sobre ''Oíd Spain". El gesto es te respetables r Enrique Diez-Caucdo y
pueril en sí; pero cobra Enrique de Mesa.
EL GESTODE cierto relieve por la per- Se ha discutido mucho sobre la licitud
AZORIN sonalidad del gesticula- o ilicitud de erguirse públicamente contra
dor y muy singularmen- las opiniones de la crítica. La postura es,
te por el predicamento de escritor come- ("uando menos, poco elegante. Hay en su
dido y discreto de que goza entre la ju- fondo mucho de histrionismo, de afán ex-
"\entud de habla castellana. Si el desplan- hibicionista. A la irritabilidad vanidosa
te fuera de un Martínez cualquiera, nin- de ciertos autores harto aficionados a la
guna respuesta mejor que el silencio. Pe- contracrítica, preferimos el desdén orgu-
ro es de un Martínez Ruiz y vale la pena lloso del verdadero creador, que perma-
tomarlo en consideración, aunque sólo nece ante los dardos del acontismo crí-

13
tico con toda la impasil)ilidad de un dios cuando era de suponerse que el trajín
olímpico. Poro si en términos p'cnerales cotidiano halíía insensibilizado la epider-
li! répli''a del artista al crítico suele esti- mis de su espíritu contra todo roce tjuc
Tiuirse ei;írc !a pc-nie de letras como cosa no fuera el levísimo de las intermitentes
de mal ¡'rusto, la réplica agresiva y soez, ráfagas de ideal, vemos que Azorín cam-
que traspasa los lindes de la más riuli- bia súl.'itamente su táctica tradicional, se
nientaria educación, como es, sin duda, enfurece i'ontra los críticos (pie juzgaron
la pubiicada por Azoríii en ''A. B. C , " su obra y lanza contra ellos una sarta de
delata la más fea especie de vanidad que vub'.ares eliaeotas que, cayendo de recha-
puede darse en un hombre público; la zo sobre sU rostro flamante de académi-
soberbia. co, se ¡o han dejado lamentablemente
El caso de Azorín ante los críticos tea- maltrecho.
trales que juzgaron su obra, es un caso ¿A (lié obedece este cambio de frente?
de soberbjftia con tod;::i A un simple ata((ue de :'oberbia. Azorín,
LA SOBERBIA sus manifestaciones sin- como tantos otros escritores, se ha visto
tomáticas. No obedeció su contracrítica a tentado por el brillo engañoso de las can-
un honrado propósito de aclarar o expli- dilejas escénicas.
car su olira, sino a un verdadero estado LA, TENTACIÓN DE Pero i ay! (pie la
paroxismal de ensoberbecimiento, sucedá- LAS CANDILEJAS vejez no se com-
neo en tiempo a una de Ins manifestaeio- padece con estas
nes artísti<'as que más fomentan y hala- aventuras de escenario. Y he a([uí que
pan la vanidad de un escritor: la rejn-e- Azorín, insatisfecho con la glorióla me-
sentación teatral. nos aparatosa, i)ero más duradera del li-
No*es íAzorín de los llamados a osten- bro. Se afana por buscar el éxito que hur-
tar una epidermis intelectual de "sensiti- ta su cuerpo entre las bambalinas, y ante
va". Tocóle a su generación orientar las el fracaso o el quasi-fracaso, opta por em-
ideas estéticas de España por los derrote- prenderla con los Críticos, (pie, por resi^e-
ros en (jue actualmente se hallan encau- to al autor, apenas han dejado traslucir
zadas, y habiendo sido él fervoroso y en sus artículos la poca aceptación de la
autorizado corifeo de ese movimiento de obra .
renovación, (|Uo aún no luí cerrado su ci- E])ílogo de esta otoñal aventura de un
clo, tuvo que soportar, más ((ue ninguno Don Juan de las letras que se obstina por
otro, las diatribas del grupo mayoritario ganar a última hora el favor de la esqui-
de su tiempo. Ante una verdadera pedrea va Thalía es ese rapto de soberbia, naci-
de censuras Tuzó impasible Azorín, tan do de dos sentimientos igualmente desor-
ileso de espíritu como do cuer]io, sin (pie denados y reprochables: la vanidad del
se le viera nunca contestar al insulto con escritor ganoso de popularidad y la pueril
el insulto, ni al epíteto ruin con la invec- suficiencia^ de! literato ([ue pía llegado
tiva categórica .A lo sumo un aletazo c" en la estimiciónó de sí mismo a creerse
soslayo, un resiiingo irónico. I^a mayoría Uiás allá de la, opinión ajena. Y si aún es-
de las veces un encogimiento de hombros, te último prurito se encastillase en la mo-
que es la más adecuada expresión plástic-i destia orgullosa o en la humildad <'asi a-
del orgullo de que es preciso investirse gresiva de ciertos espíritus, pudiera consi-
para llevar adelante una causa que cho- derársele como una actitud en consonan-
que con el misoneísmo del ambiente. Des- cia con ePcarácter de Azorín; pero ex-
pués de años y años de brega literaria. teriorizado con una dialéctica bobadilles-

14
ca resulta verdaderamente desolador pa- 'En arte como en todas las activi
ra los jóvenes espa-aoles e hispanoameri- dad es, hay infinitas actitudes
canos 'que haLían he^ho un culto de la :ul- deshonestas. Xo sólo la actitud
luiraeión hacia el autor de ' ' L a Volun- cóniiea del que y-Q ;Tee héroe, si
tad." no la a! titud del que se arras
Ri los bienaventurados son sensibles al tra, la actitud del que coma
rubor—lo cual es muy posible, poni'.ie drea, la actitud de^ corredor
de comercio de su genio, la acti
hay un rubor del espíritu, concomitante
iud del que se pelea en las re
al de la carne—el bueno de Montaigne
])articiones, la actitud del que
debe de haljerlo ¡¡adecido con ocasión de t}:rita ])ara (iuc le oigan j pai"^
este desplante de su discípulo. ¡El, que di- qne le vean. Sucie.lad de orilla,
jo cosas tan .suavemente admonitorias de suciedad de arrabal-"
la presunción, de la vanidad y de la glo-
]\[- Arconada.
i'ia! ¿Cómo es que Azorín, al escribir su
artí^'ulo ])ara " A . B. C " , no escuchó las
palabras eternas del maestro: " paré- Eecomenzaron las de-^r'-eiones. ^^a
cenie que la nodriza de las más falsas has emharca eu <A " O r d u ñ a " e
ideas públicas y particulares es la opi- ijücia la des);aiuhií'a. Inquietu
nión demasiado ventajosa de sí mismo • des insatisfechas, falta de estí
En cuanto a mí, creo difícil que nadie me nuilo y de ambiente: l í a b a n a -
considere menos de lo que yo mismo me París- Añoranza del solar:
considero. Incluyóme en la clase más co- l^ca-ía—Haiíana. Me aíiuí co
niún y ordinaria de los hombres, y lo mo un pueblo insular, ]Hiede
V e me distingue acaso es la confesión convertirse en trashumante.
sincera que de ello hago "?
¡Alerta, señores dirigentes: No
Francisco ICHASO. coniphcjucnics más aún nuestra
(Seguirá.) sociología!

A L M A N A Q U E
iiXPOSICION GATTORNO el color alcanza su máximo,—no, ocioso
es decirio, cuautiíativameiile, sino por
Exifite, en el arte de xVntonio Gattorno, sus valores y mutuas i elaciones,—la for-
una evidente y constante preocupación ma alcanza su plenitud.
eonstructiva, ordenadora de ritmos y vo- Xos parece, en caiüb-io (¡iie, en Gattor-
lúmenes. Jorge Mañach desde sus "Glo- no, el volumen generas» a has- de una
''•^"i", le atribuye un parentesco con Paul elaboi'ación lin*^:'! y riímica. Es de'ir,
Cezanne, maestro y progenitor del volu- traduciendo las masas coi-póreas no por
uiinisnio contemporáneo. Disentimos. El su peso y densidad, sino por la conside-
peso y la densificación del color, hasta ración y estilización de wu ¡i?rímctvo. De
casi corporizarlo y hacerlo tangible, es lo ahí ese equilibrio clarameiííc rimado de
que genera y provoca la sensación del vo- sus composiciones, y su valor decorativo,
lumen en la pintura de Cézanne. Cuando conseguidos gracias a esa estilización,

15
través del color descubre el voliunen:
Gattorno,una vez obtenido y ceñido este
último, se da, virtuosamente, con delecta-
ción y placer, a la busca de calidades y
accidentes pictóricos y de sutiles minu-
ciosidades. Natural que en su obra pal-
pita una emoción latente, pues no en bal-
de tiene Gattorno el don de una avisadí-
sima sensibilidad. Pero ese virtuosismo,
llevado a su última apelación, muchas
veces trunca la emoción, pasmándola,
despojándola de todo impulso y todo di-
namismo. Tal vez, nos atreveríamos a de-
cir, por un exceso de cerebralismo, y una
exigencia desmedida.
AUTO-RETRATO, por Antonio Gaiicrno Díeese que de la pintura moderna,—
de la pintura de nuestros días, entiénda-
lineal y perimétrica, de la cual tan lejos se,—poco 'quedará, puesto que por su es-
anda Cézanne, mucho más denso, mane- casez de materia, por su ínfima densidad,
jando la materia en grandes cantidades, se desvanecerá fácilmente.- 1Í)¡ materia
casi osaríamos decir, escultóricamente. pictórica, realmente, ha quedado reduci-
Eís indudable .que la noción del volu- da a su mínimo, al contrario de los valo-
men no surge en Gattorno, como así ocu- res espirituales y emotivos. Ya en el úl-
rre en Cézanne, de una consideración de timo Salón de Otoño, parece que se inició
la corporiedad del volumen, sino por obra la reacción, volviéndose a una pintura
de esa estilización, hábil e inteligentísi- sabrosa, de calidades, de sensualismo pic-
ma. Y así, el interés expresivo y emocio- tórico. Demos tiempo al tiempo. Por de
nal de sus líneas y de sus trozas, el pri- pronto la pintura de Gattorno, sabia, pa-
mitivismo ingenuizante ique en ellas «e ciente, pintura de calidades y virtuosis-
delata, sus deformaciones y sus novedis- mos, nos ofrece en nuestras latitudes, en
mos, se nos antojan premeditados en ex- franca avanzada, una reacción pareja a
ceso, llevadas demasiado allá, para que la que registra el mencionado Salón. De
no las estimemos fruto de una sapientí- ahí, el gran interés, el apasionante inte-
sima y paciente elaboración. rés ique reviste la exposición Gattorno, y
Como así mismo responde a una espe- la honradez de su esfuerzo que, sabiendo
culación deliberada la gama de colores, librarle del reclamo y los novedismos de
raonocorde, de que echa mano Gattorno. su hora, le guía por un camino que sea tal
Después del impresionismo, después de vez a no tai-dar, la ruta de salvación.
Renoir y contemporáneamente a Derain, M. 0.
la limitación colorista que se impone Gat-
torno, traduce una negación y una ."imi-
tación perseguida y buscada, no volun-
taria e, imprevista. Todo lo contrario a "1927"
Cézanne, como lo es también la condición Suscripción Trimestral $ 1.50
atributiva y adjetiva que el color adquie-
re en las obras de Gattorno. Cézanne, a
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