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David Bushnell Ensayos d Polftica de Colombia ha Carreota Blistoria HistGrica Reconocido como uno de Ios mejores historiadores de América Latina y uno de os grandes animadores de_los studios sobre la historia politica de la regin, David Bushnell —Doctor en Historia de la Universidad de Harvard, 1951— es una de las voces mas autorizadas sobre 1a historia de Golombia. A su trabajo de afios como académico y escritor suma_su labor ‘como organizador y animador de los cestdios histéricos en el Continente, a través de la vinculaci6n con la Hispaanic American Historical Review, de la que fue editor. Por fuera de las obras colectvas, articulos de revista y antologia de textos en que David Bushnell ha dado muestra de su gran vitalidad y capacidad de ‘wabajo, pueden mencionarse entre sus principales obras mayores —infaltables en cualquier bibliografiacuidadosa sobre historia politica del sigla XIX—: HL régimen de Santander en la. Gran Calembia (1966), el ya clisico Colombia: suna nacién a pesar des misma (1996), EL snaciniento de las patses ltinoamericanos (1989) junto con Nelly Macaulay, y de manera reciente Simin Bolivar, Hombre de Caracas, proyecto de Améria (2002). Ensayos de Historia Politica de Colombia. Siglos x1x y xx David Bushnell Ensayos de Historia Politica de Colombia. Siglos xix y xx La Carreta Editores E,U. Medellin, 2019 Bushnell, David, 1923+ Ensayos de historia politica de Colombia, sighos XIX y XX/ David Bushnell. — Medellin La Carreta Editores E.U, 2019. 196 paginas itutraciones ;22 cm. — (La carreta historia) ISBN 978.958.97664-8, |. Pr6ceres colombianos - Historia - Ensayos, conferencias, ete. 2, Periéicos - Historia - Colombia - Sighos XIX-XX - Ensayos, conferencas, ete. 3. Guerra civil = Histosa - Colombia - Sighos XIX-XX - Ensayos, conferencias, ete. 4. Colombia ~ Politica y gobierno ~ Siglos XIX-XX - Ensayos, conferencis, ete Tit I. See. 320.986 cd 22 ed, 1628447 CEP. Banco de la Repsiblica-Biblioweca Luis Angel Arango ISBN: 978-958-97664-8-4 © 2005 David Bushnell © 2005 La Carreta Ediores E.U, La Carreta Editores E.U. Editor: César A. Hurtado Orozco E-mail: lacarreta.edit@gmail.com “Telefono: 538 49 80 Medellin, Colombia. Primera edicin: febrero de 2006. Primera reimpeesion: abil de 2019 Carétula: disefio de Alvaro Véles. Impreso y hecho en Colombia /Printed and made in Colombia por Xpress Estudio Grafico y Digital S.A.S., Bogors. ‘Queda rigurosamente prohibida, sin la autorizaciGn escrita de los titular del copyright, bajo ls sanciones establecidas en las lees, lareproduecién total o pat~ cial deesta obra por cualquier medio 0 procedimiento, comprendidas las lecruras _niverstarias, la reprografi el tratamiento informatico, yladstibucign de ejem- plares de ella mediante alguiler pablico. Contenido Nota preliminar 1 i. Ml NV. Vv. VL VIL. La imagen problemética del Hombre de las Leyes El desarrollo de la prensa en la gran colombia Los santanderistas venezolanos: un aspecto olvidado de la historia de la gran colombia La diltima dictadura de Simén Boliv consumacién de su misién historica? ‘abandono © iApertura o re-apertura: Zretomo de los g6lgotas? La regeneracién filatélica La guerra civil espafiola, 1936-1939: perspectivas colombianas ul Pa 9 57 17 139 9 Nota preliminar De los eseritos que conforman este volumen sélo uno es riguro- samente inédito. Los dems han recibido desde pequefios retoques hhasta ampliaciones sustanciales. El inédito es el primero, “La imagen problemética del Hombre de las Leyes", de contenido en parte his- toriogréfico y autobiogrifico. Incorpora tunos trozos de una conferen- cia dictada en 1991 en una reuni6n de la Asociacién de Colombianistas cen Thagué y otros pasajes de un articulo sobre la imagen de Sancander redactado originalmente en inglés, todavia no publicado y que a par- de esta publicacién realmente no necesita editarse. En un extremo diferente es el segundo, “El desarrollo de la prensa en la Gran Colom- bia’, que fue el primer articulo mio sobre historia colombiana, apare- cido en noviembre de 1950 en la Hispanic American Historical Review. Su primera versién se habja escrito como capftulo para mi tesis docto- ral sobre el régimen de Santandes, después publicada en inglés y en castellano, pero se me ocurrié que era demasiado extenso con rela- cid a otros capttulos de la tesis y por eso me decid a publicarlo por separado, Ha sido citado varias veces por historiadores colombianos peto no habfa aparecido en castellano hasta ahora, en tradueciGn que yo hice para este volumen. He hecho algunas revisiones, por ejemplo incorporando entre las notas referencias alas obras de Antonio Cacua Prada sobre la historia de la prensa colombiana, que no habian apare- cido hace mas de medio siglo cuando fue escrito el articulo; pero las revisiones son generalmente de muy poca mont. Los dos escritos siguientes versan igualmente sobre la historia de la Gran Colombia, “Los santanderistas venezolanos: un aspecto olvi- dado de la historia politica de la Gran Colombia”, se escribié original- mente en castellano y fue publicado en el segundo niémero, corres- pondiente a diciembre de 1982, de la revista Nuestra América, por ese entonces editada en Tunja bajo la direccién del profesor Javier Ocampo L6pez. A pesar de su anterior publicacién en el idioma de Santander, he querido incluirlo en este tomo porque se trata de una revista que lamentablemente no alean26 la eirculacién merecida y porque a mt ‘me gust6 el tema, que también merece mayor atencién de la que ha recibido, sobre todo al otro lado del Téchira. Se cierra este grupo de escritos grancolombianistas con “La tltima dictadura de Boliv iAbandono o consumacién de su misién histérica?” La versin origi- 7 Davin Bustvett nal de este escrito aparecié en la Hispanic American Historical Review, cen una edicién especial con motivo del bicencenario del nacimiento de Bolivar en febrero de 1983, con el titulo “The Last Dictatorship: Betrayal or Consummation?” Unos afios después se prepar6 una tra- duccisn al castellano por cuenta de El Ancora Editores, para un opts- culo de escritos mios que se pensaba editar pero que en fin tuvo que cancelarse. La direccién de la editorial muy generosamente otorg6 permiso para usar la traduccién en un volumen diferente, que tampo- co salié de la imprenta. Han pasado ya més de veinte afios desde la primera publicacién en inglés, y aun cuando sobre esta etapa final de Ia vida del Libertador no ha habido muchos avances de investigacién durante el tiempo transcurrido, sf ha habido algunos y no han faltado escritos interpretativos y hasta polémicos. Al evisar este articulo con, ‘una mayor minuciosidad que la dedicada al anterior he tratado de ‘tomar en cuenta lo més importante de lo que ha aparecido tilkima- ‘mente yademds he ampliado el articulo a base de otros datos acumu- lados en mis propias investigaciones para los cuales simplemente no habia cupo en la primera publicaci6n. El texto siguiente, “Apertura o Re-Apertura: éRetorno de los Gélgoras?”, busca mas bien a brocha gorda destacat los aspectos esen- ciales del proyecto reformista liberal de mediados del siglo x1x para después hacer una comparacién -a brocha atin mas gorda~ con medi- das de los gobiernos tildados justa o injustamente de “neoliberales” desde la década final del siglo xx. En su primera versin fue una con- ferencia dictada en Lehigh University, en Pensilvania, a mediados de ladécada del 90, en un simposio sobre economia colombiana. Me tocé ofrecer el discurso de inauguracién y sugerir un contexto histérico para las conferencias que vendrfan después. Se publicé en las actas del simposio (Colombia: An Opening Economy?, JAI Press: Stamford, Connecticut, 1999) bajo el titulo original medio en inglés “Apertura or Re-Apertura: The Return of the Gélgotas?”. Al traducislo para este volumen, he tratado de recortar las discusiones de telén de fondo colombiano incorporadas en la conferencia original para asistentes que poco sabian de historia colombiana y también de poner un poco més al dia la discusién de los logros y estragos del “neoliberalismo”, sin pretender de ninguna manera analizar todo lo ocurrido desde el primer “revoleén” anunciado por César Gaviria. Los dos eseritos finales se refieren a perfodos histéricos compren- didos entre las dichas “Apertura” y “Re-Apertura’ dela pieza antece- dente. “Regeneracién filatélica” se refiere a unos aspectos tal vez pin- 8 ENsavos DE HisToRlA POLITICA DE COLOMBIA, SIGLOS XIKY XX torescos pero en mi opinién sugestivas de la transicién Radicalismo- Regeneracin-Centenario. Fue otra conferencia presentada en reunién de la Asociacién de Colombianistas, a mediados de los aftos 80, y antes publicada en el segundo niimero del érgano de la asociacién, Revista de Estudios Colombianos, en 1987. A pesar de su anterior publi- cacién en castellano y de que las revisiones que acabo de hacer son insignificantes, he querido incluirlo en este volumen porque me pare- cce que la revista ha tenido poco tiraje entre historiadores (habiendo sido fundada y siendo todavia dominada la Asociacién de Colombia- nistas por profesores de literatura). Se cierrael volumen.con “La Guerra Civil de Esparia” que resume las repercusiones en Colombia del con- Alicto espafiol que en cierto sentido fue pre-estreno de la Segunda Guerra Mundial y que tuvo un inmenso impacto politico e intelectual en toda América Latina. Se redact6 para una obra colectiva ditigida por los profesores Fredrick B. Pike y Malk Faleoff, The Spanish Civil War 1936-39: American Hemispheric Perspectives, publicada en 1982 por la University of Nebraska Press. El libro no se publieé en castella- no y creo que es casi desconocido en Colombia. Por eso quise incluir este capitulo mio en el volumen frustrado de El Ancora, para el cual laeditorial hizo también una traduccién que autoriz6 usar en publica- cin cuando tuvieron que desistir de su propio intento. Casi nada se ha escrito sobre el tema desde que fue redactado el capitulo mio, pero al hacer la revisién final del texto he tratado de tener en cuenta nuevos aportes y de eliminar frases explicativas que necesitaban los lectores no colombianos pero que constituirfan un mal uso de papel y tinta en esta publicacién colombiana. Debo affadir que las revistas y editoriales en que se publicaron versiones anteriores de escritos incluidos en este volumen han autori- lo el uso para esta compilacién. David Bushnell “Tucson, Arizona, 2005 I. La imagen problematica del Hombre de las Leyes As{ como se ha dicho que la vida muchas veces imita el arte, hay quienes aseveran que los investigadores llegan a parecerse cada vez ms a los objetos de su estudio, No creo, a este respect, que el caso ‘mio y de Santander constituya un claro ejemplo del fendmeno. En lo personal, yo me casé temprano y no tardé como él, y tampoco he au- mentado de peso de la misma manera que él a medida que han pasa- do los afios. No presumo de tener el legendario “don de mando” de Santander ni he compartido su deleite en los quehaceres administra tivos: aguanté sélo dos afios en la jefatura de mi departamento de historia, que dejé con gran alivio para nunca més volver. En lo que sf ‘nos parecemos, sin embargo, y que fue una de las razones por las cua- les enum principio su figura histGrica me Ilam6 la atencién es en nues- tra comiin condicién de liberales. Al sentar este paralelo no me refiero por supuesto a ese liberalismo politico sectario de que Santander desafortunadamente hizo gala en diferentes etapas de su carrera sino a su afén de reformar las insticu- ciones de América independiente demoliendo trabas -politicas, eco- némicas, eclesiésticas— a la libertad personal, y por otro lado su fe en lneficacia creativa de la misma libertad. No sofié con la total desapa- ricién del Estado ni era privatizador a ultranza, como ciertos Gélgotas de mediados del siglo xix y neoliberales hoy dia. Era un liberal mode- ado, pero liberal en fin, como también he sido yo y ya era en los lejanos tiempos cuando por primera vez me enteré de que existfa una nacién lamada Colombia. Se trata de los afios 30 y principios de los 40 del siglo pasado, que en mi pats era la época del segundo Roosevelt y de su Nuevo Tato, versiGn gringa de la Revolucién en Marcha de Alfonso L6pez. Experi- ‘menté la pubertad politica bajo los auspicios del roosveltismo, que en el plano hemisférico sentfa una afinidad particular con los partidos de centro democritico, tipo liberal colombiano. En el caso mfo, entonces, ‘no fue nada difcil asimilar la nocién de que Colombia en plena Reptibli- ca Liberal era un modelo de democracia latinoamericana, y hasta la potencia moral que opinaban publicistas liberales. Ni resulté dificil ‘tragar entera la historia oficial del liberalismo de aquella época segtin Ja cual todo esto se remontaba a una tradicién civilista fundada por Francisco de Paula Santander, Fundada y mantenida a despecho de u Davio Busine las intrigas de los godos, que a su tuo se remontaban (se decfa) a ‘Simén Bolivar. ‘Aun cuando me interesaba Colombia y ya sabfa quién era Santan- dlr, no me dediqueé de lleno a estudiar la vida y obras del “Hombre de las Leyes” sino después de matricularme en el programa de doctorado en historia de la Universidad de Harvard, En un seminario sobre histo- ria latinoamericana el profesor habia confeccionado una lista de t6picos para que cada estudiante miembro del seminario escogiera uno y sobre 61 redactara su trabajo. Yo simplemente escogt el primero de la lista, aque resulté ser el contficto entre Bolivar y Santander en época de la Gran Colombia. No lo sabfa al tomar la decisién, pero gran parte de mi posterior vida profesional escaba involucrada en ella, porque el tema me llamé suficientemente la atenci6n para convertirse en semilla dle mi tesis doctoral. Es verdad que en un momento dado se me entr6 ena cabeza la nocién de preparar la tesis sobre historia no de Colom- bia sino de Costa Rica, otro pais de trayectoria democritica liberal para despertar mi entusiasmo juvenil. Frente a esta decisin, sin em- argo, mi profesor abandoné su normal postura tolerante: me informé ue Costa Rica no era una opcién viable, porque siendo un pafs tan pequetio ¢ insignificante (salvo en el campo de las virtudes democri- ticas) no habria quién aceptara publicar el resultado de mi investiga- cién, y sin publicaciones no era posible obtener un puesto decoroso en, el mundo universitario, Ast las cosas, volvé rpidamente las miras so- bre Colombia, pafs que al parecer si valfa la pena, por més que habia ya caido la Repiiblica Liberal y empezaban los primeros brotes de La Violencia. La solucién préctica era ampliar ese trabajo de seminario y sacar de él un proyecto de tesis doctoral, para cuyo efecto saqué tam- bién una modesta beca de investigacién, hice maletas y llegué a Bo- gotd con sufrida esposa y un hijo pequefio en junio de 1948. Miplan de trabajo se centraba sobre los aspectos legalese institu- cionales de ta Gran Colombia més bien que sobre la estructura socioeconémica y el sustrato cultural, que hoy en dfa llaman més la atencién de los estudiosos. Pero por alguna parte hay que empezar y el temario mio casino habia sido tocado por la historiograffa tradicional, asi que era novedoso para aquella época; yo por lo menos dejaba de Ido la historia militar y diplomstica, pues no me interesaba ni la im- portancia relativa de los aportes de Bolivar y Santander a la victoria de Boyacé ni el proceso de reconocimiento de la independencia ni menos lo que Bolivar hubiese dicho a su contraparte argentino, José de San Martin, en la famosa entrevista de Guayaquil. Por otra lado, 2 ENSAYOS DE HISTORIA FOLITICA DE COLOMBIA. SIGLOSXIKY 2X, como novel investigador en los repositarios bogotanos pronto tropecé con algunas desilusiones ~pero también con hallazgos inesperados-. La principal decepcién fue el encuentro con el Archivo Histérico Na- ional, que en aquellos tiempos tenfa de todo menos un indice que mereciera tal nombre en lo que se refiere al periodo independiente. Por consiguiente, para mi la *utilidad marginal” de cada hora de es- fuerzo dedicado a escudrifiar los papeles del Archivo Nacional era bastante baja. Mas Ileg6 un dfa en que uno de los empleados casual- ‘mente mencioné que en el mismo Capitolio tenia su sede otto archi v0, el del Congreso, que quiais me sirviera de algo. Alli fui y después de algiin papeleo -tuve que hacer solicieud en papel sellado al minis- to de gobierno, quien a la sazén era el Maestro Darfo Echandia~ se ime franqueé la entrada, Casi no volvi al Archivo Nacional. El Archivo del Congreso, aunque sus fondos distaban mucho de set tan abundantes, reunfa una documentacién més electa que tenfa su origen precisamente en el proceso legislativo, o sea en la génesis y aprobacién de las innovaciones que constituirfan el meollo de mi diser- tacién. Es més, pude darme cuenta de hasta qué punto Santander habia sido realmente “Hombre de las Leyes”. No s6lo se supeditaba a la letra leguleya como es fama, sino que se interes6 de la manera més dicecta nel proceso de expedicién de las leyes, sin vulnerar los fueros de los legisladores a quienes manejaba con una habilidad que han igualado pocos presidentes recientes. El otro gran hallazgo fue la prensa periédica y la folleterfa. Su consulta siempre habia figurado en mis planes pero me sorprendié su riqueza en los diversos fondos de la Biblio- teca Nacional. En este campo no era dificil devectar alguna manipula- cidn de los medios por parte de Santander, como por parte de casi cualquier gobernante de cualquier pais, pero también se notaba una gama bien amplia dela libre expresin de ideas. En fin, la vitalidad de Ja prensa grancolombiana result6 ser para mf otra faceta positiva de Santander y otro motivo para honrarlo en calidad de Hombre de las Leyes. Cabe aftadir, sin embargo, que a fuerza de leerla acabé conci- biendo también una gran estima por el historiador y polemista conser- vador José Manuel Groot, a pesar de que él haya dejado un cuadro poco halagador de Santander: Es que a medida que yo iba penetrando fen esa proliferacién de panfletos y revistas efimeras de la década grancolombiana reconocfa exactamente de donde Groot habia saca- do tal o cual detalle. Obviamente él habfa utilizado toda la folletert al elaborar su historia y tuve la sensacién de haber sido de los muy pocos en leerla integramente después de él. B Davo Bustin El fruto de mi investigacién, claro est, fue la tesis doctoral publi- cada después en inglés y en castellano como El régimen de Santander en la Gran Colombia'. Gente que no lo ha lefdo suele llamarlo una biograffa de Santander, lo que no es: biografia de Santander es la de Pilar Moreno de Angel?. Mas bien la obra mfa es el estudio de un temprano proyecto de transformacién y adapraci6n institucional a partir de la Independencia. Santander alentaba el proyecto y lo pre pero no fue invencién suya y puede considerarse la expresidn colom- biana de tendencias continentales de la América Latina de la época. Es decir que la obra de Santander guarda una relacién estrecha con la de Rivadavia en la Argentina, de O'Higgins en Chile, de los cons- tituyentes mexicanos de 1824 y asi por el estilo, En el libro se interpre- ta.el proyecto de una manera generalmente favorable, como un pro- ceso de cambio de signo progresista, en el sentido del progreso unilineal de la humanidad en que ereemos tanto marxistas ortodoxos como li- berales comunes y corrientes. (No hay que olvidarse de que el ‘mismisimo Carlos Marx era santanderista") Traté de destacar por lo dems las resistencias tradicionalistas que desperté y que contribuye- ron ~al igual que la rivalided personal entre Santander y Bolivar— al desplazamiento final de Santander del gobierno. En mucha parte, in- dudablemente, este primer intento de transformacin fraces6, para reanudarse en la revolucién del medio siglo. ‘Aparte de no ser biograffa, la obra mia no examiné a fondo las fuentes ideol6gicas del proyecto santanderista ni teat6 de ahondar en. las bases sociales de los bandos politicos. Esta tiltima falla es la més notoria. El problema en sf, 0 sea la identificacién de los intereses socioeconémicos en juego por detras de las acciones politicas, no es- tuvo ausente del libro pero no se exploré sisteméticamente. Nies fécil 1._En inglés: The Santander Regime in Gran Colombia, 18 ed, Newark: Universicy of Delaware Press, 1954; 28 ed., Greenwood Press, Westport, Connecticut, 1970. En castellano, ttad. Jorge Orlando Melo: 1* ed. (Bogor Ediciones Tercer Mando, 1966): 2¥ ed, (Bogots: El Ancora Editores, 1985). 2. Santander: biografia Bogor: Planeta, 1989). 3.__ Enel ensayo biogrfico de Marx sobre Bolivar (teimpreso, vg, en Carlos Usibe Celis, Boar y Mars, Bogots: Tercet Mundo, 1986, pp, 17-31) se menciona sélo de paso eSancander Por sus creas la Consticucin Boliviana yaa dctadu- ra del Libertador, sin embargo, élse pone muy elaramente det lado de los sntanderistas,ademds de que el proyecto gubernamental de Santande, de ten- dencia iberal burguesa, se ajustaba alas ideas de Marx con respecto ala teayecto- Tia istérica por donde tenfan que pasar, para bien 0 mal, los pueblos todos. 14 ENsavos De HisTonla FoLiTiCa DE CoLOMals, SIGLOS xIKY 2% de explorar, ya que los datos medianamente disponibles sobre ocupa- ciones, propiedades y relaciones familiares de los actores politicos son bien escasos salvo en lo que se refiere alos préceres ms notables. Més dificil codavia resulta escudrifiar la suerte de lazos que existieran en- tre los principales actores politicos y su clientela de los sectores me- dios y bajos. La tarea no es imposible ~esto lo demuestra, por ejemplo, la obra de Victor Uribe-Uran sobre la hueste neogranadina de aboga- dos‘ pero yo Ia habfa relegado a un segundo plano. Hay que reconocer que quien por primera vez me llamé la aten- cién de manera apremiante sobre la problemética referida, de los in- tereses y fuerzas subyacentes, fue Indalecio Liévano Aguirre en su biografia de Bolivar y algunos otros textos’. Discrepo de muchas de sus conclusiones pero no puedo negar que él me forz6 a repensar mu- chas cosas. Me chocé la interpretacién de Liévano porque simple- mente invirtié la que habia sido la verdad aceptada entre liberales ¢ izquierdistas sobre Bolivar y Santander. Esa verdad aceprada era la que yo habia avalado en mi libro, de que Bolivar era el mayor artifice de la independencia ~incluso el més grande latinoamericano de to- dos pero que en la politica interna de la Gran Colombia lamentable- mente se puso de lado de los militares, alto clero, y otras fuerzas retardatarias en contra de la visin civil y progresista de Santander y Jos suyos. En esto haban estado de acuerdo tanto liberales doctrinarios del tipo de Joaquin Tamayo" como el temprano comunista Ignacio Torres Giraldo’, quien no habria nunca alcanzado a comprender e30 de “Coordinadora Guerrllera Simén Bolivar” ni el discurso bolivaria- nista de Hugo Chaves. Mas ahora, si fugramos a aceptar las asevera- ciones de Liévano, resulta que el retardatario fue Santander (secun- dado por su circulo de oligarcas) y el progresista Bolivar. 4. _Unbe-Uran, Honorable Lives: Lawyers, Family, and Poltis in Colombia, 1780-1850 (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2000), en especial os apén- dices, pp. 163-199, 5. De su Bolivar la primera edicién es lade México: E.DILAPSA., 1956, pero han salido después otras muchas, La ertica e Santander es bastante extensa en su Ratones socioeconémicas de la conspiracion de spiembre contra el Libertador (Caracas: Academia Venezolana de Historia, 1968), se centr en el mal manejo porel vicepresidence del emprésito de 1824. 6. Joaquin Tamayo, Nuestro siglo 20% La Gran Colombia (Bogota: Ealito- rial Cromos, 1941), 71. _ Véase, por ejemplo, su Siness de historia poltica de Colombia (Bogot aivorial Margen Inquierdo, 1972), 17-22. 15 ‘Davto Bust, El positivista venezolano Laureano Vallenilla Lanz, escribiendo a principios del siglo veinte, ya se haba adelantado en cierto sentido, en su obra Cesarismo democrdtico, ala tesis de Liévano de un Bolivar defensor de las masas en contra de oligarcasinteigantes. La necesidad de un hombre fuerte para cuidar los intereses de los sectores popula- zes constitufa la que Vallenilla denominaba “ley boliviana” y que en su concepto ejemplificaba netamente la dictadura de Bolivar’. Claro est que habiendo sido Vallenilla también un notorio apologista de la cuenta dictadura de Juan Vicente Gémes, lo més probable es que Liévano Aguirre habrfa rechazado airadamente la nocién de paren- tesco entre los enfoques de uno y otro escritor; no hay por lo demas evidencia ninguna de una influencia directa. ‘Con mayor razén Liévano habria negado cualquier relacién ideo- logica con la escuela catélica tradicionalista y de godos furibundos que hasta mediados del siglo pasado, mas o menos, detentaban casi tun monopolio de la detraccién antisantanderista en Colombia. La es- cuela referida tuvo su portavoz mas eminente en el Laureano Gomez de antes del Frente Nacional, autor de la coleccién de diatribas titu- ada El mito de Santander’. Laureano Gémez sacé nuevamente a flote todas las eriticas hechas en vida a Santander, desde el supuesto eni- quecimiento ilfcito hasta el sectarismo partidista, pero fue su apoyo a una corriente ~mas bien moderada en realidad~ de anticlericalismo liberal lo que en especial provocé la ira del jefe conservador. Seme- jante antisantanderismo de derecha cat6lica ha suftido un obvio re- troceso aun cuando no ha desaparecido necesariamente por comple- to: incluso en pleno siglo veintiumno leemos que un magistrado bajé el retrato del Hombre de las Leyes de la pared del Consejo de Estado para remplazarlo con un crucifijo, en medio de una “ceremonia pia- dosa”®, Asfy todo, mientras que los eatdlicos a ultranza y conservado- res en su. conjunto han ido templando sus visiones negativas de San- tander en una especie de Frente Nacional historiogrético, éste ha perdido més y mis la imagen favorable de que habja gozado entre liberales y gente de izquierda. 8. Laureano Vallenilla Lanz, Cesarismo democrdtico: estuios sobre las bases socioldgias de la consiucién efectiva de Venezuela, 4# ed. (Caracas: Tip. Garrido, 1961), en especial el capitulo 4, "Los principios constitucionales del Libertador: la ley boliviana.” 9. Laureano Gémez, El mito de Sansander, 24 ed., 2 vols, (Bogots, 1966) 10. Daniel Coronell, “La procesién va por dentro” Semana, N° 1194 (IT de marzo de 2005), 16 [ENSAYO DE HISTORIA FOLITICA DE COLOMBIA. SIGLOS XV 2X. Unos pocos afios después de la primera edicién del Bolivar de Ligvano Aguitre apateci6 otto libro de autor liberal que presagiaba la misma inversién de las interpretaciones tradicionales de los dos prohombres. Se trata de Bolivar, padre de las iequiendas liberates, obra de Milton Puentes, un liberal de los que luego se volvieron anapistas. Yen el decenio de 1970 a més tardar todo esto recibié un despliegue en forma de tiras c6micas o historieta, especificamente el panfleto La historia de los partidos poltticos, publicacién andnima que introduce a Santander como jefe de una “pandilla de ‘proceres, ‘héroes naciona- les’ y demés ladrones”, quien se gané el titulo de Hombre de las Leyes “porque cuando iba a hacer algtin negocio sucio, se inventaba una ley para justificarlo®, Los cargos concretos que se le hacen en esta “histo- ria” tienen que ver generalmente con algiin acto de opresién de los pobtes por parte de los ricos, destacéndose Bolivar por supuesto como defensor de aquéllos. La desilusi6n para con Santander se difundié més lentamente y no ha barrido nunca entre el gremio de historiadores profesionales, los cuales todavia no eran numerosos en la Colombia de los afios 60'y 70 del siglo pasado. No era uno de ellos por supuesto Liévano Aguirre, cuya investigaci6n resultaba seria pero inverificable, por la ausencia de un aparato “cientifico” de notas. En los tiltimos afios, sin embargo, ha sido posible detectar un acercamiento algo similar al tema por par- te de algunos investigadores universitarios, siendo un caso notable el de Hermes Tovar Pinz6n, historiador doctorado en Oxford y pot largo tiempo catedrético de la Universidad Nacional. Aunque la mayoria de los trabajos de Tovar han tenido que ver con Ia historia colonial 0 con historia més reciente, en algunos articulos y ensayos él ha tocado aspectos de la Independencia y la Gran Colombia y no ha vacilado en contrastar “la politica intrigante e inmoral” de Santander con las ba- ses verdaderamente “populares” de la dictadura final del Libertador”. Otro ejemplo de la misma tendencia la constituyen los escritos del profesor Gustavo Vargas Martinez, colombiano radicado en México, Ti, Bogoeé: Tipoyrafia Hispana, 1961 (2), 12. Editorial Machete, Bogota, 1972 (?). No hay fecha de publicacién, pero el prefaci de los autores “andnimos” leva fecha de abril 1972. 13. "Problemas de la ransicin del Estado colonial al Estado nacional (1810- 1850)", en J.P Deler y ¥. Saint-Geours, comps, Estados y nacones en ls Andes, 2 vols, (Lima: Insicuro de Estudios Peruenos e Instiruto Francés de Estudios Andinos, 1986), 1,384. 7 Davio Bosse cen especial su Bolivar el poder: origenes dela Revolucién en las Reppibli cas entecas de América’. La inversién de interpretaciones que mareé la obra de Liévano “Aguirre se deja ver muy claramente adems en El general en su laberin- to, la novela histérica (0 historia novelada) de Gabriel Gareia Mér- «ques, aun cuando el Nobel no lo menciona en las “Gratitudes” al final del libro, donde sf menciona a Vargas Martine2". Pero efectivamente ha reconocido su deuda con Liévano, por ejemplo en la extensa en- trevista aparecida en Semana con ocasién de la publicacién de la no- vela. En ella describe a Santander como “un hombre admirable” que sin embargo [...] representaba exactamente el pensamiento conservador de Espafia. Fue el creador de unas instituciones perfectas en el papel, pero con una vision muy limitada. Bolfvar, en cambio, era un liberal desatado [...}'*. Al rechazar de manera tan tajante la antigua asociacién histo- riogréfica de Santander con el liberalismo y Bolivar con el conser- vatismo, Garcfa Marquez parecia fundamentarse en la conviccién de ue las instituciones que Santander tan esmeradamente construfa no servian sino para encerrar al pueblo colombiano en una camisa de fuerza poco adecuada para la época y el lugas, mientras que la mente de Bolivar estaba abierta a emprender cualquier cosa sin excepcién que necesitaba hacerse en favor del pueblo. No todos los detractores contemporsneos de Santander expresa- rfan su opinién en los mismos términos exactamente que Garcia Mér- ‘quez, pero hasta dénde se ha deteriorado su imagen lo sugiere otra entrevista, aparecida en la misma revista con el presidente de la Aca- demia Colombiana de Historia, Santiago Diaz Piedrahita. Una de las preguntas que se le hicieron fue: “A propdsito de historia, ‘Bolivar st erael bueno y Santander el malo?”. El entrevistador en este caso adop- taba un estilo deliberadamente provocador, pero aparentaba presumit que una mayoria de las personas hoy dia aceptarfan como una verdad evidente el aserto contenido implicitamente en la pregunta. Afortu- nadamente e! académico pudo ponerse asalvo con una respuesta bien equilibrada"™ Ty México: Universidad Nacional Auténoma de México, 1991 15. 1ed., (Bogoté: Oveja Negra, 1989), pp. 269-272. 16. Semana, 14 de marzo de 1989, p. 33. Su homenaje a Liévano Aguirre aparece en la p. 28 de la misma entrevista 17. Semana, 10 de junio de 2002, p. 26. 18 ENsavos DE tasToRla PoLTICa DE CoLoMsia. SIGLOSXIXY 9X Elantisantanderismo de una mayorfa de la izquierda contempord- nea en Colombia resulta en especial curioso si se iene en cuenta que Santander en su contlicto final con Bolivar gozaha del apoyo de quie- nes podrfamos llamar (quizis un poco anacrdnicamente) los “izquiet- distas” de su propia épaca. Un caso de los mAs obvios es el del almi- rante José Padilla y sus seguidores entre los pardos de la poblacién costefia. De igual o mayor importancia es el de José Marfa Obando, quien alist6 a mucha parte de las masas populares del suroeste en su propia querella con la aristocracia de Popayén (con la cual él mismo estaba emparentado por un lazo extramatrimonial) y se puso firme- mente del lado de Santander. Hasta qué punto estas figuras promo- van una verdadera agenda radical no es nada claro, pero ellos cons- ‘itufan en s{mismos una agenda social en cuanto desafiaban el dominio tradicional de las elites regionales. En un pasado més reciente, iz- quierdistas en todo sentido como el ya mencionado Torres Giraldo se alinearon con Santander en su conflicto con Bolivar, exactamente ‘como Padilla, Obando y sus respectivas cientelas'. También lo hizo el radical colombiano por excelencia de comienzos del siglo veinte, José Marfa Vargas Vila®. Entonces, icémo explicar un giro tan brusco? ‘Una ventaja de Bolivar frente a Santander fue y sigue siendo na- turalmente su carisma personal. El visitante europeo Pedro Bonaparte, sobrino del Bonaparte que Napoledn quiso implantar sobre el trono espafil, dio testimonio del gran “don de mando” de Santander®; pero se dice que el mismo Santander en la Convencién de Ocatia les rog6 alos demés diputados que no invitaran a Bolivar a venir a dirigirse en persona a la reuniGn porque el Libertador era tan persuasivo en los encuenttos de cara a cara que podria inducirle a casi cualquiera a abandonar sus mas fuertes conviceiones®, El mismo carisma bolivaria- no resuena todavia en la memoria hist6rica, escrita y oral, de las na- ciones que él libert6, gracias no sélo a los relatos perdurables de sus 18. Ignacio Torres Gialdo, Los inconformes, 1, 8-21. 18. Lropinisn de Vargas Vila se encuentra en la compilacin Bsns sobre Sanaander, 2 wos. (Bogoes Biblioceca dela Presidencia dela Repblic, 1988), 165-168, . 29.” Una fase cicada, entre ottos lugares, en Moreno de Angel, Santander, 569. 21, José Joaquin Guerra, La Convencn de Ocata, * ed, 2 vos. Bogor Biblioteca Basico Populag, 1978), 1,313. La fuente para este detalle es una carta del diputado bolvariano Joaguin José Gor, que no puede considerarse una prueba lnvefutable; pero noes diel de cree 19 Davin Bust, logros politicos y militares y gestos personales sino a la gracia y el ingenio tan evidentes en sus escritos. Semejantes calidades brillan tristemente por su ausencia en la produccién literaria algo aburtida de Santander ~cartas, diario y mensajes oficiales—en que sus intentos ocasionales de insertar alguna chispa simplemente no convencen. La inferioridad de Santander como escritor no ¢s, sin embargo, ‘una causa principal de su imagen deteriorada ente los mismos grupos de personas que antes lo aplaudian. A lo sumo, si él hubiera posefdo ‘mejor estilo literario, los historiadores prestarfan mayor atencién a lo mucho que escribié en defensa propia, que en la actualidad por su tono mondtonamente auto-justificatorioy falta de sutilezas probable- mente le hace més dafio que beneficio. Pero un problema mayor es el hecho de que todo lo que més orgullosamente representaba Santan- der en vida propia y por lo cual en otra época recibia los aplausos reverenciales de todo liberal colombiano~y hasta de algunos conser- vvadores y comentaristas extranjeros~ ya no despierta el entusiasmo de antes entre sus compatriotas, La cita mas familiar de las de Santander, inscrita en monumentos y repetida en manuales de civismo (muchas veces en versiones un poco diferentes) reza: “Las armas os han dado la independencia; las leyes os daréin libertad”®. Se trata de una convic- ci6n intima de Santander y los autores todavia leales a él siguen invo- cando su indudable vocacién legalista. En su resefia pot lo demés bien favorable de la que se ha vuelto la biogeafia bisica de Santander, de Pilar Moreno de Angel, el colombianista inglés Malcolm Deas no pudo evitar un lamento respecto del uso excesivo que hace la autora del tftulo “El Hombre de las Leyes,” acufiado en un principio por Bolt var”. Ni hay mucha duda de que las referencias constantes al “Hom- bre de las Leyes" por Pilar Moreno y otras santanderistas contemporé- neos han resultado a veces contraproducentes, recordéndoles los lectores su mala fama de leguleyismo. En una vena parecida, Horacio (Gomez Aristizsbal titulé su aporte de dos voltimenes sobre Santander ala serie *Pensamiento Latinoamericano” Santander y el Estado de de- recho™, mientras que demasiados colombianos de hoy sencillamente ridiculizan la nocién de que viven bajo un “Estado de derecho", En cuanto ala segunda cita més conocida de Santander, 0 sea, “La Cons- 22. Laureano Garcta Ortiz, Alanos estudios sobre el general Santander, 2¥ ed. (Bogoté: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1946), 65. 23. Hispanic American Historical Review, 71:1 (febrero de 1991), 175. 24, Bogoré: Publicaciones de la Universidad Central, 1990. 20 EENSAYOS DE HISTORIA POLITICA BE COLOMBIA, SIGLOS XIX XX titucién hard el bien como lo dicta; pero sien la obediencia ala ley se encuentra el mal, el mal sera” =contenida en su discurso al asumit la vicepresidencia grancolombiana en 1821 y que también suele reprodu- cirse con pequefias variaciones~ a la mayoria de los colombianos hoy dia parecerfa quizas el colmo de la irresponsabilidad, entre otros moti- vyos porque la Constitucién de 1991, adoptada tan euféricamente, ha defraudado muchas de las expectativas poco realistas que despert6.. Las politics concretas que Santander promovié desde el gobierno despiercan generalmente ahora tan poco entusiasmo como su insis- tencia constante sobre la legalidad constitucional. Un liberal de su propia época, crefa sinceramente en las ventajas del capitalismo de libre empresa. Por consiguiente, no auspicié ni una reforma agraria ‘gubernamental ni cédigos ambiciosos de derechos para los trabajado- res ni la nacionalizacién de industrias bisicas 0 recursos naturales. ‘Abogaba por una “apertura” al comercio y alas inversiones extranje- ras, aunque modificé su politica comercial durante su presidencia posterior de la Nueva Granada, legando a favorecer un proteccionis- ‘mo moderado. Todo esto esta bastante bien de acuerdo con las miras de tecnécratas neoliberales contemporéneos, pero no tanto con la opinin piblica en general ni con el pensamiento de intelectuales de avanzada. Por otra parte, muchas veces a Santander se le echa la culpa por medidas con las cuales él personalmente tuvo poco que ver. Asi, por ejemplo, en la historia en forma de tiras cémicas ya mencio- nada él aparece culpable por la ley que dispuso tanto la distribucién de los resguardos indigenas en forma de parcelas privadas y la aboli- ciGn del ributo, a pesar de que fue una ley del Congreso Constituyen- te reunido en Ciicuta mientras Santander trabajaba en Bogoté como vicepresidente de Nueva Granada por nombramiento de Bolivar. La primera de estas dos medidas se deplora como un medio de quitarles estas tierras a los indfgenas para entregarlas a manos de “los ricos”, aun cuando muy poco se hizo para implementarla por Santander ni por nadie en el corto plazo. La segunda se denuncia por haber remplazado un impuesto existente con otros aun mas duros, que ten- drfan que pagar en lugar del tributo extinguido y les traesfan mis miseria que antes a los pobres, lo que no es exactamente la verdad. Quiads una interpretacién ast de la cuestién del tributo habria servido para contrarrestar una posible critica a Bolivar por su decreto resta- 25. Gaceta de Colombia, 4 de octubre de 182. a Davip Bosive bleciéndolo en 1828, pero este tltimo detalle es algo que los admira- ores izquierdistas del Libertador simplemente pasan por alto El apoyo de Santander a la educacién pablica y a ciertas medidas que tendian a disminuir la riqueza yl influencia dela Iglesia habrfan, debido ganarle unos aplausos de las mismas personas que lo mal inter- ppretan como opresor de los indfgenas. Al fin yal cabo, como presiden- te de la Nueva Granada fomentd la educacién primaria y secundaria ala vez que él y los lideres del Congreso conjuntamente disminufan, los gastos militares. Fue ademds su predileccién por los textos poco ortodoxos del utilitarista inglés Jerernfas Bentham y su voluntad de implementar la primera ronda de legislaci6n anticlerical ~vgr, cierre de conventos menores, restricciones a as manos muertas—que le cau- saron la oposiciGn més estridente mientras ejercfa la vicepresidencia de la Gran Colombia”. A este respecto no carece de interés el hecho de que Garefa Marquez, al explicar a su entrevistador las que consi- deraba las diferencias principales entre Colombia y Venezuela hizo hincapié en la circunstancia de que Venezuela ya en el siglo dieci- rnueve habfa secularizado sus instituciones mientras que en Colombia la Iglesia insticucional continuaba funcionando como un obstéculo al progreso intelectual o de otro tipo. Lo dicho por el novelista no era totalmente erréneo, pero cuando culpé a Santander por el mal co- rienzo de las instituciones colombianas, come hemos anotado arriba, dej6 ver cierta ignorancia de lo que Santander y sus colaboradores realmente habfan hecho para iniciar un proceso similar de seculariza- ci6n en Colombia, un proceso que no avanz6 tanto, es verdad, como cen Venezuela y que finalmente en mucha parte fue derogado por la Regeneracién. No puede culparse a Garcia Marquez por no haber leido El régimen de Santander en la Gran Colombia, pero sf parece que el énfasis de los admiradores de Santander en su devoci6n alla ley y la constitucién han distrafdo la atencién de unas politicas suyas que 26. Historia de los bartios poten, cit. Sobre politica aduanera, véase José Antonio Ocampo, comp., Historia econdmica de Colombia, ed. (Bogocé: Bibl teca Familiar Presidencia de la Repiblica, 1997), [40-142; y sobre las medidas respecto de los indigenas, mi Regimen de Santander en la Gran Colombia, 28 ed. ccolombiana, 213-217, y "La dkima dictadura" en este mismo volumen. 27. Régimen de Santander, 258-274, y Bushnel, "Vidas paralelas de dos pue- blos hermanos: Venezucls y Nueva Granada después dela separactn", Boledn de 1 Academia Nacional de at Historia de Venezuela, voc: 330 (abril-junio 2002), 300-301. 28.” Semana, 14 de marzo de 1989, p. 31. 2 [ENSAYOS DE HISTORIA POLITICA DE COLOMBIA. SIGLOS XIXY x hasta los populistas de izquierda tendrian que reconocer como pro- gresistas, por mas que quisieran minimizar (a veces con toda raz6n) su efectividad practica. “Tampoco le ha ganado aplausos a Santander su defensa de las prerrogativas civiles en contra de las pretensiones militares, siquiera por parte de quienes hoy eritican acerbamente el papel de los milita- res en Colombia. Seguramente un motivo de esta omisiGn es la asocia- cidn del militarismo @ que se opontan Santander y los suyos con la politica de Bolivar, en cuyas manos, como tal veren las de Hugo Chaves en nuestros tiempos, se piensa que la fuerza militar qued6 convertida en un arma al servicio de los sectores populares. Més importante toda- via, sin duda, ha sido una conviccién de que el partido de Santander clamaha contra el peligro militarista no por motivos de principio sino sencillamente por su propia rivalidad politica con el Libertador y su circulo de colegas militares en su mayoria de extraccién no-granadina, El papel de Santander en las relaciones internacionales de la Gran. Colombia también le ha causado problemas de imagen, a cuyo respec- to sus detractores recientes estén de acuerdo con los conservadores tradicionalistas de antes que rechazaban airadamente la doctrina de “la estrella polae” de Marco Fidel Suérez, es decis, que Colombia de- bia mirar hacia el norte, alos Estados Unidos, como modelo y colabo- rador®. A diferencia de Bolivas, quien en una cita harto conocida advertfa que los Estados Unidos parecfan destinados “a plagar la ‘América de miserias en nombre de la libertad”, Santander como vicepresidente distorsion6 el concepto bolivariano de una liga hispa- noamericana invitando a los Estados Unidos a asistir al Congreso de Panamé, lo que acepré apaciblemente el Libertador cuando se le in- form6"!, pero indudablemente con cierta renueneia. Liévano Aguirre, ademas de lo que dice sobre el mismo tema en su biografia de Bolivar, escribié otra obra mds con el titulo Bolivarismo o monroismo”, en la cual Santander aparece como aliado de la politica norteamericana en su oposicién nefasta a la agenda de integracién latinoamericana del Libertador. Este aspecto del legado de Santander fue subrayado por 29. David Bushnell, Eduardo Santos y la politica del Buen Vecino 1936-1942 (Bogor: El Ancora Editozes, 1984), 12-13, 30. Carta al ministro britdnico Patrick Campbell, 5 de agosto de 1829, en Obras completas del Libertador, 3 vols (La Habana, 1950 y Caracas, 1963 [2]), ut, 79, 31, Carta a José Rafael Revenga, 8 de abril de 1826, Obras completas 1, 349, 32, Bogoté: Editorial Revista Colombiana, 1969. 23 Dav Busia Hugo Chavez en un notable discurso en el Teatro Carlos Marx de La Habana”, y aun cuando no se menciona explicitamente, las referen- cias continuas de diferentes aucores a la suspicacia de Bolfvar para con la politica exterior norteamericana conllevan casi siempre un impl(cito repudio a Santander (y otros igualmente ilusos) por su intento de congraciarse con el coloso del norte. A Bolivas, por el con- trario, no se le echa en cara su intento un poco vago de buscar un. protectorado britdnico para las nuevas naciones ni siquiera su idea durante la guerra de Independencia de enajenar territorio hispano- americano a la Gran Bretafia, lo que haba sugerido bastante a la ligera con respecto a Nicaragua y Panamé™, El que los admiradores de Bolivar simplemente ignoren semejantes detalles constituye quizas el ‘mejor ejemplo de la calidad “teflén” de la imagen de Bolivar, gracias a la cual acciones o ideas suyas que no satisfacen los criterios de correc- cin politica de nuestro tiempo se pasan por alto. Santander desaforcunadamente no ha posefdo la misma calidad, y varios rasgos personales suyos que raras veces se pasan por alto lo sitdan, cen clara desventaja frente al Libertador. Buen ejemplo es su innega- ble apego al dinero. Aunque se rechace por falta de pruebas la acusacién de haberse aprovechado personalmente del mal manejo del empréstito de 1824 es dificil no reprobarle la rapidez con que solicité el ajuste de su cuenta de salarios al regresar a Ia Nueva Granada desde el exilio en 1832, El rasgo referido contrasta dolorosamente con el notorio desprendimiento financiero de Bolivar, quien repartia alegremente sus recursos personales entre amigos, parientes y viu- das merecedoras. Y last but not least ~finalmente pero no necesaria- mente de menor importaneia— la vida amorosa de Santander plan- tea unos problemas también. Su tinica relacién sentimental de largo plazo fue la que tuvo con Nicolasa Ibéfiez de Caro, en muchos as- pectos una mujer admirable a pesar de estar ya casada con otto, pero apenas comparable con la inimitable amante del Libertador, Manuela Séenz, quien se ha convertido en una figura de culto por derecho 33. Germén Carrera Damas, “En defensa de las bases histricas de la con- ciencia nacional” (conierencia inédita, enero de 2005). 34. Juan Diego Jaramillo, Bolivar y Canning 1822-1827 (Bogoté: Banco de la Repiiblica, 1983), 206-207, 214-215, 225, 228, 238-239, 42-251, 35. Pilar Moreno, en la p. 367 de su obra Santander puntualiza que él no tenia ancecedentes de gran riqueza y no habia devengado salarios desde 1818, pero acer tadamente reconace que la queja contenida en la solicitud de Santander sobre el stupuesto "saqueo” de sus propiedades por sus enemigos carecfa de fundamento. 4 [ENSAYO DE HISTORIA POLITICA DE COLOMBIA, SIOLOS X12 propio", Es mis, el trato de Santander a Nicolasa resulté al final algo injusto. Después de la muerte del burdcrata realista que habia sido su cesposo, cuando Santander habria podido unirse con ella en matrimonio de acuerdo con las normas tanto de la Iglesia como del Estado, dejé de hacerlo y contrajo un matrimonio de conveniencia més bien que deamor con dofia Sixta Pont6n. Se muri Santander unos afios después, aunque no sin dejar tres hijos legftimos ademds del hijo natural que reconocié en su testamento (y quién sabe si otros mas no conocidos)”, Enesto dela procreacién humana, por lo menos, Santander s{sobrepas6 a Bolivar, cuya falta de descendientes comprobados es otto detalle un poco inedmodo que por la calidad “teflon” del Libertador generalmente se deja de lado, Pero Bolivar es padre de cinco repiblicas y “El Hom. bre de las Leyes” no ha podido competir con él en tal materia. Los detractores recientes de Santander han puesto muy poco én- fasisen su trato a Nicolasa, pero su relacién con ella es no obstante una de las principales causas de su mala imagen segii una defensa bien razonada de Santander por German Riafto Cano. Este, que en el ritulo de su obra lama a Santander “el Gran Calumniado,” no subra- ya la aparente ingratitud de Santander hacia la mujer que haba sido su amante por tantos afios sino el mero hecho de que esta relacién extramatrimonial produjo un hondo resentimiento hacia Santander por parte de José Eusebio Caro, el hijo nacido de Nicolasa con su esposo legttimo, por no decir nada de Miguel Antonio Caro, el nieto de los esposos Caro. Ya que los dos Caro fueron respectivamente el uno fundador del Partido Conservador y el otro el mayor idedlogo del conservatismo colombiano, su odio personal contribufa de manera importante al fervor antisantanderista de los conservadores colombia- nos de pura cepa”, 36. Pamela Murray, ""Loca’ or ‘Libertadora’? Manuela Séenz in the Eyes of History and Historians, 1900-1990," Joumal of Latin American Studies, 33:2 (mayo 2001), 291-310. 37. Luis Eduardo Pacheco y Leonardo Molina Lemus, La familia de Sarwan: dey 4¥ ed. de parte 1* (Bogoté: Banco Popular, 1978), 115-116, 156. 38, ‘Antonio Cacua Prada, en Los his secretos de Boar (Bogoré: Plaza & Janés, 1992), ha acurnulado los més convincentesindicios de que el Libertador de hecho haya tenido descendencia pero acepta que no existen pruebas documenta- les, s realmente los tuvo, nunca los reconocié pablicamente como silo hicieron Santander y ocos proceres. 39. Germén Riafio Cano, El gran calumniado, réplica a a leyenda negra de Santander (Bogoté: Planeta, 2001), 233. 25 Davin Busteve Otra explicacién de los problemas de imagen de Santander que coftece Riafio es [a falta de una biograffa completa y sdlidamente do- cumentada antes de la que escribié Pilar Moreno®. Bien puede ser, pero también puede suceder que él no capta todos los matices de la cuestisn. Nos presenta a Liévano Aguirre junto con Laureano Gémez entre los herederos de la tradicién antisantanderista de los Caro, como siaquél fuera otro polemista conservador mas; y no tiene en cuenta el caso de Garefa Marquez. Mientras va rebatiendo antiguas acusacio- nes de corrupcién y defendiendo a Santander en todo lo tocante a las distintas controversias de su propia época, tiene poco que decir con respecto a la tesis de que era Santander el jefe de una camarilla de oligarcas egorstas y de visi6n limitada que se esforzaban pot malograr Jos anhelos continentales y populares (0 hasta “populistas”) de Bo- livar. Para que Santander ocupe su lugar mezecido en el panteén de héroes nacionales no es suficiente demostrar que efectivamente era “E] Hombre de las Leyes”. Hay que reeditar,a la luz de la metodologta historiogréfica de hoy, la visién de Santander que propalaban miem- bros de la que podrfamos llamar la “vieja izquierda” nacional ~entre ellos integrantes de la izquierda del Partido Liberal de los afios ante- riores a Ligvano— que admiraban en Santander no sélo al defensor de la ley y la Constitucién sino al promotor de reformas institucionales basicas y enemigo de unas elites militar, clerical y latifundista (“el feudalismo... alto clero y los militares reaccionarios” en palabras de ‘Torres Giraldo) que no lo apoyaban a él sino a Bolivar 40, Ibid, 231-232, 41, Los incanjormes, a 17. 26 I. El desarrollo de la prensa en la Gran Colombia Ninguna institucién ha reflejado quizas tan nitidamente los cam- bios que experimentaba la vida latinoamericana durante e inmedia- ramente después del movimiento de independencia como la prensa periddica. Ademas de comunicar noticias de los sucesos militares y polfticos, los periodistas de la época dejahan un rastro de los intereses ¢ ideas de su generacién aun cuando no hacfan sino reproducir arti- culos del Times de Londres o del National Intelligencer norteamericano o citas selectas de Jeremfas Bentham o Ciceréa. La répida expansién de la prensa demostraba ademas que la Ilustraci6n de la colonia tar- dia alcanzaba ya a un sector més amplio de Ta poblacién alfabeta; evidenciaba cierto progreso material y por lo general el interés activo yy tespaldo de los nuevas gobiernos. Esto tltimo puede decirse sin re- serva ninguna con respecto ala Gran Colombia, donde Bolivar ayudé a fundar més de una gaceta y el vicepresidente Santander gustaba de practicar el periodismo por cuenta propia. El Virreinato de la Nueva Granada, como las demés regiones del imperio espafiol, ya tenfa algunas gacetas coloniales. El Semanario del Nuevo Reino de Granada del sabio Caldas llamé la atencién inclusive cen Europa por sus articulos cientificos, y la vocacién de Antonio Na- rifio como panfletista y periodista tuvo su comienzo con la publicacién de la Declaracién de los Derechos del Hombre en 1793. Sin embargo, la mayoria de las gacetas coloniales apenas merecian el nombre de periédicos aun de acuerdo con las normas bastante limitadas de su propia época, mientras que el desenlace de la hazafia de Narifio de- ‘mostré que no habjan llegado todavia unas condiciones propicias para el verdadero periodismo politico. Bajo los gobiernos patriotas de la Primera Reptiblica se abolis la mayoria de las trabas gubernamentales al desarrollo de la prensa. Narifio ya pudo publicar su Bagatela que no sélo introdujo al pablico lector neogranadino a la filosofia de Ben- tham sino que contribuyé a tumbar el primer gobierno del Estado de Cundinamarca. Revistas y folletos similares aparecieron en Caracas, Cartagena y otros centros de poblacién. Ast todo, las imprentas to- davia no eran numerosas, ni impresionantes en su tamafio y calidad, El surtido de papel periédico tampoco era adecuado, y las fluctuacio- nes de la guerra civil y extranjera restringfan inevitablemente el 20 Davip Busting crecimiento de la prensa peri6dica'. Un desarrollo més importante se dio durante el periodo comprendido entte la Batalla de Boyacé y la cafda de Santander del gobierno grancolombiano. En visperas de la liberacién final de la Nueva Granada el tinico periddico de los patrio- tas era El Correo del Orinoco, establecido en Angostura por Bolivar en 1818. Bajoladireccién de otto sabio neogranadino, Francisco Antonio Zea, el Correo se habia convertido en un rgano que acrecentaba el ptestigio (todavia un poco tenue) del gobierno independiente. La con- centracién de refugiados patriotas en Guayana y en islas adyacentes de las Indias Occidentales lo surtfa de articulos metitotios, y obtuvo los servicios técnicos de un impresor inglés, Este desarrollo temprano del periodismo en Angostura puede considerarse quizés un fenémeno accidental, ya que El Correo del Orinoco no pudo sobrevivir ala libe- racidn posterior de Caracas. Tipogréficamente, sin embargo, era muy superior a La Gaceta de Santa Fe de Bogotd que se estrené como un segundo érgano oficial de la causa republicana menos de dos semanas después de la Bacalla Boyacd. Tanto la impzenta como el nombre se tomaron de la revista semanal que habian venido publicando las au- toridades realistas, pero el titulo muy pronto vino a cambiarse de acuer- docon el nuevo ambiente politico, sustituyéndose la Ciudad de Bogota por Santa Fe de Bogoté, mientras que el contenido vino a poner énfasis en comunicados del ejército patriota y artfculos provenientes de la prensa norteamericana o europea. Es mis, la direcci6n de la gaceta se encomendé a Santander, ahora vicepresidente de Cundinamarca, quien compartié la responsabilidad con liberales militantes como el Dr. Vicente Azuero. Gracias a semejante colaboracién, la politica editorial de la Gaceta a veces fue tildada de indiscreta tanto por el mismo Libertador como por la administracién central provisional de la flamante Repdblica de Colombia que él estableci6 para la coordina- cin de la lucha independentista en Venezuela y Nueva Granada’. 1, Estos comienzos de la prensa periédica en Colombia son el tema de ‘Antonio Cacua Prada, Doscenias afias: orgenes dl periadismo en Colombia (Boyor v4, 1991), 2.” “Descripcisn bibliografica de los periSdicos de la época de la Gran Co- Jombia", en Catalogo de fondo José Maria Quijano Otero (Bogotd, 1935), 259-260, Eduardo Posada, Bibligrafia bogotana, 2 vols. (Bogots, 1917-25), 1, n-xt; Antonio Cacta Prada, Bolivar, maestw de pericdistas (Bogots, 1999), 45-52. 3. *Descripcién bibliogrfica”, 265; carta de Bolfvar a Santander, 26 de junio de 1820, en Simén Bolivar, Obras completas, 3 vols. (Le Habana, 1950 y 28 [ExsA¥0s DE HISTORIA FOLETICA DE COLOMBIA. SIGLOS XIX 28, Cuando la administracién central ces6 de ser provisional, requiri6 ‘un 6rgano oficial propio, Asi nacié La Gaceta de Colombia, estableci da en Cifcuta en septiembre de 1821 mientras todavia sesionaba el ‘Congreso Constituyente. En un principio su contenido consistfa casi exclusivamente en la legislacién adoptada en Ciicuta, y su. primer ditectos, el mexicano Miguel de Santa Marfa, era él mismo uno de los diputados*. Pero cuando Santander se encarg6 de la administracién general de Colombia como jefe del ejecutivo en ausencia de Bolivar, levé 1a Gaceta a Bogota y nombré como su director permanente a Casimiro Calvo, un oficial de la Secretaria de fo Interior que encabe- zaba José Manuel Restrepo. Todavia faltaban por publicar ms leyes de Ciicuta, pero en seguida se noté una mayor variedad en las paginas de la Gaceta, consistente en noticias detalladas del progreso de la {guerra y comentarios y anélisis de temas politicos e intelectuales. Al principio la discusi6n se mantenga en un nivel bastante inobjetable de lugares comunes patriéticos 0 citas de autores clisicos. Pero a medida que la guerra se alejaba al teatro peruano y aparecfa en Colombia una prensa de oposicién al gobierno de Santander, éste se convencié de la necesidad de defender su régimen mediante un flujo continuo de pro- paganda muchas veces malhumorada. En una larga polémica con oposicionistas venezolanos, La Gaceta de Colombia hasta insinué en un tono irresponsable que los liberales caraquefios que atacaban la Constitucién de 1821 por su excesivo centralismo eran unos cuantos godos solapados’. Por otra parte la vehemencia de sus respuestas quienes criticaban el préstamo exterior de 1824 en realidad daba una ‘mayor notoriedad a los cargos de mal manejo y corrupcién de la que habrian obtenido de otra manera. Ni era la Gaceta plenamente orto- doxa en materia religiosa, aunque nunca tan indiscreta a este respec- to como ciertos periddicos liberales independientes. Al fin el gobierno se dio cuenta de la desaprobacién creciente que despertaba la Gaceta ¥ dividis sus paginas en secciones “oficial” y “no oficial”, pretendien- Caracas, 1963 (ct), 462; Cacua Prada, Bolivar, maestro de periodistas, 55-59; Secretaria de lo Interior y Justicia a Santander, Csicuta, 1821, en Archivo General de la Nacign (en adelante AGN), Cortespondencia de la Secretarfa de fo Interior y Justicia, 17. La mayor indiserecién fue probablemente la implicacién de que membros del Congreso Neogranadino de 1816 fueron inducidos a capicular ante los realists por motivos de alta rricion, 4. "Descripcisn bibliografica’, 266. 5. Vie, Gaceta de Colombia, 2 de febrero y 28 de diciembre de 1823, 8 de febrero y 25 de abril de 1824 29 Davo Busine do no tener ninguna responsabilidad por lo que se decfa en la segun- dda aun cuando se atacaba a los representantes en Bogoté de naciones cextranjeras’ Pero nadie se dio por convencido, ya que Santandes, como cra sabido, figuraba entre los autores de las columnas “no oficiales”.” Durante un afio aproximadamente Santander tuvo también un

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