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The Wild - K. Webster
The Wild - K. Webster
REVISIÓN FINAL
Fallen Angel
Vequi Holmes
DISEÑO
Velaris16s
INDICE
SINOPSIS .............................................................................................................................................5
PRÓLOGO ...........................................................................................................................................6
UNO..................................................................................................................................................10
DOS ..................................................................................................................................................20
TRES .................................................................................................................................................31
CUATRO ............................................................................................................................................41
CINCO ...............................................................................................................................................49
SEIS ...................................................................................................................................................58
SIETE.................................................................................................................................................67
OCHO ...............................................................................................................................................78
NUEVE ..............................................................................................................................................88
DIEZ ..................................................................................................................................................96
ONCE ..............................................................................................................................................104
DOCE ..............................................................................................................................................111
TRECE .............................................................................................................................................119
CATORCE ........................................................................................................................................129
QUINCE ..........................................................................................................................................137
DIECISEIS ........................................................................................................................................145
DIECISIETE ......................................................................................................................................153
DIECIOCHO .....................................................................................................................................165
DIECINUEVE....................................................................................................................................175
VEINTE............................................................................................................................................183
VEINTIUNO .....................................................................................................................................193
EPÍLOGO .........................................................................................................................................201
SOBRE LA AUTORA .........................................................................................................................207
SINOPSIS
REED
Pasado.
Cada segundo.
Cada día.
Sin falta.
—¿Papi?
Ellos rieron.
Ellos cantaron.
Jugaron.
Ellos se amaron.
—¿Papi?
Consumí el quinto esta noche. Sin embargo, nada puede adormecer el dolor
que me atraviesa. Joder, nada.
—¿Sí, Pip?
—Yo también, bebé. —Doy una palmada en mi regazo, y ella corre hacia mí
como lo hacía cuando era pequeña. Cuando la abrazo, inhalo su cabello. El mismo
champú que usó Drew. Un sollozo desagradable y feo, se desgarra de mi garganta.
Ella solloza y la abrazo con más fuerza. El consejero dice que debemos ser
fuertes, por nuestra hija restante. Sabrina no puede sacar, su maldito trasero de la
1
pipsqueak: persona insignificante, más reservada.
cama. Depende de mí recoger a nuestra familia, y volver a unirla. A veces me
pregunto, si estamos demasiado destrozados.
Sin arreglo.
Perdidos.
—¿Mami amaba más a Drew? ¿Es por eso que está tan triste y no me habla?
—Por supuesto que no, ella te ama mucho —digo con fiereza.
Prometo hablar con ella y amarla, incluso en los momentos más oscuros.
Aunque, no estoy realmente seguro de cómo la vida, puede volverse más oscura
que esto.
Asiento.
Beso.
Asiento de nuevo.
—Lo prometo. —Mis palabras son un leve susurro, pero ella escucha. Ella
siempre escucha.
Asiento.
Beso.
Asiento de nuevo.
Que me condenen, si dejo que algo le pase a esta chica también. Esa es una
promesa, que le hago al monstruo feo dentro de mí y lo obligo así, a regresar a las
sombras donde pertenece.
UNO
REED
Presente
Sabrina mira por la ventana, sus rasgos duros detrás de sus enormes lentes de sol
y demasiado maquillaje. Aprieto su mano, pero ella no me devuelve el apretón. Seis
años después de la muerte de Drew, y mi esposa aún no se ha recuperado. La
depresión es su segundo nombre. Perder a Drew, fue la gota que colmó el vaso
después de años y años de tragedias, que asolaron a nuestra familia. No hubo
vuelta atrás después de eso. Ella estaba perdida. Para mí, perder a Drew fue la más
devastadora, de todas las angustias de mi vida. Era real. Tangible. Horripilante. Y,
sin embargo, no podía abandonar a nuestra otra hija. Ella todavía estaba viva, y
muy desesperada por el amor.
Ave María.
—¿Cuántos osos crees que veremos, papá? ¿Uno al mes? ¿Dos al mes?
¿Uno a la semana? —
Sabrina se pone tensa desde su asiento. Ella estaba bien con cada parte de
este movimiento. Sin embargo, los osos la tienen muy asustada. Juré que no dejaría
que un oso la matara.
—Un amigo mío que hizo un año sabático en el desierto de Alaska dijo que
veía a varios al día. Son abundantes en estas partes. —Le sonrío en el espejo.
Si se trata de un oso que vive, para pescar otro pez mañana o que mi niña
no sufra ningún daño, es mejor que crea que voy a matar a ese oso.
Sabrina toma el folleto y lo mira. Sus labios están presionados en una línea
firme. Estoy seguro de que está llegando a un acuerdo con la realidad, ahora mismo.
En otras seis horas más o menos, estaremos en medio de nuestra propiedad.
Liquidé cada centavo, de mi multimillonaria empresa inmobiliaria global y compré
miles de acres, en las profundidades de Alaska.
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Hace referencia a Davy Crocket un aventurero y heroe popular.
mujer, porque no le gustó cómo la mujer le hablaba a su hijo. Fue el colapso del
siglo. Gritando. Llorando. Maldiciendo. Sabrina tuvo que ser escoltada fuera de la
propiedad y nos prohibieron la entrada al club, de por vida.
Para empeorar las cosas, con las redes sociales siendo una mierda, su rabia
psicótica fue filmada por docenas de personas en el club. Se propagó a través de
Internet, como un maldito incendio forestal, quemando la reputación ganada con
tanto esfuerzo, de nuestra familia a su paso.
Me moví rápido.
Fuera de la red.
Como esa gente loca de los arbustos, como le gusta bromear a Devon.
Sabrina fue un poco más difícil de convencer. Ella no podía ver mi visión. A
pesar de los planos que había elaborado, de una acogedora cabaña de troncos y
las ideas para recolectar agua y plantar cultivos, estaba confundida. Su vida, era
nuestra casa de un millón de dólares en San Francisco. Su vida, no eran más que
imágenes y cosas, que le pertenecían a nuestro hijo.
Pero la convencí.
Que Drew hubiera amado la naturaleza. Nuestro hijo fue como una aventura
en la cima de la aventura. Un verdadero salvaje.
—La Universidad de Alaska tiene una alta tasa de suicidios entre sus
estudiantes, —dice Devon. Más información inútil. —Parece que la universidad está
fuera de discusión.
—Dos años y luego te vas. Lo prometiste. Eso fue una de las advertencias
—le recuerdo.
—No puedo culpar a una chica por intentarlo, papá. ¿Qué me puede enseñar
la universidad que aún no sepa?
—Modales —gruño.
Ella resopla.
—No trates de ser moderno. No estás a la moda.
—Ella tiene razón —dice Sabrina, una sonrisa ilumina su cara bonita. —No
estás a la moda. Eres viejo.
—¿Donde esta tu mamá? —Pregunto mientras entro en el RV3. Buddy trota detrás
de mí y se acerca a Devon para darle un beso húmedo.
—Dolor de cabeza.
Pongo los ojos en blanco. Cada vez que Sabrina está deprimida, lo interpreta
como un dolor de cabeza. Ella sabe que no lo discutiré y puede dormir en paz.
Una vez que se viste y se pone una sudadera con capucha, agarro mi rifle y
juntos nos embarcamos en una exploración. Estamos a otras tres o cuatro horas de
nuestro destino, pero no quería arriesgarme a conducir el RV y tirar del remolque
3
Vehículo recreacional
en la oscuridad. Cuanto más nos adentremos en el denso bosque, más difícil será
viajar. Según el anterior propietario del terreno, Atticus Knox, sé que al final del
camino, hay un pequeño claro que da a un desfiladero, por donde lo atraviesa un
río de agua dulce. Me enamoré de las fotos, que me envió por correo electrónico y
pagué una considerable suma. Me aseguró que la zona estaba despoblada. No hay
gente en cientos de millas. Aislado como la mierda. Exactamente lo que esperaba.
Como viajábamos fuera del estado, negocié que dejara algunos equipos que le
había comprado. Cuando lleguemos allí, puedo comenzar a trabajar en la casa de
nuestros sueños de inmediato.
—Mira, —le digo con una sonrisa mientras paso a través de un arbusto para
llegar al otro arbusto. —Bayas.
—¡Papá! ¡No!
Buddy ladra como para gritarme también. Echo la mano hacia atrás y frunzo
el ceño.
—¿Qué?
—Estos aún no están maduros, pero estarás a salvo. ¿Me prometes que no
comerás nada sin preguntarme primero?
Saca el meñique, y sus labios se curvan en una dulce sonrisa, que recuerdo
de ella cuando era niña. Engancho mi meñique con el suyo.
Sus ojos están llenos de amor y felicidad. Sabía que este movimiento
cambiaría mi vida. Eventualmente sacaremos a Sabrina del oscuro infierno en el
que vive. Con el tiempo, todo será perfecto.
Ella suelta mi mano y continúa caminando, por el borde del espeso bosque
que sobresale hacia la carretera. Ya he tenido que detenerme más veces de las que
puedo contar, para mover las ramas o cortarlas con la motosierra. Atticus prometió
que las últimas horas del viaje, fueron las más difíciles. No ha estado en la propiedad
desde antes del invierno, cuando le compré el terreno. Los inviernos aquí son duros
e implacables. Los árboles son víctimas. Buddy gruñe, y los pelos de mi cuello se
erizan. Un fuerte crujido resuena a unos treinta metros, en la espesura a nuestra
derecha.
—Papá...
—Mantén la calma.
Nada aterrador surge del bosque. El sol se está poniendo rápido y me temo
que nuestra pequeña exploración ha terminado por hoy.
—Paso uno, abre una lata de chile. Paso dos, calienta dicho chile. Paso tres,
vierte sobre los Fritos. Paso cuatro, espolvorea el queso y la cebolla encima. ¿me
perdí algo?
—Voy a ir a ver cómo está tu mamá, —le digo mientras la dejo en la cocina.
Coloco un beso en la parte superior de su cabeza antes de pasar a su lado. Una
vez dentro del dormitorio de atrás, cierro la puerta divisoria. Está oscuro adentro.
Sabrina duerme desnuda. Una invitación. A veces, cuando está de mal humor, la
única forma de recuperarla es a través del sexo. El RV es pequeño y las paredes
son prácticamente inexistentes, pero Devon estará distraída preparando la cena.
Mi boca intenta buscar la suya, pero ella gira la cabeza hacia un lado. Es
como si se castigara a sí misma, con todas las formas de placer y felicidad.
Si Drew no podía tenerlo, entonces ¿por qué debería hacerlo ella? Me mata
que ella piense así. Intento desesperadamente callarme, pero nuestros cuerpos
chocan. Los gruñidos que provienen de mí son salvajes y al borde de la ira. A veces
quiero agarrarla por la garganta y sacudir un maldito sentido en ella. Sabrina nunca
se viene.
Nunca.
Me deja usarla como una salida para que me pueda correr. Para que pueda
mantenernos unidos, no importa lo jodido que esté, es la única manera que ella
conoce. Siempre ha sido suficiente. Casi.
—La cena estará lista pronto. Devon cocinó tu favorito —digo mientras me
pongo los pantalones.
Ella no responde.
Cuando abro el divisor de un tirón, Devon tiene una mirada culpable mientras
mira su tazón de tarta de chile Frito. Ella preparó dos tazones más e incluso le
preparó un vaso de limonada a su madre. La amargura amenaza con partirme a la
mitad, pero me la trago.
—Huele bien, Pip, —digo, mi tono brusco.
Sus ojos llorosos se levantan para encontrarse con los míos. Joder, me
rompe el corazón. Ninguna chica de dieciséis años, debería tener que lidiar con esta
mierda. Ella mira mi pecho desnudo y luego mira su comida.
—Lamento que hayas tenido que escuchar eso. —El sexo El rechazo. La
lenta muerte de mi matrimonio.
Me acomodo frente a ella y ceno solo con mi hija. Como cualquier otro maldito
día. Y como del plato intacto de Sabrina, sólo para hacer sonreír a Devon de nuevo.
DOS
DEVON
Intento utilizar mi teléfono celular, pero no tengo señal. Perdí la señal hace días.
Realmente estamos haciendo esto. Viviendo fuera de la red. Voy a buscarme a un
hombre salvaje sin dientes, en las profundidades del bosque y tener a todos sus
bebés.
Cuando me río, los ojos de papá se encuentran con los míos en el espejo.
Sus amables ojos marrones siempre me reconfortan.
Buddy ladra de nuevo. El estúpido perro, parece estar de acuerdo con papá
en eso cada vez.
—Supongo que tendré que esperar hasta la universidad, para ponerme loca
—digo con un suspiro y fingiendo aburrimiento. La verdad es que no sabría qué
hacer con un chico si tuviera uno. Habiendo ido a una escuela para niñas toda mi
vida, la única interacción con los chicos eran los del vecindario. No me han besado
y ciertamente, no he hecho nada más.
Papá gruñe y mamá se ríe. Ella es más ella misma hoy. Algunas sonrisas
aquí y allá. Incluso cantó conmigo, a través de un par de canciones antiguas en el
CD que había quemado en casa. Nunca había visto a papá tan feliz. Uno de estos
días voy a ayudar a mamá, a recordar que somos su familia. Que la necesitamos.
Ella se reirá, sonreirá y nos amará, como nosotros la amamos.
Verdaderamente feliz.
Reed Jamison pone una cara fuerte, pero lo he visto en su punto más bajo.
Llorando como un niño. Me aplastó el corazón. Cuando Drew murió, lloré. Pero
cuando mi padre lloró, creo que perdí una parte de mi alma ese día.
—No coman las bayas blancas —les recuerdo a todos en el auto por
millonésima vez. Buddy está de acuerdo y ladra.
—Oh, mierda. Este es grande —se queja mientras rueda hasta detenerse
frente a un enorme árbol caído.
—Me alegra que nos detengamos —dice mamá con la voz indiferente que
conozco tan bien. —Me va a dar un dolor de cabeza.
Claro, he visto sexo en películas y lo leí en mis libros, pero esa fue la primera
vez que lo escuché. Que experimento la acción en vivo.
Cuando levanto los ojos, los de papá están en los míos. Una vez más
disculpándome. Quiero decirle que no es culpa suya que ella sea como es, pero no
me cree. Es exactamente como yo. Confiados en que, de alguna manera, podremos
arreglarla algún día.
—Vamos, Pip. Necesito un par de manos extra, y tu madre tiene dolor de
cabeza —sisea, apretando la mandíbula mientras se vuelve para mirarla.
—Hace calor —me quejo mientras me limpio el sudor de la frente. Papá también
está transpirando, porque hace mucho que se quitó la camisa. Está enojado y se lo
ha estado tirando al árbol durante las últimas tres horas. Sólo he escapado el tiempo
suficiente, como para traernos agua.
—Papá…
Corriendo hacia él, le rodeo la cintura con los brazos. Está rígido al principio,
pero luego parece derretirse con mi afecto. Pronto, sus dedos recorren mi cola de
caballo de manera ausente. Sus labios presionan la parte superior de mi cabeza,
una señal de que todo va a estar bien.
Yo le creo.
Está sudoroso y huele un poco a rancio por todo el trabajo duro, en el sol de
la tarde de finales de mayo, pero lo inhalo y memorizo su olor. No muchas cosas
me consuelan, pero mi papá es una de ellas. Los latidos de su corazón son fuertes,
con mi oído presionado contra su pecho. Me encanta escuchar su fuerte cadencia.
Cuando era más joven, solía inventar canciones que iban con el ritmo.
—Promesa de meñique.
Mamá ha dormido todo el día atrás. Normalmente, hiere mis sentimientos, pero hoy
se siente diferente. Hoy encontramos nuestro nuevo hogar. Papá y yo estamos en
una aventura.
Le echo una mirada a él. Sus gafas de sol de aviador se posan sobre su nariz
y sus hombros están relajados. Una media sonrisa juega en sus labios. Está
emocionado como yo. La barba empieza a crecerle en la mandíbula. Le da una
apariencia robusta. Antes de que nos fuéramos de San Francisco, bromeó sobre
dejarse la barba. No puedo evitar sonreír al imaginarme la cara afeitada
normalmente limpia de mi padre, llena de cabello enjuto como el Sr. Bobbitt, mi
antiguo profesor de química.
—Solo estoy pensando en llegar a nuestro nuevo hogar. Estoy deseando que
llegue.
Está tan ansioso como yo. Ambos salimos disparados por nuestras puertas
tan pronto como el RV está estacionado. Papá llega primero al borde del acantilado.
Me acerco lentamente detrás de él. El borde cae al menos sesenta metros hacia
abajo en un desfiladero. Un río impetuoso serpentea entre los árboles de abajo.
Mientras papá hace desastres afuera, yo corro adentro para darle la noticia
a mamá. La encuentro mirando por la ventana lateral de su habitación que da al
desfiladero de abajo. Sin sonrisas. Sin emoción. No hay nada.
—Mamá…
Ella se espanta.
—Devon, mi cabeza me está matando. Ve a ayudar a tu padre. —Lágrimas
de rechazo llenan mis ojos y asiento. Obedezco y voy a ayudar a mi padre.
Le saco la lengua, pero estiro los pies hacia el fuego. —Ven acá. —Da
palmaditas en su regazo, como solía hacer cuando yo era una niña.
Voces murmuradas.
Suena enojado.
Una bofetada.
Más bofetadas mientras ella lo llama con todos los nombres del libro.
Se están besando.
Simplemente me molesta que ella nos ignore todo el día y luego reciba su
total atención y afecto. Ella no se lo merece después de la forma en que lo trata.
Luz.
Papá se queda ahí con solo sus pantalones, mirándome. Cuando nuestras
miradas se encuentran, niega con la cabeza en señal de desaprobación antes de
irrumpir en el pequeño baño. Él cierra la puerta de golpe.
Lo siento, papá.
Escuché algo.
Debería alejarme.
—Devon.
Su voz se quiebra y juro que volverá a llorar. Como aquellos primeros días
después de la muerte de Drew.
—Papá...
—¿Todo bien, cariño? —Su voz es suave y real. Como la que recuerdo antes
de perder a Drew.
—Mamá —sollozo.
Reed
No.
Lo.
Hice.
Maldita sea.
La bilis sube por mi garganta. Eso significa que mi hija lo disfrutó. Gruño una
serie de furiosas maldiciones.
YO.
Solucionaré.
Esto.
Un crujido.
Estoy aplastado.
Muerto.
Negro.
Negro.
Y sigo cayendo.
Negro.
Gritos
Devon
Ella y Drew están en el patio trasero. Por cierto, ella grita como si intentara
despertar a un muerto, sé que tiene un dolor intenso. Corro por las escaleras
golpeando algunos marcos de la pared, mientras corro hacia ella. Mis pies
descalzos golpean el frío suelo de mármol, y patino hasta detenerme el tiempo
suficiente, para meter los pies en las botas. Luego, corro por la casa y salgo por la
puerta trasera. La puerta mosquitera se cierra de golpe detrás de mí, mientras corro
hacia el borde del bosque detrás de la casa. Hace mucho tiempo le construí a ella
y a Drew, una casa en el árbol.
¿Y si se rompió el brazo?
¿Es Drew?
Ella asiente.
Gritos.
Devon, gruño.
Sabrina
Mi voz apenas se puede escuchar por encima del viento aullante y la lluvia
torrencial que aún sacude la caravana. Gimo mientras trato de levantarme de mi
posición. No siento nada roto. Me duele la cabeza.
—¡Papi!
Aprieto los dientes y empujo eso hacia lo más recóndito de mi mente. Tengo
cosas más importantes de las que preocuparme, como la seguridad de mi esposa y
mi hija. La caminata hacia atrás, donde sus gritos no han disminuido, es difícil. La
casa rodante está hecha trizas y la lluvia entra por un agujero que hay justo antes
de llegar al dormitorio. Me las arreglo para tirar de la puerta, la parto para poder
pasar.
Los relámpagos destellan y no tengo idea de dónde está Devon. Una y otra
vez, los relámpagos iluminan el cielo, lo que me permite ver con bastante facilidad.
—¡Papi!
Apretando los dientes, la levanto por el culo. Ella comienza a gritar de dolor.
Mi voz está ronca por el esfuerzo. Nos hemos apoyado en el colchón que
está de pie, ya que el remolque está de lado. No tengo energía para moverme. La
sangre brota de la herida de mi frente y nuestros cuerpos están resbaladizos por la
lluvia y la sangre de su estómago.
Abro los ojos de golpe. Estoy cansado y aturdido, pero no puedo quedarme
aquí tumbado. Sabrina está desaparecida. Tanto Devon como yo tenemos heridas
que debemos curar. Y, sin embargo, no puedo moverme. A ciegas, alcanzo la colcha
y trato de envolvernos con ella. Devon está temblando tanto, que creo que calentarla
es la primera orden del día. Ella se esconde contra mí como si estuviera tratando
de meterse dentro de mi piel. La abrazo y beso la parte superior de su cabeza
empapada. Nos desplomamos, yo cayendo sobre mi trasero y ella casi me
estrangula, así que no la dejaré ir.
Mis ojos se caen y mis músculos se sienten, como si pesaran una tonelada.
Parece que no puedo encontrar la energía o la fuerza para hacer otra cosa. Sus
uñas se clavan en mi pecho. Cuando mis ojos comienzan a cerrarse, tengo la
previsión de maniobrarla, para que su herida quede presionada contra mi estómago.
Ojalá sea suficiente para detener el sangrado.
—Papi
Mis ojos se abren y estoy cegado por un rayo de sol que brilla sobre mí. Se
necesita un segundo horrible para recordar el caos que sucedió anoche. Cuando
empiezo a fruncir el ceño, algo tira de mi frente. Intento romperlo, pero alguien me
agarra la muñeca y me la quita.
Inclino la cabeza hacia la izquierda para evitar el sol brillante y miro a mi hija.
Su cabello rubio ondulado está húmedo, lleno de hojas y cubierto de sangre.
Probablemente el perro esté aplastado debajo del remolque.
—Aparecerá —miento
Deja escapar un gemido cuando tiro de la tela para ver. Todo su pecho está
rayado, como si se fuese deslizado boca abajo sobre concreto caliente. Sus dos
pequeños pechos se llevaron la peor parte del ataque. Pero lo que más me
preocupa es su estómago. Parece haber encontrado el botiquín de primeros auxilios
porque su abdomen también está vendado. La sangre mancha la gasa.
Probablemente tendré que coserla pronto. —¿Has estado afuera? ¿Has visto a tu
madre?
Cierro mis ojos. El horror en sus ojos es todo lo que necesito ver. Sabrina se
ha ido. —Ayúdame a levantarme —gruño.
Caímos.
El remolque, todo.
Al menos sesenta metros por el lado del acantilado. Los árboles que estaban
a lo largo del camino de descenso se destruyeron. Solo quedó el árbol que parece
haber atravesado el remolque. Todas nuestras pertenencias, herramientas y
alimentos están esparcidos por los árboles y por el suelo del bosque. Cuando miro
a mi izquierda, me da asco ver algo flotando río abajo.
Devon señala a través de algunos árboles, pero no miro nada. Tan pronto
como veo a Sabrina, desearía no haber volteado a ver. Ella cuelga boca abajo, de
un árbol por su pie, que está atrapado en una rama. Su brazo-Jesús Cristo ha sido
arrancado de su hombro y cuelga en el viento, apenas sostenido por algún músculo.
Su otra pierna cuelga hacia un lado de una manera obscena. Sus ojos permanecen
abiertos y su lengua cuelga.
Mierda
Tanta sangre
Mientras yo intentaba salvar a nuestra hija, ella estaba aquí sangrando hasta
morir. Yo no la busqué. Simplemente sostuve a nuestra hija y me quedé dormido.
Que mierda.
No esto.
Devon, a pesar de que le dije que se quedara, me aprieta por detrás. Sus
delgados brazos, abrazan mi cuello mientras los sollozos hacen temblar su cuerpo
entero. Me levanto y me la saco de encima.
La miro, pero ella levanta la barbilla con desafío. Quiero gritarle que no es
momento de volver hablar —Ella necesita escuchar. Pero se ve tan malditamente
valiente e intrépida en este momento. Su madre está colgando muerta de un árbol,
como algo salido de una película de terror y ella está queriendo ayudar.
—Ponme sobre tus hombros, puedo tirar de ella hacia abajo —dice Devon
mientras se para frente a mí.
Devon
Su piel esta fría y dura. Un sollozo se atora en mi garganta, pero me niego a dejarlo
escapar. Papá está agotado y a punto de volverse loco. Lo último que necesito es
ceder a la histeria. Anoche fue la peor noche de mi vida. Cuando me desperté medio
saliendo de la casa rodante con una rama apuñalándome, me asusté.
Pero él me salvó.
—Quítamelo —grito.
Él gruñe y empuja su cuerpo fuera del mío. Un dolor al rojo vivo irradia desde
mi tobillo y lo agarro con ternura, lágrimas frescas caen por mis mejillas. Miro hacia
arriba al cielo—Vamos a morir aquí. Mí labio se tambalea.
Así qué, voy a empezar a recolectar todo lo que está esparcido. Necesitamos
salvar lo que podamos
Me ayuda a ponerme de pie, sus manos fuertes agarran mis codos. Cuando
pongo peso en mi pie, grito de dolor.
Pero no me despierto.
—No creo que pueda hacer que vuelvas a dentro. Voy a intentar sacar una
de las carpas del contenedor. —Esa parte de la casa rodante parece intacta, así
que espero que podamos tener algún tipo de refugio esta noche — Me deja sobre
una roca antes de alejarse. El sol esta fuerte, pero no hace calor. El aire frío me
golpea desde el norte cada pocos minutos, haciendo que me tiemblen los dientes.
Froto mis brazos y miro a papá, mientras se sube al costado de la casa rodante. Los
músculos de su espalda se flexionan cuando abre la escotilla.
—Sí.
Niego con la cabeza. —No lo hagas, papá. El suelo no es profundo aquí con
todas estas rocas. Usarás toda tu energía. Solo… —Se me llenan los ojos de
lágrimas y señalo el río que pasa rápidamente. —Déjala ir.
Sus rasgos se oscurecen, pero puedo decir que está considerando mis
palabras. Se inclina hacia adelante y me quita el cabello de los ojos. —Todo va a
estar bien Pip, podemos hacer esto. Tomar decisiones inteligentes. Ser fuerte.
Tenemos esto.
—¿Cuánto tiempo dormí? —digo con voz ronca. Su rostro está ensombrecido
con la oscuridad de la tienda. No puedo distinguir sus rasgos.
—¡Papá! —grito, horrorizada de que haya estado lidiando con este lío solo—
. ¿Por qué no me despertaste?
Chili.
Devoro con hambre el chili. Me mira todo el tiempo. Entonces me doy cuenta
de que se ha limpiado un poco y ha encontrado una camisa.
—Sí. La puse en la otra tienda por ahora con los otros suministros, que pensé
que necesitaban protección de los elementos y las criaturas. —Se inclina hacia un
cuenco y escurre un paño—. También encontré el jabón—su sonrisa en la oscuridad
parece iluminar el espacio—. Túmbate y déjame mirar tu estómago.
Le entrego la lata vacía y me dejo caer sobre las mantas. Un escalofrío me
recorre, cuando empuja mi camisa hasta mis pechos. Mi respiración se acelera, pero
él no parece darse cuenta. El quita las vendas y gime. Después, una linterna se
enciende y se la pone entre los dientes. Echa un vistazo a mi abdomen. La herida
todavía se abre. De una manera clínica, se pone a restregar todos los rasguños de
mi torso, con el trapo tibio y jabonoso. Me pica y lloriqueo, pero él no se detiene.
Cuando el trapo pasa por mis pechos, mis pezones se endurecen. Dejo escapar un
fuerte suspiro, porque tiene su mano estancada ahí. Limpia bien cada seno y luego
el resto de mi torso, antes de inspeccionar la herida.
—Voy a tener que coserlo —me dice, una vez que se quita la linterna de la
boca— puede que duela, Pip. ¿Puedes ser valiente por mí?
Asiento con la cabeza. Las lágrimas ya brotan de mis ojos. Toda esta
situación es dolorosa. ¿Qué importa un poco más? Tiene el botiquín de primeros
auxilios a mano. Con la linterna una vez más en la boca, enhebra la aguja y luego
se pone a coserme.
—No te muevas.
Cierro los ojos con fuerza y trato de respirar tranquilamente por la nariz
mientras él cierra con cuidado mi herida. Cada vez que le vierte alcohol, grito.
Estoy tan sorprendida, que no me muevo hasta que regresa con mi sudadera
con capucha y unos pantalones de yoga. Tímidamente, me quito la camisa sucia y
se la entrego. Espera, su linterna me ciega, por un momento. Mi corazón está
martilleando en mi pecho, mientras me quito las bragas. No puedo ver su rostro
mientras le entrego las bragas—. Usa el trapo para limpiarte. Te traeré un poco de
agua e ibuprofeno en un minuto. —Desaparece una vez más.
—Estoy cansado —dice con voz ronca mientras cierra la tienda detrás de él.
Nuestra tienda es pequeña, estaba destinada sòlo para mí, pero la hacemos
funcionar. La otra carpa, se suponía que mis padres la debían compartir. Se quita
unos zapatos que encontró, y espero hasta que se acomoda en la almohada a mi
lado, antes de agarrar la manta para cubrirnos con ella. Me acurruco contra su cálido
cuerpo, y lo abrazo con fuerza.
—Yo también.
—¿Vamos a morir?
Algo gruñe fuera de nuestra tienda, en medio de la noche. Puedo oírlo resoplar
mientras olfatea. Justo cuando creo que abrirá nuestra tienda de campaña y nos
atacará, sus pesados pasos se retiran. La temperatura ha bajado y me estoy
congelando. Me acurruco más cerca de papá en busca de calor.
—Tengo frío.
Está bien.
—Por favor, vuelve a dormir, Devon. Por favor. —Su voz es tan dolorosa, tan
cruda, que no puedo evitar obedecer.
Está bien.
Y lo hago.
CINCO
Reed
Me despierto con una vergonzosa erección. Mi hija se aferra a mí, como si fuera a
dejarla en cualquier momento, esta semidesnuda, para agregar, y mi polla está dura.
Temo el día que tengo por delante. Queda mucho por hacer. Ayer recogí toda
nuestra mierda hasta llegar al punto del agotamiento. Hoy apenas puedo moverme.
La palma de Devon, se desliza hasta la parte inferior de mi estómago y contengo la
respiración. Sé que está dormida. El sonido de su respiración es rítmico. A diferencia
de anoche.
No soy un enfermo.
Su rodilla golpea mi polla y gimo. Tengo que salir de esta tienda. Con un
gruñido, salgo de debajo de ella y agarro mi camisa. Estoy sentado de rodillas
poniéndomela cuando la siento mirándome. La parte estúpida de mí se arriesga a
echarle un vistazo.
Ella yace ahí con su brazo curvado sobre su cabeza. La manta revela su
pecho izquierdo raspado, el pezón duro y en tensión. Sus labios carnosos están
separados y me mira con una mirada que no entiendo de ella.
Han pasado cinco días, desde que caímos por el lado del acantilado. Devon aún no
puede caminar, su tobillo todavía está demasiado débil, así que le pido que haga
tareas que pueda manejar mientras está sentada, como clasificar los montones de
cosas recolectadas. Preparar comida. Hacer el inventario.
Las carpas están bien para el verano, pero necesito tener un verdadero
refugio antes de que llegue el invierno. Mi motosierra sobrevivió al accidente, pero
no me queda mucho combustible. Tendré que reservarlo para usos especiales. Sin
embargo, todas mis otras herramientas manuales y clavos fueron recuperados.
Tomará un trabajo manual duro, pero voy a construirnos una casa, así sea lo último
que haga.
Devon levanta sus ojos azules para encontrarse con los míos y frunce el
ceño.
Me río y me subo a su lado. Hay mierda de murciélago por todas partes, pero
a ninguno de nosotros le importa. Está helado y refresca este día caluroso. Toma
mi mano y entrelaza nuestros dedos.
—Es algo pequeño, pero me encanta. —Su mirada se oscurece—. En
general, no puedo ver toda la destrucción.
Ella me sonríe y prometo que en ese momento la haré sonreír más cada día.
–Gracias.
Su palma toca mi mejilla y vuelve a tener esa mirada soñadora en sus ojos
—Yo también quiero cuidar de ti.
La miro por encima del hombro mientras salgo de la cueva. —No creo que
sea seguro todavía para ti.
La sola idea de bañarme con ella en el río, me pone los pelos de punta. Pero
es mi deber asegurarme de que se bañe. No puedo mantenerla a distancia para
siempre.
Riendo, me doy vuelta para verla entrar al agua. Desde atrás, ni siquiera se
Parece a mí Devon. Solo lleva unas diminutas bragas rosas. Sin camisa. Sin Nada.
Su trasero es demasiado redondo, demasiado jodidamente femenino. Me alegro de
que muera virgen. Ella estará a salvo de los universitarios idiotas para siempre.
Cierro los ojos y trato de pensar en cualquier cosa, para que mi erección
desaparezca. Me sorprende que Dios no me haya golpeado aquí mismo en el río.
—Déjame lavarte el tuyo —dice, lo que me hace abrir los ojos de golpe.
Está limpia y demasiado guapa con el agua del río goteando de sus pestañas
oscuras. Dejo escapar un gemido, pero me inclino hacia atrás para mojar mi cabello.
Una vez que me vuelvo a sentar, ella arroja un poco de champú en mi cabello y
comienza a restregar. Se siente bien que lo atiendan. Durante mucho tiempo
Sabrina me negó algo tan simple como el cariño. Los suaves toques de Devon
calman mi alma maltrecha.
—Enjuaga —ordena.
Y es tu hija.
Miro hacia el cielo azul claro y le pido a Dios fuerza. Para todo este calvario.
Es demasiado duro para mi psique. Me estoy rompiendo. Como el hoyo en el lado
de la montaña. Me estoy ensanchando y dividiendo por la mitad, hasta que lo único
que encaja somos ella y yo.
Nunca.
Me mira por encima del fuego, el miedo baila en sus ojos. Todavía tenemos que
discutir las cosas, pero estoy esperando ser un poco más valiente. Y con una de las
botellas de Jack, que he encontrado en una de mis búsquedas del tesoro, el coraje
por el líquido que está comenzando a surgir a través de mí. Doy otro largo trago a
mi botella. Se muerde el labio inferior regordete y me lanza otra mirada preocupada.
Sus manos se ocuparon de trenzar su largo cabello rubio dorado.
Atención.
—Papá…
—No.
—Pero…
—No.
—Papá…
Las lágrimas caen por sus mejillas y casi corre hacia la tienda. Me quedo
atrás y me bebo mi estúpido yo. Hace horas debería haber entrado a pedirle
disculpas, pero no confío en mí mismo. Las líneas están borrosas y joder si esto no
es confuso para mí también. Cuando finalmente vuelvo a la tienda, ella está llorando
suavemente, la culpa surge a través de mí. Me quito las botas, me desvisto hasta
los boxers y caigo en la cama a su lado. Me da la espalda. Me rompe el corazón
haberle hecho esto. Aplastó a mi dulce niña feliz.
—No. Te odio
—Cálmate —gruño.
No puedo verla en la oscuridad, pero puedo apostar que me está mirando.
Inclinándome hacia adelante, beso su frente excepto que no es su frente, son sus
labios. Labios gordos e hinchados. Los beso de nuevo. Su cuerpo se relaja y mi
agarre en su garganta cae. Quiero saborearla.
Mi palma se desliza hacia arriba para acunar su suave rostro. —No sé qué
nos está pasando. Todo se está desmoronando. Solo quiero que seamos como
solíamos ser.
Devon.
Hemos estado aquí durante dos meses. Cada vez que tengo mi ciclo, me
siento miserable hasta el punto de querer morir. Claro, tengo un pequeño suministro
de tampones, pero estoy hinchada e incómoda y muy malhumorada. Además, es
casi agosto y hace un calor insoportable durante el día. Paso más tiempo en la
cueva, que en cualquier otro lugar durante la semana del tiburón.
Me siento sobre mis codos y veo a papá trabajar en nuestra nueva casa. Ha
derribado veintiséis árboles. Lo he observado, durante las semanas de trabajo
manual y no puedo dejar de mirarlo. Anda por ahí sin camisa con sus vaqueros
bajos en la cadera revelando músculos que parecen apuntar directamente a su polla
y me vuelve loca.
Lo anhelo.
Mucho.
Lo quiero a él.
Quiero pasar mis dedos por su gruesa barba y besar sus perfectos labios.
—Creo que haré que la puerta mire hacia el este. Una vez que levantemos
la cabaña, empezaré a cortar el metal de la caravana para usarla como techo —
dice mientras levanta su hacha en un tronco. Levanta su brazo musculoso para
sacarse el sudor de la frente.
Oh, Dios.
Me voy a quemar.
Me protejo los ojos del sol para encontrarlo parado frente a la apertura de la
cueva. Su mirada desvergonzada rasga mi pecho desnudo.
—Necesito que revises las trampas cerca del campamento. Despelleja todo
lo que atrapemos. Voy a trabajar en limpiar la maleza para los cimientos un poco
más. Pronto podré empezar con el armazón.
Me siento sobre mis codos otra vez. Mis pechos están hinchados desde que
estoy en mi período, y estoy feliz de que sean un poco más grandes de lo normal.
Su mirada cae sobre ellos otra vez.
La golpea más y más fuerte hasta que gime de placer. Cuando mi nombre es
susurrado de sus labios, me congelo temiendo haber sido atrapada mirando.
Entonces me hipnotiza la espesa esperma, que se dispara en sus abdominales
desnudos y endurecidos.
Caliente y miserable.
*
Cada vez que papá me envía a hacer recados para él, siempre me escabullo para
ver si se toca. A menudo, vuelve al trabajo. A veces, sin embargo, se saca la polla
y se masturba hasta que su liberación se ha agotado. Me siento sucia al verlo, pero
no puedo evitarlo. Él es mi adicción. Ya estamos en septiembre y nuestros días
cálidos han quedado atrás. Las noches son demasiado frías. Pasamos demasiado
tiempo acurrucados juntos por el calor del cuerpo.
—Siempre podemos seguir —dice papá, con las manos en sus estrechas
caderas.
Camino por nuestra cabaña que aún no tiene techo. Me encanta que esté pegada
a la ladera de la montaña y que podamos conservar nuestra cueva.
Pongo los ojos en blanco a pesar del fuego que me invade y me pongo a
raspar la corteza del interior de las paredes de la cabaña. Me distrae cuando
empieza a cortar madera que planea usar en el techo. Músculos sobre músculos.
Papá nunca los tuvo antes. Quiero decir, estaba tonificado y delgado, pero nunca
supe que podía verse así.
—Te ves sudoroso. Tal vez deberíamos ir a nadar y te lavaré —Me encanta
el reto de las cejas.
Una vez que me haya vestido, caminamos de la mano a nuestro nuevo hogar.
Tan pronto como se ve, mi corazón se hincha. Lo construimos juntos. Papá hizo
todo el trabajo pesado, pero me dejó ayudar mucho. Estoy orgullosa de ello.
Se me saltan las lágrimas en los ojos. Está construido con orgullo. Papá no
tomó ninguna decisión. La entrada es un toque encantador y nuestra mesa y sillas
son perfectas. El techo le había dado mucho trabajo, pero lo hizo funcionar. Está
cubierto de troncos, pero usó el metal de la casa rodante para hacer un techo que
no tuviera goteras. Los trozos de metal extra forraron el interior de nuestra cabaña
para aislarla del frío.
Cierro los ojos y dejo que me guíe por los escalones de la entrada. Abre la
elegante puerta que hizo y entramos. Hace más calor que el aire frío del exterior y
yo sonrío. Me toma en sus brazos y grito. Cuando me arroja, grito y luego jadeo
cuando aterrizo en una superficie suave.
Una cama.
Me dijo que el colchón estaba arruinado dentro de la casa rodante, pero aquí
está con mi colcha favorita extendida en la parte superior.
Me puse a llorar.
Sus ojos marrones se iluminan y se inclina hacia adelante. Cuando sus labios
rozan los míos, casi me derrito. Se aparta y sonríe. —Feliz cumpleaños, Devon.
—Yo también.
—La edad legal para beber es de veintiún años, pero estoy seguro de que
habré quemado todo el alcohol que quede antes de eso. Si tienes alguna posibilidad
de tachar esto de tu lista de cosas pendientes, mejor que lo hagamos pronto. ¿Y
qué mejor momento que tu cumpleaños?
—Creo que es suficiente por una noche —gruñe, quitándome mi taza ahora
vacía.
Rápido como un rayo, se levanta y me sujeta con sus manos en mis caderas.
Los vaqueros y la sudadera con capucha se sienten como demasiado.
—Fue el mejor. Aunque quería esta pequeña cosa. —Mi voz es un susurro,
pero estoy decidida a decirlo. El licor me anima.
Inclino mi cabeza hacia arriba y paso mis dedos por su barba rizada. Nuestras
respiraciones calientes se mezclan, picantes por el alcohol. —Un beso.
—Nunca podré besar a un chico por primera vez. Nunca iré a la universidad.
Nunca tendré una vida normal. Sólo pensé… —Me callo cuando su boca caliente
se acerca a la mía. Suave. Tan suave. Mi corazón late en mi pecho y siento como
si las mariposas bailaran en mi vientre. Su fuerte mano agarra mi mandíbula y tira
hacia abajo para que mis partes de la boca se abran. Dejo escapar un gemido de
sorpresa cuando su cálida lengua roza la mía. Se siente raro, pero me gusta.
Empieza a alejarse, pero no he terminado. Meto mis dedos en su largo cabello
marrón, que le cuelga en los ojos últimamente, cuando vamos demasiado lejos entre
los cortes de cabello. Lo agarro y le pido que siga besándome. Con un gemido, se
rinde.
Quiero su boca sobre mí, pero me conformo con la mía por ahora.
Su polla está dura contra mi muslo. Intento reunir el valor para tocarlo a través
de sus calzoncillos, pero me quedo corta.
No quiero que se sienta culpable. Sólo somos nosotros dos. Nadie nos está
juzgando.
Sollozo y me contoneo con cualquier cosa para evitar que me dé una paliza.
No he sido azotada desde que tenía diez años.
Me da unos azotes tan fuertes que sé que me van a hacer moretones. Una y
otra vez, hasta que vomito por todo nuestro nuevo piso. Me tiran al suelo mientras
él está de pie y sale de la cabaña, en nada más que sus calzoncillos.
Reed
Podría escribir un libro entero, sobre todas las fechorías de las que soy culpable,
desde que hicimos el viaje a Alaska. Cada uno de los pecados, se cometió contra
ella. Mi niña. La única persona que me queda en este mundo. La que amo con toda
mi alma.
Ella no me habla.
No quiere comer.
Todo el maldito día, duerme en nuestra cama. Igual que su maldita madre.
Me mata.
Sus labios eran dulces y perfectos. Quería hacerlo toda la noche. Pero
entonces me envió al límite. Me tocó la polla y me volvió loco. Perdí la maldita
cabeza y golpeé a mi hija.
—¿Pip?
Me quité la camisa y los vaqueros antes de meterme en la cama. Cuando me
acurruco contra ella, ella finge dormir. Extraño su voz. Sus sonrisas. La maldita luz
que irradia de ella.
—Lo siento —murmuro por milésima vez desde que la azoté hace una
semana—. Por favor, perdóname.
Estoy tan solo. Es como si estuviera en el infierno sin ella. Ella está aquí pero
no lo está. Lo odio, joder. Tengo antojo de su piel caliente contra la mía. La
necesidad es abrumadora. Mis labios encuentran su cuello justo debajo de su oreja
y la beso suavemente. Quiero traerla de vuelta a mí. Su cuerpo responde al simple
toque y enciende un fuego dentro de mí. Deslizo la palma de mi mano hasta su
cadera y luego apago mi cerebro mientras lo deslizo por su estómago plano antes
de detenerme a acariciar su pequeña teta. Su aliento se dificulta.
El viento elige ese momento para aullar afuera, como si fuera a defender mi
caso.
—Dime que me detenga, nena. Mi cabeza está toda jodida ahora mismo
porque te he echado mucho de menos. —Mi aliento caliente contra su carne
sensible la hace temblar. “Quiero hacer cosas, que ningún padre debería hacer con
su hija.”
—No.
—S-Sí.
—Sé que te tocas —murmuro, mis ojos se fijaron en los de ella—. ¿Con qué
frecuencia?
Paso mi dedo por su raja y me deleito con la forma en que sacude el placer.
Le voy a volar la puta cabeza. Con los ojos juntos, meto un dedo en su estrecho
canal. Han pasado meses desde que me acosté con ella. Mi polla prácticamente
canta con el prospecto.
—Voy a besarte allí. —Mi dedo se desliza dentro y fuera de su coño húmedo
haciendo sonidos obscenos que me queman la sangre.
Ataco su coño con todo lo que tengo. Mi boca chupa, muerde y la lame hasta
que ella grita de placer. Su cuerpo se estremece durante unos treinta segundos
antes de que se calme. Cuando deslizo mi dedo y me levanto para mirarla, sus ojos
son salvajes.
—Necesito…
—¿Más? —Bromeo con una ceja levantada.
—Quiero hacerte el amor —le digo, con la voz ronca—. Pero es algo
importante, Devon.
Ella frunce el ceño. —Lo quiero. Te quiero a ti. Estoy muy sola sin ti. No me
gusta que nada se interponga entre nosotros.
—¿Cómo el día en que me pegaste hasta que vomité? —reta—. Creo que
puedo manejarlo.
—Eres mi chica bonita, valiente e inteligente —arrullo, mis labios adoran los
suyos—. Pierdo la cabeza a tu alrededor y ya no me importa. Te amo de una manera
que no puedo ni siquiera empezar a describir.
La próxima vez.
—¿En serio?
—¿Estuvo bien para ti? —Pregunto, una media sonrisa tirando de mis labios.
Me despierto con más frío que joder. Devon se siente como si el hielo se hubiera
enterrado en mi contra. Todavía estamos desnudos. Aprieto mi mandíbula mientras
la realidad se establece.
Me he follado a mi hija.
Dios mío.
La culpa me infecta.
Brutal y salvaje.
Un animal.
Una fantasía tabú cobra vida. Cuando permito que mi yo del mundo real se
detenga en lo que he hecho, no puedo evitar considerar cómo se vería esto para un
extraño. En California, la policía estaría golpeando mi puerta. No sólo me acosté
con una menor de edad, sino que es mi chica.
Gritarían incesto.
Y así como así, mi animal arranca la cabeza del viejo que llevo dentro.
El animal que está dentro mueve su mano para tomar su pecho y acaricia su
nariz contra su cabello, inhalando su dulce aroma.
Ella deja salir un suspiro contento. Mi cabeza puede ser un desastre ahora
mismo, pero ella calma esos pensamientos.
—Voy a hacernos una chimenea de leña para calentar nuestra cabaña, —le
digo.
—Devon…
—Es ilegal.
Salvaje.
Libre.
—Bebé… —Levanta las caderas y mueve los muslos. Como el bastardo con
el cerebro lavado que soy, le permito deslizar sus piernas para que pueda
envolverlas alrededor de mi cintura. Mi polla palpita contra su suave vello púbico.
Me duele deslizarme dentro de ella, pero mi cerebro sigue en guerra esta mañana.
Y como cada vez me resulta más difícil negarle algo, le agarro las muñecas
con más fuerza y empiezo a frotarme contra su sensible coño. Ella gime y gime y
suplica. Tengo que cerrar los ojos porque está tan caliente, que siento que me
volveré loco con sólo mirar la forma, en que sus labios se mueven para decir mi
nombre.
Abro los ojos y la miro fijamente. —No digas palabras como esas. Tu boca
es demasiado bonita, para dejar salir cosas sucias como esa.
Se lame los labios rosados y se burla más de mí. —Siempre podrías poner
algo para callarme.
Soy un animal.
Sus ojos son salvajes mientras me mira fijamente, mientras la poseo con mi
polla. Aún no me acostumbro a su pequeño y apretado cuerpo porque la necesidad
de venir es abrumadora. Suelto una de sus manos para poder agarrar su mandíbula.
—Hazte venir, Devon —gruño—. Estoy a punto de venir sobre tu estómago
plano, pero quiero que te vengas también. No puedo esperar más, carajo.
Ella es mía.
Todo.
La amo más de lo que las palabras pueden expresar. No entiendo este amor.
Sólo lo quiero.
Devon
Sigo detrás de papá, eh, Reed, mientras lleva el pesado horno de la casa rodante.
La razón por la que anoche hacía tanto frío es que tuvimos nuestra primera nevada
fuerte. Nos abrigamos, pero el viento es brutal. Necesitamos que esto funcione
desesperadamente.
—Si conseguimos hacer esto, quiero hacer un guiso —le digo mientras
caminamos con dificultad. Mira por encima del hombro y me sonríe. Eficazmente
persigue el frío de mis huesos, reemplazándolo con calor.
Cuando las cosas iban bien, solía llamar a mamá bebé. Así es como muestra
afecto por la mujer que ama. El me ama. Juro que mi corazón palpita en mi pecho
como un pájaro en una jaula. No quiero liberarlo. Me encanta cómo se vuelve loco
dentro de mi caja torácica, cada vez que mira en mi dirección, sonríe o me toca. Es
el dueño de ese pajarito y que me condenen si lo dejo ir.
Una vez dentro de nuestra cabaña, se pone a trabajar. Intento ayudar, pero
él está feliz haciendo todo el trabajo por sí mismo. Y luego tengo un espectáculo
cuando se pone caliente y se quita los jeans. Mi sexo permanece húmedo porque
no puedo dejar de pensar en él presionado contra mí y dentro de mí.
—Voy a ir a buscar comida porque no necesitas mi ayuda —le digo, mi voz
entrecortada. De verdad, solo quiero calmarme antes de ponerme demasiado rara
y empezar a tocarme en la cama mientras él trabaja.
Gruñe su aprobación, pero no me mira. Paso mis dedos por su pelo sudoroso
antes de salir de la cabina. En el camino de regreso a nuestro antiguo campamento,
me pregunto dónde buscaré esta vez.
Doy un paso atrás y el crujido de mi bota hace que el oso señale con la
cabeza el sonido. Un gruñido gutural retumba desde su pecho, mientras se eleva a
su altura máxima. Hace un sonido que resuena en los árboles y me congela los
huesos.
—Por favor, vete —gruñe de nuevo antes de volver a caer sobre las cuatro
patas. Me quedo increíblemente quieta, esperando que se dé la vuelta y se vaya.
Pero no es así. Trota hacia mí, no una carrera completa, pero ciertamente con prisa,
y todo lo que puedo pensar en hacer es chillar. —¡Papi!
Tan pronto como se acerca, caigo al suelo y ruedo formando una bola,
protegiéndome el cuello con las manos. Una pata pesada golpea mi espalda y la
tela de mi abrigo se rasga. Mi corazón está chisporroteando en mi pecho y tengo
miedo de que ceda.
—Yo también.
—No puedes ser como papá. Eres una chica. Tienes que ser como mamá.
Arrugo la frente. No quiero ser como mamá. Ella es tranquila y duerme mucho.
Cuando está feliz y sonriente, es bonita. Pero cuando está triste, nos ignora a todos.
Una vez le pregunté a papá por qué estaba tan triste. Me contó la vida. No lo
entendí. Todavía no lo entiendo.
—No me importa. Voy a ser como papá. Es fuerte y divertido y es bueno para
animarnos —le digo a mi hermano gemelo con un bufido.
—Pero tienes tetas —argumenta. Lo miro con horror y cruzo mis brazos
sobre mi pecho.
—Si lo haces.
—No lo hago.
—Eres malo —le digo, mi labio haciendo pucheros. Me sonríe, sus ojos
azules brillan.
—Sólo bromeo. Preferiría ser como papá si yo también fuera tú—. Sus rasgos
caen y me mira con tristeza.
—¿Quieres ir en bicicleta?
—Sí, ¡ay! —Su mano se tira hacia abajo e inspecciona su muñeca. —¡Me
apuñalé con un palo!
—Los niños del vagón. No tienen hogar y viven en un vagón. Me gusta cómo
buscan cosas y se cuidan unos a otros.
—Devon —dice con voz ronca—. No me siento bien —. Su piel está pálida y
está sudando.
—¡¿Dibujó?! —Todo pasa muy rápido. Un minuto está bien. Al siguiente está
somnoliento y pálido.
Grito.
Grito a todo pulmón porque tengo miedo de que también me muerda. Dejo ir
a mi hermano, me apresuro a la escotilla y me apresuro a bajar la escalera para ir
a buscar a papá. La culpa me consume porque lo dejé ahí arriba.
¡Pop!
—¡Devon!
Observo con horror cómo el oso corre a toda velocidad hacia mi padre.
¡Pop!
¡Pop!
¡Pop!
Él sostiene una pistola y se descarga en el oso. Cada golpe hace que el oso
se tambalee. Sin embargo, todavía se está moviendo tan rápido. Y cuando se
abalanza sobre mi padre, que no lleva nada más que vaqueros desde que salió
corriendo de la cabaña, grito.
Agarro el enorme brazo del oso y empiezo a tirar. Las lágrimas corren por mi
rostro mientras ejerzo todas mis fuerzas para tirar del oso.
Todo mi cuerpo está temblando por el frío y el miedo, pero no puedo dejarlo
debajo de esa cosa. No puedo estar sola. No puedo. Lo necesito.
Cuando me arrastro hacia papá, él yace ahí con los ojos cerrados. Está
cubierto de sangre. Un sonido de sibilancia enfermizo proviene de él.
—¡Papi!
Sus ojos se abren, pero no dice nada. Solo toma mi mano. Me aferro a él
mientras sollozo. Hace demasiado frío aquí para que él esté en la nieve sin camisa
y lastimado. Tengo que hacer que vuelva a entrar.
Una vez que está seguro de él, empiezo a arrastrar el metal con él en la parte
superior por el camino cubierto de nieve.
Intento calmarme y evaluarlo. Antes de este viaje, leí mucho sobre primeros
auxilios. Con el peso del oso encima de él, es muy probable que haya roto algunas
costillas. Mi estómago toca fondo. Si una de esas costillas le perfora el pulmón,
morirá aquí.
—Te voy a limpiar —le digo, mi voz más firme que antes. No puedo
romperme. Necesito mantener mi cabeza sobre mí para poder cuidar de él.
Corro afuera, atizo el fuego y hiervo un poco de agua. Luego, busco un trapo
recién limpiado y me acomodo a su lado. Limpiarlo me permitirá hacer un balance
de sus heridas.
—Despierta —le insto, mi voz suave—. Necesito que me prometas que todo
estará bien.
Lágrimas calientes caen por mis mejillas y salpican su pecho. No habla, pero
mueve el meñique. Sollozo mientras lo agarro.
Es una promesa.
—Dime lo que duele —él gime—. Creo que me rompí las costillas.
—Está bien, entonces podemos hacer esto. Las costillas rotas son mejores
que los horribles escenarios que pasan por mi cabeza. Esos pueden mejorar con el
descanso. ¿Recuerdas la vez que Drew rompió una de las suyas cuando se cayó
de la casa del árbol?
Papá deja escapar una fuerte exhalación y luego comienza a toser. Suena
horrible.
—Me duele respirar profundo, pero recuerdo que el médico nos dijo que nos
aseguráramos de que Drew respirara profundamente cada hora, cuando estaba
herido. Ayúdame a recordar.
—Estoy bien.
De mala gana, me bajo de la cama para buscarlo. Una vez que regreso,
empapo un trapo nuevo en alcohol y se lo doy. Toca las heridas que definitivamente
duelen. Mientras él hace eso, enhebro la aguja. Tarda una eternidad, pero se las
arregla para coserme.
—Estoy tan cansada, pero hay mucho que hacer —le digo, mi voz temblorosa
por las lágrimas no derramadas.
—Descansa, bebé.
Me acurruco junto a él, mis pechos desnudos presionan suavemente contra
el costado de su brazo. Inclinándome, beso su boca. Suave al principio, pero luego
lo beso desesperadamente como si fuera a desaparecer en cualquier momento.
Cuando comienza a jadear de nuevo, lloro y me alejo.
Reed
Respirar es como un hijo de puta, pero puedo hacer esto. Recuerdo lo que
dijo el médico cuando Drew se rompió la costilla. Nos dijeron que necesitaba respirar
profundamente, a pesar de que lloraba todo el tiempo, para que no desarrollara
neumonía. Y eso es exactamente lo que hago. Respiro hondo, aunque prefiero los
poco profundos.
Que patear al oso le daba miedo la vez amante de mierda fuera de mí. Fue
el mismo grito ensordecedor que soltó cuando descubrimos que su hermano había
sido mordido por una serpiente venenosa en la casa del árbol. A pesar de la prisa
por llegar al hospital y el antídoto, su corazón se detuvo y mi pequeño murió en la
sala de emergencias.
Saqué mi pistola calibre 45 de mis jeans, que llevo encima en todo momento
y la descargué. En el momento en que ese cabrón se estrelló contra mí, pensé que
estaba perdido. Pero mi chica ... Mi dulce y valiente chica, me sacó de debajo de
ese pesado trasero de oso.
—La sopa de oso malo es mi favorita. ¿Tienes que irte ya? —le pellizco el
pezón y deja escapar un grito ahogado.
—Estás sucio.
—Esa es una gran idea, cariño. Ahora siéntate en mi cara y déjame probarte.
Ella deja escapar un gemido de vergüenza, pero se quita las bragas. Luego,
con cuidado, se sienta a horcajadas sobre mi cara. Su almizcle familiar envía el
deseo directamente a mi polla. Su culo redondo y su coño rosado están justo en mi
cara cuando ella asume su posición.
—¿Alguna vez has ... —me apago. Estoy a punto de preguntarle a mi hija
convertida en amante, si ha dado una mamada antes. Afortunadamente ella me
detiene.
—Eso fue ... —su cuerpo tiembla y se aprieta. Saco mi pulgar de ella y
presiono un beso en el interior de su muslo empapado.
—Perfecto. Eso fue perfecto, cariño. Ahora haznos algo de comida, mujer —
bromeo y le doy una palmada en el trasero. Ella chilla y se aparta de mí. Cuando se
vuelve para mirarme, me quedo sin palabras, atónito.
Nunca había visto algo tan malditamente hermoso en toda mi vida. Su cabello
es salvaje al igual que sus ojos azules. Su boca está hinchada, roja y húmeda como
la mierda. Sus tetas están hinchadas y los pezones erectos. Su coño está rojo
brillante y empapado.
Enredaría mis puños en su hermosa melena y la follaría tan fuerte por detrás,
que asustaría a todos los osos.
4
Pinky Promise. Se refiere a la promesa de meñiques.
—La parte más difícil será sellar esos agujeros para que el humo no se
escape a la cabina —digo pensativamente.
Sin inmutarse, martilla metal para hacer esquinas en forma de V que encajen
en los huecos. Usa demasiadas uñas, pero lo hace bastante hermético.
Horas más tarde, una vez que hizo un agujero en la cabina para que salga el
tubo del silenciador que también está unido a la parte posterior del horno convertido
en chimenea, se limpia el polvo de las manos y me sonríe.
Ella desaparece, pero luego regresa con un poco de madera que sin duda
cortó ella misma. Observo con orgullo cómo hace un fuego, tal como le he
enseñado, dentro del artilugio. Una vez que está satisfecha, se sienta y mira.
Sorprendentemente, la maldita cosa funciona. El calor sale de la puerta del horno
abierta, pero todo el humo fluye hacia el tubo del silenciador y hacia afuera.
—Ahora podemos asar filetes de oso malo directamente desde nuestra cama
si queremos. Qué romántico —suspira juguetonamente.
Nuestros ojos se encuentran en desafío. La miro con una mirada que no deja
lugar a discusiones.
—Bien —resopla, claramente no feliz por eso.
Mis palabras la encienden porque tiene esa mirada en sus ojos, la mirada
que dice que quiere follar desesperadamente.
Ella se ríe, pero guía con cuidado mi polla palpitante hacia su coño
empapado. Con un grito ahogado, se desliza hacia abajo.
—Guau…
—¿Qué?
—¿Duele?
—Voy a tocar tu clítoris, pero quiero verte jugar con tus sexys tetas —le digo
mientras mis dedos comienzan a masajearla entre sus muslos. Ella gime y asiente.
Sus palmas van a sus pechos y lentamente se desliza hacia arriba y hacia abajo por
mi eje. Al principio, es rígida y clínica. Pero después de unos momentos, pierde la
cabeza por el éxtasis.
Ella se rebela contra mí como una mujer salvaje, ávida de liberación. Verla
tan libre y perdida en el placer hace que mis nueces se pongan ansiosas por
liberarse. Para mi horror, empiezo a derramarme abruptamente dentro de ella, antes
de que tenga un orgasmo. Pero afortunadamente, parece enfurecerla porque su
coño se aprieta con fuerza a mi alrededor con su liberación. Nuestros cuerpos hacen
sonidos de sorber mientras ella continúa follándome.
Contenta.
Mía.
—Tenemos que tener cuidado —le digo, haciendo que sus ojos se abran de
golpe—. Lo último que necesitamos aquí es un bebé ----
—Bueno. ¿Cómo?
Por mucho que me excite la idea de ella con una barriga redondeada, no
puedo imaginar si algo sale mal. Solo tiene diecisiete años y es pequeña. Todo tipo
de complicaciones pueden surgir del embarazo y el parto.
—El método de extracción. Lo tengo —me asegura—. ¿Está listo para comer
un bistec, señor romántico?
—Aliméntame, mujer.
—Técnicamente sí. Pero me aseguraré de follarte allí pronto solo para que
no nos confundamos.
DIEZ
DEVON
Han pasado seis semanas desde el accidente del oso. Papa—Reed—, está mejor. Él
camina alrededor, corta leña, caza y hace un millón de otras tareas. Y luego, cuando
nos acostamos por la noche, me hace el amor sin descanso. Tenemos cuidado de salir
siempre, aparte de uno o dos accidentes al principio.
No he comenzado mi período.
Contando hacia atrás, me doy cuenta de que he pasado casi dos meses sin mi
periodo.
Oh Dios.
Oh Dios.
Oh Dios.
Cuando llevo la palma de mi mano a mi estómago, noto que está ligeramente
hinchada. Antes no había prestado mucha atención, pero ahora estoy catalogando
todo.
—¿Qué?
—Osos. Vi dos más mientras estaba fuera —el pánico sube por mi pecho. Este
lugar está plagado de osos.
—¿Huelen la piel del muerto? —Él pone los ojos en blanco y mi pecho se aprieta
de dolor.
—Les importa un comino que la piel se seque en ese árbol. Sin embargo,
sienten curiosidad por nuestra cabaña. Encontré marcas de garras cerca de la puerta
como si uno estuviera tratando de averiguar cómo entrar —. El terror me atraviesa.
—¿Qué hacemos?
Él frunce el ceño.
—Voy a tener que fortificar mejor nuestra casa y poner algunas trampas —sus
ojos están cansados y parece mayor hoy como si necesitara urgentemente una
siesta—. ¿Vas a quedarte en la cama todo el día como tu maldita madre o ayudar?
Chasquea la lengua.
—Sólo ponte algo de ropa y ayúdame. Hay un montón de cosas que hacer —
ladra y sale como una tormenta de la cabaña. Me eché a llorar.
—Estoy cansada —me quejo, mis brazos débiles por sostener el pesado pino en un
extremo.
Me ignora mientras camino penosamente por la nieve detrás de él. Ha pasado una
semana desde que descubrí que estaba embarazada. Cada día es igual. Náuseas
matutinas. Fatiga. Dolor en los senos. Antojos de esa estúpida fruta. Pero lo peor es
que lloro en un abrir y cerrar de ojos. Esto parece enojar a papá cada vez. No me ha
tocado en no sé cuánto tiempo y paso mis noches lloriqueando en la oscuridad. No sé
qué hacer.
Dejo caer el árbol delgado y me quito el polvo de los guantes. Cae de rodillas y
saca su cuchillo. Al igual que ha hecho con los otros doce árboles hasta ahora,
comienza tallando un extremo en una punta afilada. Está conduciendo cada uno hacia
la tierra, apoyado por una cosa tipo valla que hizo y apuntando el extremo afilado lejos
de la cabaña. Su teoría es que, si se acerca un oso, se empalarán en el bosque mucho
antes de llegar a nosotros. Los árboles con púas son horribles de ver, como si
estuviéramos en medio de un apocalipsis zombi o algo así. Aunque a papá no le
importa. Se lanza a su trabajo. Mientras él trabaja, dejo que mi mente vaya al pasado.
Cuando nunca me miró con ojos enojados.
Serpientes
—¡Papi!
Mamá me dijo la última vez que le grité durante un mal sueño que era
demasiado mayor para tener pesadillas. Así que ahora solo llamo a mi papá. Siempre
viene. Él siempre me salva. Escucho la puerta de su habitación golpear contra la pared
mientras sale corriendo de su habitación. Unos pasos pesados llegan rápidamente a
mi habitación.
—No digas cosas que no sientes —dice con firmeza, su cuerpo tenso. Lloriqueo.
Aunque lo digo en serio. Ella no es como las otras mamás. Es vergonzoso. Toma mi
mano y entrelazamos nuestros dedos.
— ¿Qué razones?
Puedo escuchar sus dientes rechinar juntos—. Nada de lo que tengas que
preocuparte.
No puedo entender cuáles podrían ser sus razones para tratar a su hija y esposo
sobrevivientes como si fueran una molestia para ella.
—Desearía que ella fuera como tú. Eres el mejor —el resopla—. No, Pip. Soy
una persona muy imperfecta.
—Lo digo en serio, estoy lejos de ser perfecto. Soy un bastardo malhumorado
y pierdo los estribos.
—Porque hago mi mejor esfuerzo para ocultártelo. No necesitas ver mis días
malos y cuando pierdo el control. Me guardo las cosas para protegerte porque te amo.
Algún día entenderás esto.
Me quedo dormida pensando que él está tirando de mi cadena, porque para mí,
él es perfecto.
—Jesucristo, Devon —gruñe papá—. Hay demasiada mierda que hacer para
estar parado, Ve a ser útil.
—Nada.
—No me mientas, Devon—. La ira sube dentro de mí. Que se joda por tratarme
así sin explicación. Levanto la barbilla. —Me comí una lata de duraznos.
Me burlo de él.
—¿De Verdad? ¿Ahora quieres hacer el papel de papá? Apuesto a que también
quieres azotarme de nuevo.
Lo aparto y le doy una bofetada. Ambos nos miramos el uno al otro en estado
de shock. Gruñe y me cabrea, así que lo abofeteo de nuevo. Una y otra vez hasta que
agarra mis hombros y me da la vuelta antes de empujarme de cara a la cueva. Lucho,
pero luego me baja los pantalones. Su cinturón sale volando y me azota con él. El
fuego me corta el trasero y grito. Me golpea de nuevo.
—¡Te odio!
—Oh, Dios —gimo. Miro por encima del hombro y miro a mi hombre salvaje. La
angustia brilla en sus ojos y no lo entiendo. Lloro más fuerte mientras trato de tocarlo.
Lloro tanto que creo que mi pecho explotará mientras toco su cabello
Pasamos el resto del día acurrucados uno alrededor del otro haciendo el amor.
Se disculpa una y otra vez.
—Tu madre me vio perder la calma muchas veces —me dice con voz triste
después de la cena—. Estoy de mal humor cuando estoy enojado. Injustamente, me
desquité contigo.
—No está bien —respira. Su boca baja por mi garganta hasta mi clavícula.
—Lo fue, estoy de acuerdo. Pero la próxima vez que estés enojado, háblame.
Es demasiado solitario aquí para estar sola. Eres la única otra persona que tengo.
Cuando no me hablas o me gritas, me siento tan perdida. Prométeme que lo intentarás.
—Te prometo a ti y a nuestro pequeño bebé que voy a ser el mejor papá de
todos los tiempos—. Extiendo mi meñique y él lo toma. Siempre lo hace.
ONCE
REED
Escucho los sonidos. Mi valla no está completa. Espero terminarlo en los próximos
días. Hasta entonces, somos vulnerables a los osos. Duerme profundamente a mi
lado. Su cuerpo desnudo presionado contra el mío es cálido y suave.
Me acerco y paso mi pulgar por su labio regordete. Ella es tan inocente. Tan feroz
y cariñosa. No la merezco, pero no me importa. Ella es mía para amarla por siempre.
Inclinándome hacia adelante, pongo mi palma en el estómago que sostiene a
nuestro hijo y le beso la mejilla.
Crujido.
Sacudiendo una camisa, me dirijo a la mesa para pararme y mirar por la ventana.
Solo estoy subiendo el pie cuando lo escucho.
Voces.
Antes de que pueda comprender si son reales o no, la puerta de nuestra cabina se
abre de golpe. Un hombre mayor con cabello castaño sal y pimienta y dientes
perdidos me sonríe sosteniendo un trozo de madera afilada en sus manos.
El tipo es más alto que yo pero tengo más peso sobre él. Se las arregla para
abordarme, pero rápidamente lo domino. Le doy un fuerte puñetazo una, dos, tres
veces en su fea cara hasta que noqueo su trasero.
Joder, hay más. En este punto, Devon se sienta en la cama y grita. El repugnante
en la puerta no puede tener más de la edad de Devon. Cuando su mirada
depredadora se posa en mi hija, me lanzo hacia él.
Otro tipo más grande que él entra en la cabina y me golpea en la cabeza con una
piedra. Caigo al suelo, gruñendo, tratando desesperadamente de no desmayarme.
—¡Papi!
A la mierda si lo es.
—¡Corre, Devon!
Ella chilla mientras intenta correr desnuda junto al niño, pero él la agarra por la
cintura. El tipo que me inmoviliza se ríe y anima al niño, como si esta mierda fuera
jodidamente divertida. Intento meter la mano en el bolsillo trasero para tomar mi
arma, pero me apuñala en el brazo.
Mierda.
Lucho y rujo en vano. Observo con horror cómo Nathaniel comienza a cargar a mi
hija. Golpea su cabeza contra el costado de la cabina, comienza a golpearla una y
otra vez, a patearla. Ella grita y suplica. Y luego sucede lo impensable.
La sujeta a la cama boca abajo. El hijo de puta se saca la polla y le separa los
muslos a pesar de que ella lucha. Sé el momento en que comienza a violarla, porque
el grito espeluznante, hace que mi corazón se ponga negro de rabia.
Impotente, tengo que ver cómo se estrella contra ella, una y otra vez.
Sus sollozos arrancan pedazos de mi alma y los arrojan por toda la cabaña. No
puedo mirar y, sin embargo, no puedo permitir que ella se quede sola. Nuestras
miradas se encuentran y le suplico que se concentre en mí.
—¡No! —grito.
Patea con fuerza en mis costillas todavía doloridas y aúllo de dolor. El niño ocupa
su lugar, pero no es tan fuerte. Tan pronto como Ezekiel monta a mi hija, sus gritos
son más fuertes que antes. La está lastimando peor que el niño. Me pongo negro
de rabia y me sacudo de la hormiga meada, a pesar de que la hoja sobresale de mi
brazo y del dolor en el costado. Saco mi arma de mi bolsillo y le atravieso la cara a
Ezekiel con una bala. Gruñe y se derrumba sobre Devon, cuyos gritos se repiten. A
continuación, atravieso con una bala el cráneo del hombre inconsciente en el suelo.
Luego, me doy la vuelta, pero el chico ya está saliendo. Salgo corriendo detrás de
él. Huye de mí rápidamente. Me las arreglo para hacer dos tiros que lo golpean en
el hombro y en el muslo trasero. Sus aullidos de dolor me alimentan, pero Devon
está gritando mi nombre.
Por mucho que quiera ir tras el cabrón, no puedo dejarla en ese estado. Me apresuro
a entrar y me acerco a ella. El chico sigue encima de ella. Cuando lo empujo, me
enfurece descubrir que estaba en su culo. La sangre está por todas partes. Se
estremece tanto que creo que va a vomitar. Lo arrastro a él y al otro tipo fuera de la
cabaña para que no tenga que mirarlos. Luego, estoy de vuelta adentro tirándola en
mis brazos.
Está llorando tanto y no puedo arreglarla.
Y luego sucede.
—¡Noooo!
El líquido caliente empapa los muslos de mis jeans. Jesús. Mierda. No.
—¡Noooo!
Sus lágrimas empapan mi pecho y pronto me doy cuenta que estoy llorando con
ella. En un momento, nuestro mundo quedó completamente destruido. Esos
hombres le robaron tanto a mi hija. La jodidamente violaron y la lastimaron lo
suficiente, como para perder a nuestro hijo.
Quiero ir tras Nathaniel. Quiero destriparlo como un maldito pez y hacer que se
coma sus entrañas. Quiero meter mi cuchillo tan adentro por su trasero, que pueda
sentirlo en su garganta. Quiero cortarle los ojos y ofrecérselos a mi hija para que
pueda aplastarlos en su puño.
Ella me necesita.
Paso una hora limpiando su cuerpo y revisando sus heridas. Su trasero solo sangró
un poco por la intrusión, por lo que no hubo daños mayores. Pero su coño fue
brutalizado. Fue toda la sangre de la pérdida del bebé lo que hizo que mi corazón
se rompiera en mil pedazos. Ella lo revisó mentalmente. Desmayada por la
conmoción y el agotamiento.
Una vez que está limpia, la observo. Su abdomen ya está fuertemente magullado
donde ese hijo de puta la golpeó. Mi pobre niña dulce. Estoy enfermo, furioso y
perdiendo la maldita cabeza.
Durante una semana entera, duerme. Cada segundo de cada día. Estoy cansado y
volviéndome loco, pero no me atrevo a dejarla todavía. Estoy tratando
desesperadamente de traerla de vuelta a mí. Le he traído latas de fruta que no han
sido tocadas. Intenté contarle historias sobre Drew.
Me niego a dejar que derroten a Devon. Ella es mucho más fuerte que su madre. —
Cuando tu madre tuvo su primer aborto espontáneo, supe de primera mano lo que
era la depresión —murmuro contra su omóplato mientras froto tiernamente su
vientre desnudo.
—Todo estuvo bien. Solo habíamos estado casados un verano y ella apareció
embarazada. Estaba tan jodidamente feliz. Ambos lo estábamos. Pero un día,
cuando íbamos a casa luego de cenar, gritó. Recuerdo hasta el día de hoy la
expresión de su rostro. Horror absoluto. Y luego fue seguido por un sollozo
desgarrador— trago mi emoción.
—Durante todo un año después de eso, estuvo rota. Sucedió una vez más y la
aplastó. Pero luego vinieron ustedes.
Sonrío contra su hombro y la beso suavemente. Pasando toda esa historia, avanzo
rápido dos años después.
—Cuando ambos tenían cuatro años, su madre volvió a quedar embarazada. Tenía
tanto miedo de perderlo. Obsesivamente fue al médico. Todo estuvo bien. Hasta
que no lo fue. En la temida marca de las trece semanas, ella también perdió a ese
bebé.
—Jesús, alguna vez estuvo jodidamente deprimida. Quería cuidar de ella, pero no
sabía cómo. Después de sus pérdidas, me acosté con ella así. Besarla y abrazarla.
Pero con el último, tuve que cuidar de ti y de Drew. No podía acostarme en la cama
con ella. Creo que eso la hundió en una depresión más profunda, pero no sabía qué
hacer al respecto.
—Shhh —arrullo.
—Está bien.
Nos quedamos abrazados juntos durante un largo rato antes de que vuelva a hablar.
—Me siento tan mal por ella. Yo... estoy devastada y era solo un bebé.
—Vas a estar bien, Dev. Lo prometo. Vas a salir de esto y un día vamos a tener la
familia que nos merecemos. Pero hasta entonces... —Un gruñido retumba en mi
garganta—. No dormiré hasta que lo haya perseguido.
DEVON
Mientras papá trabaja en su valla, yo corto una pequeña rama. Estoy haciendo una
cruz para colgarla en la pared junto a nuestra cama. Para melocotón. No sé si
nuestro bebé era un niño o una niña, pero siento que era una niña y la llamé
melocotón. Han pasado dos semanas desde que la perdimos. Me siento durante
horas trabajando para hacerlo perfecto. Incluso grabé su nombre en la rama. Tan
pronto como lo cuelgo, lloro tanto que finalmente me desmayo.
El asiente.
—Los osos no están entrando —no menciona a las personas y borra la sonrisa de
mis labios.
Cuando regresa, sostiene una de las pocas botellas de licor que le quedan. Devoro
el resto de mi guiso mientras él agrega algunos leños al fuego. Toma mi cuenco
vacío y lo pone sobre la mesa. Luego, se acerca a mí. El fuego proyecta deliciosas
sombras por todo su cuerpo. Sus bóxers negros se extienden sobre su
impresionante polla que en este momento ni siquiera está dura. El calor inunda el
sur y me sonrojo. La última persona que había estado dentro de mí era Ezekiel. Un
escalofrío me recorre.
Me apago y tiemblo.
—Toma, cariño.
Cojo la botella y él la suelta. Lo pasamos de un lado a otro hasta que todo mi cuerpo,
no toda mi alma, arde.
—No quiero que él sea lo último que recuerdo —suelto, mis ojos llorosos. Pule la
botella y la arroja sobre la alfombra del oso. Con prisa, empuja hacia abajo sus
bóxers y su pesada erección se dispara. Me recuesto en las almohadas y le abro mi
cuerpo. Se posa encima de mí, pero no hace nada. Se mueve para no entrar en mí
todavía. En cambio, besa mi garganta. Posesivo. Hambriento. Salvaje.
Cuando sus dedos se mueven para tocar mi clítoris, niego con la cabeza. —Solo
fóllame.
Él gruñe.
—Demonios no. Te estás bajando, cariño. No voy a jugar este juego de nuevo.
Sus dedos trazan patrones por todo mi pecho y estómago. Miro su hermoso rostro
que está relajado y feliz.
Su pulgar recorre mis labios. —Amaba mucho a tu mamá al principio. Pero con el
tiempo, me enamoré de ella. Simplemente ya no nos conectamos. Quería amarla.
Me obligué a amarla. Pero no estaba enamorado de ella —se inclina hacia adelante
y me besa—. ¿Pero tú? Te amo más de lo que las palabras pueden describir. No
es un sentimiento, es como una tormenta que se estrella contra mí y me arrasa. No
puedo detenerlo. No estaba preparado para eso. Solo sé que es lo mejor y lo más
aterrador que me ha pasado.
Las lágrimas se me escapan por el rabillo del ojo. —No tenías que llevarme. Yo me
entregué a ti. Soy tuya. Aquí o allá. Siempre lo fui.
Él sonríe y se inclina para besar mi pezón. Su aliento está caliente contra mí.
—Mañana voy a cazar a ese hijo de puta. Luego, volveré y te haré el amor hasta
que estés embarazada de nuevo. No dejaré que te pase nada. Así que ayúdame,
mataré a todos los cabrones de este planeta antes de dejar que otra persona te
mire. Eres mi secreto. Mi todo. Nadie merece estar en tu presencia. Mía.
Sus palabras posesivas no son divertidas. Habla muy en serio. La sola idea de ver
a alguien me asusta. Me siento segura cuando solo somos papá y yo encerrados
por nosotros mismos.
—¿Promesa?
Agarra mi meñique con el suyo. —En mi vida. Porque si algo se interpone entre
nosotros y te lastima, mi vida ya no importa.
Papá trabaja en hacer una maleta. Comida. Armas. Otros suministros que necesita
para su misión de caza. Una vez que tiene todo listo, me lleva de regreso a nuestro
primer campamento. Rebusca en la caravana en busca de cosas y yo trabajo en el
remolque destrozado. Muchas cosas se rompen y se destruyen. Ha sido recogido
por animales. Con la paciencia de un santo, lentamente saco todo. Hay más cosas
en la parte trasera del tráiler. El remolque casi se partió por la mitad, pero una vez
que muevo las cosas, soy lo suficientemente pequeña para atravesar el metal
abollado. Está oscuro, aparte de algunos agujeros en el costado del metal que
permite que entre el sol. Uno de los primeros recipientes de plástico que abro tiene
ropa. Saco una pieza y la sostengo a contraluz. Inmediatamente lo reconozco como
uno de los vestidos con volantes que usé cuando era bebé para nuestras fotos de
tres años. Lágrimas vienen a mis ojos. Mamá guardó esto. A pesar de su
personalidad distante, estaba decidida a llevarse estos recuerdos con ella.
Melocotón.
Se necesitan algunas maniobras, pero finalmente salgo con mi botín. Una vez que
salgo del tráiler, encuentro a papá sentado en una roca empezando a despellejar
un conejo.
Me mira, la sangre del conejo le corre por el dorso de la mano y sonríe antes de
asentir. Aquí en el desierto, con la nieve como telón de fondo y él luciendo
positivamente salvaje mientras se enfrenta al juego, siento que mi ritmo cardíaco se
acelera. Es el tipo de guapo que verías en la portada de una novela romántica o en
algún calendario sexy de Alaska. Y él es mío.
—¿Qué tienes ahí? —sonrío y me siento a su lado en la roca. —Algunos libros para
leer y un cuaderno. Voy a escribir.
—Ahora mismo, así. Soy más feliz de lo que pensé que podría ser.
—Bueno. Yo también.
Sonrío y sigo con mi tarea asegurándome de cantar todas las canciones que se me
ocurren, ya que a él le encanta. Una vez que los dos terminamos con nuestras
tareas y comiendo, hierve un poco de agua.
—Antes de irme esta noche, quiero bañarte —su voz es ronca y cruda. Le canta a
la mujer dentro de mí que no puede tener suficiente de la bestia dentro de él.
—Tus pequeños pezones son mis cosas favoritas para meterme en la boca —
respira con vehemencia contra mis senos.
Dejo escapar un gemido y paso mis dedos por su cabello descuidado. Me hace
levantar los brazos donde se lava debajo de ellos y luego se mueve hacia mi
estómago. Mi corazón se atora en mi garganta cuando sus dedos permanecen en
mi estómago, ambos tenemos un momento de silencio para reconocer nuestra
pérdida. Lágrimas calientes caen por mis mejillas y salpican su brazo. Deja el trapo
sobre la mesa y toma mis dos mejillas entre sus palmas. Sus labios se presionan
contra los míos y luego lame mis lágrimas como un león lamería la cara de su leona.
Inclino la cabeza ligeramente hacia atrás y dejo que se limpie el dolor. Cuando estoy
bien y seca, continúa lamiendo mi mandíbula y mi garganta. Sus palmas vagan por
mi cuerpo de una manera que se siente a medio camino entre él marcando su
territorio y buscando dolencias. Preocupación y posesión. Obsesión por partes
iguales.
—Mío —murmura y luego sus dedos están justo donde los quiero mientras besa mi
garganta. Empuja un dedo dentro de mí seguido rápidamente por otro. El talón de
su palma se muele contra mi clítoris mientras usa sus dedos para follarme. —
Siempre tan húmeda para mí. Buena niña.
Gruñe su liberación. El calor me quema por dentro y, una vez más, rezo por un
bebé. Cuando el amor es tan intenso, tan explosivo, tan real, ocurren milagros.
Quiero mi milagro.
TRECE
REED
Ella solloza desde el porche, mientras me alejo de ella en la noche oscura. No quiero
dejarla, joder, pero no tengo otra opción. El hijo de puta que golpeó a mi hija y luego
la violó, provocando que abortara a nuestro bebé, todavía vive y respira en algún
lugar. Lo localizaré y lo mataré. La he dejado armada con una escopeta que debe
usar primero y luego hacer preguntas. Nadie la tocará. Tiene suficiente comida y
leña para mantenerla a salvo en la cabaña, hasta que yo regrese.
Porque volveré.
La violaron.
Le robaron tanto.
Su sentido de la seguridad. Su niño. Su mente.
Personas.
Algo gruñe y me detengo. Mis ojos se mueven hacia las sombras. Podría ser
un lobo, el sonido es definitivamente de la variedad K9.
Pollas que podrían guiarlos hasta mi hija. Reprimo un gruñido mientras saco
mi cuchillo. El hedor del sexo es espeso en el aire. En la trastienda de la choza,
puedo escuchar sonidos.
Malditos.
Nathaniel
Su muslo tiene una cicatriz retorcida roja que obtuvo con una bala. Enseño
los dientes antes de atacar. Agarrando un puñado de su grasiento cabello, lo aparto
de su fiesta de sexo. Su polla sale con un ruido vulgar. Una mirada rápida a la cama
improvisada y mi corazón se detiene en mi pecho. Una chica con cabello castaño
desordenado, salvaje y lágrimas corriendo por su rostro, yace allí con las piernas
abiertas. No tiene tetas de las que hablar y está desnuda entre los muslos. Si tengo
que adivinar su edad, no tiene más de once años, doce máximo.
Su sangre empapa mis manos y lo golpeo una y otra vez en su pecho. Quiero
robar su corazón como él robó el de ella. Quiero la maldita cosa en mi puño. La
chica de la cama solloza y por un momento me pregunto si debería matarla también.
Pero luego recuerdo el terror y el desaliento en sus ojos. Ella no pidió esto. También
se lo quitaron a ella.
De nuevo.
De nuevo.
De nuevo.
Mi cuchillo se atasca entre los huesos de su cara y tiro con tanta fuerza que
escucho su cuello romperse. Me las arreglo para liberar mi cuchillo y aterrizar en mi
trasero con un ruido sordo. Cuando mi mirada lo recorre, la paz se instala a mí
alrededor como una niebla refrescante. El que lastimó a mi bebé está muerto.
Terminó brutalmente.
Yo sonrío.
Ella asiente.
Estoy casi en la cabaña cuando Buddy trota hacia mí. Esperó pacientemente
hasta que regresé. Su cola se mueve salvajemente cuando me acerco.
—Buen chico. Tu mamá va a estar muy feliz —le digo mientras rasco detrás
de sus orejas. Abro la puerta y camino hacia el porche.
Estoy cubierto de sangre de otros hombres. Para ella. Siempre por ella.
Buddy pasa a mi lado y un grito de sorpresa se le escapa. Pero en el momento en
que se da cuenta de que es su amada mascota, cae de rodillas sollozando. Creo
que ella está más emocionada de ver al perro que a mí. La lame por todas partes y
ella le exprime la vida. En este momento, me transporto al pasado.
—¿Quién es un buen perro? —Devon arrulla mientras sostiene una golosina. Buddy
gime, pero permanece sentado.
Conoce el ejercicio.
—Eres un buen perro —le alaba y le da la merienda. Lo muerde y felizmente
corre a una esquina del patio trasero para comérselo. Cuando se pone de pie, con
las manos en las estrechas caderas, frunzo el ceño.
—¿Saliste temprano del trabajo para venir a nadar? —pregunta ella con una
amplia sonrisa. No puedo ver sus brillantes ojos azules detrás de sus lentes, pero
sé que están brillando con esperanza. Difícilmente puedo negarle nada.
—Llegué a casa temprano para poder llevar a mamá al cine, pero ...
—Seth preguntó si podía venir, pero tú dijiste que no, chicos, ¿verdad?
Los chicos son una mala idea. El único hombre que tiene soy yo, porque
puedo protegerla de ellos. —No chicos —estoy de acuerdo con un gruñido. Ella ríe.
—Escuché que Seth besaba mal de todos modos. Me acabas de salvar, papá.
Salta a la piscina y sumerge su cuerpo bajo el agua. Sin esfuerzo, nada hacia
un lado de la piscina. Sigo mirándola absorto en mis pensamientos cuando ella trepa
por el otro extremo. El agua sale de su cuerpo mientras se dirige a la bañera de
hidromasaje. Después del día infernal que tuve, incluida la parte en la que le grité a
Sabrina hace un momento, por ser una perra egoísta, me vendría bien relajarme en
el jacuzzi.
Devon canta con la espalda pegada a los chorros de agua. Ella es tan
jodidamente linda, con su cabello mojado apilado desordenadamente sobre su
cabeza.
Saca la lengua. —Lo hice. Los veranos pueden ser cálidos allí. Sólo quiero
asegurarme. Amo nadar.
—Leí sobre curtir pieles. Hay aceites y cosas que puedes comprar, pero
también puedes usar los suministros de la naturaleza. Me pregunto cómo se sentirá
Buddy, si alguna vez despellejamos a un animal a su alrededor —ella se ríe y bebe
un sorbo de cerveza—. Apuesto a que él pensaría que somos bárbaros.
Me río, mis brazos rodean su cintura como siempre. —¿Crees que vas a estar
ahí afuera curtiendo pieles? ¿Para qué demonios necesitarías pieles de animales?
—Para acariciar.
Resoplando, robo mi botella y tomo un largo trago. —Eso es tonto. Para eso
tienes a Buddy.
—Pero los conejos son tan suaves —dice, con una sonrisa en su voz.
—Lo son. ¿Estás realmente lista para dejar todo esto atrás? No más jacuzzis
o piscinas o Seths mal besadores —mi gruñido en la última parte la hace reír.
Se levanta del agua caliente y vuelve a ponerse las manos en las caderas.
Su traje de baño está un poco desordenado en un lado y se ve el rosa de su pezón.
Arrancando mi mirada horrorizada lejos de ella, salgo corriendo del jacuzzi con
cuidado de mantener mi estúpida y repugnante erección lejos de su línea de visión.
—Vuelvo enseguida —grito.
No engaño con una toalla, solo me apresuro a entrar en la casa fría. Mi polla
palpita y estoy enojado por eso. Todo esto es culpa de Sabrina, decido. Si hubiera
ido al cine con nosotros, no habría tenido un momento espeluznante con mi hija.
Jodidamente enfermo.
Corro por la casa listo para darle a Sabrina una parte de mi mente. Cuando
entro en el dormitorio, ella todavía está ahí tirada como una idiota. Desnuda. Con
un gruñido, me bajo mis pantalones cortos y me acerco a ella. Golpeo su muslo
haciéndola gritar. Luego, la agarro por los tobillos y la arrastro hasta el final de la
cama. Grita cuando la pongo boca abajo. Mi erección está ansiosa por liberarse. Lo
deslizo más allá de la rajadura de su culo hasta su coño. Con un fuerte empujón, la
penetro. Estirándome hacia adelante, enredo su cabello en mi puño. Me la follo duro
y sin disculpas. Varias veces, le doy una palmada en el trasero tan fuerte que grita.
Cuando me preparo para venir, mi mente se desliza de este momento. A una
pequeña astilla de pezón prohibido. Casi me ahogo de disgusto conmigo mismo.
Y, sin embargo, me vengo más duro que nunca. Saliendo saco mi polla y
disparo mi semen por todo el culo ahora rojo de Sabrina.
—¿Vas a venir al cine con nosotros ahora? —grito, la ira todavía me invade.
Aprieto los dientes. Quiero darle una palmada para sacarle algo de sentido
común. Ella está destruyendo a su familia sin ayuda.
Una vez que me ducho y me visto, vuelvo a salir. Devon se anima cuando
me ve. Ella sale de la bañera de hidromasaje y se acerca a mí. Jesús. ¿Quién le
enseñó a caminar así, balanceando las caderas y mierda? Estoy irritado conmigo
mismo por ser débil. Enfurecido con Sabrina por darse por vencida. Y me molesta
que Devon este seduciendo partes masculinas de mí, que están estrictamente fuera
de sus límites.
—¿Estás loco? —su labio inferior hace pucheros—. Fueron sólo unos sorbos,
papá.
Froto mi suave mandíbula y niego con la cabeza. —No estoy enojado contigo,
Pip. Vamos a ver una película solos tú y yo.
Con la vergüenza subiendo por mis venas, veo como su trasero rebota hacia
la casa.
DEVON
—¡Estoy tan feliz! —grito mientras me paro y busco los ojos de papá. Tiene el ceño
fruncido y está en su lugar. Tan guapo y feroz como se ve con la sangre salpicada
por todo su rostro barbudo, me gusta más limpio para que podamos besarnos—. Ve
a sentarte en la silla.
Cuando me vuelvo para mirar a papá, está sentado con una mirada
depredadora que me hace temblar. Hiervo un poco de agua y luego me preparo
para limpiarlo. Mis ojos se deslizan sobre su pecho cada vez que tienen la
oportunidad. Sus músculos son una obra de arte. Me puse a lavar la sangre de su
rostro y cabello. Sus ojos marrones oscuro se clavaron en los míos. Es muy intenso
esta noche. Quiero decir, mató a alguien. Supongo que eso haría a cualquiera
intenso. En lugar de sentirme asustada, me siento aliviada. Está cumpliendo su
promesa de protegerme sin importar el costo.
—No
—¿No?
Yo sonrío. —¿Tienes miedo de que encuentre novio esta noche? —No se ríe
como yo esperaba. En cambio, frunce el ceño y sus dedos recorren mi suave
cabello. — Eres demasiado bonita.
Mi corazón palpita un poco ante sus palabras. —Así que protégeme de esos
chicos horribles —le digo, radiante—. Eso es lo que hacen los papás.
Es suficiente.
—Nos gustaría una mesa al aire libre con vista a la bahía —le dice papá a la
anfitriona. La anfitriona sonríe y nos muestra la mesa. No puedo luchar contra el
rubor que se arrastra por mi cuello cuando papá saca silla para mí. Sus dedos
recorren mis sedosos mechones por un momento provocando que me estremezca.
Luego, se sienta frente a mí, sus ojos marrones más oscuros de lo habitual.
—Cuando tengas ochenta podrás empezar a salir —bromea con una sonrisa
lobuna que me convierte en papilla—. Le dirás a ese hombre cómo quieres que
traten.
Asiento y sonrío.
Él sonríe, lo que hace que un calor extraño me inunde. Su pierna roza la mía
debajo de la mesa y aviva mis nervios. Pedimos nuestra comida y papá pide una
botella de vino. El servidor no cuestiona mi edad. Simplemente saca la cara botella
y la vierte en nuestros vasos.
Trabaja tanto que siento que nunca lo vi. A medida que el alcohol zumba a
través de mi sistema, me encuentro accidentalmente rozando sus piernas con más
frecuencia. Sus ojos son positivamente maníacos mientras me mira. No entiendo la
mirada, pero parece hacer que mi corazón truene en mi pecho. Después de la cena,
me guía a un bar donde la gente está bailando. Ordena tragos, pero solo me deja
uno. Hago pucheros y él se ríe. Sus dedos, como si tuvieran una mente propia,
juegan con un mechón de mi cabello. No estoy segura de que alguna cita pueda
superar estar con mi padre. Cuando el alcohol lo hace soltar y se ríe más a menudo,
me mete en la multitud de cuerpos sudorosos que bailan. La música es rápida y
ambos empezamos a movernos al ritmo. Él es todo sonrisas y me gusta cuando sus
manos siguen tocando mis caderas. Se siente como si me quemara cada vez que
lo hace. En un momento, estoy bailando frente a él de espaldas a su pecho cuando
su palma descansa sobre mi estómago. Un deseo ardiente me atraviesa. Su otra
palma se desliza por mis costillas y dejo escapar un gemido vergonzoso que
afortunadamente está cubierto por la música.
Estoy borracha.
Me lleva a su lado y me guía lejos de la pista de baile. Una vez fuera del bar
concurrido, encuentra una única silla en la esquina de la terraza. El viento es más
fresco ahora que el sol se ha puesto y me enfría la piel. Se sienta en la silla y me
sienta en su regazo. Nuestros cuerpos están pegajosos por el sudor, pero el viento
me hace temblar.
Sus brazos me acercan más a él. Papá es cálido, seguro y fuerte. Empiezo
a quedarme dormida. Su palma está frotando círculos en mi espalda baja, pero
finalmente se detiene y la deja descansar en mi trasero. No creo que se dé cuenta
de dónde me está tocando, pero no lo corrijo. Me gusta su mano ahí.
—Prometo que no me permitiré tener otra noche egoísta como esta —Mi
corazón se hunde porque su noche egoísta fue la mejor de mi vida. Pero cuando él
se aleja, no puedo evitar sonreír en la oscuridad. No prometió con el meñique.
—Te quería esa noche —admito, con mi voz temblorosa. Sus ojos marrones
oscuros se clavan en los míos—. ¿Lo hiciste?
Él frunce el ceño.
Lo miro por debajo de mis pestañas, un calor tímido quemando mis mejillas.
—Estaba mareada en esa pista de baile por la forma en que me tocabas. Quería
más. Lo quería todo. No estaba segura de cómo procesar ese pensamiento. Tus
dedos estaban tan cerca —gruñe y se frota la nuca—. Casi te toco esa noche. El
alcohol me confundió. Mis ojos estaban cerrados. Estaba perdido en el momento.
Si no hubieras hablado, me temo que podría haber frotado mis dedos contra tu
clítoris en ese momento.
Toda esta charla de esa noche tiene mis bragas mojadas. Me quito la
sudadera y le muestro mis pechos desnudos. Pechos que alguna vez pensó que
estaban fuera de los límites. Nunca estuvieron fuera de los límites. Aquí o allá, estoy
segura de que se los habría ofrecido en un momento dado.
Me inclino y toco los dedos de mis pies y le ofrezco mi cuerpo desnudo. Sus
jeans y calzoncillos caen al suelo antes de que comience a frotar su erección
caliente contra mi sexo resbaladizo.
—Pon tus pies sobre mis rodillas —ordena, su aliento caliente me hace
cosquillas en el cuello. Asumo la posición deseada y estoy agradecida de que
parezca aliviar el ardor dentro de mi trasero. Mi sexo se siente abierto y expuesto.
Y como un perro oliendo un hueso, sus dos manos me exploran allí. Se frota contra
mi clítoris, mientras usa tres dedos para empujar mi sexo que aún gotea. La intrusión
duele, pero cuando aprieto los puños en respuesta, el placer me atraviesa. Estoy
tan llena de él. En todas partes. Me folla con los dedos como si fuera su poderosa
polla. Estoy tan perdida en todas las sensaciones que siento, como si estuviera
saliendo de mi cuerpo. Sus dientes destrozan mi carne dondequiera que pueda
alcanzar y estoy indefensa. Me está devorando poco a poco y estoy eufórica. Con
un grito que rompe el alma, me vengo. Tengo un orgasmo en todas partes. No lo
entiendo. No puedo describirlo. Simplemente exploto. Mi cuerpo se agarra a él y me
desmayo mientras me estremezco. El ardor en mi culo se intensifica, cuando su
polla parece expandirse. Entonces, el semen caliente está saliendo dentro de mí.
Y luego me desmayo.
QUINCE
REED
Oliendo el aire fresco, no puedo evitar notar que el clima no se siente tan frío.
La primavera llegará pronto y derretirá todo esto. Mi querida niña volverá a estar en
su elemento en el río y buscará bayas. No puedo esperar a verla con menos ropa
también. Cuando estamos en casa, permanecemos desnudos. Nuestra estufa es
cálida y nos mantiene cómodos. Pero después de ver las chimeneas en la choza,
mi cerebro ha estado zumbando con nuevos planes para nuestra casa. Quiero
mover la cerca hacia un lado y extenderla. Y cuando lo haga, quiero construir una
chimenea real para mantenerla caliente. Recojo los dos conejos muertos a mis pies
y regreso a la cabaña. A Devon le gustará el tamaño de estos animales. Está
obsesionada con recoger sus pieles. Es jodidamente lindo cómo me grita si no los
despellejo bien. Dios, la amo.
Ella está sentada con las piernas cruzadas en nuestra cama. Desnuda por
supuesto. Su largo cabello rubio está limpio y peinado, cuelga frente a sus pequeñas
tetas. Una sonrisa juega en sus labios mientras usa el viejo kit de costura de su
madre para coser las pieles de los animales. La manta se hace más grande cada
día cuando llevo más conejo a casa.
Ella levanta su mirada hacia la mía y me lanza una de sus sonrisas que
ilumina la habitación. —¿Eso no tomó mucho tiempo?
—Estuve fuera por horas —digo con una sonrisa mientras cierro la puerta y
la cierro.
Hay un montón de mierda que hacer, pero ahora solo quiero acostarme con
mi mujer. Sus ojos son de un azul suave cuando me mira. Una vez que estoy
desnudo y estirado a su lado, toma mi mano. Lo lleva a su estómago y lo deja allí.
Una sonrisa serena juega en sus labios.
—¿De verdad?
Devoro sus labios y la beso con fuerza esperando que sienta lo feliz que estoy
por esto. Después de la pérdida de Peach, nunca quise nada más. Este bebé es
nuestro y nadie lo lastimará. Ese voto es uno que puedo sentir profundamente en
mi alma. Alejándome de ella, lucho internamente, veo la felicidad en sus ojos.
—Ponte de pie —ordeno. Ella arquea una ceja rubia, pero obedece. Mi chica
siempre obedece, porque confía en mí por completo.
Lo guardé todos estos meses para ella. Al principio, fue por otras razones.
Ahora, significa algo completamente diferente. Busco en el bolsillo de mis jeans y
saco mi regalo. Todavía de rodillas, tomo su mano y la miro.
—Devon Abigail Jamison. Sé que no tendrás una vida normal, pero te pido
que vivas esta vida conmigo. Siempre. Solo nosotros y las vidas que creamos. Sé
mi esposa, cariño. Por favor.
La acerco a mi regazo y nos besamos con fuerza. Nos besamos hasta que
se pone el sol. Y nos seguimos besando hasta que vuelve a subir. Nosotros,
disfrutando de los besos.
Definitivamente está embarazada. Hace dos meses, cuando le pedí que fuera
mi esposa, asumimos que lo era. Pero ahora no se puede negar. Sus tetas son más
grandes y deliciosas como la mierda. Y, Jesucristo, incluso su vientre es excitante.
Pequeño y redondo, pero definitivamente con un niño. Se enferma con frecuencia y
duerme mucho, pero todo se siente normal. Sin embargo, los antojos son difíciles.
Odio negarle cosas, pero tampoco quiero quemar nuestros suministros en caso de
emergencias.
—¿Qué tal las judías verdes? —pregunto mientras me acerco a la grieta. Ella
aplaude.
Está emocionada como el infierno, por una lata de judías verdes. Me hace
sentir culpable, por no poder darle todos los alimentos que quiere todo el tiempo.
Pero le doy una lata de algo, ya sea frutas o verduras, al menos una vez al día
porque sé que ella necesita los nutrientes adicionales y la carne no es suficiente
para nuestro bebé en crecimiento.
Una vez que cocino los frijoles y le ofrezco toda la olla para comer, ella gorjea
feliz, sobre todas las cosas que quiere preparar para el bebé, mientras come los
frijoles verdes.
—Tampoco eres tan malo para verte. —Cuando se lanza a cómo quiere
llevarse algunas cajas del remolque, me pierdo mirándola, mi mente va a la deriva
cuando estábamos. —Traigo esto.
Sabrina deja caer una tina de plástico frente a mí. Sus ojos parpadean con
vida por una vez. —¿Qué hay ahí dentro? —pregunto, frunciendo el ceño. Se
supone que debemos traer menos basura y más suministros.
Quiero decirle que no, pero no me ha pedido nada. Si esto es importante para
ella, haremos espacio. Puede acumular polvo en el desierto como lo hace aquí.
—Está bien —concedo. Ella me deja y revolotea por nuestra casa ahora casi
vacía, sin duda de regreso a la cama.
—Empaqué la última de las cajas en el remolque. ¿Tienes algo más que deba
empacar?
—Papá…
—¿Si?
Odio que mis estúpidos ojos rocen sus pezones que sobresalen de su sedosa
camisa de noche. Apretando los dientes, obligo mi mirada a encontrar la de ella. Me
abraza y ni siquiera se queja de mi carne sudorosa.
Me acerco a ella y coloco mis manos sobre su carne dura. Frunzo el ceño
cuando algo dentro de ella golpea mi mano. Nuestras miradas se encuentran y juro
que mi corazón deja de latir en mi maldito pecho.
—Acabo de recordar que nunca he traído esas cajas. Iré a buscarlos ahora.
Se necesitan tres viajes de llevar dos tinas en cada vez, antes de decidir que
es suficiente para el día. Devon ya no está triste, mientras señala con entusiasmo
dónde los quiere. He estado construyendo sus estantes y un armario para guardar
cosas. Estamos construyendo rápidamente nuestro pequeño espacio. Ahora que
las temperaturas más cálidas están aquí, comenzaré con la extensión.
Agarro el gran cubo que usamos para el agua y me dirijo hacia el río. Es el
mismo viaje que hago al menos una vez al día. He usado un camino para llegar
hasta las orillas del río. Un día construiré un pequeño muelle aquí, para que
podamos hacer picnics y disfrutar del sol sin tener que quedarnos en la tierra. Me
dirijo de regreso y entro en el claro de nuestra casa cuando lo escucho. Una voz.
Profundo y varonil. Un depredador. Un maldito violador.
Dejando caer mi balde de agua, agarro el objeto más práctico que puedo
encontrar, que es mi cuchillo en mi cinturón. Estoy listo para destripar al hijo de puta.
—Vaya, amigo. Cálmese.
—Acabo de salir a ver cómo estás ahora que la nieve se ha derretido un poco.
Nunca apareciste en la ciudad. Estaba seguro de que volverías por suministros o
algo. Hice que mis amigos de la ferretería y la tienda de comestibles estuvieran
atentos. Preocupado por ustedes todo el invierno. Cuando me detuve y vi lo que
sucedió, supe que habían sido asesinados. Pero luego caminé hasta el desfiladero
y la evidencia estaba por todas partes que alguien había estado aquí. Estoy tan
contento de que lo hayas logrado —dice con un tono genuino.
Aprieto mi cuchillo con más fuerza. Los celos y la protección explotan dentro
de mí. No quiero que pregunte por ella o diga su nombre. —Ella está bien.
Trago y niego con la cabeza. —Yo los maté. Joder, los maté. —Él asiente
con aprobación.
Todavía me mira como si fuera un oso salvaje que necesita calmar. —Solo
quiero ayudarlos, chicos ¿Necesitas suministros? ¿Medicamento? ¿Comida?
Su mirada vuela hacia la cabaña. —Veo que tuviste recursos para hacer un
refugio.
—En realidad, nos vendrían bien algunas cosas. ¿Te quedas a cenar?
DEVON
Me pierdo revisando mi caja de libros. Los héroes de las portadas son todos guapos,
pero no tan intensos o ardientes como papá. Aun así, estoy ansiosa por leerlos. No
hay mucho que hacer aquí para divertirse. Leer es divertido y no puedo esperar para
transmitir eso a nuestro hijo. Me entristece un poco, no tener ningún libro para la
criatura. Quizás le escriba a mi bebé algunas historias.
¡Chick-chuck!
—No estoy aquí para hacerte daño —dice el hombre con las palmas hacia
arriba—. Vine a ver si necesitabas algún material.
—¡Este es Atticus Knox! El tipo al que le compré la tierra —dice papá en un
tono relajante.
—¿Dinero? —responde papá por él—. Tengo algunos en la caja fuerte que
sobrevivieron al accidente en el remolque.
Mi mente comienza a dar vueltas sobre todas las cosas que necesitaremos
para el bebé. Así que tal vez no debería dispararle a este hombre. No se parece a
los violadores de antes. Me estremezco y encuentro su mirada con la mía salvaje.
Traga.
—Me quedaré unos días. Les mostraré a ambos algunas cosas sobre cómo
sobrevivir aquí que serán útiles. Entonces me pondré en camino.
—No tengo hambre. —Su mandíbula hace tictac, pero no dice más sobre el
asunto.
—Queda una lata de la mezcla de frutas que tanto te gusta con las cerezas
al marrasquino extra —dice papá, con la cara todavía fruncida.
La preocupación está escrita en todos sus rasgos. Quiere que coma para el
bebé. Con un suspiro, tiro mi cuaderno y me quito el abrigo. Cuando me pongo de
pie para ir a buscar la fruta, porque solo hablar de ella me hace gruñir el estómago,
veo a Atticus mirando mi vientre embarazado. Horror. Esa es la única forma de
describir la expresión de su rostro. Lo agarro de manera protectora mientras paso a
su lado hacia la cueva. Puedo sentir sus ojos no deseados sobre mí mientras agarro
mi fruta. Cuando paso a su lado, frunce el ceño.
Para cuando su boca se pega a mi clítoris, estoy tan caliente que no puedo
pensar con claridad. Estar embarazada significa que quiero sexo todo el tiempo.
Papá está feliz de complacerme. Chupa, mordisquea y se burla hasta que me muero
de necesidad. Agarro su cabello y le pido más.
Todo lo que puedo hacer es sentarme sobre mis codos y mirarlo. No puedo
ver por dónde me está entrando debido a mi gran estómago, pero puedo ver la forma
en que los músculos de su pecho se flexionan con cada movimiento. Me chupo los
labios y prácticamente babeo por la forma en que sus bíceps se abultan mientras
me sostiene. Su cabello oscuro le cae sobre los ojos, goteando sudor, y sus labios
carnosos están separados mientras folla. Él es mi bestia. Delicioso, hermoso y
salvaje. En este ángulo, pierdo el control y el orgasmo llega sin previo aviso.
—¡Estoy!
Papá grita que casi pescó un pez. Le sonrío y levanto el pulgar antes de mirar
a Atticus.
—Las leyes no importan aquí. Nos amamos. Esta es nuestra casa. —Me
aprieto el estómago y sonrío—. Este es nuestro bebé. ¡Somos felices!
—Estarás feliz hasta el momento en que salga el bebé —me dice en voz
baja—. ¿No sabes lo que el incesto le hace a la gente?
—Defectos de nacimiento.
—¿Q-Qué?
Me estremezco y miro las rocas a mis pies. Estaban salvajes y perdidos. Sin
humanidad a sus ojos. La locura vivía dentro de ellos. ¿Mi bebé también se enojará?
La bilis sube por mi garganta y el mundo parece girar. Atticus me agarra del codo.
Apenas he soltado las palabras antes de que papá regrese salpicando. Con
los brazos fríos y húmedos, me agarra con fuerza. Las lágrimas arden en mis ojos,
mientras me lleva de regreso a la cabaña. Atticus se queda afuera, mientras papá
me ayuda a desnudarme y me pone debajo de las sábanas.
—¿Qué puedo hacer para que se sienta mejor? —pregunta mientras acaricia
el cabello de mi frente húmeda.
—Dime que todo va a estar bien, Pinky promete que no vamos a tener un
bebé con problemas.
—Descansa un poco, Pip —dice, con una suave sonrisa en los labios.
Pasan dos largas semanas y Atticus se queda más tiempo que la bienvenida.
Claro, es genial para enseñarle a papá algunas técnicas de supervivencia nuevas y
son bastante amistosos, lo que me alegra ver a papá feliz, pero estoy nerviosa. No
puedo dejar de obsesionarme con mi hijo. Mientras papá corta leña, Atticus se toma
un momento para volver a hablar conmigo. Lo he estado evitando, así que el hecho
de que estemos solos me estresa.
—¿Qué?
—Mira, Devon. Si quieres irte, puedo sacarte de aquí. Todo lo que tienes que
hacer es decir las palabras. Volveré a la ciudad e involucraré a la policía. Eres menor
de edad. A eso lo llaman violación de menores. ¿Está familiarizada con ese
término?
Levanta las manos en defensa. —Entiendo cómo tú, habiendo pasado por lo
que hiciste, lo verías de esa manera. ¡Pero se aprovechó de ti en el desierto! No
debería tener sexo contigo todas las malditas noches. —Él aprieta los dientes como
si estuviera disgustado—. No debería haberte dejado embarazada.
—Consígueme mis cosas, pero no necesito las otras cosas de las que hablas.
Si mi bebé tiene problemas, me ocuparé de ellos. Estás sobrepasando, Atticus.
Ahora, por favor, aléjate de nosotros.
REED
Sin Atticus acá, puedo respirar mejor. No me gustaron las miradas que me dio
cuando pensó que no estaba consciente. Asco y desaprobación. Sabe que mi hija
y yo vamos a tener un bebé. Que tenemos sexo y nos amamos, pero con mis
miradas de advertencia, también sabe que no debe involucrar a nadie. Mataré a
cualquiera que intente alejarla de mí, y esa es una maldita promesa.
—Nada.
Mentirosa.
Cuando era niña, siempre supe cuando mentía. Sus labios se contraían a un
lado.
—¿Por qué no me miras? ¿Qué está pasando por esa bonita cabeza tuya?
La ira surge dentro de mí. No me di cuenta de que ese hijo de puta le metía
ideas horribles cuando no le prestaba atención. Si estuviera aquí ahora mismo, le
atravesaría la nariz con el puño. Está causando problemas en lo que no debe
meterse.
Lágrimas furiosas ruedan por sus mejillas rosadas y salpican sus tetas.
Atrapo su mandíbula con un agarre brutal y la tiro hacia mí para que nuestras
narices se toquen.
—No me hables de esa manera —escupó— Este no fue un maldito plan para
arruinar tu vida. ¡Jesús, Devon! ¿Quién diablos crees que soy?
Está enojada e histérica. Sus uñas se clavan en mi muñeca hasta que suelto
su mandíbula. Luego, me golpea con sus pequeños puños. Cuando mi labio se abre
con un golpe de sus nudillos, he tenido suficiente. Extiendo la mano detrás de ella
y azoto su culo redondo. Esto solo la hace perder más la paciencia.
—¡No hice nada a propósito! —rugo— ¡De lo único que soy culpable es de
amarte cuando no debería!
Ella cae contra mi pecho, todo su cuerpo tiembla mientras llora. Envuelvo
mis brazos alrededor de ella y beso su cabello. Nuestro dulce y perfecto bebé rueda
en su vientre entre nosotros. El orgullo me atraviesa.
Este.
Bebé.
Es.
Perfecto.
No a Devon.
Devon es mi todo.
—No me agrada —me dice Devon mientras me ayuda a recolectar piedras de
río, para usarlas en la chimenea que planeo construir. Buddy ha ido a explorar,
a cazar si tuviera que adivinar, por lo que no se encuentra por ninguna parte. Ese
perro se vuelve más valiente cada día.
—No tiene por qué gustarte, Pip. Pero nos trae los suministros que
necesitaremos para el bebé. ¿Has pensado en algún nombre?
Extendiendo la mano hacia adelante, inclino su barbilla hacia arriba con mis
dedos.
Aprieto los dientes. Cuando Atticus regrese, él y yo vamos a tener una larga
discusión sobre él llenándole la cabeza con toda esta estúpida mierda, que la
preocupa desde el amanecer hasta el atardecer.
—Papá…
Lentamente, me doy la vuelta y un oso golpea el agua tratando de atrapar
un pez a menos de cincuenta metros de distancia. Saco mi 45 y señalo hacia la
cabina.
—Devon, vete.
—No. No te dejaré.
—Devon, tienes que irte a casa. Necesito hacer algo que no te va a gustar
—murmuro antes de apretar los dientes.
—¿Qué...? —su aliento se detiene cuando los ve— No. Papá, no. Son
pequeños. Podemos tenerlos como mascotas y enseñarles.
—Lo siento, cariño, pero no. No funciona de esa manera aquí. Estos son
animales salvajes.
Ella comienza a llorar, pero no tengo tiempo para mimarla. Estos animales,
si se sueltan, se convertirán en bestias que lastimarán a mi niña y a nuestro bebé.
Me acerco a ellos y con dos estallidos, los termino.
Lo siento, Pip
Espero que traigan potencia de fuego porque no caeré sin luchar. Esta es
nuestra vida.
—Yo también te amo —sus palabras son confusas y robadas por su placer.
—Ven por toda mi polla, bebé. Quiero que hagas un jodido lío.
—Creo que voy a bajar al río y traer más piedras aquí —le digo, mis labios
presionando besos en sus hombros—. Entonces pensé que podríamos...
¡Chick-chuck!
Buddy empieza a mover la cola y ladra alegremente. Miro por encima del
hombro a Devon. Sus cejas se juntan en un ceño fruncido.
—Vístete y desayuna, bebé —le digo a ella y luego a él—. ¡Ya saldré!
—No dejes que te moleste. Somos tu y yo. Nada destrozará nuestro amor,
¿de acuerdo?
Traga y asiente, sus ojos parpadean con confianza. Agarro su meñique con
el mío y ella sonríe. Una vez vestido, salgo al trote. Buddy me sigue y sale corriendo
hacia la espesura, sin duda después de su desayuno. Atticus se apoya en un árbol
con el ceño fruncido.
—Los suministros están ahí arriba. Nos llevará todo el día descargar el
remolque y llevar cada artículo hasta aquí —dice, apretando la mandíbula.
—Necesitamos hablar.
Él gruñe.
—Lo que sea hombre. Es tu negocio. Mientras ella no esté aquí como tu
maldita prisionera, haré todo lo posible por ignorarlo, pero debes saber que no me
sienta bien. Cuando nos conocimos en la clausura, todo lo que podías hacer era
hablar de lo orgulloso que estabas de tu hija. Cómo se iba a ir a la universidad en
un par de años e iba a hacer una gran mierda. La expresión de tu rostro era la que
debería tener un padre normal cuando habla de su hija.
DEVON
Ellos siguen trayendo más y más cosas. Tantas cosas que no tenemos dónde
ponerlas. Apilan las cajas en una esquina, encima de las tinas que habíamos
traído del lugar del accidente. No me gusta que Atticus esté en nuestra casa, ni
me gusta la forma en que intenta transmitirme mensajes secretos con sus ojos.
Simplemente no me gusta que intente arruinar mi felicidad. Cuando deja caer
una caja frente a mí, llena de libros nuevos que no he leído, se me escapa un
grito de emoción. Se van a descargar más basura, mientras yo me sumerjo en
mi caja, maravillándome con las nuevas historias románticas. Cojo un libro y
frunzo el ceño en confusión. No parece romance. Tan pronto como leo el título,
mi frecuencia cardíaca retumba en mi pecho.
Incesto en la naturaleza.
Es mi corazón.
Duele y sangra por nuestro futuro. No puede arreglarlo. Sólo Dios puede.
Y por las cosas terribles que hemos hecho, me temo que Dios nos ha dado
la espalda.
Me vuelvo para encontrarme con su mirada llena de calor. Admitió haber sido
excitado por mí, antes de que nos fuéramos para venir aquí en nuestro jacuzzi. Me
moja pensar que tuvo una erección, simplemente con mirarme. Cuando estaba
casado con mamá. Cuando esos pensamientos eran mucho más peligrosos, en ese
entonces que ahora.
Sus ojos arden de necesidad, una necesidad que desearía poder satisfacer,
pero tenemos un visitante estúpido y entrometido.
Hace mucho frío, pero mi yo embarazada siente mucho calor todo el tiempo,
y apenas es primavera. Nos sumergimos en el agua que corre y gimo de alivio.
Después de todo un invierno de baños de esponja, es agradable sumergirse.
Primero nos bañamos con un poco de jabón y champú. Luego, pasamos horas
holgazaneando en el río. Atticus finalmente se sienta en las orillas del río y rebusca
en su mochila.
—Te necesito —le susurro a papá, mientras envuelvo mis muslos alrededor
de su cintura.
Salvajes y libres.
—¿Qué vas a hacer con esas tres pieles de oso? —pregunta Atticus mientras
asamos unos perros calientes que trajo en su hielera.
—Devon quiere hacer más alfombras para la expansión —le dice papá
mientras saca mi perrito caliente del palo y lo presiona para formar un moño. Me lo
da y no lo engaño con condimentos. Simplemente lo devoro.
—Puedo ayudarte con la extensión —le dice Atticus—. Con nosotros dos, no
debería llevarnos más de un par de semanas.
—No —le dice papá con firmeza—. Tienes tu tienda. Lo siento, pero ella no
se siente segura con los hombres.
—Fue Atticus. Te dijo algo, ¿no? —sus cejas están fruncidas por la
preocupación.
A veces trato de recordarlo en la casa de San Francisco. ¿Siempre fue tan
guapo? Sin todo el vello facial y las miradas salvajes, ¿todavía estaba caliente?
Frunzo el ceño ante mis cartas, mientras decido qué voy a jugar.
Me tomo el momento para mirarlo por encima de mis cartas. Su nuez de adán
sobresale de su garganta con la cabeza inclinada hacia atrás. La camiseta gris que
usa le queda bien y muestra su cuerpo delgado, pero en forma. Su cabello oscuro
es salvaje y desordenado, en la parte superior de su cabeza.
Finalmente nos dirigimos al aire libre. Podremos hacer estas cosas todo el
tiempo. Sin estrés. No hay clases. Ningún trabajo. Sin preocupaciones.
Normalmente, detesto el comportamiento de mi madre, pero ahora estoy
agradecida, de que nos dé tantos momentos a solas.
Me lanza una sonrisa de alivio que no entiendo, cuando reboto para traernos
algo de beber. Le abro una cerveza y la pongo sobre la mesa. Y luego, no tan
inocentemente, me acerco a mi bolso en el sofá y busco ropa más cómoda. Puedo
sentir su mirada fija en mí, mientras bebe su cerveza.
Desabrocho mis jeans y me los bajo por los muslos. Por encima de mi
hombro, le muestro una sonrisa.
—Necesito mis pantalones de yoga —le digo, como si esa fuera la razón más
normal del mundo, para que una niña se desnude frente a su padre.
Toma otro trago y asiente con la cabeza. Su mirada se separa de la mía, pero
tan pronto como me doy la vuelta, puedo sentirla en mí. Soy lenta en mis
movimientos, mientras me quito los jeans y luego me agacho para recogerlos. Mis
bragas están mojadas y esto probablemente sea enfermizo, pero en este momento
estoy fingiendo, que este viaje es sólo para nosotros. Siempre me siento tan segura
y conectada con él.
—En realidad —digo con una risa entrecortada—. Hace calor. Creo que usaré
pantalones cortos.
Me quito la sudadera con capucha y la tiro. Estoy de pie con una camiseta
sin mangas y mis bragas frente a mi papá. Él no discute ni se burla de mí. No dice
una palabra. Mis pezones están duros porque se sienten sucios y mal, pero me
gusta. Encuentro el par más corto, de pantalones de algodón ceñidos que tengo y
los deslizo por mis caderas. Una vez que me vestí, me volví para verlo desviando la
mirada. Me acerco a la nevera y me tomo una cerveza también, para irritar a papá.
Las horas pasan y jugamos un juego de cartas que a ninguno de los dos nos
interesa. Finalmente se levanta y me extiende el sofá cama. Miro su delgado cuerpo
mientras se mueve. Me estoy volviendo enfermizamente obsesionada con mirarlo.
Se estira en la cama y acaricia las mantas. Con una sonrisa que coincide con
la suya, me arrastro junto a él. Él se acuesta de lado y yo me quedo de espaldas.
Agarro el libro del suelo y empiezo a leerle en voz alta. Su respiración finalmente se
nivela cuando se queda dormido. Me vuelvo hacia él y lo miro egoístamente.
Mientras duerme, es más joven que sus cuarenta años. Fácilmente podría pasar por
treinta. Dejo que mis dedos pasen por encima de su hombro y hasta su mandíbula.
Somos las mismas dos personas, solo que pasaron un montón de tonterías
entre entonces y ahora.
—No lo sé.
Mentiroso.
Su habilidad para tirar todo por la ventana por mí, me calienta el corazón.
La decisión me calma hasta la médula. Me siento y hurgo en la caja. Cuando le
entrego el libro, gruñe. Me vuelvo hacia él y me siento a horcajadas sobre sus
caderas.
—Quiero quemarlo.
—¿Estás segura?
—Ahora.
REED
—Voy a ir a ver cómo está Eve y luego volveré en un mes para ver cómo
están ustedes. Llevaré las cosas que pueda necesitar y, si necesita más, hágamelo
saber. —Carga su mochila y se frota la cara. —¿Víspera? —un gruñido retumba en
mi pecho—. ¿Quién diablos es Eva?
—Me ofrecí a llevarla a la ciudad la última vez. Ella casi me destripa con una
navaja. Fruta exigida. Así que le llevo fruta.
—¿Si?
—Si vas a tener bebés, vas a necesitar algo un poco mejor construido que
su cabina. Puedo armar algunos planes para construir una casa real en la parte
superior. —Señala por encima de la línea de árboles donde se suponía que debía
estar nuestra casa original—. Sé que tienes el dinero y que puedo conseguir las
herramientas y los suministros. Podría llevar un año si tenemos ayuda. Más tiempo
si sólo nosotros dos.
Lo corté.
—¿Víspera?
Su nariz se arruga.
Aprieta los labios y asiente. —Si está a salvo, no me importa que la cuidemos.
—Creo que está a salvo, pero es una solitaria. Atticus dice que prefiere
quedarse en la choza.
Beso sus labios suaves. —No tengas miedo. Tenemos esto. Eres fuerte y
capaz. No dejaré que mueras bajo mi vigilancia, Pip.
—El bebé estará bien. La gente tenía bebés en la naturaleza todo el tiempo,
antes de la medicina moderna.
Ella traga.
—Nunca.
—Siempre te prometí que te protegería, sin importar nada. Tienes que confiar
en eso. Todo lo que hago es por tu bienestar, y por mantener tu corazón intacto. Si
hubiera algo de qué preocuparse, yo sería el único que me preocuparía. Estoy bien.
Emocionado y un poco nervioso, pero eso es porque no he tenido un bebé en tanto
tiempo.
Ambos reímos.
—Descanso.
—¿O qué?
—O cerraré tu bonita boca con mi polla. ¿Qué piensas de eso, niña mala?
Ella comienza a reír y sus tetas rebotan con el movimiento. —Si pudiera
ponerme de rodillas sin todo este dolor, con mucho gusto te chuparía, papá.
—No puedo hacer esto solo, Sabrina. —Me duele el pecho y estoy exhausto.
Puramente agotado. Los gemelos son difíciles como sabía que serían. Sin embargo,
nada me preparó para tener que hacerlo virtualmente solo.
—Da.
Mi corazón deja de latir en mi pecho. Drew dice palabras todo el tiempo, pero
Devon aún tiene que pronunciarlas. Irrumpí en el dormitorio, secándome las
lágrimas mientras le sonrío.
—¿Qué es?
—Da. —Ella gime y levanta las manos. Su cabello rubio y difuso es lindo,
todo desordenado por el sueño. Drew duerme como un muerto, pero Devon se
despierta en medio de la noche, si me oye despierto.
Ella se despierta. Llora por mi. Y la llevo por la casa mientras hago cosas sin
importancia. Una vez que se duerme, la vuelvo a meter.
—Oye, Pip.
Ella me sonríe, con los ojos adormilados y los dientes, y mi corazón se derrite.
La recojo y la llevo a mi oficina. A diferencia de su alborotado hermano, Devon no
corre por la casa y se mete en la mierda todas las horas del día. Ella está feliz de
sentarse en mi regazo, y meterse con lo que sea, siempre que la deje jugar en mi
escritorio.
Me dejo caer y le entrego papel y lápiz. Una vez que la ayudo a agarrar el
bolígrafo, garabatea en el papel, sus chillidos de placer son un ungüento, para mi
corazón quemado.
Claro, ella está jodidamente herida. Bueno, carajo soy yo. Pero, ¿cómo
diablos puede hacer perder estos dos milagros?
—¡Pa! —Devon lanza el bolígrafo antes de echarse hacia atrás con un lindo
suspiro. Sonriendo, presiono un beso en su suave cabeza y muevo mis dedos hacia
ella. Se aferra a mi meñique con su pequeña mano. —Da.
La vida es perfecta.
DEVON
Otro dolor de espalda agudo y doloroso me atraviesa. Leí que podrían ser
dolores de parto. Pero también leí que podría ser trabajo de parto falso. Una vez
que se me rompa la fuente, sabré que viene el bebé. Hasta entonces, esperaré a
través de los dolores.
Los ronquidos de Reed son reconfortantes. Trabaja muy duro todos los días.
La casa. Comida. Todo. Para cuando cae en la cama, se desmaya. Quiero que
descanse más. Ahora que la ampliación de la cabina está terminada, tal vez pueda.
Se tranquiliza y hojeo las fotos que mamá había guardado. Uno de papá
abrazándome a los dos años me calienta el corazón. Se ve tan joven y aterrorizado.
Derrite mi corazón. Busco entre las imágenes en busca de las de cuando éramos
bebés. Me quedo corto. Frunciendo el ceño, profundizo en la caja. En la parte
inferior, encuentro un sobre amarillo sellado que dice: Privado.
No abrir.
Me voy a enfermar.
Todas y cada una de las preocupaciones, sobre lo que el incesto les hace a
los bebés no importaba. Reed no es mi padre biológico. Un gemido de dolor sale de
mi pecho y lo hace moverse, pero no se despierta. Siento como si me hubieran
arrancado el corazón. Las lágrimas viajan por mis mejillas y gotean sobre los
papeles. No es de extrañar que no le agradásemos a mamá. No éramos de ella.
Pero no puedo quedarme aquí con él. Él ni siquiera ... nosotros ni siquiera ...
Dolor.
Devastación.
Rabia.
El rugido es mitad hombre, mitad animal. Resuena a través de los árboles y
me persigue. Y viene por mí.
—¡Devon!
Me dejó pensar las cosas más horribles sobre mí, sobre nosotros, sobre
nuestro bebé. —¡Devon!
—¡Mía!
—¡No!
—¡Te odio! —grito, pero dejé de luchar. Caigo sobre mi hombro con el trasero
en el aire.
—¡Te amo! —ruge, sus caderas golpeando con fuerza contra mi trasero—.
¡No puedes dejarme nunca! ¡Nunca!
Empuje. Empuje.
—Te odio. —Otro sollozo, mientras un dolor tan intenso me recorre. Voy a
morir.
Aquí mismo. Ahora mismo. En el suelo del bosque, con una polla dentro de
mí.
Y no lo sabrá.
El dolor que me atraviesa, hace que mi interior se contraiga con tanta fuerza
que creo que vomitaré. Detrás de mí, Reed se viene con un gruñido salvaje.
—¡Mierda!
Apenas ha salido, cuando una ráfaga de calor cálido brota con él. Ambos
estamos atónitos y empiezo a derrumbarme, pero él me agarra.
—¡¿E - estás teniendo el bebé?! —Se sube los vaqueros con la mano libre.
Lloro en respuesta.
Estoy tan aturdida mientras corre por el bosque. Mis ojos están medio
tapados e hinchados, pero pronto veo una choza. Se lanza contra él y con una
potente patada, dispara la puerta y entra en la casa.
Una chica grita desde atrás, pero él no parece molesto. Me acuesta sobre
unas mantas que están frente a la chimenea.
Se arrodilla frente a mí y me pide que separe los muslos. Cuando mira hacia
abajo entre ellos, sus ojos se abren con horror.
—Joder que lo harás. Vas a tener este maldito bebé ahora mismo y estarás
bien. Voy a ver si puedo sentir la cabeza.
Mis ojos se ponen en blanco, cuando comienza a empujar sus gruesos dedos
dentro de mí. Inmediatamente, los sacude y se estremece.
—¿Qué?
Presa del pánico, dejé escapar un grito. —¡Tienes que voltear al bebé antes
de que sea demasiado tarde!
El sudor corre por sus sienes, y sus ojos se mueven alrededor, como si
estuviera viniendo con un plan.
—Necesito que empujes ahí mismo —gruñe, sus ojos maníacos—. Podemos
hacer esto, pero necesito tu ayuda.
Lloro, hasta que otra contracción me roba el aliento. Las lágrimas ruedan por
mis sienes. No sé qué hacer. Sólo quiero que el dolor desaparezca. Quiero al bebé
fuera de mí. Quiero… Empujar.
El impulso es diferente a cualquier otro sentimiento del mundo. Se convierte
en mi único pensamiento. Empujar.
—Lo estás haciendo bien —me asegura—. La próxima vez que te duela,
hazlo de nuevo.
Empujo y mantengo mis ojos en él. Sus ojos miran hacia abajo. Cuando su
rostro se ilumina, lo miro boquiabierta en estado de shock.
—¡Puedo ver la cabeza! ¡Lo hicimos! ¡Bebé, puedo ver el pelo! Oscuro como
yo —grita.
Me pongo a reír y a sollozar, no sé muy bien qué, pero estoy feliz. Saber que
el bebé está tan cerca, que quizás se parezca a él, me tiene más decidida que
nunca.
Empujo y empujo.
¿Él?
—¡No lo sé!
Agarra a nuestro hijo por los tobillos y lo pone boca abajo. Estoy horrorizada
por lo brutal que está siendo. Luego, no tan suavemente, azota el pequeño trasero
del bebé. Estoy a punto de gritarle a mi padre, cuando lo escucho. Ahogado al
principio.
Mío.
Dios, es mío.
Me quedo allí llorando de alegría, por lo que parece una eternidad. El bebé
está pegajoso y ensangrentado, presionado contra mí. No deja de llorar, pero lo
tomo como una buena noticia. El cordón umbilical todavía está unido a él y en algún
lugar dentro de mí.
Otro dolor más pequeño me recorre. —Creo que la placenta se está saliendo.
El rostro de papá está frenético, mientras hace todo lo posible para dar a luz
a la placenta.
Sale fácilmente. Estoy temblando, mis dientes castañeteando, cuando Eve
vuelve corriendo a la casa, con los brazos llenos y una mochila al hombro. Me trae
una toalla y yo envuelvo a mi hijo con ella. La oscuridad nubla mi visión y me
desmayo.
VEINTIUNO
REED
Su asentimiento es leve.
Ella es un desastre.
Y, sin embargo, sé que tenía que hacerlo. Necesitaba ser reclamada, sellada
y poseída.
Es Mía.
Ella es mi hija.
Eve se queda en la puerta de nuestra cabaña, con mi hijo envuelto con fuerza en
sus brazos, mientras bajo a Devon en nuestra cama. Una vez que está cubierta, me
doy la vuelta para tomar a mi bebé. Han pasado casi tres horas desde que Devon
se desmayó. Sabía que teníamos más cosas con las que trabajar aquí, así que Eve
me siguió obedientemente, mientras llevaba mi amor de regreso a casa. estoy
agradecido con Eve de una manera que no puedo explicar. Sin ella, esto hubiera
sido casi imposible.
Una vez que acomodo a mi hijo dormido en la cama junto a Devon, me doy
la vuelta para mirar a Eve. Ella deja escapar un chillido, cuando la tomo en mis
brazos y la abrazo.
—Gracias.
—Fruta
Otro asentimiento.
Entonces se va.
Estoy agradecido por el día en que Abigail, una niña de dieciséis años, aceptó
dar en adopción a sus gemelos. Había luchado durante casi dos años tratando de
cuidarlos. Tener un bebé a los catorce años, sería difícil para cualquiera. Esta chica
simplemente no podía soportarlo. Sabrina y yo estábamos encantados, porque
significaba que finalmente podríamos ser padres.
Mis ojos se desvían hacia Devon mientras amamanta a nuestro hijo. Sus ojos
son suaves mientras lo mira con asombro. Él es hermoso. Los amo tanto a los dos.
Son Perfectos.
Con una sonrisa en mis labios, recuerdo el día en que Abigail entregó a los
gemelos.
—Devon es la bebé buena —dice Abigail, casi quejándose por el niño—. Duerme
bien. Es ese alborotador de allí, al que tienes que vigilar
Sabrina me lanza una mirada preocupada. Nada se siente real sobre esta
adopción. Hasta que no estemos en casa con ellos, no lo asimilaremos realmente.
Entonces sus ojos azules, que brillan como dos lagos, se encuentran con los
míos. —¿Puedo hablar contigo un segundo? Sobre los bebés.
Su madre se pone rígida, pero asiente con la cabeza, para darnos algo de
tiempo a solas. Sabrina y Patricia comienzan a discutir las rutinas de alimentación,
mientras yo me deslizo hacia el porche delantero con Abigail.
—¿Qué pasa?
—¿Quién lo hizo?
—Fue mi papá.
Ella niega con la cabeza. — No estoy… No hay nada malo con ellos. Merecen
ser amados. Pero no aquí…
No puedo hacer eso con ellos. Mamá tiene los anteojos puestos. Papá nos
dejó poco después de que yo quedara embarazada. Le mentí a mamá. Dije que fue
un chico de la escuela. Si ella supiera …
—Gracias.
Ella se aparta y levanta la barbilla. —No. No quiero que nadie lo sepa, ni que
tengan ninguna idea. —Por favor.
Con tristeza en mi corazón y por el futuro de esos dos bebés, asentí con la
cabeza.
—Lo prometo.
Su cabello rubio está sucio y enredado, pero nunca la había visto tan serena
y hermosa.
Él pierde el agarre sobre su pezón y grita. Ambos nos reímos, mientras ella
lo ayuda a agarrarse.
Sus ojos azules encuentran los míos. —Rowdy suena muy bien. Después de
su tío.
—Gracias.
—Gracias por amarme. Desde el primer día, siempre, cualquier día, hasta
ahora. Nuestro amor ha crecido y se ha transformado en algo, que nadie más en
este planeta tiene. Somos especiales.
Rowdy abre la boca y cierra los ojos. ¿Quién diría que los bebés eran tan
jodidamente adorables? Extrañé todo esto con Drew y Devon. Este momento,
admirando a mi hijo recién nacido, es un momento que nunca olvidaré.
Estoy en casa.
DEVON
—¡Vaya, no! —Grito, mientras corro a toda velocidad hacia la chimenea. Mi barriga
es gigante y lo único que hago estos días es caminar.
Reed se vuelve para sonreírme. No lleva camisa y sus músculos están hinchados.
Mis hormonas, al igual que en mi último embarazo, están fuera de control. Quiero
acostar a Rowdy a dormir una siesta y trepar a mi esposo como un árbol.
Me burlo, lo que hace que Rowdy se ría. No tiene idea de qué se está riendo, lo que
hace que Reed y yo nos riamos.
—Yo no creo.
—¿Es eso así? Anoche no te quejabas cuando te tuve de rodillas y estaba enterrado
hasta la empuñadura en ti —desafía.
Él sonríe y levanta la barbilla como para llamarme hacia él. Como la esposa
obediente que soy, comienzo a caminar hasta él, mientras me voy quitando mi
vestido de maternidad y mis bragas. Su mirada lobuna devora mi cuerpo desnudo,
de embarazada.
Me encanta como sabe apreciar los cambios de mi cuerpo. Nunca me siento menos
ante sus ojos, siempre me hace sentir deseada, y hermosa.
—¿Le trajiste a Eva algo de fruta cuando estabas cazando? —Le pregunto cuando
mi vientre roza sus tonificados abdominales.
Me siento mal por ella. Nos ayudó cuando la necesitábamos, pero aparte de eso,
no nos visita. A veces puedo sentir sus ojos en el bosque mirándonos, pero nunca
se involucra. Sin embargo, a Rowdy le encantan los regalos que le deja en el porche.
Ella siempre le hace juguetes.
—Si. Le dije que tenía que ir a ver a su sobrino o la iba a cargar sobre mi hombro y
la obligaría a venir de todos modos. —Él se ríe—. Ella trató de apuñalarme.
Sus manos agarran mis caderas. No suave. Posesivo y áspero. Me recuerda que
soy suya.
—Tuvo que volar a Seattle por algo, pero volverá la semana que viene. Va bastante
bien. Trabajaremos en el techo un poco más, una vez que regrese.
Su sonrisa ardiente casi me derrite al suelo. Como el marido obediente que es, se
recuesta en la cama. Me acerco a él con mi trasero embarazado, y me siento a
horcajadas sobre sus muslos. Con nuestros ojos cerrados, me hundo en su
palpitante longitud. Ambos siseamos de placer. Sus palmas vagan por mi vientre y
ambos nos reímos cuando este niño rueda contra su toque. Entonces, sus dedos
están en mis pechos provocándome.
—¿Te vas a quedar ahí sentada, mujer, o me vas a follar? —murmura, levantando
las caderas.
Me quema. Me escalda.
Me encarcela. Me sofoca.
Sus dedos están en mi clítoris y empuja con fuerza debajo de mí. Mi marido es un
animal de principio a fin. Incluso desde abajo, domina y controla. Con un aleteo de
mis pestañas, me rindo. Me pierdo en la forma en que él me posee.
Ambos nos venimos con sonidos, que vienen directamente del bosque. No son los
sonidos que deberían hacer dos humanos. Su semen se derrama dentro de mí, y
me aprieto a su alrededor, con las réplicas de mi orgasmo.
Sus ojos marrones están duros, con emociones salvajes que me llevan a amarlo.
Agarra mi meñique con el suyo y me acerca más a él. Incluso con mi estómago
gigante encajado entre nosotros y su polla aún en el fondo, logramos besarnos.
Y le creo porque este hombre hará todo lo que esté a su alcance para que eso
suceda.
Todo mío.
Observó como Rowdy y Reed se lanzan bolas de nieve el uno al otro. Rowdy tiene
un buen brazo, a pesar de ser un niño pequeño. Ronan grita desde adentro,
despierto de su siesta. Le muestro a Reed una gran sonrisa, mientras entro para
atender a nuestro pequeño. Cuando llegó a su cuna, está pateando e intentando
comerse el puño. Estos chicos siempre tienen hambre.
Deja de quejarse cuando le canto. Todos lo hacen. A los tres les encanta cuando
canto. Sus ojos azules están muy abiertos, cuando lo tomo en mis brazos y me
siento en la cama. Se agarra a mi pecho con vigor.
Me pregunto si la próxima será una niña. No le he dicho a Reed que estoy esperando
de nuevo. Estará encantado, estoy segura. Todavía no han terminado la casa, pero
no tardará. Para el próximo verano, estaremos listos para mudarnos. No todo está
hecho, pero todavía podemos vivir allí. Y para entonces, tendremos un quinto
miembro de nuestra creciente familia.
La alegría me abruma.
A veces desearía que mamá estuviera aquí para verlos. Me pregunto si la liberaría
de su hechizo. Arrastrarla de la oscuridad. Reed me asegura que no lo haría. Que
la depresión es una enfermedad, que no se cura fácilmente con bebés bonitos. Me
recuerda que ella nos tenía a Drew y a mí, y que seguía atrapada dentro de su
cabeza.
Otras veces, me pregunto acerca de mi verdadera mamá. Reed quemó los papeles
de adopción, porque dijo que estábamos unidos de corazón a la familia, lo cual era
mejor que la sangre o las leyes. Un peso se levantó en el momento en que se
incineraron los papeles. Sin embargo, conservé la foto de mi madre biológica. Me
asombra lo mucho que se parece a mí. Cuando le pregunto por mi padre biológico,
Reed se encoge de hombros y dice que no lo sabe. Supongo que no importa. Todos
esos momentos conducen a este.
—¡Mamá! —Rowdy grita cuando entran. Corre hacia mí y me moja con la nieve fría.
—Oye, cariño —le digo y le alboroto el cabello oscuro. Se parece tanto a Reed que
hace que mi corazón se detenga.
Su mirada se estrecha mientras baja sus ojos hacia mis pechos que están llenos de
leche.
Buddy rueda sobre su espalda, vuelve y lame a nuestro hijo salvaje en la cara hasta
que se suelta.
—Me haces feliz cada segundo de cada día. Estos niños. Tú. El maldito perro. Todo
es mi felices para siempre.
—Te mostraré el romance, una vez que estos niños se vayan a dormir.
—Está encendido, papá —le digo con una sonrisa pícara. Muerde mi labio inferior y
gruñe.
—¿Promesa?
—Promesa de meñique.
FIN
SOBRE LA AUTORA