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TRADUCCIÓN Y CORRECCIÓN
Velaris16s
Myriam
Elu Salvatore
Lua V
Elyeng18
Fat St. Delphi
SloaneE
Cavi20
J_m

REVISIÓN FINAL
Fallen Angel
Vequi Holmes

DISEÑO
Velaris16s
INDICE
SINOPSIS .............................................................................................................................................5
PRÓLOGO ...........................................................................................................................................6
UNO..................................................................................................................................................10
DOS ..................................................................................................................................................20
TRES .................................................................................................................................................31
CUATRO ............................................................................................................................................41
CINCO ...............................................................................................................................................49
SEIS ...................................................................................................................................................58
SIETE.................................................................................................................................................67
OCHO ...............................................................................................................................................78
NUEVE ..............................................................................................................................................88
DIEZ ..................................................................................................................................................96
ONCE ..............................................................................................................................................104
DOCE ..............................................................................................................................................111
TRECE .............................................................................................................................................119
CATORCE ........................................................................................................................................129
QUINCE ..........................................................................................................................................137
DIECISEIS ........................................................................................................................................145
DIECISIETE ......................................................................................................................................153
DIECIOCHO .....................................................................................................................................165
DIECINUEVE....................................................................................................................................175
VEINTE............................................................................................................................................183
VEINTIUNO .....................................................................................................................................193
EPÍLOGO .........................................................................................................................................201
SOBRE LA AUTORA .........................................................................................................................207
SINOPSIS

Los llevé a la naturaleza porque no podíamos hacer frente a


nuestra realidad. El plan era crear una nueva vida que no
incluyera la angustia. Sin nadie. Sin tecnología. Sin
interferencias. Solo nosotros. Una oportunidad para reconstruir lo
que estaba roto. Pero la naturaleza es salvaje y áspera. Brutal e
implacable. No le importan tus sentimientos. La tragedia vive allí
también. Todo lo que puedes hacer es sobrevivir donde el amor, sin
importar cuán bestial, es lo único con lo que puedes contar.

Confuso. Incorrecto. Retorcido. Hermoso. Enfermo. El amor es


salvaje. Y lo vamos a liberar.
PRÓLOGO

REED

Pasado.

Perder a un niño es inconcebible.

Cualquier persona con un hijo, tiene esa preocupación continuamente en el


fondo de su mente. Cada vez que están en el parque acuático. Cada vez que
abrochan a su hijo, en el asiento del automóvil. Todas esas veces que envían a sus
pequeños, a pasar la noche con un amigo.

Cada segundo.

Cada día.

Sin falta.

Ese miedo persiste en las sombras de tu mente, como un monstruo


esperando salir y devorar, todo lo hermoso que tienes.

La mayoría de nosotros no tenemos que lidiar, con tales atrocidades.

El resto de nosotros llegamos a conocer de primera mano, cómo es ver bajar


su corazón a la tierra. Demasiado pronto. Demasiado jodidamente pronto. Podemos
ver a nuestro cónyuge derrumbarse sobre sí mismo y elegir la oscuridad sobre el
resto de los miembros de la familia que todavía están aquí. Todos los que perdimos
a un hijo, llegamos a saber cómo se siente tener cada recuerdo arrancado de su
pecho y esparcido por el viento. No habrá nuevos recuerdos, todo lo que te queda
son los que rápidamente, se te escapan de las manos.

—¿Papi?

Su voz, tan parecida a la de su hermano gemelo, me calma y me aplasta. Mi


esposa y yo perdimos a nuestro hijo. Pero Devon perdió a su hermano. La otra mitad
de su alma. Un humano con el que compartió el útero. Esos dos funcionaron como
dos mitades de un todo. Siempre anticipándose a las emociones del otro y
ayudándoles cuando lo necesitaban. Hermanos que, incluso a los diez años, no
peleaban en nuestra casa.

Ellos rieron.

Ellos cantaron.

Jugaron.

Ellos se amaron.

—¿Papi?

Me pellizco el puente de la nariz y anhelo más whiskey, pero ya no hay.

Consumí el quinto esta noche. Sin embargo, nada puede adormecer el dolor
que me atraviesa. Joder, nada.

—¿Sí, Pip?

Cuando era una niña pequeña, parecía chillar en comparación con su


hermano ruidoso y salvaje. Lo llamé Rowdy porque era revoltoso como el infierno y
a ella Pip por pipsqueak1.

Otro dolor punzante en mi pecho.

—Extraño a Drew —. Su tono es triste. Nada más que un susurro.

Me recuesto en la silla de mi oficina y contemplo a mi hija, la única que me


queda. Para los diez, es alta y delgada. Sus grandes ojos azules son inocentes y
están llenos de alma. Últimamente parpadean de preocupación. Sus dos padres se
han hundido.

—Yo también, bebé. —Doy una palmada en mi regazo, y ella corre hacia mí
como lo hacía cuando era pequeña. Cuando la abrazo, inhalo su cabello. El mismo
champú que usó Drew. Un sollozo desagradable y feo, se desgarra de mi garganta.

—Lo… lo siento mucho —me ahogo, mis lágrimas calientes caen


implacablemente por mis mejillas.

Ella solloza y la abrazo con más fuerza. El consejero dice que debemos ser
fuertes, por nuestra hija restante. Sabrina no puede sacar, su maldito trasero de la

1
pipsqueak: persona insignificante, más reservada.
cama. Depende de mí recoger a nuestra familia, y volver a unirla. A veces me
pregunto, si estamos demasiado destrozados.

Sin arreglo.

Perdidos.

—¿Mami amaba más a Drew? ¿Es por eso que está tan triste y no me habla?

La voz de Devon se quiebra de emoción. Tiene el corazón roto por muchas


razones. Perder a su hermano y a su madre, especialmente en el exacto mismo
momento, tiene que ser difícil para ella. Es devastador para mí y soy un hombre
adulto.

—Por supuesto que no, ella te ama mucho —digo con fiereza.

Acaricio su cabello rubio satinado, y agrego. —Sólo necesitamos darle


tiempo. Ella está triste.

Todos estamos tristes. Cada uno de nosotros, sufriremos a nuestra manera.

—Prométeme que siempre me hablarás, papá —suplica entre lágrimas.

—Incluso cuando estás tan triste o enojado. No me dejes sola. —Más


lágrimas salen de mis ojos y empapan su cabello. Lloro tanto, que no puedo formular
palabras. Todo lo que puedo hacer es asentir. Besar su cabeza y asentir. Ella
extiende su meñique, y yo engancho el mío con el suyo.

Una promesa de meñique, es como ella le llama a esto.

Prometo hablar con ella y amarla, incluso en los momentos más oscuros.
Aunque, no estoy realmente seguro de cómo la vida, puede volverse más oscura
que esto.

Podrías perder a tu otra hija, gruñe el monstruo oscuro y amenazador en mi


cabeza.

Aprieto más fuerte.

Asiento.

Beso.

Asiento de nuevo.
—Lo prometo. —Mis palabras son un leve susurro, pero ella escucha. Ella
siempre escucha.

—Te amo papá.

Asiento.

Beso.

Asiento de nuevo.

—Yo también te amo, Pip.

Que me condenen, si dejo que algo le pase a esta chica también. Esa es una
promesa, que le hago al monstruo feo dentro de mí y lo obligo así, a regresar a las
sombras donde pertenece.
UNO

REED

Presente

Sabrina mira por la ventana, sus rasgos duros detrás de sus enormes lentes de sol
y demasiado maquillaje. Aprieto su mano, pero ella no me devuelve el apretón. Seis
años después de la muerte de Drew, y mi esposa aún no se ha recuperado. La
depresión es su segundo nombre. Perder a Drew, fue la gota que colmó el vaso
después de años y años de tragedias, que asolaron a nuestra familia. No hubo
vuelta atrás después de eso. Ella estaba perdida. Para mí, perder a Drew fue la más
devastadora, de todas las angustias de mi vida. Era real. Tangible. Horripilante. Y,
sin embargo, no podía abandonar a nuestra otra hija. Ella todavía estaba viva, y
muy desesperada por el amor.

Devon y yo teníamos que seguir viviendo, mientras Sabrina vivía en el


pasado. Con él. Obsesionada con los recuerdos que compartían. Suspendida en un
tiempo que ya no existe.

Este movimiento es mi último esfuerzo, por traerla de vuelta con nosotros.

Ave María.

Mi última esperanza de milagro.

—Según los datos compilados por la Coalición de Tierras y Aguas, para la


Vida Silvestre, las personas tienen cuarenta y cinco veces más probabilidades, de
ser asesinadas por un perro que por un oso, ciento veinte veces más probabilidades
de ser asesinadas, por abejas que por un oso, y unas increíbles doscientas
cincuenta veces más de ser asesinado, por un rayo que un oso —chilla Devon
detrás de mí, su pierna larga y delgada estirada, para empujarme el brazo y llamar
mi atención.

Nuestros ojos se encuentran en el espejo y me río. Esta chica y sus hechos


inútiles.

—Lástima que nos abastecimos de spray para osos, ¿eh? —Bromeo.


Sus ojos están ocultos detrás de sus lentes de sol que son similares a los de
su madre, pero su sonrisa es amplia y despreocupada. A los dieciséis años, es
brillante y está llena de vida.

—¿Cuántos osos crees que veremos, papá? ¿Uno al mes? ¿Dos al mes?
¿Uno a la semana? —

Sabrina se pone tensa desde su asiento. Ella estaba bien con cada parte de
este movimiento. Sin embargo, los osos la tienen muy asustada. Juré que no dejaría
que un oso la matara.

—Un amigo mío que hizo un año sabático en el desierto de Alaska dijo que
veía a varios al día. Son abundantes en estas partes. —Le sonrío en el espejo.

—Pero es por eso qué Dios hizo las armas.

—¡Papá! —Devon se queja. —No le dispares a ningún oso.

Me encojo de hombros. —No es una promesa que pueda hacer, Pip.

Si se trata de un oso que vive, para pescar otro pez mañana o que mi niña
no sufra ningún daño, es mejor que crea que voy a matar a ese oso.

Ante esto, Sabrina bufó.

—Está bien, Davey Crockett.2

Devon se ríe desde atrás y le pasa a su madre un folleto, que recogió en la


última gasolinera, antes de que comenzáramos el tramo duro de nuestro viaje.

—Mira el mapa, mamá. Bear Country es como lo llaman. Apuesto cinco


dólares, a que papá intentara tapizar la casa, con alfombras de piel de oso.

Sabrina toma el folleto y lo mira. Sus labios están presionados en una línea
firme. Estoy seguro de que está llegando a un acuerdo con la realidad, ahora mismo.
En otras seis horas más o menos, estaremos en medio de nuestra propiedad.
Liquidé cada centavo, de mi multimillonaria empresa inmobiliaria global y compré
miles de acres, en las profundidades de Alaska.

Después de un episodio humillante entre mi esposa y una mujer, en uno de


los clubes de campo más elitistas de California, del que éramos miembros, supe
que teníamos que hacer algo drástico. Sabrina había empezado a abofetear a una

2
Hace referencia a Davy Crocket un aventurero y heroe popular.
mujer, porque no le gustó cómo la mujer le hablaba a su hijo. Fue el colapso del
siglo. Gritando. Llorando. Maldiciendo. Sabrina tuvo que ser escoltada fuera de la
propiedad y nos prohibieron la entrada al club, de por vida.

Para empeorar las cosas, con las redes sociales siendo una mierda, su rabia
psicótica fue filmada por docenas de personas en el club. Se propagó a través de
Internet, como un maldito incendio forestal, quemando la reputación ganada con
tanto esfuerzo, de nuestra familia a su paso.

Me moví rápido.

En lugar de ver a los desarrolladores y compradores alejarse de Jamison


Enterprises, comencé a liquidar y vender. Nos tomó casi un año y tanto tiempo
planearlo, pero finalmente estábamos listos, para seguir adelante con nuestras
vidas.

Sólo los tres.

Fuera de la red.

Como esa gente loca de los arbustos, como le gusta bromear a Devon.

Cuando se lo mencioné a mi esposa e hija, esperaba resistencia. Debería


haber sabido que Devon estaría a bordo primero. Hablamos con sus maestras en
su escuela privada para niñas, y la dejaron duplicar sus estudios para que pudiera
graduarse temprano de la escuela secundaria. Mi hija, brillante como los rayos del
sol, aplastó su segundo año, que finalmente también se convirtió en su último año.

Sabrina fue un poco más difícil de convencer. Ella no podía ver mi visión. A
pesar de los planos que había elaborado, de una acogedora cabaña de troncos y
las ideas para recolectar agua y plantar cultivos, estaba confundida. Su vida, era
nuestra casa de un millón de dólares en San Francisco. Su vida, no eran más que
imágenes y cosas, que le pertenecían a nuestro hijo.

Pero la convencí.

Le dije que podía traer esos recuerdos con ella.

Que Drew hubiera amado la naturaleza. Nuestro hijo fue como una aventura
en la cima de la aventura. Un verdadero salvaje.

Ella dijo que sí y aquí estamos.


Hicimos horas a lo largo de un camino de tierra, bordeado de espesos
árboles, hacia el lugar donde haremos un hogar. El remolque del que estamos
tirando, está lleno de las herramientas que necesitaremos. Nos quedaremos en la
casa rodante que compré, hasta que construya la cabaña. Juntos, como familia,
construiremos nuevos recuerdos. Haremos una vida en la que podamos ser felices,
y estar libres del estrés del mundo exterior.

Siendo yo un huérfano, no tengo familia a la que le importe. Y les prometimos


a los esnobs padres de Sabrina, que iríamos a California una vez al año para
visitarlos. Aparte de eso, somos libres.

—La Universidad de Alaska tiene una alta tasa de suicidios entre sus
estudiantes, —dice Devon. Más información inútil. —Parece que la universidad está
fuera de discusión.

Niego con la cabeza.

—Dos años y luego te vas. Lo prometiste. Eso fue una de las advertencias
—le recuerdo.

Nuestro huskie siberiano, Buddy, ladra como en protesta. Seis meses


después de que perdimos a Drew, le traje ese perro a casa. No reemplazó a su
hermano, pero le dio un compañero de juegos.

Ella hace estallar un globo, al mascar su chicle, y se ríe.

—No puedo culpar a una chica por intentarlo, papá. ¿Qué me puede enseñar
la universidad que aún no sepa?

—Modales —gruño.

Esto consigue una risa de Sabrina.

—Tal vez cómo conseguir un novio.

—No. Chicos. Nunca —digo en un tono dramático que me hace ganar un


bufido por detrás de mí.

—Como sea, papá.

—Sólo estoy siendo realista, Pip.

Ella resopla.
—No trates de ser moderno. No estás a la moda.

—Ella tiene razón —dice Sabrina, una sonrisa ilumina su cara bonita. —No
estás a la moda. Eres viejo.

—Bueno, mientras has estado recibiendo masajes, —le digo y señalo a


Sabrina.

—Y mientras estabas tomando selfies en Snapchat, —digo y señalo con la


cabeza a Devon. —Estaba tomando las clases de supervivencia. También corté
toda esa maldita madera para practicar. Puede que no sea moderno, pero
básicamente soy un dios. Dios de lo Gran Desconocido.

Mis dos chicas se ríen y mi corazón casi se sale de mi pecho.

Eso es exactamente lo que necesitábamos.

—¿Donde esta tu mamá? —Pregunto mientras entro en el RV3. Buddy trota detrás
de mí y se acerca a Devon para darle un beso húmedo.

Después de secarse la mejilla, Devon levanta la vista de un libro y frunce el


ceño.

—Dolor de cabeza.

Pongo los ojos en blanco. Cada vez que Sabrina está deprimida, lo interpreta
como un dolor de cabeza. Ella sabe que no lo discutiré y puede dormir en paz.

—Pronto oscurecerá. ¿Quieres explorar, Pip?

Ella tira su libro y sonríe.

—Déjame agarrar mis botas de montaña.

Una vez que se viste y se pone una sudadera con capucha, agarro mi rifle y
juntos nos embarcamos en una exploración. Estamos a otras tres o cuatro horas de
nuestro destino, pero no quería arriesgarme a conducir el RV y tirar del remolque

3
Vehículo recreacional
en la oscuridad. Cuanto más nos adentremos en el denso bosque, más difícil será
viajar. Según el anterior propietario del terreno, Atticus Knox, sé que al final del
camino, hay un pequeño claro que da a un desfiladero, por donde lo atraviesa un
río de agua dulce. Me enamoré de las fotos, que me envió por correo electrónico y
pagué una considerable suma. Me aseguró que la zona estaba despoblada. No hay
gente en cientos de millas. Aislado como la mierda. Exactamente lo que esperaba.
Como viajábamos fuera del estado, negocié que dejara algunos equipos que le
había comprado. Cuando lleguemos allí, puedo comenzar a trabajar en la casa de
nuestros sueños de inmediato.

Devon se pone en cuclillas para inspeccionar una planta, y veo un arbusto


con muchas bayas. Su perro olfatea alrededor y sus oídos se animan, cuando
escucha un sonido más allá de los árboles.

—Mira, —le digo con una sonrisa mientras paso a través de un arbusto para
llegar al otro arbusto. —Bayas.

—¡Papá! ¡No!

Buddy ladra como para gritarme también. Echo la mano hacia atrás y frunzo
el ceño.

—¿Qué?

—Baneberries. Esos son venenosos. No necesitamos que sufras un paro


cardíaco.

Se pone de pie y hace un movimiento con las manos.

—Aléjate de las bayas blancas si quieres vivir.

Me río, pero sabiamente me alejo. Aparentemente, no sólo información inútil


se agita en ese cerebro suyo.

—Está bien, entonces, ¿cuáles podemos comer, Pip?

Camina con dificultad unos cientos de metros, y se detiene ante un arbusto


con frutos rojos.

—Estos aún no están maduros, pero estarás a salvo. ¿Me prometes que no
comerás nada sin preguntarme primero?

Levanto las manos en defensa.


—Promesa.

Saca el meñique, y sus labios se curvan en una dulce sonrisa, que recuerdo
de ella cuando era niña. Engancho mi meñique con el suyo.

—Promesa de meñique —decimos ambos.

Sus ojos están llenos de amor y felicidad. Sabía que este movimiento
cambiaría mi vida. Eventualmente sacaremos a Sabrina del oscuro infierno en el
que vive. Con el tiempo, todo será perfecto.

Ella suelta mi mano y continúa caminando, por el borde del espeso bosque
que sobresale hacia la carretera. Ya he tenido que detenerme más veces de las que
puedo contar, para mover las ramas o cortarlas con la motosierra. Atticus prometió
que las últimas horas del viaje, fueron las más difíciles. No ha estado en la propiedad
desde antes del invierno, cuando le compré el terreno. Los inviernos aquí son duros
e implacables. Los árboles son víctimas. Buddy gruñe, y los pelos de mi cuello se
erizan. Un fuerte crujido resuena a unos treinta metros, en la espesura a nuestra
derecha.

—Papá...

—Mantén la calma.

A pesar de todas nuestras investigaciones y clases, seguimos siendo gente


de la ciudad. Todo es diversión y juegos, hasta que alguien ve un oso por primera
vez.

Esperamos lo que parece una eternidad. Buddy se aburre y se caga.

Nada aterrador surge del bosque. El sol se está poniendo rápido y me temo
que nuestra pequeña exploración ha terminado por hoy.

—Vamos, Dev. Entremos y veamos lo de la cena.

Ella trota hacia mí, esquivando la bomba de Buddy, y la abrazo a mi lado.


Después de que Drew murió y me levanté del suelo, juré dar el amor que tenía por
dos niños, a la que nos quedaba. La llevé al cine y de compras. Todos los días la
llevaba a la escuela y la recogía. Cualquier oportunidad cuando no estaba viajando
o trabajando, la pasaba con mi hija. Sabrina seguro como el infierno, no estaba
haciendo el trabajo.

—¿Qué tal el pastel de chile Frito? —Devon pregunta. —Es el favorito de


mamá.
Le doy un apretón.

—¿Estás cocinando? —Ella me mira y sonríe. —Soy la única que conoce la


receta.

Ante esto, resoplo riendo.

—Paso uno, abre una lata de chile. Paso dos, calienta dicho chile. Paso tres,
vierte sobre los Fritos. Paso cuatro, espolvorea el queso y la cebolla encima. ¿me
perdí algo?

—Eres una mierda tan sarcástica, papá.

Abre la puerta de la caravana y me pone los ojos en blanco, antes de subir


los escalones.

—No digas una mierda, Pip.

Cierro la puerta de la casa rodante y la bloqueo por costumbre, aunque nadie


nos sacará aquí. Para cuando me quito las botas y me quito la chaqueta, Devon
está trabajando duro en su especialidad. La forma en que se mueve sin esfuerzo,
por el pequeño espacio, cantando suavemente una de sus canciones pop favoritas,
me recuerda la forma en que solía ser Sabrina.

Tan. Llena. De. Vida.

—Voy a ir a ver cómo está tu mamá, —le digo mientras la dejo en la cocina.
Coloco un beso en la parte superior de su cabeza antes de pasar a su lado. Una
vez dentro del dormitorio de atrás, cierro la puerta divisoria. Está oscuro adentro.
Sabrina duerme desnuda. Una invitación. A veces, cuando está de mal humor, la
única forma de recuperarla es a través del sexo. El RV es pequeño y las paredes
son prácticamente inexistentes, pero Devon estará distraída preparando la cena.

Me quito la ropa y me meto en la pequeña cama junto a mi esposa. Está


despierta, pero no habla. He escuchado esta canción y he bailado suficientes veces
para conocer todos los movimientos. Cada vez que oro, ella se recuperará el tiempo
suficiente para amarme como solía hacerlo.

Pero cada vez me decepciono. No me impide intentarlo. Mi boca encuentra


su garganta y beso su suave carne. Sus senos todavía están firmes a pesar de que
ahora tiene más de treinta años. Los acaricio a pesar de que ella no responde.
Cuando empiezo a besar su garganta, en camino hacia su coño, sacude la cabeza
en la oscuridad y dice una simple palabra.
No.

Gimo de frustración y empiezo nuestra rutina habitual. Separando sus


muslos, me coloco encima de ella. Mi polla tiene problemas para mantenerse dura,
así que la acaricio rápidamente antes de empujarla en su calor. Un grito ahogado
es la única prueba, de que estoy follando con una mujer y no con un cadáver.

Mi boca intenta buscar la suya, pero ella gira la cabeza hacia un lado. Es
como si se castigara a sí misma, con todas las formas de placer y felicidad.

Si Drew no podía tenerlo, entonces ¿por qué debería hacerlo ella? Me mata
que ella piense así. Intento desesperadamente callarme, pero nuestros cuerpos
chocan. Los gruñidos que provienen de mí son salvajes y al borde de la ira. A veces
quiero agarrarla por la garganta y sacudir un maldito sentido en ella. Sabrina nunca
se viene.

Nunca.

Me deja usarla como una salida para que me pueda correr. Para que pueda
mantenernos unidos, no importa lo jodido que esté, es la única manera que ella
conoce. Siempre ha sido suficiente. Casi.

—Te amo —le susurro, mi respiración agitada. Ella no responde.

Mis ojos se cierran y me corro con fuerza. Apenas he terminado de soltar mi


liberación cuando la dejo ir. Tomo mi camisa y me limpio la polla antes de tirarla a
la esquina. Ninguno habla. Acabo de llegar y debería estar relajado, pero estoy
enojado. Se suponía que este viaje ayudaría. En todo caso, parece peor en la
primera noche en nuestra tierra.

—La cena estará lista pronto. Devon cocinó tu favorito —digo mientras me
pongo los pantalones.

—No tengo hambre.

Se necesita todo en mí para no dispararle. —Buenas noches, —siseo.

Ella no responde.

Cuando abro el divisor de un tirón, Devon tiene una mirada culpable mientras
mira su tazón de tarta de chile Frito. Ella preparó dos tazones más e incluso le
preparó un vaso de limonada a su madre. La amargura amenaza con partirme a la
mitad, pero me la trago.
—Huele bien, Pip, —digo, mi tono brusco.

Sus ojos llorosos se levantan para encontrarse con los míos. Joder, me
rompe el corazón. Ninguna chica de dieciséis años, debería tener que lidiar con esta
mierda. Ella mira mi pecho desnudo y luego mira su comida.

—Lamento que hayas tenido que escuchar eso. —El sexo El rechazo. La
lenta muerte de mi matrimonio.

—Está bien, papá.

Me acomodo frente a ella y ceno solo con mi hija. Como cualquier otro maldito
día. Y como del plato intacto de Sabrina, sólo para hacer sonreír a Devon de nuevo.
DOS

DEVON

Intento utilizar mi teléfono celular, pero no tengo señal. Perdí la señal hace días.
Realmente estamos haciendo esto. Viviendo fuera de la red. Voy a buscarme a un
hombre salvaje sin dientes, en las profundidades del bosque y tener a todos sus
bebés.

Cuando me río, los ojos de papá se encuentran con los míos en el espejo.
Sus amables ojos marrones siempre me reconfortan.

—¿Qué es tan divertido ahí atrás?

—Sólo estoy imaginando encontrar un novio de las montañas. Vamos a tener


muchos bebés —explico.

—No. Chicos. Nunca.

Buddy ladra de nuevo. El estúpido perro, parece estar de acuerdo con papá
en eso cada vez.

—Supongo que tendré que esperar hasta la universidad, para ponerme loca
—digo con un suspiro y fingiendo aburrimiento. La verdad es que no sabría qué
hacer con un chico si tuviera uno. Habiendo ido a una escuela para niñas toda mi
vida, la única interacción con los chicos eran los del vecindario. No me han besado
y ciertamente, no he hecho nada más.

Papá gruñe y mamá se ríe. Ella es más ella misma hoy. Algunas sonrisas
aquí y allá. Incluso cantó conmigo, a través de un par de canciones antiguas en el
CD que había quemado en casa. Nunca había visto a papá tan feliz. Uno de estos
días voy a ayudar a mamá, a recordar que somos su familia. Que la necesitamos.
Ella se reirá, sonreirá y nos amará, como nosotros la amamos.

Y papá podrá volver a ser feliz.

Verdaderamente feliz.
Reed Jamison pone una cara fuerte, pero lo he visto en su punto más bajo.
Llorando como un niño. Me aplastó el corazón. Cuando Drew murió, lloré. Pero
cuando mi padre lloró, creo que perdí una parte de mi alma ese día.

Mamá siempre ha estado triste. Apartada. Perdió. Drew y yo siempre nos


sentimos como una carga para ella. Y cuando murió, ella se volvió completamente
loca, sin esperanza de volver jamás. Papá parece esperanzado y por él, yo también
lo espero.

Me prometí a mí misma que siempre sería su compañera. Su mejor amiga.


Su pequeña niña. Me iría bien en la escuela, me comportaría siempre y nunca
discutiría sobre las tareas del hogar. Papá hizo mucho por nuestra familia. Era lo
mínimo que podía ofrecer por él.

—No coman las bayas blancas —les recuerdo a todos en el auto por
millonésima vez. Buddy está de acuerdo y ladra.

Papá guiña un ojo en el espejo. —Los guardaremos para tu novio de la


montaña.

Estoy leyendo felizmente una de mis novelas románticas, cuando la casa


rodante comienza a disminuir.

—Oh, mierda. Este es grande —se queja mientras rueda hasta detenerse
frente a un enorme árbol caído.

—Me alegra que nos detengamos —dice mamá con la voz indiferente que
conozco tan bien. —Me va a dar un dolor de cabeza.

El calor sube por mi garganta cuando recuerdo lo de anoche. Tuvieron sexo.


No sonó, muy divertido. Papá parecía enojado. Mamá no hizo ni pío. Todo lo que
podía oír era su respiración agitada, el golpeteo de la carne y sus gruñidos. Todo el
RV tembló y traqueteó. Estaba tan avergonzada.

Claro, he visto sexo en películas y lo leí en mis libros, pero esa fue la primera
vez que lo escuché. Que experimento la acción en vivo.

Cuando levanto los ojos, los de papá están en los míos. Una vez más
disculpándome. Quiero decirle que no es culpa suya que ella sea como es, pero no
me cree. Es exactamente como yo. Confiados en que, de alguna manera, podremos
arreglarla algún día.
—Vamos, Pip. Necesito un par de manos extra, y tu madre tiene dolor de
cabeza —sisea, apretando la mandíbula mientras se vuelve para mirarla.

Ella no se inmuta y simplemente se encoge de hombros. Con una maldición


estrangulada, abre la puerta y sale. La puerta se cierra detrás de él y me asusta
como una mierda.

—Ve a ayudar a tu padre, antes de que le dé un infarto —dice con tono


aburrido.

—Hace calor —me quejo mientras me limpio el sudor de la frente. Papá también
está transpirando, porque hace mucho que se quitó la camisa. Está enojado y se lo
ha estado tirando al árbol durante las últimas tres horas. Sólo he escapado el tiempo
suficiente, como para traernos agua.

—Entra con tu madre —grita antes de patear el árbol. Me estremezco ante


su arrebato.

—Papá…

Él mueve su mirada ardiente en mi dirección. Mi padre suele ser todo sonrisas


y está lleno de amor. Su enojo hacia mi mamá, sin embargo, ha hecho que su rostro
permanezca con el ceño fruncido hoy. Quiero hacer que desaparezca.

Corriendo hacia él, le rodeo la cintura con los brazos. Está rígido al principio,
pero luego parece derretirse con mi afecto. Pronto, sus dedos recorren mi cola de
caballo de manera ausente. Sus labios presionan la parte superior de mi cabeza,
una señal de que todo va a estar bien.

Yo le creo.

Está sudoroso y huele un poco a rancio por todo el trabajo duro, en el sol de
la tarde de finales de mayo, pero lo inhalo y memorizo su olor. No muchas cosas
me consuelan, pero mi papá es una de ellas. Los latidos de su corazón son fuertes,
con mi oído presionado contra su pecho. Me encanta escuchar su fuerte cadencia.
Cuando era más joven, solía inventar canciones que iban con el ritmo.

—Todo va a estar bien, —prometo y lo aprieto más fuerte. Deja escapar un


profundo suspiro.

—¿Lo prometes, Pip?

—Promesa de meñique.

Mamá ha dormido todo el día atrás. Normalmente, hiere mis sentimientos, pero hoy
se siente diferente. Hoy encontramos nuestro nuevo hogar. Papá y yo estamos en
una aventura.

Le echo una mirada a él. Sus gafas de sol de aviador se posan sobre su nariz
y sus hombros están relajados. Una media sonrisa juega en sus labios. Está
emocionado como yo. La barba empieza a crecerle en la mandíbula. Le da una
apariencia robusta. Antes de que nos fuéramos de San Francisco, bromeó sobre
dejarse la barba. No puedo evitar sonreír al imaginarme la cara afeitada
normalmente limpia de mi padre, llena de cabello enjuto como el Sr. Bobbitt, mi
antiguo profesor de química.

—¿Por qué estás sonriendo? —pregunta, desviando su atención brevemente


de la carretera para mirarme.

Me encojo de hombros y pateo el tablero con los pies descalzos.

—Solo estoy pensando en llegar a nuestro nuevo hogar. Estoy deseando que
llegue.

Se acerca y toma mi mano. Recibo un rápido apretón de seguridad antes de


que me suelte. El camino parece terminar y papá conduce más lento de lo habitual.
Cuando salimos de los árboles, llegamos a un pequeño claro en la cima de lo que
parece una montaña. El camino simplemente termina.
—¡Papá! —Grito y señalo a través del parabrisas. —¡Lo hicimos!

Está tan ansioso como yo. Ambos salimos disparados por nuestras puertas
tan pronto como el RV está estacionado. Papá llega primero al borde del acantilado.
Me acerco lentamente detrás de él. El borde cae al menos sesenta metros hacia
abajo en un desfiladero. Un río impetuoso serpentea entre los árboles de abajo.

—Es hermoso, —jadeo, mi mano agarrando mi pecho. —Las fotos no le


hicieron justicia.

Me atrae hacia él y nos abrazamos.

—Estamos aquí, Pip. Finalmente.

La esperanza tiñe sus palabras. Espero que todos volvamos a la normalidad.


Después de todo este tiempo, volveremos a ser una familia. Recibo un beso en la
parte superior de mi cabeza antes de que me suelte.

Caminando hacia el borde, señalo hacia abajo.

—¿Cómo llegamos allí? Quiero ir allí.

—No estoy seguro, pero dedicaremos la mañana a mirar, —promete. No


necesito su meñique para saber que cumplirá su palabra.

—Voy a mover el RV en paralelo a esa área. —Señala a lo largo del borde.


—De esa manera, podemos bloquear el viento del norte si no queremos tener un
incendio esta noche. ¿Qué dices, Dev? ¿Malvaviscos? Podría ser la última vez que
los tengamos hasta que visitemos a tus abuelos.

Mi estómago gime de hambre. —¡Si!

Ayudo a dirigir a papá, mientras mueve la casa rodante a donde quiere. Se


necesitan algunas maniobras, y en un momento dado maldice, cuando se atasca
una de las ruedas, pero finalmente lo conseguimos como debe ser.

Mientras papá hace desastres afuera, yo corro adentro para darle la noticia
a mamá. La encuentro mirando por la ventana lateral de su habitación que da al
desfiladero de abajo. Sin sonrisas. Sin emoción. No hay nada.

—Mamá…

Ella se espanta.
—Devon, mi cabeza me está matando. Ve a ayudar a tu padre. —Lágrimas
de rechazo llenan mis ojos y asiento. Obedezco y voy a ayudar a mi padre.

Cocinamos perritos calientes al fuego abierto y luego nos damos un gusto


con s'mores. Mamá se queda en el dormitorio.

—Hace frío. —Meto las manos en el bolsillo grande de mi sudadera. —Es


prácticamente verano. ¿Por qué hace frío?

Papá se ríe y toma un largo trago de cerveza. —Antes te quejabas de que


hacía demasiado calor. ¿Qué elijes, Pip?

Le saco la lengua, pero estiro los pies hacia el fuego. —Ven acá. —Da
palmaditas en su regazo, como solía hacer cuando yo era una niña.

Con una sonrisa tonta en mi rostro, aprovecho la oportunidad de sentarme


en el regazo de mi padre. Es cálido y acogedor. Fuerte y protector. Me envuelve en
un abrazo y apoyo la oreja en su pecho. La cadencia familiar de su corazón palpita
en mi oído, ahogando los sonidos del bosque. Acaricia mi cabello y luego besa la
parte superior de mi cabeza.

Debo quedarme dormida, porque me despierto mientras él me lleva adentro.


El fuego ha disminuido hace mucho tiempo. Me deja en el sofá cama y luego me
cubre con mi edredón favorito. Sus dedos acarician mi mejilla antes de levantarse y
oscurecer el RV. A pesar de tener sueño, siento que mis oídos se animan con cada
sonido.

El deslizamiento de la separación cuando la cierra. El tintineo del cinturón de


papá.

Voces murmuradas.

Y luego los gruñidos.

El calor me quema mientras el RV se balancea otra noche consecutiva.


Mamá parece participar porque deja escapar un gemido. Me da vergüenza cuando
el calor comienza a acumularse en la parte inferior de mi vientre. Me quito la colcha
y me saco los pantalones.

Gruñido. Gruñido. Gruñido.

Más voces murmuradas. Las palabras pertenecen a papá.

Suena enojado.
Una bofetada.

Y entonces el RV realmente comienza a temblar.

Más bofetadas mientras ella lo llama con todos los nombres del libro.

Grita algo ininteligible para ella.

Luego escucho lo que suena como golpes.

Se están besando.

Una llamarada de celos me atraviesa y me horroriza de inmediato.

Simplemente me molesta que ella nos ignore todo el día y luego reciba su
total atención y afecto. Ella no se lo merece después de la forma en que lo trata.

Otro fuerte gemido.

La vergüenza me recorre, en el momento en que deslizo mis dedos entre mis


muslos. Me he tocado antes, pero no soy muy buena en eso. Todo lo que sé es que
se siente bien, cuando toco un lugar determinado. Con avidez, froto ese punto.
Estoy deseando el alivio que me dará. Alivio que he encontrado antes en alguna
ocasión. Siempre ha sido difícil llegar y, a veces, nunca sucede.

Mis oídos zumban y ahogan sus sonidos mientras me froto furiosamente. Ya


no estoy mirando hacia la puerta divisoria, sino que me rindo a las sensaciones
eléctricas que me atraviesan. Estoy caliente y sudorosa. Rápidamente, me quito la
sudadera con capucha y luego vuelvo a frotarme.

Dejo escapar un sonido ahogado, el momento de placer me roba esta


realidad. Un fuerte suspiro se me escapa, parpadeo y abro los ojos.

Luz.

Brilla desde el baño hacia el pasillo.

Papá se queda ahí con solo sus pantalones, mirándome. Cuando nuestras
miradas se encuentran, niega con la cabeza en señal de desaprobación antes de
irrumpir en el pequeño baño. Él cierra la puerta de golpe.

Las lágrimas punzan en mis ojos. La vergüenza corre a través de mí


manchando mi reciente orgasmo. ¿Cómo le voy a explicar eso? Se veía tan
enojado. Empiezo a llorar y rápidamente arrastro la colcha por mi cuerpo, a pesar
de que estoy sudando. Cuando papá finalmente emerge, finjo dormir. Puedo sentirlo
mirándome en la oscuridad por unos momentos, antes de retirarse a su habitación.

Lo siento, papá.

Me despierto con un sobresalto.

Escuché algo.

El miedo se apodera de mi corazón y me deslizo fuera de mi cama corriendo


hacia el dormitorio de mis padres. Papá ronca suavemente y mamá también parece
estar dormida. Como hice cuando era niña, me subo entre ellos. Deslizo mi brazo
alrededor de la cintura de mamá y entierro mi rostro en su cabello. Ella acaricia mi
brazo distraídamente mientras duerme. El pequeño momento de cariño enciende mi
corazón.

Me estoy relajando cuando papá se da la vuelta y me abraza por detrás. Me


alejo de mi madre y busco su seguridad. Papá es fuerte y sólido detrás de mí. Su
brazo se enrosca a mi alrededor y sus labios encuentran mi cabello. Me sostiene.

Nada impedirá que él me respalde.

Todavía respira con dificultad en un sueño profundo, y ahoga lo que ahora


me doy cuenta que es un trueno. El RV se sacude por el viento.

Pronto la lluvia comienza a golpear. Un escalofrío me recorre. Empiezo a


moverme para meterme debajo de las sábanas con ellos. Finalmente, me las arreglo
para deslizarme debajo de su edredón. El cálido pecho de papá presionado contra
mi espalda a través de mi camiseta calienta mi cuerpo helado.

Me las arreglo para quedarme dormida, pero me despierto de nuevo porque


la tormenta se está volviendo loca afuera. Los relámpagos estallan cada pocos
minutos y el viento amenaza con arrancar la parte superior del RV. Sin embargo,
me distraigo cuando papá me abraza con más fuerza. Como si, incluso dormido,
supiera que necesito consuelo. Me muevo contra él de nuevo, y algo se endurece
detrás de mí. Sus ronquidos continúan, pero su pene presiona contra mi trasero a
través de sus bóxers. Todo mi cuerpo se queda quieto. La tormenta no es nada en
comparación, con la forma en que mi corazón martilla en mi pecho. Nunca he visto
ni sentido un pene en persona. El que me está metiendo es intimidante.

Empiezo a alejarme, pero deja escapar un gran ronquido como si fuera a


despertar pronto. Su palma se desliza debajo de mi camisa. Piel contra piel. El calor
me quema a una velocidad que no puedo calcular. Sé que le daría un ataque de
cólera, si se despertara ahora mismo y nos encontrara de esta manera. Y, sin
embargo, no me atrevo a alejarme. Su toque me consuela, como ninguna otra
persona. Cuando su palma se desliza hacia arriba, para tomar mi pequeño pecho,
mi respiración se detiene por completo.

Quiero que me toque en todas partes. El pensamiento, tan repentino y feroz,


tiene un sonido bajo y avergonzado que se me escapa. Su pulgar roza mi pezón
haciendo que se endurezca y me estremezca. Nunca me ha tocado un chico y, sin
embargo, aquí estoy en la segunda base con mi padre.

Mi piel está en llamas ahora.

Debería alejarme.

Definitivamente no debería estar moviendo mi trasero de nuevo, sólo para


que él se mantenga duro. Me fascina que un hombre, pueda tener una erección
mientras duerme.

—Sabrina, —murmura, su voz espesa por el sueño. Está atrapado en el


mundo de los sueños y cree que soy mamá.

No lo despierto ni lo corrijo. Muerdo mi labio y me deleito con su toque suave


y posesivo. La forma en que sus caderas han comenzado a moverse lentamente
contra mí. Su mano abandona mi pecho y casi hago un puchero, pero luego mi
carne se enciende, cuando su palma se desliza a lo largo de mi tonificado estómago
hasta mis bragas. Están empapados y me horroriza lo excitada que estoy ahora. En
el momento en que sus dedos me frotan, en el lugar que se siente bien sobre mis
bragas mojadas, me muevo en sus brazos. Me atraviesan sensaciones explosivas,
mucho más poderosas que los relámpagos y los truenos del exterior. Se siente mil
veces mejor que cuando me toco. Mi cuerpo se retuerce y se mueve contra su toque,
desesperado por más. ¿Más de qué? No estoy segura. Sólo quiero más.

Su respiración es tranquila ahora y me doy cuenta de que está despierto.


Tuve la oportunidad de alejarme, pero ahora está despierto y se pondrá nervioso
una vez que se dé cuenta de lo que está sucediendo. Aún así, no puedo ser yo
quien rompa el hechizo. Besa mi cuello y murmura el nombre de mi madre mientras
sus dedos se deslizan por mis bragas.

—Tan húmeda, Sabrina, —respira contra mi carne.

Mis ojos ruedan hacia atrás en mi cabeza, en el momento en que comienza


a empujar su dedo entre mis pliegues empapados, en busca de entrar a un lugar
que ni siquiera yo he tocado. El fuego florece profundamente en la boca de mi
vientre. Cuando entra en mi cuerpo con sólo uno de sus dedos, la quemadura es
casi insoportable. Dejo escapar un gemido cuando una lágrima se filtra, pero no
quiero que se detenga.

Todo su cuerpo se pone completamente rígido e inmóvil. Lentamente, retira


el dedo. Lo siento acariciarme y luego acariciar a mi madre.

—¡Mierda! —gruñe en la oscuridad. —¡Mierda!

Mamá se mueve en su lado de la cama, pero no puedo moverme. Estoy


demasiado horrorizada por su reacción. Intento fingir dormir.

—Devon.

Su voz se quiebra y juro que volverá a llorar. Como aquellos primeros días
después de la muerte de Drew.

Se me escapa un sollozo y me doy la vuelta para enfrentarlo, buscando su


consuelo. Entierro mi cara contra su pecho, deleitándome en la forma en que su
carne caliente está sudada, contra mi estómago desnudo, ahora que mi camisa está
levantada. La conexión envía fuego a través de mí una vez más y su erección rebota
contra mí.

—Joder —gruñe y me empuja.

Se levanta de la cama y comienza a sacudirse la ropa. No puedo dejar de


llorar No entiendo por qué está tan enojado. Quiero decir, en el fondo lo entiendo.
Simplemente tocó a su hija en la oscuridad. Pero no fue culpa suya. Pensó que era
mamá. Yo soy la enferma porque dejé que sucediera.

—Papá...

—¡No, maldita sea! —grita, despertando a mi madre. —Necesito pensar.


Tira de la división para cerrarla y comienza a golpear cosas en la cocina. Me
acurruco cerca de mi mamá, mis lágrimas caen libremente.

—¿Todo bien, cariño? —Su voz es suave y real. Como la que recuerdo antes
de perder a Drew.

—Mamá —sollozo.

La caravana parece moverse. ¿Papá nos lleva a alguna parte?

Grietas, silbidos y baches.

Mi vientre parece flotar fuera de mi cuerpo, mientras salgo volando de la


cama, mi cabeza golpeando contra el techo.

¿Qué está pasando?


TRES

Reed

¡Mierda, mierda, mierda, mierda!

No solo toqué a mi hija.

No.

Lo.

Hice.

Maldita sea.

La histeria sube por mi pecho y siento náuseas. Lágrimas calientes y furiosas


arden en mis ojos. Simplemente arruiné todas nuestras vidas en un abrir y cerrar de
ojos, porque pensé que era Sabrina a quien estaba tocando. Debería haber sabido
que mi maldita esposa, no respondería a mi toque.

La bilis sube por mi garganta. Eso significa que mi hija lo disfrutó. Gruño una
serie de furiosas maldiciones.

Probablemente solo le he jodido la cabeza como un rey, por el resto de su


vida por un momento estúpido. Empiezo a cerrar los gabinetes en busca de un licor
fuerte. Necesito un puto trago para poder pensar, en cómo solucionaré esto.

YO.

Solucionaré.

Esto.

Tengo que. Ella es mi niña.

La tormenta es violenta afuera, y coincide con mi corazón enfurecido. Todo


suena y tiembla. Mi hija solloza desde la otra habitación, haciendo que mi corazón
se rompa en un millón de pedazos.
No te preocupes, Pip. Lo arreglaré de nuevo. Sólo déjame enfriarme de una
puta vez. Un fuerte gemido de la tierra, es la única advertencia que tengo, de que
algo anda muy mal. Y luego estoy en caída libre. Mi hombro choca contra el techo,
antes de arrojarme al otro lado de la habitación.

Un crujido.

Estoy aplastado.

Muerto.

El ladrido de nuestro perro.

Tantos ruidos horribles que no entiendo nada.

Pum, pum, pum.

Mi cabeza golpea todas las superficies, y todo lo que puedo pensar es en


agradecer a Dios que Dev y su madre, estén a salvo en el dormitorio. Es mi último
pensamiento, antes de que todo se vuelva negro

Negro.

Negro.

Y sigo cayendo.

Creo que me voy directo al infierno.

Después de lo que hice, merezco ir allí.

Pero seguro que no lo hago.

Negro.
Gritos

Lamentos fuertes y penetrantes

Devon

Ella y Drew están en el patio trasero. Por cierto, ella grita como si intentara
despertar a un muerto, sé que tiene un dolor intenso. Corro por las escaleras
golpeando algunos marcos de la pared, mientras corro hacia ella. Mis pies
descalzos golpean el frío suelo de mármol, y patino hasta detenerme el tiempo
suficiente, para meter los pies en las botas. Luego, corro por la casa y salgo por la
puerta trasera. La puerta mosquitera se cierra de golpe detrás de mí, mientras corro
hacia el borde del bosque detrás de la casa. Hace mucho tiempo le construí a ella
y a Drew, una casa en el árbol.

¿Y si se rompió el brazo?

Peor aún, ¿el cuello?

La bilis sube por mi garganta mientras corro.

Mi primera inclinación es culpar a Sabrina. Estaba enterrado en el papeleo


mientras ella hacía Dios sabe qué. Probablemente esté durmiendo una maldita
siesta.

Así que ayúdenme si algo le pasa a Devon ...

La encuentro parada en el claro, su cabello rubio salvaje. Su rostro es de un


rojo brillante, mientras solloza. Corro hacia ella y la tomo en mis brazos y luego
comienzo a evaluar si tienes daños. Me arrodillo y tomo su carita entre mis manos.
¿estás herida, Pip?

Su rostro se arruga mientras solloza y señala hacia la casa del árbol. Mi


corazón deja de latir.

¿Es Drew?

Ella asiente.

Quédate aquí, le ordeno mientras subo la pequeña escalera hasta el árbol.


Sus lamentos son todo lo que puedo oír. Un sonido tan devastador que no estoy
seguro, de que pueda sacarlo de mi mente. Probablemente me perseguirá, hasta el
día que muera.
Me duele la cabeza.

Gritos.

Solo intensifican mi dolor de cabeza, pero me sacan un poco del aturdimiento.

Ausentemente me doy unas palmaditas en la frente, por encima de la ceja


derecha. La piel está rajada allí y sangre caliente se derrama sobre mi ojo. Usando
mi palma, la presiono contra la herida para evitar que sangre y trato de darle sentido
a lo que acaba de suceder.

Todavía estoy en la casa rodante.

Todo está destrozado, arrugado y roto.

La casa rodante está de costado y yo estoy tendido a lo largo de la pared


entre los gabinetes y la estufa.

Devon, gruño.

Sabrina

Mi voz apenas se puede escuchar por encima del viento aullante y la lluvia
torrencial que aún sacude la caravana. Gimo mientras trato de levantarme de mi
posición. No siento nada roto. Me duele la cabeza.

—¡Papi!

El grito, tan agudo y aterrorizado, me saca por completo de mi aturdimiento.


Me recuerda el día en que pensé que estaba herida. Y al igual que entonces, me
apresuro a encontrarla. Sus sollozos histéricos provienen del dormitorio donde la
dejé por última vez. Donde tenía mis dedos dentro de ella ...

Aprieto los dientes y empujo eso hacia lo más recóndito de mi mente. Tengo
cosas más importantes de las que preocuparme, como la seguridad de mi esposa y
mi hija. La caminata hacia atrás, donde sus gritos no han disminuido, es difícil. La
casa rodante está hecha trizas y la lluvia entra por un agujero que hay justo antes
de llegar al dormitorio. Me las arreglo para tirar de la puerta, la parto para poder
pasar.
Los relámpagos destellan y no tengo idea de dónde está Devon. Una y otra
vez, los relámpagos iluminan el cielo, lo que me permite ver con bastante facilidad.

Lo que veo, casi me hace vomitar.

Un árbol ha pasado por una ventana, un pino largo y delgado, y ha


traspasado hasta la otra. Como un palillo que atraviesa una salchicha. Las piernas
de mi hija cuelgan de la ventana superior. Una rama delgada del árbol la ha
atravesado en el costado. Cada vez que se mueve, se desliza más contra la rama.

Devon, grito sobre la tormenta, finalmente encontrando mi voz. —No te


muevas

—¡Papi!

A pesar de mis órdenes, patea sus piernas frenéticamente. Me acerco a ella


y suelto mi frente para agarrar sus piernas en un abrazo de oso para que deje de
moverse. Ella está llorando con tanta fuerza que su cuerpo tiembla. Beso su carne
y luego trato de inspeccionar la rama que la apuñala.

Escúchame, Devon. Necesito que te calmes. Voy a sacarte de aquí

Mi mirada escanea la pequeña habitación en ruinas y Sabrina no está por


ningún lado. La enfermedad se agita en mi estómago. Bebé, puedes ver a tu madre.
Dime lo que puedes ver

—Está lloviendo demasiado —chilla—. No puedo ver nada. ¡Me va a caer un


rayo!

Apretando los dientes, la levanto por el culo. Ella comienza a gritar de dolor.

—Ve si puedes escalar un poco —grito—. Necesito sacarte esta rama.

La ayudo a poner su pie en mi hombro. Rápidamente comprende lo que se


supone que debe hacer y patea contra mí. Sus aullidos son suficientes para aplastar
mi corazón, pero mi chica fuerte se las arregla para deslizarse de la rama. Cuando
se libera, la agarro y la rompo. Luego, lentamente la vuelvo a meter en la caravana
conmigo. Tan pronto como está libre, se aferra a mí llorando.

—Dev, necesito detener la hemorragia. Déjame ver tu herida

Mi voz está ronca por el esfuerzo. Nos hemos apoyado en el colchón que
está de pie, ya que el remolque está de lado. No tengo energía para moverme. La
sangre brota de la herida de mi frente y nuestros cuerpos están resbaladizos por la
lluvia y la sangre de su estómago.

—Estoy tan cansada, papá. ---

Sus dientes tiemblan salvajemente. Creo que está en estado de shock.

Abro los ojos de golpe. Estoy cansado y aturdido, pero no puedo quedarme
aquí tumbado. Sabrina está desaparecida. Tanto Devon como yo tenemos heridas
que debemos curar. Y, sin embargo, no puedo moverme. A ciegas, alcanzo la colcha
y trato de envolvernos con ella. Devon está temblando tanto, que creo que calentarla
es la primera orden del día. Ella se esconde contra mí como si estuviera tratando
de meterse dentro de mi piel. La abrazo y beso la parte superior de su cabeza
empapada. Nos desplomamos, yo cayendo sobre mi trasero y ella casi me
estrangula, así que no la dejaré ir.

Ella llora y llora.

Tengo que ser fuerte por ella.

Mis ojos se caen y mis músculos se sienten, como si pesaran una tonelada.
Parece que no puedo encontrar la energía o la fuerza para hacer otra cosa. Sus
uñas se clavan en mi pecho. Cuando mis ojos comienzan a cerrarse, tengo la
previsión de maniobrarla, para que su herida quede presionada contra mi estómago.
Ojalá sea suficiente para detener el sangrado.

Descansa un poco, Pip.

—Papi

La voz es suave y dulce. No camino, corro hacia él.

Mis ojos se abren y estoy cegado por un rayo de sol que brilla sobre mí. Se
necesita un segundo horrible para recordar el caos que sucedió anoche. Cuando
empiezo a fruncir el ceño, algo tira de mi frente. Intento romperlo, pero alguien me
agarra la muñeca y me la quita.

—No lo toques. Te vendé —susurra Devon suavemente.

Un sollozo se le escapa. —Buddy ha desaparecido.

Inclino la cabeza hacia la izquierda para evitar el sol brillante y miro a mi hija.
Su cabello rubio ondulado está húmedo, lleno de hojas y cubierto de sangre.
Probablemente el perro esté aplastado debajo del remolque.

—Aparecerá —miento

—Tu estómago —gruño, levanto mi mano tanteando su pecho.

Deja escapar un gemido cuando tiro de la tela para ver. Todo su pecho está
rayado, como si se fuese deslizado boca abajo sobre concreto caliente. Sus dos
pequeños pechos se llevaron la peor parte del ataque. Pero lo que más me
preocupa es su estómago. Parece haber encontrado el botiquín de primeros auxilios
porque su abdomen también está vendado. La sangre mancha la gasa.
Probablemente tendré que coserla pronto. —¿Has estado afuera? ¿Has visto a tu
madre?

Todavía estoy frunciendo el ceño por los rasguños en los senos y el


estómago cuando se para lentamente y deja que su camisa se caiga hacia abajo.

—Papá ... —Su labio inferior se tambalea. —Quedémonos aquí.

—Te buscaré algo para comer.

Cierro mis ojos. El horror en sus ojos es todo lo que necesito ver. Sabrina se
ha ido. —Ayúdame a levantarme —gruño.

Ella agarra mi muñeca y me ayuda a levantarme. Cuando me balanceo, ella


abraza mi cintura. —Creo que tienes una contusión cerebral —susurra contra mi
pecho ensangrentado todavía desnudo

Trago y acaricio su pelo enmarañado. —Estaré bien.

Tenemos que averiguar qué pasó.

Su cabeza se inclina para mirarme. Nuevas lágrimas brotan de sus ojos,


haciendo que sus ojos azules parezcan lagos.
El acantilado cedió. Lavando todo debajo de nosotros anoche. Debe haber
sido toda el agua de lluvia y el peso del remolque

La culpa se abre camino dentro de mí. —Todo esto es mi culpa.

Ella niega con la cabeza con vehemencia. —No

Aprieto la mandíbula y le doy un asentimiento entrecortado. Ella me suelta y


torpemente comienza a salir de la habitación y atraviesa la caravana. La sigo, mi
cabeza palpita de dolor. Está descalza y no usa nada más que una camiseta y sus
bragas ensangrentadas. Estoy atrapado en un par de jeans, pero estoy sin camisa
y sin zapatos. Somos un desastre. Necesito encontrarnos ropa, pero primero
necesito encontrar a Sabrina. La ventana que solía estar al lado de la mesa se
rompió. Como si ya Hubiera hecho esto una vez, Devon agarra el borde de la
ventana, usa el banco de la mesa como palanca y se levanta. Sus piernas se agitan
mientras intenta trepar. Agarro sus delgados muslos y la empujo. El metal del
remolque gime mientras camina por el lado exterior. Me duele la cabeza como un
hijo de puta, pero me levanto fácilmente por la abertura porque soy más alto y más
fuerte que mi hija. En el momento en que salgo del agujero, me quedo sin aliento
en la garganta.

Caímos.

El remolque, todo.

Al menos sesenta metros por el lado del acantilado. Los árboles que estaban
a lo largo del camino de descenso se destruyeron. Solo quedó el árbol que parece
haber atravesado el remolque. Todas nuestras pertenencias, herramientas y
alimentos están esparcidos por los árboles y por el suelo del bosque. Cuando miro
a mi izquierda, me da asco ver algo flotando río abajo.

—¿Dónde está ella?

Devon señala a través de algunos árboles, pero no miro nada. Tan pronto
como veo a Sabrina, desearía no haber volteado a ver. Ella cuelga boca abajo, de
un árbol por su pie, que está atrapado en una rama. Su brazo-Jesús Cristo ha sido
arrancado de su hombro y cuelga en el viento, apenas sostenido por algún músculo.
Su otra pierna cuelga hacia un lado de una manera obscena. Sus ojos permanecen
abiertos y su lengua cuelga.

Mierda

Maldita y espantosa mierda


—Papi…

Quédate ahí —ladro mientras me deslizo por el costado de la casa rodante


Hasta la tierra fangosa. Un palo se me clava en el pie, pero lo ignoro. Cojeando
hacia mi esposa, rezo para que sea solo producto de mi imaginación. Que ella no
está muerta. Simplemente se desmayó.

—Sabrina —grito mientras corro hacia ella.

Tanta sangre

Mientras yo intentaba salvar a nuestra hija, ella estaba aquí sangrando hasta
morir. Yo no la busqué. Simplemente sostuve a nuestra hija y me quedé dormido.
Que mierda.

Paso mis dedos por mi cabello y rujo a todo pulmón.

Se suponía que esta sería nuestra nueva vida.

Nuestra jodida felicidad.

No esto.

No se suponía que tenía que ser así.

Cayendo de rodillas, suelto con un grito ahogado —S-Sabrina-lo siento

Devon, a pesar de que le dije que se quedara, me aprieta por detrás. Sus
delgados brazos, abrazan mi cuello mientras los sollozos hacen temblar su cuerpo
entero. Me levanto y me la saco de encima.

—Vuelve a la casa rodante —gruño—. Tengo que ocuparme de esto

—N-No, papá. Voy a ayudar

La miro, pero ella levanta la barbilla con desafío. Quiero gritarle que no es
momento de volver hablar —Ella necesita escuchar. Pero se ve tan malditamente
valiente e intrépida en este momento. Su madre está colgando muerta de un árbol,
como algo salido de una película de terror y ella está queriendo ayudar.

—Necesitamos encontrar tu ropa. —Me duele la garganta por la emoción.


Hay mucho que hacer para cuidar de ella. Estoy jodidamente abrumado. Ni siquiera
sé por dónde empezar. Pero odio que esté parada allí con una camisa rota y bragas,
cubierta de sangre.
—Podemos buscar algunas después de ayudar a mamá —susurra—. Lo
prometo.

Con la mandíbula apretada, me acerco y le ofrezco mi meñique. Ella


engancha el de ella con el mío y luego soltamos nuestras manos. Me aparto de su
mirada triste para intentar agarrar el brazo sano de Sabrina. Soy como cuatro pies
demasiado corto.

—Ponme sobre tus hombros, puedo tirar de ella hacia abajo —dice Devon
mientras se para frente a mí.

Como es la solución más rápida, me arrodillo. Ella desliza un muslo sobre mi


hombro y luego el otro. Agarro sus piernas para que no se caiga, mientras yo me
levanto. Nos tambaleamos cuando alcanza a su madre. Mi dulce y valiente hija,
tiene que tirar de su madre muerta, de un maldito árbol.
CUATRO

Devon

Su piel esta fría y dura. Un sollozo se atora en mi garganta, pero me niego a dejarlo
escapar. Papá está agotado y a punto de volverse loco. Lo último que necesito es
ceder a la histeria. Anoche fue la peor noche de mi vida. Cuando me desperté medio
saliendo de la casa rodante con una rama apuñalándome, me asusté.

Pero él me salvó.

Sabía que lo haría.

Esta mañana, estaba muerta de miedo cuando desperté. Papá estaba


inconsciente y demasiado pálido. Me tomó un poco de tiempo, pero encontré el
botiquín de primeros auxilios en el baño todavía intacto. No se despertó ni nada
cuando lo vendé. Mi mayor temor era perder a mis padres y quedarme sola. Incluso
mi perro había desaparecido, aunque tengo la sospecha de que algún día
encontraremos sus huesos debajo de la casa rodante o el remolque. Me duele el
corazón por toda esta pérdida.

En el fondo, sabía que mamá se había ido antes de que descubriera su


cuerpo. Simplemente lo sentí en lo profundo de mi alma. Y tan devastada como
estaba, todo lo que seguía pensando, era que ella estaba feliz con Drew ahora.
Mamá finalmente podría estar en paz

Hace frío esta mañana, especialmente después de la tormenta, y tiemblo


mientras intento tirar de mamá de su brazo sano. La rama gime, pero no se suelta.
Papá gruñe por el esfuerzo, mientras trata de mantenerme en posición vertical.
Durante varios minutos, tiro y tiro.

—Es hora de bajar —dice.

—Esto no está funcionando.

Puedo hacerlo—discuto, levantando todo mi cuerpo de sus hombros en un


intento de usar todo mi peso para derribarla. Un crujido enfermizo es mi única
advertencia antes de que me estrelle, a menos de tres metros contra el suelo del
bosque. Papá intenta atraparme, pero no es lo suficientemente rápido. Mi tobillo gira
de una manera dolorosa y luego el cuerpo frío de mi madre aterriza encima de mí.

—Quítamelo —grito.

Él gruñe y empuja su cuerpo fuera del mío. Un dolor al rojo vivo irradia desde
mi tobillo y lo agarro con ternura, lágrimas frescas caen por mis mejillas. Miro hacia
arriba al cielo—Vamos a morir aquí. Mí labio se tambalea.

Una determinación feroz, brilla en sus ojos marrones como el chocolate—No


vamos a morir, Pip. No hables así

Trago y asiento con la cabeza, mientras él se arrodilla para inspeccionar mi


tobillo. Suavemente, toma la parte de atrás de mi pantorrilla y lleva mi pie a su
regazo. Ya se está hinchando, rápidamente presiona en algunos lugares y lo mueve
de maneras que me hacen gritar. Luego, levanta mi pie y besa mi tobillo. Es algo
que siempre ha hecho. Besar donde duele. Esta vez, después de todo lo que pasó
anoche, se siente incómodo.

El calor una vez más pica en mi carne.

La vergüenza me invade y aparto la mirada.

—Tengo que hacer algo con ...—se apaga y su garganta se mueve.

Así qué, voy a empezar a recolectar todo lo que está esparcido. Necesitamos
salvar lo que podamos

¿Qué tengo que hacer?

Me ayuda a ponerme de pie, sus manos fuertes agarran mis codos. Cuando
pongo peso en mi pie, grito de dolor.

—Te vas a quedar adentro y vas a descansar.

Antes de que pueda discutir, me toma en sus brazos y comienza el viaje de


regreso a la casa rodante demolida. Me aferro a él y deseo que todo esto, sea una
mala pesadilla. Que tal vez me fui a dormir demasiado molesta anoche, por el
contacto accidental, y pronto me despertaré con papá haciendo panqueques.

Pero no me despierto.

El aire helado me hace temblar.


La realidad es fría.

Me abraza más cerca de él.

—No creo que pueda hacer que vuelvas a dentro. Voy a intentar sacar una
de las carpas del contenedor. —Esa parte de la casa rodante parece intacta, así
que espero que podamos tener algún tipo de refugio esta noche — Me deja sobre
una roca antes de alejarse. El sol esta fuerte, pero no hace calor. El aire frío me
golpea desde el norte cada pocos minutos, haciendo que me tiemblen los dientes.
Froto mis brazos y miro a papá, mientras se sube al costado de la casa rodante. Los
músculos de su espalda se flexionan cuando abre la escotilla.

—¡Joder, sí! —grita, antes de sacar la carpa empaquetada del


compartimiento y sostenerla sobre su cabeza como un premio. Su bíceps se flexiona
y me encuentro mirándolo.

De hecho, debo estar en total conmoción, porque miro a mi padre como si


fuera a desaparecer en cualquier momento. Catalogo todas sus expresiones. El
sonido de su voz.

Cada vez que me asegura que todo irá bien.

En quince minutos, tiene la carpa levantada. Luego, desaparece de nuevo


en el remolque. Cuando regresa, lleva unas mantas que estaban dobladas y
guardadas en un armario, que debió sobrevivir junto con dos almohadas.

—¿Puedes hacer nuestra cama? —pregunta mientras extiende las mantas.

Intento no sonrojarme. Nuestra cama. Soy tan estúpida. Me recuerda a la


noche anterior en su cama.

—Sí.

—Tan pronto como lo hagas, apoya ese pie—ordena—. Voy a ir …—Su


mirada se desplaza hacia donde el cuerpo de mamá permanece inmóvil a unos
metros de distancia— a enterrarla.

Niego con la cabeza. —No lo hagas, papá. El suelo no es profundo aquí con
todas estas rocas. Usarás toda tu energía. Solo… —Se me llenan los ojos de
lágrimas y señalo el río que pasa rápidamente. —Déjala ir.

Sus rasgos se oscurecen, pero puedo decir que está considerando mis
palabras. Se inclina hacia adelante y me quita el cabello de los ojos. —Todo va a
estar bien Pip, podemos hacer esto. Tomar decisiones inteligentes. Ser fuerte.
Tenemos esto.

Sonrío y asiento con la cabeza.

Sale corriendo para tratar con mamá. No prometió con el meñique.

—Despierta, Devon. Necesitas comer y beber algo.

Me despierto de un sobresalto y miro a mi alrededor con confusión. El cielo


está oscuro y puedo ver un fuego en el exterior de la tienda.

—¿Cuánto tiempo dormí? —digo con voz ronca. Su rostro está ensombrecido
con la oscuridad de la tienda. No puedo distinguir sus rasgos.

—Supongo que alrededor de doce horas.

—¡Papá! —grito, horrorizada de que haya estado lidiando con este lío solo—
. ¿Por qué no me despertaste?

—Necesitabas descansar y ya me encargué de todo. Come esto. —me


ordena, dándome una lata tibia con una cuchara que sobresale de la parte superior.

Chili.

Devoro con hambre el chili. Me mira todo el tiempo. Entonces me doy cuenta
de que se ha limpiado un poco y ha encontrado una camisa.

—¿Encontraste nuestra ropa?

—Sí. La puse en la otra tienda por ahora con los otros suministros, que pensé
que necesitaban protección de los elementos y las criaturas. —Se inclina hacia un
cuenco y escurre un paño—. También encontré el jabón—su sonrisa en la oscuridad
parece iluminar el espacio—. Túmbate y déjame mirar tu estómago.
Le entrego la lata vacía y me dejo caer sobre las mantas. Un escalofrío me
recorre, cuando empuja mi camisa hasta mis pechos. Mi respiración se acelera, pero
él no parece darse cuenta. El quita las vendas y gime. Después, una linterna se
enciende y se la pone entre los dientes. Echa un vistazo a mi abdomen. La herida
todavía se abre. De una manera clínica, se pone a restregar todos los rasguños de
mi torso, con el trapo tibio y jabonoso. Me pica y lloriqueo, pero él no se detiene.
Cuando el trapo pasa por mis pechos, mis pezones se endurecen. Dejo escapar un
fuerte suspiro, porque tiene su mano estancada ahí. Limpia bien cada seno y luego
el resto de mi torso, antes de inspeccionar la herida.

—Voy a tener que coserlo —me dice, una vez que se quita la linterna de la
boca— puede que duela, Pip. ¿Puedes ser valiente por mí?

Asiento con la cabeza. Las lágrimas ya brotan de mis ojos. Toda esta
situación es dolorosa. ¿Qué importa un poco más? Tiene el botiquín de primeros
auxilios a mano. Con la linterna una vez más en la boca, enhebra la aguja y luego
se pone a coserme.

—Owwww—me quejo, mis manos agarrando la manta.

—No te muevas.

Cierro los ojos con fuerza y trato de respirar tranquilamente por la nariz
mientras él cierra con cuidado mi herida. Cada vez que le vierte alcohol, grito.

Finalmente, la cose y vuelve a envolver en vendajes.

—Quítate la ropa —ordena antes de salir de la tienda.

Estoy tan sorprendida, que no me muevo hasta que regresa con mi sudadera
con capucha y unos pantalones de yoga. Tímidamente, me quito la camisa sucia y
se la entrego. Espera, su linterna me ciega, por un momento. Mi corazón está
martilleando en mi pecho, mientras me quito las bragas. No puedo ver su rostro
mientras le entrego las bragas—. Usa el trapo para limpiarte. Te traeré un poco de
agua e ibuprofeno en un minuto. —Desaparece una vez más.

Rápidamente, me doy un baño con el trapo y deseo poder lavar la sangre y


la suciedad de mi cabello. Una vez que estoy limpia, me pongo la ropa de abrigo.
Todos los movimientos me han dejado exhausta. Papá finalmente regresa con una
bolsa. La deja caer justo dentro de la tienda, junto con una escopeta. Luego, saca
el cuenco de agua con él.

Cuando regresa, tropieza.


—¿Estás bien?

—Estoy cansado —dice con voz ronca mientras cierra la tienda detrás de él.
Nuestra tienda es pequeña, estaba destinada sòlo para mí, pero la hacemos
funcionar. La otra carpa, se suponía que mis padres la debían compartir. Se quita
unos zapatos que encontró, y espero hasta que se acomoda en la almohada a mi
lado, antes de agarrar la manta para cubrirnos con ella. Me acurruco contra su cálido
cuerpo, y lo abrazo con fuerza.

—Tengo miedo —admito en un susurro.

—Yo también.

—¿Vamos a morir?

Acaricia mi cabello enmarañado y besa la parte superior de mi cabeza —Pip,


vamos a vivir. Día a día. Lo haremos. Sé fuerte por mí. Prométeme eso.

Levanto mi meñique y él lo toma. Los enlazamos, pero esta vez no nos


soltamos, mientras nos dormimos profundamente.

Algo gruñe fuera de nuestra tienda, en medio de la noche. Puedo oírlo resoplar
mientras olfatea. Justo cuando creo que abrirá nuestra tienda de campaña y nos
atacará, sus pesados pasos se retiran. La temperatura ha bajado y me estoy
congelando. Me acurruco más cerca de papá en busca de calor.

—Papá —le susurro—. Tengo frío.

Se despierta y su mano acaricia distraídamente mi mejilla—¿Qué bebe?

—Tengo frío.

—Quítate la sudadera. —Su voz está llena de sueño. Seguramente lo


escuché mal.
—No, hace demasiado frío.

Deja escapar un suspiro cansado—Calor corporal —dice—Yo también tengo


frío. —Se sienta y se quita la camisa. —Pip, quítatela.

Asiento y, de mala gana, me despego de él. Antes de que pueda siquiera


quejarme del frío, su brazo me rodea y se pone en forma de cuchara por detrás de
mí. Su brazo está caliente contra mi carne fría, y extiende su palma sobre mi pecho.
Pronto, su respiración se estabiliza, pero mi corazón todavía late rápido en mi
pecho. Los pensamientos de la noche anterior siguen repitiéndose. La forma en que
su pulgar rozó mi pezón. Cómo empujó su dedo dentro de mí. Ni siquiera me doy
cuenta de que me muevo de necesidad, hasta que siento su dureza contra mi
trasero.

Me congelo y escucho sus ronquidos, pero está callado. No se aleja como


anoche. En cambio, me mantiene encerrada en su agarre.

—Te mantendré a salvo —susurra, con su aliento caliente contra mi cuello.

Todo mi cuerpo se relaja ante sus palabras. —Gracias.

El sueño debe perderme, porque me despierto en algún momento


sobrecalentada estamos uno frente al otro, en una maraña de cuerpos. Mientras
duerme, exploro su duro pecho con las yemas de los dedos. Mis dedos continúan
su recorrido hasta sus hombros esculpidos y luego suben por su garganta. Toco su
mejilla desaliñada y luego sus suaves labios.

—Vuelve a dormir, Pip. —Su voz es un rugido profundo, mientras agarra mi


muñeca y me tira contra él. Mis pechos se estrellan contra su pecho caliente.

Está bien.

Tiene un agarre mortal en mi muñeca, pero en el momento en que comienza


a roncar suavemente de nuevo, subo mi muslo a lo largo de su tonificada pierna. Mi
respiración se detiene, cuando mi rodilla se frota contra su erección. Voy a arder.
Los pensamientos y sentimientos que surgen en mi mente son pecaminosos y
erróneos, pero no puedo dejar de pensar, en la forma en que me tocó anoche

Estoy perdiendo la cabeza, claramente.

Mi mamá fue brutalmente asesinada. Todavía tengo que llorarla. Es como si


mi mente hubiera cerrado esa realidad. Cuando me estremezco, me abraza con
más fuerza. Mi muslo está presionado contra su erección caliente, a través de sus
jeans y sigo moviéndome contra él, como si buscara alivio en la fricción.

—Por favor, vuelve a dormir, Devon. Por favor. —Su voz es tan dolorosa, tan
cruda, que no puedo evitar obedecer.

Está bien.

Y lo hago.
CINCO

Reed

Me despierto con una vergonzosa erección. Mi hija se aferra a mí, como si fuera a
dejarla en cualquier momento, esta semidesnuda, para agregar, y mi polla está dura.

Es solo una cuestión mañanera.

Eso es lo que me digo a mí mismo.

La respuesta natural de mi cuerpo.

Temo el día que tengo por delante. Queda mucho por hacer. Ayer recogí toda
nuestra mierda hasta llegar al punto del agotamiento. Hoy apenas puedo moverme.
La palma de Devon, se desliza hasta la parte inferior de mi estómago y contengo la
respiración. Sé que está dormida. El sonido de su respiración es rítmico. A diferencia
de anoche.

El calor burbujea dentro de mí. Calor enojado. Ella se está confundiendo y no


sé qué hacer al respecto. Su vida literalmente dio un vuelco. Ella se aferra a todo lo
que puede. Soy todo lo que le queda. Sin embargo, desearía saber cómo deshacer
lo que ya está hecho. Las partes en las que la toqué accidentalmente y cómo cree
que ahora puede tocarme libremente.

No soy un enfermo.

No soy un maldito abusador de niños.

Su rodilla golpea mi polla y gimo. Tengo que salir de esta tienda. Con un
gruñido, salgo de debajo de ella y agarro mi camisa. Estoy sentado de rodillas
poniéndomela cuando la siento mirándome. La parte estúpida de mí se arriesga a
echarle un vistazo.

Ella yace ahí con su brazo curvado sobre su cabeza. La manta revela su
pecho izquierdo raspado, el pezón duro y en tensión. Sus labios carnosos están
separados y me mira con una mirada que no entiendo de ella.

Ella está jodiendo con mi cabeza.


—Vístete —digo bruscamente y luego salgo de la tienda antes de que pueda
ver mi erección.

Cuando la escucho sollozar, la ignoro antes de hacer algo más estúpido de


lo que ya he hecho, como volver con ella y consolarla. Tiene que haber límites ahora.

Han pasado cinco días, desde que caímos por el lado del acantilado. Devon aún no
puede caminar, su tobillo todavía está demasiado débil, así que le pido que haga
tareas que pueda manejar mientras está sentada, como clasificar los montones de
cosas recolectadas. Preparar comida. Hacer el inventario.

Mientras tanto, he estado obsesionado con construirnos una casa.

Las carpas están bien para el verano, pero necesito tener un verdadero
refugio antes de que llegue el invierno. Mi motosierra sobrevivió al accidente, pero
no me queda mucho combustible. Tendré que reservarlo para usos especiales. Sin
embargo, todas mis otras herramientas manuales y clavos fueron recuperados.
Tomará un trabajo manual duro, pero voy a construirnos una casa, así sea lo último
que haga.

—Voy a explorar —grito mientras tomo mi hacha.

Devon levanta sus ojos azules para encontrarse con los míos y frunce el
ceño.

—¿Sin mí? —El dolor escrito en su rostro es suficiente para aplastarme.


Claro, la he estado evitando tanto como he podido. Ella todavía se aferra a mí, como
un mono araña en medio de la noche, pero hasta ahora hemos logrado no tener
percances comprometedores. Sin embargo, no hemos hablado de lo que pasó.
Eventualmente, le debo a ella como su padre, el tratar de convencerla de los
sentimientos confusos que está teniendo.

—No puedes caminar.


La furia brilla en sus ojos y se pone de pie. Se envolvió el tobillo con una de
las viejas bufandas de su madre para ayudar a sostenerlo. Sus movimientos son
lentos, pero cojea en el camino, la determinación la impulsa hacia adelante. No
puedo evitar sonreírle.

—¿Me vas a aburrir con información inútil todo el tiempo? —pregunto.


Mientras tomo un par de botellas de agua que he reciclado y las tiro en mi bolso.
Ella pone los ojos en blanco—. Mi información inútil nos salvará algún día, iré y
tendrás que aguantar mi parloteo.

Extiendo mi mano hacia ella y la aprieta con la suya. Juntos comenzamos


una caminata lenta por el bosque. Caminamos durante lo que parecen horas, hasta
que Devon gime, cada vez que ejerce presión sobre su pie. El bosque es espeso en
estas partes, pero todavía puedo escuchar el río correr.

—¡Una cueva! —grita Devon. Su voz me recuerda a cuando era pequeña.

—Quédate aquí —le ordeno—. Siéntate.

Se deja caer sobre un tronco caído y me observa, mientras exploro la grieta


en el lado de la montaña. Cuando asomo la cabeza, frunzo el ceño al ver algunos
murciélagos. Pero aparte de eso, la grieta tiene aproximadamente tres pies de
ancho y nueve pies de profundidad. Demasiado pequeña para los osos y no hay
excremento de animales, que indiquen que algo vive aquí. Me acerco y toco la
superficie lisa de piedra. Fría. Sería un gran escape este verano, cuando haga calor
y perfecto para guardar cosas en invierno. Examino la tierra fuera de la cueva. Es
relativamente plana y está cerca del río. Los árboles son abundantes aquí, así que
tendría mucho con qué trabajar y no tendría que arrastrarlos muy lejos. Agarro una
rama caída y asusto a todos los murciélagos de la cueva. Devon chilla detrás de mí
y me río. Una vez que lo considero seguro, me acerco a ella y la tomo en mis brazos.
Su sonrisa es brillante y llena de amor. Esta es la hija que conozco. Podemos
arreglar el pequeño daño que hemos hecho. Lo sé. Volveremos a como solían ser
las cosas.

La dejo en el borde de la pequeña grieta y le sonrío. —¿Qué piensas?

—Se siente bien —exclama mientras se recuesta en el frío suelo de piedra—


. Tan bien.

Me río y me subo a su lado. Hay mierda de murciélago por todas partes, pero
a ninguno de nosotros le importa. Está helado y refresca este día caluroso. Toma
mi mano y entrelaza nuestros dedos.
—Es algo pequeño, pero me encanta. —Su mirada se oscurece—. En
general, no puedo ver toda la destrucción.

—A mí también me gusta. —Me inclino hacia adelante y beso su frente. —


Voy a construirnos una casa frente a esta cueva.

Ella me sonríe y prometo que en ese momento la haré sonreír más cada día.
–Gracias.

Mi corazón se aprieta en mi pecho. —Es mi trabajo cuidarte.

Su palma toca mi mejilla y vuelve a tener esa mirada soñadora en sus ojos
—Yo también quiero cuidar de ti.

El hechizo se rompe cuando la vergüenza sube por mi columna—.


Regresemos. Mi tono es brusco mientras quito mi mano de su agarre.

—¿Podemos ir a nadar hoy?

La miro por encima del hombro mientras salgo de la cueva. —No creo que
sea seguro todavía para ti.

Ella frunce el ceño. —Quiero lavarme el pelo.

La sola idea de bañarme con ella en el río, me pone los pelos de punta. Pero
es mi deber asegurarme de que se bañe. No puedo mantenerla a distancia para
siempre.

—Bien, pero no vas a regresar caminando. —Le muestro una sonrisa—.


¿Piggy back?

Su brillante sonrisa está de vuelta y es un puto ungüento para mi corazón


sangrante.
Me quité la camiseta y los jeans, pero me dejé los boxers. Mi mirada permanece en
el suelo, mientras veo su ropa caer sobre la pila de la mía. Con una barra de jabón
en la mano y una botella de champú en la otra, se mete cojeando en el agua helada.

—¡Mierda! Está helada —se queja.

Riendo, me doy vuelta para verla entrar al agua. Desde atrás, ni siquiera se
Parece a mí Devon. Solo lleva unas diminutas bragas rosas. Sin camisa. Sin Nada.
Su trasero es demasiado redondo, demasiado jodidamente femenino. Me alegro de
que muera virgen. Ella estará a salvo de los universitarios idiotas para siempre.

—¡Oh! —grita mientras resbala.

Me lanzo hacia ella y la engancho por la cintura, antes de que se vaya


flotando río abajo. Ignorando la sangre corriendo por mi cuerpo, me sumerjo en el
agua con ella en mis brazos.

—Agarra la ropa. No quiero perderla también —refunfuño.

Ella deja escapar un suspiro, pero se pone a enjabonar su cuerpo, mientras


sostengo su botella de champú. Su piel está resbaladiza pero no la suelto.
Encuentro un lugar para sentarnos. Con ella encajada entre mis piernas y mis
brazos agarrados a su alrededor, ella no irá a ninguna parte. Ella se menea y pronto
sus bragas rosas están en su mano. Mi mirada está fija en ellas, mientras las frota
con el jabón. Cuando termina, los gira alrededor de su muñeca para que no se vayan
flotando.

—¿Quieres lavarte? —Sus palabras son suaves y entrecortadas.

—No si tengo que soltarte.

Me estremezco ante la forma, en que esas palabras podrían


malinterpretarse. Se retuerce en mis brazos y se pone de rodillas frente a mí. El
agua golpea sus pechos, un sonido que me distrae y en el que trato
desesperadamente de no concentrarme.

—Lo haré por ti.

Mi agarre se aprieta a su alrededor. Cierro los ojos mientras ella pasa la


barra de jabón sobre mi pecho. Cuando mueve su palma enjabonada por mi
abdomen, y sus dedos rozan la cintura de mis bóxers, gruño.

—Devon. —Es una advertencia.


Ella juega inocente y se pone a lavarme los hombros. Cuando termina,
cambiamos el jabón por el champú.

—Tengo que mojarme el pelo —murmura. Sus piernas se envuelven


alrededor de mi cintura, para poder aguantar y flotar de regreso en el agua.

Por un momento, estoy hipnotizado. No puedo apartar la mirada de sus


pezones que sobresalen del agua, mientras se moja el pelo. Y lo que realmente me
jode la cabeza, es el hecho de que está desnuda, con las piernas bien abiertas
contra mi polla. Como si la llamara a la acción, se pone vergonzosamente dura
contra su cuerpo suave.

—Devon, date prisa —le digo con los dientes apretados.

—Está bien —respira, mientras se frota el cabello

Cierro los ojos y trato de pensar en cualquier cosa, para que mi erección
desaparezca. Me sorprende que Dios no me haya golpeado aquí mismo en el río.

—Déjame lavarte el tuyo —dice, lo que me hace abrir los ojos de golpe.

Está limpia y demasiado guapa con el agua del río goteando de sus pestañas
oscuras. Dejo escapar un gemido, pero me inclino hacia atrás para mojar mi cabello.
Una vez que me vuelvo a sentar, ella arroja un poco de champú en mi cabello y
comienza a restregar. Se siente bien que lo atiendan. Durante mucho tiempo
Sabrina me negó algo tan simple como el cariño. Los suaves toques de Devon
calman mi alma maltrecha.

—Enjuaga —ordena.

Sonrío y me recuesto. Sus pechos se presionan contra mí mientras se inclina


hacia adelante, para ayudarme a sacar el jabón. Es fácil confundir quiénes somos
en este momento. Con el sol poniéndose sobre nosotros y el agua corriendo, es fácil
fingir que somos solo un hombre y una mujer en la naturaleza.

Ella tiene dieciséis años.

Y es tu hija.

Me pongo rígido rápidamente, y me pongo de pie con ella en mis brazos. Mi


polla todavía está dura como una roca. Estoy seguro de que puede sentirla, pero
ninguno de los dos habla de eso. Llevo a mi hija desnuda a la orilla del río.
—Esta noche tenemos que hablar —le espeto mientras la dejo sobre su
trasero.

Ella grita y me mira confundida. — ¿Estoy en problemas, papá?

Miro hacia el cielo azul claro y le pido a Dios fuerza. Para todo este calvario.
Es demasiado duro para mi psique. Me estoy rompiendo. Como el hoyo en el lado
de la montaña. Me estoy ensanchando y dividiendo por la mitad, hasta que lo único
que encaja somos ella y yo.

Y eso no puede suceder.

Nunca.

Me mira por encima del fuego, el miedo baila en sus ojos. Todavía tenemos que
discutir las cosas, pero estoy esperando ser un poco más valiente. Y con una de las
botellas de Jack, que he encontrado en una de mis búsquedas del tesoro, el coraje
por el líquido que está comenzando a surgir a través de mí. Doy otro largo trago a
mi botella. Se muerde el labio inferior regordete y me lanza otra mirada preocupada.
Sus manos se ocuparon de trenzar su largo cabello rubio dorado.

Ella es tan jodidamente bonita.

Cierro los ojos y niego con la cabeza.

Atención.

—Lo de esa noche no debería haber sucedido nunca. —Necesito


disculparme. Mis palabras son roncas mientras me quito la proverbial curita.

—Papá…

—No —digo bruscamente. Estamos discutiendo esto. Me froto la cara y la


inmovilizo con una mirada dura—. Soy tu padre. No tu novio. Mis palabras son malas
y duras e instantáneamente desearía poder retractarme de ellas.
Sus labios carnosos se abren y las lágrimas brotan de sus ojos. —Yo no dije
eso —susurra.

—Pero lo estás pensando. Cualquier idea romántica que se te pase por la


cabeza termina esta noche. ¿Estamos claros?

Ella traga y asiente. —Yo sólo …

—No.

—Pero…

—No.

—Papá…

—Jesucristo, Devon. Dije que no. ¿Necesito azotarte el trasero para


atravesar tu maldito cráneo grueso?

Ella mueve la cabeza en mi dirección y me mira. —Te odio.

—Vete a la cama —gruño—. Supera a tu jodido yo y vete a dormir.

Las lágrimas caen por sus mejillas y casi corre hacia la tienda. Me quedo
atrás y me bebo mi estúpido yo. Hace horas debería haber entrado a pedirle
disculpas, pero no confío en mí mismo. Las líneas están borrosas y joder si esto no
es confuso para mí también. Cuando finalmente vuelvo a la tienda, ella está llorando
suavemente, la culpa surge a través de mí. Me quito las botas, me desvisto hasta
los boxers y caigo en la cama a su lado. Me da la espalda. Me rompe el corazón
haberle hecho esto. Aplastó a mi dulce niña feliz.

—Ven aquí —ordeno.

—No. Te odio

—Ven acá —grito—. Lo siento, ¿de acuerdo?

La alcanzo y ella me da un codazo. Sin inmutarme, engancho mi brazo


alrededor de su cintura y la arrastro hacia mí. Está jodidamente fría y se congelará
sin mi calor corporal. Ella lucha contra mi agarre. Cuando ella se vuelve hacia mí y
me da una bofetada. La pierdo. La agarro por el cuello y la inmovilizo.

—Cálmate —gruño.
No puedo verla en la oscuridad, pero puedo apostar que me está mirando.
Inclinándome hacia adelante, beso su frente excepto que no es su frente, son sus
labios. Labios gordos e hinchados. Los beso de nuevo. Su cuerpo se relaja y mi
agarre en su garganta cae. Quiero saborearla.

El pensamiento me repugna, pero lo quiero de todos modos.

—Me confundes —susurra, con su aliento caliente contra el mío.

Mi palma se desliza hacia arriba para acunar su suave rostro. —No sé qué
nos está pasando. Todo se está desmoronando. Solo quiero que seamos como
solíamos ser.

Presiono un beso más en su boca antes de caer sobre mi espalda. La acerco


a mí y la agarro con fuerza. Ella ya no está tratando de escapar. Nos moldeamos
juntos como todas las noches.

—Lo siento, Pip.

—Yo también, papá.


SEIS

Devon.

Puedo manejar muchas cosas en el desierto, pero mi período me mata.

Hemos estado aquí durante dos meses. Cada vez que tengo mi ciclo, me
siento miserable hasta el punto de querer morir. Claro, tengo un pequeño suministro
de tampones, pero estoy hinchada e incómoda y muy malhumorada. Además, es
casi agosto y hace un calor insoportable durante el día. Paso más tiempo en la
cueva, que en cualquier otro lugar durante la semana del tiburón.

Mis hormonas también están fuera de control.

Me siento sobre mis codos y veo a papá trabajar en nuestra nueva casa. Ha
derribado veintiséis árboles. Lo he observado, durante las semanas de trabajo
manual y no puedo dejar de mirarlo. Anda por ahí sin camisa con sus vaqueros
bajos en la cadera revelando músculos que parecen apuntar directamente a su polla
y me vuelve loca.

Desde la noche en que nos peleamos, me he esforzado por volver a cómo


eran las cosas. Papá se ha esforzado aún más. Pero estamos tensos. Está en el
fondo de nuestras mentes, lo sé sin duda, pero ambos lo ignoramos. Y por la noche,
nos acurrucamos como dos personas relacionadas no deberían.

Lo anhelo.

Mucho.

Más que al chocolate o a cualquier otra cosa a la que ya no tengo acceso.

No quiero nada de eso.

Lo quiero a él.

Quiero pasar mis dedos por su gruesa barba y besar sus perfectos labios.

La vergüenza hace que mi piel se caliente, y agarro mi botella de agua con


irritación. Mi vientre gruñe y me pregunto si debería buscar unas bayas. Son
abundantes y estoy tratando de encontrar una manera de preservarlas para el
invierno. Papá ha construido algunas trampas para guardar sus municiones. Nos
hemos dado un festín de ardillas y conejos. Aparte de la tensión prohibida entre
nosotros, la vida es bastante agradable.

A veces, a altas horas de la noche, hablamos de cuánto echamos de menos


a mamá, a Drew y a Buddy, pero sobre todo nos abrazamos y encontramos
consuelo en la única persona que nos queda en la tierra.

—Creo que haré que la puerta mire hacia el este. Una vez que levantemos
la cabaña, empezaré a cortar el metal de la caravana para usarla como techo —
dice mientras levanta su hacha en un tronco. Levanta su brazo musculoso para
sacarse el sudor de la frente.

Sus bíceps sobresalen y sus abdominales se flexionan.

Oh, Dios.

Todo mi cuerpo se siente como si estuviera zumbando con electricidad. No


tengo forma de expulsar la energía.

—Suena bien —le digo distraídamente. Mi mirada cae en su trasero cuando


se inclina para recoger el hacha. Los chicos de mi antiguo vecindario nunca se
vieron tan bien. Fuertes. Musculosos. Sudorosos.

Me voy a quemar.

Me quito la camiseta y me acuesto en la piedra fría. Hace maravillas para


refrescarme.

—Vuelve a ponerte la camisa —dice papá, con la voz cerca.

Me protejo los ojos del sol para encontrarlo parado frente a la apertura de la
cueva. Su mirada desvergonzada rasga mi pecho desnudo.

—Tengo calor —hago pucheros.

Su mandíbula se aprieta y él aparta la mirada.

—Necesito que revises las trampas cerca del campamento. Despelleja todo
lo que atrapemos. Voy a trabajar en limpiar la maleza para los cimientos un poco
más. Pronto podré empezar con el armazón.
Me siento sobre mis codos otra vez. Mis pechos están hinchados desde que
estoy en mi período, y estoy feliz de que sean un poco más grandes de lo normal.
Su mirada cae sobre ellos otra vez.

Cuando se lame los labios antes de darse la vuelta, mi corazón se agita en


mi pecho.

—Camisa. Póntela. Ahora.

Poniendo los ojos en blanco, me pongo la camisa antes de salir de la cueva.


Vuelvo al campamento. Sólo he llegado a unos pocos cientos de metros, cuando
me doy cuenta de que he olvidado mi cuchillo. Con un resoplido, me giro sobre mis
talones y vuelvo a regresar. Papá no está en ningún sitio. Cuando me acerco a la
cueva, está tendido dentro con las piernas colgando. Sus vaqueros han sido
empujados por sus musculosos muslos. Mi mandíbula se cae, al ver que está
empuñando su gruesa polla. Estoy cautivada por la forma, en que las venas en su
antebrazo bronceado se abultan, cada vez que se sacude.

Es la cosa más caliente que he visto nunca.

La golpea más y más fuerte hasta que gime de placer. Cuando mi nombre es
susurrado de sus labios, me congelo temiendo haber sido atrapada mirando.
Entonces me hipnotiza la espesa esperma, que se dispara en sus abdominales
desnudos y endurecidos.

Él empieza a sentarse y yo corro.

Esto debe ser un infierno.

Caliente y miserable.

Te burlas de lo que nunca podrás tener.

*
Cada vez que papá me envía a hacer recados para él, siempre me escabullo para
ver si se toca. A menudo, vuelve al trabajo. A veces, sin embargo, se saca la polla
y se masturba hasta que su liberación se ha agotado. Me siento sucia al verlo, pero
no puedo evitarlo. Él es mi adicción. Ya estamos en septiembre y nuestros días
cálidos han quedado atrás. Las noches son demasiado frías. Pasamos demasiado
tiempo acurrucados juntos por el calor del cuerpo.

—Siempre podemos seguir —dice papá, con las manos en sus estrechas
caderas.

Camino por nuestra cabaña que aún no tiene techo. Me encanta que esté pegada
a la ladera de la montaña y que podamos conservar nuestra cueva.

—Me parece bastante grande. Mi parte favorita es la entrada.

Me guiña el ojo y se adentra en la estructura. —Voy a hacernos sillas a juego


y una mesita para que podamos sentarnos aquí y desayunar cada mañana.

—No puedo esperar.

Su mirada se detiene en mis labios, así que los lamo. Me encuentro


desesperada por volverlo tan loco como él me vuelve.

—Vuelve al trabajo —gruñe y me da un golpe juguetón en el trasero.

Pongo los ojos en blanco a pesar del fuego que me invade y me pongo a
raspar la corteza del interior de las paredes de la cabaña. Me distrae cuando
empieza a cortar madera que planea usar en el techo. Músculos sobre músculos.
Papá nunca los tuvo antes. Quiero decir, estaba tonificado y delgado, pero nunca
supe que podía verse así.

—Toma una foto, durará más tiempo —bromea.

El calor me atraviesa la piel. ¿Está coqueteando conmigo?

—Te ves sudoroso. Tal vez deberíamos ir a nadar y te lavaré —Me encanta
el reto de las cejas.

—Chica mala —murmura antes de volver a su proyecto.

Sonrío porque siento que he ganado esta ronda.


Hoy es día de mudanza. Hace frío y estoy cansada, pero nuestra cabaña está lista.
Me muero por salir de la tienda. Y sin embargo aquí estoy, acurrucada bajo las
mantas temiendo todo el trabajo duro que tenemos por delante hoy.

—Pip —papá canta mientras abre la tienda y se sienta de rodillas a mi lado.


Su sonrisa es contagiosa—. Tengo una sorpresa para ti.

Me siento y me froto el sueño de los ojos. —Muéstrame.

Su risa es cálida y rica. Me calienta de adentro hacia afuera.

—Vamos, chica bonita.

Me derrito bajo su coqueteo y acepto su mano extendida.

Una vez que me haya vestido, caminamos de la mano a nuestro nuevo hogar.
Tan pronto como se ve, mi corazón se hincha. Lo construimos juntos. Papá hizo
todo el trabajo pesado, pero me dejó ayudar mucho. Estoy orgullosa de ello.

Se me saltan las lágrimas en los ojos. Está construido con orgullo. Papá no
tomó ninguna decisión. La entrada es un toque encantador y nuestra mesa y sillas
son perfectas. El techo le había dado mucho trabajo, pero lo hizo funcionar. Está
cubierto de troncos, pero usó el metal de la casa rodante para hacer un techo que
no tuviera goteras. Los trozos de metal extra forraron el interior de nuestra cabaña
para aislarla del frío.

Juntos, habíamos desmontado uno de los asientos de la casa rodante y


hecho un sofá para nuestro espacio vital. La cabina es espaciosa. Hay un dormitorio,
una sala de estar y una pequeña cocina. Es perfecto.

—Cierra los ojos —murmura mientras me acerca a nuestra casa.

Cierro los ojos y dejo que me guíe por los escalones de la entrada. Abre la
elegante puerta que hizo y entramos. Hace más calor que el aire frío del exterior y
yo sonrío. Me toma en sus brazos y grito. Cuando me arroja, grito y luego jadeo
cuando aterrizo en una superficie suave.

Una cama.
Me dijo que el colchón estaba arruinado dentro de la casa rodante, pero aquí
está con mi colcha favorita extendida en la parte superior.

Me puse a llorar.

—Shhh —se calienta y se sienta a mi lado en la cama. Me empuja a sus


cálidos brazos—. Pensé que te gustaría, cariño.

Sollozo, pero lo miro. —Me encanta, papá.

Sus ojos marrones se iluminan y se inclina hacia adelante. Cuando sus labios
rozan los míos, casi me derrito. Se aparta y sonríe. —Feliz cumpleaños, Devon.

Le parpadeo en la confusión. —¿Es mi cumpleaños?

—Me he mantenido al día con el calendario. Ya tienes diecisiete años.

—Me siento de cuarenta —bromeo.

Me acaricia el cabello de la cara y me mira con una expresión tierna.

—Te has convertido en una mujer hermosa.

El calor se enrosca en mi vientre como una serpiente. —Gracias. Me ruborizo


bajo su intensa mirada. Eventualmente, él rompe nuestra mirada y se pone de pie.

—Vamos a entrar. Estoy listo para empezar a prepararme para el invierno y


asentarme.

—Yo también.

Como hace frío afuera, nos acurrucamos en el sofá y disfrutamos de nuestro


nuevo espacio. Nuestra primera noche en nuestra casa y mi cumpleaños.

—La edad legal para beber es de veintiún años, pero estoy seguro de que
habré quemado todo el alcohol que quede antes de eso. Si tienes alguna posibilidad
de tachar esto de tu lista de cosas pendientes, mejor que lo hagamos pronto. ¿Y
qué mejor momento que tu cumpleaños?

Vierte un poco de licor en una taza de café que sobrevivió al accidente. Me


la acerco a la nariz y la arrugo con asco.

—Ew. ¿Cómo se bebe esto?

—Te pondrá vello en el pecho, eso es seguro.

Me río y sacudo la cabeza. —No estoy segura de querer tener vello en el


pecho. Me gusta como está.

Su mirada se oscurece. —Sólo bebe, Pip.

El primer trago se siente como si hubiera tragado fuego. Me quema de


adentro hacia afuera. Toso y lo miro fijamente.

—¡Qué asco! — Pero entonces el calor se propaga a través de mis huesos


fríos y decido que me gusta esa sensación de calor—. Bien. Lo beberé, pero sólo
porque me calienta.

—Prometo que siempre te mantendré caliente —murmura. Sus meñiques se


enganchan con los míos y los dejamos unidos.

Nos quedamos quietos mientras bebemos y el sol se pone, dejándonos en la


oscuridad. Cada uno de nosotros está perdido en sus propios pensamientos. Los
míos son de la variedad sucia. No tengo ni idea de lo que está pensando. No puedo
leerlo como antes de este viaje. Una tormenta siempre se prepara en sus ojos.
Como si estuviera luchando una guerra dentro de mí. Ojalá pudiera encontrar la paz.

—Creo que es suficiente por una noche —gruñe, quitándome mi taza ahora
vacía.

Yo gimo, pero él simplemente se ríe de mí. Cuando intento ponerme de pie,


tropiezo.

Rápido como un rayo, se levanta y me sujeta con sus manos en mis caderas.
Los vaqueros y la sudadera con capucha se sienten como demasiado.

—Hora de dormir, Pip.


Me quito la sudadera y la camisa. Lleva más tiempo quitarme los vaqueros.
Subo bajo nuestra montaña de coberturas, ahora que los hemos sacado de la tienda
y de la caravana.

—¿Vienes a la cama? —Pregunto mientras me estiro. No sé cómo se las


arregló para traer el colchón hasta aquí él solo, pero estoy en el cielo.

Su cinturón tintinea y mis orejas se levantan cuando su ropa toca el suelo de


la cabaña. Cuando el colchón se hunde con su peso, mi ritmo cardíaco se dispara.
Envuelvo mi cuerpo casi desnudo alrededor del suyo y dejo escapar un suspiro de
satisfacción.

—¿Tuviste un buen cumpleaños? —murmura.

—Fue el mejor. Aunque quería esta pequeña cosa. —Mi voz es un susurro,
pero estoy decidida a decirlo. El licor me anima.

—¿Qué cosa? ---

Inclino mi cabeza hacia arriba y paso mis dedos por su barba rizada. Nuestras
respiraciones calientes se mezclan, picantes por el alcohol. —Un beso.

Se ríe. —Te beso todo el tiempo.

Pasé mi pulgar sobre su labio inferior. —Uno de verdad.

Papá no responde. El rechazo me da náuseas.

—Nunca podré besar a un chico por primera vez. Nunca iré a la universidad.
Nunca tendré una vida normal. Sólo pensé… —Me callo cuando su boca caliente
se acerca a la mía. Suave. Tan suave. Mi corazón late en mi pecho y siento como
si las mariposas bailaran en mi vientre. Su fuerte mano agarra mi mandíbula y tira
hacia abajo para que mis partes de la boca se abran. Dejo escapar un gemido de
sorpresa cuando su cálida lengua roza la mía. Se siente raro, pero me gusta.
Empieza a alejarse, pero no he terminado. Meto mis dedos en su largo cabello
marrón, que le cuelga en los ojos últimamente, cuando vamos demasiado lejos entre
los cortes de cabello. Lo agarro y le pido que siga besándome. Con un gemido, se
rinde.

Nos besamos así durante lo que parecen horas.

Quiero su boca sobre mí, pero me conformo con la mía por ahora.
Su polla está dura contra mi muslo. Intento reunir el valor para tocarlo a través
de sus calzoncillos, pero me quedo corta.

—Devon —me roza la boca—. Ya es suficiente. Ya tienes tu deseo de


cumpleaños. Es hora de dormir. —La culpa encaja con su tono.

No quiero que se sienta culpable. Sólo somos nosotros dos. Nadie nos está
juzgando.

—Por favor —le ruego mientras trato de besarlo de nuevo.

Gira la cabeza cuando se pone de espaldas. —No. Cama. Ahora.

No me asusta su tono paternal y autoritario. Aprovechando mi valentía, me


agacho y agarro su erección a través de sus calzoncillos. Espero que me deje
acariciarlo como lo hace él mismo.

—¡Joder! —gruñe—. ¿Qué diablos, Devon?

Me empuja lejos de él y mi orgullo es aplastado al instante. Sin inmutarme, lo


alcanzo de nuevo. Grito cuando me toma del brazo y me arrastra por su regazo. Su
polla se clava dolorosamente en mis costillas mientras me arranca las bragas por
los muslos.

—¿Qué…? —Mis palabras dan paso a un grito cuando me da una palmada.


Trato de alejarme, pero él me agarra con fuerza.

¡Golpe! ¡Golpe! ¡Golpe!

Sollozo y me contoneo con cualquier cosa para evitar que me dé una paliza.
No he sido azotada desde que tenía diez años.

¡Smack! ¡Smack! ¡Smack!

Me da unos azotes tan fuertes que sé que me van a hacer moretones. Una y
otra vez, hasta que vomito por todo nuestro nuevo piso. Me tiran al suelo mientras
él está de pie y sale de la cabaña, en nada más que sus calzoncillos.

Confundida y herida, me arrastro hasta la cama y lloro hasta que me


desmayo.

Nunca me he sentido tan sola en toda mi vida


SIETE

Reed

Podría escribir un libro entero, sobre todas las fechorías de las que soy culpable,
desde que hicimos el viaje a Alaska. Cada uno de los pecados, se cometió contra
ella. Mi niña. La única persona que me queda en este mundo. La que amo con toda
mi alma.

Ella no me habla.

No quiere comer.

Todo el maldito día, duerme en nuestra cama. Igual que su maldita madre.

Me mata.

No debería haberla besado. Alimentado por el licor, me rendí a los impulsos


pecaminosos.

Sus labios eran dulces y perfectos. Quería hacerlo toda la noche. Pero
entonces me envió al límite. Me tocó la polla y me volvió loco. Perdí la maldita
cabeza y golpeé a mi hija.

No es su culpa. Es joven y está confundida. Joder, yo soy viejo y confuso. No


entiendo cómo navegar este nuevo mundo, donde somos los únicos en él.

—Tienes que salir de la cama hoy —le grito desde la puerta.

No se acobarda. Con un suspiro, cierro la cabina. Quiero darle otro regalo


que he recogido de la basura, pero algo me dice que no le importará. Encendiendo
una vela que encontré en una de las cajas, la dejo en la mesa que hice al lado de
la cama. El brillo parpadea en las paredes. Mi mirada cae en su cabello rubio que
está extendido sobre su almohada. Lleva una de mis sudaderas y decido que me
gusta cómo le queda.

—¿Pip?
Me quité la camisa y los vaqueros antes de meterme en la cama. Cuando me
acurruco contra ella, ella finge dormir. Extraño su voz. Sus sonrisas. La maldita luz
que irradia de ella.

—Lo siento —murmuro por milésima vez desde que la azoté hace una
semana—. Por favor, perdóname.

Estoy tan solo. Es como si estuviera en el infierno sin ella. Ella está aquí pero
no lo está. Lo odio, joder. Tengo antojo de su piel caliente contra la mía. La
necesidad es abrumadora. Mis labios encuentran su cuello justo debajo de su oreja
y la beso suavemente. Quiero traerla de vuelta a mí. Su cuerpo responde al simple
toque y enciende un fuego dentro de mí. Deslizo la palma de mi mano hasta su
cadera y luego apago mi cerebro mientras lo deslizo por su estómago plano antes
de detenerme a acariciar su pequeña teta. Su aliento se dificulta.

—Hace frío —murmuro—. Necesitamos calor corporal.

El viento elige ese momento para aullar afuera, como si fuera a defender mi
caso.

Se sienta y se quita la sudadera. Luego, se baja los pantalones de yoga.

Con la piel más desnuda a mi disposición, la beso a lo largo de su cuello


hasta su hombro. La pongo de espaldas y continúo besando a lo largo de su
clavícula.

—Dime que me detenga, nena. Mi cabeza está toda jodida ahora mismo
porque te he echado mucho de menos. —Mi aliento caliente contra su carne
sensible la hace temblar. “Quiero hacer cosas, que ningún padre debería hacer con
su hija.”

—Bésame —suplica—. Yo también te extrañé.

No espero ni un segundo más, antes de devorar sus labios carnosos. Ella


gime contra mi boca, su lengua es tan ávida de mí como yo lo soy de ella. Nos
besamos desesperadamente. Le pellizco el pezón y luego calmo el dolor con suaves
toques.

—Papá… —Cierro los ojos—. Llámame Reed en nuestra nueva casa. Me


jode demasiado la cabeza si no lo haces.

Sus dedos se enredan en mi cabello. —Reed. Quiero tocarte.


Asiento con la cabeza contra sus labios. Desliza su palma por mis apretados
abdominales y mete su mano en mis calzoncillos. Cuando me agarra la polla
dolorida, casi me acerco en ese momento.

Mi aliento silba contra su boca. Para alguien sin experiencia, me acaricia la


polla como un profesional. Casi me desmayo por el intenso placer. Cuando pienso
que podría entrar en su mano, agarro su muñeca y la clavo en el colchón.

—No.

La angustia se refleja en sus rasgos. La luz de las velas parpadeantes la hace


parecer tan jodidamente triste.

—No, nena. —Beso su boca—. Sólo… me correré y no estoy listo todavía.

Su cuerpo se relaja y empezamos a besarnos de nuevo.

—¿Puedo besarte aquí? —Le aprieto su alegre teta.

—S-Sí.

Ella lanza un gemido bajo, cuando mi boca encuentra su pezón. Chupo la


carne tierna suavemente al principio. Luego, la pellizco con mis dientes. Ella sabe
lo suficientemente bien como para comer. Cuando estoy seguro de que he prestado
la misma atención a cada una de sus tetas, las levanto y les doy un descanso. Sus
ojos están entrecerrados, cuando me mira con una mirada sensual, una mirada que
nunca he visto antes, pero que habla del animal que llevo dentro. Quiero ver esta
mirada más a menudo.

—Sé que te tocas —murmuro, mis ojos se fijaron en los de ella—. ¿Con qué
frecuencia?

Se muerde el labio inferior. —A veces cuando te quedas dormido.

—¿Se siente bien?

—Ojalá fueras tú en su lugar.

Mi polla palpita en mis calzoncillos.

—¿Quieres que te toque ahí?

Ella asiente con la cabeza. —Por favor.


Le beso el estómago hasta llegar a la parte superior de sus bragas de color
rosa pálido. Presiono un largo beso a su clítoris a través de la tela e inhalo su
dulzura. Ella suelta un suave gemido cuando me siento y le empujo a bajar sus
bragas por los muslos. Después de tirarlas a un lado, le agarro las rodillas y las
separo. Su coño rosado brilla de excitación. Como es rubia, el vello es
prácticamente inexistente allí y es casi como si estuviera afeitada. Me excita
muchísimo.

Paso mi dedo por su raja y me deleito con la forma en que sacude el placer.
Le voy a volar la puta cabeza. Con los ojos juntos, meto un dedo en su estrecho
canal. Han pasado meses desde que me acosté con ella. Mi polla prácticamente
canta con el prospecto.

—Voy a besarte allí. —Mi dedo se desliza dentro y fuera de su coño húmedo
haciendo sonidos obscenos que me queman la sangre.

—Por favor, hazlo, Reed.

Le muestro una amplia sonrisa, agradeciéndole en silencio por mantenerme


en este momento.

Cuando me inclino hacia adelante y mi aliento le hace cosquillas, ella gime


fuertemente. Lentamente al principio, empiezo a darle una lamida a su clítoris. Ella
grita de placer, sus dedos se agarran a mi cabello. Han pasado siete años por lo
menos desde la última vez que lo hice. Una vez que Drew murió, Sabrina ya no me
dejó darle placer. Me preocupa que esté fuera de práctica, pero Devon no se queja.

—Oh, Dios —se queja—. Esto es intenso.

Le mostraré lo intenso que es.

Chupo su clítoris mientras enrosco mi dedo dentro de ella. La punta de mi


dedo se frota contra su punto G causando que haga un sonido de asfixia. Cuando
introduzco mis dientes en su clítoris, ella grita. Su coño se aprieta alrededor de mi
dedo. Está cerca.

Ataco su coño con todo lo que tengo. Mi boca chupa, muerde y la lame hasta
que ella grita de placer. Su cuerpo se estremece durante unos treinta segundos
antes de que se calme. Cuando deslizo mi dedo y me levanto para mirarla, sus ojos
son salvajes.

—Necesito…
—¿Más? —Bromeo con una ceja levantada.

Ella asiente con la cabeza. Me alegro de que sea mi compañera en el crimen.


Si pienso en todo el mal que estamos haciendo, me vuelvo loco. Así que, en vez de
eso, me concentro en la chica que amo.

—Quiero hacerte el amor —le digo, con la voz ronca—. Pero es algo
importante, Devon.

Ella frunce el ceño. —Lo quiero. Te quiero a ti. Estoy muy sola sin ti. No me
gusta que nada se interponga entre nosotros.

Aprieto la mandíbula. —Va a doler, cariño.

—¿Cómo el día en que me pegaste hasta que vomité? —reta—. Creo que
puedo manejarlo.

Un gruñido me retumba y me abalanzo sobre ella. Mi polla se tensa contra


mis calzoncillos, mientras me la follo en seco. Está tan mojada que empapa mi ropa
interior. Nuestras bocas se encuentran y es fácil quedar atrapado en nuestro amor.

—Por favor —me ruega—. Reed, te quiero dentro de mí.

Sus palabras me llevan al límite de la cordura. Me pongo entre nosotros para


bajar mis calzoncillos y sacar mi dolorosa polla. Cuando me burlo de su hábil
apertura, se queja. En este punto, si me dijera que no, no estoy seguro de poder
parar. Estoy tan metido en el fondo del asunto.

Pero como la amo, le doy una oportunidad más.

—Dime que me detenga. No es demasiado tarde. Todo esto puede terminar


ahora, nena.

—No quiero que esto termine nunca.

Sus palabras rompieron el último hilo de control que tenía. No tan


suavemente, empujo mi grosor en su apretado coño virgen. Ella grita de dolor, pero
va a doler sin importar lo que pase. Hacerlo rápido es lo mejor para ella. Doblo mis
caderas con fuerza contra ella, destruyendo lo que queda de su inocencia. Su grito
es de otro mundo. No creo que se dé cuenta de que me está arrancando la mierda
de los hombros.

—Nena… —Beso su boca, pero no me muevo.


Ella empieza a llorar. —E-Eso dolió.

Acaricio su cabello lejos de su cara sudorosa y beso sus suaves labios. Mi


polla está a punto de explotar con la necesidad de venirse, pero no me atrevo a
moverme. Está molesta y no quiero que esto se sienta como una violación o alguna
mierda. Quiero que ella lo disfrute tanto como yo.

—Eres mi chica bonita, valiente e inteligente —arrullo, mis labios adoran los
suyos—. Pierdo la cabeza a tu alrededor y ya no me importa. Te amo de una manera
que no puedo ni siquiera empezar a describir.

Su cuerpo se relaja debajo de mí. Nuestras bocas se acoplan. Pellizcando y


chupando.

La desesperación en un beso. Después de varios minutos, empieza a


contonearse. Sé que cuando mi chica se menea significa que me quiere.
Lentamente, empiezo a deslizarme dentro y fuera de ella. La beso con fuerza
mientras encuentro su clítoris con mi mano libre. Ella deja escapar un gemido
cuando le doy un masaje en su lugar sensible.

—Eres perfecta —la alabo—. Tan jodidamente perfecta.

—Oh Dios —grita, su cuerpo es arrebatado por un feroz y repentino orgasmo.


Como está tan apretada, su cuerpo se contrae alrededor de mi polla de una manera
que casi me ciega. Me derramo dentro de ella antes de poder detenerme. Agradezco
a Dios que acaba de terminar su período. De lo contrario, probablemente la dejaría
embarazada o algo así. Tendré que controlar esto para la próxima vez.

La próxima vez.

Todavía estoy fantaseando con eso cuando mi polla finalmente drena el


último de mis orgasmos. Me acaricio la nariz contra la suya. —Eso fue mejor de lo
que podía haber imaginado.

—¿En serio?

—¿Estuvo bien para ti? —Pregunto, una media sonrisa tirando de mis labios.

Ella asiente con la cabeza. —Fue alucinante.

Me deslizo fuera de su cuerpo suavemente para no herir sus entrañas


doloridas y luego la tiro contra mí. Giro la cabeza y apago la vela, envolviéndonos
en la oscuridad.
—Te amo —ella respira, su agarre se aprieta a mi alrededor.

Suena tan jodidamente feliz. Todo lo que se necesitó fue sumergirse en el


pecado con ella. Estoy seguro de que todo esto se sentirá diferente por la mañana,
pero por ahora, voy a disfrutarlo.

Amo a esta chica.

Es mía en todos los sentidos de la palabra.

Y no importa lo que pase, nunca la dejaré ir.

Me despierto con más frío que joder. Devon se siente como si el hielo se hubiera
enterrado en mi contra. Todavía estamos desnudos. Aprieto mi mandíbula mientras
la realidad se establece.

Me he follado a mi hija.

Dios mío.

La culpa me infecta.

Aquí en el desierto, mi mente se está deslizando. No soy el millonario Reed


Jamison, magnate inmobiliario mundial. No soy marido y padre.

Sólo soy un hombre.

Brutal y salvaje.

Un animal.

Tomo lo que quiero. Anoche, me la llevé. Mi dulce y hermosa Devon. Es como


si alguien me metiera una pajita en el pecho y me sacara el corazón. Estoy hueco y
vacío. Lleno de arrepentimiento. El odio se agita en lo más profundo de mi ser.
Pero no sé cómo apagar el lado animal de mí. Incluso cuando casi me ahogo
en el autodesprecio, acaricio su suave cabello rubio. Presionando mis labios contra
su cabeza. No puedo ser dos personas. No sé cómo.

La quiero con cada gramo de mi ser.

Cuando pienso en ella y en mí aquí fuera, todo tiene sentido.

Una fantasía tabú cobra vida. Cuando permito que mi yo del mundo real se
detenga en lo que he hecho, no puedo evitar considerar cómo se vería esto para un
extraño. En California, la policía estaría golpeando mi puerta. No sólo me acosté
con una menor de edad, sino que es mi chica.

Gritarían incesto.

Sería una sensación mediática.

El magnate de los bienes raíces corrompe a su joven hija adolescente.

La bilis se me mete en la garganta. Si Sabrina estuviera aquí para saber lo


que he hecho, estoy seguro de que intentaría matarme. Sus hijos eran todo para
ella, aunque abandonara a uno para llorar perpetuamente al otro.

—Buenos días, Reed, —dice Devon, con su voz respirante y somnolienta.

Y así como así, mi animal arranca la cabeza del viejo que llevo dentro.

El animal que está dentro mueve su mano para tomar su pecho y acaricia su
nariz contra su cabello, inhalando su dulce aroma.

—Buenos días, hermosa.

Ella deja salir un suspiro contento. Mi cabeza puede ser un desastre ahora
mismo, pero ella calma esos pensamientos.

—Hoy hace frío.

Nuestras bocas se encuentran y nos besamos. Suave. Sencillo.

—Voy a hacernos una chimenea de leña para calentar nuestra cabaña, —le
digo.

—Hay un montón de restos de metal. Creo que puedo usar el horno de la


casa rodante y usar el silenciador para ventilar el humo de la cabaña. No voy a
prometer que va a funcionar, pero quiero intentarlo.
Me sonríe. —Eso sería maravilloso. Este frío es el peor.

—Devon…

Sus cejas se arrugan juntas. —¿Sí?

—Lo que pasó anoche… —Trago y arranco mi mirada de su adorada—.


Sabes que esto no está bien.

Me agarra la mejilla y me da vuelta la cabeza para mirarla. —Me pareció muy


bien.

Aprieto la mandíbula. Perderse en su mirada es fácil. Me mira como si yo


fuera todo lo que siempre ha querido en la vida.

—Es ilegal.

Una pequeña risa se le escapa. —Tal vez deberías entregarte.

—Sabelotodo —gruño y le hago cosquillas en las costillas.

Ella grita y luego estamos luchando en nuestra cama. Yo hago cosquillas,


ella grita. Esto continúa hasta que las mantas son pateadas hasta el suelo y la tengo
sujeta por las muñecas a la cama. Me fijo en sus mejillas carmesí y en sus labios
carnosos. Nos miramos fijamente. Ella es diferente de la forma en que estaba en
California.

Salvaje.

Libre.

Despreocupada de las consecuencias.

Oh, ser joven.

—¿Todavía estás adolorida por lo de anoche? —Mi pregunta sale áspera.

Ella asiente con la cabeza.

—Pero me gusta el aguijón.

Mi polla golpea contra su carne. El triunfo brilla en su brillante melancolía.

—Quiero ver cómo te deslizas dentro de mí, —respira.


Cierro los ojos. Está aprendiendo a llevarme directamente a la locura.

Fácilmente. Con pocas palabras. Ella las hace contar.

—Bebé… —Levanta las caderas y mueve los muslos. Como el bastardo con
el cerebro lavado que soy, le permito deslizar sus piernas para que pueda
envolverlas alrededor de mi cintura. Mi polla palpita contra su suave vello púbico.
Me duele deslizarme dentro de ella, pero mi cerebro sigue en guerra esta mañana.

—Frótala contra mí —dice tímidamente. Un malvado brillo baila en su


melancolía.

Y como cada vez me resulta más difícil negarle algo, le agarro las muñecas
con más fuerza y empiezo a frotarme contra su sensible coño. Ella gime y gime y
suplica. Tengo que cerrar los ojos porque está tan caliente, que siento que me
volveré loco con sólo mirar la forma, en que sus labios se mueven para decir mi
nombre.

—Fóllame, Reed —me ordena, con un tono muy mandón.

Abro los ojos y la miro fijamente. —No digas palabras como esas. Tu boca
es demasiado bonita, para dejar salir cosas sucias como esa.

Se lame los labios rosados y se burla más de mí. —Siempre podrías poner
algo para callarme.

Sus palabras me vuelven loco. Empiezo a ceder contra ella, frotando el


exterior de su coño con mi polla dura como una piedra. Ella gime y suplica por más.

—Quiero tu gran polla dentro de mí. Me gusta la forma en que me estiras y


me llenas de ti. Se siente bien. Se siente como si estuviera entera. Fóllame. Fóllame.
—No puede terminar sus palabras porque la golpeo tan fuerte, que grita a todo
pulmón. Sus manos luchan bajo mi control, pero la mantengo quieta mientras me la
follo como ella quiere. No hay nada suave o gentil en esto.

Soy un animal.

Ella provocó a la bestia.

Sus ojos son salvajes mientras me mira fijamente, mientras la poseo con mi
polla. Aún no me acostumbro a su pequeño y apretado cuerpo porque la necesidad
de venir es abrumadora. Suelto una de sus manos para poder agarrar su mandíbula.
—Hazte venir, Devon —gruño—. Estoy a punto de venir sobre tu estómago
plano, pero quiero que te vengas también. No puedo esperar más, carajo.

Ella asiente y fuerza su mano entre nosotros. Gimoteo mientras ella se


esfuerza, mientras yo le arranco su cuerpo puro de adentro hacia afuera. Es justo,
ya que ella es la que me arrancó la mente de mi cráneo y se alimentó de ella.

Con mis dedos clavados en su mandíbula, me inclino hacia adelante y la beso


como un salvaje. Como si tratara de comerme su boca. La muerdo. La hago gritar.
Pruebo la sangre. Está matando al hombre que he conocido y liberando a la bestia
que lleva dentro. Cuando viene con una sacudida y me muerde el labio inferior,
exploto. Debería estar saliendo, pero estoy demasiado envuelto en la forma en que
su cuerpo se contrae alrededor del mío y el temblor de su orgasmo parece vibrar a
través de mi polla. Mi calor surge en lo profundo de ella. Y cuando paso el resto de
mi liberación, me derrumbo sobre su delgado cuerpo.

Nuestros corazones están martillando juntos como uno solo.

Ella es mía.

La única que pudo llegar a mi interior y liberar a los salvajes.

Ahora somos uno.

Más que una familia.

Todo.

—Te amo —ronronea, sus labios besando la parte superior de mi cabeza.

La amo más de lo que las palabras pueden expresar. No entiendo este amor.

Es un brutal choque de la historia y el pasado, en una necesidad cruda y


salvaje. Es un hombre y una mujer con la conexión de dos mejores amigos, unidos
por la tragedia.

Es muy confuso y no quiero ni siquiera intentar comprenderlo.

Sólo lo quiero.

Sólo lo quiero, carajo.


OCHO

Devon

Sigo detrás de papá, eh, Reed, mientras lleva el pesado horno de la casa rodante.
La razón por la que anoche hacía tanto frío es que tuvimos nuestra primera nevada
fuerte. Nos abrigamos, pero el viento es brutal. Necesitamos que esto funcione
desesperadamente.

Mientras caminamos, mi mente se desplaza a la noche anterior y esta


mañana. Tuvimos sexo. Anoche hicimos el amor y esta mañana follamos. Hay una
gran diferencia y los amo a ambos por igual. Pero querido Dios, estoy dolorida.

Mientras él trabajaba en sacar el horno de la casa rodante antes, empaqué


un poco de nieve en mi guante y lo sostuve contra mi dolorido sexo.

—Si conseguimos hacer esto, quiero hacer un guiso —le digo mientras
caminamos con dificultad. Mira por encima del hombro y me sonríe. Eficazmente
persigue el frío de mis huesos, reemplazándolo con calor.

—¿Conejo? Y antes de que nevara, encontré algunas plantas comestibles


que guardé en la cueva.

—Suena bien, bebé.

Mis mejillas se calientan ante el cariño. Me sigue llamando bebé, y no creo


que tenga nada que ver, con que yo sea su hija.

Cuando las cosas iban bien, solía llamar a mamá bebé. Así es como muestra
afecto por la mujer que ama. El me ama. Juro que mi corazón palpita en mi pecho
como un pájaro en una jaula. No quiero liberarlo. Me encanta cómo se vuelve loco
dentro de mi caja torácica, cada vez que mira en mi dirección, sonríe o me toca. Es
el dueño de ese pajarito y que me condenen si lo dejo ir.

Una vez dentro de nuestra cabaña, se pone a trabajar. Intento ayudar, pero
él está feliz haciendo todo el trabajo por sí mismo. Y luego tengo un espectáculo
cuando se pone caliente y se quita los jeans. Mi sexo permanece húmedo porque
no puedo dejar de pensar en él presionado contra mí y dentro de mí.
—Voy a ir a buscar comida porque no necesitas mi ayuda —le digo, mi voz
entrecortada. De verdad, solo quiero calmarme antes de ponerme demasiado rara
y empezar a tocarme en la cama mientras él trabaja.

Gruñe su aprobación, pero no me mira. Paso mis dedos por su pelo sudoroso
antes de salir de la cabina. En el camino de regreso a nuestro antiguo campamento,
me pregunto dónde buscaré esta vez.

Ha escogido muchos de los vehículos recreativos para usarlos como cosas,


pero todavía hay partes dentro del remolque cubierto destrozado, a las que no
hemos podido llegar. Estoy segura de que hay cosas que podríamos usar si
pudiéramos acceder.

Estoy sonriendo cuando lo escucho. Bufido. Fuerte y salvaje. Y tan cerca.


Cuando miro hacia arriba, estoy mirando por el camino a un oso pardo gigante, del
doble de mi altura que no está a cien metros de distancia. Tiene que pesar
fácilmente seiscientas libras. Toda la mierda que aprendí del folleto se fue por la
ventana. Es difícil recordar las reglas, cuando estás mirando a una bestia con garras
tan largas como tu mano.

Doy un paso atrás y el crujido de mi bota hace que el oso señale con la
cabeza el sonido. Un gruñido gutural retumba desde su pecho, mientras se eleva a
su altura máxima. Hace un sonido que resuena en los árboles y me congela los
huesos.

—Por favor, vete —gruñe de nuevo antes de volver a caer sobre las cuatro
patas. Me quedo increíblemente quieta, esperando que se dé la vuelta y se vaya.
Pero no es así. Trota hacia mí, no una carrera completa, pero ciertamente con prisa,
y todo lo que puedo pensar en hacer es chillar. —¡Papi!

Tan pronto como se acerca, caigo al suelo y ruedo formando una bola,
protegiéndome el cuello con las manos. Una pata pesada golpea mi espalda y la
tela de mi abrigo se rasga. Mi corazón está chisporroteando en mi pecho y tengo
miedo de que ceda.

El oso parece agarrar mi costado y sus garras perforan mi abrigo asomando


a través de mi carne. Un grito desgarrador se me escapa. Y luego reviso
mentalmente.
—Cuando sea mayor, seré como papá —me dice Drew con una amplia
sonrisa en sus labios.

—Yo también.

Resopla y me arroja una ramita.

—No puedes ser como papá. Eres una chica. Tienes que ser como mamá.
Arrugo la frente. No quiero ser como mamá. Ella es tranquila y duerme mucho.
Cuando está feliz y sonriente, es bonita. Pero cuando está triste, nos ignora a todos.

Una vez le pregunté a papá por qué estaba tan triste. Me contó la vida. No lo
entendí. Todavía no lo entiendo.

—No me importa. Voy a ser como papá. Es fuerte y divertido y es bueno para
animarnos —le digo a mi hermano gemelo con un bufido.

—Pero tienes tetas —argumenta. Lo miro con horror y cruzo mis brazos
sobre mi pecho.

—No lo hago —me quejo.

—Si lo haces.

—No lo hago.

Extiende la mano hacia el árbol para romper otra ramita.

Cuando papá está trabajando y mamá está durmiendo, a Drew y a mí nos


gusta pasar el rato en nuestra casa del árbol.

—Eres malo —le digo, mi labio haciendo pucheros. Me sonríe, sus ojos
azules brillan.

—Sólo bromeo. Preferiría ser como papá si yo también fuera tú—. Sus rasgos
caen y me mira con tristeza.

—¿No le agradamos a mamá? —Arrugo mi nariz hacia arriba.

—Ella nos ama.

Parpadea y se estira para agarrar otra ramita.


—Hay una diferencia, Dev. Nos ama porque tiene que hacerlo. Pero a ella no
le agradamos como papá. Ella no juega con nosotros. —No me gusta hablar de eso,
así que cambio de tema.

—¿Quieres ir en bicicleta?

Me sonríe y levanta la mano.

—Sí, ¡ay! —Su mano se tira hacia abajo e inspecciona su muñeca. —¡Me
apuñalé con un palo!

Riendo, me pongo de pie y le tiendo la mano. —Eso es lo que obtienes por


destruir el hermoso árbol de la Madre Naturaleza.

—Hace calor —se queja e ignora mi mano ofrecida.

—Iremos en un minuto —Frunciendo el ceño, me dejo caer y recojo mi libro.


Se acurruca de lado. Ambos nos quedamos callados por un tiempo mientras leo y
él descansa.

—¿Qué libro estás leyendo? —Su voz es un susurro mientras se recuesta en


una mejilla y me mira con los párpados caídos.

—Los niños del vagón. No tienen hogar y viven en un vagón. Me gusta cómo
buscan cosas y se cuidan unos a otros.

—Devon —dice con voz ronca—. No me siento bien —. Su piel está pálida y
está sudando.

—Levántate y volveremos adentro

Cierra los ojos.

—¿Yo dibujé? —Tiro mi libro y me arrastro hacia él.

—¡¿Dibujó?! —Todo pasa muy rápido. Un minuto está bien. Al siguiente está
somnoliento y pálido.

—¿Estás enfermo? —Exijo, agarrando su mano. Frunzo el ceño cuando mi


palma toca algo húmedo. Cuando miro su muñeca, no creo que parezca que lo
apuñalaron en absoluto. Parece ser una mordedura de serpiente. Una mirada rápida
al árbol con el que Drew había estado jugando, y la veo envuelta alrededor de la
rama.

Grito.
Grito a todo pulmón porque tengo miedo de que también me muerda. Dejo ir
a mi hermano, me apresuro a la escotilla y me apresuro a bajar la escalera para ir
a buscar a papá. La culpa me consume porque lo dejé ahí arriba.

Con lágrimas corriendo por mi rostro, grito de nuevo.

¡Pop!

Me sacó de mis horribles recuerdos del día en que perdimos a mi hermano


el sonido de un disparo.

Ya no estoy en la casa del árbol caliente, sino acurrucada en una bola en la


nieve fría.

El animal gruñe, pero se aleja de mí, un rugido se le escapa.

—¡Devon!

Empiezo a sollozar y me siento de rodillas.

Observo con horror cómo el oso corre a toda velocidad hacia mi padre.

¡Pop!

¡Pop!

¡Pop!

Él sostiene una pistola y se descarga en el oso. Cada golpe hace que el oso
se tambalee. Sin embargo, todavía se está moviendo tan rápido. Y cuando se
abalanza sobre mi padre, que no lleva nada más que vaqueros desde que salió
corriendo de la cabaña, grito.

Un perturbador crujido hace que la bilis suba por mi garganta. Me voy a


enfermar. El oso está encima de mi papá.
Me apresuro hacia él, ignorando el abrasador dolor de donde me agarraron
las garras del oso, y busco un palo grande con el que lastimar al oso pardo para
que suelte a mi papá.

Cuando me acerco, veo a papá intentando moverse, pero el oso pesa


demasiado. Sin embargo, al menos el oso no se mueve. La sangre está en todas
partes y rezo para que pertenezca al oso pardo.

—Ayuda-m-me a qui-tar-me esta cosa fue-ra de m-mi —tartamudea papá.

Agarro el enorme brazo del oso y empiezo a tirar. Las lágrimas corren por mi
rostro mientras ejerzo todas mis fuerzas para tirar del oso.

—¡Es demasiado pesado! —Mi voz es aguda y presa del pánico.

Papá no responde. Oh Dios. ¿Y si el oso lo mordió? ¿Y si se está


desangrando mientras hablamos? Dejo el oso y encuentro la pierna de papá. Con
todas mis fuerzas, tiro de su pierna. Una y otra vez. Se mueve poco a poco, pero es
mejor que nada.

Todo mi cuerpo está temblando por el frío y el miedo, pero no puedo dejarlo
debajo de esa cosa. No puedo estar sola. No puedo. Lo necesito.

Finalmente, lo libero con un último tirón fuerte. Salgo volando y me golpeo la


cabeza con fuerza, contra el tronco de un árbol.

Me aturde y tengo que parpadear para alejarme de la necesidad de dormir.

Cuando me arrastro hacia papá, él yace ahí con los ojos cerrados. Está
cubierto de sangre. Un sonido de sibilancia enfermizo proviene de él.

—¡Papi!

Sus ojos se abren, pero no dice nada. Solo toma mi mano. Me aferro a él
mientras sollozo. Hace demasiado frío aquí para que él esté en la nieve sin camisa
y lastimado. Tengo que hacer que vuelva a entrar.

Cuando me pongo de pie y agarro sus brazos, deja escapar un gruñido de


dolor. Está herido y arrastrarlo de regreso a la cabaña no funcionará. No quiero
lastimarlo más.

Con un sollozo ahogado, lo abandono y corro de regreso a la cabaña. Me


apresuro a entrar y arranco un trozo de la lona de metal de la caravana de la pared.
Luego, corro de regreso. Ponerlo sobre el metal es complicado y en un momento,
me corto la mano, pero la adrenalina me impulsa.

Una vez que está seguro de él, empiezo a arrastrar el metal con él en la parte
superior por el camino cubierto de nieve.

Veinte largos minutos de esto y lo llevo a los escalones de la cabaña. No


puedo encontrar la manera de moverlo sin lastimarlo. Entonces, con una respiración
profunda, lo agarro por debajo de las axilas y lo empujo, hacia los escalones. Él
gime de dolor y me rompe el corazón, pero necesito que entre. Me las arreglo para
tirar de él y cerrar la puerta detrás de mí para mantener los elementos fuera.

—Yo-yo...necesito ver dónde estás herido —hablo.

La sangre gotea de mi mano mientras rastrillo mi palma sobre él. Su


respiración me asusta. Es ruidosa y traquetea.

Intento calmarme y evaluarlo. Antes de este viaje, leí mucho sobre primeros
auxilios. Con el peso del oso encima de él, es muy probable que haya roto algunas
costillas. Mi estómago toca fondo. Si una de esas costillas le perfora el pulmón,
morirá aquí.

Por favor, Dios, no lo dejes morir.

—Te voy a limpiar —le digo, mi voz más firme que antes. No puedo
romperme. Necesito mantener mi cabeza sobre mí para poder cuidar de él.

Corro afuera, atizo el fuego y hiervo un poco de agua. Luego, busco un trapo
recién limpiado y me acomodo a su lado. Limpiarlo me permitirá hacer un balance
de sus heridas.

Con cuidado, lo lavo de la cabeza a los pies. No tiene cortes ni marcas de


mordidas que pueda ver, lo cual es bueno, pero su respiración terriblemente fuerte
significa que algo sucedió dentro de él que se siente peor. No puedo ver dentro de
él para arreglarlo.

Rápidamente, limpio mi propia mano que duele y vierto un poco de alcohol


en la herida. Luego, uso un poco de gasa del botiquín de primeros auxilios para
envolverlo bien. El dolor en el costado de mi espalda por las garras del oso me
molesta y necesita una limpieza, pero puede esperar.

—Despierta —le insto, mi voz suave—. Necesito que me prometas que todo
estará bien.
Lágrimas calientes caen por mis mejillas y salpican su pecho. No habla, pero
mueve el meñique. Sollozo mientras lo agarro.

Es una promesa.

Me despierto con un sobresalto, aturdida y confundida. Me las arreglé para


cubrirnos con una colcha mientras me acurrucaba a su lado. Su respiración todavía
es agitada y ruidosa. Pero cuando miro hacia arriba, me está mirando.

—¡Reed! — Le prometí que lo llamaría por su nombre en nuestra cabaña. Yo


tampoco rompo mis promesas.

Intenta sonreír, pero luego hace una mueca. Me destroza el corazón.

—Shhhh —arrullo, mis dedos recorren su barba.

—Déjame cuidarte. ¿Puedes sentarte? Quiero llevarte a la cama caliente —


él asiente.

Progreso. Apartando la colcha, me siento a horcajadas sobre su cintura con


cuidado de no lastimarlo. Luego, engancho mis brazos debajo de sus axilas y lucho
por ponerme de pie. Es muy pesado y ahora está maldiciendo como un marinero
con voz siseada, pero luego sus pies trabajan conmigo y sube el resto del camino.

El viaje a la cama no está lejos y me las arreglo para colocarlo en el suave


colchón. El sonido de traqueteo es más fuerte que nunca y me asusta.

Me dispuse a envolverlo con mantas. Luego, aparto su largo cabello de sus


ojos y beso su boca.

—Dime lo que duele —él gime—. Creo que me rompí las costillas.

Mi frecuencia cardíaca se acelera.

—Está bien, entonces podemos hacer esto. Las costillas rotas son mejores
que los horribles escenarios que pasan por mi cabeza. Esos pueden mejorar con el
descanso. ¿Recuerdas la vez que Drew rompió una de las suyas cuando se cayó
de la casa del árbol?

Sus labios se arquean hacia un lado ante la mención de mi hermano.

—Ruidoso —Yo también sonrío.

—Lo era. —Sus ojos encuentran los míos.


—¿Estás herida?

Levantando mi mano vendada, asiento.

—El metal me atrapó —admito, con vergüenza en mi tono—. No he visto el


daño del oso en mi espalda todavía.

—Quítate el abrigo y déjame ver —dice con voz ronca.

Con el temblor de mis dedos fríos, me desabrocho el abrigo y lo tiro. A


continuación, me quito la sudadera con capucha.

Papá deja escapar una fuerte exhalación y luego comienza a toser. Suena
horrible.

—¿Estás bien? —Pregunto por encima del hombro.

Su mirada está en mi espalda y lágrimas en sus ojos.

—Me duele respirar profundo, pero recuerdo que el médico nos dijo que nos
aseguráramos de que Drew respirara profundamente cada hora, cuando estaba
herido. Ayúdame a recordar.

Sus dedos tocan mi columna.

—Cariño, tu espalda está jodida.

Me incorporo y niego con la cabeza.

—Estoy bien.

—No estás bien. Ve a buscar el botiquín de primeros auxilios. Creo que


necesitas puntos.

De mala gana, me bajo de la cama para buscarlo. Una vez que regreso,
empapo un trapo nuevo en alcohol y se lo doy. Toca las heridas que definitivamente
duelen. Mientras él hace eso, enhebro la aguja. Tarda una eternidad, pero se las
arregla para coserme.

—Estoy tan cansada, pero hay mucho que hacer —le digo, mi voz temblorosa
por las lágrimas no derramadas.

—Descansa, bebé.
Me acurruco junto a él, mis pechos desnudos presionan suavemente contra
el costado de su brazo. Inclinándome, beso su boca. Suave al principio, pero luego
lo beso desesperadamente como si fuera a desaparecer en cualquier momento.
Cuando comienza a jadear de nuevo, lloro y me alejo.

—Descansa, bebé —murmura de nuevo.

Con un sollozo ahogado, Obedezco.


NUEVE

Reed

Un dolor insoportable irradia a través de mis costillas.

Respirar es como un hijo de puta, pero puedo hacer esto. Recuerdo lo que
dijo el médico cuando Drew se rompió la costilla. Nos dijeron que necesitaba respirar
profundamente, a pesar de que lloraba todo el tiempo, para que no desarrollara
neumonía. Y eso es exactamente lo que hago. Respiro hondo, aunque prefiero los
poco profundos.

No puedo empeorar aquí. Ella me necesita.

El tiempo de curación de esta mierda es de seis semanas. En el desierto, no


puedo dejar que ella haga todo sola durante tanto tiempo.

Cuando miro su rostro dormido, me duele el corazón. Ella es tan bella. Su


rostro sucio está manchado de lágrimas e hinchado. Su salvaje melena rubia es un
desastre. Pero es tan bonita como un ángel enviado solo para mí. Que me condenen
si alguna vez la dejo.

Que patear al oso le daba miedo la vez amante de mierda fuera de mí. Fue
el mismo grito ensordecedor que soltó cuando descubrimos que su hermano había
sido mordido por una serpiente venenosa en la casa del árbol. A pesar de la prisa
por llegar al hospital y el antídoto, su corazón se detuvo y mi pequeño murió en la
sala de emergencias.

Cuando vi al oso, no pude evitar temer perderla también. Ella no se estaba


moviendo y él era tan jodidamente grande.

Saqué mi pistola calibre 45 de mis jeans, que llevo encima en todo momento
y la descargué. En el momento en que ese cabrón se estrelló contra mí, pensé que
estaba perdido. Pero mi chica ... Mi dulce y valiente chica, me sacó de debajo de
ese pesado trasero de oso.

Ella fue inteligente y logró llevarme de regreso a la cabaña. Luego, me limpió


y me cuidó. Lo mínimo que puedo hacer es salir de esto. Han pasado tres días
desde el incidente. Le enseñé cómo colocar una bala en la 45 y ahora la lleva
consigo cuando sale a hacer las tareas del hogar.

Me siento inválido. Me ayuda a orinar y cagar en un balde, ya que no puedo


moverme muy bien. Ella me da de comer, literalmente me da de comer con una
cuchara como a un niño, cada comida. Y ella me baña. Ojalá tuviera la fuerza para
hacer más.

Lo que más me sorprende es que despellejó al oso y recogió la carne.

—Esta mañana, volvemos a tener sopa de oso malo —dice mientras se


sienta, la colcha cayendo de su cuerpo desnudo. Me inclino hacia adelante y rozo
con la yema del dedo su pezón. Se endurece bajo mi toque y sus mejillas se ponen
rosadas. No puedo evitar sonreírle.

—La sopa de oso malo es mi favorita. ¿Tienes que irte ya? —le pellizco el
pezón y deja escapar un grito ahogado.

—Preferiría acostarme en la cama contigo —admite—. Pero no hay descanso


para los cansados.

Deslizo mi mano hacia sus bragas y masajeo entre sus piernas.

—Extraño tocarte, bebé —ella gime.

—No deberías moverte. Estás herido.

—Siempre puedes sentarte a horcajadas sobre mi cara y dejarme besar tu


bonito coño —su boca se abre.

—Estás sucio.

—Tú serías la que me ensuciaría la cara —le sonrío.

Desliza su mano hasta mi polla erecta y la acaricia.

—Yo también podría besar el tuyo.

Sus palabras son entrecortadas y avergonzadas, pero me excita.


Especialmente cuando saca la lengua y se lame los labios rosados. Tengo una
fantasía rápida de esos labios perfectos envueltos alrededor de mi polla.

—Déjame besarte primero. Entonces puedes tener tu turno —concedo, mi


polla sacudiéndose en su agarre. Sus ojos brillan.
—Tengo una gran idea. Dejaré que pongas tu boca sobre mí, pero me pondré
a cuatro patas hacia atrás y te besaré también. Al mismo tiempo. Se sentirá como
... —ella se apaga y se sonroja—. Como cuando tenemos sexo.

Me la he follado dos veces y me muero por más. No le digo que tienen un


nombre para su sugerencia, sesenta y nueve, porque me encanta mantenerla tan
inocente como pueda. Ella es mía. Todo esto es suyo para descubrirlo ella misma.

—Esa es una gran idea, cariño. Ahora siéntate en mi cara y déjame probarte.

Ella deja escapar un gemido de vergüenza, pero se quita las bragas. Luego,
con cuidado, se sienta a horcajadas sobre mi cara. Su almizcle familiar envía el
deseo directamente a mi polla. Su culo redondo y su coño rosado están justo en mi
cara cuando ella asume su posición.

—¿Alguna vez has ... —me apago. Estoy a punto de preguntarle a mi hija
convertida en amante, si ha dado una mamada antes. Afortunadamente ella me
detiene.

—No, pero prometo hacerte sentir bien.

Agarro su trasero carnoso y paso mi lengua a lo largo de su raja, disfrutando


del gemido que hace.

—No tenía dudas, bebé.

Cuando comienzo a comerme su delicioso coño, gimo en el momento en que


su lengua se burla de mi punta. No puedo ver lo que está haciendo, pero sus
pequeños gustos y pequeñas lamidas, están volviéndome loco de placer.

—Pon tu boca sexy alrededor de mi polla. Chúpala hermosa —instruyo, mi


voz tensa. Como buena chica que es, obedece y pronto está chupando mi polla con
vigor.

Dedico mi atención a chupar su clítoris y follar su apretado agujero, con mi


pulgar. Su cuerpo tiembla sobre el mío.

Estoy seguro de que es incómodo para ella mantener la posición para no


lastimarme las costillas, pero esta chica ya me ha demostrado que es fuerte. Su
cuerpo es pequeño, pero ha desarrollado unos músculos muy sexys desde nuestro
accidente.
Los sorbos y gemidos de ambos extremos son suficientes, para que mis
bolas se agarroten. Estoy tratando de aguantar hasta que ella se venga. Está cerca,
según la forma en que tiembla.

Deslizo mi pulgar de su coño y pruebo el anillo apretado de su ano. Grita


cuando empiezo a empujar dentro de ella.

—Oh Dios —ella gime alrededor de mi polla. Apenas he empezado a follar


ese agujero cuando se aprieta a mi alrededor. Ella grita de placer.

La excitación de su coño gotea hacia mi cara y la lamo, codiciosa por cada


gota. Cuando mi polla golpea la parte posterior de su garganta y ella la relaja, pierdo
el control. Mi polla late con mi violenta liberación y casi me desmayo cuando me
traga.

Ella se traga mi puto pene.

Mi orgasmo se dispara por la parte posterior de su garganta que me tiene en


un agarre caliente y fuerte. Ella eventualmente se atraganta y se aleja de mí, su
baba y algo de semen perdido goteando sobre mí.

—Eso fue ... —su cuerpo tiembla y se aprieta. Saco mi pulgar de ella y
presiono un beso en el interior de su muslo empapado.

—Perfecto. Eso fue perfecto, cariño. Ahora haznos algo de comida, mujer —
bromeo y le doy una palmada en el trasero. Ella chilla y se aparta de mí. Cuando se
vuelve para mirarme, me quedo sin palabras, atónito.

Nunca había visto algo tan malditamente hermoso en toda mi vida. Su cabello
es salvaje al igual que sus ojos azules. Su boca está hinchada, roja y húmeda como
la mierda. Sus tetas están hinchadas y los pezones erectos. Su coño está rojo
brillante y empapado.

Ojalá estuviera bien porque la inclinaría sobre el colchón y la tomaría con


rudeza si lo fuera.

Enredaría mis puños en su hermosa melena y la follaría tan fuerte por detrás,
que asustaría a todos los osos.

—Estás duro de nuevo —dice, señalando mi implacable polla. Le sonrío.

—Tan pronto como me sienta mejor, haremos algo al respecto.

Sus ojos se oscurecen mientras se muerde el labio.


—¿Promesa Pinky4?

—Será mejor que te lo creas.

Han pasado tres semanas.

Literalmente tengo fiebre de cabina y me está volviendo loco.

Al menos una vez al día, mi dulce Devon se sienta a horcajadas sobre mí e


intercambiamos orgasmos. Es el sentimiento más asombroso, pero no lo
suficientemente satisfactorio. La quiero. Quiero hundir mi polla profundamente
dentro de ella y correrme con su apretado coño apretado a mi alrededor.

No me malinterpreten, la chica se está convirtiendo en una maestra en


chuparme la polla. Solo quiero estar dentro de ella.

—Hoy, estoy haciendo la chimenea. Solo dime que hacer.

Ella es toda sonrisas mientras se quita la nieve de la chaqueta. Me quejo en


protesta.

—Yo puedo hacerlo. Solo consígueme mi…

—Reed —dice ella exasperada—. No. Puedo hacer esto.

De mala gana, lo concedo. Pasamos horas mientras la acompaño a construir


la chimenea. Mi chica es inteligente y tan jodidamente inteligente. Y capaz. Observo
con absoluto asombro cómo construye esto tan bien como puede. Gracias a Dios,
mis herramientas sobrevivieron al accidente. Sin martillos, sierras, clavos y
cualquier otra herramienta imaginable, nos habría costado mucho más trabajo
sobrevivir aquí.

4
Pinky Promise. Se refiere a la promesa de meñiques.
—La parte más difícil será sellar esos agujeros para que el humo no se
escape a la cabina —digo pensativamente.

Sin inmutarse, martilla metal para hacer esquinas en forma de V que encajen
en los huecos. Usa demasiadas uñas, pero lo hace bastante hermético.

No la critico ni le digo cómo hacerlo. Devon es inteligente y tiene un plan en


la cabeza.

Horas más tarde, una vez que hizo un agujero en la cabina para que salga el
tubo del silenciador que también está unido a la parte posterior del horno convertido
en chimenea, se limpia el polvo de las manos y me sonríe.

—Es hora de probarlo.

Ella desaparece, pero luego regresa con un poco de madera que sin duda
cortó ella misma. Observo con orgullo cómo hace un fuego, tal como le he
enseñado, dentro del artilugio. Una vez que está satisfecha, se sienta y mira.
Sorprendentemente, la maldita cosa funciona. El calor sale de la puerta del horno
abierta, pero todo el humo fluye hacia el tubo del silenciador y hacia afuera.

—Eres jodidamente brillante —alabo.

Me sonríe mientras se quita el abrigo.

—Ahora podemos asar filetes de oso malo directamente desde nuestra cama
si queremos. Qué romántico —suspira juguetonamente.

Dios, ella es tan linda.

—Conozco otras formas en las que podemos ser románticos ...

Como si captara mi deriva, comienza un espectáculo de striptease tan lento


que me duele la polla debajo de la manta.

Cuando está completamente desnuda, se arrastra en la cama a mi lado.

—Siéntate en mi polla, Devon. —Sus ojos se ensanchan.

—Pero todavía estás herido.

—Mi polla está perfectamente bien —discuto.

Nuestros ojos se encuentran en desafío. La miro con una mirada que no deja
lugar a discusiones.
—Bien —resopla, claramente no feliz por eso.

—No es diferente a cuando me la chupas, bebé. Al menos esta vez puedo


mirar tus bonitas tetas mientras rebotas sobre mí.

Mis palabras la encienden porque tiene esa mirada en sus ojos, la mirada
que dice que quiere follar desesperadamente.

Lentamente, se sienta a horcajadas sobre mis muslos y toma mi polla en su


mano. Entonces, sus ojos se lanzan a los míos.

—No sé cómo hacer esto.

—Sólo sube y monta.

Ella se ríe, pero guía con cuidado mi polla palpitante hacia su coño
empapado. Con un grito ahogado, se desliza hacia abajo.

—Guau…

—¿Qué?

—Simplemente se siente más grande así. Como si estuviera metiendo cosas


dentro de mí.

—¿Duele?

—No… simplemente se siente raro. Me gusta —. Me mira con las pestañas.

—Voy a tocar tu clítoris, pero quiero verte jugar con tus sexys tetas —le digo
mientras mis dedos comienzan a masajearla entre sus muslos. Ella gime y asiente.
Sus palmas van a sus pechos y lentamente se desliza hacia arriba y hacia abajo por
mi eje. Al principio, es rígida y clínica. Pero después de unos momentos, pierde la
cabeza por el éxtasis.

Ella se rebela contra mí como una mujer salvaje, ávida de liberación. Verla
tan libre y perdida en el placer hace que mis nueces se pongan ansiosas por
liberarse. Para mi horror, empiezo a derramarme abruptamente dentro de ella, antes
de que tenga un orgasmo. Pero afortunadamente, parece enfurecerla porque su
coño se aprieta con fuerza a mi alrededor con su liberación. Nuestros cuerpos hacen
sonidos de sorber mientras ella continúa follándome.

Cuando lo último de mi semilla se vierte dentro de ella, me tomo un momento


para mirarla mientras sus ojos aún están cerrados.
Serena.

Contenta.

Mía.

—Tenemos que tener cuidado —le digo, haciendo que sus ojos se abran de
golpe—. Lo último que necesitamos aquí es un bebé ----

—Bueno. ¿Cómo?

—Solo necesitamos comunicarnos. Cuando esté listo para venirme, te lo diré.


Se llama "el método de extracción" —le digo con una sonrisa.

Por mucho que me excite la idea de ella con una barriga redondeada, no
puedo imaginar si algo sale mal. Solo tiene diecisiete años y es pequeña. Todo tipo
de complicaciones pueden surgir del embarazo y el parto.

En los viejos tiempos, las mujeres morían de parto todo el tiempo. Y me


volvería loco si la perdiera por algo tan estúpido como eso solo porque se siente
demasiado bien envuelta a mi alrededor cuando me vengo.

—El método de extracción. Lo tengo —me asegura—. ¿Está listo para comer
un bistec, señor romántico?

Le hago cosquillas en los costados.

—Aliméntame, mujer.

Ella aleja mis manos y me levanta una ceja desafiante.

—¿Mujer? ¿Eres un hombre de las cavernas ahora? —Haciendo un gesto


hacia la grieta, le muestro una sonrisa lobuna.

—Técnicamente sí. Pero me aseguraré de follarte allí pronto solo para que
no nos confundamos.
DIEZ

DEVON

Han pasado seis semanas desde el accidente del oso. Papa—Reed—, está mejor. Él
camina alrededor, corta leña, caza y hace un millón de otras tareas. Y luego, cuando
nos acostamos por la noche, me hace el amor sin descanso. Tenemos cuidado de salir
siempre, aparte de uno o dos accidentes al principio.

Estoy muy agradecida de que todo haya vuelto a la normalidad porque


últimamente estoy agotada. El invierno es más duro de lo que podría haber imaginado.
La vida salvaje es abundante aquí, pero me muero por comer algo más que carne.
Tratamos de no tocar los alimentos enlatados que tenemos en la casa rodante y en el
remolque, pero dos veces he rogado y he ofrecido sexo a cambio de una lata de fruta.

Mi estómago gruñe al pensar en más melocotones.

Cuando me doy la vuelta sobre mi estómago para silenciar mi estómago


quejumbroso, me entristece ver que papá ya está fuera de la cama y no se encuentra
por ningún lado. Siento un olor a carne que hemos almacenado en la cueva y me
revuelve el estómago. Con arcadas, salgo de la cama y agarro el cubo justo a tiempo
para expulsar mis tripas.

Estoy sentada allí, sintiendo pena por mí misma cuando se me ocurre un


pensamiento.

No he comenzado mi período.

Contando hacia atrás, me doy cuenta de que he pasado casi dos meses sin mi
periodo.

Oh Dios.

Y tengo náuseas esta mañana.

Oh Dios.

Me duelen las tetas y estoy increíblemente cansada.

Oh Dios.
Cuando llevo la palma de mi mano a mi estómago, noto que está ligeramente
hinchada. Antes no había prestado mucha atención, pero ahora estoy catalogando
todo.

Estoy embarazada. Tengo que estarlo. A los diecisiete.

En lugar de preocuparme como lo haría un humano normal, mi corazón se llena


de felicidad. Un bebé. Hicimos un bebé. No seremos solo nosotros dos solos. Lágrimas
de felicidad corren por mis mejillas. Quiero decirle a papá, pero tengo miedo de cómo
reaccionará. Ha estado gruñón últimamente y no sé por qué. Creo que está estresado
por algo, pero no estoy segura de qué. Tendré que decirle la próxima vez que esté de
buen humor.

Cuando escucho sus botas golpear en el porche, dejo escapar un chillido y


rápidamente me pongo una sudadera con capucha para ponerme por la cabeza. Entra,
una ráfaga de aire frío lo acompaña y me mira con el ceño fruncido.

—¿Qué?

Sueno culpable y trato de ocultarlo desesperadamente. Me alegro de que el


cubo esté en la esquina. Tendré que deshacerme del vómito cuando no esté mirando.

—Osos. Vi dos más mientras estaba fuera —el pánico sube por mi pecho. Este
lugar está plagado de osos.

—¿Huelen la piel del muerto? —Él pone los ojos en blanco y mi pecho se aprieta
de dolor.

—Les importa un comino que la piel se seque en ese árbol. Sin embargo,
sienten curiosidad por nuestra cabaña. Encontré marcas de garras cerca de la puerta
como si uno estuviera tratando de averiguar cómo entrar —. El terror me atraviesa.

—¿Qué hacemos?

Él frunce el ceño.

—Voy a tener que fortificar mejor nuestra casa y poner algunas trampas —sus
ojos están cansados y parece mayor hoy como si necesitara urgentemente una
siesta—. ¿Vas a quedarte en la cama todo el día como tu maldita madre o ayudar?

Chasquea la lengua.

Lo miro boquiabierta en confusión. ¿Cuál diablos es su problema hoy?


—Reed...

—Sólo ponte algo de ropa y ayúdame. Hay un montón de cosas que hacer —
ladra y sale como una tormenta de la cabaña. Me eché a llorar.

—Estoy cansada —me quejo, mis brazos débiles por sostener el pesado pino en un
extremo.

Me ignora mientras camino penosamente por la nieve detrás de él. Ha pasado una
semana desde que descubrí que estaba embarazada. Cada día es igual. Náuseas
matutinas. Fatiga. Dolor en los senos. Antojos de esa estúpida fruta. Pero lo peor es
que lloro en un abrir y cerrar de ojos. Esto parece enojar a papá cada vez. No me ha
tocado en no sé cuánto tiempo y paso mis noches lloriqueando en la oscuridad. No sé
qué hacer.

—Déjalo —grita cuando estamos cerca de la cabaña.

Dejo caer el árbol delgado y me quito el polvo de los guantes. Cae de rodillas y
saca su cuchillo. Al igual que ha hecho con los otros doce árboles hasta ahora,
comienza tallando un extremo en una punta afilada. Está conduciendo cada uno hacia
la tierra, apoyado por una cosa tipo valla que hizo y apuntando el extremo afilado lejos
de la cabaña. Su teoría es que, si se acerca un oso, se empalarán en el bosque mucho
antes de llegar a nosotros. Los árboles con púas son horribles de ver, como si
estuviéramos en medio de un apocalipsis zombi o algo así. Aunque a papá no le
importa. Se lanza a su trabajo. Mientras él trabaja, dejo que mi mente vaya al pasado.
Cuando nunca me miró con ojos enojados.
Serpientes

En todas partes. Comiéndome viva. Es la misma pesadilla que he tenido durante


cuatro años, desde que mi hermano murió por una mordedura de serpiente.

—¡Papi!

Mamá me dijo la última vez que le grité durante un mal sueño que era
demasiado mayor para tener pesadillas. Así que ahora solo llamo a mi papá. Siempre
viene. Él siempre me salva. Escucho la puerta de su habitación golpear contra la pared
mientras sale corriendo de su habitación. Unos pasos pesados llegan rápidamente a
mi habitación.

La puerta se abre de golpe y pronto está sentado en el borde de mi cama


individual.

—¿Todo bien, Pip? ¿Serpientes de nuevo?

Me pongo a llorar porque las pesadillas me recuerdan a mi hermano. Papá


agarra la manta y la levanta para poder unirse a mí en la cama. Mientras sollozo, me
empuja contra su cálido pecho y me abraza. Cada beso en la parte superior de mi
cabeza me calienta y me calma.

—Siento haberte despertado —susurro. Acaricia mi cabello—. Siempre vendré


por ti. No importa qué. Si me necesitas, estaré allí. Te amo, Devon. Es mi trabajo como
padre protegerte—. La amargura sube por mi garganta.

—A mamá no le gusta cuando tengo pesadillas —deja escapar un suave


suspiro—. Lo sé. Tu mamá está lidiando con sus propios problemas que no te
involucran. A veces, ella se desquita contigo y no está bien. Lo siento.

—A veces desearía que solo fuéramos nosotros —susurro, principalmente para


mí. Aunque es la verdad. Papá y yo nos divertimos más sin mamá. Cuando ella sonríe,
me encanta. Pero ella apenas sonríe o se compromete.

—No digas cosas que no sientes —dice con firmeza, su cuerpo tenso. Lloriqueo.
Aunque lo digo en serio. Ella no es como las otras mamás. Es vergonzoso. Toma mi
mano y entrelazamos nuestros dedos.

—Ella tiene sus razones.

— ¿Qué razones?
Puedo escuchar sus dientes rechinar juntos—. Nada de lo que tengas que
preocuparte.

No puedo entender cuáles podrían ser sus razones para tratar a su hija y esposo
sobrevivientes como si fueran una molestia para ella.

—Desearía que ella fuera como tú. Eres el mejor —el resopla—. No, Pip. Soy
una persona muy imperfecta.

—Mentiras —digo, riendo.

—Lo digo en serio, estoy lejos de ser perfecto. Soy un bastardo malhumorado
y pierdo los estribos.

—Pero nunca lo veo —discuto.

Su mano aprieta la mía.

—Porque hago mi mejor esfuerzo para ocultártelo. No necesitas ver mis días
malos y cuando pierdo el control. Me guardo las cosas para protegerte porque te amo.
Algún día entenderás esto.

Me quedo dormida pensando que él está tirando de mi cadena, porque para mí,
él es perfecto.

Sollozo mientras el recuerdo se desvanece. Quizás esté escondiendo algo para


protegerme. Me había advertido hace mucho tiempo que tenía sus propios problemas.
Solo desearía que me hablara. Frunzo el ceño cuando juro que escucho voces. Papá
gruñe mientras corta la madera y hace todo tipo de ruido. Me levanto y me alejo de él
para escuchar mejor. Mis oídos están atentos al intentar escuchar.

—Jesucristo, Devon —gruñe papá—. Hay demasiada mierda que hacer para
estar parado, Ve a ser útil.

Mi mandíbula cae mientras lo miro. Me da la espalda y está tenso.


—Creo que deberíamos hablar —murmuro.

—Maldita sea, entra antes de que me ponga el cinturón.

Se me llenan los ojos de lágrimas calientes y corro hacia la cabaña. Cuando


veo la piel de oso en la que he estado trabajando durante semanas, lavando y
engrasando, decido que es lo suficientemente buena. Con un resoplido, lo tiro hacia
abajo desde el costado de la cabina y arrastro la cosa pesada adentro. Tengo que
sacar mi cuchillo para poder cortarlo para que encaje en el espacio. Me aseguro de
poner la tira más larga y gruesa entre el colchón y la chimenea. Luego, utilizo las piezas
adicionales para cubrir otras partes del piso de la cabina. Después de quitarme los
zapatos, casi grito de emoción que oficialmente tenemos alfombra. Quiero gritarle a
papá y hacer que venga a mirar, pero está demasiado enojado. Una vez que me quito
los jeans, me pongo los pantalones de yoga y me conformo con una de sus cálidas
sudaderas. Mi estómago gruñe. Como estoy en problemas de todos modos, me meto
en la cueva y robo una lata de melocotones de la parte de atrás. Tiene un tirador, así
que arranco la tapa y me trago cada melocotón antes de sorber el jugo. Cuando lo
escucho venir, lo escondo en el fondo de la cueva.

La puerta se abre de golpe y me doy la vuelta, con una mirada culpable en mi


rostro. Olfatea el aire y sé que estoy en muchos problemas.

—¿Qué estás haciendo?

—Nada.

—No me mientas, Devon—. La ira sube dentro de mí. Que se joda por tratarme
así sin explicación. Levanto la barbilla. —Me comí una lata de duraznos.

Sus rasgos se oscurecen y se acerca a mí después de cerrar la puerta. Me


ataca con su mano fuerte para agarrar mi mandíbula. Con cada respiración que toma,
sus fosas nasales se dilatan.

—¿Tienes algo más que decirme?

Trago y niego con la cabeza. Definitivamente ahora no es el momento de decirle


que estoy embarazada. Él frunce el ceño. —No puedo aceptar que me mientas.

—Y no puedo aceptar que actúes como un idiota gigante —respondo—. No te


atrevas a tomar ese tono conmigo, jovencita —gruñe con su voz de padre más
autoritaria.

Me burlo de él.
—¿De Verdad? ¿Ahora quieres hacer el papel de papá? Apuesto a que también
quieres azotarme de nuevo.

—¡Quizás necesites que te azoten el culo! —ruge, su agarre en mi mandíbula


se aprieta.

Lo aparto y le doy una bofetada. Ambos nos miramos el uno al otro en estado
de shock. Gruñe y me cabrea, así que lo abofeteo de nuevo. Una y otra vez hasta que
agarra mis hombros y me da la vuelta antes de empujarme de cara a la cueva. Lucho,
pero luego me baja los pantalones. Su cinturón sale volando y me azota con él. El
fuego me corta el trasero y grito. Me golpea de nuevo.

—¡Te odio!

—¡Ojalá lo hicieras! —lloro cuando el cinturón cae al suelo. Se arrastra detrás


de mí y luego su polla se presiona entre mis muslos. Con un fuerte empujón, penetra
profundamente en mi sexo.

—Oh, Dios —gimo. Miro por encima del hombro y miro a mi hombre salvaje. La
angustia brilla en sus ojos y no lo entiendo. Lloro más fuerte mientras trato de tocarlo.

—Te amo, papá. Por favor, no te enojes conmigo.

Su toque es suave mientras envuelve sus brazos alrededor de mi cintura y me


levanta. Nuestros cuerpos están al ras y él me apoya contra la fría pared de piedra.
Me besa con fuerza en el cuello y giro la cabeza desesperada por encontrar ese beso
con la boca. Nuestras bocas se acoplan de una manera salvaje mientras él se opone
a mí. Sus manos están sobre mí. Mi estómago. Mis pechos. Mi clítoris.

Grito cuando llega mi orgasmo. Chupa mi lengua y se drena dentro de mí.


¿Sabe él? Ha estado saliendo cada vez. En el momento en el que me baja, él se retira
y me toma en sus brazos. Me llevan a la cama donde se pone a desnudarme el resto
del camino. Su boca adora mi cuerpo mientras sollozo. Cuando me arriesgo a mirarlo,
sus ojos están rojos y llorosos mientras extiende su palma sobre mi estómago.

—Estaba tan enojado cuando me di cuenta de que estabas embarazada. Conté


los días. Vi las señales —respira contra mi carne—. No puedo perderte, Devon. No
puedo perderte.

Lloro tanto que creo que mi pecho explotará mientras toco su cabello

—Quiero tener este bebé contigo


—Si mueres, me meteré la 45 en la boca y me quitaré la vida. No puedo hacer
esto sin ti, cariño. No puedo hacer esto.

Pasamos el resto del día acurrucados uno alrededor del otro haciendo el amor.
Se disculpa una y otra vez.

—Tu madre me vio perder la calma muchas veces —me dice con voz triste
después de la cena—. Estoy de mal humor cuando estoy enojado. Injustamente, me
desquité contigo.

—Está bien, Reed. —Antes me equivoqué y lo llamé papá.

—No está bien —respira. Su boca baja por mi garganta hasta mi clavícula.

—Eres demasiado dulce y perfecta para lidiar con eso. La cagué.

— ¿No es eso lo que hacen las parejas? ¿Pelear y luego reconciliarse? —


Pregunto levanta la mirada y sonríe—. Supongo que sí—.

El sexo de reconciliación fue bastante caliente, lo admito. Él estaba enojado, fue


un animal. Brutal y feroz. Me vine tan fuerte que vi estrellas.

—Lo fue, estoy de acuerdo. Pero la próxima vez que estés enojado, háblame.
Es demasiado solitario aquí para estar sola. Eres la única otra persona que tengo.
Cuando no me hablas o me gritas, me siento tan perdida. Prométeme que lo intentarás.

Él besa su camino hasta mi estómago.

—Te prometo a ti y a nuestro pequeño bebé que voy a ser el mejor papá de
todos los tiempos—. Extiendo mi meñique y él lo toma. Siempre lo hace.
ONCE

REED

El crujir de la nieve me despierta de un sueño muerto. Es temprano en la mañana y


el sol está brillando. Cuando Devon pidió una ventana, encontré una de las únicas
que no estaban rotas, una pequeña que había estado sobre el fregadero de las
casas rodantes, y la traje de regreso a la cabaña. Hice un agujero cerca del techo
sobre la mesa en el lado este para que el sol de la mañana brille y caliente nuestra
cama. Después de instalar la ventana y sujetarla con tiras de madera, Devon hizo
cortinas con algunas de las sábanas rotas de la casa rodante. Me calienta el corazón
que haya hecho de este lugar su hogar.

Escucho los sonidos. Mi valla no está completa. Espero terminarlo en los próximos
días. Hasta entonces, somos vulnerables a los osos. Duerme profundamente a mi
lado. Su cuerpo desnudo presionado contra el mío es cálido y suave.

Joder, fui un idiota con ella ayer.

Sabía, en el fondo, que estaba embarazada y le di la vuelta. Escenarios horribles


en los que se desangraba, en cada uno de los intentos de dar a luz a nuestro bebé
se repetían una y otra vez como un registro en mi cabeza. En mi miedo a perderla,
la estaba alejando.

Me acerco y paso mi pulgar por su labio regordete. Ella es tan inocente. Tan feroz
y cariñosa. No la merezco, pero no me importa. Ella es mía para amarla por siempre.
Inclinándome hacia adelante, pongo mi palma en el estómago que sostiene a
nuestro hijo y le beso la mejilla.

Crujido.

Mi cuerpo se queda quieto mientras escucho. Lentamente, me levanto de la cama


y me pongo los jeans. Si hay un oso ahí afuera hurgando, planeo dispararle al
bastardo antes de que tenga la oportunidad de entrar aquí. Saco la 45 del bolsillo
de los jeans y envaino mi cuchillo en el cinturón.

Sacudiendo una camisa, me dirijo a la mesa para pararme y mirar por la ventana.
Solo estoy subiendo el pie cuando lo escucho.
Voces.

Antes de que pueda comprender si son reales o no, la puerta de nuestra cabina se
abre de golpe. Un hombre mayor con cabello castaño sal y pimienta y dientes
perdidos me sonríe sosteniendo un trozo de madera afilada en sus manos.

—¿Qué demonios...? —comienzo, pero luego él se lanza hacia mí.

El tipo es más alto que yo pero tengo más peso sobre él. Se las arregla para
abordarme, pero rápidamente lo domino. Le doy un fuerte puñetazo una, dos, tres
veces en su fea cara hasta que noqueo su trasero.

—¡Papá! —Una voz profunda grita desde la puerta.

Joder, hay más. En este punto, Devon se sienta en la cama y grita. El repugnante
en la puerta no puede tener más de la edad de Devon. Cuando su mirada
depredadora se posa en mi hija, me lanzo hacia él.

Otro tipo más grande que él entra en la cabina y me golpea en la cabeza con una
piedra. Caigo al suelo, gruñendo, tratando desesperadamente de no desmayarme.

—¡Papi!

Su grito hace que mis ojos se abran. El grandullón se arrodilla en mi espalda y


presiona una hoja en la parte posterior de mi cuello. Miro impotente mientras el niño
avanza hacia mi hija.

—Ella es tuya, Nathaniel.

A la mierda si lo es.

—¡Corre, Devon!

Ella chilla mientras intenta correr desnuda junto al niño, pero él la agarra por la
cintura. El tipo que me inmoviliza se ríe y anima al niño, como si esta mierda fuera
jodidamente divertida. Intento meter la mano en el bolsillo trasero para tomar mi
arma, pero me apuñala en el brazo.

—Se mueve demasiado, Ezekiel —refunfuña Nathaniel.

—Haz que se detenga —desafía Ezekiel.

Mierda.
Lucho y rujo en vano. Observo con horror cómo Nathaniel comienza a cargar a mi
hija. Golpea su cabeza contra el costado de la cabina, comienza a golpearla una y
otra vez, a patearla. Ella grita y suplica. Y luego sucede lo impensable.

La sujeta a la cama boca abajo. El hijo de puta se saca la polla y le separa los
muslos a pesar de que ella lucha. Sé el momento en que comienza a violarla, porque
el grito espeluznante, hace que mi corazón se ponga negro de rabia.

—¡DETENTE! —grito la orden en repetición, pero me ignora.

Impotente, tengo que ver cómo se estrella contra ella, una y otra vez.

Sus sollozos arrancan pedazos de mi alma y los arrojan por toda la cabaña. No
puedo mirar y, sin embargo, no puedo permitir que ella se quede sola. Nuestras
miradas se encuentran y le suplico que se concentre en mí.

El niño gruñe su orgasmo en segundos. Luego se pone de pie y camina hacia


Ezequiel.

—Mi turno —gruñe Ezekiel.

—¡No! —grito.

Patea con fuerza en mis costillas todavía doloridas y aúllo de dolor. El niño ocupa
su lugar, pero no es tan fuerte. Tan pronto como Ezekiel monta a mi hija, sus gritos
son más fuertes que antes. La está lastimando peor que el niño. Me pongo negro
de rabia y me sacudo de la hormiga meada, a pesar de que la hoja sobresale de mi
brazo y del dolor en el costado. Saco mi arma de mi bolsillo y le atravieso la cara a
Ezekiel con una bala. Gruñe y se derrumba sobre Devon, cuyos gritos se repiten. A
continuación, atravieso con una bala el cráneo del hombre inconsciente en el suelo.
Luego, me doy la vuelta, pero el chico ya está saliendo. Salgo corriendo detrás de
él. Huye de mí rápidamente. Me las arreglo para hacer dos tiros que lo golpean en
el hombro y en el muslo trasero. Sus aullidos de dolor me alimentan, pero Devon
está gritando mi nombre.

—¡Papi! ¡Papi! ¡Papi!

Por mucho que quiera ir tras el cabrón, no puedo dejarla en ese estado. Me apresuro
a entrar y me acerco a ella. El chico sigue encima de ella. Cuando lo empujo, me
enfurece descubrir que estaba en su culo. La sangre está por todas partes. Se
estremece tanto que creo que va a vomitar. Lo arrastro a él y al otro tipo fuera de la
cabaña para que no tenga que mirarlos. Luego, estoy de vuelta adentro tirándola en
mis brazos.
Está llorando tanto y no puedo arreglarla.

Mi palma temblorosa acaricia su cabello sedoso y la beso muchas veces. Le


prometo que todo estará bien. Ella tiembla fuera de control. No sé qué diablos hacer.
Todo lo que puedo hacer es agarrar su meñique.

Y luego sucede.

Un aullido bajo y gutural se desgarra de su pecho.

—¡Noooo!

El líquido caliente empapa los muslos de mis jeans. Jesús. Mierda. No.

¡Noooo! —ella continúa chillando, su cabeza moviéndose hacia adelante y hacia


atrás. La aprieto fuerte.

—Bebé... mierda... bebé...

—¡Noooo!

Sus lágrimas empapan mi pecho y pronto me doy cuenta que estoy llorando con
ella. En un momento, nuestro mundo quedó completamente destruido. Esos
hombres le robaron tanto a mi hija. La jodidamente violaron y la lastimaron lo
suficiente, como para perder a nuestro hijo.

—Lo siento mucho —me ahogo.

—Pip, lo siento mucho.

Quiero ir tras Nathaniel. Quiero destriparlo como un maldito pez y hacer que se
coma sus entrañas. Quiero meter mi cuchillo tan adentro por su trasero, que pueda
sentirlo en su garganta. Quiero cortarle los ojos y ofrecérselos a mi hija para que
pueda aplastarlos en su puño.

Pero yo no hago tal cosa. Todavía.

Ella me necesita.

Paso una hora limpiando su cuerpo y revisando sus heridas. Su trasero solo sangró
un poco por la intrusión, por lo que no hubo daños mayores. Pero su coño fue
brutalizado. Fue toda la sangre de la pérdida del bebé lo que hizo que mi corazón
se rompiera en mil pedazos. Ella lo revisó mentalmente. Desmayada por la
conmoción y el agotamiento.
Una vez que está limpia, la observo. Su abdomen ya está fuertemente magullado
donde ese hijo de puta la golpeó. Mi pobre niña dulce. Estoy enfermo, furioso y
perdiendo la maldita cabeza.

No salgo de la cabaña para revisar mis trampas o trabajar en la cerca de mi estaca


o cualquier cosa. Me quedo a su lado. Susurrando garantías. Con la cuchara
alimentándola. Haciéndola beber agua. Atendiendo sus necesidades. Me duele
tanto el brazo donde me apuñaló, pero lo mejor que pude hacer fue limpiarlo y
envolverlo en una gasa.

Después de un día agotador, me acurruco contra mi chica. Se estremece incluso


mientras duerme. Las pesadillas volverán. Y al igual que antes, la sostendré a través
de ellas.

Durante una semana entera, duerme. Cada segundo de cada día. Estoy cansado y
volviéndome loco, pero no me atrevo a dejarla todavía. Estoy tratando
desesperadamente de traerla de vuelta a mí. Le he traído latas de fruta que no han
sido tocadas. Intenté contarle historias sobre Drew.

Nada la hace participar.

Me recuerda tanto a Sabrina que podría vomitar.

Me niego a dejar que derroten a Devon. Ella es mucho más fuerte que su madre. —
Cuando tu madre tuvo su primer aborto espontáneo, supe de primera mano lo que
era la depresión —murmuro contra su omóplato mientras froto tiernamente su
vientre desnudo.

Ella se pone rígida pero no responde, así que continúo.

—Todo estuvo bien. Solo habíamos estado casados un verano y ella apareció
embarazada. Estaba tan jodidamente feliz. Ambos lo estábamos. Pero un día,
cuando íbamos a casa luego de cenar, gritó. Recuerdo hasta el día de hoy la
expresión de su rostro. Horror absoluto. Y luego fue seguido por un sollozo
desgarrador— trago mi emoción.

—Fuimos directamente al hospital. Perdió al bebé a las trece semanas.

Devon comienza a llorar y la abrazo con más fuerza.

—Durante todo un año después de eso, estuvo rota. Sucedió una vez más y la
aplastó. Pero luego vinieron ustedes.
Sonrío contra su hombro y la beso suavemente. Pasando toda esa historia, avanzo
rápido dos años después.

—Cuando ambos tenían cuatro años, su madre volvió a quedar embarazada. Tenía
tanto miedo de perderlo. Obsesivamente fue al médico. Todo estuvo bien. Hasta
que no lo fue. En la temida marca de las trece semanas, ella también perdió a ese
bebé.

Todo el cuerpo de Devon tiembla mientras llora.

—Jesús, alguna vez estuvo jodidamente deprimida. Quería cuidar de ella, pero no
sabía cómo. Después de sus pérdidas, me acosté con ella así. Besarla y abrazarla.
Pero con el último, tuve que cuidar de ti y de Drew. No podía acostarme en la cama
con ella. Creo que eso la hundió en una depresión más profunda, pero no sabía qué
hacer al respecto.

—¿Por qué nunca me lo dijiste? —ella susurra.

Me acaricio contra su cabello.

—Te dije que quería protegerte de las cosas malas.

—Crecí estando tan enojada con ella...

—Shhh —arrullo.

—Está bien.

Nos quedamos abrazados juntos durante un largo rato antes de que vuelva a hablar.

—Ella perdió a otro bebé justo antes de su décimo cumpleaños.

Devon se tensa en mis brazos.

—Me siento tan mal por ella. Yo... estoy devastada y era solo un bebé.

—Vas a estar bien, Dev. Lo prometo. Vas a salir de esto y un día vamos a tener la
familia que nos merecemos. Pero hasta entonces... —Un gruñido retumba en mi
garganta—. No dormiré hasta que lo haya perseguido.

Relaja su cuerpo y se vuelve hacia mí. Su palma va a mi mejilla barbuda y sonríe


por primera vez en una semana.

—Quiero que él sufra.


Agarro su meñique con el mío y le beso los nudillos.

—Eso es algo que puedo ofrecer, cariño.


DOCE

DEVON

Mientras papá trabaja en su valla, yo corto una pequeña rama. Estoy haciendo una
cruz para colgarla en la pared junto a nuestra cama. Para melocotón. No sé si
nuestro bebé era un niño o una niña, pero siento que era una niña y la llamé
melocotón. Han pasado dos semanas desde que la perdimos. Me siento durante
horas trabajando para hacerlo perfecto. Incluso grabé su nombre en la rama. Tan
pronto como lo cuelgo, lloro tanto que finalmente me desmayo.

—Necesitas comer algo.

Parpadeo lejos de mi sueño y aprieto la nariz en confusión. Afuera está oscuro.

¿Cuánto tiempo dormí?

Acepto el cuenco humeante de oso guisado que ya no me revuelve el estómago. Mi


estómago gruñe y me lo como con gratitud.

Echo un vistazo a papá mientras se desviste después de un duro día de trabajo. Se


desnuda hasta quedar en bóxers y no puedo evitar vagar mis ojos sobre su cuerpo
perfectamente esculpido. Todo el trabajo físico lo ha convertido en un Adonis. Mi
corazón parece bombear sangre por primera vez. Lo miro mientras se acerca a la
puerta y desliza la pesada rama en la ranura. Es duradero y mantiene alejados a los
posibles depredadores.

—La cerca está terminada —dice mientras busca algo en la cueva.

Doy otro bocado a mi estofado y luego sonrío.

—¿De Verdad? Esas son buenas noticias. ¿La puerta también?

El asiente.

—Los osos no están entrando —no menciona a las personas y borra la sonrisa de
mis labios.
Cuando regresa, sostiene una de las pocas botellas de licor que le quedan. Devoro
el resto de mi guiso mientras él agrega algunos leños al fuego. Toma mi cuenco
vacío y lo pone sobre la mesa. Luego, se acerca a mí. El fuego proyecta deliciosas
sombras por todo su cuerpo. Sus bóxers negros se extienden sobre su
impresionante polla que en este momento ni siquiera está dura. El calor inunda el
sur y me sonrojo. La última persona que había estado dentro de mí era Ezekiel. Un
escalofrío me recorre.

—¿Qué pasa? —pregunta, la preocupación escrita en todo su hermoso rostro. Él


traga un poco de licor.

Le tiendo una mano temblorosa. —Solo estaba recordando cómo Ezekiel…

Me apago y tiemblo.

—Toma, cariño.

Nuestras miradas se encuentran y bebo el fuego líquido. Me quema todo el camino


hasta mi estómago hueco. Justo encima de donde ya no llevo a mi bebé. Ese
pensamiento me hace volver a beber. Y otra vez. Y otra vez. La botella se suelta de
mi agarre. Papá bebe con avidez mientras se eleva sobre mí, su mirada pegada a
mis pechos desnudos.

Cojo la botella y él la suelta. Lo pasamos de un lado a otro hasta que todo mi cuerpo,
no toda mi alma, arde.

—No quiero que él sea lo último que recuerdo —suelto, mis ojos llorosos. Pule la
botella y la arroja sobre la alfombra del oso. Con prisa, empuja hacia abajo sus
bóxers y su pesada erección se dispara. Me recuesto en las almohadas y le abro mi
cuerpo. Se posa encima de mí, pero no hace nada. Se mueve para no entrar en mí
todavía. En cambio, besa mi garganta. Posesivo. Hambriento. Salvaje.

Como si estuviera tratando de marcarme con los dientes.

Gimo y mi cuerpo vibra con la necesidad de que él se deslice dentro de mí y borre


los horrores. Su polla se frota contra mi clítoris y me marea. Nuestras bocas
finalmente se encuentran y me besa como si me pidiera respirar.

Mi papá, mi mejor amigo, mi amante empuja de repente. Sin advertencia. Solo un


empujón, conduciendo a casa. Encajamos. Perfecto y completo. Agarro su carne
mientras lo beso con desesperación. Sus poderosas caderas truenan contra mí
mientras se deshace de la angustia y el dolor. Nada más existe en este momento
excepto nosotros.
Él fluye por mis venas más caliente y ferviente que el alcohol que acabo de
consumir. Con él, no es una sensación, son todas.

Amor. Lujuria. Oscuridad. Ligereza. Delicadeza. Imperfección. Tristeza. Felicidad.


Enfado. Todo.

Cuando sus dedos se mueven para tocar mi clítoris, niego con la cabeza. —Solo
fóllame.

Él gruñe.

—Demonios no. Te estás bajando, cariño. No voy a jugar este juego de nuevo.

No tengo idea de lo que está hablando y en el momento en que toca mi clítoris, no


me importa. Me conoce mejor que yo. Necesito desaparecer de la realidad por un
momento. Sus dedos tienen experiencia en tocarme y pronto pierdo el control. Mi
espalda se arquea sobre el colchón mientras grito de placer. El orgasmo es intenso,
pero ahuyenta todo el mal que parecía acecharme. Sus dientes se hunden en mi
garganta y me muerde lo suficientemente fuerte como para recordarme que estoy
viva. Cuando gimo, lágrimas de alegría se deslizan por mi rostro, él se corre con un
gemido. Chorros de semen calientes y explosivos en lo más profundo de mí. Y
egoístamente, rezo por otro bebé. No quiero reemplazar a melocotón, pero quiero
una familia con papá.

Una vez que ha terminado de correrse, se retira y se acuesta a mi lado.

Sus dedos trazan patrones por todo mi pecho y estómago. Miro su hermoso rostro
que está relajado y feliz.

—¿Me amas como amaste a mamá? —pregunto, mi voz es un susurro.

Su pulgar recorre mis labios. —Amaba mucho a tu mamá al principio. Pero con el
tiempo, me enamoré de ella. Simplemente ya no nos conectamos. Quería amarla.
Me obligué a amarla. Pero no estaba enamorado de ella —se inclina hacia adelante
y me besa—. ¿Pero tú? Te amo más de lo que las palabras pueden describir. No
es un sentimiento, es como una tormenta que se estrella contra mí y me arrasa. No
puedo detenerlo. No estaba preparado para eso. Solo sé que es lo mejor y lo más
aterrador que me ha pasado.

Le frunzo el ceño. —¿Por qué el más aterrador?

Su palma se desliza hacia la palma de mi pecho mientras frunce el ceño.


—Porque nunca sentí que no podría vivir sin alguien. Lo que tenemos no tiene
sentido fuera de esta cabaña. Desafía las reglas y la lógica que nos vimos obligados
a aprender. Se están infringiendo leyes, de todas ellas soy culpable. A pesar de las
posibilidades que corremos para estar juntos, me lanzo de cabeza. No me detengo
a pensar en repercusiones o realidad. Todo lo que sé es que te quiero. Si eso
significa tenerte aquí siempre para mí solo, lo haré. No quiero volver a la sociedad
si eso significa que lo que tenemos se considera repugnante o incorrecto. Y eso me
asusta muchísimo. Cuando pienso de verdad en el hecho de que soy un hombre de
cuarenta años que está durmiendo con su hija de diecisiete, me jode la cabeza. Vivo
todos los días con esta batalla de la moral. El hecho de que elimine fácilmente la
parte de mí que se preocupa por lo que la gente pensaría dice que me estoy
perdiendo. No soy el hombre que condujo ese RV hasta aquí. Soy una bestia creada
por el desierto. Tomo lo que quiero y eso eres tú.

Las lágrimas se me escapan por el rabillo del ojo. —No tenías que llevarme. Yo me
entregué a ti. Soy tuya. Aquí o allá. Siempre lo fui.

Él sonríe y se inclina para besar mi pezón. Su aliento está caliente contra mí.

—Mañana voy a cazar a ese hijo de puta. Luego, volveré y te haré el amor hasta
que estés embarazada de nuevo. No dejaré que te pase nada. Así que ayúdame,
mataré a todos los cabrones de este planeta antes de dejar que otra persona te
mire. Eres mi secreto. Mi todo. Nadie merece estar en tu presencia. Mía.

Sus palabras posesivas no son divertidas. Habla muy en serio. La sola idea de ver
a alguien me asusta. Me siento segura cuando solo somos papá y yo encerrados
por nosotros mismos.

—¿Promesa?

Agarra mi meñique con el suyo. —En mi vida. Porque si algo se interpone entre
nosotros y te lastima, mi vida ya no importa.

Papá trabaja en hacer una maleta. Comida. Armas. Otros suministros que necesita
para su misión de caza. Una vez que tiene todo listo, me lleva de regreso a nuestro
primer campamento. Rebusca en la caravana en busca de cosas y yo trabajo en el
remolque destrozado. Muchas cosas se rompen y se destruyen. Ha sido recogido
por animales. Con la paciencia de un santo, lentamente saco todo. Hay más cosas
en la parte trasera del tráiler. El remolque casi se partió por la mitad, pero una vez
que muevo las cosas, soy lo suficientemente pequeña para atravesar el metal
abollado. Está oscuro, aparte de algunos agujeros en el costado del metal que
permite que entre el sol. Uno de los primeros recipientes de plástico que abro tiene
ropa. Saco una pieza y la sostengo a contraluz. Inmediatamente lo reconozco como
uno de los vestidos con volantes que usé cuando era bebé para nuestras fotos de
tres años. Lágrimas vienen a mis ojos. Mamá guardó esto. A pesar de su
personalidad distante, estaba decidida a llevarse estos recuerdos con ella.

Recuerdos de Drew y yo. El vestido es tan bonito. Hubiera quedado perfecto en

Melocotón.

Un sollozo se atora en mi garganta, pero lo trago. Vuelvo a meter el vestido en la


bañera y cierro la tapa. Un día sacaré esta caja y la revisaré correctamente. La
siguiente caja que abro contiene libros y cuadernos. Es mi caja. Dejo escapar un
chillido emocionado mientras pongo algunas novelas en mi regazo. Encuentro una
bolsa de lápices y uno de mis cuadernos en los que había planeado escribir. Con
avidez, lleno mis brazos con ellos antes de sellar la tapa. Volveré por el resto más
tarde.

Se necesitan algunas maniobras, pero finalmente salgo con mi botín. Una vez que
salgo del tráiler, encuentro a papá sentado en una roca empezando a despellejar
un conejo.

—¿Puedes intentar salvar la piel? —pregunto mientras me acerco—. Creo que


puedo usarlas como usé la piel de oso.

Me mira, la sangre del conejo le corre por el dorso de la mano y sonríe antes de
asentir. Aquí en el desierto, con la nieve como telón de fondo y él luciendo
positivamente salvaje mientras se enfrenta al juego, siento que mi ritmo cardíaco se
acelera. Es el tipo de guapo que verías en la portada de una novela romántica o en
algún calendario sexy de Alaska. Y él es mío.

—Te estas sonrojando —Muerdo mi labio y me encojo de hombros—. Solo


pensando en lo sexy que estás.

Su ceja oscura se levanta. —El sentimiento es mutuo.

Él guiña un ojo y el pájaro dentro de mi caja torácica revolotea.

—¿Qué tienes ahí? —sonrío y me siento a su lado en la roca. —Algunos libros para
leer y un cuaderno. Voy a escribir.

Se inclina y besa mi sien. —Estás radiante. ¿Estás feliz?

—Ahora mismo, así. Soy más feliz de lo que pensé que podría ser.
—Bueno. Yo también.

Finalmente, termina con el conejo y regresamos a la cabaña. Me entrega la piel y


me pongo a lavarla. Necesitaré estirarla y engrasarla con la grasa de oso sobrante,
pero estoy emocionada de comenzar a recolectar las suaves pieles peludas. Será
perfecto para cuando tengamos un bebé para cubrir la cama. Estoy sentada en la
silla cantando una vieja canción que mamá y yo solíamos cantar en la radio cuando
siento que papá me está mirando. Sus facciones están oscuras mientras corta la
carne de conejo para nuestra comida.

—¿Qué? —pregunto, el calor subiendo por mi cuello. Ha estado dentro de mí más


veces de las que puedo contar y todavía me acaloro y me avergüenzo cuando me
mira como si quisiera devorarme.

—Me encanta cuando cantas.

Sonrío y sigo con mi tarea asegurándome de cantar todas las canciones que se me
ocurren, ya que a él le encanta. Una vez que los dos terminamos con nuestras
tareas y comiendo, hierve un poco de agua.

—Antes de irme esta noche, quiero bañarte —su voz es ronca y cruda. Le canta a
la mujer dentro de mí que no puede tener suficiente de la bestia dentro de él.

Mientras termina con el agua, me quito toda la ropa. Su mirada es codiciosa


mientras la recorre sobre mi carne desnuda. Se sienta en una de las sillas y coloca
la olla humeante sobre la mesa.

—Ven, siéntate, Pip —.se palmea la rodilla.

Me acerco a él. Me ayuda a sentarme encima de él para que me quede a horcajadas


sobre sus muslos. Mi sexo se siente abierto y expuesto. Me dan ganas de pedirle
que meta sus dedos dentro de mí para llenar el espacio. Esos pensamientos hacen
que el rubor se extienda hasta mis pechos.

—¿Estás avergonzada? —pregunta mientras barre mi cabello hacia un lado. Peina


los nudos con los dedos, arqueando una ceja interrogante.

—Estoy encendida —lo admito.

Su sonrisa es depredadora pero no tengo miedo. —Siempre estoy excitado contigo.


Agarra mi muñeca y guía mi palma hacia donde su erección es rígida y palpitante
dentro de sus jeans. —Mira.

En lugar de tocarme donde quiero, se pone a mojar y escurrir el trapo.


Lentamente, pasa el trapo hirviendo a lo largo de mi carne. Siseo porque me quema,
pero se siente bien porque es él quien lo hace. Se enfría rápidamente. Lo recorre
por mis pechos y mis pezones se convierten en piedras duras. Inclinándose hacia
adelante, saca la lengua y prueba una.

—Tus pequeños pezones son mis cosas favoritas para meterme en la boca —
respira con vehemencia contra mis senos.

Dejo escapar un gemido y paso mis dedos por su cabello descuidado. Me hace
levantar los brazos donde se lava debajo de ellos y luego se mueve hacia mi
estómago. Mi corazón se atora en mi garganta cuando sus dedos permanecen en
mi estómago, ambos tenemos un momento de silencio para reconocer nuestra
pérdida. Lágrimas calientes caen por mis mejillas y salpican su brazo. Deja el trapo
sobre la mesa y toma mis dos mejillas entre sus palmas. Sus labios se presionan
contra los míos y luego lame mis lágrimas como un león lamería la cara de su leona.
Inclino la cabeza ligeramente hacia atrás y dejo que se limpie el dolor. Cuando estoy
bien y seca, continúa lamiendo mi mandíbula y mi garganta. Sus palmas vagan por
mi cuerpo de una manera que se siente a medio camino entre él marcando su
territorio y buscando dolencias. Preocupación y posesión. Obsesión por partes
iguales.

—Mío —murmura y luego sus dedos están justo donde los quiero mientras besa mi
garganta. Empuja un dedo dentro de mí seguido rápidamente por otro. El talón de
su palma se muele contra mi clítoris mientras usa sus dedos para follarme. —
Siempre tan húmeda para mí. Buena niña.

Gimo y me balanceo contra su mano. Las sensaciones de placer que me recorren


son intensas y abrumadoras. Me encanta cómo me atraviesa cada vez que nos
conectamos. Me arruina. Me destruye. Y amo la sensación de que me profana.

Su mano tantea mi pequeño pecho mientras la otra me trabaja desde adentro. La


realidad me abandona mientras me pierdo en el momento. Me corro con fuerza y
con un chillido cuando me golpea el orgasmo. Estoy débil, mareada y al borde de
las lágrimas por el placer de estar conmigo en sus brazos. Nos lleva a nuestra cama
y me deja frente a él. Lo miro con avidez mientras se quita la camisa y me muestra
su pecho cincelado de piedra. Sus pectorales se contraen y sus abdominales se
ondulan con el movimiento. Mi boca hace agua para pasar mi lengua a lo largo de
los sólidos músculos en forma de V, que apuntan directamente a su polla que me
posee.

Estoy abierta y esperando. Mi excitación gotea cuando la necesidad de él se vuelve


casi insoportable. Es rápido con sus movimientos para desvestirse, pero no lo
suficientemente rápido para mi gusto. En el momento en que sus jeans y bóxers se
van, miro su polla que me apunta directamente. Largo. Grueso. Venoso. Yo sé de
experiencia que se siente como terciopelo en mi mano. Suave y maleable por fuera
pero duro e irrompible por debajo. Sabe a sal, almizcle y a él.

Mi estómago prácticamente gruñe por él.

Me agarra el tobillo y besa el hueso. Luego, lentamente arrastra besos calientes a


lo largo de mi pantorrilla y hacia el interior de mi rodilla. En el momento en que el
pelo de su barba, me hace cosquillas en la parte interna del muslo, dejo escapar un
gemido. Besa todo el viaje hasta mi clítoris. Allí, me besa de una manera obscena
que probablemente haría sonrojar a la gente. Desesperado y hambriento. Chupando
como si quisiera sacarlo de mi cuerpo y devorarlo como bocadillo. Todavía estoy
tan sensible de mi último orgasmo que me vengo con su nombre en mis labios. Y
luego sus besos continúan a lo largo de mi estómago, entre mis pechos y luego a
mis labios. Su lengua se sumerge dentro de mi boca en el momento exacto en que
su polla empuja dentro de mí. Gimo de sorpresa por la intrusión, pero él no me da
la oportunidad de recuperarme. Como un animal salvaje, me empuja. Palabras de
alabanza y votos de amor se murmuran contra mis labios mientras nuestros cuerpos
se amoldan como uno.

Estoy en todas partes a la vez.

No estoy en ninguna parte más que aquí.

Mi mente es una cacofonía de pensamientos y sensaciones fuera de control


mientras me muestra cómo se siente que dos almas se unan. Enhebrados juntos.
Una trenza apretada de hombre y mujer. Un vínculo que no se puede romper.
Estamos más allá de la emoción y la necesidad de sentirnos bien. Estamos
enamorados. Locamente. Profundamente. Desesperadamente. Enfermizo. Moriré
sin él.

Entiendo sus palabras de antes.

Uno no puede sobrevivir cuando la otra mitad de su corazón sangra.

Están conectados, lo que significa que tú también te desangras.

Gruñe su liberación. El calor me quema por dentro y, una vez más, rezo por un
bebé. Cuando el amor es tan intenso, tan explosivo, tan real, ocurren milagros.

Quiero mi milagro.
TRECE

REED
Ella solloza desde el porche, mientras me alejo de ella en la noche oscura. No quiero
dejarla, joder, pero no tengo otra opción. El hijo de puta que golpeó a mi hija y luego
la violó, provocando que abortara a nuestro bebé, todavía vive y respira en algún
lugar. Lo localizaré y lo mataré. La he dejado armada con una escopeta que debe
usar primero y luego hacer preguntas. Nadie la tocará. Tiene suficiente comida y
leña para mantenerla a salvo en la cabaña, hasta que yo regrese.

Porque volveré.

—Te amo —grita.

—Yo también te quiero.

Saludo por última vez y me doy la vuelta. El eco de la puerta cerrándose y la


madera encerrándola calma mi corazón errático. Dejarla es tan jodidamente difícil.

El paquete pesa sobre mi espalda y el 45 permanece en mi agarre, listo para


disparar. Si veo osos, los mataré con un golpe rápido en la cabeza. Pero si veo a
Nathaniel, lo incapacitaré antes de tomarme mi tiempo, para asesinar al maldito
enfermo.

Mientras camino a través de la oscuridad, mis oídos son conscientes de todos


los sonidos, mi mente se desplaza hacia antes. Con cada momento que pasa, me
enamoro más profundamente de Devon. Es una caída infinita sin fondo.
Simplemente se vuelve más y más profundo. No puedo explicar lo jodidamente
aterrador que es el sentimiento, pero de todos modos estoy obsesionado con ella.
Estoy locamente consumido por ella. No me siento satisfecho, a menos que esté
enterrado dentro de ella. No estoy completo, a menos que nuestras bocas se
acoplen como lo hacen nuestros cuerpos. No soy feliz, a menos que ella sea feliz.
Sus sonrisas son mi sustento. No necesito comida ni agua. Solo necesito ver sus
ojos azules brillando con amor, adoración y alegría

La violaron.

Le robaron tanto.
Su sentido de la seguridad. Su niño. Su mente.

Y, sin embargo, atraviesa esa oscuridad y me encuentra. A diferencia de lo


que Sabrina pudo haber hecho, mi chica fuerte y feroz me encuentra. Me busca
como si tuviera sed de mí.

Yo también estoy jodidamente hambriento por ella.

Cada día aquí en el desierto, siento que mi cordura se desvanece. Crecemos


aprendiendo normas y comportamientos, que se consideran aceptables. Sin
embargo, cuando se nos quita toda la facilidad de la vida y nos vemos empujados
a algo arduo, esas normas se olvidan. Los empujan a un lado, mientras el instinto
guía el camino. La mente ya no es necesaria. Un órgano inútil. Es el corazón el que
se vuelve salvaje. Forja el camino. Toma decisiones que desafían la razón y, en
cambio, rompe reglas que no existen aquí.

El corazón se convierte en una bestia egoísta y hambrienta.

Devora la mente y alimenta los deseos.

Mi corazón está libre.

Ya no enjaulado por el mundo, sino liberado por el amor.

No estoy seguro de cuánto tiempo he caminado, pero ya no puedo ver ni oler


el humo de nuestra cabaña. Si tuviera que adivinar, han pasado un par de horas. El
viento se levanta y percibo una bocanada de humo. Aprieto la mandíbula porque
estoy cerca. Prácticamente puedo oler al enemigo.

Personas.

Ellos son mi némesis. Esta choza puede no contenga al violador, pero sí a


otros que pueden intentar robar lo que es mío. Y por eso, lo pagarán con la vida.
Nadie entrará en mi propiedad y tocará a mi amor.

Algo gruñe y me detengo. Mis ojos se mueven hacia las sombras. Podría ser
un lobo, el sonido es definitivamente de la variedad K9.

—Tranquilo —murmuro mientras levanto mi 45.

El animal deja de gruñir y gime. El sonido es familiar y molesta a mi cerebro


apagado durante mucho tiempo. Ahora curioso, me acerco a las sombras. Los
quejidos se hacen más fuertes. Me arrodillo y me doy palmaditas en el muslo.
—Ven aquí —ordeno.

Con la cabeza gacha y una cuerda apretada alrededor de su cuello, mi


maldito perro Buddy se arrastra hacia mí. Estoy tan abrumado por la alegría que
salto hacia adelante y abrazo al perro. Me lame la cara, como si estuviera feliz de
verme. Rápidamente corto la cuerda alrededor de su cuello con mi cuchillo y
masajeo la abolladura en su piel. Prácticamente me ataca. Menea la cola mientras
me lame la cara. Cuando su nariz acaricia mi mano y deja escapar un pequeño
ladrido, sé que huele a Devon.

—Ella está de vuelta en la cabaña, muchacho —arrullo—. Te llevaré de


regreso a casa. Primero tengo que encargarme de algo. Voy a hacerle pagar —. El
perro, leal como una mierda, corre en círculo a mí alrededor. Cuando señalo hacia
la cabaña, mira en esa dirección y huele el aire. Lo dejo ir mientras comienza a oler
a lo largo del camino de dónde vengo. El aroma de Devon lo tiene ansioso y a la
caza. Me paro y me dirijo al frente de la choza.

Empujo la puerta para abrirla un poco y noto un fuego en la chimenea de


piedra. Frente a él, durmiendo en el suelo hay dos tipos cercanos a la edad de
Ezekiel. Sin dientes y sucios. Son rufianes con pollas en los pantalones.

Pollas que podrían guiarlos hasta mi hija. Reprimo un gruñido mientras saco
mi cuchillo. El hedor del sexo es espeso en el aire. En la trastienda de la choza,
puedo escuchar sonidos.

Malditos.

Me arrodillo al lado del tipo más grande y clavo mi cuchillo profundamente en


su garganta antes de cortar su carótida. La sangre sale a borbotones, salpicando
mi cara, y luego está gorgoteando, con los ojos muy abiertos en confusión mientras
se agarra la garganta. El hombre a su lado se mueve y lo ataco a continuación. Él
se despierta justo cuando me abalanzo sobre él y bloquea mi golpe. Sus ojos están
llenos de terror y sorpresa. Es débil comparado conmigo y lo inmovilizo
rápidamente. El cuchillo se hunde en su vena. Lo rasgo de un lado a otro
destruyéndolo, empapándome con más sangre, antes de sacarlo. Mi corazón
martilla en mi pecho.

Nathaniel

Sé que está ahí. Prácticamente puedo sentirlo.

La puerta cruje al abrirse cuando la empujo.


—Ahora no, John —gruñe Nathaniel, flexionando su trasero desnudo
mientras choca contra alguien—. Prometiste que ella era mía esta noche —Hay otra
chimenea en esta habitación que ilumina.

Su muslo tiene una cicatriz retorcida roja que obtuvo con una bala. Enseño
los dientes antes de atacar. Agarrando un puñado de su grasiento cabello, lo aparto
de su fiesta de sexo. Su polla sale con un ruido vulgar. Una mirada rápida a la cama
improvisada y mi corazón se detiene en mi pecho. Una chica con cabello castaño
desordenado, salvaje y lágrimas corriendo por su rostro, yace allí con las piernas
abiertas. No tiene tetas de las que hablar y está desnuda entre los muslos. Si tengo
que adivinar su edad, no tiene más de once años, doce máximo.

—¡No lastimes a mi hermana! —suplica, apartándome de mirar la horrible


escena.

Gruño de rabia y lo golpeo contra el suelo. Él da pelea. Es solo un jodido


jovencito, pero lleno de tanta maldad. En otra vida, un niño como este podría haber
sido amigo de Rowdy. Pero en esta vida, él es el villano. El maldito monstruo. Lo
apuñalé en el pecho esperando golpear un pulmón. No es tan fácil como a los otros
cabrones. Lo apuñalé de nuevo, esta vez más abajo en su abdomen carnoso.
Gorgoteos y gritos se le escapan. Le gruño y le clavó el cuchillo en el costado. Él
aúlla, llora y suplica como un coño.

Cuando hizo gritar a mi hija mientras la violaba y le robaba a su bebé, no le


concedió el perdón. Él solo tomó y malditamente tomó.

Así que tomo y jodidamente tomo.

Su sangre empapa mis manos y lo golpeo una y otra vez en su pecho. Quiero
robar su corazón como él robó el de ella. Quiero la maldita cosa en mi puño. La
chica de la cama solloza y por un momento me pregunto si debería matarla también.
Pero luego recuerdo el terror y el desaliento en sus ojos. Ella no pidió esto. También
se lo quitaron a ella.

Deja de retorcerse mientras vomita más sangre que le hace ahogarse. No


soporto la expresión de su rostro. Tan malditamente indefenso. Con una rabia que
me consume, le clavo el cuchillo en la cara.

De nuevo.

De nuevo.

De nuevo.
Mi cuchillo se atasca entre los huesos de su cara y tiro con tanta fuerza que
escucho su cuello romperse. Me las arreglo para liberar mi cuchillo y aterrizar en mi
trasero con un ruido sordo. Cuando mi mirada lo recorre, la paz se instala a mí
alrededor como una niebla refrescante. El que lastimó a mi bebé está muerto.
Terminó brutalmente.

Yo sonrío.

Como un maldito maníaco.

La niña gime y me pongo de pie en toda mi estatura. Ella se aleja de mí. Mi


cuchillo está apretado con fuerza en mi agarre. Debería cortarle la garganta y
sacarla de su miseria. Su labio se tiembla mientras arrastra las mantas para
cubrirse.

—Gracias —el susurro de sus labios me tranquiliza—. ¿Puedes sobrevivir


por tu cuenta? —mi voz es ronca.

Ella asiente.

—Me llevo a mi maldito perro —espeto.

Su cuerpo tiembla y asiente una vez más.

—Si te acercas a mi casa y tratas de robarnos o lastimarnos, te destriparé


como a un maldito pez.

Ella abre los ojos mientras las lágrimas se derraman.

—Pero si necesitas ayuda —gruño—. Podemos ayudar.

Su cabeza se sacude hacia adelante y hacia atrás. —No necesito ayuda —


gruño porque no le creo.

—Se lo merecían —murmuro—. Ellos lastimaron a mi chica.

Las lágrimas corren por sus mejillas.

—Me alegro de que los hayas matado.

Busco en mi mochila y saco una lata de fruta. Un gemido se le escapa cuando


me arrodillo a su lado y lo dejo en el suelo junto a ella. Le acaricio la cabeza y luego
me levanto para marcharme. Antes incluso de salir de la habitación, puedo escuchar
la lata abrirse y sorber detrás de mí.
Esta chica estará muerta al final de la semana.

Estoy casi en la cabaña cuando Buddy trota hacia mí. Esperó pacientemente
hasta que regresé. Su cola se mueve salvajemente cuando me acerco.

—Buen chico. Tu mamá va a estar muy feliz —le digo mientras rasco detrás
de sus orejas. Abro la puerta y camino hacia el porche.

— ¡Devon, soy yo!

Escucho pasos adentro y la cerradura se desliza fuera de lugar. Ella responde


vistiendo nada más que mi sudadera. Sus largas piernas desnudas están a la vista
y joder cómo las he extrañado.

—Oh —jadea mientras su boca se abre al ver mi apariencia espantosa.

Estoy cubierto de sangre de otros hombres. Para ella. Siempre por ella.
Buddy pasa a mi lado y un grito de sorpresa se le escapa. Pero en el momento en
que se da cuenta de que es su amada mascota, cae de rodillas sollozando. Creo
que ella está más emocionada de ver al perro que a mí. La lame por todas partes y
ella le exprime la vida. En este momento, me transporto al pasado.

—¿Quién es un buen perro? —Devon arrulla mientras sostiene una golosina. Buddy
gime, pero permanece sentado.

Conoce el ejercicio.
—Eres un buen perro —le alaba y le da la merienda. Lo muerde y felizmente
corre a una esquina del patio trasero para comérselo. Cuando se pone de pie, con
las manos en las estrechas caderas, frunzo el ceño.

—¿Saliste temprano del trabajo para venir a nadar? —pregunta ella con una
amplia sonrisa. No puedo ver sus brillantes ojos azules detrás de sus lentes, pero
sé que están brillando con esperanza. Difícilmente puedo negarle nada.

—Llegué a casa temprano para poder llevar a mamá al cine, pero ...

Ella baja la cabeza y frunce el ceño. —Ella no quiere ir.

Aprieto los dientes y asiento.

—¿Quieres llamar a algunos amigos?

—Seth preguntó si podía venir, pero tú dijiste que no, chicos, ¿verdad?

Sus dientes muerden su labio inferior.

Mi mirada recorre su cuerpo demasiado femenino, en un bikini negro. Los


triángulos apenas cubren las pequeñas hinchazones de sus pechos, y sus diminutos
pezones están erectos bajo la tela mojada. Su trasero es aún más pequeño. Tiene
caderas que se ensanchan y una cintura estrecha. El sueño húmedo de todo
adolescente. Demonios, ella ya me ha costado una amistad, porque escuché a uno
de mis compañeros de golf hablando con otro chico en el club, diciendo que le
gustaría ser su Sugar Daddy.

Los chicos son una mala idea. El único hombre que tiene soy yo, porque
puedo protegerla de ellos. —No chicos —estoy de acuerdo con un gruñido. Ella ríe.
—Escuché que Seth besaba mal de todos modos. Me acabas de salvar, papá.

—Siempre te salvaré —juro.

Recibo una dulce sonrisa antes de que se dé la vuelta y se prepare para


sumergirse. Tenía razón. El material apenas le cubre el culo. La ira se hincha dentro
de mí porque los hombres y los niños de todo el mundo están comenzando a notar
a mi hija de dieciséis años. Pronto partiremos hacia el desierto de Alaska y nadie la
mirará.

Salta a la piscina y sumerge su cuerpo bajo el agua. Sin esfuerzo, nada hacia
un lado de la piscina. Sigo mirándola absorto en mis pensamientos cuando ella trepa
por el otro extremo. El agua sale de su cuerpo mientras se dirige a la bañera de
hidromasaje. Después del día infernal que tuve, incluida la parte en la que le grité a
Sabrina hace un momento, por ser una perra egoísta, me vendría bien relajarme en
el jacuzzi.

Rápidamente subo las escaleras para cambiarme. Sabrina yace desnuda en


la cama, una invitación silenciosa a reconciliarse, pero todavía estoy demasiado
enojado. La ignoro como ella siempre me ignora y me pongo mi bañador. Antes de
salir, tomo una cerveza y me dirijo al jacuzzi.

Devon canta con la espalda pegada a los chorros de agua. Ella es tan
jodidamente linda, con su cabello mojado apilado desordenadamente sobre su
cabeza.

Su cabeza se mueve al ritmo de la música mientras subo al jacuzzi. Una vez


que estoy sentado, inclino la cerveza hacia atrás y tomo un trago frío.

—No es justo —hace un puchero mientras se acerca a mí. Ni siquiera discuto


cuando ella toma la botella y bebe un trago. Ella ha estado robando sorbos de mis
cervezas, desde que tengo memoria.

—¿Crees que nadaremos mucho en Alaska? ¿No nieva todo el tiempo?

Me río y tomo la cerveza. —¿Qué la Señorita lo-se-todo, ¿no ha comprobado


las temperaturas?

Saca la lengua. —Lo hice. Los veranos pueden ser cálidos allí. Sólo quiero
asegurarme. Amo nadar.

Cuando vuelve a coger mi cerveza, cambio de mano y la alejo de ella. Ella


es juguetona mientras se lanza hacia la botella. Sus pechos rozan mi pecho y me
congelo. Ningún papá quiere sentir las tetas de su hija. Todavía estoy tan aturdido
que cuando agarra la botella, la suelto. En lugar de alejarse, se acomoda en mi
regazo. Como mil veces más. Pero esta vez la inquietud recorre mi espalda. Quizás
sea el hecho de que ambos estamos en traje de baño. Tal vez sea que solo me
preocupaba el hecho, de que ahora parece una mujer. Sea lo que sea, tengo miedo
de moverme. No quiero herir sus sentimientos. Ella es muy sensible, por la flagrante
negligencia de su madre. Siempre hemos estado cerca. Nunca la he alejado. Que
me condenen si empiezo ahora.

—Leí sobre curtir pieles. Hay aceites y cosas que puedes comprar, pero
también puedes usar los suministros de la naturaleza. Me pregunto cómo se sentirá
Buddy, si alguna vez despellejamos a un animal a su alrededor —ella se ríe y bebe
un sorbo de cerveza—. Apuesto a que él pensaría que somos bárbaros.
Me río, mis brazos rodean su cintura como siempre. —¿Crees que vas a estar
ahí afuera curtiendo pieles? ¿Para qué demonios necesitarías pieles de animales?

Ella se encoge de hombros y se apoya en mi pecho.

—Para acariciar.

Resoplando, robo mi botella y tomo un largo trago. —Eso es tonto. Para eso
tienes a Buddy.

—Pero los conejos son tan suaves —dice, con una sonrisa en su voz.

Entonces ella me mira. ¿Cuándo diablos creció tanto?

—Lo son. ¿Estás realmente lista para dejar todo esto atrás? No más jacuzzis
o piscinas o Seths mal besadores —mi gruñido en la última parte la hace reír.

Ella toma la cerveza y bebe el resto. Luego mueve su trasero contra mí


mientras se inclina hacia adelante para colocarlo en la repisa. El movimiento
provoca una reacción fisiológica que no esperaba. Una erección de mierda.

La empujo lejos de mí y me aclaro la garganta. —Tengo que conseguir otra


cerveza ya que bebiste la mía —Mi voz es ronca y siento como si mi cara estuviese
roja de vergüenza.

Se levanta del agua caliente y vuelve a ponerse las manos en las caderas.
Su traje de baño está un poco desordenado en un lado y se ve el rosa de su pezón.
Arrancando mi mirada horrorizada lejos de ella, salgo corriendo del jacuzzi con
cuidado de mantener mi estúpida y repugnante erección lejos de su línea de visión.
—Vuelvo enseguida —grito.

No engaño con una toalla, solo me apresuro a entrar en la casa fría. Mi polla
palpita y estoy enojado por eso. Todo esto es culpa de Sabrina, decido. Si hubiera
ido al cine con nosotros, no habría tenido un momento espeluznante con mi hija.
Jodidamente enfermo.

Corro por la casa listo para darle a Sabrina una parte de mi mente. Cuando
entro en el dormitorio, ella todavía está ahí tirada como una idiota. Desnuda. Con
un gruñido, me bajo mis pantalones cortos y me acerco a ella. Golpeo su muslo
haciéndola gritar. Luego, la agarro por los tobillos y la arrastro hasta el final de la
cama. Grita cuando la pongo boca abajo. Mi erección está ansiosa por liberarse. Lo
deslizo más allá de la rajadura de su culo hasta su coño. Con un fuerte empujón, la
penetro. Estirándome hacia adelante, enredo su cabello en mi puño. Me la follo duro
y sin disculpas. Varias veces, le doy una palmada en el trasero tan fuerte que grita.
Cuando me preparo para venir, mi mente se desliza de este momento. A una
pequeña astilla de pezón prohibido. Casi me ahogo de disgusto conmigo mismo.

Y, sin embargo, me vengo más duro que nunca. Saliendo saco mi polla y
disparo mi semen por todo el culo ahora rojo de Sabrina.

—Eso fue tan bueno —gime desde la cama.

—¿Vas a venir al cine con nosotros ahora? —grito, la ira todavía me invade.

—Me agotaste —dice con una pequeña risa—. Me quedaré fuera.

Aprieto los dientes. Quiero darle una palmada para sacarle algo de sentido
común. Ella está destruyendo a su familia sin ayuda.

—Por supuesto —gruñí.

Una vez que me ducho y me visto, vuelvo a salir. Devon se anima cuando
me ve. Ella sale de la bañera de hidromasaje y se acerca a mí. Jesús. ¿Quién le
enseñó a caminar así, balanceando las caderas y mierda? Estoy irritado conmigo
mismo por ser débil. Enfurecido con Sabrina por darse por vencida. Y me molesta
que Devon este seduciendo partes masculinas de mí, que están estrictamente fuera
de sus límites.

—¿Estás loco? —su labio inferior hace pucheros—. Fueron sólo unos sorbos,
papá.

Froto mi suave mandíbula y niego con la cabeza. —No estoy enojado contigo,
Pip. Vamos a ver una película solos tú y yo.

Ella sonríe y se pone de puntillas para plantar un beso húmedo demasiado


cerca de mis labios. —Eres el mejor. Estaré lista en treinta minutos.

Con la vergüenza subiendo por mis venas, veo como su trasero rebota hacia
la casa.

Estoy perdiendo la maldita cabeza.


CATORCE

DEVON

—¡Estoy tan feliz! —grito mientras me paro y busco los ojos de papá. Tiene el ceño
fruncido y está en su lugar. Tan guapo y feroz como se ve con la sangre salpicada
por todo su rostro barbudo, me gusta más limpio para que podamos besarnos—. Ve
a sentarte en la silla.

Parpadea para eliminar su aturdimiento y me ofrece una pequeña sonrisa


antes de hacer lo que le dicen. A toda prisa, se quita la ropa de abrigo y la sudadera
hasta que no lleva nada más que vaqueros y calcetines. Le doy a Buddy algunos
trozos de conejo que sobraron y le preparo un cuenco de agua. Parece contento de
tumbarse en la alfombra de piel de oso, mordiendo la carne.

Cuando me vuelvo para mirar a papá, está sentado con una mirada
depredadora que me hace temblar. Hiervo un poco de agua y luego me preparo
para limpiarlo. Mis ojos se deslizan sobre su pecho cada vez que tienen la
oportunidad. Sus músculos son una obra de arte. Me puse a lavar la sangre de su
rostro y cabello. Sus ojos marrones oscuro se clavaron en los míos. Es muy intenso
esta noche. Quiero decir, mató a alguien. Supongo que eso haría a cualquiera
intenso. En lugar de sentirme asustada, me siento aliviada. Está cumpliendo su
promesa de protegerme sin importar el costo.

—¿Recuerdas la última vez que planeamos ir al cine antes de venir aquí? —


su voz es tensa. Ronco. Paso mis dedos por su cabello—. Por supuesto que sí —
fue una de las primeras veces que sentí sensaciones hormonales inusuales que me
recorrían. Con mi papá de todas las personas. Mientras lo limpio, pienso en ese día.
Nunca he tenido una cita. No soy lo suficientemente mayor, dice papá. Pero cada
vez que él y yo salimos juntos, pretendo que eso es exactamente lo que soy. Él
siempre se viste bien, mucho más agradable que los tontos de los que soy amiga y
que viven en el vecindario. Estoy orgullosa de que esté a mi lado. Y siempre hago
un esfuerzo adicional por él también. Como mamá no quiere ir con él, creo que se
merece a alguien bonito de su brazo. Alguien femenino. Esta noche, en lugar de mis
jeans y camisetas habituales, elegí un vestido azul claro que complementa mis ojos
y cabello. Lo combiné con sandalias de tiras color canela y me alisé el cabello.
Cuando está tan suave, papá lo toca mucho distraídamente. Me gusta cuando me
toca el pelo. Normalmente, no soy de los que se maquillan mucho, pero esta noche
me preparo para él. Antes, en el jacuzzi, parecía enfadado conmigo. No quiero que
se enoje.

Una vez que me rocío un poco de perfume, agarro un pequeño bolso y me


apresuro a bajar las escaleras. Está esperando, luciendo joven y guapo, con un par
de pantalones de color carbón y una camisa blanca con botones. La camisa está
bien planchada y se ha dejado los dos botones del cuello desabrochados. También
se arremangó y dejó al descubierto sus antebrazos tonificados. Sonrío porque se
ve muy bien.

Cuando nuestras miradas se encuentran, sus ojos recorren rápidamente la


parte delantera de mi cuerpo antes de negar con la cabeza.

—No

El dolor aprieta mi corazón y frunzo el ceño.

—¿No?

—Ese vestido...—su mandíbula se aprieta y mira hacia otro lado—. Es


demasiado... elegante.

Miro el vestido de verano con el escote pronunciado. Seguro que es ceñido


y sedoso, pero no elegante.

—Papá —hago un puchero—. Me gusta este vestido.

—El vestido no es el problema —se queja—. Así es como reaccionará la


gente cuando te vean en él.

Yo sonrío. —¿Tienes miedo de que encuentre novio esta noche? —No se ríe
como yo esperaba. En cambio, frunce el ceño y sus dedos recorren mi suave
cabello. — Eres demasiado bonita.
Mi corazón palpita un poco ante sus palabras. —Así que protégeme de esos
chicos horribles —le digo, radiante—. Eso es lo que hacen los papás.

Agarro su antebrazo y se tensa. Todo lo que obtengo es un asentimiento


corto de acuerdo.

Es suficiente.

Treinta minutos después y estamos atravesando la ciudad en el auto


deportivo negro de papá. Pasamos por el cine y frunzo el ceño confundida. Nos
conduce hasta donde están los muelles y aparca al costado de la carretera. Tan
pronto como salgo del auto, puedo oler los mariscos y mi estómago gruñe.

—Pensé que cenaríamos en su lugar. Ese vestido es demasiado bonito para


desperdiciarlo en un teatro pequeño —dice con brusquedad.

Mi corazón florece, toma mi mano y no me siento como su pequeña hija. Me


siento como una mujer hermosa del brazo de un hombre guapo. Esta gente no nos
conoce. Pueden asumir que somos pareja. El pensamiento es peligroso, pero no es
desagradable. Envía hormigueos de calor a todo mi cuerpo

Me aprieta la mano y sonrío.

—Nos gustaría una mesa al aire libre con vista a la bahía —le dice papá a la
anfitriona. La anfitriona sonríe y nos muestra la mesa. No puedo luchar contra el
rubor que se arrastra por mi cuello cuando papá saca silla para mí. Sus dedos
recorren mis sedosos mechones por un momento provocando que me estremezca.
Luego, se sienta frente a mí, sus ojos marrones más oscuros de lo habitual.

—Cuando tengas ochenta podrás empezar a salir —bromea con una sonrisa
lobuna que me convierte en papilla—. Le dirás a ese hombre cómo quieres que
traten.

Asiento y sonrío.

—Estoy tomando nota.

Él sonríe, lo que hace que un calor extraño me inunde. Su pierna roza la mía
debajo de la mesa y aviva mis nervios. Pedimos nuestra comida y papá pide una
botella de vino. El servidor no cuestiona mi edad. Simplemente saca la cara botella
y la vierte en nuestros vasos.

La cena es divertida. Reímos, hablamos y disfrutamos de nuestra comida.


Ambos estamos entusiasmados con nuestra próxima aventura en Alaska. Puedo
ver el deleite bailando en los ojos de papá. Está listo para el siguiente paso. Yo
también estoy lista. Egoístamente, estoy deseando pasar más tiempo con él.

Trabaja tanto que siento que nunca lo vi. A medida que el alcohol zumba a
través de mi sistema, me encuentro accidentalmente rozando sus piernas con más
frecuencia. Sus ojos son positivamente maníacos mientras me mira. No entiendo la
mirada, pero parece hacer que mi corazón truene en mi pecho. Después de la cena,
me guía a un bar donde la gente está bailando. Ordena tragos, pero solo me deja
uno. Hago pucheros y él se ríe. Sus dedos, como si tuvieran una mente propia,
juegan con un mechón de mi cabello. No estoy segura de que alguna cita pueda
superar estar con mi padre. Cuando el alcohol lo hace soltar y se ríe más a menudo,
me mete en la multitud de cuerpos sudorosos que bailan. La música es rápida y
ambos empezamos a movernos al ritmo. Él es todo sonrisas y me gusta cuando sus
manos siguen tocando mis caderas. Se siente como si me quemara cada vez que
lo hace. En un momento, estoy bailando frente a él de espaldas a su pecho cuando
su palma descansa sobre mi estómago. Un deseo ardiente me atraviesa. Su otra
palma se desliza por mis costillas y dejo escapar un gemido vergonzoso que
afortunadamente está cubierto por la música.

Estoy borracha.

Los sentimientos que me atraviesan se deben al alcohol. Sus dedos se


deslizan más abajo por mi estómago. No creo que se dé cuenta de que su meñique
está tocando mi hueso púbico. Estoy tan excitada que me mareo. Mis bragas están
empapadas de deseo y mi vestido empapado de sudor. Cuando mis rodillas se
doblan, me agarra de repente, su fuerte antebrazo justo debajo de mis pechos.

—¿Qué pasa? —exige, con su voz llena de pánico en mi oído—. Estas


¿enferma?

—Mareada. Estoy mareada.

Me lleva a su lado y me guía lejos de la pista de baile. Una vez fuera del bar
concurrido, encuentra una única silla en la esquina de la terraza. El viento es más
fresco ahora que el sol se ha puesto y me enfría la piel. Se sienta en la silla y me
sienta en su regazo. Nuestros cuerpos están pegajosos por el sudor, pero el viento
me hace temblar.

—Deja que el efecto del alcohol desaparezca. No debería haberte dejado


beber —dice, la vergüenza cubriendo su voz. Sus dedos recorren mi cabello y mi
vientre parece hundirse.
Me acurruco contra él en busca de calor. —Estaré bien en un minuto. Me
acabo de calentar demasiado. Ahora me estoy congelando —Me río de su
estupidez.

Sus brazos me acercan más a él. Papá es cálido, seguro y fuerte. Empiezo
a quedarme dormida. Su palma está frotando círculos en mi espalda baja, pero
finalmente se detiene y la deja descansar en mi trasero. No creo que se dé cuenta
de dónde me está tocando, pero no lo corrijo. Me gusta su mano ahí.

Me despierto más tarde con él llevándome a mi cama. No recuerdo mucho,


pero estoy ansiosa por dormir. Me quita los zapatos y luego me cubre con mi
edredón. Estoy en silencio mientras sus dedos acarician mi cabello. Sus labios se
presionan contra mi frente y susurra algo que casi no escucho.

—Prometo que no me permitiré tener otra noche egoísta como esta —Mi
corazón se hunde porque su noche egoísta fue la mejor de mi vida. Pero cuando él
se aleja, no puedo evitar sonreír en la oscuridad. No prometió con el meñique.

—Te quería esa noche —admito, con mi voz temblorosa. Sus ojos marrones
oscuros se clavan en los míos—. ¿Lo hiciste?

—Estabas enojado conmigo después del jacuzzi y no estaba segura de por


qué. Solo quería complacerte. Por eso me vestí tan bonita. Para ti —Sonrío mientras
vuelvo a dejar el trapo sobre la mesa. Sus facciones son salvajes. Un animal detrás
de sus ojos. —No estaba enojado. Estaba disgustado conmigo mismo. Te frotaste
contra mí. Me puso dura la polla. Pensé que era un maldito enfermo —. Frunzo el
ceño y niego con la cabeza—. No estás enfermo. Nunca estuviste enfermo.

Él frunce el ceño.

—Me desquite con tu madre —la vergüenza parpadea en su mirada—. Pero


no estaba satisfecho. Algo prohibido supuraba dentro de mí. No estaba seguro de
cómo apagarlo. Esa noche, egoístamente quise hurgar en esa herida interna,
aunque solo fuera por una noche. No habría hecho nada para cruzar la línea, pero
solo necesitaba...

Lo miro por debajo de mis pestañas, un calor tímido quemando mis mejillas.
—Estaba mareada en esa pista de baile por la forma en que me tocabas. Quería
más. Lo quería todo. No estaba segura de cómo procesar ese pensamiento. Tus
dedos estaban tan cerca —gruñe y se frota la nuca—. Casi te toco esa noche. El
alcohol me confundió. Mis ojos estaban cerrados. Estaba perdido en el momento.
Si no hubieras hablado, me temo que podría haber frotado mis dedos contra tu
clítoris en ese momento.

Toda esta charla de esa noche tiene mis bragas mojadas. Me quito la
sudadera y le muestro mis pechos desnudos. Pechos que alguna vez pensó que
estaban fuera de los límites. Nunca estuvieron fuera de los límites. Aquí o allá, estoy
segura de que se los habría ofrecido en un momento dado.

—Te habría dejado —admito con un susurro—. Entonces te habría dejado


tocarme. En frente de todos. Quería tu toque —tomo su mano.

—Todavía quiero tu toque.

Él se levanta sobre mí. Cuando me retuerzo en su agarre, dejo escapar un


gemido de sorpresa. Sus caderas comienzan a moverse con una canción
imaginaria. Muerdo mi labio cuando siento su erección empujándome. Dos manos
susurran sobre mi carne desnuda, recreando esa noche. La mano que está cerca
de mi pecho me hace cosquillas, pero el que está peligrosamente bajo en mi
estómago me hace ver estrellas. Cierro los ojos y vuelvo a esa noche. Sus dedos
moviéndose debajo de mi vestido. Deslizándome en mis bragas y buscando mi
calor. Dedos gruesos empujando dentro de mí. Poseerme. Grito de placer. Mi
excitación gotea de mí como nunca antes. Empuja mis bragas por mis muslos y
caen hasta mis tobillos.

—Inclínate —exige, su voz ronca.

Me inclino y toco los dedos de mis pies y le ofrezco mi cuerpo desnudo. Sus
jeans y calzoncillos caen al suelo antes de que comience a frotar su erección
caliente contra mi sexo resbaladizo.

—¿Me habrías dejado follarte allí mismo en el muelle si te lo hubiera pedido?


—su voz es salvaje y profunda. Hago una mueca cuando sus poderosos dedos se
clavan en mis caderas—. Dime, niña —gimo ante su voz y sus palabras sexy.
—Sí. Me toqué esa noche. Me imaginé que eras tú. A veces fingía tener
pesadillas para que entraras en mi habitación sin nada más que bóxers. Me gustó
cómo encajaban nuestros cuerpos. Cómo eras tan fuerte y viril. Yo era tan pequeña
y vulnerable. Cuando en mi cama, me besarías y abrazarías como lo haría un
amante. Posesivo y protector. Me acariciarías el pelo como si fuera tuya y solo tuya.
Tantas veces, quise sentarme a horcajadas sobre tus muslos una vez que
empezaste a roncar y...

Grito cuando choca contra mí con un fuerte movimiento de sus caderas. Mi


cuerpo tiembla como si fuera a derrumbarme, pero su agarre mortal en mis caderas
evita que me caiga. Me folla duro. Tan duro que nuestra piel hace un fuerte sonido
de bofetadas. Tan fuerte que el perro gime. Tan duro, que sé que estaré magullada
en todas partes.

—Más duro —le ruego.

Quiero que me parta en dos y me posea desde dentro. Sus caderas se


disparan de una manera erótica, que me tiene loca de lujuria. Vengo con un
estremecimiento violento. Se retira de repente y espero que se corra. En cambio,
presiona contra el estrecho agujero de mi trasero. El terror trepa por mi garganta,
pero antes de que pueda escapar, pasa las yemas de los dedos por mi columna.

—Quiero que se vaya de allí —gruñe. Sé exactamente lo que quiere decir.


Ezekiel fue la última persona que me tocó allí. De repente, a pesar del dolor, yo
también lo quiero.

—Sí —me ahogo—. Que se vaya.

Empuja lentamente y el fuego me atraviesa. Casi me ahogo en un sollozo


que estaba intentando ahogar. Papá no me golpea como ese violador. Es gentil pero
posesivo. Apenas puedo sostenerme y estoy agradecida, cuando se sienta de
nuevo en la silla, conmigo empalada en su polla. El fuego dentro de mí está furioso,
pero confío en él. Envuelve su musculoso antebrazo alrededor de mi cintura y me
empuja contra él. Inclino mi cabeza hacia atrás, para descansar en su hombro.

—Pon tus pies sobre mis rodillas —ordena, su aliento caliente me hace
cosquillas en el cuello. Asumo la posición deseada y estoy agradecida de que
parezca aliviar el ardor dentro de mi trasero. Mi sexo se siente abierto y expuesto.
Y como un perro oliendo un hueso, sus dos manos me exploran allí. Se frota contra
mi clítoris, mientras usa tres dedos para empujar mi sexo que aún gotea. La intrusión
duele, pero cuando aprieto los puños en respuesta, el placer me atraviesa. Estoy
tan llena de él. En todas partes. Me folla con los dedos como si fuera su poderosa
polla. Estoy tan perdida en todas las sensaciones que siento, como si estuviera
saliendo de mi cuerpo. Sus dientes destrozan mi carne dondequiera que pueda
alcanzar y estoy indefensa. Me está devorando poco a poco y estoy eufórica. Con
un grito que rompe el alma, me vengo. Tengo un orgasmo en todas partes. No lo
entiendo. No puedo describirlo. Simplemente exploto. Mi cuerpo se agarra a él y me
desmayo mientras me estremezco. El ardor en mi culo se intensifica, cuando su
polla parece expandirse. Entonces, el semen caliente está saliendo dentro de mí.

Estoy siendo consumida y tragada entera. Me vengo de nuevo.

Y luego me desmayo.
QUINCE

REED

Agarré el regalo de Devon y lo metí en el bolsillo. Lo he estado llevando conmigo


desde que lo saqué de donde lo encontré. Es la hora. Quiero que ella lo tenga. Han
pasado casi tres meses desde que maté a esos hombres. La culpa debe vivir dentro
de mi corazón, por haber dejado a una niña pequeña sin nadie. Pero no existe nada
dentro de mi pecho hueco excepto Devon… siempre Devon.

Oliendo el aire fresco, no puedo evitar notar que el clima no se siente tan frío.
La primavera llegará pronto y derretirá todo esto. Mi querida niña volverá a estar en
su elemento en el río y buscará bayas. No puedo esperar a verla con menos ropa
también. Cuando estamos en casa, permanecemos desnudos. Nuestra estufa es
cálida y nos mantiene cómodos. Pero después de ver las chimeneas en la choza,
mi cerebro ha estado zumbando con nuevos planes para nuestra casa. Quiero
mover la cerca hacia un lado y extenderla. Y cuando lo haga, quiero construir una
chimenea real para mantenerla caliente. Recojo los dos conejos muertos a mis pies
y regreso a la cabaña. A Devon le gustará el tamaño de estos animales. Está
obsesionada con recoger sus pieles. Es jodidamente lindo cómo me grita si no los
despellejo bien. Dios, la amo.

—¿Cariño?, estoy en casa —canto juguetonamente mientras atravieso la


puerta principal.

Ella está sentada con las piernas cruzadas en nuestra cama. Desnuda por
supuesto. Su largo cabello rubio está limpio y peinado, cuelga frente a sus pequeñas
tetas. Una sonrisa juega en sus labios mientras usa el viejo kit de costura de su
madre para coser las pieles de los animales. La manta se hace más grande cada
día cuando llevo más conejo a casa.

Ella levanta su mirada hacia la mía y me lanza una de sus sonrisas que
ilumina la habitación. —¿Eso no tomó mucho tiempo?

—Estuve fuera por horas —digo con una sonrisa mientras cierro la puerta y
la cierro.

—Estabas perdido en tu tarea.


Bosteza y mueve la manta y los útiles de costura al suelo.

Yo saco mi abrigo, mis ojos nunca la dejan, mientras se estira en la cama.


Su cabello se cae de sus pechos que están ligeramente hinchados. No echo de
menos el pequeño perro en su estómago. Esta vez, en lugar de sacar conclusiones
precipitadas o enloquecer, rezo por un bebé. No me lo merezco, pero lo quiero de
todos modos.

—Te ves cansada. —Observo mientras me desvisto.

Hay un montón de mierda que hacer, pero ahora solo quiero acostarme con
mi mujer. Sus ojos son de un azul suave cuando me mira. Una vez que estoy
desnudo y estirado a su lado, toma mi mano. Lo lleva a su estómago y lo deja allí.
Una sonrisa serena juega en sus labios.

—Creo que estoy embarazada. —Se muerde el labio inferior, la preocupación


parpadea en sus ojos. Fui tan idiota la última vez que me enteré, puedo entender
su reacción.

—¿De verdad?

Mi sonrisa es amplia mientras me inclino hacia adelante para besar su boca.

—De verdad —responde ella.

Devoro sus labios y la beso con fuerza esperando que sienta lo feliz que estoy
por esto. Después de la pérdida de Peach, nunca quise nada más. Este bebé es
nuestro y nadie lo lastimará. Ese voto es uno que puedo sentir profundamente en
mi alma. Alejándome de ella, lucho internamente, veo la felicidad en sus ojos.

—Ponte de pie —ordeno. Ella arquea una ceja rubia, pero obedece. Mi chica
siempre obedece, porque confía en mí por completo.

Lo guardé todos estos meses para ella. Al principio, fue por otras razones.
Ahora, significa algo completamente diferente. Busco en el bolsillo de mis jeans y
saco mi regalo. Todavía de rodillas, tomo su mano y la miro.

—Devon Abigail Jamison. Sé que no tendrás una vida normal, pero te pido
que vivas esta vida conmigo. Siempre. Solo nosotros y las vidas que creamos. Sé
mi esposa, cariño. Por favor.

Sus ojos están muy abiertos y relucientes de lágrimas. Beso su vientre


cuando asiente. Luego, tomo su mano y sostengo el anillo de bodas de su madre. -
Ella hubiera querido que tuvieras esto algún día. Lo sé. No tengo nada que ofrecer
más que esto. -Si lo aceptas-. Las lágrimas corren por sus mejillas y le tiemblan las
manos.

—Por supuesto que lo acepto, tonto. te quiero. Pertenecemos juntos.

La acerco a mi regazo y nos besamos con fuerza. Nos besamos hasta que
se pone el sol. Y nos seguimos besando hasta que vuelve a subir. Nosotros,
disfrutando de los besos.

—Pizza de pepperoni con champiñones —dice gimiendo—. Eso sabría


mucho mejor que el conejo.

Definitivamente está embarazada. Hace dos meses, cuando le pedí que fuera
mi esposa, asumimos que lo era. Pero ahora no se puede negar. Sus tetas son más
grandes y deliciosas como la mierda. Y, Jesucristo, incluso su vientre es excitante.
Pequeño y redondo, pero definitivamente con un niño. Se enferma con frecuencia y
duerme mucho, pero todo se siente normal. Sin embargo, los antojos son difíciles.
Odio negarle cosas, pero tampoco quiero quemar nuestros suministros en caso de
emergencias.

—¿Qué tal las judías verdes? —pregunto mientras me acerco a la grieta. Ella
aplaude.

—¿De verdad? ¿Realmente podemos tener algunos? —Asiento con la


cabeza mientras voy a buscar la lata.

Está emocionada como el infierno, por una lata de judías verdes. Me hace
sentir culpable, por no poder darle todos los alimentos que quiere todo el tiempo.
Pero le doy una lata de algo, ya sea frutas o verduras, al menos una vez al día
porque sé que ella necesita los nutrientes adicionales y la carne no es suficiente
para nuestro bebé en crecimiento.

Una vez que cocino los frijoles y le ofrezco toda la olla para comer, ella gorjea
feliz, sobre todas las cosas que quiere preparar para el bebé, mientras come los
frijoles verdes.

No me concentro mucho en lo que dice, sino en cómo lo dice. Sus ojos se


iluminan de alegría. Una sonrisa permanente se fija en su bonito rostro. Ella es tan
jodidamente feliz. Nunca la había visto de esta manera. Tan libre y en su elemento.

—Eres hermosa —le espeto, interrumpiéndola. Sus mejillas se ponen


rosadas.
—Gracias —responde ella. Me inclino hacia adelante en mi silla y acaricio
su largo cabello.

—Lo digo en serio. No puedo dejar de mirarte. —Ella ríe.

—Tampoco eres tan malo para verte. —Cuando se lanza a cómo quiere
llevarse algunas cajas del remolque, me pierdo mirándola, mi mente va a la deriva
cuando estábamos. —Traigo esto.

Sabrina deja caer una tina de plástico frente a mí. Sus ojos parpadean con
vida por una vez. —¿Qué hay ahí dentro? —pregunto, frunciendo el ceño. Se
supone que debemos traer menos basura y más suministros.

—Algunos recuerdos de cuando éramos pequeños. Papeles importantes.


Cosas como esas.

Quiero decirle que no, pero no me ha pedido nada. Si esto es importante para
ella, haremos espacio. Puede acumular polvo en el desierto como lo hace aquí.

—Está bien —concedo. Ella me deja y revolotea por nuestra casa ahora casi
vacía, sin duda de regreso a la cama.

Estoy cargando el resto del tráiler esta noche y partimos mañana. No


empacamos ningún mueble. Nuestro plan es vivir en la casa rodante, hasta que
construya la gran cabaña en la cima de la montaña. Una vez que esté terminado,
llevaré la casa rodante y el remolque de regreso a la ciudad para comprar muebles.

Puse la tina de plástico en el remolque, junto con otras cincuenta tinas.


Después de cerrarlo con llave por la noche, regreso adentro. Estoy sudando como
un hijo de puta, así que me quito la camisa y me dirijo a la ducha. Pronto, las duchas
a las que estamos acostumbrados serán cosa del pasado. Suena música desde la
habitación de Devon, así que me acerco sigilosamente para ver cómo está. Me
apoyo en el marco de la puerta y la miro. Su habitación ahora está vacía, aparte de
la cama y la cómoda que hemos vendido con la casa. Está leyendo un libro de
supervivencia y girando un mechón de su cabello rubio. No puedo evitar sonreír.

—¿Qué estás haciendo? —Se sienta y arroja el libro sobre la cama.

—Aprender a suturar heridas y qué plantas son venenosas. La pregunta es,


¿Qué estás haciendo?

Su mirada roza mi pecho desnudo e instantáneamente me arrepiento de


quitarme la camisa. Las cosas han estado raras desde hace unas semanas cuando
la llevé a cenar. Perdí la cabeza esa noche y estoy tratando desesperadamente de
recuperar el control.

—Empaqué la última de las cajas en el remolque. ¿Tienes algo más que deba
empacar?

Ella sonríe. —Solo yo. No te olvides de mí.

—Nunca podría olvidarme de ti. —Ambos guardamos silencio por un


momento.

—Papá…

—¿Si?

—Estoy muy emocionada con esto. —Frunce el ceño mientras se levanta de


la cama—. Estás haciendo lo correcto, para mamá, para nosotros.

Odio que mis estúpidos ojos rocen sus pezones que sobresalen de su sedosa
camisa de noche. Apretando los dientes, obligo mi mirada a encontrar la de ella. Me
abraza y ni siquiera se queja de mi carne sudorosa.

—Te amo —me dice, su aliento caliente me hace cosquillas en el pecho.

Dejo escapar un profundo suspiro y acaricio su sedoso cabello rubio antes


de besar su cabeza. —Yo también te amo, Pip.

—Lo salvaje. Realmente lo estamos haciendo. —La abrazo más fuerte—.


Realmente lo somos.

—¡Junco! —Devon grita desde el interior de la cabina. Abandono la leña que


estoy cortando y corro adentro, Buddy pisándome los talones.

Cuando entro, esperando lo peor, la encuentra desnuda en la cama con


ambas palmas sobre su gran barriga redonda. Hemos calculado que tendría unos
cinco o seis meses, pero no estamos seguros. —Ven a sentir —me dice, su rostro
brillante y emocionado.

Me acerco a ella y coloco mis manos sobre su carne dura. Frunzo el ceño
cuando algo dentro de ella golpea mi mano. Nuestras miradas se encuentran y juro
que mi corazón deja de latir en mi maldito pecho.

—¿Ese era el bebé?


—No, fue el extraterrestre que se apoderó de mi cuerpo —bromea.

Me río, pero no le quito las manos de encima. Quiero sentirlo moverse de


nuevo. —Esto es lo más asombroso que he sentido. —Ella me mira pensativa—.
¿Aún más asombroso que cuando sentiste a Drew y a mí en el vientre de mamá?

Sus palabras, tan repentinas y confusas, me asustan. Me alejo como si me


hubieran quemado las manos. Pasando mis dedos por mi cabello, me alejo de ella.
—¿Qué pasa?

—Acabo de recordar que nunca he traído esas cajas. Iré a buscarlos ahora.

Cuando frunce el ceño y su labio se tambalea, vuelvo hacia ella. Tomo su


rostro entre mis manos y la beso como el infierno. —Te amo —le aseguro.

—Yo también amo a nuestro bebé. Eso fue increíble, Dev.

Su sonrisa está de vuelta, pero no llega a sus ojos. La saludo y salgo


corriendo. Las temperaturas más cálidas han derretido gran parte de la nieve. Estoy
hirviendo de adentro hacia afuera. Me quito la camisa sudada y la meto en la parte
de atrás de mis jeans mientras camino hacia el remolque.

Se necesitan tres viajes de llevar dos tinas en cada vez, antes de decidir que
es suficiente para el día. Devon ya no está triste, mientras señala con entusiasmo
dónde los quiere. He estado construyendo sus estantes y un armario para guardar
cosas. Estamos construyendo rápidamente nuestro pequeño espacio. Ahora que
las temperaturas más cálidas están aquí, comenzaré con la extensión.

Agarro el gran cubo que usamos para el agua y me dirijo hacia el río. Es el
mismo viaje que hago al menos una vez al día. He usado un camino para llegar
hasta las orillas del río. Un día construiré un pequeño muelle aquí, para que
podamos hacer picnics y disfrutar del sol sin tener que quedarnos en la tierra. Me
dirijo de regreso y entro en el claro de nuestra casa cuando lo escucho. Una voz.
Profundo y varonil. Un depredador. Un maldito violador.

Dejando caer mi balde de agua, agarro el objeto más práctico que puedo
encontrar, que es mi cuchillo en mi cinturón. Estoy listo para destripar al hijo de puta.
—Vaya, amigo. Cálmese.

La voz me resulta familiar. Mis ojos se clavan en el extraño. Se quita un gorro


y su desagradablemente largo cabello castaño claro dorado cae. Los ojos color jade
perforan los míos—. ¿Reed Jamison?
Me pongo rígido, buscando mi cerebro sacrificado durante mucho tiempo
para colocar la pieza final en su lugar—. Atticus Knox.

Deja escapar un suspiro lento, asintiendo. —Casi no te reconocí allí, hombre.


—La barba y la mierda. Sus ojos permanecen fijos en el cuchillo que todavía tengo
en la mano, no quiero volver a ponerlo en su funda.

A pesar de conocer al chico, se me erizan los pelos de punta. No confío en


nadie La única persona en la que confío es mi Devon. Es un tipo más grande que
yo y eso me pone los dientes al borde. Cuando compré este terreno, compartimos
unas cervezas después del cierre. Buen chico. Treinta y tantos. Jugaba al fútbol en
la universidad. La familia posee más acres en Alaska que todas las demás familias
juntas. Pero ahora ... Es una amenaza. Todos lo son.

—Acabo de salir a ver cómo estás ahora que la nieve se ha derretido un poco.
Nunca apareciste en la ciudad. Estaba seguro de que volverías por suministros o
algo. Hice que mis amigos de la ferretería y la tienda de comestibles estuvieran
atentos. Preocupado por ustedes todo el invierno. Cuando me detuve y vi lo que
sucedió, supe que habían sido asesinados. Pero luego caminé hasta el desfiladero
y la evidencia estaba por todas partes que alguien había estado aquí. Estoy tan
contento de que lo hayas logrado —dice con un tono genuino.

La ira me atraviesa. —Mi esposa murió en el impacto.

El dolor parpadea en sus ojos.

—Lo siento mucho. ¿Su hija?

Aprieto mi cuchillo con más fuerza. Los celos y la protección explotan dentro
de mí. No quiero que pregunte por ella o diga su nombre. —Ella está bien.

Deja escapar un suspiro de alivio y se rasca la mandíbula desaliñada.

—¿Estás bien, hombre? —Apretando los dientes, niego con la cabeza.

—Mentiste. Dijiste que no había gente por aquí. Y he encontrado personas


que no de aquí.

Da un paso atrás. —Cálmate ahora, Reed.

—Eso fue algo de lo que vine a advertirte. En mi tierra encontramos al menos


cincuenta ocupantes ilegales este invierno. Algunos son violentos. Son jodidamente
endogámicos. —La palabra en su lengua lo tiene haciendo una mueca amarga.
—¿Te hicieron daño? —Mi mandíbula se aprieta. —Me duele ella.

La comprensión se refleja en él y su rostro se arruga. La tristeza invade sus


rasgos. Entonces, tal vez él no sea el enemigo. —Joder, hombre ¿Cómo puedo
ayudar?

Trago y niego con la cabeza. —Yo los maté. Joder, los maté. —Él asiente
con aprobación.

—Nadie se preocupa por ellos. No irás a la cárcel.

Como si me importara una mierda la prisión. —¿Qué deseas? —pregunto,


mi tono es duro.

Todavía me mira como si fuera un oso salvaje que necesita calmar. —Solo
quiero ayudarlos, chicos ¿Necesitas suministros? ¿Medicamento? ¿Comida?

Su mirada vuela hacia la cabaña. —Veo que tuviste recursos para hacer un
refugio.

Mis pensamientos se dirigen a Devon. Dado que pronto tendrá un bebé,


necesitaremos suministros. No puedo ser estúpido y librarme de mi único vínculo
con el mundo exterior que puede ayudarnos. A regañadientes, asiento con la
cabeza.

—En realidad, nos vendrían bien algunas cosas. ¿Te quedas a cenar?

Él sonríe, sus dientes perfectos y blancos, a diferencia de esos malditos


salvajes. —Por supuesto.
DIECISEIS

DEVON

Me pierdo revisando mi caja de libros. Los héroes de las portadas son todos guapos,
pero no tan intensos o ardientes como papá. Aun así, estoy ansiosa por leerlos. No
hay mucho que hacer aquí para divertirse. Leer es divertido y no puedo esperar para
transmitir eso a nuestro hijo. Me entristece un poco, no tener ningún libro para la
criatura. Quizás le escriba a mi bebé algunas historias.

Tomo mi cuaderno y escribo un cuento infantil, sobre un hombre feroz que


lucha contra osos aterradores. El hombre se llama Reed y finalmente salva a la
princesa. Estoy sonriendo mientras escribo la historia. Eso es hasta que lo escuche.
Voces. El pánico se apodera de mi garganta y gimo. Es demasiado peligroso subir
a la mesa, para mirar por la pequeña ventana, en mi estado de muy embarazada.
La voz de papá es una de ellas y no parece alarmado ni asustado. Aun así, estoy
preocupada.

Rápidamente, me pongo los pantalones de yoga que tengo que usar a la


altura de las caderas, es una de las pocas prendas que puedo usar, y luego busco
una de las camisas de papá. Todo lo mío me queda demasiado apretado. Una vez
que estoy vestida y tengo mis botas y el abrigo, agarro la escopeta y luego abro
lentamente la puerta. Con la tranquilidad de un ratón, me arrastro por el costado de
la casa. Papá está de espaldas a la cabaña hablando con un hombre. El hombre
tiene el cabello castaño dorado salvaje y sonríe mientras habla con mi padre. No
tiene armas. Todavía tengo miedo porque es más alto y ancho de hombros que
papá. Si quisiera hacerle daño, me temo que podría hacerlo.

¡Chick-chuck!

Cargo la bala en la escopeta, lista para disparar. Papá se sacude y el chico


me mira boquiabierto.

—¿Q-qué quieres? —exijo, mi voz temblando de miedo.

—No estoy aquí para hacerte daño —dice el hombre con las palmas hacia
arriba—. Vine a ver si necesitabas algún material.
—¡Este es Atticus Knox! El tipo al que le compré la tierra —dice papá en un
tono relajante.

Me calma un poco. Pero el hecho de que papá todavía tenga el cuchillo en la


mano no ahuyenta mi miedo por completo. —¿Suministros?

—Cualquier cosa que necesites. Puedo ir a buscarlo y estar de regreso en


una semana o dos —me asegura Atticus.

—¿Por qué nos ayudarías? —pregunto, la ira y la desconfianza gotean en mi


voz—. ¿Qué sacas de eso?

—¿Dinero? —responde papá por él—. Tengo algunos en la caja fuerte que
sobrevivieron al accidente en el remolque.

—Si te consigo una lista, ¿me darás lo que necesito?

Mi mente comienza a dar vueltas sobre todas las cosas que necesitaremos
para el bebé. Así que tal vez no debería dispararle a este hombre. No se parece a
los violadores de antes. Me estremezco y encuentro su mirada con la mía salvaje.
Traga.

—Cualquier cosa. Devon, ¿verdad? —Mi asentimiento está recortado.

—Si intentas hacernos daño, te dispararé—amenazo. Atticus sonríe y hace


calor.

—Entiendo. Solo quiero ayudar.

A pesar de las temperaturas más cálidas, aún no es completamente


primavera. Una brisa fresca del norte nos azota. El sol se pondrá pronto y sé que
esta noche hará frío.

—¿Te vas a quedar a cenar? —Tanto él como papá asienten.

Entonces, Atticus vuelve a hablar.

—Me quedaré unos días. Les mostraré a ambos algunas cosas sobre cómo
sobrevivir aquí que serán útiles. Entonces me pondré en camino.

Finalmente, bajo el arma. —Entendido.

Papá me guiña un ojo y mi corazón se calienta. Le sonrío.


Atticus está impresionado con el interior de nuestra cabaña y el hecho de que
también utilizamos la cueva. Se maravilla con la chimenea que hicimos y los
muebles. Sin embargo, las manchas de sangre en las colchas le hacen apartar la
mirada.

Para mí, son un recordatorio constante de Peach, a quien me niego a olvidar.


Me quedo abrigada con mi gran abrigo a pesar del calor. Mi bebé está a salvo de
sus miradas lascivas. Pero finalmente empiezo a sudar. Él y papá conversan
fácilmente compartiendo una botella de whisky que Atticus trajo consigo. De vez en
cuando, Atticus me mira con ojos dulces y tristes. No quiero que me mire.

—Apenas tocaste tu estofado —observa papá, con el ceño fruncido


estropeando su hermoso rostro.

—No tengo hambre. —Su mandíbula hace tictac, pero no dice más sobre el
asunto.

Sigo escribiendo mi lista de cosas que necesito mientras charlan y se ríen.


Me irrita que este hombre esté en nuestra casa. No quiero a ningún hombre además
de papá aquí.

—Queda una lata de la mezcla de frutas que tanto te gusta con las cerezas
al marrasquino extra —dice papá, con la cara todavía fruncida.

La preocupación está escrita en todos sus rasgos. Quiere que coma para el
bebé. Con un suspiro, tiro mi cuaderno y me quito el abrigo. Cuando me pongo de
pie para ir a buscar la fruta, porque solo hablar de ella me hace gruñir el estómago,
veo a Atticus mirando mi vientre embarazado. Horror. Esa es la única forma de
describir la expresión de su rostro. Lo agarro de manera protectora mientras paso a
su lado hacia la cueva. Puedo sentir sus ojos no deseados sobre mí mientras agarro
mi fruta. Cuando paso a su lado, frunce el ceño.

—Necesitaré cosas para el bebé —le digo intencionadamente. Traga y


asiente.

—Escriba lo que necesita.

Me escondo bajo las mantas para esconderme y comer mi fruta en paz


mientras escribo cosas. Finalmente, me quedo dormida porque papá no permitirá
que ese hombre me lastime. Pero por si acaso, agarro la escopeta detrás de mí.

Me despierto con el corazón en la garganta mientras alguien besa mi


estómago desnudo. Mi cuerpo se relaja al encontrar los cálidos ojos marrones de
papá mirándome. Me ayuda a quitarme la camisa y luego quita el resto de mi ropa.
Su boca encuentra la mía para un casto beso y puedo saborear el whisky en él.
Quiero chupárselo de la lengua.

—¿Se fue? —Mis ojos se dirigen a la puerta y me relajo al ver nuestra


cerradura en su lugar.

—Acampar en su tienda de campaña afuera, justo dentro de la cerca —me


dice, su boca besando mis pechos mucho más grandes.

El deseo se acumula en mi centro y lloro cuando me chupa el pezón con


fuerza. Mi barriga es grande y estorba, pero nunca le impide conseguir lo que quiere.

Yo soy lo que él quiere

Es inteligente para posicionarme de una manera que no sea incómoda ni


hiriente. Sus palmas frotan la hinchazón de mi estómago de una manera posesiva
y reverente. Besa la carne y le susurra palabras a nuestro bebé. Mi corazón se
derrite cada vez que lo hace.

Para cuando su boca se pega a mi clítoris, estoy tan caliente que no puedo
pensar con claridad. Estar embarazada significa que quiero sexo todo el tiempo.
Papá está feliz de complacerme. Chupa, mordisquea y se burla hasta que me muero
de necesidad. Agarro su cabello y le pido más.

—Por favor… —mi gemido es fuerte—. ¡Te necesito!

—Vente para mi bebé. Te follaré tan pronto como vengas.

Sus palabras tienen el efecto deseado porque empiezo a temblar. Cuando


chupa por última vez, me pierdo en un orgasmo glorioso. Apenas he dejado de
temblar cuando se sienta sobre los talones. Agarra mis caderas y me acerca más.

—Eres tan hermosa, murmura, frotando su palma sobre mi estómago.

—¡Te quiero! —Sonrío, dispuesta a devolverle el sentimiento, pero luego me


está golpeando en este ángulo extraño que solo parece funcionar bien cuando estoy
embarazada.

Su polla me golpea profundamente y los escalofríos me atraviesan. —Oh, por


los dioses. —Estoy indefensa mientras levanta mis caderas y se lanza contra mí.

Todo lo que puedo hacer es sentarme sobre mis codos y mirarlo. No puedo
ver por dónde me está entrando debido a mi gran estómago, pero puedo ver la forma
en que los músculos de su pecho se flexionan con cada movimiento. Me chupo los
labios y prácticamente babeo por la forma en que sus bíceps se abultan mientras
me sostiene. Su cabello oscuro le cae sobre los ojos, goteando sudor, y sus labios
carnosos están separados mientras folla. Él es mi bestia. Delicioso, hermoso y
salvaje. En este ángulo, pierdo el control y el orgasmo llega sin previo aviso.

Esto hace que mi hombre gruña mi nombre antes de drenar su propia


liberación dentro de mí. Se retira y me mira con un brillo dominante en sus ojos. Soy
suya. Él es mi dueño. Y nunca discutiría eso porque me encanta ser suya. Estoy a
salvo con él, siempre.

La mañana siguiente es incómoda. Atticus ya no me mira con tristeza, sino


con lástima. Lo miro, aprieta la mandíbula, como si estuviera haciendo un esfuerzo
para mantener las palabras adentro. Me da curiosidad. ¿Por qué el cambio
repentino? Como hace buen tiempo, bajamos los tres al río. Atticus tiene una red y
está convencido de que puede pescar. El agua está helada, pero es papá quien
quiere usar la red. Nos paramos en las orillas del río viendo a mi padre meterse en
el río helado maldiciendo lo frío que hace.

—Estas embarazada. —Las palabras de Atticus son cortas y bajas. Frunzo


el ceño y lo miro.

—¡Estoy!

—¿Cuántos años tienes? —Mirando, resoplé.

—Diecisiete. Tú, ¿cuántos años tienes?

—Treinta y seis. ¿Puedo preguntarte algo?

Nerviosamente, giro mi anillo de bodas alrededor de mi dedo. Algo me dice


que no me gustará su línea de preguntas. Sus ojos verde jade se lanzan a mis dedos
y maldice en voz baja.

—¿Es Reed el padre? —pregunta, su voz ronca y disgustada.

—¡Él es el padre! ¿Tienes algún problema con eso?

Yo desafío. Nuestras miradas se encuentran y él frunce el ceño.

—Eso es incesto, cariño. —Mi labio se encrespa.

—No es de tu incumbencia. —Gruñe y cruza sus brazos gigantes sobre su


pecho.
—Es asunto mío sí creo que fuiste coaccionada. Creo que te han lavado el
cerebro un poco, Devon. Anoche, los escuché a los dos. Follando como animales
salvajes. Eso no es normal. —Traga y niega con la cabeza—. Dormir con tu padre
no es normal. Sin mencionar que es muy jodidamente ilegal en el estado de Alaska.

Papá grita que casi pescó un pez. Le sonrío y levanto el pulgar antes de mirar
a Atticus.

—Las leyes no importan aquí. Nos amamos. Esta es nuestra casa. —Me
aprieto el estómago y sonrío—. Este es nuestro bebé. ¡Somos felices!

—Estarás feliz hasta el momento en que salga el bebé —me dice en voz
baja—. ¿No sabes lo que el incesto le hace a la gente?

Mi sangre se enfría porque no sé lo que le hace a la gente.

—¿Qué quieres decir?

Odio estar entreteniéndolo haciéndole preguntas sobre el tema. Se frota la


mejilla.

—Defectos de nacimiento.

El pánico casi detiene mi corazón en mi pecho.

—¿Q-Qué?

—Los parientes consanguíneos que se reproducen son muy propensos a dar


a luz a un niño con problemas. La mayoría de ellos son problemas mentales, pero
algunos pueden ser físicos. He vivido aquí en el desierto el tiempo suficiente para
ver de primera mano lo que el incesto les hace a las familias. —Hace una pausa y
me mira con tristeza parpadeando en sus ojos—. Los ocupantes ilegales que te
lastimaron, ¿parecían normales?

Me estremezco y miro las rocas a mis pies. Estaban salvajes y perdidos. Sin
humanidad a sus ojos. La locura vivía dentro de ellos. ¿Mi bebé también se enojará?
La bilis sube por mi garganta y el mundo parece girar. Atticus me agarra del codo.

—¿Estás bien? —demanda, escucho preocupación en su tono.

—Creo que me voy a enfermar.

Apenas he soltado las palabras antes de que papá regrese salpicando. Con
los brazos fríos y húmedos, me agarra con fuerza. Las lágrimas arden en mis ojos,
mientras me lleva de regreso a la cabaña. Atticus se queda afuera, mientras papá
me ayuda a desnudarme y me pone debajo de las sábanas.

—¿Qué puedo hacer para que se sienta mejor? —pregunta mientras acaricia
el cabello de mi frente húmeda.

—Dime que todo va a estar bien, Pinky promete que no vamos a tener un
bebé con problemas.

Un sollozo se atora en mi garganta, pero me lo trago. No quiero que me vea


molesta por nuestro bebé. A pesar de la preocupación que me molesta, todavía
quiero a nuestro bebé. Hicimos este bebé juntos por amor.

—Descansa un poco, Pip —dice, con una suave sonrisa en los labios.

Pasan dos largas semanas y Atticus se queda más tiempo que la bienvenida.
Claro, es genial para enseñarle a papá algunas técnicas de supervivencia nuevas y
son bastante amistosos, lo que me alegra ver a papá feliz, pero estoy nerviosa. No
puedo dejar de obsesionarme con mi hijo. Mientras papá corta leña, Atticus se toma
un momento para volver a hablar conmigo. Lo he estado evitando, así que el hecho
de que estemos solos me estresa.

—¿Qué?

Chasqueo. Se sienta a la mesa y lee mi lista.

—¿Quieres que te traiga un libro sobre la endogamia?

Un sonido ahogado se me escapa. —¡No!

—Mira, Devon. Si quieres irte, puedo sacarte de aquí. Todo lo que tienes que
hacer es decir las palabras. Volveré a la ciudad e involucraré a la policía. Eres menor
de edad. A eso lo llaman violación de menores. ¿Está familiarizada con ese
término?

Me burlo. —¡No me violó!

Levanta las manos en defensa. —Entiendo cómo tú, habiendo pasado por lo
que hiciste, lo verías de esa manera. ¡Pero se aprovechó de ti en el desierto! No
debería tener sexo contigo todas las malditas noches. —Él aprieta los dientes como
si estuviera disgustado—. No debería haberte dejado embarazada.

—¡Déjanos en paz! —le ruego—. No hagas que nadie se involucre. Es


nuestro hogar, somos felices.
Él frunce el ceño.

—Volveré en unas dos semanas con los suministros. Te traeré material de


lectura sobre el tema. Cuando vuelva, todo lo que tienes que hacer es darme la
palabra. Nos iremos y te conseguiré la ayuda que necesitas. Hay terapeutas que
pueden ayudar y…

—Consígueme mis cosas, pero no necesito las otras cosas de las que hablas.
Si mi bebé tiene problemas, me ocuparé de ellos. Estás sobrepasando, Atticus.
Ahora, por favor, aléjate de nosotros.

Mi mirada está llena de veneno. Suspira y asiente.

—Nunca es demasiado tarde para cambiar de opinión.

—Debidamente anotado —digo.


DIECISIETE

REED

Sin Atticus acá, puedo respirar mejor. No me gustaron las miradas que me dio
cuando pensó que no estaba consciente. Asco y desaprobación. Sabe que mi hija
y yo vamos a tener un bebé. Que tenemos sexo y nos amamos, pero con mis
miradas de advertencia, también sabe que no debe involucrar a nadie. Mataré a
cualquiera que intente alejarla de mí, y esa es una maldita promesa.

Hace días que se ha ido. Cuando le hablé de la chica de la choza, quiso ir a


ver cómo estaba. Le di instrucciones y eso debería ser lo último que veremos de él
hasta que regrese con muchos artículos muy necesarios.

Devon está de un humor extraño, lo ha estado desde que apareció. Pensé


que se le pasaría, pero está perdida dentro de su cabeza.

Le he dado tiempo, pero ya estoy perdiendo la paciencia.

—¿Qué pasa? —pregunto después de un largo y duro día de construir el


marco en nuestra extensión de cabina.

Furiosamente, cose otra piel a su manta de bebé.

—Nada.

Mentirosa.

Cuando era niña, siempre supe cuando mentía. Sus labios se contraían a un
lado.

Con un suspiro, me quito la camisa y los zapatos. Estoy sudoroso y necesito


desesperadamente un baño. Como si sintiera esto, abandona su manta para
prepararme un poco de agua. Me siento en mi silla y ella comienza a lavarme en
silencio.

—¿Por qué no me miras? ¿Qué está pasando por esa bonita cabeza tuya?

Ella se encoge de hombros y pasa el trapo por mi estómago. Me irrita que


ella me esté ignorando. Agarro su muñeca y la arrastro hacia mí para que nuestros
rostros estén cerca. Sus ojos azules están muy abiertos por la sorpresa.

—Siéntate y dime qué diablos está pasando —exijo.

Traga y arroja el trapo que cae al cuenco de agua con un chapoteo.

Cuando ella intenta sentarse remilgadamente en el borde de mi rodilla,


gruño antes de tirar de ella para sentarla a horcajadas sobre mis caderas frente
a mí. La camisa que lleva se extiende sobre su estómago, que tiene a nuestro
bebé en crecimiento dentro. Sus piernas están desnudas y su coño está libre. De
la forma en que me encanta tenerla. Un escalofrío la recorre cuando le quito la
camisa, para poder ver todo lo que es mío.

—Me encanta verte embarazada de nuestro hijo —alabo mientras mis


palmas ahuecan sus grandes tetas y su estómago aún más grande—. Me dan
ganas de poner muchos más bebés dentro de ti.

Cuando levanto la mirada para sonreírle, ella frunce el ceño.

—Atticus me dijo que el incesto podría provocar defectos de nacimiento —


dice.

Su labio inferior se tambalea y se le llenan los ojos de lágrimas.

—¿Qué pasa si algo está mal con nuestro bebé?

La ira surge dentro de mí. No me di cuenta de que ese hijo de puta le metía
ideas horribles cuando no le prestaba atención. Si estuviera aquí ahora mismo, le
atravesaría la nariz con el puño. Está causando problemas en lo que no debe
meterse.

—Nuestro bebé estará bien —juro mientras trato de tomar su meñique.

Ella esquiva mi mano.

—Pero ¿cómo lo sabes?

Lágrimas furiosas ruedan por sus mejillas rosadas y salpican sus tetas.

—Porque hemos soportado demasiado para que algo arruine nuestra


felicidad. Nuestro bebé será perfecto. No deberías preocuparte por esa mierda
—espeto.

Su labio se arruga con furia.

—¡Tengo que preocuparme! —su voz es aguda y nerviosa— ¡Este es


nuestro bebé! ¡¿No te importa?!

Atrapo su mandíbula con un agarre brutal y la tiro hacia mí para que nuestras
narices se toquen.

—Yo. Joder. Nunca me acuses de que no me importa, maldita sea. Te he


cuidado desde el día en que te tuve en mis brazos. ¿Por qué diablos iba a parar
ahora? —la observo.

Ella solloza mientras trata de liberarse de mi agarre. Que me condenen si la


dejo ir.

—Sabías que esto podía pasar —acusa— Me jodiste sabiendo que


podríamos tener un bebé arruinado.

—No me hables de esa manera —escupó— Este no fue un maldito plan para
arruinar tu vida. ¡Jesús, Devon! ¿Quién diablos crees que soy?

Está enojada e histérica. Sus uñas se clavan en mi muñeca hasta que suelto
su mandíbula. Luego, me golpea con sus pequeños puños. Cuando mi labio se abre
con un golpe de sus nudillos, he tenido suficiente. Extiendo la mano detrás de ella
y azoto su culo redondo. Esto solo la hace perder más la paciencia.

—¡Te odio! ¡Hiciste esto a propósito! ¡Lo sabias!

Sus sollozos son maníacos, mientras me da palmadas y garras.

Le golpeo el trasero de nuevo.

—¡No hice nada a propósito! —rugo— ¡De lo único que soy culpable es de
amarte cuando no debería!

Ella cae contra mi pecho, todo su cuerpo tiembla mientras llora. Envuelvo
mis brazos alrededor de ella y beso su cabello. Nuestro dulce y perfecto bebé rueda
en su vientre entre nosotros. El orgullo me atraviesa.

Este.

Bebé.

Es.

Perfecto.

Lo siento hasta en los dedos de mis pies.

—Te juro que todo va a estar bien, bebé —le susurro.

Ella solloza mientras extiende su meñique. Lo agarro sin dudarlo y me aferro


a él. Mis promesas no se rompen.

No a Devon.

Devon es mi todo.
—No me agrada —me dice Devon mientras me ayuda a recolectar piedras de
río, para usarlas en la chimenea que planeo construir. Buddy ha ido a explorar,
a cazar si tuviera que adivinar, por lo que no se encuentra por ninguna parte. Ese
perro se vuelve más valiente cada día.

—No tiene por qué gustarte, Pip. Pero nos trae los suministros que
necesitaremos para el bebé. ¿Has pensado en algún nombre?

Su cabeza se inclina y se encoge de hombros.

—Tal vez. No quiero emocionarme demasiado.

Extendiendo la mano hacia adelante, inclino su barbilla hacia arriba con mis
dedos.

—¿Por qué no?

—Porque... —sus fosas nasales se ensanchan y su labio se tambalea— No


quiero ponerle nombre y si luego tiene algo malo. Si este bebé también muere, no
podré soportarlo, Reed.

Aprieto los dientes. Cuando Atticus regrese, él y yo vamos a tener una larga
discusión sobre él llenándole la cabeza con toda esta estúpida mierda, que la
preocupa desde el amanecer hasta el atardecer.

—Nuestro bebé está sano y salvo. Lo sentimos moverse todo el tiempo. No


falta mucho y te lo demostraré —le aseguro.

Ella frunce el ceño cuando se congela.

—Papá…
Lentamente, me doy la vuelta y un oso golpea el agua tratando de atrapar
un pez a menos de cincuenta metros de distancia. Saco mi 45 y señalo hacia la
cabina.

—Devon, vete.

Sus dedos se aferran a mi camisa.

—No. No te dejaré.

Con su gran barriga rozando mi espalda, estoy abrumado por el deseo de


protegerla a ella y a nuestro hijo a toda costa. Nos quedamos quietos y callados
como para no alertar al oso. Pero después de un tiempo, se para sobre sus patas
traseras y huele el aire. Se vuelve y nos ve, con un gruñido bajo en su garganta.
Esta vez, no espero, lo acecho. Con mi brazo levantado e inmóvil, le disparo.

¡Pop! ¡Pop! ¡Pop!

Los tres disparos perforan su cráneo. El oso se derrumba en el agua. Es


entonces cuando veo dos cachorros jugando en los árboles más allá de la orilla.

—Devon, tienes que irte a casa. Necesito hacer algo que no te va a gustar
—murmuro antes de apretar los dientes.

—¿Qué...? —su aliento se detiene cuando los ve— No. Papá, no. Son
pequeños. Podemos tenerlos como mascotas y enseñarles.

Me doy la vuelta y agarro el costado de su cuello. Mis labios encuentran los


suyos y la beso suavemente.

—Lo siento, cariño, pero no. No funciona de esa manera aquí. Estos son
animales salvajes.

Ella comienza a llorar, pero no tengo tiempo para mimarla. Estos animales,
si se sueltan, se convertirán en bestias que lastimarán a mi niña y a nuestro bebé.
Me acerco a ellos y con dos estallidos, los termino.

Lo siento, Pip

Los días se convierten en semanas, Devon y yo estamos nerviosos sabiendo que


Atticus llegará pronto. Con su regreso, trae tanto emoción como estrés. Si nos
delata, incluso podría traer a la ley.

Espero que traigan potencia de fuego porque no caeré sin luchar. Esta es
nuestra vida.

Hacemos lo que queremos.

El estómago de Devon es gigantesco. Diminutas marcas plateadas bordean


los lados como si alguien le hubiera pintado rayas. Ella nunca ha sido vanidosa y
no los ha mencionado. Pero me encanta mirarlos. Son evidencia de que su cuerpo
se está estirando y expandiendo para adaptarse a nuestro hijo. Es pequeña y no
hay duda de que este niño será grande como su padre. Esto me preocupa, pero le
juré que no dejaría que me consumiera. Nos ocuparemos de ello cuando llegue el
momento. Hasta entonces, apreciamos cada día juntos.

Cada mañana, holgazaneo hasta más y más tarde porque es el momento


del día en que nuestro pequeño cachorro está más activo. Su estómago se hincha
y se mueve mientras duerme. Es nuestro momento de tranquilidad, solo yo y el
bebé, solos. Le digo al angelito lo grandiosa que será Devon de madre. Qué fiera,
valiente y hermosa es. Y que será tan inteligente como ella.

—Me duele la espalda —murmura Devon, su voz espesa por el sueño.


—Siéntate y déjame masajearlo.

Requiere un poco de esfuerzo, pero se las arregla para incorporarse. Ella


barre su largo cabello desordenado hacia un lado y me desnuda la espalda. Desde
atrás, nunca podrías decir que estaba embarazada. Con movimientos firmes,
masajeo sus músculos lumbares. Llevar a este niño es duro para su cuerpo. Hago
todo lo posible para aliviar su dolor, siempre que sea posible.

Pronto, el masaje se vuelve sexual como siempre. Cuando nos tocamos,


nuestros cuerpos parecen vibrar, con un pulso eléctrico que nos une. Su cabeza
se inclina hacia atrás y se inclina contra mí. Envuelvo mis brazos alrededor de
ella, para tocar sus pechos que son grandes, mientras se preparan para
alimentar a nuestro bebé. Sus pezones están erectos y a veces gotean un
líquido, que creo que tiene algo que ver con la leche materna. No estamos
seguros, pero me gusta probarlo. Me gusta saborearla toda.

Deslizando mi mano a lo largo de la raja de su culo, la tomo desde abajo.


Mis dedos se deslizan fácilmente en su coño mojado. Se siente más caliente y
apretado de lo habitual. Debe disfrutar de los nuevos cambios fisiológicos de
su cuerpo, porque tan pronto como mis dedos están dentro de ella, comienza a
gemir y temblar. Le follo el agujero con dos dedos, hasta que se empapan con
sus jugos. Luego, la insto a que se recueste de costado mientras continúo
masajeando su interior con la mano. En el momento en que se corre, suave y
jadeante, deslizo mis dedos y guío mi polla dentro de ella. Su cuerpo agarra el
mío de una manera que me hace perder todo sentido de la realidad.

—Te amo —murmuro, mi aliento caliente en su hombro.

—Yo también te amo —sus palabras son confusas y robadas por su placer.

Deslizo mi dedo mojado entre la rajadura de su culo y provoco su agujero


arrugado. Ella está acostumbrada a que la lleve aquí a menudo y su cuerpo se
relaja, mientras empujo uno y luego el otro dedo dentro de ella. Me gusta cuando
ella está llena de mí, de todas las formas posibles.
—Oh, Dios —gime.

—Ven por toda mi polla, bebé. Quiero que hagas un jodido lío.

Mis palabras, como siempre, la encienden. Su cuerpo tiembla y tiembla. Sé


el momento en que se pierde en un orgasmo, porque los jugos calientes empapan
mi polla. Ahora que está embarazada, su cuerpo se excita mucho más y me empapa
cada vez. La primera vez que sucedió, se sintió avergonzada, pero cuando lamí
todo y la elogié por lo deliciosa que estaba, dejó de preocuparse.

Mis nueces se paralizan de placer y gimo, cuando mi semen surge dentro de


ella. Su cuerpo está apretado alrededor del mío y todavía está gimiendo. Me
opongo a ello, hasta que mi polla se escurre y se ablanda. Luego, deslizo mis dedos
fuera de ella, antes de sacar mi polla. Hacemos un lío y me encanta.

—Creo que voy a bajar al río y traer más piedras aquí —le digo, mis labios
presionando besos en sus hombros—. Entonces pensé que podríamos...

¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

Buddy ladra desde la esquina de la cabaña en la que había estado


durmiendo y se le erizan los pelos de punta mientras gruñe en la puerta.

Me levanto de un salto, mi polla goteando cae contra mi pierna y me lanzo


hacia mi escopeta. Lo empujo frente a mí y señalo la puerta.

—¿Quién está ahí? —grito.

¡Chick-chuck!

Cargo la escopeta y luego alguien habla.

—Vaya, Reed. No vayas a volarme la cabeza. Soy yo, Atticus.

Buddy empieza a mover la cola y ladra alegremente. Miro por encima del
hombro a Devon. Sus cejas se juntan en un ceño fruncido.
—Vístete y desayuna, bebé —le digo a ella y luego a él—. ¡Ya saldré!

Me arrodillo ante ella y beso su boca con fuerza.

—No dejes que te moleste. Somos tu y yo. Nada destrozará nuestro amor,
¿de acuerdo?

Traga y asiente, sus ojos parpadean con confianza. Agarro su meñique con
el mío y ella sonríe. Una vez vestido, salgo al trote. Buddy me sigue y sale corriendo
hacia la espesura, sin duda después de su desayuno. Atticus se apoya en un árbol
con el ceño fruncido.

—Los suministros están ahí arriba. Nos llevará todo el día descargar el
remolque y llevar cada artículo hasta aquí —dice, apretando la mandíbula.

—Vamos a hacerlo entonces —mi tono es frío.

Me entrega una barra de proteína. En lugar de comerlo, lo corro adentro


para regalárselo a Devon. Robo un beso más.

—Vamos a descargar las cosas. Descansa, hermosa.

Cuando salgo, niega con la cabeza y me entrega otra barra.

—Cómete este —gruñe—. Necesitarás tu energía. Tenemos un largo día por


delante.

Juntos y en silencio, subimos por la ladera de la montaña a medio camino


entre la cabaña, y la choza donde dejé a mi niña. La caminata no es tan
empinada por aquí, pero aún es una que Devon nunca podría hacer, en su
estado de embarazo. Cuando finalmente llegamos a la cima y veo su gran Ford-
250 con un remolque adjunto, no puedo evitar sonreír. Está lleno de suministros
que necesitamos desesperadamente. Más municiones y armas. Platos y
cubiertos. Suministros médicos y medicinas. Artículos para bebés. Libros.
Comida. Tantas cosas que será difícil descifrarlas todas. Pero la expresión del
rostro de Devon valdrá la pena.

Antes incluso de comenzar, cruzo los brazos sobre mi pecho y lo miro. Ni


siquiera es mediodía y hoy hace calor. Probablemente incluso podría llevar a Devon
a nadar un poco, si estuviera dispuesta.

—Necesitamos hablar.

Su ceja se levanta y apoya la cadera contra el camión.

—Sobre ti follando y preñando a tu hija. Hablemos.

Aprieto los dientes y aprieto los puños.

—No todo es tan jodidamente blanco y negro.

Él gruñe.

—Lo que sea hombre. Es tu negocio. Mientras ella no esté aquí como tu
maldita prisionera, haré todo lo posible por ignorarlo, pero debes saber que no me
sienta bien. Cuando nos conocimos en la clausura, todo lo que podías hacer era
hablar de lo orgulloso que estabas de tu hija. Cómo se iba a ir a la universidad en
un par de años e iba a hacer una gran mierda. La expresión de tu rostro era la que
debería tener un padre normal cuando habla de su hija.

—Avanza rápido hasta ahora…

Él niega con la cabeza y sus fosas nasales se dilatan.

—Está embarazada de tu hijo. Asustada de su propia sombra. Y ustedes


dos follan todas las horas del día. Estás enfermo, hombre. No sólo es ilegal, sino
jodidamente inmoral. Te has aprovechado del hecho de que es joven y no sabe
nada de esta mierda. Pero yo sé. Sé que el incesto puede joder a tus hijos.

Gruño y él se encogió de hombros.


—Sólo te estoy diciendo mi postura. Pero si ella me pide ayuda, si siquiera
muestra un indicio de querer irse de aquí, la agarraré y la llevaré de regreso a la
ciudad. Dejaré caer su culo confundido en la puerta de los Servicios de Protección
Infantil. Enviaré a la policía para que se encargue de ti. —sus ojos verdes me miran
entrecerrados—. La única razón por la que no he hecho esa mierda, es porque ella
parece feliz y depende mucho de ti. No soy un destructor de hogares. Lo último que
necesito en mi conciencia, es destruir una familia que quiere estar junta.

—Tómala y yo te daré caza —juro con los dientes apretados—. Te


destriparé y degollaré a cualquiera que intente quitármela.

Sacude la cabeza y abre la puerta trasera del remolque.

—Entiendo tu necesidad de protegerla. Ella es tu hija. Pero sólo te advierto


que me arriesgaré con tu trasero psicótico, si eso significa protegerla de algo que
no quiere.

Agarro una caja de productos enlatados y lo miro con seriedad.

—Y yo sólo te advierto que mi trasero psicótico, la protegerá de cualquiera


que crea saber, lo que es mejor para mi hija. Las cosas son diferentes aquí,
Atticus. No soy el hombre al que le vendiste esta tierra. Yo no soy tu amigo. La
única amiga que tengo, es la que lleva a mi hijo. Así que no tengas ideas locas.
No me detendré ante nada para protegerla. Joder. Nada.
DIECIOCHO

DEVON

Ellos siguen trayendo más y más cosas. Tantas cosas que no tenemos dónde
ponerlas. Apilan las cajas en una esquina, encima de las tinas que habíamos
traído del lugar del accidente. No me gusta que Atticus esté en nuestra casa, ni
me gusta la forma en que intenta transmitirme mensajes secretos con sus ojos.
Simplemente no me gusta que intente arruinar mi felicidad. Cuando deja caer
una caja frente a mí, llena de libros nuevos que no he leído, se me escapa un
grito de emoción. Se van a descargar más basura, mientras yo me sumerjo en
mi caja, maravillándome con las nuevas historias románticas. Cojo un libro y
frunzo el ceño en confusión. No parece romance. Tan pronto como leo el título,
mi frecuencia cardíaca retumba en mi pecho.

Incesto en la naturaleza.

Lo tiro lejos de mí, como si estuviera cubierto de veneno. Lágrimas calientes


brotan de mis ojos y por instinto, aprieto mi enorme estómago como para proteger
a mi bebé. Por lo que parece una eternidad, lloro mientras miro con horror el libro.
Cuando mis lágrimas finalmente se secan, la ira se apodera de mí.

¿Cómo se atreve a seguir metiendo la nariz donde no debería?

Con un sonido ahogado y furioso, levanto el libro y me preparo para tirarlo al


fuego. Pero antes de que pueda tirarlo, una supuración comienza en lo profundo de
mí. Quizás debería leerlo, sólo para saber a qué me enfrento. Qué esperar. Voy a
amar a este niño pase lo que pase, pero siento que se lo debo a él o ella, para ver
con qué nos enfrentaremos.
Trago la bilis en mi garganta mientras abro el libro.

Página tras página, leo con avidez el conocimiento. Lo que aprendo me


repugna y me aterroriza. Tengo miedo, más que antes. Tantas complicaciones.
Tantos problemas mentales potenciales.

Cuando la puerta se abre de par en par, grito y, con sentimiento de culpa,


arrojo el libro a la caja. Papá echa un vistazo a mi rostro manchado de lágrimas, y
corre a mi lado. Sus brazos están sudorosos pero protectores. Busca en mi cuerpo
con las palmas de las manos, como si pudiera encontrar lo que me duele.

Es mi corazón.

Duele y sangra por nuestro futuro. No puede arreglarlo. Sólo Dios puede.

Y por las cosas terribles que hemos hecho, me temo que Dios nos ha dado
la espalda.

—Bebé —arrulla—. Dime que está mal.

Acepto su beso profundo y mi corazón se calma un poco. Papá hará


cualquier cosa para protegernos a mí y al bebé. Nos ama profundamente. No dejare
que Atticus y su estúpido libro me afecten. Juntos, papá y yo podemos hacer que
esto funcione, pase lo que pase.

—Nada. Hormonas del embarazo. Creo que estoy demasiado caliente y


sudorosa —digo con un suspiro entrecortado.

Su boca encuentra mi cuello y me besa.

—Voy a tomarme un descanso para llevarte a nadar. Por mucho que me


encantara verte desnuda siempre, no quiero que ese hijo de puta te vea. ¿Puedes
ponerte tu bañador negro? Sabes que me encanta ese en ti. Siempre me gusto.

Me vuelvo para encontrarme con su mirada llena de calor. Admitió haber sido
excitado por mí, antes de que nos fuéramos para venir aquí en nuestro jacuzzi. Me
moja pensar que tuvo una erección, simplemente con mirarme. Cuando estaba
casado con mamá. Cuando esos pensamientos eran mucho más peligrosos, en ese
entonces que ahora.

—Está bien —le digo con una sonrisa.

Sus ojos arden de necesidad, una necesidad que desearía poder satisfacer,
pero tenemos un visitante estúpido y entrometido.

Veinte minutos después, nos dirigimos al río. Desafortunadamente para


nosotros, Atticus nos acompaña. Creo que está mirando y esperando la
oportunidad de volver a hablar conmigo a solas. Me niego a permitir que eso
suceda. Mientras papá me lleva al río usando sólo boxers, me aferro a él. Tal
vez si ignoramos a Atticus, se marchará.

—¡Oh Dios mío! —grito—. ¡Está muy frio!

Hace mucho frío, pero mi yo embarazada siente mucho calor todo el tiempo,
y apenas es primavera. Nos sumergimos en el agua que corre y gimo de alivio.
Después de todo un invierno de baños de esponja, es agradable sumergirse.
Primero nos bañamos con un poco de jabón y champú. Luego, pasamos horas
holgazaneando en el río. Atticus finalmente se sienta en las orillas del río y rebusca
en su mochila.

—Te necesito —le susurro a papá, mientras envuelvo mis muslos alrededor
de su cintura.

Mi vientre está aplastado entre nosotros, pero aún puedo besarlo.

No discute mientras nos besamos. Simplemente saca su polla dura. Lo


ayudo moviendo mi traje de baño hacia un lado. Cuando me empuja, grito de
placer. Atticus niega con la cabeza y se niega a mirarnos.

Floto de regreso con mis piernas envueltas alrededor de papá y me pierdo


en las sensaciones. Sus palmas desgarran con avidez mi parte superior hasta que
estoy libre para que él me golpee. Mis pechos pronto están en su boca mientras
chupa y muerde la carne. Hace que mi coño se apriete a su alrededor, desesperado
por correrse.

Follamos en el río como animales. Dos salvajes.

Salvajes y libres.

Atados por el amor y nuestra creciente descendencia.

—¿Qué vas a hacer con esas tres pieles de oso? —pregunta Atticus mientras
asamos unos perros calientes que trajo en su hielera.

Su sabroso aroma logra que se me haga agua la boca. Después de casi un


año de carne y ocasionalmente frutas o vegetales enlatados, estoy hambrienta de
las cosas que trajo. Algo tan simple como las uvas en su paquete, parece
demasiado bueno para ser verdad. Ambos hombres se rieron, cuando reclamé la
bolsa para mí.

—Devon quiere hacer más alfombras para la expansión —le dice papá
mientras saca mi perrito caliente del palo y lo presiona para formar un moño. Me lo
da y no lo engaño con condimentos. Simplemente lo devoro.

—Puedo ayudarte con la extensión —le dice Atticus—. Con nosotros dos, no
debería llevarnos más de un par de semanas.

Se pierden en conversaciones sobre medidas y diseño, pero frunzo el ceño


mientras como el resto de mi comida. Pensé que entregaría nuestros suministros y
luego se iría. Desafortunadamente, ha vuelto a agotar su bienvenida. Hace mucho
que dejó de mirarme de reojo. Desde que papá me folló en el río al alcance de su
oído, Atticus ha parecido renunciar a su búsqueda, para salvarme de una situación
de la que no necesito ser salvada. Estoy agradecida por los suministros que nos
trajo, pero todavía estoy descontenta con el libro. Entonces, cuando sugiere dormir
en la cabaña con nosotros, grito en protesta.

—No —le dice papá con firmeza—. Tienes tu tienda. Lo siento, pero ella no
se siente segura con los hombres.

Atticus se encoge de hombros como si eso no le molestara.

—No quería dormir en la cabaña. Solo quería desestresarme.

—¿Qué paso hoy? —pregunta papá—. Sé que sucedió algo.

La culpa sube a mi garganta y trato de alejarme de él.

—Es estúpido. Nada.

Me pone sobre mi espalda y engancha su muslo sobre el mío, para evitar


que me aleje rodando. Su enorme palma cubre mi bajo vientre. El bebé le da un
codazo y ambos sonreímos por un momento, distraídos de nuestra
conversación.

—Fue Atticus. Te dijo algo, ¿no? —sus cejas están fruncidas por la
preocupación.
A veces trato de recordarlo en la casa de San Francisco. ¿Siempre fue tan
guapo? Sin todo el vello facial y las miradas salvajes, ¿todavía estaba caliente?

Mi mente se desplaza hacia una de las noches previas a nuestra llegada


aquí. Cuando acampamos en algún lugar de Canadá en el camino.

—Tu turno —dice papá mientras roba una carta.

Está lloviendo a cántaros y me gustaría poder ir a la piscina del campamento.


En cambio, estamos atrapados adentro, mientras mamá duerme. Hemos jugado
más juegos de cartas de los que puedo contar. Con un bostezo, estiro mis piernas
debajo de la mesa y las apoyo sobre sus muslos.

Frunzo el ceño ante mis cartas, mientras decido qué voy a jugar.

Papá baja la mano y comienza a masajear mis pies descalzos en su regazo.


Muerdo mi labio inferior, mientras trato de concentrarme en qué cartas dejar, pero
no puedo ignorar la forma, en que la emoción parece palpitar por cómo me toca. Me
hace cosquillas cuando me masajea la planta de los pies, pero sobre todo se siente
bien. Me gusta que sus manos sean gigantes, en comparación con mis pies
pequeños. Inclina la cabeza hacia atrás mientras espera, pero continúa frotando mis
pies.

Me tomo el momento para mirarlo por encima de mis cartas. Su nuez de adán
sobresale de su garganta con la cabeza inclinada hacia atrás. La camiseta gris que
usa le queda bien y muestra su cuerpo delgado, pero en forma. Su cabello oscuro
es salvaje y desordenado, en la parte superior de su cabeza.

Una sonrisa juega en mis labios.

Finalmente nos dirigimos al aire libre. Podremos hacer estas cosas todo el
tiempo. Sin estrés. No hay clases. Ningún trabajo. Sin preocupaciones.
Normalmente, detesto el comportamiento de mi madre, pero ahora estoy
agradecida, de que nos dé tantos momentos a solas.

—Mmm —dejo escapar un gemido de sorpresa. Sus manos en mis pies se


sienten demasiado bien.

Su cabeza se levanta bruscamente y su mirada me abre un agujero. Frunzo


el ceño, cuando aprieta la mandíbula como si estuviera enojado, pero no me deja ir.
Es incómodo mirarlo, pero me niego a apartar la mirada. Amo su total atención.
Cuando sus dedos se deslizan hacia arriba desde mis pies, rozando los huesos de
mis tobillos, debajo de la parte inferior de mis jeans, jadeo por la sorpresa. Se siente
íntimo con sus dedos, en la parte inferior de mis piernas debajo de mis jeans.

Todavía lo estoy mirando, admirando su rostro apuesto y tosco, cuando se


aclara la garganta.

—Necesito una cerveza. ¿Quieres algo?

Alejo mis pies.

—Lo traeré, papá. Quédate quieto.

Me lanza una sonrisa de alivio que no entiendo, cuando reboto para traernos
algo de beber. Le abro una cerveza y la pongo sobre la mesa. Y luego, no tan
inocentemente, me acerco a mi bolso en el sofá y busco ropa más cómoda. Puedo
sentir su mirada fija en mí, mientras bebe su cerveza.

Desabrocho mis jeans y me los bajo por los muslos. Por encima de mi
hombro, le muestro una sonrisa.

—Necesito mis pantalones de yoga —le digo, como si esa fuera la razón más
normal del mundo, para que una niña se desnude frente a su padre.

Toma otro trago y asiente con la cabeza. Su mirada se separa de la mía, pero
tan pronto como me doy la vuelta, puedo sentirla en mí. Soy lenta en mis
movimientos, mientras me quito los jeans y luego me agacho para recogerlos. Mis
bragas están mojadas y esto probablemente sea enfermizo, pero en este momento
estoy fingiendo, que este viaje es sólo para nosotros. Siempre me siento tan segura
y conectada con él.

—En realidad —digo con una risa entrecortada—. Hace calor. Creo que usaré
pantalones cortos.
Me quito la sudadera con capucha y la tiro. Estoy de pie con una camiseta
sin mangas y mis bragas frente a mi papá. Él no discute ni se burla de mí. No dice
una palabra. Mis pezones están duros porque se sienten sucios y mal, pero me
gusta. Encuentro el par más corto, de pantalones de algodón ceñidos que tengo y
los deslizo por mis caderas. Una vez que me vestí, me volví para verlo desviando la
mirada. Me acerco a la nevera y me tomo una cerveza también, para irritar a papá.

Cuando regreso, estamos tranquilos mientras terminamos nuestro juego de


cartas. Apoyo mi pie derecho de nuevo en su muslo y distraídamente frota mi pierna
hasta la rodilla. Estoy tan excitada por los toques inocentes de papá que sé que voy
a salir esta noche, una vez que se hayan ido a la cama.

Las horas pasan y jugamos un juego de cartas que a ninguno de los dos nos
interesa. Finalmente se levanta y me extiende el sofá cama. Miro su delgado cuerpo
mientras se mueve. Me estoy volviendo enfermizamente obsesionada con mirarlo.

—No te vayas a la cama todavía —murmuro mientras me pongo de pie. Estoy


desesperada por tenerlo aquí conmigo—. Te leeré. Datos aburridos del desierto de
Alaska. Será divertido.

Se gira y mira hacia su habitación antes de mirarme. Guerras de indecisión


en sus ojos. Hace un mes, se habría sentado sin dudarlo. Algo le pasa.

—Por favor —le suplico—. Estoy aburrida y tú me entretienes.

Una sonrisa tira de una esquina de sus labios.

—Bien. Abúrreme hasta que me duerma.

Se estira en la cama y acaricia las mantas. Con una sonrisa que coincide con
la suya, me arrastro junto a él. Él se acuesta de lado y yo me quedo de espaldas.
Agarro el libro del suelo y empiezo a leerle en voz alta. Su respiración finalmente se
nivela cuando se queda dormido. Me vuelvo hacia él y lo miro egoístamente.
Mientras duerme, es más joven que sus cuarenta años. Fácilmente podría pasar por
treinta. Dejo que mis dedos pasen por encima de su hombro y hasta su mandíbula.

Papá y yo siempre hemos sido cariñosos, pero esto se siente diferente.


Taboo, tal vez. No sabe que lo estoy tocando de una manera íntima y con ganas. Si
se despertara, podría estar enojado. Finalmente, un gran bostezo me da sueño. Me
acurruco contra su cálido pecho, y casi grito de alegría cuando su brazo me
envuelve, en un posesivo abrazo somnoliento.

Me quedo dormida casi al instante.


—Devon, cariño, háblame —su voz es exactamente la misma. Preocupado y
cariñoso. Lleno de amor.

Somos las mismas dos personas, solo que pasaron un montón de tonterías
entre entonces y ahora.

Abro los ojos, parpadeo para borrar mi memoria y le sonrío.

—Te amo —sus rasgos se suavizan y besa mi boca.

—Te amo. Tú lo sabes.

—Antes de que hiciéramos este viaje, mis sentimientos por ti habían


comenzado a evolucionar. Más que cómo una niña adora a su padre. Más
adentro. Más oscuro. Prohibido. ¿Crees que, si no hubiéramos venido aquí, habría
sucedido de todos modos? —pregunto con una voz suave.

Sus ojos se entrecierran, mientras considera mi pregunta.

—No lo sé.

Mentiroso.

La culpa en su rostro me dice que lo habría hecho.

—Papá —sonrío—. Quiero decir, Reed. Dime. ¿Habría sucedido?

Traga y mira aturdido.

—Estaba bastante horrorizado cuando te toqué esa noche. Pero cuanto


más lo pensaba, más secretamente me alegraba que sucediera. Me imagino
que al paso que íbamos, podría haber pasado algo entre nosotros. Tu madre nos
estaba presionando juntos, se diera cuenta o no. Ambos estábamos
desesperados por su amor y afecto y cuando ella nos lo negó, nos volvimos el
uno al otro —el gruñe y se encuentra con mi mirada con vergüenza en sus ojos—
. Es horrible, Devon. Estábamos empezando a desarrollar sentimientos, que
ningún padre e hija deberían tener el uno por el otro. Si hubieran sido
unilaterales, habría sido más fácil de negar. Pero ambos estábamos cayendo
demasiado profundo. Lo siento, soy un padre pedófilo, pero no lo siento por
nosotros. Este bebé. Nuestra relación sexual. Nuestro amor. Todos los
componentes crean un diseño desordenado, pero es uno con el que estoy
contento de todos modos, sin importar las consecuencias.

Su habilidad para tirar todo por la ventana por mí, me calienta el corazón.
La decisión me calma hasta la médula. Me siento y hurgo en la caja. Cuando le
entrego el libro, gruñe. Me vuelvo hacia él y me siento a horcajadas sobre sus
caderas.

—Quiero quemarlo.

Sus rasgos se oscurecen.

—¿Estás segura?

Puedo sentirlo endurecerse entre mis piernas.

—Ahora.

Sin dudarlo, lanza el libro directamente a la chimenea y juntos lo vemos


arder.

Me levanto y acepto su polla gruesa en mi cuerpo receptivo que solo le


pertenece a él.

Mientras follamos como padre e hija no deberían hacerlo, vemos cómo el


maldito libro de incesto se convierte en polvo.
DIECINUEVE

REED

Atticus, mientras estaba enojado con él al principio, se ha convertido en un buen


amigo. Sé que odia lo que Devon y yo tenemos. De hecho, lo desaconseja
enfáticamente, en cualquier oportunidad que tenga. Pero también nos ayuda. En
lugar de tirar los suministros e irse, se quedó casi tres semanas ayudándome con
la adición. Con otro cuerpo fuerte y capaz, podemos volar a través de él. Cada día
Devon se hace más grande y más miserable. En un momento, arrastró todo de la
cueva, y ahora pasa mucho tiempo, tumbada sobre la piedra fría. No tenemos un
buen horario, pero sabemos que ella podría dar a luz cualquier día. Estoy
emocionado y jodidamente aterrorizado.

—Voy a ir a ver cómo está Eve y luego volveré en un mes para ver cómo
están ustedes. Llevaré las cosas que pueda necesitar y, si necesita más, hágamelo
saber. —Carga su mochila y se frota la cara. —¿Víspera? —un gruñido retumba en
mi pecho—. ¿Quién diablos es Eva?

Su mandíbula se aprieta. —La mujer. En la choza.

Me sorprende que todavía esté viva.

—¿Vas a llevarla a la ciudad? ¿Llamar a los Servicios de Protección Infantil?


—pregunto. Frunce el ceño y niega con la cabeza.

—Me ofrecí a llevarla a la ciudad la última vez. Ella casi me destripa con una
navaja. Fruta exigida. Así que le llevo fruta.

—¿Tiene sólo doce años? ¿Trece?

—Algo así, pero ya sabes cómo es aquí en la naturaleza. Te acostumbras.


El mundo exterior parece demasiado grande. Demasiado alto. Yo solo… —Sus
rasgos se oscurecen—. Me recuerda a mi hermana pequeña. Y como no tiene
familia que la cuide, siento que al menos debería vigilarla.

Dejé escapar un suspiro frustrado.


—Dile que puede visitarnos si quiere. Sé que a Devon le gustaría hablar con
otra chica. Estaba demasiado molesto en ese entonces, pero no la lastimaría ahora.

Asiente como si aprobara mis palabras.

—Lo pasaré. ¿Y Reed?

—¿Si?

—Si vas a tener bebés, vas a necesitar algo un poco mejor construido que
su cabina. Puedo armar algunos planes para construir una casa real en la parte
superior. —Señala por encima de la línea de árboles donde se suponía que debía
estar nuestra casa original—. Sé que tienes el dinero y que puedo conseguir las
herramientas y los suministros. Podría llevar un año si tenemos ayuda. Más tiempo
si sólo nosotros dos.

Lo corté.

—Sólo nosotros. Me gusta la idea de construir, una estructura más segura


para mi familia, pero no quiero a nadie en mi tierra, más que tú y la pequeña niña
de cabello castaño. Le atravesaré el cráneo con una bala, a todo aquél que
traspase.

Asiente y le tiende la mano.

—Buena suerte. Te veré pronto. —Le estrecho la mano y luego se marcha.

Una vez que ya no puedo ver su cuerpo en retirada, vuelvo al interior de


nuestra cabina mucho más grande. Cortamos en la pared del fondo, donde
normalmente se encuentra nuestra cama e hicimos la apertura hacia el nuevo
espacio. Nuestra cama ha sido trasladada al rincón más alejado junto a la chimenea
de piedra del río que construimos. Seguiremos manteniendo la chimenea del horno
de RV para la sala del frente, pero esta funcionará muy bien para la parte de atrás.
Es mucho más grande y puede contener un fuego más grande.

Devon está ocupado organizando nuestra cabaña. Se sienta en la cama, que


ahora está a unos sesenta centímetros más alta del suelo desde que Atticus y yo le
construimos un marco, y dobla la ropa de bebé. Una sonrisa tiene sus labios
carnosos hacia arriba y está en paz. Con mis manos en mis caderas, la miro. Hay
cajas y tinas por todas partes, pero parece feliz de descargar todo.

—¿Él se fue? —pregunta cuando nota mi presencia. Nuestros ojos se


encuentran y los de ella brillan con amor.
—Fue a ver a Eva.

—¿Víspera?

Su nariz se arruga.

—La chica de la choza.

Aprieta los labios y asiente. —Si está a salvo, no me importa que la cuidemos.

—Creo que está a salvo, pero es una solitaria. Atticus dice que prefiere
quedarse en la choza.

—Bien entonces. Quizás deberíamos traerle algo de comida o ropa. Me


siento mal porque está ahí afuera sola —dice.

Abandona la ropa y se levanta de la cama. Sus palmas se aferran a su


estómago gigante, que está cubierto con su nuevo vestido de maternidad de verano,
que Atticus compró. Prefiere estar desnuda pero como tuvimos una visita, tuvo que
permanecer vestida. Me muero por arrancarlo de su cuerpo maduro, y besar su
vientre desnudo.

—Podemos hacer eso —le aseguro.

Nos abrazamos e inhalo su cabello que huele a manzanas, después de


nuestro último baño en el río. Podría devorar a esta mujer de sol a sol.

—He estado leyendo mucho en el libro que trajo Atticus —murmura.

Agarro su mandíbula e inclino su cabeza hacia arriba. Sus cejas están


juntas—. ¿Otro libro de incesto? —Mi mandíbula se aprieta con ira.

—No —respira, la preocupación parpadeando en sus ojos brevemente.

—El del parto natural en casa. Da miedo.

Beso sus labios suaves. —No tengas miedo. Tenemos esto. Eres fuerte y
capaz. No dejaré que mueras bajo mi vigilancia, Pip.

Sus fosas nasales se ensanchan y la punta de su nariz se pone roja.

—No estaba preocupada por mí. Estaba preocupada por el bebé.

—El bebé estará bien. La gente tenía bebés en la naturaleza todo el tiempo,
antes de la medicina moderna.
Ella traga.

—Y si tiene algo malo… complicaciones… del incesto… —Gruesas lágrimas


brotan de sus ojos—. Prométeme que lo sacarás de su miseria. No podré hacerlo.
Soy demasiado egoísta. Tendrás que ser tú quien lo haga.

Me duele el pecho. Devon.

—Escúchame. No le pasará nada a este bebé. Créeme. El susto del incesto,


no es más que una mierda. Ni siquiera debería ser algo, para que te preocupes.
¿Cuándo te he conducido mal?

—Nunca.

—Siempre te prometí que te protegería, sin importar nada. Tienes que confiar
en eso. Todo lo que hago es por tu bienestar, y por mantener tu corazón intacto. Si
hubiera algo de qué preocuparse, yo sería el único que me preocuparía. Estoy bien.
Emocionado y un poco nervioso, pero eso es porque no he tenido un bebé en tanto
tiempo.

Ella sonríe. —Desde Drew y yo.

Mi estómago da un vuelco dentro de mí.

—Estamos haciendo esto. Continuaremos haciendo esto el resto de nuestras


vidas. Somos un equipo. Hemos sido así desde que tengo memoria.

Se le escapa un largo suspiro. —Tienes razón. Ya terminé de preocuparme


por eso.

—Bueno. Ahora quítate la ropa y déjame ver tu bonito coño.

Ella chilla, pero mi buena chica siempre obedece.

—Son tantas cajas.

El sudor se le pega a la cara, mientras cojea por el espacio tratando de


organizar la mierda. Por lo que leí en el libro sobre el embarazo, ella está anidando.
Significa que el bebé debería estar aquí pronto. Mi corazón da un salto, ante la idea
de tener a nuestro bebé en mis brazos.

Todas las noches le pido a un Dios, que probablemente me ha abandonado,


que ella y nuestro bebé estén bien. Espero que ame a los inocentes, ella y nuestro
bebé son definitivamente inocentes, porque no sobreviviré si les pasa algo.
Necesito que estén bien.

—Mañana deberíamos empezar a labrar el jardín —me dice, mientras se


inclina para rebuscar en una caja. Estoy agotado después de un día de trabajos
forzados, y estoy contento de ver su lindo trasero cada vez que se mueve.

—Podemos hacerlo. Atticus nos trajo suficientes semillas para plantar de


aquí a Seattle —digo con una sonrisa.

Ella se da vuelta y sonríe. —Estoy emocionada por un jardín. Tomates y


pepinos frescos. Oh Dios, eso suena como el cielo.

Mi polla se contrae al escucharla gemir de placer. —Eres linda como la


mierda, todo domesticada.

Sus mejillas se ponen de un rojo brillante y me da una sonrisa tímida.

Eres tan guapo como el infierno, todo un bárbaro.

Ambos reímos.

Finalmente, me quedo dormido, cuando ella tararea mientras trabaja. Esto


realmente es el cielo.

—Nada —hace un puchero y luego hace una mueca.

—Han pasado cuatro días, bebé. Las plantas no crecen de la noche a la


mañana.

Cojea hasta la cama y se acomoda. —Mi espalda me está matando.

—Descanso.

—Necesito llegar a la pila de cajas de allí y ...

—Devon, descansa. —Mi tono es firme y no deja lugar a discusiones.

—Está bien, papá —dice.

Me dan ganas de meter mi polla en su boca.

—Conoces las reglas —gruño.

—Pronto podré llamarte papi todo el tiempo aquí —bromea, arqueando la


ceja.
Dios, es tan jodidamente caliente cuando se pone boquiabierta. —Sigue así
—le advierto.

—¿O qué?

—O cerraré tu bonita boca con mi polla. ¿Qué piensas de eso, niña mala?

Ella comienza a reír y sus tetas rebotan con el movimiento. —Si pudiera
ponerme de rodillas sin todo este dolor, con mucho gusto te chuparía, papá.

—Acuéstate y descansa —grito, mi polla dolorosamente dura en mis jeans.

Obedeciendo, se estira y apoya las manos en el estómago, mientras observa,


yo acecho a través de la cabaña hacia ella. Se muerde el labio inferior cuando
desabrocho mis jeans y pongo mi polla en mi mano. Con los ojos cerrados, me
acaricio con la mano izquierda. Con mi derecha, masajeo su coño resbaladizo. Ella
gime, maúlla y se retuerce. Me encanta lo húmeda y excitada, que se pone con mis
dedos. Sé que le duele la espalda, así que el sexo está fuera de discusión, pero los
dos todavía podemos salir.

—Oh, Dios, Reed —susurra, sus ojos se cerraron revoloteando—. ¡Si!

Su cuerpo se estremece con un orgasmo sísmico, sólo de que yo toque su


clítoris. Enciende mi propia liberación y me vengo con un gruñido. Mi semen viscoso
sale a chorros, sobre sus grandes tetas, marcándola y reclamándola como mía. Me
satisface verla mojarse conmigo. La chica sucia pasa sus dedos por mi orgasmo
gastado y lo lleva a sus labios regordetes. Sus ojos azules brillan de lujuria mientras
chupa el semen. —Yum.

Yo sonrío. —Mucho más de donde vino eso.

—No puedo hacer esto solo, Sabrina. —Me duele el pecho y estoy exhausto.
Puramente agotado. Los gemelos son difíciles como sabía que serían. Sin embargo,
nada me preparó para tener que hacerlo virtualmente solo.

Habla a través de la almohada que le cubre la cabeza. Su voz es entrecortada


y sé que ha estado llorando todo el día. —No puedo hacer esto en absoluto.

Con un suspiro, me siento a su lado en la cama. El aborto involuntario,


nuevamente, no solo fue en el peor momento posible, sino que sólo la hizo hundirse
más en su depresión. Quiero ayudarla, pero esta vez no puedo. Tengo dos bocas
pequeñas que necesitan ser alimentadas.

—¿Puedes intentar? ¿Para mí? —ruego, mi propia voz se ahogó.


Ella se aleja rodando y me da la espalda. Con lágrimas calientes y furiosas
en mis ojos, la dejo sola con su desesperación. Me dirijo a mi oficina para tomar una
copa cuando Devon me llama desde la guardería.

—Da.

Mi corazón deja de latir en mi pecho. Drew dice palabras todo el tiempo, pero
Devon aún tiene que pronunciarlas. Irrumpí en el dormitorio, secándome las
lágrimas mientras le sonrío.

—¿Qué es?

—Da. —Ella gime y levanta las manos. Su cabello rubio y difuso es lindo,
todo desordenado por el sueño. Drew duerme como un muerto, pero Devon se
despierta en medio de la noche, si me oye despierto.

Nuestras vidas han desarrollado recientemente este patrón.

Ella se despierta. Llora por mi. Y la llevo por la casa mientras hago cosas sin
importancia. Una vez que se duerme, la vuelvo a meter.

—Oye, Pip.

Ella me sonríe, con los ojos adormilados y los dientes, y mi corazón se derrite.
La recojo y la llevo a mi oficina. A diferencia de su alborotado hermano, Devon no
corre por la casa y se mete en la mierda todas las horas del día. Ella está feliz de
sentarse en mi regazo, y meterse con lo que sea, siempre que la deje jugar en mi
escritorio.

Me dejo caer y le entrego papel y lápiz. Una vez que la ayudo a agarrar el
bolígrafo, garabatea en el papel, sus chillidos de placer son un ungüento, para mi
corazón quemado.

¿Cómo puede Sabrina acostarse en la cama e ignorar todo esto?

¿Cómo puede desperdiciar nuestra oportunidad, de finalmente ser padres


por el inodoro?

Claro, ella está jodidamente herida. Bueno, carajo soy yo. Pero, ¿cómo
diablos puede hacer perder estos dos milagros?

—¡Pa-pa-pa-pa! —Devon chirría mientras destruye el papel. Con solo dos


años, es capaz de meterse en mi corazón y agarrarse.
La gente tenía su consejo. Cómo manejar nuestra situación.

Y al principio, me preguntaba cómo puedes amar a alguien que apenas


conoces. Pero todo eso desaparece en el momento, en que cae un niño sonriente
de ojos azules dormido en tu pecho. Inhalas el champú para bebés y cuentas tus
bendiciones. Ojalá Sabrina se despertara de una puta vez. Estos son nuestros
niños. Se supone que debemos amarlos. Seguro que lo hago.

Rápido, repentino e inesperado. Pero lo hago. Joder, cómo lo hago.

—¡Pa! —Devon lanza el bolígrafo antes de echarse hacia atrás con un lindo
suspiro. Sonriendo, presiono un beso en su suave cabeza y muevo mis dedos hacia
ella. Se aferra a mi meñique con su pequeña mano. —Da.

Me despierto en medio de la noche, el viejo recuerdo tirando de mi corazón.


Me hace preguntarme si nuestro bebé tendrá el pelo rubio o castaño. Ojos azules o
marrones. De cualquier manera, sé que será hermoso y feliz.

Devon se sienta a la mesa en la otra habitación con una tina de plástico a


sus pies. Está hojeando papeles y leyéndolos. La miro por lo que parecen horas
hasta que me vuelvo a dormir.

La vida es perfecta.

Tan jodidamente perfecta.


VEINTE

DEVON

A Reed le divierte mi animación. No me divierte. Me siento inquieta. Como si no


desempaquetara todo y lo pusiera donde va, nunca se terminará. Quiero que todo
sea perfecto para que cuando llegue el bebé, podamos relajarnos.

El nerviosismo hace que mi estómago retumbe. Puede que nunca nos


relajemos. Si hay algún problema con el bebé, es posible que tengamos que volver
a la ciudad. ¿Qué pasa si necesita un hospital o atención adicional?

Otro dolor de espalda agudo y doloroso me atraviesa. Leí que podrían ser
dolores de parto. Pero también leí que podría ser trabajo de parto falso. Una vez
que se me rompa la fuente, sabré que viene el bebé. Hasta entonces, esperaré a
través de los dolores.

Los ronquidos de Reed son reconfortantes. Trabaja muy duro todos los días.
La casa. Comida. Todo. Para cuando cae en la cama, se desmaya. Quiero que
descanse más. Ahora que la ampliación de la cabina está terminada, tal vez pueda.

Grito cuando otro dolor me agarra. Buddy gime de preocupación. Dejo


escapar un suspiro y lo acaricio con mi pie descalzo. —Shhhh.

Se tranquiliza y hojeo las fotos que mamá había guardado. Uno de papá
abrazándome a los dos años me calienta el corazón. Se ve tan joven y aterrorizado.
Derrite mi corazón. Busco entre las imágenes en busca de las de cuando éramos
bebés. Me quedo corto. Frunciendo el ceño, profundizo en la caja. En la parte
inferior, encuentro un sobre amarillo sellado que dice: Privado.

No abrir.

La curiosidad se apodera de mí. Mis ojos parpadean hacia papá y todavía


duerme profundamente. Arrastrando mis ojos de nuevo al sobre, lo abro
silenciosamente. Dentro hay un sobre manila lleno de documentos judiciales.
Enganchado al frente, encuentro una foto de una joven adolescente rubia bonita, no
mayor de catorce años o así, sosteniendo a dos bebés gemelos.

Ella tiene mis ojos.


El pensamiento me golpea con fuerza y mi corazón se detiene en mi pecho.

Arranco la imagen y la dejo sobre la mesa. Se me llenan los ojos de lágrimas


mientras la traición se hunde. Me mintió. Mintió, sobre todo.

Papeles de adopción. Muchos de ellos.

Todo un galimatías, pero en pocas palabras, Abigail Hunter, cedió sus


derechos sobre nosotros a mis padres.

Me voy a enfermar.

La bilis sube y me la trago rápidamente.

Esto no puede ser verdad.

Todas y cada una de las preocupaciones, sobre lo que el incesto les hace a
los bebés no importaba. Reed no es mi padre biológico. Un gemido de dolor sale de
mi pecho y lo hace moverse, pero no se despierta. Siento como si me hubieran
arrancado el corazón. Las lágrimas viajan por mis mejillas y gotean sobre los
papeles. No es de extrañar que no le agradásemos a mamá. No éramos de ella.

Mi cuerpo tiembla cuando me pongo el vestido, y me meto los pies en las


botas. Los dolores que continúan cortando mi espalda baja y envolviendo mi
estómago, no son nada en comparación con el dolor abrasador, ahuecado y
aplastante de mi corazón. No sé adónde voy. No me importa.

Pero no puedo quedarme aquí con él. Él ni siquiera ... nosotros ni siquiera ...

Saco la cerradura de su lugar y empujo la puerta. El aire de la noche es gélido


y enfría mi carne caliente. Con sollozos ahogándome, atravesé la puerta y corro. No
sé a dónde voy, pero está muy lejos de aquí y de los escombros de nuestras vidas.
Mis botas crujen sobre la maleza del bosque y mis gritos son tan fuertes. Buddy
corre obedientemente delante de mí, como para matar cualquier cosa que pueda
interponerse en mi camino.

Llevo corriendo al menos diez minutos cuando lo escucho. Dolor.

Dolor.

Devastación.

Rabia.
El rugido es mitad hombre, mitad animal. Resuena a través de los árboles y
me persigue. Y viene por mí.

Me acechará hasta capturarme.

No quiero que me capturen.

Quiero ser libre.

El odio y la furia y la sensación repugnante, de haber sido engañada toda mi


vida. Un dolor agudo me golpea tan fuerte que tropiezo y casi me caigo. Tengo que
agarrarme del estómago y reprimir un grito hasta que pase el dolor. Una vez que
puedo moverme de nuevo, avanzo con dificultad, aunque soy mucho más lenta que
antes. Mi cuerpo tiembla con mis sollozos.

—¡Devon!

La forma en que dice mi nombre es un reclamo. Una promesa. Un voto de


amar, cuidar y proteger. Odio la forma en que lo dice. No tiene ningún derecho sobre
mí. Yo no le pertenezco. Nunca lo hice.

Nuestra relación se basó en mentiras.

Me dejó pensar las cosas más horribles sobre mí, sobre nosotros, sobre
nuestro bebé. —¡Devon!

Otro dolor me deja inmóvil. Caigo de rodillas. El dolor es insoportable y


cegador. Estoy perdido ante la absoluta severidad de esto. Está más cerca ahora.
Puedo escuchar sus gruñidos. Maldecir. Mendicidad. Suplicando. Llorando. Cerca.
Y más cerca.

El dolor cede y me paro sobre piernas temblorosas. Paso a paso, avanzo.


Apenas llegué a las tres cuando el corte en mi abdomen golpea de nuevo.

Una vez más, caigo de rodillas.

Estoy sollozando y agarrándome desesperadamente a la tierra, mientras me


alejo de él. Cada terminación nerviosa de mi cuerpo está viva, expuesta y agitada.
El dolor es demasiado intenso.

Me voy a morir aquí.

Y peor aún, se está acercando.


—N-No —me ahogo mientras gateo—. M-mantente alejado de mí.

Pero llegué tarde. No lo suficientemente rápido. Como una víbora, ataca. Su


puño está en mi cabello y me está atacando, como lo hizo ese oso una vez. Nada
es gentil o curioso. Es rudo, territorial y exigente.

Grito cuando aterriza en la tierra detrás de mí y echa la cabeza hacia atrás.


Su brazo fuerte se envuelve alrededor de mi cintura, por encima de mi vientre
protuberante, de una manera posesiva. En sus brazos, me siento segura y
sofocada. Mi mente está en guerra consigo misma. Lo quiero, pero lo odio. Lo amo,
pero no puedo soportar que me toque.

—Mía. —Su gruñido es feroz e intimidante. Más aterrador que cualquier


animal del bosque. —Mía.

—¡No! —grito y me muevo en su agarre.

Su polla está dura e intrusiva contra mi espalda. Lo odio. Me encanta. Pero


no lo quiero.

—¡Mía!

—¡No!

Me empujan hacia adelante y apenas tengo la oportunidad de estabilizarme


con mis manos, antes de empujar mi vestido por mis caderas. Con un rasgón, rasga
la tela por la espalda y cae al suelo en mis muñecas. Grito y pateo, pero él es fuerte.
Determinado. Impávido.

Otro trozo de dolor, me roba el aliento y la cordura. Aprovecha este momento


de debilidad. Joder lo toma como si le perteneciera. Como si fuera dueño de cada
parte de mí. Su polla me atraviesa mientras se abre camino brutalmente hacia
adentro. Esto no es una violación como esa gente de la selva, porque a pesar de
mis gritos de horror, todavía lo quiero. Esta es una toma de posesión hostil. Un
recordatorio de a quién pertenezco.

—¡Te odio! —grito, pero dejé de luchar. Caigo sobre mi hombro con el trasero
en el aire.

—¡Te amo! —ruge, sus caderas golpeando con fuerza contra mi trasero—.
¡No puedes dejarme nunca! ¡Nunca!

Lloro, grito y lo maldigo. Otra explosión dolorosa atraviesa mi abdomen y me


desmaya por un segundo.
—¡Mía, Devon! ¡Eres mía, maldita sea! ¡Me importan una mierda esos
papeles! —Está llorando detrás de mí. Furioso, pero llorando. —E-Eras mía en el
momento en que ella te entregó. —Su voz se quiebra y su brutal agarre en mis
caderas disminuye. Pasa una suave palma por mi espalda—. No lo entiendo, pero
te abriste camino en mi corazón, con sólo dos años cuando te atrapamos.

Los dos estamos llorando y me está follando lentamente.

—M-me dejaste c-creer… que algo ma-malo le iba a pa-pasar al bebé —


balbuceando lo acuso, mis palabras ilegibles y desordenadas.

Vuelve a agarrarme el pelo con un puño y me levanta de un tirón para que su


aliento caliente llegue a mi oído. Todo duele, pero lo necesito como necesito el aire.
Lo odio. Me encanta.

—Porque quería proteger tu maldito corazón. Sabía que te aplastaría, cariño.


Por favor, comprende que cada maldita cosa que he hecho siempre, ha sido para ti.
—Él retuerce su agarre en mi cabello, para que nuestras bocas se encuentren. Con
una intensidad que nunca supe que existía, me devora con un beso reivindicativo.
Su polla está profundamente dentro de mí, estoy girada en un ángulo incómodo y
todo duele como el infierno. Y, sin embargo, le devuelvo el beso con la misma
fuerza.

—Te odio —sollozo. Lo empujo.

Y empujo. —Te odio…

—Te amo, Pip.

—Te odio... —empuje.

Empuje. Empuje.

—Te amo tanto, maldita sea —respira contra mi boca.

—Te odio. —Otro sollozo, mientras un dolor tan intenso me recorre. Voy a
morir.

Aquí mismo. Ahora mismo. En el suelo del bosque, con una polla dentro de
mí.

Y no lo sabrá.

No sabrá que son mentiras. —Papá —me ahogo—. Te quiero.


—Lo sé, bebé. Joder, lo sé.

El dolor que me atraviesa, hace que mi interior se contraiga con tanta fuerza
que creo que vomitaré. Detrás de mí, Reed se viene con un gruñido salvaje.

—¡Mierda!

Apenas ha salido, cuando una ráfaga de calor cálido brota con él. Ambos
estamos atónitos y empiezo a derrumbarme, pero él me agarra.

—¡¿E - estás teniendo el bebé?! —Se sube los vaqueros con la mano libre.

Lloro en respuesta.

—¡Mierda! ¡Mierda! ¡Oh Dios!

Me toma en sus fuertes brazos y todo lo que puedo hacer es temblar


incontrolablemente. Yo nunca lo odié. Estoy tan molesta y confundida, pero nunca
podría odiarlo. Él es mío. Somos cósmicos e intocables juntos.

Estoy tan aturdida mientras corre por el bosque. Mis ojos están medio
tapados e hinchados, pero pronto veo una choza. Se lanza contra él y con una
potente patada, dispara la puerta y entra en la casa.

Una chica grita desde atrás, pero él no parece molesto. Me acuesta sobre
unas mantas que están frente a la chimenea.

—¡Víspera! —él ruge—. ¡Ayuda!

Se arrodilla frente a mí y me pide que separe los muslos. Cuando mira hacia
abajo entre ellos, sus ojos se abren con horror.

—¡¿Qué?! —exijo, mi voz chillona. El terror se apodera de mí y trato de mirar


más allá de mi estómago para ver.

—Túmbate —ordena, su tono brusco—. El bebé está llegando. Sólo


recuéstate, Devon.

Una niña pequeña me mira fijamente en estado de shock. Su cabello castaño


salvaje es un desastre, y sus ojos están muy abiertos. Le ladra órdenes. Agua.
Toallas Todo tipo de cosas. Menciona la cabaña. Pierdo el sentido de la realidad
cuando otra ola de dolor me golpea. La chica se escapa.

—No puedo hacer esto —me ahogo—. Me voy a morir.


Me mira.

—Joder que lo harás. Vas a tener este maldito bebé ahora mismo y estarás
bien. Voy a ver si puedo sentir la cabeza.

Mis ojos se ponen en blanco, cuando comienza a empujar sus gruesos dedos
dentro de mí. Inmediatamente, los sacude y se estremece.

—¿Qué?

—El bebé está de nalgas.

Presa del pánico, dejé escapar un grito. —¡Tienes que voltear al bebé antes
de que sea demasiado tarde!

El sudor corre por sus sienes, y sus ojos se mueven alrededor, como si
estuviera viniendo con un plan.

—Acuéstate y trata de relajarte —ladra.

Hago lo que me dice, e ignoro el dolor insoportable cuando comienza a mover


los dedos, y luego la mano dentro de mí. Se pueden escuchar sonidos de sorbidos,
mientras lo mueve más profundamente dentro de mí. Utiliza su mano libre para
empujar mi vientre. El dolor es demasiado.

—Necesito que empujes ahí mismo —gruñe, sus ojos maníacos—. Podemos
hacer esto, pero necesito tu ayuda.

Siento arcadas, mientras presiono la parte superior del estómago, a la


derecha. Todo cambia dentro de mí y dejo escapar otro grito. Otra contracción me
atraviesa mientras tira de su brazo hacia afuera.

Giro la cabeza hacia un lado y expulso mi cena. El dolor es demasiado para


soportarlo. Sus manos están por toda mi cara evaluándome y luego está de vuelta
entre mis muslos. Mi energía se agota y me siento abrumada. Como si realmente
fuera a morir en este piso. Solo espero que nuestro bebé viva.

—Tienes que mantenerte fuerte, Pip —se ahoga, agarrando mi rodilla—.


Quédate conmigo. Atención. No puedo sacarte este bebé. Vas a tener que hacer
todo eso por tu cuenta. ¿Le ayudaría a ponerse de rodillas?

Lloro, hasta que otra contracción me roba el aliento. Las lágrimas ruedan por
mis sienes. No sé qué hacer. Sólo quiero que el dolor desaparezca. Quiero al bebé
fuera de mí. Quiero… Empujar.
El impulso es diferente a cualquier otro sentimiento del mundo. Se convierte
en mi único pensamiento. Empujar.

Agarro mis rodillas y empujo hacia abajo, un sonido gutural arrancando de mi


pecho. Mis ojos están cerrados, pero puedo escuchar a papá elogiándome. El
impulso pasa y caigo inerte.

—Lo estás haciendo bien —me asegura—. La próxima vez que te duela,
hazlo de nuevo.

No tenemos que esperar mucho.

El dolor me atraviesa de nuevo.

Empujo y mantengo mis ojos en él. Sus ojos miran hacia abajo. Cuando su
rostro se ilumina, lo miro boquiabierta en estado de shock.

—¡Puedo ver la cabeza! ¡Lo hicimos! ¡Bebé, puedo ver el pelo! Oscuro como
yo —grita.

Me pongo a reír y a sollozar, no sé muy bien qué, pero estoy feliz. Saber que
el bebé está tan cerca, que quizás se parezca a él, me tiene más decidida que
nunca.

Una y otra vez.

Empujo y empujo.

—Oh, Dios —grito—. ¡Duele!

—Lo sé, cariño. Lo estás haciendo muy bien. Sólo continúa.

Al siguiente empujón, siento algo de alivio y los ojos de papá se agrandan.


—¡Mierda! La cabeza está fuera. ¡Jesús, Devon, la cabeza está fuera!

No tengo tiempo para recuperarme, porque otra contracción dolorosa me


desgarra. Empujo hacia abajo. Una y otra vez, hasta que un alivio como nunca había
conocido se desliza fuera de mí y llega a los brazos de mi padre.

Me desmayo. Por un momento.

Pero entonces mis ojos están muy abiertos.

—¡No está llorando! —grito—. ¡¿Por qué no está llorando?!


La cara de papá está torcida, cuando entra en pánico. Sostiene al bebé
flácido en sus brazos y lloro al verlo.

—¡Mierda! —grita—. ¡Llora! ¡¿Por qué diablos no está llorando?!

Lágrimas gordas ruedan por el rostro de mi padre.

¿Él?

—¿Es un niño? —cuestiono, un sollozo atrapado en mi garganta. El asiente.

—Mierda. Mierda. Mierda. ¿Qué hacemos?

—¡No lo sé!

Agarra a nuestro hijo por los tobillos y lo pone boca abajo. Estoy horrorizada
por lo brutal que está siendo. Luego, no tan suavemente, azota el pequeño trasero
del bebé. Estoy a punto de gritarle a mi padre, cuando lo escucho. Ahogado al
principio.

Luego más fuerte.

Sus pulmones. Son poderosos.

—¡Está llorando! —exclamo—. ¡Dios mío, está llorando!

Acuna al bebé en sus manos y me lo pasa. Mis brazos envuelven


protectoramente al niño, mientras lo acerco a mi pecho. Él es perfecto.

Cabello oscuro, cuerpo largo y delgado. Perfecto.

Mío.

Dios, es mío.

Me quedo allí llorando de alegría, por lo que parece una eternidad. El bebé
está pegajoso y ensangrentado, presionado contra mí. No deja de llorar, pero lo
tomo como una buena noticia. El cordón umbilical todavía está unido a él y en algún
lugar dentro de mí.

Otro dolor más pequeño me recorre. —Creo que la placenta se está saliendo.

El rostro de papá está frenético, mientras hace todo lo posible para dar a luz
a la placenta.
Sale fácilmente. Estoy temblando, mis dientes castañeteando, cuando Eve
vuelve corriendo a la casa, con los brazos llenos y una mochila al hombro. Me trae
una toalla y yo envuelvo a mi hijo con ella. La oscuridad nubla mi visión y me
desmayo.
VEINTIUNO

REED

Mierda. Mierda. Mierda.

Sus ojos ruedan hacia atrás en su cabeza y entro en pánico.

—¡Bebé! ¡Despierta! —Parpadea y abre los ojos lentamente—. Estoy tan


cansada.

El alivio me atraviesa. —Aparte de eso, ¿te sientes bien?

Su asentimiento es leve.

Entonces ve a dormir— Yo me ocuparé de ti.

En el momento en que se desmaya, agarro mi cuchillo y corto el cordón


umbilical. Cuelga como una serpiente retorcida pero solo necesito limpiarla. Con
movimientos cuidadosos, saco a nuestro hijo de su pecho y lo envuelvo en la toalla.
Patea y llora. Casi lloro, cuando me doy cuenta de que tiene su nariz. Con un beso
rápido, aliso su cabello pegajoso y lo sostengo frente a una Eve con los ojos muy
abiertos.

—¿Puedes abrazarlo para que yo pueda cuidar de ella?

La confianza no es algo que se me dé bien, pero ella simplemente corrió a


toda velocidad para ayudarme. Parece aterrorizada, no malvada. Sus rasgos se
suavizan y asiente. La niña no es muy habladora. Le entrego al bebé y ella lo acuna.
Mi atención está de vuelta en mi corazón, mi amor, mi maldita alma.

Ella es un desastre.

La follé y estaba en el maldito parto.

Estoy disgustado conmigo mismo.

Y, sin embargo, sé que tenía que hacerlo. Necesitaba ser reclamada, sellada
y poseída.
Es Mía.

Maldita mente mía.

En el momento en que me desperté y descubrí que ella se había ido, volteé


mi mierda. Los papeles sobre la mesa, significaban que había encontrado mi oscuro
secreto. Un secreto que trabajé tan duro para ocultarle.

Ella es mi hija.

En el momento en que la abracé, lo supe.

Supe que en el momento en que se enterara, si es que alguna vez lo hacía,


se sentiría traicionada. Pero le dije. Joder, le dije que le ocultaría cosas, si eso
significaba mantener su corazón a salvo. Este era un secreto que la destruiría.
Simplemente no pude hacerlo. Incluso cuando estaba jodidamente enferma, y
preocupada por los problemas relacionados con el incesto, no podía decírselo. Este
secreto era peor, que un pequeño temor por los defectos de nacimiento. Este
secreto tenía el potencial de destruirla.

En piloto automático, hiervo un poco de agua, y agarro el botiquín de primeros


auxilios. Con cuidado, lavo a Devon de la cabeza a los pies. Su coño está hinchado
y enrojecido. Hay un pequeño desgarro, que me temo que debe coserse. Odio que
esté tumbada allí, completamente desmayada, con las piernas abiertas. Pero al
mismo tiempo, necesito curarla sin que se mueva. Me lleva algo de tiempo, pero me
las arreglo para coserla y esparcir ungüento sobre las partes de su coño que parece
que podrían doler. Una vez que está limpia y atendida, la cubro con una manta que
Eve trajo de la casa.

Mi hijo llora y se retuerce. Eve parece aterrorizada y con mucho gusto me lo


devuelve. Me siento en el suelo y lo acuesto sobre una toalla doblada. El aire frío
parece enojarlo y sus gritos se hacen más fuertes. Rápidamente, lavo a nuestro
precioso niño. Todo en él es perfecto. Y sus pulmones son poderosos. Me recuerda
a Drew por la forma en que grita.

. —Eres un revoltoso, ¿no? —susurro mientras lo envuelvo con fuerza en una


manta. Su puño vuela libre hacía su boca y lo succiona. Camino de rodillas con él
en mis brazos, hacia donde duerme Devon. Necesito algunas maniobras, pero me
las arreglo para acurrucarlo contra ella. Su pequeña boca se abre mientras busca
su pecho. Acuno su pequeño cuerpo de una manera que pronto está aferrado a él.
Sus gritos son silenciados, mientras chupa ávidamente su pezón. Con lágrimas en
los ojos, contemplo a Eve con una sonrisa.
—Mi familia.

Ella me devuelve la sonrisa. —Hermosa.

Eve se queda en la puerta de nuestra cabaña, con mi hijo envuelto con fuerza en
sus brazos, mientras bajo a Devon en nuestra cama. Una vez que está cubierta, me
doy la vuelta para tomar a mi bebé. Han pasado casi tres horas desde que Devon
se desmayó. Sabía que teníamos más cosas con las que trabajar aquí, así que Eve
me siguió obedientemente, mientras llevaba mi amor de regreso a casa. estoy
agradecido con Eve de una manera que no puedo explicar. Sin ella, esto hubiera
sido casi imposible.

Una vez que acomodo a mi hijo dormido en la cama junto a Devon, me doy
la vuelta para mirar a Eve. Ella deja escapar un chillido, cuando la tomo en mis
brazos y la abrazo.

—Gracias.

Su cuerpo está tenso pero no lucha contra mi abrazo. Cuando me aparto, me


tiende la mano.

—Fruta

Sonriendo, me acerco a una caja con nuestros productos enlatados. La niña


es demasiado pequeña para llevar todo, así que busco una mochila y la lleno de
latas de frutas. Será difícil para ella llevarla de vuelta a la choza, pero es fuerte. No
tengo ninguna duda de que se las arreglará.

—Si ves a Buddy, ¿lo traerás de vuelta? —pregunto.

Ella asiente con la cabeza, mientras carga la mochila.

Ese maldito perro salió disparado, cuando me convertí en un animal y me


follé brutalmente a Devon. Creo que le asusté muchísimo. Aún no ha regresado.
—Ven a visitarnos —le grito a Eve—. En cualquier momento.

Otro asentimiento.

Entonces se va.

Me despierto con un sonido de succión. Mi espalda y mi cuello me están matando.


Dormir en la silla junto a la cama era una mala idea, pero quería cuidar a mi familia.

Y ellos son mi familia.

Devon es más que mi hija, esposa y amiga.

Ella es mi risa, mi vida y mi amor.

Estoy agradecido por el día en que Abigail, una niña de dieciséis años, aceptó
dar en adopción a sus gemelos. Había luchado durante casi dos años tratando de
cuidarlos. Tener un bebé a los catorce años, sería difícil para cualquiera. Esta chica
simplemente no podía soportarlo. Sabrina y yo estábamos encantados, porque
significaba que finalmente podríamos ser padres.

Mis ojos se desvían hacia Devon mientras amamanta a nuestro hijo. Sus ojos
son suaves mientras lo mira con asombro. Él es hermoso. Los amo tanto a los dos.

Son Perfectos.

Con una sonrisa en mis labios, recuerdo el día en que Abigail entregó a los
gemelos.
—Devon es la bebé buena —dice Abigail, casi quejándose por el niño—. Duerme
bien. Es ese alborotador de allí, al que tienes que vigilar

Se le llenan los ojos de lágrimas y deja escapar un sollozo ahogado.

Sabrina me lanza una mirada preocupada. Nada se siente real sobre esta
adopción. Hasta que no estemos en casa con ellos, no lo asimilaremos realmente.

—Nos ocuparemos de ellos —juro, tomando la mano de la joven.

—Es lo mejor, ángel, murmura Patricia, la mamá de Abigail. —Apenas puedo


permitirme alimentar al niño que tengo, mucho menos a dos más. No después del
divorcio, especialmente

Abigail se pone rígida. —Lo sé, mamá.

Entonces sus ojos azules, que brillan como dos lagos, se encuentran con los
míos. —¿Puedo hablar contigo un segundo? Sobre los bebés.

Su madre se pone rígida, pero asiente con la cabeza, para darnos algo de
tiempo a solas. Sabrina y Patricia comienzan a discutir las rutinas de alimentación,
mientras yo me deslizo hacia el porche delantero con Abigail.

—¿Qué pasa?

—¿Me prometes que no cambiarás de opinión?

La miro boquiabierto como si hubiera perdido la cabeza. —Lo juro.

Traga saliva antes de darme un fuerte abrazo. No puedo evitar abrazar a la


dulce y triste niña en mis brazos. Huele a manzanas e inocencia. Beso su suave
cabeza rubia porque se siente bien. Abrazarla.

—¿Quién lo hizo?

Sus palabras son un susurro, pero las escucho. Mi corazón se abre en mi


pecho. El Secreto es demasiado profundo y oscuro, para que nadie más que
nosotros dos lo sepa.

—Fue mi papá.

Trago y acaricio el cabello de esta pobre adolescente. —¿Qué hizo tú papá?


Se estremece y casi se derrumba, pero evito que se caiga. —E-él solía venir
a mi habitación, cuando había estado bebiendo demasiado. No lo quería, pero
sucedió …

—Lo siento mucho.

Ella niega con la cabeza. — No estoy… No hay nada malo con ellos. Merecen
ser amados. Pero no aquí…

Su cabeza se inclina y el fuego arde en sus ojos. —Necesito alejarme.


Escapar.

No puedo hacer eso con ellos. Mamá tiene los anteojos puestos. Papá nos
dejó poco después de que yo quedara embarazada. Le mentí a mamá. Dije que fue
un chico de la escuela. Si ella supiera …

—No se lo diré a nadie, lo juro.

Esa promesa arde profundamente en mi corazón.

—Gracias. Son bebés inteligentes. Dulces e interactivos. Solo quiero que


sean amados. Me temo que no puedo darles lo que se merecen

—Los amaré como si fueran míos.

—Gracias.

—Creo que deberías ir a la policía y denunciarlo —digo en voz baja.

Ella se aparta y levanta la barbilla. —No. No quiero que nadie lo sepa, ni que
tengan ninguna idea. —Por favor.

Con tristeza en mi corazón y por el futuro de esos dos bebés, asentí con la
cabeza.

—Lo prometo.

Ella me da una amplia y dentuda sonrisa de adolescente. —¿Pinky promise?

Me río y le ofrezco mi meñique.


Mi corazón está apesadumbrado al recordar a Abigail. Solo habíamos tenido los
bebés dos semanas, cuando supe que la adolescente murió de una sobredosis. No
me di cuenta de que su escape significaba la muerte. Eso me persigue hasta el día
de hoy.

Pero su secreto de cómo Devon y Drew nacieron del incesto, permanece


encerrado en mi corazón. Devon nunca lo sabrá. Nunca. Ella es inteligente, hermosa
y jodidamente perfecta. No quiero que ella lo dude nunca. Un día, cuando esté lista,
le diré lo dulce y cariñosa que era su madre biológica, pero eso es todo. Nunca
sabrá que nació de una violación y un incesto.

—Estoy tan feliz —dice Devon mientras amamanta a nuestro hijo.

Su cabello rubio está sucio y enredado, pero nunca la había visto tan serena
y hermosa.

—Yo también, cariño.

—¿Cómo deberíamos llamarlo? —pregunta.

Él pierde el agarre sobre su pezón y grita. Ambos nos reímos, mientras ella
lo ayuda a agarrarse.

—Es una cosita ruidosa.

Sus ojos azules encuentran los míos. —Rowdy suena muy bien. Después de
su tío.

Mi corazón se hincha. —Me encanta. Rowdy Andrew Jamison.

—Gracias.

Me río y me acerco a sentarme a su lado, en el borde de la cama. Mis dedos


acarician su cabello desordenado, antes de colocar la palma de mi mano sobre
nuestro bebé. —¿Por qué me agradeces? Hiciste todo el trabajo. Tú hiciste esto,
Pip.
Ella niega con la cabeza, mientras sus lágrimas se derraman. Su labio se
tambalea locamente.

—Gracias por amarme. Desde el primer día, siempre, cualquier día, hasta
ahora. Nuestro amor ha crecido y se ha transformado en algo, que nadie más en
este planeta tiene. Somos especiales.

Rowdy abre la boca y cierra los ojos. ¿Quién diría que los bebés eran tan
jodidamente adorables? Extrañé todo esto con Drew y Devon. Este momento,
admirando a mi hijo recién nacido, es un momento que nunca olvidaré.

—Empezaré con el desayuno —digo con un suspiro.

—No hay descanso para los cansados —dice y acaricia la cama—.


Preferimos que te quedes aquí con nosotros. La comida puede esperar.

Estoy exhausto y dolorido.

La idea de dormir con mi familia, es una que no puedo rechazar. Me desvisto


hasta quedar en bóxers y me meto a su lado. Con mi brazo envuelto alrededor de
ambos, caigo en un sueño tranquilo y feliz.

Estoy en casa.

Finalmente estamos en casa.


EPÍLOGO

DEVON

Dos años más tarde...

—¡Vaya, no! —Grito, mientras corro a toda velocidad hacia la chimenea. Mi barriga
es gigante y lo único que hago estos días es caminar.

Afortunadamente, Reed es el más rápido de los dos. Levanta a nuestro hijo y lo


lanza al aire.

Rowdy grita de júbilo, y abraza el cuello de su papá.

—Necesitamos construir una cerca y encerrarlo en ella —me quejo y soplo un


mechón de cabello de mi cara pegajosa. -tiene dos, pero juro que es incontrolable.

Reed se vuelve para sonreírme. No lleva camisa y sus músculos están hinchados.
Mis hormonas, al igual que en mi último embarazo, están fuera de control. Quiero
acostar a Rowdy a dormir una siesta y trepar a mi esposo como un árbol.

—Me estás mirando así, Devon —gruñe Reed.

—¿Cuál mirada? —Finjo inocencia.

—Esa mirada de fóllame por el culo.

Me burlo, lo que hace que Rowdy se ría. No tiene idea de qué se está riendo, lo que
hace que Reed y yo nos riamos.

—Yo no creo.

—¿Es eso así? Anoche no te quejabas cuando te tuve de rodillas y estaba enterrado
hasta la empuñadura en ti —desafía.

Mi garganta arde de calor. Me apresuro y arrancó a Rowdy de su agarre, antes de


llevar a mi pequeño monstruo a su cuna. Afortunadamente, le encantan las siestas
y su manta de piel de conejo que hice. En el momento en que lo acuesto, agarra la
manta y comienza a chuparse el pulgar, con los ojos llenos de sueño. Cuando me
doy la vuelta, Reed se está desnudando. En el momento en que su polla, dura como
una roca salta, y está completamente desnudo, se me escapa un gemido.

—Me vuelves loca —me quejo.

Él sonríe y levanta la barbilla como para llamarme hacia él. Como la esposa
obediente que soy, comienzo a caminar hasta él, mientras me voy quitando mi
vestido de maternidad y mis bragas. Su mirada lobuna devora mi cuerpo desnudo,
de embarazada.

Me encanta como sabe apreciar los cambios de mi cuerpo. Nunca me siento menos
ante sus ojos, siempre me hace sentir deseada, y hermosa.

—¿Le trajiste a Eva algo de fruta cuando estabas cazando? —Le pregunto cuando
mi vientre roza sus tonificados abdominales.

Me siento mal por ella. Nos ayudó cuando la necesitábamos, pero aparte de eso,
no nos visita. A veces puedo sentir sus ojos en el bosque mirándonos, pero nunca
se involucra. Sin embargo, a Rowdy le encantan los regalos que le deja en el porche.
Ella siempre le hace juguetes.

—Si. Le dije que tenía que ir a ver a su sobrino o la iba a cargar sobre mi hombro y
la obligaría a venir de todos modos. —Él se ríe—. Ella trató de apuñalarme.

Hago una mueca y niego con la cabeza.

—Quizás con el tiempo.

—Tal vez. Aunque ella es salvaje. No te hagas ilusiones.

—¿Cuándo regresará Atticus? —Preguntó, frotando mis palmas sobre sus


pectorales esculpidos.

Sus manos agarran mis caderas. No suave. Posesivo y áspero. Me recuerda que
soy suya.

—Tuvo que volar a Seattle por algo, pero volverá la semana que viene. Va bastante
bien. Trabajaremos en el techo un poco más, una vez que regrese.

Le sonrío. Llevan dos años trabajando en la casa. Están enmarcando un monolito


gigante en la ladera de la montaña, aproximadamente a media milla del lugar de los
restos. Han trabajado duro en ello, pero les ha llevado una eternidad. Reed cree
que en otros dos años podemos mudarnos. Hasta entonces, seguiremos llenando
nuestra pequeña cabaña.
—Acuéstate, papá —ronroneo mientras me agacho para agarrar su polla.

Se sacude en mi mano. —Mami quiere conducir.

Su sonrisa ardiente casi me derrite al suelo. Como el marido obediente que es, se
recuesta en la cama. Me acerco a él con mi trasero embarazado, y me siento a
horcajadas sobre sus muslos. Con nuestros ojos cerrados, me hundo en su
palpitante longitud. Ambos siseamos de placer. Sus palmas vagan por mi vientre y
ambos nos reímos cuando este niño rueda contra su toque. Entonces, sus dedos
están en mis pechos provocándome.

—¿Te vas a quedar ahí sentada, mujer, o me vas a follar? —murmura, levantando
las caderas.

Gimo y me inclino hacia adelante apoyando mis palmas en sus hombros.


Lentamente, empiezo a balancearme contra él. El amor, brillante, profundo y
poderoso, brilla en sus ojos.

Me quema. Me escalda.

Me encarcela. Me sofoca.

Pero también me llena, me alimenta, me libera.

Sus dedos están en mi clítoris y empuja con fuerza debajo de mí. Mi marido es un
animal de principio a fin. Incluso desde abajo, domina y controla. Con un aleteo de
mis pestañas, me rindo. Me pierdo en la forma en que él me posee.

Ambos nos venimos con sonidos, que vienen directamente del bosque. No son los
sonidos que deberían hacer dos humanos. Su semen se derrama dentro de mí, y
me aprieto a su alrededor, con las réplicas de mi orgasmo.

—Prométeme que siempre será así —le susurro.

Sus ojos marrones están duros, con emociones salvajes que me llevan a amarlo.
Agarra mi meñique con el suyo y me acerca más a él. Incluso con mi estómago
gigante encajado entre nosotros y su polla aún en el fondo, logramos besarnos.

—Promesa de Pinky, Pip.

Y le creo porque este hombre hará todo lo que esté a su alcance para que eso
suceda.

Mentir, Robar, Asesinar, Engañar, Destruir.


Todo en nombre de mantener mi corazón a salvo. No podría pedir un amor más
dedicado. Él es mío.

Todo mío.

Cinco meses más tarde…

Observó como Rowdy y Reed se lanzan bolas de nieve el uno al otro. Rowdy tiene
un buen brazo, a pesar de ser un niño pequeño. Ronan grita desde adentro,
despierto de su siesta. Le muestro a Reed una gran sonrisa, mientras entro para
atender a nuestro pequeño. Cuando llegó a su cuna, está pateando e intentando
comerse el puño. Estos chicos siempre tienen hambre.

Deja de quejarse cuando le canto. Todos lo hacen. A los tres les encanta cuando
canto. Sus ojos azules están muy abiertos, cuando lo tomo en mis brazos y me
siento en la cama. Se agarra a mi pecho con vigor.

Mis bebés son hermosos.

Reed y yo somos hermosos.

Me pregunto si la próxima será una niña. No le he dicho a Reed que estoy esperando
de nuevo. Estará encantado, estoy segura. Todavía no han terminado la casa, pero
no tardará. Para el próximo verano, estaremos listos para mudarnos. No todo está
hecho, pero todavía podemos vivir allí. Y para entonces, tendremos un quinto
miembro de nuestra creciente familia.

La alegría me abruma.

A veces desearía que mamá estuviera aquí para verlos. Me pregunto si la liberaría
de su hechizo. Arrastrarla de la oscuridad. Reed me asegura que no lo haría. Que
la depresión es una enfermedad, que no se cura fácilmente con bebés bonitos. Me
recuerda que ella nos tenía a Drew y a mí, y que seguía atrapada dentro de su
cabeza.
Otras veces, me pregunto acerca de mi verdadera mamá. Reed quemó los papeles
de adopción, porque dijo que estábamos unidos de corazón a la familia, lo cual era
mejor que la sangre o las leyes. Un peso se levantó en el momento en que se
incineraron los papeles. Sin embargo, conservé la foto de mi madre biológica. Me
asombra lo mucho que se parece a mí. Cuando le pregunto por mi padre biológico,
Reed se encoge de hombros y dice que no lo sabe. Supongo que no importa. Todos
esos momentos conducen a este.

—¡Mamá! —Rowdy grita cuando entran. Corre hacia mí y me moja con la nieve fría.

—Oye, cariño —le digo y le alboroto el cabello oscuro. Se parece tanto a Reed que
hace que mi corazón se detenga.

Reed camina hacia mí y besa la parte superior de mi cabeza.

—¿Cómo están mi hermosa esposa y mi bebé?

—Tiene hambre y yo estoy cansada. —Le doy una sonrisa cansada.

Su mirada se estrecha mientras baja sus ojos hacia mis pechos que están llenos de
leche.

—¿Estás ...? estamos …

Mi sonrisa es amplia y las lágrimas pinchan en mis ojos.

—Estamos. ¿Estás feliz? —Rowdy gruñe mientras intenta arrancarle el pelo a


Buddy.

Buddy rueda sobre su espalda, vuelve y lame a nuestro hijo salvaje en la cara hasta
que se suelta.

—Devon —gruñe Reed, mientras acaricia tiernamente mi mejilla.

—Me haces feliz cada segundo de cada día. Estos niños. Tú. El maldito perro. Todo
es mi felices para siempre.

Inclino mi cabeza hacia arriba para que me bese.

—Hablando como un verdadero romántico.

—Te mostraré el romance, una vez que estos niños se vayan a dormir.
—Está encendido, papá —le digo con una sonrisa pícara. Muerde mi labio inferior y
gruñe.

—¿Promesa?

—Promesa de meñique.

FIN
SOBRE LA AUTORA

K. Webster es una de las autoras más


vendidas de USA Today. Sus títulos han
obtenido muchas etiquetas de bestseller
en numerosas categorías, están traducidos
a varios idiomas y se han adaptado a
audiolibros. Vive en Tornado Alley con su
esposo y dos hijos y su perrito llamado
Blue. Cuando no esta escribiendo, esta
leyendo, bebiendo grandes cantidades de
café e investigando sobre extraterrestres.
ESTE LIBRO LLEGA A TI GRACIAS A:

THE COURT OF DREAMS

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