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EL ÚLTIMO CUPLE DEL EMPERADOR

Iván Vera-Pinto Soto

Personajes

Emperador
Mujer

Poema a la muerte

Tomad mi sangre.
Tomad mi sudario de muerte y
Lo que queda de mi cuerpo.
Tomad fotografías de mi cadáver en la tumba, solo.
Enviádselas al mundo,
A los jueces y
A la gente con conciencia,
Enviadlas a los hombres de principios y mente justa.
Y dejad que carguen con su culpa, ante el mundo,
Por esta alma inocente.
Dejad que pese sobre ellos, ante sus hijos y ante la historia,
Esta alma inocente destruida,
Esta alma que ha sufrido a manos de los “protectores de la paz”. 1

1
Poema de Jumah al Dossari. Preso y torturado en Guantánamo, desde 2003.

1
(La acción sucede en una habitación lúgubre e irreal. Da la impresión que las
personas que la habitan lo hacen en forma transitoria. Una puerta de entrada
por un lateral y una pequeña ventana en el foro. Una cama, un velador, una
silla mecedora, una silla normal, una mesa llena de remedios y periódicos.
Además, hay una alacena vieja con vasos, copas, una jarra, otros objetos y un
afiche de la actriz Sarita Montiel pegada en el vidrio del mueble. Sobre otra
mesita hay una máquina de cine de 16 milímetros y unos carretes de
películas).

PRIMERA ESCENA: EL FANTASMA DEL EMPERADOR

(El hombre, vestido en un raído pijama, está acostado en su cama leyendo en


voz alta un libro)

EMPERADOR

“Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del


continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de la tierra, toda
Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de
tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye,
porque estoy ligado a la humanidad; en consecuencia, nunca preguntes por
quién doblan las campanas; doblan por ti” 2 ¡Huevadas! (Lanza el libro con
fuerza a un rincón de la pieza. Ingresa la mujer, viste un vestido largo de
riguroso color negro. Trae en su mano un maletín, parecido al que usan los
médicos)
MUJER
Señor, es muy tarde para que siga leyendo (Recoge el libro y lo deja sobre el
único velador que existe) Le daré sus remedios y luego a dormir
tranquilamente.

EMPERADOR
2
John Donne (1572-1631)

2
Sabes muy bien que para mí es imposible dormir.
MUJER
Para usted nada es imposible. En su vida ha superado pruebas muy difíciles.
Hace poco los periódicos le dieron por muerto; sin embargo, aquí está
peleando contra la muerte, como un soldado invencible.
EMPERADOR
Ya no estoy tan seguro de mi fortaleza. El informe médico fue lapidario: cáncer
gástrico y en último grado. Creo que de esta jodida situación no me salvo.
MUJER
Tenga fe en Dios, sólo él puede ayudarlo. Yo rezo por usted todas las noches.
EMPERADOR
Te lo agradezco, pero creo que a esta altura ningún Dios me puede auxiliar.
MUJER
Le repito: Tenga fe. La fe es lo último que se pierde en la vida. Y ahora a tomar
su medicina (Toma una jarra con agua y vacía el líquido en un vaso. Luego
abre su maletín, saca un frasco de remedio, abre su tapa y vierte unas gotas de
la medicina en el vaso. Le hace beber al hombre. Del mismo maletín extrae una
jeringa y una inyección. Prepara el material)
EMPERADOR
Nadie me ganó en la vida. Vencí a patadas hasta la misma vida. Pero este
enemigo traidor silenciosamente me está destruyendo por dentro. Cuando sentí
los primeros síntomas no le hice caso, pero luego vinieron los terribles dolores
abdominales, las náuseas, los vómitos, la pérdida del apetito, los sangrados en
las defecaciones, las dificultades para tragar los alimentos, la pérdida de peso y
el debilitamiento total. (La mujer le coloca la inyección en el brazo)
MUJER
¿Quiere que coloque la película de Sarita Montiel para que descanse?
EMPERADOR
Sí, está bien. Solamente con la presencia de ella puedo dormir algunos
momentos. (Soliloquio)¡Carajo! Quisiera borrar los fantasmas de mi cabeza,
pero no puedo. A veces, incluso, pienso que soy el asesino de mis propios
sueños, si es que alguna vez los tuve. (La mujer va hacia la vieja máquina de
cine y coloca una película. En la pared se proyecta la escena de Sara Montiel,
cantando “Fumando Espero”. Luego apaga la luz)

3
MUJER
Buenas noches. (Se sienta en una mecedora y se cubre las piernas con una
pequeña frazada. Se escuchan algunos diálogos de la película. El hombre
comienza a dormirse. De pronto, se queja, luego, emite un fuerte grito. La
mujer se levanta y se acerca silenciosa a la cama. Se queda mirándolo con una
sonrisa siniestra)
EMPERADOR
(Delira) ¡No, no!... ¡Aléjate de mí! Desaparece de mi vista y de mi mente. Tú
estás muerta, ya no existes. Todo se convirtió en polvo: tus huesos, tus
extremidades, tu ropa, tu olor, tu sexo, tus lágrimas y tu sangre. No eres más
que polvo calcinado por el desierto. Nadie sabe de tu paradero. Ningún
pariente puede llevarte flores a tu tumba. Tu cuerpo está sumergido en las
profundidades del mar. Despedazado en el fondo del acantilado más siniestro
de la tierra. Devorado por una jauría de asquerosas aves de rapiñas y víboras.
Convertido en cenizas en un infernal horno crematorio. Violado por una turba
uniformada en el sótano de un convento. Nada queda de ti. ¡No puedes
hacerme nada! ¡Estás muerta! ¡No me puedes vencer! ¡Sólo eres un
horripilante fantasma! ¡Apártate, aléjate! (Llega al paroxismo) ¿Qué quieres de
mí maldita sombra? ¿Quieres que te suplique perdón? ¡No, nunca lo haré! Soy
el “emperador”, un combatiente como aquellos que lucharon en las cruzadas.
Hoy, los enemigos, los herejes, los hijos de Satanás son otros. Tal vez, los
mismos de siempre, pero con otro disfraz. Es por eso que la guerra santa
nunca puede terminar. El mundo es una permanente batalla entre la luz y la
oscuridad, entre el bien y el mal. Yo soy un luchador que ha tenido que
ensuciarse las manos en esta larga guerra contra el mal. (Se levanta de la
cama y toma a la mujer de los hombros y la sacude) Entiéndeme, yo cumplí
una misión. Estoy limpio con mi conciencia y mis creencias. Y estoy seguro que
lo que hice lo volvería a repetir (Se ahoga su voz y se desploma al borde de la
cama. La mujer lo levanta, lo acomoda, le seca el sudor de su cara y le hace
maternales caricias en su cabeza. El hombre le palpa los senos. Se calma. Ella
va hacia el proyector de cine y lo apaga. Apagón)

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SEGUNDA ESCENA: LA MAREJADA

(La mujer está parada mirando hacia el exterior por una ventana semiabierta. El
hombre viste el mismo vestuario y está sentado en su cama, pensativo)
MUJER
(Alegre) ¡Ven querido! ¡Mira que siniestro luce el mar hoy! Sus marejadas y
crecidas son majestuosas. Parece un gigante furioso que quiere devorar la isla,
al sol, a los niños, a los hombres y a las mujeres. Como tiembla la tierra al
reventar esas oscuras olas, parece que fueran a penetrar en nuestro
inexpugnable refugio. ¡Mira! ¿No te parece que es maravillosa la bruma? Ella
cubre de gris el horizonte y no deja transparentar ninguna realidad.
EMPERADOR
(Se levanta de la cama con dificultad y se acerca a ella) Sí, mi amor, para
nosotros todo lo oscuro es bello; es por esa razón que siempre mantenemos
las puertas y ventanas cerradas, así impedimos que la luz nos ciegue. Nadie
nos ve y con nadie nos comunicamos. Con todo, te confieso que tengo miedo
que esa misma oscuridad me impida recordar mi historia. ¿Dónde estará mi
madre imaginada? La verdad que nunca supe. Tal vez, se encuentre en un
tiempo muerto o extraviada en esa bruma.
MUJER
Es extraño que sientas miedo y que te intentes recuperar tu memoria ¿Para
qué? Es mejor no tener memoria, ella es peligrosa en nuestra condición.
EMPERADOR
Es extraño que estemos contemplando el mar, escondidos en esta casa
perdida.
MUJER
Tengo la sensación de vivir un inesperado exilio y de no pertenecer a ningún
lugar. De sentirme rechazada por todos: la familia y los antiguos amigos.
Además, no se si los tuve, no se si existieron. Ni siquiera me imagino que
ocurrió con mi hijo que encargué hacer desaparecer. No se nada. Sólo se que
tú vives y que estás a mi lado compartiendo estas últimas horas. (El hombre
acaricia el rostro de la mujer. Breve silencio)

EMPERADOR

5
¿Por qué tu boca no sangra? ¿Por qué no deja escapar ningún dolor, ninguna
súplica?
MUJER
¿Por qué tu boca no delata ningún nombre, ninguna confesión, ninguna
maldición?
EMPERADOR
¿Por qué tus ojos no lloran?
MUJER
¿Por qué tu corazón no siente nada?
EMPERADOR
¿Por qué no me pides clemencia?
MUJER
¿Por qué no sueñas?
EMPERADOR
¿Por qué no gritas, lloras y te orinas?
MUJER
¿Por qué agonizas eternamente?
EMPERADOR
¿Por qué no te puedo nombrar?
MUJER
¿Por qué no puedes correr por la playa?
EMPERADOR
¿Por qué nadie nos quiere acompañar en nuestro funeral?
MUJER
¿Por qué nadie nos evoca?
EMPERADOR
¿Por qué no tenemos hijos?
MUJER
¿Por qué no podemos hacer el amor?
EMPERADOR
¿Por qué seguimos con vida?

MUJER

6
Calla y cierra tus ojos para siempre
EMPERADOR
Aunque quisiera no puedo. Mil veces maldigo a Dios. ¿Por qué no me deja
morir de una vez por toda? (Se escucha la marejada más violenta)
MUJER
De nada te sirve maldecir. Cada cual es responsable de su destino. Ven, no
desesperes y quédate aquí agazapado en la oscuridad, ella es la única que
nos puede asilar. (Lo cobija entre sus brazos como si fuera un niño. Abre su
blusa y deja que el hombre le bese los senos)
EMPERADOR
Parecemos dos animales atemorizados, esperando que nos lleven al
degolladero para que cercenen nuestras extremidades.
MUJER
O para que nos exhiban en la plaza pública, en las portadas de los periódicos
y en los informativos de televisión
EMPERADOR
Ya no existe otro camino para nosotros. Tendremos que vagar por ciudades
vacías. Tocar puertas cerradas. Perdernos en nieblas imborrables y
sumergirnos en nuestro propio infierno. (Se escuchan ladridos de perros que
se acercan. La pareja se queda en alerta)
MUJER
¿Escuchas?
EMPERADOR
Sí, tal vez, vienen por nosotros
MUJER
Al fin, nos descubrieron. Ya no tenemos escapatoria. (Va rápidamente hacia un
interruptor de pared y apaga la luz. Penumbra. Al poco rato golpean
enérgicamente la puerta de calle. Los ladridos son más fuertes. La pareja se
esconde bajo la cama. Insisten los golpes. Una luz de linterna entra por algún
rincón de la habitación. Se escuchan voces. Silencio sepulcral. Se alejan perros
y voces)

EMPERADOR

7
(Asoma la cabeza por debajo de la cama) Parece que ya se fueron. ¿Quién
sería?
MUJER
Ellos
EMPERADOR
No creo. Si fueran ellos hubieran derribado la puerta
MUJER
A lo mejor eran gente del pueblo
EMPERADOR
O turistas que quieren conocer la cabaña
MUJER
No creo. Nos hubiera avisado “halcón negro”
EMPERADOR
Probablemente eran unos intrusos que merodeaban por el bosque. Pero ten
cuidado, aún no prendas la luz, pueden estar cerca. (Salen ambos de su
escondite. Ella se dirige sigilosamente hacia la puerta, la abre suavemente y
mira hacia el exterior. El hombre va hacia su velador, lo abre y saca una
pistola. Revisa la nuez y la vuelve a guardar.) Que ridículo, el “Emperador”
escondido como un niño bajo la cama, más asustado que un escolar detenido
en una jefatura de policía. (Se sienta al borde de su cama)
MUJER
No hay nadie. Se fueron. Parece que eran unos campesinos que van camino al
otro lado del monte. ¡Santo Dios! Pasamos el primer susto, después de seis
meses de encierro en esta cabaña. Pronto tendremos que pensar en otro
refugio. Nuestra secreta presencia puede despertar sospecha entre los
pobladores (Prende la luz de la pieza)
EMPERADOR
Y así seguiremos deambulando de un lado para otro. ¡Carajo! En esta
precariedad no puedo decidir ni reír, ni golpear ni violar. (Mira a la mujer
apesadumbrado y luego la abraza con fuerza. Pausa) Bésame en la boca, así
como se besan los enamorados.

MUJER

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No puedo. Además, te provocaría más sufrimiento.

EMPERADOR
Inténtalo, por favor.
MUJER
No, es inútil.
EMPERADOR
Te lo ordeno. Recuerda que soy el “Emperador”
PETRA
(Ríe) Fuiste el “Emperador”. Ahora sólo eres una piltrafa humana.
MUJER
Te lo suplico. Quiero sentir el único placer que no he sentido jamás. Hazlo por
todo lo que hemos vivido juntos, por nuestros pecados que llevamos a cuesta.
(La mujer se acerca lentamente y lo besa en la boca. El hombre enseguida
comienza a sentir un fuerte dolor abdominal que crece rápidamente. Su cuerpo
se dobla y grita) ¡Por la gran puta! ¡Me cagué! ¡Me cagué!
MUJER
(Levanta al hombre que hace arcadas y lo recuesta en la cama. Enseguida,
toma una toalla de algún lado, le baja el pantalón del pijama, luego su
calzoncillo y le limpia el trasero. El hombre se cubre el rostro)
Te das cuenta, estás castrado. No puedes hacer el amor. A penas los labios de
una mujer te rozan se desatan en tu cuerpo convulsiones y te cagas. Te das
cuenta, incluso los hombres más poderosos y viles se cagan en los pantalones.
Hasta los más soberbios y tiranos en su agonía imploran a su madre y a Dios
para que los salven. Ya no eres un hombre. Hace mucho tiempo que perdiste
tu dignidad. Ya nunca más podrás sentir el placer de una piel sobre tu piel. En
este lastimero ocaso sólo te queda masturbarte con añejas y melancólicas
ficciones.
(La mujer va a la máquina de cine, la enciende y vuelve aparecer la proyección
de la película “El Último Cuplé. Finalmente, se sienta al lado del hombre y con
su mano comienza a masturbarlo por debajo de las sábanas. El hombre
transita del dolor al placer, mientras se escucha los diálogos del film. Apagón)

TERCERA ESCENA: LA AGONIA

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(El hombre yace débil en su lecho, mientras la mujer está arrodillada rezando
en voz baja, con un rosario en la mano. Luego, se persigna, se levanta y
enciende un cigarro. Se pasea alrededor de la cama)
MUJER
Hijo, quiero que siempre tengas presente la ley de la siembra y la cosecha:
“Aquel cosecha el bien, quién antes ha sembrado el bien. Y aquel cosecha
maldad,  quién antes ha sembrado maldad”. Es por eso que nuestra iglesia
nos enseña que aquel que muere en pecado mortal se va al infierno.
EMPERADOR
Madre, tienes razón. Pero la misma iglesia nos enseña que existe la posibilidad
de un cambio radical del infierno al cielo, si en último minuto, se da un perdón
por un sacerdote, en el lecho del moribundo.
MUJER
No te preocupes por eso. No necesitas ningún cura que te de absolución a tus
pecados. Hay peores homicidas que han sido perdonados por Dios.
EMPERADOR
¿Tú crees?
MUJER
Claro que sí. Y tú no eres mejor ni peor a otros personajes que han bañado de
sangre las calles del mundo. Además, a ninguna religión y menos al poder
político le interesa condenar a quienes son acusados de victimarios. En
cambio, en todos los territorios siempre la gente de pueblo queda sola,
deambulando por los juzgados, las ventanillas de ministerios y los despachos
de abogados, pidiendo papeles, mostrando heridas, reviviendo penas hasta el
infinito.
EMPERADOR
Esa misma gente es lo que no me da tregua: Siguen mis pasos, se meten en
mi cuerpo, protestan públicamente y me retuercen la conciencia.
MUJER
Y seguramente al intentar dormir escuchas muchos gemidos, gritos
desgarradores y bramidos de desesperación.

EMPERADOR

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Sí. Y también me tiemblan las manos y el cuerpo, por eso prefería que
hablaran rápido. No me gustaba hacerles esa porquería.
MUJER
(Sonríe) Vamos, no tienes que mentirle a tu madre. Se que te gustaba hacerles
esa cochinada, porque así descargabas tu odio engendrado de años. Pero
ahora descansa, cálmate, tu guerra ya terminó.
EMPERADOR
Mujer, la guerra nunca termina, sólo existen breves treguas. Debo mantenerme
oculto en esta isla y estar siempre al acecho.
MUJER
Te entiendo. No eres el único que está en la misma situación. Hay muchos
otros como tú que aún viven camuflados y cuya existencia se entremezcla con
nuevas identidades y el consentimiento de los gobiernos de turno.
EMPERADOR
Lo peor es que después de una guerra, como la que tuvimos, siempre hay que
buscar algunos chivos expiatorios. En este caso, yo soy uno de ellos.
MUJER
Los traidores y los cobardes acostumbran elegir como responsable de todo el
desastre a un combatiente muerto, que no puede declarar, ni cantar, ni ladrar.
EMPERADOR
¿Acaso estoy muerto?
MUJER
Hace mucho tiempo que lo estás, incluso, antes que te pariera.
EMPERADOR
Entonces esta agonía no existe, tú tampoco existes.
MUJER
Ambos no existimos, la guerra nos sepultó en un inmundo vertedero. Ni
siquiera recuerdan nuestros nombres y menos nuestros rostros.
EMPERADOR
Sentirse muerto era un invento de los detenidos para no traicionar a sus
compañeros. Pero siento que aún no estoy muerto, puesto que escucho tu voz.

MUJER

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No es mi voz, es la de otro espectro que alarga tu agonía. (Pausa) ¿Cómo
pudiste delatar a tus amigos y luego convertirte en verdugo de los mismos?
EMPERADOR
No tengo palabras para justificar nada. Todo lo hecho en mi vida lo asumo con
hombría, pero tampoco estoy dispuesto a cargar con penas ajenas. Por lo
demás, esperaba este final: anciano, enfermo, loco, abandonado y odiado por
todos.
MUJER
Hijo, cuando te escucho me provocas rechazo, pero al mismo tiempo una
fascinación perversa. Aún retengo en mi mente tu rostro infantil que alguna vez
besé con ternura, pero se muy bien que bajo esa expresión tan humana
escondes la maldad más recóndita.
EMPERADOR
(La queda mirando fijamente. Cambia la actitud desfalleciente a la de ira) ¡No
me digas hijo! Estás mintiendo, tú no eres mi madre. Estoy seguro que no
guardas ninguna fotografía mía, ni siquiera un juguete, nada (Trata de olerla).
Tú no hueles a leche materna, sino a hembra atormentada, encerrada y
violada. Hueles a excremento y a sangre caliente. No me vas a engañar. No te
confesaré nada. Prefiero que me dispares en un paredón de este pueblo.
MUJER
En eso nos parecemos “Emperador”, aunque nos sometan a las torturas más
horrendas nunca nos rendimos. En mis últimos días de existencia preferí la
muerte antes que la delación, de esa manera humille a mi torturador.
EMPERADOR
¡Ah! Veo que sabes mi apodo. Me has reconocido. Lo sabía, tú eres una de
ellos. Vamos no dilates más este grotesco final. Si quieres vengarte hazlo de
inmediato y pégame un balazo en la cabeza. En tu situación yo lo haría sin
vacilar.
MUJER
Tu presunto coraje no te salvará del peso de tus crímenes. Por lo demás, creo
que no mereces un final heroico.

EMPERADOR

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(Exasperado) ¿Crees acaso que este es un final heroico? ¿Crees que es
memorable morir así, con este cáncer que te come las tripas, con la caca que
te corre por las piernas y sin contar con la ayuda de nadie?
MUJER

No te agites, no quiero que mueras tan pronto, aún tenemos que decirnos
muchas verdades (Lo toma de los hombros y lo recuesta) Espera un momento
(La mujer va hacia el mueble, saca una botella de ron y una copa. Le sirve un
trago al hombre) Toma, sírvete tu última copa, te ayudará a relajarte y no
sentirás tus convulsiones. Vamos confía en mí (El hombre bebe con dificultad.
Al ingerir siente un dolor y escupe el trago)
EMPERADOR

Esta mierda me hace peor. (Tose. Pausa. Se reanima) ¡Ya, vamos directo al
grano! Que yo se me todas esas artimañas de hacerse el amigo con el
detenido. ¿Qué quieres?
MUJER
Conversar contigo
EMPERADOR
¿De qué?
MUJER
De tu vida. Me gustaría saber tu nombre ¿Lo recuerdas?
EMPERADOR
No, lo olvidé hace mucho rato. Qué importancia tiene eso ahora.
MUJER
¿Y por qué te decían el “Emperador”?
EMPERADOR
En esos tiempos de guerra era el amo y señor de mi propio imperio. Ya que
con un solo movimiento de mi mano podía decidir la vida o la muerte de
muchos.
MUJER
¿Y eso te provocaba placer?

EMPERADOR

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Sí, lo reconozco. En especial cuando tenía a mis pies a hombres y mujeres
pidiéndome clemencia para que no les aplicara más corriente o no los colgara o
no les diera más golpes en sus cuerpos amoratados.
MUJER
¿Y después en tu intimidad que sentías?
EMPERADOR
¿Después? Bueno, era como si algo se rompía en mi mente. La sensación era
igual que la de un drogadicto. Al pasar los momentos de agitación y violencia
me venía una angustia, algo así como un delirio de persecución o un arrebato
de remordimientos que no me dejaba dormir.
MUJER
Pero, al otro día, seguías torturando.
EMPERADOR
Era mi misión. Entiende, no era un criminal sino un soldado que debía cumplir
con su deber.
MUJER
Ese fue un cuento que te inventaste o te hicieron creer. Tú nunca fuiste un
soldado, sino un traidor de tus propios compañeros. Quizás por eso ya no
sentías remordimientos. Preferías no pensar y no sentir.
EMPERADOR
Todo lo contrario, por eso sentía remordimientos. Al tiempo me convencí que el
mundo siempre ha estado dividido en buenos y malos. A mi me pagaban para
defender la Patria y a los buenos ciudadanos, así me recalcaba mi jefe.
MUJER
¿Acaso te pagaban para realizar una sesión de "parrilla", una hora de "picana",
una tarde de "submarino" y una noche de "pau d'arara" a tus propios amigos?
EMPERADOR
Sí, me pagaban y me protegían. Por primera vez recibí un sueldo. Todo eso me
daba seguridad y una sensación de poder. Antes fui un delincuente: el
“Chaveta”. Después me convertí en “cuerpo de defensa” de los niñitos
revolucionarios, aunque nunca entendí que mierda estaba haciendo con ellos.
Lo único que me gustaba era estar en la calle enfrentando a la policía,
asaltando los negocios y pegándoles en la cabeza a los “niños bien”…Pero
cuando llegó la guerra, ahí tuve que salvar mi pellejo. Era maleante, pero no

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huevón. No me costo mucho aprender el nuevo oficio, al final era el mismo,
había que pegarle ahora a los otros: a los niñitos revolucionarios. La vida se
construye así: golpe a golpe. Fue así que me la pase todos los días golpeando
genitales, doblando brazos y aporreando las caras contra la pared. Al día daba
82 golpes, ni más ni menos. Era una profesión como cualquiera otra; reconozco
que era un poco sucia, pero necesaria para salvar al país, eso también me lo
“machacaban” los jefes todos los días. Bueno, la misma cantaleta me repetía
en las noches cuando comenzaba a sufrir las alucinaciones y la cabeza me
daba vueltas.
MUJER
Ahí te ganaste el apodo del “Emperador”, reconocido delator responsable de
muchas detenciones y torturas. Y lo que es peor también te convertiste en
activo colaborador durante las macabras sesiones de los organismos de
seguridad. (Irónica) Dime: ¿Eras verdaderamente un funcionario público o un
asesino?
EMPERADOR
Te insisto: Era un empleado que debía obedecer órdenes y hacer bien su
trabajo.
MUJER
¿Acaso torturar acaso es un trabajo?
EMPERADOR
No me vengas con pendejadas. Todos saben que este oficio es más antiguo
que el de las prostitutas. Hasta la santa iglesia ha torturado por sus ideales. No
nos vamos a sacar la suerte entre gitanos.
MUJER
¿Cómo puedes ser tan miserable para justificar ese infierno? (Enciende otro
cigarro)
EMPERADOR
La vida siempre ha sido así: El más fuerte se come al más débil; unos ganan y
otros pierden. Dale una mirada al mundo y te darás cuenta que tengo razón. Ya
ves, demócratas, socialistas, nazis, judíos, cristianos y moros; todos han hecho
lo mismo: matar para subsistir e imponer sus cagones principios. (Ella le lleva
el cigarro a la boca del hombre, éste lo aspira)
MUJER

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(En susurro) ¿Te acuerdas de algunos muertos?
EMPERADOR
(En susurro) Sí, de todos.
MUJER
Dime algunos nombres.
EMPERADOR
Qué importa ahora sus nombres, ya están muertos.
MUJER
Quizás, me puedas describir algunas circunstancias.
EMPERADOR
(Cínico) Lo que te diga ahora, tenlo por seguro que mañana lo voy a negar
(Pausa) Me recuerdo de un tipo de aproximadamente 50 años, medio canoso,
bajito, de contextura regular. Lo colgamos de una ducha y como le habíamos
aplicado corriente tenía mucha sed. Abrió la llave y tomó agua. Al rato llegó un
centinela y le cortó el agua, pero él nuevamente la volvió a abrir y nosotros
dejamos que el agua corriera. Debe haber estado unas horas con el agua de la
ducha corriendo por el cuerpo. En la noche falleció de una bronconeumonía
fulminante. Fue un error de cálculo (Ríe).
MUJER
¡Eres un hijo de puta!
EMPERADOR
Soy el hijo que pariste en tu celda.
MUJER
Tú no eres mi hijo. No hueles a mi leche, sino a sangre podrida. Tú nunca has
tenido madre. Eres un bastardo que te criaste en la calle, asaltando a mujeres y
ancianos. Luego fuiste atraído por el discurso político contra los ricos, pero
nunca renunciaste a tu ropaje de lumpen. Cuando joven eras capaz de vender
hasta tu madre por tener plata en los bolsillos.
EMPERADOR
No me hables de mi madre (Escupe al suelo) Es cierto, fui un bastardo y un
muerto de hambre. Nunca tuve afectos de nadie, ni navidad, ni cumpleaños, ni
zapatillas, nada. Y no quería seguir en esa mierda de vida: pobre y acorralado.
Tenía que ser alguien. Quería tener algo que me hiciera sentir un hombre
fuerte y respetado. Me antojaba tener un auto y muchas mujeres. Deseaba

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codearme con gente importante y aprender hablar bien como los mariconcitos
universitarios. No quería seguir siendo perdedor. Era incapaz de imaginar otro
horizonte, por eso tuve que hacer lo que hice. Aparte tenía mucha rabia aquí
adentro contra todos, en especial contra esos niñitos, de uno y otro lado, que
tenían padres y de todo. Sabía bien que teniendo poder nadie se reiría de mí,
nadie me gritaría en la calle bastardo. De esa manera me convertí en amo y
señor de la vida de otros, podía hacer lo que se me antojara con esos hombres
y mujeres entregados a su destino.
MUJER
Tu cinismo y tus sádicas palabras me revuelven las “tripas”. Para qué seguir
esta repugnante confesión. No mereces ni siquiera un juicio justo.
EMPERADOR
Tú no me puedes juzgar, porque tienes distintos principios.
MUJER
De qué principios me hablas. Tú nunca los has tenido.
EMPERADOR
Es cierto ¿Y para qué sirven los carajos principios? Es sólo una masturbación
mental. Cuando desnudaba y colgaba a los prisioneros no pensaba en ninguna
huevada de principio, porque si no hubiese terminando llorando como un
maricón en sus brazos. Por eso que jamás he llorado en mi vida, por nada ni
por nadie. En este mundo no hay cabida para los débiles y llorones. ¡Nunca he
llorado, mierda! (En un arranque de furia comienza a lanzar lejos la almohada,
cubrecama y otros objetos que alcanza hasta caer agotado en su cama)
MUJER
(Soliloquio) Es preferible darle muerte ahora mismo como un animal salvaje,
de la misma manera como le robó la vida a los difuntos sin sepultura (Va hacia
un mueble y saca una bolsa de plástico transparente y se acerca lentamente al
hombre) Emperador, dime: ¿Nunca has llorado en tu vida? ¿Nunca te has
emocionado?
EMPÈRADOR
(Pausa) No, en ningún tiempo. (De pronto se le viene a la mente una imagen)
Miento, sí, una vez lloré (La mujer se detiene) Si mal no recuerdo fue a fines de
los años 50, tenía 13 años de edad, cuando fui a ver “El último cuplé”, una
película muy llorona de Sarita Montiel, en aquel viejo teatro de mi barrio. (Se

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escucha distorsionada la canción “El relicario” de Sarita Montiel) Hasta el día
de hoy me acuerdo de los rostros sudados de esas viejas que lloraban como
plañideras cuando la diva cantaba “El relicario”. No se por qué razón se me
hacía un nudo en la garganta cuando veía esa melodramática historia de la
cantante que alcanzó la fama y que después el mundo se le vino abajo al
enterarse de la muerte de su novio, un joven torero madrileño. Me imagino que
a eso llaman emoción, esa cosa rara que te estremece todo el cuerpo. (Ella se
acerca) Bueno, sí, esa fue la primera y la última vez que lloré. No puedo negar
que cuando sentí en mis labios ese sabor salado de las lágrimas, mi cuerpo
reaccionó de una manera increíble. Qué extraña sensación es la emoción ¿no?
(Se queda mirando a un punto fijo. La mujer le coloca rápidamente la bolsa en
la cabeza y comienza asfixiarlo. No hay resistencia. De pronto, bruscamente, le
quita la bolsa del rostro)
MUJER
¡Mierda! No debo hacerlo. No puedo ser igual que él.
EMPERADOR
(Medio asfixiado) ¿Por qué no me matas? Siempre has sido una cobarde.
Nunca te atreviste. Siempre tuviste que enviar a otros para deshacerte de mí.
Cuando tuviste que deshacerte de mí dejaste que un amigo te hiciera el trabajo
sucio ¿no?
MUJER
Por eso odias a las mujeres, porque ves en todas a tu madre. ¡Bastardo! No
mereces una muerte digna y ligera. Es mejor que el cáncer se encargue de ti.
EMPERADOR
¡Noooo! ¡Mátame! ¡Te lo ordeno!
MUJER
Tú ya no tienes ningún poder, ni siquiera para controlar tu esfínter. Lo mejor
será privarte de todos tus recuerdos. Ahora mismo destruiré tu película de
sabor rancio y olor a naftalina (Se dirige decidida hacia la máquina de cine,
saca la película, luego extrae un encendedor de su ropa y quema la cinta)
EMPERADOR
¡Grandísima perra! No destruyas mi única inocencia, mis contadas lágrimas, mi
efímera dulzura. (Intenta levantarse, pero no puede. Su cuerpo se retuerce en

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la cama como si estuviera poseído por el demonio. Garabatea violentamente
palabras ininteligibles. Apagón)

QUINTA ESCENA: CAIDA DEL EMPERADOR

(El hombre viste igual y está sentado en una silla. La mujer está cubierta con
una túnica blanca, rasura delicadamente la barba de él con una navaja. En
cada momento le saca filo al instrumento en una tira de cuero pegada a la
pared)
EMPERADOR
Anoche tuve otra de mis tantas pesadillas. Estaba parado al borde de un
agreste acantilado. Desde allí miraba al mar pintado de verde, azul y turquesa.
De improviso el oleaje comenzó agitarse y su explosiva espuma cayó en mis
ojos dejándome casi ciego. Entonces sentí un absurdo impulso: abrí los brazos
y me dejé caer sin resistencia al despeñadero. Por un momento el viento me
sostuvo en el aire, pero de pronto cambio de dirección y me lanzó
violentamente contra la espinosa pared. Oí la quebrazón de mis huesos y el
desgarro de mis músculos. En seguida, aún consciente, caí al mar que me
esperaba para devorar mis carnes destrozadas. En un abrir y cerrar de ojos
llegué hasta las profundidades más oscuras, ahí me encontré con muchas
tumbas que estaban abiertas exhibiendo cuerpos mutilados de hombres,
mujeres y niños. Todos tenían una sonrisa insolente y siniestra. Al mismo
tiempo, cruzaban delante de mis ojos: zapatos, carteras, sacos, sombreros,
llaves, libros, maletas, cartas, mensajes y un sinfín de pequeños objetos
personales. En ese minuto sentí como si flotaba en el vientre de mi madre.
Luego, una subterránea corriente marina me arrastró hasta un nicho de piedra,
allí yacía una mujer entera vestida de blanco, perfectamente conservada. Mi
cuerpo cayó livianamente sobre el suyo y sentí un susurro en mi oído que
decía: “Mi querido niño, me alegra que al final me hayas encontrado”. Sus
brazos me abrazaron como tenazas, por más que intentaba liberarme de ellos
no podía. Eran fuertes, pero a la vez suaves y delicados. Sus cabellos bien
cuidados olían a violetas. Sus ojos negros, enigmáticos y profundos, estaban
sintonizados con los míos. Su figura fina era exquisita y sus pechos rebozaban
leche y miel. El sentirla fría y húmeda, pegada a mi cuerpo, me provocaba un

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misterioso y sutil orgasmo. En ese ambiente alucinante e increíble, ella abrió su
vestido blanco virginal y me entregó sus grandes y morenos senos. En aquel
momento, sin mayor resistencia, dejó que besará sus pechos hasta saciar mi
inconciente arrebato. (El hombre se queda extasiado con el sueño. Ella deja de
afeitarlo, se abre suavemente su túnica y le exhibe sus senos. El comienza a
besarlo como un bebé)
MUJER
(Le acaricia la cabeza) Mi pobre niño, mi vagabundo, mi pequeño bastardo, me
das mucha pena. Te das cuenta que estoy seca, no tengo leche para ti. Por lo
demás, no te puedo tener a mi lado, no me lo perdonarían. Luego te vendrán a
buscar y te irás muy lejos. Tendrás que caminar solo por el mundo y
seguramente aprenderás a valerte por ti mismo. (El hombre llora como un niño)
No, mi nene, no llores, por favor. Nunca debes llorar. Sólo las mujeres lloramos
(El hombre la queda mirando sin expresión. Ella oculta sus senos)
EMPERADOR
(Suplica)Te necesito, no me dejes botado como un animal en este
nauseabundo mercado. No soporto el olor a pescado podrido, a sudor de
cargadores y a mujeres preñadas. (Se aferra a ella)
MUJER
(Se desprende con dificultad de él y se aleja) No me discutas más. Aléjate de
mí para siempre, que nadie sepa que existes y que eres sangre de mi sangre.
Aunque me duela decir la verdad: Eres un engendro que nadie desea, menos
yo (El hombre se levanta furioso de la silla y toma a la mujer con fuerza. Ella
se resiste. Ambos luchan y caen al suelo. El la golpea y ella queda aturdida)
EMPERADOR
¡Maldita perra seca! Ahora ya no podrás hacerme daño. Ya no volveré a vivir
en ningún orfanato ni de la caridad de la gente. Ya nadie se reirá de mí. Nunca
más me gritarán bastardo. Ahora me respetarán. Me implorarán que los mate.
(Estrangula con sus manos a la mujer que yace inerte) ¡Perra sarnosa! Te
encontraré, aunque te ocultes en el lugar más perdido de la tierra y te haré
confesar todas tus sucias pasiones. Ya verás, a golpes te haré salir leche de
tus manoseados senos (Le arranca la túnica. Queda mirando un instante el
cuerpo desnudo y luego empieza a besarla por todas partes) Perdóname,
madre, no quise hacerte daño ni humillarte. No quise golpearte, quemarte ni

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violarte. A pesar de tu hipócrita realidad y del delito que cometiste, te sigo
queriendo con tus grandes senos secos. Te suplico, como a nadie he hecho en
mi vida, que no me conviertas en un monstruo. ¡Habla! Dime que no me vas a
dejar a mi suerte en este asqueroso matadero. ¡Habla, habla! (De pronto, la
mujer, abre sus ojos y comienza a cantar suavemente parte del tema “Nena” de
Sarita Montiel)

Juró amarme un hombre sin miedo a la muerte


sus negros ojazos en mi alma clavó
tu amor es mi sino
tu amor es mi suerte
tu amor es mi vida
me dijo y juró.
Llegarme juró en su querer
mas allá del dolor y el placer.
Y loca la hermosa
promesa del hombre
yo fui una mujer.
Nena...
Me decía loco de pasión.
Nena...
(El hombre se calma y se recuesta en el suelo. Ella se levanta y va a buscar la
navaja. La toma y se dirige hacia él. Se arrodilla y la coloca en el cuello del
hombre)
Vamos, madre, demuéstrame el amor que siempre me has ocultado. Quítame
la vida, como lo hiciste una vez. Termina con esta agonía. (Levanta con fuerza
su torso y con una voz sobrenatural dice los siguientes textos) ¡Hazlo perra
callejera! ¡No tengas miedo!¡Mátame! ¡Mátame!
(Ella en un movimiento rápido vuelve la navaja hacia su propio cuello y se hace
un penetrante corte en el. Breve pausa y cae fulminante al piso. Un grito
ahogado se escapa de su boca. El hombre se levanta rápidamente se da
cuenta de la situación y corre hacia su cama. Arranca una sábana y
urgentemente trata de detener la sangre del cuello de la mujer)

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¡No te mueras! ¡Nooo! ¡Por favor, no me dejes! Vuelve madre, tengo frío y
hambre… ¡Mierda y mierda!... (La toma de los brazos y la arrastra hasta la
cama. No puede subirla, entonces apoya su espalda en el mueble. Remece al
cadáver) ¡Despierta, despierta! No te puedes ir. Tu eres la única mujer, la fiel
demente que me siguió hasta esta recóndita isla, aquí en el fin del mundo,
donde creí que nadie nos podía tocar.
(Llora desconsoladamente. De improviso se da cuenta de ello y con la misma
sábana se seca la cara. Cambia su actitud, ahora es frío y duro. Se levanta)
No madre, no te preocupes, no voy a llorar. Desde que me dejaste no puedo
llorar, ya no debo llorar. (Se dirige a la alacena y arranca el afiche de Sarita
Montiel que está pegado en el vidrio) ¡Qué Carajo! Todo fue nada más que
sombras, espectros, fantasmas y remordimientos que ahora no volverán a
penetrar en mi cabeza. Ya nunca más me acosarán. Ahora tendré el placer de
abandonar esos espantajos con sus eternos lloriqueos de víctimas, madres y
amantes. (Rompe la foto en muchos pedazos. Esboza una sonrisa sarcástica.
Luego dice su último texto “mordiendo” las palabras) Madre, tienes razón: los
hombres nunca deben llorar. (Toma la navaja que está en el piso y la lleva
lentamente hacia su cuello. Finalmente, ejecuta un rápido y profundo corte.
Cae. Silencio breve. Se escucha lejano el tema “La flor del Mal”, de Sarita
Montiel, mezclada con disparos, sonido de helicóptero y la voz lejana de un
locutor).
VOZ
“Hace pocos instantes efectivos policiales dieron con el paradero del
“Emperador”, uno de los ex agentes de seguridad más buscado del país. Hubo
un fuerte enfrentamiento; sin embargo, al ingresar la policía al refugio se
encontró con el cuerpo del hombre ya sin vida. Se presume que se auto infirió
un profundo corte en la yugular con un arma blanca…” (La luz y la música se
extinguen lentamente)

TELON

Iquique, en verano del 2008

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