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Tu sabor en mi lengua.

El cuento de una chica comestible

Tu sabor en mi
lengua
Autor: Isaka Akira
Ilustrador: Shion

El cuento de una chica comestible

-ENG: Moon Rabbit Translations Trad. ING-ESP: MiraiK – Svartalheimer P. 1


Tu sabor en mi lengua
Tu sabor en mi lengua
El cuento de una chica comestible

Autor: Isaka Akira

Ilustración: Shion

Moon Rabbit Translations

Traducción: Reizenchuu

Editor: Galooza

MiraiK – Novelas Ligeras y Más

Traducción y edición: Svartalheimer


Contenido

Sinopsis ........................................................................................................ 8

Capítulo 1: Historia de un viajero de otro mundo .........................10

Capítulo 2: La cocina del país caníbal .................................................. 38

Interludio: Dulce Anko – Un relato de la princesa pelirroja .......... 78

Capítulo 3: Corrientes subterráneas premonitorias ......................... 101

Capítulo 4: Mientras la luna mira .......................................................141

Capítulo 5: Cuando una historia se convierte en un cuento ....... 167

Créditos ............................................................................................. 194


Sinopsis

Kuria Kei, un chef que se esforzaba por abrir su primer restaurante


nuevo en Tokio, se encontró en un desierto de otro mundo tras
desmayarse en medio de los preparativos. Rescatado por Aisa, una chica
que vivía en el pueblo más cercano al desierto comenzó su nueva vida
bajo el cuidado de la familia de la chica mientras desarrollaba sus
habilidades culinarias, y finalmente descubrió la inquietante cultura
alimentaria que tenían los ciudadanos de esa tierra desconocida.
Capítulo 1: Historia de un viajero de otro mundo

Mi mirada estaba fija en el hombre que comía frente a mí.


En cuanto empezó el banquete, él alcanzó impacientemente la
sabrosa carne y la mordió como un animal. Cuando terminó, empezó a
roer el hueso sobrante para luego tragárselo por completo. Una vez
terminado, pasó al platillo de carne enrollada.
La forma en la que comía era demasiado repugnante y horripilante
como para llamarla encantadora, era más bien como si hubiera sido
poseído por el espíritu de la gula.
Todos los presentes en el banquete estaban completamente
concentrados en el festín que tenían delante, al igual que el hombre.
Todos menos yo, al menos. Yo era diferente.
Apreté violentamente las uñas contra mi piel hasta que la sangre se
filtró en un intento de resistirme a la malvada tentación.
El hombre que estaba frente a mí terminó su carne y pasó a la sopa
de entrañas. Su rostro estaba casi oculto, lo que me impedía observar sus
expresiones mientras el saciaba sus impulsos.
Empecé a abrir la boca para gritarle, pero me detuve debido a la
sensación de indigestión que me llenaba el estómago.
Murmuré el nombre de la chica en mi mente mientras apretaba la
carta arrugada.

De repente, me levanté de golpe en mi cama, dándome cuenta de


que todo había sido un sueño. Parecía que me había despertado
temprano para variar; todavía estaba oscuro. A pesar del clima fresco,
estaba sudando bastante.
Probablemente soñé con eso porque hoy era el día.
Me limpié el sudor de la frente y me levanté a tomar agua. Mi
marido estaba profundamente dormido en la habitación de al lado.
Está a punto de terminar.
Hoy es seguramente el último día que tendré ese sueño.
La hora de Clear Kay está cerca.
Este fue el tema de la carta que le escribí a la corte real a principios
de mes. Mi marido, o más bien su salud, empezó a deteriorarse desde el
cuarto mes del año pasado. Hizo todo lo posible por recuperarse, pero
fue en vano. Según el médico, mi marido estaba afectado por una
enfermedad del hígado en una fase ya avanzada. El médico suponía que
le quedaba poco menos de un año de vida.
Su estado empeoró día a día hasta que ni siquiera pudo
mantenerse en pie. Me acostumbré a mantener a nuestros viejos
conocidos al corriente de su estado, pero en ese momento, decidimos
que era el momento de hacer la apelación.
La primera llamada a la puerta sonó en la casa unos momentos
después de que termináramos el desayuno. Al abrir la puerta, vi a
alguien a quien no había visto en varios años: Saliman, el ex-aprendiz de
mi marido, y el actual chef real.
“Ha pasado mucho tiempo, señora”.
Al asomarme por la puerta, me recibió con una actitud amable y
cortés. Era la misma actitud que recordaba de él de cuando vivía en la
corte real. Un joven que no reconocí se situó detrás de Saliman y me
saludó de igual manera. Mientras les guiaba a la habitación de mi
marido, Saliman y yo mantuvimos una breve conversación:
“Mi madre dijo que vendría en cuanto pudiera. ¿Cómo está la
salud del maestro?” .
“Está bien, por ahora. Puede comer sin problemas y hoy está
estable. El médico, sin embargo, dice que sólo le queda un mes”.
La expresión de Saliman se volvió sombría al escuchar mis
palabras. Llamé a la puerta de la habitación de mi marido y esperé una
respuesta antes de abrir, para encontrarlo sentado en su cama leyendo
algo.
“...Maestro”.
“Oh, Saliman. Ha pasado mucho tiempo”.
Mi marido puso una sonrisa de cansancio al ver la cara de su
aprendiz. Adversamente, Saliman emitió una cara de silencioso dolor.
“He oído que te han ascendido recientemente, ¿Estás bien? Parece
que has perdido algo de peso. Bueno, supongo que puede ser extraño
que alguien como yo hable de tu peso”.
Mi marido, que se retiró de la cocina real hace cinco años, era antes
un anciano robusto que ahora parecía notablemente más delgado que
todos los demás en la sala a pesar de llevar ropa de dormir. Las cuencas
de los ojos que descansaban detrás de sus gafas estaban hundidas. Los
brazos que antes movían con facilidad las ollas y sartenes más pesadas
eran ahora como ramas marchitas.
Saliman permaneció en silencio, todavía con la misma expresión
abatida, mientras mi marido reía con una cara alegre. Reaccionó igual
incluso después de que el médico le dijera el tiempo que tenía. Estoy
segura de que no era porque se rindiera, sino que ya no le temía a la
muerte después de todo lo que había pasado.
El maestro y el aprendiz disfrutaron de su reencuentro mientras
conversaban. Cuando terminé de preparar las bebidas, Saliman por fin
empezó a sonreír un poco. Mientras servía a todos mi té de flores de
Torj, mi marido nos miró con calma antes de hablar:
“Entonces, como está escrito en la carta, ¿Empezamos?”.
El joven que nos acompañaba era un escribano, que al parecer
había venido a grabar la historia de mi marido.
“Sí”.
“A sus órdenes, maestro”.
Una vez que Saliman y yo confirmamos, mi marido se acercó al
alféizar de la ventana y cogió la carpeta que estaba leyendo antes.
Era un diario que contenía los acontecimientos de su juventud. La
cubierta de cuero deteriorada y las cuerdas aflojadas eran un testimonio
de las docenas de años que había visto. Lo he visto leer ese diario
innumerables veces en las varias décadas que llevamos juntos, pero esta
será probablemente la última.
“Lo que voy a compartir con ustedes es la historia de un anciano a
punto de encontrar su fin. Pero puede llevar un rato, así que por favor,
relájense y disfruten de unos tés mientras escuchan”.
Mi marido abrió la carpeta y miró los extraños caracteres escritos
en su interior:
Japonés - Un idioma de otro mundo que sólo él puede leer en este
mundo.
“Todo comenzó en el quinto mes del año 485... en el desierto
cercano a esta aldea. Todavía recuerdo muy bien ese día”.
Mi marido comenzó a relatar sus primeros días mientras el joven
funcionario escribía su historia.
La biografía de Clear Kay, el registro de un anciano viajero de otro
mundo comienza en el momento en el que se encontró con el nuestro.

Así que así es esto, ¿Eh?


Eso era lo único que tenía en mente mientras me apoyaba en una
gran roca.
Hace tres días que me encontré perdido en este desierto. Sin
comida, sin un mapa, sin medios de comunicación, solo. Caminé por
este desierto en busca de la civilización, pero olvídate de la gente, no
pude encontrar ni siquiera una gota de agua. Por mucho que caminara,
no había más que arena, arena y más arena.
La intensa luz del sol me abrasaba la piel y el aire seco me quitaba
los pocos fluidos que me quedaban. La arena bajo mis pies agotaba sin
piedad mi resistencia mientras me esforzaba para dar cada paso. La
única comida que conseguí encontrar fueron dos lagartijas y una sola
criatura que parecía un híbrido de ratón y topo. Estaba al límite.
Mis piernas, sobrecargadas por el esfuerzo, estaban entumecidas
en este punto, sintiéndolas como si fueran palos rígidos. Sólo podía
caminar gracias a la raíz de un árbol marchito que utilizaba como bastón
improvisado.
Mi último gran hallazgo fue una roca gigante que utilicé como
sombra hasta el anochecer. Sin embargo, cuando llegó la noche, no sólo
no podía levantarme, sino que estaba completamente agotado. Al final,
el agotamiento se apoderó de mí y mi conciencia empezó a
desvanecerse.
La idea de morir se me pasó por la cabeza innumerables veces a lo
largo de estos tres días, pero esta vez estaba seguro. Iba a morir, sólo yo
y la arena.
¿Cómo ha sucedido esto?
Esa pregunta me rondaba desde que me encontré en este desolado
lugar. Por desgracia, no tenía una respuesta, ni una idea de cómo había
acabado aquí.
Acabe de abrir un restaurante en Tokio hace tres días, eso era todo
lo que sabía.
Después de terminar el instituto, fui de trabajo en trabajo y utilicé
mis ahorros para viajar al extranjero y perfeccionar mis habilidades
culinarias, siendo aprendiz en restaurantes de todo el mundo.
Perfeccioné mis habilidades durante 10 años trabajando en países
de Norteamérica, Europa y Asia antes de decidir regresar a Japón y abrir
mi propio restaurante. Era un sueño que tenía desde joven, y por fin se
hacía realidad.
Pero ese entusiasmo tenía parte de la culpa de que me encontrara
en este infierno. La emoción me hizo trabajar en exceso hasta que me
desmayé de agotamiento. Lo último que recuerdo es que me desmayé de
repente en la cocina. Cuando me desperté, estaba en medio de un
desierto aparentemente interminable.
Al principio pensé que se trataba de un extraño sueño, pero el
calor abrasador que me quemaba la cara y las punzadas de hambre que
me retorcían el estómago lo convirtieron en una pesadilla.
Todas las noches me enterraba en la arena, para no congelarme,
mientras miraba al cielo. Esperaba poder utilizar las estrellas para
deducir vagamente dónde podía estar, pero no podía reconocer ni una
sola constelación. Aparte de lo que parecía la luna, el cielo parecía
completamente diferente al que había crecido mirando. Cuanto más
estudiaba el cielo nocturno, más me preguntaba si estaba en la Tierra.
Por favor, sé un sueño. Por favor, despierta ya.
Mientras rezaba, mi visión se nubló y mi cuerpo se adormeció. Mi
esperanza de que todo fuera un sueño se desvaneció, junto con mi
miedo a la muerte. Sólo quería que esta pesadilla terminara.
¿Me encontrará alguien aquí?
Me pregunté si mi familia y mis amigos me echaban de menos, o si
siquiera pensaban en mí. Me sentí mal por los compañeros que me
ayudaron a conseguir mi sueño, y por mis empleados recién
contratados. Pero, sobre todo, me aterraba la idea de no encontrar nunca
lo que había estado buscando toda mi vida.
Pero, incluso cuando todos mis otros pensamientos se alejaron, el
único deseo que me impulsó a convertirme en chef permaneció:
Quiero comer comida deliciosa.
Abrí la boca para gritar, pero sólo llegó el desvanecimiento. La
muerte caminaba sus últimos pasos hacia mí...
Y entonces, tocó mi lengua.
Sabroso, jugoso, exquisito. Ninguna palabra podría describir el
sabor que me hizo revivir.
La rica, suave y sabrosa fragancia pasó de mi boca y nariz a mis
nervios, y la sangre corrió por todo mi cuerpo. Era un sabor que
despertaba el alma, y no había duda. Nada podía saber mejor.
Cuando abrí los ojos, me recibió el mismo paisaje desolado de antes,
pero ahora había una niña a mi lado, mirándome. Cuando mis ojos se
abrieron, los suyos se ensancharon...
“Ah, eh... quién eres...”.
“¡—!”.
Cuando intenté hablar con mi voz moribunda, ella me respondió
en un idioma que nunca había oído. Parecía aliviada cuando me rodeó
con sus pequeños brazos, devolviéndome a la realidad. Por algún
milagro, todavía estaba vivo.
El cielo nocturno que la rodeaba se quedó grabado en mis
recuerdos. Ese momento marcó mi primer encuentro con este mundo y,
sobre todo, con ella.
Junto a la niña había un hombre joven, mayor que ella. Era justo
decir que ninguno de los dos era japonés, pero no tenía ni idea de dónde
podrían ser. Los dos parecían haber llegado en un extraño animal que
parecía un híbrido entre vaca y camello. Con la cantidad de equipaje que
llevaba, sin duda encajaba en el papel de ambas criaturas unidas en una
sola.
Mientras yo bebía de un odre de cuero, el joven utilizó un trozo de
tela para proteger mi cabeza y mi cuello del sol. Era una versión
improvisada del turbante que llevaban los otros dos. Con el sol
obstruido, por fin pude sentirme mínimamente cómodo por primera vez
en días.
Tras recuperarme un poco, me cargaron en la extraña criatura y
me llevaron a un pueblo cercano.
Un tiempo después, llegamos a lo que parecía ser un oasis en el
desierto. Plantas y animales adornaban el pueblo, ya que estaba
construido para rodear el oasis. El pueblo en sí era considerablemente
grande y los edificios parecían antiguos, pero cuanto más miraba, más
extrañas me parecían las cosas.
Los edificios estaban hechos de barro o arcilla, y no se veía ningún
camino pavimentado. No se podía encontrar ni un solo auto o moto, en
su lugar había carros tirados por criaturas similares a la que me trajo.
Había oído hablar de ciudades con un estilo antiguo para atraer a
los turistas, pero esta ciudad iba más allá de la arquitectura antigua. Los
ciudadanos, la tecnología, los edificios, todo parecía desfasado por
cientos, si no miles de años. Nunca había oído hablar de una ciudad de
esta época en la que incluso sus ciudadanos vivieran sin gas ni
electricidad.
“¿En dónde estamos?”. Intenté preguntarle al joven en todos los
idiomas que conocía, pero fue en vano.
La sensación de alivio se fue consumiendo poco a poco por la
confusión al darme cuenta de lo diferente que era este entorno de todo lo
que yo conocía. Cuando la confusión se apoderó de mí, me llevaron a
una de las chozas de barro que parecía ser una casa. Entré con la ayuda
del joven que me prestaba su hombro y le escuché hablar con alguien de
adentro. El hombre parecía ser una especie de médico, ya que me
examinó poco después.
Una vez examinado a fondo, el joven me condujo a otra habitación
con una cama para que descansara. Era rígida, pero cien veces más
cómoda que la cama de arena que había hecho anteriormente. El
cansancio me golpeó y caí en un profundo sueño.
Pasó bastante tiempo, pues ya había oscurecido. La joven chica
velaba junto a mi cama y trajo comida en cuanto abrí los ojos.
Aunque parecía una especie de gachas de arroz, se servía con una
leche que yo nunca había probado. Era posible que procediera del
animal en el que habíamos entrado, pero no tenía forma de preguntar.
Incluso si hubiera podido preguntar, la procedencia era lo último
en lo que pensaba. Me la bebí toda, como si esta comida fuera mi
salvación.
Me lamí las comisuras y me volví para mirar a la niña que estaba
sentada a mi lado. Era una chica pequeña con un comportamiento muy
bonito, probablemente en su adolescencia. A diferencia de las demás del
pueblo, de piel más oscura y cabello negro, ella tenía una larga y
hermosa melena plateada y una piel impecable de color ceniza. Sus ojos
azules brillantes parecían el océano en toda su belleza.
“Ah... Um-”.
Estaba a punto de intentar darle las gracias, pero entonces recordé
que no hablaba su idioma. La chica se dio cuenta de que estaba dudando
sobre qué decir, y dio un paso señalándose a sí misma:
“Aisa 1”.
“¿Eh?” .
“Aisa”.
Cuando repitió la palabra mientras se señalaba a sí misma, me di
cuenta de que debía estar diciéndome su nombre.
“...Kei. Kuria Kei”.
Coloqué la bandeja junto a mi brazo e imité a la niña señalándome
y pronunciando mi nombre.
“¿Kay...?”.

1
En árabe: vivaz, prospera.
“Kei”.
“¡Kay!”.
Aisa me tomó de la mano y me llamó con voz alegre. Para alguien
que estaba preparado para morir solo unas horas antes, su amable voz
sonaba tan refrescante.
Desde ese día, la familia de Aisa me acogió y me ayudó a
recuperar la salud.
La familia estaba formada por Aisa, sus padres y su hermano
mayor. Su padre, Sazan, era el hombre que me examinó, y un médico
como yo sospechaba. Todos los días le visitaban muchos pacientes para
recibir tratamiento. Su madre se llamaba Karajan y parecía encargarse de
las tareas domésticas, como la limpieza, la cocina y otras. El hermano
mayor, Shizam, era el que estaba con Aisa cuando me encontró en el
desierto. Vivía en el barrio con una mujer, supongo que su esposa o
novia, y ayudaba en el trabajo de Sazan casi todos los días.
Después de recuperarme gracias a Sazan, pude ayudar con
trabajos menores y empecé a relacionarme con los lugareños. La barrera
del idioma era obviamente un gran obstáculo por superar, pero pude
aprender más y más cada día gracias a las enseñanzas de Aisa.
Hice tiempo para pasear por el pueblo con Aisa todos los días. Me
presentaba a amigos y vecinos, me hacía ayudar en el pueblo y poco a
poco me iba acostumbrando a su forma de vida. Nunca entendí las
conversaciones que mantenían, pero cada vez que la oía decir “Kay”, me
daba un poco de vértigo.
Cuando íbamos al mercado, utilizábamos una extraña bestia de
carga para llevar nuestras cosas. Según Aisa, su familia no tenía una, así
que la pedían prestada a los vecinos.
En nuestro segundo viaje, me untó la cara con su maloliente
lengua. Aisa, que nos observaba, se echó a reír antes de decir algo:
“Dendel”, dijo ella señalando al animal.
Al parecer, el nombre de la criatura. No fue hasta más tarde que
supe que dendel era su especie y no su nombre real. En cualquier caso,
lo repetí para memorizarlo.
Aisa, con cara de fastidio, sacudió la cabeza y lo volvió a
pronunciar. Parece que lo he pronunciado mal. Repetí mientras me
aseguraba de pronunciarlo bien esta vez. Tras un par de intentos más,
Aisa asintió satisfecha.
Pasando los días como hoy, fui ampliando mi vocabulario
tomando notas de cada palabra que aprendía en una carpeta. La idea
principal era anotar los caracteres en un libro y ver si la gente los
reconocía. Desgraciadamente, no se reconocían los alfabetos, los
caracteres chinos, los árabes, ni siquiera los números, así que tuve que
recurrir a otra forma.
Anoté de todo, desde los nombres de nuestros vecinos y de
cualquier objeto hasta los nombres de la flora y la fauna locales y de
cualquier estrella que pudiera identificar. Más tarde llegué a descubrir el
nombre de este pueblo, Asilia 2.
Lo que más atrajo mi curiosidad durante mi estancia en Asilia fue,
como cabría esperar de un chef, la cocina local. El mercado que
frecuentaba con Aisa estaba siempre repleto de ingredientes que nunca
había visto.
Las patatas existían, pero en un sinfín de formas en comparación
con las normales y las batatas eran de un tipo rojo y esférico. También
me llamó la atención una fruta que parecía un albaricoque escurrido y
algunas verduras de hoja negra.
En cuanto a la carne, había ternera, cerdo, carne de dendel y varios
tipos de aves. A veces incluso se vendían lagartos vivos y las criaturas
parecidas a las ratas que me comí en el desierto.
Recorrer el mercado se convirtió en mi pasatiempo favorito. Cada
vez que iba al mercado, sobre todo en este nuevo lugar, sentía una gran
emoción.
De camino a casa, cuando decidí preguntarles a los padres de Aisa
si me dejarían cocinar para ellos, me llamó la atención un camino que se
extendía desde la calle principal.
Más adelante, un huerto se extendía a ambos lados, de donde
procedían los frutos. Me quedé fijado en los árboles hasta que me fijé en
una colina ligeramente elevada que asomaba por detrás del huerto. En la
cima de la colina se había construido una gran cúpula que tenía un
aspecto completamente distinto al de cualquier otro edificio de la

2
Reino formado en la parte alta de Mesopotamia con elementos indígenas y semitas.
ciudad. Cediendo a mi curiosidad, le pregunté a Aisa si podíamos verla
de cerca.
“No puedes... no allí”.
“¿Ni siquiera para solo verla?”.
“...Nop”.
Aisa sacudió la cabeza con una expresión bastante culpable.
Me pregunte de qué se trataba. A juzgar por su reacción, supuse
que sería un establecimiento religioso o algo por el estilo. Quizá los
forasteros como yo deban mantenerse alejados de ese tipo de lugares.
Bueno, no hace falta molestarse con eso por ahora, pensé, y lo
aparté de mi mente.
Al día siguiente hice mi primer intento de cocinar, aunque lo único
que hice fue seguir a Aisa y Karajan a una cocina pública con una cesta
de verduras.
Hay muy pocos en el pueblo que tengan su propia cocina, la
mayoría de las familias tienen que salir a cocinar. Si necesitábamos agua,
teníamos que adquirirla del pozo más cercano; y teníamos que mantener
la temperatura manteniendo suficiente leña en el fuego.
Todo era muy primitivo en comparación con las cocinas modernas
que yo conocía. Dicho esto, me emocionaba ver a estas mujeres manejar
sus cuchillos y cocinar sus alimentos.
Al poco tiempo, me encontré suplicándoles a Aisa y a su madre
que me dejaran cocinar algo repitiendo la palabra Sãky, que significaba
cocinar, hasta que lo entendieron.
Como nunca me habían visto cocinar, Karajan dudó en darme su
permiso hasta que Aisa consiguió convencerla.
Acabé salteando carne de dendel ahumada, verduras y una rata de
arena, la criatura que me comí en el desierto. Le corté la cabeza, le saqué
las vísceras y la troceé con una cuchilla gruesa.
Utilicé especias, sal y alcohol para borrar la acidez y lo piqué hasta
que quedó lo suficientemente pegajoso antes de moldearlo en bolas y
echarlo con las verduras.
Aunque me costó un poco darle forma, la carne estaba
sorprendentemente tierna y daba un sabor delicioso al salteado que era
mucho más sabroso que los otros tipos de ratas, ardillas y conejos
comestibles.
No pensé en tomarme el tiempo de saborearlo en el desierto, ya
que estaba ocupado preocupándome por los virus y los parásitos, así
que me impresionó bastante saber que sabía tan bien.
La familia de Aisa se sorprendió con mi cocina y la disfrutó. Me
alegré de haberles devuelto ligeramente el favor. Era la primera vez que
sentía que había aportado algo aquí.
Desde entonces, me convertí en la responsable de cocinar en la
casa de Aisa, además del trabajo físico. La idea de tener un trabajo me
motivó a acercarme a mi entorno, y como resultado, mi idioma mejoró
mucho más rápido.
Llevaba una vida cotidiana satisfactoria desde el día en el que
empecé a cocinar. Hubo un tiempo en que incluso contemplé la
posibilidad de conseguir un trabajo de verdad como chef en un
restaurante local. La razón por la que dejé ese plan en suspenso fue que
seguía teniendo dos preocupaciones con respecto a la comida.
La primera era sobre el sabor supremo que probe cuando estaba al
borde de la muerte. Si no lo hubiera probado, estaría definitivamente
muerto. Sin embargo, Aisa y Shizam no parecían tener comida con ellos
en ese momento.
“¿Me diste de comer algo cuando me salvaste? ¿Algo que supiera
muy bien?”. Le pregunté a Aisa, pero su respuesta fue negativa.
Tenía una suposición, mi deseo de morir me hizo imaginar un
sabor similar al de una experiencia cercana a la muerte. Me decidí por
eso de momento, ya que no tenía otra forma de explicar ese sabor
divino.
La segunda preocupación se refería a una costumbre particular
relacionada con la comida aquí. Cuando empecé a hablar con cierta
fluidez, la noticia de la muerte del abuelo de Aisa se extendió por el
barrio. Aisa, junto con todos los miembros de la familia, se dirigió al
funeral mientras yo me quedaba a atender la casa. El funeral estaba
cerca, lo que me permitió ver cómo hacían una hoguera. Observé el
humo que salía del interior de la casa y acabé dándome cuenta de algo:
No recordaba haber visto nunca una tumba en esta ciudad.
Hay que reconocer que es muy probable que nunca haya ido a un
cementerio, o que las tumbas mismas tengan un aspecto diferente.
También recordé la cúpula de esa colina y supuse que podría ser el
cementerio.
De todos modos, al darme cuenta de que tal vez no sea lo mejor
para preguntar en público, decidí preguntarle a Aisa más tarde.
“¿Dónde entierran a sus muertos?”.
“... ¿Enterrar a nuestros muertos? No enterramos a nadie”.
Le pregunté cuándo ella volvió; recibí una respuesta vaga a
cambio.
“Nos los comemos, por supuesto”.
Fue entonces cuando me enteré de la existencia de un banquete
funerario conocido como ganzara, una costumbre en la que el cadáver
del difunto se manipula de forma similar a la carne de cualquier otro
animal; se descuartiza, se cocina y se presenta a todos los familiares en el
banquete funerario.
“Bien, ¿Por qué lo comes?”.
Sintiendo un frío que me invadía, continué, planteando otra
pregunta. Esta vez, Aisa respondió inmediatamente:
“Porque, a partir de hoy, una parte del abuelo va a estar dentro de mí.
¿No te sentirías tranquilo sabiendo que una persona cercana puede
convertirse en una parte de ti?”, explicó Aisa mientras se frotaba la
barriga. Parecía que ella también se había comido a esa persona en el
funeral.
El canibalismo. Este grave acto considerado tabú en la mayoría de
los países del mundo fue cometido por esta niña, con una cálida sonrisa
y ojos emocionados.
Me horrorizó descubrirlo, pero luego recordé el día en el que mis
padres me obligaron a poner la mano sobre la cara del cadáver de mi
abuelo, y realmente empaticé con la costumbre. Casi podía entenderlo
desde un punto de vista espiritual, pero no podía superar la idea de
cocinar y comer cadáveres.
“¿Quieres un poco, Kay?”.
“A tu abuelo ya se lo comieron todos los demás”.
Es imposible que me coma un cadáver cocinado.
Aisa, percibiendo un fuerte rechazo en mi respuesta, puso una cara
ligeramente triste. Por alguna razón, sentí una especie de implicación en
su pregunta, aunque no lo descubrí hasta algún tiempo después.
Antes de que eso ocurriera, hubo otro acontecimiento que se
convirtió en un punto de inflexión en mi vida. Lo desencadenaron los
mensajeros de este país procedentes del castillo real del lejano oriente.
Un día, un peculiar grupo de hombres vino a verme.
Todos llevaban imponentes uniformes con sombreros con flecos
que no había visto en ningún otro lugar de Asilia. Me preguntaron si era
Clear Kay y declararon su posición como mensajeros del rey cuando lo
afirmé.
“El rey fue informado de la aparición de un hombre desconocido
en Asilia y te ordena que te presentes ante él. Vamos a hacer que vengas
con nosotros a la corte real”.
Estaba nervioso por primera vez desde que llegué aquí, pero al
mismo tiempo pensé que era una oportunidad. Hablar con el jefe del
país era la forma más rápida de obtener las respuestas que necesitaba. Al
fin y al cabo, todavía no tenía ni idea de dónde estaba ni de cómo había
acabado aquí.
Me invadió la ansiedad y no me atreví a dar mi consentimiento
hasta que Aisa intervino:
“Estará bien, Kay. Iré contigo”.
“Uh, no puedes ir conmigo...”.
Es imposible que aprueben el acompañamiento de un ciudadano
normal a la corte real, ¿Correcto?
“Lady Aisa vive en la corte real”, explicó uno de los mensajeros
como si viera la incertidumbre en mi expresión.
“¿Vive en la corte real?”.
“Correcto. Lady Aisa vino a Asilia sólo por un breve período.
Nuestra misión original era recuperarla y traerte a ti si estabas aquí”.
“Sí. Así que iremos juntos, Kay”.
No le encontraba sentido a las cosas. Puede que Aisa sea realmente
una princesa o algo por el estilo, pero eso no cambia el hecho de que
haya nacido en esta ciudad. La actitud de sus conocidos, sin embargo,
era muy parecida.
Inseguro del giro de los acontecimientos, obedecí la orden de los
mensajeros y comencé a prepararme para el viaje. De todos modos, no
tenía derecho a negarme, así que lo mejor era seguir la corriente.
Esa noche celebramos un pequeño banquete en el que preparé un
festín para la familia de Aisa y sus vecinos. Guiso de dendel, hierbas
fritas y pollo relleno. Me esforcé más de lo habitual en el banquete de
esta noche e hice que todos disfrutaran con los kumis que fermenté con
leche de dendel. Fue una noche divertida y animada.
Al día siguiente, cruzamos el desierto y llegamos a otro pueblo
junto a un gran río. La travesía del desierto que casi me costó la vida fue
bastante cómoda gracias a que tenía suficientes provisiones y un dendel
para montar.
El río era una ruta de transporte vital que atravesaba todo el país.
Nos subimos a un barco que partía de la ciudad, pasamos dos días
navegando antes de llegar a tierra firme y, finalmente, montamos en un
carro tirado por caballos hasta la capital, Ishq Band 3.
Según lo que oí, la capital se construyó hace 500 años. Fue cuando
la monarquía establecida por una tribu de nómadas derrocó a un país
importante en la época de su quinto rey y construyó su nueva corte real
en la tierra conquistada.
Ver las cosas desde arriba realmente ilustró el paisaje de la ciudad
blanca fundada a lo largo de la costa curvada, con barcos de varios
tamaños anclados en el puerto. Uno de los mensajeros se jactó de que la
capital está considerada como el “puente del mundo” por ser un punto
clave en el comercio internacional.
Dentro de este paisaje urbano blanco, dos grandes edificios
destacaban en rojo y azul.
El rojo situado en las colinas cercanas al puerto era la iglesia,
mientras que el azul era el palacio real construido en el centro de la
capital, nuestro destino final.

3
Ishq: amor divino; también es el nombre de una banda de música EDM.
Altas murallas rodeaban el palacio. La única forma real de entrar
era a través de una gigantesca puerta de león. Una puerta que, como su
nombre indica, tiene la cara de un león tallada en el lateral. Al pasar la
entrada protegida por soldados armados, en el interior nos esperaba una
zona del tamaño de una pequeña ciudad, donde se alineaban edificios
de diversos tamaños.
Un dulce aroma asaltó mi nariz mientras recorría el camino hacia
el palacio principal.
“¿Quieres saber qué es ese olor, Kay?”.
“Hm, sí... ¿Qué es?”.
Aunque lo preguntó, Aisa se mantuvo callada y sólo mostró una
sonrisa descarada.
El palacio principal era majestuoso, sólo mirarlo era abrumador.
Las paredes, limpias y azules, desprendían un brillo
semitransparente, y los vidrios de colores tenían insertadas
impresionantes pinturas de flora y fauna. El interior estaba
meticulosamente decorado con delicados ornamentos, e incluso el suelo
estaba pulido con un intrincado diseño. Los castillos y palacios se hacían
tan lujosos como fuera posible para mostrar la grandeza y la autoridad
de un gobernante a otros de posiciones similares. Para un plebeyo como
yo era una exageración, no había podido calmarme desde que habíamos
entrado.
“Voy a saludar a Isela y Hattie. Nos vemos luego, Kay”.
Con eso, Aisa se separó de nosotros. A continuación me guiaron a
una habitación similar a la de un hotel para ejecutivos y tuve que pasar
una inspección sanitaria que me obligó a cambiarme a la vestimenta
formal de la corte imperial, que consistía en una bata blanca y unos
pantalones negros.
Al terminar de cambiarme, me dijeron que me cortara un dedo con
un cuchillo y que vertiera mi sangre en un pequeño frasco. También me
dijeron, después de preguntar por qué, que era una necesidad para que
un forastero se reuniera con el rey. Significa que el forastero jura no
mentir nunca ni actuar con rudeza ante el rey. En resumen, era un
juramento de sangre.
Me costó reunir el valor para cortarme un dedo a pesar de
haberme rendido una vez a la muerte.
A continuación, me enseñaron los gestos de la reverencia y me
dijeron que los repitiera durante veinte minutos antes de que, por fin,
me condujeran al salón del trono. El salón era sorprendentemente
sencillo y simple, a diferencia de cualquier otro lugar del palacio.
Era espacioso, pero eso era todo. Las paredes, los pilares, casi todo
el interior carecía de decoración. El único mueble era una pequeña silla
colocada en el centro de la sala. Al otro lado, un hombre se sentaba
rodeado de soldados reales y sirvientes a su izquierda y derecha.
“Clear Kay”.
“S-Sí”.
Al escuchar mi nombre de forma solemne, enderecé la espalda sin
querer.
“Toma asiento allí”.
“... Sí”.
Me abrí paso hasta las sillas de cojines redondos de forma torpe y
me senté después de hacer la reverencia que me habían enseñado.
“Puedes levantar la cabeza”.
“¿Sí?”.
“Levanta la cabeza”.
“¡S-Sí!”.
El hombre al que me enfrentaba era realmente el rey de este país.
“Soy el decimoséptimo rey de este país, Shayde”.
Shayde, el propio rey, iba vestido de forma sencilla. Una capa roja
oscura parecida a un yukata con pantalones blancos; sin accesorios
elegantes.
Parecía mayor, pero el brazo fornido que asomaba por la manga
decía lo contrario. Su característico cabello rojo era largo y se extendía
como la melena de un león, mientras que sus ojos brillantes exhibían su
feroz dignidad y orgullo.
“Clear Kay”.
“... Sí”.
“No hay necesidad de estar nervioso. Toma un poco de té”.
“Sí”.
“Sí” fue la única palabra que salió de mi boca en el último minuto.
El rey no pudo evitar sonreír al verme completamente asustado.
Cogí una taza de té que me habían puesto delante y tomé un sorbo.
El té tenía un olor similar al del té chino. No podría decir si tenía un
efecto calmante, pero me sentí un poco relajado después de beberlo. El
rey esperó a que dejara la taza de té antes de volver a hablar.
“Parece que entiendes las palabras de nuestro país”.
“Lo hago, lo suficiente como para arreglármelas”.
“Ya veo...”.
Un momento de silencio envolvió la sala antes de que el rey
continuara. Habló a un ritmo lento mientras elegía palabras que yo
pudiera entender.
“Eres un chef de un país llamado Japón. Apareciste en el desierto
de Asilia sin previo aviso y fuiste rescatado por Aisa. ¿Es eso cierto?”.
“Es como usted dice, su majestad”.
Tras asentir en señal de confirmación, el rey intercambió miradas
con un anciano que estaba junto a los soldados. El anciano llevó algo a la
mesa cerca de mí.
Era una esfera que parecía un globo terráqueo.
“Este es un modelo de mundo. Es un mapa modular creado a
partir de los hallazgos de un sabio de Occidente que descubrió que el
mundo es una enorme esfera. Refleja la estructura del mundo, deducida
por investigaciones minuciosas y medidas científicas con gran detalle”.
Era evidente que este globo terráqueo era una pieza importante,
pero lo que más me atrajo fue el hecho de que no se parecía en nada al
modelo de la Tierra. No había ejes y, sobre todo, la forma de la tierra era
inusual.
“¿Conoces alguno de los terrenos de ese modelo, Clear Kay?”.
“... No los conozco”.
La estructura geográfica parecía elaborada. Siendo así, su
tecnología de medición debe ser bastante avanzada para que puedan
generar una obra así. Ver este globo terráqueo despejaría las muchas
dudas que he tenido hasta hoy y me dejaría con una sola conclusión.
“Esto sugiere que no eres originario de este mundo”.
El rey declaró esa conclusión como si la hubiera leído de mi mente.
No pude evitar estar de acuerdo. Esta no era la Tierra que conocía. He
estado en un mundo completamente diferente desde el día en el que me
trajeron al desierto.
Me imaginé que esto era así desde que llegué, pero para estar
seguro, lo puse en el fondo de mi mente y nunca lo mencioné. Ahora
que ha salido a la luz, no veo ninguna posibilidad de volver.
“Su majestad”.
“Habla”.
“¿Sabía usted... que vengo de otro mundo?”.
El rey asintió. Lo supuse por su actitud serena y su forma de
hablar.
“Supe de ti por las cartas de Aisa. Un hombre con ropas extrañas y
que habla un idioma misterioso apareció en Asilia mientras mencionaba
el nombre de un país desconocido”.
Una carta de Aisa, ya veo. Ella debe ser la razón por la que he sido
convocado. Sin embargo, hay una cosa de la que no estoy seguro. No es
normal que alguien en su sano juicio asuma que vengo de otro mundo.
Sólo quien lo ha experimentado lo aceptaría fácilmente. El rey, que sólo
ha leído sobre mí en las cartas de Aisa, debería concluir naturalmente
que estoy delirando. Eso es lo que debería decir, y sin embargo no se
sorprende lo más mínimo de mi historia.
Debe haber algo que le dé una razón para creerme.
“¿Será que no soy el primero?”.
“...Oh~ Bastante agudo, ¿No es así?”.
Parece que he dado en el clavo.
Impresionado por mi suposición, el rey se echó a reír y bebió un
trago de vino.
“¿Sabías que el origen de este país proviene de Asilia?”.
“Sí”.
“Hm... hay una historia relacionada con cierto hombre de esa
época”.
Hace 500 años, Shadin, jefe de la tribu nómada del desierto, se
encontró con un hombre extraño.
Hablaba palabras que nadie entendía, su aspecto y su vestimenta
no eran adecuados para el calor del desierto. Era una persona sabia y
aprendió a hablar la lengua en cuanto se integró en la tribu. Les dijo a
todos que no sabía cómo había acabado en el desierto y también
mencionó el nombre de un país desconocido.
Aunque deseaba volver a su tierra natal, el hombre compartió su
sabiduría y conocimientos con la tribu. Desde tácticas militares,
psicología y comunicación no verbal hasta organización y gestión
gubernamental. Les enseñó todo lo que una persona necesita para ser
gobernante.
Los miembros de la tribu que acataban sus palabras se hicieron
más fuertes con el tiempo, lo que hizo que Shadin deseara naturalmente
que se quedara y siguiera apoyándole, hasta el punto de ofrecerle a su
hija en matrimonio.
Finalmente, la tribu conquistó el oasis de Asilia, sobre el que
establecieron su país. Así surgió la actual monarquía inaugurada por el
primer rey.
“En consecuencia, los ciudadanos de Asilia creen que los que
vagan por el desierto traen consigo una gran fortuna. Precisamente por
eso te trataron tan bien”.
“El hombre... ¿Qué pasa con el hombre? ¿Qué le pasó?”
“Veo que tienes curiosidad, pero ten paciencia”.
Sólo me di cuenta de que me estaba inclinando hacia delante
cuando el rey me enderezó levantando la mano. A continuación, engulló
su copa de vino mientras yo escurría mi taza de té y me preparaba para
lo que venía a continuación.
“Sobre el hombre, se dice que desapareció”.
“¿Desapareció?”.
“Mientras se celebraba la creación del país y el matrimonio de la
hija de Shadin, se dice que ambos desaparecieron abruptamente para no
volver a ser vistos”.
“Entonces, esto significa...”.
“No pasó nada después. La única información que vale la pena
mencionar es que el país relatado por el hombre no estaba en el modelo
que luego desvelaron los científicos. No había nada que confirmara que
fuera un humano. Algunos dicen que podría haber sido un profeta
enviado por Dios. El hecho de que ahora digas cosas similares es lo más
importante”.
El rey concluyó la historia señalándome con la barbilla.
“¿Esto quiere decir que este hombre también vino de otro
mundo?”.
“Si lo que afirmas es cierto, es probable”.
Sólo falta confirmar si el hombre vino de la Tierra. Al menos ahora
sé que alguien de otro mundo vino a Asilia antes que yo. Si eso es cierto,
entonces muchas cosas empezarán a tener sentido. Incluso hay
esperanza de que regrese si la historia es correcta.
“¿El hombre volvió a su mundo?”.
“Se dice que desapareció. Sólo Dios sabe lo que le pasó a él y a su
mujer”.
”... Dios, ¿Eh?”.
Lo más probable es que, debido a mis raíces japonesas, desconfíe
de todo el asunto una vez que se mencionó a Dios, pero teniendo en
cuenta la magnitud de todo esto, no puedo descartar la idea de que un
dios de algún tipo pueda estar detrás. En cualquier caso, debería ser
enviado de vuelta a la Tierra en algún momento del futuro.
“Me pregunto por qué desapareció ese hombre”.
“Si Dios lo envió, es posible que haya regresado después de
cumplir con un deber que se le encomendó”.
“Un deber...”.
“Apoyó al primer rey con su sabiduría y sirvió de piedra angular
para establecer la monarquía. Una vez que el país se estabilizó,
desapareció. Tal vez también hayas sido enviado aquí para cumplir
algo”.
El rey detuvo allí sus palabras y se limitó a dirigirme una mirada
llena de expectación.
Tal vez te hayan enviado aquí para servir a este país y salvarlo.
Sin embargo, no creo que tenga lo necesario para salvar un país.
Aunque haya vivido en un mundo avanzado, no conozco la política, la
economía o la tecnología lo suficientemente bien como para ayudar a
este país a desarrollarse.
“No tengo la sabiduría del hombre de la historia... Sólo soy un
cocinero normal y corriente”.
“Está bien. ¡Aisa!”.
En cuanto el rey llamó a Aisa, ésta salió por la puerta opuesta del
salón.
“Ehehe, estaba esperando. Te he echado de menos, Kay”.
“Ah, sí...”.
Sólo ha pasado una hora desde que nos separamos, pero Aisa
parecía totalmente diferente.
Se había maquillado la cara y recogido su el cabello largo y
ceniciento con un pasador plateado. Sus grandes ojos y sus labios
cubiertos de carmín sólo ayudaban a acentuar su piel blanca.
“¿Cómo me veo tan bien vestida?”.
Estirando los brazos, giró sobre sí misma, haciendo que el
dobladillo cosido en oro de su vestido girara suavemente con ella.
“...Te ves... hermosa...”.
“G-Gracias.”
Aisa miró al suelo mientras sus blancas mejillas adquirían un tono
rosado. Estaba sorprendentemente guapa, como cabría esperar de una
niña de trece años. El vestido no hacía más que complementar su
aspecto juvenil.
“Soy consciente de que ya se conocen, pero te la presentaré de
todos modos. Esta es Aisa, una Sakla, y la mejor amiga de mi hija”.
Sakla. Lo escuché de Aisa hace algún tiempo. Aparentemente es
un término que se refiere a su posición en la corte real. Tal vez, es su
papel como la mejor amiga de la princesa. Asumí el significado de su
título en mi cabeza y continué la conversación.
“Me he enterado por Aisa de que eres un cocinero experto.
Nuestro país valora mucho su cultura gastronómica. Estoy seguro de
que has visto un gran edificio blanco en el camino. Esa es la cocina real
que gestiona todos los asuntos alimentarios de la corte”.
Por fin entendí la sonrisa significativa de Aisa de cuando veníamos
hacia aquí. Apuesto a que ella estaría poniendo la misma cara ahora
mismo.
“Quiero que compartas con nosotros la cultura alimentaria de tu
mundo. Si aceptas, te garantizaré un alojamiento confortable hasta que
vuelvas a tu mundo. Sin embargo, seguirás siendo bienvenido en mi
palacio si te niegas”.
“Yo...”.
Suponiendo que la historia del hombre sea cierta, si me enviaran
inmediatamente después de cumplir con mi deber, sería un final
bastante conveniente.
Aunque sea así, no puedo decir que lo mío sea cocinar para el país.
Muchas preguntas siguen llenando mi cabeza, pero sólo
puedo aceptar mi destino y esperar lo mejor. Además, si realmente
hubo un dios que me envió aquí para compartir mis habilidades
culinarias, esalgo de lo que hay que alegrarse.
“Lo entiendo. Haré todo lo posible para cumplir con mi deber”.
“¡Yay!”, gritó Aisa mientras aplaudía y me daba un susto.
A partir de entonces, me convertí en cocinero de la corte real, lo
celebramos con un pequeño banquete esa noche.
Los únicos participantes éramos Aisa, el rey, la princesa y yo. La
princesa Isela tenía la misma edad que Aisa y era pelirroja como su
padre. Tiene tres hermanos mayores que rara vez visitan el palacio y
pasa la mayor parte del tiempo junto a Aisa.
Parecía malhumorada cuando su padre nos presentó, pero eso fue
sólo hasta que se sentó junto a Aisa. Parecían llevarse muy bien. A Isela
le encantaba su pescado al vapor y lo compartía con Aisa a su lado. El
menú era fácilmente la cocina más exquisita que he probado aquí.
“La cocina de Kay también es realmente deliciosa. ¿Por qué no
pruebas un poco, Isela?”.
Aisa le recomendó mi cocina a la princesa y me echó una mirada
como diciendo que me respaldaba.
Dudé sobre cómo responder durante unos segundos antes de que
me interrumpieran cuando estaba a punto de hablar.
“No... estoy bien”.
“Aww...”.
Isela me miró por un segundo e inmediatamente volvió a desviar
la mirada. Percibí una pizca de hostilidad en ella.
Mi formación culinaria comenzó al día siguiente.
Los conocimientos y habilidades que cultivé en la Tierra se
basaban naturalmente en los ingredientes, el equipo y las herramientas
de allí. Por lo tanto, no podía hacer uso de ellos hasta que me
familiarizara con la cultura alimentaria de este mundo.
Como se esperaba del centro de comercio de la monarquía, la
variedad de ingredientes de la capital era incomparable a la de Asilia.
Todo tipo de alimentos eran traídos de diferentes regiones del país, o
incluso importados del extranjero y puestos en el mercado. También
había una abundancia de mariscos que no estaba disponible en Asilia.
Me propuse consultar a los vendedores ambulantes locales para
hacerme una mejor idea de las preferencias alimentarias dentro y fuera
del palacio.
El anciano de barba blanca que estaba junto al rey cuando nos
conocimos era Hagan; se convirtió en mi nuevo instructor de artes
culinarias.
Parecía mayor que el rey, pero tenía la espalda recta. Sus gestos en
la cocina eran afilados y pulidos. Si se me permite el atrevimiento de
comparar a la gente de este mundo con la de la Tierra, no hay muchos
cocineros en la Tierra tan competentes como él.
Practiqué las técnicas de cocina que me enseñó todos los días, y
cuando tenía algo de tiempo libre, iba a la cocina y observaba a los otros
chefs. Hice esto durante tres meses hasta que fui admitido oficialmente
como chef de la corte real.
Fue entonces cuando se produjo el segundo acontecimiento que
cambió mi vida en este mundo.
El rey, Hagan, Aisa, Isela y yo participamos en un pequeño
banquete para celebrar mi ingreso. El bufé fue preparado por mis
manos.
Guiso de dendel, pollo relleno, sashimi, pollo al vapor marinado
con algas, marisco al vapor de vino y, por último, un postre endulzado
con arroz, melaza y leche. Exhibí los resultados de mi formación en la
mesa del banquete incluyendo los platos más famosos de la capital. La
fiesta fue más bien una prueba de graduación.
Tanto el rey como Hagan asintieron satisfechos cuando probaron
el guiso. Aisa cortó el famoso pollo relleno de Asilia por la mitad y le dio
un bocado antes de recomendárselo a Isela.
Observé cómo los labios de Isela se acercaban a regañadientes a la
segunda mitad del pollo relleno con la esperanza de que no supiera mal.
Teniendo en cuenta el hecho de que me ignoraba cada vez que la
saludaba en los últimos tres meses, era seguro decir que me odiaba por
alguna razón.
Por suerte, mis preocupaciones resultaron ser inútiles. Isela se
comió la segunda mitad del pollo relleno y alcanzó los otros platos,
cautivada por el sabor.
Solté un suspiro de alivio y dejé de lado mis preocupaciones,
sumergiéndome por completo en la comida y la compañía. Al menos,
hasta que se lanzó cierta bomba.
“¿Recuerdas la vez que mi hermano y yo te encontramos en el
desierto?”, me preguntó Aisa de repente.
“Por supuesto. Es gracias a ti que estoy vivo y bien ahora”,
respondí de manera informal, dándome cuenta rápidamente de que su
pregunta sólo conducía a la cuestión real.
“Una vez me preguntaste si te había dado algo de comer cuando
estabas a punto de morir, ¿Verdad?”.
“... Sí, lo recuerdo”.
“Te dije que no te había dado nada, pero no es cierto. No debía
hacerlo, pero yo mentí”.
Mis ojos se abrieron totalmente con asombro. El sabor supremo
que devolvía la vida a mi alma, el sabor que creía tener y que sólo podía
probar en mis sueños, resultó ser real.
Miré a todos los que rodeaban la mesa. Hagan ponía su habitual
expresión rígida, mientras que el rey desplegaba una amplia sonrisa;
Isela no tanto.
Me dolía el pecho. Pregunté con cuidado, tratando de frenar el
temblor de una terrible premonición que sentía a punto de llegar:
“...Entonces, ¿Qué fue lo que me diste de comer?”.
“Sangre. Mi sangre”.
Tardé un segundo en registrar lo que ella me dijo. Entonces me
mostró su muñeca, en la que noté una pequeña cicatriz.
Me queme el cerebro intentando imaginar a Aisa cortándose la
muñeca, alimentándome con su sangre y devolviéndome a la vida.
Era increíble que ese sabor pudiera provenir de su sangre, de la
sangre humana.
“Hay una costumbre en Asilia en la que los padres prueban la
sangre de sus recién nacidos para ver si son Sakla, siendo los Sakla niños
que raramente nacen con una sangre de sabor extremadamente delicioso
que se dice que revive incluso a los muertos. Aisa es exactamente uno de
esos niños. Es una Sakla”.
El rey Shayde aclaró mi confusión. No era algo fácil de creer, pero
habiéndola probado en persona, naturalmente no podía negarlo.
“Nunca probé mi sangre, pero me alegré mucho cuando me dijiste
que era deliciosa, Kay”.
Todavía recuerdo ese sabor vívidamente.
“Se cree que los Sakla son regalos de Dios, y se crían en el palacio
hasta que maduran”.
“¿E-Ellos maduran...?”
¿Qué ocurre después de que “maduran”?
Imaginé una respuesta plausible, pero aterradora, que no me atreví
a pronunciarla. El rey adivinó lo que tenía en mente y no dijo ni una
palabra como para afirmar mi suposición.
Recordé mi conversación con Aisa cuando descubrí la cultura de
su buffet funerario, el ganzara. ¿Podría ser que la expresión de tristeza
que mostró ante mi actitud de rechazo no se debiera tanto a mi rechazo a
su costumbre, sino a algo más... personal?
“Hola, Kay”.
Me giré para encontrar a Aisa mirándome a los ojos con una
sonrisa brillante y alegre.
“Quiero que... me conviertas en un manjar”.
Capítulo 2: La cocina del país caníbal

El décimo mes del 486º año del calendario de la monarquía.


Cuando las primeras luces del amanecer iluminan el cielo oriental, los
cocineros reales se despiertan con el canto de los gallos criados junto a
las residencias de la corte.
Todos nos levantamos al mismo tiempo y nos dirigimos a un baño
cercano reservado específicamente para quienes viven en la corte real. Es
del mismo tamaño que una casa de baños japonesa, y está compuesto
por un gran baño caliente como una sauna, un baño frío y una zona de
descanso que hace las veces de vestuario.
Era habitual que los habitantes de Asilia tuvieran baños
comunitarios. La abundancia de agua le permitía a una persona
promedio de la capital bañarse cada dos días, mientras que fuera de ella
lo hacía cada tres. Poder bañarse todos los días parecía ser indicativo de
estatus. En la corte real, sólo la familia real tiene un baño personal,
mientras que los funcionarios, como los cocineros y los médicos, cuyos
trabajos requieren prácticas sanitarias, tienen el privilegio de bañarse
todos los días.
Me visto después de salir del baño y, con una horquilla blanca a
juego con mi uniforme, me recojo el cabello hasta los hombros. Una vez
terminada mi rutina matutina, me dirijo a la cocina real justo después de
que resuene la campana de la mañana en la ciudad.
La cocina real se compone de ocho puestos atendidos por un Sous
Chef y 200 ayudantes de cocina, que a su vez están dirigidos por un Jefe
de Cocina. Me han asignado mi propio puesto de trabajo para cocinar
fuera de ellos.
Empecé por comprobar los ingredientes. Hoy utilizaré melones de
Shilda, cosechados en la ciudad de Shilda, situada al este de aquí.
Destacan por su dulzura y su piel dura y comestible. La piel, sin
embargo, debe secarse al sol y conservarse en sal hasta que se ablande lo
suficiente como para ser consumida, pues de lo contrario sabe a hierba.
A menudo veo que se vende en el mercado en paquetes de diez cáscaras.
Suele servirse como aperitivo con té o alcohol, pero también puede
freírse con carne o pescado.
Yo corto la piel del melón en cáscaras largas y estrechas
manteniendo su grosor. Luego las hiervo en una salsa de pescado hasta
que están completamente cocidas y añado un poco de queso y melones
azules sin madurar para aderezarlas.
“Buenos días, Kay”.
“Hola, buenos días”.
En cuanto termino de preparar el desayuno, Aisa se asoma por la
puerta. Hace casi un año que empecé a prepararle el desayuno a Aisa
cada mañana. Al principio esperaba a que se lo llevara yo, pero con el
tiempo empezó a venir ella misma a tomarlo. Si se levantaba temprano,
comíamos aquí en la cocina.
“Itadakimasu”.
“Itadakimasu”.
Colocando los platos en la mesa de la cocina, nos sentamos uno
frente al otro y recitamos unas palabras en japonés. Desde el día en que
me vio decirlo en Asilia, Aisa ha empezado a imitar el gesto. Le encantó
cuando le conté cómo los de mi país expresan su gratitud por la comida
diciendo eso. Desde entonces no ha vuelto a comer sin decir
“Itadakimasu”.
Lo recitaba con más ganas que yo. Expresar la gratitud por la
comida es un gesto común, sin embargo, también me parece algo
engañoso. No sólo ignora a todos los que han trabajado para poner la
comida en la mesa, sino que no dice nada de las plantas o los animales
que ni siquiera tienen voz en el asunto. Por eso, cada vez que veo a Aisa
decirlo con tanta intensidad, me hace dudar de si quiero seguir
haciéndolo.
Utilizando unos palillos de madera que había desarticulado, di un
mordisco al ramen de piel de melón. A continuación, pasé a sorber de la
sopa. Mi cuerpo absorbió los diversos restos de vida que componían la
comida en la mesa.
“Es un poco vergonzoso contigo mirándome”.
“Lo siento”.
Desvié la mirada y seguí reflexionando. Teniendo en cuenta el
ganzara y, sobre todo, el hecho de que la propia Aisa está expresando su
gratitud por la comida, ‘Itadakimasu’ suena aún más controvertido.
“Gracias por la comida”.
Como de costumbre, Aisa recitó las palabras correspondientes a
“Itadakimasu” antes de dejar los palillos.
Se dice que un niño apareció en Asilia durante el año 39 del
calendario de la monarquía, un niño cuya sangre sabía mejor que
cualquier otra cosa en este mundo. Desde aquel incidente, cada cierto
tiempo nacían allí niños similares, hasta que con el tiempo se les
denominó Sakla, una palabra obsoleta para designar el sabor, y se les
consideró regalos de dios.
Aisa es la Sakla número 330 de la historia. Nació 30 años después
de la anterior Sakla, Yuan. Está destinada a ser desmembrada una vez
que “madure” y a ser alineada en las mesas como alimento. Su deseo era
que yo aceptara el papel de cocinar su cuerpo maduro cuando llegara el
momento. A pesar de que lleva casi un año intentando convencerme,
todavía no le he dado una respuesta.

“¿Quieres que... te cocine...?”.


“Así es”.
Retrocediendo en el tiempo hasta el banquete, cuando acababa de
aprender lo que realmente significaba ser un Sakla, escuché a Aisa
continuar con una amplia sonrisa:
“Quiero que seas mi preparador de Sakla cuando madure”.
“¿Qué demonios... más bien, cuándo vas a madurar? ¿No será que
ya has...?”.
Aisa negó con la cabeza.
“Comprobamos su sangre con un intervalo fijo. La mayoría de las
Sakla anteriores han madurado a los 16 años... A Lady Aisa aún le
quedan unos tres años más”, explicó Hagan.
Me di cuenta de que a Aisa aún le quedaba tiempo de vida, pero
eso no me hizo sentir mejor.
“Eso significa que... ella morirá, ¿No?”.
Aisa asintió a la pregunta obvia que le planteé.
“Pero es una muerte muy noble. Haré que todos disfruten de mi
sabor, y luego visitaré la morada de Dios”.
“Un Sakla es una gracia concedida desde los cielos. Saborear su
excelente sabor es una expresión de gratitud hacia Dios”.
Hagan lo hizo parecer como un sacrificio digno de alabanza, pero,
considerando que la gente recibe un regalo de su dios en lugar de
ofrecer uno, por supuesto que glorificarían al Sakla. Es fácil cantar
alabanzas cuando no eres el que está en la tabla de picar.
“Tuve esta idea desde el día en el que probé la cocina de Kay.
Admito que la cocina de Hagan es deliciosa, pero no creo que haya
nadie más adecuado para ser mi preparador de Sakla que Kay”.
Aisa, la que decidió ser sacrificada, me miraba con sus ojos llenos
de esperanza y expectación. No parecía temer su muerte en lo más
mínimo.
“No podré hacer nada si te devuelven a tu mundo antes de que
madure, pero estoy segura de que te quedarás conmigo hasta
entonces...”.
“¿Qué demonios estás diciendo?”, grité sin querer.
Una ola de silencio envolvió la sala. Aisa y la princesa parecían
asombradas, mientras que el rey y Hagan me miraban con rostros
sombríos.
“¿No quieres cocinarme, Kay?”.
“Ese no es el problema aquí, ¿No crees?”.
Me agarré a los delgados hombros de Aisa y continué con una voz
furiosa:
“¡Vas a morir a los 16 años! ¿Te das cuenta, verdad?”.
“Pero... Me comerán por el amor de Dios...”.
“¿Por qué no vas a vivir tu vida y morir en tu vejez?”.
“No puedo hacerlo. Necesito que me coman tan pronto como
madure, o si no me volveré menos apetecible”.
Mi razonamiento no parecía tener ningún peso para ella.
“¡Contén tu lengua! ¿Cómo te atreves a insultar a una Sakla?”,
gritó Isela, sus primeras palabras dirigidas a mí estaban llenas de
hostilidad y desprecio.
“¿Estoy siendo grosero? ¿Crees que este es el momento para esas
tonterías?”.
Le devolví la misma cantidad de hostilidad en mi respuesta y la
fulminé con la mirada.
“¿¡Están ustedes realmente contentos sacrificando y devorando a
esta niña, todo por su supuesto dios!? No es un animal, ¡Maldita sea!
¿Qué clase de costumbre es-”.
“¡Cuidado con lo que dices! ¡Clear!”.
“¡Kay!”.
La voz airada de Hagan ahogó el grito silencioso de Aisa.
Al volverme hacia ella por reflejo, un sonido inconfundible resonó
en la silenciosa sala.
Sentí un ligero impacto en mi mejilla mientras la palma de la mano
de Aisa temblaba débilmente. Unos segundos después, me di cuenta de
que ella me había abofeteado.
“Aisa...”.
Aisa se quedó mirando mi cara de estupefacción con lágrimas de
traición corriendo por sus ojos.
“¿Cómo puedes decir cosas así?”.
“Eso es porque... Aisa, vas a morir...”.
“¿Por qué no puedes entender que tengo algo más importante que
mi vida? ¿Te estás burlando de Dios y de todos los presentes? No me
importa que te niegues a cocinarme, pero esto es simplemente...”.
No pude decir nada para rebatirla mientras veía las lágrimas salir
de sus ojos llenos de ira. La furia que me invadía fue sofocada por su
bofetada.
“Eso es todo. Me voy...”.
Con eso, nos dio la espalda y salió del vestíbulo.
“¡Aisa!”.
“Cálmate, Clear”.
El rey me impidió seguir con una refutación pacífica. Sólo me di
cuenta de que había dicho demasiado después de escuchar su voz.
Esto es malo. ¿Qué estoy haciendo?
Sólo podía preguntarme cómo había podido actuar así delante del
hombre que me había hecho morderme la lengua innumerables veces
por el nerviosismo cuando nos conocimos.
“¿Obtendrías algo bueno de seguirla en este momento?”.
Con el sudor frío recorriendo mi cuerpo, me encontré con la
mirada del rey sólo para encontrarme con una expresión terriblemente
amable.
“Podríamos haber hecho las cosas mejor nosotros mismos. Mis
disculpas”.
Sus palabras no me parecieron hostiles ni me culpaban en ningún
momento. Lo único que hizo fue convencerme de que me calmara y
pedirme disculpas. Su actitud fue tan sorprendente que me quedé sin
palabras.

“La señorita Aisa ha ordenado que se le niegue la entrada”.


“... Lo entiendo”.
Fui a la habitación de Aisa para disculparme por lo que había
dicho, pero la sirvienta que custodiaba la puerta me rechazó. No tuve
más remedio que probar en otro lugar.
Ahora que me he enfriado, me he dado cuenta de la gravedad de
mi imprudencia y he contemplado cómo compensarla mientras me
frotaba la mejilla que me ardía.
“¿Por qué no puedes entender que tengo algo más importante que mi
vida!? ¿Te estás burlando de Dios y de todos los que están aquí?”.
Ella no estaba equivocada. Para ella, el hecho de que se la coman es
una gran bendición, y yo llegué y pisoteé sin piedad sus creencias.
Desde mi época en la Tierra, sabía, no... suponía que sabía que forzar los
valores de uno en otra persona era algo que no se hace, y que nunca se
deben criticar los valores de otra persona sólo porque no se está de
acuerdo con ellos. Qué equivocado estaba. Sigo siendo tan estrecho de
miras como lo fui durante mucho tiempo.
Y ahora, he herido a Aisa. La hice llorar. Eso es horrible.
No obstante, dicho esto, seguía sin saber qué pensar de esta
costumbre de los Sakla.
Si me ocurriera algo similar en la Tierra, lo respetaría y actuaría
para no perjudicar a la otra parte, aunque personalmente no estuviera de
acuerdo. Tenía la intención de adoptar el mismo enfoque también en
este mundo.
Pero, en ese sentido, me sentí inseguro de cómo ver la muerte de
Aisa. Me dirigí a la residencia de la corte con pasos pesados mientras
contemplaba el asunto.
*Knock Knock*
Mientras caminaba por el pasillo, oí el sonido de unos golpes en
una puerta. Alguien estaba de pie frente a mi puerta.
La antorcha que llevaba en una mano iluminaba tenuemente su
belleza inocente y esbelta, acompañada del cabello rojo heredado de su
padre.
“Princesa...”.
“Clear Kay...”.
En cuanto se fijó en mí, Isela puso una expresión de incomodidad
y me miró con sus ojos maliciosos.
Junto con sus dos sirvientas, Isela y yo fuimos a la azotea de la
residencia de la corte.
El paisaje de la capital en una noche de luna era impresionante. La
muralla estaba cerca de la azotea, lo que la convertía en un lugar
adecuado para contemplar toda la ciudad o para observar las estrellas
mientras se bebía un poco de vino. Era uno de mis lugares favoritos de
este palacio, pero ahora se sentía asfixiante con un ambiente tenso.
“Princesa, me disculpo por lo que dije...”.
“Más vale que lo hagas. Si fuera yo, al menos te habría encerrado”.
Isela interrumpió mi disculpa y habló sin siquiera una mirada.
Tenía razón. Hablé mal de un tesoro nacional y de un miembro de la
familia real. Es un milagro que siga de una pieza.
Mi corazón casi se detuvo cuando vi antes tres sombras paradas
frente a mi puerta. Pensé que eran soldados que venían a detenerme. A
juzgar por la forma en la que Isela hablaba, supuse que no había pasado
nada y me sentí como un criminal indultado.
“Aisa vino a mi habitación”.
“¿Oh?”.
Isela me sorprendió con eso.
“Estaba cansada de tanto llorar y ahora está dormida. He venido
después de acostarla”.
Así que Aisa ya estaba en la habitación de Isela cuando la visité
antes.
“Ella estaba... ha estado llorando desde que se fue de la mesa por
ti”.
Isela se volvió hacia mí y continuó con la mirada.
“¿Por qué has hecho eso? ¿Cómo pudiste hacer llorar a la chica que
te ha admirado todo este tiempo? Ella incluso... ¡Salvó tu vida y te dio su
sangre!”.
Todos sus comentarios dieron en el clavo. No tenía derecho a
excusas u objeciones.
“Me equivoqué al decirle eso. No debería haberle negado la razón
de vivir de una forma tan cruel”.
“Eso es cierto”.
“Sin embargo... eso no significa que lo acepte”.
Isela frunció el ceño un segundo cuando continué:
“Ahora mismo, no puedo aceptar de ninguna manera que se
coman a Aisa. Estoy seguro de que hay una manera mejor para ella de
vivir su vida. Quiero verla recorrer ese camino”.
Sentí que debía dar a conocer mi punto de vista personal sobre el
tema, aunque ello pudiera implicar que no reflexionara sobre mis
acciones anteriores.
No puedo aceptar ni respetar la muerte de Aisa como una Sakla.
Un breve período de silencio dominó la azotea. Las siguientes
palabras que salieron de la boca de Isela llegaron tras una suave
corriente de aire del mar.
“Así que sigues insistiendo en negar la razón de ser de un Sakla.
Sigues negando la existencia de Aisa, ¿Es eso?”.
“... Puede que sea así en lo que respecta a la vida de un Sakla. Sin
embargo, creo que Aisa, como persona, merece vivir una vida normal”.
La mirada fría de Isela se volvió aún más fría.
“¿Por qué Aisa y mi padre aceptaron a este hombre?”.
Dejando esas palabras como si las hubiera escupido, Isela desvió la
mirada y pasó a mi lado con sus dos sirvientas para bajar las escaleras.
“Princesa...”.
“Mi padre no te relevará de tu deber como cocinero real”.
“Cómo es-”.
“Sin embargo, revocará tu nombramiento como preparador de la
Sakla por el momento. Me ha enviado para decirte que quiere que todo
siga como estaba previsto desde el principio”.
La sorpresa se apoderó de mí al preguntarme cuánto espera el rey
de mí, o mejor dicho, cuánto espera de la cultura alimentaria de la
Tierra. Parece que mi posición se salvó debido a mi condición de nuevo
en este mundo. Por ello, sentí una pizca de aprensión.
“¿Tienes alguna objeción, Clear Kay? ¿O aceptas la petición del rey
de seguir trabajando bajo las costumbres que criticas?”.
Claramente me estaba provocando. Tal vez prefería que rechazara
el deber y abandonara el palacio. En cualquier caso, mi decisión ya
estaba tomada.
“Sí, aceptaré humildemente ese deber. Por favor, dígale al rey que
le agradezco su tolerancia”.
“... Ya veo”.
Isela no pareció sorprendida por mi respuesta y asintió con cara de
disgusto.
“No me importa transmitir el mensaje a mi padre, pero tienes que
ir a disculparte con Aisa personalmente”.
“Esa es mi intención...”.
Esa fue la última conversación que mantuvimos esa noche. Isela
dejó la azotea con sus sirvientas.
Siempre lo supe, pero esa noche me convencí de que me odiaba.
Siempre lo hizo, desde el día en el que nos conocimos en el salón del rey.
Me pregunto qué fue lo que hizo que yo no le gustara.

“...Siento lo de anoche, Aisa”.


Como le había prometido a Isela, visité a Aisa en su habitación y
me disculpé con una reverencia. No esperaba que la sirvienta me dejara
entrar al día siguiente como si no hubiera pasado nada.
“No vas a recuperar mi confianza con tu comida, si es lo que
pensabas”.
Aisa levantó los ojos y declaró en cuanto vio la bandeja detrás de
mí. Hoy le pedí a Hagan que me dejara hacerle la comida. No parecía
enfadada como anoche, pero sus ojos seguían rojos e hinchados,
golpeando mi corazón con la culpa.
“No, sólo le pedí a Hagan que me dejara hacer tu almuerzo”.
“Eso es... el trabajo de un preparador de Sakla. No quieres ser mi
preparador, ¿Verdad, Kay?”.
“... Así es”.
Noté que su delgado cuerpo temblaba por un instante cuando
asentí a su pregunta.
“No quiero que mueras, Aisa. No quiero que te maten para que te
cocinen y te coman”.
Fue como dijo Isela, soy una persona de mente estrecha. No puedo
estar de acuerdo con la muerte de Aisa como una Sakla. No soporto la
idea de verla asesinada y devorada por gente extranjera aunque eso sea
lo normal en este mundo.
“Entonces, ¿Por qué me hiciste el almuerzo?”.
“Sé que no estoy en posición de decir esto, pero... quiero pensarlo.
Hasta que madures contemplaré la posibilidad de aceptar el deber de
un preparador de Sakla. Les imploré a Hagan y al rey que me dejaran
hacer tus comidas hasta entonces, y poder hablar contigo así todos los
días. Espero que te parezca bien”.
Fue una petición egoísta por mi parte, pero Hagan y el rey la
aceptaron con algunas condiciones. Fueron demasiado amistosos con
alguien que había causado un alboroto anoche.
“Aisa. ....No te pediré que me perdones, pero ¿Te comerás este
almuerzo que te he preparado?”.
Era consciente de que últimamente pedía demasiado.
Aisa se quedó callada durante unos segundos mientras me miraba
fijamente a los ojos.
“Kay, yo también-”.
*Grrrr*
Cuando finalmente abrió la boca para hablar, un sonido
procedente de su estómago interrumpió la conversación. El rostro de
Aisa se tornó carmesí por la vergüenza.
“¿Qué fue eso, Aisa?”.
“... Nada. Voy a comer”.
Se dio la vuelta y murmuró en una voz tan baja que apenas llegó a
mis oídos. Llevé la bandeja de comida a su lado. El almuerzo de hoy era
pan blanco con verduras rayadas y un plato de sopa aparte.
“¿Qué sopa es esta? Nunca la he visto”.
Aisa se asomó al cuenco y preguntó. Sus ojos estaban llenos de
pura curiosidad.
“Se llama curry, una receta de mi mundo hecha mezclando
diferentes tipos de especias. La cociné usando las especias que pude
encontrar en la capital”.
Era una variante de sopa que iba bien con el pan. La sopa estaba
hecha con una mezcla de ingredientes de varios colores: la carne
de melones rubí, la piel azul de un tipo único de patata, setas verdes,
yema de huevo y clara de huevo. Por último, carne de dendel con hueso
para añadir nutrientes. Aisa tomó con vacilación una cucharada de mi
curry experimental.
“¿Cómo está?”.
“¡Está muy buena!”.
“¿De verdad?”.
Dejé escapar un suspiro de alivio. Hice un gran esfuerzo para no
poner demasiado picante.
“Entonces, ¿Seguirás cocinando platos de tu mundo para mí,
Kay?”.
“Claro que sí”.
La única opción que yo tenía como el extranjero, Clear Kay, era
aceptar mi destino y ser su chef durante los próximos años.
“Sería maravilloso que hicieras este curry cuando me cocines a mí
también”.
“Si te cocino, eso sería...”.

El primer mes del año 486 del calendario de la monarquía. Ya era


hora de emprender el primer paso del deber que me encomendó el rey.
“¿Cómo está? ¿Se ve bien?”.
Antes de salir, Aisa posó delante de mí y me preguntó cómo le
quedaba el vestido.
Llevaba un traje de una sola pieza, compuesto por una parte
inferior de color verde brillante que se asemejaba a una falda, y un fino
chal, similar a un poncho. En cuanto a los pies, llevaba sandalias tejidas
con corteza de árbol. Yo era totalmente incapaz de discernir entre la ropa
elegante y la normal en aquel momento, pero Aisa tenía una buena
figura a mis ojos.
“Estás muy bien así”.
“Sí, la ropa te sienta muy bien, Lady Aisa”.
Una chica a mi lado, llamada Atema, que llevaba el uniforme de la
corte real, alabó a Aisa. Tenía una cara de piedra, pero su voz revelaba
su euforia. Era una sirvienta y amiga de Aisa que compartía la misma
edad. Su rostro de género neutro y su corte de cabello corto hacían que
fuera fácil confundirla con un chico, pero se convirtió en una experta en
moda y en todo lo relacionado con la ropa durante su estancia en la
capital. Después de todo, fue ella quien eligió el vestido de moda de
Aisa.
“Ehehe. ¿Nos ponemos en camino, Kay, Atema?”.
Al salir de la corte real, pasamos por la puerta oriental, también
conocida como la Puerta de la Serpiente Blanca, y encontramos la calle
principal que lleva a la corte, donde se alinean edificios gigantescos a
ambos lados. Aisa no pudo evitar soltar un grito de admiración.
Las calles estaban limpias y bien cuidadas, hasta el punto de que
pensamos que estábamos en el corazón de la capital. Sin embargo, no era
eso lo le que preocupaba a Aisa.
Había un motivo para que saliéramos juntos hoy; una
conversación que tuvimos anoche en la mesa del comedor:
“Voy a ir al mercado a comprar algunos ingredientes mañana”, dije
anoche mientras pretendía pedirle a Hagan que cubriera la comida de
Aisa para hoy.
Sin embargo, antes de que pudiera preguntárselo, Aisa saltó y
sugirió que fuéramos juntos. Supuse que ella también tenía algo que
comprar en el mercado, pero al parecer sólo quería salir.
La vida de Aisa en el palacio sólo podría calificarse de confinada, y
aunque no es en realidad el caso, generalmente no se pasea fuera de la
corte. Es libre de pasear por el jardín, el patio, la biblioteca y muchos
otros lugares que me harían pensar que nunca se aburriría. Supongo que
por eso quiere ver el exterior.
Con el permiso del jefe de los sirvientes, se decidió que Aisa
saldría conmigo, con Atema por seguridad. Esto puso a Aisa de buen
humor esta mañana.
Casi saltó a lo largo del camino, tarareando para sí misma. El
vestido que llevaba era diferente a cualquier otra ropa que hubiera
llevado en Asilia o en cualquier banquete. Este parecía reflejar su alegre
corazón.
Continuamos por la calle hasta que Aisa se detuvo en seco. Movió
la vista en una dirección determinada con la boca medio abierta. Un
marido y una mujer también caminaban en esa dirección.
“Aisa...”.
“Tenemos que girar a la izquierda, Maestro Clear”.
“Hm, de acuerdo”.
Informado por Atema, consulté el mapa que llevaba. Llegaríamos
más rápido al mercado si seguíamos caminando en línea recta, pero
como eso significaba cruzar una zona insegura, el jefe de los sirvientes
nos ordenó tomar otro camino.
Nos dirigimos a la izquierda y caminamos diez minutos más hasta
llegar a la puerta de entrada. Era una antigua puerta en forma de cúpula
con una impresionante estructura que daba la bienvenida a los
compradores.
La capital está dividida en siete grandes bloques, cada uno con su
propio mercado. Éste fue establecido por el antiguo rey, Aheed, y es el
que tiene la historia más larga de todos ellos.
“Bendice la tierra, el mar y el cielo”.
Las palabras dejadas por Aheed fueron talladas en la puerta. Han
sido erosionadas por cientos de años de tempestades, lo que las hace
difíciles de leer.
Pasamos la puerta y entramos en un camino de ladrillos.
“¡Melón de Shilda por un akache!”.
“¡Treinta akaches por un bagre! ¿Qué dice, señora?”.
“¡Lagarto rojo frito! ¡Consigue tu lagarto frito!”.
La espaciosa calle bullía de compradores mientras los comerciantes
gritaban el precio de su mercancía.
Este mercado establecido en un cruce de caminos estaba dividido
en cuatro sectores principales: Los dos sectores que visitamos, que
abarcan todo lo referente a los productos de consumo, estaban alineados
en una línea recta que se extendía casi un kilómetro antes de cruzar todo
el mercado. Varias tiendas de diferentes tipos se extendían a ambos
lados.
“No sabía que había un mercado tan grande...”.
Aisa estaba tan sorprendida como yo cuando lo visité por primera
vez.
Solía seguir a Aisa cuando me guiaba por el mercado en Asilia.
Seguramente por eso, a pesar de ser yo el forastero, me sentía como su
superior aquí.
“Esta vez me toca a mí guiarte, pero tampoco soy un gran
conocedor de este lugar”.
“De acuerdo”.
En una actitud encantada, Aisa me cogió de la mano y los tres
desaparecimos en el interior del ajetreado mercado.
Productos agrícolas, mariscos, carne, productos lácteos, especias,
condimentos, platos al vapor, aperitivos, alcohol, artículos de lujo...
Observé las alegres reacciones de Aisa y me di cuenta de que la alegría
de recorrer un mercado lleno de ingredientes no cambia, vayamos a
donde vayamos.
Cuando llegamos a una pescadería llena de la pesca del día, Aisa
se acercó al mostrador y miró las caras de los peces con una mirada
intrigada. Era la primera vez que visitaba una.
Un pulpo, uno de sus platos favoritos, atrajo su atención mientras
intentaba tocar con vacilación sus tentáculos y su cabeza bulbosa.
Hubiera esperado a que lo tocara, pero ante la dudosa mirada del
vendedor, pensé que era mejor llevarla a otro sitio.
“¿Qué has venido a comprar, Kay?”.
“He venido a comprar un montón de ingredientes para tener la
cocina abastecida”.
“¿Siempre vienes tú solo a reponer las reservas?”.
“No siempre”.
La cocina real está contratada con varios proveedores que
suministran directamente los ingredientes necesarios. Hay algunos casos
en los que un chef tiene que establecer un nuevo contrato, pero ese no es
el trabajo de un chef normal como yo.
“He venido a encontrar algo que sólo yo puedo comprar hoy”.
“¿Algo que sólo tú puedes comprar...? Ah, ¿Te refieres a las
especias de curry?”.
“Bueno, me acabas de recordar eso también... pero hoy...”.
Me detuve frente a una tienda de legumbres. Los barriles
colocados fuera de la tienda estaban llenos de coloridos tipos de frijoles.
Esta tienda tiene todos los tipos de frijoles que pueda desear. Desde
frijoles secos, recogidos en las granjas más cercanas, hasta frijoles
previamente remojados y sazonados.
Hagan me dijo que la cocina real ha contratado con ellos y que son
la mejor tienda de legumbres de la capital. En efecto, la tienda estaba
cargada de varios tipos de productos que nunca había visto en el
palacio.
Dejé a Aisa contemplando el interior de la tienda y fui a
comprobar las diferentes bolsas de judías. Me detuve junto a una bolsa
en particular y llamé al vendedor.
“¿Puedo comprobar el interior de esta bolsa?”.
“¿Los frijoles de la vid del este? Claro que sí”.
Esperé a que el vendedor llenara una pequeña bolsa con frijoles de
viña oriental y comprobé su calidad. Los frijoles eran pequeños y
redondos, con la sutil textura de la corteza de un árbol. También
comprobé su olor, pero me abstuve de morder uno.
“Es similar... Tengo suerte”.
“¿Similar a qué? Dímelo ya”.
Una sonrisa amarga llegó a mi rostro al ver que a Aisa se le
acababa la paciencia.
“Son similares a la soja, un tipo de grano en mi mundo. He venido
a buscarla”.
“La soja...”.
Para cumplir la orden que recibí del Rey Shayde, que era
compartir la cultura alimentaria de la Tierra con este mundo, encontrar
soja era un paso importante que había que dar.
Compré toda la bolsa por 70 akaches. 100 akaches dan para una
tupa, y 1.000 tupas es el coste medio de la vida durante un año en la
capital. 70 akaches parecían ser un precio bajo por 15 kilos, pero al
recibir una reprimenda a fondo cuando informé del precio a Hagan,
parece que no.
“¿Qué vas a cocinar con esos frijoles?”.
“Puedo usarlos para hacer platos de frijoles, pero me interesa más
usarlos para hacer condimentos. Ya lo descubrirás más adelante, sólo
tienes que esperar”.
Tras conseguir lo que habíamos venido a buscar, pasamos el resto
del tiempo paseando. Aisa se divirtió mirando las distintas tiendas por
las que pasamos. Cada vez que pasábamos por una tienda de especias,
lo primero que decía era si había algo que pudiéramos utilizar para el
curry. Y cada vez que pasábamos por una tienda de hojas de té
importadas, se planteaba comprar algunas para regalárselas a Isela.
Después de cargar con la pesada bolsa de frijoles durante un buen
rato, decidimos hacer un pequeño descanso; nos detuvimos en el cruce
del centro del mercado, que, para nuestro beneficio, resultó estar
convertido en un pequeño parque. El parque estaba repleto de puestos y
comerciantes de bocadillos para los asistentes al parque. Nos sentamos
en una mesa redonda de una tienda de postres y realizamos pedidos.
“No debo hacer un pedido. Sin embargo, tengo los honorarios de
Lady Aisa”.
“Está bien. No es necesario que el jefe de los sirvientes lo sepa”.
Convencí a Atema, que sutilmente sugirió pagar por Aisa, y pagué
14 akache por los tres. Pedimos un postre hecho con melones de Shilda.
Eran más bien fideos marrones teñidos con una salsa fuerte extraída de
los melones hervidos. Me recordó a una pasta de postre que solía comer
en la Tierra.
“Allí sólo hay melones de Shilda. Saben mucho mejor así,
¿Verdad?”, dijo la amable señora que regentaba el puesto mientras
colocaba los platos en la mesa con una sonrisa cariñosa.
Estuve a punto de indicarle que no debería encurtir la piel del
melón, pero eso sería bastante grosero.
La textura del melón, fuerte pero dulce, combinada con un sabor
ligeramente salado, creaba un sabor armonioso. Las semillas remojadas
y picadas esparcidas por encima dejaban un acento amargo, pero genial.
“¡Delicioso! ¿Has probado alguna vez algo así, Aty?”.
“Yo también es la primera vez que lo pruebo”.
“A mi marido se le ocurrió esta receta hace poco. Ven a probarla
de nuevo si te ha gustado”, se rió la señora con un alarde.
Sentí que había tomado la decisión correcta al venir aquí cuando vi
las caras de satisfacción de Aisa y Atema. De vuelta, Aisa fue a un baño
y nos dejó a las dos esperando.
“Gracias por lo de hoy”.
“¿Qué quieres decir?”.
Expresé mi agradecimiento a Atema, que me miró con cara de
perplejidad.
“Todo lo que hice fue seguirte a ti y a Lady Aisa... Incluso me
invitaron al postre. No he hecho nada que merezca ser agradecido”.
“No creo que Aisa hubiera podido disfrutar así si no hubieras
venido con ella. Es un agradecimiento por eso”.
Lo mejor de hoy ha sido poder ver a Aisa feliz como solía ser en
Asilia.
“Quiero decir, ya sabes... después de lo que hice...”.
La sirvienta que se negó a dejarme entrar en la habitación de Aisa
aquella noche fue Atema. No me culpó como Isela, pero su actitud
estoica hizo que su mirada pareciera terriblemente fría.
“Mi primera prioridad es la felicidad de Lady Aisa... y además...”.
Se quedó callada un momento y luego continuó con una
declaración sorprendente:
“En cierto modo entiendo cómo se sintió aquella noche, maestro
Clear”.
“¿Lo entiendes?”.
“Sí”.
El sentimiento de negación hacia la muerte de Aisa como Sakla-
Era la primera vez desde que vine a este mundo que alguien decía
abiertamente lo que sentía.
“Nací en un país vecino y no vine a la capital hasta los ocho años
debido a las circunstancias laborales de mi padre. Gracias a sus
contactos, se me permitió trabajar en la corte real como sirvienta.
Afortunadamente, nunca he tenido que asistir a un ganzara ya que todos
mis conocidos siguen vivos”.
La realidad de que Atema es extranjera en este país era un punto
ciego para mí. Ahora que lo pienso, no sería raro que un extranjero se
horrorizara por el ganzara. El problema es que...
“La señora Aisa me exigió que la consumiera cuando madurara...
así que, cuando llegue ese día, lo haré seguramente...”.
Lo que dijo Atema no fue especialmente tranquilizador en lo que
respecta a estar en contra de la costumbre de los Sakla, sino que me hizo
dudar de su voluntad de estar de acuerdo con lo que ambos
desaprobamos.
“Ver a Lady Aisa disfrutar así me hizo muy feliz también”.
“Eso es bueno”.
Como de costumbre, su rostro era inexpresivo, pero su voz exhibía
sus emociones eufóricas. Me sentí ligeramente aliviado por haber
coincidido con ella en este punto, al menos.
“Los dos se parecen al padre de la patria y a su amada del cuento
popular”.
“Yo... no puedo estar de acuerdo contigo en eso...”.
De nuevo, Atema dijo algo con lo que no podía estar de acuerdo,
pero me hizo dar vueltas por una razón diferente esta vez. Aunque
nuestra diferencia de edad es demasiado grande para considerar que
tenemos una relación real, puede que Aisa no quiera que la trate como a
una niña.
Aisa volvió e interrumpió mi hilo de pensamiento. Nuestro paseo
por el mercado continuó.
“¿Estás bien, Kay? Me estás mirando mucho”.
“Ah, bueno... Lo siento”.
Mi anterior conversación con Atema me hizo sentir un poco
incómodo por mi posición. Me pregunto cómo se enamoró el viajero del
cuento de la hija del primer rey. ¿La hizo feliz cuando ambos regresaron
a su mundo?
Tal vez, si fuera capaz de llevarme a Aisa de vuelta a la Tierra...
¿En qué demonios estoy pensando?
Una idea estúpida pasó por mi mente durante un segundo y luego
desapareció.
Me pregunto si alguna vez llegaré a aceptar los deseos de Aisa
como lo hizo Atema. Si no soy capaz de hacerlo para cuando ella
madure, ¿Qué le digo?
Varios pensamientos ocuparon mi mente, dejándome despistado
en el camino de vuelta y a Aisa enloquecida durante el resto de la noche.

De vuelta a mi cocina personal, dos días después.


“... ¿Son estos los granos de esa vid que compraste en el mercado
ese día?”.
“Sí”.
Le respondí a Aisa mientras ajustaba el fuego del horno.
Había varias bandejas esparcidas por el suelo, llenas de frijoles
previamente remojados. Ayer los lavé a conciencia y los dejé en remojo.
Aisa cogió un frijol de la bandeja más cercana y lo miró fijamente.
“Parece que se han hinchado; incluso son flexibles ahora”.
“Eso es porque han estado absorbiendo agua desde anoche...
intenta partirlo por la mitad y ver si está hueco por dentro”.
“Bueno”.
Siguiendo mis instrucciones, Aisa partió el frijol y lo colocó para
verlo más de cerca.
“¿Cómo se ve?”.
“Está bien apretado por dentro, creo”.
“Bien. Es hora de empezar, entonces. El fuego también está bien
ajustado”.
Al comprobar que las bandejas, el caldero y el vaporizador estaban
preparados, Aisa preguntó:
“¿Ahora haremos miso con los frijoles?”.
“Así es”.
Esto no sólo puede incluirse en las comidas de Aisa, sino que
sienta las bases para compartir la cultura alimentaria de la Tierra con
este país.
Mi plan era lavarlos completamente, dejarlos en remojo durante
un día y luego hervirlos, más bien al vapor.
Ayer me llevé a tres cocineros y fui a la misma tienda a comprar
unas cuantas docenas de kilos más. Tuve que pedirles ayuda, ya que es
imposible que yo pueda cargar con eso solo. También aproveché para
enseñarles cómo hago el miso.
Les pedí que aprendieran por turnos la cantidad de agua que
debían utilizar y cómo controlar la temperatura revolviendo los frijoles
de vez en cuando.
“Aisa, ¿No está caliente para ti?”, le pregunté a Aisa, que estaba
revolviendo el caldero con una espátula de madera.
“Voy a preparar miso japonés con los frijoles que hemos comprado”.
Nada más decir eso, Aisa se levantó de un salto y trató de que la
dejara ayudar. Sabía que ella querría hacerlo.
El proceso de hoy no era difícil. Estaba familiarizado con la cocina
de Aisa en Asilia, así que no me importó confiárselo temporalmente.
Aunque, estar cerca de un horno que emite un intenso vapor y calor no
es fácil, ni siquiera para los cocineros entrenados. El cuello y los brazos
de Aisa empezaban a ponerse rojos y a sudar por el calor.
“Puedo hacerlo por ti... No tienes que forzarte”.
“Tiene razón, Lady Aisa”.
Los otros tres cocineros siguieron mi ejemplo. Uno intervino y
sugirió cambiar, sólo para ser rechazado y obligado a volver a su lugar.
“Estoy bien. He pasado la mayor parte del tiempo aquí atendida
por otros; al menos debería ayudar con esto”.
No se puede negar que Aisa era muy trabajadora desde que
estábamos en Asilia. Al sentirme impresionado por la amplia sonrisa
que ella revelaba, me di cuenta de la misma verdad por segunda vez.
Aisa no parece tener la menor objeción a su estilo de vida como una
Sakla.
“De acuerdo. Dime si te cansas”.
“Está bien“.
“No olvides limpiarte el sudor para que no caiga en el caldero”.
Le puse una toalla limpia alrededor del cuello y me fui, dejándola
al cuidado de los otros cocineros.
Mi siguiente destino fue el baño. No el baño reservado para los
chefs reales, sino un baño individual sin usar que me habían dado para
un propósito razonable que obviamente no era bañarse.
Al abrir la puerta de cristal, una dulce fragancia parecida a la del
alcohol se filtró con el vapor. El suelo estaba lleno de cajas, en cuyo
interior florecían flores blancas. Era moho, o koji, para ser más concretos.
El koji es un ingrediente elaborado a partir de granos cubiertos de
plantas de levadura. Es un elemento indispensable para hacer miso,
salsa de soja y vinagre, así como para elaborar alcohol. Pasé una
cantidad considerable de tiempo preparando koji desde el día en el que
comencé mi formación en el palacio.
Lo primero que hice fue preguntar a cualquier comerciante,
cocinero o científico sobre su existencia en este mundo. A diferencia de
la Tierra, donde la cultura del koji tiene amplias raíces en Japón,
Tailandia, Vietnam y toda Asia oriental, era innegable que no existía en
este país. Sin embargo, sí existían productos fermentados como el yogur
y el queso, así que tenía mis dudas. También deberían tener koji.
Me costó explicar la palabra koji en el idioma del país, pero pensé
que merecía la pena cuando recibí una buena noticia un mes después.
Descubrimos que un país insular del sureste utilizaba un ingrediente
similar llamado “Karukk” en la elaboración de alcohol. Tiene una forma
blanca y difusa y crece en el arroz.
Hice que un comerciante me lo entregara, junto con las semillas
utilizadas para cultivarlo.
El koji de este mundo parece venir en muchos tipos, y del mismo
modo da distintos sabores a su cerveza, dependiendo del grano
utilizado. Pedí todos los tipos que pude.
En la Tierra, el koji crece en ambientes cálidos y húmedos. Por eso
pensé que criarlo en la capital, donde hace calor y está cerca del mar,
podría funcionar. Cociné al vapor arroz, trigo, judías y otros granos; los
dejé en un lugar húmedo con una temperatura alta durante un tiempo, y
esperé hasta que, finalmente, empezaron a crecer flores blancas del
arroz.
A continuación, los trasladé a este cuarto de baño equipado con un
calefactor de suelo y seguí observando su evolución a lo largo de los días
siguientes. Ni que decir tiene que mi control de la temperatura, la
humedad y la cantidad de bacterias era tan confuso como siempre en
comparación con cuando solía confiarlo todo a la tecnología allá en la
Tierra.
Mis días de observación del koji en crecimiento continuaron junto
con mi creciente gratitud a la ciencia hasta que, finalmente, pude recoger
una cantidad suficiente de Karukk.
Al volver a la cocina cuando el sol empezaba a ponerse, confirmé
la calidad de los frijoles cocinados por Aisa y los cocineros antes de
hacer nada más. Alrededor de ese momento, un miembro inesperado se
unió a nosotros.
“¿Pasa algo, princesa?”.
“¿Qué, soy una molestia?”.
“No, en absoluto...”.
Me confundí al verla allí de pie cuando volví del baño. Estaba
seguro de que no volvería a acercarse a mí, y mucho menos a ayudarme.
“La invité a ayudar”.
Aisa explicó la situación mientras Isela miraba en mi dirección con
cara de amargura y asentía.
“No pudo venir antes porque estaba ocupada con el trabajo”.
“Terminé con prisa para venir a jugar contigo, Aisa”.
Aisa sujetó con fuerza los brazos de Isela mientras ésta se ponía
roja. Sonreí sin querer al verla poner esa cara a Aisa.
“¿Estás sonriendo?”.
“Ah, lo siento”.
Pasé los frijoles del agua a sus bandejas y los aplasté hasta
convertirlos en pequeñas bolitas antes de mezclarlos con una cantidad
adecuada de sal y koji. Mezclar los ingredientes es siempre una parte
divertida del proceso de cocción. Junto a una emocionada Aisa estaba la
princesa, que parecía nerviosa por la sensación de desconocimiento de
los frijoles y el koji mezclados, pero que se perdió en poco tiempo.
Después de mezclarlos hasta un nivel decente, enrollamos la
mezcla en bolas de masa del tamaño de una mano y las colocamos en un
cubo de madera con un peso de piedra. Ahora sólo queda esperar a que
el koji convierta los almidones de los frijoles en azúcar y, con suerte, a
que se produzca su fermentación, lo que dará como resultado un miso
bien aromatizado y nutrido al final.
Concluimos la tarea llevando todo al almacén. Ya era tarde para
cuando terminamos.
Para celebrarlo un poco, les obsequié a todos el alcohol dulce y el
sashimi encurtido con koji que preparé de antemano. Ambos fueron bien
recibidos, lo que me hacía feliz por haber avanzado un poco en mi
misión de compartir la cultura alimentaria de la Tierra.
No tengo ni idea de cómo saldrá el miso dentro de medio año.
“¿¡Medio año!?”.
“Sí”.
Aisa, que acababa de enterarse, abrió mucho los ojos. Suponía que
sería cuestión de pocos días.
“¿Por qué tarda tanto?”.
“Necesita tres meses para adquirir su sabor, y luego otros tres
meses para que el sabor se desarrolle por completo”.
“Tres meses...”.
Me di cuenta de que el periodo de medio año se reducía a tres
meses en su agenda, pero aun así parecía decepcionada.
“Sólo tenemos que ser pacientes y esperar por ello como
esperaríamos a que abriera una flor... Quiero decir, hay una posibilidad
innegable de que falle en primer lugar así que...”.
“Es muy difícil de hacer, eh...”.
Con una mirada abatida, pronunció con voz pesada.
Afortunadamente, no tardó en animarse.
“Pero... ¡Prométeme hacer el mejor miso del mundo en los
próximos dos años!”.
“¿Los próximos dos años...?”.
Contemplando sus palabras, comprendí inmediatamente lo que
quería decir. Quiere que el miso “madure” antes de hacerlo como una
Sakla.
“Estoy segura de que harás el mejor curry y miso, Kay. Siempre lo
esperaré con ansias”.
Evidentemente, ella estaba hablando del momento en que se la
comerán. No pude encontrar las palabras para responder a su inocente y
alegre sonrisa.
La misma pregunta que me hice muchas veces volvió a pasar por
mi cabeza. ¿Seré capaz de cocinar a Aisa cuando llegue el momento?
¿Seré capaz de comérmela?
En cualquier caso, tendré que enfrentarme al reto de comer carne
humana tarde o temprano, independientemente de cuándo ella madure.
Ese momento espero por mí dentro de un mes y unos días.

“Rechazo el puesto de preparador de Sakla por el momento. Sin


embargo, con su permiso, me gustaría ser responsable de sus comidas a
partir de ahora”.
A la mañana siguiente, después de la celebración, hice mi petición
al rey y a Hagan. Era una petición bastante egoísta, pero ambos
aceptaron de buena gana.
“Según tus deseos, haré que Hagan te sustituya como preparador
oficial de Sakla, mientras que tú seguirá siendo su chef personal”.
El rey tomó con calma la decisión de cambiar mi deber, lo que me
hizo dudar de su decisión en lugar de sentirme feliz por ella. Su decisión
fue demasiado tolerante, teniendo en cuenta la confusión que causé
anoche.
“A cambio, haré que compartas con nosotros los conocimientos de
tu cultura alimentaria. Nuestra Sakla te ha elegido. Sería impropio no
escuchar debidamente sus deseos al respecto”.
El rey explicó como para responder a mis dudas mientras Hagan,
que estaba detrás de él, esperaba la oportunidad y añadía:
“No tengo ninguna objeción, siempre y cuando su majestad te
haya perdonado. Sin embargo, tu despido como preparador de Sakla
puede ser sólo temporal. Por lo tanto, haré que trabajes conmigo”.

Mediados del segundo mes, año 486 del calendario de la


monarquía. La cálida capital empezaba a enfriarse, dándole la
bienvenida al invierno que se acercaba rápidamente.
Una mañana, Aisa y yo tomamos juntos nuestro desayuno
habitual, y luego salí de la corte real con Hagan en un carruaje, como se
me había ordenado. Cruzamos la calle principal que se encuentra detrás
de la puerta norte.
El interior del carruaje estaba en absoluto silencio. Ambos
llevábamos un uniforme diferente y estábamos sentados en silencio; mi
corazón, sin embargo, estaba a punto de salirse de mi pecho.
En mis últimos diez años como chef, la presión no me era ajena.
He pasado por varias situaciones tensas en el pasado, como una
vez que me encargaron hacer un plato principal por primera vez. Otra
vez fue cuando tuvimos clientes VIP en el restaurante, o incluso hace
poco cuando le presenté mi cocina al rey en un banquete.
Mi situación actual, sin embargo, distaba mucho de las otras. Era la
primera vez que me sentía abrumado por la presión... o por el miedo,
más bien.
Hoy iba a cocinar carne humana por primera vez en mi vida. La
habilidad más importante que debe tener un preparador de Sakla es la
maestría en la preparación de humanos, obviamente no es mi punto más
fuerte.
La condición de Hagan para que continuara como cocinero de Aisa
era asistir a los funerales con él y adquirir experiencia cocinando a los
difuntos.
Nuestro destino era una cocina especializada en ganzaras, en
donde las familias enviaban a los cadáveres de sus muertos para que los
prepararan como ingrediente principal.
Trabajar en un lugar así era impensable para mí cuando me enteré
de su existencia. Lamentablemente, no tuve más remedio que aceptar la
condición de Hagan y seguir sus instrucciones. De todos modos, esto se
veía venir tarde o temprano, ya que tendría que pasar por ello cuando
fuera preparador de Sakla. En cambio, tuve la impresión de que el rey
era demasiado blando cuando me dejó libre con sólo dos condiciones.
Nos recibió un matrimonio de mediana edad. El marido, que se
dio cuenta de nuestra llegada, estaba visiblemente sorprendido.
“¿Vienes del palacio real...?”.
“Así es. Mi nombre es Hagan, y este es mi subordinado, Clear. Por
favor, permítanos preparar a su hija”.
Al escuchar la respuesta de Hagan, la pareja se agarró a nuestras
manos con los ojos llorosos. Hagan agarró su mano arrugada como
respuesta a sus sentimientos.
“Muchas gracias... Por favor, cuida de nuestra hija”.
“Haz que se convierta en los mejores manjares, te lo ruego”.
Asintiendo a sus peticiones, entramos en la cocina.
“Es una chica...”.
“Tenía 16 años cuando se desmayó durante un accidente hace dos
días”.
Contuve la respiración. La Sakla madura al llegar a los 16 años.
Normalmente, los funerales del palacio los dirigen los cocineros reales,
mientras que los de afuera los dirigen los cocineros locales, en los que
bastantes se especializan en la preparación de humanos.
Hagan buscó específicamente un funeral fuera del palacio para que
pudiera ganar experiencia. Eligió deliberadamente a una joven que
pudiera relacionarse con Aisa.
“El cadáver ha sido colocado dentro de una nevera durante un día.
La carne ya debe estar madura”.
No pude evitar percibir algún tipo de implicación en sus palabras,
al tratar a la chica fallecida como un ingrediente alimenticio. Sentí como
si me dijera que Aisa acabaría igual.
La cocina no era tan espaciosa como la del palacio, pero era
adecuadamente amplia. Lo primero que entró en mi visión al abrir la
puerta fue algo colocado sobre una mesa, cubierto con un pañuelo
blanco.
Hagan agarró el pañuelo, revelando lo que había en su interior; los
miembros y partes desmembradas de la chica. Los huesos fueron
extraídos de la carne que ya estaba separada por secciones, mientras que
las entrañas estaban bien lavadas y procesadas, listas para su uso.
Había visto animales descuartizados muchas veces; no era ajeno
cuando se trata de peces, aves y otros tipos más pequeños. La criatura
disecada frente a mí, sin embargo, era claramente de un nuevo tipo. Es
decir, era un ser humano que estaba vivo hace sólo dos días. Al ver la
profundidad de esta cultura caníbal expuesta ante mí, estuve a punto de
vomitar.
Me pregunto qué habría hecho si hubiera visto a la chica cuando
aún estaba viva. Sólo puedo suponer que habría desaparecido hace
tiempo.
“Es realmente una pena que la chica haya fallecido por un
accidente. Sin embargo, esto es algo bueno cuando se trata de funerales.
En caso de enfermedad o envenenamiento, habríamos tenido que retirar
muchas partes contaminadas. En este sentido, el hecho de que haya
conservado su forma bonita y limpia tras la muerte es una ventaja”.
A diferencia de mí, que fruncía el ceño y resistía las ganas de
vomitar, Hagan contemplaba el cuerpo de la chica con ojos serenos.
“Nunca debes mostrar desprecio por la vida, Clear”.
“¿Desprecio?”.
No puedes hablar en serio. ¿Cómo puede ser que desmembrar así
el cuerpo de una persona no sea un desprecio a su vida? ¿Cómo se
considera sagrado cocinar todas y cada una de las partes del cuerpo,
sazonarlas todas y servirlas en los platos como alimento que al final será
excretado como residuo?
“Bien, entonces, comencemos”.
Al fin y al cabo, así es como es este país.
“Exalten a los difuntos. Alaben los jóvenes brotes de vida y
abracen el ciclo de la vida y la muerte”.
Un pasaje de un cántico de alimentación recitado por Hagan
resonó en la cocina, interrumpiendo mi hilo de pensamiento.
Hagan, el jefe del departamento de cocina de la corte real había
asistido a varios funerales desde la época del anterior rey. Exhibió sus
habilidades culinarias profesionales y cocinó al anterior Sakla, Yuan.
También se le asignó la tarea de cocinar a Aisa antes de que yo llegara.
Con toda esa experiencia, mostró muchas de sus técnicas mientras
yo trabajaba a sus órdenes. Utilizando tres cuchillos diferentes, separó
fácilmente la carne del hueso, la ablandó y cambió su forma.
Leí una guía sobre la preparación humana y me enseñaron los
platos que íbamos a hacer de antemano, pero cuando llegó el momento
de actuar, nada salió bien.
Sin embargo, no me sorprendió. Después de todo, era la primera
vez que trataba con carne humana. No pude controlar mi desconcierto
ante la peculiar elasticidad y pegajosidad de la carne.
Bueno, puede que usara mi falta de familiaridad con la carne como
excusa. Lo que más me preocupaba era que estaba preparando un
humano para su consumo. El olor, la sensación de la carne, todo me
impedía trabajar como se suponía que podía hacerlo.
“¿Por qué estás holgazaneando? Mueve las manos”.
“... Pero-”.
“Has aceptado mi condición. Lo hiciste por tu propia voluntad
para estar al lado de Lady Aisa. Asume la responsabilidad”.
“Eso es...”.
Tenía razón, yo era el culpable por dudar ahora. Esta chica falleció
por un accidente. Es diferente a una Sakla que había sido asesinada. Lo
que estaba haciendo no era más que una parte de la costumbre del
funeral. No había nada por lo que sentirse culpable. Más bien, debería
sentirme contento por poder ayudar a su familia.
Intenté convencerme pero fracasé, perdiendo el miedo inherente a
tocar la carne cruda de otro ser humano.
No pude reprimir mi reticencia a pesar de saber bien que no estaba
haciendo nada malo en los valores de este mundo.
Simplemente no podía continuar. Bajo mis valores, mi mente no
permitía este acto que parecía maltratar la vida de esta pobre chica.
“Clear”.
Oí la voz de mi instructor, esta vez más amable.
“Dijiste que entierran a sus difuntos en tú mundo. Aquí hay
muchos países que hacen lo mismo... Mi tierra natal incluida”.
“... ¿La tuya también?”.
“Sí... La sirvienta personal de Aisa también es extranjera, si no me
equivoco. La monarquía está abierta a todo el mundo. También hay
muchos extranjeros trabajando en el palacio”.
Esto significa que también Hagan tuvo su periodo de choque
cultural cuando llegó a este país. Escuché en silencio su discurso
mientras seguía frotando la carne aplastada en la especia.
“Todos, mis padres y hermanos han sido enterrados. Ahora que
soy viejo, prefiero desaparecer en lugar de pudrirme bajo la tierra, solo,
después de mi muerte. Todavía recuerdo muy bien la desolada muerte
de la madre de la princesa Isela. Falleció de una enfermedad que nos
impidió celebrar un ganzara para ella. Fue un momento muy doloroso”.
Sus palabras relatando la muerte de la reina sonaban melancólicas
y, al mismo tiempo, algo entusiastas. Recordé a una chica en particular
que dijo algo similar el otro día.
“Nuestro trabajo es importante, Clear. Conectamos el espíritu de
esta pobre chica con su familia a través de la comida...y creo que es un
deber muy noble”.
Sus palabras fueron como un fuego silencioso.
“Espíritu...”.
¿Existe el espíritu o la vida después de la muerte? Yo no era
especialmente materialista, pero tampoco creía en esas cosas.
Miré la carne que había sobre la mesa. Era la espinilla, compuesta
en su mayor parte por músculo magro, probablemente porque la chica
era delgada. Hace sólo dos días que utilizaba esta pierna para soportar
su peso y caminar, pensé.
Sus familiares, según Hagan, estaban esperando a que esta parte se
cocinara para poder comerla. Para que ellos, los vivos, puedan comer
una parte de un humano que alguna vez estuvo vivo, como ellos.
“Entiendo que tu mundo era diferente, pero... ¿No puedes ayudar
a apoyar la cultura de este país también?”.
Su discurso terminó ahí. Sólo el sonido de su cuchillo reverberó en
la cocina.
Seguí contemplando la carne de las espinillas. Me di cuenta de que
el ganzara es una costumbre noble de este país y que tenía que hacer lo
que había que hacer. Pero aun así, no había ninguna razón justificada
para hacerlo.
Al pasar el dedo por la carne, me sentí absorbido por la elasticidad
de los músculos, los débiles restos de vida de la chica. No sabía nada de
ella. Sólo sabía que una vez estuvo viva, nada más.
A diferencia de mi vida, que casualmente fue rescatada por Aisa,
esta chica no tuvo la suerte de sobrevivir. La dejaron para que se
pudriera en la tierra o se convirtiera en una parte temporal de sus
familiares. El ganzara tomó esa decisión por ella.
Para terminar, expresé mi gratitud a la carne y empuñé mi
cuchillo. Era la primera vez que ofrecía realmente gratitud a un
ingrediente recitando la palabra “Itadakimasu”.

La hoguera iluminaba débilmente el oscuro lugar de las


ceremonias, cerca de la cocina del ganzara.
El matrimonio y muchos de sus parientes se reunieron para el
banquete de la niña. La mesa se llenó de una variedad de platos de carne
y entrañas hechos por nuestras manos.
Carne rellena y frita cocinada en un guiso hasta que se desprendía
del hueso, servida junto con una envoltura de filete de carne en
escabeche asada al fuego. La chica había sido descuartizada en diversos
platos presentados a los asistentes a la ceremonia.
Hagan y yo nos quedamos en un rincón del sitio, contemplando
aquella escena tras dejar el resto del trabajo a los camareros.
“¿Cómo se ve, Clear...?”.
No respondí a la pregunta de Hagan, sólo seguí mirando a la gente
que disfrutaba de la carne de la chica.
Algunos se atiborraban con lágrimas en los ojos. Otros saboreaban
literalmente cada bocado del plato con los ojos cerrados. También había
un anciano que sorbía de un cuenco de fideos con cara alegre, pero con
los ojos inyectados en sangre.
“Deliciosa. Eres tan deliciosa, Yugl”.
“Gracias, Yugl”.
Todos los comensales pronunciaron ese nombre mientras
disfrutaban de la comida. Al parecer, la chica se llamaba Yugl.
“Mm... Yugl... sabes muy bien... sabes de lo mejor... Yugl...”.
Un chico, que parecía tener la misma edad que la chica fallecida,
lloró más que nadie en el funeral. Sólo podía imaginar su relación
pasada con ella.
“Hola, tío”.
“¿Hm?”.
Al darme cuenta de que la palabra “tío” se refería a mí, bajé la
vista y me encontré con los ojos de una niña.
“¿Me has llamado?”.
“Sí”.
La niña asintió con una sonrisa alegre e inocente... Ya veo que
ahora soy su tío.
“¿Fuiste tú quien cocinó a mi hermana, tío?”.
“Sí, así es. ¿Pasa algo?”.
La chica que parecía ser la hermana pequeña de Yugl me entregó
algo en lugar de responderme. Era una gran brocheta de carne a la
parrilla. La carne asada de Yugl, evidentemente.
“Yo...”.
“La asé. Kayk la asó”.
La niña, Kayk, declaró mientras señalaba la hoguera. No me
sorprendió, ya que era la que sazonaba la carne cruda para dársela a los
asistentes que la asarían ellos mismos. Lo que me sorprendió fue el
significado de su gesto.
“¿Por qué me das eso...?”.
“No es raro que el chef de un ganzara también cene con la familia,
pero no es obligatorio”.
Me giré y vi a Hagan comiendo también un pincho. No parecía
reacio en absoluto.
“Es un honor para el chef aceptarlo, debo decir”.
“Ya veo”.
Volví a mirar a Kayk, que seguía sosteniendo el segundo pincho.
“Cómetelo”.
Se esforzó por ponerse de puntillas y empujar el pincho hacia mi
cara. Creía sinceramente que me lo comería y que así conectaría con el
espíritu de su hermana mayor.
“¿Ya has comido?”.
“No, um...”.
No sabía cómo responderle mientras me miraba con la cabeza
ladeada.
Al igual que la vez que descubrí el destino de Aisa, y la vez que vi
carne humana en la cocina, este mundo sigue empujando sus formas
retorcidas sobre mí. Conseguí superar mi ansiedad y cociné la carne,
aunque eso no significa que no me importe comerla.
“¿No quieres?”.
“Eso es...”.
Las cejas de Kayk se colgaron en respuesta a mi actitud vacilante.
En su opinión, negarse a comer a su hermana equivalía a negar y faltar
al respeto a la preciosa vida que vivía.
Como no era necesariamente un deber, Hagan no interrumpió.
Sólo nos observó a los dos, esperando mi decisión.
“¿No puedes ayudar a apoyar la cultura de este país también?”.
La pregunta anterior pasó por mi cabeza.
“Yugl es deliciosa, sabes”.
Deliciosa. Empecé a ver esta palabra como un tabú. Era una
palabra que traspasaba la moral en este contexto de canibalismo;
especialmente para mí, después de haber pasado apenas por la
experiencia de cocinar a la chica.
El chico que gritaba antes entró en mi visión periférica. Unos
momentos después...
“¡Sí!”.
Kayk reveló una deliciosa sonrisa. Mordí la carne y me metí el
primer trozo de la parte superior en la mejilla.
Esto es carne humana. El sabor y la fragancia se extienden dentro
de mi boca. La sal, los condimentos, el acento añadido por el carbón, y lo
más importante, el sabor de la propia carne.
“Ves, te lo dije. Es deliciosa”.
No recuerdo cómo respondí al inocente e inofensivo comentario de
Kayk.

“Siento no haberte hecho el almuerzo y la cena hoy”.


“Está bien. Era un trabajo importante, después de todo”.
De vuelta al palacio, visité la habitación de Aisa para servirle un
poco de té. Era la misma marca que probé cuando conocí al rey. Su
habitación estaba decorada con un retrato facial, muñecos y una
estantería con utensilios y hojas de té.
“Hola, Kay”.
“¿Hm?”.
Aisa me llamó por mi nombre mientras se sentaba, abrazando su
cojín.
“Trabajaste en una funeraria, ¿No es así?”.
La mano con la que servía el té tembló por un instante. Sólo le dije
que iba a trabajar, pero sabía que se enteraría de alguna manera. Sin
embargo, no pude ocultar mi vacilación una vez que escuché esa
pregunta.
“...Sí... acompañé a Hagan”.
No es necesario mentir. Lo afirmé con sinceridad mientras servía el
té en la taza.
Coloqué el recipiente y le entregué la taza de té, que ella tomó con
los ojos desencajados.
“Era el funeral de una chica que falleció en un accidente en el
séptimo bloque...”.
Urgido por su mirada tranquila y lúcida, continué hablando de mi
primera experiencia cocinando un cuerpo humano. El sentimiento de
culpa que atormentaba mi corazón se retiró un poco mientras lo contaba.
Aisa escuchó hasta el final sin dar un solo sorbo a su taza de té.
Finalmente bebió un bocado cuando juzgó que había terminado mi
discurso.
“Creo que has hecho un trabajo espléndido. Estoy de acuerdo con
Hagan, has realizado un servicio muy noble”.
“... Gracias”.
Aisa me elogió. Mis sentimientos seguían siendo los mismos, pero
me alegré un poco y le di las gracias.
Pasaron unos minutos sin que los dos dijéramos nada, sólo
escuchando el sonido del reloj que resonaba en la habitación.
“Pero... Estoy un poco celosa. ¿Sabes?”. Dijo Aisa, dejando su taza
de té.
“¿Qué?”.
Mi mirada pasó de mi taza a Aisa cuando dijo algo fuera de lugar.
“¿Celos de quién?”.
“De la chica muerta”.
Me quedé sorprendido por un momento. Aisa continuó,
interrumpiendo mi oportunidad de ponerme al día con lo que había
dicho.
“Sé que has participado en el funeral por el bien de la chica y
también por mí. Pero aun así, estoy un poco celosa de verte cocinar y
comer a los demás antes de que llegue mi turno. Supongo que es raro,
¿No?”.
¿Raro? Me pregunto si alguien más en este mundo podría
responder a tal pregunta. Soy consciente de este hecho desde hace
mucho tiempo: Aisa desea ser devorada. Ella anhela morir.
“Al menos conviértete en un gran preparador de Sakla
participando en todos los funerales que puedas”.
“... ¿Por qué?”.
“Esa es una pregunta tonta, Kay. Tú eres el que me cocinará en el
futuro. Sería preocupante que no pudieras hacerme totalmente deliciosa.
He nacido para ser comida, después de todo”.
Todo esto lo dijo con el pecho hinchado y el cabello ceniciento
balanceándose. Tal y como yo pensaba, ni su voz ni su rostro mostraban
una señal de miedo o arrepentimiento.
“He nacido con el mejor y más delicioso cuerpo del mundo”.
“El más delicioso del mundo”.
“Sí, del mundo entero”.
“Un sabor divino. Un sabor que desciende de los cielos a tu boca”.
Recordé la explicación de Hagan sobre el sabor de un Sakla.
“Es casi una blasfemia comparar a una Sakla con la carne de un
simple humano”, dijo una vez.
El sabor de la sangre de Aisa cuando me revivió aún estaba
grabado en mis recuerdos. La palabra “delicioso” es malvada. Tan
malvada que me llevó a pensar en cometer los tabúes más atroces que
existen.
“Quiero comerla”.
En el momento en el que ese pensamiento cruzó mi mente, sentí
que algo brotaba de mi pecho.
“¡¡Bhue!! ¡Bha!”.
“¿Kay?”.
Al no poder resistir mis segundas ganas de vomitar hoy, vomité el
contenido de mi estómago por todo el suelo de Aisa. La comida no
digerida ensució violentamente la alfombra cuadriculada que teníamos
debajo. Vi los restos de la carne que había comido antes esparcidos por
ahí.
“¿Estás bien?”.
Aisa se arrodilló conmigo y me frotó la espalda. Levantando la
cabeza, me encontré con sus ojos preocupados.
“Ah... ¡Si!”.
Conseguí aguantar la tercera vez y puse las manos encima de la
alfombra manchada, respirando con dificultad.
“¿Debería... ¿Debería llamar a un médico?”.
“N-No, estoy bien... Siento haber ensuciado la alfombra. Saldré a
tomar aire fresco”.
Intentando no mirarla directamente, me levanté y salí de la
habitación.
“¿Vas a estar bien solo?”.
“Sí...”.
Respirar el aire fresco de la noche me hizo sentir mucho mejor.
Pude calmarme y olvidarme de la sensación de vómito. Pero no pude
olvidar el único pensamiento que cruzó mi mente antes; me dejó
perturbado y frustrado.
“¿Qué...? En qué demonios estaba pensando”, me pregunté
mientras miraba al cielo nocturno.
Definitivamente sabía la respuesta, pero no quería pensar en ella.
Ahora podía reconocer las constelaciones de este mundo. Un
mundo nuevo no es nuevo para siempre. Es natural adaptarse a un
nuevo entorno tomándose un tiempo para integrarse en él; respirar el
mismo aire y comer los mismos alimentos que sus ciudadanos.
El día en el que deje de ser un extranjero en este mundo también
llegará inevitablemente. La pregunta es qué llegará primero, eso o la
maduración de Aisa.
La respuesta a esta pregunta fue más aterradora que mis dudas
sobre el regreso a la Tierra.
Interludio: Dulce Anko – Un relato de la princesa pelirroja

He odiado a Clear Kay desde el día en el que Aisa lo mencionó por


primera vez en sus cartas.
Mi vida se ha vuelto completamente aburrida desde que Aisa se
fue a casa. El tiempo extra que hago durante los asuntos oficiales, que
solía pasar con ella, se convirtió en una monotonía cotidiana en la que
me quedaba mirando distraídamente un libro. Atema era la única que
hablaba conmigo a veces.
Leer las cartas de Aisa era uno de los pocos placeres que esperaba
durante estos días de aburrimiento mental.
Cuando le escribía, a menudo intentaba redactar las cosas de
forma que pareciera que estaba sola, con la esperanza de que captara la
indirecta y volviera.
Una vez, recibí otra carta de Aisa 20 días después de haberle
enviado la mía. Abrí el sobre con entusiasmo para leer su respuesta, y
me encontré con que la mitad de la carta era sobre un hombre del
desierto al que ella había salvado, llamado Clear Kay.
Por lo que decía, parecía que había empezado a vivir bajo el mismo
techo que ella, a pesar de no tener ninguna relación con su familia. Y
para empeorar las cosas, Aisa parecía albergar claramente una
impresión favorable de él.
“Salgo a pasear con Kay todos los días”.
“Kay está aprendiendo poco a poco nuestro idioma”.
“¡La cocina de Kay era tan buena!”.
Aisa rara vez hablaba de su familia. Era la primera vez que la veía
centrarse en una sola persona durante tanto tiempo.
Las noticias de Clear Kay llegaron a mi padre a través del servicio
de inteligencia, y causaron un gran revuelo al sospechar que era un
extranjero.
En ese momento, no podía importarme menos su origen. Sin
embargo, me molestó la inminente visita de él y de Aisa al palacio.
Mi primera impresión de él fue que parecía tan normal como
cualquier otro hombre, hasta que supe que era cocinero. De todos los
tipos de trabajo que hay, él trabajaba en el campo más molesto que
podía esperar. Después de la cena, Aisa dijo:
“Estoy pensando en que Kay sea mi preparador de Sakla”.
Me retorcía por este posible giro de los acontecimientos desde que
leí las cartas de Aisa, y ahora que llegaba a mis oídos, parecía que había
renunciado al fantasma.
“Ya tienes a Hagan, ¿No?” Intenté que lo reconsiderara, pero...
“Prefiero a Kay”.
Ella no lo hizo.
Por muy hábil que fuera, era imposible que fuera mejor que el jefe
de la cocina real. Desde entonces, mi mente repitiendo eso se ha
convertido en una de mis más aterradoras pesadillas.
Es imposible que un hombre que apareció de la nada sea
nombrado preparador de Sakla tan fácilmente. Era un extranjero. Sin
embargo, para mi sorpresa, tanto mi padre como Hagan, que se suponía
que sería reemplazado pronto, estuvieron de acuerdo con la decisión de
Aisa.
Mi padre lo nombró preparador con el pretexto de que quería que
compartiera los conocimientos de la cultura alimentaria de su mundo,
pero no era necesario llegar a ese extremo. Nunca pude entender por
qué todo el mundo estaba tan ansioso por darle la bienvenida.
Llegó la noche de la celebración del nombramiento de Clear Kay,
la peor noche anotada en mi calendario. Me sorprendió que su cocina
fuera realmente deliciosa; asimismo, comprendí cómo le robó el corazón
a Aisa, a través de su estómago.
Hablando de corazones, un incidente que esencialmente apuñaló
al mío ocurrió después.
Al enterarse de que Aisa se comería una vez madura, Clear Kay
calumnió furiosamente nuestra cultura hasta el punto de que incluso se
atrevió a criticar a Aisa delante de mi padre. Sinceramente, me alegré en
secreto de este resultado inesperado. No me cabía duda de que sería
degradado de su puesto de preparador de Sakla.
Lo que hizo no tenía perdón. Le hizo daño a Aisa, la misma que
siempre deseó que estuviera a su lado. Ella salió corriendo del vestíbulo
con un ataque de furia, y vino a mi habitación poco después.
“Soy una persona tan arrogante como para haberle gritado
simplemente porque no me aceptaba”, dijo con lágrimas en los ojos. Eso
no era cierto en absoluto.
Perdí los estribos al ver a Aisa tan abatida, y me dirigí
directamente a la residencia oficial para darle una reprimenda. Al no
encontrarlo allí, me encontré con uno de los sirvientes de mi padre en las
cercanías y lo hice regresar tras escuchar el mensaje que debía transmitir.
El plan de mi padre con respecto a Clear Kay seguía siendo un misterio,
así que consideré que debía transmitir el mensaje en su totalidad.
Esperaba que rechazara la oferta de mi padre por culpa, diciendo algo
así como “no merezco ser su chef”.
La realidad, sin embargo, nunca fue tan amable.
“Ahora mismo, no puedo aceptar de ninguna manera que se coman a Aisa.
Estoy seguro de que hay una manera mejor para ella de vivir su vida. Quiero
verla recorrer ese camino”.
Estaba tan enfadada como siempre, oyéndole predicar algunas
tonterías farisaicas sobre cómo debía vivir Aisa su vida. Sin embargo,
una resolución inquebrantable en sus ojos dejaba una impresión que
eliminaba cualquier deseo de culparle más.
Con esto, el puesto de Clear Kay como preparador de Sakla fue
rescindido temporalmente; una decisión demasiado indulgente y tonta
si me preguntan.
“Aisa, ¿Realmente quieres que ese hombre te cocine? ¿No tienes miedo de
que te diga que no cuando madures? Deberías reconsiderarlo”.
Siempre quise convencerla de lo contrario con esas palabras, pero
nunca me atreví a enfrentarme a ella. Sólo podía esperar que ya hubiera
considerado los riesgos de elegir a Clear Kay como su preparador.

Pasó mucho tiempo desde que Clear se convirtió en chef real. Un


día, Aisa dijo:
“Kay va a hacer el miso. Ven a hacerlo con nosotros, Isela”.
Al parecer, el miso era un condimento tradicional del mundo del
que procedía. El otro día visitó el mercado con Aisa, totalmente
imperdonable, y compró los ingredientes en una tienda de legumbres.
No podía imaginarme a mí misma en la misma cocina con él y
Aisa trabajando juntos y le respondí vagamente, con la intención de no
presentarme. Al final, perdí ante la curiosidad y acabé visitando la
cocina en cuanto terminé con el trabajo.
Incluso Clear se asombró, preguntando a qué había venido.
¡Cállate! ¡Yo tampoco quería venir! Sin embargo, no podía decirle que no
a Aisa.

Mi primer plato, si se puede llamar así, me pareció repulsivamente


divertido de hacer.
Al principio parecía un trozo de barro que podía meterse debajo
de las uñas, pero no pasó mucho tiempo antes de que estuviera
completamente absorta en el proceso de mezcla con Aisa.
Por muy irrespetuoso que pueda parecer con los ingredientes y la
comida, me sentí como si estuviera jugando. Tuve muchos juguetes y
muñecos de niña, pero nunca me divertí tanto con ellos como ese día.
En un momento dado, comprobé que Clear no estaba cerca de mí,
sólo para encontrarlo observándonos con una sonrisa mientras hacía
bolas de masa con un bulto gigante de frijoles. Repugnante. Y sin
embargo, lo disfruté hasta que terminamos, e incluso deseé que hubiera
durado un poco más.

“No veo la hora de que el miso esté listo”, proclamó Aisa con voz
alegre cuando salimos de la cocina, a pesar de estar deprimida cuando
se enteró de que tenía que esperar seis meses.
Asentí con la cabeza. Ya estaba deseando que el miso terminara de
fermentar cuando probé el vino blanco y el pescado a la parrilla que
Clear dijo que íbamos a cocinar con él.
Fue en ese momento cuando la decisión de mi padre de integrar a
Clear y la cultura alimentaria de su mundo empezó a cobrar sentido. El
conocimiento de su mundo afectaría inevitablemente a nuestro país en el
buen sentido.
A partir de ahí, poco a poco me iría dando cuenta de que Clear no
era para nada una mala persona, lo cual, por cierto, me parecía odioso.
No soportaba que se hiciera pasar por un adulto delante de Aisa y
de mí, pero tenía una actitud benévola y una forma reflexiva de enseñar.
También es cortés con otros cocineros. Cuanto más aprendo de él,
más veo que el trato que recibe en el palacio es un reflejo de cómo trata a
los demás.
Si bien es cierto que fue él quien hirió tan profundamente a Aisa,
sigue siendo una buena persona. Mis sentimientos hacia Clear Kay se
fueron difuminando con el paso del tiempo. Con el tiempo, ya no me
encontré odiándolo.
Incluso hubo un momento en el que mi padre me regañó por
actuar tan fríamente con él. Me ordenó que le devolviera el saludo, si
nos cruzábamos, y sorprendentemente, acepté obedientemente sin un
ápice de desagrado.
Sin embargo, aún no podía llegar a gustarme del todo... Nunca
pensé que la forma en la que lo veía cambiaría, hasta que ocurrió cierto
evento cerca del 14º cumpleaños de Aisa.

“Quiero que me enseñes a hacer dulces”.


“Con mucho gusto”.
Clear parecía realmente asombrado cuando le pedí ayuda.
El sexto mes del año 486 del calendario de la monarquía. Unos días
antes del cumpleaños de Aisa, hice que Clear me enseñara a cocinar por
primera vez. Sólo se lo pedí debido a lo que ocurrió esa mañana.
Me desperté y consulté el calendario. Las pocas cosas que me
vinieron a la mente cuando lo hice fueron mis deberes del día y el regalo
de cumpleaños de Aisa, que aún no había decidido.
Siempre me preocupa qué regalarle a Aisa cuando llega su
cumpleaños. El año pasado me regaló esto, así que este año debería
regalarle lo mismo. Pero entonces, ¿Qué le regalo a Atema? Era
desconcertante, pero divertido pensar en los regalos que nos hacemos.
“Clear se encargará de la celebración del cumpleaños de Lady
Aisa”, declaró Hagan en la mesa del desayuno.
Creo que sin querer fruncí el ceño cuando lo dijo, pero no debería
ser una sorpresa ya que es el próximo preparador de Sakla.
“Estoy seguro de que no es una mala persona...”.
“Lo sé”.
Hagan parecía ser consciente de lo que sentía por Clear. Es decir,
ya no lo odio tanto como antes, pero... eso es todo. No es que me guste
ahora. Tal vez sólo me molesta que me hayan interrumpido mientras me
preguntaba qué regalarle a Aisa.
“¿Qué piensas de Clear Kay como chef, Hagan?”.
“Cómo decirlo...”.
Hice una pregunta que se me pasó por la cabeza. Hagan respondió
mientras se acariciaba la barba blanca:
“Es una persona astuta, me atrevería a decir. Y muy serio, además.
Pero creo que su mayor atributo es su insaciable curiosidad por la
cultura alimentaria de nuestro mundo”.
No parecía estar mintiendo, ya que Aisa dijo lo mismo. Según ella,
Clear empezó a cocinar para su familia incluso antes de saber hablar
nuestro idioma. En cuanto se recuperó, no perdió tiempo en aprender la
cultura de Asilia.
“Debe haber sido un experto en su mundo”.
“... Apuesto a que sí”.
Era una completa novata en las artes culinarias, pero al menos
sabía eso. Sería el chef real perfecto para el palacio si sus creencias hacia
la cultura Sakla no se interpusieran. Supongo que por eso cautivaba los
corazones de todos los que probaban su cocina.
“Tal vez fue Dios quien lo eligió para venir a nuestro mundo...”.
“... Eso es posible”.
Hagan aceptó, aunque sonando algo reticente.
Gracias a las habilidades culinarias de Clear, es capaz de estar al
lado de Aisa. Siempre lo odié por esto, pero eso no significa...
“Estoy celosa... ¿No es verdad?”. Murmuré inconscientemente en
voz baja.
Inmediatamente, volví a mis cabales. Hagan me miraba con una
sonrisa sarcástica en la cara. Seguramente lo había oído.
“No has oído nada”, dije, tratando de poner una cara seria
mientras me ponía roja.
Levanté la cuchara para tomar un sorbo de la sopa antes de que se
enfriara. El sabor de las patatas coladas junto con el salado de los
tubérculos y el toque de pescado se extendieron en mi boca. No era de
sabor fuerte, pero tenía una textura deliciosamente cremosa.
Tomé bocados del pan, el queso y la piel encurtida de los melones
Shilda junto con sorbos de la sopa. Fue un momento de alegría, hasta
que Hagan me llamó.
“Señorita Isela”.
“¿Sí?”.
“¿Qué tal si intentas cocinar algo para el cumpleaños de Lady
Aisa?”.
“¿Yo... cocinar algo?”.
“Sí, tú”.
Todos mis regalos a Aisa estaban hechos a mano. El primero que
recuerdo haberle regalado fue una corona que hice trenzando flores
asilvestradas. Hace dos años, un cuadro. El año pasado no pude asistir,
así que pensé en practicar un instrumento antes de que volviera, y tocar
para ella. Mientras lo hacía, recibí una carta de ella hablando de Clear.
En realidad, nunca le había hecho un regalo de tipo alimenticio.
Después de todo, ella podía comer lo que quisiese de la cocina de Hagan
y Clear. Todo lo comestible en este lugar es preparado por alguno de
ellos.
Esa era la principal razón por la que no estaba segura de la comida
como regalo. No hay manera de que yo pueda cocinar mejor que los
chefs reales.
“¿Crees que podría hacer algo mejor que Clear Kay si me
enseñara?”.
“¿Qué tal si haces dulces?”.
“Dulces...”.
“Claro... Pensamos confiar todo lo del cumpleaños de este año al
pastelero habitual. Quizá puedas ocupar ese puesto”.
“Hablaré con él para que pueda ocupar su puesto si lo desea”.
añadió Hagan.
“He oído que es popular que las jóvenes confieran sus dulces
hechos a mano en las celebraciones”.
“... Me pregunto si podré hacerlo. Quiero decir, nunca he cocinado
nada antes...”.
“¿No hiciste miso con Lady Aisa el otro día? Estoy seguro de que
puedes hacerlo”, explicó Hagan como para disminuir mi falta de
confianza.
Se supone que es como un estricto comandante militar en la
cocina, pero actúa como un amable abuelo cuando trata con Aisa y
conmigo.
Recordé el día en el que hicimos miso, fue muy divertido. Incluso
deseé que hubiera durado más tiempo. Además, pensar que podía hacer
más feliz a Aisa haciendo que comiera algo que yo había ayudado a
hacer me parecía algo satisfactorio.
“Lo intentaré, Hagan”.
Apretando suavemente el puño, me comprometí a ello. Hagan
esbozó una sonrisa de satisfacción al oírlo.

“Entonces, ¿Por qué has venido a mí...?”.


Clear parecía quedarse sin palabras mientras le contaba toda la
historia.
“Hagan tenía previsto que el pastelero habitual le ayudara a hacer
dulces sencillos”.
“Me parece comprensible”.
Tuvo la misma reacción que Hagan cuando le dije que pediría
ayuda a Clear, preguntándose si todo estaba bien conmigo. Bueno,
teniendo en cuenta la frialdad con la que le traté en el pasado, era de
esperar.
“¿No debería haber venido? ¿No soy lo suficientemente buena?”.
“En absoluto. Estaría más que feliz de enseñarte a hornear
confitería... Sólo que no me especializo personalmente en repostería, así
que pensé que sería mejor que le preguntaras a un chef real más
experimentado en caso de que quisieras hacer algo tradicional o-”.
Al explicarse hasta ahí, se detuvo, al parecer, al darse cuenta de mi
punto de vista. Abrió mucho los ojos.
“¿Podrías enseñarme a hacer dulces de tu mundo? Quiero
sorprender a Aisa con algo que nunca haya probado”.
Por fin pareció darse cuenta.
“¿Estoy metiendo la pata, pensando que puedo hacer esto como
una completa novata?”.
Mi instructor probablemente me habría regañado si hubiera sabido
que estaba planeando involucrarme en algo sin entender lo básico.
“Por supuesto que no”, rió Clear, moviendo la cabeza en señal de
negación.
“Una de las mejores cosas de la cocina es que no necesitas ninguna
experiencia para empezar. Y lo que cocines sabrá bien aunque no salga
exactamente como esperas”.
“Es para Aisa, así que tiene que salir como yo quiero...”.
“Para eso estoy aquí. Estoy seguro de que Aisa estará contenta con
cualquier cosa que hagas, siempre que no haya errores evidentes”,
respondió en tono de broma.
“¡No cometeré ningún error! Más bien, me esforzaré por no
hacerlo”.
Una suave sonrisa cruzó el rostro de Clear. A diferencia de mi
reacción a la sonrisa de Hagan, me sentí algo irritada al ver ésta. Pero
como decidí dejar de mirarlo mal sin razón, terminé con una cara de
piedra.
A dos días del cumpleaños de Aisa, me dirigí a la cocina privada
de Clear a la hora indicada.
No he estado aquí desde el día en que hicimos miso. Sobre la mesa
pulida había cuatro bolsas de papel, una botella y una bandeja con agua.
En la bandeja había frijoles empapados. A diferencia de los frijoles
que usé el otro día, éstos llevaban más tiempo aquí y tenían un color
marrón carmesí claro.
“Se llaman frijoles yudia. Los compré ayer en el mercado”.
“¿Con Aisa?”.
“No, solo”.
Dejando escapar un suspiro, le incité a continuar.
“Vamos a hacer un postre que tiene como ingrediente principal los
frijoles yudia”.
Lo primero que me vino a la mente fue el miso, pero luego recordé
que tardaba mucho en fermentar. Clear colocó los frijoles dentro de un
caldero de cobre y lo trasladó a la cocina mientras seguía explicando.
“Lo que vamos a hacer hoy es an, o relleno de masa. Es
básicamente una mezcla frita o hervida de frijoles que se envuelve en
masa después”.
He pensado en algunos platos cocinados bajo el mismo concepto.
Quizás también sean un tipo de an.
“Esta vez, vamos a hacer un tipo de an dulce utilizando frijoles de
yudia. En mi mundo, lo llamamos anko 4”.
El agua del caldero empezó a hervir, lo que hizo que Clear lo
retirara de la cocina y ajustara el fuego.

4
El anko, pasta de judías dulces o pasta de judías rojas, es una pasta hecha con judías azuki muy usada en el
Lejano Oriente, sobre todo en Japón, Corea y China. Es una pasta dulce que se usa principalmente en la
repostería.
“¿No herviría más rápido si subes el fuego?”.
“Más rápido no significa mejor. El fuego lento es una técnica clave
en la cocina de alto nivel”.
Clear volvió a reírse de mi comentario ignorante. ¿No está siendo
un poco grosero ahora?
“Los frijoles tardan mucho en cocinarse, te sugiero que esperes a-”.
“¿Puedes dejarme cocinarlas?”.
Volvió a reírse y aceptó.
“Aisa me preguntó lo mismo el otro día”. Añadió él.
Siguiendo las instrucciones de Clear, revolví el caldero de vez en
cuando hasta que los frijoles estuvieron bien cocidos. Fue una tarea
sencilla comparada con revolver la mezcla de miso de antes, aunque no
pude evitar sudar bastante con todo el calor.
“¿Estás bien?”.
“Estoy bien. Aisa también lo hizo, ¿No es cierto?”.
La cocción de los frijoles es un proceso de dos pasos. Primero se
hierven hasta que estén blandas, luego se retiran del fuego y se escurren.
Al parecer, este proceso extrae la acidez de los frijoles.
Repetimos una segunda vez hasta que los frijoles se partieron,
entonces añadimos el doble de agua y seguimos hirviendo.
El siguiente paso era comprobar el sabor de los frijoles. Clear me
dijo que cogiera un solo frijol y lo probara. Todavía no sabía muy dulce,
pero estaba muy suave.
Apagamos la estufa y vertimos un poco de agua fría cada vez para
enfriar gradualmente las judías. Luego vertimos toda el agua antes de
que Clear cogiera las bolsas de papel de la mesa. Al abrir una de las
bolsas, me mostró lo que había dentro. Era polvo blanco. Cada grano
parecía un cristal.
“¿Eso es... azúcar?”.
“Así es. Esta vez elegí gránulos gruesos, ya que pensé que
encajaría mejor con el anko”.
Clear levantó bolsas gigantes de azúcar y hundió con ellas los
frijoles en el caldero. No se me ocurre otra palabra que no sea “hundió”
para describir adecuadamente la forma en que vertió el azúcar.
“¿Necesitamos tanto?”.
“Necesitamos mucho más que esto para el anko tradicional, un
octavo de la cantidad de frijoles, aproximadamente. Pero como a mucha
gente no le gusta demasiado dulce, creo que esta cantidad debería ser
suficiente”.
A mí me pareció más que suficiente. Estos dulces anko deben
costar bastante al utilizar esta azúcar tan cara. Clear estuvo de acuerdo,
ya que respondió casi de inmediato.
“El coste de los ingredientes es realmente muy elevado. Sin
embargo, se puede utilizar miel como sustituto, aunque no sea tan dulce
como el azúcar. También está la sal. Se puede hacer un anko delicioso
usando sólo sal. Por cierto, lo haré más tarde”.
Asentí en señal de compromiso. Era la primera vez que le
mostraba mi reacción sincera e impresionada.
A continuación, cocinamos la mezcla de frijoles y azúcar
añadiendo una cantidad fija de agua hasta que se terminó. Dejé escapar
un suspiro de alivio y Clear exclamó emocionado.
Le vi poner la mezcla en varios recipientes y, finalmente, cogió una
cuchara, sacó una cucharada y me la dio.
“Ser el primero en probar un plato es un privilegio para el que lo
ha cocinado”.
Me dio la cuchara. Parecía una versión de color rojo oscuro del
miso, pero con un olor dulce.
“Todavía está un poco caliente, ten cuidado de no quemarte la
lengua”.
“Lo sé”.
*Fuu, Fuu*. Soplando la cuchara, me la llevé a la boca. Era dulce...
oh, tan dulce. Era como él decía. El dulzor no era exagerado, sino que se
fusionaba perfectamente con el tierno sabor de los frijoles, creando un
fino equilibrio. Los granos de azúcar tenían un sabor único, y toda la
mezcla era espesa. Era un sabor dulce que me llenaba la boca y traía
felicidad a mi agotado cuerpo.
“... Nosotros... Nosotros hicimos esto, ¿No es así?”.
“Así es. Tú hiciste esto, princesa”.
Era, en efecto, un sabor excepcional. Sabía que había cometido
algunos errores inevitables, pero sus palabras sobre que el resultado
seguía sabiendo bien a pesar de ello eran correctas.
Clear probó la mezcla después de mí. Su expresión daba a
entender que todo estaba bien. Me acaricié el pecho y dejé escapar un
suspiro de alivio.

La siguiente tarea fue hacer la masa que rellenaremos con la


mezcla de anko. No fue una tarea que requiriera demasiado tiempo,
pero sí fue la más difícil.
Mezclando harina de trigo, huevos y un vino blanquecino que
Clear elaboró a partir del arroz, creamos, o mejor dicho, él creó, una
masa húmeda que, según dice, puede resultar dura para alguien
inexperto. Después, vertió la mezcla en una sartén untada con
mantequilla y la puso dentro del horno.
Como resultado, la masa se horneó hasta alcanzar un color marrón
oscuro. Estoy segura de que no habría salido así si lo hubiera horneado
yo misma. Probablemente habría salido parcialmente cruda y acabaría
en un estado trágico cuando la devolviera a la estufa.
Clear me dio muchos consejos para hornear. Me describió la
cantidad de masa que se debe hornear de una vez, el grosor que se
espera del pan, cuándo darle la vuelta y muchas otras cosas. Al final,
concluyó que me acostumbraría al proceso a través de la experiencia y
aprendiendo de mis fallos.
Cuando me tocó a mí intentar hornear el pan, hice varios intentos
infructuosos. Para cuando conseguí hornearlo con un color limpio,
apretaba los puños de vergüenza mientras Clear me aplaudía por detrás.
Ni que decir tiene que el montón de masa fallida procedía de mí.
Vertimos miel en dos panes de anko y los comimos junto con dos
tazas de té de flor de Torj que Clear preparó.
El pan anko horneado estaba sorprendentemente blando por
dentro a pesar de su aspecto exterior tostado. La mayoría de los panes
anko olían y sabían dulces. Y al decir la mayoría, quiero decir que
algunos no sabían tan bien.
“Siento haberte quitado tiempo para algo así...”.
“En absoluto. No está mal, de verdad. Lo has hecho bien para ser
una principiante”.
Mordí uno de mis panes hechos por mí misma y lo mastiqué.
Ahora lo entiendo. No... sabe tan bien como podría. Es amargo,
duro, y carece de un olor dulce. Pero por alguna razón, no me atreví a
llamarlo malo. Tal vez se deba a la conexión que supuso haberlo hecho
con mis propias manos.
“Haré algo bueno para el cumpleaños de Aisa, seguro. Sólo
espera”.
“Estoy deseando que llegue”.
Clear cogió otro pan quemado y se lo comió. En ese momento, su
sonrisa ya no me irritaba.

Mi padre no pudo asistir al cumpleaños de Aisa debido a una


reunión del Concejo, pero eso no impidió que Clear exhibiera sus
habilidades culinarias llenando la mesa con varios platos. Desde el día
en el que me enseñó a cocinar, llegué a disfrutar sinceramente de sus
comidas.
Hoy, Aisa y yo nos sentamos una al lado de la otra y apreciamos la
comida.
Sin embargo, me levanté y me fui antes de tiempo, pidiendo un
descanso para ir al baño. Entonces...
“¿Tú hiciste esto, Isela?”.
“Así es...”.
Esperando a que Atema y las sirvientas terminaran de servir, fui a
mi habitación y traje los dulces que había horneado. Aisa abrió los ojos.
Su reacción inesperada fue mucho más allá de cómo reacciona a la
cocina de Clear.
El plato tenía frutas de forma redonda bañadas en un zumo de
fruta agridulce sobre el anko que hice junto a Clear.
Gracias a su entrenamiento, pude hornear la masa con un hermoso
color. No voy a negar que me equivoqué dos veces, pero sigue siendo
una gran mejora.
“¿Puedo comer un poco?”, Aisa pidió permiso con unos ojos
grandes y brillantes.
“Por supuesto”, le respondí mientras ella clavaba su tenedor en el
anko de frutas y frijoles yudia.
“Itadakimasu... ¡¡Que... bueno!! ¡Isela! Es tan suave, y... Nunca he
probado estos frijoles. Son tan sabrosos!”.
“... Gracias. Supongo que valió la pena todo el esfuerzo”.
Su honesta impresión me calentó el pecho con gratificación.
Todo lo que hacía estaba muy lejos de lo que podían hacer otros
chefs o Clear. Lo mejor que podía hacer era intentarlo y no fallar. Pero
eso no le importaba en absoluto a Aisa, ya que los dulces parecían
hacerla realmente feliz.
“Pero... esto es...”.
Aisa se detuvo de repente a mirar los ingredientes, su cara de
repente parecía curiosa.
“Es algo parecido al vino blanco que hizo Kay... Yo tampoco he
visto nunca estos granos. Podría ser...”.
Me estremecí ante su aguda intuición. No intentaba ocultar el
hecho de que él me enseñó, pero no es que quisiera sacar el tema
necesariamente...
“Kay, este dulce...”.
“¿Hm? ¿Qué pasa?”.
La pregunta de Aisa era obvia, pero Clear insistió en fingir
ignorancia. Le miré un instante y me dirigí a Aisa:
“Um, Aisa...”.
“¿Si?”.
“La verdad es que yo...”.
Sabía que tenía que decirlo, pero...
“Clear me enseñó a hacerlo”, solté la verdad con los ojos
fuertemente cerrados”.
“¿Isela... y Kay...?”.
“Sí...”.
Todo lo que hice fue trabajar bajo sus instrucciones; todo fue
gracias a su sabiduría en la repostería. Me sentí apenada a pesar de ser la
que fue a preguntarle en primer lugar.
“Isela”.
Al oír mi nombre, levanté lentamente la cabeza y abrí los ojos para
ver a Aisa saltando hacia mí para abrazarme.
“¡Muchas gracias! ¡Soy tan feliz ahora mismo! Estoy muy, muy
feliz!”, ella gritó cerca de mi oído.
“Ah...”.
“¡No puedo creer que le hayas pedido a Kay que te enseñe a hacer
dulces sólo para mí! ¡Estoy increíblemente feliz! Gracias, y te quiero...
¿Isela? Te sientes un poco abochornada. ¿Estás bien?”.
Sintiendo algo raro, dio un paso atrás.
Aww, qué vergüenza...
Ese fue el primer pensamiento que se me pasó por la cabeza
cuando Aisa dio un paso atrás
“Gracias también, Kay”.
“De nada”.
Compartiendo su gratitud con Kay también, cambió su vista de un
lado a otro entre los dos.
“Kay e Isela se llevan bien ahora, ¿Verdad? Celebremos esto
también”.
Aisa aplaudió alegremente, devolviéndome a mis sentidos cuando
mis ojos se encontraron con los de Clear.
Llevarse bien, eh... Quiero decir, estuve bajo su cuidado el otro día
y, aunque ahora no lo odio, no puedo deshacerme de esta extraña
sensación. Parecía estar nervioso también. Bueno, por el momento...
“...Gracias. Muchas gracias, Kay”.
“De nada, Isela. Te dije que podías hacer dulces deliciosos si lo
intentabas”.
Independientemente de que nos llamen amigos o no, fue entonces
cuando empecé a llamarle por su nombre real.

“Hoh... hm, está muy delicioso, Isela”.


“G-Gracias”.
Después compartí algunos de los dulces con mi padre, cuando él
volvió de la reunión.
La mayoría ya se había enfriado, pero mi padre seguía complacido
y me alababa mientras los comía. A diferencia de los nervios que sentía
cuando se los presentaba a Aisa, ahora temía que los rechazara de plano.
Nunca le he visto comer dulces.
“Espero que le hayas dado las gracias a Clear Kay por enseñarte a
cocinar algo tan delicioso”.
“Sí. También tengo que darle las gracias a Hagan”.
“¿Hagan?”.
Mi padre reaccionó con un imperceptible respingo. Cuando le
expliqué que todo se debía a la sugerencia de Hagan, se quedó callado
durante un breve instante y luego asintió como si lo hubiera entendido
todo.
“¿Padre?”.
“Yulem... A tu madre también le gustaba hacer dulces”.
“¿De verdad?”.
“Sí. Todavía recuerdo los días en los que hacía dulces para tus
hermanos y las sirvientas”.
He oído que mi madre falleció nada más darme a luz. Lo único que
conozco de ella es su rostro, por los retratos que hay en el palacio. Que
yo recuerde, fue la primera vez que mi padre me contó algo de sus
aficiones o de su personalidad.
“Era una joven como tú cuando la tomé por novia. Antes de que te
diera a luz, hablaba a menudo de tener una hija y de enseñarle a cocinar
dulces. Por desgracia...”.
Murió en soledad, sin que se le permitiera un ganzara adecuado.
¿Podría ser que Hagan hiciera esa sugerencia porque sabía de su deseo
no concedido?
“Padre...”.
“¿Qué sucede?”.
“No, no es nada. No importa”.
Pasó un rato mientras estábamos sentados, bebiendo en silencio de
nuestras tazas de té. Las sirvientas estaban a la espera para rellenarlas.
Lo siguiente que aprenderé es a servir el té, decidí mientras
tomaba un sorbo.
Cuando terminé, me levanté para salir de la habitación de papá.
Tenía que darme prisa y reunirme con Aisa antes de que se fuera a
dormir. Justo cuando me preparaba para salir, mi padre me llamó,
pareciendo esta vez extrañamente formal.
“Tus dulces sabían de maravilla. Estoy seguro de que a Aisa
también le gustaron”.
“Sí, así sucedió...”.
“Bien. Por cierto...”.
“¿Sí?”.
No estaba preparada para lo que dijo:
“¿No estaría bien que Aisa supiera cómo te sientes?”.

“¿Qué demonios estás diciendo?”. Me apresuré a salir con la


cabeza como si estuviera en llamas.
Increíble. Nunca pensé que él fuera del tipo que dice algo así.
No me importa que se alegre de que Kay y yo nos llevemos bien
por fin, pero convertir toda relación amistosa con el sexo opuesto en un
romance es simplemente ridículo. Mi cabeza bien podría haber sido un
volcán en erupción mientras me dirigía a mi habitación.
“Bienvenida, Isela”.
Al ver a Aisa esperando en mi cama en pijama, empecé a
calmarme.
Siempre ha habido una promesa tácita entre los das, de que
pasaremos nuestros cumpleaños en la habitación de la otra. Teníamos
charlas amenas y jugábamos hasta quedarnos dormidas. Dicho esto,
también lo hacemos a menudo en días normales.
Me puse el pijama y me senté junto a Aisa. Ella aún estaba
emocionada por la fiesta, y dijo con cara seria:
“Isela, tus dulces estaban muy buenos”.
“Gracias. Haré algo aún mejor para tu próximo cumpleaños”.
Aisa expuso una suave sonrisa, yo la seguí con una sonrisa. Me
alegré de haberme desafiado a mí misma en la preparación de dulces
para su cumpleaños.
“...Isela, pensé que no te gustaba Kay”.
“No me gustaba, pero eso ha cambiado ahora”.
“¿Por qué lo odiabas al principio?”.
“... Eso es un secreto”.
Aunque no podía decir que estuviera celosa de él por estar tan
unido a ella, me avergonzaba pensar en la actitud infantil con la que lo
trataba.
“Es un gran chef, ¿No es verdad?”.
“¡Por supuesto! Llevo mucho tiempo diciéndotelo”.
Lo creí desde el día en el que probé su cocina por primera vez,
pero no podía admitirlo.
Aisa apoyó su cabeza sobre mi regazo como siempre hacía, sus
ojos azules se fijaron en mí. Esos ojos hacían que se agitaban en mí cada
vez que los veía.
“¿Es por él que decidiste cocinarme algo?”.
...Puede ser.
Lo he tratado como un rival desde que oí hablar de él por primera
vez, eso significa que ya ha sido una gran influencia para mí.
El hecho de que haya pedido su ayuda cara a cara significa que me
he dejado seducir por las delicias de su mundo como todos los demás.
Debido a eso, no puedo evitar sentirme derrotada.
“¿Isela?”.
“... Estoy bien”.
Aisa me llamó con voz preocupada. Qué niña más mimada soy,
pensé para mis adentros.
Al final me encontré sin poder reprimir mis celos, a pesar de que
ahora sólo me sentía agradecida. Recuerdo haber hecho lo mismo
cuando tenía diez años, molestando a Aisa cuando Atema se convirtió
en su sirvienta.
A pesar de mi escasa personalidad, Aisa nunca cambió. Utilizando
mi regazo como almohada, acercó su mano a mis mejillas y las acarició
suavemente.
“Permanezcamos juntas para siempre, Isela”.
“Por supuesto, para siempre”.
“Definitivamente, permaneceremos todos juntos. Tú, yo, Kay,
papá, mamá, mi hermano, el rey, Hagan y todos los demás. Siempre
estaré a tu lado”.
Dentro de uno o dos años, Aisa será desmembrada y devorada por
todos los relacionados con la familia real. Probablemente estaba
incluyendo lo que vendría después cuando dijo “para siempre”, siendo
parte de todos los que se la coman.
“No te dejaré ir, aunque te cases con el príncipe de otro país,
¿Sabes?”.
“... Como si eso fuera a suceder. Nunca me casaré”.
Seguimos hablando de cosas triviales hasta que Aisa se fue
quedando dormida encima de mi regazo. Ya era medianoche.
Le hablé en voz baja mientras dormía, para no despertarla.
“Dices ‘con todos’, pero...”.
Lo dijiste pensando en él, ¿No es-
Conseguí detenerme.
Jugué con su largo cabello que se esparcía en el suelo. Le toqué las
mejillas, muy suavemente, asegurándome de que no se despertara.
Su hermoso y encantador cabello, su piel clara, sus pupilas azules
y sus finos labios. Su garganta, que emite su viva voz. Sus dedos que me
tocaron innumerables veces... todo en ella... acabará...
“Ningún hombre en este mundo desea comerte más que yo...”.
Llevaré el cuerpo y el alma de Aisa por el resto de mi vida. Esa fue
la única convicción que tenía, con la seguridad de que nunca me
desviaría.
Capítulo 3: Corrientes subterráneas premonitorias

El sexto mes del año 487 del calendario de la monarquía. Hoy era
el 15º cumpleaños de Aisa.
Como todos los años, celebramos una fiesta en la que yo hice el
banquete.
Tiburón frito y nabe familiar 5, una sopa hecha con huevas
hervidas y un condimento de miso junto con verduras hervidas y tofu,
lengua de dendel roja guisada, tempura de bagre de aleta de pluma,
carne de pechuga de pavo real sancochada y, por último, una quiche 6 de
ratas de arena, cuervos y algunas verduras.
Lo hice todo con ingredientes que se vendían en el mercado de la
capital, pero apliqué recetas y habilidades que conocía de la Tierra. La
mayoría eran recetas nuevas que ni siquiera revelé en nuestra reunión
de degustación.
Tanto Aisa, la invitada principal, como Isela parecían estar
satisfechas con el sabor. Aunque, por primera vez, Aisa se fijó en algo
más que en mi comida.
“¡Tus dulces se ven tan hermosos, Isela!”.
Tras el banquete, la mirada brillante de Aisa se dirigió al plato de
postres presentado con té, como un pájaro que observa su presa. Este
año, Isela también se encargó de preparar los dulces.
Sus primeros dulces del año pasado fueron pasteles de frijoles
yudia. Desde que Aisa quedó encantada con lo que hizo, Isela empezó a
esforzarse más en la repostería haciendo que el pâtissier real le enseñara
en profundidad, y leyendo libros de cocina que en aquel momento me
resultaban imposibles de entender.

5
Nabemono, o simplemente nabe, es un término que alude a todas las variedades de platos guisados japoneses.
La mayor parte del nabemono la forman estofados y sopas que se toman durante las épocas más frías. En el
Japón actual, el nabemono se mantiene caliente en la mesa mediante hornillos portátiles. El plato se cocina con
frecuencia en la mesa, y los comensales pueden tomar los ingredientes cocidos que deseen de la cazuela. Se
come con el caldo o con una salsa para mojar. También pueden añadirse más ingredientes a medida que se va
comiendo de la cazuela. El comer juntos de una cazuela común se considera una característica importante del
nabemono.
6
En gastronomía, una quiche es un tipo de tarta salada derivada de la quiche lorraine francesa. Se elabora
principalmente con una preparación de huevos batidos y crema de leche fresca y espesa, mezclada con verduras
cortadas, y/o productos cárnicos, con la que se rellena un molde que previamente se forra con masa.
Este año hizo una tarta especial que no aparece en ningún
recetario. Para mi sorpresa, una creación suya. La tarta tenía tres capas,
glaseadas con un glaseado bicolor y decoradas con una flor de confitería.
La primera capa era una mousse suave. La segunda, una tierna pero
elástica capa de bizcocho. Y la tercera estaba rellena de galletas y otros
dulces crujientes. Cada capa tenía un sabor particular, y juntas, tenían
un sabor armónico.
El glaseado era de un cítrico agridulce y un extracto de hojas de té
que combinaba bien con cualquier tipo de pastel. Estos seis sabores
recorrieron mi garganta, dejando un agradable regusto floral.
“Vaya que has mejorado, Isela”.
“Gracias. Todo se debe a que tengo un buen ‘maestro’”.
En algún momento del año pasado, Isela empezó a sonreírme
casualmente. Le he estado enseñando algunas técnicas de cocina de vez
en cuando como su “maestro”, pero a este ritmo probablemente me
superará en el campo de la repostería dentro del próximo año.
“...El año que viene”.
“¿Kay?”.
Dejé de mover la mano cuando me pregunté: ¿Podrá Aisa celebrar
su fiesta de 16 años? Aisa tiene ahora 15 años, y la edad máxima para
que una Sakla madure es de 16 años. No sería extraño que madurara
incluso mañana.
Ha pasado un año y medio desde que descubrí el secreto de los
Sakla y, sin embargo, yo seguía dudando lastimosamente, incapaz de
tomar una decisión.

Nunca dejé de reflexionar sobre esa pregunta, ni siquiera cuando


lavaba los platos en la fiesta. En el último año y medio no he pasado un
solo día sin tener el mismo pensamiento. Sin embargo, recientemente,
me distanciaba durante períodos más largos mientras pensaba en ello.
También empeorará hasta que llegue el momento.
Después de ordenar la cocina y limpiar el lavabo, apagué las luces
y me dirigí a mi habitación antes de darme cuenta de que había olvidado
mi abrigo.
Me dirigí a la sala de banquetes y me di cuenta de que había una
luz inusual. En el centro de la sala , un hombre estaba sentado cerca de la
mesa, tomando bajo la luz de la luna que brillaba a través de las
vidrieras. Había una lámpara sobre la mesa, que iluminaba la sala.
“Te estaba esperando, Clear”.
“... Su majestad”.
Era el rey, Shayde.
Su cabello rojo estaba alborotado y su expresión era algo sombría.
Hace poco me enteré de que le habían dado el nombre de “El León Rojo”
por su valentía en su juventud. Pasé más de un año en este palacio, así
que estaba acostumbrado a ver su rostro. Sin embargo, esta vez, al verle
aparecer de improviso en esta sala poco iluminada, me hizo recordar su
ambiente desalentador cuando le conocí.
“Estate tranquilo. Aunque sea rey, sigo siendo humano”.
“M-Mis disculpas”.
Hablando de una manera que no sonaba seria ni juguetona, tomó
mi abrigo y se acercó a mí.
“M-Muchas gracias”.
Alargué la mano para coger el abrigo, pero me di cuenta de que
eso no era todo.
“Esto es...”.
“Ven, toma un trago conmigo”.
Era una copa de vino azul clara. El rey sostenía una copa similar en
la otra mano.
Nos sentamos uno frente al otro. He tenido muchas oportunidades
de beber con él en reuniones, pero ésta era la primera vez que estábamos
los dos solos. No pude evitar recordar la primera vez que nos
conocimos.
“¿Es suficiente?”.
“S-Sí”.
Al parecer, son los superiores quienes sirven el vino en las
ocasiones personales. El rey suele pedir a sus sirvientes que se lo sirvan,
pero en este momento, sostuvo la botella con sus manos y vertió el vino
en mi copa. El alcohol blanco llenó lentamente la copa. Tenía una
fragancia a yogur. Seguramente era un dendel kumis. La última vez que
lo tomé fue en Asilia.
“Es un regalo de Asilia. He oído que el primer rey lo bebía a
menudo. Quizás el primer extranjero también lo bebió”.
Incitado, bebí un bocado de mi copa. Tenía un sabor
increíblemente nostálgico. Era notablemente superior en calidad a la que
recordaba haber bebido ya que era un regalo, pero su particular sabor
permanecía inalterado. Tal vez fuera por ese sabor por lo que no recibió
mucha aclamación en la capital.
El rey me siguió, bebiendo de su copa antes de soltar un suspiro de
satisfacción.
“...Tu cocina ha estado espléndida esta noche. Nunca pensé que la
carne de tiburón pudiera tener un sabor tan delicioso”.
“Me alegro de que le haya gustado”.
“No nos olvidemos de Isela. Parece que disfruta haciendo esos
dulces para Aisa. Es todo gracias a tu voluntad de enseñarle a pesar de
la actitud grosera que tenía contigo”.
“Es el fruto del talento y el esfuerzo de Isela”.
“Hoo... Veo que ella tiene talento”.
Se rió de una manera que parecía a la vez feliz y sorprendido.
Según Hagan, al rey no le gusta la comida dulce. Antes se comió la tarta
de Isela sin decir una palabra, pero supongo que sus sentimientos por su
hija, que hace todo lo posible por hacer feliz a su mejor amiga, tampoco
eran mentira. Tranquilizado por su risa, yo también sonreí.
“Isela está muy encariñada con Aisa, ¿Verdad?”.
“Así es. Al igual que su padre...”.
No pude captar la implicación que me estaba dando. Dejando de
lado el asunto, el rey bebió otro trago de vino y continuó:
“No sólo Isela... incluso Hagan y el resto de los cocineros reales
están agradecidos por los conocimientos alimentarios que has
compartido con ellos en este corto periodo de tiempo. Esto hace que me
alegre de haberte invitado al palacio”.
Sacudí la cabeza a diestro y siniestro cuando escuché sus elogios
hacia mí.
“No es por mí. Es todo gracias a los ancestros de mi mundo”.
“Qué humilde eres. Sin embargo, dijiste que tu mundo no sólo
estaba desarrollado en su cultura alimentaria, sino que también tenía
rayos artificiales, vehículos de hierro y cosas que yo nunca podría
imaginar. Qué envidia”.
“Es cierto... Con lo bueno, también viene lo malo”.
“Eso es válido para cualquier mundo. Sin embargo, es extraño que
nuestro mundo subdesarrollado esté bendecido por la gracia de los
Sakla”.
Tenía razón. Este mundo estaba atrasado en la cultura alimentaria,
pero la existencia única de los Sakla era incuestionablemente superior a
la de la Tierra.
“Esto hace que me pregunte si realmente tenía sentido que me
trajeran a este mundo”.
“¿Qué quieres decir?”.
“Por muy hábil que sea como cocinero, nunca podría hacer algo
que rivalice con el sabor de un Sakla”.
No hablaba sólo de mí. Incluso en la Tierra, por mucho que pasara
el tiempo, nunca seríamos capaces de hacer algo tan delicioso. Así de
desafiante es el sabor de un Sakla. Me ha dejado enfadado muchas
veces, pero cada vez me veo obligado a aceptar que no se puede hacer
nada al respecto. Si existiera algo parecido a un dios espiritual, sin duda
poseería el cuerpo de un Sakla.
“El anterior extranjero de este mundo utilizó sus conocimientos
para ayudar a la fundación de este país. Sin embargo, ¿Qué hay de mí?
En mi mejor momento, nunca podría emular el sabor de un Sakla.
¿Podría Dios realmente haberme enviado aquí con un propósito? Tal
vez, algo no relacionado con la comida podría ser...”.
No sería una sorpresa que mi deber en este mundo fuera algo
diferente. El rey lo mencionó como una suposición cuando me reuní con
él por primera vez. Ambos éramos conscientes de esa posibilidad, pero
ninguno de los dos habló de ello hasta hoy.
Es obvio que decir algo no habría cambiado nada. De hecho, es
precisamente por eso por lo que me he callado hasta ahora. Si no hubiera
estado tan impaciente por esto, no habría dicho nada.
“A un Sakla sólo la prueban unos pocos individuos selectos,
mientras que tus obras acabarán llegando a todos los súbditos de la
monarquía, según tu criterio y el mío”, respondió el rey, sin negar mi
punto de vista.
Nunca podría hacer algo tan delicioso como un Sakla, pero al
menos puedo compartir mi comida con todo el mundo. Esa es la ventaja
más significativa que tengo sobre un Sakla.
“Y además, los Sakla se están extinguiendo poco a poco... ¿Lo
sabías?”.
“Lo he oído de Hagan”.
Los Sakla existen desde el año 39 del calendario de la monarquía.
Empezaron a nacer de forma bastante rápida, pero desde hace 300 años
su frecuencia ha empezado a disminuir gradualmente.
Me sorprendió escuchar que Aisa era la Sakla número 300 de la
historia, pero aparentemente, sería la número 2000 si la frecuencia no
hubiese cambiado.
Antes nacían siete u ocho Sakla al año, pero ahora ha bajado a uno
cada 30 años.
“Los Sakla están muriendo poco a poco, pero ¿Qué pasa con el
conocimiento que has traído? Seguirá extendiéndose hasta que este país,
no, hasta que este mundo llegue a su fin. En ese sentido, podría ser que
fueras enviado para reemplazar a los Sakla con una nueva gracia”.
“...Esa es una forma de pensar en ello”.
Era una interpretación bastante fascinante, aunque no era más que
una suposición. El rey leyó mis pensamientos y continuó.
“Todavía recuerdo la carta que envió Aisa cuando estaba contigo
en Asilia. Insistió en que fueras su preparador de Sakla. ¿No crees que el
hecho de que una Sakla te desee para cocinarlas es una justificación
suficiente para que estés en este mundo?”.
La conversación se desvió de repente hacia la propia Aisa. Me
pareció que intentaba cambiar de tema, pero al mismo tiempo, su
discurso soñador aumentó mis sospechas.
“Su majestad, ¿También quiere que cocine a Aisa?”.
“Eso es lo que desea nuestra Sakla, por supuesto que es lo que
deseo”.
“No, no es eso lo que quería decir... um, ¿No te importa que cocine
a Aisa? ¿O es que...?”. Dije, poniendo énfasis en el nombre de Aisa.
Habló de una manera que indicaba claramente que él mismo
deseaba que yo sea un preparador de Sakla. Shayde me miró en silencio
durante unos instantes antes de soltar un breve suspiro.
“Realmente eres agudo”.
Reconociendo implícitamente mi suposición, el rey bebió el resto
del vino de su copa y se sirvió más.
“¿Has oído hablar de Yuan?”.
“Es el anterior Sakla, si no me equivoco”.
Supe de él porque Hagan compartió su experiencia cocinando al
Sakla anterior. Nació en el año 440 en Asilia y maduró en el año 456. Era
un niño, por así decirlo.
“Aunque no hay correlación entre el gusto de un Sakla y su
aspecto, Yuan era un Sakla absolutamente hermoso. En mi juventud,
antes de heredar el trono, estaba acostumbrado a tener muchos chicos de
mi edad alrededor. Sin embargo, en el momento en el que vi a Yuan por
primera vez, me enamoré innegablemente de él”.
El tema volvió a cambiar, esta vez al romance masculino. El rey
tenía una esposa legal, Yulem, que falleció tras dar a luz a Isela.
Normalmente, un gobernante tiene la imagen de casarse con varias
esposas. Finalmente descubrí una explicación plausible para que Shayde
sea una excepción. La razón por la que no se casó con más de una esposa
parece deberse a que, para empezar, no le gustaban las mujeres.
“Cuando me casé con mi mujer, Hagan me regañaba a menudo
por dejarme cautivar por el encanto de Yuan en lugar de prestarle
atención a ella”.
Recordé el relato lleno de dolor de Hagan sobre la reina Yulem en
mi primer ganzara. Tal vez el semblante apenado con el que contó la
historia no sólo se debía a que se le había negado un ganzara, sino al
hecho de que el rey Shayde nunca la amó de verdad.
“Siempre he sentido pena por Yulem, sin embargo, amar a Yuan
no es algo que vaya a lamentar o considerar un error. Cuando empezó a
vivir en el palacio, rara vez se le veía fuera de su habitación...”.
El rey habló entonces de su historia con Yuan y de cómo intentaría
atraer la atención del chico solitario que abandonó su ciudad natal, y
finalmente hacer que su amor fuera mutuo.
Crearon el jardín botánico del palacio plantando flores de Asilia,
montaron juntos un dendel dentro de la corte y se divirtieron mucho.
Como resultado, el niño reunió el valor para visitar el palacio real y
reunirse con Shayde, y luego hablar de su ciudad natal.
“Una vez que Yuan me abrió su corazón, empezó a revelar su
personalidad celosa. No le importaba que yo ya estuviera casado. Sin
embargo, a menudo se disgustaba si me veía hablando con otros chicos
de mi edad. Fue entonces cuando dejé de rodearme de jóvenes
sirvientes”.
Su relación como príncipe y Sakla, que acabaría siendo devorado
por él, hizo que su amor me pareciera surrealista. Un rey que vierte su
amor en un chico al que un día se comerá, y el chico que acepta ese
amor. Apuesto a que ni el rey ni Yuan lamentaron su situación después
de que Yuan fuera consumido al cumplir los 16 años.
“Un Sakla está destinado a llevar el cielo a la lengua de quien lo
consume, pero entre todos los que lo hicieron, estoy seguro de que fui el
que más lo saboreó”.
Escuché sin decir una palabra. El rey puso su copa de vino sobre la
mesa, respiró profundamente y continuó:
“Amé a Yuan y me lo comí... pero no fui yo quien lo cocinó en
absoluto. Fue Hagan, el chef de cuyas habilidades no dudo ....... nunca he
dudado de sus habilidades hasta el día de hoy, pero ... ”.
Shayde me señaló con un dedo y me miró con entusiasmo. Más o
menos sabía lo que iba a decir.
“Sinceramente, te tengo envidia. Una Sakla insiste en que seas su
preparador. Esto es algo que ni siquiera yo me atrevía a soñar”.
“Y entonces, quieres que yo...”.
“Así es”.
Vio su sueño en mí.
Este rey era realmente inusual. Ya era demasiado tarde para darme
cuenta en este momento. Después de todo, no queda mucho tiempo
hasta que Aisa madure. Podría ser en un año o dos, o incluso mañana.
El rey dijo todo lo que tenía que decir y saboreó el resto de su vino.
“Su majestad”.
“¿Qué sucede?”.
Esperando a que se bebiera su copa, rompí el silencio. Le informé
de que me iba a mi habitación, respiré hondo y declaré:
“Todavía no soy el preparador oficial de Aisa”.
“Lo sé”.
El hecho de que mi puesto de preparador de Sakla siguiera en
pausa era una prueba de mi incompetencia, pero también una audaz
declaración de mi propia postura.
Tenía que tomar la iniciativa, de lo contrario, una persona débil
como yo se convertiría en un esclavo de la voluntad del resto.
“Así que, todavía no he aceptado el-”.
“Lo harás. Sé que lo harás”.
El rey me cortó.
No había necesidad de preguntar lo obvio. Ambos sabemos lo que
tendré que aceptar dentro de poco.
El profundo resoplido del rey no sonó como una burla, ni como
una risa desdeñosa. No podía añadir más objeciones; sabía que él
también era consciente de la maleficencia de los manjares.
El quinto mes del año 488 del calendario de la monarquía. Asilia.
“¡Boaaghh!”.
El vómito salió de mi boca hacia un agujero que cavé. Verduras sin
digerir, pan y carne embadurnada por mis jugos gástricos asomaban por
el agujero. Era la carne humana que había cocinado hoy.
La primera vez no pude aguantar, pero desde entonces, después
de cada funeral, me fui a algún lugar fuera de la vista y lo forcé todo
afuera.
Detrás del lugar de la ceremonia, enterré los restos del cadáver que
me comí en un agujero que yo mismo cavé. Para alguien que cree en el
ganzara, sería la acción más blasfema que se podría cometer en este país.
Casi me aplastó la culpa cuando vomité la carne a propósito. Hacer esto
me pareció peor que comerme el cadáver.
A pesar de ello, convertí los vómitos post-ganzara en una rutina,
hasta el punto de que me acostumbré al dolor del ácido gástrico que me
hervía la garganta.
Aliviado por el dolor de garganta, volví al lugar del funeral.
Cuando hice mi salida, con el pretexto de limpiar la cocina, la mayoría
de los asistentes ya se habían ido. Cuando volví, sólo estaban presentes
los familiares del fallecido.
“Bienvenido de nuevo. Todos decían que la comida estaba
deliciosa”.
Aisa me felicitó mientras llevaba un bebé en brazos. Era el hijo
recién nacido de su hermano mayor, Shizam, y de su mujer.
La fallecida era la tía abuela de Aisa. El otro día recibió una carta
en la que se le informaba de que la hora de su tía abuela se acercaba, así
que ambos regresamos a Asilia. Me pidió que la acompañara como
cocinero del funeral, y acepté de buena gana. La tía abuela falleció tres
días después de nuestra llegada.
“Estaba realmente deliciosa. La carne de un anciano no suele tener
buen sabor. Estoy impresionada”.
“Mi tía, Mani, debe estar encantada con tu trabajo. Me alegro
mucho de que hayas aceptado nuestra petición, Clear”.
Shizam y Karajan, la madre de Aisa, me dieron las gracias por la
comida. Me preguntaba cómo habrían reaccionado si les dijera que
vomité la carne de su querida tía en un agujero en el suelo.
“Eres un gran cocinero. Me siento a gusto confiándote a Aisa”.
El padre, Sazan, me puso la mano en el hombro con una sonrisa
alegre. No me molesté en preguntarle qué quería decir con confiarme a
Aisa.
No tenía ni idea del destino de Aisa cuando vivía aquí. Sólo
después me enteré de todo.
¿Te parece bien que Aisa sea cocinada y comida por extraños? El
impulso de dejar salir esa pregunta había estado en mi corazón durante
tres años hasta hoy, pero como cada vez, sólo pude emitir una sonrisa
forzada en respuesta.
Después del funeral, planeamos quedarnos en Asilia durante un
mes antes de regresar a la capital.
En medio de ese periodo, recibimos una carta de Isela, en la que le
rogaba a Aisa que volviera de forma indirecta, y otra de Atema en la que
le aconsejaba que disfrutara de su tiempo en su ciudad natal. Según
Aisa, las cartas de esas dos tenían siempre un patrón similar.
Personalmente, estoy de acuerdo con el consejo de Atema.
A diferencia de su estilo de vida casi carcelario en el palacio, el día
a día de Aisa en Asilia era entretenido y libre, lo que me recordaba a mi
primera impresión de ella cuando vivía con su familia. Salía de compras
con sus amigas y a veces ayudaba a su hermano y a su mujer a cuidar de
su bebé.
En cuanto a mí, me encargaba de cocinar para todos y tomaba
prestado el dendel, que volvía a remojar mi cara cuando nos reuníamos,
que llevaba mis cosas cuando iba de compras. Sin embargo, tenía un
propósito concreto al venir aquí, aparte de asistir al funeral.
Inicié una breve clase de cocina en la casa de la cocina, donde se
reunían las amas de casa locales. Distribuí copias de las recetas de la
capital y elegí las más populares para cocinarlas en la clase antes de que
todos los demás las probaran.
Por supuesto, no fue un trabajo puramente voluntario que decidí
hacer por capricho. Era hacer caso a la orden del rey de que compartiera
mi cultura alimentaria con la gente de Asilia.
Incluso compartí el miso y la soja que había traído del palacio.
Ambos fueron bien recibidos, lo que provocó un montón de presiones
para que enseñara como cocinarlos. Lamentablemente, recibí reacciones
contrarias cuando mencioné que hacerlos podría ser difícil en las
condiciones climáticas de Asilia.
“¿Así que este barril es lo único que nos queda por utilizar?”.
“Está bien. Se están estableciendo cervecerías a gran escala en la
capital y sus alrededores. Es sólo cuestión de tiempo que los mercaderes
ambulantes lleguen hasta aquí”.
En su lugar, les regalé unos cuantos libros de cocina y le pedí al
funcionario del gobierno local que creara manuscritos con ilustraciones
para ellos más adelante.
Los libros abarcaban algunos métodos posibles de elaboración de
alimentos fermentados, formas de tratar y conservar los ingredientes,
técnicas de cocina que no requieren procedimientos avanzados y
muchos más consejos como la condimentación y los sabores. El libro lo
escribí originalmente en la corte real y lo publiqué en la capital con el fin
de compartir lo que sabía con los civiles.
“¿Qué estás escribiendo, Kay?”.
Aisa se asomó a mi habitación mientras movía el pincel de escribir.
Levanté el brazo en lugar de responder y le mostré el papel.
“Informe sobre el progreso de la actividad de difusión de las artes
culinarias y la elaboración de ingredientes en el extranjero”.
“Wah, esto parece muy difícil”.
El documento era un informe sobre mi actividad compartiendo la
cultura alimentaria de mi mundo con los residentes de Asilia. Era más
bien una nota personal en la que anotaba la experiencia que obtenía al
enseñarle a cocinar a las amas de casa corrientes, así como las ideas de
recetas que se me ocurrían al interactuar con la cocina tradicional de
Asilia y combinarlas con los conocimientos que tenía.
“Kay, ahora eres capaz de escribir frases difíciles como esta, ¿Eh?”.
“¿Qué pasa?”.
Aisa soltó una risita que me hizo reír a mí también.
“Esto es realmente increíble. Sólo han pasado tres años desde que
llegaste”.
“Sí... aún recuerdo cuando me enseñaste el idioma por primera
vez”.
Al recordar el momento en el que Aisa me enseñó su nombre
señalándose a sí misma, me di cuenta de que, en efecto, he progresado
rápidamente. Al fin y al cabo, llegué a ser capaz de escribir y hablar
casualmente, sin necesidad de un verdadero maestro. Incluso escribí mi
libro gracias a Hagan y a la ayuda de los demás chefs reales.
“Tal y como va esto, me preocupa más olvidar el japonés”.
Lo dije en broma, pero luego empecé a dudar seriamente de si
sería capaz de pronunciar correctamente el japonés si volvía a la Tierra.
Aisa no se rió de la broma y siguió mirándome fijamente. Hacía
rato que se había puesto seria.
“Así que... realmente quieres volver a tu mundo, Kay”.
“Hm, bueno... supongo”.
Por un momento pensé que la había molestado, pero pronto me di
cuenta de que no era así. Pareció aliviada cuando le contesté con
sinceridad.
“¿No quieres que vuelva, Aisa?”.
“No quiero que te vayas, pero si es tu deseo, no tengo nada que
decir...”.
Tal vez estaba diciendo que se sentiría triste por mí si me rindo,
aunque eso fuera precisamente lo que quiere. Si me detengo a pensar en
ello, probablemente estuve a punto de rendirme.
Deseaba volver a Japón, pero por el momento ponía todo mi
empeño en compartir mis conocimientos, lo que me llenaba
notablemente.
El método de fermentación para conservar los alimentos que yo
compartía se utilizaba no sólo en la corte real, sino que incluso se
comercializaba en algunos mercados de otras ciudades. Las recetas que
propuse fueron adoptadas por la cocina real y distribuidas a los civiles
de a pie. Las pocas preocupaciones que tenía estaban relacionadas con
que los productos comercializados acabaran teniendo precios elevados
debido a la oferta de producción real y que los libros se imprimieran en
una cantidad limitada debido a sus técnicas de impresión antiguas.
En este mundo desprovisto de televisión, Internet e incluso
electricidad, la difusión de la cultura alimentaria en un solo país se
convirtió en una tarea de gran alcance.
No tenía ni idea de cómo progresaba, ni comprobaba si todo esto
tenía algún sentido.
Desde el principio fui consciente de la ambigüedad de la tarea y,
con el tiempo, pude sentir que mi determinación empezaba a convertirse
en incertidumbre.
En cambio, este mundo y sus gentes perdían poco a poco su
encanto, cuanto más experimentaba su cultura.
“¿Kay?”.
Me volví en silencio hacia Aisa, que también me miraba
preocupada. Esta chica que está frente a mí es un regalo de Dios, un
regalo nacido con un sabor supremo. Tanto los Sakla como los extranjeros
como yo son enviados por Dios, pero son totalmente diferentes entre sí.
“En qué está pensando este dios...”.
Murmurando palabras que no parecían una queja o una duda,
recogí mi pincel de escribir y me puse a trabajar de nuevo. Aisa
permaneció callada un rato antes de volver a llamarme:
“Kay”.
“¿Sí?”.
Me di la vuelta y ella me cogió la mano.
“Salgamos a dar un paseo”.
Desde el día en el que regresamos a Asilia, Aisa y yo visitamos
juntos con frecuencia el mercado de la ciudad. Esta vez, sin embargo,
Aisa recorrió la estrecha calle que se extendía al lado de nuestro camino
habitual. Esa calle estaba rodeada de huertos, que se extendían a nuestra
izquierda y derecha.
“Aisa... ¿Esto es...?”.
“¿Te acuerdas?”.
Asentí con confianza en respuesta a su pregunta. En efecto, era la
primera vez que la recorría, pero recordaba esa calle que continuaba
hasta una colina ligeramente elevada, en la que se encontraba una gran
cúpula. Hace tres años, Aisa se negó a llevarme a esa cúpula cuando se
lo pedí, y ahora, me lleva ella misma.
“¿Estás bien con esto?”.
Fue su turno de asentir en respuesta a mi pregunta. Continuó con
una voz débil:
“Kay, lo siento. Te estaba ocultando algo importante”.
La puerta de entrada frente a la cúpula era de madera y no estaba
cerrada. Aisa entró primero mientras yo la seguía nerviosamente. Había
supuesto que este lugar era algún tipo de institución religiosa, pero para
mi sorpresa, no tenía ni un altar ni nada de carácter religioso en su
interior. Incluso el suelo era mera tierra, igual que el exterior.
En el centro de la sala había un monumento de piedra que llegaba
hasta la cintura, iluminado por la luz de una claraboya. Había un texto
grabado en él.
“Intenta leerlo”.
Incitado, me arrodillé y ojeé la inscripción. Ese fue el momento en
el que finalmente comprendí el motivo y el significado de esta cúpula.
En el mar de arena en donde el viento no deja rastros,
los caminantes de la arena se encontraron con un hombre que decía
palabras nunca escuchadas,
enviadas desde un mundo más allá del suyo.
Compartiendo la luz del mundo de más allá,
el hombre devolvió gracia por gracia.
Cuerpos de ley,
las facetas del poder.
Mientras el hombre permanecía anhelando de dónde había venido,
la hija del jefe le entregó su corazón.
Antes caminantes, ahora una nación,
el jefe de los caminantes llevaba el cetro.
Mientras la luna miraba,
las voces del júbilo atravesaban la noche.
El hombre y la hija se entregaron a la oscuridad,
mientras la luna miraba,
en el mar de arena en donde el viento no deja rastros.
La poesía grabada en el monumento era sin duda la historia que
escuché del rey, del primer extranjero que ayudó a establecer este país.
En otras palabras, aquí es donde el extranjero y la hija del primer rey
desaparecieron.
“¿Recuerdas cuando no te dejé venir aquí aquel día?”.
“... Sí”.
Esperando mi respuesta, Aisa continuó hablando con una voz algo
culpable:
“Siempre he pensado que eras como el padre legendario del país,
así que temía que desaparecieras si venías”.
“Así que era eso...”.
Mi reacción fue débil. Para empezar, no estaba considerando esta
posibilidad. De hecho, a pesar de estar aquí con Aisa, en el lugar donde
se supone que ha desaparecido mi antepasado espiritual, no sentí nada
en absoluto.
Impulsivamente alcancé el monumento de piedra, palpando las
inscripciones con mis dedos. Si esto fuera una película, aquí sería donde
el texto empieza a brillar y los recuerdos de mi antepasado espiritual
afloran en mi mente. Ni que decir tiene que no ocurrió tal cosa.
Deje escapar un breve suspiro, al tiempo que oí la débil respiración
de Aisa y me volví hacia ella.
“Siento no habértelo dicho”, ella se disculpó de nuevo, aunque no
tenía motivos ni quería echarle la culpa a ella.
“Yo habría hecho lo mismo si fuera tú. Más bien, ¿Por qué traerme
aquí ahora? Estoy seguro de que ya has considerado las posibilidades de
que desaparezcamos juntos, ¿No?”.
La leyenda dice que no sólo desapareció el extranjero, sino
también su esposa, la princesa. Aisa y yo no éramos amantes, pero
seguía existiendo la posibilidad innegable de que ambos fuéramos
borrados de este mundo. Era imposible que Aisa no lo considerara.
“Eso es porque me dio pena mentirte. Además... creí que no te irías
aunque vinieras”.
“¿Por qué?”.
Inmediatamente le pedí que me explicara esa extraña conclusión.
“Mientras que el padre de la patria fue enviado aquí para ayudar
en la construcción de nuestro país, tu deber es difundir el conocimiento
de tu cultura alimentaria... eso es lo que dijo el rey, pero creo que has
venido aquí para algo diferente. Creo que...”.
“He venido a cocinarte, ¿Verdad?”.
Adelantándome a lo que iba a decir, Aisa abrió los ojos y luego
asintió, mansamente.
“¿Sabías que las tasas de natalidad de los Sakla están
disminuyendo?”.
“... Sí, estoy al tanto”.
Hagan y Shayde me dijeron exactamente eso. La tasa de natalidad
de los Sakla está disminuyendo a un ritmo alarmante. Se espera que se
extingan en el futuro.
Sinceramente, siempre he deseado que cese la “gracia” de este
dios, que arrastra a la gente a otros mundos sin ninguna razón en
particular. Cuando pienso en ello, no puedo evitar preguntarme cómo lo
sabía Aisa.
“No puedo hacer nada para restaurar la natalidad de los Sakla. Tal
vez pueda pedírselo a Dios cuando vaya a su casa. Sé que no debería
pensar así, pero... Kay, si yo fuera la última Sakla de la historia, entonces
tu existencia en este mundo tendría definitivamente un significado. Tal
vez fuiste enviado como chef, para cocinarme, Kay. No podemos negar
que eso es posible, ¿Verdad?”.
Aisa siguió hablando de sus creencias personales sin quitarme los
ojos de encima.
“Si el anterior extranjero volvió a su mundo con su amada,
entonces, en tu caso, Kay...”.
“¿Volveré cuando te cocine?”.
Ella asintió una vez más.
Supongo que por eso no desaparecí nada más entrar en la cúpula.
Esa fue la conclusión a la que ella llegó también.
Era una horrible razón egoísta para mi existencia en este mundo,
pero la opinión del rey sobre mi deber no era diferente.
El destino, el deber... parece que la gente tiene los mismos
conceptos e ideologías independientemente del mundo en el que vivan.
Me pregunto si cosas como el deber o el destino existen en primer
lugar. Incluso si existieran, ¿Qué acontecimientos podrían considerarse
destino?
Sólo ese dios que mencionan en cada situación relacionada podría
responder a mis preguntas. Lo que estas personas hacían en realidad no
era más que colocar sus propios deseos en un blanco conveniente.
Ser una persona así implica debilidad, o viéndolo de otra manera,
sería una forma de animarse a sí mismos, y a veces, traer consuelo a sus
almas a través de un deseo.
Supongamos que la explicación de Aisa sobre el destino fuera
cierta... en ese caso, ¿Sería capaz de actuar de acuerdo con sus
expectativas?, me pregunté y contemplé mi destino en este mundo en el
camino de regreso.
Si me dieran explícitamente la oportunidad de volver a la Tierra
con la condición de sacrificar a Aisa, entonces me negaría rotundamente.
Aunque negarme no significaría necesariamente que Aisa se salve, será
devorada independientemente de mi decisión, que es la mera elección
de prepararla o no.
Si mi opinión no tiene nada que ver con el asunto, entonces,
lógicamente, vivir de acuerdo con sus esperanzas sería la opción
correcta.
Recordé débilmente la conversación entre el rey y yo mientras
bebíamos juntos:
“¿Hm?”.
“¿Qué pasa, Kay?”.
“Nada...”.
Aisa reaccionó al breve gruñido que solté sin querer. Fingiendo
tranquilidad, reflexioné en silencio sobre un pensamiento incómodo que
se me pasó por la cabeza.
“Siempre he pensado que eras como el padre legendario del país, así que
temía que te desvanecieras al venir aquí”.
La preocupación de Aisa era perfectamente natural. Entonces,
¿Cómo es que el rey no llegó a la misma conclusión? Al menos debió
darse cuenta de que no debía dejarme junto a Aisa como contramedida
para este plausible giro de los acontecimientos.
Esta vez no ha pasado nada, pero eso no significa que no vaya a
pasar. Al fin y al cabo, es algo que quedó registrado en la historia.
La leyenda siempre ha sido demasiado ambigua y más cercana a la
especulación. La única verdad creíble que podría extraerse de ella es el
hecho de que el padre de la patria y su amada desaparecieron. Sería
natural que la monarquía nos prestara la máxima atención a Aisa y a mí,
para evitar que volviera a ocurrir lo mismo.
Sin embargo, el rey no me impidió estar junto a Aisa, que se
supone que es el tesoro de este país, e incluso a su hija, Isela. Por el
contrario, también nos permitió a ambos regresar a Asilia.
¿En verdad permitiría esto si realmente creyera en la leyenda?
“¿Kay...?”.
Dos años después de que empecé a trabajar en palacio, mis
primeras sospechas hacia el rey se arremolinaron en mi corazón,
impidiendo que la voz preocupada de Aisa llegara a mis oídos.

Me lo había preguntado desde que regresamos.


No pude encontrar una explicación agradable para las acciones
contradictorias del rey. Él me pidió que lo hiciera de acuerdo con la
transmisión de la leyenda, pero no le importó que estuviera junto a Aisa
y su hija. En cambio, intentaba asertivamente agruparme con Aisa.
Escribí en mi cuaderno personal con letras grandes:
“¿Está mintiendo el rey?”.
Esa fue la justificación más apropiada que se me ocurrió. A este
paso, nunca podré volver a mi mundo. El rey está ocultando
deliberadamente partes de información para poder manipular las cosas
a su antojo. Esa era mi teoría.
No me sorprendería que hubiera una leyenda diferente que
divulgara la verdad sobre el paradero del extranjero transmitida sólo en
la familia real, una leyenda que no tiene nada en común con la que se le
difunde al público en general.
Hasta ahora, esto fue todo lo que se me ocurrió.
La primera era que tenía que cumplir algún tipo de condición para
poder volver. Tal vez hacer algo específico en un momento y lugar
determinados.
Cocinar a Aisa es similar hasta cierto punto, pero no encaja
exactamente con el periodo de nacimiento de un Sakla.
La segunda fue la suposición de que la leyenda era una mentira...
El extranjero no desapareció ni nada por el estilo, y por lo tanto mis
posibilidades de regresar son nulas. Esto fue lo más fácil de entender y
aceptar. Destruía todas las esperanzas de volver a casa, pero tenía
mucho sentido. Había una sección que parecía irracional para que fuera
real.
“¿Hay alguna razón para mentir sobre la desaparición de la princesa con
él?”.
Golpearme con la fría verdad desde el principio y erradicar mis
creencias habría sido mucho menos molesto que crear una mentira así.
También habría negado cualquier posibilidad de que Aisa y yo
huyéramos juntos con la esperanza de desaparecer con ella.
Sin embargo, según el público, la leyenda había quedado atrás
desde hacía siglos. No tenía nada que ver con mi situación. ¿Por qué no
elaborar un final más feliz entonces, como que vivan felices para
siempre? ¿Por qué utilizar un término tan poco realista como
desaparecer?
Se me ocurre una explicación plausible. Es decir, había algo sobre
el destino del extranjero que debía ser ocultado.
“¿Podría ser un asesinato?”.
Hice una pausa en cuanto escribí la última frase; mi deducción era
demasiado extrema.
Ser un poco rara es probablemente normal para una leyenda que
ha existido durante siglos, pero puede que sólo sea mi punto de vista
como extranjero.
No había necesidad de inventar teorías de conspiración salvajes
sólo porque encontré algo fuera de lugar en la leyenda. El primer
extranjero y yo somos independientes de este mundo. Puede que hayan
alterado el final de la historia para que suene más misterioso.
Incluso mi sospecha hacia el rey podría haberse debido a mi
imaginación y a mis pensamientos excesivos.
Podría ser que el rey fuera inesperadamente descuidado y no se
diera cuenta del peligro de dejarme junto a Aisa. O tal vez necesitaba
cumplir una condición particular después de todo, como compartir mi
cultura alimentaria con el mundo antes de cocinar a Aisa y regresar.
Quién sabe, tal vez esa sea su predicción.
No estaba seguro de si tal predicción era segura o no, pero no
había forma de llevar esta teoría más allá, estaba plagada de lagunas. Si
llegara a una conclusión, lo más probable es que fuera lo más alejado de
la realidad. Sin embargo, no pude dejar eso así como así, sino que se
quedó en el fondo de mi mente todo el tiempo.
Después de eso, pasé el resto de mis días en Asilia mezclándome.
En mi tiempo libre, visitaba a los historiadores locales y preguntaba
sobre cualquier información relativa al primer extranjero que no se
hubiera hecho pública. Sin embargo, como esperaba, no obtuve nada
que mereciera la pena.
A pesar de todo, no pude avanzar en la resolución del último paso
del misterio hasta que los soldados nos visitaron a finales del quinto mes
y regresamos al palacio.
Durante nuestra partida, Aisa se despidió cortésmente de sus
allegados antes de marcharse. Dentro de poco cumplirá 16 años, así que
puede que esta sea la última vez que visite Asilia en su vida.
Murmuré en voz baja que me alegraba de poder estar con ella más
tiempo, y me disgusté conmigo mismo por pensar así. Podría decirse
que había aceptado el destino de Aisa.
Al volver al palacio, Aisa se abalanzó sobre Isela y Atema con un
abrazo, feliz de encontrarse con ellas después de un tiempo.
“Buen trabajo, Clear”.
El rey me dedicó unas palabras de agradecimiento mientras
hojeaba el documento del informe, y me recompensó con 100 tupas.
“¿Notaste algo diferente en Asilia?”.
“... No, nada en particular”.
“¡Su majestad, Kay y yo fuimos a la colina legendaria!”.
El terror me invadió cuando escuché la inocente declaración de
Aisa. Me estremecí hasta el punto de que casi parecía que había saltado
en mi lugar. Por suerte, el rey no parecía sorprendido. Sin embargo,
preguntó de forma curiosa:
“Hm. ¿Te encontraste con algo importante?”.
“No pasó nada, ¿Verdad Kay?”.
“Sí, no pasó nada”.
Mi corazón se aceleró. Habría perdido definitivamente la
compostura si hubiera dirigido la pregunta a mí y no a Aisa.
“Esto es una prueba de que Dios no te ha enviado aún a tu mundo.
Parece que aún tienes muchos deberes que cumplir”.
“Como cocinarme, ¿Verdad?”.
El rey se rió con Aisa y asintió.
No había nada en su actitud, su voz o su expresión que mostrara la
más mínima agitación.
Es el rey de un país. Podría ocultar fácilmente sus verdaderas
intenciones a una persona corriente como yo si quisiera. ¿Podría ser que
lo esté pensando demasiado, después de todo? Ahora sí que empecé a
dudar de mí mismo.
El rey podía ser descuidado, pero las cosas no le salieron mal. Ni
Aisa ni yo hemos desaparecido. ¿Será que esto es todo lo que hay?
Nunca habría llegado a la verdad contemplando solo el asunto. Lo
único que queda es interrogar al rey, y preguntarle si me estaba
mintiendo.
No estaba precisamente confiado, ni la situación justificaba que me
arriesgara tanto. Tenía que centrarme en la situación real que tenía entre
manos, que era Aisa y su inminente 16º cumpleaños.

Entramos en el sexto mes.


Cuando se acercaba el cumpleaños de Aisa, Isela y yo estábamos
en mi cocina personal en las primeras horas de una tarde, preparando
los dulces que ella pensaba presentar en la fiesta.
Hizo un pudin de albaricoques asilvestrados, uno de los favoritos
de Aisa, y un pastel de una fina masa moldeada en forma de flor. Lo
rellenó con frutas encurtidas en vino y lo horneó delicadamente a baja
temperatura.
Le recomendé que me dejara ayudarle, ya que la receta parecía
requerir mucho trabajo, pero acabé viéndola hacerlo todo. Lo hizo todo
perfectamente. No tuve nada que señalarle. La sensación que tuve el año
pasado de que Isela me iba a superar en repostería parece que se ha
cumplido.
La razón por la que seguía pidiéndome que estuviera con ella así,
incluso cuando no necesitaba ayuda, era probablemente que se había
encariñado conmigo recientemente.
“Aisa me ha dicho que últimamente pones caras raras”, dijo Isela,
girándose hacia mí.
Se detuvo al mezclar la yema de huevo, la mantequilla, la miel y
un extracto de hierbas. El mero hecho de detener sus manos implicaba
que ella también creía lo mismo.
Tenía razón. Últimamente he estado distraído la mayor parte del
tiempo. El tiempo de maduración de Aisa estaba cerca, básicamente
hasta el punto en el que podía madurar en cualquier momento. No
puedo dejar de preocuparme por ello.
“¿Todavía no estás seguro?”.
Quiso decir que no estaba seguro de ser un preparador de Sakla.
Me quedé callado, pero la respuesta era obviamente afirmativa.
“Realmente eres incompetente, ¿No es así?”.
“Lo siento”.
No tenía ninguna excusa. Es más, me sorprendió que Isela lo dijera
tan amablemente.
Mirando hacia mí inclinándose en señal de disculpa, reanudó su
tarea. Pasó un breve momento en el que sólo movió las manos.
“En aquel entonces...”, dijo de repente.
“¿Sí?”.
“En aquel entonces, me comporté mal contigo. No tuve en cuenta
tu situación. Te criaste en un mundo donde no existían los Sakla. Tu
rechazo estaba justificado, pero pensé con una mente estrecha y te lo
eché en cara...”.
“Eso es...“.
“¿Recuerdas cuando gritaste en la mesa de la fiesta? Entonces
perdí toda la compostura, pero ahora puedo entenderlo”.
Por eso Aisa me perdonó de buena gana cuando fui a disculparme
al día siguiente. Esto explica por qué Isela vino a confirmar mis
intenciones esa noche. Fue porque Aisa tenía la intención de
perdonarme desde el principio.
A medida que iba entendiendo las cosas, Isela continuó:
“Entonces, no estoy irritada contigo por dudar ahora. Eres una
persona indefensa, no eres una mala persona”.
“... Gracias”.
Isela se dirigió a mí con palabras suaves. El hecho de que me
hubiera perdonado por mi debilidad fue como comer la fruta más
sabrosa en los dos años que pasamos haciendo dulces juntos.
“Pero tienes que tomar una decisión pronto, antes de que sea
demasiado tarde”.
“Por supuesto”.
Cambiando a un tono ligeramente sombrío, me recordó.
“Es tu elección. Ni Aisa ni yo podemos obligarte a asumir la
responsabilidad. Sólo debes saber que Aisa... siempre ha deseado que
seas su preparador. Desde el día en el que te conoció en Asilia, o al
menos, desde el día en el que recibí su primera carta sobre ti, recuerdo
con qué deleite mencionaba que tu cocina era tan animada, y que aún
estabas aprendiendo nuestro idioma”.
Mirándome con ojos afilados, Isela intentó persuadirme mientras
agarraba con el puño su delantal.
“Así que, por favor, independientemente de si vas a aceptar o
rechazar, déjalo claro. Aisa y yo nunca nos burlaremos de ti.
Recuérdalo”.
La cocina se quedó en silencio, y sólo los sonidos de los utensilios
resonaban en el lugar.
Tal vez debería aceptar, me preguntaba mientras cortaba en juliana
las cáscaras de melón secas antes de encurtirlas con vinagre dulce y
utilizarlas para decorar los dulces.
Cada vez que asistía a un funeral y cocinaba a sus muertos, me
convencía de no aceptar nunca la cultura de los Sakla. Pero, a estas
alturas, empiezo a sentir que aferrarme a eso sólo empeorará las cosas.
¿Te parece bien que Aisa muera?
Mi elección no influye en el destino de Aisa. Ella morirá de todos modos.
¿Qué tal si la llevas contigo a la Tierra?
Aisa no desea que yo haga eso.
Si no hay nada que puedas hacer para evitarlo, sólo puedes asegurarte de
que muera feliz.
Los mismos pensamientos que tenía desde que volvimos de
aquella cúpula en Asilia seguían dando vueltas en mi mente sin parar.
“¡Ay!”.
Un dolor abrupto en mi dedo interrumpió mis cavilaciones. El
dedo índice izquierdo que utilizaba para colocar la piel del melón estaba
sangrando. Me lo corté con un cuchillo.
“¿Estás bien?”.
“Sí, supongo”.
¿Qué estoy haciendo? ¿Qué clase de chef perdería la concentración
y se cortaría el dedo? La última vez que ocurrió esto fue hace años,
cuando todavía era un novato. Me lamí la sangre del dedo y un sabor
metálico rodeó mi lengua.
“Me recuerda a cuando tuve que cortarme antes de conocer al
rey”.
Pero ese tiempo no cuenta, no tenía nada que ver con la cocina.
Tuve que cortarme un dedo para entrar en la sala.
Recuerdo que me dijeron que era un contrato en el que prometía
no mentir delante del rey. Mirando hacia atrás, ciertamente no
incluyeron nada sobre que el rey me mintiera.
“Um...”.
“¿Qué es?”.
“¿Qué querías decir con lo de conocer al rey?”.
Isela me pidió que aclarara mi despreocupado murmullo.
“Bueno, ya sabes, antes de conocer a su majestad por primera vez,
se me exigió que me cortara el dedo y les ofreciera una gota de mi
sangre”.
Isela siguió poniendo la misma expresión de desconcierto. Quizá
mi explicación fue un poco confusa.
“¿Desde cuándo el palacio... comenzó a tomar sangre de los
visitantes?”.
“Es más bien un juramento de no mentir frente al rey. O al menos,
eso es lo que me dijeron. Creía que era costumbre, ¿No?”.
“Eso es nuevo para mí, sinceramente. Tal vez no lo sabía, ya que
no soy una visitante”.
“...¿Qué significa eso?”.
No sería extraño que sólo Isela no supiera nada de esto. Más bien,
es lo contrario. Una princesa es totalmente ajena a las obligaciones
impuestas a quienes van a tener una audiencia con el rey.
Pero ¿Y si tal costumbre nunca existió en realidad, sino que fue
inventada sobre la marcha, específicamente para mí? ¿Por qué lo harían?
Me corté el dedo y entregué mi sangre al funcionario. ¿Por qué
querría el funcionario mi sangre?
No podía deshacerme de la idea de que esta costumbre del
juramento de sangre fuera falsa, pero al mismo tiempo, no se me ocurría
ninguna razón por la que pudieran hacer eso. Surgió la suposición de
que querían estudiar la sangre de extranjeros que vienen de un mundo
diferente, pero la dura verdad es que este país no apoya activamente la
investigación científica lo que me llevó a reprimirla.
Me sacaron la sangre para un objetivo concreto. Pensando durante
unos segundos, lo correlacioné con la única acción posible.
“¡Ah...!”.
Mi corazón dio un vuelco. Una hipótesis aterradora surgió en mi
mente.
“Um... Déjame tratar tu dedo por ahora”.
Isela acercó su mano a la mía como para envolverla. Por reflejo, me
la quité de encima.
“¡Kya!”.
Mi reacción hizo que pareciera que la empujaba. Isela dio un paso
atrás.
“Ah... Lo siento por eso...”.
“Está bien. Fue mi culpa por ser tan entrometida...”.
Después de asegurarme de que no se cayó o chocó con algo, volví
a mirar mi mano.
Mi dedo seguía sangrando sangre fresca y carmesí... Me apresuré a
coger una pequeña bandeja del fregadero con la mano derecha y vertí el
agua acumulada en ella sobre la parte herida de mi dedo. El agua rojiza
corrió hacia el desagüe del fregadero.
“Fff, ffu...”.
“¿Kay?”.
La princesa me llamó por mi nombre, preocupada. Sin embargo,
su voz no me llegó.
Después de eso, terminamos de hacer los dulces como estaba
previsto. Los trabajos de Isela eran perfectos... o se supone que eran
perfectos ya que ni siquiera me esforcé en recordar su sabor debido al
arduo tiempo que pasé fingiendo compostura.
Dos días más tarde, me reuní con Isela y le informé de que extraer
sangre a los visitantes que solicitaban una audiencia con el rey era
siempre una costumbre, según mis investigaciones.
“Me alegro de que sólo yo no lo supiera. Lamento la confusión”.
“No, es culpa mía por haberte asustado el otro día. Me disculpo
por ello. Además... tomaré mi decisión sobre Aisa muy pronto”.
Isela se animó en cuanto escuchó esa frase de mi parte. Añadió
“por favor” con voz susurrante.
“Por cierto... pareces estar herido en unas partes que no son el
dedo, ¿Ha pasado algo?”.
“Sí, hay una gallina violenta en el gallinero de la que soy
responsable”.
“Ya veo. Por favor, ten cuidado”.
Al recibir unas palabras de preocupación, salí de la habitación de
Isela.
El acostumbrado juramento de sangre era toda una mentira. Les
pregunté a todos los funcionarios que conocía en el palacio de alguna
manera, pero ninguno sabía de tal costumbre.
Las heridas que obtuve recientemente fueron una prueba
irrefutable, que apoyaba mi hipótesis sobre el significado de esta
conspiración. En otras palabras, una de mis teorías... resultó dar en el
blanco.
Nunca pensé que lo resolvería sin preguntarle directamente al rey,
pero aún quedaban muchas cosas por aclarar.
A medida que se acercaba el momento, las cosas empezaron a
cambiar para mí.
“Señorita Aisa, ¿Puede bajar la cabeza un poco, por favor?”.
“De acuerdo”.
Aisa estaba sentada en una silla con todo el cuerpo cubierto de
papel de seda excepto la cabeza, mientras Atema manejaba unas tijeras
detrás de ella.
Atema llevaba mucho tiempo trabajando como sirvienta de Aisa,
ayudándola en muchas tareas, como cortarle el cabello. Sujetaba un
mechón de cabello de Aisa con los dedos y abría las tijeras, cortándolo.
Me di cuenta de que el único momento en el que el rostro
inexpresivo de Atema mostraba que se divertía era cuando se ocupaba
del aseo de Aisa. “Aty me dijo que me veo mejor con este largo de cabello”.
Recordé que Aisa había mencionado algo así.
Por supuesto, no me quedé allí para ver cómo se divertían las dos.
Tenía un trabajo que hacer, que consistía en recoger todos los cabellos
que cayeran al suelo en un cuenco que llevaba encima.
Un Sakla está destinado a ser consumido, por completo. Desde su
carne y vísceras hasta su sangre, huesos, dientes; incluso sus uñas y
cabello. Ninguna parte de su cuerpo se salvará. Personalmente, nunca he
oído hablar de un animal con cabello o uñas comestibles, pero según
Hagan, que probó al Sakla anterior, las uñas y el cabello son tan
deliciosos como la carne.
Para conservar su pureza, está prohibido que todo el mundo las
pruebe, excepto quien compruebe periódicamente su sabor. Si
accidentalmente lamen la más mínima cantidad de sangre de Sakla,
están obligados a lavarse la boca. Así, el cabello y las uñas de un Sakla
suelen guardarse hasta que madura.
Al terminar de cortar el cabello de Aisa, Atema levantó un frasco
de perfume de ámbar que tenía a su lado y le aplicó una pequeña
cantidad. El perfume se integró en su cabello, dando lugar a una
refinada fragancia que emanaba de ella. Atema volvió a coger un
mechón de su brillante cabello y lo trenzó mientras tarareaba. Hoy
estaba de muy buen humor.
Mientras tanto, yo recogí un manojo de cabello en papeles del
cuenco y lo coloqué dentro de un contenedor. Ya había llenado un
contenedor entero con cabello y media botella de clavos desde el día en
que me asignaron esta responsabilidad.
Cuando terminé de empaquetar todo el cabello y cerré la caja, Aisa
se levantó de la silla. Estoy acostumbrado a encontrarme con Aisa todos
los días, pero en momentos como éste, en el que nos encontramos cara a
cara, me doy cuenta de lo mucho que ha crecido en comparación con la
primera vez que nos conocimos.
“¿Pasa algo, Kay?”.
“Hm”.
Su nuevo corte de cabello quedaba muy bien con su cabello
ceniciento, trenzado con gemas en un lado. Un vestido azul sin mangas
apareció cuando se quitó el trozo de pañuelo antes de que Atema le
cubriera los hombros con otro abrigo de seda.
Era el mismo vestido que llevó en mi primera audiencia con el rey.
Me pregunto si ella también lo notó. Aisa estiró los brazos como si
fueran alas y giró, retorciendo suavemente el puño del vestido. Era un
gesto nostálgico.
La miré durante un rato y luego comenté:
“Eres hermosa”.
Era el mismo vestido de aquella vez, pero hoy le sentaba mucho
mejor.
“Eso es porque alguien me hizo hermosa, ¿Verdad?”.
Sonrojada, Aisa miró a Atema. Pensaba que incluso sus reacciones
eran más maduras.
“Me disculpo por haberte hecho esperar. ¿Nos vamos?”.
Aisa, Atema y yo íbamos a ir hoy a la ciudad. Desde el día en el
que fuimos a comprar frijoles al mercado, siempre se me han ocurrido
diferentes excusas para sacar a Aisa conmigo, pero hoy no hacía falta.
Hoy era una celebración.
“Hoy vas muy guapa, ¿Verdad?”.
“Hoy es un día muy especial”.
Hoy era el 16º cumpleaños de Aisa, el último que vivirá en su corta
vida.

Salimos por la puerta de entrada como siempre. Ir y venir a la


ciudad se convirtió en una segunda naturaleza para la joven que una vez
estuvo enjaulada en el palacio. El luminoso paisaje de la ciudad, el
sonido del bullicio, los deliciosos olores que llegaban desde el mercado y
los restaurantes del camino... todo lo que había afuera se convirtió en
paisaje cotidiano para Aisa y para mí.
“Aisa, ¿Eres tú?”.
“Ah, Yudy”.
Mientras caminaba por la calle, Aisa se encontró con una chica de
su edad e intercambiaron algunas palabras.
“¿También vas a salir hoy con Atema y el maestro Clear?”.
“Sí. Hoy es mi cumpleaños, así que lo celebraremos saliendo”.
Yudy era una chica que regentaba un carrito cerca del gran
mercado. Saludaba a Aisa cada vez que pasábamos por esta calle y acabó
haciéndose amiga suya. No sólo Yudy, sino que Aisa había hecho
bastantes conocidos en la ciudad, hasta el punto de que incluso algunos
comerciantes y propietarios de carros al azar nos llamaban para que les
compráramos en cuanto se percataban de nuestra presencia.
El deseo y el sueño de Aisa de convertirse en una chica normal se
había hecho por fin realidad, salvo el hecho de que ninguno de ellos
sabía que ella era una Sakla.
“De acuerdo entonces, nos vemos más tarde”.
“De acuerdo”.
Aisa y Yudy se despidieron con la mano.
“Más tarde”, eh...
Seguimos caminando por nuestra calle habitual. A pesar de que
hoy era el cumpleaños de Aisa, no tomamos un camino diferente. Aisa
nunca parecía cansarse de contemplar el mismo paisaje. Siempre estaba
canturreando con alegría. Hoy, sus pasos eran notablemente más ligeros
que de costumbre. Las piedras preciosas que decoraban su cabello
trenzado sonaban al ritmo de su paso.
Vimos a un grupo de animadores ambulantes jugar con sus monos
y aplaudimos, y luego probamos un nuevo postre de melón Shilda de la
tienda de postres del mercado.
En nuestra visita al mercado, Aisa compró una horquilla para
Atema como agradecimiento por hacerla lucir bien siempre. Una
doncella real está obligada a llevar un uniforme sin adornos llamativos.
La horquilla que eligió Aisa apenas debe pasar.
Atema se puso la horquilla en forma de pluma, pegándola en el
lado derecho de su cabello, el más corto. Le quedaba bien. Atema
parecía estar profundamente conmovida por el pequeño acto de Aisa, ya
que de vez en cuando se acercaba a tocarla.
Mi agradable vida diaria con Aisa estaba a punto de llegar a su fin,
al igual que mi rutina masoquista de ser incapaz de tomar una decisión
definitiva.
Vimos una breve obra de teatro, y para cuando nos fuimos, el sol
se estaba poniendo. Ya era hora de volver al palacio, pero hoy era una
excepción. Mientras veíamos la obra, me quedé pensando en un asunto.
Antes de volver, tenía que hablarle de algo importante a Aisa. Era mi
última oportunidad para aclarar las cosas. Me giré para mirarla.
“Aisa-”.
“Kay-”.
Justo cuando dije su nombre, ella me devolvió la mirada y dijo el
mío.
“Um... ¿Sí?”.
“Tú primero, Kay...”.
Incitado, asentí con la cabeza antes de romper el silencio.
“Aisa, quiero que estemos solos un rato”.
Aisa abrió los ojos.
“Estaba a punto de decir lo mismo”.
“¿Puedes darnos un minuto para pasear?”.
Atema contempló mi petición durante un segundo antes de
aceptar, diciendo que es un día especial.
Siempre viene con nosotros como supervisora, así que nunca debe
dejarnos sin vigilancia, pero supongo que su amistad les hace ser un
poco blandas la una con la otra en estas situaciones.
“Por favor, haga lo que pueda, Lady Aisa”.
“¿D-De qué estás hablando?”.
Al separarnos de Atema, caminamos por una calle secundaria que
se desprende de la carretera principal.
Esta vez, tomé la delantera mientras Aisa me seguía por detrás.
Nunca la había traído a esta calle. Pasamos por un arco de ladrillos,
deambulando por el interior de almacenes y contenedores de
importación para llegar finalmente a mi destino.
“¡Waw!”, exclamó Aisa en voz baja, sujetándose el cabello
mientras se lo llevaba la brisa marina.
Mi destino era un puerto, un lugar desierto para nosotros dos
solos.
La costa pavimentada estaba bordeada de barcos mientras el sol
estaba a punto de ocultarse tras el horizonte del amplio mar.
“Así que esto es el mar”.
“Sí. ¿Es la primera vez que lo ves?”.
“Nunca lo había visto de tan cerca. Huele a sal y a pescado”.
Se acercó a la costa y se asomó al mar. Era divertido verla buscar
peces con inquietud. Nació en Asilia, una ciudad del desierto, y se crio
en el palacio. Por eso la traje aquí, pensando que nunca había tenido la
oportunidad de ver el mar en su reclusión.
“Siempre quise venir aquí. Me alegro de que se haya cumplido mi
deseo, aunque sea por casualidad”.
Volvió a mi lado y sonrió. Desvié discretamente la mirada y
contemplé el mar. El sol poniente teñía el paisaje de un rojo más intenso,
acentuando la oscura silueta de los veleros.
“Qué gran vista”.
“En verdad”.
He visitado este puerto muchas veces, pero me pareció que era la
primera vez que contemplaba el mar durante tanto tiempo. A mi
derecha, podía ver pequeñas embarcaciones de pesca, mientras que un
gran barco dejaba caer su puente a mi izquierda, permitiendo que la
gente subiera a bordo con su equipaje.
“¿Tienes la intención de ir al extranjero?”.
“Tal vez”.
Ishq Band es una ciudad de comercio internacional. A este puerto
llegan innumerables barcos de todo el mundo, y muchos de sus
pasajeros extranjeros hablan el idioma de la monarquía mejor que yo. La
media de personas que visitan esta ciudad desde el exterior es de
900.000. Incluyendo el contrabando ilegal, superaría fácilmente el
millón.
Una de mis conversaciones con Atema me recordó que sólo he
vivido en la monarquía todo este tiempo; no sé nada de otros países.
La razón por la que tiendo a olvidarme de esto es la llamada
‘gracia de dios’, que convierte a una niña en presa y me encarcela en la
capital. Desplacé mi mirada hacia esa niña que estaba a mi lado.
“...Aisa”.
Ella también me observaba. La miré directamente a la cara,
iluminada por el sol poniente.
“¿Sí?”.
No emití ningún sonido durante unos instantes, recordando mi
incompetencia por no ser capaz de pronunciar mi resolución.
Me mordí los labios. Alrededor del momento en que una ola se
estrelló audiblemente, abrí la boca:
“¿De verdad te parece bien morir, Aisa?”.
Mi voz temblaba miserablemente.
“Entonces, todavía no quieres cocinarme, ¿Verdad, Kay?”.
A pesar de actuar con alegría y confianza en que acabaría por
convencerme, ella sabía desde el principio que yo seguía dudando. Tal
vez sólo se estaba conteniendo, y nunca mostró enfado o decepción
hacia mí. Ha mejorado en cuanto a no dejar que sus frustraciones se
manifiesten, lo que me hace sentir bastante intimidado de tener que
experimentarlas de primera mano.
Con todo esto en la cabeza, lo único que pude hacer fue asentir con
la cabeza y explicar lentamente:
“Ya no estoy en desacuerdo con la cultura de los Sakla. Al ver a la
gente de primera mano, me doy cuenta de que es posible que tú y los
que te rodean sean felices de esa manera. Incluso consideré la
posibilidad de cocinarte en algún momento”.
“Entonces, ¿Por qué...?”.
Sacudí la cabeza antes de que Aisa pudiera terminar de exponer su
expresión de esperanza.
“Es tu muerte lo que no quiero ver, Aisa. Creo que puedes
encontrar la felicidad viviendo tu vida. Supongo que no soy diferente
ahora de lo que era hace tres años...”.
Suponiendo que nunca hubiera conocido a Aisa y que hubiera
vivido estos tres años aquí, probablemente simpatizaría con los otros
chicos y chicas tratados como Sakla, pero ese sería el fin. Llámalo cruel,
pero nunca se me habría ocurrido interrumpir la costumbre, y en cambio
dejaría que sucediera.
Pero no quiero que Aisa muera, sea una Sakla o no. Ese era el
deseo egoísta que no podía dejar de lado, después de dos años y medio
de cuestionamientos de conciencia sin sentido y que me desgarraban la
mente.
“¿Has imaginado alguna vez una vida en la que puedas vivir como
cualquier otra chica normal de tu edad? ¿Una vida que puedas ver hasta
el final, libre del dios y de las tradiciones de este país?”.
“... ¿Es eso siquiera posible?”.
“... Sólo estamos suponiendo”.
Aisa se quedó en silencio durante un rato, sin dejar más que el
sonido de las olas. Mis palabras tenían un cierto encanto que suscitó en
ella una pizca de incertidumbre. Probablemente estaba decepcionada.
“Kay”.
Aisa rompió el silencio llamándome por mi nombre, hasta que de
repente...
“ ¿¡!?”.
La sensación de su palma sobre mi cara no llegó, pero en su lugar
saltó a mi pecho y me abrazó.
Colocando sus brazos alrededor de mí, se aferró firmemente a mí y
levantó la cabeza para encontrarse con mis ojos. Nunca estuvimos tan
cerca el uno del otro.
“Viviré, Kay”.
“No es eso lo que quería decir...”.
“¡No! Deberías saber que no creo que vaya a morir. No sólo porque
haya nacido como una Sakla, y no sólo porque tú, Kay, hayas venido a
este mundo”.
Aisa abrió mucho sus ojos llorosos y exprimió la voz para
continuar.
“Me gustas, Kay... Me gustas. Te amo”.
El sonido de las olas se detuvo. Aisa hundió su cara en mi hombro
para esconderse.
“Quiero que me comas. Quiero convertirme en uno contigo, Kay”.
Permanecí en silencio, escuchando la voz apagada de Aisa.
“¿Está mal desear una vida así? Estaré contigo dondequiera que
vayas, incluso cuando vuelvas a tu mundo... Seré tuya”.
“... Aisa”.
Pronuncié su nombre, pero no se me ocurrió nada más.
La forma en la que se confesó fue probablemente la corriente
principal por aquí. Más bien como el chico que se comió a Yugl en el
primer funeral al que asistí, y la historia de Shayde y Yuan. Aisa estaba
haciendo todo lo posible para convencerme con esta marca de amor
comestible.
Mi corazón palpitaba con tanta fuerza que no noté el sonido de las
olas al volver. Aisa retiró sus brazos de mi espalda y se levantó con sus
piernas. La distancia entre nosotros seguía siendo igual de estrecha, con
su cara enterrada en mi hombro. Acercó su mano a la mía y la agarró
suavemente.
Estaba caliente. Las fuertes palpitaciones de mi corazón
probablemente llegaron a sus oídos.
Estar vivo es comer, y comer es consumir la vida de otro ser vivo.
¿Voy a consumir la vida de Aisa?
“Quiero comerla”.
Escuché mi voz. Cinco minutos, diez minutos... Perdí la cuenta de
cuánto tiempo pasó con nosotros dos cogidos de la mano en silencio. Un
sinfín de pensamientos y planes cruzaron mi mente, hasta que puse mis
manos sobre sus esbeltos hombros y percibí la vida por el calor que
provenía de ellos.
“Aisa”.
Volví a decir su nombre y la aparté suavemente de mí. Fijé mi
mirada en sus ojos húmedos y declaré con voz solemne, una voz que no
podría haber emitido hace apenas unos minutos.
“Gracias, he tomado mi decisión”.
Las olas que rompían reverberaban tranquilamente en la orilla del
mar al atardecer. La distancia entre nosotros no se separaba del todo.
Nos quedamos mirándonos el uno al otro, incapaces de hacer un
movimiento. Quién sabe cuánto tiempo habríamos permanecido así si
Atema no nos hubiera interrumpido.
“Um...”.
Sorprendidos por la brusca voz, prácticamente nos sobresaltamos.
Al girarme en la dirección de la voz, vi a Atema, que debía estar
esperándonos detrás de los almacenes, de pie y torpemente.
A continuación, se disculpó, mientras inclinaba la cabeza, de que le
preocupaba perdernos de vista porque estábamos tardando demasiado,
así que trazó los pasos y llegó a esta incómoda situación.
Aisa y Atema eran muy amigas, sin embargo, Aisa parecía estar un
poco enfadada con ella en el camino de vuelta.

Al día siguiente. Fui a la cocina principal en donde trabajaba


Hagan y le comuniqué mi decisión. Hagan pareció sorprendido en el
momento, pero pronto reveló un rostro apacible mientras se acariciaba la
barba.
“Así que por fin te has decidido”.
“Siento haberte hecho esperar tanto”.
“Está bien. Lo más importante es que tengo que informarles a la
señorita Aisa y a su majestad sobre esto”.
“Sí. Por favor, dile a su majestad que Clear Kay aceptará el deber
de preparador de Sakla”.
Todos se alegraron de la noticia de que por fin me había
convertido en preparador de Sakla. Aisa, Atema, e incluso Isela, casi
derramaron lágrimas de alegría.
Dos meses más tarde, una mañana temprano, la puerta de mi
cocina se abrió de un empujón y Aisa apareció detrás de ella.
“¡Kay!”.
En cuanto me vio, saltó y me dio un gran abrazo, casi tirándome al
suelo. Probablemente podría adivinar lo que estaba pasando.
En efecto, en cuanto vi la herida roja en su dedo, lo supe. Aisa
tenía una gran sonrisa mientras sus ojos derramaban lágrimas.
“¡Por fin he madurado, Kay! ¡Es hora de que me comas!”.
Capítulo 4: Mientras la luna mira

La capital rebosaba de un ambiente alegre durante el octavo mes.


Famosa por la blancura de todos sus edificios y establecimientos,
contrastaba con otros colores variados y puestos de comida por todas
partes.
Las calles estaban llenas de gente. Se podían ver artistas callejeros
tocando extraños instrumentos aquí y allá.
Por lo general, sólo hay dos momentos en el año en los que la
ciudad está tan agitada. El primero, la celebración del año nuevo,
mientras que el segundo es el aniversario del traspaso de poderes en la
capital. Sin embargo, hoy no era ninguna de las dos, sino algo de mucha
más importancia.
Me estremecí de emoción al contemplar las brillantes e inusuales
calles de la capital. Alrededor de quince carruajes salían de la puerta sur
del palacio, los primeros al frente llevaban nobles y tenían un aspecto
bastante lujoso. Los demás eran carros cubiertos, cada uno de los cuales
llevaba un número considerable de personas. Hagan y yo íbamos en el
tercer carruaje de la parte delantera.
Al cabo de veinte minutos, llegamos a un edificio redondo que se
alzaba sobre una colina ligeramente elevada, llamado Comedor Sagrado
de Aheed.
Éste fue en su día el palacio real del antiguo país que duró mil
años. Aheed, que se convirtió en el primer rey tras conquistar el país, lo
mandó demoler y lo convirtió en un comedor.
Fiel a su nombre de comedor sagrado, se construyó con dos fines,
ambos relacionados con la comida. El primero, albergar los funerales
reales, mientras que el segundo, ser un lugar para preparar y cenar los
tesoros maduros de la monarquía, los Sakla.
Decenas de instrumentos musicales con formas extrañas llenaban
la sala con sus diversos sonidos y tonos. Más de 300 personas se
reunieron en esta sala, incluidas las bandas de música, para celebrar la
maduración de la Sakla.
Todos los presentes en esta sala; el sacerdote que celebraba la
ceremonia, Shayde, Isela, los hermanos del rey y los tres hijos que
gobernaban las distintas zonas de la tierra, las familias reales de los
países vecinos, el primer ministro así como los 200 cocineros reales...
todos ellos estaban celebrando la maduración de Aisa.
La noticia de la maduración de Aisa recorrió la corte imperial
como un rayo y llegó a todos los rincones de la capital en cuestión de
horas. No pasó ni medio día antes de que la noticia fuera declarada
oficialmente.
Como resultado, un ejército de personas acudió a visitar a Aisa
aquella tarde. Empezando por el primer ministro, los burócratas y todas
las personas del palacio con un alto cargo hasta los funcionarios y
sirvientes ordinarios. Grandes comerciantes y banqueros se dirigieron
personalmente al palacio para conocerla, así como embajadores de otros
países.
Aisa pasó el resto del día reuniéndose con un visitante tras otro,
recibiendo felicitaciones y regalos hasta que regresó a su habitación,
aparentemente desprovista de vida, al menos hasta que le dije que la
mayoría de los regalos eran aperitivos de calidad. Volvió a levantarse en
un santiamén.
Hoy, Aisa asistía a la ceremonia de su maduración con aprensión.
Iba vestida con una fina seda y un velo azul celeste que le cubría el
rostro. El ligero maquillaje que llevaba acentuaba su magnífica belleza
que rivalizaba con la de la propia Isela.
“Sazan, padre de Aisa. Karajan, madre de Aisa”.
“Sí...”.
“Sí”.
Al oír al rey pronunciar sus nombres, los padres de Aisa, que
estaban sentados en la parte de atrás, respondieron con voces
ligeramente nerviosas.
La familia de un Sakla es recompensada y honrada por la familia
real; son los únicos súbditos ordinarios a los que se les permite cenar a
un Sakla. Sus padres, su hermano y su esposa fueron invitados a la
ceremonia.
Sazan y Karajan se dirigieron al centro de la sala. Al observar sus
expresiones nerviosas y su forma de caminar, recordé la primera vez que
tuve una audiencia con el rey. Su agitación era seguramente de otro
nivel, ya que estaban asistiendo a una importante ceremonia nacional.
El rey se dirigió a ellos, uno por uno, antes de hablar:
“Tienen mi gratitud por haber criado a una Sakla tan buena, y
amiga íntima de mi hija”.
Noté que Aisa se limpiaba una lágrima con el rabillo del ojo
mientras observaba a sus padres.
Hablé con sus padres durante nuestro viaje a Asilia hace unos
meses, tratando de ocultar mi resentimiento hacia ellos. Hoy, sin
embargo, la mayor parte de ese resentimiento había desaparecido,
sustituido por la culpa.
Tras las escasas palabras del rey, el sacerdote procedió a leer una
escritura que alababa a su dios, preparándose para el ritual principal de
la ceremonia.
“Preparador de Sakla, Clear Kay”.
El rey me llamó por mi nombre y me dirigí al frente de él. Podía
sentir las miradas del público que rodeaba la sala.
“Jefe de cocina real, Hagan”.
El rey le hizo una pregunta a Hagan:
“¿Tiene Clear Kay la habilidad suficiente para preparar una
Sakla?”.
“Sí, no dudo de sus habilidades”.
“Muy bien, entonces”.
El rey se volteó de mí a Aisa, que estaba ocupada arreglando su
cabello ceniciento, mientras ocultaba su rostro con un fino trozo de seda.
No pude ver su rostro, pero supe que le devolvía la mirada con
confianza al rey.
“Aisa, ¿Sientes que has madurado como una Sakla?”.
“Sí, lo siento”.
Una vez terminado el diálogo ritual, me volví hacia Aisa, caminé
en su dirección y me arrodillé. Oí que el rey volvía a pronunciar su
nombre.
“Aisa”.
“Sí”.
“¿Crees que Clear Kay es digno de prepararte?”.
“Juzgo que sí”.
Tras la inquebrantable confirmación de Aisa, una tenue sombra
cubrió el suelo de mármol que yo miraba. Al levantar la cabeza, se
presentó ante mí una gran cuchilla negra. Al recibir este cuchillo negro
del actual Sakla, seré admitido oficialmente como preparador de Sakla.
Miré tanto el cuchillo como la cara de Aisa por un momento antes
de extender la mano.
El rey extendió sus brazos y habló en voz alta:
“Exalten a los difuntos. Alaben los jóvenes brotes de vida y
abracen el ciclo de la vida y la muerte”.
Continuó recitando el himno de la alimentación, emocionando a la
sala con su profunda voz.
100 personas van a asistir a la fiesta de Aisa, entre ellas los
gobernantes de los pocos países aliados de la monarquía. El sabor
celestial de una Sakla era tan destacado en el mundo que algunos países
acordaban pactos con la única condición de poder participar en la fiesta
de la Sakla de turno.
En las fiestas nacionales de este tipo, 80 criminales reciben una
reducción de la pena, mientras que unos pocos son totalmente
indultados.
Todo el país está alborotado por nada más que un delicioso sabor.
Al menos, esta sería mi impresión de este acontecimiento si no hubiera
probado la sangre de Aisa cuando me salvó.
Aisa albergaba ahora un sabor que supera con creces el que tenía
arraigado en mi mente.
El cuchillo se sentía más pesado que cualquier otra cosa en el
mundo mientras la mirada entusiasta de Aisa recorría todo mi cuerpo.
Sus ojos me suplicaban que atravesara su cadáver con este cuchillo.
El rey clausuró la ceremonia con una declaración final:
“La fiesta de Aisa se celebrará en 12 días a partir de hoy... la tarde
del primer día del nuevo mes”.
El mayor punto de inflexión de mi vida estaba a sólo 12 días de
producirse.

La ceremonia terminó sin incidentes, y la sala sagrada quedó sólo


con el sacerdote y algunos clérigos.
El exterior estaba oscuro mientras el silencio se cernía sobre el
edificio. Si no fuera porque las ventanas dejaban entrar la débil luz de la
luna, el lugar habría estado completamente oscuro. Entré en el edificio
con una lámpara en la mano derecha, iluminando mi entorno.
La razón por la que seguía aquí era que el cura me había dejado
revisar la cocina antes de volver el día de la fiesta.
La cocina era espaciosa y tenía cuchillos y muchos tipos de
hornillos colocados en ella, listos para su uso. Junto a ella encontré dos
habitaciones que resultaron ser hornos gigantes. Uno de ellos estaba
hecho de piedra blanca y el otro de obsidiana.
La última vez que se utilizó este lugar fue hace siete años, en el
funeral del hermano mayor del rey. Sin embargo, las herramientas
parecían ser todas nuevas.
Desde el traslado de la capital, este edificio se ha utilizado para
cocinar a todos los Sakla de la historia. El ambiente sagrado que se
supone que emana y la pulida cocina me parecieron bastante fríos y algo
espeluznantes.
Salí de la cocina y caminé por un largo pasillo que conducía a una
única habitación vacía, excepto por un gran depósito de agua en el lado
derecho.
Un Sakla es paralizado con anestesia y luego decapitado en esta
sala cuando pierde el conocimiento. Después de desangrarse por
completo, se le afeita el cuerpo, se le pela la piel y, por último, se le
descuartiza.
No se debe desperdiciar ni el más mínimo trozo de su cuerpo.
Dicen que de una ballena no se tira nada, pero en el caso de un Sakla,
literalmente, cada fragmento de su cuerpo sabe mejor que los mejores
manjares del mundo.
Salí de la habitación y me dirigí a un salón creado para los Sakla.
Según la costumbre, un Sakla es conducido a esta sala un día antes del
festín, donde pasa su última noche.
De camino a la sala de estar, que creía vacía, percibí una débil luz
que provenía del interior. Probablemente sea la luz de una lámpara.
Inmediatamente después de darme cuenta de que había alguien
dentro, oí una voz que venía de la misma dirección.
“Yuan, es casi la hora... Yuan”.
Era el rey Shayde. No hablaba con una voz fuerte, pero
instintivamente di un paso atrás, haciendo que mi zapato emitiera un
débil chillido.
Me giré rápidamente para ver si había algo diferente. Por suerte,
Shayde no pareció darse cuenta de mi presencia, ya que la luz no hizo
ningún movimiento sospechoso.
Cambié de dirección y volví por donde había venido a paso
rápido, pero asegurándome de no hacer ruido.
El rey tenía razón, era casi la hora.

Acabé caminando un largo trecho por mi cuenta para volver al


palacio, ya que todos los carruajes se habían ido excepto el del rey.
La mayoría de los puestos de los vendedores diurnos estaban
cerrados, dejando las calles oscuras y silenciosas. A pesar de su posición
de liderazgo en el mundo, la capital no tenía ninguna luz en las calles.
Me abrí paso bajo la débil luz de la luna hasta llegar a un lugar
luminoso. Era el único barrio que se activa por la noche e ilumina las
calles con farolillos de papel, y los diversos puestos de bebidas,
atrayendo a los peatones como yo.
El distrito tenía todo tipo de puestos, desde bares baratos hasta
puestos de alta calidad que también sirven comida. Algunos incluso
sirven comida de Asilia.
Este es el único lugar que no parecía cambiar hoy. Lo más probable
es que todos los que bebían aquí estuvieran conversando sobre la
maduración de Aisa.
Aunque la ciudad celebraba un gran festival para el evento, me
preguntaba qué pensaba realmente cada individuo sobre el tema.
Algunos lo celebrarían honestamente como si la Sakla fuera su propia
hija. Otros podrían desanimarse porque no tendrían la oportunidad de
probarla de todos modos. Quizá habría otros que criticaran la cultura de
los Sakla, quién sabe.
En cualquier caso, no he venido a beber. Esquivando a los
alborotadores y a los borrachos en mi camino, seguí adelante.
“¡Oh! ¡Clear!”.
De repente oí una voz familiar que me llamaba. Me volví para ver
al dueño del puesto que suelo frecuentar en el mercado con Aisa. Al
parecer, él también había venido a beber.
“¡He leído las noticias! ¿Es cierto que Aisa es una Sakla?”.
“Sí, bueno...”.
“¡Vamos! Podrías habérmelo contado, al menos”.
“Basta ya”.
En cuanto se levantó para acercarse a mí, otro propietario que
estaba bebiendo con él le hizo retroceder. Nunca he bebido con él, pero a
juzgar por su molesta reacción cuando está sobrio, podría decir que se
pone peor cuando está borracho.
“Quiero decir, como...”.
“Sólo siéntate”.
Al calmarlo, el hombre sentado a su lado me habló.
“Así que eres un preparador de Sakla, ¿Verdad Clear?”.
“... Así es”.
“¡Eso es increíble!”.
Me elogió en lugar de quejarse de que le ocultara la verdad.
“Apuesto a que no necesitas oírlo de alguien como yo, ¡Pero hazlo
lo mejor que puedas! ¡Como representante de todos los chefs de este
país!”.
Revelando una sonrisa despreocupada, me dio un ligero golpe en
el hombro. La piel de su mano estaba seca, como cabría esperar de un
chef.
“¿Qué pasa? ¿Te he hecho daño?”.
“No... estoy bien”.
“¿Hm?”.
Al notar mi inusual actitud sombría, me miró fijamente,
confundido, hasta que le pregunté:
“¿Qué pensaste cuando te enteraste de que Aisa era una Sakla?”.
“...Bueno, naturalmente me sorprendió”.
“Me alegré por ella”.
Los dos dueños de los puestos se miraron entre sí y luego
respondieron con las mismas expresiones de perplejidad. Parecía que
estaba preguntando algo obvio.
“Lo segundo que pensé fue en vengarme de ti por habérmelo
ocultado todo este tiempo, pero por lo que veo, eres-”.
“Lo entiendo. Entonces, nos vemos más tarde”.
Lo sabía. Siempre supe cuál sería su reacción. Les di la espalda y
reanudé la marcha.
“¿No vas a beber?”.
“No”.
“¿Por qué has venido aquí, entonces? Se supone que hay un
camino más corto hacia el palacio, ya sabes”.
“Lo sé...”.
Dejando unas palabras atrás, me alejé mientras les hacía un gesto
con la mano.
“Ya veo, él está buscando una mujer”.
“También podría ser un hombre”.
Oí esa breve conversación procedente de su dirección, seguida de
una fuerte carcajada.
A pesar de salir del distrito de la bebida, la luz no cesaba. Eso se
debe a que las casas de prostitución alineadas unas al lado de las otras
seguían activas. Por todas partes se veían mujeres con poca ropa y chicos
bien vestidos.
Este era el camino más corto desde la puerta oriental hasta el
mercado, pero según el jefe de los sirvientes, era algo que idealmente
querrías evitar.
Tal vez, si eligiera complacerme con el alcohol y las mujeres, no
sufriría como lo hago ahora. Habría sido posible que cocinara a Aisa con
mi mente no agobiada por todo esto.
Me preguntaba qué sería mejor, francamente. Reflexionando sobre
estos pensamientos mientras caminaba, llegué a la tercera casa de
prostitución y giré hacia un estrecho camino cerca de su esquina.

Aisa pasó los días siguientes a la ceremonia disfrutando de su


familia y de Isela. Dormía con su madre y su cuñada, tomaba prestada la
cocina para hacer dulces con Isela y se ocupaba del hijo de Shizam, que
empezaba a aprender algunas palabras.
Me hice cargo de la tarea de cocinar para la familia, ya que habían
pasado unos meses desde la última vez que les preparé una comida. Eso
añadió algo de presión a mi trabajo, pero juzgué que era para mejor.
Cierto, tenía que actuar como si todo fuera bien. Nada fuera de lo
normal.
“¿También puedo hacer que el bebé me coma?”.
Aisa me dirigió una pregunta mientras llevaba al bebé en brazos.
“Ya están haciendo que el bebé coma carne, ¿Verdad? Debería
estar bien mientras sea suave”.
“¡Sí!”.
Aisa le sonrió al bebé tras escuchar mi respuesta positiva. El bebé,
devolviéndole la sonrisa, sólo se enteraría de que comió la carne de su
tía años después.
Con cada día que pasaba, la luna se volvía un poco más delgada.
Quedaban cinco días para la fiesta real de la Sakla.

“Kay. ¿Kay?”.
“Hn... ¡Wah!”.
Me quedé dormido mientras escribía un menú.
Tratando de esconder rápidamente el menú bajo mi brazo, abrí los
ojos para ver quién me llamaba, sólo para encontrarme a Aisa de pie
detrás de mí.
“A-Aisa... ¿Lo leíste?”.
“Lo escondías con el brazo, así que sólo vi el borde. ¿Qué estabas
escribiendo?”.
Reconozco que metí la pata al hacer esa pregunta, ya que acabé
despertando la curiosidad de Aisa. No me importaba mostrarle lo que
estaba escribiendo cuando estábamos en Asilia, pero esto es diferente.
No puedo dejar que lo vea.
“Estaba haciendo una lista de los platos que puedo hacer de ti en el
banquete. Hagan estuvo de acuerdo en que lo mantuviera en secreto, así
que no puedo dejar que lo leas”.
“Sólo dímelo. No se lo diré a nadie, lo prometo”.
“¿No crees que sería más sorpresa si te lo digo cuando llegue el
momento?”.
“... ¡Tienes razón! Entonces, lo esperaré con impaciencia”.
Los ojos de Aisa brillaron después de escucharme. Comprendió la
insinuación que añadí, que llegará a saber lo que estoy preparando de
ella cuando se convierta en un ingrediente. Me volví capaz de hablar de
esa manera desde que acepté el puesto.
No me di cuenta del olor a especias que había en la cocina hasta
que terminamos nuestra pequeña conversación. Al mirar a mi alrededor,
vi un plato colocado cerca de mi brazo en la mesa. Los utensilios de
cocina estaban colocados en el agua de los platos; no recordaba haberlos
usado hoy.
“¿Tú hiciste esto?”.
“Sí... Siento haber usado la cocina sin tu permiso”.
“No, está bien. No debería haber estado durmiendo en un
momento como este”.
Mirando mi reloj, encontré que señalaba el mediodía. Es la primera
vez que alguien me hace la comida mientras estoy en el trabajo.
“Estuviste durmiendo todo el tiempo que lo hice. ¿Estás
cansado?”.
“Sí... probablemente estoy cansado. Lo lamento”.
“No hay que disculparse. Más bien es culpa mía por mantenerte
despierto todo este tiempo, preparando un menú para mi banquete. No
deberías forzarte demasiado, Kay”.
“Sí”.
Hay una pizca de ironía en el hecho de que una chica a la que le
quedan cinco días de vida se preocupe por mi salud. Cogí una hierba
especial para despertar que se me cayó de la boca mientras dormía y
mordí el tallo. Parece que ya ha perdido su efecto, si no, no me habría
dormido con ella en la boca.
“¿Dónde está tu familia?”.
“Han salido a hacer turismo. Isela tiene trabajo hoy y Aty parece
estar ocupada, así que pensé en preparar la comida de hoy contigo, pero
te encontré dormido”.
Mientras me explicaba, Aisa se dirigió al otro lado de la mesa de la
cocina, llevó la mano al plato y se sentó, frente a mí.
Han pasado tres años desde la última vez que probé la cocina de
Aisa. Esta vez era arroz al curry con una cobertura de melones Shilda
azules en escabeche. Debía estar muy cansado para no despertarme con
este apetitoso olor.
“Así que ahora puedes hacer curry por tu cuenta, Aisa”.
“Bueno, sólo he seguido las instrucciones de Hagan para mezclar
las especias. El curry me hace recordar mis días contigo”.
“...Ya veo”.
Recordé cuando preparé curry para Aisa para disculparme a la
mañana siguiente después de haberla molestado. Desde ese día, hasta
ahora, cocinar todas sus comidas se convirtió en algo cotidiano.
“¡Itadakimasu!”.
“Itadakimasu”.
Sintiéndome algo emocionado, me quedé mirando el plato de
curry con una cuchara en la mano. En ese entonces utilicé carne de
dendel con hueso como ingrediente principal del curry. Este, sin
embargo, parece estar hecho con calamares, la comida favorita de Aisa.
El calamar nunca fue un ingrediente clásico para el curry en la
Tierra. Yo tampoco he cocinado nunca un plato similar en este mundo,
así que fue toda una sorpresa descubrir que Aisa lo cocinó ella sola.
Comí un bocado del arroz y el curry juntos. Lo sentí seco. El sabor
del calamar bien cocido se deshizo en mi boca. También probé una pizca
de albaricoque de Asilia. Parece que ha añadido a la mezcla otro de sus
alimentos favoritos.
“Esto es delicioso. ¿Cuándo aprendiste a hacerlo?”.
“Le pedí ayuda a Hagan. Quería sorprenderlos a ti y a Isela como
me lo han hecho a mí con los dulces. Así que le pedí que me ayudara a
hacer un plato de tu mundo que nunca has hecho aquí”.
“Ya veo...”.
La cara de mi instructor pasó por mi mente. Conocía bien su
actitud amable con Isela y Aisa, pero hasta hoy nunca había logrado
imaginarlo actuando así.
“Supongo que tengo que hacer un banquete excepcional esta noche
a cambio de este curry que me has hecho”.
“¿Te encuentras bien?”.
Mirando la cara de preocupación de Aisa, me golpeé el pecho con
confianza mientras respondía:
“He dormido bien esta mañana, así que estoy totalmente bien
ahora. Tienes que disfrutar más en lugar de preocuparte por mí de esta
manera. Después de todo, este es el último día que podrás comer todo lo
que quieras”.
Al escuchar mi último comentario, Aisa reveló una expresión de
soledad.
Como cualquier otro animal, los Sakla sólo pueden beber agua
durante sus dos últimos días. A partir de mañana, Aisa tendrá que
seguir una dieta de verduras como entrenamiento para ese periodo.
“Quería... comer al menos todo lo que pueda de tu cocina, antes de
irme...”.
“... Me alegro de que pienses en mí”.
“¿De verdad?”.
“Sí”.
Aisa parecía un poco asombrada por mi reacción. Si lo pienso bien,
nunca le había contestado así desde el día en el que nos conocimos, hace
tres años. Me pregunto por qué, ya que nunca me sentí reacio a decirle lo
mismo a Isela o a Atema.
“Nunca te dije esto, pero, me alegro de haber cocinado tus comidas
hasta ahora, Aisa”.
Cuando esta vez expresé con sinceridad mis sentimientos, Aisa
bajó la mirada, con las mejillas muy rojas. Pasó un rato mientras
jugueteaba con sus dedos sin decir nada, con aspecto nervioso.
“Kay... ¿Tenías una amada en tu mundo?”.
“...”.
“¿No debería haber preguntado?”.
Sacudí la cabeza lentamente.
“No tenía ninguna... al momento de venir a este mundo”.
La razón de mi extraña expresión era porque tuve una novia en el
instituto.
“...¡Ah! ¡Sólo para que sepas, haré lo posible por no ponerme
celosa de tu futura amada! Más bien, ¡Celebraré tu nueva relación!”.
No se me ocurría una forma de reaccionar a su declaración.
Recordé la relación de Shayde y Yuan. Oí que Yuan era una
persona celosa. Aisa dijo que no se pondría celosa, pero eso implicaba
que se pone celosa si me ve con otra mujer.
“...Está bien sentir celos, o incluso odiar a alguien”.
“¿Eso crees?”.
Quizá sintió que sus sentimientos eran rechazados; Aisa parecía
inquieta y confusa. Continué aclarando su confusión.
“Pero, no importa qué tipo de vida lleve, nunca te olvidaré, Aisa.
No dejaré pasar ni un solo día sin pensar en ti. Llevaré una vida que te
haga estar orgullosa de mí”.
Aisa amplió sus ojos llorosos.
Esa fue mi sincera promesa a ella. Una promesa que nunca
romperé por el resto de mi vida.
“Kay, en realidad-”.
“Ahora, comamos el curry antes de que se enfríe”.
“¡Que injusto!”.
Cambié de tema intencionadamente antes de que mi cara se
pusiera roja. Aisa hizo un puchero con sus mejillas, pero pronto volvió a
comer. Me aseguré de evitar que el tema volviera a surgir después de la
comida.
“Gracias por la comida”.
Al terminar, Aisa se volvió para retomar el tema, pero fue
interrumpida por un tercero:
“Me disculpo por el retraso, señorita Aisa”.
Atema apareció justo en medio de la conversación, igual que en el
puerto. Ellas se miraron fijamente unos segundos antes de que la cara de
Aisa se volviera de color rojo carmesí y renunciara a seguir insistiendo
en la conversación.
Aisa era consciente de que era sólo una coincidencia y no se enfadó
con ella como antes, pero seguía pareciendo molesta y se quejaba en voz
baja.

Al día siguiente, Aisa comenzó la dieta para acostumbrarse al


ayuno como estaba previsto.
Las comidas que cociné eran todas vegetarianas, pero sabían tan
bien como mi cocina habitual. Sin embargo, Aisa no parecía estar
satisfecha.
Pasó un día después de su última comida.
El carruaje que iba a llevar a Aisa al comedor sagrado que ya
estaba preparado. La familia de Aisa, el rey, Isela, Atema y los sirvientes,
así como muchos de sus conocidos, estaban allí para despedirla.
Cada uno se turnaba para abrazarla o intercambiar unas palabras
de despedida.
Todo el mundo sacó sus conversaciones; el locuaz jefe de los
sirvientes estaba incluso bromeando. Sea como fuere, nadie parecía
triste. Era natural, ya que todos creían que se encontrarían de nuevo en
la fiesta. Creían que ella viviría en ellos el resto de sus vidas.
Isela abrazó a Aisa durante mucho tiempo antes de besarla en la
mejilla. Después de despedirse de todos los demás, finalmente se acercó
a mí.
“Kay, gracias por todo lo que has hecho por mí hasta hoy. Gracias
por la comida”.
Con una pequeña bolsa en la mano, me acerqué a ella con unos
pasos mientras continuaba:
“¡Asegúrate de hacerme las mejores delicias cuando nos
encontremos en la cocina! Permanezcamos juntos para siempre. En este
mundo, ¡Y en cualquier otro!”.
Al ver que me regalaba su sonrisa más brillante, hice mi jugada.
“¡Eh! ¿Qué estás...?”.
Llevé mis brazos a su espalda y la levanté en un gran abrazo de
oso. Hice más fuerza que la vez que casi me abordó en el puerto.
“¡Oww! Para, esto es embarazoso...”.
Podía sentir el calor que salía de sus mejillas rojas como la
remolacha. Empecé a aflojar con ella ya que parecía que apretaba
demasiado, pero no la solté. Tenía que decirle algo que no había dicho
hace mucho tiempo. Esta era mi última oportunidad.
“Déjame decirlo también. Siempre estaremos juntos, Aisa”.
“... Sí”.
Ella dejo escapar un suspiro antes de responder con voz
temblorosa. Sin perder esa oportunidad, introduje una pequeña bolsa en
el bolsillo del abrigo de Aisa.
“¿Qué es esto?”.
“Es una pequeña comida de mi parte. Debes estar hambrienta”.
“¿Eh? ¿En qué estás pensando-?”.
“Es sólo un poco. Bueno, puede que me castiguen por ello”.
“¡No es eso lo que quería decir! No puedes...”.
Insistió en rechazar mi regalo. Ya ha pasado un día desde su
última comida, debe estar hambrienta.
“He cocinado esta carne de dendel y estos melones Shilda en
escabeche con arroz y sopa de soja con pollo. No me importa si la
rechazas. Así no molestarás a quien te atienda después. Pero déjame
decirte que es algo muy bueno”.
La oí tragar mientras me escuchaba describir el plato. No pudo
resistirse al encanto de los manjares, tal y como yo había pensado.
“Bueno, entonces... Supongo que la tomaré”.
Me reí en voz baja para no ser escuchado. Antes de que
tardáramos demasiado, solté a Aisa y me levanté.
Su cara se calentó tanto que ahora sudaba bastante. Sin embargo,
eso no le impidió jugar alegremente con la bolsa que llevaba en el
bolsillo.
“Bueno, entonces... Hasta luego, Kay”.
“Sí. Hasta luego, Aisa”.
Al separarse de mí, Aisa se inclinó delante de todos y se dirigió al
carruaje. Me miró un momento cuando estaba a punto de subir, y luego
se fue.
Vi cómo el carruaje pasaba por la puerta y se perdía lentamente en
la distancia. A mucha gente se le caían las lágrimas en ese momento,
sobre todo a Atema, que casi se le saltaban las lágrimas.
Tenía los ojos húmedos cuando se anunció la maduración de Aisa,
pero ahora era evidente que lloraba más que nadie.
Desde que me dijo que entendía lo que sentía, nunca le había
preguntado qué sentía por la muerte de Aisa.
¿Aceptó la muerte de Aisa?
Ya era demasiado tarde para preguntar y, para ser sincero, no me
atrevía a hablar con ella de ello.
Varias horas después.
Miré la luna poco iluminada, que se asomaba desde el fondo del
sagrado comedor.
Era plena noche. Prestando la máxima atención a los guardias en el
camino, llevé un caballo a un campo cubierto de maleza.
“Aisa... Estaremos siempre juntos”.
Esta noche era la noche en la que llevaría a cabo mi plan para
rescatar a Aisa.
La bolsa que le di tenía dos mangas, una de ellas con una carta.
Conocía a Aisa demasiado bien. Estaba garantizado que perdería
el hambre y abriría la bolsa, notando la carta que yo había ocultado
dentro.

Querida Aisa,
Sólo puedo imaginar lo enfadada o decepcionada que estarás cuando leas
esto. Sé que es un acto de traición. Así que, si no puedes perdonarme, ve y
entrégale esta carta a uno de los guardias. Me atraparán en cuanto se enteren.
Tampoco tienes que sentirte mal por ello. Soy plenamente consciente de la
gravedad de esto.
Sin embargo, si por casualidad descubres que tus sentimientos al respecto
han cambiado, por favor, lee hasta el final esta carta. He preparado un elaborado
plan para salvarte. Estaré esperando.

Voy a rescatar a Aisa o, a los ojos de este país, la voy a robar. Para
ello, tuve que pensar en una solución realista para dos problemas:
El primero es dónde llevarla si decide irse conmigo. Cuando el rey
se dé cuenta de que se ha ido, habrá una búsqueda exhaustiva en la
capital. Si nos quedamos en tierra, será muy difícil seguir ocultando
nuestras identidades de ahí en adelante.

He preparado un barco para nosotros en el puerto. Se dirige a cierta


ciudad del suroeste del país insular donde se reúnen muchos otros refugiados.
Tengo una carta de presentación para un médico clandestino que parece ser
experto en cirugías plásticas, así como algunas conexiones que puedo utilizar
para conseguir un trabajo como chef allí. No es el lugar más seguro del mundo,
pero definitivamente es el mejor lugar en donde podremos permanecer
escondidos. Por supuesto, no pienso quedarme allí para siempre. Una vez que
las cosas se asienten, nos mudaremos a un lugar mejor.

Nos meteremos de contrabando en el barco. El capitán es un


forajido que se toma su trabajo en serio. Lo conocí en un puesto de
bebidas en los barrios bajos, donde negocié con él usando el dinero que
he ahorrado con el tiempo.
Empecé a ahorrar mi dinero cuando se me ocurrió este plan, de lo
contrario no habría podido negociar el pasaje.
Si nuestra identidad es expuesta dentro de la nave, seremos
enviados de vuelta por recompensa, o en el peor de los casos, asesinados
en el acto. Le pregunté al contrabandista y me dijo que todos los demás
que están siendo contrabandeados tampoco quieren que sus identidades
sean reveladas. No debería haber ningún cazador de recompensas entre
nosotros.
El segundo problema radicaba en la huida. ¿Cómo escaparíamos al
puerto? Aisa vive en el palacio. No hay manera de que pueda salir con
ella a través de las puertas o saltando un muro alto y grueso. Por lo
tanto, elegí salir desde la sala sagrada, que resulta estar más cerca del
puerto. Sin embargo, tiene que hacerse antes de que el barco zarpe. En
otras palabras, esta noche.
Durante todo este tiempo, pretendí ceder en mis creencias
aceptando el puesto de preparador de Sakla. Esto no sólo aliviaría las
sospechas del rey y del personal de la corte, sino que también
aumentaría la probabilidad de que aceptaran mi petición de
inspeccionar la sala. De esta manera, podría buscar una ruta de escape
segura.
Dañar o secuestrar a un Sakla es un delito capital. Se dice que los
infractores sirven de alimento para las bestias, estando vivos. Incluso si
escapamos con éxito al país insular, perderé toda esperanza y pista de
volver a la Tierra. No me importaban ambos riesgos, simplemente ya no
importaba ante este ultimátum.

Estoy tratando de separarte del mundo en el que has estado viviendo hasta
hoy. Tus padres, tus amigos, Shizam, Isela, Atema... si vienes conmigo, no
podrás volver a verlos. Los habrás traicionado a ellos y a ti misma.
No he cambiado desde la noche en la que me abofeteaste hace tres años.
Cuando leas esto y pienses en todas las veces que te he dicho que he aceptado tu
situación. Lo diré de nuevo; te he mentido y traicionado. Soy lo peor.
Pero, después de contemplar esto durante mucho tiempo, llegué a la
conclusión de que esta es la opción correcta. Nunca seré feliz cocinándote y
comiéndote. Yo no puedo pensar lo mismo que los ciudadanos de esta
monarquía.
El querer robarte y pasar el resto de mi vida junto a ti no es, para ser
sincero, más que un deseo egoísta mío.

Había otras medidas que podría haber tomado para salvar a Aisa.
Algunas incluso tenían más posibilidades de éxito que esta, pero eran
incluso más vergonzosas que aceptar el destino de Aisa como una Sakla,
hasta cierto punto.

Prefiero vivir contigo el resto de mi vida en lugar de sentirme feliz de


tenerte digerida en mí. Que mueras no es más que una tragedia para mí.
Viviría mis días lamentando tu muerte, no alegrándome. De hecho, estoy seguro
de que llorarás y maldecirás nuestra situación si vienes conmigo, pero te haré
absolutamente más feliz de lo que podrías llegar a ser al morir.
Nos enfrentaremos a muchos retos mientras sobrevivamos juntos, pero
eso no significa que no vayamos a superar la adversidad. Estaré contigo, Aisa.
Te protegeré y te guiaré hacia una vida próspera, llena de fortuna, hasta que
llegue el día en el que puedas decir honestamente que estás feliz de seguir viva.
Gracias a ti he podido sobrevivir en este mundo. Si se me permite
permanecer a tu lado, desecharé todo lo demás, incluso la posibilidad de volver a
la Tierra, y empezaré una nueva vida en este mundo. Creo firmemente que
podemos hacerlo. Los dos podemos llevar una nueva vida ordinaria, como la
gente que conocí contigo y con Atema en la capital.
La gente puede seguir viviendo a pesar de escapar de su destino o
descuidar su deber. Todo el mundo puede vivir feliz, aunque no encuentre una
razón para vivir.
Estas son mis creencias egoístas. Si por un instante te sientes un poco
conmovida por lo que acabo de decir, pero sigues dudando, entonces sigue
leyendo mientras te comes esas bolas de arroz que te he dejado.
Si no recuerdo mal, no respondí a tu confesión de amor cuando estábamos
en el puerto. Sinceramente, no puedo decir con seguridad que sienta lo mismo
ahora. Sin embargo, puedo decir con seguridad que tú, Aisa, eres la persona más
valiosa para mí, ya sea en este mundo o en la Tierra.
El hecho de que siempre estés satisfecha con mi cocina es mi mayor
orgullo y alegría. Si podemos vivir juntos en el futuro, seguiré haciendo tus
comidas, como siempre. Podremos volver a disfrutar de hacer curry juntos.
Todavía hay innumerables platos que tengo que intentar hacer en este
mundo. Todavía quiero desafiarme a mí mismo cocinando platos que nunca he
hecho. y quiero que seas la primera persona en probarlos todos, Aisa.
Si puedes creer en esta vida, acércate a la ventana del este a medianoche.

Clear Kay

Miré hacia una ventana circular bajo el oscuro cielo nocturno. No


era realmente una ventana en sí, sino un agujero lo suficientemente
grande como para que Aisa se colara por él.
He añadido un camino detallado a esta ventana, mencionando que
hay que tomar el pasillo del extremo este junto al baño.
Debe ser duro para ella si está estrictamente vigilada, pero, a mi
favor, he oído que la seguridad es relajada. Nunca ha habido un Sakla en
la historia que intentara escapar del comedor sagrado, así que nunca
esperarían un incidente así.
Haciendo todo lo posible por mantener la calma del caballo, esperé
a que llegara la hora de la carta mientras lidiaba con un ligero dolor de
cabeza que tenía debido a la falta de sueño. Alrededor del momento en
que la esbelta luna alcanzó el centro del cielo, una chica se asomó por la
ventana.
“Ah...”.
Me miró y trató de decir algo en voz baja.
“Aisa”.
“¿Por qué, Kay? Por qué...”.
No podía ver su cara con claridad, pero esa voz era
definitivamente la suya. Sonaba como si estuviera temblando.
“Déjame tirarte una escalera de cuerda, Aisa. Úsala para bajar”.
El caballo que estaba detrás de mí relinchó de repente. Tenía que
hacer algo antes de que alguien lo oyera, aunque no tenía la compostura
para callarlo en ese momento.
“No, para...”.
Por alguna razón, Aisa seguía negándose a pesar de haber venido
hasta aquí. Tal vez vino a culparme por este estúpido plan mío; era
consciente de que probablemente se sentiría decepcionada de mí. Es
natural. Pero eso no cambia el hecho de que lo haya arriesgado todo
para venir a verme.
El caballo relinchó aún más fuerte.
“Kay... No... Quiero... que...tú-”.
No puedo rendirme aquí. Me preparé para lanzar la escalera de
cuerda que llevaba.
“¡Deprisa!”.
“Sí, date prisa y baja...”.
“¡¡Date prisa y corre!!”.
“... ¿Eh?”.
Desconcertado por su última frase, escuché unos pasos, diferentes
a los de los cascos del caballo.
Sentí un escalofrío que me recorrió.
Al girar hacia atrás, lo vi.
“Así que estás abandonando tu única esperanza de volver a tu
mundo, Clear”.
El hombre pelirrojo con la majestuosidad de un león, Shayde,
estaba allí con diez soldados armados detrás de él.
“¿Cómo...?”.
¿Me encontraron? No... no simplemente me han encontrado, más
bien... Ciertamente no parecen estar aquí por pura coincidencia.
Entonces, eso significa...
“Para que quede claro, Aisa no te traicionó...”.
El rey levantó la mano, haciendo una señal a los soldados que tenía
detrás. Una chica salió de entre esos soldados.
Una silueta de una chica de cabello corto y rostro inexpresivo con
un cuerpo delgado como el de un niño. Al mirar su rostro cuando se
acercó a la luz, me di cuenta de que la conocía demasiado bien.
“...¿Atema?”.
La mejor amiga de Aisa, y su sirvienta, me miraba con una
expresión de enfado que nunca le había visto.
“Esta sirvienta informó de tus sospechosas acciones de rebelión.
¿Tiene sentido ahora?”.
No entendía lo que intentaba decir, pero entonces, recordé ciertos
acontecimientos del pasado. Las conversaciones que tuve con Aisa en el
puerto y en mi cocina. Atema nos pilló desprevenidos en ambas
ocasiones. Ahora veo que no fue una coincidencia. Ella me había estado
observando todo este tiempo.
“De ninguna manera... desde...”.
“¿Desde cuándo? Desde el principio. Juzgué que, dada tu posición,
no sería nada extraño que te rebelaras contra este país. Así que elegí a la
sirvienta más cercana a Aisa y le ordené que te vigilara. Así, obtuvimos
una prueba decisiva de tu traición”.
El rey levantó un pequeño papel en la mano, apenas pude
distinguir que era un papel en la oscuridad, pero eso me bastó para
entender el resto. Era el acuerdo de contrabando que estaba escribiendo
en la cocina.
“¿Cómo es que...?”.
“Quiero que sepas que aun creía en ti, incluso después de leer esto.
Estaba preparado para perdonar tus acciones si cambiabas de opinión
antes de esta noche. Esperaba que lo hicieras. Cada vez, Atema me
rogaba que esperara un poco más para que aceptaras tu deber y
detuvieras lo inevitable. Qué persona tan horrible eres, Clear”.
“¡La señorita Aisa te amaba de todo corazón! ¡La señorita Isela
confiaba en ti-¡¡Pero nos has traicionado a todos, traidor!!”.
Nunca imaginé que Atema me insultara tan violentamente. Sus
ojos rebosaban de lágrimas debido a sus agitadas emociones. Por fin
descubrí el significado de sus lágrimas cuando miraba a Aisa en el
vagón esta mañana. Entonces ya era consciente de mi traición.
“Aty, Kay...”.
Me volví hacia la voz llorosa de Aisa y levanté los ojos. Pensar que
puedo rescatar a Aisa de su destino con un plan que fue visto antes de
que se pusiera en marcha... Soy un idiota.
“No quiero manchar la sala sagrada con tu sangre. Ríndete ahora,
Clear”.
“No me digas que no quieres manchar la sala...”.
Mis posibilidades actuales de escapar a salvo en esta situación son
inexistentes.
Sin embargo...
Nadie tiene un arma aquí.
Como pensaba, no pueden matarme todavía.
Si cubro a Aisa con mi espalda y subo al caballo, podríamos llegar al
puerto.
Esos pensamientos cruzaron mi mente.
Por supuesto, era imposible huir con Aisa en este momento.
Incluso si milagrosamente lograra escapar, el acuerdo que entregué a la
agencia de contrabando está en manos del rey. O mejor dicho, la agencia
de contrabando está del lado del rey. Nos arrestarán en cuanto
lleguemos.
Mi situación es desesperada, no importa cómo lo piense. Pero aun
así...
“¡¡T-Toma!! ¡Aisa!”.
Con fuerza, lancé la escalera de cuerda a Aisa. Sin comprobar si la
alcanzaba o no, me precipité en dirección al rey mientras sacaba un
cuchillo de cocina de mi bandolera.
“¡Hooo!”.
Le lancé la bolsa y la lámpara y blandí el cuchillo mientras corría.
El rey esquivó fácilmente la bolsa y destruyó la lámpara. El cristal
se hizo añicos, esparciendo el aceite en la hierba, lo que provocó la
aparición de llamas bajo nuestros pies.
A pesar de todo, el rey no se inmutó.
Antes de darme cuenta, uno de los soldados se interpuso entre
Shayde y yo. Esquivó tranquilamente mi cuchillo y golpeó
agresivamente mi sien con una lanza.
“¡Uf!”.
Ese único golpe fue todo lo que hizo falta. Mi conciencia se volvió
gris y caí de rodillas. Incapaz de volver a ponerme en pie, me tumbé
lentamente en el suelo, sólo para recibir un segundo golpe en la nuca y
sentir que esta vez mi conciencia se desvanecía por completo.
“¡Kay!”.
“¡Idiota! ¡Te dije que no le hicieras daño! ¿Qué habrías hecho si él
fuera a morir-”.
Con los gritos de Aisa y la voz airada del rey como telón de fondo,
todo se volvió negro.
Capítulo 5: Cuando una historia se convierte en un cuento

“Me gustas, Kay... Me gustas. Te amo”.


“Quiero que me comas. Quiero convertirme en uno contigo, Kay”.
“Ai... sa”.
En cuanto me desperté, sentí una sensación de frío en la mejilla
que me devolvió inmediatamente a mis sentidos. Pronto me di cuenta de
que estaba tumbado en un suelo de piedra.
“Dónde está...”.
“Por fin te has despertado”.
Oí una voz y levanté la cabeza para advertir la presencia de
Shayde, el rey. Estaba de pie, apoyado en la pared.
“¡S-Su majestad!”.
“¡No te muevas!”.
Oí una voz a mi lado, instándome a levantarme, sólo para
encontrar a un soldado con el filo de su espada bordeando mi cuello.
Incapaz de desobedecer, me senté de nuevo en el suelo. El soldado
retiró su espada, pero mantuvo una distancia de unos pocos centímetros
de mi cuello, como si dijera que me cortaría en el momento en que
hiciera algún movimiento. Dicho esto, sabía perfectamente que no podía
matarme. Estaba seguro de que no me asesinarían aquí, sin importar lo
que intentara.
Sólo tres personas estaban presentes en esta sala de piedra, además
de mí. El rey, Atema a su lado, y el soldado.
Atema no había pronunciado una palabra desde que me desperté,
pero su rostro seguía teniendo la misma expresión enfurecida de la
noche anterior.
“Clear”.
Al oír mi nombre, me giré hacia el rey.
A diferencia de Atema, parecía bastante tranquilo mientras
preguntaba:
“Estamos en una sala vacía dentro del comedor sagrado.
Permíteme primero confirmar que aún recuerdas lo que has hecho para
encontrarte aquí”.
“... Sí, lo recuerdo”.
Fui alcanzado por la lanza de uno de esos soldados y perdí el
conocimiento hasta que desperté en esta habitación.
“Te he quitado el puesto de preparador de Sakla y he nombrado a
Hagan en tu lugar”.
“Ya no me importa eso”.
“¡Clear Kay!”.
Atema gritó mi nombre con una voz llena de odio más intensa que
la de Isela cuando aún me odiaba. El soldado acercó su espada a mi
cuello, pero eso tampoco importó.
“¡Te lo ruego! ¡Salva a Aisa!”.
Rechinando mi frente y mis dos manos en el suelo, le rogué al rey.
“Basta, ya...”.
Oí la voz furiosa de Atema seguida de sus pasos.
“Espera”.
Antes de que se acercara a mí, el rey la sujetó. Levanté la cabeza
para ver qué pasaba y me encontré con que el rey extendía su brazo
frente a Atema.
“¿Qué quieres decir con salvarla? La propia Aisa desea ser
devorada”.
“¡Sólo no la mates!”.
Mi voz fuerte reverberó dentro de la habitación. Esperé unos
instantes antes de volver a levantarme y continuar:
“Soy consciente de que no tengo derecho a pedir nada después de
lo que hice anoche, pero por favor, no mates a Aisa... Toma mi vida si
eso la salva”.
“¿Qué estás diciendo?”.
El tono completamente enfurecido de Atema se volvió un poco
desconcertante.
“¿Cómo te atreves a pensar que puedes sustituir a un Sakla? ¡Un
criminal como tú no tiene derecho a decir eso! Y además...”.
“Clear”.
El rey me llamó en un tono evidentemente diferente al de antes. Le
ordenó al soldado que se apartara, se acercó y se agachó. Se acercó tanto
que su cara casi tocó la mía.
Era la primera vez que veía al rey tan sorprendido. No era porque
lo que dijera fuera una tontería, sino todo lo contrario. Sólo pude
adivinar que quería preguntarme si yo sabía lo que él estaba tramando.
“Tú...”.
“Sabes lo que quiero decir; puedes tenerme a mí en su lugar”.
Esta era mi segunda forma de salvar a Aisa que finalmente
rechacé, utilizándome como moneda de cambio con el rey.
Se sentía aún peor que aceptar el destino de Aisa, pero ya no tenía
opción.
El rey, congelado en su lugar con sus ojos en los míos, soltó...
“¡Ff, ja, ja, ja!”.
Se echó a reír delante de mí, también por primera vez, antes de
acercarse aún más con una mirada impresionada.
“¿Su majestad...?”.
Ignorando la voz confusa de Atema, el rey comenzó a hablar:
“Ciertamente no esperaba que te dieras cuenta de tanto. Podrías
haber logrado escapar, si no fuera por Aisa... eso fue peligroso”.
No tiene sentido que me escape solo. Si dejara a Aisa y huyera a
algún lugar, no sería capaz de sobrevivir solo. Por otro lado, si me
sacrifico por ella, nunca viviría la bendita vida que deseo para ella. Pero,
aun así...
“Por favor... No me importa hacer cualquier cosa si eso puede
salvarla”.
A pesar de lo mala que era esta elección, no tengo otra opción.
Para mí, nada es más valioso que su vida.
“Clear”.
El rey pronunció mi nombre por tercera vez. Su voz no era ni
fuerte ni alta. Simplemente pronunció mi nombre, pero se sintió
terriblemente solemne.
“Déjeme ser claro, Clear...”.
Parecía que iba a continuar la frase que le interrumpí antes.
“Es inútil”.
“¿Inútil? ¿Qué es inútil?”, repliqué, pero lo único que hizo fue
mirarme con lástima.
¿Por qué me miras así? Todavía debe haber tiempo para negociar.
“Sé que ya has adivinado la respuesta”.
“¿Q-Qué es lo que tú...?”.
Era como él decía. Adiviné la respuesta a mi pregunta unos
momentos después de despertarme.
La cálida luz del sol brillaba desde la ventana a mi espalda. He
pasado todas las noches desde que Aisa me vio dormido preparándome
para el plan, perdiendo mucho sueño. Me pregunto cuánto he dormido
desde que me desmayé; el sol ya había salido hacía varias horas.
“Ella no-”.
“¡No, para!”.
La respuesta se me pasó por la cabeza innumerables veces aquí,
pero nunca la puse en palabras.
“Ella ya está muerta”.
No recuerdo cómo llegué después a la otra habitación. ¿Caminé
hasta allí sin pensar, o corrí hasta allí? No tengo recuerdos de ese
período.
“¡Clear...!”.
“Kay”.
Lo primero que se vio al abrir la puerta fueron dos hombres de
complexión robusta. Dos rostros conocidos se encontraban en el interior
de la habitación.
La cara de Hagan se puso fea en cuanto me vio, mientras que Isela
se sentó en el suelo, mirándome con ojos vacíos.
“Uh, ah”.
“... Hace unas horas, se sintió aliviada al saber que no ibas a ser
ejecutado”.
El cuerpo de una chica sin cabeza colgaba del techo.
Su vivaz piel estaba manchada de un color ceniciento, mientras la
sección cortada de su cuello goteaba gotas de sangre en una gran jarra
de agua dejada abajo.
“¡Su majestad! ¿Qué hace Clear aquí?”.
La dura reprimenda de Hagan no llegó a mis oídos. Mis ojos se
desplazaron poco a poco del cadáver boca abajo a un objeto oculto bajo
un paño blanco, colocado encima de una bandeja de carretilla.
En la misma bandeja se colocó una gigantesca herramienta de filo,
colada por la sangre. Mi cerebro se negaba a admitir la conclusión
evidente de lo que era aquel objeto.
“Que la vea”.
“Sí”.
Obedeciendo la orden del rey, uno de los dos hombres levantó el
objeto y quitó la tela blanca.
“Uu...”.
El soldado evitó que me abalanzara sobre el hombre tras confirmar
lo que llevaba. Luché furiosamente para no gritar.
Era la cabeza recién cortada de Aisa.
“¡¡Ah- AAAAAAAAAAAAAAAA!!”.
Tenía el cabello y las cejas completamente afeitados, la parte
superior de la cabeza partida y vaciada de su contenido. Sus párpados
estaban hundidos debido a la ausencia de sus globos oculares, y sus
rasgos faciales en general no eran los de la Aisa que yo conocía.
Cuando estaba a punto de intentar decirme que era la persona
equivocada, decidí aceptar la verdad. Era imposible que la tomara por
otra persona.
Los pensamientos de que mi estupidez era la razón por la que no
podía salvarla, junto con las dudas de que alguna vez tuviéramos una
oportunidad, flotaron en mi cabeza. Pero ahora, no reaccioné a ellos en
absoluto.
Me pregunto cuántas veces voy a tener pesadillas de hoy.
“Ah... Aah”.
El soldado retiró sus brazos y me observó derrumbarme en el
suelo.
“Aisa... Aisa...”.
Alternando mi mirada entre el cadáver y la cabeza, repetí su
nombre.
Alrededor del momento en el que el cadáver dejó caer su última
gota de sangre...
“Su majestad...”.
“Habla”.
“Déjame... cocinarla”.
“¡Clear, bastardo!”.
El rey contuvo al enfurecido Hagan para que no se acercara a mí.
“No has olvidado que ya no eres un preparador de Sakla,
¿Verdad?”, respondió, con una voz tan tranquila como siempre.
“Aisa quería que la cocinara”.
“Rechazaste ese privilegio al intentar secuestrarla. Me impresiona
que intentes argumentar eso”.
Tenía razón. He aplastado los sentimientos de Aisa. No tenía
ninguna cualificación para ser su preparador.
No tenía ninguna, pero...
Aunque sin vida, el cadáver que colgaba frente a mí seguía siendo
la misma Aisa. Siempre me llamaba con su alegre sonrisa y me rogaba
que fuera su preparador.
Ella creía que me habían enviado a este mundo para cocinarla. Ni
muerto, dejaría que Hagan o alguien más la cocinara. Ni muerto, dejaría
que cualquier otro la tocara.
“¡¡Yo la cocinaré!! ¡Nadie puede hacerlo más que yo!”.
Levantándome, señalé la cabeza cortada de Aisa mientras gritaba.
El rey me miró con la misma expresión grave.
“Muy bien”.
“¿Su majestad?”.
“Padre...”.
Luego me dio la espalda y declaró:
“Por la presente, una vez más, nomino a Clear Kay como
preparador de Sakla. ¿Alguna objeción, Hagan...?”. Hagan parecía
enfadado por la decisión de Shayde, aunque aceptó fácilmente como si
estuviera convencido.
“Kay...”.
Isela, que había estado sentada en el suelo todo este tiempo, se
levantó por fin en una postura tambaleante, y me llamó. Me volví hacia
ella y la escuché, pero no dijo nada, sino que pareció dudar.
“¿Qué...?”.
“...Nada”.
Cuando la insté a continuar, abrió los ojos por un instante antes de
desistir y negar con la cabeza, débilmente. Su reacción fue correcta. Era
lo mejor. Decidí cocinar a Aisa y no pensaba desistir, aunque Dios
viniera a detenerme.
“Ve a esperar fuera con Atema e Isela. Déjale el resto a los chefs”.
“Sí...”.
“Hagan, entiendo tu descontento, pero te lo dejaré a ti”.
“... Por supuesto”.
Observé al rey salir de la habitación ligeramente aliviado. Su
tolerancia era tan increíble que resultaba casi irreal. Daba la sensación de
que algo le hacía ceder ante mí.
Sin embargo, las hostilidades no hicieron más que aumentar. Tal
vez el rey lo predijo desde el principio, sabiendo que mientras me
impidiera escapar, le pediría que me dejara cocinar a Aisa.
Su primer rechazo parecía tener algún significado oculto, ahora
que lo pienso.
“Sé que lo harás”.
Ese comentario resucitó en mi mente. No pude ver su cara
mientras salía de la habitación con Isela, pero estoy seguro de que él
estaba sonriendo.

Una hora más tarde, después de bañarme y ponerme un uniforme


negro, entré en la cocina. En el momento en el que entré en la cocina, me
golpeó una poderosa sensación de incomodidad.
Había algo ahí. No era una ilusión causada por el nerviosismo.
Algo... Alguien invisible al ojo humano estaba sin duda presente en la
cocina, observándonos.
No tenía ninguna base para probarlo, pero estaba convencido.
Ahora mismo, dicho dios está descendiendo en este lugar.
“...No te he admitido, ni lo haré nunca”.
Hagan, que debía apoyarme en la cocina hoy, estaba naturalmente
disgustado.
“Has cometido una ofensa imperdonable como preparador de
Sakla. No entiendo por qué su majestad sigue insistiendo en confiarte
este deber”.
Me culpaba y a la vez mostraba su descontento hacia el rey. Tal
vez la razón por la que el rey me permitió asumir el deber se debió a sus
días de juventud, cuando solía favorecer a Yuan por encima de a su
solitaria esposa. En ese caso, Hagan debió ser reacio a cocinar a Yuan,
pero aun así le rindió el máximo respeto moviendo su cuchillo. En
cambio, los crímenes que cometí fueron tan graves que no sería extraño
que me ejecutaran en cualquier momento.
“Traicioné a Aisa. Sin embargo, todavía creo que ella quiere que
sea su chef. Por favor, préstame tus habilidades. Sólo esta vez, por el
bien de Aisa”.
Hagan bajó los ojos. No me importaba que me asesinaran después
de esto. No tendría ningún remordimiento si conseguía llevar este
banquete hasta el final.
“...Por el bien de Aisa...”.
Hagan aceptó mi petición sin dejar de fruncir el ceño.
“...Señora Yulem”.
El nombre de la pasada reina que salió de su boca probablemente
tenía un significado más allá de mi imaginación.

Carne, huesos, entrañas, sangre, piel, uñas, dientes.


Cada parte del cuerpo de Aisa estaba desmembrada y alineada
sobre la mesa. Las únicas partes que aún emanaban los débiles restos de
vida eran su largo y ceniciento cabello y sus globos oculares azules
sumergidos en un líquido especial.
Cada una de estas partes era la propia Aisa. En los tres años que
vivimos juntos, la totalidad de su existencia estaba ahora en mis manos.
Esto es exactamente lo que Aisa siempre había soñado.
“Vamos a hacer realidad tu sueño, Aisa”.
Encendí el fogón, empuñé un cuchillo negro y volví a echar un
vistazo a los ingredientes. Era el momento de cocinar.
Corté la carne en rodajas finas y transparentes y las machaqué con
el cuchillo hasta convertirlas en un picadillo. Espolvoreé sal y especias
en el puré de hierbas que hice de antemano, sazoné la carne y añadí
vinagre para encurtir el interior.
Asar, freír, asar, hervir, cocinar al vapor. Al igual que los Sakla
consagran su vida por su sabor, yo tenía que consagrar mis
conocimientos a este banquete.
Han pasado 20 años desde que empecé a aspirar a convertirme en
chef. Tres años desde que me convertí en un chef real en este mundo. He
aprendido mucho en ese periodo, y he vivido innumerables situaciones
que han perfeccionado mis habilidades. Y lo más importante:
Pasé la mayor parte de mi tiempo en este mundo a tu lado, Aisa.
Gracias a ti sobreviví. Todo fue gracias a ti.
No puedo disculparme lo suficiente por haberte traicionado. Estoy
bien si no me perdonas, pero hoy, haré las mejores delicias de ti.
Hay una cosa que aprendí después de venir a este mundo. Eso es...
los ingredientes de la comida son la vida. Comer comida es consumir
vida.
Tal vez los que hablan de conectar con su comida se han referido a
esto todo el tiempo, mientras que yo era el que ignoraba lo que
significaba.
Cocinar es amor.
...Tú me enseñaste eso, Aisa.
Aisa. Apuesto a que sabrás de lo mejor. Quiero probarte antes del
final. No puedo esperar, pero sólo puedo aguantar. Te haré la mejor
Sakla de la historia. La más deliciosa Sakla...
Mi excitación fue creciendo rápidamente, despejando mis sentidos
y potenciando mis habilidades culinarias.
-Un corazón frito en grasa fundida.
-Sopa de trilla, servida con tuétano de hueso y sal de roca.
-Sopa de caldo de hueso al estilo japonés, servida con los ovarios.
-Pechugas ligeramente asadas con una salsa de sangre en lugar de
soja.
-Paté de miso e hígado.
-Estómago relleno y frito.
-Asado con hueso, de cocción lenta.
-Rollitos primavera, hechos con carne frita enrollada en láminas de
piel al vapor.
-Salchichón relleno de carne picada.
-Pastel de carne hecho con las espinillas, los muslos y las nalgas,
aderezado con curry.
-Ensalada de cabello.
-Galletas de hueso cocidas en horno de ladrillo.
-Gelatina de ojo y cerebro azucarada de postre, servida dentro de
su cráneo comestible.
Cada plato que cocinaba Aisa era llevado a la mesa por Atema y
los demás sirvientes. Antes de darme cuenta, ya no podía sentir esa
extraña presencia en la cocina.

El sol se hundía en el horizonte mientras yo estaba ocupado en la


cocina. Bajo el cielo sin luna, el comedor sagrado brillaba con luz propia.
Después de que todos los platos estuvieran colocados en la mesa del
banquete, Hagan y yo entramos en la sala ante una ronda de aplausos
del público. Creo que es seguro decir que mis acciones no fueron
informadas al público.
Tomé asiento y miré los platos de la mesa. Las dos personas más
cercanas a mí estaban sentadas fuera de mi rango de visión normal.
Después de las oraciones, sonó la campana, señalando el comienzo
del banquete.
“...Itadakimasu”.
Juntando las manos, recité esa única palabra y alcancé los asados
con hueso que tenía delante. Agarrando uno, me lo llevé a la boca y
mordí un bocado.
“Uu, Ah-”.
Un solo bocado fue todo lo que necesité para sentir la textura. El
sabor y la fragancia se precipitaron desde mi lengua y mi nariz hasta mi
cerebro, y luego por todo mi cuerpo, extendiéndose infinitamente en mi
alma. Por un momento, me sentí como si fuera uno con el universo.
Existe. Dios existe. Está dentro de mi boca.
Recuerdo haber pensado que nada podía saber mejor que aquella
gota de sangre que me hicieron beber en el desierto, hace tres años. Sin
embargo, en aquel momento no tenía ni idea del verdadero sabor divino
de una Sakla madurada. Estaba equivocado.
“Eres deliciosa... Aisa...”.
Las lágrimas corrieron por mis mejillas, no sólo por el deleite que
sentí por el sabor supremo, sino porque confirmé que Aisa estaba dentro
de mí. Desde la parte superior de mi lengua hasta mi garganta, y luego
el estómago.
El cabello suave, los ojos claros, las mejillas sonrosadas, los labios
tenues, la espalda de sauce, los dedos delgados.
Las manos que me han cogido, su dulce voz y su calidez.
Me perdí cuando pensé que la había perdido, pero entonces,
descubrí que estaba equivocado. Aisa y yo nos convertimos en uno. Aisa
se convirtió en mí; yo me convertí en Aisa.
Honestamente, siempre quise comérmela.
Desde el día en el que nos conocimos, siempre había anhelado
probar su sangre una vez más. Las cosas habrían sido muy diferentes si
no fuera por mi naturaleza moralista y el miedo a aceptar mis instintos
caníbales.
“Lo siento. Lo siento mucho, Aisa”.
Le pedí disculpas a Aisa por ambas cosas, por habérmela comido a
pesar de mi equivocado moralismo estos tres años, y por mentirme a mí
mismo para excusar mi intento de salvarla.
“Me convertiré en uno contigo, Kay”.
Las palabras que ella dijo una vez resonaron en mi mente. No, era
su voz la que resonaba.
“Tienes razón, Aisa”.
Nació para ofrecernos un sabor tan precioso. Por ello, nunca temió
a la muerte.
Fue como me dijo Hagan una vez:
“Nuestro trabajo es importante, Clear. Conectamos el espíritu de esta
pobre chica con su familia a través de la comida. ..... y creo que es un deber muy
noble”.
Así es, soy un chef. Con esa nueva convicción, acerqué mi mano al
plato de rollitos primavera.
Aisa, cumpliré con mi deber.

El banquete terminó. El público se marchó y la sala volvió a


quedar en silencio. La mesa del banquete seguía llena de platos, pero a
ninguno le quedaba el más mínimo resto de comida. Todo estaba
literalmente limpio por los lengüetazos.
Todos se fueron satisfechos después de masticar la carne de Aisa
con lágrimas en los ojos. Seguramente presumirán del día en que
tuvieron la oportunidad de experimentar el sabor divino de una Sakla
durante el resto de sus vidas.
El rey y yo éramos los únicos que quedábamos. Nos sentamos en
silencio uno frente al otro hasta que él habló:
“Se nota que has hecho un trabajo espléndido en el banquete de
hoy, aunque yo personalmente no he comido”.
“... ¿No te ha gustado?”.
Me quedé tan sorprendido al ver que el rey no había tocado a Aisa
que ignoré sus alabanzas. No es posible que un ser humano no coma
cuando se le sirve una Sakla.
“Mi otra mitad no me lo permitió...”, explicó el rey, mientras
colocaba su mano derecha sobre su hombro izquierdo. Su otra mitad, en
otras palabras...
“Yuan...”.
“Exactamente. Te dije que Yuan tiene una personalidad celosa. No
me atrevo a comer a otro Sakla con este cuerpo mío”.
Se rió con su risa habitual mientras hablaba.
Desde que supe que me engañaba, dejé de creer todo lo que decía.
La razón por la que me hablaba de la historia de la tierra era para evitar
que me entrometiera. La única verdad cierta era su amor por Yuan.
No le culpé por no comer, ni me apetecía discutir. Ahora me
encontraba en la misma situación que él.
“Hagan y Atema también quedaron satisfechos con el banquete.
Tienen mi gratitud”.
“Kay... No... Quiero... que...”.
“Quiero que me cocines”.
“Quiero que seas mi preparador”.
No puedo imaginar su dolor cuando traicioné completamente sus
deseos. Por suerte, el rey me dio otra oportunidad para compensar mi
desbarajuste.
Si no me hubiera permitido cocinarla, nunca lo habría superado,
hiciera lo que hiciera. Si bien es cierto que sólo me estaba utilizando, en
mi opinión, sus acciones acabaron siendo mi mayor salvación.
“...Bueno entonces-”.
Tragué saliva sin querer al oír el cambio de tono de su voz.
“Tengo una pregunta para ti... como tú, ¿No? ¿O es que ya lo has
resuelto todo?”.
“Todavía me quedan muchos detalles por aclarar, pero tengo una
idea general de lo que pasa...”.
“Eso sigue siendo impresionante... Déjame preguntarte primero.
¿Qué te ha dado la clave?”.
Empecé explicando mi pregunta sobre el trato de Aisa y mío en el
palacio. A continuación, mencioné que Isela nunca había oído hablar del
juramento de sangre de los extranjeros.
Reflexioné sobre por qué querría mi sangre sin motivos para
sospechar, y llegué a una explicación plausible: que había algo especial
en la sangre de un extranjero.
“Tuve cuidado de no informarle a Isela. Bueno, la costumbre en sí
no era totalmente falsa. Existía en la época de mi abuelo antes de quedar
obsoleta. Tenías razón, lo inventé para conseguir algo de tu sangre.
Pero...”.
Afirmando mi conjetura, continuó con otra pregunta:
“¿No es eso por sí solo insuficiente como prueba?”.
Asentí con la cabeza. Soy un forastero que no sabe nada de este
mundo, de esta gente ni de sus costumbres. Hay una negación plausible
a mi teoría si había otro propósito para conseguir algo de mi sangre.
Así que hice algunos experimentos.
“Hice que unos pollos probaran mi sangre, a la que tuvieron una
reacción anormal. Se volvieron locos e incluso atacaron en un intento de
conseguir más. Probé lo mismo con pájaros, perros, gatos, peces e
incluso insectos... Todos tuvieron la misma reacción de locura por el
sabor”.
El gusto es algo que difiere de una persona a otra. Muchos
factores, como el sexo, la edad y la salud general, influyen en él. Un
alimento que guste a todo el mundo simplemente no existe, sobre todo si
ese alimento es apreciado por los animales que siguen sus propios y
diversos sistemas alimentarios.
En este mundo, sólo hay una cosa que sabe igual para todos los
seres vivos.
Al igual que Aisa no entendía cómo su sangre sabía tan deliciosa,
la mía me sabía a sangre normal.
Mi sangre es la misma que la de ellos. Lo mismo podría decirse del
viajero de hace 500 años.
“¡Jajajaja!”.
Al escuchar mi explicación, el rey se echó a reír.
“Dijiste que no tenías una buena educación; ¿Será que todos en tu
mundo son así de sabios? Sinceramente, me alegro de que no intentaras
escapar por tu cuenta, es muy posible que lo hubieras conseguido”.
Su sonora carcajada se transformó lentamente en su habitual
sonrisa provocativa.
“Por respeto a tu sabiduría y trabajo, déjame decirte todo lo que sé,
extranjero, o quizás deba llamarte así en su lugar...”.
Me miró fijamente mientras ampliaba su sonrisa y continuó:
“Sakla”.

“...Vamos a parar aquí”.


Mi marido colocó su diario a su lado, respiró profundamente y
cerró la cortina de sus recuerdos. Hablar durante tanto tiempo debía de
ser agotador en su débil estado. Se tumbó en la cama como si se
derrumbara.
“Debes estar agotado. Descansa un poco”, le dije, limpiando el
sudor de su frente.
Mi marido terminó el relato justo antes de que saliera la verdad.
Habría sido imperdonable si se tratara de un libro, pero como era su
relato personal, no había necesidad de explicar algo que todos los
presentes ya sabían.
La verdad sobre los Sakla... y sobre Clear Kay.
“Varios años después de la instauración de la monarquía, el viajero que venía de
otro mundo falleció, dejando una esposa y un hijo. Empezando por el rey, todos
los que ayudaron a organizar el país lo consideraron un compatriota, y por ello
celebraron una ganzara en su honor. Fue entonces cuando descubrieron que la
carne de aquel hombre sabía mejor que cualquier otra cosa de este mundo. Tenía
un sabor que provocaba las bendiciones del cielo”.

La verdad que tuvo lugar hace 500 años también me fue contada
después por mi marido.

“Todos empezaron a preguntarse si este hombre que venía de un lugar


desconocido, portador de una sabiduría sobresaliente y de una carne de sabor
supremo, era realmente un ser humano y no un mensajero de los cielos.
Naturalmente, no tenían forma de determinar la verdad. Varios años después de
su muerte, se descubrió en un funeral un niño con un gusto similar al del
viajero. En el noveno año del calendario de la monarquía, el nieto del viajero, el
primer Sakla de la historia, falleció a la temprana edad de 15 años”.

En otras palabras, el sabor divino de los Sakla es una cualidad de


aquellos que vienen de mundos diferentes, y de sus descendientes.
La razón por la que los Sakla sólo aparecen en Asilia es que la línea
de sangre del viajero se extendió únicamente en ese país.
Cerca del momento en que Aisa, de la que se rumorea que es la
última Sakla de la historia, maduró, apareció Clear Kay. Su sangre tenía
un sabor que rivalizaba con la de un Sakla. Mi padre, al darse cuenta, le
dio un “deber” para mantenerlo a su lado.
“¿Alguna pregunta...?”, preguntó mi marido a todos los presentes
con una mirada distraída. Todos asentimos con la cabeza.
A pesar de saber que su deber era una mentira, Clear Kay siguió
trabajando como chef real. Dejó su huella en este mundo con las diversas
habilidades y conocimientos que trajo consigo, y crio excelentes
cocineros.
He estado a su lado, viéndolo crecer, estos últimos 50 años.
“Gracias por tu duro trabajo, querido...”.
Volviendo a darle unas palabras de agradecimiento, levantó los
ojos y me miró, pareciendo profundamente conmovido.
“Tú también... Gracias, Isela”.

Después de contar toda la historia de su juventud, mi marido pasó


los días que le quedaban en paz, sin remordimientos.
A medida que se acercaba el momento de su muerte, muchas
personas venían a visitarnos: nuestro hijo mayor, que abrió un taller en
la capital, el tercero, que trabaja como cocinero, y los conocidos cercanos
que teníamos en el palacio. Entre ellos estaba la madre de Saliman,
Atema. Todavía llevaba su horquilla en forma de pluma, a pesar de
haber perdido su color.
Durante ese tiempo, Saliman hablaba a menudo con mi marido
sobre el estado actual de la cocina real, y sus propias preocupaciones
como el actual jefe del departamento, y maestro de muchos aprendices.
Además, no sólo le ayudaba seriamente en mi lugar, sino que
también enseñaba a los niños vecinos a cocinar. Tal vez esa era la forma
en la que Saliman expresaba su gratitud a su antiguo maestro.
Atema y yo también les enseñábamos a los niños a hornear
diferentes dulces, como el anko de frijoles yudia o el pudín de
albaricoque que me enseñó mi marido hace mucho tiempo.
La salud de mi marido se deterioraba cada día, pero nunca dejó de
sonreír. Aunque era consciente de que se acercaba su hora, estoy segura
de que disfrutó de sus últimos días con todos.

Veinte días después de la llegada de Saliman. El sol poniente


brillaba mientras la luna casi se perdía de vista.
“¿Es el diario del maestro, señorita Isela?”.
Mientras me sentaba en una silla en un rincón del lugar de la
ceremonia, Saliman me llamó por mi nombre. Asentí, entregándole el
diario, pero lo rechazó.
“No puedo leerlo. ¿El maestro le enseñó japonés?”.
“No, yo tampoco tengo ni idea de lo que está escrito en este libro.
Él era el único que podía leerlo. Pero, al pensar que estaba componiendo
los acontecimientos de su vida aquí, se siente de alguna manera...”.
Con una cara complicada, Saliman miró el diario que antes era de
mi marido, y luego preguntó:
“Señorita Isela, ¿No estaba resentida con el maestro por lo que
hizo?”.
“Sí, recuerdo haber estado resentida con él cuando me enteré de su
traición“.
“Bueno, eso no era exactamente lo que quería decir”.
Saliman negó rápidamente la pregunta antes de respirar
profundamente y continuar.
“Creo que era natural que el maestro actuara de esa manera.
Probablemente yo habría hecho lo mismo en su lugar. Pero, después de
eso, pasó el resto de su tiempo trabajando lo mejor posible en el palacio.
¿Y usted, señorita Isela, y mi madre? ¿Cómo se sintieron al ver los
deseos de su mejor amiga, Lady Aisa, traicionados por él?”.
“Atema dijo una vez esto: ‘Al principio no pude perdonarle, pero
al verle comer a Lady Aisa y cumplir con su deber en la cocina real, no
pude seguir odiándole para siempre’. Por eso te envió a su cocina
cuando estabas a punto de entrar en el servicio”.
Antes de su muerte, Hagan nombró a Clear Kay como su
preparador.
“Hagan y Atema le perdonaron pero, antes que ellos, mi marido
perdonó a mi padre por mentirle”.
Al escuchar mis pensamientos sobre el asunto, Saliman pareció
asombrado y aliviado a la vez.
No había ninguna esperanza de que Clear Kay volviera a su
mundo. Si el rey le decía eso desde el principio, las cosas habrían
acabado mal. Por lo tanto, optó por mentirle. No por el bien de Clear,
sino por el bien de lo que tenía que ofrecer.
Además, la verdad se le ocultó no sólo a él, sino a todos los
ciudadanos del país.

Mi padre me explicó el razonamiento de la falsificación de la


muerte del viajero y por qué se dijo que había desaparecido.
“Si la noticia del sabor divino del supuesto viajero enviado por el
cielo llegaba al público, era muy posible que su linaje fuera idolatrado en
una familia con más autoridad que la propia familia real. El segundo
rey, temiendo esto, trató de encontrar una forma de evitar la situación
por completo, pero fracasó. No deseaba purgar el linaje de los viajeros, o
mejor dicho, su sabor divino. Como resultado, el tercer rey tuvo otra
idea que no exterminaría el linaje, sino que ocultaría sus orígenes”.
El tercer rey eliminó todos los registros relativos a la familia del
viajero y difundió una leyenda falsa según la cual el viajero y su esposa
desaparecieron abruptamente, eliminando así cualquier aliciente hacia
sus descendientes.
La leyenda dio lugar a dos gracias distintas: los Sakla y los viajeros
extranjeros. Sólo unos pocos elegidos conocen la verdad.
El escriba se aseguró de no tocar la credibilidad de la leyenda, y
compuso un registro que transmite las grandes hazañas de Clear de una
manera que no contradice la historia pública.
¿Son estas personas elegidas por su sabor antes de ser enviadas a
nuestro mundo? ¿O puede ser que sólo se conviertan en Sakla una vez
que llegan? ¿Es la voluntad de Dios, o tal vez algún poder único
perteneciente a este mundo que los convoca?
Nadie sabía la respuesta a estas preguntas. Son tan misteriosas
como el “destino”.
Mi marido dio todo lo que tenía para cumplir con sus deberes, y
partió.
Horas antes de perder el conocimiento y fallecer, sonreía mientras
se jactaba de haber vivido una vida que enorgullecería a Aisa. Gracias a
mi hermano, que se convirtió en el siguiente rey, se le permitió pasar sus
últimos años en Asilia.
“Fue capaz de llevar el destino de este país a sus espaldas porque
cocinaba y comía con Aisa. Por eso siguió trabajando a las órdenes de mi
padre, que le dio esa oportunidad, independientemente de la verdad. Sé
que es extraño que diga esto, pero Atema, Hagan y mi marido pudieron
llevar la vida que llevaron gracias a que consumieron a Aisa”.
Saliman mostró una expresión de acuerdo y desacuerdo con lo que
dije. Era lo mejor. Hay muchas cosas que sólo la gente de aquella época
entendería.
Manteniendo la misma expresión, Saliman añadió una pregunta:
“Y entonces, ¿Te casaste con él?”.
“... Si no fuera por todo eso, nunca lo habría considerado”.
Me prometí a mí misma desde muy joven vivir mi vida pensando
sólo en Aisa. Sólo consideré realmente casarme con él cuando me
convertí en adulta. Me enteré de que el rey estaba buscando una esposa
para Clear Kay. Recuerdo la cara de asombro de mi padre cuando le dije
mi intención.
“Pensé que era la única persona que debía casarse con él”.
Saliman no parecía convencido de mi afirmación. Siguió un breve
momento de silencio.
“Francamente...”.
Dijo antes de comprobar su reloj de mano y ponerse en pie.
“Todavía no me convence del todo esta historia”.
“Ya veo...”.
“Me pregunto si pasará algo cuando vaya a preparar al maestro”.
A pesar de expresar sus dudas, Saliman parecía menos confuso y
más decidido que antes. Vistiendo el uniforme negro del jefe de cocina
real, él y mi tercer hijo se encargaron de cocinar a mi marido para el
funeral de hoy. Esta fue la principal razón por la que visitó Asilia.
“Haz lo que puedas. Mi marido debe estar deseando que trabajes”.
“Sí. Entonces, me voy ya”.
Ignorando su último comentario, le animé con palabras sinceras y
le vi marchar con los ojos impávidos.
Al encontrarme de nuevo sola, abrí el diario que no podía leer y lo
miré.
Todo lo escrito aquí, por Clear Kay, fue transmitido tanto a su
alumno como a mí. Terminó su vida en paz, poniendo una conclusión a
su historia, al tiempo que abría una etapa para la siguiente.
Me quedé un rato en el sitio hasta que me tranquilicé y me levanté
con el diario en la mano.
Me dirigí al centro del lugar de la ceremonia, donde se encendió la
hoguera. Cuando los cocineros terminasen con su trabajo en la cocina, la
carne de mi marido se asará sobre este fuego en pinchos. Era una
costumbre típica de la capital que se ha ido abriendo paso aquí,
recientemente.
“¿Es el diario del abuelo?”.
Mientras observaba la hoguera, una de mis nietas se dirigió a mí.
De los quince nietos que tenemos, era la que más era favorecida por mi
marido.
“Así es. ¿Quieres leerlo?”.
“No, no puedo leerlo. ¿Puedes, abuela?”.
“Yo tampoco puedo leerlo. Sólo lo miro”.
Si supiera de alguien que pudiera leer este libro, me habría
deshecho de él hace tiempo.
“¡Ah!”.
Tiré el diario dentro de la hoguera delante de mi nieta. El diario
pronto se convirtió en cenizas.
“¿Está bien tirarlo al fuego?”.
“Sí”.
Al ver arder el diario, saqué un viejo sobre del bolsillo de mi
pecho.
Era una carta escrita por Aisa, dirigida a Clear. Me la pasó cuando
estaba con mi padre en la sala sagrada. Abrí el sobre, desdoblé la carta
adjunta y leí las últimas palabras de Aisa:
La carta estaba escrita en la lengua de la monarquía, que por
desgracia sé leer.

Para Kay.
¿Fue amargo para ti cocinarme, Kay? ¿Fue doloroso? Lo siento, pero
realmente creo que es la única manera de que vuelvas a tu mundo. Me alegré y
me tranquilicé cuando su Majestad me prometió que aun te dejaría cocinarme.
Yo también te estoy muy agradecida, tal y como dices en tu carta.
Recuerdo que tuve una extraña sensación de nostalgia cuando te vi por
primera vez en el desierto. No me pareció que estuviera hablando con un
extraño. Casualmente, me encontré a tu lado la mayor parte del tiempo. No sé
por qué, pero sentí que ese era el comienzo de nuestra historia.
Todo en este mundo era nuevo para ti, pero aun así te esforzabas al
máximo cuando se trataba de la cocina. Siempre fuiste como una estrella
brillante para mí, cuando te perdías en ella.
Cada vez que te veía, el corazón me daba un vuelco. Al principio pensé en
renunciar, teniendo en cuenta mi posición de Sakla, pero con el paso del tiempo
me fui dando cuenta de que estaba enamorada. No tardé mucho en empezar a
pensar en ti como mi pareja predestinada.
Si Hagan se mantuviera como mi preparador, probablemente no habría
sentido que ser comida era una bendición.
Gracias a ti me sentí orgullosa de haber nacido como una Sakla. Cuando
te negaste a comerme por primera vez, me irrité mucho y te culpé de no tener
corazón. Pero pronto me di cuenta de que la desalmada era yo por esperar de ti
una petición tan injusta.
Siento haberte abofeteado esa noche. Siempre esperé que aceptaras mi
destino y me cocinaras como una celebración.
Eres una persona temeraria pero, a pesar de lo que has hecho esta noche,
estoy segura de que lo has hecho por mí. Porque yo también soy una persona
imprudente por empujarte a actuar en contra de tu voluntad. Precisamente por
eso creo además que eres mi compañero predestinado.

El destino. Una palabra conveniente para que alguien confíe en sus


deseos. Mi marido lo definía así. Tuve que estar de acuerdo con él en
que alguien sólo creería en un destino que desea.
Clear Kay estaba destinado a estar con Aisa, y Aisa estaba
destinada a estar con Clear Kay. Si decidieran actuar con ese futuro en
mente, seguramente habrían encontrado un rayo de esperanza en el
difícil momento que estarían atravesando.
Sin embargo...
“‘¿Para Kay?’ ¿Esa carta era para el abuelo?”.
Mi nieta leyó el nombre del destinatario en la cara del sobre.
“‘Por favor, abre esto en tu mundo’. ¿Qué significa eso?”.
Esta vez sintió curiosidad por lo que decía y miró la carta que tenía
en la mano. La escondí rápidamente dentro del sobre.
“Yo también quiero leerla”.
“No deberías. Es una carta secreta... Sólo el que la envió puede
leerla, junto con...”.
“¿Con el abuelo?”.
No respondí a esa pregunta y, en cambio, sujeté el sobre desde su
esquina con dos dedos.
“¡Ah! ¿Por qué hiciste eso?”.
Luego la arrojé a la hoguera. A diferencia del diario, la carta estaba
escrita en la lengua de la monarquía. Por eso, y porque su mensaje
representaba una verdad más profunda y pesada que la de los Sakla.
Después de ver morir a Aisa delante de mí, leí en secreto esta carta
destinada a Clear Kay. Percibí algo oscuro en la expresión de Aisa
cuando me la entregó. Vi una cara que nunca le había visto hasta esa
noche.
Leerla me hizo dudar seriamente de la cultura de este país.
Empecé a preguntarme si lo que estábamos haciendo era un error o no.
Si no hubiera perdido ante la curiosidad y no la hubiera leído, lo más
probable es que le hubiera dado la carta, a pesar de saber que la
condición “Por favor, abre esto en tu mundo” nunca se cumpliría.
Sólo yo sabía de su existencia. Ni mi marido, Atema, ni mi padre lo
sabían.

Por primera vez en mi vida, al leer tu carta me dieron ganas de intentar


vivir una vida normal contigo. Verte actuar tan precipitadamente en un intento
de salvarme me hizo no querer morir por primera vez. Me descubrí deseando
quedarme contigo.
Ahora que lo pienso, es tal y como decías en tu carta. El fuerte deseo de
vivir una vida ordinaria había brotado en mí hace mucho tiempo. Sólo me di
cuenta del valor de la vida después de leer la carta. Pero mucho antes, creo que
sólo les mentía a ustedes, a Isela, e incluso a mí misma; actuando como si me
tuvieran que comer, simplemente porque eso es lo que me habían enseñado a
creer.
Kay, gracias por salvarme, y siento no haber podido seguirte hasta el
final. Ya es demasiado tarde, pero por fin me he dado cuenta de que no quiero
morir. Tengo miedo, Kay. Tengo mucho miedo. Si tan sólo hubiera sido honesta
conmigo misma y me hubiera dado cuenta antes. Si tan sólo hubiera sido
consciente de este fuerte deseo de sobrevivir y vivir más tiempo.
Aunque sea, espero ser la última Sakla de la historia. No quiero que nadie
más viva su vida sólo para que lo maten al final. Nadie merece un destino tan
cruel.
Siento muchísimo haberte hecho pasar por este momento tan amargo,
Kay. Pero al menos, si vuelves a tu mundo, por favor, rézale a tu dios por lo
mismo.
Adiós. Te amo.

Aisa

La carta que nunca llegó a su destino se estaba convirtiendo en


cenizas ante mis ojos. Después de descubrir la verdad de su destino, no
pude entregársela a Clear Kay.
Si le dejaba leerla, el deseo de Aisa se habría hecho realidad pero,
por otro lado, se habría perdido algo mucho más importante que su
vida. Sería lo mismo que decirle que Aisa odió morir de esa manera; que
por haberle conocido, ella maldijo su destino al ver su vida arrebatada.
No había forma de hacerle saber una verdad tan cruel que ya me costaba
admitir a mí misma.
Por eso decidí convertirme en su esposa y dar a luz a sus hijos,
porque me lo merecía. Me creía la única que debía permanecer a su lado
y asumir la responsabilidad de aplastar el último deseo de Aisa en su
último momento. No podía dejar que ninguna otra mujer me quitara ese
deber.
Aisa, por favor no lo culpes. Aborréceme todo lo que quieras,
nunca me perdones por lo que he hecho.
“¿Estás triste, abuela?”.
“¿Qué?”.
Mirando desde un lado, mi nieta preguntó preocupada. Parece que
he derramado algunas lágrimas.
“Es el humo, quizás...”.
Enseguida me limpié las lágrimas con un dedo mientras esperaba
su reacción.
“Está bien sentirse triste. Seguramente te sentirás mejor después de
comer al abuelo”.
“... Gracias. Sí, tienes razón...”.
Cabello ceniciento y piel blanca como la seda. Mi nieta me animó
con una sonrisa cariñosa. Curiosamente, se parecía a mi mejor amiga de
la infancia, a pesar de no tener ningún parentesco de sangre con ella.
Le rocé suavemente el sedoso cabello con la mano y, al hacerlo,
volvieron las lágrimas.
“Tengo que comérmelo, bien...”.
Mi nieta se llama Aisa.
Es una Sakla.

Fin
Créditos

Tu sabor en mi lengua
El cuento historia de una chica comestible
Autor: Isaka Akira
Ilustración: Shion
Moon Rabbit Translations

Traducción: Reizenchuu
Editor: Galooza
MiraiK – Novelas Ligeras y Más

Traducción: Svartalheimer

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