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Poséeme en Halloween

Un relato erótico de
Marilyn Rozen
@Marilyn Rozen, 2020
Imagen de portada: pixabay
Todos los derechos reservados. Se prohíbe la reproducción total o
parcial de esta obra sin autorización expresa del autor.
Este es un relato corto de ficción, destinado a mayores de 18 años.
Todos los nombres, eventos, lugares y situaciones descritas son ficticias. Y
desde luego, todos los personajes que salen son mayores de edad.
La fiesta había durado hasta las doce y media de la noche, pero en ese
pequeño pueblo del medio oeste, no estaba permitido organizar ruido y
beber en la calle hasta más allá de la medianoche, por lo que el Sheriff
Donovan y su joven ayudante Mark habían tenido que llevar a una docena de
jóvenes, entre chicos y chicas a la oficina, y meterlos en dos celdas
contiguas que son las únicas que tenían, así de pequeña era la oficina de la
autoridad.
Separaron a hombres y mujeres, quedando siete hombres en la celda
de la izquierda y seis mujeres en la de la derecha. Todos iban algo bebidos
sin ir borrachos y, aunque les habían quitado las botellas y alguna pastilla de
esas que todavía te hacen estar más feliz, la juerga continuaba y las risas y
canciones se escuchaban por todo el edificio.
Donovan, un cuarentón de muy buen ver y recién divorciado, miraba
con lujuria a alguna de las chicas que, disfrazadas de brujas sexy o
vampiresa, llevaban menos tela en su cuerpo que toda su camisa junta. Mark,
sin embargo, su joven ayudante, las miraba con timidez y cada vez que
alguna le pedía algo, y le intentaban meter mano, volvía corriendo a su mesa
colorado, y según pudo ver Donovan, ligeramente empalmado.
Los hombres azuzaban a las mujeres para que les enseñasen las tetas o
el coño, mientras ellos se bajaban los pantalones, mostrando su verga en
muchos casos erecta. Probablemente en la fiesta hubo pastillas o droga de la
que te predispone sexualmente a follar, así que la tensión sexual era
palpable. El ambiente se podía cortar.
Donovan dudaba si meterse en el baño a hacerse una paja o incluso,
aunque sus preferencias iban por el sexo femenino, tenía los huevos a
reventar y no le importaría follar con uno de esos fornidos estudiantes con
cuerpos de gimnasio. Solo de pensar en ello, su miembro protestó en los
pantalones. De esa noche no pasaba sin follar, con quien fuera.
Mark estaba en el despacho sin perder de vista las cámaras de
seguridad que estaban en los calabozos. Desde la última reforma habían
aumentado el presupuesto y las imágenes se veían nítidas y amplias, con
varios puntos de vista. El chico estaba sudoroso y colorado y con las piernas
abiertas, seguramente para no aplastar su pene que ya debía estar saltando al
ver los gestos obscenos que se hacían de una a otra celda.
Donovan lo miró. El joven tampoco estaba mal, pero ya le enseñaron
hace tiempo que «donde tengas la olla, no metas la polla», así que no sería
con él. Porque el respeto se perdería.
Una joven rubia vestida de enfermera, con una minifaldita blanca y un
corpiño de látex también blanco, comenzó a bailar de forma muy sensual.
Sus tetas eran redondas y abundantes y se salían por encima del corpiño,
dejando ver un rosado pezón.
Los chicos de la celda de al lado aullaban y se tocaban sus partes,
alguno ya de forma más frenética.
—Poco durará ese —dijo Donovan sin perder de vista a la rubia.
—¿Eh? Sí, poco, está a punto de correrse —contestó Mark colorado.
El joven de la celda se había sacado la polla y se estaba masturbando
cerca de la separación con las chicas. Solo unas rejas bastante amplias,
aunque no lo suficiente para pasar, los separaban.
Una morena con el pelo corto y vestida de vampira sexy se acercó a la
celda de los chicos y alargó la mano hasta coger el pene del chico que dio un
estertor y casi se corre en ese mismo momento.
La chica lo atrajo, estirándolo y se puso de rodillas. La rubia seguía
bailando sensualmente y estaba quitándose el corpiño. La chica morena llevó
la polla del tipo a su boca y comenzó a lamerla a través de la celda. Con una
mano la sujetaba y con la otra había comenzado a estrujar los huevos del tipo
que se sujetaba a los barrotes como si lo estuvieran torturando, pero ¡menuda
tortura!
Sin tardar más de un minuto, el tipo se corrió en la boca de la morena,
que escupió en un rincón y sonrió satisfecha.
—Ahora os toca a vosotros —dijo subiéndose la falda. Donovan se
asomó a la otra cámara. Sus labios inferiores rosas se asomaban con toda
nitidez. La joven no llevaba bragas.
La chica apoyó el culo en la celda y se agachó hacia delante,
mostrando su gran flexibilidad al quedar expuesto todo su culo y su coño, y
varios voluntarios se lanzaron a lamerlo.
Ganó la ventaja un chico moreno de piel, uno de los jugadores de
rugby, con brazos como piernas y un gran bulto entre las suyas. La chica
meneó le trasero para provocar y él bajó su boca hasta alcanzar la humedad
que había en él. La agarró de las caderas y él se puso de rodillas, para lamer
mejor todo el excitante paisaje que se le presentaba delante de él. Sus
lametazos iban acompañados por los gemidos de la morena. Le introdujo su
larga lengua en la vagina, follándosela con ella, y después le dio un buen
repaso desde el culo hasta el clítoris, haciendo que ella gimiera como una
posesa.
Ella dio varios estertores y gritó al tipo que con una de sus manos ya
se estaba acariciando por encima del pantalón.
—¡Fóllame, Nick! —gritó ella.
Entonces el tipo se levantó y dejó caer los pantalones de gomas que
llevaba, de su disfraz de doctor. Le iba a hacer un buen reconocimiento, eso
sin duda. Sacó un condón del bolsillo de la camisa y se lo puso en su enorme
y ancha verga. Ella la miró de refilón y gimió al saber que iba a ser poseída
por ese enorme y palpitante miembro.
—¿Deberíamos detenerlos, jefe? —dijo Mark cuyos pantalones
estaban a punto de explotar.
—¿Tú quieres detenerlos? Deja que se diviertan, es Halloween. Y si
quieres hacerte una paja, por mí no te cortes. Yo también me la haré. Esto es
demasiado y si no explotaré.
El joven asintió y de forma tímida se bajó la cremallera y empezó a
tocarse por dentro del pantalón. Donovan se excitó todavía más. Verlo en la
pantalla y además tener a su lado a alguien que e estaba haciendo una paja
era como ver porno en directo. Mejor que cuando una vez fue a Las Vegas y
se metió en una de esas cabinas de monedas.
Volvió la vista a la pantalla donde el tipo del equipo de rugby había
depositado su pollón justo delante de la entrada de la vagina de la morena,
que ya estaba empapada y preparada para ser follada a través de las rejas.
El hombre jugueteó en la entrada del orificio y ella se contorsionó,
pegando su culo a las rejas e intentando acercarse todavía más, fastidiada
porque había una barrera entre ellos.
Finalmente, el tipo, con una barra enorme entre sus piernas, se
introdujo suavemente, haciendo que la morena se derritiera y comenzase a
gemir cada vez más alto. Los ánimos de los demás se habían enardecido y la
mayoría de los tipos, incluso el que ya se había corrido estaban acariciando
su miembro, divididos entre la pareja y la rubia que ya se había quitado el
corpiño y se tocaba sensualmente sus pechos, con los pezones tan duros que
podrían atravesar un papel.
El jugador de rugby comenzó a moverse contra la morena, metiendo y
sacando su verga con el condón empapado en los jugos de la mujer, que
suspiraba y gemía alternativamente. El movimiento era cada vez más rápido
y el hombre había empezado a sudar. Se quitó la camiseta, dejando ver su
pecho musculoso y húmedo y las venas que marcaban sus antebrazos
mientras cogía con fuerza a la mujer que ya gritaba a punto de correrse.
El ritmo frenético del mete y saca tenía hipnotizados al sheriff y a su
ayudante que movía también su mano dentro del pantalón hasta que, de un
estertor, acabó retorciéndose y manchando sus pantalones.
—Anda, ve a lavarte —dijo Donovan con un gran empalme dentro de
sus pantalones. El chico ya había acabado, pero él quería algo más que
machacársela.
La rubia había comenzado a bailar hacia otra chica rubia vestida de
momia sexy. Empezó a meter la mano por entre las vendas y sacó sus dos
pechos que se alzaban tiesos hacia arriba. Donovan se dio cuenta de que no
llevaba nada debajo de las vendas porque movió una de las del culo y le
hizo una especie de tanga dejando ver los dos mofletes redondos y hermosos
y dándole una palmadita, se pusieron a bailar, metiéndose la lengua en la
boca y sobándose todo el cuerpo.
El jugador de rugby gruñía sin perderlas de vista y finalmente gritó,
acompañado de la mujer morena, que después de las últimas sacudidas, se
retiró y se echó encima de la bancada, con las piernas abiertas, dejando su
coño palpitante a la vista de todos.
El jugador de rugby se quitó el condón y lo tiró en una esquina, pero su
verga morena y enorme todavía estaba palpitando, aunque algo menos dura.
Pero con el contoneo de las dos rubias, pronto se pondría en marcha.
De pronto uno de los chicos que estaba atrás, miró a la cámara.
—Eh, jefe, necesito ir a mear —dijo gritando.
Donovan maldijo pues se iba a perder a las dos rubias magreándose y
metiéndose el dedo por rincones oscuros. Cogió las llaves de la celda y aun
empalmado, se fue para allá. Mark ya había vuelto del baño y se había
limpiado el pantalón, aunque el cerco era bastante grande.
El sheriff bajó a las celdas y todos le silbaron. Las rubias se acercaron
a él mientras caminaba y la que iba de momia le tocó el paquete. Él se paró
un momento, dejándose sobar.
—Ey, este policía va bien calzado —dijo ella—. ¿Por qué no me
interrogas a mí, personalmente?
—Luego me lo pienso, primero hay que sacar a mear a los niños —
dijo él fastidiado por tener que dejar de estar ahí. Los huevos le iban a
explotar.
Abrió la celda de los hombres y el tipo que se meaba salió delante de
él hacia los baños. El sheriff lo acompañó para vigilar.
—Que te vea lo que haces, tío —dijo mientras el tipo se iba a mear en
el váter de la pared.
Comenzó a bajarse los pantalones y se los dejó en los tobillos,
mostrándole el culo musculoso a Donovan. ¿Es que todos los tíos iban al
gimnasio? Dejó de mear y comenzó a sacudírsela, pero después los gemidos
le dijeron al sheriff que no era una simple sacudida.
—Ey tío, ¿te la estás machacando? —preguntó él—. Joder, ¿no podías
hacerlo dentro?
El chico se volvió hacia el sheriff, todavía con los pantalones bajados
y una enorme verga enhiesta.
—Es que me gustan los hombres, no las tías.
La polla de Donovan dio un salto mientras él se acercaba, todavía
meneándosela de una forma muy sexy, y le hizo pensar lo que sentiría si él se
la tocaba así. Sin que él se lo esperase, el tío le rozó los pantalones y le
abrió la cremallera. Donovan estaba quieto, sin saber muy bien qué hacer,
aunque estaba tan caliente que cualquier agujero sería bueno para taparlo.
El joven se puso de rodillas delante del sheriff y cogió su polla entre
los labios, empezando a relamerla de arriba abajo con una atención que
nunca ninguna mujer le había dado. ¿Sería gay? No le importaba. Este tío
sabía chupar una polla. Le bajó los pantalones y Donovan se quedó con ellos
en los tobillos. Lo llevó hasta la pared y se apoyó en ella. Entonces el tipo
comenzó a chuparle los huevos y mordisqueárselos, metiéndose uno y
después el otro dentro de la boca y dándole un buen repaso con la lengua.
Donovan pensó que iba a explotar.
Después pasó la mano por debajo de los huevos y comenzó a acariciar
la piel que llevaba al ano, produciéndole un placer que nunca había
experimentado. Mientras tanto, su boca subía y bajaba rítmicamente, con la
lengua haciendo horas extras en la punta de su polla.
Donovan cogió la cabeza del tipo y la apretó contra su verga haciendo
que el tipo casi se ahogara, pero estaba muy excitado. El hombre se apartó.
—Disculpa, tío —dijo Donovan confundiendo el motivo.
—No, no es eso. Quiero que me la metas. ¿Es la primera vez que das
por culo a un tío? —El sheriff asintió—. Es parecido a una tía o eso dicen.
Lubrícame y métela.
El tipo se apoyó contra el lavabo, con las piernas abiertas y el culo
preparado. Su polla estaba tiesa, delante y a Donovan le hubiera gustado
tocarla. Se veía tersa y rosada. Echó algo de saliva en su polla envuelta en el
condón que le había dado el chico y la acercó al culo. Poco a poco, se fue
metiendo, ensanchando el agujero que no era virgen. Donovan sintió la
estrechez del lugar y comenzó a bombear todavía más. Sus movimientos se
hicieron frenéticos, y el chico se había agachado un poco, cogiendo su polla
con la otra mano y masturbándose mientras se apoyaba en el lavabo con la
otra, para que los empentones que le estaba dando el sheriff no lo estampase
contra la pared.
—Eres duro, ¿eh, jefe? —dijo el chico jadeando.
Eso hizo que todavía su verga se vigorizara más y los movimientos se
hicieran más profundos casi rozando los huevos con los otros. El chico se
corrió llenando el suelo de semen y Donovan lo siguió, gruñendo y
corriéndose durante mucho más tiempo del normal, sin poder parar.
Finalmente salió con cuidado y tiró el preservativo a la papelera.
—Joder, jefe, tienes una polla de la hostia.
—Bueno, que esto quede aquí —dijo él.
—Desde luego, a mí me da igual.
El chico se subió los pantalones y se arregló el pelo, satisfecho del
polvo en el lavabo.
—¿Nos vamos? —le dijo mientras Donovan se subía los pantalones
apresurado. Todavía le palpitaba la polla y no se le había bajado. Aún tenía
ganas de más. Y es que pensaba en las dos rubias que estaban en la celda y
se volvía a empalmar. Estaba seguro ahora de que era bisexual y le dio
alegría. Mas oportunidades.
Donovan acompañó al tipo a la celda y él se metió sin decir nada. De
todas formas, todos estaban atentos al espectáculo que estaban dando las dos
mujeres en la celda de al lado.
La rubia de enfermera se había echado en una de las camas y la rubia
vestida de momia estaba comiendo todo su coño con una afición y una
entrega total. Ambas gemían, sobre todo la que estaba recibiendo ese regalo.
Algunas de las chicas estaban tocándose y dándose el lote a través de
las jaulas con los otros tipos. Donovan pensó en abrir las dos puertas, pero
en realidad pensó que así era más excitante.
Se quedó mirando mientras la momia chupaba y lamía el clítoris de la
enfermera, que acariciaba sus pezones, duros como el cristal. Una tercera
vestida de bruja, con una melena de color rosa, se acercó a la enfermera y le
dio un buen morreo que hizo silbar a los de la celda de al lado. Donovan no
podía ni quería irse de allí. Otra vez estaba empalmado.
La bruja rosa se quitó la capa y vio que llevaba un corsé, un tanga y
medias hasta el muslo, atadas al mismo corsé. Además, llevaba botas altas
con tacones. Su polla volvió a dar un salto. Todas estas mujeres cumplían
con sus sueños más fetichistas.
La de cabello rosa comenzó a chupar y estirar los pezones de la
enfermera rubia que, entre el trabajo de la momia y ella, estaba arqueando su
cadera, dispuesta a tener el mejor orgasmo de su vida.
Una pareja se había puesto a follar en la misma posición que la
morena de antes, que ya había pasado las piernas a través de las rejas,
echada en el camastro, y un tipo estaba comiendo todos sus jugos de forma
muy golosa.
Dos jóvenes mujeres y tres chicos, más tímidos miraban la orgía, pero
habían comenzado a acariciarse, aunque no participasen. Donovan imaginó
que Mark ya estaría empalmado de nuevo.
La enfermera dio un grito y se corrió y la momia se relamió. Entonces
se acercó a la puerta y le hizo un gesto a Donovan, que se acercó. Ella
comenzó a meterle la lengua por su boca, notando el sabor a orgasmo de la
rubia dentro de él. Mientras tanto, la mano había bajado a su paquete y
estaba acariciándole otra vez su polla dura.
Mientras tanto, la rubia cambió de posición con la de pelo rosa que se
echó en el camastro. La mujer rubia acarició el pubis sin un solo pelo de la
de pelo rosa. Donovan no se perdía ni un momento, porque la momia ahora
le había bajado la cremallera y estaba haciéndole una mamada de categoría
uno.
La rubia le mostró su coño mientras se agachaba a sorber y deslizar su
lengua. Descubrió un brillo en el coño de la mujer de rosa. ¡Tenía un
piercing! Eso hizo que su polla diera un salto que agradeció la mujer momia
con un suspiro.
La enfermera comenzó a jugar con el piercing con su lengua mientras
varios de los tíos la jaleaban y se machacaban la verga pegados a la celda.
Entonces la enfermera sacó un termómetro en forma de pene de su escaso
vestido y comenzó a metérselo en la bruja. Parecía bastante rígido, como si
fuera de plástico duro y la mujer que estaba echada, comenzó a gemir y a
arquearse. La rubia seguía jugando con el piercing que tenía en el clítoris y
aumentando la velocidad de introducción.
Donovan ya estaba frenético. Quería meterla en algún sitio. La momia
lo comprendió y ofreció su vagina a través de la celda. Para él fue más
excitante que si no hubiera unas barras de frío metal en medio. Se puso un
condón que le ofreció ella. ¡todos llevaban condones! Y se la metió mientras
ella suspiraba, él bombeaba. La enfermera rubia sonrió y se sentó encima de
la bruja rosa, de forma que sus coños casi se tocaban. Entonces, hizo algo
con el termómetro pene de forma que se dobló y se lo metió en su vagina. No
parecía una posición muy cómoda y ella se echó hacia delante de forma que
las tetas le colgaban y le bailaban mientras se movía arriba y abajo,
follándose a su amiga que también se arqueaba y se movía haciendo que el
termómetro entrase todavía más.
El sheriff seguía moviéndose como loco golpeando contra la celda y el
culo de la momia, un culo rosado y redondo, pero sin perder de vista a las
dos mujeres, al igual que hacían los otros. Alguno ya se había corrido, pero
seguían dándole al manubrio. Les iban a salir callos en las manos.
La rubia suspiró mientras la bruja se corría y salió de ella. Entonces
movieron la camilla para quedar de forma que Donovan las viera y la
enfermera rubia se sentó sobre la boca de la bruja rosa, que empezó a chupar
el clítoris con afición. La rubia se contorsionó, estrujándose las tetas en un
baile que no tenía fin, hasta que finalmente estalló en un orgasmo y también
lo hizo Donovan.
La momia se retiró y ofreció su coño a algún voluntario del otro lado
pues todavía no había acabado. Un chico que parecía tímido la cogió por
banda y comenzó a chupárselo, dándole un repaso bien merecido.
Donovan se retiró con la polla algo más fláccida que la anterior vez.
Se quitó el condón y miró a las mujeres, que estaban desmadejadas,
sudorosas y relajadas por el gran polvo.
La morena estaba siendo follada por uno de los tipos por detrás, y
estaba disfrutando como una loca, mientras él bombeaba arriba y abajo.
Subió las escaleras satisfecho, aunque la verdad es que volvería a
follarse a la rubia, o a quien fuera, le daba lo mismo.
—¡Qué pasada, jefe! —dijo Mark con una nueva mancha en su
pantalón.
—Pues sí, tío. Menuda noche.
—Y todavía no ha acabado —dijo el chaval mirando por la pantalla.
El tipo del baño se estaba morreando con otro de los chicos y ya había
sacado su polla y se la estaba meneando. Los demás tíos seguían viendo a la
bruja de color rosa, sin importarles que hubiera sexo a su espalda, aunque
alguno sí que echaba un vistazo.
El del baño había puesto a otro apoyado sobre la cama, a cuatro patas
y estaba lubricándole el culo. Echó un vistazo a la cámara, como
dedicándoselo al sheriff e introdujo su polla que no estaba nada mal en el
otro tipo.
—¡Joder! —exclamó Donovan mientras notaba que otra vez estaba
empalmado. ¿Qué le habían dado? Nunca le había pasado nada así. Nunca
había tenido tanto sexo en una sola noche, y a este paso, parecía no acabar.
—Jefe, habría que bajarles agua o algo así o se van a deshidratar.
—Tienes razón, vamos a llevarles agua.
Cogieron dos packs de doce botellines de agua fresca y bajaron las
escaleras. Ambos tenían la polla bien dura, pero ya ni se molestaban en
ocultarlo. Desde luego, nunca olvidarían este Halloween.
Donovan repartió el agua entre las chicas que la cogieron con ganas.
Alguna también le acarició la polla que dio un buen salto. Mark, mientras
tanto, estaba repartiendo el agua, mirando hipnotizado a los dos tipos que
estaban follando.
—Nunca habías visto algo así, en directo, ¿no? —dijo otro de los
tipos acercándose. El ayudante negó con la cabeza—. ¿Me permites? —dijo
el hombre tocándole la polla.
El ayudante miró al sheriff y este se encogió de hombros. Él había
follado dos veces, el chaval también tenía derecho.
El tipo bajó lentamente la cremallera del ayudante y metió la mano.
Una expresión de sorpresa le cruzó la cara. Después intentó sacar la polla,
pero al final, decidió desabrochar los pantalones.
—Pero ¿qué es esto? Este tío tiene la polla del tamaño de un camión
—dijo el tipo admirando el miembro del ayudante. Todavía se puso más
dura.
—No me esperaba esto, Mark —dijo Donovan asombrado—. Disfruta,
chaval.
El hombre se metió la polla en la boca mientras Mark estaba dudando,
pero bueno, al final, le daba igual. Otro tipo se acercó curioso y se puso a
lamer la enorme verga del ayudante y de paso se morreaba con el otro,
haciendo que cada vez estuviera más dura.
—¿Se la has metido alguna vez a un tío? —dijo el primero. Mark negó
—. Bueno, pues hoy te vas a estrenar.
Después de darle un buen masaje y tenerla dura como una barra, el
tipo se bajó los pantalones y le puso otro condón lubricado. Se agachó y a
pesar de ser algo incómodo, puso su agujero justo delante de la polla. Él fue
tímido, pero el otro le ayudó a meterla. Poco a poco, el estrecho canal se fue
adaptando a su grosor y Mark sintió un enorme placer. Los movimientos
fueron más y más fuertes y el ayudante sudaba mientras se aplastaba contra la
celda.
Donovan no pudo más y abrió la celda de las mujeres. Estaba de nuevo
empalmado a tope.
—¿Alguna quiere follar? —dijo ofreciéndose. Dos, una de ellas la
enfermera rubia con la que estaba obsesionado y una chica morena de pelo
corto, vestida de vampiro, se le acercaron.
—Échate en la cama —dijo la enfermera. Él obedeció y ella le abrió
los pantalones, sacándole la polla dura y tiesa, preparada para follar.
—Vamos a jugar —dijo la vampira. Se sentó con el coño en la cara del
policía y empezó a follarse su lengua que entraba y salía de una forma
desenfrenada. Mientras tanto, la rubia ya le había puesto un condón y se
había sentado empalada en sus piernas. Comenzó a mover sus caderas,
mientras la bruja se comía las tetas, dándole un repaso a los pezones,
estirándolos y mordisqueándolos, haciéndole gemir de forma muy
escandalosa. Eso puso a Donovan a cien y utilizó sus manos para meterlas en
la vagina de la vampiro morena que se movía en su boca casi ahogándole.
Pero qué muerte tan divina podría ser esa, en el coño de una tía y follándose
a otra.
La vampira se corrió y se apartó de la boca de Donovan. Entonces la
enfermera se echó sobre él y comenzó a sorber su boca, con los fluidos de la
otra mujer. Esto hizo que Donovan se pusiera como loco. Cogió sus pechos y
los sobó, los estrujó y se incorporó para poder succionar sus pezones. Se
quedó sentado mientras la rubia se acomodaba para estar a horcajadas sobre
él. Ya no podía metérsela más. Hasta había introducido parte de sus huevos.
La rubia comenzó a arquearse mientras él seguía homenajeando sus pezones
que no podían estar más duros. Hasta las tetas las tenía como piedra,
rodeadas de una piel especialmente suave.
La agarró finalmente de las caderas y la metió todavía más si cabe en
su polla. Mientras tanto, echó un vistazo a su ayudante, que había cambiado
de compañero. Ahora estaba metiéndosela a otro y parecía que tenía fila, por
la enorme polla.
La bruja de rosa que ya se había recuperado, se acercó a la pareja que
estaban follando y comenzó a compartir las tetas con Donovan, poniéndolo a
mil por cien. Entonces, lo echó hacia atrás y la rubia se quedó sentada sobre
él. Entonces la bruja metió la cara entre la polla y el clítoris y comenzó a
chupar lo que podía. Donovan alargó la mano y alcanzó el clítoris con el
piercing de la bruja rosa y ella se estremeció mientras él lo tocaba con
mucha habilidad.
Finalmente, la rubia no aguantó más y tuvo un orgasmo enorme,
cayendo desmadejada hacia atrás. Se levantó y dejó su sitio a la bruja rosa,
que estaba deseando follarse la polla todavía dura de Donovan.
Se sentó mientras la rubia los miraba y tocaba los pechos algo más
pequeños de la bruja, pero duros y excitados como los de ella. Donovan
comenzó a moverse más rápido al igual que su montura y entonces él se fue,
se corrió de tal manera que casi se desmaya. La enfermera rubia metió los
dedos para ayudar a terminar a la bruja rosa y acarició su clítoris hasta que
ella se dejó también, caer, desmadejada.
Donovan respiraba entrecortadamente mientras la bruja se retiraba de
encima. Se levantó y se puso los pantalones. Ahora sí que había terminado,
eso sí, seguro que no lo olvidaría en mucho tiempo y que se haría miles de
pajas pensando en esa noche.
Mark hizo un ruido en el otro lado y comenzó a moverse fuerte hasta
que se corrió. El tipo donde se estaba corriendo parecía estar disfrutando de
lo lindo.
Cuando terminó, sacó su enorme polla aun algo dura y se la metió en el
pantalón.
—Bueno, chicos, creo que podéis salir —dijo Donovan—. Pero sed
buenos y marchaos a casa.
Todos comenzaron a recoger sus cosas y a vestirse. Las celdas estaban
llenas de semen y preservativos. Más le valdría recogerlo antes del
amanecer, cuando venían a limpiar.
Los chicos se despidieron de los dos oficiales y la enfermera rubia le
dio un beso en los labios a Donovan.
—En mi ficha tienes mi teléfono, espero que me llames —susurró.
La polla de Donvan se alegró. Bueno, no había estado mal la noche de
Halloween, de todas formas.

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