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EL ZÓCALO INCONSCIENTE DE LA PAREJA

1. INTRODUCCIÓN
Las parejas sienten, sin quererlo, ni poderlo frenar que tienden a ubicar compulsivamente al otro en la posición
de objeto ilusorio, a manera de recorte estereotipado que atrae, fascina, irrita y genera violencia. En tanto el
otro inevitablemente diferente no se superpone totalmente a aquel lugar de ilusión, vivido como intruso y
pierde el encanto que supiera tener. Esta producción vincular deriva de un funcionamiento primitivo, y a
nuestro entender está conectada con exigencias correspondientes al deseo de ser y tener cada uno para el
otro un objeto ilusorio.
Sobre esta base se genera la dificultad de admitir la diferencia entre el yo Y el otro, así como su correlato en
la diferencia de sexos. Conservar dicho funcionamiento implica elegir un determinado objeto.
Los acuerdos y pactos inconscientes indican la manera y el tipo de objeto a elegir. El ser humano cuenta con
diversas inscripciones de vínculos y relaciones con objetos parentales y luego con objetos extraparentales
significativos con los cuales integró un complejo sistema de opciones acerca de la elección del yo a un otro
(puesto que elige un determinado otro) y cómo se ofrece a su vez para ser elegido por él.

2. ZOCALO INCONSCIENTE
Llamamos zócalo inconsciente de la relación de pareja a la estructura profunda reguladora de la misma, lo
subyacente a todas las modalidades de interacción, el nivel de lo observable. En éste hay un amplio espectro
de modalidades de relación, sostenido en la ilusión de variabilidad y multiplicidad de las mismas.
En realidad, sus protagonistas, utilizando la inducción, detectan regularidades y desde ahí hacen
generalizaciones mediante las cuales imaginan poder predecir: Describen interacciones encubridoras porque
pasan cerca de la conciencia. Son modelos contingentes. Deben su coherencia al carácter repetitivo de una
determinada modalidad de relación, derivados de la estructura profunda del vínculo. A un orden o a una
estructura profunda del vínculo. Remiten a un orden o a una estructura inconsciente y determinan la forma
de ser pareja. Para obtener modificaciones estructurales profundas será necesario utilizar una teoría científica
desde la cual el planteo y elaboración de las contradicciones inconscientes adquiera un nuevo significado
posible.
Las diversas contingencias de la vida producen cambios de código. En el transcurso de su modificación pueden
ocurrir los síntomas de la relación de pareja. Aquello que unía, ahora es percibido como aquello que separa.
El posible sufrimiento lleva a refugiarse en conductas seguras; conocidas, infantiles, buscando de esta manera
recuperar una sensación de certidumbre contra la incertidumbre de lo desconocido referida a la evolución a
mayor complejidad vincular, generadora de ansiedad. El conflicto se produce cuando es mayor la necesidad
de mantener inmovilizado el vínculo dejando excluidas las nuevas exigencias de la pareja.
Sostenido por acuerdos y pactos inconscientes provee un código dador de sentidos implícitos. Establece el
conjunto de regulaciones para lo permitido y lo prohibido para esas dos personas. Incluye y a la vez se
diferencia de códigos intrasubjetivos propios de cada uno. Desde el nuevo código especifico, cada pareja, sin
saberlo, organiza nuevos acuerdos-entendimientos según los cuales selecciona de una gama infinita una
determinada modalidad de relación. Es el zócalo el lugar desde el cual se produce el recorte de las
circunstancias, cuya tendencia a la repetición puede generar un contexto significativo.
Tiene representaciones objetales y vínculos entre ellas. Contiene deseos infantiles insatisfechos, también la
problemática inherente a la diferencia de sexos, ya que en cada· etapa de la vida y crisis vital adquiere un
nuevo sentido. Además incluye identificaciones históricas primarias y secundarias y representaciones
socioculturales inconscientes, elementos importantes dadores de pertenencia y que requieren a su vez de
nuevos y variados acuerdos en los mundos de la pareja.
El zócalo inconsciente es una estructura estable pero no inmutable. En los casos de una pareja cuya relación
evoluciona hacia el crecimiento o en aquellos otros que recurren a un tratamiento psicoanalítico de pareja, es
posible modificar la cualidad de los vínculos. De esta manera se libera la disposición a otras identificaciones y
elecciones objetales contenidas en la misma estructura, pero inmovilizadas por la repetición o reprimidas por
el conflicto.
El zócalo inconsciente es un organizador de la relación en sus distintas modalidades de intercambio:
emocional, sexual, económica, de palabras.

3.1 Descripción
El vínculo con otro estable dotado del carácter exclusividad y necesariedad, a quien nadie podría reemplazar,
buscado por el yo sin el cual se ve amenazado por la vivencia de aniquilación da lugar a este peculiar vínculo
que hemos llamado el “objeto único”. Es la primera organización objetal investida aún de narcisismo
originario. De ahí deriva la búsqueda de sensación oceánica y de fusión con ese objeto investido por lo tanto
de cualidades omnipotentes, omnipresentes, omniscientes. Esta relación se recrea en el enamoramiento.
El Objeto Único es aquel que inicialmente provee la acción específica, discrimina mundo interno y mundo
externo, yo/no-yo, da los primeros índices de realidad, tiene la aptitud de anticiparse al deseo -prever-, así
como suministrar al yo inerme y desamparado, un yo auxiliar capaz de significar. El Objeto Único es la
contraparte del desamparo originario motor y verbal basado en la inmadurez del bebé. Se asocia con el objeto
amoroso y único dador de seguridad y amor incondicional.
Tomamos como punto de partida del desarrollo psíquico inicial el primitivo estado de indiferenciación donde
rige una forma primaria y sensorial de metabolizar lo proveniente de los mundos externos al incipiente aparato
psíquico (los estímulos corporales y los del mundo externo). Las sensaciones polares placer-dolor otorgan una
primera organización. Determinan la creación de un espacio mental y corporal de funcionamiento primario
guiado por la lógica de las emociones, al que Piera Aulagnier describió como funcionamiento originario.
Queda inscripto como representación de emoción. En este estadio los objetos parentales suministran la
asistencia imprescindible, siendo quienes deben llevar a cabo, por y para el bebé, todos los actos necesarios
(acción específica) para la supervivencia, por lo cual se transforman en responsables de placer y de dolor.

3.2 El asistente
El registro del objeto en su condición de placentero como derivado de la vivencia de satisfacción. Pero el
mismo puede convertirse en otro comento en dolorígeno, esto es, derivado de la vivencia de dolor.
El Objeto Único tiene una doble inscripción vincular (se puede ubicar en un rol u otro), desde el bebé como
deseo perentorio de contar con un Objeto Único y desde éste como un deseo de instalarse como tal para un
Otro en quien se proyectó la indefensión. De esta manera el yo y el otro se instalan en un vínculo de completud
en el que la duda no cabe. La peculiar satisfacción obtenida al ser considerado asistente único puede ofrecer
la ilusión de una relación objetal pero se transforma fácilmente en una trampa narcisista. Se convierte en su
majestad el asistente. Este modelo vincular se reactiva en momentos de extrema desprotección y siempre
está la disposición a ligarse asociativamente con el desamparo originario. En las crisis vitales tanto como en
aquellas desencadenadas por conflictos, puede renovarse la demanda de un Objeto Unico asistente. También
se puede activar la necesidad de ser un Objeto Unico mesiánico para un otro desamparado intentando
restablecer la organización vincular que éste determina. Lleva el riesgo de infantilizar al otro por necesidades
megalomaníacas del yo.
Se instala un vínculo basado en el anhelo de proveer y recibir adecuada protección durante situaciones críticas.
El conflicto transforma el anhelo en una exigencia dirigida al objeto. Si bien éste fue elegido por sus
características ofreciendo un apoyo a cualidades que Io ubican en posición favorable para ser considerado
objeto natural protector (único), el índice de realidad suministrará la información acerca de las condiciones
del otro para desempeñar esta función (relación objetal-objetivable). De esta manera es factible establecer la
diferencia entre desamparo originario y desprotección. El intercambio basado en protección mutua está
implícitamente incluido en el contrato matrimonial y también en algunos encuadres peculiares, como por
ejemplo el encuadre de amigos.
El bebé inviste narcisísticamente a los objetos y éstos, complementariamente, lo invisten narcisísticamente
como importante. Para el bebé la madre es imprescindible. Para la madre, el bebé es tan sólo privilegiado, si
bien parcialmente y en relación con su feminidad es el símbolo más importante de su capacidad de crear. Es,
en un comienzo, parte de su propio cuerpo, al cual puede un comienzo, parte de su propio cuerpo, al cual
puede cuidar y reconocer. Los resabios narcisistas y la fuente de placer que le otorga ser “todo” para el otro
en una relación asimétrica, la lleva a reforzar la creencia en la bondad de su función. En la pareja, el ser
recíprocamente lo más importante para el otro en lo genital, puede fácilmente confundirse con el modelo
primitivo.

3.3 El dador de significados


Los objetos parentales están simultáneamente dotados de la capacidad identificatoria de comprender,
significar y dar sentido a los deseos del bebé. Lo hacen por disponibilidad de contacto emocional inconsciente
y por modelos analógicos vehiculizados por una elaboración secundaria y racional. Es necesario disponer
simultáneamente de estos niveles de funcionamiento para discriminar con el mínimo de signos acerca de las
necesidades y requemientos del bebé. Crean un estilo de comunicación que para un observador externo
resulta incomprensible y excluyente. Si bien los padres aparentemente descifran las necesidades del bebé, lo
hacen después de proponerle y adscribirle sus propios significados, basándose en el presupuesto de ser los
más adecuados a él. Ello se debe a la pobreza del lenguaje verbal del bebé y al predominio del lenguaje
preverbal en esa época de la vida.
La significación proviene al principio de la vida del yo externo materno a manera de un injerto de su psiquismo
instalado en la mente del bebé. La semantización dada por los objetos parentales a las emociones del bebé
cierran la posibilidad al conocimiento de otras que pudieran ser propias de ese sujeto recién nacido. Opera
una clausura de disponibilidades a semantizar que jamás se conocerán. Estos contenidos sufren el impacto de
lo que Piera Aulagnier ha llamado la violencia primaria.
A este costo se instaiará el otro, capaz de significar cuando lo haga revestido de la cualidad de Objeto Unico.
Luego su repetición provoca en el yo los sentimientos correspondientes a la intrusión.
La transferencia obtiene sus características al ser instalado el analista en el lugar de Objeto Unico. Sobre la
base de un conocimiento de Ja significación inconsciente le es asignado el lugar del saber completo y su
contrariedad desilusiona y enoja al paciente.
El embelesamiento de los enamorados cuando se sienten mutuamente comprendidos refuerza también
aquella experiencia. Luego, en la vida de la pareja, se repite con frecuencia la demanda ilusoria dirigida al otro,
instalado como Objeto Unico capaz de comprender, o nombrar, no obstante, los sucesivos fracasos de esa
ilusión (ser único para el otro o poseer al Objeto Unico). También irrumpen las manifestaciones de violencia
en la vida de la pareja cuando se conectan con aspectos incompartibles otro, al cual intentan forzadamente
dar una significación.
El objeto amoroso es un derivado alejado del Objeto Unico, elegido para establecer con él una relación de
reciprocidad y simetría.

3.4 El dador de indicación


Es posible concebir un primitivo sistema de representación del cuerpo y del no-yo basado en estímulos
sensoriales nunca transmisibles en palabras. El yo parental injertado aporta sus indicios y los supone con
mayor o menor aproximación adecuados al hijo, con los que éste opera su incipiente función de indicación.
Recibe un sistema de representación verbal y preverbal hasta tanto sea capaz de formular con más precisión
los suyos.
El Objeto Unico ha de indicar al yo como deseante luego de constituirse como quien protege al yo naciente de
la aniquilación y el desamparo. Lo indicará como resistencia de los propios deseos y se constituye a s vez en
Objeto Unico desiderativo, indicación ésta que adquiere sentido desde un contexto único.
En la relación amorosa se configura un contexto compartido donde hay una recíproca ubicación en yo
deseante y objeto deseado y susceptible de ayudar a realizar el deseo del otro. En el estado de enamoramiento
se reedita la necesidad de un contexto único donde no haya diferencias. Ulteriormente, las nuevas demandas
dadas por la cotidianeidad, la presencia de hijos, etc, rompen esa ilusión. Aparecen las diferencias y de ahí la
indicación de reformular el contexto único para dar cabida a indicios ante la pérdida del sentimiento de
relación proporcionados por el contexto único, ilusoriamente instalado en forma espontánea. Para conservar
en algún sector al Objeto Unico algunos integrantes de la pareja recurren a la relación de amantes. Dadas las
condiciones inherentes a ese tipo de vínculo logran mantener la ilusión de la existencia de aquel objeto. En
este nuevo encuadre habría no sólo exclusión de un tercero, como se lo considera clásicamente, sino también
el desconocimiento de su existencia como un secreto placentero para concretar la fantasía del Objeto Unico.
Cuando el tercero reaparece tiene el carácter de escándalo, de irrupción violenta. Es quien delata la
incompletud. La ruptura de toda relación dual y especular es vivida como la violenta intrusión de la mirada del
otro.
En la relación de pareja se mantiene una exigencia latente: que el otro actual funcione a semejanza de aquel
otro primitivo cuya función fue sacar al yo infantil de la indiscriminación, de la incertidumbre. Como si debiera
cumplirse un principio general: la diferenciación, la discriminación y la indicación siempre provienen del otro.
3.5 El dador de temporalidad
Es función del otro, además de indicar y dar una organización posicional o topológica, dar una ordenación
temporal. El bebé logra una primera ordenación mediante la vivencia de sucesión de un antes y un después
obtenidos mediante el pasaje de la ilusión de una eficacia directa (deseo, por lo tanto tengo) al conocimiento
de una eficacia indirecta (deseo, por lo tanto debo esperar al objeto propiio) ligada a índices de realidad y a
una satisfacción siempre postergada en tanto contraria a la ecuación deseo = tener.
La diferencia generacional da otra ordenación temporal; el “cuando tú seas grande” anticipado por la madre
se transforma en “cuando yo sea grande” y posibilita el acceso a una primera temporalidad futura. Los padres
son también los transmisores del pasado y el bebe, mediante la narración de hechos, se incorpora a los mitos
que contienen jalones de la organización familiar.
Con la inclusión de la noción de tiempo se incrementa la asimetría y noción de diferencia. Nuevamente se le
pide al Objeto Unico, aquel encargado de establecer un ritmo estable, implementar la repetición del ciclo
satisfacción-frustración e instituir el primer proyecto vital.
En la vida de la pareja la anticipación del futuro e inclusión de la temporalidad en la estructura compartida
resulta del proyecto vital. Lo definimos como una construcción imaginada de un futuro transformado en meta
a lograr por y para la pareja. Es formulado en base a las experiencias realizadas y en función de la evaluación
dada por el principio de realidad. Incluye repeticiones de fuente de placer, así como condiciones ligadas a lo
desconocido. Parten de una suposición: el sistema de opciones entre ambos miembros de la pareja los llevará
a conservar y crear un orden de acontecimientos cada vez más complejos y de mayor crecimiento mental.
Los objetos parentales establecen un orden de acontecimientos constitutivos dada la existencia de opciones
con las cuales se puede seleccionar entre varias respuestas posibles. El niño tiene la opción de realizar
transformaciones personales merced a sus disposiciones innatas. Puede rechazar o aceptar opciones
propuestas. Los objetos parentales también pueden aceptar o rechazar las del niño. La función de indicación
es un factor de enriquecimiento mental para ambos miembros de la díada madre-hijo. El fracaso de la misma
es un factor de enloquecimiento mutuo. Los padres crean condiciones enloquecedoras para el hijo cuando le
transmiten situaciones contradictorias donde resulta obstruida la posibilidad de crecimiento mental.
Su dolor puede ser evitado por el hijo buscando “ser enloquecido”. La intolerancia al dolor mental lo lleva a
optar por refugiarse en la indiscriminación y fusión con un objeto parental forzándolo en la posición de único,
con lo cual el hijo puede enloquecer al estereotipar al objeto en lo más regresivo sin tener la posibilidad de
apuntar a lo más progresivo. Esto es a su vez enloquecedor para los padres. Se genera así un contexto donde
circula la significación psicótica.
Toda pareja parte de una elección mutua y recíproca basada en factores conscientes e inconscientes.
Planteamos la hipótesis de que un miembro dado de la pareja “eligió” (puede optar sin saberlo) -por otro
“enloquecedor” y acuerdan convivir en un vínculo cuya marca es “enloquecer”. Es en su condición de objeto
Unico que al otro de la pareja matrimonial le es atribuida la capacidad de enloquecer. Equivale a mantener,
los estereotipos, y las formas infantiles de funcionamiento. Del Objeto Unico se reclama que automáticamente
se ponga en posición favorable sin mediar una acción modificadora del yo. En las parejas cuya evolución
incluye el reconocimiento del otro en su condición de diferente, la búsqueda del objeto para el logro de una
acción específica lleva implícitamente la aceptación de la necesidad de usar indicadores y signos adecuados.
Sólo así el objeto conocerá al deseo del yo de ponerse en posición favorable.

3.6 El dador de la función semiótica


Los objetos parentales deben ser capaces de diversificar signos y establecer paulatinamente una relación de
a uno entre signo y significado. Si el bebé llora por temor y la madre le ofrece alimento; en vez de diversificar
reúne varios signos para un mismo significado sentando las bases para la ansiedad confusional.
Para el establecimiento de una pareja se requiere de ambos la capacidad de diversificar los signos y se
producirá por lo general en el pasaje de la etapa de enamoramiento a la relación de objeto-objetiva. Es un
camino doloroso porque deberán despejarse· los-significados ‘para buscar signos apropiados, diferenciados o
discriminados. No poder realizar esta función significante es el germen de malentendidos y remite a una
primitiva ansiedad confusional.

3.7 El dador de función anticipatoria


El objeto parental tiene a su cargo prever el malestar del otro. La anticipación al surgimiento de la necesidad
amortigua la fuerza de la angustia, señal amenazante de la precaria organización mental y apacigua la vivencia
de aniquilación relacionada con la caída en la soledad y posibilita la introyección de un objeto confiable.
En las parejas se establezca la suposición por la cual el otro debe conocer y anticiparse a los deseos del yo
obteniendo una cualidad de placer superior a la derivada de la respuesta a un pedido formulado. Este plus
dado por la anticipación proviene de la ilusoria seguridad de creer ubicado al otro siempre en la misma
posición.
Cuando en las parejas el otro es investido de la exigencia de anticipación, reservada con estas características
ahora de Objeto Único, es previsible una predisposición a la caída en estados de caos e indiferenciación. Las
dependencias inherentes al vínculo de pareja crean las condiciones para el sostén de la ilusión de una salida
de la situación caótica perentoriamente reclamada al otro como Objeto Unico. Esta aspiración con su
característica de exclusiva anula la triangularidad.
Podemos suponer un doble registro operando siempre en la mente acorde al punto de ViSta: desde la posición
de yo-sujeto y desde la posición de un yo observador identificado con el modelo de la madre que mira a la
diada madre identificante-bebé.
Desde el yo sujeto se representa a sí mismo indiscriminado con el otro, representación sincrética que da
cuenta de su vínculo con la representación de un Objeto Único, exclusivo, sin terceros. Desde la madre, como
asistente, instala por una suerte de identificación narcisizante (contagio emocional) en un lugar desde donde
poder entender y captar las necesidades y deseos del lactante, con lo cual reedita un primitivo estado
sincrético. La repetición de las primeras experiencias de satisfacción provee una discriminación en términos
de lugares: dónde se da la acción específica y dónde transcurre el deseo. Al delimitar lugar se genera otro
ajeno y luego uno tercero. El sujeto adquiere los primeros índices de realidad vincular y mental, y luego un
reconocimiento de los elementos que lo componen.
Desde un yo-observador la madre se instala para el bebé como un tercero al cual no tiene acceso total. Provee
un primer modelo de representación de un lugar que se transformará en tercero excluido de la relación padre-
madre, pareja parental concebida sucesivamente como narcisista y objetal. En un primer momento la madre
se ubica simultáneamente en una identificación con el bebé, y a la vez en observadora de su vínculo con él
triangulariza la relación que la ilusión del Objeto Unico había anulado. Es a partir de otro materno-paterno
que el bebé recibe la representación del tercero, observador primero, excluido luego y regulador del código
donde el yo-sujeto está incluido por quien es atravesado.
La pérdida de la representación de Objeto Único da lugar al advenimiento de la de un objeto diferente y es el
anticipo del reconocimiento de la diferencia de sexos, lo cual inaugura el segundo componente del zócalo
inconsciente.

4. LA DOBLE ESTRUCTURA EDIPICA


En la constitución de la pareja son determinantes fundamentales la evolución del narcisismo que hemos
desarrollado en torno al Objeto Unico y la resolución, disolución, o, por el contrario; la represión y persistencia
complejo de Edipo. Dependen a su vez, tanto de la conjunción de las disposiciones individuales como del tipo
de estructura familiar.
Desde el punto de vista manifiesto la familia contiene la relación entre los padres, la relación de éstos con los
hijos y la relación de los hermanos entre sí. Pero este orden manifiesto obtiene sentido de un orden latente.
Berenstein definió la familia como: conjunto compuesto de seres humanos ligados por cuatro tipos de
relaciones de parentesco y ocupando un espacio inconsciente virtual: la relación entre marido y mujer (vínculo
de alianza), la relación entre los padres y el o los hijos (vínculo de filiación), la relación que liga a los hermanos
entre sí (vínculo de consanguinidad) y la relación que liga al hijo de la pareja matrimonial con la familia materna
o su representante (vínculo avuncular – (proviene de avunculus, tío materno)). Esta estructura da significado
inconsciente a las relaciones familiares.
Las inscripciones de este orden latente también tienen su representación en el mundo interno. Estos vínculos
están ligados y representados por personajes en la fantasía inconsciente y proyectados en personas del grupo
familiar o extrafamiliar e intervienen en los modelos identificatorios componentes del zócalo de la pareja.
Estas denominaciones apelativas propias del mundo inconsciente ocasionalmente revierten sobre la pareja
matrimonial que frecuentemente usan para referirse entre sí denominaciones de parentesco. Por ejemplo, la
mujer le dice “papá” o “papi” al marido. Se reemplaza así el uso de los nombres y/o sobrenombres habituales
por aquel buscado en la función parental.

La estructura prehistórica del complejo de Edipo


Es el período donde se incluye la identificación cariñosa de la niña con el padre, libre de toda rivalidad con la
madre. Freud no explica por qué llama prehistoria de la relación edípica a la larga conexión preedípica con la
madre. Para nosotros se refiere al largo período del cual no queda registro ligado a representaciones de
palabra. En la época del complejo de Edipo se termina de consolidar la barrera de la censura con la separación
entre preconsciente e inconsciente. Y se establecen firmemente los registros en la memoria mediante signos
verbales. Los acontecimientos de la prehistoria, en el desarrollo infantil, guardan también un registro, pero no
como los documentos históricos transmitidos mediante la palabra escrita, ni siquiera como mitos transmitidos
con la palabra hablada: son como fas pinturas rupestres del psiquismo.
El zócalo de la pareja tiene una parte del mundo mental compartido y compartible y otra zona compartible
aunque no compartida por este revestimiento narcisístico y es guardado como un refugio donde el yo se aloja
ante las circunstancias que frustran la ilusión de ser y tener el Objeto Unico. Existe también un espacio no
compartido, historia y la estructura individual previa a la instalación de la pareja y abarca las identificaciones
infantiles. Es aquel que se realiza cuando las parejas se cuentan cómo eran cuando niños, mirando fotos, o
tratando de imaginarse el mundo objetal y contextual del otro. Por fin, hay una zona mental no compartida y
no compartible cuya percepción es fuente de sentimientos de soledad objetal e intenso dolor psíquico. En esta
última zona, y ligada a los registros prehistóricos, figuran las primeras identificaciones, y entre otras, las
nociones de diferencia previas a la instalación de la diferencia de sexo.
La pareja parental ofrece dos modelos: el de sujeto deseante y el de objeto deseado ligado en distintas
relaciones, una de las cuales es la relación de reciprocidad. En un momento primero el yo es también un objeto
deseado por la madre y simultáneamente el padre se ofrece como modelo-deseante. El narcisismo infantil
configura una representación de la pareja parental que lo incluye: “papi y mami conmigo y para mí”.
En un momento segundo el yo se liga simultánea y sucesivamente con un par donde cada uno es sujeto
deseante y objeto deseado del y por el otro. El yo incorpora por “identificación introyectiva ambas posiciones.
Esta interacción permite configurar en el mundo interno un objeto representación temprana de pareja
parental en relación de reciprocidad deseante-deseado con la cual liga el Yo infantil.
Los celos infantiles, la proyección del propio narcisismo sobre los hermanitos, configura otra representación
complementaria de la pareja parental con los otros en posición de hermanos (la relación papi y mami con los
otros bebitos y hermanitos). Hay por lo tanto un modelo de pareja parental “para mi”.
Otro “fuera de mí” y un tercer modelo que incluye a otros en posición de exclusión por donde pasa el mismo
yo.
En las identificaciones tempranas, cuando el niño toma como modelo al padre deseante, ello le muestra el
camino del objeto deseado, la madre. Asimismo, cuando la madre es tomada como sujeto deseante el padre
es el objeto deseado. Para el hijo identificarse con el padre del mismo sexo lleva a incorporar también un
modelo de reciprocidad, desear y ser deseado por otro. Hay una segunda alternativa, el padre desea a la
madre, pero ésta no lo desea. Sucede cuando la madre desea a su objeto narcisista proyectado en algún
representante de su mundo infantil, su hermano, papá o mamá. La identificación con estos objetos narcisistas
maternos plantea al Yo un camino contradictorio.
Si se identifica con el padre se enfrenta con el penoso dilema de no ser deseado por la madre. Si se identifica
con el tío-hermano-objeto materno pasará a instalarse como un objeto narcisista de la madre. La primera
alternativa incluye, luego de instalada la diferencia de sexos, la elección de objeto diferente y por ese camino
la elección de objeto exogámico. La segunda alternativa incluye un obstáculo en el reconocimiento de la
diferencia de sexos y desde ahí la elección de objeto semejante o indiferenciado, luego la elección de objeto
endogámico. Para instalar diferencia de sexos es necesario que el padre cumpla con la prohibición a través de
la amenaza de castración. Pero antes debe separar a la madre de su objeto narcisista y ligarla en un vínculo
con él. La persistencia del objeto narcisista de la madre es una constante en las relaciones con funcionamiento
psicótico. En este sentido es que el complejo de Edipo, en su estructura prehistórica tiene cuatro términos y
su persistencia lo convierte en el complejo nodular de la psicosis.
La mamá ligada a un doble de ella, desconoce el código paterno. El papá a su vez es sentido como ajeno a la
mamá ya que fracasó en la tarea de desligarla de su doble narcisista. El padre pasará a ser un objeto
prescindible y para no ser como él la opción es identificarse con ese objeto narcisista de la madre. Buscará una
mujer que signifique una madre con la cual mantendrá un acuerdo consciente de fusión o indiscriminación.
La estructura histórica del complejo de Edipo
El acuerdo inconsciente incluye el yo infantil en su modalidad de resolución del complejo de Edipo. En la
elección de pareja, el yo infantil está a la búsqueda de algún tipo de complementariedad. Se combinan dos
aspectos: en uno lo involucrado en el acuerdo inconsciente son las identificaciones (como quién ser), las
elecciones de objeto (a quién tener) y las realizaciones de objetos (como quién hacer). En el otro cada uno de
estos elementos se reordena alrededor de relaciones permitidas y excluidas. Todo intercambio de pareja
(sexual, económico o de palabras) está regulado por reglas compartidas acerca de lo permitido o excluido,
categorías referidas a valores pertenecientes al ideal del yo-superyo. En cada etapa de la vida estas categorías
pueden cambiar, y lo excluido en un momento puede ser permitido en otro, o viceversa.
En el enamoramiento se crea un acuerdo ilusorio de máxima concordancia entre lo permitido o excluido, si
bien no tiene aún significado genital. Si luego lo adquiere, la pareja evolucionará hacia un crecimiento mental
y complejización vincular.
Cuando no concuerda lo permitido y lo excluido para cada miembro de la pareja, surge un conflicto de
magnitud. Cuando surge una inversión donde las identificaciones, elecciones y realizaciones excluidas se
instalan como permitidas e inversamente las permitidas pasan a la categoría de excluidas, la pareja evoluciona
hacia el no crecimiento a fin de conservar las identificaciones infantiles y los objetos incestuosos.
Además de las categorías propuestas, donde diferenciamos lo permitido de lo excluido, introduciremos las
categorías de provechosa y nociva, así como las de no-provechosa y no-nociva, mientras que para las
elecciones objeto hablaremos de deseadas y temidas, no-deseadas y no-temidas. Para las realizaciones
tomaremos las categorías de prescriptas y prohibidas y no-prescriptas y no-prohibidas.
Cuando el hijo toma al padre del mismo sexo como modelo genital va en camino de una identificación
provechosa coronado por el uso del pene en el hombre y la vagina en la mujer. Máxima concordancia entre el
cuerpo biológico y el cuerpo erógeno. En el encuadre matrimonial la diferencia de sexos continúa y reformula
las identificaciones previas. Llamaremos nociva a la identificación genital con el progenitor de sexo contrario
por cuanto deberla adecuar el uso de su cuerpo a un genital diferente y adaptar en la fantasía el uso de la
representación de su cuerpo al modo del progenitor del sexo contrario. La identificación no-provechosa se
dará cuando toma al progenitor del mismo sexo como modelo para otros aspectos y no en lo genital. No-
provechosa desde el encuadre de la diferencia de sexos y la correspondiente asunción de lo masculino para el
varón y lo femenino para la mujer. La identificación no-nociva se hace con el padre del sexo opuesto, pero no
en lo genital. El objeto de elección infantil permitido se constituye en deseado. Coincide con el que desea el
progenitor del mismo sexo cuando éste ha sido tomado como modelo. Cuando el objeto de elección recae
sobre aquel marcado como excluido se convierte en una elección temida. El padre permitido de la
identificación es el padre excluido en la elección.
La elección genital con el padre del mismo sexo en el varón es temida porque lo lleva, por vía de la
identificación con la madre a exponerlo a la amenaza de castración. Para la niña, la elección genital de la madre
es temida porque le significa la posibilidad de perder o desechar al padre y confirmar la fantasía de
vaciamiento de su interior.
Hay parejas cuyo pacto inconsciente se basa en una elección de aspectos temidos y exclusión de los deseados.
Por ejemplo para el varón, elegir una mujer fálica y castradora y para la mujer elegir los aspectos femeninos y
castrados del varón: relación posible en tanto el acuerdo excluya los intercambios genitales y resulten
sustituidos por ternura sin genitalidad.
La elección pregenital del padre del sexo opuesto figura como no-temida, si bien involucra continuar en esta
etapa cuando debería producirse una elección genital. Mientras que se trata de una elección no deseada
cuando recae sobre el progenitor del mismo sexo, siendo fuente de complicaciones ulteriores.
Con el desenlace del complejo de Edipo se constituyen elecciones exogámicas y sus normas son las más
próximas a los valores sociales: involucra la búsqueda del objeto propicio desde el punto de vista de los
mandatos registrados en el superyó y con los valores jerarquizados en el Ideal del Yo. La realización prescripta
es la genital con un objeto de sexo opuesto en tanto no incluya al progenitor o hermano o familiar
consanguíneo.

5. LOS ACUERDOS SOCIALES: BREVE COMENTARIO


Mencionaremos, aquellas resultantes de la representación sociocultural inscriptas en el aparato psíquico,
desde las cuales el individuo interactúa con el medio, las cuales intervienen fuertemente en la elección de
objeto matrimonial.
Hasta ahora mencionamos el significado de la pareja parental en su doble condición de esposos y padres.
Agregaremos un tercer significado, como personas ligadas al conjunto del mundo social, que les otorga un
espacio como pareja. Reciben su significado como transmisores de una institución social. Su sentido sería la
continuidad histórica y de la especie y remite a los grandes interrogantes universales acerca de los orígenes.
Dichos valores organizan lo posible, lo ético para cada grupo social y se constituyen en ideologías.
El nacimiento del bebé podría considerarse una realización en lo concerniente a la constitución del espacio
creado previamente para él en la mente de la pareja y del medio social. El bebé adquiere un nombre e
identidad social.
El medio social y sus valores son también un objeto del yo, y el bebé y la pareja parental son a su vez un objeto
del medio social. En esto se funda la diferenciación establecida por Piera Aulagnier cuando designa esta
representación como “sujeto ideal”, porque encuentra necesario diferenciarlo del Ideal del yo y del yo ideal.
Dice: “Se refieren al sujeto del grupo, a la idea de sí mismo que el sujeto pide al grupo como concepto que lo
designa como un elemento perteneciente a un todo que lo reconoce como una parte que les es homogénea”.
“El grupo espera también algo del sujeto. Se establece entre el grupo y el sujeto un pacto de intercambio… El
grupo garantiza la transferencia sobre el nuevo llegado del mismo reconocimiento de que goza el que
desapareció y el nuevo se compromete a repetir el mismo fragmento de discurso. Habría en estos conceptos
una idea de continuidad entre muerte y vida en la que todo nacimiento sustituye en la fantasía a un
fallecimiento.
Este, pacto entre el grupo y el sujeto o el yo forma parte de los acuerdos inconscientes de la pareja. Puede
entonces llegar a transformarse en barrera insalvable para la pareja cuando los valores sustentan enfoques
vitales o puntos de vista irreconciliables. En otros casos las diferencias se organizan a manera del ideal que
resguarda a uno de los miembros de la pareja contra el peligro de repetir experiencias traumáticas que
atribuye a su origen sociocultural. El “sujeto ideal” trasciende los límites de la familia de origen y transforma
a cada individuo en portador de un mandato de continuidad histórica y de la especie.
Otro aspecto de esta representación lo constituyen las normas, que en este caso son distributivas de roles y
jerarquías estructurantes de la identidad social. Normas y valores indican acerca del hacer, ser y tener como
ser social. El individuo podrá proyectarse en un futuro y pasado en el cual su existencia, su origen y persona
adquieren significación más allá de los vínculos familiares. Obtiene de esta manera un organizador de la
continuidad histórica.

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