Está en la página 1de 254

26 años atrás...

1995.
Kyra y Tyra se enfrentarán a una serie de nuevas experiencias, después de
haber estado sobreprotegidas durante 18 años después de la muerte de sus
padres.
Su abuelo, Xhantus Kratos, la gran cabeza de la mafia grecoitaliana, la
'Ndrangheta, se ha hecho cargo de su educación en casa, pero ahora ambas
han exigido libertad para descubrir el mundo.
Las gemelas Kratos ingresarán a una universidad pública, con un apellido
falso, donde conocerán personas que cambiarán la idea que tenían sobre el
mundo afuera.
Violencia, mentiras, sexo, traciones, amor sin límites, tratados rotos entre
familias, serán los detonantes para que las almas puras de estas hermanas
sean llevadas al límite de la maldad.
"A veces los lazos de sangre no son suficientes para mantener la lealtad".
Angie Ocampo
Geminius
Carta para Atenea
3 de noviembre de 1996

Amada Atenea,
Hoy después de tanta búsqueda al fin te he encontrado. Alguien que no
nos quiere quiso hacernos mucho daño. Ya lo ha hecho y no quiero que llegue
a ti. Te quiero fuera de peligro, siendo feliz y teniendo una vida lejos de la
criminalidad y corrupción en la que tu tía y yo vivimos.
Esta vida consume y oscurece el brillo de cualquier alma. No soy una
buena persona, he tenido que robar vidas y sacrificar otras tantas. No escogí
esto, esto me escogió a mí y créeme que sí pudiera huir lejos y llevarte conmigo
al lugar más seguro y feliz del mundo, lo haría y no tendría que pensarlo dos
veces. Tú eres mi vida, eres nuestra vida. Pero desgraciadamente, esta es la
realidad y los villanos son los que tienen el control, y no puedo ser un buen
ejemplo para ti, debido a que el villano de esta historia… soy yo.
Tuve que transformarme en algo que odio y siempre he ocultado para
cuidar a los que amo y sobrevivir, para no dejarme pisotear por nadie y no
pretendo usar esto de excusa para enviarte lejos, pero si algo de buena madre
aún me queda, deberé hacerlo, por ti, por tu vida.
Jakov es una buena persona, mucho mejor que cualquiera de mi familia.
A pesar de ser un desconocido para mí, él es de eso que hay muy poco, es
transparente, leal y protector. Confío en que en mejores manos no puedo
dejarte.
Él te brindará todas las herramientas para volverte alguien invencible.
Necesitas todo el poder del mundo para lo que vendrá en unos años, ya que
siempre he confiado en el gran dicho: “Entre el cielo y la tierra no hay nada
oculto” y temo que algún día todo arda en caos y tú no estés lista. Pronto sabrás
la verdad y espero no estar en el infierno cuando eso pase, porque realmente
sueño con ver la gran mujer en la que se ha convertido Atenea Zubac.
Te amé ayer, te amo hoy y te amaré mañana.
Con amor y valentía, tu madre
Kyra Kratos
Posdata: En esta misma caja anexo mi diario, que guardé durante años,
para que algún día llegara a tus manos y leyeras la historia de quienes fueron
y por lo que tuvieron que pasar las gemelas Kratos.
Capítulo 1
Kyra
Atenas, Grecia
27 de julio 1995

Llevo más de dos semanas soportando los alaridos de Tyra, mi hermana


gemela. Todos los días a esta misma hora, entra a la oficina de nuestro abuelo
para rogarle que nos deje ir a la universidad. Hemos pasado 18 años de
nuestras vidas en un absurdo encierro y mi hermana no tiene la paciencia para
tolerarlo más.
Siempre hemos tomado clases en casa, los profesores venían hasta aquí
y nos enseñaban cosas que en unos años olvidaremos.
Muero por adquirir otro tipo de conocimiento, como disparar, por ejemplo.
Pertenezco a una familia de mafiosos y jamás he tocado algún fusil, ni siquiera
una bala.
Cierro el libro de anatomía que tenía como tarea leer y me preparo para
las súplicas que vienen detrás de las puertas dobles, donde se haya mi abuelo
trabajando.
Tyra hace su aparición y no se percata de mi presencia, entra sin tocar y
se le olvida cerrar. Me pongo de pie y voy en puntillas hasta pegar mi espalda
a una de las puertas, sin que me vean.
—Pappoús —empieza hablando en griego, pues es el idioma que más
dominamos —. Falta una semana para el inicio de las clases en la universidad,
si nos apuramos podrás matricularnos, solo que deberás cancelar un poco más
y ya está.
—No, Tyra —escucho su grave voz, y sin tener que ver puedo saber que
no ha levantado su cara del papel para mirar a su nieta.
—Pero…
—¡No! Por decimoquinta vez, ¡no, Tyra! Ninguna de las dos saldrá de
aquí —las palabras salen elevadas.
Tyra es demasiado sensible y sé que los gritos la han afectado. Entro sin
pensar a la oficina y me planto al lado de ella.
—Mamá y papá hubiesen querido que tuviéramos una vida un poco
normal, no deberías tratarnos así —la defiendo.
—Papá y mamá están muertos y si no quieren terminar igual, les aconsejo
que no pongan al límite mi paciencia —alza la mano y la sacude, dando a
entender que quiere que nos vayamos.
El hombre canoso de 62 años vuelve a concentrarse en el papel que tiene
al frente y ambas quedamos en la ignorancia. Miro a Tyra, tiene los ojos
cristalizados, está a punto de llorar. Tomo su mano y le doy un leve apretón.
—Escaparemos —suelto en voz alta.
El viejo alza su cara y ríe.
—¿Y qué harán? —junta sus manos.
—Buscar a la Cosa Nostra —digo sin saber lo que viene.
—¡Eso sería traición!
—¡Traición es que nos prives de la libertad! ¡Papá y mamá no lo harían!
—Tyra se sulfura a mi lado.
El viejo hombre se pone de pie y rodea la mesa. Vuelvo a apretar su
mano.
—Solo queremos hacerte ver que es bastante injusto que nos tengas
como prisioneras, ¿qué pasa si tú te llegas a morir?, ¿cómo sabremos siquiera
defendernos? —reúno el valor todo el poco valor que tengo y lo multiplico —.
Sabemos que los Kratos tenemos muchos enemigos y cualquiera estaría feliz
de alardear que asesinó a las gemelas, nietas del gran Xhantus Kratos.
—Es momento que dejes de vernos como unas niñas, tenemos 18 años
y según la ley podemos tomar las decisiones que queramos —agrega Tyra.
—También somos aptas para reclamar la herencia de nuestros padres —
concluyo y ambas dejamos de hablar.
En parte Tyra tiene razón, ya no es tiempo de seguir encerradas. Un
acuerdo entre mafias se ha roto y en cualquier momento podría desatarse el
caos.
Nuestro abuelo apoya su anatomía sobre el borde del escritorio, se lleva
la mano a la barbilla, sus ojos verdes rodeados de arrugas nos analizan a
ambas. Tyra tiembla a mi lado y la unión de nuestras manos ha empezado a
doler debido a la fuerza que ejercemos.
Ambas estamos nerviosas. Sabemos que Xhantus Kratos no es una
buena persona, no tiene corazón desde que mamá, su única hija, murió. Hemos
sido tratadas como una carga para él y queremos salir lo más rápido posible de
su vida.
Mamá y papá murieron bajo la culpabilidad de la Cosa Nostra,
traicionaron el tratado y ahora ambas familias principales de cada mafia,
buscan sin cesar a los primogénitos para acabar con el linaje.
Es una carrera de mafias para ver quien primero acaba con quien.
—No saldrán de Atenas —dice al fin. Tyra se relaja y yo también —, pero
usarán otro apellido, tendrán menos de la mitad de sus lujos y no irán a una
universidad privada, así que espero que estudien bastante para la prueba de
admisión. Ahora largo.
—¡No!, ¡no voy a ser pobre! —reclama Tyra.
Aprieto su mano para que deje de hablar, ya hemos escalado mucho
como para que ahora se las dé de exigente.
—No la escuches abuelo, aceptaremos todo —declaro.
Analiza nuestras expresiones durante un par de segundos más.
—Repito, tendrán solo lo necesario para vivir. No llamarán la atención y
mantendrán un bajo perfil. Irán de la casa a la universidad y de la universidad
a la casa —Tyra intenta hablar —. Sin peros.
—Sí, pappoús —«abuelo», asiento con la cabeza.
—Comuníquenle todo a Argus, para que pueda darles los documentos
que requieran para la matricula. El tema del poco dinero que les daré, lo
hablarán con Calantha. Ahora largo —vuelve a su trabajo.
Arrastro a Tyra de la mano. Sé que no está conforme con lo que acaba
de pasar, es una niña mimada, siempre lo ha tenido todo, al igual que yo, así
que no la culpo. Esto será un nuevo reto y si realmente quiere salir, tendrá que
adaptarse.
—¡Es tan injusto lo que está haciendo!, ¡es nuestro dinero, no puede
quitárnoslo! —se queja mientras la jalo por los pasillos de la enorme casa.
—Deberías estar agradecida, logramos el poder salir de aquí e ir a la
universidad ¡Con más personas!, con chicos —me detengo y tomo su cara entre
mis manos —. ¿No era eso lo que querías?
—Sí, pero…
—Pero nada —la corto y vuelvo a jalarla —. Vas a aceptar todo y a
disfrutar de la pequeña libertad que tendremos.
—¿Cómo vamos a sobrevivir? —entra a la habitación y se tira sobre la
cama.
—Con lo básico, no necesitamos nada de este mundo —alzo los brazos
señalando todos los lujos —, porque seremos felices allá afuera. Ya verás —le
sonrío.
A pesar de que Tyra era la más insistente en querer salir de este lugar,
yo soy la más emocionada por la decisión que tomo nuestro abuelo.
—A todas estas, ¿qué vas a estudiar tú? —pregunta mientras se apoya
en los codos.
—Ya lo sabes —mi sonrisa se amplía aún más.
—Medicina —afirma.
—Estás en lo correcto.
Mamá era una médica excelente, mi sueño siempre fue ser como ella y
desprenderme de la criminalidad de esta familia, como también lo quería ella.
Tyra suelta un suspiro y vuelve a acostarse por completo en la cama.
—Yo aún no lo sé —se lleva las manos a la cara.
—¿Exigías libertad y no sabes qué hacer con ella? —reparo frunciendo
el ceño.
—Sé lo que quiero hacer con mi libertad —dice pícara y entiendo el tono.
Ruedo los ojos —, pero aún no sé para qué sea buena en la vida.
—Definitivamente no para negociar —voy hacia la ventana y miro por ella.
Afuera está Xhantus hablando con un hombre bastante extraño. Muy
joven, tal vez de nuestra edad. Su tez es blanca, su cabello negro va cortado
en un estilo que me recuerda a los militares, al igual que su porte. Está
completamente vestido de negro y discute calurosamente con mi abuelo.
—¿La universidad de Atenas tiene facultad de derecho? Si la tiene, eso
estudiaré —dice Tyra al fondo, pero no le presto mucha atención.
Mi curiosidad por saber quien es él ha eclipsado todo en este momento.
Mi abuelo niega con la cabeza y se va, dejándolo plantado en el jardín. Las
manos del joven van a su cara, como si con eso pudiera liberar el estrés que la
acaba de causar la conversación y luego su rostro gira para fijarse en la ventana
por la cual husmeo.
Alza una ceja y me agacho a la velocidad de la luz.
—¿Qué pasa? —inquiere Tyra extrañada.
—Nada —gateo lejos de la ventana.
Tyra se levanta sin precaución hasta llegar al cristal.
—¿Quién es? —pregunta.
—No sé, ¡quítate de ahí! —pido avergonzada, va a pensar que volví.
—Es demasiado atractivo —lo saluda efusivamente con la mano.
—¡Tyra! —me lanzo hacia ella y la tumbo conmigo.
—¡¿Qué mierda te pasa?! —trata de ponerse de pie, pero no la dejo.
La puerta se abre y Xhantus aparece bajo el umbral. Niega con la cabeza.
—No van a sobrevivir ni un día allá afuera —suspira —. Bajen. Quiero
presentarles a alguien.
Se retira y Tyra me empuja cuando al fin la libero. Se pone de pie y sale
tras nuestro abuelo. Me incorporo, acomodo mi falda y camino siguiendo el
ruido de las voces que no distingo.
Me detengo cuando veo el hombre vestido de negro que estaba espiando
antes en el jardín.
—Kyra —mi abuelo extiende su mano para que me ubique a su lado.
La tomo y me muevo hasta quedar a su costado, Tyra se halla a su
derecha. A pesar de que somos gemelas, somos muy diferentes. Ella viste
jeans anchos y camiseta negra, y yo una falda rosa, que va un poco más arriba
de mi rodilla y una camisa de seda blanca.
—Quiero presentarles a su nuevo guardaespaldas —habla Xhantus —.
Él es Magnus Williams. Williams, ellas son mi tesoro, Kyra y Tyra. Al principio
es confuso, ya luego las diferenciarás.
Los ojos del tal Magnus chocan con los mios y puedo detallar el color gris
en sus iris. Tyra tenía razón, es bastante atractivo. Su altura, la forma de su
rostro y su cuerpo gritan que el hombre se ejercita bastante.
—Yo soy Tyra —mi gemela extiende su mano con alegría, él la estrecha
suavemente.
—Un gusto —responde y capto su acento.
No es de este continente, podría jurar que es norteamericano. Sigo
callada en mi lugar, mirándolo de pies a cabeza. Siento como mi sexto sentido
quiere decirme algo, pero a veces son solo estupideces mías.
—Ella es Kyra, obviamente. No suele ser muy sociable. La verdad,
ninguna de las dos lo es, porque nunca nos dejan salir —Tyra sigue hablando.
—¿Y cómo hará él para dividirse y cuidarnos a las dos? —pregunto sin
dejar de mirarlo.
—No van a separarse —responde Xhantus.
—¡¿Qué?! —exclamamos Tyra y yo al unísono.
—Yo quiero estudiar leyes y ella medicina —menciona mi gemela.
—Pues deberán ponerse de acuerdo y elegir una sola —el viejo se da
media vuelta y emprende su huida.
Tyra lo sigue detrás, reclamando la injusticia que está cometiendo.
Tampoco estoy de acuerdo, suficientes condiciones ya nos habían impuesto.
—Tal vez su abuelo contrate otro guardaespaldas más —dice Magnus.
—Tal vez debería despedirte a ti y no contratar a nadie. Podemos
cuidarnos solas, tenemos 18 —objeto.
El ahoga una risa y más ira despierta en mi interior.
—¿De qué te burlas?, a mi parecer, no dije nada gracioso. ¿Tienes
problemas mentales, acaso? —frunzo el ceño y me cruzo de brazos.
—Su abuelo me ha dicho que no saben disparar, ni defensa personal, ni
nada relacionado a la violencia —trata de ocultar su diversión.
—Pues es culpa de él, porque si de querer aprender se tratara, ya lo
hubiera hecho y te estaría sacando a patadas de aquí —me giro para regresar
a mi cuarto.
No requerimos la protección de nadie. Dice que no quiere que llamemos
la atención en una universidad pública y lo primero que hace es ponernos un
niñero que atraerá a todas las pubertas con hormonas alborotadas que se le
crucen en el camino.
Magnus no será necesario y voy a demostrarlo.
Capítulo 2
Kyra

Llevo todo el día vigilando a Magnus. Estoy trabajando más yo como


guardaespaldas que él. He estado a punto de ahogarme con una uva y no me
ha salvado. Pésimo. Solo se la ha pasado coqueteando bobamente con Tyra.
Lo que me recuerda que debo llamar su atención, pero al mismo tiempo
felicitarla. Ha logrado convencer a nuestro abuelo de que nos deje estudiar
carreras diferentes y eso implica que deberá pagar otro guardaespaldas. Ojalá
Magnus se quede con ella y a mí me ponga a alguien más a la altura.
Doy otro mordisco a la manzana y me levanto del alféizar de la ventana.
Arrojo el esqueleto de la fruta al basurero y me dirijo a paso fuerte hacia el
jardín. Tan pronto como me voy acercando escucho la risa exagerada de mi
versión menos inteligente.
—Oh, Magnus. Eres tan gracioso —dice ella, mientras toca con disimulo
su abdomen.
—Oh Mignis, Iris tin griciisi —imito con asco su voz —. ¿Qué mierda
hacen? —me fijo en él —. ¿Tú no deberías estar concentrado en protegernos?,
¿qué tal si a alguien hoy le diera por levantarse y matarnos?, ¿o si algún ovni
quisiera secuestrarnos, ah? —me cruzo de brazos.
—¿Qué te pasa, Ky? —pregunta mi gemela.
—Solo estábamos conversando, señorita Kratos —se defiende el ojigris.
—No pasa nada. Vamos —tomo a Tyra del brazo y le doy una mirada
venenosa al individuo.
—Tú realmente estás mal de la cabeza. Doy gracias a Dios que pronto
saldremos de esta maldita casa y tu cerebro se oxigenará con un aire nuevo —
trata de zafarse.
—¿Ya tienes tus documentos?, ¿o estás pensando en que todo será una
fantasía como lo que lees en tus libros y revistas? —afianzo el agarre.
—Aunque no lo creas, ya tengo hasta lo tuyo —se suelta —. No eres mi
madre, Kyra. ¡Déjame en paz! —se aleja hacia su habitación.
—Kyra… —la suave voz de Eldoris me hace dar una media vuelta.
—Hola, ¿cómo sigues?, ¿qué te dijo el médico? —me acerco para
acariciar su hombro.
La anciana mujer me sonríe. Sus ojos cafés me reconfortan.
—Los exámenes han salido bien. Me ha mandado unas cuantas
vitaminas y a caminar un poco más —responde.
—Me alegra mucho, Eldoris.
—He escuchado que por fin su abuelo cedió ante las súplicas de Tyra.
La invito a sentarse en uno de los muebles de la gran sala de estar.
—Algo así. Todo ha venido con grandes condiciones, pero las hemos
aceptado.
—No puedo imaginarme la emoción de ambas y no estará de más
advertirles que tengan cuidado. El mundo está lleno de personas que van a
querer opacar tu brillo, solo porque el de ellos es opaco, pero habrá otras que
te ayudarán a hacer aún más fuerte esa luz —dice mientras sostiene mis manos
—. Ambas son unas almas alegres, y espero que a pesar de lo que pase, sigan
igual.
—No hay por qué preocuparse, estaremos bien —beso su frente, para
luego ponerme de pie —. No siendo más, saluda a la futura doctora Kratos —
doy una vuelta —. Iré a alistar todo. Mañana serán las inscripciones y según
Tyra, ya está todo, pero no le creo.
Me despido con la mano de ella y voy hacia la oficina de Argus, nuestro
principal tutor y profesor. Toco la puerta dos veces e ingreso cuando obtengo
una respuesta afirmativa.
—Tyra me ha dicho que ya ha juntado todo —digo.
—Eso es correcto —responde el hombre de tez morena de unos treinta y
tantos.
—Vaya, realmente sí desea salir de aquí —me dejo caer sobre el sillón
frente a su escritorio.
—No la culpo. Ya era hora de que lo hicieran. Se lo repetí en muchas
ocasiones a su abuelo y nunca me escuchó. Me alegro de que al fin lo hayan
convencido.
—Nos dio muchas condiciones, así que no todo es gloria —replico.
—Algo es algo, Kyra —me entrega las carpetas —. He logrado convencer
al decano de que las deje presentar la prueba mañana a primera. Las fechas
de admisiones ya habían pasado.
—Gracias, Argus. Qué suerte —tomo los documentos y los abrazo contra
mi pecho.
Salgo de la oficina y me topo con el rostro amargado de Tyra.
—¿Viste que si lo hice? —mira lo que llevo en mis manos.
—Lo siento, Ty. Estoy un poco nerviosa por lo que viene, no debí tratarte
así cuando estabas con Magnus —digo sinceramente.
—Olvídalo, No volveré a hablar con él —ríe —. Será tu guardaespaldas.
Me han puesto uno más… —lleva sus dedos hasta su boca y los besa con
gusto.
—Imposible —doy un paso hacia atrás.
—No te pongas de exigente, hermanita. Hay que agradecer la libertad —
usa mis palabras en contra mía.
—Te odio —paso por su lado y me dirijo hacia mi habitación.
Dejo las carpetas sobre mi escritorio y voy hasta mi armario. Me arrodillo
en el piso y extraigo una de las pequeñas maderas del piso. Saco la pequeña
caja que protejo con mi vida, donde guardo fotos de mis padres, fotos mías y
de Tyra de bebé, y mi diario.
A pesar de que sea un diario, no escribo muy a menudo. Solo lo hago
cuando hay cosas importantes que no quiero olvidar, como por ejemplo ahora,
nuestra salida a la libertad.
Tomo el lapicero y lo primero que escribo es la fecha de hoy. Seguido
impregno el nombre de Magnus Williams y sus características, y lo que más
odio de él. Seguido me sigo quejando de Tyra y para finalizar cuento que al fin
podré estudiar medicina.
Esa misma noche me quedo repasando y estudiando mis libros de
medicina favoritos. Si no paso la prueba, adiós libertad. Espero Tyra esté
haciendo lo mismo con sus tomos de leyes.
🐍•♊•❤•♊•🐍
—Esto no luce como esperaba... —mi hermana se petrifica a mi lado —.
¡Es mucho mejor! —se echa a correr.
Trato de seguirla mientras no dejo de mirar la gran estructura que se
presenta ante nuestros ojos. El recinto es enorme y la arquitectura antigua le
da clase, pese a ser una escuela pública. Tyra me había dicho que sería un
basurero, pero se equivocó.
—Para —llego hasta ella y la tomo del brazo —. Actúa un poco normal,
pensarán que somos retrasadas.
—Es gracioso que lo digas, porque eso somos. Las personales normales
tuvieron su primer día de escuela a los 5 años, nosotras a los 18 —abre la
puerta e ingresamos juntas al interior.
Nos acercamos a la recepción y una mujer nos atiende.
—Nombres y documentos —pide sin saludar.
Ofrecemos las carpetas y esperamos mientras ella teclea en el enorme
ordenador y firma algunas otras cosas.
—Sala 2 y 4, pabellón C —señala hacia la izquierda —. Por ese pasillo
llegarán —nos entrega dos hojas con nuestro nombre grabados y la petición de
la evaluación.
—Gracias —digo.
Cada una toma la suya y caminamos, sin dejar de admirar la decoración
del lugar. Llegamos hasta un jardín lleno de mesas y al frente se levanta otro
edificio con la letra C grabada en él.
Tyra y yo cruzamos miradas y sin mencionar ninguna palabra nos damos
aliento.
Buscamos nuestra respectiva aula y nos despedimos con la mano antes
de separar nuestros caminos después de más de 18 años juntas.
Ajusto mi mochila rosa en mi espalda y aliso mi falda blanca con pliegues
antes de entrar. Giro la perilla y abro la puerta, pero lo que veo dentro del aula
me deja absorta.
Hay unas quince personas sentadas mirando al frente, pero justo cuando
el profesor deja de hablar y se fija en mí, todos voltean a mirarme.
—Yo… —quedo presa del pánico —. Lo siento, me equivoqué. Me dijeron
que viniera y…
—¿Kyra Dimitriou? —pregunta. Asiento con la cabeza —. Sigue, estaba
esperándote.
Con los nervios a flor de piel ingreso y me acerco hasta él.
—Creo que es un error —susurro —. Yo vengo a presentar la prueba de
ingreso.
—Las pruebas de ingreso fueron hace un mes. Tengo entendido que
vienes de un traslado —dice y no entiendo.
—Ah, sí. Lo siento, me dijeron algo diferente, pero sí, un traslado de…
otra universidad —sonrío y me giro para ir hasta el fondo donde hay un lugar
libre.
El profesor sigue hablando y descubro que estamos en clase de biología.
Con apuro saco mi agenda para anotar todo lo que diga y agradezco entender
todo lo que sale de la boca del hombre, pues Argus se encargó de conseguirme
los mejores libros de medicina.
Dos horas y media después la clase termina, y a mi mente llega Tyra.
Salgo apurada en su búsqueda, debe estar confundida y pasándola mal, pero
antes de siquiera cruzar la puerta, siento como alguien me toma del brazo.
—Hola, Kyra. ¿Correcto? —una chica rubia me saluda.
—Eh… Sí…
—Calliope —responde.
—Hola, Calliope —sonrío.
—¿De qué universidad te trasladaron? —indaga y suelta mi brazo.
El resto se marcha y el aula queda totalmente vacía.
—De…
—¿Lio? —un chico que no estaba en la clase aparece bajo el umbral —.
¿Vienes?
Asiente con la cabeza y luego vuelve a mirarme a mí.
—Si necesitas ponerte al día... —abre su cuaderno y anota algo en él,
para luego rasgarlo —. Este es mi número, pregunta por mí y te ayudaré en lo
que necesites.
Tomo el pequeño trozo de papel y lo guardo como un tesoro.
Definitivamente la llamaré.
—Gracias —digo.
—Nos vemos —se despide con la mano.
El chico de cabello negro y ojos grises me mira por unos segundos y luego
se va tras ella sin siquiera despedirse.
Maleducado.
Recuerdo que debería ir por Tyra y camino hasta la que sería su aula.
Viene hacía mi caminando, sonriendo y hablando con más personas.
—¡Ky! —llega trotando hasta mi lugar —. ¿Cómo te fue?, ¿te pasó lo
mismo? —susurra la última pregunta.
—No era la prueba, era una clase real —respondo.
—Creo que Argus arregló todo bastante bien —dice y empezamos a
caminar.
Decido ir nuevamente a la recepción. Si iniciamos clases, quiero obtener
mi horario.
—Debió avisarnos —suelto —. A todas estas… —volteo a mirar a ambos
lados —. ¿Dónde están las lechuzas?
—¿Las lechuzas? —cuestiona con extrañeza.
—Los “guardaespaldas” —susurro.
—Ah. Están vigilándonos desde la lejanía —ríe —. ¿Creíste que
literalmente iban a estar detrás de nuestra espalda?
—Yo… ¡No!, claro que no —arrugo la cara.
—Ajá.
Llegamos al mostrador y decido ignorarla.
—Hola, ¿podría facilitarnos nuestros horarios, por favor? —pregunto.
La señora no responde e inicia una búsqueda entre sus carpetas. Al cabo
de unos minutos nos entrega la información.
—Gracias —le dice Tyra.
—¡Ty! —exclama alguien nuestras espaldas. Ambas giramos —. ¡Wow!
Son gemelas.
Ruego los ojos. Trato de irme, pero Tyra me toma del brazo.
—Sí, es mi hermana menor —le sonríe al chico.
—Genial. ¿Quieren venir al jardín? Dianthe ha traído su reproductor de
música y escucharemos lo nuevo de Queen.
—¡Claro! —responde ella sin pensar y se aleja de mi lado —. ¿Vienes,
Ky?
Niego con la cabeza.
—Deberíamos ir a casa —susurro aproximándome a ella —. No
abusemos de nuestro primer día.
—Xhantus dijo “de la universidad a la casa, de la casa a la universidad” y
todavía estamos en la universidad —toca mi cara, pero me aparto.
—Estaré en la biblioteca, no tardes.
Me da un sonoro beso en la mejilla y sale caminando efusivamente con
su nuevo amigo.
Me giro hacia el mostrador y le pregunto a la mujer la ubicación de la
biblioteca, me da un carné y a como sé el camino, me dirijo hacia allá.
Entro al lugar y le enseño la tarjeta a la bibliotecaria. Voy hacia la sección
de medicina y busco libros de biología, sobre el tema que estábamos viendo
hoy, las células. Tomo tres libros y me ubico en una de las mesas.
Hay muy pocas personas aquí y siempre había querido venir a un lugar
de estos. Es enorme, la luz es tenue y las mesas tienen pequeñas lámparitas
de lectura.
Saco mis apuntes e intento busca similitudes entre el libro y ellos.
Comienzo a escribir unas cuantas cosas más y hago un pequeño resumen
sobre la organización general.
Levanto mi mirada cuando me acuerdo de la existencia de Magnus y no
lo veo por ningún lado.
—Dicono che gli angeli sono le creature più belle del mondo. Allora devo
essere fortunato perché ho trovato uno —dice a mi espalda una voz masculina
en italiano.
«Dicen que los ángeles son las criaturas más bellas del mundo. Entonces
debo tener mucha suerte porque he encontrado uno».
No volteo a verlo.
—Demasiado cliché para mi gusto.
—Me entendiste, para mi suerte —se sienta mi lado.
Lo miro de reojo y caigo en cuenta de que es el amigo de la rubia, de
Calliope. Saca un cigarillo de su chaqueta de cuero y lo enciende sin ninguna
preocupación.
—¿Qué haces?, es un lugar cerrado —tomo el delgado cilindro de sus
labios y lo apago en la esquina de mi cuaderno.
—Eso fue grosero —se inclina hacia mí —. Recuérdame tu nombre.
Pienso durante unos segundos.
—Madonna —digo.
Alza una ceja y me mira divertido. Detallo su rostro, debe tener mi misma
edad. Sus rasgos faciales son un tanto llamativos y tiene un aura de chico
malo... o tal vez idiota.
—En ese caso. Mucho gusto, Mick Jagger —extiende su mano hacia mí.
La miro por unos segundos y vuelvo mi vista a mis libros, ignorándolo por
completo.
—Eso también fue grosero —deja caer su extremidad en la mesa.
Se pone de pie y se echa a andar pierdiéndose entre los enormes
estantes.
Él fue grosero cuando me vio la primera vez, que no espere que, por su
cara bonita y un horrible cumplido, yo lo vaya a olvidar. Podré haber pasado
toda mi vida encerrada, pero sé detectar un idiota a metros.
Capítulo 3
Kyra

—¡Tyra, Kyra! —nos llama Xhantus.


Ambas intercambiamos miradas. Estamos en el estudio de la casa
adelantando algunos trabajos, que debido a que entramos un mes después,
teníamos pendientes. Es sábado y pensábamos que él no estaría en casa,
como de costumbre.
Nos ponemos de pie y seguimos el sonido de su voz hasta el salón
principal. Hay cinco personas además de él. Una pareja de adultos, una chica
de unos veintitantos de ojos azules, una niña de unos 3 años y un niño de unos
6 con los ojos del mismo color del de su madre.
—Niñas, ellos son Martha, Grigory, su hija Susan y sus hijos, Maximilian
y Rosie —Xhantus los presenta y luego nos mira a ambas —. Ellas son mis
nietas.
—Son el vivo retrato de Aphrodite —Martha menciona el nombre de mi
madre.
—Mami, ¿por qué ellas son iguales? —pregunta Maximilian.
—Es porque fueron embarazos diferentes, ¿me hago entender? —se
arrodilla frente a él. El niega con la cabeza —. Te lo explicaré después —besa
su frente y se incorpora.
—Sabes por qué estamos aquí, ¿correcto? —Grigory le habla a Xhantus.
Mi abuelo asiente con su cabeza.
—Les brindaré la seguridad que requieran. Tengo el ejército de Grecia a
mis órdenes y la mitad de ellos rodea mi casa. Este es el lugar más seguro del
planeta —dice.
—Confiaré en que mis hijos estarán a salvo aquí, si algo les llega a
pasar…
—No va a pasarles nada —Xhantus interrumpe a Susan.
—Discúlpala —interfiere Martha —. Simplemente está preocupada como
cualquier madre lo haría.
—Entiendo, soy igual con mis nietas —mi abuelo toma asiento —. Pero
necesito que me cuenten quien es el enemigo del que debo ocultarme ahora.
—Susan está dentro de una organización secreta de la cual no podemos
hablarte mucho, y ahora mismo ella y Gerard tienen una misión importante
contra la persona que nos está buscando, pero lamentablemente no somos
aptos para cuidar de nuestros nietos. Somos personas del común y la única
persona que conocíamos con el nivel de seguridad que necesitamos era tu hija
y su esposo, y… — a Martha se le quiebra la voz.
—No necesito detalles, solo saber a quién me enfrento —declara
Xhantus.
Tyra y yo seguimos paradas sin mover un solo cabello. No sabemos que
está pasando y no puedo quitar la vista de los niños que están prendidos de
ambas piernas de su madre. La preocupación en los ojos de la mujer rubia es
tangible. Yo también estaría muerta del miedo si tuviera un hijo y alguien
quisiera hacerle daño.
—La Cosa Nostra —dice al fin.
—Vaya, no será mucho trabajo. Tenemos en común el mismo rival —
Xhantus ríe nasalmente —. Vuelvo y les repito, este es el lugar más seguro del
mundo y mis nietas tratarán de hacer llevadera la estancia de los niños.
—¿Saben griego e italiano?, les enseñaré canciones en el idioma. Tyra
es buena con el francés —le sonrío a Susan para que se tranquilice, la mujer
está a punto de sufrir un ataque de nervios.
—Gracias —dice ella.
Me acerco a ellos y me arrodillo.
—Occhi azzurri come il cielo —hablo en italiano.
—¿Qué significa? —pregunta Maximilian.
—Ojos azules como el cielo —acaricio su mejilla.
—¿Quieres venir a ver mi vieja casa de muñecas, Rosie? —Tyra se
aproxima también.
La pequeña rubia asiente con su cabeza. Tyra le brinda su mano y ella la
acepta, y ambas se pierden por el pasillo.
—No tengo juegos para niños, pero tengo muchos libros con historias de
otro planeta, ¿quieres venir a leer conmigo? —pregunto y me fijo en la
peculiaridad de sus ojos.
No son del todo azules, tienen pequeñas manchas color café.
—Sí —dice y luego mira a su mamá —. Vamos a portarnos bien, mami.
Cuidaré de Rosie y trataré de que no se chupe el dedo.
Para apenas tener 6 años habla como todo un adulto. Ella se arrodilla y
lo abraza.
—Te amo —le susurra y sus ojos se cristalizan. Me mira.
—Vamos a cuidarlos muy bien, no te preocupes —le doy una sonrisa
alentadora.
—Gracias —murmura —. Bueno, ve a leer. Espero que cuando vuelva
me cuentes todo en italiano.
El niño asiente y toma mi mano. Me pongo de pie y me despido con la
mano de ella. Los cuatro siguen hablando y me llevo a Maximilian al estudio.
Ahora más que nunca se mete en mi cabeza que tengo que aprender a
defender. No sé como lo haré, pero lo haré y será pronto.
—¿Has leído algún libro antes? —pregunto cuando entramos a la
habitación llena de libros.
—Mi papá suele leerme sobre superhéroes —responde mirando
alrededor.
—¿Cuál te gusta?, ¿Supermán…?, ¿Batman…?
Niega exageradamente con la cabeza y se ríe.
—No, de esos no.
Menos mal porque no tengo comics ni nada de eso.
—¿Entonces de cuáles?
—De los reales.
Su respuesta me sorprende.
—Te entiendo —voy hacia el estante de historia y repaso los tomos —.
Tengo sobre médicos, policías, bomberos, militares…
—¡De esos! —se emociona y se sienta el diván.
Tomo mi libro favorito sobre historia militar y me siento a su lado. El libro
es en italiano, así que cada frase que leo se la traduzco y trato de que se grabe
algunas palabras del idioma. Es un niño demasiado inteligente. Antes he jugado
con algunos niños de las personas del servicio de la casa y nunca me había
topado con una mente tan grande en un cuerpo tan pequeño.
Horas después, me reúno con Tyra y Rosie. Eldoris nos prepara la cena
y nos sentamos los cinco a comer en la mesa. Hace mucho no lo hacíamos,
pero por los niños hemos decido hacer algo más familiar. Un rato más tarde se
llega la hora del baño y sin haberlo negociado o hablado, sabemos que Rosie
será la protegida de Tyra y el mío será Maximilian.
Lleno la bañera y tibio el agua para el pequeño alemán.
—¿Mamá tardará mucho en regresar? —pregunta y no sé qué responder.
—Será pronto. Ninguna madre desea estar tiempo alejada de los amores
de su vida —lo ayudo a entrar al agua.
—Mamá siempre me canta para dormir… ¿Sería un niño grosero si pido
que lo hagas tú?, no tienes que ser buena cantante, mamá no lo es, pero amo
su voz.
Vierto champú sobre su negro cabello y comienzo a masajear con
delicadeza.
—No sería para nada grosero. Amo cantar, pero tal vez no entiendas el
idioma en el que lo haga.
—No importa, así aprendo más —sonríe.
Cuando hemos terminado, lo ayudo a secarse y busco un pijama en las
maletas que ha dejado su madre. Él se viste con rapidez y se mete bajo las
cobijas. Me siento a su lado y echo mi espalda hacia atrás. Él me mira
expectante y sé que está esperando que le cante.
—Esta canción es mi favorita en el mundo. Mi mamá me la cantaba
también —le cuento y carraspeo —. No seas duro, no soy buena cantante —le
hago cosquillas y el ríe —. Aquí va…
—«Penso che un sogno così non ritorni mai più… Mi dipingevo le mani e
la faccia di blu… Poi d'improvviso venivo dal vento rapito… E incominciavo a
volare nel cielo infinito… Volare oh, oh… Cantare oh, oh… Nel blu dipinto di
blu… Felice di stare lassu… E volavo, volavo felice più in alto del sole… Ed
ancora più su… Mentre il mondo pian piano spariva lontano laggiù… Una
musica dolce suonava soltanto per me…»
Sus ojos poco a poco van cerrándose y bajo un poco más la voz.
—«Volare oh, oh… Cantare oh, oh… Nel blu dipinto di blu… Felice di
stare lassù… Ma tutti I sogni nell'alba svaniscon perché… Quando tramonta la
luna li porta con sé… Ma io continuo a sognare negli occhi tuoi belli… Che sono
blu come un cielo trapunto di stelle…»
Paso la mano por su cabello y dejo de cantar cuando me aseguro de que
cayó profundo. Me levanto lentamente de la cama y camino hacia la salida.
Abro y cierro la puerta con suavidad y veo a Tyra al fondo hacer lo mismo.
—¿Cómo te fue? —susurro.
—Xhantus va a matarme. Rosie pinto toda la pared de mi antigua
habitación —se queja. Me burlo en silencio mientras caminamos hasta el
estudio —. ¿Y a ti?
—Bien, aunque un poco intimidada. Es demasiado inteligente —suspiro
y me tiro en el sofá. Tyra no responde y cuando llevo mis ojos hasta ella la
siento extraña —. ¿Qué pasa?
Duda antes de responder.
—Me han invitado a salir y…
—No te van a dejar —advierto.
—Nuestro abuelo no está y tal vez pueda convencer al nuevo…
—Tyra estás loca, por algo le pagan. No va a dejarte salir así de fácil —
niego con la cabeza.
—Puedo ofrecerla más dinero o mostrarle un pecho, ¡no sé, algo! —se
pone de pie y empieza a caminar de un lado a otro —. Soy joven Ky, somos
jóvenes y merecemos disfrutar eso.
Tristemente tiene razón.
—No voy a apoyarte, pero realmente me da curiosidad cómo vas a
hacerlo —me inclino hacia adelante.
No lo había notado antes, pero ella ya está vestida para salir. Tiene unos
jeans hasta la cintura negros junto con una chaqueta de cuadros rojos y un
pequeño top oscuro.
—Volveré antes de media noche —dice.
—No es a mí a quien tienes que convencer —alzo las manos.
Golpea el piso con un pie y se da media vuelta para salir por la puerta. La
sigo para ver lo que hará.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Tyra
Cruzo la casa hasta la salida trasera. Busco al nuevo guardaespaldas,
pero no lo veo por ningún lado. En cambio, me encuentro a Magnus, que
está fumando un cigarrillo recostado a un árbol.
—Deberías estar durmiendo ya —dice.
—Son apenas las ocho —me cruzo de brazos y llego a su lado —. Vengo
a pedirte un favor.
—No hago favores —sonríe a secas.
El hombre es atractivo, pero no parece ser de los atractivos estúpidos y
fáciles de convencer.
—Te pagaré —suelto.
Se incorpora y me mira curioso.
—¿Sí?, ¿y cómo se supone que harás eso?
—Tengo mucho dinero, soy heredera.
Ríe.
—Si lo tienes aquí mismo, te haré el favor que sea.
Hijo de puta. No tengo ni una moneda.
—La contadora no está los fines de semana. Apenas llegue el lunes, le
pediré dinero, lo que quieras —él se burla y niega con la cabeza —. Por favor,
Magnus. Mira que estoy cansada de estar encerrada y no puedo más con este
estrés. Soy muy joven y bella para estar viviendo así. La gente merece conocer
lo divertida y genial que soy y en serio tengo mucho dinero, mamá y papá eran
millonarios y puedo darte lo que pidas. Te peudo comprar un yate, un pony, un
dinosaurio, un museo, una piscina, un supermercado…
—¡Lo haré! —dice irritado —. Lo haré, pero por favor no hables más…—
se toma la cabeza entre las manos.
Sonrío con suficiencia.
—¡Eres el mejor! —trato de abrazarlo, pero me aparta.
—Vamos —dice y se va hacia el Rolls Royce negro que el abuelo me ha
regalado por mi cumpleaños.
Me dan un carro y no me dejan conducir, ni salir. Vida trsite la mía, pero
desde hoy cambia tenga lo que tenga que hacer.
—¿A dónde van? —llega la gruñona de Kyra a arruinar mi noche.
Ruedo los ojos.
—Ya te lo dije —la ignoro entrando al auto.
—¡No puedes salir!
—Claro que sí, mírame —le guiño un ojo.
—Voy a acusarte —amenaza.
—Si me acusas, lo haré yo también —juego en su contra.
Sí, la muy santa tiene un secreto y muy bien guardado.
—¡No te atreverías! —se pone roja como un tomate.
—Rétame —le muestro el dedo de en medio —. Vamos, Magnus —
abrocho mi cinturón.
—¿No quieres acompañarnos, Ky? —el hombre la invita.
—¡Ay no!, arruinaría mi noche con su cara de amargada —hablo.
Kyra no es de ese tipo de chicas que le gusta las fiestas, o lo divertido...
Ni siquiera le gustan las personas, por ella viviría toda su vida encerrada. Sé
que su única motivación para salir es estudiar medicina y convertirse en
cirujana.
—Esto no va a quedarse así, Ty —me mira con odio.
—Ciao bella —me despido con la mano por la ventana cuando Magnus
arranca y deja una estela de polvo.
—Tu hermana me da miedo —dice.
—Y debería. Lo que esconde no es nada lindo.
—¿Y qué es eso?
—Tendría que matarte si te lo digo —ladeo una sonrisa.
Capítulo 4
Tyra

—¿A dónde debo llevarte exactamente? —pregunta sin dejar de mirar al


frente.
—Exarchia —respondo —. Me hablaron algo de un parque, como un
mirador.
Temprano llamé a Eudor, un chico de mi clase de fundamentos para
preguntarle por la reunión de la que habían hablado ayer en la universidad. Mis
ganas de hacer amigos son tantas que he dejado la vergüenza a un lado y he
alzado el teléfono para avisarle que sí iría.
Kyra debe estar comiéndose las uñas, pues si Xhantus llega a
descubrirme, será el fin para ambas.
—Exarchia es un barrio bastante… peculiar —cuenta —. Pero es un buen
lugar para los jóvenes.
—Lo dices como si fueras el más viejo de todos —me burlo.
—Soy joven, pero he tenido que pasar por mucho —termina de hablar y
sé que no dirá más.
Parece ser de esos tipos reservados y misteriosos, así como en mis
libros.
—¿Siempre has trabajado como guardaespaldas? —trato de obtener un
poco más de información de él, no pierno nada con intentar.
—No.
Lo miro por unos segundos más y decido no volver a preguntar nada. Ya
dejó en claro que no quiere hablar de su vida.
Me fijo en el exterior cuando empezamos a adentrarnos en Atenas.
Vivimos en una casa a las afueras y, además de nuestra ida a la universidad,
es la primera vez que vengo a Atenas de noche. Las lámparas cálidas iluminan
las estructuras griegas de color blanco y en las calles se pueden ver a muchas
personas yendo y viniendo.
Nos adentramos, en lo que supongo, es el barrio que le he dicho a
Magnus. Jóvenes ríen y comparten en las aceras, bailan con sus radios sobre
sus hombros y las chicas murmuran entre ellas. Hay bastantes personas de mi
edad en esta zona.
Estacionamos el auto en un parqueadero no muy bonito. El carro destaca
entre el resto y espero que nadie nos secuestre o nos robe… Caigo en cuenta
de que el hombre a mi lado sabe defensa personal. Ojalá sea algo como Jackie
Chan, amaría verlo pelear así, como en las películas.
Sigo a Magnus cuesta arriba hasta llegar al famoso parque que los de mi
clase hablaban. La vista me deja sin palabras y vaya que eso es difícil de hacer.
La blanca ciudad de Atenas se vislumbra en su totalidad desde aquí. La vista
es tan impresionante que se puede apreciar hasta el Partenón, un templo
consagrado y dedicado a Atenea, la protectora de la ciudad, según la mitología
griega.
—¡Ty! —la voz de Eudor me hace girar la cabeza.
—¡Eu! —saludo y empiezo a caminar, pero Magnus me toma del brazo.
—No te alejes del lugar, estaré vigilándote. Si necesitas algo, solo grita
—advierte.
Asiento con la cabeza y voy corriendo hacia donde todos se encuentran
reunidos. Hay una fogata en medio y alguna canción en griego suena de fondo.
Saludo a la mayoría de los presentes y vuelvo mi vista a Atenas. Esto es
mucho mejor que en las fotografías o documentales. Ojalá Kyra hubiese venido,
estaría igual o más asombrada que yo.
—Ciao maleducata —dice un chico a mi lado.
Volteo para mirarlo. Es alto, pelinegro y atractivo. Está fumando un
cigarrillo. No lo vi cuando llegué. Arrugo la cara.
—¿Scusa? —respondo en el mismo idioma, sin entender porque me dijo
“grosera”.
—No me digas que sufres de alzhéimer —me repara de pies a cabeza y
me mira extrañado.
No entiendo, no sé quién es.
—Perdona, realmente no sé quién eres y… —el foco se enciende en mi
cabeza. Ya entiendo... El chico piensa que soy Kyra. Y sé a la perfección
porqué me dijo grosera —. Oh, lo siento. Tengo una horrible memoria.
Me fijo en sus ojos azules que me miran aún más extrañado.
—¿Eres bipolar? —pregunta con seriedad.
—No, ¿por qué lo dices? —toco su brazo.
Observa mi mano y da un paso hacia atrás, haciendo caer mi extremidad.
—¿Cómo me llamo? —se acerca, escudriña mi rostro y camina a mi
alrededor sin dejar de mirarme.
Mierda.
Trato de ayudar a mi hermana a ligar y dios me paga de esta forma.
Aunque haré algo mejor
—Soy su gemela —confieso rendida.
Se detiene y vuelve a posarse frente a mí.
—¿Cuál es la cantante favorita de tu gemela? —se cruza de brazos.
—Madonna, ¿te lo dijo? —arrugo la nariz.
—Algo así. ¿Por qué no vino?
—Porque es una amargada —esta vez soy yo la que se cruza de brazos.
Vuelvo mi vista hacia la ciudad. No responde nada y se queda a mi lado,
mirando hacia al frente también.
—Deberías darme su número, tal vez así la próxima pueda convencerla
de que venga —sonríe, pero sus ojos me indican otra cosa.
Este chico es muy raro. Lo dudo por unos segundos. A la mierda, a Kyra
le vendría bien perder la virginidad con este atractivo italiano.
—¿Tienes donde apuntar?
—¡¿Alguien tiene un maldito lapicero?! —grita hacia el resto de las
personas.
Uno de ellos se tantea los bolsillos y viene corriendo hacia él para hacerle
entrega del artefacto.
—Te escucho —sube la manga de su chaqueta y se alista para anotar los
números en su muñeca.
—Dos, tres, siete, siete, noventa y uno, cuatro —dicto y él marca su piel
con tinta.
—Gracias…
—Tyra —completo.
—¿Cómo se escribe? —cuestiona.
—Con te y ye —respondo sin importancia.
—Nunca había escuchado esos nombres —repara.
—Lo sé. Kyra y Tyra no son muy comunes…
—Kyra —susurra.
—¿Ah?
—¿Se escribe con ye también?, para anotarlo bien en mi agenda —habla
rápido.
—Sí y con ka —señalo cuando anota el nombre en su mano.
Supongo que no quiere olvidar como se escribe.
—Gracias, nos vemos —da una media vuelta y se pierde por el camino
que lleva hacia el parqueadero.
Me quedo mirando su espalda hasta que desaparece y sacudo mi
cabeza. Es un chico muy extraño y muy atractivo. Tal vez pueda ayudarme con
algo más adelante, espero que llame a Kyra. Vuelvo hacia el circulo de
personas y trato de socializar un poco con algunas de las chicas.
—¿Quieres ouzo? —pregunta una chica rubia que se ha presentado
antes como Calliope.
—Yo…—titubeo mirando la botella. Jamás he probado el alcohol —. Solo
un poco.
Ella me ofrece el frasco de vidrio con un líquido blanquecino, casi
transparentoso. Lo tomo y lo llevo hasta mi nariz. Huele a anís, a uvas y a
mucho alcohol… Dirijo el pico a mis labios y doy un pequeño trago. El sabor
dulce, pero a la vez amargo llega mi garganta y me obliga a arrugar la cara.
—Nada mal, ¿no? —toma la botella de mis manos y empieza a bailar al
ritmo de la música hip hop.
Realmente no sabe tan mal, el sabor dulce hace que sea tolerable.
Me río de algunos chistes y pasos de bailes que hacen mis compañeros
de la universidad, y me asombra el hecho de que al fin pueda decir que tengo
algunos “amigos”. Recibo un poco más del tal ouzo y sigo moviéndome al ritmo
de la música tal y como lo hacen las chicas. No sé bailar, pero imitar parece ser
un buen plan.
Poco a poco empiezo a sentirme extraña y nada bien. ¿En serio la gente
toma para sentirse así?, no tiene nada de bueno y divertido, siento que quiero
morir.
Giro sobre mis talones en busca de Magnus, pero no lo encuentro y la
vuelta me produce aún más nauseas, haciendo que pierda la estabilidad,
tropiece con mis propios pies y caiga al piso.
—Hey… ¿estás bien? —un chico del que no recuerdo su nombre me
ayuda a levantarme.
—No me siento bien —confieso.
—Ven, vamos a mi auto, para que te recuestes un momento. Eso te
ayudará.
—¿Sí?, oh dios, eres muy amable —tomo su mano y me sostengo de él
para pararme.
Echo mi brazo detrás de su cuello y ambos empezamos a descender la
colina hacia el parqueadero. Llegamos a un auto de color rojo y el chico de
nombre desconocido me abre la puerta trasera para que entre. Gateo hasta por
el sillón hasta recortarme con la otra puerta.
—¿Mejor? —pregunta y lo miro.
Es rubio, pelirrojo… no distingo muy bien en medio de tanta oscuridad.
—Sí, gracias —respondo y los ojos empiezan a pesarme muchísimo.
Me abrazo a mi misma y poco a poco siento como me voy apagando, pero
al sentir algo tocar mi tobillo vuelvo a abrir mis parpados de inmediato.
—¿Qué haces? —cuestiono cuando veo al chico desconocido sobre mí.
Me arrincono más contra la puerta y llevo mi mano a la manija para abrirla,
pero no cede.
—Voy a hacer que lo pases bien, bonita —susurra mientras toca mis
piernas.
Vuelvo a intentar abrir la puerta, pero me siento torpe e ida. No conecto
mis pensamientos con los movimientos de mi cuerpo y mi corazón ha
empezado a golpear fuerte contra mis costillas.
Lo único que se me pasa por la cabeza es gritar, como lo dijo Magnus.
—¡Auxilio!, ¡ayuda! —exclamo con todo el volumen que me permiten mis
cuerdas vocales.
—No seas aguafiestas —dice y se torna más violento, al tomarme de las
manos y forcejear para que me quede quieta.
Intenta separar mis piernas y meterse entre ellas, como también llegar
hasta mi boca.
—¡Nooo! —grito aún más fuerte.
De repente escucho algo detrás de él y un poco de luz entra, sale
expulsado de manera fugaz y debido a que me tenía apresada termino con la
mitad del cuerpo en el piso y la otra dentro del auto. El golpe me deja mareada
y escucho al fondo como alguien pide que pare.
Me incorporo y parpadeo varias veces para enfocar lo que tengo frente a
mis ojos. Magnus está sobre el desconocido y ha empezado a propinarle miles
de puñetazos por segundo en su rostro. Trato de espabilarme y me pongo de
pie. Camino hasta ellos y noto como el chico ya no se mueve, pero Magnus no
cesa sus ataques.
—Magnus… Ya… —sollozo. No se detiene. Me acerco aún más y pongo
mi mano sobre su hombro —. Magnus, por favor. Vas a matarlo… ¡Magnus!
La sangre corre escandalosamente por su cara, si antes no sabía de que
color era su cabello, ahora mucho menos, porque lo único que puedo
diferenciar es el rojo que cubre cada extensión de su rostro. Magnus sigue y
mis gritos no sirven para detenerlo. No me asusta la sangre, lo que me asusta
es el hecho de que el hombre bajo de él tiene los ojos abiertos y no se mueve,
como si estuviera…
—¡Ya basta! —me lanzo sobre su espalda y lo abrazo —. Está muerto…
Ya basta... —lloro con más potencia.
Siento como al fin sus movimientos cesan, se pone de pie conmigo
encima y en un hábil movimiento me pasa al frente. Sus brazos me rodean y
yo no dejo de aferrarme a él.
Me ha salvado de otro trauma más que agregar en mi vida.
—¿Estás bien? —pregunta contra mi cuello.
Asiento con la cabeza e impregno más fuerza en el abrazo. Mis ojos van
hasta la persona inerte en el piso.
—Está muerto… —susurro.
—Tú estás bien y eso es lo que importa.
Magnus me deja lentamente en el piso y se separa de mí para verificar lo
que he dicho. Se agacha al lado del cuerpo y toma su pulso. Niega con la
cabeza y me mira.
—Lo siento. No me controlé —dice como si fuese algo de todos los días.
Las lágrimas caen aún más por mi cara y él se levanta rápido para volver a mi
—. Oye —toma mi cara entre sus manos —. Voy a solucionarlo. Se lo merecía.
Nada va a pasarte —me fijo en el gris de sus ojos —. Ve a tu auto y no salgas
hasta que regrese. Enseguida te alcanzo. ¿Vale?
Asiento con la cabeza sin entender qué es lo que hará y me echo a andar
hacia el Rolls Royce como puedo. Me tropiezo varias veces, pero al fin llego.
Me tiro al asiento de atrás y me hago un ovillo.
Segundos después, la curiosidad me gana y volteo a mirar por la ventana
que tengo atrás. Magnus está moviendo el cuerpo hacia el maletero del auto
donde me encontró. Como si no pesara nada, lo tira adentro y cierra. Va hacia
un costado de los árboles y toma una gran rama, con la cual empieza a mover
la tierra donde sea había impregnado un charco de sangre.
Ojalá lloviera.
Mis pensamientos me sorprenden y vuelvo la vista hacia el frente, abrazo
mis rodillas y me prohíbo mirar atrás. Mis oídos escuchan como el maletero de
este auto se abre y vuelve y se cierra. Me reprendo cuando la curiosidad me
incita a girarme de nuevo.
No quiero ver, es mejor que no lo haga. Si no veo, no pasó y no tendré
culpa.
Otro extraño sonido se escucha y luego los pasos de alguien
acercándose. Magnus entra y se acomoda detrás del volante. Enciende el auto
y con apuro acelera hacia la calle. Mis ojos desobedecen mi conciencia y se
avientan a mirar lo que dejamos atrás.
El auto con el cuerpo está en llamas y explota, haciendo que una enorme
llamarada quiera alcanzar las estrellas.
Vuelvo mi vista al frente y miro a Magnus por el retrovisor. Luce serio y
bastante enojado. Tiene la cara llena de gotas de sangre, al igual que sus
manos y parte de su camiseta. Miro mi atuendo y noto que yo estoy igual, un
poco menos que él.
Empiezo a quitarme la ropa frenéticamente.
—Tenemos que quemarla, bañarnos y dejarte en tu habitación como si
nada hubiera pasado… ¿me oyes, Tyra? Nada pasó —no respondo y sigo en
la tarea de quitarme todo —. ¿Tyra?
Me detengo y lo miro.
—Nada pasó.
Capítulo 5
Tyra

Magnus enciende la luz de su apartamento y lo que mis ojos ven me deja


absorta. Afuera el edificio lucía horrible, pero aquí adentro todo se ve tan
moderno, limpio y lujoso.
—Ven —me toma de la mano y me guía hasta el baño —. Entra —dice.
Abre el agua y acomoda la temperatura. Empiezo a quitar mi ropa interior.
Todavía estoy temblando —. Oh, lo siento. Ya me salgo.
Da un par de pasos, pero me aferro de su brazo.
—No te vayas —pido.
No quiero quedarme sola. A pesar de no estar en ese lugar, todavía siento
el miedo inminente. Me mira a los ojos y se mueve para sentarse sobre la
cubierta del inodoro.
Entro a la ducha y lavo con muchísimo jabón todo mi cuerpo. Mis ojos
caen en el hombre a mi lado, se ha puesto de pie y ha empezado a lavar la
sangre de sus manos en el lavamanos. Se quita la camisa y la tira a un lado,
para seguir limpiando la sangre que traspasó a la piel de su torso, notablemente
ejercitado.
—Magnus —hablo, pero suena débil. Voltea. Sus ojos lo traicionan y se
clavan en cada curva de mi cuerpo. Extiendo mi mano hacia él —. Báñate
conmigo.
—No puedo, Tyra —vuelve a darme la espalda.
—Sí puedes. La única aprobación que necesitas es la mía y te la estoy
dando —vuelvo a extender mi mano.
Apoya las palmas de sus manos y gira levemente la cabeza para mirarme.
—No soy un hombre bueno, Tyra. No me tientes de esa manera, por
favor.
—Magnus, ven a la ducha —levanto aún más mi extremidad —. Toda mi
vida he estado sola y encerrada, salgo a la calle y mira lo primero que me pasa
—sollozo —. Solo quiero un abrazo.
Se mueve hasta quedar al frente mío. Pone ambas manos a los lados de
la puerta de vidrio y me mira a los ojos.
—No sé porque lo que dices me suena a manipulación —frunce el ceño.
—Tal vez no sea buena tampoco.
Agacha la cabeza. Segundos después lleva sus manos hasta la pretina
de su pantalón y lo dejar caer a sus pies junto con su ropa interior. La enorme
erección salta a la vista y trago saliva. Me concentro en su rostro y me muevo
para que entre en el rectángulo. El agua golpea su piel haciendo que la sangre
desaparezca. Llevo mis manos llenas de jabón hasta su pecho y trazo
movimientos circulares sobre su piel.
Noto como su mandíbula se tensa y se queda extremadamente quieto.
—No puedo —me toma de ambas muñecas con fuerza.
—¿No puedes qué?
Niega con la cabeza.
—Esto es una mala idea —me aparta.
Tomo sus manos y las llevo hasta posicionarlas en mis senos.
—¿Piensas lo mismo ahora?
—Sí —dice.
Siento como poco a poco se aferra a ellos y con sus pulgares roza mis
pezones. Muerde su labio inferior y no puedo resistir a probarlo por mi misma.
Me lanzo hacia su boca e impacto torpemente mi boca contra la suya. Espero
que las prácticas frente al espejo y el haber robado las películas pornográficas
del jardinero den resultados. Sus manos se trasladan a mi cintura y me pega
contra él, haciendo que su erección golpee mi vientre. Siento como asciende
una de ellas y toma un puñado de mi cabello con rudeza, haciendo que mi
cabeza se incline hacia atrás
—No me acuesto con vírgenes —advierte con seriedad.
—No soy virgen —miento.
—¿Realmente vas a jugar a eso? —ladea una turbia sonrisa.
—Será divertido.
Nuestras bocas están a centímetros escasos de distancia. Puedo ser una
virginal, pero desde que lo vi supe lo que quería. Estoy cansada de tocarme
todas las noches pensando en hombres con apariencias como la de él.
—Hablas como si fueras una mujer de 30 años —sus dientes muerden
suavemente mi labio inferior.
Dejo escapar un pequeño gemido.
—Soy una mujer, Magnus.
—Eres una niña…
Me suelto de su agarre.
—¿Una niña haría esto? —me arrodillo frente a él y sin ningún preámbulo
me llevo su miembro hasta mi boca.
Trato de recordar las escenas eróticas y explicitas de las películas. Ellas
lo hacen con delicadeza y humedecen toda la extensión. Subo mi vista hasta
Magnus. Está con la boca abierta y con los ojos abiertos en su totalidad. No se
lo esperaba. Tiene las manos puestas sobre las paredes para sostenerse.
Muevo mi cabeza de atrás hacia adelante, tratando de no lastimarlo con
los dientes.
—Arriba —me toma del cabello y obliga a ponerme de pie —. No tendré
la culpa si mi descontrol llega a hacer de las suyas…
—“El sexo es el arte de controlar el descontrol”.
—Veamos que tan buena artista eres —sale de la ducha conmigo sin
soltarme.
No paro de mirar su rostro ni por un segundo y dejo que me guíe por todo
el apartamento hasta la cama. Se acerca a su mesa de noche y saca un
empaque extraño del cajón.
—¿Qué es eso?
Me mira incrédulo.
—Esto es un condón, artista del sexo —me muestra un aro transparente
—. Y se pone aquí —toma el miembro en su mano y con la otra desliza la goma
cubriendo toda la extensión —. Acuéstate y abre las piernas.
Hago lo que me pide de inmediato. En las películas jamás he visto eso y
no creo que lo vaya a encontrar en los libros de anatomía o biología.
Me toma de la cadera y me pone al borde de la cama. Abre sin amabilidad
aún más mis piernas y pega su boca a mi sexo, haciendo que mi espalda se
arquee y mis piernas quieran cerrarse.
—Dios…
—El mismo —susurra.
Siento su lengua moverse sobre mi vulva y agradezco a la masturbación
el saber cómo enforcarme para obtener mi orgasmo. Aunque la cara que tengo
entre mis piernas ayuda muchísimo al proceso.
Se levanta, saborea sus labios y se inclina encima de mí. Introduce sus
dedos en mi canal húmedo y luego asciende la mano hasta mi boca y los
adentra en ella.
—Chupa —ordena.
Golpea su erección con fuerza sobre mi vulva y un pequeño grito se
escapa de mi garganta. Frota todo su glande cubierto de la goma en mi entrada
y me preparo para lo que viene. Inicia suave y yo trato de relajarme. Tiene cada
musculo tenso y las venas bajo su piel, especialmente las de su cuello,
amenazan con estallar. El sudor ha empezado a hacerse presente sobre su
frente. Temo por su labio, pues sus dientes están tan clavados en él se que ha
tornado blanco.
Mis manos se apoderan de las sábanas blancas y junto mi boca para no
gritar por el ardor que causa la lenta penetración.
—Lo siento, no puedo —susurra y cuando pienso que se va a retirar, se
clava por completo haciendo que un sonoro y gutural alarido salga de mi boca.
El dolor causa que lágrimas escapen de mis ojos. Sus manos apresan
fuertemente mis caderas contra las suyas y las mías van hasta sus
extremidades para clavar las uñas en su piel.
—Tienes que irte, Tyra —dice con dificultad —. Voy a hacerte daño.
No lo miro. Mis ojos están completamente cerrados y mis dientes a punto
de quebrarse por la presión que ejerce mi mandíbula. Esta vez si trata de
retirarse, pero apoyo mis talones en sus glúteos y lo detengo.
—No —advierto —. Sigue —inclino mi cabeza para mirarlo.
—Tyra…
—Descontrólate, Magnus.
Largos segundos pasan hasta que su sonrisa se ladee, me tome del
cuello y empiece a moverse de manera salvaje contra mi pelvis. Llevo una
mano hasta mi clítoris y masajeo con rapidez para desviar el dolor y
reemplazarlo por placer.
“El sexo es un arte que se aprende sin estudiar, porque la experiencia es
la que hace al verdadero sabio”.
El sonido que emiten las embestidas es fuerte, descomunal y mis ojos
dejan de parpadear para admirar el dios que me folla sin piedad. Esto está
destruyéndome tanto física como psicológicamente, pero he leído que así es el
sexo sin amor… Te satisface, pero te deja en ruinas.
El ojigris sale de mí, me toma del torso y me gira, levanta mis caderas y
vuelve a enterrarse con rudeza. Esta vez siento aún más toda su verga dentro
de mí, llegando a lugares que ni con mis dedos había podido explorar.
Los choques vuelven a reanudarse y mis dientes se clavan en la sábana,
al igual que mis manos. De la nada, llega un golpe a mi glúteo y lo hace arder
tanto que por inercia trato de escapar, pero él me detiene y vuelve a golpear el
otro.
Dolor, placer, lágrimas, gritos, gemidos, orgasmos, insultos, sangre,
descontrol… En eso resumiré mi primera vez y también agregaré que… lo
disfruté.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Kyra
Despierto debido a los saltos de Rosie y Maximilian sobre mi cama.
—¡Oigan! —me quejo cuando me tiran las almohadas.
—¡Queremos fruta en forma de animalitos! —dice el pequeño alemán.
Me siento y los atrapo a ambos en un abrazo.
—Eldoris les hará todos los animalitos comestibles que quieran, ¡corran
a la cocina! —los suelto y los animo a correr.
Una vez que hay paz nuevamente en mi habitación, me pongo de pie y
me dirijo a abrir las cortinas para que entre la luz, pero lo que ven mis ojos me
llena de ira. Tyra y Magnus están bajando del auto, ella lleva una ropa
completamente distancia a la de anoche y no luce nada bien.
Me doy la vuelta y camino a paso fuerte y apresurado hacia la entrada.
Cruzo en menos de un minuto todo el lugar y cuando estoy por llegar a la puerta,
esta se abre.
—¿Por qué llegas a esta hora? —la tomo del brazo.
—Suéltame, Kyra —dice seria, se zafa y se va hacia su habitación.
Su caminar es extraño, como si algo le doliera. Mis ojos van hasta
Magnus, que a diferencia de mi hermana, luce perfecto.
—¿Qué le hiciste? —lo empujo.
—Nada. Solo bebió demasiado ouzo y le sentó mal. Ofrécele agua —se
gira para retirarse, pero antes voltea y agrega: —Y hielo —señala y sube a un
auto diferente, para dejar otra estela de polvo como ayer.
Azoto la puerta de entrada y voy hasta la cocina. Trato de bajar mi ira y
evito ir a buscar respuestas a la habitación de mi gemela, porque sé que me
sacará a patadas.
El timbre de los teléfonos fijos suena por toda la casa y espero a que
Eldoris conteste. Voy hacia el comedor y me siento al lado de los niños, que
comen su fruta con alegría.
—¿Kyra? —menciona mi nombre y volteo a verla —. ¿Quién la llama?
Frunzo el ceño. Nadie tiene el teléfono de esta casa, tal vez sean amigos
de Tyra y Eldoris entendió mal.
—Kyra —me llama —. Es un tal Mick Jagger.
¿Qué?
Imposible.
Voy hasta el teléfono y se lo arrebato de la mano.
—Voy a denunciarte con la policía por acosador y contaré que fumas en
la biblioteca de la universidad —suelto.
—Ahora sí estoy hablando con la gemela correcta —dice y no entiendo.
No le conté que tenia una gemela, ni siquiera le dije mi nombre, es más,
no le dije una mierda.
—¿Todo bien? —pregunta mi nana.
Le sonrío y le levanto el dedo pulgar de mi mano libre. Tomo el teléfono
y con cuidado de no desconectarlo me alejo de ellos y me ubico detrás de la
puerta.
—¿Cómo conseguiste mi número?, ¿cómo sabes mi nombre? —susurro.
—Desgraciadamente tienes un clon que no sabe cerrar la boca.
Tyra hija de…
—Voy a colgar.
—¡Espera!
—¿Qué mierda quieres, acosador?
—Una cita.
Arrugo mi nariz.
—¿Por qué?, ¿para qué? —me asomo para verificar que Eldoris, ni nadie
me esté escuchando.
—Es lo que los chicos hacen cuando una chica les parece bellissima.
—Pues tu eres horrible para mí —miento —. Además, ni siquiera sé tu
nombre, ni quién eres.
—Soy tu compañero de clase, eso soy.
—¿Y tu nombre?
—Si te lo digo... ¿Saldrías conmigo?
—No. Jamás saldría contigo.
Una risa bastante masculina se escucha al otro lado y me sorprendo
disfrutando el sonido.
—¿Has hecho turismo en Atenas?, recién llego a la ciudad y quisiera que
alguien me guiara —dice.
Se lo pide a persona equivocada. Aunque también moriria por conocer la
ciudad con mis propios ojos.
—No conozco Atenas. No salgo mucho.
—Lo haremos juntos entonces.
—Tu nombre, dime primero tu nombre y lo pensaré —exijo.
Unos segundos de silencio se instauran en la línea y luego lo escucho
exhalar.
—Alessio.
Capítulo 6
Kyra

—Alessio… —pruebo su nombre en mis labios.


—¿Qué haces? —Tyra abre la puerta y me descubre.
Cuelgo inmediatamente.
—Nada —respondo y me pongo de pie.
Dejo el teléfono en su lugar y esta vez si la enfrento. Tiene ojeras bajo
sus ojos y un suéter bastante abrigado que sube hasta su cuello. Hoy está
haciendo un calor de infierno como para usar eso.
—¿Estás enferma? —intento tocar su frente, pero manotea mi mano.
—Estoy bien. Solo tengo resaca —se toma la cabeza con ambas manos
y camina hacia el refrigerador.
—Estás extraña… ¿Todo bien?, sabes que puedes contarme todo.
¿Magnus te hizo algo? Porque sí es así solo dímelo y te ayudaré a… —me
poso detrás de ella.
Se gira y me mira. Siento tristeza o algo parecido en sus ojos, pero ahora
es reemplazada por furia.
—¡No todo se soluciona de esa manera, Ky! —alza la voz, pero luego
pasa sus manos por la cara e inhala profundamente —. Lo sé, sé que puedo
contártelo todo… Es solo que… Lo haré pronto, ahora no quiero hablar de eso
—sus ojos se cristalizan.
—Está bien —acaricio su rostro y la dejo en paz.
Tyra es la más cerrada de las dos. Siempre tiende a guardarse sus
problemas para sí misma y es difícil hacerla hablar. La manera de solucionar
sus problemas es un tanto peculiar y me aterra que no me cuente.
Vuelvo con los niños y mis pensamientos se van al italiano. Antes dudaba
de su procedencia, pero gracias a su nombre puedo confirmar de donde viene.
Como algo de fruta mientras escucho a Eldoris contarles alguna fábula
—¿Quieren ir a la playa hoy? —dice Tyra con alegría.
—¡Sí! —gritan ambos al unísono.
—Ty… No podemos salir —le susurro.
Me toma del brazo y me lleva lejos.
—Tenemos guardaespaldas y nunca he ido a la maldita playa. ¿No estás
cansada de ser tan grande y no conocer el mundo? —exclama con furia.
—Pero…
—¡Pero es que nada! ¿Cómo vamos a saber lo bueno y lo malo que hay
allá afuera si no nos animamos a conocer una mierda? Estoy cansada de esta
casa…
—Yo también lo estoy, pero es que…
—Buenos días, señoritas —una mujer desconocida nos saluda.
Mis alarmas se encienden.
—¡Magnus! —grito sin saber si ha vuelto.
—Oh, tranquilas —levanta las manos en su defensa.
—¿Quién eres y cómo entraste? —Tyra la enfrenta.
—Pensé que ya les habían informado que seré la guardaespaldas de Tyra
—dice —. ¿Quién de las dos es?
—¿Qué pasó? —el hombre llega trotando.
—Nadie les avisó —le dice ella.
—Se me pasó por alto —Magnus se golpea la frente —. Niñas ella es
Olivia Helson, la guardaespaldas que de Tyra.
Este es el momento perfecto para deshacerme de él.
—¿Podríamos cambiar? —pido.
—¿Qué? ¡No! —exclama mi gemela.
—No veo el problema —dice Olivia.
—Es mejor como estamos. Yo con Kyra y Olivia con Tyra —intercede
Magnus.
Miro a Tyra.
—Pensé que Magnus te parecía genial —me acerco a su oído y susurro.
—¿Yo dije eso? —responde nerviosa y trato de estudiar su semblante.
—No vamos a cambiar de lugares por capricho, ya todo está organizado
—vuelve a hablar el pelinegro.
—Quiero ir a la playa —dice mi gemela.
—No pueden salir de aquí a otro lugar que no sea la universidad —
Magnus la mira con recelo.
—Eso no le dijiste ayer —defiendo.
—¿Ayer? —pregunta la mujer de cabello negro y ojos cafés —. Dijiste
que estarías aquí cuidando de las dos.
—¿O sea que estuve sin protección? —pregunto con preocupación.
—Tuviste al resto del equipo de seguridad de tu abuelo rodeando la casa.
Estabas bien —explica el hombre.
Tyra está a mi lado totalmente seria y con los brazos cruzados. Los dos
trabajadores han empezado a discutir entre ellos y parece más una pelea
marital que una laboral.
—¿A dónde fueron? —pregunta su compañera.
—No es de tu incumbencia, Olivia —responde él.
—¡Claro que sí!, me mentiste, dijiste que estuviste aquí toda la noche. No
veo por qué ocultarme información.
—¿Vamos a ir a la playa o no? —los interrumpe mi hermana.
—¡No! —Olivia le responde a Tyra.
—¡No le grites! —Magnus la defiende.
La mujer nos mira a ambas, luego a los niños detrás y por último a
Magnus, para echarse a andar hacia la salida.
—Discúlpenla, a veces se toma todo muy personal —agrega.
Miro a Tyra, sigue con la misma expresión y ahora no deja de mirar a
Magnus.
—Queremos hacer algo con los niños hoy. Deben llevar encerrados
bastante tiempo, también corren peligro como nosotras y sería bueno poder
salir al aire libre —explica Tyra con falsa amabilidad.
Magnus la repara por unos segundos. Tyra tiene poder de
convencimiento sobre las personas, es un tanto manipuladora a veces. Hasta
yo he caído en sus artimañas.
—Hoy domingo la playa está repleta de personas. Puedo ofrecerles un
lugar más tranquilo y al aire libre, y más cerca de aquí —dice Magnus al fin.
—Aceptamos —digo —. Donde sea, pero queremos salir.
Los niños se emocionan y empiezan a saltar alrededor de Magnus. El
hombre rueda los ojos y se va hacia la salida.
Nos ponemos en marcha para alistarnos todos y nos toma más de una
hora hacerlo, pero al fin logramos salir al antejardín para avisar que estamos
listos. Magnus toma la canasta con comida que cargaba en mis manos y la
ubica en el maletero. Subimos a los asientos traseros y ellos dos se ubican al
frente.
El camino no dura más de 10 minutos y pronto llegamos a un verde y
pequeño vallen con una ladera rodeada de árboles. No hay ni una sola persona
a la vista, solo nos acompañan las distintas especies de pájaros cantando sobre
ramas.
Con la ayuda de mi gemela organizamos el picnic e invitamos a los niños
a que jueguen con las mariposas. Maximilian no se separa un segundo de su
hermana y le explica cada nada el nombre de algunas cosas que ella señala.
Los guardaespaldas se quedan a una distancia prudente y siguen
teniendo una acalorada discusión, donde Olivia no parece estar nada contenta.
—¿Por qué crees que le haya mentido? —pregunto sin dejar de mirar a
la pareja.
Tengo mis lentes negros puestos sobre el tabique de mi nariz. Hoy he
optado por usar unos pantalones cortos de color lila y un top blanco. Hace
bastante sol, pero eso no detiene a Tyra para usar un suéter y pantalones
negros.
—Parece ser que no solo son compañeros de trabajo —ella tiene su vista
puesta en los niños.
—¿Te refieres a que son…?
—Amantes, novios, pareja…
—Oh, eso explicaría su enojo —miro hacia el cielo, la libertad se siente
bien —. Pero aún no entiendo por qué Magnus le mintió.
—Porque estuvo conmigo.
—Eso lo sé, pero tendría que habérselo dicho, es su trabajo —mis ojos
van a los niños que ahora han empezado a arrancar algunas flores.
—No entiendes, Ky… —el tono de su voz cambia y la miro, ha agachado
la cabeza y ahora arranca el pasto con sus manos —. Magnus estuvo conmigo
—me mira —. Él y yo…
—Tyra, no… —me siento recta.
—Sí —lleva su vista al frente —. No me juzgues, recuerda las reglas.
—Créeme, estoy peleando con mi yo interior para no hacerlo, pero es
que… ¿Magnus? Apenas y lo conoces, ¡dios! —golpeo mi frente.
Tantos hombres que ahora puede darse el lujo de conocer y tuvo que
tirarse al más viejo.
—No siento nada por él, fueron solo… ganas, deseo…
—Tiene como 30 años, Ty.
—Los chicos de mi edad me parecen unos idiotas y solo llevo un día de
conocerlos, no me quiero imaginar si los conociese más —niega con la cabeza.
Algo hace clic en mi mente. Llevo mi mano hasta el bordo de su cuello y
halo hacia abajo la tela que lo cubre.
—Mierda, Ty —exclamo cuando veo las marcas rojizas y moradas de
dedos en la piel de su cuello.
Ella se pone a la defensiva y se aleja de mi toque.
—Recuerda. No juzgar —dice.
Mi mente se debate en sí darle un sermón sobre no ser tan idiota, o en sí
ser su mejor amiga y apoyarla. Inhalo y exhalo el aire.
—¿Cómo fue?, ¿lo disfrutaste? —pregunto casi susurrando.
Ella me mira confundida, le regalo una sonrisa que ella corresponde a los
segundos.
—Fue… salvaje. Nada romántico, pero me gustó más de esa forma. Él
sabe muy bien lo que hace —muerde su labio.
Volteo para mirarlos, siguen discutiendo. Mi estómago se llena de
náuseas. Los gustos de Tyra siempre han sido un tanto peculiares, en general.
—Entonces por eso le mintió… No habría otra razón. Son algo.
—Ajá —Tyra asiente con su cabeza.
No me imagino como debe de sentirse mi gemela. Tal vez usada, pero
algo que admiro de Ty, es que tiene poco corazón para ciertas situaciones y
eso en ocasiones es una gran ventaja.
Vuelvo a acordarme de algo más.
—¡Oye! —golpeo su brazo con fuerza —. ¿Por qué le diste mi maldito
nombre y el número de la casa a ese chico?
—Auchs —se acaricia donde la golpee —. ¿Tu nombre?, ¿acaso no se
lo habías dicho?
—¡No!, el chico es un acosador.
—Un acosador muy atractivo —sonríe —. Lo siento, pensé que te
gustaba.
—No me gusta. Es maleducado e intenso —digo y le echo un ojo a los
niños.
Vienen corriendo hacia nosotras con cientos de flores en sus manos.
—Y bastante observador. Apenas hablé, supo de inmediato que había
algo extraño conmigo —se levanta para recibir lo que han traído Rosie y
Maximilian —. ¡Son hermosas, las llevaremos a casa!
—¡Sí!, vamos por más Rosie —habla el pequeño alemán y se echan a
correr nuevamente.
—Me llamó esta mañana —le digo.
—¿Y? —se acuesta boca abajo, sostiene el peso de su torso y cabeza
sobre los codos.
—Me pidió una cita.
—¿Y? —me mira divertida.
—Le colgué.
Pone los ojos en blanco.
—Eres tan aburrida. Hasta ahora, él es el chico más atractivo que he visto
en la universidad. Deberías salir con él. Yo puedo ayudarte a escapar.
—Realmente no me interesa conocer a nadie. Así estoy bien —miro otra
vez las nubes.
—Deberías conocer personas, de pronto así aprecies un poco más la
vida.
—No lo creo, seré la misma siempre.
—Además… ¿él estudia medicina, correcto? —inquiere con interés.
—Sí, creo que está algunos semestres más adelante —la miro curiosa.
—Siempre dices que necesitas ayuda, te quejas de que no puedes hacer
todo lo que quieres hacer sola y que una mano no te vendría mal…
—No.
—¡Sí! Yo no puedo ayudarte, soy malísima para tratar de entender todo
eso que haces con tus… cosas. Pero él, él tal vez pueda ayudarte y darte una
nueva visión y eso significaría un avance enorme —dice con emoción.
Sus palabras hacen eco en mi cabeza y la idea no suena tan
descabellada. Realmente necesito ayuda, pero algo así no se le puede confiar
e ir contando a cualquiera.
—Tienes razón en la parte de la ayuda, pero no sé si él sea la persona
indicada. Es demasiado misterioso y extraño —arrugo mi entrecejo y mi nariz.
—Afuera todo mundo es así, Ky. Todos tenemos secretos y tú lo sabes
más que cauqluiera. Deberías darle una oportunidad, no pierdes nada —se gira
y queda boca arriba —. Hasta tal vez te ayude en otras cosas.
—¿Qué otras cosas? —la miro.
—Ya sabes… Sexo, orgasmos, felicidad, relajación, cardiovascular,
salud, bienestar, oxitocina, libido…
La golpeo en su hombro nuevamente y ella ríe.
—¿Seguirás acostándote con Magnus? —cambio el tema abruptamente.
—No lo creo. Sé que le gusto, pero es un hombre difícil de tratar.
Niego con la cabeza y cierro los ojos para imaginarme otras cosas que
no sean Magnus y ella en situaciones sin ropa.
—Es tan asquerosa esa situación para mí.
—Para mi fue una delicia… —muerde sus labios.
—¿Acaso no te importa el echo de que tenga… —miro a Olivia —, novia?
—No. A mi me gusta él, no la tal Olivia. Y sé que le gusto yo —se
incorpora —. Hubieras visto su… ¡Dios!, demasiado grande y duro, y… ¡Lo
causé yo! —se acuesta nuevamente y posa sus brazos detrás de su cabeza —
. Le gusto y mucho, lo sé.
Mis ojos caen en mi gemela por unos segundos. Si realmente lo disfrutó,
no veo el problema de que vuelva a pasar. Para tener felicidad, a veces hay
que dejar entrar al egoísmo.
—Si se repite, ten cuidado, que nadie se entere —advierto.
—Lo tengo presente —me mira —. Gracias, Ky.
—¿Por qué?
—Por cumplir las reglas y no juzgar —dice.
—Yo te agradezco por lo mismo.
Capítulo 7
Kyra

Camino por los pasillos hasta el salón de mi primera clase del día que es
la de anatomía. Llego justo después del profesor y busco rápido una silla libre
para sentarme. Son escritorios de dos plazas y agradezco que no haya nadie
sentado aún en el primero que encuentro. Organizo mi falda color beige y me
siento cuidando de que no sea vea mi ropa interior.
Me fijo en el profesor y en las imágenes que ha puesto en la pizarra. Son
del cuerpo humano con cada músculo detallado y nombrado.
Por el rabillo de mi ojo veo como alguien se sienta a mi lado y al girar la
cabeza para verlo me llevo una no muy grata sorpresa.
—Pensé que ibas varios semestres más adelante —susurro.
—Llevo bastante saltándome esta materia por matricular otras primero y
no podía avanzar hasta culminar esta. No creas que te estoy acosando —
repara.
—¿Acosador?, ¿tú? Para nada.
No me habla más el resto de la clase y me siento un tanto extraña a su
lado. Huele muy bien y volteo a mirarlo un par de veces. Hace apuntes en su
libreta y su expresión de concentración me resulta un poco tierna. Muerde el
borrador de su lápiz de manera suave con sus dientes. Me fijo en su cabello,
es negro como una noche sin estrellas, al igual que sus cejas y pestañas.
Alessio es de esos pocos hombres que no tienen mucha barba y mantienen el
rostro afeitado. Su piel luce suave y me hallo curiosa en comprobarlo.
—Se han invertido los papeles al parecer —me mira.
Giro mi cabeza al frente a la velocidad de la luz. Qué vergüenza.
Una hora después, el profesor se despide no sin antes dejar un taller.
Estoy por hablarle al italiano, pero se levanta y sale rápidamente sin ni siquiera
mirarme.
Tomo mis cosas y salgo trotando detrás de él.
—¡Oye! —trato de alcanzarlo, sus piernas son demasiado largas y camina
muy rápido —. ¡Oye! —exclamo más alto.
—¿Qué quieres? —se detiene y choco con su pecho. Mi cuerpo cae hacia
atrás y mis glúteos besan el pavimento —. Déjame ayudarte —me tiende su
mano y la tomo.
Me pongo de pie, sacudo mi falda y ajusto mi maletín en mi espalda. Me
mira y alza las cejas esperando a que hable. Sus ojos azules me ponen
nerviosa y después de la vergüenza que acabo de pasar, ya no quiero decir
nada y salir corriendo, pero eso sería aún más humillante.
—Yo… —empiezo a hablar y recuerdo de lo que me dijo Tyra sobre que
necesitaba ayuda —. ¿Quisieras salir alguna vez? Digo, pues me encantaría
aceptar lo que me propusiste cuando me llamaste y…
—No —se gira y se echa a andar.
—¿No? —lo sigo detrás.
—No salgo con maleducatas y ya me dijiste una vez que no. Sé aceptar
el rechazo y espero que tú también.
Detengo mi paso y él sigue su camino. Mi dignidad acaba de
abandonarme por completo y partir hacia la estratósfera.
—Estúpida —me doy la vuelta y camino hacia la cafetería del lugar.
Pido una pequeña ensalada de frutas en el mostrador y busco una mesa
libre para sentarme. Me ubico en la primera que veo y saco mis apuntes
personales, no los de ninguna clase de aquí.
No entiendo por qué la formula ha dejado de funcionar, si lo hacía muy
bien al principio. Realmente me gustaría tener otra opinión de alguien que
maneje el tema a la perfección como yo… Esto no se lo puedo preguntar a
Argus, levantaría demasiadas sospechas.
Me tomo la cabeza entre las manos y me concentro en pensar en qué
estoy haciendo mal.
—No es para tanto —dice una voz femenina. Levanto mi cabeza y
observo a Olivia parada al frente —. Hay muchos más chicos aquí, no es el fin
del mundo si te rechazan.
—¿Ah? —pregunto extrañada —. No sé de qué me hablas.
—Escuché cuando invitaste al chico ese a salir.
—No deberías estar escuchando conversaciones ajenas —la reprendo.
—Lo sé, la escuché accidentalmente y solo quería venir a decirte que él
se lo pierde.
Sé que está tratando de hacer migas, pero su actitud forzada se siente
de aquí a Pekín.
—No deberías estar hablándome. Es más, ¿dónde está Magnus? Pensé
que no habría ningún cambio.
Alza las manos en son de paz. Bastante humillada me siento ya como
para que ella venga a recordármelo.
—Me informó esta mañana que sí se hará. Así que cualquier cosa que
necesites, estaré a tus ordenes —dice y se retira.
Al menos ya no tendré que verlo, ni hablar con él… Pero Tyra sí. Resoplo.
—Hola, ¿puedo sentarme? —pregunta la rubia llamada Calliope.
—Sí, claro —sonrío.
Se acomoda en la silla al frente y me mira con curiosidad.
—Te vi hablando con Alessio.
¿Acaso toda la universidad me vio?, quiero morir de vergüenza.
—Le preguntaba algo sobre la clase —miento y llevo un poco de fruta a
mi boca.
—Oh claro, mi novio podría serte útil para que te pongas rápido al día —
dice y algo en la garganta se me atora.
Empiezo a toser exageradamente. ¿Escuché bien? Dijo… ¿Mi novio?
—Oye, ¿estás bien? —me brinda un poco de agua.
—Sí, no mastiqué bien, lo siento —recibo la botella y doy un gran sorbo.
Carraspeo y vuelvo a la normalidad.
—Como te decía, mi novio podrá ayudarte y yo también. Pareces ser un
cerebrito y me gusta juntarme con gente como tú, que toma su carrera muy en
serio —dice.
—Yo…
—Tenemos un club de investigación y queremos invitarte a que te nos
unas. Eso sí, si tus calificaciones no son como esperábamos, te sacaremos —
advierte.
—Es que… —estoy por decir que no puedo salir a otro lugar que no sea
la universidad, pero lo modifico —. No tengo mucho tiempo libre y…
—Solo nos reunimos dos veces a la semana y es aquí mismo en la
universidad, el decano siempre nos presta el mejor laboratorio —alardea —.
¿Entonces que dices?, ¿nos vemos mañana a las 3?
Si es aquí en la universidad será un poco más fácil asistir y realmente
quiero conocer un laboratorio de verdad, el que tengo en casa es obsoleto.
—Sí, me gustaría —vuelvo a sonreírle.
—Perfecto, bienvenida al club —me ofrece su mano y le doy un leve
apretón —. ¿Y qué te gusta hacer, Kyra?
—Yo…—pienso durante rápidos segundos un hobbie diferente al que ya
tengo, pero no encuentro ninguno.
—Veo que tienes buen gusto por la moda, ¿dónde compras tu ropa? —
señala mi falda.
Miro hacia abajo y reparo mi atuendo. Me gusta vestirme muy bien y estar
siempre elegantemente presentada.
—Una modista va a mi casa y la hace a mi gusto, según lo que veo en las
revistas.
—¡Eso es genial!, ¡tienes tu propia modista! Deberías darme su número,
realmente confecciona muy bien —halaga mi atuendo.
—Sí, un día de estos te lo pasaré —cierro mi cuaderno y lo guardo en mi
maletín.
Seguimos hablando sobre moda y ropa. El tiempo se nos va en esto hasta
mi próxima clase.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Tyra
Tomo mis cosas del escritorio y las guardo en mi bolso. Lo cuelgo por
encima de mi hombro y salgo hacia uno de los jardines. El ambiente ha estado
raro en la clase y sé muy bien por qué es. Uno de nuestros compañeros ha
fallecido, mejor dicho, ha sido asesinado y Magnus y yo tenemos mucho que
ver.
Trato de pasar tranquila como si nada pasara y no levantar ninguna
sospecha. Sigo caminando por los pasillos hasta que veo dos hombres de traje
venir en mi dirección.
—¿Tyra Dimitriou? —pregunta uno de ellos. Detengo mi paso y asiento
con la cabeza —. Queremos hacerle una simple pregunta.
—Sí, claro.
—El sábado se registró una explosión de un carro en el mismo lugar que
testigos la vieron macharse minutos antes del suceso. Díganos, señorita
Dimitriou, ¿qué hizo después?
—Yo…
—Nos fuimos juntos como ya le conté, teniente —un brazo rodea mis
hombros.
Me fijo en la identidad de la persona y reconozco al chico al que le di el
número de mi hermana.
—Queríamos escuchar la versión de ella, señor Salvatore —habla el
hombre de tez morena.
—Me fui con él, pero nadie nos vio salir juntos porque llevamos lo nuestro
en secreto —agrego.
—Ya saben, entre menos sepan, más dura —dice el italiano.
—Entiendo —saca una tarjeta y me la entrega —. Llámeme si recuerda
algún otro detalle a la hora de irse.
Ambos nos regalan una última mirada y nos esquivan para seguir
caminando. Me alejo del toque del chico y lo miro confundida.
—¿Qué fue eso?
—Te estaba ayudando, pero veo que eres igual de grosera que tu
hermana —niega con la cabeza e intenta irse.
—¿Por qué me ayudaste?, ¿qué quieres? —lo tomo del brazo y se
detiene.
Me mira fijamente, sus ojos son de un color gris tan claro que casi podría
ser blanco.
—Tranquila, no le diré nada a nadie. Dianthe se lo merecía —se suelta y
se marcha a paso apresurado.
Mi corazón empieza a latir más rápido y me voy en dirección opuesta.
Doy fuertes zancadas hasta salir al jardín y tratar de respirar aire puro, pero no
es suficiente. El pecho se me comprime y no entiendo que pasa.
Él no puede habernos visto…
—¿Estás bien? —la voz de Magnus me hace dar un salto.
—¿Qué haces aquí? —vuelvo a retomar mi caminata y noto que él me
sigue —. ¿No deberías estar con Kyra?, ¿dónde está Olivia?
—Lo he pensado mejor y después de lo del sábado es conveniente para
ambos que yo me encargue de ti —explica detrás de mí.
—La policía me ha preguntado donde he estado y con quien después del
incidente —susurro.
—¿Qué les has dicho?
—Un amigo de mi hermana me cubrió, dijo que me fui con él…
—¿Por qué haría eso? —inquiere.
Seguimos caminando.
—Creo que te vio… que nos vio.
Me toma del brazo y me impacta contra su pecho.
—¿Cómo se llama?
—No sé, sé que su apellido es Salvatore, creo que Kyra sí sabe su
nombre.
—Averígualo y habla con él —pide y me suelta.
—Lo haré, pero... ¿Qué le harás?, parece ser buena persona y tal vez
yo…
—No voy asesinando a la gente a diestra y siniestra si es lo que crees.
Solo quiero saber que es lo que sabe y asegurarme de que no vaya a abrir la
boca —explica.
Su expresión se transforma en una aún más seria e indescifrable. Detallo
su cabello corto y bien peinado. Está recién afeitado y hoy luce mucho mejor
que los otros días.
—Estoy lista para ir a casa —hablo y el asiente con la cabeza.
Lo sigo hasta el estacionamiento y ambos subimos al auto para luego
enrutarnos hacia la mansión.
Miro mis uñas pintadas de color negro todo el camino y comienzo a
desprender el esmalte de ellas. Estoy muy nerviosa, no quiero que nadie nos
descubra y realmente espero que el tal Salvatore no vaya a abrir la boca.
—Olivia es… —empiezo a hablar sin pensar, pero me detengo.
—¿Es qué? —no respondo y siento su mirada —. ¿Es qué, Tyra?
No debí abrir la boca, pero ya es tarde para echarse para atrás.
—¿Ella es tu novia? —pregunto y evito mirarlo.
No responde de inmediato y sé que está pensando su respuesta.
—Algo así —responde y el estómago se me retuerce.
No esperaba menos.
—Oh… ya veo.
—Tyra —toca mi muslo y lo quito inmediatamente —. Nadie puede saber
lo que pasó entre nosotros.
El auto se detiene y me bajo con apuro, pero antes de irme le hablo a
través de la ventanilla.
—Para qué hablar de algo que ni siquiera disfruté —suelto y me voy
dando largas zancadas.
Entro a la casa y voy hacia mi habitación. Estoy furiosa y no entiendo el
motivo. Sabía que Magnus tenía secretos y aún así decide tirarme a sus brazos,
no puedo recriminarle nada y eso es lo que más me enfada.
Paso por la habitación de Kyra y la noto abierta, la veo mirando con sus
binoculares por la ventana. Entro y me poso a su lado.
—¿Qué haces?
—¡Ah! —pega un brinco —. Mierda, me asustaste —se pone la mano en
su pecho.
Siempre tan dramática.
—¿Qué ves? —le arrebato el aparato de las manos y lo poso sobre mis
ojos.
Miro por la ventana y me fijo en que Xhantus está reunido con otro hombre
de unos 40 años o más. Están sentados hablando tranquilamente mientras
toman el té.
—¿Quién es?
—No lo sé con exactitud, solo sé su nombre porque Eldoris lo anunció
cuando llegó —dice.
—¿Y cuál es su nombre?
—Homero Cadin.
Capítulo 8
Kyra

Son un poco más de las siete de la mañana cuando piso la primera planta
de la mansión. Hay dos enfermeras paradas en la entrada esperando a que mi
abuelo les autorice seguir.
—Buenos días —las saludo con una gran sonrisa.
—Hola, Kyra, ¿cómo estás? —responde una de ellas.
—Excelente. Ya he empezado a estudiar medicina —les cuento.
—Oh, esa es una muy buena noticia —la otra dice con alegría —. Espero
te esfuerces bastante para ser la mejor.
—Lo seré —vuelvo a sonreír, pero esta vez no enseño mis dientes.
—Ya pueden pasar, señoritas —Eldoris aparece detrás de mí y me mira
—. Qué bonito blazer usas hoy.
Las enfermeras pasan por mi lado y se adentran por el pasillo que lleva a
la oficina de mi abuelo.
—Gracias. Le he agregado un poco de brillo —doy una vuelta y camino
detrás de las mujeres —. Hoy las supervisaré también —susurro.
Eldoris me regala una sonrisa, da media vuelta y se aleja hacia otra
habitación. Ingreso justo como ellas lo hacen y cierro la puerta detrás de mí.
Llevo años viéndolas hacer lo que hacen.
—Buen día, señoras… y Kyra —saluda Xhantus.
—Siempre en la oscuridad, abuelo —voy hacia las ventanas y abro las
cortinas dejando que el sol entre —. Mucho mejor, te vendrá bien la vitamina
D.
El anciano suspira y ambas enfermeras empiezan a regar su equipo sobre
la mesa libre que está en medio. Xhantus se sienta en una silla a esperar que
le apliquen sus medicinas. Mi abuelo sufre de leucemia mieloide aguda y el
tratamiento que antes le hicieron era para destruir las células formadoras en su
sangre y ahora le transfieren por vía intravenosa células madre de algún
donante.
Me acerco a las bolsas donde reposa este suero y tomo con discreción
una de ellas. La oculto en el interior de mi blazer.
—¿Puedo canalizarle la vena? —pregunto con fingida emoción.
—No veo por qué no, lo haces mejor que nosotras —la enfermera me
pasa unos guantes y alcohol.
—Primero voy al baño a lavarme las manos —me giro e ingreso al que
hay aquí mismo en la oficina.
Lavo mis manos y tomo lo que guardé en mi blazer. Saco la jeringa
cargada e inyecto su contenido en el orificio que tiene la bolsa para las agujas.
Vuelvo a ocultar todo y salgo.
—Lista —anuncio —. La mañana está demasiado linda hoy. Miren, no
hay ni una sola nube.
Todos miran por la ventana y dejo la bolsa nuevamente sobre la mesa.
Tomo los guantes y los pongo sobre mis manos.
—Eso significa más calor —dice —. ¿Y en qué te vas a especializar? —
pregunta la enfermera de más edad.
—No lo sé. Estoy entre neurocirugía y anatomía patológica —respondo y
procedo a tomar la mano de mi abuelo —. Quédate quieto —hablo suave.
—Tengo cosas que hacer, Kyra. Apúrate.
Me inclino y busco su vena, clavo el catéter en su lugar. Tomo la bolsa
que personalicé y ajusto ambas entradas. La cuelgo por encima de su cabeza
y abro la válvula para que el líquido entre a su torrente sanguíneo.
—¿Quién era el hombre con el que hablabas ayer? —pregunto.
—Un socio.
—¿De qué?
—De negocios —responde lo obvio.
Lo miro.
—¿Sí sabes que soy la heredera a todo lo que posees? Si no me das
información no podré sacar adelante toda la mierda que has creado.
—Técnicamente le pertenece a Tyra, es la mayor —suelta todo el aire —
. Pero sé que ella no tiene lo que se necesita, tú tampoco, pero me agradas
más.
—¿Quién era? —vuelvo a preguntar.
—Un inversor. Tiene propiedades aquí en Atenas y quiere evadir aún más
impuestos.
—¿Y qué le dijiste?
—Que no.
Miro a las enfermeras. Están surtiendo y organizando las pastillas del
abuelo, se toma casi 10 diarias.
—¿Por qué? —susurro.
—El lavado de activos no me genera tantas ganancias como los otros…
ámbitos —niega con la cabeza —. Hablaremos de esto después. ¿No tienes
clase?
—Sí —aliso mi blazer y mi falda —. Fue un placer verlas —les sonrío a
ambas mujeres y luego miro a Xhantus —. Abuelo —digo a modo de despedida
y salgo de la oficina.
Corro hasta mi habitación, voy a mi armario y escondo en mi cama la
jeringa usada. Tomo mi maletín y salgo hacia el antejardín en busca de Olivia.
—Apúrate, voy tarde —subo al auto.
Me fijo en el auto de Tyra y no está, supongo que tuvo clase más
temprano. Hago una anotación mental para buscarla después y preguntarle
cómo va con Magnus. También recuerdo que hoy tengo reunión con el
supuesto club al que me invitó Calliope.
Al llegar, Olivia estaciona y salgo despavorida sin despedirme. Muevo mis
pies con rapidez hasta el edificio.
Esquivo a las personas que van y vienen por los pasillos, me alejo de
ellas y justo cuando estoy por llegar al salón, alguien grita mi nombre, giro la
cabeza y me estrello con algo suave y duro a la vez.
Caigo sobre mis glúteos y mi falda se levanta. Me tapo de inmediato y
levanto mi vista para cerciorarme de que nadie me haya visto. Quito el cabello
de mi cara y maldigo internamente cuando lo veo agacharse frente a mí.
—La cosa più bella che i miei occhi abbiano visto —«lo más lindo que han
visto mis ojos», dice y con un dedo trata de levantar levemente mi falda.
Manoteo su mano y él se burla —. Nunca había visto unos igual —ríe —. A mi
también me gustan los girasoles.
Me pongo de pie. Debo estar roja de la furia y vergüenza.
—Ky, ¿estás bien? —pregunta Tyra llegando a mi lado.
—Sí, me tropecé con un stronzo —le doy una mirada asesina y me giro
hacia ella.
Escucho la risa del italiano detrás de mí.
—Hola, Tyra —saluda él.
—Hola —responde mi gemela
La miro indignada y recuerdo que ya se habían visto antes.
—¿Qué quieres?
—Voy a quedarme hasta tarde aquí, ¿podrías hacer lo mismo por mí? —
junta sus manos para suplicar y hace un puchero.
—Lo hará. Se ha unido a nuestro club de investigación y solemos terminar
muy tarde —responde el stronzo por mí.
—¡Eso es genial! —besa mi mejilla —. Ciao bella.
Se gira y sale corriendo por donde llego. Tomo aire y me giro para entrar
a clase, pero noto la puerta cerrada.
—Te tengo malas noticias, el profesor de esta clase odia la gente
impuntual y la verdad es que yo también —pasa por mi lado y empuja mi
hombro.
Me quedo mirando la puerta y respiro profundo. Mi mal humor se ha
acumulado como nunca y la ira quiere dominarme. Aprieto mis puños y me echo
a andar detrás del italiano.
Cuando lo alcanzo, lo empujo suavemente.
—¿Cuál es tu problema? —reclamo.
Se gira y me mira divertido.
—Arrabbiato sembri adorabile —«enojada te ves adorable», dice.
—¡No puedes decirme esas cosas y menos en italiano! —señalo.
—¿Por qué? —me mira confundido.
—Tú tienes novia, no te vengas a hacer el loco —niego y le clavo mi dedo
índice en el pecho.
—¿Novia?
—Sí, novia rubia y de nombre Calliope, ¿sufres de alzhéimer o qué? —
arrugo la nariz.
Su sonrisa se expande aún más y se convierte en una carcajada. Mi
cerebro la capta erróneamente y le procesa como algo lindo, pero vuelvo a
recordar que estoy enojada hasta la mierda y el trasero me duele. Ya son dos
caídas que tengo por su culpa.
—No tengo novia, Kyra… bueno, tenía… era algo parecido, pero se
acabó hace dos semanas.
—Entonces por qué ella dice que…
—¿Te lo dijo? —se encoje de hombros —. Tal vez esté en su etapa de
negación o esté celosa.
Si pudiera elegir un tipo de maquillaje para aplicarme ahora mismo de
acuerdo con la situación, sería el de un payaso.
—¿Celosa por qué?
—Le pregunté por ti.
—¿Por qué?
—Porque quería saber tu nombre.
—¿Para qué? —me cruzo de brazos.
El abuelo nos ha dicho que no confiemos en nadie que se nos acerque
extrañamente.
—¿Por qué haces tantas preguntas? —dice irritado.
—Soy curiosa.
Resopla y se pasa la mano por el cabello, echándolo hacia atrás.
—La respuesta la sabes, quería invitarte a salir —dice con suavidad.
—Eso es lo que no entiendo, ¿por qué querías invitarme a salir y luego
me rechazas?
—Te invité porque me… —se muerde la lengua.
—¿Te qué?
Me mira durante unos segundos, luego lo hace hacia ambos lados y
vuelve a mí.
—Vamos —me toma del brazo y me obliga a caminar.
—¡Me arrugas el oufit! —trato de zafarme, pero no puedo.
Busco a Olivia con la mirada y la encuentro viniendo hacia nosotros.
Niego con la cabeza y le gesticulo con mis labios un “estoy bien, solo estoy
haciendo drama”.
Alessio me lleva hasta uno de los jardines y me suelta.
—Los pasillos tienen oídos en las paredes —se excusa.
—Me dejaste doliendo el brazo —me acaricio mi extremidad.
—Esagerata —bufa.
Me fijo en lo peculiar de sus ojos, son tan claros que duele mirarlos.
—Responde mis preguntas. Tengo cosas que hacer —miento.
Realmente no tengo nada que hacer hasta las 3 de la tarde.
—Ya te la había respondido por teléfono. Te invité a salir porque eso hace
una persona cuando otra persona le interesa —se acerca y clava sus ojos en
los míos —. ¿Qué le respondes a la mayoría de los chicos que te invitan a salir?
—¿Por qué me rechazaste cuando yo te lo pedí? —ignoro su pregunta.
—Tengo dignidad, supongo. Responde mi pregunta.
Pensé que la olvidaría. Aparto mi vista de la suya y trato de buscar alguna
buena mentira, pero no la encuentro.
—Eres el primero el primer chico que me invita a salir… —digo en voz
baja sin mirarlo.
—¿Qué?
Levanto mi rostro.
—Nunca nadie me había invitado a salir, Alessio —digo seria.
—¿Qué?
—¿Eres sordo? Que nunca…
—Sí, eso lo entendí, pero ¿por qué? —su ceño se frunce —. Digo, tú…
—me señala —. Eres… bella come un angelo.
Blanqueo mis ojos y trato de irme, pero su mano vuelve a apresar mi
brazo.
—¿Por qué detestas los cumplidos? —vuelve a preguntar.
—No es que los deteste… —me abrazo a mí misma.
Está haciendo demasiadas preguntas, tal vez debería llamar a Olivia y
hacer que lo noquee.
—¿Entonces?
—Ningún chico me había dicho alguno antes y he leído historias de
romance donde los dicen, y luego el hombre termina siendo un hijo de su… —
su risa me hace parar de hablar y lo miro confundida —. ¿De qué te ríes?
—¿Acaso te tuvieron encerrada toda tu vida? —repara.
—¡Sí, y por culpa de eso no sé muchas cosas! ¡Perdóname la vida,
imbecille! —me giro decida a alejarme del idiota.
Mi situación no es motivo de burla, no es mi maldita culpa que mi abuelo
sea un maldito mafioso y que otra mafia quiera matar a mi hermana y a mí.
—¡Oye, espera! —siento sus pisadas detrás de mí —. ¡Oye, lo siento! No
lo sabía…
Me detengo y lo enfrento.
—No juzgues sin conocer, está mal —señalo.
—Lo sé y lo siento —dice y en su mirada puedo ver algo de sinceridad —
. Hagamos algo. Empecemos de nuevo, ¿te parece? —extiende su mano hacia
mí —. Mi nombre es Alessio Salvatore, estoy en sexto semestre de medicina y
me gustan los Rolling Stones.
Miro su mano y luego a él. Está vestido con una peculiar chaqueta de
cuero, camiseta blanca, bluejeans y unas converse. Dudo por unos segundos
y luego extiendo la mía y le doy un leve apretón.
—Mucho gusto, Alessio Salvatore. Yo soy Kyra Dimitriou, estoy en primer
semestre de medicina y me gusta Madonna.
Capítulo 9
Kyra

Suelto la mano del italiano cuando siento que la mía empieza a sudar y
temblar de manera extraña. Aliso mi falda para disimular que me estoy secando
las palmas.
—¿Quieres ir a desayunar? —pregunta.
Miro el reloj en mi mano antes de responderle. Son las 8 de la mañana y
nunca suelo comer tan temprano.
—Claro —sonrío.
Se da media vuelta y empieza a caminar hasta la cafetería. Lo sigo detrás
y las manos no dejan de sudarme.
¿Qué me pasa?
Entramos al lugar y vamos directo al mostrador de comidas. Alessio se
forma en la fila y yo también.
—Te noto incómoda, ¿todo bien? —dice.
—No hagas más preguntas, favor —pido y lo miro directamente a los ojos.
—De acuerdo, entiendo.
Realmente es la primera vez que tengo una conversación con un chico
que me llama un poco la atención. Él parece de esos que salen en las revistas
de adolescentes que compraba Tyra. Me fijo alrededor.
—Todos nos están mirando —me inclino hacia él para susurrar.
Él levanta su vista y se fija en las personas que están sentadas en las
mesas de toda la cafetería.
—Te miran a ti —susurra —. Estás demasiado elegante.
Miro con preocupación mi atuendo.
—¿Elegante?
No entiendo, el tono palo de rosa es el menos elegante para un blazer y
una falda. Además, llevo unas converse blancas.
—Parece que fueras a una reunión internacional de la OMS en el mundo
de Barbie —dice divertido.
Levanto mi mano y le propino un suave golpe en su ante brazo.
—No entienden nada de moda y no se los voy a explicar —le doy la
espalda a las personas y quedo frente a él.
—Si algo te hace feliz, no tienes que explicarlo o excusarte por eso —me
mira de pies a cabeza —. A mi me gusta, sobre todo… —sonríe y se muerde
su labio inferior —. Olvídalo —me da la espalda.
—Oye —lo tomo del hombro y trato de girarlo, pero es imposible. Es más
fuerte el aire que mis brazos —. No me des la espalda —me muevo hasta
quedar en su frente —. ¿Sobre todo qué?
—¿Segura quieres saberlo? —se inclina un poco para susurrar.
Alessio es bastante alto y lo sumo a la lista inexistente de cosas que me
empiezan a gustar de él, otra de ellas es sus ojos, su cabello y su sonrisa…
Definitivamente su sonrisa encabeza la lista.
¿Qué me pasa? No.
Asiento con la cabeza repetidas veces.
—Me gustan tus girasoles —confiesa y siento mi rostro arder de la
vergüenza —. Ves, no debí decírtelo.
No sé si tomármelo como un cumplido o una burla a mi torpeza.
—Se supone que nadie tendría que verlos, no te burles —digo.
Nos movemos un poco en la fila.
—No me estoy burlando, Kyra. Me refiero a que me gustan de verdad, o
sea, me gustan en ti… Tú… —dice algo nervioso —. Debería dejar de hablar,
no quiero asustarte.
—No hablemos más de mi ropa interior, cambiemos el tema —pido.
—Concuerdo.
—Buen día —nos saluda la mujer detrás del mostrador.
Alessio la saluda con una sonrisa de regreso y le entrega dos papeles
que parecen cupones. Saco mi billetera para pagar mi desayuno.
—No, yo te invito —dice.
—¿Pero cómo…? —pregunto sin saber como funciona el canje con esos
papeles aquí.
Días antes había venido y había tenido que pagar por mi comida, en
ningún momento vi que me pidieran ese tipo de cupones.
—Tengo una beca total, eso incluye hasta la comida. Me dan una gran
cuponera para las 3 comidas de cada día.
La mujer nos entrega los desayunos y Alessio toma ambos. Salimos de
la fila y caminamos hasta una mesa libre.
—Pero eso significa que este desayuno… sería tu almuerzo o cena —lo
miro con preocupación.
—No te preocupes. A pesar de algunas cosas, mi familia me enseñó a
ser un caballero. Me las ingeniaré después —vuelve a sonreírme —. Come, se
te pondrá frío.
Miro los huevos revueltos, con cereales y fruta que tengo al frente y luego
a él. El gesto me ha hecho sentir un tanto extraña y no sé como interpretar lo
que está pasando por mi cabeza. Decido ignorarlo y tomo los cubiertos para
empezar a comer junto con él.
Anoto en mi cabeza que debo invitarlo a cenar o almorzar más tarde.
—Eres elegante hasta para comer —repara divertido.
—Solo son modales. No voy a masticar con la boca acierta, ni engullir
todo en menos de un minuto —arrugo la nariz.
—Si te hace feliz, por mí no hay problema.
—Me vería horrible comiendo de esa manera.
Siento que su mirada analiza mi rostro por más segundos de los que
debería.
—No lo creo —responde —. ¿Qué te llevo a estudiar, medicina? —
pregunta de repente.
—Mi madre era médica —digo y llevo una fresa a mi boca.
—Sigues el legado familiar.
—Algo así —me encojo de hombros —. ¿Y tú?
—Rompí el legado familiar.
—¿Qué hacen tu padres? —indago.
—Son personas de… negocios en Italia —mira su plato.
—Y si eres italiano… ¿Qué haces en Grecia?
—Tuve que huir —alza su vista y toma una manzana para luego morderla.
Mis ojos se van al movimiento de sus labios sobre la fruta y mi cerebro
procesa la imagen en cámara lenta. Pestañeo repetidamente.
—¿Huir de qué?
—Del legado familiar —responde.
—¿No te gustan los negocios? —inquiero.
—Estoy a punto de exigirte lo mismo que tú respecto a las preguntas —
advierte —. Pero la verdad me da igual, quiero contártelo todo, pero poco a
poco.
—Está bien, siento si mi curiosidad te incomoda —digo honestamente.
No estoy enseñada a socializar con alguien que no trabaje en la mansión
o que no sea Tyra.
—Alguien como tú jamás podría incomodarme.
—¿Alguien como yo? —arrugo la nariz sin saber a qué se refiere.
—Una persona affascinante —«una persona fascinante».
Trago saliva.
—¡Alessio! ¡Kyra! —la voz de Calliope nos alerta y giramos nuestros
rostros en su dirección —. ¿Por qué faltaron a clase?
—Llegamos tarde —responde él.
—Oh, ya veo… ¿Me acompañas a la biblioteca? —la rubia lo mira solo a
él y toca su hombro.
Alessio me mira a mi y quiero que la tierra me trague. Voy a quedarme
aquí sola como una idiota porque no fui invitada.
—Lo siento, Lio. Voy a prestarle algunos apuntes que guardé de mi primer
semestre a Kyra y luego iremos al laboratorio, ¿te vemos allá?
Ella me mira, yo la miro a ella y luego ambas miramos a Alessio.
Realmente ya no siento tan amistosa a Calliope y ahora que Alessio se ha
negado a acompañarla, menos. En los libros que lee Tyra, las mujeres tienden
a tener de rival a otra mujer cuando otra chica llama la atención de su chico.
—Claro, nos vemos —dice y se gira para irse andando a paso
apresurado.
—Vamos —habla el italiano y se pone de pie.
—¿A dónde vamos?
—A prestarte mis apuntes. Conservo cada libreta desde el primer
semestre. Me gusta tener todo inmortalizado, pues mi memoria suele ser mortal
a veces —me tiende su mano.
Miro su extremidad y sin pensarlo un segundo más, la tomo. Me ayuda a
pararme y me suelta para meter las manos en su chaqueta. Inmediatamente
llevo las mías a los bolsillos de mi blazer.
Caminamos por el campus rozando nuestros antebrazos, mientras él me
da un pequeño tour y me señala sus espacios favoritos.
Mis pensamientos se equivocan al momento de pensar que iríamos hacia
su casillero. Caminamos un tanto fuera de la universidad hasta llegar a un
edificio que pone en letras griegas “vivienda estudiantil”. Me trago mis
preguntas, no quiero incomodar a nadie. Suficiente fue con mi curiosidad al
momento de pagar el desayuno.
Recuerdo que me habló de que tenia una beca completa y se lo adjudico
a eso. Si huyó de su casa para romper el legado familiar, debe de tener…
recursos limitados. Supongo que sus padres no estaban de acuerdo con su
idea de estudiar medicina y le retiraron todo su apoyo, supongo.
Subimos unos pisos por las escaleras hasta llegar al que cuento como el
cuarto nivel. Las paredes están llenas de pósteres de actividades estudiantiles
y toques de bandas musicales locales.
Siento la mirada de Alessio encima y automáticamente lo miro también.
Él ríe y no entiendo el por qué. ¿Tan obvia será mi cara de extrañeza? Jamás
había entrado a un lugar así, tiene que entenderme.
—Llegamos —se planta frente a una puerta con el número “407” grabado
en ella.
La abre y me invita a ingresar primero. Muevo mis pies y me detengo en
medio de la habitación. Consta de una pequeña cama para una persona bien
tendida con sábanas grises. Al fondo hay una enorme ventana y a mi derecha
un escritorio con un tablero que ocupa casi toda la pared. La pared de la
izquierda está llena de papeles con información de investigaciones médicas.
Me muevo hacia su escritorio y analizo la pila de libros que hay encima de él,
paso mis dedos por ellos. Levanto mi mirada hacia los garabatos del tablero,
son formulas químicas que entiendo un poco.
—¿Tan mal está que te dejó sin palabras? —pregunta.
—¿Qué? No, en absoluto.
Giro a verlo y mis ojos caen en la estantería llena más libros en inglés,
italiano y griego. Camino hasta ella y él cierra la puerta para que pueda
husmear mejor.
—¿Son todos tuyos?
—Solo trabajo para ellos y por ellos. Aún tengo una lista larga por comprar
— se inclina y alza el cobertor de su cama —. Aquí tengo más.
Debajo de esta hay muchísimos más tomos. Dibujo una sonrisa en mis
labios. Se siente bien conocer a alguien con quien voy a poder compartir
muchas cosas y no me va a mirar como un bicho raro como lo hace Tyra.
—Sei una persona affascinante —«tú si eres una persona fascinante», le
digo. Él sonríe y mi mente me aconseja que busque en una próxima ocasión
otro cumplido si quiero volver a causar esa sonrisa. El silencio y la falta de
respuesta se pone un poco incómoda y miro hacia el tablero —. ¿En qué
trabajas? —pregunto cambiando el tema.
—En el laboratorio estamos trabajando sobre la procedencia de algunas
enfermedades para encontrar una posible cura o tratamiento efectivo —señala
las fórmulas —. Estas son algunas para el cáncer, con más exactitud, el
pulmonar.
—Mmm —detallo todo con atención —. Está mal.
—¿Qué? —me mira confundido. Tomo uno de los marcadores y borro
parte de la ecuación —. Oye, ¿qué estás haciendo? No…
Corrijo algunos números, quito unos y agrego otros. Desarrollo una de las
formulas básicas con las que suelo trabajar y termino.
—Listo.
Alessio se acerca y repara lo que acabo de hacer.
—¿Cómo es que…? —voltea a mirarme —. Sabes cuántos libros tuve
que comprar para poder llegar al resultado anterior y vienes tú y me dices que
estaba mal y… —vuelve a mirar al frente —. Lo solucionaste.
—Tal vez no compraste los libros correctos —me encojo de hombros.
—¿Y tú sí? —gira su cabeza.
—Sí y tal vez te los preste —junto mis manos.
—¿Me recuerdas tú número de semestre?, porque ahora mismo me
siento en primero y te veo a ti como la que está en sexto.
—Mi madre tenía muchos libros y desde pequeña empecé a leérmelos
todos aún si saber que significaba —cuento.
—Sei una persona affascinante —vuelve a decir.
Esta vez la que le sonríe soy yo. Debo haberme puesto de color carmín.
Carraspeo y señalo el tablero.
—¿Has escuchado alguna vez sobre las células Hela? —pregunto.
—Sí, pero es difícil extraerlas. Ninguna persona con cáncer va por ahí
dejando que un estudiante le saque muestras.
—Es cierto —digo y sigo reparando sus fórmulas —. Es tu día de suerte,
Salvatore… o tal vez también sea el mío.
—¿Por qué?
—Porque yo tengo un gran cultivo de células Hela.
Capítulo 10
Tyra

Salgo de la clase de sociología. Todos me han estado mirando extraño


desde que llegué. La muerte de Dianthe aún no se ha esclarecido y no creo
que nunca lo vaya a hacer. Hoy he recibido una extraña nota donde se lee un
claro y amenazante “sé lo que hicieron. Partenón 18:00”.
Le he avisado de inmediato a Magnus antes de entrar a clase. Me ha
dicho que lo busque a la salida y me echo a caminar por los pasillos a la espera
de que aparezca.
—Hey, Tyra —un chico llega a mi lado y detengo la caminata.
—Hola —abrazo aún más los libros que tengo contra mi pecho.
Solo unos cuantos de mis compañeros aún me hablan y el chico aquí
presente es uno de ellos.
—¿Quieres ir a almorzar? Hay un lugar cerca de aquí que…
—No puede. Esfúmate —dice Magnus haciendo presencia.
—Lo siento, hoy no puedo. Tengo que hacer algo con el viejo de mi tío.
Yo te invitaré en una próxima ocasión —digo a modo de disculpa.
Magnus intimida a cualquiera y no quiero quedarme sin amigos por su
culpa.
—No va a poder nunca. Largo —vuelve a advertirle.
El chico me da una sonrisa a medio hacer y se va despavorido.
Empezamos a caminar hacia el estacionamiento.
—¿El viejo de tu tío? Jamás vuelvas a llamarme así —advierte.
—¿Por qué? ¿Bastante enfermo que te hayas follado a tu sobrina?, ¿o
que te follaste a alguien 12 años menor que tú?
Se detiene y me enfrenta
—Cállate. No eres mi sobrina —dice apresando mi cuello con una mano
y estampando mi espalda contra una pared —. Solo pasó una vez y fue el error
más grande de mi vida.
—Qué coincidencia —lo empujo —. Porque el mío también.
Paso por su lado y sigo moviendo mis piernas hasta llegar al
estacionamiento. Trato de abrir el auto, pero la manija no cede. Estoy furiosa y
no debería haber ninguna razón. Magnus viene caminando tranquilamente con
jeans, botas y una camiseta blanca. Unos lentes aviadores acompañan su
rostro.
Llega al auto y mete la llave que desbloquea el vehículo, y al fin logro
entrar. Me dejo caer en el asiento, pongo el cinturón y él acelera hacia donde
sea que vamos.
—Tengo que volver en una hora. Le dije a Kyra que volvería tarde, pero
no tanto —aviso.
—No pretendo que tardemos más.
—¿Qué harás?
—Solo hay una manera de que los testigos guarden silencio y es
haciendo que su corazón deje de latir.
—¡No puedes matar a nadie más, Magnus! —exclamo con alteración.
—Puedo hacer lo que quiera, Tyra —responde mirando al frente.
—No llevo ni una sola semana en la maldita universidad y ya quiero que
termine. ¡Estás haciendo un infierno todo!
El auto se detiene abruptamente y agradezco haberme puesto el cinturón.
Magnus zafa el suyo y se inclina sobre mí, toma mi quijada con fuerza entre
sus dedos y me obliga a mirarlo.
—Sería un infierno si ese hijo de puta de hubiera violado, no seas
desagradecida —susurra contra mis labios y me suelta con rudeza.
—Hagamos lo que sea que tengamos que hacer rápido, no soporto estar
contigo en un espacio tan reducido —escupo con rabia.
—No eres la única.
Vuelve a acelerar y nos dirigimos al Partenón. Hoy no debe haber
atención al público turista, así que no entiendo en que lugar exactamente nos
citó la persona de la nota.
Llegamos a las famosas ruinas y bajo del auto. Magnus acelera y procede
a ocultarse. Camino cuesta arriba en busca de maldito hijo de puta que quiere
asustarme.
—La única manera de diferenciarlas es por su atuendo, una tiene buen
gusto y la otra… —me mira de pies a cabeza —, fatal.
—Qué bueno que mi mal gusto solo tiene que gustarme a mí —replico.
—No tienes pinta de asesina, Ty. ¿Dónde está tu amigo?
—Preparándose para cortar tu cuello, Calliope —me cruzo de brazos.
—Tengo una grabadora de video escondida cerca de aquí, grabando todo
para mi seguridad.
—¿Crees que eso será suficiente? —lanzo una carcajada —. ¿Al menos
le avisaste a alguien que ibas a estar aquí para que viniese por el aparato por
si algo te pasa?
—Yo…
—¿En serio? —mi risa aumenta —. Dios, que estúpida.
—Alguien la encontrará.
—Yo ya lo hice —Magnus aparece detrás de ella con la videocámara en
su mano.
La mirada segura de Calliope cambia a de seguridad a angustia y miedo
en menos de dos segundos cuando ve al hombre de ojos grises.
—Debiste pensarlo mejor antes de enviarme esa nota —le digo.
—Le diré a todos lo que hicieron, ¡mataste a mi mejor amigo! —exclama
con furia.
—Corrección: a tu mejor amigo violador —agrego.
—¿Por qué no se lo dijiste a la policía? —pregunta Magnus.
Intenta hablar, pero la interrumpo.
—No iban a creerle, no tiene una mierda de pruebas más que su lengua
venenosa —doy un paso hacia ella —. ¿O me equivoco?
—Esto es una pérdida de tiempo —susurra Magnus —. Esto es lo que va
a pasar, niñas.
—¡No soy una niña, idiota! —le grita Calliope.
Alzo mis cejas.
—Retomo, esto es lo que va a pasar. Vas a cerrar la boca y vas a regar
en toda la universidad que Tyra no tuvo nada que ver con esto, porque si te veo
hablando con alguien más, realmente voy a hacer lo que ella dijo y cortaré tu
garganta.
—Algún día se sabrá la verdad y ambos… ¡lo van a pagar! —nos señala
y se va dando fuertes zancadas cuesta abajo.
Magnus me mira fijamente.
—¿Dónde aprendiste eso? —pregunta
—¿Qué cosa? —me cruzo de brazos.
—Intimidar a la gente y a amenazar.
—Hay cosas que no sabes sobre mí y es mejor que así sea —respondo
y me doy la vuelta para ir en busca del auto —. ¿Dónde estacionaste?
—Al sur —responde.
Nos encaminamos hacia allá y en silencio abordamos el auto y llegamos
a la casa. Kyra y Olivia llegan al mismo tiempo que nosotros.
—¿Cómo te ha ido con ese? —pregunta mi gemela.
Hemos entrado en mi habitación y voy hasta la ventana para ver hacia el
jardín. Magnus se encuentra recostado contra el capó de su Mustang y Olivia
se le acerca peligrosamente.
—¡Oye! —siento algo suave impactar contra mi cabeza —. Te he
preguntado algo.
—¿Ah? —volteo a verla —. Ah sí. Bien, ninguna novedad por el momento.
Fue un error y ahí se va a quedar.
Llevo mi vista nuevamente hacia la ventana y veo a Olivia rodear el cuello
de Magnus mientras él conserva sus brazos cruzados frente a su pecho. Él esta
negando con la cabeza y ella está tratando de besarlo.
—¿Qué miras? —Kyra se posa a mi lado y se fija en lo mismo que yo.
Doy media vuelta y camino sin pensar hasta el estacionamiento.
—¡Williams! —le grito desde el arco de la puerta principal.
Olivia se aleja con rapidez. Él se pone de pie y camina lento hasta mi
lugar.
—¿Qué quieres ahora?
—Sube a mi habitación cuando todos se duerman, necesito mostrarte
algo más que encontré entre mis cosas —susurro.
Sus ojos me observan con detenimiento.
—Más te vale que sea importante, no estoy para juegos.
—Es importante —miento.
Me da una última mirada asesina para luego pasar por mi lado y entrar a
la casa. Saludo a Olivia con la mano y le sonrío.
—Eres una perra cínica —Kyra susurra a mi lado.
—¿Cómo está Alesssssssio? —la miro y pestañeo como idiota.
—No voy a hablar de eso contigo —sacude una mano y se va hacia la
cocina.
Los niños ya deben estar dormidos.
—Tienes un aura diferente, distinta, armoniosa —me burlo.
—No seas idiota.
Kyra se mueve por la cocina mientras busca algo en los estantes.
—¿Has hablado con él? —indago.
—Sí.
—¿Y?
—Le dije que estaba trabajando en un proyecto y le pregunté si quería
ayudarme —encuentra el cereal y lo sirve junto con leche.
—¿Y?
—Me dijo que sí, pero…
—Pero ¿qué?
—Quiere que le enseñe mi biblioteca —dice e introduce una cucharada
de comida en su boca.
—Eso es grave —reparo.
—Sí y mucho.
—Pero yo puedo ayudar a que lo hagas. Xhantus no está los fines de
semana y puedo deshacerme de Olivia y de Magnus.
—¿Cómo lo harías?
—No lo sé, pero todo sea por que te lo folles hasta morir.
Toma la caja de cereales y me la avienta. Pongo mis manos al frente y la
bloqueo. Mi risa incrementa y Kyra se pone colorada.
—Eres insufrible —dice.
—No te hagas. Sé que los has pensado, sé que te has quedado mirando
sus labios, lo sé Ky y es normal. Le gustas —esta vez le hablo más tranquila.
—Me agrada y no quiero apresurar nada.
—Amaría ser como tú —susurro.
—No digas estupideces. Si tú quieres algo, te lanzas por ello y eso
también es admirable —se levanta de su silla, palmea mi hombro y camina en
otra dirección —. Tengo clase mañana a primera hora, que descanses.
Quedo sola y termino de comerme el resto de los cereales que dejó. Lavo
el plato y subo a mi cuarto. Cierro la puerta sin seguro y voy hacia el baño, me
doy una ducha rápida y me miro frente al espejo. Soy delgada y no tengo las
curvas de la mayoría de las chicas de mi edad.
Pero soy hermosa de todas maneras.
Saco un camisón de mi armario y me lo pongo. Voy hacia el escritorio y
saco mis libros de leyes.
Una hora después escucho como la puerta de la habitación se abre y mis
ojos van al reloj en la mesa. Son las 10:56 p.m.
—Habla —escucho su voz a mis espaldas.
Me pongo de pie y me giro a verlo. Tengo planeado no mencionar una
sola palabra y llevar a cabo un plan que, si no resulta… Definitivamente
acabaría el deseo sexual que tengo por Magnus.
Llevo mis manos a los botones de mi camisón y poco a poco voy
deshaciendo cada unión hasta que la tela cae a mis pies. Magnus me mira con
el ceño fruncido, el que siempre acostumbra a llevar, pero su iris gris se ha
oscurecido.
Sus ojos descienden a mi cuerpo y niega con la cabeza. Se da media
vuelta y camina hacia la salida. Siento mi dignidad irse a la mierda, pero esto
era lo que necesitaba para saber que definitivamente no le gusto y que lo que
pasó esa noche fue una fantasía mía.
Se detiene justo cuando toca la perilla y agacha la cabeza. Mi estómago
se revuelve y mis brazos permanecen a mis lados. No voy a poder moverme
hasta que se vaya.
De repente se gira y camina a paso veloz hacia mí. Sus manos toman mi
cuello y su boca impacta en la mía. La fuerza y la sorpresa me hacen tambalear,
pero me sostengo de sus brazos para no caer. El beso se torna agresivo y no
tardo en animar mis labios a moverse sobre los suyos.
—No —lo empujo.
Toma distancia y me mira.
—Tyra, no juegues conmigo —intenta tocarme, pero lo manoteo.
—Una pregunta —hablo.
—Tyra —vuelve a advertir.
Su pecho sube y baja.
—¿Te gusto?
—¿Qué?
—Escuchaste bien, no voy a repetirlo. Responde y mírame a los ojos.
Sube su mirada y se aproxima peligrosamente.
—No.
—Lárgate —señalo la puerta.
—No.
—¿Qué mierda quieres entonces?
—Quiero follarte —su pecho toca el mío y su mano acaricia mi espalda.
—Ya dijiste que no te gusto. Lárgate.
—No tienes que gustarme para querer ponerte en cuatro y darte durante
horas —susurra en mi oído.
—No entiendo… —niego con la cabeza.
Sus dedos se adueñan de mi quijada.
—Me atraes, pero no me gustas, no te soporto, pero desnuda las cosas
cambian… Dime algo ¿Yo te gusto?
Lo detallo por segundos.
—Me irritas —respondo.
—Pero quieres que te folle, ¿correcto? —acerca su boca a la mía y
asiento con la cabeza —. Pues eso haré.
Nuestros labios vuelven a devorarse. Llevo mis manos hasta el bordo de
su camiseta y con agilidad, la saco por su cabeza para luego volver a unir
nuestras respiraciones.
—En esta ocasión… —interrumpe el beso y mete dos dedos a su boca,
los humedece y los lleva hasta la mitad de mis glúteos —, volverás a entregarte
a mí por primera vez.
Capítulo 11
Tyra

—No sabía que por ahí también…


—Sí —responde y se posa detrás de mí. Vuelve a tomarme del cuello —
. Al principio duele, pero prometo tratarte mejor por este lado.
—¿Me va a gustar…?
—Con el tiempo.
Su respuesta solo me hace pensar en una cosa: ¿Volveremos a tener
sexo después de hoy?
No pronuncio palabra, él parece saber bastante sobre eso. Jamás había
visto ninguna película donde se hiciera esto, ni tampoco lo había leído en algún
libro erótico.
Lo siento descender hasta ponerse en cuclillas. Su respirando eriza la piel
de mis glúteos. Una de sus manos toca mi espalda y me obliga a inclinarme
hacia adelante, haciendo que mi pecho y cara queden contra el escritorio.
Sus dedos siguen tratando de entrar con precaución en la parte de atrás
y siento como su lengua acaricia mi vulva. Dejo escapar un pequeño gemido.
—Shhh —me calla.
Muerdo mi labio inferior para impedir que otro sonido se me salga. Su
lengua sigue jugando con mi punto sensible y el dolor que causan sus dedos
ha desaparecido notablemente. Su boca se turna para llevar saliva hasta en
medio de mis glúteos y luego desciende para brindar placer a mi clítoris. Es
algo que jamás había sentido y hasta ahora me gusta.
Comienza a sacarlas y volverlos a meter lentamente, siento como intenta
meter otro más y tengo que obligarme a callar, pues ha incrementado un poco
el dolor.
—Sabes demasiado bien, Kratos. Ya quiero hacerte llorar de placer —
susurra.
Siento su cabeza acomodarse entre mis piernas, alzo una pierna y apoyo
la rodilla sobre el escritorio para darle más exposición a mi humedad. Él
aprovecha esto y devora con gusto mis labios vaginales. Los sonidos que emite
el húmedo contacto es un atajo de placer para mi sistema, siento como se forma
el orgasmo y no quiero que pare, ojalá no esta vez.
—¿Cuántos dedos? —pregunto entre bajos jadeos.
—Tres, bonita —responde y retoma su trabajo.
Salen y entran de mi segundo canal, se siente un poco incómodo, pero
mi cuerpo y mi mente están dándole prioridad al orgasmo que está por llegar.
Clavo mis uñas en la madera y muerdo aún más mi labio. Estoy tan a punto de
llegar…
De la nada siento como un par de dedos más entran en mi vagina y
empiezan a moverse al mismo ritmo que los del otro lado. La sensación me
abruma y me lleva a un extraño éxtasis que me causa un desborde de
sensaciones y que mi tan anhelado clímax llegue. Me retuerzo y Magnus lucha
por seguir mis movimientos involuntarios. Mis ojos se ponen en blanco y mi
gusto prueba la sangre que ha empezado a emanar de mi labio.
—Eso es… —se levanta y palmea uno de mis glúteos —. Ahora viene la
mejor parte.
Desatiende todo en mí, menos mi ano. Sus dedos siguen aún enterrados,
escucho como se baja el cierre y deja caer sus pantalones para quedar
totalmente desnudo. Lo miro de reojo. Su torso trabajado me gusta demasiado
y la expresión de su rostro me hace querer dejarlo hacer lo que quiera conmigo.
—Trata de respirar y no tensionarte —susurra mientras acaricia mi
espalda baja.
La cabeza de su miembro tantea la entrada de mi vagina y poco a poco
se entierra en ella. Estoy tan húmeda y excitada que el proceso duele un poco
menos que la primera vez. Empieza a embestirme lentamente por atrás y por
delante, al mismo ritmo. Escucho y siento como escupe la unión de mis glúteos
para lubricar más sus dedos.
Nunca creí que algo podría ser placentero y doloroso a la vez, y tampoco
nunca creí que quisiera más.
—Hazlo ya —pido.
—¿Tienes curiosidad? — pregunta y detiene las lentas penetraciones.
Asiento con la cabeza. Muerde su labio y enfoca la mirada entre nuestra
unión, retira primero los dedos y luego su miembro, lo toma con su mano y lo
lleva hasta atrás. Siento el área bastante mojada y supongo que eso servirá de
algo.
Su glande se desliza entre mis glúteos y un ardor abismal me obliga a
moverme.
—Va a doler al principio, tienes que quedarte quieta. Te ayudaré.
Posa su mano en mi clítoris y con dos dedos causa que el placer vuelva
a poseer mi cuerpo. Me enfoco en eso y trato de ignorar que está volviendo a
intentar entrar por atrás. El ardor vuelve, pero el placer lo calma y esta vez si
me quedo quieta. Trato de respirar y no apretar los músculos.
En estos momentos estoy odiando que su erección sea tan larga y
gruesa. Su mano no deja de impartirme rápidas caricias y yo no dejo de
enfocarme en ellas. Giro mi cabeza un poco para verlo, sus músculos están
flexionados y las venas se le marcan con exageración, está sudando y la
concentración que tiene en el acto me excita demasiado.
—Mierda —gimo cuando siento una embestida más fuerte.
—No hables. Estoy poniendo todo mi autocontrol para no enterrártela de
una sola estocada como un animal, así que, por favor no hables, tu voz no
ayuda.
Vuelvo a morder mi labio roto. Poco a poco lo siento entrar más y la
incomodidad se hace presente en esa zona. No se siente del todo bien, pero a
él parece fascinarle lo que está haciendo. Obliga a sus dedos moverse aún más
rápido y su pelvis comienza un vaivén que no lo siento placentero.
—Entró toda. Lo siento, no aguanto más.
El final de la frase me asusta y sus estocadas se vuelven más brutales y
salvajes. El dolor resalta y ya no habrá ningún placer que pueda reemplazar
nada. Vuelve a escupir la unión y lleva jugos de mi vulva hasta atrás. Su pelvis
choca con mis glúteos y las carnes emiten un opaco sonido. Me duele y
demasiado.
Una de sus manos se apodera de mi cabello y me obliga a echar la
cabeza hacia atrás. La otra deja de acariciarme y aprieta con fuerza uno de mis
glúteos, para luego ser impactado y quedar ardiendo.
Está follando mi ano con brutalidad y se me es imposible no gemir y
quejarme.
—¡Mierda!, ¡duele como la mierda, Magnus!
—¿Paro? —se inclina para hablar en mi oído.
—¡No!
Una gutural carcajada sale de su boca y vuelve a acelerar aún más el
ritmo. Llevo una de mis manos a mi clítoris y me masturbo con rapidez. Todo
mejora solo un poco, pero él al ver esto, me clava aún más y otra nalgada es
dada por su mano.
—¡Hijo de puta! —le digo.
—¿Te duele? —pregunta agitado.
—¡Sí!
—¡Dímelo! —dice y su mano hala aún más mi cabello.
—¡Me duele, maldito hijo de puta!
—Me encanta —susurra y vuelve a penetrarme aún más duro.
No lo soporto más. Me arde demasiado, siento que voy a romperme en
dos, pero al mismo tiempo no quiero parar, no quiero dejar de causarle el placer
que está experimentando. Sé que mi dolor le excita y sé que está por llegar, así
que he decido ir hasta su final.
—No sabes lo rico que se ve y se siente. Estás tan apretada, mierda —
gruñe.
Sus estocadas se hacen más pausadas, pero más fuertes. He tenido que
agarrarme de la mesa para no caerme, porque su ir y venir me han dejado al
borde.
Otro gruñido sale de su boca, pausa cualquier movimiento y se entierra
en mí todo lo humanamente posible. El agarre en mi cabello al fin se afloja y
me separo con rapidez de él para salir corriendo al baño, luego paso a la ducha
y me lavo con abundante jabón. Magnus ingresa sin ser invitado y hace lo
mismo que yo.
No lo miro, pero siento sus ojos encima mío en cada movimiento que
realizo. Me duele todo el cuerpo, en especial esa parte. Salgo sin esperar y me
seco el cuerpo, para luego regresar a la habitación por mi camisón. Quiero que
se largue y no verlo más.
Me adentro en mi cama y me tapo con las cobijas.
Lo escucho entrar y vestirse. De la nada la manta desaparece de mi
cabeza.
—Acabas de despertar un monstruo que es imposible volver a dormir,
Tyra —se inclina sobre mí y sus dedos se adueñan de mi quijada —. Te lo
advertí, ahora tendrás que soportar las consecuencias.
Impacta su boca contra la mía y muerde mi labio ya lastimado. Me echo
hacia atrás y lo empujo.
—Lárgate —ordeno.
—Te lo advertí, bonita —sonríe vilmente y se yergue para echarse a
andar hasta la puerta y salir por ella.
Esa misma noche, después de unos minutos, vuelvo a tocarme. El
recuerdo de Magnus tomándome crudamente por atrás me genera algo extraño
y el orgasmo que causa solo pensar en él, me da a entender que me gustó.
No sé en que se va a convertir esto, pero estoy dispuesta a más.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Cuatro días después…
Kyra
Desciendo las escaleras al sótano. Todos los trabajadores de la mansión
tienen prohibido bajar aquí. Solo Tyra y mi abuelo saben la existencia de este
lugar, pues era de mamá. Xhantus al ver mi gran interés por la medicina me
presentó todos los libros, experimentos y herramientas que tenia mi madre.
Tuve que desempolvar sola el lugar y organizarlo con tan solo 12 años, pero
ahora mismo está en excelentes condiciones.
Enciendo las luces y voy directo hacia la nevera que contiene las células
Hela. Aphrodite era una mujer hermosa y bastante inteligente, una gran
científica y espero algún día llegar a ser como ella y no tener que heredar esta
porquería de mafia llena de traiciones, muerte e ilegalidad.
Aunque lo que hago aquí no es que sea muy legal que digamos.
Tengo a dos enormes traidores, ladrones y violadores con los cuales
experimento. Es lo único que Xhantus no sabe. Trabajaban en la seguridad de
la casa hace algunos años, Tyra los escuchó hablar de lo que habían hecho y
las fotografías que habían tomado. Esa misma noche preparé un coctel químico
capaz de noquear a una persona en menos de cinco minutos. Tyra es una
buena manipuladora y logró que los dos hombres le aceptaran un trago y
bajaran con ella al sótano, donde solo tuve que esperar a que cayeran
inconscientes.
Desde ese momento se han vuelto mis conejillos de indias. A uno lo llamo
Gato y al otro Perro. A Perro el compuesto con células lo ha curado de varias
enfermedades que le he inyectado y a Gato le ha pasado todo lo contrario, lo
ha enfermado más y no entiendo el porqué.
—¿Qué tienes de diferente a Perro, Gato? —susurro para mí misma.
En el lugar hay dos celdas de vidrio blindado, no sé para que las
empleaba Aphrodite, pero me han resultado bastante útiles.
Miro los tres enormes tableros a mi derecha. Las formulas son correctas
todo está bien, a Perro le va excelente y a Xhantus le ha estado funcionando lo
que le aplico, no tanto como antes, pero no lo ha empeorado.
—¿Qué estaré haciendo mal? —me tomo la cabeza y miro al techo.
—¡Hola!
Giro con brusquedad cuando su voz me sorprende.
—Maldita hija de perra —me llevo la mano al pecho.
—Oye, respeta nuestra difunta madre —se sienta en la silla giratoria —.
¿Qué haces, científica loca?
—Tyra —le advierto.
—Lo siento —alza las manos en son de paz —. Estaba aburrida y a veces
tú dices cosas interesantes respecto a tus mascotas.
La miro por unos segundos y me rindo. Sé que no se va a ir.
—Le estoy aplicando exactamente lo mismo a cada uno. A Perro lo sana,
a Gato lo enferma más —cuento mirando las dos personas que duermen en
sus camillas.
—Llama a Alessio —dice.
—No.
—Te dio su número, ¿no? Llámalo.
—Querrá venir.
—Mañana es sábado, puedo ayudarte…
—¿Qué quieres? —volteo a verla con el ceño fruncido.
Tyra no hace favores sin esperar algo a cambio.
—Nada… —gira en la silla —, que no sea imposible de conseguir —
sonríe.
—Lo sabía.
—¿Quieres ayuda de tu novio cerebrito, o no? —se pone de pie.
—No es mi novio y no…
—Lo necesitas, tal vez él pueda ver algo que tú no estás viendo —señala
las mascotas.
—¿Y si me denuncia con la policía?, esto es demasiado ilegal…
—Ellos son personas malas y tú lo estás haciendo por un bien. Kyra le
estás curando el cáncer al abuelo.
Vuelvo a mirar el techo.
—No sabría como decírselo, si decide contárselo a alguien…
—Lo chuzas con tu famoso veneno y lo encierras aquí para ti solita —
bromea, o eso creo.
—La única razón por la cual lo llamaría es para dejar de escuchar decirte
estupideces sobre mis cosas —le señalo —. No quiero que vuelvas a bajar
aquí. ¿Qué mierda quieres?
—Quiero un gel anestésico y un enema… bueno, mejor dos —dice.
—¿Y para qué quieres eso?
—No querrás saber, no es para algo bonito —sonríe vilmente.
—Tyra que asco.
—¿Me los vas a dar o no? —se cruza de brazos.
Lo pienso por un minuto y me giro para ir al almacén de medicamentos,
saco lo que me pide y casi se los tiro en las manos.
—Eres la mejor —me da un beso en la mejilla —. Haré que la casa quede
libre para ti desde las 6 p.m., pero tienes que decirle a tu novio cerebrito que
no puede llegar en auto y deberá entrar por atrás, tampoco podemos abusar —
señala. Ruedo los ojos —. ¿Lo llamarás?
No lo he visto después del día del club de laboratorio. Calliope y él
trabajaban en algo juntos y yo no quise acercarme a descubrir que era, me
quedé con otros dos chicos quienes me introdujeron en lo que hacían y a las 5
p.m. quedé libre y salí al encuentro de Olivia sin despedirme. El resto de la
semana tampoco lo vi.
—Sí —respondo.
—¡Suerte! —dice y se pierde por las escaleras.
Tomo mi libreta y voy hacia el teléfono fijo que hay al fondo del lugar.
Busco su número, el cual me dio cuando le pregunté si quería ayudarme en
algo en su habitación y de condición pidió que le enseñase mi biblioteca.
Lo que no sabe es que mi biblioteca consta de demasiados libros, un
laboratorio y dos conejillos de indias humanos.
Marco el número y me llevo el teléfono a la oreja. Digito su extensión y
espero. Tres tonos después contestan.
—¿Hola?
—Hola, Alessio. Soy…
—Kyra —dice con su característico acento italiano.
—Sí —tomo aire —. ¿Recuerdas lo que hablamos?
—¿Me enseñarás tu biblioteca?
—Algo así —respondo y enredo mi dedo en el cable del teléfono.
—Mmm, no te oyes muy segura.
—No es una biblioteca normal y mi casa no es muy normal…
—Explícame. La única manera de que pueda entenderte es que me des
información.
—Mi familia es muy estricta en cuanto a dejar venir personas aquí —
suelto.
—¿Tendré que trepar por alguna ventana? Nunca lo he hecho, pero lo
haré —bromea.
Aunque no lo esté viendo, sé que está sonriendo.
—No hace falta que trepes, solo debes estacionar lejos… bueno, no sé si
tengas auto y llegar en transporte público es difícil y… —me doy un golpe en la
frente.
—Tengo un trabajo que me permitió comprarme una moto —ríe —. Pero
sí, es bastante… sonora. Tendría que estacionarla a unas cuadras.
—Es que es eso, no hay cuadras, vivo en las laderas.
—Ahh —se queda callado unos segundos —. Lucías como millonaria,
ahora entiendo todo. La dejaré entre algún arbusto. No hay excusas, realmente
quiero ver tu biblioteca.
Ojalá quisiera verme solo a mí.
¿Qué?
—Sí —carraspeo —. ¿Qué tal a las 7 p.m.?
—Es perfecto. ¿Cómo llego?
Mierda, cierto. Trato de recordar el camino que hacen los
guardaespaldas.
—Debes salir de la ciudad hacia el sur, es fácil porque es solo una
carretera. Cuando veas el letrero de Hide Hills, cruza a la derecha y encontrarás
un camino de piedras blancas al final con dos enormes arboles de manzanas.
Aparecerá un letrero que dice “fin del camino, propiedad privada”, pero ignóralo,
sigue derecho y poco tiempo después empezarás a ver los muros de la casa.
Yo estaré en la puerta trasera esperando —trato de explicar lo más claro
posible.
—Entendido —dice —. ¿Cuál es tu dulce favorito?
—¿Mi dulce favorito?
—Sí, vives tan lejos que no creo que tu familia te deje pedir o ir a la tienda
a comprar caramelos. Pues me refiero a que los sábados en la noche, las
parejas tienen una cita para ver películas y compran dulces —explica.
¿Una cita?, ¿las parejas?
—Oh… Ya veo —pienso en mi dulce favorito —. Me gusta el chocolate
blanco.
—El chocolate blanco no existe…
—No me importa, me gusta —replico con una sonrisa, sabía que
respondería eso.
—Está bien. Chocolate blanco que no es chocolate blanco, será. Te veo
mañana, Kyra.
—Te veo mañana, Alessio.
Cuelgo.
Capítulo 12
Tyra

Son más de las cuatro de la tarde, camino por los pasillos un poco
nerviosa. Sé que le prometí a Kyra deshacerme al menos de Olivia, pero la
mujer hoy tiene cara de pocos amigos y Magnus, bueno, el siempre tiene esa
cara.
Me asomo un poco a la habitación de Ky. La puerta está a medio cerrar y
por la pequeña abertura puedo verla mirándose al espejo. Está eligiendo que
ponerse para esta noche, me causa demasiada ternura, es mi hermana menor
y es responsabilidad mía verla feliz. Tengo que encontrar la manera de que se
pueda ver con Alessio, sé que él le gusta y jamás la había visto cambiarse de
ropa más de cinco veces por alguien. Kyra es segura y nunca la había visto de
esta manera.
Doy dos golpes en la puerta.
—La de color azul es mi favorita —le digo.
—No entiendo porque no puedo elegir algo y ya está —refunfuña.
—Porque realmente él te gusta —me cruzo de brazos bajo el marco de la
puerta.
Ella me mira y esta vez me da una sonrisa a medio hacer.
—Es muy inteligente —vuelve a mirarse al espejo. Se pone la falda azul,
una camisa blanca y sus converse blancas —. ¿Qué tal así?
—Hermosa —sonrío y voy hasta su tocador —. Ven, siéntate.
Tomo el cepillo y ella se deja caer en el banco frente al espejo. Peino su
largo y castaño cabello.
—¿Qué debo tener en cuenta a la hora de… besar? Digo, no creo que
suceda, pero… —pregunta apenada.
Es gracioso que sepa como crear y destruir un virus, pero no sepa dar un
beso. Esa es mi Ky.
—No pienses mucho. Es una acción natural del cuerpo, él sabrá guiarte.
Pero eso sí, evita producir demasiada saliva y abrir mucho la boca, y deja tu
lengua quieta al principio.
—¿Cómo se usa la lengua? Eso se escucha desagradable —arruga su
nariz.
—Ya lo descubrirás. Besar es algo natural, Ky, no necesitas una fórmula
o un manual para eso, solo déjate llevar.
—Dejarme llevar, copiado —respira profundo y exhala el aire.
Ruedo los ojos. Está nerviosa.
—Ven —la giro hacia mí.
Tomo el labial rosa y lo esparzo con delicadeza sobre sus labios. Tomo
el lápiz negro y con cuidado delineo el nacimiento de sus pestañas, les paso el
cepillo del rímel y por último un poco de color a sus mejillas y listo.
—Casi tan linda como yo —digo.
—Idiota.
Se gira para mirarse al espejo. Kyra no es de usar maquillaje, pero
cuando lo hace sus ojos verdes resaltan demasiado. Esa es una diferencia que
solo ella y yo conocemos. Sus iris son un tono más claro que los míos.
—Lo vas a flechar —cepillo por ultima vez su cabello y doy un paso hacia
atrás —. Tengo que irme ya, espero que te vaya bien y ya sabes, si decide
acusarte, le aplicas el veneno —guiño un ojo y camino hacia la salida.
—Ty —me llama y giro mi cabeza —. Gracias.
—Es con gusto, gemela malvada —respondo y salgo.
Mi estómago se retuerce. Planear algo no es lo mío, es lo de Kyra. Lo mío
es improvisar y solucionar las cosas cuando ya se han ido a la mierda.
Voy hasta la biblioteca del abuelo, que es donde está Magnus la mayoría
de las veces. Abro la puerta y lo veo sentado mirando del piso.
—Hola —hablo.
Levanta la cabeza cuando escucha mi voz.
—Hola —responde.
Sus ojos grises me miran con seriedad y la odio. Nunca puedo descifrar
que está pasando por su cabeza.
—¿Y Olivia? —pregunto.
—Está en el jardín con los infantes.
—Ah.
Meto las manos en los bolsillos de mi jean desgastado a la cadera. Llevo
una blusa corta que deja a la vista la mitad de mi abdomen. Siento los ojos del
guardaespaldas seguirme mientras detallo los libros en los estantes.
—¿Qué quieres? —pregunta y se pone de pie.
Volteo a mirarlo, está usando su peculiar ropa negra.
—Deshacerme de Olivia y tenerte para mí —confieso y me acerco
lentamente hasta él.
Niega con la cabeza.
—No será cuando tú quieras.
—Ah, pero sí será… —poso mis manos en sus pectorales —. No sabes
lo adoloridos que están mis dedos de pensar tanto en ti, Magnus.
Me pongo de puntitas para tratar de alcanzar su boca, paso mi lengua por
sus labios y de la nada su mano se apodera de mi cuello.
—Tyra, no —advierte.
—¿Qué te lo impide? —llevo mi mano hasta su pelvis y acaricio su dureza
por encima de sus pantalones —. Mira cómo te pongo…
Noto como su quijada se tensiona.
—Tyra, ¿qué quieres?
—A ti… —trato de besarlo nuevamente, pero me detiene.
—Recuerda que soy la excepción a tus manipulaciones.
—Voy a hablarte claro. Somos adultos y todo el asunto —sonrío —. Kyra
quiere entrar a un amigo a la casa, a Alessio, el que me cubrió en mi coartada
y yo te quiero follar a ti, pero Olivia como que no encaja en la ecuación.
—Estás buscando que tu abuelo las prive de libertad de por vida —trata
de irse, pero lo detengo.
—Quiero intentar algo contigo y he conseguido algunos materiales que
nos servirán.
Me poso detrás de su espalda y me pego con cuidado a él. Llevo mis
manos nuevamente hasta su pelvis y desajusto su correa, para luego seguir
con el botón y el cierre de su pantalón. Meto mis manos dentro de su ropa
interior y me recibe la calidez de su piel. La boca se me hace agua. Él está
totalmente inmóvil, sé que lo estoy logrando.
Tomo su miembro con ambas manos y lo libero. Con suavidad empiezo
a bombear su extensión, causándole placer.
—Quiero que me des tan duro, Magnus…
—Tyra.
No entiendo el tono que usa al decir mi nombre, así que acelero aún más
el movimiento de mis manos.
—Quiero que me ahorques, me pegues, me escupas y me insultes… De
solo pensarlo mi pequeña y rosadita vulva ya se encuentra tan mojada… —
acentúo un tono de voz tierno y sensual.
De repente se gira y me toma del cuello. Me encanta cuando lo hace.
Sonrío con perversidad.
—Odio que parezcas un maldito ángel y que en el fondo seas el peor de
los demonios.
—Sé mi dios y fóllame hasta el cansancio hoy.
—Nos vemos a las 7 en tu habitación y realmente prepárate, no podrás
arrepentirte de nada.
Acomoda su ropa nuevamente y se viste. Le lanzo un sonoro beso antes
de que salga azotando la puerta. Dejo salir todo el aire retenido y ventilo mi
cara con las manos. El hijo de puta me pone demasiado.
Desabrocho mi jeans e introduzco una de mis manos. La humedad no me
sorprende y la uso para lubricarme el clítoris y mover mis dedos rápidamente
sobre él mientras pienso en lo que quiero que me haga Magnus, en la forma de
su miembro erecto, en sus besos sobre mis senos y su lengua sobre mi
hinchazón. El ojigris me provoca tantas fantasías que pueden llegar a rozar la
línea de las parafilias.
Desato un orgasmo en su nombre y realmente me preparo para lo que
está por venir.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Kyra
Vuelvo a verme en el espejo. Faltan 5 minutos para que sean las 7 y mis
manos han empezado a temblar. Aliso mi falda y me cercioro de que no tenga
ni una sola arruga, al igual que mi camisa. Tomo la diadema azul y la pongo
sobre mi cabello. Vuelvo a admirar el maquillaje que Tyra me hizo. Rara vez
dejo que ponga sus manos sobre mi cara, pero esta es una ocasión especial.
Detengo mis pensamientos y me doy una cachetada mental. Solo viene
por trabajo y a ver mi biblioteca. He decido no enseñarle hoy a Perro y Gato.
Iré paso a paso, no quiero que piense que soy una loca.
—Olivia se ha ido —la voz de Tyra me hace dar un salto.
—¿Segura?
—Segurísima. Estaré en mi habitación haciendo… cosas. No me
molestes y yo no te molestaré, ¿de acuerdo?
No quiero saber qué es lo que va a hacer así que asiento con la cabeza.
—Iré hacia la puerta trasera, pronto llegará —paso por su lado para salir.
—Hey —me detiene —. Deja que todo fluya y relájate —besa mi cabeza
y sale dando saltos por todo el pasillo.
Respiro hondo y trato de en serio calmarme. Vuelvo a mover mis piernas
hasta llegar a la puerta trasera. Quito las plantas enredadas en la cerradura y
cuando la abro, veo a Alessio recostado contra la pared.
—Che bello rivederti —«es bonito verte otra vez».
Dibujo una sonrisa en mi rostro.
—Puntual —reparo.
—No sabía cuanto me iba a tomar llegar aquí, así que salí un poco más
temprano —dice y se incorpora.
Su altura me intimida un poco.
—¿Cuánto tiempo es “más temprano”?
—Una hora —pasa por mi lado y se detiene para mirar la casa —.
Realmente eres millonaria.
—¿Llevabas una hora esperando?
Se gira para observarme.
—No te preocupes, el tiempo no importa cuando es bien gastado —
sonríe.
—Gracias —digo sin saber por qué.
—¿De qué? —pregunta divertido.
—Por eso —señalo la puerta trasera.
Sus ojos se abren exageradamente.
—Casi lo olvido —dice y vuelve afuera. Cuando entra, mis ojos caen en
el ramo de girasoles que sostiene en sus manos y en la barra de chocolate
blanco que me ofrece —. Algo me dijo que te gustarían los girasoles.
Tomo ambos detalles en mis manos y recuerdo que Eldoris puede salir
en cualquier momento.
—Vamos antes de que alguien nos vea —le digo tratando de salir del
trance que me han generado sus regalos.
Ingresamos a la casa y lo llevo directo al sótano. Va a pensar que estoy
tan loca, eso es más que seguro. He cubierto los cristales con bolsas negras
por fuera para que no se vea nada.
—He salido con chicas antes y puedo decir que ninguna jamás me ha
hecho bajar a su sótano —dice mientras descendemos las escaleras.
Mi estómago se comprime aún más.
—Lo siento, yo…
—No lo sientas, Ky —se mueve por el lugar admirando todo —. Puedo
apostar que ningún sótano hubiese sido como este. Me gusta.
Dejo las flores sobre la mesa y con delicadeza toco los pétalos de la flor.
Jamás había visto un girasol en persona y por supuesto, jamás nunca nadie
me había regalado flores.
—¿Te gustaron? —pregunta detrás de mí y doy un pequeño salto.
—Oh, sí. Claro que sí —doy media vuelta y quedo frente a él —. Están
bellissimos. Grazie.
Nuestros ojos y sonrisas conectan por unos segundos y luego él
carraspea.
—Así que… Cuéntame sobre este lugar —pone sus manos en jarras.
—Mi madre, Aphrodite, era una gran doctora e investigadora. Nuestro
abuelo sufre de leucemia mieloide aguda y ella trabajó durante años para tratar
de encontrar algún tratamiento o cura.
Alessio me escucha con atención mientras se mueve detallando cada
objeto del lugar, hasta llegar al estante de libros.
—Qué gran colección —dice mirando cada tomo —. ¿Y lo logró? —me
mira.
—Consiguió un par de cultivos de células Hela y trabajó en torno a ellas
hasta su muerte.
—Oh, lo siento mucho.
Niego con la cabeza.
—No te preocupes, fue hace muchos años —me muevo hacia la nevera
especial —. Estas son —señalo a través del cristal.
—Siento que he perdido todo mi tiempo en la universidad, tienes al
alcance más conocimiento e instrumentos que las personas de ese lugar —sus
ojos caen en los recipientes que contienen las células —. Increíble.
—Mi madre tenía diarios y siempre escribía todo. He leído hasta sus más
nefastos apuntes.
—¿Podría…? —señala los libros sobre la mesa.
Asiento la cabeza y toma una en sus manos. Lee con atención y frunce
su ceño, al mismo tiempo que muerde su dedo pulgar.
—Affascinante —susurra.
Sigo mostrándole cada tomo y cada diario importante que mi madre
redactó. Alessio me presta la mayor de las atenciones y aporta deducciones
que nunca había podido escuchar de nadie más y con nadie más me refiero a
Tyra. A ella tenía que explicarle con palabras simples, Alessio me entiende
cada término y me habla de la misma manera.
Aquí abajo me siento en mi mundo y me alegra la idea de que ahora tengo
con quien compartirlo.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Kyra
Cuando miro el reloj plateado en la pared, puedo apreciar que son más
de las nueve de la noche. Alessio no para de hablar sobre las células y lo que
ha entendido de todo lo que ha leído, y yo no paro de mirarlo.
—Kyra —dice. Pestañeo varias veces para salir del trance en el que
estaba —. No me estabas escuchando, bella —toma un mechón de mi cabello
y lo lleva detrás de mi oreja.
—Lo siento, estaba pensando en… mi hermana. Tuvo que meterse en
algunos problemas para que pudieras estar aquí y me preguntaba donde podría
estar —miento, pero a la vez digo algo real.
Espero que Ty esté bien. La verdad es que me distraje mirando su rostro
y sus expresiones.
—Si quieres puedo irme ya, no quiero causar más problemas —intenta
ponerse de pie.
—No causas ningún problema —vuelvo a mentir porque no quiero que se
vaya aún —. Si te vas más tarde será mejor, Eldoris ya estará en su quinto
sueño y… —caigo en cuenta de mi palabras —. No quiero decir que tengas que
quedarte hasta tarde si no quieres, solo digo que…
—Hasta más tarde será, tampoco tengo ganas de irme aún —dice y
vuelve a sentarse a mi lado. Las comisuras de sus labios trazan una curva hacia
arriba y su mano vuelve a acariciar mi cabello —. Bellezza e intelligenza, una
combinación que muy pocas personas ostentan.
—Más que inteligencia, podría llamarse locura —susurro, pero sé que me
escuchó.
—De la locura han salido los mejores inventos. Mira a Da Vinci, abrió
cuerpos inertes, aun cuando en su época era ilegal, para pintar lo que había
adentro y retratar cada detalle de nuestra anatomía. Galileo, que se aventuró a
decir que la tierra no era plana y casi lo queman vivo —se pone de pie y se
acerca hasta mi silla, posa sus manos en mis mejillas y nuestros ojos vuelven
a conectarse, pero esta vez más cerca —. El progreso es una locura que
debemos estar dispuestos a experimentar.
Sus palabras calan en cada parte de mi cuerpo, su toque se siente hasta
el interior de mis huesos y su aroma se impregna en cada partícula de oxígeno
que respiro.
Todo en él se siente tan bien y me hallo fantaseando en cómo sería
besarlo… en cómo al menos sería un beso. Por inercia me relamo los labios y
toda la atención del italiano recae en la acción. Sus ojos grises rayando en
blanco, se han tornado opacos y su boca se ha entreabierto.
No sé que hacer, no sé cómo continuar, realmente quiero besarlo, pero
no quiero asustarlo. Tal vez él no quiera lo mismo y…
Callo mis pensamientos y dejo seguir a mis instintos naturales, quienes
se apoderan de mi albedrío y terminan sellando mis labios con los de Alessio.
Cierro mis ojos y no muevo mis labios, solo me empeño en sostener la unión
que me da la sensación de tener mil girasoles en el estómago.
Alessio se echa hacia atrás y me mira sorprendido.
Lo he estropeado.
—Lo siento, yo no…
No me deja terminar de hablar porque vuelve a besarme sin previo aviso
y esta vez siento su boca moverse sobre la mía. Imito sus movimientos y dejo
que todo fluya. Cada segundo que avanza siento que necesito más de él, sabe
a chocolate blanco y a menta, huele delicioso. Llevo mis manos hasta su
cabello y me pongo de pie para deleitarme aún más de la gran obra de arte que
es este hombre. Nuestros cuerpos se juntan y las manos de Alessio viajan
hasta mi cintura. Debo ponerme de puntillas para facilitarle el beso.
El beso… Mi primer beso. El primero y sé que será el mejor de toda mi
vida.
Una tos seca se escucha al fondo y Alessio gira su rostro para averiguar
de dónde proviene.
—¿Qué fue eso? —pregunta agitado sin soltarme.
Mierda.
—Yo… Eh... —me separo de él y busco alguna excusa.
—¡Agua!, ¡por favor! —dice uno de ellos y lo identifico, es Perro.
—¿Kyra? —Alessio pregunta un tanto extrañado. Al ver que no respondo
va hasta el lugar de donde provino la voz y arranca de un solo tirón los plásticos
que cubrían las celdas —. Mierda.
Creo que sí tendré que recurrir al veneno… Bueno, al menos lo besé.
—Escucha primero la historia que hay detrás de todo antes de que sacas
conclusiones que no son y…
—¿Practicas con ellos y las células Hela? —me mira y luego vuelve a
ellos.
—Sí, pero no es como piensas. Ellos son…
—Tus conejillos de indias —agrega.
—Sí, pero se lo mereci…
—Infórmame de su evolución —pide y se dirige a revisar las carpetas que
cuelgo afuera de cada celda.
—¿Qué? —doy un paso hacia él.
—¿Han respondido bien?, ¿qué enfermedades les has inyectado?
—Pero…
Alessio se acerca a mí.
—El progreso es una locura que debemos estar dispuestos a
experimentar, ¿recuerdas?
—Eran violadores —suelto.
—No importa, Kyra. Voy a decirte algo y espero no sonar grosero o crudo,
pero a la final… ellos siguen siendo personas y tú no eres un ser impartidor de
justicia para adjudicar que castigo se merece cada uno, pero si te tranquiliza el
hecho de que eran personas horribles, quédate con eso. Pero como futura
médica debes saber que cualquier vida, sin importar la reputación de la
persona, es importante; pero más importante aún es el progreso —toma mi cara
entre sus manos —. ¿Sabes que tienes el futuro en tus manos? Claro que lo
sabes y por eso mismo, no importa si quienes están allí fueron los mejores
seres humanos del mundo.
Sus palabras me dejan sin las mías y lo único que puedo hacer es asentir
con la cabeza. Me zafo de su toque y decido explicarle que pasa con cada
“paciente”.
—Están conmigo desde hace tres años. Él es Perro y él es Gato.
—Creativa.
Ignoro su comentario y sigo hablando.
—A Gato las células lo han mejorado, pero a Perro lo han enfermado más
y no entiendo la razón —paso una mano por mi cabeza.
—Su genética.
—Ya la estudié, ninguno tiene enfermedades hereditarias, son… eran
extremadamente sanos.
—¿Qué cantidad les aplicaste a cada uno? —cuestiona.
—La misma, 5ml semanales.
—¿Has intentado aplicarle más o menos a Perro?
Niego con la cabeza.
—No lo había pensado, el componente tiene la cantidad exacta para
atacar las células enfermas.
—Tal vez en Perro esas células de la enfermedad se reproduzcan más
rápido haciendo que el componente sea insuficiente, o más lento, haciendo que
el resto ataque a las células buenas —objeta.
Me quedo pensando por unos segundos. Nunca lo había pensado de esa
manera…
—Tendría que estudiar sus cultivos después de inyectarle una
enfermedad…
—Para saber cuántas células Hela va a necesitar. Personalización, le
llaman —dice y golpea con delicadeza su hombro con el mío.
Me lanzo hacia él y me empino para impactar mis labios con los suyos.
La emoción no me deja pensar.
—¡Manos a la obra, entonces! —me separo y camino hasta la nevera —.
¿Tienes algo que hacer más tarde o quieres ayudarme en esta locura?
Me mira divertido.
—Si me das otro beso, te ayudaré en cada maldita locura que se te ocurra
por el resto de la eternidad.
—Ese es un tiempo muy largo —reparo y él me toma del brazo.
Me acerca a su pecho y nuestros labios se rozan.
—Dar suerte que estoy libre.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Tyra
—¡Dios! Casi me matas del susto —llevo la mano hasta mi pecho.
Magnus ha entrado sin tocar y se ha parado detrás de mí mientras veía
los arboles danzar por la ventana.
—Parece que viene una tormenta —detalla.
—Y de las fuertes.
—No tan fuerte como lo que pasará dentro de estas paredes —susurra
en mi oído.
Me giro para mirarlo.
—Enséñame —pido.
—No, no voy a enseñarte, bonita. Voy a usarte —dice y me toma del
brazo. Me lleva hasta el centro de la habitación —. Arrodíllate.
Obedezco su orden y lo veo sacarse la correa de los pantalones. Se
agacha a mi lado y con fuerza ata mis manos detrás de mi espalda. Se
incorpora y se posa frente a mí. Su mano acaricia mi mandíbula y tomo aire
para estar listar para lo que viene.
Mete su dedo pulgar en mi boca y lo succiono. Su otra mano libera su
miembro erecto y abro aún más para que lo introduzca. Hace días quería volver
a hacer esto, saborearlo otra vez.
Muevo mi cabeza de atrás hacia adelante con lentitud. Una de sus manos
se apodera de mi cabello y lo envuelve. Me tiene a su merced y mi corazón late
más rápido porque todo mi cuerpo sabe que lo que viene no será nada suave.
He dejado de mover mi cabeza porque ahora es él quien penetra mi boca
a su gusto. Siento como la punta de su erección llega hasta lo más profundo
de mi boca, haciendo que un par de arcadas y tos se hagan presentes. No
aminora en ningún momento la velocidad, se ha vuelto aún más rudo y mi cuero
cabelludo ha empezado a arder.
De la nada se aleja y se inclina. La palma de su mano impacta en mi
mejilla, mi cara se ve obligada a girar, pero cuando vuelvo a mirarlo, le doy una
sonrisa vil.
—¿Vas a hacer lo que te pida? —pregunta en un susurro.
—Lo que tú quieras —miro su boca y trato de besarlo, pero me detiene.
—Los besos son demasiado suaves para estas situaciones —se yergue
y vuelve a penetrar mi boca.
No me molesto en cerrar mis labios, pues las embestidas son tan rápidas
y profundas que no quiero lastimar su extensión. Estoy poniendo todo de mi
para no devolver el contenido de mi estómago, pero su erección está
traspasando el fin de mi boca y llegando al inicio de mi garganta.
Las arcadas empiezan a hacerse más constantes y la tos que no puedo
liberar obliga a mis ojos a derramar lágrimas. El aire también me esta faltando,
pero él está tan excitando con mi sumisa imagen que sé que no se va a detener.
Sus penetraciones siguen y los músculos en mi cara han empezado a
doler. No aguanto más, mi estómago… Me echo hacia atrás para liberarme y
vomito a un lado.
—No debías hacer eso, bonita. De pie, viene tu maldito castigo.
Me levanto y lo miro.
—Quiero algo.
—No.
—Te va a gustar y me va a doler.
—¿Qué es? —indaga.
Me desnuda con rapidez, y al llegar a mi pequeña blusa, la rompe en dos.
Libera mis senos y se prende de uno de ellos, echo mi cabeza hacia atrás.
—Quiero que me penetres por delante y por atrás…
—Eso lo hicimos la vez pasada —dice y muerde uno de mis pezones.
El ardor se instala en esa zona sensible.
—Lo sé, lo quiero a la vez…
—No tenemos nada con que ayudarnos.
—Túrnate.
Se incorpora y me mira.
—¿Dónde viste eso?
—Llevo noches imaginándolo.
—Qué bonita imaginación —repara mientras aprieta mis pezones.
El placentero dolor hace que me retuerza.
—¿Lo harás?
—Sí —responde.
Me toma del cuello y me empuja hasta la cama. Agradezco haberme echo
el enema una hora antes y haber anestesiado un poco aquella zona que no
lubrica por si sola.
Magnus efectúa su completa desnudez y desde aquí admiro nuevamente
su cuerpo. Muerdo mi labio y hago una foto mental para mis noches de soledad.
—Primero atrás —susurra y abre mis piernas.
Escupe el lugar y luego su verga. Se posa encima de mí y empieza a
tratar de llenar la mitad de mis glúteos con su grandeza. Muerdo mi labio para
evitar que cualquier sonido salga de mi boca. No duele tanto como la vez
pasada gracias a la anestesia, pero la incómoda sensación no deja de ser
extraña.
Un par de minutos después cuando ya se ha enterrado por completo en
mí, empieza a moverme de atrás hacia adelante, reproduciendo el sonido típico
de nuestras carnes chocar.
—¿Lista?
Asiento con la cabeza.
Magnus me voltea con agilidad. Mi pecho y cara quedan contra la cama
y mis glúteos se levantan hacia él junto con mi zona rosa expuesta.
Siento su miembro entrar en mi vagina, para luego salir e introducirse en
mi ano. Vuelve a mi vagina y luego a mi ano. La sensación me abruma y me
lleva al borde de un dolor y placer que jamás había experimentado. Sigue
turnándose de entrada y cada vez aumenta más la fuerza y rapidez de los
embistes.
Mi corazón ha empezado a golpear mi pecho con más fuerza y mi cuerpo
no para de temblar, y se me hace el difícil sostenerme debido a que tengo las
manos atadas. Magnus está haciendo y deshaciendo conmigo lo que quiere.
Estoy a su disposición y eso me encanta.
—¡Insúltame, maldito hijo de puta!
—¡Tú eres la maldita hija de puta! —exclama clavándose atrás hasta el
fondo —. Vuelve a insultarme y voy a marcarte.
—¡Hijo de puta!
Me levanta del cabello y su boca ataca mi cuello. Muerde y chupa la
delgada piel y sus dedos se envuelven en él presionando con fuerza. Sus
penetraciones se quedan en ese lugar y su otra mano viaja a mi vulva para
torturarme aún más de placer. Una palmada en esa zona sensible me obliga a
soltar un pequeño grito.
—No grites, maldita.
—Es lo que causas, imbécil. Dame más.
Magnus vuelve a impactar su mano con más fuerza contra mi hinchazón
y esta vez muerdo mi labio.
—Muy bien —me empuja y vuelvo a caer contra la cama.
Sus estocadas vuelven a ser turnadas. Mi cuerpo no distingue ya lo que
duele y lo que disfruto. Tiemblo cada vez que se toma más tiempo atrás y
respiro cuando se enfoca en mi vagina. Estoy tan a punto de llegar… Lo
necesito más ahí.
—Fóllame la vagina, maldita sea. Estoy por venirme.
—No me des ordenes, hija de puta —toma mi cabello y se clava con más
fuerza atrás.
Su pelvis golpea mis glúteos con tanta fuerza que siento el dolor hasta en
los huesos. La palma de su mano impacta repetidas veces en uno de ellos y
siento como desfoga su orgasmo en mi interior.
—Eres un puto egoísta —gruño.
Sale de mí y me voltea. Clava su boca en mi vulva y muerde mi clítoris.
Mis piernas aprisionan su cabeza y su lengua empieza a darme las mejores
caricias de toda mi vida. No tiene que trabajar mucho, porque en menos de dos
minutos estoy gritando su nombre y retorciéndome sin liberarlo de entre mis
piernas.
Esa noche, después de una ducha, todo se repite y no sé en que
momento caigo dormida a su lado.
Capítulo 13
Kyra

Alessio se ha deshecho de su chaqueta de cuero, ha empezado a trabajar


a mi lado y sigue tan concentrado que no se ha dado cuenta que llevo mirándolo
más de tres minutos seguidos. He terminado mi parte, pero la suya es un poco
más complicada.
—Listo —anuncia.
Espabilo y me acerco a su lado para mirar por el microscopio.
—Affascinante —pronuncio.
—Vamos, inyectémoselo.
Voy por un par de jeringas y las llenamos con el nuevo y personalizado
suero. Espero que Perro lo asimile bien esta vez. Me pongo el traje de
protección y entro a la celda de vidrio. Perro está atado y dormido. Inyecto la
vena de su brazo y salgo con rapidez del pequeño espacio.
Miro a Alessio. La blanca piel de su rostro se ha manchado con ojeras
debajo de sus ojos. Su cabello está despeinado y no noto que sus ojos también
están puestos en mí.
—Me agrada esto —dice.
—¿A qué te refieres? —pregunto un tanto avergonzada.
—A que no soy el único que está impresionado aquí —sus manos se
deshacen de mi máscara de seguridad —. ¿Puedo volver a besarte?
No le respondo porque soy yo quien vuelve a tener la iniciativa de unir
nuestros labios. Sabe tan bien y siento que podría hacer esto por horas.
Se separa un poco y toma los mechones sueltos que rodean mi rostro
para guardarlos detrás de mis orejas.
—No eres un ángel —habla sin dejar de mirarme —. Sei una dea
straordinaria.
—No puedo aceptarte ese cumplido —reparo.
—¿Por qué? —frunce el ceño —. Las diosas tienen el poder de crear y
tú... —observa y señala todo el lugar —. Has creado algo que cambiará el
mundo.
—Tus cumplidos me están elevando el ego, espero que luego no sea un
problema —digo y esta vez soy yo quien levanta la mano para acariciar su
mejilla.
Quiero decirle que también es alguien extraordinario para mí, pero las
palabras no salen de mi boca.
—Nada sería un problema viniendo de parte tuya —vuelve a besarme y
esta vez lo hace con más delicadeza.
Le doy como respuesta una gran sonrisa a falta de palabras.
—Tengo miedo —susurro mirando el piso.
—¿Por qué?
—Eso —miro hacia las celdas de vidrio —. Es una salvación, pero
también es una destrucción, Alessio.
—No entiendo el por qué podría ser una destrucción.
—El componente tiene como objetivo curar, pero si se emplea de un
modo distinto... Destruye. Cuando se deja expuesto cierto tiempo y se combina
con oxígeno o se ingiere, se convierte en un veneno.
—¿Cómo lo sabes? —pregunta serio.
—Un día me surgió la duda de saber qué pasaba si se come y le pedí a
mi abuelo que me regalara un hámster.
—Personas, animales... —ríe —. Definitivamente no eres un ángel.
—Ya me creí lo de “diosa”, no hay marcha atrás —lo miro —. Continuo.
Se lo di al hámster y horas después lo encontré con su nariz y patas de color
verde. Sus ojos también estaban igual junto con su cavidad bucal —explico y
me muevo por el lugar para enseñarle unas fotos que tomé —. Cuando le hice
una pequeña autopsia, encontré que también estaba verde en su interior y un
olor fétido lo acompañaba.
Tomo una pequeña caja donde guardo todas las fotos que tomo aquí
abajo y se la extiendo.
—¿A qué conclusión llegaste? —pregunta mirando cada imagen.
—Ninguna. No sé qué pudo pasar. Todo se veía normal, pero su sangre
y los tejidos eran de un verde tan...
—¿Cómo el de tus ojos? —frunce el ceño.
—Sí, como el de mis ojos, aunque sea un referencia extraña.
—Conseguiré otro animal para que lo estudiemos juntos —me entrega la
caja —. Tampoco se me ocurre que pudo haber pasado.
Asiento con la cabeza y abrazo la caja. Mis ojos caen en el reloj de la
pared. Son más de las cinco de la mañana.
—Alessio —digo y me gano su atención.
—¿Sí?
—Espero que sea innecesario decirte que por favor esto no se lo digas a
nadie.
—Es innecesario. No abriré mi boca, puedes confiar en mí.
El sonido de algunos pasos fuertes arriba me alertan, para luego dejarse
de escuchar.
—Debe ser, Ty —pienso en voz alta.
—Debería irme. Pronto amanecerá y no quiero causarte problemas —se
gira para buscar su chaqueta.
—Respondería lo mismo que me dijiste, pero la verdad es que sí, me
causarías un montón de problemas —me siento sobre una de las mesas.
—Lo sé, dea y por eso me voy —se planta frente a mí —. ¿Nos vemos el
lunes después de clases?
—Nada me gustaría más —sonrío y dejo la caja a un lado.
—Gracias —susurra y seguido deposita un beso sobre mis labios —, por
confiarme esto.
—No. Gracias a ti por ayudarme a solucionarlo, llevaba meses tratando
de averiguar qué pasaba.
—Seremos un excelente equipo entonces.
—Siendo así, bienvenido a mi club.
—Encantando —se separa y me ofrece una reverencia —. Me retiro, mi
diosa.
—Ve con cuidado, mi ángel.
Se incorpora y sonríe de oreja a oreja. He logrado otra de sus sonrisas.
—Vamos bien, ya tenemos sobrenombres —guiña un ojo y se pierde
escaleras arriba.
Echo la cabeza hacia atrás y me quedo pensando en nuestra extraña
primera “cita”. No dejo de sonreir como idiota hasta que Perro llama mi atención
y se levanta vomitando.
Me aproximo a la celda y me fijo en el color del vómito.
Verde.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Tyra
Busco el cuerpo de Magnus en la cama, pero lo único que halla mi toque
es el vacío a mi lado. Me remuevo y el dolor en todo mi cuerpo me obliga a
soltar un quejido.
El sol naciente entra de a poco por la ventana que no cerré y el sonido de
los pájaros cantando es lo único tierno que rodea mi entorno después de los
recuerdos de anoche.
Temo mirarme en el espejo, temo siquiera levantarme de esta cama, pero
mi vejiga me lo pide a gritos. Hago un esfuerzo y voy directo hacia el baño.
Después de dejar ir todo, me incorporo e ingreso a la ducha. El agua fría golpea
cada mancha morada que tiene mi piel y levanto la cabeza para fijarme en el
reflejo que me regala el espejo que tengo al frente.
La piel de mi cuello es un desastre, mis senos no se quedan atrás. Mis
piernas tienen rastros de los fuertes dedos de Magnus y mis gluteos... Sin
palabras.
Cada hueso me duele, fue un salvaje y no puedo replicar nada porque me
gustó. Lo manipulé a mi antojo para que hiciera lo que yo quisiese y planeo
seguir haciéndolo porque jamás mis orgasmos habían sido tan excepcionales.
Magnus cree que me está usando, pero lo que no sabe es que el usado
aquí es él.
Salgo de la ducha, me visto con ropa abrigada y me aventuro hacia el
cuarto de Kyra. Necesito todos los detalles de su cita.
—¿Hola? —ingreso en el cuarto a oscuras.
No veo a nadie por ningún lado, la cama está intacta. Tal vez se quedó
dormida abajo. Tal vez todavía esté con Alessio... pero hay algo en mi interior
que me dice que no, que baje en su búsqueda.
Paso por la cocina y escucho las voces alegres de los niños junto con
Eldoris. Anoto en mi cabeza pasar tiempo hoy con Rosie.
Voy hasta la entrada secreta y bajo las escaleras con cuidado. Todas las
luces están prendidas y lo primero que ven mis ojos es a Kyra mirando ambas
celdas. Una de ellas está llena de vómito verde en todo el piso y el sujeto de
esa misma celda yace acostado sobre el piso.
—¿Ky? —hablo y su cabeza se levanta —. ¿Qué pasa?
—No lo sé.
—¿Qué?, no entiendo... —me acerco más a ella.
Está llorando.
—Murió, Tyra. Perro murió —solloza.
Reposo mi mano en su espalda y comienzo a acariciarla de arriba a abajo.
—¿Qué sucedió? —me inclino un poco.
—Analizamos la enfermedad en su sangre y le aplicamos una dosis aún
más alta... más personalizada, como dijo Alessio... Alessio. Tengo que llamarlo
—se pone de pie —. ¡Mierda! —tira la silla al piso —. No tengo su maldito
número —vuelve a sollozar.
Mis ojos vuelven a caer en el cuerpo inerte, mientras Kyra se mueve por
todo el laboratorio. Está histérica y no quiero cruzarme en su camino.
—Es peligroso entrar ahí, ¿cierto? —pregunto.
—¡Sí! ¡No te acerques! —me toma del brazo y me hala.
—Vamos a necesitar ayuda para sacarlo de ahí. Pronto empezará a
descomponerse y...
—Mierda, no creo que Alessio pueda ayudarnos con eso —se queja y
deja caer su cabeza sobre la mesa.
Realmente está afectada.
—Magnus —digo.
—No —se incorpora.
Tiene la nariz y ojos rojos de tanto llorar.
—Sí —camino hasta su lugar —. Él tiene contactos y tenemos que
hacerlo hoy antes de que Xhantus llegue. Hazte cargo de Olivia y los niños,
pide que te lleve de nuevo a un picnic.
—No voy a confiarle esto a Magnus.
—¿Y por qué a Alessio sí? —objeto.
—¡Porque sabe y estudia lo mismo que yo! Y... —titubea.
—¿Y?, solo confías en él porque te gusta y es lindo.
—No soy tan superficial, no soy como tú que se le tira al primer hombre
que ve solo porque es atractivo.
Doy un paso hacia atrás.
—Vaya —río —. Por lo menos sé lo que quiero y no me pongo con
estupideces de rechazar al chico que me gusta solo para parecer más
interesante.
—¡Por lo menos yo no tengo que usar esa maldita ropa porque un maldito
enfermo me folla y me pega al mismo tiempo!
—¡Se llama sadomasoquismo!, pero te crees tan puritana y... ¡Eres una
vil asesina!
Una enorme carcajada sale de su boca y lleva sus manos hasta su
vientre.
—No hablemos de asesinas aquí cuando tú y tu viejo amigo decidieron
incendiar un auto con alguien adentro —se aproxima amenazante.
—Se lo merecía.
—Ellos también se lo merecían. Así que cierra tu maldita boca y en tu vida
vuelvas a llamarme asesina —me señala con su índice.
Doy un paso más y alzo la cara.
—En tu vida vuelvas a meterte con mis gustos y busca quien te ayude,
porque acabas de dañar el puto día —digo y me doy media vuelta para irme.
—Ty —ella habla y detengo mi andar, pero no volteo —. Sabes las reglas.
—Me llamaste asesina.
—¡Tú lo hiciste!
Me giro y le doy una mirada fría. Me cruzo de brazos y trato de apaciguar
mi enojo por las reglas. No se pueden romper, hicimos un juramento.
—Te odio.
—Yo lo hago más —ríe.
Oculto mi sonrisa. No puedo estar enojada mucho tiempo con ella, es mi
mejor amiga.
—Necesitamos a Magnus —repito.
Ella mira al techo y toma aire para luego soltarlo.
—Todo se va a ir la mierda. Lo presiento.
—Lo mataré si eso llega a suceder —camino nuevamente al centro.
—Debe estar super entrenado, ¿cómo lo matarás?
Me encojo de hombros
—Con eso —señalo el hombre en el piso —. Ellos también estaban
entranados y mira.
—Voy a destruir esa mierda. Es un veneno.
Niego con la cabeza.
—Es un arma y las armas son más caras e importantes que los escudos
—me agacho frente a la celda para detallar el desastre —. El orden mundial no
quiere una cura, Ky. Una cura significa hacer el bien y nosotras no somos el
bien, nuestra familia no es el bien y tú no vas a heredar el bien —me pongo de
pie y me paro frente a ella —. Esto te convertirá en la mujer más poderosa de
la Ndrangheta y del resto de mafias. No habrá competencia. Lo que acabas de
crear aquí... —miro atrás y vuelvo a ella —, nos hará indestructibles.
Su rostro se transforma al momento de escuchar mis palabras. No voy a
dejar que Kyra se convierta en una simple doctora que cura enfermedades, ella
merece más.
—No erré, hice algo mejor, ¿a eso te refieres? —pregunta y yo asiento
con la cabeza —. Necesita un nombre entonces.
—Mmm, al primero lo nombramos “Anfarwol” y esa sería la “cura” —
deduzco —. Este es el veneno y...
—Tuve que trabajar el doble para crearlo, aunque no lo creas —agrega.
—Doble...
—Geminus —dice.
—Proyecto Geminus —repito — Me gusta.
Capítulo 14
Alessio

Siempre he creído en el destino y que la vida es un conjunto de elecciones


que no pudieron haber sido tomadas de otra manera. No existe un hubiera y
jamás lo habrá. Todo lo que sucede tiene un motivo y va de acuerdo con tus
acciones.
Y no sé qué decisión he tomado mal para que esto me esté pasando.
La llanta trasera de la moto se ha estancado en el lodo y este se ha
secado. Llevo más de una hora intentando moverla y solo he logrado que el
guardabarros se rompa un poco.
Lo único que podría salvarme es que volviese a llover.
Me siento al lado del gran árbol de manzanas y me recuesto en él. No he
dormido nada y el cansancio ha empezado a hacerse presente en mi sistema.
Pero lo ha valido. He visto a Kyra y he tenido frente a mí las famosas
células Hela. Y al fin pude probar los labios de esa castaña de ojos verdes. El
recuerdo marca una sonrisa involuntaria en mi rostro.
—¿Estás drogado?
La voz de un hombre me saca de mis pensamientos y me pone en estado
alerta. De inmediato me pongo de pie.
—Yo no…
—No deberías estar aquí, es propiedad privada —dice el hombre vestido
completamente de negro.
Lo reconozco, es quien habló conmigo después de ayudar a Tyra en su
coartada.
—Estaba por irme, pero mi moto… —señalo la llanta.
—¿Fuiste tú quien entró a la casa? —pregunta y se cruza de brazos.
—No, solo pasaba por aquí y…
—No sabes mentir —interrumpe —. Sé que entraste porque alguien me
manipuló para que lo hicieras.
—Lo siento, de verdad estaba por irme —meto las manos en mis
bolsillos.
Tal vez voy a tener que irme a pie.
—¿Por qué viniste?, ¿qué hiciste ahí adentro? —pregunta mientras lo
siento detallar mi rostro.
—Solo vine a ayudar a Kyra con algo —respondo.
—¿Con qué?
Recuerdo lo que la castaña me pidió.
—Tarea.
—¿Hasta la 5 de la mañana?
—La universidad es así —me encojo de hombros.
—Vuelvo y repito, no sabes mentir —me señala y mira hacia otro lado —
. Vamos te llevo, luego mandaré a alguien para que la saque y te la deje en tu
parqueadero.
Lo sopeso durante unos segundos y a la final accedo. Hoy tengo que
verme con alguien que no quiero ver y quiero llegar a descansar al menos unas
horas.
—Gracias —pronuncio.
El hombre se da media vuelta y camina cerca de la casa, lo sigo a paso
apurado. Ambos subimos al auto estacionado a unos cuantos metros de la casa
y emprendemos la ida hacia Atenas.
Ninguno habla y lo prefiero así. Él es de esas personas que no agradan
sin siquiera conocerlas.
Menos de una hora pasa cuando se estaciona frente al edificio donde
vivo. Tomo la manija para salir, pero su voz me detiene.
—Es mejor que te alejes.
Frunzo el ceño.
—¿Por qué tendría que hacerlo?
—Sé quién eres y no les conviene que estes cerca de ellas.
Niego con la cabeza. Eso es imposible, he borrado cada rastro que me
une a mi apellido real.
—No sé de qué habla.
—¿Te suena el apellido Armani? Debería hacerlo y mucho.
Mis pensamientos se detienen y trato de buscar una rápida salida para
evadir su acusación.
—Si sabe quién soy, también sabe que la que se tendría que alejar es
ella. Le da la advertencia a la persona equivocada.
—A ella también se la daré.
Me quedo unos segundos en silencio.
—No le diga nada, por favor. He renunciado a todo —hablo con
preocupación.
Kyra me gusta y no quiero que mi maldito pasado y la ruina que tengo por
familia, impida que me acerque a ella.
—En ocasiones es mejor vivir en la ignorancia —agrega y yo decido salir
del auto.
Azoto la puerta y entro a los pasillos del edificio para subir hasta mi
dormitorio. Cuando abro la puerta, una persona parada frente a la ventana y
despaldas me causa una migraña inmediata.
—¿Cómo se llama? —pregunta.
—¿Cómo se llama quién? —inquiero y cierro la puerta detrás de mí.
—La chica con la que has pasado la noche —dice y se da media vuelta.
Esta vestido con un traje bastante costoso. Me recuerdan a los que yo
solía usar.
—Calliope —miento.
Alza las cejas y frunce la boca.
—Al parecer te gusta bastante, ¿cuánto llevan saliendo ya?
—Solo es sexo —respondo y empiezo a quitarme la chaqueta y los
zapatos. Me tiro sobre la cama y tapo mi rostro con una almohada —. Necesito
dormir, es muy temprano para soportarte.
—No sé por qué mi padre te admira tanto. Entre los dos, aquí tu pareces
el menor.
Me siento y lo miro divertido. Mi hermano está por cumplir los 16 años y
actúa como alguien de 30. Es tan diferente a mí, empezando por el físico. Enzo
Armani tiene el cabello rubio y los ojos azules, y esto se debe a que su madre
es diferente a la mía.
—Por eso hui —señalo toda su anatomía —. Están robando tu juventud
y tus propios sueños. Te están moldeando como el mafioso que ellos quieren
que seas y no como la persona común y corriente que aspira a algo más.
Ríe y también niega con la cabeza.
—¿Por qué querría ser alguien común? Tengo todo el dinero que quiero,
los lujos, los autos…
—¿A costa de qué? —me pongo de pie —. Asesinar, traficar, traicionar,
falsificar…
—¡Nacimos para esto! ¡Eres el maldito Alessio Armani, heredero de la
Cosa Nostra!
—¡No! Soy Alessio Salvatore, futuro médico y científico —me acerco
amenazante. Soy más alto que él y eso ayuda —. Lárgate ahora mismo, Enzo.
—Puedes engañar a todo mundo y hacerte pasar como el mejor pacifista,
pero la familia te conoce… yo te conozco y sé lo que has hecho y de lo que
eres capaz. Padre te necesita, está enfermo y si muere ya sabes lo que sigue,
Antonella y la unión con su familia también te espera. En tus venas está el mal
y no puedes seguir reprimiéndolo —termina de hablar y me da una palmada en
el hombro que esquivo.
Me mira por última vez y sale azotando la puerta. Echo mi cabello hacia
atrás y vuelvo a lanzarme a la cama.
Solo espero que Enzo pueda cumplir su mayoría de edad antes de que
mi padre muera, porque si no, el destino que me tocará no será construido en
base a mis elecciones, si no a las de alguien más.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Magnus
De regreso a la mansión veo a Tyra sentada en la entrada. No tiene su
típica cara de alegría ilimitada y entiendo que eso significa algún problema. Una
semana en esta casa y ya he matado a alguien sin querer.
—¿Ahora qué pasa? —pregunto.
—Necesito que me ayudes con una situación un tanto confidencial y con
un tanto me refiero a mucho —se pone de pie.
Lleva puesta su peculiar ropa juvenil, pero esta vez no luce su piel
descubierta. Lo que hicimos anoche quedó grabado en su piel y que bueno que
sepa que no es apto para todo el público.
—Porque presiento que alguien más murió —cruzo mis brazos.
—Porque alguien de verdad murió —dice con inocencia.
Paso por su lado para entrar a la casa. Siento los pasos de Tyra venir
detrás de mí. Busco a Kyra, a Eldoris y a los infantes. Están bien.
—¿Qué pasa? —pregunta Olivia cuando abro la puerta abruptamente.
Todos están desayunando. Me fijo en Kyra. Tiene los ojos hinchados y
rojos, ojeras moradas se marcan debajo de estos.
—Nada —entra Tyra sonriendo —. Ky, podrías acompañarnos a buscar
algunos de nuestros viejos juguetes al sótano. Magnus —me mira —. ¿Nos
ayudarías? Tal vez las cajas estén pesadas.
Las miro a ambas. Esconden algo y presiento que no es bonito.
—Ya las alcanzo. Primero necesito hablar con Olivia —le hago una seña
con la cabeza para que me acompañe a otra habitación.
La pelinegra se pone de pie y ambos salimos. Me aseguro de estar lo
suficientemente lejos para que nadie escuche nuestra conversación.
—¿Tienes noticias de Zubac? —susurro.
—Ha rechazado su ascenso a la supremacía y ahora tú y Backer son
candidatos.
—Desisto de ella también.
—¿Por qué? ¿Qué tienes planeado? —se acerca mirándome fijamente.
—Después de mi retiro me haré general. Esta organización tiene miles de
enemigos y no querrás estar para cuando alguien al fin tenga los huevos de
acabar con ella —tomo su quijada entre mis dedos —. Tú deberías hacer lo
mismo.
—Esta organización me salvó la vida y primero muerta antes que
desertar. Quien decida atacarnos no sería alguien valiente, sería alguien
estúpido, White —dice y tapo su boca.
—Cierra tu boca, Olivia.
Aparta mi mano.
—Ciérramela tú —dice y se lanza hasta mi boca, pero me aparto —. ¿Qué
pasa? —cuestiona extrañada —. Hace más de una semana que no me tocas
—alza su mano y señala su dedo anular —. No se te olvide que soy tu esposa
y no solo tu compañera de trabajo.
—Estamos trabajando, Olivia. Sé profesional —me paso las manos por la
cara —. Anúnciame cada movimiento de Jakov. La misión que tiene por delante
es de suma importancia y necesito enterarme de cómo está procediendo.
—Él también ha exigido saber sobre nuestros movimientos. Quiere que
terminemos con rapidez aquí —baja la voz —. La ‘Ndrangheta y Xhantus deben
de caer.
Pienso en Armani y en lo pequeño que es el mundo. Él y Kyra son
enemigos de muerte. Ellos no lo saben, pero si se enteran habría dos
escenarios y solo uno me agrada. El primero es que ambos alcen nuevamente
la guerra entre mafias y el segundo es que, la relación que tienen o planean
tener, una a las organizaciones y las haga aún más fuertes.
Prefiero la primera. A los physicorums no les conviene ninguna. Una
guerra desestabilizaría los acuerdos que hay en la Asamblea General y la unión
sería difícil de destruir.
Kyra y Alessio son los herederos de las dos mafias más grandes de
Europa y ahora mismo tengo como misión el no dejar que se junten y se enteren
de quienes son en verdad. La Kratos no sabe quién es él y él tampoco sabe
quién es ella, y es mejor que así sea.
—Xhantus no va a dejar que nada les pase a sus lindas nietas —escupe
ella —. Lo que tenemos a nuestro favor es que las niñas estas no tienen
conocimientos en defensa, ni nada parecido.
Creo que las apariencias engañan.
—Debo ayudarlas con algo —empiezo a caminar hacia el sótano —.
Recuerda lo de Zubac.
—¡Sí, señor! —me da un saludo militar y me alejo de ella.
Voy al encuentro de las gemelas. Espero que el muerto que tengan sea
algún tipo de animal. Desciendo las escaleras cuando encuentro la puerta
abierta.
El lugar huele asquerosamente mal, pero me sorprende lo que encuentro.
Es un laboratorio con lo último en tecnología, completamente blanco y pulcro,
a excepción de la celda de vidrio con el suelo color verde que veo al fondo.
Sabía que escondían algo, pero no me imaginé que fuera de esta
magnitud. Hay un cuerpo inerte bañado en lo que creo que es vomito dentro de
la prisión de cristal. Al lado hay algo cubierto completamente de negro.
Ambas me ven entrar. Tyra me sonríe y Kyra me aniquila con la mirada.
Tomo un pequeño taburete y me siento en la mitad del lugar.
—Van a explicarme todo con detalles.
Las gemelas se miran y Kyra resopla.
—Sabrás lo necesario y luego cerrarás tu boca —dice ella.
Río nasalmente.
—¿Y por qué tendría que hacerlo? —pregunto.
—Esto es un maldito error… —Kyra tapa su cara con ambas manos.
—Magnus. Solo necesitamos deshacernos del cuerpo y del vómito verde
que ves ahí. Pues es… —piensa durante unos segundos —. Tóxico.
—Van a explicarme todo con detalles —repito.
Kyra vuelve a mirarme con odio.
—Hago experimentos con químicos. Le apliqué algo a él y se murió. Eso
es todo —se cruza de brazos.
—¿Qué querías causarle?, ¿qué químicos le aplicaste? —indago.
—Estaban aquí hace muchos años y no tenían etiquetas, solo unos
números que no entiendo.
—Y decidiste jugar con ellos solo porque estabas aburrida… —digo con
diversión.
—No fue así. Quería saber que era cada uno y bueno… no resultó —
señala al muerto.
Mienten. Dejaré dos preguntas que tengo en mente para después. Quién
era el hombre y qué hay en la celda negra.
—Entiendo —pronuncio sin dejar de mirar alrededor.
—Hay que sacarlo antes de que se descomponga… más. Lo está
haciendo más rápido de lo normal —menciona Kyra.
—¿Y qué pretenden que haga? —me pongo de pie —. Soy un simple
guardaespaldas.
—Un guardaespaldas muy peculiar. Uno que asesina gente y oculta el
rastro —replica Tyra.
Al parecer no sabe cerrar la boca. Anoto mentalmente llenársela luego
con algo.
—Eso es un desastre químico. Escondo cuerpos normales, no
radioactivos —me giro para irme —. Conmigo no cuenten.
—¡No!, ¡Magnus ni se te ocurra irte! —exclama Tyra y me detengo —. Yo
no quiero hacerle pasar un mal rato a Olivia… o a mi abuelo. Estas marcas
junto con un par de lágrimas combinan muy bien a la hora de dar un falso… o
real testimonio de violación, ¿no lo crees, Ky? —mira a su hermana.
—Claro que sí —responde ella.
La sangre empieza a hervirme. Son peor de lo que imaginaban. Unas
verdaderas hijas de puta y nada me agrada más, porque cuando tenga que
acabar con ellas, lo haré con gusto, sobre todo con Tyra.
—Voy a ayudarlas y luego las cosas van a cambiar, y no será para bien.
Capítulo 15
Kyra

Magnus ha dejado entrar a tres personas a media noche para que


limpiaran el desastre. Se pusieron un traje blanco de bioseguridad, han sacado
el cuerpo y el piso ya no tiene ni una sola pequeña mancha verde.
Tyra y yo estamos supervisando todo. Magnus insistió en fuéramos a
dormir, pero no puedo permitir que me robe o husmee mis cosas. Él es un
hombre extraño y no creo que sea un simple guardaespaldas.
—¿Quién era? —pregunta él.
—Alguien muy malo —respondo.
La labor ha terminado y ahora sí quiero ir a dormir. Son más de las 4 de
la mañana y tengo clase a las 8.
—¿Terminaron? —pregunta Tyra seguido de un bostezo.
—Sí —responde Magnus.
Camino hacia donde están los interruptores de las luces.
—Agradezco de corazón su ayuda. Tyra los acompañará hasta la salida.
—No se preocupen. Yo lo haré —Magnus camina detrás de ellos.
—Magnus —hablo, él se detiene y me mira —. Que quemen el cuerpo,
por favor.
Asiente con la cabeza.
El virus no se puede extraer de la sangre ni de ningún tejido, pero no sé
que efectos nocivos podrían ocurrir si alguien ingiere o tiene contacto con el
cuerpo. He guardado muestras antes de que ellos llegaran para ensayar con
los hámster que Alessio dijo que iba a conseguir.
Alessio… Espero mañana poder contarle todo a primera hora y de paso
pedirle su número de teléfono.
Los cuatro hombres se marchan y solo quedamos Tyra y yo.
—Algo no se siente bien —dice.
—Es porque nada está bien, Tyra.
Apago las luces y asciendo al primer piso. Mi gemela viene detrás y cierro
la puerta con llave. Muevo el librero y nos dirigimos hacia nuestras
habitaciones.
—¿Puedo dormir contigo? —pregunta.
—Tengo clase temprano y voy a despertarte.
—No importa, prefiero eso a dormir sola. Además, aunque mis clases
sean después de medio día, quiero ir temprano.
—Bien, solo trata de no roncar.
Entramos y nos acomodamos en la cama de dos plazas.
—¿Ky?
—Dime.
—¿Te hubiera gustado conocer a mamá?
—Es obvio que sí —respondo.
—A mi no.
Me giro para verla. Ella está mirando el techo y la luz de la luna contrasta
con su perfil.
—¿Por qué? —pregunto.
—Si la hubiéramos conocido y tenido en nuestras vidas, tú no sabrías lo
que sabes y yo no sabría lo que sé.
—Eso no lo sabremos nunca —digo.
—Mamá jamás te hubiera dejado entrar ahí. Está en sus diarios, no le
gustaba que nadie más bajara, ni siquiera papá.
—Es cierto, pero igual no lo sabremos. No podemos vivir de suposiciones.
—Por eso mismo digo que no me hubiera gustado conocerla. Me gusta lo
que somos ahora, pese al encierro —unos segundos pasan y suspira —. Quiero
ser libre, Ky. Viajar por el mundo, tener amigos, enamorarme… Tener mucho
más sexo.
Yo también lo quiero y… soy una ridícula, porque la primer idea que se
me viene a la cabeza es invitar a Alessio a venir conmigo.
—¿Qué pasa con Magnus? —cuestiono.
—Me gusta físicamente, pero su personalidad me desagrada.
Definitivamente jamás me enamoraría de un hombre como él —dice con
disgusto.
—Me alegra que lo tengas claro.
Miro el techo también y un silencio cómodo se instala entre nosotras.
—Huyamos —suelto.
—¿Qué? —Tyra se sienta en la cama y me mira.
—Vámonos de aquí —me siento también —. Sé donde Xhantus guarda
el dinero y podríamos irnos a otro país, buscar un empleo y hacer lo que
queramos.
—Es extraño escuchar eso salir de tu boca —replica —. Tendríamos el
mundo en contra.
—Pero nos tendríamos a nosotras mismas y eso es lo más importante —
tomo su mano.
—Me da miedo, Ky. Xhantus nos buscaría por cielo y tierra.
—Ty, si Xhantus se muere seriamos más presas aún. Sobre todo yo. No
quiero ser la maldita cabeza de una mafia que no conozco —hablo mientras
miro sus ojos en la oscuridad —. Este destino no me gusta y quiero uno nuevo.
—Pero la universidad…
—Me extraña escuchar “peros” salir de tu boca —arrugo la nariz —.
Entraremos a otra. Prefiero perder un año a perder toda mi maldita vida, nuestra
maldita vida.
Agacha la cabeza y luego vuelve a mirarme.
—Hagámoslo —se anima al fin.
—Necesitamos trazar un buen plan. No podemos irnos de la noche a la
mañana.
—Eso sí suena más a ti —dice —. Tenemos dinero, faltaría un auto.
Tenemos que aprender a conducir —se pone de pie —. A defendernos, a
falsificar documentos y…
—Sí, pero ahora mejor durmamos. En la mañana tendremos la mente
más clara —vuelvo a recostar mi cabeza sobre la almohada —. Dulces sueños,
Ty.
—Dulces sueños, Ky —se deja caer a mi lado.
A la mañana siguiente, nos alistamos para ir hacia la universidad. Vuelvo
a pelear con mi armario. Desde que conocí a Alessio le he puesto más empeño
en lucir bonita. No me voy a engañar, el italiano me gusta y quiero gustarle aún
más.
No veo la hora de besarlo nuevamente.
Olivia y Magnus nos dejan dentro del campus. Me despido de Tyra y me
dirijo a paso apurado hacia mi aula. Justo cuando estoy por entrar tropiezo con
un delgado cuerpo.
—Lo siento, yo…
—Tranquila, Kyra —Calliope pone su mano en mi hombro —. ¿Cómo
estás? No luces bien.
—No dormí mucho el fin de semana.
Trato de volver a entrar, pero ella me lo impide.
—¿Te viste con Alessio?
—No —miento y no sé por qué.
Ella dijo que era su novio y él dice que no. Ahora mismo no quiero
problemas. Pronto me iré con Tyra y no espero que Alessio venga conmigo.
Está por terminar su carrera y tiene su vida hecha aquí. Él ya huyó y este es su
lugar feliz.
—Qué raro. No me ha respondido las llamadas —mira hacia otro lugar —
. ¿Y tu hermana cómo está?
—¿Mi hermana?
No sabía que se conocían.
—Sí, la otra que es igual a ti.
—Ella… está bien.
Esta vez si entro al aula, paso con fuerza por su lado y voy directo a mi
pequeño escritorio. El resto de la clase, Calliope clava su mirada en mí. No
entiendo qué le he hecho mal para ganarme el desprecio que me transmiten
sus ojos, pero espero que no haga nada en mi contra porque callada y quieta
no me voy a quedar, y mucho menos si va contra Tyra.
Siempre he detestado las mujeres de los libros que se generan
rivalidades con otras mujeres solo por un hombre.
Horas más tarde salgo en busca de Alessio, pero no quiero ser tan
evidente así que voy hacia el jardín principal y me siento debajo de un árbol.
Esperaré aquí algunos minutos antes de ir hasta su edificio.
—E se i demoni fossero più belli degli angeli? Forse qualcuno ci ha
mentito, perché la tua bellezza è minima rispetto a quella di un angelo, diavolo
mio —la encantadora voz de Alessio llega a mis oidos.
«¿Y si los demonios son más bellos que los ángeles? Tal vez alguien nos
ha mentido, porque tu belleza es mínima comparada a la de un ángel, mi
diablo».
Giro mi rostro y lo veo sentado al otro lado del árbol.
—Stando così le cose, esporrò il paradiso che nascondo sotto il mio
inferno, angelo mio —respondo.
«Siendo este el caso, expondré el cielo que escondo debajo de mi
infierno, mi ángel».
—Poético —dice y me mira.
—Cliché —agrego.
—¿Cliché? —frunce su ceño.
—Sí, seguramente ya alguien quemó las comparaciones de “ángel y
diablo” —explico.
—Seguramente el ángel era la mujer y el diablo era el hombre. Aquí el
diablo eres tú y aprovecho para decir que temo un poco por mi alma.
Me fijo en las personas que pasan mientras pienso en sus palabras.
—No creo que tú seas del todo un ángel —reparo.
—¿Por qué? —se pone de pie y extiende su mano para ayudarme a hacer
lo mismo.
La tomo y me impulso hacia arriba.
—Si fueras un buen ángel, no hubieras ayudado a un diablo —respondo.
—¿Y si al ángel le gusta tanto el diablo como para tirar a la mierda las
leyes que lo rigen? —cuestiona.
—Entonces tú serías un mal ángel.
—Y tú serías el mejor de los diablos.
Me pierdo en la claridad de sus ojos grises, en lo sensual de su sonrisa y
lo que me produce su presencia.
—Luces cansada —cambia el tema.
—Es porque lo estoy —miro hacia el piso.
Su dedo índice toca mi mentón haciendo que levante mi cara.
—¿Qué pasó?
—Murió —respondo.
—¿Quién murió? —la voz de Calliope nos interrumpe.
Doy un paso hacia atrás.
—Su perro murió —responde Alessio por mí.
—Oh, lo siento. ¿Lo querías mucho? —pregunta la rubia.
—Era importante para mí —digo.
—Menos mal te queda el gato, puedes divertirte con él —agrega el
italiano.
—Sí, no todo está perdido.
—¿Lo enterraste? —indaga él.
—Lo quemaron. Vomitó mucho antes de morir y se descompuso muy
rápido —explico para que solo él entienda.
—¿Verde?
—Sí.
—¿Verde? —pregunta Calliope.
—Su tumba —hablo —. La pintaron de verde, era su color favorito.
—¿Cómo un perro va a tener un color favorito? —cuestiona ella.
—Te sorprenderías, Lio —Alessio la mira y luego a mí —. Tenemos que
irnos —me toma de la mano y mi respiración se detiene.
Calliope mira la unión y luego sus ojos pasan a mi rostro para destilar el
mayor de los odios.
—¿Están saliendo? —pregunta.
—¿Saliendo? —inquiere Alessio y mira nuestras manos —. No puedo
responder algo que no hemos hablado.
—Vamos. Se hace tarde —digo tratando de escapar de la incómoda
situación.
—Nos vemos luego, Lio —Alessio se despide y Calliope intenta darle un
beso en la mejilla.
Jalo su mano para evitar el contacto. Solo él se da cuenta de esto y ambos
nos echamos a andar. No estuvo bien que hiciera eso, pero fue involuntario.
No sé qué me pasa.
—¿Eres una chica posesiva?
—Lo siento, yo no debí hacer eso. Fue una estúpida reacción involuntaria
y…
—Me gusta —habla y ejerce aún más fuerza en nuestra unión.
Me detengo y me planto frente a él.
—Alessio, en serio lo siento, estuvo mal.
Su sonrisa se amplía y siento que se está burlando. Quiero que la tierra
me trague y me escupa en Tokio.
Suelta mi mano y lleva ambas hasta mi rostro. Mis ojos se abren de par
en par cuando sus labios llegan hasta los míos y depositan un sonoro y rudo
beso sobre ellos. Llevo más de un día entero deseando hacer esto, pero ahora
mismo mi dignidad no se siente nada bien. Me separo.
—Alessio, te estoy hablando en serio. Tú eres alguien libre y…
—¿Para qué ser libre cuando puedo venderle mi alma a un diablo tan
hermoso? —se inclina hasta mí —. Me alegra que seas posesiva, porque… —
me besa nuevamente y se lleva mi labio inferior entre sus dientes —, yo también
lo soy.
Capítulo 16
Kyra

—¿A dónde vamos? —pregunto.


—A recorrer Atenas.
Me detengo y él me mira.
—No puedo, Alessio…
—¿Por qué?
Dudo algunos segundos antes de hablar. Miro a lo lejos a Olivia, está
sentada sobre una banca fumándose un cigarrillo. No me quita sus ojos de
encima. Vuelvo a mirar a Alessio, la curiosidad en su rostro es indescriptible.
—Mi familia es…
—¿Estricta?
Asiento con la cabeza.
—Tienen a alguien cuidando de mí todo el tiempo y tengo… mejor dicho,
no tengo permitido ir a otro lugar diferente a la universidad o mi casa.
—Entiendo —tuerce la boca —. ¿Quién te está cuidando ahora mismo?
—Una mujer fumando cigarrillo, a tu izquierda. Mira disimuladamente —
pido.
Alessio mueve su cara lentamente hasta que sus ojos captan a Olivia y
rápido sus ojos vuelven a mí.
—Hey —Alessio toma del brazo a un chico —. Puedes ir y ponerte frente
a la mujer que está allá fumando y preguntarle alguna mierda.
—Claro, por 10 euros hasta le hago conversación —responde el moreno.
—Stronzo —susurra el italiano y luego saca su billetera. La abre y le
tiende uno de los pocos billetes que tiene dentro de ella —. Sigamos
caminando.
Vuelve a tomar mi mano y nos movemos lentamente por el jardín. De vez
en cuando volteo a mirar a Olivia. El muchacho llega casualmente y ella se
pone de pie para no perderme de vista.
—Despídete de mí y corre hacia el estacionamiento —dice Alessio.
—Pero ella…
—No pasará nada. Solo va a decirte que por qué mierda te fuiste y no va
a ir a decirle nada a tu familia porque podrían echarla. Tenemos poco tiempo,
ve rápido.
Lo que dice tiene sentido. Suelto su mano y la muevo en forma de un
adiós. Entro al edificio mientras él se va en otra dirección. Corro con toda la
fuerza que poseo hasta llegar a la parte trasera. Vislumbro la gran anatomía de
Alessio sobre una moto y sin pensarlo llego hasta él. Con cuidado de que no
se me suba la falda, trepo en el vehículo de dos ruedas y me aferro a su torso.
Él acelera y ambos salimos a toda velocidad del campus.
Escondo mi cara detrás de su espalda. Me siento aún más pequeña que
él en esta posición. Su espalda es enorme y al momento de rodearlo mis manos
apenas y se tocan. Su abdomen es duro y mis manos se aferran a él con
descaro.
—¡Sostente fuerte! —grita a través del viento y acelera aún más.
Si hubiera sabido que montaría por primera vez en una moto, al menos
hubiera trenzado mi cabello. Va a terminar hecho un desastre. Abrazo con más
fuerza al italiano y pego mi mejilla a su espalda.
Cierro los ojos y trato de olvidarme de Olivia, de mi falda corta, de mi
cabello suelto y de mi procedencia mafiosa … Programo mi mente para
creerme una chica común y corriente que está en una cita con el chico que le
gusta.
Dos semanas de conocer a Alessio y siento que lo hago de toda una vida.
Es ridícula la forma en la que confío en él y temo estar cegándome por su
belleza o la supremacía de su inteligencia. No lo conozco en absoluto, pero
solo basta con que nuestras miradas conecten para creer que sí.
Maniobra entre los distintos autos. El sol brilla en la ciudad, siento el calor,
pero la brisa que choca con mi piel me da la frescura que tanto necesito.
Libre… así me siento.
Nos detenemos en una cera de parqueo. Alessio me ayuda a bajar de la
moto y aún tomados de la mano empezamos a caminar por las calles de la
blanca Atenas.
Es más bonito que las imágenes.
Las personas van y vienen, pero Alessio sigue mi andar y se detiene cada
que yo me detengo a admirar alguna estatua o una edificación.
Emprendemos la subida hacia el famoso Partenón, el monumento más
grande e importante de Atenas. Siempre quise venir, aquí hay tanta historia y
nada mejor que presenciar el lugar donde sucedieron los hechos que narran
los libros.
Ninguno de los dos habla y se siente bien. Estar con él se siente bien.
Entramos al lugar gratis solo con enseñar nuestros documentos de
estudiantiles. Un guía nos invita a unirnos a un grupo y empieza a contar la
historia de Atenas en griego.
—¿Quieres pasar a lo más importante? —susurra Alessio en mi oído.
—Sí —le sonrío.
—Vamos.
Me lleva de la mano y ambos corremos en dirección opuesta al grupo de
turistas. Llegamos a la atracción principal, el lugar donde reposaba la gran
estatua de…
—Atenea —dice él.
—La diosa de la guerra.
—¿Conoces la historia? —pregunta mirándome.
Me fijo en las enormes columnas mientras avanzo por todo el lugar.
—La sé, pero quisiera escucharla de tu boca —digo y me sorprendo a mí
misma coqueteando.
Él sonríe y causa que yo lo haga también.
—En el año 449 a.C., Pericles persuadió a los atenienses de la necesidad
de construir en la Acrópolis un templo dedicado a Atenea, como testimonio de
la grandeza de la ciudad —explica —. Atenea era sin lugar a duda la diosa más
querida y respetada, sus dotes como guerrera y la gran inteligencia que
poseía…
—El búho —lo interrumpo.
—Sí, era la representación de su inteligencia.
—La estatua estaba justo aquí —señala al fondo —. Media
aproximadamente doce metros, estaba hecha de marfil y una tonelada de oro.
Su cabeza estaba inclinada levemente, dando la ilusión de que miraba a los
mortales como nosotros.
—En una llevaba el búho y en la otra su lanza envuelta en una serpiente,
en su pecho llevaba esculpida la cabeza de Medusa y su quitón era sostenido
por una serpiente en su cintura —agrego y levanto la cabeza para imaginarme
la estatua que solo vi en libros —. Dicen que los colores del templo y las figuras
que lo rodeaban te daban una sensación de armonía y seguridad.
—La estatua era un gran tesoro de la ciudad, costó el equivalente a 700
barcos en ese entonces —cuenta Alessio y se planta a mi lado.
—Amo la mitología griega, es tan turbia e impresionante al mismo tiempo.
—También me gusta —mira al frente —. Por eso elegí a Grecia como mi
país de escape.
Ahora puedo entender su estadía aquí un poco más.
—Lástima que en 1687 los venecianos lo hayan bombardeado —digo con
pesar.
Sigo imaginando la diosa griega en mi mente.
—Me gusta su nombre.
—A mí también —dice.
—Atenea —susurramos ambos al unísono y nos miramos para luego reír.
Me giro para seguir tocando las columnas. Tantos años y todavía siguen
de pie. Una idea pasa por mi cabeza y vuelvo a mirar a Alessio, quien ya me
estaba mirando con sus manos metidas en los bolsillos de sus bluejeans.
—Ahora cuéntame algo sobre ti —pido.
—¿Sobre qué?
—Algo de tu infancia, por ejemplo.
Mira hacia un lado y tuerce la boca.
—Tengo un hermano menor. Se llama Enzo y es tan molesto. Siempre
peleábamos por quien hacia sonreír más a nuestra abuela… Hasta que un día,
ella falleció y… —toma aire —. Yo lo culpé. Tenía 12 años y él apenas 7, y lo
culpé por no hacerla sonreír lo suficiente para que siguiera viva… —niega con
la cabeza —. Años después me enteré de la verdad.
El pecho se me oprime cuando veo el dolor en sus ojos.
—¿Cuál fue esa verdad? —pregunto y me reprendo por ser tan curiosa.
—Alguien la asesinó.
La confesión me comprime el pecho.
—¿Te disculpaste con Enzo?
—No, no lo hice nunca.
—Puedes hacerlo hoy —sugiero.
Vuelve a agitar su cabeza y se ríe divertido.
—No las aceptaría. Enzo se ha convertido en una persona demasiado
orgullosa y soberbia, no aceptará ninguna disculpa. No solo yo le he hecho
daño —mira hacia otro lado.
—¿Quién más se lo ha hecho? —mi curiosidad me obliga a abrir la boca
nuevamente.
Alessio clava sus ojos en los míos. Me mira tan fijo que me remuevo en
mi lugar.
—Desearía poder contarte todo, algo en mi interior me dice que puedo
hacerlo, pero… No quiero teñirte con la desgracia que conforma mi pasado —
su voz suena un poco más grave.
—Ya hay bastante desgracia presente en mi vida, Alessio —río
nasalmente.
—¿Por qué te ríes? —ladea la comisura de su boca.
—Le anime che sono fatte con la stessa sofferenza di solito finiscono per
riunirsi.
«Las almas que están hechas con el mismo sufrimiento generalmente
terminan uniéndose».
—¿Estás proponiendo que unamos nuestras desgracias o que sea tu
novio? Porque si es lo segundo, sería algo bastante original y poético —alza
sus cejas.
Me río con ganas hasta que me falta el aire.
—Eres un idiota —digo mientras él se acerca hasta quedar frente a mí.
—¿Dejarías que este idiota te bese? —sus dedos se llevan los mechones
de cabello que caían alrededor de mi cara.
—Sería una idiota si le digo al idiota que no —respondo y me empino para
echar mis brazos alrededor de su cuello e impactar mis labios contra los suyos.
Disfruto su sabor, su olor, su cercanía y la manera en que acaricia mis
caderas y mi espalda. Me pego lo más humanamente posible a su pecho. El
mundo se detiene y solo pienso en que quiero que este momento dure una
eternidad.
Me separo lentamente de él para recuperar un poco de aire.
—Ahora, dejemos lo cliché a un lado y volvamos a la parte extraña y turbia
de esta historia —dice —. ¿Qué le pasó a Perro?
Nos quedamos abrazados bajo la sombra de una de las columnas. Hace
calor, pero no me importa.
—Tuvo una disfunción orgánica múltiple y vomitó tanto… Padeció durante
tres horas hasta que…
—Mierda.
—Sí, mierda —arrugo la nariz.
—¿Tomaste muestras?
—Sí, del vómito y de la sangre —respondo.
—Mañana me entregarán los hámster y testearemos en ello tan pronto
pueda ingresar a tu casa.
—De eso quería hablarte… No creo que puedas volver —tuerzo mi boca.
Magnus me advirtió sobre no dejar ingresar a nadie más. Tyra se está
pasando con su manipulación y no quiero que ella se meta en problemas con
ese hombre por mi culpa. Tampoco quiero poner en riesgo la poca libertad que
tenemos hasta que al fin decidamos irnos.
—Déjame encargarme de eso. Ya sé donde vives y estuve analizando la
propiedad mientras te esperaba —sonríe —. No quiero que solo pienses que
voy por tu gran laboratorio y las células, también quiero ir a llevarte más dulces
y girasoles.
—Alessio… —niego con la cabeza —. No puedo, yo… Es peligroso,
realmente es peligroso que vayas a mi casa.
Si mi abuelo se entera, lo mandará a asesinar sin importar nada. Xhantus
no es la cabeza de la ‘Ndrangheta por ser alguien bueno, todo lo contrario. La
maldad que posee a ese hombre internamente lo está matando y espero estar
muy lejos para cuando eso pase, porque en esta familia la maldad se hereda.
—¿Recuerdas mi desgraciado pasado del que no puedo hablarte? —
inquiere. Asiento con la cabeza —. Hay cosas en él que me enseñaron a
defenderme y a no temer a nada. No te preocupes por mí, dea. El riesgo valdrá
la pena —se inclina nuevamente para besarme y respondo con toda la pasión
que han causado sus palabras.
—Entonces… —susurro contra su boca —. ¿Estamos saliendo?
Sonríe.
—Estamos saliendo.
Capítulo 17
Kyra

Cuatro semanas han pasado desde nuestra visita al Partenón. Las


mejores cuatro semanas de mi vida. Alessio se las ha ingeniado para venir a
visitarme en las noches. Realmente no sé como ha logrado evadir la seguridad
del lugar, ni mucho menos a Magnus y a Olivia que mantienen sus ojos puestos
encima de nosotras.
Todos estos días han pasado tan rápido que no había tenido tiempo de
escribir en mi diario todo lo que he vivido ahora último. Alessio y yo hemos
logrado estabilizar el veneno. Le conté que no quería que todo estuviese
perdido y tal vez no sirviese para algo más adelante y lo mejoramos, lo hicimos
más mortal, pero con un ingenioso control. Creamos una cura, pero es un
compuesto totalmente diferente al del proyecto Anfarwol.
Geminus, veneno y antídoto. Ninguno puede existir sin el otro. Es un
nuevo método de tortura y deben estar los dos para funcionar.
Su funcionamiento es sencillo, la inyección con el líquido color verde entra
al torrente sanguíneo y después de dos minutos causa un inferno interno, es
como si te quemaras por dentro, pero por fuera todo luciese normal. Es
indetectable. La cura se aplica después, dentro de un marco de máximo de 24
horas. Si pasado un día la cura no se le ha aplicado al individuo, sus órganos
se cocinarán y terminarán estallando. Tendrán el mismo futuro que tuvo Perro.
Gato sigue bien, hemos cambiado con temor el compuesto que incluye
las células Hela y lo ha aceptado. Mi abuelo también se da adaptado a él y ha
obtenido una notoria mejoría.
He trabajado mucho en el proyecto Anfarwol todos estos años y no voy a
hacerlo a un lado. A las células Hela se las llama también “células inmortales”
porque su división nunca se detiene y debido a esto, Tyra y yo nombramos el
proyecto con el nombre “Anfarwol” que traducido del idioma galés significa
“inmortal”.
Aunque este proyecto sea para un bien, también puede ser utilizado como
un arma biológica, debido a que si no se inyecta el compuesto correcto en cada
individuo, podría desencadenar miles de enfermedades ya extintas o algunas
nuevas que aún no se descubren.
De cualquier manera, haga lo que haga, si cae en manos equivocadas se
convertiría en un arma.
Por otro lado, Alessio ha causado que cada día que pasa me guste más
y más. Hemos estudiado juntos, me ayudó con mis primeros exámenes y
también nos hemos divertido. Olivia me tiene advertida, he logrado escaparme
de la casa dos veces más, hemos ido al museo y al teatro. El italiano me ha
tomado de la mano todo el tiempo y nos hemos besado hasta quedar sin
aliento.
Y he querido llegar a más, pero él siempre se detiene y besa mi frente.
Quiero gritarle que ser virgen no me hace estar hecha de cristal… pero nunca
lo hago.
Y paso a Tyra. Me ha insistido mucho por crear un plan para irnos, pero
le he dicho que no voy a irme sin tener todo terminado y que el abuelo esté
aliviado. Se pierde algunas noches con Magnus, tal vez por ese motivo es que
Alessio logra entrar sin complicación.
La he visto en la universidad con más personas. Ha hecho amigos y me
ha contado hace una semana que ha empezado a salir con alguien y que hoy
sábado tienen una cita para ir a bailar electrónica en el centro de la ciudad.
Magnus no se puede enterar y por eso va a escaparse de él. El chico vendrá a
recogerla y aunque no estoy de acuerdo, no se lo puedo decir debido a que
sería hipócrita de mi parte, pues yo ingreso a un chico a la casa casi todas las
noches.
Que haga lo que quiera, de cualquier modo nos iremos. Nadie va a volver
a privarnos de libertad.
Eldoris y los niños están bien, nuestros antiguos profesores han
empezado a educarlos, ya que Maximilian pronto tendrá que volver a su
academia militar y no puede perder más tiempo.
—Apúrate. Vamos a ir a ver una película —la voz de Alessio me obliga a
dar un brinco.
—¿Una película? —me pongo de pie.
—Sí. Son como las historias en los libros, pero la diferencia es que estas
son imágenes en movimiento que…
—Sé que es una película, Alessio. No soy idiota —cierro mi cuaderno y
lo llevo hasta mi escondite en el armario.
—Al cine, entonces —indica.
—¿Al cine?
—Es un lugar donde venden palomitas y tienen una pantalla gigante y
sillas para…
—Alessio. Repito, no soy idiota. El asunto es que sabes que no puedo
salir —me excuso, suficiente tengo con que Tyra vaya a escapar.
—Entonces encerrémonos en esta habitación todo el día —abre sus
brazos y se deja caer sobre la cama.
Me acerco a él y me cruzo de brazos.
—Vas a aburrirte —susurro.
—Jamás podría aburrirme contigo. Pero sí quisiera que me acompañaras
a una parte —se sienta y toma mis manos.
—¿Al lugar donde venden palomitas y…?
—No —ríe —. A una fiesta.
—¿Una fiesta? —pregunto y antes de que me responda llevo mi mano
hasta su boca y la cubro para que no diga nada —. Sé lo que es una fiesta,
Alessio. Me refiero a fiesta de qué o quién.
Él quita mi mano con suavidad y besa mis nudillos.
—Uno de mis compañeros de la carrera cumple sus 24 años y quiere
celebrar algo por primera vez. No sabes lo mucho que me insistió para que
asistiera.
—Quien no querría tener al chico más popular de toda la universidad en
su fiesta —digo mientras echo mis manos alrededor de su cuello.
El italiano inclina su cabeza hacia atrás para ver mi rostro.
—Y ese chico quiere llevar a la chica más linda de toda la universidad.
¿Aceptas?
—¿Cuándo es? —pregunto.
—Hoy.
—Alessio —me separo —. No puedo.
Se pone de pie.
—Me haré responsable de todo, Ky. Tienes que divertirte, maldita sea.
—¡Lo mismo le digo, pero ella no entiende! —Tyra entra en la habitación
—. Hey, Romeo —le extiende el puño y ambos chocan sus nudillos —. Me iré
en una hora.
—¿A dónde vas? —pregunta Alessio.
—A una fiesta con mi nuevo novio… bueno, no es mi novio, pero digamos
que sí porque hoy tendré muchísimo sexo con él —dice abiertamente y mis
mejillas se incendian.
—Eso suena divertido —comenta él.
Tyra sonríe y nos mira a ambos.
—Tyra, no te atrevas —advierto.
Sé que estaba por sugerir que nos apuráramos en tener sexo.
—Aburrida —suspira.
—Iremos a la fiesta —asiente Alessio.
—¿Qué haremos con Olivia y Magnus?
—He hecho que el abuelo le dé su día de descanso que legalmente le
corresponde —Tyra informa —. Y Olivia… voy a dormirla.
Llevo mis manos hasta mi rostro y lo estrego. Tyra va a hacer que nos
maten.
—¿Con qué vas a dormirla exactamente? —escudriño su rostro —. Ya sé
a qué viniste.
—A saludar a mi cuñado, obviamente —ríe.
—No voy a dormir a nadie por ti —me cruzo de brazos.
—Yo puedo hacerlo sin ninguna sustancia —agrega Alessio.
—¿Y cómo harás eso? —pregunto fijándome en él.
Ya veo que mis planes de no causar revuelo en la casa no van a
funcionar.
—Sé algo de defensa personal y me enseñaron una llave que pone a
dormir a las personas.
Tyra se le acerca y lo toma del brazo.
—Tienes que enseñarme —exige.
—¿Una llave? —cuestiono —. Enséñame ahora mismo con Tyra.
—¡No! —mi gemela se aleja —. No van a dormirme.
—Es algo sencillo —dice y se acerca detrás de mí —. Solo presiono con
dos dedos entre el hombro y el cuello de la persona —toca mi piel y esta se
eriza de inmediato —. Aquí se halla un nervio que apaga el sistema nervioso y
pone al individuo a dormir profundamente durante cuatro horas o más, pero
tienes que saber dónde tocar…
—¡Alerta! ¡Tensión sexual en el aire! —exclama Tyra.
—¡Lárgate! —me separo de Alessio para ir por ella y tomarla del brazo.
—Dame el sedante y me iré —opone resistencia.
—Está en el estante numero 3 al fondo. Es de color azul —explico y la
sigo jalando hasta la salida.
—Estante 3, azul. Copiado —dice y sale de la habitación.
Cierro la puerta y recuesto mi espalda en ella.
—Lo siento, Tyra es…
—No te preocupes —sonríe y da un par de pasos hacia mí —. ¿Nos
vamos ya?
—Hay que esperar a que Tyra duerma a Olivia y Eldoris también se vaya
a dormir —explico —. Y los niños…
—¿Niños? —pregunta.
—Sí, estamos cuidando a los hijos de unos amigos de la familia.
—Puedes decirle a Eldoris que te sientes mal y que Tyra también para
que esté aún más pendiente de ellos —sugiere.
Es buena idea. Le doy un beso rápido en los labios y voy corriendo hasta
la cocina. Eldoris está sentada en la isla mirando el periódico.
—Eldoris —susurro —. Ty y yo nos sentimos un poco mal. Hemos tomado
una medicina para dormir profundo y no podremos estar tan alertas para los
niños, ¿podrías dormir en la habitación cerca de ellos?
—Claro, Kyra. ¿Pero están bien?
—Sí, solo es un virus que pescamos en la universidad. No tener contacto
con personas ha dejado nuestro sistema inmunológico un tanto débil y está
adaptándose —sonrío y me despido con la mano —. Descansa, Eldoris.
Gracias.
Vuelvo a paso apurado hacia mi habitación. Alessio está mirando por la
ventana pero se gira cuando escucha que cierro la puerta.
—Listo.
—Realmente lo harás —destaca.
—Sí —camino hasta él y vuelvo a lanzarme a su boca —. Quiero
divertirme y lo quiero hacer contigo.
—¿Y que más quisieras hacer conmigo?
Tener sexo.
—Besarte —respondo y vuelvo a conectar sus labios con los míos.
Sonríe en medio del beso para luego continuarlo con más pasión. Trato
de darle el mejor beso que jamás le he dado. Bajo mis manos de sus hombros
para meterlas bajo su camisa. Ya había hecho esto antes, pero hoy quiero
intentar algo más. Lo empujo contra mí y siento su erección sobre mi abdomen
bajo. La excitación que me causa el italiano se combina con una emoción y
nervios que jamás había sentido. Lo quiero a él y lo quiero ya mismo.
Sus manos viajan hasta mis glúteos y siento como poco a poco mi falda
se sube. Mi mente celebra no haberme puesto hoy ropa interior. Su toque alza
en totalidad toda la falda y sus palmas se han adueñado de toda mi piel.
—Ky… —se separa cuando se entera que no llevo nada debajo. Lo miro
fijamente y tomo su antebrazo para llevar su mano hasta al frente, hasta mi
vulva. Sus ojos se oscurecen y se muerde el labio, y justo cuando sus dedos
tocan mi hinchazón echo la cabeza hacia atrás y suelto un gemido —. Quiero
follarte tanto… —susurra contra mi boca mientras sus caricias ahí abajo se
tornan más constantes —, no sabes cuánto he fantaseado contigo, quiero
penetrarte hasta el cansancio y saborearte de todas las maneras habidas y por
haber, pero…
Abro los ojos y lo miro.
—¿Pero qué? —jadeo.
—No quiero lastimarte, Ky.
Sus dedos no paran los movimientos y tengo que sostenerme de él para
no caer.
—Soy virgen, no de vidrio —confieso al fin y tomo su cara entre mis
manos —. Quiero me folles, Alessio y no te contengas.
Bajo mi mano hasta el bulto que sobre sale de su pantalón y lo comprimo
a través de la tela.
—Ky —jadea —. No tiendo a ser tierno y no quiero que…
—¿Dónde has visto que yo te pida ternura?
Me mira durante unos segundos y luego me toma del cuello. La acción
me toma por sorpresa.
—¿Segura? —dice contra mi boca e introduce sus dedos en mi canal.
—Segura.
Un gemido se escapa de mi boca, pero él lo apacigua introduciendo su
lengua en esta. Se separa, me gira y me lleva hasta la cama, donde me inclina
haciendo que mi pecho y mi mejilla quede sobre esta. Mis glúteos quedan
expuestos junto con mi humedad. Vuelve a introducir sus dedos en mi canal y
esta vez muerdo mi labio para impedir mis gemidos.
—Conosci il paradiso? —«¿Conoces el cielo?», niego con la cabeza. Sus
dedos entran y salen. Mi cuerpo recibe con gusto el placer que generan, arde
un poco, pero es más lo que me gusta, que lo que me asusta —. E non lo farai
mai, perché quello che ti farò ti porterà dritto all'inferno.
«Y nunca lo harás, porque lo que te haré te llevará directo al infierno».
booknet.com
Capítulo 18
Alessio

La humedad de Kyra empapa toda mi mano. Mi erección se presiona


contra mis pantalones. Sé lo que mi cuerpo quiere y la quiere a ella.
Sus gemidos no me ayudan y verla así, tan dispuesta a entregarse a mí
desata la sevicia sexual que he tratado de reprimir a su lado. Kyra merece
ternura y yo se la voy a dar por mucho que me cueste.
La blanca piel de sus glúteos me invita a que la azote y deje mis dedos
marcados en ella.
—Alessio… —susurra y gime a la vez.
—¿Estás cerca? —pregunto y llevo mi cara hasta la mitad de sus glúteos.
Paso mi lengua por la mitad de ellos y aumento las embestidas que
imparten mis dedos en su rugoso canal, muevo mi pulgar hasta encontrar su
clítoris y le regalo movimientos en círculos que espero que la acerquen aún
más al orgasmo.
Kyra se remueve bajo mi gusto y toque.
—Quédate quieta —ordeno en un tono alto y estricto que me arrepiento
de usar al segundo.
Tengo que reprimir mi salvajismo en este momento. No quiero asustarla
con el pasado de sombras y traumas que desfogo por medio del sexo para
calmar la ansiedad.
Obedece y sigo con mi trabajo hasta sentirla temblar y gemir mi nombre
por lo bajo.
Música para mis oídos y arte para mis ojos.
Me incorporo y la miro. Está a medio vestir y su espalda sube y baja
debido a la agitación de su respiración. Su cabello cubre su cara y sus glúteos
no dejan de incitarme a estrujarlos.
Si Kyra no fuera virgen, ya tendría mi verga afuera y me enterraría en ella
de una sola estocada… pero no puedo.
Es el primer momento en mi vida que no agradezco tener el tamaño que
tengo. No quiero lastimarla. Sé que ella también me desea, pero jamás he sido
la primera vez de alguien y no sé cómo abordar el asunto.
La tomo de las piernas y la volteo. La acción la sorprende y su sexo queda
expuesto, brillante por sus jugos. La boca se me seca y la sed por ella despierta.
Mis ojos caen en los suyos y sus labios entre abiertos. Tiene las mejillas tan
rojas… Dulce y angelical, aunque en su mente tenga las ideas para construir un
maldito infierno.
Me arrodillo frente a ella y saco mi lengua para saborear el líquido que
corre entre sus labios vaginales. Repito la acción y esta vez pego toda mi boca,
saboreando todo lo que me ofrece.
—Non ho mai assaggiato qualcuno così dolce come te —la voz me sale
ronca.
«Nunca había probado a alguien tan dulce como tú».
—Vuelve a hacer eso otra vez, por favor... —suplica.
Ladeo una sonrisa y vuelvo a conectar mi boca contra su vulva. Mi lengua
busca entre sus carnes el hinchado botón, lo encuentra y me adueño
suavemente de él con mis dientes. Lo succiono y giro mi lengua en circulos
rápidos para intentar darle un segundo orgasmo.
Siento sus manos adueñarse de mi cabeza y sus dedos de mi cabello.
Sus piernas también se unen detrás de mi cuello. Me tiene preso y es la única
privación de libertad que puedo decir que me encanta.
Podría ser esclavo y sirviente de Kyra toda una maldita vida entera y
jamas me quejaría.
Llevo dos dedos hasta su entrada. La humedad ha aumentado y por mi
cabeza pasa la idea de que tal vez, solo tal vez así si pudiera penetrarla, pero
al momento de querer introducir un tercer dedo, un quejido se escapa de su
boca y no logro mi cometido. Desisto y sigo con dos. Esta vez no los saco y los
meto, si no que giro mi mano para que mi palma quede hacia arriba y ubico su
punto G.
Muevo solo mis dedos de atrás hacia adelante. Me pego aún más a su
zona, mi lengua pide un descanso, pero no puedo parar, no quiero parar. El
placer que me genera el placer de Kyra es de otro mundo y no voy a detenerme
hasta que ella me pida que lo haga.
Asciendo mi mano libre hasta llegar al borde de su suéter. Sigo subiendo
a ciegas hasta toparme con uno de sus senos. Lo descubro y con fuerza me
apropio de él. Gime y disfruto. Pellizco su pequeño pezón y el deseo por
probarlos vuelve a hacer estragos en mi sistema.
Kyra arquea su espalda y mis ojos se enfocan en su pecho que se levanta.
Sus manos jalan mi cabello y sus piernas me pegan tanto a ella que temo no
poder respirar. Su segundo orgasmo ha llegado y tengo que pasar mi mano de
su seno hasta su boca para evitar que siga gemiendo tan alto. No paro los
movimientos y doy hasta mi último esfuerzo para que el clímax dure lo que más
pueda.
De repente, se sienta en la cama, me empuja y me mira.
—Desnúdate —ordena mordiendo su labio.
—Ky... —trato de tocar su cara, pero manotea mi mano.
Frunzo el ceño.
—Alessio, ya basta. Quiero más —dice y lleva sus manos hasta mis
pantalones para apresurarse a sacar mi erección.
No la detengo, en el fondo quiero que entienda lo que pasa, pero también
quiero algo de atención.
—Alessio... —susurra cuando lo ve.
—No quiero lastimarte, Ky.
—Suele pasar en la primera vez —deja de mirarlo para subir hasta mi
cara —. ¿No?
—No lo sé, nunca lo había hecho con...
—Una virgen —resopla y toma mi erección entre sus manos —. La
virginidad no existe, santa no soy y si lo fuera... ya tú te arrodillaste ante mí y
ahora debo cumplirte con algo.
Me aparta un poco y desciende hasta que su cara queda frente a mi
pelvis. Sus manos se ven tan pequeñas en contraste a mi extensión y su boca...
Cierro los ojos y respiro hondo cuando siento su lengua acariciar mi glande.
Automaticamente mis manos van hasta su cabello. Vuelvo a fijar mi
mirada en su hermoso rostro y grabo en mi memoria este momento. Sus
mejillas hundidas y sus labios alrededor de mi verga, sus ojos fijos en los mios...
—Abre más la boca para que tus dientes no lo toquen... —susurro y ella
obedece.
Me apodero de los movimientos de su cabeza y la follo con tanta lentitud
que duele. Me siento tan cerca al límite de paciencia, pero tengo que
sostenerme ahí.
—Lo hará. Se ha unido a nuestro club de investigación y solemos terminar
muy tarde —responde el stronzo por mí.
—¡Eso es genial! —besa mi mejilla —. Ciao bella.
Se gira y sale corriendo por donde llego. Tomo aire y me giro para entrar
a clase, pero noto la puerta cerrada.
—Te tengo malas noticias, el profesor de esta clase odia la gente
impuntual y la verdad es que yo también —pasa por mi lado y empuja mi
hombro.
Me quedo mirando la puerta y respiro profundo. Mi mal humor se ha
acumulado como nunca y la ira quiere dominarme. Aprieto mis puños y me echo
a andar detrás del italiano.
Cuando lo alcanzo, lo empujo suavemente.
—¿Cuál es tu problema? —reclamo.
Se gira y me mira divertido.
—Arrabbiato sembri adorabile —«enojada te ves adorable», dice.
—¡No puedes decirme esas cosas y menos en italiano! —señalo.
—¿Por qué? —me mira confundido.
—Tú tienes novia, no te vengas a hacer el loco —niego y le clavo mi dedo
índice en el pecho.
—¿Novia?
—Sí, novia rubia y de nombre Calliope, ¿sufres de alzhéimer o qué? —
arrugo la nariz.
Su sonrisa se expande aún más y se convierte en una carcajada. Mi
cerebro la capta erróneamente y le procesa como algo lindo, pero vuelvo a
recordar que estoy enojada hasta la mierda y el trasero me duele. Ya son dos
caídas que tengo por su culpa.
—No tengo novia, Kyra… bueno, tenía… era algo parecido, pero se
acabó hace dos semanas.
—Entonces por qué ella dice que…
—¿Te lo dijo? —se encoje de hombros —. Tal vez esté en su etapa de
negación o esté celosa.
Si pudiera elegir un tipo de maquillaje para aplicarme ahora mismo de
acuerdo con la situación, sería el de un payaso.
—¿Celosa por qué?
—Le pregunté por ti.
—¿Por qué?
—Porque quería saber tu nombre.
—¿Para qué? —me cruzo de brazos.
El abuelo nos ha dicho que no confiemos en nadie que se nos acerque
extrañamente.
—¿Por qué haces tantas preguntas? —dice irritado.
—Soy curiosa.
Resopla y se pasa la mano por el cabello, echándolo hacia atrás.
—La respuesta la sabes, quería invitarte a salir —dice con suavidad.
—Eso es lo que no entiendo, ¿por qué querías invitarme a salir y luego
me rechazas?
—Te invité porque me… —se muerde la lengua.
—¿Te qué?
Me mira durante unos segundos, luego lo hace hacia ambos lados y
vuelve a mí.
—Vamos —me toma del brazo y me obliga a caminar.
—¡Me arrugas el oufit! —trato de zafarme, pero no puedo.
Busco a Olivia con la mirada y la encuentro viniendo hacia nosotros.
Niego con la cabeza y le gesticulo con mis labios un “estoy bien, solo estoy
haciendo drama”.
Alessio me lleva hasta uno de los jardines y me suelta.
—Los pasillos tienen oídos en las paredes —se excusa.
—Me dejaste doliendo el brazo —me acaricio mi extremidad.
—Esagerata —bufa.
Me fijo en lo peculiar de sus ojos, son tan claros que duele mirarlos.
—Responde mis preguntas. Tengo cosas que hacer —miento.
Realmente no tengo nada que hacer hasta las 3 de la tarde.
—Ya te la había respondido por teléfono. Te invité a salir porque eso hace
una persona cuando otra persona le interesa —se acerca y clava sus ojos en
los míos —. ¿Qué le respondes a la mayoría de los chicos que te invitan a salir?
—¿Por qué me rechazaste cuando yo te lo pedí? —ignoro su pregunta.
—Tengo dignidad, supongo. Responde mi pregunta.
Pensé que la olvidaría. Aparto mi vista de la suya y trato de buscar alguna
buena mentira, pero no la encuentro.
—Eres el primero el primer chico que me invita a salir… —digo en voz
baja sin mirarlo.
—¿Qué?
Levanto mi rostro.
—Nunca nadie me había invitado a salir, Alessio —digo seria.
—¿Qué?
—¿Eres sordo? Que nunca…
—Sí, eso lo entendí, pero ¿por qué? —su ceño se frunce —. Digo, tú…
—me señala —. Eres… bella come un angelo.
Blanqueo mis ojos y trato de irme, pero su mano vuelve a apresar mi
brazo.
—¿Por qué detestas los cumplidos? —vuelve a preguntar.
—No es que los deteste… —me abrazo a mí misma.
Está haciendo demasiadas preguntas, tal vez debería llamar a Olivia y
hacer que lo noquee.
—¿Entonces?
—Ningún chico me había dicho alguno antes y he leído historias de
romance donde los dicen, y luego el hombre termina siendo un hijo de su… —
su risa me hace parar de hablar y lo miro confundida —. ¿De qué te ríes?
—¿Acaso te tuvieron encerrada toda tu vida? —repara.
—¡Sí, y por culpa de eso no sé muchas cosas! ¡Perdóname la vida,
imbecille! —me giro decida a alejarme del idiota.
Mi situación no es motivo de burla, no es mi maldita culpa que mi abuelo
sea un maldito mafioso y que otra mafia quiera matar a mi hermana y a mí.
—¡Oye, espera! —siento sus pisadas detrás de mí —. ¡Oye, lo siento! No
lo sabía…
Me detengo y lo enfrento.
—No juzgues sin conocer, está mal —señalo.
—Lo sé y lo siento —dice y en su mirada puedo ver algo de sinceridad —
. Hagamos algo. Empecemos de nuevo, ¿te parece? —extiende su mano hacia
mí —. Mi nombre es Alessio Salvatore, estoy en sexto semestre de medicina y
me gustan los Rolling Stones.
Miro su mano y luego a él. Está vestido con una peculiar chaqueta de
cuero, camiseta blanca, bluejeans y unas converse. Dudo por unos segundos
y luego extiendo la mía y le doy un leve apretón.
—Mucho gusto, Alessio Salvatore. Yo soy Kyra Dimitriou, estoy en primer
semestre de medicina y me gusta Madonna.
Capitulo 19
Tyra

Los tres abordamos el auto tan pronto apago las luces de toda la casa.
He manipulado a uno de los porteros para que no diga nada. He dicho que
Alessio es el nuevo conductor contrato por el abuelo debido a que Olivia se
sentía mal.
Es tan fácil manipular a la gente aquí.
Pongo a trabajar mi memoria para indicarle a Alessio donde vives
Magnus. Le digo que por favor parta desde el parqueadero donde ocurrió la
explosión y quince minutos después de seguir mis órdenes bajo del auto. El
gris edificio se levanta ante mí y trago saliva.
Estoy por subir al infierno y no creo que esta vez algún dios se apiade de
mí.
—¿Te recogemos? —pregunta Alessio detrás de mi dentro del auto...
—No. Volveré sola.
—¿Cómo harás eso? —Kyra se asoma —. Es de noche y…
—Volveré sola —digo y camino hacia la pequeña portería sin vigilancia.
No tomo el ascensor y tomo las escaleras. Llego al piso donde recuerdo
esta su apartamento y me paro frente a la puerta. Ajusto más a mi cuerpo el
bolso que llevo en la espalda. Meto la mano en uno de los bolsillos de mis jeans
desgastados y saco una tarjeta y un clip de cabello.
Me agacho para enfocarme en la cerradura y abrir. Uno cuantos minutos
e intentos después, al fin lo logro y entro con cuidado. Todo está oscuro y
agradezco que no esté. Cierro detrás de mí. En realidad, me daba igual si
hubiese estado.
Voy directo a su escritorio librería y busco como loca algo que ni siquiera
sé que es, pero lo sabré cuando lo vea.
Detrás de unos libros encuentro una pequeña caja cerrada. Busco la llave
alrededor y no encuentro nada. Vuelvo a hacer uso del clip y al fin logro divisar
su contenido.
Son dos pasaporte estadounidenses. Dejo la caja sobre la mesa y los
abro.
—Olivia White y… Magnus White —leo.
¿White?
Sabía que eran pareja, pero… Mierda, están usando un apellido falso.
¿Qué esconden?
Guardo ambos pasaportes en mi bolso y sigo buscando algo que me
genere aún más interés. Me agacho para mirar debajo de su cama y encuentro
una computadora portátil. Nunca había visto una, Kyra tiene algunas, pero son
de escritorio.
La tomo y la abro. Hay una pantalla en rojo y un recuadro en la mitad que
dice «Password». Busco en los pasaportes sus fechas de nacimiento y las
tecleo con esperanza.
Nada.
Un ruido en la entrada me alerta, dejo todo en su lugar y me obligo a
correr para ocultarme dentro del armario, ajusto la puerta para poder ver de
quien se trata.
Veo entrar a Magnus con una extraña mujer de la mano. Es rubia y alta.
Inmediatamente empiezan a besarse y a desnudarse. Magnus estruja los senos
de la mujer mientras ella echa su cabeza hacia atrás.
La escena que se presenta ante mis ojos produce un cosquilleo bajo entre
mis piernas. Me asombra, esto realmente me está excitando. Introduzco mi
mano entre mis pantalones y llego hasta la humedad que no sabía que tenía.
Muerdo mi labio y muevo mis dedos en círculos sobre mi clítoris mientras veo
como Magnus penetra desde atrás a la rubia.
Le da fuerte y sin mesura, como me ha dado a mí días atrás. La toma del
cabello y la nalguea. Ella gime y se retuerce, pero él no la deja apartarse. Clavo
mis ojos en los cuerpos de ambos, sudan y respiran agitadamente. Están
disfrutando sin saber que alguien más también lo esta haciendo sin ellos saber.
La rapidez con la que alcanzo el orgasmo me deja con la boca abierta y
debo morder mi lengua para no producir ningún sonido. Me recompongo y salgo
de entre las sombras.
—Qué buen show, pero me urge hacer pis y por lo que veo iban a tardar
—digo y ellos saltan por la sorpresa de mi presencia.
Magnus sale de la mujer y se aproxima a mí, para luego tomarme del
cuello y mirarme fijamente con odio.
—¿Qué mierda haces aquí? —pregunta.
Su fuerte agarre sobre mi garganta me duele y me causa tos, pero sonrío.
—Te extrañaba, cariño…
Me empuja contra la pared.
—Tyra —gruñe —. No juegues conmigo.
Su erección roza mi estómago y llevo una de mis manos a ella para
bombearla con suavidad. Está húmeda debido a los jugos de la otra mujer.
—¿Por qué no, cariño? —susurro contra su boca.
—¿Qué está pasando, Magnus?, ¿quién es ella? —pregunta la rubia y se
cubre con la sábana.
—Ella es… —jadea.
Muevo un poco mi cara para verla.
—¿Te gustan los tríos, rubia? —interrumpo. Sigo masturbando a Magnus
y clavo mis ojos en su rostro otra vez —. Porque a mi sí y me encantaría
participar.
—Tyra —dice a modo de advertencia.
—Dime, cariño —sonrío con vileza.
Mi mano no se detiene y de repente él se aparta. Se va hacia el baño y
nos deja solas a mí y a la rubia.
—¿Quién eres? —pregunta curiosa.
—Soy como tú, una amiga más de Magnus —me encojo de hombros. Me
acerco hasta la cama y me siento en ella —. ¿Has estado con chicas?
—Sí, muchas —responde.
—Yo no —la miro por unos segundos y aparto el cabello de su rostro —.
Eres muy hermosa.
—Bésame —sonríe.
Lo pienso durante un momento y me aproximo con lentitud y fingida
inocencia hasta su boca. Saboreo sus dulces labios mientras siento sus manos
en mi cuerpo. Todo se siente tan nuevo, suave y diferente a otras manos que
ya me han tocado.
Subo las mías por todo su abdomen hasta llegar a sus pechos. Los
acaricio y ella hace lo mismo con los míos. Otros labios se sienten en mi cuello
y otras manos sacan mi blusa.
Magnus me pone de pie y baja mi pantalón. La rubia se agacha frente a
mí y saca la lengua para pasarla por la mitad de mi labios vaginales. Las piernas
me tiemblan debido al toque y me sostengo de Magnus, quien presiona su
erección contra mi espalda, besa mi cuello y también estruja mis senos. Se
siente increíble tener a dos personas a mi merced sexual.
La mujer me regala el más tierno y suave sexo oral que me hayan hecho
jamás. Ver a alguien de mí mismo sexo brindándome placer, mientras tengo a
un hombre atrás, me eleva a un mundo de éxtasis que no conocía.
Tomo a la rubia del cabello y la obligo a ponerse de pie. Impacto mi boca
contra la suya y me pruebo en ella. Magnus se une a nuestro beso y seguido
caemos en la cama sobre él.
La rubia toma la erección de Magnus y se la lleva a la boca.
—Ven bonita, siéntate aquí —me invita ella.
Me pongo de rodillas y alineo mi pelvis encima de la de él, la rubia me
penetra con la polla de Magnus con suavidad mientras lo veo a él mirar la
escena sin parpadear. Comienzo a cabalgarlo con lentitud, mientras ella ubica
su vulva sobre la boca de él. Ambas quedamos de frente y la mujer me atrae
para besarme con rudeza y eclipsar nuestros gemidos.
Siento una euforia que no sabría describir, pero la situación me está
gustando más de lo que imaginé. La mujer es hermosa y Magnus es tan
atractivo como el peligro para mí.
Una mano delicada se posa en mi pecho y me empuja un poco hacia
atrás. Me apoyo en mis manos para no caer. La rubia se inclina y desciende
hasta mi vulva. Magnus y yo seguimos unidos, él aún continúa besándole el
clítoris a ella, y ella ahora besa y acaricia el mío con su lengua, mientras sigo
moviéndome arriba y abajo sobre la gran erección.
Voy a correrme y será increíble. Mis ojos caen en la escena y me enfoco
en cada movimiento de ellos para excitarme aún más y aumentar mis ganas de
llegar al orgasmo.
Tomo el cabello de la mujer en una de mis manos y me aferro a él para
impedirle que se despegue. Aumento mis embestidas mientras la rubia trata de
mantenerse pegada a mí. La sensación me abruma y gimo aún más fuerte. Un
poco más y me romperé en pedazos.
Magnus se apodera de los movimientos de su cadera y me clava aún más
profundo. Grito cuando el orgasmo me inunda, trato de no quitarme y disfrutar
lo que más pueda del clímax. Siento como la rubia se aparta y cuando abro los
ojos, veo a Magnus frente a mí. Me toma del cuello y me besa. Se levanta de
la cama conmigo encima, sin interrumpir el coito y se mueve por la habitación
hasta que mi espalda golpea una pared.
—No debiste venir aquí —dice antes de empezar a arremeter con fuerza
contra mi sexo.
Sus estocadas resuenan en toda la habitación y más que placer, el dolor
se hace dueño de mi cuerpo. La rubia queda aún lado y mis ojos van a ella
mientras lamo la cara de Magnus. Nos mira seria y yo me enfoco nuevamente
en el hombre que me folla como un animal.
Llevo hasta mi boca hasta el oído de Magnus.
—Podría apostar… —jadeo y trato de tomar aire para hablar mientras un
orgasmo nuevo empieza a formarse —. Podría jurar que estabas pensando en
mí cuando la follabas a ella.
Me aparto para mirarlo. Sus manos están ocupadas sosteniendo mi peso
y sé que no va a hablar porque está tan ocupado en llegar a su orgasmo. Dejo
ir el segundo mío y me aferro a su espalda, clavando mis uñas en su piel.
Aunque lo creía imposible, sus embestidas avasallan de dolor mi sexo y
aumentan, su orgasmo se hace notorio y sus dientes de entierran en mi
hombro.
Lo abrazo para no caerme y espero a que la sensación lo abandone. Se
detiene de inmediato, me mira y me baja.
—Ve a vestirte, te llevaré a la casa —ordena.
Pongo mis pies en el piso y recojo todas mis cosas para luego encerrarme
en el baño. Me visto con rapidez y al escuchar la voz de la rubia pego mi oreja
a la puerta.
—¿Y yo?, deberías mandarla en un taxi a su casa para poder seguir
disfrutando solo tú y yo… —le dice ella.
—La noche acabó, coge el taxi tú —responde él.
Voy hasta mi bolso y tomo el frasco verde entre mis manos. Destapo la
jeringa y la lleno. La oculto detrás de mi espalda. Salgo de baño y les sonrío.
—Estoy lista —hablo y gano la mirada de ambos. Ella me mira irritada.
Camino hasta su lugar —. Eres demasiado hermosa… —acaricio su cabello —
, pero no me gustan las personas que odian compartir —suelto y clavo la jeringa
en su cuello.
Vacío todo el contenido y me alejo.
—¡¿Qué hiciste?! —Magnus me agarra del brazo mientras yo no dejo de
ver a la mujer retorcerse en el piso.
—¡Me quema!, ¡Ayúdame! —grita y llora mientras lleva sus manos al
cuello.
—¡¿Qué mierda le hiciste?! —Magnus vuelve a estrujarme.
—Le quema… —susurro y sonrío —. Funciona.
Kyra dijo que en los ratones había dado efecto, pero que no lo ensayaría
con humanos hasta encontrar alguien que lo mereciera. Tal vez la rubia no lo
merecía, pero no significaba nada para mí.
—¡Tyra! —Magnus me toma del cuello —. ¡¿Qué le aplicaste?! —grita
para hacerse escuchar por encima de los alaridos de la mujer.
—Veneno —respondo y lo miro.
—¡¿Por qué mierda?! —aprieta más fuerte.
Lo empujo con fuerza.
—No vuelvas a tocarme si no quieres terminar igual —me giro para irme
y él se agacha al lado de ella para tratar de auxiliarla, pero es inútil. Sin la cura
no podrá hacer nada —. No dejes que muera aquí, tendrías que llamar
nuevamente a los hombres con los trajes de astronautas.
—Tyra —me llama y giro.
—¿Sí?
—Voy a destruirte —suelta con aversión.
Río.
—No si lo hago yo primero, White.
Capítulo 20
Kyra
Minutos después de dejar a Tyra, llegamos al lugar donde sería la fiesta
del amigo de Alessio. Al final decidimos venir, debido a que quería quedarme
cerca por si algo ocurría con mi gemela.
Estacionamos en el estacionamiento de la playa y tomados de la mano
vamos hasta el grupo de personas que bailan y hablan alrededor de la fogata.
—¿Dónde estamos? —pregunto tratando de ocultar mi emoción.
Jamás había venido a la playa y no quiero que Alessio piense que soy
una loca si le digo que me quiero meter al mar sin importarme que sean las 9
de la noche.
—Paleo Falero. Esta es una de las tantas playas que tiene Atenas —se
inclina para responderme.
Alessio saluda a todos los presentes. Los únicos rostros que reconozco
son el de Calliope y el resto de integrantes de club de laboratorio, al cual dejé
de asistir para evitar la incomodidad que me genera la rubia.
—Te dejaron salir al fin, pero claramente no solo —agrega y tomo una
bocanada de aire.
Todo este mes, cada que me ha visto, suelta este tipo de indirectas
ridículas. La ignoro por completo, pero no parece que tenga ganas de
detenerse.
—¿Cómo estás, Lio? —Alessio le pregunta ignorando su anterior frase.
Odio que sea tan caballero con ella, pero es su personalidad y no puedo
enojarme con él.
—Bien, Alessio. Tratando de despejarme, como sabes la muerte de mi
hermano aún está reciente y no he tenido cabeza para nada más —habla
mirándolo solo a él.
—Realmente siento que todo haya pasado así. Estarás mejor —palmea
su hombro y pasa por su lado para seguir.
Le sonrío a la mujer y me pego aún más al costado de Alessio. No
conozco a más nadie aquí y quiero que la tierra me trague. Me ofrecen sodas
y cervezas y rechazo todo. Alessio acepta una botella de agua y bebe de ella.
Nos sentamos en uno de los troncos alrededor de la fogata.
—¿Cómo estás? —me empuja levemente con su hombro.
—Bien —sonrío.
Pese a que me encuentro un tanto desubicada, a su lado no hay duda de
que estoy donde debo estar. Agradezco haberme puesto unos jeans de Tyra,
pues pensé que vendríamos en moto.
Él me regresa la sonrisa y besa mi mejilla.
—No voy a dejarte sola —dice y lo siento bastante real, como si acabara
de prometerme algo que no sé.
Abrazo su brazo y recuesto mi cabeza en su hombro para fijarme de lleno
en las olas de mar mientras él habla con uno de sus amigos. No le presto
atención a la conversación y me concentro en las olas del mar que suben y se
van.
Mis pies pican por sentir las pequeñas piedritas húmedas debajo de ellos.
No quiero desperdiciar esta oportunidad. Halo con delicadeza el brazo de
Alessio para lograr que me mire.
—Dime, amore.
Llevo mi boca hasta su oído.
—Quiero entrar al mar —susurro.
Se separa un poco y me mira divertido. Me analiza por unos segundos y
lo entiende al fin.
—No conocías… Ven —se pone de pie y me ofrece su mano —. Iremos
a caminar —le avisa a su amigo.
Avanzamos juntos por toda la orilla. Decido quitarme los zapatos y al fin
sentir la textura de la arena. Nos alejamos lo suficiente del grupo para no ser
vistos. Está un poco oscuro pero la luna ilumina lo necesario.
Nos detenemos y voy hacia la orilla. Subo el dobladillo de mi pantalón y
doy unos cuantos pasos hacia el frente. El agua golpea mis tobillos y no puedo
evitar sentirme una niña pequeña, pues la mayoría conocen el mar a esa edad.
Ojalá fuera de día para poder encantarme con el azul del agua y el cielo
uniéndose.
—¿Qué tal? —pregunta.
—Increíble —giro el rostro para mirarlo —. Lo siento, es que…
—No tienes que disculparte por esas cosas, es más —se aproxima a mí
—. Tienes que darme una lista de cosas que quieras hacer y nunca hayas
hecho para que la completemos juntos.
Río.
—Lo haré, pero será muy larga —advierto.
—Descuida, ya te he dicho que tengo todo el tiempo del mundo para ti —
guiña su ojo.
Mis girasoles estomacales despiertan y para no ser tan evidente giro a
mirar el mar. La noche está cálida y el agua está fresca. Una idea algo estúpida
pasa por mi cabeza y decido ejecutarla.
Tomo el borde de mi blusa y la saco por mi cabeza. Hago lo mismo con
mi pantalón y se lo entrego todo a Alessio, quien me mira estupefacto.
—¿Por qué la cara?, ¿nunca habías visto una mujer desnuda?
Niega con la cabeza, pero luego la sacude.
—Digo, sí, pero no a la orilla del mar y con la luna encima —sonríe —. Te
ves impresionante.
—¿Quieres verte impresionante conmigo? —le extiendo mi mano.
Sigo llenándome de valor para no cubrir mis pechos y volver a ponerme
la ropa. El italiano acepta mi mano, besa mis nudillos y la suelta para empezar
a desnudarse también, solo que él si lo hace completamente. Yo al menos dejé
mi panty en su lugar.
Mis ojos caen hipnotizados en su anatomía. Alessio es de contextura
delgada, pero sus músculos resaltan con notoriedad bajo la luna y su miembro
apunta en mi dirección. Me muerdo la lengua y trago saliva.
—Quítate eso también, igualdad de condiciones —dice.
—O puedes ponerte el tuyo — reparo y río.
—No es bueno andar con ropa interior mojada, Ky.
Ruedo los ojos y me animo a desaparecer la única tela que me cubría. Al
fin y al cabo, ya tuve su boca entre mis piernas.
Lo tomo de la mano y lo invito a correr junto a mi hasta ingresar al mar.
Las olas nos reciben y el sabor salado del agua llega en gotas hasta mi boca.
Suelto a Alessio para sumergirme y nadar un poco bajo el agua.
Cuando salgo a la superficie, el está a unos cuantos pasos.
—Recuérdame traerte de día —dice.
—Lo haré —digo y peino mi cabello hacia atrás.
—Ven aquí —esta vez es él quien extiende su mano.
Camino a través del agua y llego hasta él con mis brazos cruzados. Inclino
un poco la cabeza hacia atrás para mirarlo mejor.
—Me gustas… —levanto mi mano para acariciar su rostro.
—A mi me pasa algo más —susurra y siento sus manos en mi cintura.
Me atrae a su cuerpo y su erección golpea mi vientre. Se inclina para
besarme y yo me empino para recibirlo. Rodeo su cuello con mis brazos y
envuelvo mis piernas alrededor de su cadera. Mi vulva se presiona contra su
miembro y envía corrientes deseosas de algo más.
Pruebo la sal del mar en sus labios y me pierdo en los movimientos de
estos.
—Alessio… —susurro contra su boca.
Él asiente con la cabeza y empieza a caminar conmigo fuera del agua
hasta llegar al lugar donde dejamos nuestras prendas. Se sienta sobre ellas
conmigo encima y en ningún momento dejo de besarlo. El contacto piel con piel
se siente fascinante.
Alessio acaba el beso para bajar a besar mis senos. Echo mi cabeza
hacia atrás para darle más comodidad. Amo tanto que haga eso. Muevo mi
pelvis de adelante hacia atrás sobre la de él y pronto me comienzo a sentir más
y más húmeda. Cada vez más lista para él.
El italiano se da cuenta de esto y lleva uno de sus dedos hasta mi clítoris
para impartir rápidas caricias sobre él.
—Kyra… —dice contra mi boca.
—¿Mmm? —pronuncio el medio de jadeos y placer.
—Sono pazzo di te —«Estoy loco por ti».
No me deja responder debido a que me alza un poco y ubica la punta de
su miembro en mi entrada. Muerdo mi labio y me aferro a sus hombros.
—Controla tú los movimientos —indica.
Miro sus ojos y asiento con la cabeza. Me apoyo sobre mis rodillas para
comenzar a subir y bajar sobre él. Tomo aire y dejo que vuelva a adueñarse de
mis senos mientras poco a poco vamos siendo uno solo.
Las caricias en mi clítoris vuelven y agradezco que me ayude a distraerme
del ardor que está causando su grosor y la sal del agua. Debí pensarlo mejor
cuando le pedí hacer esto aquí, pero ahora mismo no voy a echarme para atrás.
Llevo deseando esto por semanas.
Me muevo de arriba abajo con delicadeza, siento como va entrando cada
vez más profundo y cuando su pelvis choca con la mía, me doy cuenta de que
ya lo he logrado.
Sus ojos me miran y me abraza. En una ágil maniobra sorpresiva me pone
debajo de él sin separarnos un solo centímetro.
—Voy a moverme —anuncia.
Asiento con la cabeza y llevo mis manos hasta su torso. Lo acaricio con
descaro y confianza, pues desde ahora Alessio es aún más mío.
Se aleja un poco y vuelve a hundirse en mí, reprimo el gemido de dolor y
lo incito con mi mirada para que lo vuelva a hacer. Esta vez se mueve más
seguido y siento como la piel se me eriza. Me mira con el mismo deseo que yo
lo miro a él y me siento aún más extasiada.
Su ritmo se vuelve más constante y mis gemidos aún más sonoros.
Aunque quiera reprimirlos no puedo, no si sigue dándome de esa manera. Mis
uñas se entierran en sus brazos y siento una rara y extraña sensación en mi
vientre bajo. Algo que inicia y promete acabar con todo dentro de mí.
La mano de Alessio apresa mi seno derecho y sus ojos siguen sin
despegarse de los míos. Su boca entreabierta y su cabello húmedo sobre su
frente me regalan la mejor imagen de él que jamás haya visto nunca.
Envuelvo mis piernas nuevamente a sus caderas y me enfoco en dejar
fluir lo que estoy sintiendo gracias a sus embestidas. El dolor no se ha ido, pero
ha llegado algo tan delicioso que no pienso dejar ir.
Alzo mi cabeza un poco para llegar hasta sus labios y besarlo. El
desciende y nuestros pechos se unen. Un orgasmo que jamás había
experimentado atraviesa todo mi sistema nervioso y me aferro a él para no
moverme. Callo mis gemidos contra su boca, un gruñido sale de la suya y con
cuidado va ralentizando las penetraciones.
—Lo siento… —oculta su cabeza en mi cuello —. No debía pasar así…
—¿Entonces cómo?
—En privacidad —revela.
Tomo su cabeza y lo obligo a mirarme.
—Lo hicimos en una maldita playa bajo la luna, a la mierda la privacidad
—río.
Devuelve la sonrisa y seguido me besa con suavidad. Sale lentamente de
mí y se pone de pie para ayudarme a que yo también lo haga.
—¿Vamos al mar nuevamente a quitarnos la arena? Me gustaría ir a tu
casa y darme un baño contigo para pasar el resto de la noche haciéndolo
nuevamente —acaricia mi cintura y el final de mis senos.
—Suena perfecto —digo y volvemos a entrar al agua.
Aunque pocos segundos después, me arrepiento. Mi entrepierna arde
muchísimo.
—¿Estás bien? —pregunta.
—Sí.
Trato de quitarme con rapidez la arena pegada a mi cuerpo para salir y
vestirme. Necesito una ducha y rápido. Corro hasta mi ropa y la pongo sobre
mi cuerpo. Alessio hace lo mismo sin dejar de mirarme de manera curiosa. De
ninguna manera le voy a decir que me está ardiendo la vagina.
Elimino con mis manos el agua de mi cabello y tomo la mano del italiano
para empezar a caminar de regreso.
Cuando estamos por llegar, Alessio se detiene. Lo miro y veo algo
parecido a la furia en su rostro. Llevo mi vista al frente para descubrir que es lo
que lo puso así y diviso a unos hombres extraños vestidos de traje, rodeando
al grupo de estudiantes que antes disfrutaba de la fiesta.
—¿Quiénes…? —pregunto, pero Alessio me jala hasta detrás de un
pequeño quiosco.
—Quédate aquí y no salgas hasta que te lo diga —toma mi cara entre sus
manos —. ¿Está bien?
Asiento con la cabeza sin entender que está pasando. Mi corazón
empieza a bombear más fuerte.
—Pero…
—Kyra, quédate aquí. Por tu bien, por favor —pide casi como súplica.
—Lo haré.
Besa mi frente y luego se gira para ir en dirección del círculo de personas.
—¡Miren quien se dignó a aparecer al fin! —exclama una voz en italiano.
Asomo un poco mi cabeza para ver la escena.
—Déjenlos ir —pide Alessio.
—¡Pero si apenas empezaba la fiesta!, ¿o no chicos? —vuelve a hablar
el mismo hombre de traje.
—Déjenlos ir —esta vez Alessio se oye más crudo.
El hombre que habló antes mira al resto y hace una seña con la cabeza.
—¡Lárguense! ¡Rápido, antes de que me arrepienta! —grita otro en
griego.
Alessio sigue estático en su lugar. Todos desaparecen en un santiamén
y aunque siento que yo también debería hacerlo, decido quedarme.
—¿Cómo te trata la vida, Alessio? —uno diferente se planta frente a él y
le habla en italiano también.
—Mejor que a ustedes, seguro —responde.
—Lástima. Porque hoy tu vida acaba de dar un gran giro.
Alessio da un paso hacia atrás.
—No…
—Sí, Alessio. Tu padre murió.
Capítulo 21
Alessio

—Antonella está embarazada y necesita tu apoyo en estos momentos.


Su padre va a matarte si no apareces pronto. El clan aclama por ti, si fueras
una mierda como líder te pasaríamos por alto e iríamos directamente a Enzo,
pero a él le falta algo que a ti te sobra…
Los siete hombres me miran, aunque creí haber contado ocho cuando
llegué. Estoy viviendo la pesadilla por la que muchas noches evité dormir y el
sueño en el que estaba será manchado de sangre.
—¿Y qué es eso que le falta? —me cruzo de brazos.
—Crueldad —responde Alonso.
No voy a volver a Italia, tendrían que llevarme muerto primero para
hacerlo posible y de ser así, haría que no quede ni un solo pedazo de mi cuerpo
en este mundo físico, para que no tengan ni un poco de mí y puedan
vanagloriarse con eso.
El precio más alto por mi cabeza ha sido dado por mi propia familia.
—El legado de la Cosa Nostra no puede quedar en manos de un crío.
Necesitamos a un hombre que haya visto lo peor de su familia, conozca todos
los secretos y…
—Y haya matado a su propia sangre, ¿correcto? —completo la oración.
Todos se quedan en silencio hasta que Vizario da dos pasos adelante.
—Su padre nunca se lo perdonó, pero tampoco fue capaz de castigarlo y
en ese momento nos dimos cuenta de que nunca sería un buen líder. En la
mafia italiana no hay espacio para el corazón y el clan lo sabe mejor que nadie.
—Sabemos de lo que es capaz Alessio Armani, pero para eso tendría que
dejar atrás su falso apellido y todo lo que ha creado en torno a él.
—Se están arriesgando al venir aquí, pero eso ya lo saben —los señalo
a todos con mi índice haciendo un semicírculo hasta llegar al último hombre
que tengo al frente —. Saben de lo que soy capaz y aun así han venido aquí a
pedirme algo que notoriamente no voy a hacer aun.
—Su prometida…
—Está embarazada, lo sé —interrumpo.
Antonella nunca se detuvo hasta que logró lo que quería. Sacar de mis
testículos un heredero que le servirá a ella para asegurar su futuro dentro del
clan y obligarme a cumplir con mi herencia.
Cada 6 meses venía a visitarme, jurando que lo hacía porque me amaba
y que también dejaría atrás la mafia. Nunca la amé, jamás lo haré, pero
Antonella es el tipo de mujer que odia que le digan no y yo soy el tipo de hombre
que le encanta el sexo, así que me culpo y sé que debo responsabilizarme por
lo que pasó, pero no quiero jugar a la “familia feliz” con ella.
—Los Armani siempre han cumplido su deber y usted no puede ser la
excepción. Nació en la mafia y morirá en la mafia —objeta el hombre más bajo
de nombre Felix.
—¡Pero miren qué joyita me encontré!—el hombre empuja a Kyra y la
hace caer en la arena para luego tomarla del cabello.
Me muevo hasta ellos. —Suéltala —ordeno.
Apreso mis dedos en dos puños y me preparo para cualquier cosa con tal
de defenderla. No quiero esto para ella, la quiero fuera de todo.
—¿La conoces? —pregunta el hombre con una risa anormal en el rostro.
—Espera… —Alonzo se acerca y reposa su visión en la griega.
El otro la ha soltado del cabello y la tiene del brazo. Sus ojos verdes
derraman lágrimas y busco en ellos la sorpresa y el horror que debería de
poseer al enterarse de todo, pero solo me topo con la sorpresa.
¿Dónde está tu miedo, diavolo?
—Su rostro me recuerda a alguien… —susurra Alonzo.
—Aphrodite Kratos —agrega alguien más cuando la ve.
—Tráiganla. Nos la llevaremos. Si es o no es descendente Kratos, de
cualquier manera nos servirá —Felix se aproxima para tomarla del otro brazo.
Fue suficiente.
Empujo a Alonzo, quien era el consigliere de mi padre y quien no es muy
bueno peleando cuerpo a cuerpo, le quito el arma. Sigo con Felix y me muevo
con agilidad hasta llegar a Kyra, le clavo una patada en el pecho a quien la
sostenía y la pongo detrás de mí, cometiendo el error de no cerciorarme si está
bien, pues al frente tengo una preocupación peor. Recargo el arma y les apunto.
—No acciones algo de lo que puedas arrepentirte, Alessio —advierte
Felix.
—Me gustaría regresarles el consejo, pero viéndolos aquí he entendido
que desde el momento en que entraron a Grecia han accionado algo primero
—hablo recordando mi carácter hace unos años.
—No queremos heridos, Alessio —casi pide piedad.
Todos los hombres me observan atentos a cualquier movimiento. Kyra se
aferra a mi espalda. La siento temblar.
—¿Quién es ella? —inquiere Alonzo.
Trago antes de decir la mentira más grande que diré en toda mi vida.
—No es nadie importante.
—Si pensamos que quien es lo correcto —Alonzo mete las manos en los
bolsillos de su pantalón. Él es el único que no me apunta por obvia razón —.
Sí, sería alguien importante. Y en extremo.
La mitad de ellos resoplan. El resto sigue expectante a la verdadera
identidad de la delgada mujer. El apellido de la otra mujer antes menciona
repercute en mi cabeza. Kratos. Mi memoria emprende una búsqueda de
recuerdos donde Kyra es la protagonista: El cuaderno de sus notas en el
laboratorio con las siglas “KK” impresas en él. La mayoría de diarios de su
madre firmaban “AK”. La seguridad de su casa y los guardaespaldas 24/7.
Mi cerebro conecta todo. Pensaba que solo era una niña rica, hija de
algún magnate en construcción, pero no. Detrás de mí tengo a la heredera de
la Ndrangheta, la mafia enemiga de mi familia: Kyra Kratos.
—En Grecia abundan las mujeres blancas, castañas y de ojos verdes —
me burlo —. El mundo bajo no deja de pintarles enemigos en cada esquina. No
todo se trata de la maldita guerra que han creado por inmadureces.
—La guerra empezó porque los padres de la señorita robaron algo que
nos pertenecia, Alessio. No es ninguna inmadurez, ¡han caído en traición! —
señala Alonzo alterado.
Siento a Kyra tratar de ponerse frente a mí y hablar, pero envío mi brazo
hacia atrás para detenerla. Si es una Kratos, corre peligro si se llegan a enterar
de su entidad, aunque siempre lo han corrido, la protección que les impartió su
abuelo fue extrema y no es por nada, pues el heredero de la Ndrangheta es
buscado por cielo y tierra entre los italianos, y si se enteran de que existen y no
es solo una, sino dos, acabaran sin pensar con la vida de cualquiera.
—Sí así lo fuera, ¿qué tendrían que ver sus hijos en todo esto? Es una
injusticia de mierda heredar muertes —reparo.
Todos se carcajean.
—Cuando diga ya, corres hacia el estacionamiento. Las llaves están en
mi bolsillo trasero, acelera y vete lo más lejos que sea posible sin llamar la
atención —susurro.
Las risas se acaban y solo vuelven a sonar las olas de fondo.
—Este mundo se llama mafia y no es la persona, es la sangre. Quien lleve
sangre de traidor será maquinalmente un traidor también —Alonzo explica con
los brazos abiertos.
—Esa y muchas otras reglas más las pasaré por ácido y si no quieren
hacer parte de la actividad, les pido que regresen y le enseñen a Enzo lo que
es ser un sin huevos que solo tiene la muerte como única solución a los
problemas —recargo el arma.
—Señor Armani...
—Salvatore, soldato —pronuncio en italiano.
—¡No puede negar su procedencia!
—No, pero si puedo matarla… —tomo aire —. ¡Ya! —me lanzo a correr a
su lado para cubrirla de la respuesta de balas que tendré. Mato a uno y veo a
Alanzo correr en dirección opuesta.
Las balas surcan, pereo no impactan y en nada, Kyra ha desaparecido de
la playa. Me detengo y me cubro tras el tronco de una gruesa palmera. Salgo a
disparar nuevamente una vez he recuperado un poco de aire. Dos docenas de
balas después, la munición se agota y debo lanzarme hacia ellos para
noquearlos de una sola patada. Quiebro un cuello en el proceso y justo cuando
alcanzo a Felix quien había salido corriendo, me tiro sobre él y lo inmovilizo.
—A Kyra Kratos no la va a tocar nadie y voy a matar a cualquiera que se
atreva, empezando por ti —sonrío mientras meto el cañón del arma en su boca
—. Ahora tiene un novio y para desgracia, es el nuevo Don de la Cosa Nostra
—escupo y detono el gatillo tres veces haciendo que sus sesos queden regados
en toda la arena. Me pongo de pie y limpio sin cuidado las gotas de sangre que
sentí impactar contra la piel de mi rostro.
Espero que Alonzo entienda que debe llevar un mensaje y lo destine a la
persona de interés. Ahora ya no tendrán solo una guerra, habrá dos, y la peor
la tendrán conmigo.
Troto hasta el estacionamiento en busca de un vehículo que pueda hurtar,
pero encuentro a Kyra sosteniendo el volante y mirando a la nada. Toco la
ventanilla y ella salta por la sorpresa. Parpadea varias veces antes de abrir la
puerta y empujarme.
—¿Por qué no me lo dijiste? —gruñe —. Eres un maldito mentiroso.
Tomo las muñecas de sus manos para detener sus golpes sobre mi
pecho. No quiero que se lastime.
—Ambos los somos. Deja el drama a un lado, Kyra. Tuvimos razones
para no hablar sobre quienes éramos y ahora que ya lo sabemos hay que tomar
cartas en el asunto y comportarnos como realmente somos —tomo con fuerza
su cara entre mis manos.
—¿Qué somos? Dilo —escupe —. ¡Dilo! ¡Di que somos unos putos
mafiosos que deben matarse entre ellos para acabar con nuestros apellidos
porque aquí las leyes de la sangre son más importantes que las de la lógica!
El volumen y la intensidad de su voz y de sus gestos me desubica. Quiero
abrazarla hasta que deje de temblar, pero caigo en cuenta de que debemos
irnos.
—Sube al auto. Tenemos que irnos —la tomo del brazo y trato de
obligarla a entrar al auto.
—¡No voy a ir a ninguna parte con un hijo de puta Don! —grita y me
manotea.
—Kyra, vendrán a buscarnos… —sigo tratando, en intento de no
lastimarla, pero su fuerza me complica el cometido.
—¿Sabes qué pienso? —se detiene y piensa por unos segundos—. La
solución sería morirnos—se ríe —. ¡La mafia es estúpida! Nos complica la vida
y según sus leyes, se tiene que arreglar con muerte. La única solución para
ellos es que tu hermano, mi hermana y yo nos cortemos la maldita yugular o
nos dejemos atravesar por 7 balas.
La tomo nuevamente por los brazos y esta vez me torno un poco más
rueda con ella aunque no lo quiera. La necesito viva, me vale mierda el resto.
—Kyra —advierto después de recibir una cachetada en mi mejilla de su
parte.
—¡No me toques! —grita, patalea, llora, muerde, aruña…
No aguanto más y me separo de ella, voy hasta el maletero. Lo abro y
busco algo que me sirva para lo que tengo planeado. Kyra sigue golpeándome
la espalda y gritándome insultos. Sé que está teniendo un ataque de pánico y
no pienso discutir más con ella. Mis ojos encuentran una cinta y no lo pienso
para tomarla. Me incorporo y cierro la puerta. Doy media vuelta y busco el inicio
de la cinta. Tomo a la delgada mujer de las muñecas y la obligo a girar, las junto
detrás de su espalda y la guío hasta impactarla con la superficie del auto. Paso
dos vueltas de cinta alrededor de sus muñecas y otras dos en sus tobillos.
No deja de gritar.
—Amore… Estoy cuidando tu maldita vida, deja de gritar. No quiero tapar
tu boca —me inclino para susurrarle en su oído —. Puedes matarme si quieres
después de esto, pero primero déjame ponerte a salvo.
Un silencio le da un poco de tranquilidad al lugar, pero de la nada vuelve
a retorcerse y gritar.
—¡Te odio! —escupe.
—Yo no —halo la cinta, la giro a ella, corto un pedazo con la boca y se lo
adhiero a sus labios y mejillas —. Lo siento.
La echo sobre mi hombro y la meto en la parte trasera del auto. Conduzco
en círculos por la ciudad para asegurarme de que nadie nos esté siguiendo.
Una vez descubro que todo parece estar en orden, me aventuro a tomar la ruta
hacia la mansión de las Kratos. Donde espero que Kyra reaccione y me cuente
toda su maldita historia sin omitir un solo detalle.
Capítulo 22
Kyra

Me levanta nuevamente y me echa a su hombro. He dejado de luchar, mi


cuerpo se ha apagado y siento como el cansancio de la noche me pide que
cierre los ojos. Estoy odiando tanto el hecho de haber conocido a Alessio.
Lo que menos me molesta es su identidad, lo que más me arde es que
ha dejado embarazada a otra mujer y que está por casarse. Hijo de puta.
Entra por la puerta trasera de la casa conmigo encima. Todo está en
tinieblas y Alessio se mueve con delicadeza sobre el piso de madera. Sube
hasta mi habitación y me deja sobre la cama.
—Voy a soltarte y harás silencio. Aquí si te conviene hacerlo —se yergue
encima de mí.
Asiento con la cabeza.
Sus manos rompen las cintas y por último quita la de mis labios. Me
acaricio mis muñecas y limpio mi boca. Evito mirar a Alessio y me pongo de pie
para ir directo a la ducha. No quiero hablar con él, no quiero verlo, quiero que
se largue. Escucho sus pasos venir detrás de mí. La tensión es tan tangible que
podría nadar en ella. Hay tanto que decir a pesar de no querer hablar. Ahora
no es el momento y espero que nunca lo sea.
—Ky… —intenta hablar, pero levanto mi mano.
—No. No ahora —suelto y empiezo a deshacerme de mi ropa para entrar
al agua. Esta cae sobre mi cabeza y se lleva toda la sal que había adherida a
mi piel. Lavo cada rincón de mi cuerpo con mis ojos cerrados mientras sé que
Alessio tiene los suyos muy abiertos y puestos en mí.
Escucho sus lentos pasos llegar hasta mi lado. Se mueve y siento el calor
en mi espalda. Su pelvis roza mis glúteos y tiro mi cabello hacia atrás. Toma mi
cabello en una sola mano y tira hacia atrás.
—¿Tienes la mínima idea de quienes somos, amore? —susurra en mi
oído. El agua ha empezado a caer sobre él también, debido a que ha adherido
mi espalda a su pecho. Sus labios beben el agua que corre por mi cuello y mi
cuerpo se siente atraído por la excitación que despierta en sus pantalones —.
Eres la futura Capo de la ‘Ndrangheta y yo el Don de la Cosa Nostra.
Me fijo en las líneas del mármol mientras Alessio se deshace se su ropa.
Me giro para mirarlo.
—Somos unos hijos de puta presos, eso somos —escupo.
—Si algo no te gusta, destrúyelo de alguna manera inteligente que no te
deje en evidencia —sus dedos toman mi quijada entre sus manos y su nariz
roza la mía —. Nacimos en esto, pero moriremos de otra forma, Kyra.
—¿Con una bala en la cabeza?
—Lejos, juntos, libres, en una isla teniendo cuatro hijos y criándolos lejos
de todo esto.
Echo mi cabeza hacia atrás y dejo salir una carcajada de mi garganta,
pero luego el llanto se hace presente y las lágrimas empiezan a salir de mis
ojos.
—Jamás será verdad —sollozo.
—Haré hasta lo imposible por que si lo sea —toma mi cara entre sus
manos y besa mis labios de manera de fugaz —. Si decides confiar en mí, te
prometo que seremos invencibles.
Una sonrisa se dibuja en mis labios entre las lágrimas que no dejan de
caer sobre mis mejillas. Elevo una de mis manos y la reposo en su rostro.
—Nuestro destino está escrito por personas que no nos dejarán cambiarlo
jamás —susurro tratando de dejar el tinte de dolor a un lado, pero termino
aplicándolo de todas maneras. Acaricio su mejilla y aprecio sus ojos grises.
—No —sus labios impactan los míos —. No.
Su beso se torna rudo y necesitado. Lo respondo de la misma manera.
Llevo mis manos a cada parte que me encanta de su cuerpo duro. Él maltrata
cada curva del mío y me gira haciendo que mi pecho se pegue al frío mármol.
Se agacha detrás de mí y mete su cara entre mis glúteos para lamer la zona
de arriba hacia abajo. Abre con sus manos mi nalgas y se deleita con mi vulva
llevándome al maldito cielo. Sus dedos entran mi canal causando un leve ardor
debido a lo que pasó horas antes. Mis gemidos no piden permiso para salir y
echo la cabeza atrás para deleitarme con el agua tibia que cae encima de
nosotros. El vapor se ha adueñado del lugar. Alessio se yergue y se pega a mi
cuerpo. Su erección se siente caliente sobre mi espalda. La boca se me seca y
trago duro. He despertado el diablo interno que posee el ángel de ojos grises.
Abre mis glúteos y con la punta de su miembro tantea hasta posarse en
mi entrada. Tomo una profunda respiración y él también lo hace, mi corazón
late más rápido y empujo mis caderas hacia atrás para enterrar en él por
completo. La estocada me deja sin aire y escucho a Alessio gruñir y tomarme
del cabello. Sale de mi lentamente y vuelve a clavarse con una fuerza que
hacen que nuestras pieles produzcan un sonido de choque.
Un agudo gemido sale de mi garganta y muerdo mi labio para evitar soltar
otro más cuando vuelve a penetrarme con fuerza. Su mano se posa en mi
espalda y me obliga a inclinarme hacia adelante. Sus penetraciones se vuelven
más constantes y debo sostenerme fuerte para no clavar mi cara en la pared.
Alessio ha extraviado la ternura con la que me folló hace unas horas y ha
reemplazado todo por furia y aún más pasión. No me molesta, me encanta de
esta forma también, pero mis paredes arden y temo no soportar mucho más.
De repente, sale de mi y con su mano me gira. La sorpresa me marea y
sus labios me traen a tierra. Su beso me regala una mordida, que me da a
entender que nada de esto será suave.
—Como ya te dije, no voy a dejar que nadie te toque —me saca del baño,
me sube sin delicadeza al tocador. El italiano se ubica entre mis piernas y una
de sus manos de apodera de mis muñecas y me sube las manos haciendo que
choquen con el espejo —. Tu sei mia e io sono tuo.
«Tú eres mía y yo soy tuyo».
Y justo cuando estoy por contestarle que ese derecho de apropiarnos no
existe, mete su verga hasta mi fondo y causa que mi espalda se arquee y un
pequeño grito atraviese mis cuerdas vocales. No se detiene a preocuparse,
hace todo lo contrario, consigue un ritmo que arranca cada parte de mi ser y
reemplaza cada espacio vacio con sus toques, su mirada y sus mejillas
coloradas debido al calor del vapor. Los mechones negros se pegan a su frenre
y sus cejas casi se juntan debido a que frunce su seño para acentuar la mirada
de algo parecido al odio… pero no hacia mí.
Lo miro de la misma manera. Esto que estamos haciendo es más una
representación de rebeldía contra la guerra que nos exigirán alzar entre
nosotros. En sus ojos veo el odio que tendremos que profesarnos algún día y
la cantidad de situaciones en las que tendremos que apuntar un arma hacia
nuestros corazones.
—Cásate conmigo —dice y se detiene.
Respiro con dificultad y busco la manera de activar mi lengua.
—¿Qué?
Se aproxima y sus labios devoran los míos. Retoma el ritmo que llevaba
con anterioridad su pelvis y las estocadas se empiezan a tornar cada vez más
duras.
—Cásate conmigo —me toma del cuello y me obliga a mirarlo.
Su mano libre llega hasta mi clítoris siento como dos dedos se apoderan
de él para sacudirlo de lado a lado. El orgasmo empieza a crecer con rapidez y
siento temblar mis piernas. Ya no tengo el control de mi cuerpo, ahora es
Alessio quien decide qué hacer y logra que sea lo mejor que yo haya hecho
jamás. El orgasmo está próximo a llegar y esto él lo nota, todo movimiento se
acelera y libero la gran sensación.
—¡Cásate conmigo! —gruñe contra mi boca mientras me corro.
—¡Sí!
Ambos nos sumimos en una nube de placer de la cual nadie aquí
presente quisiera arruinar. Aceptaré lo que me diga en este momento, tiene mi
vida y mi corazón a su merced.
Cualquier acción se detiene y solo nuestros pechos se mueven de arriba
abajo por la agitación. Ni siquiera nuestros ojos parpadean, pues estamos tan
sumidos en la imagen que nos regala el otro, que no deseamos perdernos nada
de este momento.
Alessio me carga y envuelvo mis piernas alrededor de sus caderas.
Salimos del baño hacia la habitación y antes de dejarme sobre la cama, alcanza
una toalla y me seca superficialmente, para luego hacerlo él y meterse a la
cama conmigo.
—Voy a tener que pedirte varias cosas, amore —susurra mientras sus
dedos acarician mis clavículas.
—¿Qué podría ser peor? —respondo en voz baja y ronca debido a que
grité tanto que mi garganta se lastimó.
—Dime que eres la mayor.
—Soy la menor.
—Mierda —palmea su frente.
—Pero seré yo quien herede —agrego y logro que sus ojos vuelvan a
mirarme.
—¿Por qué? —arruga la frente.
—Tyra cedió el lugar y mi abuelo lo aceptó —explico.
—Extraño.
—¿Qué?
—Que te haya cedido el puesto. No es común que eso se haga. Todos
quieren poder y Tyra parece ser el tipo de persona que el poder se vuelve una
droga para su sistema —su mirada se enfoca en el techo. Yo no dejo de mirarlo
ni un segundo y no respondo —. Lo siento. He aprendido a desconfiar de todo
el mundo. Es tu hermana y no debí decir eso.
—Tyra es más compleja de lo que parece —suspiro —. Su manera de ver
el mundo a veces me preocupa, pero me convenzo de que es inteligente y
sabrá aplicarse límites.
—¿Por eso te cedió el poder?
—Teme tocarlo y despertar algún monstruo en su interior —me remuevo
a su lado —. Por eso es que odio que Magnus esté a su lado. El personifica la
oscuridad de la que quiero alejarla —acaricio su brazo —. Quiero escapar con
ella, irnos lejos y vivir en la cotidianidad. Ella lo necesita, yo lo necesito.
—Aquí adentro no se nos permite pensar de esa manera, pero a pesar
de todo lo hacemos y nos merecemos luchar por ello… Pero antes… —enlaza
sus manos a la mías.
—No…
—Tengo que irme, Ky —trato de alejarme de él, pero me sostiene —.
Tengo que arreglar algo adentro, mi familia esconde secretos que tengo que
revelar y no puedo marcharme sin antes poner a cada uno en su lugar ahora
que se me ha presentado la oportunidad. Te he conocido entre miles, o la
guerra se burla en nuestra cara o la paz quiere regir.
—¿Estarías dispuesto a todo —escudriño su rostro.
—A todo, Ky. ¿Por qué lo preguntas?
—Porque yo voy a estarlo y para que esto funcione, ambos tenemos que
estar dispuesto a superar cualquier impedimento —la voz se me quiebra al final
y termino rodeada por sus labios.
—Voy a estar dispuesto a todo por ti, futura Kyra Armani Kratos.
—No voy a quitarme mi apellido por muy bien que me folles y me hables
—ahora paso a acariciar su pecho desnudo.
—Lo harás, porque esto apenas empieza —su boca llega hasta mi oreja
y muerde el lóbulo de ella. Sigue con mi cuello y se acomoda entre mis piernas
para volverse a enterrar en mí.
No quiero que ese sueño se transforme en pesadilla. Suenan tan sencillos
los planes y tan creíbles las promesas de “para siempre”, que justo en este
momento imagino que esto se repetirá cada noche de mi vida y que tenerlo en
mis brazos será mi mayor logro. Qué esto será posible y que vamos a amarnos
hasta el cansancio.
Capítulo 23
Tyra

Después de al fin lograr llegar a casa, entro por la puerta trasera y voy
hasta la cocina por algo de comer. El descubrimiento y ajetreo de hoy me ha
dejado un poco hambrienta. Voy a la nevera y saco un yogurt.
—Pensé que estarías dormida —digo cerrando la puerta y abriendo la
pequeña botella de plástico. Kyra me mira seria con los brazos cruzados sobre
sus pechos.
—¿Dónde estabas? —pregunta con rudeza.
—Follando —respondo y me llevo la botella a los labios. Bebo sin dejar
de mirarla.
—¿Tienes la muestra?
—No —miento y niego con la cabeza —, pero he descubierto algo.
Magnus y Olivia se apellidan White.
—¿White?
—Mira, estos son sus pasaportes —le ofrezco ambos documentos para
distraerla de su pregunta anterior.
Los estudia y luego me mira nuevamente.
—Alessio es un Armani —suelta sin más.
—¿Armani? —detengo mi respiración —. ¿Cómo Lione Armani?
—Sí, Alessio es su hijo —explica y se sienta sobre una silla alta. Apoya
los codos y sostiene su cabeza gacha entre las manos.
—Xhantus va a matarte —reparo —. Está aquí, ¿verdad?
—Está durmiendo arriba —vuelve a negar con la cabeza —. Van a
matarnos —me mira con los ojos llorosos.
—Tienes que alejarte de él —sugiero.
Sigo parada en medio de la cocina, no dejo de mirar su rostro. Esto nunca
me lo esperé.
—No, Ty. Tengo que heredar rápido.
—Para eso el abuelo tendría que…
—Morirse —termina la oración por mí.
—¿Serías capaz de matar al abuelo? —doy un paso hacia ella.
Esta no es Kyra…
—Fui capaz de mantenerlo con vida más de lo que merecía… Así como
di, puedo quitar —sus ojos reflejan un vacío que jamás había visto. Ella no
puede actuar así, esto no es muy ella.
—¿Qué pasó con el plan de huir? —inquiero a modo de reclamo.
—Huir es de cobardes, Ty. Nuestra sangre siempre estará sucia, mira lo
que soy… mira lo que tú… —su voz se corta —. Sobre todo tú.
—Yo estoy bien. No vengas a joder con lo mismo ahora —sus palabras
me hieren. Es la única que sabe que mi mente a veces pierde el control y
también es la única que sabe que soy más inteligente que cualquier sombra
que me acecha.
—Estoy haciendo lo que tú harías, Ty —dice.
—No deberías hacerlo. Creas cosas tóxicas, así que por favor no te
conviertas en una de ellas. Tu alma no lo soportaría —doy unos cuantos pasos
más hasta llegar a su lado —. Tal vez yo debería estar en la cabeza. Eres más
sensata y la sensatez no sirve para castigar las traiciones que sucedan en la
mafia.
—No —se pone de pie —. Sería todo un desastre —se voltea para irse,
pero mi risa la detiene —. ¿De qué te ríes?
Tomo aire antes de responder.
—Piensas que estoy enferma al igual que el abuelo, ¿cierto? Que mi
cabeza no soportaría tanto poder y por eso te lo ha dejado a ti. Él te mandó a
hacerme desistir de eso, ¿cierto, hermanita? —le agrego un tono de falsedad
a la última palabra.
Su rostro palidece.
—Ty… Tu salud es más importante, lo hicimos por ti…
—¡Deja de hacer cosas por mí! ¡Puedo defenderme sola! ¡Puedo
controlarme sola! —grito con impotencia.
Ella bufa.
—Dime, Tyra —se acerca buscando mi rostro, pero miro al piso —.
¿Cuántas personas han muerto por tu culpa? —pregunta y no respondo —.
¡Responde, maldita sea!
—Muchas y no busques que tú seas una de esas —doy un paso en
dirección a ella —. A veces los lazos de sangre no son suficientes para jurar
lealtad. No busques que quiera asesinarte como tú piensas asesinar a
Xhantus… Y te advierto Kyra —nuestras narices se rozan y ella no se intimida
—. Mátalo y de inmediato dejaré de exigirme control.
Cada mañana lucho con mi cabeza para mantenerme en orden, pero hay
momentos en los que todo se escapa de mis manos.
—Sé lo que hiciste y no me asusta —me reta.
—Yo sé que lo sabías y te asusta, porque si realmente no lo hiciera no
habrías ignorado la magnitud de la crueldad que tengo. Las personas que no
me tienen miedo, buscan hacerme pagar y tú… —llevo mi dedo índice a mi
boca —. Shhhh. Así te quedaste.
—No tienes arreglo —niega con la cabeza —. Xhantus tomó la mejor
decisión de su vida.
—Y ahora se la haré cambiar —paso por su lado para irme, pero ella clava
sus dedos en mi brazo.
—Yo seré la nueva cabeza de esto y necesito ese lado sádico tuyo.
Conoces cómo funciona. Deja de ser una maldita hipócrita y sé honesta —se
altera.
—No seré la maldita mascota de nadie, Ky. Sí me dejé convencer de
renunciar al cargo fue porque todo lo que viví. Gato y Perro no fueron los únicos
hombres que me hicieron daño, y pensé que al contártelo ibas a protegerme —
doy un paso hacia atrás —. Un abuso sexual no me hace una maldita basura,
creo que fui capaz de superarlo, pero tú y el abuelo no lo harán jamás y siempre
me verán como la más débil de las dos.
—No te veo de esa manera… —se acerca con su mano levantada para
acariciarme, pero sigo retrocediendo —. No quiero que nada más te pase… ¡No
te debiste acostarte con Magnus! Te dije que buscaras tener una propia primera
vez cuando te sintieras lista y no fuiste nada inteligente al lanzarte al primer
hombre que se te presentó.
La ira se acumula en mi pecho y mis palabras son el desfogue de la
explosión que me causan.
—¡Tú hiciste la misma mierda con Alessio!, te lo follas solo para obtener
algo a cambio.
—¿Qué quieres tú de Magnus? —me señala.
—Contactos y él parece tener muchos. Magnus es de esos hombres que
son fáciles de manipular si te muestras sensible y dependiente de ellos. Aman
el control y yo amo fingir que lo cedo —sonrío —. Voy a llegar arriba y no me
importa si es con el apellido de esta familia o con un apodo. Nadie va a meterse
en mi mierda.
—¿Desde cuándo quieres el poder?
—Desde que me di cuenta de que quién no lo tiene, no sirve y no tiene
éxito.
—Ya no hay vuelta atrás y empezar de cero es imposible aquí, hermanita
—sonríe con fingida ternura.
—¿Quién dijo que empezaré de cero? —me doy la vuelta y esta vez si
me largo por completo del lugar.
Subo a mi habitación y entro a la ducha sin siquiera quitarme la ropa. Mi
cabeza hierve y mis manos también. No quiero perder el control en mi propia
casa cuando no me sirve de nada.
Manipular el cuerpo de seguridad de mi abuelo siempre fue una tarea
sencilla. La mayoría de hombres tienen un espacio en su cabeza donde solo
piensan a través de la testosterona, la cual no les permite racionar y toda su
mente se nubla de lujuria y sexo.
Son criaturas tan sencillas de tratar… pero algunos se me salieron de las
manos.
Después de salir y secarme. Me tiro desnuda sobre la cama. A mi mente
llega cada error que cometí y cometieron conmigo.
“¿Cómo vas a pagarnos tantos favores, piccola?”
Todo inició y terminó con esa frase.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Alessio
No ha amanecido aún. Mis ojos se abren debido a que un llanto suave ha
activado mi audición. Reconozco que proviene de Kyra de inmediato. Está
sentada contra la puerta de la habitación y abraza sus rodillas a su pecho que
sube y baja debido a las rápidas respiraciones.
—¿Qué pasó? —pregunto sentándome a su lado.
Paso mis manos por mi cara para luego buscar la suya bajo su cabello.
—La he cagado con Ty. Debía cuidarla y no lo hice… —solloza y estira
sus brazos para envolverlos alrededor de mi torso.
—¿Qué pasó? —vuelvo a preguntar debido a que no entiendo el contexto
de sus palabras.
—Ty siempre ha querido salir al mundo desde muy pequeña y lo logró.
Desde sus 14 años manipuló a tantos hombres como pudo de seguridad,
quienes la llevaban a donde ella quería, excepto dentro de Atenas. Hasta que
dos de ellos se creyeron con el derecho de reclamarla como parte de pago a
cada favor que le hacían —sus ojos están llenos de dolor —. No me lo contó
hasta después de que eso pasó tres veces.
—¿Eran Perro y Gato? —indago con precaución. No quiero mencionar ni
preguntar nada fuera de lugar.
Niega con la cabeza.
—No. Fueron un par antes de ellos. A los primeros los envenenó de a
poco con cianuro y un día aparecieron muertos en sus casas. Después de eso,
cada guardia que le hacía un favor, ella repetía el modus operandi y los
asesinaba antes de que quisieran volver a cobrarle algo a cambio de ayudarla
a escapar —suelta todo el aire —. En parte también fue mi culpa, debido a que
me hacía pasar por ella cuando se ausentaba por más de un día entero. Perro
y Gato fueron un regalo de parte de ella para empezar a estudiar la cura que
había desarrollado. Ahí supe que Tyra no estaba bien y acepté todo.
—¿Tu abuelo lo sabe? —pienso en que Xhantus no parece un hombre
fácil de burlar.
—Sí, era raro que su personal muriera por la misma razón. Se enteró de
que los envenenaba, pero no de que escapaba.
Esto es lo que les hace la mafia a sus hijos. Los pone en peligro en todo
momento, pero da igual, porque entre más dañado esté el líder, más dañado
estará su entorno y eso es exactamente lo que se necesita en la Cosa Nostra
o cualquier otra organización.
La historia de Tyra me remueve las fibras y al ver la lástima en los ojos
de Kyra hacia su hermana, me planto en que jamás dejaré que se entere de la
oscuridad de mi pasado. No quiero que ella me vea de esa manera.
—Ahora quiere subir al poder —vuelve a hablar —. Ella renunció a él, ya
no le corresponde y tampoco le conviene.
—Necesito que seas tú quien escale —me aparto para mirarla a los ojos
—. Ahora que sé lo que me acabas de contar sobre ella, no podemos dejar que
el cargo del Capo caiga sobre su cabeza.
—No voy a dejar que eso suceda, Alessio —se incorpora —. Ella quería
escapar conmigo y de la noche a la mañana quiere de nuevo su derecho de
primogénita. No entiendo… Tanto que pienso y siento que todo su cambio es
por Magnus.
—Voy a averiguar quién es —me pongo de pie también.
—¿Cómo lo harás —frunce el ceño.
—Tengo que irme, Kyra y lo sabes —digo aunque me pese —. Enzo no
puede tomar el control y yo eso lo sé más que nadie.
—Tyra tampoco puede tomar el control.
—No dejes que lo haga. Desaparece a Xhantus y posiciónate. Enviaré a
alguien de confianza que te enseñe a disparar y distintos modos defensa física.
Vendré cada ocho días a reforzar lo que has aprendido. No tendré piedad
contigo, amore.
—¿Porqué siento que me prepararás para una guerra?
Tomo su quijada entre mis dedos.
—Te prepararé para la vida que te tocó y esa vida se trata de vivir en
guerra.
Beso sus labios para luego girarme a buscar mi ropa y vestirme.
—No puedo matar a Xhantus. Voy a engañarlo y mandarlo lejos —
menciona.
—Pídeme lo que necesites y a quien necesites, pero esta semana
necesito que te reúnas con su consigliere —ajusto la chaqueta sobre mis
hombros —. Me encantaría darte la mejor boda de tu vida, pero tendrá que ser
esta tarde y sin invitados, ni flores.
—En resumen, una típica boda por conveniencia, ¿correcto?
—Con la gran diferencia, de que en esta disfrutarás la luna de miel —le
guiño un ojo antes de agarrarla por el cuello y volverla a besar.
Salgo de la habitación y atravieso la puerta trasera hasta llegar a mi moto.
Acelero y voy directo hacia un apartamento diferente al estudiantil, ubicado en
la zona más cara de la ciudad. Entro al lugar y voy hacia el teléfono. Marco el
número que me sé de memoria desde hace varios años.
Después de tres tonos contestan.
—Armani —dice.
—Zubac.
Capítulo 24
Kyra

No está.
Se ha ido.
Y no me llevó.
Su habitación se encuentra vacía. Voy hacia su closet y reparo la falta de
un poco de ropa y un par de zapatos. Mi corazón se detiene y mis respiraciones
tratan de mantener mi cuerpo con vida. Una hoja de papel se posa sobre la
cama, voy directo hacia ella y la tomo con firmeza pese al temblor en mis dedos.
La giro y mis ojos contemplan la desordenada caligrafía de Tyra.
“No te necesito”.
Mis manos estrujan el papel con ira. Mi corazón vuelve a tener latidos,
pero esta vez son causados por el odio y la rabia que han despertado sus
palabras. Doy media y vuelta para mover mis pies a paso apresurado por toda
la casa hasta la entrada del sótano. Desciendo por las escaleras y oprimo el
interruptor de las luces. Mis ojos van a la nevera principal donde yacían todas
mis muestras y digo yacían porque ya no están.
—¡Hija de perra!
Lanzo todo lo que hay sobre la mesa de atrás. Años de trabajo para que
mi propia hermana arruine y se robe todo en menos de un día. Respiro hondo
y trato de calmarme. Limpio el sudor de mis manos en mi vestido blanco.
Aquí la loca no eres tú, la loca es ella.
Miro hacia la izquierda y veo a Gato en el suelo degollado.
—¿Por qué no me sorprende? —exhalo todo el aire y llevo las manos a
mi cabeza.
Esta familia realmente está loca y Tyra es la viva prueba de ello. Según
todos los libros de psicología y genética que me he leído, ella parece tener un
trastorno de la personalidad. Nunca es impulsiva, siempre tiene todo planeado.
Manipula y miente sin césar, lo hacía constantemente conmigo hasta que la
descubrí. Pero lo que no entiendo y nunca entenderé es si realmente me quería
o solo lo fingía. Jamás lo sabré, pues la mente humana es tan compleja que no
hay ningún instrumento que marque con exactitud que problemas mentales
tenemos.
Las acciones de Tyra, que en este caso llamaré “síntomas”¸ que ha tenido
a lo largo de su vida siempre me parecieron extraños, pero no fue hasta que
empezó a huir y fue victima de abuso sexual, que todo se incendió aún más y
en muchas ocasiones perdió el control.
Sentí que la nueva poca libertad que nos dieron le ayudaría a filtrar su
impotencia. Siempre ha odiado el encierro y esta vez sí decidió irse por
completo y sin mí. Sin la persona que tanto la ayudó y la apoyó.
Los diarios de mi madre no relatan muchas cosas personales sobre ella,
pero cada vez que la leía, sentía que leía a Tyra. El trastorno definitivamente
es hereditario.
Voy hacia la parte trasera donde guardo algunos aparatos que ya no
sirven y entre el montón encuentro el bidón de gasolina. Riego el cuerpo de
Gato y el resto del lugar. Tomo un portafolio con contraseña y guardo en él la
primer muestra del proyecto Geminus y Anfarwol. No desconfiaba de Tyra, pero
hay cosas que es mejor guardar para uno mismo. Las personas cambian y no
me gusta correr riesgos. Ni siquiera con Alessio.
Los niños no están en la casa. Eldoris los tiene en el jardín, pero después
de esto espero que sus padres vengan a buscarlos. Tomo el encendedor y lo
dejo al final de la escalera mientras doy la vuelta para subir. Cierro la puerta sin
detenerme a apreciar el fuego que sé que se esparce por el lugar que muchas
veces fue mi prisión y mi lugar libre al mismo tiempo.
Tyra ha decidido irse, así que ya no hay nada que me ate aquí y me
impida llegar hasta la cabeza de la ‘Ndrangheta. Voy a mi habitación y saco mi
pequeña caja, la ubico bajo mi brazo, camino hasta la oficina de Xhantus y es
ahí cuando las alarmas se activan. El personal de seguridad ingresa para
evacuar al anciano de cabellos blancos que me mira mientras suelta el aire de
su tabaco.
—Pensé que Tyra era la única que heredó la enfermedad de Aphrodite
—mira hacia el piso, tira el enorme cigarrillo y lo aplasta la con punta de su pie
—. No tienes que matarme. Desapareceré.
—No pensaba hacerlo, abuelo —digo y refuerzo el agarre en el mango
del portafolio.
—Tal vez tú también lo tengas —señala —, solo que algunos locos saben
cuándo estar cuerdos.
—No estamos locas, mamá no estaba loca —doy un paso al frente.
Sus palabras me enojan, pero debido a la situación me controlo.
—Todos en esta familia estamos locos… Los hijos de ambas también lo
estarán si alguna vez deciden procrear…
—Señor… —dice uno de sus subordinados, pero el alza la mano para
callarlo.
—Aphrodite no buscaba una cura para mí —niega con la cabeza y ríe —
. Tu madre no era buena persona, tu padre tampoco, crearon demasiados
venenos y por eso terminaron muertos y ese será el destino final para esta
familia: la muerte.
—Muy bien dicen que solo los dementes tientan y juegan con la muerte,
pues sus mentes saben que ella sería el mejor de lo paraísos —ladeo mi
sonrisa —. Esta mafia crecerá bajo mi mando y arrasará con todo a su paso
porque “la muerte” la tengo en mis manos —agito levemente el portafolio y me
doy media vuelta para huir del lugar.
Todos salimos de la casa y nos alejamos de ella para apreciar el infierno
que la consume. Eldoris y los niños se han ido en uno de los autos y mi abuelo
procede a hacer lo mismo.
—Garenpous —llama a uno de sus guardias —. Llévala a donde ella
quiera, desde hoy es libre.
—Sí, señor —responde.
Me quedo mirando sus ojos verdes y apagados.
—Ocúltate bien. Cuando te necesite, te buscaré.
—Ojalá nunca lo hagas —dice y se adentra en el carro.
Entiendo la actitud de mi abuelo. Su más preciados cuervos le han
arrancado los ojos y todo debió pasar cuando tenía que pasar.
—Señorita Kratos, ¿a dónde la llevo? —pregunta el hombre.
—Eso no nos va a servir —señalo el auto —. Necesito un avión.
Saca un enorme teléfono de su bolsillo y lo lleva a su oreja.
—¿Con destino a…?
—Roma.
—A Armani no le gustará que invadan su territorio… —la voz de un
hombre me hace girar —. Vaya, creo que llegué demasiado tarde —repara
mirando la casa.
Su apariencia me recuerda a Magnus y a Olivia, y por ende pienso en
Tyra.
¿Qué habrá hecho mi gemela loca con ellos?
—¿Tarde para qué, señor…? —lo miro de pies a cabeza.
—Jakov —extiende su mano —. Jakov Zubac.
—¿Y usted es…? —arrugo la nariz.
—Alguien que le enseñará como incendiar una casa de manera más
efectiva la próxima vez.
🐍•♊•❤•♊•🐍
21 de octubre de 1995
Un mes después…
Alessio
Cumplir años nunca ha sido un día alegre para mí y menos cuando he
tenido que torturar a 33 hombres hoy. Lo hice no porque no tuviera a alguien
más que ejecute esto por mí, si no porque realmente lo disfruto. Disfruto del
sufrimiento. El mal me hace bien y estuve años reprimiéndolo.
—Nuestro padre estaría orgulloso —Enzo me palmea el hombro.
Extraigo mis guantes de cuero y los guardo en el bolsillo.
—Nuestro padre está en el infierno esperándonos al igual que todos ellos,
arrepintiéndose de toda la mierda que hicieron. No creo que le quede tiempo
para estar orgulloso —señalo los cuerpos mutilados, electrocutados,
aplastados y demás.
—Don —menciona uno de los capos —. La señorita Antonella desea
verlo.
Tomo mis guantes y se los clavo a Enzo en el pecho.
—Toma, para tu colección —le sonrío y salgo del enorme calabozo hacia
las habitaciones del último piso.
No me molesto en limpiarme, para todos en esta enorme casa es normal
verme así, exceptuando a…
—¡Al menos pudiste darte un baño, Alessio!
—Esto es lo que soy —abro las manos y me tiro sobre una de las sillas
color rosado de su habitación.
El vestido pegado a su cuerpo resalta la redondez de su vientre. Debería
sentirme algo conmovido cada vez que la veo, pero… nada.
—Estoy por completar mi semana 40 y tú todavía no me has dicho algún
nombre —se para frente a mi con los brazos cruzados.
—Ponle el que sea, pondrá cambiárselo si quiere más adelante —agito
mi mano.
Suelo ser un caballero, pero con Antonella no puedo ni sonreír porque de
inmediato ella saldría a comprarse el vestido de novia, que no dudo que tenga
ya.
Se lleva la mano al vientre y lo acaricia.
—Eres horrible, ¡lárgate! —me toma del brazo y para que no haga
ninguna fuerza, me pongo de pie y me marcho por voluntad propia.
—Antonella —me giro y la enfrento —. Di la verdad y nuestras vidas serán
mejor.
—¡Es tuyo!
—Como también puede ser de Dante —acerco mi cara a la suya cuando
sus ojos se abren de par en par —. No estaba aquí, pero alguien sí y ese alguien
te vio…
Su mano impacta mi mejilla y doy un paso hacia atrás.
—Respeta a la madre de tu hijo —dice y cierra la puerta en mis narices.
Tomo una profunda respiración y apoyo mi frente en la oscura madera.
Cierro los ojos y trato de olvidar el entorno que me rodea. Nunca me ha gustado
lo que emite esta casa y mucho menos las personas que habitan en ella.
Decido ir hasta mi habitación y darme una ducha. La sangre cae a mi pies
y se va entre los agujeros de la cañería. Mi cabeza habita un enorme dolor del
que no he podido deshacerme desde que llegué. Un mes. Un mes siendo un
esclavo de tradiciones sanguinarias y de alianzas falsas. Un mes sin ver a la
delgada mujer de ojos verdes, pero aun así espero que pase más tiempo.
Zubac tiene que entrenarla, tiene que hacerla la mejor y prepararla para este
lado de mi vida y de su vida.
Soy el enemigo, y ella el mío, y tendrá que estar a la altura para
defenderse.
Jakov ha sido un gran aliado, sobre todo porque es sobrino de mi madre,
pero ella no sabe que tengo contacto con él y tampoco sabe que yo sé que ella
es hija de un militar. Zubac me ayudó a ubicarme en Grecia, el me matriculó en
la universidad y consiguió mi beca.
No soy un idiota. Sé que trabaja para una enorme organización militar y
solo fue ver a Magnus, para descubrir que él también lo hacía. Zubac me debe
muchas respuestas, pero ahora no necesito saberlas. Primero necesito
ganarme la confianza de todos estos hombres nuevamente.
Dos toques en la puerta me obligan a cerrar el grifo.
—Mi Don, los invitados están esperando por usted —anuncia Francel, el
mayordomo.
—Un segundo —respondo y salgo para secar mi cuerpo.
Desde que llegué me he encargado de entrenar más y hacer crecer mis
músculos. Planeo aprovechar mi altura para impartir más temor entre mis
socios.
Salgo desnudo a la habitación y calzo todas las piezas de mi traje sobre
mi anatomía. Peino mi cabello hacia atrás y me doy una última mirada en el
espejo.
Preparado para ser quien no quisiera, pero todos quieren que sea.
Esta vez mi consigliere, entra sin tocar y con el rostro serio.
—¿Qué ocurre, Carlo? —pregunto.
Tiene casi 30 años y cada uno de ellos los ha pasado sirviéndole a mi
familia. Desde que éramos niños, cada quien sabía cuál era su rol a futuro
dentro de la mafia.
—Te ha llegado esto —extiende un sobre dorado con un sello color verde
—. He tenido que ocultarlo para que nadie más lo viese, ese es el sello de los…
—Kratos.
—Pensé que Xhantus había fallecido —inquiere.
Lo tomo en mis manos y luego levanto la vista hacia él. Mis pulmones han
dejado de trabajar. Siempre recibo noticias de ella por parte de Jakov, no pensé
que tuviera la valentía de escribirme. Está enojada y me odia, eso me ha dicho
Zubac.
Al parecer está aprendiendo y muy bien.
—Te dejaré solo, luego me lo contarás, ¿correcto? —escudriña mi rostro.
Carlo me conoce muy bien y sabe que oculto algo, algo que no quiero
contarle a nadie, no hasta que ella, mia moglie, esté lista. Carlo se va de la
habitación y a mi cabeza llega el recuerdo del día de nuestra boda por
conveniencia como ella lo llamaba.
—No van a dejar que nos casemos, ni siquiera he hecho la primera
comunión. Soy del diablo y para el diablo —bromea.
—Eres para mí, eso eres —beso su cien.
—Estoy tan nerviosa, esto parece tan real —dice mirando la iglesia vacía.
El padre ha sucumbido a mis peticiones y ha omitido todo para casarnos.
Ya lo hicimos por el medio legal y todo tuvo que ser por contactos también, pero
es importante que nos casemos ante la iglesia, porque el papel que nos darán
después de esto solo podrá ser absuelto por el vaticano, mientras que por lo
legal, no tendrá validez al momento de que parta hacia Roma.
La Cosa Nostra es devota y se arrodilla ante el papa.
—Jóvenes, así que veo que realmente esto es en serio… —el padre entra
vestido con su enorme túnica roja con los laterales color crema.
Kyra se levanta para saludarlo y sigue mirando la enorme y colorida
iglesia.
—Empecemos padre, tenemos un viaje largo que emprender —digo.
Kyra y yo subimos al altar tomados de la mano. Ella vistiendo un vestido
tubular blanco y yo mi distintiva chaqueta de cuero. Un pequeño y falso girasol
adorna su cabello castaño, que cae en ondas hasta el final de su espalda.
Es hermosa y aunque esto sea una estrategia, en el fondo me alegra,
porque sé que será mía por siempre y yo de ella.
—Haré algo diferente esta vez —dice el viejo hombre y se aclara la
garganta —. Que el amor jamás los detenga, que la alegría nunca les falte, que
el odio no los separe, que las dificultades no los aburran, que los besos no les
cansen y que cuando se miren el uno al otro encuentren su infierno y su cielo
en cada abrazo… Que la vida les enseñe lo que les faltó y que la muerte les
recuerde lo que ganaron. Hoy uno sus almas en una sola y Dios hará que al
final ninguno pueda vivir sin el otro, porque lo que veo aquí es tan puro que el
mundo podría arder y nada se volvería cenizas… Alessio Armani y Kyra
Kratos… ¿aceptan caminar juntos de la mano por el resto de sus vidas?
Ambos nos miramos y ella me sonríe.
—Acepto —decimos al unísono.
—El amor ha hablado y Dios ha atestiguado, los declaro marido y mujer.
Puede besar a la novia.
Kyra se lanza a mis brazos y yo la recibo con seguridad. Ese beso selló
un trato de paz y de guerra al mismo tiempo. Algo que tendremos que soportar,
algo que vamos a odiar y a amar…
Vuelven a tocar la puerta, pero esta vez no respondo. Abro el sobre y
busco en su interior. Saco la pequeña hoja de color dorado también.
“Feliz cumpleaños, cuñado. Disfruta tu sorpresa.
Con amor, T.K.”.
Capítulo 25
Alessio

Me muevo entre los invitados que han venido a celebrar el cumpleaños


de alguien que ni quieren. No me respetan, me temen y no hay nada mejor para
un mafioso italiano que el despertar temor en su alrededor, esto me asegura
que nadie va a atreverse a desafiarme y cada cosa se hará como yo la diga.
—Papá se murió hace un mes y hoy todos están aquí sonrientes —bebo
de la champaña mientras me poso al lado de la mujer rubia que me trajo al
mundo.
—Al igual que tú —responde.
—Yo no lo quería y se lo dije, ustedes solo fingían y si hay algo peor que
un enemigo declarado, es un aliado que espera el momento exacto para
clavarte el puñal por la espalda… o causarte un extraño ataque al corazón, ¿no
crees? —suelto, no espero a que responda y sigo caminando entre el medio
del gran salón.
Todos los ojos de las mujeres están sobre mí, desde las más jóvenes
hasta las más maduras. Si en mi cabeza no estuviera la diosa de ojos verdes a
la que venero tanto, ya tendría planeada hasta una orgía.
—Adivinaré tus planes para esta noche —Carlo me intercepta.
—No tienes que hacerlo, te los diré: dormir.
Una carcajada sale de su boca y me mira incrédulo.
—Traumas como el tuyo no se superan tan fácil.
—Traumas como el mío se apagan cuando conoces a alguien fuera de
tanta mierda —digo sin pensar y me arrepiento.
El moreno abre los ojos haciendo que hasta sus cejas se eleven.
—¿Quién es?
—Nadie —me giro para apartarme de él y me topo con el bastardo de mi
tío.
—Feliz cumpleaños veintiuno, Alessio —dice y ofrece su mano. Lo ignoro
hasta que la baja —. Ahora que eres el nuevo Don, quería ofrecerte mi lealtad.
Lo que pasó con Carina…
—No estás ofreciendo lealtad, Ignacio. Estás tratando de asegurar tu
vida, pero tranquilo. La que tuvo que pagar fue ella y si no te metes en mis
asuntos, tú y tus hijas estarán a salvo —le paso mi copa vacía para que la
reciba y sigo caminando entre las personas.
Odio estas malditas celebraciones. Planeaba solo estar 10 minutos aquí,
pero la nota que me ha mandado Tyra tenía una hora al final.
“22:00”.
—Ya sé como ponerle a nuestro hijo —Antonella aparece caminando a
mi lado.
—¿Hijo? —me detengo y la miro.
—Sí, Alessio. Es un niño —sonríe. Sus ojos color miel y sus risos dorados
me distraen por un momento. Mi estómago quiero voltearse y expulsar todo el
alcohol que he tomado.
—¿Estás consciente de que te pediré una prueba de ADN?
—Lo sé y me da igual. Saldrá positiva —da un paso hacía mi y acaricia
mi mejilla —. Llevo en mi vientre al próximo gran Armani y te guste o no, tendrás
que hacerte cargo.
—La paternidad obligada no es nada bonito —la conocida voz hace que
gire mi rostro. Tyra Kratos se detiene a mi lado y sonríe. Luce un largo vestido
de seda color esmeralda que resalta a la perfección cada una de sus curvas, y
habla un perfecto italiano que muy bien podría ser nativo.
—¿Y tú eres…? —pregunta Antonella mientras sostiene su vientre con
ambas manos.
—Alguna hija de los tantos marranos mafiosos que lidera tu esposo…
—Prometido —corrige la pequeña castaña de 18 años.
La griega abre los ojos de par en par y su presencia me incomoda. Es
exactamente igual a Kyra, pero se siente diferente, mira diferente y habla
diferente. Es hipnotizante y atrayente, y aunque no lo quiera aceptar,
físicamente siempre se ha destacado más entre las personas que su hermana.
—Qué bonito… —Kratos mira el vientre y luego la repara de arriba abajo
—, un bastardo.
Antonella está por írsele encima cuando me meto en medio de ambas y
tomo a la griega del brazo y me la llevo hasta una de las tantas oficinas de esta
maldita casa.
Cierro la puerta detrás de mí y cuando volteo, noto algo que no había
visto antes. Tiene un gran maletín en sus manos.
—Qué hermosa casa, la he estudiado por completo y la arquitectura es
increíble —camina reparando todo el lugar. Mis ojos caen en su figura y debo
recordarle a mi cerebro quien es ella —. Pensé que pensarías que yo era Kyra.
—Tus ojos son más oscuros, tu cabello es más largo, tu sonrisa es más
amplia y ese lunar en tu escote… Kyra no lo tiene —respondo —. Y ella es…
No sabría explicarte.
—Te entiendo —susurra y agacha la cabeza.
Supongo que el vivir bajo la sombra del cerebro de su hermana menor no
es algo muy cómodo para ella.
—¿A qué viniste?, ¿qué significaba lo de la nota? —meto mis manos en
los bolsillos del pantalón.
Camina lento hasta a mí y se detiene a poco centímetros, haciendo que
las puntas de sus tacones choquen con las puntas de mis zapatos de fino cuero.
—Tengo un regalo para ti —su aliento mentolado se adentra en mis fosas
nasales y me mantengo firme. Retrocede y levanta el portafolio —. Toma. Ahora
que somos familia tenemos que ayudarnos.
—No somos… —empiezo a hablar y ella alza una ceja —. ¿Cómo te
enteraste?
—Soy como dios, estoy en todos lados —abre sus brazos y sonríe para
luego arrugar la boca —. Exceptuando un lado… ¿Dónde está Kyra?
—Mataste a Calliope —suelto.
Me enteré de lo que pasó hace una semana. Hallaron su cuerpo
empalado en la cima del Partenón, justo donde Kyra y yo tuvimos nuestra
primera cita.
—Lo que no sirve, estorba —dice y se sienta con elegancia sobre el diván.
La abertura de su vestido permite que su pierna se asome por completo y parte
de su glúteo quede expuesto. Trago duro y ella levanta las cejas —. Ábrelo y
hablemos de algo más interesante.
Llevo mi atención hasta el portafolio que sostengo en mi mano. Lo apoyo
sobre la mesa del centro y abro. Tres caretas respiratorias se vislumbran ante
mis ojos.
—Una es para ti y las otras para dos personas más. Elige bien a quien
dárselas. El lugar está sellado y planeo que nadie sobreviva —dice y dejo de
respirar —. Un virus será liberado por la ventilación y quien no tenga una de
esas —señala las máscaras —. Morirá.
Capto el motivo sin tener que preguntárselo. Quiere acabar con la Cosa
Nostra, sabe que todos están reunidos aquí y que no faltó nadie hoy.
—Quiero escuchar tu explicación —la miro fijamente y me siento en uno
de los muebles. Echo mi espalda hacia atrás y me relajo.
—Ellos no nos sirven. He investigado y quienes están aquí le servían a tu
padre, tú necesitas gente nueva, gente joven, necesitas a sus hijos, que por
alguna casualidad he dejado fuera de esto. Odio los malditos ancianos que
quieren venir a alzarse e insultar nuestra inteligencia —niega con la cabeza —
. Las mentes frescas son las mejores y eso lo verán.
—Hay inocentes aquí, ¿no te importan? —la evalúo.
Su actitud me resulta… cautivante.
—Nadie es inocente en un mundo regido por el pecado —se pone de pie
y camina hacia la puerta —. ¿A quién salvarás? —se detiene bajo el marco.
—Tantos años de encierro y lejos del mundo no sirvieron de nada. Creí
que estabas cuerda —comento sin dejar de mirarla. Sus ojos se ven aún más
verdes debido al maquillaje que los adorna.
Definitivamente la mafia se lleva en la sangre, por mucho que queramos
negarla y dejarla atrás. Tyra refleja maldad y perversidad por donde la mires.
No entiendo como su abuelo pudo negarle el cargo que le pertenecía, pero
agradezco que lo haya hecho, porque es lo menos que me conviene ahora.
—Un experto en locura sabe fingir muy bien cordura —me guiña y se
pierde en el pasillo.
Mis ojos van a las tres caretas respiratorias y dos nombres se me vienen
a la cabeza: Carlo y Enzo, pero luego dos más me atacan: Antonella y Orazia,
mi madre.
El resto de mis familiares me importa tanto o nada como alguna
cucaracha escondida en este lugar. Mi madre calló por muchos años el abuso
que su cuñada cometió contra mí y contra Enzo, y también tuvo que callar
cuando la asesiné después de cortar cada pedazo de ella.
“La familia debe conocerse bien y esto nos ayudará…”
Aún recuerdo sus asquerosas palabras y la manera en que nos
manipulaba a Enzo y a mí. Enzo llevó la peor parte porque era más pequeño,
no recuerda muchas cosas, pero lo tiene presente y sé que no habrá un buen
resultado de parte de él cuando crezca, al igual que yo.
Ha causado que quiera someter sin ningún limite a cada mujer que se
estrella contra mi pelvis. Me gusta el color morado en sus pieles y sus gritos
que se confunden entre el dolor y el placer. Muchas huyen asustadas y otras
vuelven pidiendo más. Pero con Kyra… No quiero que huya y parece ser del
tipo de mujer que saldría corriendo al momento de siquiera ejercer un poco de
presión sobre su esbelto o delicado cuello. Su piel es tan blanca que merece
ser marcada, pero mis demonios se apagan cuando ella está cerca y disfruto
de un sexo que jamás había tenido.
Ella es esa flor que se debe cuidar en un campo de guerra y eso intentaré
hacer.
Miro la hora en mi reloj. Falta un cuarto para que sean las 10 de la noche
y supongo que a esa hora iniciará la gran sorpresa de Tyra. Estoy de acuerdo
con su plan. Odio cada jodida persona que está aquí y no encuentro mejor
solución que este maldito genocidio. La Cosa Nostra y la ‘Ndrangheta necesitan
una limpieza, un borrón y una cuenta nueva.
Cierro el portafolio y voy en busca de Enzo y Carlo. Mi madre puede irse
a la mierda, lo único bueno que hizo en esta vida fue parirme y lo peor fue matar
a mi padre, aunque lo niegue y lo desconozca, sé que ella lo hizo.
—Toma esto y sígueme —le paso una careta a Enzo y sigo buscando a
Carlo.
—¿Qué es esto?, ¿qué está pasando? —pregunta tratando de seguirme
el paso.
Me detengo.
—Hablaremos después. Póntela un minuto antes de las 10 y ocúltate —
lo enfrento y luego sigo mi camino sin él.
Veo a Carlo hablando con uno de mis dos tíos paternos.
—¡El cumpleañero! —me saluda uno de ellos.
—Carlo —lo ignoro —. Tenemos que irnos.
—¿Por qué tanto afán hijo mío? La noche apenas comienza —sonríe el
otro.
—Exactamente por eso me voy —ladeo mi sonrisa y jalo a Carlo para que
venga conmigo —. Toma esto y póntelo un minuto antes de las 10 y ocúltate —
repito lo que le dije a Enzo.
—¿Qué…? —la tomo y me mira confundido.
—Hazlo.
Sigo mi camino sin él. Arrojo el portafolio en una habitación vacía y tomo
la máscara en mi mano. El reloj marca las 09:58 p.m. Voy corriendo en busca
de Antonella, pero una mano toca mi hombro.
—Tyra la tiene, sana, segura y a salvo —la voz de Magnus hace que mi
andar apresurado se detenga.
Doy media vuelta y en su rostro veo la enorme máscara cubriendo todo
su rostro. Pongo la mía sobre el mío y me alejo de él. Voy hacia la puerta
principal y en efecto noto que está cerrada. Desde las sombras veo a las
personas bailar, tomar y hablar animadamente. Personas que tienen muertos
encima, abusos, robos, traiciones y traumas. Tal vez el dios al que ellos le rezan
va a castigarme por esto y espero que sea pronto, no quiero perder más mi
tiempo tratando de ser alguien correcto. En el infierno podría liberar mi alma y
disfrutar de la maldad de la que ha sido construida.
Capítulo 26
Tyra

De pie, entre las sombras, analizo la cantidad de personas que están a


punto de morir bajo mi mano. Magnus ha soltado el virus y la muerte está a un
minuto de hacer presencia.
Veo a Alessio a través de la multitud que se desploma sobre el suelo. Él
no quita sus ojos de mí y yo no quito mis ojos de él. Escucho los alaridos y los
gritos de temor, de incertidumbre, de miedo por no saber lo que está pasando.
El italiano y yo lucimos tranquilos, observando desde las sombras. Ambos
hemos nacido para esto y puedo jurar que su alma esta tan rota y sucia como
la mía, sino me hubiera tratado de loca como cualquier otra persona, como por
ejemplo Magnus y Kyra.
10 minutos después, todos se hallan en el suelo con la piel verdosa y el
corazón detenido. Esta variación del virus no tiene cura, yo la mejoré. Sí, mi
cerebro también funciona, capto y aprendo con rapidez. Kyra no es la única
inteligente en la familia, solo que a mí me gusta ser una caja de sorpresas. Amo
que me subestimen y me traten de enferma… Voy a callar sus bocas y para
eso no voy a necesitar abrir la mía.
Le hago una reverencia a Alessio, otro hombre más que cayó en el bello
arte de mi manipulación. Magnus debe estar esperándome con Antonella y su
bastardo. Cruzo el lugar y voy directo hacia la puerta trasera. Me deshago de
mis altos tacones y se los tiendo a uno de los tantos matones que he reclutado.
La ‘Ndrangheta también ha sido purgada y Kyra se llevará una enorme sorpresa
cuando se entere que se ha quedad sin reino que gobernar. Soy la maldita
cabeza de todo y lo estoy disfrutando ya que nadie me puso la corona encima,
yo tuve que crear mi propio trono.
Un auto espera por mí y subo en él. Este ultimo mes ha sido de trabajar
de sol a sol. No he dormido, he obligado a Magnus a entrenarme hasta
desfallecer y lo he chantajeado con su bella esposa.
—¿Qué mierda le inyectaste?
—Haz lo que te digo y en menos de 24 horas tu esposa volverá a estar
bien, White.
Eso le dije y claramente no fue lo que hice. Cada día le inyecto un poco
más de veneno y también un poco de cura. No la necesito muerta, pero he visto
que Magnus realmente la quiere y el amor hace a las personas débiles y más
manipulables.
He tenido que robar a mi propia familia y reclamar la mitad de la fortuna
que me pertenece. No sé donde está Kyra, pero debo encontrarla y pronto.
Necesito informarle los nuevos cambios que he adoptado e invitarla a unirse,
pero claro está, como alguien inferior a mí. Nací primero y no voy a dejar que
nadie me quite el derecho que biológicamente me pertenece.
Nunca había pasado tanto tiempo sin vernos y espero que donde esté,
me extrañe como yo lo hago con ella.
Bajo del auto cuando hemos llegado a la enorme mansión que he
adquirido bajo un nombre falso. Magnus me espera en la puerta de entrada.
—Ya empezaron las contracciones —informa.
Sus ojos destilan odio y sé lo que siente hacia mí, pero no lo culpo, hasta
yo me odio a veces.
—Yo lo recibiré —digo mientras dejo caer el vestido a mis pies. Estoy en
el salón principal, donde algunos subordinados esperan pacientes por ordenes
nuevas. No tengo pudor y la atención de tantos ojos me hace sentir poderosa.
O tal vez quiera llenar los vacíos de atención que tanto me lastiman.
Soy consciente de todo lo que está mal conmigo y hay tanto que arreglar
que es mejor no perder el tiempo y usar esto a mi favor.
Camino desnuda hasta mi dormitorio sintiendo los pasos de Magnus
detrás de mí. Justo cuando estoy por entrar a mi armario, su mano toma la mía
y me gira con la furia y rudeza que lo caracteriza.
—Tengo trabajo que hacer —lo empujo —. No me distraigas.
—Vi como lo mirabas —se acerca y susurra contra mi boca. Su pecho se
pega al mío y su otra mano se aferra a uno de mis glúteos —. Eres la persona
más asquerosa que he conocido y con los pensamientos también se peca.
Sonrío abiertamente y me río en su cara. Llevo mi mano hasta su
entrepierna y aprieto sus testículos con fuerza.
—Te tengo de los huevos, literalmente hablando, Magnus. No seas
hipócrita y no menciones el pecado, pues si nos ponemos a contar… Tú vas
ganando —me empuja de los hombros y lo suelto —. Fantasear con lo
prohibido no le hace daño a nadie, pero comérselo te condena.
Me visto con ropa cómoda mientras él no se pierde ningún detalle de mi
cuerpo.
—Déjate tocar por alguien más y quien te condene a ti, seré yo —su mano
llega hasta mi cuello y mi espalda choca con la pared.
—Voy a dejarme tocar de quien yo quiera… y pueda que tal vez te deje
participar. Sabes que me encantan los tríos —me acerco a su boca y tomo su
labio inferior entre mis dientes, aplicando la fuerza suficiente para hacerlo
sangrar.
Se aparta.
—Te estoy hablando en serio —dice volviendo a ahorcarme. Mi sonrisa
se agranda, siento como mi garganta se cierra y mis pulmones claman por aire
—. Puedo soportar toda la maldita locura que quieras exudar, pero no voy a
permitir que después de todo lo que has causado dejes que otro imbécil venga
a penetrarte.
Esto es lo que pasa cuando un hombre cree que rompe una “virginidad”.
Quieren ser lo únicos y los últimos. Nada los enciende más que pensar que han
sido los pioneros en enterrarse en una mujer.
—Es lo que debería hacer, has bajado el nivel y me estás aburriendo —
alzo mis brazos y dejo caer mis codos con fuerza contra su agarre. Me giro, lo
empujo y le clavo una patada con fuerza en el pecho que lo desestabiliza —.
No volverás a tocarme hasta que yo te lo pida —advierto y salgo de la
habitación hasta el lugar donde tienen a Antonella.
Cada paso que doy es una raya al volumen de los gritos de Antonella que
captan mis oídos. Al parecer ha entrado en una rigurosa labor de parto y eso
fue gracias a la inyección que ordené que le aplicaran.
—¡Cállate! —grito y le ordeno cuando entro.
Sus gritos cesan, pero sus gemidos siguen ahí. Está sobre una cama
empapada en sudor y con las piernas abiertas.
—¿Qué me hiciste?, ¿qué le harás a mi bebé? ¡Aún no es hora! —
exclama altera.
—Asesino adultos, no bebés. No soy una mala persona —digo con fingida
ofensa.
—¡Eres una maldita hija de puta!
—No podría decirte si mi madre era puta o no, no la conocí. Pero puedo
confirmar que yo sí soy muy puta —me siento a su lado sobre la cama y con
delicadeza le quito los mechones mojados de pelo que se le pegan en la frente.
—Déjame ir… Por favor… —pide en un susurro.
Niego con la cabeza.
—No me sirven los herederos y mucho menos uno de Alessio, y mucho
menos que venga de tu parte —me pongo de pie —. Duérmela —le digo al
médico presente.
Sin rechistar, el hombre se acerca y gracias a que está amarrada a la
cama, la duerme con facilidad. Tendremos que practicar la cesárea con
rapidez, solo nos interesa una vida y francamente no es la de ella. Lavo mis
manos mientras el doctor prepara todo y hace la primera incisión. Detallo la
escena desde muy cerca y cuando el bebé está afuera, lo tomo en mis
brazos. Es tan pequeño. Llora inconsolablemente y recurro a una turbia
canción de cuna que me cantaba Xhantus.
—Las estrellas no brillan por magia, la luna no es de queso, el mundo es
vacío y el amor en esta casa es frío. No temas a la oscuridad, pues en ella está
la diversión, la luz solo causa que limites tu imaginación, porque de noche es
cuando realmente se aprecia la invención —repito la estrofa unas 10 veces más
hasta que la enfermera llega con un biberón y se lleva la pequeña criatura llena
de sangre.
Me giro hacia Antonella y detallo su rostro pálido. Me vuelvo a sentar a su
lado y acaricio su cabello. Está inconsciente y pronto morirá desangrada, pero
he sido piadosa y no sentirá nada.
—Esto no es personal, bonita. Es el inicio de una guerra y toda guerra
empieza con un enorme desastre y lo que acaba de pasar lo fue —beso su
frente —. Descansa en guerra, porque desde hoy ni los muertos verán la paz.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Sicilia, Italia
Kyra
Busco como loca a Jakov por toda la pequeña casa. Al fin le he dado al
blanco con el francotirador después de haberlo intentado toda la tarde. Salgo
al patio trasero y lo veo.
Lo único que odio de este lugar es que la ducha sea al aire libre, estamos
en medio del campo y esto fue lo único que pudo construir Jakov para asearnos.
No hubo más materiales para hacer una puerta y teníamos pactado avisar
nuestra hora del baño para evitarnos este problema. El agua corre por su
tonificado y enorme cuerpo, su espalda ancha está decorada por tatuajes que
no entiendo y jamás le había visto, pues nunca siquiera se había quitado la
camisa en mi presencia.
Ha pasado algo más de un mes desde que probé las delicias del sexo y
he fantaseado todas las noches con volver a ver a Alessio, pero jamás… jamás
me había dado la oportunidad de pensar en alguien más de ese modo como lo
hago ahora con Jakov.
Tal vez no debería estar haciendo esto, pero quiero tomarlo como una
apreciación que no le hace mal a nadie, algo como ver un hombre sin camisa
en una revista para chicas, solo que… aquí, en este instante, es algo en vivo y
en directo, y no solo sin camisa, pues sus glúteos bien trabajados también son
parte del paisaje.
Doy un paso hacia atrás cuando cierra la ducha y entro con rapidez a la
casa. El corazón se me quiere salir y mi cabeza no deja de repetir el movimiento
del agua descendiendo por su piel torneada. Estoy casada, por conveniencia,
pero estoy casada, me recuerdo. Aunque al momento de mirar mi dedo anular,
lo encuentro vacío.
—¿Ky? —su voz hace que pegue un brinco.
Salgo corriendo de la casa y voy hasta el jardín frontal. Llego al arroyo,
me agacho frente a él y aviento agua helada a mi rostro.
—No estoy haciendo ningún mal, solo lo miré y ya. No estoy haciendo
ningún mal, solo lo miré y ya —susurro repetidas veces.
—¿Ky? —su voz hace que gire mi cabeza.
Viene caminando hacia mí completamente vestido y sin saber por qué lo
agradezco.
—Jey —respondo.
—¿Quieres ir a cenar a la ciudad? —me pregunta y extiende su mano
para ayudarme a levantarme.
Trato de olvidar lo que vi y me obligo a hablar.
—Sí. Iré a cambiarme —le sonrió y paso por su lado.
Jakov ha sido un gran entrenador y se ha convertido en un gran amigo.
Tiene frases profundas que te dejan pensando por horas hasta caer en un vacío
existencial. Me ha enseñado una cantidad de artes marciales en tan poco
tiempo y a pesar de que no soy la mejor alumna, me ha tenido una paciencia
abismal.
Cambio mis pantalones de combate por unos de jean ceñidos al cuerpo,
una camiseta blanca y una camisa a cuadros. Pongo mis botas y todo una gorra
de color vino tinto. He tenido que cambiar un poco mi estilo aquí, pues en el
campo no es que sean muy cómodas las faldas.
Cuando salgo, Jakov ya se ha montado a la vieja camioneta y subo con
agilidad a su lado. Nos adentramos en la oscura carretera mientras el silencio
de nuestras voces y el ruido del motor nos acompaña.
—¿Deseas enviarle una carta a Alessio? —pregunta de la nada.
—¿Él me ha escrito alguna a mí? —respondo con otra pregunta.
Lo veo arrugar la boca.
—Puedes tomar la iniciativa —agrega.
—No. ¿Qué le diría? —lo miro —. “Gracias, estoy comiendo mierda y
viviendo en un maldito cuchitril por tu culpa, mientras tú estás en una mansión
con comodidades y quien sabe qué más o quién más”.
—Debe estar ocupado. Hacerse cargo de una organización tan grande
como lo es la Cosa Nostra, no es fácil y menos cuando tienes la presión encima
de todos los Capos, su madre, su prometida y su…
—Prometida… —niego con la cabeza. Quiero vomitar.
Me mira confundido.
—No te preocupes, ambos sabemos que lo que pasará en unos días no
será válido.
—¿Lo que pasará en unos días? —pregunto, pero lo siento más como un
reclamo.
—Tiene que casarse con una italiana para…
—Para heredar, lo sé —digo y mi sangre se detiene al pensar en él sobre
un altar besándose contra otra mujer.
—Después de eso, estarás lista para volver —Jakov estaciona en una
celda sobre la calle donde se haya uno de mis restaurantes de pizza favoritos.
Bajo de la camioneta sin decir nada más y entro al lugar seguida de él.
Nos sentamos en una mesa al fondo y sus ojos entre café y verde empiezan a
analizar a detalle mi rostro.
—No hagas eso —hablo después de unos minutos.
—¿El qué? —se hace el idiota.
—Mirarme así, tan fijo —alzo mi mano para voltear su rostro, pero antes
de siquiera tocarlo, él me agarra la muñeca.
—¿Por qué me espiabas mientras me bañaba?
Su pregunta me sorprende y me suelto de su agarre. Me ahogo en la
vergüenza y justo cuando estoy por negarlo todo la mesera hace presencia.
—Una napolitana y una margarita, con dos vasos de jugo de albaricoque
—ordeno ignorándolo.
Siento sus ojos encima mío y le pido al universo que me trague.
—Kratos —dice.
—¿Zubac? —finjo demencia.
—¿Por qué me espiabas?
—No sabía que estabas bañándote —respondo al fin.
—Toma dos segundos o menos darte la vuelta e irte por donde llegaste…
pero no, te quedaste ahí por más de dos minutos.
Siento como mis mejillas arden y mis ojos no soportan mirarlo a la cara.
—Lo siento, yo no… —hablo sin saber que más decir.
—Yo no lo siento.
Levanto mi cabeza.
—¿Qué?
—Solo se tarda un segundo en saber que algo no te gusta, pero si te toma
más de dos, considérate atraída.
—No.
—Sí —replica.
—No.
—Sí. Estás en serios problemas.
—¿Por qué? —cuestiono incrédula.
—Porque yo también te he mirado por más de dos segundos.
Capítulo 27
Tyra

Al día siguiente, me encuentro en el jardín. He comprado algunos libros


sobre meditación y lo he puesto en práctica. Las mentes más grandes que ha
tenido la historia hacen esto y yo seré una, así que necesito un poco de control
para mi locura.
—El señor Armani ha llegado —me informa uno de mis tantos lacayos.
—Que me espere en el estudio principal —levanto la mano para
espantarlo.
—No será necesario —el italiano llega sentándose a mi lado. Abro un ojo
para verlo y vuelvo a cerrarlo, así será mejor —. Todos han muerto. ¿Dónde
tienes a Antonella?
—Murió en el parto —digo con tranquilidad.
—¿El bebé? —un tinte de preocupación se escucha en su voz.
Débil. Tengo que trabajar en eso.
—Está adentro con la nana —esta vez si lo miro —. No es tu hijo.
—¿Cómo lo sabes?
—No tiene el color de tu piel, ni tu cabello, ni tus peculiares ojos grises y
tampoco se parece en nada a ella…
—¿Qué? —arruga su entrecejo.
—Es moreno, Alessio.
Su vista se fija al frente y la mía se clava aún más en su perfil. Débil, muy
débil. No debería dejarse afectar por ese tipo de cosas. Su imponente figura no
deja de ejercer aún estando sentado. Tiene todas las cualidades para ser el
mejor y peor Don que ha tenido la Cosa Nostra, pero sigue sintiendo y aunque
intente controlarse, no lo logra muy bien o tal vez mi perspicacia sea
extremadamente buena.
—¿Dónde está Kyra?
—Con un amigo en un lugar seguro —me mira.
—Necesito verla —digo volviendo a cerrar mis ojos. El color de los suyos
me distrae.
—¿Para qué?
—¿Por qué la proteges tanto? Es mi maldita hermana y la necesito —lo
miro con irritación —. Tiene trabajo que cumplir y no puedo hacerlo todo sola.
—Debiste pensar eso antes de huir.
Río para mis adentros. A Kyra no le convenía saber todo lo que hice
durante este tiempo, me hubiera tildado como una maldita loca y no quiero que
nadie quiera venir a controlarme. Todo lo que hice, lo hice por un bien, y
mientras ella está quien sabe dónde, yo ya he recuperado el control total de la
‘Ndrangheta, tanto que estamos en territorio italiano respirando con
tranquilidad.
Si yo no me libré de esto, ella tampoco lo hará. Ya es demasiado tarde
para planear una vida lejos de todo y espero que esté donde esté, lo tenga
claro.
—Debí pensar muchas cosas de mejor manera, pero no lo hice y no voy
a sentarme a llorar cuando ya he construido los cimientos de un imperio sobre
sangre, dolor y química —me pongo de pie —. Me necesitas. He quitado a tu
prometida del camino, maté a sus padres, a tus tíos y al resto de personas
quienes soñaban con heredar el poder que ahora tienes en manos, pero si no
te organizas y pones bases tan fuertes como las mías y con eso me refiero a
infundir temor y miedo… Serás el rey de nada.
—No me subestimes —se incorpora y su altura me eclipsa, pero mi
actitud lo iguala —. Lo que acabas de decirme, lo he organizado esta mañana.
Empalé los cuerpos de sus seres queridos en una zona rural del campo y le
eché la culpa a la ‘Ndrangheta. Tienen sed de venganza y he jurado dárselas
a costa de su servicio incondicional hacia mí.
—Me has cantado la guerra… —doy un paso hacia él —. Muy bien —
palmeo su mejilla y me doy media vuelta para entrar a la casa, pero no alcanzo
a dar un solo paso porque su mano se aferra de mi brazo.
Miro el toque y analizo la extraña sensación que me produce la fuerza
que ejerce.
—Sin trampas, Tyra.
Me teme, lo sé.
—Sin trampas, Alessio —sonrío.
—Quiero ver al niño.
—Yo quiero que me sueltes —su cercanía me asusta.
Su mano cae a su costado y respira hondo. Hago lo mismo y sigo mi
camino al interior de mi casa. Siento sus pasos detrás de mí y sus ojos en mi
espalda. No me dio tiempo de cambiarme y estos pantalones cortos de yoga
no ayudan a lo extraño que se siente tenerlo alrededor.
Giro mi cabeza para verlo y lo descubro.
—Alessio —me detengo —. No soy Kyra, no me confundas. Mantente
claro y deja de mirarme así.
—Sé que no lo eres. Lo sé muy bien —pasa por mi lado y empuja mi
hombro con su torso para dirigirse a la habitación de donde proviene el llanto.
Vuelvo a respirar profundo y me recuerdo quien es este hombre y de
quien es.
El italiano recibe el bebé en brazos y lo carga. Recuesto mi anatomía en
el marco de la puerta y me quedo mirando absorta la situación. No logro
entender, o tiene un corazón enorme o es un hijo de puta que no le importa
nada. Esa delgada línea es fácil de cruzar cuando las acciones se tornan un
tanto cínicas.
—Necesito que absuelvas tu matrimonio. Si se enteran de que estás
casado con una Kratos, van a matarte —hablo.
Sus ojos me miran mientras sigue meciendo el bebé.
—Lo enviaré a una casa hogar privada en España. Es un inocente y quien
debe de pagar todavía se hace llamar mi consigliere.
Alzo las manos.
—Es tú problema, no el mío. Haz lo que quieras con él.
—Lo absolveré, pero antes debo hablar con Kyra —dice volviendo a mirar
al recién nacido.
—Quiero verla —le repito.
Mira hacia el frente y luego a mí por largos segundos. Me incomoda su
presencia, ya quiero que se marche.
—Sicilia —menciona la ciudad.
—¿Solo eso?, ¿ni una dirección, ni nada? —me cruzo de brazos.
—Eres Tyra Kratos, rompiste la seguridad de la casa más protegida de
Italia y mataste a todos mis invitados —frunce la boca —. Confía en mí, la
encontrarás.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Kyra
Después de la confesión de Jakov, ha llegado la comida y hemos
devorado todo en silencio. He evitado mirarlo y sé que él no ha dejado de
mirarme a mí. Paga la cuenta y salimos hacía el auto de regreso a casa. El
silencio sigue durante el camino y solo quiero llegar a mi cuarto a dormir.
Descendemos una vez que estaciona y me quedo parada mirando la
pequeña cabaña de dos cuartos rodeada de árboles afectados por el otoño. La
brisa gélida golpea mi rostro y tengo miedo de entrar. Se siente tan diferente
todo. No entiendo como el ambiente se transformó en un par de horas.
—No debí decirte eso. Siento incomodarte —dice parado a mi lado —.
Creo que tengo alguna extraña patología. Siempre tiende a atraerme lo ajeno.
—Estoy extrañamente casada y él es el único hombre con el que he
estado en toda mi vida. No sé cómo sentirme, pero quiero decirte que no estoy
incomoda —lo miro fijamente —. Solo que es extraño, pues nunca le había
gustado a otro hombre y tampoco un hombre me… me… —las palabras se me
atoran en la garganta.
—No tienes que decirlo —niega con la cabeza y camina hasta adentrarse
en la casa.
Quedo sola con mis pensamientos. Unos se arrepienten de haberme
casado tan joven, otros tratan de justificarse y otro me recriminan el cariño que
le tengo a Alessio.
Todo pasó tan rápido que no ha sido tiempo suficiente para estudiar mis
sentimientos, pero en definitiva aún es muy pronto para amar a alguien.
Enamorada sí estoy, estaba… no lo sé.
Tengo que ir a verlo. Necesito verlo y hablar de bastantes temas con él.
Me armo de valor y entro a la casa. Jakov está en la cocina y yo procedo
a encender la chimenea. Aquí los espacios son abiertos, exceptuando las
habitaciones. Me siento en uno de los viejos sillones y cruzo mis piernas. Mis
ojos caen en él. Jakov tiene una belleza en extremo masculina. Su cuerpo está
adornado de cicatrices y su cabello está rapado. En definitiva es un militar y
eso lo grita su apariencia. Es alto y su espalda en tan ancha que muy bien
podría dormir sobre ella y me sobraría espacio… Detengo mis pensamientos y
trato de darles otro rumbo.
—¿Tienes alguna novia o…?
Niega con la cabeza y sigue concentrado en hacer lo que creo es
chocolate caliente. Hace bastante frío y aquí la calefacción funciona con leños
de madera.
—Trabajo mucho como para tener algo estable.
—¿Cómo entraste a eso… a…? —no sé realmente cual es el grupo militar
en el que está.
—Podría decirse que soy un SEAL con un entrenamiento más
especializado.
Asiento con la cabeza a pesar de que él no me ve.
—¿Y tus padres…?
—Mi padre era un alto político en Islandia y mi madre era hija de un
italiano no muy correcto —responde.
—Islandia no tiene ejército, ¿cómo entraste a…?
—Mi padre no sabía quien era mi madre hasta un año después de
tenerme. Cuando se enteró se mudó a Estados Unidos y quiso que yo fuera un
hombre correcto como él.
—¿Te ingresó al ejército?
Se gira con dos tazas de chocolate espumoso y caliente en su mano. Se
siente en la alfombra frente a mi y me tiende uno de los líquidos. Lo tomo con
ambas manos para calentarme.
—Me ingresó a un infierno, por decirlo así. Una organización de la que no
te puedo hablar mucho porque tendría que matarte. Estoy allí desde mis 5 años
—explica.
—Vaya y yo que me quejaba de ser una presa —río nasalmente y doy un
sorbo. El chocolate quema un poco mi lengua, pero el sabor dulce lo calma.
—Hay peores prisiones que una casa. De mi trabajo solo se escapa
muerto, jamás te van a dejar en paz.
—Al igual que una mafia.
—Al igual que una mafia —repite —. Y hasta peor, porque en la mafia
puedes hacer lo que se te dé la maldita gana para cumplir tus objetivos, y
aunque huyas de la ley, eres libre y tienes el poder para que no te atrapen. Pero
estando de este lado, siempre tengo la ley encima y aunque muchas veces he
asesinado, debo justificar los asesinatos, cada acción, cada plan… Soy un
maldito esclavo.
—Supongo que a vece ser correcto no es lo mejor…
—No lo es, pero ser incorrecto tampoco —replica.
—¿Sugieres un balance?
—Sugiero hacer lo que se te dé la maldita gana —dice y bebe de su
chocolate sin dejar de mirarme.
Siento que la conversación toma otro rumbo y debo respirar antes de
decir lo que diré.
—¿Y qué quieren hacer tus malditas ganas?
—Es mejor que no lo sepas.
—Quiero saber —suelto antes de arrepentirme.
Ríe sin ganas y niega con la cabeza.
—Mejor dime tú que quieren hacer tus ganas.
—Están en guerra mis ganas —vuelvo a tomar más chocolate y echo mi
cabeza hacia atrás.
—¿Tengo algo que ver en eso?
—Mucho —confieso.
—No volveré a ducharme sin avisarte, lo siento.
—Gracias —mi cabeza sigue dándole vueltas a la pregunta que le hice
—. Jakov…
—Deberías volver. Sabes lo esencial y puedes practicar sola. Ya no me
necesitas.
Deja la taza a un lado y se pone de pie. Con presura hago lo mismo.
—Jakov, yo…
—Quieres saberlo, ¿verdad? —da un paso hacía mí quedando tan
cerca…
Huele a los tabacos que fuma todas las noches y al chocolate que prepara
en cada baja de temperatura.
—Sí.
—Es peligroso.
—¿Qué no lo es en este mundo?
Lleno mi pecho de un valor que no debería de tener. Me estoy dejando
guiar por mis instintos y he apagado la parte razonable que solo sabe gritar: no.
—Tú eres peligrosa.
—Tú también.
Inclino mi cara hacia atrás para verlo mejor. Su altura es una de las cosas
que más me afecta y lo pequeña que me siento tan cerca de él… Simplemente
es increíble.
Su mano se alza y con dos dedos quita un mechón de cabello de mi cara
y lo mete detrás de mi oreja. Jakov emana una rudeza que me aterra, pero me
atrae ridículamente. Desde que llegamos aquí siempre lo he admirado, pero no
fue hasta que lo vi desnudo que la pared de hielo que había construido entre
nosotros se rompió.
Siempre he odiado la moralidad y la santidad. Alessio me ve como una
muñeca y ahora en los ojos de este hombre, realmente me siento como una
mujer.
—Mis malditas ganas quieren tocarte.
—¿Y qué más? —la pregunta se escapa antes de siquiera pensarla.
Enarca una ceja.
—¿Explicito?
—Explicito.
Ríe nasalmente.
—Si lo confieso, voy a tener que hacerlo. No podré vivir tranquilo
sabiendo que mientras hablo, tú te lo estás imaginando.
—Habla —trago duro.
Su mano se desliza por mi cuello y lo rodea con una leve fuerza.
—Primero quiero desnudarte y suplantar de mi cabeza lo que he
imaginado desde que te conocí por lo real y luego… —su aliento golpea mis
labios —. No habrá ningún juego previo, porque no me gustan. Voy a lo que
voy, tomo lo que quiero y lo que necesito… Y necesito penetrarte, azotarte,
ahorcarte y halarte del cabello mientras mi pelvis golpea contra tus redondos
glúteos.
Mi alma abandona mi cuerpo después de sus palabras y me siento
flotando. Mi mente imagina cada detalle y le agrega la violencia que él emana.
Yo también lo necesito.
Solo tendría que moverme un centímetro más y no habría vuelta atrás.
Capítulo 28
Kyra

—Bésame, Kyra.
Su aliento y la atracción me embriagan. La tensión sexual es tan alta que
duele que no me toque o no tome acción. Quiere sea yo quien rompa todo, que
acabe el deseo y empiece el fuego. Un solo movimiento y no habría espacio
para arrepentimientos. Solo pienso en el placer, en lo mucho que me gusta él
y en lo profundo que quiero sentirlo.
No pienso más y lo beso. Lo beso con la fuerza que no creí que tenía,
con el salvajismo que retuve por tanto, con todas las ganas acumuladas que le
tengo, pero me negué desde que lo conocí.
Sonríe con suficiencia sobre mi boca.
—Lo mejor de estar en medio de la nada, es que no voy a cohibirme y no
quiero que tú tampoco lo hagas —dice contra mi boca y envuelve mi cabello en
su mano, jalando hacia atrás. Mi cabeza se inclina y mi cuello queda expuesto.
Siento sus dientes enterrarse en mi delgada piel y un gemido es el resultado
que obtiene mientras sigue esparciendo algo que ni siquiera se parece a un
beso. El dolor me aviva y me humedece.
Sí, esto era lo que quería y ni siquiera ha empezado.
Jakov toma el cuello de mi camiseta y lo rasga a la mitad. El arranque me
deja sin aliento y mis senos saltan a la vista. Sus manos se adueñan de ellos y
me empuja contra la pared. Mi cabeza sea golpea y me siento un poco
mareada.
Su boca vuelve a impactar con la mía y lo beso como si llevara mil años
sedienta. Desciende hasta mis pantalones y con agilidad se deshace de ellos
en un segundo. Saca mis bragas y luego pasa a deslizar la camisa por mis
hombros, dejándome totalmente desnuda frente a él. Apago cualquier señal
que me pida parar.
Da un paso hacia atrás y me mira de pies a cabeza mientras se muerde
el labio. Se quita la ropa sin dejar de observarme y cuando baja su ropa interior,
mi boca se transforma en una pequeña o cuando veo el tamaño de su polla.
Se bombea acercándose lentamente hacia mí. Quiero que acelere todo y
me tome lo más duro y rápido que pueda. No quiero ningún juego previo, quiero
algo rudo y sin un ápice de cariño.
Su mano llega hasta mi mejilla y su dedo pulgar busca entrar en mi boca.
Lo chupo y muerdo la yema de su dedo.
—No sé si tienes buena o mala suerte —susurra sobre mis labios, para
luego girarme y pegar mi pecho con fuerza a la pared. Siento la erección
tallarme la espalda.
—¿Por qué? —susurro.
Escucho como lleva los dedos a su boca y los empapa de saliva, para
luego estrellarlos contra mi vulva. Por inercia abro mis piernas, arqueo la
espalda y echo mi cabeza hacia atrás mientras me acaricia en círculos.
—Llevo más de un mes jalándome la polla pensando en ti y el hambre
que te tengo no será saciado en un solo polvo —me toma del pelo y me guía
hasta azotar mi pecho contra la mesa del pequeño comedor —. Pobre de ti,
Kyra Kratos.
No me deja responder porque de inmediato se entierra en mí y debo
clavar mis uñas en la madera para no moverme del lugar. Vuelve a tomarme
del cabello y me levanta aprensando mi cuello también. Sus embestidas son
violentas, me folla como si me odiara y al fin puedo sentirme como el maldito
diablo pecador que fue echado del cielo.
—Eres más suave y apretada de lo que imaginé… —dice en medio de su
agitación.
Sus manos me asfixian y cede el agarre cuando mi tos se hace presente.
Jamás me habían follado de esta manera y no voy a exagerar al decir que es
el mejor.
Cada penetración de Jakov hace que me olvide de mi estado civil, de mis
sentimientos y de la culpa que mañana podría tener. Esto es sexo, sádico y del
sucio, lo que siempre quise.
Coloco mis manos sobre la mesa y me empujo hacia atrás, haciendo que
Jakov retroceda unos pasos y salga de mí. Me mira atónito cuando me volteo.
Lo tomo del cuello y le indico que se siente. Obedece y se deja caer sobre la
silla. Paso mis piernas a cada lado de su cadera, tomo su miembro y vuelvo a
penetrarme para esta vez ser yo quien tome el control.
Sus manos azotan mis glúteos con fuerza mientras subo y bajo sobre su
longitud. Mis líquidos empapan toda su pelvis y su boca muerde y chupa mis
pezones. Bajo mi mirada para apreciar la unión de nuestros cuerpos. Nunca
había visto algo tan excitante como esto, como él. Sus venas se brotan sobre
su piel y clavo mis uñas en sus hombros para sostenerme.
El orgasmo se ha formado en mi interior más rápido de lo esperado y esta
vez no muerdo mi lengua y dejo salir todos los gemidos que mis cuerdas
vocales piden. Él vuelve a tomar el control con su pelvis y golpea la mía con
fuerza.
El dolor hace que mis uñas marquen a profundidad su piel. Mi cuello
vuelve a ser rodeado por sus enormes manos y me folla a su antojo. Para él
también soy una muñeca, pero no de cristal, si no de trapo.
Se pone de pie conmigo encima y rodeo su cuello para no caer. Él e toma
por los muslos y ejerce un vaivén que hace que mis caderas aterricen justo en
las de él. El sonido de las embestidas es húmedo y agudo. No quiero que pare
nunca, no quiero que esto acabe, pues sé que la culpa vendrá después y ahora
solo quiero pensar en disfrutar los orgasmos que él pueda regalarme.
Siento como aumenta el bombeo y deduzco que está próximo a llegar a
su orgasmo. Me separo para mirarlo y lo beso brevemente en los labios.
—Yo también me toqué un millón de veces pensando en ti —confieso.
Sus ojos se oscurecen aún más y vuelve a azotarme contra le mesa. Mi
espalda duele y suelto un pequeño quejido. No deja de penetrarme y sus dedos
se hunden con fuerza en mis caderas. Me está dando más duro de lo que
quería, de lo que imaginé y me encanta.
Zubac está matándome de placer y no me importa el mañana, debido que
hoy realmente murió una parte de mí entre sus brazos.
Su liberación llega y se vacía. Me toma del brazo y me pone de pie.
—Arrodíllate y chupa —ordena.
Hago lo que me dice y pruebo su sabor junto con el mío sobre toda su
extensión. Mi sexo gotea y quiero todavía más. Lo meto hasta el fondo de mi
garganta causándome arcadas hasta que toma el control y folla mi boca sin
delicadeza. Sus manos se apropian de mi cabello y el nacimiento de este arde
con cada embestida que orquesta.
—Abre más… —pide y lo hago —. Sí, nena…
Otra descarga se expulsa dentro de mi boca. Toma su polla para
estrellarla contra mis mejillas mientras la sensación del orgasmo se le agota.
Me pongo de pie y voy hasta su boca para morder su labio inferior.
—Aún no termino —me pega contra su cuerpo.
—Yo tampoco.
Me jala hasta su cama y me avienta sobre ella para posicionar su cabeza
entre mis piernas y morder mi clítoris. La sensación me envía lejos y envuelvo
mis piernas alrededor de sus hombros.
Los lengüetazos que imparte aleatoriamente sobre el punto exacto me
obligan a blanquear los ojos y repetir mil veces su nombre entre gemidos.
—Jey…
Mis manos se aferran a las sábanas y cuando pensaba que no podía
sentir aún más, dos dedos se adentran en mi canal y presionan un extraño
punto que causa que tenga ganas de orinar.
—No…
—Déjate llevar y no reprimas nada —me mira y asiento con la cabeza.
Vuelve a retomar su trabajo con la lengua y sus dedos aumentan la
sensación extraña. Sé que lo que viene es un orgasmo, pero no entiendo lo
otro, no quiero orinarme, pero mi cuerpo pide que lo deje ir.
A la mierda todo.
Libero el orgasmo y lo extraño al mismo tiempo. No me detengo a mirar
lo que está pasando entre mis piernas, pero la humedad es bastante notoria,
algo salió y no quiero saber qué es.
Jakov se aleja y vuelve a penetrarme sin aviso previo. Eleva mis piernas
sobre uno de sus hombros y las abraza. Su pelvis retoma los golpes violentos
que ejercía hace unos minutos contra la mía. Estoy tan sensible que solo me
queda gritar y gemir para soportar el placer doloroso que me tiene a punto de
quiebre. No sé si es sudor lo que baja por los costados de mis mejillas o
lágrimas por sentirme tan abrumada.
Si no me van a follar de esta manera, no quiero que nadie más vuelva a
tocarme.
Otro hijo de puta orgasmo vuelve a adueñarse de mi sistema y esta vez
confirmo que son lágrimas las que caen de mis ojos. Jakov aumenta los
embistes y sé que también obtuvo su clímax.
Todo se ralentiza y nos hallamos bañados en sudor. Mi piel está desnuda,
pero no siente frio debido a la hoguera que tengo por amante.
Se deja caer sobre mí y esconde su cara entre mi cuello y hombro.
—Voy a follarte hasta el amanecer, ¿tienes algún problema con eso?
Niego con la cabeza.
—Ninguno, Zubac.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Tyra
Meto mis dedos en mi húmedo interior. Desperté de un sueño bastante
excitante, algo que ni mi consciente era capaz de atreverse a imaginar. Me follo
con suavidad, pero imagino que me dan con rudeza y sadismo. Ubico mi punto
exacto y dejo fluir la sensación que me lleva a girar sobre la cama mientras
abro mi boca y tuerzo mis ojos.
Detengo las caricias y respiro con tranquilidad nuevamente cuando el
orgasmo me abandona. Me alerto cuando escucho dos golpes en la puerta,
pero no termino ni de ponerme de pie cuando Magnus entra a mi habitación sin
ser invitado.
—¿Qué hacías? —me mira de pies a cabeza.
—Me masturbaba —respondo y camino hasta él —. ¿Quieres probar? —
toco su cara e introduzco mis dedos en su boca. Los chupa y la acción me deja
nuevamente con humedad entre mis piernas.
Sus manos toman mi cuello y yo sonrío. Me encanta tanto tentarlo.
—No juegues conmigo —advierte para luego intentar besarme.
Me zafo de su agarre y retrocedo.
—Voy a jugar contigo, Magnus y será cuando yo quiera —paso por su
lado sin antes acariciar su pelvis e introducirme en el baño. Cierro con llave y
me meto a la ducha.
Tengo que sacar de mi cabeza ese maldito sueño.
Prohibido. Prohibido. Prohibido.
Tal vez si no sale de mi cabeza, no le hace daño a nadie. Vuelvo a
tocarme en su nombre y cuando salgo del baño y de mi habitación ya lista para
partir hacia Sicilia, lo veo en medio del enorme salón.
—Armani.
No entiendo en qué momento he empezado a verlo diferente. El día de
su cumpleaños lucía tan…
—Kratos —responde girando para verme —. Necesito un favor.
—Mis favores son caros —ignoro su presencia y sigo hacia la salida.
—Pagaré lo que sea —dice y me detengo.
Giro lentamente y le sonrío.
—¿Lo que sea?
—Lo que sea —ladea su sonrisa.
Viste su peculiar chaqueta de cuero y sus manos están metidas en los
bolsillos de sus jeans de color negro. Luce tan fresco e inocente.
—Habla rápido —me cruzo de brazos.
—Necesito que mates a Carlo y a su familia.
—Está bien —me encojo de hombros.
—¿Así de fácil? —frunce el ceño.
—Así de fácil, cuñado —digo y trago duro.
Carraspea y mira hacia otro lado.
—Tengo un evento importante en dos días —cuenta y muevo mi cabeza
a modo de cuestión.
—¿Y…?
—Quiero que me acompañes.
La invitación me toma por sorpresa. No voy a ser la maldita consejera, ni
matona de nadie.
—Tienes que manejar tus asuntos solo, yo no…
—No de esa manera. Quiero que solo seas mi acompañante —da un
paso hacia mí y yo retrocedo dos.
Me quedo mirándolo por unos segundos. No entiendo a qué va esto.
—Tengo que irme —suelto y me giro.
—Escríbeme o llámame si decides algo —dice y no me paro a
responderle.
Subo al auto donde Magnus va de conductor y le ordeno partir hacia el
aeropuerto. Todo el viaje transcurre en silencio, pero mis pensamientos hacen
un ruido bestial dentro de mi cabeza. El capitán avisa el aterrizaje y nuevamente
nos dirigimos hacia uno de los autos.
Magnus conduce por toda la pequeña ciudad. Al final Armani me dio su
ubicación exacta y no perderemos tiempo investigando.
Llego a un terreno rodeado de arboles secos con una cabaña en medio.
White se estaciona al lado de una vieja camioneta y bajamos para mirar el lugar.
Toco la puerta de entrada y minutos después nadie responde.
Magnus saca su arma y la recarga. Hay demasiado silencio, pero al
momento de decidir rodear la casa, escucho el sonido del agua corriendo. Voy
hacia atrás y cuando llego lo que veo hace que mi corazón se detenga.
Kyra se halla desnuda bajo el chorro de una improvisada ducha mientras
besa a otro hombre de desconocida identidad para mí.
Una carcajada se me escapa y me siento en una vieja silla. Me gano la
atención de ambos y Kyra corre a taparse con una toalla y vestirse a la
velocidad de la luz, mientras el hombre me mira con furia. Está muy bien y en
parte puedo entender a mi gemela.
Esta situación me conviene tanto…
—¿Qué mierda haces aquí? —se para furiosa frente a mí.
—No lo sé. Dime mejor que haces tú —señalo al hombre de tatuajes
rapado.
No parecen ser de los de su tipo. Ella es más de salir con caribonitos,
como Alessio, por ejemplo.
—Esto no es… esto no es… —intenta explicarse, pero no puede.
Débil.
—Esto sí es y lo mejor que puedes hacer es afrontarlo —me levanto y la
reto —. No seas una perra hipócrita.
Su mano impacta contra mi rostro y vuelvo a reírme aún más fuerte,
mientras niego con la cabeza. Jamás me había golpeado y que lo haga ahora
es un síntoma de desesperación e irrespeto.
—Zubac —saluda Magnus.
—White —responde el hombre.
Los ignoro, pero guardo en mi memoria investigar de donde se conocen
y vuelvo toda mi atención nuevamente a Kyra.
—Tomaste tu decisión y ahora yo tomaré la mía —la miro por última vez
y doy media vuelta para irme.
Esta hermandad acaba de irse a la mierda junto con la lealtad.
Capítulo 29
Alessio

La policía ha empezado a investigar las extrañas razones por las que


murieron las personas en la mansión. El área está acordonada y sellada por
riesgo biológico. Hombres de trajes blanco pasean por el lugar mientras miro
todo desde la lejanía. Enzo me acompaña y guarda silencio a mi lado.
—Aún no entiendo qué paso —dice.
—Fue una limpieza que tenía que hacerse, Enzo. Nuestra familia estaba
llena de traidores y no voy a trabajar con gente así —le doy otra calada más a
mi cigarrillo.
—Pero mamá…
—Ni la menciones.
—¿Qué pasará ahora con nosotros?
Lo miro y le sonrío.
—Tendremos el legado completo de la Cosa Nostra y nada podrá con
nosotros —palmeo su hombro y me giro para marcharme.
Enzo me sigue y subimos al auto. Mi único pendiente es Carlo y se lo he
encargado a Tyra, quien me tiene sorprendido con todo lo que ha logrado en
un mes. Ha reestructurado la ‘Ndrangheta, se ha metido en mi territorio y sé
que sus planes su arrasar con la Cosa Nostra, pero para eso me necesita en el
poder, necesita que alce y organice todo para que ella pueda con más gusto
venir a derribarlo.
No voy a decir que sé eso porque la conozco bien, porque no la conozco
en absoluto, pero definitivamente, sus pistas me indican que así será, pues es
lo que yo también haría.
Le gustan los rivales dignos como a mí y por eso no le ha molestado que
le haya echado la culpa de todo frente a cada heredero. Ella quiere guerra y yo
se la voy a dar.
Estaciono en uno de los centros políticos que manejaba mi difunto padre.
—Señor Armani —me saluda el guardaespaldas principal del alcalde de
la ciudad —. Lo llevaré con el señor Rinaldi. Todos lo esperan.
Asiento con la cabeza y los tres entramos al ascensor hasta llegar al
ultimo piso. Entro a la enorme sala de juntas y me siento en la cabeza.
—Armani —me saluda el alcalde poniéndose de pie junto con el resto.
—Iré al grano —apoyo mis codos sobre la mesa. Enzo se sienta a mi
lateral y espera curioso por lo que diré —. El apoyo monetario seguirá fluyendo
a su partido. La muerte de mi padre y de la mitad de mis socios solo significará
una cosa: más poder y más dinero.
—¿Cómo es eso posible? —pregunta el político.
—Miembros que estaban inactivos han mostrado su apoyo. Lo que pasó
en la mansión fue un ataque de la ‘Ndrangheta como ya les expliqué y cada
familia buscará venganza. Los negocios muertos se han activado, la
exportación e importación de bioquímicos ilícitos se ha reforzado. La trata de
personas, el lavado de dinero y los asesinos a sueldo han sido incrementados.
Hoy inicia una nueva era criminal y necesito que la ley cierre los ojos cada que
yo mueva una ficha en el tablero. Nos desharemos de la competencia política,
usted tiene que volver al mandato, no puedo dejar que otro sea el alcalde de
Roma y este año tendremos de nuestro lado a Santoro Rocci, el favorito a
presidencia.
—La dirección de la policía estará enterada de todo, junto con las líneas
aeroportuarias. Todo será positivo para su mandato. La ciudad le pertenece y
espero que pronto el país entero. Todos hemos resultado bien pagados y
espero con ansias que su mandato nos dejé en otro nivel, Armani —Rinaldi
habla con tranquilidad y el resto de los asistentes asiente.
Tengo mucho trabajo por delante. Mi dinero es quien mueve y sostiene la
política y economía de este país. Miles de personas ahora mismo dependen de
mí y siento sobre mis hombros un poder tan grande que no puedo medir.
Me pongo de pie.
—Mi gente se comunicará pronto con ustedes —suelto y miro la hora en
mi reloj —. Tengo que irme.
Salgo de la habitación junto con Enzo y vamos nuevamente hacia el carro.
—Me alegra verte hacerte cargo de esto —dice.
—Vamos a ver si dices lo mismo cuando todo se vuelva un maldito caos
—acelero el auto y me adentro en el tráfico de roma.
Dos camionetas negras nos escoltan. Nuestros enemigos no son solo
uno, son cientos y ahora mismo creerán que las bajas nos han afectado.
—Pensé que lo tenías todo controlado.
—Hablo del caos que causaré, no el que me afectará a mí.
Trazo mi próximo destino en el centro de la ciudad. En una de nuestras
enormes bodegas donde me espera Carlo y el resto de las nuevas cabezas.
Son hombres y mujeres entre los 20 y 30 años quienes esperan pacientes por
seguir ordenes para vengar a sus seres queridos, seres que entre Tyra y yo
aniquilamos.
Al llegar nos recibe la nueva seguridad que le he encargado a Carlo
contratar. Le pedí que dejara todo organizado y consiguiera a los mejores antes
de que Tyra acabe con la vida de él.
—Armani, que gusto ver que has vuelto —dice un Capo que acaba de
heredar. Marco Lombardi me extiende su mano.
Le doy un fuerte apretón y lo hago con el resto de los hombres presentes.
—La Ndragheta ha declaro una guerra y como bien saben, un hombre no
es poderoso por quien sea, sino por quien tenga al lado y ahora mismo ustedes
se convertirán en los nuevos cimientos de la Cosa Nostra —hablo con seriedad
—. No voy a perder el tiempo diciéndoles que hacer, cada familia aquí presente
debe tener presentes sus tareas. Siento su luto, yo también estoy pasando por
eso, pero es un momento donde el enemigo cree que nos ha debilitado y no
hay mejor ataque que el que se da cuando no se lo esperan. Tengo la ley de
mi lado y no meterán sus malditas narices en nuestro negocio. Habiliten cada
rama por muy ilegal que sea. Necesito que el dinero y el poder sea ahora mismo
nuestra motivación. Somos los dueños de Italia y que no se sorprendan cuando
nos adueñemos de cada operación que se realice en Europa. La Yakuza es un
gran aliado, mantengámoslo así y démosle lo que piden. Lo mismo con el cartel
de México y la mafia rusa —ladeo mi sonrisa mientras me muevo por la enorme
bodega. Estoy rodeado de más de cien personas pertenecientes a las familias
más poderosas de Italia —. El mundo está lleno de amigos de los cuales hay
que aprovecharse.
Todos susurran y asienten con la cabeza. No tienen otra opción, soy el
medio por el cual recibirán comida y lujos en sus casas.
—¿Qué fue lo que usaron para exterminarlos a todos de esa manera? —
pregunta uno de tantos.
—Algo más poderoso que un arma de fuego es un arma biológica… Y
eso fue lo que usaron ellos y es lo que voy a tener pronto en mis manos —
respondo.
No voy a tener que pedírselo a nadie, pues sé exactamente como crearlo.
He mandado a levantar un enorme laboratorio con lo último en tecnología en
una isla cerca de la India. No es mía, porque no lo pertenece a nadie, pero
gracias a tanto dinero y contactos me he adueñado de ella. Central de Salud e
Invenciones Médicas, pero la abrevié como la CSIM.
Espero en unos meses tener todo listo para crear y mejorar cada cosa
que hice junto a Kyra.
—Agradezco contar con su participación. Gracias por venir aquí y
multipliquen la seguridad de sus hogares —los despido y me voy hacia el auto.
Enzo me persigue a todos lados. Espero esté aprendiendo como yo
aprendí de mi padre. A veces este puto saber es una maldición. Soy un casi
médico que nunca podrá graduarse debido a que su destino no es salvar
personas, si no matarlas, usarlas o traficarlas.
Me dirijo hasta el hotel donde nos estamos quedando y justo antes de
que Enzo salga del ascensor lo detengo.
—No salgas del hotel —advierto —. Ni hables con ninguna mujer de ojos
verdes, ni con ningún otro hombre que tenga los ojos grises. No hables con
nadie.
—Sí, papá —se suelta y sale del cubículo hasta su habitación.
Subo un piso más hasta que llego a la mía. Me deshago de toda mi ropa
y justo cuando estoy por entrar a la ducha, el teléfono fijo suena. Camino hasta
él y levanto el artefacto, pero no hablo.
—Iré contigo a la reunión —reconozco la voz de Tyra al instante.
Me siento sobre la cama.
—Hoy estuve pensando en algo.
—¿Qué es ese algo?
—¿Recuerdas cuando hablamos sobre la muerte de Dianthe?
—Sí. Te amenacé para que cerraras la maldita boca.
—Y para que ayudara a tu hermana con el proyecto que ella tenía sin
hacer preguntas, ni juzgarla —digo recordando la extraña conversación que
tuvimos después de cubrirla con la policía.
Vi como Magnus mataba a Dianthe a golpes desde las sombras mientras
me fumaba un cigarrillo y no me alarmó, porque si no lo hacía él, lo hubiera
hecho yo.
—Recuerdo todo, Alessio. ¿A qué viene el regreso en el tiempo?
—Eres tan excelente manipuladora, Tyra…
—Lo sé —se ríe —. ¿Pero eso qué tiene qué ver?
—Me pediste que tratara a Kyra con suavidad, que conocías los de mi
tipo y te arriesgaste para que me viera con ella…
—No me interesa saber lo que ya sé. Voy a colgar.
—¿A qué te referías con “los de mi tipo”?, ¿qué sabes de mí? —pregunto
—. ¿Qué planeas, Tyra?
Silencio.
—Magnus te investigó mucho antes de que yo hablara contigo.
—Sabias quien era…
—Sí.
—No estás bien de la cabeza.
—Lo sé.
—Yo tampoco —digo.
—Lo sé.
Llevo mi mano hasta mi cabello y lo echo hacía atrás. Tyra es un maldito
enigma y odio los enigmas, porque nunca sé que esperar de ellos.
—¿Qué es lo que sabes?
Una fuerte respiración se escucha y sé que se está armando de valor para
mentirme más o para hablar con honestidad. Lo malo es que es tan buena que
no sé diferenciar ninguna de las dos.
—Sé por qué huiste. Sé tu historial… Lo sé todo, Alessio.
Trago duro.
—La usaste a ella y me usaste a mí.
—No deberíamos hablar de esto por teléfono.
—El hotel es mío y la línea es una línea aislada. No te preocupes.
Carraspea.
—Solo quiero poder, el poder que me corresponde.
—Lo sé —digo y sé que hará hasta lo imposible por conseguirlo, lo está
demostrando.
—Kyra no está tan rota como yo, o como tú… Solo estoy protegiéndola y
Magnus me contó también sobre lo de tus gustos y…
—No la llegué a someter, si es lo que te preocupa —la interrumpo
mientras miro las formas irregulares en la alfombra. Me incomoda mucho el
hecho de que Tyra se haya enterado de todo por terceros.
—Es mi hermana pequeña. Ella necesitaba de tu ayuda en su laboratorio
y le gustabas, pero cuando me enteré de quien eras… Pensé en este dicho:
“ten a tus amigos cerca, pero a tus enemigos aún más cerca”.
—No creo en tanta bondad. No pareces ser de ese tipo.
—No lo soy, Alessio.
Su voz sigue incomodándome, sigue causando extraños efectos en mi
cabeza que decido ignorar. Ambos nos quedamos en silencio, pero ninguno
cuelga.
—¿Estás segura de asistir a la reunión?
—Sí.
—¿Viste a Kyra?
—Sí, está bien y entrenando. Jakov realmente ha hecho un buen trabajo
con ella.
—Es el mejor —asiento con la cabeza aunque sé que ella no puede
verme. Jakov es un experto militar y maestro. No pudo haber alguien mejor y
de confianza para que la entrenara.
—No lo dudo.
—Quiero seguir esta conversación, pero en persona. ¿Cuándo regresas?
—me pongo de pie y miro por la ventana. La noche ha caído y la ciudad se ha
encendido.
—Llegué hace 20 minutos.
—Ven a mi hotel.
—No —responde de inmediato —. Veámonos en el parque que queda al
frente.
Entiendo su petición.
—¿Cómo sabes donde estoy?
—Lo sé todo.
Suelto el aire.
—Estaré ahí en 10.
—Yo también —dice y cuelga.
Me doy una ducha rápida, me pongo ropa deportiva, guardo un arma
dentro de mi sudadera y bajo con afán hasta la recepción. Le indico a los
guardaespaldas que se queden cerca y voy directo al parque. Después de darle
dos vueltas al fin la veo.
Está parada frente al lago alimentando los patos. La imagen me causa
gracia, porque la mayoría de genocidas son animalistas y la mujer que tengo al
frente parece ser mucho peor que cualquiera de ellos.
—Hoy he activado nuevamente todas las operaciones —digo mientras
dejo una distancia prudente entre ella y yo.
Lleva el cabello recogido y un gabán cubre la mitad de su cuerpo. Tyra es
la más alta de las dos y según mi memoria, es la más voluptuosa de las dos…
también la más peligrosa.
Voy a irme al maldito infierno por tener estos pensamientos, ¿pero qué
más da? Desde hace años tengo mi puesto asegurado en ese lugar.
—Yo también —se aleja del lago, volteo y me mira —. ¿Ya absolviste el
matrimonio?
—Estoy en eso —respondo mirando sus ojos verdes. Lucen aún más
oscuros. No lleva nada de maquillaje y su cabello permanece atado haciendo
que su rostro pueda apreciarse mejor.
Viéndola aquí, tan cerca y tan natural, puedo apreciar las grandes, pero
pequeñas diferencias entre ellas.
—Aún hay algo que no logro entender… Me llenas de preguntas y me
tratas de manipuladora cuando tú obligaste a Kyra para que se casaran el
mismo día que partiste hacía aquí. Ese matrimonio ya no te sirve para nada, la
que está a la cabeza soy yo, pero tú no contabas con eso… —da un paso hacia
mí e inclina su cabeza hacia atrás para mirarme —. ¿Qué planeas, Alessio?
Tanto romance y girasoles de parte de una persona que no tiene amantes, sino
victimas no puede ser real —da otro paso más y su olor llega hasta mis fosas
nasales —. Mientes, mientes demasiado. No eres un caballero, eres una
bestia… Soy capaz de reconocer la gente como tú porque yo…
—Porque tú eres como yo —la tomo del cuello con fuerza.
Mueve su brazo con agilidad y en menos de un segundo tengo el cañón
de una pequeña arma clavada en mi pecho. Con mi mano libre saco la mía y la
clavo en su cien.
—Esto es un maldito juego retorcido —ríe.
Niego con la cabeza.
—Yo no estoy jugando, Tyra. No tengo tiempo para estupideces.
—¿Sabías quienes éramos? —pregunta quitando el seguro de su arma.
—No. Todo fue una maldita y excelente coincidencia —respondo y quito
el de la mía.
—Estás buscando que te mate.
—Hazlo. El mundo se librará de dos basuras en un solo segundo, porque
tú también te lo estás buscando. Y te lo advierto, Tyra…—pego mi nariz a la
suya —. No me gusta que me manipulen.
—Tarde, porque si estamos aquí es gracias a que has sucumbido a lo
que yo he querido —vuelve a reírse y la acción hace que mis ojos caigan en su
boca, y relama mis labios —. O me matas o te unes a mí, decide.
La empujo hacia atrás y guardo mi arma. Ella hace lo mismo y alisamos
nuestra ropa. Tyra tiene un infierno en su mirada y aunque no lo quiera aceptar,
me da miedo.
Ho il vero Satana davanti a me e il desiderio di inginocchiarmi davanti a
lei e unirmi a lei è inevitabile.
«Tengo al verdadero Satanás ante mí y el deseo de arrodillarme ante ella
y unírmele es inevitable».
Capítulo 30
Tyra

—Haremos una momentánea tregua —propone Alessio mientras da otro


paso hacia atrás y al fin puedo respirar.
Su cercanía estaba sofocándome y no de mala manera, todo lo contrario.
—¿Y cómo será? —pregunto.
—Voy a ocuparme de todo lo que implique tráfico de drogas, fraude,
extorsión, contrabando, apuestas ilegales, terrorismo, prostitución, receptación,
blanqueo de capitales, trata de personas, tráfico de armas y robos por este
primer año —explica y su maldita manera de hablar me embelesa —. Tú único
trabajo será crear la mayor organización de asesinos que ha tenido jamás
ninguna mafia.
Me río.
—Estarías quitándome todo el maldito trabajo y sobre todo lo más
importante.
—No, dolcezza —se acerca y toma mi rostro entre sus dedos —. Harás
el trabajo más importante. Quiero mínimo mil de los mejores asesinos en tu
nómina y sé dónde puedes encontrarlos —su aliento golpea mi mejilla.
—Estás manipulándome —concluyo y doy un paso hacia atrás.
Me sonríe.
—Estoy haciendo lo mismo que me haces tú, pero realmente necesito
que construyas ese ejército.
—Voy a perder terreno si dejo a un lado las otras operaciones, Alessio.
Las familias me matarían —niego con la cabeza.
No puedo hacer eso, los socios de mi abuelo me quemarían en la hoguera
como a una maldita bruja.
—No voy a permitir que nadie te mate. Tus socios seguirán haciendo lo
que están haciendo —dice son seriedad —. Pero tú deberás visitar un lugar
que ninguna mujer ha pisado antes y del cual muchos hombres no han salido
vivos.
Me cruzo de brazos.
—¿Qué lugar?
—La fossa comune.
—No.
—Yo voy a acompañarte —agrega con inmediatez.
—No voy a ir a un lugar donde pelean sobre gente muerta, Alessio. Son
cientos de hombres, van a matarme.
Mi corazón se detiene. No entiendo como puede estar proponiéndome
semejante cosa.
—¿Magnus te entrenó? —pregunta cruzándose de brazos.
—Sí, pero no a ese nivel. Todavía me falta mucho por aprender.
—Yo te enseñaré el resto, dolcezza. Lograré que salgas invicta de ese
lugar, pero luego tendrás que convencer a los mejores hombres para que se
nos unan.
—Es una maldita locura —vuelvo a negar con la cabeza.
—Pensé que viviamos en ella —se acerca y me toma de los brazos —.
¿Sabes lo que le robaron tus padres a los míos? —cambia el tema.
—¿Qué? —pregunto confundida —. Los hijos de puta de tus padres
mataron a los mios.
Niega con la cabeza repetidas veces haciendo que su cabello negro caiga
sobre su frente.
—Mis padres no mataron a los tuyos, Tyra.
—¿Entonces quién, Alessio? —doy un paso hacia él. Sus brazos caen a
los lados y suelta un suspiro.
—Lo hizo mi abuelo, un virólogo. Antes de romperse la unión, mi abuelo
le enseñó a tu madre Aphrodite todo lo relacionado con las células Hela.
Aphrodite al parecer tenía otros planes y creo una fórmula llena de
enfermadades la cual le dejo a...
—Kyra...
—Sí. Cuando entré a su laboratorio y me dijo el nombre de su madre,
supe quien era, pues la fórmula era la misma que me enseñó mi abuelo.
—Eres un maldito mentiroso de la mierda... —intento golpear su pecho,
pero me detiene por las muñecas.
—Somos —acerca su boca a la mía. Sus ojos escudriñan lo mios y luego
caen en mi boca. Su aliento me golpea y saboreo sus labios desde aquí.
—Yo no soy Kyra —lo empujo pese a que mi voluntad proclamaba otra
cosa.
—Sé que lo no eres, ¿por qué te empeñas en recordármelo?
—Ella es quien te gusta, ella es tu esposa y yo soy su maldita hermana.
Ya tengo bastantes razones por las cuales iré al infierno, no quiero sumarle una
más —digo e intento irme, pero su mano se adueña de mi muñeca.
—No has dejado nada claro sobre lo que te propuse.
Me suelto y lo miro.
—Iré a tu reunión. Quiero conocer a cada miembro de la Cosa Nostra,
para luego saber a quien tendré que matar e... —trago duro —. Iré a la maldita
fosa común, pero si no me entrenas bien y no salgo viva de ahí, dejaré a alguien
encargado para que te corte la cabeza y la ice como a una bandera en medio
de la plaza de San Pedro.
Una sonrisa cruza por sus labios mientras me mira divertido.
—Te espero aquí el 27 a las 6. No llegues tarde —me señala y se da
media vuelta para irse.
—Coglione —susurro mientras me quedo parada en medio del parque
mirando su caminar. Es de esos pocos italianos de un metro noventa y tres que
derrocha sensualidad y nada de dulzura… «Dolcezza», asqueroso
sobrenombre. Se equivoca, porque yo podré ser cualquier cosa menos alguien
dulce.
Yo no soy Kyra y voy a demostrarlo.
Regreso al auto donde Magnus me espera. Ha seguido siendo mi
guardaespaldas y no lo dejaré ir hasta que ya no lo necesite más, por el
momento tengo mucho trabajo y al parecer él ama realmente a Olivia, porque
si no fuese así ya se hubiera ido y me hubiera mandado a la mierda. Tengo a
la pobre mujer siendo inyectada todos los días con el virus y la cura para
mantenerla viva. Es la única manera en la que puedo atar al hijo de puta que
tengo al lado, hasta que sepa muy bien a qué organización pertenece.
En un peligroso silencio llegamos a uno de los tantos apartamentos que
he comprado en Roma. Tengo tanto dinero que tuve que abrir miles de cuentas
bancarias en distintos países para que ningún gobierno se entere de los actos
ilícitos que mi familia maneja. La ausencia de Kyra me vino bien, no debió
retirarse, pues cuando Xhantus le cedió el poder y ella no lo ejerció de
inmediato, lo perdió. Sin indicaciones de alguien más, me presenté ante los
socios y cabezas principales de las familias que conforman la ‘Ndrangheta y
junto con mi acta de nacimiento me proclamé como la principal heredera.
Con rapidez empecé a aprender de cada labor, cada ruta, cada ley, cada
tratado, acuerdo, torturas y demás que hay dentro de esta mafia. No dormí
durante noches aprendiendo todo lo necesario para desempeñar mi cargo de
la mejor manera. Un mes suele ser poco para alguien que no sabe manejar el
tiempo, pero para mí… En ese mes aprendí y crecí más que en toda mi vida.
Ahora soy Tyra Kratos, Don, Capo, cabecilla principal de la ‘Ndrangheta
y primero muerta antes de ser derrocada de mi lugar.
Las cosas en la vida hay que lucharlas, nada va a llegar del cielo y mucho
menos en una casa en un campo mientras te follas al lacayo de tu esposo.
Kyra se durmió y yo desperté.
🐍•♊•❤•♊•🐍
27 de octubre de 1995
Alessio
Ajusto mi corbata y seguido limpio mis manos sudorosas sobre mis
pantalones de color negro. Carlo se acerca y posa su mano sobre mi hombro,
la repulsión en mi cuerpo se presenta y mis ganas de asesinarlo aumentan.
Tyra se encargará de él más tarde. Me pesa la mano para matar a quien ha
sido mi mejor amigo desde que éramos unos infantes.
Y justo cuando pienso en ella, su auto se estaciona frente a mí. Un
hombre abre su puerta y ella desciende. Una pequeña abertura adorna la falda
de su traje blanco y me regala una pequeña prueba de su piel bronceada. Su
cabello castaño cae en ondas sobre sus hombros y termina justo donde inician
sus glúteos. No tiene mucho maquillaje aplicado y camina hacia mí con esa
actitud de soberbia que tanto la caracteriza.
—Carlo —saluda a mi consigliere—. Alessio —me mira.
Tomo su mano y la llevo hasta arriba. Beso sus nudillos sin dejar de mirar
sus ojos. Su rostro se pone aún más serio y si el verde oscuro de sus ojos fuera
veneno, ya estaría inerte a sus pies.
—Dolcezza —pronuncio solo para que ella escuche, primero porque sé
que detestó que le dijera así desde el primer momento y segundo porque aquí
nadie puede saber su identidad.
—Coglione —responde ella sonriendo y pasa por mi lado.
La dejo ir y cuando mira al frente, Magnus, su guardaespaldas me mira
como si estuviera a punto de asesinarme.
—Los empleados entran por atrás —le dice Carlo y le pongo una mano
en el hombro al moreno.
—Ve, enseguida te alcanzo —digo y doy un paso hacia la ubicación del
hombre de ojos grises.
—Veo que no te bastó con solo una de ellas —pronuncia mientas se cruza
de brazos.
El otoño ha hecho que la noche esté más helada de lo normal. De
nuestras narices salen pequeñas nubes de vapor.
—¿A ti sí te bastó con una? —pregunto mientras meto la mano dentro del
bolsillo de mi saco, extraigo la cajetilla de cigarrillos y le ofrezco uno. Lo acepta,
encendemos y ambos empezamos a llenar nuestro pulmones del nocivo humo.
—Nunca me basta una sola mujer, pero me quedo con las que no le
temen a la oscuridad, a la suciedad y a obtener lo que quieren sin importarles
qué.
Dejo calar un largo silencio después de sus palabras.
—Estoy jodido —concluyo mientras dejo escapar el humo por mi boca.
—Ella te va a joder más y si la tocas, yo también —me amenaza.
Arrugo mis cejas y arrojo mi cigarrillo al piso.
—No me gustan las amenazas.
—A mí me gusta cumplirlas —dice y tira su cigarrillo aún encendido contra
mi pecho y se da media vuelta para irse.
En un arranque de orgullo e ira lo tomo por el cuello y clavo su rostro
contra el capó del auto.
—Será un honor que la castaña me joda todas las veces que quiera —
Magnus se queja e intenta zafarse, pero cuando saco el arma y la planto contra
su cuello se petrifica —. Si te llegas a meter en medio, no voy a dudar en
clavarte siete tiros en cada pierna. Sé quien eres, conozco tu organización y
tengo el poder de desaparecerla toda si se me da la maldita gana —doy un
paso hacia atrás y guardo el arma. Aliso mi traje y le sonrío. Mis hombres han
llegado a rodearlo y a apuntarle con sus armas —. Ahora, si no tienes nada
más que decir… Tengo una peligrosa mujer de ojos verdes que atender —me
doy media vuelta para irme, pero me detengo cuando algo más llega a mi
cabeza —. Ah y solo diré que ella ama el poder —volteo y abro mis brazos para
señalar todos los hombres que lo rodean —. Analiza quien eres tú y luego
analiza quien soy yo.
Ofrezco una amplia sonrisa y esta vez si me adentro en uno de los tantos
hoteles que me pertenecen. Camino con la superioridad que llevaba años
ocultando y el ego que tanto me caracterizó desde muy joven. Entro al salón
principal y me fijo en Tyra, quien se haya en medio hablando con el hijo de uno
de los más grandes socios que tenía mi padre.
El hombre de cabello rubio y ojos cafés la mira como si fuese su próxima
presa, pero lo que él no sabe es que con solo un chasquido, ella podría hacerlo
desaparecer a él, o si se acerca más, el chasquido podría darlo yo.
Estoy sorprendido de como ha cambiado la forma en la que veía a mi
cuñada. El infierno me espera, pero espero que valga la pena quemarse por
una mujer como ella.
—Dolcezza —susurro pegando mi cuerpo a su espalda.
Su porte cambia y deja de hablar.
—Armani —me saluda Doménico Colombo, el hombre que ahora deberá
ser mi más grande socio.
—Colombo —digo y pongo la mano en la cintura de la griega.
Él se fija en la acción y Tyra sigue inmóvil.
—¿Me acompañas, dolcezza? —vuelvo a susurrarle en el oído.
Ella le sonríe al hombre.
—Seguiremos la conversación después —Doménico toma su mano y
trata de besar sus nudillos, pero soy más rápido y tomo la muñeca de Tyra para
esquivar el contacto.
—No habrá ningún después. Si necesitas hablar algo, lo harás conmigo
—digo en un tono que no controlo.
El hijo de puta alza las cejas y nos mira divertido para luego dar media
vuelta e irse entre el resto de los presentes. Hay una enorme mesa en el centro
donde cada uno tendrá su respectivo lugar y pronto se iniciarán las
conversaciones, pero antes tengo que hablar con la mujer que llevo de la mano
hasta afuera, a uno de los balcones que dan al extenso jardín.
—¡Suéltame, idiota! —dice cuando estamos lejos de la vista de todos. Se
aproxima a mí y me empuja —. Vuelve a decirme dolcezza y te cortaré los
testículos.
Me mira tan mal que casi siento que debo rogar su perdón. Me da la
espalda y mis ojos caen en la silueta que marca su falda sobre sus caderas y
glúteos. Es imposible no mirarla de este modo cuando todo en ella me grita
“peligro y oscuridad” y son las dos cosas que más me atraen…
Quiero evitar caer en comparaciones, pues ninguna de ellas dos se las
merecen. Kyra me brindaba un oasis entre tanta mierda, con ella fui quien
siempre quise ser, pero con Tyra… con ella sé que no tendré que fingir ni
avergonzarme de la turbiedad que rodea mi cabeza, pues ella parece ser hasta
peor y me atrae como nunca nadie antes lo había hecho.
—Alessio —dice a modo de advertencia sin voltear —. Deja de mirarme
así.
—¿Así cómo? Ni siquiera me estás mirando.
—No tengo que mirarte para saberlo —suspira y agacha la cabeza hacia
el frente —. Esto está tan mal…
Doy pasos lentos hacia ella. Sus manos están sobre la dorada y fina reja
del balcón. Hasta su cabello me produce turbios pensamientos, quiero halarlo
y apoderarme de él. Estoy tan enfermo.
—¿Qué está mal? —pregunto con inocencia.
—Tú y yo —se gira.
—Io e te —repito en italiano mientras sigo acercándome.
—Alessio —advierte.
—Tyra…
—No —pone una mano en mi pecho cuando llego hasta ella.
—¿No qué?
—Soy un ser humano horrible. Sé tú quien tenga la cordura para evitar
esta mierda.
Tomo su muñeca y la deslizo por todo mi abdomen hasta mi entrepierna.
—Es imposible evitar esto —jadeo cuando su mano se amolda a mi
dureza.
Muerde su labio y la acción envía una descarga por todo mi sistema. Su
mano ejerce más presión hasta tornarse dolorosa y lleva la que tiene libre hasta
el moño de mi corbata, obligándome a inclinar mi cuerpo hacia adelante.
—No soy Kyra —me suelta y me empuja, pero no la dejo ir y la apreso
contra la reja.
—Sé que no eres ella —tomo su cara con una de mis manos —. Tu
cabello largo me fascina, tus ojos verdes oscuros me envenenan, tu voz hace
que quiera arrodillarme ante ti cada que la escucho, la estela de lunares en tu
muslo izquierdo me llama a que los bese. Tu risa cínica y tu maldita manera de
cautivar a todos los hombres que te miran despiertan en mí un instinto asesino
que creía muerto. No eres ella, lo tengo más claro que nunca y eso es lo que
me trae tan malditamente loco. No puedo, ni debo tocarte, pero llevo
imaginándome cada noche tu cuerpo debajo del mío y no precisamente
tratándolo bien.
Su pecho ha empezado a subir y bajar a un ritmo acelerado. Sé que le
pasa lo mismo, lo noto en su maldita expresión.
—¿No tienes miedo? —pregunta.
—¿A qué?
—A que todo se vuelva un caos.
Niego con la cabeza.
—Ya todo es un caos y si he de tenerle miedo a alguien, ese alguien eres
tú —confieso.
—¿Por qué yo? —pregunta y jadea cuando pongo mis manos en su
pequeña cintura.
—Porque sé que si te beso ya no habrá marcha atrás. De cualquier
manera me iré al infierno y prefiero quemarme en el tuyo —susurro contra su
boca.
—Mi infierno no recibe cualquier demonio y mucho menos a uno que ya
ha pecado con alguien más —trata de apartarse, pero se lo impido.
—Déjame demostrarte realmente quien soy.
—¿Y si no llenas mis expectativas?
—Dejaré que me mates —digo con seriedad.
Ella se ríe y al ver que yo no lo hago me analiza.
—Estás demente.
—Cómo tú —respondo y no lo soporto más.
Me lanzo hasta su boca y la devoro, como lo imaginé en mis pesadillas,
como lo visualicé en mis turbios pensamientos. La beso, sus labios responden
y se mueven de la misma manera que los míos y siento como si realmente
estuviera cayendo del cielo y aterrizara en un infierno, porque eso es ella, un
lugar que arde y hierve, que castiga y reprende, pero da un placer que ningún
otro ángel disfrazado de diablo podría ofrecerme. Tyra es el mismísimo Satanás
y mi oscuridad yace feliz al tenerla en mis brazos porque sabe que no se tendrá
que reprimir.
Mis manos viajan por todo su cuerpo, llegando hasta el final de su falda y
metiendo mis manos debajo de la tela. Su piel está fría, pero poco a poco mis
palmas la calientan. Apreso sus glúteos y empujo su pelvis contra la mía. Ella
se pone de puntillas y sus manos se adueñan de la parte trasera de mi cabello.
Huele a algo que nombraré desde ahora como la maldad pura.
—Lo que te quiero hacer no es legal… —me aparto lentamente de sus
labios.
Sus delicadas manos acarician mi torso.
—Hay que matar a Carlo, de esta noche no puede pasar —dice en medio
de su agitación —. Si te traicionó de ese modo, no me quiero imaginar que más
tendrá planeado…
—¿Te quedarás conmigo hoy?
—Depende.
—¿De qué?
—De si me demuestras que no eres débil y acabas tú mismo con Carlo
frente a todos. Necesitas demostrar que el poder que ahora tienes es más que
una maldita herencia de sangre —su mirada me desafía.
A esto es lo que me refería, esto es ella… perversa, turbia y corrompida
oscuridad.
—Lo haré.
Capítulo 31
Tyra

Alessio se pasa toda la noche hablando, discutiendo, dando soluciones,


creando acuerdos y siendo con excelencia el hombre perfecto para el cargo
para el que lo entrenaron.
Él nunca deseó esta vida, nadie la desea, pero se debe aceptar y por
obligación alcanzar perfección, porque dentro de la mafia los ineptos no
sobreviven.
El semblante de Alessio, su voz con acento italiano, su ojos, su
expresiones, su cuerpo, sus ademanes… Las miradas que me regala cada
cierto tiempo me tienen al borde del colapso. Es un maldito pecado andante y
yo una pecadora promiscua.
No estoy sentada en la mesa, estoy al fondo ubicada sobre un diván
escuchando con atención todo lo que sale de la boca del malditamente atractivo
italiano. Mi cabeza lleva más de dos horas tratando de procesar el beso que
nos dimos en el balcón, en sus manos sobre mi piel desnuda, en el sabor de
su boca y lo bien que se sentía bajo mi tacto.
Mi mente se ha ido a escenarios que jamás había explorado y en todos
ellos estoy siendo sometida por el hombre que ahora me mira atentamente. Me
muerdo el labio y paso mis dedos por mi escote, abriendo un poco para que las
lomas de mis senos se asomen. Tengo calor y esta es una manera de
ayudarme, aunque sepa que en el fondo estoy tentando al diablo y que muero
por quemarme.
Otros ojos oscuros caen sobre mí y llevo mi verde hasta ellos. Carlo me
mira con curiosidad y entiende por un error no tan errado que es para él lo que
estoy haciendo. Le guiño un ojo y me pongo de pie. Siento la mirada furiosa de
Alessio sobre mí. Es hora de matar a dos pájaros de un solo tiro.
Carlo se disculpa con Alessio para venir detrás de mí, intenta disimular
que va hacia otro lado, pero termina siento un torpe mortal más. Escucho a
Alessio terminar la reunión y despedirse de sus socios quienes se levantan
haciendo ruido, ruido que me conviene.
Voy hasta la segunda planta y entro a una de las vacías habitaciones del
hotel. Ingreso y me siento sobre el escritorio en medio de la suite.
Carlo ingresa.
—¿Puedo ayudarla con algo, señorita? —pregunta con una inocencia que
me produce asco.
—El calor… —desprendo un botón de mi camisa —, aquí… —otro más
—, es horrible.
El moreno se acerca con una sonrisa de suficiencia en los labios. Detrás
de él veo a Alessio entrar con sigilo y un arma adornada con un silenciador en
la punta. Su mirada se ha oscurecido y la tiene fija en el hombre que me acecha.
—Tal vez tenga una solución para eso —sus manos se posan sobre mis
piernas y mis ojos caen en los de Alessio que ahora miran los míos.
Posa el arma de manera diagonal con la punta hacia arriba, clavando el
cañón en la nuca. Siento al moreno petrificarse.
—Siempre te gustó lo que no es tuyo —Alessio habla y oprime el gatillo
tres veces haciendo que la sangre salpique sobre mi cara y mi traje blanco. El
hombre inerte cae encima de mí y con fuerza lo empujo hacia un lado.
Alessio se queda mirándome con odio. Su rostro también está adornado
por gotas de sangre.
—No soy tuya —aclaro.
Patea el cadáver para meterse entre mis piernas y encuellarme con su
mano libre. Clava la punta tibia del arma en mi mejilla.
—Lo serás —decreta para luego pegar sus labios a los míos.
No me opongo, pues esto es lo que busqué toda la noche.
El beso se torna tan agresivo y sádico que ignoro el escenario en el que
nos encontramos. Escucho como suelta el arma y sus manos de apoderan de
mis piernas. Las abre y cuando ve que la falda se lo impide, saca una navaja
de no sé dónde y la rompe. Hace lo mismo con el resto de mi ropa. Me carga y
envuelvo mis piernas alrededor de sus caderas con mis tacones aún puestos
sobre mis pies. Mis labios saborean los suyos como si no hubiera un mañana,
como si esto solo fuera a ser posible hoy porque pronto la vida nos castigará.
Me deja sobre la cama y por un momento, más que mirarnos, nos
admiramos.
—Que Dios nos perdone —susurro contra su boca.
—A la mierda Dios, Satanás nos tratará mejor —dice y vuelve a besarme.
Mis manos trabajan en desnudarlo. Nuestra piel está llena de manchas
de sangre que no es propia, nuestros besos saben a eso y el ambiente huele a
lo mismo.
Su total anatomía queda al descubierto y mis demonios se despiertan.
Quiero poseer a este hombre de todas la maneras y quiero que él haga lo
mismo conmigo. El tamaño de su erección sobrepasa mis expectativas y lo
atraigo hacia mí.
—Fóllame como si quisieras matarme —exijo para luego llevarme su labio
inferior entre mis dientes.
Una risa llena de vileza sale de su garganta.
—En algún momento vas a suplicar que en serio lo haga.
De repente sus manos se apoderan de mi cintura y me giran con fuerza,
mi pecho impacta contra la cama y mi cuero cabelludo sufre por la mano que
se adueña de todo mi cabello. Tira hacia atrás haciendo que mi espalda se
curve y mi cara quede frente a la suya. Estoy en una pose tan antinatural. No
sabía que podía ser tan flexible. Todo el cuerpo me duele como la mierda, pero
me encuentro fascinada.
—Dolcezza —vuelve a sonreír —. Contaré hasta tres y tendrás dos
segundos de ventaja para que puedas escapar…
Le sonrío son sevicia.
—Uno… —besa mis labios y con su mano libre alza mis caderas.
Siento mis huesos, articulaciones y tendones llegar al limite de
flexibilidad. Llevo más de un mes sin follar y las malditas ganas que le tengo al
italiano van a hacer que soporte cualquier cosa con tal de sufrir un orgasmo
causado por él.
—Dos… —siento su miembro ubicarse entre mis glúteos. La humedad es
tanta que toda la zona se ha lubricado para él. Se bombea con mis nalgas y un
gruñido escapa de su boca. Siento como su glande se ubica en mi apretada
entrada.
—Tres… El tiempo se acabó —susurra contra mi oído y sin previo aviso
clava de una sola estocada toda su polla dentro de mí.
Un grito se escapa de mis labios y mis manos se hacen puños en la
sábana blanca. Su agarre abandona mi cabello y con rapidez sus manos se
mueven hasta mi cuello. Una segunda penetración vuelve a llenarme por
completo y otro gemido más vuelve a traicionarme. Mi espalda se endereza y
me preparo para recibir la oleada de embistes que me entrega el italiano.
Mi cuerpo está sufriendo, muriendo y gozando a la vez. El placer en el
inicio y el dolor al final se mezclan para enviarme al camino de un orgasmo que
sin pensarlo o esperarlo está por abordarme.
Los golpes de la pelvis de Alessio contra mis glúteos son feroces, bravíos,
crueles e inhumanos. La presión que ejerce en mi cuello me tiene anhelando el
oxígeno que tanto necesitan mis pulmones para funcionar, pero el placer es
tanto que lo vital pasa a un segundo plano.
Las palabras no son necesarias para incrementar el morbo. Alessio no
necesita hablar con suciedad en mi oído para llevarme al límite y cuando me
gira y se posa encima de mí, su mirada gris me regala una oscuridad y
morbosidad que jamás había visto en nadie.
Sus penetraciones recobran el ritmo anterior, sus manos llegan hasta mis
senos. Los maltrata, los magrea y los palmea con fuerza. Mi espalda se arquea
a causa del ardor sobre ellos. Estoy a nada de correrme, solo necesito un poco
más y estallaré.
Una mano vuelve a mi cuello y nuevamente presiona con fuerza sin dejar
de embestirme con rudeza.
—Abre la boca —ordena con hostilidad y obedezco. Mi sumisa interior
está gozando y si Alessio me pidiera cualquier cosa en este estado, lo cumpliría
sin preguntar un porqué.
Sus labios se unen para luego escupir dentro de mi boca. El dolor de una
cachetada que no vi venir arde en mi mejilla y el clímax deja atrás en la mierda
cualquier disgusto, pues el orgasmo que se apodera de mi cuerpo es tan
descomunal que mis ojos son obligados a cerrarse y mis labios a morderse. La
sangre en mis venas arde como fuego y la sensación me quema por completo.
Alessio no se detiene y aprovecha mi llegada para tomarla como una
invitación a ultrajarme aún más fuerte.
—Serás mía y ese puto orgasmo acaba de firmar el pacto —gruñe contra
mi boca —. No vas a volver a respirar si no es por mí —su mano presiona más
mi cuello —. No vas a mirar a nadie más de esa manera si no es a mí —vuelve
a impactar mi rostro con su mano —. No vas a gemir más si no tienes mi polla
adentro y tus labios… —me besa primero con suavidad, pero luego sus dientes
se prenden de mi labio inferior, haciendo que después de un horrible dolor mi
lengua saboree mi propia sangre —. Tus labios solo besarán los míos y se
envolverán alrededor de mi polla cuando yo lo desee, ¿lo entiendes?
Mi mente de divide en dos y mi parte sumisa decide asentir con la cabeza
para aceptar todo, pero mi parte orgullosa lo empuja con fuerza y lo clava contra
la cama. Quedo encima de él y me penetro con su dureza. Mis manos van hasta
su cuello y clavo mis uñas en él.
—Esto es una maldita alianza —subo para luego dejarme caer con fuerza
sobre él —. Tú me das y yo te doy… —levanta su cadera haciendo que me
quede sin palabras cuando su glande toca mi final. Me obligo a recuperar al
aliento que me arrebató para seguir hablando —. Tú no matarás si no te lo pido
y sucumbirás ante cualquier deseo que tenga por muy tenaz que sea. Serás
tan mío que se te olvidará lo que es ser libre y disfrutarás de ello.
Mis caderas toman el ritmo que él llevaba antes. Mis senos vuelven a ser
apresados y golpeados con hostilidad. Marco una sonrisa en mi cara cuando
veo que en la suya está impregnada la satisfacción. Su boca entre abierta, el
sudor que corre por su frente y sus mejillas rosadas me regalan la mejor imagen
de él que han podido contemplar mis ojos desde que lo conocí.
Ahora es tan mío que después de esto no voy a soportar que alguien más
lo toque.
—Uccidimi, dolcezza, uccidimi! —me grita y presiono más mi manos
sobre su cuello. No siento ya mis piernas, pero no es momento para detenerme.
Nuestras pieles producen un sonido húmedo y tosco cada que caigo
sobre su pelvis. Mi pecho está a punto de explotar y no siento que el aire me
sirva. Cada vena del cuerpo de Alessio se marca y la piel de su cuello bajo mis
uñas empieza a sangrar. Alessio me abraza y se pone de pie conmigo sobre
la cama. Mi espalda golpea y rompe el vidrio del cuadro que teníamos atrás.
Me pego a su boca y recibo todos los gemidos que le han causado el
orgasmo. Largos segundos pasan hasta que su voz interrumpe el beso.
—Tyra… —pronuncia mi nombre con cierto asombro.
Me separo para mirarlo. Sus ojos están tan abiertos e impactados que por
un segundo no entiendo que está pasando. Bajo mi vista a los vidrios sobre mis
hombros han lastimado mi piel y ahora sí tengo sangre que me pertenece sobre
el cuerpo.
Alessio se mueve con cuidado sobre la cama y se baja conmigo a
cuestas. Aún estamos unidos y me siento enferma al querer seguir sin importar
las heridas y el desastre.
Me lleva hasta el baño y me deja sobre el enorme lavamanos.
—¿Te duele? —pregunta saliendo de mí y poniéndose a trabajar en
retirar cada pieza de vidrio.
Sus pies también se han lastimado y sobre sus antebrazos veo esquirlas.
—No, ¿a ti? —hablo al fin.
Me siento en una nube oscura de la que se me hace difícil salir.
—Tampoco.
Quiero más de él.
Toma el pequeño botiquín que estaba ubicado debajo del lavabo y
empieza a curarme con una delicadeza que hace menos de dos minutos no
tenía. Sus ojos y manos se dirigen a mi espalda y hombros. Retira cada pieza
mientras yo disfruto de su desnudez.
Quiero que termine rápido para seguir. Alessio acaba de volverse una
maldita obsesión que jamás quiero superar.
—Solo fueron rasguños —susurra —. Lo siento, yo…
—Vámonos —pongo mi mano en su mejilla —. Llama a alguien para que
limpie el desastre y vámonos. Necesito que me folles así o peor nuevamente
—lo miro con seriedad —. Ahora.
Ladea una sonrisa.
—Estaré encantado de hacerlo. Esto apenas es el comienzo.
Capítulo 32
Kyra
Un mes después…

Hoy regreso. Tyr me ha anunciado que se ausentará unas semanas y que


necesita alguien de confianza para quedar a cargo de todo. Lo haré yo, pero
haciéndome pasar por ella. Su nuevo consigliere me dará un curso intensivo
de como sobrellevar los asuntos mientras no está.
Hemos hablado semanas. Mi enorme preocupación no se ha hecho
realidad, me dijo que no le contó nada a Alessio y que es mejor que yo no lo
haga. Jakov regresará a su vida y yo a la mía y todo seguirá con normalidad su
cauce. Ella se ha hecho cargo de la organización y no me molesta, pues cuando
le pregunté si era lo que ella realmente quería me confirmó con extrema
seguridad que sí.
Aunque hay algo que aún no paso por alto y es la manera tan vil en la
que me robó. Luego hablaré en persona de eso con ella.
—¿Cómo te sientes hoy? —Jakov sale de su habitación.
—Las náuseas van a matarme —respondo y siento como lo poco que
cené quiere devolverse.
—Debe ser el agua, no ha salido muy potable estos días.
—Sí, seguro —le doy una sonrisa fingida.
Sé que mi periodo tenía que llegar hace unos días y los síntomas que han
empezado desde ayer no me dan muy buena espina. Jakov y yo seguimos
follando como conejos después de que Tyra se marchó. Pensé muchas veces
en ir tras ella y contarle la verdad a Alessio, pero ahora mismo mi corazón se
encuentra tan confundido que nunca supo que hacer.
Decidí quedarme con el buen sexo. De cualquier manera tarde o
temprano todo se va a ir a la mierda, pero los increíbles orgasmos que me dio
Zubac no me los quitará nadie.
Ese misma tarde Jakov me deja en el aeropuerto.
—¿Volveré a verte? —pregunto.
—Haz lo que tengas que hacer y llámame si me necesitas. Sé que
nuestras vidas son complejas y esperaré lo que tenga que esperar si al final te
decides por mí, pero si no, déjame saberlo para no perder mi tiempo.
—Lo haré —me muevo para besar sus labios y sus manos me toman de
la cintura para acomodarme encima de él —. Me harás falta —susurro contra
su boca.
—Te hará falta mi polla.
—También —río.
Su mano acaricia mi mejilla y pone detrás de mi oreja un mechón de
cabello.
—Solo quiero que sepas algo y es tal vez lo más cursi y estúpido que diré
en toda mi vida… —suelta todo el aire —. Me fascinas en extremo, Kyra Kratos
y eso será por siempre.
—Y tú a mí, Jakov Zubac —lo abrazo y lleno mis pulmones con su peculiar
aroma. No quiero olvidarlo. Voy a solucionarlo.
Me bajo del auto sin mirar a atrás. No quiero hacer más dramático el
momento. Hay algo a lo que me debo enfrentar y necesito solucionar pronto.
Después de una hora, el avión aterriza en Roma. Uno de los hombres de
mi hermana me recoge y me lleva hasta el nuevo apartamento que ha
adecuado para mí.
Todo es completamente blanco y organizado. Una habitación está llena
de utensilios de laboratorio y otra con miles de libros, unos nuevos y otros que
ella sabía que son mis favoritos.
—Traté de hacer todo a tu gusto —su voz me obliga a girar la cabeza.
Está vestida de gala y maquillada más de lo normal. Se ve increíble en el
vestido largo y rojo que adorna su cuerpo.
—Es perfecto, gracias —digo y suelto mi pequeña maleta en el piso.
—Sé que debes estar cansada, pero… —se cruza de brazos —. Hoy es
un gran evento para las familias. Se celebra la fundación y…
—Siempre quise ir a una de esas fiestas —le sonrío.
Eldoris nos contaba mucho de ellas, pues era el abuelo quien las
organizaba cada año.
—Lo sé, solo que hay un pequeño detalle.
—¿Cuál? —indago.
—Las familias no pueden enterarse de que hay dos de nosotras, Ky.
Asiento con la cabeza.
—Es verdad —suelto el aire.
—He traído un vestido exactamente igual al mío y te maquillaré igual.
Podrás vagar por el lugar, yo solo daré una información y me iré a dormir. No
me he sentido muy bien lo últimos días y mañana tenemos que hablar, y
también deberé emprender el viaje.
—Hagámoslo.
Tengo planeado solo estar un rato y memorizar muchos rostros. Mi
energía también está un poco baja. Me doy una ducha rápida y Tyra maquilla y
me peina como solía hacerlo hace apenas unos meses.
Han cambiado tantas cosas en tan poco tiempo.
Una vez listas bajamos hasta el auto que nos llevará a una enorme
mansión a las afuera de la ciudad donde se llevará a cabo la fiesta.
Tyra entra por la parte delantera, mientras yo soy llevada a la parte
trasera. Aprovecho para colarme a la cocina y comer algo frío.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Tyra
Una vez que les doy la bienvenida a los invitados e informo las
novedades. Magnus se acerca a mí.
—Alessio está afuera y exige verte —susurra en mi oído.
—Mierda —tomo la cola de mi vestido y me muevo en medio de la gente
hasta la salida.
Lo veo sentado en los numerosos escalones de la entrada con su
hermano Enzo, quien trata de hacerlo razonar y entrar al auto.
—¿Qué haces aquí?
Bajo las escaleras.
—Dolcezza… —pronuncia y me fijo en sus ojos, están rojos.
Tomo su cara entre mis manos y lo reparo.
—¿Qué pasa, Alessio?
—Te necesito… —intenta besarme, pero lo esquivo —. ¿Qué mierda te
pasa a ti, Tyra? —levanta la voz —. Llevas días evitándome y colgándome el
maldito teléfono. Te necesito, ahora.
—Kyra está aquí.
—¿Y?
Frunzo el ceño.
—¿Y? —bufo —. Va a matarnos cuando se entere de lo que sucede.
Mañana nos iremos juntos a ese maldito hueco al que me quieres llevar,
compórtate por esta noche. Nuestro trabajo es más importante que todo este
drama sexual.
Se ríe incrédulo.
—Drama sexual —repite y niega con la cabeza poniendo sus manos en
jarras —. Si quisiera solo sexo buscaría cualquier otra…
—Hazlo y cortaré tus huevos —lo señalo.
—Voy a entrar, me vale una mierda. Dormirás hoy conmigo, desde
mañana no podremos dormir —pasa por mi lado y trato de evitar que ingrese,
pero es tarde.
Se mezcla con las personas y toma un vaso de whiskey de la bandeja de
un mesero.
—Alessio —advierto detrás de él.
—¡Deja de llamarme así! —me enfrenta y gruñe bajo.
Miro a todos lados. Está haciendo una maldita escena y no quiero que la
gente lo note.
—¡Es tu maldito nombre! —trato de cogerlo del brazo, pero se zafa.
—Sé que es mi maldito nombre, pero yo soy tu maldito hombre. Trátame
como tal —su mirada me desarma por unos segundos hasta que vuelve a
hablar —. Solo me tratas bien cuando yo te trato mal, cuando tengo mi polla
dentro de ti, así que vamos —me toma del brazo con fuerza y me conduce fuera
de la multitud.
Dejo que me guíe arriba hacia una de las habitaciones, pues planeo
dormirlo y encerrarlo ahí. Todo este mes que pasó estuvo entrenándome
arduamente y luego estuvo follándome arduamente también.
Aprendí su técnica, la distintiva llave del sueño y ahora mismo planeo
utilizarla en su contra si se resiste a obedecerme.
Ingreso con él a la habitación. Espero que Enzo se haya marchado y que
Kyra aún no haga presencia.
Tan pronto como cierro la puerta, Alessio intenta deshacerse de mi
vestido, pero lo evito y lo empujo haciendo que caiga sobre la cama.
—Estás matándome, dolcezza.
—Hoy no, Alessio, hoy no.
—Ven a dormir conmigo —pide y su voz casi suena a súplica.
Lo miro por largos segundos. Tiene un traje y su camisa está por fuera.
Su cabello está revuelto y luce tan bien que temo no resistir.
—Duerme, estás ebrio. Vendré cuando se te pase —me acerco y deposito
un beso en sus labios.
Sus manos apresan mis glúteos y sus ojos se clavan en mi rostro.
—Luces tan hermosa…
Vuelvo a besarlo.
—Descansa —me separo y salgo sin mirar atrás.
Camino hasta la cocina y busco a Kyra.
—Me iré a descansar ya, eres libre de emborracharte —le digo para
realmente irme a otra habitación a correr a quitarme esta mierda apretada y
tomar la medicina que el doctor me envió para las náuseas.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Kyra
Tomar alcohol ahora mismo no está en mis planes. Voy hasta el salón y
paseo entre los presentes. Reconozco a algunos de las fotografías que tenia
mi abuelo hasta que después de un largo rato veo a alguien muy joven como
para estar aquí.
—Enzo —lo llamo y lo reconozco como el hermano menor de Alessio.
Ya lo había visto antes en fotografías. Qué extraño que esté aquí.
—¿Pudiste calmar a Alessio?
—¿A Ale…? —pregunto extrañada, pero me interrumpe.
—Realmente lo siento. Intenté de detenerlo, pero la ley del hielo que le
has aplicado estos últimos días no le ha sentado bien. Solo habla de ti, Tyra
esto… Tyra lo otro… Me tenía cansado, hoy se puso a beber de más porque
me dijo que se dio cuenta de algo y que estaba jodido y tenía que venir a
decírtelo —habla sin detenerse a respirar.
¿Ley del hielo?, ¿últimos días?, ¿Tyra?
Enzo piensa que soy Tyra.
¿Qué mierda está pasando?
—Oh sí, lo calmé, pero no me acuerdo a dónde lo llevé. Esta casa es tan
grande… —digo mirando a mi alrededor.
—Vi que te lo llevaste por allá —señala a mi izquierda.
—Iré a revisarlo. No te preocupes, vuelve a casa. Me encargaré de él —
digo con la seriedad que caracteriza a Tyra.
Me muevo entre los presentes y voy en la dirección que me señaló el
pequeño italiano. Me encuentro unas escaleras que conducen hasta un
segundo piso con un corredor compuesto de 5 puertas. Abro cada una y doy
con que están vacías hasta terminar en la última.
Abro y veo a Alessio dormir plácidamente sobre la cama. Ingreso y cierro
la puerta detrás de mí. Me acerco a él y reparo su rostro. Huele a whiskey y
bajo de sus ojos tiene ojeras pronunciadas.
Toco su cara para despertarlo.
—Alessio… —hablo y lo muevo —. Alessio…
Sus ojos grises impregnados en rojo se abren y me miran. Sacude su
cara y se lleva la mano a la frente.
—Volviste, dolcezza —dice sin mirarme y se sienta sobre la cama.
¿Dolcezza?
Sus manos van a mi rostro y lo apresan. Conduce mi cara hasta la suya
y un beso que no esperaba es dado sobre mis labios, pero me separo. Alessio
jamás me había dicho así. Se siente diferente y no sé si es por mí o por él.
—¿Qué venias a decirme?
—Deja de rechazarme —se vuelve a acostar y reposa su cabeza sobre
mi regazo. Sus brazos me rodean.
—¿Qué venias a decirme? —repito e intento imitar la voz de Tyra, pues
sé que él piensa que está hablando con ella.
Mi corazón ha empezado a latir descomunalmente en mi pecho y aunque
tema enterarme lo que estoy por decir, tengo que hacerlo.
—Estoy jodido, Tyra… —dice y confirmo aún más lo que pensaba.
—¿Por qué? —pregunto mientras acaricio su negro cabello.
—Porque estoy enamorado de ti.
Capitulo 33
Kyra

Alessio se queda dormido nuevamente sobre mis piernas. No paro de


acariciar su cabello mientras mis lágrimas corren por mis mejillas. No le lloro a
él. Mi corazón se ha roto y no es por la traición del ser humano que ahora
reposa en mi regazo, no.
Es por ella.
Tyra.
Mi hermana.
Mi gemela.
Mi sangre.
Mi otra mitad.
Aparto al italiano y me pongo de pie. Seco mi cara y salgo de la
habitación. Aún se escucha de fondo la música clásica de la fiesta que siempre
me hizo ilusión, pero ahora mismo esta primera vez queda marcada como un
mal recuerdo, un mal momento, el fin y el inicio de un plan que no tengo, pero
sé que debo cranear.
—No eres Tyra —la voz de Magnus hace que me detenga.
Me giro lentamente para verlo.
—Correcto —hablo.
Él mira la puerta por la cual salí hace menos de un minuto y luego vuelve
a mí.
—¿Te llevo al apartamento?
Niego con la cabeza.
—Dormiré con Tyra.
Magnus camina hasta a mí y se detiene para observar mi rostro. Tiene un
expresión un tanto cómica que no logro descifrar. Extiende su mano y me
señala el pasillo del frente.
—Sígueme —dice y mueve sus piernas.
Imito sus pasos hasta llegar al tercer piso. Me señala una puerta y antes
de que la abra, vuelve a hablar.
—Sé que lo sospechas, así que te lo confirmo. Sí, follaron y no solo fue
una vez —habla detrás de mi espalda.
No giro. Abro y cierro sin despedirme y voy hasta la cama gigante que se
ubica en medio de la habitación. Tyra está entre sábanas de seda negra
durmiendo. Descalzo mis pies y me muevo con sigilo hasta su baño. Me
detengo cuando me encuentro más de una decena de pastillas entre un espeso
y amarillo líquido en el piso. Parece… ¿Vómito?
¿Qué mierda pasó aquí?
Mis ojos pasan a su tocador y sobre él veo unas vitaminas prena… Trago
duro y las tomo en mi mano para leer mejor. Son vitaminas prenatales y el tarro
lo siento medio vacío cuando lo agito y seguido lo abro, no son las mismas que
están en el piso, pues estas son blancas y redondas, y las otras son amarillas
tubulares.
Me devuelvo y dejo todo tal cual. Dejaré atrás mis planes de
desmaquillarme. Voy hasta la cama y me acuesto en posición fetal a su lado,
mirándola fijamente.
Su rostro está limpio y usa una pijama de seda negra también. En su
rostro veo ese tipo de cansancio que no se quita ni durmiendo. Estiro mi brazo
para llevar mis dedos hasta el mechón de cabello que cruza su rostro. Lo muevo
con suavidad hasta detrás de su oreja y admiro la belleza de mi hermana.
El maquillaje ocultaba muy bien las ojeras que ahora saltan a relucir. Sus
labios están algo rosados y su piel blanca como el mármol. Es hermosa, pero
desde aquí puedo sentir que algo no está bien con ella.
—¿Qué pasó, Ty? —susurro mientras los ojos se me aguan nuevamente
—. Si realmente lo querías podías contármelo…
Su respiración es pausada y tranquila. Está profundamente dormida. Me
giro mirando al techo.
Estoy sufriendo tantos matices a la vez que no puedo enfocarme en uno
solo. El amor que le tengo a la mujer a mi lado pide que la espere, que le
pregunte cómo pasaron las cosas, que pida una explicación, debido a que no
soy una maldita santa para juzgarla. Yo fallé primero en la relación que tenía
con Alessio, pero no le fallé a ella, nunca lo he hecho. Por otro lado, es injusto.
El odio que ha generado su traición ha hecho que la sangre me hierva en las
venas, pero se enfríe cuando llega al corazón.
¿Qué hago?
Solo hay una razón para que tome vitaminas prenatales y solo hay una
razón para que las pastas en el suelo estén en medio de un vómito.
Vuelvo a mirarla mientras mis ojos se llenan de lágrimas.
¿Qué mierda pensabas hacer, Tyra?
Llevo mis manos a mi vientre y me fijo en el de ella. Lo que se viene desde
hoy no será nada parecido a un cuento de rosas y espero que quienes están
por llegar no paguen en el futuro un desastre que fue causado en el pasado.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Alessio
Un zarandeo me despierta y cuando mi visión se enfoca veo a Enzo al
pie de la cama.
—Vámonos —dice jalando mi brazo.
El intolerante dolor se apropia de la parte frontal de mi cabeza y debo
llevar mis manos hasta ella para asegurarme de que no sea algún golpe y no
lo es, es el maldito inicio de una resaca.
—¿Qué hora es? —pregunto sentándome con torpeza.
—Hora de largarnos. Llevo buscándote toda la noche —vuelve a jalarme,
pero lo esquivo.
—¿Qué hora es, Enzo? —vuelvo a preguntarle, pero esta vez más grave.
—Son las cuatro de la mañana.
—¿Llevas vagando todo ese tiempo entre las familias enemigas?
Enzo se ha convertido en mi nuevo hombre de confianza, pues ha insisto
con que en serio quiere tomar un gran papel a mi lado en esta nueva era de la
Cosa Nostra.
—Eso no importa. Quiero irme ya. Tengo sueño —se mueve a un lado y
nuevamente me invita a pararme.
Me pongo de pie sin ayuda y salgo a paso lento de la habitación. Lo
escucho caminar detrás de mí. Cruzamos el gran salón y solo me topo con
algunos hombres de la seguridad de Tyra. No hay nadie más aquí para esta
hora y no entiendo la paciencia que tuvo Enzo para aguantar hasta el final.
Tomo a un hombre vestido de negro del brazo.
—Dile a Kratos que la espero a medio día en el lugar de encuentro —
indico y lo suelto, para seguido subir al auto en la parte trasera.
Enzo sube al puesto del conductor y me lleva nuevamente hasta el centro
de Roma. Llegamos al hotel en silencio y subimos a nuestras habitaciones del
mismo modo.
—¿Se lo dijiste? —pregunta antes de salir. Su mano sostiene la puerta.
—No sé —masajeo mi frente —. Creo que no.
—Espero que no —niega con la cabeza mientras mira las puntas de sus
elegantes zapatos —. Papá siempre dijo que el amor trae ruina, que amar a
una mujer es una pérdida de tiempo y que hay que limitarse a simplemente
disfrutarlas —levanta la cabeza y sus ojos azules se clavan en los míos —. ¿La
amas?
Lo miro por unos segundos.
—Lo único que trae ruina es la obsesión, Enzo —hablo mientras el
recuerdo esos ojos color verde oscuro me retuercen la cabeza de dolor.
Transforma su boca en una línea.
—Haz lo que sea con ella, pero no te obsesiones. Yo no… Ella… —
titubea incómodo y se lleva las manos a sus bolsillos. Aparta la mirada de mi
cara y se queda mirando el pasillo.
—¿Qué pasa, Enzo? —doy un paso hacia él con preocupación.
—Ella no me da buena espina, siento que en algún momento tendremos
el mismo destino que mis padres y el resto de nuestra familia. Sé que tu confías
en ella, pero desde que… —carraspea—. Desde que he crecido y aprendido
más cosas… No confío en nadie y menos en el enemigo, y menos si es mujer,
y menos si es ella.
Levanto la mano y revuelvo su cabello.
—No tienes que preocuparte por nada, por algo me entrenaron como me
entrenaron. Ella es peligrosa y a mi me hicieron para vencer y sobrevivir al
peligro —lo empujo para que se mueva —. Ve a dormir.
Las puertas se cierran tan pronto lo aparto del sensor. Subo un piso más
salgo caminando rápido hasta la habitación para encerrarme. Me deshago de
toda la ropa y vuelvo a caer sobre las sábanas.
El rechazo de Tyra ha pasado de hacerme sentir una mierda a ponerme
en cólera. Mañana partiremos hacia Ucrania y a lo que nos enfrentaremos no
le dejará más opción que apoyarse en mí, aunque en el fondo sé que ella podrá
lograr el cometido sin necesitarme para nada.
Después de caer en un sueño profundo y recibir el sol que atravesó las
ventanas. Estoy listo en medio de la casa en la que cité a Tyra. Son las 11:59
cuando escucho las puertas abrirse.
—Si no es porque tenemos trabajo que hacer y un viaje que emprender,
te cortaría los huevos aquí mismo por el maldito show que… —acorto la
distancia y callo sus labios con los míos.
—Cállate, maldita sea —me quejo contra su boca y seguido vuelvo a
besarla. No opone resistencia, todo lo contrario, sus brazos rodean mi cuello y
sus labios siguen mi rudo juego.
Después de unos segundos, cuando mis manos empiezan a ser participe
sobre su cuerpo, ella se separa. Me mira y luego analiza su entorno.
—¿Qué es este lugar?
Tiene el cabello recogido y luce un atuendo completamente negro. Una
camisa y unos pantalones ceñidos a su cuerpo resaltan cada curva que posee.
Desde que la conozco nunca la he visto usar un color pastel, no va con ella, no
la define.
—Era la casa de paso que le brindó mi familia a la tuya cuando venían a
quedarse en Roma —respondo mientras ella se mueve por la primer planta
hasta llegar a la enorme biblioteca.
Se detiene frente a los tres enormes cuadros en la pared del fondo y los
analiza con sus manos metidas en los bolsillos de sus glúteos.
—Afrodita, Atenea y…
—Ares —completo llegando a su lado.
—Mi familia siempre ha sido amante de la mitología griega —dice
admirando las obras de arte.
—Es bastante fascinante —reparo y la miro.
—¿Cuál es tu deidad favorita?
Lo pienso durante unos segundos.
—Debido a que he tenido que estudiar la guerra de cerca y la estrategia,
diré que Atenea y Ares.
—Dos polos opuestos, ella justa y él atroz.
—Una guerra donde se derrama la misma sangre —agrego y a mi cabeza
vienen varios pensamientos.
No me he detenido a pensar lo que sucederá entre ella y Kyra ahora que
esta última ha regresado. Tal vez por eso se ha alejado. El matrimonio está por
absolverse y espero tener noticias positivas pronto para comunicárselas. No sé
que saldrá de esta situación, pero definitivamente no será algo festivo.
—¿Nos vamos? —pregunta y en esta ocasión sus ojos sí me miran.
Asiento con la cabeza y la invito a salir del lugar. Entramos al auto y
partimos hacia el aeropuerto, donde un jet espera por nosotros para llevarnos
hasta Kiev, la capital de Ucrania.
Me siento frente a ella en la pequeña aeronave. Durante el vuelo no me
habla y mira por la ventana todo el tiempo mientras se muerde la uña del dedo
pulgar.
—¿En qué piensas? —pregunto cuando la curiosidad de saber que pasa
por su cabeza me gana.
Me mira de inmediato y se sienta derecha. Abre la boca para intentar
hablar, pero vuelve a cerrarla y niega.
—No tiene caso —baja la mirada y vuelve a la ventana.
—¿Qué no tiene caso?
Sus ojos se clavan en los míos con algo parecido a la indignación.
—Esto —nos señala —. Esto no tiene caso.
—No sé de qué me hablas —me echo hacia atrás y tomo una revista del
asiento de enseguida.
Espero no haberle dicho nada anoche, estaba ebrio y frustrado
sexualmente. Pude buscar a cualquier mujer, pero mi cabeza y otro órgano que
no quiero inmiscuir terminó llevándome a ella.
—Te hablo de qué no sé si eres consciente de que esta mierda es algo
enfermo sin oportunidad a una cura —se inclina hacia adelante y la manera en
la que pronuncia las últimas palabras me saca de casillas.
—¿Enfermo? —me río —. La única enfermedad que tienes ahora mismo
es la culpa y eso definitivamente jamás tendrá cura.
—No tengo culpa —dice con seguridad y se encoge de hombros.
—¿Entonces cuál es el maldito cambio que has tenido de la noche a la
mañana? —echo mi cuerpo hacia adelante y tomo su quijada con dos de mis
dedos, obligándola a mirarme —. Apenas hace cuatro días te llené la boca de
semen, te escupí y sonreíste con gusto pidiendo más… ¿Qué mierda te pasa,
Ty?
Se aleja y vuelve a morderse la uña del dedo. Me mira durante largos
segundos, como si estuviera llenándose de valentía para hablar.
—Estoy embarazada, Alessio.
Capítulo 34
Kyra
Horas antes del despegue…

Mis ojos se abren antes que los de ella. La miro por unos segundos hasta
que despierta y me mira confundida.
—Pensé que te irías a tu apartamento —susurra con voz ronca.
—No quería estar sola —respondo desperezándome.
Tyra se pone de pie rápido y va corriendo hacia el baño. Me quedo en la
cama con la mente en blanco hasta que escucho como abre el agua para
ducharse. Minutos después sale envuelta en una toalla.
—¿A qué hora te marchas? —me incorporo y voy hasta el baño para
asearme también.
—En un par de horas —habla mientras se viste.
Cuando entro al baño todo está en orden y no se ve nada extraño. Me
aseo lo más rápido que se me es posible y salgo para tomar algo de su ropa.
—¿Podrías acompañarme a mi apartamento? Tengo que enseñarte algo.
Se detiene para mirarme con extrañeza y asiente levemente con la
cabeza.
—Claro.
Terminamos de arreglarnos y antes de irnos pasamos a la cocina a
desayunar algo rápido. El ambiente está tenso y nuestras miradas son tan
incómodas que ninguna es capaz de sostenerla fija por más de dos segundos.
Tyra toma el auto y ambas nos enrutamos hasta mi nuevo lugar.
—¿Magnus te enseñó a conducir? —pregunto.
Niega con la cabeza.
—Alguien más lo hizo.
Vuelve a sellar sus labios y decido mirar por la ventana hasta que
llegamos al edificio. Subimos hasta el apartamento y me tiro sobre el sofá. Mis
manos se juntan y las masajeo para evitar el temblor.
—Tengo retraso menstrual —confieso.
Se gira para mirarme atónita.
—¿Estás embarazada? —pregunta y su rostro palidece.
—Vamos a descubrirlo —me pongo de pie y avanzo hasta la habitación
llena de instrumentos de laboratorio.
—¿Cómo lo harás? —indaga viniendo detrás de mí.
—Ya lo verás —digo tomando todo lo que voy a necesitar.
—¿Puedes hacer eso aquí?
—Tyra, creé un virus que podría acabar con la mitad de la población
mundial ¿y dudas de si soy capaz de descubrir una simple hormona elevada
en mi sangre? —bufo —. No me faltes el respeto.
—Hazlo rápido entonces, tengo que irme pronto —dice mirando el reloj
en su muñeca.
Ruedo mis ojos y me pongo en ello. Espero que revelando esto, ella sea
capaz de revelarme sus secretos. Minutos después he terminado.
—Listo —anuncio.
—¿Y ahora qué?
—Voy a tomar una muestra de mi orina, si vierto una gota aquí —señalo
el liquido incoloro —, y se pone color azul estaré embarazada y si es verde no
lo estaré.
—Entiendo —se acerca con los brazos cruzados para reparar el
recipiente.
—¿Quieres intentarlo tú?
—¿Yo? —da un paso hacia atrás —. ¿Por qué haría eso? —niega con la
cabeza.
—Solo para verificar mi prueba.
—Ya oriné, no tengo ganas, ni tiempo —dice seria.
Extraño.
—Está bien, ya vuelvo —me pongo de pie y voy hacia el baño. Tomo la
muestra y vuelvo a ingresar.
Vierto una pequeña gota de mi orina en el recipiente y espero unos
segundos hasta que el líquido toma un color definitivo.
Tyra se acerca y me mira.
—Azul… —dice.
—Azul —repito.
Lo sospechaba, pero ahora es real. Estoy embarazada.
—¿Quién es…? —carraspea nerviosa —. ¿Hace cuánto…?
Sé con exactitud lo que quiere saber: quién es el padre.
—Hace dos meses no tengo mi periodo —miento.
Mi último periodo fue hace un mes y sé con seguridad que Jakov es el
causante de esto. Estoy probando a Tyra.
—O sea que… —su rostro se pone aún más pálido y parece que en
cualquier momento fuera a vomitar.
—Alessio es el padre —sonrío con falsedad —. Tengo que ir a contárselo
—me pongo de pie fingiendo emoción.
—No está en la ciudad —informa de manera cruda.
—¿Estás bien? —me acerco a ella —. Te ves enferma… Pensé que
estarías feliz por mí.
—¿Feliz? —frunce el ceño —. Estamos en la mafia, Kyra. Eso… —señala
mi vientre —. Un bebé es otra debilidad más y una enorme.
—Tenemos todo el dinero del mundo para pagar seguridad —replico
aunque sepa que ella tiene razón.
No esperaba quedar embarazada, sé el peligro y los problemas que se
avecinan, lo que me duele es que no me reveló que ella también está
esperando un bebé del hombre que es nuestro enemigo y mi esposo, aunque
esto último ya me valga mierda. O está la posibilidad de que sea de Magnus
también.
—Mi cabeza está siendo buscada, Kyra. Ahora que se ha corrido el rumor
de que Xhantus está muerto y que una nieta suya ha tomado el poder de la
‘Ndrangheta, tengo a medio mundo criminal buscando mi cabeza. Saben que
no tengo experiencia, saben que soy una maldita novata y saben que pueden
aprovecharse de eso en cualquier momento —toma aire para seguir hablando
mientras la furia se adueña de su rostro —. Ni la mejor seguridad será suficiente
sino me preparo con excelencia para dirigir esta mierda. Llevo dos meses sin
dormir porque me preocupo por nuestras vidas y voy hacia una condena que
tal vez termine en muerte, voy a reclutar el mayor numero de asesinos sádicos
que más me sea posible porque necesito ese ejército. No he estado retirada de
la vida, tomando vacaciones en medio del campo, Kyra —señala su pecho —.
Yo he estado aquí, en territorio enemigo, arriesgando todo para que no nos
falte nada y seré grande con o sin tu ayuda.
Expulso todo al aire que tenía retenido mientras hablaba.
—Yo no quise irme, tú te fuiste y tuve que hacerlo porque Alessio…
—¿Alessio? —se ríe con cinismo —. Él te creyó incapaz e indefensa y te
mandó allá para “protegerte”. ¡Las Kratos somos fuertes y capaces de cualquier
cosa! —me señala —. ¡Creíste que él te estaba protegiendo, cuando tenias que
aprender a protegerte sola! ¡Como yo! —niega con la cabeza mientras una
sonrisa atraviesa su rostro —. No te llevé conmigo porque estabas
encaprichada con él y sabía que no ibas a dejarlo. Alessio es una distracción y
las distracciones hay que eliminarlas.
Sus palabras me desencajan, no tiene sentido lo que me está diciendo.
Está embarazada de él y él está enamorado de ella, pero ella en definitiva no
lo está de él, porque sus palabras suenan a que quiere acabarlo.
No entiendo por qué no me cuenta la verdad y si no lo hace, tendré que
empezar a trabajar en mis asuntos sola, ya que por lo visto, ella sí lo está
haciendo.
—Lárgate —señalo la salida. No voy a tratar más con una mentirosa.
Se va sin decir una sola palabra más y cuando escucho azotarse la puerta
de la entrada, mis lágrimas lo toman como luz verde para empezar a caer sobre
mis mejillas. Alejo cualquier tipo de pensamiento nefasto y me enfoco en lo que
acabo de descubrir.
Seré mamá…
Me llevo las manos al vientre y pienso en Jakov. Él también será padre y
tiene que enterarse. Voy hacia el teléfono y marco el número que me obligó a
memorizar. Al segundo tono contesta.
—No pensé que fueras a tomar una decisión tan rápido.
—No tenía que tomar ninguna decisión, solo tenía que venir a arreglar un
par de asuntos y a enterarme de otros —respondo.
—Entiendo.
—Tenemos que hablar.
—¿Estás bien?
—Sí. ¿Ya partiste? —pregunto sin mucha esperanza.
—Estoy esperando mi vuelo.
—Cambia de destino hacia aquí —indico.
—¿Pasa algo?
—Cambia el destino, ya te contaré cuando nos veamos. Trae mi maletín.
Un suspiro llena la línea y mis nervios temen que diga que no.
—Estaré ahí en unas horas —responde y cuelga.
Me siento en la mitad del enorme sofá blanco y miro hacia la ventana,
mientras en mi cabeza empieza a crearse un nuevo plan. No voy a tener a mi
bebé aquí en Italia, debo volver a Grecia, buscar a Eldoris y los niños. Pienso
dejar a un lado a Tyra mientras mi embarazo procede en calma, si ella quiere
llevar su gestación o interrumpirla en medio de esta guerra, será problema de
ella.
Presiento que está sufriendo depresión. Las pastillas en el piso fueron un
intento de suicidio y no voy a dejar que mi hijo pague los platos rotos de alguien
que no se sabe controlar emocionalmente.
Mi gemela es un tornado que acaba con todo a su paso y conmigo no
podrá. Alessio no me preocupa, Tyra es su propia karma y sé que ella va a
acabar con él de alguna manera. Ella es tóxica y nada puede aguantar el voltaje
del veneno que destila sin terminar herido.
Tres horas después el teléfono vuelve a sonar y contesto rápido.
—Hola.
—Nos vemos en la Fontana di Trevi en 15 minutos.
—Ahí estaré —dejo caer el teléfono sobre su base y me alisto.
Tomo una chaqueta, algo de efectivo y corro hacia abajo en busca de un
taxi. Cuando entro a la parte trasera de uno, le digo en italiano el nombre del
lugar y me lleva en menos de 10 minutos hasta allá. Cancelo el trayecto y me
bajo en busca de Jakov.
Cuando lo veo de espaldas a la fuente, corro tras él y envuelvo mis brazos
alrededor de su cintura. Pegando mi cara a su enorme espalda.
—¿Tan rápido me extrañaste? —pregunta mientras acaricia mis brazos.
—Sí.
Me gira para verme y me abraza, haciendo que mis pies dejen de tocar el
piso. Sus labios aterrizan en los míos.
—Estoy embarazada —suelto sin más.
Sus ojos se abren descomunalmente y vuelve a besarme con fuerza.
Recibo la inesperada reacción mientras sonrío contra su boca. Pensé que no
iba a estar feliz por la noticia, pues es un militar que literalmente vive para su
trabajo y no creo que un bebé tenga lugar en sus planes.
—¿Estás feliz? —pregunto extrañada.
—¿Por qué no lo estaría? —me mira curioso.
—Es que, yo…
—Toda mi vida he soñado con ser padre, retirarme y darme el tiempo
para conocer a alguien que tenga el mismo deseo que yo y ahora…
—Creo que pasó unos años antes —sonrío.
—Lo mejor de la vida no se planea, simplemente sucede.
Mi corazón se hincha en mi pecho y vuelvo a besarlo. Disfruto de este
pequeño instante de felicidad porque pronto tendremos que hablar de la parte
triste de todo esto.
Me suelta con delicadeza y mis pies vuelven a tocar el piso. Caminamos
por el lugar hasta sentarnos sobre una banca mientras admiramos la
arquitectura italiana de la fuente.
—Tengo que irme de Italia —hablo al fin.
—Es lo mejor.
—Voy a organizar algunas cosas, aprovechando que Tyra estará
ausente. Va a odiarme después de lo que voy a hacer, pero ella ha hecho cosas
peores…
—¿Qué hizo?
—Alessio y ella… —las palabras se me atoran en la garganta. Me dan
náuseas solo pensar en ellos juntos.
—Entiendo —dice y toma mi mano.
—Creo que también está embarazada, pero no sé si de Magnus o de
Alessio.
—Magnus se operó después de su primer y último hijo —comenta y mis
ojos lo miran curiosos.
—¿Magnus tiene un hijo?
Asiente con la cabeza.
—Está en un internado en Suiza. Olivia y él son compañeros de trabajo y
si la organización se llega a enterar de que tienen un hijo, suspenderían a
alguno de los dos —explica.
—Entonces el hijo sería de Alessio —trago duro.
—Sí.
Transformo mi boca en una línea. Tendré un sobrino que será el hijo de
mi esposo y no encuentro ninguna forma de que no suene retorcido.
—Esto es una mierda —me cruzo de brazos y apoyo mi cabeza en su
hombro.
—Alessio es un hombre con bastantes traumas y oscuridad en su vida…
—Cuando lo conocí parecía diferente —lo interrumpo.
—Es bueno mintiendo y manipulando. Es inteligente, pero no sabe
separar el bien del mal. Si a él algo le trae beneficio por muy enfermo que sea,
para él será correcto.
—Tyra es igual.
—Tal para cual entonces —se encoge de hombros —. De esa relación
solo puede resultar dos cosas. La primera, que se entiendan tan bien que se
alíen y generen el peor de los caos, o que no se entiendan y generen el peor
de los caos —bufa —. No voy a dejar que ese caos te toque a ti y mucho menos
a nuestro hijo.
—No quiero dejarle el poder de la ‘Ndrangheta a Tyra —replico.
—¿Para qué lo quieres? —me mira con seriedad —. Si realmente sientes
algo por mí y quieres cuidar de la persona que se ha empezado a formar en tu
vientre, deja a un lado el orgullo y el ego. Ya te demostró que es una pésima
hermana y la vida se encargará de poner a cada uno en su lugar. Yo quiero que
la vida nos dé a nosotros el lugar que nos merecemos, juntos, los tres.
Sus manos toman las mías y verlo hablar de esa manera hacen que mis
ojos se cristalicen. Tiene tanta razón. Tyra ha creado su nuevo mundo lleno de
toxicidad y maldad y me ha excluido de él, tal vez es lo mejor que ha hecho por
mí, mantenerme fuera de todo. Llevo mi mano hasta su mejilla.
—Regresemos a Grecia hoy mismo —sonrío entre lágrimas —. Voy a
necesitar mucho a Eldoris. No sé cómo cambiar un pañal.
Sonríe.
—Yo puedo desarmar una bomba atómica, así que eso será fácil.
Capitulo 35
Tyra

—¡Retornemos a Roma! —grita Alessio. Su rostro se ha desencajado y


su reacción no ha sido para nada positiva después de escuchar lo que solté.
—¡No! —me levanto de la silla también.
Su mano llega hasta mi cuello y con el dedo pulgar sobre mi quijada
levanta mi rostro.
—A dónde vamos no es un lugar apto para embarazadas, Tyra. No voy a
dejar que te pongas en peligro —gruñe.
Golpeo su mano para liberarme. Doy un paso hacia atrás.
—Sé defenderme sin salir herida. Lo has visto, tú me entrenaste —
masajeo mi cuello —. Además solo tengo tres semanas de embarazo.
Se sienta frente a mí y toma su cabeza entre las manos. Su vista está fija
en el piso y no dice nada más. Vuelvo a tomar asiento también y mi atención
vuelve a caer en las nubes que se divisan a través de la pequeña ventana. Si
antes tenia ganas de vomitar, ahora es un deseo necesario.
—¿Sabes por qué necesitamos que seas tú quien haga esto? —pregunta
levantando su cabeza. Lo miro, pero no respondo —. Conozco a la mayoría de
asesinos que va a este lugar, he ido antes y he impartido miedo… Me tienen
miedo, pero no respeto, Tyra.
—El miedo es igual al respeto. La gente sucumbirá y creerá cualquier
cosa si teme.
El italiano niega con la cabeza.
—La diferencia entre el respeto y el miedo es tan pequeña que muchos
no la distinguen. Si alguien me teme es porque atenté en su contra y en algún
momento querrá derribarme para vengarse, pero si alguien me respeta es
porque he hecho algo que ha conquistado parte de su corazón y me ofrecerá
una lealtad inquebrantable —explica con suavidad y las palabras calan en el
interior de mi cabeza.
—Quieres que haga algo para que me respeten —deduzco.
—Exacto.
—¿Y qué podría ser eso? Son asesinos, Alessio. Los asesinos no tienen
corazón.
—No tiene corazón, pero muchos de ellos a pesar de no regirse por
ninguna ley, tienen honor —toma una de mis manos.
—Honor que tengo que ganarme —bufo —. No veo de qué manera podré
ganarme el respeto de esos animales si voy directo a asesinarlos.
—Eres inteligente, por eso te traje. Ya lo solucionarás —suelta mi mano
y se echa hacia atrás. Cruza sus brazos y cierra los ojos.
No dice nada más, ni siquiera comenta algo respecto al embarazo. Mi
estómago se comprime y vuelvo la vista a la ventana.
—Tenemos que hablar sobre lo que haremos después de esto —retomo
la conversación.
—Las familias no van a estar nada contentas si tengo un heredero con
alguien de la ‘Ndrangheta y no puedo llegar con un niño sin mostrar su madre
y lo mismo tú. Si lo llegan a saber el destino de él será ser cazado por el resto
de su vida. Es la prueba de una traición, Tyra. Me condenarían a muerte a mí,
a ti y al bebé —señala mi vientre —. Ahora más que nunca necesitamos crear
este ejército.
—Tu matrimonio con Kyra fue una estupidez, sigo sin entender el motivo.
Si la Cosa Nostra llega a darse cuenta de que estás casado con una Kratos van
a cortarte la cabeza también, ¿por qué con eso si te arriesgaste?
—Creí que Kyra era la mayor, pero cuando me dijo que tú…
Lo miro incrédula.
—Te casaste con la gemela equivocada —río —. Querías absorber mi
mafia —me inclino hacia adelante —. ¿Cómo ibas a probar que no era traición
de tu parte?
—No me casé con Kyra Kratos, me casé con Kyra Demetriou —anuncia
—. No habría servido de ninguna manera para absorber o disolver la
‘Ndrangheta.
—Pero tú si te casaste con ella siendo Alessio Armani… —caigo en
cuenta y mis ganas de cortar su cuello aumentan —. La engañaste para que
ella fuera la traidora.
—No me vengas con indignaciones, Tyra. Tú la traicionaste de peor
manera.
—¿Yo? —resoplo —. Me follé a su marido y reclamé el cargo que
naturalmente me correspondía, pero eso no pone en riesgo su vida, lo que tú
sí hiciste. Si mi sociedad llega a darse cuenta de eso van a matarme a mí
¡Acaba con ese maldito matrimonio! —me pongo de pie y lo señalo con furia.
—¡Está acabado! —se incorpora quedando frente a mí —. ¿Qué pasará
con nosotros, Tyra?, ¿qué quieres hacer?
Sus manos llegan hasta mis mejillas. Libero al fin las lágrimas que tanto
he retenido desde anoche. Estuve a punto de cometer un homicidio, quería
matar a la persona que más me ha hecho daño en la vida y esa persona era
yo. Quien me acompaña ahora, en mi interior, no tiene la culpa de nada y tengo
que ser valiente.
—Somos lo que la vida odia, Alessio. Lo que Dios se encargará de
castigar sin piedad. Si la verdad se sabe, ningún otro par de ojos volvería a
mirarnos con respeto —la voz se me quiebra —. Somos esa historia de la que
la sociedad se asquea porque su moral es tan hipócrita que solo les da para
celebrar lo que sí creen correcto.
Mis pensamientos se van a Sicilia, donde encontré a Kyra con otro
hombre. Alessio me mira, pero no cae en cuenta de mis palabras. Tengo que
saber callar aún mejor.
—Estoy cansado de repetirte que la culpa no trae ningún beneficio —su
cuerpo se pega al mío e inclina su rostro, haciendo que nuestras narices se
rocen —. Dejé de luchar contra mi moral hace mucho. Soy un asesino, un
ejecutor que solo vive para el poder y la riqueza. La sociedad y la moral pueden
irse a la mierda. Tu encanto me atrajo desde el primer momento y si antes no
me abstuve de cortarle el cuello a una buena e inocente persona, ahora sí que
menos me abstendré de follarme cada que quiera a la mujer que me gusta sin
importar quien sea. A la mierda los hijo de puta moralistas, me pueden
succionar el miembro y luego limpiar mi mierda.
—Eres tan romántico —susurro contra sus labios y una pequeña risa se
escapa de mis labios mientras mis lágrimas no dejan de correr.
—No soy romántico, puedo fingirlo, pero contigo soy honesto porque
espero que seas igual —sus brazos me rodean y mi cabeza se oculta entre su
pecho —. Nadie va a tocarte, ni la ‘Ndrangheta, ni la Cosa Nostra, ni los
asesinos que visitaremos. Nadie, Tyra.
—No sé como mierda haré para ganarme el respeto de seres que no
conocen ese valor —trago duro.
—Enamoraste a un enfermo, hiciste que una bestia te amara de la forma
más obsesiva que existe —confiesa y mi corazón de detiene. Sus manos
vuelven a tomar mi rostro entre ellas y sus labios dejan un cálido beso en los
míos —. Lograrás hasta lo imposible.
—Alessio…
—No digas nada, por favor. Si no es correspondido, me vale mierda. El
que tengas a mi hijo formándose en tu vientre me basta —dice y vuelve a
besarme.
—Nadie puede saberlo —doy un paso hacia atrás y lo miro con
preocupación.
No quiero que nadie sepa de la existencia de este bebé. Lo voy a proteger
con mi vida si es necesario, pero nadie jamás lo tocará. De solo pensar en un
futuro desastroso mis nervios aumentan e intentan desestabilizarme.
—Aproximadamente en tres o cuatro meses tu vientre empezará a
notarse y tendremos que ocultarte a ti mientras das a luz. Ya luego pensaremos
en el resto —besa mi frente.
Vuelve a sentarse y me invita a hacerlo en su regazo.
—Seremos unos horribles padres —susurro contra su pecho. Sus dedos
acarician mi cabello.
—Esto es lo único que podemos hacer bien y diferente, dolcezza.
—Estamos condenados a esto y aquí no caben esas palabras —acaricio
su pecho.
—Aquí no, pero allá afuera sí…
Levanto mi cabeza para mirarlo.
—¿A qué te refieres? —pregunto confundida.
—Lo hablaremos después —su voz suena tranquila y después de eso
siento sus labios sobre mi cabello.
Sé a lo que se refiere y eso es enviar lejos al bebé. Sin mí, sin él, sin el
peligro que conlleva tener nuestra sangre.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Horas después, llegamos a Prípiat, una ciudad fantasma en la zona de
exclusión de Chernóbil, al norte de Ucrania muy cerca de Kiev, la capital. No
se escucha absolutamente nada, ni siquiera algún ruido de un animal, o algún
auto cerca. El lugar esta desolado y en el lugar solo nos hallamos Alessio, seis
de sus hombres y yo.
Caminamos en medio del bosque que se ha vuelto a adueñar de las
edificaciones en ruinas. La naturaleza ha reclamado sus suelos haciendo que
el lugar parezca apocalíptico.
Alessio sostiene mi mano hasta que llegamos a una vieja y enorme
bodega. Ingresamos y sus hombres se dirigen a un armario que contiene botas
de plástico y ropa negra del mismo material.
—Toma —el italiano me tiende unas botas de talle pequeño.
Las pongo en mis pies sin preguntar para qué son y me sigo vistiendo con
el resto de prendas que me dan. Dejo mi ropa en uno de los casilleros y
volvemos de vuelta a las calles abandonadas. Caminamos más de una hora
hasta que las ruinas ya dejan de apreciarse y solo los arboles nos acompañan.
Mis ojos vislumbran a lo lejos un enorme edificio y mi corazón se detiene por
un momento cuando el grito de algún hombre penetra mi tímpano. Me detengo
en seco.
—Creo que es mejor que me expliques que pasa ahí, ahora —el tono de
mi voz sale mandatorio como de costumbre.
—Lo haré cuando puedas verlo mejor —su agarre en mi mano se afianza.
—Alessio, dime ahora —entierro mis pies en el piso un tanto húmedo.
El italiano suelta todo el aire retenido y me mira con cansancio.
—Ese lugar que ves ahí —señala el edificio —. Antes era un complejo
deportivo, donde hay una enorme piscina olímpica. Cuando dejó de usarse y el
caos obligó a las personas a abandonar la ciudad, los rusos se apropiaron de
esta zona y la proclamaron como suya. A ese lugar traían a toda escoria que
querían torturar y poco a poco la piscina se fue llenando de huesos humanos,
pues nadie se molestaba en recoger la basura.
Ahora que lo dice, lleno mis pulmones de aire y la muerte entra por mis
fosas nasales. Las náuseas vuelven de manera asesina.
—La fossa comune se volvió un lugar bastante popular entre los asesinos
a sueldo, asesinos particulares que trabajan por y para ellos mismos. Aquí es
donde desatan sus más oscuros deseos de acabar con vidas ajenas cuando
buscan no dañar a alguien inocente. Es el campo de locura que les permite ser
cuerdos allá afuera —sus palabras son tan tranquilas que hacen parecer lo que
acaba de decir como si fuera lo más cotidiano y normal en la vida.
—Pelean sobre huesos… —la bilis se me quiere escapar.
Niega con la cabeza.
—Se asesinan sobre huesos —corrige.
Avanzo con la cabeza en alto y la espalda derecha. Puedo hacer esto,
tengo que hacer esto si quiero ganar la protección que necesito. Ninguna mafia
va a poder tocarme si salgo con éxito.
Ingreso al lugar temiendo lo peor y alistándome para dar lo mejor. La
muchedumbre llena de hombres sin camisa me recibe.
Son hombres sin alma, máquinas de matar, entes para los cuales la vida
no significa nada y la muerte lo vale todo.
—Usa la llave del sueño para todo, no te enfrentes a nadie, el ego aquí
vale una mierda, no te dejes lastimar, cuida tu abdomen —Alessio susurra en
mi oído.
—Basta, Alessio. Suficiente tengo con la mierda que hay en mi cabeza —
me alejo de él.
—Están esperando. Aquí la gente odia la impuntualidad —un hombre
tuerto nos recibe.
Asiento con la cabeza y miro por última vez a Alessio. Está ahí parando
con las manos en sus bolsillos. Sus ojos grises me reflejan algo que me
comprime el alma y quiera tirarme a sus brazos.
—Ti amo, coglione —gesticulo con los labios sin darle uso a mi voz.
Realmente lo hago y prefiero decírselo ahora antes de que sea tarde.
—Ti amo, dolcezza —devuelve él de la misma manera y no entiendo
porque mis ojos se llenan de lágrimas.
Le echo la culpa a las perras hormonas.
Alessio y sus hombres se quedan parados detrás de la línea. Me muevo
por el camino que han abierto. A medida que avanzo los huesos en el piso
empiezan a quebrarse bajo las suelas de mis botas plásticas. La piscina se
presenta ante mis ojos y no puedo ni siquiera imaginar el número de personas
que sufrió y se descompuso aquí. Hay cuerpos recientes y otros llenos de
gusanos. La podredumbre es tan fuerte que se puede saborear. Voy a vomitar.
—Tienes que quitarte eso, las botas puedes dejarlas —menciona el
tuerto.
Llevo mis manos hacia la ropa y empiezo a quitarlas. La gente despeja el
área de la piscina y un hombre de cabello largo y con una cicatriz horripilante
atravesando su rostro se presenta en medio.
—Eres la primer mujer en venir aquí —ríe —. Espero que no seas la
última.
Me quedo en sostén y unos shorts que se pegan a mis piernas. Las botas
suben hasta la mitad de mis rodillas. Ajusto mi cabello en una alta coleta y los
abucheos comienzan.
—¡Hoy tendremos algo especial! ¡Alguien con ovarios ha decidido
aventurarse en la fossa comune! —grita el asqueroso hombre sin ojos.
Todos se ven tan horribles, desagradables y sucios. Sus físicos aquí
reflejan lo que su alma realmente esconde en la sociedad.
Me planto en medio del círculo de bestias, quedando frente al hombre de
casi dos metros que me mira con la mayor morbosidad que he presenciado en
mi vida. Equilibro mi peso para no caerme. El terreno es inestable y cuando
miro al piso, veo que estoy pisando más de dos cráneos.
—Apenas te he visto ha venido una palabra a mi cabeza, algo a lo que
me recuerdas —dice en francés.
—¿Qué cosa? —pregunto.
—À la fleur de vanille.
«A la flor de vainilla»
Capítulo 36
Alessio

Ella necesita ganar esto porque perderá, perderá la ‘Ndrangheta y las


decisiones que he tomado no son reversibles. Por más obsesionado y
enamorado que esté no puedo cegarme ante la responsabilidad que me
corresponde y le ha correspondido a mi familia durante años.
No asesiné mi familia entera para sucumbir ante una hermosa y peligrosa
mujer.
El ejército de asesinos que ella liderará, porque sé que logrará salir invicta
de aquí, le brindará a Tyra el poder y la protección que necesita. Espero que
entienda y no quiera asesinarme después de esto, aunque sé que mis
probabilidades de sobrevivir son bajas.
Me muevo entre las bestias presentes en el lugar hasta llegar al borde de
la piscina de huesos y cuerpos en descomposición. Tyra se ha preparado y no
he escuchado lo que le ha dicho el enorme asesino, quien es uno de lo más
brutales que existe. Es tan joven que me recuerda a mi hermano, solo que con
más cicatrices, más músculos y más altura. Con solo mirarte, Kaizer ya ha
planeado como asesinarte en menos de dos segundos.
—¿Has visto esas flores que son venenosas? —le pregunta ella a él y no
entiendo por qué.
—Sí —el francés responde moviéndose lentamente hacia un lado. Ella lo
imita.
—Después de esto, espero que me recuerdes como una de esas.
El hombre se ríe y se le lanza encima. Tyra se mueve con la agilidad que
la caracteriza, ser delgada es una ventaja que Kaizer no tiene. Lo esquiva y
evita el golpe que iba dirigido hacia ella. Le entrené de la peor manera y…
estuvo embarazada todo este tiempo. Mierda, pude haberla lastimado.
¿Hace cuánto lo sabía ella?
Un golpe seco llama mi atención nuevamente. Tyra le ha clavado una
patada en el rostro y la boca de Kaizer ha empezado a sangrar. Mis manos se
aprietan en puños y se preparan para cualquier cosa, ya que la mirada del
francés se ha oscurecido y lo que está por venir no será nada lindo.
—Tyra —advierto para que deje de perder el tiempo y lo ponga a dormir
de una vez.
Sus ojos me miran por una decima de segundo y los rueda para luego
concentrarse en volver a esquivar el gancho que Kaizer le lanza. Se posa detrás
de él y salta a su espalda, pone en posición sus dedos en el cuello y aplica la
llave del sueño. La mole de músculos cae sobre los huesos con Tyra encima.
La castaña se para sobre él y sonríe con maldad.
—¿Quién sigue? —su voz se torna oscura.
Un hombre trata de sorprenderla desde atrás, pero se gira rápido y lo
patea con fuerza en el pecho. Solo logra que él retroceda unos cuantos
centímetros, pero esto le da el tiempo suficiente para tomar uno de los huesos
y clavarlo en su pecho. Aplica nuevamente la llave del sueño y el hombre cae
sobre Kaizer.
—¡Los necesitamos! —le digo en italiano. Sabe que la idea no es matar
a nadie, pues qué ganamos con acabarlos a todos si nuestro motivo de venir
aquí es que se unan a la nueva orden.
Tyra exhala el aire por su boca y respira profundo cuando otra bestia más
se le mide. Esta vez va directo al grano y lo envía a dormir, y así con el
siguiente, el siguiente y el siguiente. Una pirámide de cuerpos, espero no
inertes, se forma en el centro de la piscina.
El pecho de la griega sube y baja con rapidez. Me muevo hasta su
ubicación y tomo su rostro entre mis manos.
—¿Estás bien? —pregunto detallando sus ojos.
—Armani —pronuncia la voz de un hombre.
Me giro para mirarlo y justo en ese momento siento como una mano se
presiona en mi cuello haciendo que caiga en una completa oscuridad.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Tyra
Sostengo como puedo a Alessio para que no se clave ningún hueso al
caer. Sus hombres me miran atónitos y niego con la cabeza para que no se
acerquen.
—¿Quién eres? —pregunta el hombre que nombró el apellido de Alessio
hace unos segundos.
Todos me miran con extrañeza, pero también siento en sus ojos el mayor
de los odios. Puedo saborear el deseo que tienen de asesinarme.
Acomodo a Alessio en el piso y me incorporo para luego subir a la pila de
más de 30 hombres que he noqueado. Estarán así unas cuatro horas, espero
que no se asfixien, porque lo necesito.
—Mi nombre es Tyra Kratos. Nieta del gran Xhantus Kratos, antiguo Don
de la ‘Ndrangheta —giro con lentitud para mirar a la masa de hombres sin alma
—. Don que ha sido asesinado por mis manos… Vengo aquí porque tengo
como misión crear la orden de sicarios más grande que jamás haya existido.
Tengo contactos, objetivos, armas y muchísimo dinero… Esto no tiene nada
que ver con la ‘Ndrangheta, aunque nuestro enemigo sea una enorme mafia,
de las más grandes que hay… Sus integrantes visten traje, imponen leyes, se
presentan ante las cámaras con enormes sonrisas, el pueblo los elige y el
estado los masacra. Pretendo acabar con cada organización gubernamental
por más secreta que sea con las que ellos se defienden. Manejarán cantidades
de dinero que ni siquiera se han imaginado poseer y tendrán el respeto y temor
de muchas otras mafias. No nos hará faltan productos ilícitos para
enriquecernos ya que nuestro talento es invocar a la muerte —todos siguen en
silencio y escuchando con atención. Espero estar haciendo bien esta mierda —
. Basta de asesinarse estúpidamente entre ustedes, nunca les faltará un
objetivo y dinero en sus cuentas si deciden algo tan sencillo como anotar mi
número y hacer una llamada en los próximos días.
Se miran entre todos y uno de ellos pasa adelante.
—Me gusta el dinero, me gusta el poder y odio los políticos ¿Cuándo
empiezo? —pregunta un hombre de tez oscura.
Chasqueo los dedos. Uno de los hombres de Alessio se acerca a él y le
ofrece una tarjeta.
—Llámame pronto y te daré indicaciones —digo.
El hombre la toma y se va del lugar no si antes hacer una reverencia que
considero exagerada.
—¿Cómo haces eso? —pregunta esta vez un hombre rubio.
—¿Qué cosa? —lo miro confundida.
—Lo del hombro y tu mano.
—Es una técnica que no muchos conocen y no muchos pueden aplicar,
un asesino no necesita aprenderla. Créeme, te cambia el chip y dejas de
asesinar como yo lo hice con estos hombres que despertarán en unas horas —
explico.
—Asesínalos —dice desde el fondo otro más —. No le voy a servir a
alguien que no tiene coraje para asesinar.
—¡Que los asesine! —gritan.
—¡Sí!
—¡¿Es qué tanta sangre los dejó sin las putas neuronas?! —me río —.
Necesito a estos hombres, no sean imbéciles.
Desciendo la pila y un moreno que no había visto antes me enfrenta.
—Si quieres asesinos, asesina —decreta.
El cansancio se hace presente en mi cuerpo. A pesar de que tengo pocas
semanas, he empezado a sentirme diferente, las nauseas van y vienen y dormir
es el mejor plan para cualquier día, pero ahora mismo no puedo. Me desperezo
alzando las manos y cuando el hombre se distrae con el movimiento, ubico mi
mano sobre su hombre haciendo que caiga inconsciente a mis pies.
—Sé que estás acostumbrados a que alguien les imparta terror, como
ese hombre de ahí —señalo a Alessio —. Yo simplemente vengo a ofrecerles
una vida mejor haciendo lo que les gusta hacer, si son tan idiotas para rechazar
la oferta, no me hagan perder el tiempo. Realmente no vine a matarlos, pero
no me molestaría hacerlo. Una escoria más, una escoria menos… Ustedes son
una basura para la sociedad, pero para mí serían oro.
No soporto más el hedor a podredumbre y salgo caminando rápido del
recinto. Voy hacia un árbol y dejo escapar por mi garganta todo lo que comí
esta mañana. Me siento como la mierda, quiero irme de aquí y meterme en mi
cama todo un día entero.
Rodeo el tronco y me dejo caer sobre este. Atraigo mis rodillas hasta mi
pecho y dejo escapar las lágrimas que sin razón tenia acumuladas. No sé
porque estoy llorando, no sé qué me está pasando y en lo único que logro
pensar es en el futuro de la criatura que se forma en mi interior.
Nunca seré una buena madre. Jamás.
Apoyo mi frente sobre mis rodillas y dejo escapar a través del líquido todo
el dolor acumulado. No sé cuanto tiempo pasa hasta que siento unos brazos
rodearme y besar mi cabeza.
—Lo lograste, dolcezza —Alessio susurra en mi oído —. Pero te cobraré
la humillación —sé que sonríe, pero no me levanto para verlo.
Muevo mis brazos hasta rodear su torso y esconderme en su regazo. Sus
caricias en mi cabello son lentas y pausadas. Quisiera saber que está
pensando, pero no quiero hablar. Me gusta este momento y no quiero
arruinarlo.
No sé en qué momento me quedo dormido, porque cuando abro
nuevamente los ojos el sol ha empezado a caer sobre el bosque y pronto se
hará de noche.
—Tenemos que irnos —dice.
Asiento con la cabeza y me separo de él. Me ayuda a poner de pie y
camina conmigo sin soltarme la mano. La brisa helada eriza mi piel y por inercia
me pego al cuerpo de Alessio. Suelta el agarre y cruza su brazo por encima de
mis hombros.
Llegamos hasta el lugar donde estaban nuestras ropas. Alessio se ocupa
de vestirme y no me opongo. Mi cuerpo pide un apagón y no tengo energías ni
para parpadear.
Una vez en el auto, mi cuerpo sigue sin poder despegarse del italiano. Su
olor y su aroma me llenan de calma en medio de tanto caos e incertidumbre.
Vuelvo a quedarme dormida durante todo el trayecto hasta Kiev, la capital
ucraniana.
Mis pensamientos se borran y una pantalla de color negro me permite
descansar la mente. Puedo jurar que horas han pasado cuando siento unos
labios besar mi frente.
—Sigue durmiendo. Volveré pronto —su voz cálida me tranquiliza cuando
trato de procesar el lugar en el que estoy. Luce como la habitación de un hotel
y uno muy caro.
—No —es lo único que logro decir. Está vestido con una chaqueta de
cuero, recién bañado. Luce tan malditamente bien —. Quédate… Por favor.
Una sonrisa se cruza en sus labios y se inclina sobre la cama, apoyando
ambas palmas sobre el colchón.
—No tardaré.
Niego con la cabeza.
—Haz lo que tengas que hacer mañana. Ahora te necesito —la voz me
sale casi entrecortada.
Sus ojos gris tormenta siguen transmitiendo calma a mi estado de
alteración. No quiero que se vaya y me deje sola… nos deje solos.
—Debes tomar una ducha —se incorpora para deshacerse de su
chaqueta. Estira una mano en mi dirección y cuando la tomo para ponerme de
pie, me sorprende alzándome entre sus brazos.
—Excelente servicio al cuarto —susurro contra su cuello mientras lo
rodeo.
—El hotel es cinco estrellas, pero hoy voy a hacer que veas un millón.
Me río a carcajadas y él me acompaña con su sonrisa. Llena la tina y
prepara el agua a una temperatura perfecta. Entro en ella totalmente desnuda
y dejo que sus enormes y toscas manos quiten toda la suciedad en mi piel.
Estoy en un infierno, pero ahora mismo puedo sentir tan cerca al cielo.
Miro a Alessio durante unos segundos. Está extraño.
—¿Qué estás ocultándome? —pregunto volviendo la vista al frente.
Sus caricias llenas de jabón se detienen. Toma aire y luego suelta un
extenso suspiro.
—Sé que tienes claro lo que implica estar en la mafia. Si no cumplo con
lo que los otros capos quieren, votarán para matarme —explica y entiendo.
—Dijiste que serías honesto —replico.
—Eres terca, Ty.
Volteo a mirarlo.
—Las cosas ahora mismo han cambiado. Tenemos algo en común que
proteger y tengo tanto miedo, Alessio. No me mientas, maldita sea. Suficiente
con el caos que tengo en la cabeza para que tú también quieras venir y jugar
sucio —la voz sale tan dolida y quebradiza. Sé que está buscando absorber la
‘Ndrangheta a como dé lugar. Su motivo para que fuese a la fossa eran tan
extraño.
—Tienes tu propia ejército ahora, tu propio imperio y será aún más grande
de lo que yo haré.
—Más te vale, porque espero que el maldito caos que vas a armar
realmente merezca el riesgo —mis ojos se clavan en el agua nuevamente y sus
manos retoman el baño.
—Debes volver a Grecia —habla después de unos minutos —. Nadie irá
a buscarte allá y tendrás a Kyra cerca.
—No hablamos.
—¿Por qué? —me mira con extrañeza.
—Tuvimos una estúpida pelea —le resto importancia.
—¿Le contaste…?
—No —apoyo mi mentón sobre mis rodillas —. Quiero pasar la gestación
sola y tranquila. Haz lo que tengas que hacer y dame hombres para mi
protección.
Quiero al menos disfrutar lo que pueda de mi embarazo en paz. Al nacer,
sé que tendré que dejarlo o dejarla ir, porque quiero que tenga una vida llena
de luz y cerca de mí no será posible.
—No estarás sola —dice y sus dedos llegan a mi cuero cabelludo —.
Pasaré todo el embarazo contigo. Tal vez deba viajar en algunas ocasiones,
pero estaré la mayoría del tiempo. Usaré de excusa ante los capos que debo
terminar mi carrera de medicina para seguir con los planes de mi abuelo.
—Suena lógico —comento.
—Es porque lo es.
Me enjuago con agua limpia y salgo directo hacia la cama después de
secarme. Alessio entra conmigo y quedamos mirándonos frente a frente.
—Sé honesto conmigo siempre.
—Lo haré en la medida de las situaciones. Te conozco muy bien y todo
lo que estoy haciendo es para protegerlos —su mano llega hasta mi mejilla.
—El futuro me asusta. Temo que el pasado me cobre factura.
—Enfócate en el ahora. El pasado se arregla ahora y lo que sucederá en
el futuro se vivirá en el ahora, así que de nada sirve que quemes tu cabeza
pensando en lo que tal vez pueda pasar.
—Es difícil cuando se trata de una nueva vida. Lo que más mi asusta
reside aquí —toco mi cabeza —. A veces no estoy bien y no quiero hacerle
daño…
—No tienes que estar bien todo el tiempo, Ty… solo tienes que aprender
a estarlo en el momento exacto —sus ojos viajan por todo mi rostro y me siento
tan expuesta con él.
Dentro de esta habitación parecemos ser un par de jóvenes más tratando
de enfrentar la noticia de un embarazo a temprana edad, por lo menos la mía
sí.
—¿Qué pasó con Kyra? No me mientas —vuelve a hablar.
Suelto el aire.
—Está embarazada… de ti.
Me mira con extrañeza.
—Al parecer alguien te está mintiendo —su sonrisa me genera confusión.
—¿A qué te refieres? —me siento en la cama.
—Jakov me llamó hace más de un mes —imita mi acción —. Me contó lo
que sucedió con Kyra. Es mi primo y es una de las personas en las que más
confío y agradezco que él piense igual. Me pidió perdón un millón de veces y
solo pude decirle que si ella aceptaba, estaba bien, que no era culpa de nadie.
Luego volvió a llamarme cuando tú fuiste a visitarlos.
Su confesión me toma por sorpresa.
—¿Por qué no me dijiste nada? Además, ¿qué tiene que ver con qué me
esté mintiendo?
—Estaba esperando a que tú me dijeras algo —objeta —. Jakov me llamó
hace poco para decirme que Kyra estaba embarazada de él y partirían pronto
hacia Grecia. Por eso sé que ella está ahí.
No había caído en cuenta del por qué había mencionado a Kyra en
Grecia, ella no me había dicho nada por volver. Culpo a la maldita cercanía de
Alessio, me distrae.
—Espero que haberte metido conmigo no haya sido por emparejar la
mierda y vengarte, porque…—no termino de hablar porque sus labios caen en
mi boca.
—Te deseé y fantaseé contigo mucho antes de esa llamada. Nada fue
por venganza, lo único que sentí después de eso fue libertad… —traslada con
lentitud sus labios hasta mi cuello —, libertad para follarte todas las veces que
yo quisiera si tú también lo deseabas.
Capítulo 37
Kyra
26 de julio de 1996
8 meses después…

Ya no resisto la espalda. El hueco entre mis costillas no deja de arder y a


pesar de que tengo un vientre pequeño en comparación a otros, la bebé es
bastante pesada.
El sol de la mañana me brinda la vitamina D que tanto necesito. El
encierro es algo a lo que he estado acostumbrada, pero nunca había tenido
tantas ganas de salir y conocer el mundo como ahora. Paso mi mano cuando
la siento moverse contra mi piel.
—Acabamos de comer —le susurro.
Escucho la risa de los niños venir desde adentro. He tenido noticias de
que Susan vendrá a recogerlos hoy. Es hora de que lo haga, pronto necesitaré
de Eldoris todo el tiempo y no quiero sobrecargarla de trabajo.
—Veo que no me esperaste —la voz de Jakov me obliga a girar la cabeza.
—Jade tenía mucha hambre —me encojo de hombros.
—Te excusas por medio de ella —sus labios aterrizan en mi vientre y con
suavidad lo acaricia —. Será pronto, ¿correcto?
Asiento con la cabeza.
—Podría ser hoy, mañana, pasado mañana…
—La espera va a matarme —se deja caer en la silla y ataca su desayuno.
—Dímelo a mí que soy quien tiene que cargar con ella —me acomodo en
la silla. Realmente el dolor en la espalda va a matarme.
Llevo más de un mes sin dormir bien, pero no es solo por el cansancio,
no saber nada de Tyra me tiene andando en pesadillas todas las noches,
aunque casi siempre es la misma escena una y otra vez. Ella arrodilla gritando
un nombre que nunca logro distinguir, pues más personas gritan a su alrededor.
—Tenemos que hablar del lugar al que irán tú y Jade. Después del
nacimiento no es seguro que se queden aquí en Grecia, ni siquiera en Europa
—el militar vuelve a mirarme.
—Quiero algo con clima templado.
—¿Qué tal Washington?
Mi sonrisa se ladea.
—Veo que quieres tenernos muy cerca —tomo su mano —. ¿No es
peligroso?
—Podría poner alrededor de nuestra casa un perímetro de seguridad más
grande que el de presidente, no estoy exagerando, estoy hablando en serio —
se inclina hacia mí y me mira —. Europa es territorio de la Cosa Nostra, entre
más lejos estemos de esta guerra será mejor. Homero Cadin se ha dado cuenta
de la traición de Tyra, no sabemos cómo, pero Alessio ha estado mandando a
asesinar a cada miembro de la ‘Ndrangheta para seguridad de tu hermana y
para demostrar que tiene aún más poder, pero como muy bien sabemos, ellos
no tardarán en responder en cualquier momento y desgraciadamente tus
rasgos faciales son iguales a los de Tyra.
El estómago se me remueve y Jade no tarda en sentir mis emociones
para manifestarse. Sabía de la nueva guerra que se ha formado, no me
sorprende, era algo escrito que aún sin firmarse ocurriría el cualquier momento.
—¿Sabes si… sabes si ella está bien? —aparto la mirada y me fijo en el
jardín de rosas que tengo al frente.
—Está bien y ella sabe que tú también estás bien.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque le pidió a Alessio que me preguntara por ti.
Tomo una respiración profunda y vuelvo a acomodarme en la silla.
—¿Dónde están?
—No lo sé, supongo que se están moviendo constantemente. Por
seguridad es mejor que Alessio no me diga nada por teléfono.
—Entiendo —detallo el rostro de Jakov. Luce cansado. Llegó esta
madrugada y ha tenido que atender llamadas toda la mañana —. ¿Y tú?, ¿tú
estás bien?
El café con tintes verdes de sus ojos me embelesa como siempre. Su
cabello sigue portando el típico corte militar.
—En la última persona que te tienes que preocupar es por mí —su mano
llega hasta mi mejilla y me acaricia por unos segundos. Me acerco a él y
deposito un pequeño beso sobre sus labios. Tenerlo cerca me llena de vida y
me hace creer que los finales felices son posibles.
—Tú y Jade son mi mundo ahora, no hay nada, ni nadie que me preocupe
más que ustedes dos —tomo su mano para ponerla en mi vientre justo donde
la bebé ha pateado.
Jade.
Jakov lo eligió y a mí me encantó.
—Y ustedes son el mío —susurra contra mi boca y me besa con suavidad.
La mañana se pasa entre besos y caricias. Amo que Jakov esté aquí y
amo saber que no se irá pronto y si debe irse, será después de que la bebé
tenga un par de semanas y lo haremos juntos.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Tyra
—¡No aguanto! ¡Ahh! —grito desde el fondo de mi garganta. El dolor ha
empezado hace algunas horas y no lo soporto —. ¡Llamen al hijo de puta que
fue el culpable de esto! ¡Voy a arrancarle los malditos huevos!
Las contracciones han iniciado y con ello indica que mi labor de parto
también. Siento como si los huesos de mis caderas estuviesen a punto de
separarse. El dolor en la parte baja de mi espalda no cesa. Me regala unos
segundos de levitación para luego azotarme con un intenso ardor que imploro
por dejar de sentir.
Las gotas de sudor caen por mi frente. Estoy hecha un asco, llevo más
de dos horas soportando este infierno y siento que cada 3 minutos voy a
desmayarme por culpa de las contracciones. El personal médico está en
camino y espero que el maldito Armani también, porque no voy a dudar en
cortarle el cuello si llega tarde al nacimiento de su hijo.
—¡¿Dónde está?! —tomo del cuello a uno de mis escoltas.
—Dijo que tuvo un problema… —tose debido al agarre —. Está viniendo
para acá.
Lo suelto con fuerza.
—Espero que eso sea pronto o morirás tú también. ¡Vuélvelo a llamar y
pásamelo!
El hombre sale de la habitación y se apresura por el aparato. Me siento
al borde de la cama. Todo está en penumbras. La bata de seda se me pega a
la piel y trato de resistir.
Tenemos que esperar al idiota de tu padre, bebé.
Toco mi vientre para sentir a mi hijo dentro de mí. En medio de tanto dolor
aún lo noto y me reconforta el hecho de que pronto lo conoceré, aun sabiendo
que debo despedirme de él para que su vida no se tiña de oscuridad… Aunque
en el fondo desee otra cosa. Por mí, me iría lejos con él, pero si algo de buena
madre tendré, es mejor que mantenga firme mi decisión de no tenerlo a mi lado.
El escolta entra con el teléfono y lo tomo para llevarlo hasta mi oreja.
—Si no estás aquí en 10 minutos voy a matarte —lo amenazo.
—Enzo se ha enterado de tu embarazo —dice y la sangre se me hiela.
Otra contracción me golpea y debo sostenerme fuerte para no caer.
—¿Qué está pasando, Alessio?, ¿por qué no estás aquí? —la voz se me
quiebra y enseguida las lágrimas empiezan a correr.
—Estoy haciendo hasta lo imposible por llegar a tu lado, dolcezza. Pero…
—¡¿Pero qué?!
—Enzo ha contactado a Homero. Sabe que es traición lo que estoy
haciendo, saben que también lo matarán a él y solo quiere protegerse. Es solo
un niño, un niño bastante idiota.
Una risa interrumpe mi llanto.
—¡Es un imbécil que voy a matar apenas pueda!
—¡Es mi maldito hermano!
—Tu hijo de puta hermanito está poniendo en riesgo mi vida, tu vida y la
vida de mi hijo, ¿sabes cuánto me importa ahora mismo que sea tu hermano?
¡Una mierda! ¡Una gigantísima mierda! Llamaré a Kaizer.
—Tyra, yo lo arreglo…
—¡No! Deberías estar aquí pasando esto conmigo y estás allá
ocupándote de un puto crío que ni sabe lo que quiere y solo vela por él. ¿Crees
que pensó en ti? —niego con la cabeza mientras otra contracción azota mi
cuerpo. No resisto más —. Ven ya mismo o enviaré a Kaizer y será por ti.
Cuelgo el teléfono y marco el número de Kaizer.
—Enzo Armani. Todo el dinero que quieras. Para esta misma noche —
ordeno sin vacilar.
—¿Rápido o lento?
—Rápido. No hay tiempo —presiono el botón rojo y dejo caer mi espalda
sobre la cama.
Me giro para ponerme a cuatro patas y tratar de buscar una posición para
sobrellevar el dolor. En los siguientes cinco minutos, el personal médico
irrumpe en la habitación y empiezan a adecuar los espacios para el parto. La
tina se llena con agua caliente e ingreso a ella totalmente desnuda.
Las enfermeras me dan palabras de aliento que me valen mierda, porque
las únicas que necesito tienen acento italiano y no están aquí.
Mi vientre creció demasiado y espero eso no sea un problema a la hora
de dar a luz. No quiero tener problemas, no quiero tener que salir de esta casa
y trasladarme a un lugar tan público como lo es un hospital.
La maldita ‘Ndrangheta lleva meses cazándome y todo se lo atribuyo a la
desaparición de Magnus White. Al parecer su esposa no le importaba tanto y
se fue sin ella. La envié al centro médico que creó Alessio en Sentinel del Norte,
una isla al sur de la India donde la tecnología no había llegado, pues las
personas que la habitan ni siquiera conocían el fuego.
Sé que él ha hecho esto y apenas ponga a mi hijo en un lugar seguro, iré
tras él para que le haga compañía a la enferma de su mujer.
—Quiero orinar —pido entre gemidos que con causados por el dolor que
no para.
Las enfermeras me ayudan a ponerme de pie y es justo en ese momento
que siento como algo se rompe entre mis piernas y un líquido tibio desciende
por ellas.
—Rompió fuente —anuncia una de las mujeres. Mi vejiga se vacía sin
siquiera ordenarle a mi cuerpo que lo haga y ambas terminan sacándome del
agua y llevándome a la cama.
Me acuesto sobre ella y unas extrañas ganas de pujar me inundan.
—No sé como hacer esto —sollozo —. No puedo hacerlo sola… Necesito
a Alessio… —las lágrimas me nublan la vista.
—Tiene que hacerlo ahora, pondrá en riesgo la vida del bebé —el médico
me toca la frente.
Todo el cuarto está lleno de personal e instrumentos a la espera de que
mi bebé nazca, pero no puedo, no puedo hacer esto sin Alessio, me falta el
alma.
Unos ruidos afuera de la casa me alertan, miro el cielo estrellado por la
ventana y espero que sea el italiano llegando.
Las contracciones se han ido y ahora solo existe en mí un deseo
incontenible por pujar.
—Necesito hacerlo, a la mierda —me pongo en posición y abro en
extremo mis piernas. El médico se ubica entre ellas junto con otra enfermera,
mientras que otra más sostiene mi mano.
—Vamos, Tyra. Usted puede. Pronto lo conocerá —me alienta el hombre.
Respiro hondo y pujo con fuerzas inexistentes. Es el dolor más intenso
que jamás he experimentado, pero sé que valdrá la pena. Vuelvo a tomar aire
y sigo con mi trabajo, ignorando todo el esfuerzo y ardor que conlleva, estoy
cansada y tan cerca de desmayarme, pero sé que debo ser fuerte por mi hijo.
—Salió la cabeza —anuncia con emoción alguien —. Siga, siga, siga.
Un pujo más y esta vez un ardor recorre toda mi zona v para luego sentir
un descanso cuando el resto del pequeño cuerpo sale. Mi rostro está empapado
en lágrimas y las remuevo con rapidez para observar al pequeño ser humano
que ha salido de mí.
—¿Qué hora es? —pregunta alguien.
—Son las 23:58 del 26 de julio de 1996.
Su agudo llanto llena la habitación y mi corazón empieza a latir de una
forma diferente. Me lo ofrecen y lo acepto con delicadeza entre mis brazos. Es
tan pequeño…
—Mi pequeño Ares… —susurro contra su frente y deposito un pequeño
beso.
Toco sus mejillas y poco a poco su llanto se va atenuando. Las
enfermeras lo limpian encima de mí mientras el doctor se encarga de que los
restos de la placenta salgan.
—¿Ares? —la voz me hace ponerme a la defensiva y aprieto más a mi
bebé contra mi pecho —. Qué original.
Mi cuerpo siente otra extraña contracción, pero cuando veo la cara de
Enzo entrando a la habitación rodeado de hombres entiendo que todo está
perdido.
¿Dónde estás, Alessio?
—Lárgate —ordeno.
—¿Por qué? Somos familia ahora, Tyra —chasquea los dedos y dos
hombres se apresuran a arrebatarme al bebé de mis manos.
—¡No!, ¡no! —forcejeo para no soltarlo, pero fallo cuando un arma se
planta en dirección a mi hijo.
—Por las buenas, Tyra.
El resto de hombres apuntan a mi personal médico y los asesinan en un
parpadear de ojos. Todos caen al piso y otra contracción llega a la parte baja
de mi estómago.
Miro a mi pequeño bebé.
—Lo siento tanto, mi amor… Lo siento… —lloro con tanta fuerza que mis
lágrimas golpean su pequeña carita.
—No le haremos nada. Estará hasta mejor conmigo que contigo y Alessio.
—Va a matarte —gruño con ira.
—Eso lo veremos —vuelve a chasquear sus inmundos dedos —.
Quítenselo.
—¡Nooo! —no logro retenerlo, ni protegerlo, le fallo como le he fallado a
cada persona que he querido —. ¡NOOOOO!
El hombre se lo lleva en brazos y salen de la habitación. Trato de correr
tras ellos, pero caigo en el suelo después de que recibo un puño en mi rostro.
Mi entrepierna está sangrando, estoy débil y mis piernas no responden. Me
están quitando el corazón y yo no puedo hacer nada.
—¡Ares! —sollozo —. ¡Mi bebé! ¡No¡, ¡no! ¡¿Dónde mierda están todos?!
Un intercambio de balas empieza a escucharse en el primer piso. La
esperanza me llena y trato de ponerme de pie, pero cuando escucho pasos
subir y veo la cara de Alessio todo vuelve a derribarse dentro de mí.
No lo tiene.
—¿Qué pasó? —llega hasta mí y me carga entre sus brazos.
—Enzo se lo llevo… Se llevó a mi Ares, Alessio, ¡se lo llevó! —lloro
inconsolable contra su pecho —. ¡Todo es tu culpa! ¡Ve por él, maldita sea!
Sus manos y sus ojos buscan la herida de donde proviene tanta sangre.
Toca mi vientre y sus ojos se abren descomunalmente. Está ignorando mis
golpes y mis órdenes. Voy a matarlo. Tiene que ir por nuestro bebé y no lo está
haciendo.
—Acuéstate —dice mientras palpa mi vientre.
—¡Ve por nuestro hijo, maldito inútil! —grito desesperadamente.
—¡Acuéstate, maldita sea! ¡Algo se está moviendo en tu vientre!
Llevo mis manos hasta mi barriga y lo siento. Hay más contracciones que
son reemplazadas inmediatamente con más ganas de pujar.
—Es imposible… —susurro. Obedezco y procedo a abrir la piernas. Me
apoyo sobre mis codos mientras Alessio se quita el saco y va a lavarse las
manos.
—Tal vez el médico se equivocó y vio solo a uno —el italiano se sitúa
entre mis piernas —. Cuando estés lista, puja —me mira y asiento con la
cabeza.
Tomo una profunda respiración y analizo mi cuerpo hasta que capto la
señal y pujo con más fuerzas que las anteriores. Alessio me alienta a seguir.
—Vamos, Tyra. Estoy viendo la cabeza, un poco más.
—No puedo hacerlo, necesito a mi otro bebé… —sollozo. Mi corazón está
roto en mil pedazos y jamás imaginé que eso fuera a ser posible.
—He enviado a miles de asesinos por él… Ahora este bebé nos necesita.
Puja, mi vida, puja —repite.
Sus palabras me devuelven un poco de energía y esta vez lo hago hasta
que siento un ardor aún más fulminante que la primera vez. No dejo de pujar y
pongo hasta mi alma en esto. Descanso cuando sé que ha salido
completamente.
Un nuevo tono de llanto vuelve a llenar la habitación. Esta vez es más
agudo.
—Una niña —decimos Alessio y yo al unísono.
Capítulo 38
Enzo

La corta edad que tengo no es proporcional a la cantidad de daño que he


presenciado. Ni siquiera me gradué de la secundaria. Mi padre siempre me hizo
a un lado, mi madre me dejó a la deriva. Soy la vergüenza de esta familia, un
bastardo al que nadie quiere cerca. Pensé que Alessio, mi hermano, sería la
única persona en la que podría confiar, pero ahora mismo, teniendo a su hijo
entre mis brazos, quien es fruto de una traición y prueba de la guerra que se
avecina, sé que tendré que velar por mi seguridad y dejar atrás la mentira en la
que vivía y crear una nueva realidad.
Una realidad donde sea yo quien esta vez dicte las leyes y las saque
adelante. Nunca me enseñaron lo que es el honor y la lealtad, pero aprendí lo
que no es. Hoy la Cosa Nostra tendrá un nuevo comienzo y pronto seré yo
quien lidere todo.
—¿Lo tienes? —la voz de Homero irrumpe en la habitación.
Me giro para que sus ojos retracten el pequeño bebé recién nacido. He
contratado cuatro niñeras para que estén a su cuidado. El plan no es acabar
con él. Es alguien importante y lo necesitamos para el futuro.
—Excelente —el hombre viejo mete las manos en sus bolsillos —. Ahora
te falta Kyra. También está embarazada.
—No tengo su ubicación —me muevo hasta una de las mujeres y le
entrego la criatura.
—Ese es tu maldito trabajo. Necesito ese adefesio también. Encuéntrala
y que sea rápido —se gira y sale de la habitación.
Después de esto, Homero Cadin será el próximo en morir. Las familias
de la Cosa Nostra me han mostrado su apoyo después de haberles contado
sobre la traición de Alessio. Ahora estoy bajo del mando de este hombre para
ganarme su confianza y destrozarlo junto con la ‘Ndrangheta. Solo he tenido
que venir a contarle mi historia del pequeño hermano que hicieron a un lado y
él se supo aprovechar de esto.
Alessio se enamoró del desastre y ese fue su error. El mío fue confiar en
él y voy a arreglarlo.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Alessio
—Aún no tenemos noticias sobre Enzo —informa uno de mis hombres —
. Creemos que salió del país tan pronto como se llevó al bebé.
—Entre el cielo y la tierra no hay nada oculto. Búsquenlo sin parar y
tráiganmelo vivo. Voy a encargarme de él —indico y muevo la mano para dar a
entender que quiero estar solo.
Apoyo mis codos sobre mis rodillas y me tomo la cabeza entre las manos.
Han pasado siete días desde que Ares fue raptado y no he dormido desde
entonces. Tyra tampoco lo ha hecho. Solo llora, se recrimina, me insulta y no
sale de su habitación.
Al menos alimenta a Atenea. La hace dormir, la baña y se encarga del
resto de sus cuidados, pero las lágrimas no le faltan mientras lo hace. Me
destroza el alma verla así, pero aún más me destroza no tener a mi otro hijo
cerca con su hermana y su madre.
Salgo de mi oficina para ir a revisarla. No quiero separarme de su lado.
Su depresión me asusta y si cuando está feliz es un desastre, no me quiero
imaginar como sería si la tristeza se adueña totalmente de ella.
Es más de media noche. Nos hemos cambiado de casa, pero al amanecer
volveremos a hacerlo hasta que sea seguro salir del país. He reducido mi
número de hombres, alguien filtró información y me he quedado con los más
confiables, incluyendo a tres de los mejores asesinos que protegen a Tyra.
Justo ese día ninguno estaba, porque no lo creí necesario ya que confiaba en
mi seguridad, pero fallé, le fallé a la mujer que amo y a mis hijos. Juré
protegerlos y ahora mismo lo único que merezco es su total y completo odio, y
eso estoy obteniendo.
No soporta verme y la única manera en la que yo pueda verla es a esta
hora, cuando el cansancio le gana al ruido de sus pensamientos y le permite
caer unas horas en un delicado sueño.
Entro a la habitación con sigilo y llego hasta la cama. Atenea reposa a su
lado dormida también. Me acuesto con suavidad y tomo su pequeña manito.
Ahora sus ojos están cerrados, pero cuando los abre el color verde te
ciega. Es un verde tan lleno de vida que remueve cada célula de felicidad en
mi vida que creí muertas.
Voy a ponerlos a salvo. Lo prometo.
Mis ojos se llenan líquido acuoso y respiro para que las lagrimas que
jamás he derramado salgan. El rostro de Tyra me transforma también. Desde
que la conozco jamás la había visto tan derrotada, ni siquiera era capaz de
imaginar que algo así pudiera pasar. Ella que tanto decía que sería la peor
madre y aquí está, llorando y sufriendo por uno que le arrebataron y sacando
fuerza de donde no la tiene para cuidar del otro.
Es un desastre de persona, sí, pero la admiro y haré hasta lo
inhumanamente posible porque tenga su corazón completo nuevamente. Dejo
un delicado beso en la frente de ambas y salgo en silencio de la habitación.
Vuelvo a la oficina y tomo el teléfono para marcar el número de alguien
que tal vez me ayude a solucionar algo.
No puedo quedarme aquí cruzado de brazos mientras envío a buscar a
mi hijo, tengo que moverme también, pero mi cuerpo se resiste a dejar a Tyra
sola. Aunque me odie sé que me necesita a su lado, pero voy a tener que
marcharme y planeo dejarla en buenas manos.
—Zubac —hablo cuando al fin contesta.
—Armani.
—Algo ha pasado y necesito de tu ayuda —intento que la voz me salga
firme, pero fracaso.
—¿Qué pasó, Alessio? —la preocupación tiñe su tono.
—Ares… Enzo se lo ha llevado y no logro dar con su ubicación. La Cosa
Nostra se ha puesto en mi contra después de que se reveló mi relación con una
de las Kratos. Necesito poner a Tyra en un lugar seguro para ir tras él, ella…
Ella no está bien ahora mismo.
—¿Sigues aquí?
—Sí —respondo. Creí que Grecia sería el último lugar donde nos
buscarían.
—Estoy a unas horas, pero no puedo revelarte la ubicación por teléfono.
Tendríamos que vernos en un lugar clave.
Mi cerebro procesa y busca algún lugar que él pueda captar sin tener que
decirle con exactitud cuál es.
—Tal vez esto te incomode, pero no se me ocurre más.
—Escucho.
—La primera cita que tuve con Kyra, pregúntale. Ella sabrá.
—Lo haré. ¿A qué hora?
—A la hora que solíamos salir a jugar tú y yo en la viña, ¿lo recuerdas?
—Lo recuerdo.
Jakov siempre fue tratado y humillado por mi familia como un empleado
más. Era el hijo de un militar, de un romance prohibido entre una de mis tantas
tías y alguien de la ley. Yo siempre lo defendí y él siempre me cuidó como su
hermano menor. Fue quien muchas veces evitó que la hermana de mi padre
hiciera lo que hizo y le debo la vida.
—Te veré en el siguiente sol —digo y cuelgo.
Vuelvo a la habitación donde ellas descansan y me siento en uno de los
sillones frente a la cama. Mis ojos no las abandonan. No quiero ni parpadear.
El solo imaginar que en cualquier momento podrían volver a atacarnos hace
que quiera arrancarme las entrañas. Voy a acabar con todos, pero necesito que
ellas estén lejos primero.
Jamás lo había sentido y hoy por primera vez en mi vida sé lo que es el
miedo.
El sol sale y con ello empiezan los llantos de la pequeña. Tyra se
despierta de inmediato, la levanta y la pega a su pecho. No me ha visto, sus
ojos solo están fijos en ella. La acaricia con una delicadeza que me tiene
embelesado, jamás había visto este lado de ella tan tierno y esta vez si dejo
escapar algunas lágrimas de mis ojos cuando las de ella caen por sus mejillas.
Sé lo que está pensando, sé en quien está pesando. Ares no está
recibiendo el mismo amor y cuidado que Atenea, y sé que eso la mata
lentamente porque en mí también pasa lo mismo.
Guardo en mi memoria esta escena para siempre. Quito las lágrimas de
mi cara y trago duro.
—Hoy tenemos que irnos nuevamente —hablo con calma.
Sus ojos llenos de sorpresa viajan hasta mi lugar.
—No te había visto —su mano libre aparta las lágrimas de su rostro —.
¿A qué hora?
Miro el reloj en mi muñeca. Apenas son las 6.
—En la tarde —me pongo de pie y avanzo hacia la salida.
—Alessio —dice. Me detengo y la miro —. Ven.
Sin saber que quiere, la obedezco y voy hasta su lado. Acaricio la
pequeña cabeza de Atenea. Los ojos de Tyra están adornados por ojeras, pero
aún así no dejan de ser los más hermosos que he visto, claro que está que
ahora la lista la encabeza mi hija.
—Bésame, por favor —pide en un débil susurro.
Mi interior se ilumina y me acerco hasta su boca antes de que cambie de
opinión. Nuestros labios bailan con tranquilidad y es primera vez que la beso
de esta manera, con ternura y suavidad.
Me alejo unos centímetros y me deleito con su belleza. Estoy a punto de
hablar cuando ella presiona su dedo índice contra mi boca.
—No hables.
Lo retiro.
—Voy a traerte a nuestro hijo de regreso —beso su mano —. Te quedarás
en un lugar seguro cerca de aquí.
Asiente con la cabeza mientras más lágrimas vuelven a cubrir la piel de
su rostro.
—Lo siento tanto… —solloza.
Niego y me aproximo a besar su frente.
—Voy a solucionarlo. Alista todo —salgo de la habitación y voy hacia la
oficina donde paso el resto de la tarde entre llamadas y negociaciones.
Al momento del encuentro, Tyra aún no me ha preguntado su próximo
destino. A pesar de que no hemos salido de Grecia estos últimos días, espero
que entienda que debe permanecer aún aquí. Va a matarme cuando se entere
que tendrá que compartir techo con su hermana.
Bajo del auto cuando hemos llegado al estacionamiento del Partenón.
Solo un auto se haya en el lugar y agradezco a Jakov el haber despejado al
área.
Tyra baja con la bebé en manos. Su rostro está entre la ira y la confusión.
—¿Qué es esto, Alessio? —inquiere.
—No hay nadie quien confíe más en estos momentos que en Jakov, Ty.
Estarás bien y estarás cerca de tu hermana.
—No puedes hacerme esto —gruñe entre dientes.
—Deja el rencor atrás. Eres inteligente y sabes que esto es lo correcto.
No confío ni en mis propios hombre, Tyra. A situaciones desesperadas,
soluciones desesperadas —tomo su rostro entre mis manos —. Confía en mí
—beso sus labios —. Volveré tan pronto como pueda y no volveré solo.
—Júramelo.
—Te lo juro, dolcezza.
La griega voltea a ver a Jakov y asiente con la cabeza. Besa mis labios
para luego partir hasta el interior del auto del militar. Me acerco a Jakov.
—Pensé que me habías dicho que Ares…
—Son mellizos. Quien va ahí… —señalo el parte trasera del auto —, es
Atenea.
—No entiendo, ¿cómo fue posible que…?
—Al parecer en las ecografías nunca descubrieron a Atenea, tal vez Ares
estaba al frente acaparando toda la atención —casi sonrío —. Se lo llevaron a
él antes de que Tyra diera a luz nuevamente.
La mano de Jakov se posa sobre mi hombro.
—Sabes que te ayudaría a buscarlo personalmente…
—No. Encárgate de cuidar a las cuatro. Yo me encargaré de regresar con
Ares —doy un paso hacia atrás.
—Mis hombres te ayudarán. Ahora mismo están levantando cada roca en
Italia.
—No creo que esté en Italia. No conozco a Homero Cadin, pero conozco
a Enzo y sé que es un idiota. Nunca ha sido entrenado y educado en cuanto a
mafia se trata.
—La cabeza de Cadin tiene un enorme precio y apenas pueda yo tendré
que ir tras él —explica.
Le doy un leve asentimiento de cabeza y me giro hacia mi auto
nuevamente. Tengo el alma y el corazón, cosas que pensé que no existían en
mí, divididos en dos. Una parte se acaba de ir con Jakov y la otra planeo
encontrarla a como dé lugar. Si tengo que detener el mundo para encontrar a
mi hijo, lo haré, y será de la peor manera.
Capítulo 39
Kyra

La larga temporada de lluvias se ha desatado sobre el campo. Eldoris ha


salido corriendo a cerrar todas las ventanas de la casa. Jade reposa serena
dentro de mi vientre, mientras completo algunas fórmulas en mi libreta sentada
sobre la cama.
El ruido de la lluvia aclara mi cabeza. Jakov me ha contado lo que ha
pasado y no dejo de pensar en como debe sentirse Tyra. Ella es del tipo de
personas que no tiene matices, o todo es completamente blanco o todo es
completamente negro, no hay cabida para el gris en su vida.
O el rapto de su hijo no le afectó en nada, o le afectó tanto que está
destruida y al momento de poner ambas en la balanza no sé cuál es peor.
Hoy cumplo 39 semanas y aún no noto ninguna señal que me dé a
entender que el parto se acerca. He empezado a preocuparme pues cada vez
siento menos a Jade. Apenas Jakov regrese le pediré que se comunique con
la obstetra.
Me pongo de pie cuando escucho ruidos en la primer planta. Bajo las
escaleras con cuidado mientras sostengo mi vientre con una mano.
La imagen de Tyra entrando con un bebé en brazos hace que me
detenga. Ella alza la vista permitiéndome analizar en su rostro su estado
emocional.
Está rota.
Detallo al bebé en sus brazos.
—Pensé que…
—Mellizos —dice Jakov y con esa palabra explica todo.
Me acerco con lentitud a ella. La pequeña criatura en su regazo emite
pequeños sonidos que me ablandan el alma y me causan una sonrisa.
—¿Puedo? —me atrevo a preguntar.
Asiente con la cabeza y lo extiende con suavidad en mi dirección. Levanto
mis brazos para recibirlo y cuando al fin se revela su carita mi emoción se
desborda.
—Es una niña… ¿cómo se llama?
—Alessio la nombró Atenea y… y yo elegí el de Ares.
No me sorprende. Alessio siempre fue un amante de la mitología griega
y Tyra siempre admiró las historias que nuestro abuelo le contaba.
—Atenea… —susurro su nombre mientras acaricio su rostro —. ¿Dónde
está Alessio?
—Fue por Ares —intercede Jakov —. Ven, Tyra. Te llevaré a tu
habitación.
El padre de mi hija me mira fijamente y entiendo que debo dejar de hacer
preguntas. Tanto tiempo sin Tyra a mi lado me hizo olvidar que no le gusta
hablar mucho de sus problemas.
Eldoris aparece.
—Tyra está aquí, ayúdala con lo que necesite, por favor —le pido. Asiente
con la cabeza y se va en su dirección.
Voy hacia las escaleras para subir a mi habitación, pero me detengo
cuando siento algo líquido descender entre mis piernas. Bajo la vista al piso y
me fijo en el charco transparente que se esparce alrededor de mis pies. Hay
algo de sangre en él.
—¡Jakov! —grito.
Las fuertes pisadas de las botas de Jakov resuenan por todo el corredor
hasta llegar a mí. Se fija en el desastre y extiende sus manos para ayudarme a
bajar del escalón que había logrado subir.
—¡Eldoris, llama a la doctora! —exclama mientras me lleva hasta el sofá
de la sala de estar.
De la nada, un dolor en mi espalda baja empieza a hacer acto de
presencia. Trato de respirar hondo para mantener la calma y no alarmarme.
—Jade viene en camino —logro decir en medio de una sonrisa.
Jakov me responde el gesto y besa mis labios.
—La conoceremos pronto. Todo va a estar bien —acaricia mi vientre.
Después de veinte minutos llenos de contracciones, Eldoris aparece con
cara de angustia bajo el gran marco del salón.
—La doctora no contesta —dice.
No me alarmo y miro a Jakov.
—Sigue intentando, Eldoris —le pide con amabilidad.
Las contracciones se vuelven cada vez más seguidas y no tardo en
demostrar mi dolor con gritos, gemidos y maldiciones.
—¿Es hora? —la voz de Tyra llega a mis oídos. Levanto mi vista para
verla. Sigue usando la ropa deportiva con la que llegó, pero ya no está con la
bebé.
—¿Y Atenea? —pregunto entre gruñidos.
—La dejé en el moisés en tu habitación. Farsant la está vigilando —
informa refiriéndose a uno de sus asesinos.
—¿Confías en él?
—Sí —responde sentándose a mi lado —. ¿Viene en camino algún doctor
o partero?
Niego con la cabeza y la echo hacia atrás.
—No contestan —le responde Jakov.
—¿Tienen insumos médicos aquí?
—Solo lo básico —esta vez hablo yo.
—Mierda —se pone de pie y emprende la búsqueda de las cosas con
ayuda de Jakov. Cuando todo está a medio organizar, ya no puedo aguantar
más.
Han pasado casi dos horas desde que rompí fuente y las ganas de pujar
no han llegado. Cada vez siento menos contracciones.
—¿Dilaté? —cuestiono.
Tyra lava sus manos y las viste con guantes desechables. Se posa entre
mis piernas y ahora mismo me deja de importar el pudor frente a ella.
—No. Aún está demasiado estrecho —dice. Ella y Jakov comparten
miradas. Tyra toma algo del botiquín y lo lleva hasta debajo de mi axila. Lo retira
al minuto.
—¿Qué pasa? —los ojos me pesan y mi cuerpo empieza a sentirse
extraño.
—Tienes fiebre —responde ella. Vuelve a mirar entre mis piernas
tanteando la zona —. No siento la cabeza, Ky —la angustia en su voz se ha
hecho presente.
—Sácala —ordeno.
—No puedo. Tenemos que llevarte a un hospital. Necesitas una cesárea.
No me siento con la energía suficiente para llegar hasta allá. Mi bebé tiene
que salir viva.
—No hay tiempo, ¡sácala!
—¡No voy a rajarte, maldita sea! —replica nerviosa.
—Kyra, no vamos a tener como coserte después… —Jakov trata de
hacerme razonar, pero me niego.
—Jade no saldrá de esta casa a menos que lo necesite. Sáquenla y
llévenme al hospital más cercano —indico, aun sabiendo que tengo pocas
probabilidades de sobrevivir —. No tengo líquido amniótico, no me siento bien
—miro a Jakov —. Sabes que mi pulso está bajando y la maldita fiebre no es
buena señal, ¡sáquenla!

Tyra se marcha de la habitación y Jakov sigue tratando de hacerme entrar


en razón. La castaña vuelve a aparecer con una navaja en sus manos.
—No tenemos anestesia —dice mientras desinfecta con alcohol la hoja
filosa.
Me acuesto sobre el mueble y subo aún más la falda de mi vestido.
—Kyra podríamos llegar al maldito hospital —repite Jakov.
—¡Yo podría llegar, Jade no! —exclamo con severidad.
—¡Va a dolerte como la mierda! —replica.
—¡Ella estará a salvo!
—Puedo dormirte —agrega Tyra.
—¿Cómo? —inclino mi cabeza un poco para mirarla.
—Presionaré un nervio en tu cuello que te desconectará por unas horas.
Luego podemos despertarte con agua.
—Hazlo —me pongo en posición y miro hacia el techo —. Jakov, cuídala.
—No digas esa mierda como si te fueras a morir —señala.
—Puede morir —agrega Tyra.
—No ayudas —le replica él.
—Voy a sacar a tu hija, que puede estar sufriendo mientras tenemos esta
conversación. Sé consciente.
—Sé consciente tú de que ella también puede morir —Jakov me señala.
Cada vez voy sintiéndome peor. Ya no encuentro las patadas de mi bebé dentro
de mi vientre.
—¡Soy consciente de eso, pero también soy madre y haría lo mismo en
el lugar de ella!, así que si no planeas ayudar ¡lárgate! —Tyra explota y le pido
con la mirada que empiece de una vez.
Jakov agacha la cabeza y se inclina a mi lado. Me da un beso en la frente
y Tyra se yergue sobre mí. Sus dedos se adueñan de la curva de mi cuello.
—No es momento y nunca lo será, pero… Lo siento —dice. Asiento con
la cabeza y toco su mejilla. No alcanzo a decir nada más porque ejerce más
presión con sus dedos y caigo en la oscuridad absoluta.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Tyra
—Solo abriré lo suficiente para sacarla —digo mirando a Jakov, quien
asiente con la cabeza mientras sostiene a Kyra de la mano.
Me armo de valor y clavo la navaja en su piel ya desinfectada. Hago una
línea leve de manera horizontal para que cuando la suturen la cicatriz le quede
bien. Después de cortar, separo la fina capa de grasa que tiene y se corto en
sentido transversal la fuerte capa que sujeta los músculos abdominales y los
intestinos. La sangre empieza a brotar y trato de apurarme. Estoy temblando,
pero me obligo a mantener la calma.
—¿Cómo es que sabes practicar una cesárea?
—Alessio y yo nos instruimos para estar preparados ante cualquier
eventualidad —levanto la mirada —. ¿Por qué no lo hiciste tú?
No espero a que responda y sigo en mi tarea. Desgarro suavemente con
los dedos la fina bolsa donde se acumulan los órganos abdominales hasta que
llego al útero. Vuelvo a hacer uso de la navaja y corto de manera transversal.
Arrojo el instrumento y meto ambas manos para sacar a la bebé.
La sangre la mancha y tomo la manta que preparé para cubrirla. Jakov la
toma en brazos mientras trato de detener momentáneamente la hemorragia de
Kyra. Cubro su herida con extremo cuidado.
—¡Farsant, Neikels, Regin! —llamo a mis tres hombres que aparecen de
inmediato. Farsant viene con Atenea en brazos y se la entrega a Eldoris quien
se digna al fin a aparecer —. Alisten los autos.
—No. Me llevaré a mis hombres, quédate con ellos aquí —Jakov
intercede —. Cuida de Jade, por favor —me la entrega y la recibo en brazos.
Su llanto ha aparecido y llena toda la habitación. Está sana y salva.
Jakov toma a Kyra en sus brazos y la alza hasta llegar afuera. Sus
hombres lo siguen y ambos aceleran con rapidez mientras veo toda la escena
por la ventana.
Miro a Eldoris.
—¿Nunca contestó la doctora? —pregunto.
Niega con la cabeza.
—Intenté hasta último momento —dice con su falsa voz.
—Entiendo. Ustedes tres, armen un buen perímetro de seguridad con el
resto de hombres de Jakov. Busquen otra casa, salimos mañana al amanecer,
no podemos estar más aquí —indico y vuelvo a mirar a la anciana —. Sígueme,
trae a Atenea. Hay que alimentar a Jade —empiezo a caminar hasta la
habitación de Kyra.
Me siento en la cama y bajo mi blusa para pegar la bebé a mi pecho
mientras Eldoris se balancea con Atenea en la silla de al frente. Cuando se ha
quedado llena y tranquila, la limpio con delicadeza, le pongo su diminuto pañal
y la visto con la ropa que le tenía preparada Kyra.
La dejo sobre la cama, formando alrededor murallas de almohadas para
que no ruede.
—Pásamela. Ve a descansar —tomo a Atenea de los brazos de Eldoris.
—Cualquier cosa que necesite solo llámeme.
—Sí.
La anciana sale de la habitación y espero unos segundos hasta poder
asomarme al pasillo.
—Farsant —llamo en un susurro.
El hombre aparece.
—Dígame.
—Pide que alguien vigile a la anciana. Necesito que te quedes aquí en
este pasillo, no planeo dormir, pero no quiero que nadie entre a esta habitación
sin que me entere. Consígueme el numero de la doctora —sigo hablando bajo.
—Copiado —asiente con la cabeza y se planta al lado de la puerta.
Cierro con llave y me voy directamente hacia la cama. Cambio a Atenea
de pañal y la acuesto al lado de Jade. La alimento también y me permito pensar
en Ares y Kyra. Alessio viene a mis pensamientos y odio el hecho de no estar
a su lado luchando por nuestro hijo. Le pido a un dios que nunca me ha ayudado
a que esta vez si lo haga y me permita tener a mi bebé cerca y a Jade a su
mamá.
Capítulo 40
Kyra

El agudo y repetitivo sonido del monitor cardíaco me hace entrar en


consciencia. Mis párpados pesan una tonelada, pero el recuerdo de lo que pasó
me da la fuerza que necesito para abrirlos. La blanca luz me dificulta la tarea.
Trato de mover mis manos y tragar algo de saliva. Mi garganta está seca y arde.
—Ky… —susurra Jakov a mi lado.
Giro mi rostro y trato de enforcar el suyo.
—Jade… —es lo primero que se me ocurre decir.
—Está con Tyra —su mano acaricia mi cabello —. Tuve que sobornar y
amenazar muchas personas para que te atendieran sin hacer preguntas,
vamos a tener que irnos pronto. ¿Cómo te sientes?
Parpadeo varias veces y muevo mi cabeza de lado a lado para entender
cada una de sus palabras.
—Vámonos ya, por favor. Mi bebé me necesita… —intento sentarme,
pero un fuerte dolor se ubica en mi vientre.
—Ten cuidado. Te cosieron, pero no debes esforzarte —su mano en mi
espalda me ayuda a ponerme recta.
Alguien entra a la pequeña habitación blanca y me pongo a la defensiva.
—Soy el doctor que la atendió —me mira mientras se acerca con lentitud
con una silla de ruedas —. Podrán irse por atrás. Sus hombres han despejado
todo.
Miro mi vientre. Aún está abultado, pero ya no está rígido.
—¿Fue…? Los cortes… ¿estuvieron bien? —pregunto.
—Como si los hubiera hecho un profesional —responde el médico
mientras ambos me ayudan a sentarme en la silla.
—Los hizo la persona menos profesional que conozco —hablo bajo.
—Y su bebé… —el médico titubea con nerviosismo —. ¿Está bien?
—Sí, en un lugar seguro —dice Jakov y toma la dirección de la silla —.
Gracias, doctor.
Salimos del lugar e ingresamos al auto.
—Pensé que la casa quedaba en la otra dirección —detallo mientras miro
por la ventana.
—Tyra ordenó una mudanza y la respaldé.
Haberle dejado a Jade a Tyra me asusta un poco. No sé si confiar
nuevamente en ella, pero espero que con esto no me falle. Jade y Atenea van
más allá que cualquier problema.
Ahora que lo pienso, no me molesta para nada el que Alessio haya
escogido el nombre de la diosa griega de la que hablamos en nuestra primera
cita, siempre me dijo que llamaría así a su primera hija y ahora Atenea lo es.
No quiero volver a ver la cara de Alessio, no le guardo rencor, pero entre los
dos solo ha existido la falsedad de ambas partes y la vergüenza es extrema.
Espero que logre traer a su hijo de regreso, Tyra lo necesita y es lo único que
importa. Y ahora mismo, lo único que me importa a mí es tener a Jade en mis
brazos.
Con cuidado y a paso lento, entramos a la casa después de varias horas
de viaje en auto. Es de madrugada y todo está en silencio. La casa es algo
pequeña y mejor, menos perímetro que vigilar.
Tyra está acostada sobre un viejo sofá en la sala de estar mientras las
dos pequeñas bebés comparten el moisés. Abre los ojos de repente y se pone
de pie.
—Estás bien —logra decir.
—Sí. Al parecer tu puñalada no me mató —bromeo, pero no le hace
gracia.
—Tengo que comentarles algo, a solas —dice mirando al resto de
hombres presentes y a Eldoris.
Voy hacia el moisés y alzo a Jade en brazos. La reconozco porque es
aún más grande que Atenea, a pesar de ella haber nacido de primero y eso es
porque supongo que los mellizos no nacieron a término completo. Todos salen
de la habitación y solo quedamos los cinco.
—¿Qué pasa? —pregunto mientras Jakov me ayuda a sentarme. Debido
a la herida, no debería estar cargando a mi bebé, pero no puedo no hacerlo.
—Llamé a tu doctora a escondidas de Eldoris, pero antes le di al botón
de repetir llamada y se reprodujo una voz que decía “número no existe”. Le pedí
con discreción a uno de los hombres de Jakov el número, lo marqué y contestó
de inmediato. Le pregunté que si había recibido alguna otra llamada antes de
esta y me dijo que no, que siempre duerme con el teléfono al lado de su cama
y siempre se asegura de que esté funcionando porque espera con ansias mi
parto. Me hice pasar por ti —cuenta y el corazón se me detiene.
—Jakov, la quiero lejos —pido de inmediato. No voy a poner en riesgo la
vida de Jade. Él se dirige hacia afuera, a donde se encuentran sus hombres y
me quedo a solas con Tyra —. ¿Tienes noticias de ellos?
Niega con la cabeza.
Me da tristeza lo de Eldoris, pero tendremos que mantenerla vigilada.
Espero que Jakov pueda sacarle el motivo que tuvo para no llamar.
Tyra se sienta frente a mí, pero mira hacia otro lado.
—Así que… ¿realmente lo sientes?
—No. Pensé que ibas a morir, no quería cargar con ese peso encima
después —responde y sé que miente.
—Sí, claro.
—Los ojos de Jade son iguales a los de Jakov —cambia de repente el
tema —. Los de Atenea son como los tuyos, verde claro —se inclina para
admirarla en el moisés. Verla de esta manera resulta tan extraño, pero la
naturaleza siempre tiende a seguir sus leyes sin importar qué. El cerebro de
una mujer cambia mucho durante el embarazo y espero que en Tyra ese
cambio haya sido para bien.
Alessio
Estuvimos demasiado cerca.
El olor a madera quemada entra por mis fosas nasales. El fuego ha
cesado para cuando hemos llegado. De pie solo quedan las columnas de
hormigón, porque el resto de la casa se ha convertido en cenizas.
—Según testigos, el incendio inició al atardecer —uno de mis hombres se
acerca —. No deberían estar muy lejos.
—Siempre será demasiado lejos si no sabemos su próximo paradero.
¿Qué ha dicho el infiltrado?
—Aún no contesta, suponemos que todavía no es seguro que lo haga —
dice.
Me giro a ver a los más de 30 hombres que me acompañan y meto las
manos en los bolsillos de mi pantalón. Todos van vestidos de traje negro que
hace juego con el clima oscuro de Lamía. Enzo sabe que no me gustan los
malditos juegos y ahora mismo el hecho de que compartamos casi la misma
sangre, me ha dejado de importar. Voy a acabar con él y espero poder hacerlo
pronto.
—La única información que hemos logrado obtener fue de un avión tipo
fantasma que salió hacia Noruega —no sé si es su voz desgarbada o la maldita
impotencia que tengo la que me hace marear.
—Envía gente que tengamos ahí a los aeropuertos —ordeno. El hombre
inclina la cabeza y da un paso hacia atrás. Mis ojos van al que sigue marcando
el enorme teléfono con una antena. Los minutos pasan y los siento como años.
Estoy perdiendo tiempo al lado de lo único bueno que ha sucedido en la vida…
mis mellizos.
—Hola —saluda al teléfono y toda mi atención va a él. Le arrebato el
celular y lo llevo a mi oreja.
—¿Dónde están? —pregunto.
—Estoy aún en Lamía. No sé dónde tienen al bebé, no han revelado nada
sobre él a nadie. Alguien partió esta mañana hacia algún lado y lo único que
puedo informar es que se nos ha pedido ir hasta una pequeña casa a las
afueras de Gravia.
—¿Qué hay ahí?
—No sé. Una mujer llamada Eldoris ha llamado a mi compañero y…
Dejo caer el teléfono y voy corriendo hasta uno de los autos. El fuerte
boom en mi pecho perfora mis oídos. El resto ha hecho lo mismo que yo sin
preguntar. La agilidad me da para tomar el teléfono del auto y marcar el número
de Jakov.
—¡Ubicación! ¡Tienen que salir de ahí! —exclamo con desespero.
—Ruta 23, 104 Peracliles. Ya mismo —cuelga.
Si mi sentido de ubicación no está errado, estoy a menos de treinta del
lugar. Sigo las indicaciones a toda velocidad. No sabía que se habían cambiado
de refugio, los imaginaba al sur de Grecia. No se puede confiar ni en una simple
anciana que te ha acompañado por años desde tu nacimiento.
Una vez fuera de la ciudad, me desvío hacia una carretera sin pavimentar.
No veo movimiento, ni escucho nada raro cerca de la zona. Mi desespero está
a niveles planetarios. Si a Atenea y a Tyra les pasara algo… no sabría qué
hacer. No estoy preparado para esto y tengo que evitar a como de lugar
cualquier otro rapto.
La vida dentro de la mafia no es un cuento rosa. No se duerme sin pensar
si mañana se podrá vivir un día completo, o si al menos se logrará despertar
porque tal vez alguien en medio de la noche decida asesinarte. Todo el que
anhela escapar nunca lo logra y el que lo logra… tarde o temprano la muerte
llega a través de una bala cuando menos te la esperas.
Tyra y yo tenemos claro nuestro destino, pero aún podemos hacer algo
más por ellos…
Esto es por Atenea y Ares.
La luz de un auto se divisa frente a mí, detrás vienen dos más. No tienen
placas y reconozco el primer rostro. Es Jakov en el asiento de copiloto. Freno
a un lado de la carretera para dejarlos pasar y aviso a mis otros autos para que
hagan lo mismo.
Reducen la velocidad y el rostro de Tyra se refleja a través de la ventana.
Sus labios balbucean un Ti amo que devuelvo también. Lleva a Atenea en su
regazo y el auto sigue su camino. Muevo el volante para dar un rápido giro y
me poso detrás de ellos.
Nada está bien.
Y justo cuando mi cabeza me susurra la frase, una ráfaga de balas es
disparada en nuestra dirección. Hombres salen de entre el bosque encima de
motocicletas. Van de a dos, uno conduce y el de atrás dispara. Los hombres
de Jakov y los míos no tardan en responder.
Me hago al lado del auto donde va Tyra para evitar que su puerta reciba
disparos. Saco mi arma y empiezo a responder causando que cuatro hombres
que nos perseguían caigan al piso. Los proyectiles impactan en los vidrios y
debo agacharme en ocasiones para esquivarlos.
Impactan al chofer que conduce el auto donde van ellas. Se desvía y
cuando intento de esquivarlo para no volcarlo, pero termino chocando con el
tronco de un árbol. Jakov trata de tomar la dirección, pero desde aquí lo veo
fallar y tiene el mismo final que yo.
Desciendo con rapidez para seguir perforando cráneos. Mis hombres se
han detenido a hacer lo mismo, pero son insuficientes ante el número de
enemigos que empieza a aparecer.
—¡Hay que sacarlas de aquí! —le grito a Jakov por encima de caos.
Se forma un círculo defensivo alrededor del auto donde ellas se hayan.
Por el rabillo de mi ojo veo salir corriendo a la anciana que nos delató.
—¡Eldoris! —exclamo haciendo que se gire para mirar en mi dirección. Le
apunto y oprimo el gatillo —. ¡Hija de puta! —la bala impacta entre sus cejas y
cae al piso inerte.
Me giro para seguir acabando con el resto. Son demasiados. Llego al lado
de Jakov y cubro su espalda.
—Llévatelas —digo en medio de mi agitación.
—Aún no es seguro —replica.
Escucho un forcejeo y unos disparos detrás de mí. Tyra se ha bajado del
auto y le ha robado el arma al enemigo. Ha asesinado a tres en una sola
maniobra.
—¡Entra al maldito auto!
—¡Estoy protegiendo a mi familia! —grita sin mirarme, para seguido
acabar con dos vidas enemigas más.
No lucho contra ella, pues esa es una guerra que siempre voy a perder.
Me enfoco en cuidar su espalda y velar por la seguridad del auto donde se
cubren Kyra y las dos bebés.
Saldrán con vida de aquí, así eso equivalga a entregar la mía.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Minutos antes…
Tyra
—Toma fuerte a las dos bebés y sal por el otro lado. Farsant está
esperándote detrás de ese árbol para llegar hasta el otro camino donde Negin
y Neikels estarán esperándote en un auto —le explico a Kyra, quien ha
empezado a hiperventilar. La tarea que le he encargado es demasiado
importante y peligrosa, pero quedarse aquí en medio del fuego lo es aún más
—. Kyra, por favor… Hazlo por ellas.
Asiente con la cabeza y salgo para despejar la zona por donde saldrá.
Jakov y Alessio se están encargando de cubrirnos al frente, así que no se
enterarán. Le quito el arma a uno de ellos y me voy encima de dos más. Discuto
con Alessio y sigo haciendo mi tarea.
Por la esquina de mi ojo veo a Kyra salir del auto a manos llenas. Las
bebés están llorando, pero el ruido del fuego cruzado aplaca todo.
Se adentra en el bosque y la pierdo de vista. Espero que encuentre rápido
a Farsant.
La llegada de motos se detiene y al frente llegan dos enormes
camionetas. Hemos perdido la mitad de nuestros hombres y no tendremos
refuerzos a quien llamar. Disparo hacia los nuevos vehículos, pero me detengo
cuando noto que son blindados.
Más hombres bajan de él y retomo mis disparos. Uno de los hombres de
Jakov lanza varias granadas a las camionetas haciendo que vuelen en el aire.
Trozos de cuerpos humanos caen sobre nosotros. Cruzamos miradas y
aprovechamos el caos para huir hacia el bosque. Estamos siendo un blanco y
en cualquier momento podrían enviar a más personas.
Me lanzo en la dirección que Kyra partió. Espero no encontrarla al llegar,
espero que haya huido.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Kyra
Farsant recibe a Jade en sus brazos y abrazo con fuerza a Atenea.
Corremos en medio del bosque. Siento como mis puntos se deshacen y la
sangre empieza a brotar de ellos, pero no es momento para rendirme. Debo
ponerlas a salvo.
No sé cuanta distancia recorremos hasta que un pequeño camino y un
auto en él se vislumbra a los lejos en medio de la oscuridad. Farsant sigue
corriendo con más velocidad, pero mis piernas se tropiezan y caigo. Me giro
para que la bebé no se lastime y termino impactando la tierra con el lateral de
mi cuerpo. Atenea llora en mi regazo e intento pararme, pero cuando al fin lo
logro, el cañón de un arma caliente se planta en mi mejillas.
—Dame a la niña —dice un hombre.
Niego levemente y la abrazo aún más fuerte. Más hombres aparecen en
medio de la oscuridad. Todos me apuntan.
—No… Por favor, no… —suplico como última opción. Mi mente no
procesa, la ha invadido el miedo, el horror y la adrenalina. La bebé no deja de
llorar y quisiera llevarla a un lugar tranquilo y cantarle hasta dormir junto con
Jade como se lo merecen, pero la cruda realidad es otra.
—Mi hermano debió pensarlo antes de meterse con ustedes —agrega
una voz más joven.
—Enzo…
—Dame a la bebé, Kyra
—¡Primero muerta! —grito y me echo a correr.
—¡Será un placer! —responde a mis espaldas y un disparo me obliga a
detenerme.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Tyra
—¡NOOO! —grito con todas mis fuerzas cuando Alessio se lanza frente
al arma que dispara Enzo.
El proyectil impacta sobre su pecho y siento como si también me hubiese
impactado a mí. Su cuerpo cae en el piso y sigo corriendo con todas mis fuerzas
hasta llegar a su lado. Las balas empiezan a cruzarse por encima de mi cabeza.
Tomo su cara y la muevo.
—¡Levántate, maldita sea! —le ordeno. Bajo mi mirada a su pecho. Le ha
dado el todo el maldito corazón.
—Les fallé… —su boca se llena de sangre y el desespero de no saber
que hacer me abruma. Necesito volver el maldito tiempo atrás —. Déjame y
lárgate, no les falles tú también… —más sangre sale del interior.
Trato de levantarlo, pero es imposible. Voy a ignorar sus malditas
palabras. Alessio no va a morir aquí, no así, no hoy.
—¡Levántate, coglione! —lo sacudo, pero no responde. Sus ojos están
perdiendo la vitalidad con la que siempre me ha mirado, el fuego con el que
siempre me ha quemado —. Alessio, mi amor, no… —sollozo mientras tomo
su cara entre mis manos —. No me dejes, no… Todavía no… Nuestros hijos,
tenemos que criar a nuestros hijos… ¡Ellos te necesitan! ¡Yo te necesito! —no
responde —. ¡Alessio! ¡Alessio! —lo sacudo más fuerte —. ¡Alessio!
—¡Tyra! ¡Tenemos que irnos! —Jakov intenta tomarme por debajo de mis
brazos.
—¡NOOO! —esquivo su agarre. Las lágrimas no paren de correr por mi
rostro.
—¡Se llevaron a la bebé! ¡Se llevaron a Atenea! —grita por encima del
estruendo y el mundo se detiene.
Dejo ir el cuerpo inerte de Alessio y levanto mi cara para observar mi
alrededor.
Muerte.
Todo lo que siempre me esperó y me esperará es muerte.
Me pongo de pie y me obligo a no mirar el cuerpo de Alessio. Jakov se
aleja para tomar el cuerpo de Kyra en brazos. La sangre mancha su vientre
bajo y yace con los ojos cerrados. El bosque ha empezado a incendiarse y voy
directo a recoger un arma para acabar con cualquier ser con vida que se cruce
en mi camino.
Me deshago del contenido de la metralleta en el cuerpo del enemigo.
Abato más de 10 hombres en menos de dos minutos. Alessio me enseñó el
arte de la puntería y a no desperdiciar ni un solo tiro.
Ayudo a acabar con todos mientras el resto toma ventaja para ganar algo
de terreno. Minutos después, la munición se me agota y el bosque vuelve a su
silencio habitual.
Este encuentro se termina, pero la guerra continúa. Todo dentro de mí ha
muerto, pero algo más ha despertado e iré hasta el fin del mundo por mis hijos,
así me sacrifique en el intento.
EPÍLOGO I
Kyra
Dos meses y medio después…

—Hemos logrado retenerla. Ahora mismo está sedada, pero podrá


escucharla —anuncia una de las enfermeras.
—Gracias —digo y emprendo mi camino hasta la habitación de Tyra. Abro
lentamente la puerta —. Hola.
—Lárgate —responde. Sus brazos están bloqueados con una camisa de
fuerza. Su espalda reposa contra la suave pared y sus ojos apuntan a la
pequeña ventana.
Jamás va a perdonarme el que la haya internado en este lugar. Después
de la muerte de Alessio, Tyra perdió el control y puso en riesgo muchas veces
su vida, nunca intentó suicidarse, pero sí entregarse ante la Cosa Nostra para
que le devolvieran a sus hijos, pero antes de eso, incendió y atentó contra miles
de lugares. Amenazó gobiernos, pues detrás de ellos suelen ocultarse las
grandes mafias, sobre todo la italiana, quien es quien tiene a sus mellizos.
No dejo de culparme a mi misma por lo que pasó esa noche, tal vez si
hubiera corrido más rápido esto no estuviese pasando.
—Jakov está siguiéndole el rastro a Atenea —le informo con suavidad —
. Es dispositivo de ubicación que le implantó en su planta del pie ha empezado
a funcionar y espera recuperarla de manera legal, por medio de su
organización.
—Sácame de aquí, Kyra. Iré por mis hijos yo misma —gruñe sin mirarme
aún.
Niego con la cabeza. No voy a perderla a ella.
—No estás razonando, estás actuando desde las emociones. El doctor
dijo que sufres de una depresión y un trastorno de la personalidad demasiado
severo y que…
—¡No me importa! —me mira y en sus ojos retrato el odio más puro —.
Si no vas a sacarme de aquí ¡Lárgate!
—Vendré por ti cuando te recuperes y Jakov tenga a Atenea de nuevo —
explico.
—¡Tengo mellizos! ¡Ares también existe! —con agilidad se pone de pie y
me alejo por inercia —. Dime, ¿quién lo está buscando a él? —su rostro de
descoloca.
—Tyra…
—¡Lárgate! ¡Lárgate! ¡Lárgate! —sus gritos me taladran el alma. Intenta
zafarse la camisa, pero al ver que es imposible cae de rodillas al piso y el llanto
se hace presente.
Llora como jamás la había visto llorar y le repito a mi cabeza que esto es
necesario para ella. Me doy media vuelta y salgo del lugar. Saco el teléfono de
mi bolso y llamo a Jakov.
—¿Completaste lo de Jade?
—Completado —responde —. ¿Cómo está Tyra?
—Mal.
—Es lo mejor para ella. Voy a recuperar a Atenea. Ahora que Jade está
en un lugar seguro, podré enfocarme en traerla de regreso.
—Ella nunca será una buena madre para Atenea, Jakov. Jamás
podremos regresarle a Alessio ni a Ares, no voy a decirle que su bebé también
está… —las lágrimas y el nudo en mi garganta me cortan la voz.
Enzo ha hecho llegar de algún modo fotografías que nadie en la vida
hubiese querido ver.
—De cualquier modo, voy a traer a Atenea de regreso, así luego tenga
que protegerla yo mismo, lo haré —dice y cuelga.
Salgo del edificio y entro al auto que conduce uno de los hombres que ha
dejado Jakov a cargo de mi seguridad. Ojalá al regreso pudiéramos hacer con
Atenea lo mismo que hicimos con nuestra hija, pero aunque la haga pasar por
muerta, la Cosa Nostra no olvida y va a rastrearla hasta que obtengan su
cuerpo y comprueben su ADN. Ellos no perdonan, ni olvidan.
Por otro lado, mi alma está tranquila al pensar en que Jade tendrá una
vida lejos de todo esto. Jakov no ha podido encontrar a mejores personas para
que se ocupen de su crianza y aunque mi corazón duela, es lo mejor. Se ha
desatado una guerra y ahora con Tyra ausente la que deberá dar la cara soy
yo.

EPÍLOGO II
Jakov
Ha habido momentos en mi vida en los que me he detenido para analizar
algunas situaciones, pues nunca se ve con claridad el problema si estás dentro
de él. Lo mejor es alejarnos y dar un par de pasos hacia atrás, que nos ayuden
a divisar mejor el panorama que tenemos en frente.
Un problema jamás sería problema sin una solución y una solución no
podría existir sin este gran cuestionamiento: ¿Qué estamos dispuestos a perder
y qué vale la pena ganar?
Estuve dispuesto a perderme la crianza de Jade para que ella ganara una
vida lejos del peligro que rodea a su madre y parte de mi trabajo. La existencia
de mi hija es ahora el mayor secreto que oculto y mi nueva misión es ir por
Atenea.
Esto se lo debo a Alessio, por dar su vida protegiendo a otras dos más.
—¿Qué día nació? —la voz de Charles me saca de mis pensamientos.
—1 de agosto —respondo.
Charles y Lilian Johnson serán los padres adoptivos de Jade o como
planeen llamarla. Lilian la sostiene en brazos mientras Charles firma y fabrica
un acta de nacimiento donde se demuestre que ellos son sus padres reales,
aunque sea falso.
Ambos son viejos amigos en los que confío. Son ingenieros
aeroespaciales y sé que la educarán de la mejor manera.
Kyra no quiso asistir, me dijo que no es capaz de entregar a su hija y
prefiere hacerlo así, además que debía visitar a Tyra.
—La nombramos Jade… pero ustedes pueden nombrarla como deseen
—el nudo en mi garganta es severo.
—Jade es un nombre precioso… —habla Lilian —. ¿Cierto, Jade? —dice
mirando a la bebé —. Sus ojos son iguales a los tuyos. Me recuerdan al bosque
que tenemos cerca de casa. Es una combinación perfecta entre marrón y verde.
—¿Debemos preocuparnos por alguna enfermedad hereditaria? —
Charlas interviene.
Niego con la cabeza.
—Su madre no tiene ningún padecimiento, es una mujer demasiado
inteligente, hermosa y saludable —respondo.
Algo dentro de mí me tienta a tomar a Jade e irnos lejos los tres, pero mi
parte razonable repite que esto es lo mejor para ella y que no debo ser egoísta.
—Quiero firmes esto, Jakov —Charles me tiende una hoja y la analizo de
inmediato.
Es un contrato que en resumen especifica que después de hoy ni yo, ni
Kyra podemos acercarnos a Jade en ninguna circunstancia y de ser así, ellos
tendrían total derecho para emprender una demanda en nuestra contra.
—No esperaba menos de ti —tomo el bolígrafo en la mesa y firmo sobre
la línea donde se refleja mi nombre. Es algo que yo también hubiese hecho.
—Cuidaremos de ella y la protegeremos con nuestra vida —Lilian me
tiende a la bebé —. Despídete.
—Confío en ustedes, por algo los elegí —me pongo de pie y la alzo en
mis brazos —. Serás feliz y eso es lo que importa —le digo, pero sé que lo
estoy repitiendo más para mí.
Entrego nuevamente a Jade. Estiro la mano para despedirme de Charles
y me devuelve un fuerte apretón.
—Gracias por traerla, es un honor recibir esta magnitud de confianza de
parte tuya —menciona y no lo soporto más.
Asiento con mi cabeza y salgo a toda pisa de la casa. Justo cuando estoy
por ingresar al auto, una llamada entra en mi celular.
Número privado.
—White.
—Zubac. Tenemos trabajo.
—Estaré mañana temprano en el pentágono —digo y cuelgo.
La cacería de Homero Cadin y Enzo Armani se le ha asignado a
Occidente. De esta ninguno de los dos saldrá vivo.
🐍•♊•❤•♊•🐍
Así fue como realmente sucedió…
23 de octubre de 1996
2 semanas después…
Atenas, Grecia
—¡Todos a sus ubicaciones! —ordena el comandante.
Miro a Magnus, quien viste completamente de negro al igual que yo.
Estamos armados y listos para atentar una de las casas de Cadin. Después de
semanas de investigaciones, hemos dado con su posible paradero.
Estamos a dos minutos de iniciar el combate, pero de repente mi celular
satelital vibra en mi chaleco. Es algo totalmente extraño, porque las personas
que están aquí presentes son las únicas que tienen conocimiento de él y si me
necesitan podrían comunicarse conmigo por el interlocutor.
Sin pensar, contesto.
—No está ahí. Tengo a Homero, Enzo está 10 casas más abajo: Casa
34, Firiales.
—¿Tyra? —pregunto y los ojos de Magnus caen en mí.
—Necesito que vayas por Atenea, debo seguir buscando a Ares —pide y
cuelga.
Llevo el celular al frente y me quedo mirándolo. Se escuchaba diferente.
—¿Qué pasó? —pregunta White.
—Tenemos que ir 10 casas más abajo. Homero no está aquí —hablo por
el micrófono para que el comandante me escuche.
—¿Fuente? —no contesto —. ¡Si no es confiable no arriesgaré a mis
hombres!
—Yo me arriesgaré —decreto y empiezo a caminar con agilidad para no
ser detectado.
—¿Qué mierda estás haciendo? —susurra Magnus detrás de mí.
—Ir por Enzo.
—¡Mierda, Zubac! Van a echarnos —se queja.
—No estoy pidiendo ayuda, quédate.
—Jamás te abandonaría —responde.
Decido dejar la discusión y sigo mi camino silencioso hasta la casa. Me
fijo en el alrededor y todo yace en silencio, pero hay distintas luces prendidas.
Ingreso sin planear algo y es primera vez en mi vida que actuaré conforme
sucedan los hechos. No tengo tiempo y no voy a perder la oportunidad de
recuperar a Atenea. No sé cómo escapó Tyra del centro de salud mental, pero
no me sorprende.
Ingresamos al lugar sin ningún inconveniente. Mi arma lleva puesta un
silenciador y el único plan que tengo es reventar el cráneo de quien se
atreviese. Me topo con el primer hombre y lo envío al infierno. Magnus hace lo
mismo a mi lado. Siempre hemos trabajado juntos desde que salimos de la
academia, así que conocemos muy bien nuestras tácticas y movimientos. No
hace falta hablar para saber de qué que encargará cada uno.

La situación se agrava y el intercambio de balas no cesa. Estoy detrás de


una de las grandes columnas de la mansión. Magnus está a mi derecha
descargando su arma hacia el enemigo. Una bala impacta en mi costado y para
mi mala suerte me quedo sin munición.
Más hombres siguen apareciendo y llamo al número de Tyra en el
momento que logro cubrirme para pedirle refuerzos, ya que los Physicorums no
van a ayudarnos en esto.
Fue estúpido creer que podría atrapar a Enzo Armani sin equipo. De
repente el fuego de nuestra parte se detiene, Magnus me mira y niega con la
cabeza. No hay más balas y el apoyo aún no aparece. Estamos jodidos. Hago
presión sobre mi herida. Duele como la mierda, pero no me iré de aquí sin
encontrar a Atenea.
—¡Entréguense y tendremos piedad! —gritan.
Si lo hacemos será una tortura y muerte segura, y le fallaré nuevamente
a Alessio.
—No tienen manera de escapar —vuelven a hablar.
Magnus y yo compartimos miradas, la derrota es inminente.
Algo llama la atención de mi audición, alguien llora. Miro a todos lados
buscando de donde proviene el sonido, es un lloriqueo de un bebé. El corazón
se llena de algo que dejé de sentir hace mucho: esperanza.
—¿Escuchas eso? —le susurro a Magnus —. Es un bebé.
—¿Un bebé?
—Hay que ir por él —me empiezo a mover sigilosamente siguiendo el
sonido.
—Es arriesgado, Zubac alguien puede estar con él —me mira
preocupado, pero sabe que no desistiré —. Yo te cubro.
Nos movemos hacia la habitación de donde proviene el llanto. El enemigo
aún se pasea por la mansión, saben que estamos escondidos y no se irán hasta
asesinarnos.
Magnus recoge un arma del piso.
—Tiene dos balas —me informa.
—Peor es nada —susurro.
White se posa frente a mí y abre la habitación empuñando el arma en
todo momento. Me quedo afuera esperando que indique que es seguro entrar.
—Despejado —avisa en voz baja.
Entro y cierro la puerta con seguro. El llanto se hace más fuerte. A simple
vista no lo veo, miro en la cuna que hay en el centro del cuarto y está vacía.
Voy hacia el armario, abro las dos puertas y la veo…
Es una niña, demasiado pequeña. Está envuelta en cobertores rosados
llenos de sangre. Llora desconsoladamente mientras una mujer vestida de
negro la arrulla en sus brazos.
—Por favor no nos mate —dice entre sollozos. Escaneo a la mujer, está
herida.
Ignoro sus súplicas y le arrebato a la bebé de sus brazos.
Tan pequeña y bonita como una princesita.
Prinkípissa.
Con delicadeza la muevo de lado a lado para tratar de cesar su llanto.
Poco a poco se calma y al fin abre sus ojos.
Verde, el verde más vivo que he visto en mi vida.
Es Atenea.
Algo se remueve en mí y siento ganas infinitas de protegerla. Quién sabe
por todo lo que ha tenido que pasar, es toda una guerrera.
—No, Zubac. No es nuestro problema —Magnus se acerca y fija su vista
en ella. Sabe que no voy a dejarla.
—Tenemos que sacarla de aquí — miro a la mujer —. ¿Para quién
trabajabas?
—Para el niño Enzo… apenas escuchó los disparos quiso matarla y yo…
—mira su herida —. Es una bebé —solloza —. No me maten, solo quise
protegerla…
Nuestras miradas se van hacia la puerta que trata de ser abierta.
—Al balcón —ordena Magnus.
—¡Están ahí! —gritan afuera.
—Quédese ahí y resista lo que más pueda. La ayuda llegará pronto —me
giro, pero me detengo para mirarla de nuevo —. Gracias —digo y esta vez si
corro hacia al balcón.
—Tenemos que bajar, hazlo tú primero, te lanzaré a la niña —le indico a
Magnus.
Empieza a descender por el balcón y salta.
—¡Disparen a la cerradura! —se escuchan las balas contra la puerta.
Calculo la dirección en que caerá la bebé y Magnus se posa con brazos
abiertos esperando que caiga. La suelto y él la atrapa. Mi corazón se pausa.
Me tiro cuando veo que la puerta se abre y pese al dolor de haber caído
mal y mi herida arrancamos a correr por el jardín.
El celular vibra y lo llevo hasta mi oreja sin dejar de correr tras White.
—Los refuerzos están ahí —anuncia Tyra.
—Tengo a Atenea.

EPÍLOGO III
Enzo
2 días después del enfrentamiento...
La lluvia azota la tapa del ataúd. Solo hoy una persona vive y sufre el luto,
y esa persona soy yo. Volví al bosque por el cuerpo de Alessio y después de
pagar su traición, le he concedido el perdón y he tenido misericordia para darle
santa sepultura a su cuerpo.
No soy un desalmado, esto me duele más que cualquier cosa que he
vivido en el pasado, pero se lo merecía y yo tenía que ejecutarlo.
El mausoleo de la familia Armani guardará su cuerpo por el resto de la
eternidad y con las palabras en latín del único obispo que aceptó venir, despido
a quien una vez me cuidó hasta el fin... Hasta que ella apareció.
Tyra Kratos pagará lo que tuve que hacer y lo que le hizo Alessio a
nuestra familia. Si quiero seguir vivo frente a las familias, tendré que ocultar a
Ares y convertirlo en lo que realmente debió ser Alessio. Kyra no saldrá librada,
buscaré su descendencia hasta el final de mis días y no habrá lugar en la tierra
donde puedan esconderse.
Siete años después…
—¡Ares! —camino por toda la casa en su búsqueda —. ¡Ares! —grito con
más fuerza.
Lo veo correr hacia una habitación y apuro mi paso hasta entrar en ella.
Su cabello castaño se asoma por encima del escritorio. Cree estar escondido,
pero mi mano se aferra a él y lo levanta con fuerza.
—¿Crees que estoy jugando? —afianzo mi agarre y lo llevo afuera —. En
esta puta casa no hay tiempo para juegos —la ira me descontrola y lo suelto
con fuerza haciendo que su cara impacte en el piso —. ¡Crece de una maldita
vez!
El bastardo es una copia exacta de su padre con los ojos de su madre,
solo que más claros. Odio el maldito color verde.
—¡No quiero matar a nadie! —se queja el escuincle. La sangre ha
empezado a salir por su nariz e intenta detenerla.
—¡Vas a hacer lo que yo te diga! —me agacho frente a él —. ¿Crees que
este mundo es risas y diversión? —niego con la cabeza —. No, Ares. Agradece
que estás vivo. No eres nadie y si quieres algún día cambiar eso, deberás hacer
la mierda que te digo.
—Pero yo…
—¡Pero nada! —me levanto y lo tomo del brazo. Sigo caminando con él
hasta salir al enorme establo, donde nos esperan los cerdos —. Seltic, si no los
mata, avísame para enviarlo al sótano.
El viejo y desagradable hombre toma al niño. Me quedo unos minutos
para asegurarme de que al menos empiece.
—Vamos, inútil. Demuestra que tienes huevos —lo aliento desde las
sombras.
Los cerdos están sentados atados en las sillas y suplican un perdón que
jamás les será concedido, a cambio se les dará un castigo que será llevado a
cabo por unas pequeñas manos.
Seltic lo pone en posición y lo obliga a tomar el arma en su mano.
—Papá… No quiero hacer esto, por favor —sus sollozos no me generan
nada. A mí me trataron peor y ahora soy un hombre poderoso, esto será bueno
para él.
—No me llames así, no soy tu maldito padre, a ese le clavé una bala en
el corazón y si no quieres ir a hacerle compañía ¡Dispara! —ordeno.
Sigue llorando y temblando. Me da pena ajena.
—Sí me quiero ir con mi papá —susurra y gira el arma para apuntarse.
Me lanzo para evitar el impacto que resuena en todo el establo. Ares es
mi mayor proyecto y voy a quebrarlo como a una roca hasta que se vuelva un
enorme y asesino diamante.

EPILOGO IV
Tyra
Londres, Reino Unido
3 de noviembre de 1996
Aún gozo de la lealtad de mi ejército. He salido del maldito manicomio al
que me ingresó Kyra y he movido cielo y tierra para encontrar a mis mellizos.
Jakov tiene a Atenea y la velocidad no es suficiente para ir hasta donde se
encuentran. No encontrar a Ares me está matando lentamente, nadie sabe
nada, nadie vio nada y encontrar a alguien que ni siquiera ha sido registrado o
retrato será imposible, pero no por eso me voy a rendir.
Si 100 años vivo, 100 años pasaré buscándolo.
Bajo del auto después de estacionar frente a la casa. Jakov me ha
enviado la ubicación. El lugar es aledaño y tuve que detenerme en un retén de
seguridad que instauró él hace unos minutos.
Camino hasta la entrada, pero me detengo cuando Kyra sale cerrando la
puerta.
—¿Por qué todo tiene que ser tan difícil contigo? —habla.
—Solo vengo por Atenea —intento pasar por su lado, pero me detiene.
—No está aquí.
Mis cejas se juntan. No entiendo.
—Jakov me dijo que…
—Eres un peligro para Atenea. Si realmente ella te importa, la dejarás ir
—el tono de su voz es tan vacío que casi dudo que estoy hablando con mi
hermana.
—No vas a quitarme a mi hija —digo amenazante.
—Yo abandoné la mía para que fuese feliz…—su voz se quiebra —.
Atenea será criada por Jakov y entrará a una organización secreta a sus cinco
años. En algún momento, Enzo volverá por ella, espero que no lo haga, pero
quiero al menos darle tiempo de aprender a defenderse y eso se logrará
estando lejos de ti… ¡Solo traes destrucción y ruina! —las lágrimas se
desbordan de sus ojos.
—Kyra no…
—¡Tyra, no! ¡Ya hiciste suficiente! —se seca las mejillas con rudeza —.
¡Déjala en paz! ¡Enfócate en acabar con Enzo y en encontrar a Ares! Y si lo
encuentras, intenta hacer lo mismo que hicimos con Jade o Atenea. El destino
de nuestras vidas está marcado con la muerte y la única manera de protegerlos
es mantenerlos lejos… Tú no estás bien y yo tampoco.
Las emociones y los pensamientos se atiborran en mi ser. No sé que
sentir, no sé que pensar. Las lágrimas apañan mis ojos. La tristeza, la ira y el
odio me abruma.
—Déjame despedirme… —pido con la cabeza gacha.
—Te repito, Atenea no está aquí, está en Washington y le he jurado que
no nos tendrá cerca a ninguna de las dos.
—Algún día sabrá la maldita verdad —replico.
—¿Quieres que algún día se entere del desastre que tiene por madre? —
bufa —. Es mejor que piense que sus padres están muertos y que Homero
Cadin la secuestró y Jakov la rescató por casualidad. No quiero que ni siquiera
se entere de Enzo, ni de su hermano, ni de que su padre murió protegiéndola
y luego su madre terminó en un manicomio porque enloqueció aún más de lo
que ya estaba —da un paso hacia mí. Mis lágrimas han empezado a
derramarse y me es imposible detenerlas. Sigo con mi postura imperturbable
ante ella y levanto la cabeza —. Dime, ¿quieres que realmente se entere de la
mierda que tiene por familia?
—Te contradices. Quieres prepararla para una guerra de la que la estás
alejando —intento agravar la voz, pero fallo.
—Cuando sea hora, sabrá la verdad… mi verdad.
—¿De qué mierda hablas?
—Voy a tomar tu maldito puesto en la ‘Ndrangheta, trabajarás conmigo y
te asociarás conmigo, eso incluye tu organización de asesinos —intento
interrumpirla, pero alza su mano —. Estoy cansada de escucharte, siempre
todo ha sido sobre ti y a tu modo, es hora de que me escuches a mí —otro paso
más y sigo firme —. No te acercarás a Atenea y si algún día se entera de la
verdad, yo seré quien dé la cara como su madre…
Me río.
—Estás loca —intento irme, pero su mano toma mi brazo.
—¿Quieres que Enzo tenga más razones para venir por ella? Ya mataste
a Homero, que era quien me buscaba. Enzo es un niño imbécil, pero piensa
que por tu culpa tuvo que matar a su hermano.
Me suelto con fuerza.
—No voy a unirme a ti —decreto.
—Lo harás. Querías que el proyecto Geminus fuese un arma biológica,
bien, porque lo será —se cruza de brazos —. Ellas están a salvo y es hora de
vengarnos, ¿no deseas desmembrar con tus propias manos a Enzo?
Miro hacia el cielo para evitar que las lágrimas sigan cayendo. Pensar en
Alessio me destroza, pensar que nunca conoció a Ares, que nunca verá crecer
a nuestros hijos y que yo tampoco lo haré, me detiene el corazón y en su lugar
se levanta una roca.
—Alessio… —carraspeo —. Alessio compró una isla y plantó un enorme
laboratorio con todo lo que investigó su abuelo y nuestros padres robaron.
—¿Enzo lo sabía? —pregunta.
—Sí.
—Hay que llegar a ella primero que él —dice y asiento con la cabeza —.
Entra.
Paso por su lado e ingreso a la casa. En la mesa del centro veo la caja
con el diario que ha portado siempre Kyra y… el mío está a su lado.
—¿De dónde lo sacaste?
—Volví a la última casa en la que estuvimos y recuperé algunas cosas,
entre ellas tu diario. No sabía que escribías uno.
—Aquí están todas… —tomo el mío.
—Nuestras mentiras y verdades —agrega. Se sienta en el sofá. Tiene
unas hojas vacías al frente y un lapicero sobre ellas.
—Escríbele una carta a Atenea. Tu vida y mi vida corren un riesgo de
muerte alto y le enviaré esto a Jakov para que lo guarde por si algún día la
bomba explota y no nos da tiempo de decírselo en persona —dice.
Me siento frente a ella y tomo el lapicero en mis manos, pero justo
después de que he escrito la fecha y su nombre, me detengo.
—Quiero que Atenea esté orgullosa de su madre… —susurro —. De mí
nunca lo estará y ese diario es la prueba de ello —señalo el libro.
Kyra tiene razón. Tal vez ella estará mejor sabiendo que su madre es mi
hermana y no yo.
—Escríbele lo que quieras decirle, firmaré por ti. He hecho cosas
menos… peores.
Tomo aire y retomo la carta.
Amada Atenea…
🐍•♊•❤•♊•🐍
27 de julio del 2009
13 años después…
Los Ángeles, Estados Unidos
Me he librado de Kyra por algunos días. Mi cabello está oculto bajo una
gorra, mis ojos detrás de unos lentes y el resto de mi cuerpo luce un traje militar
de aviación.
Camino con confianza por todo el recinto hasta llegar a la oficina temporal
del gran General Magnus White. Entro sin tocar.
—¡Le dije que no me molestara…! —su voz desaparece cuando retiro los
lentes.
—Hola, White —me siento en una de las sillas frente a su escritorio.
—Tyra —pronuncia y veo su manzana de adán moverse.
—Imaginé que tendríamos un mejor encuentro —me burlo. Los años le
han sentado bien, pero solo pensar en el pasado hace que mi estómago se
revuelva.
—¿Qué quieres? —su rostro sigue tan indescifrable.
—Olivia te envía saludos —sonrío.
Se pone de pie con furia. Saca un arma debajo de su escritorio y me la
apunta.
—¡Lárgate o voy a clavarte cinco balas en el cráneo!
Reviso mis uñas. Mierda, necesito una manicura, ser una maldita matona
no me da tiempo de nada.
—Cálmate, no me gusta el drama —toco la mesa para que se siente —.
Solo vine a pedirte un favor y te recomiendo no matarme, porque he avisado
que si no salgo viva de aquí, vayan por tu hijo y terminen de matar a Olivia, y
pues yo sé que no quieres eso así que…
—¿Qué quieres, Tyra? —deja de apuntarme y el tono de su voz suena
abatido.
—Ver a Atenea.
—Jakov me hizo jurar que…
Al parecer la lealtad que le tiene Magnus a Jakov es bastante fuerte para
proteger a mi descendiente sin importar qué.
—No me importa. Solo quiero verla, no hablar con ella —me pongo de pie
y lo invito a salir —. Puedo ir sola y buscar hasta dar con ella, pero quiero que
me guíes tú.
—No.
Tomo aire y lo suelto. Es tan difícil tratar con militares. Realmente solo
quiera verla, no necesito nada más. Llevo años buscando a Ares sin tener éxito
y necesito una mínima motivación para seguir viviendo en este mundo de
mierda. Quiero ver a mi hija.
—Odio amenazar a la gente, es algo demasiado indignante y bajo, no me
obligues a hacerlo... —tomo aire cuando noto que no va a ceder —. Tu hijo es
tan parecido a ti. Ojos grises y cabello negro. De Olivia no sacó nada —espero
unos segundos y vuelvo a hablar —. Solo quiero ver a Atenea de lejos.
Sé que se debate mentalmente, pero de la nada empieza a caminar hacia
la salida y lo sigo victoriosa. Unos cuantos metros después de dar algunos
pasos, nos detenemos frente a un grupo de pre adolescentes que entrenan en
campo abierto. Se les ha puesto como tarea atravesar una serie de obstáculos.
—Es ella —señala a una chica que está por iniciar su carrera. La roca en
mi pecho se transforma cuando la pistola de salva se dispara hacia el cielo y
ella se echa a correr a toda velocidad. Con agilidad escala, trepa, salta, gatea
y supera todos los obstáculos en un tiempo inhumano —. Es la mejor en todo.
—No esperaba menos —comento. Magnus intento irse, pero lo detengo
con mi mano. Sus ojos bajan a la unión —. Necesito otro favor.
—Dijiste que no hablarías con ella…
—Y no lo haré —lo interrumpo.
—¿Qué quieres? —pregunta y yo sigo mirando a mi hija.
Su cabello castaño va recogido en una trenza larga. Es más alta que el
resto de chicas y su rostro es lo más precioso que jamás he visto. Desde aquí
veo en sus ojos verdes la determinación y la fiereza de la que está hecha.
—Necesito que aumentes sus entrenamientos, que sean el triple de
arduos que los de los demás, que destaque aún más, que llegue lejos, que se
le exija más… —intenta hablar, pero lo callo —. Necesito que nada la aplaque
y que jamás puedan vencerla. Necesito que Atenea Zubac se vuelva…
INDESTRUCTIBLE
FIN
CARTA PARA JADE

25 de julio del 2021


Amada Jade,
Espero que jamás recibas esta carta, porque si lo haces y estás leyendo
estas palabras es porque algo grave ha ocurrido.
Mi nombre es Kyra Kratos y sin más preámbulos, me presento ante ti por
este medio como tu madre biológica. Soy miembro principal de una enorme
organización criminal que tiene miles de enemigos alrededor del mundo.
Hoy he decidido escribirte, porque como tal vez has visto en las noticias,
el mundo entero está en llamas y caos. Esto ha sido el resultado de problemas
que no se solucionaron en nuestro pasado y se han venido engrandeciendo y
acumulando con el paso del tiempo.
Tu padre, Jakov y yo, hace muchos años te confiamos a dos personas
increíbles que sé que te dieron la mejor de las vidas, una vida que jamás
hubieras podido gozar a nuestro lado, pero hoy temo. Temo por ti y por Atenea,
tu prima.
Atenea es una militar destacada, que ahora mismo carga sobre sus
hombros el peso de los errores que nunca pudimos solucionar su madre y yo.
Ella tiene la valentía y el poder de enmendar todo, y confío en que pronto lo
hará porque fue entrenada por años para este momento.
Tu vida fue diferente y se te dieron herramientas opuestas a nuestro
mundo, pero si algún día el caos roza tu vida y te hayas en apuros, no dudes
en contactar a Atenea Zubac, cuéntale quien eres, tal vez al principio sea
difícil hablarle, ha sufrido mucho y siempre está prevenida, pero sé que te
escuchará y espero tú la escuches a ella.
Ambas se han convertido en mujeres poderosas y espero que nunca
necesiten la una de la otra, porque si eso llegase a suceder será porque, como
dije en un principio, algo grave ha ocurrido.
Con todo el amor que jamás pude demostrarte,
Kyra Kratos
🐍•♊•❤•♊•🐍
ESTA CARTA SE ENVIÓ AL CORREO PRIVADO DE LA OFICINA DE
CHARLES JOHNSON Y SIGUE SIN SER ABIERTA PORQUE EL
SOBRE CONTIENE ESTA ADVERTENCIA:
"Para: JADE.
No abrir en caso de emergencia
K.K".

A.A

Mi vida fue educada con hierro, corregida con sangre, alimentada con
odio y es motivada por la destrucción.
Jamás me he declarado «persona», porque ese nombre y los derechos
que conlleva me fueron arrebatados hace mucho. La tortura trabajó tanto mi
mente que lo único que anhelo sufrir es la muerte, pero no voy a irme solo.
Me enseñaron el arte sumisión y hasta hoy, agachar la cabeza fue mi
única opción.
Las paredes están llenas de sangre, que por primera vez en mucho
tiempo, no es mía. El mar de personas en el suelo pide clemencia mientras
agonizan, ¿pero cómo dárselas? Si no conozco el significado de esa palabra,
realmente no conozco el significado de muchas palabras…
Como por ejemplo:
Confianza.
Cariño.
Amor.
He escuchado hablar de ellas, una persona intentó enseñármelas y creí
haber visto a lo que se le dice “luz” en sus ojos azules y su cabello rubio, pero
para su desgracia solo conozco y aplico todo lo que provenga de la oscuridad
en la que crecí. Tarde o temprano todo sale a flote.
Estoy en ruinas. Ruinas filosas y oxidadas que cortan e infectan a
cualquiera que intenta acercarse y ella no fue la excepción.
Un ser vivo que no razona es un animal. Así me trataron, así me proclamo:
Un animal.
Un animal que creció para destruir, para aplacar y vencer… pero que
también nació para ser…
INQUEBRANTABLE

También podría gustarte