Está en la página 1de 14

"LA UNIVERSIDAD POR UN NUEVO HUMANISMO”

Jubileo de los Docentes


II ENCUENTRO NACIONAL DE DOCENTES UNIVERSITARIOS CATÓLICOS
(ENDUC)
26 AL 28 DE OCTUBRE DE 2000
Comisión 401: ORALIDAD Y ESCRITURA

EL FAMILIAR DEL DIABLO EN LA RELIGIOSIDAD


DEL PUEBLO ANDINO
(Noroeste argentino)

Claudia Alicia Forgione

PRESENTACIÓN

Nuestro mundo, tal como lo piensa – desde un enfoque global – el hombre


occidental del siglo XXI, difiere en muchos aspectos del mundo tal como es pensado y
vivido por el hombre contemporáneo que participa hoy de amplios sectores de la cultura
oral del noroeste andino argentino. Por este motivo, proponemos una breve evasión de
lo cotidiano ciudadano para experimentar la alteridad de la cultura en el interior de
nuestra propia sociedad. El estudio del Familiar, en el área donde están emplazados los
ingenios azucareros de Jujuy, Salta y Tucumán, en el noroeste argentino, es uno de estos
casos, y el propósito que nos anima es analizarlo como un hito más dentro de nuestra
investigación sobre religiosidad del pueblo andino, desde una perspectiva que nos
permita enriquecerlo de actuales y olvidadas vivencias. Estas vivencias serán las que los
mismos integrantes de la cultura expresan, relacionadas a sentires, comportamientos y
gestos rituales que definen una forma de percibir la realidad, siempre en su carácter de
protagonistas culturales. Los seres que – al igual que el Familiar – integran este sistema
de representaciones, tienen una existencia concreta, cuyo conocimiento se transmite a
través de las generaciones por la oralidad, lo que significa, a nuestro modo de ver, que
esta es una circunstancia que le permite al hombre seguir aferrado a un mundo
conceptual mediante el cual se siente representado, que lo aglutina e identifica. Dicho
de otro modo, si es cierto que nuestro país, como todo el mundo occidental, avanza
hacia una progresiva igualación cultural – ¿los mass media y la informática tienen
o tendrán, la palabra... y la imagen? – no es menos real que estas culturas populares,
subalternas, campesinas, tradicionales, folk, o como queramos llamarlas (siguiendo una
u otra tendencia metodológica, ideológica y/o de moda) siguen manteniendo, quizás
merced a la fuerza de la palabra oral, “las preocupaciones fundamentales de la
existencia” dentro de un plano cosmovisional hacia cuya comprensión dirigimos nuestro
esfuerzo. Desde la perspectiva histórica, las creencias en diablos tutelares, personales y
familiares, incluidos los dovendis o duendes, parecen acomodar sus raíces en la cultura
andina prehispánica, pero indubitablemente también en la España medieval y
renacentista, a la que ingresan, a su vez, desde Grecia, Roma,... y de mucho más allá,
siendo la doctrina cristiana, dentro de esta última tradición, su primera vía de
penetración en América. Siendo tan amplias las posibilidades que se nos ofrecen en el
análisis del Familiar, vamos a centrar nuestra atención en la apercepción que, de la
realidad, tiene el campesino de los Andes meridionales, y comprender cómo percibe y
siente y cómo se proyecta en el mundo; si logramos, de su mano, desentrañar el haz de
significaciones que se encuentran en este temible personaje. En síntesis, intentaremos
un análisis hermenéutico de esta representación mítica de la cultura andina, teniendo en
cuenta los atributos, contenidos y entidades que lo conforman, para alcanzar, como
lo anticipáramos, su comprensión en términos cosmovisionales.

“EL DIABLO NO VENDE NADA SINO A PRECIO DE ALMA”

El Familiar, en el ámbito de influencia andina, se muestra como un ser potente y


ambivalente ya que, según la creencia, reviste el carácter de maligno para un sector de
la sociedad, el trabajador golondrina que, en calidad de jornalero, se reclutaba
masivamente y en forma temporaria para realizar la cosecha en los ingenios azucareros;
y benigno para los dueños de la empresa agrícola, quienes sellaban un pacto con el
diablo, en la seguridad de conquistar, por este medio, bienes y poder. “Los dueños de
los ingenios se hacían más ricos si contrataban un Familiar como genio protector de la
familia. El nombre de Familiar proviene de que, habiendo confirmado un contrato con
el diablo, éste pasaba a ser de la familia (...)”. Jijena Sánchez agrega: “Por un pacto
celebrado con el demonio, que se firma con sangre a cambio de protección personal y
de enriquecimiento inmediato y progresivo, el patrón promete entregar el alma. El pacto
se realiza sobre la venta del alma (...) Los dueños, además de riquezas, podían obtener
mujeres, larga vida y capacidad para superar todos sus problemas”. El Familiar se
constituye, de esta forma, en un intercesor del propietario de la empresa, delimitándose
simultáneamente, por lo menos, dos status antagónicos dentro de la estructura cultural
del área.

Por otra parte, Ricardo reconoce que el pacto no sólo perjudica a los peones sino
que favorece a quienes colaboran con el dueño del ingenio en la entrega de la víctima:
“(...) Es un trato a mal para los peones porque él [el propietario], cada mes entregaba
uno [a un empleado]. Entonces buscaba a la gente que no tenga familia y le entregaban
[al Familiar]. Después decían que había muerto (...)”. “Dice que había un hombre que
era de Bolivia, un chango joven y que se había criado en los ingenios de [San Martín
del] Tabacal, Salta (...). Vivía de cuchillo ese hombre, siempre iba armado con esta
arma. Le dice [el propietario del ingenio] a un viejito, que le entregue a los [peones]
más trabajadores. Y él [el muchacho boliviano] ha visto que en dos meses ya le han
ascendido [al viejo] a encargado, después a tarjador. El viejito que le dice al joven éste:
– Mirá hijo, cuidate, porque capaz que tu patrón te va entregar (...)”. El apelativo –el
Familiar – con que se lo nombra se debe a que “(...) es el enviado del diablo, es como de
su familia (...)”; se dice también que “el Familiar es el diablo”; y su misión “(...) cuidar
que la empresa funcione muy bien y que la cosecha sea exitosa”. Ricardo agrega a su
vez: “El Familiar también dicen que es un cuidador. Yo he escuchado un cuento de que
una vez en el ingenio La Esperanza, ha pasado eso de que había familiar. Y dice que,
creo, que se estaba por fundir [quebrar] el ingenio, donde se había venido [llegado] un
nuevo gringo y que se ha comprado el ingenio y ha hecho un trato con el Familiar”.

En otra versión se testimonia la existencia de dos registros de empleados que


llevaba la oficina de la empresa, uno de los cuales matriculaba a los futuros candidatos
que serían entregados al Familiar como parte del arreglo. La elaboración de este
singular registro no hace más que confirmar el acuerdo y la práctica antropofágica
exigida por el diablo para sellar dicho trato: “(...) [En el ingenio Ledesma] yo le
pregunté [a un amigo que trabajaba en la Administración]: – ¿Por qué se pierde
[desaparece] la gente? (...) Me contestó: – Nosotros, cuando ocupamos a la gente [para
la zafra azucarera] los anotamos en dos cuadernos distintos: uno para el que tiene
familia [se refiere a los que llegan acompañados con su esposa e hijos u otros parientes],
el otro para el que no tiene [para el que llega solo]. Ése es para el diablo. Nosotros los
mandamos al sótano para que saque una herramienta, pero ese hombre no sale más,
porque ahí se lo come el diablo. – ¿Cuántas personas tienen que darle? – Ellos le darán
cada vez que él [el diablo] pide”. Finalmente dicen: “Se cuenta que las grandes
empresas azucareras de Jujuy, [así] como [las de] Salta y Tucumán, lograron su riqueza
y rápida prosperidad gracias a el Familiar”.

EL FAMILIAR EN LA RED DE PARIENTES

De lo dicho podemos inferir que el Familiar no sólo es un directo representante del


diablo, al igual que el Tío de las Minas, por citar un ejemplo, sino que puede situarse
asimismo en la red parental del empresario, ya que por medio del pacto de sangre
“pasaba a ser de la familia”, dándose noticia, en otras versiones, de que convivía en el
mismo domicilio y era atendido convenientemente, asumiendo en algunos casos – como
en el relato que consignamos a continuación – el aspecto de un atrayente seductor.

“Cuando vivía Arrieta yo conocía a la mucama que trabaja en su casa. Ella me


contaba que todos los días tenía que llevar a una pieza de arriba un pedazo de lomo de
dos kilos y una jarra de leche y un vaso, al míster. La pieza era muy linda, había una
mesa con mantel floreado y la cama siempre estaba hecha, tal como ella la dejaba cada
día luego de hacer la limpieza. Un día estaba sola y sintió que la chistaban. Miró hacia
el piso de arriba y en la escalera había un muchacho, un colorao bien rosado, que la
llamó, pero ella no fue. Cuando llegó el patrón le contó lo que había pasado. Así que
[éste] ahí nomás le pagó a ella y tuvo que irse”. El Familiar es el cuidador de los
intereses del dueño del ingenio, ya que el contrato consolida una relación de parentesco
tan estrecha como la que está vigente en la sociedad andina, especialmente en lo que
atañe a las fijadas ritualmente, con deberes y obligaciones rigurosamente observados
por las partes que intervienen. En muchas situaciones la propia potencia del diablo es
puesta a prueba, y éste desafío suele quedar en manos de un extranjero.

LA PRESENCIA ÉTNICA

“(...) Entonces el boliviano le dijo que él iba a encontrarse con el diablo y peliar
con él, y si salía con vida le tendría que pagar mucho dinero. El dueño aceptó y le dio lo
que él le pidió, una cruz y agua bendita. Lo llevaron hasta una pieza que está abajo de
la tierra y cerca de la fábrica de papel, y lo encerraron ahí. El boliviano luchó toda la
noche con el Familiar, que tiene forma de perro y se transforma en una víbora grande.
Dicen que esa víbora se enroscaba en el cuerpo, pero con el agua bendita y la cruz, que
estaba bendita también, hacía que lo suelte y no se le acerque. Cuando amaneció fueron
a ver y el boliviano estaba vivo, aunque un poco lastimado. El dueño del ingenio
cumplió y le pagó, pero el hombre contó a todos lo que pasó aquella noche y cómo
venció al Familiar. Nadie sabe dónde está la pieza ni tampoco cuándo el diablo vendrá
por alguna alma, pero todos los años desaparece un hombre para la zafra”.
En este testimonio, resulta interesante la mención de la variable étnica, ya que el
hombre que es capaz de enfrentar al Familiar y salir airoso de la disputa es de
nacionalidad boliviana. Al respecto es importante aclarar que los zafreros argentinos no
ven con buenos ojos la contratación temporaria de los bolivianos por parte de los
ingenios pues, como se trata de personas en su mayoría indocumentadas, se avienen a
aceptar pagas muy exiguas y se convierten, por este hecho, en abiertos y desleales
competidores, ya que además trabajan incansablemente de sol a sol, sin quejarse. Sin
embargo, en la versión que comentamos y en otras que nos han sido confiadas, el
boliviano, si bien es la víctima elegida porque no tiene familia que reclame por su
desaparición, es colocado en un envidiable rango, ya que por su presencia de ánimo es
capaz de vencer al diablo.

PROCESO COGNOSCITIVO DE LA EXISTENCIA DEL FAMILIAR

Todo lo que se conoce del Familiar es producto de lo que, según se cree,


han experimentado varias personas, entre las que están las que lograron sobrevivir al
encuentro y a la consecuente lucha con el diablo, siendo la totalidad de
estas experiencias de exclusiva injerencia masculina, correspondiendo a los operarios
solteros o a los que iban solos a la zafra el infeliz privilegio de enfrentarse con este
abogado del diablo y del propietario.

“El Familiar viene a recoger lo que le pertenece. [El] boliviano pidió hablar con el
dueño y el dueño le contó que él había hecho un trato con el diablo y que le había
prometido todos los años un alma y [que] el diablo tiene que cuidar la empresa, el
ingenio [azucarero y papelero] (...)”.

El canal que procura el conocimiento de este fenómeno metasensible es un hombre


común, que por el hecho de estar solo adquiere un determinado status en el contexto del
pacto; este hombre forma parte – aunque sin su consentimiento y muy a pesar suyo –
del contrato secreto entre el dueño del ingenio y el diablo, que lo enfrenta con un
fenómeno inusitado – el Familiar – que le revelará su poderío en un espacio y tiempo
desconocidos para la víctima: “(...) Nadie sabe ni cuándo ni dónde están esos sótanos
exactamente, ni cuando el Familiar se come a una persona”. Mientras en algunas
narraciones se afirma que el dueño entregaba, como parte de la diabólica transacción, al
trabajador más aplicado en sus tareas, en otras se hace hincapié en que la elección recaía
en los menos competentes o en los que buscaban pleitos laborales o promovían
disturbios en contra de las autoridades del ingenio, es decir, en aquellos elementos
decididamente perturbantes de la organización empresarial.

DESESPERACIÓN: FRONTERA ENTRE LA NORMALIDAD Y LOCURA

“(...) Yo tenía que ir a cuidar una máquina a orilla del río (...) Cuando el Familiar
aparece se apagan las luces y no se pueden prender así como así nomás. (...) Y vi una
luz que se venía. Yo no le yevé el apunte y m’he subido a la máquina. Quería encender
la linterna pero no pasaba nada, después quería encender las luces de la máquina y nada.
Me di vuelta y la luz ya no estaba, entonces m’he asustado, y m’he vuelto a la casa a las
tres de la mañana. Al otro día yo he vuelto y pasó lo mismo; y al tercer día el viento ya
empezaba a silbar y silbar y yo ya pensaba que era el Familiar (...). Yo he tenido suerte
(...) Tenía algo de acero, un cuchiyo o machete [que] lo espanta. Yo me había salvado
por eso y porque no m’he desesperado; porque otros, salen gritando y se vuelven loco[s]
y él se los yeva. También me salvé porque estaba cerca del río y el agua también es un
arma para espantarlo. Cuando termina la zafra esta luz ya no aparece hasta el año que
viene, cuando comienza de nuevo la zafra”. La culminación del período de la cosecha
indica también el final de un tiempo y un espacio que adquieren, pendularmente, una
determinada significación y fuerza por la integración del Familiar a la vida laboral y
social de los zafreros. Durante el tiempo de actividad zafrera, el viento y la luz
se vuelven materia del ente, mientras el agua y los metales superan su condición
ordinaria para erigirse en elementos exorcizantes, articulándose, unos y otros, en la
valentía del hombre que, de este modo, elude el tránsito de la estrecha frontera hacia la
locura y en consecuencia, hacia un desenlace fatal.

HISTORIAS DE MUERTE Y RESURRECCIÓN

“(...) Costumbre de él [refiriéndose a un peón] llevar un crucifijo y un rosario.


Llevaba eso siempre colgado. Y le dice el patrón: – Mirá, barré aquí, después pasá,
limpiá acá. Acá tenés una lámpara para que entrés. Así, a un sótano, ahí dentro. Y ya el
hombre éste estaba limpiando: acababa de limpiar todas las oficinas, pasa a limpiar lo
otro. Pero a todo esto ya era después de hora. [El encargado] le ha pedido un favor. Un
día viernes dice que era. A la tarde le agarró, le ha pedido un favor después de la hora
de trabajo para limpiarle la oficina. Justo dice que era una malhora, dice que entró y se
cerró la puerta. Ha querido abrir después, no pudo; bueno como tenía el farol y tenía
velas, estaba limpiando, cuando en una de esas ve que estaba así, como húmedo,
rajándose, en la pieza. Una pieza grande pero vacía, no había nada. (...). Él al verlo al
diablo estaba preocupado, no sabía qué iba a hacer; el viejito le había dicho que hay que
rezar el Credo, peleaba y rezaba el Credo y así estaba peleando; y ya ha pasado las doce
de la noche y ya ha cantado el gallo y ha cantado otro, y así hasta el amanecer estaban
ya, casi. Se le acabó la vela y seguían peleando. Ya cuando se estaba acabando la velita
dice que él la tiró al crucifiquito que tenía, de maderita, y con la grasa [sebo] que se
derramó [de la vela ésta] seguía ardiendo, y entonces [ahí había quedado] puesto el
crucifiquito y ahí estaba, iluminaba y seguía peleando. En una de esas que el diablo se
había refalado y le ha cortado la oreja y le ha agarrao, ha cantado un gallo. Y a las
nueve de la mañana dice que ha venido el dueño a verle, y que entraba riéndose; cuando
le ha visto parado en la puerta [dice] que ha caído quieto, muerto, casi desmayado el
dueño y le ha agarrado [al joven empleado] y se ha ido nomás. – Yo he hecho la
limpieza y se ha trabado la puerta [le dijo el joven al patrón]. – ¡Ah… se ha trabado
la puerta! No ha dicho nada [más]. Dice que estaba blanco el hombre. No podía creer
que él [el muchacho] se había salvado. Ha ido y le ha contado al viejito, han venido
[ido] al sótano los dos, [el joven] con el viejito, han sacado el crucifijo, han visto
que estaba quemado un poquitito nomás, y han corpachado la tierra, han echado agua
bendita al lugar y estaba ahí. Después le ha dicho que el jefe, el gringo digamos, el
dueño del ingenio, que le ha dicho que le devuelva la oreja, [porque] si no se iba a
fundir el ingenio y que le iba a comer a él [al dueño] el diablo. Después [el empleado] le
ha dicho: – Bueno, si me da [dinero]. – Tanto – que le ha dicho [el gringo]. Le ha
ofrecido lo que quería, camiones, todo. Ha pedido y se han ido [el joven y el viejito], y
le ha dejado la oreja ahí”.

Otros tipos posibles del diablo o su Familiar – productos de sucesivas metamorfosis


en grados crecientes de espanto y potencia – se dan cuenta asimismo en la historia de un
jornalero que fuera enviado al sótano del ingenio La Esperanza con el propósito de ser
sacrificado al diablo:

“(...) De repente ha salido un chancho (...). Tenía un puñal él [el jornalero] (...).
Hasta eso está una vela, [o] velas... creo que ha entrado él llevando dos velas grandes, se
le acabó la vela hasta la mitad. Estaba ahí transpirando, (...) y se ha puesto a rezar,
invocar. Cuando estaba así, de repente que ha salido una víbora, grande víbora, negra
dice que era, peluda y ha empezado a pegarle a él hasta que al final él le ha matado.
Entonces se ha hecho un charco de sangre y se desaparecía. Y después que ha salido un
gallo negro a pelearle a él, y al gallo le ha cortado las patas él, porque ya estaba por
cortarle el cogote y se desaparecía. Salía un perro, negro dice que era el perro. Y se le
estaba acabando la vela cuando estaba peleando con el perro, y el perro se le ha comido
el pedacito de vela que había; también se ha muerto, le ha matado al perro y se ha
desaparecido, y de ahí que ya ha aparecido el diablo. Tenía las patas como de gallo, las
manos tenía así, como la víbora, todo peludo así, no era como la mano del hombre. El
diablo tenía brazos, piernas, todo, la cara como de chancho, los ojos como muelas de
perro”.

Otra versión argumenta: “(...) Una vez había llegado [al ingenio Ledesma] un tipo
con una cadenita en el pecho y una cruz, en el bolsillo llevaba agua bendita y en la
espalda, en la cintura, un puñal bendito. Nadie se dio cuenta. Lo mandaron a buscar una
herramienta adentro y él vio un bicho grande que se le venía. Sacó el puñal, el crucifijo
y el agua bendita. (...) Cantó el primer gallo y [el bicho] reventó. Al día siguiente
abrieron la habitación [en donde lo habían encerrado], pensando encontrar al hombre
muerto, pero estaba vivo. (...). ¿Sabe qué pasó en el ingenio? Se apagaron todas las
luces cuando el diablo perdió la pelea, y el ingenio empezó a temblar y el ingenio se
venía abajo. La gente no quería trabajar. Esto pasó cuando yo era joven”.

La luz y el viento, un perro, entre otras apariencias, anticipan y prefiguran la


presencia del diablo: “Dicen que es una luz, dicen que es el Familiar, que se aparece en
distintas formas, a veces en perro y en muchas cosas más. (...) Dice mi viejo que él
había ido a trabajar a la tarde (...) pa’ preparar el agua pa’l riego, fue a eso de las seis
[de la tarde] (...) Preparó la linterna y se iba en medio las cañas pa’ ver cómo iba el
riego; dice que corría un viento, ya silbaba el viento; era raro porque allá no corre
mucho el viento. Así que comenzó a retroceder y se paró donde estaba el farol; (...)
estaba desesperado, el otro compañero estaba lejos, y se venía más clarito la luz, y más
silbaba el viento y se venía la luz, dice que se parecía al reflector de la cancha – ¿ha
visto cómo es de potente? – dice que así se arrimaba, (...) dice que la luz se arrimaba y
se arrimaba y no sabía qué hacer, así que apagó todo y se ha tirao abajo [de] las cañas
(...). Pasó así... como cuando vos tenés la linterna encendida y luego la apagás, dice
que todo había quedado oscuro y [en] silencio, ya no silbaba el viento. Ahí nomás
agarró el morral y se ha venido (...)”. Se cuenta también, siempre referido a esos
aspectos diversos, que estando el peón en el sótano “(...) salió un hombre rubio con
orejas larguitas, cola larga como la del diablo y se han puesto a peliar, le mostraba el
crucifijo y se asustaba, hasta que se ha descuidado y le ha cortado la oreja y el Familiar
se escapó (...)”. Según estas versiones, cada una de los aspectos en que el Familiar se
materializa, desaparecen y resurgen de las sucesivas heridas y muertes que le propina el
sacrificado, y la profusión de imágenes con que se presenta el maligno hablan por sí
mismas de su potestad, a la vez que definen su fragilidad cuando se enfrenta a los
objetos consagrados que esgrime el atacado. En la actuación, implícitamente, se define
el coraje con que enfrenta la situación el operario, y que le viene dado por su decidida
actuación, ayudado por la posesión de los objetos potentes. Las distintas figuras del
diablo causan un renovado temor pero, de alguna manera, se anticipa el alejamiento
definitivo de la visión terrorífica a partir de la manipulación de aquellos
elementos sagrados. La escena final, la más poderosa, fija claramente las reglas de la
lucha que se libra. Mientras los gallos de la vecindad anuncian que el tiempo ritual
concluye y con él la calidad de un tiempo calificado (“Así estaba peleando y ya ha
pasado las doce de la noche y ya ha cantado el gallo, y ha cantado otro”), el desafío
prosigue hasta el amanecer; cuando, en el umbral del nuevo día, el diablo comete un
error – quizá por producirse en el tiempo crítico de la malhora (en este caso en horas
del alba) – es que vislumbra la victoria final, cuyo trofeo, la oreja cortada, corona el
esfuerzo del peón. En este escenario donde se despliega la acción con gran violencia y
astucia, no pueden soslayarse otros elementos que también están presentes, cada uno a
su tiempo, jugando un papel decisivo. Son estos: la malhora, que es el detonante del
período crítico que culminará al amanecer; la luz y las velas encendidas, el crucifijo de
madera, merced al cual una de las velas continúa iluminando la escena (mientras el
‘perro’ ingiere un pedazo de vela), que, junto al rezo continuado del Credo, le dan al
empleado franca ventaja sobre su atacante.

LA PATRONA: EL FAMILIAR FEMENINO

Si bien hasta ahora abundan los casos de un Familiar de indudable masculinidad,


también nos fueron relatados algunos casos en los que se habla de un Familiar
femenino. Una de las empleadas de la fábrica de azúcar manifestaba: “(...) El Familiar
del Empaque es una mujer, así me ha dicho el portero; (...) yo lo he visto transformado
en una perra grande y peluda. (...) Un día había llegado temprano al trabajo y don
Franco [el portero] m’ha dicho: – ¿Por qué llegás temprano, m’hija? L’he dicho: –
Pensaba que era tarde (...) L’he dicho a don Franco que me deje pasar a tomar agua (...),
entonces me dijo: – Pasá, tené cuidado porque anda suelta ya sabés quién. Cuando yo
estaba tomando agua, siento que atrás se m’he acercado alguien y un frío me corría por
mi cuerpo; cuando me doy vuelta la perra estaba atrás mío; entonce[s] le he dicho: – Yo
trabajo aquí, Patrona. Parece que me ha olfateado porque después s’ha dado vuelta y
se’ha ido (...). Cuando estábamos en la cinta [de empaque] l’he contado a Simona lo que
me había pasado, entonce[s] ella me ha contado también que (...) a ella le había pasado
algo parecido. Dice que había bajado al baño, estaba renegando, cuando estaba dentro
del baño se l’ha apagado la luz, y con el susto que sufrió quería salir y la puerta se había
trabado, no podía abrirla. Entonces ella dice que nunca hay que ir renegando al trabajo,
porque la Patrona se enoja y nos hace asustar”.

Esta figura infunde temor – más por su aspecto que por su intervención –,
recordando con su presencia la disciplina y la buena disposición con que debe hacerse el
trabajo, pero no les inflige ningún daño.

GUARDIANA DE LAS EMPLEADAS

En el siguiente relato la Familiar toma una actitud de protección hacia las mujeres
del establecimiento: “Para la época de exportación [noviembre hasta febrero] yo entraba
muy temprano y salía tarde (...). Juan me celaba mucho, decía que yo llegaba tarde
porque me quedaba con ‘mi macho’. No te imaginás como peleábamos (...). Entonce[s]
l’he dicho a Juan que me acompañe al trabajo y que me vaya a esperar cuando salga y
así lo ha hecho. (...) Una mañana peleamos muy feo pero igual me acompañaba. Yo
entré a mi trabajo yorando, estaba muy mal por como me trataba Juan, pero ese día yo
lo he trabajado ocho horas. Cuando he yegado a la casa (...) Juan estaba tirado en la
cama con dolor en la nuca; entonce[s] m’ha dicho que cuando venía después de
acompañarme, alguien le había pegado bien fuerte, parecía una pedrada, era pasando la
vía, cerca del Hogar de Ancianos. Me ha dicho que lo mire si tenía lastimado o
hinchado y no tenía nada y él dice que le dolía mucho. Esto lo he comentado a una
compañera que trabaja hace mucho tiempo en el galpón, entonces me ha dicho que
la Familiar que tenemos ahí en el galpón nos cuida a todas nosotras y ella debe ser la
que ha pegado a Juan porque me ha calumniado injustamente”. Llama la atención el
cambio de actitud y de característica entre el Familiar, tal como tradicionalmente se lo
evoca, y estas descripciones de la Familiar, en las cuales no se menciona su relación
con el diablo, aunque está implícita en los comentarios (“En Calilegua hay dos
Familiares... uno en el ingenio y otro en el empaque”), y adquiere el carácter de
intercesora (“nos cuida a todas nosotras”), si bien, según queda dicho en las propias
palabras de la empleada, “nunca hay que ir renegando al trabajo, porque la Patrona se
enoja (...)”, salvaguardando de esta forma los intereses del empresario sin dejar de
presentar el carácter de mediadora en la restitución de la armonía familiar.

LOS FAMILIARES

Son varón y mujer, y por consiguiente estamos hablando de la presencia de


dos Familiares. En el caso que nos relata Ceferino, se señala que el Familiar es
identificado en un atractivo niño rubio que, una vez ingresado a la casa, jamás la
abandonó, de manera tal que no sólo crece biológicamente a lo largo del tiempo, al
igual que una persona, sino que además lo heredan los sucesivos propietarios del
ingenio: “Me ha contado el finadito Ibarra que aquí en la sala también tiene un Familiar,
porque cuando él era sereno de la sala, una noche (...) había yegado un auto grande y
negro [en] que adentro iba, además del chofer, un niño bien rubio, y que ese niño nunca
más salió de la sala y no se lo veía ni caminar por allí. (...) Él decía que ese era el
Familiar chiquito, y cuando él me ha contado dice que ya podía ser grande. (...) Decía
que de noche debe recorrer la sala, porque toda esa zona antes, hace mucho, pertenecía a
los jesuitas y abajo había muchos sótanos (...). Entonces, uno de los sótanos es utilizado
por el Familiar para vivir allí. Y en las noches (...) se escucha[n] los gritos de la gente
que allí murió. Así que aquí en Calilegua hay dos Familiares, el que aparece en esta
sala, y me han contao que hay otro en el Empaque (...)”.

LA VISIÓN DE LA NATURALEZA HUMANA EN LA CONCIENCIA


CULTURAL ANDINA

Como primera observación surge la misión del Familiar como protector del
propietario del ingenio, que realza una percepción cultural del mundo, por parte del
pueblo andino, en la cual la naturaleza humana queda limitada en sus logros ya que, si
nos atenemos a estos testimonios y a la vigencia de la creencia, el empresario,
siguiendo el argumento de las versiones, no estaría en condiciones de alcanzar por sí
mismo (por su trabajo, tenacidad y conocimientos) ni la riqueza, ni el bienestar, ni el
poder. De ser cierta esta apreciación podríamos afirmar que dentro de esta cosmovisión
cultural la diferenciación entre pobres y ricos estaría fundamentada en la certeza de que
los gringos poseen algo semejante al mana, que adquieren aquí por el pacto con el
diablo, antes que contar con la inteligencia y las habilidades personales como medios
válidos para obtener éxito en los negocios, y lograr una buena posición económica
mediante los propios talentos. La riqueza y el progreso, forzosamente, parecen deberse
al obrar exclusivo del diablo.

Y HAN CORPACHADO LA TIERRA...

En el final de la pugna, tal como nos ha sido relatada en una de las versiones, no
está ausente Pachamama, efectivizada en el acto ritual de la corpachada. Estamos en
condiciones ahora de ubicar al Familiar en un contexto más amplio y, sin riesgo,
integrarlo al sistema de representaciones de la cultura puneña del noroeste argentino. El
Familiar – otra personificación del diablo –, siempre en su carácter de ser potente y
ambiguo, al igual que el Tío de las Minas, o del que habita en huancares y salamancas,
se ven conjugados a partir de ese eje aglutinante que es Pachamama. Cabe decir todavía
que a este acto de respeto que se da en la invitación, en el “dar de comer a la tierra” que
es la corpachada, se menciona al diablo con apariencia de “una serpiente grande
que vive en el sótano de la fábrica y se llama familiar (...)”, víbora o viborón peludo
[forma] en la que también suele visualizársela a Pachamama. En efecto, en algunos
relatos se cuenta que suele exhibirse ante los ganaderos poderosos en la figura
terrorífica de un viborón peludo. También esta apariencia nos hace evocar lo que
expresamos en un anterior trabajo, en el cual Coquena (ente poderoso protector de las
vicuñas y de los animales silvestres con pelo de la región) utiliza, con el fin de engañar
a la ambición de algunos hombres, “un collar de víboras relumbrando”, o víboras y
viborones para atar las cargas de metales preciosos que, a lomo de sus vicuñas, traslada
a su arbitrio de un lugar a otro del cerro. Por razones que aún desconocemos, las
figuras de Coquena y Pachamama, asumen una de las transfiguraciones del Familiar. Si
sólo son elementos coincidentes, casuales, causales o no, creemos de todos modos que
deben tomarse en cuenta a la hora de combinar las piezas de esta compleja cosmovisión
cultural. Podríamos decir que, sin temor a equivocarnos, tanto los comportamientos de
los lugareños, como las prescripciones y los tabúes relacionados a estas
representaciones vuelven una y otra vez a Pachamama, con lo que quedaría bosquejada,
una vez más, la significación de esta teofanía en la conciencia cultural del hombre
andino.

OBSERVACIONES FINALES

De esta primera aproximación surgen algunas cuestiones finales que creemos de


interés señalar y que puntualizamos de la siguiente manera:

 El hábitat exclusivo de esta entidad se encuentra en el espacio subterráneo;


existen días y lapsos críticos en que se estima su aparición con morfologías
diversas, aunque previsibles, que lo sitúan en el contexto de
representaciones del Maligno y en muchos de sus aspectos
esencialmente semejantes al Tío de las Minas.
 El Familiar es otro de los seres pavorosos que integran la cosmovisión
andina del noroeste argentino, mostrando aspectos temiblemente ambiguos.
En lo fasto, se observa en su trato con el empresario, a quien le otorga
determinados beneficios como contrapartida de la negociación; y en su
aspecto nefasto, con los zafreros, ya que le serán ofrendados como términos
de la transacción.
 La riqueza material ingresa, según esta cosmovisión, en el dominio de lo
viciado, en la medida en que su logro se sustenta en un pacto espurio.
 Lo terrorífico del encuentro con el Familiar está determinado por el secreto
del trato y el peligro latente del encuentro.
 La indefensión del hombre ante el Familiar está fundamentada en la
expresión de su debilidad, apoyándose en el sentimiento de desesperación
que desencadena – en su carácter de expresión de la debilidad humana – el
paso de la normalidad al estado de locura.
 La posesión de determinados objetos sagrados – que provienen del
catolicismo – en manos del hombre sencillo, víctima inocente del pacto,
restablece el orden perturbado por dicha negociación, en una evidente
expresión del triunfo del bien sobre el mal.
 El convencimiento de la existencia del Familiar, y las acciones ejecutadas
con la mediación de los objetos santos, definen una forma deseada de la
masculinidad dentro de este grupo. El ser masculino se define – siguiendo
los testimonios – por la prudencia, precaución, coraje y fortaleza personal,
que, aunados al conocimiento de la manipulación de lo sagrado, lo
convierten en una persona invulnerable. Podemos suponer que, al
encontrarse estos hombres fuera de su hábitat, desprovistos de su contexto
familiar, trabajando en condiciones harto difíciles, los potenciales
enfrentamientos con el Maligno y la proximidad del momento, insinúan los
pasos de un ritual de iniciación masculina.
 En su figuración de la Familiar, salvaguarda el rol femenino en la estructura
laboral, atendiendo, en primera instancia, los intereses del empleador; pero
también se une a la mujer golpeada y maltratada en una manifiesta
conducta jurídica, en cuanto se hace cargo del castigo al marido receloso.
De alguna manera esta actuación toca la dimensión axiológica, al
salvaguardar la fidelidad y la armonía conyugal.
 El Familiar se integra al sistema de representaciones del mundo andino
confundiéndose, en algunos de sus atributos, contenidos y significaciones,
con el Tío de las Minas, así como éste último se asocia a algunos de los
atributos de Coquena, engarzados todos por esa teofanía central de la
cosmovisión que es Pachamama.

El diablo estremece e inquieta, pero atrae. Para quienes vivieron la experiencia y


para quienes escucharon e hicieron suyas las distintas historias del Familiar, estos casos
no se reducen a un simple documento folklórico, ni expresan sustancialmente la
denuncia de una injusticia social y, en consecuencia, no se relatan con la única
finalidad de cargar las tintas en la confabulación de algunos sectores del poder para
acentuar la estratificación y la pobreza dentro del cuerpo social, aunque dan cuenta del
anverso y reverso de la estructura social reinante en determinadas instancias políticas.

El íntimo temor con que se narran los distintos episodios acerca del Familiar pone
de manifiesto, entre otros hechos, que la vivencia de este personaje persiste, y junto a
ella, una forma muy peculiar de aprehender la realidad, sin desconocer que la
conciencia cultural en la que el hombre andino atesora este mito, va adecuándose a
contextos cambiantes, enfatizando unos sentidos en desmedro de otros, en un largo
proceso de re-significaciones, a partir de nuevas experiencias, contactos culturales,
relaciones con el poder político y necesidades de la vida cotidiana.
Invierno de 1998.

Mensaje jubilar: "Hacernos dóciles a la acción del Espíritu"

El hombre andino se enfrenta hoy a una cultura ancestral teñida por algunos
personajes y protagonistas temibles, como el que acabamos de analizar, y otros,
igualmente aterradores, que llegaron de la mano de hombres de otra cosmovisión
cultural: la de la España medieval y renacentista. Sin embargo, junto a aquellos héroes
de leyendas y decires, que a veces se confundieron y confunden con los autóctonos,
también desembarca otro Personaje: Jesús; lo hace de la mano de los misioneros que
traen, junto a la Cruz, un mensaje de Amor como jamás se había escuchado en los
confines de los pueblos indígenas. En este transitar, muchos hombres – también venidos
de allende el mar –, aun esgrimiendo el mismo Credo, no dieron fiel testimonio de aquel
mensaje. No obstante, y a pesar de esta cara oscura de la actuación humana personal,
triunfa el mensaje de Cristo, hundiendo sus raíces en la aridez de los Andes, y queda
una idea esencial: que el Bien siempre triunfa sobre el Mal – tal como lo indican las
historias que nos han sido contadas –, por la fe y el sentido profundo que tiene de lo
sagrado el desafiante varón, y que lo mueve en su pugna con el diablo. El fermento del
Espíritu no se ha aquietado. Así lo confirman las múltiples expresiones de religiosidad
andina y las de fe a la Mamita, como tiernamente se dirigen a la Virgen María, o
al Tatita o Papacito, cuando lo hacen a Jesús Crucificado. Por consiguiente, en este Año
Jubilar, se hace necesario que recordemos que la tarea no ha terminado y que “la
inculturación es un proceso lento, complejo, vivo, matizado, como la vida misma. No es
un movimiento en un solo sentido sino que es un lugar nuevo; no es que la fe entre en
la cultura de un pueblo, como una piedra en una fuente de agua, sino que la misma fe se
enriquece con la cultura que la recibe activamente, algo así como un río entra en otro.
Por eso, trabajar por la identidad de un pueblo, reconstruir un sujeto colectivo es lo más
importante que pueda hacer un creyente en un determinado momento. La inculturación
es un proceso por el cual el Espíritu del Evangelio va impregnando todos los campos de
la vida humana, no destruyendo nada sino dando vida plena”.

Primavera de 2000

BIBLIOGRAFIA CITADA

Bórmida, Marcelo. Cómo una cultura arcaica concibe su propio mundo. Buenos
Aires, CAEA, 1984, vol. VIII.

Cabrera, Enriqueta. Colección de Folklore. Muñecas, Tucumán. Argentina; 1921.


Carpeta 51. (M.S.)

Caro Baroja, Julio. Algunos mitos españoles. Ensayos de mitología popular.


Madrid, Ed. Nacional, 1941.

Cervantes, Fernando. El diablo en el Nuevo Mundo. El impacto del diabolismo a


través de la colonización. Barcelona, Herder, 1996.

Coluccio, Félix. Fauna del terror. Bs.As., Plus Ultra, 1992.


Cortés, Daniel del C. Colección de Folklore. San José de la Rinconada,
Rinconada, Jujuy. Argentina, 1921. Carpeta 26. (M.S.).

Chevalier, Jean y Gheerbrandt, Alain. Diccionario de los símbolos. Barcelona,


Herder, 1986.

Delumeu, J. Rassurer et protéger. Le sentiment de sécurité dans l’occident d’autrefois.


Paris, 1989.

Diosquez Dupuy, Elma y Taullard de Peralta, Sara. El zafrero y sus creencias. Buenos
Aires, III Congreso Latinoamericano de Folklore del Mercosur y VII Jornadas
Nacionales de Folklore, 11 y el 14 de noviembre de 1997. (M.S.).

El Libro del Pueblo de Dios. La Biblia. Bs. As., Paulinas, 1984. 2a. ed.

Firth, Raymond. The Analysis of Mana. An Empirical Approach. The Journal of


the Polynesian Society. 1940, vol. 49.

Flores Arroyuelo, Francisco J. El diablo en España. Madrid, España, Alianza


editorial, 1981.

Flores Lizana, Carlos. El Taytacha Qoyllur Rit’i. Sicuani, Perú, Instituto de


Pastoral Andina. Abril de 1997.

Forgione, Claudia. El suri (ñandú) en la cultura andina del noroeste argentino. Scripta
Ethnologica, Bs.As., CAEA-CONICET, 1997, vol. 19.

_______________. “Esa ave ha ido para ella...” La palabra potente en el


noroeste argentino. III Congreso Latinoamericano del Mercosur y VII. Jornadas
Nacionales de Folklore. Bs. As, 11 al 14 de noviembre.; 1997. (M.S.).

_______________. Antonio, Blanca Nieve, la princesa [vieja-bruja] y el rey. La


historia maravillosa: vaso comunicante del sistema de significaciones del mundo
puneño. (Jujuy, Argentina). 1998. (M.S.).

_______________. El Tío, diablo o supay, una realidad del mundo puneño.


Scripta Ethnologica. Bs. As, CAEA-CONICET; 1996. vol.18.

_______________. Simbología de muerte y enfermedad en la piedra de rayo. (Jujuy).


II Congreso Latinoamericano del Mercosur. VI Jornadas Nacionales de Folklore. 12 al
15 de noviembre de 1996. (M. S.).

_______________. Representaciones de algunos personajes del mundo


puneño: Pachamama, La Vieja y Coquena. Scripta Ethnologica. Bs.As., CAEA-
CONICET; 1994. vol.16.

_______________. Metamorfosis y tiempo primigenio. La narrativa folklórica desde


la perspectiva fenomenológica. Mitológicas. Bs. As., CAEA-CONICET; 1990. vol.V.
Gelabertó Vilagran, Martí. La liturgia católica: bendiciones y exorcismos en la
Cataluña del siglo XVI. En Muerte, religiosidad y cultura popular. Siglos XIII-XVIII.
Eliseo Serrano Martín editor. Zaragoza, Institución "Fernando el Católico"; 1994; p.199
a 221.

Jijena Sánchez, Rafael. El perro negro en el folklore. El lobisón, el Familiar y


otras supersticiones. Bs.As., Dolmen; 1952.

Laeger, W. Paidea. Los ideales de la cultura griega. Buenos Aires, Paidós; 1980.

M. H. Colección de Folklore. Colonia Santa Ana, Tucumán. Argentina.; 1921. (M.S.)

Monast, J. E. Los indios aimaraes. ¿Evangelizados o solamente bautizados? Bs. As.-


México, Carlos Lohlé; 1972.

Ong, Walter J. Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra. México, F.C.E.; 1993.;


p.78.

Palma, Néstor Homero. La medicina popular en el noroeste argentino. Buenos


Aires, Huemul; 1978. Temas de Antropología.

Pitluk, Mario Roberto. La noción de respeto en Rodeo Colorado. Scripta Ethnologica.


Bs. As., CAEA-CONICET; 1993; vol. XV.

Quiroga, Adán. Folklore Calchaquí. Revista de la Universidad de Buenos Aires;


secc.IV, 1929.; tomo V.

Rojas, E.M. (Coordinadora). Acerca de los relatos orales en Tucumán. Tucumán,


Argentina, Universidad Nacional de Tucumán; 1987.

Sánchez de Salazar, Olga Julieta. Creencias y supersticiones puneñas. San Salvador


de Jujuy, Jujuy, Argentina, Dirección Provincial del Boletín Oficial e Impr. del estado;
1993.

Santillán, Rosario. Colección de Folklore. La Posta, Tucumán. Argentina; 1921. (M.S.).

Sueldo, María de las Mercedes del. Colección de Folklore. Santa Ana, Colonia
6, Tucumán, Argentina; 1921. Carpeta 315. (M. S.).

Tizón, Héctor. El hombre que llegó a un pueblo. Santiago de Chile, Andrés Bello;
1997.

Vidal de Battini, Berta Elena. Cuentos y leyendas populares de la Argentina. Bs. As.,
ECA; 1982-1984. Tomos V, VII, VIII y IX.

Zuidema, Tom R. La civilización inca en Cuzco. México, Fondo de Cultura


Económica. Cuadernos de La Gaceta; 1991. Quinto Centenario 1492-1992.

Otrosí: Cuando ya había finalizado este trabajo llegaron a mis manos un libro y
dos artículos que no he podido consultar antes de la entrega de este artículo. Son ellos:
Gentile, Margarita. El Familiar: análisis de esta creencia. En I
Congreso Latinoamericano de Folklore del Mercosur y V Jornadas Nacionales de
Folklore. Noviembre de 1995. Ministerio de Cultura y Educación, Instituto Nacional
Superior del Profesorado de Folklore; 1998. pp. 53 a 64.

Gutiérrez de Prado, Silvia. El duende. Un mito del Noroeste Argentino. Tucumán, Ed.
del Rectorado Universidad Nacional de Tucumán; 1998.

Valentié, María Eugenia. El Familiar. En Mitos y ritos del noroeste argentino.


Tucumán, Grupo de estudios Mythos y Logos; 1997. Coordinadora: M.E. Valentié. p.
15 a 38.

También podría gustarte