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Por el ansia y el hastío, déjame tenerte y besar tu piel con cuerdas y nudos.

Quiero verte volar.

Todos los pájaros mueren en el suelo.


Atado.
Taehyung movió el pequeño vaso entre sus dedos, intentando obviar —u
olvidar— el hecho de que el calor del alcohol subía por su garganta y en su
cabeza un suave hormigueo bajaba por su nuca.13

No estaba borracho. Mucho menos se encontraba entre sus planes estarlo.


Necesitaba permanecer tan sobrio como pudiese.5

Y aun así sintió sudor en su frente cuando el hombre de camisa de franela


sentado a su derecha bebió su cuarto vaso de un trago.

—El circo está perdiendo dinero. Yo estoy perdiendo dinero. La clientela ha


bajado mucho. Es comprensible, se acerca la Navidad y las familias prefieren
ahorrar el dinero de la entrada.7

Taehyung dejó el vaso en la barra de madera barnizada, con la mirada perdida


en algún punto.

—Siempre me trae a este recóndito bar para hablar de lo mismo, señor


Jeon.99

El sonido del cristal golpeando con delicadeza la barra tensó su espalda.


Siempre se sentía alerta cuando, después de ser invitado a unas copas,
escuchaba la misma propuesta.

—Trabaja para mí, Taehyung. Déjame contratarte —su voz bajó hasta
convertirse en un roce de palabras—. El circo necesita novedad, ver tus
habilidades como trapecista. Por favor.8

El aludido acarició algunos de sus mechones oscuros entre las puntas de sus
dedos, dejando escapar un suspiro.

—Lo siento, señor Jeon. Pero como el resto de las incontables veces que me
lo ha ofrecido, debo rechazarlo.91
Sus ojos se fundieron al enfrentar sus miradas. El señor Jeon, Jeon Jungkook,
era apenas unos años mayor que Taehyung. Un simple obrero que había
amasado una importante fortuna gracias a su espectáculo de rarezas. Rarezas
poco, por no decir nada, aceptadas por la sociedad neoyorquina. Se
escuchaban historias horripilantes sobre ellas. Decían que hasta podría ser
considerado como políticamente incorrecto lo que ocurría tras el telón del
espectáculo. No solo por los trajes, la mezcla de personajes fuera de lo
convencional o el supuesto fraude de algunas de las maravillas que el señor
Jeon presentaba, sino también por la lascivia, el morbo, lo prohibido y
pecaminoso.39

Un mundo inferior, terrenal, hedonista.


Atrayente.27

—¿Qué le puedo ofrecer a un joven que lo tiene todo para que cumpla los
caprichos del público? —el mayor pellizcó uno de los mechones de Taehyung,
sosteniendo su mirada.

Incómodo, Taehyung se inclinó hacia atrás en su asiento alto, alejándose de su


contacto.13

—Los caprichos del presentador, querrá decir.

Un pie del menor bajó hasta el suelo. Su mano se dirigió a uno de los bolsillos
de su costosa chaqueta para pagar e irse. No entendía cómo siempre
terminaba accediendo a acompañar al hombre que estaba en boca de todos,
cuyo apellido era manchado y juzgado una y otra y otra vez, a aquel bar
solitario.2

—No eres un capricho, Taehyung.39

Chispas. Saltaron chispas de sus ojos y otro escalofrío atravesó su cuerpo de


una punta a otra.9
—Si estás pensando en irte no te retengo más, te dejaré marchar. Supongo
que no puedo invitarte a un último trago, ¿verdad?
—Bueno, puedo quedarme un rato más.16

Siempre terminaba cediendo.


Su peso volvió a la silla, frente a ese hombre de porte y brazos fuertes, con las
mangas de la camisa remangadas hasta la mitad del brazo y los tirantes
adheridos a la tela, a su pecho.55

Un hombre que a regañadientes sería admitido en su entorno de ambiente


lujoso, elegante, sobrio.

Jungkook prefería lo exótico a lo estipulado por las clases, lo nuevo ante lo


tradicional. Era un hombre de mundo, que había salido de la pobreza siendo
infante trabajando en un tren que le llevó por todo el país. Un hombre de
hechos, pero que se manejaba bien con las palabras.20

Él, en cambio, era un joven de veintiún años que asistía a fiestas, vestía de
etiqueta y bebía champagne. Aunque en ocasiones tenía la mala costumbre de
tomar licor de melocotón en el bar con el showman del circo.23

Aún se cuestionaba si hubiese sido mejor no entrar a ver su espectáculo


nunca, no acercarse y decirle a un hombre que acababa de conocer que él,
Kim Taehyung, hijo de padres estimados y queridos por la alta sociedad, había
practicado durante años trapecio y telas.15

Ahora se sentía como una pieza más que Jeon quería incluir en su juego de
luces y hechizos falsos.8

El camarero sirvió dos tragos más a los únicos clientes del bar.

—Hagamos un brindis por lo que hubiera podido ser si me dejases poner una
cuerda en tus manos.87

—Brindemos pues.
Chocaron ambos vasos y bebieron. Taehyung rezaba por no embriagarse. Pero
sus mejillas ardían de forma reconfortante.
—Supongo que las fiestas y los bailes lentos te llaman más la atención. No te
lo reprocho. Tener todo en mano gracias a papá y sin necesidad de trabajar te
hace disfrutar de la vida y acomodarte. Me hubiera gustado conocer esa
vida.56

Una vez más Jungkook bajó todo su vaso de una vez.

—Bueno, puedo asegurar que no es tan sencillo como parece. Pero sí es


cierto que vivo en una esfera de la que no he de salir. Sé que lo entenderá,
señor Jeon —una risa floja por el alcohol acompañó sus palabras—. No puedo
ser el escándalo de mi familia. Tan solo piénselo, ¿yo, en su espectáculo de...
curiosidades?

—Te equivocas. No son curiosidades, Taehyung. Son personas con dones y


habilidades criticadas por quienes no las entienden o no las quieren entender.
Tú puedes ser una estrella allí, ¿es que acaso no sientes un fuego en tu interior
que te incita a saltar? ¿A romper alguna regla? ¿A vivir de una vez?27

—Yo... no sé; realmente no sé qué responderle. Me está pidiendo un


imposible.1

—¿Pedirte que dejes de llamarme «señor Jeon» también es un imposible,


Taehyung?8

—Son protocolos. Es educación básica —el menor se ajustó las mangas de


su chaqueta, poniéndose en pie.8

—Son restricciones. Y te mantienen atado.61

—Gracias por invitarme, yo pago esta última ronda —dejó el dinero sobre la
barra, cerca de los vasitos vacíos.

—Te quiero en mi espectáculo, Taehyung.


El nombrado no le miró a la cara. Siguió arreglando su perfecta e inmaculada
chaqueta.
—Te tendré en mi espectáculo.51

—Que pase una buena noche, señor Jeon.

Y Taehyung salió de aquel bar, una noche más, con el frío de la calle calando
en los poros de su piel, y con el corazón a mil.

Pero el pulso muerto.2

Aterrado.2

24

Jungkook cerró de un portazo a la par que una gota de agua caía en su


cabellera negra como el hollín.

Goteras.36

Tenía goteras desde que empezaron las primeras lloviznas otoñales y el frío
del cercano invierno empezaba a aparecer. Aunque eso no le desanimaba.
Pronto tendría los recursos necesarios para dejar aquel escombroso
apartamento y mudarse a una casa más grande, con lámparas de araña en
lugar de una triste bombilla colgando del techo. Con tapices sustituyendo la
húmeda moqueta que por ahora se conformaba pisar.5

Gracias a su espectáculo, su circo, pronto todo cambiaría. Aunque si las ventas


seguían bajando quizá tendría que esperar un tiempo más.4

Tiró la chaqueta marrón a la cama vacía y desabrochó los botones de las


mangas y cuello de la camisa.

La luna proyectaba luz en la habitación, iluminándola. Y las mantas que


durante años le habían acogido, resguardándole en su calidez, ahora estaban
frías y sin arrugas bajo el tacto de sus manos.3
En vísperas de su casamiento con la que pensó que sería la mujer de su vida,
a la que se dedicó en cuerpo y alma para ofrecerle una vida mejor, se habían
separado, rompiendo todo lo que una vez hubo.62

Las lágrimas y sollozos de ambos seguían haciendo eco en su memoria. Una


mujer que cada día veía con más cariño y menos deseo. Ella, que le había
dado todo cuanto tenía, que se merecía un hombre que la amase, le hiciese el
amor y la adorase.

Él no podía. Jungkook narraba en su propia historia, escribía su propio


guión. Él no podía amarla como otro hombre lo haría.27

Su corazón había sanado, tras tantos meses. Tal vez ya hacía un año. Había
encontrado felicidad en su juego de luces y en los extraños trucos que les
mostraba al público en su circo.

Muy en el fondo, aunque aún era una idea que apartaba de su cabeza antes de
que llegase a mayores, se sentía aliviado. Su mente había encontrado la paz.
Se sentía mal, pero a la vez tan, tan bien.1

Había llegado al punto en que besar los labios de su mujer, apretar sus senos o
enredar sus dedos entre las largas, doradas hebras de su cabello se había
convertido en un infierno. Un deseo fingido que luego dejaba una laguna en su
estómago, un orgasmo insatisfecho, un rumor detrás de su cabeza que le
señalaba cual monstruo.

Todos tenemos un monstruo.61

Y a pesar de lo que podría repercutir en su inestabilidad, se había rodeado de


otros monstruos como él. Porque lo que para el resto de esa Nueva York del
siglo XIX resultaba horrendo y escandaloso, para él tenía belleza. La belleza
que rodeaba a personas que nunca fueron amadas, pobres y desdichadas,
marginadas por la sociedad. Él se había encargado de unirlas y hacerlas una.
Convertir sus defectos en arte. En espectáculo.44
Una mujer con barba, personas negras, personas tan blancas como la nieve,
personas tan altas como enanas, hombres que hacen el amor con otros
hombres. Para él todo eso tenía una belleza que, si bien era incomprendida,
era real como la vida misma. E incluso más sincera que los estereotipos bajo
los que se movía la gente.99

De un salto se reincorporó y abandonó la cama sin destapar. Casi


resbalándose, salió de su casa hasta llegar a una puerta al final del pasillo del
edificio. Por una trampilla que abrió tras un poco de forcejeo, subió las
escaleras metálicas que se adosaban al muro de ladrillos.

Un mar de sábanas blancas le recibió, colgadas a la intemperie, aún húmedas


por la lluvia de hacía solo unas horas. Algún día se resfriaría y caería enfermo
por no abrigarse en las noches invernales.24

Pero qué bien se sentía el frío, que casi le atravesaba la garganta como un
cuchillo. O qué vivas se sentían sus manos que hasta sus movimientos se
ralentizaban, adormecidas.2

Jungkook era capaz de ver belleza en todo, en todos. Y no porque la


madrugada hubiese llegado dejaría de pensar en todas aquellas cosas, esos
detalles que le daban un poco de sentido a su vida.11

Porque la separación perenne con su mujer le había dejado un vacío que ahora
sentía capaz de llenar. Que llenaba cada vez que, después de sus funciones,
iba al bar acompañado de ese popular joven. Un chico que negaba ver la
belleza del espectáculo que asistía a ver cada semana.11

Con la chistera y el bastón alzado durante una de las funciones, su cara de


entusiasmo le llamó la atención entre todas las del público.1

Los cotilleos y susurros le habían hecho llegar a sus oídos todo lo que quería
saber de él. Heredero de una gran fortuna, muchacho de fiestas y teatros,
perteneciente a la monótona vida noble.
«—Los ojos se me van a sus trapecistas, señor Jeon. Me falta el aire al verles
tan alto.
—Entiendo que pueda impresionarle a un joven como usted que tiene los pies
en la tierra.

—No, señor Jeon. Yo soy capaz de volar por encima de ellos».77

Un chico rico al que, ante el extravagante gusto y juicio de las personas con
clase, le habían puesto un columpio en el cielo y probablemente haría
acrobacias que llevarían a cualquiera más allá del asombro.

Desde entonces la necesidad de tenerle en sus manos persistía en él. De darle


un número y mostrarle ante el público. Que recibiese la más grande de las
ovaciones, que todos le aplaudieran y le amasen con el mayor de los anhelos.5

Su obsesión por verle bailar entre las cuerdas crecía cada vez que le veía
sentado allí, como una más de esas personas mundanas que asistían por
morbo, que no entendían el arte. Pero lo harían. Lo harían al verle a él.2

Kim Taehyung. Su próxima rareza. El trapecista que su circo necesitaba y que


haría que se formasen colas eternas y las entradas se acabasen.

Cada vez que lo llevaba con él al bar, con la esperanza de sacarle de la


insípida vida que le exigían, se tomaba su tiempo en delinear sus rasgos con la
mirada. Guardar en su memoria cada gesto, cada movimiento de su cuerpo,
cada onda de su boca al beber alcohol.11

En su mundo, entre la música y los destellos, los trajes de colores y los gritos
ahogados, aquel joven sería una joya. Por el que todos llenarían las gradas
para ver. Con el cabello pegado a su frente por el sudor, suspendido a metros
del suelo mientras arriesgaba la vida, dependiendo de unas simples
cuerdas.28

Sí, no era solo una necesidad desenfrenada. Era una obsesión tenerle,
desafiando la gravedad, con el aliento retenido por la adrenalina y el peligro. El
riesgo.
Jungkook solo se limitaba a sonreír mirando las estrellas desde aquella azotea,
imaginando al bailarín y sus piruetas.25

Imaginando más allá de su cuerpo y cerrando los ojos ante el recuerdo fugaz
de su deseo insaciable.19

Los caballos trotaban alrededor del público, dejando en el centro a los extraños
personajes del circo; bailando, haciendo acrobacias, haciendo sus números.8

El caos ordenado y el ruido ensordecedor del lugar dejaba a Jungkook con los
sentidos embotados, completamente sumido en su papel. Dirigía con maestría
la función, gritando, cantando, agitando su bastón en el aire y dando paso a
cada una de las actuaciones.

Sus ojos giraban por todas partes, centrado en su puesto pero buscando.
Buscándole.

Temía que su última charla en el bar le hubiese alejado, hartado.

No podía ser, estaría por alguna parte. Aquel joven debía estar ocupando
alguno de los asientos en ese instante.

Taehyung debía estar allí.4

Su sombrero fue alzado por un elefante. El público estaba extasiado con aquel
fantástico mundo, tan fuera pero tan dentro de la realidad.6

La chistera negra rodó de una persona a otra, terminando en manos de una


trapecista que lo dejó caer. Fue agarrado en el aire por el Gigante Irlandés. El
altísimo hombre se acercó a Jungkook para dejarlo sobre su cabeza, pero este
le hizo una seña en medio de los rápidos movimientos del baile para que
volviese a lanzar el sombrero.2
Cuando este voló por lo alto, su mirada le siguió hasta verlo caer al suelo. Y al
alzar la mirada, justo frente a él, le vio. Con los ojos radiantes, su cara
expectante por la emoción.1

—Taehyung.55

No se escuchó en medio de ruido. La gente gritaba, daba palmas. Con la punta


de su bastón recogió el elegante sombrero y lo alzó sobre el público, intentando
llegar hasta el asiento del joven. Su cuerpo se recostó sobre la valla de
madera, esperando que el muchacho estirase su mano.

Taehyung, oscilante, rozó sus yemas con el ala negra de la chistera hasta
tomarla entre sus manos y atraerla a sí mismo.29

Con una sonrisa, Jungkook volvió a escena, retomando su puesto en el suelo


de arena y convirtiéndose una vez más en el director de aquel insólito
espectáculo.

El público ovacionó el cierre de semejante obra. Y Jungkook se sintió


efímeramente satisfecho, jadeando por aire.

—Gracias por haber asistido esta noche. Espero que lo hayan disfrutado.
¡Señor Park, publique una buena crítica en su periódico! Tiene que admitir que
me he lucido esta noche. ¿Te ha gustado, pequeño? ¡Claro que sí! ¡Todos se
divierten en el circo Jeon!54

Jungkook despedía a todo el público a la salida del lugar. Se regocijaba por


dentro al ver sonrisas espléndidas en los rostros de las personas. Aquel
sábado había sido más vívido que en otras ocasiones y los niños, a pesar de
estar entrada la noche, caminaban de la mano de sus padres inquietos y
activos por todo lo que acababan de ver. Recreando sus momentos favoritos,
saltando y gritando.8
Jungkook volvió al interior cuando comprobó que todas las personas salieron.
Excepto a una.
—Pensaba que ya habrías vuelto a casa.

El joven esperaba sentado en la primera fila,vestido con un refinado traje negro


y con la chistera entre sus manos.

—Primero debía devolverle el sombrero.18

Se lo ofreció mostrándole una sonrisa. Pero Jungkook solo se quedó


observándole, saltando por encima de la baja madera hasta sentarse a su lado.
Tomó la chistera y la puso sobre la cabellera castaña de Taehyung.3

—Podrías habértelo quedado. Tengo más.

Taehyung tan solo rió ante aquello, negando con la cabeza.

—¿He dicho algo gracioso?

—No. Olvídelo. El espectáculo de esta noche ha estado muy bien.

—Maravilloso, diría yo —exclamó orgulloso el mayor, reclinándose hacia


atrás en las gradas de madera.

—Maravilloso entonces.15

El silencio entre ellos se hizo presente. Los artistas estaban recogiendo sus
cosas, yendo a la parte trasera para cambiarse y volver a casa.

Ambos hombres se quedaron solos, mirando la pista vacía, iluminaba por las
luces que aún estaban encendidas.4

—Creo que he de irme a casa ya.1

—Taehyung...

—Esta noche no podré acompañarle al bar —dije con una sonrisa


resentida—. Gracias por el espectáculo.
—No, Taehyung. Espera —los dos se pusieron en pie.

—Cierto, su sombrero.
—No, no. No es eso. Taehyung, escucha, vienes cada semana. Tu mirada
está siempre en al aire. Has estado mirando todo el rato a los trapecistas. Por
favor, únete al circo.

—Dios, señor Jeon. Ya le dije que eso sería un imposible.1

—Por favor, aunque solo sea una actuación. El público no sería capaz de
esperar lo que les muestres. Todos te aclamarían. Taehyung, espera.

Jungkook saltó de nuevo a la arena, viendo la espalda del menor alejarse.

—Ni siquiera me ha visto una sola vez. ¿Cómo sabe que soy bueno o que le
gustaré al público?11

—Deja de tenerle miedo al qué dirán. Tú no tienes por qué pensar en eso.

—No. Yo sí tengo que pensar en eso. Mis padres tienen una reputación, yo
unas normas que seguir. Un protocolo.3

—¡Al diablo con los protocolos, Taehyung! ¿Para qué estudiaste acrobacias
si nunca lo muestras al público?2

—Porque es algo mío. No algo que deba estar luciendo. Señor Jeon,
agradecería que me dejase de insistir. Mi respuesta es no.3

—¿A qué le tienes miedo?20

Taehyung frunció el ceño, apretando el sombrero entre sus manos. Sus


hombros estaban caídos.

—A tantas cosas. Déjelo, por favor.1

—El mundo necesita verte.

—¿El mundo? —preguntó, incrédulo—. ¿O usted?21


—¿Qué...?
—Sabe los rumores que hay acerca de usted. La gente habla en la

calle.50 Jungkook se acercó a él, despacio.

—Abandonó a una mujer con la que estaba a punto de casarse. Se recluyó


en su casa durante semanas, luego fundó este... circo. Desde que hablé con
usted la primera noche, no me ha dejado. Me busca cada vez que vengo, me
invita al bar de la esquina de John Street. La gente habla, señor Jeon.

—Taehyung, ¿qué quieres decir?2

Las distancias se habían extinguido entre ellos. Estaban separados por apenas
un palmo de distancia.17

—¿Acaso no te gusta lo que hago? ¿Eres como el rancio crítico de Park que
piensa que todo lo que hago es un crimen? ¿Que las sonrisas que dibujo en las
personas son falsas?

—No.

La mano de Jungkook se posó en el hombro del menor.

—¿Entonces? ¿Cuál es el problema?

—Usted.

—No me hagas reír, Taehyung.1

Jungkook se alejó de él, siendo quien le daba la espalda esta vez.

—Me he cansado de que no conozca sus límites ni los de los demás. Dejaré
de venir por aquí.

—¿Por qué dices eso? Te lo pregunto otra vez, ¿a qué le tienes miedo?

Las respuestas flotaban en el aire, y aun así esperaban a que alguno hablase.
Que la tensión se disipase.2
—Me haces pensar que tienes miedo de que me vean contigo.22
La mirada de castaño cayó al suelo. El sombrero seguía en una de sus
manos.51

—¿Es eso, Taehyung? ¿Qué es lo que hablan de mí en esas fiestas esnob a


las que vas?

—Cosas. Cosas que nadie quiere oír.

—Yo sí quiero.

Jungkook apoyó el bastón en la arena, volviendo a caminar hacia Taehyung.

—No voy a volver por aquí. Ni seré parte de su espectáculo.26

—Eso no es lo que quiero oír —Jungkook levantó el bastón y lo posicionó


bajo la barbilla del menor, alzándola—. ¿Me tienes miedo a mí?11

—Dicen que le gusta más que solo lo macabro, lo que muestra en sus
funciones.4

Jungkook bajó de bastón de nuevo, caminando tras Taehyung. Este lo siguió


con la mirada en todo momento.

—Sigue.

—Que no amaba a su mujer.

Jungkook se detuvo justo detrás de él.

—Que Dios le ha abandonado. Que es un pecador.56

Taehyung sintió un escalofrío cuando aquellas manos se cerraron en su


cintura.52

—Que es un depravado que se acuesta con hombres.108


Y la presión de sus manos se desvaneció. Taehyung miraba hacia delante, lo
que estuviese haciendo Jungkook a sus espaldas, no lo veía. Entonces, sintió
su respiración en su oreja.
—Y tú lo sabías desde el momento en el que me hablaste la primera noche
que viniste, y no me impediste acercarme. Me haces pensar, Taehyung.123

El sombrero había terminado tirado en el suelo. Taehyung no tenía fuerza en


sus manos, sus piernas estaban tensas y su cuerpo alerta. Echaría a correr en
cualquier momento.2

—¿Tienes miedo de ser tachado como un depravado sexual también? No


deberías haber aceptado todas mis invitaciones al bar, pues. Les das razones a
la gente para sospechar.3

Con el dorso de su mano, acarició la mejilla sonrojada del castaño. Delineó su


mandíbula y contorneó sus labios con el pulgar.42

—Siempre te digo que quiero verte bailar. Pero hoy te voy a decir la verdad
—los ojos de Jungkook miraban caídos los labios delgados del menor, cuya
respiración se hacía notable—: necesito verte bailar. Ver tu cuerpo enredado
en las cuerdas, en el aire, y ver tu cara sintiéndote libre. Quiero hacerte libre.
Taehyung, eres tan pecador como yo. Dices que vives siguiendo unas normas,
pero en realidad llevas una máscara.139

La otra mano de Jungkook cerró las distancias de sus cuerpos atrayéndole por
la cintura. Sus dedos acariciaban su rostro con melancolía.

—Y tengo la sensación de que la única forma de que te admitas a ti mismo lo


que es una cruda verdad, es que veas cuánto disfrutas con ello. Mi circo está a
tus pies como lo estoy yo. Sé mi acróbata. Déjame verte.14

La mirada que se lanzaron entre ellos pudo quemar y hacer arder el

mundo.33 —Suélteme, Jeon.19

—Llámame Jungkook de una maldita vez.4


Taehyung intentó poner distancia al empujarle levemente por los hombros.3
—Dime, Jungkook, cuando me caiga, ¿serás tú quien me agarre?109

Antes de responder, Jungkook sintió su cuerpo tambalearse. Llevó su mano a


la mejilla que había sido golpeada. Estaba en llamas. Sentía su cara adolorida
donde había recibido el inesperado golpe.60

Cuando pudo levantar la cabeza, solo quedaba la chistera en el

suelo. Taehyung se había ido.43

—¡Feliz Navidad, señorito Kim! Dele recuerdos a su familia de nuestra parte.

—Eso haré, señora Min. Me alegra encontrarla en este baile.3

Taehyung estaba feliz. Radiante incluso. El ambiente glamuroso, una copa de


champagne en la mano y un traje sin mácula de color blanco era todo lo que
necesitaba para sentir la magia de un niño pequeño al abrir regalos.3

Era 24 de diciembre de 1859 y el palaciego salón de baile del aristócrata Jung


rebosaba brillo e incluso entusiasmo. Los invitados de la fiesta probaban
platillos culinarios de las mesas, salían a bailar o se recostaban en los largos
divanes fumando y charlando.14

Era el mundo de Taehyung.

Con una sonrisa relajada, el castaño paseaba de un lugar a otro, negando


bailes y concediendo otros. Añoraba la presencia de sus padres, quienes no
habían asistido por una cena de empresa.

El humo del tabaco aumentaba por momentos en ciertas zonas de la amplia


estancia. Tal vez se molestó un poco por ello, al punto de sentir que su ropa
empezaba a oler a humo. No tenía problema en que la gente fumase, pero
lejos de él.34
Se alejó de la aglomeración principal hasta llegar a un recogido balcón en el
que una pareja charlaba de forma alegre, con las mejillas rojas y dos largas
copas en sus respectivas manos.

La música de la pequeña orquesta aún retumbaba a sus espaldas. Esperaba


que el aire fresco le recompusiera un poco. No podía tolerar el humo.

En un momento de semi-inconsciencia, su mente divagó entre luces y otro tipo


de música más escandalosa.

Hacía un mes desde el incidente con el señor Jeon. Desde entonces no habían
vuelto a verse ni mucho menos había puesto un pie en el circo. El maldito
circo.9

El mero recuerdo de la forma tan posesiva en la que lo agarró por la cintura, le


tocó el rostro como si fuera algo, era suficiente para poner su vello de punta. La
oscuridad que envolvía a aquel hombre era aterradora.2

Quizá se dio cuenta tarde. Las palabras martilleaban en su cabeza de vez en


cuando, cuando se metía en la cama o cuando se quedaba mirando a la
nada.

Por otra parte, un miedo mayor le asolaba desde aquel incidente: había vuelto
a poner su vida pendiendo de la cuerda.

Si bien creía que dos años sin hacer trapecismo le había pasado factura, tras
todas esas semanas de práctica diaria había recuperado terreno. La sensación
de envolver su cuerpo en telas y que la gravedad hiciese su trabajo, la
adrenalina pura, era necesaria en sus venas.1

Pero, ¿por qué? ¿Por qué lo había retomado? Empezó como un juego de niño,
una afición de adolescente. ¿A qué quería llegar con ello? ¿Qué esperaba
conseguir?32

Las pareja a su lado, las personas de la fiesta. Una sociedad sin miramientos y
sin juicio para lo que escapaba de lo habitual.
¿Sería admirado por sus habilidades? ¿O por el contrario, rechazado? Y no
solo por el hecho de amar la sensación de colgar en el aire, sino por más.
Mucho, mucho más.1

Más de lo que jamás se admitiría a sí mismo. A nadie. Una parte muy dentro de
él, tan secreta como oscura.20

Que se rompería en añicos como su copa de champagne. Destrozada en el


suelo del balcón al resbalar de sus manos.

—Feliz Navidad, Taehyung. ¿Celebrando Nochebuena en la casa del bueno


de Jung? En realidad, no sé por qué me extraña verte por aquí con los de tu
clase.

—Vete.8

—¿Dónde quedó el «señor Jeon»?16

Taehyung miró de reojo a la pareja del balcón. Pero esta seguía riendo, ajena.
Borracha.

Jungkook se apoyó en la barandilla a su lado, mirando el inmenso jardín


nocturno.

—Quiero disculparme.5

Taehyung jugaba con su zapato, arrastrando algunos cristales. Por alguna


razón ninguno había hecho un comentario sobre la copa rota.

—Sé que no debí excederme. Espero que, algún día, puedas perdonarme.

Taehyung no podía mirarle. No podía. Su sobriedad era lo primero, y los ojos


de ese hombre eran más espesos que los licores de melocotón.30

Nada entre ellos era liviano y la tensión en el silencio creció.11


—El circo va bien. Como ya te comenté, la clientela sube y baja, pero va bien.
Estoy pensando en hacer algo nuevo para fin de año, en Nochevieja. Tengo la
cabeza llena de ideas.6
Jungkook rió, aunque solo. Taehyung tenía ambos codos sobre la barandilla de
piedra. Las manos de Jungkook estaban entrelazadas sobre esta.

—¿Tan inferior soy para ti que ni puedes mirarme a la cara?

Cedió. Siempre cedía.

—Le he escuchado. Pero como espero que entienda, si es que alguna vez se
molestó en conocerme, estoy pensando en sus palabras.

—Oh, Taehyung. Sigues con la misma fachada de siempre.

—¿En serio está intentando disculparse? —Taehyung le enfrentó, girando su


cuerpo hacia él e irguiendo su figura—. Porque no es lo que parece.

—¿Ofendí al niño de papá? Disculpa, si fue el caso.20

La sorna en su rostro y la sonrisa ladina. Jungkook no sentía nada.

—Sus palabras pueden engatusar al público, no a mí. Es un farsante que


está buscando la forma de medrar, de ascender socialmente. Solo le interesa el
dinero.15

—Shh, llamarás la atención de la gente. A los ricos no os gustan los


altercados, preferís la tranquilidad y hacer como que todo va bien. No es el
dinero, Taehyung, lo que de verdad me interesa. Pero si tan falsas te parecen
mis palabras, me voy con ellas.64

Dicho esto, Jungkook dio media vuelta. La pareja del balcón ya no

estaba. Los cristales de la copa sonaron bajo los mocasines del menor.

—Me destrozaste. Me hiciste trizas.52

—Primero me tratas de usted, luego me tuteas. Aclárate, Taehyung.


—No entiendo por qué te empeñas en hacerme daño si en realidad...

—¿En realidad qué? ¿Cuál es la realidad? —sus miradas chocaron; los ojos
de Jungkook eran tan negros como su cabello—. ¿Que resquebrajé tu
máscara?

—No quiero odiarte.

—Entonces ámame.264

Taehyung cerró los ojos, sintiendo como una lágrima escapaba sin remedio. Su
boca gesticulaba sin poder decir nada. Mudo de miedo.2

—Ámame y suelta las cuerdas que te atan, Taehyung. Las únicas que
necesitas son las del trampolín. Esas te las puedo dar yo. Ámame, Taehyung, y
te haré volar. El cielo será tuyo, la gente se cegará al verte, el circo no sería
más que una tenue silueta a tu lado. Taehyung, Taehyung, por favor, esta vida
no es para ti. No te marchites entre las víboras.117

Jungkook tomó el rostro del menor entre sus manos, dibujando círculos con los
pulgares en sus mejillas. Limpió la lágrima que había derramado. Con cautela,
despacio, caminó hasta apoyarle en la pared, alejándose así de la fiesta.3

—Taehyung. Te puedo dar el mundo.39

—Podría perderlo todo. Por algo de lo que ni siquiera estoy seguro —sus ojos
vagaban por todo su rostro mientras sus brazos se mantenían cruzados.
Imponiendo distancia.

—¿Me estás diciendo que ves tu vida con alguna mujer, asistiendo a fiestas
como esta, viviendo una vida como esta? Cada noche que salías conmigo al
bar, cada vez que venías al circo tu rostro, tu precioso rostro, se iluminaba.

—Para, por favor —Taehyung cerró sus ojos con fuerza, sintiendo la helada
pared de piedra en toda su espalda.1

—Acepta mis disculpas y me iré.1


Taehyung sollozó, sin atreverse a abrir los ojos y encontrar el rostro de
Jungkook frente a él. Era demasiado sentir su respiración y sus manos en su
cara.

Y el colmo, cuando su corazón se detuvo por un momento y el aire faltó a sus


pulmones, llegó a la par que el sutil roce de sus labios. Un inquieto desliz entre
sus bocas, tan superficial que parecía un soplo de aire, pero tan real como el
latir de su corazón cuando reaccionó.96

—Yo sí estoy dispuesto a arriesgarlo todo por ti. Y a lo que me preguntaste


una vez, sí. Si caes, estaré para sostenerte.110

Jungkook susurró aquellas palabras contra la comisura de la boca de


Taehyung. Casi podía oír la respiración irregular del chico. Al instante, dio un
paso atrás, esperando el impacto de la mano de Taehyung en su mejilla.

Pero Taehyung solo le miró como si fuese el ser más repugnante de la tierra.
Tal vez aquello dolió más.132

Le dejó ir. Le vio caminar lejos, fuera de su vista. Quizás no le volvería a ver
nunca más en su vida, esta vez sí.

La brisa de la noche le recordó a Jungkook dónde se encontraba. Sacudió los


cristales esparcidos por el suelo y volvió a la sala, bañándose en las luces
doradas, el exquisito humo y la música clásica.

Tomó una copa cualquiera de la mesa y bebió más de la mitad de una vez. El
contenido no le importaba.

Mezclado entre cuerpos elegantes divisó una cabellera rubia que no se


esperaba encontrar.

—¡Señor Park! Veo que también es un distinguido invitado de Jung.

—Buenas, Jeon, ¿ha dejado los cacahuetes por una noche?6 —No

pierde el humor ni siquiera en las fiestas, ¿eh?

—Para nada. Y menos en fiestas tan entretenidas como esta. Uno no sabe lo
que se puede encontrar.

—Seguro que sí. Espero que la próxima crítica que haga sobre mi circo tenga
palabras menos afiladas.

Jungkook sonrió altivo, ante los ojos caídos del más bajo.

—O, mejor aún, siga diciendo todo lo malo que quiera. A fin de cuentas el
público llega atraído por sus fatídicas palabras de crítico indignado —Jungkook
le dio una palmadita en el hombro—. Y luego vuelven a casa con una gran
sonrisa.

—Algún día alguien escribirá sobre usted y no le gustará. Regodéese de su


fama ahora, Jeon, porque es efímera.35

Pero Jungkook no le hacía caso al crítico, que se estaba tomando todas las
libertades de seguir machacándole como siempre. Su atención había volado a
la puerta sur del salón, donde Taehyung se ajustaba las mangas como
siempre.

—Eso haré. Gracias por el consejo. Y feliz Navidad, alegre esa cara que
parece el amargado del cuento inglés.11

—¿Me acaba de comparar Scrooge?34

Jungkook ya se había ido. Casi apartando a la gente de su camino. Pero

conforme llegaba al lugar, su ánimo decaía. Taehyung ya no estaba.

Alguien gritó la hora, avisando de ser media noche. Las voces se alzaron
llamando a la Navidad. Jungkook no se inmutó, no le importaba la Navidad
porque realmente no tenía con quién compartirla. Y ni el superfluo beso que se
había llevado cambiaba nada.12

Ahora solo sabía que quería más.23


A la mañana siguiente, Taehyung despertó con el cuerpo pesado. La resaca de
la fiesta le hacía volver a cerrar los ojos y no querer levantarse. Ni siquiera
había bebido tanto, pero el desgaste emocional influía. Se sentía en un
completo infierno en el que el humo no le dejaba respirar.3

Aún podía oler el asqueroso tabaco en sus fosas nasales. Y su estómago se


contraía con el recuerdo del diablo.

No asimilaba nada. No podía comprender a Jungkook. Prefería no hacerlo.

Se vistió con demasiado trabajo y bajó los peldaños de la ancha escalera con
parsimonia. Cada paso le suponía un esfuerzo considerable.

Y, tarde, supo que jamás debió haberse levantado de la cama. —Taehyung

—le llamó su madre cuando aún no había terminado de bajar.

El nombrado se extrañó. Normalmente su madre le esperaba en la mesa cada


mañana, desayunando.10

—Tus maletas están el carro. Cuando desayunes, te pondrás en marcha para


llegar a casa de tus abuelos para antes de la noche.

—¿Los abuelos? Madre, no entiendo.

—La que no entiende soy yo. ¿Por qué nunca me dijiste lo que te ocurría?
Podríamos haberte ayudado, cariño. Habríamos buscado la manera de
solucionarlo.62

—N-no entiendo —Taehyung se sentó en la escalera, incapaz de mantenerse


de pie, en parte por los restos del alcohol en su cuerpo y en parte por la
tormenta que veía venir.

—Toda la ciudad lo sabe ahora, y por tu culpa estamos en boca de todos.


Esto puede costarle a tu padre su empleo. No saldremos a la calle sin que
giren la cabeza hacia nosotros. Taehyung, ¿qué ganas con eso? ¿Qué ganas
siendo así?16
—Madre, por favor, no entiendo nada. Dime qué es lo que ocurre.

La mujer mayor se retocó el moño caminando hacia un solitario mueble de


madera que había en el amplio recibidor. De allí tomó un periódico.

Taehyung empezó a negarse a sí mismo aquello. No podía estar pasando, no


estaba pasando. Aún estaba dormido, el alcohol le había afectado.

Casi rompió el periódico, tomándolo de las manos de la mujer antes de tiempo.


En la portada, en mayúsculas, aparecía el apellido de su familia. Su nombre
justo debajo, al lado de la palabra escándalo.33

Levantó la mirada, con los ojos anegados, buscando la de su madre.


Suplicando en su interior, rogando, que le recibiese en sus brazos como cada
mañana. Poder darle un beso en la mejilla y decirle cuánto la quería.3

—Tu padre no vendrá a despedirse. Desayuna, Taehyung, tienes un largo


camino hasta Wilmington.

El aire no llegaba a sus pulmones. Se estaba ahogando.

—¿Por qué hacéis esto? —su voz salió tan rota como su cuerpo.3

—Necesitas alejarte de esta ciudad. Y de ese... hombre. La gente con el


tiempo olvidará. Tú recapacitarás y cuando vuelvas después de un tiempo,
buscaremos una solución para seguir adelante. Confío en tu juicio, Taehyung.
Sé que si hubiera sido por ti, todo esto no... Ve preparándote, no hagas esperar
al cochero.24

Taehyung tenía el periódico arrugado en su puño. Su cuerpo entero temblaba,


aún sentado en el peldaño.

Su madre no le había mirado a la cara desde que bajó.

—Y tú qué sabes.4
—¿Cómo has dicho?
Su madre se giró hacia él, sorprendida, entre otras, por el tono con el que se
había dirigido hacia ella.

—Me alejaré de esta familia para ahorraros la vergüenza. He entendido bien


el mensaje. Dele recuerdos a padre.43

Y, acto seguido, cerró la gran puerta de entrada y salió. Sin despedirse, sin un
beso y todavía sosteniendo el periódico entre sus dedos, apretándolo con una
fuerza desorbitante.

Cuando salió, vio a los caballos preparados en el carro que le llevaría con sus
abuelos.

Pero no era su plan.

En su lugar se acercó al cochero.

—Llévame a la ciudad. Cuando vuelvas, le dirás a mi madre que no me viste


marchar.1

Le tendió una moneda que el hombre aceptó gustoso.

Subió al carro, un poco desorientado. Se había despertado hacía poco menos


de una hora y no preparado para tales acontecimientos.

El corte de las correas con el aire y el sonido de los caballos comenzando a


moverse le desenfrascaron de sus pensamientos. Apoyó la cabeza en la pared
aterciopelada del carruaje y cerró los ojos.

Estaba a punto de llover. El cielo estaba prácticamente negro y el viento


silbaba. La velocidad con la que caminaba no le hizo estar atento al charco que
pisó. Pero por una vez Taehyung no se preocupó en que su ropa se manchase.
Había problemas mayores que agua en el bajo de sus pantalones.
Estaba a punto de cometer otro error: sí. Pero lo tenía decidido. No tenía
objetivo más claro.25

Porque se encontraba completamente perdido.

Las calles estaban casi vacías pues todos corrían a resguardarse en sus casas
de la inminente lluvia. El también corría, sorteando calles y pavimento
levantado. El periódico seguía en su mano, como si tenerlo consigo le fuese a
salvar. No se atrevía a soltarlo.

Pasó de largo la calle principal, bajando por una que conducía a un barrio
bajuno, con pisos altos y demasiado juntos, cuyas calles estaban en mal
estado.

La puerta del portal se abrió con solo un empujón. Había visto ese bloque una
sola vez y desde el final de la calle. Nunca quiso acercarse y cruzar una línea
imaginaria que él mismo había trazado.

Subió las escaleras hasta el cuarto y último piso.

«La azotea solo la uso yo, ¿sabes? Soy el único que vive arriba».

Jadeante, consiguió llegar. Solo había una puerta en aquel piso. Y solo le hizo
falta golpearla una vez, con tres golpes rápidos.

Cuando esta se abrió, se abalanzó.

—¡¿Qué ha hecho?! ¡¿Quién se cree para venderme de esa manera?! ¡Es


idiota! ¡Ojalá se pudra en el infierno porque es donde pertenece! ¡Me ha
arruinado la vida! ¡Le odio!56

Sus puños se aferraban al cuello de la camisa contraria al punto de que sus


nudillos estaban blancos. La rabia e impotencia se reflejaba en su mirada.
Jungkook se vio obligado a retroceder hasta chocar con la mesa del salón. Las
manos del mayor hacían fuerza en el borde de la mesa para intentar mantener
el equilibro, ya que Taehyung seguía empujándole con brusquedad.
Y esta vez, le vio venir.
Paró la mano de Taehyung en el momento en el que la alzó en el aire. Sus
dedos se apretaron alrededor de su muñeca.

—Cuando te calmes, hablaremos.

La agitada respiración de Taehyung no parecía indicar que se tranquilizaría.


Pero contrario a lo que Jungkook esperaba, el menor cerró sus ojos hasta que
aparecieron arrugas en sus párpados y densas lágrimas bajaron por su
mejilla.

—Calma, Taehyung. Llora si lo necesitas.

El mayor atrajo su cabeza a su pecho, haciendo que se escondiese en él.


Abrazó su espalda, encontrándose con la dura anatomía de otro hombre pero
que en aquellos momentos dejaba ver lo frágil que era el ser humano.63

Divisó un periódico casi destrozado en la moqueta que no era el que estuvo


leyendo antes de comer. No le hizo falta más para entender por qué Taehyung
se encontraba en ese estado.

Park le debía una explicación. Vio todo lo que ocurrió en el balcón durante la
fiesta y no dudó en exponerles.86

Los sollozos e hipidos de Taehyung sonaban amortiguados contra su camisa,


que se humedecía conforme las lágrimas descendían por su rostro.

—Taehyung. Necesito que me expliques ahora, más tranquilo, qué es lo que


pasa.

Aunque no era un gran misterio. Pero quería oír su voz, ver cuán afectado
estaba.

—Me has arruinado la vida. Te odio, te odio.

—Shh —acarició las hebras de su cabello, ofreciéndole consuelo.


—Mis padres se avergüenzan de mí y prácticamente me han echado de
casa, todos mis conocidos negarán que se relacionan conmigo. La gente
hablará de todo lo que haga o deje de hacer y me considerarán un, un...
desviado por tu culpa.45

Los ojos furiosos de Taehyung le echaban en cara todo lo que decía. Jungkook
no movió las manos de sus hombros, temeroso de su reacción.

—¿Por qué te importa tanto lo que diga la gente? ¿Es que no te das cuenta
de lo tóxico que es tu ambiente? Solo saben criticar.45

—No sabes nada —su puño golpeó sin fuerza el pecho de Jungkook—. No
sabes nada, tú no tienes, tú no eres...3

—Yo no soy tú, y tú no eres yo. Pero los dos somos lo mismo.76

—No empieces con tus palabras maquilladas. Es lo último que necesito.


Tienes que arreglar esto. Tienes que alejarte de mí. No te quiero volver a ver
nunca. Jamás.28

—Creo que no te das cuenta de lo incoherente que eres. Me pides que me


aleje, y vienes a buscarme. Sabías lo que en realidad soy, y no te alejaste. ¿No
te das cuenta?5

Jungkook lo atrajo hacia así y susurró en su oído:

—Estás en mis brazos y no te alejas. Así que deja de tirarme el muerto


porque tienes que empezar a ser responsable de tus propias acciones, ¿me
oyes?50

—¿C-cómo te atreves a decir eso? ¿Si fuiste tú el que... el que...? Es todo


culpa tuya, jamás debiste hablarme en la fiesta.

Sus ojos volvieron a inundarse a la par que su voz se rompía. Su pulso seguía
temblando y sabía que si Jungkook no le sostenía, caería al suelo.
—Sí. Fui yo. Lo hice. No te atreves a ponerle palabras, a darle voz a tus
pensamientos —sus manos tiraron de él hasta tener su rostro más cerca y sus
miradas a la misma altura—. Te robé un insignificante beso. Porque los
hombres se pueden besar, Taehyung. Los hombres también pueden amarse
entre ellos. Y tú no lo quieres ver. No lo quieres admitir.151

Taehyung intentó zafarse pero Jungkook lo reafirmó por su cintura.

—Y si te hubieran enseñado que tienes que ser feliz por ti y no por los
demás, que tus límites los trazas tú, ahora no estarías así y serías capaz de
vivir.41

Taehyung volvió a apretar sus párpados. Un sonoro sollozo salió de su


garganta.

—No sabes vivir. Ni siquiera te permites disfrutar de lo que te gusta. ¿Te


gusta el trapecismo? ¡Sé trapecista! Y no dejes que la sociedad te joda.
Alcanza tu propia felicidad.14

—Mi felicidad no está en un circo —le reprochó.

—Tal vez. Peto tú no has conocido la felicidad.37

El castaño quiso reír. Realmente quiso reír. Pero en su rostro se creó una
mueca de desprecio.

Taehyung estaba al borde de un abismo y sentía que iba a saltar de un


momento a otro.

No quería.

—¿Qué es la felicidad entonces? Tú, Jungkook, señor Jeon, explícame qué


es la felicidad.

—La felicidad depende de cada hombre. Tenerte aquí, conmigo, intentando


calmarte y decirte que nada de lo que haces está mal, es felicidad para mí. Soy
feliz si tú también lo eres —Jungkook llenó sus pulmones—. Esto que te voy a
decir va muy en serio: te quiero. Y quiero amarte. No, escúchame.77
Taehyung, ante su nuevo conato de huida, fue girado y apoyado contra la
mesa. Invirtiendo así sus posiciones.1

—Te quiero y quiero amarte. Me da igual lo que digan sobre los hombres que
aman a otros hombres pero esa es la verdad. Y no pienso callarme más
cuando sabes perfectamente cuál es mi verdadero yo.57

Con cautela acarició la mejilla de Taehyung. Se atrevió a tocar sus pestañas,


siempre le habían llamado la atención. Sus ojitos le observaban atento. Solo
era unos años mayor que él pero sentía una inexplicable necesidad de
protegerle.17

—Si te niegas lo que te gusta, no podrás ser feliz.9

Sus narices casi se tocaban. Jungkook se sentía borracho en los ojos marrones
del menor.15

Con el pulgar en su mentón, separó sus labios con cuidado de un suavísimo


tirón y le besó.24

Un beso casto.
Sus bocas calientes fundidas la una en la otra pero no duró lo suficiente.

—Se supone que los acróbatas usan las cuerdas para poder volar y no como
una restricción que los mantiene atados al suelo.

—Las cuerdas son las que me mantienen con vida.23

Y sus labios volvieron a chocar. El ímpetu de Jungkook sorprendió al menor,


que solo se dejaba hacer. Taehyung se sentía tan ahogado que necesitaba un
apoyo. Lo necesitaba ya.

Jungkook estaba desesperado por amarle y que él supiera que su corazón le


pertenecía. De esa forma dejaría de ponerse una venda. Taehyung nació para
estar en el aire, contra la gravedad, no a favor de ella.1
Y por ello pensaba demasiado cuando estaba con él. No quería asustarlo con
aquel beso, ni siquiera estaba seguro de qué pasaba por su cabeza.

Volvió a alejarse, sintiendo cómo sus labios se despegaban lentamente. Al


hablar, seguían creando roces entre sus bocas.

—Pídeme que pare ahora que tienes tiempo. Si de verdad me odias, si de


verdad no quieres nada de esto, dime que no. Dime que no, Taehyung.62

Pero muy en el fondo, quería otra respuesta. La duda, el ansia por una
respuesta afirmativa. Sus manos estaban cerradas con fuerza en sus costados.
Su mente contraria a sus deseos.

No podía dejarle ir ahora que lo tenía.

Qué tan obsesionado estaba que ni podía pensar en nada más que no fuera su
propio interés. Y en tenerle a él.3

Taehyung, tal vez abrumado, tal vez perdido, sin saber qué iba a pasar ahora
que había saltado a ese foso tan oscuro, se aferró a lo único que podía
mantenerle con vida.7

Sus manos subieron hasta los hombros del mayor y, paulatinamente, muy
lento, se inclinó hacia él. Sin otras intenciones que darle a entender lo que
quería, ya que aún no estaba preparado para afrontarlo por sí mismo.8

Pero la mano de Jungkook subiendo por su espalda, acercándolo a su calor,


haciendo que ladeara su cabeza, le inundó de emociones que nunca se
molestó en etiquetar. Cerró los ojos y dejó salir un casi inaudible suspiro en el
momento en el que sus labios volvieron a encontrarse.

Sabía que Jungkook estaba siendo delicado. Era un superficial roce. Su


espalda siendo constantemente acariciada.

Tan ciego pero tan cálido. Y quizá el engaño del hogar opacó el exterior, donde
llovía con fuerza y el viento golpeaba las persianas.
Taehyung tenía un miedo atroz que se obligó a disipar. Movió sus manos a la
nuca de Jungkook y, justo en ese momento, sintió cómo sus labios eran
partidos. Sus bocas una encima de otra, abiertas y curiosas. La lengua del
mayor se deslizó por el interior de su labio superior, delineando todo el
contorno y empapándolo en su saliva.13

Se dejó llevar cuando el movimiento de los labios ajenos sorprendieron a los


suyos, moviéndose con parsimonia entre suaves roces.

Un jadeo se escapó de su boca cuando sus labios se liberaron, siendo


golpeados con el helado aire del apartamento. Sus ojos acuosos miraban hacia
delante, a la pared. Jungkook bajaba mediante besos por su mandíbula,
picoteando toda su piel y erizándola en el proceso. El simple roce de su nariz
en su cuello le estremeció mientras se aferraba a la camiseta de franela que
portaba el azabache.6

Las suaves lamidas, los pequeños soplos de aire y las sutiles mordidas en la
base de su cuello le sacaba más jadeos bajos. Llenó su clavícula de besos y
subió por su manzana de adán, por debajo de su mandíbula hasta su labio
inferior, el cuál mordió y tironeó sin fuerza.57

Y cuandos sus ojos volvieron a verse entre ellos, quiso cerrarlos y volver a su
paz mental donde el tacto de otro hombre, de Jeon Jungkook, no le producía
placer.18

Pero la mano en su muslo le recordó que todo era verdad. Y que ya era
demasiado tarde.15

Los dedos de Jungkook se clavaron sobre la tela de sus piernas, apretando sus
muslos y recorriéndole ligeramente hacia arriba. En ningún momento apartó el
rostro de Jungkook, por lo que pudo ver la sorna en él. Pero también había algo
más, y empezó a dudar de si sería verdad que lo amaba.18

Al igual que él se había negado hacerlo.1


Volvió a sentir el recorrido de sus dedos por la parte trasera de sus muslos,
casi subiendo a sus nalgas. La impresión estaba pintada en sus expresiones y
Jungkook solo sabía que se estaba enamorando de ellas. Y que quería ver
más.

—Si algo de lo que hago no te gusta, tienes que decírmelo.42

Taehyung asintió, pero desconectó en el momento en el que las manos de


Jungkook subieron un poco más, hasta su trasero y lo amasó.14

—Cualquier cosa que no te guste —susurró sobre su boca.

Sus pelvis hacían movimientos circulares, imitando el ritmo de sus bocas otra
vez juntas. Una falsa embestida y el gemido de Taehyung le recordó a
Jungkook que aún estaban de pie, apoyados en la mesa del salón.31

Sin alejarse demasiado, tomó una de las manos que Taehyung tenía en su
nuca entre las suyas y tiró de él para que lo siguiera.

Caminó liderando el paso hasta entrar a una estancia más pequeña que
iluminó al girar la pestaña de una lámpara de aceite.

Taehyung miraba a su alrededor, atento a todo lo nuevo que veía. No había


lujos ni adornos valiosos. Había un par de cuadros, un espejo y ropa bien
doblada en una cómoda. Y una cama con sábanas blancas.

Jungkook caminó de nuevo hacia él y entrelazó sus dedos cuando tomó su


mano con cuidado.

—Necesito que seas sincero, Taehyung. ¿Has hecho esto antes?

—¿Qué?

—Si ya te has acostado con otro hombre.37

Y ahí Taehyung sintió como si acabase de despertar de nuevo en un mismo


día. Estaba en la habitación de Jungkook después de haber jadeado en sus
brazos. Y buscando el miedo en su corazón solo encontró mera curiosidad.
Nervios también. Y en las caricias de los dedos de Jungkook, cariño.4
Negó tímidamente y Jungkook besó su mejilla.40

—No te avergüences. Taehyung, mírame —elevó su mentón—. Eres


hermoso. Todo en ti es hermoso. Hay belleza en todo lo que hay pasión.
Déjame mostrarte eso. Ven.80

Caminó de espaldas bajo la seria mirada del menor, sujetando su mano.


Jungkook se sentó en la cama. Y, aunque dudó, Taehyung le imitó.1

—Háblame, por favor.

—Tengo miedo.9

—¿De mí?

Pero negó.

—De hacer algo que no está bien.76

—No —besó sus dedos al acercarlo en sus labios—. Tal vez no esté bien.
Pero no es algo que los demás puedan decidir por ti.2

Taehyung desvió la mirada y se compadeció de él. Entendía que tuviese


miedo, dudas. Que la situación le sobrepasase. Necesitaba hacerle entender
que no había nada de malo en lo que iban a hacer.

—¿Alguna vez has hecho el amor, Tae?40

Tae. Tae, Tae, Tae.


Solo sus padres le decían así cuando era pequeño. Su atención volvió al mayor
en cuanto escuchó ese antiguo apodo lleno de hermosos recuerdos.

—No.

El giro en el torso de Jungkook le alteró. El azabache se dio cuenta, así que se


detuvo, alzando sus manos en señal de inocencia.
—No te tocaré a menos que estés de acuerdo con esto.24
—¿Tú si has hecho el amor con alguien, Jungkook?

La pregunta le pilló desprevenido.

—Solo con una persona. Y a día de hoy sigo dudando de si aquello fue
amor.6

—¿Tu mujer?18

La mano de Jungkook se movió hacia el estómago del castaño, indicándole


que se dejara caer en el colchón. Lo hizo.1

—La que una vez fue mi mujer.

Y le besó allí en la misma cama que la había besado a ella. Pero esta vez era
él. Era el hombre del que se había enamorado.63

Taehyung estaba muy tenso bajo aquel beso, sin saber qué hacer con sus
manos. Los labios de Jungkook en ningún momento fueron agresivos pero no
dejaba de causarle pudor.

Iba a hacer el amor con Jeon Jungkook.


Y ni estar sujeto por telas a metros de altura le había puesto nunca tan
nervioso al punto de comprimirle no solo el estómago, sino también el
corazón.2

Jungkook jugueteó con los botones de la chaqueta del menor entre sus dedos.
Se encontraba semi-recostado a su lado y aún no tenía muy claro si Taehyung
era consciente o solo se estaba dejando llevar.5

Desabrochó los primeros botones esperando una negativa, que se levantara y


se fuera. Una bofetada más. El momento del circo danzaba en su mente. Pero
en su lugar, pudo terminar de desabrochar toda la chaqueta.

Taehyung se levantó sobre sus codos para poder sacársela.


Y lo que menos esperaba, que Taehyung acunase su rostro y le sonriera —
aquella sonrisa tan destrozada— mientras sus ojos seguían húmedos, ocurrió.
Ya no había más pasos en falso.36

Jungkook se sacó la camiseta sin importarle terminar de desabrochar todos los


botones. Con el torso desnudo se recostó sobre el menor sin dejar caer todo su
peso.

Con algunas maniobras, recostó a Taehyung entre los grandes almohadones,


por encima de las mantas. Besó sus párpados mientras se deshacía de su
camisa. Mucho más fina que la suya, sin sudor. Con hilos dorados que algún
día él también llevaría. Siguió desnudándoles. Quitando de por medio las
máscaras y las mentiras.42

—Estoy aquí contigo.5

Los brazos del castaño le envolvieron en un abrazo mientras se desprendía la


última prenda de su cuerpo.

Desnudos.

Almas desnudas.24

Sus dedos acariciaron su vientre provocando leves espasmos en él. —Eres

arte —con sus pulgares dibujó sus costillas y círculos imaginarios.75

Se irguió para poder verle. El sonrojo en sus cuerpos y el calor que emanaban,
sus adormecidos movimientos.

—Puedes decirme lo que piensas.

—Me pone nervioso que me mires así.1

Jungkook sonrió enternecido. ¿Cómo podría explicarle que no debía


acomplejarse de su belleza?1

Paseó sus dedos por todo su cuerpo, acariciando sus brazos, su pecho, su
cara. Tocando toda la piel ardiente.
—No te avergüences. Dame tus manos.

Dudoso y aún con la vista perdida en otro puno, le tendió sus manos
temblorosas. Jungkook las tomo como si fueran de cristal y las llevó hasta su
propio pecho.

—Mi corazón está así por ti. Tú, todo tú, es mi dueño ahora.49

—Jungkook. No digas cosas que no sientes. Por favor, me haces daño.45

Aún sujetando las manos en su pecho, se reclinó sobre él hasta besar sus
labios.

—Podré mentir en muchas cosas. Pero jamás en algo que pudiera hacerte
daño. Te deseo —Jungkook se removió en la cama hasta estar frente a las
piernas del menor—. Te deseo. Dios, Taehyung. Me has vuelto loco.62

Y llegados a aquel punto, Taehyung volvió a sentir miedo. Sus piernas estaban
cerradas pero tenía una erección notable. Jungkook se encontraba igual. Pero
su mente estaba bloqueada. Ni siquiera podía pensar.8

Jungkook besó su pecho y subió, esta vez con besos más húmedos, hasta
detrás de su oreja. Su respiración pesada y caliente le excitaba.

Un suave sonido salió de su boca en el momento en que recibió un pellizco en


uno de sus pezones. Jungkook estaba siendo tan lento que parecía que
Taehyung estaba hecho de papel. Quería reprocharle eso pero, a su vez,
agradecerle.2

Porque se estaba sintiendo querido. Y quizá, por una mísera vez en su vida iba
a olvidar las voces de su cabeza que le habían perseguido desde siempre, e
iba a dejar fluir todo.

Todo lo que reprimía en su interior.8

Así que mientras Jungkook jugaba con sus erectos pezones, las plantas de sus
pies se deslizaron encima de la colcha, permitiendo que Jungkook se
acomodase entre sus piernas.
Abiertas.

Para él.42

Jungkook no lo pasó por alto.

—Eso es, relájate —dijo contra su oído.2

Los suaves jadeos de Taehyung cada vez eran más seguidos. El simple tacto
de sus dedos y los dispersos besos habían conseguido que el menor estuviera
a merced del azabache.

Jungkook bajó las manos hasta los muslos de Taehyung de nuevo. Cepillando
con sus yemas la tersa piel, disfrutando de cómo sus vellos se ponían en punta
allá por donde pasaban sus manos.

Tomó aire antes de sujetar ambas piernas y separarlas. El fuerte jadeo de


Taehyung le hizo besar su cadera para distrarle. Se debía sentir demasiado
expuesto así.4

Taehyung mantenía los brazos por encima de su cabeza, debajo de la


almohada. Sus ojos estaba cerrados. Como si privar su visión le ayudase a
apagar todo su sistema.

El mayor besó desde el hueso de su cadera hasta su ombligo. Lamió la


hendidura y con ello se llevó un largo gemido de Taehyung.

Sus manos mantenían sus piernas abiertas mientras que sus pulgares
dibujaban pequeñas figuras cerca de su ingle.

Jungkook no pensó que tener a Taehyung bajo él sería así. Si bien había
imaginado aquella escena demasiadas veces, no se acercaba a la realidad.2

¿Habría sido enfermo fantasear con él? Tenerlo en su mente igual que estaba
ahora. Para él.32
¿Habría sido enfermo?45
Incluso, en un fugaz segundo pasó por su cabeza la idea de que estaba
destruyendo a Taehyung. Que él le había empujado a aquello. Que Taehyung
podría haber conseguido lo que él no consiguió.

Vivir feliz con una mujer.

Y ante la idea, que surgió como un fuego entre sus recuerdos, sintió cómo
desde su estómago subía una fuerza arrolladora. Un deseo creciente y
puro.

Su boca buscó el miembro de Taehyung, que reposaba hinchado sobre su


estómago. Las rápidas lamidas en la punta arrancaron del menor gemidos
graves. Engulló la mitad del miembro en su boca, apretando los labios a su
alrededor y dibujando círculos con su lengua.7

Sus manos sujetaban a ambos lados de su cara las piernas del menor,
separadas. Taehyung sacó la mano derecha de debajo del gran almohadón y la
puso encima de la cabellera negra entre sus piernas.3

Jungkook siguió chupando y lamiendo por un rato. Sin hacer movimientos


bruscos. En su cabeza solo persistía el objetivo de complacer a Taehyung. Sí,
le había mentido. Tal vez su primera vez juntos había sido forzada a ocurrir.
Pero había una verdad que Jungkook defendería hasta su tumba: le quería4

El sabor del presemen cada vez se hacía más notorio, por lo que liberó el
miembro de su boca y alzó la vista.

—Hermoso.5

No necesitaba decir más. Jungkook tenía en mente que Taehyung le estaba


entregando su virginidad. Y sabía que no era una experiencia completamente
placentera.

Taehyung podría haberse limitado a gemir, pero también le había oído sisear.
Dejó sus piernas caer en el colchón, permitiéndole volver a relajarse.
Acarició sus costados y sus brazos, hasta sus hombros. Se encontraba a
horcajadas del castaño, viendo su rostro aterrado.

—Eres hermoso.

Taehyung le miró.

—Y también muy fuerte. Y sé que has confiado en mí en el momento en el


que me has dejado tumbarte en esta cama.52

Mientras hablaba, Jungkook sacó un pequeño bote de cristal de la mesilla de


noche qué él mismo tenía a mano para uso personal.

Puso el frasco a la vista de Taehyung.

—¿Qué es?2

—Aceite.182

El casi inapercibido gesto que Taehyung hizo con sus cejas hizo que su
corazón diese un vuelco.

Jungkook volvió a acomodarse entre las piernas del menor, bajando hasta sus
labios, mordisqueando su boca.

—A veces amar duele. Pero cuando se aprende, cuando conoces a tu pareja,


es muy hermoso. Como tú.80

Besaba todo sus rostro mientras le hablaba. Con sus manos destapó el
pequeño frasco y dejó caer el aceite en sus dedos con una generosa
cantidad.

—Dame tu mano.

Al ofrecérsela, Jungkook entrelazó sus dedos y la puso a la altura de la cabeza


de Taehyung, en la almohada.
—Taehyung. Necesito que dejes tus piernas abiertas. No las cierres, no te
muevas o podría hacerte daño. ¿Está bien, Tae?9
Taehyung miró fijamente a sus ojos. La mano de Jungkook que calentaba el
aceite entre sus dedos estaba fuera de su visión.

Jungkook veía la angustia en sus rostro pero a la vez la determinación. Y, si


acaso era posible, se enamoró aún más de él.9

—Bésame. Tae, bésame.4

Taehyung lo hizo. Le besó mientras estrechaba sus manos entrelazadas.


Jungkook le dejó dirigir el beso, que era lento y caliente. Sus bocas se cubrían
por completo y sus labios se abrían en busca de la lengua del otro.

Mientras dejaba que aquel fogoso beso le distrajese, condujo su mano hasta
los testículos del menor. Bajó un poco más hasta su entrada, donde dibujó con
su dedo índice la forma.

Taehyung le señaló los dientes en un movimiento del beso, atento a lo que


hacía.

Con ayuda del aceite, introdujo el dedo con cuidado en su interior. Tan lento
como pudo.

La expresión en la cara del menor cambió por completo. Jungkook tomó


entonces el control del beso.3

Cuando la sociedad es tan cerrada y se convierten en tabú tantos temas


importantes, el miedo consume todo lo desconocido.28

—Tae. Mis labios, olvida mis dedos. Mis labios.1

Pero el movimiento de aquel dedo en su interior se le antojaba demasiado


extraño.

El azabache empezó a chupar en un lateral de su cuello a fin de volver a


desconcentrarle.
Introdujo un segundo dedo que se ganó un quejido de Taehyung. El
movimiento se facilitaba gracias al aceite, pero aquella estrechez cálida se
cerraba alrededor de sus dedos.17

Después de algunos instantes más intentando dilatar su entrada, sacó sus


dedos. La exhalación de Taehyung golpeó en su rostro.

Sus piernas se apegaron a las caderas de Jungkook.5

Este, volviendo a tomar el pequeño frasco de las sábanas, esparció lo que


restaba de contenido sobre su hombría, procurando lubricar toda su
extensión.

Se acercaba la hora de la verdad y la emoción le carcomía. La preocupación


por Taehyung también. Todo era nuevo para él. Y quizá era una desventaja
conocer sus cuerpos tan poco.

—Jungkook...

—Dime —susurró.57

—Ven.

Y, una vez más, la fuerza de aquel chico le sorprendió. Taehyung había sido
criado con todos esos tabús a su alrededor, pero ahora tenía la oportunidad de
ver qué se escondía tras todos ellos.1

Así que lo recibió en sus brazos y dejó que se aferrase a su espalda. Jungkook
alineó su miembro en su entrada y le envolvió en el abrazo.

Con suaves embestidas, comenzó a abrirse paso en su interior. —Lo

estás haciendo bien, Tae. Cierra los ojos, estoy aquí contigo. Pero

esta vez la intromisión era mayor. Ahora no eran solo dos dedos. El
gemido de dolor del menor le hizo parar en seco.10

Se desprendió del abrazo para ver su rostro sudado, sus ojos cerrados
fuertemente y los jadeos saliendo de su boca.
No podía decirle que así estaba más hermoso incluso. No, no

podía. —Taehyung. Sube un poco las piernas. Shh, respira.

El nombrado tardó en reaccionar. Y la sorpresa de Jungkook fue absoluta. No


debió olvidar que Taehyung no solo era un joven rico en manos de gente
frívola.

También tenía un talento. Unos conocimientos por el trapecismo.


Elasticidad.114

Con ayuda de sus manos, Jungkook subió las piernas de Taehyung hasta sus
hombros, donde dejó caer sus tobillos.1

Cerca de la oreja del menor susurraba elogios y palabras cariñosas, una vez
más, buscando distraerle de lo que pudiera causarle dolor.

Y con gemidos cada vez más dulces, Jungkook entró completamente en su


interior.

—Cuando te sientas preparado, avísame. No me moveré.

Y cumplió hasta que un minuto después Taehyung le miró con los ojos
entrecerrados y los labios separados.

Un bajo «ya» fue la señal que necesitó para que comenzara a embestir. Ahora
sí, haciendo que Taehyung gimiese de placer. Que sus labios formasen una
«o» cuando no pudiese emitir sonido alguno.110

El sudor volvía sus pieles resbalosas. Jungkook gemía en la mejilla de


Taehyung, con su nariz hundida en su aroma, golpeando en su interior con el
ansia que había reprimido en las atenciones previas.
Y Taehyung juraba ver blanco detrás de sus ojos, con sus dedos tirando del
cabello de la nunca del hombre encima suya. No pudiendo pensar en nada que
no fuese el placer que se arremolinaba en su vientre.7
Sin aviso —por lo que le pilló desprevenido—, Jungkook bajó sus piernas de
sus hombros y salió de él.

Un miedo descomunal se instaló en Taehyung al pensar que pensaba dejarle


así. Pero volvió a respirar cuando Jungkook lo tumbó encima suya y paseó sus
manos por toda su espalda hasta su trasero. Apretó sus nalgas entre sus
manos y las separó, volviendo a introducirse en él y retomando las
embestidas.17

Taehyung escondió su rostro en el cuello del mayor, sofocando sus fuertes


gemidos. Su pelvis acompañaba el ritmo de Jungkook, alzando su cadera y
bajando. Sintiéndose lleno de dicha y de, quizá, solo quizá, amor.34

De repente los gemidos de Taehyung se volvieron un poco más agudos, con el


nombre de Jungkook repitiéndose en sus labios, indicándole que había
encontrado su punto dulce.

Tomó sus caderas, ayudándole con el movimiento encima suya. La ola de calor
que le recorrió fue abrasadora, y cuando su orgasmo estalló en el interior de
Taehyung, este llenó su abdomen de semen.

Con delicadeza, giró el cuerpo encima suya. Recostó al menor a su lado, en la


cama, sin sacar su miembro de su interior.14

Besó los párpados de su ahora apaciguado rostro. Su respiración estaba


agitada pero le hizo suspirar al verle allí, a su lado. Después de que le hubiera
dejado hacerle el amor.

—Eres mi príncipe.61

Taehyung sonrió como pudo, completamente agotado y sin fuerzas para


siquiera abrir sus ojos.

Al salir de él, el semen escurrió entre sus muslos. Taehyung entreabrió los
labios ante la extraña sensación. Definitivamente Jungkook le amaba. Amaba
todo de él.8
—Te quiero.

Lo atrajo hasta su cuerpo y los cubrió a ambos con la

colcha. —Luego vamos al baño.13

—Vale —contestó adormecido.

—¿Te encuentras bien?

—Sí —su voz sonó satisfecha a oídos de Jungkook.

—Lo has hecho muy bien, Tae. Te adoro.8

Sintió la boca de Taehyung curvarse, pegada a su piel. Notó un pequeño beso


allí donde los labios del menor rozaban su pecho.

—Feliz Navidad, Taehyung.46

—Feliz Navidad, Jungkook.1

El menor cayó dormido al instante. Pero Jungkook se quedó en vela dándole


vueltas a lo que acababa de pasar.

Cuestionándose si no se había aprovechado de Taehyung.14 Y

por qué su conciencia no le ahogaba si hubiera sido el caso.27

Jungkook apagó la el cigarro en el marco de la ventana y tiró la colilla a la


calle.7

Suspiró en el momento en el que el aire le volvió a faltar. Tenía la cabeza entre


sus manos, mirando hacia abajo.

El roce de las sábanas a su espalda le alejó de la ventana y de sus irritaciones,


volviendo a la cama.5
Entre las colchas y otras mantas que él mismo había echado cuando se levantó
al despuntar el alba, el cabello lacio de Taehyung aparecía desordenado. Se
tumbó a su lado, procurando que el frío de diciembre no le desvelase, ya que
había dejado la ventana abierta.1

—Buenos días —murmulló el menor.

Taehyung tenía buen humor por las mañana, y eso le quitó un peso de encima
a Jungkook, que aún no sabía cómo sería su despertar después de lo que pasó
en la tarde anterior.8

Jungkook apartó los cabellos de su frente y dejó un largo beso allí. La pequeña
risita que soltó el castaño fue suficiente para él.24

—Hoy hay dos funciones en el circo. Por lo que tendré que estar todo el día
fuera. ¿Qué harás tú?

—Volver con mis padres desde luego que no. Tendré que pensar en algo.
Quizás llame a Jung para que me haga un favor mientras encuentro dónde
quedarme o algo. Si es que se digna a dirigirme la palabra después de lo que
salió en el periódico.

—¿Y por qué no te quedas conmigo?

—¿Contigo? Jungkook, no sé si está bi-9

—¿Si está bien? Deja de darle vueltas a eso. Taehyung, te amo.16

Taehyung jugó con las sábanas entre sus manos, sentado en el colchón.
Todavía seguía desnudo.

—Yo también te quiero —suspiró—. Aún no entiendo cómo es posible pero te


quiero. Pero cuando vean que siempre entramos y volvemos los dos juntos
aquí o si me ven frecuentando estas calles, ¿qué pensará la gente? Puede que
a ti eso no te importe, pero a mí sí.16
—Bueno, tenía intención de cumplir uno de los tantos sueños de los que te
hablaba en el bar. He comprado una casa a las afueras. Una mansión. Pienso
dejar este zulo para alejarme de todo. Sé que nos verían ir y volver de la ciudad
juntos pero, no sé, podrían suponer que tú vas a casa de tus padres o... Dios,
Taehyung, quisiera darte el mundo pero no sería suficiente para ti. La gente va
a seguir hablando hagas lo que hagas. Lo único que puedes hacer es
ignorarles. Créeme, me gustaría que eso no pasase. Pero no puedo impedirlo.8

Taehyung le calló con un pequeño beso en los labios.25

—Es suficiente para mí. Si estoy contigo.113

Jungkook no se resistió a darle un beso más profundo que les volvió a tumbar
en la cama.

Cuando dio el medio día y terminaron de almorzar, se dirigieron andando al


circo.6

Los días entre semana había dos funciones programadas: una por la tarde y
otra por la noche.

Caminaron juntos por la calle, charlando como siempre hacían. Pero Taehyung
pensaba que todos los ojos se volvían hacia ellos, que todos los cuchicheos
eran sobre ellos. No llegaba a oír nada, pero su cabeza se hundía en frases
que él mismo imaginaba.

El trayecto hasta el edificio del circo Jeon fue tedioso. Su corazón latía
desembocado y sus manos temblaban, aferradas a sus piernas.

La luz aún estaba apagada y la oscuridad se hizo mayor cuando Jungkook


cerró la puerta de la entrada. Escuchó el sonido metálico de las llaves y luego,
unos dedos fríos treparon por su nuca, hasta su cabello.
Jungkook lo atrajo hasta él y lo arrulló, susurrándole que no le diera
importancia, que él era fuerte y debía seguir siéndolo.2
Le tomó de la mano y le llevó a un lugar que nunca antes había visto en todas
sus visitas al circo: la parte trasera.

Allí rebosaban trajes de colores, materiales de cada personaje, maquillaje,


pelucas. No impidió que el asombro se reflejase en su rostro.

Jungkook sonrió ante su reacción tan sincera. Una punzada en su corazón le


hizo pensar en lo diferente que hubiera sido Taehyung si nadie le hubiese
negado aquel mundo. Pero no importaba.1

Ahora el mundo de ambos era el mismo.20

Cuando los actores empezaron a llegar, Taehyung deshizo el agarre en sus


manos y se apartó un poco cuando Jungkook fue a recibirles.

Sí, se sorprendieron a ver al hijo de los Kim allí. No había que ser un genio
para saber que la mayoría de ellos había leído el periódico. Ni tampoco había
que tener demasiadas luces para extrañarse y sacar conclusiones al ver a su
jefe con el joven con el que siempre iba de copas en el circo, juntos, sin nadie.
O al menos eso pensaba Taehyung.1

La vergüenza subió a su rostro y sintió ganas de salir de allí. Pero pareció que
Jungkook vio sus intenciones, por lo que se acercó hasta él y le pasó un brazo
por los hombros.

—El señorito Kim admira su trabajo, señores. Por lo que espero que hoy den
lo mejor que tengan para impresionarle. Este aviso va en especial para mis dos
trapecistas, ¿dónde están mis mellizos acróbatas? —una joven y otro
muchacho aparecieron de entre el tumulto de personas tan diversas—. Espero
que hoy os luzcáis. ¡Todos a trabajar!1

Un fuerte aplauso estalló en el lugar y Taehyung no pudo reaccionar. Cada


miembro del circo empezó a prepararse, por lo que el grupo de personas se
dispersó, alguien encendió las luces y el lugar comenzó a llenarse de sonido y
color.
Jungkook le llevó a una zona más apartada.

—Aquí son todos una familia. Nadie te va a juzgar por quién seas o cómo
seas. Si respetas, te respetarán. Ellos saben lo que es que el mundo les
señale, nunca te harán lo mismo a ti.75

Taehyung puso las manos en su pecho al verle acercarse, pero se dejó besar.

—La gente empezará a llegar en una hora. Yo voy a darles instrucciones


sobre las actuaciones de hoy. Puedes hacer lo que quieras mientras tanto.

—¿Puedo verles ensayar?

—Por supuesto —Jungkook se despidió con un beso en la mejilla.1

Taehyung dudó sobre qué hacer. En parte aún trataba de procesar los cambios
tan significativos en su vida de un día para otro. Ni siquiera le parecía real que
anoche se hubiera acostado con Jungkook.

Ni que quizá esta noche volvería a dormir en la misma cama que él.1

Echó un ojo por varias zonas, viendo las habilidades de cada uno. La gente le
saludaba con una sonrisa, le preguntaba qué le parecía su número e incluso la
Lettie, la mujer barbuda, le preguntó si estaba cómodo allí.24

Se encontraba feliz. Estaba viendo una parte del circo que nunca pensó ver y
que pocos tenían el privilegio de conocer. Así pasó la hora hasta que el público
llegó. Sin quitarle ojo, como siempre, al ensayo de los dos trapecistas.

La actuación de la tarde fue fantástica. Taehyung se sentó al final de las gradas


porque estar rodeado de gente, por primera vez en su vida, le hacía sentir
pequeño.

Pero después de las dos horas de descanso, por fin llegó la actuación de la
noche. Era mil veces mejor, porque ya no había luz fuera y las luces del interior
se intensificaban. Además, añadían pirotecnia a la función.14
Taehyung había visto un par de veces la actuación de la tarde y al final siempre
prefería la de la noche. Era más mágica.11

Como la última vez que fue al circo, la música dominaba todo el lugar. La
cantidad de personas en la arena no dejaba que nadie perdiese el interés.
Estaban llegando al cierre de ese pase cuando los trapecistas aumentaron el
arco de sus saltos. Jungkook sacó una rosa de su chistera que elevó en el aire.
La persona más alta del escenario la tomó y estiró el brazo. La trapecista la
agarró al vuelo y la tiró al público.

Algunas señoritas saltaron de sus asientos para llevarse la rosa. Al final, una
joven con un vestido blanco precioso se la quedó. Sus amigas bromearon con
la atrevida acción del showman.

Taehyung sonrió para sí mismo, sabiendo quién fue en todo momento el


auténtico destinatario de aquella flor.46

La función llegó a su fin cuando la música rompió y los últimos fuegos subieron
como columnas en el aire.

El aplauso y los vítores opacaron cualquier otro sonido. El público amaba el


circo.

Los artistas recogieron sus cosas del escenario y Jungkook fue a despedir a
todas las personas.

Taehyung bajó de la grada cuando casi todos habían salido, pero un grito y un
golpe seco le hizo salir corriendo de los asientos hasta la entrada.

—¡Jungkook!

Gritó nada más cruzar la puerta donde el azabache se ponía a agradecer a


todos los asistentes.
Se llevó una mano a la boca cuando vio a Jungkook acorralando a otro hombre
un poco más bajo en la pared.
—No quiero volver a verte por aquí en mi puta vida, Park.56

Taehyung se sobresaltó al escuchar el nombre. Era Park, el crítico que les


había puesto en evidencia en el periódico.

—Si no quieres que la gente también conozca esta faceta psicótica de tu


parte, me dejarás marchar. Ya he visto que el joven Kim estaba aquí. No
puedes hacer nada.

Jungkook levantó su puño pero no llegó a tocar a Park. Taehyung le detuvo


antes.

—Basta. Por favor, parad.

El crítico se alejó de ambos y caminó hasta la salida.

—Aquí no ha pasado nada, Jeon. Solo vine a disculparme —Park les dio la
espalda en todo momento—. Buenas noches.5

Cerró la puerta al salir.

—¡Es un imbécil!

—Ya. Para.

Jungkook se cubrió los ojos con las palmas de las manos; luego gruñó.8

De nuevo en medio de aquella fría entrada casi a oscuras, con luces de aceite
en algunos puntos, se quedaron solos. Taehyung se acercó hasta la figura del
mayor y le abrazó por la espalda.6

Jungkook supo que tenía que tranquilizarse. Aquello no era lo que debía
mostrarle a Taehyung. Taehyung estaba asustado en aquel momento.

El también podría estar rompiéndose, tener miedo. Pero no era momento de


mostrar sus puntos débiles.2

Se giró para corresponderle el abrazo y besar su sien. Podría acostumbrarse a


su calor.
Rompieron el abrazo, sonriéndose el uno al otro. Jungkook se quitó la chistera
y Taehyung ahogó una risa cuando le vio sacar otra rosa de su interior.

—La primera iba para ti.7

—Lo sé —dijo riendo, observando los detalles de aquella nueva

rosa.32 —Tengo un regalo para ti.

—¿Un regalo?

—Es Navidad, Tae. Espérame en el interior. Despido a los chicos y vuelvo.

Le robó un beso antes de ir corriendo a la parte de atrás.

Taehyung volvió a la nave principal, mirando por dónde pisaba porque las luces
eran muy tenues. Cuando llegó de nuevo al recinto del interior la luz de la luna
iluminaba todo.

La rosa no tenía espinas. La llevó a su nariz para oler su perfume pero debía
llevar bastante tiempo cortada. Su olor se había ido.41

Al cabo de un rato, Jungkook volvió. Se había quitado la chaqueta y la chistera.


Ahora solo tenía los pantalones negros, la camisa blanca de franela y los
tirantes. Y algo de color celeste en su manos.15

La rosa cayó de las manos de Taehyung cuando Jungkook le mostró lo que


había traído. Era un traje. Un auténtico traje de trapecista de color blanco,
celeste y trasparente. Con brocados y pequeñas perlitas blancas.53

—No puede ser.

—Antes hablé con el hermano de Anne, el trapecista. Le pregunté si tenía


algún traje que ya no usara pero que estuviese bien. Quizá no es como los que
tenías o el color no te gusta, pero podemos comprar otro mientras tienes este.

—Nunca había tenido uno —dijo sin poder apartar la vista de la tela
brillante—. Es precioso.
—¿No? Pero haces trapecio, Tae.17

—Mis padres me compraron un traje cuando era pequeño. Pensaron que


cuando me hiciese mayor ya no me gustaría el trapecismo, así que se olvidaron
de eso. Practicaba con ropa vieja o incluso el pijama.

Jungkook le tendió la prenda a Taehyung, que no dejaba de mirarla.

—Bueno, ahora este es tuyo.

Taehyung revisó el traje, atento, tal como había hecho con la rosa momentos
antes. La tela era suave y elástica.

—Quiero probármelo.

—Oh, claro. Puedes ir a los vestidores —pero Taehyung ya había ido hacia
allí— de atrás.1

Jungkook sonrió ante la ilusión del menor. Espero apoyado en la valla de las
gradas a que volviese.10

Reapareció un tiempo después.


Pero no supo decir quién era.

Su pelo se había desordenado, seguramente al sacarse la ropa. El traje se


adhería a su figura. Sus pies descalzos caminaron sobre la arena hasta
acercarse a él.

Taehyung sonreía nervioso.

El mayor solo podía verle venir, embobado.

—Tú, tú eres, tú estás, tú, ¿tú eres Taehyung?107


Le hizo reír con aquella ocurrencia.

—Gracias —dijo bajando la mirada y marcando con sus dedos los dibujos del
traje. Cada curva, cada perla, cada volante.

—Nada. Me alegra verte con esa sonrisa. Se nota que es algo que te gusta.
—Mis padres no siempre me apoyaron. Cuando vieron que era algo que me
atraía más que tomar té o bailar en fiestas, no le dieron más importancia y se
olvidaron del tema. Pero nunca me dejó de gustar.

—¿Hace mucho que no practicas?

—Menos de lo que piensas —dijo entre risas.

Jungkook desvió su mirada hacia arriba. Taehyung cesó su risa y buscó qué
veía.

—Jungkook, mira, no sé si-

—¿Es tu pasión, Tae?1

Tras un instante en el que se lo pensó, asintió con la cabeza.

—Entonces lucha por ella.22

Jungkook sacó un rollo de tela de su bolsillo y se arrodilló frente a él. Tomó uno
de sus pies y lo apoyó en su rodilla mientras lo envolvía en la tela. Repitió el
mismo proceso con el otro pie mientras Taehyung mantenía el equilibrio
apoyándose en su hombro.

Cuando hubo terminado, Jungkook se irguió y tomó sus manos, dejándolas en


el aire.

Pasó el rollo de tela por su muñeca, entre su pulgar, atravesando su palma.


Terminó con la mano derecha.

Guardó la tela en su bolsillo de nuevo y le dio una palmadita en el hombro al


castaño.

En uno de los pilares de la altísima sala, una cuerda se anudaba a un saliente


de metal. Jungkook lo desató.
La cuerda quedó en sus manos y el saco de arena que estaba atado en el otro
extremo golpeó el suelo. Taehyung giró la cabeza hacia el golpe. Otro sonido
metálico llegó a sus oídos y un aro bajó del techo hasta la altura de su cintura.

Era un aro de metal grande, amarrado por una gruesa cuerda.16

Jungkook tiró de la cuerda y volvió a alzar el aro hasta que quedó a la altura de
los ojos del castaño. Luego anudó la cuerda al saliente de metal de nuevo.

El mayor se sacudió las manos en el pantalón.

—No sé si tienes una rutina o practicabas de otra forma pero

Pero se quedó mudo, sin poder respirar.

Taehyung había saltado al círculo de metal aunque estaba a tal altura,


sentándose en él como si fuera un columpio. Sus pies colgaban a una distancia
importante del suelo. Su rostro era sereno, imperturbable. Y con la luz de la
luna y aquel traje celeste parecía etéreo.17

Irreal.

Sus párpados cayeron pesados al momento en el que se reclinó hacia atrás,


quedando colgado del aro solo por la parte posterior de sus rodillas.60

Jungkook retrocedió un paso. Mirando en todo momento los movimientos del


castaño, grácil, como si estuviera en su elemento.

Taehyung comenzó a balancearse bocabajo, hasta que tomó impulso suficiente


y se enderezó, aferrándose a la cuerda. Y, en un solo parpadeo, con una
flexibilidad conocida por el azabache, cruzó una pierna por la cuerda y la otra
por encima de esta. Sus manos subieron por el metal hasta asegurarse en los
extremos. Su cabeza quedó bocabajo otra vez, mirando fijamente a
Jungkook.26
Jungkook vio todo de brazos cruzados. Fijándose en el movimiento de sus
brazos, la fuerza en sus piernas, su cadera. Su cabello cediendo ante la
gravedad. Sus ojos oscurecidos.

Dio pequeños pasos hacia él. Todos los músculos de su cuerpo estaban tensos
por el esfuerzo de sujetar su peso en aquella posición. Jungkook agarró el
metal por abajo con sus manos, intentando no desestabilizarle.

Frente a frente, o tal vez no, sus rostros se encontraron.

—¿Por qué no te he visto antes hacer esto?

—Porque no me gusta cómo la gente me mira.

Sucumbiendo a las emociones que le habían arrollado al verle en el aro, besó


sus labios poniéndose de puntillas para poder alcanzar su boca.

—La gente no entiende que lo que tú haces es arte. Que tú eres

arte.48 —Ojalá todos fuesen como tú, Jungkook.5

Su voz sonaba sofocada en aquella postura. El mayor volvió a dar un paso


atrás cuando Taehyung desenganchó sus piernas y las abrió por completo, por
lo que sus brazos sujetaban todo su peso.

Estiró y juntó las piernas hacia arriba, formando una línea recta con su cuerpo.
Cruzando su torso a través del aro y bajando las piernas, consiguió erguirse
aferrado a la cuerda, apoyando los pies encima del metal y manteniéndose en
pie.

Y a pesar de estar a una altura que doblaba su tamaño, saltó.

Su cuello tenía líneas marcadas por el sudor y su pecho ascendía buscando


regular su respiración.
—No he calentado y no es conveniente que haga algo más complicado sin
estar familiarizado con los materiales de aquí. Siento si no es lo que
esperabas.1
Jungkook, que había vuelto a cruzarse de brazos, abrió la boca un par de
veces antes de hablar.

—No me puedo creer que te estés disculpando. Taehyung, por el amor de...
¡Eres increíble! O sea, anoche me di cuenta de que eras elástico pero-169

—¡Oh, no digas eso! —Taehyung llevó una mano a su frente, escondiendo su


rostro.13

—Está bien, perdón. Pero hablo en serio: tienes talento. Eres firme en tus
movimientos y trasmites control. Es lo que le gusta al público. El público no
quiere sufrir con la duda de si el trapecista caerá. Quiere control.15

—Es lo único en mi vida sobre lo que tengo control. Pero Jungkook, ya


hablamos de esto, yo no soy para el público.

Jungkook le sonrió, mostrando sus dientes. Tomó una de sus manos, palma
con palma, y puso la otra en su cintura, dirigiéndole en un baile improvisado.

—Jungkook. Este mundo-

—Es tan tuyo como mío. Y te amará —lo alzó en el aire por la cintura,
haciendo que Taehyung pusiese las manos en sus hombros como reflejo—.
Enseña de qué eres capaz. En tu interior hay un don que tienes que sacar a la
luz.10

Jungkook le bajó de nuevo al suelo y le sujetó por la espalda, poniendo allí sus
manos, dejándole caer un poco hacia atrás mientras el castaño mantenía sus
dedos en la tela de sus hombros.

—Quiero hacerte volar y que no te arrepientas en un futuro de no haberlo


hecho cuando tuviste la oportunidad. Déjame poner una cuerda en tus manos y
podrás reírte de la gravedad. Y hacer tuyo al público. Dudas porque nadie te ha
aplaudido antes. Pero cuando lo pruebes una sola vez, te encantará; tú le
encantarás a ellos.33

Taehyung cruzó sus brazos detrás del cuello de Jungkook, sin saber qué decir.
Y quizá porque no sabía que decir le besó. Jungkook le acercó a su cuerpo,
abrazándole. Todo iba demasiado rápido para Taehyung y no sabía cómo
decirle a Jungkook que necesitaba respirar.2

Siempre terminaba cediendo.97

Pasaron los días y la vida de Taehyung siguió dando giros. Estaban terminando
de mudarse a la mansión de las afueras y habían puesto el piso de la ciudad en
venta. Taehyung insistió en que debería conservarlo y ponerlo en alquiler, pero

Jungkook quería deshacerse del apartamento como si fuera un eslabón a una


vida que él no quiso vivir.3

Le dijo que era por eso.10

Ahora, Taehyung compartía casi todas las horas de su día con otro hombre.
Despertaban juntos, comían juntos, paseaban por el campo, iban y venían del
circo y dormían en la misma cama. El castaño no sabría decir cuál era el
cambio más notorio. Se lo había preguntado a sí mismo en alguna ocasión, en
las noches cuando el ajetreo del día había cesado y podía escuchar sus
propios pensamientos. Su corazón se desembocaba por segundos, aún con un
nudo en el estómago y demasiadas ideas en su cabeza. Era fácil ahogarse
cuando falta aire.

Pero Jungkook estaba aprendiendo de él, cada día un poco más, y cuando veía
que podía hundirse en sí mismo lo atraía hacia su pecho y acariciaba su
cabeza.1

Taehyung se cuestionó entonces si había estado equivocado toda su vida y los


sentimientos hacia el mayor estaban floreciendo. Le estaba amando.

Lo estaba arriesgando todo.1


No supo si para su alivio o desdicha, Jungkook no volvió a insinuar nada en la
cama. Era cierto que de vez en cuando había besos y había roces. Pero todo
se detenía en un suspiro.4

—Por Nochevieja habrá un espectáculo especial en el circo, para recibir el


año nuevo. ¿Vendrás o irás con tus padres?

—No quiero ver a mis padres. Ellos a mí tampoco.

Taehyung se encontraba recostado encima de Jungkook, con la cabeza


apoyada en su pecho y sus piernas entrelazadas.2

—Pero es tu familia —el mayor jugó con algunos mechones de su cabello—.


Hace mucho que yo dejé de tener familia. Era un niño cuando mi padre murió.
Ya sabes la historia.3

Taehyung escuchó en silencio.

—Aunque, tal vez es hora de que ambos tengamos una familia

nueva.19 —¿A qué te refieres?

Jungkook buscó su mano entre las sábanas hasta entrelazar sus dedos.

—Tú y yo. Ahora somos familia. Es más, podría decir que eres el amor de mi
vida.53

Taehyung buscó sus ojos, cayendo a su lado en la amplia cama —mucho más
grande que la del antiguo apartamento de Jungkook— con los labios
despegados.

Jungkook pasó el mechón que tenía entre sus dedos por detrás de la oreja del
castaño, mirándole con ternura.

—Te amo.
Los ojos del menor se nublaron.

—Yo también.58
Sellaron sus palabras con un beso antes de que se las llevara el viento.
Taehyung terminó a horcajadas de Jungkook y ese día comprobó que
Jungkook había traído a la nueva casa todos los enseres de la anterior.
Frasquitos pequeños incluidos.14

La noche fue fría pero durmieron acurrucados, juntos. Y al amanecer, el sol


recibió el 28 de diciembre de 1859 con dos enamorados enredados en las
mismas sábanas.14

Aquel día Taehyung se decidió.13

—Acepto —dijo mientras untaba mantequilla en su tostada.5 —¿Qué

aceptas? —preguntó Jungkook bebiendo de su taza de café.

—Actuar en el circo.96

Jungkook dejó la taza en el plato y se levantó de su silla, acercándose al menor


y besando sus labios de alegría, sin importar que estuviesen llenos de
mantequilla y confitura.10

—Jungkook —le reprimió entre risas.

—¡Eso es maravilloso! ¡Mandaré a hacer los carteles esta tarde! ¡Tu rostro
estará por todo Nueva York y todos correrán a verte!

—Oh, no. Jungkook, espera. No quiero eso. No quiero que nadie sepa quién
soy.3

—Pero, ¿por qué? Taehyung, es tu oportunidad para demostrar a todos los


que te dieron la espalda de lo que eres capaz. Saldrías en los periódicos al día
siguiente. Estarías en boca de todos.15

—Ya tuve suficiente con salir en un periódico. No quiero que la gente hable
de mí.

—Pero esta vez hablarían cosas buenas. Como debe ser.


—No quiero, Jungkook.

—Está bien. Buscaremos la forma de hacer que no se te reconozca. De todas


formas estarás a mucha altura y nadie podrá verte bien.4

—Puedo pintarme el rostro.24

Jungkook removió su café con la cucharilla en la fina porcelana.

—No hará falta. Luego, por la tarde, nos acercamos al circo. Necesitarás
practicar y yo necesito hablarlo con los chicos. Allí tengo la solución para que
nadie sepa quién eres.20

—Está bien. Gracias, Jungkook. Por todo.

Tomaron sus manos por encima de la mesa y terminaron de desayunar ellos


solos en aquella inmensa casa. Por obvias razones, Jungkook no podía
contratar sirvientes.7

Cuando el sol bajó, un carro les llevó hasta la ciudad y les dejó cerca del circo
Jeon.

Los domingos no había funciones y los artistas aprovechaban el día para


ensayar y preparar trucos nuevos.

Cuando llegaron la mitad de ellos ya llevaban un tiempo manos a la obra.

—Buenas tardes a todos. Tengo que daros una noticia. Para la actuación de
Nochevieja contaremos con una persona más en la plantilla: un trapecista.

—¿El muchacho? —preguntó una de las mujeres allí

presentes. —Así es —respondió Jungkook.9

—El joven se estuvo fijando mucho en los mellizos el otro día cuando
practicaban en el trapecio. Ya os dije que se lo había notado.1
—Sí, tú siempre notas todo —rió alguien de atrás y todos acompañaron su
risa.2
—Vale, escuchad. Nadie puede saber quién es, ¿entendido?

—Ay, Jungkook, es el niño de los Kim. Va tirando clase y dinero allá por
donde camina. ¿Cómo pretendes que nadie de la gentuza le reconozca?

—Tengo eso bajo control. Pero quería que lo tuviérais en cuenta. Ahora todos
a trabajar —dio un par de palmadas en el aire y todos volvieron a lo suyo.

—Anne, WD. Venid un momento.

Jungkook llamó a los hermanos trapecistas.

—Sé de trapecio y acrobacia lo mismo que de mujeres.16

—O sea, nada —aclaró la joven.67

—Bueno —suspiró el azabache—. Echadle un ojo a Taehyung. Ha ido a


cambiarse y luego practicará con los trapecios. Yo necesito coordinar todavía
algunos números y ponerme al día con la canción de fin de año. ¿Me haríais el
favor de controlar que lo haga todo bien? Confío en él, pero no quiero que se
haga daño.22

—Dalo por hecho, jefe. Nosotros nos encargamos.

Dicho eso. Los tres se separaron. Jungkook pasó cerca de una hora revisando
que todos estuvieran bien encaminados para la actuación del 31. El circo era
su pasión, por lo que hasta el mínimo detalle tenía que estar en orden y ser
perfecto.

Todos los números lo eran. Las luces, los fuegos, los trajes. Sería la mejor
actuación que presentarían en mucho tiempo.1

Al cabo de un rato, Jungkook salió de la parte trasera del edificio a la nave


principal. Todas las luces estaban encendidas y vio a dos figuras negras en
medio de la arena, con la cabeza hacia arriba.4

—¿Y bien? —preguntó Jungkook acercándose a los hermanos, secándose el


sudor de las manos en el pantalón.
—¿Qué quería que controlásemos, jefe? —preguntó WD.31 —Señor

Jeon, ese chico ha nacido con un trampolín en sus manos.1

El sonido de las cuerdas y las cadenas le hizo alzar la vista. Arriba, vio a
Taehyung cuando saltaba de un trampolín a otro, su cuerpo suspendido en el
aire y luego agarrando la barra de metal entre sus dedos, volviendo a
columpiarse.

—Es bueno, ¿verdad? —preguntó Jungkook embobado.

—¿Bueno? ¡Tiene un don!

—Jefe, tengo miedo de que me reemplace por él. El chico es

buenísimo. —No digas eso, WD. No voy a reemplazar a nadie. ¿Tan

bueno es? Ambos hermanos asintieron con la cabeza.

Jungkook se echó el cabello hacia atrás, dejando salir el aire de sus pulmones.

—Gracias. Este fin de año será inolvidable. Id a calentar. Vosotros también


tenéis un número que hacer.

—Pero, ¿y Taehyung? ¿Le incluimos en nuestro número?

—En realidad tenía otra cosa en mente. Un solo. Hablad luego entre los tres
la forma de enlazar vuestro número con el de él.

Ambos asintieron, aunque se miraron entre ellos un poco incrédulos por lo que
acababan de oír.47

Cuando los mellizos se marcharon, Jungkook subió por las escaleras de


madera que quedaba fuera de la tarima hasta los pasillos de la tribuna, justo
donde los trapecistas se colocaban para saltar a los trampolines.

Cuando llegó, Taehyung estaba en la otra punta columpiándose bocabajo.


Volvió a saltar a otro trapecio, esta vez con un giro en el aire hasta colgarse del
otro trampolín, que quedaba más cerca de Jungkook.1
A sus pies, Jungkook tenía una caída. Pero no le importó. Incluso si el
acercarse más al borde supondría un impacto mortal en su cuerpo, se quedó
allí, embelesado observando a Taehyung y la magia de su cuerpo.

El castaño se había colgado por las rodillas de la barra en movimiento, igual


que hizo con el aro, estando bocabajo. Jungkook veía su espalda balancearse,
el traje pegado a su piel. El celeste era su color.5

Con un impulso un poco más grande que otros, Taehyung llegó con el trapecio
hasta la apertura de la tribuna donde Jungkook le observaba de pie.

Su cuerpo se curvó, extendiendo su brazo hacia delante, pareciendo como si


señalase a Jungkook. Sus rostros se encontraron en el aire y todo pareció ir a
cámara lenta.53

Casi juró ver una sonrisa en el rostro de Taehyung. Y sin darse cuenta, el
vaivén había vuelto a llevarse al joven.

Taehyung detuvo el movimiento poco a poco hasta poner los pies en la


apertura contraria de la tribuna, a metros enfrente de Jungkook. Los dos
trapecios quedaron entre ellos, a la par que el vacío y la caída a la arena.

Taehyung corrió por el interior de la tribuna de madera hasta saltar a los brazos
de mayor.

—¡Pareces un pájaro! —besó su mejilla sonoramente—. ¡Eres precioso!13

—¿Qué tal? ¿Te ha gustado?

—Me ha encantado. Vas a ser la estrella de fin de año. Ya he hablado con los
mellizos sobre cómo haréis el número. Tendrás un solo.
—¿Yo? ¿Un solo? Jungkook, eso es demasiado.8

Jungkook le tomó de la mano. Bajaron juntos las escaleras.

—Eres mejor de lo que crees, Taehyung.


Antes de verle venir, Taehyung estuvo contra la pared y con los labios de
Jungkook devorando los suyos. Un suave gemido murió entre sus bocas.3

—Tengo algo para ti —dijo Jungkook en medio de un jadeo, apoyando sus


frentes.

Volvió a arrastrarle de la mano hasta llegar a los vestuarios. Un par de


personas estaban por allí revisando las costuras de sus trajes.

Jungkook se dirigió a un baúl marrón que había en el suelo junto a un bloque


de paja.

—Tiene que haber una por aquí. Sé que había una de ese color... ¡Aquí está!

Jungkook sacó una peluca de color azul realmente bonita. Tenía algunos
detalles en blanco y el color era bastante claro.1

Taehyung la tomó y la observó detenidamente.

—Por si te es más cómodo que pintarte la cara. Como estarás a mucha


altura, con solo ponerte una peluca nadie sabrá quién eres.45

Taehyung tocó las hebras de fibra. Era un color que pegaba con su traje.

—Puedes probártela si quieres. Llamaré a Lettie para que te ayude.

—No hace falta que interrumpas su ensayo por esto. Haces demasiado por
mí y no quiero que me consideren un estorbo.

—¿Qué te hace pensar que eres un estorbo, Taehyung? No, amor. No —


tomó su rostro entre sus manos—. No.32

Taehyung intentó sonreírle, pero su rostro tenía una sombra que Jungkook
fingió no ver. Quizás, que quiso no ver.58

—Todos te amarán.

—Yo no necesito que todos me amen. Me basta con que, con que me ames
tú.61
Jungkook besó su frente y dio un pequeño toque en su nariz.

—Recogeré las cosas e iremos a casa. El carro debe estar esperándonos


dentro de poco.

El mayor se fue.

Taehyung paseó la peluca entre sus manos, procurando no despeinarla. Su


corazón se comprimía al pensar que hacer lo que estaba haciendo por
Jungkook, tal vez no era lo mejor para él.60

Había aceptado actuar porque sabía que Jungkook se pondría realmente feliz.
Y quería ser el causante de su felicidad. Como una vez le recordó decir, «soy
feliz si tú también lo eres».7

Pero Taehyung se preguntó bajo las luces amarillas del circo, con el hermoso
traje de trapecista puesto, la peluca que le permitiría convertirse en otra
persona en sus manos, si aquello le hacía feliz.62

Aquella noche, hicieron el amor en el diván de la sala de estar. Taehyung tenía


toda la espalda cubierta de sudor mientra su cuerpo bajaba y subía, tumbado
entre los cojines. Su voz salía rota. Jungkook no dejaba de prometerle el
mundo mientras estaba en su interior.21

Tomaba su rostro para ver sus facciones, amando cada parte de él. Y
Taehyung se sentía amado.5

Cuando terminaron, Taehyung se quedó en el diván sin intenciones de


moverse. Su cuerpo dolía a causa de todo el ejercicio en el circo, y aquel
rato con Jungkook le había terminado de hacer polvo los huesos.

Jungkook se quedó a su lado después de estar seguro de que se encontraba


bien. Se quedó a sus pies, sentado, mientras fumaba un cigarro.

Taehyung odiaba el humo. No podía soportarlo.25


La mano del mayor acariciaba sus piernas. La imagen era bastante bohemia,
ellos dos desnudos tirados en un diván.6

—¿Qué haré cuando el público se enamore de ti? —preguntó Jungkook de


repente—. Y te aclame. Y solo te quiera a ti.

—Aún no sabes si le gustaré al público.1

—Lo harás —el humo salió de sus labios cuando exhaló—. Me sentiré
celoso.1

Jungkook rió con aquello, dando a entender que era una broma. Su mano
ascendió por la piel caliente del menor, que cerró los ojos, sintiendo el
contraste de sus temperaturas.

—Pero ellos nunca te amarán como lo hago yo. Mi corazón te pertenece.

Taehyung recibió un leve apretón sobre su muslo; las yemas de Jungkook


hundiéndose en él.

—Eso ya lo sé.

El menor abrió los ojos y le miró.

—El público no me dará la felicidad. Tú sí.

Jungkook se llevó el cigarro a los labios, sin responder.

—Me da miedo que brilles tanto que quieras alejarte de mí.

Taehyung se sentó en el diván, sus piernas por encima del regazo de


Jungkook.
—Pero a la vez, disfruto sabiendo que te gusta. Porque esas cuerdas de las
que cuelgas, me pertenecen.72

—Jungkook, sabes que te amo, ¿verdad?

—Lo sé.
«Entonces no me tienes que atar a ti», le quiso decir.161

Pero las palabras murieron junto al desprecio del humo del tabaco que nunca
manifestó.55

Llegó el 31 de diciembre, fin de año. 1860 auguraba grandes metas, un


próspero porvenir. Una vida mejor.14

El circo había estado activo desde primera hora de la mañana. Todos los
personajes tenían sus números perfectamente memorizados. Todos estaban
vestidos. Todos tenían mariposas en el estómago.

A una sola hora de que comenzara la función, Taehyung no podía dejar de


caminar de un lado a otro, ansioso.

Su traje celeste relucía. Había recibido más de un halago de los demás por su
increíble presencia.1

Tenía la peluca puesta. Su cabello castaño había desaparecido, dejando lugar


un peinado azul con algunos brillantes en él.15

Se había apretado las vendas de las manos y los pies dos veces y ya no sabía
qué más hacer para mantenerse entretenido.

Al cabo de un tiempo, oyó a la gente empezar a llegar. Voces que se


dispersaban en el aire creando un sonido inteligible.

Los nervios le comían desde dentro, llegando a sentir ganas de vomitar que
reprimió al convencerse de que era una reacción de su cuerpo al estar tan
tenso.2

Jungkook apareció a su lado.

—Los mellizos me dijeron que estabas aquí. ¿Qué ocurre? ¿Estás bien?
Jungkook vestía un precioso traje negro con detalles dorados y una chistera
decorada para la ocasión. Tenía el bastón en la mano derecha, con el que
completaba su atuendo de showman.

—No es nada. Son solo los nervios. Nunca antes me había parecido que
viniera tanta gente.5

—Pero no les has visto.

—Pero les oigo. Quizá no deba salir. Esto no es lo mío.14

Jungkook lo envolvió en sus brazos. El bastón quedó en la espalda del


trapecista.

—Hazlo como siempre. Disfrútalo —pellizcó su barbilla—. Aduéñate del aire y


quítales el aliento a todos. Hoy estás aquí, mañana quién sabe. Podrías actuar
para muchísimas más personas. Todos vendrían a verte. Puedes conseguirlo si
sales ahí y demuestras lo que vales.22

Taehyung cerró sus ojos con fuerza, las voces de las gradas cada vez se
intensificaban más.

—Y ante todo, no olvides que estaré contigo en todo momento. Tú arriba, y


yo abajo.50

—No bajes la mirada, mírame cuando esté arriba. Solo necesito tu

apoyo. —No podré dejar de mirarte. Nadie podrá.23

La actuación dio comienzo. La apertura ya consiguió la atención del público.


Esta vez, los efectos especiales eran aun más deslumbrantes que otras veces.
Jungkook lo había dado todo por esa actuación.6

Los caballos, los elefantes y los artistas inundaban la pista con sus trucos y su
magia de engaños. El público aplaudía sin dar crédito a todo lo que veía.4

Los colores vivos tapaban la monotonía de las calles. Aquel mundo estaba
hecho para soñar.
Jungkook era aclamado por el espectáculo que estaba ofreciendo. Dirigía con
fervor los bailes y los movimientos de cada persona en la arena. Como un
titiritero.

La música podía escucharse incluso fuera del edificio. Dentro, había otro
universo.

Anne y WD estaban terminando su número en las alturas y Jungkook sabía que


el público ardía en deseo de ver al nuevo trapecista. Él sí había estado atento a
los murmullos.

Anne, con su traje morado, dio un último giro en el aire, saltando justo a la
misma vez que Taehyung lo hacía desde la tribuna. El público estalló en
aplausos y gritos al ver al nuevo artista vestido de azul.21

Jungkook mantenía sus ojos en él, vendo todos y cada uno de sus
movimientos. Su cuerpo era parte de las cuerdas que colgaban. Lo hacía ver
fácil. Taehyung tenía tal control sobre sí mismo que lo hacía ver fácil.

Jungkook dejó su bastón alzado, indicándole al público que le viese a él. Solo a
él.

Taehyung apretaba las barras de metal con intrepidez y fuerza. Era consciente
de que todos los ojos estaban en él. Con una sola pierna colgó del trampolín y
el público le aplaudió, pero él no oía más que el sonido de su propia
respiración.

Una voltereta en el aire. Jungkook sonreía, encantado de verle.


Taehyung no dejaba de pensar en el movimiento que vendría después, y
después, y después.

La peluca colgaba bocabajo cada vez que su cuerpo tendía con la gravedad,
dejando que fuese el impulso el que le arrastrase en el aire que luego cortaba
en su cara.

Agarró el otro trampolín con las manos.15


Abajo, Jungkook tenía una sonrisa imborrable en su rostro. Hablarían del circo
durante días, semanas. La gente comenzaría a apreciarlo y las críticas se
convertirían en una mentira que él mismo destrozaba poco a poco.112

Su bastón bajó, golpeando el suelo. Su mano agarró su chistera. Colocó un pie


detrás de otro y se reverenció al momento en que se quitaba el sombrero.
Abriendo los brazos mientras recibía la ovación del público.

Sus esfuerzos conseguirían todos los objetivos que de pequeño, recién


huérfano, había establecido. Sería alguien.

Taehyung hizo dos vueltas en lugar de tres en uno de los trampolines. Llegó
antes de tiempo al segundo. El ruido de abajo le golpeó. Rompió en sus oídos,
haciéndole consciente de que no estaba solo. Esta vez, no estaba solo con las
cuerdas.30

Cuando saltó, su trampolín se ralentizó. El movimiento se hizo rígido al


deshacer el agarre con sus piernas tarde. Estiró los brazos a la barra que venía
hacia él. La rozó con las yemas de los dedos.

En ocasiones la magia del circo se rompe.193

De nada sirve una rosa sin espinas si no tiene olor. Y de nada sirve un
trapecista que desafía a la gravedad si al final termina cayendo.96

El mundo, el mundo que le había prometido Jungkook desde que le dejó entrar
en su vida, se paró. El trampolín que había soltado había vuelto hacia atrás, el
que iba a salvarle la vida no llegó a sus manos.59
Taehyung vio las cuerdas doblarse en el aire, alejándose. Su corazón dio un
latido tan fuerte que lo sintió en todo su cuerpo. No oía, no procesaba nada.

Solo su cuerpo suspendido. La caída duró segundos, tal vez alguien gritó.18

Jungkook alzó la cabeza cuando el chillido de una mujer desgarró sus


tímpanos. Sin perder un segundo más, sus ojos fueron hacia arriba, donde los
trampolines se balanceaban solos.7
Vio al público ponerse en pie, con las manos en la boca. Un niño lloraba.44

Su cuerpo se giró hacia atrás. Nadie estaba en su posición, todos corrían al


mismo sitio. A cámara lenta.

Sus manos quedaron vacías mientras corría, tropezándose en la arena y


empujando a todos lo que se interponían en su camino. El aire no le
llegaba.

Se escuchó negar repetidas veces después de que su boca hubiese empezado


a hablar sin que se diera cuenta. No le importaba a quién tiraba con sus brazos
o a quién golpeaba. Solo quería llegar al cuerpo azul que entreveía tumbado en
la arena y destapar el engaño. Todo en su circo era un engaño.

Le vio.
Su brazo extendido en la arena, con su dedos doblados con delicadeza. Igual
que el día que vio su rostro en el aire cuando practicaba y pareció que le
señalaba.5

Su cuerpo estaba recostado, como en la cama cuando era tarde en la noche y


admiraba toda su figura después de haberle visto quedarse dormido entre
suaves besos.33

Las rodillas de Jungkook golpearon la arena, quedando frente a su rostro. Su


bello rostro, con aquellos ojos tan oscuros como el mundo que siempre les
había rodeado. Los labios despegados y el cabello castaño apareciendo debajo
de la peluca azul ahora descolocada.

Si alguien le estaba tocando o diciendo algo, Jungkook no lo notó. Sus manos


levantaron su cuerpo inerte de la arena carmín como los pétalos de una flor y
apoyó su cabeza en su regazo, curvando su propio cuerpo hasta que sus
frentes quedaron juntas y los gemidos y lágrimas quedaron entre ellos dos.83

Abrazó su torso con tal fuerza que pensó que le estaría haciendo daño. Su
mano quitó la peluca hasta descubrirle las hebras castañas, sedosas.
Su pecho dolía horrores y su cara ardía. Las lágrimas interminables bajaban
hasta su barbilla, hasta la cabeza que era apretada contra su cuerpo.2

Alguien le separó de él. Oyó su nombre aún con los oídos

taponados. —¡Jungkook! ¡Jungkook!

No podía soltarle. ¿Por qué lo despegaban de él? Si se

amaban.8 —¡Jungkook! ¡Tienes que dejar que se lo lleven!

Todas aquellas personas debían saberlo.

—¡Jungkook!

Que él amaba a Taehyung.87

Terminó sentado en una silla de plástico blanca, en un pasillo gris claro.

Hombres y mujeres caminaban frente a él.

Jungkook les veía pasar, dejando a su mente ir con ellos. Se sentía derruido.

Sabía que los miembros del circo estaban con él. Pero no suponía ninguna
diferencia. Si le hablaban, no respondía. No les oía.

—... mordió su lengua. Ha sido imposible hacer nada.58


Jungkook fue consciente del llanto de los demás. Quiso gritarles, golpearles a
todos. ¿Por qué lloraban por alguien que nunca amaron como él lo hizo?6

¿Por qué lloraban por él?

El médico le habló directamente a él. No entendió nada ni se molestó en


asentir.

No podía soportar ver cómo la gente estaba triste, cómo había pena en el
rostro del hombre de bata blanca.
Deberían morir todos. Todos muertos.
Él también.57

Se levantó de la silla sin esperar a que terminasen de hablar con él. Oyó que lo
llamaban por su nombre dos veces. No quería oír su maldito nombre ni una vez
más.

Salió de la clínica sin saber si subió o bajó escaleras, si abrió o cerró puertas, si
el suelo estaba arriba o abajo.

En la calle hacía frío, era tarde. Era 1 de enero de 1860.25

Sus pies caminaban solos. Por su cabeza pasó el recuerdo de su piso en


venta.

Estaba casi corriendo. Él había estado enredado en las sábanas de su piso,


entre sus piernas. El humo del cigarro de la mañana que procedió a ese día
cerró su garganta.

El techo del circo apareció por encima de las azoteas.

Ahora corría, había gente en la calle que no miró a la cara. Los callejones se
hicieron extensamente cortos. Alguien se había acordado de cerrar la puerta
con llave pero el empuje en el manillar hizo ceder a la cerradura oxidada.

Al entrar al edificio, se golpeó en la mejilla con el dintel de una puerta,


caminando a oscuras y a tientas. Encontró la escalera pero se olvidó de la
luz.

Se alejó tras poner el primer pie en el peldaño, cambiando de dirección. La


nave central siempre estaba iluminada por la luna a través de la claraboya.

Sus pies le llevaron hasta el centro, debajo de la luz nocturna. Una forma sin
sentido de color rojo se veía en la arena.

No la vio antes.20

Ni tampoco la de su pantalón.
Miró hacia el techo y quiso petrificarse allí. El único sitio del que jamás debió
apartar la mirada. Sus puños se apretaron, cargado de impotencia.39

Gritó y gritó hasta que las lágrimas reaparecieron. No podía ser, no podía ser.1

Volvió atrás, a las escaleras. Subió los peldaños de dos en dos. Pensando en
recibirle en sus brazos al llegar arriba y volver a besarle. Decirle que lo había
hecho bien. Que no tenía que demostrar nada, que lo amaba si él era feliz.13

Que no tenía que demostrarle nada al mundo, que él estaba equivocado. Que
la vida es cruel para los que se entregan el corazón el uno al otro y que su
felicidad era lo más importante de todo.2

Ahora, con los trampolines completamente quietos ante él, un dolor le


apuñalaba el estómago. Mirando hacia abajo, a esa larga caída, se preguntó si
no habría sido un asesinato. Jungkook había puesto aquellas cuerdas en sus
manos, aquellas cuerdas le pertenecían. No como él, que había sido libre
incluso si intentó atraparlo entre nudos que aceptó gustoso. Que él mismo
apretó.63

¿No había sido asesinato? ¿No había sido su necedad la que había puesto fin
a...?13

Jungkook miró hacia abajo, la vista fija en el suelo. Sintió un escalofrío en su


columna. Su mano soltó el apoyo en la barandilla de madera, quedando de pie
en la apertura de la tribuna.

¿Por qué no se lanzaba él al trampolín? ¿Por qué no colgaba su vida de una


cuerda también?

¿Por qué no saltó?

Porque tal vez, él nunca hubiera querido que lo hiciera. Y porque su castigo
debía ser el hastío del recuerdo.

Fue la última vez que bajó aquellas escaleras. En las que recordaba haberle
besado.21
Giró hacia la parte de atrás, donde le vio nervioso antes de decirle que el
mundo estaría a sus pies. De decirle que todos le amarían, riéndose en su
interior, egoísta por creerse poseedor de una persona.12

Todos los trajes que una vez pusieron color, todo el lugar que construyó a base
de sudor. También quedaría en sus recuerdos.

Encendió una lámpara de aceite que iluminó el lugar. Veía ir y venir en su


cabeza a la gente, a personas que la sociedad había marginado por ser
diferente.

Por ser como él. Como él que amó a otro hombre.

A través del cristal de la lámpara vio la estancia.

Vacía.

Como su piso, como la mansión, como él.2

Vacío.12

Tomó aire y lanzó la lámpara contra la paja. El aceite empapó el suelo y el


fuego se propagó por él. La madera crujió y las llamas crecieron.1

Las vio comerse las paredes, el techo. Una viga se desprendió, pero cayó lejos
de donde él estaba.
Le era indiferente.

Salió de allí. Sin correr, solo caminó.

Salió del circo que se estaba envolviendo en llamas. La gente gritaba pidiendo
ayuda por el fuego. Jungkook ni siquiera se giró.

Que ardiese. Que todo ardiese hasta convertirse en cenizas. Y que se


quemase el trabajo de toda su vida, que quedase en el olvido. Que todo se lo
comiera el fuego. Que desapareciera el circo-22

Y con él, todo lo que una vez amó.

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