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La historia de la medicina.
El origen de la medicina se remonta prácticamente a la propia
aparición del ser humano, ya en el Neolítico se han detectado
diferentes patologías como la artritis o la acondroplasia, y hay
muestras evidentes de que ya en esta época se realizaban
trepanaciones. Sin embargo vamos a comenzar el repaso por los
principales avances de la medicina y la historia de la medicina
desde la antigua Mesopotamia.
Hace unos 6.000 años florecieron entre el Tigris y el Éufrates las
primeras civilizaciones humanas, en Mesopotamia ya se tenía un
gran conocimiento de la medicina, de hecho en el Código de
Hammurabi ya se hace una referencia muy intensa a la praxis de
los médicos y a sus modos de curar. Básicamente la enfermedad
era vista como un castigo de los Dioses por una acción impura, y
sus métodos tenían más que ver con el animismo que con la
propia ciencia.
Los primeros métodos verdaderamente científicos comenzaron a
desarrollarse en la civilización egipcia, Heródoto llegó a escribir
que en el Antiguo Egipto existía un médico para cada
enfermedad. Es cierto que los egipcios todavía tenían una visión
teológica de la enfermedad, sin embargo fueron los que
comenzaron a buscar explicaciones científicas a los síntomas
estableciendo el origen de la medicina.
El siglo XVII y la ilustración trajeron grandes avances y comenzaron a
democratizar la ciencia medicinal, además de ordenar sistemas, de esta
manera los médicos tenían diferentes métodos para asegurar sus
tratamientos. El siglo XIX y XX han visto la revolución de los utensilios
médicos, gracias al desarrollo tecnológico se han podido tratar diferentes
dolencias con absoluta fiabilidad y previendo tratamientos apropiados
para cada caso.
Las enfermedades de la antigüedad.
Cólera
Tifoidea
Entre al año 430 a.C y 426 a.C, una gran plaga azotó la ciudad de
Atenas, contribuyendo a su derrota a manos de Esparta durante
la Guerra del Peloponeso. El historiador Tucídides describió los
síntomas de la peste, los cuales corresponden con la tifoidea.
Lepra
Viruela
Rabia
Malaria
Tuberculosis
Peste negra
Viruela
Gripe española
Plaga de Justiniano
Resfrío:
El resfrío es la enfermedad más común en la época de invierno,
pero, si no se toman las precauciones necesarias, ésta podría
convertirse en un problema mayor. Los síntomas son la
congestión nasal, tos, estornudos, dolor de garganta y en
algunos casos puede aparecer fiebre baja. El tratamiento para el
resfrío es permanecer en reposo y evitar los cambios de
temperatura. Su duración es de 3 a 5 días.
Gripe o Influenza:
La gripe cuenta con síntomas similares al resfrío, pero con una
intensidad mayor. Esta patología, proviene del virus de la
influenza, el cual aparece de manera repentina, con fiebre 38° o
más, dolor de cabeza, frecuente dolor muscular, agotamiento
general, dolor de garganta, disminución del apetito y es
característico una gran sensación de postración que obliga al
enfermo estar espontáneamente en reposo.
Faringitis:
Esta patología es provocada por una inflamación de la faringe o
la garganta, produciendo un fuerte dolor en la zona, la cual se
caracteriza por el enrojecimiento e hinchazón. Es provocada en
el 80% por virus, aunque también puede producirse por medio
de bacterias. Los principales síntomas son un intenso dolor de
garganta, fiebre, ganglios linfáticos del cuello inflamados, dolores
de cabeza, musculares y articulares.
Bronquitis:
La bronquitis es la inflamación de la pared interna de los
bronquios, que son los conductos por los que circula el aire para
llegar a la parte más profunda del pulmón, que es en donde se
genera el intercambio de oxígeno entre el pulmón y la sangre.
Entre los síntomas que presenta esta patología, está la tos
persistente con flema, fiebre, cansancio, decaimiento, dolor en el
pecho e incluso dificultad para respirar.
Neumonía:
Es una inflamación total o parcial del pulmón causada por una
infección viral, bacteriana y menos frecuentemente por otros
agentes como hongos, aunque en el 40% de las veces las
neumonías tienen orígenes desconocidos. Fiebre, escalofríos,
sudoración, tos con flema, dolor torácico que aumenta al
respirar o toser, dolor de cabeza, musculares y articulares, falta
de apetito, debilidad y en algunos casos disnea (dificultad para
respirar) son los síntomas de esta enfermedad.