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Investigación, sobre que hicieron algunos países que estuvieron

en total pobreza a punto de desaparecer y hoy en día son primera


potencia
Japón y Alemania.

Ambas naciones estaban en ruinas. Una proporción significativa de la población


japonesa fue aniquilada durante la Segunda Guerra Mundial, incluyendo
aproximadamente 210,000 personas que murieron, sólo en los bombardeos
atómicos de Hiroshima y Nagasaki.

Los bombardeos de Gran Bretaña y Estados Unidos a las ciudades alemanas


como Dresde, llevadas a cabo con explosivos incendiarios y convencionales,
causaron una tormenta de fuego que mató a más de 25,000 personas y acabó con
el centro histórico de la ciudad. Una cuarta parte de la riqueza nacional de Japón
se evaporó durante la guerra.

En 1945, Alemania estaba bajo el control de las potencias aliadas en Europa: los
Estados Unidos, la URSS, Gran Bretaña y Francia. Japón fue ocupado por los
Estados Unidos después de su rendición formal.

En 1968, Japón se convirtió en la segunda economía más grande del mundo


después de Estados Unidos, experimentando un crecimiento promedio de hasta
un nueve por ciento anual entre 1955 y 1973.

El milagro económico alemán "Wirtschaftswunder" se aceleró aún más rápido,


transformando a Alemania en la segunda potencia económica del mundo en la
década de 1950. "A diferencia de Alemania, ocupada por cuatro aliados
victoriosos, Japón tuvo que diseñar su recuperación mientras estaba ocupada por
una sola potencia," relata el profesor Tag Murphy en su reciente libro, titulado
"Japan and the Shackles of the Past" (Japón y los grilletes del pasado).

En 1949 Alemania se dividió en dos países, con las zonas ocupadas, que
pertenecían a las tres potencias occidentales fusionándose para formar la
República Federal de Alemania (RFA), mientras que los soviéticos establecieron la
República Democrática Alemana (RDA).

Sólo se reunificaron formalmente las dos Alemanias en 1990. La RFA había


recibido 1,3 mil millones de dólares en ayuda para la reconstrucción con el Plan
Marshall financiado por los EEUU, pero el líder de la URSS, Joseph Stalin,
rechazó el dinero estadounidense para la RDA. El Acuerdo de Deuda de Londres
de 1953 determinó la condonación del 60 por ciento de la deuda por préstamos y
reparaciones de guerra. El establecimiento de una economía occidental alemana
construida bajo el molde de líneas capitalistas por el conservador Canciller Konrad
Adenauer y su Ministro de finanzas Ludwig Erhard, hizo que el país prosperara
rápidamente entre 1946 y 1975, con un crecimiento anual de alrededor del siete
por ciento, aunque también experimentó recesión durante esos años.

El desempleo bajó del 11 por ciento en 1950 a 0.7 por ciento en 1965. La
ocupación estadounidense de Japón duró hasta 1952, tiempo durante el cual se
intentó desmantelar conglomerados empresariales japoneses conocidos como
"zaibatsu".

La Guerra de Corea de 1950-53 fue una época de auge para las empresas
japonesas, cuyas proezas tecnológicas y de fabricación estaba en alta demanda
por las fuerzas estadounidenses.

Al mismo tiempo, aumentaron los salarios en Japón con el aumento de la


demanda de electrodomésticos y otros bienes.

Más allá de las políticas de gobierno, lo que condujo al crecimiento fue que; en
Japón y Alemania, la recuperación económica fue impulsada por las empresas con
la lealtad de los empleados bajo la promesa de aumento de los salarios y garantía
de puestos de trabajo de por vida, así como el desarrollo de productos
innovadores que se exportaron a todo el mundo. Ya fueran los conglomerados de
antes de la guerra como Mitsubishi o Sumitomo, o las pequeñas empresas de
antes de la guerra como el fabricante de automóviles Toyota o nuevas empresas
que son ahora marcas -familiares- como la electrónica del consumidor del gigante
Sony y el fabricante de automóviles Honda –las empresas japonesas fueron
instituciones rígidamente jerárquicas que estrechamente se asemejaron a una
familia o institución religiosa, según los expertos. La estrecha coordinación del
poderoso Ministerio de Industria ayudó a impulsar el crecimiento económico.

"La infraestructura humana proporciona un entorno muy favorable: Japón tenía un


amplio equipo, de altamente motivado, disciplinado, diligente y rápido para
aprender, de obreros dispuestos a trabajar largas horas por un salario
(inicialmente) muy bajo y realmente comprometidos a servir a sus empresas," dijo
el economista Ivan Tselichtchev, de la Universidad de Niigata. "Esto fue
amplificado por la formación de un modelo de empresa japonesa única con
empleo a largo plazo, antigüedad y sindicatos de empresa cooperativas como sus
pilares". En Alemania, las empresas como Volkswagen, Siemens y Thyssen, que
operan la industria automotriz, electrónica y sectores de ingeniería, fueron todos
pilares del crecimiento de la posguerra.

Singapur.

Sobre la estrategia que la república insular ha instrumentado en este


sentido, Philip Yeo, presidente del Centro de Innovación de Singapur dialoga con
Salvador Alva, presidente del Tecnológico de Monterrey, y recomienda al gobierno
de México que “invierta en su gente”.

Hoy, Singapur es uno de los países económicamente más prósperos del mundo.
Con una renta per cápita de $56.532 en 2010, se sitúa como el país más rico del
mundo. Atendiendo a su tasa de crecimiento, no es exagerado hablar de un
milagro económico. No en vano, entre 1976 y 2014, Singapur creció un 6,81%
anualizado. Pero lo mejor es que su futuro no puede ser más prometedor, ya que
se prevé que siga ocupando el primer puesto en 2050, con una renta de $137,710
(ajustado a poder adquisitivo de 2010).
Con apenas 5,4 millones de habitantes, Singapur tiene un PIB de $326.500
millones. Es decir, que con la octava parte de la población de España, Singapur
produce un tercio de lo que produce nuestro país al año. La renta ha crecido a una
tasa del 4,3% anual en el último lustro y la tasa de paro se sitúa en un irrisorio 2%.
Pero este paraíso económico no siempre fue tan próspero. Cuando en 1959 Lee
Kuan Yew se convirtió en primer ministro, la renta per cápita del país apenas
alcanzaba los $500. Poco tiempo después se creó la Junta de Desarrollo
Económico de Singapur para diseñar e implementar una serie de medidas
económicas. Por aquel entonces, Lee Kuan Yew decidió apostar por el sector
secundario, iniciando una próspera etapa de industrialización.

Claves de su éxito

Si tuviéramos que explicar cuál es la clave de su éxito de la forma más breve


posible sería, sin duda, aludiendo a su altísimo grado de libertad económica.
Según el prestigioso ranking elaborado por la Heritage Foundation sobre Libertad
Económica, Singapur ostenta el segundo puesto del mundo, sólo por detrás de
Hong Kong.

La visión de Lee Kuan Yew hizo que intentasen aprovechar su favorable


localización, a camino entre China y Europa, y su estatus de puerto internacional
para convertirse en una de las grandes referencias del comercio de mercancías en
los mercados asiáticos. La libertad económica de Singapur resulta evidente por
dos aspectos concretos de su economía: la baja presión fiscal y el reducido
tamaño del Estado. Con respecto al primer punto, por ejemplo, el impuesto sobre
la renta es de los más bajos del mundo. Oscila entre el 0% para rentas inferiores a
$20,000 y el 20% parar rentas superiores a los $320,000. Impuestos sobre las
ganancias de capital o herencias son inexistentes.

El Impuesto de Sociedades es del 18% y, además, existen numerosas exenciones


para empresas de nueva creación que pueden ir desde el 50% al 100%. El tipo
general de la imposición indirecta es del 7%. Con este escenario de impuestos tan
bajos, no es de extrañar que la presión fiscal sea de tan sólo del 14% del PIB.
El segundo punto clave de su libertad económica es el reducido tamaño del
Estado. A diferencia de lo que ocurre en Europa, en donde el Estado gasta en
muchos países el 45% del PIB, en Singapur el peso del sector público apenas
asciende al 5% del PIB.

El endeudamiento público está fuertemente controlado gracias a estrictas leyes


que limitan que el Estado gaste más de lo que ingresa. Además de los dos puntos
comentados anteriormente, el Estado también ha centrado sus esfuerzos en
mejorar la educación de sus ciudadanos. Y es que, desde que Lee Kuan Yew
tomó las riendas del país, una de sus ideas más claras para aumentar la
prosperidad era que sus ciudadanos lograsen una educación del más alto nivel.

A diferencia del resto de países de la región, el inglés fue establecido como lengua
cooficial, junto con otras tres, y es la principal lengua utilizada en los colegios. De
manera similar a como sucede en Finlandia -referente mundial en materia
educativa-, la figura de los profesores es enormemente respetada y valorada por
la sociedad. Tanto es así que su remuneración es similar a la que reciben los
científicos e investigadores. Por último, otro de los factores clave que ha
contribuido a la riqueza de Singapur es su política de tolerancia cero contra la
corrupción. Singapur es uno de los países con menores tasas de corrupción del
mundo. La reducida discrecionalidad del gasto que tienen los burócratas
singapurenses, el reducido tamaño del Estado y sus estrictas leyes en esta
materia han hecho que Singapur sea también un país de referencia en este ámbito
a nivel mundial.

El Estado castiga con severas penas de cárcel la prevaricación, el cohecho, la


administración desleal y demás delitos relacionados con prácticas corruptas,
llegando incluso hasta la muy discutible pena de muerte.
Corea del Sur.

La experiencia del país ha llevado a muchos intentos por comprender qué fue lo
que permitió ese crecimiento económico tan rápido.

Para Jasper Kim, profesor de la Universidad Ewha en Seúl, Corea del Sur
consiguió llegar hasta donde estaba al apostar por el único recurso que tenía en
abundancia: su gente. Tanto el gobierno como las familias se dieron cuenta del
valor de la educación, e invirtieron en ello de modo extraordinario, le dice Kim al
programa Business Daily de la BBC.

Economistas y dirigentes de todas las corrientes políticas están de acuerdo en que


el aumento del capital humano mediante una gran inversión en educación es uno
de los secretos del éxito de la nación asiática. Otras explicaciones son más
complejas y suscitan mucha más crítica. Entre las características de hacer
negocios en Corea del Sur está la presencia fuerte de enormes grupos
empresariales dominados por familias, conocidos como "chaebol". Samsung es el
más famoso de ellos. Venden desde lavadoras hasta teléfonos celulares, pasando
por hoteles y empresas de seguros.

Llama la atención que el control en varios de estos grupos ha sido hereditario.


Samsung, por ejemplo, ha sido controlado por la familia Lee desde 1938. Lee Kun
Hee, de 72 años de edad, asumió el mando en reemplazo de su padre en 1987. Y
el sucesor probable es Lee Jae Yong, de 46 años. En muchos otros países del
mundo, hacer que los lazos de sangre sean el factor para determinar quién dirige
las industrias más importantes de la nación, despertaría acusaciones de
nepotismo. Pero en Corea del Sur estas industrias "hereditarias" han conseguido
resultados tan importantes como competirle al gigante estadounidense Apple en el
campo de la telefonía celular, argumenta el profesor Kim en declaraciones a la
BBC. Sin entender realmente por qué, los estudiosos reconocen que el balance de
muchos de estos grupos empresariales dirigidos por herederos de sus fundadores
ha obtenido buenos resultados para sus dueños y en general han elevado el
bienestar económico del país

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