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del Estado (Ley 26944) (4) que manda que las sanciones pecuniarias
disuasivas son improcedentes contra el Estado, sus agentes o funcionarios.
Es que la referida “sanción económica disuasiva” no es otra cosa que el
“daño punitivo” que ninguna relación guarda con las astreintes (5)
Cierto es que la aplicabilidad de astreintes (poco rendidora, pero que
en algún caso tiene éxito), también recibe el aval del artículo 804 del Código
Civil y Comercial que reza: “Sanciones conminatorias. Los jueces pueden
imponer en beneficio del titular del derecho, condenaciones conminatorias
de carácter pecuniario a quienes no cumplen deberes jurídicos impuestos en
una resolución judicial. Las condenas se deben graduar en proporción al
caudal económico de quien debe satisfacerlas y pueden ser dejadas sin
efecto o reajustadas si aquél desiste de su resistencia y justifica total o
parcialmente su proceder. La observancia de los mandatos judiciales
impartidos a las autoridades públicas se rige por las normas propias del
derecho administrativo”. Cabe destacar que la última parte de la disposición
legal transcripta se ha invocado por algunas voces para sustentar la
improcedencia de aplicar astreintes económicas o tradicionales al Estado
Nacional o a sus agentes. El principio, con fundamento constitucional, de la
tutela judicial efectiva uno de cuyos postulados es la debida y pronta
ejecución de los mandatos judiciales (6), viene a ser el principal argumento
para tachar de inconstitucional la pretendida susodicha improcedencia. Si de
algo no puede ser despojado un magistrado es de su imperium y de su
facultad de ejecutar sus órdenes. Sobre el particular, se ha dicho lo
siguiente: “ Pensamos de lege lata que el Estado Nacional y sus agentes no
pueden ser objeto de sanciones pecuniarias disuasivas. Sí, en cambio, de
astreintes, pecuniarias y no pecuniarias, tendientes a que se cumplan
mandatos judiciales desobedecidos. El principio de tutela judicial efectiva,
que cuenta con rango constitucional, así lo requiere, y debe recordarse que
entre las exigencias reclamadas por dicho principio se encuentra la de
privilegiar la debida y pronta ejecución de las órdenes y resoluciones
judiciales. La conclusión anticipada no resulta menguada en materia de
astreintes pecuniarias por el tenor del art.804 del cód. civil y comercial de la
Nación, porque no se avizoran normas de derecho administrativo en tal
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sentido y, de haberlas, en el futuro ellas serían francamente
inconstitucionales por erosionar gravemente la posibilidad de que el Poder
Judicial haga efectiva sus órdenes, todo ello con grave desmedro del orden
republicano” (7)
Llegados aquí, llamamos la atención acerca de que a la vera de
las astreintes tradicionales han aparecido las astreintes no pecuniarias
(también denominadas “medidas conminatorias” o “conminaciones
personales”) que pueden describirse del siguiente modo: es una orden –de
contenido no pecuniario-emanada de un tribunal de justicia que tiende a
obtener el debido cumplimiento de un mandato judicial primigeniamente
desobedecido y que involucra para el desobediente la amenaza de un
desmedro que, prima facie, podría llegar a ser de mayor entidad que el
resultante de persistir en dicha actitud contumaz. El referido instituto
jurídico se fundamenta en atribuciones judiciales implícitas y fue recibido
favorablemente en el XV Congreso Nacional de Derecho Procesal (Córdoba
1989) (8). Igualmente, se ha sostenido que una interpretación extensiva de lo
dispuesto en materia de astreintes pecuniarias es suficiente aval para la
aplicabilidad pretoriana de las astreintes no pecuniarias .
En definitiva, se trata de lograr el acatamiento de órdenes
judiciales desobedecidas mediante la amenaza de infligirle al desobediente
un mal significativo y como tal apto para doblegar la resistencia ejercida.
Sería el caso, por ejemplo, de la prohibición para el padre moroso en pagar
obligaciones alimentarias, de ausentarse del país con un destino turístico.
Fue asimismo el supuesto que constituyó el leading case en la materia
donde reiteradamente se desobedecieron mandatos judiciales tendientes a
reparar extractores de aires existentes en un subsuelo dedicado a una
explotación bailable. Repetidamente, no se acató el mandato judicial en
cuestión lo que perjudicaba gravemente a un negocio lindero (9). Por fin, el
magistrado interviniente dispuso la clausura del local bailable y la
colocación de una consigna policial. Ello fue bastante para que casi de
inmediato se depusiera la actitud de rebeldía y se procediera a reparar los
forzadores de aire en mal estado.
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Fundamentalmente, dos son las coyunturas en las cuales
adquiere crucial importante el despacho de astreintes no pecuniarias: a) en la
hipótesis de que fuera conveniente para el mejor Servicio de Justicia la
ejecución en especie y por mano del propio destinatario de la orden
primigeniamente desobedecida (y no por terceros o mediante la ejecución
subrogada de daños y perjuicios). Ello ocurre cuando el destinatario de la
orden judicial desobedecida es quien se encuentra en mejores y óptimas
condiciones de cumplir el mandato. Sería el caso de una empresa titular de
una explotación de altos hornos metalúrgicos uno de los cuales funciona
peligrosamente y ha dado lugar a varios accidentes, lo que determinó una
orden judicial de una pronta reparación del alto horno defectuoso. Cerrar un
horno metalúrgico no es tarea sencilla ni al alcance de cualquiera pero, claro
está, la empresa titular posee personal especializado en el rubro, y,
seguramente, ante la amenaza de ver clausurada a toda la explotación
comercial es imaginable que apagará (y reparará) el alto horno involucrado;
b) el segundo caso no es otro que el derivado de la real (o aparente)
insolvencia del destinatario de la orden judicial no acatada, circunstancia
que la torna a ésta no susceptible (desde el punto de vista de la Eficacia) de
las astreintes tradicionales.
Cabe acotar que ya se registran regulaciones de astreintes no
pecuniarias en el ámbito del Derecho de Familia. Ello se da en el ámbito del
Código Procesal Modelo de Familia auspiciado por el Gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires e inspirado en la normativa del Código Civil y
Comercial. Dicho cuerpo normativo es el Código Procesal Modelo para la
Justicia de Familia que fue elaborado a requerimiento de la Unidad de
Implementación y Seguimiento de las Políticas de Transferencia de
Competencias del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires,
cuyo presidente, el doctor Julio De Giovanni, encomendó dicha labor a las
doctoras Mabel De los Santos, Ángeles Burundarena y Marisa Herrera. La
revisión general del texto estuvo a cargo de la doctora Aída Kemelmajer de
Carlucci, a la sazón integrante de la Comisión designada por el dec.
191/2011 del Poder Ejecutivo Nacional, que tuvo a su cargo la elaboración
del Código Civil y Comercial. En su artículo 368 se ocupa de la referida
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temática: “Sanciones conminatorias no pecuniarias. El juez puede imponer
al responsable del incumplimiento de las decisiones judiciales las medidas
más idóneas para persuadirlo a cumplir la orden judicial en tiempo
razonable. Estas medidas no deben lesionar los derechos de las personas
vulnerables involucradas”.
Auguramos que una vez que se supere totalmente el horror,
todavía vigente, a imponer judicialmente conductas distintas de las asumidas
(y no observadas) por las partes y ello en miras, precisamente, a que reciban
cumplimiento las contraídas, las astreintes no pecuniarias (o medidas
conminatorias) serán de práctica corriente en los estrados tribunalicios.
J.W.P
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- N O T A S-
6
“Procedimiento Civil y Comercial. Conflictos procesales”, por Jorge
W.Peyrano,
Editorial Juris, tomo 1, página 17.