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La Técnica de la Tortuga.
El cuento de la tortuga:
En una época remota vivía una tortuga joven y elegante. Tenía (años de la edad de la clase o
del niño) años de edad, y justo entonces, había comenzado la enseñanza primaria. Se llamaba
Tortuguita.
A Tortuguita no le gustaba acudir a la escuela. Prefería estar en casa con su mamá y su
hermanito. No quería estudiar los libros del colegio ni aprender nada; sólo anhelaba correr
mucho y jugar con sus amiguitos, o pintar su cuaderno de dibujo con lápices de colores.
Era muy pesado intentar escribir las letras o copiarlas del encerado. Sólo le agradaba retozar y
reírse con sus compañeritos –y pelearse con ellos también-. No le daba la gana de colaborar con
los demás. No le interesaba escuchar a su maestra ni detener esos sonidos maravillosos, como de
bomba contra incendios zumbando con estrépito, que acostumbraba a hacer con la boca.
Era muy arduo para ella recordar que no debía pegarse ni meter ruido. Y resultaba muy difícil
no volverse loco delante de todas las cosas que ella hacía como si lo estuviese ya de verdad.
Cada día, en su camino hasta la escuela, se decía a sí misma que iba a esforzarse en todo lo
posible para no incurrir en jaleos durante esa jornada. Sin embargo, a pesar de ello, siempre
enfurecía a alguno cotidianamente y se peleaba con él, o perdía la razón porque cometía errores y
empezaba a romper en pedazos todos sus papeles. Se encontraba así metida constantemente en
dificultades, y sólo necesitaba unas pocas semanas para estar hastiada por completo del colegio.
Empezó a pensar que era una tortuga “mala”. Estuvo dándole vueltas a esta idea durante mucho
tiempo, sintiéndose mal, muy mal.
Un día, cuando se hallaba peor que nunca, se encontró con la tortuga más grande y más vieja
de la ciudad. Era una tortuga sabia, que tenía 200 años de edad y un tamaño tan enorme como
una casa. Tortuguita le habló con voz muy tímida, porque estaba muy asustada. Pero la tortuga
vieja era tan bondadosa como grande y estaba deseosa de ayudarle.
—¡Hola! —Dijo con su voz inmensa y rugiente— Voy a contarte un secreto. ¿No comprendes
que tú llevas sobre ti la respuesta para los problemas que te agobian?
Tortuguita no sabía de qué le estaba hablando.
—¡Tu caparazón! ¡Tu caparazón! —le gritó la tortuga sabia, y continuó exclamando— Para eso
tienes una coraza. Puedes esconderte en su interior siempre que comprendas que lo que te estás
diciendo o lo que estás descubriendo te pone colérica. Cuando te encuentres en el interior de tu
concha, eres capaz de disponer de un momento de reposo y descifrar lo que has de hacer para
resolver la cuestión. Así pues, la próxima vez que te irrites, métete inmediatamente en tu
caparazón.
A Tortuguita le gustó la idea, y estaba llena de avidez para probar su nuevo secreto en el colegio.
Llegó el día siguiente, y ella cometió de nuevo un error que estropeó su hoja de papel blanco
y limpio. Empezó a experimentar otra vez su sentimiento de cólera y estuvo a punto de perder la
compostura, cuando recordó de repente lo que le había dicho la tortuga vieja. Rápido como un
parpadeo, encogió sus brazos, piernas y cabeza, y los apretó contra su cuerpo, permaneciendo
quieta hasta que supo lo que precisaba hacer. Fue delicioso para ella encontrarse tan cauta y
confortable dentro de su concha, donde nadie podía importunarle. Cuando salió fuera, quedó
sorprendida al ver a su maestra que la miraba sonriente. Ella le dijo que se había puesto furiosa
porque había cometido un error. ¡La maestra le contesto proclamando que estaba orgullosa de
ella!
Tortuguita continuó utilizando este secreto a lo largo de todo el resto del curso. Al recibir su
cuartilla de calificaciones escolares, comprobó que era la mejor de la clase. Todos la admiraban
y se preguntaban maravillados cuál sería su “secreto mágico”.
La relajación muscular es una habilidad que se aprende por la práctica repetida, y antes de
conseguir una relajación profunda, debe enseñarse a los niños la diferencia entre los estados de
tensión y relajación de cada musculo. De esta manera, se practica a tensar y relajar grupos de
músculos variados y se les van dando autoinstrucciones que se focalizan en las distintas
sensaciones que tienen si un musculo esta tenso i si está relajado. Se les debe hablar con voz
suave y despacio con pocos cambios en la inflexión de la voz.
Por ejemplo: “Haz un puño con cada mano, mantenlas apretadas tanto como te sea posible.
Muy bien, ahora cuenta hasta diez tensando cada vez más, y luego, suelta. Siente lo bien que se
está ahora, nota como se ha relajado tu mano. Ahora otra vez, vuelve a cerrar los puños,
mantenlos cerrados con fuerza y cuenta hasta diez: 1, 2, 3, fuerte, 4, 5, 6, más fuerte, 7, 8, tan
fuerte como puedas, 9, 10. ¡Suelta!, deja tus puños abrirse muy despacio, déjate ir, suelta y
cuenta al revés hasta cero, 9, 8, 7, fíjate cómo desaparece la tensión, 6, 5, 4, siente lo agradable
que es esta sensación, 3, 2, 1, relájate y 0”.
Una vez los niños ya hayan aprendido cuando deben meterse en su caparazón, y sepan
relajarse de forma autónoma, se les debe enseñar y guiar en la resolución de problemas.
Por ejemplo: Nicolas me ha quitado el lápiz de la mano sin pedírmelo y me he enfadado. He
hecho la tortuga (me he metido en mi caparazón y me he tranquilizado) y una vez fuera de él, ya
más tranquilo y evitando haberle empujado, debo solucionar mi problema con Nicolas.
Es importante que el profesor u orientador sea el guía y ayude a los niños a la resolución de
conflictos mediante distintas soluciones. Esto se puede poner en práctica con situaciones reales
que hayan sucedido en clase, así como situaciones imaginarias que los niños deben resolver. Se
puede realizar mediante un role-playing y mediante diferentes juegos para que estén más
motivados a conseguir estos aprendizajes tan positivos.
frasco de la calma es un frasco dirigido a las familias para poder controlar las rabietas y el
estrés en los niños y los nervios del adulto. Con él se pretende poder canalizar el estrés y la
ansiedad potenciando la respiración y la calma gracias a la concentración en la atención en los
movimientos relajantes del interior del frasco.
El frasco de la calma está compuesto por pegamento, agua, champú, brillantina y otros
ingredientes que hará que tenga un movimiento casi hipnótico que ayude al niño enojado a
controlar sus rabietas o un niño aturdido, pero siempre y cuando se utilice de una forma correcta
donde el pequeño comprenda que es un frasco para sentirse bien. Es muy importante que el
frasco esté bien sellado para que no se pueda abrir bajo ninguna circunstancia puesto que los
materiales que hay en el interior son tóxicos.
La "técnica del sandwich"; es una técnica que es de mucha ayuda al momento de darle una
orden o reprenderlo por un mal comportamiento al niño y buscar posibles soluciones. Se puede
aplicar con los niños mayores de 4-5 años en adelante y es muy efectiva en aquellos que suelen
presentar resistencia a las órdenes o rebeldía. Su objetivo principal es lograr un cambio de
comportamiento a través de una crítica constructiva, haciendo que los niños reflexionen sobre la
conducta inadecuada y busque alternativas positivas para solucionar.
Este método fomenta la receptividad de los pequeños a la vez que fortalece la autoestima
infantil y facilita la comunicación entre padres e hijos. De acuerdo con la psicóloga y experta en
psicoterapia y autoestima, Elia Roca, para que esta técnica tenga los avances que esperamos, es
importante respetar estos tres pasos:
Luego de que reconozcas alguna de sus cualidades, debemos plantear la necesidad de que
cambie su comportamiento, o que se percate de que está haciendo algo incorrecto o peligroso.
Para ello, procuremos esperar unos segundos después de que lanzamos el elogio y añadir un
“pero…”. Inmediatamente después comunicar la orden que queremos que lleve a cabo el niño.
Después de hacerle llegar tu petición, debemos explicarle por qué no está bien ese
comportamiento y cuáles son los peligros que corre al seguir haciéndolo: “Te amo. Eres muy
inteligente, pero necesito que comprendas que pegar no es correcto y que daña a otros, por favor
detente. Es por tu bien”.
La recomendación para finalizar este paso es terminar con la orden concreta de que es lo que
necesitas que haga o que juntos propongan otras posibles soluciones sin recurrir a la agresividad:
“Me gustaría que cuando sientas ganas de pegar, pienses que eres muy inteligente y que tienes
derecho a enojarte, pero no a pegar ni a maltratar a las demás personas. Hay otras maneras de
expresar tus emociones y las vamos a prender, yo te voy a ayudar”.
3. Agradecimiento
Es muy importante que cuando terminemos estos dos pasos, finalicemos con un mensaje
positivo con el que le haremos ver que agradecemos que ambos puedan dialogar correctamente y
en calma: “Agradezco que me escuches al decirte esto y que trates de cambiar”.
Es fundamental que no demos por hecho que los niños deben portarse bien porque es su
obligación o “porque así tiene que ser”. Recuerde que usted es su guía, ellos solo reproducen
conductas o comportamientos que han adquirido a lo largo de su educación. Y es un punto que
hay que tomar en cuenta al momento de reprenderlos.
El tiempo fuera (time out), es una técnica en la que se ofrece un rincón para que el niño se
detenga a pensar. Es un método que se utiliza cuando el niño está haciendo o ha hecho algo que
está mal, o cuando está experimentado emociones fuertes. Es un espacio en el que hay una silla
situada en un rincón y el niño debe sentarse en ella y detenerse a pensar en lo que ha hecho.
La finalidad de la silla de pensar es que el niño reflexione y sea consciente de sus acciones y
relacione que está en la silla de pensar por un motivo específico y tome consciencia de que ha
tenido un comportamiento equivocado y busque otras posibles soluciones al problema. Está
indicada a partir de los 4 o 5 años de edad, que es cuando el niño ya posee la capacidad de
controlar sus impulsos y reflexionar sobre sus acciones. Si el niño es más pequeño, no tiene aun
la capacidad para poder reflexionar y necesita de una figura adulta para que lo ayuden a
calmarse, ya que no posee la maduración suficiente para controlarse solo y no entenderá porque
se le lleva al rincón. Sólo se conseguirá que aumente su ansiedad.
Para aplicar esta técnica de forma eficaz, se deben de seguir estos cinco pasos:
2. Decirle por qué. Decirle al niño que va a tener un tiempo fuera y explicarle por qué. Por
ejemplo: “Tienes que ir a un tiempo fuera porque…”. Solo se le debe decir esto una vez, con voz
calmada, pero firme. Cuando se le explique por qué le asigna tiempo fuera:
a. No lo sermonear, no regañar ni discutir.
b. No aceptar excusas.
c. No hablarle mientras lo lleva a la silla para el tiempo fuera.
d. Ignorar los gritos, las protestas y las promesas de portarse bien.
3. Hacer que el niño se siente durante el tiempo fuera. Si el niño se niega a estar en
tiempo fuera, llevarlo de la mano o levantarlo con cuidado y trasladarlo a la silla. Cuando llegue
al lugar para el tiempo fuera, decirle que se siente. Decirle que se quede en ese lugar hasta que el
adulto le indique que puede levantarse. Cuando el niño esté en tiempo fuera:
a. No dejar que nadie hable con él.
b. No permitirle jugar con nada.
Lograr que los niños se queden sentados durante el tiempo fuera puede ser difícil en la
práctica. Por lo general, no quieren sentarse durante el tiempo fuera. Si el niño se sale del lugar
asignado para el tiempo fuera, hay que volver a ponerlo allí y no hablar mientras se hace. La
primera vez que se use el tiempo fuera, tal vez deba hacer que el niño regrese al lugar varias
veces. Si se es constante al hacer que el niño regrese a su lugar cada vez que se levante y al
limitar la atención brindada durante el proceso, notará que el tiempo fuera se vuelve cada vez
más fácil. Esto requiere mucha paciencia y no es sencillo. No hay que olvidar que el niño está
intentando salir del tiempo fuera y hará todo lo que pueda para escapar. A veces, el adulto tiene
que quedarse cerca del lugar asignado para el tiempo fuera para que el niño se quede sentado.
Eso está bien; solo hay que limitar las interacciones con el niño. No hablarle ni prestarle
atención.
4. Finalizar el tiempo fuera. El tiempo fuera, por lo general, dura entre 2 y 5 minutos en el
caso de niños pequeños y prescolares. Una buena regla general es dar 1 minuto de tiempo fuera
por cada año de edad del niño. Es decir, un pequeño de 2 años estará en tiempo fuera durante 2
minutos, y uno de 3 tendrá que sentarse durante 3 minutos.
El niño debe permanecer en silencio antes de dejar el lugar de tiempo fuera. Cuando el
niño se mantenga en silencio durante 5 segundos al final del tiempo fuera, decirle que
puede levantarse. Si el tiempo fuera se debió a que el niño desobedeció una regla
familiar, golpeó a alguien o hizo algo peligroso, puede recordarle la conducta que espera
que tenga. Por ejemplo, puede decirle: “Recuerda nuestra regla de no pegar ni dar patadas
y dar otras alternativas”.
Si el tiempo fuera fue por no seguir sus instrucciones, hay que repetirlas. El niño debe
seguir las instrucciones, incluso después del tiempo fuera. Si todavía se niega a hacer lo
que se le ha indicado, el niño debe regresar al tiempo fuera.