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Y
OCULTISMO
ARTISTAS OCULTISTAS DEL FIN DE SIGLO
02 Odilon Redon
Pintor y grabador francés
activo en los cenáculos del
París de 1900.
03 Alphonse Mucha
Artista de origen checo que
fue masón y simpatizó con el
paganismo eslavo.
OTROS TÍTULOS
Crónicas del Madrid secreto
El Tarot de Mantegna y la
sabiduría arcana del
Renacimiento
WEB
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Waterhouse y la magia.
Dr. Pedro Ortega Ventureira
Universidad Autónoma de Madrid
Resumen
John William Waterhouse, aunque nacido en Italia, fue un pintor vic-
toriano que desarrolló su obra a finales del siglo xix y comienzos del
xx en Inglaterra. Fue seguidor de la corriente pictórica de media-
dos del xix conocida como Prerrafaelismo. De hecho, Peter Trippi
(el máximo especialista en su obra) lo ha apodado como “el moderno
prerrafaelita” por seguir sus preceptos décadas más tarde. Académico
de reconocido prestigio, muestra un interés por los temas heterodoxos
en su pintura. En este artículo nos centramos en su interés por la magia,
que, como veremos, aparece a lo largo de su producción. Esta cuestión
nos lleva a plantear si Waterhouse fue, en secreto, militante de alguna
sociedad secreta o simpatizante de las corrientes ocultistas.
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John William Waterhouse
La bola de cristal
(1904.)
83
John William Waterhouse
Circe ofreciendo la copa a Ulises
(1891)
84
John William Waterhouse
Circe envidiosa
(1892)
85
Waterhouse está poniendo en un mismo contexto elementos mágicos
de las culturas antiguas y del saber alquímico.
Peter Trippi nos habla de la más que probable vinculación de este lien-
zo con el saber oculto: “Esta obra representa el creciente interés de
Waterhouse por el ocultismo. La percepción común de que las mujeres
tienen más cualidades para ser médiums para la comunicación sobre-
natural las provee de un grado de influencia inimaginable en la reli-
gión convencional”1. Para Trippi, parece obvia la relación o, al menos,
el conocimiento por parte de Waterhouse de la obra de H.P. Blavatsky.
Todo parece indicar una filiación teosófica u ocultista en la obra de
Waterhouse, pero su posición social en la Academia y el hecho de que
las sociedades secretas estuvieran prohibidas en Inglaterra (no serían
despenalizadas hasta 1950) habrían hecho que Waterhouse mantuviera
en secreto cualquier posible vinculación con ellas.
Este cuadro inaugura una serie de lienzos en los que la mujer maga
porta una copa o un recipiente con una poción mágica. Este tema se va
a repetir en numerosas ocasiones como vamos a ir describiendo. Circe
envidiosa continúa con la serie de Circes de Waterhouse. Está fechado
en 1892. Esta vez la fuente para la imagen no es la Odisea sino las Me-
tamorfosis de Ovidio. El tema es el siguiente: Glauco, el hombre sirena,
está enamorado de la ninfa Scylla, y recurre a Circe para que le ayude
a ser correspondido. Pero Circe quiere a Glauco para ella y se muestra
86
‘envidiosa’ cuando Glauco la requiere. Entonces Circe prepara una po-
ción maligna para envenenar el mar y matar así a Scylla. Peter Trippi ve
en este lienzo una posible influencia de los simbolistas belgas Fernand
Khnopff y Jean Delville, muy de moda en la Inglaterra de finales de
siglo. Khnopff y Delville eran autores vinculados con el ocultismo
y puede que las poses de sus mujeres poseídas influyan en este cuadro
de Waterhouse en el que Circe parece una mujer en una pose estimula-
da por el mesmerismo2.
87
John William Waterhouse
El jardín encantado
(1916-17)
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Uno de los últimos temas que suscitan el interés de Waterhouse es el de
los lugares encantados. Al final de su vida trata dos veces el tema: en
El jardín encantado (1916-17) y en El bosque místico (1914-17).
Referencias Bibliográficas:
-- AA.VV. Exposed. The Victorian Nude. Watson-Guptill Publications,
Nueva York, 2002.
-- AA.VV. Femmes Fatales (1860-1910). Groninger Museum, Amberes,
2003.
-- AA.VV. Heroínas. Ed. Fundación Colección Thyssen-Bornemisza
y Fundación Caja Madrid, Madrid, 2011.
-- AA.VV. J.W. Waterhouse. The Modern Pre-Raphaelite. University of
Bristol, Bristol, 2009.
-- BERESFORD, Richard. Pre-Raphaelites and Olympians. Art Gallery
of New South Wales, Sydney, 2001.
-- GERARD-POWELL, Véronique y RIBEYROL, Charlotte. Alma-Tadema
y la pintura victoriana en la colección Pérez Simón. Museo Thyssen-
Bornemisza, Madrid, 2014.
-- TRIPPI, Peter. J W. Waterhouse. Phaidon, Londres, 2004.
89
Odilon Redon.
El espíritu del bosque, 1890
Odilon Redon:
entre lo monstruoso y lo oculto
O
dilon Redon es uno de los artistas más remarcables del arte simbo-
lista de finales del siglo XIX y comienzos del XX. En este artículo
abordamos su producción desde el punto de vista iconográfico
para indagar en los dos períodos de la producción del artista: el
primero, monocromático, vinculado directamente con la estética de lo
siniestro y que sirve como antecedente del género de terror que se desa-
rrollará a lo largo del siglo XX y es por ello pertinente en el ámbito de
esta publicación. Por otra parte, no queremos dejar pasar la ocasión para
ahondar en la posible vinculación del Odilon Redon con el ocultismo
que estuvo presente en esa época a lo largo de Occidente.
O
dilon Redon ha sido considerado como uno de los principales refe-
rentes del arte Simbolista. Nació en Burdeos en 1840, por lo que
pertenecería a la primera generación de esta corriente artística y
literaria junto a otro gran maestro, Gustave Moreau, catorce años
mayor que él. De hecho coincidirán en París, donde Redon se afincará a
partir de 1870. Aunque Redon utilice el color en parte de su producción y
pueda incardinarse dentro del Simbolismo canónico, gran parte de su obra
la realiza en dibujos y grabados monocromáticos en donde explota una veta
que lo convierte en único, pues es en estos formatos donde da rienda suelta
a su imaginación y donde aparecen todos sus monstruos. Esto le convierte
en un artista único en su tiempo y le encumbra como antecedente de la icono-
grafía del horror.
73
que imagina Redon. A diferencia de
estos, que tratan de representar criaturas
que existen en lugares remotos o seres
legendarios o simbólicos, Redon crea
su propio universo a partir únicamente
de su imaginación. En este sentido,
podemos ponerlo en paralelo con otro
gigante del Arte universal como es Fran-
cisco de Goya, cuyos Caprichos conocía
Redon a la perfección y a los cuales
va a rendir un homenaje explícito en su
cuaderno Homenaje a Goya de 1885.
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Estos dibujos se situaban fuera de todos los conocidos; la mayor parte
de ellos superaban los límites de la pintura, y aportaban un universo
fantástico especial e innovador, un nuevo tipo de fantasía surgida de la
enfermedad y del delirio.
En efecto, algunos de estos rostros, devorados por ojos inmensos, por ojos
enloquecidos; algunos de estos cuerpos crecidos de forma desmesurada o
deformados como si se nos viera a través de una jarra de agua, evocaban
en la memoria de Des Esseintes recuerdos de fiebres tifoideas, recuerdos
de las noches de ardor y delirio que se le habían quedado grabados, o de las
horrendas misiones de los sueños de su infancia”1.
II. El ojo.
L
a representación del ojo es uno de los principales iconos en el arte de
Redon. Pero se trata de un solo ojo colocado en lugares y situaciones
inquietantes e irracionales, lo cual causa un impacto en el observador.
Estaríamos ante la puesta en práctica del concepto de lo siniestro en su
máxima expresión: aquello que nos es familiar pero al mostrarse, alejado de
su lugar en el rostro, nos causa una sensación turbadora. Así, el ojo de Redon
aparece como la flor de una planta, la cara de un dado, un meteorito que cae
desde los cielos o un ente brillante que flota suspendido ante el espectador.
Como tema recurrente, podríamos hablar del cíclope, criatura de un solo ojo
que ocupa el centro de la frente del monstruo. Nos viene a la cabeza la refe-
rencia clásica de Polifemo, el más famoso de los cíclopes, hijo de Poseidón y
la ninfa Toosa y que aparece en obras como la Odisea de Homero, El cíclope de
Eurípides o la Eneida de Virgilio, también recuperado en la literatura barroca
española en obras como la Fábula de Polifemo y Galatea de Luis de Góngora.
De este modo, Odilon Redon da vida a este personaje en un grabado de 1883
titulado El cíclope, así como un pastel de 1914 del mismo título. Otra referencia
podría ser cristiana: el ojo de Dios, ese ojo que todo lo ve. También podríamos
hablar de un cierto voyeurismo pues los ojos de Redon parecen mirarnos
desafiantes dentro de escenas irracionales, donde nuestra inquietud ante el
escenario se vuelve mayor por la presencia de ese ojo que parece mirarnos en
ocasiones.
1. Huysmans, Joris-Karl. A contrapelo. Madrid: Cátedra, 1984, pp. 188 y 189.
75
Pero si hay un ojo carismático con el que
inmediatamente reconocemos la mano de
Odilon Redon es el globo-ojo dentro de la
serie dedicada a Edgar Allan Poe de 1882.
Aquí el aparato aerostático se convierte
en una máquina espeluznante. El globo
propiamente dicho se ha transformado en
un ojo que mira hacia arriba y en cuya parte
superior vemos lo que podrían ser sus
pestañas. En su movimiento ascendente,
que nos deja clara la mirada hacia arriba,
el óculo sustenta en lo que sería la cesta del
pasaje, nada menos que una bandeja con
una cabeza sobre su superficie. Podría
tratarse de la cabeza cortada de San Juan
Bautista, un tema recurrente en el arte
Simbolista de la época y que nos lleva
a una nueva referencia iconográfica de
Redon que es su obsesión por la cabeza
como elemento aislado del cuerpo.
I
A Edgar Poe (El ojo, como un extraño globo,
naugurada la iconografía de la montañas hacia el infinito), 1882
cabeza separada del cuerpo en
el globo-ojo, Redon se dispone a tratar numerosas veces este tema a
lo largo de su producción. Uno de los ejemplos más tempranos sería
Alegoría del martirio de 1877. Es el mismo tema que acabamos de ver, pero
ahora es el elemento único de la representación. Como decíamos, la cabeza
cortada simbolista suele representar a San Juan, figura que impulsa obras
literarios como la Salomé de Oscar Wilde de 1891. Y es que la mujer deca-
pitadora se convierte en el icono simbolista por antonomasia: es la femme
fatale a la que tanto teme el hombre en el momento en que por fin comienza
el empoderamiento de la mujer. Aparte de San Juan, tenemos otras figuras
decapitadas como el tirano Holofernes, muerto a manos de Judit, una figura
femenina heroica del Antiguo Testamento que también se recupera en este
período artístico. Y cómo no, también Orfeo es una figura decapitada, al que se
le suele representar con la cabeza colocada sobre su lira. Esta vez el agente
de la muerte es también femenino: son las Bacantes que se sienten recha-
zadas y deciden despedazar el cuerpo del rapsoda.
76
con una magnífica fotografía de Fred
Holland Day en la que el dios Hipnos,
con su cabeza alada, está encarnado
en un joven efebo.
IV. La araña.
S
i bien las visiones de Odilon Redon sobre el ojo o la cabeza nos resultan
inquietantes y siniestras, todavía lo son más sus arañas. Redon encuentra
en estos insectos el culmen de lo monstruoso al dotarlos de ojos, nariz
y boca humanos. El tema lo trata al menos dos veces, en 1881 y en 1887.
Si bien en la primera versión un rostro humano perfectamente caracterizado
está envuelto en el cuerpo del ser, en el segundo resulta más caricaturesco con
unas trazas casi cómicas aunque no menos monstruosas. Un detalle casi insig-
nificante que aparece en ambas obras es el número de patas del arácnido: las
dos representaciones tienen diez en lugar de ocho, como correspondería a esta
clase de insectos. Desconocemos su intención, pero sin duda podemos vislum-
brar que los seres representados son algo más que arañas.
77
siones son solo dos ejemplos que
atestiguan la influencia de Odilon
Redon en las manifestaciones del
horror que germinará en el siglo XX.
E
ste horror latente en la obra
de Odilon Redon se manifiesta
también en toda una serie de repre-
sentaciones de seres vinculados con
la oscuridad, o lo que es lo mismo, con la
muerte. Antes de que Bram Stoker publi-
cara Drácula en 1897, Odilon Redon ya
se hizo eco de este habitante de la noche.
Lo curioso es que su primera versión de
este tema es el de una vampira feme-
nina. Se trata del frontispicio para Les
Ténèbres (1892), un volumen de poesía
del belga Iwan Gilkin. Allí podemos
leer: “El ángel negro me entregó la copa
de ónix oscuro, donde un líquido cere- Odilon Redon.
bral burbujeaba siniestro, bebí en la La araña que llora, 1881
tumba de mi boca. ¡Oh, el encanto del
terror, el esplendor de la desesperación!”2
Otra suerte de vampiro lo encontramos cuatro años después, cuando Odilon Redon
es comisionado para ilustrar otra gran obra literaria simbolista: Las tentaciones de San
Antonio (1874) de Gustave Flaubert. Esta narración supuso todo un icono para la
pintura simbolista europea. Tenemos versiones pictóricas del tema de la mano de
Lovis Corinth, Fernand Khnopff, Félicien Rops, Franz von Stuck e incluso del propio
Cézanne. La interpretación de Redon de uno de los pasajes de la novela nos muestra
a un hombre con alas de murciélago en su dorso. Es el diablo, tal y como reza el título
de la litografía: “¿Cuál es el sentido de todo esto? El diablo. ¡No tiene sentido!”.
Este diablo-vampiro tiene otra variante en una obra muy poco conocida que lleva
por título El monstruo, sin datación y perteneciente a una colección privada. Se trata
de un óleo, por lo que debe ser una obra de transición entre su etapa monocromática
y la colorista de sus últimos años. Aquí tenemos la efigie de un vampiro aristocrático,
quizá sí ya influenciado por el de Stoker: un caballero con capa negra, sin cabello en
la cabeza y con dos alas en las orejas (de nuevo la referencia a Hipnos). Una figura
inquietante y siniestra a la vez con aire de gentleman.
2. Citado en Lumière. Lithographs by Odilon Redon. The Fitzwilliam Museum, University of Cambridge,
2009. Recurso electrónico: http://www.fitzmuseum.cam.ac.uk/sites/default/files/redon.pdf (12/9/2017).
78
ción del Lucifer de El paraíso perdido
(1674) de Milton. De alguna manera
el diablo pierde su condición de malvado
para convertirse en maldito, mien-
tras que será la mujer fatal la depositaria y
principal agente del mal en su más pleno
significado. Así tenemos varios ángeles
caídos en la producción que podrían
alinearse con esta corriente, fechados
en los años setenta y ochenta del siglo
XIX. Asimismo, el tema de la femme
fatale aparece también entre sus lito-
grafías más oscuras: la mujer a la que
se enrosca una serpiente. Sus refe-
rentes para esta iconografía podrían ser
Baudelaire en su poema “La serpiente que
baila” de Las flores del mal o una escena de
Salambó (1862), de nuevo de Gustave Flau-
bert, en la que la sensualidad se une con el
mal.
E
l cambio de siglo nos muestra un Odilon Redon renacido: el color pasa
a ser ahora el protagonista de su obra y la opresión de su primera
etapa parece quedar eclipsada. La mujer parece colocarse en un nuevo
lugar. Así en bellos pasteles da vida a la Ophelia del Hamlet de Shakes-
peare (recordemos que los prerrafaelitas británicos la encumbraron y que
posteriormente fue también loada por Mallarmé), a la Beatriz de la Divina
Comedia de Dante, a la recién restituida Juana de Arco o a figuras mitológicas
como Andrómeda. En todas ellas el colorido enfatiza el poder de lo femenino
al que parece ahora rendir tributo.
79
mente. Pero es curioso que Redon
trate de nuevo a una mujer inves-
tida de poder y, además de poder
mágico y con carácter positivo. La
druidesa es la mujer que conoce y
domina las fuerzas de la naturaleza.
¿Podría haber algo de Teosofía en
ello? Si pensamos que el movimiento
promovido por Blavatsky aúna las
fuerzas mágicas de las tradiciones
occidentales y orientales, es al menos
plausible. Si seguimos por la senda
teosófica nos encontramos con dos
temas que nos llevarían a la sabiduría
de Oriente.
La posible conexión con Péladan podría haber tenido importancia después del
período de los Salones de la Rosa Cruz, en los que Redon no participó. Pero
años más tarde, en las primeras décadas del siglo XX podría existir un vínculo
80
entre ambos. Veamos. Otro de los
temas que trató Odilon Redon a lo
largo de su obra fue el de Parsifal,
el héroe germánico inspirado en
primera instancia por la ópera de
Wagner, vinculado con la leyenda
griálica. Redon representa a Parsifal
al menos en dos ocasiones: un dibujo
de 1891 y un óleo de 1912, por lo que
parece ser que el tema le interesó
durante un largo período de tiempo.
Conclusión.
E
l arte Simbolista europeo es todavía un terreno por explorar en toda su
dimensión, en especial en aquella que atañe a sus vínculos con lo siniestro
y con lo oculto. Cada vez que nos acercamos a uno de sus artistas nos
encontramos con que los temas que representan no hacen sino formu-
larnos nuevas preguntas y conducirnos a lugares ignotos. Odilon Redon no
es una excepción. Pese a ser uno de los artistas más importantes del Simbo-
lismo y ser uno de los más estudiados y valorados, todavía son muchas las
incógnitas que encierra su arte. Desde una aproximación iconográfica nos
damos cuenta de cuáles son las ideas que planean por la mente del pintor
y que quiere dejar plasmadas en el lienzo, de ahí su importancia. En este
81
artículo hemos indagado funda-
mentalmente en su primer período,
que está relacionado con la estética
de lo siniestro y del que deducimos
algunas influencias posteriores en el
género de terror que se consolidará a
lo largo del siglo XX. También hemos
querido dedicar una segunda parte a
postular la hipótesis de la vinculación
ocultista del artista, pues a nuestro
juicio el influjo de las corrientes
esotéricas fue primordial en la Europa
de fin de siglo, hecho que ha sido
reiteradamente omitido en los estu-
dios realizados sobre los pintores de
esta época y que consideramos que
deben ser tenidos en cuenta para
conocer la dimensión real del arte de
este período de estudio. Queda, no
obstante, mucho camino por recorrer.
Esperamos que este artículo sirva, al
menos, para allanar tenuemente ese
sendero. Odilon Redon.
Parsifal, 1912
Referencias Bibliográficas:
-- Eisenman, Stephen S. The Temptation of Saint Redon. Chicago: The Univer-
sity of Chicago Press, 1992.
-- Hauptman, Jodi. Beyond The Visible: The Art Of Odilon Redon. Nueva York:
MOMA, 2006.
-- Huysmans, Joris-Karl. A contrapelo. Madrid: Cátedra, 1984.
-- Lumière. Lithographs by Odilon Redon. The Fitzwilliam Museum, Univer-
sity of Cambridge, 2009. Recurso electrónico: http://www.fitzmuseum.cam.
ac.uk/sites/default/files/redon.pdf Ortega, Pedro. “Montsegur: el final de
los cátaros”. Mistérica Ars Secreta nº 12. Madrid: Asociación Cultural Mente-
nebre, 2017.
-- Odilon Redon. Colección Ian Woodner [cat. expo., Fundación Juan March,
Madrid / Barcelona]. Madrid / Barcelona: Fundación Juan March / Museu
Picasso, 1989.
82
177
Resumen
Alphonse Mucha es universalmente conocido por su faceta de carte-
lista y como principal representante del Art Nouveau. Pero detrás de
este trabajo hay todo un sustrato de diversas influencias que se mues-
tran en la parte de su obra menos conocida pero con la que Mucha
más se identifica. En este ensayo vamos a poner de manifiesto cómo
elementos ocultistas, masónicos y paganos se muestran a lo largo de
la obra de Alphonse Mucha.
Cartel para
La epopeya eslava
(1928)
178
La Naturaleza
(1899)
especie de luz sagrada que iluminaba desde abajo el cuerpo de tamaño na-
tural de Jesús martirizado, colgado en la pared, inmerso en una profunda
tristeza… Me encantaba arrodillarme allí juntando las manos para rezar.
No había nadie delante, solo el Cristo de madera colgado en la pared; nadie
que pudiera verme cerrando los ojos, pensando en Dios sabe qué e imagi-
nándome de rodillas al borde de un futuro incierto y misterioso”1�
Mucha y con gran probabilidad sentarán las bases del interés de Mucha
por el ocultismo que eclosionará más tarde en su vida en París.
En esos años en París entabla también relaciones con los círculos teo-
sóficos fundados por Mme. Blavatsky. En concreto entra en contac-
to con De Rochas y Flammarion. También traba amistad con August
Strindberg, muy interesado por el ocultismo, y se relaciona con los
círculos rosacruces de Joséphin Péladan. Este interés por el ocultismo
lleva a Mucha a organizar en su estudio experimentos espiritistas.
2. Varios Autores. Alphonse Mucha (1860-1939). Seducción, modernidad, utopía. Fundación
La Caixa, Barcelona, 2008, p. 23.
3. Mucha, Sarah. Alphonse Mucha. Mucha Ltd., Praga, 2008, p. 20.
180
Hay una opinión interesante sobre la obra de Mucha y con la que coin-
cidimos, que postula que su ideología espiritual se traduce en su obra
como algo magnético que atrapa al observador que la admira:
4. Ibidem.
181
Alphonse Mucha
con la regalía masónica
(1925)
Portada de
Le Pater
(1899)
tra su primer libro, Ilsée, princesse de Trípoli, que fue todo un éxito�
Si bien todavía no había ingresado en la logia, encontramos ya aquí
elementos de la simbología masónica unidos con elementos teosófi-
cos� Cabe destacar una plancha en concreto en la que Mucha realiza
una ilustración inquietante: una mujer tiene sobre su cabeza el delta
masónico que representa a Dios en su abstracción, el Poder supremo�
Además está rodeada por un círculo de estrellas� En el pedestal en
el que se sustenta figura la palabra “Evangelium”� Como vemos, ya
aparecen juntos símbolos masónicos y de una heterodoxia cristiana
además atribuidos a la mujer como entidad sagrada�
5. Dvorák, Anna. Mucha. Le Pater. Illustations pour Le Notre-Père, Somogy éditions d’art,
París, 2001.
183
Grabado de
Le Pater
(1899)
6. Varios Autores. Alphonse Mucha (1860-1939). Seducción, modernidad, utopía. Fundación
La Caixa, Barcelona, 2008, p. 25.
186
con el que Mucha simpatizaba� Muestra de ello serán los trabajos que
realiza para distintos festivales de Sokol� En el cartel para el festival de
1912 representa una doble alegoría femenina: Praga, en primer plano,
es una joven con un bastón emblema de la ciudad y coronas de hojas de
tilo, el árbol nacional� Detrás de ella, en penumbra, Slavia, el espíritu de
la nación con un halcón en una mano, signo de las cualidades viriles,
y con una corona, aparentemente de espinas, en la otra, quizá símbolo
del sufrimiento de la nación�
La celebración de Svantovit,
dentro de La epopeya eslava
(1910-1928)
con las ideas de la Revolución Francesa, fue para nosotros un gran estímulo
intelectual y político en el momento de nuestra recuperación nacional”7. En
conmemoración de este hecho, y por todo lo que Francia había su-
puesto para Mucha, en 1918 pintará El abrazo de Francia a Bohemia, un
gran lienzo en el que observamos una gran cruz. Delante de ella una
mujer madura semidesnuda y con un paño con el escudo de Praga
bordado en rojo –la nación bohemia– ha sido liberada de su crucifi-
xión. Detrás, otra mujer, con el gorro frigio –Francia– es la artífice de
la liberación. Sobre el fondo dorado, como el enardecido de la batalla,
surge una columna de humo consecuencia de este y a su vez anuncio
de que la contienda ha terminado.
7. Mucha, Sarah. Alphonse Mucha. Mucha Limited, Praga, 2008, p. 105.
189
8. Dixon-Kennedy, Mike. Encyclopedia of Russian & Slavic Myth and Legend. ABC-CLIO,
Inc., Santa Bárbara (CA), 1998, p. 271.
190
V. Últimos años.
Su legado al sentimiento paneslavo concluye en 1928 cuando finaliza
el último lienzo de La epopeya eslava y presenta su obra al completo en
Praga. Unos años después, en 1931, recibe el encargo de realizar una
9. Vojan. Historical paintings of the Slavic nations by Alphonse Mucha. The Art Institute of
Chicago, 1920, p. 2.
191
De este modo Mucha, al final de su vida, parece querer sublimar las in-
fluencias que han aparecido en su arte a lo largo de su producción. Idea
una especie de conclusión, un colofón a su vida artística, el cual quiere
dedicar a toda la humanidad más allá de cuál sea su credo, su filoso-
fía o su postura ante la vida. Parece dejar de lado toda su iconografía
anterior para condensar en una sola obra su concepción madura del
hombre. Pero Mucha no puede terminarla: estalla la Segunda Guerra
Mundial y es detenido por la GESTAPO por su condición de masón.
Pese a ser liberado ya no podrá volver a los pinceles, su salud empeora-
rá rápidamente y morirá en 1939.