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Textos pictóricos: selección de obras de Salvador Dalí, Max Ernst y Tomek Setowski.
Observación:
- La isla al mediodía
-Casa tomada
- El río
Consigna Nº1: La noche boca arriba de Julio Cortazar y resolver las siguientes consignas:
a) ¿Cuáles son los espacios y tiempos en los que transcurre la historia? Ejemplificar con citas
textuales en qué momento el protagonista pasa por primera vez de un espacio o dimensión a
otro.
b)¿Cuál es el hecho que provoca el posterior pasaje de un espacio y tiempo a otro distinto?
c)¿Cuál es la función que cumple el sueño dentro de la historia? ¿Qué sensación le produce al
protagonista?
d) ¿Qué semejanzas y diferencias hay entre las dos situaciones en las que se encuentra el
protagonista?
e)¿Cómo es el punto de vista que adopta el narrador ¿es diferente, parecido o el mismo que el
que tiene el protagonista sobre los hechos? Ejemplificar con citas textuales.
Cortázar recurre muchas veces a alterar algunas de las conocidas dualidades con las
que nos manejamos cotidianamente, por ejemplo cuestionando o invirtiendo los límites
entre:
Leer este fragmento de “El sentimiento de lo fantástico”, de Cortázar, y definí qué es lo fantástico
para este autor.
“Ese sentimiento de lo fantástico como me gusta llamarle, porque creo que es sobre
todo un sentimiento e incluso un poco visceral, ese sentimiento me acompaña a mí
desde el comienzo de mi vida (…) Ese sentimiento, que creo se refleja en la mayoría
de mis cuentos, podríamos calificarlo de extrañamiento; (…) a mí me sucede todo el
tiempo, en cualquier momento que podemos calificar de prosaico, en la cama, en el
ómnibus, bajo la ducha, hablando, caminando o leyendo, hay como pequeños
paréntesis en esa realidad y es por ahí, donde una sensibilidad preparada a ese tipo de
experiencias siente la presencia de algo diferente, siente, en otras palabras, lo que
podemos llamar lo fantástico. (…) lo fantástico, ese sentimiento, ese extrañamiento
(…) consiste sobre todo en el hecho de que las pautas de la lógica, de la causalidad del
tiempo, del espacio, todo lo que nuestra inteligencia acepta desde Aristóteles como
inamovible, seguro y tranquilizado se ve bruscamente sacudido, como conmovido, por
una especie de, de viento interior, que los desplaza y que los hace cambiar.”
Consigna Nº3:
a)Explicar cómo se vincularía ese fragmento con los relatos Continuidad de los parques
y Axolotl. ¿Cómo se manifiesta lo fantástico en ambos relatos? Ejemplificar tu respuesta
con citas textuales.
b) ¿En La isla al mediodía cual/es de estos viajes realiza Marini? Fundamentar y ejemplificar
De lo rutinario a lo excepcional
De lo externo a lo interno
De lo real a lo irreal
Del aire al agua
De la vida a la muerte
De lo natural a lo humano
Del deseo inalcanzable al deseo cumplido.
c)Con las palabras que figuran a continuación armar una red conceptual que explique los
contenidos clave vinculados a la obra de Cortazar:
fantástico- cotidiano-cuento-cuestionamiento-ruptura-realidad tensión-elipsis-intensidad-
extrañamiento-dualidades-otredad
La boda
La casa de azúcar
Las fotografías
Consigna Nº4:
A pesar de las reivindicaciones, a pesar de la insistencia en que ella era tan brillante como todos
sus amigos ilustres (¿o no fue Borges el que la llamó “genial” antes que nadie, la destacó y al
mismo tiempo la congeló?), hay algo todavía menor en Silvina Ocampo (1903-1994). Serán las
luces altas que la rodearon en vida: fue la hermana menor de Victoria Lengua Ocampo, la esposa
de Adolfo Bioy Casares, la amiga de Pepe Bianco, Borges, Wilcock. Favorita de críticos y escritores,
más estudiada que leída, todo contribuye a aislar a Silvina Ocampo en una cajita de marfil. Una
cajita en la que ella, naturalmente, guardaría mariposas clavadas en alfileres. Escribía Alicia
Dujovne Ortiz: “¿Qué son los cuentos de Silvina sino pequeños sepulcros adornados con plumas y
piedritas, rituales de niña mala que ha matado un insecto y le rinde honores?”. Lo decía pensando
en la amistad íntima entre Silvina Ocampo y Alejandra Pizarnik, dos mujeres raras, como
afiebradas. Era rara de verdad, no sólo excéntrica. Alguna vez le dijo a la revista Vosotras que no le
gustaba lavar la ropa porque “estrujar es como estrangular a alguien”. Le gustaba pasar el tiempo
con las empleadas domésticas, escucharlas, quizás espiarlas. Hay espías en toda su narrativa. Hay
niños que viven en corredores fríos. Hay muchas enfermas, algunas enamoradas de sus médicos, y
también muchos espejos. Fotografías que, al ser tomadas, literalmente asesinan. Arañas que
atacan rodetes de novias. Vírgenes y sueños. Una maldad que es peor porque simula inocencia.
Casas, claro, que suelen ser más prisión que refugio y de las que se escapa tomando otra forma,
transfigurándose en un doble. Objetos, joyas, canarios: chucherías que se cargan de un halo
siniestro, que aparecen levemente deformados, como si la persona que los mira (que los cuenta)
sufriera una distorsión perceptiva. Ella misma solía decir que su calidad literaria podía ser una
ilusión. Publicó su primera colección de cuentos, Viaje olvidado, en 1937. Pero muchos críticos
creen que encontró su voz en La furia (1959), que incluye este cuento, “El vestido de terciopelo”.
Un relato que posee algunas de las recurrencias en la ficción de Silvina Ocampo: el humor (negro)
en voz de la niña narradora: “¡Qué risa!”. La crueldad, la de ese vestido tan pesado, la del calor
que sufren las mujeres –vienen de Burzaco a Barrio Norte, “tan a trasmano”–, la sutil venganza de
clase (ejercida con ironía, con un bailecito despiadado), los cambios de tono repentinos, los giros,
el final absurdo pero esperable. Se suele decir que sus cuentos pertenecen al fantástico, con
toques de absurdo, pero hay algo más. Parecido a eso, pero más variado, como los objetos tan
similares pero tan distintos que componen un gabinete de curiosidades antiguo. Silvina Ocampo
murió en 1994, veinte días antes que su única hija, Marta, que murió en un accidente, atropellada
por un coche. Adolfo Bioy Casares las sobrevivió cinco años.
Consigna Nº5: Escribir un texto descriptivo y analítico en el que presentes, analices y compares
dos o tres cuentos de los asignados únicamente. Para eso, podes:
o bien presentar cada cuento por separado y compararlos al final
o bien ir comparando diferentes aspectos de cada uno de los cuentos a medida que los vas
analizando. Podes hacer aportes propios sobre cuestiones que no fueron preguntadas en la
segunda parte, pero que te interese comentar.
Recomendaciones para lograr un buen texto:
-Iniciarlo con una breve introducción en la que expliques qué te propones hacer. Por ejemplo: En
este trabajo me propongo analizar y comparar el cuento “X” de Tal autor con el cuento “H” de Tal
Otro y mostrar que son fantásticos o extraños, aunque se diferencian en el tipo de intriga que
generan.
- Podes incluir la el fragmento de la cita de Mariana Enríquez que esta resaltada para refutarla o
apoyarla.
-Desarrollar el análisis con la mayor claridad posible, intercalando citas de los cuentos y de los
apuntes sobre fantástico (disponibles en el material subido en el classroom) para dar más solidez
a las explicaciones e interpretaciones propias.
-Poner un título atractivo al trabajo.
-Extensión aproximada de la tercera parte: 1 carilla Calibri 12 o equivalente,
El Otro
El hecho ocurrió el mes de febrero de 1969, al norte de Boston, en Cambridge. No
lo escribí inmediatamente porque mi primer propósito fue olvidarlo, para no perder
la razón. Ahora, en 1972, pienso que si lo escribo, los otros lo leerán como un
cuento y, con los años, lo será tal vez para mí. Sé que fue casi atroz mientras duró
y más aún durante las desveladas noches que lo siguieron. Ello no significa que su
relato pueda conmover a un tercero.
Serían las diez de la mañana. Yo estaba recostado en un banco, frente al río
Charles. A unos quinientos metros a mi derecha había un alto edificio, cuyo
nombre no supe nunca. El agua gris acarreaba largos trozos de hielo.
Inevitablemente, el río hizo que yo pensara en el tiempo. La milenaria imagen de
Heráclito. Yo había dormido bien, mi clase de la tarde anterior había logrado, creo,
interesar a los alumnos. No había un alma a la vista.
Sentí de golpe la impresión (que según los psicólogos corresponde a los estados
de fatiga) de haber vivido ya aquel momento. En la otra punta de mi banco alguien
se había sentado. Yo hubiera preferido estar solo, pero no quise levantarme en
seguida, para no mostrarme incivil. El otro se había puesto a silbar. Fue entonces
cuando ocurrió la primera de las muchas zozobras de esa mañana. Lo que
silbaba, lo que trataba de silbar (nunca he sido muy entonado), era el estilo criollo
de La tapera de Elías Regules. El estilo me retrajo a un patio, que ha
desaparecido, y la memoria de Alvaro Melián Lafinur, que hace tantos años ha
muerto. Luego vinieron las palabras. Eran las de la décima del principio. La voz no
era la de Álvaro, pero quería parecerse a la de Alvaro. La reconocí con horror.
Me le acerqué y le dije:
-Señor, ¿usted es oriental o argentino?
-Argentino, pero desde el catorce vivo en Ginebra -fue la contestación.
Hubo un silencio largo. Le pregunté:
-¿En el número diecisiete de Malagnou, frente a la iglesia rusa?
Me contestó que si.
-En tal caso -le dije resueltamente- usted se llama Jorge Luis Borges. Yo también
soy Jorge Luis Borges. Estamos en 1969, en la ciudad de Cambridge.
-No -me respondió con mi propia voz un poco lejana.
Al cabo de un tiempo insistió:
-Yo estoy aquí en Ginebra, en un banco, a unos pasos del Ródano. Lo raro es que
nos parecemos, pero usted es mucho mayor, con la cabeza gris.
Yo le contesté:
-Puedo probarte que no miento. Voy a decirte cosas que no puede saber un
desconocido. En casa hay un mate de plata con un pie de serpientes, que trajo de
Perú nuestro bisabuelo. También hay una palangana de plata, que pendía del
arzón. En el armario de tu cuarto hay dos filas de libros. Los tres de volúmenes de
Las mil y una noches de Lane, con grabados en acero y notas en cuerpo menor
entre capítulo, el diccionario latino de Quicherat, la Germania de Tácito en latín y
en la versión de Gordon, un Don Quijote de la casa Garnier, las Tablas de Sangre
de Rivera Indarte, con la dedicatoria del autor, el Sartor Resartus de Carlyle, una
biografía de Amiel y, escondido detrás de los demás, un libro en rústica sobre las
costumbres sexuales de los pueblos balkánicos. No he olvidado tampoco un
atardecer en un primer piso en la plaza Dubourg.
-Dufour -corrigió.
-Esta bien. Dufour. ¿Te basta con todo eso?
-No -respondió-. Esas pruebas no prueban nada. Si yo lo estoy soñando, es
natural que sepa lo que yo sé. Su catálogo prolijo es del todo vano.
La objeción era justa. Le contesté:
-Si esta mañana y este encuentro son sueños, cada uno de los dos tiene que
pensar que el soñador es él. Tal vez dejemos de soñar, tal vez no. Nuestra
evidente obligación, mientras tanto, es aceptar el sueño, como hemos aceptado el
universo y haber sido engendrados y mirar con los ojos y respirar.
-¿Y si el sueño durara? -dijo con ansiedad.
Para tranquilizarlo y tranquilizarme, fingí un aplomo que ciertamente no sentía. Le
dije:
-Mi sueño ha durado ya setenta años. Al fin y al cabo, al recordarse, no hay
persona que no se encuentre consigo misma. Es lo que nos está pasando ahora,
salvo que somos dos. ¿No querés saber algo de mi pasado, que es el porvenir
que te espera?
Asintió sin una palabra. Yo proseguí un poco perdido:
-Madre está sana y buena en su casa de Charcas y Maipú, en Buenos Aires, pero
padre murió hace unos treinta años. Murió del corazón. Lo acabó una hemiplejía;
la mano izquierda puesta sobre la mano derecha era como la mano de un niño
sobre la mano de un gigante. Murió con impaciencia de morir, pero sin una queja.
Nuestra abuela había muerto en la misma casa. Unos días antes del fin, nos llamo
a todos y nos dijo: "Soy una mujer muy vieja, que está muriéndose muy despacio.
Que nadie se alborote por una cosa tan común y corriente."Norah, tu hermana, se
casó y tiene dos hijos. A propósito, ¿en casa como están?
-Bien. Padre siempre con sus bromas contra la fe. Anoche dijo que Jesús era
como los gauchos, que no quieren comprometerse, y que por eso predicaba en
parábolas.
Vaciló y me dijo:
-¿Y usted?
No sé la cifra de los libros que escribirás, pero sé que son demasiados. Escribirás
poesías que te darán un agrado no compartido y cuentos de índole fantástica.
Darás clases como tu padre y como tantos otros de nuestra sangre. Me agradó
que nada me preguntara sobre el fracaso o éxito de los libros.
Cambié. Cambié de tono y proseguí:
-En lo que se refiere a la historia... Hubo otra guerra, casi entre los mismos
antagonistas. Francia no tardó en capitular; Inglaterra y América libraron contra un
dictador alemán, que se llamaba Hitler, la cíclica batalla de Waterllo. Buenos Aires,
hacía mil novecientos cuarenta y seis, engendró otro Rosas, bastante parecido a
nuestro pariente. El cincuenta y cinco, la provincia de Córdoba nos salvó, como
antes Entre Ríos. Ahora, las cosas andan mal. Rusia está apoderándose del
planeta; América, trabada por la superstición de la democracia, no se resuelve a
ser un imperio. Cada día que pasa nuestro país es más provinciano. Más
provinciano y más engreído, como si cerrara los ojos. No me sorprendería que la
enseñanza del latín fuera reemplazada por la del guaraní.
Noté que apenas me prestaba atención. El miedo elemental de lo imposible y sin
embargo cierto lo amilanaba. Yo, que no he sido padre, sentí por ese pobre
muchacho, más íntimo que un hijo de mi carne, una oleada de amor. Vi que
apretaba entre las manos un libro. Le pregunté qué era.
-Los poseídos o, según creo, Los demonios de Fyodor Dostoievski -me replicó no
sin vanidad.
-Se me ha desdibujado. ¿Que tal es?
No bien lo dije, sentí que la pregunta era una blasfemia.
-El maestro ruso -dictaminó- ha penetrado más que nadie en los laberintos del
alma eslava.
Esa tentativa retórica me pareció una prueba de que se había serenado.
Le pregunté qué otros volúmenes del maestro había recorrido.
Enumeró dos o tres, entre ellos El doble.
Le pregunté si al leerlos distinguía bien los personajes, como en el caso de Joseph
Conrad, y si pensaba proseguir el examen de la obra completa.
-La verdad es que no -me respondió con cierta sorpresa.
Le pregunté qué estaba escribiendo y me dijo que preparaba un libro de versos
que se titularía Los himnos rojos. También había pensado en Los ritmos rojos.
-¿Por qué no? -le dije-. Podés alegar buenos antecedentes. El verso azul de
Rubén Darío y la canción gris de Verlaine.
Sin hacerme caso, me aclaró que su libro cantaría la fraternidad de todos lo
hombres. El poeta de nuestro tiempo no puede dar la espalda a su época. Me
quedé pensando y le pregunté si verdaderamente se sentía hermano de todos.
Por ejemplo, de todos los empresarios de pompas fúnebres, de todos los carteros,
de todos buzos, de todos los que viven en la acera de los números pares, de todos
los afónicos, etcétera. Me dijo que su libro se refería a la gran masa de los
oprimidos y parias.
-Tu masa de oprimidos y de parias -le contesté- no es más que una abstracción.
Sólo los individuos existen, si es que existe alguien. El hombre de ayer no es el
hombre de hoy sentencio algún griego. Nosotros dos, en este banco de Ginebra o
de Cambridge, somos tal vez la prueba.
Salvo en las severas páginas de la Historia, los hechos memorables prescinden de
frases memorables. Un hombre a punto de morir quiere acordarse de un grabado
entrevisto en la infancia; los soldados que están por entrar en la batalla hablan del
barro o del sargento. Nuestra situación era única y, francamente, no estábamos
preparados. Hablamos, fatalmente, de letras; temo no haber dicho otras cosas que
las que suelo decir a los periodistas. Mi alter ego creía en la invención o
descubrimiento de metáforas nuevas; yo en las que corresponden a afinidades
íntimas y notorias y que nuestra imaginación ya ha aceptado. La vejez de los
hombres y el ocaso, los sueños y la vida, el correr del tiempo y del agua. Le
expuse esta opinión, que expondría en un libro años después.
Casi no me escuchaba. De pronto dijo:
-Si usted ha sido yo, ¿cómo explicar que haya olvidado su encuentro con un señor
de edad que en 1918 le dijo que él también era Borges?
No había pensado en esa dificultad. Le respondí sin convicción:
-Tal vez el hecho fue tan extraño que traté de olvidarlo.
Aventuró una tímida pregunta:
-¿Cómo anda su memoria?
Comprendí que para un muchacho que no había cumplido veinte años; un hombre
de más de setenta era casi un muerto. Le contesté:
-Suele parecerse al olvido, pero todavía encuentra lo que le encargan.
Estudio anglosajón y no soy el último de la clase.
Nuestra conversación ya había durado demasiado para ser la de un sueño.
Una brusca idea se me ocurrió.
-Yo te puedo probar inmediatamente -le dije- que no estás soñando conmigo.
Oí bien este verso, que no has leído nunca, que yo recuerde.
Lentamente entoné la famosa línea:
L'hydre - univers tordant son corps écaillé d'astres. Sentí su casi temeroso
estupor. Lo repitió en voz baja, saboreando cada resplandeciente palabra.
-Es verdad -balbuceó-. Yo no podré nunca escribir una línea como ésa.
Hugo nos había unido.
Antes, él había repetido con fervor, ahora lo recuerdo, aquella breve pieza en que
Walt Whitman rememora una compartida noche ante el mar, en que fue realmente
feliz.
-Si Whitman la ha cantado -observé- es porque la deseaba y no sucedió. El poema
gana si adivinamos que es la manifestación de un anhelo, no la historia de un
hecho.
Se quedó mirándome.
-Usted no lo conoce -exclamó-. Whitman es capaz de mentir.
Medio siglo no pasa en vano. Bajo nuestra conversación de personas de
miscelánea lectura y gustos diversos, comprendí que no podíamos entendernos.
Eramos demasiado distintos y demasiado parecidos. No podíamos engañarnos, lo
cual hace difícil el dialogo. Cada uno de los dos era el remendo cricaturesco del
otro. La situación era harto anormal para durar mucho más tiempo. Aconsejar o
discutir era inútil, porque su inevitable destino era ser el que soy.
De pronto recordé una fantasía de Coleridge. Alguien sueña que cruza el paraíso y
le dan como prueba una flor. Al despertarse, ahí está la flor. Se me ocurrió un
artificio análogo.
-Oí -le dije-, ¿tenés algún dinero?
-Sí - me replicó-. Tengo unos veinte francos. Esta noche lo convidé a Simón
Jichlinski en el Crocodile.
-Dile a Simón que ejercerá la medicina en Carouge, y que hará mucho bien...
ahora, me das una de tus monedas.
Sacó tres escudos de plata y unas piezas menores. Sin comprender me ofreció
uno de los primeros.
Yo le tendí uno de esos imprudentes billetes americanos que tienen muy diverso
valor y el mismo tamaño. Lo examinó con avidez.
-No puede ser -gritó-. Lleva la fecha de mil novecientos sesenta y cuatro. (Meses
después alguien me dijo que los billetes de banco no llevan fecha.)
-Todo esto es un milagro -alcanzó a decir- y lo milagroso da miedo. Quienes
fueron testigos de la resurrección de Lázaro habrán quedado horrorizados. No
hemos cambiado nada, pensé. Siempre las referencias librescas.
Hizo pedazos el billete y guardó la moneda.
Yo resolví tirarla al río. El arco del escudo de plata perdiéndose en el río de plata
hubiera conferido a mi historia una imagen vívida, pero la suerte no lo quiso.
Respondí que lo sobrenatural, si ocurre dos veces, deja de ser aterrador. Le
propuse que nos viéramos al día siguiente, en ese mismo banco que está en dos
tiempos y en dos sitios.
Asintió en el acto y me dijo, sin mirar el reloj, que se le había hecho tarde. Los dos
mentíamos y cada cual sabía que su interlocutor estaba mintiendo. Le dije que
iban a venir a buscarme.
-¿A buscarlo? -me interrogó.
-Sí. Cuando alcances mi edad habrás perdido casi por completo la vista.
Verás el color amarillo y sombras y luces. No te preocupes. La ceguera gradual no
es una cosa trágica. Es como un lento atardecer de verano. Nos despedimos sin
habernos tocado. Al día siguiente no fui. EL otro tampoco habrá ido.
He cavilado mucho sobre este encuentro, que no he contado a nadie. Creo haber
descubierto la clave. El encuentro fue real, pero el otro conversó conmigo en un
sueño y fue así que pudo olvidarme; yo conversé con él en la vigilia y todavía me
atormenta el encuentro.
El otro me soñó, pero no me soñó rigurosamente. Soñó, ahora lo entiendo, la
imposible fecha en el dólar.
EL SUR
(Artificios, 1944;
Ficciones, 1944)
Consigna Nº7: Seleccionar uno de los siguientes textos: Continuidad de los parques de J.
Cortázar o El otro de J. L. Borges. e identificar, subrayar y especificar por lo menos tres de estas
estrategias discursivas
Búsquedas y desencuentros
La aventura crítica sobre una materia inasible como el fantástico es una suerte
historia de desencuentros, pero también de búsquedas intensas. El reordenamiento
que sufrió la crítica literaria durante este siglo, sumado a la multiplicidad de sus
propuestas de abordaje, influyeron notablemente en la resignificación de esa parcela
de expresión estética vinculada a lo fantástico. Hubo manifestaciones del fantástico
desde los comienzos de la aventura cultural del hombre, pero sólo a partir del siglo
XVIII esta actividad se convierte en una clara y distintiva manifestación de orden
estético, sin dependencia subsidiaria a otras dimensiones del quehacer humano, tales
como una actitud de creencia religiosa.
Estas tres definiciones -y otras más que se inscriben en la misma tesitura- poseen
algunos elementos en común:
La única crítica -por lo demás, definitoria- que puede realizarse a estas posturas es
de naturaleza epistemológica. Sus conclusiones parecen referirse a una experiencia de
realidad de carácter empírico, experimentada por todo el género humano. Se olvida en
esta postura el carácter ficcional de las propuestas estéticas que pasa a ser
reemplazado por nociones extraliterarias. Lo que ocurre en un texto no debería
traspasar las categorías de su constitución como artificio. En estas ideas subyace la
eliminación de los límites entre arte y vida. Las consecuencias para reflexión son
notables, puesto que en la experiencia cotidiana los hechos sobrenaturales son escasos
y casi siempre reducibles a categorías lógicas. Una de las principales causas del
rechazo -público, no privado- al fantástico pueden nacer de esta concepción que
mezcla, con escaso respeto epistemológico, ficción y realidad.
Todorov parte de la idea ya conocida de los dos mundos, pero ante la irrupción en
el relato de un elemento inexplicable, sostiene que el lector, obligatoriamente, y el
protagonista, en forma facultativa, se permiten dudar sobre la naturaleza de los
acontecimientos descriptos: "En un mundo que es el nuestro, el que conocemos, sin
diablos, sílfides, ni vampiros se produce un acontecimiento imposible de explicar por
las leyes de ese mismo mundo familiar. El que percibe el acontecimiento debe optar
por una de las dos soluciones posibles: o bien se trata de una ilusión de los sentidos,
de un producto de la imaginación, y las leyes del mundo siguen siendo lo que son, o
bien el acontecimiento se produjo realmente, es parte integrante de la realidad, y
entonces esta realidad está regida por leyes que desconocemos." 5
Sin embargo, Todorov aclara que esta concepción de la naturaleza del fantástico
tiene dos enemigos mortales, que devienen de lo que él denomina el nivel de la
interpretación del texto: "Hay relatos que contienen elementos sobrenaturales sin que
el lector llegue a interrogarse nunca sobre su naturaleza, porque bien sabe que no
debe tomarlos al pie de la letra. (...) Sabemos que las palabras deben ser tomadas en
otro sentido, que denominamos alegórico. (...) La situación inversa se observa en el
caso de la poesía. Si pretendemos que la poesía sea simplemente representativa, el
texto poético podría ser a menudo considerado fantástico. (...) Lo fantástico implica
pues no sólo la existencia de un acontecimiento extraño, que provoca una vacilación
en el lector y el héroe, sino también una manera de leer, que por el momento
podemos definir en términos negativos: no debe ser ni poética ni alegórica." 8
De esta manera, Todorov define lo fantástico como una categoría evanescente, que
debe desaparecer para dar lugar a las dos posibilidades señaladas: lo maravilloso y lo
extraño. Esta ha sido la cuestión que mayormente se le ha criticado: lo fantástico
como una noción genérica que desaparece.11 Sin embargo, Todorov representa un
salto cualitativo en la crítica literaria del fantástico. Se puede hablar de un antes y un
después de su teoría. Todos los investigadores posteriores corroboran, corrigen o
refutan parcialmente sus ideas, pero estos herederos, a partir de entonces, deben
tratar de mantener el nivel de reflexión crítica adquirido.
Las conclusiones para la definición del fantástico que establece son importantes,
dado que Jackson habla de un modo narrativo y no de una formulación temática o un
grado mayor o menor de credulidad en la función lector. Asegura "La narrativa
fantástica confunde elementos de lo maravilloso y de lo mimético (realista). Afirma
que es real lo que está contando -para lo cual se apoya en todas las convenciones de
la ficción realista- y entonces procede a romper ese supuesto de realismo, al introducir
lo que -en esos términos- es manifiestamente irreal."16 La conclusión es una
inestabilidad narrativa que
Extraños Cuando el fenó meno anormal recibe, al final del relato, En el cuento de Conan
una explicació n ló gica y racional que lo normaliza, es Doyle "El espanto de
decir que transforma eso anormal en un suceso la cueva de Juan Azul", la
científicamente comprobable y que solo nos ha aparició n de un
parecido raro en virtud de un truco, ilusió n o mentira, enorme monstruo de
nos encontramos en el territorio de lo extrañ o. espuma se explica
finalmente como la
evolució n natural de una
bacteria en
el medioambiente salitroso
de una cueva.
Fantásticos Cuando el hecho anormal no resulta explicable ni se lo En "Chac Mool", un cuento
puede ubicar en otro mundo regido por otras leyes, de Carlos Fuentes, irrumpe
estamos en presencia de lo fantá stico. El lector y los en el mundo cotidiano del
propios personajes dudan y así se protagonista, Filiberto, un
constituye la vacilación, propia del relato fantá stico. El elemento, la estatua de una
acontecimiento se presenta en este mundo -en ningú n antigua divinidad maya,
otro-, pero no puede ser explicado racionalmente; es lo que altera la ló gica
suficientemente ambiguo como para no permitir ni una conocida. Se superponen
cosa ni otra y cuestionar así los conceptos de real e tiempos y espacios, surge
imaginario, de ló gico e irracional que podamos poseer. un objeto con
De esta manera, lo fantá stico vendría a ser esa franja de poderes sobrenaturales, se
falta de certeza -la incertidumbre- que nos cuestiona produce
como seres racionales y problematiza la realidad que una metamorfosis... Tanto
nos rodea. los lectores como el
narrador (un amigo del
protagonista) no podremos
comprender, por medio de
la razó n, esos sucesos.
Consigna Final: Inventar y escribir un microrrelato Fantástico. Podes seguir los siguientes:
a) Imagina una situación cotidiana en tu vida: la cena, el viaje hacia un lugar en la
ciudad, etc.
b) Pensar cual será la complicación de tu cuento y como se resolverá, cuáles serán los
personajes y quien narrará la historia.
c) Podes vincular dos realidades alejadas en nuestro mundo real. Para ello podes
guiarte por las siguientes opciones: dos espacios geográficos alejados/ dos reinos
biológicos que normalmente no se comunican/dos momentos históricos de imposible
simultaneidad en la realidad/ metamorfosis.
d) Recordá que la vinculación entre esos dos mundos debe ser gradual y se puede dar
mediante objetos o personas.
e) Deben ocurrir episodios que no tengan una explicación lógica.
f) Podes incluir algunos de los recursos o estrategias discursivas del genero
(información dada en el trabajo práctico de los relatos de Julio Cortazar: circularidad
de acciones, repetición de palabras, frases o expresiones, giros sintácticos,
incertidumbre del personaje…)
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