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PROPUESTA ÁULICA

Inicio:
Se presentará el autor elegido para trabajar, argumentando el motivo de la elección, e invitando a compartir
la lectura grupal de su biografía. Luego, se abrirá el diálogo para indagar si los alumnos conocen al escritor,
lo han leído y experiencias (en caso de haberlo hecho).
Desarrollo:
Lectura de los cuentos de Juan Solá que acompañan en el Anexo: “Los colores”, “Los invisibles” y “La
Noma” (en anexo).

ACTIVIDADES:
1) Realismo. ¿Un espejo de la realidad?
a) Elabora una redacción en la que puedas contar: ¿Qué sentimientos, ideas o sensaciones te generaron la
lectura de estos cuentos? ¿Qué diferencia encuentras con los cuentos que habías leído hasta hoy? O
cualquier aporte que quieras incluir sobre los mismos.
b) Elaborar un cuadro comparativo entre los cuentos “Los colores” y “Los invisibles”, en el que puedan
distinguirse problemática social, protagonistas, acciones, comportamientos y/o cualquier aspecto que
quiera incluir.

2) Analizamos el cuento “Los Colores” y respondemos el cuestionario:


a) ¿Por qué crees que el cuento se llama “Los colores”? ¿Qué crees que simbolizan?
b) ¿Qué otro título le pondría al cuento? Explicar por qué.
c) Explicar por qué la protagonista odiaba ese último beso que le daba su madre, pero lo necesitaba para
sobrevivir ¿sobrevivir a qué? Desarrollar.
d) ¿Qué opinás del trato de la Señora Raquel hacia ella? ¿Entenderá por lo que tiene que pasar la
adolescente o le habla desde sus propios prejuicios?
e) ¿Si Raquel le hubiese prestado los colores como menciona la jovencita, la situación hubiese sido otra?
¿Qué importancia pueden adquirir los otros frente a estos hechos? Reflexionar y expresar tu punto de vista.
f) ¿Cómo definirías el sentimiento que embarga a la protagonista, de acuerdo a lo que se percibe a través
de su relato?

3) Analizamos el cuento “Los Invisibles” y respondemos el cuestionario:


a) ¿Cuál es la tesis que sostiene el autor a lo largo de su escrito?
b) ¿Cómo se describe a los tres pibes que suben al subte a ganarse la vida? ¿Cómo se describe al pibe que
viajaba con su madre en el subte? ¿Qué similitudes y diferencias puedes mencionar entre ellos?
c) ¿Qué significa según la madre “ser negro”? ¿Estás de acuerdo con ella?
d) Ante la respuesta de la madre a su hijo:
- ¿Qué aprendió el niño ese día?
- ¿Qué cambios nota el narrador en el niño?
- ¿Qué concepto tiene ahora el niño sobre los pibes que consideró libres y con suerte?

4) Trabajamos cuento La Norma: el prejuicio sobre el otro:


a) ¿Qué acciones de las descriptas por la mujer suceden en realidad?
b) ¿Cuáles son producto de sus prejuicios?
c) ¿Por qué crees que Norma le pregunta si el marido le ha pegado alguna vez?

5) TEXTO ARGUMENTATIVO
Consigna: Después de leer la biografía (en anexo) y cuentos del escritor Juan Solá, realizar los
siguientes dos puntos:
a) Explicar la interpretación que hace de las siguientes frases:
“El joven escritor se ha ganado un numeroso público de seguidores por su
desobediente manera de alumbrar los bordes”.
“Habla a través de la escritura, critica a través de la escritura, se hace oír y leer, hace
visible lo invisible”.

b) Elaborar un texto argumentativo acerca de las temáticas que aborda el escritor (puede ser
en forma generalizada o puntualizar sobre un tema en particular) y la función de la literatura
al exponerlas. Incluir puntos de vista y una conclusión con reflexión.

ANEXO
¿Realismo crudo, literatura social?
Juan Solá, referente de la literatura alternativa
Juan Solá es un escritor y guionista que nació en la ciudad de La Paz, Entre Ríos, (en 1989) y
a corta edad se radicó en Resistencia donde a los diez años publicó su primer libro: Cuentos
para compartir. Tiene varios libros publicados. Dirige la editorial independiente Árbol gordo y es
admirador de Saramago, Cortázar y Pizarnik.
En Facebook lo siguen más de 200.000 personas. De manera solidaria, allí publica muchos de
sus textos literarios, de actualidad, experiencia personales y ajenas; la mayoría son compartidos
más de setecientas veces y suman tres mil “me gusta”. Publicó novelas como Naranjo en Flúo;
La Chaco y Ñeri. También libros de relatos como Microalmas y Épica urbana y un libro de poesía
llamado Esquelas.
Poseedor de numerosos premios y reconocimientos, el joven escritor se ha ganado un numeroso
público de seguidores por su desobediente manera de alumbrar los bordes. Referente LGBT+
del mundo de las letras, crudo, sensible y desprejuiciado, construyó una obra que recorre este
universo con creatividad y obstinación.
Además de ser un boom de la literatura alternativa, es seguido en las redes por
hispanohablantes de distantes puntos del mundo, logrando atrapar a sus lectores por varios
factores: escribe en un lenguaje coloquial, usa lunfardos, los textos son fáciles a la lectura y a la
reflexión. En ese sentido, el autor se ubica más allá de los géneros para retratar con profunda
sensibilidad las historias de personas que habitan en cada esquina.
Utiliza la escritura para poder hacer catarsis sobre las cosas que lo indignan. Habla a través de
la escritura, critica a través de la escritura, se hace oír y leer, hace visible lo invisible.
Épica urbana es un libro de relatos que transcurren en la ciudad. Un intento de visibilizar
personas y sectores periféricos que carecen de protagonismo en el escenario urbano corriente.
Sobre su trabajo, escribir por y para la gente, oportunamente, Solá manifestó: “…es una
profesión más arriesgada de lo que parece, especialmente en tiempos donde los libros no
pueden ser prioridad si no están hechos de harina o carne. Hoy en día elijo escribir historias que
generalmente están basadas en hechos reales, cosas que la gente que me escribe, me cuenta,
y que tienen tanta magia (y a veces tanta oscuridad) que ninguna ficción pareciera poder
superarlo”.

Cuentos:
Los colores
-Escuchame una cosita, mamita, ¿vos qué tenés en la cabeza, me querés decir?
La señora Raquel tenía cara de sapo. De sapo malo, como esos enormes que hay alláen Colonia Benítez, que
en verano se paran abajo de los postes de luz para comerselos bichos.
Yo ya no quería ir más a la salita, pero qué iba a hacer.
-¡Pariste hace cuatro meses, nena! ¿Tu mamá sabe que estás embarazada de nuevo?
Parece que la señora Raquel no entiende que, aunque a mí me duela tanto tener queir a verla, necesito que me
ayude. Parece que ella se olvida que hay veces que uno odia lo que necesita, como ese beso que te da tu
mamá antes de soltarte la mano para que entres a la escuela, cuando sos demasiado chiquita para que tu
guardapolvoesté tan gastado y la señorita te pone última en la fila para que la directora no vea tuszapatillas
de lona, llenas de agujeros. Yo odiaba ese último beso, porque anunciaba su ausencia, pero lo necesitaba para
sobrevivir.
-¡Vos tenés que aprender a decir que no, mamita! Quince años, tenés. ¿Sabés quiénes el padre de este, por
lo menos?
Yo miré fijo las baldosas de la salita, que eran un poco blancas y un poco grises, comola tiza contra el pizarrón
negro.
Dibujo lo que quiero ser cuando sea grande, había escrito la señorita, que se llamabaAlba y tenía olor a quita-
esmalte.
Cuando abrí la cartuchera, me encontré con un lápiz negro, un lápiz amarillo y un lápiz verde y pensé que con
esos tres colores no alcanzaba para mostrarle a la seño lo queyo quería ser cuando fuera grande. Le pregunté
a Gabi si me prestaba sus lápices y me dijo que la mamá no le daba permiso, así que tuve que dibujarme con
los coloresque tenía. Es muy difícil dibujar lo que querés ser si no tenés colores y nadie quiere prestarte.
-¿Cómo no le pediste que se ponga un preservativo? ¿No te acordás que te hablé delos preservativos? ¿Te
acordás que te mostré como se ponían?
La señora Raquel me miraba fijo, con las cejas juntas y la boca hecha una línea recta.Yo murmuré que sí, que
me acordaba.
-¿Y entonces? ¿Por qué no te cuidaste?
No me animé a decirle. Quería, pero no me animé a explicarle que al Miguel no le podía pedir nada. No supe
cómo decirle que cuando el Miguel viene, yo tengo que quedarme callada y poner la cara abajo de una
almohada, porque él no quiere que lomire. Quería explicarle que yo hubiese querido que las cosas fueran
distintas, pero que mi casa era una cartuchera vacía y que a esta altura ya no me quedaba ni un solocolor para
poder dibujarme. Porque en mi casa manda el Miguel y el Miguel no sabe nada de colores porque es todo
negro.
-¿A vos te parece lindo que tus nenes no tengan padre?
Tienen padre, pensé, pero no dije nada. Qué iba a decir, si en mi casa manda el Miguely el Miguel me dijo que
si digo algo, la va a dejar a mi mamá en la calle. Qué iba a decir, si la señora Raquel no me quería prestar
los colores para explicarle.

Los invisibles
Me gusta el subte porque es como el cumpleaños de quince de una prima lejana al que todos se
ven obligados a ir aunque nadie tenga ganas. En él converge la mezcla más exótica de seres
humanos, una suerte de feria llena de colores y ruido y voces estridentes y alguna que otra imagen
triste.
Los pibes se metieron al vagón a los gritos. Eran tres y ninguno tenía más de ocho años. Eran
flaquitos y chabacanos, maleducados sin maldad, medios pillos pero compañeros. Uno solo tenía
zapatillas, el más chiquito. Y cuando digo chiquito no hablo de la cantidad de años sino de la
cantidad de costillas que le conté sobre la piel desnuda. El más chiquito tenía las zapatillas y
también tenía las tarjetitas. Las fue repartiendo mientras hablaba a los gritos y el otro le respondía
a los gritos y un tercerole gritaba a la gente que les tiraran una moneda, que Dios los bendiga. Una
señora setapó los oídos. .
Recién cuando pasaron en retirada escuché hablar al pibe que tenía sentado enfrente.Él también
habrá tenido unos ocho años.
-Mamá, ¿por qué gritan los nenes?-, preguntó, sin sacarles los ojos de encima. Eran ojos de
asombro. ¡Qué libres eran los nenes que podían jugar en el subte!, habrá pensado.
-Porque son negros-, dijo la madre y sentí como si de repente me hubieran apretado el pecho.
Pensé que había escuchado mal y presté atención. No sé por qué tuve miedo.
-Porque son negros. Y cuando sean grandes, van a ser ladrones. Vos tenés que tener mucho
cuidado con esos chicos, ¿sabés?
La cara del nene cambió como cambia la luz de la tarde cuando es verano y son las ocho menos
diez y hay sol y de repente son las ocho y todo se ha puesto oscuro. Susojos se apagaron y los
ratoncitos de curiosidad que espiaban desde las pupilas se atacaron entre ellos. Sus cejas se
torcieron hacia adelante y sus labios se convirtieronen una línea recta y severa. Creo que hasta se
le cayó un poco de magia de los bolsillos.
-¿Sabés?
-Sí, mamá.
No entiendo muy bien lo que me ocurrió a mí. Se me aceleró el corazón y mi gargantase puso rígida
y quería salir del tren aunque estuviera en movimiento. Quise ser yo elque gritara ahora, pero me
pareció más virtuoso el silencio de quien sabe que nunca se humilla a alguien delante de sus hijos.
Tenías la oportunidad de sembrar una semilla de amor y preferiste perpetuar el odio. Elegiste
enseñar a tener miedo. Podría haberte perdonado la falsa misericordia de quien observa y
murmura 'pobrecitos' pero masticaste tanta bronca que ya no sabés hacer ni eso. Ay, nene, ojalá
alguien te explique que tu vieja ese día estaba enojaday que los pibes de la calle no se juntan para
jugar, sino porque tienen miedo. Los pibesde la calle no gritan porque son negros, gritan porque
son invisibles.

La Norma
En la esquina de mi casa se juntaron los negros a pasarse una birra y hablar a los gritos. La luz pobre
del alumbrado público muere en las viseras de sus gorras y entonces la sombra cae como un velo
sobre sus ojos de pupilas dilatadas. Escuchá cómo gritan los negros, deben estar drogados. El porro
les empasta la saliva y les seca la garganta, y ahí nomás se cruzan a lo de la Norma a comprar más
cerveza. La Norma vende la cerveza más cara del barrio pero atiende hasta tarde porque es pilla. Ella
sabe cuánta sed les da el porro. Demasiadas noches pasó la Norma espiando a los negros desde atrás
de las rejas del kiosco.
Otra cosa que tiene caro la Norma es el helado. Revende una marca de Capital que al Claudio le gusta,
entonces me mandó a que le compre medio kilo.
El portón chirrió cuando lo abrí y ahí dos de los negros se dieron vuelta y me miraron. Me puse el
celular en la teta y cerré la campera. Uno dijo algo que no entendí pero por las dudas murmuré negros
de mierda y sentí como la R en mierda me acariciaba el paladar.
Aplaudí dos veces hasta que escuché que la Norma se levantaba de la silleta de lona. De fondo sonaba
la voz fingida de algún doblajista de novela brasilera. La luz de la pieza de al lado atravesaba un poco
la sábana finita que habían puesto de cortina y a contraluz vi la silueta de la Norma, que es grandota,
medio machorra.
-¿Que buscás?, me dijo.
-¿Helado te queda?
-¿El importado o el otro?
Me reí con la ocurrencia y respondí que el importado.
Mientras la Norma sacaba el balde del congelador aproveché para fichar a los negros, a ver si todavía
justo se cruzaban a comprar cerveza.
-Estos están re dados vuelta, eh.
-¡Ah no!, dijo la Norma, y se rió.
-Como se ve que mañana no labura ninguno, comenté. El Claudio a las diez ya está mirando Tinelli en
la cama. A las seis se levanta.
-Estarán de vacaciones-, aventuró la Norma.
-Vos sabés que estaba cruzando la calle y uno me dijo una grosería. Decí nomás que no entendí bien
lo que dijo.
La Norma soltó el pote sobre una mesita de madera que tenía ahí y se vino para la ventana. Los miró
fijo un rato largo y después me clavó los ojos a mí.
-¿Qué te dijeron?
-No entendí bien. No sé.
-No te dijeron nada, no mientas.
De golpe la Norma se puso seria y de verdad que parecía un hombre, hasta le bajé la mirada.
-¿Vos los conocés a esos pibes?, me patoteó.
-Mas vale, si están todos los días dándose enfrente de mi casa. Qué no los voy a conocer.
-Mirá, fijate ese que está allá, dijo la Norma y sacó el brazo entre las rejas. El que tiene la gorrita roja
con las letras blancas. A ese le dicen Oreja. Hace seis meses uno que vive allá atrás del riacho le violó
la hermana cuando iba para la escuela. Cuando el Oreja se enteró, todos los que vos ves ahí lo
acompañaron a romperle la cabeza al tipo.
-Son peligrosos, comenté con un poco de miedo.
-Mirá aquel otro, el de remera anaranjada. Ese es el Luis, el hijo de la Chili. El Luis escribe las
canciones.
-¿Qué canciones?
-Las canciones que cantan. Los pibes estos tienen una bandita de hip hop y a veces cantan a beneficio
de la salita. Organizan eventos para juntar cosas. Cuando a la hermana del Oreja la violaron, el Luis
escribió una canción que habla sobre por qué violar está mal. No quería que eso pase nunca más en
el barrio. Ahora, cuando hacen una presentación, esa es la primera canción que cantan. Tienen miedo
de que a otra le hagan lo mismo que a la piba esta. Ellos no te dijeron nada. No sabés bien lo que
escuchaste pero por las dudas te atajás. Te dan miedo. ¿Alguna vez el Claudio te pegó?
-¿Y eso qué tiene que ver?
-Imaginate, si te faja el que amás, el desconocido siempre asusta. Yo a estos pibes los conozco. Se
juntan para practicar las canciones ahí porque no tienen para la sala de ensayo. Toman cerveza y se
fuman algo y no los vi pelear ni una sola vez. Son compañeros. El que más se cruza a comprar es el
Pablito, el del short de River. Lo mandan a él porque todavía es pendejito. Dice que va a estudiar para
médico para trabajar en la salita para que a la madre la atiendan bien. Es un cago de risa el pendejito.
Y después está el otro, el Pilo. El Pilo vende sánguches en la estación. Dice que prefiere eso a tener
que viajar colgado del tren todos los días hasta Capital para sentarse en una oficina careta a que lo
humillen por dos mangos. Tiene principios el Pilo. ¿De qué querés?
-¿De qué quiero qué?
-El helado, qué va a ser.
-Ah. Medio de chocolate, respondí distraída.
Agarré la bolsa que me dio la Norma y murmuré un gracias. Algo me había quedado haciendo ruido
en la cabeza. Estaba como ausente y crucé la calle y cuando pasé junto a los pibes los miré y les dije
buenas noches. Buenas noches señora, me dijo el Pilo y los otros lo corearon. El chirrido del portoncito
le avisó al Claudio que ya estaba volviendo. Se va a poner contento que le conseguí el helado. Me
gusta cuando el Claudio está contento, me trata bien.

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