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Sonido directo
Es aquel que se registra “en directo” o “en vivo”, en el momento de la filmación.
También se le conoce como sonido sincrónico o sonido de producción
(production sound). El sonido directo contiene lo que esté sonando en ese
momento en el set o locación correspondiente a cada plano que se filma. En este
sentido el sonido directo puede contener — en teoría— todo lo que se necesita
de sonido en un plano: diálogos, ambiente, incidentales, efectos y hasta música.
Sin embargo el sonido directo también suele contener sonidos no deseados (todo
lo que suene en el entorno, por ejemplo, la siempre inoportuna alarma de un
coche o las instrucciones del propio director) o carecer de sonidos deseados (por
ejemplo, un trueno, que en imagen será sólo un destello de luz), por lo que
comúnmente la banda sonora de una película suele tener una mezcla entre
sonido directo y sonido adicional grabado antes o después del rodaje, o bien
tomado de un archivo de sonidos. Es evidente que una película de animación no
puede tener sonido directo, a menos que la animación se haya efectuado a partir
de una imagen real.
La preproducción
Es éste uno de los momentos más importantes de la producción total de una
película, etapa en la que, a partir del guion — mismo que es desglosado y
desmenuzado en cientos de datos y observaciones entrecruzadas para poder
armar el plan maestro de la producción— se establecen todas las necesidades
tanto de tipo artístico como logístico: se seleccionan locaciones, se diseñan y
construyen escenografías en foro, se escoge al elenco, se escoge al equipo de
trabajo, se preparan los efectos especiales, etcétera. Y por supuesto se genera
el plan de rodaje, mismo que es el resultado de una serie de factores tales como
las restricciones presupuéstales, la disponibilidad del elenco o de las locaciones,
los horarios, el trabajo con niños o animales y un sinfín de pequeños detalles
más, ninguno de los cuales suele ser, en principio, menos importante que los
demás. Es en esta etapa en la cual generalmente el sonidista se integra a un
proyecto y conoce el guion. En muchos casos el sonidista convocado se hará
cargo solamente del sonido de producción, el llamado sonido directo, y no tendrá
nada que ver con el proceso de la posproducción Es recomendable, sin embargo,
que en esta etapa el sonidista encargado del diseño sonoro (o de la dirección o
edición sonora) también sea convocado, de manera que, en colaboración con el
encargado del sonido directo, se pueda realizar de la mejor manera el trabajo
previo a la posproducción.
El sonidista de rodaje debe leer el guion para evaluar las exigencias tanto
técnicas como artísticas que se desprenden del mismo. Tiene que saber el tipo
de locaciones, la cantidad de actores, los efectos especiales que generarán
ruidos, la necesidad de playbacks y en general todos los detalles que afecten el
correcto registro sonoro en filmación.
Cuando el diseñador de sonido ha sido ya integrado al equipo, y según las
necesidades de la película, se puede comenzar el trabajo del diseño sonoro de
diversas maneras, tales como: realizar registros de ambientes y efectos para
comenzar a integrar el archivo de sonidos origínales para el proceso de la edición
del sonido; hacer maquetas de atmósferas o efectos específicos a petición del
director; armar preselecciones de sonidos a partir de diversas librerías de audio,
para aquellos sonidos que no podremos producir nosotros mismos.
El cásting
Por lo general, el sonidista no tiene nada que hacer en un cásting, ya que la
selección del elenco es fundamentalmente una cuestión histriónica y visual. En
la mayor parte de las películas se escoge a una actriz o un actor por sus dotes
histriónicos y por su apariencia física. Es claro que la voz de un actor es una de
sus herramientas principales y que es en buena parte por medio de ésta que nos
transmite la verdad de su personaje. Un buen actor puede ser convincente con
o sin hablar, los actores mediocres pueden engañarnos si callan, al hablar se
delatan. El primer oído que tiene que detectar la verdad o la falsedad de una
interpretación es el director. Un buen sonidista será el segundo oído, atento no
sólo a la obtención de un buen registro técnico, sino también a las sutilezas de
la interpretación actoral. El género de la comedia musical es un caso
excepcional, pues en este caso el proceso de selección del elenco tenderá a
poner más atención a las aptitudes vocales y dancísticas del elenco que a otras
características. A lo que tendrá que poner atención el sonidista entonces, más
que al cásting mismo, es a la complejidad de las escenas en cuanto a la
participación actoral.
Es enorme la diferencia, en cuanto a dificultades técnicas, entre una película
intimista sustentada en pocos personajes y una película épica con escenas
multitudinarias en las que hablan varios personajes. El sonidista tiene que saber
cuántos micrófonos necesita a lo largo del rodaje y en algunas situaciones
particulares, de manera que no lo sobrepasen las exigencias en detrimento de la
calidad del sonido directo.
Locaciones
La selección de locaciones y su evaluación en términos de condiciones acústicas
es quizá la parte más importante del trabajo del sonidista en la preproducción.
La selección de una locación conlleva una serie de factores a evaluar, muchos
de los cuales suelen ser relativamente más importantes que el sonido. Estos
factores incluyen desde el costo de su uso (una locación gratuita siempre tiene
mucho a su favor), la accesibilidad (una cueva a quince minutos de la ciudad es
mejor que una situada a varias horas de distancia), los servicios (un pedazo de
“jungla” en un balneario con instalaciones es más controlable que una incursión
a la jungla real), el look o aspecto visual (según la importancia de la locación en
términos visuales y dramáticos, el look pesará más que otros factores logísticos
y presupuéstales) y finalmente el sonido (una locación “natural” lejos de la
carretera u otras fuentes de ruido ambiental, es mejor que una locación ruidosa).
Generalmente, el sonido es uno de los últimos factores a tomarse en cuenta en
la selección de una locación, pero en ciertos casos el factor sonido será el fiel de
la balanza.
En todo caso, dependerá mucho del director y su concepción del sonido dentro
de toda la dinámica del proceso de producción y realización.
Una vez seleccionadas las locaciones, el sonidista debe realizar una evaluación
de las condiciones acústicas de las mismas. Estas condiciones se dividen en
dos: las propiamente acústicas, que tienen que ver con cómo suena un recinto,
y las ambientales, es decir las fuentes sonoras que rodean al lugar. Hablaremos
primero de las segundas, mismas que constituyen uno de los principales dolores
de cabeza de cualquier sonidista: el ruido ambiental. Lo primero con lo que un
sonidista sueña, es que la locación donde se vaya a filmar no esté al lado de una
calle principal, o de una carretera, o de una fábrica, o de una escuela, o de
cualquier otra fuente de ruido. Es importante señalar que, en este momento, al
hablar de ruido, nos estamos refiriendo a su acepción como “sonido no deseado”.
Esto hace que en películas diferentes lo que en un caso sea ruido, en otro no lo
sea. Una película urbana en época actual, de tono realista, soporta cierto nivel
de ruido ambiental (mientras no “ensucie” los diálogos), e inclusive éste puede
ser aprovechado expresivamente, una vez que sobre la “atmósfera sonora” que
se desprende naturalmente del sonido directo que acompaña al montaje de la
película, se construya la banda sonora final. Pero si la película es fantástica y la
misma locación que antes sirvió para una escena cotidiana de la gran ciudad,
ahora tiene que representar una ciudad desierta y nuestros personajes hablan y
gritan para escuchar su eco en las calles vacías, la situación cambia. Lo que
antes pudo ser potencialmente música concreta (es decir, música hecha a partir
de sonidos no musicales), o simplemente el ambiente natural de fondo, ahora no
es más que ruido. Así pues, el sonidista tiene que evaluar las condiciones de
ruido ambiental según las exigencias narrativas y expresivas de cada película e
inclusive de cada escena. El ejemplo anterior puede suceder dentro de la misma
película: una misma locación aparece como realidad y luego como sueño: el
sonido directo de la escena realista podrá ser utilizado; el sonido de la escena
onírica tendrá que ser recreado. Es claro que en exteriores lo que un sonidista
puede hacer contra el ruido ambiental es poco. En interiores puede cerrar todos
los accesos que permiten la entrada directa del ruido, tales como puertas y
ventanas. Sin embargo, esto no siempre es posible, en función de las
características de cada locación y de los imperativos de la acción escénica (como
puertas o ventanas abiertas). Además del ruido ambiental, existe el ruido
estructural, aquel que se transmite directamente a través de los sólidos, como
las vibraciones del paso del metro o de un gran camión. Contra estas intrusiones
hay muy poco que hacer, pues en estos casos la construcción misma es la que
está funcionando como un resonador natural. La única solución suele ser la difícil
o frecuentemente imposible tarea de eliminar las fuentes sonoras contaminantes.
Hablaremos ahora de la acústica interna de un espacio cerrado. De manera muy
simple podemos decir que las dos características principales de un espacio
cerrado son su resonancia y su reverberación.
La resonancia de un lugar está determinada básicamente por sus dimensiones,
por lo que los lugares de similar tamaño resuenan más o menos a las mismas
frecuencias. Se puede decir que, debido a sus modos de resonancia, cada
espacio “colorea” los sonidos que en él suenan, al amplificar determinadas
frecuencias.
Esto puede a veces ser un problema, o bien puede ser un efecto agradable,
según el caso. Si el efecto resultante no es deseado, normalmente se puede
eliminar o atenuar en la mezcla por medio de la ecualización.
La reverberación está también determinada en parte por las dimensiones de un
recinto, pero fundamentalmente depende del nivel de absorción o reflexión de
las superficies. Cuando decimos que un lugar está acústicamente muerto o
apagado, nos estamos refiriendo a la ausencia notable de reverberaciones en el
mismo: se trata de un lugar cuyas superficies tienden más a absorber las ondas
sonoras que a reflejarlas. Al decir que un lugar está vivo nos estamos refiriendo
a la presencia notoria de reverberaciones sonoras en el mismo, se trata de un
lugar cuyas superficies tienden a reflejar el sonido más que absorberlo. Existe
un nivel de reverberación a partir del cual la inteligibilidad de los diálogos
comienza a verse afectada, esto se debe al hecho de que el micrófono, aún más
que el oído humano, no discrimina entre el sonido directamente emitido por la
voz humana y aquel que llega después de haber sido reflejado, de tal manera
que en el registro ambas señales se enciman, provocando una pérdida en la
inteligibilidad de los diálogos. Es claro que si lo que se va a grabar no tiene
diálogos la viveza de un sitio puede no sólo dejar de ser un problema, sino hasta
ser una característica positiva. ¿Cómo lidia un sonidista con este problema? De
dos maneras principalmente. En primer lugar, puede intentar bajar la
reverberación de un sitio colocando grandes superficies de materiales
acústicamente absorbentes sobre los muros y superficies originales; es decir,
actuando directamente sobre las superficies del espacio, que dotan al mismo de
sus características de alta reverberación. Si se dispone del tiempo y de los
recursos materiales, casi cualquier lugar puede ser “domesticado"
acústicamente. Lo que no es tan fácil es aislar satisfactoriamente del ruido
externo un lugar que nunca fue diseñado para eso. La segunda opción del
sonidista es el uso de micrófonos corbateros o de pecho, mismos que suelen ser
inalámbricos, y que le permiten grabar la voz antes de que ésta se vea afectada
por las reverberaciones del lugar. Evidentemente, esto permite el registro de
voces inteligibles. La desventaja de este método es la artificialidad espacial del
registro: se obtienen voces claras, pero que no suenan en el espacio que vemos.
Sin embargo, la inteligibilidad de los diálogos suele estar por encima de todas
las demás consideraciones, además de que la reverberación puede ser añadida
en el proceso de la mezcla cinematográfica, devolviendo las voces, por así
decirlo, a su espacio sonoro “natural”.
Adicionalmente a los problemas anteriores, hay que añadir que cuando un lugar
no está acústicamente aislado y tiene alta reverberación, el ruido se multiplica,
pues cada vez que el ruido externo penetra comenzará a reverberar dentro del
recinto.