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El origen del analfabetismo en Guatemala lo encontramos en el largo periodo colonial, la escuela

fue privilegio de pocas personas (las mas cercanas a los conquistadores) siendo la mayoría
explotada en el trabajo únicamente. Posteriormente su crecimiento obedeció en gran parte al
desinterés que algunos gobiernos mostraron, particularmente gobiernos dictadores de principios
de siglo, a quienes por razones obvias “no convenía” emprender acciones efectivas para combatir
un mal que hemos arrastrado a lo largo de muchos años.

A la fecha se han realizado once campañas de alfabetización y un Programa Nacional para el


mismo, esfuerzos que no han sido suficientes para lograr un significativo descenso en el
analfabetismo. En Guatemala se considera analfabeta a la persona mayor de 15 años que no ha
aprendido a leer y escribir en español.

El analfabetismo ha descendido en cerca de un 7% entre 1994 y 1998. La tasa de analfabetismo


alcanzó en 1998 un 31.7%. Esta situación aún coloca a Guatemala entre los países con mayores
tasas de analfabetismo en América Latina, con Haití como único país de la región que tiene una
tasa de analfabetismo superior. En 1998 la tasa de analfabetismo en el área rural alcanzaba un
40% con tasas de 39.4% entre las mujeres y de 29.7% entre los hombres. En el área urbana la tasa
de analfabetizacion fue menor (15%) con un 10.3% entre los hombres y 18.8% entre las mujeres.

Los departamentos con los mas altos índices de analfabetismo eran Quiché, Alta Verapaz,
Huehuetenango, San Marcos, Totonicapán, Baja Verapáz y Sololá. Lo anterior sugiere que el
retraso en la alfabetización se manifiesta de distintas formas. En los departamentos con población
mayoritariamente indígena, el multilingüismo, el monolingüismo y una historia de falta de oferta
de servicios educativos y la baja calidad de la educación ha influenciado la tasa de analfabetismo.

“La Exclusión de la niña indígena”

“Los derechos a la vida y desarrollo de los niños han estado olvidados. No sólo están excluidos de
los servicios, sino que tampoco tienen acceso a ellos con calidad”. (Saadeh, 2009).

El tema de la exclusión de la niña se ha tratado muchas veces, pero aún existen discrepancias en
cuanto al por qué de tal problema social.

Tal es el caso de la población de siete años de edad en Guatemala en el año 2000, sólo el 54% de
las niñas indígenas estaban inscritas en la escuela, comparado con el 71% de niños indígenas y el
75% de niños no indígenas.

Entre las niñas indígenas extremadamente pobres, la proporción inscrita era del 43%. (Hallman y
otros, 2007b).

En algunas niñas afecta sólo el hecho de pertenecer a determinada área geográfica del país, o
estar muy lejos de la ciudad, de la civilización y de las vías y medios de comunicación. Además
puede ser que la misma familia no les dé prioridad a las niñas de viajar, para trabajar o estudiar
como a los varones, debido a la carencia de recursos financieros y debido a los riesgos de
seguridad.

Por otra parte algunos padres de familia perciben que los niños contribuyen más a la economía del
hogar, y que con el paso del tiempo estarán en capacidad de sostener económicamente a sus
padres.

También se ha tergiversado el hecho de que las niñas tienen menor capacidad de generar ingresos
que los varones, quizá porque los niños o jóvenes varones cuentan con mayor fuerza física.

En las áreas rurales tanto de Guatemala como de Etiopía, los varones tuvieron mayores
posibilidades que las mujeres de participar en eventos sociales (Colom y otros, 2004; Erulkar y
otros, 2004b). En las áreas rurales de Egipto Superior, la única salida social no familiar para las
niñas es asistir a la escuela (Brady y otros, 2007).

Los resultados de las investigaciones realizadas por el Population Council 2007 revelan lo
siguiente:

“los adolescentes más aislados socialmente son los que tienen menos probabilidades de estar en
contacto con centros juveniles, clínicas aptas para adolescentes y programas de educación a través
de pares (Lardoux y Jones, 2006). Irónicamente, las mismas adolescentes que más necesitan estos
servicios —las jóvenes pobres, casadas, que viven en zonas rurales, que no asisten a la escuela y/o
viven sin uno o ambos padres— son las que menos acceden a estos servicios (Bruce y otros, 2006;
Lardoux y Jones, 2006). Es necesario esforzarse para aumentar los servicios disponibles y asegurar
el acceso de las niñas a esos servicios”.

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