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En Guatemala, el 50% de las personas que se encuentran por debajo del ingreso
mínimo se reconocen indígenas, y solo el 10% se encuentra en el rango superior de la
distribución de ingresos mínimos.
En Brasil, cerca del 70% de las personas con bajos ingresos se reconocen como
afrodescendientes.
En general, solo un 30 % de la población indígena con ingresos por encima del salario mínimo
tiene acceso a la educación. Del 2020 a la fecha, se ha visto un incremento mínimo, pero
constante de esta tendencia, sobre todo en Bolivia (que ha duplicado su tasa de población
estudiantil en secundaria, seguida de Panamá, México, y Guatemala).
Los niños y las niñas procedentes de familias pobres tienen menos posibilidades de cumplir los
pre requisitos básicos para el aprendizaje y a menudo están mal preparados para acudir a la
escuela. Los niños y las niñas que viven en comunidades de escasos recursos es más probable
que sufran malnutrición, experimenten el absentismo de sus padres y madres y que estén
expuestos a la violencia y la tensión.
Es posible que sus escuelas reciban menos financiación. Estos factores a menudo conducen a
unos resultados deficientes (Grantham-McGregor et al, 2007; Shonkoff y Garner, 2012). La
asistencia a la escuela puede verse afectada por la necesidad de trabajar para contribuir a la
economía familiar y por las dificultades a la hora de abonar las tasas escolares y otros gastos.
Bibliografía
La violencia tiene muchos impulsores, desde el estrés personal y la ira hasta la falta de
oportunidades y la presencia de armas. Y la pobreza es uno de los mayores factores de
predicción de la violencia en cualquier comunidad.
La pobreza y la violencia suelen estar relacionadas y es importante entender por qué. Las
personas en situación de pobreza tienen más probabilidades de ser víctimas de la violencia
y de cometer actos violentos. La razón de esta relación es compleja y está relacionada con
una serie de factores. Cuando las personas viven por debajo del umbral de la pobreza, a
menudo no pueden permitirse lo básico para llevar una vida sana y segura. A veces, la
gente ni siquiera puede pagar el alquiler o la factura del agua, por no hablar de los
alimentos nutritivos, el transporte o la atención sanitaria. Cuando no se cubren las
necesidades básicas, las personas son más propensas a experimentar problemas de salud
como la ansiedad y la depresión, que pueden hacer que las personas sean más propensas a
agredir. Las personas que viven en la pobreza también son más propensas a adoptar
comportamientos de riesgo, como el consumo de alcohol y drogas, que aumentan la
probabilidad de que se produzcan actos de violencia contra ellos y contra otros.
El microtráfico es una actividad riesgosa, pero se vuelve la única opción para las personas
que viven en las zonas más pobres y abandonadas de la ciudad. Los sectores del noroeste y
sur de Guayaquil registran la mayor cantidad de muertes violentas relacionadas con el
crimen organizado.
En estas zonas no hay acceso a servicios públicos, salud, educación, empleo o vivienda.
Mujeres y niños, víctimas de la violencia En medio de esa guerra de bandas que se libra en
los sectores más vulnerables están los niños y mujeres. Los casos estarían relacionados con
la delincuencia organizada. Aún no conoce a profundidad las causas de estos crímenes,
pero la Policía ha detectado que muchas de las víctimas se involucraron en el tráfico de
drogas por falta de oportunidades o porque sus parejas también fueron liquidadas por las
bandas.
Bibliografía