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25 - S. Z. A. A. C. A., D. D. S. Exhorto.
25 - S. Z. A. A. C. A., D. D. S. Exhorto.
Ninguna norma de la citada Convención exige la autenticación de la documentación, máxime en la especie que se
trata de instrumentos privados, sino que sólo se exige la legalización (art. 8 inc. e) para el supuesto de existir
acuerdos o decisiones sobre la custodia o visitas del menor. No obstante, por la sumariedad que caracteriza a este
proceso especial, se debe responder a los principios liminares de contradicción o bilateralidad y, por tanto
respetándose el principio de concentración procesal la oposición prevista por el art. 12 y 13 a la restitución del
menor debe acompañarse con el ofrecimiento de prueba en que se fundamenta. Así, el convenio bilateral
celebrado entre Uruguay y Argentina en materia de Protección Internacional de Menores (ley 22.546) en su art. 8
admite que quien controvierta la procedencia de la restitución debe justificar su oposición, con la agregación de
prueba documental, sin exigirse ningún tipo de legalización (art. 15, ley 22.546).
Todo ello tiene su razón de ser en la circunstancia de que las transmisiones por conducto de organismos oficiales,
como las Cancillerías, Cuerpo Consular o la Autoridad Central, confieren certeza no sólo sobre la autenticidad
del pedido, sino de la documentación que se acompaña, tornándose redundante la legalización (Convención
Interamericana sobre Exhortos o Cartas Rogatorias –art. 6-; Convención sobre Recepción de Pruebas en el
Extranjero -art. 13-; CIDIP I, Panamá 1975 y el Protocolo Adicional de la Convención Interamericana sobre
Exhortos y Cartas Rogatorias" -art. 3-; Convenios bilaterales entre Uruguay y Argentina sobre "Aplicación e
información del derecho extranjero" -art. 7- e "Igualdad de Trato Procesal y Exhortos" -art. 2-; todos
mencionados por Sosa, Gualberto, op. citado).
Por ende si estos principios son aplicables a la rogatoria de notificación cursada conforme a las normas de un
pedido de auxilio judicial internacional en los autos sobre tenencia, que corren por cuerda, y toda la documental
que allí se adjuntó (v. en esos autos fs. 206/258/262) es la misma que se acompaña en estos actuados para
fundamentar la oposición a la restitución de A., es inexplicable que el a quo exija al contradictor de la restitución
la "autenticación" de los instrumentos privados en que funda su derecho.
La prevalencia de la desformalización o la innecesariedad de legalización en el ámbito internacional posibilitan
al máximo el acceso a la jurisdicción y a su vez jerarquizan la potestad del órgano decisor, porque se deja librado
a su arbitrio el prescindir de la observancia rigurosa de los presupuestos del contenido o la forma de la demanda
o la documentación que se acompaña cuando la justicia del caso condujere a declarar fundada la restitución o no
del menor.
Si lo expuesto más arriba se aplica a las pretensiones de quienes reclaman la pronta restitución de un menor a su
centro de vida (art. 8, Convención de la Haya), ninguna duda cabe que por el principio de la igualdad procesal y
de la defensa en juicio también resulta aplicable para aquel que soporta la carga de la prueba y debe sostener su
oposición al reclamo de restitución.
Por ello es que solicito a V.E. que tenga en cuenta la documental de fs. 42/54, tratándose la misma de cartas
misivas dirigidas a la madre de A., con posterioridad a su traslado a la Argentina y concluya en la negativa de la
restitución por resultar perjudicial a los intereses del menor.
V. Tampoco se hizo mérito en el fallo que ataco de la esencial prueba de fs. 83/84 emanada del señor S. ante el
requerimiento de fs. 71 vta. pto II del a quo, con fundamento en el art. 8 inc. c) de la Convención, norma que
remite "a los motivos en que se basa el demandante para la restitución".
Aun cuando ese tribunal no atendiera ninguna de mis pretensiones recursivas, el solo análisis de la documental
de fs. 83/84 –motivo de la demanda de restitución- tornaría de aplicación por analogía lo dispuesto por el art. 27
de la Convención.
Así como mi representado A. Z. A. S. es nacido en Kuwait el 12/7/89, apátrida para la comunidad internacional
(v. fs. 272, autos sobre tenencia), la situación de su padre peticionante de su reintegro a Londres, en orden a su
nacionalidad no es nada clara. En efecto, había nacido en territorios de la Palestina que hoy ocupa el Estado de
Israel, siendo de nacionalidad aparente palestina con pasaporte de Jordania (v. fs. 1, autos sobre tenencia y de
religión musulmana).
De acuerdo a sus propias manifestaciones (v. en especial fs. 83/84, esta causa), Z. S. es un "activista" contra el
movimiento árabe e islámico y éstos que hoy se denominan fundamentalistas –"han dictado una sentencia de
muerte contra su persona"-. Reafirma expresamente en dicho documento, que ha sido incorporado al pedido por
la Autoridad Central (art. 30, ley 23.587), que "teme por su vida" y justamente ese temor fundado "lo obliga a no
desplazarse nunca a la Argentina".
En definitiva, el señor S., como condenado a muerte por los fanáticos islámicos, pretende "en resguardo de su
propio interés" y no en el de su hijo, que se "investigue" y "oiga" su caso en un tribunal británico.
Esta prueba que no dudo es esencialísima para decidir la especie, ha sido ignorada por el a quo lo cual es grave y
descalifica el fallo como acto judicial válido pues impide, como he planteado desde un comienzo, integrar las
circunstancias que rodean al caso verificadas por la prueba en que se sustentan, para así considerar y evaluar
aquello que más convenga al interés superior del niño (art. 3, ley 23.849).
V. Por su parte, la señora A. madre del niño que represento, es argentina, cristiana (v. fs. 1, expte. sobre tenencia)
y se trasladó con el menor A. a nuestro país el 5/5/1993.
A escaso tiempo de su llegada inicia demanda reclamando la tenencia de su hijo por las razones que se indican en
los autos caratulados "A. D. C. y otro c. S. Z. A. A. s. tenencia" ante el mismo juzgado que entiende en esta
causa, notificándose al accionado el pertinente traslado por exhorto diplomático que se diligenció en la persona
del requerido, acompañándose en dicha oportunidad procesal toda la documentación obrante a fs. 206/258 y
262/267 del expediente sobre tenencia que corre por cuerda y que es de idéntico tenor a la obrante en estos autos,
cuyo mérito el juez ni siquiera reflejó en su decisorio porque a su criterio le faltó autenticación.
Me agravio de tal señalamiento porque esa prueba documental ha sido incorporada válidamente al juicio sobre
tenencia en la oportunidad del art. 333 del Cód. Procesal, tratándose de instrumentos privados, cartas misivas,
dirigidas a la señora A., que exteriorizan el pensamiento del señor S. y que han sido reconocidos por él (art. 356,
inc. 1°, Cód. Procesal).
Así lo sostengo, porque los efectos de la demanda de tenencia debidamente notificada en la persona del
requerido, se han producido inexorablemente, aun cuando en esta jurisdicción, bastante tiempo después de dicha
notificación en el Reino Unido, en los autos sobre tenencia, el a quo hubiera aplicado el art. 16 de la Convención
(v. fecha del 22/9/94, fs. 271 de las citadas actuaciones), en los autos sobre tenencia.
Es así que se cumplieron para la consumación del acto jurídico procesal referente a la notificación de la
demanda, todos los recaudos ordenados en la providencia de fs. 96 del expediente sobre tenencia. Con fecha
11/11/93 ingresó el exhorto diplomático en el Ministerio de Relaciones Exteriores (v. fs. 104/105; fs. 114,
tenencia), cuyo diligenciamiento por la Embajada Argentina en Londres se demoró por 7 meses a raíz de un error
involuntario reconocido por ésta al haber equivocado el trámite (v. fs. 199; fs. 200 y fs. 262, autos citados).
Frente a tales recaudos que han sido acreditados, es que en el caso resulta procedente aplicar la presunción
contenida en el inc. 1° del art. 356 del Cód. Procesal, porque se trata de documentos emanados del demandado y
el silencio del emplazado frente al traslado de la demanda implica para él la admisión de autenticidad de los
documentos acompañados al inicio. Al decir de Couture, la parte que omite la conducta procesal para la cual la
ley lo faculta sufre las consecuencias de su omisión (conf. su obra "Fundamentos del Derecho Procesal Civil", p.
211/213 y 490/491; también véase Fenochietto-Arazi, "Cód. Procesal…" t. II, p. 257; Falcón, "Cód. Procesal", t.
III, p. 81, N° 356, 9.7.1; Palacio, "Derecho Procesal…", t. IV, p. 442, N° 430; Alsina, "Derecho Procesal", t. III,
p. 427, N° 11; CNCiv., sala "E", R. 6620, "Landini, Jorge y otra c. Calaforra, Avelino s. sumario", 5/9/84;
CNCiv., sala A, L. 23.066, "Neer, Elías c. Link, Raúl s. daños y perjuicios", 11/7/86; CNCiv., sala C, L. 35.407,
"Albano de Fernández, M. c. Mata, M. s. escrituración", 10/5/88 entre otros).
En definitiva, la prueba documental acompañada a fs. 41/54, que en función del art. 356 inc. 1° del Cód. Procesal
ha sido reconocida por el señor Z. A. A. S. en los autos que corren por cuerda, es válida y debe hacerse mérito de
ella para merituarla en esta causa, porque la parte aquí requirente ha tenido la posibilidad de hacer valer contra
ella los medios de impugnación que la ley le otorgaba (Couture, op. cit., p. 255) y guardó silencio (art. 919, Cód.
Civil) en el juicio de tenencia ya mencionado por tanto su omisión conductual produjo los efectos legales que he
referido.
Estos principios que hacen a la actividad probatoria de las partes en conflicto, para una mejor aplicación e
interpretación de la Convención también, están expresamente previstos en la normativa de los arts. 8, inc. g; art.
12, párr. 2°, 13 párr. 1°, 17 última parte, 23, 30 y art. 34, párr. 2° de la Convención en análisis, aprobada por ley
23.857, y constituyen pautas obligatorias para su correcta interpretación y aplicación, pero en autos nada de esto
se tuvo en cuenta.
VII. Analizando los antecedentes de hecho referentes a la familia de autos corresponde señalar que los padres de
A. contrajeron matrimonio en Londres el 28/8/1979.
En los primeros días del mes de setiembre de 1979, a poco de haberse casado, ambos cónyuges se trasladaron a
Kuwait, donde permanecieron por más de 10 años, y donde nació en 1989 el niño A. (12/7/1989; v. fs. 1, expte.
sobre tenencia).
Hacia fines del año 1990, a raíz de la invasión de Irak a Kuwait, la señora A. y su hijo A. logran escapar por el
desierto y pueden llegar a Londres vía Amman luego de una espera de varios días. El señor S., en esos momentos
se encontraba transitoriamente en Londres estudiando el idioma inglés.
A partir de entonces, el resquebrajamiento de la unión familiar se patentiza y acentúa (v. fs. 52 "in fine" y 52
vta.) y de ello se seguirán consecuencias marcadamente diferentes que las que extrae el a quo.
Digo así, porque tanto la inestabilidad migratoria de este grupo familiar (v. fs. 6 donde consta la inexistencia de
pasaporte del señor S. y fs. 46 "in fine"; fs. 125/127), a cuyos integrantes no se les reconoció nunca el "status"
jurídico de refugiados en el Reino Unido, con las consecuencias que de ello se deriva como resulta la deportación
en cualquier momento a algún país del Medio Oriente, siendo retenidos sus pasaportes por el Home Office (v. fs.
27 vta./29, autos sobre tenencia; fs. 125/127, esta causa), como así también las alteraciones mentales y de
personalidad del padre del menor que él mismo refiere (v. fs. 1/95, juicio de tenencia; fs. 40/58, esta causa) y en
especial el documento de fs. 83/84 de la presente causa, que acreditan lo expuesto, me persuaden sobre la
necesidad de cuestionar la calificación de ilícito que se le acordó al traslado de la señora A. y su hijo A., a
nuestro país por parte del juez anterior, quien sólo hizo mérito para llegar a esa conclusión, de las declaraciones
de la Autoridad Central de Aplicación de fs. 64/70, sin considerar la prueba existente en los autos sobre tenencia
y las medidas de protección que allí se decretaron, tal como lo dispone el art. 17 de la Convención de la Haya.
En efecto, por el art. 3 de la Convención aprobada por ley 23.587, se define como ilícito el traslado o retención
de un menor cuando se hayan producido en infracción a un derecho de custodia atribuido (inc. a) y cuando este
derecho se ejercía en forma "efectiva" en el momento del traslado o retención (inc. b).
La apreciación de tales circunstancias, está atribuida a la autoridad competente que debe decidir el retorno o
denegarlo, vale decir el juez argentino. Además como en el caso no existe ningún juicio civil en trámite entre las
partes en el Reino Unido, es el juez rogado quien debe considerar la ilicitud del desplazamiento o retención (art.
3), en relación directa con las nociones de derecho de guarda y de visita (art. 5), con el derecho extranjero que
sobre dicha materia se informe y con los elementos probatorios que acompañe la persona que se oponga al
retorno (conf. criterio del art. 10, Anteproyecto de Código Procesal Civil Modelo para Iberoamérica que debe
considerarse como criterio de interpretación analógico).
Si se concluye que no hubo secuestro o retención ilícita, no es procedente la aplicación del Convenio (art. 1 inc.
a) y por consiguiente debe denegarse el retorno del menor al Reino Unido.
VIII. Cabe destacar en este punto que el elemento de la "efectividad" del ejercicio de los derechos que menciona
el Convenio es requisito "sine qua non" según lo dispuesto por el art. 3 relacionándolo con el art. 5 de la misma
normativa, para que el mismo sea operante.
Tratándose entonces la ley de Menores de 1989, vigente en el Reino Unido desde el mes de octubre de 1991,
según la certificación obrante a fs. 66/69, de un cuerpo normativo que en lo referente a las relaciones entre padres
e hijos –patria potestad-, coincide en sus principios y lineamientos con nuestra legislación interna sobre la
materia (art. 264, Cód. Civil. ref. por ley 23.264) ya que se la concibe, como un conjunto de derechos-deberes de
ambos padres hacia los hijos, tanto en su ejercicio como en las responsabilidades que de ellas se derivan, debe
evaluarse de acuerdo con la prueba aportada, si el señor Z. A. A. S. ejercía en forma "efectiva" el derecho de
custodia de su hijo, y por tanto si el traslado del menor podría definírselo como ilícito esto es, genéricamente
contrario a derecho.
Según la opinión de Peter Michael Harris, Fiscal, responsable de la administración de la oficina del Lord
Canciller, dedicada a los asuntos relativos a la sustracción de menores (Lord Cancellor's Child Abduction Unit,
fs. 67, el traslado de un menor fuera de la jurisdicción de Inglaterra por uno de los padres, sin consentimiento del
otro es ilegal porque infringe el derecho de custodia del otro padre. Agrega, que con ello se priva al otro
progenitor del derecho de patria potestad que tiene y en virtud del cual cuida de la persona del menor o toma
medidas para su cuidado y sobre todo decide sobre su lugar de residencia. A su vez Wendy Dunbar, como
funcionario de la Autoridad Central de aplicación de esta Convención, a fs. 64 señala que con arreglo a la
legislación inglesa ambos progenitores tienen los mismos derechos y las mismas responsabilidades, sobre el hijo.
Así parecería que el recaudo de la "efectividad" en el ejercicio del derecho de custodia, como también la
infracción a éste (art. 3 inc. b, Convención), responden directamente a aquello que connota la patria potestad, es
decir a "los cuidados o toma de medidas para el cuidado del hijo y en especial a la decisión sobre su lugar de
residencia". Dichos deberes legales deben ejercitarse a mi criterio de modo "real y verdadero", así se define el
término "efectivo" y "efectividad" por el Diccionario de la Real Academia Española.
Por tanto, si bien los padres tienen el derecho de educar y mantener a sus hijos, tienen a su vez esos mismos
deberes, y si en el desarrollo de la vida surgen incidencias respecto a decisiones de los padres, vinculadas a la
educación de los hijos o a la forma en que proveen a su mantenimiento y le toca al juez dirimir sobre cualquier
conflicto suscitado en torno a dichos derechos-deberes, lo hará atendiendo al mejor interés del menor en cuanto a
su educación y mantenimiento y no a la mera conveniencia del padre (Bossert-Zannoni, "Manual de Derecho de
Familia", ps. 524 y 525).
En la especie, se ha demostrado que el señor Z. A. A. S., no cuidaba a su hijo, ni tomaba decisiones para el
cuidado de su persona de modo real y verdadero y menos aún decidía sobre su lugar de residencia. Por el
contrario ha sido la madre quien siempre se ha ocupado del menor, proporcionándole los medios necesarios para
una subsistencia digna y acorde a sus requerimientos.
Digo así, porque ello se acredita a fs. 45/46 vta., cuando el señor S. en su carta dirigida a su cónyuge D. A., de
fecha 1 de julio de 1993, es decir con posterioridad al traslado a la Argentina, le reconoció los sacrificios
realizados por ella hasta último momento. Además, esa carta nos revela el sufrimiento que este hombre ha
causado a su familia en los largos años de su adicción a la bebida y a los juegos de azar, y que ello fue soportado
en soledad por D.
Admite el actual demandante, que ha sido su mujer quien mantenía a la familia con su sueldo e intentaba con
sacrificio poner orden. También manifiesta en su misiva que por su parte despojó a D. hasta del último penique
que había ahorrado y que nunca cuidó a la familia. Allí, se recrimina a sí mismo, por no haber considerado el
gesto de D., ya que ella antes de partir a la Argentina, pagó todas las cuentas, hizo las compras para la comida y
hasta le envió todo el dinero que tenía. Reconocimiento que, por lo demás, también permite afirmar que autorizó
este traslado a nuestro país.
Continúa señalando en un lenguaje verborrágico, culposo, disociado, cuyo espectro expositivo alcanza tanto al
arrepentimiento, como al agradecimiento, al reproche y hasta a la amenaza, dirigiéndose a su mujer, a su hijo, a
la familia de ésta y a los psicólogos que lo han debido tratar, que hasta no obtener un cambio en su vida personal,
no importando el tiempo que ello le demande ya sean "meses o tal vez años", ha decidido no ver a D. ni a A.
Al final de dicha carta, aparece un tema recurrente en el señor Z. S., como resulta el de la "visa", ya que no ha
obtenido del Reino Unido ni siquiera su condición de refugiado. Así se desprende de la pregunta que le realiza a
D. a fs. 46 "in fine". "Por favor, dame una respuesta a una pregunta: ¿Me conseguirás la visa cuando la necesite?
Después de eso no sabrás de mí, ni me verás … tengo miedo de mí mismo … quiero ser yo mismo" (v. fs. 46 "in
fine").
También reconoce que no tiene dinero, para gastar en telegramas, llamadas telefónicas y cartas, que ha sufrido
bastante, que está pasando un momento crítico, por lo tanto le ruega a D. que no trate de reavivar en él la ira y el
resentimiento que está tratando de eliminar. En el último párrafo le hace saber a la señora A., que le responda a
una simple pregunta que es de vida o muerte para él: "la visa". "Tú sabes lo crítica que es mi situación…".
De lo expuesto, puedo concluir que quien demanda la restitución no ejercía "efectivamente" la custodia del
mismo al momento del traslado del menor a la Argentina. Mas aún dudo que por su situación emocional y
psiquiátrica que resulta de las cartas pueda custodiarse a sí mismo, extremo que lo colocaría en la incapacidad del
art. 141 del Cód. Civil y en el supuesto de suspensión de la patria potestad del art. 309 del Cód. Civil, ambas
normas de aplicación analógica.
El señor S., no sólo reconoce que no mantenía a su familia, sino que era su mujer quien trabajaba para asistir a su
hijo y esposo y ella era la única que le daba la comida y el dinero necesarios para subsistir.
Destaco las anteriores circunstancias de hecho para reafirmar que sin perjuicio de que de acuerdo a la legislación
extranjera y a la interna vigente el señor S. compartiría la titularidad de la patria potestad sobre su hijo
conjuntamente con la madre del niño, "la efectividad" del ejercicio derivado de aquélla (art. 3 inc. b y art. 5,
Convención) que implica asumir para con A. todas las responsabilidades y cuidados atinentes al normal
desenvolvimiento del menor en su medio, no se encuentra acreditada.
Así lo digo, porque esta normativa, tanto la extranjera como la interna, no nos coloca en el campo de los meros
derechos subjetivos, organizados sobre la base del interés individual del titular del derecho, sino ante derechos-
deberes conferidos a sus titulares pero principalmente considerando el interés de otro sujeto, como resulta el
menor, por ello los derechos que se confieren implican correlativos deberes (arts. 264 y 265, Cód. Civil; Bossert-
Zannoni, op. cit., ps. 524/524).
De ahí que se pueda sostener que no existió una infracción al derecho de custodia ejercido en forma efectiva en el
momento del traslado, que torne "ilícito" a este último en los términos del art. 3 de esta Convención.
Por otra parte, la decisión sobre el lugar de residencia del menor, me refiero a Inglaterra, no fue producto del
consenso paterno-materno, como lo exigiría la ley de menores de 1989 en Inglaterra, sino casual, por la trágica
situación vivida a raíz de la Guerra del Golfo, que los reunió en el Reino Unido, como podría haber sucedido con
otro país. Tan es así, que ni siquiera el padre de mi representado pudo conseguir la "visa", ni trabajo en dicho
país, ni tampoco la señora A. y su hijo A. lograron su estabilidad migratoria.
Ninguna duda cabe que uno de los objetivos del Convenio sobre los Aspectos Civiles de la Sustracción
Internacional de Menores, que se trata, es la restitución inmediata del niño a la que ha sido su residencia habitual
antes de la infracción de los derechos de custodia o visita (art. 4).
La ley de menores inglesa de 1989 por su parte y de acuerdo a lo expuesto, connota el ejercicio de la patria
potestad conjunta con la decisión parental de fijar la residencia de los hijos, entendiendo que hubo infracción a
los derechos derivados de aquélla a raíz del traslado del menor a la Argentina.
Pero si consideramos que la noción "residencia habitual" del menor, punto de conexión convencional según los
autores corresponde al estado donde tiene su "centro de vida", según el art. 3 del Convenio entre Uruguay y
Argentina sobre Protección Internacional de Menores, ratificado por nuestro país el 4/3/82 por ley 22.546, esto
supone presencia, asentamiento e integración al medio (conf. Tellechea Bergman, Eduardo, "Derecho
Internacional Privado de Familia y Minoridad", p. 79, núms. 15 y 16, Ed. Fundación de Cultura Universitaria,
Montevideo, 1988), resulta paradojal que se pueda considerar ilícito el traslado por haberse infrigido la ley
extranjera, cuando en dicho país no se le ha reconocido al aquí reclamante su condición de residente ni siquiera
en calidad de refugiado. Por consiguiente, el reintegro debe rechazarse, reitero una vez más.
IX. Para el caso de no coincidir el tribunal, con el criterio que expongo en el punto anterior, es decir si se
considera que el traslado de A. ha sido ilícito en los términos del art. 3 de la Convención, siendo por ende
aplicable la misma para el reintegro estoy plenamente convencido que por las excepciones que se mencionan en
el art. 13, cuya configuración se desprende de autos como lo demostraré, debe V.E. revocar el fallo en crisis,
denegándose la restitución de A., a su padre para resultar contrario al "interés superior del mismo" (art. 3,
Convención sobre los Derechos del Niño).
En estos autos se encuentra acreditado que no existe ningún juicio civil, ni intervención judicial alguna en
trámite, ante el Reino Unido, donde se discuta la atribución de la custodia de mi representado. Por el contrario,
en el escrito de demanda en estas actuaciones, la Cancillería Argentina informa que en estos estrados existe una
causa previa, "claramente relacionada con el presente pedido de restitución", que resulta la demanda de tenencia
incoada por la madre al llegar a la Argentina y que le fue comunicada al señor S. por D. A. en su carta (v. fs.
17/18 y su traducción, fs. 19) y notificada formalmente por exhorto diplomático (v. fs. 262, autos sobre tenencia).
Por esta razón, debe analizarse con mayor estrictez y con la plenitud de las facultades acordadas al juzgador por
nuestro ordenamiento legal interno, los alcances de este pedido de restitución por vía exclusivamente
administrativa, luego de un año del establecimiento de A. y su madre en la República Argentina (art. 12, párr. 2°,
ley 23.587; art. 13 incs. a) y b), norma citada).
Por el art. 12, en su párr. 2°, del Convenio que se trata se dispone que la autoridad judicial o administrativa no
estará obligada a restituir al menor si ha quedado demostrado que éste se ha integrado a su nuevo medio, luego
de un año de su traslado.
El menor A. que nació en Kuwait, el 12/7/1989, tuvo que escaparse de allí con su madre, al momento de la
invasión por Irak a dicho país, en el comienzo de la Guerra del Golfo Pérsico (v. exposición de la madre en esta
Asesoría de Cámara a fs. 125/127) arribando al Reino Unido hacia fines de 1990, cuando el niño contaba con un
año y meses de vida.
A poco de llegar A. y su madre a la Argentina (5/5/1993) en fecha 15/6/1993, mi representado es inscripto como
alumno regular en el Jardín de Infantes del Colegio Lincoln (v. fs. 65 y fs. 223, expte. sobre tenencia).
A fs. 67/82 de las mismas actuaciones obra el primer informe emanado de las autoridades del Colegio, en fecha
agosto de 1993, en donde se acredita que mi representado se está integrando al grupo, que se maneja en forma
independiente y que su preferencia es la mayor actividad en el patio y el juego pasivo dentro de la sala de
estudio. También refieren a su cabal comprensión por el idioma castellano, no así su expresión que se mantiene
en inglés al tratar con los adultos y en castellano con los chicos. Además admiten que está integrado a la vida del
jardín, siendo muy afectuoso, colaborador, y participa con gran alegría en la clase y en el grupo de los Conejos,
manteniendo muy buena relación con la maestra.
A fs. 131/138 de las actuaciones mencionadas obra el segundo informe del Colegio Lincoln de fecha 23/11/93
que refleja, su perfecta integración con sus compañeros ya que el grupo lo busca, lo consulta, lo acepta. También
se desprende la preferencia de A. por las actividades creativas plásticas, por la música (v. fs. 125/126 de estas
actuaciones donde se acredita que aprende órgano en Promúsica) y que su dominio del idioma castellano lo ha
llevado a comunicarse grupalmente. Dejo señalado que en la entrevista que mantuve con él y con su madre en mi
despacho, A. se me presentó con su uniforme de jardín de infantes y sus útiles, comprendiendo todo cuanto yo le
decía, y respondiendo con cierta timidez pero con claridad a mis preguntas. Luego de ese momento se puso a
dibujar libremente estampando su nombre en cada uno de los dibujos que acompaño (v. fs. 122/124, esta causa).
A fs. 116 de los autos sobre tenencia obra el informe de fecha 18/4/1994 de la institución Juegoteca, a donde
asistió A. a la Colonia de veraneo, que asevera la óptima integración del niño al grupo, participando en tiempo
completo de dicha actividad, sin ningún problema de adaptación. Se afirma que la actitud de A. fue de
observación al entorno en un primer momento, para luego ejercitar un rol activo entre sus compañeros, aportando
iniciativas siempre con una actitud afable y de apertura. Tuvo en dicho lapso una conducta estable y consciente a
las pautas de convivencia que le permitieron desarrollar las actividades planificadas y responder a las consignas
dadas.
La señora D. A., ha cubierto toda necesidad del menor en lo que respecta a su salud, al haberlo inscripto en el
servicio prepago Omint, tal como lo demuestran los recibos de fs. 141/149 y el informe de fs. 150/fs. 153 de los
autos que corren por cuerda, al igual que su esparcimiento, inscribiéndolo en natación (v. informe de fs. 152,
autos de tenencia).
Entiendo que para evaluar la integración de mi representado a nuestro país antes de cumplirse el lapso de un año
que transcurrió desde su llegada a Buenos Aires hasta el pedido de retorno a Inglaterra por su padre, es de
fundamental importancia la prueba adjunta en los autos que corren por cuerda, porque es justamente a partir de la
escuela y desde ella donde los chicos traban sus vínculos afectivos con sus pares, donde pueden demostrar que
las pautas de conducta y los valores impartidos por sus mayores, de resultar idóneos para su formación personal
posibilitarán su crecimiento integral, sin problema conductual alguno en el colegio, adaptándose al grupo,
participando en el aprendizaje y relacionándose con los adultos. Asimismo adquirirá en ella la autonomía y
libertad de espíritu necesarias para asimilar de la escuela la compleja red de relaciones que se le van presentando.
Es que el proceso educativo, así aprehendido por los chicos, sobre todo en la edad de A., tiene como resultante la
integración a su medio, a la cultura de éste, a sus costumbres y a sus exigencias.
Por ende, de acuerdo a las pruebas arrimadas respecto a las actividades de vida de mi representado, puedo
afirmar sin hesitación que éste se encuentra integrado a su medio. Máxime, que en las cartas dirigidas por el
señor S. a su hijo en este tiempo, que demuestran que existe comunicación entre ambos, el propio padre le
reconoce "que sos bueno en la escuela y que jugás y comés bien" (v. fs. 115 y fs. 110/112; 114; fs. 116/121, estas
actuaciones).
Por ello y porque a mi criterio el tiempo transcurrido desde que el menor A. llegó a nuestro país en el año 1993,
hasta el posterior pedido de restitución del señor S., ha sido de un año y cuando la edad del niño, casi 6 años,
coincide con su inicio escolar obligatorio, con todas las implicancias que este mundo educativo le han aparejado
en todos los aspectos de su vida relacional y familiar, es que solicite a V.E. que se revoque lo decidido a fs. 93/94
denegándose la restitución, ya que se encuentra debidamente acreditado la integración de A. a su nuevo medio
(art. 12, párr. 2°, ley 23.587).
Asimismo por el art. 13 del Convenio (ley 23.587) se establece cuáles son las causales de oposición a la
restitución, de modo taxativo, acorde con la estructura y finalidad de este proceso, aun cuando el traslado o
retención hubieren sido ilícitos (art. 12, párr. 1°).
Por ello comienza el articulado señalando, "no obstante lo dispuesto por el artículo precedente"… (art. 13, párr.
1°).
Allí se dispone que la autoridad judicial o administrativa del Estado requerido no estará obligada a ordenar la
restitución, cuando la persona que presentare oposición demuestre: a) Que la persona, institución u organismo
que se hubiere hecho cargo del menor no ejercía de modo "efectivo" el derecho de custodia en el momento en
que fue trasladado o retenido "o" había consentido "o" posteriormente aceptado el traslado o retención; "o" b)
Que existe un grave riesgo de que la restitución del menor lo exponga a un peligro físico o psíquico o que de
cualquier otra manera ponga al menor en una situación intolerable.
Se advierte que en el primero de los incisos transcriptos, se prevé como causal de oposición, la de que no se haya
ejercitado efectivamente por sus titulares, las responsabilidades que supone la guarda o custodia de los menores,
en la oportunidad del desplazamiento o retención pretendidamente ilícitos.
Otra alternativa de la oposición puede sustentarse en la circunstancia fáctica de que haya mediado un
consentimiento con la situación sobrevenida o una anuencia con la misma.
Se desprenden en consecuencia, aquellas situaciones en las cuales o bien las condiciones anteriores al
desplazamiento no comportaron uno de los elementos esenciales de las relaciones que al Convenio le interesa
proteger (aquella del ejercicio "efectivo") o bien que el comportamiento posterior del padre desposeído muestra
una aceptación a la nueva situación creada.
X. En la sentencia de fs. 93/94 el a quo con relación a la fundada oposición de la madre a la restitución del menor
a su residencia habitual, admite que la decisión de restituir al menor no se funda en los méritos de la tenencia.
En ello estoy plenamente de acuerdo, porque no le corresponde al juez decidir sobre la atribución de la tenencia,
tal como se desprende del art. 19 del Convenio.
Es que el ámbito de su decisión debe limitarse a establecer si medió el referido traslado ilícito o retención ilegal –
ya que ello no se proyecta sobre el derecho de fondo de la guarda o custodia del menor- no sólo en función del
examen de las condiciones extrínsecas de la demanda (art. 8) o de la información sobre el derecho extranjero
vigente (art. 8, inc. f), fs. 66/67, sino también en atención a la oposición fundada en las causales del art. 12, párr.
2° y del art. 13, y al análisis de la prueba aportada a tal efecto.
El a quo con relación a las excepciones opuestas a fs. 61/62 y a fs. 74/78, las desechó de plano de modo
estrictamente dogmático y con un rigorismo formal manifiesto sin analizar la prueba ofrecida que hacía al
planteo opositor de la madre de mi representado, provocándose con ello un grave perjuicio al interés del menor.
Contrariamente a lo que trasciende de la rigurosidad de la sentencia en crisis, la norma del art. 18 del Convenio,
otorga al órgano competente que en el caso resulta el juez rogado una flexibilidad importante,
responsabilizándose para resolver según su prudente arbitrio sobre la restitución en atención a la solución que en
relación al factor tiempo, como ya lo señalé, pudiere resultar más atendible.
Dicho texto además posibilita superar la rigidez de los formalismos temporales susceptibles de ahogar la justicia
del caso, posibilitando que se haga una criteriosa aplicación de la desformalización en consideración del interés
prevaleciente del menor.
Es que debe tenerse en cuenta y no es arriesgado afirmarlo que la carga de la prueba como lo regula el art. 13 del
Convenio, más que una carga para quien se oponga al retorno, se configura también como un elemento de
defensa del propio "secuestrador".
Tal como se sostiene en la sólida expresión de agravios obrante a fs. 97/105, debe ese tribunal revisar la
sentencia de marras porque existe prueba bastante en estos autos y en los que corren por cuerda que ha
demostrado el acierto del planteo opositor de la madre al retorno de su hijo a Inglaterra por encuadrarse la
especie además de lo dicho, en el art. 13 de la citada Convención de la Haya de 1980.
Relacionando los extremos probatorios con el inc. a) del art. 13, no sólo me remito a lo expuesto con anterioridad
sobre el no ejercicio "efectivo" de la custodia antes del traslado o desplazamiento por parte del padre de A., sino
que además debe tenerse en cuenta lo expresado por el mismo a fs. 83/84.
De los últimos párrafos del documento surge puntualmente "su reserva al derecho de preocuparse por el bienestar
emocional, intelectual, mental y físico de su hijo".
Así se colige que, el efectuar "la reserva a un derecho de preocupación por el hijo, "evidencia sobremanera la "no
actuación del derecho deber de custodia" que en orden a la ley de menores de 1989 de Inglaterra le puede caber.
Por ello no es casual, que allí también se demande por parte del señor S. la devolución del hijo para "Inglaterra"
y no para sí mismo tratándose del padre.
A fs. 52/54 el señor S. admite que su deseo de auto-humillación y dolor mental para aliviar la culpa comenzó
después que se casaron y se vigorizó empeorando la situación, al llegar A. Ello sumado a una total falta de
confianza y a la paranoia que fue alarmante entre los años 1992-1993, lo llevaron a un deterioro rápido de su
estado mental. Reconoce que el alcohol produjo en él un efecto devastador y tuvo alucinaciones que lo llevaron a
desarrollar un proceso de disociación entre lo intelectivo y las acciones. En otras palabras "se anunciaba la
esquizofrenia".
A fs. 53 "in fine" le afirma a D. que no pudo ser el padre que ella quiso que fuera. Le dice que "yo fallé en ser ese
padre…".
En definitiva, a la luz de dicha documentación acompañada y pensando en el interés de A., estoy convencido en
los términos del art. 13 inc. a) primera parte, que el señor S. no ejercía de modo efectivo el derecho de custodia
en el momento en que fue trasladado su hijo a la Argentina.
A su vez, la segunda parte del inc. a) se refiere a que la restitución no puede ordenarse si el reclamante de la
misma consintió o posteriormente aceptó el traslado o retención.
Así a fs. 45 vta., pto. 2) el progenitor de A. sostiene: "me siento feliz por tí y por A. porque escaparon en el
momento adecuado. Cómo podría yo hablar de un secuestro, usar un lenguaje provocativo e incluso abrir la
boca!" (textual).
También surge de las cartas misivas de fs. 42/46 y 48/54 que el aquí demandante conoció perfectamente el
domicilio de su hijo en la Argentina, que existieron llamadas telefónicas, que en la actualidad S. se comunica con
su hijo por carta y por teléfono, que la señora A. le ha mandado correspondencia y fotografías de A.
También concluyo a raíz de las constancias aludidas que el señor S. consintió el posterior traslado de su hijo a la
Argentina y hasta se sintió aliviado y feliz porque ambos pudieran llegar a la Argentina (v. fs. 45 vta. y fs, 17/19
en especial los 6 meses transcurridos desde la recepción de la carta y el posterior reclamo de restitución).
En consecuencia está demostrado a mi criterio que la especie encuadra en el art. 13 inc. a) parte 2ª de la
Convención, porque está consentido o aceptado por el reclamante del traslado la nueva situación de su hijo.
XI. Es del caso señalar que las excepciones del Convenio al retorno de un menor tienen por una parte su carga
negativa por cuanto pueden dar pie con una abusiva o mala aplicación, a desvirtuar el objetivo convencional y la
faz positiva de aquéllas es justamente la contribución a precisar la noción de secuestro o traslado ilícito y por
tanto se convierten en garantía del interés del menor (conf. Miralles, Pedro Pablo, "El secuestro internacional de
menores y su incidencia en España", ps. 198/194, Ed. Ministerio de Asuntos Sociales).
Se produce entonces, al encontrase configuradas las causales prescriptas en la normativa del art. 13, inc. a), la
desaparición de ilicitud que permitió inicialmente calificar de ilícito el desplazamiento, afirmándose que no se
trata de un verdadero secuestro sino más bien cabe hablar de simples traslados o cambios de residencia del
menor.
En resumen, si por la actividad de las autoridades que conozcan del caso o por la iniciativa de quien se opone al
retorno del menor supuestamente secuestrado, queda probado que quien ejercía la guarda o visita consintió o
posteriormente aceptó el desplazamiento o retención, estos hechos no podrán considerarse secuestro y por ende
no podrá ordenarse el retorno del menor (conf Miralles, Pedro P. op. cit., p. 190).
En el precedente jurisprudencial británico: "Andrew Rictchie vs. Camilla de Sousa Turner" la Corte de Apelación
inglesa en julio 29 de 1992, "Sir Donald Nicholls, V. C. Buther-Sloss, L.J. y Sir Michael Kerr a raíz de la
sentencia dictada por la juez Booth, Family División, may. 21, 1992. Re A (Z) (Child Abduction), [1993]
1.F.C.R.", no reintegró al menor por entender que su padre aceptó la retención del niño en Inglaterra en función
de lo prescripto por el art. 13, inc. a) de la Convención.
El hecho relevante en este caso resulta que la oposición a la petición del padre, radica en la aceptación que
manifestó éste a la retención del niño en Inglaterra.
En el fallo se señala que existiendo una aceptación por parte del reclamante o un inequívoco acuerdo de que el
niño permanezca en ese país, se abre la posibilidad para el tribunal de usar su discreción, es decir su libertad de
decisión, negándose la restitución del menor. Este poder discrecional debe ejercitarse en beneficio del niño.
Ello así, en tanto se pueda probar la aceptación, o más todavía, si se encuentra que no hubo retención equívoca.
Por el contrario, si existe una retención equívoca y no hubo aceptación por parte del padre que reclama, es que la
Corte está obligada a aplicar la Convención para restituir al niño sin ninguna otra consideración.
A su vez se establece que las excepciones del art. 13, si se cumplen, otorgan a la Corte la libertad de considerar si
el niño debe ser restituido como lo dispone el art. 12 o no. La primera excepción (art. 13, inc. a), relacionada con
el caso citado es aquella en donde el padre "dio su consentimiento o posteriormente aceptó su traslado o
retención".
Continúa el fallo interpretando que el "consentimiento" parece significar su anuencia anterior al traslado o
retención, pero admite que ello no es relevante en el caso sometido a decisión. Se pregunta el tribunal si el padre
aceptó el traslado con posterioridad. Dicha aceptación, puede ser activa o pasiva. Si es activa se puede presentar
con palabras expresas de consentimiento que hagan creer a la otra parte que hubo aceptación o por una conducta
inconsistente con su intención de reclamar por sus derechos, reflejándose entonces la aceptación del statu quo.
Si la aceptación es pasiva, ello resultará de su silencio o inactividad en circunstancias en que razonablemente se
espera que la parte agraviada actúe. La Corte resume que se apreciará dicha inactividad como una aceptación a la
retención del niño según el tiempo que transcurra y en función de las circunstancias de cada caso.
La Corte tiene entonces la discrecionalidad de no restituir al niño si una de las situaciones establecidas por el art.
13 son fundamentadas. Este caso se basó en la excepción del art. 13 inc. a).
Frente a tal virtud, insisto en que en el caso que nos ocupa, se ha configurado también la excepción prevista en el
art. 13, inc. a), dado que el tiempo transcurrido desde que se produjo el traslado a la Argentina del menor por
quien actuó y la documental que se analizó, con la consiguiente inactividad de la parte, por el lapso de 365 días,
y la nula actuación de aquél en este reclamo, salvo la declaración de fs. 83/84 permiten sostener que el progenitor
ha aceptado el statu-quo.
XI. Paso a considerar ahora las excepciones basadas en la existencia de un riesgo grave para el menor, en caso de
ordenarse la restitución, es decir el inc. b) del art. 13 de la Convención de La Haya.
En este inciso se retienen las excepciones que se inspiran claramente en tomar como "consideración primordial el
interés del menor".
Así, se entiende que el principio por el cual se garantiza que "en interés del menor", éste no debe ser desplazado
de su medio habitual de vida, sin garantías suficientes de estabilidad en la nueva situación, "cede" su paso ante el
interés primario de toda persona a no ser expuesto a un peligro físico o psíquico o puesto en una situación
intolerable.
El Convenio, según el estudiado análisis realizado por la profesora Mme. E. P. V. en su calidad de Rapporteur de
la "Convention sur les Aspects Civils de L'Enlevement International d'Enfants", "Rapport Explicatif, dans le
Bureau Permanent de la Conférence de La Haye de Droit International Privé", no contiene ninguna alusión
explícita en su parte dispositiva "al interés del menor", sino que del articulado se desprende que el criterio vector
del objetivo convencional es asegurar el regreso inmediato del niño que ha sido desplazado o retenido
ilícitamente.
Pero, no podemos deducir de ese silencio que la Convención ignora el paradigma social que proclama la
necesidad primordial de "tomarse en consideración el interés de los menores para decidir todos los problemas
que a ellos les conciernen".
Para sustentar lo expuesto nos encontramos que desde el mismo Preámbulo, los Estados signatarios declaran que
están profundamente convencidos que "el interés del menor es de una importancia primordial" y es precisamente
dentro de esta convicción que ellos han elaborado la Convención con el deseo de proteger en el plano
internacional al niño, de los efectos perjudiciales de un desplazamiento o retención ilícita.
El "estar profundamente convencidos en que el interés del menor es de una importancia primordial para toda
cuestión relativa a su custodia" y su consecuencia "el deseo de proteger al niño en el plano internacional, contra
los efectos nocivos de un desplazamiento ilícito" reflejan muy claramente cuál ha sido la filosofía de la
Convención, que la podemos definir como sigue: la lucha contra la multiplicación de los secuestros
internacionales de niños debe siempre estar inspirada por el deseo de protegerlos haciéndose una interpretación
de su verdadero interés.
Es legítimo sostener que los dos objetivos de la Convención, uno de ellos preventivo "velar porque los derechos
de custodia y de visita vigentes en un Estado contratante se respeten en los demás Estados contratantes" y el otro
que apunta a "garantizar el reintegro inmediato del niño a su medio habitual de vida", responden en su conjunto a
la concepción determinada del "interés superior del menor".
Sin embargo y dentro de la óptica elegida, debe admitirse que el desplazamiento de un niño puede a veces
encontrarse justificado por razones objetivas que involucran a la persona del menor o a su entorno más próximo.
Por ello es que la misma Convención reconoce ciertas excepciones a la obligación general asumida por los
Estados de garantizar el retorno inmediato de los niños desplazados o retenidos ilícitamente (op. cit. p. 430/434,
año 1982).
Nuestro más Alto Tribunal en los autos caratulados "W. E. c. O. M. G. s. recurso de hecho", W. 12., XXXI, de
fecha 14/6/1995, con referencia a las excepciones contenidas en el art. 13, inc. b), sostiene que por éste se "libera
la obligación de restituir cuando: b) Existe un grave riesgo de que la restitución del menor lo exponga a un
peligro físico o psíquico o que de cualquier otra manera ponga al menor en una situación intolerable". El texto
denota que en la jerarquía de valores que sustenta la Convención, el primer lugar lo ocupa el interés superior del
niño, que es incluso preeminente frente a los intereses personales y muy dignos de protección del guardador
desasido por las vías de hecho".
Continúa señalando "que ningún término contenido en el precepto es casual. Las palabras escogidas para
describir los supuestos de excepción (grave riesgo de exposición a peligro físico o psíquico o situación
intolerable) revelan el carácter riguroso con que debe ponderarse el material fáctico de la causa a efectos de no
frustrar la efectividad de la Convención".
Además, "Que la causal no apunta solamente a rechazar el regreso ante una situación de peligro externo en el
país requirente", como lo entendió el a quo en la sentencia de autos, "sino también a ponderar si la reinstalación
en la situación anterior a la retención ilícita coloca al menor en peligro psíquico, lo cual es un grado acentuado de
perturbación, muy superior al impacto emocional que normalmente se deriva en un niño ante la ruptura de la
convivencia con alguno de sus padres. Está claro que la mera invocación genérica del beneficio del niño, o del
cambio de ambiente o idioma, no bastan para considerar la situación excepcional que permitiría negar la
restitución (conf. Amtsgericht Darmstsadt, 22/7/93, Fam. RZ 1994, 184; Jong Pirrung en J. von Scaundingers,
obra citada en consid. 10, parág. 683, p. 272)".
Esta doctrina en cuanto a la valoración del grave riesgo físico o psíquico o que de cualquier otra manera ponga al
menor en una situación intolerable, es exactamente aplicable a la situación patentizada en estos autos,
agraviándome ante la no consideración de este puntual aspecto por el a quo en su sentencia de fs. 93/94.
Como ya lo expuse con anterioridad, la sentencia de fs. 93/94 encuentra una falta de fundamentación ostensible
porque no se ha ponderado ni siquiera el material fáctico de la causa, en especial el motivo expresado por el
padre para demandar (art. 8 inc. c), Convención) obrante a fs. 83/84.
El riesgo grave de exposición a peligro físico o psíquico o que de cualquier otra manera ponga al menor en una
situación intolerable, en el sub examine está acreditado paradojalmente por el propio progenitor en su motivación
para demandar.
El señor Z. A. A. S. se presenta a sí mismo como un "condenado a muerte por los árabes y musulmanes
fanáticos" y es "el temor por su vida" lo que lo obliga a no desplazarse nunca a la Argentina". También se
conceptualiza a sí mismo como un "activista" contra el movimiento árabe y el islamismo.
Tales sentencias condenatorias de carácter meramente vindicativo, que se ejecutan por organizaciones terroristas
que reúnen a fundamentalistas islámicos fanáticos de las características del Hezbollah, del Jizhad por aquéllas
exportadas del régimen de los mullah, no reconocen fronteras, ni reparan en los daños a producir sobre víctimas
inocentes, sino que responden a objetivos cargados de odio, intolerantes, y que contradicen sin duda la propia
tradición de tolerancia que caracteriza a la religión musulmana en la que ellos fundan inexplicablemente sus
condenas.
En efecto, también es sabido que la declaración de una fatua –sentencia religiosa- no puede ser anulada ni
revocada. Prueba de ello, es el caso de Salman Rushdie, el escritor oriundo de la India que por su publicación
literaria, fue condenado a muerte por el Ayatollah Khomeini, en una de sus últimas instrucciones. Hoy, a pesar
de haber transcurrido más de un lustro de su muerte ni una palabra de aquella sentencia fue revocada (Karl
Grobe, "La profunda crisis iraní", Diario La Nación del 15 de junio de 1995).
Estos antecedentes y el mero sentido común, nos conducen a afirmar que el riesgo al que está expuesto A. junto a
su padre, a raíz de las actividades desarrolladas por éste, quien por su parte admite tener enemigos de tamaña
entidad, como también la existencia de documentación secreta otrora en su poder y revelada a su decir a los
adversarios, a punto tal que lo han condenado a muerte, es gravísimo desde lo físico y desde lo psíquico y
evidentemente perturbador en grado sumo para el niño.
Estoy plenamente convencido, que la reinstalación de A. en Inglaterra o dónde sea junto a su padre, aun cuando
V.E. considere ilícito el traslado, de acuerdo a las manifestaciones expresadas por S. ante la Autoridad Central de
aplicación del Estado requirente siguiendo la doctrina que ha sentado la Corte en el caso citado sobre la
configuración de la causal del art. 13, inc. b), expondrá y colocará sin duda alguna al menor a una situación
intolerable.
El temor por su propia vida que manifestó S., la persecución de que es objeto, la consiguiente situación de
clandestinidad a la que deberá acudir de persistir en sus actividades, impiden a mi criterio que el reclamante
pueda cumplir con lo preceptuado en el art. 18 de la Convención de los Derechos del Niño que dirigiéndose a los
padres los exhorta a tener como preocupación fundamental el interés superior del niño.
En este lineamiento de la citada Convención que armoniza en su totalidad con el Convenio de La Haya de 1980,
corresponde citar el fallo del tribunal alemán Amtsgericht Saarbrucken, Beschlut von 12/7/1991 AZ 40F
177/191, en un caso en que un padre pedía la restitución de su hija a los Estados Unidos, la misma fue denegada
aplicándose la excepción del art. 13, párr. 1° b). Allí el tribunal sostuvo que la sustracción fue ilícita según el art.
3, porque los padres tenían la tenencia compartida de la niña bajo la ley aplicable en el Estado de Maryland al
momento de su sustracción. No obstante ello basó su decisión en el hecho que la madre había sido la persona
principal en la vida de la menor desde su nacimiento, cuidándola, ocupándose siempre de ella.
El tribunal temió que la menor al ser restituida a los Estados Unidos sufriera severo daño psicológico al ser
separada de la madre (quien no quería retornar a ese país) ya que en razón de la corta edad de la niña no
comprendería el cambio y nadie podría reemplazar a la madre que se ocupó de ella desde su nacimiento. Además
el padre no dio ninguna prueba de cómo haría para proveer a la menor del cuidado apropiado. El tribunal sostuvo
que en el supremo interés del bienestar de la menor, como se establece en el Preámbulo de la Convención de la
Haya, la restitución a los Estados Unidos le provocaría un daño mucho peor del que se admite que la sustracción
le hubiera infrigido.
En coincidencia con el anterior caso jurisprudencial, destacó el del Amtsgericht Ludwighafen, Beschluz von
13/12/1992 AZ 5d F 223/91, en que la negativa de la menor fue decisiva para que el tribunal aplicara el art. 13
inc. b) negándose la restitución y además se basó en el informe de la "oficina de bienestar del menor" que fue
obtenido de otro procedimiento judicial de tenencia previo ante el mismo tribunal argumentando el hecho que la
madre los había cuidado continuamente en el pasado y podía hacerlo mucho mejor que el padre que trabajaba
durante toda la jornada (íd. Amtsgericht Pirmasens, Beschluz von 19/3/1992 AZ 1F 124/91; conf. "Sumaries of
German Decisions on The Hague Convention of 25 October 1980 on the Civil Aspects of International Child
Abduction").
IV. En cuanto a la acreditación de los extremos necesarios para hacer procedente la restitución solicitada,
cuestionada por el Fiscal de Cámara, cabe señalar que en lo que se refiere a la autenticidad documental del
pedido, corresponde hacer a un lado toda exigencia formal rigurosa, en tanto la vía de transmisión, en todo
momento oficial, de Autoridad Central a Autoridad Central, garantiza esa autenticidad, así como la de los
instrumentos públicos extranjeros que la acompañan y de lo que posteriormente se agregara al proceso por vía
del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto (cfr. art. 23, Convención; en sentido
similar, art. 9, último apartado, Convención Interamericana sobre Restitución Internacional de Menores –no
ratificada por la República Argentina-) respecto de la cual apunta Sosa que las transmisiones por conducto de
organismos oficiales, confiere certeza no sólo sobre la autenticidad del pedido, sino también sobre la
documentación que se acompaña, tornándose redundante la legalización (Gualberto Lucas Sosa, Comentario
titulado con el nombre de la citada Convención, en JA, 1990-I-777 y sigtes., exp. p. 790).
No está en tela de juicio que la restitución se ha requerido por quien es el padre del pequeño. En cuanto al
derecho que a éste corresponde ya fue señalado que no es preciso contar con una decisión judicial, sino que
puede resultar de pleno derecho, y las piezas de fs. 63/69, venidas por conducto oficial, han de considerase
suficientes al efecto. Según la información allí suministrada, en los casos en los que los padres del menor estén
casados entre sí en la fecha del nacimiento de éste, el art. 2 de la ley de menores confiere la patria potestad a
ambos, que pueden ejercerla en forma independiente (art. 2 -7-). Ambos progenitores tienen iguales derechos y
responsabilidades (art. 2 -1-, ley citada), la patria potestad comprende todos los derechos, poderes,
responsabilidades y autoridades que por ley corresponden al progenitor del menor con relación a éste. La falta de
acompañamiento de los textos legales no es obstáculo suficiente, desde que la propia Convención no lo exige,
conformándose con una certificación o declaración jurada de la autoridad central o de otra autoridad competente
del Estado requirente o de una persona calificada. En el caso, la información procede de la Autoridad Central de
Inglaterra y Gales y del Fiscal Oficial del Tribunal Supremo, responsable de la administración de la oficina del
Lord Canciller dedicada a asuntos relativos a la sustracción de menores. Por lo demás, rige en esta materia el
principio de oficialidad (art. 14, Convención), que el tribunal en otros casos aplica reiteradamente, con
fundamento en lo dispuesto por el art. 2 de la Convención Interamericana sobre Normas Generales de Derecho
Internacional Privado, que, por su naturaleza, ha de tomarse en consideración en todos los casos con elementos
extranjeros relevantes (cfr. entre otras muchas, sentencia interlocutoria de esta sala del 9/3/90 en expte. 42.736,
"Egas Davila c. Corterlla s. nulidad de contrato", con abundantes citas de doctrina y a la que cabe remitirse en
mérito a la brevedad). Por lo demás, y aunque no es este campo en que pueda admitirse la prueba de confesión o
el propio reconocimiento de las partes, no es desacertado considerar que a fs. 4 del juicio sobre tenencia que obra
por cuerda, la madre del menor ha expresado que "de conformidad con las leyes británicas, la patria potestad se
ejerce en forma indistinta sobre los menores", lo que reiteró a fs. 59 de estos autos.
En cuanto a la expresión de los motivos en los que se basa el demandante para reclamar el retorno del menor (art.
8, inc. c) de la Convención, que el Fiscal de Cámara no considera, en relación con lo proveído a fs. 34,
debidamente satisfecha, ha de tenerse en cuenta que la exigencia de que se trata, lógica en tanto permitirá
eventualmente al Estado requerido el ejercicio de la facultad reconocida por el art. 27 de la Convención si
considera que la demanda no está debidamente fundada, contempla el elemento jurídico y el de hecho,
contenidos en el art. 3 (cfr. Pérez Vera Rapport cit., N° 100). Y en tal sentido, en cuanto al elemento de derecho
ha de considerarse satisfecho con la información suministrada sobre el derecho del Estado requirente como el de
la residencia habitual. En lo que concierne a lo segundo, debe bastar lo expresado por el progenitor, en tanto
reputa que el niño fue raptado de Inglaterra por la fuerza e injustamente y lo que luego se analizará sobre la
efectividad de la guarda.
V. Importa señalar, con referencia a los argumentos desplegados por nuestro Asesor de Menores, que la
residencia habitual del menor antes de su desplazamiento a la República Argentina estaba en el Reino Unido.
Constituye la residencia habitual un punto de conexión sociológico, a diferencia del domicilio, de carácter
normativo (Miguel Angel Ciuro Caldani, "Los significados de la residencia habitual y el domicilio del menor",
Jornadas Argentinas de Derecho Internacional Privado, Rosario, 1986). Ha sido bienvenida en doctrina su
incorporación al derecho convencional, señalándose que es para el menor el que "le corresponde, su auténtica
conexión, la del lugar donde desarrolla sus actividades, donde está establecido con un cierto grado de
permanencia, el centro de sus afectos y vivencias (Graciela E. Chalita y Clara P. Czerniuk, "La residencia
habitual: un punto de conexión auténtico para el menor" ponencia presentada a las Jornadas de Derecho
Internacional Privado, Rosario, 15 y 16 de agosto de 1986). Ante la ausencia de una calificación autárquica en las
Convenciones de La Haya, la residencia habitual ha sido entendida como "una noción de hecho, que se ajusta a la
naturaleza de las relaciones que nos ocupan, pudiendo entenderse que se refiere al "centro afectivo de la vida del
menor" (María Elsa Uzal, "La protección de menores en el Derecho Internacional Privado. Reflexiones en torno
a la Convención de La Haya de 1986 sobre protección de menores", texto y nota 13). En términos similares se
expresan Amalia Uriondo de Martinoli ("Convención Interamericana sobre Tráfico Internacional de Menores
(CIDIP V, México, 1994), Comunicación a las III Jornadas Argentinas de Derecho Internacional Privado,
Rosario, 18 y 19 de noviembre de 1994. Existe publicación en el Boletín de la Sección Derecho Internacional
Privado de dicha Asociación, n° 5, Rosario, 1995, ps. 85 y sigtes.) y Sosa ("La Convención Interamericana sobre
Restitución Internacional de Menores -CIDIP-IV, Montevideo, 1989-, cit., p. 782 y autores mencionados en nota
10). Las objeciones que se formulan acerca de que el menor carece de capacidad para tener un centro de vida
propio, confunden la naturaleza y finalidad de este punto de conexión, característico del instituto de la restitución
urgente, con la problemática del domicilio del menor vinculado con su capacidad o la del derecho de los padres,
o de quien fuere, a fijar su residencia (sobre el particular, véase Opertti Badán, op. cit., p. 26, texto y nota 32 y
Sosa, op. cit., nota 10).
Con total claridad ha definido la cuestión la Corte Suprema de Justicia en el ya mencionado fallo del 14/6/95, al
señalar que la expresión "residencia habitual" se refiere a una situación de hecho que supone estabilidad y
permanencia y alude al centro de gravedad de la vida del menor, con exclusión de toda referencia al domicilio
dependiente de los menores, acudiendo el tribunal a la cita del art. 3 del Convenio argentinouruguayo sobre
Protección Internacional de Menores, aprobado por ley 22.546 como criterio corroborante existente en nuestro
derecho positivo. Ello sentado, han de desestimarse las observaciones referidas a que la residencia en Inglaterra
no fue producto del consenso paterno-materno, sino casual, por la trágica situación vivida a raíz de la Guerra del
Golfo, reuniéndose allí, donde realizaba estudios el padre, luego de larga residencia de la familia en Kuwait
(donde nació el niño) desde setiembre de 1979, según se desprende de los relatos efectuados por la madre en sus
escritos en este proceso y en el acollarado. Si desde agosto de 1990 hasta el viaje a la Argentina de la madre y el
menor en mayo de 1993, ambos padres residían en Inglaterra con el niño, donde la madre trabajaba y aquél
acudía a una guardería no hace falta más, habida cuenta la escasa edad del niño para considerar configurado el
requisito de la residencia habitual, sin que a ello constituya obstáculo la eventual inestabilidad de esa residencia
como consecuencia de una situación migratoria no regularizada, lo que no fue, como se advierte, óbice a su
permanencia durante casi 3 años. Por lo demás, parece obvio señalar que el menor habría de tener un centro de
vida y no se sugiere, siquiera, que hubiese otro diferente. No lo era Kuwait, desde luego, abandonado por el
conflicto bélico largo tiempo atrás.
VI. Los apelantes cuestionan la calificación del traslado del menor como ilícito, a los fines de la Convención, así
como que se haya producido la solicitud de restitución por quien estuviera en efectivo ejercicio del derecho de
custodia.
Respecto de esto último, el Asesor de Menores de Cámara desarrolla argumentos vinculados con el ejercicio de
los derechos-deberes inherentes a la patria potestad, sosteniendo que no puede reputarse, en las términos de los
arts. 3, inc. b) y 13, inc. a) de la Convención, que quien incumplía sus deberes parentales se encontraba en
ejercicio efectivo de un derecho de guarda. Se extrae, en conclusión, que el traslado en tales condiciones no
puede reputarse ilícito.
Cabe señalar, al respecto, que los presupuestos fácticos de lo que se arguye como consecuencia no pueden
considerarse demostrados, por lo que se dirá más adelante, en consideración al material documental obrante en el
expediente y los hechos que pueden considerarse probados.
Según Opertti Badán, "la ilegalidad del traslado es un elemento decisivo y su naturaleza es jurídica y no fáctica.
Por eso requiere un orden de referencia y una situación jurídica creada o nacida a su amparo. Habrá traslado
ilegal –continúa- cuando de acuerdo con la ley de la residencia habitual del menor, ese traslado ha operado sin el
consentimiento del protector.
Esa misma ley u otra habránse encargado antes de definir quién es el protector y sus derechos y deberes" (op. cit.,
N° 47, p. 22).
En el caso, ninguna decisión sobre la guarda ha sido adoptada, pues no existe proceso sobre el punto en
Inglaterra y el iniciado en el país no avanzó debido a lo resuelto a fs. 271 vta., cuando, ante el pedido de la madre
de que se le confiriese la tenencia provisoria, el a quo lo denegó con remisión a lo dispuesto por el art. 16 de la
Convención.
Ya fue dicho que, en el caso, de conformidad con el derecho de la residencia habitual, corresponde a ambos
padres la cotitularidad de la patria potestad. Como también se dijo anteriormente, el derecho de custodia no
necesita de una decisión previa que le confiera o reconozca, pudiendo resultar de una atribución de pleno
derecho. En tales condiciones, no cabe sino considerar configurada la hipótesis de la ilicitud del desplazamiento,
pues debe reputarse tal el que se produce sin el consentimiento expreso de ambos cónyuges (cfr. Juan Carlos
Arcagni, "La Convención de La Haya sobre los Aspectos Civiles de la Sustracción Internacional de Menores y el
Derecho Internacional Privado tuitivo", LL 1995-D, 1024. La residencia habitual de un niño, en el sentido del art.
3, a) de la Convención, "no puede ser establecida por uno de los padres, así sea el único titular del derecho de
tenencia" (CS, fallo cit., consid. 13 "in fine").
Por otra parte, quienes se pronunciaron a fs. 63/69 sobre el contenido del derecho de la residencia habitual han
añadido que, según el mismo, el ejercicio independiente de la patria potestad no autoriza a obrar de modo que el
otro progenitor se vea incapacitado de ejercer su propia patria potestad y que un traslado como el operado
constituye una infracción de la ley de sustracción y custodia de menores de 1985, por cuanto se prevé que el
padre que lleve o envíe a sus hijos fuera del Reino Unido sin previo consentimiento del otro progenitor, obra en
contra de la ley. Ambos informantes han calificado el traslado como ilícito, lo que debe tenerse como ajustado a
lo previsto por el art. 15 de la Convención.
Adicionalmente adviértase que "un niño, cuyos padres de nacionalidad diferente están separados, tiene el
derecho, salvo circunstancias excepcionales, de mantener sus vínculos con sus dos padres" (M. Chatin, su
comunicación al Comité Francés de Derecho Internacional Privado; "Travaux…", cit., p. 117). La Convención de
los Derechos del Niño ha comprometido a los Estados parte a respetar el derecho del niño a preservar las
relaciones familiares (art. 8.1) y a mantener relaciones personales y contacto directo con ambos padres de modo
regular, cuando esté separado de uno o ambos, salvo si ello es contrario al interés personal de aquél (art. 9.3),
precepto sin duda operativo (cfr. Miguel Angel Ciuro Caldani, "Convención de los Derechos del Niño. Su
aplicación en el derecho interno argentino", disertación en el Instituto de la Minoridad del Colegio de Abogados
de Rosario, 19-1-93; Investigación y Docencia, Fundación para las investigaciones jurídicas, Rosario, 1994, N°
22, ps. 13/15).
VII. Por lo que se dirá más adelante respecto de la documental que se invoca, tampoco es posible considerar que
medió conformidad del padre "a posteriori" del traslado en los términos del art. 13, inc. a), última parte de la
Convención. Y el tiempo transcurrido desde el desplazamiento hasta la solicitud de restitución no es revelador de
ese consentimiento pues en el escrito de demanda del juicio por tenencia se refiere que en octubre de 1993 la
oponente a la restitución ya fue intimada por el padre del niño a volver a Inglaterra con el mismo.
En cuanto al transcurso del lapso de un año a que se refiere el art. 12 de la Convención, corresponde atenerse a la
recepción de la demanda por el Estado requerido, y a estar a la constancia del fax de fs. 5, ello habría ocurrido el
día 12 de abril de 1994, en tanto el traslado a la República aconteció el 5 de mayo de 1993. Ejercido el derecho
dentro del plazo, no cabe efectuar consideración alguna sobre la proximidad de su vencimiento. En todo corte
producido en un continuo temporal relacionado con la adquisición o pérdida de un derecho, no resulta posible
efectuar tales disquisiciones, ya que el legislador es quien ha sopesado la conveniencia de fijar un plazo
determinado y fija su extensión. Un escrito de contestación de demanda no resulta menos convincente por el
hecho de que se haya presentado en el último minuto del plazo de gracia que contempla el art. 124 del Cód.
Procesal. De todos modos, incluso aún vencido dicho plazo, deberá ordenarse el retorno del menor, salvo que se
haya integrado en su nuevo medio, disposición que se explica "en mérito al especial papel que juega el juez de
menores y familia en la apreciación de lo que mejor conviene al interés del menor" (Opertti Badán, comentando
similar disposición en el proyecto interamericano, op. cit., p. 39).
VIII. Se cuestiona por los apelantes que no se haya permitido producir prueba sobre las causas de la oposición al
retorno del menor.
Al respecto el a quo sostuvo que debiendo atenerse al plazo del art. 11 de la Convención no correspondía recibir
las ofrecidas ni recurrir al arbitrio previsto por el art. 13 "in fine" de aquélla.
Respecto de lo primero, ha de darse razón a los quejosos, pues de otro modo la oposición autorizada por el art. 13
vendría en letra muerta si no tuvieran ocasión y medios razonables de demostración de las razones aducidas para
oponerse (cfr. José Carlos Arcagni, op. cit., p. 3). Ello, sin perjuicio de que la autoridad requerida adopte
medidas tendientes a compatibilizar ambos requerimientos, la celeridad y el adecuado ejercicio del derecho de
oposición. De todos modos, por lo que se dirá, no resultará necesario el proveimiento de tales probanzas.
En cuanto al informe de las autoridades del Estado requirente sobre la situación social del menor en su residencia
habitual, no es elemento indispensable para resolver, puesto que la Convención sólo exige, en rigor, que si tal
informe existe debe ser tenido en consideración por la autoridad del Estado requerido, dada la relevancia de tal
material estimativo (cfr. Pérez Vera, rapport cit., N° 117). La Corte Suprema de Justicia de la Nación ha dicho
sobre dicha información que no constituye una limitación sino una ampliación de las posibilidades probatorias de
que dispone quien formuló oposición al retorno del menor (cfr. escrito de fs. 56/62).
IX. Extensos agravios formulan la madre del menor, y los señores Asesor de Menores y Fiscal de Cámara por la
decisión del a quo de no asignar relevancia a la documentación acompañada con el escrito de demanda del juicio
sobre tenencia y a la circunstancia de no haberse contestado dicha demanda por el progenitor del niño. Hacen
mérito de lo dispuesto por el art. 356 del Cód. Procesal.
Sobre el punto el a quo ha dicho que la documentación en que se hace pie respecto de las circunstancias azarosas
invocadas para oponerse a la restitución, no se encuentra autenticada y que ante el ilícito traslado, con
sustracción del ámbito propio del menor y de sus jueces naturales, el padre se hallaba eximido de avenirse a
concurrir, ante estrados ajenos, a cumplir con tales cargas, como la impuesta por la citada disposición procesal.
Los apelantes equivocan el argumento cuando sostienen que si se ha tenido por auténtica la documentación
relacionada con el pedido de restitución en razón de la vía oficial empleada no se haga lo propio con la que
mediante exhorto diplomático, se adjuntó a "los efectos de notificar el traslado de la demanda sobre tenencia,
acto que se cumplió en Inglaterra, según resulta de fs. 205 (ahora 262, traducida a fs. 263). Ello así, por cuanto el
acto que ha de ser tenido por auténtico es el de notificación, mas ello no agrega nada a la autenticidad que
pudiera corresponder a la documental de que se trata. Los instrumentos privados no pueden ser tenidos por
auténticos sino en la medida de su reconocimiento. Ello no ha sucedido de manera expresa y, en lo que atañe al
cumplimiento del deber de manifestarse al respecto (art. 356, inc 1°, Cód. Procesal; art. 1031, Cód. Civil), ha de
darse razón al magistrado de la instancia anterior.
En efecto, la Convención veda ventilar el fondo de la cuestión relativa al derecho de guarda o custodia una vez
puestos en marcha los mecanismos de la restitución (art. 16). Por otra parte, sin que quepa ahora
pronunciamiento alguno de este tribunal sobre la jurisdicción internacional correspondiente, sí corresponde tener
presente que la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en los autos "Schuster, Avis Abel c. Naciones Unidas",
resueltos el 20 de diciembre de 1951 (Fallos 221:703) interpretó que la presentación ante un tribunal argentino,
aun deduciendo la excepción de incompetencia, importa sumisión a la jurisdicción de la autoridad judicial ante la
cual se interpuso aquélla. Similar criterio expresó la Cámara Federal, sala civil y comercial, al entender en el
caso "Houlder Brothers and Co. Ltd. c. Sociedad General de Control, sentencia del 4/2/1960 (JA, 1960/4/104),
que la protesta de una sociedad argentina ante un tribunal belga cuestionando la jurisdicción internacional
contiene una sumisión condicional a dicha jurisdicción, si su postura no fuese aceptada. Goldschmidt
consideraba que esta tesis es equivocada respecto de personas extraterritoriales (v. gr. Estados extranjeros) pero
fundada en las demás. Por ello dice que si se entabla demanda ante un tribunal que, según criterio del
demandado, carece de jurisdicción internacional, su situación es delicada (cfr. su "Derecho Internacional
Privado-Derecho de la tolerancia", 5ª ed., Ed. Depalma, Buenos Aires, 1985, N° 359, págs. 470/1).
No parece prudente, por otra parte, que las consecuencias de un incumplimiento de la carga impuesta por el art.
356 inc 1° del Cód. Procesal sean valoradas por el juez en ocasión distinta que en la de dictar sentencia en el
proceso respectivo pues es ese el momento en el que corresponde apreciar las cuestiones que constituyen el
objeto de juicio y la prueba producida al respecto (art. 163, Cód. Procesal). Cuando la ley ha querido que
aquellos incumplimientos pudieran producir efectos en momento diferente, lo ha consignado expresamente (art.
212, inc. 2°), sobre embargo preventivo; normas relativas a la producción de prueba sólo sobre hechos
controvertidos (360) y decisión sobre pruebas superfluas (364).
No cabe, por tanto, ni tener por reconocida la autenticidad de las misivas de que se trata, ni por ciertos los hechos
aducidos en la demanda no contestada.
X. La integración al medio actual, el aquerenciamiento de que se hace mérito por el Asesor de Menores no es
motivo autónomo de oposición (cfr. CS, fallo citado, consid. 17, último párrafo), salvo en el caso en que la
restitución sea solicitada más allá del plazo de un año a que se refiere el art. 12 (art. citado, párr. 2°).
XI. El Fiscal de Cámara solicita que con miras a lo dispuesto por el art. 20 de la Convención se tenga en cuenta
el art. 206, párr. 2° del Cód. Civil, al que reputa principio fundamental del Estado requerido.
La petición no será oída. El mencionado precepto es dudoso que pueda ser calificado como principio
fundamental, en tanto reconoce excepciones. Sólo por causas graves que afecten el interés del menor, pero las
admite. Por otra parte, muy otra es la inteligencia que cabe atribuir al citado artículo de la Convención, referido a
principios atinentes a la salvaguarda de los derechos del hombre y las libertades fundamentales. El aludido
precepto del Código Civil es sólo un principio del derecho de familia argentino y los Estados partes de la
Convención han aceptado sacrificar la invocación de los principios de su derecho de familia como causa de
oposición (cfr. Pérez Vera, rapport cit., nros. 31 a 33 y 118; CS, fallo citado, consids. 15 y 16). De manera
similar, la Convención Interamericana sobre el tema, antes aludida, dispone en su art. 25 que la restitución podrá
negarse "cuando sea manifiestamente violatoria de los principios fundamentales del Estado requerido y
consagrados en instrumento de carácter universal y regional sobre derechos humanos y del niño (véase Sosa, op.
cit., p. 803). En uno y otro caso no se hace sino recibir la tendencia creciente a restringir los alcances de la
excepción de orden público internacional (cfr. Fermé, Eduardo Leopoldo, "Derecho Internacional Privado-
Convención Interamericana sobre normas generales", Enciclopedia Jurídica Omeba, Apéndice, t. V, esp. p. 214).
XII. En cambio, cabe analizar si el derecho a la vida, que la Convención sobre los Derechos del Niño
(incorporada con rango constitucional por la reciente reforma al art. 75, Constitución Nacional), reconoce (art.
6.1), se encuentra en riesgo, pues en tanto en esta misma Convención los Estados se han obligado a adoptar todas
las medidas para proteger al niño "contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato
negligente…" (art. 19.1), igualmente han convenido en el texto de La Haya que así como el retorno del menor
puede ser denegado, según se vio, cuando no estuviere permitido por los principios fundamentales del Estado
requerido sobre la salvaguarda de los derechos del hombre y de las libertades fundamentales; igualmente
constituye obstáculo atendible que "exista riesgo grave de que ese retorno le exponga a un peligro físico o
psíquico, o de cualquier otra forma le coloque en una situación intolerable" (art. 13, b).
"El derecho a la vida es un objetivo esencial de los tratados de derechos humanos, toda vez que constituye un
núcleo indestructible" (Juan Antonio Travieso, "Los derechos humanos del niño", ED, 150-909) "La Convención
de 1989 expresa la culminación de un proceso de positivación de los Derechos Humanos referidos a la infancia y,
como tal, debe prevalecer sobre cualquier acto estatal no consecuente con ella" (Pilar Rodríguez Mateos, "La
protección jurídica del menor en la Convención sobre los Derechos del Niño de 20 de noviembre de 1989;
Revista Española de Derecho Internacional, Madrid, 1992, N° 2, p. 472). Además, la causal aludida no apunta
exclusivamente a riesgos externos generalizados en el país requirente (v. gr. guerra civil, etc.) sino que autoriza a
analizar la situación concreta que pudiera derivarse de su reinstalación en la situación anterior al traslado ilícito.
Pues bien, en el documento de fs. 83, transmitido por la Autoridad Central inglesa a su similar argentina (cfr.
oficio de la Cancillería, fs. 84), en el que explica los motivos que sustentan su pedido de restitución, el padre del
niño ha expresado, entre otras cosas, lo siguiente: … durante años espió al marido que la amaba; reveló sus
actividades contra el movimiento árabe e islamismo y facilitó papeles secretos de su marido a sus adversarios…
nunca podrán negar el hecho de que soy un fuerte oponente del islamismo; que los árabes y musulmanes
fanáticos han dictado una sentencia de muerte contra mí…. El temor por mi vida me obliga a no desplazarme
nunca a Argentina…".
Poco es lo que puede añadirse a la elocuencia que tales palabras poseen para concluir que la restitución del niño a
la proximidad de su padre le expondría a los riesgos que tan vívidamente se describen.
Habida cuenta que en la jerarquía de valores que sustenta la Convención, así como en la que consagra los
Derechos del Niño, ocupa el primer lugar el interés superior de éste (declaración del preámbulo del texto de La
Haya y art. 3.1, Convención adoptada por las Naciones Unidas en Nueva York), corresponde interpretar que pese
al criterio restrictivo con el que cabe considerar si se encuentran configuradas las causales de excepción que
autorizan a rehusar la solicitud de restitución (Pérez Vera, rapport cit., n° 34 y 113 a 118; se debe otorgar
preeminencia a la protección contra un grave riesgo de vida, que en el caso aparece verosímil, habida cuenta la
conocida decisión con la que el fanatismo fundamentalista musulmán persigue sus fines, sin detenerse ante
atentados de todo tipo. A diferencia del caso resuelto por la Corte de Casación francesa al que ya se hiciera
referencia (Revue Critique…, cit. p. 409 y comentario de Y.L., ps. 409/10), la cuestión se presenta como un
grave riesgo actual para el menor, por cuyo interés corresponde a este tribunal velar.
Es preciso que se entienda que no se trata de resolver las cuestiones articuladas con falso nacionalismo, de modo
de favorecer la actitud del connacional que trasladó o retuvo al menor pese a la ilicitud de tal conducta (cfr.
Alegría Borrás, notas en Revista Española de Derecho Internacional 1990, N° 1, ps. 247/9 y, 1991, N° 2, ps.
507/510, esp. 509/10 y 1992, Diego P. Fernández Arroyo en la misma Revista, 1992, N° 1, ps. 221/3). La madre
no deberá ver en lo que se resuelve un premio a su comportamiento ilegítimo. Pero así como el tribunal
comprende que le corresponde desempeñar adecuadamente su papel en tanto parte de uno de los poderes del
Gobierno federal en la aplicación de los tratados internacionales, conforme lo ha recordado la Corte Suprema de
Justicia en su reciente fallo, tantas veces mencionado, con remisión a otro precedente reciente (consid. 21 y fallo
del 7/4/95 "in re": "Giroldi, H. D. y otro" -LL 1995-D, 461-), también se encuentra plenamente convencido de
que sirve lealmente a esa aplicación mediante un apropiado análisis de los supuestos de excepción que, en el
caso, conduce a preterir los legítimos derechos del progenitor solicitante en favor del interés del menor a su
propia existencia sin enfrentar riesgos innecesarios en razón de las actividades o ideas de aquél.
Por lo expuesto, el tribunal resuelve: Revocar el pronunciamiento de fs. 93/4 y, en consecuencia, no hacer lugar a
la restitución solicitada. Por secretaría procédase a la notificación personalmente o por cédula a la oponente y a
los señores Asesor de Menores y Fiscal de Cámara mediante la remisión del expediente a sus despachos. Del
mismo modo, líbrese oficio a la Autoridad Central, Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional
y Culto, con copia íntegra de la presente, a sus efectos. Regístrese y, oportunamente, devuélvase a primera
instancia con su agregado.
Se deja constancia de que la doctora Borda no interviene por hallarse en uso de licencia (art. 109 RJN). E. L.
Fermé. J. M. Ojea Quintana.