pública Gestión Pública Gestionar significa conducir los asuntos de alguien y, también, ejercer autoridad o mando sobre una determinada organización. Ambos significados se podrían aplicar al concepto de administración: administrar los asuntos de un tercero y administrar el buen funcionamiento de una organización. Entonces, ¿por qué hemos sustituido el concepto de administración por el de gestión?, ¿por qué presentamos un libro sobre lecturas de gestión pública y no utilizamos la terminología más consolidada de administración pública? Podríamos responder a estos interrogantes de diferentes modos. Quizá la respuesta más inmediata -y también la más desconfiada- sería aducir que se trata de un asunto de modas. Pero el estar de moda es un argumento analíticamente muy débil, excepto si somos capaces de explicar la razón por la que algo está o deja de estar de moda
Dimensión pública de la gestión pública
¿por qué utilizamos el adjetivo «pública» cuando
podríamos hablar del término gestión de un modo genérico? ¿Es qué la especificidad pública incorpora alguna peculiaridad a la gestión en este ámbito? Existen varias respuestas para estas interrogantes, desde que la gestión es solo una versión de la privada hasta que la gestión pública y la privada son completamente distintas.
La gestión pública, a diferencia de la privada, ha de
permitir la expresión de unos valores que no son sólo instrumentales, sino también políticos. Es decir, no se ha de limitar a buscar la mejor manera de hacer las cosas, sino que ha de actuar para reconciliar una gran diversidad de intereses sociales antagónicos. Tal como estos mismos autores nos explican en el capítulo 2, la función básica de la gestión pública consiste en mediar entre ciudadanos que son, a la vez, muchos y miembros de una única comunidad. Así pues, la gestión pública no se limita a los medios. Ha de incorporar también los objetivos, su definición y su articulación operativa. No se trata de que la gestión pública se deba ocupar únicamente de los fines, pero tampoco exclusivamente de los medios. La gestión pública ha de ser instrumental y al mismo tiempo orientarse a partir de unos valores sociales: de aquí su extrema complejidad. En función de la articulación medios-fines, la gestión pública se ha entendido desde tres perspectivas: 1) La socialdemócrata (años sesenta); 2) La corporativa (años setenta), y 3) La consumerista (años ochenta).