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¿Quieres saber más sobre las ballenas?

Las ballenas son los animales más grandes que jamás hayan existido. Pertenecen a un grupo
de mamíferos marinos conocidos como cetáceos. No son peces porque tienen sangre
caliente, respiran aire a través de pulmones y dan a luz a crías vivas que se alimentan de
leche materna.

Tienen un oído excelente y son dos o tres veces más eficientes que los mamíferos terrestres
para utilizar el oxígeno del aire que respiran. Las ballenas tienen cajas torácicas colapsables
que las ayudan cuando se sumergen a profundidad. Además, poseen una capa de grasa muy
gruesa que las aísla para protegerlas del frío.

Los científicos creen que las ballenas evolucionaron de mamíferos terrestres de cuatro
patas. Ahora, están perfectamente adaptadas a una vida submarina. Tienen un cuerpo
aerodinámico y han perdido casi todo el pelo externo para evitar la fricción y mejorar el
deslizamiento por el agua. Sus extremidades se transformaron en aletas.

Existen dos tipos principales de ballenas: las dentadas (como el cachalote y la orca) y las
barbadas (como la ballena jorobada y la azul). Las barbadas tienen placas en forma de
peines que están formadas por estructuras compuestas de pelos rígidos. Estos forman una
red que filtra la comida del agua del mar. La gran mayoría de las grandes ballenas son
barbadas y se alimentan fundamentalmente de minúsculas criaturas llamadas krill,
parecidas a los camarones.

Las ballenas tienen unos orificios en la parte superior de la cabeza llamados “aventadores”,
los cuales actúan como nuestros orificios de la nariz. Las ballenas barbadas tienen dos
aventadores y las dentadas solo uno.

El origen de la caza de ballenas

La utilización de los océanos como fuente de alimentación data de los orígenes de la


humanidad.

Antiguamente, cazar una ballena garantizaba la subsistencia de una comunidad. Los


métodos de cacería iniciales eran muy sencillos y casi no cambiaron durante 300 años. Este
tipo de cacería no amenazaba a las especies, la cacería masiva comenzó en el siglo XVII.
Los modernos métodos de captura pusieron a varias especies de ballenas en peligro de
extinción en los siglos XIX y XX.

Desde fines del siglo XIX los avances alcanzados en la navegación, particularmente en la
propulsión y autonomía de las embarcaciones, provocaron que la industrialización ballenera
llegara a altamar. De esta manera, la antigua cacería costera de diversos países se dirigía a
los lugares más remotos del planeta en busca de los grandes cetáceos.

En el siglo XX, el uso de la tecnología y el aumento de la demanda superaron el límite


sostenible por las ballenas, poniendo en riesgo a sus poblaciones.

Hoy, la cacería sostiene el casi inexistente comercio de carne de ballena, y otros productos
como el aceite, siempre a una escala menor.

¨La historia de la caza de ballenas es testigo del agotamiento de una zona tras otra y de
una especie tras otra, hasta tal punto que resulta esencial la protección de todas las
especies de ballenas para evitar su extinción¨. Comisión Ballenera Internacional [CBI],
1946.

¿Cuáles son las amenazas para las ballenas?

• Destrucción del hábitat

La contaminación de los océanos por el vertido de desechos tóxicos (de origen industrial,
agrícola o doméstico) pone en peligro la vida de los animales marinos.

Los contaminantes persistentes como los pesticidas organoclorados y


PCB (policlorobifenilos) pasan a formar parte de la cadena alimenticia, son bioacumulables
y biomagnificables porque se acumulan en los tejidos grasos de los cetáceos afectando sus
sistemas inmunológico, endócrino y reproductivo. El daño del sistema inmunológico deja a
los cetáceos susceptibles de cualquier enfermedad, a biotoxinas o al ataque de virus o
bacterias que en otras circunstancias no serían perjudiciales.

La contaminación de los mares crea las condiciones ideales para los brotes de marea roja,
cuyas biotoxinas ya han causado la muerte masiva de organismos marinos, incluyendo
cetáceos.
 

• Cambio climático

El cambio climático afecta a los ecosistemas oceánicos al fluctuar la temperatura de los


mares, lo cual impacta en las cadenas alimenticias en cuanto a la cantidad y diversidad de
especies porque provoca su dispersión.

Así, las ballenas pueden enfrentar la escasez de alimento por no hallar suficiente cantidad
de las especies que consumen habitualmente o no encontrarlas en las áreas a las que en
general asisten para alimentarse.

Además, el cambio climático afecta a fenómenos meteorológicos como El Niño y la Niña,


haciéndolos más frecuentes, prolongados e intensos.

El fenómeno de El Niño provoca cambios en la temperatura del agua, lo cual afecta a las
especies que sirven de alimento a los grandes cetáceos. También produce mareas rojas.

“En el sureste del Pacífico las mareas rojas son raras y desde hace más de 20 años no se
tenía conocimiento de ellas. Recientemente, han aparecido mareas rojas casi anualmente
durante el invierno favorecidas por la presencia de El Niño…” (Cortés-Altamirano et. al.
1995).

• Reducción de la capa de ozono

Anteriormente, se pensaba que la disminución de la capa ozono sólo tendría efectos en la


Antártica, sin embargo, ya se observaron impactos en latitudes más norteñas como Belice.

La radiación ultravioleta que deja pasar el adelgazamiento de la capa de ozono puede


penetrar hasta profundidades de 30 metros en mar abierto. Los rayos ultravioleta dañan el
ADN y afectan el proceso de fotosíntesis, enzimas, metabolismo de nitrógeno, tasa de
crecimiento, entre otras funciones del fitoplancton, que en su mayoría está restringido a las
capas superiores del mar.

El fitoplancton es la base de la cadena trófica y al ser afectado causa trastornos en toda la


cadena alimenticia. Sumado a esto, tiene un efecto directo sobre el zooplancton. Asimismo,
los huevos y las larvas de muchas especies de peces son muy sensibles a la radiación
ultravioleta.

• Caza comercial

La captura de estos cetáceos está prohibida desde 1986, cuando entró en vigencia una
moratoria mundial sobre la caza de ballenas. Sin embargo, Japón, Islandia y Noruega
continuaron captúrandolas a través de un falso programa científico. El comercio que se
desarrolló fue exclusivamente de la caza que provenía de “pesca científica”, por lo que, en
estricto rigor, fue ilegal.

Esta situación favoreció la entrada de artículos ilegales a esos mercados. De hecho, durante
la década del 2000 en Japón y Corea se detectó la venta de carne de ejemplares que
pertenecían a especies en peligro de extinción. 

En 2019 Japón anunció que volverá a capturar ballenas en su zona económica exclusiva.
Sin embargo, el mercado para productos derivados de la caza es casi inexistente, por lo cual
es poco probable que esta práctica se mantenga en el tiempo, excepto que el gobierno
japonés la continúe subvencionando.

Greenpeace y las ballenas

El trabajo de nuestra organización ha sido fundamental para frenar la matanza de ballenas.


En alta mar, hemos puesto nuestros cuerpos, gomones y barcos entre los arpones de los
cazadores y estos mamíferos marinos. También, participamos en forma activa de los
debates en los organismos internacionales y nos manifestamos pacíficamente ante las
embajadas y los gobiernos de países balleneros para que suspendan la cacería de manera
definitiva.

Comenzamos esta histórica campaña en 1975 debido a que las poblaciones de ballenas se
encontraban en una situación muy crítica después de casi tres siglos de cacería comercial, y
más de medio siglo de caza industrial descontrolada.

A través de acciones directas en el mar, campañas públicas y trabajo político, nuestra


organización fue un actor fundamental para promover que la Comisión Ballenera
Internacional (CBI) decretara en 1982 una moratoria a la caza comercial de ballenas. En
aquel entonces esperábamos que la industria ballenera desapareciera.

La Comisión Ballenera Internacional es una organización internacional formada por 89


países. Actualmente, tiene como foco de acción la conservación de las ballenas y la gestión
de su caza. Fue creada en virtud de la Convención Internacional para la Regulación de la
Caza de Ballenas en 1946, como órgano decisorio.

La moratoria fue un gran logro, pero no una prohibición a la cacería, sino que estableció
una especie de “acuerdo comercial” entre los balleneros para no cazar. La resolución podría
anularse si se consigue el 75% de los votos para esta acción.

Japón, al ver que no pudo detener esta decisión, utilizó un resquicio legal para “reservarse”
el derecho a cazar ballenas Minke. Por su parte, Noruega e Islandia se “reservaron” el
derecho de aceptar la moratoria.

Estas acciones basadas en resquicios le permiten a Islandia y Noruega seguir cazando en


sus propias aguas (ningún acuerdo internacional tiene el poder de regular lo que sucede en
aguas soberanas de cada país).

Japón se justificó y dio inicio a su plan de “Cacería Científica” en aguas internacionales y


dentro del Santuario Ballenero Austral. El artículo Nº8 de la moratoria le permite a los
miembros de la CBI autoimponerse una cuota de cacería con objetivos científicos.

Lógicamente, se presentaron innumerables objeciones por parte de los países que defienden
la conservación de las ballenas y del propio comité científico de la Comisión Ballenera
Internacional, quien señaló que estos estudios no son necesarios.

Sin embargo, Japón ignora a la comunidad internacional y a sus propios habitantes, debido
a que dos tercios de los japoneses no apoyan la cacería de ballenas en el Santuario
Ballenero Austral.

La CBI estableció tres santuarios, aunque solo dos tienen vigencia: el santuario del océano
Índico (fundado en 1979) cubre todo el océano Índico al sur de 55 ° S, y el santuario del
océano Austral (declarado en 1994) cubre las aguas del océano Austral alrededor de la
Antártica.

Para garantizar la recuperación de las poblaciones de diferentes especies de ballenas, desde


1998 se ha propuesto la creación del Santuario de Ballenas del Atlántico Sur. No obstante,
la medida siempre ha sufrido oposición y fue bloqueada por algunos países como Japón y
Noruega.

De todas las naciones que cazaban ballenas en 1986, cuando la moratoria entró en vigencia,
solo Japón, Noruega e Islandia continúan con esta actividad (mediante la utilización de
vacíos legales o desafiando abiertamente las resoluciones de la CBI). En la actualidad, los
tres países promueven el fin de la moratoria, lo cual tendría un impacto devastador sobre las
poblaciones remanentes de ballenas.

En Greenpeace hacemos campaña para que no solo la presión externa genere un cambio de
conciencia en Japón, Noruega e Islandia, sino también para que sus propias sociedades
conozcan la realidad que no es reflejada por los gobiernos de cada uno de los países.

En Latinoamérica trabajamos para que nuestras autoridades tengan peso en las decisiones
de la CBI y mantengan una fuerte postura conservacionista a favor de la protección de las
ballenas.

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