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Título: La culpa grave del art. 114 de la ley 17.418 y los dos asegurados
Autor: Racimo, Fernando M.
Publicado en: SJA 24/04/2019, 24/04/2019, 3 - RCyS2019-VII, 201
Cita Online: AR/DOC/1188/2019

Sumario: I. Introducción.— II. La teoría del conductor beneficiario.— III. La teoría del conductor
asegurado.— IV. Los problemas de la teoría del conductor beneficiario.— V. La incoherencia sistemática
de la teoría del conductor beneficiario.— VI. La teoría de los dos asegurados.— VII. La asimilación
administrativa del conductor autorizado al asegurado.— VIII. La delimitación subjetiva del riesgo
asegurado.— IX. La responsabilidad civil por la cosa riesgosa.— X. Las responsabilidades de los
asegurados.— XI. El hecho del art. 114 de la LS y la culpa grave.— XII. Las culpas personales de los
asegurados.— XIII. La protección del conductor autorizado.— XIV. La redacción de las pólizas.— XV.
La aplicación del art. 158.— XVI. La persona jurídica asegurada en el seguro de responsabilidad civil.—
XVII. Conclusiones.
(*)
I. Introducción
Las pólizas de seguros de responsabilidad civil por daños causados por vehículos contienen una cláusula que
libera al asegurador de su obligación principal cuando prueba la culpa grave del titular de la cosa (asegurado) o
del conductor autorizado en la provocación del hecho del que nace su responsabilidad. En la doctrina y en la
jurisprudencia de nuestro país se ha suscitado una controversia respecto a los alcances de este tipo de cláusulas
(1). Estas interpretaciones de la ley 17.418 (LS) dan lugar a dos teorías. Una de ellas favorece a la víctima al
considerar que el conductor autorizado no es realmente un asegurado en los términos de la LS con lo cual la
prueba de su culpa grave no libera al asegurador, a pesar de las denominaciones que eventualmente se empleen
en las pólizas. La otra teoría sostiene que este conductor autorizado es un asegurado y que la acreditación de su
conducta altamente reprochable libera al asegurador de las obligaciones asumidas en la póliza en cuanto a la
mantención de indemnidad por la responsabilidad civil.
Se indicarán en este trabajo los principales fundamentos de ambas teorías a la vez que se reseñarán sus
respectivas debilidades. A partir de la constatación de esas incoherencias se propondrá una teoría alternativa y se
examinarán a continuación algunos defectos de las cláusulas de las pólizas que liberan de responsabilidad a las
aseguradoras cuando prueban el factor de atribución subjetivo que se tipifica en la LS como culpa grave del
asegurado.
II. La teoría del conductor beneficiario
El art. 114 de la ley 17.418 dispone que el asegurado no tenga derecho a ser indemnizado cuando provoque
dolosamente o por culpa grave el hecho del que nace su responsabilidad. La corriente predominante en la
actualidad sostiene que el "asegurado" mencionado en el art. 114 no incluye estrictamente en la terminología
propia de la LS al conductor autorizado. Se entiende así que este conductor es un "tercero/beneficiario" o un
"tercero/asegurado" y no propiamente el "asegurado" aludido en el art. 114. Al ser un conductor a quien se
denomina beneficiario no puede presentarse el caso de culpa grave del "asegurado" a su respecto. La
denominaré como la teoría del conductor beneficiario. Sus fundamentos pueden resumirse en los siguientes
términos (2):
a) La responsabilidad civil hacia terceros de la que se halla amparado el tomador/asegurado se extiende a la
persona que conduzca con su autorización. Este conductor autorizado es beneficiario de modo que al asegurado
bajo esas condiciones debe denominárselo tomador y al conductor autorizado debe identificárselo como
asegurado/beneficiario.
b) El art. 114 de la LS permite al asegurador liberarse de su obligación solo cuando se prueba la culpa grave
del "asegurado". La asimilación de las expresiones "asegurado" y "conductor autorizado" —a quien se califica
como beneficiario— lleva a soluciones favorables al asegurador. Se sostiene que mediante esa asimilación se
 

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extendería la delimitación causal subjetiva por culpa grave del tomador/asegurado al conductor autorizado quien
es realmente un beneficiario (y no un asegurado) ampliando inequitativamente los derechos del asegurador. El
art. 114 solo habla del "asegurado" y en tanto el conductor beneficiario no es asegurado se entiende que la
cláusula contractual que libera al asegurador por una interpretación extensiva de un término técnico resulta nula
al perjudicar al asegurado (conf. art. 158 de la LS y art. 21 del Cód. Civil o arts. 386 y ss. del Cód. Civ. y Com.)
(3).
c) Todo supuesto de delimitación causal subjetiva no puede extenderse a otro sujeto que no sea al que se
refiere la norma jurídica. La culpa del representante debe ser equiparada a la culpa del asegurado, aunque no así
la culpa de las personas por quien se es civilmente responsable (4). En el derecho de seguros, a diferencia de lo
que acontece en el derecho civil común, rige el principio de la culpa propia. Por ser ello así, ninguna norma del
derecho de seguros permite imputar al contratante la culpa de un tercero, de modo que el tomador del seguro es
responsable, en principio, de sus propios actos. La culpa grave acreditada del "conductor autorizado" calificado
como beneficiario no puede hacerse extensiva a la conducta del "asegurado" para liberar mediante ese
procedimiento al asegurador (5).
d) La limitación de la exclusión de responsabilidad por culpa grave del asegurado implica que la
aseguradora ampara a los actos de esa índole efectuados por las personas de las que el asegurado es civilmente
responsable. La culpa grave del dependiente no le es extensiva al asegurado de modo que no se presenta el
supuesto previsto por el art. 114 de la LS (6). Se afirma además que así se entendía implícitamente para el
seguro de incendios en el art. 451 del Cód. Com. (7).
e) La culpa grave ha de ser principal del tomador (a quien se entiende así como "asegurado"), y no cabe
invocar la defensa cuando la culpa grave que invoca el asegurador es la del conductor por quien el asegurado ha
de responder civilmente (8).
f) El art. 70 incluye al tomador y al beneficiario sin mencionar al asegurado. El art. 114 no alude al
beneficiario. El conductor autorizado sin relación de dependencia con el contratante o tomador de la póliza no
reúne la calidad de asegurado. El conductor goza de los beneficios resultantes de la cobertura del seguro, como
titular de un derecho de crédito contra el asegurador, mas no tiene el carácter de "asegurado" en el sentido
estricto del término (9). No es parte sustancial del contrato y solo ostenta el carácter de "beneficiario" (10).
g) Esta teoría entiende que si se hubiera querido extender en el seguro de responsabilidad civil el elenco de
sujetos cuyo actuar culposo pudiera liberar al asegurador, al legislador le habría bastado con reproducir la
fórmula del art. 70, o remitirse a ella (11).
h) Todo supuesto de exclusión de cobertura como la culpa grave opera como limitación del riesgo contratado
explícitamente enunciado a través de una fórmula directa y negativa con lo cual la interpretación debe ser
restrictiva (12).
i) La culpa grave en el derecho de seguros no está establecida como factor de atribución de responsabilidad
por daños causados a terceros, sino que constituye un supuesto excluido de cobertura asegurativa por motivos de
índole técnica. Además, el factor de atribución subjetivo no constituye culpa de deudor sino del acreedor (13).
La teoría se basa en un examen estricto en lo terminológico del art. 114 al considerar que no cabe estimar al
conductor autorizado como aquel "asegurado" cuya culpa grave libera al asegurador. Se plantea en este contexto
que la ley crea una díada "tomador" y "beneficiario" en el art. 70 que no es aludida en el art. 114. Se infiere de
ambas consideraciones que el conductor autorizado es un tercero —en tanto no contratante— y un beneficiario
según ese art. 70 que no queda incluido en el régimen del art. 114 de la LS.
III. La teoría del conductor asegurado
Una parte importante de la doctrina especializada en derecho de seguros sostiene una teoría distinta al aducir
que el "conductor autorizado" de las pólizas es inequívocamente el "asegurado" del art. 114 de la LS. Se afirma
que existe en el caso de estas pólizas por responsabilidad civil un seguro por cuenta ajena que el titular —
normalmente el tomador del seguro— contrata con la aseguradora. El conductor autorizado es un asegurado no
 

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determinado en la póliza, pero determinable al momento del accidente.


Los fundamentos principales de esta teoría son los siguientes:
a) La LS separa contundentemente los conceptos de siniestro y de hecho generador en el contrato de seguro
de responsabilidad civil. Ante la imposibilidad de aplicar las previsiones del art. 70, el legislador optó por
disponer una norma muy peculiar previendo similar sanción cuando la provocación se refiere al hecho generador
de la responsabilidad civil cubierta (14).
b) El conductor autorizado se estima como asegurado en virtud de la cláusula contractual (15).Al momento
del accidente el autor del daño es el conductor del vehículo y como tal asegurado según la cobertura extendida
por la póliza (16).
c) La asimilación contractual favorece a una persona que normalmente no se encontraría asegurada como el
conductor autorizado con lo cual no puede decirse que la cláusula contractual sea inválida en virtud de lo
dispuesto por el art. 158 que impide que el art. 114 puede modificarse en un sentido que no sea a favor del
asegurado (17).
d) Las pólizas por seguro de responsabilidad civil en accidentes causados por vehículos se refieren a dos
asegurados. Un asegurado es el tomador o asegurado propiamente dicho que es la persona que celebra el
contrato con el asegurador y titular de la póliza nominativa y el otro es el asegurado indeterminado, pero
determinable a través de las condiciones generales de la póliza. Se configura así un contrato de seguro por
cuenta propia y un seguro por cuenta ajena (18).
e) La aseguradora se libera de su obligación en el seguro de responsabilidad civil cuando prueba la culpa
grave del conductor autorizado en el hecho del que nace su responsabilidad en tanto es un asegurado que queda
incluido en el supuesto del art. 114 de la LS.
f) Si la cláusula se considerara abusiva en cuanto extiende la protección al conductor asegurado se debería
eliminar por igual razón la cláusula que amplía el riesgo cubierto con lo cual el asegurado solo tendría cobertura
de seguro de responsabilidad civil hacia terceros cuando condujera el vehículo individualizado en la póliza (19).
El conductor autorizado es un asegurado por cuenta ajena y, por eso, se la puede denominar como una teoría
del conductor (autorizado) asegurado. Esta teoría pone énfasis en considerar que el conductor es el "asegurado"
del art. 114 sin detenerse particularmente en el carácter de asegurado del titular del vehículo (20). Las
implicancias prácticas de esta focalización en el conductor no carecen de importancia, pero, por ahora, nos
mantendremos en el estudio de las debilidades y fortalezas de ambas teorías.
IV. Los problemas de la teoría del conductor beneficiario
IV.1. La incongruencia interna de la teoría del conductor beneficiario
La teoría del conductor como tercero beneficiario o tercero asegurado se asienta principalmente sobre un
estudio gramatical y sistemático de la LS que le permite concluir que el asegurado del art. 114 no es el
conductor del vehículo.
El eje fundamental de la teoría es que nadie puede suprimir esta disyunción entre un tipo legal según el cual
el conductor autorizado es un beneficiario con otro tipo legal que dice que la culpa grave solo aplica para el caso
del asegurado. Toda supresión de esta distinción en una póliza debe ser considerada como nula. Y lo mismo para
toda interpretación legal o disposición administrativa para esta distinción que no puede ser modificada en contra
de los intereses del asegurado según la interpretación que se hace de los arts. 114 y 158 de la LS.
Una crítica interna de esta teoría evidencia una incoherencia sistemática. Lo que vale del art. 70 para el
conductor autorizado a quien se denomina "beneficiario" también debe valer para el otro integrante de la diada
de esa norma que es el "tomador". Si el asegurado del art. 114 se debe vincular con la terminología del art. 70
nos quedamos con que nunca habrá un "asegurado" cuya conducta puede liberar al asegurador. No lo libera la
culpa grave del conductor autorizado porque es "beneficiario" y no lo libera la culpa grave del titular del
automóvil porque es "tomador".
 

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La dificultad permanece porque no queda claro entonces si el "tomador" del art. 70 es el asegurado del art.
114. Se considera de este modo que el asegurado es aquella persona que no es conductor autorizado y que se
asegura por su responsabilidad civil frente a terceros. Solo se liberaría el asegurador cuando la persona que
asegura por responsabilidad civil es la misma que conduce el vehículo cuando se produce el hecho dañoso. La
inconsistencia subsiste en relación con el art. 70 en tanto no se lo denomina como tomador o beneficiario. La
idea subyacente es que la categoría del "tomador" del art. 70 se aplica al titular asegurado y se especifica cuando
conduce el vehículo. Se crea así en la doctrina una suerte de categoría excluyente. Solo es asegurado del art. 114
aquel sujeto que conduce el automóvil y que en su carácter de tomador se aseguró por cuenta propia en el caso
de responsabilidad civil. La inconsistencia terminológica subsiste porque el art. 70 habla de tomador y no de
asegurado en tanto se refiere a una categoría más amplia como es la de los seguros patrimoniales (21).
Si, en busca de una solución, se considera al estipulante-tomador como "asegurado" del art. 114 se incurre
en inconsecuencia lógica porque se aplica estrictamente la terminología para el conductor autorizado (a quien no
se considera legalmente como asegurado) y no se la emplea para el estipulante a quien se debe denominar
"tomador" (art. 70) a la vez que por extensión se lo considera en la doctrina como "asegurado" (art. 114).
En cambio, si se adopta la misma estrictez lógica que se sigue para el conductor autorizado descartándose
que el "tomador" sea un "asegurado", se cae en un defecto de mayor importancia. Nunca podría darse el caso del
art. 114 en las pólizas de responsabilidad civil por automotores porque nunca existiría un "asegurado"; solo
habría un "beneficiario" y un "tomador". Ninguno de ambos revestiría la calidad legal estricta de "asegurado"
exigida por el art. 114.
Tomemos la primera de la dos hipótesis. La culpa grave del beneficiario (conductor autorizado) no liberaría
al asegurador y sí la culpa grave del tomador (titular) porque se entiende que este es el "asegurado" como se lo
denomina en las pólizas. La situación es algo extraña en la cuestión del manejo de vehículos porque muchas
veces la culpa grave es imputada al conductor autorizado cuando no lo conduce el titular asegurado (tomador).
Cabría preguntarse si la teoría del conductor beneficiario permitiría al asegurador liberarse en algún caso. Un
ejemplo se presentó en un caso examinado en un voto del Dr. Claudio Kiper como integrante de la sala H de la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil en el cual se estimó incurso en culpa grave al propietario —a quien
calificó como único asegurado— por haberle facilitado el vehículo a un conductor autorizado ebrio con quien
viajaba, además, en la camioneta con la cual se causó el accidente (22). Este fallo será utilizado en este estudio
como ejemplo de la configuración de culpa grave en la hipótesis de propietario no conductor del vehículo. Se
entiende así que existen dos hechos distintos a considerar; uno el de la conducción misma (conductor
autorizado) y otro el consistente en un acto del titular propio del titular del vehículo distinto del manejo mismo
por la persona autorizada.
La teoría del conductor beneficiario se estructura a partir de un juego terminológico que desvincula al
"asegurado" del art. 114 del "beneficiario" del art. 70 soslayando toda otra referencia sistemática a la LS. Vimos
que este juego es inconsecuente en lo lógico si se lo aplica estrictamente ya que la terminología del art. 70
(tomador y beneficiario) no es la empleada en el art. 114. Y vimos también que una solución de esta teoría del
conductor beneficiario es considerar que el "asegurado" del art. 114 es una categoría distinta que solo engloba al
conductor que tomó el seguro, esto es, al asegurado por cuenta propia por responsabilidad civil. La teoría del
conductor beneficiario supone que el titular contratante es el asegurado. La aseguradora podría, por
consiguiente, liberarse de su obligación de mantención de indemnidad al probar la culpa grave de este
propietario cuando maneja el vehículo o, alternativamente, cuando no lo maneja y sí lo hace un conductor
autorizado en un acto de préstamo irresponsable a un conductor drogado o ebrio. La prueba de la culpa grave del
tomador-titular-asegurado sería la única que libera de su obligación al asegurador.
Veamos ahora si debe dársele tanto peso a esta relación diádica entre los arts. 70 y 114 de la LS.
IV.2. El origen de la terminología de la LS
IV.2.1. La redacción del art. 114

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La fuente mediata de la ley 17.418 es el denominado Anteproyecto Halperin del año 1959 y la inmediata el
texto de la Comisión Asesora, Consultiva y Revisora creada por el dec. 5495/1959 (23).
El Anteproyecto tenía dos segmentos dedicados al seguro por cuenta ajena (arts. 20 a 21 y 80 a 83), un
capítulo dedicado a los "Seguros contra los daños patrimoniales" con una Sección III "Provocación del
siniestro" (art. 67), una Sección X "Seguro de la responsabilidad civil" y otra Sección XI "Seguro obligatorio
por la responsabilidad por automotores". El origen del art. 114 de la LS se encuentra en el art. 116 de la sección
del seguro de la responsabilidad civil del Anteproyecto que disponía que "el asegurador se libera cuando el
asegurado provocó dolosamente o por culpa inexcusable el hecho del que nace su responsabilidad hacia el
tercero". El Anteproyecto no contenía este precepto para el caso de los accidentes causados por vehículos
automotores (24).
La Comisión mantuvo el principio según el cual algún tipo de culpa agravada libera al asegurador. Zavala
Rodríguez criticó este principio de política legislativa que favorece la posición de las aseguradoras en perjuicio
de las víctimas (25). No seguiré el estudio de este planteo, pero resulta apropiado tenerlo en cuenta cuando se
examina la cuestión como si fuera absolutamente repugnante a la justicia estimar eventualmente que las
aseguradoras deberían responder incluso en los supuestos en que los conductores o titulares incurren en culpa
grave.
Formuladas estas precisiones, lo cierto es que la Comisión borró, en un primer cambio, el segmento
específico del Anteproyecto dedicado a los seguros de automotores y mantuvo el art. 114 con dos
modificaciones importantes. La primera de ellas se refiere al reemplazo de la locución "culpa inexcusable" por
"culpa grave" (26).
La segunda modificación puede pasar desapercibida y debe evidenciarse de modo explícito. El art. 116 del
Anteproyecto estaba redactado con una estructura similar a la del art. 67 del mismo texto que es idéntico al art.
70 de la LS. Los arts. 67 y 116 del Anteproyecto consideraban la cuestión de la culpa grave desde una
perspectiva que indirectamente favorece al asegurador en el proceso de redacción de las cláusulas de las pólizas.
Esto quiere decir que el asegurador se libera cuando prueba que el asegurado incurrió en algún tipo específico
de culpa. La simetría en las redacciones de los arts. 67 y 116 del Anteproyecto permitían a la aseguradora
proyectar el carácter disyuntivo de la primera norma a la segunda en el momento de la elaboración de las pólizas
referentes a la culpa grave del titular o del conductor asegurado.
El cambio de redacción es relevante porque el art. 70 de la LS permite al asegurador quedar liberado con
solo probar la culpa grave del "tomador" o del "beneficiario" (en la versión de la LS) o del asegurado en la
versión del art. 116 del Anteproyecto que, en una interpretación hipotética, permitía una solución similar. El
punto es que la asunción de esta pauta general genera una suerte de efecto distributivo a favor del asegurador
quien al probar la culpa grave de cualquier asegurado queda liberado. Este efecto se produce a partir del empleo
de la conjunción disyuntiva "o" en el art. 70 que se traslada a las cláusulas de las pólizas (27). Desde otra
perspectiva, puede considerarse que también el efecto es expansivo en tanto la culpa grave de un asegurado se
entiende atribuible al otro asegurado para liberar de responsabilidad al asegurador. Una lectura de la cuestión
permite al asegurador liberarse a todos los efectos cuando prueba la culpa de uno u otro de los alcanzados por la
norma. Véase que ya pierde aquí importancia la terminología ("tomador", "beneficiario" o "asegurado"), en
tanto lo relevante es el efecto que se da a la redacción de cada norma (28).
El efecto distributivo para las dos personas mencionadas en la póliza (asegurado y conductor autorizado) se
produce con el empleo del art. 70 para la redacción de las pólizas. Esta redacción no tiene consecuencias en la
teoría del conductor beneficiario porque resulta irrelevante el examen al no ser catalogado el conductor como el
asegurado del art. 114 de la LS. Le basta, en general, decir que no hay culpa grave porque no hay asegurado en
lo relacionado con el conductor que no es titular-tomador-asegurado. No obstante, el enfoque distinto en la
redacción de cada norma tiene repercusión en la teoría del conductor asegurado. Como se verá más adelante,
esta redacción de las pólizas tiene una importante repercusión en tanto se considere realmente que hay dos
asegurados en este tipo de situaciones.
 

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IV.2.b. El concepto de asegurado por cuenta ajena


Sobre el concepto de asegurado no existen mayores discusiones en la doctrina. Se entiende, en general, que
es el titular del interés asegurado en la póliza respectiva (ver art. 2º de la LS). La teoría del conductor
beneficiario descarta que pueda denominarse como asegurado al conductor autorizado, aunque, por otro lado, se
acepta que la aseguradora se encuentra obligada por su contrato con el tomador conductor del vehículo a
mantenerlo indemne en un seguro de responsabilidad civil (29).
El Anteproyecto de Halperin contenía un segmento dedicado al seguro por cuenta ajena que fue mantenido,
con mínimas reformas, en el Proyecto y en la ley 17.418. Los arts. 21 a 22 y 80 a 83 del Anteproyecto son
similares en estructura y terminología a los arts. 21 a 26 de la LS. Dentro de este segmento el trabajo de
Halperin se refería a la persona a cuyo favor se contrataba un seguro de estas características como "tercero
asegurado" en los arts. 21 y 22 en una terminología que se replica dos veces en los arts. 21 y 22 de la norma
vigente. La expresión "asegurado" se usaba en los arts. 22 (con epígrafe "Por cuenta ajena"), 80, 81 y 82 (con
epígrafe "Sección V— Seguro por cuenta ajena") del Anteproyecto y cuatro veces en los arts. 23, 24, 25 y 26 y
dos veces más en los epígrafes "derechos del asegurado" y "Reticencia o conocimiento del asegurado". La díada
en esta Sección VII de la ley 17.418 se da entre "asegurado" y "tomador" y ello ocurre tanto el cuerpo de los
artículos como en la correlación entre los epígrafes principales "derechos del tomador" y "derechos del
asegurado".
La explicación acerca de esta terminología la suministraba Halperin mediante una exposición que reviste
una particular clarificación lógica de los conceptos jurídicos.
Halperin dejó claramente expresado desde la primera edición en el año 1946 de su obra El contrato de
seguro (30) que el seguro por cuenta ajena era una estipulación por otro del art. 504 del Cód. Civil. Estas
expresiones de Halperin se mantienen en la edición de 1964 denominada El contrato de seguro y en la tercera
edición con referencias al texto de la LS en el seguro por cuenta ajena y con el empleo general de la palabra
"asegurado" para referirse al "tercero asegurado" (31). No me importa examinar si esto es estrictamente correcto
en el marco del derecho de seguros; lo relevante a considerar es el uso que da a las palabras para el caso de que
se haya transmitido su significado en definitiva a la LS. El criterio terminológico empleado por Halperin y
repetido en la LS se basa en que el concepto de asegurado en el seguro por cuenta ajena de los arts. 21 a 26 y,
por eso, debe entenderse aplicable al asegurado del art. 114 en lo que hace a la consideración de la culpa grave.
La asimilación teórica entre el seguro por cuenta ajena como una especie del género de estipulación por otro
llevó a Halperin a una suerte de indistinción terminológica que se repite en la LS que, en cuanto tal, no es
problemática en la doctrina pero que puede ser vicio en la legislación. Para Halperin el "cocontratante del
asegurador" era el "tomador" y aquel a quien denominaba como "sujeto de los riesgos" es el "asegurado" (32).
Aclaraba a continuación que se trata realmente de un contrato a favor de tercero en el que el "tomador es el
promisario, el asegurador el promitente, y el tercero, asegurado, el beneficiario" (33).
La redacción sigue una secuencia lógica fundamentada en lo jurídico. En el seguro por cuenta ajena el
"asegurado" es el sujeto de los riesgos y en un paralelismo tácito entre estipulación a favor de tercero del
Derecho Civil y terminología técnica del derecho de seguros, Halperin continuaba su explicación al respecto. En
la estipulación a favor de tercero, determinado o determinable, el tomador (término del derecho de seguros) es el
promisario (término de derecho civil), el asegurador (término técnico de seguros), el promitente (término civil) y
el tercero es el asegurado (término del derecho de seguros) al que se puede llamar beneficiario (en el derecho
civil y también en el derecho de seguros) (34).
La singularidad de la terminología de Halperin puede pasar desapercibida. El proyecto de la Federación
Argentina de Colegios de Abogados elaborado en 1939 (35) y publicado en 1943 contenía un art. 45 donde se
precisaba que la empresa aseguradora no es responsable de los siniestros provenientes del dolo del estipulante o
del beneficiario o de sus causahabientes. Y se especificaba que en el contrato podrá pactarse que la empresa no
responda en caso de culpa grave.

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La doctrina contemporánea recurría a una terminología similar, aunque no con el mismo grado de precisión
formal y sistemática. Rivarola, por ejemplo, hacía referencias a las denominaciones de estipulante, de asegurado
como "interesado en la cosa y por consiguiente en el riesgo que ella corre" y a quien haya de ser acreedor de la
prestación como beneficiario en calidades que podían fundirse en diversos casos (36). Zavala Rodríguez
también indicaba diferencias entre el asegurado y tomador del seguro con el beneficiario del seguro
considerándose a este, entre otros, al titular del interés en el seguro por cuenta ajena (37).
La palabra "asegurado" en el art. 116 del Anteproyecto incluía a un asegurado tanto en el seguro por cuenta
propia como en el seguro por cuenta ajena según la explicación de Halperin en cuanto a que al tercero asegurado
o "tercero, asegurado" operaba como aposición explicativa que exponía que es tercero (en cuanto no
contratante) a la vez que asegurado (en cuanto tenía un interés tutelado en el contrato). Cuando hablaba así en el
marco del seguro por cuenta ajena, Halperin entendía inequívocamente ya aquí que al "beneficiario" del
"tomador" se lo denominaba técnicamente "asegurado" en este contexto especial o eventualmente como tercero
asegurado. Estas referencias al "tercero asegurado" y al "asegurado" como sinónimos se encuentran en la
sección que había dedicado en su Anteproyecto al seguro por cuenta ajena que eran, salvo cambios menores,
iguales a los correspondientes de la LS.
Entremos ahora al tema del art. 70 y su relación con el concepto de asegurado del art. 114. Halperin elaboró
un art. 67 que era realmente incompleto en tanto solo mencionaba el dolo o la culpa inexcusable del
"contratante". La Comisión advirtió seguramente este error e incorporó en el Proyecto el otro polo de la díada
como beneficiario y recalificando al "contratante" como "tomador" creando un texto en su art. 70 que es idéntico
al definitivamente adoptado en el art. 70 de la LS (38). La anomalía terminológica se da en el art. 67 donde se
produce la referencia al beneficiario mientras que en el texto de los seguros por cuenta ajena siempre se hace
referencia al tercero asegurado o asegurado (ver arts. 9º y 21 a 26).
Tenemos así un texto del art. 70 y un texto del art. 114 que han surgido, en este aspecto terminológico
respecto de los responsables de la culpa agravada, de distintas fuentes. El vínculo entre "asegurado" del art. 116
y "asegurado" del seguro por cuenta ajena de los arts. 21 a 22 y 80 a 83 del Anteproyecto subsiste
correlativamente entre los arts. 114 y 21 a 26 de la LS pese a la incorporación del vocablo "tomador" en el
actual art. 70 referente al seguro de daños patrimoniales o en el art. 153 correspondiente a otro capítulo (Seguro
de personas) y a otro tipo específico de seguros (el seguro colectivo).
El Dr. Pettigiani ha expuesto este tema con precisión en sus votos como integrante de la Suprema Corte de
Justicia de la Provincia de Buenos Aires. Dicho magistrado puntualizó que realmente el asegurado del art. 114
es el asegurado por cuenta ajena considerado en los arts. 21 a 26 en una teoría que estimo correcta (39). A partir
de allí construyó una solución derivada según la cual la prueba por el asegurador de la culpa grave del asegurado
lo libera de toda obligación de indemnidad frente al titular y al conductor autorizado a quienes considera como
asegurados. Le bastaría al asegurador acreditar la culpa grave de cualquiera de los asegurados para aplicar la
salida del art. 114 en una posición que, como se verá más adelante, no comparto en tanto supone considerar a los
dos asegurados bajo una culpa singular de uno de ellos.
El "beneficiario", si se lo quiere llamar así, del seguro por cuenta ajena es claramente un asegurado. Lo es en
el ámbito teórico del derecho de seguros como titular de un interés asegurado y en la terminología legal en tanto
se lo denomina de esa forma en los arts. 21 a 26 de la LS. La referencia de los arts. 21 y 22 al "tercero
asegurado" refuerza, más que debilita, esta posición. Cuando la LS alude al asegurado por cuenta ajena de esta
forma lo hace también correctamente al examinar el tema con un doble criterio terminológico-legal. El
asegurado de los arts. 23 a 26 y de sus epígrafes es un asegurado en cuanto en la póliza se protege un interés
asegurable (en el caso vinculado con la responsabilidad civil como conductor autorizado) y es un tercero, al
mismo tiempo en los arts. 21 y 22, en cuanto a la forma en que se llega a la concreción en la póliza de esa
protección. Se trata de dos categorías. Ambas son términos técnicos relativos al encontrarse vinculadas al
asegurador. Una (la de asegurado) tiene un carácter sustancial en el ámbito de derecho de seguros porque es
asegurado al tutelarse su interés asegurable. La otra, en lo relacionado con el contrato mismo. Se trata de un
 

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tercero en cuanto no estipulante o contratante, sin que ello lo rebaje de su categoría sustancial de asegurado (40).
La terminología del segmento correspondiente al seguro por cuenta ajena se mantuvo en la LS. Del mismo
modo, la relación gravitacional fuerte entre asegurado como asegurado por cuenta ajena y asegurado del actual
art. 114 subsiste en forma inequívoca. ¿Cómo podría llamarse de otra forma al asegurado por cuenta ajena que
mediante el término técnico "asegurado"? La teoría del conductor beneficiario tiene una respuesta a mano. Se
trata de un beneficiario como surgiría claramente del art. 70 en donde se distingue a un tomador y a un
beneficiario.
La introducción de esta teoría en la relación fuerte entre los arts. 22 a 26 y el art. 114 carecen de real
sustento y se sostiene en una inadecuada de la norma.
IV.2.c. El art. 70 de la LS y el asegurado por cuenta ajena
Halperin había sostenido, antes de la elaboración de Anteproyecto, la asimilación de los efectos entre el
asegurado por cuenta ajena y el asegurado por cuenta propia a los fines del aseguramiento. Ambos eran
asegurados y su distinción terminológica se basaba, en lo fundamental, en el modo en que se contrataba el
seguro con el asegurador.
La dificultad se encuentra en torno a la redacción que había dado Halperin al art. 67 del Anteproyecto que es
la base del actual art. 70 de la LS. Disponía ese precepto que el asegurador queda liberado si el contratante causa
el siniestro dolosamente o por culpa grave. Quedan excluidos los actos cumplidos por solidaridad humana o en
protección de los intereses comunes con el asegurador (41).
El Proyecto incorporó un segmento faltante apartándose, en parte, de la terminología de Halperin. Se
introdujo así el concepto de beneficiario en este art. 70. Véase que estrictamente no es incorrecta la
incorporación de este vocablo. Empero introduce por vía indirecta una irregularidad en la relación que se daba
entre el seguro por cuenta ajena y el seguro por responsabilidad civil. Al usarse la expresión "beneficiario" se
privilegia la perspectiva desde la estipulación a favor de tercero cuando, en realidad, hay una mixtura de
situaciones jurídicas (42). El asegurador (promitente) se obliga frente al tomador (estipulante) a proteger un
interés del asegurado (beneficiario). Pero en el seguro por cuenta ajena del Anteproyecto se distinguía una
situación específica —que es la que debe trasladarse al art. 114— entre un "tomador" (aquel que contrata el
seguro) y un tercero asegurado a quien no se denominaba nunca en esta sección como "beneficiario" y a quien,
correctamente, se llama "asegurado" en cuatro ocasiones y en dos epígrafes (ver arts. 22 a 26). El asegurado por
cuenta ajena, con o sin designación, es un asegurado en lo que hace a su carácter de titular del interés asegurable
y es un tercero en cuanto al contrato en sí. Lo que importa para el art. 114 es claramente la primera situación no
solo en este aspecto sino también en lo terminológico en tanto este asegurado por cuenta ajena es claramente
designado como asegurado en los arts. 21 a 26 de la LS.
La debilidad de la teoría del conductor beneficiario se encuentra en dar a este concepto un alcance
incorrecto. El art. 70 en cuanto se lo aplica al seguro de responsabilidad civil se refiere a un beneficiario que es
el asegurado del art. 114 que también es el asegurado por cuenta ajena de los arts. 22 a 26. En el ámbito de los
seguros por responsabilidad civil la confluencia de estas normas (arts. 22 a 26, 70 y 114) lleva a considerar que
en las pólizas por responsabilidad civil el carácter de "beneficiario" del art. 70 pierde su peso ante la relación
fuerte entre el concepto de "asegurado" de los arts. 22 a 26 por cuenta ajena que es idéntico al concepto de
asegurado del art. 114.
Aquellos que sostienen la teoría del conductor beneficiario arguyen, frente a esta crítica, que corresponde
estar a un criterio estricto en lo terminológico. El art. 70 habla solo de beneficiario y el art. 114 menciona a un
asegurado y no al beneficiario del art. 70. De ello se deduce que solo sería asegurado el titular del vehículo
asegurado por cuenta propia cuando, en verdad, la misma ley admite la posibilidad de considerar como
asegurado —a los fines del art. 114— al conductor autorizado que ha sido asegurado por cuenta ajena por
decisión del titular del vehículo.
V. La incoherencia sistemática de la teoría del conductor beneficiario
 

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La teoría del conductor beneficiario no considera la terminología del Anteproyecto en su relación fuerte
entre el asegurado por cuenta ajena y el asegurado del art. 116 (actual art. 114 de la LS con modificaciones) a la
vez que da relevancia a un art. 70 que se aparta de la terminología de Halperin.
Pasemos ahora a la interpretación sistemática de la LS. El principal problema de la teoría del conductor
beneficiario es que da realce a una norma de alcance general como es el art. 70 que se refiere a los seguros por
daños patrimoniales. A todo asegurado del art. 70 se lo llama beneficiario y como en el art. 114 no se encuentra
este término (únicamente está el de "asegurado") debería admitirse, según la teoría, que este precepto solo
alcanza a aquellos asegurados que no se encuentren regidos por el art. 70 donde se distingue entre "tomador" y
"beneficiario". El art. 114 debió haber mencionado al "beneficiario" para que se pudiera examinarse la conducta
del conductor autorizado. Al carecer el art. 114 de esta precisión terminológica se considera que el asegurador
no puede liberarse probando la culpa de una persona que no es un "asegurado" sino un "beneficiario" en tanto
conductor autorizado que ve protegido su patrimonio por el contrato de seguro concluido entre tomador y
asegurador. Se trata de un círculo que parece lógico en su simple enunciación.
Vimos antes que el concepto de beneficiario se introdujo como una cuña en el sistema incompleto —aunque
congruente en lo terminológico— del Anteproyecto de Halperin.
El planteo antes expuesto tiene, sin embargo, algunos defectos. El primero de ellos se relaciona con una
consideración en lo sistemático. El art. 70 contempla un supuesto de exclusión del asegurador por culpa grave
en los casos de seguros de daños patrimoniales. El art. 114 se refiere a una hipótesis de exclusión del asegurador
por culpa grave en los seguros de responsabilidad civil. El primer precepto establece un principio general y el
segundo alude a un caso específico que es el que rige en los casos de responsabilidad civil. Después veremos
que la redacción es diferente con un alcance trascendental para la elaboración de las pólizas de seguros. Por
ahora nos atendremos a este aspecto en lo sistemático.
Si el seguro de responsabilidad civil tiene una norma específica para la hipótesis de culpa grave no resulta
lógico, como procedimiento hermenéutico recurrir a una norma general que se refiere a los seguros de daños
patrimoniales. Recuérdese que si se dice que la palabra "asegurado" no se encuentra en el art. 70 debe admitirse
que no lo está para el asegurado por cuenta propia (que no es estrictamente solo un "tomador" o un
"beneficiario"). Y, asimismo, debe aceptarse por otro lado que el asegurado de los arts. 23 a 26 en cuanto
asegurado por cuenta ajena no es un asegurado en el art. 114.
La situación a la que se llegaría es que habría un asegurado por cuenta ajena que tendría distintos derechos
(43) que el asegurado del art. 114 por el solo hecho de ser tercero asegurado considerándoselo en la
interpretación realizada según el art. 70 como un beneficiario. La forma del contrato como estipulación a favor
de tercero o aseguramiento por un interés ajeno, y no la sustancia de la contratación en relación con la
protección del patrimonio del conductor asegurado, decidiría su suerte. Se daría prevalencia a la categoría
relativa del no tomador —a la cual claramente los arts. 23 a 26 soslayan mediante el empleo de la expresión
"asegurado" o "tercero asegurado"— en desmedro de la categoría sustancial en el derecho de seguros de titular
de un interés asegurado.
La teoría del conductor beneficiario es defectuosa desde su mismo planteo. Lo es desde la consideración del
derecho de seguros en tanto se trata de la catalogación de beneficiario de una persona que es realmente un
asegurado por cuenta ajena. También es imperfecta en la terminología interna de la LS que considera que el
asegurado por cuenta ajena es un tercero en la contratación que reviste verdaderamente la categoría de
asegurado debido a protegerse por un riesgo asumido (la responsabilidad civil frente a terceros). Y finalmente
esta interpretación soslaya el carácter específico del art. 114 que se refiere también al asegurado por cuenta
ajena en el seguro de responsabilidad civil mediante una redacción peculiarmente distinta a la del art. 70.
VI. La teoría de los dos asegurados
La teoría del conductor asegurado supone, cuando se la aplica sistemáticamente, que en este tipo de pólizas
hay realmente dos asegurados. Los asegurados son, en principio, el titular del vehículo y el conductor
 

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autorizado. La teoría se atiene a la relación sistemática entre los arts. 22 a 26 y el art. 114 (44).
El titular del automóvil asegura, como contratante, su patrimonio por los daños que puedan provenir del uso
de su automóvil. El aseguramiento por cuenta propia puede referirse al caso en que el vehículo sea conducido
por él mismo o cuando lo es por un conductor autorizado en cuya hipótesis su patrimonio (el del titular) también
se encontrará protegido. El aseguramiento es por cuenta ajena cuando se protege el patrimonio del conductor
autorizado cuya conducta origina daños a terceros. Ese conductor autorizado viene a ser así un asegurado por
cuenta ajena determinable. Considera, además, la terminología de Halperin modificada, sin mayores
consecuencias, en una norma como el art. 70 que se refiere a los seguros por daños patrimoniales. Tiene en
cuenta la norma específica (el art. 114) por sobre la general (el art. 70).
Decíamos antes que la teoría del conductor asegurado enfatiza el rol del conductor no titular del vehículo
como asegurado. Quizás ahora debamos hacer una pequeña distinción. Esta teoría debería realmente ser
denominada como una teoría de los dos asegurados. Se impone así una mirada integral a la vez que
individualizada respecto de cada uno de los dos asegurados (el titular y el conductor). A la víctima no le interesa
cuál ha sido la conducta del titular (en cuanto propietario de la cosa) o del guardián (en cuanto usa la cosa)
cuando se le causa un daño porque se trata de una obligación de garantía legal donde es indiferente la
consideración subjetiva de esas conductas. Basta la prueba de la relación causal entre el uso del automóvil y el
daño para la atribución de responsabilidad a quien es propietario de la cosa y a quien usa la cosa.
Ahora bien, las conductas del propietario y del guardián son distinguidas en el art. 1758 del Cód. Civ. y
Com. en cuanto no es posible identificar a cada uno con una misma conducta relativa a su diferente situación
jurídica determinada en la norma aplicable. Se es responsable por ser propietario que es distinto, en cuanto al
análisis de la conducta, de ser responsable por ser guardián. Son dos conductas distintas que resultan
irrelevantes para la víctima y fundamentales, en cambio, en el estudio de la hipótesis del art. 114 de la LS que
exige considerar la conducta (dolo o culpa grave) del asegurado en relación con el hecho del que nace su
responsabilidad.
Si hay dos asegurados debería entenderse que la aseguradora se libera cuando acredita en el proceso la culpa
grave del conductor autorizado que es realmente un asegurado. Y también se libera además cuando prueba la
culpa grave del otro asegurado que es propietario del vehículo, tomador, si se quiere, en cuanto contratante de
un seguro propio y asegurado en cuanto tiene un interés asegurable como titular del vehículo que causó el daño
a la víctima.
Pero en este punto la teoría del conductor asegurado ya no se identifica con una teoría de los dos asegurados
en lo referente a la culpa grave. Y esto lo advierte claramente López Saavedra al dar una mirada sistemática a
esta materia en un razonamiento que entiendo pertinente transcribir in extenso en tanto evidencia,
indirectamente, la inconsistente de considerar la expansión de la culpa grave de un asegurado al otro. Este
reconocido especialista en el tema resume la teoría de Rubén S. Stiglitz en cuanto a que al asegurado
técnicamente debe denominárselo tomador del seguro y al "conductor autorizado" debe identificárselo como
"asegurado". Y dice así:
"Tal vez una solución justa y equitativa que tenga en cuenta los argumentos que se han señalado (...) tanto
desde el punto de vista doctrinario como del jurisprudencial, e incluso ajustada a lo que dispone el art. 114 de la
Ley de Seguros, sería la que exponemos a continuación: si el dueño del auto y el conductor, ambos son
asegurados bajo la una misma póliza y el acto a un tercero lo provoca el conductor por su culpa grave o daño y
es demandado, el asegurador podría declinar responsabilidad respecto ese reclamo ya que dicho conductor era
su asegurado e incurrió en la exclusión prevista en el antes citado art. 114; pero si el reclamo también ha sido
dirigido contra el propietario del vehículo —el otro asegurado— por la responsabilidad que le cabe de acuerdo
con lo que prescribe el art. 1113 del Cód. Civil, al no haber habido culpa grave o dolo personal de él en el
siniestro, el asegurado debería mantenerlo indemne" (45).
El planteo es de una radicalidad extrema en tanto alcanza incluso el actuar doloso de cualquiera de los
asegurados (46). Dicho esto, a continuación, limitaré el estudio al tema de la culpa grave en tanto la conducta
 

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dolosa —incluso de uno solo de los dos asegurados— puede entenderse que afecta al contrato en su totalidad.
Lo expuesto sirve, no obstante, para evidenciar que la teoría del conductor asegurado pierde su coherencia en
este tramo de su exposición. Cuando se piensa que cualquiera de las dos conductas libera al asegurador de su
obligación se pasa en esta teoría basada en estudiar la materia con el texto del art. 114 a la perspectiva del art.
70. Este examen de la cuestión —por más que permanezca centrado en el art. 114— termina dando respaldo a la
posición de las aseguradoras (47). El repudiado art. 70 se convierte, al seguirse ese camino, en el nuevo eje del
análisis de la conducta de los dos asegurados. La culpa grave de los dos asegurados se singulariza a través del
art. 70 haciéndose abstracción del art. 114 que se convierte en letra muerta al estudiar ese factor de atribución
subjetivo agravado.
Veamos el tema en concreto.
La teoría del conductor asegurado señala correctamente que en el art. 114 se considera como "asegurado" al
conductor autorizado e inmediatamente, en su interpretación, se traslada al art. 70 que dispone que el asegurador
queda liberado si el tomador o el beneficiario provoca el siniestro dolosamente o por culpa grave. El uso de la
conjunción disyuntiva "o" supondría que la culpa grave del beneficiario (sea el estricto como asegurado por
cuenta ajena, sea aquel que tiene un interés tutelado como asegurado por cuenta propia) libera al asegurador de
la obligación asumida. Al asegurador le bastaría probar la culpa de cualquiera de los dos asegurados para
liberarse de su obligación de mantener indemnes a ambos. La estructura de la redacción del art. 70 da realmente
soporte a esta idea. La culpa grave del tomador o la culpa grave del beneficiario y más propiamente de
cualquiera de ellos libera en cualquier caso y con cualquier alcance que se quiera dar a esos términos técnicos al
asegurador.
La perspectiva cambia totalmente cuando se examina el tema a la luz de la norma específica en los seguros
por responsabilidad civil. El art. 114 tiene una redacción distinta a la del art. 70 de modo que si se adopta aquel
precepto vinculado con el segmento correspondiente a los arts. 23 a 26 de la LS no hay razón para volver a una
norma menos clara como es la del art. 70. De ahí la importancia de diferenciar una interpretación basada en el
art. 70 de la LS —y eventualmente en el art. 116 del Anteproyecto— del texto del art. 114 de la LS que vincula
al asegurado al hecho del que nace su propia responsabilidad.
Al aplicarse el texto del art. 114 se podrá ver que la solución es distinta a la planteada por aquellos que
sostienen la teoría del conductor asegurado. No es que la teoría sea incorrecta al admitir que hay dos asegurados
en esta hipótesis de conductor asegurado; el problema es que no se la sigue en toda la línea en relación con el
art. 114 como correctamente sugiere que debe hacerse, siquiera por razones de equidad, en la perspectiva ya
citada de López Saavedra. Es más, desde una mirada sistemática cabe concluir que, si hay dos asegurados, debe
leerse el art. 114 con esta perspectiva distinguiendo la situación de cada asegurado; el asegurado por cuenta
propia y el asegurado por cuenta ajena. Al analizarse la culpa grave del asegurado y al considerarse que hay dos
asegurados que deben haber provocado el accidente con culpa grave según actos referentes a situaciones
jurídicas distintas (el ser titular y el ser guardián) creo que debe entenderse que hay conductas distintas a las
cuales atribuir ese factor de atribución subjetivo. El estudio de la culpa grave de cada asegurado debe ir por
carriles distintos tanto por el carácter personal del factor de atribución subjetivo como por el hecho de que el art.
114 distingue esas conductas al referirse al hecho del que nace la responsabilidad de cada asegurado. Véase que
"su" responsabilidad en el examen de la culpa grave no puede ser la responsabilidad del otro asegurado.
El texto del art. 114 se aparta de la redacción dada al art. 70. La distinción es importante porque el art. 70
permite que con el empleo de la conjunción disyuntiva se produzca un efecto distributivo y expansivo de la
culpa de un asegurado hacia el otro. Se aplica respecto de los dos asegurados la posible existencia de culpa
grave para el "tomador" y "beneficiario". Se rechaza en la teoría del conductor asegurado la denominación del
art. 70 para acudirse al asegurado por cuenta ajena de los arts. 22 a 26, aunque se sigue la estructura de aquella
norma en su redacción disyuntiva en la elaboración de las pólizas para imponer la culpa grave a los dos
asegurados en caso de que uno de ellos incurra en ese factor de atribución subjetivo. La realidad es todavía más
compleja porque las cláusulas de las pólizas trasladan la culpa grave de un asegurado a otro y de este modo la
 

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responsabilidad —ahora en lo subjetivo— de un asegurado (por lo general el conductor) hacia el otro asegurado
(el titular del vehículo). En cambio, el art. 114 dispone que "el asegurado no tiene derecho a ser indemnizado
cuando provoque dolosamente o por culpa grave el hecho del que nace su responsabilidad". La redacción es
distinta también a la del art. 116 del Anteproyecto según el cual el asegurador se libera cuando el asegurado
provocó dolosamente o por culpa inexcusable el hecho del que nace su responsabilidad hacia el tercero.
El art. 114 relaciona al asegurado con su propia conducta para liberar a la aseguradora cuando esta prueba la
culpa grave. Si hay una póliza con dos asegurados la aseguradora tendrá que probar la culpa grave de cada uno
de ellos. Y si hay dos asegurados uno se pregunta cuál será la culpa grave atinente al hecho del que nace "su"
responsabilidad hacia el tercero. No es que sean distintas realmente la teoría del conductor asegurado y la de los
dos asegurados; el punto es que la primera no es seguida en su totalidad por los autores que la sostienen a partir
de la categoría expansiva que le dan a la culpa grave del conductor respecto del otro asegurado titular del
vehículo.
Quizás sea conveniente examinar con mayor detenimiento las justificaciones de la teoría del conductor
asegurado.
VII. La asimilación administrativa del conductor autorizado al asegurado
La teoría del conductor asegurado refuerza los fundamentos de su posición teórica con un argumento de
derecho positivo. Se señala, entre otras cosas, que la resolución general 17.878 de la SSSN asimila al conductor
autorizado al asegurado (48).
El argumento no derrota realmente a la teoría del conductor beneficiario, y más bien la refuerza. Se trata de
una norma administrativa que busca una asimilación en contra del texto estricto de la LS en la hermenéutica que
le da la teoría del conductor beneficiario. Si hay una asimilación es claro que no existe una identificación legal
con lo cual la teoría del conductor asegurado viene a reconocer así, indirectamente, el punto central de la teoría
del conductor beneficiario.
Claramente el argumento de la asimilación no sirve a estos efectos. El procedimiento debilita la teoría del
conductor asegurado basada en el seguro por cuenta propia y por cuenta ajena. Si se trata de un conductor
asimilado al asegurado se desbaratan todos los efectos que supone la existencia de un asegurado por cuenta
ajena de los arts. 22 a 26. Derivado de ello es que también se atenúa la relación interna entre estos artículos y el
art. 114. La cuestión puede no tener importancia para la teoría del conductor asegurado que se centra en el art.
70 para proteger al asegurado mediante el uso distributivo de la culpa grave de cualquiera de los asegurados.
No cabe olvidar, además, que expone una asimilación administrativa que implica justamente que se trata de
dos conceptos jurídicos que son, en su origen, diferentes en su significado. Nadie realiza el procedimiento
interpretativo de asimilación sin advertir analíticamente antes que hay dos conceptos distintos el de un
asegurado en sentido estricto y el de un conductor autorizado beneficiario a quien se considera asegurado. El
sostén de la teoría del conductor asegurado es que el conductor es un asegurado según la interpretación que
resulta de la LS. Cuando se admite esta teoría de la asimilación se destruye la relación fuerte entre los arts. 22 a
26 y 114 de LS en tanto se está presuponiendo que el conductor no es realmente un asegurado. Y esto es
justamente lo que dice la teoría del conductor beneficiario. De un modo paradójico, la asimilación favorece, en
una conclusión lógica, a la teoría del conductor beneficiario y desplaza la consideración del conductor
autorizado como un asegurado por cuenta ajena.
Corresponde erradicar esta perspectiva de asimilación por otro motivo. La idea según la cual el conductor
autorizado se convierte en asegurado por asimilación administrativa o judicial crea un criterio que se extiende,
quizás de modo inconsciente, al tema de la culpa grave. Se puede llegar a pensar que de modo análogo puede
asimilarse la culpa grave del conductor autorizado asegurado a la culpa grave del titular asegurado. Solo queda
un paso para estimar que una culpa grave es asimilable a la culpa grave de ambos y concluir que basta esta
conducta descripta en el art. 114 de cualquiera de las dos personas asimiladas para entender excluidas
integralmente la obligación del asegurado.
 

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Cuando se considera realmente que hay una teoría de los dos asegurados, la asimilación es un argumento
erróneo porque permite trasladar la culpa grave de uno a otro de los asegurados. Si se asimila por esta vía
administrativa el conductor beneficiario al asegurado habrá una tendencia correlativa en asimilar la culpa grave
del conductor a la culpa grave (o a la responsabilidad) del titular-asegurado. La lectura apropiada del art. 114
exige mantener los carriles independientes de análisis de la conducta de cada asegurado para determinar si "su"
responsabilidad se ha originado en la culpa grave del hecho. La asimilación sirve quizás a la teoría del conductor
asegurado para luchar contra la teoría del conductor beneficiario, pero en definitiva socava los efectos de la
propia teoría, en tanto, se tratan de una asimilación administrativa no sustentada en la interpretación de la Ley
de Seguros misma.
La teoría del conductor asegurado no es errónea en su fundamentación, pero esta referencia a la asimilación
administrativa es incorrecta. Pasaremos a continuación a examinar otras debilidades no ya de la teoría del
conductor asegurado sino más bien en su aplicación en la práctica.
VIII. La delimitación subjetiva del riesgo asegurado
La delimitación de la culpa grave como exclusión del deber del asegurador de mantener indemne al
asegurado es una cuestión que debe ser analizada en forma independiente del tema de la responsabilidad civil
respecto de la víctima. Se trata de un planteo que formulan correctamente las aseguradoras como defensa
cuando son citadas en los términos del art. 118 de la LS. Se encuentra a cargo del asegurador la prueba acerca
del comportamiento del asegurado que excede los estándares habituales debido a las circunstancias, del tiempo y
del lugar. No existe controversia sobre este aspecto de la cuestión.
Lo asegurado en este seguro de responsabilidad civil es el patrimonio del propietario y del conductor del
automotor por los riesgos que puedan acaecer por la utilización de la cosa (49). Al aludir la ley 17.418 a la culpa
grave, se establece una delimitación subjetiva del riesgo cubierto por la utilización de la cosa. Y en cuanto hace
al estudio de la culpa esta tiene carácter personal (50). Al examinar el juez la alegación de la culpa grave
examina la conducta específica de la persona. Se relaciona así una conducta de un sujeto con la cláusula de la
póliza que excluye la obligación de la aseguradora si se cumple esa condición. Las consecuencias son distintas
para las teorías. La culpa personal del conductor es irrelevante para la teoría del conductor beneficiario ya que
solo se interesa (si lo hace) por la culpa personal del asegurado (titular) como quedó evidenciado en las
posiciones de Kiper y Schiavo. Para la teoría del conductor asegurado esta culpa grave del conductor tiene
particular relevancia porque entiende que libera al asegurador de toda obligación frente a los dos asegurados.
Algo aquí no cierra.
El eje de la teoría del conductor asegurado es la relación fuerte que plantean sus proponentes entre los arts.
22 a 26 por un lado y el art. 114 por el otro de modo que en este tipo de pólizas el conductor autorizado es un
asegurado determinable al momento de producirse el accidente.
El punto es que si admitimos que en este tipo de pólizas hay dos asegurados debemos analizar, en el sentido
estricto del término, la conducta vinculada a la culpa grave de cada asegurado por separado.
Cada uno de estos asegurados es acreedor de la obligación asumida por el asegurador de mantenerlos
indemnes a ambos. Y la causa contractual que los coloca en la situación jurídica de acreedores frente al
asegurador es distinta en cada uno de los casos; una se presenta en un seguro por cuenta propia como titular del
vehículo y en otra como conductor autorizado del vehículo por cuenta ajena. Pero ante una cláusula que delimita
el riesgo para cada asegurado respecto del hecho del que nace "su" responsabilidad extracontractual frente a la
víctima debe entenderse que cada asegurado se encuentra obligado a desplegar conductas diferentes.
Viterbo precisaba que el "hecho" indica, en principio, todo nexo de causalidad material entre el
comportamiento del sujeto y el suceso, es decir entre el comportamiento del asegurado y la agravación del
riesgo. Por ello si se comprueba que la causa que provocó el siniestro pertenecía al estado del riesgo y se
presenta a continuación de una agravación de dicho estado por el asegurado, el asegurador no responde. Y
continuaba señalando que, si el siniestro es debido a la rotura de los frenos, y esta, a la culpa del asegurado que
 

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abandonó su cuidado, debe entenderse que el siniestro es debido a culpa del asegurado y concluía —en el
contexto del art. 432 del Cód. Com.— que el siniestro no era resarcible por haber sido agravado anormalmente
el riesgo (51).
El "hecho" puede ser analizado desde dos puntos de vista en el estudio del art. 114 de la LS en cuanto al
alcance en que queda la conducta que provoca el hecho del que nace la responsabilidad de cada asegurado.
Puede haber un hecho causalmente relevante que incrementa el riesgo desplegado por el titular asegurado
(préstamo del auto con vicios) y puede haber un incremento del riesgo causalmente relevante, independiente del
acto de préstamo que despliega el conductor autorizado al desarrollar una conducta temeraria incompatible con
los estándares de cuidado habitualmente ponderados para los accidentes viales manejando en estado de ebriedad.
El incumplimiento de esta prestación específica e independiente que tienen como asegurados-acreedores frente a
la aseguradora les hace perder a cada uno de ellos el derecho al mismo objeto de su acreencia (el ser mantenidos
indemnes frente a la víctima). Estas conductas diferentes (no incurrir en culpa grave como titular y no incurrir
en culpa grave como guardián) tienen su origen en causas distintas (seguro por cuenta propia y seguro por
cuenta ajena vinculados con distintas conductas) y se refieren a distintos sujetos. Son acreedores de la
obligación asumida por la aseguradora de mantención de indemnidad de la responsabilidad y pierden cada uno
de ellos ese derecho activo cuando cada uno de ellos incurre en culpa grave en lo relativo a la provocación del
hecho que nace su responsabilidad. Al mismo tiempo, incurren en incumplimiento de modo distinto por la culpa
grave en tanto sus conductas son independientes por las obligaciones concurrentes frente a la víctima. Cuando
hay solidaridad pasiva la culpa de uno de los deudores en el incumplimiento de la obligación compromete la
responsabilidad de todos los deudores (52). Cuando hay obligaciones concurrentes la culpa de cada uno de los
responsables concurrentes es irrelevante para la víctima. Y en el mismo caso en lo relativo a las acreencias de
titular y guardián frente a la aseguradora el estudio de la culpa grave de cada uno de ellos resulta decisivo para
determinar el alcance del mantenimiento de la obligación del asegurador (53).
Cabe una aclaración en esta materia. Se puede plantear que el propietario de la cosa riesgosa responde
simplemente por ser tal (54). Pero si se admite esta posición en el caso de la propiedad de una cosa riesgosa,
nunca podría considerarse que hay culpa grave del titular no conductor cuando está claro que tanto la teoría del
conductor beneficiario como la teoría del conductor asegurado admiten que este propietario es asegurado. Si el
titular es asegurado se debe poder probar su culpa grave en los términos del art. 114 de la LS. En caso de
afirmarse que responde por el solo hecho de su titularidad registral nunca podría aplicarse la culpa grave
mencionada en la LS ya que no se puede predicar ese factor de atribución subjetivo simplemente por el dominio
de una cosa. Se admitiría en la póliza que puede haber culpa grave del titular y se diría al mismo tiempo que esa
culpa grave no aplicaría porque responde simplemente por ser propietario. Salvo el caso del titular conductor, la
aseguradora no podría acreditar la culpa grave del propietario cuando esta se ha incluido como hipótesis
excluyente de su obligación en la póliza misma.
IX. La responsabilidad civil por la cosa riesgosa
Las teorías del conductor beneficiario y del conductor asegurado coinciden en que corresponde al juez de la
causa centrar el estudio en la delimitación subjetiva del riesgo asumido de modo independiente a la
responsabilidad civil en lo principal. Una materia se rige por el derecho de daños y la otra por el derecho de
seguros. Tampoco existe discrepancia en otro aspecto que debe ser puntualizado. A la teoría del conductor
beneficiario le resulta suficiente la prueba de la culpa grave del asegurado que identifica con el tomador y titular
del seguro para liberar al asegurador. A la teoría del conductor asegurado le basta la prueba de la culpa grave de
cualquiera de los dos asegurados, aunque hace particular hincapié en el defectuoso comportamiento de quien
maneja el vehículo como conductor autorizado.
De algún modo coinciden ambas teorías en lo que podría denominarse la singularidad de la culpa grave para
liberar integralmente de responsabilidad al asegurador. La solución es coherente en la teoría del conductor
beneficiario que afirma que hay solo un asegurado. No ocurre lo mismo en la teoría del conductor asegurado que
asume justamente que hay dos asegurados en la misma póliza. En este caso, una culpa singular (la de cualquiera
 

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de los dos asegurados) sirve para liberar totalmente al asegurador.


Uno puede llegar a entender la teoría del conductor beneficiario que es consistente en la singularidad de la
culpa. Hay solo un asegurado (el titular) y hay solo una culpa grave que probar por parte del asegurador. El
mencionado fallo de la sala H (voto del Dr. Kiper) encaja en este encuadre de la teoría. Pero si se acepta la teoría
del conductor asegurado resulta extraño que se admita que hay dos asegurados y que a uno de ellos le sea
proyectada la culpa grave del otro para liberar al asegurador. La posible respuesta se encuentra quizás en el
modo unificado en que se concibe la responsabilidad por la cosa riesgosa del dueño o el guardián frente a la
víctima.
El ordenamiento jurídico civil argentino se regía por el sistema de la regla de la responsabilidad
extracontractual basada en la culpa según lo dispuesto por el art. 1109 del Cód. Civil. La responsabilidad por
daños causados por accidentes de tránsito no se liberó realmente de este régimen hasta la sanción de la ley
17.711. A los dueños y conductores de vehículos se los consideraba responsables a partir de presunciones de
culpa implícita o mediante reglas elaboradas a partir de la aplicación analógica de otras normas (55). El dueño
del automóvil se encontraba obligado a indemnizar los daños causados por el conductor autorizado que, de un
modo u otro, remitía a una conducta culposa por un defecto in eligendo o in vigilando. La teoría del hecho de la
cosa empleada en las décadas anteriores a la reforma de 1968 mantenía, siquiera en mínimo grado, una
distinción entre el titular y el conductor que remitía, en definitiva, a una suerte de culpa en la guarda de la cosa
cuyo empleo había provocado el daño. De algún modo u otro el factor de atribución subjetivo persistía en la
determinación de la responsabilidad civil en lo sustancial.
El art. 1113, primer párrafo, del Cód. Civil establecía un principio general relativo a la obligación del que ha
causado un daño que se extiende a los daños que causaren los que están bajo su dependencia, o por las cosas de
que se sirve, o que tiene a su cuidado. Asimismo, el art. 1113, segundo párrafo, segunda parte, creó un sistema
de responsabilidad por la propiedad o por el empleo de la cosa riesgosa que causa daño a la víctima que se
mantiene en el Cód. Civ. y Com. El dueño y el guardián de la cosa riesgosa son responsables como deudores y
la responsabilidad es objetiva en relación con la víctima (56).Solo se liberaban en el CC el dueño o el guardián
cuando acreditaban el hecho de la víctima, la intervención de un tercero por quien no deben responder o el caso
fortuito. La parte actora no debía probar la culpa personal del titular o del guardián quienes son responsables
cuando se prueba la relación causal entre la cosa riesgosa y el daño comprobado en la víctima.
Ninguna importancia tiene la culpa respecto a la víctima; no hay culpa presunta o implícita (57). Según el
art. 1113 del Cód. Civil y los arts. 1722, 1757 y 1758 del Cód. Civ. y Com. los demandados no se eximen
probando su ausencia de culpa (58). Son obligaciones concurrentes con un único acreedor (la víctima), un único
objeto (la indemnización por el daño causado), dos deudores (dueño y guardián de la cosa riesgosa) y dos causas
de la obligación de responder por imputación estrictamente legal (59).
Dentro del régimen de la ley 17.711 se preveía un eximente de responsabilidad para el titular y el guardián
que podía dar lugar a algunas dificultades. Aquellos se podían liberar de responsabilidad si probaban la culpa de
un tercero por quien no deben responder. De allí podría considerarse quizás que el guardián es un tercero por
quien debe responder el titular y que de este modo el seguro cubre al conductor autorizado con ese alcance. No
habría otra responsabilidad que la del titular por sí y la del guardián en tanto está derivada de ser un tercero por
quien debe responder el dueño del vehículo.
En verdad, el titular o el guardián son deudores en obligaciones concurrentes en forma directa frente a la
víctima o, como se dice ahora en el art. 1758 del Cód. Civ. y Com., son "responsables concurrentes del daño
causado por las cosas". Son obligaciones independientes entre sí y nacidas de distinta causa: la titularidad del
dominio, en el caso del dueño; y el deber de custodia, en el del guardián (60). El guardián no es un tercero por
quien debe responder el titular. El seguro por cuenta ajena lo toma el titular no porque sea civilmente
responsable por el guardián sino porque el uso de la cosa riesgosa por él prestada originó un daño a la víctima.
La culpa del dependiente del dueño o del guardián no libera a cualquiera de los deudores de las obligaciones
concurrentes (61). No existe en el Cód. Civ. y Com. norma similar de eximición de responsabilidad con lo cual
 

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ha de considerarse que la responsabilidad "objetiva" (art. 1757) no permite expresamente tal eximición salvo su
consideración como caso fortuito (art. 1731) (62).
Estas obligaciones concurrentes se diferencian de las solidarias por una característica importante. Cada uno
de los obligados lo es por una causa independiente respecto del acreedor por el mismo daño. Son dos relaciones
causales que el ordenamiento jurídico estima relevantes para responsabilizar a los deudores. Las obligaciones
son independientes entre sí y nacen de distinta causa: la titularidad del dominio, en el caso del dueño; el deber
de custodia, en el del guardián (63). El art. 1113 y el art. 1758 del Cód. Civ. y Com. imputan legalmente la
responsabilidad al dueño por ser titular de la cosa riesgosa y al guardián por emplear la cosa riesgosa con
autorización del propietario (64). La responsabilidad del guardián se acredita con la prueba del nexo causal entre
el empleo de la cosa riesgosa y el daño causado a la víctima. La responsabilidad del titular se configura cuando
la víctima prueba su propiedad del vehículo y, además, que el guardián ha sido autorizado para el manejo del
vehículo por el propietario. Lo habitual es que la víctima acredite la titularidad del dominio y eventualmente el
propietario invoque como defensa, cuya prueba está a su cargo según el art. 1758 del Cód. Civ. y Com., que el
vehículo fue usado contra su voluntad expresa o presunta.
Véase que incluso en la hipótesis en que se estime como una solución la vía de admitir que el titular se
encuentra obligado por un tercero por quien debe responder (guardián) resulta insuficiente cuando se quiere
expandir la culpa de uno (el guardián) hacia el otro (titular). La culpa grave del hecho del que nace la
responsabilidad del guardián se encuentra en su conducta que es el haber empleado de modo muy deficiente una
cosa riesgosa que causó el daño a la víctima. La culpa grave resulta de ese hecho en cuanto específicamente
desplegado por el guardián. La culpa grave del hecho del que nace la responsabilidad del titular que no maneja
el vehículo se encuentra en su conducta que es el ser propietario de una cosa y en haberla prestado de modo muy
deficiente a otra persona (guardián). Cuando no presta la cosa —caso del ladrón del art. 1113 del Cód. Civil—
no hay conducta de la cual pueda desprenderse su responsabilidad, aunque la cosa riesgosa de su propiedad haya
originado por su conducción por un tercero un daño a la víctima. En todo caso, debe responder por la cosa a raíz
de una conducta propia antecedente que es el préstamo del vehículo (65). Se requiere en la norma que el
asegurado provoque por culpa grave el hecho del que nace su responsabilidad. El titular a quien se le robó el
auto no provoca por culpa grave el hecho del que nace su responsabilidad a pesar de que haya existido culpa
grave del ladrón que embistió a una persona con el vehículo.
El art. 1722 en concordancia con los arts. 1757, 1758 y 1759 del Cód. Civ. y Com. solo libera al dueño o al
guardián (usando la antigua terminología) cuando se prueba la causa ajena. El titular del art. 1758 no se
encuentra obligado por un tercero por quien deba responder con lo cual resulta improcedente en la actualidad
incorporar al guardián en esta categoría (66). Cada uno de ellos responde independientemente en su carácter de
obligado por obligaciones concurrentes reconocidas expresamente en el nuevo ordenamiento y el juez debe
investigar cuál ha sido la culpa grave de cada uno de ellos en tanto asegurados. El titular no responde por el
guardián; cada uno responde por sí mismo y en el carácter en que se ha producido la imputación legal por
responsabilidad objetiva. El "hecho" del art. 114 de la LS a examinar en cada uno de ellos es el hecho de ser
titular y el de ser guardián y por consiguiente el análisis de la conducta de cada uno de estos asegurados debe ser
distinto en cuanto a la eventual asignación de culpa grave. La conducta con culpa grave del conductor asegurado
no es coextensiva con la conducta con culpa grave del titular asegurado en tanto el "hecho" por el que responde
cada uno de ellos es distinto.
X. Las responsabilidades de los asegurados
La materia ha sido analizada con foco en la LS y particularmente en el tema de la culpa grave en relación
con el conductor y con el titular del vehículo. La cuestión merece ahora que se desplace esta mirada hacia el
derecho civil. Las relaciones causales entre sus conductas y el daño son, por hipótesis, distintas (67). No puede
haber una conducta única con dos relaciones causales. Cada deudor responde por su propia conducta respecto
del mismo objeto. A la víctima le resulta irrelevante la diferencia de estas conductas en cuanto a cada "hecho"
que origina sus respectivas responsabilidades concurrentes. Al asegurador, en cambio, el análisis de cada
 

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"hecho" resulta esencial porque se examinan las distintas responsabilidades en el orden subjetivo por el marco
dado por la LS. La diferenciación entre cada "hecho" se convierte en decisiva a la hora de pretender que se la
exima de toda obligación de mantención de indemnidad respecto de sus acreedores.
El examen de la culpa grave de cada uno de ellos resulta, pues, del carácter personal de este factor de
atribución subjetivo, de la redacción misma del art. 114 al hacer referencia a "su" responsabilidad y del modo en
que se encuentran obligados cada uno de ellos en relación con la víctima que presume una doble relación causal
y una doble conducta que no puede ser unificada por el juez al estudiar la materia. Tales responsabilidades
plurales resultan con más claridad en la actualidad al denominarlos el art. 1758 del Cód. Civ. y Com. como
"responsables concurrentes" del daño causado por las cosas (68).
La redacción del art. 114 de la LS resulta importante en el estudio del tema porque es el nexo que une lo
peculiar del derecho de seguros (el examen del factor de atribución subjetivo agravado en responsabilidad civil)
con lo sustancial del derecho civil (las responsabilidades por obligaciones concurrentes). Cuando se examina el
tema desde la perspectiva del art. 114 se ve que el asegurado no tiene derecho a ser mantenido indemne cuando
se prueba la culpa grave en el hecho de que nace su responsabilidad. La ley es precisa en este punto al señalar —
a diferencia de la redacción disyuntiva del art. 70— que solo si se prueba "su" responsabilidad respecto del
hecho es posible que el asegurador se libere en el seguro de responsabilidad civil.
El "hecho" del que nace la responsabilidad frente a la víctima es, por un lado, la propiedad y, por el otro, la
guarda de la cosa riesgosa. En este grado de análisis de la materia cabe preguntarse si el hecho del guardián es el
mismo que el hecho del titular. Corresponde determinar cuál es el hecho (la conducta) de la que nace la
responsabilidad de cada uno de ellos frente a la víctima para determinar cuál es el factor de atribución subjetivo
agravado que les impide, como acreedores frente al asegurador, ser mantenidos indemnes en la responsabilidad
civil.
El hecho del que nace su responsabilidad —la del titular y la del guardián al ser ambos asegurados— incluye
un aspecto subjetivo no contemplado en el art. 1758 del Cód. Civ. y Com. que solo tiene en cuenta la relación
causal entre la titularidad y la guarda y el daño causado a la víctima. El "hecho" lleva en el art. 114 contenido el
factor de atribución subjetivo (culpa grave) que la norma entiende importante para eximir de la obligación de
indemnidad al asegurador. Si se quiere ser más contundente, el "hecho de las cosas" del epígrafe del art. 1757
del Cód. Civ. y Com. es una pura relación causal que le basta probar a la víctima y el hecho del que habla el art.
114 de la LS considera un factor adicional —la culpa grave— para liberar al asegurador. El hecho examinado de
acuerdo con los arts. 1757 y 1758 del Cód. Civ. y Com. no es el mismo hecho que se examina según el art. 114
de la LS. En el primero carece de relevancia, a los fines sustanciales y procesales, el factor de atribución
subjetivo y en el otro se convierte en decisivo en su consideración en cuanto a la culpa agravada. La cuestión no
cambia, aunque se entienda que en algunos casos se pueda llegar a probar, por decisión del actor, que el
conductor autorizado incurrió en culpa o incluso se estime que existen situaciones no regidas por los arts. 1757 y
1758 del Cód. Civ. y Com. Véase que incluso en estas hipótesis el examen del hecho a la luz del art. 114 de la
LS exigirá del asegurador de la gravedad de la culpa (69).
La conducta (hecho) del conductor autorizado como asegurado de la que proviene su responsabilidad es
simple de determinar. Se trata de una persona que no ha desplegado los cuidados básicos en el manejo de un
vehículo y que irrespeta los estándares exigibles en tiempo y lugar. El hecho del que nace su responsabilidad
consistió simplemente en conducir un vehículo (cosa riesgosa) con culpa grave causando daño a la víctima
cuando el tema se examina a la luz del art. 114 de la LS.
Resulta más difícil establecer cuál es la conducta del titular a la cual se le puede adosar este grado de
reproche. La conducta del titular tiene en la norma dos elementos que deben ser satisfechos para que sea
responsable frente a la víctima. Uno es el hecho objetivo (registral) de ser propietario de una cosa riesgosa. Y el
otro es el hecho de haber permitido el uso de la cosa riesgosa al guardián. Véase que la introducción de una cosa
en el mundo en los arts. 1757 y 1758 del Cód. Civ. y Com. no hace responsable al titular cuando se produce un
accidente por su manejo por otra persona. La ley sustancial requiere que se trate de un conductor autorizado en
 

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tanto excluye su responsabilidad frente a la víctima cuando "la cosa hubiese sido usada contra la voluntad
expresa o presunta del dueño o guardián" (art. 1758 del Cód. Civ. y Com.). La propiedad es condición necesaria,
aunque no suficiente, para la responsabilidad porque se exige también una conducta adicional que es la de haber
autorizado el uso del vehículo a una persona (guardián).
¿Cuál puede ser la culpa grave de un titular que no conduce el vehículo?
Hemos adelantado esta posibilidad. El titular le facilita el automóvil a un sujeto que se encuentra en
avanzado estado de ebriedad y este conductor autorizado causa un daño a una persona. La culpa grave del
conductor se configura por haber conducido en estado de ebriedad. Tal es el hecho del que nace "su"
responsabilidad. Y la culpa grave del titular es haber prestado su automóvil a una persona sabiendo que se
encontraba en ese estado de intoxicación. El préstamo de una cosa riesgosa (automóvil) a un ebrio es la
conducta con culpa grave del titular. El hecho del que nace "su" responsabilidad —considerado desde lo
subjetivo en el art. 114 de la LS— no puede ser simplemente el manejo del vehículo por el guardián, puesto que
la culpa es personal. Y tampoco puede serlo el simple préstamo del vehículo a una persona que dos días después
se embriaga porque la culpa grave exige que sea personal con un alto estándar de despreocupación por parte del
propietario del vehículo. La culpa grave personal es haber ejercido irresponsablemente en extremo grado su
titularidad de una cosa riesgosa.
Tales hipótesis suponen la configuración de culpa grave del conductor y del titular. El asegurador queda
liberado si prueba ese tipo de culpa en tiempo y forma respecto de cada asegurado y siempre, claro está, que
haya alegado esa defensa respecto de ambos para que la sentencia del juez cumpla con el principio procesal de
congruencia (70).
Cabe preguntarse si puede haber culpa grave de uno y no del otro de los responsables concurrentes. La
pregunta se responde por sí misma. Si la culpa es personal y no se expande debido a tratarse de obligaciones
concurrentes frente a la víctima, puede presentarse esta situación de una culpa grave singular acreditada por la
aseguradora respecto de uno y no del otro en las distintas relaciones contractuales que suponen un seguro por
cuenta ajena y un seguro por cuenta propia.
El hecho del que nace su responsabilidad en cada seguro tiene un ámbito coextensivo (la relación causal
entre la cosa riesgosa de la que se es propietario o guardián) y un ámbito relacionado con el factor de atribución
subjetivo distinto en tanto esto es lo que exige considerar el art. 114 de la LS respecto de cada asegurado.
Cuando se libera a la aseguradora por la culpa grave del conductor asegurado (guardián) no se está examinando
la culpa grave del titular asegurado que es distinta en tanto cada culpa es de carácter personal.
El caso habitual es aquel en que la aseguradora prueba la culpa grave del conductor y no acredita la
correspondiente al titular. Puede ocurrir, sin embargo, una situación distinta en la cual se demuestre la culpa
grave del titular asegurado y no la del conductor autorizado asegurado. Supóngase el caso de un propietario que
tiene un automóvil aparentemente en buenas condiciones el cual, sin embargo, tiene frenos en muy mal estado
cuyo déficit se evidencia solo cuando el automóvil llega a cierta velocidad (71). Nadie podría decir que el
conductor que embiste a otra persona sin el conocimiento de esos defectos incurre en culpa grave. Sí, en cambio,
cuando se demuestra que el titular estaba en pleno conocimiento de esos defectos y pese a ello lo prestó en
forma irresponsable al guardián. El titular incumple en este caso con exigencias mínimas de cuidado con lo cual
no resulta justo que se lo mantenga indemne frente a la víctima.
XI. El hecho del art. 114 de la LS y la culpa grave
La cuestión no queda limitada al reconocimiento de la existencia de dos hechos distintos de los que nacen
las responsabilidades del titular por un lado y del guardián por el otro. Y tampoco permanece anidada en el
examen de una conducta del titular en el acto de préstamo del vehículo tanto en lo subjetivo (a quién se lo presta
y en qué condiciones) sino también en lo objetivo relacionado con la cosa misma (su conocimiento acerca de los
vicios de la cosa). El art. 114 de la LS examinado analíticamente revela, además, otros dos elementos
correlativos a estos hechos relacionados con el préstamo de la cosa por el titular y su empleo por el guardián.
 

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Estos dos elementos se refieren a la valoración que se impone al juez respecto de una responsabilidad objetiva
(art. 1757 del Cód. Civ. y Com.). Ante el planteo del asegurador, el juez debe considerar previamente si hubo
culpa de los asegurados —cuestión que no investiga en el caso de responsabilidad frente a la víctima— y
además que si esta culpa debe considerarse como grave (72). La prueba para liberarse de su obligación por parte
de la aseguradora deberá centrarse a la vez en el hecho del préstamo de la cosa (que ha sido autorizada por el
titular) y en el hecho de la conducción del vehículo con consideración de la culpa grave que será obviamente
distinta en cada uno de los hechos. La culpa grave la determina el juez a partir de la ponderación de estándares
generales de comportamiento (73).
La pretensión de la aseguradora supone entonces invocar un hecho en los términos del art. 330 del Cód.
Procesal relacionado con el abandono de elementales deberes de cuidado (culpa grave). Lo habitual consiste en
contrastar el comportamiento del conductor autorizado que causa el daño con otras conductas que se configuran
como temerarias en el ámbito de la conducción de los vehículos en la vía pública (74). Lo poco habitual —
aunque puede suceder como señalan Kiper y Schiavo— se relaciona con la conducta del titular —que es
"hecho" distinguible del atribuido al conductor del vehículo— que provoca "su" responsabilidad. La conducta
de un titular que presta un automóvil a un conductor autorizado bien intencionado con importantes defectos no
perceptibles o la de un propietario que viaja en el automóvil con el conductor ebrio encuadran en este concepto
de culpa grave.
El art. 114 de la LS reconoce, además, en su enunciación una relación causal entre el asegurado (titular o
guardián) que se encuentra en los arts. 1757 y 1758, del Cód. Civ. y Com. porque presume que cualquiera de
ellos —en tanto se acepte la teoría de los dos asegurados— puede provocar por culpa grave el hecho del que
nace su responsabilidad.
Es el art. 114 de la LS que permite extender la relación causal entre el préstamo de la cosa de un modo no
incompatible con la relación de causalidad adecuada. Dentro del curso natural y ordinario de las cosas se
encuentra que el préstamo de un automóvil a una persona ebria provoque un daño a terceros. Se trata de una
consecuencia previsible por parte del titular que presta el vehículo a una persona borracha. Y de modo similar se
puede decir que un vehículo en deficiente estado de conservación oculto provoque un accidente a pesar del
control que pretenda ejercer sobre el mismo el conductor asegurado de buena fe. Véase, además, que todo esto
es una consecuencia de la imputación legal que hace el ordenamiento sustancial de los daños por la propiedad o
por el empleo de una cosa riesgosa (arts. 1726, 1727, 1757 y 1758 del Cód. Civ. y Com.). Solo se trata de
considerar el tramo previo al accidente mismo que también es relevante en cuanto a la inexistencia de relación
causal cuando se demuestra que quien conduce no es el guardián autorizado por el propietario. El juez se ve
convocado en estos casos a examinar también el tramo previo al accidente con el objeto de determinar si ha
existido una acción de autorización por el titular. Cuando se trata del art. 114 de la LS al juez le corresponderá
verificar si en esa acción de préstamo (75) existió culpa grave en el titular que autorice a liberar a la aseguradora
de la obligación de indemnidad en el seguro de responsabilidad civil.
XII. Las culpas personales de los asegurados
La delimitación subjetiva del riesgo busca la causa de la causa (76). Y, si se quiere, la causa subjetivamente
delimitada en la conducta de los responsables del accidente. El art. 114 de la LS inquiere sobre lo subjetivo que
fue erradicado del art. 1113 del Cód. Civil en el examen del empleo de una cosa riesgosa o viciosa en una
decisión legislativa mantenida, en lo esencial, en el art. 1758 del Cód. Civ. y Com. La causa de la causa en el
seguro por cuenta ajena es distinta de la causa de la causa en el seguro por cuenta propia. El hecho del que nace
la responsabilidad para cada asegurado se vincula en el art. 114 de la LS con la culpa grave con lo cual no cabe
aplicar un estudio solo derivado del régimen del art. 1113 del Cód. Civil o de los arts. 1757 y 1758 del Cód. Civ.
y Com.
Los asegurados son acreedores de la obligación de ser mantenidos indemnes por el asegurador del hecho de
cada uno de ellos del que nace su responsabilidad. El hecho del que nace su responsabilidad es distinto en virtud
de la forma en que ha sido elaborado el art. 114 en relación con los arts. 23 a 26 de la LS. El propietario se
 

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asegura por cuenta propia respecto de los daños que pueda causar el guardián de la cosa. El hecho del que nace
su responsabilidad para el titular es el empleo del conductor —en cuanto autorizado— de la cosa riesgosa. Pero
la culpa grave a examinar no puede ser la del conductor autorizado puesto que ello supondría atribuirle los
efectos de esa culpa a su parte cuando, por lo general, no tuvo intervención personal en el accidente mismo.
El hecho del que nace la responsabilidad en el caso del art. 1758 del Cód. Civ. y Com. se considera como
único para titular y guardián porque es irrelevante para la víctima la determinación de la eventual culpa de
alguno de ellos en sus respectivas conductas en el préstamo y en la conducción del vehículo. En el caso del art.
114 al haber dos asegurados hay dos hechos de los que nace la responsabilidad cuando se asume que es
relevante el examen de la "culpa grave". El examen de la culpa grave de cada uno de ellos en cuanto titular o
guardián de la cosa riesgosa es lo que se le impone al juez considerar. Si hay dos asegurados por distinto título,
la atribución de la culpa grave de uno al otro para liberar al asegurador supondría considerar indirectamente que
solo hay un asegurado. Al determinar el juez que la culpa del conductor se expande al propietario del vehículo
se recorta y se desecha una de las posibles culpas graves que es necesario examinar según el art. 114 de la LS. El
juez en este caso corta retóricamente el hecho del que nace la responsabilidad que contiene en la LS un
contenido subjetivo para no ir más allá del menosprecio elemental de las reglas de tránsito. La responsabilidad
subjetiva —que es la base del examen la cuestión del art. 114— se omite en tanto el examen del "hecho" queda
limitado al problema de la conducción. Y, a la inversa, puede ocurrir que un juez pode el examen de la
responsabilidad considerando que la culpa grave del titular en el vicio por él conocido del vehículo basta para
liberar al asegurador. La exigencia en la consideración específica de las respectivas culpas graves de los dos
asegurados (por cuenta propia y por cuenta ajena) se restringe al estudio de una sola de estas culpas para
considerar también culpable con este alcance a una persona respecto de quien no se ha demostrado que haya
incurrido en falta subjetiva alguna.
El art. 114 de LS incorpora al hecho del art. 1757 del Cód. Civ. y Com. un elemento adicional subjetivo. Se
trata de la culpa grave que es distinta para cada asegurado. Al examinarse solo una de las culpas graves como
suficiente para liberar al asegurador se efectúa un recorte del tramo causal-subjetivo exigido por la LS para
considerar el seguro de responsabilidad civil. Se produce un recorte retórico de la responsabilidad para perseguir
la identificación, errónea, de las conductas del titular y del guardián como coextensivas (77). Las
responsabilidades concurrentes de titular y guardián basadas en la propiedad y en la guarda de la cosa deben
examinarse, en cambio, de modo distinto con foco en la culpa grave como lo exige el art. 114 de la LS que,
como se dijo, resulta irrelevante en el ámbito de aplicación de los arts. 1757 y 1758 del Cód. Civ. y Com.
XIII. La protección del conductor autorizado
El propietario del vehículo se asegura por responsabilidad civil cuando conduce el automóvil que causa un
daño a un tercero. Se dice que el conductor autorizado se encuentra favorecido por aquella cláusula que extiende
el seguro a su favor cuando el hecho ocurre cuando se encontraba al mando del vehículo. De allí se infiere de
manera inmediata que si se considera abusiva esta cláusula, como aduce la teoría del conductor beneficiario, se
debería eliminarla en su totalidad con lo cual solo quedaría protegido el propietario tomador asegurado que
conduce su vehículo (78).
Aquí se confunden dos cosas.
Una cosa es que el titular del vehículo asegure el vehículo por cuenta ajena en caso de conductor autorizado
(79). Sabe que el responsable civil frente a la víctima es también el guardián y sabe también que el dañado
puede ir contra su propio patrimonio por su calidad de propietario de la cosa riesgosa independientemente de
cual haya sido la conducta del guardián (80). Favorece indudablemente al guardián cuando podría, al menos en
la teoría, optar por un seguro solo a cuenta propia. La aseguradora mantendría indemne al titular y no se
encontraría obligada respecto del conductor asegurado quien debería asumir, en caso de ser demandado, el deber
de responder frente a la víctima.
Otra cosa es que se redacte una póliza en la cual hay dos asegurados. Si se da tal hipótesis, debe mantenerse
la cobertura prevista en general en la póliza para cada uno de los asegurados que establece la LS. Se puede
 

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extender una póliza para cubrir la conducta del asegurado por cuenta ajena, pero no se puede extender la
conducta de un asegurado a otro asegurado para mantener indemne al asegurador.
El conductor autorizado tiene así —en cuanto asegurado por cuenta ajena— un derecho a ser mantenido en
su indemnidad salvo que el asegurador pruebe sui culpa grave. Este derecho del asegurado se encuentra
sustancialmente protegido por el art. 158 de la LS que dispone que "[a]demás de las normas que por su letra o
naturaleza son total o parcialmente inmodificables, no se podrán variar por acuerdo de partes los arts. 5º, 8º, 9º,
34 y 38 y solo se podrán modificar en favor del asegurado los arts. 6º, 7º, 12, 15, 18 (segundo párrafo), 19, 29,
36, 37, 46, 49, 51, 52, 82, 108, 110, 114, 116, 130, 132, 135 y 140".
Como se dijo anteriormente, la teoría del conductor beneficiario realza este artículo de la LS señalando que
la atribución de culpa grave al conductor —que no se estima como asegurado— supondría quitar el derecho que
tiene el asegurado (que sería el titular no conductor) a ser mantenido indemne por la aseguradora. Demos ahora
una vuelta de tuerca a la cuestión y examinemos el tema a la luz de una teoría que considere al conductor no
titular también como asegurado. Hecho esto puede verse que la protección del art. 158 entra a jugar en la teoría
de los dos asegurados frente a la teoría del conductor asegurado que interpreta que basta probar la culpa de uno
de los dos asegurados (normalmente el conductor autorizado) para liberar a la aseguradora de mantener indemne
a ambos. La veda del art. 158 de la LS se encuentra dirigida a impedir que los derechos de un asegurado se
restrinjan por una interpretación especial del art. 114 que opera también cuando hay dos asegurados. El
asegurado por cuenta ajena, favorecido por la extensión del seguro por decisión del asegurado por cuenta propia,
no puede verse perjudicado por una interpretación que limite sus derechos.
La dificultad no se encuentra entonces en crear un seguro que contempla a dos asegurados (uno por cuenta
propia y otro por cuenta ajena). El problema se halla cuando se pretende extender la culpa grave de uno hacia el
otro para considerar configurada la culpa grave de ambos con el objeto de liberar integralmente a la
aseguradora.
Como hay dos asegurados, la aseguradora debe probar la culpa grave de ambos para liberarse en su
totalidad. La crítica está correctamente dirigida cuando se refiere a la teoría del conductor beneficiario en tanto
lo que se está afirmando es que al mismo tiempo no puede ser el conductor autorizado un asegurado a ciertos
efectos y no a otros. El denominado como beneficiario no es otro que un asegurado por cuenta ajena en los
términos de los arts. 21 a 26 de la LS. El mismo fundamento que se usa para cuestionar la teoría del conductor
beneficiario debe emplearse para la teoría del conductor asegurado en cuanto no le da igual énfasis a la
existencia de dos asegurados, cada uno de ellos con "su" responsabilidad que nace de una culpa grave que no
cabe expandir de uno hacia el otro. Como se trata de culpa personal de cada asegurado resulta inadmisible
admitir una parte de la teoría (el tener al conductor autorizado como asegurado) a la vez que no se le aplica
íntegramente el art. 114 respecto de los dos asegurados.
Un tipo de conducta que origina un riesgo (vehículo conducido por conductor autorizado) puede no ser
materia de cobertura en un seguro. Lo que no corresponde aceptar es que se diga que el conductor autorizado
está asegurado y al mismo tiempo que se le desconozca la protección concedida por el art. 114 en cuanto
requiere la culpa grave de cada asegurado para considerar configurada su responsabilidad y eximir en tal caso a
la aseguradora. En un caso se dice que un riesgo está fuera de la cobertura y en el otro se admite la existencia de
la cobertura y se cercena el derecho del asegurado por una incorrecta elaboración de una póliza cuya cláusula
transgrede lo dispuesto por el art. 158 de la LS.
XIV. La redacción de las pólizas
XIV.1. La culpa grave del "asegurado" o "conductor autorizado"
La teoría integral de los dos asegurados que considera la culpa personal de cada uno de ellos se enfrenta con
una dificultad importante. Las pólizas tienen una peculiar redacción cuando se trata del tema de la culpa grave.
La denominada cláusula 20 de las condiciones generales de las pólizas de seguros de responsabilidad civil
por vehículos establece por lo general que "el Asegurador queda liberado si el Asegurado o el conductor
 

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provoca, por acción u omisión, el siniestro dolosamente o con culpa grave. No obstante, el Asegurador cubre al
Asegurado por la culpa grave del Conductor cuando este se halle en relación de dependencia laboral a su
respecto y siempre que el siniestro ocurra con motivo o en ocasión de esa relación, sin perjuicio de subrogarse
en sus derechos contra el Conductor" (81).
La teoría del conductor asegurado es generalmente invocada por las aseguradoras con el sentido restrictivo
de la culpa de uno solo de ambos asegurados (82). El punto es, sin embargo, que de seguirse estrictamente la
teoría que da predominancia al art. 114 sobre el art. 70 debería reflejarse en las pólizas la especificidad propia
del seguro de responsabilidad civil. Si hay dos asegurados debería esperarse una cláusula en la que se dijera que
cada uno de los asegurados no tiene derecho a ser indemnizado cuando provoque dolosamente o por culpa grave
el hecho del que nace su responsabilidad. El asegurador podría probar la culpa grave del conductor autorizado
en cuyo caso se liberaría de mantenerlo indemne. Podría, en otra hipótesis, probar la culpa grave del propietario
del vehículo y se encontraría eximido de su obligación. Y en una tercera hipótesis podría acreditar la culpa grave
del titular y del guardián (conductor autorizado) liberándose íntegramente de la mantención de indemnidad civil
respecto de ambos asegurados.
La cláusula 20 —adoptada como modelo en este trabajo— se aparta de la redacción que debía utilizarse
según el art. 114 y que debía ser independientemente aplicada para cada uno de los asegurados. Tal cláusula se
elaboró con base en el art. 70 en forma tal que la culpa de cualquiera de los dos asegurados —recuérdese
nuevamente que en tal norma solo hay tomador y beneficiario— libera al asegurador. De allí el error de la teoría
del conductor asegurado que no es coherente en su correlación entre los arts. 23 a 26 y 114 en el estudio del
tema de la culpa grave.
La teoría de los dos asegurados —que no es otra cosa que la teoría del conductor asegurado aplicada
sistemáticamente en todas sus consecuencias— considera, en cambio, que una cláusula redactada bajo estas
condiciones trasgrede el art. 158 de la LS. Como hay dos asegurados debe protegerse igualmente a los dos
asegurados independientemente de que su contratación haya sido por cuenta propia o por cuenta ajena. La
cláusula de una póliza que perjudica a uno de los asegurados al restringirse los derechos concedidos a cualquiera
de estos en una norma no modificable en su contra —como lo es el art. 114— resulta en definitiva nula por lo
dispuesto por el art. 158. Cualquier efecto expansivo que se dé mediante el uso de cualquier redacción que
restrinja los derechos de cualquiera de los asegurados merece la misma declaración de invalidez por el juez ante
el pedido de la aseguradora que pretende liberarse de su obligación de mantención de indemnidad de la
responsabilidad civil de cualquiera de aquellos. Solo si las conductas de ambos asegurados revelan la existencia
de culpa grave personal o el dolo de alguno de ellos podrá liberarse la aseguradora de toda obligación de su
parte.
XIV.2. La culpa grave y las cláusulas descriptivas de la conducta del conductor asegurado
Las pólizas tienen habitualmente en sus cláusulas un conjunto de descripciones de hechos que
hipotéticamente pueden desarrollar los conductores que en caso de ocurrir excluyen inmediatamente la
obligación de mantención de indemnidad del asegurador. El caso más habitual se presenta cuando en la cláusula
se libera al asegurador en caso de que el conductor circule en contramano (83).
La cuestión parece de sencilla exposición. Resulta lógico que ciertas conductas estén excluidas puesto que se
encuentra dentro del derecho del asegurador delimitar el riesgo que asume en el contrato de seguro. Y el circular
de contramano es un comportamiento humano tan obviamente peligroso que el sentido común lleva a descartar
que pueda respaldarse por parte del asegurador en un seguro de responsabilidad civil. Desde el punto de vista de
los incentivos (84), una cláusula de este tenor favorece la buena conducción de los automovilistas sabiendo que
no estarán asegurados cuando van de contramano y causan un accidente.
Detengámonos, sin embargo, en un examen sistemático de la cuestión. Este tipo de conductas reflejan
especificaciones del estándar de la culpa grave. Salta inmediatamente a la mente que conducir a contramano
refleja un comportamiento de tal apartamiento de las normas de tránsito que no parecería merecer reproche
alguno su incorporación por el asegurador en la póliza.
 

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Uno se pregunta cuál es la razón de incluir especificaciones de una conducta que se encuentra descripta en
su generalización en la cláusula que exime de responsabilidad al asegurador por culpa grave del "asegurado" y/o
del "conductor asegurado". Las compañías aseguradoras adoptan un procedimiento similar al que habían
seguido en la redacción de pólizas antes de la sanción de la LS. En esa época las empresas elaboraban cláusulas
que las liberaban de su obligación en aquellos casos en que se trasgredían, por ejemplo, las reglas de tránsito. La
incorporación de estas cláusulas suponía la casi automática liberación de las aseguradoras porque casi todos los
accidentes podían encuadrarse en alguna especie de infracción de tránsito (85).
La LS vino a cambiar esa situación de modo que la conducta a analizar del conductor autorizado se relaciona
con el estándar de la culpa grave indicado en el art. 114. Se trata de una cuestión relacionada con la
predominancia relativa de estándares sobre las reglas (86). La aseguradora que impone reglas a la vez crea
delimitaciones subjetivas que son objetivadas con una descripción contractual para independizar su liberación
del examen de la situación concreta que debe efectuar el juez según el estándar del art. 114 (87). Basta la
configuración de esa situación objetiva estipulada contractualmente (circular a contramano) para liberarse de su
obligación.
Ahora bien, esas cláusulas pueden convertirse en cánones rígidos —como son precisamente las reglas— que
perjudican la posición del asegurado en el estudio de su conducta en el accidente en tanto la situación podría
haber sido examinada por el juez de acuerdo con otras pautas (88). La situación deriva nuevamente hacia el
examen de la póliza de acuerdo con los arts. 114 y 158 de la LS. Cuando se incorporan reglas (no ir a más de 40
km/h de la velocidad permitida o no circular de contramano) o eventualmente estándares distintos del de la
culpa grave se reintroducen por vía indirecta y contractual mecanismos similares a aquellos que se quisieron
erradicar mediante la sanción de la LS.
Volvamos al tema concreto de un automovilista que circula de contramano en contra de señal expresa.
Supongamos ahora que esa conducta sea la única posible como ocurriría en el caso tan habitual de los piquetes o
eventualmente cuando se produce un incendio en una calle. Observemos el desarrollo de la conducta hipotética
de un conductor que evita el incendio y regresa lentamente de contramano y atropella a una persona que cruza la
calle. Tanto en este caso como en el de un desperfecto del automóvil que hace que este se desplace hacia la
mano contraria no necesariamente ubica al conductor como incurso en culpa grave al momento del examen de la
cuestión por el juez. En el caso de un incendio o incluso de una amenaza de un robo, la conducta —desplegada
con cuidado— puede evitar un mal mayor como es la muerte del conductor.
Desde luego que esto no ocurre en la mayoría de los casos. Pero también desde luego —en una mirada
jurídica— la conducta debe ser excluida por el juez de la tutela del seguro mediante el estándar del art. 114 y no
con una decisión de la aseguradora que excluye esos riesgos recortando el derecho que tiene el asegurado en
trasgresión del principio establecido por el art. 158. Todo esto nada tiene que ver con la denominada función
social del seguro o cosa semejante; el criterio de análisis se centra, por el contrario, en la consideración de las
pautas dadas por el estándar de la culpa grave y por la regla de prohibición elaborada por la misma LS para
evitar la elaboración de pólizas contrarias a los derechos del asegurado.
El art. 114 impone un estándar de "culpa grave" que debe ser examinado por el juez. La cláusula de una
póliza no puede trasgredir ese estándar en perjuicio del asegurado y en caso de así configurarse sería nula según
lo dispuesto por el art. 158. Las cláusulas especificadoras de conductas se convierten, a partir de ese
razonamiento, en superfluas. Si la conducta especificada se encuadra por el juez en el estándar de culpa grave se
sigue de lo expuesto que la exclusión de responsabilidad del asegurador se da por la aplicación del art. 114. No
hay, pues, necesidad de acudir a un texto de la póliza que hable de otros estándares o elabore reglas tipificadas
de comportamiento del conductor.
Puede ocurrir así que el juez al examinar el accidente, por las circunstancias concretas del caso, no acepte la
atribución de culpa grave por parte del asegurador, aunque el conductor autorizado haya circulado de
contramano. De nada sirve a la hora de este tipo de decisión la conducta especificada en la póliza como supuesto
de exclusión de la obligación de mantención de la indemnidad porque esta cláusula juega en contra del requisito
 

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impuesto al asegurador en el art. 114 (89). Aquello que se atribuye legalmente al juez en el art. 114 de la LS (el
examen de la culpa grave en el caso concreto) se amputa en la cláusula contractual para excluir la obligación
asumida por la aseguradora mediante una redacción que en su especificación trasgrede la protección reconocida
a aquella norma por el art. 158.
La incorporación de conductas especificadas en las pólizas de nada le sirve al juez para decidir en estos
casos (90). Solo le corresponde atender al estándar legal de la culpa grave teniendo en cuenta las circunstancias
de tiempo y lugar en que se produjo el hecho. Cualquier cláusula de la póliza que reduzca este estándar de culpa
grave por tipificación de conductas en perjuicio del asegurado en contra de lo dispuesto por el art. 114 degrada
los derechos de este con trasgresión de lo dispuesto por el art. 158.
XV. La aplicación del art. 158
La aplicación del art. 114 en la teoría de los dos asegurados impone al asegurador probar la culpa grave de
los dos asegurados para liberarse totalmente. La dificultad se presenta cuando al titular del automóvil le es
opuesta por el asegurador la culpa grave del conductor autorizado o el caso mencionado de la exclusión del
aseguramiento por circular de contramano. El asegurador tiene pronto a disposición una supuesta carta de
triunfo: la cláusula 20 de las condiciones generales —u otra similar— que le es exhibida al titular registral. La
víctima puede aducir aquí —y es lo que habitualmente ocurre— que el conductor autorizado no es el asegurado
del art. 114, pero vimos que esta teoría no es correcta en cuanto realmente hay dos asegurados. El problema que
surge en este caso es que aquellos que sostienen la teoría del conductor asegurado (o del asegurado por cuenta
ajena) aducen que la culpa grave del conductor autorizado en tanto "asegurado" permite la liberación del
asegurador.
El obstáculo para la víctima parte de la lectura de la cláusula de la póliza elaborada por el asegurador. Ahora
bien, esta cláusula perjudica a cada uno de los asegurados de la protección que le da a cada uno de ellos el art.
114. Hay un asegurado como titular por cuenta propia por los daños que pueden causarse con su automóvil
usado por un conductor autorizado y hay un asegurado por cuenta ajena que es asegurado por los daños que
pueda causar por el manejo de un automóvil que le ha sido prestado según las condiciones del art. 1758 del Cód.
Civ. y Com. El uso de cláusulas con una conjunción disyuntiva ("o") o con una locución disyuntiva a la vez que
conjuntiva ("y/o") se origina en la redacción del art. 70 de la LS que se incorpora a las cláusulas de la póliza casi
naturalmente.
La cláusula de la póliza debió haber sido redactada siguiendo estas pautas del art. 114 en cuanto impone
probar la culpa grave personal respecto de cada asegurado. Esta cláusula hipotética que siguiera las pautas del
art. 114 protegería a cada uno de los asegurados e impondría probar la culpa grave de cada uno de ellos para que
la aseguradora se libere de su obligación. Si se establece una cláusula que no sigue estos parámetros en perjuicio
de cada uno de los asegurados pronto se concluye en que se trasgrede el principio sentado por el art. 158 de la
LS. No se puede variar por acuerdo de partes en perjuicio del asegurado el principio sentado en el art. 114 que
incluye tanto lo sustancial —por ejemplo, cada responsabilidad de cada asegurado distinguida por el vocablo
"su"— como en la redacción misma que evidencia que cada asegurado debe ser considerado distintamente.
Desde luego que la liberación parcial o total de la obligación de mantener indemne a los asegurados
dependerá de la vía que elija la víctima para obtener el resarcimiento de los daños causados. Si, por ejemplo, la
víctima demanda solo al conductor autorizado y la aseguradora acredita la culpa grave de este no queda duda en
el sentido que esta queda totalmente liberada en ese proceso. Lo mismo, mutatis mutandis, cuando el
demandado es exclusivamente el propietario del vehículo. Como hay dos asegurados independientes no es
menester integrar la litis con quien ha contratado el seguro para condenar a la aseguradora en los términos del
art. 118 de la ley, pues basta haberlo hecho con quien conducía el rodado con su autorización" según se ha
expuesto en el plenario "Irago, Armando R. c. Cabrera, Antonio" de la CNEsp. Civ. y Com. del 14/12/1984 (91).
El punto es que puede ocurrir que el asegurador oponga al titular asegurado la culpa grave del conductor
autorizado asegurado. La teoría del conductor beneficiario replica rápidamente que el conductor no es realmente
asegurado y obliga a la aseguradora en una perspectiva que no se hace cargo del seguro por cuenta ajena. La
 

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teoría del conductor autorizado contesta que el conductor es asegurado por cuenta ajena y considera
directamente que la acreditación de su culpa grave libera al asegurador de mantener indemne también al titular
del vehículo.
La elaboración de ese tipo de cláusulas por las compañías aseguradoras unifica dos contratos de seguro —
instrumentalmente unidos en una póliza— respecto de dos hechos distintos de los que nacen las
responsabilidades de cada uno de los asegurados. La redacción de estas cláusulas puede llevar a textos distintos.
Primeramente, se puede dar relevancia a la perspectiva general del art. 70 en una norma no mencionada en el
art. 158 en desmedro del específico precepto para los casos de seguros por responsabilidad civil que es el art.
114. Este método permite que la culpa grave se distribuya entre ambos asegurados por la focalización en la
conjunción disyuntiva "o". Un texto alternativo puede configurarse al introducirse cláusulas con la expresión
"y/o" que ayudan en este procedimiento expansivo de la culpa grave a los asegurados. Aquello que en el art. 114
exige al asegurador probar la culpa grave del asegurado —y en este supuesto de cada uno de los asegurados—
se convierte en la cláusula en una derivación del art. 70 de modo que la culpa grave de cualquier asegurado
("tomador" y "beneficiario" de este art. 70) permite al asegurador que quede "liberado".
XVI. La persona jurídica asegurada en el seguro de responsabilidad civil
La cuestión de la culpa grave referida al asegurado no conductor suscita algunas perplejidades cuando el
propietario es una persona jurídica (92). La situación quizás es todavía más extraña al advertirse que en la
actualidad las personas no humanas también conducen automóviles lo cual originará, a no dudarlo, cambios de
profundo alcance en el mercado asegurador en el futuro (93).
La teoría del conductor asegurado tiene un punto fuerte contra la teoría del conductor beneficiario cuando se
trata de personas jurídicas titulares de vehículos. Toda vez que el art. 114 de la LS habla de culpa grave del
asegurado no podría admitirse la teoría del conductor beneficiario cuando la propietaria del vehículo es una
persona jurídica. El ejemplo se usa para ir contra la teoría del conductor beneficiario puesto que en tal caso no
habría nunca un asegurado del art. 114. El conductor no lo sería porque no es asegurado y no habría posibilidad
de culpa grave en la persona jurídica propietaria (94). La teoría del conductor asegurado respondería que en esta
hipótesis se hace imprescindible considerar como asegurado al conductor ya que de lo contrario nunca podría
aplicarse la eximición de responsabilidad del asegurado prevista por el art. 114 de la LS.
Esta conclusión de la teoría del conductor asegurado tiene, en realidad, dos razonamientos independientes
entre sí. El primero —que se comparte— consiste en puntualizar que el conductor autorizado es un asegurado.
El segundo implica en su enunciación una expansión de la culpa grave de un asegurado al otro asegurado
cuando la culpa grave es personal. Se admite que hay dos asegurados y se señala que hay solo una culpa grave
posible —la de la persona humana que conduce el automóvil— con lo cual su prueba singular libera al
asegurador de su obligación frente a ambos acreedores del contrato de seguro. Se abre un argumento derivativo
del último en tanto la imposibilidad de culpa grave en la persona jurídica haría imprescindible esta hermenéutica
expansiva de la culpa grave del conductor (persona humana por ahora) y del titular (persona jurídica).
Ahora bien, la solución propuesta pasa por alto nuevamente el texto del art. 114 y la presencia de dos
asegurados en estas pólizas de responsabilidad civil. Cuando se contrata por cuenta propia y por cuenta ajena en
el mismo contrato de seguro se admite, desde el inicio, que hay dos asegurados en esta teoría del conductor
asegurado. Y cuando se recurre al art. 114 de la LS se debería aceptar que la referencia a la culpa grave debe
incluir a ambos asegurados para liberar integralmente a la aseguradora.
El problema que se presenta en esta teoría de los dos asegurados es que la prueba de la culpa de una persona
jurídica es inadmisible en nuestro ordenamiento jurídico. Desde luego que no es posible estrictamente admitir
sin más la culpa grave de las personas jurídicas (95), aunque ello se acepte eventualmente cuando se relaciona la
conducta culposa de los dependientes con el principal (96). El acto de préstamo del vehículo por el titular se
desarrollará justamente mediante la entrega de la cosa por los dependientes de la persona jurídica a la persona
humana que actuará en el carácter de conductor autorizado.

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Delimitada analíticamente esta cuestión de la persona jurídica como titular del vehículo quedan dos
soluciones posibles.
Una salida supondría admitir la acreditación de la culpa grave en un sentido amplio del asegurado cuando se
trata de una persona jurídica. El asegurador podría probar la culpa grave de los dependientes de la persona
jurídica (entrega del vehículo en deficientísimo estado oculto o a un conductor ebrio) y de allí edificar la
posibilidad de trasladar esa culpa personal de los dependientes al asegurado. La aseguradora debería probar,
para liberarse totalmente, la culpa grave del conductor y la culpa grave en el desempeño de los representantes o
dependientes de la persona jurídica. La culpa grave del asegurado persona jurídica del art. 114 de la LS se
concretaría en la culpa grave de los dependientes de la sociedad.
La segunda solución es, en realidad, una no solución para los aseguradores. La póliza de seguros reconoce la
posibilidad para el asegurador de probar la culpa grave del titular o del conductor para liberarse de su obligación
contractual. Supone que la culpa grave es atribuible a ambos sin hacer distinciones entre personas humanas y
personas jurídicas. Los dos mencionados en la póliza son asegurados —como sostiene la teoría del conductor
asegurado— y a los dos se atribuye distributivamente la posibilidad de incurrir en culpa grave en este tipo de
pólizas sin hacer distinciones entre los tipos de personas. De aquí se razonaría que esta culpa grave no aplica
cuando existe una persona jurídica por imposibilidad jurídica.
La exposición de esta situación nos permite ver que esta cláusula de las pólizas es incompleta o
insuficientemente explícita en correlación con la sistemática que surge de los arts. 22 a 26, 114 y 158 de la LS.
Se le dice al asegurado en ese instrumento que la culpa grave de cualquiera de los dos (titular y conductor
autorizado) libera integralmente al asegurador, aunque en la hipótesis de la persona jurídica nunca podría
configurarse su culpa grave. Hemos visto que estas cláusulas resultan contrarias al principio rígido del art. 158.
La dificultad se encuentra en que en una misma cláusula se admite la liberación por culpa grave del titular —con
lo cual se admite la posibilidad jurídica de esa situación— y se interpreta en el caso de la persona jurídica que
resulta inadmisible la configuración de esa hipótesis por imposibilidad jurídica.
Una póliza interpretada con este método oculta varios aspectos de la situación jurídica al asegurado. El
primero es que en realidad hay dos asegurados, aunque la teoría del conductor asegurado se centra en la figura
de la culpa del conductor olvidando la posibilidad de la culpa del titular. El segundo aspecto se relaciona más
bien con una distorsión del concepto de culpa. Se presenta en la redacción disyuntiva respecto de un hecho
complejo el cual, en realidad, incluye dos hechos psíquicos distintos relacionados con la culpa grave de cada
asegurado. El tercer aspecto de la cuestión que se escamotea en estas cláusulas se relaciona con la culpa grave
de la persona jurídica. Si un asegurado es una persona jurídica se encuentra en este caso con una proyección de
la culpa grave del conductor asegurado a su respecto en trasgresión a la veda del art. 158 de la LS. La
proyección sería reforzada por la imposibilidad de considerar que exista culpa grave en una persona jurídica. Se
admite en la cláusula la culpa grave de cualquiera de los dos asegurados con una locución disyuntiva o
coyuntiva-disyuntiva ("y/o"), se supone implícitamente que esta culpa grave no aplica para uno de los
asegurados cuando es una persona jurídica y se traslada —también implícitamente— la culpa grave del
conductor a la sociedad asegurada por esta imposibilidad jurídica.
Veamos con mayor detenimiento el tema. Supongamos que no es posible que a una persona jurídica le sea
atribuida culpa grave (ni en carácter estricto, ni por extensión de la conducta de sus dependientes). Pero si esto
es así, tampoco cabe admitir que le sea extendida por esa imposibilidad la culpa grave del conductor asegurado
porque la culpa de este es personal y no de la persona jurídica. La teoría del conductor asegurado permitiría una
asimetría en el estudio concreto de las conductas en tanto sería posible la prueba de la culpa grave del titular
persona humana y no la de la persona jurídica sin expresarlo en la póliza.
Nuevamente vemos que no se sigue la teoría del conductor asegurado hasta llegar a la debida consideración
de la posición distinta de los dos asegurados. La persona jurídica titular del vehículo es asegurada y se encuentra
en una situación jurídica distinta a la del conductor asegurado por cuenta ajena en tanto cada uno es responsable
por distintos hechos como se ha indicado más arriba. A la persona jurídica se le debería probar la culpa grave
 

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como se prueba la culpa grave de la persona humana titular del vehículo para liberar a la aseguradora a su
respecto. La teoría del conductor asegurado no sigue en su examen sistemático al considerar que hay dos
asegurados a los que trata como uno solo al momento del uso de la conjunción disyuntiva en las pólizas.
La persona jurídica se enfrenta así a una doble restricción en la aplicación del art. 114 de la LS. Se le dice
que es una asegurada por cuenta propia, pero se le atribuye la culpa personal del conductor con lo cual pierde un
derecho que tiene la persona humana como acreedor de la póliza en cuanto a la necesidad de probar la culpa
personal a su respecto. La redacción de carácter disyuntivo de la póliza traslada la culpa personal grave del
conductor autorizado a la titular persona jurídica. Por otra parte, se la diferencia eventualmente del titular
persona humana a quien se puede atribuir una conducta con culpa grave. De este modo la aseguradora podría
liberarse integralmente probando la culpa grave del titular (persona humana) asegurado y del conductor (persona
humana) asegurado. Y en cuanto a la titular (persona jurídica) al entenderse que no se puede probar la culpa
grave a su respecto se entendería que la única solución es proyectar la culpa grave del conductor cuando esta es
personal.
La teoría del conductor asegurado respondería a todo este razonamiento con una solución aparentemente
sencilla. La imposibilidad de atribuir culpa grave a las personas jurídicas evidenciaría la sinrazón de una
aplicación automática de la teoría de los dos asegurados. Pero esto significa nuevamente una restricción
inadmisible para uno de los asegurados en la interpretación del art. 114. Si el asegurador se libera probando la
culpa grave del asegurado no puede decirse, en esta hermenéutica, que a la persona jurídica asegurada al no
poder serle atribuida culpa alguna debería recibir, de rebote, la culpa grave del conductor autorizado asegurado.
Volvemos aquí a la traslación de la culpa personal de un asegurado a otro asegurado con el agravante de que la
persona jurídica no puede tener culpa alguna.
Si se examina el caso según la primera asimetría en todos los casos es que es asegurada una persona jurídica
no podía ser invocada la culpa grave a su respecto por la aseguradora. De este modo, la aseguradora podría solo
probar la culpa grave del conductor y quedaría obligada siempre a mantener indemne a la propietaria asegurada
por cuenta propia. Recuérdese que la cláusula habitual supone que el asegurado provoque el hecho con culpa
grave con lo cual esta solución va en contra de la redacción misma de la póliza que presupone que las personas
jurídicas pueden incurrir en esta conducta subjetiva.
En cambio, si se estudia el tema desde la segunda asimetría se debería considerar que se presenta el mismo
resultado como consecuencia inequívoca y sistemática de lo dispuesto por los arts. 22 a 26, 114 y 158 de la LS.
Ahora bien, la asegurada tiene derecho a ser mantenida indemne salvo que se demuestre su culpa grave. Si no es
posible jurídicamente que se prueba su culpa grave no resulta admisible, a la luz del art. 158, interpretar el art.
114 para restringirle un derecho concedido por la LS. El asegurado tiene derecho a ser mantenido indemne en el
seguro de responsabilidad civil y si la culpa grave no puede predicarse de una persona jurídica no resulta
aceptable proyectar la situación jurídica del otro asegurado para superar este vacío.
Finalmente podía invocarse que este tipo de cláusulas solo se refiere al asegurado en tanto conductor y al
conductor en tanto guardián conductor. El planteo nos lleva nuevamente a suponer que hay solo un asegurado y
que no hay dos asegurados apartando el caso de la teoría de los dos asegurados. El asegurado de la póliza nunca
podría ser la titular persona jurídica sino el asegurado conductor con lo cual no habría asimetría alguna. Pero
esto supone reconducir la materia a un único hecho —la conducción del vehículo— cuando el ordenamiento
sustancial nos remite a la existencia de otro hecho como es el préstamo autorizado del rodado a otra persona
(guardián).
La referencia a la persona jurídica como propietaria del vehículo no debilita la teoría de los dos asegurados.
El principio hermenéutico del art. 158 impide que se redacte una cláusula de la cual se desprenda el
desplazamiento de la culpa grave del conductor por el hecho del que nace "su" responsabilidad a la sociedad
titular asegurada cuyo hecho del que nace "su" responsabilidad es distinto. A la persona jurídica asegurada se le
restringiría el derecho que se le concede a la persona humana asegurada respecto de quien se puede predicar
culpa grave. Y si se entiende que no es posible atribuir culpa grave a la persona jurídica debería superarse esta
 

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situación jurídica mediante una cláusula explícita que distinga este tipo de situaciones jurídicas, lo cual —
estimo— resulta algo difícil en tanto supondría también una vía indirecta para superar la prohibición del art. 158
de la LS respecto de aquellos asegurados contemplados en el art. 114 de la LS, salvo que se estableciera
expresamente en las pólizas que la culpa de los dependientes fuera imputable a la persona jurídica. Una cláusula
semejante salvaría la teoría de los dos asegurados y no restringiría los derechos de la persona jurídica asegurada
al mismo tiempo que permitiría a la aseguradora probar la culpa de esta en cabeza de sus dependientes.
XVII. Conclusiones
1) Las pólizas de seguros de responsabilidad civil por el uso de vehículos liberan al asegurado cuando se
prueba la culpa grave del titular o del conductor autorizado en la provocación del hecho del que nace su
responsabilidad.
2) La teoría del conductor beneficiario sostiene que el conductor autorizado no es estrictamente el
"asegurado" a quien alude el art. 114 de la LS de modo que la prueba de su culpa grave no libera de la
obligación de mantención de indemnidad al asegurador. Procede su eximición, en cambio, cuando el asegurador
acredita la conducta del tomador asegurado como conductor o eventualmente incurre en esa conducta altamente
reprochable en relación con el acto de préstamo al conductor asegurado.
3) La teoría del conductor beneficiario concede una excesiva atención al art. 70 que distingue entre un
tomador y un beneficiario en los seguros patrimoniales en general. Esta teoría pasa por alto el concepto de
seguro por cuenta ajena (arts. 22 a 26) y el texto del art. 114 que se refiere al asegurado en una expresión que
alcanza tanto al asegurado por cuenta propia como al asegurado por cuenta ajena.
4) La teoría del conductor asegurado aduce que el conductor autorizado es un asegurado por cuenta ajena y
de ahí que su culpa grave por el hecho del que nace su responsabilidad exime de toda obligación al asegurador.
5) La teoría del conductor asegurado se adecua a la estructura de la LS en tanto considera, a la vez, la
existencia de una persona (titular) que asegura su patrimonio (asegurado por cuenta propia) y otra persona cuyo
patrimonio es asegurado por la primera quien es el conductor autorizado que se beneficia en su patrimonio
(asegurado por cuenta ajena). El conductor autorizado es un beneficiario de una estipulación por otro y es un
asegurado en tanto titular de los riesgos. El ser beneficiario no excluye la categoría de asegurado por cuenta
ajena contemplada expresamente en los arts. 22 a 26 de la LS.
6) La teoría del conductor asegurado no es coherente en el estudio sistemático de la LS. Las pólizas de
seguro protegen a dos asegurados cuando hay un conductor autorizado. El primer asegurado normalmente es el
titular del vehículo que asegura por cuenta propia su patrimonio para la hipótesis de que el conductor asegurado
cause daños a un tercero. El segundo asegurado es el conductor del vehículo que ve protegido su patrimonio
como guardián de la cosa riesgosa que causa el daño por decisión del propietario del vehículo que escoge la vía
del seguro por cuenta ajena mediante la forma de un asegurado determinable al momento del accidente.
7) En la consideración de la responsabilidad en el derecho civil (arts. 1113 del Cód. Civil y 1757 y 1758 del
Cód. Civ. y Com.) no se atiende a la culpa del titular o del guardián para hacerlos responsables frente a la
víctima. El art. 114 de la LS contempla, en cambio, la eventual culpa grave de cualquiera de estos dos
acreedores del contrato de seguro (titular y conductor autorizado) para permitir al asegurador liberarse de la
obligación de mantención de indemnidad en el seguro de responsabilidad civil.
8) Las conductas del titular y del conductor autorizado se examinan a la luz de las obligaciones concurrentes
frente a la víctima según el derecho sustancial (art. 1758 del Cód. Civ. y Com.). El factor subjetivo es irrelevante
en el derecho civil y decisivo en el derecho de seguros en la aplicación del art. 114 de la LS en lo relacionado
con estos obligados concurrentes que son acreedores respecto de la aseguradora. Una conducta del titular al
permitir el uso de un automóvil con vicios ocultos con su conocimiento configura culpa grave y no la del
conductor que causa un accidente desconociendo tal circunstancia. Y un conductor puede incurrir en culpa grave
al manejar ebrio sin que el titular pueda ser calificado bajo ese estándar al haberle prestado el vehículo al
guardián cuando este se encontraba sobrio.
 

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9) La pretensión del asegurador para liberarse de su obligación consiste en acreditar que el asegurado ha
provocado con su culpa grave el hecho del que nace su responsabilidad. El hecho de cada asegurado del que
nace su responsabilidad es distinto. El examen del "hecho" del titular se centra en la culpa grave en el acto
previo de préstamo de la cosa riesgosa para el uso por el guardián. El "hecho" del guardián se focaliza, en lo
fundamental, en la culpa grave en el uso, la dirección y el control de la cosa.
10) La consideración de cada "hecho" de los cuales nacen sus respectivas responsabilidades (en lo esencial
la diferencia entre el préstamo y el uso de la cosa) origina, de modo consiguiente y distinguible, la necesidad de
la aseguradora de probar la culpa grave de cada uno de los asegurados en esas dos acciones. La aseguradora
necesitará acreditar así que en el acto de préstamo por parte del titular hay culpa agravada y que en el acto de
uso por el guardián existe también culpa grave que deben considerarse como hechos distintos a indicar en la
demanda de eximición integral de obligación de mantención de indemnidad (conf. art. 330 del Cód. Proc.).
11) Si hay dos asegurados —como se infiere en una interpretación sistemática e integral de la teoría del
conductor asegurado— el asegurador solo se liberará totalmente si prueba la culpa grave de ambos. La teoría del
conductor asegurado parece sostener que la prueba de la culpa grave de uno de los dos asegurados libera ya al
asegurador. Se aduce, implícitamente, el carácter expansivo de una culpa grave (la del conductor, por ejemplo)
respecto del titular como otro asegurado sin considerar que la culpa grave es personal y debe ser distinguida en
su examen por el juez de la causa entre ambos responsables frente a la víctima y acreedores en relación con el
asegurador.
12) La perspectiva que se adopta en estos casos está influida por la hermenéutica que se da a la materia a
partir del art. 70 de la LS y de las cláusulas que elaboran habitualmente las aseguradoras. El problema que
enfrenta este tipo de interpretación es que el art. 114 tiene una redacción específica para las hipótesis de
responsabilidad civil que impone al asegurador probar la culpa del asegurado.
13) Las pólizas de responsabilidad civil en las cuales se asegura al titular y al conductor se refieren a dos
asegurados en los términos del art. 114 de la LS. Y si se admite que hay dos asegurados debe inferirse
necesariamente que solo podrá liberarse en forma integral el asegurador cuando prueba la culpa de ambos en el
hecho del que nace la responsabilidad de cada uno de ellos.
14) Las cláusulas de las pólizas autorizadas por la Superintendencia de Seguros de la Nación se han
construido a partir del art. 70 de la LS y no del art. 114 como hubiera correspondido. La redacción de estas
cláusulas por el asegurador le permite —por ejemplo, con el método de introducción de conjunciones—
expandir la culpa grave del titular de un asegurado a otro indistintamente.
15) El art. 158 autoriza que el art. 114 solo pueda modificarse a favor del asegurado. El asegurado por
cuenta propia (habitualmente el titular) tiene derecho a ser mantenido indemne hasta que se prueba la culpa
grave del hecho del que nace "su" responsabilidad. Lo mismo para el conductor autorizado (asegurado por
cuenta ajena) en lo relativo al hecho propio del que nace "su" responsabilidad. Necesaria consecuencia lógica de
lo expuesto es que cualquier cláusula de una póliza que restrinja los derechos de cualquiera de los dos
asegurados en estos casos debe considerarse inválida según la ley que rige esta materia.
16) Las cláusulas de este tipo de pólizas limitan los derechos de los asegurados en tanto se imputa el
estándar de la culpa grave —que debe ser personal— de un asegurado para trasladarlo al otro asegurado en
beneficio del interés del asegurador. El examen de culpas de los acreedores por títulos distintos (arts. 1113 del
Cód. Civil y 1758 del Cód. Civ. y Com.) impide aceptar una culpa singular extensible a los dos asegurados.
17) El estándar de la culpa grave procura con un régimen de incentivos que no existan conductas peligrosas
para terceros en la conducción de los vehículos. El titular que le presta el automóvil a una persona sobria o el
conductor que maneja un vehículo con vicios graves ocultados por el propietario no incurren en el estándar del
art. 114 del LS. Su conducta se encuentra independizada de la conducta del otro asegurado que sí incurre en
culpa grave. No se aplica realmente un régimen de incentivos cuando se recurre a la expansión de las culpas
para castigar a una persona respecto de quien no se ha probado culpa grave.
 

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18) El procedimiento de apropiación por las pólizas de categorías de exámenes por estándares que son
atribuidos legalmente a los jueces por el art. 114 se hace evidente en un caso similar como es la exclusión de
responsabilidad inmediata en las pólizas cuando el conductor circula de contramano. Se crea contractualmente
una regla (la simple constatación de la circulación en contramano) cuando legalmente existe un estándar que
corresponde al juez quien debe determinar en cada caso la configuración de culpa grave para liberar de la
obligación de mantención al asegurador.
19) La cláusula de una póliza que exime al asegurador por culpa grave alcanza a la persona jurídica como
titular del vehículo. La liberación del asegurador puede producirse por la acreditación de la culpa grave de los
dependientes de la persona jurídica. La eventual imposibilidad de predicar este factor de atribución subjetivo no
surge explícitamente de la póliza de modo que el asegurador debería siempre mantener a indemne a toda
persona jurídica propietaria por los daños causados por el conductor autorizado. Este derecho no puede
restringirse al encontrarse encuentra concedido por la misma cláusula que alude a un titular sin distinción entre
persona humana o jurídica. La inequidad de esta solución que favorece a la persona jurídica no se compensa con
una expansión de la culpa grave del conductor a la sociedad titular en la interpretación de una cláusula que
restringe el derecho de la sociedad a la mantención de indemnidad al no haberse probado su culpa grave en
contra de lo dispuesto por los arts. 114 y 158 de la LS.
20) Las cláusulas de las pólizas que expanden, por las vías indicadas, la culpa grave de un asegurado a otro
asegurado restringe el derecho del asegurado no culpable a ser mantenido indemne por el asegurador. El art. 158
de la LS prohíbe este tipo de redacción de cláusulas y, por eso, deben considerarse nulas según lo dispuesto
actualmente por el art. 1757 del Cód. Civ. y Com.
 (*) Agradezco al Dr. Cristian Abritta los comentarios realizados en el proceso de elaboración de este trabajo.
 (1) Las pólizas son elaboradas por las aseguradoras en los seguros de responsabilidad civil supuestamente
con base en lo dispuesto por la ley 17.418. El objeto de este estudio se centrará en evidenciar que la
interpretación que se da a la terminología usada en estos instrumentos soslaya la existencia del "conductor
autorizado" como asegurado.
 (2) STIGLITZ, Rubén S., "El deber del asegurador de pronunciarse en relación con el siniestro en el que
participa el 'conductor autorizado'", LA LEY 2005-D, 1242.
 (3) CNCiv., sala C, "Migliore, Nancy E. c. Rodrigues Capelo, José L.", del 06/03/2001, LA LEY 2001-E,
125.
 (4) STIGLITZ, Rubén S. - STIGLITZ, Gabriel A., "Seguro automotor obligatorio", Ed. Abeledo Perrot,
Buenos Aires, nro. 47, p. 97 y nro. 54, p. 109.
 (5) SC Mendoza, sala I, "Rojas, Rolando I. c. Huarpe Coop. de Seguros" del 24/05/1988, LA LEY 1989-E,
1.
 (6) ROITMAN, Horacio, "El seguro de la responsabilidad civil", Ed. Lerner, Buenos Aires, 1974, nro. 66, p.
113.
 (7) CNCiv., sala A, "Contreras de Caló, Rosario c. Puglisi, Héctor y otro", del 25/08/1992, LA LEY 1993-C,
235.
 (8) AGUIRRE, Felipe F., "Cuestiones teórico-prácticas del Derecho de Seguros", Ed. LexisNexis, Buenos
Aires, 2006, p. 235 y nota 21 donde se señala que la culpa grave ha de ser personal del tomador del seguro y no
resulta invocable como defensa cuando aquella es la del conductor (pariente, empleado, etc.).
 (9) Ibidem, p. 239.
 (10) MORELLO, Augusto - STIGLITZ, Rubén S., "Inoponibilidad al tercero damnificado de la culpa grave
del conductor no asegurado", RDCO 206, 2004, p. 478.
 (11) AGUIRRE, ob. cit., p. 240.

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 (12) STIGLITZ, Rubén S. - STIGLITZ, Gabriel A., "Seguro contra la responsabilidad civil", Ed. Abeledo
Perrot, Buenos Aires, 1991, nro. 163, p. 310.
 (13) BARBATO, Nicolás H., "Exclusiones a la cobertura en el contrato de seguro", ED 136-554 y "Culpa
grave y dolo en el Derecho de Seguros", Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 1988, p. 125.
 (14) BULLÓ, Emilio H., "El derecho de Seguros y de otros negocios vinculados", Ed. Ábaco, Buenos
Aires, t. 2, p. 397.
 (15) Ibidem, p. 408.
 (16) Ver QUINTANA, Enrique J., "La culpa grave y la ebriedad del conductor del vehículo en relación con
el seguro de responsabilidad civil en dos fallos divergentes", LA LEY 2007-B, 389. El artículo de Quintana es
particularmente preciso en la exposición de los defectos de la teoría del conductor beneficiario a la vez que da
un resumen de la teoría del conductor asegurado. Se trata, además, de un adecuado estado de la cuestión de
modo que, aunque no comparta todas sus conclusiones, será citado en el resto de este trabajo para plantear una
perspectiva distinta a sostenida en ese texto.
 (17) BULLÓ, Emilio H., ob. cit., p. 407.
 (18) CNCiv., sala D, "Franco, Agustín y otros c. Robles, María C. y otros" del 30/11/2005, LA LEY 2006-C,
898.
 (19) QUINTANA, Enrique J., ob. cit., pto. 7.
 (20) La mayoría de las pólizas tienen un titular registral del vehículo que es el contratante a la vez que un
asegurado por cuenta propia y un conductor autorizado a quien puede considerarse, según sea la teoría, un
beneficiario o un asegurado por cuenta ajena. El estudio analítico de la cuestión evidencia que se presentan otras
posibilidades de contratación y aseguramiento que no estudiaremos aquí a fin de no hacer innecesariamente
extenso el trabajo (ver SCHIAVO, Carlos A., "La culpa grave del asegurado conductor autorizado", JA 2016-II,
718, cap. V).
 (21) Se ha dicho que el art. 70 se encuentra incorrectamente redactado porque, si el siniestro es el reclamo
del asegurado por tratarse de la única conducta que significa la ocurrencia del riesgo consistente en mantener
indemne al asegurado, la provocación de este nunca podrá presentarse a través del asegurado o el tomador
porque jamás ese riesgo podría ser originado en otra voluntad que no fuese la del tercero damnificado. BULLÓ,
Emilio H., ob. cit., t. 2, p. 396.
 (22) CNCiv., sala H, "Canteros, Magna y otro c. Martínez, Marcelo y otro" del 13/06/1997, LA LEY 1998-
E, 835. La Sala acepta en este caso la teoría del conductor beneficiario al descartar que pueda considerárselo
como el asegurado mencionado en el art. 114 de la LS.
 (23) Ver para el Anteproyecto la publicación "Ley General de Seguros. Redactor Dr. Isaac Halperin",
Ministerio de Educación y Justicia, edición oficial, 1959 y ROITMAN, Horacio, "El seguro de la
responsabilidad civil", Ed. Lerner, Buenos Aires, 1974, p. 47 y para el texto del Proyecto de la Comisión su
reproducción ver ZAVALA RODRÍGUEZ, Carlos J., "Código de Comercio y leyes complementarias", Ed.
Depalma, Buenos Aires, 1966, t. II, ps. 613 y ss.
 (24) La omisión parece haber obedecido al designio de Halperin según resulta de su nota en "Análisis de
una crítica" JA 1968-III, 721. Ver también su estudio del tema antes del Anteproyecto, en "Seguro obligatorio de
la responsabilidad civil por el uso de automotores. Un proyecto de ley", LA LEY 44-915.
 (25) El informe de la Comisión decía que "obstante la tendencia creciente a cubrirla" se optaba por su
inserción "por las dificultades de probar el dolo como la deficiente organización policial en el interior del país,
las dificultades prácticas de una intervención rápida del asegurador para investigar las circunstancias en que se
produjo el hecho, etc.". Zavala Rodríguez lo cuestionaba diciendo que, si el asegurado argentino no incurre en
dolo sino tan solo en culpa grave, la víctima del accidente queda sin reparación porque se ha beneficiado a
nuestros aseguradores con un privilegio que va descartando la doctrina y la legislación moderna" (ver "Análisis
 

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de algunos aspectos de la ley 17.418 [Seguros]", JA 1968-II, 740, 747).


 (26) El cambio fue considerado importante por Halperin y así lo hizo notar en su polémica con Zavala
Rodríguez en el mencionado artículo "Análisis de una crítica".
 (27) Tal efecto subsiste incluso al usarse expresiones como "y/o" en estas cláusulas. Dada esta construcción
de la cláusula se produce una deriva hermenéutica que tiende a considerar que el deudor (asegurador) se libera
frente a los acreedores (titular asegurado y conductor autorizado asegurado) dando predominancia a la
conjunción disyuntiva sobre la conjunción copulativa.
 (28) Carlos A. Schiavo precisa que el tomador asegurado como "autorizante" debe responder frente a
terceros por aplicación el art. 1113 del Cód. Civil y precisa que la conducta de culpa grave del conductor
asegurado afecta los derechos emergentes del contrato de seguro de todos los demás asegurados de la
responsabilidad civil y ciertamente libera al asegurador respecto de todos ellos (ver "La culpa grave del
asegurado conductor autorizado" cit., nota 35 con comillas del autor). Creo, por el contrario, que el titular —en
tanto se dé la hipótesis de tomador y titular del vehículo— despliega una conducta adicional al conductor
autorizado asegurado en tanto es, como se señala en ese texto, "autorizante" del uso de la cosa riesgosa. El
hecho del que nace su responsabilidad se concentra en esa conducta previa a la acción posteriormente
desplegada por el conductor. El trabajo de Schiavo —que se distingue por su claridad taxonómica— hace
referencia a este tema en cuanto puntualiza en la nota 32 que se deben contemplar aquellos casos "cuando [...] se
autoriza y facilita el uso del automotor a una persona que [...] se encontrase en evidente estado de ebriedad,
drogado o específicamente incapacitado para conducir".
 (29) Recuérdese que la otra alternativa lógica de la teoría del conductor beneficiario es admitir que el
concepto de asegurado del art. 114 es una categoría vacía en la cual no pueden incluirse los términos técnicos de
"tomador" o "beneficiario" del art. 70.
 (30) Obra publicada en Buenos Aires por Tipográfica Editora Argentina. La cita se encuentra en nro. 44, p.
467.
 (31) Ed. Depalma, Buenos Aires, nro. 44, ps. 483 y ss. y en la obra "Seguros" (3ª ed. actualizada por
Nicolás H. Barbato del año 2001, nro. 43, ps. 941 y ss.).
 (32) "El contrato de seguro", nro. 44, p. 468.
 (33) Ibidem, nro. 45, p. 469 e igualmente en "Seguros", cit., nro. 44, 3ª ed., p. 943.
 (34) Sobre la terminología en las personas involucradas en una estipulación a favor de tercero ver, MAYO,
Jorge A. en BELLUSCIO, Augusto, Código Civil y leyes complementarias, Ed. Astrea, Buenos Aires, 2002, t. 2,
p. 571 y nota 3.
 (35) INSTITUTO ARGENTINO DE ESTUDIOS LEGISLATIVOS, "Contrato de seguro", Ed. Compañía
Impresora Argentina, Buenos Aires.
 (36) Ver RIVAROLA, Mario, "Tratado de Derecho Comercial Argentino", Compañía Argentina de
Editores, Buenos Aires, 1940, t. IV, nro. 1009, p. 306.
 (37) ZAVALA RODRÍGUEZ, Carlos J., ob. cit., t. II, nros. 1640 y 1640 bis, p. 350.
 (38) Texto del Proyecto en ZAVALA RODRÍGUEZ, Carlos J., ob. cit., t. II, p. 622 y las críticas de LÓPEZ
SAAVEDRA, Domingo M., "Ley de Seguros 17.418 comentada", Ed. La Ley, Buenos Aires, 2012, t. I, com. art.
70, 2ª ed., p. 424.
 (39) Ver los votos del Dr. Pettigiani como integrante de la SCBA en los autos "Vega Pérez, Mariano F. y
otra c. Coll, Rubén G." del 09/10/2003, RCyS 2003, 821 y "Larrea, Juan A. y otras c. Quitegui, Carlos E." del
08/08/2007, LLOnline 35012314.
 (40) Debe tenerse en cuenta que el carácter de asegurado puede surgir de dos perspectivas distintas. Una
sostiene que el conductor ha sido asegurado por cuenta ajena con lo cual es sustancialmente un asegurado en los
 

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términos del art. 114. La otra mira la cuestión desde el pragmatismo al considerar que al ampliar la póliza la
cobertura de responsabilidad civil al conductor no asegurado, este debe participar de los derechos y deberes, de
las cargas y exclusiones (CORREA, José L., "Culpa grave del conductor no autorizado", LA LEY 2009-C, 315 y
sus citas). La primera es una teoría de asegurado sustancial (que comparto) y la otra supone una teoría de
asegurado asimilativa con lo cual existe la posibilidad de unificar el examen de conductas (asegurado y
conductor beneficiario asimilado a asegurado) que deberían quedar suficientemente deslindadas.
 (41) "Seguro obligatorio...", ob. cit., p. 36.
 (42) Halperin distingue en este caso la estipulación a favor de tercero dentro del seguro de responsabilidad
civil en la hipótesis de seguro por cuenta ajena. Camilo Viterbo señalaba que la situación jurídica es distinta a la
que se presenta cuando se pretende calificar al seguro contra la responsabilidad como una estipulación a favor
de tercero (la víctima) cuando lo es en realidad a favor del asegurado (ver "El seguro de la responsabilidad
civil", Ed. Depalma, Buenos Aires, 1944, p. 8). Pero no estamos hablando en esta hipótesis de la situación
habitual del seguro por cuenta propia sino del seguro por cuenta ajena en el cual el asegurado-conductor puede
considerarse beneficiario de una estipulación a su favor contemplada entre el tomador-titular y la aseguradora.
La referencia a la existencia de una estipulación a favor de tercero —que sería el conductor autorizado— según
el art. 504 del Cód. Civil también se encuentra en BREBBIA, Roberto H., "Problemática jurídica de los
automotores", Ed. Astrea, Buenos Aires, 1982, t. 2, p. 60.
 (43) La cuestión de los derechos que se conceden o restringen al asegurado en las dos teorías dependerá de
las perspectivas que se adopten. La teoría del conductor asegurado concede mayor protección, en principio, a los
asegurados porque al atribuirse generalmente la culpa grave al conductor y al considerarse que este no es
asegurado, la liberación del asegurador solo podrá ocurrir en aquellos contados casos en que se acredite la culpa
grave del titular asegurado. La teoría del conductor asegurado restringe esos derechos fuertemente porque al
estimar también como asegurado al conductor le basta a la aseguradora esa prueba para liberarse totalmente al
expandirla sobre el otro asegurado (titular del vehículo). La teoría de los dos asegurados se ubica en una
situación particular. Si se prueba la culpa del conductor asegurado la aseguradora queda liberada —como ocurre
con la teoría del conductor beneficiario pero por otro motivo— aunque no se extiende esa eximición a la
obligación que tiene con el titular asegurado. Y a la recíproca, para el caso de que se prueba la culpa grave del
titular asegurado, la aseguradora quedará obligada a mantener indemne al conductor asegurado en tanto no se
haya probado su culpa grave en el hecho del que nace su responsabilidad.
 (44) Digo en principio en tanto estamos hablando de la responsabilidad civil vinculada con el art. 114 de la
LS y su relación con las normas atinentes al hecho del que nace la responsabilidad del asegurado. Es bien
posible que exista un tomador del seguro no propietario con un seguro a favor de tercero (o beneficiario ya
individualizado en la póliza) que sea el titular y a la vez el conductor del vehículo. El tomador en tanto no
guardián ni propietario del vehículo no debe responder en los términos de los arts. 1757 y 1758 del Cód. Civ. y
Com. por los daños causados por la cosa riesgosa. La situación queda afuera en esta hipótesis en tanto hay un
solo asegurado que es el propietario y conductor. Si se diera la posibilidad de que el tomador estipulara con el
asegurador el seguro a favor del propietario y eventualmente a favor del conductor autorizado por este titular del
vehículo se aplicarían para estos dos últimos las pautas indicadas en el presente trabajo.
 (45) Ver LÓPEZ SAAVEDRA, Domingo M., ob. cit., p. 580, nota 1173 y una postura idéntica del mismo
autor en MARTORELL, Ernesto (dir.), "Tratado de Derecho Comercial", Ed. La Ley, Buenos Aires, 2010, vol.
5, nro. 183 p. 583.
 (46) Véase también que la postura de López Saavedra es coherente al considerar a ambos, en virtud de la
misma póliza, como asegurados sin necesidad de acudir a asimilaciones como la expuesta en el plenario "Irago,
Armando R. c. Cabrera, Antonio" de la Cámara Nacional Especial en lo Civil y Comercial del 14/12/1984.
 (47) Así Schiavo manifiesta que el art. 114 de la LS debe interpretarse señalando que "ninguno de los
asegurados tiene derecho a ser indemnizado (mantenidos patrimonialmente indemnes) cuando cualquiera de
ellos provoca dolosamente o por culpa grave el hecho del que nacen sus responsabilidades" (ver "La culpa grave
 

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del asegurado conductor autorizado", pto. V). Véase que aquí se funden en un hecho singular las
responsabilidades plurales y distintas de titular y guardián con lo cual se admite que hay dos responsabilidades
—entiendo que concurrentes— sin considerarse, al mismo tiempo, la importancia que se dan en el art. 1113 del
Cód. Civil y en el actual art. 1758 a las diversas conductas. El mismo autor en su minucioso trabajo expone
justamente esta conducta posible —y distinguible en la realidad— del acto previa de prestar y facilitar la cosa
riesgosa a una persona, por ejemplo, en estado de ebriedad (nota 32).
 (48) Ver por ejemplo el fallo plenario de la Cámara Nacional Especial en lo Civil y Comercial en los autos
"Irago, Armando R. c. Cabrera, Antonio" del 14/12/1984.
 (49) BREBBIA, Roberto H., "ob. cit, t. II, p. 48.
 (50) Voto del Dr. Morandi y sus citas en CNCom., sala E del 09/09/1982, "Sorba, Pedro c. Paraná SA de
Seguros" del 09/09/1982, ED 102-811 y HALPERIN, Isaac, "El contrato de seguro", ob. cit., nro. 19, p. 509.
 (51) VITERBO, Camilo, "El seguro de la responsabilidad civil", Ed. Depalma, Buenos Aires, 1944, p. 145.
En el contexto de responsabilidad subjetiva previo a la ley 17.711.
 (52) LLAMBÍAS, Jorge J., "Obligaciones", Ed. Perrot, Buenos Aires, 1975, t. II-A, nro. 1251, p. 526.
 (53) Una interpretación alternativa saldría del ámbito de los responsables concurrentes de quienes habla el
Cód. Civ. y Com. para ingresar al estudio desde una perspectiva estrictamente contractual. Se podría decir que
hay dos contratos que son analíticamente distinguibles; uno el seguro por cuenta propia y el otro el seguro por
cuenta ajena. Dicho esto, podría afirmarse que es inadmisible que a la situación jurídica de un contratante le sea
atribuida la situación jurídica del otro que incurrió en culpa grave (arts. 114 y 158 de la LS). No sería analizado
el tema desde las obligaciones concurrentes sino considerando que hay dos contratos con dos asegurados con
dos relaciones causales distintas. Y delimitadas estas situaciones contractuales podría hipotéticamente concluirse
que no cabe expandir la culpa grave comprobada en un asegurado en un contrato para comprehender al otro
asegurado en el otro contrato en tanto se trataría de la culpa personal de cada uno de ellos.
 (54) KEMELMAJER de CARLUCCI, Aída, "Daños causados por los dependientes", Ed. Hammurabi,
Buenos Aires, 1992, p. 137 en referencia al dueño de una cosa en su relación con el dependiente. Lo expresado
en el cuerpo no alude a lo expuesto por la reconocida autora; solo se trata de exponer una eventual hipótesis
contraria a la teoría de los dos asegurados.
 (55) Se decía así que el dominio por sí solo, como hecho lícito indiscutido, no puede ni moral ni
jurídicamente generar responsabilidad. El hecho que la genere tendrá necesariamente que ser uno llevado a cabo
por el propietario, hecho que podría ser, entre otros, el de haber tenido su cosa en condición o aptitud de
perjudicar a alguien. La responsabilidad se originaba de este modo en la culpa real o presunta del que tiene la
cosa dañosa (AGUIAR, Henoch D., "Hechos y actos jurídicos, III. Actos ilícitos [responsabilidad civil]. 2", Ed.
Tipográfica Editora Argentina, Buenos Aires, 1950, ps. 254-255).
 (56) Tal es el principio general que rige por el empleo de cosas riesgosas o viciosas que causan un daño a un
tercero por la intervención del dueño e hipotéticamente (como es el caso del conductor autorizado) de la
categoría del guardián. El concepto de guardián queda ahora definido normativamente en el art. 1758 como la
persona que ejerce, por sí o por terceros, el uso, la dirección y el control de la cosa, o quien obtiene un provecho
de ello. La norma no agota las posibilidades que pueden presentarse en la vida diaria. Particularmente habría que
eventualmente examinar —lo que excede los límites de este trabajo— la situación que enfrenta la víctima
respecto de una persona que conduce el rodado en contra de la "voluntad expresa o presunta" del dueño o del
guardián. La víctima no podría alegar —en una lectura literal del art. 1758 del Cód. Civ. y Com.— la
responsabilidad objetiva del conductor en tanto esta queda limitada al dueño, al guardián o a quien conduzca
con sus respectivas autorizaciones. La situación cambia si uno se atiene al art. 1757 que hace referencia a que
"toda persona responde por el daño causado por el riesgo o vicio de las cosas". No entraré a examinar estos
intersticios de la nueva legislación en tanto nos movemos estrictamente en los casos del propietario y guardián
de las cosas riesgosas.
 

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 (57) La determinación de la culpa grave del conductor asegurado o del titular asegurado para excluir la
responsabilidad del asegurador nada tiene que ver con la responsabilidad del titular o del guardián (art. 1113,
Cód. Civil) respecto de la víctima. Este deslinde se presentaba incluso antes de la ley 17.711 al haber
distinguido Viterbo entre la culpa que debía ser acreditada por el asegurado respecto del asegurador y el
concepto de "culpa presunta" que por entonces se empleaba para responsabilidad al titular y al conductor del
vehículo que causaba un daño. La presunción de la culpa frente a la víctima no podía usarse a favor del
asegurador que debía demostrarla conforme a los principios normales que rigen la carga de la prueba ("El seguro
de la responsabilidad civil", p. 48). Con la sanción de los sucesivos ordenamientos (ley 17.711 y Cód. Civ. y
Com.) se debe distinguir entre la responsabilidad objetiva que imputa legalmente al dueño y al guardián la
responsabilidad frente a la víctima de la carga del asegurador de probar la culpa grave de cada uno de ellos. Son
las relaciones entre asegurado y asegurador las que importan y es la situación es la que se describe en el art. 70
en referencia al tomador o beneficiario y por ello se refiere exclusivamente a las relaciones entre ellos sin que se
examine la conducta de un tercero. En el caso de la responsabilidad civil la culpa grave que se examina es la del
asegurado, pero en relación con la víctima. El eje de estudio se desplaza hacia el hecho del que nace su
responsabilidad. Y el examen de esta culpa grave tiene características particulares. En la responsabilidad del art.
1757 Cód. Civ. y Com. ninguna relevancia se da sobre la determinación de ese factor de atribución subjetivo.
 (58) Guillermo A. Borda precisaba que se aplicaba el art. 1113 reformado como una responsabilidad in
solidum. Este autor hacía entrar a jugar la culpa en caso de una eventual acción recursoria del dueño contra el
guardián. Sostenía que en tal hipótesis ello procede al seguir siendo la culpa el eje de la responsabilidad por
hechos ilícitos y porque la doble responsabilidad solo tiene sentido como garantía para el tercero ("La Reforma
de 1968 al Código Civil", Ed. Perrot, Buenos Aires, 1971, nro. 138, p. 216).
 (59) Ver LLAMBÍAS, Jorge J., ob. cit., t. IV-A, nro. 1287, p. 563 y GARRIDO, Roque - ANDORNO, Luis,
"El art. 1113 del Código Civil", Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 1983, ps. 393 y ss.
 (60) BREBBIA, Roberto H., ob. cit., t. 1, p. 140.
 (61) Ver voto de Belluscio en CNCiv., sala C, 03/11/1976, en autos "Cohen, Alberto c. Editorial Intermédica
SA", LA LEY 1977-D, 357, 359.
 (62) GALDÓS, Jorge M., en LORENZETTI, Ricardo, "Código Civil y Comercial de la Nación
Comentado", Ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2015, t. VIII, p. 590 con referencia también al art. 1722 del Cód.
Civ. y Com.
 (63) BREBBIA, Roberto H., ob. cit., t. I, p. 140.
 (64) Quizás podía encontrarse algún respaldo textual en el primer párrafo del art. 1113 a esta distinción
entre las cosas de que uno se sirva y aquellas que uno tiene a su cuidado.
 (65) El art. 1113 se refería fundamentalmente a la situación en que participa en el accidente un tercero sin
subordinación jurídica con el titular cortando el nexo causal entre el empleo autorizado de la cosa riesgosa por
haber sido ese hecho del tercero la causa adecuada del evento dañoso (ver GARRIDO, R. - ANDORNO, L., "El
art. 1113 del Código Civil", Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 1983, nro. 32, p. 477). La cuestión ha perdido
importancia en la actualidad en tanto el Cód. Civ. y Com. en el segmento específico (arts. 1757, 1759 y 1769) ya
no se refiere a esta hipótesis.
 (66) Las eximentes para la aplicación al titular o guardián de las consecuencias de los arts. 1757 y 1758 se
encuentran en los principios del art. 1722 y concs. entre los que el legislador no insertó una salvedad como la
del art. 1113 en cuanto al tercero por quien no debe responder (ver GALDÓS, Jorge M., ob. cit., t. VIII, p. 590).
 (67) Los diferentes vínculos coligados que unen a acreedores y deudores solidarios deben tener su origen en
una causa fuente común. La pluralidad de causas generadoras es incompatible con la idea de solidaridad y
conduce a otras situaciones jurídicas como las de las obligaciones concurrentes, conexas o convergentes (ver
PIZARRO, Ramón D., en BUERES, Alberto — HIGHTON, Elena, "Código Civil y normas complementarias",
Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2004, t. 2-A, p. 659).
 

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 (68) Podría alegarse eventualmente que se está frente a una hipótesis de causalidad disyunta en que basta la
culpa grave del titular —como asegurado por cuenta ajena— o del conductor autorizado —en cuanto asegurado
por cuenta propia— de modo que se liberaría el asegurador cuando se diera en cualquiera de los asegurados este
factor de atribución subjetivo. En realidad, la causalidad disyunta implica que el daño es atribuible a una u otra
persona de manera excluyente, aunque, a raíz de faltar la prueba, no puede determinarse cuál de estos sujetos es
el autor de un daño que intrínsecamente reúnen los requisitos necesarios para tornarlo resarcible (LÓPEZ
CABANA, Roberto M., "Responsabilidad colectiva. Régimen legal en Argentina y Latinoamérica" en
Cuestiones modernas de responsabilidad civil, Ed. La Ley, 1998, p. 228). No creo que sea admisible la
causalidad disyunta en este contexto. El art. 114 de la LS obliga al asegurador a probar la culpa grave de cada
asegurado. Las relaciones causales han sido ya delimitadas cuando se llega a esta etapa porque habitualmente se
conoce, por ejemplo, si el conductor estaba ebrio y si el titular había conocido esas circunstancias. Al utilizarse
esta teoría se borra esta distinción para considerar que ambos son responsables por este tipo de causalidad
disyunta. Ahora bien, el hecho de que se impute legalmente la responsabilidad al dueño y al guardián a favor de
la víctima no impide determinar posteriormente en las relaciones entre los responsables (concurrentes en el
caso) quién de ellos contribuyó en mayor medida y, lo que es más importante en lo relativo al seguro, quien
incurrió en culpa grave. En suma, ambos contribuyeron causalmente al daño por responsabilidad objetiva —
cualquiera sea la teoría que se emplee—, pero lo relevante consiste, en lo que hace al asegurador, en probar
quién de ellos incurrió en culpa grave.
 (69) La CS ha aplicado en ocasiones el factor subjetivo culpa en casos en los cuales el conductor no era
guardián del vehículo dentro del régimen del Cód. Civil. El precedente que considerar es "Brescia, Noemí L. c.
Provincia de Buenos Aires" (CS, Fallos: 317:1921) que fue utilizado en las decisiones recaídas en las causas
"Carbone, Jorge R. c. Provincia de La Pampa" del 10/12/1996; "Pérez, María Elisa c. Provincia de San Luis" del
15/08/1997 y "Falco, José A. c. Provincia de Buenos Aires" del 28/05/1998. Las cuatro sentencias fueron
dictadas en ejercicio de la competencia originaria de la CS.
 (70) Ver STIGLITZ, Rubén - BERIZONCE, Roberto O., "¿Culpa grave del asegurado o de la persona
autorizada? (Un supuesto de congruencia)", LA LEY 1984-C, 236.
 (71) Podría distinguirse aquí entre el riesgo propio de la cosa y el vicio de la cosa. En el caso del riesgo se
responde por el potencial peligro de daño previsible en abstracto, que emana de la particular naturaleza de la
cosa y en el caso del vicio se queda obligado por el deber de garantía que tienen el propietario o guardián de
mantener la cosa de manera que no dañe a otro (BREBBIA, Roberto H., ob. cit., t. 1, ps. 123 y 133). Con esta
mirada el conocimiento de un vicio de características importantes por parte del titular supondría culpa grave
mientras que no incurriría en esta hipótesis del art. 114 de la LS el conductor que desconoce tal defecto.
 (72) El tema de la culpa grave puede ser considerada en la calificación de los hechos (del titular y del
guardián) como un hecho psicológico, como un juicio de valor o eventualmente mediante un término valorativo
(en el caso culpa grave) en la forma en que es habitualmente usado por una comunidad (FERRER BELTRÁN,
Jordi, "Prueba y verdad en el derecho", Ed. Marcial Pons, Madrid, 2005, 2ª ed., p. 519; TARUFFO, Michele,
"Simplemente la verdad", Ed. Marcial Pons, Madrid, 2010, p. 70 y GASCÓN ABELLÁN, Marina, "Los hechos
en el derecho", Ed. Marcial Pons, Madrid, 1999, p. 79).
 (73) La disposición del art. 1113, Cód. Civil —y ahora de los arts. 1757 y 1758 del Cód. Civ. y Com.— es
ajena a las relaciones entre asegurado y aseguradora, quien para liberarse debe acreditar la efectiva culpa grave
del asegurado (HALPERIN — MORANDI, "Seguros", Ed. Depalma, Buenos Aires, 1986, 2ª ed., t. II, p. 872).
Por otro lado, la cuestión no se analiza en estos casos bajo las pautas habituales de la responsabilidad civil que
es el factor de atribución subjetivo previsto por los arts. 512 y 902, Cód. Civil que exige la determinación de la
culpa en concreto (CNCiv., sala A, "Notini, Pedro c. Club Ferrocarril Oeste" del 20/02/1980, LA LEY 1981-B-
286; idem, sala H, "Videla, Hernán V. c. Colángelo, Nicolás y otros" del 27/09/2002, DJ 2003-1-480; idem, sala
J, "Flores, Amalia B. c. Hospital de Gastroenterología Dr. Carlos Bonorino Udaondo y otros s/ daños y
perjuicios" del 17/04/1912, LLOnline AR/JUR/14032/2012 y ALTERINI, A. A., "Aspectos de la teoría de la
 

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culpa en el derecho argentino (con referencia al Código Civil español y en ocasión de su centenario)", LA LEY
1989-E-1098 y "Carga y contenido de la prueba del factor de atribución en la responsabilidad contractual", LA
LEY 1988-B-947).
 (74) Ver, en general, BARBATO, Nicolás Héctor, "La culpa grave en el contrato de seguros", en La
responsabilidad (Homenaje al profesor doctor Isidoro H. Goldenberg), Ed. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1995,
ps. 729 y ss.
 (75) La acción de préstamo es por lo general previa el empleo del automóvil. No obstante, puede ocurrir,
como en el caso de la Sala H, que la permanencia en el vehículo evidencie que el titular advierte en ese
momento la ebriedad del conductor y aun así le permite seguir conduciendo. Véase que desde esta perspectiva
se verifica que en la conducta de préstamo anterior no incurrió necesariamente en culpa grave —el conductor
hace dos días estaba sobrio— y que es solo en el viaje con ese conductor que se comprueba la situación con lo
cual la omisión en retirar esa autorización es lo que constituye la culpa grave del propietario en este caso. La
falta grave no consistiría, pues, en una comisión (prestar el auto a una persona ebria), sino una omisión (no
retirar la autorización para conducir a una persona ebria).
 (76) BARBATO, Nicolás H., "Derecho de Seguros", Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2001, p. 43 y
"Exclusiones a la cobertura en el contrato de seguro", ED 136-547.
 (77) BALKIN, Jack, "The Rhetoric of Responsibility", 76 Virginia Law Review 197 (1990).
 (78) QUINTANA, Enrique J., ob. cit.
 (79) En la delimitación negativa de un riesgo, es decir, indicar qué riesgos no son materia de cobertura, la
aseguradora puede optar por asegurar los riesgos correspondientes a un propietario que conduce el automóvil
(BULLÓ, Emilio H., ob. cit., t. 2, p. 393), y en tal caso no importa el tipo de conducta eventualmente
desarrollado por un conductor asegurado en tanto se encuentra fuera de la cobertura de la cláusula.
 (80) Quiero decir con esta expresión que la víctima no se dirige contra el propietario por haber sido
conducido el automóvil por un tercero por el que deba responder. Va contra el titular sencillamente porque es
propietario de la cosa riesgosa que ha sido prestada un tercero. Corresponderá al titular demostrar que ese hecho
adicional que hace a su responsabilidad objetiva no se ha producido en el caso al no haber prestado el automóvil
al sedicente guardián.
 (81) El texto proviene de la cláusula 6 de la resolución 35.401 del 20/10/2010 de la Superintendencia de
Seguros de la Nación insertada en la sección dedicada a la responsabilidad civil hacia terceros transportados y
no transportados entre los riesgos excluidos se encuentra la cláusula 3 que dice que "[e]l asegurador queda
liberado si el asegurado o el conductor provoca, por acción u omisión, el siniestro dolosamente o con culpa
grave. No obstante, el asegurador cubre al asegurado por la culpa grave del conductor cuando este se halle en
relación de dependencia laboral o en ocasión de esa relación, sin perjuicio de subrogarse en sus derechos contra
el conductor". La cuestión del alcance de la segunda parte de esa cláusula es examinada con detenimiento por
WELTZER MALBRÁN, Alfredo R., "La culpa grave del asegurado y del conductor en el seguro de
responsabilidad civil", ED 98-1013, cap. III. La idea de este autor es que el asegurador puede invocar frente a su
asegurado la culpa grave del conductor autorizado no dependiente y que esa exclusión —basada a la fecha de la
nota en la resolución 9341 de la SSSN— impide que el asegurador oponga la defensa de culpa grave cuando se
trata del conductor situación en la mencionada condición de dependencia con el "asegurado".
 (82) Schiavo cuestiona la redacción que se da a las pólizas reclamando que se use el plural del término
"asegurados", para que así no quepan dudas de que la culpa grave o el dolo en la provocación del siniestro de la
responsabilidad civil, por cualquiera de los asegurados, liberan al asegurador respecto de todos los asegurados y
del mismo tomador asegurado (ver "La culpa grave del asegurado conductor autorizado" ya citado). Comparto
la primera parte de la afirmación. Sería conveniente que se indique en las pólizas que hay dos asegurados (uno
por cuenta propia y otro por cuenta ajena) que es la tesis fundamental de la teoría del conductor asegurado.
Discrepo, en cambio, con el resto de lo expresado. Si hay dos asegurados no es posible que la culpa personal de
 

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cualquiera de ellos se expanda al otro porque así volvemos a la línea directriz del art. 70 cuando la situación de
cada asegurado debe ser considerada a la luz del específico art. 114 de la LS. Nuevamente debo decir que si hay
dos asegurados hay dos culpas personales de cada uno de ellos que surge del hecho del que nace su
responsabilidad (de cada uno de ellos) con lo cual debe estudiarse el comportamiento de titular asegurado y
conductor asegurado de modo independiente en estas pólizas de responsabilidad civil.
 (83) Se dice así que el asegurador no indemnizará cuando el vehículo asegurado circule a contramano,
existiendo señal inequívoca en el lugar del hecho de la dirección de circulación (ver la cita de una póliza en
concreto en SC Mendoza, sala I, "B., R. G. y ots. c. R., R. E. y ots. s/ d. y p. s/ inc. cas." del 18/12/2013, pub. en
LLOnline AR/JUR/85939/2013).
 (84) Ver en este sentido lo dicho en el voto del Dr. Lorenzetti como integrante de la CS en la causa "Cuello,
Patricia D. c. Lucena, Pedro A.", del 07/08/2007 al señalar que "si una persona puede trasladar al seguro la
totalidad de los daños que causa, no tendrá ningún incentivo para tomar precauciones tendientes a evitar el daño,
en cambio, si una parte repercute sobre su patrimonio, la indemnización mantendrá un efecto disuasivo" (ver las
consideraciones del Dr. Rosenkrantz al respecto en "Flores, Lorena R. c. Giménez, Marcelino O. y otro s/ daños
y perjuicios" del 06/06/2017) sino estrictamente de la aplicación del régimen normativo de la LS para tutelar los
derechos del asegurado en los seguros de responsabilidad civil.
 (85) Ver DASSEN, Julio sobre el tema en su trabajo "El seguro de responsabilidad civil y la violación de
leyes y ordenanzas por el asegurado. (Nota a fallo de la CNCom. de la CF del 07/08/1944, en: 'Guardamagna, O.
c. Inst. Ítalo-Argentino de Seguros Generales [SA]')", JA-1945-I, 645) y también MEILIJ, Gustavo R. -
BARBATO, Nicolás, H., "Tratado de Derecho de Seguros", Ed. Zeus, 1975, nro. 138, p. 69.
 (86) Se emplean en muchas ocasiones dos tipos de formulaciones jurídicas: una regla y un estándar. La
regla entra en acción con la simple constatación de un hecho de la que se sigue una consecuencia y el estándar
requiere, en cambio, la comparación de la calidad o tendencia de lo que ocurrió en la instancia particular con lo
que se cree ser la cualidad o tendencia de situaciones exigibles en casos similares (BIELSA, Rafael, "Las reglas
del derecho en la ley, en la doctrina y en la jurisprudencia a propósito del 'estándar' jurídico", LA LEY 59-867;
BORDA, Guillermo A., "Tratado de derecho civil. Parte general", Ed. Perrot, Buenos Aires, 1984, 8ª ed., t. I,
nro. 42, p. 58; HART, Henry M. - SACKS, Albert M., "The Legal Process: Basic Problems in the Making and
Application of Law", Foundation Press, New York, 1994, ps. 139 y 140 y SCHAUER, Frederick, "Thinking like
a lawyer. A new introduction to legal reasoning", Mass., Harvard University Press, Cambridge, 2009, ps. 188 y
ss.). Estas directivas presentan ventajas e inconvenientes relacionados ya que se refieren tanto a principios
básicos de justicia y seguridad jurídica como a consideraciones respecto al costo económico de las medidas de
precaución que adoptan los conductores y peatones y de los gastos eventuales del litigio para las parte que el
pleno de la cámara —de modo análogo al legislador— pondera en su tarea interpretativa del texto legal (ver
SULLIVAN, Kathleen M., "The Justices of Rules and Standards", 106 Harvard Law Review 22, 57 y ss., 1992;
SUNSTEIN, Cass R., "One case at a time. Judicial Minimalism on the Supreme Court", Mass., Harvard
University Press, Cambridge, 1999, p. 41; POSNER, Richard A., "El análisis económico del derecho", FCE,
México, 1998, p. 171 y SHAVELL, Steven, "Economic Analysis of Accident Law", Mass., Harvard University
Press, Cambridge, 2007, ps. 17 y 20). La culpa grave es un estándar (y diría un estándar en el doble sentido en
tanto se compara, a su vez, la culpa grave con la culpa en sentido lato). Una cláusula que haga referencia a una
conducta específica como superar la velocidad máxima o conducir de contramano son reglas de todo o nada. No
hay comparación sino una simple constatación; se va o no de contramano.
 (87) La separación no es, desde luego, tan estricta y los operadores del derecho recurren a menudo a
procedimientos hermenéuticos para debilitar la rigidez de las reglas o la flexibilidad de los estándares (ver
SCHAUER, Frederick, "The Convergence of Rules and Standards", 2003 New Zealand Law Review 303, 312 y
ss. y "Exceptions", 1991, 58 University of Chicago Law Review 871, 891).
 (88) El automóvil que se desplaza de contramano porque se rompió la dirección no supone necesariamente
una conducta de culpa grave según el estándar a examinar por el juez. El estudio de la relación de causalidad
 

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entre la conducta del conductor autorizado y los daños causados es lo que autoriza a tener por excluida
singularmente la obligación del asegurador en ese caso (ver en este sentido CNCiv., sala E, "Quaranta, Germán
J. c. Márquez, Miguel A." del 04/12/2012, pub. en AP/JUR/4323/2012).
 (89) Juan C. Félix Morandi señalaba en un conocido fallo de su autoría como integrante de la CNCom. —
ver sala B, de "Espósito Tuccillo, Antonio c. Pirroncelllo, Vito" del 20/09/1989, pub. en LA LEY 1990-A-629—
que si la culpa grave del asegurado constituye una delimitación subjetiva del riesgo, es decir, un riesgo excluido,
se presenta como configurativa de una conducta violatoria del comportamiento "antisiniestral" que el asegurador
presupone en el asegurado y que ha computado a los fines de la cobertura y consecuentemente, para establecer
la prima, en razón de que aquel se encuentra en relación directa con la probabilidad de producción del siniestro
y con su intensidad, desorbitante de un modo anormal la conducta prevista por las partes en el contrato. Lo que
vale para el asegurador en cuanto a la culpa grave, vale también para ella misma que no puede elaborar
estándares o reglas de tipificación de conductas que asimila en la póliza a culpa grave. El juez no se encuentra
vinculado con estas cláusulas y solo se encuentra atado al estándar legal establecido en el art. 114 de la LS.
 (90) Es importante distinguir entre dos tipos de cláusulas. A veces las aseguradoras insertan cláusulas que
excluyen la cobertura por infracciones corrientes como ocurría antes de la sanción de la LS. Así se ha señalado
que el conducir a velocidad superior a la permitida, o a una velocidad imprudente o excesiva, no es causal de
exclusión de cobertura, pues no es una conducta que encuadre en la culpa grave, puesto que se trata de
infracciones corrientes que, al estarse ante una conducta media, ya ha sido tenida en cuenta por la empresa
aseguradora al momento de estructurar la cobertura y calcular la prima (ver CNCiv., sala A, voto del Dr. Picasso
en "Morteyru, Juan Alberto y otro c. Juan, Gustavo G. y otros s/ daños y perjuicios" del 27/12/2011, pub. en
LLOnline AR/JUR/97240/2011). Otro tipo de cláusulas son las que se refieren a situaciones extraordinarias —
conducir de contramano— y que normalmente son consideradas como supuestos de culpa grave en su
estimación por los jueces en el caso concreto. Estas cláusulas son superfluas porque la decisión del juez resulta
independiente de este tipo de exclusiones contractuales de cobertura. La cuestión se decide por el estándar del
art. 114 y no por los estándares o reglas contractuales de las pólizas.
 (91) JA 1985-III, 395. La Cámara Nacional de Apelaciones en lo Especial y Comercial estableció que para
condenar a la aseguradora en los términos del art. 118 de la LS no es menester integrar la litis con quien ha
contratado el seguro, pues basta haberlo hecho con quien conducía el rodado con su autorización. Dada esta
hipótesis, la prueba de la culpa grave del conductor la liberará de su obligación al no haber sido deducida
pretensión alguna contra el titular asegurado.
 (92) Ver QUINTANA, Enrique J., ob. cit.
 (93) Ver GEISTFELD, Andy, "A Roadmap for Autonomous Vehicles: State Tort Liability, Automobile
Insurance, and Federal Safety Regulation", 105 California Law Review 1610, 1629 (2017).
 (94) Ver QUINTANA, Enrique J., ob. cit.
 (95) ORGAZ, Alfredo, "Observaciones sobre la responsabilidad de las personas jurídicas"; LA LEY 3-135.
 (96) Ver, por ejemplo, el voto de la Dra. Mariani de Vidal en CNFed. Civ. y Com., sala II, "Wilbers de
Formigo, María T. y otros c. Obra Social del Personal de la Industria Maderera y otro" del 02/09/1994, JA 1996-
II, 445.

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