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LA DESINFORMACIÓN
¿Es legítimo amparar el hecho de distribuir o publicar información falsa bajo la
libertada de expresión? ¿Es válido publicar fake news o bulos en Internet? No
debería serlo, porque la desinformación y la manipulación de las opiniones a
través de las campañas de fake news, que están a la orden del día actualmente,
traen consigo otra serie de problemas.
Llevamos un tiempo viéndolo, pero con la pandemia de Covid-19 hemos sido
aún más testigos de cómo los bulos han corrido como la pólvora gracias, en gran
medida, a la viralización que permiten las redes sociales. Y en un mundo cada
vez más saturado de información (verdadera y falsa), donde mucha gente ni
siquiera ejerce el más mínimo esfuerzo crítico (ya no digamos de buscar y
contrastar la información que recibe en la pantalla de su móvil), limitar este tipo
de mensajes es necesario.
¿Corremos el riesgo de caer en la censura y el control? Es posible,
especialmente cuando hay autoridades que empiezan a hablar de la necesidad
de «desanonimizar» las redes sociales. Lo que está claro es que la libertad de
expresión en Internet no puede justificar la desinformación.
EL DERECHO AL HONOR
Volviendo al choque de derechos, y tal y como ocurre también fuera de Internet
(especialmente en medios tradicionales), no es poco habitual que la libertad de
expresión e información entre en conflicto en ocasiones con el derecho al honor,
la intimidad personal y familiar y la propia imagen.
Actualmente, las redes sociales se han convertido también en un campo donde
los insultos están a la orden del día. Y no, los insultos no están amparados bajo
la libertad de expresión, de hecho, si así lo considera un juez, pueden ser delito
de injurias y/o calumnias. Evidentemente, para llegar a ese extremo, es
necesario que se analice y evalúe cada caso y situación, es decir, cuando estos
dos derechos entran en conflicto, es necesario realizar una ponderación con
respecto a los bienes jurídicos en conflicto, valorando la veracidad de la
información y que esta se refiera a asuntos de relevancia pública que son de
interés general, tanto por el tema al que se refiere como por las personas que
intervienen.