Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
15 Esteban Perez Alonso-La Regulacion de La Autoria
15 Esteban Perez Alonso-La Regulacion de La Autoria
1. INTRODUCCIÓN.
El Capítulo IV del Título II (Del Hecho Punible) del Libro I (Parte General) del
Código Penal peruano (CPP, en adelante), como reza en su rúbrica, regula la materia
referida a la autoría y la participación criminal. El precepto introductorio de dicho
Capítulo es el art. 23 CPP, destinado a la regulación de la autoría y sus formas (Autoría,
autoría mediata y coautoría), que constituye la materia objeto de este comentario.
Aunque también habrá que tener en cuenta los demás preceptos contenidos en dicho
Capítulo, especialmente los relativos a las formas de participación criminal, es decir, el
art. 24 CPP que regulan la inducción y, sobre todo, el art. 25 CPP que ofrece una
regulación dual de la complicidad, en la medida que distingue entre una complicidad
primaria y otra secundaria. Por su parte, el art. 26 se refiere a la interesante cuestión de
la incomunicabilidad de las circunstancias a los participantes, mientras que el art. 27
CPP cierra el Capítulo con la regulación de la actuación en nombre de otro.
No cabe duda que el art. 23 constituye el eje del modelo de autoría establecido
por el Código Penal peruano, teniendo, además, un significado teórico y una función
sistemática de importancia. Este precepto, en contraposición a los dos siguientes,
distingue clara y expresamente la autoría en sentido estricto y sus formas, al declarar
como autor propiamente dicho al “que realiza por sí solo o por medio de otro el hecho
punible y los que lo cometan conjuntamente”. Cualquiera de estos sujetos es el
responsable directo, principal e independiente de la infracción penal. Por el contrario,
los arts. 24 y 25 CPP, en relación opositiva al precepto anterior, castigan con la misma
pena que el autor, pero sin serlo, al “que, dolosamente, determina a otro a cometer el
hecho punible” (instigador) y al “que, dolosamente, preste auxilio para la realización del
hecho punible, sin el cual no se hubiere perpetrado” (cómplice primario), mientras que
castiga con una pena interior “a los que, de cualquier otro modo, hubieran dolosamente
prestado asistencia” (cómplices secundarios o simples). Los inductores y los
cooperadores primarios son partícipes en un hecho ajeno, sometidos al principio de
accesoriedad, aunque castigados con igual pena que el autor. Estos sujetos son los
responsables indirectos, accesorios y dependientes de la infracción realizada por el
verdadero autor.
El art. 23 CPP contiene los aspectos más importantes sobre la autoría, en cuanto
que viene a reconocer legal y expresamente las tres formas de autoría comúnmente
aceptadas: la autoría inmediata o individual (por sí), la autoría mediata (por medio de
otro) y la coautoría (conjuntamente). Este reconocimiento legal cumple una función
aclaratoria importante sobre las diversas formas de autoría en sentido estricto,
especialmente en lo que se refiere a la coautoría y a la autoría mediata. Con ello se
disipa cualquier duda sobre su verdadera naturaleza como modalidades de autoría, al
tiempo que también se evitan equívocos en la jurisprudencia y en la doctrina. Por ello,
según creo, era necesario un precepto de este calado teórico y, además, porque supone
una plasmación expresa del principio de legalidad en materia de autoría. Parece claro
que el art. 23 CPP, cuando castiga como autores a los que realizan el hecho punible, está
acogiendo un concepto restrictivo de autor, al reconocer explícitamente el principio de
referencia al tipo como presupuesto ineludible de cualquier concepto y clase de autoría.
La tipicidad constituye la barrera infranqueable entre la autoría y la participación: sólo
puede ser autor quien realice el hecho punible. En suma, este precepto proclama un
concepto restrictivo de autor, basado en el principio de referencia al tipo, cuyo
fundamento reside en la realización del hecho típico, encontrando su ubicación
sistemática en sede de tipicidad.
Por tanto, a diferencia de los arts. 24 y 25 CPP, el art. 23 CPP tiene un efecto
declarativo primario en todos sus términos y no constitutivo, en cuanto que viene a
declarar y reconocer expresamente quienes son autores, pero no convierte en autor a
ningún sujeto que no lo sea en sentido propio. No es, por tanto, una cláusula de
extensión del tipo ni de la pena, sino que declara que aquél que realice el hecho punible
es autor del delito y merece ser castigado, en consecuencia, con la pena prevista en el
tipo correspondiente.
Del mismo modo, hay que señalar que no tiene sentido reproducir la tradicional
polémica doctrinal sostenida en la doctrina española sobre la ubicación de la autoría
ante la regulación que ofrece el Código Penal peruano. Es claro que no puede haber más
autores que los reconocidos en el art. 23 CPP, cuando reconoce las tres modalidades de
autoría y la realización del hecho punible (referencia al tipo) como elemento común a
todas ellas. Pero, al mismo tiempo, esta proclamación general de la autoría se concreta y
complementa en cada tipo penal: si el autor es quien realiza el hecho punible, éste no
puede ser más que el hecho prohibido u ordenado en el correspondiente tipo (de autoría)
de la Parte Especial y castigado con pena. Los tipos penales describen las conductas
prohibidas o mandadas y se refieren al sujeto de las mismas («el que…»), por ello se
habla de tipos de autoría, porque imputan como propia la realización de un hecho típico
principal, estableciendo una responsabilidad independiente, mientras que el art. 23 CPP
reconoce quiénes son estos sujetos (los autores) y cómo se pueden realizar tales
conductas (por sí o por medio de otro y los que lo cometan conjuntamente).
Frente a los tipos de autoría o principales (de la Parte Especial) realizados por
quienes son autores y en las formas reconocidas en el art. 23 CPP, se encuentran los
tipos de participación o accesorios recogidos en los arts. 24 y 25 CPP que sí tienen
efecto constitutivo en cuanto a la tipicidad y punibilidad de los partícipes. Estos tipos
imputan como propio la realización de un tipo accesorio, es decir, la contribución al
hecho ajeno realizado por el autor, estableciendo una responsabilidad dependiente de
éste. Por ello, se habla de tipo accesorio o dependiente, porque está compuesto por las
disposiciones generales que incriminan la participación (arts. 24 y 25 CPP) y el tipo
principal realizado por el autor al que va referido. Por ello, su efecto es constitutivo,
porque no de existir tales conductas participativas serían impunes por atípicas, ya que
no les alcanza el tipo principal al que se refieren y del que dependen, que sólo afecta a
quien lo realiza, es decir, al autor. En definitiva, puede concluirse, que no hay más
autores y partícipes que los recogidos en los arts. 23, 24 y 25 CPP: a los primeros se les
declara responsables directos por realizar un tipo principal o de autoría (art. 23 CPP),
mientras que a los segundos se les convierte en responsables por la realización de un
tipo accesorio o de participación (arts. 24 y 25 CPP), que depende del hecho ajeno
realizado por el autor tanto desde el punto de vista cualitativo como cuantitativo.
Al igual que sucede con el § 25 StGB y el art. 28,1 CPE, el art. 23 CPP no da
una definición legal de la autoría, ni sería propio que lo hiciera, sino que es tarea de la
doctrina y jurisprudencia ofrecer un concepto de autor conforme a lo establecido en
dicho precepto. La fórmula legal empleada para reconocer la autoría es lo
suficientemente firme como para que se respeten los presupuestos básicos y esenciales
que permitan alcanzar un concepto restrictivo de autor, pero, al mismo tiempo, es lo
suficientemente neutra y flexible como para que pueda ser interpretada conforme a las
diversas teorías que se defienden en la actualidad sobre la autoría.
b) Las teorías objetivo-formales son las precursoras de definir al autor por su referencia
al tipo: autoría es realización del tipo legal. Fueron doctrina dominante en Alemania
hasta mediados del siglo pasado y en España hasta la entrada en vigor del Código Penal
de 1995, pero en ambos casos han sido desterradas por la teoría del dominio del hecho.
En España, esta teorías ha conocido fundamentalmente dos versiones:
a´. La teoría objetivo-formal clásica se caracteriza por considerar autor a todo aquél que
realice alguna acción ejecutiva, frente al partícipe que lleva a cabo actos preparatorios o
de mero auxilio durante la ejecución del hecho. Se establece una correspondencia entre
autor-partícipe y actos ejecutivos-preparatorios, de tal manera que la coautoría se
diferencia de la complicidad de la misma forma en que se distinguen las acciones
ejecutivas (tentativa) de las preparatorias. Por ejemplo, el que sujeta a la víctima
mientras que el compañero le asesta la puñalada mortal o tiene acceso carnal, sería
coautor de un homicidio o violación, por cuanto que realiza actos ejecutivos de la
muerte o de la violación. No sería autor, por el contrario, el sujeto que se sitúa en la
puerta de un banco para realizar labores de vigilancia, mientras que sus compañeros
sustraen el dinero bajo intimidación, porque la vigilancia no es un acto ejecutivo del
robo, sino un acto de cooperación necesaria (participación).
La teoría del dominio del hecho se caracteriza, además, por mostrarse como una
síntesis de elementos objetivos y subjetivos. De forma muy genérica, puede decirse que
el dominio del hecho consiste objetivamente en el poder de configurar y determinar el sí
y el cómo de la realización del tipo —el hecho está en manos del autor—, mientras que
subjetivamente el autor ha de tener conocimiento de las circunstancias objetivas que
fundamentan su dominio sobre el hecho. Por ejemplo, en una violación, las riendas del
hecho las tiene tanto el que intimida con la navaja a la víctima, como el que tiene acceso
carnal; en un atentado terrorista con artefacto explosivo, que es entregado por un
empleado de correos, el hecho está en las manos del que instrumentaliza mediante error
al mensajero, que desconoce el contenido del paquete, por el mayor conocimiento y
control que tiene de la situación.
A. La autoría inmediata.
B. La autoría mediata.
a) Instrumentalización de otro que actúa de forma atípica, es decir, sin cumplir los
elementos del tipo objetivo o del tipo subjetivo.
a’. Faltan los elementos del tipo objetivo cuando la conducta del instrumento no está
tipificada, existiendo engaño o violencia por parte del sujeto de atrás, o bien éste no
reúne las condiciones personales especiales para ser autor idóneo del correspondiente
delito —instrumento doloso no cualificado—.
b’. Faltan los elementos del tipo subjetivo cuando el instrumento actúa sin dolo —su
conducta se dirige a un fin distinto del sujeto de atrás— o bien carece de los elementos
subjetivos del injusto exigidos por algún tipo —instrumento doloso sin intención—,
siempre que ambos elementos del tipo subjetivo concurran en el sujeto de atrás. Por
ejemplo, sería autor mediato, por falta de dolo en el instrumento, el médico que utiliza a
una enfermera, ignorante del contenido de la jeringuilla, para que inyecte a un paciente
una dosis mortal de veneno, o el que utiliza a un mensajero para que entregue un
paquete bomba, ignorando su contenido.
4. LA COAUTORÍA.
A. Estructura y definición.
B. Elementos típicos.
b’. Pero, no basta con intervenir durante la ejecución para ser coautor, pues los
cómplices también pueden actuar en esta fase, por lo que habrá que determinar el
contenido objetivo-material de la contribución prestada para poder afirmar el dominio
funcional del hecho. Como hemos señalado, y reconoce tanto la doctrina como la
jurisprudencia, ha de tratarse de una contribución que sea presupuesto imprescindible
para la realización del tipo, cuya no prestación conduce al desbaratamiento del plan
global. Esta fórmula contiene dos elementos distintos que cumplen una función diversa:
presupuesto imprescindible y desbaratamiento del plan. El primero cumple la función
primaria y positiva de determinar el contenido del dominio del hecho, mientras que el
segundo cumple la función secundaria y negativa de confirmar la relevancia del aporte.
El dominio positivo lo tiene todo aquel que preste una contribución que sea
presupuesto imprescindible para la realización conjunta del hecho, es decir, que cumpla
una función independiente y esencial. De una parte, la contribución prestada en el
marco del plan delictivo ha de tener una función autónoma, de tal forma que los
intervinientes aparezcan como sujetos emancipados o equiparados mediante un
comportamiento del mismo rango, puesto que en la coautoría existe igualdad de
dominio, sin ningún tipo de subordinación objetiva ni subjetiva. Y, por otra parte, el
dominio conjunto alcanza su verdadero sentido cuando, desde la perspectiva ex ante y
de un modo objetivo, cada contribución ejerce una función esencial para la realización
del hecho, teniendo hasta el último momento la decisión relevante y el poder de
configuración sobre la realización del tipo penal, en la medida que existe una
interdependencia funcional y necesidad de todos los aportes para lograr el éxito del
plan. Cuando se da esta dependencia mutua y horizontal, todos se muestran como
compañeros emancipados y necesarios en la realización conjunta del hecho,
imputándose recíprocamente y no de forma accesoria los esfuerzos y contribuciones
para completar la ejecución total del hecho propio.
Este elemento hay que entenderlo como un principio regulativo en los casos
límite, que permita ofrecer una solución judicial adecuada conforme al principio guía
ofrecido. Esto sucede, por ejemplo, en los casos de vigilancia en el robo, donde no es
posible ofrecer una solución unánime para todas las hipótesis imaginables, sino que hay
que realizar una consideración diferenciadora. El vigilante será coautor si la realización
del hecho exigía tal puesto, es decir, si se trataba de una función independiente y
esencial para dar el golpe. Por el contrario, el vigilante será cómplice cuando la banda
de criminales lo lleva consigo para ir introduciéndole poco a poco en el ejercicio de la
«profesión» y le hacen vigilar en un lugar sin importancia, pues, en tal caso, la
realización del hecho no depende de su contribución.
Pero, el cómplice también puede ser definido de forma negativa, es decir, por
exclusión del concepto de coautor que ya hemos ofrecido. Desde este punto de vista,
conviene recordar, muy esquemáticamente, que coautor sería todo aquél que interviene
en división de trabajo durante la fase de ejecución del hecho punible, prestando una
contribución objetivo-materialmente relevante por desempeñar una función
independiente y esencial, desde la perspectiva ex ante del espectador objetivo, que
configura plenamente el sí y el cómo de la realización del hecho, en el marco del plan
delictivo global acordado, concurriendo además las cualidades personales, especiales y
subjetivas exigidas en el correspondiente tipo penal para ser autor idóneo. De donde
podemos deducir, por tanto, que todo aquel interviniente que no reúna todos estos
requisitos y características no podrá ser coautor, sino cómplice (primario o no).
II. Intervención esencial en fase ejecutiva: coautor (art. 23 CPP), salvo que:
B. No sea autor idóneo, es decir, sin reunir las cualidades especiales o personales
exigidas por el tipo correspondiente.
En todos estos casos se excepciona la coautoría y, por tanto, el sujeto, pese a
actuar durante la fase ejecutiva de forma esencial para la realización del hecho, será
cómplice primario.
BIBLIOGRAFÍA: