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¿CÓMO ESCRIBIR UNA NOVELA?

A. LA SEMILLA DE UNA HISTORIA

¿Qué es el concepto?

El concepto, también llamado logline por los guionistas, es una sola frase (entre


veinticinco y cuarenta y cinco palabras, más o menos) donde se resume la historia
que queremos contar. Esto, además de servirnos en el futuro a la hora de vender
la historia (a posibles lectores, editores y/o agentes), nos será muy útil como guía
para seguir avanzando en el desarrollo de la novela.

¿Qué te hace falta para escribir el concepto?

En principio solo necesitas tres cosas: el personaje principal, la meta u objetivo


que este va a perseguir en la historia y las fuerzas que se opondrán a que lo
consiga (normalmente un personaje antagonista). También podrás incluir la época
y el lugar, pero estos datos son opcionales y dependen bastante de la clase de
historia que quieras contar. A continuación vamos a analizarlos punto por punto
para ir viendo los pasos a seguir hasta llegar a la frase final:

1. Crea listas.  A no ser que tengas muy claro cada uno de los puntos del logline,
mi consejo es que vayas creando listas, como ya vimos en tormenta de ideas, con
posibles personajes para protagonizar tu historia, diferentes objetivos,
antagonistas, así como lugares y épocas. Recuerda que esta etapa de la escritura
es como un juego y has de intentar divertirte. Déjate llevar, escribe todas las ideas
que se te ocurran y quédate con aquellas que más te gusten.

¡Ojo! La idea acertada no tiene por qué ser la más original o rocambolesca, sino
aquella con la que tú te sientas más a gusto, la que te apetezca escribir por encima
de todo.

2. El personaje principal . No uses nombres propios. Ya habrá tiempo para eso.
Ahora muéstralo (o muéstralos si planeas escribir una novela con varios
protagonistas) solamente con un sustantivo y una característica que los definan de
manera más sencilla y general. Por ejemplo, una niña despistada, un bombero con
miedo a las alturas, un científico excéntrico o tres adolescentes que se escapan de
casa.

Lo ideal sería que esa característica que le añadamos al personaje fuera al mismo
tiempo raíz del conflicto o, lo que es lo mismo, algo que le dé chicha a la historia.
Por ejemplo, en El viejo y el mar, de Hemingway, el personaje principal es un
anciano pescador que lleva ochenta y cuatro días sin conseguir pesca alguna.
Como veis, ya en esta breve descripción del protagonista se empieza a fraguar el
siguiente punto.

3. El objetivo o meta. Esta parte de la frase que tienes que construir es clave


para crear el conflicto de la novela. Para que exista una historia, tenemos dos
opciones: el personaje principal quiere o necesita algo, o el personaje principal se
ve obligado a algo.
Retomando en ejemplo de El viejo y el mar, el anciano pescador se ve obligado a
salir solo en su barca y consigue pescar un pez gigantesco. Su objetivo será volver
con ese pez a casa.

4. Las fuerzas que se oponen. Por último, para que exista un conflicto y, en


consecuencia, una historia digna de ser contada, ha de existir una oposición, una
fuerza cuyo objetivo choque directamente con el del protagonista. Esta fuerza
antagónica puede ser abstracta o un grupo indefinido (las fuerzas de la naturaleza,
una institución, el destino…), pero, en cualquier caso, mi recomendación es que
intentes plasmarla a través de un personaje concreto, aunque sea como
representación de esa fuerza o grupo superior.

En El viejo y el mar, las fuerzas que se oponen al pescador son su propia vejez, el
mar, las fuerzas de la naturaleza, los tiburones… Pero el principal representante
de todas ellas es el pez que quiere llevarse a casa, ese pez gigantesco que se
convierte a la vez en su salvación y su perdición.

5. La época y el lugar.  Como comentaba antes, estos elementos son necesarios


solo en algunas historias, como por ejemplo una novela histórica, futurista o
fantástica. En el caso de El viejo y el mar, la trama tiene lugar en Cuba a mediados
de los años cincuenta del siglo XX, pero podría ser en cualquier otra época y lugar,
y el concepto de la historia seguiría siendo el mismo.

6. La frase que define tu novela . Por último, cuando ya hayas elegido todos los
elementos que conformarán tu historia, escribe con ellos una frase que resuma la
historia que quieres contar. Trabájala hasta que te suene redonda, hasta que
explique exactamente la novela que vas a escribir. Anótala en un lugar visible de tu
mesa de trabajo o en la primera página de tu cuaderno. Es posible que necesites
volver a ella cuando pierdas el rumbo más adelante.

A modo de ejemplo, para la novela de Hemingway, podríamos construir una frase


como la que sigue: «Un anciano pescador que lleva ochenta y cuatro días sin
pescar nada, consigue atrapar al pez más grande que jamás ha visto, pero está
solo para llevarlo a casa y el pez no va a dejarse arrastrar fácilmente».
 No hace falta que pienses todavía en el final (o finales, de los que hablaremos en
futuros posts), ni los obstáculos que tendrá que superar el protagonista, ni las
subtramas… Por ahora, centrate en el conflicto trata de desarrollar la historia.

B. LOS PERSONAJES PRINCIPALES

Toda historia, toda novela, guión, cuento, obra de teatro… tienen al menos una
cosa en común: un personaje protagonista. Después de todo ¿qué es una historia
sino «algo» que le sucede a «alguien»? En los cuentos o relatos cortos, ese
«alguien» no es tan importante. No tenemos que desarrollarlo, ni necesita una
evolución ni un pasado. Muchas veces, ni siquiera necesitamos saber cómo es su
carácter. En el cuento, el/la protagonista nos representa a todos. Es un símbolo,
una metáfora. Es el ser humano ante una circunstancia extraordinaria y lo
verdaderamente importante no es a quién, sino qué sucede.

La novela, en cambio, tiene otros mecanismos. En ella los personajes son el


elemento principal. Nos importa tanto el «qué ocurre» como el «a quién le ocurre»
y, en muchos casos, el conflicto de la historia se esconde dentro del propio
protagonista. Su evolución, su aprendizaje, son lo que nos atrapa durante la
lectura. Por eso, cuando queremos crear una novela, tenemos que trabajar mucho
los personajes principales, y eso es lo que vamos a ver a continuación, como
siempre, paso a paso y empezando por el protagonista.

Nota: si tu novela tiene más de un personaje protagonista, repite los pasos que te
propongo con cada uno de ellos.

Como ya iréis viendo, estos pasos que os propongo en los siguientes párrafos
están tan relacionados entre sí que a veces es difícil separarlos. En realidad son
un todo que dan forma al personaje, así que lo mejor es atacar los pasos en orden,
reflexionando sobre ellos, buscando cómo podrían ayudarnos a construir una
historia mejor, pero sin tener miedo a volver atrás para añadir una nota o cambiar
algún elemento anterior si vemos que esto hace funcionar mejor el conjunto.

Paso 1. Identidad

Lo primero que tienes que preguntarte y que puede que ya sepas gracias a haber
trabajado el storyline en los pasos anteriores, es quién es el protagonista. ¿Qué es
lo que define a este personaje? ¿Es un pescador anciano con muy mala suerte?
¿Un científico loco? ¿Un bombero con miedo a las alturas?

Otro aspecto a reflexionar en este paso es la edad del personaje. Deberías


conocerla de manera concreta —es decir, el personaje tiene cuarenta y siete años,
en lugar de decir que tiene cuarenta y pico—, aunque no vayas a usar ese dato
para la historia.

Si quieres, también puedes darle un nombre en esta fase del proyecto. No es


obligatorio, pero te ayudará a que el personaje cobre forma en tu cabeza. En
ocasiones, ponerle nombre a algo o a alguien nos ayuda a visualizarlo mejor.

Paso 2. Statu quo

También ha llegado la hora de definir la situación inicial del personaje antes de que
comience la historia. ¿Cómo es su mundo, su día a día, su vida ordinaria? Por
ejemplo, en la saga de La Guerra de las Galaxias, Luke Skywalwer lleva una vida
monótona y aburrida en la granja en la que vive con sus tíos, en un planeta
apartado.

Como ves, no se trata de explayarse, sino de aclarar un poco los aspectos clave
de esa vida «ordinaria» antes de que la historia se ponga en marcha.

Paso 3. Objetivo

Lo siguiente a definir es el objetivo que tu personaje tendrá en la trama. ¿Qué es lo


que quiere, o lo que tiene que conseguir? ¿Ha de hacerse con un documento
importante para demostrar su inocencia? ¿Quiere conquistar a la chica de sus
sueños? ¿Se ve obligado a investigar un asesinato? ¿O necesita pescar algo de
una vez para no morir de inanición, como en El viejo y el mar?
A veces el objetivo es algo sutil, que no parece tan obvio como los ejemplos
anteriores. Es el caso de la novela Nada, de Carmen Laforet, cuyo objetivo es vivir
en la gran ciudad y estudiar una carrera.

Paso 4. Motivación

Diferencio motivación de objetivo porque, en algunos casos, existe un matiz entre


ambos conceptos que nos ayuda a comprender mejor al personaje. En el caso
de Nada que vimos en el párrafo anterior, no sería así —la motivación y el objetivo
de la protagonista son iguales—, pero en otras novelas son diferentes.
Por ejemplo, el hombre que se ve obligado a investigar un asesinato: su objetivo
sería descubrir al asesino, pero la motivación podría ser la venganza, o salvar su
propio pellejo demostrando su inocencia.

Paso 5. Obstáculos (conflicto)

Ya sabemos qué tiene que hacer el protagonista en la historia y por qué. Veamos
ahora qué obstáculos se encontrará por el camino. ¿Quién o qué va a intentar que
no consiga su objetivo? Y, lo que es tanto o más importante, ¿cómo lo hará?

Recuerda que, cuanto más duros sean los obstáculos a los que ha de enfrentarse,
mayor será el conflicto de la novela y, por lo tanto, el interés. Una historia en la que
el protagonista no encuentra ninguna dificultad para conseguir sus objetivos, nos
resulta aburrida.

Paso 6. Adhesión

Otra cosa que es imprescindible revisar cuando creamos al personaje es su


adhesión a la historia, los motivos reales que tiene para continuar buscando o
luchando por conseguir algo. Fíjate en que he marcado la palabra continuar
porque, aunque al comienzo de la novela estas motivaciones estén claras —el
héroe está enamorado se lanza a conquistar a la chica de sus sueños, por ejemplo
—, a medida que aparezcan los obstáculos la tarea se irá volviendo más difícil. El
personaje necesita un motivo de peso para no abandonar. Esto es lo que se
conoce como la adhesión del protagonista a la historia.

Por poner un ejemplo algo extremo pero que creo explicará mejor a qué me refiero:
si tenemos un hombre cuyo objetivo es pescar el pez más grande del lago para
ganar un concurso, pero cuando se lanza a por ello descubre que una extraña
criatura está atacando a los participantes. ¿Realmente le compensaría continuar y
jugarse la vida? ¿Solo por un premio? Sin embargo, si el hecho de ganar ese
premio fuese de vida o muerte para él, si necesitase el dinero para pagar una
delicada operación a su hija enferma, sí se entendería que no renunciase al
objetivo.

Paso 7. Imperfecciones

Algo a lo que suelo aludir cuando hablo de la creación de personajes es a las


imperfecciones, porque a ningún lector, por norma general, le gustan los
personajes perfectos. Lo que nos enamora de ellos son sus imperfecciones, sus
fallos, sus debilidades; y estos, además de hacer más «gustable» al personaje,
también consiguen que el conflicto sea más profundo.
Por eso recomiendo, siempre que sea posible, buscarle alguna debilidad al
protagonista y, por supuesto, que se trate de una debilidad importante para la
historia, ya sea como factor determinante de la trama principal, ya sea como parte
de una trama secundaria.

Es el típico caso de las novelas de aventuras en las que el protagonista ha de


enfrentarse a su mayor miedo para vencer el objetivo final, al descubrir que la
última prueba para encontrar el tesoro en el interior de la pirámide consiste en
atravesar un estrecho sendero que se abre paso en medio de un altísimo abismo.
¡Qué mala pata! Justo cuando desde el comienzo de la historia habíamos visto que
el pobre protagonista sufre de un pánico atroz a las alturas porque de pequeño le
ocurrió algo traumático relacionado con ellas. ¿Será capaz de vencer su miedo, o
se quedará atrapado en la pirámide para siempre?

Paso 8. Dilema

El dilema consiste en crear un nuevo conflicto, allende el que nos da la lucha


objetivo-obstáculos, que atañe directamente a la moral del personaje, a su sistema
de valores. Imagina el caso del ejecutivo cuyo objetivo sea triunfar en su carrera y
su defecto un terrible miedo al compromiso que le hace vivir una vida frívola y
alocada. El dilema surge cuando descubre que se ha enamorado de su rival y ha
de decidir si continuar con su carrera hacia el éxito o renunciar a todo por amor.

Por supuesto, cuanto más profundo sea el dilema, cuanto más ataña a la escala de
valores del personaje y, ¿por qué no?, del lector, más interesante resultará. Ten en
cuenta que el dilema es un elemento narrativo que ayuda a los escritores a
reforzar el tema del que trata la novela.

Paso 9. Arco de Personaje

Otro elemento relacionado con las imperfecciones del personaje, pero también con
el dilema y con todos los pasos que vimos anteriormente —ya te comenté que
todos los pasos para la creación del personaje están relacionados entre sí,
alimentándose unos de otros—, es el arco de personaje o, dicho de otro modo, lo
que vendría siendo la evolución del personaje a lo largo de la trama. ¿Qué
aprende? ¿Cómo cambia su carácter?

Si quieres más información sobre este paso, puedes leer la entrada qué es un arco
dramático de personaje y cómo se crea.

Paso 10. Breve Biografía

Ahora que ya tenemos claros los aspectos más importantes del personaje respecto
a la historia que le va a tocar vivir, vamos a volver la vista hacia atrás, hacia su
pasado. Una biografía —puedes hacerla tan extensa como quieras, aunque
tampoco es necesario que entres en todos los detalles, basta con marcar los
sucesos más importantes— nos ayudará a comprender mejor cómo es el
personaje y cómo reaccionará ante los obstáculos y dilemas que le vayamos
planteando.
Paso 11. La Voz del Personaje

Para terminar, una de las partes que más me gustan de la creación de personajes:
el momento en el que dejamos de imaginar cómo es para pasar a escucharlo en
persona. Elige uno de los momentos de su biografía —o varios, si quieres explorar
más allá– y escríbelo en primera persona, como si fuese el personaje quien lo
relata. Hazlo sin pararte a pensar en la trama o en ningún tipo de estructura, sino
dejándote llevar, metiéndote en la piel del personaje e intentando sentir lo que él o
ella sentiría.

Paso 12. El Antagonista

Para el último paso doce del ejercicio de esta entrada ya podemos olvidarnos del
protagonista. A estas alturas estará creado y definido, y le toca la hora a su
contrario: el antagonista.

Siempre que puedas —es decir, si el antagonista de tu novela está representado


bajo la forma de un personaje—, intenta seguir los once pasos anteriores para
construirlo y conocerlo mejor.

C. LA PRIMERA SINOPSIS

Este primer resumen no ha de ser extenso, apenas tres o cuatro párrafos de unas
pocas líneas cada uno. ¡Ojo! No todo lo que escribirás en esta sinopsis tiene por
qué aparecer luego en la novela, pero es importante que lo conozcas para poner
en orden las ideas.

Paso 1 – La Situación Anterior

Para comenzar, puedes presentar al protagonista en su vida ordinaria, antes de


que comience la historia en sí. No es necesario que te extiendas demasiado. Una
o dos frases serán suficientes.
A modo de ejemplo, tomemos el clásico de Lewis Carrol, Alicia en el país de las
maravillas, donde tendríamos como situación inicial: Alicia es una niña soñadora y
despistada que se encuentra estudiando con su hermana a la orilla del río, pero no
logra concentrarse, así que se queda dormida.

Paso 2 – El Detonante

A continuación quiero que reflexiones en el acontecimiento que pondrá en marcha


la historia. ¿Qué es lo que hace cambiar la situación original del personaje? En
ocasiones, es posible que tu novela comience aquí, o incluso después de este
acontecimiento —por ejemplo, si el detonante es la muerte de un familiar que hace
que el protagonista tenga que viajar al lugar donde pasó su infancia, la novela
podría comenzar con la llegada del protagonista a dicho lugar—, pero también es
importante conocerlo y tener claro cómo y cuándo sucede.

En el ejemplo de Alicia, el detonante es un conejo parlanchín que la despierta al


pasar corriendo junto a ella y gritando: «¡Llego tarde! ¡Llego tarde!». Alicia,
sorprendida, se lanza a perseguir al conejo y acaba cayendo por un agujero en el
suelo que la conduce a un extraño lugar.
Paso 3 – El Objetivo

Este punto lo tendrás ya seguramente definido gracias al desarrollo de los


personajes principales, pero no está de más recuperarlo y reflexionar. Piensa en
cómo reacciona el personaje ante el detonante y el nuevo objetivo que se presenta
ante él. ¿Se lanzará de lleno a la aventura? ¿Sentirá reticencias y preferirá
continuar con su vida? ¿Qué le lleva a avanzar en la historia? Piensa bien en este
apartado porque aquí es donde se forja todo el conflicto que luego tendrás que
desarrollar.

Alicia, tras caerse por la madriguera del conejo, se da cuenta de que ha llegado a
un país diferente —el País de las Maravillas—, y su objetivo será buscar el camino
de regreso, al mismo tiempo que intenta averiguar qué es ese extraño lugar.

Paso 4 – El Desarrollo
Una vez la situación inicial ha cambiado, se pone en marcha el conflicto y
comienza el segundo acto de la novela: el desarrollo, donde el protagonista se
lanza en pos de su objetivo y comienzan los obstáculos. De nuevo de forma breve,
expón estos obstáculos y explica quién los creará.

Retomando el ejemplo de Alicia, mientras la niña intenta salir del País de las
Maravillas, va encontrándose todo tipo de extrañas y locas criaturas que, en lugar
de ayudarla a encontrar el camino de regreso, la confunden todavía más.

Paso 5 – El Clímax

El punto álgido de la novela también debería aparecer en esta primera sinopsis. No


te preocupes, puede que en el futuro lo cambies si descubres algo que encaja
mejor con la historia, pero conviene que comiences a pensar en ello ya, para
empezar a darle forma.

El clímax es el momento en el que el protagonista se enfrenta al mayor de todos


los obstáculos, el que decide de forma definitiva si consigue su objetivo o no.
Como en el caso de Alicia, cuando la reina quiere condenarla muerte.

Paso 6: El Desenlace

Para terminar, piensa cómo quieres que termine tu novela. Para ello, recuerda el
arco de personaje y su evolución, tal y como vimos en la construcción del
personaje protagonista. Esto te ayudará a decidir si quieres un final positivo,
negativo o neutro.

En el caso de Alicia, cuando la reina manda a los naipes lanzarse a por ella, la
niña se despierta acompañada de su hermana y descubrimos que todo había sido
un sueño.

De todas formas, te recomiendo un pequeño truco: si no quieres que tu novela


resulte previsible, especialmente si estás escribiendo una historia de misterio o
policíaca, puedes crear finales alternativos. En lugar de pensar en un único final
para la historia, planifica dos o tres finales distintos que te parezcan verosímiles en
igual medida, y tenlos todos presentes mientras escribes la novela. ¿Por qué hacer
esto? Para que la historia no resulte previsible y —¿por qué no?— para que tú
también te sorprendas y no pierdas el interés mientras escribes. Deja que sea la
propia novela la que te vaya guiando hacia uno de estos finales posibles y así
mantendrás viva tu propia curiosidad y, por extensión, la del lector.

D.  TRAMAS Y SUBTRAMAS

El siguiente paso para construir la novela que estás creando paso a paso: las
tramas, tanto la principal como las tramas secundarias o subtramas.

Según la Real Academia Española, en narrativa una trama es la ligazón entre las
partes de un asunto u otra cosa, y en especial el enredo de una obra dramática o
novelesca. Es decir, el hilo que une todas las partes de tu obra hasta convertirla en
una narración. Es algo casi invisible, que se va creando poco a poco, a medida
que das forma a la historia a través de otros elementos.

Ahora bien, cuando hablamos de novela, yo prefiero la primera acepción que el


diccionario de la R.A.E. nos ofrece para la palabra “trama” al definirla como el
conjunto de hilos que, cruzados y enlazados con los de la urdimbre, forman una
tela.

¿Por qué me gusta más esta acepción? Porque en una novela no solo hay una
historia, sino que solemos encontrarnos una historia principal y pequeñas historias
que funcionan como satélites o ramificaciones de la primera.

Ojo, ten en cuenta que en esta entrada estoy hablando de novelas. Si tu objetivo
es escribir una novela corta, no necesitas preocuparte por las tramas secundarias,
ya que este tipo de obra suele centrarse en una única trama. No hay tiempo ni sitio
para más.

Ahora bien, si tu intención es escribir una novela más larga y compleja, sí que es
importante que tengas en cuenta las tramas secundarias. Te ayudarán a darle
profundidad a la trama principal y a los personajes.

1. La Trama Principal

Antes de ver cómo se construyen estas tramas secundarias, empecemos por la


trama principal. Puede que te estés preguntando cómo se crea. Si es así, tengo
buenas noticias para ti. A estas alturas, si has seguido los pasos anteriores de esta
serie de entradas, ya habrás construido una pequeña historia con un protagonista,
una situación inicial, un detonante, un conflicto, un desarrollo y uno o varios
posibles desenlaces. Esta es tu trama principal. Lo que ocurre en tu novela. ¡Ya la
tienes! Ahora vamos a complicarla un poco, gracias a las subtramas.

2. Las Subtramas

Las subtramas o tramas secundarias son, como decía antes, ramificaciones de la


trama principal, ya que su peso en la historia es menor. Ocupan un segundo plano,
pero, por lo general, siempre afectan a la trama principal en mayor o menor
medida.

¿Cuántas subtramas puede tener una novela? No hay un número mágico y,


como siempre, depende de la historia. Algunas veces nos encontraremos con una
o dos, otras con muchas más. Es el escritor quien decide lo que necesita su obra.

Eso sí, ten cuidado y céntrate en que aporten algo a la historia. Si nos pasamos y
añadimos demasiadas subtramas, corremos el riesgo de distraer al lector o liarlo
hasta conseguir que se aburra y deje de leer. Las subtramas son como la sal, hay
que usarla en su justa medida; si nos pasamos o nos quedamos cortos, podemos
arruinar el plato.

¿Todas las subtramas tienen la misma importancia?  No, ni tampoco la


misma duración. Habrá subtramas que acompañen a la trama principal durante
toda la narración —por ejemplo, en El último Catón, de Matilde Asensi, la historia
de amor que se va forjando entre la protagonista y otro personaje—, mientras otras
duran tan solo unas páginas.

Una subtrama de menor presencia en la historia podría ser la que aparece


en Harry Potter y el prisionero de Azkaban, de J.K.Rowling, cuando el personaje
secundario de Hermione tiene problemas para asistir a todas sus clases, ya que se
ha apuntado a demasiadas y algunas se solapan en el horario, así que comienza a
usar un artilugio llamado giratiempos que le permite retroceder en el tiempo para
así poder asistir a dos clases a la vez. Esto, en principio, no tiene relación con la
trama principal, pero al final de la novela el giratiempos será clave para ayudar a
Harry a resolver el problema.

¿Para qué sirven las subtramas?  Por norma general, suelen tener al menos
una —a veces pueden tener varias a la vez— de las siguientes funciones:

1. Hacen avanzar la trama principal . Muchas veces las subtramas sirven para
complicar más el conflicto añadiendo puntos de giro, hacerlo avanzar o incluso
como detonante que hará que la trama llegue a un desenlace.

Por ejemplo, imaginemos una historia sobre la mafia en la que la trama principal
versa sobre el intento de dos clanes por alcanzar la paz después de años de
enfrentamientos. Podríamos utilizar a dos personajes secundarios —dos jóvenes,
cada uno perteneciente a un clan distinto— que, por motivos ajenos a la historia
principal, se enzarzan en una pelea que acaba en la muerte de uno de ellos. Esto
podría precipitar el fin de las conversaciones y terminar con la paz esperada,
provocando un desenlace un tanto amargo para los protagonistas.

2. Dan profundidad al tema. Ya sea incidiendo en el tema que estás tratando en


la historia, ya sea aportando otros puntos de vista o temas relacionados con el
principal, una subtrama nos ayuda a dar una visión más profunda sobre lo que
queremos contar.

Por ejemplo, si el tema a tratar en la novela fuera la superación del ser humano
ante la adversidad, sería interesante añadir un personaje secundario que
reaccionase de forma opuesta, que se deja vencer, esta subtrama nos serviría por
una parte para incidir en el tema y, por otra, podríamos usarlo también como
empuje o impacto para que el protagonista termine de decidirse a reaccionar, al
verse reflejado en algo en lo que no desea convertirse.
3. Dan profundidad al personaje.  Algunas subtramas nos ayudan a mostrar
más aspectos del personaje, a conocerlo mejor. El ejemplo del punto anterior
serviría para este también, ya que no solo profundiza en el tema, sino también en
la psicología del personaje.

En este punto también podrían entrar los saltos al pasado, para contar algo que le
sucedió al protagonista tiempo atrás.

4. Arreglan agujeros en la trama principal.  A veces tenemos una trama


completa que no acaba de cerrar porque algo no encaja, porque falla un elemento
que la hace inverosímil. Esto puede pasar con frecuencia cuando construimos la
trama de una novela de detectives, donde la investigación y el crimen son tan
importantes. Una trama secundaria puede ayudarnos a terminar de cuadrarlo todo.

5. Relajan la tensión. Esto se emplea más en el cine o la televisión, pero las


novelas también pueden hacer uso de una trama secundaria para frenar un poco el
ritmo de la historia cuando la tensión o el drama se dispara mucho y necesitamos
darle un respiro al lector.

En las series de televisión, por ejemplo, suele buscarse este efecto con una trama
secundaria de tono más cómico.

¿Cómo se crea una subtrama?

Ahora que ya hemos visto qué tipo de subtramas existen y cómo funcionan, es
posible que se te hayan ocurrido algunas para darle más chispa a tu trama
principal. Si no es así, no te preocupes. Puedes sentarte más adelante, con
tu primera sinopsis delante, revisar las distintas subtramas que hay y hacer una
lista de posibles subtramas que podrían aportar algo a tu historia. Recuerda: sin
juzgar lo que anotas en esa lista, déjate llevar y luego filtra las ideas que te gusten
más.

Una vez tengas esas subtramas, plantéate lo siguiente:

1. ¿Qué aportará a la historia esta subtrama?  Si puedes, intenta que cubra
más de uno de los puntos que vimos anteriormente —los diferentes tipos de
subtrama—. Esto la enriquecerá.

2. ¿Qué necesito para crear esta subtrama?  Puede que en ocasiones te haga
falta añadir algún personaje secundario, un escenario, un elemento… o incluso
cambiar algo de la trama principal para que esta nueva subtrama encaje. Si crees
que mejorará la historia.

3. ¿Cuál es el desarrollo de esta subtrama? Aunque sean secundarias, las


subtramas también tienen un principio, un detonante, un conflicto, un desarrollo y
un desenlace, al igual que la trama principal.

Recupera la entrada anterior, en la que hablamos sobre cómo escribir la primera


sinopsis de la novela, y crea una sinopsis para cada una de las subtramas que
quieras añadir —pueden ser más breves que las de la trama principal, por
supuesto—. Define también en qué puntos la subtrama afectará de alguna forma a
la trama principal.
E. LOS PERSONAJES MENORES

Existen dos tipos de personajes menores: los secundarios y los incidentales o


episódicos.

Los personajes secundarios siguen siendo importantes para la historia, pero de


una forma menor que los protagonistas. Aunque participen en la trama y el
conflicto, no llevan el peso y su arco de personaje —si lo hubiera— es más
estático que el de los personajes principales. Por norma general, los secundarios
sirven para hacer avanzar la historia, apoyando al protagonista o funcionando
como obstáculos. También pueden ser importantes para las subtramas.

Los personajes incidentales o episódicos son aquellos que aparecen


esporádicamente, una o dos veces a lo largo de la novela, casi de forma
anecdótica, porque los necesitamos en ese instante para aportar algo. Esto no
significa que no sean importantes, pueden ser personajes clave para el desarrollo
de la trama. Por ejemplo, un hombre que se acerca a nuestro protagonista para
entregarle una tarjeta de memoria con una información importante que pondrá en
marcha la historia. Es posible que ese hombre misterioso no vuelva a aparecer,
pero sin él, nada habría pasado.

Los personajes episódicos pueden tener también una función ambiental —la cajera
del supermercado, el revisor del metro…—, y servir como apoyo para explorar una
emoción del protagonista o darle forma al universo narrativo. En cualquier caso,
como ya habrás visto, este tipo de personajes no necesitan desarrollo y, más que
personajes en sí, son herramientas, elementos narrativos en función de un
conjunto mayor, que es la propia historia.

Por eso no será necesario que inventes un pasado para los personajes episódicos
ni crees para ellos un arco de personaje —con su corta aparición, no les da tiempo
a evolucionar—, pero sí hay otros puntos del desarrollo de personajes menores
que podrías trabajar. A continuación veremos cuáles, como siempre, paso a paso:

Escapa del cliché

Resulta sencillo caer en los tópicos cuando creamos personajes menores, sobre
todo si estos son episódicos. Por ejemplo, si pienso en incluir a un cocinero en
algún momento de mi libro, lo primero que se me ocurre es un tipo gordinflón y
simpático, pero ¿es esta la mejor opción para mi historia? ¿O podría encontrar
otra, más alejada del cliché, que le diese al conjunto de la novela una mayor
profundidad?

Uno de mis personajes episódicos favoritos es el anciano que puede hablar con los
gatos en Kafka en la orilla, de Haruki Murakami, porque cuando lo leí me pareció
rompedor, me descolocó todos los esquemas. No digo que todos nuestros
personajes tengan que ser tan originales y surrealistas como los de este escritor
nipón —está claro que Murakami tiene un estilo propio y ni debemos ni tenemos
que escribir como él—, pero sí podemos intentar darle una vuelta de tuerca a
nuestra historia, plantearnos si podemos llegar un poco más allá y salirnos un poco
del molde.
Determina Su Papel En La Historia

Aquí se abren dos frentes distintos pero relacionados entre sí. Por un lado, hay
que saber qué rol tiene el personaje secundario o el episódico respecto a los
personajes principales. Por ejemplo, el ayudante del protagonista, el escudero —
no literalmente, claro, sino de manera simbólica—, el confidente, el personaje
obstáculo o el de impacto son algunos de los roles más importantes para los
personajes secundarios.

Por otro lado, también es importante saber qué función cumple el personaje dentro
de la trama. ¿Participa en alguna subtrama? ¿Buscamos que trabaje como
personaje de contraste para resaltar una cualidad del protagonista? ¿Queremos
que ponga obstáculos a los personajes principales en su camino hacia la meta?
¿O su función es solo la de ambientar la historia?

Sea cual sea la respuesta, conocer el papel exacto que el personaje cumple en tu
historia te ayudará a darle forma con mayor facilidad y, sobre todo, a decidir en
qué momentos o escenas deberá aparecer.

Dales Una Personalidad Propia

Esto solo es necesario desarrollarlo a fondo con los personajes secundarios —


para los episódicos, como comenté antes, bastan un par de pinceladas— y lo más
probable es que la información que crees no llegue a aparecer en tu novela. De
hecho, mejor que no aparezca, porque en la mayor parte de los casos carece de
importancia para el conjunto de la historia.

Sin embargo, tener estos datos en tu cuaderno o en tu cabeza te ayudarán a que


cada personaje, por breve que sea su aparición en la novela, tenga una voz propia.
Tu novela saldrá ganando.

¿Y qué pasos seguir para crear estas personalidades individuales? Como siempre,
no hay una única respuesta. Puedes seguir las pautas que mejor se adapten a tu
forma de trabajar, pero a mí las que me funcionan son las siguientes:

1. Pasado e historia personal: de nuevo intentando escapar del cliché, me gusta


crear uno o dos párrafos —la extensión varía según la importancia del personaje
en la historia— con la trayectoria del personaje. Una pequeña biografía a grandes
rasgos.

2. Objetivo en la historia: esto es algo que aprendí de mis clases de teatro en la


escuela porque el profesor insistía mucho en ello, incluso cuando solo teníamos
que interpretar a un personaje menor. Nos decía que le diésemos una intención al
personaje, un motivo para estar allí, un objetivo en la vida o, por lo menos, en la
historia. Así sabríamos cómo se comportaría en cada caso.

3. Evolución en la historia: otro aspecto solo necesario para los personajes


secundarios que tienen un papel relevante o que están vinculados a una trama,
pero que le dará profundidad y fuerza a cualquier historia.
Vincúlalos A Un Escenario

Por último, me gustaría hablaros de un pequeño truco que no es obligatorio, pero


al que puedes recurrir en ocasiones y que funciona mejor cuanto menos
importante es el personaje. El de unir un personaje secundario o episódico a una
localización concreta de la historia.
¿Con qué fin? Bueno, si tienes muchos personajes, la novela es muy larga o ese
personaje sale poco, este truco facilitará las cosas al lector a la hora de recordar
de quién se trata. Como te comentaba, no es algo obligatorio, pero ayuda. Así que
antes de mover a un personaje de su escenario original, pregúntate si es necesario
o si no lo es.

F. LA DOCUMENTACIÓN

Una de las preguntas que me suelen hacer cuando hablamos de documentación


es la de cuánto tiempo es necesario dedicarle a esta etapa del proceso. Como
siempre, no hay una única respuesta. Depende del autor, de sus recursos y de las
necesidades de la novela. Lo que sí es cierto es que deberías documentarte hasta
que te sientas capaz de hablar de ello en la obra sin dejar lagunas o cometer fallos
que el lector pueda detectar.

Ahora la pregunta del millón: ¿cómo se documenta uno para una novela? Cada
obra literaria es un mundo y requerirá una documentación específica, así que no
puedo decirte ve a tal biblioteca, léete este libro o llama a este especialista. Es
imposible saber de antemano qué información va a necesitar un escritor para su
historia. Pero sí puedo darte ciertas pautas que yo he seguido a la hora de
documentarme y que espero te sirvan a ti también:

1. Define qué necesitas

Ya te habrás dado cuenta, si sigues este blog, de que me gustan las listas. Las
considero un elemento indispensable en este oficio, sobre todo a la hora de
planificar. Por eso lo primero que hago siempre cuando quiero comenzar un
proceso de documentación es una serie de listas (una por cada tema que tenga
que investigar) con las siguientes preguntas:

¿Qué necesito saber?


¿Cuánto necesito profundizar en el tema?
¿Dónde puedo encontrar información sobre este tema?

Las respuestas a estas preguntas ya pueden darte alguna pista del tiempo que te
llevará, además de obligarte a reflexionar sobre posibles fuentes. Tal vez la última
pregunta no consigas responderla completa al comienzo, pero puedes volver a ella
a medida que avances y descubras nuevas opciones.

¡Ojo! En esta fase, vigila bien los detalles. Si, por ejemplo, tu obra transcurrirá en
una ciudad que no conoces, pero que tiene mucho peso en la historia, necesitarás
toda la información posible sobre ella. Desde cosas importantes como el estilo y la
calidad de vida, hasta aspectos más insignificantes en apariencia, como el nivel de
ruido y tráfico o la hora a la que anochece. Estos detalles no se notan cuando
están bien documentados y, por tanto, bien representados en la novela. Pero si no
lo están y metes la pata, te aseguro que más de un lector se dará cuenta.
2. Sitúate En El Tema

Antes de hacer nada más, lo mejor es que realices una pequeña investigación que
te dé un conocimiento general sobre el tema. Sería de locos empezar la
documentación con una entrevista si aún no lo manejas en condiciones. Solo
conseguirás perder el tiempo y quedar mal con la persona a la que entrevistes.
En este punto de la documentación, Google es tu mejor aliado. Unas cuantas
búsquedas te abrirán la puerta a posibles reportajes, artículos, películas, libros…
Empieza por ahí.

Si hay demasiado material, herramientas como Pocket y Evernote pueden servirte


para mantenerlo todo bajo control. ¡Ah! Y no te olvides de un buen cuaderno de
notas —ya sea físico o digital— para guardar los aspectos más relevantes de la
investigación —los que respondan de forma directa a lo que necesitas saber para
la historia—, así podrás volver a ellos rápidamente cuando comiences a escribir.

En caso de que la investigación requiera la consulta de bibliotecas o archivos, te


recomiendo que le eches un vistazo antes al libro Cómo se hace una tesis, de
Umberto Eco. Aunque se centra en la escritura de tesis universitarias, el trabajo de
investigación puede ser similar, sobre todo en obras que requieran una
investigación histórica.

3. Revisa Bien Tus Fuentes

Esto vale para cualquier sitio del que saques información. Da igual si es un artículo
en un periódico, en una web, si es un libro, una película, o incluso una persona real
con la que vas a hablar. Asegúrate de que la información es fiable.

El caso más claro aquí es la Wikipedia. Todos la usamos con frecuencia y es una
herramienta útil, pero solo si la tomamos como un punto de partida. El
funcionamiento de esta web hace que los artículos no siempre sean correctos, así
que mejor contrastarlo bien y revisar las fuentes que aparecen al final del artículo,
para poder asegurarnos de su fiabilidad.

4. Haz Trabajo De Campo

Siempre que sea posible, deja tu mesa de trabajo y ve en persona a visitar ese
museo donde tienen la máquina de escribir que utilizará tu protagonista; o visita
ese pueblo en el que el antagonista realizará su huida triunfal…

Claro que se puede escribir sobre lugares en los que no se ha estado nunca, pero
si puedes permitírtelo, esta etapa de la documentación es la más emocionante y te
ayudará a ambientar mejor tu obra.

De todas formas, si ves que te resulta imposible porque tu novela transcurre en


Marte o porque no tienes medios para viajar al Japón feudal, no te preocupes.
Siempre te quedan los documentales, las películas, otras obras de ficción —o de
no ficción— que ocurran allí… Lo importante es que realices ese viaje, ya sea de
manera física o imaginaria a través de la investigación.
5. Atrévete A Pedir Ayuda
Si la documentación lo requiere, puedes necesitar contactar con algún experto o
con una persona que conozca el tema que estás investigando —por ejemplo, un
testigo vivo de la Guerra Civil Española—. Como te comentaba antes, hazlo
siempre después de haber realizado una investigación concienzuda que te permita
hablar del tema con criterio. Aprovecharás mejor la entrevista y el tiempo; el tuyo y
el del entrevistado.

Tampoco hay un manual que diga cómo contactar con las personas que
necesitamos para documentarnos para una novela. Las posibilidades son
demasiado amplias y a veces te encontrarás en un callejón sin salida porque un
experto sea inaccesible o no le interese hablar contigo. Que esto no te desanime.
Busca alternativas y síguelo intentando. Aunque quizá deberías hacerlo siguiendo
también una serie de normas o de puntos clave:

Amable y con la verdad por delante . No olvides que estás pidiendo ayuda a
cambio de nada. Las otras personas no están obligadas a hacerte ningún favor, así
que acércate a ellas con respeto y amabilidad, explicando desde un comienzo que
estás escribiendo una novela y necesitas ayuda para la documentación. No tengas
miedo a preguntar, incluso aunque te parezca imposible de buenas a primeras. Te
sorprenderá la cantidad de gente dispuesta a echar una mano.

Prepara bien la entrevista. Cuando vayas a hablar con la persona en cuestión,


ya sea en persona o por teléfono —si es por correo electrónico será mucho más
sencillo—, prepárate bien lo que necesitas preguntarle. No vayas con las manos
vacías ni improvises sobre la marcha. Un cuestionario con los asuntos que te
gustaría preguntarle puede ayudar.

Busca una conversación amena . Aunque lleves un cuestionario, no se trata de


que le sueltes las preguntas una tras otra como una ametralladora. Ten las
preguntas a mano, por si necesitas recurrir a ellas y para asegurarte de que no se
te queda nada sin preguntar, pero mientras hables con la persona, céntrate en la
conversación. Escucha lo que te cuenta porque es posible que surjan nuevas
preguntas a raíz de sus palabras.

Graba la conversación.  Hazlo siempre que puedas porque te permitirá centrarte


en conversar con la persona en lugar de tener que tomar notas cada dos por tres.
Ya revisarás luego la grabación para volver sobre los puntos que quieras.

Creo que lo mejor en estos casos es usar una grabadora de audio, porque las
cámaras de vídeo intimidan y pueden provocar que el entrevistado se sienta
incómodo. Por supuesto, recuerda pedirle permiso antes porque puede haber
personas que no quieran que las grabes bajo ningún concepto. En este caso la
entrevista será un poco más difícil y tendrás que tomar notas de vez en cuando
para no olvidarte de los datos importantes.

Agradécele su ayuda. Ya lo dicen las abuelas: «Es de bien nacido ser


agradecido», y no podemos olvidar que cualquier persona que nos ayude con la
documentación de una obra lo hace de forma altruista, como favor personal. Qué
menos que agradecérselo.
Por supuesto, no te olvides de incluir un apartado al final de tu novela con los
agradecimientos por la ayuda prestada y, en caso de que se publique, hazle llegar
un ejemplar.

G. LOS PUNTOS CLAVE DE TU HISTORIA

Armar la estructura completa de una novela no es tarea sencilla. ¿Cuál es la mejor


forma de contarla? ¿Qué partes de la trama es mejor mostrar y cuáles conviene
dejar fuera? Estas y muchas otras dudas pueden surgir en el proceso. La sinopsis
y todos los pasos que hemos trabajado anteriormente en el tutorial pueden ayudar,
pero en ocasiones no son suficientes. Por eso mi consejo es, antes de lanzarse a
por la estructura, reflexionar en una serie de puntos que suelen aparecer en casi
todas las historias y que nos ayudarán a componer la forma global de la nuestra.

Eso sí, tened en cuenta que son solo referencias. Puede que una historia no
necesite todos los puntos que veremos a continuación y/o los presente en un
orden distinto. A veces incluso puede haber varios que se fusionen en una única
escena (esto es fantástico, conseguirás escenas más intensas). Pero ahora lo
importante es que seas consciente de que existen y que reflexiones para ver si
encajan en tu historia y cómo.

Fíjate en cada uno de estos puntos y piensa cómo te gustaría mostrarlo en la


novela, con qué escena crees que quedaría mejor representado y si es necesario
que aparezca o, por el contrario, deberías omitirlo. Así que ¡vamos allá! Es hora de
analizar tu historia para dar con sus momentos clave:

Escena De Apertura

Una parte fundamental de toda novela es su inicio. La escena con la que la historia
arranca es lo primero que se encuentra el lector (o el editor y el agente literario si
estamos buscando a alguien que nos publique), así que es importante hacerlo
bien.

Dedica un tiempo a pensar cuál podría ser el momento correcto para comenzar la
historia. Normalmente esta escena resulta perfecta para introducir los problemas
de fondo del protagonista o el tema de la historia, pero también nos sirve para
mostrar el detonante que pone en marcha la aventura.

Sea cual sea la respuesta, intenta que la escena de apertura tenga acción,
movimiento, que se trate de una escena dinámica que invite a continuar la lectura.
Comenzar con lo que se conoce en el mundillo como backstory (es decir, contando
el pasado, vida y obra del protagonista) antes de saber nada de los personajes
principales, puede resultar tedioso para el lector.

Si quieres más información sobre este tema, puedes consultar el artículo


sobre cómo escribir los primeros párrafos de una novela.

También puede ayudarte echarle un vistazo a la teoría del cociente MIPA de Orson
Scott Card; o, lo que es lo mismo, cómo elegir cuándo empezar y terminar una
historia.
Detonante

Si el detonante no aparece en la escena de apertura, no tardes mucho en


introducirlo. Este elemento es el que pone la historia en marcha, el que provoca
que las circunstancias del protagonista y su universo cambien, así que lo que
sucede a partir de ahí resultará más interesante para el lector.

De nuevo piensa qué escena funcionaría bien para mostrarlo y cómo. Aunque ten
en cuenta que esto también es opcional. Hay novelas que comienzan después de
que el detonante haya entrado en juego y luego nos vamos enterando poco a poco
de lo que ha pasado.

Aparición De La Meta Externa

Como hemos comentado antes, el detonante cambia el universo del protagonista.


Lo pone todo en marcha y obliga al protagonista a perseguir un objetivo.
Recuerda que este objetivo ya lo definimos cuando creamos al personaje
protagonista. Ahora es el momento de darle su propia escena para mostrarlo en el
libro.

Reflexiona sobre tu propia historia y plantéate cómo deberías representar este


punto, ese momento en el que el personaje descubre la meta externa que ha de
seguir. A veces puede saltar a ella inmediatamente, otras puede negarse… De
nuevo, como comentaba antes, este punto puede aparecer mezclado con otro en
una misma escena.

Reacciones

En estas últimas semanas has trabajado los personajes de la historia y sus


objetivos. Sabes que el conflicto y el detonante han creado una situación en la que
el personaje principal ha de perseguir una meta y, con suerte, le han provocado
algún tipo de dilema. Por eso es importante también que pienses en las reacciones
de los personajes a cada situación de la historia.

Un detonante o un giro en la trama tendrán que provocar una respuesta en el


comportamiento (o al menos en el ánimo) del protagonista. Piensa qué haría en
cada caso y si crees que eso generaría una escena interesante/importante para
incluir en la novela.

Aparición Del Antagonista

Al igual que no debes demorar demasiado el detonante de la historia, tampoco


deberías tardar mucho en introducir al antagonista. No se trata de que introduzcas
al antagonista en la primera escena de la novela, pero tampoco esperes a mitad
del libro para hacerlo. Piensa que el enfrentamiento entre estas dos fuerzas es lo
que intensifica el conflicto, y sin conflicto no hay historia.

Obstáculos Y Dificultades

Lo que viene siendo el meollo de la novela, el desarrollo. Después de que haya


estallado el detonante, el personaje principal se ha puesto en marcha en busca de
su meta, comienza la parte central de la obra. ¿Qué obstáculos encontrará el
protagonista en su camino? ¿Conseguirá vencerlos? Ten en cuenta que a veces
es importante que haya pequeños fracasos, aunque la novela luego termine bien.
Todo desarrollo de una historia y todo arco de personaje conllevan un aprendizaje,
y no hay aprendizaje sin errores.
La dificultad en conseguir un objetivo hace mayor el conflicto y más interesante la
historia, sobre todo cuando el protagonista falla a causa de sus imperfecciones o
problemas de fondo, esos que vimos cuando tratamos el desarrollo de personajes.

Piensa también cómo reaccionará el personaje ante esos obstáculos y ante sus
propios fallos. Puede que la respuesta te lleve a nuevas escenas para la historia.

Lo ideal en este punto es que crees una lista de pasos (acciones y reacciones) que
crees que el protagonista deberá dar para llegar desde el punto A (detonante y
puesta en marcha de la historia) al punto B (el final). Si te has apuntado el truquillo
de jugar con varios finales alternativos del que hablamos durante la escritura de la
primera sinopsis, este es el momento de más trabajo, porque tendrás que intentar
que todos sean posibles mientras avanzas en la historia.

Una pequeña nota a modo de curiosidad: si quieres que el personaje realice varios
intentos para conseguir algo, fallando en las primeras ocasiones para luego
triunfar, puede que te interese recurrir a la regla del tres.

Puntos De Giro

Casi todas las novelas tienen puntos de giro. Algunas más, otras menos; algunos
con mayor intensidad, otros más sutiles, pero es habitual encontrarlas en cualquier
género y en obras de cualquier época.

Los puntos de giro son esos momentos en los que la trama da un quiebro, en los
que se descubre el cadáver del que era el principal sospechoso del asesinato, o
cuando la protagonista se entera de que el hombre del que se ha enamorado tiene
esposa y tres hijos. Ese tipo de cosas.

Lo bueno de los puntos de giro es que intensifican el conflicto y los dilemas del
personaje al mismo tiempo que hacen avanzar la trama. En la historia clásica en
tres actos suele haber un punto de giro entre la presentación y el desarrollo de la
obra, y otro entre el desarrollo y el desenlace.

Hoy en día, sin embargo, se acepta que puede haber otros puntos de giro durante
el desarrollo. Sin pasarse, por supuesto. Tampoco es cuestión de estar mareando
al lector con quiebros y más quiebros, pero un par de puntos de giro colocados
estratégicamente, en esos momentos en los que la acción comienza a decaer,
pueden ayudarte, tanto a mantener la intensidad, como a desarrollar la historia
durante más páginas.

Clímax

Paso a paso, obstáculo a obstáculo, giro a giro, llega el momento álgido de toda
historia, el momento de la verdad, el clímax. El protagonista está a punto de
conseguir su objetivo, pero todas las fuerzas del antagonista están en contra.
Parece que no lo va a conseguir. Está todo perdido… y entonces…
Final

Este punto ya lo habrás trabajado para crear la primera sinopsis de tu novela.


Puede que incluso tengas más de un final en mente y no sepas cuál es el bueno
hasta que no termines el primer borrador. Ahora llega el momento de pensar cómo
quieres que aparezcan representados estos finales. ¿Qué escenas te ayudarían a
mostrarlos mejor? ¿En qué punto te parece que debería terminar tu historia?

Piensa que, según la progresión que quieras para tu arco de personaje, el final
puede ser positivo (el personaje evoluciona de una situación mala a una buena,
tiene un final feliz), negativo (el personaje evoluciona hacia una situación peor que
la inicial y la historia tiene un final trágico) o neutro (el personaje permanece igual y
su situación no cambia aunque haya aprendido alguna cosa durante la historia).

También se pueden dar casos de finales ambiguos, como en la


película Casablanca, en la que hay un arco con final negativo (el protagonista
pierde a la chica) con otro positivo (el protagonista se sacrifica y aprende una
lección que le lleva a mejorar a nivel psicológico).

Epílogo

Para terminar, plantéate si la novela necesita un epílogo para cerrar los cabos
sueltos que hayan podido quedar. En ocasiones no es necesario, pero a veces
ayuda, le da un respiro al lector y le permite recrearse en lo sucedido.

Eso sí, cuidado con alargar demasiado el epílogo o podemos provocar lo que se
conoce como anticlímax. Es decir, diluir tanto el efecto emotivo causado por el
clímax en el lector, hasta el punto de llevarlo al hastío y hacer que cierre el libro
con un mal sabor de boca. A veces es mejor saber callar a tiempo.

H. LA ESTRUCTURA

Para crear la estructura de una novela hay que tener en cuenta dos aspectos de la
misma: por un lado, tenemos lo que podríamos llamar la estructura física de la
novela, la forma en la que está dividida la obra —por ejemplo, en capítulos o
partes—. No profundizaré más en esto porque es algo que ya tratamos en el blog
con anterioridad, cuando vimos cómo dividir una novela en capítulos.

Por otro lado, nos encontramos con la estructura temática, —es decir, la
organización del contenido de la historia en escenas— que es la que trataremos en
esta entrada.

En el capítulo anterior de la serie hablamos de los puntos clave de una novela con


la idea de que pudieras profundizar en tu propia historia y seleccionar qué partes
querías mostrar al lector y qué partes preferías dejar fuera.

Ahora llega el momento de dar un paso más y empezar a elegir todas los
momentos de la historia que formarán parte de la novela. O lo que es lo mismo,
vas a decidir qué escenas serán las que escribirás cuando comiences con el
borrador.
¿Cómo se crea la estructura de una novela?

Como siempre, no existe una única forma de llevar a cabo este proceso de la
planificación, pero lo que yo recomiendo siempre es afrontarlo de manera parecida
a como se escribe una escaleta o un tratamiento de un guion cinematográfico. La
idea es que cada escena tenga, al menos, los siguientes elementos:

1. Título de la escena. Algo breve que puedas identificar de un vistazo para saber


de qué escena se trata. Por ejemplo: «El empresario acude a la cita con el
chantajista».

2. Momento en el que ocurre la escena. Aquí la información dependerá de cómo


sea tu novela y cuánto tiempo transcurra en ella, pero para guiarte puedes incluir
en una parte de la ficha el día y la hora exactos —si los sabes—, o simplemente
una nota que diga «Día 3, noche». Estos datos te ayudarán a crear la línea
temporal de la novela y a asegurarte de que cada escena esté en su sitio y, sobre
todo, que un personaje no se encuentre en dos lugares a la vez.

3. Descripción. Dos o tres líneas como máximo, algo muy escueto, que describan
qué ocurre en esta escena. Lo ideal aquí es que menciones el conflicto principal, el
tema a tratar o la función que tiene dicha escena en la historia. Por ejemplo:
«Enfrentamiento del empresario con el chantajista. El empresario se da cuenta de
que no tiene escapatoria. Comienza a planear el asesinato».

Como ves, no hace falta que busques un estilo literario para crear la estructura. Es
solo un documento técnico que desecharás en cuanto escribas tu primer borrador.
Si quieres, también puedes añadir otros elementos, como distintos colores según
la trama a la que pertenezca la historia, los personajes que aparecen en ella, las
localizaciones… Cualquier cosa que te ayude a comprender lo que tienes que
escribir cada día cuando empieces con el manuscrito.

Cada Escena, Una Ficha

Una forma práctica de organizar las información de la estructura es crear una ficha
—con los elementos del punto anterior— para cada una de esas escenas. Para
ello puedes recurrir a las típicas tarjetas índice rayadas, a post-its —tienen la
ventaja de que puedes pegarlos en una pizarra o una pared y cambiarlos de orden
fácilmente— o a aplicaciones como Story Planner, que cuenta con su propia
herramienta para elaborar una estructura de este tipo y permite cambiar de orden
las escenas según necesitemos.

Al final tendrás un montón de fichas o tarjetas con su título, su descripción y los


datos adicionales que necesite, y podrás moverlas a tu antojo si en algún momento
te das cuenta de que hay partes de la historia que necesitas atrasar o adelantar.

¿Por dónde empiezo?

Una vez hayas decidido el método que vas a seguir para tu estructura, lo mejor es
que retomes los puntos clave que vimos en la entrada anterior y crea a partir de
ellos las primeras fichas de escena y ordénalas en orden cronológico —o en el
orden que seguirán en la historia—. Así te servirán como espina dorsal para crear
el resto de la estructura.
Por ejemplo, tenemos la siguiente escena inicial o de apertura: «Título: El
empresario en su vida ordinaria. Descripción: el empresario acude al trabajo, lo
vemos en su vida cotidiana, con su secretaria y sus subalternos. Descubrimos que
es un hombre mezquino y solitario».

A continuación, creamos la ficha para la escena que corresponde al detonante:


«Título: El empresario recibe carta de chantajista. Descripción: el empresario abre
su correo y descubre una nota del chantajista. Alguien ha descubierto su mayor
secreto, todo su mundo se tambalea. Tiene miedo, pero reacciona con
prepotencia».

Ahora, con estas dos fichas creadas, lo que queda es construir las escenas
intermedias necesarias para llegar de ese punto inicial —la escena de apertura del
empresario en su vida ordinaria— hasta el detonante. Y lo mismo para el resto de
puntos clave de tu historia, hasta llegar al final o al epílogo, si lo hubiera.

¿Cómo Elegir Qué Escenas Incluyo En Mi Novela?

Esta es una cuestión importante que solemos hacernos antes de crear la


estructura y la respuesta tiene su complejidad. Para comenzar, te recomiendo que
le eches un vistazo a las entradas del blog “Estructura tu novela según la
intensidad de las escenas” y «Cómo escribir escenas que enganchen a tus
lectores».

Ambas analizan los distintos tipos de escena que existen según dos formas de
clasificarlas, así como la forma de organizarlas dentro de la estructura. Creo que
estas dos entradas pueden darte alguna pista para comenzar.

Además, no te olvides de la máxima en la que se insiste siempre a la hora de


escribir: muestra, no cuentes. Es decir, siempre que puedas, elige las escenas en
las que los personajes se encuentran en plena acción.

Si la novela trata sobre un empresario que es chantajeado por un oscuro secreto


familiar, coloca al empresario en escenas interesantes, enséñale a lector cómo se
comporta a través de sus actos, haz que vaya a sitios, que abra cajas, que rompa
cosas. ¡Lo que sea! Pero procura siempre mostrar con imágenes a través de las
palabras.

¿Cuántas Escenas Necesita Mi Novela?

Eso es tan difícil de responder como lo sería decirte cuántas palabras ha de tener
tu manuscrito. Cada historia tiene su propio tiempo, su ritmo, su narración…
Alguien puede escribir una obra muy extensa con muy pocas escenas —si cada
escena se alarga durante páginas y páginas por necesidades de la historia—, y
otra persona construir una novela corta con un gran número de escenas cortas y
dinámicas.

Tú intenta que la estructura quede completa, que no haya huecos o vacíos por el
medio y la historia avance de forma natural escena a escena. Por supuesto,
tampoco metas escenas de relleno solo por conseguir más páginas después. Si te
parece que al terminar la estructura la historia se queda corta, quizá sea hora de
plantearse si una subtrama tendría cabida.
¿Cómo Saber Si He Elegido Bien Las Escenas?

Llega el momento para la prueba del algodón. Imagina que has creado tu
estructura, tienes un montón de fichas bien ordenadas y organizadas que dan paso
unas a otras de forma orgánica y buscan un equilibrio en cuanto a intensidad.
Hasta aquí todo bien. Pero ¿seguro que están todas las que son y son todas las
que están?

La mejor forma de saber si una escena hace falta o no en la novela es responder a


tres preguntas bien sencillas:

1. ¿Qué aporta a la historia? ¿Cuál es la finalidad de esta escena? ¿Qué sentido


para la obra en conjunto? Puede ser que la necesites para hacer avanzar un
aspecto concreto de la trama o para mostrar la personalidad del personaje. No
importa, pero ha de servir para algo. Si está por estar, sin ninguna otra función
aparente, quizás deberías replanteártela.

2. ¿Qué me aporta a mí? Piensa en la escena en pleno desarrollo, con los


personajes en marcha, la acción sucede… ¿Qué sientes? ¿Te emociona? ¿Te
divierte? ¿O, por el contrario, la encuentras un poco aburrida? Una escena que no
consiga removerte por dentro, tampoco se lo removerá a lector. Además, ten en
cuenta que vas a pasar semanas, puede que meses, escribiendo esta novela. En
ocasiones se volverá una tarea tediosa y resultará mucho más fácil si cada escena
te aporta algo.

3. ¿Hay alguna manera de que esta escena sea aún mejor? Esta última
pregunta has de hacértela, sobre todo, si alguna de las dos anteriores se ha
quedado un poco en el aire. Quizás la escena te emociona por algún aspecto
personal, pero te das cuenta de que, en realidad, no aporta nada a la historia.
Piensa qué elementos o acciones podrías añadir para darle cabida dentro de la
trama. ¿Quién sabe? A lo mejor te encuentras sorpresas inesperadas que te
ayudan a mejorar la novela.

También puede darse el caso contrario. Que la escena sea necesaria y tenga que
estar sí o sí —por ejemplo, el momento en el que el personaje hace un
descubrimiento que el lector ha de conocer—, pero no te diga nada. Si te deja
frío/a o te parece aburrida porque solo tiene ese elemento importante, significa que
hay que trabajarla un poco. Dale una vuelta, a ver si encuentras alguna forma de
darle mayor profundidad o intenta fusionarla con otra escena que sí te guste y en
la que creas que tiene cabida.

I.  EL PUNTO DE VISTA, EL TONO Y EL ESTILO

¿Has pensado ya cuál será el punto de vista de tu historia? ¿Y el estilo y el tono


que emplearás? ¿Sabes si la contarás en pasado o en presente? Si lo tienes claro,
genial. Olvídate de esta entrada y ponte a escribir esa novela. Pero si todavía
tienes dudas, quizá esta entrada te ayude a aclararlas.

El Punto De Vista
El punto de vista en una historia no es otra cosa que la perspectiva con la que se
cuenta. Es decir, quién lo cuenta y qué conocimientos tiene sobre los hechos y los
personajes. Puede tratarse de un narrador omnisciente, en primera persona,
testigo, etc.
También se dan casos de novelas con distintos tipos de narrador. Por ejemplo, un
narrador en primera persona para las escenas del detective protagonista y en
tercera persona omnisciente para el asesino; o un narrador equisciente para el
personaje principal que se mezcla con un género epistolar en otros capítulos,
como sucede en mi novela Niña de cristal.

Ante tantas posibilidades, ¿cuál elegir? Depende. Cada narrador tiene sus
ventajas y desventajas. Puedes leer más sobre los distintos tipos de narrador en el
tutorial El narrador y el punto de vista. De todas formas, lo más importante es que
te sientas cómodo/a con el narrador que elijas. En este sentido, la razón tiene tanta
importancia como la intuición a la hora de elegir.

El Tono Y El Estilo

Más íntima y personal todavía que la elección del punto de vista, lo es la elección
del tono y el estilo del texto. Cada escritor tiene su manera de escribir, y eso es
bueno. Es lo que diferencia a un autor de otro.

Sin embargo, como no todos los libros son iguales ni tienen las mismas
necesidades, siempre conviene hacer una pequeña reflexión antes de ponernos a
escribir, para decidir cuál es la solución correcta para la novela. No se trata de
perder nuestra propia voz, por supuesto, pero no es igual que la historia la cuente
el narrador omnisciente a que lo haga un personaje que sea, por ejemplo, un niño
de siete años. Habrá diferencias en el lenguaje empleado, así como en el tono y en
el estilo.

El Tiempo Verbal

El maldito y controvertido tiempo verbal. Por los correos que me enviáis sé que
este asunto trae de cabeza a más de uno, y es que no es fácil elegir el tiempo
verbal a emplear en una historia, y mucho menos manejarlo bien.

Lo habitual, lo más ortodoxo, es emplear el tiempo verbal en pasado. Pero puede


haber novelas —o partes de una novela– que requieran un tiempo en presente.
Por ejemplo, una novela en la que los capítulos que suceden en la actualidad
están escritos en tiempo pasado, mientras que los que suceden en los primeros
años del siglo XX se cuentan en presente. Es una forma de acercar al lector la
parte de la narración que le es más remota y ajena.

En cuanto al manejo y coherencia de los tiempos verbales, os aconsejo leer el


artículo de Diana P. Morales ¿Escribir en pasado o en presente? Ventajas y
desventajas de cada tiempo narrativo.

Prueba Y Error

Ahora que ya sabes las distintas opciones que tienes para elegir el narrador, el
punto de vista y el estilo, mi consejo es que elijas una escena o un momento de tu
historia que consideres intenso y hagas la prueba de escribirlo de distintas
maneras. Prueba un par de narradores entre los que dudes, un estilo más directo y
rápido si ves que lo necesita, o uno más pausado y solemne… Trabaja ese
fragmento —no tiene por qué ser muy largo— hasta que encuentres una opción
que te resulte acertada y, sobre todo, cómoda.
Investigación

Por último, un consejo que quizá no te sirva para esta novela si vas a empezar a
escribirla ya, pero sí para las próximas. Cuando leas a otros autores, sean del
género que sean, fíjate en cómo narran su historia. ¿Qué tiempos usan, qué estilo,
qué ritmo, qué recursos? Cuando veas algo que te llame la atención, anótalo en tu
cuaderno o en la aplicación que uses para este fin.
En el futuro estos «recortes» pueden ayudarte a encontrar la solución para una de
tus historias. No se trata de que copies a otros autores, sino de que aprendas
distintas técnicas y recursos literarios que luego, combinando entre ellos o con tus
propios recursos, construyan algo nuevo.

J. EL PRIMER BORRADOR

Se conoce como primer manuscrito o primer borrador a lo que será la primera


versión de la novela, ya que después de escribirla tocará dejarla reposar en un
cajón para luego retomarla y empezar el trabajo más duro, de chapa y pintura, que
consiste en arreglar y pulir versión tras versión hasta que esté medianamente
digna para enseñársela a otros.

No existe una norma sobre cuántas versiones ha de tener una novela. Hay autores
que en dos revisiones la tienen listas y otros que tardan diez o quince hasta que
deciden que ya está lista. De todas formas, ahora no te preocupes por eso. Ya
llegará el momento de revisar y corregir. Ahora toca disfrutar con la escritura, y
para ello, veamos una serie de consejos que pueden ayudarte.

Márcate Objetivos

Escribir una novela conlleva un compromiso si de verdad quieres terminarla. No es


como un relato, que en unos días puede estar listo y revisado. Va a llevarte tiempo,
puede que más del que pensabas en un comienzo. Así que tendrás que organizar
tu tiempo y tomártelo en serio.

Puedes ponerte una fecha límite para terminarla si quieres, aunque desde mi punto
de vista esto a veces puede resultar contraproducente —siempre surgen
imprevistos y puede resultar frustrante ver que no se llega ni de broma a la fecha
prevista—. Creo que funciona mejor el marcarse objetivos a corto plazo como
escribir mil palabras al día o diez mil palabras a la semana.

Mi consejo es que definas una meta diario y otro semanal. Así, si algún día no
puedes cumplir lo que te habías propuesto, lo repartes entre el resto de los días de
la semana y conseguirás igualmente el objetivo para la semana.

Eso sí, sé realista a la hora de ponerte los objetivos. Ten en cuenta tus
circunstancias, tu tiempo y tu velocidad a la hora de escribir. Aunque sería lo ideal
escribir el primer borrador de un tirón y en el mínimo tiempo posible, no te marques
como meta escribir la novela en cuatro semanas si tienes que trabajar, atender a tu
familia y continuar con tu vida social como siempre. Solo conseguirás frustrarte y
eso es lo último que queremos.

También puede resultarte útil averiguar cuál es tu mejor momento para escribir,


con el fin de ser más productivo/a en tus sesiones de escritura.
Elige El Soporte Adecuado

¿Vas a escribir la novela a mano, en el ordenador o en tu vieja máquina de


escribir? Elegir el soporte adecuado también te puede ahorrar tiempo a largo
plazo. Si lo tuyo no es la mecanografía, lo mejor es que tires de bolígrafo y papel y
luego pases a limpio el manuscrito para revisarlo.

Si prefieres escribir directamente en un soporte informático, te aconsejo que


busques un buen programa de escritura, como Scrivener o Google Drive, ya que
cuentan con un sistema de backups que permite volver a una versión anterior
después de realizar cambios. Así no perderás nada.

Elijas el programa que elijas, no te olvides de hacer copias de seguridad después


de cada sesión, ya sea en la nube, mandándote el manuscrito por correo o
guardándolo en otro disco distinto al del ordenador. Lo peor que te puede pasar es
perder la información cuando llevas media novela escrita.

Sigue Tu Estructura, Pero Con Flexibilidad

La estructura que has creado de tu novela te servirá como hoja de ruta para no
perderte en el largo proceso de la escritura del borrador, pero esto no significa que
no puedas salirte de la carretera de cuando en cuando.

Si en algún momento encuentras algo nuevo que crees que funciona, adelante.
Atrévete a cambiarlo. Deja una nota en ese punto para acordarte en las siguientes
versiones de revisarlo y realizar las modificaciones oportunas, y sigue escribiendo.

Escribe Y No Mires Atrás

Muchas veces, mientras trabajamos en el primer borrador, nos sentimos tentados


de volver a empezar para pulir detalles, mejorar esto o aquello, cambiar detalles en
una trama o un personaje… No lo hagas. El primer borrador es mejor escribirlo de
un tirón, sin detenerte ni volver atrás.

Ya habrá tiempo para corregir todo lo que quieras en la segunda versión. Ahora es
el tiempo de escribir, a lo bruto, desde las emociones y disfrutando del proceso.
Es importante que no esperes que tu primer borrador sea perfecto. Nunca lo es. Ni
siquiera los de García Márquez o Bioy Casares lo eran. Hace falta mucho trabajo
de limpieza y pulido hasta conseguir algo decente. Pero has de tener algo que
pulir. Si te detienes cada dos por tres para revisar lo que llevas escrito, lo más
posible es que te quedes atrapado/a en un bucle sin fin y no consigas terminar la
novela.

De nuevo, si ves algo que crees que puedes mejorar, deja una nota para tu yo
futuro y sigue adelante.
Organiza Cada Sesión De Escritura

La mejor forma de prevenir los bloqueos de la escritura y la tan temible


procrastinación es planificar de antemano cada sesión de escritura. Cuando
termines el capítulo o las palabras que te hayas propuesto para ese día, dedica un
par de minutos a revisar lo que te tocará escribir en la siguiente sesión, para que tu
inconsciente comience a trabajar en ello y al día siguiente tengas más ganas de
ponerte.

Quizás mientras caminas al trabajo se te ocurra un arranque genial para esa


escena, o mientras te relajas en la ducha acuda a tu cabeza un diálogo genial.
Sobra decir que mientras dure el proceso de escritura del borrador lleves siempre
encima un cuaderno o un dispositivo en el que tomar notas.
También puedes seguir el truco de Hemingway, que consistía en terminar la sesión
en mitad de una escena, cuando todavía estás «en caliente», para que al día
siguiente resulte más fácil arrancar.

Prepárate Para Los Bajones

Una planificación tan trabajada como la que hemos llevado a cabo en las últimas
semanas te ayudará a prevenir posibles bloqueos de la escritura. No te
encontrarás perdido/a en mitad del manuscrito sin saber cómo continuar tu historia.
No descubrirás después de sesenta mil palabras escritas que la trama principal no
tiene sentido o que tu personaje protagonista está actuando sin motivaciones. Eso
lo tenemos cubierto, pero a pesar de todo, habrá momentos de bajón.

Lo primero que has de tener en cuenta es que se trata de un proceso normal. Es


algo que le pasa a casi todos los escritores y que algunos conocen como «el
muro» —porque cuando llegas a él te sientes literalmente como si chocases contra
un gran muro de hormigón— y otros «el síndrome del impostor» por las típicas
frases que resuenan en tu cabeza: «¿A quién quiero engañar? No sirvo para
escribir», «Este libro es una basura, no le interesará a nadie», «¡Pero si yo no
tengo nada que contar! ¿Por qué me empeño en perder el tiempo de esta
manera». ¿Te suenan?

Si todavía no has tenido la desgracia de caer en una de esas fases, no te


preocupes, es posible que antes o después te acabe por pasar. Nuestro cerebros
son especialistas en ello. ¿Por qué? Porque escribir una novela es un trabajo duro
y largo. Requiere esfuerzo, y nuestros cerebros son unos vagos. Les gustan las
cosas fáciles, están programados para ahorrar energía y sobrevivir. Pero ya no
vivimos en el Paleolítico, así que no le hagas caso. La mayor virtud de un escritor
no es el talento —de talento, aunque no lo creas, está lleno el mundo—, sino la
perseverancia —una virtud bastante más escasa—. Otra vez, sigue escribiendo
con la ayuda de tu planificación y no mires atrás.

Si a pesar de todo la fase del muro se te hace cuesta arriba, las dudas te atenazan
y la inseguridad no te permite continuar, no pasa nada. Tómate un respiro. Libérate
de escribir la novela durante un par de días y haz cosas distintas en el tiempo que
ibas a dedicar a la escritura. Da largos paseos, sal a tomar algo, practica deporte…
Pero antes de cada una de estas cosas, echa un vistazo a la estructura y lee la
ficha de la escena que tendrías que estar escribiendo. Antes o después tu cerebro
se desbloqueará, encontrará una forma interesante de plantear esa escena y te
entrarán de nuevo las ganas de escribir.

Vigila Lo Que Lees

Esto no le pasa a todo el mundo, pero algunos escritores —entre los que me
incluyo— tenemos el pequeño inconveniente de que nos afectan las novelas que
leemos de otros autores si nos encontramos en plena escritura de un borrador.
Esto quiere decir que si, por ejemplo, estoy leyendo una novela de Stephen King
mientras trabajo en la primera versión de mi manuscrito, puede que en algún
momento sin darme cuenta me ponga a intentar escribir como Stephen King.

Esto no es lo ideal, porque yo quiero escribir como Iria López, no como otra
persona, así que mi truco para esos momentos en los que trabajo más
profundamente en una novela, lo que hago es leer solo obras de autores cuyos
estilos no me afectan —no sé por qué, pero a mí me ocurre que se me «pega»
más el estilo de ciertos escritores que de otros— o directamente limitar mis
lecturas al ensayo.

Blog Literautas, si te Gusta Escribir: https://www.literautas.com/es/blog/como-


escribir-una-novela-paso-a-paso-y-de-forma-divertida/

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