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CAPÍTULO XIII

OFICIOS (CARGOS) ECLESIÁSTICOS

I. OFICIOS ECLESIÁSTICOS

La potestad necesariamente existe en la Iglesia, en cuanto que, por voluntad


de su Fundador, es decir, por institución divina, es también una comunidad
ordenada de personas que tienen una concreta finalidad.

El ejercicio de la potestad se concreta en los oficios eclesiásticos. Puede


decirse que el término equivale a “cargo”.

La potestad en la Iglesia se adquiere y comunica mediante la obtención y


concesión de un oficio.

Conviene destacar, que todo oficio es un cargo, es decir, etimológicamente


una carga. Así de percibe mejor la idea de servicio a la comunidad que implican
todos los oficios.

Junto al oficio, la potestad en la Iglesia puede obtenerse también por medio


de delegación y por suplencia, siendo exigencias del dinamismo y operatividad que
la plural realidad eclesial exige.

En todo caso, y de conformidad con la doctrina del Concilio Vaticano II, es


necesario ampliar el concepto de oficio, entiendo que comprende funciones o
misiones eclesiales diversas, no siendo ya necesario que en todo oficio se dé una
verdadera participación en la potestad de orden o de jurisdicción (de gobierno).

De este modo, los laicos pueden también ser titulares de auténticos oficios
en la Iglesia, lo que permite una mayor acomodación a personas, lugares y
necesidades (salvo aquellos que impliquen potestad de orden o de jurisdicción).

II. NOCIÓN

Oficio eclesiástico es cualquier cargo, constituido establemente por


disposición divina o eclesiástica, que haya de ejercerse para un fin espiritual (c.
145).

Un elemento del oficio es su estabilidad, y en esto se diferencia de otros


cargos o encargos eclesiásticos que pueden ser ocasionales o transitorios.

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Sus elementos integrantes son:

a) Conjunto de derechos y deberes.

b) Constituidos de forma estable (por tiempo indefinido, se refiere al cargo


como tal, no al titular del mismo).

c) Por Derecho divino (Papa y Obispo) o por Derecho eclesiástico


(Arzobispo, Cardenal, párroco, etc.).

d) En orden a la obtención de la misión de la Iglesia (funcionalidad de


servicio al fin de la Iglesia).

Ha desaparecido la distinción que se hacía en el Código de 1917 entre oficio


o cargo eclesiástico en sentido estricto (participación de la potestad de orden y
jurisdicción) y en sentido amplio (cualquier función o ministerio legítimamente
desempeñado con un fin espiritual). El Código vigente ha seguido la pauta señalada
por el Concilio Vaticano II al establecer que se entiende por oficio eclesiástico
cualquier cargo conferido de modo estable para un fin espiritual (Decreto
“Presbyterorum ordinis, n. 20).

En consecuencia, los laicos pueden ser, en plenitud de derecho, titulares de


cargos eclesiásticos.

Ahora bien, los laicos quedan ciertamente excluidos de aquellos cargos que
llevan consigo necesariamente el ejercicio de la potestad de orden sagrado, ya que
no han recibido ese sacramento y de jurisdicción (de gobierno).

Las obligaciones y derechos propios de un cada oficio eclesiástico se


determinan bien por el mismo Derecho por el que constituye, bien el Decreto de la
autoridad competente que lo constituye y a la vez lo confiere (c. 145).

III. PROVISIÓN (CONCESIÓN) DE UN OFICIO ECLESIÁSTIVO

Un oficio eclesiástico no puede obtenerse válidamente sin provisión canónica


(c. 146).

Modos de provisión o concesión canónica (c. 147).

a) Libre concesión (colación) por parte de la autoridad competente.

b) Presentación-institución: la presentación la hace un sujeto o entidad


colegiada que tiene ese derecho (patrono o patronato).

c) Elección-confirmación: la elección la hace el órgano colegiado a quien


compete ese derecho, la confirmación la concede la autoridad competente.

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e) Postulación-admisión: la postulación (petición) la hacen los electores
cuando han elegido a una persona que carece de algún o algunos de los requisitos
exigidos por el Derecho, la admisión la otorga la autoridad.

d) Elección-aceptación: así sucede en los casos en los que no se necesita la


confirmación por parte de la autoridad competente o resulta imposible (por ejemplo,
la elección del Romano Pontífice). En estos casos basta y es suficiente la
aceptación por parte del elegido.

IV. AUTORIDAD COMPETENTE PARA LA CONCESIÓN

La provisión de los oficios compete a la misma autoridad a quien


corresponde erigirlos, innovarlos o suprimirlos, a no ser que el Derecho establezca
otra cosa. Es decir, a la autoridad competente.

V. CUALIDADES, REQUISITOS REQUERIDOS, Y REGULACIÓN DE LA


CONCESIÓN

a) Estar en comunión con la Iglesia (c. 149).

b) Idoneidad, es decir, dotado de aquellas cualidades que para ese oficio se


requieren por Derecho universal o particular o por ley de la fundación (c. 149).

Será nula la concesión si esas cualidades se requieren expresamente, en


otro caso, la concesión es válida, pero puede rescindirse por decreto de la
autoridad competente o por sentencia del tribunal administrativo.

c) Es inválida por fuerza del Derecho mismo, la concesión hecha por simonía
(c. 149).

d) El oficio que lleva consigo la plena cura de almas, para cuyo cumplimiento
se requiere el ejercicio del orden sacerdotal, no puede conferirse válidamente a
quien aún no ha sido elevado al sacerdocio (c. 150).

No se retrase sin justa causa la provisión de un oficio que lleve consigo cura
de almas (c. 151).

d) La provisión de un oficio que, según Derecho, no está vacante, es “ipso


facto” inválida, y no se convalida por la vacación subsiguiente.

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e) Si se trata de un oficio que, según el Derecho, se confiere para un tiempo
determinado, la provisión puede hacerse sólo dentro de los seis meses anteriores a
la terminación de aquel plazo, y surte efecto desde el día de la vacación del oficio
(c. 158).

f) A nadie se confieran dos o más oficios incompatibles, es decir, que no


puedan ejercerse a la vez por una misma persona (c. 152).

h) El oficio vacante conforme a Derecho que alguien detenta ilegítimamente,


puede conferirse a alguien con tal de que haya declarado en debida forma que
dicha posesión no era legítima, y se mencione esta declaración en el documento de
colación (c. 154).

i) El que confiere un oficio en lugar de quien no puedo o descuidó el hacerlo,


no adquiere por ello ninguna potestad sobre la persona a quien se lo ha conferido,
sino que la condición jurídica de ésta es la misma que si hubiera hecho la colación
según la norma ordinaria de Derecho (c. 155).

VI. NORMATIVA PARA CADA UNO DE LOS MODOS DE CONCESIÓN

1. Sobre la libre colación

A no ser que el Derecho establezca expresamente otra cosa, compete al


Obispo diocesano (y equiparados) proveer por libre colación los oficios
eclesiásticos en su propia Iglesia particular (c. 157).

2. Sobre la presentación

Véanse cc. 158-163.

3. Sobre la elección

Véanse los cc. 164-179.

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4. Sobre la postulación

Véanse los cc. 180-183.

VII. PÉRDIDA DEL OFICIO ECLESIÁSTICO

1. En general

En general, se pierde: a) transcurso del tiempo prefijado; b) cumplimiento de


la edad determinada en el Derecho; c) renuncia; d) traslado; e) remoción; f)
privación (c. 184).

No se pierde al cesar, de cualquier modo el Derecho de la autoridad que lo


confirió, a no ser que el Derecho disponga otra cosa (c. 184). Por ejemplo, el
Vicario General, que cesa al cesar el Obispo de quien es Vicario.

La pérdida de un oficio, cuando ha sido efectiva, debe notificarse cuanto


antes, a todos aquellos a quienes compete algún derecho en la provisión del oficio
(c. 184).

La pérdida de un oficio por el transcurso del tiempo prefijado o por


cumplimiento de la edad sólo produce efecto (queda vacante) a partir del momento
en que la autoridad competente lo notifica por escrito (c. 186).

La autoridad competente para la concesión de un cargo, puede conceder el


título de “emérito” (honorífico) a aquél que ha cesado en un cargo, por haber
cumplido la edad, o por haberse aceptado la renuncia que él presentó (c. 185).

2. Renuncia (cc. 187-189)

El que se halla en su sano juicio puede, con causa justa, renunciar a su oficio
eclesiástico (c. 187). Sin causa justa, sería ilícita. No obstante, pueden existir
titulares de oficios a quienes les está prohibido renunciar (por ejemplo, en algunos
Derechos particulares de religiosos).

Es nula de propio Derecho la renuncia hecha por miedo grave injustamente


provocado, dolo, error substancial o simonía.

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Para que valga la renuncia, requiérase o no su aceptación, ha de
presentarse, por escrito o de palabra ante dos testigos, a la autoridad a quien
corresponde conferir el oficio de que se trate.

La autoridad no debe aceptar la renuncia que no esté fundada en una causa


justa y proporcionada.

No produce efecto alguno la renuncia que necesita aceptación, si no es


aceptada en el plazo de tres meses; la que no necesita aceptación produce su
efecto mediante la notificación del renunciante, hecha según norma de Derecho.

Mientras la renuncia no haya producido efecto, puede ser revocada por el


renunciante; una vez que lo ha producido, no puede revocarse, pero quien renunció
puede conseguir el oficio por otro título.

3. Traslado (cc. 190-191)

Autor: el traslado sólo puede hacerlo quien tiene derecho a conferir tanto el
oficio que se pierde como el que se encomienda.

Requisitos: si el traslado se hace contra la voluntad del titular del oficio, se


requiere causa grave y, quedando en pie el derecho a exponer las razones
contrarias, debe observarse el procedimiento establecido por el Derecho (por
ejemplo, el traslado de los párrocos, regulado en los cánones 1748-1752).

Para que el traslado produzca efecto, ha de notificarse por escrito.

Efectos: en caso de traslado, el primer oficio queda vacante (sin titular) con
la toma de posesión del segundo, a no ser que otra cosa disponga el Derecho o
prescriba la autoridad competente.

El trasladado percibe la remuneración correspondiente al primer oficio, hasta


que toma posesión canónica del segundo.

4. Remoción (cc. 192-195)

Consiste en la privación del oficio, sin que se le confiera otro.

Puede suceder:

Por el mismo Derecho (automáticamente), lo cual sucede si el titular:

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a) Pierde el estado clerical.

b) Se aparta públicamente de la fe católica o de la comunión con la Iglesia.

c) Si es clérigo y atenta matrimonio, aunque sea sólo civil.

En los dos últimos casos se requiere que consten esas situaciones por
declaración de la autoridad competente.

Por decreto emanado de la autoridad competente:

a) Con causa justa a juicio de la autoridad competente, a quien se conferido


un oficio por un tiempo que queda a la prudente discreción de la autoridad.

b) Nadie puede ser removido de un oficio conferido por tiempo indefinido, a


no ser que por causas graves y observando el procedimiento determinado por el
Derecho.

Para que produzca efecto el decreto de remoción, debe notificarse por


escrito.

En todo caso, debe respetarse los derechos adquiridos por contrato.

Si alguien es removido de un oficio con el que se proveía a su sustento, no


de propio Derecho, sino por decreto de la autoridad competente, la misma
autoridad debe cuidar de que se provea por tiempo conveniente a su sustento, a no
ser que se haya provisto de otro modo.

5. Privación

Implica el cese en un oficio como consecuencia de la imposición de


determinada pena canónico. Tanto su imposición, como su interpretación y efectos
se rigen por las normas establecidas en el Derecho penal (Libro VI del Código de
Derecho Canónico).

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