Está en la página 1de 3

CAPÍTULO I

TUTELA PENAL DE LA POTESTAD CANÓNICA

I. CONCEPTO DE DERECHO PENAL CANÓNICO

La función de gobierno incluye también el “ius puniendi”, es decir, la potestad


de imponer racionalmente sanciones proporcionadas para proteger bienes jurídicos
relevantes, cuando lo exija el bien común eclesial y el bien espiritual del infractor.

La Iglesia es una sociedad originaria, no derivada ni dependiente de otra


sociedad superior, con sus autoridades propias, que ejercen la potestad recibida de
Cristo. Entre las funciones propias de esa potestad de ordenación de la vida social
se encuentra, como en cualquier otra sociedad, el “ius puniendi”.

Por consiguiente, puede definirse el Derecho penal canónico como el


conjunto de normas jurídicas promulgadas por legítima autoridad de la Iglesia
destinadas a regular la potestad sancionadora en su seno.

En palabras de Juan Pablo II, la disciplina penal debe considerarse como “un
instrumento de comunión”. Su objetivo no es otro que “reparar el escándalo,
restablecer la justicia y conseguir la enmienda del reo” (c. 1314).

Aunque se dice que el Derecho penal es la parte del Derecho que menor
influencia tiene sobre la vida de la Iglesia, no obstante ésta no puede renunciar a
garantizar su orden esencial en caso de extrema necesidad, incluso con medidas
penales (sanciones).

Ahora bien, el recurso al Derecho penal sólo deberá tener lugar cuando la
corrección fraterna, la reprensión u otros medios de la solicitud pastoral no bastan.
En resumen, deberá ser siempre el último recurso al que acudir.

Además, ni siquiera las penas más graves que prevé la Iglesia por los delitos
mayores son irreversibles, ya que con su carácter medicinal se dirigen a suscitar el
arrepentimiento en el pecador, para que pueda ser perdonado y volver a la
comunidad.

El Derecho penal de la Iglesia está regulado en el Libro VI del Código de


Derecho Canónico, comprendiendo los cc. 1311-1399, bajo la rúbrica “De las
sanciones en la Iglesia”. A su vez, este Libro está divido en dos Partes: Parte I, “De
los delitos y penas en general”, y Parte II “De las penas para cada uno de los
delitos”.

1
Asimismo, deben tenerse presentes las normas procesales penales,
reguladas en el Libro VII (“De los procesos”), Parte IV (“Del proceso penal”), así
como otras normas especiales (como las “Normas sobre delitos más graves”).

Sobre estas bases se afirma el derecho originario y propio de la Iglesia de


obligar con sanciones penales a los fieles que han cometido delitos.

II. SUJETOS ACTIVOS Y PASIVOS DE LA POTESTAD PENAL

1. Titulares de la potestad penal

Quien tiene potestad legislativa puede (c. 1315):

a) Dar leyes penales.

b) Proteger con una pena conveniente una ley divina o eclesiástica,


promulgada por una autoridad superior, respetando los límites de su competencia
por razón del territorio o de las personas.

En la medida en que alguien, en virtud de su potestad de régimen


(administrativa o ejecutiva), puede imponer preceptos en el fuero externo, puede
también conminar mediante precepto con penas determinadas, excepto las
expiatorias perpetuas (c. 1319).

Quien tiene potestad judicial, puede imponer las penas establecidas o ejercer
las facultades discrecionales concedidas por el Derecho (c. 1341 y cc. 1717-1731).

2. Destinatarios de la potestad penal

La Iglesia tiene derecho originario a castigar con sanciones penales a los


fieles (bautizados en la Iglesia o acogidos en ella) que cometen delitos (c. 1311).

En todo lo que los religiosos dependan del Ordinario del lugar, puede
castigarles con penas (c. 1320).

Ahora bien, para proveer al bien de los institutos y a las necesidades del
apostolado, el Sumo Pontífice, en virtud de su primado sobre toda la Iglesia y en
atención a la unidad común, puede eximir a los institutos de vida consagrada del
régimen de los Ordinarios del lugar, haciendo que estén sometidos exclusivamente
a sí mismo o a otra autoridad eclesiástica (c. 591). Por consiguiente, en estos

2
casos, los religiosos no pueden ser obligados con penas por los Ordinarios del
lugar.

III. CONTENIDO DE LA LEY PENAL

En la ley penal se establece:

a) Los diferentes delitos.

b) Las consecuentes sanciones penales que deben aplicarse a cada uno de


los delitos.

c) La configuración del sujeto pasivo de la sanción penal.

d) La forma en que deben aplicarse y cesar las sanciones penales.

En todo caso, los Obispos diocesanos deben cuidar que, cuando han de
establecer leyes penales, en la medida de lo posible éstas sean uniformes para un
mismo Estado o región (c. 1316).

Las leyes que establecen alguna pena, coartan el libre ejercicio de los
derechos, o contienen una excepción a la ley, deben interpretarse estrictamente (c.
18).

En las causas penales se prohíbe expresamente extenderlas a casos


similares (analogía), o tratar de llenar el vacío de cualquier modo (c. 19).

También podría gustarte