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Dennis Linn) S.].

Matthew Linn) S.].


Sheila Fabricant

Sanando la lle,ida
má, Profunda
Título en inglés:

Healing the Greatest Hurt

Versión al español de:

Gloria de Cardona
Bogotá, Colombia
María Alicia Terrazas O.
Cochabamba, Bolivia
Bertha Araceli Graham
Glendora, California, U.S.A.

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Libret1a
Ei&morador
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LIBRERIA PARROQUIAL DE CLAVERIA


© Librería Parroquial de Clavería, S. A. de C. V.
Floresta No. 79, Deleg ación Azcapotzalco
02080, l'v1éxico, D. F.

ISBN 968-442-107-9

Primera Edición 1988


Segunda Edición 1995 - 5,000 ejem plares

Impreso en México
Printed in Mexico
Contenido

l. Sanación a través del dolor.............................. 9

2. Sanando la pena por la pérdida de aquel a


quien más extrañamos................................... 21

3. El amor es más fuerte que la muerte.................. 29

4. Cómo orar por los muertos............................. 49

5. ¿Qué hay sobre el infierno?: Orando por los


grandes pecadores........................................ 67

6. Orando por el árbol genealógico....................... 83

7. Sanando las relaciones con bebés nacidos


muertos y abortados..................................... 115

8. El Alma vive donde ama................................ 153

Conclusión: Yo soy un Dios de los Vivos y no


de los muertos............................................ 169
Apéndice A: ¿Y del infierno qué? ¿Cómo un Dios
amoroso puede enviar a alguien allí?
(Una Visión Bíblica).......................................... 173
Apéndice B: Apoyo No-Católico para orar por los
que se han ido.................................................. 201

5
Apéndice C: Orando por la familia que haya estado
involucrada en el Ocultismo................................. 21 l

Apéndice D: Bendiciendo lugares........................ 219

Notas ... ········· .... ········.................................... 225

6
Este libro está dedicado amorosamente a:

Conrad Baars
Bill Carr
John Thomas Linn
Mary Jane Linn, C.S.].

Quienes Oran por Nosotros


Capítulo 1

Sanación a través del dolor


¿Cuál es la herida más profunda que usted haya enfren­
tado o tal vez tenga que enfrentar? Hace varios años duran­
te un retiro, siete personas vinieron a nosotros con diferentes
problemas, incluyendo homosexualidad, dolor crónico de
espalda y alcoholismo. Cuando les preguntarnos a estas per­
sonas cuándo habían comenzado sus problemas, cinco de
ellas nos dijeron que éstos empezaron a raíz de la muerte de
un amigo cercano o miembro de la familia. Cuando estas
personas empezaron a orar y a sanar la pérdida de sus seres
queridos, sus problemas actuales empezaron a desaparecer.
Sus prob lemas actuales habían sido únicamente síntomas de
una herida mayor: la muerte de un ser querido. Cuando
perdemos lo que más amamos, podemos ser heridos más
profundamente.
El trabajo del Dr. Thomas Holmes sirve para ilustrar
que la muerte de un ser querido es una de las heridas más
grandes, resultando en una gran variedad de enfermedades
físicas, emocionales, espirituales y sociales. El Dr. Holmes
tuvo varios informantes a los que hizo que valoraran va­
rias situaciones de stress y luego él construyó una escala de
stress. 1 La escala iba de once puntos de stress por una multa
de estacionamiento hasta setenta y cinco puntos por un di­
vorcio y finalmente el nivel más alto de cien puntos por la
muerte del cónyuge. El Dr. Holmes encontró que aquellos
que en un año cualquiera hubieran tenido más de trescien­
tos puntos de stress tenían un setenta por ciento de posibili­
dades de sufrir úlceras, disturbios psiquiátricos, huesos rotos

11
o cualquier otro problema serio de salud, dentro de los años
siguientes; mientras que aquellos con menos de doscientos
puntos en un año tenían sólo un treinta y siete por ciento de
probabilidades de enfermarse. Basado en sus resultados.el Dr.
Holmes hasta predijo con exactitud cuáles jugadores de futbol
resultarían lesionados durante la siguiente temporada.
Todas las situaciones medidas como más destructivas
involucran pérdidas: pérdida del cónyuge a través de la
muerte o del divorcio, pérdida de la salud física, pérdida del
empleo, etc. Para muchos la pérdida del cónyuge por divor­
cio o la pérdida de la vista pueden ser heridas mayores que
la pérdida de un ser querido por causa de la rn uerte. Pero se­
guiremos al Dr. Holmes al tratar la muerte de un ser querido
como la herida más profunda porque es la pérdida traumáti­
ca más común e ilustra el proceso de sufrimiento presente en
todas las heridas. El fracaso de experimentar �te proceso
normal de dolor o pena puede causar enfermedad física,
emocional, espiritual y social.
Los efectos físicos de una pena no superada son dramá­
ticamente ilustrados en el estudio de Holmes por la propor­
ción de muertes de viudas durante el primer año siguiente a
la muerte de su cónyuge. Dichas viudas tienen diez veces
más el porcentaje normal de muerte para mujeres de la mis­
ma edad.2 Los hombres, después de la muerte de su cónyuge
o uno de sus padres.también sufren un incremento significa­
tivo en el porcentaje de muertes, especialmente por accidentes,
enfermedades del corazón y algunas enfermedades infeccio­
sas.2ª Muchos investigadores del cáncer sugieren que típica­
mente esta enfermedad se desarrolla de seis meses a dos años
después de una pérdida grande.3 Estudios recientes en Mt.
Sinai flospital en Nueva York nos ayudan a comprender la
relación existente entre e.l dolor y las enfermedades físicas.
Estos estudios encontraron que después de la muerte de un
ser querido, el sistema inmunológico (especialmente la pro­
ducción de linfocitos o glóbulos blancos, que combaten las
infecciones y destruyen las células cancerosas), está reprimí-

12
do por dos meses, dejando a la persona afligida vulnerable a
toda enfermedad incluyendo el cáncer. Tan pronto como los
sobrevivientes pasan por el proceso de dolor en forma ade­
cuada durante los cuatro meses siguientes a una muerte, el
sistema inmunológico se regenera a sí mismo hasta llegar a
su estado normal. 4 En un reporte reciente de un Instituto de
Medicina sobre los efectos de una pérdida, veintiún expertos
concluyen que las respuestas físicas a las penas pueden durar
'Seis años o más porque la aflicción produce cambios mayores
en los sistemas respiratorio, nervioso central y hormonal y
puede alterar substancialmente funciones del corazón, siste­
ma sanguíneo e inmunológico. El reporte también concluye
que el duelo hace menos daño físico a la mujer que al hom­
bre, en parte porque las mujeres· más fácilmente pueden
"llorar en un hombro amigo" para expresar y tratar de salir
de su pena.5 De la misma forma, la reciente investigación
del Dr. James Pennebaker establece que el doliente que so­
porta su pena sólo tiene más enfermedades físicas después de
una muerte; pero aquellos que tratan de sobreponerse con­
fiando en alguien no muestran ningún incremento en pro­
blemas de salud después de una muerte. 6
No solamente en el nivel físico sino en el emocional mu­
chos problemas se pueden remontar hasta una pérdida que
no ha sido debidamente sufrida. De diez a veinte por ciento
de viudas y viudos permanecen clínicamente deprimidos por
espacio de un año o más. 7 El Dr. Erich Lindemann encontró
que los pacientes psiquiátricos tenían seis veces más situacio­
nes de pérdidas en sus v"idas que requerían ser sufridas, que
la población general.8 Otro estudio encontró más altos por­
centajes de divorcio o crimen entre las personas que habían
perdido a uno de sus padres durante su niñez.9 La pérdida
de uno de ellos o de un hermano durante la niñez es espe­
cialmente peligrosa para la salud mental tanto a corto como
a largo plazo porque los niños, en lugar de penar después de
una muerte, más bien sufren intermitentemente en los años
subsecuentes. 10 La pena no superada también daña emo-

13
cionalmente a los adolescentes. En un estudio de niñas ado­
lescentes no casadas que tenían dos o más embarazos, la
doctora Nancy Horowitz encontró que la mitad de las niñas
habían sufrido una pérdida significativa dentro de los tres
años anteriores a uno de los embarazos. La pérdida más co­
mún era la del padre. La doctora Horowitz cree que conce­
bir un hijo ilegítimo puede ser a veces un esfuerzo desespera­
do para recobrar al ser querido perdido.11 Entre las parejas
de casados que han perdido un hijo, hay una incidencia
extremadamente alta de problemas maritales y hasta divor­
cio. Muchos consejeros creen que esto es debido al stress en
que se coloca un matrimonio cuando uno de los cónyuges es­
tá listo a dolerse (usualmente primero la esposa) y el otro no.
La pena no resuelta se expresa a sí misma en una amplia va­
riedad de problemas emocionales, tal vez tan diferentes co­
mo formas de conductas difíciles.
Al nivel espiritual, el duelo nos puede acercar a Dios o
alejarnos más de Dios. Cuando nosotros (Matt y Dennis), tra­
bajábamos como terapistas con la gente deprimida en la clí­
nica psiquiátrica Wohl, siempre les preguntábamos qué ha­
bía causado la depresión. Los pacientes usualmente decían
que había empezado con una pérdida, ya sea de un hijo, es­
poso, trabajo, su propia salud, etc. Mientras estos pacientes
se aferraban al resentimiento hacia sí mismos, hacia otros, y
hacia Dios debido a la pérdida, permanecían deprimidos e
incapaces de pasar por su duelo. Durante esa época, tam­
bién dábamos retiros y les preguntábamos a los participan­
tes una pregunta diferente: "¿Cuándo estuviste más cerca de
Dios?" Para sorpresa nuestra, ellos mencionaron fas mismas
situaciones que nuestros clientes deprimidos: la pérdida del
esposo, hijo, trabajo o su propia salud que los había hecho
empezar a orar y pedir a Dios que llenara su vacío. Una di­
ferencia entre estos dos grupos fue que nuestros clientes
deprimidos se habían alejado de Dios porque no podían do­
lerse o perdonar, mientras que a los que hacían el retiro la
experiencia de pérdida los había acercado más a Dios por-

14
que conocían su necesidad de Dios y permitieron que los
amara en medio de su pena. 11"
Cuando no podemos encontrar a un Dios de Amor en
medio del dolor, las consecuencias a nivel social pueden ser
muy grandes. Por ejemplo, el odio del Ayatolah Khomeini
por el Sha de Irán y sus partidarios americanos empezó
cuando el propio hijo de Khomeini fue ejecutado por el Sha.
De la pena no resuelta de Khomeini vino su deseo de ven­
ganza mismo que eventualmente causó una crisis interna­
cional, y entabló una guerra en el medio Oriente. En con­
traste con Khomeini, la pena de Papá King (el padre de
Martín Luther King), por su hijo llevó a la paz y no a la gue­
rra. Después de su asesinato, Papá King reunió a toda su fa­
milia y les dijo que la visión de paz de Martín moriría con él
a menos que ellos perdonaran al asesino. Toda la familia
junta se dolió por Martín. Lloraron hasta que pudieron orar
y perdonar al asesino. Debido a su proceso de aflicción ellos
han podido continuar hasta la fecha llevando la visión de
amor sin violencia y perdón de Martín Luther King. La sana
manera de dolerse que conduce al amor que perdona ha
cambiado lugares tan notables como la prisión de La Mesa,
en una comunidad de amor. Cuando Antonia Brenner expe­
rimentó la muerte de su matrimonio a través del divorcio,
ella escogió darle a otros todo el amor que ya no podía darle
a su esposo. Se hizo monja y se fue a vivir a la prisión como
Madre Antonia. Empezó a acercarse a los prisioneros, a
quienes llama "mis hijos''. Muchos de ellos han experimen­
tado la matanza de un ser querido. La Madre Antonia les
enseña a romper el ciclo de venganza doliéndose por su ser
querido y perdonando al asesino. En los nueve años desde
que la Madre Antonia empezó a vivir en la prisión, ni uno
solo de los prisioneros que han sido liberados ha tomado
venganza contra la persona que mató a su ser querido.
Las penas no superadas pueden ser la razón fundamen­
tal de más problemas sociales que lo que ordinariamente
pensamos y nos inmobiliza para que trabajemos para cam-

15
biar. Por ejemplo, cuando Michael Russell empezó a traba­
jar para la Brown Lung Association, trató de organizar a los
hilanderos para que pelearan por una legislación que los
protegiera contra la enfermedad de los pulmones ("brown
lung disease"). El se fue sintiendo cada vez más frustado con
los hilanderos, quienes en lugar de plantear estrategias
concretas para el cambio, se pasaban cada reunión contan­
do historias de sus seres queridos que habían muerto y discu­
tiendo sobre otras formas en que la comunidad había sufri­
do con la enfermedad. El momento decisivo llegó cuando los
hilanderos y los organizadores asistieron a una reunión con
la vocera del gobierno, Eula Bingham. Tan pronto entró en
el recinto, ella empezó a llorar de frustración por la sesión
del congreso a la que acababa de asistir. Pronto todos los
que estaban presentes comenzaron a llorar. Cuando la llora­
dera terminó, los hilanderos por primera vez fueron capaces
de hablar concreta y efectivamente por su causa. El deseo de
Eula 13ingham de aparecer débil y vulnerable mientras que
daba salida a su pena a través de las lágrimas permitió a los
hilanderos a su vez dar salida al dolor que sentían por sus
seres queridos muertos y su propio sentimiento continuado.
Durante esa reunión Michael Russell por primera vez se dio
cuenta que su gente había estado paralizada por dolor "polí­
tico·· o social. "La resistencia que encontramos entre la gen­
te pobre para organizarse y liberarse de las circunstancias
opresivas es el resultado final de aflicción política no resuel­
ta'' .12 La psicoterapeuta Joanna Macy cree que todos noso­
tros llevamos más o menos sepultada una pena por situacio­
nes sociales o políticas que destruyen la vida, tales como ar­
mas nucleares, hambre mundial y contaminación del am­
biente. Después de dirigir muchos "Talleres sobre manejo
de la desesperación" ella concluye que al enfrentar nuestro
dolor y desesperación, y dar salida a nuestros sentimientos,
encontramos el poder de trabajar para el cambio. 13
Si pasar por el proceso del dolor es tan importante, ¿por
qué no lo hacemos? Algunos de los bloqueos contra el dolor

16
provienen de nuestra cultura, mientras que otros provienen
de la situación que rodea la muerte en sí. En nuestra cultu­
ra, con frecuencia se nos estimula a que no enfrentemos el
dolor sino más bien que neguemos nuestra pena para "ser
fuertes". Nuestros héroes y heroínas no son ordinariamente
gentes como Eula Bingham, que están dispuestos a mostrar
debilidad, sino más bien aquellos que se mantienen erguidos
y no lloran en los funerales. Un escritor comentaba en el da­
ño no intencional hecho por el ejemplo de J acqueline Ken­
nedy en el funeral de su esposo el Presidente John F. Kenne­
dy.14 Toda una generación de mujeres americanas dolientes
sintieron que debían imitar el ejemplo de la Señora Ken­
nedy, quien permaneció públicamente calmada, en control
durante el entierro de su esposo. Como cristianos también le
decimos a los miembros de la familia doliente, que deben es­
tar felices de que su ser querido se ha ido para estar con Dios
(o que Dios amaba tanto al difunto que se lo llevó a su ho­
gar). Olvidamos que hasta Jesús lloró por su amigo Lázaro
(In 11 :35,36). Cuando recortarnos el proceso del dolor aun
por las razones más nobles, causamos destrucción física,
emocional, espiritual y social.
Algunas veces la situación circundante corta el proceso
del dolor. Pasar por una pena es más difícil cuando la muer­
te es repentina o traumática, cuando hay "muchos asuntos
no resueltos" con el difunto, o cuando la muerte agrava la
pena no superada de una pérdida anterior. Un ejemplo de la
última situación es cuando la pérdida de una amiga que nos
ha dado amor maternal remueve el dolor no sanado oca­
sionado por la pérdida de nuestra propia madre. Alguna�
veces el dolor no superado puede ser por una parte herida de
nosotros mismos, que fue representada por nuestro ser que­
rido; como cuando un hombre que fue torpe de niño, llora
por la muerte de su hijo futbolista. Este hombre se duele no
sólo por su hijo sino también de sus propios sueños de habili­
dad atlética que esperaba algún día llegar a realizar a través
de su hijo.15

17
Antes de que estemos sanados, tal vez tengamos que do­
lernos muchas veces no sólo por pérdidas pasadas sino tam­
bién por pérdidas presentes. Por ejemplo una persona viuda
no ha terminado de dolerse por la pérdida de su compañero.
Meses más tarde, el dolor puede reaparecer, pero esta vez es
debido a la pérdida de un compañero paternal de los hijos
ingobernables, pérdida de la intimidad física, pérdida del
que ganaba el sustento al ver que las cuentas se acumulan, o
pérdida de un oyente que era el primero en escuchar todas
las noticias emocionantes. Entre más amamos a una perso­
na, más extrañaremos aspectos de su presencia. A menos que
lloremos estas pérdidas tendremos miedo de amar y arries­
garnos a perder de nuevo. Si de verdad extrañamos a al­
guien debemos también felicitarnos por la forma tan pro­
funda como hemos amado y de tener el potencial de amar
tan profundamente otra vez.
Si el dolerse es tan importante, ¿cómo sabemos si nos es­
tamos doliendo? Podemos estar muy conscientes de algunos
de los síntomas del dolor, como cuando estamos abrumados
por la soledad en el aniversario de los muertos o cuando con
lágrimas hablamos de alguna forma en que esa persona fue
especial c0n nosotros. Tal vez estemos menos conscientes de
algunos de los síntomas que están enraizados en el dolor, ta­
les como altibajos emocionales, fatiga, pérdida de apetito,
indecisión o incapacidad de concentración. El dolor y sus
síntomas acompañantes de ansiedad por separación son un
proceso normal que experimentamos por la pérdida, con
una duración típica de seis meses a dos años. Pero como la
pena está hecha de dos tendencias alternadas, una para evi­
tar el dolor y la otra para enfrentar la dolorosa realidad, ésta
oscilará entre un intenso luto doloroso y períodos de rechazo
del mismo. Enfrentamos o evadimos la doforosa pérdida a
través de una serie de etapas normales: shock y llanto, hosti­
lidad (a los doctores, a ser dejado con las cargas), culpa (si
yo hubiera... ), disturbios de la actividad (sumirse en acti­
vidad o el letargo de la soledad o tener que hacer las cosas

18
solo) y finalmente aceptación de la reaJidad. Pero el dolor
no superado puede volverse patológico, en el cual los sínto­
mas persisten por años en una forma de nivel bajo como el
"dolor fantasma" (shadow grief) o en síntomas más severos
tales como aquellas personas que buscaron nuestra ayuda a
causa de su homosexualidad, dolor de espalda crónico y al­
coholismo:6 La ayuda profesional usualmente no es necesa­
ria para la pena a menos que una persona se estanque en el
proceso y tal vez sea incapaz de enfrentar sus sentimientos
dolorosos o no pueda resolver sentimientos tales como ira es­
tancada, culpa o depresión. Otros síntomas de enojo estan­
cado pueden ser una intensa anulación de recordatorios
sobre el difunto, idealización del mismo, dolor muy prolon­
gado con pesadillas intensas y dolor que resulta en una en­
fermedad.17 En general si podemos compartir nuestros senti­
mientos con alguna persona que tiene una genuina empatía
iremos moviéndonos a través del proceso del dolor.
¿Cómo sabemos si hemos terminado de pasar por el
proceso del dolor o si solamente estamos evadiendo una pe­
na no superada? ¿Cuándo sabemos que hemos sufrido de
una manera sana? Ejemplos como los de Papá King o la
Madre Antonia nos demuestran que la prueba para una
aflicción sana es preguntarnos a nosotros mismos: ¿Soy más
capaz de recibir y dar amor con el difunto, Dios y otros?
¿Puedo recibir amor a través de la oración, los sacramentos,
tomando tiempo para diversión, permitiendo que otros me
abracen, me saquen a comer, o hacer algunas de las cosas es­
peciales que mi ser querido hubiera hecho por mí? ¿Me pre­
ocupo por cuidarme con alimentos adecuados, ejercicio,
descanso y actividades que me dan vida? ¿Puedo dar amor,
dejando que el amor por el difunto me permita acercarm� a
otros como lo hizo María Magdalena o los discípulos en el
camino de Emaüs? ¿Puedo permitir que la persona fallecida
se una a Jesüs para interceder por mí para continuar amán­
dome y que nuestra relación se haga más íntima y más dadi­
vosa que nunca? ¿,Estoy acercándome más a Jesús, que al al-

19
bergar a la persona fallecida en su corazón quiere estar con­
migo en todas las maneras en que extraño a mi amado?
Si no hemos terminado de dolernos, ¿cómo podemos sa­
nar este dolor? Lo que nos ayuda a hacerlo es compartir
nuestros sentimientos con una persona importante para no­
sotros que nos ame incondicionalmente.'11 La persona que
puede tener empatía (sentir nuestros sentimientos) en vez
compasión (sentir principalmente sus propios sentimientos
para así sentir pena por nosotros y por eso distanciarse de
nuestro dolor o involucrarse demasiado en él) nos ayudará a.
ir saliendo de la pena. Compartir con otros, especialmente
con aquellos que han sufrido pérdidas similares (hay viudas
que han sentido que el trato con otras viudas fue muy útil
durante el primer año de su pena) 19 es esencial para poder
terminar de dolernos. Pero como la mayoría de la literatura
que hay sobre estas penas hace énfasis en compartir los sen­
timientos con otros y casi totalmente ignora el papel de com­
partir en oración con un Jesús "empático" y sanador y de
continuar dando y recibiendo amor con el difunto a través
de la oración, este libro por Jo tanto enfatizará en cómo orar
por la sanación de la pena. Debido a que ésta es principal­
mente sanada a través de la amistad, compartir todo con el
Más Grande Amigo conduce a otra profundidad de sana­
ción. A través del corazón de Jesús podemos amar y ser ama­
dos por aquellos a quienes más extrañamos. Sanar la herida
más grande con el Más Grande Amigo libera el amor más
grande.

20
Capítulo 2

Sanando la pena por la pérdida de


aquel a quien más extráñamos
Cinco etapas de la pena

Negación: No admito la pérdida.


Cólera: Culpo a otros.
Regateo: Pongo condiciones antes de estar listo para
perdonar.
Depresión: Me culpo a mí mismo.
Aceptación: Acepto los dones trasmitidos a mí por mi ser
querido y espero en el futuro continuas mane­
ras en que pueda relacionarme con Jesús y
con mis seres queridos fallecidos.

Aunque iba y venía dentro de las tres primeras etapas,


la mayoría del tiempo me encontré atascado en la cuarta
etapa, depresión. En este estado la cólera con los demás y la
culpa que veía en ellos (Dios, doctores, el difunto) cam­
biaban para culparme a mí mismo. Empecé a culparme por
la muerte de John. Después de todo yo le había dicho a mamá
que él estaría bien y quizás por eso se demoró en conseguir
al doctor. También me culpé por las cosas entre John y yo
que quedaron sin decir y sin hacer. Si Dios se llevó a John,
pensé, debe ser porque no lo cuidaba bien -y luego recorda­
ba todas nuestras peleas sin reconciliarnos. Finalmente me
culpé por permitir que la muerte de John me hiriera y destru­
yera. Entre más me culpaba, más perdía la confianza en mí
mismo hasta el punto de no poder leer apropiadamente en el
colegio. Más tarde, cuando estaba en la secundaria trabajé
muy duro, pero aunque en todas las materias me saqué una
"A", nunca me sentí orgulloso de mí mismo.
Finalmente me uní a los Jesuitas. Tal vez lo hice porque
tenían los estudios más f argos que otros sacerdotes y me figu­
ré que iba a necesitar toda la ayuda posible por estar en se­
mejante lío. La vida Jesuita comenzó con un retiro de trein­
ta días y una confesión general en la que arrojé todo mi pe­
cado en el regazo de Dios. Tenía diez páginas de pecados
que confesar en sólo quince minutos así aue mi maestro de
novicios me dijo que dijera sólo lo que estaba en mi corazón.
Me encontré diciendo la única cosa que no había escrito y
que nunca antes había enfrentado, "Me siento responsable
por la muerte de mi hermano John. No siento que lo amé Jo
suficiente." Empecé a llorar y no pude continuar porque ha­
bía llegado al punto de traer ante Dios la parte de mí'mismo
que me disgustaba más, la parte que nunca había podido
dolerse por la muerte de mi hermano y que nunca se había
reconciliado. Mi maestro de novicios sonrió y dijo que Jesús
se estaba regocijando porque podía perdonarme una deuda
de quinientos y no sólo una de cincuenta. Sabía que eso era
verdad. De repente la sonrisa de Jesús estaba dentro de mí y
mientras me perdonaba a mí mismo, sentí como si una
concha de concreto se abriera dándome nueva libertad para
ser amado y amar en vez de odiarme.
El perdonarme a mí mismo me trajo del estado de de­
presión al estado de aceptación en el proceso de dolor. Aun­
que hubo momentos en que progresé mucho, la mayor parte
de mi sanación llegó gradualmente. Durante los años si­
guientes, llegué a estar agradecido y a poder usar los muchos
dones que vinieron a raíz de la muerte de John. Como ca­
pellán de un hospital podía estar con padres que habían per­
dido un hijo porque sabía lo que sentían y quería estar segu­
ro de que no continuarían sintiéndose culpables. Corno el
.confesor, estaba deseoso y era capaz de levantar la carga del
sentido de culpabilidad del penitente porque conocía la
agonía de sentir "no soy bueno" así como el poder de Jesús
sanando en la confesión. Mi sufrimiento por hechos como fa
muerte de John me ha llevado a orar por la sanación física e
interior cuando otros están incapacitados y hasta a usar las
cinco etapas de la muerte y del duelo como proceso de sana­
ción. La muerte de John no sólo me dotó para orar por sana­
ción de las heridas sino también para escribir siete libros al
respecto. Como de niño y de adolescente fui tan inseguro,
escribía constantemente para analizar las cosas, para ser

25
exacto y para estar seguro de que sabía lo que tenía que de­
cir. Esto desarrolló mi don de escritura.
Mi mejor regalo es Dennis, mi hermano, quien siempre
está a mi lado. Creo que la razón por la que estoy tan unido
a Dennis es que cuando John murió me di cuenta de que no
podía ignorar a otro hermano. No quería que Dennis mu­
riera con peleas sin perdonar o sentimientos profundos no
compartidos. Mi deseo de tener a John y a Dennis como her­
manos ha hecho más fácil que yo me relacione con Jesús co­
mo hermano -un hermano que nunca me dejará y que se
alegra de perdonar quinientos en vez de cincuenta. Jesús vi­
no con todos estos dones cuando al fin fui capaz de dolerme
por la muerte de John y de perdonar a Dios, a los demás y a
.mí mismo, hasta llegar a poder dar y recibir amor.
A travé.s de la oración, especialmente cada mañana y
cada noche cuando le pido a Jesús que John canalice el amor
de Dios experimento una relación continua con John. Creo
que hasta nuestras vocaciones Jesuitas son una forma en que
John ha canalizado el amor de Dios hacia Dennis y hacia
mí. También he sentido la presencia protectora de John mu­
chas veces. En una ocasión me vi atrapado en un bote peque­
ño al que se le metía �l agua durante una tormenta en la
traicionera Mobile Bay. Desesperado, le pedí a John que in­
tercediera con Jesús y los vientos pararon repentinamente
como si una barrera protectora nos hubiera rodeado. Usual­
mente la presencia de John no es tan dramática sino más
bien el silencioso y apacible vínculo de amor que experimen­
to con mi hermano Dennis. Cuando a solas me siento bajo
un árbol floreciente, sintiéndome como hermano del univer­
so, sé que John está sentado conmigo.

Oración por el difunto que más extrañamos


Jesús, tu lloraste por la muerte de Lázaro.
Muéstrame mi Lázaro, aquel que trae más llanto a mis
ojos.

26
Muéstrame mi Betania, los buenos tiempos que ex­
traño.
Muéstrame cómo lloraste con Martha y María y ahora
conmigo.

Jesús tu amor llenó a Lázaro de nueva vida.


Muéstrame mi Lázaro respirando profundamente tu
vída resucitadora.
Muéstrame mi Lázaro junto a tí, respirando tu vida
dentro de mí.
Muéstrame cómo cada aliento llena los espacios vacíos
que hay dentro de mí.

Jesús tú nos pediste desatar a Lázaro.


Muéstrame cómo puedo desatar a mi Lázaro con un
perdón y un amor tan profundos como los tuyos.
Muéstrarne cómo debo desatar y amar a otros con este
amor.
Y muéstrame tu deseo de permitir que nos hagamos
más íntimos en tu abrazo ahora y siempre.

27
Capítulo 3

El amor es más fuerte que la


muerte
Hace más o menos un año nosotros tres nos turnábamos
para orar con ocho personas diferentes que estaban con pe­
na por la muerte de un ser querido. Mientras reflexionába­
mos juntos acerca de nuestras sesiones de oración con estas
personas, vimos que nuestras esperanzas acerca de lo que
más los podía ayudar habían cambiado. Antes de las se­
siones de oración, pensamos que nuestro papel era lograr
que cada persona encontrara a través del amor de Jesús la
habilidad para desatar a su ser amado. Pero vimos que si
una persona ya había empezado a enfrentar su pérdida, lo
·que era más importante que desatar era conectar a la per­
sona doliente con Jesús y el ser fallecido. Lo que todavía ha­
cía falta de la persona fallecida podía ser recibido en una
nueva relación con Jesús. Una vez que comenzara esta nue­
va relación, el desatar fo que esa persona había sido en la vi­
da del doliente, sucedía en forma natural.
Por ejemplo yo (Sheila) oré con Kim, una joven de catorce
años, por la herida de perder a su abuelita amada dos años an­
tes. Kim sintió pena, culpabilidad por las diferentes formas en
que había dejado de cuidar de ella y la ira contra los parientes
que la hospitalizaron. Tenía miedo de salir y hacer nuevas
amistades porque temía dejara perderlas también. Habló de
"un lugar grande y vacío" en su pecho que "nunca podría
ser llenado". La añoranza de Kim por la pasada relación
con su abuelita le impedía vivir en el presente. Cuando Kim
y yo empezamos nuestra oración haciendo que ella se pu­
siera en contacto con todo lo que añoraba, Kim recordó los

31
momentos felices pasados con su abuela. Al emerger la año­
ranza de Kim por su abuelita, le pedí que viera a Jesús con
ella. Kim vio a Jesús invitándola a que estrechara los brazos
para abrazar a su abuelita. Al estirar los brazos, Kim experi­
mentó la alegría de una reunión. Animé a Kim a que se
viera a sí misma en los brazos de su abuelita y permaneciera
así por varios minutos tomando todo el amor que su abuelita
todavía deseaba darle. Cuando Kim estuvo lista, oramos pa­
ra que su abuelita fuera liberada más profundamente en el
amor de Jesús y para que ambas continuaran enviándose su
amor mutuo a través de la oración. Al final de nuestra ora­
ción, Kim manifestó que ese lugar doloroso y vacío en su
pecho se había llenado con "mucha circulación". Cuando le
hicimos un seguimiento a Kim tres meses más tarde, nos dijo
que sentía una confianza nueva en que su relación con su
abuelita nunca terminaría y que esto la había liberado para
poderse acercar a los demás y encontrar nuevas amistades.
Sanar el dolor por un ser querido significa sanar no sólo
al doliente sino una relación. La pregunta que hace Jesús no
es tanto "¿Estás dispuesto a desatar a tu ser querido?", sino,
"¿Cómo vamos a estar nosotros tres juntos de ahora en ade­
lante?". Mientras Kin se concentraba en la pérdida de la
presencia física de su abuela, se consumía de pena y de do­
lor, incapaz de desatar esa relación pasada. Cuando se con­
centró en cómo podía lograr que a través de Jesús su abueli­
ta continuara enviándole su amor y se permitió recibirlo
hasta estar llena, fue capaz de desatar en forma natural la
relación pasada y ser sanada de su pena. Kim tuvo que re­
nunciar la presencia física de su abuelita, no su amor.
La abuelita fallecida de Kim no necesita de presencia
física porque el amor trasciende el tiempo y el espacio. Esto
fué ilustrado cuando dimos un retiro hace varios años. Aun­
que muchos de los asistentes eran divorciados, siete de ellos
no sólo eran divorciados sino que no hablan estado en con­
tacto con sus ex-cónyuges durante los últimos cinco, diez o
quince años porque no tenían ni idea de dónde estaban. Du-

32
rante el retiro, estas siete personas oraron de maneras dife­
rentes para poder perdonar a sus ex-cónyuges. Un año más
tarde aprendimos que en cinco de los siete casos, los ex-cón­
yuges se pusieron en contacto con ellas pocas semanas des­
pués de haber sido perdonados. A través del misterio del
amor que puede trascender tiempo y espacio, estas personas
supieron sin que nadie les dijera, que habían sido perdona­
das.
San Pablo nos dice que el amor nunca termina (1 Cor
13:13), y nuestro anhelo por nuestros seres queridos muertos
nos dice la verdad sobre lo interminable del amor. Cuando
negamos o reprimimos nuestras ansias de amor diciéndose
que debemos desatar, nuestra pena se puede volver patoló­
gica.
Mucha gente ya se siente conectada con sus seres queri­
dos fallecidos. En un estudio ínter-cultural, Richard Kalish
y David Reynolds encontraron que un cuarenta por ciento
de las personas estudiadas había experimentado un encuen­
tro después de la muerte, con un ser querido, y en casi todos
los casos esta fue una experiencia positiva y reconfortante
que les ayudó a sanar su pena. 1 En otro de estos estudios, J.
Yamimoto comparó el índice de mortalidad entre viudas de
Londres, Boston y Tokio. Encontró altos porcentajes de
mortalidad en todas excepto las budistas japonesas que son
profundamente religiosas y que enfatizan el culto a los ante­
pasados. Estas viudas sentían la presencia de sus esposos des­
pués de la muerte y su pena fue menor.2 En los Estados Uni­
dos el P. Andrew Greeley ha encontrado que el cincuenta y
uno por ciento de las viudas y los viudos experimentan con­
tacto con su cónyuge fallecido y que las personas que tienen
tales encuentros después de la muerte tienden a estar por en­
cima del promedio en salud emocional comparados con la
población general.3

33
Oración por los muertos y espiritualismo

Aunque la cristiandad puede diferir en sus métodos de


algunas de las tradiciones representadas en estudios inter­
culturales (por ejemplo, en su insistencia en que no adore­
mos a los antepasados sino más bien que celebremos la nue­
va relación que tenemos con los muertos a través de Jesús),
la tradición Cristiana siempre ha tenido un lugar para ese
deseo saludable que tenemos de mantenernos conectados a
nuestros seres queridos ya fallecidos. Al rezar el Credo de los
Apóstoles los Cristianos han afirmado por siglos su creencia
en Ia comunión de los Santos, donde los vivos y los muertos
se comunican vida mutuamente. Los teólogos contemporá­
neos como Johannes Metz y Karl Rahner están llamando de
nuevo a los Cristianos a participar en oración en la comu­
nión de los Santos.4
A través de la oración, los Cristianos pueden permane­
cer por siempre conectados con los muertos al pasar amor y
perdón de uno a otro (2 Cor 5:17-21; 1 Pe 4:6) El orar así
por los difuntos no es espiritualismo o espiritismo. Espiri­
tualismo es la creencia que los espíritus de los muertos se co­
munican con los vivos a través de un médium, lo cual se pro­
hibía en el Antiguo Testamento (Dt 18:10-14; Lv 19:31;
Cron 13: 10-14). Cada una de estas advertencias está enfoca­
da hacia un médium llamando a los muertos para consultar
a los que se han ido en lugar de consultar a Dios. Aunque la
Iglesia Católica prohibe hasta la asistencia a estas sesiones
de espiritismo, estimula la oración por los difuntos. La ora­
ción por los difuntos difiere en tres formas de la "consulta"
de una sesión de espiritismo que se prohibía en las escritu­
ras. En primer lugar, no se utiliza un médium sino sólo ora­
ción a Jesucristo. Así que no hay renuncia de la identidad
propia para ser controlada por otro, sino más bien, una rela­
ción consciente y libre con Jesús. En segundo lugar, no hay
nadie llamando a los espíritus para que est€m físicamente
presentes, sino que nos concentramos primero en Jesús y

34
luego le pedimos que reúna a nuestros seres queridos falleci­
dos en la forma que El haya escogido. En tercer lugar, no se
reemplaza la guía de Dios por la guía de los muertos, sino
que sólo se pide que éstos sean intercesores que nos conduz­
can hacia una guía más profunda de Dios. No hay idolatría
intimidando que los muertos son más poderosos o amorosos
que Dios, sino una reverencia por los seres fallecidos como
miembros del cuerpo de Jesús que pueden canalizar su infi­
nito amor y poder. En la actualidad, como en los tiempos
del Antiguo Testamento, el espiritualismo es atractivo para
las personas dolientes, hasta que éstas descubren como la
oración los puede conectar con sus seres queridos muertos en
una forma sanadora. El espiritismo como el culto de los an­
tepasados y otras herejías, es la distorsión de una verdad
-la verdad de que el poder del amor para conectarnos con
los muertos nunca dejará de existir. (1 Cor 13:13)5

Oración del Antiguo Testamento por los difuntos

Muchos escritores en el Antiguo Testamento enfatiza­


ron la necesidad de oración que a través del amor y el per­
dón nos conecte con los difuntos. Baruc ora que Yaveh le
perdone y "no recuerde las maldades de nuestros padres"
(Bar 3:1-8). Daniel también ora para que Dios perdone
"nuestros crímenes y los crímenes de nuestros padres.... "
(Dan 9: 16 y siguientes) El Señor estuvo tan satisfecho con la
oración de Daniel que envió a Gabriel con una respuesta de
perdón por los pecados presentes y pasados que había confe­
sado: "Setenta semanas son decretadas por su pueblo y su
ciudad Santa. Entonces se acabará la transgresión y el peca­
do terminará, la culpa será expiada y la justicia eterna se in­
troducirá" (Dan 9:24). Finalmente, en 2 Macabeos 12:38-46
-se recogió una ofrenda para proveer un sacrificio por los
soldados muertos que necesitan el perdón de Dios por haber
usado amuletos paganos. Aunque Macabeos está contenido

35
en la versión Griega o Septuagint del Antiguo Testamento
(que fue usada por Pablo en sus Iglesias de habla Griega), la
práctica de orar por los difuntos era ampliamente aceptada.5'•
La prontitud en orar por los soldados pecadores, la colecta
generosa dada por todo el ejército y la suposición de que los
sacerdotes de Jerusalén la aceptarían, indican que esto no
era una invocación sino una práctfca Judía aceptada.
La costúmbre macabea de orar por los difuntos fue elo­
giada como "noble y excelente" (2 Mac 12:43) y continuada
como parte del servicio oficial del sábado Judío en la época
de Jesús. 6 Muchos judíos pensaban que gehenna (que era su
lugar de castigo después de la muerte, traducido luego como
infierno) podía ser un lugar de sufrimiento temporal. Aun las
almas condenadas en gehenna podían obtener la libertad de
su sufrimiento cuando los vivos recitaban oraciones Judías
como el Shema.7 Esta costumbre se refleja aún en el culto
Judío moderno. La oración final en cada servicio de sinago­
ga es el Kaddish, y se acostumbra que todos los que están de
luto oren esta oración antigua por sus seres queridos falleci­
dos. El Kaddish también se reza en el ]ahrzeit o aniversario
anual de la muerte. Otra tradición Judía es que la familia
ora el antjguo Yizkor en la sinagoga cuatro veces el año por
los muertos y que hagan una ofrenda caritativa. (Ver apén­
dice B, parte III para un extracto tomado del Yizkor). Este
sacrificio caritativo por los muertos se remonta a los tiempos
Talmúdicos.8 Tal vez esta antigua tradición Judía de orar
por los difuntos es la razón por la cual Jesús se sintió cómodo
orando por su difunto amigo Lázaro o por la hija de Jairo.
La antigua tradición Judía no sólo incluye a los vivos
orando por los muertos sino que pedía a los difuntos orar por
los vivos.

La práctica de orar por la intercesión de los muertos es


de origen primitivo. Caleb al llegar a Hebrón visitó la
cueva de Machpelah y oró al patriarca para que lo sal­
vara de cooperar en la conspiración de los exploradores

36
enviados por Moisés a hacer un reporte de las condi­
ci<mes de la tierra Santa (Sotah 34B). El Talmud men­
ciona las visitas al cementerio para pedir a los muertos
que oraran por los vivos (To'an 16a).9

Así en la época de Jesús hay un creciente apoyo rabíni­


co de la doctrina de la comunión de los santos donde los vi­
vos y los muertos se ayudan mutuamente en oración.
Aunque "Comunión de los Santos" es un término cris­
tiano, el concepto se basa en la idea Hebrea de personalidad
colectiva. La idea de personalidad colectiva significaba que
el grupo social Hebreo incluía antepasados muertos, los que
aún no nacían así como los miembros vivientes. Cada miem­
bro del grupo compartía tan completamente la vida psíqui­
ca de todos los miembros que cada uno podía representar la
personalidad colectiva del grupo en su totaHdad.9•

Antigua oración cristiana por los muertos

La tradición de orar por los difuntos no terminó con la


época de Jesús sino que continuó dentro del período del Nue­
vo Testamento especialmente en las Iglesias de habla Griega.
Así como Pablo (o quien quiera que haya escrito las cartas a
Timoteo) creyó que las oraciones ayudan a los vivos a través
de la intercesión de Jesús (1 Tim 2:1-4), ese autor también
creyó que las oraciones podían ayudar al difunto Onesipho­
rus a través de la intercesión de Jesús (2 Tim l: 18). La iglesia
de Pablo en Corintio inclusive sigu1ó una práctica misteriosa
de usar las oraciones del bautismo para ayudar a los muertos
(1 Cor 15:29) misma que Pablo no condena como herejía ha<;­
ta en esta carta en la que estaba buscando prácticas que con­
denar. Lo menciona de manera casual y de tal manera, da tá­
cita aprobación a la práctica Corintia de orar por los difun­
tos. Pablo puede orar por ellos porque cree que a través del
bautismo nos hacemos miembros del cuerpo místico de Cristo

37
(1 Cor 12) relacionándonos con un amor que nunca muere
(1 Cor 13) y es más fuerte que la muerte (Rom 8:38). Nues­
tra unidad en este cuerpo de Cristo es tan poderosa que borra
las distinciones entre Judío y Griego, hombre y mujer, escla­
vo y libre hast.� que seamos uno en Cristo Jesi'1s (Gal 3:27-2$)
Si un miembro del cuerpo sufre, los miembros sanos vienen a
la ayuda del débil (1 Cor 12:26). A través de Jesús si no pu­
diéramos relacionarnos en oración con los muertos, diríamos
que Jesús tenía dos cuerpos no relacionados, separados y no el
uno e indivisible que proclaman las escrituras. Los antiguos
Cristianos se dieron cuenta que esta unidad duraba más allá
de la tumba y unía a los vivos y a los muertos (1 Cor 15) en
la "Comunión de los Santos", y que podían ayudarse mu­
tuamente como lo hacen las manos, porque todos eran miem­
bros del cuerpo de Jesús.
Aquellos que escríbían el Nuevo Testamento enseñaron
a sus primeros seguidores a orar por los difuntos. Durante
las persecuciones, estos primeros cristianos se escondían a
orar en las catacumbas. Allí enterraban a sus muertos y gra­
baban en sus tumbas solicitudes de oración. Por ejemplo, en
una lápida de una catacumba que está hoy en el museo La­
terano, el esposo declaraba que había puesto la inscripción
por su esposa Lucífera "para que todos los hermanos que la
leyeran oraran por ella para que pueda alcanzar a Dios. "10
De manera similar, fuera de Roma en el 180 AD, el epitafio
de Abercio Obispo de Hiriépolis en Frigia11 pide oración.
Otras transcripciones de segundo y tercer siglo piden paz y
refrigerio o admisión en medio de los Santos. Un experto
describe como los cuadros acompañantes incluso se rela­
cionan a la oración por los muertos.

Los fieles oraban por los muertos, solicitando a Dios


que protegiera sus almas como protegió a Daniel en el
foso de los leones, los tres jóvenes en el fuego, Noé en el
arca y Susana contra los dos ancianos. Con la misma in­
tención y con el fin de invitar a los visitantes de estos ce-

38
menterios subterráneos a orar por los muertos, estas fi­
guras bíblicas estaban representadas cerca de los se­
pulcros -Daniel y'Noé en el hypogeum de los Flavios
ya en el Siglo primero, y los cuatro juntos al principio
del segundo siglo en la Capilla Greca. 12

Así San Pablo y otros cristianos "ya en el siglo primero"


oraron por sus difuntos. Tales oraciones encontraron sus raí­
ces no sólo en la práctica ejercida por Jesús sino también en
la enseñanza de sus apóstoles, especialmente cuantos más
eran martirizados y la esperada segunda venida no llegó a
reunir vivos y muertos. E n el Oriente Juan Crisóstomo y en
el occidente Cipriano (245 A.O.) veían la práctica de orar
por los muertos como emanada de las enseñanzas de los
apóstoles. 13 Jungmann en Mass of the Roman Rite está de
acuerdo y sigue la pista cómo las eucaristías en memoria de
los muertos tienen raíces tan antiguas como las comidas Pre­
Cristianas junto a las tumbas (refrigerium) y sacrificios. Las
eucaristías antiguas reportadas en Los Hechos Apócrifos de
San Juan (170 A.O.) con frecuencia se llevaban a cabo en la
tumba en el tercer día después del entierro o un año después
como ocurrió con la misa anual en memoria en Esmirna por
Policarpo (155 A. D.). Para el siglo tercero la oración por los
muertos en su día de aniversario era tan común que Tertu­
liano escribe:

La esposa fiel orará por el alma de su difunto esposo en


particular en el aniversario del día en que se durmió. Y
si ella falla en hacerlo, habrá r'epudiado a su esposo
hasta lo posible.14

Tertuliano hasta le aconseja a los viudos que no vuel­


van a casarse porque se encontrarían en la posición embara­
zosa de tener que orar por sus primeras esposas.
La importancia de orar por los muertos es enseñada por
muchos de los padres antiguos como Tertuliano, Orígenes,

39
Efrén, Cipriano, Ambrosio, Agustín, Basileo, Gregorio de
Nyssa, Gregorio Nacianceno, Beda y Gregorio el Grande. 15
El orar por los muertos no fue sólo una práctica privada de
los santos ya que en 337 A.D. el emperador Constantino
murió y su cuerpo fue colocado frente al altar mientras que
el sacerdote y los Obispos oraban por su alma.16 Para el siglo
cuarto se celebraban Eucaristías conmemorativas especial­
mente en los días tercero, séptimo, noveno, treceavo y ca­
torceavo después de la muerte de alguien. 17 Dos siglos des­
pués, los sacerdotes celebraban la Eucaristía por los muertos
no sólo esporádicamente sino en una serie de días consecuti­
vos que iban desde tres hasta cuarenta. Desafortunadamen­
te este santo rito se deterioró en la edad media y se tornó en
una práctica mágica que prometía resultados infalibles deri­
vados de la repetición de un número de misas celebradas en
forma apurada. Los reformadores con razón rechazaron es­
te abuso mágico, pero al rechazar la eucaristía por los difun­
tos, rechazaron una profunda tradición cristiana.

Oración por los muertos y el Purgatorio

Los cristianos antiguos tanto en oriente como en occi­


dente le daban mucha importancia a los relatos de los santos
que ayudaban a los muertos por medio de su oración. Por
ejemplo, Santa Perpetua (quien murió en el 203 A.O.) fue
encarcelada cuando su hermano muerto sin bautizar Di­
nócrates se le apareció en una visión. El se veía aparente­
mente herido, pálido, sediento, incapaz de beber de una
fuente. Después de que ella oró diariamente por él para que
fuera llevado al cielo, fue recompensada con otra visión de
él feliz, sanado y capaz de beber de la fuente eterna . 18 Los
católicos continúan creyendo que hay un estado intermedio
de purificación (purgatorio) entre la muerte y el amor per­
fecto que necesitamos para dar y recibir amor en el cielo. (1
Cor 3.10-16; Mat 5;Z6; Jn 14:Z; Luc lZ:48; Apoc. 21:27).
40
Santos tales como Teresa de Avila, Catalina de Boloña y el
Cura de Ars fueron venerados por su devoción en orar por
las almas del purgatorio. ' 9 El cura de Ars dio una explica­
ción de por qué tanta sanación llega a los vivientes cuando
oran por los difuntos: "Debemos orar por ellos para que ellos
oren por nosotros". El Concilio de Trento (sesión XXU, Dic.
4, 1569) citaba que la oración de los fieles, especialmente la
eucaristía, ayudaba a los difuqtos. El Concilio de Viena
fl858) añadió que aquellos que estaban en el purgatorio po­
dían interceder por nosotros como lo creían muchos santos. 20
El Papa León XIII más tarde agregó una indulgencia a una
oración que invocaba a las almas del purgatorio.21 De esta
forma especialmente en noviembre y en el día de todos los
santos (Nov. 2) los católicos romanos continúan con la devo­
ción de los santos de orar por los difuntos para que éstos sean
amados y perdonados. Esta tradición de ayudar a nuestros
prójimos p::.regrinos y fallecidos a través de la eucaristía, li­
mosnas, oración y una vida amorosa recientemente fue rea­
firmada en el documento de Vaticano II Lumen Gentium. 22
La tradición católica romana también está evolu­
cionando en su enfoque del purgatorio. Alguna vez los cató­
licos vieron el purgatorio como una prisión llena de fuego
dirigida por un Dios duro que nos pedía expiación por nues­
tros pecados. Esta imagen de un Dios duro castigador se re­
flejó en el sacramento de la reconciliación donde los pecados
eran juzgados, perdonados y se les daba la penitencia apro­
piada. Desde Vaticano II este sacramento hace énfasis en la
sanación antes que en la dimensión jurídica del pago por el
pecado. El encuentro cara a cara con el sacerdote y el toque
de su mano en la absolución son signos de la creencia en un
Dios amoroso sanador en fugar de uno distante y juzgador.
De manera similar nuestra comprensión moderna del estado
que llamamos purgatorio no es la de una prisión sino más
bien un hospital, donde los difuntos que fueron heridos en
esta vida crecen en habilidad para recibir todo el amor sana­
dor que Dios desea darles (Heb 12:23). De esta manera el

41
teólogo dogmático Padre Richard McBrien sugiere que el
sufrimiento del purgatorio no involucra castigo externo co­
mo llamas abrasadoras. Más bien, el sufrimiento es el dolor
intrínseco que sentimos al dejar nuestro egocentrismo par&
que Dios pueda crecer dentro de nosotros.

El purgatorio puede entenderse mejor como un proceso


por el cual somos purgados de nuestro egoísmo Fesidual
para que podamos hacernos uno con Dios quien está to­
talmente orientado hacia los demás ... Por lo tanto, la
clase de sufrimiento asociado con el purgatorio no es un
sufrimiento infringido sobre nosotros desde afuera co­
mo castigo a los pecados, sino el dolor intrínseco que
sentimos cuando se nos pide ceder nuestro ser egocén­
trico para que tome su lugar un ser centrado en Dios.
Es parte del proceso por el cual somos llamados a morir
y resucitar en Cristo. 22ª

Así, de acuerdo al punto de vista de Me Brien sostenido


hace siglos por Santa Catalina de Génova, oramos por los di­
funtos no porque queramos convencer a Dios porque los reci­
ba en el cielo sino para que nuestro amor les dé el poder de
abrirse más al amor sanador de Dios.23 Oramos para abrirlos
más a la recepción del amor sanador de Dios que desea que
ellos escuchen "Hoy estarás conmigo en el Paraíso" (Luc
23:43). Si ya están con Dios en el paraíso, nuestras oraciones
los atraerán cada vez más profundamente al amor de Jesús
ofrecido a través de muéhos corazones.
Jesús comparó nuestra transición de este mundo al pa­
raíso diciendo que debemos nacer de nuevo (Jn 3:3). Un niño
recién nacido se asusta frecuentemente y llora a pesar de estar
rodeado de amor y cuidados. Cuando su madre lo abraza y
acaricia, el bebé poco a poco empieza a relajarse en su amor.
Cuando morimos, al igual que el bebé nosotros no estaremos
listos para recibir todo el amor que nos espera. Cada uno de
nosotros morirá con heridas no sanadas que necesitan amor

42
sanador proveniente de los miembros del cuerpo de Cristo.
Aquellos que nos amaron aquí y que nos condujeron al cora­
zón de Jesús, continuarán ofreciendo su amor más profundo
para ayudarnos a desarrollarnos en el dar y recibir amor al
igual que una madre que amó y alimentó a su bebé en el
vientre continúa amándolo después del nacimiento. Al cre­
cer en amor, nosotros también podemos devolver más amor
a los vivos que permanecen tan especiales para nosotros. El
amor entre los muertos y los vivos es como una terapia que
sana el egocentrismo de esta vida e intensifica nuestra capa­
cidad de morar juntos en Dios que es amor (1 Jn 4:16).
Los hechos que respaldan ese estado en el cual algunos
de los muertos necesitan las oraciones de los vivos para cre­
cer al dar y recibir amor, provienen de investigaciones con­
temporáneas con pacientes resucitados que han tenido "ex­
periencias cercanas a la muerte." La investigación del Dr.
Raymond Moody respalda la opinión de que aparentemente
hay un período de ajuste después de la muerte para apren­
der y recibir corrección. Algunos de estos pacientes reportan
haber visto un "reino de espíritus perplejos" en el que los di­
funtos están atrapados tratando de comunicarse con sus pa­
rientes que aún están vivos, con la esperanza de irse al cielo.24
Como en la eternidad no hay tiempo, ésta puede ser la etapa
en que las oraciones de los vivientes son utilizados por Je­
sucristo para enseñarle a la persona muerta como dar y reci­
bir amor.

Oración por los difuntos y otras tradiciones

M uchas otras tradiciones encuentran útil orar por los


difuntos. En el Oriente Juan Crisóstomo decía "¿Cuando
ese sacrificio que inspira admiración yace dispuesto en el al­
tar, cómo no prevaleceremos ante Dios por medio de nues­
tras súplicas por los muertos?".25 El más antiguo formulario
de Egipto, el Serapión, tiene una oración por los difuntos:

43
"Santifiquen a todos los que han muerto en el Señor y numé­
renlo.s entre sus Santos ejércitos y dénles paz y morada en su
reino". 26 La Iglesia Ortodoxa actual cree en el poder de la
oración hasta para ayudar a aquellos que están en el infierno
así como a las almas más sanada<; que están siendo juzgadas
en telonía veintidós... (puertas celestiales donde el alma es
examinada rigurosamente sobre un pecado en particular).27
Aunque la religión Católica sí ve el infierno como un estado
permanente y no temporal, nos amina a orar por todos ya
que no podemos estar seguros si alguien escogerá o ha esco­
gido el infierno, el estado de eternamente rehusar el amor de
Dios.
Además de los ortodoxos, los protestantes están descu­
briendo de nuevo la oración por los difuntos (ver apéndice
B). Algunos metodistas están volviendo a la tradición de
John \V esley quien en 1752 basó la oración por los fieles di­
funtos en "venga tu reino" de la oración del Señor.

Por lo tanto, en esta clase de oración general "por los


fieles difuntos" me imagino estar plenamente justifica­
do, tanto por la más temprana antigüedad por la iglesia
anglicana como por el Padre Nuestro; aunque los pa­
pistas han corrompido esta práctica espiritual haciendo
oración por los que han muerto en pecado.28

De manera similar, al contestar a un escritor que había


atacado varias prácticas como corrupciones del segundo si­
glo, Wesley observó:

Así al orar por los difuntos "Que Dios pronto tenga el


número de sus elegidos y apresure la venida de su Reino"
y ungiendo los enfermos con óleo, no es muy fácil probar
que haya alguna corrupción. 29

John Wesley había estado absorto en la tradición Angli­


cana que en la actualidad está descubriendo de nuevo que la

44
oración por los difuntos es tan tradicional como El Libro de
Oración Común.-10 Un grupo de teólogos anglicanos repor­
tando a la comisión de Arzobispos sobre Doctrina Cristiana
escriben sobre cómo los vivientes pueden orar en forma útil
por los difuntos a través de Cristo para que durante el estado
de purificación desarrollen "una profundidad mayor de ca­
rácter y mayor madurez de personalidad".31 En Inglaterra,
casi todos los Obispos anglicanos han nombrado a un sacer­
dote para ofrecer la eucaristía por los difuntos como ha sido
recomendado por el psiquiatra anglicano Dr. Kenneth McAll
en Sanando el Arbol Genealógico. 32 Un ministro anglicano
le dijo: "Por siglos la gente ha celebrado funerales usual­
mente unos días después de que haya muerto la persona. Si
podemos orar por una persona tres días después de su muer­
te, seguramente podremos continuar orando por ellos".
Cuando otras iglesias redescubren el poder de la euca­
ristía por los difuntos han sucedido sanaciones extraordina­
ria5. Por ejemplo, una Iglesia Episcopal en Tejas le pide al
Señor todos los días que les dé los nombres de los difuntos
por los cuales Jesús quiere que oren en la eucaristía. Un día
recibieron el nombre de alguien que nadie conocía, hasta
que más tarde ese día un hombre visitó el curato. El dijo que
había abandonado 1a Iglesia después de haber asesinado a
alguien y que esa mañana en su casa se había sentido dirigi­
do a regresar. El pastor le preguntó a quién había asesinado
y el hombre le dio el nombre del desconocido por el que ha­
bían orado en la mañana.
Además de los pastores, muchos terapistas protestantes
están ayudando a sus clientes a orar por los miembros de su
familia fallecidos porque es muy terapéutico. El Dr. Carl
Jung creía que los dolientes no debían construir monumentos
funerales inmensos sino que debían de orar por sus muertos
tal como lo hacían los católicos en la eucaristía.33 Con una
creencia similar el Dr. Kenneth McAll durante los últimos
veinte años ha ayudado a miles de personas que no fueron
ayudadas por los métodos psiquiátricos normales. El y el Dr.

45
William Wilson de la universidad de Duke encuentran que la
oración, especialmente la eucaristía por los difuntos, es parti­
cularmente útil para tratar enfermedades que no obedecen
fácilmente a tratamiento como la anorexia nerviosa cuyas
víctimas se matan de hambre casi como si se quisiera unir a
los muertos. Usando este enfoque como guía, el Dr. McAll ha
tratado a doscientos cinco pacientes anoréxicos con un ochen­
ta y seis por ciento de éxito y �l Dr. Wilson trató a doce pa­
cientes con anorexia con un cien por ciento de éxito.34 Otros
como el diácono Presbiteriano y terapista de familia Dr.
Douglas Schoeninger y su colega bautista Frances Schoenin­
ger encuentran que el orar por los difuntos es una de las mejo­
res maneras para solucionar la pena y conflictos de familia
(cf. Apéndice B). Hoy como en Betania, Jesús llora por los di­
funtos y luego nos mira y dice "Desátenlo y dejénlo andar"
(Jn 11:44).
Pero, ¿qué si a pesar de los siglos de tradición todavía
dudamos si nuestras oraciones amorosas pueden ayudar a los
que se han ido? ¿Qué pasa si nuestra duda es tan profunda
que hasta dudemos que haya vida después de la muerte?
En el clásico de Dostoyevsky los Hermanos Karamazov,
una mujer confronta al famoso monje Fray Zossima y le pi­
de ayuda para recobrar la creencia de que existe vida des­
pués ele la muerte. ¿Habrá una vida después de la tumba o
sólo malezas bardanas creciendo en su tumbar ¿Por qué co­
mo niño es fácil y como adultos es tan difícil creer en la vida
más allá de la tumba? ¿Qué prueba puede superar el temor
de que la vida desaparece sin dejar rastro? El sabio Fray
Zossima le responde:

No hay forma de probarlo aunque se le puede conven­


cer de ello.
¿Cómo?
Por la experiencia del amor activo. Luche por amar a
su prójimo activa e infatigablemente. Conforme vaya

46
usted avanzando en el amor, estará segura de la reali­
dad de Dios y de la inmortalidad de su alma. Si usted
obtiene el perfecto olvido de sí misma en el amor del
prójimo, entonces usted creerá sin duda y ninguna du­
da podrá entrar en su alma. Esto ha sido probado. Esto
es seguro. 35

Entre más entremos en el amor más profundo, más po­


dremos saber que el amor dura por siempre en la comunión
de los santos.

47
Capítulo 4

Cómo orar por los muertos


La obra maestra del cine "Gandhi" representa la san­
grienta guerra civil después de que la India se dividió entre
Pakistán Musulmán y la India Hindú. Las muertes trajeron
sólo venganza y más muertes hasta que Gandhi, siendo Hin­
dú, comenzó un ayuno e hizo voto de no comer hasta que
acabara la matanza, aunque esto le significara su propia
muerte. Un Hindú enloquecido visitó al ayunante Gandhi y
le arrojó un pedazo de pan mientras gritaba: " ¡ Yo de todos
modos voy al infierno pero no quiero su muerte sobre mi al­
ma también!" Gandhi replicó: ¿Por qué vas al infierno? El
Hindú se estremeció al responder: "Yo tenía un hijito que
fue asesinado por los musulmanes, así que tomé el primer
niño Musulmán que encontré y lo maté aplastando su cabeza
contra una pared". Gandhi con esperanza en suc; ojos dijo:
"Conozco un camino para salir del infierno. Muchos niños es­
tán ahora sin padres a causa de las matanzas. Encuentre a un
n1ño Musulmán de la misma edad que su hijo y adóptelo. Só­
lo asegúrese de educarlo como Musulmán". La locura dejó los
ojos del Hindú que empezó a sollozar y finalmente caer sobre
la cama de Gandhi. Gandhi colocó su mano sobre la cabeza
del hombre y él la recibió como absolución. Cuando el Hindú
se fue tenía paz en su corazón. El había escogido el perdón
para sí mismo y para su país en vez de la venganza. Una se­
mana después los Hindús fueron a sus templos y los musulma­
nes a sus mezquitas para prometer perdonar y acabar con la
matanza vengativa. El dolor fue convertido en perdón y la
India tuvo paz de un día para otro.

51
Con frecuencia como en la India de Gandhi, la sanación
del dolor no es sólo muy difícil sino la clave para la paz perso­
nal y social. ¿Cómo podemos sanar la pena? En la resurrec­
ción de Lázaro Jesús nos da un modelo con tres pasos:

(1) Compartir nuestro corazón con Jesús. (Jn 11:1-41);


(2) Quitar las ataduras y sanar a los difuntos. Qn 11:44);
(3) Dar gracias por la nueva vida. (Jn 11:42).

Primer paso: Compartir nuestro Corazón con Jesús

Cuando nuestro amigo Bill murió de cáncer en los


huesos después de tres años de sufrimiento, yo no sentí ira
contra Dios, sino que me sentí aliviado de que por fin Bill se
había muerto. No fue sino hasta un mes después de la muerte
de Bill que me di cuenta de mi ira, y esto ayuda a identificar
la herida que necesita ser sanada. En esa época fui a visitar a
otro amigo que estaba muriendo con cáncer en los huesos. El,
como Bill, era un consejero que ahora estaba marginado de
ayudar a la gente que sufría. Miré su cuerpo enflaquecido y
escuché en mi corazón una voz furiosa gritando: "Dónde es­
tás Dios? ¿Por qué nuestras oraciones no sirven?".
En mi oración esa noche le dije a Jesús todas las cosa5
que me enojaban acerca de la muerte de Bi11. "¿Por qué de­
jaste que pasara en esa forma? ¿Por qué los huesos se convir­
tieron en Jalea? ¿Por qué el dolor mejoró solamente con el
constante uso de la morfina? ¿Por qué en los últimos momen­
tos el cuerpo fue sofocado y torturado? Y, lo peor de todo,
¿por qué al momento de morir las olas de rabia de Bill azota­
ron hasta contra los seres que él más amaba?".
Después de que me desahogué de mi rabia, fui a la cruz
donde escuché a Jesús sofocándose, agonizando de dolor, y
muriendo en la misma forma que Bill. En realidad, escuché
a Jesús gritando de la misma manera que yo sobre la injusti�

52
cía de la muerte, "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?" Vi cómo el momento más doloroso de Jesús
no lo distanció de Dios, sino que lo atrajo hacia Dios. Luego
pude volver y ver la muerte dolorosa de Bill, y ya no la vi co­
mo algo que estaba distanciando a Dios, sino que atrayén­
dolo más cerca a su hijo que estaba sufriendo en Bill. Yo su­
pe que bios había reaccionado a la horrible muerte de Bill
exactamente como yo había reaccionado. Por lo menos,
Dios es tan amoroso como yo, y la fealdad de la muerte de
Bill solamente me había hecho amarlo más y tener un deseo
más grande de estar con él y consolarlo.
Lo que descubrí mientras oraba fue que yo estaba eno­
jado por la muerte de Bill porque tal vez era la clase de
muerte que yo más temía. En sus últimos momentos, la
morfina de Bill ya no hacía efecto y se vio atrapado por el
delirio y rechazando a los que él más amaba. Mi miedo más
profundo era que yo, como Bill, moriría consciente sola­
mente del dolor y no del amor de Dios o del amor de los
otros en el cuarto. Si yo pudiera amar a Bill a pesar de lo que
él dijo o hizo en su muerte, entonces podría confiar en que
Dios estaría conmigo en mi muerte, aun si tratara de ale­
jarlo. Por lo tanto, le pedí a Dios que sanara en mí cualquier
cosa que me impidiera confiar que estaría conmigo en los
peores momentos de mi muerte. Entonces, exhalé el amor
de Dios en Bill para sanar el abandono que él, como Jesús,
debía haber sentido en el momento de su muerte. Luego,
inhalé de Dios y de Bill todo lo que quería de ellos para mí a
la hora de mi muerte. Por fin estaba sanando lo que, un mes
antes, pensé que había terminado.
En el primer paso de compartir nuestro corazón con Je­
sús, le decimos a Jesús lo que estamos sintiendo, especial­
mente nuestros sentimientos negativos que pudieran blo­
quear nuestra relación con El. A menudo la rabia hacia Dios
disfraza como un desagrado contra la oración o la incapaci­
dad de sentir su amor. Tal vez nos sentimos furiosos como
los judíos ante la tumba de Lázaro, preguntando, "Este,

53
que abrió los ojos a un ciego, ¿no podía haber hecho que éste
no muriera?" (Jn 11:39). O tal vez, como Martha y María,
sentimos que Jesús nos abandonó e insistimos, "Señor, si hu­
bieras estado aquí no habría muerto mi hermano" (o no ha­
bría tenido una muerte tan dolorosa). En este paso nosotros,
como Martha y María, podríamos necesitar perdonar a Jesús
hasta que llegue a ser no alguien que manda una muerte do­
lorosa y repentina, ni alguien que estaba ausente y despreo­
cupado, sino que como Martha y María, y los judíos final­
mente lo sintieron. Ellos vieron a Jesús con lágrimas en los
ojos, y dijeron, "¡Cómo quería a Lázaro!" (Jn 11:86).
En el paso de compartir nuestro corazón con Jesús, tal
vez pueda ayudarte la siguiente manera de orar:

• Unete a Jesús mientras ama a Martha y María y todos los


que lloran por Lázaro.

• Pídele a Jesús que te ayude a recordar un momento cuan­


do murió un ser amado.

• Recuerda con gratitud los buenos tiempos que tuviste con


tu ser amado. Dile a Jesús todas las maneras en las cuales
tú extrañas a esa persona y llora si quieres. Enfrenta lo
que has perdido.

• Con Martha y María, perdona a Jesús de cualquier mane­


ra en la cual sientas que El no estaba contigo, y permite a
Jesús estar contigo de cualquier manera que tú lo necesi­
tes ahora.

• Deja a Jesús que continúe amándote y que comparta con­


tigo tu dolor por tu ser amado.

54
Segundo paso: Quitar las ataduras y sanar a los difuntos

Un poco antes de que BiJI muriera, yo lo invité a unirse


con nosotros a dar un retiro de cinco días sobre, "Sanando la
Herida más Produnda". Durante el retiro, yo especialmente
gozaba del desayuno cada mañana, porque siempre desper­
taba con algo que quería pedirle o decirle a Bill antes de su
muerte. Así, por ejemplo, pasamos un desayuno pidiéndo­
nos perdón uno al otro. Yo le pedí perdón por cosas tales co­
mo el dolor que le causé por no ser suficientemente ecumé­
nico y por no invitarlo a compartir los dones de su tradición
Episcopal. Bill me pidió perdón por ser demasiado serio
conmigo y. por no invitarme a usar mi don de jugar. (Tal vez
por eso se aseguró que mi último recuerdo de él sería volando
un aeromodelo que compró). Yo pasé otro desayuno dicién­
dole a Bill todos los dones que me había otorgado y las cosas
que yo siempre atesoraría dentro de él. Bill respondió di­
ciéndome lo que yo significaba para él. En el último desayu­
no me sentí como si no tuviera nada más que decirle o hacer
con él, excepto hablar sobre su funeral. Entonces le pregun­
té qué le gustaría que yo hiciera cuando recibiera la noticia
de su muerte. Bill me dijo que no viniera a Filadelfia para
su funeral, sino que prefería que yo celebrara con algunos
de sus otros amigos cerca de mi casa en Omaha que no po­
drían viajar tan lejos. Después Bill me sugirió varias cosas
que yo podría hacer con su familia después de su muerte.
Después de ese último desayuno, Bill nos ayudó a recor­
dar nuestra niñez mientras armábamos dos aviones modelos
de madera que él había comprado. Estoy muy feliz que mi
último recuerdo de Bill fuera volando esos aviones con él.
Fara mí nuestros dos aviones y su vuelo libre a través del aire
fueron un símbolo de nuestros días juntos. Como los avio­
nes, yo sentl tanta libertad en haberle dado a Bill todo lo
que tenía y en recibir todo lo que él podía darme. Sentí co­
mo si nuestros dos espíritus estuvíeran realmente volando
juntos. Nosotros nos habíamos quitado las vendas el uno al
otro, y nos habíamos dejado en libertad.

55
Tal vez cuando vaya a visitar la casa de Bill este mes,
pensaré en más cosas que todavía quisiera haberle dicho o
hecho con él. :E:n ese caso, puedo llegar a estar unido con Bill
y Jesús en fa oración, y podemos hacer otra vez lo que hici­
mos todas las mañanas durante el desayuno. Al orar por un
ser amado, encuentro que las siguientes formas de orar pue­
den ayudar para cumplir la misma invitación que Jesús dio
concerniente a su amado Lázaro. "Desátenlo," Jesús les dijo
a los amigos de Lázaro, "y déjenlo ir". Gn 11 :44).

• Pídele a Jesús que te ayude a recordar a un difunto a


quien necesitas quitarle las ataduras por medio de la re­
conciliación con ella o con él.

• Dile a Jesús o a la persona muerta lo que deseas que hu­


bieras dicho o hecho. "Si solamente yo hu hiera ...".

• Ve cómo Jesús ama y quiere sanarlos tanto a ti como a la


persona muerta. Mientras te mueves dentro de las profun­
didades de su amor sanador, ve si Jesús dice o hace algo
por ti, o si guía a la persona muerta a hacer lo que traerá
amor y perdón para ti, y acercamienmto con Jesús.

• Deja que Jesús los abrace a ambos. Mientras eres llenado


con vida, exhala hacia la persona muerta. Deja que Jesús
te diga cómo quiere que ustedes continúen amándose, de
manera que una a ustedes tres para siempre. Luego únete
a la persona muerta en exhalar e l amor sanador de Jesús
hacia aquellos que les hayan hecho daño a cualquiera de
ustedes dos o a quienes ustedes hayan lastimado, de tal
modo que ninguno de ustedes esté atado por cualquier re­
lación no sanada.

56
Tercer paso: Dar gracias por la Nueva Vida

Cuando recibí la noticia de la muerte de Bill, no sentí


rabia hacia Dios, más bien alivio de que Bill no sufriera más
y de que Jesús lo recibiera en su hogar. Por tanto, omití los
dos primeros pasos para sanar el dolor y empecé con el ter­
cer paso, dando gracias. Podemos pasar por los pasos descri­
tos en este capítulo en cualquier orden, y algunas veces po­
demos pasar por dos o tres pasos al mismo tiempo. Al pasar
por el dolor de la muerte de Lázaro, la persona que Jesús
más extrañó, los pasos que Jesús siguió fueron simplemente
maneras de compartir su corazón y no reglas rígidas. Nues­
tra oración puede ser sanadora cuando simplemente com­
partimos con Jesús lo que está en nuestro corazón y le permi­
timos compartir su corazón con nosotros.
Así es que, en presencia de Jesús, empecé a dar gracias
a Bill por todo lo que él significó para mí. Mucho de esto fue
como la conversación que compartía con Bill durante el de­
sayuno, pero me encontré añadiendo algunas cosas nuevas.
Por ejemplo, desde que había estado con Bill, dos de mis
amigos se habían cambiado de ciudad. En lugar de decirles
simplemente adiós, me tomé tiempo para hacer con ellos lo
que había hecho con BiÍl. Le di gracias a Bill por la manera
en que me había enseñado a decir adiós a la gente, no espe­
rar hasta mañana para decir o hacer las cosas que una perso­
na necesita recibir hoy. Bill me ha dado el don de vivir más
en el momento presente y no tomar por seguro ni a los de­
más ni la mañana.
Durante el año pasado mi oración de gracias ha cam­
biado a medida que veo nuevas formas en las cuales Bill me
ha dado vida. El mes pasado di las gracias cuando regresé de
Guatemala y su ambiente de guerra, porque por primera
vez estando en un país donde había Guerra no sentí miedo
de la muerte. Hoy día le agradecí a Bill que pude visitar a
mi amigo con cáncer en los huesos y no sentir furia contra
Dios sino la compasión de Dios.

57
Pero sobre todo, estoy agradecido por mi relación con­
tinua con Bill. Aún ahora, cuando tengo dificultad para
continuar escribiendo este libro, escucho una grabación con
las canciones de Bill y lo imagino al lado de Jesús cantándo­
las nuevamente para mí, mientras yo inhalo dentro de mí el
amor de ambos. Recibir el amor de Bill y de Jesús me permi­
te superar mis dificultades y soy capaz de dar el próximo pa­
so de amor al escribir este libro. Antes de su muerte, cuando
este libro estaba todavía en la etapa de sueño, nosotros tres
compartimos nuestros sueños con Bill. Ahora que Bill cono­
ce las respuestas desde el otro lado de la muerte, cuento con
él para interceder por nuestro trabajo literario, creyendo
que él deseará continuar amándonos tanto a nosotros como
a las futuras generaciones después de la muerte en muchas
de las mismas maneras que él nos quiso antes de su muerte.
Así el tercer paso de dar gracias celebra nuestro progre­
so en la relación con Jesús y con el difunto. Celebramos to­
das las formas en que esa relación nos ayuda a recibir amor
para que podamos amar más a Dios y a los demás. Al pasar
por el proceso de dolor por su amado amigo Lázaro, Jesús
dio gracias por cómo la muerte de Lázaro fue una oportuni­
dad más para experimentar el amor de Dios. Oramos con Je­
sús, "Te doy gracias por haberme escuchado" On 11:41).

• Da gracias a Dios por las maneras en las cuales la muerte


de tu ser amado te ha dado nueva vida (por ejemplo, una
vida de oración más profunda, nunca más dar por descon­
tado a los demás, poder hacer nuevos amigos, introducir­
te en nuevas actividades, sentir cómo el difunto intercede
por ti, cuidar por esos que él o ella ha dejado, etc.).

Simplificando nuestra Oración

Los tres pasos (sanar nuestra relación con Jesús, sanar


nuestra relación con el difunto y luego dar gracias) pueden

58
parecer difíciles inmediatamente después de la muerte de
una persona amada. Podría ser difícil orar porque nosotros
podemos sentir furia contra Dios o miedo de que si nos acer­
camos a Dios, Dios también nos abandonará como nuestro
ser amado nos lo hizo. Como el cansancio físico y emocional
después de una muerte puede bloquear la imaginación,
puede parecer que a tientas buscamos entablar una conver­
sación con un Dios que aparenta no escucharnos. Pero no te­
nemos que ver, oír o sentir nada en nuestra oración. Unica­
mente tenemos que saber que nuestro anhelo de estar cerca
de nuestro amigo fallecido es también nuestro anhelo de te­
ner cerca a nuestro Mejor Amigo. Podemos decir simple­
mente "Jesús" e inhalar a Jesús dentro de nosotros mismos y
dentro de la persona fallecida que más extrañamos.
Nuestra oración puede ser una simple conversación, co­
mo la que sostienen una madre sabia y su hijo. Miguel, un
niño de cinco años una mañana encontró a su hermanito
muerto en su cuna. Miguel amaba a su hermanito que era su
compañero de cuarto, y Miguel tenía el corazón roto. Dos
años más tarde Miguel se rehusaba a ir a la escuela. Como él
iba muy bien en sus estudios y tenía muchos amigos, su ma­
má sabía que había algo diferente que l.o estaba molestando.
Ella decidió que Miguel en su imaginación recreara la esce­
na de la muerte de su hermano.
"Miguel, ¿puedes ver tu recámara y a Jesús en la es­
quina?"
"Sí"
"Permítele a Jesús que te lleve a la cuna y que te mues­
tre a Tomás la mañana que lo encontraste muerto. ¿Qué es­
tá Jesús diciendo y haciendo?"
"Jesús tiene la mano en mi hombro y está triste. Jesús
dice que Tomás no murió por nada de lo que liice sino por­
que no era perfecto."
"¿Tienes miedo de que yo también me muera o me las-
time si vas a la escuela?"
"Sí".

59
'"¿Qué dice Jesús?"
"El dice que nunca va a abandonarme."

Desde ese día, Miguel fue a la escuela sin miedo. A ve­


ces nosotros, al igual que Miguel, somos niños a,;usta<los por
la muerte y necesitamos simples palabras de Jesús que nos
den seguridad.

Quitando las ataduras y sanando los difuntos en la


Eucaristía

El paso más difícil es sanar una pena es usualmente el


número dos, sanar la relación con el difunto. Una de las for­
mas más poderosas para sanar nuestra relación con una per­
sona fallecida en la forma como fueron sanados los discípu­
los adoloridos de Emaús: reconociendo a Jesús al partir el
pan (Luc 24:30-35). Cuando Jesús se unió a los discípulos en
el camino a Emaús ellos comenzaron a desahogar sus cora­
zones en él y a aceptar su corazón reconciliador. Pero fue el
hacerse uno con el Jesús reconciliador al partir el pan lo que
sanó su pena hasta el punto que pudieron regresar a su vida
normal. Cuando nosotros, al igual que los discípulos, nos
hacemos uno con Jesús en la Eucaristía, nuestro dolor tam­
bién puede ser sanado.
Durante uno de nuestros retiros tuvimos una Eucaristía
para perdonar a una persona. Uno de los participantes era
Bob, un sacerdote cuya familia y amigos habían sido asesi­
nados por Adolfo Hitler. Bob había conspirado matar a
Hitler pero fue capturado y encarcelado. Sólo el fin de la
guerra previno a Hitler matar a Bob. Aunque Hitler había
estado muerto por treinta y cinco años cuando hicimos el re­
tiro, Bob aún no lo podía enterrar. No podía ni perdonar a
Hitler ni orar por él. Bob estaba atorado en una pena no su­
perada. Puede sonar extraño hablar de Bob doliéndose por
Hitler, pero la pena no superada por una persona fallecida
es simplemente un asunto no terminado, y hasta que la per-

60
sona viva pueda perdonarse a sí misma y al difunto, el ser vi­
viente continuará doliéndose.
Cuando pedimos a todos durante la Eucaristía pensar
en una persona que cada uno debía perdonar, Bob inme­
diatamente pensó en Hitler. Luego pedimos a cada persona
que se cambiara un zapato con otra, como símbolo de tratar
de caminar en los zapatos de la pesona que se estaba perdo­
nando. Cuando Bob le pasó uno de sus zapatos a la persona
de su izquierda, se sorprendió al ver que recibía a cambio
una de las botas de un soldado, tal como la bota de Hitler..
Cuando Bob trató de imaginarse compasivamente como era
caminar en los zapatos de Hitler, se sintió inmovilizado. Bob
estaba tan enfurecido por la dureza del corazón de Hitler
que no podía sentir compasión por las heridas que había en
la vida de éste, aunque trataba de imaginárselas. ¿Gómo
podía un hombre tener el corazón tan duro para matar
millones de Judíos? Si sólo Hitler se hubiera arrepentido y
cambiado, pensó Bob, pudiera ser perdonado.
Pero cuando Bob vio que en su propia inhabilidad para
perdonar incondicionalmente, él era igual que Hitler. Por
treinta y cinco años se había rehusado con gran dureza de
corazón a perdonar la dureza del corazón de Hitler. Bob se
sintió como un hipócrita al recordar su educación en el semi­
nario donde tuvo más oportunidad que Hitler de aprender
acerca del perdón. Ahora la rabia de Bob se había vuelto
hacia sí mismo, hasta que vio cómo Jesús lo había perdona­
do y usado como sacerdote a pesar de su actitud dura de co­
razón hacia Hitler. Cuando Bob aceptó el perdón de Jesús,
fue capaz de perdonar y orar por Hitler durante el resto de
la Eucaristía. Después de la Eucaristía, Bob se dio cuenta de
que estaba libre del dolor de espalda por primera vez en
treinta y cinco años. Al completar su asunto inconcluso con
Hitler, Bob literalmente se había quitado a Hitler de la es­
palda y finalmente lo había sepultado.
En la Eucaristía Bob siguió los cuatro pasos que Jesús
nos da para perdonar:

61
Ama a tus enemigos, haz bien a los que te odian, bendi­
ce a los que te maldicen y ora por los que te persiguen.
(Luc 6:27-28).

El perdón de Bob comenzó con la decisión de amar a


Hitler aunque no se había sentido con deseos de amarlo por
treinta y cinco años. Segundo, Bob hizo una acción amorosa
-se puso el zapato de otro en señal de querer entrar en el
mundo de Hitler. El segundo paso es hacer el bien a la per­
sona que nos hirió o a alguien muy semejante a esa persona.
Tercero, Bob trató de entrar al mundo de Hitler e imaginar
cómo éste había sufrido para poder pensar y sentirse como
Hitler en vez de continuar juzgando lo que no podía enten­
der. Bob estaba tratando de encontrar algo bueno en Hitler
para poder bendecirlo. La palabra bendecir viene del latín
benedicere, que significa "decir cosas buenas". Al entrar en
el mundo de Hitler, Bob no pudo encontrar casi nada bueno
pero pudo decir, "Yo soy como Hitler, y Jesús nos bendice y
nos perdona a los dos". Bob había dejado de juzgar y empe­
zado a perdonar. Durante el resto de la Eucaristía, Bob dio
el c.uarto paso al unirse a Jesús orando por Hitler para que
fuera perdonado y sanado. Cuando bob repitió conti­
nuamente con Jesús, "Padre, perdónalo porque no sabe lo
que hace", el perdón de Bob se adentró más profundamente
en el amor incondicional de Jesús. El don del perdón de Je­
sús es concedido usualmente cuando se siguen sus pasos para
el perdón.
Si usted al igual que Bob desea sanar su relación con
una persona fallecida haciéndose uno con Jesús en la Eu­
caristía, a continuación le damos algunas sugerencias para
permitir que cada parte de la liturgia se convierta en un ca­
mino para extender amor y perdón a los difuntos. Tal vez
desee comenzar escribiendo el nombre de la persona por
quien desea orar. Si es posible, coloque el p?.pel sobre el al­
tar (si es una Eucaristía especial por los difuntos) o mantén­
galo en su mano a través de una Eucaristía ordinaria.

62
Señal de Za Cruz: haga la señal de la cruz invocando el
poder de la cruz de Jesús para liberar a los vivos y a los
muertos de todo mal (Col 11:19-21).

Rito de la Penitencia: Ore por el perdón. Pida perdón


por cualquier manera en que usted y otros hayan herido a la
persona fallecida. Pídale a Jesús que le muestre cualquier
actitud o comportamiento que usted haya criticado al difun­
to que sean también parte suya, y pida a Jesús perdón de la
misma manera que Bob lo pidió por juzgar con corazón du­
ro el corazón duro de Hitler. Luego con Jesús perdone a esa
persona por las maneras en que usted u otros puedan haber
sido heridos por ella. Pídale a Jec,ús que le muestre cómo desea
durante esta Eucaristía sanar y amar a la persona fallecida.

Ofertorio: Ofrezca el don de la persona fallecida a


Dios y agradézcale por todo el bien que ha recibido tanto us­
ted como otros a través de esa persona. Tal vez lo que usted
verá serán las diferentes maneras en que las mismas heridas
de la persona han atraído gran misericordia y perdón, tal
como las heridas de Hitler le trajeron perdón y misericordia
a Bob. No importa si usted puede encontrar mucho o poco
bueno en el difunto permita que Dios bendiga esa bondad y
todas las formas en que ha sido compartida por otros.

Oración Eucarística: Ore con Jesús. Permita que Jesús


de pie frente a Dios, resucite al difunto en Dios de la misma
manera en que él lo hizo en su propia muerte, cuando él oró
para que todos nosotros fuéramos perdonados. Ore amoro­
samente con Jesús por la persona fallecida en la oración por
los difuntos.

Comunión: Ore por sanación. Al acercarse a recibir la


comunión, deje que el difunto vaya con usted. Usted se lo
puede imaginar a su lado, o si el muerto es un niño, puede
llevarlo en brazos. Al recibir la comunión, pídale a Jesús que

63
lo llene con su amor sanador en aquellas partes de su ser que
aún extrañan a esa persona o que aún se sienten heridas por
ellas. (Si es posible, después de la comunión invite a los pre­
sentes que le impongan las manos y oren por su sanación. La
comunión libera poder sanador al poner a Jesús más profun­
damente dentro de usted y de aquellos que estén orando por
usted.) Luego permita que la sangre preciosa de Jesús sane
todas las heridas que puedan bloquear en usted la plenitud
de la vida de Jesús. Si usted está orando por alguien en su li­
naje de familiar, pídale a Jesús que permita que su sangre
lave cualquier cosa negativa que haya heredado y que forta­
lezca toda la herencia positiva. Inhale en "Jesús" y exhale
todo lo negativo (miedo, ira, pensamientos negativos, patro­
nes de pecado, etc.) hasta que ya no tenga más oscuridad para
exhalar y también estará exhalando la vida de Jesús. Cuando
esté listo para dar vida como Jesús, entonces vea su sangre pre­
ciosa fluir de usted hacia la persona fallecida, sanándole to­
das las heridas, patrones de pecado y esclavitud a lo oculto.*
Pida que la sangre de Jesús se devuelva a través del li­
naje familiar de la persona hacia todos los vivos o difuntos
que necesiten de la vida de Jesús. Pídale a Jesús que le
muestre la oración por los difuntos en su corazón y únase a
Jesús al hacerla. Si no siente la oración de Jesús por la perso­
na, diga sólo "Jesús" silenciosamente, exhalando su vida
dentro de la persona, y uniendo a esa persona por la sangre
de Jesús a su alianza eterna.

Bendición: Con agradecimiento reciba todas las bendi­


ciones de Jesús y de la persona fallecida cuando oren por us-

• Con frecuencia cuando hay maldiciones de lo oculto, cuando se establecen


pactos y sellos, éstos se repiten tres veces en burla de la trinidad. Tal envolvimiento
de parte nuestra o de nuestros antepasados, puede ser roto, recibiendo la Eucaristía
y orando sinceramente tres veces, "En el nombre de Jesucristo y a través del poder
de su Preciosa Sangre, rompo todas las maldiciones, pactos, sellos o cualquier otrn
atadura con lo oculto, especialmente (especifique cualquier atadura conocida con
lo oculto), y me entrego totalmente a mi Señor Jesucristo ...

64
ted. Inhale su vida y con cada aliento acérquese más a Jesús
y al difunto.
Aunque ocasionalmente los resultados de tal Eucaristía
han sido dramáticos, otras veces la Eucaristía proporciona
el siguiente paso en un proceso gradual de sanación. A ve­
ces, especialmente cuando se trata de niños, usted sentirá
que una sola Eucaristía es suficiente (esta sensación puede
venir simplemente como un sentimiento de liberación, ple­
nitud o paz cuando piensa en la persona fallecida.) En otras
ocasiones, usted puede sentir que un difunto todavía necesi­
ta más vida o que su propio perdón hacia esa persona necesi­
ta hacerse más profundo. Si es así, usted puede continuar
orando en la siguiente Eucaristía a la que asista, como lo hi­
zo San Malaquías:

Recuento de San Malaquías por San Bernardo

La hermana de este santo (Malaquías) era tan munda­


na que su hermano determinó no volverla a ver mien­
tras viviera. Pero aunque no la vio más en carne y
hueso, volvería a verla una vez más en espíritu. Des­
pués de su. muerte, una noche oyó una voz diciéndole
que su hermana estaba en la puerta, quejándose de que
no había tenido nada que comer en treinta días. El san­
to, al despertar, inmediatamente comprendió qué clase
de alimento era el que ella necesitaba, porque hacía
exactamente 30 días que él había ofrecido por ella el
sacrificio del Pan de Vida. Ahora él comenzó a darle a
ella este beneficio que él le había negado. Pronto la vio
venir hacia la Iglesia. Pero elfa aún no podía entrar
porque todavía usaba una vestimenta negra. El conti­
nuó ofreciendo el Santo Sacrificio por ella todos los días
y pronto la vio una segunda vez, vestida con una pren­
da más clara. Finalmente la vio una tercera vez, vesti­
da totalmente de blanco y rodeada por Espíritus bendi­
tos.'

65
San Malaquías descubrió cómo la Eucaristía sana a los
muertos. En la actualidad, muchos están descubriendo có­
mo la Eucaristía por los difuntos también sana a los vivos
cuando inician una relación más profunda con Jesús y los di­
funtos. Por ejemplo, el Dr. Kenneth McAll tiene más de mil
casos de sanación emocional o física que le han ocurrido a
sus clientes principalmente a través de una Eucaristía ofre­
cida por los difuntos.2 El trabajo del Dr. McAll ha servido
de inspiración a centros de psicoterapia tales como el Insti­
tuto para la Sanación Cristiana en Filadelfia para animar
frecuentemente a sus clientes a celebrar una Eucaristía por
sus seres queridos fallecidos. Si tratamos de orar por todos
los difuntos, desde el Lázaro que más extrañamos hasta el
Hitler que más necesitamos perdonar, nos sentiríamos abru­
mados. Las seis preguntas siguientes pueden ayudar a iden­
tificar las personas para las cuales es más importante orar.

l. ¿A quién extraño más?


2. ¿A quien he herido? ¿Por quién quisiera haber hecho
más?
3. ¿Quién me ha herido a mí o a los demás? ¿Quién tenía los
patrones destrµctivos que me han influenciado (por
ejemplo, perfeccionismo, temores, temperamento iras­
cible, etc.)?
4. ¿Quién se murió sin sentirse amado (enfermo mental,
suicidios, víctimas de la violencia, bebés que nacieron
muertos o que fueron abortados ya sea en forma espontá­
nea o provocada)?
5. ¿Quiénes estuvieron involucrados en el ocultismo?
6. ¿Quién me ha dado los mayores dones y vida, mi heren­
cia positiva?

66
Capítulo 5

¿Que hay sobre el infierno?:


Orando por los Grandes Pecadores
Dos veces durante el año pasado yo (Dennis) he visita­
do pacientes en hospitales quienes, sabiendo que su tiempo
estaba limitado, me preguntaban "¿Qué haría usted si su­
piera que sólo tenía un año más de vida?" Mi respuesta fue
inmediata las dos veces. "Escribiría un capítulo llamado
'¿Qué hay sobre el infierno?' y emplearía mi tiempo visi­
tando a la gente y agradeciéndole las maneras en que me ha­
bían amado."
Tal vez la mejor forma de decirles por qué este capítulo
es tan importante es contarles acerca de Hilda y luego de mí
mismo. Hilda me pidió oración porque estaba preocupada
por Roberto, su hijo suicida. Para sopresa mía su pregunta
no fue, "¿Cómo puedo ayudarlo ahora?" (más tarde descu­
brí que Hilda había recibido terapia durante los últimos
años y estaba progresando mucho en su relación sana con
Roberto, aunque su hijo rara vez respondía). Antes bien, el
miedo en la cara de Hilda, sus noches insomnes y su pérdida
de peso provenían de su pregunta, "¿Qué le pasará a Roberto
si se quita la vida?" Así que le pregunte qué pensaba que pa­
saría. Hilda dijo, "Ya que su vida es sólo de Dios y sólo Dios
tiene derecho a quitarla, y ya que no tendría tiempo de arre­
pentirse de un pecado tan grande como ef suicidio, Dios lo
condenaría al infierno. No habría nada que yo pudiera ha­
cer al respecto, ninguna manera en que yo pudiera de nuevo
ayudar a Roberto". Aun cuando Hilda estaba en lo correcto
al decir que el infierno era una posibilidad, estaba equivoca­
da al colocar a su hijo allí.

69
Lo que Hilda creía acerca de que Roberto se iría al in­
fierno si se suicidaba es lo que muchos cristianos creían has­
ta hace poco. Hasta 1800, si una persona se suicidába con
frecuencia se le confiscaban sus propiedades, su cuerpo era
arrastrado por las calles y finalmente se incineraba. 1 Incluso
ha<;ta hace sólo veinte años, al cuerpo del suicida se le nega­
ba cristiana sepultura en suelo consagrado porque, igual que
Hilda, muchos cristianos pensaban que los suicid.as iban di­
rectamente al infierno.
En la actualidad tr.atamos el suicidio en forma diferen­
te debido a un cambio en nuestra comprensión del suicida y
también en nuestra comprensión de Dios. Cuando doctores
tales como el Dr. Stanley Yolles, Director del Instituto Na­
cional de Salud Mental descubren que ninguna persona sana
sino solamente aquellas personas llenas de heridas pueden
ser orillad as al suicidio,2 la Iglesia también está descubriendo
que el suicidio no es un acto deliberado (pecado mortal) de
aislarse uno de Dios. Los que cometen suicidio son como l as
personas que están en un edificio que se está incendiando y
que sienten que no tienen otra alternativa más que saltar
cuando las llamas se acercan a la ventana donde están refu­
giados. Sc1ltan no porque quieran separarse completamente
de Dios, sino porque no ven otra forma posible de evitar las
llamas que están a punto de consumirlos. Nunca podremos sa­
ber todas las presiones que existían en la vida de otra persona,
así que no tenemos ningún derecho a condenar (Mat 7:1-5).
Pero la razón principal por la cual no tenemos razón
para condenar a una persona suicida o a cualquiera que
consideremos "un gran pecador" es que Dios nunca conde­
na. Por muchos siglos, la Iglesia Occidental hacía énfasis en
un Dios que era un Juez condenador. Sin embargo, reciente­
mente hemos llegado a ver a Dios como un sanador miseri­
cordioso y recordamos la antigua enseñanza de la Iglesia so­
bre el misterio de la gracia. La idea de que los suicidas van.
automáticamente al infierno está basada en una lógica rígi­
da que asume que el perdón ocurre sólo después del arrepen-

70
timiento. Pero el misterio de la gracia es que somos capaces
de arrepentirnos y cambiar nuestra vida sólo porque Dios
nos ha amado y perdonado primero (1 Jn 4:19). Este es el
misterio de la gracia que ha dado forma a las enseñanzas de
la Iglesia sobre el cielo y el infierno. La Iglesia enseña que el
cielo existe y que por lo menos conocemos a al gunas perso­
nas que están allí: los santos. Pero aunque la iglesia también
enseña que existe un infierno eterno,3 "ni Jesús, ni la Iglesia
después de El, han declarado que las personas se van al in­
fierno o en la actualidad o están en verdad allí".30 En otras
palabras, la Iglesia dice, "No juzguen a quienes estén conde­
nados, sino oren para que todos reciban el amor de Dios".
En lugar de decirle a Hilda todas estas verdades, yo
quería que ella las experimentara. Entonces le pedí que
cerrara los ojos y se imaginara que su hijo acababa de suici­
darse. Luego le pregunté lo que veía. Hilda decía que podía
ver a Roberto acercándose a las puertas del juicio donde
Dios y San Pedro lo esperaban para condenarlo al infierno.
Luego le pedí a Hilda que apretara mi mano cuando ella se
sintiera como se sentía su hijo. "Roberto se siente tan cansa­
do. Ha sufrido tanto dolor y heridas". Luego le pregunté,
¿"Qué es lo que quiere hacer al ver a su hijo venir?" Hilda di­
jo, "Quiero correr y abrazarlo y estrecharlo cerca a mí para
siempre''. Con esto extendió sus brazos (como si los estuviera
arrojando sobre los hombros de Roberto) y empezó a llorar.
Más tarde le pregunté a Hilda, "¿Usted cree que Dios ama a
Roberto tanto como usted?" Cuando asintió pregunté,
¿"Qué cree que haría Dios al ver venir a Roberto?" Hilda
sonrió y dijo, "Dios haría lo mismo que yo". Luego volvió a
cerrar los ojos y vio cómo Dios corría por el camino para en­
contrarse con Roberto. Ella vio a Dios poner los brazos alre­
dedor de los hombros de Roberto y mantenerlo muy cerca.
Lo que Hilda vio no fue nada diferente a la historia del Hijo
pródigo, donde el padre corrió por el camino y abrazó a su
hijo cansado y herido. Lo que nos dicen tanto la historia de
Hilda como la del hijo pródigo es que, contrario a lo que en-

71
señaron a Hilda y a nosotros, Dios no es un juez condena­
dor. Más bien Dios es un sanador misericordioso porque es
un amante y respondería al menos en forma tan amorosa co­
mo Hil_da o la persona que nos ama más.

El Hijo Pródigo es la historia de Jesús sobre la Otra Vida

El hecho de que Hilda quisiera tratar a su hijo fallecido


de la misma forma en que Dios trató al hijo pródigo no es
sorprendente, porque la historia del pródigo es la respuesta
del Evangelio de San Lucas a la misma pregunta que me hizo
Hilda. Esta historia no es sólo sobre cómo se relaciona Jesús
con los pecadores a diario, sino también acerca del banquete
mesiániaco en la otra vida ofrecido por Dios para un hijo
"que estaba muerto y ha vuelto a la vida" (Luc 15:24-32)4•
El evangelio de Lucas tiene cinco capítulos consecuti­
vos que tratan de la vida después de la muerte. Uno de ellos
es el capítulo 15. En el capítulo 15, Lucas no sólo incluye la
parábola del hijo pródigo sino también otras dos parábolas
(la oveja perdida y la moneda perdida) que tratan con la otra
vida y especialmente con los banquetes de celebraciones por
los pecadores arrepentidos. Una insinuación de que los ban­
quetes de celebración de las tres parábolas son los banquetes
de la otra vida se encuentra en la palabra prosdechomaí
(bienvenidos). Esta palabra está consistentemente asociada
en el Nuevo Testamento con temas de la vida futura como la
venida del reino o parusía.5 Lucas usa esta palabra de vida
futura para introducir las tres parábolas y para describir la
alegría que tiene Jesús al dar la bienvenida a los pecadores al
banquete (Luc 15:2). En la primera parábola de la oveja
perdida, el erudito bíblico Jeremías ve la alegría de fiesta
(Luc 15:7) que ocurre en el cielo cuando un pecador se arre­
piente en "los últimos días, el juicio final".6 La alegría de
fiesta en la segunda parábola de la moneda perdida también

72
tiene lugar delante de "fos ángeles de Dios" en el cielo cuan­
do un pecador se arrepiente (Luc 15:10).
En vez de sólo repetir el tema de las dos primeras pará­
bola5 referentes al gozo en el cielo por un pecador arrepenti­
do, la historia del hijo pródigo nos lleva realmente al ban­
quete mesiánico de la vida futura para que podamos experi­
mentar como Dios y los que están en el cielo se alegran por un
pecador arrepentido. Como en las dos historias anteriores, la
historia del hijo pródigo también nos habla de una pérdida
(no una oveja o una moneda, sino un hijo), la búsqueda y la
alegría del halfazgo y luego nos permite experimentar el re­
gocijo que tiene lugar en el banquete celestial por un peca­
dor arrepentido. ¡Qué alegría de fiesta cuando lo que se ha­
bía perdido es encontrado! (Luc 15:6,9,24,32).
Lo que puede sorprendernos es que la historia del hijo
pródigo no es sólo acerca de cómo Dios ama a los pecadores
arrepentidos, sino también de cómo ama a los que no se han
arrepentido. Como explicaremos, el padre corrió por el ca­
mino y lanzó sus brazos alrededor del hijo pródigo aunque,
a ese punto en la historia, éste no tenía intenci6n de arrepen­
tirse. Y el padre invitará al hijo mayor al banyuete de la vi­
da futura, aunque no se ha arrepentido. El hijo pródigo es
entonces la historia de la vida futura sobre cómo e1 padre
ama tanto al pecador arrepentido como al impenitente.

Dios Ama al Pecador Impenitente

Que Dios pudiera amar a un pecador aparentemente


impenitente como Roberto fue sorprendente no sólo para
Hilda sino para aquellos en la época de Jesús. Como los que
vivieron en la época de Jesús, Hilda había crecido en una
cultura basada mayormente en el sistema de premios y casti­
gos. En ese sistema, los "10" en las libretas de calificaciones
son premios por respuestas correctas que a su vez reciben

73
más recompensa de los padres, mientras que los "4" son cas­
tigos por respuestas equivocadas. Un día de trabajo duro es
recompensado con un cheque de pago -excepto en el caso
de un ladrón donde es más bien castigado con una sentencia
en la cárcel. Pero con Dios no hay tal cosa como mantener
una cuenta (Mat 20:1-16). Dios ama si la persona merece un
"10" y un cheque de pago o un "4" y una sentencia en la cár­
cel. El amor de Dios se le da a todos de la misma manera
que el sol brilla y la lluvia cae tanto sobre el justo como
sobre el pecador. Igual que muchos de nosotros, los Fariseos
juzgaban que el sistema de Jesús era injusto. Así que le ha­
cían preguntas como, "¿Cómo puedes aceptar a los recolec­
tores de impuestos u otros pecadores impenitentes y hasta
comer con ellos?" (Luc 15:1-3). La historia del hijo pródigo
donde Dios come con pecadores y no sólo con el justo, farise­
aco hermano mayor es la explicación de Jesús a los Fariseos
acerca de cómo él recibe hasta a los pecadores impenitentes
ahora o en la otra vida.
Los Fariseos y todos en el pueblo del pródigo hubieran
deseado que éste fuera condenado a muerte por haber come­
tido lo que para los Judíos era el peor crimen posible, tratar
al padre de una familia como si estuviera muerto. Era in­
concebible para cualquier Judío pedir a su padre por su he­
rencia mientras éste es�aba aún sano (o lo que es peor, gas­
tarse la herencia en una tierra gentil y pagana). "En toda la
literatura del medio Oriente (aparte del hijo pródigo) desde
tiempos antiguos hasta el presente, no hay ningún caso de
algún hijo, mayor o menor, pidiendo su herencia a un padre
que aún goza de buena salud".7 Por lo cual la historia del hi­
jo pródigo es la historia de Jesús sobre el pecador más grande
posible.
La historia del hijo pródigo es radical al proclamar que
Dios ama no sólo al pecador más grande posible sino hasta el
peor pecador impenitente. El pródigo puede considerarse im­
penitente por dos razones. En primer lugar, para los rabinos
"el arrepentimiento era primeramente una obra del hombre

74
que le aseguraba el favor de Dios".8 Antes de que a una perso­
na se le considerara como arrepentida, se requerían actos de
reparación y expiación. Por lo tanto, "un pastor no podía
arrepentirse totalmente; no sabía cuántos límites había tras­
pac;ado, por lo tanto, no podía hacer una reparación ade­
cuada". Por lo tanto, para los Judíos que escuchaban a Jesús
relatar la historia del pródigo, éste tenía que indemnizar por
el dinero perdido antes de que se considerara en estado de
arrepentimiento.
En segundo lugar, esta historia a veces es leída como si
el pródigo hubiera tenido un cambio de parecer mientras es­
taba en "el país lejano" y planeó pedirle a su padre que lo hi­
ciera "sirviente contratado" como gesto de contrición. Sin
embargo, los eruditos en las Escrituras indican que la moti­
vación del pródigo en este momento tal vez es interés en sí
mismo. Aunque las palabras de su discurso preparado sue­
nen como arrepentimiento, las compuso después de obser­
var que obtendría mucho más de comer si regresaba a la ca­
sa de su padre. Se lamenta de haber perdido todo el dinero
que obtuvo de su padre, pero es probable que no se haya
arrepentido todavía de haberle roto el corazón. La falta de
arrepentimiento del pródigo por la ofensa más profunda es­
tá indicada en su plan de pedirle a su padre que lo haga "sir­
viente contratado". En las aldeas del medio Oriente en la
época de Jesús el "siervo contratado" no era considerado so­
cialmente inferior a su patrón. El pródigo "será un hombre
libre con sus propios ingresos viviendo independientemente
en la aldea local. Su estatus social no será inferior al de su
padre o al de su hermano. El puede mantener su orgullo e
independencia". Aunque el pródigo tal vez intente utilizar
su salario de "sirviente contratado" para pagarle a su padre,
cuando está en el país lejano no se arrepiente de la ofensa
profunda, misma que es una relación rota en vez de dinero
perdido. "El se salvará a sí mismo. No desea ninguna
gracia".9 Después de que este hijo impenitente ha sido amoro­
somate recibido por su padre, da sólo parte de su discurso

75
preparado, omitiendo la parte en donde pide que sea hecho
"uno de sus sirvientes contratados". ¿Por qué el pródigo cam­
bia su discurso y lo termina con "ya no soy digno de ser llama­
do tu hijo?" Los eruditos con frecuencia han asumido que el
pródigo fue interrumpido por su padre en medio de su discur­
so. Pero Kenneth Bailey sugiere más bien que él decidió no
terminarlo porgue:

Está destrozado por la demostración de amor de su


padre en humillación. En su estado de aprensión y mie­
do él experimentaría naturalmente esta liberación ines­
perada corno un hecho totalmente abrumador. Ahora
sabe que no puede ofrecer ninguna solución a su rela­
ción continua. Ve que el asunto no es el dinero perdido
sino la relación rota que él no puede sanar. Ahora en­
tiende que cualquier relación nueva será un regalo pu­
ro de su padre. El no puede ofrecer una solución. Asu­
mir que él puede compensar a su padre con su trabajo
es un insulto. "Yo ya no soy digno" es ahora la única
respuesta apropiada. 10

El padre ofrece reconciliación a su hijo antes de que éste


esté verdaderamente arrepentido y sin siquiera pedir primero
un cambio de actitud. Más tarde el padre perdonará al hijo
mayor antes de que se arrepienta. Al discutir con su padre en
público el hijo mayor rompe la relación "con el padre y ésta
es casi tan radical como el rompimiento entre el padre y el hi­
jo menor al principio de la parábola". 11 Pero el padre amará
al hijo mayor impenitente y promete, aunque éste no venga
al banquete, "todo lo que tengo es tuyo".
Aunque el padre sabe que él puede amar a los pecado­
res impenitentes, su preocupación principal es por las perso­
nas que no pueden hacerlo. Sabiendo que sus aldeanos "lle­
van la cuenta" y que castigarían con la muerte a un pecador
impenitente como su hijo, el padre mantiene vigilancia
diaria por su hijo, Esa es la razón por la cual un día el padre

76
puede divisar a su hijo aunque éste está "todavía muy lejos."
Así es que el padre corre a las afueras del pueblo. En lugar
de hacer que el hijo bese la mano del padre en la forma acos­
tumbrada, el padre "abrazó al hijo y lo besó tiernamente".
Este gesto de "un beso en público con el hombre principal
involucrado" era usado únicamente cuando una discusión
seria había tenido lugar en el pueblo y sólo cuando se logra­
ba una reconciliación. Una vez que había colocado el anillo
con el sello de la familia en el dedo de su hijo y habiéndolo
vestido con la túnica de la familia, el padre sabía que bajo
su cuidado protector el hijo podía entrar en el pueblo sin
que nadie le hiciera daño. 1� Así el padre no está preocupado
primero por el arrepentimiento de su hijo sino sólo por darle
la bienvenida y proteger al pecador impenitente.
Como el padre organiza una fiesta, Jesús le está pidien­
do a los que llevan las cuentas que están entre sus esc\lcha<;,
"¿Van a seguir calculando el resultado o van a venir a mi
fiesta?" El hermano mayor quiere continuar llevando las
cuentas mientras se queja, "Todos estos años me he esclavi­
zado por ti y nunca ni una sola vez he desobedecido tus ór­
denes y a pesar de esto, no me has ofrecido ni siquiera un
cabrito para celebrar con mis amigos". En el banquete me­
siánico del cielo, de donde proviene la música y el baile que
el hijo mayor escucha al acercarse a la casa, no hay quien
lleve cuentas. Más bien, Jesús quiere extender a los Fariseos
que llevan las cuentas, y para quienes la historia va dirigida,
la misma invitación que el padre le hizo al hijo mayor, "Ven
y come y recibe al gran pecador conmigo". Esta aceptación
del pecador impenitente repercute muchas otras veces en el
Nuevo Testamento y continuará escandalizando a los Fari­
seos:

Mi mandamiento para ustedes es: Amen a sus enemi­


gos, oren por los que los persiguen. Esto probará que
son hijos de su Padre Celestial, porque su sol sale para
los malos y para los buenos, hace llover sobre el justo y

77
el injusto. ¿Si aman a los que les aman, qué mérito hay
en ello? ¿No hacen lo mismo los recolectores de impues­
tos? (Mat 5:44-46).

Es raro que alguien dé la vida por un hombre justo aun­


que puede ser un poco probable que alguien tenga el va­
lor de morir por un hombre muy justo. Es precisamente
en esto que Dios prueba su amor por nosotros: que cuan­
do nosotros eramos aún pecadores, Cristo murió por no­
sotros. (Rom 5:7-8).

Conforme vayan leyendo estos pasajes de la Escritura o


la historia del pródigo se preguntarán como el mismo Dios
que hace cosas tan amorosas por grandes pecadores pueda
hablar de castigarlos cruelmente con el fuego eterno del in­
fierno (Mat 8: 12; 13:42). Quizás la más grande necesidad de
la gente religiosa en la actualidad, especialmente al orar por
los difuntos, es experimentar a Dios como un amante que
nos habla tanto a nosotros como a los difuntos en un len­
guaje de amor. Los amantes hablan con imágenes. Cuando
Jesús usó imágenes tales como ''fuego", "sempiterno" e "in­
fierno", habfaba como un amante. Cuando entendemos las
imágenes de Jesús, los pasajes de las escrituras que parecían
crueles como los que hablan del fuego eterno del infierno, se
convierten en proclamaciones del cuidado radical de Dios,
el cuidado misericordioso del padre del pródigo. Debido a la
urgente necesidad de interpretar las escrituras como
"buenas nuevas" habladas por un amante, hemos escrito el
capítulo "¿Y del infierno qué? ¿Cómo pue<;ie un Dios amoro­
so enviar a alguien allí? (punto de vista Bíblico)" y lo hemos
incluído al final de este libro (Ver apéndice A).

Orando por un Gran Pecador fallecido

Lo que más sorprendió a Hilda sobre su oración por Ro­


berto fue que cuando Dios colocó sus brazos alrededor de él,

78
perdonó y amó a Roberto en muchas de las mismas maneras
en que ella lo había hecho. Hilda, quien con Dios había da­
do la bienvenida a su hijo, es un modelo sobre cómo orar por
un gran pecador.
Orar por los difuntos es el proceso de entrar en la pre­
sencia de un padre acogedor y nuestro ser querido fallecido
para que como Hilda, podamos dar y recibir amor y perdón.
En oración como ésta, nos convertimos en algo similar a her­
manos mayores. Al mantenernos fuera del banquete me­
siánico, se nos da la alternativa de juzgar al pródigo o de aco­
gerlo junto con el padre al "que estaba muerto y ha vuelto a
la vida". Tal oración por los muertos tiene implicaciones pa­
ra nosotros mismos como hermanos mayores y para los di­
funtos como pródigos.
Si como hermanos mayores "vivientes" decidimos no
amar y perdonar al pródigo "fallecido", también seremos el
hermano mayor juzgador colocándonos fuera del banquete
y distanciándonos con Dios. Esta verdad es la misma para
los difuntos. Si el pródigo "fallecido" permanece cerrado al
hermano mayor, el pródigo no podrá estar totalmente en
confianza con el padre que continúa ínvitando al hermano
mayor al banquete eterno.
Pero cuando el pródigo "fallecido" y el hermano mayor
"vivo" se perdonen y se amen mutuamente, estallará la
alegría. De la misma manera en que la alegría del padre y
del pródigo aumentará cada vez que el hermano mayor se
una a ellos en la mesa del banquete, así se acrecentará el go­
zo de Dios y de nuestro ser querido fallecido cuando en ora­
ción nos hagamos presentes ante ellos con el fin de dar y re­
cibir amor y perdón.

Los Grandes Pecadores y los vivos

No fue la Madre de Roberto o la historia del pródigo lo


que me enseñó a mí (Dennis) más sobre cómo Dios trata a

79
los grandes pecadores. Más bien la experiencia de mi propia
confesión general fue el hecho que más cambió mi vida. Tal
vez recordarán que además de escribir este capítulo, la se­
gunda cosa que haría si tuviera sólo un año más de vida sería
visitar gente y darle gracias por las formas en que me habían
amado. Correcta o incorrectamente, siento como si hubiera
recibido y dado más amor que cualquier otra persona de las
que he conocido. Ahora me siento tan completamente dife­
rente que antes de mi confesión general, cuando nadie me
caía bien y sentía que nadie me amaba. Antes de la confe­
sión general, me odiaba a mí mismo porque pensaba que
Dios me había condenado. Recuerdo una vez, cuando esta­
ba de vacaciones, al parar en una estación de gasolina vi un
calendario y la foto pornográfica que estaba anexa. Como
nos habían enseñado que casi todos los pecadores referentes
al sexo eran muy graves, o del tipo que merecían el fuego
eterno del infierno, durante el resto del viaje viví con el
miedo de morir antes de que pudiera ir a confesarme. Sin
importar cuántas veces me confesé, nunca parecía cambiar.
Como me sentía constantemente condenado, me condenaba
y odiaba a mí mismo y a todos los demás.
Todo eso cambió cuando hice una confesión general de
todos los pecados de mi vida. Tenía ocho páginas a espacio
sencillo de todas las cosas que odiaba sobre mí mismo. Des­
pués de que terminé mi lista, el sacerdote, probablemente
exhausto, vino y me abrazó. Era la primera vez que un sa­
cerdote me abrazaba. Recuerdo que me fui a mi cuarto y
lloré. Como juzgaba que los pecados eran graves, esperaba
el sermón habitual de cómo había desilusionado a Dios y có­
mo necesitaba decidirme a esforzarme más o sufriría las do­
lorosas consecuencias del infierno. Pero en ese abrazo, en­
contré a un Dios que amaba la peor parte de mí mismo. Tal
amante no se había detenido primero a calcular mis califica­
ciones o ver que juicio merecía por esas ocho páginas. Desde
el día que lloré esas lágrimas, supe que Dios nunca me con­
denó y que no necesitaba volver a condenarme o condenar a

80
nadie. Desde ese día me he amado a mí mismo y he amado
casi inmediatamente a cualquiera que conozco.
Muchas veces antes había confesado los mismos peca­
dos y sin embargo no tenía poder para cambiar. El cambio
no llegaba porque cada una de las veces anteriores me había
encontrado con un Dios mercenario, uno que hacía cuentas
y juzgaba con venganza. Después de la confesión general
fue fácil cambiar y ser una persona amorosa casi sin esfor­
zarme. Podía amar porque en un abrazo pude experimentar
a Dios amá11dome primero (1 Jn 4: 19). Quería escribir este
capítulo antes de morir porque el enfrentamiento a un Dios
juzgador que llevaba cuentas y que juzgaba con venganza
me había traído veinte años de muerte, mientras que
enfrentarme a un Dios que me amaba ahora me ha traído
veinte años de vida.

Sanando Naciones

Darle la bienvenida a un gran pecador como lo hace el


Padre sin juzgar con venganza sino más bien, amando in­
condicionalmente, trae consigo una gran sanación. Hilda
vio cómo podía traer sanación a un hijo muerto; mi confesor
vio cómo me trajo sanación a mí. Pero en Corea vi cómo
dando la bienvenida a los grandes pecadores podía sanar
hasta a una nación. El verano pasado experimenté cómo el
deseo del pueblo coreano de aceptar a un gran pecador creó
una atmósfera gozosa, muy similar al gozo en el banquete
ofrecido por el regreso del pródigo. Experimenté esto
mientras veía un programa de televisión que por meses era
visto por setenta y cinco por ciento de la audiencia de Corea
.:lel Sur hasta por diez y ocho horas al día. Este programa
captó tal interés universal que todos los otros programas
fueron cancelados. ¿Por qué?
Corea del Sur tiene por lo menos 100.000 personas que
fueron separadas de sus familias durante la guerra de Corea

81
cuando todos huyeron en pánico a la seguridad que ofrecía
la Bahía de Pusan. Día tras día estas personas separadas
aparecían en televisión por quince segundos llevando un
letrero que tenía su nombre y detalles de su familia y de los
hechos que los habían separado. Si un televidente reconocía
a una de estas personas, llamaba a la cadena de televisión o
iba a la estación local para una reunión gozosa. Los corea­
nos y yo nunca nos cansamos de ver estas reuniones. Cinco
mil familias volvieron a encontrarse. Mientras lloraban
abrazados, toda Corea lloró con ellos. Todos vimos con ad­
miración cómo los enfermos perdonaron a los sanos por ha­
berlos abandonado, los niños perdonaron a sus padres por
no haber regresado como prometieron, y hermanos perdo­
naron a hermanos avergonzados por cooperar con los corea­
nos del norte. Para estos amantes regresando al hogar, entre
más grande el pecador, más grande parecía la bienvenida.
De repente, eran familias de nuevo y podían perdonar cual­
quier cosa. Mientras se perdonaban sus grandes faltas, las
heridas de la guerra eran sanadas y renacía una nación com­
pasiva. Cuando aceptamos como Dios acepta, pueden rena­
cer naciones enteras.

Oración para sanar al Gran Pecador

Jesús, en tu banquete eterno amaste al pródigo y al hijo


mayor aun antes de que se arrepintieran.
Muéstrame al ser querido fallecido que considero un
gran pecador.
Déjame unirme a ti para ver, qué heridas lleva en su
corazón al acercarse a tí.
Muéstrame lo que le haces a ese gran pecador como se­
ña de tu amor y perdón para que yo pueda hacer lo mismo.
Finalmente, déjame recibir tu misericordia sanadora
en el momento en que más pequé.

82
Capítulo 6

Orando por el árbol genealógico


A veces cuando estoy en el supermercado, veo a una
mamá arrastrando a su hijo con una mano y golpeándolo
con la otra mientras lo regaña en voz alta. Generalmente
pienso para mis adentros, "¡Espero que su hijo no llegue a
:ser como usted!". Una vez cuando fui testigo de una escena
como ésta, la abuela apareció y comenzó a regañar a la
madre en el mismo tono de voz áspera que ella estaba usan­
do para reprender al niño. Con mucha frecuencia nos en­
contramos repitiendo el mismo comportamiento de nuestros
padres y abuelos. En la reservación India Sioux veíamos con
frecuencia que una niña que vivía con su padre y abuelo al­
cohólicos se casaría con un alcohólico como ellos. De mane­
ra similar el departamento de correccionales del estado de
Connecticut descubrió que el ochenta y uno por ciento de
los delincuentes sexuales violentos habían sido a su vez
víctimas de abuso sexual cuando niños, con frecuencia
dentro de la misma familia.1 ¿Cómo podemos dejar de repe­
tir los mismos comportamientos negativos que han estado en
nuestras familias por generaciones?
Yo, Sheila, fui capaz de dejar de repetir un patrón de
comportamiento negativo en mi familia sólo cuando perdo­
né a los antepasados de mi Padre y oré por la sanación. Mi
padre tiene el don de la receptividad. Es abierto a todo lo
que le rodea y capaz de aceptar mucho amor. El me ha he­
redado este don. Yo también soy abierta a todo lo que hay a
mi alrededor y soy capaz de aceptar amor de la gente, la na­
turaleza, la música, etc., pero el lado negativo del don de mi
padre es que a veces él acepta cosas que debía rechazar tales

85
como ofensas de parte de aquellos que él debía haber
enfrentado. La colitis ulcerativa crónica de mi padre parece
ser un símbolo de que se ha reprimido ira inexpresada. No
sólo heredé el don de receptividad de mi padre sino que
también he heredado la debilidad de aceptar lo que debe ser
enfrentado. Hasta hace poco, cuando alguien me trató en
forma ofensiva, me asusté y me sentí culpable, asumiendo
que era mi culpa. Cuando vi esta debilidad tanto en mí co­
mo en mi padre, me di cuenta de que proveníamos de una
larga línea de gente que también tenían esta misma debili­
dad. Nuestra familia es Judía y por generaciones muchos de
mis parientes aceptaban las cosas en lugar de enfrentarlas
porque un enfrentamiento probablemente significaba la
muerte. Encontré sanación y nueva habilidad para enfren­
tarme a las cosas que tenían que ser enfrentadas cuando hice
dos cosas. Primero, no sólo me perdoné a mí misma y a mi
padre sino también a todas las generaciones de Judíos ante­
riores a nosotros. Segundo, le pedí a Jesús que me diera su
don de cólera justa y confrontación y que se lo extendiera a
todos mis antepasados.
Varias semanas más tarde encontré que podía enfren­
tarme a situaciones en las cuales antes me hubiera culpado a
mí misma. Por ejemplo, finalmente pude escribirle una car­
ta a un comité, oponiéndome a una acción que estaban consi­
derando. Fue una carta bastante directa la cual no era común
en mí, pero sentí un nuevo valor para decir la verdad corno
yo la veía. Uno de los miembros del comité que era de ascen­
dencia Alemana, dijo que yo debí cooperar con el comité en
lugar de haber escrito la carta. De repente, sentí cómo me
llenaba de cólera hacia ese hombre, una cólera mucho más
intensa que cualquier sentimiento que tuviera hacia los pla­
nes del comité. Cuando empecé a orar por mi cólera, me
sorpendí al oírm e decir, "¡Su gente le dijo a mi gente que
cooperaran y mi gente murió por ello!" A pesar de que nun­
ca he experimentado personalmente el anti-semitismo y
ninguno de mis familiares inmediatos murieron en campos

86
de concentración, de alguna manera llevaba dentro de mí el
dolor causado a mis antepasados. Supe que antes de sentir
paz con el miembro del comité Alemán, tenía que perdonar
a sus antepasados Alemanes a nombre de mis antepasados
Judíos. Así pues, oré por su familia como la había hecho por
la mía algunas semanas antes. Perdoné a los Alemanes y
pedí por la sanación de todas sus heridas que los habían
orillado a matar Judíos. La siguiente vez que me encontré
con ese señor, discutimos sobre el mismo tema. Aunque vol­
vió a criticar mi carta de la misma manera, no sentía esa có­
lera intensa que inundaba mi ser. Al igual que mi miedo a
enfrentarme, mi intensa cólera hacia el señor Alemán tam­
bién era un problema que podía remontarse hasta personas
fallecidas que yo nunca conocí.

Base psicológica de la Oración por los antepasados

A pesar de que es peligroso remontar todos los proble­


mas psicológicos hacia personas fallecidas, la nueva área de
psicoterapia familiar nos confirma que es igualmente peligro­
so ignorar el efecto de generaciones pasadas sobre conflictos
emocionales en el presente. Los terapeutas familiares de di­
ferentes tradiciones psicoterapéuticos no sólo miran al pa­
ciente en sí, sino también observan cómo la enfermedad del
paciente expresa los conflictos y lealtades invisibles entre los
miembros de la familia, algunos de los cuales ya han falleci­
do. Los terapeutas familiares remontan los patrones
recíprocos que se van transmitiendo del abuelo al padre y
del padre al hijo. El hijo probablemente educará a sus hijos
bajo la sombra de su padre ya sea cometiendo los mismos
errores o reaccionando en forma extrema cometiendo los
errores opuestos. El psicólogo W. Hugh Missildine dice que
en todo matrimonio hay realmente seis personas: la pareja
casada y los padres de cada uno. 2 Así que por ejemplo, cuan­
do la esposa le pide a su esposo que limpie el cenicero y él

87
explota diciendo, "Me has dado órdenes toda mi vida, toda
mi vida de casado", le puede estar proyectando la rabia que
siente hacia su madre dominante.
Otros terapeutas como Bowen encuentran que no sólo
ocurren problemas matrimoniales sino que también pueden
ocurrir enfermedades serias como por ejemplo la esquizofre­
nia que frecuentemente tiene sus raíces en tres o más genera­
ciones de dinámica familiar, que ha frustrado la indivi­
dualización en un niño que se le ha ordenado que madure,
pero que ha sido mantenido inmaduro por sus padres tam­
bién inmaduros. 3 Bowen encuentra que entre menos se indi­
vidualice una persona (o sea, que haya desarrollado su pro­
pio ser), hay más probabilidades de que los demás influyan
sobre él hasta que finalmente desarolla una enfermedad que
expresa los problemas de los que le rodean. El resulta ser el
"paciente identificado" cuando en realidad toda su familia
está enferma.
Debido a esta "estructura multigeneracional" en
muchas de las enfermedades emocionales hay cada vez más
terapeutas que insisten en trabajar con la unidad familiar de.
por lo menos tres generaciones en lugar de dar tratamiento a
un individuo aislado.

Cada vez nos convencemos más de la importancia de la


red de fidélidad y justicia dentro de las familias, que
han coincidido con nuestra creencia de que el conteni­
do mínimo de una terapia debe ser la unidad familiar
de tres generaciones. El trabajar exclusivamente con el
núcleo familiar podría llevar finalmente a que los
padres fueran implícita y técnicamente los chivos expi­
ratorios originando un tratamiento perjudicial e injusto
para sus hijos. Hemos aprendido que todos los patrones
de relaciones nocivas tienen una estructura multigene­
racional.4

88
Desafortunadamente los terapeutas familiares han en­
contrado que la persona que está menos consciente de cómo
ha sido influenciado por las generaciones pasad as, es gene­
ralmente la persona más manipulada por ellas.

Por ejemplo, entre menos consciente esté el individuo


de las generaciones que sus padres han acumulado en el
pasado estará más a la merced de estas fuerzas invi­
sibles. El sistema de la contabilidad en las familias tien­
de a incluir generaciones. De acuerdo con las escrituras
siete generaciones pueden llegar a saldar un pecado
mayor de un antepasado.
El terapeuta familiar debe aprender a reconstruir por
lo menos tres generaciones del saldo contable de jus­
ticia. Los abuelos pueden culpar a los niños por su so­
lidaridad con sus padres ya que consideran que los
padres son desleales hacia ellos y hacia su familia (en
cuestión de religión u otra tradición). De esta manera,
inconcientemente el niño puede colocarse dentro de
una estrategia para exonerar a los padres o perpetuar el
sentimiento de culpabilidad hacia la próxima genera­
ción. Se podrían dar más ejemplos de hijas que fueron
educadas por familiares "respetables" porque sus
madres llevaban "vidas vergonzos as" y que luego deci­
dieron buscar y reunirse con sus madres; o de hijos que
sufrieron mientras guardaban el secreto de la sospecha
que el asesinato de su madre fue perpetrado por la no­
via de su padre. Finalmente, el mayor alivio que
pueden encontrar estos niños yace en la reivindicación
de sus padres ante sus propios ojos por medio de la
comprensión sobre las circunstancias injustas que lleva­
ron a sus padres a cometer estas acciones. 5

La razón por la cual las "acciones condenables" que


nuestros antepasados cometieron pueden continuar afectán­
donos hasta la séptima generación no se debe a que Dios cas-

89
tiga a los descendientes inocentes. Más bien se debe a que
tendemos a repetir lo que no hemos perdonado. Si nuestros
padres fueron posesivos o negligentes, ellos y los antepasados
que les enseñaron necesitan ser entendidos, perdonados y
reivindicados, de otra manera, nosotros vamos a necesitar
que nuestros hijos perdonen nuestra reacción a los errores
de nuestros padres y antepasados o hasta siete generaciones
más de hijos.

La relación entre la Terapia Familiar y la Oración

El proceso de la terapia familiar implica pasos para de­


sarrollar el diálogo entre los miembros de la familia y el te­
rapeuta, recordando la historia familiar, responsabilizándo­
se por haber perpetuado patrones familiares destructivos y
de adueñarse de bases familiares fuertes mientras se van
construyendo patrones familiares nuevos. Estos pasos de la
terapia familiar pueden utilizarse conjuntamente con los
tres pasos de la oración introducidos en el capítulo cuarto:

l. Comparte tu corazón (desarrollando el diálogo) con Jesús


al recordar cosas de miembros familiares fallecidos, y
permitiendo que Jesús sienta el dolor contigo. A medida
que recuerdes, puedes sentir la necesidad de perdonar a
Jesús (por la familia que te dio, por permitir que un
miembro particular muriera, etc.)
2. Liberar a los miembros de la familia fallecidos al dar y
recibir el perdón por patrones familiares destructivos.
3. Da gracias por los dones, patrones constructivos y heren­
cia positiva que los ya fallecidos te han dado o pueden
darte a ti y las futuras generaciones.

El Día del Padre pasado, Dennis y yo (Matt) utilizamos


estos tres pasos para orar por la familia de nuestro Padre. La
oración fue tal vez tan importante en sí como nuestra prepa­
rac�ón para em pezar a orar. Nos p reparamos reuniendo fotos

90
y los recuerdos que traían a nuestros corazones las historias de
varios miembros de la familia. Por ejemplo, la foto delicada y
bronceada de mi abuelita recuerda cómo ella y sus hijos tra­
bajaban en el jardín y luego regalaban la mayor parte de la
comida a los vecinos. Su reputación generosa atraía visitas to­
dos los domingos y los huéspedes siempre recibían las mejores
porciones durante la cena. Existe un contraste muy grande
entre la foto de mi abuela y la foto de mi abuelo, que aparece
con un seño fruncido y un rifle en la mano, r.evelando a un
disciplinario estricto. Cuando veo la foto de la cara de mi

91
abuelo, le creo a mi padre cuando contaba cómo mi abuelo
educó a diez y siete hijos sin nunca subir la voz. Cuando que­
ría disciplinar a uno de sus hijos, todo lo que tenía que hacer
era verlo con su mirada enérgica que significaba "ten cuida­
do" y el niño inmediatamente obedecía. Estoy seguro que
esas palabras fueron transmitidas por sus antepasados en for­
ma silenciosa, quienes vivían en la frontera Franco Alemana
que sufría con invasiones constantes, las cuales trataban de
decir, con expresiones faciales severas, "tengan cuidado" diri­
gida hacia sus invasores franceses y alemanes. Cada vez que
las propiedades de nuestros antepasados eran como tratados
de botín de la guerra, sus expresiones faciales se volvían más
duras y su deseo por la justicia aumentaba. A medida que
acomodábamos otras fotos del árbol familiar de mi padre,
tanto las fotos como las historias que recordaban nos ayuda­
ban a entender a nuestros abuelos.
Empezamos a hacer una lista de los miembros de la
familia por los cuales queríamos orar especialmente a medi­
da que nuestros corazones se abrían más y más a esos fami­
liares de mi Padre. Esta preparación nos ayudó a crear una
atmósfera de amor. Esta atmósfera de amor nos abrió un ca­
mino claro de conexión entre nuestros corazones y los cora­
zones de los fallecidos en nuestra familia.
Cuando finalmente estábamos listos para orar empeza­
mos por invitar a Jesús a que conectara nuestros corazones
con los corazones de las personas de nuestro árbol genealógi­
co. Luego recordamos con Jesús la manera especial como
cuidó a cada uno de ellos, empezando por nuestro bisabuelo
quien nació seis meses después de morir su padre. Si su
padre hubiera muerto tres meses antes, ninguno de nosotros
estaríamos aquí. A medida que dábamos gracias por cada
persona, me di cuenta de la diferencia de esta oración a la
que hice por la familia de mi padre varios años antes. Alre­
dedor de esa época, murió mi primo el padre Joe. Yo quería
al Padre Joe y-él había sido un modelo del sacerdocio para
mí.. Durante mi oración varios años antes 1 pasé la m ayoría

92
del tiempo en mi dolor con Jesús no sólo por la forma en que
me hacía falta el Padre Joe, pero también estuve sanando mi
relación con Jesús. Yo me preguntaba: ¿Por qué Jesús dijo
"estaré contigo siempre" (Mat 28:20) pero luego no protegió
al Padre Joe del mal? Perdoné a Jesús y a su padre por ha­
berse llevado a un sacerdote amigo tan joven y generoso,
mientras dejaba vivir tantos sacerdotes irritables al parecer
para siempre. Ya sea para dar gracias por el nacimiento de
mi bisabuelo o al perdonar a Dios por la muerte del Padre
Joe, el primer paso es el de construir un diálogo con Jesús
para que junto con El, pueda abrazar mi árbol genealógico
completo.
Cuando Jesús empezó a abrazar conmigo a mi árbol ge­
nealógico completo, supe que no solamente yo sino también
mis antepasados nos sentíamos seguros. Una vez que este
ambiente de seguridad se estableció, estaba listo para conti­
nuar con el segundo paso, el reconocimiento de los patrones
destructivos. En este ambiente yo podía admitir el perfec­
cionismo en mí que dice "tenga cuidado" y que me hace
fruncir el ceño cuando no hay orden como yo lo espero o ne­
cesito. Por ejemplo, si el teléfono suena cuando estoy escri­
biendo, me encuentro rechinando los dientes pues se in­
terrumpe mi orden y creatividad. El "tenga cuidado" me
hace sentir que debo leer otro libro antes de poder escribir
algo bien, y continuamente mando mis escritos al editor
hasta después de la fecha indicada para que hagan varias re­
visiones. Puede que me ría del perfeccionismo de mi padre
que no quiere dientes de león en su pasto, y se la pasa lim­
piando lo que ya está limpio, pero eso también está en mí.
Así que el Día del Padre le entregué a Jesus mi perfec­
cionismo que viene de que siempre trato de "tener cuidado",
y del ceño fruncido de mi cara cuando el orden que yo espe­
ro y necesito no se cumple. Pedí perdón y sanación por la
manera en que he dejado que estos patrones se hayan perso­
nificado más en mí que en Dennis. Pedí el don de la gratitud
para poder ver y afirmar lo positivo en lugar de enfocar

93
inmediatamente en lo que está mal o lo negativo que pu­
diera ocurrir. Aspiré de Jesús su habilidad para abrirse al
momento presente y a estar dispuesto a ser interrumpido
constantemente por personas necesitadas como Jairo. Cuan­
do me sentí lleno del poder de Jesús para amar, aspiré su
amor y perdón dentro de mi padre. Cuando sentí que éI es­
taba lleno de paz, continué con mi abuelo, bisabuelo y otros
antepasados Linn que sólo Jesús conocía -una multitu sin
cara a quien Jesús quería sanar. Fui guiado a respirar con
Jesús su perdón sanador a los soldados Alemanes y Franceses
que habían perseguido a mis antepasados. Estos soldados
también fueron guiados por un perfeccionismo que los llevó
a tratar de probar su superioridad por medio de la conquis­
ta. Luego recordé de nuevo la foto de mi abuelo con cara
fruncida y rifle en la mano. Sentí que él estaba agradecido
de que yo entendía, y que prometía protegerme mientras se
paraba con su rifle al lado de Jesús.
Esto me llevó al paso número tres que es el de dar gra­
cias. Le agradecí a mi abuelo por su protección y por su
amor de granjero por la tierra. Compartí con él el hecho de
que durante el retiro de treinta días, los momentos que me
sentí más cerca de mi Creador fueron los momentos en que
plantaba semillas de caléndula y las cuidaba mucho para
que vivieran. Podía sentir el amor de Dios cuidándome
mientras yo amorosamente cuidaba de las semillas. Di gra­
cias por el cuidado paciente que tengo por el semillero o por
la gente quebrantada por los dolores de la vida -el cuidado
que brota de mi perfeccionismo y que quiere sanar el desor­
den. Continué respirando silenciosamente durante unos mi­
nutos, aspirando todos los dones y amor que Jesús me estaba
dando por medio de mi abuelo y su familia. Le di gracias a
Jesús que mi abuelo y todos los que estaban con él en el cielo
ahora intercederían y serían canales de amor sanador para
todos sus familiares heridos por el perfeccionismo. Pedí que
continuaran siendo canales del amor sanador para las futu­
ras generaciones. Mi abuelo ya no era un disciplinario auste-

94
ro empuñando un rifle sino un canal paternal del amor de
Jesús guiándonos a todos a acercarnos mutuamente y guián­
donos hacia Jesús.

Relaciones que necesitan más Oración

Como cada uno de nosotros estamos relacionados a


millones de antepasados, ¿cómo podemos saber cuáles de
nuestros tantos parientes con familiares fallecidos necesitan
de nuestra oración? Las siguientes preguntas le ayudarán a
identificar a sus familiares que más necesitan oración sana­
dora.

1. ¿A quién extrañas más de tu familia? (la relación entre


Matt y John Thomas descrito en el capítulo 2).

2. ¿A quién has herido? ¿Por quién has deseado haber podi­


do hacer más?

3. ¿Quién te hirió a ti, o a otros? ¿Quién tuvo los patrones


destructivos que han influído sobre ti (por ejemplo, per­
feccionismo, temor a la confrontación, mal genio, taca­
ñería, alcoholismo, etc.)?

4. ¿Cuáles fueron las personas menos amadas de tu familia?


¿Quiénes murieron sin haberse sentido queridos (por
ejemplo suicidas, muertes violentas o repentinas, vícti­
mas de la guerra, enfermos mentales)? ¿Quiénes fueron
desconocidos b no deseados (por ejemplo, abortos natu­
rales, abortos provocados, o bebés nacidos muertos)?
(Ver capítulo 7).

5. ¿Algún familiar se ha visto involucrado en el ocultismo?

6. ¿Cuáles miembros de tu familia le han dado mayores do­


nes y vida (su herencia positiva)?

95
El resto de este capítulo tomará cada una de estas rela­
ciones y las ilustrará con ejemplos de cómo la oración sana
dichas relaciones. Mucho del material será sacado del traba­
jo del psiquiatra Dr. Kenneth McAll, quien durante viente
años ha acumulado más de mil casos de gente que ha sido
ayudada por medio de la oración por sus antepasados.6

l. ¿A quién extrañas más de tu familia?

Aquellos que amamos y nos hacen más falta pueden de­


jarnos con heridas muy profundas o, cuando el dolor de su
partida ha sanado, pueden dejarnos con profundas gracias
como ocurrió con la muerte de mi hermano J ohn descrita en
el capítulo dos. Recientemente adquirí otra gracia, el arte
de R.C.P. (Resucitación cardio pulmonar). El curso fue dic­
tado utilizando de maniquí, Resusciannie, que respondía úni­
camente si la técnica del R.C.P. era correcta. Un desconso­
lado padre inventó a Resusciannie después de que su hija
Annte murió ahogada en una piscina porque ni su padre ni
los aemás supieron darle R.C.P. pare revivirla. En lugar de
enfocar continuamente el hecho de que no pudo revivir su
hija, el padre de Annie sanó su dolor creando a Resusciannie
para enseñar R.C.P. en todo el país. El maniquí Resuscian­
nie está vestido con el traje rojo y azul que Annie traía para
recordar como su muerte está trayendo vida nueva. Esto ha­
ce un contraste muy severo con el setenta y cinco por ciento
de los padres cuyos hijos mayores de cuatro años mueren y
debido a sus heridas no sanadas sus matrimonios terminan
en divorcio. Aquellos que amamos más dejan las más pro­
fundas heridas o los más valiosos dones.
A veces la muerte de un ser querido deja una herida
muy sútil. A medida que Joan empezó a ver un consejero, se
dio cuenta de una tristeza permanente. Joan también sufría
de artritis crónica. Pero la tristeza era inmune a la terapia y
la artritis era inmune al tratamiento médico hasta que Joahn
decidió orar con una amiga acerca del origen de su proble-

96
ma. Le preguntaron aJesús, "¿Por qué esta tristeza, Señor?"
Jesús la guió al recuerdo de Ja cariñosa abuelita de Joan que
murió cuando ella sólo tenía tres años. Joan amaba a su
abuelita que tenía su misma personalidad, los mismos ojos
azules, y un regazo listo para abrazarla. Por primera vez Joan
sintió rabia hacia su abuela y hacia Dios por la muerte de la
persona con la cual ella podía contar. Lentamente empezó a
perdonar a Dios y a su abuelita por la pérdida de la que ella
nunca se había dolido. A medida que desató a su abuelita,
ella abrió sus manos y encontró que el dolor de la artritis es­
taba sanado, y sigue sanado hasta el día de hoy.
2. ¿A quién has herido? ¿Por quién has deseado haber podi­
do hacer más?

En la mayoría de los casos de dolor prolongado, existe


el remordimiento de que "Yo debía haber ... ". El Dr. Ken­
neth McAll nos cuenta sobre un veterano de la primera
guerra mundial de ochenta y seis años que perdió su brazo
derecho por una granada que explotó y que también mató a
cuatro mejores amigos. Todos los días sufría de terribles do­
lores en el brazo fantasma,, y sólo le cedía por medio de su
adicción a la droga physeptone. El comentaba cómo sus
amigos nunca tuvieron un funeral y cómo nunca había ora­
do por ellos, porque mientras el sólo había perdido un bra­
zo, de sus amigos "no quedó nada para enterrar". Con la su­
gerencia que le hizo el Dr. McAll de que rezara por ellos y se
los entregará a Dios, su sentimiento de culpabilidad destruc­
tiva por haber sido el único sobreviviente desapareció; y
nunca volvió a sentir dolor a pesar de que dejó la droga. 7

3. ¿Quién te hirió a ti o a otros?

Igual que en el caso del señor que le dolía un brazo per­


dido, al orar por las personas que hemos herido o las cuales
les hemos fallado, debemos perdonarnos a nosotros mismos.

97
Al orar por una persona que nos hirió o que nos falló, necesi­
tamos perdonar a la persona uniéndonos con Jesús para
odiar el pecado pero amando al pecador. Unicamente pode­
mos perdonar a otro cuando nos damos cuenta de que no­
sotros mismos necesitamos también la misericordia de Jesús,
aunque sólo sea por nuestra lucha para perdonar. En el
ejemplo que dimos de Bob (Capítulo 4) que luchaba por
perdonar a Hitler, Bob no estaba loco ni era un asesino de
masas como Hitler pero el momento culminante fue cuando
compasivamente perdonó a Hitler por que se dio cuenta de
que el corazón duro que tenía hacia Hitler era similar al co­
razón duro que Hitler tuvo hacia millones de Judíos. A veces
nos vemos guiados a orar por antepasados cuyos patrones
destructivos vemos en nosotros mismos. En otras ocasiones
debemos orar por antepasados cuyos patrones destructivos
son muy diferentes a los nuestros. No importa qué tan dife­
rentes seamos a ellos, el camino a la compasión y al perdón
es el ver nuestra propia necesidad de sanar también, aunque
sólo sea por nuestra lucha para amar a gente tan difícil de
amar. Si no buscamos sanación de nuestra propia actitud
destructiva en primer lugar, simplemente le echamos la cul­
pa a otro� y evadimos la responsabilidad que tenemos de
cambiar. Pero cuando vemos la necesidad que tenemos de la
misericordia de Jesús, podemos ser compasivos y misericor­
diosos con los demás.
Para descubrir qué miembro de la familia nos ha heri­
do al heredarnos patrones destructivos, generalmente es útil
construir el árbol genealógico. Aunque los norteamericanos
en general no pueden recordar más allá de cuatro genera­
ciones, el Dr. McAll, que ha trabajado con familias inglesas,
se ha encontrado con muchos patrones que retroceden hasta
el siglo diez y ocho y ha sanado por medio de la Eucaristía
por los muertos. A pesar de que la oración ancestral se utili­
za primordialmente para sanar patrones heredados normal­
mente, tales como el perfeccionismo, las perturbaciones
profundas también pueden responder a la oración.

98
Margaret tenía setenta y tres años cuando de repente le
empezaron los "ataques". Violentas explosiones de mal
genio, agresión hacia su hermana menor Nelly con quien
vivía, y la destrucción de objetos sin estar consciente de lo
que hacía, eran cosas poco características de ella. Su
madre que habia muerto hacia cuatro años, a los noventa
y seis años, se había portado de una manera similar. Des­
pués de cada ataque, Margaret se llenaba de disculpas
y se sentía genuinamente apenada pero no podía dar
explicación alguna.

Así que dibujamos su árbol familiar con todos los de­


talles posibles y empezó a surgir un patrón extraño. Du­
rante las últimas seis generaciones los hijos mayores de
la familia habían demostrado comportamientos simila­
res. Esto empezó aproximadamente en 1750 cuando
había sido cometido un asesinato en la familia. La hija
mayor, Elizabeth, se volvió alcohólica y destruyó
mucha de la propiedad familiar antes de morir a conse­
cuencia del alcohol cuando tenía cuarenta años. A par­
tir de entonces, cada hija mayor de la familia sufrió de
estos mismos ataques de mal humor por el más mínimo
detalle hasta llegar a Margaret, mi paciente, quien na­
ció en 1904.

La sobrina de Margaret, Rhonda, hija mayor de su her­


mana menor, nació en 1941 y tenía 32 años. Estaba re­
cibiendo tratamiento siquiátrico por varios meses antes
de que se me trajera el caso de Margaret. Rhonda acep­
tó el tratamiento únicamente después de que su esposo
llegó a la casa una tarde y encontró muebles dañados,
ventana rotas y una situación caótica en general. El la
amenazó con irse de la casa, empezar los trámites para
el divorcio y de llevarse los niños. Rhonda se dio cuenta
de que necesitaba ayuda y aceptó ver un psiquiatra...

99
Decidimos ofrecer una eucaristía por Rhonda y por las
hijas mayores de las seis generaciones anteriores. Con
dos sacerdotes, un médico, dos enfermeras, Nellie (la
hermana menor de Margaret) y yo, tuvimos un servicio
para los antepasados de esta familia quienes aparente­
mente habían contribuido a esta cadena de ataques de
mal humor. Aunque el servicio fue privado, sin que
Margaret y Rhonda supieran, ninguna de las dos volvió
a tener ataques. El comportamiento de Rhonda volvió
a ser completamente normal y su esposo abandonó los
trámites de divorcio. Su matrimonio continuó normal­
mente. Margaret volvió a ser la hermana mayor cariño­
sa y los problemas de Nellie terminaron.
.tíay dos objetivos primordiales al construir un árbol fa­
miliar. Primero, para establecer si algún antepasado
demostraba alguna evidencia del mismo comporta­
miento inaceptable; segundo, para saber de quién es la
voz y el espirítu inquieto que habla con la persona y por
medio de ella busca ayuda -el paciente.8

Note los pasos que el Dr. McAll toma. Después de un


examen físico y psiquiátrico completo, prepara el árbol fa­
miliar. Esto ayuda mucho para ver los patrones de los
problemas y también para especificar por quién se debe
orar. (Generalmente es el niño más sensible o el mayor que
está más predispuesto a transmitir patrones familiares). Du­
rante la eucaristía especial para los fallecidos (ver capítulo
4), este árbol se pone sobre el altar o el paciente lo sostiene
en sus manos. Generalmente entre el paciente más pueda
amar y perdonar a sus antepasados, más sanación ocurre en
él. Tome nota de que aunque Margaret y Rhonda no estu­
vieron presentes ni sabían de la eucaristía por sus antepasa­
dos, sus ataques cesaron con el servicio. Las diversas expe­
riencias del Dr. McAll de pacientes sanados inmediatamen­
te después de los servicios aunque no estuvieran presentes lo
ha llevado a sugerir que la sanación puede llegar no sólo por

100
El árbol genealógico de Margaret y Rhonda

Elizabeth a.n. 1780 (e) =

1
(e) = Jlelen a.n. 1875

Virginia a.n. 1843 (e) =


1
2

1 1 =
1 l l 1
ó
ó ó (e) Agnes a.n. 1814 2 2 ó
1
Margarct a.n. 1904 (aborto) Nellie
1
ó (e) = Ailsa
1
o
1 (e)= Rhonda a.n. 1941
1
ó

a.n. = año de nacimiento 1 1 1


e = casada
ó ó ó
Ó = sexo masculino

2 = sexo femenino

medio del trabajo psicológico durante el servicio, sino tam­


bién por la sanación de los antepasados fallecidos y por su
poder de alcanzar amorosamente hacia los que ni siquiera
están presentes en el servicio.

4. ¿Cuáles fueron las personas menos amadas en su fa­


milia? ¿Quienes murieron sin haberse sentido queridos (por
ejemplo, suícidios, muertes violentas, víctimas de guerra,

101
enfermos mentales) ¿Quiénes fueron desconocidos o inde­
seados (por ejemplo, abortos naturales o provocados, bebés
nacidos muertos)?

Cuando el Dr. McAll investiga el árbol genealógico


busca quién fue el menos amado. U no de sus casos más com­
plicados es el de Edward a quien conoció mientras visitaba
sus pacientes en Inglaterra. Mientras el Doctor McAll revi­
saba los archivos médicos y hablaba con Edward y su espo­
sa, descubrió que éste tenía muchos síntomas. Para empezar
Edward no sólo sentía una banda amarilla alrededor de su
cabeza y un olor a azufre, sino que también oía explosiones
que lo hacían sentirse dividido en dos y lleno de fuego de la
cabeza a los pies. Además de las explosiones, él oía olas que
se estrellaban, voces de hombres gritando y viento silbando
a través de su cara y pies. Edward había recibido treinta
años de tratamiento psiquiátrico por estos síntomas atendi­
do por otros doctores, e incluso se sometió a choques eléctri­
cos, antidepresivos, drogas contra la esquizofrenia y tran­
quilizantes. Aunque Edward aún experimentaba todos estos
síntomas a pesar de los años de tratamiento, el que más le
preocupaba era un ataque de sudor que había sufrido unas
pocas noches anteriores. Durante varias not:hes, haciendo
clímax el 11 de Noviembre, sin ningún motivo aparente,
Edward había desarrollado una fiebre muy alta y un sudor
tan abundante que había sido necesario cambiarle las sába­
nas varias veces. Le preocupaba mucho la severidad y la re­
pentina aparición de este ataque.
Después de escuchar la descripción de los síntomas y de
hacer un chequeo médico a fondo, el Dr. McAll cambió su
método de escuchar. En lugar de preguntar por los miem­
bros del árbol genealógico, el Doctor dijo simplemente, "Pa­
recen ser piratas". De repente Edward dejó de mirarse los
pies y se puso muy alerta al preguntar: "¿Sabe usted mi ape­
llido?" El Dr. McAll tomó la gráfica que tenía sobre el escri­
torio y leyó el apellido "Ifawkins". El Doctor descubrió que

102
Edward era descendiente directo de ocho capitanes piratas
y otros treinta marinos que murieron en el mar. Luego de
una búsqueda más amplia en la enciclopedia, ellos des­
cubrieron que el capitán Sir John Hawkins había muerto en
alta mar el 11 de Noviembre de 1595 como resultado de una
fiebre tropical mientras trataba de rescatar a su hijo,
Richard. El 11 de Noviembre fue el mismo día que Edward
Hawkins experimentó el punto culminante de su ataque
febril.
Después de orar por Sir John Hawkins y sus antepasa­
dos piratas se acabaron todos los síntomas contra los que Ed­
ward había luchado por veinte años. Durante las primeras
eucaristías, Jesús reunió principalmente a los capitanes
Hawkins y a los hombres de mar. Pero durante las más' re­
cientes, Jesús pareció concentrarse en las víctimas temerosas
de las expediciones Hawkins incluyendo las tripulaciones de
barcos que fueron hundidos y los prisioneros que fueron
obligados a caminar por la plancha.
Las eucaristías de Edward tocaron a los vivos y a los
muertos. Además de liberar a Edward de treinta años infer­
nales de vida esquizofrénica, hubo un cambio inmediato en
los padres y en la esposa de Edward. Su esposa que tenía
treinta y tantos años, por años había tratado de concebir un
hijo sin ningún éxito. Varias semanas después de que la Eu­
caristía sanó a su esposo, ella descubrió que había concebido
un hijo. La madre de Edward también llamó esa misma se­
mana con la emocionante noticia de que el padre de Ed­
ward, quien había sufrido una depresión por mucho tiem­
po, había dicho "gracias" y "había empezado a reírse de los
chistes y a estar contento en casa·".
Es difícil para mí creer que una pena no dolida hace
más o menos cuatrocientos años pudiera tener un impacto
presente en Edward y su familia. La historia de Margaret
me ayuda a ver cómo la pena que se oculta ayer se vuelve a
presentar en los descendientes de hoy. Margaret se sentía de­
primida durante el mes de febrero de cada año. Para el 14

103
de Febrero la depresión se hacía tan severa que tenía que ser
hospitalizada. Lo que sorprendía a Margaret y a todos los
demás era que el resto del año ella estaba llena de vida traba­
jando como enfermera de tiempo completo. En lo más profun­
do de su depresión un catorce de Febrero, ella oró con un
amigo pa_ra que Jesús le revelara la raíz herida. Ambos
vieron una imagen de su madre perdiendo un bebé. Jesús re­
veló que la pérdida tuvo lugar diez y ocho meses antes del
nacimiento de Margaret y que su madre había ocultado la
pena y tratado de concebir otro hijo. El resultado fue Mar­
garet, que como cualquier otro feto compartió las hormonas
de su madre y por lo tanto también su pena ocultada. Mar­
garet y su amigo oraron para que Jesús amara y sanara al
bebé perdido, y luego oraron para que Margaret se llenara
de gozo desde el primer momento de la concepción. Marga­
ret sintió una liberación inmediata de la depresión y nunca
la ha vuelto a padecer. Después de la oración, su tía verificó
que su mamá había sufrido la pérdida del bebé diez y ocho
meses antes del nacimiento de Margaret. La tía recordó la
fecha porque era el día de San Valentín (Febrero 14), o sea
la fecha de las depresiones anuales de Margaret.
Si Margaret no se hubiera dolido por el bebé que perdió
su madre, ¿También los descendientes de Margaret hubieran
estado deprimidos el 14 de Febrero? ¿Cómo le fueron trans­
mitidos a Edward los síntomas de los piratas? No estoy se­
guro de cómo esas heridas son pasadas de una generación a
otra. Puede haber muchas explicaciones: McAll cree en un
antepasado que clama para que se ore por él, nuestras pro­
yecciones de nuestra maldad que son sanadas por la inter­
seción de otro que es como nosotros, un niño recibe la
transmisión de recuerdos a través de genes o a través del
aprendizaje, el inconsciente colectivo de Jung, la sanación
del recuerdo de un asunto no resuelto, etc. Tal vez todas és­
tas sean verdad. Yo tengo la tendencia a creer que en la ora­
ción estamos tocando no sólo un recuerdo en una persona vi­
va, sino también a una persona fallecida que a través de Je-

104
sús recibe amor y que a su vez se convierte en un intercesor
amoroso. Puede ser también que estemos sintiendo cómo los
muertos necesitan sanación como cuando estamos con una
persona que está deprimida y nos contagiamos de su depre­
sión. Pero aunque los que se han ido ya no necesiten de ora­
ción en la misma manera en que somos guiados, éstos aún
sienten nuestro amor a través de Jesús y así tienen más poder
de amarnos y a otros que también tengan necesidad de sana­
ción. Cualquiera que sea la explicación, estamos de acuerdo
con el padre William Johnston, experto en misticismo orien­
tal, que cuando el Espíritu nos sana, el Espíritu está sanan­
do heridas que se remontan a generaciones pasadas y toca
multitudes.

Las heridas y dolores que han estado ocultos en la psi­


quis desde la niñez, desde el momento del nacimiento,
desde el tiempo dentro del vientre, desde el momento
de la concepción-todos éstos flotan a la superficie y es­
tán siendo sanados por el amor del Espíritu que mora
en nosotros y en cuya presencia uno se sienta silenciosa­
mente. Además, mientras que yo no pude aceptar una
interpretación literal de la doctrina budista sobre vidas
pasadas y de la liberación de un mal Karma, pienso que
puedo comprender hacia donde van los Budistas: pue­
do ver que hay una percepción valiosa. Porque yo creo
que tiene lugar una sanación de algo más que de mi pe­
queño ego con su memoria de escasos cuarenta, cin­
cuenta o sesenta años. Hay aún más en lo concerniente
a esto. Hay sanación de los arquetipos, del inconsciente
colectivo, de las heridas que he heredado de mis ante­
pasados. Hay una sanación de la dimensión cósmica de
la psiquis; hay sanación de la condición humana básica
que es lo que llamamos el pecado original. 9

La sanación de Edward y sus antepasados piratas pue­


de que no sea lo raro, sino lo común. Ninguna persona es

105
una isla pero a través de Jesús se relaciona con todo el mun­
do en todos los siglos.
Los lazos que nos relacionan con todos en todos los si­
glos es el tema de la extraordinaria novela de ficción de Ma­
deleine L'Engle, A Swiftly Tilting Planet. Cuando la histo­
ria empieza, el mundo está a punto de ser destruido por Ma­
dog Branzillo un dictador suramericano que está loco. Un
joven de quince años, Charles Wallace es enviado en una
misión de rescate a través del tiempo para salvar al mundo,
acompañado por un unicornio, la intercesión de su herma­
na Meg, y una oración muy antigua que reclama todos los
poderes de Dios. Charles es enviado para adentrarse en cua­
tro personas, de Madoc, un joven en una antigua población
Galesa, hasta uno de sus descendientes, Chuck Maddox, ún
muchacho que vive en Estados Unidos a principios del siglo
XX. Cada una de las cuatro personas enfrenta una crisis que
bien podría acarrear el mal a muchos otros. En cada caso,
Charles recita la oración en un momento crítico y se aleja el
mal que está por suceder con todas sus dolorosas consecuen­
cias. Mientras tanto, Meg se entera de que las cuatro perso­
nas en las que Charles se va a adentrar son antepasados de
Madog Branzillo. Cuando Charles regresa de un viaje a tra­
vés del tiempo, se asombra al descubrir que Branzillo es
ahora un líder mundial muy respetado y que se le conoce
por sus compromisos con la paz. En esta novela que trata la
red misteriosa que nos une a todos a través del tiempo y del
espacio, el amor sanador ofrecido a antepasados que vivie­
ron en un pasado muy lejano tiene consecuencias sanadoras
que resuenan eco a través de los siglos. 10
Pero la mayoría de nosotros no podemos recordar a nin­
gún antepasado más allá de tres generaciones. Jesús simple­
mente nos pide que oremos por esos antepasados descono­
cidos que fueron incapaces de dar o recibir amor porque no
se sintieron amados o estaban traumatizados. Algunos han
podido sentir que no se les amaba porque fueron traiciona­
do�, g<.>lp�ff<;los, violados, se les involucró en incesto, alcoho-
106
lismo o quizás hasta enfermedades mentales. A otros pudo
haberlos traumatizado la vergüenza púhlica, pobreza extre­
ma, traumas de guerra o desastres naturales. Jesús desea traer
su amor a cualquier evento que pudo dejar a una persona sin­
tiéndose vulnerable, atrapada, aislada, temerosa o afectada
en su habilidad para retornar a la vida normal. Conforme
oramos por la sanación de los que han sido heridos y perdona­
dos a la persona que causó la herida, Jesús reemplaza la
influencia negativa con su amor sanador fluyendo a través de
todas las generaciones.

5. ¿Algún familiar se ha visto involucrado en el ocultismo?

El ocultismo se refiere a aquellas prácticas que buscan


poder o conocimiento de un origen opuesto a las enseñanzas
de Dios (Dt 5:6-10; 18:10-12). Por ejemplo astrología, ta­
blas ouija, escritura automática, meditación trascendental,
brujería y maldiciones demoni�cas pueden abrir a sus devo­
tos a espíritus malignos y a su mundo oscuro y oculto. Para
saber cómo orar para esta apertura heredada a lo oculto, ver
apéndice C.
Tal vez parece injusto que nosotros y hasta los niños re­
sultemos afectados por el culto que nuestros antepasados ha­
yan rendido a lo oculto. 11 Pero en mismo pasaje que promete
que el culto al ocultismo afectará hasta la cuarta genera­
ción, Y avé promete misericordia a la milésima generación
de los que le aman.

Yo, el Señor soy tu Dios que te sacó de la tierra de Egip­


to, ese lugar de esclavitud. No tendrás otro Dios aparte
de mí. No fabricarás ningún ídolo ni figura de lo que
hay arriba en el cielo o abajo en la tierra o en las aguas
bajo la tierra. No te inclines ante ellos ni les rindas cul­
to. Porque Yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso,
que castiga la maldad de los padres que me odian en sus

107
hijos, nietos y bisnietos; pero trato con amor por mil ge­
neraciones a los que me aman y cumplen mis manda­
mientos. (Ex 20:2-6).
En el nuevo Testamento, San Pablo hace énfasis en el
poder que tienen los que aman a Dios para bendecir a otros
en la línea familiar.
El esposo no creyente es consagrado por su esposa cre­
yente; la esposa no creyente es consagrada por su esposo
creyente. De otra manera, sus hijos no estarían limpios;
pero de hecho son parte del pueblo de Dios (1 Co 7: 14).
7: 14).

Las buenas noticias son que podemos bendecirnos mu­


tuamente en forma más abundante de lo que podemos mal­
decirnos. (He 7:5-10).

6. ¿Cuáles miembros.de su familia le han dado mayores do­


nes y vida (su herencia positiva)?

Yo (Matt) experimenté mi herencia positiva cuando oré


en la Iglesia de mis antepasados en Glendalough, Irlanda. La
parte Irlandesa de mi familia tiene-fe profunda que se prac­
tica en misa diaria, asistiendo a la devoción de las cuarenta
horas y confianza en la oración. Al entrar a la iglesia de San
Kevin en Glendalough, la encontré llena de gente orando si­
lenciosamente durante la veneración de las cuarenta horas
al santísimo sancramento. Sabía que mi madre y mi abuela
americanas de nacimiento al igual que las generaciones an­
teriores en Irlanda habían hecho lo mismo. Sentí que la Igle­
sia estaba llena no sólo de gente viva sino de generaciones
pasadas de santos que habían transmitido su fe y estaba in­
tercediendo por sus descendientes.
Sentí una ola de intercesión derramarse sobre mí, lle­
nándome con amor de Jesús y del Santísimo sacramento. Le
p edí a Jesús que me abriera a todo lo bueno que había en

108
mi linaje familiar y que me limpiara de todo lo malo. Luego
le di las gracias a Jesús por todos los parientes que podía re­
cordar quienes me habían transmitido su fue Irlandesa. Len­
tamente me sentí pleno de una fe que podía convertir el mun­
do. Entonces me di cuenta que provenía de Glendalough el
hecho de que los monjes Irlandeses partieron a Europa y al
mundo conocido en esa época, para convertirlos. Estaba re­
cibiendo la herencia de fe de mis antepasados con su don es­
pecial misionero a todas las naciones. Desde esa época nues­
tro ministerio ha tomado una nueva dimensión mundial en
más de treinta países. Los monjes Irlandeses estaban espe­
ciálizados en confesión y reconciliación igual que nosotros.
Estoy seguro que la mayoría de nuestro ministerio se debe
acreditar a la intercesión de mis antepasados Irlandeses.
Conforme me voy sintiendo más agradecido hacia ellos y oro
por ellos, me voy adentrando más profundamente hacia sus
dones. Lentamente también me muevo hacia el don de la in­
tercesión al orar con ellos y por su fe en generaciones Irlan­
desas pasadas y presentes y futuras.
Así como la oración me ayuda a adentrarme en mi he­
rencia Irlandesa, también lo hacen otras actividades. Un
amigo irlandés siembra papas cada año para profundizar el
amor por sus antecesores. Yo encuentro que me es más fácil
disfrutar el amor irlandés de mis antepasados mientras co­
mo papas, disfruto del té caliente durante el invierno, discu­
to política hasta entrada la noche y trato de escoger, como
ellos los hicieron, otro día lluvioso
Nos encontramos que experimentamos los dones de
nuestra herencia positiva al compartirlos unos con otros. Yo
(Sheila) tengo un don para ver la bondad de Dios en todas
las cosas, un don de mis antepasados judíos quienes hacían
énfasis en un Dios que "vio todo lo que había hecho y era en
verdad muy bueno" (Gen 1:31). Al recibir este don de gene­
raciones de Judíos, los tres nos hemos hecho más capaces de
amar y afirmar la creación. Dennis tiene el don de la ce­
lebración del lado irlandés de sus antepasados, con su amor

109
por la música y las fiestas. Entre más amamos los antepasa­
dos irlandeses de Dennis, más nos sanamos Matt y yo de
nuestra tendencia a trabajar más de la cuenta y más apren­
dernos a celebrar y disfrutar de la vida. Matt tiene un don
para buscar la verdad y afirmarla en formas precisas, un
don que viene del Lado Alemán de su familia, preciso y or­
denado. Cuando reconocernos la precisión y cuidado de
Matt al hablar y escribir, todos estarnos recibiendo vida de
sus antepasados alemanes. Más aún, conforme los tres va­
mos aprendiendo a amarnos mutuamente y a sacar a relucir
los dones de cada uno, creernos que las heridas antiguas
entre judíos, irlandeses y alemanes están siendo sanadas y
nuestros antepasados están adentrándose más profundamente
al corazón de Jesús donde ellos también pueden amarse mu­
tuamente y hacer relucir los dones de cada uno.
Nuestra herencia positiva puede incluir no sólo a nues­
tros antepasados sino también a aquellos miembros de la co­
munión de los santos que fundaron y se preocuparon por
cualquier grupo al cual pertenecemos. Al igual que Matt,
Dennis y yo podemos compartir los dones de nuestros ante­
pasados, también podemos compartir otras formas de he­
rencia positiva. Por ejemplo, yo experimenté a Matt y Den­
nis compartiendo conmigo su herencia Jesuita. Desde que nos
hicimos amigos y empezamos a trabajar juntos, noté que los
Jesuitas vivientes con frecuencia siento como hermanos tan
pronto los conozco. Lo que es más también he notado la pre­
sencia hermana de San Ignacio y otros Jesuitas fallecidos ca­
da vez que estoy en una de sus casas. Este sentimiento de su
presencia espiritual ha crecido hasta el punto en que lo reco­
nozco inmediatamente y por esta razón, puedo notar la dife­
rencia entre las casas Jesuitas y otras casas religiosas. De mo­
do creciente también siento esta presencia cuidándome en
otras situaciones y he aprendido a abirme conscientemente a
ella cuando necesito los carismas de San Ignacio y otros
grandes Jesuitas, tales como discernimiento de espíritus u
oración con las Escrituras. Encuentro que cuando Matt,
Denn1s y yo somos uno7 estoy siendo llevada hacia su heren-

llO
cía Jesuita y que soy cuidada en forma personal por Jesuitas
miembros de la comunidad de los santos.

Abusos en la Oración por los antepasados:

Algunas veces cuando hablamos de oración por los an­


tepasados la gente se fascina y la miran como la solución
mágica a todos sus problemas. Hace diez años cuando mu­
chos grupos cristianos descubrieron la realidad de los malos
espíritus, algunos pensaron que el ministerio de liberación
resolvería todos sus problemas. En la actualidad algunos de
los que se fascinan con los antepasados se agotan físicamente
en el proceso de descubrir los piratas u otros antepasados
desconocidos que necesitan de oración. Otros piensan que es
un proceso mágico donde todo lo que necesita hacerse es
escribir los nombres y luego encontrar a alguien que celebre
una Eucaristía por cada persona de su lista. Aunque puede
ocurrir alguna sanación, generalmente ocurre más sanación
entre más nos hacemos responsables para dar y recibir amor
con Jesús y los seres fallecidos. La fascinación y las solu­
ciones mágicas nos hacen o demasiado responsables o eludir
del todo la responsabilidad en lugar de tomar una medida
apropiada de responsabilidad para dar y recibir amor con
nuestros seres fallecidos queridos.
La oración por los antepasados puede perder fácilmen­
te su equilibrio a través de responsabilidad desmesurada.
Una dama se lamentaba, "era suficiente tener que resolver
mis propios problemas y ahora tengo que resolver también los
problemas de mis antepasados." Jesús nos pide que le permi­
tamos ser el Salvador y orar por una o dos personas que él
nos coloque en el corazón. La clave no está en saber todo
acerca del árbol genealógico sino más bien, con Jesús, amar
profundamente a los que conocemos. Conocer a las personas
por las cuales oramos nos ayuda a perdonarlos y a amarlos

111
más profundamente, pero podemos pedirle a Jesús que ame
a aquéllos que no conocemos.
De la misma manera en que no somos responsables de
tratar con todos nuestros antepasados, tampoco somos res­
ponsables de todos sus problemas. A veces una persona que
se suicida deja una nota explicando por qué otros lo orilla­
ron a quitarse la vida. Esta es una trampa de culpabilidad.
No podemos forzar a nadie a que se suicide ni podemos evi­
tar que se quite la vida si decide tratar de suicidarse. Unica­
mente podemos ofrecerle a una persona oportunidades de
ser sanado, pero lo que haga con esas oportunidades depen­
de de ella. Si la gente fuera tan maleable y anulada por otros
tan fácilmente, al ofrecerles ayuda se mejorarían de la
noche a la mañana. Si hemos cometido errores, entonces de­
bemos odiar al pecado, arrepentirnos, y amarnos como pe­
cadores en vez de castigarnos constantemente por no ser Je­
sús el Salvador, que sólo El puede ser.
El segundo exceso es eludir nuestra responsabilidad
propia. Un hombre deprimido me dijo una vez, "Estoy de­
primido porque crecí siendo huérfano sin haber conocido el
amor de unos padres. No puedo hacer nada para cambiar
este hecho". Pero también conozco a una pareja amorosa
que han sido padres temporales para mil quinientos niños en
los últimos quince años. Cuando les pregunté por qué ha­
cían esto, me respondieron "Ambos crecimos siendo huérfa­
nos, odiando a nuestros padres que nos habían abandonado.
Cuando por fin pudimos perdonarlos, estuvimos libres para
amar de nuevo y no empeñamos en que daríamos a otros ni­
ños el amor que nosotros no recibimos". Las heridas nos
afectan pero no nos determinan. Todos tenemos libre al­
bedrío. Somos responsables por la forma como continuamos
permitiendo que el resentimiento crezca y nos incapacite
aún más en vez de permitir que con el poder de Jesús, demos
y recibamos el amor perdonador para que la herida se con­
vierta en don.

112
Conforme vamos aprendiendo a perdonar con amor a
los difuntos y a los que los han herido, recibimos el don de
amar todo lo de la vida como lo hizo Wild Bill.

Wild Bill era uno de los presos del campo de concentra­


ción, pero obviamente no había estado encarcelado por
mucho tiempo: su postura era erguida, sus ojos brillan­
tes, su energía infatigable. Corno podía hablar muy bien
en Alemán, Inglés, Francés, Ruso y Polaco, se convirtió
en el intérprete no-oficial del campo. Aunque trabaja­
ba quince y diez y seis horas al día, no mostraba señales
de cansancio. Mientras el resto de nosotros nos caíamos
de fatiga, él parecía reunir más fuerza. Me quedé atóni­
to al saber, cuando los papeles de Bill llegaron a nuestras
manos, ¡que había estado en Wuppertel desde 19391
Durante seis años 'había vivido llevando la misma dieta
de hambre, había dormido en las mismas barracas en las
que no circulaba el aire y que estaban infestadas de en­
fermedad como todos los demás, pero no había sufrido
ni el menor deterioro físico o mental. Wild Bill fue
nuestra posesión más valíosa, ya que siempre estaba ra­
zonando con los dfferentes grupos y aconsejando per­
dón.
"Fara algunos de ellos no es fácil perdonar", le comenté
un día, "muchos de ellos han perdido miembros de sus
familias".
"Vivíamos en la sección Judía de Varsovia," comenzó
despacio, las primeras palabras que le habían escucha­
do hablar acerca de sí mismo, "mi esposa, nuestras dos
hijas y nuestros tres hijitos. Cuando los alemanes llega­
ron a nuestra calle, pusieron a todos en fila contra la
pared y abrieron fuego con las ametralladoras. Les su­
pliqué que me permitieran morir con mi familia, pero
como yo hablaba alemán, me pusieron en un grupo de
trabajo."

113
"Tenía que decidir en ese momento ", continuó, "si per­
mitirme odiar a los soldados que habían hecho esto.
Realmente fue una decisión fácil. Yo era abogado en el
ejercicio de mi profesión, había visto con demasiada
frecuencia lo que el od10 podía hacer a la mente y al
cuerpo de la gente. El odio acababa de matar a las seis
personas más importantes en el mundo para mí. Decidí
entonces que pasaría el resto de mi vida, sin importar sí
eran unos pocos días o muchos años, amando a cada
persona que tuviera contacto conmigo ".12

Amar a cada persona, los vivos y los muertos, conduce


a la vida aquí y en el más alla.

Oración para sanar mi Arbol Genealógico

Jesús, tú heredaste los dones judíos especiales de fe,


perseverancia y fuertes lazos familiares.
Muéstrame el don que he heredado que tú aprecias más
(por ejemplo, profunda fe irlandés, laboriosidad ale­
mana).
Déjame unirme a ti agradeciendo a cada uno de los
miembros de la familia que me han dado esos dones.
Jesús sólo tu Madre nació sin pecado, y aún desde su
vientre te dio amor perfecto.
Muéstrame una herida de mi árbol familiar que conti­
núe incapacitándome (por ejemplo, melancolía ir·
landesa, perfeccionismo alemán.)
Permite unirme a ti al respirar sanación dentro de mí y
los miembros de la familia que me transmitieron esa
herida.

114
Capítulo 7

Sanando las relaciones


con bebés nacidos
muertos y abortados
Oración por W1 hehé abortado

Gloria a Dios por su noble Amor,


que está más allá de nuestra comprensión;
Por su Amor que te concibió, un bebé perfecto,
hermoso, único, con1plelo,
Por su amor tan grande que comparte contigo
las maravillas de la creación,
Por su amor que esperó -
justo el tiempo exacto,
sólo a los padres rectos,
por ti.

Pero algo sucedió


antes de que tú nacieras.
El pecado en este mundo
atacó lu peque1ia vida -
Debilitando, disminuyendo
el brillo de tu pequeña chispa de luz.

Dios ha decidido
el destino en la forma más amorosa:
Para sanarle en esta vicia,
y dejarte nacer;
O para llamarle a ti m ismo -
para tomarte en sus brazos
y sanarte con un beso.

Es difícil para nosotros entender


por qué Dios te sana de la manera en que lo hizo.
Constantemente deseamos que estuvieras aquí:
que no murieras tan tempranamente.
Por favor pídele a Jesús que nos ayude
a verte a través de sus ojos:
Pcrfoclo libre v feliz
j1�gando' al lado de Je<:t'L�.
Tal vez la sorpresa más grande de nuestro ministerio es
la curación física y emocional que puede ocurrir muy rápida
y profundamente cuando oramos por bebés nacidos muertos
y por abortos espontáneos y provocados. Por ejemplo, des­
pués de rezar por sus rres traumáticos abortos, Sandy retor­
nó a casa para encontrar a su hijo de siete años que había si­
do hiperactivo desde su nacimiento, capaz de dormir por
primera vez durante toda la noche y de portarse normal­
mente en la escuela al día siguiente. Durante las próximas
semanas, Sandy se dio cuenta no solamente de que la hiper­
actividad de su hijo había cesado, sino también de que su
incapacidad para aprender, diagnosticada como permanen­
te, había desaparecido. Otro ejemplo es Jan que lloraba in­
controlable!nente mientras rezaba por el aborto que se pro­
vocó su hermana, a quien había prometido no dejárselo sa­
ber a sus padres. Después de esta oración, Jan pudo concebir
nuevamente, aunque durante tres años después del aborto,
ella había sufrido un progresivo deterioro de sus órganos
reproductivos y se le dijo que nunca más podría concebir.
Casi cada familia puede beneficiarse, como lo hicieron
las familias de Sandy y Jan, orando por los abortos y bebés
nacidos muertos, ya que estas pérdidas son tan comunes.
Aproximadamente diez a viente por ciento de todos los em­
barazos terminan en abortos espontáneos (sin contar el cin­
cuenta por ciento de óvulos fecundados que nunca lograron
implantarse). 1 Normalmente, hay más de un millón y medio
de abortos provocados por año en los Estados Unidos (cuatro
abortos por cada diez nacimientos normales) , y dos nacidos
2

118
muertos por cada cien nacidos vivos.3 Los bebés constituyen
el grupo más inadvertido en nuestras oraciones por los
muertos.
¿Cómo sabemos que podemos orar por estos bebés y có­
mo sabemos que ellos necesitan nuestras oraciones? A veces,
se nos ha dicho que no podemos rezar por ellos porque están
en el limbo. Otras, que no necesitan de nuestras oracion�
porque están en el cielo.

¿Los bebés son enviados al Limbo?

San Agustín buscó la forma de oponerse a las enseñan­


zas de Pelagio, quien negaba nuestra necesidad de Dios para
transformarnos de manera que experimentáramos una nue­
va vida en Cristo. El argumento más poderoso de Agustín
fue la práctica de la Iglesia en insistir sobre el bautizo de los
niños. Agustín concluyó muy reaciamente que los niños no
bautizados debían ser condenados aunque al grado más leve
de castigo:• Posteriores teólogos, tales como Santo Tomás de
Aquino, arguyeron que el niño no bautizado no era perso­
nalmente culpable y por esa razón no merecía castigo.5 Al­
gunos sugirieron que podría haber otro sitio para bebés no
bautizados el cual no era ni el cielo, ni el infierno, ni el pur­
gatorio. Creció una tradición popular por la cual tales niños
inocentes pero no bautizados eran enviados a un lugar lla­
mado "limbo" donde ellos no sufrían las penas del infierno,
pero donde tampoco podían experimentar la plenitud del
amor de Dios. Se pensaba en el limbo como en un estado de
felicidad natural que excluía el cielo y la visión beatífica.6
La Iglesia Católica Romana nunca ha condenado las
discusiones sobre el limbo, ni tampoco ha afirmado la exis­
tencia de tal lugar.7 Según las investigaciones de teólogos
modernos como Monika Hellwig, toda la idea del limbo na­
ció de un malentendido teológico:

119
El catecismo ordinario y la instrucción religiosa han
dado algu nas veces una equivocada impresión sobre el
limbo. La palabra "limbus" en latín significa "el margen
o la periferia". Por lo que se puede descubrir, la discu­
sión original se trataba de lo que les pasaba a los niños
que se morían sin bautizar antes de haber hecho ningu­
na decisión moral. En efecto, la respuesta original de
los teólogos fue: "Tendremos que colocar la pregunta al
margen porque simplemente no sabemos responderla".
Aparentemente, debido a alguna confusión, se lle­
gó a entender que eran los niños y no la pregunta la que
estuviera al margen (''limbo"). Luego el margen se con­
virtió en un lugar especial al otro lado de la muerte. Se
Je entiende comúnmente en esos términos. La enseñan­
za tradicional era simple: "Nosotros no sabemos, pero,
sí sabemos que Dios es misericordioso".8

La teología moderna pone énfasis en un Dios que es mi­


sericordioso, y también enfatiza el papel de la comunidad
cristiana en traer un niño a la vida de Cristo. Hay mucha
evidencia en las Escrituras que apoya nuestra creciente vi­
sión de Dios más como un piadoso médico que como un juez
severo, y esto nos ha llevado a ver el purgatorio antes bien
como un hospital que como una prisión (Véase el Capítulo
5) •. Y a que la evidencia respalda la creencia de que Dios
abre piadosamente el cielo a los patriarcas sin bautizar del
Antiguo Testamento (1 Pet 3:19; 4:6) y a los mártires no
bautizados (por ejemplo: la fiesta de los Santos Inocentes
que clama el cielo para los niños sin bautizar asesinados por
Herodes), ¿cómo podemos asumir que el cielo está cerrado a
los niños no bautizados? Tanto las Escrituras (por ejemplo:
Tim 2:4; Tom 8:32, Hechos 17:25-26) como el Vaticano II
hablan del deseo de Dios de salvar a toda la gente.º Si Dios
desea salvar a todos, debe haber una oportunidad real de
salvación para cada uno-algo no previsto por la teoría del
limbo. }Ioy, los teólogos hablan de "un bautizo de deseo"

120
por el cual una persona puede escoger a Dios cuando el me­
dio sacramental del bautizo no está disponible. Un bautizo
de deseo significa querer ser incorporado a Jesús tan íntegra­
mente como ocurre a través del bautizo sacramental Aun­
que de ordinario, un bebé no posee la habilidad que tiene el
adulto de tomar decisiones, algunos teólogos suponen que al
niño se le da esta habilidad en el momento de la muerte.
Otros proponen que el bautizo de deseo sea realizado por los
padres del niño o inclusive a través de las oraciones de toda
la Iglesia. La historia de las oraciones de Santa Perpetua por
Dinócrates, su hermano extinto no bautizado (Véase el Ca­
pítu[o 5), es un ejemplo proveniente de la tradición cristiana
dé cómo la gracia del bautizo puede ser concedida a los ni­
ños extintos por medio de las oraciones de un miembro de la
familia. 10
Hoy vemos el bautizo para niños en el contexto del
amor de los padres y la comunidad Cristiana, quienes están
comprometidos en traer al niño a la vida de Jesús en lugar de
poner énfasis en el bautizo como un medio aislado de salvar
a los níños del limbo. Si los padres de familia y la comuni­
dad cristiana pueden ayudar a escoger el bautizo para el ni­
ño antes de su muerte, ¿por qué no pueden los padres y la co­
munidad Cristiana ayudar a escoger el bautizo para un niño
después de su muerte? Aun cuando la creencia en el limbo
era fuerte, la Iglesia recomendaba confiar en la providencia
de Dios e invocar la oración de la comunidad cristiana en
una Misa de los Angeles para los bebés extintos. Hoy en día,
el Misal de la Iglesia Católica Romana incluye una "Misa en
memoria de un Niño fallecido antes del Bautizo". Así, a los
padres del niño que murió sin bautizarse, se les dice que
pueden confiar la suerte final de su hijo al misterioso pero
infinitamente bondadoso y poderoso amor de Dios, cuya
gracia no está limitada por circunstancias terrenas, las cua­
les él en su providencia ha permitido que sucedan". 11
Una declaración sobre el problema, que parece sencilla
pero que en realidad es muy profunda, viene de Daniel Po-

121
ling, teólogo anglicano, quien dijo sobre los bebés no bauti­
zados: "Por supuesto que ellos serán salvados. Si no lo son,
yo no deseo serlo tampoco."12 Santo Tomás de Aquino nos
dice que nuestro deseo de orar por una persona es un movi­
miento del Espíritu que habita en nosotros y un signo de que
Dios desea salvar a esa persona. 13 Tal vez, toda la evidencia
que necesitamos de saber que los bebés alcanzan el cielo es
que nuestros corazones griten al unísono con Daniel Poling y
con Jesús quien dijo: "Dejen que los niños vengan a mí y no
los detengan; porque de ellos es el reino de los cielos" (Mateo
19:14).

Los bebes necesitan sanación

Mientras algunos creyeron que no podíamos orar por


los bebés porque ellos estaban en el limbo, otros creyeron
que no necesitaban nuestras oraciones porque ellos moraban
cómodamente en el cielo. Pero a menudo, cuando empeza­
mos a rezar por los niños que no nacieron, los vemos o perci­
bimos plenos de luz y cada vez más y más curados. ¿Puede
un niño que no nació necesitar sanación? Los descubrimien­
tos de la investigación prenatal y de la tradición cristiana
mantienen nuestra creencia en que los niños no nacidos pue­
den morir necesitados de sanación. Si ellos pueden morir ne­
cesitados de sanación, por eso ellos también tienen necesi­
dad de nuestro amor y perdón ofrecidos a través de Jesús en
la oración antes que el aislamiento de la oración y de Jesús
en el lim.bo. Oramos por un niño porque sus her1das anhelan
una intervención más profunda del amor de Jesús y una re­
conciliación con quienes le hirieron. Si tenemos razón en ver
la otra vida como un estado de sanación y crecimiento conti­
nuo (Véase Capítulo 5), * entonces los bebés también debie­
ran necesitar curación de las heridas que ya sufrieron en esta
vida, las mismas que los apartarían de dar y recibir íntegra­
mente el amor en el cie. lo.

122
Investigaciones prenatales: Heridas y recuerdos

¿Cómo sabemos que los bebés necesitan sanación? La


investigación prenatal ha demostrado que los bebés en el
vientre materno pueden ver,14 oír , 15 saborear ,16 sentir pena, 17
soñar18 y llorar. 19 La investigación también indica que los
bebés pueden recordar y sugiere que la memoria puede estar
presente inclusive en el momento de la concepción. En una
época, la medicina enseñaba que un niño no podía recordar
antes de la edad de dos años porque su sistema nervioso cen­
tral estaba todavía demasiado inmaduro. Este punto de vis­
ta empezó a cambiar en 1948 cuando David Spelt comprobó
que un feto podía aprender una respuesta condicionada a un
ruido elevado y recordarlos durante tres semanas.20 Actual­
mente existen varias teorías que explican de qué manera
puede recordar un feto, tal vez inclusive desde la concep­
ción. La teoría de Karl Pribram es que la memoria depende
de las moléculas de proteína en una sola célula más que de
complejas conexiones nerviosas,21 y la teoría de Lyall Wat­
son es que la memoria está almacenada en el cuerpo espiri­
tual que acompaña a nuestro cuerpo físico. 22
Una de las ilustraciones más dramáticas de la memoria
en el vientre es el trabajo del psicoterapeuta, Dr. Andrew
Feldmar. El tenía tres pacientes que trataron de suicidarse
en la misma fecha cada año. Las fechas carecieron de senti­
do hasta que el Dr. Feldmar se dio cuenta de que cada uno
de estos pacientes intentaba suicidarse en una fecha que
vendría a ser el aniversario del segundo o tercer mes de su
presencia en el vientre materno. Cuando él investigó sus his­
torias, descubrió que las fechas de intento de suicidio coinci­
dían con aquellas en que la madre de cada uno había inten­
tado tener un aborto. No fue únicamente la fecha de intento
de suicidio reminiscente de un intento de aborto, sino que
inclusive el método era similar. Uno de los pacientes cuya
madre había tratado de abortar con una aguja zurcidora,
trató de suicidarse con una navaja para rasurarse. Otro cuya

123
madre había usado productos químicos, trató de suicidarse
con una sobredosis de droga. Cuando los pacientes del Dr.
Feldmar se dieron cuenta de que sus ideas suicidas eran en el
fondo recuerdos de los intentos de sus madres de matarlos a
ellos, quedaron libres de la compulsión de cometer
suicidio.23
El Dr. Frank Lake, fundador del Movimiento de Teo­
logía Clínica en Inglaterra (similar �l Consejo Pastoral de
los ºEstados Unidos), dedicó mucho de su tiempo a tratar
gente como los pacientes del Dr. Feldmar los cuales sufrían
los efectos traumáticos de recuerdos prenatales o de naci­
miento. Después de trabajar con miles de pacientes, llegó a
la conclusión de que los desórdenes más graves de la perso­
nalidad (psicosis) podrían ser rastreados a partir de un
trauma prenatal, especialmente desde la concepción hasta
los tres primeros meses en el vientre.24 Otros psicoterapeutas
tales como R.D. Laing, David Cheek y D.S. Winnicott es­
tán de acuerdo en que el nivel de sufrimiento experimentado
por un feto puede ser tan grande como la agonía de un adul­
to que preferirá cometer suicidio a recordar.25 La intensidad
del sufrimiento de un bebé puede ser tan grande precisa­
mente porque sus recuerdos son tan primitivos. Un psi­
quiatra habla de la memoria fetal como de reminiscencias
muy primitivas porque el feto tiene únicamente impresiones
poderosas y ninguna habilidad para ordenarlas, de este modo
las hace "especialmente intensas, difusas y prenatales". 26
¿Qué tipo de cosas recuerdan los bebés? Por estar la vi­
da del nin.o en el vientre tan íntimamente ligada a la de su
madre, los recuerdos del niño están conectados con las expe­
riencias y reacciones de ella. Se puede entender esta relación
psicológicamente estando basada en transferencias hormo­
nales y químicas a través de la placenta. Cada emoción que
sentimos produce cambios hormonales y químicos en
nuestra corriente sanguínea. Cuando una mujer embaraza­
da siente miedo, rabia, alegría, paz, etc., los cambios en su
química sanguínea son compartidos con su bebé.27 Puede

124
haber también comunicación psíquica entre madre e hijo
por lo cual ambos pueden recoger sus pensamientos recípro­
camente de la misma manera misteriosa que dos personas
cercanas pueden saber lo que ambas están pensando. En su
libro La Vida Secreta del Niño no Nacido, el Dr. Thomas
Verny cita ejemplos de mujeres quienes poco antes de sus
abortos espontáneos fueron alertadas en sueños por sus be­
bés a quienes estaban a punto de abortar.28
La manera de cuán rápidamente madre e hijo pueden
compartir sentimientos está demostrada por un experimento
en el cual se dijo a mujeres embarazadas que sus bebés no es­
taban moviéndose. Cada mujer se alarmó de saber que algo
malo ocurría con su bebé y en pocos segundos el bebé (obser­
vado a través de ultra sonido) estaba pateando, aparente­
mente en respuesta al miedo de su madre.29
Cuando un niño está expuesto a tensión dentro del
vientre materno, aunque sea por corto tiempo, demostrará
un nivel incrementado de actividad que durará por varias
horas.30 ¿Qué le ocurre a un niño que está expuesto a tensión
en el vientre de su madre por un período largo de tiempo? El
feto cuya madre está expuesta a una tensión severa y prolon­
gada posee un índice de actividad incrementando en diez
veces más, y cuando el período de disturbio emocional dura
por semanas, los promedios de movimiento fetal por hora se
incrementan grandemente durante todo el período. 31 El
efec to en el niño puede ser tan grande que hasta puede qui­
tarle la vida; hay una incidencia más alta de niños nacidos
muertos entre mujeres que sufren tensiones extremas duran­
te el embarazo (por ejemplo: no tener apoyo familiar o del
esposo). 32 Si nacen niños de madres altamente tensas, ellos
tienden a ser irritables e hiperactivos y tienen poco peso al
nacer, disturbios en las funciones gastrointestinales y
problemas de sueño y alimentación. 33 Estos son los bebés lla­
mados "difíciles" por médicos y padres de familia. Los sínto­
mas persisten en la niñez y los hiperactivos bebés difíciles se
convierten en hiperactivos niños "difíciles".

125
El Dr. D. H. Stott ha realizado la investigación más
larga hasta la fecha sobre los efectos permanentes de 'la ten­
sión prenatal. Encontró una correlación directa de uno a
uno entre ciertos tipos de tensión de la madre durante el em­
barazo y posteriores problemas físicos y emocionales en el
niño. El tipo de tensión que tenía el efecto negativo más
grande era la tensión prolongada en la relación matrimo­
nial. Los efectos de enfermedad física, accidentes y aún
muertes de parientes no podían ser comparados con los efec­
tos prolongados de discordia matrimonial.34 En su estudio de
más de rpil trescientos niños y sus familias, el Dr. Stott des­
cubrió que una mujer dentro de un matrimonio pleno de
tensión corre el doscientos treinta y siete por ciento más de
riesgo de llevar un niño con problemas físicos y emocionales
que una mujer en una relación de amor.35 Un ejemplo que
confirma la investigación del Dr. Stott es aquél de una
madre de diecisiete años quien fue obligada por sus padres a
casarse con el padre de su hijo y luego se encontró viviendo
como la esposa de un alcohólico apaleador. Ella dejó a su
marido, pero él trató de forzarla a volver con él e incluso
arrojó un ladrillo por su ventana. Su hijo vomitaba sangre
fresca y murió veinte horas después de su nacimiento. Una
autopsia reveló tres úlceras pépticas.36
Afortunadamente, los bebés pueden coger y recordar el
amor y la alegría tanto como el trauma. Por ejemplo, Boris
Brott es el director de una sinfónica que podía tocar la línea
del chelo de ciertas piezas musicales que jamás había visto
antes como si él ya supiera la partitura. El se enteró por su
madre, una éhelista también, que aquéllas eran piezas de
música que ella había tocado mientras estaba embarazada
de él.37 Recientes investigaciones científicas confirman que
el feto no solamente oye y responde a la música, sino tam­
bién interactúa con ella y puede distinguir entre varios tipos
de música.38
El amor de los padres es lo más importante que los ni­
ños perciben en el vientre materno y este amor puede supe-

126
rar los efectos negativos de las tensiones y traumas.39 El Dr.
Franz Veldman, científico holandés que desarrolló la "Hap­
tonomía" o ciencia del tacto, enseña a los padres a acariciar
al hijo que todavía no ha nacido. Una madre (o padre)
puede comunicarse con el feto desde que éste tiene cuatro
meses y medio colocando las manos sobre él vientre mater­
no. Si ella da amor especialmente a través de la mano de­
recha, la criatura empezará a moverse al lado derecho del
vientre materno y a enroscarse con el ciello debajo de la ma­
no derecha de su madre. Si ella lo hace a través de la mano
izquierda, el niño se moverá al otro lado y se enroscará de­
bajo de su mano izquierda. De esta manera, ella podrá me­
cer al bebé hacia adelante y hacia atrás. Si ella hace esto al
mismo tiempo cada día y luego dejar pasar su "cita" con el
niño un día, la criatura empezará a patear como si protesta­
ra por la pérdida momentánea de comunicación amorosa
que aprendió a esperar.40

Tradición Cristiana

La tradición cristiana sabe que en el vientre materno,


los bebés pueden percibir amor y dolor. El significado de la
doctrina del pecado original según Santo Tomás de Aquino,
es que cada uno de nosotros sufre por los efectos del pecado,
porque desde el momento de la concepción nos han hecho
daño al exponernos a un amor que no es perfecto. 41 Tal vez,
ésta es la razón por la cual muchos grupos cristianos inclu­
yen una oradón de exorcismo en el ritual del bautizo, pi­
diendo que el niño sea liberado de cualquier mal que haya
recibido durante sus nueve meses de gestación.
Nuestra tradición reconoce tanto la alegría compartida
como el pecado, así recordamos que las dos primeras perso­
nas en reconocer a Jesús fueron Isabel y Juan, el niño que
aquélla llevaba en el vientre y que compartió su gozo. La vi­
sita de tres meses que María le hizo a Isabel guardaba rela-

127
ción con las tradiciones de la sociedad bíblica, donde una
mujer embarazada dejaba a su esposo y otras responsabili­
dades para ir a la casa de un amigo o pariente quien podía
proveerle aislamiento. Durante ese tiempo, la madre reza­
ba, leía las Escrituras y enfocaba sus pensamientos en Dios
para darle a su hijo un alma bellamente formada. 42
Antony de Surozh, Metropolitano de la Iglesia Orien­
tal, habla de muchas tradiciones cristianas cuando dice:

Hay un límite en la comunicación con las palabras, pe­


ro no hay límites en las otras maneras de comunica­
ción. Finalmente, un encuentro entre el alma y Dios se
realiza en medio del silencio. Un encuentro entre dos
personas se efectúa más allá de las palabras. Tiene lu­
gar donde Dios está. Y en la Iglesia Ortodoxa insistimos
en que cuando una mujer está embarazada debiera ha­
cer su confesión, poner su vida en orden, recibir la co­
munión, rezar: porque la relación que existe entre ella
y el niño es tal que los que le ocurre a ella, le ocurre a la
criatura.43

Estas palabras son muy hermosas, pero tal vez a medi­


da que usted las lee, está pensando en sus propios hijos, vivos
o muertos, y sintiendo culpa o temor. Tal vez es usted una
madre que estuvo bajo una fuerte tensión durante el emba­
razo, o un padre que no estaba listo para serlo cuando su hi­
jo fue concebido. Tal vez está usted pensando en los daños
que sufrieron sus hijos porque usted no es perfecto. Si es así,
entonces, lo más importante para usted es saber, no cómo se
les hiere a los niños, sino cómo se los puede sanar.
Bárbara Shlemon nos cuenta la historia de un bebé que
fue profundamente herido emocionalmente en el vientre y
que fue curado. Cuando Bárbara conoció a Jennifer, de
siete meses de edad, ella todavía pesaba seis libras igual que
cuando nac 1ó. Los médicos dijeron que Jennifer era la cria­
tura más retardada que jamás habían visto y recomendaron

128
ponerla en una institución. Bárbara se enteró por la madre
de Jennifer que aquélla había tenido tres abortos espontá­
neos anteriormente y que esperaba perder también a Jenni­
fer. La madre estaba tan segura de que esto ocurriría que se
indispuso para darle vida a Jennifer: "No vengas a la vida
porque no podemos sobrellevar el hecho de perderte"
Cuando nació, Jennifer era literalmente incapaz de recibir
vida y no podía asimilar ningún alimento. Bárbara oró por
los daños que experimentó Jennifer en el seno materno pi­
diéndole a Jesús estar con ella en el vientre de su madre y lla­
marle a la vida, diciéndole que era deseada y que iban a
cuidarla. Tres semanas después de esta oración, Jennifer al­
canzó el peso normal de una niña de ocho meses y a los
dieciocho meses estaba aprendiendo a hablar y a caminar.
Las criaturas pueden percibir y recordar tanto el amor
como los daños. Jennifer vivió para nacer y las oraciones de
amor le curaron las heridas que sufrió en el vientre. (Los
padres pueden pedir a Jesús quien trasciende el tiempo, cu­
rar las heridas que ellos mismos o sus hijos recibieron en el
vientre o posteriormente). Si Jennifer hubiera muerto corno
sus hermanos abortados, ella habría necesitado todavía la
curación de sus heridas y podía haberla recibido por medio
de oraciones de amor. De las misma manera que el niño
puede recibir amor en el vientre, puede también continuar
recibiéndolo después de la muerte.

Los padres necesitan sanación

La madre de Jennifer no podía darle amor a Jennifer


porque necesitaba curarse de la herida que le produjeron los
anteriores abortos. Médicos y hospitales a menudo han tra­
tado un aborto espontáneo como si no fuera más serio que
un resfriado, solucionándolo mediante un rápido procedi­
miento médico. Con frecuencia, amigos y miembros de la
familia le han dicho a los padres: "No te preocupes, siempre
puedes tener otro hijo", como si el niño muerto fuera un pe-

129
dazo anónimo de tejido y no una persona única. Pero cuan­
do los padres u otros miembros de la familia no pasan por el
proceso que supone la pena que causa un niño que nace
muerto, que es abortado o que muere al nacer, generalmen­
te se quedan con la misma clase de aflicción incapacitante
que sintió la madre de J ennifer.
Por un tiempo, pensamos que los padres sufrían mucho
menos (o nada) por un bebé que moría que por alguien con
quien ellos hubieran tenido una relación más larga. Pero es­
tudios recientes han demostrado que los padres de familia
que acaban de perder a su bebé muestran reacciones de do­
lor emocionales y físicas similares a aquéllas que siguen a la
muerte de un ser querido. 44 Más aún, no existe una diferen­
cia significativa en la intensidad del dolor por un niño naci­
do muerto, abortado o muerto al nacer. Aun cuando se trata
de un bebé prematuro con poco tiempo de gestación y que
no ha dado las primeras señales de vida que da el feto, pro­
duce un intenso dolor.45 Larry Peppers y Ronald Knapp, au­
tores del primer estudio para comparar el dolor por abortos,
niños nacidos muertos o muertos al nacer, concluyen:

Nuestra información provee evidencia directa de la


existencia de lazos prenatales. Aparentemente, los lazos
afectivos se desarrollan muy pronto durante el embara­
zo. La sugerencia de que el dolor o la tristeza son pro­
porcionales a la cercanía de la relación lleva a mucha
gente a asumir que la calidad de una relación va tam­
bién asociada con la cantidad de tiempo invertida en
ella. Nuestra información sugiere que éste no es el caso,
que la intensidad del dolor es tan grande por un aborto
como lo es por la pérdida de un recién nacido.46

El Dr. Peppers y el Dr. Knapp escribieron La Materni­


dad y la Tristeza, un estudio más complejo de cuarenta y
dos madres afligidas.47 Encontraron que todas las madres
sufrían con la misma intensidad sin tomar en cuenta el tipo
de pérdida que hubieran experimentado. La tristeza intensa

130
generalmente duraba cuatro o seis meses después de la pér­
dida, manteniéndose en esa tristeza durante otros seis meses
o más. Los niveles típicos de tristeza incluyen ei shock, desor­
ganización, enojo, culpa, vacío, soledad, alivio y restableci­
miento. Este y muchos estudios demuestran que muchas
mujeres nunca superan estos niveles y desarrollan problemas
psiquiátricos que van desde la depresión crónica que re­
quiere hospitalización hasta "el dolor fantasma" (shadow
grief) un constante sufrir o apatía emocional en la cual una
persona no puede relacionarse completamente en el mo­
mento presente. Estudios de los hombres que han perdido
un bebé muestran síntomas parecidos, frecuentemente pasa­
dos por alto porque hay la tendencia de enfocar la atención
a la madre y porque en nuestra cultura muchos hombres
han aprendido a escoger sus sentimientos.411
¿Por qué el dolor por los bebés es tan intenso y tan du­
radero? Los estudios realizados sugieren tres razones:49

1) Falta de apoyo o aliento de la comunidad para la expre­


sión de tristeza. La familia y los amigos a menudo tratan
de evitar discutir acerca de la muerte y alientan a los pa­
dres a olvidarse de ella y por lo general no hay un funeral
u otro medio establecido para expresar su pena.

2) Usualmente no existe una imagen concreta del niño para


decirle adiós. Una mujer se expresaba así de su hijo naci­
do muerto:

Cuando un niño ha nacido muerto, no queda nada. El


mundo no recuerda nada y el vacío en el vientre es
reemplazado por el vacío en tus brazos... tú no estás re­
cordando ni un nacimiento ni una muerte, sino ambos
a la vez. Es la contradicción extrema ...yo sentí que ha­
bía creado la muerte.50

131
3) Lo repentino y lo impredicible de la m uerte deja a los
padres con rabia y culpa porque ha quedado mucho sin
decir y sin hacer. Por ejemplo, una madre afligida sintió
tanta culpa en relación a la muerte de su bebé que fue a la
policía seis meses más tarde y confesó haberlo matado.
Aunque era inocente, se le juzgó por asesinato y fue salva­
da del juicio solamente por un fiscal quien comprendía el
sentimiento de culpabilidad de las madres y dispuso una
evaluación psiquiátrica. 51

Los médicos y otros quienes se han sensibilizado ante es­


tos hechos por la pérdida de un bebé, han desarrollado
muchas maneras de ayudar a los padres de familia, por
ejemplo:

• Permitir que los padres vean y toquen al bebé sin impor­


tar lo prematuro de un aborto o las condiciones de un ni­
ño nacido muerto. Un hospital encontró que no existen
reacciones patológicas en madres que tocaron a sus hijos
recién nacidos antes de su muerte;52

• alentar a los padres a que pongan un nombre al niño y lo


bauticen y a tener un funeral sencillo;

• alentar las expresiones de dolor;

• formar grupos de apoyo compuestos por padres y grupos


destinados a prevenir muertes similares.• Una pareja de
padres afligidos comenzó con la Fundación para la Leu­
cemia de Michigan para luchar contra la enfermedad que
se llevó a su hijo. Ellos invitaron a unírseles a otras parejas
de padres afligidos y de las ciento cincuenta oareias oue

• Grupos de apoyo para personas que tuvieron abortos espontáneos existen ahora
en la mayoría de las ciudades de los EEUU. Para mayor información escriba a
AMENO, e/o lvlaureen Connolly, 4324 Berrywick Terr., St. Louis, Mo. 63128,
EEUU.

132
trabajaban en la organización desde 1952, hubo solamen­
te un divorcio. 53

La literatura secular describe muchos esfuerzos de soli­


daridad para ayudar a los padres a sobrellevar su dolor por
la pérdida de un hijo, poniendo énfasis en la aceptación de
la pérdida. Nos damos cuenta de que lo que falta es lo que
cura el dolor más profundamente: saber que podemos tener
una continua relación con el ser querido que ha muerto y
que podemos entrar en esta relación con Jesús en cualquier
oportunidad que oremos.

El Poder de la Oración para sanar un dolor intenso

Cuando se ora con padres que perdieron un hijo, es im­


portante que el amor de Jesús toque las circunstancias que
causaron dolor intenso y duradero. Entonces, hacemos esto:

1) Alentar a los padres a compartir sus corazones con Jesús


expresando su dolor y otros sentimientos acerca de las
circunstancias relacionadas con la muerte;

2) Invitarlos a pedir a Jesús que les dé al niño para soste­


nerlo y apreciarlo con El;

3) Permitir a los padres con Jesús decir y hacer por el niño


todas las cosas que ellos hubieran deseado hacerle y de­
cirle. Pedirles que digan a Jesús todas las maneras en que
ellos desean continuar relacionándose con el niño a tra­
vés de El en el futuro.

Lo que sigue son extractos de una carta donde Eliza­


beth describe las experiencias que tuvo en estas tres etapas
orando por un hijo nacido muerto.

133
1) Elizabeth comparte su corazón con Jesús expresándole su
dolor y olros sentimientos sobre la muerte y las circuns­
tancias que rodean a ésta.

Yo lloraba y lloraba. Pregunté a Jesús qué teníamos


que hacer. El dijo: "Perdona"·. Me pregunté a quién.
Luchaba y buscaba, me cuestionana y lloraba. Final­
mente me di cuenta con quién estaba enojada: Con
Dios, el Padre. Yo no ando por las ramas, voy directa­
mente al tronco.
Le grité mi furia a mi Padre. ¿Cómo podía él quitarme
a mi hijo? El respondió que era suyo, que había conta­
do sus días y trazado su vida.
Luego me acordé de la angustia que sentí cuando el as­
censor se paró en la sala de maternidad por error en lu­
gar de hacerlo en la sala de operaciones donde el feto
muerto que llevaba dentro de mi tenía que ser extraí­
do. Recordando esto, grité: ¿"Por que me hiciste esto?"
El dijo: "Confía en mí" No podía confiar en él, pero sí
en Jesús. Esa noche con la ayuda de Jesús, finalmente
pude perdonar al Padre.

2) Elizabeth le pide a Jesús que le dé al niño para sostenerlo


y apreciarlo con él.

Sentí como si lo sostuviera en mi corazón. Un niño pe­


queño. Un hijo primogénito. Jesús me dijo que podía
elegir un nombre para él y luego que El lo bautizaría.

3) Elizabeth con Jesús dice y hace por el niño todas las cosas
que ella deseaba haber dicho y hecho.

Le di el nombre de Miguel. Sentí como si lo sostuviera


en mi corazón mientras le decía cuánto lo amaba y lo

134
extrañaba y ansiaba encontrarme con él. Luego, mi­
lagrosamente Jesús lo bautizó*.

Aunque la plegaria de Elizabeth incluía muchos de los


elementos comunes de sanación en las oraciones por bebés
nacidos muertos (por ejemplo: perdonar a Dios, bautizar al
niño), otras plegarias de este tipo pueden enfocarse más en
pedirle perdón al niño o perdonar a un médico. (Véase la
plegaria completa al final del capítulo). Posiblemente, la si­
guiente plegaria de Elizabeth se enfoque en decirle a Miguel
las maneras en que ella lo necesita como un poderoso inter­
cesor y pidiéndole a Jesús mostrarle cómo ella y Miguel
pueden continuar dándose y recibiendo amor recíproca­
mente a través de Jesús.
La carta de Elizábeth termina con una descripción de
cómo esta plegaria la curó de manera que ella podía amar
más a Dios, a sí misma y a otros.

El alivio más grande vino en mi amor por Dios. La pér­


dida del rencor en mi corazón, mente y espíritu me li­
beró para recibir más de su amor. Ese amor que me
inundó con profundo gozo, jamás lo había experimen­
tado antes. Me sentía también más libre de amarme a
mí misma corno mujer, habiendo liberado el disgusto
que había sentido por haber llevado la muerte dentro
de mí. Pero lo que creció especialmente fue mi amor
por mis dos hijos vivos. Dejé de resentir el que ellos es­
tuvieran vivos. Ni siquiera me había dado cuenta de es­
to, pero una parte de mi ser lo sintió así. Dios me ben­
dijo aún más al año siguiente, utilizándome para llevar
a otras dos mujeres a este tipo de alivio. Una de ellas
había tenido un aborto y la otra un niño que nació
muerto.

• Esto no significa que ElizabetJi a d ministró el sacramento del Bautizo en un senti­


d o literal. �lás bien, lo que experimentó fue una extensión del sacramento (similar a
la manera en que el aj!ua bendita es una extensión del"Bautizo).

135
Inicialmente, Elizabeth había reconocido su necesidad
de sanación porque después de su hijo nacido muerto su
matrimonio terminó en divorcio.
El noventa por ciento de parejas afligidas está en serios
problemas maritales en los meses que siguen después de la
pérdida de un hijo.54 Estos problemas se producen básica­
mente por la incapacidad de compartir el dolor. Cada vez
que es posible, tratamos de orar con ambos, el padre y la
madre, y nos hemos dado cuenta de que la oración compar­
tida para aliviar el dolor no solamente puede curar a ambos
padres, sino también fortalecer su matrimonio.

Dolor por niños no deseados

Entre aquellos que leyeron el borrador de este capítulo,


se encontraban muchas mujeres que tuvieron abortos espon­
táneos. Cuando una de ellas, Karen, leyó la siguiente sección
que compara el dolor por abortos provocados con el dolor por
abortos espontáneos, ella explotó furiosamente: "¿Cómo pue­
den compararme con una mujer que escogió matar a su
bebé?". Karen había deseado profundamente un hijo y se
culpó a sí misma por su aborto espontáneo. Se sintió culpable
por aquellos momentos de su embarazo cuando ella se había

Pidiéndole a Jesús que bautice a un nii10 muerto le estamos pidiendo hacer to­
do lo que todavía se necesita hacer por esa criatura, ya sea que esto se inicie con un
bautizo de deseo o renovándolo con una celebración más profunda del amor de Je­
sús ofrecida a través de nosotros. Idealmente, como lo recomienda el Concilio de
Trento, esta oración debería ser completada con una Eucaristía en la cual reciba­
mos la Comunión y nos unamos a Jesús orando por nosotros y por el bebé muerto
para llevarlo más cerca de El por siempre. La Eucarb"tía es también un momento
ideal para dar el amor de Jesús a otros niños que podían haber sido olvidados, tales
como los cuatro mil niños abortados diariamente en los Estados Unidos. Especial­
mente en la Eucaristía se habilita a los fallecidos con el perdón total de Cristo en el
Calvario. Recibiendo para sí mismos el perdón de Cristo y extendiendo ese perdón
hacia todos los que les hicieron daño, los muertos están habilitados para entrar en el
cielo, alcanzar el estado de amar para siempre todo el cuerpo místico de Cristo.

136
resentido de los malestares matinales o temido por los cam­
bios que un hijo traería a su matrimonio. La reacción furiosa
de Karen al ser comparada con mujeres que no deseaban a
sus hijos y decidieron abortarlos podía haber tenido muchas
razones, incluyendo aún la furia hacia sí misma por los pocos
momentos en que ella no había deseado a su propio hijo.
Como Karen, cada mujer embarazada tiene sentimien­
tos ambivalentes por el niño que le causará incomodidad físi­
ca por varios meses y que cambiará su vida entera de maneras
desconocidas. Los sentimientos ocasionales de no desear a su
propio hijo no son suficientes para provocar un aborto. Las
razones para un aborto son complejas, van desde un rechazo
consciente por parte de la madre y negligencia en el cuidado
de su salud durante el embarazo hasta las heridas emociona­
les que limitan su habilidad de nutrir una nueva vida y hasta
factores fisiológicos, tales como en aquellos fetos deformados
sin esperanza de sobrevivencia. Sin embargo, una mujer que
básicamente desea a su hijo y aborta puede sentir culpa y du­
dar de sí mientras recuerda los momentos de su embarazo
cuando no era una "perfecta" futura madre. Un ejemplo
extremo de tal complejo de culpa es la angustiada madre
descrita antes de este capítulo, la cual se entregó a la policía
por asesinato. Aunque distorsionado, tal sentimiento de cul­
pabilidad puede ser en realidad una señal de cuánto básica­
mente una mujer amaba y deseaba a su hijo.
De la misma manera que las mujeres que básicamente
desean a sus bebés pueden tener sentimientos ambivalentes
durante el embarazo, ac;í también las mujeres quienes cons­
cientemente no desean tenerlos, tienen sentimientos ambiva­
lentes. Frecuentemente, como en el caso de la madre de Jen­
nifer, una mujer que conscientemente no desea a su niño, so­
lamente porque heridas sin sanar han ensombrecido sus senti­
mientos de amor. A pesar de los sentimientos de rechazo a su
hijo, mujeres como éstas sufren también si pierden al niño de­
bido a un aborto espontáneo o el nacimiento de un niño
muerto y ellas pueden sentir especialmente una gran culpa

137
que las lleva a la angustia y a la desesperación.55 Muchas mu­
jeres quienes han escogido el aborto han informado más tarde
que aún mientras estaban echadas sobre la mesa de opera­
ciones, le decían a su hijo: "Lo siento, perdóname". Terry
Selby encuentra que el veinticinco por ciento de sus pacientes
de terapia que tuvieron abortos y que reviven la experiencia
del aborto en la terapia empezarán a temblar y gritar, cons­
cientes de estar reviviendo la agonía de la muerte de su hijo
la que habían sentido aun cuando el aborto estaba realizán­
dose.56
Nuestra experiencia en oración por sanación interior
confirma que las mujeres quienes escogieron abortar, se la­
mentan por sus hijos. A menudo hemos orado con mujeres
que muchos años después de un aborto, todavía luchaban
con una angustia no resuelta. La angustia por un niño abor­
tado puede permanecer oculta y sin resolver por la magni­
tud del sentimiento de culpa que va unida a aquélla. Aun­
que las mujeres que tienen abortos espontáneos y fas que es­
cogen abortar posean sentimientos ambivalentes, la mujer
que escoge abortar es diferente de la que tiene un aborto es­
pontáneo en el sentido que ésta debe enfrentarse ante el
hecho de que ella ha estado activamente comprometida en
quitarle la vida a otro ser humano. Nunca podemos saber
todas las presiones internas y externas que dirigieron su ac­
ción y por tanto, no podemos juzgarla, pero a menudo,
dicha mujer, subconscientemente, teme tanto el juicio que
no puede soportar enfrentarse a sus sentimientos de culpa.
Hemos orado con mujeres que todavía estaban luchando
con una angustia y una culpa sin resolver por abortos que
tuvieron hacía tanto tiempo como cincuenta años. Unica­
mente cuando estas mujeres pidieron y recibieron perdón de
su hijo muerto y de Jesús fueron liberadas de la tortura de la
culpabilidad.
No obstante cuando yo (Sheila) hice un proyecto de in­
vestigación sobre los efectos psicológicos y espirituales del
aborto, estaba desconcertada al encontrar que la mayoría
de los estudios afirman que hay poco o ning ún efecto negati-

138
vo. Tales estudios generalmente se basan en datos de encues­
tas hechas a mujeres que tuvieron abortos. Luego, encontré
un artículo del Dr. Ian Kent y sus colegas quienes habían
sentido el mismo desconcierto. El Dr. Kent había observado
a cincuenta mujeres que dieron una variedad de razones pa­
ra entrar en psicoterapia, ninguna relacionada con el abor­
to. Después de un largo período de terapia, cuando habían
desarrollado una profunda relación de confianza con el te­
rapeuta, ellas revelaron un aborto previo y comenzaron a
expresar sentimientos de dolor, amor, pesar e identificación
con su hijo abortado. El Dr. Kent deseaba saber acerca de la
discrepancia entre sus propias observaciones y muchos estu­
dios que afirmaban pocos o ningún efecto negativo del abor­
to. Sus colegas y él idearon una encuesta típica e hicieron un
estudio de setenta y dos mujeres... y obtuvieron los mismos
resultados que otros estudios similares: pocos o ningún efec­
to. Los resultados mostraron una ausencia general de afec­
to, con poca intensa emoción manifestada. Pero al examinar
los datos más cuidadosamente, él concluyó que la marcada
ausencia de afecto era una realidad un adormecimiento
emocional, un signific.ativo efecto negativo en sí mismo. El
Dr. Kent cree que el daño que el aborto produce es tan pro­
fundo que se lo reprime y raramente se lo revelará fuera de
una profunda relación de confianza.57
Aparecieron varios otros estudios que confirman-el tra­
bajo del Dr. Kent y encuentran culpabilidad crónica, "de­
presión de aniversario", enfermedad psicosomática, abuso
de la droga y el alcohol, intentos de suicidio, crisis psicóticas
y otros síntomas en mujeres que tuvieron abortos.58 El Di­
rector Regional de Suicidas Anónimos de Ohio informa que
fuera de las cuatro mil mujeres con quienes el grupo había
mantenido contacto durante un período de treinta y cinco
meses, mil ochocientas (o cuarenta y cinco por ciento de las
mujeres) habían tenido aborto.59
El problema de culpabilidad por el aborto se encuentra
también en otras culturas. El Wall Street Journal informó

139
recientemente que las mujeres japonesas que tuvieron abor­
tos aún hacía treinta a cuarenta años atrás, están yendo ca­
da vez más a los templos Budistas donde pagan U.S. $150
por un servicio ritualizado para liberarse de su culpabilidad
por el aborto, culpabilidad experimentada a través de pesa­
dillas recurrentes. El servicio incluye la dedicación de esta­
tuillas a los bebés abortados. 60
La culpabilidad por el aborto es el tema de un ensayo
escrito por el psiquiatra, Dr. Arthur Kornhaber, en el cual
expone casos clínicos de pacientes que abortaron sus bebés y
sintieron más o menos culpa y dolor dependiendo de cuán
desarrollados espiritual y emocionalmente estaban. Las dos
menos espiritual y emocionalmente desarrolladas sintieron
poco culpa o dolor conscientes. Las mujeres que eran más
espiritual y emocionalmente desarrolladas lucharon con fa
culpa y dolor; una se suicidó eventualmente.61
Tal vez el trabajo del Dr. Kent y el del Dr. Kornhaber
explica por qué las mujeres que han tenido abortos y que
vienen a conocer a Jesús piden tan frecuentemente una ora­
ción de sanación. En una profunda relación de confianza
con Jesús y con otros cristianos, ellas pueden empezar a des­
cubrir y compartir sus sentimientos, y a medida que su vida
interior se desarrolla, también desarrollan una conciencia
de la herida del aborto. Un aborto es una herida tan profun­
da que inclusive las células del cuerpo lo recuerdan cuando
la mente consciente lo ha olvidado.
Yo supe esto cuando oraba con Martha. El director es­
piritual de Martha y yo habíamos estado orando con ella por
su afligida hija de dieciocho años. Susan tenía explosiones
violentas hacia los miembros de la familia. Nada podía ayu­
dar ni a Martha ni a Susan hasta el día en que le mostré a
Martha un material sobre cómo orar por los niños aborta­
dos. Al día siguiente, Martha vino a vernos con algo que
nunca había compartido antes: ella había tenido un aborto
antes de que Susan naciera y luego, ella trató de abortar a
Susan. Durante los veintitrés años siguientes después de su

140
aborto, ella no había sido consciente de ningún efecto nega­
tivo y virtualmente se había olvidado del asunto. Martha pi­
dió el sacramento de la reconciliación, y luego participamos
en una Misa de Resurrección por el niño muerto y por cual­
quier parte de Susan que hubiera muerto en el intento de
aborto. Durante la misa, a Marta empezó a dolerle la espal­
da. El dolor se trasladó a su estómago y en el momento pre­
ciso de la consagración, se desplomó sobre el piso. Durante
los siguientes veinte minutos, Martha experimentó todo el
proceso del alumbramiento. Su cuerpo pasó por las contrac­
ciones del parto y nos dijo que sintió como si su frente estu­
viera em papada, y como si estuviera bañada en sangre.
Oramos por Martha invitándola a dar a su hijo a Jesús y Ma­
ría para que lo cuidaran. Cuando terminaron los dolores,
Martha pudo ponerse de pie y reanudar la liturgia. Al día si­
guiente, Martha nos dijo que su crónico dolor de espalda ha­
bía desaparecido por primera vez en años. Ella dijo: "Ahora
me siento en verdad bien interiormente como si se me hu­
biera quitado un peso, como si finalmente hubiera salido.
Puedo respirar ahora, puedo hablar". El dolor de Martha
por su hijo abortado había sido enterrado tan profundamen­
te que ella no sabía conscientemente que todavía existía.
Durante los meses que siguieron, Susan, la hija de Martha,
mejoró gradualmente. Parece probable que las explosiones
violentas de Susan estaban expresando el trauma del aborto
encerrado en la espalda de Martha, porque después de la
Eucaristía, no solamente quedó curada la espalda de
Martha sino que las explosiones violentas de Susan cesaron.
Susan empezó a relacionarse con los miembros de la familia
de manera más afectuosa.
Si hubiera podido continuar orando con Martha, le ha­
bría pedido a Jesús curar cualquier herida que la indujo a
abortar a su hijo. Muchos estudios indican que no solamente
la pérdida de un bebé debido a un aborto o a que nació
muerto necesita sanación, sino que la pérdida misma puede

141
ser un síntoma de una herida interior.62 En el estudio del Dr.
Kent mencionado antes en este capítulo sobre mujeres que
habían tenido abortos, él encontró que en la mayoría de los
casos, estas mujeres habían tenido madres que las rechaza­
ban y que inconsciente y aun conscientemente deseaban
abortarlas. El Dr. Kent cree que los abortos de sus pacientes
eran una forma simbólica de suicidio, habiendo volcado el
rechazo de sus madres hacia sí mismas, ahora deseaban des­
truirse.63 En otro estudio inédlto de cuarenta de sus pacien­
tes femeninas con una historia de aborto, el terapeuta Terry
Selby encontró que setenta y cinco por ciento de ellas habían
sido víctimas de abuso sexual cuando eran niñas, un cin­
cuenta por ciento habían sido víctimas de abuso físico y un
cincuenta por ciento había experimentado la muerte de uno
de sus padres, esposo u otra persona importante, caso en que
no pasaron por el proceso que supone sobrellevar un dolor
de ese tipo.64

Aunque no pude proseguir con Martha para curar las


heridas subyacentes de su aborto, sí pude hacerlo con
Diane, otra mujer que sufría los efectos posteriores del abor­
to. Diane había tenido un aborto a los diecisiete años, nueve
años antes de venir a vernos. Estaba tan traumatizada por el
aborto que pasó varios meses en un manicomio y durante los
siguientes nueve años, ella se empeñaba frecuentemente en
una conducta autodestructiva como el abuso de drogas e in­
tentos de suicidio. Cuando Diane vino a orar por primera
vez, ella trajo a su nueva hija, Sarah, considerando el darla
en adopción porque pensaba que ningún hijo podría querer­
la como madre. Mientras Dennis oraba con Diane, ella ex­
perimentó el perdón incondicional de su hijo abortado y un
profundo intercambio de amor entre ambos. Después de
orar, gran parte del odio de Diane por sí misma desapare-

142
ció. Ella se sintió digna de ser madre y decidió quedarse con
Sarah. •
Proseguí con Diane y supe más a cerca de sus primeros
años de vida a medida que continuaba orando con ella. Ja­
ne, la madre de Diane, había perdido a su amado padre
cuando estaba embarazada de Diane. Jane pasó el resto de
su embarazo en profundo dolor y llena de odio por sus pa­
rientes y por su esposo que no la llevó a ver a su padre antes
de la muerte de éste.
Cuando nació Diane, su cordón umbilical estaba en­
vuelto alrededor del cuello y ambas, Jane y la niña, casi per­
dieron la vida. A lo largo de su niñez, Diane tuvo sueños
aterradores donde ella se ahogaba; los sueños cesaron cuan­
do ella empezó a tomar drogas a la edad de dieciséis años.
Diane fue física y sexualmente abusada en su niñez.
Cuando la herida del aborto de Diane fue curada, to­
das estas otras salieron a la superficie. El sentimiento de cul­
pa por su aborto había constituido un bloqueo interior impi­
diendo que el amor de Dios le llegara. A medida que orába­
mos por sus heridas anteriores, Diane vio en su aborto sola­
mente un síntoma de cómo se había sentido tan herida que
había llegado a odiar la vida misma. Quince meses después
de nuestra primera oración con Diane y varias sesiones pos­
teriores de oración, nos dijo: "No tengo que fingir más que
soy feliz. No tengo que llenar más mi vacío con drogas y al­
cohol. Siento verdadera paz por primera vez en mi vida".
Debido a que sus heridas subyacentes habían sido curadas,
Diane puede ahora alimentar la vida en ella misma y en
otros. Ella es fiel miembro de un club de Alcohólicos Anóni­
mos, una dedicada madre de Sarah y trabaja como directora

• Esta oración está grabada en un video de treinta minutos, como Cinta No.
12 de nuestra serie Orando con otra Persona para Obtener la Sanación. El video se
llama "Oración con Diana para la curación de las Huellas que deja el"Aborto". Está
también disponible en cinta magnetofóniéa. El video y la cinta están disponibles en
inglés solamente.

143
de un hogar para madres solteras. También volvió a la es­
cuela de enfermería para continuar sus estudios a tiempo
parcial.
Las mujeres como Martha, su hija Susan y Diane no
son las únicas que llevan un dolor sin curar por un aborto.
Los Hombres y el Aborto, libro escrito por los sociólogos
Arthur Shostak, Gary McLouth y Lynn Seng, contiene los
resultados de su estudio sobre los efectos del aborto en mil
hombres. Ellos concluyen: "El aborto es un gran trauma no
reconocido por los hombres, tal vez el único por el que pa­
san sin ayuda". En una experiencia de aborto aunque estos
hombres pudieran haber parecido fríos mientras trataban
de llenar las expectaciones de nuestra sociedad en sentido de
que los hombres permanecen en control de sus emociones, la
mayoría de ellos sintió soledad, dolor, culpa y rabia hacia sí
mismos y sus cónyuges; tuvo pensamientos fijos y sueños con
el niño; temor de un daño físico o emocional a las mujeres.
Como un hombre lo dijo: "Es una herida que no se puede
ver ni sentir pero existe". Aunque los autores de Los Hom­
bres y el Aborto toman una posición abierta ante el aborto,
ellos recomiendan una orientación post-aborto para ayudar
a los hombres a llorar por la pérdida de su hijo.65

Los miembros de la Familia necesitan Sanación

Cuando un niño muere, no sólo están afectados las


madres y los padres, sino toda la familia. En mi experiencia
con Martha, la herida por la muerte de su hijo que ella ha­
bía enterrado, fue recogida y expresada por Susan, su hija
viva. En su libro Curando el Arbol Genealógico, el Dr. Ken­
neth McAll describe su trabajo de curación a los que vivan
orando por un miembro muerto de la familia, con frecuen­
cia de un bebé nacido muerto o abortado.66 El Dr. McAll
cree que un niño muerto quien no ha sido aceptado con

144
amor por su familia y entregado a Dios, clamará por el amor
y las oraciones de un miembro vivo de la familia, a menudo
un gemelo, el próximo niño en la familia, o la persona más
sensible en la familia. Cuando se ama al niño, se Je ha Hora­
do y entregado a Dios (especialmente en una Misa de Re­
surrección), las personas que viven quedan liberadas. Entre
sus pacientes, el Dr. McAII trató a doscientas cinco mujeres
con anorexia nerviosa, una enfermedad en que el paciente
rehusa comer normalmente y puede morirse de hambre. El
ochenta y cuatro por ciento de estos casos presentaba una
muerte no llorada en el árbol genealógico: el setenta y dos
por ciento de los muertos fueron bebés, el veinte por ciento
murieron en la guerra y doce por ciento fueron suicidios.
Cuando se lloraba por el extinto y se lo entregaba a Dios
amorosamente, los síntomas de anorexia cesaron. El Dr.
William Wilson, un psiquiatra de la Universidad de Duke,
tuvo una experiencia similar con el ciento por ciento de doce
pacientes anoréxicos.67 La anorexia tiene muchas causas,138
pero un factor puede ser un deseo inconsciente de no vivir y
dar vida a más niños a causa de una muerte no llorada en la
familia.
Creemos que el Dr. McAll ve una verdad importante
desde el punto de vista del niño muerto. Cuando negamos
nuestra eterna relación con cualquier miembro fallecido de
nuestra familia, algo nos tira con fuerza del otro mundo pi­
diendo ser reconocido. En La Ambivalencia del Aborto, las
palabras de Linda Bird Francke nos recuerdan a las del Dr.
McAll cuando ella describe a "un pequeño fantasma" que
aparece espontáneamente desde su aborto:

Ahora tengo este pequeño fantasma. Un fantasma pe­


queñito que aparece únicamente cuando estoy viendo
algo hermoso, como la iuna llena en el océano la sema­
na pasada. Y el bebé me saluda con las manos y yo lo
saludo a él. "Por supuesto que tenemos un sitio para
ti", le grito al fantasma, "por supuesto que sí".69

145
Mientras que el Dr. McAll y Linda Bird Francke pueden
estar enseñándonos algo acerca del impacto del niño muerto
a medida que trata de comunicarse con los miembros vivos de
la familia, hay también muchas razones desde el punto de
vista de los vivos para explicar su necesidad de sanación, ra­
zones que complementan en lugar de contradecir el trabajo
del Dr. McAll. Por ejemplo, en caso de los hermanos y her­
manas que sobreviven al bebé fallecido, una razón para que
el próximo hijo (después del que nació) pueda necesitar sana­
ción es que el sufrimiento y la creación de vínculos son dos
procesos diferentes que no pueden ser fácilmente llevados a
cabo al mismo tiempo. Los padres como Elizabeth quienes no
han terminado de lamentarse por la muerte de un hijo no es­
tarán capacitados para crear vínculos en forma profunda con
el siguiente hijo.70 Algunas veces, esto puede ser una manera
de protegerse a uno mismo contra futuras heridas, como en el
caso de la madre de Jennifer, quien no podía permitirse amar
a Jennifer porque no era capaz de soportar la pérdida de otro
hijo amado. También durante un subsiguiente embarazo, los
padres frecuentemente están ansiosos y temerosos y esto se le
comunica al niño. Ellos pueden continuar siendo demasiado
ansiosos y sobreprotectores después de que su hijo nace.71
A los hijos que ya han nacido también les afecta la
muerte de un bebé. A menudo, los pad.es piensan que los
niños no se dan cuenta del embarazo de su madre, pero
inclusive los más pequeños saben cuando su madre está em­
barazada y saben si ella tuvo un aborto.72 Cuando Juan, el
hermano de Matt murió (Véase Capítulo 2), Mátt experi­
mentó síntomas que son típicos de un niño que sobrevive,
por ejemplo: enojo contra los médicos, los hospitales y
contra Dios: culpa y como resultado autocastigo, perturba­
ciones en el funcionamiento cognoscitivo y rendimiento es­
colar: depresión y tristeza. Las niñas pueden también expe­
rimentar temores acerca del embarazo y de su sexo femenino
por su identificación con la madre.73 Los síntomas de dolor
en los padres tales corno el shock y la depresión pueden ser

146
aterradores para un niño pequeño. Un estudio demostró que
aun los bebés de dos a cuatro meses de edad están seriamen­
te perturbados y deprimidos cuando sus madres se sientan
en frente de ellos sin hablar y sin expresión facial por dos o
tres minutos.74 Los niños pueden sentirse abandonados por
sus padres afligidos y éstos pueden erigir una barrera emo­
cional entre ellos y sus hijos debido a la culpabilidad y la
pérdida de confianza en su habilidad de ser padres.75
Los niños acongojados pueden también sentirse con­
fundidos porque están sufriendo de una manera distinta a la
de sus padres. Un niño menor de cuatro años generalmente
entiende la muerte sólo como una separación temporal. Los
niños de cinco o seis años creen generalmente que el muerto
puede ver y oír pero que no puede moverse. Entre los siete y
nueve años, los niños empiezan a comprender la muerte co­
mo un estado final irreversible. En esta etapa un niño puede
soñar más acerca de la muerte y empezar a mirar su propia
muerte. E:ntre los diez y los doce años, la muerte es aceptada
como universal, irreversible e inevitable. El sufrimiento du­
rante los años de adolescencia está marcado por el extrañar
la relación con un ser querido. 76 Debido a que los niños cre­
cen en la conciencia del significado y finalidad de la muerte
generalmente no sufren con intensidad después de una pér­
dida, pero es más posible que sufran de una manera intermi­
tente en los años venideros.7 7 Eventualmente, los niños reac­
cionan a través de tres preguntas principales:
¿La causé yo? (Los niños creen que los deseos tienen po­
der y si un niño ha deseado alguna vez que una persona no
esté cerca y luego esa persona muere, el niño puede sentirse
responsable).
¿Les ocurrirá a quienes yo quiero?
¿Me pasará a mi pronto?
En cada edad, los niños necesitan tener la seguridad de
que no hicieron nada para que esta persona muriera y que
son amados aun cuando sus afligidos padres no pueden estar
emocionalmente presentes con ellos. Los niños afligidos

147
Pueden dar indicios de su necesidad de ayuda amorosa me­
diante una repetida conducta agresiva u hostil, una baja
prolongada en el rendimiento escolar o conductas regresivas
e inseguras que persisten en el tiempo.;8
Cuando los padres superan el sufrimiento a causa de un
niño nacido muerto, o un aborto, están liberados para ofre­
cer ayuda amorosa a sus otros hijos vivos. Cuando ellos dan
y reciben perdón con su niño, no sienten más ni culpa ni ra­
bia, ni transfieren ésta a los otros miembros de la familia.
Orar por un bebé que ha fallecido puede curar a los hijos
que todavía viven y a familias enteras, como en el caso de
Sue. Sue tuvo seis abortos espontáneos y dos hijos vivos, Julie
de cuatro años y Jason de dos. Durante un retiro, Sue asistió
a una Misa de Resurreción en la que se le invitó a rezar por
sus seres queridos extintos. Al final de la Misa, cuando fue
invitada a permitir que Jesús le trajera a su corazón a quien
El quisiera, Sue se sorprendió de tener la siguiente experien­
cia:

Vi en mi espíritu a seis niños alegres que corrían a mis


brazos. Yo me quedé allí de pie, pensando: ¿A quién
voy a abrazar primero? y sentí como si los abrazara a
todos ellos con mi corazón. Supe que eran mis hijitos y
me regocijé especialmente al ver cuánto los mayores
querían al más pequeño. Los niños irradiaban amor, a
Jesús, a mí y el uno por el otro. Esta fue la primera vez
que los "había visto", pero tuve y todavía tengo el senti­
miento de que ellos me conocen bastante bien.

Al día siguiente, Sue y un amigo oraron juntos por los


seis hijos abortados de Sue. Simbólicamente bautizaron a to­
dos los niños y les dieron nombres. Sue describe los cambios
que vio en su familia cuando volvió a su casa:

Antes del retiro, Julie parecía una frágil flor. Era muy
sensible y lloraba fácilmente. Aceptaba a Jason, pero

148
estaba muy fastidiada con él. Tenía seis muñequitas
(el mismo número de mis abortos) a las que estaba muy
ligada. Cada una tenía un nombre y se las tenía que to­
mar en cuenta en todas las ocasiones. Ella parecía sen­
tirse responsable y ansiosa por ellas.79 Desde mi regreso,
su atadura a aquellas muñecas se hizo considerable­
mente menor. Ahora son juguetes con los cuales le gus­
ta jugar, pero no se preocupa por ellos. Es curiosa, vi­
vaz, menos seria, y mucho menos sensible. Juega más
con Jason. Lo adora y está convencida de que se casará
con él cuando crezcan.
Cuando nació Jason, yo no podía unirme a-él aunque
traté de hacerlo. Desde el día en que nació hasta que
regresé de mi retiro, le decía tres veces por día cons­
ciente y devotamente: "Jason, te amo". Mientras le de­
cía esto a mi bebe, yo creía que Dios en su misericordia
llenaría a J ason con el amor del cual yo carecía y trata­
ba fuertemente de sentir. Todavía Jason era casi hipe­
ractivo. Dejó de lactar cuando tenía cinco meses y las
personas no parecían importarle mucho. No me dejaba
agarrarlo por mucho tiempo. Cuando volví del retiro,
estaba inundada de amor por Jason. Desde mi vuelta,
el cambio en su personalidad fue casi inmediato y ha
crecido continuamente. Se tranquilizó; es más sociable.
Nos da grandes abrazos de oso y quiere sentarse en mis
piernas o en las de mi esposo. Jason parece también
adorar a J ulie.
También noté casi un efecto inmediato en las relaciones
sexuales con mi marido. Quería realmente que mi espo­
so se enterara del amor de Dios por él, luego casi nunca
dije que no. Rezaba y le pedía a Dios que me ayudara a
ser afectuosa con él, pero creo que todo lo que realmen­
te estaba haciendo era soportar. Después, cuando volví
del retiro, ambos nos dimos cuenta de que mi frigidez
había desaparecido. Mis amigos me han dicho que mi
esposo está mucho más abierto y relajado que nunca y

149
estamos empezando a salir juntos a cenar y hablar co­
mo amigos más que como antagonistas, algo que nunca
hemos hecho antes en nuestro matrimonio. Estoy em­
pezando a conocerme a mí misma de nuevo. Una parte
de mí que no estaba allí antes, lo está ahora.

Tal vez la mayor curación de todas fue la que le ocurrió


a Sue misma. Antes de la oración por SI.is abortos, no podía
recordar ninguna vez en que se sintió amada en su vida. A
partir de la oración, ella recuerda muchos momentos seme­
jantes. Sue había estado sufriendo del "fantasma del dolor"
durante todos los años que siguieron desde su primer aborto
y nunca lo supo. El dolor fantasma de Sue había sido una
manera desesperada de mantener viva la memoria de sus
seis abortos. Cuando Sue encontró otra forma de seguir
amando a eso niños era libre de desprenderse de su dolor.
Nos damos cuenta de que la más profunda sanación después
de un aborto o de un niño nacido muerto llega cuando una
madre o un padre experimenta lo que sintió Sue en la Misa:
Y todavía tengo el sentimiento de que me conocen bas­
tante bien.
Si la oración por la sanación de la relación con los niños
nacidos muertos o abortados trae sanación a los bebés, a los
padres y a familias íntegras, entonces: ¿cómo oramos?

Oración por un Bebé nacido muerto


o abortado

Lee San Marcos 10:13-16, donde Jesús pide que los ni­
ños vayan a él.

• Preparación. Cierra los ojos y respira profundamente. Re­


cuerda un momento en tu vida cuando te sentiste espe­
cialmente amado, un momento cuando supiste cuánto te

150
arna Dios. Respira denlro de ti mismo ese amor otra vez.
Ahora piensa en el bebé que has perdido. Ponte en con­
tacto con tus sentimientos hacia ese bebé (por ejemplo,
amor, tristeza, deseo, dolor, culpa, etc.).
• Comparte Amor y Perdón" con el Bebé. Ve a Jesús y Ma­
ría•• delante de ti. Ve cómo ellos tienen a tu bebé en sus
brazos, y te lo ofrecen. Abre tus brazos y recíbelo. Dile al
bebé tolo lo que has estado guardando en tu corazón ha­
cia él. Escucha cómo lu bebé quiere contestarte, y es­
cucha todo lo que él ha guardado en su corazón hacia ti.
Durante los próximos minutos, di y ha� l.!On tu bebé todo
lo que quieres. Con Jesús y con el bebé, perdona a cual­
quier otra persona que pudo haber lastimado al bebé (mé­
dicos, otros parientes, etc.), cualquiera quien, aún sin sa­
berlo, no cuidó de esta nueva vida. Quizás tú u otra per­
sona todavía sienten rabia hacia Dios por haberles en­
viado al bebé en una época no deseada, o por quitárselo.
En este caso, perdona a Dios también.
• Bcwtí:::.alo. Ve de que sexo es el bebé, y pídele que te diga
que nombre quiere él. Con Jesús, bautízalo simbólica­
mente con ese nombre, pidiendo que Jesús lo lave y expul­
se cualquier dolor u oscuridad que el bebé tenga. Haz el
signo de la cruz en la frente del bebé, y di con Jesús: ··yo
te bautizo (el nombre del bebé) en el nombre del Padre, y
del Hijo. y el Espíritu Santo··. Siente cómo el agua lo
limpia y lo renueva.
• Entrega el Bebé a Jesús y María. Pídeles a Jesús y al bebé
que te muestren cómo tú y el bebé pueden continuar

• Lo, catéilit,is que' han estado in\'olucraclm t•n un ahorlo provt�ado ta111hi61
dclx,n usar el sacramento de la reconciliación. como parte dt· este pa,o del pt·rd{111.
• • Nuestra sugerencia de que María esté incluida no significa que la mirt•rnos corno
si estuviera a la misma altura de Jesús. Todos los C\'entos ck la \'ida de Jesús d1,.�ri·
tos en los Evangelios son acontecimienta; viv ientes con poder de sanacic'111, lo,
cuales Jes1ís desea compartir con nosotros. Cuando incl11í111os a María en esta ora·
ciñn. estamo( aceptando el ofr<.-cimiento de J�1·1s para c.1,mpartir su experiencia ele
una perfecta madre amorosa con cualquiera que la necesite. Uuan 19:26-27).

151
amándose mutuamente a través de Jesús. ¿Cómo quieres
que el bebé ore por tí y tu familia? ¿Cómo quiere tu bebé
que tú ores por él? Cuando estés listo, pon el bebé en los
brazos de María y Jesús. Invítalos a todos a que entren en
la luz de tu corazón. Mira cómo ellos hacen su casa dentro
de tu corazón. Aspira ese gran amor que hay en tu cora­
zón, y deja que recorra todo tu cuerpo.
• Misa. Si eres católico, manda decir una Misa por el bebé y
asiste si te es posible ( o si no, asiste a otra en otra oportu­
nidad). Mientras recibes la Eucaristía, deja que la sangre
sanadora de Jesús entre en ti y en todos los difuntos de tu
familia, por medio del bebé".

152
Capítulo 8

El Alma vive donde Ama


La muerte es una de las cosas que más tememos. Empe­
zamos este libro con un estudio hecho por el Dr. Thomas
Holmes. Este estudio descubrió que la muerte del cónyuge
es el hecho que causa más ansiedad a una persona. La muer­
te del cónyuge causa tanta ansiedad porque lo más unidos
que estamos con una persona, se asocia más separación con
la muerte. Lo que más aterroriza al ser humano es ser sepa­
rado del amor, abandonado, desconectado y para nosotros
la muerte significa la máxima separación.
¿Qué puede sanar nuestro miedo de separación y muer­
te? En su estudio de ciento cincuenta personas que habían
tenido experiencias muy cercanas a la muerte (donde se les
consideró médicamente muertos pero luego los revivieron),
el Dr. Raymond Moody encontró que un elemento común
en estas ciento cincuenta experiencias era encontrarse con
seres queridos que habían muerto y les daban la bienvenida.'
En otro estudio de experiencias en lechos de muerte (donde
las personas sí murieron pero fueron capaces de compartir lo
que les estaba sucediendo en los momentos anteriores a la
muerte), los doctores Osis y Heraldsson encontraron que el
elemento más común era una sensación de reunión gozosa
con un ser querido ya fallecido.2 Las personas que ban teni­
do estas dos experiencias casi siempre informan que ya no le
tienen miedo a la muerte. Cuando nuestro amigo Bill se es­
taba muriendo de cáncer (ver capítulo 4), nos dijo que la co­
sa que más le había ayudado fue ''La gente que me ama del

155
otro lado". Es uua seguridad de umon que sana nuestro
miedo de separación y mit.do a la muerte.
La unión no sólo sana nuestro miedo a nuestra propia
muerte, sino también nuestro temor a la muerte de los seres
amados. En el capítulo tres hablamos de una vez que ora­
mos con varias personas que estaban de duelo por un ser
querido. Pensamos que la oración más útil sería que estas
personas encontraran fortaleza a través de Jesús y dejar ir a
sus seres queridos y aceptar la separación de la muerte. Pero
en vez de esto, como en el ejemplo de Kim, encontramos que
la oración más útil para ellos era que Jesús les asegurara la
unión eterna con esos seres. Cuando esto sucedió, ellos pu­
dieron aceptar la separación física de la muerte con mucha
facilidad. Cuando tenemos la sensación de unión con los que
amamos, podemos conquistar cualquier miedo -aun el
miedo a la muerte.
Una vez, un amigo compartió con nosotros la siguiente
historia. Su esposo había muerto algunos años antes y tenía
un hijo pequeño que había nacido justo antes de la muerte
de su padre. Un día cuando su hijo estaba en la casa de un
vecino, de repente ella sintió que su esposo le hablaba. Pare­
cía decirle que su hijo se estaba ahogando en una piscina.
Ella corrió a la casa de los vecinos y encontró que el niño es­
taba ahogándose en la piscina exactamente como ella sintió
que su esposo le decía. Sacó a su hijo de la piscina justo a
tiempo para salvarle la vida.
¿Por qué nos conmueve tan profundamente esta histo­
ria? Una historia sobre la vida de un niño salvada es cierta­
mente conmovedora, pero esta historia contiene algo más.
Un padre muerto aún está presente para ayudar a su hijo en
el momento en que más se le necesita. No sólo se salva la vi­
da de un niño sino que la muerte misma es superada por la
unión del amor. Si tal cosa puede suceder, entonces ¿qué te­
nemos que temer? El consuelo que contiene esta historia es
el consuelo que Jesús deseó darnos cuando habló las pa­
labras que sus discípulos necesitaban oír más después de su
muerte: "Y sepan que YO estoy con ustedes siempre; si hasta

156
el fin de los tiempos" (Mat 28:20). Jesús nos prometió la
unión eterna con El y con los que amamos a través de El. El
sabía que de otra forma no podríamos vivir el mandamiento
que precede a su promesa y que dio con más frecuencia: "No
teman" (Mat 28:10).
Mi miedo más profundo siempre ha sido el abandono y
la separación, que la gente se fuera y nunca regresara. Yo
(Sheila) temía esto hasta hace tres años, cuando un amigo
muy querido murió. Mi amigo era el Dr. Conrad (Koert)
Baars, un psiquiatra católico y autor. Lo conocí cuando pa­
saba por una experiencia muy dolorosa. Su amistad y amor
me sanaron hasta el punto que literalmente me volvió a la
vida. Koert creía que el amor reafirmante e incondicional
era la base de toda salud emocional y de la felicidad.
Mientras que yo era sanada a través de su amistad, mi men­
te estaba llena de respuestas a tantas preguntas que tenía co­
mo sobre ayudar a otros. Trabajé para Koert haciendo in­
vestigación y preparando manuscritos. Koert me animó con­
forme fui incorporando sus ideas en mi propio trabajo con
oración de sanación, y se convirtió en un maestro y amigo.
El regalo que más atesoraba de él, es la que más necesitaba:
Yo sentí que una vez que Koert se había comprometido a ser
mi amigo, nunca rompería ese compromiso y mi miedo aJ
abandono comenzó a alejarse.
El domingo 19 de Noviembre de 1981, me dormí con
una sensación especial de paz y el pensamiento de que todo
-en un sentido cósmico y personal- estaba bien. El martes
llamé a la casa de Koert en Texas desde la mía en San Luis
para hablar sobre un proyecto que estábamos planeando
juntos. Su hija contestó y me dijo que había muerto el do­
mingo. Sentí un choque y una ola de pena que era como si
me sintiera enferma. Llamé a mi director espiritual, que
también había conocido a Koert. Me invitó a su casa que es­
taba sólo a unas cuadras de distancia. Nos encontramos en
la capilla y lloramos juntos. Cuando salí la sensación de ma­
lestar se había ido de mi estómago y sentí una extraña

157
mezcla de tristeza y alegría. Durante las semanas siguientes
la alegría se intensificó aunque continuaba derramando
lágrimas cada vez que pensaba en que jamás volvería a ver a
Koert en este mundo. Durante esas semanas con frecuencia
me encontraba cantando una canción que había escuchado
sólo una vez hacía varios años. La letra era:

Hay un río de vida brotando de mí


Hace que el cojo ande y que el ciego vea
Abre puertas de cárceles y libera a los cautivos
Hay un río de vida fluyendo de mí.3

Cada vez que cantaba estas palabras, sentía una repenti­


na corriente de alegría y la sensación de la presencia de Koert
seguida de una imagen. La imagen era de una puerta abrién­
dose al cielo, a través de la cual Koert había pasado, y de una
gran luz -como un ''río de vida" - brillando hacia mí. Estu­
ve consciente de que la muerte era totalmente distinta a lo que
yo había pensado. En vez de irse, Koert estaba más cercano a
mí que nunca antes, prometiéndome ayuda en formas más
grandes y dándome poder más profundo para ayudar a otros
que cuando estaba presente físicamente. Con eso, raíces
profundas de mi miedo del abandono fueron arrancadas; si
la muerte no podía separarme de una persona que me ama­
ba verdaderamente, entonces nada más podría.
¿Por qué estaba abierta a esta experiencia de la presen­
cia de Koert a través de la comunión de los santos, hasta el
punto en que sanó temores profundos en mi en lugar de sen­
tirme destruida por su muerte a causa de esos mismos temo­
res? El filósofo francés Gabriel Marce} escribió con frecuen­
cia acerca de relaciones continuas con los difuntos como uno
de los aspectos del misterio de la presencia. Marcel entendió
"presencia" como una vida compartida que es más profundá
que los dos que participan en ella, una realidad invisible que
puede existir entre dos personas que están geográficamente
distantes de la misma manera en que puede estar dolorosa-

158
mente ausente entre dos personas que están en la misma ha­
bitación. Marce! creyó que hasta el punto en que seamos ca­
paces de una presencia auténtica con nuestros seres queridos
vivos, también seremos capaces de tenerla después de que
éstos hayan muerto.4
Cuando era una niña pequeña mis amorosos abuelos
me enseñaron a reconocer la presencia de Dios en la natura­
leza, y emplee muchas horas mirando árboles y sentada cer­
ca del mar sabiendo que alguien me estaba amando a través
de las olas y el sol. Creo que estas experiencias tempranas de
la naturaleza me enseñaron cómo escuchar y estar realmen­
te presente para un amigo que estuviera conmigo, para luego
llegar a conocer la presencia de Koert cuando él y yo
vivíamos a mil millas de distancia. Porque yo había aprendi­
do a recibir la presencia de Dios en la naturaleza y en los
amigos tanto cercanos como distantes, para el tiempo en que
Koert se murió, yo había hecho lugar dentro de mí misma
para su presencia aun desde el otro lado de la muerte. Yo
sabía que después de su muerte, igual que antes, él estaba
prometiendo ayudarme y dándome poder para ayudar a
otros.
En los tres años que han pasado desde su muerte, he en­
contrado que Koert ha mantenido su promesa de ayudarme
y de darme poder para ayudar a otros. En forma muy clara
he sentido su ayuda en mi relación con Matt y Dennis, a
quienes conocí a través de Koert. Yo había hecho un proyec­
to de investigación con Koert para el fibro que él quería
escribir sobre los efectos espirituales y psicológicos del abor­
to. Como parte de mi investigación, él sugirió que les escri­
biera a Matt y a Dennis para preguntarles sobre su experien­
cia en orar en la Eucaristía por bebés abortados. Koert mu­
rió antes de escribir su libro, y hemos usado una parte de la
investigación que yo hice para él en el capítulo 7 de este
libro. Después de mucha correspondencia, finalmente
conocí personalmente a Matt y Dennis cinco días después de
la muerte de Koert. Sentimos una mutua e inmediata reso-

159
nancia, y nuestra amistad y trabajo compartido comenzó a
desarrollarse rápidamente.
Unas semanas después de conocernos, experimenté una
crisis de duda sobre mí misma y lo que se estaba desarrollan­
do. Temía que no estaba lo suficientemente madura espiri­
tual y mentalmente para trabajar tan íntimamente con
Matt y Dennis. Pensé en algunas otras mujeres con quienes
ellos habían trabajado y me sentí como una niñita asustada
en comparación con ella. Mi director espiritual y amigos
íntimos me animaron, pero el punto decisivo llegó una
noche a través de un sueño. Sentí que Jesús me decía que
Koert todavía era un canal de su amor por mí y que yo debía
pedirle ayuda. Sentí la presencia de Koert al lado de Jesús, y
le pedí a Koert que intercediera por mí. Esa noche tuve un
sueño en el cual yo iba en un carro camino a la casa de Koert.
Nos encontramos con varios desvíos pequeños y tuvimos
demoras que debían hacer que temiera que iba a llegar tar­
de. En vez de eso, cuando se presentó cada demora, sentí
una seguridad muy calmada de que llegaría a la casa de Ko­
ert a la hora correcta. Cuando me desperté, mis dudas se
habían disipado. Sentí que el mensaje del sueño era que el
Señor me confiaba a Matt y a Dennis a pesar de mis áreas de
inmadurez, y que me ayudaría a crecer para poder llegar a
donde necesitaba hacerlo en el momento preciso. Durante
los tres años que han pasado desde entonces, conforme fui
madurando en mi trabajo y mi relación con Matt y Dennis
se ha desarrollado, han habido varios momentos en los
cuales he dudado si estaba lista para el siguiente paso. Cada
una de estas veces he sentido la presencia afirmativa de Ko­
ert, he recordado el sueño y nuevamente he sentido una ola
de seguridad.
Al igual que me ha ayudado a crecer en lo personal,
también he experimentado que Koert continuamente me
enseña y me ha dado la habilidad para ayudar a otros. Poco
después de morir Koert, estaba orando con un amigo mu­
tuo. Al orar sentí que Koert también oraba con nosotros.

160
Recuerdo cómo el aire en su oficina siempre parecía estar
como lleno de una presencia o profundida espirituaf, como
si estuviera llena de mucha gente que amara a Jesús. Yo sentía
que una completa tradición filosófica y espiritual respalda­
ba a Koert, misma que había aBmentado su comprensión
sobre cómo una persona nace únicamente a través del don
del amor que afirma. Me di cuenta de que así como Koert
continuaba ayudándome desde el otro lado de la muerte,
también muchas personas me habían ayudado. El estaba si­
tuado al final de una larga línea de personas sabias y amoro­
sas, cada una inspirada por la intercesión de otros que se
habían ido antes. Vi cómo cuando Koert se dedicó a mí
también quiso incluirme en todas las fuentes de las que éf
había recibido alimento. Yo también me situé en la misma
corriente o canal del amor de Dios que le había dado la ha­
bilidad a Koert y todos los que estaban detrás de él, estarían
ahora también detrás de mí. Después de esa oración, noté
una gran diferencia en mi ministerio. Empecé a tener uri
sentido mucho más seguro acerca de qué personas estaban
sufriendo a causa de la falta de amor incondicional, qué tan
seria era la privación y su calidad particular dentro de esa
persona. Cuando yo oraba con alguien, comenzaba por co­
nectarme con esa corriente especial del amor de Dios y de su
sabiduría la cual le había dado poder a Koert y le pedía no
sólo a él sino a todos los que estaban situados detrás de él que
intercedieran por la persona. Desde que he estado orando
por gente en esa forma, noto una sanación más rápida y más
profunda.
La muerte de Koert me enseñó que nada nos puede se­
parar de aquellos a quienes Jesús ha enviado para amarnos,
ni siquiera la muerte. No sólo estaba Koert allí para mí, sino
que estaba ahí en la manera más específica en que yo más lo
necesitaba. EI Padre George Maloney escribe:

Todos los que creen en Jesucristo son miembros vivos de


su cuerpo y esta presencia para cada miembro trascien-

161
de las limitaciones temporales y espaciales de su exis­
tencia imperfecta en esta tierra. Milton expresa esta
creencia: "Millones de criaturas espirituales caminan
sobre la tierra sin ser vistas, tanto cuando estamos dor­
midos como cuando estamos despiertos." ...Aunque sus
seres queridos no rivalicen la santidad de los grandes
Santos, todavía están íntimamente unidos a usted por
el don de Dios de que le dieran su amor. El poder de
Dios todavía trabaja en ellos, dándoles lealtad hacia us­
ted la cual los empuja a ayudarle en cada necesidad, de
la misma forma en que deseaban hacerlo cuando vivían
en la tierra . Si usted toma esta antigua doctrina de la
comunión de los Santos seriamente, usted será capaz de
caminar y hablar con sus seres queridos que se han ido.
El amor de Dios en ellos que aún los une íntimamente a
usted se convierte en "onda de longitud" muy pode­
rosa por la cual ellos pueden comunicarse con usted.
Entre más grande su amor por ellos, más grande será la
comunicación.5

Me encuentro que entre más me abro al misterio de la


comunicación de los Santos por la cual Koert puede conti­
nuar "caniinando y hablando" conmigo aunque ya no esté
físicamente presente, menos temo a la separación y al aban­
dono en todas las áreas de mi vida. Sabiendo que Yo estoy
eternamente unida a seres queridos a través de Jesús sana mi
miedo tanto a vivir como a morir.
Este misterio de unión eterna también amplía mi con­
ciencia de cómo puedo extender el amor de Dios a otros de
la misma manera en que me ha sido extendido a mí. Cuando
vi que no sólo Koert estaba ahí para mí sino también todos
aquellos que estaban detrás de él me sentí como si hubiera
sido "injertada" a su herencia espiritual y que formaba par­
te de todo lo que se le había dado a él. Me di cuenta de que
cuando amo y oro por otra persona, no soy sólo yo la que
amo y oro, sino todos aquellos que están detrás de mí.

162
Por ejemplo , mi amiga Ann me 11am6 recientemente
para pedirme oración desde su casa que está situada a una
distancia de mil millas. Ann siempre ha tenido una sensa­
ción de opresión, como si algo lúgubre pesara sobre ella y
una gran incertidumbre sobre si ella realmente estaba vi­
viendo en la luz de Dios. Ella se aterraba cada vez que se
mencionaba algo relacionado con lo demoniaco. Ann supo
que sus antepasados Irlandeses fueron druidas que habían
practicado la brujería y el sacrificio humano. Tan pronto
como descubrió esto, estuvo segura de que el peso de la lu­
gubrez que había cargado siempre procedía de su herencia
de brujería. Poco tiempo después de haber descubierto estos
hechos sobre sus antepasados, Ann asistió a un retiro con un
grupo donde ella compartió su descubrimiento de una cier­
ta dinámica que existía dentro del grupo. Uno de los
miembros del grupo se asustó y se mostró disgustado ante las
palabras de Ann y la fustigo acusándola de bruja, lo que
Ann precisamente más tem ía. La incertidumbre de ella de
saber si realmente pertenecía o no a Dios aumentó y se vol­
vió más intensa, y fue en este momento que me llamó a pe­
dir oración.
Al preguntarle a Jesús cómo debía orar por Ann, pen�é
en una de las fuerzas de mi propia herencia espiritual. To­
dos mis antepasados son Judíos, con una antigua tradición
de monoteísmo y una gran aversión hacia la brujería.
Siempre me he sentido cómodamente enraizada con Dios y
protegida de cualquier tentación de brujería u ocultismo.
Sentí que Jesús me decía que cómo yo amo· a Ann como a
una hermana, podía compartir con ella la fortaleza de mi
herencia espiritual. Así que empecé mi oración por Ann pi­
diendo la intercesión de todos mis antepasados que tenían
un amor sincero hacia Dios, empezando por Abraham. Pedí
que Ann fuera injertada dentro de mi herencia espiritual de
tal manera que compartiera toda su fuerza y estuviera abri­
gada bajo su protección de toda brujería. Pedí que Ann su­
piera con tanta certeza como yo que estaba enraizada en

163
Dios y que habitaba en su luz. Pedí que sus antepasados
fueran tocados y sanados de las heridas e ignorancia que los
había orillado a la brujería y que recibieran lo que necesita­
ran de parte de mis antepasados. También pedí que Ann y
sus ancestros estuvieran protegidos de cualquier cosa negati­
va en mi herencia, y recibieran únicamente lo que Jesús
sabía que les daría vida.
Cuando hablé con Ann varias semanas después de esta
oración, me mencionó todos los cambios que había experi­
mentado. El día después de que oré por ella notó que la sen­
sación de opresión que siempre había sentido se estaba le­
vantando y sintió una nueva seguridad de que pertenecía a
Dios. Desde ese día, se dio cuenta de que las palabras "El so­
lo y verdadero Dios" venían a su mente -palabras que yo
no había usado con ella-y con estas palab ras un nuevo in­
terés y amor por el Judaísmo y los Judíos. Ann encontró que
su corazón abrigaba un nuevo deseo por la Eucaristía como
un sitio de donde ella podía ser alimentada por este ''único y
verdadero Dios", cuando antes había asistido a misa más
que nada porque pensaba que tenía que hacerlo. El miedo a
lo demoniaco de Ann desapareció conforme sintió una
nueva cor.fianza de que la lugubrez no podía poseerla. Se
sintió menos atemorizada ante la presencia de la persona
que la había acusado de estar aliada con lo demoniaco, y
unas semanas después espontáneamente Ann invitó a esta
persona a que almorzara con ella. Ann trabaja como psico­
terapeuta cristiana y siempre había evitado orar con sus
clientes por liberación porque estaba insegura de su derecho
a enfrentarse con las fuerzas del mal. Ahora Ann por prime­
ra vez podía orar por liberación y encontró que esta era una
experiencia que la llenaba de paz. Ann sintió una nueva li­
bertad para salir y usar todos sus dones de discernimiento
porque ahora se sentía más cómodamente enraizada en la
luz protectora de Dios. Cuando Ann me habló de todos estos
cambios, sentí que el Señor había respondido mi oración

164
usando una fuerza en mi línea de comumon de los Santos
para bendecir a Ann y redimir una debilidad en la suya.*
Así como un grupo de personas fallecidas como mis an­
tepasados pudieron dar vida a una persona como Ann, así
también una sola persona fallecida puede dar vida a una co­
munidad entera. Vimos esto cuando nosotros tres visitamos
la población Guatemalteca de Santiago Atitlán. Aunque el
ejército ha destruido muchas poblaciones indígenas vecinas,
evita enfrentamiento con la resistencia de Atitlán. Los in­
dios afligidos por la pobreza no se resisten con armas sino
con un mártir, el Padre Stan Roether. Durante sus trece
años como su pastor, él aprendió a hablar con fluidez el
difícil lenguaje de los indios y enseñó a la gente un nuevo
respeto por su herencia indígena. Estableció escuelas y co­
operativas y trabajó por la justicia social, a pesar de las ame­
nazas de muerte de aquellos que querían a los indios sumisos
en lugar de indios levantados con dignidad y buscando justi-

• Es importante hacer una distinción entre mi apertura a Koert y la de Ann a


mis antepasados, y espiritismo comentado en el capítulo 3. La pregunta clave que
debe hacerse cuando uno se abre a la influencia de los muertos es si dicha apertura
lo acerca más a Jesús. A través de amba� experiencias de oración, hice varias co;as
que ayudarían tanto a Ann como a mí a acercarnos má� a Jesús. Primero me dirigí a
Jesús antes de dirigirme a cualquier persona y después lo dejé que me guiara, en un
caso a Koert y en el otro a mis antepasados. Segundo, continué enfocándome sólo
en la persona fallecida porque tenía la sensación de la presencia permanente de Je­
sús. Si yo me hubiera abierto a una persona fallecida que aún no estuviera lo sufi­
cientemente sanada como para ser canal del amor de Jesús, hubiera notado una cre­
ciente disonancia entre mi sensación sobre la presencia de esa persona y mi sensa­
ción sobre la presencia de Jesús; una señal de que el Espíritu en esa persona pro­
bablemente no era el Espíritu de Jesús. Tercero, en ambos casos los frutos de las
oraciones fueron un grande amor más por sí mismo, Dios y otros -un símbolo de la
presencia de Jesús. Si al principio, en medio y el final de una oración todos condu­
cen a una hamhre más profunda por Jesú� entonces los difuntos están mediando an­
te la presencia y el amor de Jesús. Si la oración conduce a la ansiedad. desaliento,
falta de fe. e.�peranza o amor. entonces los difuntos no e:-tán mediando ante la pre­
�ncia y el amor de Jesús sino que más hien deben ser atraldos más profundamente
dentro del amor y perdón sanador de Dic.. antes de que puedan ser intercesores me­
diadores. Ver también el Apéndice B, parte II en el cual el Dr. Dou�las Schocnin­
ger compara criterios para relaciones sana., c..•on los difuntos con aquellos para una
rclacic'in sana con cualquier persona vi\'a.

165
cia. Finalmente, en Julio 28 de 1981, un batallón de la
muerte paramilitar asesinó el cuerpo del Padre Stan mas no
destruyó su visión. Aunque las autoridades habían prohibi­
do toda clase de reuniones, los aldeanos se levantaron al
unísono para expulsar al ejército.
Cuando la familia del padre Stan pidió que su cuerpo
fuera enviado de regreso a los Estados Unidos, los indígenas
estuvieron de acuerdo pero sólo después de que hicieron
arreglos para quedarse con su corazón. También pudieron
quedarse con el ataúd de fabricación casera, ya que éste no
llenaba las C>-Specificaciones de las aerolíneas. Así que cada
año en su aniversario, proclaman de nuevo su libertad en un
desfile que está prohibido llevando el ataúd del Padre Stan y
con los gritos "El ha resucitado". Y a diario, cuando algún
aldeano necesita del valor del Padre Stan, va a la Iglesia del
pueblo a orar y a tocar el corazón que está conservado allí.
Lo que el Padre Stan no pudo obtener en su vida lo logró con
su muerte porque aquellos a quienes amaba acogieron su co­
razón. Así con el valor resucitado del Padre en sus corazo­
nes, los indígenas de Santiago de Atitlán continúan con la
visión y los proyectos sociales por los cuales murió el Padre
Stan.
Cuando Stan Roether falleció, la gente de santiago de
Atitlán tuvo que enfrentarse a la misma alternativa que los
discípulos de Jesús: vivir con temor detrás de puertas cerra­
das o ser llenos dél poder de su Espíritu. Los Stan Roethers y
nuestros seres queridos fallecidos que vivieron como Jesús
nos capacitan a través de su Espíritu, de la misma forma qúe
el Jesús resucitado dio poder a sus discípulos al enviarles su
Espíritu. Porque Koert me ama, continúa viviendo conmigo
'del otro lado de la muerte y compartiendo conmigo todo lo
que tiene. Porque yo amo a Ann, puedo vivir con ella a mil
millas de distancia y compartir con ella todo lo que tengo.
Porque el Padre Stan Roether amó la gente de Santiago de
Atitlán, su valeroso corazón no sólo descansa en la Iglesia

166
del pueblo sino que vive dentro de cada indígena. Como di­
jo San Juan de la Cruz, "El alma vive donde ama".6

Oración para vivir con un ser querido


a través de la Comunión de los Santos

Cuando San Pablo escribió su carta a los Efesios, inclu­


yó una oración que expresó su deseo de vivir con "Los San­
tos" en Efeso a través del amor que une a toda la comunión
de los Santos:

Por esta razón doblo mi rodilla ante el Padre, de quien


recibe su nombre toda familia tanto en el cielo como en
la tierra. Pido al Padre que de su gloriosa riqueza les dé
a ustedes interiormente, poder y fuerza por medio del
Espíritu de Dios, y que Cristo viva en sus corazones por
la fe. Así ustedes, firmes y con raíces profundas en el
amor, podrán comprender con todos los creyentes cuán
ancho, largo, profundo y alto es el amor de Cristo. ·Pi­
do, pues: que conozcan ese amor, que es mucho más
grande que todo cuanto podemos conocer, para que es­
tén completamente llenos de Dios.
¡ Y ahora, gloria sea a Dios, que tiene poder para
hacer muchísimo más de lo que nosotros pedimos o
pensamos, por medio de su poder que actúa en no­
sotros. Gloria a Dios en la Iglesia y en Cristo Jesús, por
todos los siglos y para siempre I Así sea (Ef 3: 14-21).

Dios mío muéstrame cuál de mis seres queridos falleci­


dos se arrodilla con San Pablo ante ti y reza esta oración
conmigo. Permíteme abrir mi corazón para recibir su bendi­
ción al unirme a ti y a mi ser querido al rezar esta oración.
Dios mío, muéstrame todas las maneras en que me has
bendecido a través de mi linaje familiar. ¿Quién necesita re-

167
cibir esa bendici6n que tengo especialmente para dar? Per­
mite que todos mis antepasados que pueden mediar esa ben­
dición se unan a mí al rezar esta oración contigo por la per­
sona que más la necesita.

168
Conclusión

Yo soy tu1 Dios de los Vivos y no de


los Muertos
Vivir para ser siempre digno de Dios
es seguro la forma más positiva
de estar con nuestros difuntos.

No debe haber ninguna duda


que por su parte
no han perdido nada
de su afecto por nosotros
mismo que merecía vivir eternamente.

Debemos por lo tanto estar segurqs


de que su deseo por una íntima unión con nosotros,
una unión en un a�or perfectamente verdadero,
es más grande que nuestro propio deseo de ella.
Porque ellos están en Dios
que es el mismo Corazón del amor.

Pero podemos aproximarnos hacia este amor Divino,


porque es en Dios "que vivimos,
nos movemos y existimos".
También nosotros estamos en Dios, aunque aún no
tan completamente como ellos -Dios está en nosotros.

Pero Dios es el cielo de las almas fieles.


Por lo tanto el cielo está en nosotros.
en cuanto Dios está ahí.
No podemos concluir entonces que nuestra alma

171
es un santuario de las almas santas
de la misma forma que es un templo de Dios?

No estamos justificados
al pensar que lo llevamos
(hasta cierto punto) dentro de nosotros
y que ellos están incomparablemente más cercanos
a nuestra alma
que el bebé pequeño
del cual ella es el tabernáculo
está cerca al corazón de su madre?

Cristo sobrepasó nuestras más osadas esperanzas


al hacer la cohabitación mutua
de las Personas Divinas
la unión de nuestra mutua intimidad
"Que ellos puedan ser uno,
como Tú y Yo somos uno".

No puede haber consuelo más seguro


que esta comunión activa y santificante
con nuestros seres queridos
en una intimidad que aumenta continuamente
al hacerse más íntima nuestra unión con Dios.

Dios no nos los ha quitado;


El los ha escondido en Su Corazón
para que así estén más cerca al nuestro.

"Dios no es un Dios de los muertos


sino de los vivos".

De The Splendor oj the Liturgy


por Maurice Zundel, publicado por
Sheed y Ward

172
Apéndice A

¿Y del infierno qué?


¿Cómo un Dios amante puede
enviar a alguien allí?
(Punto de vista bíblico)
Mucha gente puede leer varios pasajes de la Biblia acer­
ca del Juicio de Dios y dudar si la visión que Hilda tuvo de
Dios dándole la bienvenida a su hijo después de su suicidio
(Cap. 5) tiene algo de verdad o simplemente es la racionali­
zación de la esperanza. Pueden preguntarse aún con mayor
razón cuando descubren que Robert, desde que su padre le
corrigió delante de sus compañeros cuatro años antes se
encerró en su cuarto. Constantemente usó un lenguaje muy
abusivo diciéndole a su mamá, "Tú y Dios pueden irse al in­
fierno".
Muchos pasajes de la escritura pueden sugerir que a
Robert lo espera un juicio vengativo. Por ejemplo, Mateo
5:22 nos dice que el lenguaje insultante tal como el que Ro­
bert usaba hacia su Madre haee que él esté "expuesto al
fuego del infierno o sobre no perdonar ¿pueden ser reales y
de un lenguaje tan abusivo contra Dios es razón para que Je­
sús nos desherede delante del Padre en los Cielos. Y todavía
otros pasajes como Mateo 6: 15 dicen que a menos que Ro­
bert perdone a su Padre, "Dios Padre no perdonará sus fal­
tas tampoco". Declaraciones tales como enviar la gente al
fuego del infierno o sobre no perdonar ¿pueden ser reales y
verdaderas sobre cómo actúa Dios?
La pregunta que deberíamos hacer es: ¿Cuando un
amante nos amas más, él/ella nos desheredería, nos enviaría
al infierno, o no nos perdonaría? Ya que Dios nos ama por Jo
menos tanto como la persona que más nos ama, ¿no actuaría
al menos en la misma manera amorosa que esa persona? Pa-

175
ra entender cómo Dios nos ama y lo que pueden significar
los pasajes anteriores para Robert, debemos oír dichos pa­
sajes tal como fueron expresados por un Dios amoroso usan­
do un lenguaje que solamente puede ser entendido apropia­
damente por otro amante.

Dios usa el lenguaje de los que se Aman

Los pasajes bíblicos no pueden ser entendidos hasta que


podamos comprender el lenguaje de los amantes. El lengua­
je que se refiere al castigo es particularmente mal entendi­
do. El castigo puede entenderse más fácilmente cuando es
terapéutico, como una Madre que le dice a su niño qt·e apa­
renta estar cansado, "si no dejas de estar molestando tendré
que enviarte a tu cuarto a tomar una siesta.,. Pero ¿qué ocu­
rre cuando los que se aman se amenazan con castigos venga­
tivos o con un castigo que no es terapéutico, como cuando
Dios habla de desheredarnos, enviándonos al infierno o que
no nos perdona?
El mes pasado dos de mis amigos me ayudaron a enten­
der lo que los amantes como Dios quieren decir cuando usan
un lenguaje que amenaza con un castigo de carácter negati­
vo. Un amigo, Terry, esperaba pacientemente a que James,
su hijo de tres años, guardara sus juguetes para que éste pu­
diera hacer lo que más le gustaba, o sea, ir a hacer las
compras semanales con su papá. Pero James, ansioso de irse,
se detuvo después de haber recogido únicamente la mitad de
sus juguetes. Terry le dijo: "James, si no recoges tus ju­
guetes, papito tendrá que dejarte y esto le partiría el cora­
zón". James, con temor a que lo dejaran solo en su casa, re­
cogió el resto de los juguetes y minutos después estaba de ca­
mino a hacer las compras. Ya que Terry deseaba que su hijo
lo acompañara, había usado lenguaje de separación ("si no
recoges los juguetes, papito tendrá que irse sin ti") que invo­
lucraba castigo (que James se quedara solo en su casa).

176
La otra amiga, Annette, usó un lenguaje de separación
con implicación de castigo cuando trataba de que su an­
ciano padre se fuera a vivir a su casa con ella. Una vez al
mes Annette viajaba a visitar a su padre ya senil, sólo para
encontrar que su cuerpo se deterioraba lentamente debido a
la mala nutrición. Por meses ella había tratado de conven­
cerlo que se cambiara de la casa donde él había vivido por
cuarenta y siete años. Pero su padre no parecía oír nunca es­
ta solicitud hasta que un día ella dijo: "Papá, si no te cam­
bias ahora, no volveré el mes entrante. Me muero cada vez
que te veo así". Minutos después el papá de Annette tenía
sus maletas preparadas. Finalmente se había decidido a ce­
der al deseo de su hija de que se fuera a vivir a su casa. Tanto
Annette como Terry habían usado lenguaje que implicaba
un castigo vengativo con el fin de decirle a alguien a quien
amaban, cuánto querían que esa persona estuviera con ellos.
Cuando los que se aman usan lenguaje de castigo ven­
gativo, lo que aparentemente suena como castigo por vengan­
za (V.g. "Te voy a dejar en casa" o "No voy a volver el mes
próximo") no es en verdad un indicador confiable de lo que
va a suceder. Terry nunca hubiera dejado solo a su hijito de
tres años; Annette tenía todas las intenciones de regresar ca­
da mes (ella me dijo que hubiera ido semanalmente a ver a
su padre si éste no se hubiera cambiado). El castigo vengati­
vo amenazador es dado no porque la persona tenga inten­
ción de llevarlo a cabo sino únicamente para indicar cuán
importante es obedecer para que puedan amarse más. Así
también Dios no tiene intención de llevar acabo sus amena­
zas de castigo tales como desheredarnos, mandarnos al in­
fierno contra nuestra voluntad o que no nos perdone. Más
bien nos amenaza para que sepamos qué tan importante es
obedecer lo que él nos pide para que podamos amarnos más.
Un ejemplo de tal amenaza vengativa sería Mateo 6:15.
En ese pasaje Jesús nos dice, "Si no perdonan a otros, su
Padre Celestial no les perdonará sus faltas tampoco". Nos
amenaza con no perdonarnos sólo porque Jesús quiere su-

177
brayar la- importancia de su mandamiento de perdonar a
otros y no porque tenga intención alguna de no darnos su
perdón que es concedido siempre aun antes de que nos arre­
pintamos. El perdonar a los demás es importante porque
cuando no perdonamos a alguien, todas nuestras relaciones
se ven afectadas y estamos menos abiertos a dar y recibir
amor a Dios y a los .demás. Jesús quiere que perdonemos
porque desea que estemos cerca a El y a aquellos que él nos
mandó para que nos amaran. Más aún, el negar el perdón
haría de Dios un hipócrita, ya que él constantemente nos es­
tá diciendo que perdonemos inmediatamente y en forma in­
condicional. Los castigos vengativos amenazados ( no así los
terapéuticos) no son para tomarlos literalmente, de la mis­
ma forma que no tomamos literalmente lo que dijo Terry de
que su corazón se le partiría si James no hubiera recogido los
juguetes; o no tomamos Hteralmente lo que Annette dijo de
estarse muriendo cada mes cuando veía a su padre deterio­
rarse.1 No sólo el castigo de venganza sino palabras como
"eterno", "fuego" e "infierno" no deben tomarse literalmen­
te sino que la mayoría de las veces se utilizan como imáge­
nes. Aunque el infierno sí .existe como un estado posible, no
podemos entender tal estado a menos que entendamos las
imágenes usadas para describirlo.
La prueba para descubrir si estamos entendiendo apro­
piadamente un pasaje Bíblico es hacernos la pregunta,
"Cuando alguien que me ama me está amando al máximo,
¿actuaría de esta forma? Si es así, tal vez entendamos el pa­
saje. Si no, probablemente estamos cometiendo un error,
como tomar literalmente algo que en realidad se ha preten­
dido que sea una imagen. Jesús pasa gran parte de su vida
tratando de mostrarles a los sacerdotes, escribas y fariseos
que las Escrituras hablaban un lenguaje de amantes el cual
con frecuencia mal entendieron al interpretarlo literalmen­
te. Por ejemplo, Jesús luchaba constantemente con ellos
cuando interpretaban la ley y los castigos de venganza en
forma literal, lo que se relacionaba a cosas como que guar-

178
daran los sábados o las reglas sobre la limpieza. Por lo tanto,
Jesús siempre tenía problemas con ellos por actuar en algo
como sanar a los enfermos en sábado, o tocando a un lepro­
so. A través de todos los siglos, el hecho de interpretar lite­
ralmente las Escrituras ha conducido a muchos abusos, tales
como el encarcelamiento de Galileo o el apoyo a la esclavi­
tud.
Tal vez la vez en que Yo (Dennis) observé el abuso más
grande al leer toda la Escritura literalmente fue el día que
fui llamado a la cárcel a visitar a mi amigo Bill porque
había intentado sacarse un ojo. Cuando llegué a ver a Bill,
los guardias le habían encadenado los brazos y lo habían
confinado en una celda aislada porque creían que estaba lo­
co. Vi su camisa ensangrentada y le pregunté por qué había
tratado de sacarse el ojo. El me repitió a Mateo 5:29, ''y si tu
ojo derecho te hace pecar, arráncalo y lánzalo fuera; porque
te hará menos daño perder una parte de ti que enviar tu
cuerpo completo al infierno". En ese momento me llamó la
atención qué tan loco se había vuelto Bill para tomar la pri­
mera parte de ese pasaje, "y si tu ojo derecho te hiciera pe­
car, sácatelo y arrójalo fuera" de forma tan literal. Pero
luego me di cuenta que había pasado los primeros veinte
años de mi vida actuando de una manera tan desequilibrada
como esa, porque había tomado la segunda parte de ese pa­
saje, que Dios enviará al infierno todo mi cuerpo, de una
manera tan literal. La verdad del asunto es que la instruc­
ción de sacarse el ojo no es para tomarla más literalmente
que la afirmación de que Dios arrojaría todo tu cuerpo al in­
fierno. Entonces ¿qué es lo que Jesús está diciendo en su
lenguaje de amante al usar imágenes tales como "el fuego
del infierno" o cuando amenaza con tales castigos como no
perdonarnos? En la historia de la otra vida del hijo pródigo,
podemos observar cómo le contesta Dios al hijo mayor quien
está en el proceso de escoger entre el cielo y el infierno.

179
El Hijo Mayor puede escoger el Infierno

Si la escritura puede poner a Robert en el infierno,


también puede situar al hermano mayor del hijo pródigo
ahí. Cuando Hilda me contó la historia de su hijo suicido
.Robert y de cómo por cuatro años éste había cerrado con
llave la puerta de su cuarto si su padre estaba presente, y de
cómo había utilizado lenguaje injurioso con su madre, sentí
su depresión y descorazonamiento. Pero la historia de Hilda
no es más angustiosa o descorazonadora que la historia que
nos cuenta Jesús acerca del hermano mayor del hijo pródi­
go. Aunque el hermano mayor se describe a sí mismo como
uno que ha servido fielmente, Jesús lo describe como muy
infiel a los deberes que la cultura oriental le asigna al hijo
mayor. De hecho, Jesús describe a éste fallando en mut!has
de las formas en que lo hizo Robert.
Aunque el hijo mayor no cerró su puerta como Robert,
éste se aisló de su padre al acceder junto al hijo pródigo en
el crimen imperdonable de tratar a su padre como si estu­
viera muerto. Uno de los principales deberes que el Talrnud
asignaba al hijo mayor era la de ser el reconciliador de la fa­
milia. El Talmud haría responsable al mayor de cualquier
fracaso en la comunicación como lo que sucedió cuando el
pródigo pidió y se le concedió su parte de la herencia. El
mayor no sólo se negó a ser el reconciliador, sino también la
aceptación activa de su propia parte de la herencia hubiera
asombrado al oyente. Pero eso no es todo. Como todos los
orientales sabían, otro deber primordial del hijo mayor era
salvaguardar la tan venerada hospitalidad oriental. En los
banquetes se esperaba que fuera el mayordomo, el respon­
sable de la hospi talidad. No sólo el hijo mayor rehusa ha­
cerlo sino que, lo que es peor, discute con su padre en públi­
co. Debido a la autoridad del padre, dicha acción no sólo
era una afrenta hacia una persona sino que también era un
crimen contra la cultura, la religión y la familia. Aquellos
que estudian la Cultura Oriental nos dicen que el insulto

180
público del hermano mayor propició un "rompimiento en la
relación entre el hijo mayor y su padre que es casi tan radi­
cal corno el rompimiento entre el padre y el hijo menor al
principio de la parábola" . 2 De hecho, los expertos en cultura
del medio oriente señalan un escrito donde un padre que fue
insultado en público por su hijo siguió lo que culturalmente
se esperaba de él y mató a su hijo. 3
Los oyentes de Jesús del medio Oriente podrían usar el
mismo pasaje bíblico que usamos con Robert para sugerir
que un juicio vengativo le espera al hermano mayor. Por
ejemplo, Mateo 5:22 nos dice que el lenguaje injurioso tal
como el que usó el hermano mayor con su padre lo hace,
"merecedor affuego del infierno". Más aún, Mateo 6: 15 di­
ce que a menos que el hermano mayor perdone al pródigo,
Dios Padre no le perdonará tampoco. Podríamos continuar
con otros pasajes sobre el infierno y los castigos que podrían
convenir a lo que hizo el mayor (v.g. Mat 8:12; 22:13; 25:41).
¿Pero qué significan sus castigos amenazados cuando van diri­
gidos al hermano mayor?
Aunque no sabemos si el hermano mayor va al ban­
quete eterno o no, supongamos lo peor. Supongamos que el
hermano mayor consideró la acción de su padre al recibir al
pródigo como la gota que derramó el vaso. Finalmente el hi­
jo mayor le dice al padre la verdad, "En lo que a mí respec­
ta, no quiero nada que ver contigo o con mi hermano y esa
es mi palabra final".
Si la decisión del mayor de verdad fue terminante, se
encontró a sí mismo en el caos que Jesús describe a través de
la imagen del "fuego eterno del infierno". Lo que es el caos
eterno del infierno probablemente puede ser mejor descrito
por cu�uiera de las personas asistentes al banquete eterno
del pródigo que se consideraba como el amigo más íntimo de
la famUia. Tal amigo recordaría las noches de insomnio y la
angustia sufridas por el padre que esperaba día a día el re­
tomo de su hijo pródigo. (Orígenes describe esta angustia
diciendo que mientras una sola persona permanezca en el

181
infierno, Dios permanece en la cruz).4 El amigo de la fami­
lia también recordaría la forma en que el padre saludó al
pródigo y sobre todo maravillarse de cómo éste se acercó
más al padre que nunca. Con este antecedente el amigo po­
dría comprender el caos del infierno especialmente al ver al
hermano mayor rehusarse a asistir al banquete. Si tal amigo
pudiera gritarle al hijo mayor, probablemente le diría; "¿no
ves la alegría que tu padre quiere compartir contigo? ¡Estás
loco al rehusartel Mira cómo te estás haciendo daño a ti mis­
mo, a tu padre y a tu hermano cada vez que rechazas la in­
vitación al banquete eterno". Pero en el infierno eterno el
hermano mayor no cambiaría sino más bien, escoge el caos
egocéntrico dentro de sí y proyecta tál caos hasta aquellos
que más lo aman. Así el infierno eterno es la descripción de
Jesús del sufrimiento que tiene lugar dentro del hermano
mayor, dentro de otros y de Dios cuando este hermano se es­
coge a sí mismo para siempre.
Aunque la iglesia sostiene que es una posibilidad que el
hermano mayor pudiera elegir tal infierno, la iglesia nunca
ha dicho que alguien haya tomado tal decisión o que alguien
llegará a hacerlo.5 ¿Cómo nos daríamos cuenta si una perso­
na ha escogido el infierno? Tal alternativa debe ser mirada
desde dos puntos de vista: el del hombre y el de Dios. En la
parábola del joven rico, Jesús hace énfasis en como se ve de
diferente la posibilidad de salvación desde el punto de vista
del hombre al de Dios. Cuando sus discípulos le pregunta­
ron a Jesús cómo al guien podría salvarse, Jesús dijo que des­
de el punto de vista humano era imposible, pero desde el
punto de vista divino todo es posible (Marc 10:27). Piet
Schooenenberg resume esta parábola al decir "El infierno es
una posibilidad dentro de nosotros y la redención es todavía
una mayor posibilidad dentro de D'ios".6 Cuando Hilda pen­
só por primera vez en su hijo cometiendo suicidio, lo pensó
únicamente desde el punto de vista del hombre. Pensó que
su hijo seguramente iría al infierno hasta que vio al Padre
ll�g�ílQQ�v»��¡¡, �l y entonces p udo considerar la cuestión

182
desde el punto de vista de Dios. De manera similar, la si­
tuación del hermano mayor se ve muy diferente cuando se
mira desde el punto de vista humano y desde el de Dios.

El Infierno desde el punto de vista del hombre

Cuando el hijo mayor dice a su padre, "Por lo que a mí


respecta no quiero tener nada más que ver contigo o mi her­
mano y esa es mi palabra final", desde su punto de vista él
podría estar escogiendo el infierno. El infierno, desde el
puntó de vista humano, es el permanecer atrapado en el
propio egocentrismo hasta el extremo de cerrarse hacia cual­
quier contacto de amor con Dios o con cualquier otra perso­
na. Desde este ángulo, el atascamiento del infierno es tal
que, al dejar sola a esa persona, ésta al igual que el hermano
mayor permanecería en ese estado de atascamiento para
siempre.
Desde el punto de vista del hermano mayor, puede des­
cribir el infierno como sigue:

El infierno es eterno. Es el fuego eterno. Es irrever­


sible. Está más allá de la libertad del hombre cambiar
esta decisión. El puede escoger el infierno en esta vida
terrenal. Su decisión es irrevocable en cuanto a sus po­
deres humanos para cambiarla. El infierno es la posibi­
lidad más real cuando el hombre puede escoger en esta
vida y es la frustración eterna.7

Así es que, desde su punto de vista, el hermano mayor


está probablemente en lo cierto al decir que no quiere nada
más con su padre y que su decisión es definitiva. Pero aun­
que piense así, "la decisión del infierno" del hermano mayor
probablemente no es definitiva hasta que Dios haya puesto
su parte. Conociendo las heridas y frustraciones que involu­
cran la decisión del hermano mayor, el padre decide honrar

183
tal decisión no mandando al infierno a su hijo, sino más
bien, adentrándose dentro de esa decisión y sanando las he­
ridas que hicieron que el hijo mayor escogiera el infierno.

El Infierno desde el pW1to de vista de Dios

Tal vez es muy importante notar la forma en que el pa­


dre manejó a su hijo mayor, que él no le pide que abandone
el banquete de la vida eterna. El mayor puede escoger no
entrar, y, al decidir quedarse alejado de su padre para siem­
pre puede inclusive empezar a escoger el infierno. Pero el
padre no juzga con venganza o le impone el infierno como
castigo. Al no perdonar nosotros juzgamos y nos podernos
colocar en un estado similar al infierno. Hasta que el herma­
no mayor perdone al pródigo y a sí mismo por ser infiel, pro­
bablemente continuará sintiéndose juzgado.
La ira enjuiciadora de Dios es generalmente una pro­
yección de la ira contra nosotros mismos. Afuera del salón
del banquete, la acción del padre trata de decirle al hijo ma­
yor, "Te amo y te aprecio; ven y entra". Pero el hijo mayor
interpreta la acción de su padre como si este dijera, "No te
aprecio. Voy a entrar al salón y te voy a abandonar".
Cuando el padre entra al banquete eterno, el hermano
mayor, que no ha perdonado al pródigo, puede encontrarse
en un estado similar al infierno y quizás imagine que el
padre le está dirigiendo las palabras de Mateo 6: 15: "Si no
perdonas a otros, tu padre Celestial no perdonará tus faltas
tampoco". Pero la verdad es que el padre le ha perdonado al
hijo la infidelidad al decirle de nuevo que "todo lo que tengo
es tuyo" (Luc 15:31). Que el padre no perdone (Mat 6: 15) no
es una declaración de cómo Dios actúa sino cómo una perso­
na como el hijo mayor proyecta hacía Dios lo que está den­
tro de sí mismo. Si nuestro enojo e� una reacción excesiva a
la "infidelidad" de otro, por ejemplo, hasta el punto de no
perdonarlo, es con frecuencia porque no podemos perdonar

184
la "infidelidad" dentro de nosotros mismos. Por tanto, "El
Padre no te perdona" no porque él no esté ofreciendo per­
dón, sino porque nosotros no nos perdonamos a nosotros
mismos y por ende, somos incapaces de recibir el perdón del
Padre. Aun el "imperdonable pecado contra el Espíritu San­
to'' (el rechazo del perdón de Dios dado a través de su Espí­
ritu) es sólo imperdonable porque no aceptamos la oferta de
perdón de Dios (Mar 3:28).
La inhabilidad para alguien como el hermano mayor
para perdonarse a sí mismo generalmente procede de heri­
das. Tal vez la más profunda herida de éste puede ser descri­
ta como abandono (Luc 15:29). Debido a la profundidad de
esa herida, sus raíces pueden remontarse hasta su niñez y el
abandono que sintió después de la muerte repentina de su
madre. O esas raíces pueden remontarse a los años de sentir­
se abandonado por Dios mientras luchaba contra obstáculos
insuperables como el hambre. La queja que le dirige al Pa­
dre de que se sentía como esclavo es probablemente la punta
del profundo témpano de hielo del abandono interior. Pero
para una persona que siente un abandono de tal magnitud
sería muy difícil amar y perdonarse a sí misma porque
usualmente él no puede hacer algo a menos que antes reciba
amor (1 Juan 4:19). Así, que no es sorprendente que el her­
mano mayor que se ha sentido abandonado continuamente
se "abandone" a sí mismo en lugar de enfrentarse. Por
ejemplo en lugar de enfrentar su propia infidelidad para
poder recibir la misericordia de Dios y de esta manera poder
tener misericordia de sí mismo, se aferra a la falsa imagen
de sí mismo siendo infiel (Luc 15:29).
Las heridas, a más de darnos una falsa imagen de no­
sotros mismos, también nos dan una falsa imagen de Dios.
Debido a todo el abandono que el hermano mayor experi­
mentó en su vida, es incapaz de entrar al banquete eterno
porque cree que Dios lo ha abandonado también. Pero hasta
que sus heridas sean sanadas, será como los discípulos depri­
midos en el camino a Emaús, que piensan que se han desen-

185
cantado de Dios, cuando en realidad sólo se han desencanta­
do con su falsa imagen de Dios como un Mesías político (Luc
24:22). Como probablemente ninguno de nosotros vivirá o
morirá sin heridas, todos somos como el hermano mayor que
necesitamos sanar ahora y en la otra vida.

Como el Hombre escoge el Infierno, Dios escoge Sanar

Si la persona que usted ama más empezara a escoger el


infierno, ¿qué haría? Aunque no podamos decir con certeza
lo que Dios hará cuando alguien empieza a escoger el infierno,
lo que sí sabemos es que será al menos tan amoroso como la
persona que más nos ama. Lo que da esperanza al conside­
rar la cuestión del infierno es que cuando una persona em­
pieza a escoger el infierno, Dios escogerá extender su sana­
ción a esa persona. Dios tiene tantas formas de extender su
sanación como tiene diferentes maneras de amar. Como las
formas de amar de Dios son infinitas, Dios tiene un número
infinito de escenarios a escoger al extender su sanación.
Aunque Dios tiene ese infinito número de argumentos para
dar su sanación, los siguientes cinco libretos cortos nos da­
rán un poco de la esperanza infinita que Dios tiene para sa­
nar a todos, incluyendo al hermano mayor, cuando él empe­
zó a escoger el infierno.

Primer libreto: Sanación por Dios como Terapista

Si como imaginamos, el hijo mayor se resiste a asistir al


banquete eterno y empieza a escoger el infierno, sabemos
que el padre lo buscará en todas las formas posibles, tal co­
mo lo haría cualquier amante y tal como lo hizo el padre con
el pródigo. La historia del hijo pródigo (especialmente Luc
15:25-32) describe una forma en la cual el padre, actuando
como un terapista sensible1 buscó a su hijo mayor. Primero,

186
el padre escuchó compasivamente mientras su hijo mencio­
nó todos sus senúmientos de enojo en lo que se refería al pró­
digo. Al escucharlo, el padre no lo condenó o lo culpó ven­
gativamente, sólo prometió seguir amándolo aunque nunca
cambiara. Si el hijo mayor continúa escogiendo él infierno,
tal vez el que el padre continúe escuchándolo permita que el
hijo mayor trate de salir y sane las heridas que lo encamina­
ron a decidir el infierno.

Segundo libreto: Sanando a través de Dios pennitiéndose


a sí mismo ser vencido físicamente

El estudioso de las escrituras Kenneth Bailey, ha escrito


su propio final a la historia del hijo pródigo, en una obra ti­
tulada "Dos hijos no tengo" 8 En la siguiente conversación,
Bailey sugiere cómo el padre llega a la conclusión de que la
única forma de abrir el corazón de su hijo mayor es ir, libre
de protección, hasta su hijo enojado aun a sabiendas que és­
te lo golpearía.

Padre: La disciplina acarreará más rebelión. El perdón


no cambiará nada...'Si me golpea, tal vez enton­
ces verá su rebelión tal como es en realidad.

Alcalde: Pero usted no debe hacer esto. Puede resultar he­


rido.

Padre: ¿Mi sufrimiento será peor del que ahora tengo


que soportar? ¿Mi corazón está descansado con él
en rebeldía lejos de mí? 'Me voy, mis amigos.

Pocos minutos después de que el padre se va, el sacer­


dote y el alcalde escuchan el sonido de una vara golpeando
un cuerpo. Cuando el alcalde le pregunta al sacerdote qué le
sucederá ahora al hijo mayor, el sacerdote da la siguiente in­
terpretación esperanzada.

187
Yo creo que se arrepentirá. Por primera vez verá que su
orgullo en realidad significaba que secretamente desea­
ba la muerte de su padre. Estará impactado por lo que
ha hecho, especialmente cuando sepa que su padre vino
a verlo a propósito, a sabiendas de lo que pasaría. En
un instante se dará cuenta de que la vara debería baber
estado en la mano de su padre. El verá que no nay nada
que pueda hacer para reparar sus actos. Esto lo condu­
cirá a un arrepentimiento con el corazón destrozado.
Ahora podrá ver algo de la intensidad del amor de su
padre. Cuando la rebelión quede apagada en él, confe­
sará su indignidad y se arrepentirá. ¿No lo cree así, al­
calde?

Si es que estamos tan esperanzados como el sacerdote o


no, lo que sí sabemos es que el padre tratará de por todas las
maneras posibles sanar a su hijo mayor. Las posibilidades
creativas del amor de Dios están más allá de lo que podamos
imaginar, de la misma forma que la muerte y resurrección
de Jesús estuvieron más allá de la imaginación de los Judíos
que habían esperado a su salvador.

Tercer libreto: Sanando a través de la Cruz de Jesús

El teólogo y obispo Anglicano, John A. T. Robinson


ofrece otro posible escenario de cómo Dios puede haber mi­
nado la resistencia del hijo mayor demostrando su amor .sa­
crificado. Imagínense que el hijo mayor camina por el sen­
dero que eventualmente conduce al infierno.

En algún lugar a lo largo del primer camino, cerca o le­


jos de su principio, el hombre se encuentra con alguien,
una figura inclinada bajo el peso de la cruz. "Señor,
¿por qué haces esto" cada uno de nosotros alguna vez
se ha pr��un t��Q. "Pw ti, p"rn prQb"r qu� DiQS t�

188
ama inmensamente". Ningún hombre puede indefini­
damente encontrarse con ese amor tan grande, espe­
cialmente en su amargo vacío y en la soledad del amor
propio, y seguir resistiéndolo. El hombre no perderá su
opción de resistir. El deseará, como un sediento febril
en el desierto, extenderse a beber esta agua vivificante.9

De nuevo, si Robinson está en lo correcto o no, de que ni


el hermano mayor ni nadie más puede finalmente resistirse a
un amor tan personalizado, lo que sí sabemos es que Jesús
buscará todas las avenidas posibles para sanar. Aunque no­
sotros y la Iglesia Católica creemos que existe una posibilidad
el escoger el infierno, Robinson demuestra que es tan poco
probable que alguien de hecho opte por tal alternativa.

Cuarto libreto Sanando a través del Exorcismo

¿Y si el hermano mayor está demasiado herido, dema­


siado enfermo para responder? ¿Existe alguna manera de sa­
lir de tal sufrimiento? Una persona que está rehusando el
amor de Dios, el cual es la misma vida, parece ajustarse a la
descripción del Dr. Yolles de una persona suicida, cuando él
dice que sólo una persona enferma puede ser orillada al sui­
cidio. La iglesia también está descubriendo que el sucidio
muy rara vez es un acto deliberado (pecado mortal) de sepa­
rarse de Dios. Como se mencionó previamente, las heridas
que consumen a una persona suicida pueden conducirlo a.
saltar de una ventana alta, no porque él quiera separarse
completamente de Dios sino porque todas las presiones de su
vida se sienten como llamas en un edificio que se está
quemando y que están a punto de consumirlo. Como nunca
podremos saber todas las presiones que había en la vida del
suicida o en la vida del hermano mayor, no tenemos ningún
derecho a condenar. De la misma manera en que interven­
dríamos para detener a una persona suicida, es probable

189
que Jesús también intervendría para tratar de detener la
conducta destructiva del hermano mayor. Nunca podremos
decir con certeza lo que Jesús haría tal vez en el más severo
de los casos, Jesús se encontraría haciendo una oración de li­
beración 10 o incluso un exorcismo igual que hizo con el ende­
moniado de Ger as a (Marc 5:1-21). El endemoniado se había
retirado hasta llegar a "tomar refugio entre las tumbas" y es­
taba tan herido y enfermo que le pidió a Jesús que lo dejara
solo (Marc 5:7). Nada, ni siquiera la separación o la posesión
pueden detener el poder sanador de Jesús si estamos abiertos
para recibirlo.

Quinto Libreto:
Sanando a través de la Comunión de los Santos

A través de la Comunión de los Santos, Jesús también ex­


tiende su sanación a una persona que empieza a elegir el in­
fierno. La Comunión de los Santos es el nombre dado a todas
las person as vivas y muertas que se encuentran conectad as
unas a otras al estar conectadas con Jesús. Porque, "si una
de l as partes es herida, todas las demás partes quedan heri­
das con ella" (Icor 12:26). Así, por ejemplo, todos los asis­
terttes al banquete de la otra vída pertenecen a la Comunión
de los Santos. Así que si hay algo entre el hermano mayor y
el padre, no sólo el pródigo sino todos aquellos en el ban­
quete se dolerán con el padre. Aquellos "Santos" en el ban­
quete crecen en amor de entrega y en su amor por Dios al
acercarse al mayor y a todos los que han sido quebrantad os,
ya sea que aún estén en la tierra o que hayan muerto y nece­
siten sanación.
No sólo los santos en el cielo sino también los Miembros
de la Comunión de los Santos en la tierra pueden entrar den­
tro del amor de Dios y dentro del infinito número de argu­
mentos que ofrecen sanación no soñada. Por ejemplo, la his­
toria de Edward en el capítulo 6 habla de una persona libera-

190
da de una esquizofrenia casi infernal cuando otros oraron por
sus antepasados. Cada vez que veo una forma tan nueva y
creativa de traer sanación a alguien, estoy consciente de que
apenas estoy empezando a penetrar en el número infinito de
formas creativas de sanación concedidas por Dios y todos los
Santos, cuando ellos ofrecen sanación a los difuntos. Durante
tal momento de conciencia, empiezo a saborear un poco más
la infinita esperanza que Dios y todos los Santos tienen para
sanar a todos, incluyendo a aquellos que como el hermano
mayor, han empezado a escoger el infierno.

Fuego eterno del Infierno


Una imagen de Sanación

Los argumentos infinitos con los cuales Dios decide ex­


tender su sanación pueden ser una parte de lo que quiere de­
cir la Escritura con "fuego eterno del infierno". Cuando Je­
sús habla de "el fuego eterno del infierno" está usando una
imagen para describir el caos de una persona completamen­
te separada de Dios. El usa esta imagen para describir tanto
el estado caótico de estar permanentemente desconectado
(dogmáticamente descrito como infierno), y el estado de es­
tar temporalmente aislado (dogmáticamente descrito como
.purgatorio). Muchos de los que siempre han pensado del
"fuego eterno del infierno" como referencia a un estado
JJermanente, tal vez se pregunten cómo es que puede ser
temporal. La clave está en comprender la imagen bíblica de
fuego lo mismo que las palabras bíblicas para "eterno (aio­
nios en Griego) y para "infierno" (gehenna en Hebrero).11
Jesús menciona "infierno" o la palabra hebrea gehenna
siete veces en el Evangelio de San Mateo, tres veces en Mar­
cos y una vez en Lucas. Gehenna era un valle en el sureste
de Jerusalén temido como maldito y asociado con fuego y
muerte porque los paganos practicaban sacrificios infantiles
en un santuario que estaba ahí. Así Jesús usó gehenna al

191
hablar del infierno porque sus oyentes Judíos habían escogi­
do gehenna como su imagen cuando hablaban de un lugar
de castigo para las almas de los malvados después de la
muerte. Cuando los oyentes Judíos de Jesús tales como el
hermano mayor lo oyeron hablar de los fuegos de gehenna o
infierno, significaba diferentes cosas para diferentes perso­
nas. Aunque el fuego era eterno, el castigo no siempre lo
era. Por ejemplo, la mayoría de los oyentes de Jesús que en­
tendían el Talmud y Midrash ponían un límite de doce me­
ses para todos exceptuando los más malvados que no sólo pe­
caban sino que hacían pecar a otros. Hasta las almas conde­
nadas en gehenna podían obtener la libertad a través de la
intercesión de los justos y por la recitación de oraciones tales
como el Shema. 12
No sólo "infierno" sino "eterno" era entendido por los
oyentes de Jesús como una imagen que podía describir un es­
tado temporal. George Maloney escribe: "Aunque los escri­
tos de la versión griega de los setenta (tales como el libro de
Daniel y los libros de los Macabeos) usan palabras como
"por siempre", "eterno" y "sempiterno" (ainios en griego),
el significado es una descripción popular para una duración
indefinida de un largo período de tiempo". 13 Así pues "por
siempre" o "sempiterno" es una imagen y de ninguna mane­
ra pretende ser solamente "un concepto metafísico de sin
fin, eternidad sin límites como lo entendemos hoy". 14 Karl
Rahner está de acuerdo con los estudiosos de la biblia como
J. L. McKenzie en que cuando se habla del infierno, Jesús
usaba "sempiterno" y tales palabras como una imagen. 15 Tal
vez lo más importante que debemos recordar es no solamen­
te que tales palabras como "sempiterno" y "por siempre"
son imágenes, pero que son imágenes habladas por un
amante. Para un amante, un día para el padre buscando a
su hijo pródigo perdido o al mayor perdido, puede parecer
"eterno". Después de la pérdida de mi abuelo, mi abuela di­
jo que para ella, un día le parecía más largo que los ante­
riores cincuenta y dos años de matrimonio. Recuerdo una
vez en que esperé dos horas por una llamada telefónica de

192
una persona con la que necesitaba reconciliarme. Esas dos ho­
ras parecieron como "eternas". Si el hijo mayor tomó la deci­
sión final de responder a las iniciativas sanadoras de su padre,
su sufrimiento sería literalmente el infierno eterno. Por otro
lado, el "fuego perdurable" de las Escrituras puede ser tam­
bién una imagen de cualquier tiempo que sea necesario para
que el hijo mayor completamente acepte la sanación de Dios
y de esta forma puede ser una imagen para los que describi­
mos como estado temporal de separación, como el purgato-
río.
Además de "infierno" y "sempiterno", "fuego" es otra
imagen física usada en el Nuevo Testamento. "Fuego" no
quiere decir llamas físicas que Dios creara para que aquellos
que sufrieran por las llamas pudieran hacer pago expiatorio
por sus pecados. Dios no es un juez vengativo sino un sana­
dor. Por lo tanto, fuego es una imagen del amor de Dios el
cual estaría presente hasta en el infierno. Aun cuando el
hermano mayor desde su punto de vista escogió el infierno,
el amor de Dios sigue invitándole a que por favor venga al
banquete. Tal fuego del amor de Dios pretende purificar,
quemar la dureza de corazón del hermano mayor. Es el fue­
go de amor que "atormenta". Entre más ame el padre al
pródigo o al hermano mayor, más lo '"atormentará" tal
amor porque lo llama a una decisión diferente que la del in­
fierno hacia donde se dirige. Si alguien está en el infierno,
San Isaac el Sirio nos dice que aun esa persona no está priva­
da del amor de Dios sino que por su propia decisión, experi­
menta como tormento lo que los que están en el cielo experi­
mentan como gozo. 16 Por lo tanto el cielo, el infierno y el
purgatorio no son lugares diferentes, sino más bien maneras
diferentes de responder al fuego del amor de Dios. El cielo
es ser capaz de gozar plenamente de ese amor, el purgatorio
es un proceso de sanación para que uno se abra a dicho amor
y el infierno es la decisión final de ir contra ese amor. La
única forma de salida del "fuego atormentador" que tiene el
hermano mayor es abrirse al amor sanador del padre.

193
El Amor Sanador de Dios en el momento de la muerte y
después de ésta

De acuerdo con nuestras tradiciones católicas, la de­


cisión básica en pro o en contra de Dios debe hacerse antes
de la muerte. 17 El hermano mayor tendría que abrirse al
amor sanador del padre antes del momento de la muerte,
aunque su apertura tendría que pro fundizarse considerable­
mente a través del proceso sanador del purgatorio. A pesar
de que nuestra tradición cree que después de la muerte uno
puede cambiar su orientación básica en pro o en contra de
Dios, la tradición oriental Ortodoxa sostiene que la conver­
sión puede tener lugar después de la muerte, hasta el juicio
final.'8 J ohn A.T. Robinson sustenta esta tradición cuando
escribe, "El Nuevo Testamento nunca dogmatiza hasta el
punto de decir que después de la muerte no hay otra oportu­
nidad" . 19 De acuerdo con ese punto de vista, hasta la separa­
ción o la no respuesta a Dios después de la muerte puede ser
parte del proceso de sanación. La separación fue parte de un
proceso sanador en la historia del pródigo no arrepentido
quien se aisló de Dios y no tenía intención de responder. Si
yo fuera a escribir el final de la historia del pródigo de
acuerdo con la tradición Ortodoxa Oriental, tal vez me ima­
ginaría al hermano mayor huyendo de la misma forma que
el pródigo lo hizo. Tal vez la manera para el hermano ma­
yor será la manera en que el pródigo fue rescatado de su
existencia infernal. El pródigo no arrepentido fue encerrado
en una existencia infernal que no le permitía cambiar hasta
que primero experimentó el amor de su padre quien corrió
por el camino y lo rodeó con los brazos reconciliadores alre­
dedor de los hombros del pródigo. Tal vez lo que sanará las
heridas del hijo mayor y le evitará que finalmente escoja el
infierno, será lo que sanó las heridas que había detrás de la
existencia infernal del pródigo. Un período prolongado de
retiro seguido por el brazo del padre y el ofrecimiento de
una fiesta.

194
Fundamento experimental para que Dios sane la vida
la muerte

Además de las Escrituras, las experiencias de una muer­


te inminente apoyan nuestra creencia de que Dios ofrecerá
amor y sanación antes del momento final de nuestra muerte.
Desde que se publicó Lije ajter Lije (1975),w del Dr. Ray­
mond Moody, ha habido una creciente aceptación de que de
veintiuno a cincuenta y nueve por ciento de aquellos que re­
gresan de la muerte clínica recuerdan una experiencia de
muerte inminente que es similar, a pesar de tener anteceden­
tes religiosos y culturales diversos.21 Durante una experiencia,
de "vida después de la vida" de muerte inminente, un hom­
bre moribundo puede oír a su doctor declararlo muerto mien­
tras se siente como chupado rápidamente a través de un túnel
largo y oscuro. Luego se encuentra fuera de su cuerpo físico
mirando a los doctores tratando de resucitarlo. Experimenta
tener un cuerpo espiritual que es muy diferente a su cuerpo
físico, como una nube flotante amorfa que se comunica por el
pensamiento. Amigos y parientes que ya han muerto salen a
recibirlo y 11evarlo hasta un "Ser de Luz" quien lo acepta y lo
ama más profundamente de lo que él jamás ha experimenta­
do. (Este grupo de amigos y parientes es similar a nuestra
creencia en la Comunión de los Santos, quienes a través de su
amor y oración nos ayudan a adentrarnos más profundamen­
te en el amor de Dios). Como un magneto atraído por el hie­
rro, es llevado a la aceptación personal y compasión de este
deslumbrador Ser de Luz. Moody hace notar que aunque esta
es una experiencia de luz, ni una persona dudó que era un Ser
de Luz personal.
Poco después de aparecer, el Ser de Luz hace la pregun­
ta, "¿Puedes mostrarme lo que has hecho de tu vida?" Esta
pregunta no es ni amenazadora ni acusatoria sino más bien
llena de un amor y aceptación totales, sin importar la res­
puesta. El Ser de Luz no juzgador ayuda a la persona mori­
bunda a responder a la pregunta presentándole un repaso

195
panorámico que es como una película de la vida completa
del individuo. Se supone que esta revisión provocará una
reflexión. El ser parece saberlo todo y está mostrando esta
revisión para que la persona moribunda entienda dos cosas:
cómo amó a los demás y que fue lo que aprendió de sus expe­
riencias y errores. Sólo cuando una persona comprende có­
mo ha amado y cómo puede profundizar ese amor, el Ser le
pregunta sí desea quedarse a volver a la tierra. Aunque mu­
chos quisieran quedarse en ese mundo, todos los que han
regresado a contar su experiencia han decidido finalmente
junto con el Ser de Luz que todavía tienen una misión en la
tierra, como criar a sus hijos pequeños o dar a otros la acep­
tación total que es irradiada por el Ser de Luz. Aquellos que
regresan de tales experiencias traen consigo un nuevo y per­
durable deseo de amar a los demás y de crecer en su conoci­
miento interior. También tienen menos miedo a la muerte
porque han conocido a un Dios que acepta en vez del Juez
vengador que esperaban. Encontraron el juicio del Ser de
Luz, pero era más bien el propio juicio que se experimenta
cuando la sonriente Madre Teresa de Calcuta nos familiari­
za con la injusticia cuando descuidamos a los desposeídos.
La Doctora Elizabeth Kübler Ross informa que encontrarse
con un Dios que no juzga ayuda a estas personas a continuar
viviendo sin juzgar. Por ejemplo, un mini<;tro después de ha­
ber tenido una experiencia cercana a la muerte no pudo vol­
ver a ser ministro de su iglesia. Estaba tan envuelto en un
amor total al encontrarse con el Ser de Luz que ya no pudo
seguir enseñando condenación en la_ forma en que lo pedía
su denominación religiosa.22
El Ser de Luz se asemeja mucho al Padre no juzgador
en la historia del hijo pródigo. Algunos, como los que han
intentado suicidarse, tal vez puedan tener una experiencia
penosa que Moody describe como estar atascado e incapaci­
tado para acercarse al Ser de Luz (muy parecido a nuestra
idea del purgatorio). Maurice Rawlings, Doctor en medici­
na, designa esto como "infierno", pero luego describe a Jesús

196
llamando a un joven de trece años a que salga de ese "infier­
no", que solo podía suceder en el estado temporal del purga­
torio.23 El Doctor Kenneth Ring hace notar que si una perso­
na ha tenido una penosa experiencia de muerte inminente y
luego clinicamente "muere" de nuevo, su segunda experien­
cia de muerte cercana es siempre positiva.24 Aunque el Doc­
tor Ring atribuye esta diferencia a un cambio en la concien­
cia, un Cristiano puede agregar que el cambio también pue­
de ser la sanación que fluye de la primera experiencia. Todos
los investigadores de este tipo de muertes inminentes admiten
que el encuentro con el Ser de Luz es una experiencia extensa
y sanadora.
Los investigadores ya no discuten el contenido de la ex­
periencia sino más bien se preguntan por qué ocurre. Inves­
tigaciones recientes como la del Doctor Ring, excluyen la
creencia movida por el deseo, expectativas psicológicas, sue­
ños o alucinaciones y explicaciones farmacológicas para esta
experiencia transpersonal en el momento de la muerte. Nin­
guna de éstas explica suficientemente por qué los niños fre­
cuentemente se encuentran con una persona fallecida de la
que nunca antes habían oído, por qué algunas personas
tienen no sólo reversiones sino proyecciones de eventos futu­
ros, o como una persona alucinada puede describir en de­
talle cada proceso de cirugía hecho por aquellos que tratan
de salvarle la vida. 25 Cualquiera que sea la explicación, las
personas resucitadas con frecuencia recuerdan una experien­
cia sanadora con un Ser de Luz ofrecida antes del momento
final de la muerte. Así pues parece que si hay evidencia ex­
perimental para el punto de vista de que antes del momento
final de la muerte Dios está sanando efectivamente en for­
mas más allá de cualquier cosa experimentada en esta vida.

197
Conclusión

¿Qué podemos decir del infierno? Podemos decir pocas


cosas con certeza porque los caminos de Dios están siempre
por encima de nuestros caminos. Lo que sí sabemos es que la
descripción de Jesús del infierno (v.g: fuego, que Dios por
venganza haya enviado a alguien ahí) no es una afirmación
científica o un recuento de algún sitio en el futuro o de un
castigo. Más bien, tal descripción es una imagen hablada
por un amante que está tratando de comunicar el caos y la
destrucción que ocurren cuando una persona decide sepa­
rarse de Dios y de los demás. El infierno no es un castigo de
venganza de parte de Dios sino nuestra decisión de rechazar
su amor sanador. "Fuego sempiterno del infierno" (gehenna)
en las Escrituras es una imagen usada frecuentemente para
describir el caos de estar completamente separado, y es usa­
da para el estado de separación parcial (descrito dogmática­
mente como purgatorio) y el estado de separación completa
o permanente (dogmáticamente descrito como infierno). Ni
Jesús, ni la revelación, ni la iglesia Católica han afirmado
que alguien haya escogido o escogerá este infierno dogmáti­
co sino que es una posibilidad que puede ser escogida para
toda la eternidad antes de la muerte.
Toda la teología cristiana está basada en los Evangelios
y "Evangelio" quiere decir buena nueva. Así que toda la
teología cristiana debe ser buenas nuevas, hasta la doctrina
del infierno. Cuando nosotros tres escribimos este capítulo,
luchamos para ver cómo la doctrina del infierno podría ser
buenas noticias y por qué la iglesia la ha preservado como
doctrina. Lo que más nos ayuda es escuchar los valores que
sustentan la doctrina del infierno y que la iglesia está tratan­
do de conservar. Cuando escuchamos a los valores sobre los
que se fundamenta el misterio del infierno, oímos a Dios
hablándonos sobre el misterio de la cruz.
Unicamente viendo la cruz podemos entender la reali­
dad de la libertad del hombre para rechazar a Dios y la ex-

198
tensión del amor salvador de Dios aun para aquellos que
rechazan a su hijo. La Cruz nos muestra que el pecado mor­
tal es una posibilidad real -aun algunos de ellos que fue­
ron sanados por Jesús podrían matarlo. Aun aquellos que
conocieron la realidad del amor de Jesús y de su perdón des­
de la cruz todavía podían decidir rechazarlo. La cruz revela
no sólo la realidad del pecado y nuestras propias posibilida­
des de comportamiento destructivo, sino también hasta qué
punto Jesús nos salvó y todo lo que continuamos necesitán­
dolo como Salvador.
Pero además de mostrarnos el poder del ser humano
para rechazar a Dios, la cruz también nos muestra el poder
de Dios para salvar al ser humano de la pesadilla del peca­
do. Dios llegará hasta cualquier extremo para salvarnos,
hasta llegar a enviar a su hijo a que muriera por nosotros.
Nada, ni siquiera el peor de los rechazos, puede hacer que
Dios nos deje de ofrecer su perdón. Si hay alguien en el in­
fierno, esa persona está allí por su propia decisión de recha­
zar el amor más profundo ofrecido por siempre. No pode­
mos juzgar que alguien esté en el infierno, sino simplemente
orar con Jesús en la cruz, ofreciendo su perdón sanador y su
paraíso al peor de los pecadores.
Desde el punto de vista del ser humano, sabemos que el
pecador más grande puede ser como un pródigo no arrepen­
tido atascado en su egocentrismo y cerrado a Dios para
siempre. Pero el ·proceso de escoger el infierno no debe ser
sólo contemplado desde el punto de vista humano sino tam­
bién desde el Divino. Lo mismo que con el pródigo, nuestra
esperanza está en la iniciativa sanadora de Dios para sanar a
todos está centrada en el mensaje del Evangelio:

"Y yo -una vez que haya sido levantado sobre la


tierra- atraeré a todos los hombres hacia mí"
Guan 12:32).

Los escritos de San Pablo también incluyen la esperan­


za de que Dios últimadamente atraerá a todos sus hijos que

199
vengan a sí (Rom 5:12-21; 11:30-32: 1 Cor 15:22,26 Efe 1:10;
1 Tim 2:4; 4:10; 1 Juan ·2:2).

La esperanza final en la cuestión del infierno viene de


Dios. Nuestra esperanza viene del hecho de que Dios nos
ama p.o r lo menos igual que a la persona que más nos ama. Y
ya que Dios tiene tanto amor para cada uno de nosotros y
conocimiento perfecto de nuestras decisiones, podemos es­
perar con seguridad que él nunca crearía una persona que lo
rechazara escog iendo el infierno para siempre.

200
Apéndice B

Apoyo No Católico a la oración


por los que se han ido
l. Punto de vista anglicano

Un grupo de teólogos Anglicanos reportaron a la Comi­


sión de Arzobispos en Doctrina Cristiana cómo los vivos
pueden orar por los difuntos a través de Jesucristo, para que
durante el estado de purificación puedan desarrollar "una
profundización de carácter y una mayor madurez de perso­
nalidad".

Pocas personas sentirían que al momento de la muerte


estaban lo suficientemente maduras para tener la visión
directa de Dios o su presencia inmediata. Ni presumi­
rían que los hábitos de pecado tan arraigados pudieran
ser erradicados inmediatamente. Sostener que cual­
quier cristiano, aun el más fiel, será transformado a
una perfección inmediata a la hora de la muerte les pa­
rece a muchas personas increíble y rayando en lo mági­
co. Parecería que el cambio de una persona pecadora
-aun de una persona que deseara la consumación de
la visión de Dios- van a respetarse la semejanza d1vina
no puede ser un proceso instantáneo si la naturaleza
humana y, la libre voluntad y la continuidad de la per­
sonalidad individual a través de la división de la muer­
te. En cualquier caso, ya que la felicidad como se cono­
ce en esta vida es temporal, y una situación temporal
(al menos como la conocemos aquí) es un contexto para
acción y desarrollo, ¿cómo es posible imaginar un esta-

203
do después de la muerte en el cual tales características
temporales como el gozo y la felicidad, aunque son
afirmados de personas, no tengan desarrollo? Todas es­
tas consideraciones hacen que muchos cristianos se
inclinen a creer que el desarrollo es posible después de
la muerte; si es así, entonces se necesitan oraciones de
intercesión. Se nos podría prohibir interceder sólo si la
situación hacia la cual nuestras oraciones se dirigieran
fuera inalterablemente estática. Las oraciones para el
desarrollo de los que se han ido no necesariamente im­
plican duda de nuestra parte en lo que se refiere al re­
sultado de su peregrinar, como si ellos pueden estar se­
guros de la salvación a la hora de la muerte y aún per­
der su camino de ahí en adelante. Más bien deben ser
oraciones para afianzar el carácter y por una mayor
madurez de la personalidad. Ni las oraciones por Luz y
paz deben implicar una ausencia actual. Siempre pode­
mos orar por un aumento (o hasta una continuidad) de
lo que en la actualidad están disfrutando las personas
por las cuales oramos.1

11. Punto de vista presbiteriano

Douglas Schoeninger, Ph. D. es el Presidente del Insti­


tuto de Sanación Cristiana en Filadelfia y editor del Journal
oj Christian Healing en este artículo que se publicó por pri­
mera vez.2 El Doctor Schoeninger escribe basándose en su
experiencia como psicólogo clínico especializado en terapia
familiar y como diácono de la Iglesia Presbiteriana.

Pensamientos sobre la Oración por los seres


queridos que se han ido

Al ser de fe protestante, he estado luchando en lo que se


refü,rn a la prfü;ticu. de or�r por lo� muertos. ¿Es una prácti-
204
ca espiritualmente válida? Como psicoterapeuta que trabaja
con familias, he sido testigo del valor de estas oraciones. Las
personas aparentan sentirse genuinamente ayudadas al orar
por el perdón y la sanación de los miembros de la familia
que ya fallecieron.
Pero he estado obsesionado por preguntas en lo que se
refiere a esta devoción. Una implicación aparenta ser que
las oraciones por los muertos involucran la búsqueda de con­
tacto y comunicación más allá de la tumba. De hecho, las
oraciones por los difuntos no necesariamente incitan, en
ninguna manera, contacto con los muertos. Son simplemen­
te oraciones dirigidas a Jesús a nombre del difunto. Pero a
veces, algunas personas sí experimentan el don de la presen­
cia y unión amorosa o reconciliación con un ser querido que
se ha ido y por quien están orando. Yo he experimentado es­
to mismo especialmente en lo referente a un amigo íntimo
que murió hace poco.
Al tratar de encontrar una explicación racional a estas
experiencias de comunión y reconciliación, y con el fin de
tratar con preguntas e inquietudes que me han sido dirigi­
das, han surgido los siguientes pensamientos. Ofrezco estos
pensamientos para su oración, reflexión y crítica.
El Cuerpo de Cristo es uno, indivisible. Todas las rela­
ciones verdaderas son mediadas por Jesucristo y son parte de
uno y del mismo cuerpo. Si estas creencias son ciertas, en­
tonces aparentaría pensar que las relaciones continuarían
creciendo y desarrollándose en amor como parte del Cuer­
po, más allá de la muerte. De otra forma diríamos que el
Cuerpo de Cristo está dividido entre dos cuerpos no rela­
cionados, el cuerpo que se interrelaciona en esta vida terre­
nal, y ese Cuerpo, la Comunión de los Santos, que se interre­
laciona en la otra vida. Aunque hay un cambio radical en
nuestro modo de ser con la muerte, un cambio que separa
dramáticamente los vivos de los muertos (aquellos que se es­
tán transformando más allá del velo de la muerte), no hay
evidencia en las Escrituras, que yo haya visto, que hable

205
del Cuerpo de Cristo como separado. Sólo hay un cuerpo, y,
por lo tanto, una continua relación con Cristo dentro del
Cuerpo y en una forma especial entre aquellos a quienes El
ha llamado a un lazo particularmente íntimo en la eterni­
dad. Los lazos familiares, que tienen raíces en la herencia,
son una colectividad íntima dentro del Cuerpo de Cristo.
Algunos temen cualquier acercamiento a una relación
viviente entre ellos y sus seres queridos fallecidos. Ellos no
confían que tal relación pueda evitar la tentación de resistir
el dolor y buscar una relación continua aparte de Cristo. Es­
tos peligros son reales. Todos nosotros nos resistimos a libe­
rar a esas personas que son parte de nosotros y que han
muerto. Por lo cual hay peligro en tratar de relacionarse y
orar por los difuntos, un peligro que emana del negarse a
aceptar su muerte y tratar de retenerlos en nuestra vida co­
mo eran o aparte de la dirección y mediación de Cristo. Ta­
les intentos son hechos fuera de Jesucristo, quien vive solo en
la verdad. Estos peligros alguna vez conjuran imágenes de
"médiums" o sesiones espiritistas en las que se invocan los es­
píritus de los muertos.
Ha sido una revelación para mí que los peligros inhe­
rentes en buscar comunión con un alma que se ha ido son los
mismos que hay en buscar comunión, relación viva con al­
guien que está vivo en este momento. Cada uno de nosotros
lucha en cada relación íntima con la resistencia de "liberar" al
otro en sus formas anteriores de ser. Debemos sentir aquellos
que perdemos conforme la otra persona cambiando y madu­
rando, para poder "liberar" a recibir la verdad de lo que el
otro representa para nosotros en el presente. De otra forma,
estaremos viviendo en una falsa relación alejada de Jesucris­
to. También, Cristo es mediador de todo encuentro verda­
dero. Casi instintivamente primero buscamos a Cristo, su
mediación y dirección si estamos tratando de acercarnos a
alguien que se ha ido. Tal es nuestro temor de caer en la
apostasía y la oscuridad. Debemos saber intuitivamente que
no podemos controli1r nuestros lllei1nees más allá de la tum-
206
ba, tan grande es el misterio y tan limitada nuestra percep­
ción. Sin embargo, con frecuencia reconocemos que existe la
mísma profundidad del misterio e inhabilidad para contro­
lar entre nosotros y otra persona viviente. Para vivir en Cris­
to debo buscarlo de todas formas para dirigir y mediar den­
tro de mí y conmigo y los vivientes de la misma forma en
que yo lo haría si necesitara en cierto sentido hacerme pre­
sente ante un ser que ha partido. Las mismas posibilidades
existen para buscar relaciones fuera de Jesús, por lo tanto
abriendo la oportunidad a la influencia del mal y a la mani­
pulación; las mismas posibilidades existen para retener a
otro en dependencia al rehusarse a dejarlo o dejarla estar
presente conmigo tal cual él o ella "es". C.S. Lewis en A
Griej Observed presenta un recuerdo muy lúcido de su pro­
pio proceso de pena al morir su esposa. Es un recuento a tra­
vés del esfuerzo tan doloroso de dejar ir lo que fue. El habla
de sus propios intentos de "recapturar" a su esposa tal como
ella era a través del recuerdo y la fantasía. Estos intentos se
replegaron en sí mismos dejando ver su vacío cuando él tra­
taba de elevar los recuerdos al nivel de la vitalidad de un in­
tercambio presente y vivo. Al haber liberado a su esposa que
se fuera para estar ausente de él, entrando a su nueva vida
lejos de él, Lewis describe momentos de experiencia durante
los cuales él se sintió consciente de la presencia de su esposa,
en una dimensión de presencia totalmente diferente. Esta
nueva relación pareció al mismo tiempo "incomprensible" y
al mismo tiempo, más profunda que antes.
Así también es la experiencia de las relaciones en esta
vida. Los padres deben liberar a sus hijos adolescentes, una
muerte dolorosa a la esperanza, expectativas, imágenes de
éxito, formas de intimidad pasadas, para de esta manera po­
der recibir la presencia de la persona que está dentro de su
hijo y en la que se está transformando ahora. Es en Cristo en
quien descanso, para poder dejar ir (liberar) y arriesgarse a
tener una percepción fresca, y es Cristo quien indaga y co­
noce la profundidad del otro y abre mis ojos al que está na-

207
ciendo ahora. Esto no es menos cierto para aquellos que vi­
ven en carne material y para aquellos a quienes estoy atado
por amor en Cristo, que han pasado a través de la barrera de
lo material a la forma de vida siguiente. Én ambos casos es
el rechazo de uno a dejar los patrones negativos (v.g: resen­
timientos, dependencias, inseguridad, falta de perdón de
cualquier clase) y el rechazo de uno a permitir que el otro se
desarrolle y cambie Qo cual es de hecho un intento de res­
tringir el crecimiento interno de Cristo dentro de ellos) lo
que se convierte en una alianza con el mal, una puerta
abierta a la manipulación de satanás y sus siervos. Cristo no
autorizará nuestros intentos de hacer que otra persona per­
manezca igual, lo cual es una forma de hacerlos permanecer
dominados. Satanás es el autor y co-conspirador de tales ac­
tos. El hecho de negarse a permitirle a otro desarrollarse le
crea un medio de vida a Satanás quien espera deseoso tales
oportunidades para ayudarnos en nuestras inseguridades,
temores y falta de perdón enviando a sus esbirros a apode­
rarse de nuestros temores, asegurándonos que estamos en lo
correcto al no perdonar y concediéndole "sentido" y autori­
dad a todas nuestras suposiciones acerca del absurdo total
que es confiarnos a un futuro desconocido, incontrolable,
improbable y confuso. Aunque existen inquietudes espe­
ciales al relacionarnos con los que se han ido, el mismo tipo
de peligros existen en relaciones temporales.
Al restringir el relacionarnos y el orar por los que han
partido, a veces fallamos en liberarnos a nosotros mismos y a
ellos a través del perdón, dejando ir y liberando nuestro
amor para que fluya hasta ellos y a través de nuestra apela­
ción a su amor, solicitándoles que intercedan por nosotros
ante el trono de la Gracia. Cuando enfocamos nuestra aten­
ción sólo en los peligros de poder ser tentados y dirigimos
nuestra relación con los difuntos en forma equivocada, tal
vez nosotros nos engañamos en creer que nuestras relaciones
terrenales no son igualmente vulnerables.

208
111. Punto de vista Judío

En la tradición Judía, la familia de una persona falleci­


da ora el antiguo YIZKOR o servicio memorial por los muer­
tos en la sinagoga cuatro veces al año, y hace una ofrenda de
caridad. La siguiente es una oración del Yizkor que puede
ser dicha por una madre fallecida. Nótese la forma en que
esta oración ac;ume una relación continua con la madre, co­
mo cuando se hace la petición por su perdón.

En memoria de mamá 3

Aunque estemos separados, querida madre, en esta ho­


ra solemne, recuerdo el amor y la solicitud con que
cuidaste y atendiste mi niñez, siempre pendiente de mi
bienestar y siempre ansiosa por mi felicidad. Muchos
fueron los sacrificios que hiciste para ennoblecer mi
corazón e instruir mi mente. Lo que yo he conseguido
fue gracias a tu influencia, y lo que soy lo he logrddo a
través de ti. Aunque ya no estés físicamente presente,
las lecciones que me diste permanecerán conmigo para
siempre.
Si algunas veces fallé en mostrarte el amor y la
apreciación que tanto merecías, si he sido ingrato y des­
considerado pido que me perdones. Ruego que tu espí­
ritu me inspire a llevar una vida noble e inteligente, pa­
ra cuando terminen los días de mi vida en la tierra y lle­
gue al trono de la misericordia, yo sea considerado dig­
no de ti y sea reunido contigo en Dios. Amén.

209
'.
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Tlt
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' \ \.
Apéndice C

Orando por la vinculación


familiar con el ocultismo
.
�1 .
El ocultismo se refiere a prácticas ql}� buscan poder o
conocimiento provenientes de fuentes contrarias a las ense­
ñanzas de Dios.

Que nadie de ustedes ofrezca en sacrificio su hijo en el


fuego, ni practiquen la adivinación, ni pretenda prede­
cir el futuro, ni se dedique a la hechicería ni a los en­
cantamientos ni consulte adivinos y a los que invocan
los espíritus ni consulte a los muertos. (Deut 18:10-11).

Tales prácticas pueden abrir a una persona a los espíri­


tus del mal y hacer daño a los hijos de esa persona hasta la
tercera y cuarta generación (Deu t 5: 6-10).
C.S. Lewis observa que cometemos el error de encon­
trar espíritus diabólicos en cualquiera o en ningún lugar.1
"El diablo me hizo hacerlo" es a veces una excusa pobre pa­
ra evadir responsabilidades o falta de conciencia de que se
necesita la sanación interior. Pero a veces lo demoniaco en
verdad está involucrado y el ocultismo es una manera de
que uno se abra a las influencias del demonio. Esta influen­
cia debe ser discernida cuidadosamente como lo hace notar
el Dr. Kenneth McAll.

En 1964, el Obispo Mortimer, entonces Obispo de Exe­


ter, me invitó a unirme a la recién establecida Comi­
sión de Exorcismo de Exeter. Aunque sólo había ejerci­
do psiquiatría en una práctica privada por un año, tenía

213
12 casos para presentar ante la Comisión, porque varios
doctores me habían enviado pacientes que habían sido
dañados por el ocultismo.
El trabajo de la Comisión aumentó desde esa pri­
mera reunión, cuando sólo dos obispos anglicanos res­
pondieron a la invitación, y en la actualidad en que es­
tán representando treinta y ocho obispos. Hoy en día,
cada diócesis en Inglaterra tiene un exorcista designa­
do. La iglesia está empezando a comprender los peli­
gros de ocultismo. No quiero exagerar cuánto prevale­
ce de la implicación demoníaca ya que esto explica sólo
el cuatro por ciento de los casos que traté en el hospital
y de pacientes que iban a mi consultorio. Sin embargo,
el porcentaje de tales casos que me fueron referidos está
aumentando, y mis pacientes tienden a ser aquellos que
han fallado a responder a otros tratamientos médicos y
psiquiátricos. Mucha gente insensible a años de tales
tratamientos, han sido curados por medio de la oración,
aun cuando ellos no tenían conocimiento de que se
ofrecían oraciones en su nombre.
Cuando se sospecha que fuerza<; ocultas están tra­
bajando en la vida de una persona, un prerrequisito pa­
ra cualquier tratamiento subsecuente es un examen mé­
dico completo. Cualquier persona que se sospeche que
puede estar bajo control demoniaco puede, de hecho,
estar sufriendo de psicosis depresiva, esquizofrenia o los
efectos de otras psicosis orgánicas. La persona puede
sufrir de neurosis aguda; o puede ser a causa de aspectos
ocultos de su personalidad o una imagen del subcon­
ciente. Aunque todos esos diagnósticos deben ser trata­
dos como desórdenes psiquiátricos, éstos no excluyen el
control demoniaco.
Puede haber enfermedades puramente mentales;
puede haber enfermedad mental junto con control de­
moniaco o puede ser control demoniaco exclusivamen­
te. La prueba para esto no es la presencia o la ausencia

214
de enfermedad mental, sino más bien si existe o no res­
puesta a la oración y a la Eucaristía. Este diagnóstico
debe ser tan preciso como sea posible'!

A veces el problema demoniaco se revela a sí mismo en


la oración. Nuestra amiga Joann, le estaba orando a Jesús
para que le revelara la raíz de la depresión de su familia.
Ella y su compañero de oración vieron que hacía ochenta
años un sacerdote en su linaje familiar había tenido una hija
ilegítima. El hermano de la madre había tratado de asesinar
al sacerdote quien estuvo oculto por un periodo de tres meses.
En seguida, él formalmente maldijo al bebé y a sus descen­
dientes. Joann nunca había oído esta historia, pero su madre
reconoció que era verdad. La madre de Joann le reveló que
ese bebé era su abuela, quien fue criada por los padres del
sacerdote. Joann asistió a la Eucaristía y en la comunión con
el Cuerpo y la Sangre de Cristo renunció a la maldición, la
rompió y perdonó tanto al sacerdote como al que los maldi­
jo. Ella pidió a la Sangre de Cristo dentro de ella que lim­
piara, sanara y protegiera a cada generación. Desde ese mo­
mento desapareció la depresión de Joann su madre y sus
tías. Las maldiciones y otras ataduras del ocultismo son con
frecuencia reales, pero Jesús es aún más real y poderoso.3 Ál
orar por aquellos miembros de la familia envueltos en el
ocultismo o heridos por el mismo, podemos unir nuestro li­
naje familiar a Jesús.

Orar por los difuntos tiene poder de unir no sólo a nues­


tras familias sino también a naciones enteras con Jesús. Mae
era una mujer de mediana edad que le pidió a nuestra amiga
Mary que orara por ella. Durante los últimos diez y ocho
años después de la muerte de su madre, Mae, a pesar de
años de terapia, sufría de síntomas psicóticos con cinco perso­
nalidades. De octubre a marzo cada año ella no se podía le­
vantar de la cama para limpiar su casa. Estaba deprimida al
grado de contemplar el suicidio y vivía en su propio mundo,

215
con la cabeza baja, evadiendo todo contacto visual, nadie la
tocaba, y contestaba solo en monosílabos . Mary trató de
orar por sanación interior de las heridas de Mae pero no
progresaba hasta que organizó una eucaristía por la madre
fallecida de Mae y sus antepasados Aztecas.
Durante la Eucaristía los que oraban vieron una ima­
gen de Jesús reuniendo una gran multitud de Aztecas cabis­
bajos que en su ignorancia, habían practicado los sacrificios
humanos. Durante la Eucaristía, Jesús parecía colocar sus
manos sobre cada azteca hasta que esa persona entendía que
los sacrificios humanos eran un error y se arrepentían. Des­
pués de que cada Azteca se arrepintió, subía por una escale­
ra que lo llevaba al cielo. Cuando el último de ellos subió,
Mae salió de su estado similar al trance, por primera vez en
diez y ocho años. Comenzó a hablar normalmente, y.pudo
mirar a Mary a los ojos y dejarse tocar. Pudo comunicar una
sola personalidad consistente en lug�r de cinco desintegra­
das.
Mary continuó orando por Mae durante los siguientes
cuatro meses por la sanación de las otras heridas que se ocul­
taban detrás de la depresión de Mae. Conforme su depresión
desaparecía, Mae empezó a vestirse por sí misma, se hizo
cargo de la cocina y ahora lleva una vida normal. Nótese
que tanto para Mae como para la mayoría de las personas,
la liberación de las influencias del ocultismo necesitan que
se les dé un seguimiento, especialmente la sanación de las
heridas interiores. Con frecuencia pedimos que una persona
que busca oración de liberación sea acompañada por una
persona amiga que le pueda proporcionar tal seguimiento.
El seguimiento después de una liberación del ocultismo
debe hacer énfasis en el poder y el amor de Jesucristo en vez
de la presencia de demonios por todas partes. Las liberacio­
nes son frecuentemente seguidas por un periodo de, tenta­
ción donde lo maligno trata de regresar haciendo que la per­
sona ponga en duda de su nueva libertad. Esa persona pue­
de despertarse en medio de la noche y de nuevo sentir una
presencia maligna o experimentar la misma tentación.
216
Cuando estos períodos de tentación lleguen, la persona
debe enfocar el poder de Jesucristo y afirmarlo claramente,
sabiendo que lo maligno no tiene derechos a menos que heri­
das no sanadas o pecados repetidos inviten a satanás a vol­
ver. Aunque él puede experimentar el deseo de esa vieja ten­
tación, tiene nueva libertad para decir "no". La mejor mane­
ra de mantener una liberación de lo maligno es ser entrega­
do al amor de Jesús. Entre más esté llena la persona del
amor y la Luz de Jesús, menos puede satanás volver a en­
contrar un lugar dentro de esa persona. Cuando alguien le
da cabida a lo maligno a través del envolvimiento con gru­
pos que practican ocultismo, en general se debe a que esa
persona ha experimentado rechazo y otro tipo de heridas
que lo han llevado a una búsqueda desesperada de un lugar
donde pueda pertenecer. Por lo tanto el ministerio de se­
guimiento debe incluir sanación continuada de ·heridas pro­
fundas y asociación con una comunidad cristiana muy amo­
rosa donde la persona pueda continuar siendo llenada de la
vida protectora de Jesús, especialmente en la Eucaristía. 4
Nuestro libro, Deliverance Praye,;.;. proporciona una guía
más detallada de este ministerio.5

217
,,,1. .. ..,

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:,¡ ,.,,.

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Apéndice D

Bendiciendo 1 ugares
)i

''.
.-,
Por casi dos mil años, los cristianos han peregrinado a
tierra Santa para seguir reverentemente los pasos de Jesús.
Se han levantado iglesias en todos los sitios donde Jesús prac­
ticó algún milagro porque hay un sentimiento de que tal lu­
gar es sagrado y es un lugar especial para orar para que tales
actos continúen ocurriendo en la actualidad. Por siglos la
iglesia también ha bendecido otros lugares por ser sitios es­
peciales de la actividad de Jesús. La Iglesia bendice todo,
desde templos hasta barcos y hasta los campos en días de ro­
gativas.
Los lugares no sólo pueden ser bendecidos sino también
profanados. La profanación ocurre a través de actos de
ocultismo o a través de una muerte sin amor como cuando la
sangre de Caín profanó la tierra (Gen 4: 10). Jesús frecuente­
mente pasó por el basurero de Jerusalen. Gehenna en el
valle de Hinnom, que los paganos profanaron mediante el
sacrificio de sus hijos. Este lugar podía hacer que un Judío
estuviera sucio. Todos reconocían el mal que existía en ese
lugar, así que Gehenna se convirtió en la imagen del infier­
no (Mat 5:22). Hoy en día en Dachau donde los Judíos fue­
ron torturados en forma experimental y luego arrojados a los
hornos crematorios, hay un monasterio de religiosas con­
templativas que oran por las víctimas y sus perseguidores
para que un lugar profanado se convierta en un lugar sagra­
do del perdón y la sanación de Dios. Cuando una muerte sin
amor ha profanado un lugar, entonces una oración por los
difuntos puede hacer sagrado ese lugar.

221
En Inglaterra, un documental de la BBC-T.V. mos­
tró cómo las oraciones por los difuntos pueden camb iar un
lugar. Parte del documental se refería al Reverendo Omand
quien regularmente oraba en sitios donde hubieran sucedido
hechos o accidentes raros o inexplicables. Después de que
bendijo un camino y oró por aquellos que habían sufrido ac­
cidentes en esos lugares, éstos se acabaron o disminuyeron.
El lugar ha sido consagrado-protegido por Dios y por la in­
tercesión ele los difuntos que han sido llevados a Jesús. En el
curso de la investigación de estos fenómenos para el reporte
de su documental, el equipo de la BBC investigó el pedazo
de carretera propenso a los accidentes entre Charmouth y
Morcom belake en Dorset, en el cual no habían ni curvas pe­
ligrosas ni intersecciones ocultas. El Reverendo Donald
Omand bendijo la carretera y oró por los que se habían ma­
tado allí, para que recibieran el amor sanador de Jesús. El
equipo de la BBC descubrió que en los seis meses anteriores
a la oración del Reverendo Omand habían habido diez y sie­
te accidentes en esa parte del camino y en los seis meses pos­
teriores no hubo ni un solo accidente. 1
Esta práctica de bendecir un lugar o un hogar ha sido
repetido por otros con resultados similares. Un centro de te­
rapia cristiana descubrió que bendiciendo el cuarto después
de cada sesión de terapia evitaba que el siguiente cliente re­
cogiera el miedo, enojo o cualquier otra energía dejada por
el cliente anterior. Si se siente que un lugar o una casa nece­
siten ser bendecidos, uno debe seguir tres pasos. Primero,
ministrar a los vivos para que estén totalmente libres para
dar y recibir el amor de Jesús. Segundo, bendecir el lugar
con agua bendita y la tradicional oración de bendición o
cualquier otra oración que se centre en el hecho de cómo el
amor de Jesús sobrepasa todo mal. Tercero, orar por los di­
funtos que vivieron o murieron en ese lugar para que se lle­
nen con la vida de Jesús y se unan a El en proteger dicho lu­
gar. Extienda esta oración a aquellos que hirieron o fueron
heridos por los difuntos. El lugar ideal es la Eucaristía por

222
los difuntos, especialmente si se celebra en la casa. Esta de­
be de terminar con una alabanza y agradecimiento por la
presencia de Dios.

Bendiciendo Lugares Perturbadof

Bendiciendo un Hogar

Sacerdote: Nuestra ayuda viene del nombre del Señor


Todos: Que hizo el cielo y la tierra
Sacerdote: El señor esté con vosotros
Todos: Y contigo también

Oremos:
Dios Padre Todopoderoso, te pedimos fervientemente
por el bien de esta casa y sus ocupantes y posesiones, que tu
bendigas y los santifiques, enriqueciéndolos con tu bondad
en todas las formas posibles. Derrama sobre ellos Señor,
rocío celestial abundante para satisfacer sus necesidades
terrenales. Escucha misericordioso sus oraciones y concéde­
les sus deseos. En nuestra humilde solicitud dígnate bende­
cir este hogar, como e5tuviste feliz de bendecir el hogar de
Abraham, Isaac y Jacob. Permite que tus ángeles de Luz
presidan dentro de estas paredes y vigilen a quienes viven
aquí; por Cristo nuestro Señor.

Todos: Amén

El escalón de la puerta es rociado con agua bendita.

223
Notas

l. Sanando a Través de la Pena

l. Thomas Holmes y Rich<1rd Rahe, "The Social Readjustment Scale", J.


of PStJchosomatic Research, 11 (abril 1967), 213-218. Recientemente los
investigadores británicos construyeron una tabla de eventos de que los an­
cianos encuentran más llenos de tensión. De nuevo, la muerte del cónyuge
vino primero, seguida por el hecho de ser enviado a una institución, la
muerte de un pariente cercano, heridas físicas o enfermedades serias, per­
der un trabajo y finalmente el divorcio. Cf. John Nicholson, "Coping with
the seasons of life", World Press Review (Noviembre 1980).
2. Ibídem
2a. Marian Osterweis, Frederic Solomon and Morris Creed (editores)
Bereavement: Reactions, Consequences, and Care (Washington, D.C.:
National Academy Press, 1984), 20-41 y 284. Reporte de un estudio hecho
por el Instituto Nacional de Medicina.
3. O. Car! Simonton, Stephanie Matthews-Simonton y James
Creighton, Getting Well Again (New York: J.P. Tarcher, 1978).
4. Alan Anderson, "How the Mind Heals", Psychology Today, Vol.
16, No.12 (Diciembre 1982), 56..
5. Osterweis, Solomon and Green, op. cit. 20-41 y 284.
6. James W. Pennebaker y Robín C. O'Heeron, "Confiding in
Others and Illness Rate Arnong Spouses of Suicide and Accidental-Death
Victims", J. of Abnormal Psyohology, Vol. 93, No. 4 (Noviembre 1984),
473-476.
7. Osterweis, Solomon and Green, op. cit., 28 y 284.
8. Erich Lindemann, "Grief and Grief Management: Sorne Reflec­
tions", J. of Pastoral Care, Vol. 30, No.3 (Septiembre 1976), 198.
9. E. Markusen y R. Fulton, "Childhood Bereavement and Beha­
havior Disorders: A Critica! Review, "Omega: Journal oj Death and
Dying, 2 (1971), 107-117.
10. Osterweis, Solomon and Green, op. cit., 99-141 y 284-285
11. NancrJ Horowitz, "Adolescent Mourníng Reactions to Injant a,ul
Fetal Loss, "Social Casework", Vol 59, No. 9 (Noviembre 1978), 551-559.
lla. Para una discusión excelente de la sanación de la pena mediante
la sanación de la imagen que tenemos de Dios, ver R. Srott Sullender,

225
Crief a11d Growt/1 (Mahwah, N.J.: Paulisl Pre.55, 1985), especialmente los
capítulos 8 y 9.
12. Michael 13. Russell. "Blessed Are Those Who Mourn," So;oumers
(Enero 26, 1982), 24-26. Russell hace la distinción enl re pena individual y
pena política como sigue: .. La pena política es causada por pérdida siste­
mática en lugar de una pérdida individual ....La pena política se caracte­
riza por la persistencia de la causa de dicha pena. Es como si alguien muy
íntimo m uriera cada día. El trabajo de pena apropiado debe no sólo apli­
car el proceso de resolver la pena del grupo de individuos-dehe eliminar
la causa del dolor persistente. Para resolver exitosamente la pena política,
un cambio político debe acompañar el proceso del trabajo sobre tal pena".
13. Joanna Macy, Despair a11d Perso11al Power in the Nuclear Age
(Philadelphia: New Society Publishers 1983).
14. Harriel Sarnoff Schiff, The Beareaved Parent ( 1ew York: Pen­
guin Rooks . 1977), 16.
15. Phoebe Cranor, ··Crief and Inner Healing" (Pecos, N.M.: Dove
Publications, 1983), Folleto No. 12.
16. Lindemann, op. cit., 198-207. Para una discusión de pena en la
sombra, ver también Larry C. Peppers y Ronald J. Knapp, Motherhood
& Mourning: Perinatal Death (New York: Praeger, 1980), Capítnlo 5,
··shadow e rief'.
17. Judy Tombrink and James Hoff, "D ealing with Grief: A Crowth
Experiencc", cinta de video producida por Creighton University, Omaha,
Ncbraska.
18. ElizabeU1 Kiibler-Ross, 011 Bcath and Dying (New York: Mcmillan,
l 069). Para má� ayuda sobre como trabajar para conquistar una pena, co­
tejar R. Scott Sullcnder, Crief & Cro11•th (New York: Paulist Press, 1985).
19. Phyllis Silverman (editor). Helpi11� Each Other i11 Widowltood
(New York: Health Scienoo; 1974), 9.

2. Sanando la pena de aquel que más extrañamos

l. F.lizabeU1 Kübler-Ru,..._, 011 Dcath a11d Dyi11g. (New York: McYlillan,


1969).

3. El Amor es má.s fuerte que la muerte

l. Richard Kalish y David K. Reynolds, ··Phenomenologieal Reality


and Post-Death Contact", J. far the Scientific St11dy oj Religio11. Vol.
12. No. 2 (Junio 1973). 209-221.
2. J. Y ami moto, ··cultural Factors in Lonelines, Death and Separ­
ation:· Medica/ Times. Vol. 98 (1970), 177-183
3. Andrew Greeley, Death a11d Beyond (Chicago: Thomas More
Press, 1976).

226
4. Karl Rahner and Johannes Metz, The Courage to Pray (New
York: Crossroad, 1981).
5. Mark Classwell y Edward Fa�hole-Luke (editores), "Ancestor"
Veneration and the Communion of Saints", New Testament. Christiar1ity
jor Ajrica and t11e World (Londres: SPCK, 1974), 209-221. Este artículo
habla del culto a los antepasados practicado por los africanos (más bien
veneración en lugar del culto, reclama el autor), como expresión de su
propio déseo de relacionarse de una manera amorosa con sus difuntos, y
habla de la necesidad de la Iglesia de "dar a la Comunión de Los Santos la
centralidad que el alma de Africa anhela ...
5a. Ochenta por ciento de las citas tanto del Nuevo Testamento como
del Antiguo Testamento son de la versión griega de los Setenta en lugar de
la Biblia Hebrea. Por lo tanto los escritores del Nuevo Testamento estaban
familiarizados con la tradición Macabea de orar por los difuntos. Philip
St. Romain, Catholic Answers to Fur1dame11talists' Questions (Liguori,
Mo.: Liguori, 1984 ), 57.
6. P. W Keppler, Poor Souls in Purgatory (St. Louis: Herder, 1927),
17.
7. La tradición Judía ele orar por los difuntos creció cuando dismi­
nuyó el concepto de un gehenna eterno (lugar de castigo después de la
muerte, que más tarde se tradujo como infierno). En la época de Jesús, los
rabinos eran repudiados por el infierno eterno descrito por la literatura
apocalíptica como el Libro de Enoch (?) (164-161 A.C.). El ca�tigo eterno
estaba limitado a unos pocos ca5os de pecado muy notorio (V.g.,
adulterio). Aun los severos Shamaítas reconocieron a un grupo de pecado­
res que únicamente sufrirían temporalmente. El Rabino Hillel (60 A.C.-9
A.D.) fúndó una escuela más indulgente que enseñaba que doce meses
eran el castigo máximo para todos menos los pecadores muy endurecidos.
Este límite de un año era generalmente aceptado en el Talmud y midra�h.
Ningún Judío se pensaba que era lo suficientemente malo para esta pena
máxirí1a, así que la recitación del Kaddish para liberar a un alma Judía
del gehenna· estaba limjtado a once meses. A los pecadores en gehenna se
les permitía descansar de sus sufrimientos el sábado y eran ayudados por
los que oraban en la tierra. "Gehi nnon··, The U11ii;ersal }eu;ish E11cyclo­
pedia (New York: K lav 1969), Vol. 4, 520-21.
8. "Yizkor," The U11ii;ersal }ewish Er1cyclopedia (New York: Ktav,
1969), vol. 10, 603-604.
9. "Death", The Jewish E11cyclopedia (New York: Funk & Wag­
nalls, 1903), Vol. 4,486.
9a. Cuando San Pablo habló de los Cristiano� como "un cuerpo en
Cristo·· él estaba deduciendo de esta idea del Antiguo Tc�tamento que lo�
estudiosos modernos llaman ''personalidad corporativa". Para San Pablo,
el centro de la personalidad corporativa se convirtio en la personalidad de
Jesús y de todos aquellos que estaban unidos entre sí a "un cuerpo". El
concepto de la Comunión de los Santos se derivó de la comprensión de San
Pablo que el cuerpo de Cristo, al igual r¡ue el antiguo grupo social J uc.lío,
incluía -tanto a los difuntos como a los Vi\'QS. Cf. H. Wheder Robinson,

227
Corporate Personality in Ancient Israel (Philadelphia: Fortress, 1964),
25-44 y 58.
10. P.W. Keppler, op. cit., 26.
11. H. Leclercg, DACL 1:68-75. Aun mucho antes, en Acts oj Paul
and Thecla (Capítulo 29), Thecla ora por la hija fallecida de su ama.
12. Wilpert, Die Malereien der Katakomben Roms, pág. 334. Citado
en Keppler, op. cit., 27.
13. Juan Crisóstomo, I Ad. Cor; Hom, XLI, n. 4, P.C. LXI, Col.
361, 362. Cipriano, Ep. 1,2, CSEL, III 466 FF.
14. Tertuliano, De Monag., 10:4; Corp Christ, 2:1043 y 2:1243.
15. Ceorge Maloney, The Everlasting Now (Notre Dame: Ave María
Press, 1980), 65. Este es un buen estudio de puntos de vista actuales sobre
el cielo, el infierno, y el purgatorio. Ver también Robert Ombress O.P.,
Theology oj Purgatory (Butler, Wis.: Clergy Book Service, 1978), 27-53.
16. Eusebio, Lije of Constantine 4:71, CCS 7:147. The Cannon of
Hippolytus, probablemente reflejando las prácticas muy esparcidas del
siglo tercero, ora por los difuntos.
17. Joseph Jungmann, Mass of the Roman Rite (New York: Benziger
Bross., 1959), 441-43.
18. A. Butler, LivesoftheSaints, Vol. l (NewYork: Kenedy, 1956).
19. Santa Teresa de Avila no temía seguir la guía del difunto confesor
Pedro Alcántara, quien en una visión le dijo que no se comprometiera con
el Alcalde quien quería que el Nuevo Convento de San José tuviera dote en
lugar de no tener ninguna entrada como Teresa prefería. Teresa estaba a
punto de ceder, pero la visión la hizo mantenerse firme hasta que el alcal­
de cedió. Cf. Mary Donze, Teresa of Avila (Ramsey, N .J.: Paulist, 1982).
Ella también vio a su benefactor Bernardino D'Mendoza sufriendo en el
purgatorio y luego siendo liberado en su misa. ¿Nuestro miedo al espiri­
tualismo está impidiéndonos ver lo que Jesús nos dice a través de los difun­
tos.
20. P.W. Keppler op. cit., 89.
21. Para un estudio del cambio en la tradición sobre el purgatorio,
cotéjese Robert Ombres, 0.P, op. cit., 66. Para ver cómo integrar la nueva
escatología a la oración, ver el excelente libro de George Maloney, Death,
Where is Your Sting? (NewYork: Alba House, 1984).
22. Walter Abbott, S.J. (Editor), The Documents of the-Vatican II
(New York: Cuild, 1964), "Dogmatic Constitution on the Church (LU­
MEN Centium)", 81-84.
22a. Richard McBrien, Catholicism (Study Edition), (Minneapolis:
Winston, 1981),1144-45.
23. Muchos de los místicos vieron el purgatorio como un Jugar de sa­
nación (hospital) en vez de castigo (prisión). Por ejemplo, Santa Catalina
de Génova vio el purgatorio como un estado de gozo escogido libremente
por un alma para ser sanada de todo aquello que bloquea el amor de Dios.
"No hay mayor gozo, salvo el del paraíso, gue pueda ser comparado algo­
zo de las almas del purgatorio. Este gozo aumenta día a día por la forma
en �ue el amor de Dios corresponde al alma, ya ci ue el impeclimiento a ese

228
amor se borra diariamente. Este impedimiento es la herrumbe del peca­
do. Al irse consumiendo el alma está más y más abierta al amor de Dios"
Cf. George Hughes (Traducido), Catherine ofGenoa: Purgation and Pur­
gatory (Ramsey, N.J.: Paulist, 1979), 72.
24. Raymond Moody, Lije After Lije (New York: Bantam, 1977),
18-22.
25. Juan Crisóstomo, Hom. 3 en Ep. ad Phi!., n. 4.
26. Joseph Jungmann, op. cit., 443.
27. Serge Bulgakov, The Orthodox Church (Londres: Centenary
Press, 1935), 208-09. Para tener una hermosa sinopsis de la creencia orto­
doxa de orar por los difuntos, Cf. Kallistos Ware, "One Body in Christ:
Death and the Communion of Saints", Sobomost, vol. 3, No. 2 (1981),
179-91.
28. John Wesley, ''A Second Letter to the Author of 'The Enthusiasm of
Methodists and Papists Compared' ", en E.R. Hardy, "The Blessed Dead in
Anglican Piety'', Sobornost, vol. 3, No.2 (1981), 166.
29. John Wesley, ibíd, con citas de Wesley, Works (1830 edit.), IX.
55 y X. 9.
30. The Book oj Common Prayer en la letanía después de la oración
de la mañana para el domingo, miércoles y viernes todavía se usa la ora­
ción tradicional por los difuntos, "Señor no te acuerdes de nuestras ofensas
y de las ofensas de nuestros antepasados; tampoco tomes venganza por
nuestros pecados; ten piedad de nosotros oh Señor, ten misericordia de tu
pueblo a quien has redimido con tu Preciosa Sangre".
31. Comisión de Arwbispos sobre Doctrina Cristiana, Prayer and the
Departed (London: SPCK 1971), 20.
32. Dr. Kenneth McAll, Healing the Famíly Tree (London: Sheldon
Press, 1982).
33. Car! Jung, Psychology and Religion: East and West, Vol. XI,
pág. 414, en The Collected Works oj Carl Gustav Jung, editor Sir Herbcrt
Read, y otros, trad. R.F.C. Hull (Princeton: Princeton Univ. Press, 1967).
34. Carta Personal del Dr. Kenneth McAll, Agosto 20, 1984.
35. Fiodor Dostoyevski, The Brothers Karamazow, traducido del ru­
so por Constance Garnett (Chicago: Enciclopedia Británica 1952), Great
Books LII, 26.

4. Como Orar por los Difuntos

l. Paul Keppler, The Poor Souls in Purgatory (St. Louis: Herder,


1927), 148.
2. Dr. Kenneth McAll, Healing the Family Tree (London: Sheldon
Press 1982.)

229
5. ¿Y del Infierno qué? Orando por Grandes Pecadores

l. "On Suicide'·, Time (Noviembre 25, 1966), 48-49.


2. Idem.
3. Documentos No. 72, 76 ,801,858 y 1306 en Denzinger-Schonmet­
zer, Enchiridio11 Symboiorum, Defiriitionmnet Declaratio1111111 (Freiburg
i. B.: Herder, 1963)
3a. Richard McBrien, op. cit., 1152.
4. Joachim Jeremias, The Proclamation oj Jesus (Ncw York: Charles
Scribner's Sons, 1972), 116,117, describe la parábola del hijo pródigo en
términos de la comida escatológica en la cual el "final trae consigo una in­
versión de las condiciones. En· esta inversión, la salvación le llega al peca­
dor, no al justo".
5. Charles H. Giblin, "Structural and Theological Considerations
on LK 15", Catholic Bíblica/ Quarterly, Vol. 24 (1962), 16.
6. Joachim Jeremías, Rediscovering the Parables (New York:
Charles Scribner's Sons, 1966), 107. "El tiempo futuro en Luc 15:7 debe
entenderse como referencia a los últimos días: en el juicio final Dios se ale­
grará cuando entre los muchos justos encuentra un pecador que se ha arre­
pentído y sobre quien pueda pronunciar absolución-de verdad esto le da­
rá una mayor alegría".
7. Kenneth Bailey, Poet and Peasant (Grand Rapids: Eerdmans,
1976), 164.
8. Ibíd, 179-80.
9. Ibíd, 176-77.
10. Ibíd, 183-84.
11. Ibíd, 195.
12. Ibíd, 184-85.

6. Orando por el Arbol Genealógico

l. A. Nicholas Groth, psicológo y director del Programa de Ofensores


Sexuales para el Departamento de Correccionales de Connecticut, en­
contró que ochenta y un porciento de los ofemores sexuales también
habían sido víctimas sexuales durante su infancia. Psychology Today (Ma­
yo 1'984), 44.
2. W. Hugh Missildine, Your lnner Chi/d oj the Past (New York.:
Simon & Schuster, 1982).
3. John Howells, Theory and Practice of Family Psychiatry (N.Y.:
Mazel, 1971), 77-80, 843-863.
4. lvan Boszormenyi-Nagy y Ceraldine Spark, Invisible Loyalties:
Reciprocity in Interge11eratio11al Famíly Therapy (N.Y.: Harper & Row,
1973), 97.
5. Ibídem, 68

230
6. Kenneth McAII, Healing the Family Tree (London: Sheldon,
1982).
7. Kenneth McAII, "Ritual Relieved Phantom Pain", J. of Christian
Healing, Vol. 5, No. l (1983), 54.
8. Kenneth McAII, Healing the Family Tree, op. cit., 12-15 y la intro­
ducció11 no publicada.
9. William ]ohnston, The Mirror Mind: Spirituality and Transjorm­
ation (New York: Harper & Row, 1981), 135.
10. Madeleine L' Engle, A Swiftly Tilting Planet (New York: Dell,
1979). Ver también dos novelas por Charles Williams que pre;entan en for­
ma ficcional la realidad del mundo espiritual y cómo éste choca con
nue.tro mundo, especialmente a través de nuestra relación continua c.-on
los difuntos. All Hallow s Eve (Grand Rapids: Eerdmans, 1948) y Descent
Into Hell (Grand Rapids: Eerdmans, 1937).
11. El Dr. Kurt Koch a través de su trato con cientos de casos de ocul­
tismo también ve a la influencia del ocultismo como heredada y recomien­
da altamente la Eucaristía. Cf. Kurt Koch, Christian Counseling a11d Oc­
cultism (Grand Rapids: Kregel, 1972), 332.
12. George Ritchie y Elizabeth Sherril, Return from Tomorrow
(Grands Rapids: Zondervan, 1983).

7. Sanando las relaciones con bebés nacidos muertos y abortados

l. Larry C. Peppers y Ronald J. Knapp, Motherhood a,ul Mourning


(New York: Praeger, 1980), 14.
2. 1982-1983 Statistical Abstract oj the U.S. (Wa5hington, D.C.:
Oficina de Censos), 70; National Center for Health Statistics, Annual Sum­
mary oj Births, Deaths, Marriages and Divorces, U.S., 1983, 1 (reporta
3,614,000 nacimientos vivos en 1983).
3. Pepers y Knapp, ibíd.
4. Agustine creyó que la escena 2.5 del juicio de Matthew ofreció sola­
mente la elección entre el paraíso en la mano derecha y el infierno en fa ma­
no izquierda. Desde que no se bautizó podría no alcanzar el paraíso por su
pecado original, por lo que temió que'lo destinaran al infierno. "Esos niños
desafortunados quienes murieron sin el bautismo deben enfrentar el juicio
de Dios. Ellos son recipientes de vergüenza, recipientes de ira y la ira de
Dios está sobre ellos. El bautismo es la única c.'Osa que puede librar a estoo
infantes 'desafortunados del reino de la muerte y del poder del demonio...
Ahí no puede haber duda sobre el asunto: ellos caerán en el fuego eterno del
demonio". Sin embargo Augustine revisó eventualmente la opinión de
Matthew, y más tarde los teólogos ignoraron esto. C.f. George Dyer, Lim­
bo. Unsettled Question (New York: Sheed & WArd, 1964), 6.
5. Santo Tomás . de Aquino argumenta que desde el pecado original
hay una privación de la gracia, pero no un pecado personal vigente, y el ni-

231
ño no bautizado no implica una falta personal o el librarse de castigo. Santo
Tomás de Aquino, Comentario sobre las sentencias, 11, d. 33, q. 2.
6. Para un breve resumen de la evolución histórica del limbo, cf.
Sacramentum Mundi, "Limbo", Peter Gumpel (New York: Herder & Her­
der, 1968), III: 318. Ver también Edmund Fortman, Everlasting Lif Ajter
Death (Ne\V York: Casa Alba, 1977), capítulo 7, "¿Hay un limbo para in­
fantes?", especialmente las págs. 143-155.
7. "No ha sido encontrada una prueba oficial de la exi�tencia del lim­
bo por parte de la Iglesia". "Limbo", New Catholic Encyclopedia, vol. 8,
págs. 762-765. Ver también Fortman, op. cit., 150.
8. J.T. Ryan entrevistado por Monika Hellwig, "Life After Death",
Sign (Abril 1979), 35.
9. Austin F1annery, O.P. (ed.), Vatican Council Il: The Conciliar
and Post-Conciliar Docwnents, "The Church", Ila: 16; "The Church in the
Modern World'', Parte 1, 1: 22.
10. New Catholic Enct1clopedia, vol. 8, 763; Fortman, op. cit., 153.
Un ejemplo de deseo de bautismo suministrado por la familia es la de Santa
Perpetua, quien tuvo una visión de su hermano Dinócrates, quien había
muerto a la edad de siete años. Dinócrates se le apareció sin poder beber de
una fuente, la cual Santa Perpetua convirtió en una fuente de bautismo.
Ella oró diariamente por Dinócrates, por consiguiente tuvo otra visión en la
que su hermano aparecía feliz, sanado de la enfermedad que había llevado
en vida, pudiendo beber de la fuente eterna. Cf. E.C.E. Owens, Some
Authentic Acts oj the Early Martyrs (Londres: SPCK, 1833), págs. 82-84.
11. Sacramentum Mundi, op. cit., 318.
12. Fortrnan, op. cit., págs. 148-149.
13. Santo Tomás de Aquino, Summa Teol6gica, 11-II, q. 83, a. 5,
ad l.
14. Omaha World Herald (Noviembre 17, 1982), 1 y 3.
15. "Cuando el feto no es escuchado", Medica[ World News, Abril
10, 1970, págs. 28-29; A.W. Liley, "El feto como una persona", Aust.
N.Z.]. Psyclíiatry, vol 6, No. 99 (1972), págs. 99-105; Lester W. Sontag y
Robert F. Wallace, "El movimiento como respuesta del feto humano al
sonido estimulante", Child Dev., vol. 6 (1935), págs. 253-258.
16. Liley, op. cit., 102.
17. lbíd., págs. 101-102; E. Blechschmidt, "El ser humano desde
muy temprano", en Hilgers, Horan y Mali (eds,), New Perspectives 011
Human Abortion (Frederick, Md.: University Publications of America,
1981), 23; John T. Noona, Jr., "La experiencia del dolor por el no nacido",
en Jeff Lane Hensely (ed.), The Zero People (Ann Arbor: Servant Books,
1983), págs. 141-156.
18. Chester B. Martín, Jr., "Estados de la conducta en el feto humano",
J. Reprod. Med., vol. 26, No. 8 (Ag�o 1981), págs. 425-432; R.S.G.M.
Bots, et al., "Observación de movimientos en el féto humano: D etección
en el útero vía ultrasonído", Early Human Dev., 5 (1981), págs. 87-94;
Modern Medicine Marzo 23, 1970), 43.
19. Liley, op. cit., 101.

232
20. David K. Spelt, "El condicionamiento del ser humano en el útero",
J. &perimental Psychology, vol. 38. No. 3 Guruo 1948), págs. 338-346.
21. Frank Lake, Tight Corners in Pastoral Counseling (Londres:
Darton, Logman & Tood, 1981), págs. 2 y 36.
22. Citado en Morton Kelsey, Ajterlije: The Other Side oj Dying
(Ramsey, N.J.: Paulist, 1979), págs. 106-107. Ver también Linda Mathi­
son, "Memorias del nacimiento: ¿Recuerda su niñez?" Móthering (Otoño
1981), págs. 103-107. La señora Mathison describe numerosos ejemplos de
niños pequeños quienes recordaron experiencias prenatale; y del naci­
miento, sin intentar explicar los mecanismos de semejantes memorias.
23. Chicago Tribune, "Embryos Can Remember, Therapist Says"
(Noviembre 1, 1978); Andrew Feldmar, "La conciencia de la embriolo­
gía: ¿Qué es un embarazo normal?" en David Mall y Walter Watts (eds.),
The Psyéhological Aspects of Abortion (Washington, D.C.: University
Publications of America, 1979), págs. 15-24.
24. Frank Lake, op. cit., capítulo 2, "Counselign in the Presence of
Primal Pain", págs. 14-37.
25. David B. Cheek, "Ejemplos de desajustes relacionados aparente­
mente al imprimirse en el nacimiento", Am. J. Clinical Hypnosis, vol. 18,
No. 2 (Octubre 1975), págs. 75-82; R. Gaddini, "Estados tempranos y psi­
cología n eonatal", en L. Carenza y L. Zichella (eds.}, Emotion and
Reproducti011 (Londres: Academic Press, 1979), págs. 1076-1078.
26. Robert MacDonald, M.D., Memory Healfog (Atlanta: RLM Mi­
nistries, 1981), págs. 34-36.
27. Antonio J. Ferreira, "Factores emocionales en el medio ambiente
prenatal", J. Nervous ans Mental Disease, vol. 141, No. 1 (1965), págs.
112-113; Ashley Montagu, Lije Bejore Birth (New York: Signet, 1965),
págs.
· 156-171.
28. Thomas Verny, Sec·ret Lije oj the Unborn Child (New York:·
Surnmit, 1981), págs. 87-88.
29. Verny, op. cit., 76.
30. Montagu, op. cit.• 152.
31. Lester W. Sontag, "Determinaciones prenatales de la conducta
postnatal" en Harry Waisman y George Kerr (eds.), Fetal Growth and
Development (New York: McGraw-Hill, 1970), págs. 267-268.
32. Dimity B. Carlson y Richard C. Labarba, "Emoción maternal
durante el embarazo y consecuencias reproductivas: Un repaso de la Lite­
.ratura", Int. J. Behavioral Dev., 2 (1979), págs. 343-376.
33. Lester Sontag, "El significado de las diferencias del medio am­
biente fetal", Am. J. Ob. and Gyn., vol. 42, No. 6 (Diciembre 1941),
págs. 1000-1002; Carlson y Labarba, op. cit., Antonio J. Ferreira, op.
cit., 112; Elizabeth K. Turner, "El síndrome en el infante como resultado
de una tensión durante el embarazo", Med. J. Australia (Febrero 11,
1956), págs. 221-222.
34. D.H. Scott, "Estudio de seguimiento desde el nacimiento de los
efectos de las enfermedades prenatales", Develop. Med. Cliild. Neurol.,
15 (1973), págs. 770-787.

233
35. Vcrny, op. cit., 48.
36. Charles Spezzano, "Psicología prenatal: Embarazo con pregun­
tas", Psychology Today, Mayo 1981, 'págs. 49-57. Otros estudios han in­
vestigado una variedad de formas en ras que las influencias prenatales
pueden afectar posteriormente la vida. Cf. Antonio J. Ferreira, "La acti­
tud emocional de las mujeres embarazadas y su reflexión sobre el recién
nacido", Am. J. of Orthopsychiatry, 30 (3), Julio 1960, págs. 533-561;
Sarnoff A. Mednick, "Colapsos en individuos con alto riesgo de es­
quizofrenia: Posibles factores de predisposición peri natal", Mental Hy­
giene, 54 (1), Enero 1970, págs. 50-63; Sarnoff A. Midnick, "Defectos del
nacimiento y esquizofrenia", Psychology Today, 4 (11), Abril 1971, págs.
48-50, 80-81; Melvin Zax, et al., "Consecuencias en el nacimiento en la
descendencia de las mujeres con desorden mental", Amer. J. Orthopsy­
chiatry, 47 (2), Abril 1977, págs. 218-230; Alex J. Crandon, "Ansiedad
maternal y complicaciones de obstetricia", J. of Psychosom.. Res., 23,
1979, págs. 109-111; Matti O. Huttenen y Pekka Niskanen, "Pérdida pre­
natal del padre y desorden psiquiátrico", Arch. Gen. Psychiatry, 35, Abril
1978, págs. 429-431; Lester W. Sontag, "La guerra y la relación feto-ma­
ternal",'Marriage and Family Living, 6 (1), Invierno 1944, págs. 3-4, 16;
Medica[ World News, "Cambios de forma en el juego de hormonas prenata­
les", Marzo 31, 1980, pá�. 35-36; Cian-Paolo Ravelli, et al., "Obesidad en
los hombres jóvenes después de pasar hambre en el útero y en la infancia
temprana", N.E.]. oj Med:, 295 (7), Agosto 12, 1976, págs. 349-353.
37. Verny, op. cit., págs. 22-23.
38. Clifford Olds, "Fefal Response to Music", PPPANA News, No. l.
(Abril 1984), 2.
39. Verny, op. cit., págs. 46-49; Francis MacNutt, "Prayers for the
Unborn Child", Charism.a { 1oviembre 1983), págs. 24 y 28-31.
40. S.N. Bauer, "La ciencia del Tacto y del Sentimiento tiene gran
importancia para el pre-nacido", SI. Cloud Visitar, vol. 71, No. 24 (No­
,·iembre 11, 1982), págs. 1 y 11. Ver también Conrad W. Baars, M.D.,
Feeling a11d Healing' Your Emotiom (Plainfield, N.J.: Bridge, 1979),
pá�.
· 81-84.
41. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, I-II, q. 81, art. l y 2.
42. John y Paula Sandford, Restoring tlie Christian Family (Plain­
jield, N.J.: Bridge, 1979), pdgs. 128-129.
43. Metropolitan Antl,ony of Surozli, "El sufrimiento y muerte de
los niños", Ea.stem Churclies Review, vol. 8, No. 2 (1976), llO.
44. P.F.H. Giles, "Reacciones de la mujer ante la muerte peri natal",
Aust. N.Z.J. Obstet. Gynaec., 10 (1970), págs. 207-210; Karen Kowalski
y Watson A. Bowes, Jr., "La responsabilidad de los padres con el bebé na­
cido muerto", Contemporary Ob/Cyn, 8, (Octubre 1976), págs. 53-57;
John Kennel, Howard Slyter y Marshall H. Klaus, "La responsábilidad de
los padres por la muerte de un recién nacido", N.E.J. Med., vol. 238, No.
7 (Agosto 13, 1970), págs. 344-349.
45. Theresa M. Stepany, "Abortos tempranos: ¿Son los bastante rá­
pidos como para disminuir el dolor?" RN Magazine (noviembre 1982), 89.

234
46. Larry B. Peppers y Ronald J. Knapp, "Reacciones maternales
por la muerte involuntaria de un bebé-fetal", Psychiatry, 43 (Mayo 1980),
págs. 155-159.
47. Pepper� y Knapp, Motherlwod a11d Moumig, op. cit.
48. lbíd, págs. 19-22.
49. Jack M. Stack, "Aborto espontáneo y aflicción'', Am. Family
Physicia11, vol. 21, No. 5 (Mayo 1980), págs. 99-102; Robert T. Corney y
Frederick T. Horton, Jr., "Aflicción pafológica posterior a un aborto es­
pontáneo", Am. J. Psychiatry, vol. 131, No. 7, Julio 1974, págs. 825-829.
50. Marshall H. Klaus y John H. Kennell, Parent-lnfant 8011ding
(St. Louis: C.V. Mosby, 1982), 264.
51. Harriet Sarnoff Schiff, The Bereaved Parent (New York: Pen-
guin, 1977). págs. 33-35.
52. Kennel y Klaus, op. cit., 265.
53. Schiff, op. cit., 79.
54. lbíd, 90.
55. P eppers y Knapp, op. cit., 29; Elizabeth K. Best, "Aflicción en
respuesta a una pérdida prenatal: Un argumento para la más temprana
unión prenatal .., Dissertation Abstracts International, vol. 42', No. 6 (Di­
cien\bre 1981); Machelle Scibel y William L. Graves, "La implicación
psicológica por el aborto espontáneo", J. Reprod, Med., vol. 25 No. 4
(Octuóre 1980), págs. 161-165.
56. TerrySelby, M.S.W. , "Agonizing Aftermath of Abortion". Dis­
curso sobre la vida pronunciado a los ciudadanos de Minnesota en la Con­
vención Estatal de 1984.
57. Ian Kent, et al., Resultado emocional por el aborto elegido", BC
Me.ti.]., vol. 20, No. 4 (Abril 1978), págs. 118-119. Ver también Jan Kent
y William Nicholls, "Aflicción en la mujer después del aborto: ·un reporte
clínico", World Journal of Psychosy11thf!-Sis, vol. 13, No. 14 (Otoño-Invier­
no 1981), págs. 14-17.
58. Jesse O. Cavenar, AJlan Am Maltbie y John L.Sullivan, "Con.se­
cuencias del aborto: Aniversario depresivo y dolor de vientre", Bull of the
Me1111inger Clinic, vol. 42, No. 5 (1978), págs. 433-438; R.F.R. Gardner,
Abortion: The Personal Dielmma (Grand Rapids: Eerdmans, 1972), capí­
tulo 23, "Resultados mental y espiritual del aborto", págs. 201-211; Nadia
B. Gould, "Reacciones depresivas posteriores al aborto en la Universidad
femenina", J. oj the Am. College Health Assoc., vol. 28, No. 6 Quruo
1980), págs. 316-320; Francis J. Kane, Jr. y John A. Ewing, "Terapéutica
del aborto-Quo Vadimus", Psychosomatics, 9 GuJio-Agoslo 1968), 'págs.
202-207; R. Kumar y Kay Robson. "Causa previa al aborto y depres1ón
anti-natal en la primeriza: Reporte preliminar de un examen de salúd
mental en la embarazada", Psychological Medicine, 8 (1978), págs. 711-715.
David Mali y Walter F. Watts, The Psychological Aspects oj Ahortion, op.
cit., Myr e Sim, "El aborto y la psiquiatría", Br Med ], 2 Oulio 20, 1963),
págs. 145-148; Jean G. Spaulding y Jesse O. Cavcnar, J r., "Psicosis poste­
rior a la terapia del aborto", Am. J. Psuchiatry, vol. 135, No. 3 (Marzo
1978), págs. 364-365; Terry Selby, op. cit. Ver también Nancy Buckles,

235
"El aborto: Una técnica para trabajar mediante el dolot', CoUege Heolth,
vol. 30 (Febrero 1982), pág;. 181-182. No obstante, el autor reconoce pocos
efectos negativos después del aborto, ella admite que algunas mujeres se
"estancan" y describe una técnica para ayudar a resolver los sentimientos
negativos. Su técnica incluye pasos para centrar la atención en el niño
abortado, establece algunas remembranzas positivas del suceso y entonces
se dice adiós al niño. Estos pasos son atractivos, como nuestros propíos pa­
sos de la oración dados en este capítulo. La diferencia está en que la seño­
rita Buckles parece ver al niño como una parte del mundo interno de la
madre (no obstante una parte con la que necesita reconciliarse) más que
como un ser separado con vida quien necesita de Jesús y de nuestra salud y
amor reconciliador.
59. Mary Meehan, "Bebés tristes", Catl1olic Twin Circle (Agosto 14,
1983), 4; Christian Lije, vol. 46, No. 9 (Enero 1985), 49.
60. Citado en George Maloney, Death, Where Is Your Sting? op.
cit., 78.
61. Arthur Kornhaber, "Una historia emocional de los abortos de
tres mujeres", en James T. Burtchaell, Abortion Parl ey (New York:
Andrews & McMeel, 1979).
62. Por ejemplo, los doctores Robert Weil y Car! Tupper estudiaron
a 18 mujeres quienes habían tenido tres o más abortos consecutivos. A es­
tas mujeres les fue dada píscoterapia semanaT durante un embarazo subse­
cuente, quince obtuvieron exitosamente un niño, indicando que la terapia
para daños emocionales puede interrumpir un hábito de aborto espontá­
neo. Robert J. Weil y Car! Tupper, "Personalidaél, situación en la vida y
comunicación: Un estudio del aborto habitual", Psychosom. Med., vol.
22, No. 6 (1960), págs. 448-457. Ver también F1anders Dunbar, "Un en­
foque psicosomático del aborto y de su hábito", en Harold Rosen (ed.),
Ab()rtion in America (Boston: Beacon Press, 1967), págs. 22-31; Dan C.
Hertz, "Rechazo de la maternidad", Psyc1wsomatics, 14 Gulio/Agosto
1973), págs. 241-244; L. Kaij, A. Malrnquist y A. Nillson, "Aspectos psi­
quiátricos del aborto espontáneo-U. La importancia de la aflicción, la
unión y la neurosis en la vida temprana", J. Psychosom. Research, 13
(1969), págs. 53-59; M. Bourgeois y D. Labrousse, "Abortos provodados y
abortos espontáneos: Aspectos psicopatológicos relacionaos en una
muestra preliminar de 411 cuestionarios sobre embarazo interrumpido",
Ann. Med. Psuchol. (París), vol. 2, No. 2 Oulio 1975), págs. 339-366;
Yu-Mei Chao, "Un autoconcepto del aborto habitual duranle el curso de
un embarazo exitoso", Maternal-Child Nursing ]., vol. 6, No. 3 (Otoño
1977), págs. 16.'5-175.
63. Kent y Nicholls, op. cit., "Exploraciones adicionales de estos sen­
timientos en la mayoría de los casos condujo al descubrimiento de que ca­
da conducta autodestructiva había llegado a través (hasta entonces in­
consciente) de una identificación éon el rechazo de la mujer a ser madre,
quien tenía su propio inconsciente, o en algun� casos casi conscientemen­
te, deseando abortar a su hija. Las más tardías habían introducido estos
deseos infanticidas de su madre, y habían actuado por identificación, y

236
actualmente coruiguen abortar a sus propios niñoo. De esta forma, ef feto
comprendió simbólicamente, mientras ella se identificaba con el papel de
su madre. Se observó que una parte de las mujeres había tenido múltiples
abortos. En vista de su propio nivel de inteligencia y educación, y dispues­
tas a aprovechar el significado del control de su nacimiento, se ha de
concluir que ellas tuvieron experiencias compulsivas a embarazarse,
logrando ese estado para volver a representar la misma identificación con
los abortos de su madre. De esta manera, los múltiples embarazos que
conducen a un aborto podría ser interpretados como una forma fracciona!
de suicidio a través del mecanismo de identificación. Algunas de estas mu­
jeres experimentaron fantasías suicidas o se implicaron en repetidos acci­
dentes que las lastimaron, apenas escapando a la muerte en más de una
ocasión. Mientras que no puede ser comprobada que esta conducta apare­
ce universalmente en los casos descritos, su frecuencia fue bien comproba­
da para ser significativa y para alertar a los psiquiatras sobre la posibili­
dad de que cada mujer pueda estar en ese riesgo" (15).
64. Terry Selby, op. cit.
65. Arthur B. Shostak, Gary McLouth y Lynn Seng, Men and Abor­
tum (New York: Praeger, 1984), pá�. 16, 40-42, 105-111, 117, 122, 252-
253. Como consejo de fuentes para la importancia del dolor en los hombres
involucrados en el aborto, los autores citan a Arthur y Libby Colman,
Earth Father, Sky Father: The Changing Concept of Fathering (Engle­
wood Cliffs, N.J.: Prentioe Hall, 1981), 128, y los consejos del psicólogo Ar­
nold Medvene, quien dice que el aborto es "una experiencia de muerte inne­
gable, una experiencia de pérdida, y una experiencia de separación con
grandes efectos para todos. Si todo se logra bloquear y no se resuelve, hay
peligro de tener un impacto dramático y destructivo en las relaciones". Ver
también a John Leo, "Compartiendo la aflicción por el aborto", Time (Sep­
tiembre 26, 1983), 78, para una discusión de Men and Abortion.
66. Kenneth McAll, Healing the Fámily Tree. op. cit.
67. Carta personal del doctor Kenneth McAll, agosto 20, 1984.
68. "Anorexia: La 'enfermedad de inanición' epidémica". U.S. New &
World R ep ort (Agosto 30, 1982), pá�. 47-48; Cherry Boone O' Neill, Star­
vingfor Attention (New York: Dell, 1983).
69. Linda Bir Francke, The Ambivalence of Abortion (New York:
Dell, 1979).
70. Theresa Stephany, op. cit., Cathy C. F1oyd, "Embarazo después
de un fraca�o reproductivo", Am. J. oj Nursing, vol. 81, No. 11 (Noviembre
1981), págs. 2050-2053; Emanuel Lewis y Ann Page, "El fracaso de la aflic­
ción por un bebé nacido muerto: Una catástrofe prevista", Br. J. Med. Psy­
clwl., 51 (1978), págs. 237-241.
71. Peppers y Knapp, op. cit., pá�. 131-135; Floyd, op. cit.
72. Albert C. Caín, et al., "Los disturbios en los niños como reacción
por el aborto de sus madres", Psychosom. Med., vol. 26, No. l (1964), págs.
58-66; Kennel y Klaus, op. cit., págs. '1:16-277; Schiff, op. cit., págs. 83-99;
Philip Ney, ''Una consideración sobre los sobrevivientes del aborto", en Jeff
Lane Hensley (ed.), The 'Zero neople (Ann Arbor: Servant, 1983), págs.
123-138.
73. Ca.in, et al lbert'Cain, Irene Fast y Mary Erickson,

237
"Los disturbios en los niños como reacción por la muerte de un 'sibilino'
(nomo)" Am. J. oj Orthopsychiatry, vól. 34, No. 4 Qulio 1964), págs.
741-752..
74. Kennell y Klaus, op. cit., pá�. 276-277.
75. Idem.; ver también Schiff, op. cit., págs. 83-100, donde ella descri­
be su estudio sobre sibilinos (nomos) sobrevivientes, quienes podrían no re­
cordar una interacción positiva con sus parientes durante el periodo posterior
en el que su hermano o hermana murieron.
76. Para las reacciones de pesar en los niños de diversas edades, cf.
Judy Tombrink y James Hoff, "Relaciones con un doliente: Una experiencia
progresiva".
77. Marion Osterweis, Frederic Solomon y Morris Green (eds.), Bere­
avement: Reactions, Conseq11ences arul Care �ashington, D.C.: National
Academy Press, 1984), págs. 99-141 y 284-285. Reporte de un estudio por el
National Institute of Medicine.
78. Tbíd.
79. Philip Ney en Hensley, op. cit. , 125, comenta una narración de
un paciente la cual es una evocación del apego de Julie a sus muñecas: "A
los siete años de edad reportó un sueño en el que tres sibilinos (gnomos) se
fueron a jugar con él en un banco de arena. Mientras jugaba, los bancos
de arena se derrumbaron y por consiguiente sus tres sibilínos (gnomos)
quedaron enterrados. El no pudo decirme quienes eran ellos pero sabía
que eran sus hermanos y/o hermanas. Su madre admitió tres abortos tem­
pranos, pero insistió en que su hijo no pudo haberse enterado".

8. El Alma vive donde Ama

J. Raymond Moody, Lije after Lije (Covington, Ga.: Mockingbird,


1975).
!'\. Dr. Karlis Osis y Dr. Erlendur Haraldsson, At The Hour of Deat/1
(New York: Avon, 1977). Citado en Morton Kelsey, ÁjterLife: Thc Other
Side of Dying (Ncw York: Crossroad, 1982), 91-93.
3. "Thcre·s a River of Life", Letra y música por L. Casebolt (Dor­
set, England: Celebration Services, 1971, 1975).
4. K.R. Hanley, "Reílections on Gabriel Marcel's Theme of Pres­
ence as a Sign of Inmortality," versión no publicada de un artículo publi­
cado en Francés en el l!evue Phílosophique de Lo11vain, tome 74 , Mayo
1976.
5. George Maloney, T/ie Everlasting Now (Notre Dame: Ave Ma­
ría, 1980), 98-99.
6. Citado en George Maloney , Inward Stillncss (Denville, N .J.: Di­
mension, 1976), 190-91.

Conclusión

l. Maurice Zundel, The Splendor of the Lit11rgy (New York: Sheed and
Ward, n.d.)

238
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