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TEMA 31.

LAS DISTINTAS CONCEPCIONES DE LA


SOCIOLOGÍA COMO CIENCIA

Esquema del tema

1. Definición y orígenes históricos de la sociología.

1.1. Definición.

1.2. Orígenes históricos.

2. Concepciones de la sociología según su objeto de estudio.

2.0. Introducción.

2.1. El devenir de la sociedad.

2.2. El análisis estadístico.

2.3. La sociología como teoría del sistema social.

2.4. La sociología comprensiva de Max Weber.

2.5. Economía y sociología: el modelo del "homo oeconomicus".

2.7. La sociología como ciencia estricta.

2.8. La sociología del conocimiento.

3. Conclusión.

4. Bibliografía.
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1. Definición y orígenes históricos de la sociología.

1.1. Definición.

La sociología es la ciencia que estudia, con métodos y técnicas de investigación


propios, empíricos y no empíricos, los fundamentos, los fenómenos esenciales, los
procesos recurrentes de estructuración y desestructuración, las manifestaciones típicas
de la vida asociada y sus transformaciones, los condicionamientos que las relaciones
ejercen sobre la formación y sobre la acción de los individuos y que los individuos
ejercen sobre ellas, tal como se encuentran en la sociedad y en cualquier tipo de
colectividad; apuntando, como cualquier otra ciencia, a reducir la variedad de los
hechos particulares a un número limitado de leyes o proposiciones generales vinculados
entre sí por medio de esquemas explicativos y teorías de diversos alcances. Sin
embargo, la sociología no se reduce exclusivamente al estudio de lo que es
históricamente invariante, es decir ahistórico, como los fundamentos biológicos de la
vida social, sino que incluye también todos los fenómenos que aunque se han
constituido y han evolucionado en la historia –como la familia, el trabajo, la política y la
dominación–, que evolucionan y se transforman con ritmos más lentos que los de la
historia al uso.

1.2. Orígenes históricos.

Definir la sociología significa precisar cuál es el objeto específico, o el campo de


objetos, de esta ciencia. Ahora bien, ¿desde cuándo puede decirse que existe la
sociología? Hay tres tipos de respuestas posibles.

1. Se podría argumentar que en realidad la sociología existe desde que existe una
reflexión intencionadamente dirigida a captar los aspectos constantes y recurrentes de la
vida y del cambio de las sociedades humanas. Elementos de una reflexión así orientada
son evidentes desde la antigüedad en el pensamiento político, económico, jurídico,
literario y filosófico. Delimitados en este sentido tan amplio, los orígenes de la
sociología se remontarían a Grecia. Así, la mayor parte de los problemas que fundan la
razón de ser de la sociología emergieron en el curso de la tradición del pensamiento
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filosófico. Ello no impediría argumentar que desde mediados del siglo XIX la
sociología ha adquirido una especificidad creciente, se ha vuelto esencialmente
autónoma.

2. Una segunda respuesta a la pregunta “¿desde cuándo existe la sociología?”


podría referirse entonces a la época en la que las descripciones y las interpretaciones
generalizadoras de los fenómenos sociales, muy comunes ya a fines del s. XVIII, son
sometidas a procedimientos científicos rigurosos, con amplio recurso a las técnicas de
mediación y de inferencia estadística. De ese modo, la fecha de nacimiento de la
sociología no se desplaza mucho, y más bien se anticipa un poco: El Ensayo de
estadística social de Quétélet es de 1835. Por otra parte, el tipo y la lista de las obras
que entran en el campo llamado sociología cambiaría radicalmente. Junto con todos los
autores antes mencionados, como Tocqueville, con su La democracia en América (1835
- 1840) y Herbert Spencer; mientras que en cambio entraría un plétora de estadísticos,
demógrafos, antropometristas y demás, hasta encontrar en Durkheim, quizás el primer
autor cuya obra, a la vez que es metodológicamente rigurosa, no puede en realidad
reducirse, a diferencia de las precedentes, a ninguna otra rama de las ciencias sociales.
El resultado final del establecimiento de una coincidencia completa entre la existencia
de la sociología y la aplicación del método científico consistiría pues en expulsar del
ámbito de la sociología a la mayor parte de los autores y de las obras que clásicamente
contribuyeron a establecer cuáles son los problemas fundamentales de esta disciplina, es
decir interrogantes en torno a la sociedad que ninguna otra disciplina plantea y que por
eso crean el espacio y la tensión para una empresa intelectual distinta de las ya
cultivadas desde la antigüedad; problemas e interrogantes para cuya identificación no
puede delegarse en el método científico, y a los que en todo caso debe el método estar
subordinado.

3. La más obvia consiste en decir que la sociología existe desde que se habla de
ella bajo ese nombre, o bien desde que se produjeron los primeros trabajos dedicados
explícitamente a su fundación conceptual y metodológica. Los dos acontecimientos
tienen una fecha precisa, y ambos están ligados al nombre de Comte. En 1824, en una
carta, Comte utilizaba por primera vez el término sociología para indicar la nueva
ciencia de la sociedad cuyo plan estaba acariciando, todavía bajo la influencia de Saint-
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Simon. Quince años después, en la lección XLVII del Curso de filosofía positiva que
presentaba la realización pública de ese plan, proponía sustituir la vieja expresión física
social, en uso desde el siglo XVII y empleado en aquellos mismos años, por el
neologismo sociología.

Sin embargo, tomar el año 1839, cuando no 1824, como el año que separa la era
presociológica de la sociológica, sería ofensivo para el propio Comte porque él mismo
señalaba que muchos de sus predecesores, entre los cuales gustaba mencionar a
Montesquieu y Condorcet, habían emprendido desde mucho tiempo antes una
concepción científica del progreso de las sociedades humanas. Además, y en contra de
Comte, se podrían añadir los nombres de Saint-Simon o Adam Smith, en cuyas obras
pueden encontrarse descripciones e interpretaciones de sociedades europeas, mucho más
realistas y en ciertos aspectos más anticipadoras de las líneas de desarrollo de la futura
sociedad industrial que las elaboradas por Comte.

Parece pues necesario concluir que las tres respuestas, tomadas aisladamente,
como exhaustivas y necesariamente excluyentes, son excesivamente drásticas. Los
temas y los problemas que alimentan la imaginación sociológica han provenido y
provienen del exterior a ella, y no podría ser de otra manera; pero eso no excluye ni la
posibilidad de dirigirse a un objeto más específico, ni la exigencia y la existencia
efectiva de una fundación autónoma, ni la necesidad de la presencia de instrumentos y
técnicas de investigación adecuados a su propio objeto específico, en el marco de los
modelos de razonamiento científico.

2. Concepciones de la sociología según su objeto de estudio.

2.0. Introducción.

Un buen criterio de exposición de las diferentes concepciones de la sociología es


clasificarlas con relación a su objeto de estudio. Como ha ocurrido en otros campos, no
es raro que un mismo autor haya dado varias definiciones, y a veces contrastantes, de su
disciplina; y cada una de las definiciones clave no es ni exhaustiva ni exclusiva.
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Distinguiremos las definiciones según tomen como objeto primario de esta ciencia uno
u otro de los que siguen:

1. El devenir de la sociedad.

2. Las relaciones o bien las correlaciones existentes entre los fenómenos sociales
y que utilizan como herramienta metodológica el análisis estadístico.

3. Las relaciones de interdependencia entre individuos, partidos, funciones de la


sociedad, que constituyen los sistemas sociales.

4. La sociología como comprensión de la acción social.

5. La acción social considerada desde el punto de vista del modelo del agente
maximizador de sus intereses: el homo oeconomicus.

6. El lenguaje para describir en forma rigurosa los fenómenos sociales.

7. Los fenómenos sociales entendidos como relaciones de poder.

Para cada clase de definiciones procederemos ahora a indicar brevemente qué


tipos de teoría sociológica tienden a derivare de la adhesión implícita o explícita a ella,
qué particulares relaciones con la historiografía y con otras ciencias comporta.

2.1. El devenir de la sociedad.

El postular como objeto propio de la sociología el devenir de la sociedad como


totalidad orgánica ha dado origen a tres tipos principales de sistemas teóricos
macrosociológicos: el primero se centra en la idea de progreso y en la dinámica social
que lo produce, y su ejemplo más eminente es la obra de Comte; el segundo se basa en
la idea de evolución social y su ilustración original es la obra de Spencer; el tercero, por
último, está regido por la idea de desarrollo social y tiene su principal representación
en la obra de Marx y Engels. Los tres sistemas comparten algunas premisas:

a. Que la humanidad está en movimiento a partir de un estado de comunidad


sostenido por fuerzas materiales e ideológicas extrínsecas al hombre y de las cuales éste
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no tiene conciencia, hacia un nuevo estado de comunidad caracterizado por el máximo


grado de autoconciencia, de libertad individual y colectiva, de racionalidad de la acción
individual tanto como de la organización social, una y otra armoniosamente integradas.

b. Que en cada etapa existe una correspondencia casi perfecta, o consenso, entre
todos los elementos que forman la sociedad, individuales, sociales y culturales, en
cuanto que cada uno lleva la impronta de la totalidad de que forma parte y por
consiguiente es posible reconstruir la totalidad partiendo de cada uno.

c. Que el estudio científico de la sociedad, en cuanto modifica la conciencia y la


acción de los individuos y de la colectividad, es capaz de acelerar la transición de los
estadios menos avanzados a los más avanzados, aunque de ninguna manera puede
subvertir su orden o permitir saltos fuera de la secuencia preestablecida.

Los tres sistemas difieren en cambio radicalmente en la concepción del


movimiento histórico y, en consecuencia, en las relaciones que instituyen con la
historiografía y con la historia, y en la interpretación de la sociedad industrial. Para
Comte y Spencer el movimiento histórico es esencialmente lineal, aunque no carece de
tensiones y conflictos; para Marx, en cambio, es esencialmente discontinuo, pasa de un
estadio a otro a través de fases de afirmación, involución, negación y luego superación
dialéctica de las potencialidades inscritas en el estadio precedente. Los dos primeros
utilizan los datos de la historia para ilustrar el avance del progreso y de la evolución,
escogiendo a veces en forma arbitraria los que hablan en favor de su tesis; el tercero
elabora un método y un modelo para interpretar hechos históricos de todo tipo,
interpretándolos como signos o síntomas de los procesos de un organismo subyacente
cuya anatomía se intenta descubrir. La superioridad de este método en comparación con
los otros dos resulta evidente justamente en la interpretación de la sociedad industrial.
Mientras que Comte y Spencer no van más allá de una descripción de algunas
características originales de la nueva sociedad, el sistema marxiano ofrece una
explicación de sus necesidades fisiológicas, de la insuperabilidad del conflicto social
que tiene en su base, y de las fuerzas que lo alimentan en forma de clases sociales que
no sólo resultará la más eficaz desde el punto de vista científico, sino que tendrá desde
el principio una inmensa influencia en la praxis económica y política del movimiento
obrero, así como sobre el desarrollo ulterior del pensamiento sociológico.
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2.2. El análisis estadístico.

La concepción para la cual el objeto propio de la sociología serían ante todo las
relaciones empíricamente observables, que aparecen de forma recurrente dentro de
márgenes de variación aceptables, entre clases diferentes de fenómenos sociales, se
encuentra en los muchos trabajos de estadística social que se sucedieron en el curso del
s. XIX, pero fue precisada y dotada por así decirlo de autonomía frente a las demás
ciencias sociales por el clásico de Durkheim, El suicidio (1897). Las teorías que se
construyen con base en esa definición de la sociología tienen alcance limitado en el
tiempo y en el espacio. Entre los fenómenos cuya relación se desea estudiar no se
postula una graduación de importancia, sino que cada uno de los dos o más fenómenos
estudiados se toma sucesivamente como variable independiente, es decir, como factor o
causa del otro(s), que por consiguiente es tomado como variable dependiente o efecto
(“causa” y “efecto” deben entenderse en el sentido de acontecimientos precedentes y
subsecuentes, no de nexo necesario). El método de investigación utilizado es en la
mayoría de los casos indirecto, o bien utiliza datos producidos por otros, ya menudo con
fines completamente distintos de los que persigue el investigador, como ocurre
típicamente con los anuarios estadísticos de los diversos países.

La renuncia a la producción directa del dato en muchos casos es tanto una


elección como una necesidad; una elección porque en los vehículos de la memoria
social se depositan desde hace generaciones masas importantes de datos susceptibles de
análisis orientados por la imaginación del sociólogo; una necesidad, porque producir
directamente los datos cuantitativamente suficientes para un estudio de las relaciones
entre diferentes clases de fenómenos implica costos muy elevados, tanto económicos
como de tiempo. Pero obsérvese que aun en los casos en que el investigador elige
producir el dato mismo, el interés primario de la indagación no es el fenómeno que se
transforma en dato, sino la relación entre las diversas frecuencias de datos así
producidos. Con un lenguaje que se remonta a John Stuart Mill, cuyas indicaciones
aplicó Durkheim en El suicidio, la sociología se configura por lo tanto como un estudio
de las variaciones concomitantes entre clases de acontecimientos, es decir entre
incrementos y decrementos positivos o negativos, de tasas, porcentajes, frecuencias
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entre dos o más tipos de acontecimientos recurrentes dentro de una población


determinada. Su principal técnica de investigación pasa a ser el análisis estadístico.

Bajo la influencia del neopositivismo, este modo de concebir la sociología


produjo decenas de millares de investigaciones en que se confrontan y correlacionan
(estadísticamente hablando) fenómenos de la esfera económica, política, etc., con
innumerables hechos de escala igual o muy diferente, sea dentro de la misma esfera o en
otras completamente distintas. En este caso las relaciones de la investigación
sociológica con la historia se vuelven irrelevantes, exponiendo al investigador a una
objeción crucial que ya formuló Adorno en Sociología e investigación empírica (1957):
La investigación empírica no puede ignorar el hecho de que todos los datos que
examinan están mediados a través de la sociedad. No son algo último, sino
condicionado. Eso no quita que este tipo de investigación haya contribuido y siga
contribuyendo por un lado a explicar hechos sociales que la idea de totalidad no explica
de por sí, por el otro a estimular y orientar eficazmente intervenciones de carácter
normativo en numerosos campos, desde la práctica médica a la educación.

2.3. La sociología como teoría del sistema social.

Afirmar que el objeto prioritario de la sociología es el sistema social significa


operar una drástica reducción del campo de los estudios sociológicos respecto de las
definiciones que en cambio ven ese objeto en la sociedad entera y en su devenir. Decir
el sistema social remite a un conjunto de posiciones, de relaciones sociales objetivas que
por amplio que sea nunca es coextensivo con la sociedad misma, o bien no agota la
totalidad de esos elementos observables en ella. Además, privilegiar los planos de las
relaciones sociales obliga necesariamente al investigador a dar menor peso, cuando no a
subestimar, o incluso a excluir del campo de observación, los elementos de la cultura y
de la personalidad que de hecho constituyen la realidad social tanto como las relaciones
directamente observables o abstractamente reconstruidas entre las personas.

Tres grandes tipos de teorías del sistema social se han afirmado hasta ahora y en
cierto aspecto se han sucedido, en la historia de la sociología: las que toman como
fundamento un paradigma de tipo mecanicista, las que en cambio se remiten a un
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paradigma fisiológico, y por último las que se fundan en el paradigma cibernético. Estas
últimas son con mucho las más recientes.

1. Mecanicistas: Asignan la mayor importancia, entre los aspectos constitutivos


del sistema social, a las condiciones del equilibrio entre los sujetos individuales y sus
intereses. La construcción más ambiciosa inspirada por este modo de concebir la teoría
sociológica es el Tratado de sociología general de Vilfredo Pareto (1916). Para Pareto,
el proceso histórico no es tanto el resultado del conflicto entre las clases tomadas en su
conjunto como la lucha entre sus minorías dirigentes que se van alternando en el poder
político. De hecho, los trabajos de Pareto siguen siendo utilizados en análisis
económicos y en teoría de juegos.

2. Fisiológicas: Atribuyen en cambio la primacía lógico-empírica a un radio


restringido de funciones necesarias para la existencia de cualquier sistema social,
como la adaptación al ambiente externo, social y natural, y la integración de sus
diferentes componentes, la reproducción social de los modelos culturales y de las
prácticas que lo distinguen. Esta línea de elaboración teórica y metodológica fue
desarrollada sobre todo por el funcionalismo en que confluyeron, además de algunos
elementos de la teoría social de Pareto, las instancias antihistoricistas de la
antropología. Si bien no han faltado autores que, como Parsons, emprendieron la
tentativa de organizar un enorme material historiográfico relativo a las sociedades
tradicionales y modernas en un articulado esquema funcionalista, en una óptica
neospenceriana o neoevolucionista, esta línea de trabajo, igual que la precedente, hace
más fáciles las relaciones con la ciencia económica y con la psicología que con la
historia. Parsons, considerado un funcionalista, pensaba que la sociedad tendía hacia
la autorregulación y la autosuficiencia manteniendo determinadas necesidades básicas,
entre las que se incluían la preservación del orden social, el abastecimiento de bienes
y servicios y la protección de la infancia. Según la teoría funcionalista, la sociedad es
un organismo y cada parte cumple una finalidad o realiza una función. Todos los
miembros de la sociedad cooperan para cubrir sus necesidades porque tienen objetivos
y valores comunes. Entre los libros de Parsons se encuentran La estructura de la
acción social (1937) y El sistema social (1951). Fue uno de los sociólogos más
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influyentes del siglo XX, pero ha sido criticado por no prestar suficiente atención al
cambio social y a los conflictos asociados a él.

3. Cibernéticas: El tercer tipo de teorías derivadas de la colocación del


concepto de sistema en la base del análisis sociológico está estrechamente vinculado
con el desarrollo, a partir de la década de los 50, de la teoría general de los sistemas, de
la teoría de la información, de la cibernética (o ciencia de los procesos de gobierno en
los sistemas vivientes), de los estudios sobre los problemas de la comunicación. Tales
teorías e concentran en los procesos de información, de control y de regulación dentro
de los sistemas sociales; en las relaciones entre objetivos del sistema, procesos de
gobierno y autorregulación; en el concepto de estado sistémicos; en los procesos
homeostáticos que tienden a mantener un sistema en un estado antes que en otros,
también las teorías cibernéticas del sistema social son tendencialmente ahistóricas.
Edgar Morin en Francia y Niklas Luhmann en Alemania son modernos representantes
de este modo de concebir la sociología.

Morin, con su serie El método, obra aparecida en tres volúmenes (1977, 1980 y
1986), inauguró un nuevo campo de investigaciones: se enfrentó a la complejidad de los
sistemas, lejos de buscar la unidad de las ciencias, destacó la importancia de la noción
de desorden. Dio un papel destacado al concepto de ‘ecosistema’, con el que intenta
explicar la diversidad real surgida de la autoorganización, la selección y la adaptación
del mundo humano. En Ciencia con consciencia (1982) profundizó el concepto de la
complejidad.

Luhmann es otro de los más interesantes sociólogos actuales. Sistemas


generales. Lineamientos para una teoría general (1997), es considerada por el propio
autor como la obra (hasta ahora) más acabada de su pensamiento, pues contiene la
estructura fundamental de su propuesta teórica respecto de la sociedad contemporánea y
constituye un minucioso, y enorme esfuerzo por trasvasar las categorías primordiales de
la ciencia sociológica al lenguaje de la teoría de sistemas. Resumimos brevemente los
nueve puntos del prefacio que preparó el propio Luhmann para la primera edición
española:
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1. El libro no trata de un tipo especial de objetos que podrían ser designados


como sistemas y que se distinguirían de otros objetos. Trata más bien de la diferencia
entre sistema y entorno.

2. Para un observador un sistema es sistema sólo si por medio de sus propias


operaciones el sistema se vuelve a sí mismo sistema.

3. ¿Cómo un sistema se vuelve a sí mismo sistema? Enlazando operaciones


propias con operaciones propias y diferenciándose, así, de su entorno. La observación
del mundo con ayuda de la distinción entre sistema y entorno depende de la ubicación
del observador.

4. Esta ubicación sólo puede darse en un lugar del mundo. El observador es uno
de sus propios objetos de observación. Es la única manera de conseguir que la teoría de
sistemas se universalice y se convierta en una teoría del mundo que lo incluya todo, aun
a sí misma, obligada a concebir todo lo que observa como sistema o como entorno.

5. Hasta ahora estas observaciones han sido poco usuales en sociología La teoría
de sistemas sociales que se presenta aquí trata de anular la distancia con otras
disciplinas.

6. Esta orientación hacia la interdisciplinariedad no significa que el orden social


sea reducido a hechos psicológicos, biológicos y fisiológicos mediante un
procedimiento reduccionista. No manejamos el argumento de que, puesto que existen
reproducción autopoiética, evolución, etc. en el nivel de las células vivas, dichas
estructuras deben existir también en los sistemas sociales.

7. Para aplicar a la sociología el concepto general de autopoiesis y formularlo


como una teoría de los sistemas sociales se requiere una indicación precisa respecto de
la operación por medio de la cual el sistema se reproduce y luego se diferencia del
entorno. La teoría de los sistemas sociales debe transformarse de teoría de la acción en
teoría de la comunicación. Se requiere de un nuevo concepto de comunicación que
reemplace a la concepción normal de comunicación como acción de comunicación o
como transferencia de información de un sistema a otro.
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8. Como consecuencia el hombre es considerado como parte del entorno y no


como parte del sistema social. Quien considera seriamente al ser humano como una
unidad concreta y empírica formada física y química, orgánica y psicológicamente, no
puede concebir al individuo como parte del sistema social.

9. La teoría de sistemas es universal por no describe el mundo con ayuda de la


diferenciación entre sistema y entorno, pero no sostiene que esta distinción sea la única
base posible para una descripción del mundo. No reclama exclusividad.

2.4. La sociología comprensiva de Max Weber.

Si bien el significado del concepto de acción social fue extendido después hasta
incluir también las acciones de los sujetos colectivos, como una clase social o una
organización, nació para designar la acción del individuo que tiene en cuenta, en su
acción, las acciones de otros a que hace referencia, ya sean éstas pasadas o presentes o
posibles. La propuesta de asumir la acción social así entendida como objeto y
fundamento específico de la sociología fue formulada por Max Weber en Economía y
sociedad (1920). La obra de Weber fundaba la corriente historicista del análisis de la
acción social.

Para Weber la sociología es la ciencia que pretende entender, interpretándola, la


acción social para explicarla causalmente en su desarrollo y efectos, entendiendo por
acción como una conducta humana en la que el individuo o individuos de la acción la
enlacen con un sentido subjetivo. La acción social estaría referida a la conducta de
otros. Pero lo que interesa al autor es el sentido de la acción susceptible de ser
comprendida. Weber destaca en la investigación sociológica la intersubjetividad o el
cúmulo de relaciones entre sujetos movidos por la intencionalidad, relaciones dotadas
de un sentido que las hace comprensibles. Así trata de captar la lógica que subyace a los
fenómenos sociales, con lo que establecer inferencias causales y modelos tipológicos.
Así pues trata de rastrear tendencias previsibles a partir de la comprensión de
orientaciones sociales.
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Weber trata de indagar las posibles racionalidades subyacentes en la acción,


incluyendo las "racionalidades con arreglo a los valores" (que operan en relación con las
categorías de la adecuación de los medios a los fines apetecidos y más verosímilmente
obtenibles). Al admitir que coexisten diversas racionalidades alternativas y que la
acción social no siempre se entiende en términos racionales, nuestro autor se adentra en
técnicas sociológicas que iban a convertirse en el telón de fondo de los violentos
acontecimientos que se desarrollaran en la primera mitad del siglo XX. Por tanto en el
estudio no sólo deben valorarse "la racionalidad con arreglo a los fines" sino también a
guías hipotéticas de acción determinadas por los valores del individuo. Por tanto para
Weber la sociología debe ser comprensiva y no unilateral, no prejuzgando los elementos
de fondo sino contrastando las racionalidades aceptando que alguna de ellas es
predominante.

Una de las herramientas analíticas más famosas de Weber es la descripción de


los tipos ideales, que surge de la inseparabilidad que existe entre sociedad y los factores
culturales que le afectan. La solución para estudiar esta complejidad la encuentra el
autor en los tipos ideales que consisten en la aplicación de una metodología que tiene su
base en las causalidades culturales que suponen la previsibilidad de las acciones. La
confluencia entre política, historia y las categorías sociológicas aparecen en las formas
ideales de dominación política o legitimidad de la autoridad.

Max Weber introduce un enfoque en el análisis del poder que nunca antes había
sido utilizado, no sólo ve el poder desde el punto de vista del gobernante sino también
desde el punto de vista del súbdito. Para ello distingue dos conceptos, el poder y la
dominación. Según Weber las personas o grupos deben aceptar la autoridad como algo
legítimo, por tanto esta autoridad debe legitimarse mediante procesos de dominación
complejos. Cuando estos sistemas de autoridad hacen quiebra a lo largo de la historia se
cambian por otros. Weber distingue tres tipos ideales de dominación: el carismático, el
tradicional y el racional-legal.

La legitimidad carismática es definida como aquella que descansa en la santidad,


heroísmo o ejemplaridad de la persona, es la forma de legitimidad propia de las
sociedades antiguas, la entraña del sistema carismático de autoridad es su
excepcionalidad, como en el Israel de Moisés. Cuando el carisma se hace rutinario
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aparece el tipo de dominación tradicional, que descansa en la tradición de las


instituciones creadas en la etapa anterior por esas personas excepcionales, lo que le
otorga legitimidad. La tradición descansa en si misma, el ejemplo mas notable de este
tipo serian las monarquías medievales y absolutistas, en las que el carácter hereditaria
supone la aceptación de esa autoridad como legitima. En estas sociedades estamentales
las movilidad social es inexistente, cuando aparece ese deseo de movilidad es cuando el
tipo racional-legal. Este sistema esta basado en la adecuación de una serie de normas
que se consideran justas, igualitarias y aceptadas voluntariamente por el conjunto de la
sociedad. El ejemplo característico de este tipo de dominación serian los regímenes
salidos de la revolución francesa o de la independencia americana.

A pesar de lo aquí expuesto los regímenes constitucionales se desarrollan dentro


del ámbito sociológico de consolidación de la sociedad urbano-industrial. Un rasgo
característico de estos regímenes será la aparición de la burocracia con los atributos de
la asignación de atribuciones fijas a los funcionarios mediante un reglamento, una
jerarquía funcional, rasgos específicos para cada uno de los puestos y el almacenado de
fondos documentados. Este rasgo será típico de las sociedades modernas, ya que algún
intento de burocracia en la antigüedad, como en el imperio chino, resulto hipertrofiado e
ineficaz. A pesar de que Weber consideraba como un factor de modernidad la
complejidad de la burocracia, también le atemorizaba que la aparición de esta estuviese
sujeta a un profundo proceso de racionalidad o perdida de contenido reflejada en este
auge de la burocracia. Para Weber esta sociedad moderna debería estar cargada de
constantes consultas al pueblo.

Otro de los elementos vertebradores de la sociedad según Weber sería el factor


simbólico-cultural, sobre el que escribe sus Ensayos sobre sociología de la religión, el
más importante de los cuales es La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Esta
dimensión simbólica acabara derivando en dogmatismos y mitologías como formas de
dominación y, con la irrupción de la modernidad, pierden ese carácter significativo y
utópico que le anima hasta ser desplazada por la tecnoburocracia. Del proceso
racionalizador se pasa de politeísmo al monoteísmo, dándole un carácter más universal
a la religión. La necesidad de culminar el centralismo monoteísta lleva consigo una
centralización de los preceptos éticos. Dentro de las profecías Weber distingue entre las
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que tienen un carácter ético y las que tienen un carácter ejemplarizante, estas profecías
son fruto de la iluminación y están opuestas a lo establecido, por lo que se produce una
pugna entre ambas (innovación versus tradición).

Weber establece un desarrollo histórico de la religión cristiana, en un primer


momento el carisma profético se convierte en práctica sacerdotal, formalizándose el
dogma. En un segundo momento el protagonismo de la religión recae en las capas que
la sustentan, en concreto una religiosidad urbana toma cuerpo en occidente. Sin
embargo en este periodo es la pequeña burguesía la que introduce el carácter
comunitario del cristianismo, buscando la perfección y la resignación; este hecho tendrá
un reflejo en la gestión técnico-racional y, por consiguiente, en el desarrollo del
capitalismo.

La llamada sociología fenomenológica no se ha ocupado solamente de la acción


social, sino que a partir de los 50, se ha ido concentrando cada vez más en el intento de
analizar de modo radicalmente nuevo los nexos significativos entre acción, observación
y comprensión. Según esta nueva visión, el problema de interpretar y comprender el
sentido de la acción del otro debe incluir no sólo el análisis del sujeto agente, sino
también el análisis del sujeto observador; el puente más arduo que es preciso cruzar es
en efecto el constituido por los procesos de comprensión del otro. Por eso la
comprensión de un sujeto agente es una operación que postula ante todo la función del
significado de “comprender”. Esa operación necesariamente debe encarar no sólo las
categorías sino también los supuestos precategoriales del análisis sociológico, los
modos de constitución del análisis sociológico, de los esquemas interpretativos, la
posibilidad de captar la realidad mediante tipos ideales, etc. De este modo el análisis
sociológico, disminuido su interés por la historia, pasa a ser casi indisoluble de la
reflexión filosófica. Alfred Schutz, discípulo de Husserl emigrado a los Estados Unidos
y Peter Berger son los sociólogos más interesantes. El mismo Lyotard no es ajeno a esta
tendencia.

2.5. Economía y sociología: El modelo del "homo oeconomicus".

Desde que en 1951 el economista norteamericano Kenneth Arrow publicase


Elección social y valores individuales fundando con ella la teoría de la elección
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racional, la influencia de la economía en la sociología no ha dejado de ir en aumento.


Con su famoso teorema de la imposibilidad, Arrow demostró que no existe ninguna
regla de decisión colectiva -sea ésta la unanimidad, la mayoría absoluta, la mayoría
relativa o cualquiera otra - con la que el resultado obtenido cumpla siempre unas
condiciones normativas aparentemente suaves. Éstas son, básicamente: que la decisión
colectiva sea coherente con las preferencias individuales, independiente de las
alternativas irrelevantes y eficiente, y que no sea una dictadura. Los desarrollos teóricos
posteriores a Arrow han tratado de precisar las condiciones en que las decisiones
colectivas pueden acercarse al cumplimiento de los mencionados requisitos, tanto en lo
que se refiere a las preferencias de los ciudadanos como en relación con cada una de las
reglas de decisión o votación. Entre las aportaciones destacadas en esta línea de
desarrollo cabe destacar las de Amartya Sen, sobre todo en los escritos compilados en
Elección colectiva y bienestar social (1970).

La herramienta metodológica fundamental es la introducción de la noción de


homo oeconomicus. Se trata de analizar la conducta de los individuos en la sociedad tal
y como lo hacen los economistas, esto es, en términos de elecciones entre cursos de
acción alternativa, realizadas por agentes racionales. El aparato conceptual, tal y como
lo describen Brennan y Buchanan en La razón de las normas, exige una radical
separación entre medios y fines, entre conjuntos de oportunidades y preferencias. Las
explicaciones de resultados se proponen en términos de precios o costes relativos de las
opciones en lugar de en términos de preferencias de los sujetos. La cuestión no es
establecer el homo oeconomicus como un modelo apropiado de comportamiento
humano, el individuo egoísta que busca maximizar sus beneficios. Lo que el modelo
dice es que, si bien en ciertos contextos pueden utilizarse otros modelos, en general la
gente, de hecho, se comporta como el modelo sugiere, la menos en términos de
promedio. Y por ello el homo oeconomicus ofrece un modelo básico de conducta más
apropiado que cualquiera de sus alternativas.

Obsérvese que la clave del homo oeconomicus no es qué prefiere el sujeto, sus
preferencias egoístas privadas, esto es, la clave no es el contenido de sus preferencias,
sino la estructura de éstas. Así, el modelo puede fagocitar explicaciones alternativas
porque la lucha por la igualdad, la solidaridad con el Tercer Mundo, etc., pueden ser
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ordenadas en las preferencias de un sujeto, institución o colectivo, asignándoles un


valor. La cuestión, entonces, no es la especificación moral del contenido de las
preferencias, sino que metodológicamente éstas puedan ser consideradas intereses
individuales, diferentes a los intereses de los demás.

Un aspecto de la revelación de preferencias hacia el que la teoría de la elección


racional ha llamado la atención como factor de las paradojas aludidas -inestabilidad de
los resultados colectivos obtenidos a partir de preferencias individuales estables,
ausencia de resultado, victoria de la minoría - son los llamados "comportamientos
estratégicos". Se entiende por tales aquellos en los que los actores no eligen o votan de
acuerdo con sus preferencias sinceras, sino de acuerdo con sus cálculos acerca de los
efectos que su decisión tendrá en su interacción con las decisiones de los otros
individuos.

Para el estudio de estos comportamientos y, en general, de decisiones que


dependen de las expectativas acerca de las decisiones de los demás, ha sido
particularmente fecunda la teoría de juegos. Ésta fue fundada como una teoría
matemática por John von Neumann y Oskar Morgenstern con su libro Teoría de juegos
y comportamiento económico (1944). Pero sus aplicaciones a los problemas de las
votaciones, la acción colectiva en la que se supone que un individuo decide o no
cooperar según sus expectativas acerca de la cooperación de los demás, etc., se
encuentran entre las más fructíferas de su desarrollo posterior. Algunas contribuciones
acerca de las condiciones de emergencia de la cooperación colectiva, como las de
Michael Taylor en Anarquía y cooperación (1976) y Robert Axelrod en La evolución de
la cooperación (1982), han mostrado la potencia de la teoría de juegos para el estudio
de algunas de las más básicas cuestiones de la convivencia humana.

Pero el economista que más de lleno ha entrado en el terreno de la sociología


clásica ha sido Gary Becker, que obtuvo el Premio Nobel de economía en 1992
precisamente por haberse distinguido por su capacidad de aplicar el enfoque económico al
análisis de los más variados campos de la acción humana, incluido el derecho, la familia, el
crimen, el racismo y las elecciones entre partidos, como se muestra sintéticamente en su
obra El enfoque económico del comportamiento humano (1976). Así, por ejemplo, Becker
ha argumentado que la decisión de cometer un delito está en función de los costes y de los
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beneficios de llevarlo a cabo y ello porque el criminal es un individuo racional. De este


supuesto deduce que el modo de reducir el delito es aumentar la probabilidad del castigo o
hacer que el castigo sea más severo. Así, el ladrón robará lo que crea que menos esfuerzo
le suponga y que a menos peligro le exponga. Por tanto, haciendo que suban los costes de
ambos reduciremos la posibilidad del robo. Este es un ejemplo de las implicaciones de un
análisis económico de muchos fenómenos sociales. También aplicó sus análisis a la
decisión de tener hijos y de educarlos, casarse y divorciarse, etc.

2.6. La sociología como ciencia estricta.

Distinta de la precedente, pero no al punto de contraponerle mecánicamente, es


la concepción de la sociología que ve en ella un lenguaje completamente artificial, con
léxico constituido por afirmaciones de base o protocolos de observación, y una sintaxis
constituida por leyes. Las raíces de esta concepción se encuentran en el fisicalismo del
Círculo de Viena; de hecho su principal proponente fue Otto Neurath. Entre los
sociólogos de profesión, el nombre de mayor relieve entre los de quienes profundizaron
la concepción de la sociología como riguroso lenguaje artificial, estructuralmente afín al
de cualquier otra ciencia, es quizás Lundberg. Pero obsérvese que mientras que
Lundberg negaba implícitamente toda especificidad de los fenómenos sociales (en el
marco de una concepción de la ciencia como estructura unitaria que se diferencia sólo
con base en los objetivos que intenta perseguir en cada momento, aplicando a su
servicio procedimientos formalmente idénticos de definición operacional, de medición y
de correlación entre fenómenos, cualquiera que sea el significado práctico y ético o
político de éstos). Neurath veía en la sociología una disciplina dedica da a hacer
emerger el contenido científico de la historia y de la economía política, además de la
etnología, jurisprudencia y la moral. Por lo tanto, si fuera posible fundarla sobre sólidas
bases fisicalistas, la sociología aparecería como la única heredera legítima del
materialismo histórico. Para Neurath, pues, las relaciones entre sociología e historia son
intrínsecas, naturales y necesarias; para Lundberg son casi superfluas. Por otra parte,
ambas variantes de la sociología como lenguaje artificial postulan métodos
extremadamente precisos y confiables de observación, medición e inferencia, es decir,
capaces de producir afirmaciones básicas susceptibles de un tratamiento lógico-
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matemático. Frente a tales instancias, gran parte de la sociología contemporánea,


incluyendo la de descendencia neopositivista, parece encontrarse todavía en un estadio
rudimentario de instrumentación metodológica y técnica.

2.7. La sociología del conocimiento.

Desde hace ya algunos años, la sociología sufre una sacudida provocada por
unos cuantos autores que, con originalidad y atrevimiento, han cuestionado ideas muy
arraigadas en el pensamiento sociológico. Se les suele agrupar con el nombre de
«sociología del conocimiento», pero Miquel Domènech y Francisco Javier Tirado la han
calificado en un libro del mismo nombre como Sociología simétrica (Gedisa, 1998),. La
propuesta es disolver las fronteras entre el dominio de lo natural y el de lo social. Y la
noción de "simetría" juega en ella un papel central. El origen de la noción de simetría
como fundamento de la práctica sociológica hay que buscarlo en el trabajo de David
Bloor (1976) Conocimiento e imaginario social (Gedisa, 1988). La simetría es uno de
los cuatro principios - causalidad, imparcialidad, simetría y reflexividad, que Bloor
propone como constitutivos de lo que debería ser un programa fuerte para el desarrollo
de una sociología del conocimiento que superarse el planteamiento clásico de Merton
(1949) en Teoría y estructura sociales (F.C.E. 1995). Siguiendo la estela de Merton, los
sociólogos de la ciencia se esmeran, desde los años cincuenta, en explicar la
organización de la ciencia como institución social y en poner de manifiesto el papel
distorsionador que supuestamente tendría lo social en la producción del conocimiento.
La idea que subyace a una sociología encomendada a tales tareas no es otra que un
convencimiento cartesiano sumamente arraigado en la concepción moderna del
conocimiento de que lo verdadero, lo racional, no requiere explicación; sólo el error, lo
falso, lo irracional necesitan una justificación causal. Al considerar que la verdad surge
directamente de los hechos mismos no queda espacio para concebir una sociología de la
verdad, sólo es posible plantearse lo que se ha llamado una sociología del error, es decir,
una sociología que toma como objeto de análisis la ideología, las falsas creencias, y los
prejuicios, pero nunca la verdad.
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Para Bloor es preciso explicar tanto el éxito como el fracaso, racionalidad como
irracionalidad, verdad como falsedad. Es a partir de aquí que toma sentido el principio
de simetría, la idea de que hay que utilizar un único estilo de explicación en el que los
mismos tipos de causas sirvan para explicar las creencias verdaderas y las falsas. No
está permitido, por tanto, decir que una teoría es mejor que otra porque es más cierta, o
porque los hechos experimentales la confirman. Se espera, más bien, analizar cómo ha
sido posible que un cierto consenso sea alcanzado acerca del significado de unos
resultados o el contenido de una experiencia. Para Bloor, tales tesis se derivan de la
filosofía del 2º Wittgenstein. Desde esta perspectiva, y tal como ha señalado Rorty, la
metodología o la epistemología aparecen como metadiscurso improbables cuando
contemplamos el conocimiento como una cuestión de conversación y de práctica social
antes que como un intento de reflejar la naturaleza. Según esta concepción de la
simetría, verdad y error tienen el mismo tipo de causas: lo social.

Callon, en su artículo "Algunos elementos para una teoría de la traducción",


(publicado en el colectivo Sociología de la ciencia y la tecnología CSIC, 1995),
propuso ir más allá del principio de simetría de Bloor hacia una simetría generalizada
para justificar que naturaleza y sociedad deberían ser descritas en los mismos términos.
La cuestión es poner entre paréntesis dualismos como naturaleza/sociedad y
humano/no-humano. Hay que abandonar esas nociones como principios de explicación.
Es lo que Bruno Latour llama (en La vida en el laboratorio. La construcción de los
hechos científicos, Alianza, 1995) "una socio-naturaleza" lo que se produce, ligando
humanos a no-humanos, fabricando nuevas redes de asociaciones. La deuda que tienen
con Foucault es grande, y así lo ponen de manifiesto en numerosas ocasiones. Foucault
habría puesto de manifiesto como la verdad se produce en lo que llama "la economía
política de la verdad", además de que el proyecto genealógico de Foucault marca una
actitud antiesencialista respecto de supuestas entidades naturales que las ciencias toman
como objetos de estudio preexistentes. De Foucault heredan una descripción de la
ciencia en términos de dominación, sometimiento y lucha. Gran parte de su trabajo se
resume en mostrar cómo actores y colectividades articulan concepciones de los mundos
natural y social y tratan de imponerlas a los otros.
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Radicalizar el principio de simetría significa para Callon y Latour hablar de


entidades que toman su forma, significado y atributos como resultado de sus relaciones
con otras entidades. Aquí la influencia de la semiótica es notable. El resultado es que
todas las entidades son construcciones que están en perpetuo movimiento. Michel
Serres, en El paso del noroeste (Debate, 1980), ha insistido en que hay que entender
estos procesos como regidos por una transformación interna continua. Él lo denomina
"traducción", entendiendo por tal las interpretaciones que los constructores de hechos
hacen de sus intereses. Así la traducción es el mecanismo por el que el mundo social y
natural progresivamente toma forma. El resultado es una situación en la que ciertas
entidades controlan a otras. Por ello conocer no es representar, conocer es traducir. Las
entidades que se forman son, según Serres, cuasi-objetos y cuasi-sujetos. No son objetos
ni sujetos, pero su acción tiene efectos, marcan cosas, determinan relaciones, configuran
entramados de conexiones. Sin embargo, no sabemos si son seres o relaciones por su
mutabilidad continua en el juego de las interrelaciones.

La sociología del conocimiento ha sido objeto de numerosas críticas. Como el


resto de las ciencias sociales de inspiración postmoderna, es acusada de relativismo, de
conducir a los estudios sociales a un callejón sin salida al hacer imposible la distinción
entre verdad y error. La compilación de artículos recogida por Domènech y Tirado ya
citada, Sociología simétrica, recoge muy bien los diferentes aspectos de la polémica.

3. Conclusión.

Todas las definiciones de la sociología, o bien de su objeto privilegiado, dadas


más arriba deben ser entendidas como tipos ideales en el sentido weberiano. Es
virtualmente imposible encontrar una investigación sociológica de cierta amplitud,
mucho menos un tratado de sociología general, que se base en una única definición,
aislada de los demás (aunque ello pueda encontrarse en breves investigaciones
monográficas, especialmente las conducidas con un alto nivel de formalización). Sin
embargo, en todas las investigaciones aparece casi siempre claramente reconocible
(aunque no esté expresada en una definición explícita, y a veces en contra de la
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definición explícitamente dada) la influencia de uno u otro modo de concebir la


sociología, su objeto primario y sus relaciones con las demás ciencias.

El panorama que antecede de las formas que puede adoptar y de hecho adopta la
sociología tiene el carácter de ejemplificación de su variedad, no de catálogo exhaustivo.
La sociología no se constituye como una de las viejas "ciencias del espíritu" porque no se
trata sólo de cuestiones espirituales, pero tampoco como ciencia físico-natural, ya que su
objeto se niega a dejarse encasillar en tal categoría. En ello radica la incómoda
especificidad de la sociología que ha de acomodarse a su objeto utilizando desde la
perspectiva biológica o etológica hasta la filosófica o crítica. No es por azar o charlatanería
que bajo el nombre de sociología se hacen tantas y tan diferentes sociologías, sino porque
su proteico objeto de conocimiento así lo reclama.

4. Bibliografía.

Arnaud, Pierre. Sociología de Comte. Ediciones Península. Barcelona, 1986.


Brennan, G. y Buchanan, J.M. La razón de las normas. Unión Editorial. 1987.
Del Campo, Salustiano (ed.). Tratado de Sociología. 2 vols. Taurus. Madrid, 1984.
Durkheim. Emile. Las reglas del método sociológico. Alianza Editorial. 1988.
Freund. Julien. Sociología de Max Weber. Ediciones Península. Barcelona, 1985.
Gallino, Luciano. Diccionario de Sociología. Siglo XXI editores. Madrid, 1995.
Giner, Salvador. Sociología. Ediciones Península. Barcelona, 1983.
Horkheimer, Max. Teoría crítica. Barral Editores. Barcelona, 1973.
Luhmann, N. Sistemas sociales. Anthropos. Barcelona, 1997 (2ª ed., revisada).
Schoeck, H. Historia de la sociología. Herder. Barcelona, 1977.
Solé, Carlota. Sociología. Editorial Hispano-Europea. Barcelona, 1986.
Vallespín, Fernando. Historia de la teoría política. Vol. 6. Alianza Editorial, 1997.
Weber, Max. Ensayos de sociología contemporánea. Martínez Roca. 1972.

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