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CÓMO SUPERAR LA TIMIDEZ

Autora: Ana Muñoz

La timidez no necesariamente supone un problema, puesto que una


persona tímida puede tener una vida normal y satisfactoria y un
pequeño grupo de personas, formado por familiares y amigos, suficiente
para satisfacer sus necesidades sociales. No obstante, en algunos casos
puede ir acompañada de una ansiedad social excesiva, soledad o
problemas para obtener un trabajo satisfactorio y acorde a su nivel de
preparación.
La buena noticia es que puedes aprender a tener más confianza y
seguridad en tus interacciones con los demás. La clave está en aprender
nuevas habilidades sociales y hacer algunos cambios en tu forma de
verte a ti y a los demás para hacerla más realista.
¿Es tu timidez un problema?
Si respondes afirmativamente a la mayoría de estas preguntas, es
probable que tengas un problema de ansiedad social:

 ¿Temes parecer estúpido en situaciones sociales?


 ¿Te preocupa mucho lo que otros puedan pensar de ti?
 ¿Evitas a menudo situaciones sociales?
 ¿Tienes la sensación de que los demás siempre lo pasan mejor
que tú en encuentros sociales?
 ¿Piensas que es culpa tuya cuando alguien te rechaza o no
muestra interés en interactuar contigo?
 ¿Te resulta difícil acercarte a un grupo o unirte a una
conversación?
 Tras pasar un rato con gente, ¿tiendes a darle vueltas a lo
sucedido y a criticarte por tu comportamiento?
 ¿Te sueles sentir mal a menudo contigo mismo tras estar con
gente?

¿Qué puedes hacer para cambiar?


1. Empieza por revisar y modificar tus creencias
Tus creencias, tu forma de pensar y tu modo de interpretar la realidad,
ejerce una gran influencia en tus miedos sociales. Algunas de las
creencias más típicas son las siguientes:

 Creer que eres una persona aburrida, rara o que no gustas.


 Creer que los demás te están observando y juzgando.
 Creer que te rechazarán y criticarán si te muestras socialmente
torpe.
 Creer que ser rechazado o sentirte avergonzado socialmente es
algo terrible e insoportable.
 Creer que lo que otros piensan de ti define quién eres.

Si piensas así, es el momento de cuestionar estas creencias. Para ello,


ten en cuenta que la mayoría de la gente no está tan pendiente de ti
como para estar evaluándote y juzgándote. Suelen tener otras cosas en
que pensar. Al igual que tú estás pensando en ti y en tu efecto en los
demás, la mayoría de la gente también está pensando en sí misma o
simplemente en pasar un rato agradable y relajarse socializando.
Por otra parte, la gente es más tolerante de lo que crees. Si metes la
pata o te comportas de forma torpe, tiendes a verlo como algo terrible y
tienes la sensación de que todo el mundo te juzgará de un modo
horrible, pero lo cierto es que, incluso aunque te miren raro en ese
momento, lo olvidarán con rapidez y se centrarán en alguna otra cosa.
Cuando tú llegues a tu casa y sigas pensando en la mala impresión que
causaste, los demás ni recordarán el incidente.
Además, incluso si alguien piensa mal de ti, cometes un error o metes la
pata hasta el fondo, eso no define la persona que eres. Que alguien
piense mal de ti no te convierte automáticamente en una persona
indeseable.
 
2. Usa el mindfulness
Mindfulness significa atención plena. La gran diferencia entre una
persona tímida y una persona con ansiedad social es que la persona
tímida está nerviosa antes de ese encuentro social, puede que hable
menos o que le cueste acercarse a un determinado grupo pero, una vez
que lo hace, se centra en la situación y tiende a olvidarse de sí misma la
mayor parte del tiempo. De ese modo, puede relajarse. La persona con
ansiedad social no se olvida de sí misma, sino que centra toda su
atención en sí misma todo el tiempo, todo lo relaciona consigo misma
(“Si alguien mira para otro lado es que le aburro”, “Si alguien me
rechaza es porque hay algo malo en mí”…), todo parece girar en torno a
ella. Por eso no deja de juzgarse y criticarse.
Ese es el error principal. Tienes que hacer justo lo contrario: centrar
toda tu atención en el exterior. Piensa en algún momento en que te
absorbió tanto lo que estabas haciendo (tal vez una novela muy
interesante) que ni siquiera fuiste consciente de lo que pasaba a tu
alrededor, ni escuchaste a alguien hablarte, ni te diste cuenta del paso
del tiempo, ni fuiste consciente de ti mismo/a. Eso es lo que tienes que
intentar hacer en las situaciones sociales: centra tu atención en la otra
persona, en entender lo que dice realmente, en el lugar en que estás, en
el sabor de la bebida o comida que estás tomando, etc. Cuanto más te
olvides de ti menos te juzgarás.
No necesitas estar en situaciones sociales para practicar el mindfulness.
Puedes hacerlo a lo largo del día en cualquier momento. Basta con tratar
de concentrarte al máximo en lo que haces, centrar toda tu atención en
ello y cada uno de sus aspectos, detalles, movimientos, sabores, olores,
como si no hubiera nada más en el mundo y así olvidarte de ti. Para una
persona con ansiedad social, que se centra demasiado en sí misma
continuamente (lo que da lugar a críticas constantes), el mindfulness
puede suponer un gran alivio. Practícalo todo lo que puedas. Hazlo todo
con mindfulness a lo largo del día.
3. Aprende a aceptarte
No hace falta ser perfecto para gustar y ser aceptado. Nadie es
perfecto. En realidad, nuestras debilidades nos hacen más humanos y
nos acercan más a los demás. Cuando una persona se muestra abierta y
honesta con sus vulnerabilidades, todos nos sentimos más unidos a ella.
Si tú puedes aceptar tus imperfecciones y rarezas verás que los demás
también pueden aceptarlas y hasta gustarles.
Todo el mundo cometer errores. Cuando metas la pata o te
equivoques, acepta que son cosas que pasan y no lo consideres como
algo tan terrible. Forma parte de lo que significa ser humano.
Deja de criticarte tanto. Las personas con ansiedad social se juzgan
con severidad, se critican y se insultan (se llaman a sí mismos
estúpidos, patéticos, fracasados, inútiles, etc.) cada vez  que cometen
un pequeño error. Esto solo hará que te odies cada vez más. Para
evitarlo, trata de practicar lo opuesto: observa lo que haces bien, tus
fortalezas, tus éxitos, por pequeños que sean, y elógiate por ellos. Si
tiendes a olvidarlos (por tu tendencia a recordar más lo malo que lo
bueno), escríbelos en un diario para recordarlos cuando empieces a
criticarte

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