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Geertz y El Derecho
Geertz y El Derecho
Elisenda Ardevol
Universitat Oberta de Catalunya
Grup d’Estudis Sociojurídics, UAB
eardevol@campus.uoc.es
1. El etnógrafo y el abogado
“Los cinco miembros permanentes de la ONU (EE.UU., China, Rusia, Reino Unido y
Francia) son los primeros productores de armas y, de las cinco potencias nucleares,
cuatro no acatan la obligatoriedad de las resoluciones del Tribunal Internacional de
Justicia. El código de conducta de la UE prohíbe exportar armas a los países en
conflicto. España ha exportado a Turquía, en conflicto con los kurdos, con Chipre y con
Grecia. A Marruecos, enfrentado al Polisario. A la dictadura indonesia y a Tailandia,
donde los militares han masacrado a la población.”
1
Clifford Geertz (1994): “Conocimiento local: hecho y ley en la perspectiva comparativa” en
Conocimiento local, Ensayos sobre la intrepretación de las culturas, Barcelona: Paidós Básica.
1
(Geertz, 1996b:56). El propósito de este artículo es aproximarnos a la obra de Clifford
Geertz, especialmente en relación con su punto de vista sobre el derecho, y para ello
utilizaremos tres perspectivas: su enfoque interpretativo en el estudio de la cultura, su
búsqueda de orden simbólico y su aportación a la comprensión del derecho en la
sociedad actual.
El pensamiento de este antropólogo se caracteriza por tomar la forma del ensayo
sobre un tema o cuestión y por un estilo trabajado, en el que utiliza la metáfora como
guía, y donde el caso particular, conocido de primera mano, cobra valor al compararlo
con otro a la luz de un problema que los acerca. En sus escritos vuelve una y otra vez
sobre problemas clave de la antropología, pero comunes a todas las ciencias sociales: el
concepto de cultura, la comprensión del punto de vista “nativo”, la interpretación de los
símbolos culturales, la unidad y la diversidad de la especie humana, el relativismo
cultural, la búsqueda de constantes universales o los términos de la comparación
intercultural2. Este modo de presentar el conocimiento antropológico va unido a la
búsqueda del diálogo interdisciplinar entre las distintas ciencias humanas y sociales, y
también refleja su preocupación por armonizar su visión interpretativa de la cultura con
el conocimiento actual en los distintos campos del saber sobre la naturaleza humana,
con los cuales dialoga y a los cuales matiza desde sus posiciones (biología, genética,
lingüística, psicología, ciencia cognitiva, paleoantropología, historia, filosofía, etc.).
Formado en el Departamento de Relaciones Sociales de Harvard, esta búsqueda de
diálogo entre disciplinas es una apuesta personal fruto de una orientación colectiva3:
2
Los ensayos de Geertz son los más difundidos, ya que es un tipo de escritura reflexiva que permite una
aproximación interdisciplinar y el planteamiento de problemas teóricos generales, y aunque no
profundicemos en ello aquí, no hay que olvidar sus trabajos más especializados basados en su trabajo de
campo, como por ejemplo: C. Geertz (1994): Observando el Islam: el desarrollo religioso en Marruecos
e Indonesia, Barcelona: Paidós Estudio.
3
Geetz estudió en el Departamento de Relaciones Sociales de Harvard durante los años 50, departamento
dirigido por Talcott Parsons y orientado hacia una perspectiva claramente integradora de las ciencias
sociales. El clima que se vivía y el tipo de enseñanza que se impartía en distintas disciplinas es descrito
por Geertz en su obra autobiográfica y que refleja en el lema compartido por los estudiantes “¡Hacia un
lenguaje común para todas las áreas de las ciencias sociales!”. Véase C. Geertz (1996): Tras los hechos,
dos países, cuatro décadas y un antropólogo, Barcelona: Paidós Básica, página 104.
2
La obra de Geertz, especialmente sus ensayos sobre la interpretación de las
culturas y su reflexión sobre el relativismo cultural, ha tenido efectivamente una clara
influencia en el pensamiento contemporáneo sobre lo social y lo cultural. A pesar de
que personalmente se inscribe dentro de la llamada antropología simbólica o
interpretativa, su trabajo ha sido tomado como un punto de partida para el desarrollo de
la llamada antropología post-moderna, y es frecuentemente citado y referido en las
aproximaciones críticas en sociología de la ciencia, en las ciencias políticas y de la
comunicación, en psicología social, en derecho, en teoría del arte o en teoría literaria,
entre otras4.
Sus ideas a cerca de la cultura, el relativismo y la práctica etnográfica han sido
utilizadas dentro de las ciencias sociales y humanas tanto para apoyar una visión de los
hechos sociales como culturalmente construidos, como para reclamar una metodología
cualitativa, basada en la observación participante, y cuyo objetivo no sea el
establecimiento de leyes generales, sino la comprensión de fenómenos concretos en
contextos también concretos, a partir de la interpretación de las interpretaciones
concretas que realizan las personas en esos casos particulares.
Como etnógrafo, nos habla de cuestiones que afectan tanto a la antropología
como ciencia como a la antropología como práctica social; además, su esfuerzo
interpretativo está siempre vinculado a problemas contemporáneos (globalización,
pluralismo jurídico, diversidad cultural) en una visón que rompe la separación (ya
gastada, pero aún activa) entre primer y tercer mundo; donde la comprensión del
derecho islámico puede iluminar aspectos del derecho continental, y donde el estudio de
los nacionalismos en Europa es tan acuciante como el análisis de las ideologías políticas
en Indonesia. Para entender qué está pasando, la complejidad del mundo
contemporáneo, no basta saber de leyes, como tampoco basta ser un buen etnógrafo,
4
Aunque él no se ha inscrito nunca en esta corriente de pensamiento, tampoco la ha rechazado de plano,
sino que ha mantenido un diálogo abierto y una preocupación común por temas como los efectos
distorsionadores que los presupuestos culturales puedan tener sobre la percepción de los otros, las
implicaciones ambíguas del lenguaje, la autoría en la descripción de los otros o el problema moral de la
investigación etnográfica. “Todo esto a algunos les parece –desde luego no a mí que todavía continúo
trabajando sobre mi instructiva y singular pareja [Marruecos e Indonesia]- que socava la idea misma de la
etnografía comparativa” (Geertz, 1996a:131). Su conexión con el post-modernismo es tangencial, pero
por ejemplo, Paul Rabinow, un representante de la post-modernidad antropológica, hizo su trabajo de
doctorado con él, y Carlos Reynoso abre su compilación de artículos titulado El surgimiento de la
antropología posmoderna con un artículo de Geertz sobre la reconfiguración del pensamiento social (que
también se encuentra traducido en la obra ya citada Conocimiento local). Para saber más sobre esta
tendencia en antropología, ver C. Geertz, J. Clifford y otros (1998): El surgimiento de la antropología
posmoderna, Barcelona: Gedisa.
3
atento en describir la intersección entre lo pequeño y lo grande, la imbricación de ideas
y prácticas.
A pesar de su interés interdisciplinario y sus incursiones en teoría del arte,
derecho o literatura, nuestro autor no aboga por la creación de nuevas especialidades o
subdisciplinas como pudieran ser la “antropología de la literatura” o la “antropología
jurídica”. Afirma que la evolución de nuevas ramas a partir de campos establecidos no
tiene sentido excepto cuando el problema es la emergencia de fenómenos genuinamente
intersticiales, que no son ni una cosa ni la otra, como ocurre en bioquímica. Lo que
necesitamos, apunta, es una conciencia creciente, más exacta, de lo que al fin y al cabo,
una disciplina puede ofrecer a la otra5 (Geertz, 1994:197).
Abogado y etnógrafo tienen de qué conversar. La preocupación por el orden
social es una preocupación compartida, como lo es adivinar el sentido de lo que hombre
y mujeres hacen, o el significado que dan a palabras como código y justicia. Ambos
experimentan una misma extrañeza ante la distancia que separa el ser con el deber ser.
Ambos se preguntan “¿Qué está pasando aquí?” Y ambos se preguntan por qué nos
empeñamos en construir códigos de conducta que vamos sistemáticamente a incumplir
y, a pesar de ello, en los cuales necesitamos con urgencia creer.
¿Por qué entonces esa aparente falta de comunicación entre antropología y
derecho? Cabe quizás, seguir recordando la exagerada metáfora de Geertz, navegante y
viticultor tienen mucho que contarse, pero uno necesita ganar regatas y el otro, escoger
bien la variedad de sus cepas. Pero también cabe recordar el origen de la antropología:
cuando a mediados del siglo XIX, el abogado Lewis H. Morgan se pone a estudiar el
orden social y político de los iroqueses, y en 1877 publica su teoría evolucionista de las
sociedades e instituciones humanas, está iniciando la andadura de la antropología como
ciencia. Morgan propone dividir las fases evolutivas de la humanidad dando un paso
más en la clasificación arqueológica por edades “piedra, bronce y hierro”, proponiendo
una teoría evolutiva por periodos “étnicos”, en los cuales combina los inventos y
descubrimientos tecnológicos con inventos y descubrimientos sociales; el desarrollo de
las instituciones relacionadas con la subsistencia, el gobierno, el lenguaje, la familia, la
religión, la vida doméstica y la propiedad (Morgan, 1970:10). En su esquema evolutivo,
5
Pensemos que sus publicación sobre el derecho data del año 1983 aunque se traduce en España el año
1994, esto supone que en el momento en que escribe Geertz, la antropología jurídica es un ámbito en
desarrollo, que tendrá una sección en la Asociación de Antropólogos Americanos y distintas
publicaciones y revistas. Ahora bien, cabe decir que la antropología jurídica se inscribe dentro del
4
el factor “tiempo y lugar” en el que se observa una institución dada no tiene tanta
importancia como el tipo de institución que se desarrolla y el lugar que ocupa en el
esquema evolutivo de las instituciones sociales en su conjunto. Puede que el tipo
“familia punalúa” se diera en la Polinesia del XIX, pero esta “condición” o “tipo” (no
los polinesios en su conjunto) corresponde a un periodo específico anterior en un
trazado evolutivo “teórico” (los datos arqueológicos e históricos deberían de poder
corroborarlo o falsarlo) de la institución familiar correspondiente al paso de la familia
consanguínea a la organización gentilicia (Morgan, 1970:362)6. Bien, en el siglo XIX,
abogado y etnógrafo practicaban tanto la viticultura como la náutica; de hecho,
podríamos decir que no tenían identidades separadas, o que todo esto carecía de sentido.
La “antropología” siempre ha sido “jurídica”, ya que des de sus inicios se ha
ocupado de temas como el orden social, la propiedad o la herencia; y los “juristas”
siempre han sido “antropólogos” cuando han pensado la sociedad y la cultura más allá
de los límites culturales de sus conocimientos locales y han buscado conocer, mediante
procedimientos empíricos y comparativos, otras costumbres, otros tiempos.
¿Cuál es el problema, entonces? A parte del olvido mutuo (que no es ni mucho
menos tan fuerte como se plantea aquí)7 y de la especialización disciplinaria, el
problema, siguiendo a nuestro autor, surge cuando se quiere estudiar “el derecho” como
cuerpo de conocimiento específico y como práctica concreta, desligado del resto de
instituciones sociales a las cuales se conforma y da forma. O cuando tomamos “el
derecho conocido” como modelo “modélico”, como “tipo ideal” para explicar “otros
derechos”. No existe una forma universal del derecho, como tampoco existe “la
religión” descarnada, y esto lo explica muy bien Geertz. El derecho es un producto
histórico, cultural, que puede que solo sea inteligible como tal dentro del proceso
histórico que lo ha creado. Sin embargo, sí podemos observar formaciones sociales
concretas que identificamos como religiosas o jurídicas, pero que también, si
adoptáramos otro prisma (y otras categorías analíticas), podríamos calificar de
movimiento de Estudios Jurídicos o Legal Studies, corriente interdisciplinar que aúna tanto la tradición
antropológica como la sociológica y la jurídica en el estudio empírico del derecho.
6
Lewis H. Morgan (1970): La soceidad primitiva, Madrid: Editorial Ayuso. Para una crítica del
evolucionismo en antropología ver Marvis Harris (1978): El desarrollo de la teoría antropológica,
Madrid: Siglo XXI.
7
No hay que olvidar la larga tradición en antropología de estudios sobre derecho y política, tampoco la
existencia de un campo interdisciplinar, la antropología jurídica, de larga tradición en los Estados Unidos
y Europa, reflejado en un gran número de publicaciones y revistas dedicadas al derecho y la antropología.
Este “olvido” es más un recurso retórico que una descripción de la realidad de la interconexión entre
pensamiento jurídico y antropológico. Véase Norbert Rouland (1988): Anthropologie juridique, Paris:
Presses universitaires de France cop.
5
“económicas” o “políticas”. El “derecho” no es una categoría empírica universal, que
podamos encontrar e identificar como tal en todas las sociedades conocidas, pero
tampoco sería correcto decir que hay sociedades “sin derecho”, sin reglas de parentesco,
sin gobierno, sin justicia.
El derecho, tal y como lo entendemos y practicamos hoy, no es universal y sin
embargo, podemos rastrear y reconocer sensibilidades, instituciones, actitudes, gestos o
prácticas en otros periodos históricos y en otras sociedades que guardan cierto parecido
con lo que identificamos como “derecho” y que responden a ciertas preguntas que nos
podemos hacer desde ahí. La tentación es pensar que hay una esencia constante detrás
de cada manifestación aparente, o que, dado que cada sociedad es inconmensurable,
debemos renunciar a toda comparación.
La solución a esta aparente contradicción se encuentra apuntada por Geertz
cuando afirma que, a pesar de las dificultades que conlleva, necesitamos una doble
visión: “mantener la doble percepción de que la nuestra no es sino una voz entre otras
muchas y que, en la medida que es la única que poseemos, necesitamos sin embargo
hablar a través de ella” (Geertz, 1994:262).
2. La estrategia interpretativa
6
problemas de orden práctico, humano, general8. Rehuye los grandes modelos que
tienden a estructurar el objeto de estudio en función de conceptos idealmente
construidos y rechaza la aplicación de modelos causales a imitación de las ciencias
naturales9. Cuando no es posible todavía teorizar, es mejor no hacerlo, pero no es
necesario callar si se tiene algo que decir. Es posible describir, narrar de un modo denso,
lleno de sentido, los hechos observados y vividos, ensayar una interpretación, abrir un
camino. Estrategia flexible, aparentemente desordenada, ya que se deja guiar por los
hechos, pero consistente10.
Análisis cultural y práctica etnográfica no pueden desligarse. La antropología se
alimenta del trabajo de campo etnográfico, de la observación directa, de donde toma sus
datos empíricos. El trabajo en el campo es su laboratorio, en un sentido amplio de
experimentación y de puesta a prueba (“los lugares de investigación no se descubren, se
hacen”). Comprender lo que hace un etnógrafo no es solo una cuestión de método, sino
de actitud y del tipo de conocimiento que pretende elaborar. La descripción densa es
para Geertz lo que define la práctica etnográfica y el esfuerzo intelectual que está en la
base del análisis antropológico.
8
“Es necesario establecer un dominio, una perspectiva, un estilo o una posición particular (...) y ver qué
se puede hacer con qué. Sin embargo, también es necesario si la empresa no quiere convertirse en un
entretenimiento provinciano que, aislada, irrelevante y autocomplaciente, se disperse sin dirección
definida, que su trabajo esté relacionado con lo que está ocurriendo, con movimientos generales,
problemas generales, logros generales.” (Geertz, 1996:129)
9
Geertz propone una mirada cautelosa a la teorización que sigue los modelos de la s ciencias naturales,
sin que ello implique un rechazo general al método científico. En su autobiografia explica que en su
equipo de trabajo en Princeton “todos eramos igualmente recelosos de las perspectivas que moldean las
ciencias sociales a imagen de las ciencias naturales y de los esquemas generales que explican demasiado”
(Geertz, 1996:129)
10
“Es necesario establecer un dominio, una perspectiva, un estilo o una posición particular (...) y ver qué
se puede hacer con qué. Sin embargo, también es necesario si la empresa no quiere convertirse en un
entretenimiento provinciano que, aislada, irrelevante y autocomplaciente, se disperse sin dirección
definida, que su trabajo esté relacionado con lo que está ocurriendo, con movimientos generales,
problemas generales, logros generales.” (Geertz, 1996:129)
7
significado pueda interpretarse en términos culturales11. El concepto lo toma de la
filosofía de Gilbert Ryle12, en contraposición a “descripción superficial”; esto es, la
diferencia entre una descripción que incluye el sentido de la acción, como por ejemplo,
el guiño de complicidad hecho a un amigo (densa) y una descripción que lo excluye
“contracción rápida del ojo derecho” (superficial). La primera supone que conocemos lo
que es un guiño, que lo podemos diferenciar de un tic y que su significado depende del
contexto en que se haga, quien lo hace y a quien se dirige (Geertz, 1987:21-22). Lo que
interesa al etnógrafo es el sentido y el valor que las personas dan a lo que hacen, dicen o
dicen que piensan. Al describir, ya está interpretando, y al interpretar, está haciendo
interpretaciones de interpretaciones, dando explicaciones de explicaciones. La cultura,
en este sentido:
“No es una entidad, algo a lo que puedan atribuirse de manera causal acontecimientos sociales,
modos de conducta, instituciones o procesos sociales; la cultura es un contexto dentro del cual
pueden describirse todos estos fenómenos de manera inteligible, es decir, densa. (...) Hay que
atender a la conducta y hacerlo con cierto rigor porque es el fluir de la conducta –o más
precisamente de la acción social- donde las formas culturales encuentran articulación. La
encuentran también, por supuesto, en diversas clases de artefactos y en diversos estados de
conciencia; pero éstos cobran significación del papel que desempeñan (Wittgenstein diría de su
“uso”) en una estructura operante de vida, y no de las relaciones intrínsecas que puedan guardar
entre sí. (...) Cualesquiera que sean los sistemas simbólicos “en sus propios términos”, tenemos
acceso empírico a ellos escrutando los hechos, y no disponiendo entidades abstractas en
esquemas unificados” (Geertz, 1987:30)
Esta forma de articular formas culturales dista mucho de, por ejemplo, las
estructuras elementales propuestas por Lévi-Strauss, ya que las formas culturales no son
estructuras lógicas que sigan sus propias reglas, sino que son realidades concretas, no
siempre completas ni necesariamente coherentes, que tienen sentido en tanto que son
usadas por la gente, en tanto que formas “vivas”, encarnadas. Y el ejercicio de
interpretación no consiste en hallar su lógica interna, sino en analizar como la gente las
utiliza de forma significativa para crear contextos concretos donde su acción tenga
sentido13.
11
Recordemos aquí la influencia de Max Weber en la configuración de la antropología interpretativa de
Geertz y el hecho de que Talcott Parsons era “presidente y espíritu” del departamento donde se formó.
Sobre este concepto de acción social véase también Parsons, Talcott (1970): Apuntes sobre la teoría de la
acción, Buenos Aires: Amorrortu.
Para saber más sobre el concepto de acción social de Talcott Parsons, ver el capítulo de Manuel García
Calvo, en este mismo volumen.
12
Véase Gilbert Ryle (1967): El concepto de lo mental, Buenos Aires: Paidós.
13
Para una aproximación al pensamiento de Lévi-Strauss y su importancia en el desarrollo de la teoria
antropológica véase Lévi-Strauss, Claude (1995): Antropología estructural, Barcelona: Paidós. Para la
contraposición de orientaciones entre ambos pensadores, ver también la interpretación de la obra de
Lévi-Strauss realizada por Benjamín Rivaya en este mismo volumen.
8
La reflexión de Geertz alcanza la práctica del antropólogo como investigador de
campo y como escritor de monografías etnográficas. Su pregunta sobre qué hace un
etnógrafo le llevará a formular su concepción de descripción densa y también a
examinar los textos etnográficos como obras literarias, apuntando los recursos retóricos
que el etnógrafo utiliza para construir su descripción de los hechos (qué está haciendo,
desde dónde está hablando y de qué está hablando.) ¿Por qué el etnógrafo, que tanto
reflexiona sobre los hechos, no lo hace sobre su propia escritura?14. Parte de lo que hace
el etnógrafo es escribir, sus datos muchas veces toman la forma de descripciones
textuales y su presentación generalmente también. Puesto que la “descripción densa”
toma ese carácter textual, debemos por tanto, conocer como se construye.
Esta aproximación al trabajo etnográfico supone también, como vamos viendo,
una redefinición de la noción de cultura como estructura simbólica (no necesariamente
regular, acabada y coherente) y de la antropología como disciplina interpretativa
(aunque no sea necesario saberlo todo para comprender algo):
“El concepto de cultura que propugno y cuya utilidad procuran demostrar los ensayos que siguen
es esencialmente un concepto semiótico. Creyendo con Max Weber que el hombre es un animal
inserto en tramas de significación que el mismo ha entretejido, considero que la cultura es esa
urdimbre y que el análisis de la cultura ha de ser, por lo tanto, no una ciencia experimental en
busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones. Lo que busco es la
explicación, interpretando expresiones sociales que son enigmáticas en su superficie.” (Geertz,
1987:20)
Antropología interpretativa
14
Para saber más sobre la estrategia textual del autor y sobre la reflexión entorno a la autoría etnográfica,
ver Clifford Geertz (1989): El antropólogo como autor, Barcelona: Paidós Estudio.
9
otros y con el cual yo mismo nunca me he sentido cómodo, aunque sólo sea porque suena como
“antropología económica”, “antropología política” o “antropología de la religión”, como una
especialidad o subdisciplina más que como una crítica fundacional del campo como tal), esta
redefinición consistía en situar el estudio sistemático del significado, de los vehículos de
significado y de la comprensión del significado en el mismo centro de la investigación y el
análisis: hacer de la antropología o al menos de la antropología cultural, una disciplina
hermenéutica.” (Geertz, 1997:117)
“Los seres humanos, dotados de lenguaje y viviendo en la historia, están para bien o para mal
poseídos por intenciones, visiones, memorias, esperanzas, estilos, así como pasiones y juicios, y
todo ello guarda una estrecha relación con lo que hacen y por qué lo hacen. No parece probable
que tenga más éxito intentar comprender su vida social y cultural en términos de fuerza,
mecanismos y tendencias, variables objetivadas instaladas en sistemas cerrados de causalidad.”
(Geertz, 1997:129-130).
“La tarea no es codificar regularidades abstractas, sino hacer posible la descripción densa, no
generalizar a través de casos particulares sino generalizar dentro de éstos. Generalizar dentro de
casos particulares se llama generalmente, por lo menos en medicina y en psicología clínica,
inferencia clínica. En lugar de comenzar con una serie de observaciones e intentar incluirlas bajo
una ley, esa inferencia comienza con una serie de significantes (presuntivos) e intenta situarlos
dentro de un marco inteligible. Las mediciones se emparejan con predicciones teóricas, pero los
síntomas (aun cuando sean objeto de medición) se examinan en pos de sus peculiaridades
teóricas, es decir, se diagnostican. (...) El marco teórico dentro del cual se hacen dichas
interpretaciones debe ser capaz de continuar dando interpretaciones defendibles a medida que
aparecen a la vista nuevos fenómenos sociales.” (Geertz,1987:36)
“La idea de que a menos que un fenómeno cultural sea empíricamente universal no puede
reflejar nada de la naturaleza humana es aproximadamente tan lógica como la idea de que porque
la anemia afortunadamente no es universal nada puede decirnos sobre procesos genéticos
humanos. Lo importante en la ciencia no es que los fenómenos sean empíricamente comunes -
10
¿de otra manera por qué Becquerel estaría tan interesado en el peculiar comportamiento del
uranio?-, sino que puedan revelar los permanentes procesos naturales que están a la base de tales
fenómenos. Lo que necesitamos es buscar relaciones sistemáticas entre diversos fenómenos, y
no identidades sustantivas entre fenómenos similares. (Geertz, 1983:51)
“No se trata de afirmar que la verdad se invierte al otro lado de los Pirineos, sino de un
aprendizaje para unificar “los procesos de autoconocimiento, autopercepción y autocomprensión
con los de conocimiento, percepción y comprensión del otro; que identifica, o casi, la
explicación de “quiénes somos” con la de “entre quiénes nos hallamos” (Geertz, 1994:210).
15
Weber, Max (1984): La acción social: ensayos metodológicos, Barcelona: Península.
11
serán el andamiaje a partir del cual irá construyendo su modelo de análisis cultural, que
luego aplicará para explicar cosas como la política, el arte, la ciencia, la tecnología o el
derecho.
Por ello es interesante detenernos un poco más en su comprensión de la cultura
y en su explicación de la religión como sistema cultural. Geertz nos propone entender la
cultura, no como un conjunto de rasgos, ni como un conjunto de esquemas concretos de
conducta (costumbres, usanzas, tradiciones o hábitos), sino como una serie de fórmulas
de control que orientan la conducta (planes, recetas, reglas, instrucciones); lo que los
ingenieros informáticos llaman “programas”. El hombre es precisamente el animal que
más depende de estos mecanismos de control extragenéticos, que están fuera de su piel,
de programas culturales que ordenan las conductas16 (Geertz, 1983:51).
Sistemas culturales
“1) un sistema de símbolos que obra para 2) establecer vigorosos, penetrantes y duraderos
estados anímicos y motivaciones 3) formulando concepciones de un orden general de existencia
y 4) revistiendo estas concepciones con una aureola de efectividad tal que 5) los estados
anímicos y motivaciones parezcan de un realismo único.” (Geertz, 1983:89).
16
Sobre las posibilidades de modelización matemática de la conducta humana y sobre como los patrones
de relación y comunicación intervienen para generar modelos de conducta, supuestos, objetivos y
12
públicos como el matrimonio y tan observables como la agricultura. Sin embargo no
son exactamente lo mismo. La dimensión simbólica de los hechos sociales se abstrae
teóricamente de dichos hechos como totalidades empíricas (Geertz,1983:90).
Los esquemas culturales suministran programas para instituir los procesos
sociales y psicológicos que modelan la conducta pública y privada (Geertz,1983:91).
Los esquemas culturales son modelos: son series de símbolos cuyas relaciones entre sí
modelan las relaciones entre entidades, procesos o cualquier sistema físico, orgánico o
psicológico al “formar paralelos con ellos” al “imitarlos” o al “simularlos”. Pero el
término “modelo” tiene dos sentidos: modelo “para” (suministran fuentes de
información en cuyos términos puedan estructurarse otros procesos) y modelos “de”
(sirven para representar esos procesos estructurados y expresar esa estructura en otro
medio)17.
La religión es a la vez un modelo de y un modelo para. Los símbolos sagrados
tienen la función de sintetizar el ethos18 de un pueblo (el tono, el carácter y la calidad de
su vida, su estilo moral y estético) y su cosmovisión, el cuadro que ese pueblo se forja
de como son las cosas en realidad, sus ideas más abarcadoras acerca del orden. De
forma que cada instancia se sostiene con la autoridad tomada de la otra (Geertz,
1983:89).
La religión formula concepciones de un orden general o ideas generales de
orden. La religión no es un conjunto o mera colección de prácticas, afirma algo. El
orden frente al caos, ya sea el caos del desconcierto (límite analítico), del sufrimiento
(límite de resistencia) o de la paradoja ética (limite moral).
Entender la religión como sistema cultural supone la desintegración analítica de
la premisa implícita de la que extrae su autoridad, no para socavarla, sino para resituarla
como interpretación de la experiencia. Si lo entendemos así, no hay que buscar una
definición mínima de religión sobre la base de rasgos, contenidos o creencias
universales (como la creencia en los espíritus como mínimo común denominador de
todas la religiones o el hecho de que sueños y visiones forman parte de la común
actitudes en las organizaciones humanas, ver en este mismo volumen, Pompeu Casanovas, “Los
laberintos de H.A. Simon”.
17
Encontraran el artículo completo “La religión como sistema cultural” en Clifford Geertz (1987): La
interpretación de las culturas, Barcelona: Gedisa. (Aquí hago referencia a la página 92).
18
Sobre la noción de ethos, véase el trabajo de Gregory Bateson (1990) Naven, Barcelona: Editorial
Júcar Universidad.
13
experiencia humana19). Tampoco es útil buscar un consenso de toda la humanidad, la
noción de que hay cosas sobre las cuales todos los hombres estarán de acuerdo que son
buenas, reales o justas. Se trata de ver qué propuesta hace cada religión en torno a la
ordenación del caos, el sufrimiento y la paradoja ética. Y no esperemos que,
necesariamente, otras gentes, otros pueblos se pregunten las mismas preguntas y den
respuestas distintas; hace falta recordar que solo podemos hablar con nuestra propia voz
y ver como otros responden a las preguntas que nos formulamos y que les formulamos.
Por ejemplo, al analizar el arte como sistema cultural, concluye:
“Si existe algún punto en común entre el conjunto de las artes y los lugares donde uno las
encuentra (en Bali, los hombres componen estatuas con monedas, mientras que en Australia
realizan dibujos con arena) que justifique incluirlas bajo una única rúbrica de origen occidental,
no es el hecho de que todas las artes apelen a un cierto sentido universal de belleza. Tal vez ese
sentido exista, aunque, según mi experiencia, lo realmente importante es si esos puntos en
común permiten responder o no a la gente ante las artes exóticas con algo más que un mero
sentimentalismo etnocéntrico en ausencia de un conocimiento de lo que aquellas artes son o de
una comprensión de la cultura en la cual se originan. Si existe un punto en común, reside en el
hecho de que parece que ciertas actividades están específicamente diseñadas en todas partes para
demostrar que las ideas son visibles, audibles y tangibles, que pueden ser proyectadas en formas
donde los sentidos, y a través de los sentidos las emociones, puedan aplicarse reflexivamente.”
(Geertz, 1994:145-146)
Anti-antirrelativismo
19
Edward B. Tylor inetnta elaborar una teoría general de la religión en su trabajo Cultura primitiva
(1871), a partir de explicar el fenómeno religioso a través de las distintas concepciones del alma y
establecer su causa o fundamento en la experiencia universal de sueños y visiones. Ver E.B. Tylor (1977):
Cultura primitiva, Madrid: Editorial Ayuso.
20
Sobre la quiebra de los fundamentos universales del pensamiento, véase la reflexión en torno a
Foucault de Julián Sauquillo, en este mismo volumen.
14
“Sostener la idea de que la diversidad de las costumbres a través de los tiempos y en diferentes
lugares no es una mera cuestión de aspecto y apariencia, de escenario y de máscaras de comedia,
es sostener también la idea de que la humanidad es variada en su esencia como lo es en sus
expresiones. Y con semejante reflexión se aflojan algunas amarras filosóficas bien apretadas y
comienza una desasosegada deriva en aguas peligrosas. Peligrosas porque si uno descarta la idea
de que el Hombre con “H” mayúscula ha de buscarse detrás o más allá o debajo de sus
costumbres y se la reemplaza por la idea de que el hombre, con minúscula, ha de buscarse en
ellas, corre uno el peligro de perder al hombre enteramente de vista.” (Geertz, 1983:45)
21
Franz Boas será el impulsor de la corriente denominada “particularismo histórico” en antropología y
fomentará sobre sus estudios empíricos sobre emigrantes de distintas nacionalidades llegados al Nuevo
Mundo, el respeto por la diferencia y la no tipificación de las razas en función de rasgos culturales o
capacidades intelectuales. En su libro La mente del hombre primitivo (1911), concluye: “Debemos
atesorar y cultivar la variedad de formas que ha tomado el pesnamiento y la actividad humanas, y
aborrecer, como algo que conduce al estancamiento, cualquier intento de impresionar un solo patrón de
pensamiento sobre el conjunto de las naciones, o incluso sobre el mundo entero” (traducción propia de la
edición de 1938, página 272).
15
alternativa posible22. Situar la moral y el conocimiento en la historia o entenderlos
como procesos culturales no es devaluar ambas adquisiciones humanas, sino trazar sus
contornos. Geertz rechaza el antirrelativismo, pero no defiende un relativismo extremo.
Tomando uno de sus ejemplos, estar a favor de la despenalización del aborto no quiere
decir que se esté a favor del aborto, en el sentido de considerar el aborto como algo
bueno y deseable, como tampoco supone proponer que todas las mujeres lo practiquen
de forma sistemática. Geertz seria un anti-antiabortista. De forma parecida es su
posición anti-antirrelativista: la doble negación permite rechazar algo sin
comprometerse con lo que ese algo rechaza (Geertz, 1996b:96.)
El problema que ve Geertz es que el antirrelativismo se apoya en una nueva
esencilización de la “naturaleza humana”, independiente de factores culturales y
homogénea en su realidad empírica profunda, de modo que la diversidad cultural sea
entendida como un añadido o un accidente:
“La idea de que la esencia de lo que significa ser humano se revele más claramente en aquellos
rasgos de la cultura humana que son universales, y no en aquellos que son distintivos de este o
aquel pueblo, es un prejuicio que no estamos necesariamente obligados a compartir.” (Geertz,
1987:50)
22
Para saber más de esta posición véase C. Geertz (1996b): “Anti-antirrelativismo” en Los usos de la
diversidad, Barcelona: Paidós ICE/UAB.
23
Una figura exponente del relativismo más extremo es Benedict, Ruth (1971): El hombre y la cultura,
Barcelona: Edhasa
16
El análisis cultural del derecho
La antropología interpretativa, por su interés por las estructuras de significado en cuyos términos
viven hasta el fin de sus vidas los individuos y grupos, por su análisis de los símbolos y sistemas
de símbolos por medio de los cuales se forman, comunican, imponen, comparten, alteran o
reproducen tales estructuras, ofrece tantas esperanzas para el análisis comparado del derecho
como para el mito, el ritual, la ideología, el arte o los sistemas de clasificación. (Geertz,
1996b:211).
24
Geertz señala aquí la importancia del contexto como marco interpretativo: el lugar y la gente concreta
es la que proporciona la orientación de la interpretación simbólica.
25
Para contraponer un buen trabajo etnográfico que parte de unas premisas generales de carácter
universal, véase Paul Bohannan (1989): Justice and judgement among the Tiv, Prospect Haight, Illinois:
17
La cuestión no es si existe una forma elemental de religión que debe encontrarse
en las islas Trobriand o una estructura elemental de derecho entre los yanomami.
Tampoco estriba en tratar de inferir significados legales de costumbre sociales. El
camino propuesto es evitar las definiciones esencialistas de la religión, del arte o del
derecho que nos llevan entonces a intentar decidir si los kung! san tienen o no alguna de
las características o rasgos previamente definidos. La antropología del derecho tampoco
puede entenderse como una búsqueda cuyo objetivo sea extraer la estructura pura del
derecho de sus componentes culturales específicos”.
Sí cabe intentar explorar la posibilidad de un derecho comparado, pero antes hay
que pensar en el derecho como sistema cultural, o al menos, hay que hacer un análisis
cultural del derecho, empezando por el propio.
Para ello, Geertz se centra en examinar la distinción entre hecho y ley, entre ser
y deber ser como elementos clave en derecho natural, ciencia política o legitimación
positiva. Hecho y ley se correlacionan con el ser y el deber ser respectivamente, con la
parte probatoria y legalista de un juicio, con los modelos reales de comportamientos
observados y con las convenciones sociales, con las preguntas sobre qué sucedió y qué
era correcto. La aplicación del derecho recurre a una esquematización de los hechos y a
una reducción de cuestiones morales para que el empleo de normas para tomar
decisiones sobre ellos sea posible.
Pero el mundo del acontecimiento y de la circunstancia escapa al ámbito
jurídico, que nunca contempla toda la trama. Este “temor a los hechos”, por decirlo así,
se constata en el creciente deseo por mantener a los hechos a raya en los procedimientos
legales y el surgimiento de “teorías económicas” de la jurisprudencia, que desplazan el
interés empírico por las consecuencias calculables de su resolución (Geertz, 1994:201).
La constatación de que los hechos se hacen y no nacen puede suscitar graves cuestiones
a una teoría de la administración de justicia que considera que los hechos legales
consisten en una serie de equivalencias entre la configuración de los hechos y de las
Waveland Press, Inc (edición revisada de 1957). Bohanan sostiene que la búsqueda de generalizaciones
universales provee del contexto necesario para que la comparación sea posible. Si queremos comparar
debemos proceder por generalizaciones empíricas universales, como por ejemplo: “el conflicto existe en
la vida animal, incluyendo la vida humana; para sobrevivir con éxito, una sociedad requiere orden: una
forma de eliminar, evitar o lidiar con el conflicto; el conflicto no puede negarse; el conflicto puede ser
controlado por mecanismos como el derecho” (op. cit. pág. xii-xiii del prefacio a la nueva edición,
traducción propia). Geertz plantea que se puede evitar este razonamiento, que evitarlo no supone negar la
posibilidad de la comparación intercultural y que, además, su propuesta alternativa es viable. Al mantener
lo concreto y específico en la comparación, se puede entender la diversidad cultural no como “variaciones
sobre un mismo tema” sino como un resultado mismo de procesos culturales complejos y recurrentes, que
no homogéneos. El conflicto siempre existe en su forma encarnada, cultural y específica.
18
normas. Pero el antropólogo cultural no centra la atención ni en los hechos ni en las
reglas, sino en las versiones del mundo y en las conexiones de sentido. Desde esta
perspectiva, es posible entender que lo que hace el abogado es proponer un mundo en el
que tengan sentido sus descripciones. Podríamos entonces concebir las distintas formas
del derecho (el tuyo y el mío) como si se tratasen de sistemas culturales cuya premisa es
concebir el mundo y lo que sucede en términos explícitamente judiciables y cuya
“técnica jurídica” consistiría en una tentativa organizada para elaborar descripciones
correctas. De este modo, veríamos que la representación legal de los hechos es
normativa desde sus inicios, y que por tanto, la estricta separación entre hecho y ley es
engañosa. No hay distinción desde esa perspectiva entre lo que es y lo que debe ser, ya
que “lo que es” es ya normativizado, de modo que el problema que se plantea es el
modo en que esa representación ha de ser ella misma representada (Geertz, 1994:201-
204).
Si seguimos la argumentación de Geertz nos encontramos entonces con que
preparar un caso ha de ser algo más que preparar pruebas en apoyo de un aspecto
determinado. Tiene que significar describir el curso particular de unos acontecimientos
en función de una concepción global de la vida, de un modo tal que la credibilidad de
una descripción refuerce la de la otra. Al igual que sucede en la etnografía, la
contextualización cultural del incidente es un aspecto fundamental del análisis jurídico,
como lo es para el análisis cultural mismo. El hecho de que podamos dar tantas cosas
por sentadas de ese contexto en nuestra propia sociedad nos oculta una gran parte de lo
que realmente constituye un proceso legal: que nuestra visión y nuestro veredicto se
ratifican entre sí (Geertz, 1994:210.)
Si esto es así, cualquier sistema jurídico que quiera ser viable debe ingeniárselas
para conectar estructura y proceso, hasta que parezca que son versiones profunda y
superficial de la misma cosa. El derecho así entendido es un anschauung26 más en el
mercado. Es el sentido de la justicia, las distintas sensibilidades jurídicas, lo que ha de
estar en la base del análisis comparativo de los fundamentos culturales del derecho,
entendidas como una relación entre pensamiento (estructura, existencia) y sentimiento
(proceso, experiencia). En palabras del propio autor, distintas anschauung difieren en
los medios que emplean, en los símbolos que despliegan, en las historias que cuentan,
en las distinciones que esbozan y en las visiones que proyectan... para llegar representar
26
Geertz utiliza el término alemán anschauung para referirse a este particular “modo de ver” que
comporta cada sensibilidad jurídica, del mismo modo que utiliza weltanschauung para cosmovisión.
19
los acontecimientos de forma judiciable. Y esta es la base sobre la cual podemos
intentar la comparación:
“El aspecto “jurídico” de las cosas no es un conjunto limitado de normas, leyes, principios,
valores o cualquier otra cosa a partir de la que pueden plantearse respuestas legales a una serie
de acontecimientos destilados, sino parte de una manera determinada de imaginar lo real.”
(Geertz, 1994:202)
“El problema de Regreg comenzó cuando su esposa se escapó con un hombre de otra aldea, o
bien, según se quiera, cuando ambos escaparon juntos: a ojos locales, el modelo de matrimonio
por rapto simulado de Bali hace que esos acontecimientos sean más o menos indiferenciables, o
en todo caso los hace poco merecedores de distinción. Furioso en buena lógica, Regreg exigió al
consejo de la aldea, un grupo de aproximadamente unos 130 hombres que se reúnen una vez
cada 35 días para tomar decisiones concernientes a los asuntos de la aldea, que emprendiese
acciones destinadas a provocar su retorno. Aunque prácticamente todos los miembros del
consejo simpatizaban con su delicada situación, le señalaron que, como él ya sabía
perfectamente, el matrimonio, el adulterio, el divorcio y todo ese tipo de cosas no eran
competencia de la aldea. Eran asuntos que concernían a los grupos de parentesco que en Bali
suelen estar bien definidos siendo celosos de sus prerrogativas. La cuestión quedaba fuera de su
jurisdicción, y él estaba reclamando en el foro equivocado. (Las aldeas balinesas tienen reglas
explícitas, inscritas y reinscritas, generación tras generación, en hojas de palmera, que definen en
términos esencialmente religiosos, aunque no obstante bastante específicos, los derechos y
obligaciones de varias corporaciones –consejos, grupos de parentesco, sociedades de irrigación,
cofradías de templos, asociaciones voluntarias- que, de un modo un tanto federativo, éstas
generan.) A los miembros del consejo les hubiera gustado sinceramente hacer algo por él, pues
reconocían que había sido ultrajado, aunque constitucionalmente, si puedo expresarme así, no
podían hacer nada. Y como el grupo de Regreg (más comprensivo aún, pues su esposa, al ser
prima suya por parte de padre, pertenecía a éste) era un grupo pequeño, débil y de un estatus
bastante bajo, ninguno de sus miembros podía hacer demasiado excepto intentar consolarlo con
20
banalidades del tipo “así es la vida”, “lo pasado, pasado está” y “otros guijarros, incluso otras
primas, hay en la variedad de la playa”.
Sin embargo, por ese camino, Regreg no parecía hallar consuelo alguno. Cuando siete u ocho
meses más tarde, le llegó la hora de asumir un cargo como uno de los cinco jefes del consejo,
Regreg lo rechazó, y ahí empezaron realmente sus problemas. Uno se convierte en jefe, al menos
en dicha aldea (no hay dos aldeas que hagan las cosas exactamente del mismo modo; si
descubren esa similitud, una de ellas cambia alguna cosa), por rotación automática, y por un
plazo de tres años; y cuando llega tu turno (en realidad algo que sucede raramente; en este caso,
Regreg no estaba bendecido por la fortuna), debes simplemente ponerte al servicio del consejo.
Éste sí es un asunto que compete al consejo, inscrito por otra parte, junto con los desastres que
son obra de los dioses, en las mencionadas hojas de palmera de manera concisa y detallada,
prestando gran atención a su inobservancia; y por lo tanto, la negativa (por lo que cualquiera
podía recordar, ésta era la primera ocasión en que se daba el caso) equivale a abjurar, no
solamente de la aldea, sino de la propia raza humana. Pierdes la propiedad de tu hogar, puesto
que se trata de una aldea formada por propietarios, y te conviertes en un vagabundo. Pierdes el
derecho a entrar en los santuarios de las aldeas, y de ese modo quedas aislado de todo contacto
con los dioses. Pierdes, por supuesto, todos los derechos políticos –el puesto en el consejo, la
participación en acontecimientos políticos, el derecho a asistencia pública, el uso de la propiedad
pública, asuntos todos ellos de gran importancia en la aldea-; pierdes tu rango, el lugar que has
heredado en el orden jerárquico del respeto, un asunto de mayor importancia aún. Y más allá de
ello, pierdes todo tu mundo social, pues nadie en la aldea puede hablarte, so pena de muerte. No
se trata exactamente de un castigo capital. Pero para los balineses, que disponen del proverbio
que reza “abandonar la comunidad de contrato (adat, un término soberano a cuyas ambigüedades
prestaré una atención mayor más adelante), es acostarse y morir”, es lo más cercano a ello.
No está claro el motivo por el cual Regreg se mostraba tan extrañamente reticente a la
participación pública, pues el balines obedece sus propias reglas hasta tal punto que un
antropólogo, especialmente uno que haya llegado desde Java, por no decir desde los Estados
Unidos, solo puede sentir asombro personal y placer profesional. En todo caso, sus
conciudadanos se hallaban totalmente desinteresados por la cuestión de cuáles podían ser sus
motivaciones, y apenas podían formularlas para especular sobre ellas. (“¿Quien sabe? Él quiere
que su mujer vuelva.) Más bien, conscientes del desastre que se avecinaba, intentaron, a través
de todos los medios que pudieron imaginar, disuadirle de ese proceder, e inducirle a asumir ese
maldito cargo. (...) Pero todo fue en vano. Finalmente el consejo le expulsó (unánimemente;
todas sus decisiones son unánimes), y su grupo de parentesco, tras un último y desesperado
esfuerzo por convencerlo, hizo también lo propio, ya que, dada la preeminencia de las reuniones
del consejo en esta materia, si no hacían eso, todos sus miembros habrían compartido su misma
suerte. Incluso su familia directa –padres, hermanos, hijos- hubo de abandonarle al fin. Aunque
por supuesto, y supongo que con bastante razón, su opinión era que había sido él quien los había
abandonado a ellos.
De cualquier forma, fue abandonado. Vagó a la deriva, sin hogar, por las calles y patios de la
aldea como un fantasma, o más exactamente como un perro (...) le arrojaban de vez en cuando
sobras para que comiese, y él buscaba lo restante entre las pilas de basura, cuando no era
ahuyentado con piedras. Tras varios meses llevando esta vida, volviéndose más desgarbado cada
día, Regreg llegó a ser prácticamente incoherente, incapaz ya de vociferar su caso a oídos
sordos, tal vez incluso incapaz de recordar lo que había sido un día.” (Geertz, 1994:205-207)
21
por ojos no nativos, sin por ello perder el detalle o perderse en el detalle. El antropólogo
aborda interpretaciones más amplias y hace análisis más abstractos partiendo de los
conocimientos extraordinariamente abundantes que tiene de cuestiones extremadamente
pequeñas.
comparación
27
Se trata de comparar tres sensibilidades jurídicas distintas a partir de la relación encontrada en una
cuarta (la relación hecho-ley). El autor sitúa estas tres sensibilidades dentro de tres marcos culturales
distintos: la tradición islámica, índica y malaya. El lector encontrará el ejercicio de comparación completo
en “Conocimiento local: hecho y ley desde una perspectiva comparativa”, op.cit. páginas 210-242.
22
El marco comparativo contempla una serie de precauciones y restricciones: a)
los términos de la comparación; b) el tipo y nivel de simplificación; c) el alcance de la
comparación; y d) el modo y objetivos de la comparación.
En primer lugar, la elección de los términos de la comparación (Haqq, dharma y
adat28) no responde a que sean los mejores para comprender cada tradición cultural por
separado, ni agotar el sentido o la significación que estos términos puedan tomar. No los
considera característicos ni los describe exhaustivamente, sino que los toma como
conceptos parciales, útiles para su propósito, como hubieran podido ser otros. El nivel
de simplificación es “radical”, se trata de comparar la sensibilidad jurídica islámica,
índica y malaya, teniendo en cuenta la simplificación que con ello se hace de sus
dimensiones históricas y regionales, sin caer en la trampa de considerar que pertenecen
a culturas homogéneas o invariables en el tiempo, espacio y población. Tampoco se
trata de situar a los otros en las antípodas del nosotros, ni atraerlos a nuestro lado como
si fueran meras réplicas de lo mismo, se trata de “situarnos entre ellos”. El alcance de la
comparación no pretende ser exhaustivo ni omnicomprensivo. Se trata de una reflexión
en torno a algunas ideas sobre lo que ha de ser la justicia, no de presentar “Oriente” a
“Occidente”. Y finalmente, se trata de una comparación a partir del conocimiento
etnográfico: “hablo de lo que yo conozco, casos bastante marginales observados
recientemente” (Geertz,1994: 216).
La comparación, tal y como la plantea Geertz, no se trata de una empresa
deductiva, en la que toda una estructura de pensamiento y de prácticas se pudiera
concebir como si proviniese de unas pocas ideas generales y de acuerdo con alguna que
otra lógica implícita. La comparación es una empresa hermenéutica, interpretativa, en la
cual, las ideas que guían la comparación (y los términos elegidos) se utilizan como una
vía práctica de acceso a la comprensión de instituciones sociales y formulaciones
culturales que las rodean y les dan sentido. Son orientaciones, no fundamentos. Su valor
no reside en la presunción de que detrás de ellas se encuentra un sistema altamente
integrado de comportamientos y creencias. Su valor reside en el hecho de que al
constelar ideas de cierta profundidad local, pueden encaminarnos hacia lo que, de
hecho, queremos comprender: un sentido diferente del derecho (Geertz, 1994:216).
Para establecer las bases de un derecho comparado, nuestro etnógrafo no acude a
un contraste entre distintas estructuras normativas, ya que el peligro es una concepción
28
Haqq significa verdad entre otras muchas cosas, dharma puede relacionarse con “deber”, aparte de
otras acepciones y adat puede traducirse en algunos casos como costumbre (Geertz, 1996:213).
23
superautónoma del derecho, como “sistema legal”. Tampoco debemos partir del
contraste entre procesos diferentes de resolución de contenciosos, pues supondría
entender el derecho como una “superpolítica” o una colección de mecanismos sociales.
No niega la posibilidad de construir una teoría general del derecho, pero ésta no puede
estar fundamentada en un mecanismo sobre cuya lógica deba suponerse que existe un
consenso general. (“Si el derecho necesita un tejido social bien cosido para funcionar,
entonces no se trata únicamente de una extravagancia nostálgica, se trata de algo que
está totalmente obsoleto”) (Geertz, 1994:244). Finalmente, también hay que estar alerta
en la definición de “derecho” y evitar que “el contrapunto” sea la esencia o la medida de
valor de la “música”, volviendo a la metáfora anterior. Quizás sea mejor hablar de
estilos judiciales y de sensibilidades jurídicas.
Así, podemos entender el derecho como un conocimiento local sin un único
origen, que construye vida social en lugar de reflejarla, y el estudio comparativo
consistirá entonces en la traducción cultural, no en una taxonomía institucional.
Tampoco se trata de una celebración de los instrumentos tribales de control social ni una
búsqueda de aquello que siempre es bueno o de la equidad. Se trata, más bien, de un
intento de formular las presuposiciones, preocupaciones y marcos de acción
característicos de un tipo de sensibilidad jurídica basándose en las características de
otra.
Se trata de “introducir en nuestra conciencia reticente visiones discordantes
sobre el modo de hacer eso que llamamos justicia, ni menos dogmáticas, ni menos
lógicas” que las propias. De lo contrario, nos veremos abocados a resignarnos ante la
estabilidad de nuestro horizonte o a “retirarnos para admirar estúpidamente unos objetos
fabulosos”. Confrontar nuestra propia versión de la mentalidad del miembro del consejo
de una aldea indonesia con otros tipos de conocimiento local nos permite ser más
conscientes de la existencia de “sensibilidades jurídicas” distintas, y además puede que
nos ayude a comprender la propia.
La fundamentación tanto del pensamiento como del sentimiento y del juicio en
una forma de vida (el único lugar donde pueden fundamentarse), no implica que el
alcance de nuestras mentes, de lo que podemos decir, apreciar y juzgar, éste preso
dentro de los márgenes de nuestra sociedad, nuestro país, nuestra clase o nuestro
tiempo, sino más bien que “el alcance de nuestras mentes, el rango de signos que de
alguna forma podemos tratar de interpretar, es lo que define el espacio intelectual,
emocional y moral en el que vivimos.” (Geertz, 1996a:79)
24
El método comparativo de traducción cultural, el hecho de asentar los
fundamentos del derecho en la cultura y no en la naturaleza, no niega el valor del
derecho; al contrario, reincorpora el derecho a las otras “grandes formaciones de la vida
humana” (como la moral, el arte, la tecnología o la historia) sin que se diluya en ellas o
desaparezca en el seno de otras disciplinas como la sociología o la antropología.
Como cualquier otra institución, la religión, el arte, la ciencia, el estado o la
familia, nos dice nuestro autor, el derecho está en camino de aprender a sobrevivir sin
las certidumbres que lo fundaron. Hay que apartarse de la idea de que el derecho refleja
los valores de una sociedad; el derecho no refleja, sino que construye y forma estos
valores, es una visión de la sociedad, no un eco de ésta (Geertz,1994:245).
29
En este artículo doy por sentado la existencia de un campo de estudio interdisciplinar, la antropología
jurídica, al cual hace referencia Geertz en su artículo “Conocimiento local, hecho y ley”, en concreto, la
Asociación Americana de Antropología cuenta desde los años sesenta con una división dedicada a la
antropología política y jurídica y una publicación periódica: Political and Legal Anthropology Review.
25
La diversidad cultura despierta perplejidades. Cuando nos enfrentamos a otras
costumbres, otros juicios, otras sensibilidades, no podemos evitar establecer una
comparación en términos evaluativos entre lo que vemos y lo que pensamos que
sabemos sobre nuestro propio orden cultural. No podemos evitar formularnos preguntas
del tipo: ¿Qué es mejor? ¿Qué es más ventajoso, más noble, más correcto, más justo?
Recordemos la historia de la locura de Regreg ¿Cómo no considerar “primitivo”,
“obsoleto” e “indigno” el trato recibido por Regreg, el extremo castigo al que fue
sometido simplemente por no querer aceptar un cargo político-administrativo? ¿Cómo
no concluir que nuestras leyes son más justas y que hemos “avanzado mucho” con
respecto a la Edad Media? Y, ¿Cómo no convenir que los derechos humanos deben
respetarse allende, que si no son universales, deberían serlo y que, al final, deberían
adoptarlos, se decir, deberían “venir hacia nosotros”? La historia de Regreg continúa,
forma parte de nuestra historia y sigue siendo actual ya que nos toca muy de cerca:
“Llegados a este punto [el abandono miserable a su locura], sucedió un hecho inesperado, y en
cierto modo impredecible. El rey tradicional de más alta categoría de Bali, que también era, bajo
los acuerdos vigentes por aquel entonces, el jefe regional del nuevo gobierno republicano, llegó a
la aldea para interceder en el caso de Regreg. (...) Por lo tanto, él era un semi o un cuasi-dios,
tanto la figura más sagrada de la isla como, al menos en 1958, la más elevada política y
socialmente hablando. La gente aún se postraba en su presencia, hablaba de él mediante frases
hiperformales y le consideraba investido de un poder cósmico a la vez terrible y benigno.
(...) Cuando esta encarnación de Siva, Vishnu y otros personajes celestiales llegó a la aldea –esto
es, ante el consejo reunido en sesión especial para la ocasión-, se sentó en el suelo del pabellón
del consejo para simbolizar que en este contexto no era sino un visitante, aunque distinguido, y
no un rey, y aún menos un dios. Los miembros del consejo le escucharon con gran deferencia,
con un gran derroche de cortesía tradicional, pero lo que éste tenía que decirles estaba lejos de
resultar tradicional. Ésta era, les dijo, una nueva era. El país era independiente. Comprendía lo
que sentían, pero realmente ya no podían exilar a la gente, confiscar sus propiedades, denegar
sus derechos políticos y religiosos, etc. Eso no era moderno, actual, democrático; no era el estilo
de Sukarno. Debían, en la atmósfera de la nueva Indonesia, y para demostrar al mundo que los
balineses no estaban retrasados, recibir de nuevo a Regreg y castigarlo, si fuese necesario
mediante algún otro sistema.” (Geertz, 1994:207-208)
26
¿Qué pasa cuando en un mismo Estado conviven tradición y modernidad,
distintas sensibilidades jurídicas, distintas orientaciones culturales fruto de cambios
sociales y políticos no siempre de carácter interno? Cuando describimos, interpretamos
o analizamos unos hechos no se trata de poner en peligro nuestra identidad, o de
contraponerla a otra, sino de intentar comprender qué ocurre. La comparación no se
establece entre “mi universo” y “el tuyo”, sino en términos de un problema concreto,
sea éste un problema de carácter teórico (“el derecho en el Bali”) o de toma de
decisiones (¿Qué hacer con Regreg?). “Si deseamos ser capaces de juzgar
competentemente, como por supuesto debemos, necesitamos también ser capaces de ver
competentemente” (Geertz,1996a:92).
Necesitamos una nueva forma de imaginar lo legal, que nos permita entender lo
que estaba pasando en Bali, pero también explicar lo que está sucediendo actualmente,
ahora, en el mundo y en nuestra realidad más cercana; y más cuando en nuestra propia
aldea también se produce el cruce de culturas y poderes, ya sea por la persistencia de
sensibilidades jurídicas distintas heredadas, como por la llegada de otras nuevas,
procedentes a su vez, de viejas y nuevas tradiciones legales.
En el mundo actual, como seguramente en otros tiempos, pero especialmente en
esta época en la que, además de los procesos de colonización y descolonización, de
diásporas y migraciones, tenemos rápidas y eficaces formas de comunicación que han
acelerado los procesos de globalización y internacionalización de empresas, alianzas y
conflictos, este fascinante “desorden” del derecho deriva, según Geertz, de la
persistencia de sensibilidades jurídicas y de su confrontación. La tensión entre las
nociones ya existentes sobre la justicia y el derecho se suman al modo en que se han
adquirido e importado otras formaciones legales y políticas. Parece ser que “la
confusión de idiomas legales es la condición habitual de las cosas” y que el futuro
inmediato son supondrá el crecimiento gradual de la uniformidad legal, sino más bien
una nueva particularización (Geertz,1994:243).
Pluralismo jurídico
¿Qué hacer entonces ante este tipo de realidades que nominamos como
“pluralismo jurídico, trasplantes legales, migraciones legales, sincretismo jurídico,
derecho interno y derecho externo, derecho de abogados y derecho consuetudinario”?
27
No limitarnos a deplorar esta situación o considerarla pasajera, cabe intentar
comprenderla de una forma que no estreche nuestras miras, sino que las reformule y las
amplíe. Geertz opta por situar conceptualmente el problema a partir de la búsqueda de
un término descriptivo, no evaluativo, que dé cuenta de esta diversidad. Escoge el
término “pluralismo jurídico”, ya que evoca la posibilidad del derecho a evolucionar
desde concepciones unitarias a otras pluralistas30. El pluralismo jurídico es un término
ya consolidado en la sociología y antropología jurídica desde los años sesenta, una
categoría no asociada a la dogmática, anterior a la polémica postcolonial y que, a la vez,
se mantiene alejada de las categorías pretendidamente ecuánimes del derecho
internacional. La fuerza social del derecho, nos dice, no depende del consenso
normativo. (Podemos llegar a un acuerdo, sin que necesariamente implique llegar a un
consenso.) No podemos pensar por más tiempo que las leyes diplomáticas, la libertad de
doctrinas marítimas y los diversos códigos internacionales sean el producto del hallazgo
de máximos comunes denominadores del catálogo mundial de actitudes jurídicas, ni que
se basen en una premisas universales subyacentes a todas ellas, sino que se trata, la
mayoría de las veces, de proyecciones de aspectos de nuestro derecho en el escenario
del mundo. Dicho lo cual no significa que no sirvan realmente para generar relaciones
ordenadas entre estados o entre compañías y estados, ni tampoco que este hecho sea en
sí mismo negativo, excepto, y esto es lo importante, si nos lleva a imaginar que existe
una mayor concordancia de espíritus de lo que realmente hay, o a confundir la
convergencia de vocabularios con la convergencia de concepciones y sensibilidades
(Geertz,1994:248).
El problema que se plantea Geertz es pues, descriptivo: Cómo describir estas
situaciones de una forma que sea útil y informativa, que no tergiverse el derecho
practicado en otros lugares y que pueda captar lo que está sucediendo hoy en día en
todas partes. Una descripción que informe sobre las propias situaciones y de las
implicaciones que éstas presentan sobre nuestra concepción del proceso judicial en tanto
fenómeno general en el mundo. Se trata, nos dice, de hablar de cosas irregulares en
términos regulares sin que esa cualidad irregular se destruya en el camino. Un intento de
representar de forma inteligible estas múltiples situaciones no implica necesariamente la
construcción de un “esperanto legal”, ni tampoco un metalenguaje o “lenguaje
30
Para una ampliación del debate sobre pluralismo jurídico ver Ignacio Aymeric Ojea (1998):
“Contractualismo y pluralismo jurídico” en Añon, Bergalli, calvo y Casanovas, Derecho y sociedad,
Valencia: Tirant lo blanch libros.
28
máquina”. Se trata de expandir los modos admitidos de discurso (en antropología y en
derecho), de forma que nos permitan hacer comentarios pertinentes y convincentes
sobre la heterogeneidad cultural y el disenso normativo. (Geertz,1994:251)
El derecho prosperará como institución si puede comprender la disensión
(guerra, conflicto, revolución) y no solo el consenso: “La verdadera fatalidad sería
imaginar que el derecho está al margen del disenso o esperar a que este desapareciese”
(Geertz, 1994:246).
Para pensar el derecho y su lugar en el mundo contemporáneo hay que alejarse
de la reflexión formalista. Ya no es útil explicar el derecho como una hábil estrategia
para que la gente no se mate entre sí, o como promotor de los intereses de las clases
dominantes, o como defensa de los derechos de los débiles. Tampoco nos es útil
pensarlo como un mecanismo para hacer posible la vida social o que ésta sea más
predecible. Su propuesta es acercarse a una reflexión interpretativa, entenderlo como un
medio para otorgar un sentido particular a cosas particulares en lugares particulares. El
derecho no es un mecanismo de control social, es un conocimiento local, un orden, una
forma de ver, una manera de imaginar el mundo, una dirección de sentido.
6. Trayectorias
“La secuencia de lugares a los que vas a parar conforme avanzas sin saber qué es lo que te vas ha
encontrar contribuye mucho más a dar forma a tu trabajo, a disciplinarlo, que los argumentos
teóricos, los pronunciamientos metodológicos, los textos canonizados o incluso, tal como ocurre
29
con demasiada frecuencia en nuestros días a derecha y a izquierda, compromisos rígidos con
credos intelectuales” (Geertz,1996b:135)
Geertz se sitúa en una zona “confusa”, no comprometido sino consigo mismo 31.
Y esto tanto a nivel político o moral, como teórico o metodológico. Como antropólogo,
se sitúa dónde se sitúa según el momento en que está, y busca dónde piensa que tiene
que buscar: en la teoría literaria, si quiere reflexionar sobre su actividad como autor de
textos etnográficos, en ciencia cognitiva, si quiere reflexionar sobre la mente; pero
nunca para quedarse, sino para trazar desde ahí su propio camino, delinear su propia
visión. El pensamiento de Geertz dista de estar acabado, no busca construir un sistema
teórico en el que “todo cuadre”, sino ante todo, busca interpretar la realidad, la realidad
más cercana, nuestro mundo. Su apuesta por una antropología interpretativa es
sencillamente una línea de investigación abierta, y la práctica de la disciplina
antropológica no es más que un aprendizaje:
31
Sobre la confusión como estrategia metodológica ver Pompeu Casanovas Casanovas, Pompeu (1998):
Ensayo sobre la bondad, guia práctica no solo para la investigación de campo” en J.L. Dominguez, M.A.
Ramos Ulgar, La joven sociología jurídica en España, Oñati:Oñati Papers: “Ser voluntariamente “confuso”
no significa necesariamente estar desorientado” Pág.29.
30
“La antropología, o al menos la antropología social y cultural [es una disciplina indisciplinada],
se asemeja más a algo que uno aprende mientras año tras año continúa intentando adivinar qué es
y cómo se practica, que algo que se inculca a uno por medio de algún “método sistemático de
obtener obediencia” o de una “preparación formalizada mediante la instrucción y el control”.
(Geertz,1996b:102)
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1950: Se gradúa en Filosofía en el Antioch College y posteriormente se incorpora al
Centro de Estudios Internacionales del Instituto Tecnológico de Massachusetts.
1957/58: Vuelve al trabajo de campo, esta vez en Bali, Indonesia. Durante los años
1958-60 dará clases en Berkeley, Universidad de California.
1970/-: Desde los años setenta hasta la actualidad es profesor de ciencia social en el
Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, New Jersey.
1973: Publica The interpretation of cultures, obra traducida a once idiomas y de gran
impacto en el mundo académico internacional.
En 1995 publica sus memorias com antropólogo en After the Fact: Two
Countries, Four Decades, One Anthroplogist (Tras los hechos: dos países,
cuatro décadas y un antropólogo).
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2000: Actualmente está preparando un ensayo sobre la obra de Jerome Bruner.
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